Legislatura XXVII - Año II - Período Extraordinario - Fecha 19180615 - Número de Diario 17

(L27A2P1eN017F19180615.xml)Núm. Diario:17

ENCABEZADO

MÉXICO, SÁBADO 15 DE JUNIO DE 1918

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

PERIODO EXTRAORDINARIO XXVII LEGISLATURA TOMO III.- NUMERO 17

SESIÓN DE LA CAMARA DE DIPUTADOS EFECTUADA EL DIA 14 DE JUNIO DE 1918

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acata de la anterior. 2.- Usa de la palabra el C. Manrique para hechos. 3.- Continúa la discusión del proyecto de Ley Electoral, prosiguiendo a debate el artículo 48. Se suspende la sesión. 4.- Continúa la discusión de los artículos 48 y 54, y se reservan para su votación. 5.- Varios ciudadanos diputados se refieren a hechos. 6.- Discusión del artículo 51, el cual se reserva para su votación. A discusión el 49. Son puestos a votación y aprobados los artículos 48 y 54. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. IBARRA JOSÉ DE JESÚS

(Asistencia de 124 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente, a las 10.15 a. m.: Se abre la sesión.

- El C. Prosecretario Limón, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados el día trece de junio de mil novecientos diez y ocho. Período extraordinario.

"Presidencia del C. Jesús López Lira.

"En la Ciudad de México, a las diez y veinticinco de la mañana del jueves trece de junio de mil novecientos diez y ocho, con asistencia de ciento veintiocho ciudadanos diputados, según consta en la lista que pasó el C. Secretario Aranda, se abrió la sesión bajo la Presidencia del C. Jesús López Lira, a quien se invitó con ese objeto como el Presidente menos antiguo, de acuerdo con el artículo 18 reglamentario, por no haber estado presentes el Presidente y Vicepresidentes actuales.

"Se aprobó sin debate el acta de la sesión celebrada el día doce del presente mes, que leyó el C. Prosecretario Limón, y en seguida el C. Secretario Aranda dio cuenta con los documentos que enseguida se mencionan:

"Presidencia del C. José de Jesús Ibarra.

"Solicitud del C. Chapa para que se le conceda un mes de licencia, con goce de dietas.

"Con dispensa de trámites y sin discusión,, se aprobó.

"Dictamen de la Comisión de Gobernación que propone se archive el expediente relativo a la solicitud del C. Otero, a fin de que se permitiera desempeñar una comisión del Ejecutivo, en vista de que el interesado ha pedido que se considere insubsistente dicha solicitud.

"Sin debate, fue aprobado.

"Reanudada la discusión sobre las fracciones objetadas del artículo 39 del Proyecto de Ley Electoral, el C. Alvarez del Castillo, miembro de las Comisiones dictaminadoras, contestó una interpelación del C. Blancarte referente a la fracción II, y luego éste pasó a la tribuna y propuso una reforma . Hicieron aclaraciones los CC. Alvarez del Castillo y Velásquez y las Comisiones, con permiso de la Asamblea, cambiaron en dicha fracción la palabra "asistencia" por la de "beneficencia," y se reservo para su votación.

"También se reservó la fracción I que presentaron las Comisiones de estos términos:

"Los vagos o ebrios consuetudinarios declarados en los términos que dispongan las leyes y los mendigos habituales."

"Por no haber estado presente el C. González Galindo, que apartó la fracción VI, asimismo se reservó, sin debate.

"Se concedió la palabra en contra de la fracción IX al C. Blancarte, y expresó que no la había apartado: el C. Manrique la impugnó, y como las anteriores, fue reservada, así que se consideró suficientemente discutida.

"Lo propio se hizo con la fracción XI, una vez que fue atacada por los CC. Blancarte y González Jesús M. y apoyada por el C. Siurob y por los miembros de las Comisiones. CC. Martínez de Escobar Rafael, Rueda Magro y Alvarez del Castillo, contestado el último una pregunta del C. González Jesús M.

"Igualmente se reservó la fracción XII, después de que hablaron en contra los CC. González Galindo y Avilés, y en pro, el C. Rueda Magro.

"El C. Sánchez Pontón pronunció un discurso para refutar las fracciones II, III y IV del artículo 43; el orador agregó aclaraciones a moción del C. Alvarez del Castillo y Zavala Leovino, y las Comisiones obtuvieron permiso para reformar esas fracciones, de acuerdo con las ideas vertidas por el C. Sánchez Pontón. Pero en virtud de nuevas

aclaraciones de éste y otras del C. Martínez de Escobar se concedió un segundo permiso para retirar esas fracciones y presentarlas modificadas en su oportunidad.

"Se consultó a la Asamblea si se prorrogaba la sesión y el resultado de la votación a este respecto, lo declaró afirmativo la Secretaría, con lo que no estuvo conforme el C. González Jesús M., por lo que se le comisionó en unión de los CC. Peralta, García Jonás y Figueroa, para el recuento de votos. De acuerdo con el informe de éstos , la Mesa declaró que sí se prorrogaba se sesión. Surgieron nuevas reclamaciones de varios ciudadanos diputados y se acordó recoger votación nominal para resolver el caso; pero mociones de orden del C. Ancona Albertos, hicieron que la Mesa desistiera de su propósito.

"A las doce y veinte se levantó la sesión.

"Presidencia del C. Manuel García Vigil.

"Reanudóse la sesión a las cuatro y treinta y cinco de la tarde con asistencia de ciento veintiséis ciudadanos diputados, según consta en la lista que pasó el C. Secretario Arunda.

"El mismo dio cuenta con una solicitud del C. Ortiz, relativa a que se le conceda licencia por un mes, con goce de dietas, a la que se dispensaron los trámites y se puso a debate.

"Se leyó el certificado médico que acompañó el interesado a su solicitud, y ésta fue impugnada por el C. Aguirre Colorado y definida por los CC. Ancona Albertos y Torres Berdón, a quien interrumpió una moción del C. Padilla.

"Considerada suficientemente discutida la solicitud, que aprobó en votación económica.

"Continuó el debate del Proyecto de Ley Electoral, poniéndose a consideración de la Asamblea, la fracción I del artículo 40, que se reservó enseguida, por no estar presente el C. Blancarte que la había apartado.

"Lo mismo se hizo en la fracción I del artículo 45, después de que renunció a hablar en contra el C. Arellano.

"La Mesa se proponía llevar acabo la votación del Capítulo IV, en sus partes objetadas, por considerar concluída su discusión, por el C. González Galindo se opuso en atención a que quería refutar la fracción IV del artículo 43, para lo que se le concedió la palabra así que hicieron aclaraciones la Presidencia y el C. Rueda Magro. El C. Padilla habló en pro; hicieron aclaraciones los CC. González Galindo y Alvarez del Castillo; el C. Ancona Albertos, por las Comisiones, apoyó la fracción, así como el C. Velásquez, quien fue interrumpido por una moción de orden del C. Ancona Albertos y aclaraciones del C. Aguirre Colorado. Y en vista de que éste pretendió hacer una moción de orden, el C. Velásquez renunció a continuar en el uso de la palabra.

"El C. López Lira rectificó un hecho e hizo aclaraciones; para otras usó de la palabra el C. Alvarez del Castillo: los CC. Padilla y González Jesús M., siguieron reformas, y las Comisiones, por conducto del C. Martínez de Escobar, obtuvieron permiso para retirar dicha fracción IV del artículo 43, a fin de modificarla.

"Presidencia del C. Froylán C. Manjarrez.

"Acto continuo se votaron, por el procedimiento de eliminación aprobada, las partes del Capítulo IX que se discutieron y que son: artículo 37 cada una de las doce fracciones del 39. I del 40 y I del 45.

"La votación, que se llevó a cabo con asistencia de ciento cuarenta y cinco ciudadanos diputados, produjo el resultado siguiente:

"Artículo 37. Aprobado por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción I del artículo 39. Aprobado por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción II del artículo 39. Aprobado por ciento treinta y nueve votos de la afirmativa, contra seis de la negativa de los CC. Avilés, Blancarte, Cepeda Medrano, Escudero, Molina y Rosas.

"Fracción III del artículo 39. Aprobado por ciento cuarenta y dos votos de la afirmativa, contra tres de la negativa de los CC. Avilés, Velásquez y Ventura.

"Fracción IV del artículo 39. Aprobado por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción V del artículo 39. Aprobado por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción VI del artículo 39. Aprobada por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción VII del artículo 39. Aprobada así mismo por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción VIII del artículo 39. Aprobada por unanimidad de ciento cuarenta y cinco votos.

"Fracción IX del artículo 39. Aprobada por ciento veintiocho votos de la afirmativa contra diez y siete de la negativa de los CC. Araujo Avilés, Bello, Cano, Cepeda Medrano, Cristiani, Dávila, Escudero, González, Galindo, Manrique, Molina, Paredes Colín, Peña, Porchas, Ramírez, Genaro, Velásquez y Ventura.

"Fracción X del artículo 39. Aprobada por ciento cuarenta y tres votos de la afirmativa, contra dos de la negativa de los CC. Avilés y Zavala Leobino.

"Fracción XI del artículo 39. Aprobada por ciento cuarenta y dos votos de la afirmativa, contra tres de la negativa de los CC. Blancarte, Cornejo y Molina.

"Fracción del XII artículo 39. Aprobada por ciento treinta y cinco votos de la afirmativa, contra diez de la negativa de los CC. Avilés Barragán Martín, Bravo Izquierdo, Cabrera, Cepeda Medrano, Cristiani, Díaz González, González Galindo, Guerrero y Peña.

"Fracción I artículo 45. Aprobada por ciento cuarenta y un votos de la afirmativa contra cuatro de la negativa de los CC. Avilés, Barragán, Martín, Escudero y Rojas Dugelay.

"Fracción I del artículo 40. Aprobada por ciento cuarenta y tres votos de la afirmativa, contra dos de la negativa de los CC. Blancarte y Pardo.

"El C. Secretario Alonzo Romero leyó el Capítulo V y anunció que podían separarse los artículos que quisiesen objetarse.

"Las Comisiones retiraron los artículos 50,55 y 57 para modificarlos, y varios ciudadanos diputados los dos últimos y los siguientes: 48, 49, 51, 54, 58, 61, 62, 67 y 74.

"Los demás artículos de dicho Capítulo V, es decir, 47, 52, 53, 56, 59, 60, 63 a 66, 68 a 73, 75 y 76,

resultaron aprobados por unanimidad de ciento veinticinco votos.

"Puesto a discusión el artículo 48, usaron de la palabra en contra y en pro, respectivamente; los ciudadanos CC. Cepeda Medrano y León.

"La Mesa consultó a la Asamblea sí se prorrogaba la sesión, y aquélla resolvió negativamente, por lo que, a las ocho de la noche se levantó y se citó para el día siguiente, a las diez de la mañana."

Está a discusión el acta, ¿no hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba; los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Aprobada el acta.

El C. Presidente: Tiene la palabra para hechos el C. Diputado Manrique.

El C. Manrique: No es ya el diputado, señores compañeros, sino el amigo, quien reclama en estos momentos vuestra atención, seguro de que se la concederéis. Treinta minutos poco más a menos concedimos de buen grado al compañero Siurob para defenderse de la imputación que se le hacía gratuitamente de haberse levantado en armas contra el Gobierno de la República. Creo que me concederéis de buena guisa tres minutos para defenderme de la imputación que se me hace de haberme levantado en armas, no ya contra el Gobierno de la República, de una república, que ello sería poca cosa, sino en armas contra la dignidad humana, que ello es cien veces más grave: me refiero a las imputaciones, que no sé si llamar calumniosas o ligeras, de "El Nacionalista" y a las que sí tengo derecho a llamar calumniosas, de "El Pueblo," al afirmar cosa deprimente no sólo para mí, sino para toda la Representación Nacional: que aquí se ha levantado la voz de un diputado en defensa de los llamados "souteneurs." No, señores diputados, rectifico, protesto con toda la vehemencia y la indignación de que pudo ser capaz contra esta afirmación pérfida y ruin.

Es en verdad delicado el papel del cronista, parlamentario; él requiere buenas cualidades al lado de ilustración, una buena ilustración general, un conocimiento de nuestro Derecho Político, del Reglamento de la Cámara, de nuestro medio; requiere una inteligente y bien disciplinada atención, facilidad para efectuar una de las más altas operaciones intelectuales, la síntesis y, sobre todo, por encima de todo, un firme espíritu de honradez y de justicia, respecto y apego a la verdad. Pero por el deseo de decir algo sensacional, de ridiculizar a alguien que quizá nos es antipático, se falta al respecto a sí propio, al periódico de quien se depende, al público a quien se sirve y a la verdad; de allí las informaciones de "El Nacionalista" y sobre todo, de "El Pueblo" al atribuirme, digo, la defensa de los "sonteneurs" que yo he sido incapaz de emprender, que como tales sólo merecen mi desprecio más profundo. No, señores diputados, ni el que habla, ni el señor diputado Velásquez hemos pensado nunca en emprender la defensa de rufianes y bellacos. Lo que hemos definido, si nos hemos opuesto a la admisión de la cláusula que prohibe, que quita, que arrebata el derecho del voto a quienes viven a expensas de la mujer pública, no es porque no consideremos indignos a los tales, de estos derechos de ciudadanía y de algunos más, sino sencillamente por temor de que fuese este artículo - lo dije, fueron mis palabras - , válvula de escape a muchas bajas pasiones y ocasión a maledicencias y calumnias, al atribuirse a quienes no merecen el calificativo de tales.

Yo, señores diputados, sería capaz, y lo haré si se presenta ocasión en la XXVIII Legislatura, si, como lo deseo ardientemente, vengo a ella (toses y aplausos) sería capaz, porque yo sí tengo fe y confianza en mis propios esfuerzos , sí soy reeleccionista, señores, no como un señor diputado por Coahuila que luego de haber explotado el ambiente y encontrándolo desfavorable se declara no reeleccionista. (Voces: ¡Nombre! ¿Quién?)

El C. Cepeda Macedo: ¿Quién es?

El C. Manrique: Yo sería capaz, señores diputados, de levantar mi voz en defensa de la mujer pública, en defensa de la prostituta, que es víctima de nuestros apetitos y de nuestras bajas pasiones primero y víctima de nuestro desprecio y nuestra hipocresía después: víctima de nuestra deficiente e imperfecta organización social, en defensa de "Las bribonas" de que nos habla el nobilísimo escritor hispano don Antonio Zozaya, en defensa de ellas sí, porque no soy como los fariseos que creen que es nuestra organización social perfecta y hablan en apoyo de sus tesis y nos citan las palabras de Agustín el Africano, el preclaro obispo de Hipona: "La prostitución es como una cloaca en un palacio bien arreglado." No señores diputados, yo prefiero por más noble y por más genuinamente humana la tesis de Tolstoi que condena la existencia de una clase social destinada a sacrificar vidas, honores, vida y honor en servicio de los placeres y concupiscencias del resto de la sociedad. En defensa de esas pobres mujeres, víctimas de nuestras imperfecciones, sí puedo levantar mi voz, como de buen Quijote que prefiere ver en una Maritornes a una Dulcinea, a la perversa locura que nos hace ver una Maritornes en cada Dulcinea; en defensa de ellas sí, pero nunca en defensa de los rufianes, de los bellacos, de los ruines. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro del artículo 48 el C. diputado Sánchez Pontón.

El C. Sánchez Pontón: Honorables ciudadanos diputados: Tenía el propósito, desde que empezó a discutirse esta ley, de no demorar más la aprobación de ella, de defender o impugnar ninguno de los artículos que la componen, porque tengo entendido, y es mi convicción, que cada momento que perdamos en la discusión de esta ley, es un momento precioso que restamos a los preparativos de la elección próxima, y cada uno de los preparativos va a constituir una fuente de irregularidades, si no es que de fraudes, en las próximas elecciones. Está en nuestra conciencia que ya no habrá tiempo suficiente para poder organizar siquiera sean los Consejos Municipales de que habla el proyecto y que será una de las necesidades indispensables para que

se puedan llevar a cabo los preparativos de la próxima elección. Pero ya que no privó la idea que sustentamos desde el principio de esta discusión, sin aceptar sin enmienda alguna que no fuera aquella enteramente indispensable para completar los vacíos de la minuta mandada por el Senado, ya que allí fue aprobada y ya que nos hemos engolfado en discusiones aún más bizantinas que las que en estos momentos nos van a ocupar, al defender el voto de los mendigos, el voto de los tahúres y el voto de los sostteneurs, que seguramente no reclamarán ese voto, porque son individuos descalificados por sí mismos ante la sociedad, y que habrán reído a carcajada batiente al ver cómo esta Cámara ha pedido dos largos días discutiendo los derechos que ellos no se reconocen a sí mismos: ya que nos hemos engolfado en todas estas minuciosidades y que estamos laborando, no para una ley de circunstancias, como la que en este caso debíamos haber elaborado, dada la premura de tiempo, sino para una ley que deberá ser el fruto de los trabajos de esta Legislatura y la expresión de sus sentimientos y de sus ideas acerca de cómo debe efectuarse la elección en México, es necesario en este caso que discutamos de una manera más amplia los puntos esenciales del sistema que han adoptado las Comisiones. En este caso nos encontramos ante el punto esencial, el punto netamente capital de sistema, que es la emisión del voto secreto. El artículo 48., en relación con el artículo 54 de este capítulo, expresan que el voto debe ser emitido estrictamente en secreto. La expresión de este sistema es la consagración, por vez primera en nuestras leyes electorales, de un sistema que ha tenido grandes trabajos para irse incrustando en las legislaciones electorales de los países de Europa y América y que, por primera vez en nuestra Patria, viene a ser expresado en una ley como la alta convicción que tienen los representantes del pueblo, de que, de otra manera, no podrá ser emitido el voto libremente y de que la elección no será el resultado de la volición colectiva. Casi no hubiéramos tenido que discutir esta parte de la ley, a no haber sido por la sistemática oposición de algunos ciudadanos diputados, y especialmente, en este caso, del C. diputado Cepeda Medrano que, no contento con hacernos perder el tiempo de una manera metódica en cada uno de los artículos que no ofrecían absolutamente ninguna duda ni motivo para discusión, se permitió verter, cuando se discutió esta ley en lo general, la idea de que el voto secreto no solamente era progreso, no solamente no debía aceptarse como una manifestación de adelanto en cuestiones electorales, sino que era un atraso, del que debíamos sentirnos avergonzados. Ante esta expresión del C. Cepeda Mendrano debemos nosotros reaccionar violentamente, para que quede constante en las discusiones de esta Cámara, que nosotros sí creemos que es un progreso grandísimo el que introducimos en nuestras leyes electorales y cuáles son las razones que nos asisten para creerlo. Atraso ha llamado el señor Cepeda Mendrano a la aceptación del secreto del voto, y debe encontrarse satisfecho el C. Cepeda Mendrano, que no es él quien únicamente ha pensado así en el mundo, sino que un pensador de la talla de Stuart Mill, ha pensado también algo semejante a él. En este caso sí se encontrará apoyado grandemente Cepeda Medrano, si sabe que, no precisamente con las razones que él ha venido a expresar en la tribuna sino con otras de muy distinto orden, el gran pensador inglés defendía también el voto público. Pero Stuar Mill se basaba principalmente en este razonamiento, serio y trascedencial. Dice: "Cuando se da al elector la facultad de elegir en secreto, el elector piensa que se le da como un derecho la elección." Que se le busque toda la libertad posible para que él pueda elegir, conforme a sus propios intereses y no conforme a sus propios intereses y no conforme a los intereses de la colectividad. En ese caso el elector no obedecerá precisamente al sentimiento público que debe inspirar una elección, no buscará interpretar el sentir general para añadir su voto a la colectividad bien intencionada y de esa manera contribuir conscientemente a la elaboración de una buena elección y a la organización de una administración correcta, sino que en ese caso él sabe que absolutamente nadie sabrá de qué manera va a emitir su voto y que todos los preparativos, todas las condiciones que la ley exige para que no se viole el secreto de voto, se le dan únicamente como un derecho para que pueda manifestar su voluntad conforme a sus propios intereses, aunque esos sean muy bajos y muy ruines. También agrega el pensador inglés que solamente puede existir y debe existir el secreto del voto en aquellas naciones en que hay una dependencia social y política perfectamente notoria entre las diversas clases que la componen, como a fines de la República romana o al término de la República ateniense; pero que en las sociedades modernas, donde ya no existe un estado de servidumbre de esa naturaleza, no debe ser ni considerado moral el secreto del voto.

No obstante estos razonamientos, que en algún tiempo formaron la base capital de los argumentos contra el secreto del voto en la ley inglesa y que retardaron que en esa nación se aceptara el secreto del voto hasta el año de 72: en las demás naciones del Viejo Continente ya había sido conquistado, nada más por las disquisiciones de los tratadistas, sino por el movimiento grandioso de la Revolución Francesa, el secreto del voto como una de las bases de la libertad electoral. Desde las primeras Asambleas de la Revolución Francesa se sostuvo como enteramente indispensable, dado el estado social y político de aquel entonces, que el secreto del voto debía ser algo fundamental en la Ley Electoral, si se quería que los comicios fueran verdaderamente la representación de la idea colectiva; y desde entonces, señores, hace más de un siglo, la Francia no ha aceptado jamás, en ninguna de las leyes, el voto público; desde entonces está consagrada, en cada una de las discusiones que se han suscitado en las leyes electorales, en cada una de las ocasiones que se ha discutido en las Cámaras, se han aceptado nuevamente como algo perfectamente justo, como algo que consigna un progreso para la libertad de las elecciones, el secreto del voto. Así se ha venido consagrando sucesivamente por todas las Constituciones que se han sucedido desde la Revolución Francesa hasta nuestros días y actualmente, cada vez que se hace una elección se busca algo que venga a hacer más estricto y más seguro el secreto del voto.

Y no es solamente Francia la que ha seguido en ese camino, todas las naciones de Europa han seguido el secreto del voto: en Bélgica, donde se copió el sistema inglés perfeccionándolo; ese sistema se sigue en Gresia, se sigue en Italia y en la mayor parte de los Estados alemanes, excepción hecha de Prusia; se sigue también en todos los cantones suizos, que son una de las manifestaciones más elevadas de la democracia moderna. Se sigue en fin, en la mayor parte de los Estados Unidos y cada vez se dan leyes en esos Estados para mejor asegurar el secreto del voto. He aquí cómo el autor Villey, tratadista connotado en cuestiones electorales, comenta el secreto del voto: "La dependencia política - dice - es temible sobre todo en un país en que el funcionario está desarrollado como en Francia. El Gobierno puede influenciar todo el ejército de funcionarios y todo el ejército de aquellos que aspiran a serlo."

Y más adelante dice: "La tendencia universal es por otra parte manifiestamente contraria a la opinión de Stuart Mill. En todas partes, a medida que el sufragio se ha extendido, se ha sentido la necesidad de hacer el voto secreto."

En otra parte el mismo autor nos dice: "Se puede decir que la cuestión está ahora resuelta por la experiencia: a medida que el espíritu democrático ha ganado terreno se ha sentido por doquiera la necesidad de asegurar más y más el secreto del voto, y se puede decir que la mejor legislación es aquella que realiza mejor este ideal."

Todos estos conceptos nos demuestran que ha seguido un proceso esta cuestión en todas las naciones, a través de todas las leyes electorales que se han aceptado siempre, tendiendo de una manera común entre todas las legislaciones modernas al secreto del voto, abandonando lentamente el voto público, al grado de que en la actualidad sólo unas cuantas naciones latinoamericanas y algunos pequeños Estados alemanes los que aceptan todavía el voto público, o en algunas naciones como en Dinamarca, en las que el voto se hace en asambleas populares: pero en todos los demás Estados del mundo, los que marchan a la cabeza de la civilización, donde las leyes han estado más de acuerdo con las tendencias modernas, se ha aceptado el secreto del voto. Y ¿por qué? ¿Cuál ha sido la razón esencial de esta introducción del secreto del voto? Simple y sencillamente la consideración de que todavía en las naciones más adelantadas, en aquellas en que la libertad parece que se ha arraigado profundamente, todavía existen dos clases de dependencias: la dependencia política y la dependencia social, en las que el burocratismo no está desarrollado de una manera tan intensa como en todas nuestras repúblicas latinoamericanas en las que la dependencia política no se hace sentir de una manera tan terrible como se ha sentido y se siente en nuestra Nación; que también la dependencia social ha sido grandemente experimentada especialmente por el desarrollo de la grande industria. ¿Quién puede negar que si no es Gobierno quien influye en las elecciones, son los grandes industriales, los grandes comerciantes, los grandes acaparadores de la voluntad humana? ¿Quién puede negar que si en los Estados Unidos la burocracia y el funcionarismo no están desarrollados en tal alto grado como en las naciones latinoamericanas, si existe allí una dependencia social y económica que hace esclavos a más del 75 por ciento de los habitantes de ese país, porque hay unos cuantos que tienen en su poder todo el oro bastante para subyugar las conciencias de los hombres? ¿Quién puede negar que en la misma libérrima Inglaterra no hay un montón de latifundistas y grandes industriales en cuyo poder se encuentran millones y millones de obreros que no podrán emitir libremente su voto, si no es atendiéndose a las venganzas que después se ejerzan contra ellos? Estas consideraciones de orden político y social de las que nosotros estamos perfectamente convencidos, son las que han obligado a los legisladores del mundo a aceptar el secreto del voto, no para consagrar la falta de valor civil, ni para autorizar a un individuo a que oculte su verdadero sentir en las cuestiones públicas; sino para asegurar la independencia política en el momento de la elección, evitado que más tarde se ejerzan contra los pobres trabajadores las represalias de los poderosos.

