Legislatura XXVII - Año II - Período Ordinario - Fecha 19171017 - Número de Diario 35

(L27A2P1oN035F19171017.xml)Núm. Diario:35

ENCABEZADO

MÉXICO, MIÉRCOLES 17 DE OCTUBRE DE 1917

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

PERÍODO ORDINARIO XXVII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 35

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

CELEBRADA EL DIA 16 DE OCTUBRE DE 1917

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.

2. -A petición del C. Esquivel, se da lectura a un documento. Se concede licencia al C. diputado Flores Garza. Proposición de varios CC. diputados para que se nombre una Comisión que presente el proyecto de reglamentación del artículo 123 constitucional. La retiran sus autores. Primera lectura del dictamen de la 1a. Comisión de Hacienda, relativo a la pensión a la señora Josefina Salazar y Matamoros. Primera lectura del dictamen de las Comisiones unidas, 1a. y 2a. de Hacienda, sobre autorización al Poder Ejecutivo para modificar los aranceles. Primera lectura de las Comisiones 2a. Agraria y Especial de Reglamentación del artículo 27 constitucional, referente a la iniciativa presentada por varios CC. diputados, para que se declaren de utilidad pública las tierras laborales sin laborar.

3. - Continúa la discusión del proyecto de Ley de Suspensión de Garantías individuales. Se acuerda que se siga esta discusión en sesión pública. Rectifican hechos varios CC. diputados. Se suspende la discusión para dar cuenta con una iniciativa que propone el nombramiento de una Comisión que reciba a los marinos argentinos. Reclamado el trámite y discutido, no subsiste, y continúa la discusión suspendida.

4.- Se vuelve a dar cuenta con la iniciativa relacionada con la llegada de los marinos argentinos. Se aprueba. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. LÓPEZ LIRA JESÚS

(Asistencia de 131 CC. diputados.)

El C. Presidente, a las 4.18 p. m.: Se abre la sesión.

El C. Secretario Aranda: "Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados, el día quince de octubre de mil novecientos diez y siete.

"Presidencia del C. Sánchez Pontón Luis.

"En la ciudad de México, a las cuatro y diez y ocho de la tarde, del lunes quince de octubre de mil novecientos diez y siete, con asistencia de ciento treinta CC. Diputados, según consta en la lista que previamente pasó el C. Secretario Aranda, se abrió la sesión.

"El mismo C. Secretario leyó el acta de la sesión celebrada el día trece de los corrientes, la cual, sin discusión, se aprobó en votación económica.

"Presidencia del C. Aguirre Colorado Ernesto.

"El C. Secretario Portes Gil, dio cuenta con los siguientes documentos:

"Dos oficios de la H. Cámara de Senadores, con los que devuelve, modificados, los proyectos de ley que conceden pensiones a las señoras Arcadia Enríquez viuda de Herrera y Carmen Alatriste viuda de Serdán. - Recibo y a la 1a. y 2a. Comisiones de Hacienda, respectivamente.

"Circular del Congreso del Estado de Querétaro, remitiendo cinco ejemplares de la Constitución Política de ese Estado.- Recibo y al archivo.

"Telegrama procedente de Pachuca, Hidalgo, en que el C. Nicolás Flores, Gobernador Constitucional de aquel Estado, avisa que se hizo cargo nuevamente de su puesto, terminada la licencia de que venía disfrutando.- De enterado.

"Circular del Gobernador del Estado de Veracruz, C. Cándido Aguilar, en que comunica lo mismo que el C. Gobernador de Hidalgo, en el mensaje anterior.- De enterado.

"Circular del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Colima, participando que quedó instalado constitucionalmente, y que funcionará hasta el treinta y uno de agosto de mil novecientos diez y nueve.- De enterado.

"Memorial subscrito por el C. Cayetano Sánchez, en que hace una relación de los servicios que a la causa constitucionalista prestó el gremio de obreros panaderos, y en que invita a la diputación por el Estado de Veracruz, para que procure aliviar la situación de esos obreros que en algunas poblaciones de dicho Estado, son maltratados y trabajan diez y seis y veinte horas diarias.- A la Comisión de Peticiones.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales que termina con un proyecto de ley que concede al C. Carlos Félix Díaz permiso para usar la condecoración que le confirió el Gobierno

de la República de Bolivia.- Primera lectura.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales, que en su parte resolutiva contiene un proyecto de ley que autoriza a los CC. coronel Alberto Salinas y capitanes Felipe Carranza, Benjamín J. Venegas y Guillermo Villasana para usar la condecoración que les confirió el Gobierno de la República de El Salvador.- Primera lectura.

"Proyecto de ley que autoriza a los Gobiernos de los Estados, para crear su deuda interior agraria, subscripto por los CC. Luna Enríquez, Villarreal Filiberto C. y Ernesto Aguirre Colorado.- Segunda lectura.

"Presidencia del C. Sánchez Pontón Luis.

"Después de que el C. Luna Enríquez, fundó este proyecto de ley, la Asamblea, en votación económica, acordó admitirlo a discusión, turnándose a la Comisión especial del artículo 27 de la Constitución.

"Memorial subscripto por los CC. Jerónimo Márquez, M. Trejo y José Vadillo, fechado en mineral de Pozos, Guanajuato, en que se quejan de arbitrariedades que con los obreros están cometiendo, las empresas mineras de aquel Estado, y solicitan la ayuda de esta H. Cámara para mejorar su situación. Este memorial lo hacen suyo los CC. Sepúlveda, Ríos Landeros, López F. Ricardo, López Ignacio, Mendoza, López Lira, Zavala y González Justo, quienes al calce del mismo firman una proposición, que dice:

"Que se nombre una Comisión que se acerque al Ejecutivo, a fin de pedir una ayuda para dichos obreros y poner en su conocimiento la situación de estos últimos."

"Concedida la dispensa de trámites a esta proposición, después de haberla apoyado el C. Sepúlveda, la Asamblea, la aprobó en votación económica, sin que nadie hiciera uso de la palabra.

"El C. Cruz interpeló a la Mesa sobre si las Comisiones respectivas habían presentado ya algún proyecto de reglamentación del artículo 123 constitucional, a lo que la Presidencia contestó que no; pero que ya se les había excitado para que lo presentaran. El C. Neri, como miembro de dichas Comisiones, hizo una aclaración a este respecto.

"La Mesa nombró para integrar la Comisión que ha de acercarse al Ejecutivo, a fin de solicitar ayuda para los mineros de Guanajuato, a los CC. Sepúlveda, Siurob, López Lira, Ríos Landeros, Morales Hesse y Secretario Aranda.

"Proposición subscripta por los CC. García Jonás, Garza González, Gárate, Mariel, Castañeda, Aguirre Berlanga, Lailson Banuet, Soto, Blancarte, Ruiz Juan A., Morales Hesse y Carrillo Iturriaga, que dice:

"Los subscriptos, pedimos a la H. Asamblea que, en virtud de ser ya de suma urgencia, se trate en la sesión de hoy la Ley de Suspensión de Garantías."

Tomada en consideración por la Asamblea, fue puesta a discusión, y sin que nadie hiciera uso de la palabra, se aprobó en votación económica, por lo que la Secretaría, con fundamento en el artículo 107 reglamentario, manifestó que se suspendía la discusión del dictamen relativo al proyecto de Ley Orgánica de las Secretarías de Estado, que figuraba en la orden del día, para abrir el debate sobre el dictamen de las Comisiones unidas 1a. y 2a. de Justicia y 2a. de Puntos Constitucionales, que consulta el proyecto de ley relativo a suspensión de garantías individuales.

"El C. Peralta reclamó el tramite de la Mesa que ponía este asunto a discusión en sesión pública, y en pro de dicho trámite habló el C. Manjarrez, después de lo cual la Asamblea lo aprobó.

"A discusión en lo general, el C. Rivera Cabrera habló en contra; en pro el C. Siurob, y en contra el C. Peralta.

"El C. Peña interpeló a la Mesa sobre el cumplimiento del artículo 125 del Reglamento; y la Secretaría informó sobre el particular; también preguntó el C. Peña si se había citado para esta discusión al C. Subsecretario Encargado de la Secretaría de Guerra y Marina, y en esta vez contestó la Presidencia con una aclaración.

"Acto seguido, el C. Secretario Alonzo Romero dio cuenta con una proposición subscripta por los CC. Manrique y Aranda, que dice:

"Primera. Constitúyase la Cámara de Diputados, en sesión permanente, con objeto de aguardar la llegada del C. Secretario de Guerra y Marina, quien deberá presentarse a informar sobre el actual estado militar del país, con relación con la Ley de Suspensión de Garantías que se discute, y con fundamento en la parte final del artículo 93 constitucional.

"Segunda. Nómbrese una Comisión de la propia Cámara de Diputados, para comunicar este acuerdo al C. Secretario de Guerra y Marina."

"La votación relativa a la dispensa de trámites para esta proposición, dio lugar a que el C. Rivera Cabrera, usando de la palabra para mociones de orden, reclamara dicha votación, y a aclaraciones de la Secretaría y de la Presidencia, después de las cuales se llevó a cabo nueva votación, comisionándose a los CC. Manjarrez, Paredes Colín, Rocha y Rivera Cabrera, para el recuento de votos. El mismo C. Rivera Cabrera se desistió de su reclamación pero la Presidencia manifestó que tenía que cumplir con el precepto reglamentario, realizando el recuento de votos. Los comisionados informaron que había noventa y ocho votos de la afirmativa, contra treinta y ocho de la negativa, por lo que la Secretaría declaró dispensados los trámites a la proposición, que fue puesta a debate.

"El C. Robledo usó de la palabra en contra, y en pro el C. Manrique, quien se apoyó en la parte final del artículo 93 constitucional, la cual leyó.

"Considerada suficientemente discutida, fue desechada en votación económica.

"Se reanudó la discusión del dictamen relativo al proyecto de Ley de Suspensión de Garantías, y pasó a la tribuna para informar a nombre del Ejecutivo, el C. Subsecretario Encargado del Despacho del Interior; en pro habló el C. Avilés, a quien la Asamblea prorrogó el término que fija el Reglamento a los oradores; y una vez que terminó este ciudadano, la Presidencia declaró que se suspendía la discusión de ese proyecto de ley, para pasar a sesión secreta, a fin de tratar asuntos urgentes, pero que antes se concedería la palabra para rectificación de hechos, al C. Aguirre Escobar, quien pasó a la tribuna con ese objeto. El C. Secretario Aranda, a petición del orador, leyó un documento,

y la Presidencia contestó una interpelación del mismo.