Quisiera que los impugnadores del voto secreto nos demostraran que no existe en México la dependencia social o política de las clases; que aquí en México nunca se pretende por los funcionarios de los gobiernos locales o por los últimos funcionarios de la policía del pueblo más arrinconado de nuestra Nación, ejercer alguna clase de presión sobre el votante: que nos demostraran que en la actualidad no se prepara toda una organización oficial para ejercer su influjo en las próximas elecciones; que no están saliendo de las Secretarías de Estado y de los Gobiernos locales listas de candidatos oficiales; que nos demuestren que no se están dando consignas a los presidentes municipales para imponer a determinados candidatos, y entonces yo seré el primero en pedir que el voto sea público. (Aplausos.) Pero si, como es la verdad, por una parte toda la máquina administrativa está en estos momentos aceitando su engranaje para que pueda marchar con un deslizamiento perfectamente amable en las próximas elecciones; si, por otra parte, sabemos que además del mecanismo oficial también el mecanismo de la industria, del comercio y de la agricultura están también poniendo en juego sus múltiples brazos de pulpo sobre el pueblo proletario que depende de esos grandes poderosos; si sabemos perfectamente que el hacendado ha sido siempre el instrumento de las tiranías para el voto de los jornaleros; si sabemos que los industriales han puesto a veces por condición de dar trabajo a un obrero el que vote por determinada forma en las cuestiones municipales o en las cuestiones federales; si sabemos que estas dos dependencias terribles: la económica y la política en nuestra Nación se hacen sentir como una plaga como se hacen sentir en todas las Repúblicas latinoamericanas, entonces nosotros debemos poner todo nuestro empeño y toda nuestra atención en mejor garantizar el secreto del voto. Y yo, señores diputados, he sido partidario de que se estimule el valor civil en los ciudadanos, a tal grado que cada uno sepa que cuando va a ejercer un acto de la vida pública, debe exponerse inmediatamente a los propios resultados de su acto; y yo pensaba, cuando discutíamos aquí algo referente a nuestro

Reglamento interior, que era hasta cierto punto vergonzoso que nosotros para elegir las Mesas Directivas de la Cámara tuviéramos que emitir nuestro voto en secreto. Pero si es verdad que en una asamblea consciente de sus propios deberes y de sus propios derechos, como es una asamblea legislativa; si es verdad que en determinadas sociedades o agrupaciones puede exigirse y aun debe exigirse el valor civil para depositar un voto en favor de determinada persona o un voto en favor de determinada idea, no es lo mismo para las grandes masas del pueblo que absolutamente podemos exigirles que tengan valor civil cuando nosotros no podemos comprometernos a darles el pan que mañana les quiten aquellos de quienes dependen. Cuando nuestras leyes sobre el trabajo mantengan al obrero adherido a su trabajo; mientras que no se le separe por una falta cometida por él; mientras no sea una burla la Constitución en nuestro artículo 123, en que se han separado a los obreros sin haberles garantizado ni siquiera el salario necesario para que puedan buscar trabajo durante algún período de tiempo; mientras no podamos dar la ley, una ley que asegure el trabajo al peón del campo, a pesar de la mala voluntad del hacendado; mientras estos pobres indígenas y estos pobres obreros de las ciudades estén dependiendo para sus más ingentes necesidades del capricho del patrón nosotros no tenemos derecho de exigirles que sean un ejemplo de valor civil y que en cada uno de los analfabetos exista la materia prima de un héroe. Si consagramos con letras de oro en el recinto de esta Cámara el recuerdo glorioso de los hombres que han tenido en un momento dado de su vida el valor civil suficiente para lanzar una verdad ante el pueblo; si admiramos a los genios que se han enfrentado ante toda una sociedad, únicamente para poder afirmar el dogma de una verdad; si en nuestras convulsiones políticas también tenemos como héroes a los que sólo se han levantado en una plaza pública para decir la verdad contra los malos funcionarios o contra los poderosos, ¿por qué vamos a exigir ahora que en cada uno de los catorce millones de habitantes de México, especialmente en cada ciudadano que ejercite su voto, exista uno de esos héroes que merecen que sus nombres se leguen a la posteridad con letras de oro? ¡No! Es muy bello venir a sostener que en cada uno de los ciudadanos haya un ejemplo de valor civil; que cada uno de ellos vaya con la conciencia de que al salir de la casilla electoral quedará sin pan para su familia; que cada uno de ellos perderá el empleo de que dispone o tendrá que abandonar el lugar donde reside y será objeto de mil persecuciones. Pero si quisiéramos que todo el pueblo fuera como un solo individuo que en un momento dado es capaz de ofrecer en holocausto su vida y libertad en aras de la verdad y de la justicia, seríamos unos ilusos que jamás podríamos justificar nuestra actitud ante la Nación. Yo sé perfectamente que ahora, más que nunca, nuestro pueblo exige que el voto permanezca en secreto para que pueda emitirlo con libertad; el solo enunciado de que la Cámara de Senadores había aceptado este sistema, ha sido recibido con aplauso en toda la República; y estoy seguro de que cada uno de nuestros conciudadanos se está preparando para emitir su voto, si es que su secreto se consagra en la Ley. En cambio, si no se consagra si seguimos aceptando el sistema del voto público, entonces no conseguiremos que en cada uno de los individuos que voten sea un dechado de valor civil, sino tan sólo obtendremos la abstención del voto, así pongamos como pena de diez años de prisión o veinte años de abstención de los derechos políticos; los ciudadanos que no se acercarían a las urnas electorales, porque hay que tener en cuenta que casi siempre los legisladores, y especialmente los que son oriundos de las capitales de la República, hacen cuenta de que el voto se va a emitir siquiera con la relativa uniformidad, ya no digo libertad, con que se verifica una gran ciudad como México o en alguna capital de Estado, y se alejan del sentir popular que se manifiesta de una manera perfectamente notoria en los pueblos alejados de las grandes ciudades y aun de aquellos que rodean a las mismas capitales de los Estados . El que alguna vez ha estado en contacto con ellos, sabe perfectamente hasta qué grado puede influir, no solamente la voluntad políticas de los gobernantes, sino cualquiera otra: muchas veces aun la de un empleado que quizá no tiene poder para poder ejercer venganzas sobre ellos. Yo recuerdo cómo una vez un maestro de escuela, a quien seguramente podemos poner como ejemplo de la falta de poder absoluto, tanto poder militar como poder civil, ejerció una presión suficiente sobre los habitantes de un pueblo para que pudieran dar su voto casi unánimemente en favor del apadrinado de ese maestro de escuela. Y si esta influencia la puede ejercer un maestro de escuela que, naturalmente, en nuestro concepto, tiene el grandísimo ascendiente que no tiene ni el gobernante ni el militar sobre las clases educadas, sobre las clases intelectuales del país y a quien nosotros debemos ver con el mayor respeto posible, nosotros no podemos decir que ese maestro de escuela jamás podría ejercer una represalia ni una venganza contra aquel que no admitiera su opinión política. Y si esto ha sido posible tratándose de un maestro de escuela, ¿cuánto no será posible de los gobernantes que mantienen todo el poder de la máquina administrativa y uniendo a ellos el poder militar que se ejerce por medio de los ejércitos que se encuentran de guarnición en determinadas poblaciones y éstos vienen a ejercitar presión que se traduce momentáneamente, desde el mismo instante en que se verifica la elección, en alguna amenaza positiva para los electores? Y aquí viene a propósito sugerir la idea que ya está extendida en esta Asamblea, de que no pueden ser candidatos en las elecciones próximas, ni los militares que hayan dejado el mando activo de sus fuerzas, tal como lo previene la ley; y aquí es oportuno, porque todo esto se relaciona con la libertad del voto, manifestar que no basta que se esté haciendo, como se ha hecho ya en la actualidad, el pedir licencia por determinados generales para que puedan lanzar sus candidaturas en los mismos sectores y en los mismos distritos donde sus fuerzas permanecen de guarnición. Si esto se lleva a cabo, no habrá libertad en esos distritos electorales, y desde ahora señalamos esas elecciones como producto del fraude. Es seguro que si esta Asamblea no tiene cuidado de eximir a todos esos generales con mando de fuerzas, aunque se hayan separado del servicio noventa días antes de las elecciones, no habrá elecciones verdaderamente libres, porque aquellos

seguirán controlando sus fuerzas a través de sus subalternos o de sus parientes cercanos ; tenemos que cuidarnos de esos individuos y de todos los funcionarios que ejercen jurisdicción, aunque sea por mediación de un tercero; debemos cuidar que no haya ni el menor indicio de que se ejerza presión para que, aun a pesar del voto secreto, se viole la libertad electoral del ciudadano. Yo creo que la Asamblea está impresionada en favor de la aceptación del voto secreto; que existe en todos los diputados la idea convertida en convicción, de que de otra manera no podremos tener esperanzas de que en esta vez y en las sucesivas se hagan una elección libre; pero, como dije, he querido poner de manifiesto que este sistema no es el producto, como se ha dicho, del deseo de trasladar leyes extranjeras poco adaptables a nuestro medio; del propósito de plagiar las disposiciones que rigen en otros países para aplicarlas a nuestro pueblo; no, señores diputados, es que se ha encontrado que las condiciones de estos pueblos son semejantes a las nuestras y que existe una razón más poderosa para aceptar en México el secreto del voto, pues que nuestra organización se exige que se implante en todas sus manifestaciones. Por eso es que, al discutir el artículo 48 en relación con el 54 de esta ley, que prescribe terminantemente que en las elecciones voto sea secreto, he venido a exponer estas ideas con objeto de que se vea que las Comisiones y los que votamos en favor de él, tenemos arraigada la convicción de que en nuestro medio existen las dos dependencias que han dado origen a que se acepte este sistema electoral: la dependencia social y la dependencia política: que es necesario que se nos demostrara que actualmente no existen esas dependencias, que no pueden existir, que no pueden ejercitarse los poderes que de ellas dimanan, para que nosotros estuviéramos de acuerdo en que el voto fuera público; aun así, en ese caso todavía nos quedaría un gran argumento para aceptar el secreto del voto y es simple y sencillamente que cuando se hace una elección con la premura con que nosotros las hacemos siempre, sin los preparativos que en otras partes se hacen con muchos meses de anticipación para preparar los comicios, habrá una cantidad de irregularidades siempre en nuestro país como hemos visto en las anteriores elecciones, y no podemos garantizar que en las casillas haya suficiente número de ciudadanos, suficiente número de boletas y todos los medios necesarios para que hasta en el último rincón de la República puedan ejercitarse de una manera uniforme el derecho del voto. Todas estas razones, señores diputados, me ha hecho venir a esta tribuna a pedir que el secreto del voto no solamente sea aceptado por la Asamblea tal como lo consultan las Comisiones, sino que sea consagrado como un verdadero paso trascendental en nuestras leyes electorales, como un verdadero progreso que se hace para la libertad de las elecciones de México, y terminaré, señores diputados, manifestando desde luego mi opinión de que no porque vengo a hacer la apología del sentir de las Comisiones, en este caso, estoy conforme en todas sus partes con la Ley Electoral que se nos ha presentado; estoy muy lejos de creer que esta Ley Electoral resuelva de manera absoluta el problema de nuestras elecciones en México, pues no es enteramente a propósito en todas sus partes y en todos sus detalles para que pueda ejercitarse con la más amplia libertad y extenderse universalmente el voto en México: todavía nos falta a nosotros meditar sobre los grandes problemas del voto proporcional, de la representación de las minorías que muchas veces de han nombrado aquí; pero que jamás nos hemos dedicado a estudiar y a adaptar a nuestro medio para que entonces sí estuviera completamente satisfecho de una Ley Electoral. Pero en tanto vemos que la mayoría de un distrito se queda sin representación aquí y en cambio están representados doscientos o trescientos habitantes; en tanto que no se asegure la representación proporcional de las minorías; en tanto que no se estatuya de una manera más segura y cierta la formación de los partidos políticos y que éstos puedan representarse de una manera proporcional al número de sus miembros y de una manera proporcional al número de sus adictos en las Cámaras de la Unión, hasta ese momento no podremos decir que hayamos resuelto el problema de la Ley Electoral; pero mientras tanto no se estudien estos problemas, mientras tanto que los nuevos legisladores vengan a meditar de una manera serena, concienzuda y con toda la extensión del tiempo necesario en estos arduos y gravísimos problemas que nos presentan las sociedades modernas, nosotros sí debemos adoptar siquiera sea un paso como el que ofrecen las Comisiones: es decir, el voto secreto, para asegurar la libertad de las elecciones, (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Velásquez.

El C. Velásquez: H. Asamblea: El discurso que acaba de pronunciar el inteligente abogado Sánchez Pontón es cuento puede decirse en apoyo del voto secreto..... (Voces: ¡Puede decirse algo más!) Lucidamente dicen algunos diputados que puede decirse algo más: más ahora el C. Sánchez Pontón ha definido brillantemente la opinión de las Comisiones. Pero desgraciadamente, ha expuesto una razón muy unilateral para comprender el voto en toda su extensión; su discurso adolece, flaquece de verdad de apreciación de nuestro medio social y de nuestra historia y, sobre todo, de un desconocimiento profundo del voto. No está él en lo justo, como voy a demostrarlo, suplicándoos atendáis mis razones. Son varios los órdenes de razonamientos que hay para sostener que el voto público y verbal es el desiderátum de la manera de emitir el voto; el desiderátum, ¡oídlo bien! Razones de orden jurídico y constitucional demuestran que el voto debe ser público y verbal; y si se tiene en cuenta el medio en que se legisla, como México, donde el ochenta por ciento de sus habitantes, cuando menos, no sabe escribir, la razón es más atendible para que el voto sea verbal y público. Razones también de nuestro medio social igualmente lo exigen, porque el legislador que no comprende el medio social en que actúa y que no sabe aplicar la política en la ley, es un legislador inepto. Los principios de la ciencia política se aplican en los pueblos a medida que lo exigen las necesidades de los mismos pueblos: esta es la política , propiamente hablando, no la ciencia de engañar, como ayer oí a un diputado. Razones prácticas también exigen que el voto sea público y verbal. Voy a permitirme exponer cada una de éstas. Expresé desde la otra vez que elegir es por razones

indiscutibles la primera manifestación de la soberanía de un pueblo; la colectividad no puede ejercer sus funciones, todas sus funciones: toda la colectividad no puede legislar, no puede juzgar, no puede ejecutar las leyes, y por eso necesita en quién delegar el poder. Este acto de delegar el poder es indispensable en los gobiernos representativos como el nuestro, y la manera de delegar es designado, y designar es elegir: "La emisión del voto es el acto de designar a los mandatarios públicos para que ellos ejerzan las funciones y la autoridad de los poderes," decía Bolivar y dice Ostos, el gran publicista de los siglos. Entonces, señores, es el acto más solemnes y más importante y primordial de la soberanía de un pueblo para designar a sus representantes: la delegación del poder soberano, manteniendo incólume esa soberanía. Y yo pregunto, señores diputados, cuando se ejerce la facultad o la función de legislar, de juzgar y de ejecutar, ¿se mete en un confesionario al que va a ejercer esa función? ¿No está en el ejercicio de ese supremo derecho de la soberanía? ¿Por qué delegar las funciones va a ser un secreto? ¿Dónde lo hemos visto? Ni en la rigurosa lógica del Derecho Constitucional se puede, se debe ir en secreto a ejercer una función tan alta y tan soberana como la de designar mandatarios. ¿No se juzga en audiencia pública? ¿No se ejercen las demás funciones públicamente? Pues que, ¿sólo la función soberana de desiguar los mandatarios del pueblo, es decir de votar, queréis que sea secreta? Esto, en rigor de lógica, es una aberración y, por consiguiente, votar de esa manera es no ser consecuente con la ciencia, es ser consecuente con el miedo o con algunos otros temores, como voy a demostrarlo. Vamos más profundamente a ver qué cosa es el voto, por qué debe el ciudadano ir a elegir. ¿Es sólo un acto espontáneo de su personalidad, de tal manera que él juzgue si conviene elegir o no? Entonces sería un derecho, entonces podría abstenerse y entonces vendríamos, o a la anarquía o al marasmo político. No el voto no es en acto individual, es un derecho colectivo, y si es colectivo, debe ejercerse ante todos colectivamente, públicamente y de la manera más apropiada. Ahora bien, todo el que no sabe escribir no puede expresar su voluntad sino de palabra, que es el medio más rudimentario y a propósito. Entonces, si ha de ser un acto colectivo, debe ser el voto público ¡oídlo bien! No es un derecho, es una obligación colectividad va a dar su voto allí. Recordad que el individuo que de su voto no lo da simplemente como un elemento de la sociedad, sino como un individuo político, es decir, lleva miras políticas, ¿Razón práctica? vais a oírla: el pueblo donde se practica la democracia casi de una manera perfecta, es los Estados Unidos; allí hay partidos como en todo pueblo civilizado; hay opiniones de las distintas personalidades, opiniones acerca de la manera de gobernar en defensa de los intereses comunes. Es esa la razón de la existencia de los partidos políticos. Allí, donde un grupo de ciudadanos piensa sobre la marcha del país, hay un derecho colectivo que debe hacerse valer. En los países donde se acercan más a los ideales democráticos, se forman previamente lo que aquí se ha iniciado ya: la convención, donde se discuten los candidatos, no en secreto, sino públicamente: donde grupos de ciudadanos contraen compromisos, moral, política, jurídica, social y democráticamente, de que una vez aceptado un candidato en la convención, tendrán que sostenerlo en las urnas electorales. Los secretos se han quedado, ¡verdad, señor Padilla? para la confesión auricular.....

El C. Padilla: Eso lo sabe el C. Velázquez mejor que yo, porque es más jesuíta que todos los jesuítas.

El C. Velázquez: Y eso muy posteriormente cuando empezó la malicia, pues los cristianos primitivos se confesaban públicamente en los tres primeros siglos; pero empezó la malicia, la intriga y de allí nació el secreto de la confesión auricular.

El acto de preparar el voto y de comprometerse, el pueblo modelo de la democracia, es público. En las convenciones se discuten los candidatos, se hace el compromiso moral, político y social de democracia de ir a votar por ese candidato. Luego el voto, como una función política, como una función colectiva, como la primordial en el orden de se de las sociedades, que están gobernadas representativamente, no puede ser secreto, sin adultear, sin pisotear las nociones elementales del voto.

Allí se forman las convenciones. allí cada grupo va a contender en las casillas electorales sin temor. ¿Por qué suponéis temor en un grupo de ciudadanos al ir a decir cuál es su opinión, decirles que son cobardes, que no han sabido sostener su opinión? Cuando alegamos nosotros en principio el procedimiento del miedo, señores hemos retrogradado, por más que no se quiera; el miedo, porque después me referiré a la presión, la presión o la procuración, llamémosla así, luego me referiré a la presión, que es la razón que han dado: el predominio de una clase sobre otra.

No hay aquí predominio de clases, no es verdad: entonces el voto, bajo el punto de vista del Derecho Constitucional, bajo el punto de vista íntimo de la naturaleza del voto, es una función pública que debe ejercer públicamente, como se ejercen todas las demás funciones. Exceptuarla es un error, es ilógico, es desconocer en su esencia el voto y la manera de ejercer el voto por los hombres libres. Cuando el hombre tiene miedo, perdió parte de su personalidad para separarse en la soledad de su conciencia y consultar ante él solo lo que no le pertenece, porque el sufragar por un candidato, por un partido, no es cuestión individual, es cuestión del partido, y el partido necesita cerciorarse si aquél ha cumplido con el compromiso sagrado que tiene de votar por un candidato. Reflexionad bien, señores: quien tiene un partido, quien quiere hacerlo triunfar, quien profesa ideas políticas, quien tiene esas aspiraciones, por medio del voto secreto puede engañar a sus correligionarios: les dice que va a votar por su candidato y se encierra y vota por otro. ¿Y cómo se comprueba que ha faltado a sus compromisos?

De ninguna manera: se va con esto a favorecer la perfidia. Otra razón de orden político práctico: La política en adaptar los principios de la ciencia constitucional y de todo orden a las necesidades emergentes bien reconocidas en un pueblo. Esa es la política, un el arte de engañar. Pues bien. al expedirse una ley debe verse si el pueblo la reclamaba: al dictarse un ley sobre elecciones

es necesario saber si el pueblo ha demostrado con sus hechos que puede vivir una vida de democracia. Ahora bien, no habéis olvidado que en 1910 el pueblo mexicano empuño una bandera, la del sufragio efectivo, y lo reclamó ¡ya sabéis cómo!: hay muchas viudas que os dirán cómo reclamaron sus esposos el voto efectivo....¡a balazos!

Y después de esto ¿queréis que los ciudadanos se escondan para emitir su voto cuando no se escondieron en el campo de batalla ni ante la más terrible de las dictaduras? En el político el ciudadano mexicano tiene conquistado ante el mundo entero un concepto que no conquistaron los griegos, ni nadie: el voto efectivo ¿Cómo es posible, en consecuencia, que ahora de le exija que se encierre en un confesionario para votar? Esto es absurdo. Siendo así, la legislación que impone el voto secreto, no se acomoda a los reclamos del valor político de los ciudadanos. Vamos al orden social. El distinguido diputado Sánchez Pontón acaba de decir que hay clases sociales en México y que el de aquí emerge toda la fuerza de la argumentación de los que sostienen el voto secreto. La presión. Vamos al estudio del orden social en México.

En México no hay clases sociales..... (Voces: Sí, sí !No señores, entonces no entienden ustedes las cosas. Las clases sociales emergen de esta idea: de que en la ley están determinadas categorías de individuos que tienen privilegios: aquí se ha acabado eso ante la ley. Vamos a las costumbres: aquí sólo por distingos han venido hablando de clases sociales: no, señores, aquí ninguna clase es superior a la otra, entendámoslo bien; veamos el concepto: ¿cuáles eran las clases sociales en la India? Cuatro, según la derivación de la divinidad de Buda: también había clases sociales en Roma, plebeyos y nobles; había clases sociales en Grecia: parias y ciudadanos; en Inglaterra hay nobles, en España también; en todos esos países que citaba el señor licenciado Sánchez Pontón hay clases sociales; aquí existen clases sociales ni por la ley ni por la costumbres; no es verdad ese predominio, estamos con una ilusión a la que no responde la realidad, no es verdad eso. Y ya veis cuántas huelgas, cómo se ha levantado el obrero contra la avaricia sórdida del industrial, y logrará su objeto, llegará a esta finalidad del socialismo: socializar la tierra socializar los elementos de producción. Ya se comenzó, y ¿ahora vamos otra vez a empujarlos, a hacerlos temer con el fantasma del hambre? No señores, así no se levanta un pueblo. Acordáos de la expresión de Bolíbar: "Hagamos al hombre libre, fijémonos en la ley de su libertad y él se hará digno." Si aquí decimos que no es todavía digno de enfrentarse con el amo, nos hemos equivocado; vamos a la psicología de las multitudes, no favorezcamos, el temor al contrario, levantémonos a ese hombre, que no le esconda a su amo para ejercer el más sagrado derecho que tiene un pueblo: el de la ciudadanía. ¿Eso le van ustedes a quitar a un hombre que acaba de emanciparse del dominio económico? Teóricamente se ha emancipado, va a hacer prácticamente, y ustedes: "escóndete cuando vayas a elegir, para que tu amo no te haga víctima de sus odios, y, decía el señor Sánchez Potón, represalias." Yo no entiendo qué será en materia electoral: ¡represalias!

No, señores, no es así como se levanta al pueblo; eso no indica el pensamiento de Bolivar. Ustedes, al pretender que los ciudadanos se escondan al votar, no favorece la psicología del individuo; matan el sentimiento de libertad y los hacen tímidos, como cuando las nodrizas hablan a los niños de que viene el coyote y también el diablo, de donde nace la creencia estúpida de la existencia de esos seres maléficos. Eso es lo que queréis hacer ahora con el pueblo: espantarlo con el coco; y eso no es legislar bien para el pueblo mexicano, que acaba de probar que tiene valor político; ni es levantar su dignidad; ni es entender en lo que consiste el derecho de sufragio, como tampoco se va al fondo de esa institución que es un derecho colectivo, o una prerrogativa, o una obligación colectiva, como quiera llamarse. Vamos a otro orden de ideas: Hemos visto que el pueblo mexicano, según las estadísticas, tienen un ochenta por ciento de analfabetos: y en la ley que habla del secreto del voto, se dice que, respecto de los candidatos no registrados, se escribirá el nombre del elegido. ¿Cómo, si se trata de un analfabeto, se va a lograr que aprenda a escribir en el acto de la votación?.....(Voces; ¿Lleva testigos!)

¡Ah, lleva testigos, pues ya no hay secreto; llevando un cicerone o un escribiente, entonces el voto ya no es secreto, o no sé qué se debe entender por secreto! Otro caso No supondrán ustedes que en cada Municipio haya un representante de los partidos ... Intervención de una personalidad, se estampado la firma, y como las boletas no se firmarán, sino que los ciudadanos trazarán signos o cruces, todo aquel fárrago de boletas sin la firma de nadie, está en manos de la Mesa, sí no hay un interventor de los partidos, esa Mesa saca esas boletas y pone otras, y ¿cómo hacen constar que se ha falsificado su voto! ¿Cómo hacen constar, si no hay ninguna forma, si no hay ningún representante del partido? Es el caso que supongo.....[Voces: ¡Están selladas! ¿Y no pueden sellarlas esos señores? Si no va a haber boletas ahora, si apenas van a tener tiempo de dar unos simples papeles, y entonces resultará como en Morelos cuandose disputaban la Presidencia de la República el eminente Lerdo y el dictador, entonces distinguido caudillo de la República Porfirio Díaz: entonces las simpatías estaba de lado de Porfirio Díaz; fueron a votar los indígenas después resultó, al hacer el cómputo, que los que habían votando por Porfirio Díaz decían: nosotros hemos votando por Porfirio y aquí resulta "Tajada "(Lerdo de Tejada). Así resulta aquí. ¿Cómo comprueba cada votante que no le ha falsificado el voto? Que me conteste la Comisión esa dificultad de hecho muy admisible y hasta frecuente. Luego la imposibilidad de hecho, desconocimiento del medio en que se legisla, desconocimiento, tergiversación de lo esencial del voto: desconocimiento de la ciencia política y constitucional es lo único que

puede autorizar el voto secreto, lo único; pero hay más, señores yo he oído decir a todos ustedes que es necesario educar al pueblo mexicano en la escuela de la democracia, y por eso se establece lo que se llama jurado, para que vaya a enseñarse el ciudadano a administrar justicia; pues se acaba tal escuela democrática al votar, cuando la enseñen ustedes con su ley al ciudadano, que vaya a esconderse para votar, por miedo del "coco." Voy a citarles a ustedes la opinión de un hombre eminentísimo en ciencia, gloria del mundo en ese sentido y qué es lo que opina acerca del voto secreto.(Voces: ¡Quién es, quién es!) Un momento, señores, paciencia, estoy abriendo el libro, Ostos..... ¡Voces: ¿Armando, Armando¿] No, ese no, Armando Ostos sólo lo conocen en su casa.

"En todas las leyes de elección se ha tratado, o de hacer responsable de su voto al elector, o de evitarle las responsabilidades ilegítimas que la coacción ejecutiva pudiera ejercer sobre él. A este fin, unas veces se ha impuesto el voto oral, otras el escrito: acá el voto secreto, allá el público. El primero y el último, que coinciden siempre con el propósito de educar en el uso de su derecho y en el ejercicio de su ciudadanía política al asociado, son los dos únicos modos de emisión que convienen con el fin del sistema representativo. El voto escrito no tiene, generalmente, otro objeto que el de amedrentar: el voto secreto no tiene más designio que el de encubrir la responsabilidad de tímidos, egoístas o indiferentes. El voto oral que debe a la vez ser público, no es solamente superior la secreto, porque educa la virilidad y los sentimientos más generoso del patriotismo. sino que también es superior al voto escrito, porque la responsabilidad que impone, es la del deber, no la del miedo."

El miedo es la que ustedes están consagrando aquí. Traigo un autor en que se habla de la opinión del eminentes, Stuar Mill, quien es de parecer que el voto debe ser público. Hombres eminentes, educados en la escuela de la democracia, entre ellos el gran pensador Ostos, que recorrió toda la América, estuvo en Europa y tomó parte muy importante en todas las cuestiones políticas de España, compenetrándose íntimamente de las necesidades de los pueblos, han opinado que no se eduque al ciudadano, aconsejándole que se esconda para votar Con tal sistema, se va establecer un escuela muy triste se va a hacer al pueblo que retrograde, después de haber demostrado que sabe defender, sin importarle su vida, el derecho de sufragar: se va a obtener que el sufragio efectivo que reclamó con don Francisco I. madero a la cabeza, desaparezca, porque ya no será efectivo ese sufragio. Y tratándose del analfabeto que no sabe escribir, al que se exige escriba el nombre de los candidatos no registrados, no es posible que lo haga, y vuelvo a decir que esto es un absurdo. Que en cuanto a la prohibición de que se estampe la firma del votante, resultará lo del "Tajada", a que antes me referí, porque serán otros los que voten, ¿Y podrá comprobarse la falsedad? De ninguna manera, porque se cierra la puerta y el voto se falsificará impunemente. Vemos, por consiguiente que el voto secreto no es un progreso. Son muy de temerse, señor Sánchez Potón, las influencias estrañas a la verdad del voto;. pero es sólo una razón, mientras que en favor del voto público están todas. ¿No habrá un medio de evitar imposiciones? Díganme ustedes que han dicho que el Ejecutivo va a ejercer presión por medio de los funcionarios y por medio del Ejército, ¿podrá derramar el día de las elecciones ese Ejército en cada pueblo para ejercer presión? O no entendemos lo que es presión . ¿Estando peleando en los campos de batalla, van a quitarlos de allí para que vengan a ejercer presión sobre cada ciudadano? Pero si ustedes me dicen que con el invento maravilloso de los Consejos quitan la intervención del poder oficial, entonces el poder oficial no está ejerciendo presión allí luego no es exacto que el elemento militar o que el elemento oficial ejerza presión militar por imposibilidad; el otro como consecuencia legal, porque no va a estar allí el Presidente del Ayuntamiento, ni el Ministro de Gobernación. ni los Gobernadores en cada casilla, Si no se ejerce esa presión, yo pregunto que se me diga para que ilustren nuestro juicio sobre el particular y no nos háblenos prácticamente, digamos: en cada Municipio, en cada casilla habrá cien ejerciendo presión, habrá tantos empleados ejerciendo presión y, por consiguiente, mientras esa presión exista, será conveniente que se vote en secreto. Si nos demuestran eso, si se demuestra que va haber esa presión en cada ensilla, están en lo justo: mientras no. no es verdad Aquí, con números, que nos digan de cuántos hombres se componen el Ejercito que hay que recoger de los campos de batalla y llevarlo al campo electoral y que se va a prestar para ejercer presión ¿Va a representar el Ejército a los empleados para ejercer presión? Esa presión es un sueño, no es más que hablar de memoria, porque si no se de muestra aquí ahora que se está legislado, que se va a dar una ley que precisamente venga a levantar el espíritu mexicano y que prácticamente la vida de la democracia, no hemos hecho nada. Lo del voto proporcional me lo habéis negado. No habéis querido atender.....[Campilla]

El C. Secretario Aranda: habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se pregunta a la Asamblea, en votación económica, sí se concede permiso al orador para que continúe en el uso de la palabra. Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Continúa en el uso de la palabra.

El C. Velásquez, continuando: El distinguido polemista, señor licenciado Sánchez Pontón, nos decía que sí probáramos los partidarios del voto público que no hay presión, convenía en que el voto debía de ser público. Como ellos sostienen que si la hay, como abogando él probar que va a haber presión militar allí es cada casilla, para que le digan al votante que se esconda. ¿Que os parecería a todos ustedes que habiendo ido a votar los ciudadanos que os tienen simpatía, que os quieren y desean veros otra vez en las curules de esta Cámara para que para sigáis legislando, que después de encerrados para emitir secretamente su voto, lo hicieran en favor de distintas personas? A esto os exponéis, porque la confección auricular, ¿verdad, señor Padilla?, tiene sus peligros; no, señores, no retrogradéis; hemos llegado al momento histórico preciso en que es necesario levantar el espíritu del pueblo y enseñarle cuáles son libertades; pero

nunca decirle que se esconda. Ahora, si tienen ustedes seguridad de que con el voto secreto se salva la verdad del sufragio. les digo que están equivocados . Hablan ustedes de presión y les contesto: ¿qué un clérigo, un hacendado, un industrial, que no piensan como nosotros, no tienen derecho de ejercer el sufragio natural que se transmite de psiquis en psiquis y que es una ley psicológica? Siempre en la humanidad hay hombres influenciados e influyentes; así es la vida de los pueblos.... (Fuertes voces.)

El C. Presidente: Se ruega a la Asamblea guarde silencio y escuche al orador.

El C. Velásquez: Los influjos psíquicos son indispensables en la vida de la Nación; los hombres prestigiosos influencian a los demás, como en el firmamento el astro más grande es el que atrae a los otros más pequeños; así pasa en la vida de los pueblos, en el dominio de la psiquis, no de las almas, como alguien dijo. No les neguemos, pues, ese influjo, siempre que se contengan dentro de ciertos límites; pongamos en la ley una pena para el funcionario público que intervenga en las elecciones; una causa de la nulidad más precisa, porque aquí se habla simplemente de presión, seamos más francos; entremos de lleno y digamos hasta donde debe llegar esa presión y, entonces, si hay presión, con sólo la presencia de un funcionario en una casilla basta para nulificar la elección; pero no amedrentemos a los ciudadanos para que voten, que no se escondan , por que es una función sublime la del hombre que va a ejercer el más sagrado de sus derechos; porque él no puede ir, porque no puede ir toda la colectividad, manda, designa, y en esa designación queréis que se esconda, ¡Qué horror!, qué estupidez, qué denegación de los principios que se esconde el que va a ejercer la función más noble que ha sabido conquistar con su sangre el mexicano! ¿Qué horror! Señores diputados, no os alucinéis por lo que se hostiga de que el Ejecutivo quiere imponer determinados candidatos y va a mandar tantos soldados; se hace la cuenta matemática y, ¿un soldado va a amedrentar a cien votantes? Y entonces verán que es pueril el argumento. ¿Un funcionario va a amedrentar a quinientos votantes? Pueril argumento, señores, es decir que nosotros, que los mexicanos, que es un grupo de quinientos mexicanos se amedrenta ante un funcionario o ante un funcionario o ante un soldado. Eso es desconocer lo que es el mexicano; porque lo diga el hacendado. ¿ya van sus peones a votar de acuerdo con él? Desconocéis en estos momentos históricos cúales son los mexicanos, los desconocéis quién sabe por qué, yo no me explico esto. Hay que argumentar diciendo cúantos soldados va a mandar el Ejecutivo para imponer a sus candidatos, cuántos funcionarios va a mandar y, entonces, si los manda, tenéis razón de que no sea el voto público, porque entonces habrá represalias: eso se usa en la guerra cuando el enemigo comete un acto ignominioso devenganza, entonces el otro también ejecuta las mismas represalias. Por consiguiente, señores diputados, si no hay razones atendibles, fijaos, la historia marcará con su índice, si aquí en estos momentos, en que el pueblo mexicano espera una ley que satisfaga, que lo haga elevarse a la categoría de pueblo demócrata que ha conquistado; no más que quiere ahora hacer práctica en los comicios, ese derecho fijaos bien, si le váis a dar una ley así no más como quiera para tener el placer de dársela. Yo no hago ni vengo a ofender a nadie, yo no digo que haga un espíritu interesado en que esta ley se apruebe por quién sabe qué razones: yo respeto mucho a mis honorables compañeros para hacerles cargos semejantes, yo no vengo a seguir otras indicaciones que las que me dicta mi conciencia, yo no le hago ningún cargo a nadie, yo sólo quiero saber si la única razón que nos ha dado el ilustrado señor Sánchez Pontón y las que oí en el Senado, son porque va a haber presión; que no prueben hasta donde va a haber presión, ¿cuántos van a ejercer presión sobre cuántos? Eso es matemático. Cuando se resuelva la cuestión matemática yo daré mi voto e iré a estrechar mil veces al señor Sánchez Portón que nos salvó de un naufragio democrático.

El C. González Jesús M.: Pido la palabra para una interpelación.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Jesús M. González.

El C. González Jesús M.: Me voy a permitir hacer algunas interpelaciones al orador. La primera es la siguiente: ¿No creo el señor licenciado Velásquez que aquellos pocos electores que tengan el valor civil suficiente para decir: "yo votaré por una candidatura que no esté registrada," ese individuo por ese mismo valor manifestado no será un individuo que no sea analfabeto? La otra interpelación es la siguiente: al adoptarse las máquinas de votar de que habla el proyecto de ley, ¿no podrán entonces los candidatos registrar sus nombres y a la vez un color, para que el elector que no sabe leer ni escribir sepa por el color por quién va a votar? Y la tercera interpelación es: ¿admitiendo que el voto sea secreto, no cree el señor licenciado Velásquez que aun cuando lo parezca esto odioso, será verdaderamente sin discusión alguna espontánea ese voto y el resultado (que es el que nos interés, no tanto ya el procedimiento, puesto que éste nos tiene sin cuidado), será el que venga a la Representación Nacional un individuo enviado voluntariamente por aquellos que lo han elegido?

El C. Velásquez: Es un cúmulo.

El C. González Jesús M.: Son tres interpelaciones.

El C. Velásquez: En la primera si puede darse el caso, supuesto que ese votante tenga simpatía por el candidato independiente no registrado y sepa leer; pero yo le digo a usted en el terreno de las probabilidades de que me hablaba el distinguido abogado, de que entre cien individuos de los cuales ochenta no saben leer y escribir, veinte saber leer y escribir, ¿en dónde están las probabilidades de que no sepan leer ni escribir? En los casos propuesto la ley de las probabilidades, compañeros, es probable que él no sepa leer ni escribir. Sea eso, pero entonces conforme a lo que yo decía, lo de las máquinas, no entiendo, por eso nos van a explicar lo de las máquinas, por eso no puedo constestarle a usted. Lo otro, que sea espontáneo, perfectamente, yo no busco espontaneidad solamente, señores, por que el voto es una función suprema colectiva, no espontánea. El ciudadano que se compromete a luchar por su partido no se esconde, que lo diga en público: voto por don Jesús González, y de otra manera puedan faltar a sus compromisos. (Murmullos

y voces) Entonces no tiene usted idea, padre....." (Risas) señor Padilla, si precisamente eso es lo que busco, la representación de los partidos..... (Murmullo, Desorden.)

El C. Martínez de Escobar: Pido la palabra como miembro de la Comisión, si se prorroga la sesión.

El C. Presidente: La Mesa se ve en la necesidad de recurrir a la sensatez de la Asamblea, a los sentimientos más altos de ellas que deben darle conciencia plena de cúal es la obligación imprescindible que esta Asamblea tiene que consunar, para lograr que antes de tomar una determinación en materia de trabajo, como la que se va a consultar en estos momentos, antes piense en las responsabilidades en que esta Asamblea incurre en caso de que la Ley Electoral no sea reprobada con oportunidad.

El C. Secretario Aranda: Habiendo terminado la hora reglamentaria, se pregunta a la Asamblea si se prorroga la sesión. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. (Voces: ¡Sí, sí! ¡No, no!) Se prorroga la sesión.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Martínez de Escobar.

El C. Martínez de Escobar: Señores diputados:

Tres metafísicos has desfilado por estas tribunas: Voltaire, aquel genio de la parte pensadora, de la parte pensadora de la revolución francesa, que con su irónica carcajada hacía terminar a Juan Jacobo Rousseau, y aunque ponía en peligro los sistemas filosóficos, políticos y sociales de este otro cerebro portentoso de aquella roja tempestad, Voltaire humorísticamente decía que es metafísico aquel que cuando hablaba no se entendía a sí mismo, ni podía hacerse entender de los demás.

Tres metafísicos han desfilados por esta tribuna: el compañero Cepeda Medrano, el señor Avilés, que han tratado la cuestión flotando sobre la superficie de este asunto, y el señor licenciado Velásquez que por penetrar al fondo del mar de la cuestión electoral, se ha desorientado por completo. (Voces: ¡se ahogó) Se ahogo. El licenciado Velásquez, en verdad, no ha estudiado a Stuart Mill, no ha estudiado a John Stuart Mill, no ha procurado con despacio y detenimiento absorber las ideas expuestas por este gran pensador inglés. Es verdad, señores diputados, que John Stuart Mill trata la cuestión del voto y dice que es voto público el que debe sencillamente existir en una sociedad, por virtud de que él asegura que el voto no es un derecho individual, que el voto no es un derecho del que pueda hacer uso el individuo como puede hacer uso de su pensamiento para venderlo o hipotecarlo, como hace como hace con sus propiedades rústicas o urbanas y muebles, que no es un derecho como el del pensamiento, como el de escribir, el de viajar, es decir, que no cae a su arbitro hacer o no hacer aquello que no es una facultad de él. Es cierto, dice, que es una obligación, la cual tiene que cumplir el ciudadano y saca la consecuencia de que es un servicio público el que verifica el votante, que es una función pública, política, y en vista de este principio general, John Stuart Mill dice: "Si es una función pública como lo es, por que si no fuera, sencillamente se dejaría al arbitrio del ciudadano el que el Estado existiese o no existiere puesto que se contrataría las bases de él. Si la soberanía popular es la que organiza los Poderes públicos, es decir, si todos los ciudadanos en determinado momento, en virtud de ser derecho individual, no lo ejercieren, entonces desaparecía el Estado. " Es una función política, es verdad, por la cual se ejerce el voto, pero de esta base que parte el licenciado Velásquez para decir que porque es una obligación, que porque es una función pública, el voto no debe ser secreto, porque no hay funciones públicas que se ejerzan en secreto, es un sofisma, es un verdadero absurdo; no es la función pública igual a la función que ejerce el juez, a la función de los jurados; no, señor licenciado Velásquez, es una función Publica de una naturaleza mi especial, no puede usted sencillamente ponerla a la altura las otras funciones públicas, no; el mismo John Stuart Mill, no sé si en el tratado en que haya leído el señor Velásquez, pero el mismo John Stuart Mill acepta que no obstante que es una función pública la función del voto, en determinados medios y en determinados momentos políticos ha menester, para que esa función pública sea saludable y benéfica y se obtenga la finalidad que se quiere, que sea secreta; el mismo John Stuart Mill en alguna contienda, en alguna polémica existentes a ese respecto, Bright, y otros tantos pensadores sostiene de una manera que el voto debe ser secreto; y eminentes pensadores de la talla de John Stuart Mill que, aun cuando sea una función pública, el voto debe ser secreto por razón de la verdad que debe llevar en sí esa función pública y que por razón del medio y de los momentos políticos, en determinado tiempo puede ser secreta dicha función. Eso dice Stuart Mill y ese momento determinado y esa condición especial so las que reinan en México; de manera que aun con teorías de Stuart Mill puede asegurarse sencillamente que aunque sea una función política, el voto debe ser secreto en el medio mexicano. Yo no sé porqué no quiso el señor Velásquez hacer esta explicación y únicamente estimó el principio general. Señores, tres grandes pueblos contemplan extasiados las generaciones que se suceden: el pueblo griego, que dilató el mundo del arte y de la filosofía; el pueblo romano que dilató el mundo del derecho y de la Política, y el pueblo francés, ese gran pueblo francés, ese viril pueblo francés que dilató el mundo de la democracia, el mundo de las libertades públicas. Bien decía el señor licenciado Sánchez Pontón, por ejemplo, en la época de la decadencia romana era menester la existencia del voto secreto ¿por qué? porque una obligación se destacaba amenazante y poniendo en peligro esa función pública y entonces era necesario para que los individuos política y socialmente pudiera ejercer libremente esa función pública. En ese caso era perfectamente explicable que esa función pública se ejerciese en secreto y así se ejerció en Atenas, como dice también el señor licenciado Sánchez Portón, no obstante que no estaba en las mismas circunstancias que Roma. También en Atenas, en virtud de esa juventud plutocrática y rica que ejercía presión sobre los volantes, también existió el voto secreto; pero me refiero a esa época especial y en la Francia después de la Revolución. Por esa razón, por las condiciones de momento político existió el voto secreto. Vemos ,pues

que puede compadeserse perfectamente bien la existencia de una función pública en secreto, como es la función electoral. Esta es una verdad política y sociológica, señores diputados.

El señor licenciado Velásquez después nos dice: cuando se trate de analfabetos ¿cómo váis a hacer que el voto sea en secreto? Luego en qué quedarnos, este es un principio de contradicción, una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo; el principio de contradicción en general. Si es secreto ¡cómo va a votar el analfabeto, si el analfabeto no sabe leer ni escribir? Suponiendo que no existe un color, un votante rayará por determinada candidatura y al él le parece un problema inmenso como una montaña y es muy sencillo. Todo principio general puede tener una excepción y ese es el caso de la excepción del voto secreto, que cuando un analfabeto no sepa leer ni escribir, se haga acompañar de uno de dos testigos y así lo admiten las legislaciones en donde hay analfabetos. El mismo Stuart Mill dice que puede venir una excepción al principio general en el caso de que haya analfabetos; para ese solo caso puede existir el voto público y si aquí hay una gran cantidad de analfabetos, pues entre ellos no podrá ser una verdad el voto secreto, sin o restringido, lo que es una excepción a la regla general. El licenciado Velásquez tiene otros sofisma y está de acuerdo con el C. Cepeda Medrano; dicen ellos que los partidos políticos, por ejemplo en Estado Unidos donde existe el voto secreto, que en los Estados Unidos donde existe partidos políticos para apoyar determinadas candidaturas, pues ni los mismos comprometidos, los mismo agentes de los partidos políticos y los partidos políticos pueden saber cómo voto aquel que depende de ese partido en el momento de la elección; sí es clara y natural esta verdad y reforzando esto, dice el C. Cepeda Medrano que se presta el voto secreto a la corrupción de la función electoral y en ningún país del mundo, dice el C. Cepeda Medrano, apoyado por el C. licencia Velásquez, está tan corrompida la función electoral como en los Estados Unidos, por que se compra el voto, pues hay que buscar entonces el menor mal posible. En Inglaterra, en ese país clásico de las liberaciones públicas, antes de 1872 existía el voto público y cuando existía el voto público en Inglaterra, sí en verdad, señores diputados, la corrupción del voto era terrible, mucho mayor de los que es en los Estados Unidos; la compra del voto indudablemente que puede hacerse más fácilmente en un país en donde existe el voto público, que en un país en donde existe el voto secreto, ¿por qué? porque si sencillamente el señor Cepeda Medrano tiene deseos de hacer triunfar su candidatura y tiene suficiente dinero para hacer derroche de él, no necesita sino reunir a cuatro o cinco mil individuos y les dice: "te doy tanto por tu voto." comercia abominablemente con la función electoral, y como es el voto público, naturalmente que aquellos individuos que vendieron el voto, sencillamente tienen que estampar su firma y al votar se tiene que ver si cumplió la promesa o no se cumplió con su obligación reciproca; y si el voto es secreto, y el señor Cepeda Medrano tiene deseos de comprar votos, no podrá hacerlo y por lo menos será menos eficaz la corrupción, ¿por qué? porque sencillamente el señor Cepeda Medrano no podrá saber si esos individuos a quienes dio determinada cantidad por su voto cumplieron con su obligación y si realmente votaron por él.

Vean ustedes cómo, a pesar de que existe la corrupción del voto en algunos lugares donde es público, esta corrupción es posible y sería menor si el voto fuera secreto. En Inglaterra, después de 1872, la corrupción del voto ya no fue como antaño, que dominada de una manera intensísima; vemos. pues, cómo, hay una serie de argumentaciones completamente contratarías a lo expuesto por el C. Velásquez, por el señor Cepeda Medrano y por el señor Avilés, que defiende de una manera sensata el establecimiento del voto público. Ya el señor licenciado Sánchez Portón nos explico perfectamente bien cuál es la condición social, cuál es la condición política social del pueblo mexicano en general: ya nos hizo ver cómo los peones del campo irán, como de costumbre, con el voto público, tendrán que ir siempre con la estupidez de los clásicos borregos de Panurgo, y lo mismo irán los empleados de gobierno y los mismo irán los gendarmes, obedeciendo a la orden del comisario: mientras que con el establecimiento del voto secreto, sino se cura de una manera radical esa corrupción, esa imposición, sí tiene que disminuir la imposición, porque no se como va a poder averiguar el hacendado o el Comisario de Policía o el Gobernador de Estado, en qué forma votaron aquellos que tienen una dependencia social o política de él.

Vemos, pues, que hay razones de sobra en favor de voto secreto; y aquí sí, aquí sí yo apelo a la sensatez de la Cámara, a su buen juicio y a su buen criterio, que el voto secreto no porque exista en Alemania, no porque exista en Francia no porque exista en Inglaterra o en Bélgica, no, eso no es argumento, en mi concepto, no porque las naciones que van avanzando en la civilización vertiginosamente, no porque ya exista esta institución, debemos nosotros cimentarla en México, no: está bien que se implanten principios conquistados de la ciencia universal: si se dice los ferrocarriles son muy benéficos en tal o cual nación, pues pongamos en práctica aquellos sistemas; sí se trata de algún descubrimiento física o de la química, procuremos, naturalmente, poner en práctica aquel principio general: pero cuestiones político - sociales, que entrañan problemas más complejos, heterogéneos y difíciles, no podemos nosotros traer esto como argumento, porque sería humo de paja decir que porque en esos pueblos civilizados, debe existir en México; yo apoyo a la sensatez de la Cámara para que vote en favor del voto secreto, no porque exista en aquellas naciones, sino porque es menester, por las costumbres y necesidades del pueblo en que vivimos; en verdad que le voto secreto está establecido en Europa, solamente en tres o cuatro países como Austria. Dinamarca, Rusia, que en este momento está en un estado anárquico, solamente tres o cuatro naciones, digo, no tiene establecido el voto secreto, pues eso quiere decir esto: que esta institución política se necesita esto: que esta institución política se necesita no sólo en los pueblos que van a la avanzada de la civilización, sino aún en los pueblos que tiene una institución política todavía en cuna, todavía

en pañales, pero especialmente en estos países arrasados, en un país como México, en que sí es una verdad experimentada, una verdad de observación, que el valor bélico transforma, a las masas transforma a las multitudes en hombres leones, en hombres tígres, en hombres águilas, en hombres titánicos de un valor inmenso, no es cierto lo contrario; por que esas multitudes ya analfabetas, o ya multitudes Psicológicas de algunas cultura y de alguna intelectualidad, en el momento del triunfo de las armas que acompañaros a un caudillo para hacer caer estrepidosamente a una dictadura o tiranía, no obstante que fueron denodados defensores de la libertad, entonces esos mismo individuos, aun con el mismo íntimo amigo que sea el que va el capitolio, entonces ese mismo ya les parece que se ha transformado de defendido en gobernante, que se ha transformado en un dios, no obstante que el gobernante no es más que un gerente aquellos mismo de valor temerario en el campo de batalla, se acercan como ovejas suplicantes, como asnos resignados; esta es la verdad de la psicología del pueblo mexicano; lo hemos visto a través de todas la época histórica , de manera que adaptamos al medio, a las costumbres, al lugar donde estamos viviendo, debemos sencillamente cuidar de poner el voto secreto, porque es el único procedimiento, porque es la única forma con que mejor podremos satifacer esta función: justamente es el argumento del señor Cepeda Medrano, que dice que es necesario adaptarnos al medio, es eso me fundo para que sencillamente se ponga el voto en secreto; es verdad, es una ley geológica indudablemente, que los cuerpos, los organismos corresponden al estado físico o químico y climatológico del planeta, es una verdad: pues también es verdad psicológicamente que los organismos políticos tiene que corresponder al medio social en que existen. En el estado ígneo del planeta, no puede existir un organismo; en el estado salvaje o semisalvaje, no puede una perfecta organización política, no: indudablemente que, a medida que la tierra se perfecciona en cuestiones geológicas también se perfeccionan los organismos: en política también se va perfeccionando sociológicamente.

Teniendo en consideración, pues, el espíritu político, el nivel tan bajo en cuestiones de civismo electoral del pueblo mexicano, por virtud de una ley histórica, por virtud de una ley tradicional, el voto secreto se ha menester en la República Mexicana, si queremos voto efectivo y no que sea una burla como antaño lo fue; es triste, recuerdo sencillamente lo que fueron las elecciones en México, más bien dicho, casi nunca ha habido elecciones, sólo las hubo en la época del señor Madero, porque ni en la época de Júarez, ni en la de Lerdo, ni en anteriores épocas hubo verdaderas elecciones: hubo algo de elecciones, no verdaderas elecciones: en la época del señor Madero quizá bastantes elecciones; en el año pasado hubo algo más de elecciones, y esto. ¿Porque? Porque todavía se iba a formar el Gobierno Constitucional, y ahora que está formado el Gobierno Constitucional, dentro de mes y medio tendremos un ejemplo fecundísimo, una gran enseñanza muy elocuente para el espíritu público, sobre el comportamiento que tendrán el Gobierno actual en la cuestión electoral. Yo no podría asegurar que realmente habrá una enorme presión que realmente habrá una intensa consigna; no señores, esperemos, es la política una ciencia, más que de observación, una ciencia de experimentación. No lo podría yo decir al señor licenciado Velásquez, ni el señor Sánchez Pontón, sólo que fuera Ministro de Guerra, que número de soldados ha ido a cada Distrito, a cada Estado, para imponer a determinado candidato; yo no lo sé ni lo quiero creer. Aún más: espero del Gobierno, por lo que será una gloria para él, que en este primer año de vida constitucional dé un ejemplo luminoso y político, que sea un incentivo el pueblo mexicano, a fin de que no sea una realidad la función electoral. Yo no quiero creer que habrá consigna, que habla esa terrible consigna como dicen los demás, y estaremos en expectación, es cuestión de mes y medio para saber si es verdad lo que dice el señor Sánchez Pontón, no obstante que apreciaciones vehementísimas en cuestiones políticas, naturalmente, nos hacen creer que sí será la verdad la consigna, la imposición: ¿por qué? Por una razón sumamente científica, porque toda nuestra tradición, todo nuestro pasado es así, consigna o imposición, y entonces, ¡qué difícil será para una nación que dio un salto mortal y que de una imposición tan terrible como la de ayer , venga a una verdadera libertad, a una libertad purísima y diáfana! Pero, en fin, esperemos, no obstante que quizá la creencia es natural de que si haya esa imposición. Por eso, señores, en virtud de que se ha desvanecido como humo de paja que se disipa al contacto del menor roce intelectual, las razones del señor licenciado Velásquez, de carácter jurídico, y las sociológicas o pseudosociológicas del C. Cepeda Medrano, por esas razones debemos aprobar de una buena vez el voto secreto. Yo, como miembro de las Comisiones, declaro honradamente que me siento descargado de peso inmenso, por que no he hecho más que seguir las inspiraciones del patriotismo y del cumplimiento de un deber de ciudadano. Aprobada, pues, de una vez, el voto secreto que presenta la Comisión. (Aplauso.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Sánchez Pontón para la rectificación de un hecho.

El C. Sánchez Pontón: El señor diputado Velásquez hizo algunas interpelaciones y alusiones a lo dicho por mí y quiero contestar de una manera muy breve para poner en claro las ideas que expresé. Yo no he dicho, señor diputado Velásquez, que en México hubiera casta sociales, dije que había clases sociales; Su Señoría hizo comparación con las castas sociales del indio, cosa que está absolutamente ajena a comparar con las clases sociales que existen entre nosotros. En seguida me preguntaba usted qué número de individuo podría hacer presión sobre el otro número de individuos de diferente clase social, en caso de aceptar esta noción, y yo le digo desde luego que esto es imposible hacerlo matemáticamente como su Señoría lo desea: pero se han hecho cálculos haciendo la clasificación de nuestras razas y nuestras distintas categorías, si no quiere llamarle su Señoría clases sociales a lo que existe en México, y los tratadistas más autorizados señalan el número de doscientos a trescientos mil blancos en México que dominan de una manera

económica y política a todo el resto de los catorce a quince millones de habitantes que existen en el país, al grado de que algunos sociólogos americanos, tratando este asunto de una manera despectiva para esos blancos, han dicho que en México la situación se reduce a una fórmula: doscientos mil blancos que engañan a catorce millones de indios. Yo no quiero absolutamente asegurar con un dato matemático esto, pero sí esta muy aproximado acerca de cúal es la población dentro del elemento criollo, dentro del elemento que domina a las clases realmente indígenas, Alguna bien, sí Su Señoría no acepta que hay una gran diferencia de categorías entre el orden económico y social entre esa clase de blancos criollos y mestizos y la verdaderamente clase indígena, las distintas razas que pueblan el territorio nacional, entonces yo suplicaría al C. Velásquez que me dijera por qué existe esa enorme diferencia de categorías sociales y económicas entre las clases indígenas de los campos y las clases criollas de la sociedad. Yo pregunto también por qué una revolución eminentemente nacionales libertadoras y popular no ha hecho cambiar absolutamente en nada la situación del proletariado, tanto de los campos como de las ciudades, y sigue absolutamente dominando el mismo elemento, el elemento criollo, que sigue dominando a las razas indígenas. Si está no es una verdadera división de categorías sociales entre clases sociales, yo entonces no entiendo a qué se le podrá llamar clases. Yo no acepto, señor Velásquez, que haya castas sociales en el sentido de que seamos brahmanes, Sudras o parías; no; señor, yo no quiero hacer creer que en México exista la esclavitud y que existan todavía individuos que tienen en su poder a los esclavos como si fueran cosas según el criterio romano; pero, sin embargo, la situación del proletariado realmente es semejante a la que exista en la época colonial, cuando los encomenderos mantenían a los indios casi como esclavos. Esa es la verdad, Su Señoría no podrá negármelo, porque yo creo que ha estado en contacto con el pueblo, Quiero referirme a estos hechos para que no se me atribuya un concepto erróneo de nuestra situación social en la actualidad. Por otro lado me hace la pregunta de si va haber presión oficial en las próximas elecciones. Yo le manifiesto lo que ya dijo mi compañero el diputado Martínez de Escobar, que no es posible asegurar en qué forma ni en qué número de individuos se va a ejercer la presión; pero es un hecho y a toda la República le consta, porque hay ciudadanos que ellos mismos exhiben determinadas recomendaciones y que no tienen pudor para ocultar que ellos están buscando el apoyo oficial; hay individuos que dicen terminantemente contar con el apoyo de las autoridades federales y hay listas que se han hecho en muchos Estados de la República, haciendo ver que esos candidatos son oficiales. Se hacen creer a la mayoría de la República que determinadas autoridades están preparando una elección fraudulenta para imponer a determinados individuos que seguramente han hecho pacto de su voluntad e incondicionalidad para la próxima Legislatura. Esto es tan notorio y absoluto, que nadie le desconoce. Aquí mismo estamos viendo a personas que vienen a solicitar de determinados diputados que se constituyan en instrumentos para que los hagan figurar en las listas de algunos Estados de la República. (Aplausos.)

El C. Velásquez: Pido la palabra para contestar alusiones al distinguido abogado.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Velásquez: Yo cuando hablaba de clases sociales las entendí como se extiende aquí para la cuestión legal electoral, las que autorizan la misma institución, no las que emergen de la diferencia de condiciones en la vida, no esas clases que se imponen por su posición, por sus privilegios, hasta hablé de privilegios; hay aquí esas diferencias sociales, perfectamente, no podría yo negarlo a un abogado tan inteligente semejante cosa; no he dicho eso; de manera que queda en el concepto de que ha estado muy acertado las condiciones distintas de una sociedad. Se puede distinguir, ya les he dicho a ustedes. En Estados Unidos se acaban de formar dos clases - que diría el señor Sánchez Pontón - , dicen que los mexicanos se distinguen en dos clases: los robados y los ladrones. Eso han dicho. Esa es una clasificación emanada de la animadversión con que nos ven por allá. De esas clases no hablé yo, yo hablé de las que autorizan las instituciones, y esas clases no existen aquí, porque no me dirá el señor Sánchez Pontón que hay esas clases que autorizan las leyes, y como estamos hablando de leyes, están fuera de esas clases que cita el señor Sánchez Pontón. En cuanto a las presión, yo digo que se comprueben aquí, porque es necesario que la Representación Nacional se percate de ese hecho para reprocharlo y llevarlo a la conciencia nacional, que van a mandar soldados para que ejerzan esa presión. Se ha dicho (y eso no lo han comprobado) el señor Martínez dice que hay presión y otro señor dice que es público y notorio; yo no lo sé, por eso dije que las reprobadas; porque esas versiones, cuando se llega a un terreno efectivo y cuando se va a dictar una ley en que se aconseja el confesionario para el secreto del voto, porque va a ejercerce presión, entonces es necesario que la Nación lo sepa, que lo digan desde esta tribuna y ante la Nación, que lo sepan quienes va a ejercer esa presión, no es necesario que sea el Ministro de la Guerra, hombres tan entendidos deben saberlo, a fin de poder combatirlo y que si no, tomen datos y aquí nos demuestren que va a haber presión y que por eso reclama el pueblo mexicano imperiosamente el voto secreto.

El C. Presidente: Tiene la palabra, en pro, el C. Vadillo.

El C. Avilés: ¡Yo pido la palabra en contra!

El C. Presidente: Se llama la atención del C. diputado Avilés sobre que el C. Martínez de Escobar Habló después del C. Velásquez en nombre de las Comisiones. En consecuencia, tiene la palabra, el C. diputado Vadillo.

Presidencia del C. MANJARREZ FROILAN

El C. Vadillo: Señores diputados: Me toca la mala fortuna de venir a dirigiros la palabra después de una laboriosa sesión y todavía la más mala fortuna de tener que declarar con gran pena mía que

ni las Comisiones dictaminadoras ni los oradores del contra, a mi juicio, han encuadrado la tesis a discusión en sus términos propios y completos.