"Terminado el discurso del C. Aguirre Escobar, se comisionó a los CC. Lizalde, Luna Enríquez y Esparza para hacer una visita de condolencia al C. diputado Rafael Márquez, con motivo de la muerte de un miembro de su familia.

"A las ocho y cinco de la noche se cerró la sesión."

Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Aprobada.

Presidencia del C. SANCHEZ PONTON LUIS

El C. Secretario Portes Gil: El C. diputado Aureliano Esquivel ha pedido la lectura del siguiente documento:

"Grave conflicto con el Gobernador de Coahuila.

"Se considera atropellado el Presidente Municipal de Allende.

"Ha surgido en el Estado de Coahuila un grave conflicto entre el Gobernador provisional, general Bruno Neyra, y el Ayuntamiento de Allende, población de aquella Entidad federativa.

"Ayer se recibió en la Suprema Corte de Justicia un telegrama, en el cual la referida corporación municipal se queja del general Neyra, sin causa justificada y sin darle previo aviso, procedió arbitrariamente a aprehender por medio de la fuerza armada al Presidente Municipal, señor Julián M. Monte. quien con toda clase de vejaciones fue llevado a Saltillo, donde actualmente se encuentra preso.

"Estima el Ayuntamiento de Allende que el Gobernador se ha salido de sus facultades hollando los derechos que a dicho Ayuntamiento concede la ley y, por lo tanto, piden a la Suprema Corte que desde luego intervenga en ese asunto.

"La Suprema Corte contestó ayer mismo que el asunto es de la competencia del Juzgado de Distrito de aquella entidad, al cual deberá dirigirse la queja que dejamos apuntada."

- El mismo C. Secretario: "H. Asamblea:

"El que subscribe, diputado al Congreso de la Unión por el 11 distrito electoral del Estado de México, ante vuestra consideración manifiesta que: Teniendo la urgente necesidad de atender de una manera especial la curación de una enfermedad que por el momento me aqueja, y habiendo consultado a un facultativo, que, para conseguir la curación, necesito pasar a Tehuacán por espacio de dos meses para conseguir de esta manera el alivio seguro, por lo que respetuosamente pido que con dispensa de todo trámite se me conceda una licencia de dos meses con goce de dietas adelantadas para llevar a cabo mi curación.

"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso General. - México, a 16 de octubre de 1917.- V. Flores Garza."

Se suplica a los CC. diputados se sirvan prestar atención a la lectura de documentos. En votación económica se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites a la solicitud que se acaba de leer. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. ¿No hay quien pida la palabra?

El C. Rocha: Pido la palabra en pro si hay quien hable en contra.

- El mismo C. Secretario: En votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se concede la licencia.

- El mismo C. Secretario: "CC. diputados:

"En vista del informe que la Comisión de Trabajo y Previsión Social, rinde a Vuestra Soberanía manifestando que no existe en su poder proyecto alguno que abarque totalmente la reglamentación del artículo 123 constitucional; de lo cual se desprende que sólo están en estudio los proyectos aislados que sobre este punto se han presentado, éstos no entrañan la resolución del problema del trabajo.

"Nosotros, atentos al precedente ya establecido en ocasión de la Ley de Tribunales y al artículo 27 de la Constitución, en que se nombraron Comisiones especiales que presentaran los proyectos de reglamentación respectivos, atentos también a las innumerables dificultades que los trabajadores tienen día a día con los capitalistas, quienes se niegan a cumplimentar el artículo 123 so pretexto de la falta de reglamentación del mismo, pedimos a Vuestra Soberanía que, dispensado todo trámite apruebe el siguiente acuerdo económico:

"Único. Nómbrese una Comisión especial que se encargará de presentar el proyecto de reglamentación del artículo 123 constitucional.

"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D.F., octubre 15 de 1917.- Froylán C. Manjarrez.- José Luis Figueroa. - Basilio Vadillo."

La Mesa informa a los CC. diputados firmantes de esta moción, que de las Comisiones especiales que se nombraron para el estudio de las leyes reglamentarias de la Constitución, la primera está encargada de hacer el estudio de la reglamentación del artículo 123 constitucional, por lo que juzga que no tiene caso ya esta moción.

El C. Figueroa José Luis: Pido la palabra señor Presidente, para una aclaración.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Figueroa: Antes de presentar nosotros esta proposición a la H. Asamblea, fuimos informados de que no había una Comisión especial que se encargara de la reglamentación del artículo 123; por esta razón nosotros presentamos esa moción.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Rueda Magro.

El C. Rueda Magro: CC. diputados: Se nombraron tres Comisiones especiales para el estudio de las leyes reglamentarias de los artículos constitucionales a que se refiere el artículo transitorio último de la Comisión que está en vigor, y al

hacerse la distribución entre las tres Comisiones, como antes dije, a la primera tocó en suerte el hacer el estudio especial del artículo 123 constitucional, que se refiere al trabajo. Las Comisiones unidas creyeron dentro de su competencia distribuirse estas leyes y aquellas que no estaban expresamente determinadas en el artículo 16 transitorio, porque en este artículo solamente se indica que se dará preferencia a ciertas y determinadas leyes, pero se habla de que se procure hacer todas, y como consideramos que una de las más interesantes y trascendentales es la del trabajo, se hizo la distribución indicada y a la Comisión primera tocó el hacer el estudio correspondiente.

El C. Figueroa: Pido la palabra, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Figueroa: Para suplicar a la H. Asamblea se sirva conceder permiso de retirar la moción y para suplicar respetuosamente al señor Presidente se sirva recomendar a esa Comisión, a fin de que presente el proyecto lo más pronto que sea posible; pues todos sabemos que es interesantísima, y como decimos en la exposición de motivos de nuestro acuerdo, los trabajadores están teniendo dificultades diariamente con los capitalistas. Queremos que estas dificultades sean solucionadas de la mejor manera posible y lo más pronto que sea posible también.

El C. Presidente: La Presidencia informa a Su Señoría que, de preferencia, la Comisión está estudiando este asunto; ya existe algún proyecto en cartera; por lo tanto, se tomará en cuenta la moción de ustedes y se hará la excitativa a la Comisión para que, a la mayor brevedad posible, se presente ese proyecto.

El C. González Jesús M.: Como Presidente de la 2a. Comisión de Trabajo, deseo hacer una aclaración.

El C. Presidente: ¿Con qué objeto desea hacer uso de la palabra?

El C. González Jesús M.: Para referirme al mismo asunto.

El C. Presidente: Tiene usted el uso de la palabra.

El C. González Jesús M.: He abordado la tribuna, señores diputados, porque me quiero hacer oír de todos, pues este asunto que se está tratando es de sumo interés para que así se haga. Yo, como Presidente de la 2a. Comisión de Trabajo, comprendo que tengo una gran responsabilidad en esto, aun cuando se halla encomendada la reglamentación del artículo de que se trata, a 1a Comisión de Trabajo, cada uno, no solamente yo como Presidente de la 2a. Comisión, sino cada uno de los miembros de la Comisión, debe esforzarse por cumplir con esa comisión. Yo, desgraciadamente, he tropezado con muchos egoísmos para poder encontrar documentos y leyes que ya están hechas, y que pudieran servirnos mucho para inspirarnos en ellas o para copiar mucho de lo bueno que éstas tienen; repito que he tropezado con muchos egoísmos para poder cumplir debidamente con la comisión que me ha encomendado esta H. Asamblea. Si tuviera que mencionar detalles, sería muy penoso para mí y más penoso todavía para esos egoístas a que me vengo refiriendo. Yo suplico también, muy atentamente al C. Presidente, que se sirva informar a la Asamblea cuál fue el resultado de la Comisión que se nombró para que se acercara al Ejecutivo con objeto de que éste enviara cuanto antes su proyecto de reglamentación del artículo 123, que se refiere al trabajo y a la previsión social; si esa Comisión cumplió y qué fue lo que contestó el Ejecutivo. Yo no me acuerdo si contestó algo el Ejecutivo, si la Comisión dio cuenta del resultado de su entrevista con él; pero aun cuando el Ejecutivo haya dicho que está dispuesto a enviar ese proyecto, yo suplico muy atentamente de nuevo al C. Presidente de esta H. Asamblea, que se digne nuevamente nombrar, o bien a la misma Comisión o a otra Comisión, para que se acerque de nuevo al Ejecutivo, a fin de que nos diga si está o no está dispuesto a presentar ese proyecto, porque hay que tomar en cuenta, señores diputados, que ese trabajo, que yo conozco en una pequeña parte, es producto de un estudio detenido y de muchos meses y tal vez hasta de años. ¿Por qué no hemos de aprovechar lo que ya está hecho? En Veracruz yo me di cuenta de que se estaba reglamentando ese artículo, aun cuando no teníamos la nueva Constitución, pero estaba ya haciéndose algo para la reglamentación del trabajo y de la previsión social; es una ley que consta de trescientos setenta artículos. Como yo conozco algunas de las leyes en que fue inspirado ese trabajo, y se tomó mucho también para esas leyes la Ley del Estado de Wisconsin, Estados Unidos, y no sé que otras leyes europeas, así como norteamericanas, yo tengo verdadero interés en conocer ese proyecto, y deseo saber también por qué causa no se ha presentado aquí, a qué se debe que no se haya enviado ese trabajo. Si nosotros nos vamos a poner a reglamentar ese artículo, yo aseguro a ustedes que por más buena intención que tengamos y por más actividad que despleguemos para hacer ese trabajo, nosotros dilataremos muchos meses para poderlo hacer, y tal vez resulte más defectuoso que como está ese trabajo ya acabado; no digo que se presente para que lo aprobemos como está, pero es preferible que se presente aquí para discutirlo, para hacerle adiciones o desechar aquello que no convenga por cualquiera causa, y no tener que hacer todo de nuevo, porque, repito, es una ley que nos tomaría mucho tiempo y mucho estudio para poderla hacer, y resultaría, repito, más defectuosa que el trabajo ya hecho, que duró meses o años para terminarse. Así pues, yo suplico atentamente al ciudadano Presidente nos diga qué fue lo que nos dijo la Comisión, si el Ejecutivo está dispuesto o no a presentar este proyecto de reglamentación, o que se acerque nuevamente - si lo juzga conveniente esta Asamblea -, para que nos diga si lo presenta o no, y entonces nosotros hacer cuanto podamos, que yo por mi parte ofrezco a ustedes trabajar si es posible, hasta en la noche, en todo lo que yo pueda hacer.