Notaríais vosotros, señores diputados, que al discutirse este artículo 54 de la ley, se ha hablado constantemente del voto secreto, pero el artículo 54 del dictamen de las Comisiones no habla exclusivamente de la cualidad secreta del voto que se está discutiendo. El artículo 54 expresa que el voto será directo y secreto y es prescripción constitucional, en relación con este artículo, que la función de votar en México es obligatoria, al grado de que se priva de los derechos políticos a aquellos ciudadanos que injustificadamente no cumplan con esta función de votar. Por consiguiente, señores diputados, para juzgar en su acepción cabal el artículo que tenemos a discusión, debemos comprender toda la detonación de él, que está completa con estos tres elementos: el voto para los diputados y senadores en la próxima ocasión deberá reunir las siguientes tres condiciones: ser obligatorio, ser directo y ser secreto. Quien examine la cuestión desde uno solo de estos puntos de vista, da origen a la confusión notable que se ha manifestado en esta Asamblea y que es la culpable, evidentemente, de que no se hará llegado a un acuerdo. Muy sensatos en su género son los razonamientos del señor Sánchez Pontón, y muy sensatos también, desde el punto de vista propio, son los razonamientos del C. Velásquez: pero ni unos ni otros completan, por las razones que he expuesto, la cuestión que tenemos al frente: pretendiendo ser yo más ceñido a la cuestión y más nacionalista en los razonamientos, que me voy a permitir examinar el artículo 54 del dictamen de las Comisiones, desde el punto de vista mexicano, procurando proyectar este artículo 54 a la práctica, para examinarlo desde el punto de vista de sus resultados y con relación a nuestra política nacional, porque, señores diputados, la discusión de una ley electoral es esencialmente política y, más que otra cosa, deberemos orientar nuestros razonamientos en ese sentido. Tomemos, por ejemplo, una de las poblaciones de quinto orden de nuestra República, que son las que constituyen la mayoría de la población, que son las que deciden la orientación general de las votaciones y que son de un tipo perfectamente conocido para todos nosotros, porque generalmente será la cabecera del distrito electoral, o por lo menos una población que nosotros reconocemos perfectamente en su medio social y político. Es muy distinta la actitud del pueblo de una población de quinto orden cuando se trata de un género de elecciones, respecto de otro género de elecciones y los elementos político - sociales que intervienen en la decisión de la voluntad electoral en estas poblaciones, son los siguientes: en una población de quinto orden tenemos lo que se podría llamar la élite de aquel lugar compuesta de empleados oficiales, compuesta de los comerciantes del lugar, de los terratenientes que dominan económicamente o de los terratenientes que forman la parte dirigente de este pueblo. Tenemos al boticario, al médico, al cura, al maestro de escuela y a los artesanos conscientes que constituyen el casco de la población y que son la masa sobre la cual se disputan la preeminencia electoral unos y otros partidos. Cuando se trata de México de una elección municipal, la actividad electoral en estas pequeñas poblaciones es notoria y la capacidad electoral para elegir a los miembros de su Ayuntamiento es también notoria. Uno de los aciertos más innegables del Congreso Constituyente consistió seguramente en dar en este momento histórico por que atraviesa nuestra República, la autonomía municipal, precisamente porque ya existía en las municipalidades o en las cabeceras de estas poblaciones pequeñas, no solamente la aptitud electoral suficiente, sino lo que es principal y lo que es más importante: el entusiasmo electoral suficiente para hacer de las funciones públicas una resultantes de la voluntad general. Es evidente, es notorio , es innegable, que en una de estas pequeñas poblaciones cuando se trata de elecciones municipales ocurre el fenómeno siguiente: es el abogado del pueblo el que formuló el programa, la lista de los candidatos del Ayuntamiento; suelen ser el cura el que difunde por medio de las conversaciones con los habitantes de aquel lugar la orientación que se debe dar a su juicio: es el médico el que el día de elecciones se detiene en una estación adicional y, muy oportunista, viene a dejar caer, como si fuera un nuevo elemento terapéutico después de hacer la visita al enfermo, el nombre del candidato que, a su juicio, debe predominar en las elecciones. Es el maestro de la escuela el que dice el discurso y son los artesanos, la gente consciente de lugar, la que constituye la masa electoral que lucha con energía, yo he visto que lucha con verdadera entereza. Hay pequeños partidos que se disputan el triunfo en las elecciones, que se despedazan unos con otros, sin importarles para nada la opinión oficial. Este dato es sumamente interesante, las elecciones municipales en nuestra República son enteramente libres, y no de ahora, sino desde el tiempo atrás, precisamente por la función municipal tiene una razón de ser para ser libre, que voy a manifestar en estos momentos: la elección de un Ayuntamiento no trasciende fuera de ese Ayuntamiento, es el resultado de los intereses pequeños circunscriptos a aquella población pequeña. Generalmente tienen relación muy remota con el Gobierno del Estado, con las autoridades superiores del país, sino que es un asunto en que se deliberan intereses personales del terrateniente que quiere ser el que lleve la precedencia, o de las clases intelectuales de aquel lugar que se oponen a la preeminencia del terrateniente; no es así cuando se trata de elecciones federales, se comprende perfectamente, porque yo he visto el caso y he examinado con verdadero interés y hasta con curiosidad este fenómeno psicológico de los pueblos. Cuando se trata de elecciones federales, es entonces cuando el médico, cuando el boticario, cuando el cura, cuando las clases dirigentes de aquel pueblo se reúnen, cambian palabras en secreto, guiñan el ojo, enarcan las cejas, buscas candidatos y concluyen, señores, por enviar telegrama a la capital del Estado para que les informen " como anda eso," ¿por qué? porque entonces el agente de correos tiene miedo de errar y no vaya a se que le quiten el empleo, entonces el empleado del telégrafo teme injustificada o justificadamente, teme el horror de que lo cambien de una oficina y tenga que emigrar con su familia y sus hijos. Es entonces que temen que el candidato que apoye el Gobierno del Estado, pueda ser el que después obre en contra de los comerciantes por la vía de las contribuciones, o del terrateniente por la vía

de los ejidos de los pueblos, etc., etc. Por consiguiente, señores diputados, existen evidentemente un interés de las poblaciones pequeñas para hacer las elecciones propias de sus Ayuntamientos y no existe un interés muy marcado para hacer las elecciones federales, sino que estas elecciones, como lo vamos a ver, como hemos empezado a verlo, ahí va a predominar un interés de carácter político y van a llevarse el triunfo evidentemente aquellos elementos que están mejor organizados para atraerse la masa de ciudadanos.

Frente a esta situación, la ley constitucional viene y dice: todos los ciudadanos tiene que votar, conscientes o no, tienen que ir a depositar su voto. Dice también la ley: el voto tiene que ser directo y vamos a ver entonces si estamos obligados a que ese voto sea público o secreto en virtud de que es una exigencia constitucional que es general. Entonces existe una razón de orden práctico, una verdadera necesidad constitucional que esta ley orgánica de la obligación de votar, corresponde a la obligación que se pone a todos los ciudadanos para que den su voto. ¿Cómo exigimos el voto a los analfabetos, si no estudiamos una forma más fácil de votar? Ahora bien, yo defiendo el voto secreto, no por razón de que exista en Europa, no por razón de que sea un estímulo al valor civil, o sea al contrario un estímulo a la cobardía civil, sino porque es el voto más fácil, porque es la forma más de corresponder a esta obligación que tiene el ciudadano de votar. Con el voto secreto pueden votar los analfabetos, porque aquí ha habido una confusión muy grave acerca de lo que es el alfabeto en relación con saber leer y escribir y lo que es el alfabeto con relación a saber vota; es preciso que es una vez aclaremos esa idea: un individuo puede ser analfabeto en el sentido de que no sepa leer ni escribir y, sin embargo, no puede ser analfabeto para actos de discernir como ciudadano, para poder decir: este medio conviene más que otro. No es analfabetismo para el espíritu de esta ley el no poder leer ni escribir, sino que sería analfabetismo el no saber el decidir si un ciudadano tiene preferencia por este candidato. Yo, señores diputados, para decir que un individuo es imbécil ¿acaso necesito saber escribir mi nombre? Evidentemente que no y acerca de esta capacidad para discernir entre dos hombres, es sobre ello que gira el conflicto de la capacidad del pueblo mexicano para votar o para no votar. Los ciudadanos que han hablado y que han aducido el argumento de la capacidad del pueblo mexicano para votar, deben demostrarnos si el pueblo está incapacitado para decidirse entre sus hombres o contra ellos. Yo no opondría más que tres razones de orden histórico muy reciente: El pueblo mexicano se decidió en contra de Porfirio Díaz y precisamente el pueblo analfabeto; el pueblo analfabeto, es decir, las clases burocráticas suspiran todavía por don Porfirio Díaz, y el analfabetismo ha tiempo que enterró para siempre el porfirismo. (Aplausos.) El segundo hecho histórico es que haya sido el pueblo analfabeto de la República el que repudiara a Victoriano Huerta, precisamente cuando las clases burocráticas del país eran las que daban el apoyo a Victoriano Huerta. Cuando el pueblo no se decidió por este ciudadano, sino que tuvo el instinto verdadero - esto no es otra cosa que un instinto de vivir - al rechazarlo, probó también la capacidad del pueblo mexicano para discernir entre sus hombres. Pero la prueba más evidente, a mi juicio, de que el pueblo mexicano está a la altura ya del adelanto democrático en este sentido, fue cuando se produjo escisión en la revolución del villismo y del Constitucionalismo. El villismo, como vosotros lo sabéis, pretendió tentar al pueblo mexicano con algo que es gravísimo en el pueblo mexicano: el fanatismo religioso; el villismo tuvo un momento psicológico gravísimo para las libertades políticas en México, cuando se presentó al frente de la lucha como la potencia militar más grande antes de las declaraciones del general Coss en el Estado de Puebla y, sin embargo, el pueblo mexicano, a pesar de que entonces el constitucionalista representado por el C. Carranza no era en Veracruz otra cosa que un ideal atrincherado, sin armas casi y sin soldados, el pueblo mexicano, sin embargo, casi unánimemente se puso todo él del lado del C. Carranza y del lado del Constitucionalismo; estos tres testimonios históricos sumamente recientes nos están dando la íntima satisfacción a quienes tenemos la verdadera confianza en los destinos de nuestra patría, de que el pueblo mexicano, la masa analfabeta, la que no sabe leer ni escribir, la que evidentemente no irá a poner el nombre de su candidato en las boletas, tiene la capacidad para discenir entre este hombre y aquél, e inclinarse por aquél que a su juicio, por instinto, verdaderamente por instinto, le ofrezca mayor confianza para la elección. Con esta convicción, señores diputados, decididamente se hace más fácil para el pueblo mexicano manifestar su verdadera voluntad democrático por medio del voto secreto, o, si es más fácil, porque es verdaderamente discutible qué cosa es más fácil, hacerlo por medio de elección secreta o por medio del voto público. Evidentemente que es más fácil el sistema que propone la ley del voto secreto porque el conocimiento de los colores previa organización de los individuos, nos está demostrando que es un ciudadano por analfabeto que sea, aun cuando no conozca ni una letra de su abecedario, pueda discenir entre ese color que corresponde a este candidato y entre este otro color que corresponde a este otro candidato.

No, la cuestión verdaderamente política, porque dije que iba a examinar ese asunto desde el punto verdaderamente político y esencial es, a mi juicio este: con el voto secreto ¿quién ganará? Ganara el Gobierno o ganará los partidos militantes que se organicen? Yo no padezco ese escrúpulo de algunos ciudadanos diputados que creen, o que abominan por anticipado de que el Gobierno vaya a imponer sus candidatos; yo, señores diputados, a pesar de que creo que voy a soliviantar con esto las desconfianzas de algunos compañeros, creo que el Gobierno, que los gobiernos todos democráticos, tiene derecho a defender su subsistencia por medio de las imposiciones directas o indirectas. (Voces: ¡No, no! ¡Sí, sí! Murmullos! Señores diputados: hubiera deseado que estas palabras hubieran provocado una verdadera tempestad entre ustedes y me siento descorazonado de que no haya sido así. (Aplausos.) Cuando yo he venido aquí tenía

esa ilusión de que se levantara una pequeña borrasca, porque de antemano me ha agarrado al mástil de una convicción y seguramente no prescindiré de decir mis ideas, así los rumores sean los cantos de la sirena de Ulises o así hagan más ruido que el fragor de cien locomotoras. Yo creo que los Gobiernos democráticos actuales, especialmente el Gobierno mexicano, tienen necesidad de defenderse y que los partidos políticos tienen el deber y la necesidad de oponerse a que el Gobierno imponga todos sus candidatos, esto se llama lucha y se llama lucha democrática. (Aplausos.) Ante la expresión de estas ideas, ante la expresión de estas ideas de la Cámara, necesito ser un poco más explícito. En ningún país democrático del mundo, aquí apelo a la erudición histórica de todos los que me han precedido en el uso de la palabra, el gobierno nos es otra cosa que lo que es en México en estos momentos: un partido en el poder. El Gobierno nacional es el partido revolucionario virtualmente por sus funcionarios. Ahora bien, el partido revolucionario en México necesita defenderse. En ningún país democrático del mundo faltan nunca estos dos elementos: las clases ilustradas sumamente conscientes, que han formado potencia política, frente a la potencia del gobierno que saca sus candidatos. Así tenemos que en España, en Madrid, en Sevilla y sobre todo en Barcelona, salen candidatos electos precisamente los enemigos directamente francos, absolutos, del mismo gobierno; los republicanos, los socialistas y los anarquistas se sientan en estos momentos en los escaños de las Cámaras de del Gobierno español y el Gobierno que dispone del telégrafo, según aquella bella expresión del gran León Tolstoy, el Gobierno que dispone del telégrafo, reúnen a la parvada de sus rebaños parlamentarios en la periferia del país como un elemento necesario para subsistir, porque si el Gobierno español, si los gobiernos todos de la Europa no hicieran esto, los gobiernos perecerían en la primera sesión de los parlamentos; de manera que yo, justificando o no justificando, pero si a aceptando hechos reales y sin lirismo de argumentaciones, admito que el Gobierno mexicano tenga derecho para buscar su subsistencia y también reconozco la necesidad de que los partidos políticos se opongan a que los gobiernos tengan algo de mayoría. Este es el verdadero punto de vista liberal que debemos nosotros examinar. (Aplausos.) Precisamente, señores diputados, yo voy hacer la defensa del artículo 54 desde el punto de vista de organización de los partidos, a la cual le tienen terror los elementos incondicionales adictos al Gobierno, y yo sostengo la necesidad de que sea el artículo 54 el germen de los partidos y creo que realmente será el germen de los partidos políticos. Precisamente en este sentido he venido a defender el artículo 54. El mecanismo todo de la ley que proponen las Comisiones, es el siguiente:

Habrá una masa de votantes en toda la República superior a la masa de votantes que ha habido hasta aquí, conforme a las leyes anteriores. ¿Quiénes se van a disputar esa masa de votantes? El Gobierno y los partidos. ¿Quiénes ganarán? Los que estén mejor organizados. Por consiguiente, los que quieran oponerse, los que queramos oponernos a una tiranía constitucional, estamos obligados a hacer una organización seria y firme de la votación en la República. Venir a hablar, venir a echar contra el Gobierno revolucionario, que al fin y al cabo es el nuestro, simplemente pararse aquí y no hacer nada para ir por la vías legales contra él, es una verdadera felonía y, desde luego, es perfectamente injustos. (Aplausos de las derechas y voces: ¡Bravo!) Yo entiendo, señores diputados, que la situación política actual - y siempre hablar de política es sumamente delicado - , consiste en saber si hemos de temer o no, a la organización de un partido francamente enemigo de las ideas liberales, de las ideas revolucionarias que ha hecho triunfar el pueblo mexicano. Si la organización de los partidos da lugar al triunfo del enemigo tradicional de las instituciones liberales y, en general, de las instituciones revolucionarias, nosotros debemos condenar este artículo, no por otra razón sino por ésta: No es tiempo de que se organicen partidos que puedan ganar en la liza electoral a las instituciones revolucionarias. Pero si no existe este peligro, si los partidos que se organicen habrán de ser más o menos radicales pero, es suma, siempre en el ambiente liberal, nosotros no podemos temer a esa organización de los partidos. Debemos poner, entonces todas nuestras energías para cosntituirlos y debemos poner todas nuestras energías, los que sean partidarios de determinados grupo, a hacer que ese triunfe en las elecciones. El partido clerical en México estoy persuadido que no podrá levantarse más de la tumba que se abrió en el cerro de las Campanas, después de la herida mortal que hubiera recibido en Capulálpam. El partido clerical en México ha demostrado su capacidad histórica su incapacidad como partido, no podemos temer absolutamente que se levante de la ceniza: tenemos la prueba histórica reciente: el villismo. Como dije al principio, fue una tentativa del Partido Católico, pero el villismo fracasó, por la propia impotencia de sus líderes y por el poco entusiasmo nacional para hacer de la religión una bandera política. Los señores arzobispos y obispos mexicanos que desde lejos de la Patría se entretuvieron con el vicio solitario de escribir protestar contra nuestra Constitución y de difundir folletos entre la masa de la República, han demostrado su capacidad verdaderamente vergonzosa, para oponerse a las iniciativas liberales en México; han vuelto cabizbajos, empolvados del camino, humillados y despreciados por todos a ponerse al frente de sus rebaños para volverles a esquilmar la lana a sus rebaños espirituales. (Aplausos.) El Partido Clerical en México, por consiguiente, debemos creer que está para siempre muerto en nuestro país. (Voces: ¡No, no! ¿Quién mató a Madero?) En obsequio de mis apreciables compañeros de la izquierda, voy a hacer una salvedad: el Partido Clerical en México está muerto, en cuanto a sus medidas tradicionales de combate, es decir, como partido de lucha a título de religioso; ahora el Partido Clerical nos combate en otra forma y a eso me voy a referir en estos momentos. En ninguna democracia moderna existe el Partido Clerical como una potencia peligrosa, ni siquiera en la cultísima y cristianísima patria de Felipe II: los diputados que representan en el Parlamento Español las ideas religiosas eminentemente arraigadas

en España, no son un peligro para las instituciones liberales, y en México tampoco lo son.. No, la campaña que se hará de hoy para siempre en contra de las instituciones liberales, ya no vendrá por la vía del cura, ahora por la vía del burócrata, ahora son los petroleros, ahora son los hacendados, ahora son los banqueros, ahora son los hombres de ciencia atrasada los que constituyen el verdadero peligro. El Partido Católico Nacional puede traer gente a los parlamentos y retardar el triunfo de las ideas revolucionarias. En verdad que el petróleo, materia inflamable en química, en política interior es internacional, es el verdadero peligro para las instituciones cuando él se haga elemento de juego en las luchas políticas. Ahora bien, señores diputados, en el terreno amplísimo de las ideas, nosotros debemos temer más a un petróleo sentado en las derechas, a un hacendado sentado en la derecha de este parlamento, a un representante de la ideas caducas, a don Demetrio Sodi, al coloso don Eduardo Pallares, a nuestro lado, o a un hacendando dandolé armas y parque todos los días a este bandido oprobioso de Inés Chavéz García, o a un petrolero sosteniendo la Revolución en la región más peligrosa para nuestra estabilidad y para nuestra patría, como es a Peláez en la región de Tampico? Yo afirmo, señores diputados, que debemos desear, desear de todo corazón tener sentados a la próxima Legislatura a nuestra derecha a los enemigos, representantes del capital, para batirlos en el terreno puramente parlamentario, antes que exponer la vida del inocente, la vida del pueblo, a esta irrupción vandálica, brutal y sanguinaria de estos individuos que se desquitan contra nuestra Constitución en los campos de batalla. Desde este punto de vista, señores diputados, yo creo que el Partido Liberal Revolucionario, cuyos representantes radicales son la minoría del Congreso y cuyos representantes moderados son toda la administración vigente en la República, debe procurar entenderse de una vez y debe localizar el enemigo no en este grupo ni el aquel grupo, sino precisamente en los que serán los enemigos de artículo 3o. constitucional, pero por la vía de aquellos a quienes afecta más directamente el artículo 27 de nuestra Carta Magna. (Voces ¡Muy bien! Aplausos. Los verdaderos enemigos de la Revolución - y yo cuando hablo de la Revolución siempre pongo mi corazón al pie de los ideales que fueron bandera de nuestros soldados y bandera de vosotros mismos; cuando yo hablo de la Revolución, señores diputados, me desprendo como de la túnica de Neso, de las pasiones políticas que me produce la más franca repugnancia - .Yo entiendo por Revolución, en estos momentos de lucha todavía, al Gobierno unido, pero el Gobierno sensato que comprenda las ilusiones nuestras , las ambiciones nuestras, que no son otra cosa que el triunfo de las ideas liberales, de las ideas revolucionarias.

Cuando yo hablo del Gobierno y de la Revolución, lo entiendo como dos formas un poco bifurcadas ahora por malas inteligencias, pero que no son la resultante sino de la energía de vosotros, de la buena voluntad de vosotros y, desde luego, del fenómeno social que tuvo su sanción en los sacrificios del pueblo mexicano, Así entiendo yo siempre la Revolución.

Esto está diciendo que el Gobierno actual peca de insensatez, de verdadera falta de tacto, si no reconoce en los elementos liberales radicales de esta Cámara y de toda la República a los principales colaboradores y sostenedores de ese mismo Gobierno contra la acción subterránea, pero vigorosa, pero peligrosa, de los elementos que si son enemigos y no sólo por palabras y por ambiciones, sino por intereses, que es lo más grave de las ideas revolucionarias generales. Para mí los enemigos no están aquí, están fuera de aquí, están en los pozos de los petróleo, en las haciendas que están amenazadas de fraccionamiento, en los banqueros que nos se contentan no se contentarán jamás con que se les haya quitado el tinglado de sus rampiñas por medio del artículo 27 constitucional. (Voces: ¡Muy bien!)

Anatole France, en uno de sus más bellos cuentos, el que se llama "La Chemise," hablaba de aquel rey que había logrado tener en sus Estados una paz inalterable y que siempre observaba por regla de conducta de llamar a su lado a aquellos elementos de la oposición más rabiosos, más radicales, porque tenía aquel sabio rey esta convicción: que los elementos precisamente más radicales, son los que tienen un concepto de la autoridad más arraigado y son los que en el Poder ejercen con más vigor la energía para mantener la paz del Estado, o bien la regularidad administrativa. El Gobierno (Yo lo ignoro), si el Gobierno presente ha desconocido en los elementos radicales de esta Cámara a los más fieles sostenedoras de la sinceridad revolucionaria, el Gobierno ha procedido mal: si el Gobierno ha visto como enemigos a los que aquí forman el baluarte genuino de las ideas que fueron siempre combatidas y cuya ejecución piden a gritos todos los días, el Gobierno procede políticamente mal; pero esto no quiere decir, ni de ninguna manera puede significar, que los elementos liberales de esta Cámara no sientan todos ellos en mayor o menor grado, que debemos salvar a los principios revolucionarios sobre todo y que el modo de salvarlo, dadas las actuales condiciones de vida constitucional, es simple y sencillamente formar un solo partido y deberá llamarse "Partido Revolucionario," en contra del partido conservador verdadero, que ese será el que ponga el dinero, ya que no podrá poner las ideas, en las próximas elecciones. (Murmullos.) Ahora bien, ciudadanos diputados, desde este punto de vista si nosotros tenemos la masa de votantes con la facilidad manifiestas de ejercer la obligación que les impone la Constitución, si como políticos o como miembros de una agrupación comprendemos bien nuestro deber, estamos obligados a una organización amplia para disputar esa masa de votación de las manos de los hacendados. Y yo afirmo, yo afirmo que está en peligro la misma Revolución si no facilita a los partidos políticos, que no pueden ser otros los que entren en esta ocasión en lucha que los partidos revolucionarios más o menos identificados con un programa determinado de conducta política, que la Revolución está verdadera en peligro si no permite esa facilidad de votación y si no se organizan libremente los elementos para que salgan electos aquellos individuos que representen verdadera y genuinamente las ideas revolucionarias. Anta la indiferencia de las clases analfabetas, pero ante la posibilidad de atraérsela por medio de simple

color, es verdaderamente un deber de los partidos políticos organizarse, y yo reclamo al pie de esta discusión el que apoyo firmemente a las Comisiones en su artículo 54, la organización de estos partidos, y pido a todos que como un apoyo a esa organización de partidos les déis su aprobación. Ya he dicho yo que los elementos conscientes de los pequeños poblados de la República son precisamente los más peligroso, porque son ellos los que están siempre atentos a su propio interés; son los conscientes de su interés, son los que temen perder en el pueblo en donde viven el apoyo de las autoridades superiores; son ellos los que están no más viendo el gesto del Gobernador del Estado para proceder de acuerdo con él o para no comprometerse. Por está razón es sumamente peligroso con esa gente de este grado de conciencia puramente biológica, defender los propios intereses de las personas conscientes de los pequeños poblados; pero el pueblo analfabeto, que nada tiene que perder, el que vive libremente, el que no tiene malicia, ya que puede ejercer fácilmente por medio del voto secreto la función de votar, ese está en las manos del que se organice mejor, está en las manos del partido que envíe más propagandistas a todos los distritos, de aquel que logre coordinar la acción de todos para el triunfo de las ideas revolucionarias.

Siento profundamente, señores diputados, tener que descender de la tribuna con un concepto algo equívoco acerca de la filiación francamente revolucionaria de mi discurso; probablemente mis apreciables compañeros de la izquierda me van a recibir con la indiferencia con que castigan a los que juzgan que han desertado de sus filas. (Aplausos.) Probablemente los elementos de la derecha me habrán de premiar con uno de esos aplausos que más perjudican en estos momentos que otra cosa. (Risas y aplausos.) Pero yo, señores diputados, he puesto en esta discusión la sinceridad de mis convicciones. Lo que peligra en estos momentos es la Revolución, no un partido ni otro partido; lo que peligra en estos momentos es la acción desinteresada y franca de los idealistas en contra del oro que se va a difundir en los distritos electorales, como bien lo sabemos ya, para sacar y traer a esta Representación Nacional a los elementos enemigos franca, directamente, del propio corazón de la Revolución. Yo hago un llamamiento a todos aquellos que todavía guarden en su propio corazón el calor de las ideas revolucionarias con que llegamos a esta Asamblea; yo invoco, no el aplauso, no la consideración a mi persona, yo invoco al recuerdo cálido de los sacrificios de nuestro pueblo, yo hablo por los muertos y por los que han perdido a sus adeudos; yo reclamo de todos aquellos que vivieron en días graves para la Nación flotar sobre todas las miserias, sobre todos los egoísmos un programa revolucionario, de todos aquellos que vieron levantarse ese programa como una bandera clavada en una cumbre y al pie de ella fueron a doblar su rodilla y a clavar su espada como defensores de la misma, yo reclamo que todos ellos se levantan por encima de las pasiones política y vean más allá el peligro a que está expuesta nuestra misma Revolución, La democracia es bella virgen nacida de la ambición de todos los pueblos, blanca y hermosa; pero, desgraciadamente, hija bastarda de los intereses. (Murmullos.) La democracia, a pesar de su aspecto bello tras del cual van todos los pueblos que gimen bajo la tiranías de todas las especies, la democracia suele bailar, señores, a pie del becerro de Oro cuando ese becerro del Oro funde sus entrañas y reparte las monedas. Y ese el peligro que nos amenaza en la actualidad. Yo no creo ni creo que nadie crea en estos momentos, que van a permanecer inactivos los grandes intereses lesionados por esta Revolución que ha conmovido a la América toda. Yo creo que nadie tiene la infantileza de pensar que no puede un hacendado poner a disposición de un candidato moderado, de un candidato traidor a las revoluciones, una cantidad suficiente para comprar los votos; yo creo que nadie piensa que el petróleo de Tampico no va a regarse por toda la República para inflamar las consciencias y ganar los corazones, y contra ese peligro - explíquese como se explique mi actitud en estos momentos - , creo que la única forma está en ganar las masas de los proletarios de los campos, en organizar los partidos que con sinceridad revolucionaria proclamen el principio frente al oro, proclamen la verdad útil al pueblo en general, en frente de la ambición puramente de los puestos públicos que habrán de traer los representantes del país. Yo creo señores diputados, que este punto de vista alto merecerá la aprobación de todos vosotros y consideraréis el artículo 54 que estamos discutiendo como uno de los elementos de triunfo de nuestra Revolución. (Aplausos.)

El C. Presidente, a la 1.20 p.m.: Se suspende la sesión para reanudarse a las cuatro de la tarde.

Presidencia de C.

GARCÍA VIGIL MANUEL

(Asistencia de 124 ciudadanos diputados.) (Voces: ¡No hay quórum!)

El C. Secretario Aranda: Ya hay 125 ciudadanos diputados.

El C. Presidente, a las 4.33 p.m.: Se abre la sesión.

- El mismo C. Secretario: Continúa a discusión el artículo 48.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Avilés.

El C. Avilés: Ciudadanos diputados: Creo que todavía en los oídos de ustedes ha de estar muy presente que en la mañana pronunció en esta tribuna el diputado Vadillo. En muchos de los conceptos vertidos por él estoy de acuerdo; sí es verdad que tanto el hacendado, como el capitalista, el banquero y el dueño de petróleo, son los que están fomentando la revolución; pero yo arreglaré a todos estos elementos, otro: los políticos despechados. El político despechado es uno de los elementos principales que también está ayudando a fomentar el actual estado de cosas; la prueba la acabamos de tener en Coahuila en Coss y Gutiérrez; en Tamaulipas, con Caballero; y si nos ponemos a señalar punto por punto a todos los políticos despechados, en

entraremos que son muchísimos y que ellos tienen culpa muy grande de la actual situación.

Señores diputados: Hay además otro elemento que ha tomado parte en estas cosas, y es el caudillaje; cada jefe militar se ha declarado un caudillo y a aquellos hombres que trae a sus órdenes los ha declarado cosa suya, no de la Nación. La prueba esta palpable en lo que ocurrió en el Estado de Puebla con Cirilo Arenas; se creyó un caudillo y cuando la Federación lo llamó a cuentas, impidiendo que siguiera cometiendo atropellos y robos, se declaró enemigo del Ejecutivo, lanzándose a los campos rebeldes. Esto constituye un grave peligro para la Revolución y las instituciones que nos rigen; pero atrás de ese caudillaje hay elementos insanos, politicastros que son quienes están fomentando el actual estado de cosas.

Yo vuelvo a repetir, y estoy de acuerdo en la mayor parte de lo expuesto por el señor diputado Vadillo, porque tiene de sobra razón, no veo yo, ni en las izquierdas ni en las derechas, peligro de que fracasen las instituciones revolucionarias, lo veo con especialidad, y allí es donde está la especialidad, es el politicastro revolucionario despechado, porque hay muchos politicastros revolucionarios despechados que fueron a la Revolución de muy buena fe y después, cuando ya necesitaron dinero, cuando ya se creyeron los necesarios y los únicos.....

El C. Padilla, interrumpiendo: No fueron de buena fe.