El C. Presidente: La Presidencia informa al ciudadano diputado González y a la Asamblea que, como recordarán los señores diputados, primeramente por oficio se pidió al Ejecutivo, durante el período extraordinario de sesiones, que tuviera a bien enviar una iniciativa sobre la Ley del Trabajo;

que este oficio fue el que motivó aquella contestación del Ejecutivo en la cual llamaba la atención a la Cámara sobre que las comunicaciones entre ambos Poderes debían hacerse por medio de Comisiones. La Comisión encargada de dictaminar sobre el particular presentó un proyecto, pidiendo se nombrara esa Comisión. La Asamblea lo desechó primeramente y después fue reconsiderado el acuerdo, nombrándose la Comisión. Esta cumplió su cometido e informó a la Asamblea que el Ejecutivo había ofrecido enviar el proyecto a la mayor brevedad; no obstante eso, aun no se ha recibido ese proyecto; pero como mientras tanto terminó el período extraordinario de sesiones y la Cámara está ya en completa libertad legal para iniciar leyes, se ha nombrado esa Comisión especial, que está encargada de formar y presentar la iniciativa. Su Señoría el diputado González, no debe preocuparse por ese asunto, puesto que solamente forma parte de una Comisión dictaminadora encargada de exponer su parecer cuando un proyecto se le someta, pero no de iniciar una ley, que es de la competencia de las Comisiones especiales. El Presidente ofrece nuevamente a la Asamblea que se excitará a las Comisiones especiales para que presenten a la mayor brevedad el proyecto de la Ley Reglamentaria del Trabajo.

El C. portes Gil: Se pregunta a la Asamblea si concede permiso a los peticionarios para retirar su proposición. Los que estén por la afirmativa, se servirán poner de pie. Se concede el permiso.

"Primera Comisión de Hacienda.

"Señor:

"Ha sido turnada a esta Comisión de Hacienda la solicitud que la señora Josefina Salazar y Matamoros remitió a esta H. Cámara, en demanda de aumento de pensión que actualmente percibe, y de la cual únicamente se le paga la cantidad de ($36.00) Treinta y seis pesos mensuales.

"Habiendo estudiado con detenimiento la susodicha solicitud, consideramos por las razones expuestas que es de justicia aumentar la pensión de referencia a la suma de dos pesos cincuenta centavos diarios, por lo que nos permitimos someter a la H. Asamblea, el siguiente proyecto de ley:

"Único. Se concede a la señora Josefina Salazar y Matamoros, un aumento de veinticinco pesos mensuales que, con la que ya tiene, hace un total de setenta y cinco pesos mensuales, los cuales le serán pagados íntegros por la Tesorería General de la Nación."

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados. - México, a 15 de octubre de 1917.- Juan Zubaran. - G. Padrés."- Primera lectura.

"Comisiones 1a. y 2a. de Hacienda unidas.

"Señor:

"A la Comisión que suscribe, se turnó nuevamente el proyecto de ley que autoriza al Ejecutivo de la Unión para modificar los aranceles de importación y exportación que deberán, regir durante el presente año fiscal.

"La Cámara de Senadores devolvió este expediente con la modificación de que se autorice al Ejecutivo hasta el 31 de agosto de 1918, para los efectos de la ley que se consulta.

"Esta Comisión ha juzgado pertinente el plazo que fija la Cámara colegisladora, y en este concepto propone a la H. Asamblea, el siguiente proyecto de ley:

"Artículo 1º Se autoriza al Ejecutivo de la Unión para que modifique los aranceles de importación y exportación, desde la fecha de la promulgación de esta ley hasta el 31 de agosto de 1918; en el concepto de que las modificaciones que haga serán de aplicación general y nunca en forma de concesiones particulares.

"Artículo 2º El Ejecutivo dará cuenta al Congreso de la Unión, del uso que hiciere de esta autorización."

"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México, a 15 de octubre de 1917.- Juan Zubaran.- G. Padrés.- C. Limón."- Primera lectura.

El C. Zubaran: Reclamo el trámite. El dictamen a que se acaba de dar lectura fue discutido anteriormente en esta Cámara y pasó a la de Senadores; vuelve a discusión en la Cámara por una pequeña modificación que hizo en tiempo de la Cámara colegisladora; pido atentamente a la Mesa que se ponga a votación.

- El mismo C. Secretario: La Mesa pregunta al C. Zubaran si solicita la dispensa de trámites de este proyecto de ley, que sí ha modificado al anterior.

El C. Zubaran: Atentamente pido que se consulte a la Asamblea la dispensa de trámites, por ser de urgente resolución el asunto. (Voces: ¡Que se lea!)

El mismo C. Secretario leyó el proyecto de ley.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Portes Gil.

El C. Portes Gil: Señores diputados: Yo creo que no es procedente conceder la dispensa de trámites a este proyecto, porque la razón que alega el C. Zubaran no existe en el caso. No es cierto que urja expedir esta ley; desde el momento en que el Ejecutivo tiene facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda, puede modificar los aranceles vigentes cuantas veces quiera y, por lo mismo, el hecho de ponerse desde luego a discusión y luego a votación esta ley, nos quitaría una o dos horas de esta tarde, que son indispensables para discutir el proyecto de ley sobre suspensión de garantías. Por lo mismo, yo pido a la Asamblea que no acceda a lo solicitado por el C. Zubaran en el sentido de que se dispensen los trámites a este proyecto de ley, por no ser de urgente resolución.

El C. Zubaran: Pido la palabra, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Zubaran para fundar la dispensa de trámites.

El C. Zubaran: Señores diputados: El dictamen a que se acaba de dar lectura es el relativo a la petición, al proyecto de ley que el Ejecutivo consultó hace cerca de mes y medio o dos meses para modificar los aranceles de derechos de importación y exportación; desde luego que el Ejecutivo consultó eso, quiere decir que a pesar de las facultades

extraordinarias que el Congreso de la Unión le concedió, él quiere entrar dentro del orden constitucional en cada caso e ir retirando esas facultades extraordinarias. No tiene discusión este dictamen, supuesto que se discutió en su oportunidad antes de que pasara a la Cámara colegisladora. La Cámara de Diputados concedió al Ejecutivo el permiso para modificar los aranceles por todo el año fiscal comprendido hasta el 30 de junio de 1918 y la Cámara colegisladora creyó pertinente, por no haber sesiones del primero de enero en adelante, ampliarlo hasta el 31 de agosto. En consecuencia, únicamente queda aquí, conociendo ya cuál es el sentir del Ejecutivo en lo referente al proyecto de ley que se pone a vuestra consideración, no hay más que votar los dos artículos de que consta. Pido, pues, a la Asamblea, vote este proyecto de ley que es urgente para el Ejecutivo.

El C. Secretario Portes Gil: Se pregunta a la Asamblea si dispensa los trámites al proyecto de ley. Los que estén por la afirmativa, se servirán poner de pie. No se dispensan los trámites. Queda de primera lectura.

"2a. Comisión Agraria y Especial de Reglamentación del artículo 27 constitucional.

"Señor:

"Al estudio de la 2a. Comisión Agraria y Especial de Reglamentación del artículo 27 constitucional, pasó la iniciativa que los CC. diputados Cabrera, Vadillo, Zubaran, Morales Hesse, Gómez, Izquierdo y Zapata, presentaron a esta H. Asamblea, relativa a que se declare de utilidad pública el cultivo de las tierras laborables.

"A primera vista parece que con la iniciativa se violaría el artículo 14 de nuestra Carta Magna, ya que se puede privar de su posesión a un propietario o poseedor sin llenar antes los requisitos que ese mismo artículo señala.

"Generalmente el derecho de propiedad encierra en sí el de gozar y disponer de la cosa de una manera completa y absoluta; y este derecho, amparado por las leyes, se ha considerado hasta hoy intocable, y sólo por excepción tiene como límite el interés público y que no se haga de la cosa un uso prohibido por las mismas leyes o reglamentos.

"Nuestra Constitución de 57 nos habla de la expropiación por causa de utilidad pública, y las viejas teorías y las viejas prácticas consagran como intocables y amplísimos los derechos del propietario de tierras para usar de ellas y para obtener sus frutos. El derecho a la posesión de los terrenos se ha respetado de manera completa, y hoy por primera vez en nuestra República, quizá en la América, o quizá en todo el mundo se abren nuevos horizontes en materia jurídica para los derechos del propietario en cuanto a la posesión, horizontes que son estrechos para él, para el núcleo de privilegiados, pero que son amplísimos para la colectividad desnuda y hambrienta.

"En la Constitución de Querétaro se escribió la base fundamental de este nuevo derecho colectivo; base establecida en el artículo 27, y que es salvadora de los momentos actuales y en el porvenir.

"El propietario de una cosa no sólo puede servirse de ella de manera absoluta y exclusiva para usarla en todo aquello a que estuviese destinada, sino que puede disponer de ella a su antojo, y no sólo, no usarla y no permitir su goce a persona alguna.

"Pero ante el interés público, ante la tendencia de la Revolución que busca realmente un mejoramiento colectivo donde no existía más que un exceso de bienestar individual para un reducido número de privilegiados, que busca un beneficio efectivo para la mayoría de ciudadanos, a costa si se quiere, de la minoría exclusivista, las viejas teorías y las viejas prácticas en materia de posesión encuentran su fin, y se abre un nuevo derrotero en que de una manera efectiva y real el interés público se impone necesariamente al interés privado, y la tierra laborable que no lo sea por su propietario o poseedor, puede cultivarse por cualquier ciudadano que pretenda hacerlo.

"Toda propiedad territorial, sin distinción de ningún género, está sujeta a lo que dispone el citado artículo 27 constitucional, que quita todo escrúpulo y toda duda que pudiera haber respecto de los derechos consignados en el artículo 14 de la misma Carta Magna. Esos derechos de posesión del propietario o poseedor cesan de existir por un momento para que la tierra se destine precariamente al uso o servicio público.

"Una segunda cuestión en el terreno de la constitucionalidad podría suscitarse, porque en el propio artículo 27, página 24 de la Constitución, se establece que "Las leyes de la Federación y de los Estados en sus respectivas jurisdicciones, determinarán los casos en que sea de utilidad pública, la ocupación de la propiedad privada; y de acuerdo con dichas leyes la autoridad administrativa, hará la declaración correspondiente." Pero la ocupación por causa de utilidad pública a que se contrae la transcripción anterior, se refiere a una expropiación definitiva de la cosa declarada de utilidad pública, a fin de que ésta cambie de dueño, y no se refiere a la simple ocupación provisional, que es de la que trata esta ley. Eso se desprende de la continuación del párrafo preinserto en que se habla del precio como indemnización de la cosa expropiada, relacionado este párrafo con el segundo del mismo artículo 27, que dice textualmente: "La expropiación sólo podrá hacerse por causa de utilidad pública y mediante la indemnización."

"Estimamos, pues, que los Estados determinarán los casos en que sea de utilidad pública la ocupación de una propiedad privada para el hecho de transferirla definitivamente y no para el de una simple ocupación precaria. Es por esto que la Federación tiene derecho para legislar la materia de que se trata. Sentado lo anterior que deja sobre bases firmes la iniciativa que se estudia, pasamos a examinar los diversos artículos de que ella se compone.

"En el primero se dice que "la Nación tiene siempre el derecho de regular el aprovechamiento de los elementos nacionales susceptibles de apropiación." Esto no es más que una repetición, en distinta forma, de lo perceptuado al principio del artículo 27 constitucional. Los autores desprenden como consecuencia de lo anterior, que puede la misma Nación disponer temporalmente, para fines

agrícolas, de aquellas tierras que sus legítimos propietarios o poseedores no cultiven.

"Como la facultad que la Nación tiene no se la daría la iniciativa una vez aprobada, sino que se la da la Constitución misma en el citado artículo 27, creemos que la consecuencia debe desprenderse de esa misma facultad y no de la que establezca el artículo de que se trata, en la parte que se impugna.

"En el artículo 2º se establece que aquellas tierras que "pasada la época de siembra" No hayan sido puestas en cultivo por sus propietarios, quedarán a disposición de los Ayuntamientos. Esto sería ineficaz, porque pasada una temporada de siembra quedaría sin cultivo la tierra si hasta entonces se puede disponer de ella, y como uno de los objetos que se persiguen es el de que lo más pronto posible se obtenga el mayor número de cosechas, es necesario que se fije, no el fin de la época de siembra, sino un término medio, y además un término medio también de la época de preparación, ya que antes de concluir una y otra, se puede colocar al Ayuntamiento en condiciones de disponer oportunamente de aquellas tierras que no estén preparadas para la siembra, o que no estén sembradas, obteniéndose así mayor número de cultivos.

"En el mismo artículo se restringe para los vecinos del Municipio en que las tierras estén ubicadas, el derecho de obtenerlas, lo cual es inconveniente, ya que puede haber muchos lugares de la República en que después de que los vecinos hayan sembrado las tierras que alcanzaron a sembrar, sobren algunas de éstas, las que se quedarían sin cultivo si el derecho de obtenerlas no se hace extensivo a todo ciudadano.

"En el artículo 3º se conceptúan como tierras ociosas las que "hayan sido cultivadas en años anteriores con siembras o plantíos de cualquiera naturaleza." Esta clasificación no debe subsistir, porque a las tierras no les daría el carácter de ociosas la circunstancia de haber sido cultivadas en años anteriores; lo que les da ese carácter es el hecho de haberse cultivado en pasadas épocas y no cultivarse nuevamente en las fechas en que deben serlo. Por otra parte, es peligroso hablar de siembras o plantíos de cualquier naturaleza, puesto que hay sembrados permanentes, como henequén, coco, cayaco, y en general, de plantas vivaces, que deben excluirse de la presente ley; por lo que es indispensable concretarse únicamente a las siembras o plantíos que acostumbran hacerse cada año.

"Las Comisiones, de acuerdo con algunos de los iniciadores, hicieron al proyecto varias modificaciones, adicionándolo igualmente con dos artículos que creyeron indispensable incluir en la ley de que se trata. Estos son el 4º y el 17, especificando en el primero, de manera terminante, el objeto para el cual los Ayuntamientos podrán disponer de las tierras ociosas, y estableciendo preferencia en su concesión a los vecinos del Municipio en que se hallen ubicadas; y en el segundo, buscando una garantía efectiva para los labradores, a fin de que sus cosechas sean respetadas, ya que desgraciadamente, hemos visto que algunas fuerzas militares, sin que haya en todos los casos una necesidad apremiante que justifique sus procedimientos, han destruído cementeras y se han aprovechado de los productos de las siembras, sin indemnizar a sus propietarios y con evidente perjuicio para éstos. A los Ayuntamientos se les encarga que eviten estos abusos. Como se ve, los dos artículos son fundamentales, ya que en el uno se evita toda interpretación torcida que pudiera lesionar los derechos del propietario de terrenos, y ya que en el otro se dejan al amparo de los Ayuntamientos las cosechas; y los que, en último caso, pueden permitir que las fuerzas militares obtengan, si es absolutamente necesario, parte de ellas, pagando indefectiblemente su importe, el que los mismos Ayuntamientos deberán hacer efectivo.

"Las modificaciones introducidas en los demás artículos de la iniciativa, son como sigue: Se deja un término prudente a los usuarios, a fin de que les sea posible preparar la tierra para el cultivo, y cultivarla en su caso. La razón de esto es obvia; pues caso de señalar los extremos de las épocas de preparación y de las épocas de siembras, claro está que si el propietario no hace una u otra cosa en tiempo oportuno, no habrá ya quien lo haga, toda vez que sería exponerse a una pérdida segura, si fuera de la época natural en que debe barbecharse una tierra y ponerse en ella la semilla, se llevará a cabo este trabajo. Se indica el procedimiento de solicitar y obtener tierras; procedimiento que es sumamente sencillo, a fin de evitar dificultades a los interesados, y allanarles el camino para que puedan obtener tierras y cultivarlas. Se establece que es intransferible y personal el permiso obtenido para cultivar tierras ociosas; y esto se hace con el objeto de cerrar las puertas a los negociantes inmorales y evitar que éstos acaparen cierto número de permisos, para venderlos a los labradores, lo que obstruccionaría el beneficio que se busca con esta ley. Para mayor claridad se fija como término para el arrendamiento, el de un año agrícola, y se establece que al levantarse las cosechas, volverán por ese solo hecho, a su propietario o poseedor las tierras ociosas que se hayan cultivado. Las Comisiones han estimado que no tiene objeto que permanezcan en poder del poseedor precario después de levantada su cosecha, las tierras que se arrendaron, y por ello han diferido de los iniciadores, que establecen como término del arrendamiento el comienzo del año agrícola siguiente.

"Se marcan cuotas distintas para los casos en que el Ayuntamiento proporcione elementos de trabajo y para los en que proporcione únicamente la tierra, y no una sola cuota, como aparece en la iniciativa, Esto sucede en todos los contratos de arrendamiento y de aparcería, pues naturalmente debe ser una cuota más elevada cuando obtenga el labrador no las tierras simplemente, sino elementos con que cultivarlas, y debe ser una cuota más baja, cuando el labrador sólo obtenga la tierra para sembrarla poniendo él de su peculio los gastos que sean indispensables para el cultivo de esa misma tierra. Se fija para el primer caso un treinta por ciento y un veinte por ciento para el segundo, como máximos, tomándose cuotas menores de las que pagan generalmente los aparceros y arrendatarios. Como puede darse el caso de que la tierra haya sido preparada por el propietario y que, por circunstancias especiales, no la haya sembrado,

aprovechándose del barbecho otra persona, las Comisiones creyeron justo abonar a aquel un cinco por ciento de las cosechas, ya que por una parte, invirtió dinero, y por otra, esta inversión aprovecha al labrador. Las cuotas de que se trata además de ser equitativas, tienden a beneficiar a los Ayuntamientos que, como se sabe, tienen muy pocas fuentes de ingresos.

"Por las anteriores consideraciones, sometemos a la opinión de esta H. Asamblea, el siguiente

"PROYECTO DE LEY

"Artículo 1o Se declara de utilidad pública el cultivo de las tierras de labor. Por lo tanto, la Nación podrá en todo tiempo disponer temporalmente, para fines agrícolas, de aquellas que sean laborables y que sus legítimos propietarios o poseedores no cultiven.

"Artículo 2o Todas aquellas tierras que sus dueños o poseedores no hayan barbechado o puesto en cultivo, pasadas las fechas que marque la ley para su preparación y siembra, quedarán por ese sólo hecho a disposición de los Ayuntamientos, para los efectos de la presente ley.

"Artículo 3o Se consideran como tierras incluídas en el artículo que precede, todas las que en años anteriores hayan sido cultivadas en siembras anuales de cualquiera naturaleza, durante el temporal de aguas o por el sistema de riego, de humedad, etc., y las tierras que los vecinos denuncien como susceptibles de ser abiertas al cultivo en el temporal de lluvias; exceptuándose sólo las siguientes:

(a.) Las tierras de agostadero y pastos en servicio; y

(b.) Las tierras de plantas vivaces y de bosques que deban conservarse según las leyes de la materia.

"Artículo 4o Los Ayuntamientos dispondrán de las tierras a que aluden los artículos 2o y 3o, únicamente para el efecto de darlas en aparcería o en arrendamiento a quienes las soliciten. Serán preferidos para la concesión de tierras ociosas los vecinos del Municipio de su ubicación.

"Artículo 5o Las Legislaturas de los Estados, tomando en consideración las costumbres del lugar, el clima, la naturaleza del cultivo, etc., fijarán para cada región las fechas en que terminen para los propietarios o poseedores de terrenos, los períodos de preparación y de siembra; de modo que los usuarios de las tierras ociosas puedan todavía utilizarlas.