El C. Avilés, continuando: Sí, señor ex - cura, sí fueron de muy buena fe y ninguno de ustedes puede negar que Coss fue un elemento de valía cuando muchos de los que ahora se hacen llamar carrancistas, cuando muchos de los que ahora hacen oposición al Gobierno del señor Carranza se fueron al lado de la Convención y ahora gritan y vuelven a gritar muy alto defendiendo las instituciones revolucionarias, cuando nunca han sido revolucionarios, y esos elementos hoy se han lanzado a la lucha engañados por los politicastros, por esos politicastros que por desgracia abundan en la Capital de la República y ante sí fueron de buena fe esos individuos. Decía que yo que esos politicastros ambiciosos no han reparado en entregarse en manos de los enemigos de la revolución para saciar sus fines aviesos. (Risas.) Indudablemente que yo no me voy a poder explicar con la floridez de palabra con que lo ha hecho el diputado Vadillo, pero vuelvo a repetir que estoy de acuerdo con mucho de lo que ha dicho; pero le faltó aquí señalar a esos elementos que son los que han provocado trastornos en su mayor parte, puesto que tienen las armas en la mano, pese al ex - cura que estuvo por allá por mi tierra ejerciendo en alguna de las iglesias aquellas. Esos elementos son a los que la Revolución debe tender a destruir, porque esos elementos tienen aún las armas en la mano y son los que están en su mayor parte fomentando este estado de cosas, ayudados por los politicastros despechados. Porque hay muchos de estos señores políticos que no están conformes, me supongo, con estar sentados en estas curules, sino lo que quisieran sería ser Ministro de la Guerra, de Relaciones o de cualquiera otra cosa, llegando su ambición hasta aspirar a ser el Presidente de la República. De esos hay muchos y aún aquí entre nosotros. He ahí por qué esa oposición sistemática que se ha venido siguiendo contra el Gobierno revolucionario de don Venustiano Carranza; no radica en otra cosa. No es que sea malo el Gobierno del señor Carranza, es que hay muchos que quieren ocupar el puesto que él tiene; ¡pero hasta ahora les han salido verdes las uvas! Esa oposición sistemática que se ha seguido en esta Cámara, pésele a muchos también, ha ayudado moralmente a esos elementos que en la actualidad andan perturbando en orden en la Capital de la República. Y la prensa de oposición, de esa oposición irascible y mendaz que continuamente ataca al Gobierno, es otro de los factores que han contribuído a empeorar la situación. ¿Quién puede negar que hay periodistas mendaces que por un mendrugo de pan no se han parado en mientes para lanzar los dieferios más soeces contra el Ejecutivo? ¿Quién ha negado que politicastros desde esta tribuna han vertido los dicterios mas infamantes contra el Gobierno de la Revolución? Señores: todo eso en el campo rebelde indudablemente que dará por resultado que los alzados aumenten en fuerza. ¡Los periódicos de oposición en el campo enemigo se vende como pan caliente! Siempre seguiré sosteniendo que la Cámara de Diputados ha contribuido moralmente a la presente situación, oponiéndose sistemáticamente al Gobierno..... (Siseos.) Ustedes sisearán, harán lo que les pegue la gana, pero es cierto lo que digo. Así como habló el C. Vadillo con honradez y verdad, así también yo vengo a hablar con honradez y verdad. No es un misterio para toda la República, de que unidos a los elementos que él mencionaba aquí están esos otros que yo acabo de mencionar también; y mientras no hagamos una labor de verdadero patriotismo, mientras no ayudemos a que consolide el Gobierno de la Revolución que representa el señor Presidente Carranza, nunca llegaremos a que la pacificación de la República se haga.

El C. González Jesús M., interrumpiendo: ¡Lo del voto secreto, que es el asunto a discusión!

El C. Avilés, continuando: Me extraña que este señor diputado me pida a mí que entre inmediatamente al asunto a debate cuando el diputado Vadillo ocupó aquí la tribuna como hora y media y nadie le llegó a hacer ninguna indicación.... (Voces; ¡Pero era Vadillo!)¡Ah, pero era Vadillo, perfectamente y yo soy yo..... (Risas), y como tal creo tener los mismos derechos que el diputado Vadillo para lanzar mi voz aquí desde esta tribuna. Y vuelvo a repetir que unidos a esos elementos, es decir, al capital, al hacendado, al banquero, al petrolero y a todos esos, están los políticos militares despechados y todos esos individuos que están soñando continuamente en escalar los principales puestos del Gobierno. Porque hay muchos individuos que no hacen oposición nada más por quererla hacer, sino que ambicionan puestos públicos que si dejen bastante dinero, he allí por qué es la oposición sistemática que hacen. Eso ya lo dejaba ver aquí el Diputado Vadillo, relatándonos un cuento que no recuerdo qué autor, que cuando se le hacía oposición al rey aquél, mandaba llamar a aquél que le hacía más oposición y que después era aquél el que mejor administrara la justicia. ¡Claro estaba allí donde podía tener dinero, señores, porque eso es lo que ambicionan los politicastros, esos no ambicionan el bienestar de la Patria, ni mucho menos, esos ambicionan su bienestar personal y lo que quieren es

dinero, y el día que les llenan la bolsa, ese día estarán contentos.... (Voces: ¡Nombres, nombres!) ¿Nombres? Preguntadlo a cualquier hijo de vecino y él lo señalará sin mucho trabajo.

Ahora, señores diputados, voy a entrar en materia en lo que se refiere al artículo a discusión.. (Voces; ¡Vaya, vaya!)

El voto secreto será uno de los principales elementos que se opongan a la consolidación del Gobierno. ¿Por qué? Los razonamientos que se han expuesto aquí no lo son; no es verdad que con el voto secreto el ciudadano pueda votar libremente; ¡No hay mentira mayor! El hacendado, el dueño de pozos petrolíferos y todos los que ejercen influencia sobre un grupo de ciudadanos, los aconsejarán de antemano para que voten por la fórmula que se les antoje. Si se quiere que el pueblo vote conscientemente, debe conquistársele previamente su libertad económica, dándole pan, tierras e instrucción..... (Voces; ¡Ah, ah!) Ustedes ladrarán y chillarán, pero es la verdad; el pueblo, que no tiene conquistada su libertad económica, nunca puede ser demócrata. Dadle lo que he mencionado y habléis resuelto el problema, sin necesitarse del voto secreto ni de ninguna otra cosa. Ahora, se nos habla de que los votantes se encerrarán en un gabinete, para emitir secretamente su voto. Indudablemente que, en mi pueblo, no habrá tales gabinetes secretos; en los pueblos de indios tampoco los habrá, sino los construirán con yerbas, y, así, no podrá haber secreto. La ley, en sus exigencias, llega hasta a decir que los tales gabinetes deberán tener una sola puerta de entrada. ¡Imposible de cumplirse! Yo me acuerdo que las doncellas del lugar improvisan sus baños tapándose con sábanas y cobijas; sin duda que sólo así podrán acondicionarse por allá los gabinetes secretos que pide la ley. Sólo falta que exija que estén pintados de negro por dentro. No, señores, dejémonos de cosas, eso no salvará a la Revolución; por el contrario, es ponerle trabas. ¿Por qué obligar al pueblo a que vaya a emitir su voto en secreto! Nada de eso, dadle simplemente lo que necesita, lo que pide siempre.....(Voces: ¡Pan, pan, pan!) Sí, señores, pan, tierras e institución, y habréis resuelto el problema, esa es la verdad, esa es la verdad.....

El C. González Jesús M., interrumpiendo: ¿Qué ha hecho usted?

El C. Avilés, continuando: He hecho, señor diputado González, lo que usted no ha hecho.

Y ahora nos vienen a hablar de que con esto se va a conquistar el verdadero voto del pueblo, de que con esto se va a votar de un modo enteramente consciente, cuando el pobre peón está enteramente supeditado al terrateniente, cuando el obrero está completamente supeditado al patrón. ¿Van a tener libertad de ir a emitir su voto secreto, señores diputados?

Si cuando se les vaya a hablar del voto secreto o van a saber lo que es voto secreto; por más que digan aquí los señores diputados que ésta es la última palabra en cuestión electoral. yo seguiré sosteniendo siempre otra tesis, gústeles a ustedes o no les guste: pero entiendo que el pueblo estará de acuerdo. Si llamamos a un peón, si llamamos a un obrero, a uno mismo de ustedes que no tenga qué comer y se le dice: "¿Qué queréis: voto secreto, pan?" Indudablemente que dirán que quieren pan. ¿De que modo, si a vosotros, señores diputados cuando se pasan dos o tres días de que no pagan la decena, entonces cómo andan por allí, señores diputados..... (Murmullos.) ¿Como andan los señores diputados cuando no les pagan la decena? Indudablemente andan ustedes pidiendo prestado y muchas veces, quizá, hasta supeditan su modo de ser por el vil metal; esa es la verdad, sí señores: en un pueblo hambriento, como el nuestro, no va a resolver su problema esta Ley; él lo que necesita son cosas más prácticas que esta Ley. ¿Cómo va el pueblo a ir a depositar su voto a las casillas electorales, cuando primero tiene que buscar el pan para darles a sus hijos? Yo veo aquí completamente que esto es una aberración. Yo no voy a poder aquí tratar de autores extranjeros que se ocupan de estos casos electorales ni nada de eso; yo estoy hablando aquí única y exclusivamente en el terreno de la práctica, en lo que conozco, en lo que he visto allá en aquella gente. Así es como yo vengo a defender esta ley. Decía el licenciado Martínez de Escobar que aquí habíamos venido a defender esta Ley tres..... ¿qué dijo usted, señor Martínez de Escobar? Se me olvidó.....

El C. Martínez de Escobar Rafael: Metafísicos.

El C. Avilés, continuando: Metafísicos; pues mire usted que yo no sé ni ¡qué quiere decir metafísicos.. (Voces: ¡Eso ya lo sabíamos!) No se lo que quiere decir esa palabra; pero tengan ustedes entendido que yo vengo ha hablar con el alma del pueblo, porque sé lo que necesita para vivir y por qué se ha lanzado a la Revolución y sigue revolucionando: porque no se ha resuelto el problema que busca. El ha estado buscando pan, tierras e ilustración, y nada se le ha podido dar; por eso sigue peleando y peleará siempre, Esta Revolución y las posteriores no tendrán por objeto conquistar leyes; es ésta una Revolución social que quiere lo que tantas veces he dicho. La Revolución no pide leyes electorales. sino que saquéis a los mexicanos de la miseria en que se hallan. Desde que se hizo un saqueo completo en el Estado de Michoacán de todas las semillas de allí se disponía, ha aumentado de una manera muy alarmante el bandidaje; todo aquél que ha ido a mi Estado sólo se ha ocupado en saquear, de extraer el jugo de Michoacán: y desde que se ha puesto en práctica tal sistema, la rebeldía ha aumentado enormemente.....

El C. Navarrete, interrumpiendo: Suplico a la Mesa constriña al orador a que se sujete al punto a debate.

El C. Avilés, continuando: me admira que un representante de Michoacán me coarte el uso de la palabra. ¡Qué concepto se van a formar los michoacanos del criterio tan raquítico de este individuo que, en vez de venir a esta tribuna a defender los intereses del Estado, ésta pretendiendo hacerme callar, para que no siga tratando este asunto!

La verdad es esa, señores; yo haría una excepción de la época preconstitucional, porque en la época preconstitucional, señores diputados, entonces fue otra cosa el Estado de Michoacán, en virtud de que no había bandidaje; desde que la época

preconstitucional desapareció en el Estado de Michoacán, desde entonces para acá, señores, ha aumentado el badidaje, en verdad, y esto lo seguiré diciendo desde que nos ha mandado allí a jefes de operaciones que más que se vayan a dedicar a hacer la campaña a Chávez García, se han dedicado a ser comerciantes y a extraer el jugo de todo lo bueno que había en el Estado. Yo aquí diría muchas cosas señores diputados, yo aquí diría muchas cosas sobre el particular, aunque le pesara a ese hombre de raquítica, inteligencia, Antonio Navarrete, que me quiere hacer callar cuando de los intereses de Michoacán hablo. En el periodo preconstitucional, señores, entonces sí, yo seguiré sosteniendo que esa época fue una de las más bonancibles en el Estado de Michoacán; hoy no, desde que nos han mandado allí soldados mercenarios, que van a extraer el jugo del pueblo, que van a extraer todo lo que haya para comer; desde entonces ha aumentado el bandidaje.....

El C. Figueroa, interrumpiendo: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

- EL C. Figueroa: En mi concepto, señores, hemos venido a discutir la Ley Electoral, y no parece sino que algunos oradores, como el estimable compañero Avilés, se empeñan constantemente en hacernos perder el tiempo en discusiones que no nos interesan en estos momentos.....

El C. Avilés, interrumpiendo: !Que bárbaro! (Risas.)

El C. Figueroa, continuando: El compañero Avilés no ha dicho una sola palabra que nos muestre que está refiriendo al asunto que está a debate; por tanto le suplico atentamente, o, mejor dicho, a la Presidencia. para que se sirva invitar al orador a que discuta lo que aquí se está discutiendo y no asuntos privados que no nos interesan para nada.

El C. Presidente: La Presidencia, ante esa moción de orden se hace de que se llame la atención al orador, se ve en el caso de hacer notar a la Asamblea que en vista de lo dicho por el señor Avilés hacer quince minutos , la Presidencia creyó que iba a entrar en materia y presume que, con las galas de su peculiar oratoria, el señor Avilés está desarrollando su tesis. Por lo tanto no puedo hacer más que esperar a que pase el tiempo reglamentario para entonces preguntar a la Asamblea si permite que el orador continúe en el uso de la palabra.

El C. Avilés, continuando: Cuando de los grandes intereses de la patria se viene a tratar aquí, siempre se pretende poner un candado; cierro, pues, el capítulo de estos asuntos y paso en seguida a la cuestión de la Ley Electoral que tenemos a discusión.

Vuelvo a repetir que no estoy de acuerdo con el voto secreto, porque se prestará a más chanchullos que el público, debemos tener presente que se llevará una cantidad enorme de indios y de rancheros para que vayan a votar por aquel que les haya indicado el dueño de fábricas, el hacendado o cualquier otro de los poderosos. Yo he visto cómo el hacendado usa de influencias terribles sobre el peón y lo amenaza para que haga lo que él quiere: yo he visto que por medio de la amenaza del hambre obliga a aquellos hombres a que hagan lo que les mandan: y, por lo tanto, creo que el voto secreto no salva la situación: siempre la presión del rico pesará sobre el pobre porque siempre el pobre tendrá que estar supeditado a los caprichos del rico, señores diputados, esta es la verdad. Todavía en el voto público, señores diputados, va el votante y allí de un modo público, espontáneo, lleva su boleta y vota, pero ¡como no van a valerse los que estén interesados en salir electos, en tener cerca del gabinete, allí o en cualquiera otra parte, a un individuo que esté siempre ejerciendo presión sobre el votante, además de la presión que moralmente lleva ya ese individuo desde que sale de la hacienda o de la fábrica? Todavía en el público está un representante, allí lleva este individuo una boleta y le indica que se la llenen y si el de la Mesa influye por este o por otro candidato todavía está allí un representante que está exigiendo que no se cometan aquellos chanchullos: pero en el voto secreto, señores diputados, como vuelvo a repetir, habrá partes donde no puedan construirse el gabinete con todos los requisitos que se quieren: además, parece que la ley sugiere aquí la idea de que a falta de gabinetes se ponga una mesa en un lugar apartado para que allí depositen su voto. Pues eso se prestará, señores diputados, también para chanchullos... (Campanilla.)

El C. Secretario Aranda: Habiendo transcurrido.... (Voces: !Ya no, ya no! (EL orador desciende de la tribuna.)

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Alvarez del Castillo: Señores representantes: Los que a pesar de las majaderías de algunos ejemplares sanchopancezcos de la política nacional, nos sentimos idealistas, los que a pesar del escepticismo malévolo de eternos irredentos no podemos descabalgarnos de nuestros deliciosos pegasos rocinantes, sentimos una fe ciega, una fe viva, una fe inextinguible, una fe apostólica, de que el día en que las instituciones de la patria se cobijen bajo el manto de oro del régimen parlamentario, ese día si la Ley Electoral será una garantía, la Ley Electoral será buena, la Ley Electoral será benéfica. (Aplausos.) Pero mientras eso no suceda, pero mientras nuestra misma Constitución, - parece mentira,- ampare una dictadura legalista que se traduce en una constante, en una enérgica y en una implacable censura contra el mismo Jefe de Estado, en el presente observamos hasta la evidencia este fenómeno, !que pocos son los individuos que se precian de independientes y que hacen justicia a don Venustiano Carranza y cuántos son, señores diputados, los que se consideran con derecho para hacerle responsable de todos los desaciertos de la actual administración! !Que digo de la actual administración, señores diputados, hasta de los desaciertos o de los defectos individuales de algunos de los hombres públicos, desde la vanidad del prócer palatino, de un Ministro de Comunicaciones de don Alberto J. Pani, hasta el cohecho vulgar del gendarme de la esquina. se hace responsable, señores diputados, a don Venustiano Carranza! Mientras los Secretarios de Estado funcionen conforme a nuestra ley fundamental, como autómatas, como anónimos, como irresponsables colaboradores

del Jefe de la Nación, careciendo de un aplauso justo los ministros honrados y virtuosos, y de una censura y de un castigo también justificado los Secretarios perversos: mientras en nuestra Constitución no existan estímulos para la virtud, estímulos para la honradez, estímulos para el adelanto; mientras en el ejército federal sigan actuando algunos elementos morbosos de insoportable militarismo, y estos elementos no estén contrarrestados por una organización de guardias municipales; mientras nuestras instituciones, señores diputados, no estén amparadas por partidos políticos que en lugar de dedicarse al fomento de bajas pasiones se dediquen al sostenimiento inquebrantable de vigorosos y regeneradores principios; y, señores diputados, mientras nuestras masas populares no se eduquen, no se desanalfabeticen con un medio eficaz, con un medio inmediato , con un medio práctico que no puede ser otro que el armónico funcionamiento de los partidos políticos; señores diputados, mientras eso no suceda, es inútil, por no decir infantil, el desear regirnos por una legislación electoral perfecta, ni siquiera mediocrática. Es abrumadoramente incuestionable que si nuestra contextura política aparece maltrecha desde el claustro materno constitucional, la Ley Electoral que tiene su origen el organismo político, deberá, ser indudablemente defectuosa y deforme. Trabajemos, señores compañeros, de una manera infatigable y de una manera consciente por llevar al convencimiento de la Nación, la idea, el principio de que es a todas luces indispensable el régimen parlamentario, que se ha hecho en nuestra patria a la manera de una necesidad ineludible para el afianzamiento de nuestras instituciones, para la moralización de ellas, para la desaparición definitiva en las páginas de nuestra historia patria de atormentadoras tragedias, llámense levantamientos, conspiraciones o cuartelazos. Prediquemos la doctrina pro - parlamentarismo, de tal suerte que las futuras legislaturas, si es que verdaderamente ha de interpretar los anhelos populares, vengan a esta Asamblea legislativa a proponer la saludable, a proponer la incomparable reforma constitucional. Ya en días pasados, en que tuve el honor de impugnar el dictamen en lo general, expresé con toda sinceridad y con toda amplitud mis opiniones al respecto del tema a debate. Ese día manifesté, como ahora manifiesto y sigo sosteniendo, que es insensato el pretender que se ponga en vigor una Ley Electoral nueva y desconocida, que el pueblo mexicano ni va a tener tiempo de estudiar, ni mucho menos de regirse por ella: pero sigo sosteniendo también que en elecciones subsecuentes debe regir el sistema del voto secreto, el sistema del voto secreto, señores diputados, que, en mi concepto, es el que mayormente está acondicionado a nuestro medio político y social. Ya labios más autorizados que los míos han dado a conocer a esta H. Asamblea las ventajas y las desventajas del voto público; las conveniencias y las inconveniencias del voto secreto; pero, digámoslo por última vez, ¡cuál es el sistema que más se compadece con nuestros deseos de perfeccionamiento político y nuestros anhelos de mejoramiento democrático, con nuestras convicciones de reformistas de buena voluntad? Es el voto secreto, señores diputados, el voto secreto que será, no lo dudéis, una innovación saludable, que será un adelanto efectivamente oportuno, justo y moralizador en nuestra legislación patria. Por eso es que os invito, señores diputados, de toda buena fe, a que votéis por el voto secreto, porque él, oídlo bien, una vez que se ejecute de una manera regular e irreprochable, será el que salve a la República. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra, en pro, el C. Rivera Cabrera. (Voces: !A votar, a votar!)

El C. Rivera Cabrera: Señor Presidente: Las muchas voces que aquí se oyen pidiendo que se proceda a la votación del asunto a discusión, parece que me relevan del compromiso que me había echado, pretendiendo hablar en pro del asunto a debate. Por tanto, renuncio al uso de la palabra.

El C. Presidente: Habiendo renunciado al uso de la palabra el C. Rivera Cabrera, la tiene en pro el C. Martínez de Escobar Federico. (Voces: !A votar, a votar!)

El C. Martínez de Escobar Federico: Por las instancias de mis compañeros, renuncio al uso de la palabra.

El C. Presidente: Habiendo renunciado al uso de la palabra el C. Martínez de Escobar Federico. la tiene en pro el C. González Jesús M.

El C. González Jesús M.: Yo creo que se han expuesto tantos argumentos en pro del voto secreto, que apenas si cambiaría la forma. La Asamblea está cansada de oír discursos y más discursos mal hechos. (Aplausos.)

El C. Presidente: Por haber renunciado al uso de la palabra el C. Jesús M. González, se le concede al C. Cruz José C.

El C. Cruz: Por las mismas razones expuestas por el C. González Jesús M., renuncio al uso de la palabra, y solamente pido a la Mesa se sirva concederme la palabra para una interpelación a las Comisiones, con relación al asunto a discusión.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Cruz: En el curso de la discusión de esta ley he tenido la oportunidad de observar que algunos incisos contenidos en ciertos artículos son demasiado escrupulosos, viniendo con ello a impedir, lejos de expeditar el ejercicio del voto de los ciudadanos, viene de lo contrario a entorpecerlo y a causar dificultades, ya en una u otra forma. Quiero referirme ahora al inciso I del artículo 48, que dice:

" I. El local será suficientemente amplio para poder colocar en él todo lo necesario para el fácil cumplimiento de las operaciones electorales." Pretendo hacer observar las circunstancia de que bien pudiera darse el caso de que ese inciso fuese interpretado de una manera tal, dadas las pasiones del partido y los intereses políticos, hasta llegar a ser consecuencia o motivo de nulidad de elecciones, como lo pide el artículo 49, que está más adelante. Yo suplico a las Comisiones, más bien dicho, les interrogo sobre si no creen conveniente que se suprima ese inciso por no creerlo del todo necesario en el texto de este artículo.

El C. Alvarez del Castillo: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Alvarez del Castillo: Después de la luminosa interpelación del señor compañero, me acuerdo de aquello de: "Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero, una, que me digas, si es de alguna utilidad."

Así es la pregunta del señor compañero, no veo a qué viene la duda de él: entiendo que la ley deja al buen criterio de las personas encargadas de instalar las casillas, adecuar, acondicionar lo más que se pueda los locales para la emisión del voto secreto, de acuerdo con el texto de la ley; pero por ningún concepto va a ser motivo de nulidad el que esas condiciones no corresponden rigurosamente al precepto de que se trata.

El C. Presidente: No habiendo más oradores inscriptos en pro, tiene la palabra en contra el C. Cepeda Medrano. (Voces: !Uuuuuh!)

El C. Rivera Cabrera: Suplico a usted se sirva inscribirme en pro.

El C. Cepeda Medrano: Señores diputados: Yo cuando me inscribo en pro o en contra, ninguna renuncio al uso de la palabra. Me admira, y yo felicito a todos los compañeros de la Cámara, que después de haber desfilado un gran número de diputados para inscribirse en pro y asustar a los miembros de las derechas, ahora, en el momento en que se les concede el uso de la palabra, vengan paladinamente a confesar que todo está dicho, que está la última palabra, que no hay más que agregar a estos luminosos conceptos que se han vertido desde esta tribuna por los oradores del pro y de los oradores en contra; todo absolutamente ha desfilado ante los representantes del pueblo: y, ¡qué dirán los representantes de las naciones extranjeras.... (Voces: !Aaah!), que también en estos momentos se encuentran en las tribunas observando cada uno de nuestros movimientos, observando la psicología de esta Cámara, observando cómo se porta cada uno de sus representantes y viendo y formándose un juicio de la educación de nuestro pueblo, juzgándola por la educación de los más altos representantes de la Nación? Tiempo es, señores diputados, que terminen las sátiras y las burlas sangrientas, tiempo es en que dejemos a un lado los insultos bajos y soeces y vengamos aquí a combatir con la razón, con la ley, con la justicia y no en la forma en que se está haciendo ante el pueblo mexicano. Qué, ¡acaso no tenemos vergüenza? qué, ¡acaso no nos da vergüenza la conducta que hemos seguido durante el período ordinario y el período extraordinario de sesiones? qué ¡acaso todavía no se cansan nuestros labios y nuestra lengua de lanzarnos los insultos más callejeros?.... (Siseos.) Yo apelo a la honradez y buen juicio de ustedes, yo apelo al patriotismo, a las nobles virtudes que deben alentar en vuestros pechos para que me permitáis hablar franca y honradamente. Aquí venimos a esta tribuna, los representantes de las derechas y se nos resta el tiempo marcado por el Reglamento y nuca se nos concede ni un solo minuto, ni un instante más continuar en la tribuna, porque ya sabemos que una mayoría abrumadora de esta Cámara, que trata de oponerse a los adelantos y progresos de una ley Electoral que deseamos sea conveniente a nuestro pueblo nos impide ejercer nuestros derechos, nos impide hacer uso de ellos libremente; nos sisean, nos insultan, hacen de nosotros todo lo que desean y justo es, señores, que termine todo esto; yo mea felicito sinceramente de que haya podido provocar esta polémica, yo me felicito y felicito al señor Sánchez Pontón y me honro que el señor Sánchez Pontón haya tenido deferencia de venir a combatir nuestros medianos, nuestros humilde conceptos; pero de todos modos ha sido una honra para las derechas haber tenido aquí al señor Sánchez Pontón, al señor Martínez de Escobar y a otros oradores de las izquierdas elocuentísimos, dignos por todos conceptos de nuestra estimación. (Voces de las izquierdas: !Gracias!)

El C. Soto Rosendo A., interrumpiendo: Para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Soto Rosendo A.

El C. Soto Rosendo A.: Con mucha frecuencia oímos los de las derechas que el compañero Cepeda Medrano se dice representante de ellas cuando va a la tribuna. Las derechas no hemos nombrado oradores en la discusión de esta Ley. Ellos han ido a rebatir tales o cuales artículos de esta Ley aquí, pero guiándose únicamente por su modo de pensar. Las derechas no hemos nombrado representados en la discusión de esta Ley, por eso yo suplico al compañero Cepeda Medrano que no provoque estos asuntos; probablemente, y creo no equivocarme, si el señor Cepeda Medrano durante la discusión de esta Ley hubiera seguido el criterio de un buen número de los de la derecha, mucho tiempo hubiéramos ganado. (Aplausos.)

El C. Cepeda Medrano: Yo, señores diputados, nunca he tenido la audacia de decirme representante de los miembros de la derecha y nunca he tenido la audacia de decirme representante del Poder Ejecutivo. Mis enemigos gratuitos dentro de esta Cámara lo que tratan es de ponerme en ridículo en cada uno de mis actos, me presentan como defensor del Ejecutivo, como defensor del señor Carranza. (Voces: !No, no!) Algunos gratuitamente me han hecho el cargo de que yo constantemente vengo a hablar en nombre de las derechas o que vengo a hablar en nombre del Ejecutivo; absolutamente nunca he dicho en esta Cámara, que venga a hablar en nombre del Ejecutivo y mucho menos de las derechas cuando no estoy autorizado para ello; mi juicio, mi criterio y mi modo de pensar es muy propio y tengo absoluta libertad de expresarlo: soy uno de los miembros de las derechas, no he renegado de ellas, no se me ha expulsado todavía de ese grupo, pertenezco a él y eh luchado ardientemente por sus principios y seguiré luchando al lado de él hasta que termine este período, y no hay nada que puedan reprocharme ninguno de los miembros de la derecha, ni mucho menos un acto bajo y servil.

Estamos discutiendo el artículo 48 en su fracción II relacionada con el artículo 54. En el artículo 48 se establece esto: "que el voto que se emita permanezca en secreto."

"La administración pública podrá construir uno o más gabinetes o comportamientos aislados y cerrados, sin comunicación entre sí ni con el exterior más que por la puerta de entrada, con el mismo objeto de emitir el voto en secreto."

El artículo 54, que está íntimamente ligado con esta fracción, dice así: "La elección para diputados y senadores será directa y el voto estrictamente secreto." Muy bien, señores diputados, admitiré que el voto sea secreto, admito también que la elección sea directa y entonces habremos dado una muestra de que en lugar de progresar, de adelantar, hemos retrocedido más de medio siglo.