"Artículo 6o Para el Distrito Federal se fija el día 30 de abril como fin de la época de preparación para el cultivo por parte del propietario o poseedor, y el 20 de mayo como fin de la época de siembra para el mismo. En el Territorio de Quintana Roo se tendrá el 28 de febrero como fin de la época de preparación, el 10 de mayo como fin de la de siembra de maíz breve y el 20 de junio como fin de la de siembra de maíz común y corriente.

"Artículo 7o Todo vecino de un Municipio o cualquiera otra persona tienen derecho a solicitar ante el respectivo Ayuntamiento, las tierras ociosas que crea poder cultivar. La solicitud deberá hacerse verbalmente por el denunciante en persona, o por escrito mediante simple carta sin timbre.

"Artículo 8o El Ayuntamiento que corresponda, concederá la tierra al solicitante para los efectos de esta ley, dentro de los tres días siguientes a la solicitud y sin más trámite que el de cerciorarse de que se encuentra la tierra sin preparar o sin sembrar. El permiso obtenido será personal e intransferible.

"Artículo 9o Los Ayuntamientos podrán estipular libremente las condiciones de la aparcería o del arrendamiento de tierras ociosas, a excepción del plazo que no excederá del año agrícola, ya sea que proporcionen a los labradores elementos de trabajo o que se limiten a proporcionarles únicamente la tierra.

"Artículo 10. En el primer caso de los que menciona el artículo anterior, pagará el labrador como máximo un treinta por ciento de la cosecha y un veinte por ciento en el segundo. Cuando la tierra hubiere ya sido barbechada por el propietario, se abonará a éste un cinco por ciento de la cosecha, el cual pagará el Ayuntamiento de la parte que le corresponde.

"Artículo 11. La extensión de tierras que el Ayuntamiento podrá conceder a cada vecino para su cultivo, no podrá exceder de veinte hectáreas en el Distrito Federal, ni de cien hectáreas en la Baja California y en Quintana Roo. Las Legislaturas locales determinarán la extensión máxima de tierras ociosas que puedan conceder los Ayuntamientos de los Estados, en cada comarca.

"Artículo 12. El producto de las aparcerías o arrendamientos de tierras ociosas, ingresará a los fondos del Ayuntamiento.

"Artículo 13. El propietario de la tierra laborable ociosa no tiene derecho a exigir de los labradores usuarios de aquélla, ninguna renta e indemnización por el concepto de la tierra que el Ayuntamiento le conceda para cultivar, y las autoridades vigilarán que no se cometa contra los trabajadores tal abuso.

"Artículo 14. La posesión que de las tierras ociosas de regadío asuman los Ayuntamientos, trae consigo la posesión de las aguas que, conforme al derecho o conforme a la costumbre, se hayan utilizado para el riego de esas mismas tierras en años anteriores.

"Artículo 15. Las tierras a que el presente decreto se refiere, seguirán considerándose como propiedad de sus respectivos dueños para todos los efectos legales; pero el Municipio tendrá el carácter de poseedor a título precario durante el año agrícola respectivo, únicamente para los efectos de esta Ley; en la inteligencia de que una vez levantada la cosecha, la posesión de las tierras volverán por ese sólo hecho a sus legítimos poseedores.

"Artículo 16. Los Ayuntamientos darán a las siembras hechas en las tierras ociosas toda la protección de las leyes, y cuidarán de ellas como de cosa propia.

"Artículo 17. Las cosechas y los frutos de las tierras arrendadas por los Ayuntamientos conforme a la presente ley, no podrán ser objeto de requisiciones

militares de ningún género, sin previo consentimiento de los Ayuntamientos; los cuales se encargarán de hacer efectivo el importe correspondiente.

"Artículo 18. En cada Municipio, se llevará un registro cuidadoso del movimiento de cultivo en la circunscripción correspondiente y su relación con esta ley.

"Artículo 19. Sobre las bases generales contenidas en los artículos de la presente ley, y sin apartarse de ellas, las Legislaturas locales podrán dictar las disposiciones reglamentarias que las circunstancias del lugar exijan, para ponerla en práctica en los Estados, y el Congreso de la Unión dictará las que fueren necesarias por lo que se refiere al Distrito Federal y Territorios.

"TRANSITORIOS

"Artículo 1º La presente ley entrará en vigor desde la fecha de su promulgación.

"Artículo 2º Los Gobernadores del Distrito Federal y Territorios y los de los Estados, en sus respectivas jurisdicciones, tendrán la facultad transitoria de resolver las dudas y conflictos que se presenten para la aplicación de la presente ley, caso de que ésta tuviere que aplicarse antes de que se dicten los reglamentos respectivos.

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México, 11 de octubre de 1917.- E. Neri.- J. Siurob.- J. T. Luna Enríquez.- A Esquivel. - A. Cienfuegos y Camus."

"Señor:

"Los subscriptos, miembros de la 1a. Comisión Agraria y Reglamentación del artículo 27 constitucional, hacemos nuestro el dictamen anterior para la iniciativa que sobre declaración de utilidad pública del cultivo de las tierras laborales, presentaron los CC. Siurob, Múgica y Figueroa, ya que esta iniciativa, como la que a que se refiere el anterior dictamen, tiene iguales tendencias y encierra en el fondo iguales principios.

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México, 13 de octubre de 1917.- B. Vadillo.- A. Cienfuegos y Camus.- Mariano Rivas.- Luis Cabrera.- J. Jesús Ibarra."

El Trámite es: Primera lectura e imprímase.

El C. Manjarrez: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Manjarrez.

- El C. Manjarrez. Ruego atentamente a la Presidencia ordene que dada la urgencia que hay de expedir esta ley, se le dispensen las lecturas y luego de impresa pase a su discusión.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría el diputado Manjarrez, que el trámite ha sido: "Primera lectura e imprímase," con objeto de que si la Asamblea tiene a bien dispensar la segunda lectura, entre a discusión el primer día hábil.

El C. Manjarrez: A eso va encaminada mi moción: A que se le dispense la segunda lectura, puesto que las tierras que actualmente están ociosas es urgente que desde luego pasen a ser cultivadas por personas que lo puedan hacer; así pues, yo hago moción de que se le dispense la segunda lectura y después de impresa pase a discusión, como se ha hecho en alguna otra ocasión cuando se trata de una ley que es de urgencia.

El C. Secretario Portes Gil: Se pregunta a la Asamblea, en votación económica, si se dispensa la segunda lectura. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se dispensa la segunda lectura y a discusión el primer día hábil.

- El mismo C. Secretario: Continúa la discusión en lo general de la Ley de Suspensión de Garantías individuales.

Se ha presentado la siguiente proposición:

"Señor:

"Respetuosamente propongo que la discusión del proyecto de Ley sobre la Suspensión de Garantías, se continúe en sesión secreta. Pido dispensa de todo trámite.

"Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados a 16 de octubre de 1917.- Julio Zapata."

(Voces: ¡No, no!)

El C. Martínez de Escobar: ¡Eso es una chiquitada!

El C. Rivera Cabrera: Pido la palabra en contra.

El C. Rocha: Moción de orden.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Rocha para una moción de orden.

El C. Rocha: En la sesión de ayer la Asamblea acordó que este asunto se tratara en sesión pública; visto este acuerdo, yo creo que no procede tomar en consideración la moción que presenta el C. diputado Zapata.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que en la sesión de ayer solamente fue discutido el trámite de la Mesa que había sido que se discutiera en sesión pública y fue aprobado este trámite; pero no obstante, cualquier C. diputado tiene derecho de pedir la revocación de este acuerdo. Tiene la palabra el C. Zapata para apoyar su petición.

El C. Rivera Cabrera, interrumpiendo: En contra debo hablar en primer término. (Voces: ¡No!)

El C. Presidente: En seguida le concederé a usted el uso de la palabra.

El C. Zapata: Señores diputados: No soy de los que acostumbran pasar lista y retirarme; sin embargo, ayer, a consecuencia de una indisposición de que todavía no sano completamente, hube de retirarme de la sesión antes de que se discutiera el proyecto de Ley sobre Suspensión de Garantías individuales. Para fundar mi proposición, señores diputados, no tengo más que recordar lo que a su debido tiempo expuso el compañero Peralta y que consta en el Diario de los Debates; y también lo que expuso sobre este particular el C. Rivera Cabrera....

El C. Martínez de Escobar: ¡Y Siurob!

El C. Zapata: Y Siurob. Ayer hemos visto claramente, mejor dicho, han visto ustedes y yo he leído en el Diario de los Debates cuánta razón tenía el diputado Peralta para pedir que esta discusión se siguiera en forma secreta; él deseaba

absoluta libertad de palabra; él deseaba relatar algunos hechos que indiscutiblemente nunca conviene que sean del conocimiento del público, porque, o coarta la libertad del diputado que habla, o produce una impresión desastrosa lo que se dice. He tenido oportunidad de hablar con varias personas que ocuparon las galerías el día de ayer y de hablar también con varios diputados que asistieron a la sesión; y en general, señores diputados, la impresión producida por los debates de ayer es totalmente desagradable. No quiero, por otra parte, más que hacer presente otra consideración. En sesiones pasadas, cuando presenté una moción suspensión para la discusión de esta misma ley y habló en contra del diputado Uriel Avilés, todos sabemos cuál fue el resultado de su peroración, la que me complazco en decir que fue por todos conceptos correcta y siguiendo sus ideas generales sobre el asunto; y todos sabemos que al día siguiente el diputado Avilés recibió un anónimo verdaderamente insolente, de tal manera insolente que fue imposible darle lectura desde esta tribuna a ese anónimo. Estas son las consideraciones en general, señores diputados, que me guían para suplicar a ustedes que continuemos la discusión en forma secreta, para que podamos analizar, para que podamos desmenuzar con toda tranquilidad tanto el fondo de esta cuestión como sus principales detalles. Que no se exalten las pasiones por los aplausos de las galerías; que tengamos la más completa tranquilidad en esta dificilísima misión, porque entiendo que la mayoría de nosotros todavía no tiene un camino seguro y preciso que seguir. Muy amplio estuvo ayer sobre estas ideas el diputado Rivera Cabrera y por un momento de exaltación - me supongo - de esta Asamblea, sus palabras no fueron escuchadas y ahora vengo a rogar a ustedes que tomemos el camino más serio, el camino más seguro para llegar a un estudio completo de este asunto.

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Rivera Cabrera.

El C. Rivera Cabrera: Señores diputados: El señor compañero Zapata no puede olvidar sus artes de buen abogado. Haciendo uso de uno de esos ardides que con tanta habilidad desarrolla a veces, vino hoy a proponer lo mismo que ayer se propuso ya a vuestra alta consideración y que vosotros tuvisteis a bien desechar. Ayer se pidió que la discusión de la Ley de Suspensión de Garantías fuese tenida en sesión secreta y ayer mismo la Cámara se sirvió desechar la citada proposición. Por lo tanto, aun cuando ello hubiera sido bajo un tenor de reclamación de un trámite, el fondo del asunto se concreta a lo mismo, es decir: a pedir que esta sesión o que la discusión del proyecto de Ley de Suspensión de Garantías se trate en sesión secreta. Admiro realmente la tenacidad del C. diputado Zapata sobre el particular, pero yo no me explico cuáles sean los verdaderos fundamentos de esta tenacidad. Dice el señor licenciado Zapata que las expresiones vertidas por mí en la sesión de ayer y también por el señor coronel Peralta, acreditan de una manera amplia los motivos que tuvo para pedir que la sesión se verificase secretamente.

Muy al contrario, las razones que nosotros tuvimos para conducirnos tal como nos condujimos, no sólo estuvieron en nuestras memorias, sino que son del dominio público; en todos los entendimientos de los mexicanos está palpitante la idea de que las expresiones que vertimos son puras verdades y son conocidas de todo el mundo. Por lo tanto, no debe causar ningún escozor al diputado Zapata el que las hayamos vertido. Precisamente, nosotros los que no somos queridos por cierta prensa, seríamos los más interesados en que estas sesiones fuesen secretas; pero no tenemos ni las censuras del público, ni las de los que se dicen gobiernistas sin serlo, porque a mi juicio, la labor que ellos hacen es perjudicial para los intereses del Gobierno, mientras que es benéfica la que nosotros estamos haciendo. Decía que los que no somos bien queridos por cierta prensa seríamos los que tuviésemos mayores razonamientos para pedir que las sesiones fueran secretas; pero apechugamos con todas las responsabilidades de nuestros actos, y otra vez suplico a la Cámara apoye que esta sesión continúe siendo pública.

El C. Secretario Portes Gil: En votación económica se pregunta si se toma en consideración la moción del C. Zapata. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. No se toma en consideración. Continúa la discusión en lo general de la Ley de Suspensión de Garantías individuales.

Presidencia del

C. AGUIRRE COLORADO ERNESTO

El C. Presidente: Antes, tiene la palabra para rectificar hechos, el C. Robledo Juan de Dios.

El C. Robledo: Señores diputados: Desde ayer pedí la palabra para rectificación de hechos; el tiempo reglamentario me vedó hacerlo ayer mismo con la oportunidad que hubiera querido; pero cumpliendo con un deber, con una obligación personal y con un derecho que tengo para hablar como diputado, no podría autorizar con mi silencio algunos hechos falsamente asentados, en mi concepto, falsamente, por los señores diputados Siurob y Peralta. Tal parece como si en esta discusión de suspensión de la Ley de Garantías se tratara de iniciar una vasta maniobra contra el Poder Ejecutivo de la Nación. A veces se me antoja que esos aislados ataques obedecen a un fin político, ambicioso; pero como no tengo una sola prueba que presentar a este respecto, lo guardo en el recinto de mi opinión personal; únicamente rectificaré hechos cuando pueda probar con documentos la veracidad de mis afirmaciones. No atacaré tampoco las personalidades políticas de los señores Siurob y Peralta, que me merecen el respeto de estar ungidos por el voto de sesenta mil mexicanos.

El señor Siurob hizo crítica de los Secretarios de Estado o Subsecretarios Encargados del Despacho. Quiero creer que una laudable intención de moralizar esos servicios públicos, los actos de los altos funcionarios, lo trajo a esta tribuna; quiero creer que por su boca salió la verdad, conforme a su conciencia; pero me permito recordar a Su Señoría el diputado Siurob, que no probó uno solo

de los hechos que vino a afirmar desde esta tribuna. (Voces: Está en la conciencia de todos.)

Es muy fácil emitir ideas generales, señores diputados; es muy fácil deslumbrar a las multitudes con palabras más o menos sonoras; a este respecto me acuerdo de que el escritor portugués Eca de Queiroz, en su Epistolario de Fadrique Méndez, nos presenta el tipo de política Pacheco. Pacheco, por medio de la exposición de ideas generales, llegó a cristalizar en él una aspiración del progreso de su nación; Pacheco se concretaba a asentar desde su curul que sus enemigos vociferaban y que él desde su banco hacía luz. El señor diputado Siurob desde su curul, con sus ojos me está diciendo que él vino aquí a hacer sana crítica, a cumplir con su deber; pero no probó una sola de sus aseveraciones. No es mi propósito, señores diputados, romper lanzas en pro de todos y cada uno de los atacados aquí ayer, no, señores; he dicho que solamente me concretaré a la rectificación de hechos, pudiendo lucir para la rectificación, pruebas, documentos. Por tanto, sólo me voy a referir en el discurso del C. Siurob a las palabras que vertió en contra del C. Manuel Aguirre Berlanga, Subsecretario de Estado, Encargado del Despacho del Interior. (Siseos y voces: ¡Uy, uy!)

No me amedrentan los siseos, porque tengo la seguridad de probar que las palabras de Siurob fueron vertidas ligeramente; con hechos voy a demostrarlo aquí. Tres fueron los cargos principales que mencionó el diputado Siurob; acusó al C. Aguirre Berlanga de falto de iniciativa, falto de prestigio y de energías. ¿Es verdad, señor Siurob?

El C. Siurob: Es cierto.

El C. Robledo: Yo conocí al señor licenciado Aguirre Berlanga hace como tres años en Jalisco, donde desempeñaba el cargo de Secretario General de Gobierno, siendo después Gobernador. El mismo señor Aguirre Berlanga se incorporó a las fuerzas de la Revolución en Sinaloa. De su labor administrativa como Secretario de Gobierno y como Gobernador de Jalisco, puede juzgar cualquiera sabiendo que gobernó en 1914, 1915 y 1916, que fueron años de prueba y de lucha, y que en esos años dominó a la Reacción en Jalisco y desarrolló entonces una amplia labor revolucionaria que está cristalizada en leyes que he traído aquí y las que no pido que sean leídas para no cansar vuestra atención; pero que quedan a disposición de los diputados. De paso diré que el señor licenciado Aguirre Berlanga, durante su gestión en Jalisco, en el artículo 74 famoso de la ley que se llamó Aguirre Berlanga, atacó el alcoholismo de una manera radical, por primera vez en la República; habiendo servido después en Sinaloa, en Sonora y Yucatán esa ley, de modelo para la campaña contra el alcoholismo. En los artículos 39 y 96 de la misma ley se habló también por primera vez del problema obrero. A Jalisco le cabe la honra de que sus gobernantes, el licenciado Aguirre Berlanga y el general Diéguez, hayan sido los primeros que abordaron el importantísimo problema obrero. No es pues, el licenciado Aguirre Berlanga un individuo falto de iniciativa; al contrario, su iniciativa es fecundísima y tiene un carácter completamente radical, como se demuestra en las leyes que tengo aquí en la mano y pongo a disposición de los diputados. Por aquel tiempo, Su Señoría el diputado Siurob, dirigió una carta al licenciado Aguirre Berlanga, felicitándolo por su labor revolucionaria y radical en Jalisco. ¿Es verdad, señor diputado Siurob?

El C. Siurob: Sí, señor.

El C. Robledo, continuando: Yo pregunto ahora a Su Señoría: ¿Cuándo ha estado en lo justo el C. Siurob, cuando el gobernador Siurob, de Guanajuato, felicitaba al licenciado Aguirre Berlanga por su iniciativa y por su energía revolucionarias, o ahora que el diputado Siurob se desmiente y ataca por falta de iniciativa y energía al C. Subsecretario del Despacho del Interior? (Aplausos.)

El C. Siurob, interrumpiendo: Pido la palabra para contestar.

El C. Robledo, continuando: Podrá contestar usted señor Siurob, pero no convencerá al público, ni siquiera a su propia conciencia.

El C. Siurob, dirigiéndose al C. Robledo: ¿Me permite contestarle?

El C. Robledo: Sí, señor.

El C. Siurob: Pido la palabra, señor Presidente, para contestar.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob: Yo no he dicho que el C. licenciado Manuel Aguirre Berlanga no tenga prestigio en lo absoluto; tampoco he querido decir, ni he dicho - se puede ver en el "Diario de los Debates" -, que no sea revolucionario; yo lo único que he dicho es que no tiene el talento necesario, ni el prestigio necesario para ser el Jefe del Gabinete, desde el momento en que dentro del mismo Gabinete se encuentra, por ejemplo, el C. Agustín Castro, que tiene más prestigio como revolucionario y como militar que él y no puede ser su jefe. No he querido quitarle sus méritos al C. Aguirre Berlanga, porque siempre he tenido la convicción de que los tiene; lo único que he querido decir, es que no tiene el talento necesario, que no tiene la iniciativa necesaria ni las aptitudes necesarias para ser Ministro de Gobernación.