Recordarán ustedes que en el año de 57, - y en el año de 56 cuando estaba reunido el Congreso Constituyente que nos dio esa gloriosa Constitución de 57, era adecuada a su tiempo y conforme a las costumbres de aquella época - , entonces se estableció en el artículo 55 lo siguiente:

"Artículo 55, dice la Ley de 57: "La elección para diputados será indirecta en primer grado y en escrutinio secreto en los términos que disponga la Ley electoral"

Se nos achaca hace pocos momentos que nosotros éramos conservadores, que nosotros tratábamos de ir al retroceso, que nosotros tratábamos de ir al retroceso, que nosotros tratábamos de impedir que el progreso se abriese paso en esta nueva época y que vamos al retroceso después de que aceptamos lo que está establecido en la Constitución de 57 y que fue ampliamente combatido y que, por la circunstancias que mediaron en aquella época, no pudieron triunfar ni Arriaga, ni Zarco, ni Prieto, ni muchos otros diputados liberales que combatían aquel principio y que tuvieron en contra la voluntad de todos aquello los hombres de admitirse la elección directa y el voto secreto. Después vino la gloriosa Revolución de 1910 y entonces el apóstol Madero, poniendo de su parte toda la influencia ante la Legislatura de aquella época, se reformó el artículo 55 de la ley el día 22 de mayo, de esta manera. Dice así: "Las elecciones de diputados serán directas y en los términos que disponga la ley electoral." Habíamos progresado ampliamente para 1912, en 1912 y en 1917 fueron las elecciones directas y el voto se emitió públicamente. ¿Por qué razón, señores diputados, si hemos visto que ha dado excelentes resultados, si eh la práctica que se nos ha presentado hemos tenido oportunidad para apreciarlo, si hemos sabido y nos consta que todas las elecciones se practicaron perfectamente bien a pesar de la poca cultura y del poco adelanto que reina en nuestro pueblo, si está demostrado que una ley es práctica, como es cuando la elección, es directa y el voto público, si lo hemos presenciado, si ya lo hemos visto, si por esa misma elección venimos a ocupar estos escaños en esta Cámara, para qué vamos a cambiar esos preceptos tan elevados y tan nobles, para qué vamos a retrogradar, para qué vamos ir atrás sesenta años, a colocarnos en la época del Constituyente de 1857? pueden ustedes observar uno a uno los discursos que se pronunciaron en aquella época por aquellos grandes liberales y todos estuvieron conformes en que lo más práctico para nuestro pueblo y para el futuro, en futuro inmediato, el actual, era indispensable, era conveniente que se aceptara la elección directa y el voto público. No pudo conseguirse en aquel tiempo, porque ustedes saben perfectamente bien que había gran número de conservadores entre aquella Cámara y ahora a nosotros, los que defendemos estos mismos principios, los que no queremos retrogradar sesenta años , se nos dice reaccionarios y enemigos de la Revolución. (Una voz: ¡No más a usted!) ¿Y por qué, señores diputados, vamos a ser enemigos de la Revolución, enemigos de los principios cuando estamos abrazados a ellos íntimamente, cuando queremos sostenerlos con todo ardor y entusiasmo, cuando queremos demostrar con hechos y datos, cuando queremos presentar aquí algunos textos constitucionales que pido permiso a ustedes para leerlos? (Voces: ¡No, no! Sé perfectamente que no me lo concederéis, pero aun cuando un meconcedáis tengo derechos para leerlos y voy a leerlos (Risas.) La mayor parte de los autores en derecho constitucional y muchos de los autores mexicanos que no estaban bajo la influencia de los con conservadores y que obraban libre y abiertamente, todos estaban contestes en que la elección directa y el voto público serían la salvación de nuestro país. Muy pocos hombre ni Porfirio Díaz, sostuvieron este principio; pero en el glorioso Constituyente de 1857, abierta y franca y solidariamente hubo patriotas y hubo valientes que estuvieron sosteniendo estos gloriosos principios.

Yo no considero una gloriosa conquista el voto secreto para nosotros, para nosotros no es nada nuevo, señores, ha sido establecido en nuestro país por muchos años, ya vimos el desastre: los escaños de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados estuvieron ocupados siempre, en esa forma de elección, por individuos que señalan el gran elector, el dictador Porfirio Díaz, y, sin embargo, queremos que ahora en estos momentos se aprovechen los individuos que disponen de elementos suficientes para que nos traigan aquí a enemigos de la Revolución. Evitemos esto honradamente. Si yo he defendido este principio con todo ardor, con todo entusiasmo, con toda energía y entereza, ha sido por una oposición sistemática, como algunos compañeros han creído: no ha sido por oponerme a lo que ustedes pretenden. No, muy lejos, de mi esa idea: por el contrario, yo en todos los casos en que se ha presentado aquí un proyecto de Ley he estado obrando conforme a mis convicciones; más elocuente que mis palabras es la declaración del señor Soto, como miembro de las derechas, por que si ellos piensan en distinta forma yo tengo absoluta libertad para pensar como se me antoje y la declaración del señor Soto es la demostración más elocuente de que el grupo de las derechas no reina esa disciplina férrea que reina entre el "Partido Liberal Constitucionalista", porque en la derecha, señores diputados, allí tenemos absoluta libertad para obrar, podemos emitir nuestro voto conforme a nuestras ideas: tenemos juntas, pero nunca nos hemos obligado férreamente, ciegamente a sostener un principio. En muchos de los casos hemos desertado el señor Soto y yo y no hemos aprobado lo que la mayoría ha aprobado y hemos venido a emitir aquí nuestra opinión libre y honradamente. Yo veía desde un principio, con gran tristeza, que muchos de los miembros de la izquierda y muchos de la derecha también, aceptaban ciegamente esta ley, que no querían que se discutiera y me asombra cómo han podido concebir esta idea en esta cuestión tan importante, como es la ley que viene a darnos los más altos Representantes de la Nación. No podía concebirse que en unos cuantos días viniésemos a aceptar esta Ley, pues se nos decía que era necesario expedirla a la mayor brevedad, porque entonces las elecciones se entorpecerían, que los prejuicios recaerían sobre nosotros mismos, que la Ley, como quiera que sea, que la dictemos: que haya elecciones, que las deficiencias que se noten al venir las credenciales y los expedientes se corregirán, se hará todo lo

posible porque resulte lo mejor que se pueda y que la ley debemos expedirla inmediatamente; pero ese razonamiento lo encuentro torpe a mi modo de pensar, yo no estoy conforme que una ley se expida de cualquier modo y más aún cuando se trata de reformar la legislación electoral. Es indispensable, natural y necesario que nosotros tomemos una participación directa; yo no trato de insultar a nadie, yo no trato de ofender el criterio, el juicio y la opinión que se hayan formado los señores diputados, pero si defender los intereses generales del país, sí trato de probar que está Ley en nuestro medio de cultura, en el estado actual en que nos encontramos, en lugar de favorecernos vendrá a perjudicarnos.

Nos decía el señor Martínez de Escobar hace un momento, y también el señor Sánchez pontón, que sería una gloriosa conquista en la legislación electoral mexicana el voto secreto. Para estas ideas, uno de los tratadistas de Derecho Constitucional, el Licenciado arechiga, dice lo siguiente: "El sufragio, dicen con toda verdad, es un derecho político, esto es, una función de soberanía que ejerce la sociedad como un organismo especial y que solo es atribuída a los ciudadanos a título de elementos componentes de ese organismo. Tiene está función de soberanía por exclusivo objeto, la creación de los centros de autoridad encargados de la dirección de los intereses generales de la sociedad y, por consiguiente, debe ser ejercida teniéndose únicamente en consideración el bien público y no los intereses particulares de cada elector. Luego, pues, el elector es responsable ante la sociedad cuando concurre con su voto a esa acción compleja que tiene por fin la elección periódica del personal de los Poderes Públicos, y esa responsabilidad sólo puede hacerse efectiva a condición de que el voto se dé públicamente, para que la sociedad pueda fiscalizar la conducta de los electores."

Más adelante y refiriéndose a lo que acaba de expresar el señor Martínez de Escobar, que en el caso de que yo deseara comprar quinientos electores a un peso cada uno que sería muy fácil por el voto público y muy difícil por el voto secreto, voy a contestar al señor Martínez de Escobar, no con argumentos míos, y conste que, como lo hemos manifestado el señor general Treviño y yo, no tenemos deseos de reelegirnos, a pesar de que nos cabe la satisfacción de que en nuestros pueblos tenemos simpatías y podríamos triunfar, pero hemos renunciado, entiéndanlo bien, por el escrúpulo de no vulnerar el principio de no reelección, que está establecido por la Revolución de 1910. (Leyendo):

"Los peligros de la corrupción son los que deben tenerse más en cuenta cuando se trata de los defectos del sistema representativo; y muchas personas proponen confiadamente el voto secreto como el medio más seguro de evitar este inconveniente. Confieso que no participó de esa opinión. Supongamos que un puesto en el Parlamento es ardiente ambicionado por dos candidatos y que hay en una y otra parte la misma disposición a comprar y vender votos. En este casó, se comprende fácilmente que el secreto del voto dará origen a un género de medidas propias para aumentar más bien que para disminuir la corrupción. Se formará en seguida un grupo de agentes que se entenderá con los candidatos o con sus amigos, para estipular una suma de dinero en su favor en el caso de que triunfen sus respectivas candidaturas, pero sin tener el derecho de pedir nada en el caso de una elección no dé resultado favorable: Los agentes que hayan celebrado uno de estos contratos por mil libras esterlinas, por ejemplo, se tenderán inmediatamente con otros agentes subalternos, que recibirán a su vez cien o cincuenta libras esterlinas si triunfan los candidatos por quienes se comprometen a votar, y nada en el caso contrario. Estos agentes subalternos están interesados en procurar el mayor número de votos que puedan conseguir con las cinco sextas partes, por ejemplo, de la suma que se les ha ofrecido, guardando el resto para ellos: y cada votante que hayan así comprado, no recibirá el precio de su voto sino en el caso de resultar electo y candidato. De esta manera, cada uno de los contratantes principales e inferiores, y aun los mismos votantes estarán directamente interesados en el triunfo del candidato, y se verá surgir así una multitud de agentes de corrupción, tal como no habrá producido jamas el voto público. ¿Quién puede dudar por un momento que este nuevo método de corrupción no se mucho más eficaz y mas general que cualquiera de los que puedan actualmente practicarse con el voto público?"

"Así sostienen su doctrina los partidarios del voto público, y necesario es reconocer que los fundamentos en que la apoyan, son indestructibles,"

"El voto público fortifica en los ciudadanos el sentimiento de la responsabilidad, los habitúa a ejercer sus derechos con toda independencia y decisión y afrontar con energía los peligros que a menudo ofrece el ejercicio de la libertada política, y, en consecuencia, levanta los caracteres y vigoriza el espíritu público."

Mas adelante, y refiriéndose a los Estados Unidos, donde establecido el voto de voto secreto y donde se cometen muchas inmoralidades, dice lo siguiente"

"No me parece difícil demostrar que estas observaciones son inexactas. Desde luego, pueden invocarse contra ellas la experiencia, que es el más poderoso de todos los argumentistas. En Inglaterra, hasta el año de 1880, el voto fue público y la considerable; pero en los Estados Unidos se vota secretamente, y no obstantemente esto y las severísimas penas establecidas por la ley contra la venalidad de los votos, la corrupción electoral se practica en iguales votos, la corrupción electoral se practica en iguales o mayores proporciones que en Inglaterra. "Sólo en Nueva York, dice Claudio Jannet, se encuentran cuarenta mil votos en venta, y los americanos dicen que los irlandese están siempre dispuestos a votar en favor de quien les saque en vaso de wisky." Estos hechos demuestran. pues, que el voto secreto no es una garantía contra la corrupción."

Ya he podido demostrar, con conceptos ajenos a los que emitido yo, que el voto público vendrá fortificar, vendrá a levantar el nivel moral de las masas, vendrá a estimularlas para que éstas tomen participación activa en elecciones y no vendrá a ser un centro de corrupción cada una de esas casillas electorales. No, por el contrario, allí el individuo, asumiendo la responsabilidad de sus

actos, que es uno de los principios más elementales de derecho, deben enseñársele desde su vida política naciente, como es la actual de los mexicanos, a que practique cada una de esas virtudes cívicas y que no se le corrompa, que no se le arrebaten sus derechos. Si no podemos hacer más en favor del pueblo, no le quitemos los derechos que ha conquistado a costa de tanta sangre.

Presidencia del C. IBARRA JOSÉ DE JESÚS

El C. López Lira: Pido la palabra para rectificación de un hecho.

El C. Presidente: Manifiesto a Su Señoría que hay muchos señores diputados inscriptos para rectificaciones de hechos.

El C. López Lira: El artículo 110 del Reglamento me autoriza para solicitar la palabra sobre este particular, que está relacionado con el debate y muy principalmente sobre lo que acaba de expresar nuestro distinguido compañero, el señor Cepeda Medrano. Es muy breve, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. López Lira: Voy a rectificar un hecho. seré muy breve. El compañero Cepeda Medrano leyó el artículo constitucional de la Carta Fundamental de 1857, que dice mas o menos: "La elección para diputados será indirecta en primer grado y en escrutinio secreto, en los términos que disponga la Ley Electoral," y el compañero Cepeda Medrano hace hincapié en que, conforme a esa ley, se estableció el voto secreto. En mi concepto, muy humilde por cierto, creo que confunde lamentablemente el señor Cepeda Medrano; la elección de electores se hacía por medio del voto público y los electores de un distrito electoral. el reunirse el Colegio Electoral, después de revisar sus expedientes, etc., hacían la designación de diputados precisamente en escrutinio secreto: indirectamente los electores reunidos votaban por el diputado que convenian a su partido, pero no estaba implantado, según ese precepto, el voto secreto. como cree el compañero Cepeda Medrano. Los electores al designar puesto que la elección no era directa, sino indirecta - , al designar candidatos, hacían uso de células como hacemos nosotros para elegir la Mesa Directiva, como se hace en todos los casos de elecciones como éstas. Así, pues, como esto fue el fundamento de todo su discurso, creo haber comprobado que el C. Cepeda Medrano ha asentado un hecho inexacto.

El C. Cepeda Medrano: Pido la palabra. (Siscos) prolongados.)

El C. Presidente: advierto a Su Señoría que no se ha inscripto usted nuevamente en la lista de oradores.

El C. Cepeda Medrano: Pido la palabra para un hecho. El C. López Lira no estaba inscripto y sin embargo se le concedió la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Cepeda Medrano. (Siscos.)

El C. Cepeda Medrano: Señores diputados: Nuevamente se pretende cometer una injusticia: negarme el uso de la palabra: yo no creo que de mala fe, pero sí creo que ha sido un error de la Representación Nacional. Yo creo, y durante mi discurso así lo he dicho, que las elecciones, en el artículo 55 establecido en la Carta Fundamental que tiene a su disposición el señor López Lira, en la Constitución de 1857, se establece que las elecciones sean directas y en escrutinio secreto. Tal y como se refiere el C. López Lira fueron las elecciones, pero en el Congreso Constituyente de 1857 se presentaron ideas para que fuese aprobado el voto secreto: después de discutirse ampliamente, fueron más liberales que nosotros, muchos más liberales que nosotros, porque desecharon en esa forma que el voto fuera secreto y lo hicieron público en la forma en que usted dice y resultó un fracaso. Si vemos en el Constituyente esta circunstancia muy especial de que con el escrutinio secreto había delegado todo el pueblo sus facultades en representantes que las delegaban en otros representantes y que eran interminables esas delegaciones que representantes y que a la postre se iban a vender miserablemente ante los hombres del poder y del dinero, todavía esos representantes que se consideraban un poco más conscientes, no eran más que representantes del Gobierno y el voto secreto hubiera sido el desastre más escandaloso, pues hubiese reinado la anarquía en nuestro país si lo hubiesen aceptado en el 57, tal como lo ponen ahora. Admitiendo, como dice el señor López Lira, que las elecciones se hacían en esa forma, que se emitía el voto público para delegarse en determinados representantes, era una franquicia que nunca nos figuramos y que no llegamos a comprender y que más franquicia hubiera sido si el voto hubiese sido secreto y hubiera tenido que delegarse la representación en otros representantes. Esto es lo que pretendía aclarar, esto es lo que deseo poner ante la consideración de ustedes. Tengo a su disposición la ley de 57 y la de 1917 y las reformas que se le hicieron en 22 de mayo en que se establece realmente tal como lo he explicado. Así sucedió en la República Mexicana. (Voces: ¡A votar, a votar!)....

El C. Secretario Aranda: Se consulta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el artículo 48.

El C. Rueda Magro: Moción de orden.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Rueda Magro.

El C. Rueda Magro: Se han discutido los dos artículos, el 48 y el 54 por estar íntimamente unidos: en tal virtud, pido que se pregunte si están suficientemente discutidos los dos artículos.

El C. Secretario Aranda: Se consulta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el artículo 54. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Suficientemente discutido. Se reserva para su votación. (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob para hechos (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. Siurob: Señores diputados: Acaba de terminarse la discusión sobre el asunto a debate y

considero absolutamente indispensable, considero altamente oportuno rectificar algunos conceptos, mas que conceptos, algunas ideas fundamentales expresadas esta mañana por el C. Vadillo y lo considero necesario porque tiene influencia para seguir discutiendo en lo de adelante el espíritu de esta Ley, porque tiene importancia para que se conozca cuál es el verdadero criterio de los liberales revolucionarios y socialistas con respecto al asunto electoral y, finalmente, porque tiene importancia desde el momento en que los hechos que motivan esta explicación, han sido lanzados en plena Representación Nacional por uno de sus mejores oradores y pueden dar pie y motivo para que en el pueblo se tomen precedentes sobre el particular y para que en muchos espíritus comience a introducirse una idea latente y conservadora que sin duda por equivocación ha sido vendida aquí por el C. Vadillo. Las palabras del C. Vadillo han sido las siguientes. "Todo Gobierno tiene derecho para hacer imposiciones directa o indirectamente, pero los partidos tienen obligación de oponerse a esas imposiciones:" como la frase es amplia, como la frase no fue explicada suficientemente y como, por otra parte, ni como principio absoluto ni como principio relativo, puede decirse en lo absoluto para la opinión de los liberales y para la opinión de los verdaderos socialistas de la República, por eso vengo yo a tratar de rectificar el hecho, aun cuando quisiera que fuera otra voz más autorizada, otra palabra más elocuente y otro cerebro mucho más disciplinado y poderoso que el mío, que viniera a exponer aquí los principios fundamentales en que se basa la teoría que voy a exponer. El principio que quiere establecer el compañero Vadillo es Este: cuando un gobierno traduce en todos sentidos y por cada uno de sus actos las aspiraciones populares, aquel Gobierno debe perpetuarse en el poder, o continuar en el poder , y considera al Gobierno como el gruto de las labores y de los intereses de todo un partido. Pero vamos explicando claramente qué cosa es un Gobierno que ha salido de un partido: es el partido mismo? Indudablemente que no. Un Gobierno no es otra cosa que el conjunto de hombres de un partido que de acuerdo con sus principios y con un compromiso solemne contraído ante el pueblo, tiene la obligación de procurar a aquel mismo pueblo el máximo de libertad, de bienestar y de respeto a sus derechos generales: de tal manera que el gobierno, aun cuando haya sido elevado por un partido, no es el partido mismo, sino es el grupo de hombres que por voluntad del pueblo han sido elevados para cumplir con esa sublime misión: si, pues, el grupo de hombres de aquel partido está ya en el Gobierno por el voto popular para cumplir en todas sus partes con el programa que se ha trazado y que el fondo viene a sintetizar como el máximo de libertad, de bienestar y de respeto para los derechos del pueblo, es claro que jamás puede tener el derecho de conculcar aquellas mismas libertades valiéndose de las imposiciones ya sea directa o indirectamente. Si sentado ese principio en lo general, es malo, sentado en lo particular es peor, porque si lo sentamos, por ejemplo, para todos los pueblos latinos, sabemos que en todos los pueblo latinos esa es una de las lacras: las imposiciones ejecutadas por los gobiernos, es decir, la imposición es no sólo la falta de respeto, sino la vejación humillante de aquel respeto que el Gobierno debe tener para los intereses de las clases populares. Cuántos años llevamos de estar luchado por un solo principio, el del sufragio efectivo y, sin embargo, en el mismo principio que evocó el compañero Vadillo se basó Porfirio Díaz para reelegirse indefinidamente y para perpetuarse en el poder. Para que el compañero Vadillo nos demostrara la parte relativa de su supuesto, es decir, que un Gobierno que realiza las aspiraciones populares tenga derecho de perpetuarse en el poder, se necesitaba que nos demostrara que el Gobierno actual o cualquier otro Gobierno ha realizado ya las aspiraciones populares y eso está muy lejos de siquiera intentar demostrarlo el señor Vadillo.

Este concepto en lo particular y en lo que se refiere a México, de que todos los países del mundo por ley sociológica ineludible tienden a colocarse al mismo nivel, unos por ley sociológica mundial, tenemos que levantar nuestro nivel moral, nuestro nivel intelectual, colocarnos al mismo nivel que tienen por ejemplo nuestros vecinos del Norte: pero nosotros, por otra parte: estamos retrasados cincuenta años en el ejercicio de nuestra verdadera soberanía y estamos impulsados por leyes sociológicas propias, también a levantar nuestro nivel moral, hasta donde debemos colocarnos: es decir, como esto no puede verificarse más que por hombres de ideas nuevas, que son los liberales, resulta que para que México pueda cumplir con estas leyes de evolución, debe estar gobernado forzosamente por elementos que sean liberales y que sean aptos para cumplir en todas sus partes el programa que se hayan trazado. Esta es una de las conclusiones en que yo baso mi argumentación, pero ni aún así, ni aun poniéndose en ese caso es buena la máxima del compañero Vadillo, porque suponiendo que el Gobierno cristalizará las aspiraciones populares, quedarán encima algunos hechos, por ejemplo: todo Gobierno reacciona en el poder, todo Gobierno desde el momento en que pasa del estado de revolución, al estado de Gobierno constituido, empieza a transigir, empieza a conciliar. Este es un principio que viene de muy lejos, desde mucho antes de la época de las revoluciones, y puesto que todo Gobierno comienza a transigir, puesto que todo Gobierno comienza a conciliar, es doblemente peligrosa la máxima del señor Vadillo, porque, naturalmente, el Gobierno llevará allí a elementos enteramente incapaces de realizar las aspiraciones populares que son, como siempre, ir adelante. Más aún yo creo que los liberales y los Gobiernos liberales, por consiguiente, están más incapacitados, no tienen derecho para hacer cosa que esté fuera de las leyes, ni mucho menos a dar paso alguno que no sea redundando en provecho del máximo de libertad, del máximo de bienestar y del máximo de respecto para los pueblos. Y es así que el hecho de imponer directa o indirectamente a cualquier ciudadano, fuere el pretexto, sea cualquiera el fin, ya que

el fin no justifica los medios, redundaría en un quebrantamiento de la libertad popular. Luego la consecuencia lógica, de acuerdo con los principios liberales, es que los Gobiernos no tienen ni pueden tener ningún derecho para imponer directa o indirectamente candidatos de alguna especia.

Nos dice el compañero Vadillo que a los que se debe de temer son a los hombres del petróleo, a los hombres del capital, a los grandes latifundistas, a los hombres poderosos en el comercio pero para que nos demostrara que las candidaturas que el Gobierno pretendiera imponer no estuviera de acuerdo con ellos, se necesitará que estuviéramos viendo a muchos de esos hombres del capital que están ya en el seno del Gobierno. Más aún: que desgraciadamente, muchos de nuestros generales, algunos de nuestros ministros y no pocas autoridades en todos sentidos, ya son también grandes petroleros, capitalistas, poderosos terratenientes e influyentes comerciantes comerciales y que están en estos momentos haciendo la misma obra que combatieron hace poco tiempo yo con doble pena, porquese han sido enriquecido el plazo mucho menos breve que los otros lo hicieron en tantos años.(Aplausos.) Menos derecho, pues, resulta para imponer en cualquier forma candidatos siquiera determinado orden de ideas a los partidos. Me extraña mucho que el compañero Vadillo siendo socialista - los socialistas tienden al acratismo - , me extraña mucho que el compañero Vadillo sea uno de los que vienen a proponer aquí lo que no se ha atrevido a proponer aquí ninguno de los oradores de las derechas: es decir, que el Gobierno pueda perpetuarse en el poder y tenga derecho para ello. Yo lo invito a que haga una explicación completa, a que diga en último caso que se equivocó, que no lo dijo de una manera consciente, porque no creo que pueda haberlo dicho de una manera consciente. ¿Qué se diría, qué va a pensar toda la República al saber que uno de los que se dicen paladines de la aurora social, uno de los que se dicen paladines más avanzados del acratismo y de intervención cada vez más directa de los Gobiernos en la cosa pública, qué va a pensar de que aquí en la Cámara, sin rectificación de ninguna especie, esas ideas son moneda corriente y casi son aceptadas con el tácito silencio de toda la Asamblea. Por eso yo, aunque sea con mi humilde vocablo, aunque sea con mis pobres conceptos, he tratado de venir a esclarecer aquí este punto que me parece altamente moral, no sólo para nuestro Gobierno, sino para todos los países y muy especialmente para nosotros en las actuales circunstancias. Nulificaría completamente los efectos de la ley que se creyera, sea por las derechas o por las izquierdas, el principio sentado por el compañero Vadillo. Yo lo invito, pues, para no hacer más largo este discurso, a que venta a rectificar todos esos conceptos, pues yo no trato de lanzar un cargo, creyendo que así ha pensado, y lo dicho en la última parte de su discurso lo demuestra francamente, que él había estado equivocado, que él mismo descabal salirse de la tangente por cualquier medio, porque ya le quemaba en el cerebro el concepto vertido en contra de los ideales del pueblo mexicano. Yo lo invito a hacernos una explicación aquí, porque no creo que, dadas las ideas que ha sostenido tanto en la cuestión de tierras como en otras cuestiones revolucionarias. no creo que sea capaz de sostener esas perniciosas ideas comparándonos con aquel sarcasmo de Víctor Hugo con que pulsaban a las dictaduras, diciendo: "si el pueblo es un ciego, entonces todo ciego necesita un perro" (Aplausos de las izquierdas.)

Presidencia del C.

GARCÍA VIGIL MANUEL

El C. Vadillo: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Vadillo.

El C. Cepeda Medrano: Señor Presidente, pido la palabra.

El C. Presidente: ¿Para qué quiere usted la palabra?

El C. Cepeda Medrano: Ahora le voy a decir a usted. Yo no sé con qué derecho se concede la palabra al señor Vadillo, ni en qué artículo se ha basado usted para hacerlo no estando ningún artículo a discusión: se le podrá conceder cuando termine la votación.

El C. Figueroa: Pido la palabra para apoyar el trámite de la Mesa.

El C. Presidente: Se le ha concedido la palabra al C. Vadillo porque se le ha hecho una interpelación.

El C. Siurob: He aludido al señor Vadillo y le he interpelado también.

El C. Presidente: El artículo 101 del Reglamento dice que los individuos de la Cámara podrán pedir la palabra para contestar alusiones personales o rectificar hechos, aun cuando no estén inscriptos en la lista de oradores. En consecuencia, el señor Vadillo tiene derecho para hablar con respecto a la discusión del asunto a debate. El artículo 101 dice que: "los individuos de la Cámara, aun cuando no estén inscriptos en la lista de oradores, podrán pedir la palabra para rectificar hechos o contestar alusiones personales," sin especificar el momento en que se haga esto. Por consiguiente, tiene el uso de la palabra el C. Vadillo.

El C. Vadillo: Señores diputados: El terreno exclusivamente político en que tuve necesidad de colocar esta mañana mi discurso, es, por su propia naturaleza, sumamente resbaladizo y expuesto no sólo a error en general, sino desde luego a interpretaciones más o menor erróneas. Por esta razón pido a la Honorable Asamblea se sirva excusar este exordio de mi discurso, que no significa, por ningún caso, una retractación del fondo de mi propio discurso. La impresión dominante en la Asamblea, cuando yo descendía de la tribuna, era evidentemente favorable en el sentido de que se había comprendido la doctrina general que yo sustenté acerca del trópico que me ocupó esta mañana y es una falta en crítica correcta el tomar un concepto aislado de un orador y el despedazarlo, desmenuzarlo y desprender de allí todo género de consecuencias que no engloban, que no encuadran en el concepto general del discurso. Sin embargo, accediendo de buena voluntad a la muy discreta invitación del C. Siurob y bien persuadido de que nunca es inútil cuando el asunto político que se trata se hace de buena fe y en el terreno sano y amplio de las

expresiones honradas, por todas estas consideraciones me voy a permitir referirme brevemente a los conceptos que expuse ante esta Cámara. Más que afirmar un derecho en jurisprudencia, ni siquiera en moral para los gobiernos, en cuanto al esfuerzo natural que han hecho, que hacen, que harán en lo sucesivo para defender su subsistencia, más bien que afirmara un derecho, digo, exponía yo un hecho; en todos los gobiernos democráticos existe este hecho: los partidos políticos en el Gobierno siguen siendo organizaciones vivas, que sometidas al concepto biológico general del organismo, pretende vivir, defenderse, perpetuarse, no morir. En los países más democráticos, en nuestro vecino de los Estados Unidos, el "Partido Republicano" se perpetuó durante décadas y evidentemente en esta perpetuidad en el poder echó mano el mismo partido de todos los recursos oficiales que están en las manos de los partidos hechos Gobierno. Un Gobierno, contra la opinión respetable de mi compañero el C. Siurob, es virtualmente el partido en el poder, y es condición universal, es condición esencial, es condición jamás desmentida en la historia, que todo partido en proporción a su propia vitalidad se defiende para subsistir; vive, se perpetúa lo más que puede, hasta que el partido contrincante logra o equilibrarlo o derrocarlo. Las democracias modernas no son otra cosa que esa lucha de dos fuerzas antagónicas sobre el campamento de la administración pública, que s disputan los unos y los otros. Lo que ocurre, señores diputados, es esto: que ningún partido político, jamás - y esto sí también es una ley universal -, ha tenido nunca la serenidad, la firmeza, la voluntad de declarar esta ley de actividad en los partidos. Un partido político se sentiría sonrojado más que una monja ursulina a quien repentinamente se le llevase un día a una tanda del "Apolo" (risas), si un día le dijesen que él pretende perpetuarse en el poder; pero sin decirlo lo hacen siempre, lo hacen hoy, lo harán siempre y lo han hecho siempre; de suerte que cuando yo establecía, refiriéndome al Gobierno nacional, el hecho de que éste influya, de que éste se mueva para tratar de perpetuar el partido revolucionario mexicano, afirmaba más que un derecho jurídico constitucional, más que un derecho que yo justifico moralmente, más bien que todo eso, el papel en que se está con justicia, con justicia histórica - óigase bien -, en laborar por todos los medios posible para perpetuarse. Probablemente tuve yo alguna frase demasiado enérgica al calificar esta actitud del Gobierno revolucionario impresionado como estaba, impresionado como sigo estándolo, de que el Gobierno actual no es otra cosa que nuestro partido revolucionario expuesto hoy más que nunca a una crisis tremenda por el partido reaccionario, crisis que siempre existe el día de las elecciones. La segunda parte de la alocución del C. Siurob parece condenar con toda energía, que le reconozco a este ciudadano. diputado, el que yo pretenda defender que el Gobierno actual, representante innominal, pero que no acepta esta designación del Partido Liberal Revolucionario Mexicano, que pretenda, digo, entrometerse en las elecciones actuales y sacar las ventajas que pueda el Partido Liberal Revolucionario en México en contra del partido reaccionario que está trabajando. Pues bien, señor Siurob, pues bien, señores diputados, al decir yo esto, al sostener el derecho casi necesario para la salvación de los principios revolucionarios, de que el Gobierno no se duerma en el Poder, de que logre salir de esta crisis electoral que se avecina, no he procedido sino de acuerdo, fijáos bien, de acuerdo con el sentir político de los más radicales revolucionarios de esta Asamblea.