El C. Robledo, continuando: Ya que el C. Siurob dice que al decir que el licenciado Manuel Aguirre Berlanga era falto de iniciativa - me refiero al primer cargo -, era en el desempeño de su puesto como Subsecretario Encargado del Despacho del Interior, voy a probar al doctor Siurob que el licenciado Aguirre Berlanga ha tenido una pujante iniciativa en este sentido, iniciativa a la que no ha respondido esta Cámara. Ha mandado el licenciado Aguirre Berlanga, en su puesto de funcionario, 17 iniciativas de ley a esta Cámara: el día 9 de mayo una, autorizando al Ejecutivo para conceder indulto absoluto, reducción o conmutación de penas; el 17 de mayo: el proyecto de Ley Orgánica de los Poderes Federales; el 12 de junio: Proyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial del Distrito Federal y Territorios; el 21 de junio: Iniciativa relativa al castigo que deberá dárseles a los salteadores, incendiarios, plagiarios, cómplices y encubridores, etc.; en la misma fecha: Facultades para que el Ejecutivo admita rendición de rebeldes que lo soliciten; el 29 de junio: Ley Orgánica del Ministerio Público Federal y Territorios; el 5 de julio: Iniciativas para que sean válidas las actuaciones.

practicadas o que practicaren los Magistrados, Jueces, Tribunales Superiores y Jueces de primera Instancia del Distrito Federal y de los Territorios, a partir del 1º de los corrientes, hasta ser nombrados los demás conforme al artículo 6º constitucional, y el 6 de agosto: la iniciativa de ley reglamentaria de los artículos 103 y 104 de la Constitución Federal

Además, otros proyectos de menor cuantía o iniciativas que suman 17, con 375 artículos, de los cuales apenas si la décima parte han sido discutidos y juzgados en esta Asamblea. Queda, pues, demostrado que el señor Subsecretario del Interior ha tenido una pujante iniciativa, a la que no han respondido debidamente los trabajos de esta Cámara, justificadamente quizá. Yo no vengo a culpar a la Cámara ni a mí mismo; nuestras labores no nos han permitido más, pero la labor de iniciativa desarrollada por el C. Subsecretario Encargado del Despacho del Interior, apenas ha podido ser respondida en parte aquí en la Cámara. Además, quien ha desempeñado con honradez y acierto el Gobierno de un Estado que cuenta con un millón de habitantes, Jalisco; quien ha servido mucho tiempo como Subsecretario del Interior en la Administración actual, sin que hasta ahora se le haya hecho un cargo serio, tiene bastante méritos y debe tener el suficiente talento para desempeñar el cargo elevado que se le ha conferido por el señor Carranza. En esto me atengo a la lógica de los hechos consumados, desentendiéndome de las palabras que Su Señoría sabe manejar tan brillantemente.

Respecto a lo dicho por el coronel Peralta, ya muchos se habló ayer sobre el particular; pero no puedo menos que levantar mi voz como una protesta para quien ligeramente alzó una verdadera ola de cieno contra el Ejecutivo y contra el Ejército de la Nación. ¿Cómo se atreve Su Señoría a justificar el levantamiento de algunos rebeldes contra el principio mismo de la Revolución, sólo porque hayan cometido tales o cuales desmanes, individuos pertenecientes a la administración pública? ¿Podría fundar Su Señoría ese criterio? ¿Sabe usted, señor coronel Peralta, quiénes son los que esgrimen estos mismos argumentos? Los federales que están allende el Bravo, (Voces: ¡Y aquende!) Los científicos dispersos sobre el haz de la República, como una fracción de la casta maldita a que alude la Biblia y los reaccionarios de esta capital, los cobardes reaccionarios de esta metrópoli, de esta bella ciudad de los palacios. (Aplausos.) ¡Esos son los que gritan como el coronel Peralta! (Aplausos.) A esos individuos el discurso pronunciado aquí por Su Señoría el diputado Peralta, les ha llevado un eco de aliento y de esperanza: ¡tal es la amarga verdad! ¡Y qué tintas tan negras empleó para describir la situación del país! ¡Cómo se empeño en persuadir que de nuevo arde la tea incendiaria de la revolución y de la reacción por todo el país!.

Para desmentir esas aseveraciones, voy a seguir el criterio que me he impuesto de desmentir con hechos; usted, señor coronel Peralta, no podrá contradecir uno solo de los hechos que voy a citar. Para juzgar si avanza la obra de la pacificación del país, basta echar una ojeada retrospectiva: hace dos años que las hordas de Francisco Villa en el Norte, apenas eran contenidas por el pujante heroísmo del general Alvaro Obregón y por el Cuerpo numeroso y aguerrido del Ejercito del Noroeste; hace un año, poco menos de un año, cuando estuvimos en Querétaro, que Francisco Villa tomó Torreón, Zapata medraba por el Sur con más pujanza que ahora, y las fuerzas reaccionarias que actuaban en los Estados de San Luis Potosí y Guanajuato, llegaron hasta a amargar la misma ciudad de Querétaro, capital entonces de la República. ¿Cómo se atreve el señor Peralta a decir que vamos en decadencia, como se atreve el señor Peralta a levantar las esperanzas de los reaccionarios que están pendientes de nuestras palabras, asegurando un hecho tan falso, cuando es notorio, cuando la misma conciencia de todos y cada uno de nosotros nos dice que se va avanzando de una manera lenta, pero segura, en la pacificación de este país?

No sé cómo podrá contestar Su Señoría a estos hechos que cito y cuánto tiene de extraño, señores, que un coronel del Ejercito, se muestre amedrentado ante esta Asamblea, solamente porque una gavilla de cien hombres vuela un tren, porque este hecho y esta gavilla se han multiplicado diez o doce veces sobre la extensión de una República que no tiene dos millones de Kilómetros cuadrados, cuarenta mil kilómetros de vías Férreas, quince millones de habitantes y cien mil soldados leales - pese a las aseveraciones del señor Peralta -, para sostener las instituciones democráticas conquistadas por la Revolución Constitucionalista.

(Aplausos.)

Ha dicho además, Su Señoría el diputado Peralta, que las violaciones a la ley justificaban, en cierto modo, los levantamientos. Señores diputados: la Cámara, esta misma Cámara de Diputados, en la discusión de credenciales, tuvo como norma principal - y no me lo va a poder negar tampoco Su Señoría el diputado Peralta, como ninguno de los hechos que he afirmado -, el criterio legal y político: en todos los casos en que un individuo era comprobadamente reaccionario, era expulsado de esta Cámara, burlando el voto popular con el criterio legal o político. Yo mismo voté en ese sentido; ente la Nación estaremos justificados o no, pero no podría Su Señoría el diputado Peralta, en primer lugar, probar que el Ejecutivo ha obrado de igual manera, y si así hubiera obrado, si hubiera estado obrando conforme a su criterio, que no puede tener por norma sino lo más conveniente para la Revolución, ¿con qué derecho el señor diputado Peralta, que hace unos pocos meses obró de tal modo, obró de tal suerte, vendría aquí a lanzar piedras, sin ver antes que tenía un frágil techado de cristal? ¿Qué contestaría usted, señor diputado Peralta? (Aplausos.)

Tales han sido las palabras y los hechos que he querido rectificar. (Voces: ¡Bien hecho!) No he dicho una palabra acerca de los cargos que hizo con motivo de que tres oficiales del Ejercito pretendieron violar a una señorita, porque no sé qué criterio tendrá el señor Peralta cuando culpa a una corporación integrada por más de cien mil hombres, de los actos de tres de ellos; y respecto de las deducciones que saca, basta recordar los actos vandálicos cometidos por Villa y Orozco en el Norte, y por Zapata, Roberto Moreno y demás

bandidos. Tal parece, según la pintura hecha por el señor Peralta, que el Ejército Constitucionalista es más infame y lleno de oprobio que las huestes reaccionarias; pero no, señores; el hecho de que tres individuos hayan cometido un atentado, no justifica que se culpe a toda la corporación Estos son los hechos que he querido rectificar, quiero que mis palabras se tomen como son, desaliñadas, pero veraces. (Aplausos.)

El C. Siurob: Pido la palabra para contestar alusiones personales.

El C. Presidente: Se inscribirá a Su Señoría para concederle la palabra cuando le toque el turno.

El C. Siurob: Reclamo el orden. Conforme al artículo 101 reglamentario, aun cuando no esté inscripto, puedo pedir la palabra para contestar alusiones personales; por lo tanto, insisto en mi petición.

Presidencia del C. SÁNCHEZ PONTÓN LUIS

El C. Presidente: Con el mismo derecho que el Reglamento otorga a usted, varios diputados se inscribieron desde ayer para rectificar hechos y contestar alusiones personales. En consecuencia, tiene la palabra el C. Montes, a quien se le concedió hablar hoy en le primer momento disponible, a fin de hacer una rectificación.

El C. Montes: Señores diputados: Ayer, poco antes de terminar la sesión pública, rogué al señor Presidente se sirviera concederme la palabra, más que para rectificar hechos, que no necesitan que yo los rectifique, para protestar contra las aseveraciones lanzadas desde aquí contra esa institución gloriosa por mil títulos y que se llama y lleva el nombre también glorioso de "Ejercito Constitucionalista." (Aplausos.) Es verdaderamente lamentable que para apoyar alguna tesis, se valgan algunos compañeros de frases que, verdaderamente, insultan a una colectividad como es el Ejército, y que, si es necesario citar tal o cual hecho consumado por algún miembro de ese Ejército, esto no afecta a toda esa colectividad. El señor teniente coronel Peralta, teniente coronel del Ejército Constitucionalista..... (Voces: ¡Es coronel! ¡Es federal!)

El C. Martínez de Escobar, interrumpiendo: ¡Es lo mismo!

El C. Montes, continuando: ..... miembro del Ejército Constitucionalista, dijo ayer que todos los hechos que a diario señala la prensa como consumados, y que aquellos hechos, digo también, que son delictuosos, han sido especialmente llevados a cabo por miembros del Ejército y que por tal motivo éste, glorioso ayer, había degenerado hasta hacerse indigno del nombre glorioso que ha llevado y llevará y no merecer ni siquiera el nombre del Ejército. Asentó una muy lamentable falsedad que yo no solamente rectifico aquí, sino que protesto por ella, como miembro de ese Ejército, como parte integrante de él y a nombre también de ese Ejército. Creo, casi estoy seguro, que el señor coronel Peralta no tuvo la intención de hacer esas imputaciones a la colectividad; estoy seguro que lo asentado por el coronel Peralta en la sesión de ayer y que consta ya en el Diario de los Debates, fue dicho sólo por el entusiasmo con que él defiende la idea de la no aprobación de la suspensión de garantías individuales; pero como hasta hoy el coronel Peralta no ha rectificado sus ideas que lastima, ya no a la colectividad, sino a cada miembro del Ejército Constitucionalista, yo espero que si no lo hace, protestarán a la vez todos los componentes de esa institución, como yo protesto desde esta tribuna.