Aquí a esta Cámara penetramos nosotros a título de una credencial aprobada según el criterio político, el criterio político que profesamos y que yo sostuve con toda energía como sostengo ahora, dio por resultado que echáramos de estas curules a aquellos que franca y claramente eran enemigos del Partido Liberal Revolucionario de entonces; el famoso cuchillo de tres filos, de que se ha hecho una sátira nacional, no es otra cosa sino la aplicación de esta doctrina, de estos conceptos: el Gobierno liberal revolucionario mexicano tiene que ganar, debe de ganar en contra del Partido Reaccionario, al cual no se ha derrotado todavía, el cual ahora, más que nunca, levanta la cabeza, porque tiene sus periódicos, tiene sus congresos, por que tiene el apoyo de algunos elementos del propio Gobierno. En estos momentos circula entre algunos ciudadanos diputados, particularmente entre los elementos izquierdistas, una proposición a la cual, aparte de su constitucionalidad o inconstitucionalidad, le he dado así a priori, mi aprobación yo mismo, y es ésta: aquellos enemigos connotadamente enemigos del Gobierno revolucionario, no tienen derecho a ser candidatos. ¿Qué cosa es esto, señor Siurob, si no la doctrina que yo había expuesto esta mañana? ¿No significa eso una defensa que el Gobierno - porque esta Cámara es Gobierno -, hace para evitar que vengan aquí elementos ajenos al Partido Liberal Revolucionario? Son estos hechos, estos conceptos, nada más los que me inspiraron para decir: México, el partido revolucionario actual hecho Gobierno, está en su papel, con tal que lo haga discretamente y nadie le sorprende esto, porque es delito constitucional, como lo hacen todos los gobiernos, como tienen que hacerlo para poder vivir, que se defienda de los enemigos de la Revolución que están a las puertas de ella.

Y a propósito de esto, trataba de sugerir a la Asamblea la impresión que yo tengo muy arraigada en mi propia conciencia, de que la Revolución está en gravísimo peligro en estos momentos de crisis electoral, de ser traicionada legalmente entrando los enemigos por la Vía electoral de las casillas. Nadie, absolutamente nadie, puede probar, puede demostrar que no sea cierto este hecho: en la próxima Legislatura aquí tendremos a los representantes enemigos de la propia Revolución y no los tendremos a título de partido organizado que pudiéramos verlo, sino que se filtrarán uno aquí y otro allá, y aquí si unos son de talento vendrán a repetir el caso de la XXVI Legislatura en que cuatro o cinco reaccionarios de talento fueron suficientes para tener a raya, en cierto modo, a muchos de los connotados revolucionarios que tenían el grave pecado de la ingenuidad, de la honradez y de la ignorancia. De manera que en moral revolucionaria, ciudadano Siurob, yo he estado en el punto exacto

de la situación, en el punto necesario, aun cuando la expresión así tan solemne de estas ideas pueda refluir sobre mí mismo, porque es ciertamente bochornoso que los partidos políticos digan: Nosotros queremos imponernos; pero la verdad es que el partido revolucionario mexicano tiene necesidad de imponerse y si el Gobierno actual no lo comprende, si él no busca sus personalidades en aquellos que den garantías de cumplimiento al programa revolucionario, será la responsabilidad histórica más grave que la historia podrá recoger en contra de este propio Gobierno. Si la reacción sopla por todas partes, no ya la reacción clerical, ya lo he dicho, aun cuando ella no esté políticamente organizada, la reacción clerical no perdonará jamás el artículo 3o. constitucional; es seguro que cuando la mano episcopal se levante en todas las arquidiócesis de México sobre las imbecilidades arrodilladas, al tiempo que da una bendición exhibirá en el dedo pastoral la amatista roja que parece a distancia la pupila inyectada de un dios vengativo; el clero no perdonará jamás a la Revolución Mexicana, aun que ese perdón se solicite a título de cambio de la amnistía que se les haya concedido a sus miembros.

Señores diputados: en todas las cátedras de la enseñanza superior en esta metrópoli hay elementos que conspiran en esa forma delicada y sutil de las teorías, hay allí un señor Díaz Dufoo, hombre que ha escrito toneladas de artículos en todos los periódicos en dos décadas de la vida pública, un hombre que tiene la solemnidad de las ancianidades, pero que detrás de sus barbas grises tiene la risa sarcástica en contra de nuestras teorías revolucionarias frente a la juventud que educa y en la prensa, por la prensa todos los días se escapa esta oposición discreta, hasta hermosa, constante, sutil, que va haciendo una atmósfera en contra de las teorías revolucionarias. ¿Quién puede negar que estos se filtrará a través de las masas populares, e irá a formar un elemento que se traducirá electoralmente en veinte o treinta diputados, y que esos veinte o treinta diputados, si no son capaces de derogar nuestras leyes fundamentales, sí son muy capaces de derogar de diferir el cumplimiento de las mismas ya que, según el secretario del gran Felipe II, diferir es pariente de olvidar? Contra ese peligro que se escapa, la ley que no se puede sustentar sino en las teorías, en la difusión de las doctrinas, en la rápida organización de los partidos, en dar un llamado a todos los liberales revolucionarios para sentar el precedente de que todavía no, de que aún no triunfa la Revolución en la legislación, de que todavía la sangre de Celaya no tiene aquí una repercusión en la legislación que asegure para siempre los sacrificios del pueblo: todavía individuos que no tienen una cicatriz en el cuerpo, que todavía ostentan, en sus labios la manteca de la cocina porfiriana, todavía se atreven a hablar contra los principios revolucionarios. Y este es el peligro que yo señalo. (Aplausos.)

Es en este sentido, C. Siurob, en que yo digo: el papel histórico del Gobierno revolucionario presente se debe traducir en esto: en ser discreto si ha de imponer o si ha de entrometerse en las elecciones; salvar los principios por la forma que se pueda salvar al pueblo y no hacer estériles sus sacrificios. Ese es el deber que tiene el Gobierno revolucionario o el Gobierno emanado de la Revolución. No, no autorizo que el Gobierno vaya a imponer brutalmente, no autorizo que vaya a combatir a los elementos revolucionarios y vaya a poner en su lugar a elementos francamente reaccionarios, porque todos los reaccionarios son los elementos más adictos a los gobiernos; no autorizo eso, jamás. Yo digo: el papel, todos los gobiernos democráticos que emanan de un partido, tienen siempre en la historia el papel de perpetuarse y si nuestro Gobierno ha de cumplir esa ley universal, que lo haga discretamente, que salve de la manera que pueda los principios revolucionarios. (Aplausos.)

El C. Siurob: Pido la palabra para interpelar al orador.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob: Compañero Vadillo: las palabras que usted acaba de pronunciar, como las mías, como las de todo el mundo (voces: ¡Tribuna!) se prestan a muy diversas interpretaciones de parte de la Asamblea. Aquí mismo en mi curul he escuchado muy diversas ideas sobre el mismo tema y yo quiero concretarle a usted el punto, porque creo que es interesante que la Asamblea lo conozca. ¿Cree usted que los candidatos que el Gobierno pudiera imponer en los actuales momentos sean los más capaces para llevar adelante las aspiraciones populares?

El C. Vadillo: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Vadillo.

El C. Vadillo: Declaro que absolutamente no sé si el Gobierno tiene candidatos que imponer, por consiguiente, no puedo calificar a esos; si no los tiene, tanto mejor, porque tendrá confianza en que las ideas revolucionarias se impondrán por sí solas; si él no tiene que entrometerse como lo hacen todos los gobiernos en las elecciones. Yo anhelo que no se equivoque el Gobierno en vista de que no hay un partido en México, al parecer, que pueda hacer la selección de estos candidatos, la critica de ellos, designarlos al pueblo, deturpar a aquellos que lo merezcan y exaltar también a aquellos que merezcan ser elevados al puesto; no habiendo, pues, un partido, un opositor del Gobierno capaz de tener siquiera un periódico que defienda las doctrinas que propaguen los candidatos, el partido no tiene más que someterse y dejar al Gobierno que haga lo que quiera; digo, no es ese su deber, pero tendrá que hacerlo porque esa función es la lucha de dos fuerzas y si el Gobierno supera, mi anhelo es que no se equivoque, porque si los errores en política producen la muerte, los errores en la política mexicana producen no sólo la muerte de sus gobiernos, sino su deshonra.

El C. Siurob: Ha evadido mi pregunta el señor Vadillo, lo que yo le preguntaba era esto: (Siseos y voces: ¡Ya, ya?) ¿Cree el C. Vadillo que da la actuación hasta la fecha del Gobierno, que dadas las condiciones en que está formado y que es capaz de imponer candidatos, cree el C. Vadillo que dadas esas circunstancias que existen actualmente y no figurándose sueños azules, sino exactamente como existen, cree el C. Vadillo que los candidatos en esta forma propuestos sean capaces de llevar adelante la Revolución?

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Vadillo para contestar.

El C. Vadillo: La interpelación se vuelve sumamente casuística, ciudadanos diputados. Dice el señor Siurob que si creo yo que los candidatos que posiblemente el Gobierno vaya a ayudar o a imponer, sean los que garanticen el cumplimiento de las ideas revolucionarias. Señores: se me pregunta sobre un futuro contingente que no puede absolutamente preverse. Yo creo, así, así en general, que en esta Cámara y fuera de esta Cámara hay elementos revolucionarios sumamente sanos, como creo también que dentro de esta Cámara y fuera de esta Cámara hay elementos políticamente o absolutamente malos. Creo que dentro del mismo Gobierno, dentro del Gabinete presidencial hay elementos que se concilian o que tratan de conciliarse con los elementos de la Revolución, y hay individuos que flaquean, hay individuos que han hecho del Gobierno un tinglado para hacer negocios; absolutamente creo todo eso. Creo, si vosotros lo queréis, que los individuos que están en el Gobierno son absolutamente ineptos para llevar a cabo las teorías revolucionarias; hasta me atrevo a coincidir en este punto, con las críticas que se hacen de algunos elementos del Gabinete presidencial, de que ellos son de tal manera idiotas que idiotizan cuanto tocan, a la manera del Rey Midas, que convertía en oro cuanto se ponía en contacto con su vara; pero esto no quita nada a la teoría general de que para que se salven las teorías revolucionarias presentes, el partido revolucionario, que es el que está en el poder, procure que los elementos activos de ese mismo poder estén aquí, ¿o no deben intervenir en las elecciones próximas, a fin de que se salven los principios revolucionarios?

El C. Siurob: Una última pregunta, compañero Vadillo. (Voces: ¡Ya no, ya no! Campanilla.) Cree usted que sea..... (Voces: ¡Ya no! Siseos.) ¿Cree usted que sea lo más moral, lo más honesto, lo más ejemplar para el resto de la América, el hecho de que el Gobierno imponga en las actuales circunstancias candidatos y que tenga derecho para hacerlo?

El C. Vadillo: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Vadillo: Creo que es lo más inmoral, creo que es lo más deshonesto, que es lo más inconveniente que los Gobiernos hagan imposiciones; pero creo también que nunca en la historia humana los Gobiernos han sido preceptores de moral. Los hechos históricos son hechos históricos. La fuerza social tiene una dinámica independiente de la moral. Platón por eso fue mal gobernante, por eso no fue nunca gobernante, precisamente porque era un moralista sumamente sutil. Así, pues, contestando la interpelación de usted, declaro que es sumamente inmoral; pero es un hecho constante universal y yo sobre ese supuesto de que queramos o no queramos este Gobierno, el otro, el que venga, el partido que esté en el Poder tratará siempre de hacerlo y que en el caso presente conviene a los principios revolucionarios más que dejar que entren los enemigos francos de esta Revolución, hacer una forma discreta de intromisión, creo yo entonces contestar al C. Siurob diciendo: es inmoral la teoría, pero es eterna en la práctica.

El C. Siurob: Lamento sinceramente que el porfirismo que usted declaraba bien muerto esta mañana, haya renacido esta tarde cobijado con el manto socialista. (Aplausos.)

El C. González Jesús M.: Solicito la palabra.

El C. Presidente: ¿Para qué?

El C. González Jesús M.: Para interpelar al compañero Vadillo. (Voces: ¡Ah!)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. González Jesús.

El C. González: Estimados compañeros: Como precisamente lo que está a discusión envuelve un ataque no solamente a un individuo, sino a todo ese grupo de individuos que se ha preciado de ser independiente, en caso de que el diputado Vadillo siga sosteniendo la tesis que sustentó esta Mañana, es necesario que uno de esos diputados independientes se levante a protestar y con más razón cuando el compañero Siurob, muy equivocadamente, ha asentado que "el porfirismo ha sido cobijado con el manto del socialismo;" sencillamente esto quiere decir que el compañero Siurob no es absolutamente socialista, porque él ve el socialismo en el compañero Vadillo y este es un disparate. El compañero Vadillo no está de acuerdo con lo que afirmó esta mañana, ¿qué más queremos? Yo interpelo en esta forma al compañero Vadillo, sin embargo de que no creo que él sostenga lo que afirmó en su discurso de esta mañana; yo preguntaría al compañero Vadillo: ¿usted cree que el Gobierno es el único capaz de perpetuarse en el Poder, en tanto la reacción se vea desarmada, completamente muerta, por decirlo así? Entonces, demostrado esto, nosotros debemos estar de acuerdo con el Gobierno y que él haga todas las imposiciones que crea necesarias cuando sea ésta la única forma para vencer ala reacción, cuando sea ésta la única forma para vencer a la reacción! Bien, ¿por qué el Ejecutivo en su proyecto de ley enviando el Senado, no excluía a los enemigos de la Revolución consiguiendo con esto exactamente lo que podía el señor Vadillo y lo que deseamos cada uno de nosotros? Esto es lo más sencillo, basta con que en el proyecto de ley queden excluidos, en alguna ley por separado, de tomar participación, de figurar como candidatos en las próximos elecciones para diputados y senadores al Congreso de la Unión los enemigos jurados de nuestra Revolución, para que se obtenga los que el señor Vadillo dice, y no afirmando que nuestro Gobierno tenga pleno derecho para hacer su imposición, aun en contra del elemento revolucionario independiente, al que pertenece el compañero Vadillo.

Presidencia del C. MANJARREZ FROYLÁN

El C. Presidente: El C. García Vigil pide la palabra (Aplausos.)

El C. García Vigil: (Aplausos.) Ciudadanos diputados: El asunto que ha sido puesto a discusión incidentalmente, bien merece que todos nosotros le concedamos una atención mayor de la que ya se le ha concedido, y por esto comienzo solicitando de vosotros el que me oigáis por todo el tiempo que ocupe vuestra atención. Comienzo por manifestarle que defiero radilcamente de los conceptos expresados por el C. Vadillo, y mucho más aún, si cabe, de

la forma en que el C. Vadillo ha tratado de llevar el convencimiento a la Asamblea, sobre lo que encierran estos conceptos lanzados tan inopinadamente.

El C. Vadillo, aunque no ha querido confesarlo hace unos momentos, lo que hizo esta mañana fue lanzar un postulado político. Su postulado político, que yo no escuché en la mañana, pero que me fue dicho por muchos, y el cual ha sido aceptado tácitamente por él mismo, supuesto que no ha contradicho al C. Siurob cuando lo expresó, es el siguiente: Que cualquier Gobierno tiene el derecho imponerse por todos los medios, directa o indirectamente. (Voces: ¡Sí! ¡No! Murmullos.) Como no quiero continuar sin que las premisas que establezcamos señor Vadillo y yo estén aceptadas por ambos, me voy a permitir interrogarlo: C. Vadillo: ¿Este es el postulado enunciando por usted?

El C. Vadillo: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Vadillo: Efectivamente, yo he enunciado un postulado político en los siguientes términos: los Gobiernos están en su papel, o, traduciendo, tienen el derecho biológico de tratar de imponerse y los partidos políticos, -ésta es la segunda parte importante,- tienen el deber de oponerse a que el Gobierno se perpetúe. De manera que examinar una sola parte de este postulado no es conveniente en una buena discusión. Tiene dos partes esenciales: el Gobierno tiene el derecho biológico injurídico, inmoral si se quiere, de tratar de imponerse y los partidos políticos tienen el deber colectivo, por la misma fuerza que tienen los gobiernos, de oponerse a esas imposiciones y del resultado de esta lucha resulta la democracia práctica. Desde ese punto de vista ruego al caballeroso C. García Vigil levante la discusión y trate este punto.

El C. García Vigil, continuando: La contestación del C. Vadillo no es de ninguna manera satisfactoria; voy a analizar lo expresado últimamente por el C. Vadillo para que se vea que elude la contestación. El C. Vadillo dice que los gobiernos tienen derecho biológico; eso solamente lo entiende él; si el C. Vadillo dijera que los gobiernos, como cualquier organismo, obedecen biológicamente a cierta ley, diría una verdad; pero decir que tienen derecho biológico, es un concepto que encierra un contrasentido; una cosa es derecho, lo cual está construído sobre bases artificiales, y otra cosa son las leyes inmanentes de la humanidad, principios, biológicos, leyes inmutables, indeclinables, que están regidas por la moderna filosofía del determinismo y otra cosa son los conceptos del derecho o sea la jurisprudencia. Por consiguiente, el C. Vadillo una vez más ha eludido la contestación categórica y yo lo emplazo por última vez para que diga si quiso decir que ha observado, - cosa que es muy vieja,- El fenómeno de la ley de perpetuación de los seres y que lo aplica al ser orgánico que se llama Gobierno y en este caso huelga toda discusión, es ésta enteramente fútil, de manera que no ha dicho nada y entonces todo lo que sostuvo el C. Vadillo podemos decir que no lo dijo. Pero si el C. Vadillo trata de sacar consecuencias políticas de un a ley biológica y aplicar esas consecuencias políticas no haya al Gobierno que él de ninguna manera pueda llamar revolucionario, aunque lo llamen así, porque no es revolucionario nuestro Gobierno, ningún otro Gobierno; ni el más exaltado Gobierno, ni el más radical Gobierno que proclamara principios enteramente nuevos en política y sociología, ni a esa podría aplicársele esa ley el C. Vadillo, porque eso no sería más que anunciar como principio fundamental del funcionamiento de las sociedades el dogmatismo, el fanatismo, es decir, la tendencia a la retrogradación que es lo que combate, lo que ha combatido por siglos de siglos el literalismo. Por consiguiente, yo ruego al C. Vadillo de una vez por todas, diga qué es lo que quiere decir. ¿Qué ha observado que todos los Gobiernos, como todos los seres obedecen biológicamente a la ley de su perpetuación, o que quiere enunciar un postulado político tratando de justificar imposiciones que precisamente nosotros, todos los liberales, veníamos combatiendo?

El C. Vadillo: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Vadillo.

El C. Vadillo: Señores, como véis, la discusión tiende a aterrizar en la vulgaridad de una discusión de palabras. El C. García Vigil, como lo confesó, no es escuchó el discurso que yo pronuncié esta mañana, en el cual discurso no quise decir otra cosa, ya lo acabo de manifestar, sino que es una ley general, un hecho universal, que los gobiernos o los partidos políticos traten de perpetuarse en el poder, y que en su papel está -es una ley biológica;- el tratar de perpetuarse como los organismos tratan de vivir. Dice el C. García Vigil que si es esto lo que he querido decir, huelga toda discusión. Señores, huelga efectivamente toda discusión, porque el hecho que yo he querido enunciar aplicado al caso presente, es el siguiente: el Gobierno actual, como todos los gobiernos, como todos los organismos, tratará de perpetuarse y está en su papel histórico para hacerlo; que yo lo justifique o no lo justifique es cosa que no hemos tratado y que yo he reprobado como lo acabo de hacer.

El C. García Vigil, continuando: Pues a pesar de lo que ha dicho últimamente el C. Vadillo, no satisface. El C. Vadillo, por último, dijo que de este hecho lo justifique o no lo justifique, es decir, saca consecuencia de derecho, lo cual entiende perfectamente bien el C. Vadillo, está muy lejos de ser lo que dijo en la mañana. Sin embargo de eso, hoy en la tarde, batiéndose en la retirada - porque así es, esto es lo que ha hecho el C. Vadillo,- ha emitido conceptos enteramente falsos. Su discurso, aunque galano como todos los suyos, ha estado plagado de errores, particularmente de sofismas. En efecto, el C. Vadillo, conociendo perfectamente bien la psicología de la Asamblea, ha echado mano de un recurso demasiado fácil con objeto de que al final bajara, como consuetudinariamente, circulando por la ola de los aplausos; el C. Vadillo, tratando de desvanecer la pésima impresión que produjera sus palabras de la mañana, ha recurrido a un ardid que en vez de enaltecer su actitud la deprime todavía más. Efectivamente, él, tratando de obtener, de readquirir, de recuperar esa simpatía que siempre ha tenido, llevó a la resolución que es de principios liberales hasta hacerla aparecer como una entidad política dogmática. Efectivamente, enunció este otro postulado:

Si para que la revolución prevalezca se hace absolutamente indispensable la imposición ciega brutal, o como quiera que son, de los elementos que este Gobierno nuestro a que el señor Vadillo muy galantemente califica de revolucionario, desea imponerse, que así se haga. Pues este es un absurdo los más grandes que se han dicho; la Revolución, que enunció como principio en primer término la discusión libre que es uno de los principios del liberalismo, la equidad como base primordial de toda la supervivencia de los seres, la igualdad para todas las lides políticas, la igualdad ante la ley, no puede de ninguna manera convenir con este principio tan atrasado y tan inquisitorial que enuncia el C. Vadillo. Si nosotros hemos recurrido a las armas para derrocar la dictadura de Porfirio Díaz y posteriormente para derrocar la dictadura de Huerta, no fue porque nosotros enunciáramos como principio fundamental el de la fuerza, no; fue porque nuestras convicciones, nuestras verdades no podrán paso de otro modo, después de haberlas probado suficientemente en la tribuna y en la prensa, sino por medio de la fuerza: pero indudablemente que una victoria alcanzada por medio de la fuerza como nosotros la hemos alcanzado, no pude envanecernos, no podría envanecernos ni podría satisfacernos, si nosotros no entramos, si no estamos siempre dispuestos a sostener discusión de esto como de cualquier otro asunto con cualquiera de nuestros enemigos en política, ya sean porfiristas, ya sean huertistas, aun santanistas si los hay.

Sí nosotros queremos únicamente hacer prevalecer nuestra fuerza porque ya la hemos adquirido, sin mantener esa discusión, esa satisfacción que se desprende de la lucha misma, entonces nuestra victoria ha sido muy mezquina, y nosotros no merecemos más que la reprobación de las generaciones venideras. (Voces: ¡Muy bien dicho! Aplausos.) Pero si nosotros como verdaderos liberales y como hombres revolucionarios verdaderamente conscientes, entramos a la lucha porque estábamos plenos de verdad, porque estábamos satisfechos de nosotros mismos, porque nosotros condenábamos con entera sinceridad la conducta de aquellos, nosotros debemos darles todas las oportunidades en que quieran batirse y derrotarlos cuantas veces se presente a la lucha. (Aplausos.)

El C. López Miro: ¡Sí viene Moheno, no lo derrotas!

El C. García Vigil: Y, señores, ¿qué sería de la Revolución sí nosotros viniéramos hoy a pretender perpetuar este a la manera que lo perpetuó Porfirio Díaz? Pues la Revolución daría un vuelco; al cabo de un lustre esto que nosotros llamamos Revolución, sería indiscutiblemente la reacción titulada así por los nuevos revolucionarios. ¿Por qué el señor Vadillo tan pomposamente dice aquí: la Revolución y la Reacción? Que se diga, que nos diga ¿pero quiénes somos los revolucionarios? ¿Los revolucionarios somos los que tomamos las armas para derrocar a un régimen: los revolucionarios liberales somos los que sostenemos los principios y estamos dispuestos a probarlo cuantas veces se nos emplace para ello; los revolucionarios somos los que probamos con hechos los que hemos venido sosteniendo por medio de la palabra al cabo de cierto número de generaciones? ¿O los revolucionarios son los que toman una arma únicamente validos de la fuerza que les da esta arma sojuzgan a sus enemigos y se titulan pomposamente los hombres de los ideales más avanzados? ¿Son revolucionarios los liberales o son revolucionarios los fanáticos? Qué el señor Vadillo piense, que recapacite sobre esta oposición de las ideas y vendrá a cuentas de que en cuestiones políticas, como en cuestiones sociales que son ciencias especulativas, no se ha dicho todavía la última verdad y que tanto unos como los otros nos llamamos revolucionarios a nuestra vez cuando nos conviene y cuando de una manera, ya para unos fines o ya para otros, tratamos de hacer pasarnos ante los ojos del pueblo como los hombres del momento y como los que vamos a darte el bienestar que apetece desde hace tan largo tiempo. Por consiguiente, el C. Vadillo, el enunciar aquí los términos Revolución y Reacción involucrándolos, no ha hecho más que confundirse él mismo. El C. Vadillo no ha dicho absolutamente una verdad: el C. Vadillo ha eludido los conceptos claros, categóricos. Imaginad con el principio del C. Vadillo de que todo Gobierno tiene derecho para imponer a los suyos directa o indirectamente; yo, que no estuve esta mañana en la sesión, sé que se aplaudió a rabiar al C. Vadillo, por las derechas: pues indudablemente ¿qué mejor para los ciudadanos, por ejemplo, Cepeda Mendrano y Avilés (aplausos de las izquierdas) que no tener que contender con nadie? Recuerde la Asamblea que en sesiones recientes, en una sesión reciente se necesitó que el C. Rueda Magro por cinco o seis veces seguidas le hiciera saber que al elegir los Ayuntamientos a sus representantes para el Consejo de Distrito, no estaban obligados forzosamente a elegir a un vecino de la Municipalidad, sino que lo estaban a elegir uno que residiera en la cabecera del Distrito en la capital, sin que por esto hubiera antítesis alguna en el artículo a discusión; si recuerda la confusión en que se encontró el C. Cepeda Medrano cuando al fin de cuentas pudo convencerse de que no había contradicción alguna en ese artículo, pues imaginad si para lo sucesivo el C. Cepeda Medrano no tuviera que contender con nadie que le explicara verdades manifiestas ¿qué ventajoso para él poder ser diputado perpetuidad (aplausos) conforme al principio del C. Vadillo y no necesita de otro medio más que el de la imposición! Con esto es bastante; sobraría campaña política, sobraría todo, el C. Cepeda Medrano seria perpetuamente diputado. (Risas.)

El C. Cepeda Medrano, interrumpiendo: ¿Por qué, hombre? (Murmullos.)

El C. Mariel: Por la ley biológica. (Risas.)

El C. García Vigil, continuando: Pero más aún. El C. Vadillo dice que nuestro Gobierno es fundamentalmente revolucionario y falta fundamentalmente a la verdad.(Risas y aplausos.) Nuestro Gobierno es fundamentalmente reaccionario; es de la más pura cepa porfirista.(Murmullos y siseos de las derechas.) Señores, ¿es posible creer que los doce años de senaduría porfirista del C. Carranza, pueda, de alguna manera, haber ahuyentado de él las características propias de aquel régimen o, al contrario, pueden haberlas robustecido, finalmente delineándolas? Para esto no tendríamos más que ir

al "Diario de los Debates" de aquellas épocas, del 3 de abril de 1901, fecha en que el señor Carranza protestó como senador suplente, a 1910, en que el C. Carranza, por desaveniencia con aquel dictador, se asentó del país...

El Ce peda Medrano, interrumpiendo: Para lanzar su candidatura.

El C. García Vigil, continuando: ...y finalmente vino a dar a las filas de la Revolución. (Murmullos) De esa revista pasada al " Diario de los debates." - que yo he hecho por afición -, (risas), he descubierto que el actual jefe del Ejecutivo, es decir, figura representativa de nuestro Gobierno, tomó la palabra en diez años de ejercicio de senador, una sola vez, para informar a su Cámara del resultado de una Comisión que había presidido para dar a la de Diputados por la muerte de uno de los miembro de ésta. (Risas y aplausos.) Con estos antecedentes, señores diputados, y con todo lo que nosotros estamos presenciando desde algo más de dos años. cuando el C. Carranza se trasladó a Veracruz y desgraciadamente se dejó arrastrar por una corriente diversa que la de la Revolución, ¿podemos decir que nuestro Gobierno es fundamentalmente revolucionario y no solo fundamentalmente, siquiera accidentalmente en este momento revolucionario? Indiscutiblemente no. ¿Qué es otra cosa sino lo que yo digo lo que se desprende de las palabras del C. Vadillo cuando critica a los Secretarias de Estado y, voy a decirlo, respetuosamente les llama idiotas? Pues, ¿cabe en la amplitud mental del cerebro del C. Vadillo desvincular a los Secretarios de Estado o a ciertos secretarios de Estado de la entidad política que entre nosotros se halla Gobierno? ¿Cómo pues, pueden coexistir los hechos, las cosas y consiguientemente las ideas, los conceptos de que nuestro Gobierno sea fundamental, característicamente revolucionario teniendo en la cumbre de él, es decir en las Secretarias de Estado a unos idiotas? ¿Acaso la Revolución es lo que dicen nuestros enemigos, los que vulgarmente se llaman reaccionarios, es únicamente la consecuencia, la consecuencia de un torbellino que ha levantado la hojarasca? ¿Es esto? ¿esto es, señor Vadillo, la Revolución? ¿Entonces la Revolución se hizo para encumbrar a idiotas? (Aplausos de las izquierdas) No, señores, el C. Vadillo inconscientemente encaminó sus pies por el resbaladizo terreno de que él habló esta tarde y en ese resbaladizo terreno viene a caer al abismo de la confusión de su ideas y, sobre todo, para mi es bastante sensible, vino a caer al abismo moral de no proclamar abiertamente su convicción, su puesto que nosotros hemos visto que repetidas veces, cuantas veces se le ha emplazado para ello, quizá por la vanidad que tenemos todos los hombres de nuestra suficiencia intelectual, no ha querido confesar ni que se equivocó abiertamente en lo dicho por la mañana, ni que sostiene con todo el reaccionarismo que para ello es necesario, los conceptos que ha repetido esta tarde. En tal virtud, no queda más sino decir que aquí, así como hubo una palabra que se levantó para proclamar principios enteramente opuestos a los enunciados por la Revolución desde su génesis, también se han levantado varias voces para proclamar, para sostener y para probar lo contrario en la parte en que requiera ser probada. Con esto queda completamente desvirtuado lo dicho por el C. Vadillo y no nos resta más que entonar de nuevo el canto de la Revolución, de la Revolución liberal, porque aquí se ha patentizado que por encima de los sofismas y por encima de los subterfugios, más allá de todas las habilidades oratorias, están las convicciones políticas que sustenten, en primer término de una manera radical, los elementos de las izquierdas y que yo sinceramente reconozco que, aunque sea moderadamente, las sostienen también los de las derechas.(Aplausos.)

El C. Blancarte: Pido la palabra para una interpelación al orador, si me lo permite. (El C. García Vigil asintió.)

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Blancarte: Ha usted acusado o afirmado que el Gobierno, o el Presidente de la República, no es fundamentalmente un Gobierno revolucionario. ¿Tuviera la bondad el señor García Vigil de decirme quién llevó a la Presidencia de la República, como grupo organizado, como partido político al Presidente de la República? ¿No es el "Partido Liberal Constitucionalista" quien lo llevó, y no es usted miembro de ese partido? siendo usted, el partido, ¿por qué no combatió la elevación al primer puesto de la República de C. Carranza? (Murmullos.)

El C. García Vigil: Pláceme demasiado que el C. Blancarte me dé la oportunidad para hablar sobre este, asunto, puesto que el mismo ha circunscripto el caso a mi persona; circunscripto se queda y sólo me falta con testar voy a hacerlo al C. Blancarte. Le manifiesto que en el seno de esta Asamblea existen muchos elementos que, desde su origen, han pertenecido al "Partido Liberal Constitucionalista," que es bien sabido de ellos que desde antes de que el "Partido Liberal Constitucionalista" iniciara su constitución, cuando a mis oídos llegó la pretensión de lanzar la candidatura del C. Carranza para la Presidencia de la República, manifesté que conceptuaba yo eso un fraude a la Revolución; que conforme al principio de la no reelección y conforme a lo estatuído en el mismo Plan de Guadalupe, el C. Carranza, para mantenerse a la elevada altura a que se había colocado por sus hechos y por sus declaraciones sucesivas, debía, con la mayor firmeza, pero con el mayor desinterés también, velar porque la exaltación del hombre que para esto fuera elegido a la Presidencia de la República, se hiciera de la manera más imparcial, conforme a los principios que nosotros hemos sostenido; pero que antes que todo, él que dará exceptuado de este privilegio y que así coronaría la obra que él había iniciado. Esto lo dije antes de iniciarse la constitución del "Partido Liberal Constitucional." lo dije privadamente y algunos me manifestaron que yo, sin haber estado presente a las juntas previas, había resultado electo cuarto vocal de dicho partido; y yo manifesté que si el partido se constituía para lanzar la candidatura del C. Carranza, yo no podía estar conforme con los designios de ese partido. Ocasionalmente fui a las sesiones del "Partido Liberal Constitucionalista" con objeto de que algunas alusiones personal a mí me fuera hechas en mi presencia y poder contestarlas suficientemente, En

esta sesión se presentó el manifiesto en que se lanzaba la candidatura del mismo C. Carranza para la Presidencia de la República y me veo en el caso de repetir, en la Asamblea hay bastantes elementos que estuvieron presentes a esa sesión y a quienes consta que yo únicamente, únicamente yo me levanté a protestar contra aquello, expresando francamente - como siempre lo hago -, lo que con anterioridad ha oído el C. Blancarte. De modo que yo no he faltado de ninguna manera a mis principios y a mis convicciones; las que hoy he manifestado y que han sorprendido al C. Blancarte, han sido expresadas en su oportunidad.

El C. Blancarte: Para completar la pregunta de estos términos......

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Blancarte.

El C. Blancarte: Si el "Partido Liberal Constitucionalista" es emanado de la Revolución, ha tomado en su seno los principios de la Revolución y, naturalmente, procura encarnarlos en forma de poder y llevó a la Primera Magistratura de la Nación al señor don Venustiano Carranza, entonces es que al elevarlo no creyó quebrantar sus principios, y si el señor García Vigil aceptó como honrado a ese partido y por eso está en él o sí no es así, entonces sí quebrantó los principios de la Revolución. ¿Cómo el señor García Vigil está dentro de ese grupo que no ha sostenido esos principios? (Murmullos y voces: ¡Muy bien!)

El C. García Vigil: Señor Blancarte: Yo me he filiado al "Partido Liberal Constitucionalista" con absoluta consciencia. En la misma sesión a que he referido antes, cuando alguien hiciera ver que, en vista de las objeciones presentadas por mí, podía existir algún número de miembros que no estuvieran dispuestos a suscribir aquel manifiesto, también en la misma Asamblea se hizo notar poderosamente la finalidad en el sentido de que todos, desde el momento en que nos habíamos filiado al "Partido liberal Constitucionalista," por disciplina estábamos obligados a acatar sus decisiones, y desde ese momento, puesto que yo había aceptado formar parte del "Partido Liberal Constitucionalista," quedé obligado a la disciplina de ese partido y así he venido actuando. Por eso es que yo, si personalmente tengo mis convicciones respecto al origen y caracteres de nuestro Gobierno, colectivamente, disciplinariamente por lo que respecta a mí, como miembro del "Partido Liberal Constitucionalista," y no solamente del "Partido Liberal Constitucionalista," sino de la Cámara de diputados y consiguientemente del Gobierno mismo, soy, por entidad, por la misma disciplina que he enunciado, sostenedor del Gobierno del C. Carranza; pero no por esto puedo dejar de confesar lo que respecta al origen y caracteres distintos que tiene el Gobierno, al ser representado naturalmente por el ciudadano Presidente de la República el C. Carranza. De modo que no se excluye una cosa ni la otra, sino que coexisten: Si por una parte están mis obligaciones colectivamente, por otra parte están mis convicciones personales y éstas las he sostenido siempre con la misma franqueza y la misma entereza conque las sostengo ahora y las sostendré indefinidamente.

El C. Cepeda Medrano: Pido la palabra para contestar una alusión personal.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Cepeda Medrano. (Siseos.)

El C. Cepeda Medrano: Me cabe la satisfacción muy grande de haber sido en esta Asamblea el único diputado que he tenido, pues no diré más, el buen deseo de no lanzar mi candidatura; lo he manifestado, lo he dicho públicamente y ahora se me reprocha el acto de que si el Gobierno deseara o pudiera poner candidatos, individualmente que Cepeda Medrano sería uno de los candidatos impuestos. No, señores diputados. El señor general Treviño, que está aquí presente, juntamente conmigo, somos los dos únicos en esta Asamblea que hemos tenido grandes deseos de no lanzar nuestra candidatura, a pesar de que nos ha sido ofrecida por muchos ciudadanos de nuestros distritos. ¿Y qué crimen puede haber en ello? ¿Cuántos diputados alientan vehementísimos deseos de que esta ley se termine pronto para inmediatamente lanzar sus candidaturas! Muchos de ellos la han lanzado ya y probablemente se reelegirán. El principio de la Revolución que inició el señor Madero y que secundó patrióticamente el señor Carranza, el "Sufragio Efectivo y la No Reelección," se está relegando al olvido; el "Sufragio Efectivo dentro de la Cámara no ha existido: se ha echado de esta Cámara a muchos individuos que traían miles de votos, aplicándoseles un criterio político de que no habla la Ley Electoral ni la Constitución, con objeto de expulsar a enemigos que estorbaban; y a mí también se me quiso aplicar ese criterio, el cuchillo de tres filos, porque así se antojó a algunos miembros de esta Asamblea.

Ahora el señor García Vigil me hace el cargo de que, individualmente, yo sería diputado perpetuo; y voy a hacer una aclaración. Ha dicho el mismo señor que el señor don Venustiano Carranza fue porfirista, y que estando en la cumbre del Poder, su Gobierno no es revolucionario. ¡Qué equivocado está! Bien se Advierte que no conoce al señor Carranza, como lo conocen muchos individuos de la ciudad de México. Los enemigos gratuitos del señor Carranza no tienen más que..... (Campanillas.)

El C. Presidente, interrumpiendo: Se suplica a los ciudadanos diputados no abandonen el salón, porque se descompleta el quórum, presten atención al orador.

El C. Cepeda Medrano, continuando: Venustiano Carranza fue porfirista, lo dice ¿quién? García Vigil, y lo repite el elemento conservador. Pero sepan todos que Carranza porfirista, ha sido, es y será siempre un gran liberal; ¿pruebas? las tenemos en la historia gloriosa de Coahuila, muy elocuentes pruebas de que él es liberal de abolengo y de que sobre él y su familia no ha caído una sola marcha; todos fueron juaristas y algunos sucumbieron por la causa, lo que es un timbre más de gloria para el señor Carranza. Su abuelo don José María de la Garza murió en el año de 1872 combatiendo contra Porfirio Díaz, el, sosteniendo el sitio con cuarenta hombres y con sus hijas, que fabricaban parque para defender la causa de don Benito Juárez y, sin embargo, no se sabe nada de Venustiano Carranza, porque nunca, cuando nos hemos acercado a él, ha

querido que su biografía circule ampliamente por lo mucho que lo conocemos. También el padre de Venustiano Carranza, don Jesús Carranza, que fue el jefe del Estado Mayor del general Escobedo, que tomó participación en el sitio de Querétaro, que fue el más grande amigo del general Escobedo, tuvo un rasgo heroico, que muy pocos hombres lo han tenido: el señor Jesús Carranza se encontraba en la ciudad de Cuatro, Ciénegas, cuando Porfirio Díaz perseguía tenazmente a don Mariano Escobedo; entonces don Mariano Escobedo no tenía amigos, todos los amigos que antes lo habían adulado cuando estaba en el Poder, se fueron huyendo por temor a la persecución y a las iras de Porfirio Díaz; el señor don Jesús Carranza lo recibió en sus brazos; el señor don Mariano Escobedo iba enfermo de reumatismo y el señor don Jesús Carranza lo curó en un manantial de agua caliente que tenemos en la ciudad de Cuatro Ciénegas. Entonces Porfirio Díaz, sabiendo lo que estaba haciendo don Jesús Carranza, padre de don Venustiano Carranza, ordenó que fuese aprehendido y fusilado y mandó una fuerza de esbirros para que inmediatamente aprehendieran ha don Mariano Escobedo y a don Jesús Carranza; el ciudadano don Jesús Carranza, cuando fue aprehendido, dijo estas palabras: "Yo no seré traidor a un amigo, fusílenme, pues he sido enemigo de Porfirio Díaz y lo seré hasta la muerte, pues he sido defensor de la causa de Juárez y lo seguiré siendo hasta la tumba, y defenderé a Mariano Escobedo cuando para ello tenga todavía una gota de sangre." Entonces aquellos esbirros le formaron el cuadro, pues estaban ansiosos de ver correr sangre inocente, y lo intimidaron de la manera más oprobiosa; entonces con un mozo el señor don Jesús Carranza mandó decirle a don Mariano Escobedo que huyera a la sierra, que se escondiera, porque él ya había caído en manos de la dictadura, que él daría su vida por salvar a un hombre tan grande como don Mariano Escobedo; entonces, don Mariano Escobedo, recogiendo el caballo que llevaba el mozo, le dijo: " ¿Dónde está don Jesús Carranza?" Y el mozo le contestó: "Está en la Presidencia Municipal y le están formando el cuadro;" entonces don Mariano Escobedo, hombre de valor, de entereza y de empuje, se presentó en la Presidencia Municipal y, con asombro de aquellos esbirros, dijo: "Mariano Escobedo es el responsable de todo y Mariano Escobedo viene a salvar a un buen hombre tan grande como Jesús Carranza." Entonces don Jesús Carranza lo acompañó hasta la Capital de la República, el único amigo que tenía cuando había sido uno de los hombres que habían obtenido tantos triunfos y glorias como el general Escobedo. No porque éste fue Ministro de la Guerra, sobre él prueba caer la marcha que ahora se lanza el señor Carranza, de que fue porfirista. Así como don Mariano Escobedo nunca cambió de doctrinas, ni de principios, si se doblegó ante el dictador, también el señor Carranza, juarista de abolengo, liberal por excelencia y hombre de entereza y de valor civil, no puede merecer que se le lancen impunemente cargos.

Después, en 1909, lanzó su candidatura en Coahuila, enfrentándose a Porfirio Díaz y luchando en contra de la que querían hacer triunfar los esbirros del Gobierno en la designación del encargado del Gobierno local; el señor Carranza fue llamado a la Capital de la República y, en conferencia que tuvo con el dictador, le dijo que no renunciaría a su candidatura; así lo hizo, pues al volver a Coahuila dijo al pueblo en hojas sueltas: "Carranza nunca renunciará mientras haya un solo ciudadano coahuilense que sostenga su candidatura para Gobernador del Estado." Estos son hechos históricos.

Hay más todavía: El señor don Venustiano Carranza, justamente con su hermano don Emiliano, en 1890, se levantaron en Coahuila, lo cual sabe bien el C. diputado Aguirre Escobar, que también tomo participación activa de ese movimiento; entonces el señor Carranza demostró su entereza, su valor civil y su anhelo por las libertades del pueblo. Si don Emilio Carranza fue electo diputado al congreso de Coahuila y don Venustiano senador al Congreso de la Unión, se debió precisamente al temor que don Porfirio les tenía, así como temía al general Victoriano Cepeda, al general Corona, al general Martínez y a otros, a quienes trataba de llevar a su lado dándoles algún puesto público para que colaboraran en la obra de engrandecimiento que, se decía, iba a tener el pueblo mexicano. Si sobre el señor Carranza puede caer el titulo de cobarde, ¿entonces qué vamos a decir del general Escobedo, que fue Ministro de la Guerra? El general Escobedo no es acreedor a que se le estigmatice, fue siempre un patriota y un liberal a toda prueba; y bien sabemos por qué en aquellos momentos difíciles admitió, como otros insignes ciudadanos, desempeñar un puesto público. ¿Pero defraudaron los intereses del pueblo, se les puede demostrar que obraron de mala fe, con dolo o que hicieron algo que se les pueda restregar en la frente como ignominia y baldón? No, señores, si Venustiano Carranza tiene el anatema que le han lanzado aquí de no haber hablado más que una sola vez en la Cámara, señores, cuántos diputados en todos los Congresos no hablan ni una sola vez; cuántos diputados aquí mismo, que son dignos de toda nuestra atención y respeto, no han hablado ni una sola vez! ¿No hemos escuchado de los labios del señor Urueta decir esta frase: "Estos señores diputados que hablan, pues hablan mucho; otros son silenciosos, pero los silenciosos, pero los silenciosos tienen la estimación, tienen el afecto, tienen la cordura, tienen el aprecio, tienen la estimación de todo el mundo? " Después vamos a estudiar la vida de don Venustiano Carranza en 1910...

El C. Pruneda, interrumpiendo: ¡Moción de orden!

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Pruneda: El señor Cepeda Medrano pidió la palabra para alusiones personales; yo desearía saber si el señor Cepeda Medrano es Venustiano Carranza y, si no, que en ese caso se concrete al asunto para que pidió la palabra. (Risas.)

El C. Presidente: La Presidencia suplica al C. Cepeda Medrano que se concrete al asunto para que ha pedido la palabra.

El C. Cepeda Medrano, continuando: Yo pedí la palabra para contestar alusiones personales y para una aclaración, para un hecho, y tengo derecho para ello, puesto que todos los oradores que han hablado aquí no han sido interrumpidos. ¿Por qué ahora que se trata de la personalidad de don Venustiano Carranza que ha sido insultado, por qué no se nos permite, ya que él no puede defenderse, que lo

defendamos los que lo conocemos? ¿Acaso he dicho algo que no es verdad? Escuchad, señores diputados, para que no estén ustedes en la creencia, ni tampoco el pueblo.

Hace pocos días que leí un editorial del señor Octavio Campero escrito en "El intransigente," con este rubro: "Venustiano Carranza fue porfirista." Muy bien, pero de todos los conceptos del señor Campero no se desprende más que es un hombre de entereza, de energía y que nada absolutamente puede reprochársele. Después, en la Revolución de 1910 hemos visto la inmensa, la activa participación que tomó en los tratados de Ciudad Juárez; sabemos perfectamente bien la participación activa que tomó en Coahuila y la labor eficiente que desarrolló y después sabemos que el día 20 de marzo de 1913 se declaraba la rebeldía contra el Gobierno del Centro y hacía triunfar esta gloriosa Revolución.

El C. Secretario Aranda: Está a discusión el artículo 51 y tiene la palabra en contra el C. Velásquez.

El C. Rueda Magro: Moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Rueda Magro: Entiendo que debe procederse a la votación de los artículos 48 y 54.

El C. Presidente: Se aclara a Su Señoría que se ha seguido el sistema de que los artículos objetados se voten al terminarse la discusión de todos los comprendidos en un capítulo, haciéndose una votación por eliminación para que resulte más rápido. Tiene la palabra en contra del artículo 51 el C. diputado Velásquez.

El C. Velásquez: Espero que las Comisiones hagan antes una aclaración de la parte final del artículo 52, que dice: "Los representantes de partidos políticos y de los candidatos independientes que hayan registrado su nombramiento, vigilarán todas las operaciones." Como la infracción a lo que preceptúa esta Ley se castiga en todos los casos de acuerdo con las disposiciones que hemos leído, más las que previene el artículo 109, yo entiendo que quedaría mejor el artículo poniendo: "podrán vigilar todas las operaciones." De otra manera parece que impone una obligación, cuando se trata de un derecho, de una prerrogativa , de que se pueden vigilar las operaciones electorales, y no de una obligación, de tal manera que si no se cumple, se imponga una pena. Es lo más conveniente de acuerdo con el espíritu de la Ley.

El C. Rueda Magro: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Rueda Magro.

El C. Rueda Magro: Tiene razón el C. Velásquez: no se trata de una obligación de la que no pueda prescindirse, sino de un derecho que tienen los representantes de los partidos políticos y de candidatos independientes. En consecuencia, esa es la mente del artículo; se puede vigilar, no se impone una obligación.

El C. Presidente: No habiendo más oradores inscriptos, se pregunta a la Asamblea, en votación económica, si considera suficientemente discutido el artículo.

El C. Secretario Aranda: Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. Se reserva para su votación. Está a discusión el artículo 49, que dice:

"Articulo 49. La votación recibida en las casillas electorales instaladas con violación de las disposiciones contenidas en los dos artículos anteriores, será nula, a reserva de aplicar la pena que señala la Ley a los responsables de esas infracciones."

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Cepeda Medrano.

El C. Cepeda Medrano: En una aclaración que hizo esta mañana el C. Alvarez del Castillo, dijo, hablando del voto secreto, que todo lo que quedaba establecido en esta Ley, no se llevaría a la práctica tal y como estaba escrito; y que las deficiencias que se notaran y todo lo que no pudiera hacerse de estricto acuerdo con ley, no sería motivo para pedir la nulidad de las elecciones; pero en el artículo 49 queda establecido lo siguiente: "La votación recibida en las casillas electorales instaladas con violación de las disposiciones contenidas en los dos artículos anteriores, será nula, a reserva de aplicar la pena que señala la Ley a los responsables de esas infracciones." Sabemos perfectamente bien que las leyes se dictan y se hacen para cumplirse, de otro modo no queremos tener hermosas leyes, si sabemos que no se van a cumplir ninguno de sus preceptos legales. Si la Ley actual está hecha para cumplirse, y no puede cumplirse porque es imposible de ponerse en práctica porque no podrán hacerse esos reservados, esos gabinetes ni todo lo que detalladamente se explica en esta Ley, es evidente, señores diputados, que se va ha pedir en cada uno de esos casos la nulidad de las elecciones y con justicia y con derecho citando artículos dentro de la misma Ley, pero ni ahora, ni después de ahora se llevará a la práctica todo esto, porque es imposible. Tenemos aquellos pequeños burgos de que nos hablaba el ingeniero agrónomo con esa palabra suya, de esos pequeños burgos de que tanto nos cuenta y que nosotros lo conocemos perfectamente bien porque somos naturales de esos pequeños burgos. Decía ese señor ingeniero agrónomo León que en esos pequeños burgos era imposible hacer todo lo que se dice aquí; que allí aquellas gentes no entienden nada, pues para casarse los mozos necesitan el consejo patriarcal del hombre más apto y capaz y para otros asuntos de la vida también necesitaban intermediario y no sé qué otras cosas; pero esos pequeños burgos señalados por este señor ingeniero agrónomo, indudablemente que ha llegado a la conciencia de nosotros que en realidad en esos lugares no puede establecerse la Ley y no puede llevarse a la práctica en la forma en que queda establecida. ¿Cómo vamos a pedir allí que pongan locales amplios, con una sola entrada y una salida a la derecha y todas las comodidades y después decimos en un artículo de la misma Ley que las votaciones que no efectúen en esta forma serán nulas? Sencillamente, señores vamos a declarar nula una gran cantidad de elecciones, las elecciones en muchas casillas van a quedar sin efecto, no van a

tomarse en consideración y todo eso naturalmente afectará a la mayor parte de los diputados. Por interés nuestro, por interés de los diputados que van a reelegirse, justo es y conveniente que no se ponga está cláusula tan terminante y tan injusta. En estos casos, y lo hemos dicho públicamente, se dispensarán todas las deficiencias y todos los errores, porque comienza el ciudadano a practicar sus derechos; comienza la vida política de los mexicanos; empieza una nueva etapa de libertad; entramos a la vida democrática, etc. Todo esto lo sabemos y por lo tanto no debemos esperar que tengamos ciudadanos perfectos y que las elecciones se verifiquen como si se hiciesen en un gabinete o en el bufete de algún licenciado; no, todos los expedientes de las elecciones vendrán plagados de muchísimos defectos, no por mala fe, si no por ignorancia y por la imposibilidad de practicarse todo lo que esta Ley establece.

Si estamos convencidos de que esta Ley preceptúa actos que por ningún concepto pueden llevarse a efecto, no debemos aprobar artículos en que se dice que se declara la nulidad de las elecciones por este o por cualquier otro error, y, ¡asómbrense ustedes!, no se conforman con esto, sino que además se imponen fuertes penas, Y aunque en este periodo se presentan algunos artículos transitorios que modifican en gran parte la Ley, esto no quiere decir que en lo futuro no se lleve a la práctica la totalidad de los preceptos de la misma. Algunos diputados, platicando conmigo, me han dicho que la Ley es impracticable; que lo comprenden, pero que es necesario echarla al público cuanto antes, porque después de la nueva Legislatura formará una Ley más adecuada a nuestras costumbres, a nuestro medio y a nuestras necesidades. Si eso va a suceder, como sucederá indefectiblemente, debemos nosotros estudiar y dictar una Ley que no nos ponga en ridículo. La Ley, al decir que es nula la elección y estableciendo penas severísimas, sí nos llevará a tal externo. En efecto, determina que a un individuo que cometa tal o cual infracción, se le impondrán cien o quinientos pesos de multa, se le castigaría con prisión de cinco años y perderá sus derechos electorales durante diez años. Señores, faltó al final de todo esto, decir que se le aplicará la pena capital. No concibo que los legisladores actuales vayan a tener en su cerebro ideas de esa naturaleza, es decir, que porque un hombre comete una falta involuntaria, porque no tuvo conocimiento de esta Ley, se le van a aplicar tres penas; ¿en qué legislación, en qué país del mundo, en qué código vemos establecidas tres, cuatro o cinco penas para un individuo? ¿Qué queremos hacer con ellos? Aniquiles a todos los ciudadanos, aniquilen a todos los individuos quitándoles todos sus derechos, métanlos a cárcel, arránquenles sus pequeñas propiedades y entonces se habrá hecho más, pero digámoslo francamente. Yo entiendo que una legislación para nuestro país, y más en asuntos electorales, debe tomar su consideración su estado de atraso; que estamos aprendiendo a ser demócratas, que apenas comenzamos esta nueva lucha política y que es natural que se cometan muchas irregularidades y tal vez algunas faltas y hasta delitos; pero para eso ¿vamos a aplicar tres o cuatro penas? No, señores diputados, si esto va a suceder, es una cosa espantosa; no puede escribirse, no puede concebirse, no puede admitirse en el cerebro de muchos hombres honrados. Yo no conceptúo, no creo que ustedes tengan la intención de que al individuo se le aniquile, que se le haga desaparecer tan sólo por que comete una falta insignificante. Seamos más consecuentes con nuestros principios; convengamos en que todas las personas que pueden hacer layes, que el individuo no va a hacer leyes, va a ejercer su derecho, va a votar y que, en consecuencia, pues si comete algún error, justo es que se dispense. Pero así como estamos aprobando esta Ley con tanta violencia y así como lo estamos haciendo en este caso, que no fijamos porque queremos despachar la Ley, entonces, señores diputados, todo lo que nos dice aquí será absurdo, legalmente hablando, y no podemos estar nosotros conformes. No es que vengamos aquí, lo vuelvo a repetir con deseos de hacer obstrucción a esta Ley y hacer pasar el tiempo, de hacerlo perder a la Asamblea, no: lo que queremos es que se modifiquen estos errores y entonces nosotros daremos nuestro voto a favor.

El C. Díaz González: No hay quórum.

El C. Secretario Aranda: No habiendo más oradores inscriptos ni en pro ni en contra del artículo 49, se consulta a la Asamblea, en votación económica si se considera suficientemente discutido el asunto...

El C. Bravo Izquierdo: Pido la palabra....(Voces: ¡No hay quórum!)

El C. Presidente: ¿Con qué objeto?

El C. Bravo Izquierdo: Para suplicar a las Comisiones se sirvan contestar las objeciones que hizo el señor Cepeda Medrano a la Ley, pues en seguida tendré que hacer uso de la palabra, la solicitaré de usted.

El C. Rueda Magro: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Rueda Magro.

El C. Rueda Magro: Las Comisiones ya han contestado mucho sobre el mismo asunto del voto secreto y no tiene obligación de contestar los argumentos que se presenten, sobre todo cuando no los juzgan serios.

El C. Bravo Izquierdo: Pido la palabra en contra. (Voces: ¡No hay quórum!)

El C. Díaz González: Pido que se rectifique el quórum.

El C. Presidente: Habiéndose reclamado el quórum, se va a pasar lista.

El C. Secretario Aranda, después de pasar lista: Hay una asistencia de 131 ciudadanos diputados. Hay quórum.

El C. López Lira: Pido la palabra para una proposición.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. López Lira: Se han discutido los artículos referentes al voto secreto, que es la parte fundamental de la Ley; y sobre estos artículos ha habido un debate interesante e intenso, por lo que bien merece la importancia del asunto y la solemnidad de la Ley que dediquemos una votación especial a los dos artículos. Precisamente faltan alderredor de 20 minutos para que termine la hora reglamentaria, y estos 20 minutos podrían aprovecharse en hacer la votación: de lo contrario, iniciada

una discusión sobre cualquier artículo, quedaría trunca, porque no es el caso suponer que se prorrogaría sesión, ya que esta mañana se trabajó hasta la una y media y hoy hasta la hora reglamentaria. En concreto: suplico que se pongan a votación los artículos que se refieren al voto secreto y después se dé por terminada la sesión. (Aplausos.)

El C. Presidente: La Mesa cree muy atinada la proposición del C. López Lira. y en tal virtud se van a poner a votación los artículos 48 y 54 de la Ley, que son los relativos al voto secreto; pero terminada la votación, si ha espirado la hora reglamentaria, la Mesa consultará si se prorroga la sesión, por considerarlo patriótico.

El C. Secretario Aranda: Se procede a la votación nominal de los artículos 48 y 54, que dicen...

El C. Pardo Alfonso, interrumpiendo: Pido la palabra para interrogar a la Mesa sobre si se van a votar juntamente los dos artículos... (Voces: ¡Sí sí!) Pido que se separen...(¡Voces: ¡No, no!)

El C. Prosecretario de la Barrera: Por la afirmativa.

El C. Prosecretario Sánchez Tenorio: Por la negativa. (Se recogió la votación.)

El C. Prosecretario de la Barrera: Aprobado el artículo 48 del capítulo V de la ley Electoral, por 118 votos de la afirmativa contra 17 de la negativa de los ciudadanos siguientes: Araujo, Arellano, Avilés, Barragán, Cabrera Federico, Cepeda Medrano, Cristiani, Dávila, García Pablo, Pardo, Parra, Ramírez Genaro, Ríos Santos, Rojas Dugelay, Sogovia, Velázquez y Ventura, Y aprobado el artículo 54 del mismo capítulo de la propia Ley por 118 votos de la afirmativa contra 17 de la negativa de los ciudadanos diputados siguientes: Araujo, Arellano, Avilés, Barragán, Martín Cabrera Federico, Cepeda Medrano, Cristiani, Dávila, García Pablo, Pardo, Parra Ramírez Genaro, Ríos Santos, Rojas Dugelay, Segovia, Velázquez y Ventura. - El mismo C. Prosecretario: habiendo transcurrido la hora reglamentaria, la Presidencia ordena se pregunte a la Asamblea, en votación económica, si se prorroga la sesión. Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. No se prorroga.

- El C. Presidente, a las 7:58 p.m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez de la mañana.