No es el Ejército Constitucionalista el que debe cargar con el pecado de algunos de los miembros que cometen tal o cual delito, pues bien sabido es que esto no sólo no afecta a la colectividad, sino que individuos dedicados al abigeo, usan criminalmente el uniforme del soldado o del oficial para cometer sus fechorías. Por tal concepto, no creo que el señor coronel Peralta se deje llevar de las afirmaciones que hace la prensa de la capital, sobre que tales o cuales delitos han sido cometidos por miembros del Ejército, ni tampoco debe calificar con tan duros epítetos al Ejército Constitucionalista. No hay que dejarnos llevar por el decir de la prensa o por los díceres de la voz de la calle; así, por ejemplo, me han asegurado - y estoy muy lejos de creerlo -, que el coronel Peralta es uno de los que en automóvil acostumbra salir a disparar balazos a deshoras de la noche. (Siseos.) Digo que estoy muy lejos de creerlo; pero lo indico, para que se vea la falta de fundamento que tienen sus afirmaciones y lo que se dice como voz de la calle. El señor Peralta es un individuo que entiendo ha procurado prestigiarse y, por tanto, no admito que cometa semejantes faltas o ligerezas, si se quieren llamar así. Por tal concepto, y esperando que el señor coronel Peralta rectifique esas aseveraciones duras y penosas para el Ejército, desde aquí lanzo mi protesta viril y enérgica contra tales aseveraciones. (Aplausos.)

El C. Presidente: Para rectificación de hechos, tiene la palabra el ciudadano Peralta Miguel. (Siseos. Voces: ¡Uuuuh! Campanilla.)

- EL C. Peralta: Ayer el señor diputado Avilés, burda falsificación de Ricardo Bell y representante de Tajimaroa, nos hizo llover sobre seco; ahora la prensa y después de la prensa el C. diputado Robledo y el C. diputado Montes han hecho llover sobre mojado. Especialmente no me llama la atención la actitud de la prensa; en cuanto a la de los señores diputados que han hablado refiriéndose a los conceptos que vertí ayer desde esta tribuna, tampoco me extraña absolutamente la actitud de ellos y aun esperaba yo cosas peores. Se me ha querido hacer aparecer como un enemigo decidido del Ejército; se han torcido mis palabras, esto no me llama la atención de los periódicos reaccionarios de la Capital, puesto que es bien sabido que ellos cambian los conceptos y alteran las palabras para hacer aparecer sus crónicas en el sentido que mejor conviene a los intereses que los periódicos representan; pero si me llama la atención que CC. diputados como el compañero Robledo y como el compañero Montes, hayan cambiado mis conceptos y teniendo como tienen en la mano el Diario de

los Debates, no se hayan tomado la molestia de leer siquiera mis conceptos con el objeto de formarse una idea que de seguro hubiera sido muy distinta de aquella que vinieron a enunciar desde esta tribuna. Los dos cargos que se me hacen son los siguientes: Primero: Haber dicho desde la tribuna que, en mi concepto, aquellos ciudadanos que se han levantado en armas, como una protesta por la violación burda que se ha hecho del voto popular en distintos Estados de la República, que esos ciudadanos, digo, estaban en su completo derecho; sigo creyendo lo mismo y siempre aseguraré lo mismo. El mismo C. Carranza, digno Presidente de la República, tiene, o cuando menos tuvo, en tiempos pasados la misma opinión que yo tengo en la actualidad, y de esto hay testimonios dentro de la misma Cámara; pero en vista de que no se ha hecho ninguna refutación seria a este concepto mío, paso por alto sobre esta cuestión para tratar de lleno lo que se ha dado en llamar "mis ataques al Ejército Constitucionalista." Para esto, señores diputados, suplico a ustedes tengan conmigo alguna benevolencia puesto que para probar lo que deseo probar, es necesario que yo haga una especie de análisis de la formación actual del Ejército Constitucionalista.

Desde luego, niego categóricamente, y con todo el énfasis de que soy capaz, que el Ejército actual sea el mismo Ejército que venció al usurpador Huerta y que venció al reaccionario Villa; y lo niego porque está en la conciencia de todos los diputados... (Voces: ¡Sí, sí; no, no!) ¡No es el mismo glorioso Ejército! ¡Qué va a ser! ¡Un Ejército del que se permite que se separe Álvaro Obregón! (Aplausos.) ¡Un Ejército, en el que tal cosa se permite para dar lugar a que entren Natera y Banderas "El Agachado," no es el mismo Ejército! Un Ejército en que el caudillo más prestigiado de la Revolución, el hombre fuerte de ella, Álvaro Obregón, ha tenido que salir para dar entrada en él a aquellos individuos que han hecho armas contra las libertades, que han amenazado la retaguardia nuestra cuando avanzábamos en el Bajío, como Natera, y que se han llenado de oprobio por tantos crímenes cometidos, como los ejecutados por Banderas "El Agachado," que según se dice pronto tendrá el mando de una brigada o de una división para hacer la campaña en alguna región de la República; ese Ejército no tiene derecho de llamarse el mismo Ejército glorioso que venció a Huerta y venció a Villa. Quien conozca el modo especial de ser de nuestro Ejército, a no ser que sea un obsecado, necesariamente tendrá que estar de acuerdo conmigo en este punto. ¿Cómo se forma nuestro Ejército? En la Revolución van a empuñar las armas aquellos ciudadanos que, conscientes de sus derechos y de sus privilegios, así como de sus deberes de ciudadanos, creen que los principios fundamentales de la Nación han sido conculcados y se aprestan a defenderlos. En ese concepto muchos ciudadanos se levantaron en armas en el tiempo en que el usurpador Huerta, habiendo asesinado al entonces Presidente de la República y habiéndose apoderado del Poder, implantó una época de terror en el país. A ese grupo pertenecen los ciudadanos que cuando vieron que Francisco Villa, encarnación del militarismo en su más bruta expresión, se levantó en armas contra el Constitucionalismo, esos ciudadanos, digo, se armaron también y fueron a los campos de la lucha, pero generalmente los ciudadanos que tienen conciencia de sus deberes y de sus derechos también tienen algunos otros intereses y cuando termina la guerra, cuando ha sido vencido el enemigo, esos mismos individuos buscan de nuevo su hogar, buscan de nuevo sus trabajos anteriores; por eso es que se han separado del Ejército una gran parte de los soldados, de las clases, de la oficialidad, de los jefes y de los generales del Ejército, para dar entrada a muchos otros que están muy lejos de tener la dignidad y el valor y el valer de los ciudadanos que en un tiempo fueron a defender las libertades del pueblo en los campos de batalla; se ha dado entrada a muchos de los amnistiados, se ha dado entrada a muchos soldados que combatieron contra nosotros en los campos de batalla y que habiendo contraído hábitos de ociosidad y de vicio, no encontrando otra manera de vivir, han buscado un lugar en las filas del Ejército y han encontrado jefes lo suficientemente torpes para permitir su entrada al mismo Ejército. Han entrado al Ejército muchos rateros y desocupados, pero, sobre todo, el peligro más grande lo veo yo en la entrada de muchos ex - federales al Ejército Constitucionalista. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos.) Alguien en el lado derecho de la Cámara, cuando se trataba de mi humilde personalidad, dijo que yo había sido federal; el que tal dijo miente descaradamente. Jamás he sido federal yo y, señores diputados, si la entrada fuera nada más en las clases de soldados, de oficialidad, pudiera pasar, aunque de ninguna manera estaríamos dispuestos a tolerarlo; pero si hay muchos jefes prominentes dentro del mismo Ejército que han sido ex - federales, si yo puedo citar aquí un caso muy particular que da una idea del mal tan tremendo que están llevando al Ejército al permitir la entrada a él de ciertos individuos que serán indudablemente los que con el tiempo vayan preparando los futuros cuartelazos.

La juventud revolucionaria en armas, que ha deseado hacer de la de las armas una carrera, ha buscado en la Academia de Estado Mayor un lugar donde prepararse para ejercitar mejor después la profesión. Y, señores diputados, ¿ustedes saben quién es el Director de la Academia de Estado Mayor? (Voces: ¿Quién es?) Un ex - federal. (Voces: ¡Pruebas!) ¿Saben ustedes, señores diputados, quién es el jefe del detall de la Academia de Estado Mayor? Un individuo que en octubre de 1913 era prefecto político del Distrito de Atlixco en el Estado de Puebla, un individuo que siendo mayor del Ejército Federal, yo no sé por qué artes, yo no sé merced a qué influencias logró ganarse las simpatías de un jefe del Ejército, y allí está ese individuo, ese antiguo prefecto político del tiempo de Huerta, enseñando a nuestra oficialidad los deberes, naturalmente como él los entiende, como los entendieron los hombres del Cuartelazo, como los entendieron siempre los federales.

El C. Martínez de Escobar: ¡Pruebas, pruebas!

El C. Peralta: Se me piden pruebas de esto, y precisamente tengo en mi poder un documento que debe hacer prueba plena sobre el particular, y me

voy a permitir suplicar a la Secretaría que le dé lectura.

El C. Secretario Aranda: Al margen un sello que dice: "Jefatura Política del Distrito de Atlixco.- Estado de Puebla.- Número 43.

"Esta Jefatura, en uso de las facultades que le otorga el artículo 7o. del decreto de 30 de abril del año de 1912, concede permiso al C. Tomás Lezama, con objeto de portar armas para su seguridad y legítima defensa, en virtud de que por la naturaleza de sus negocios transita constantemente por jurisdicción del Distrito y fuera de él.

"Las armas son: pistola y machete.

"Lo que se hace del conocimiento de las autoridades tanto civiles como militares, suplicándoles atentamente no pongan embarazo alguno al interesado en el uso de esta licencia.

"Atlixco, 18 de octubre de 1913.- El Jefe Político.- J. González."

El C. Peralta continuando: El teniente coronel González es el jefe del detall de la Academia de Estado Mayor y es el jefe del detall de la división de Supremos P+oderes, señores diputados. (Siseos.) Esa es la razón, o al menos es una de las razones.....

El C. Aguirre Escobar: Para una aclaración pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Aguirre Escobar: El individuo a quien está expedido el salvo - conducto es un soldado de Higinio Aguilar.

El C. Peralta, continúa: Un soldado de Higinio Aguilar, dice el C. Aguirre Escobar. Decía, señores diputados, que ésta es una de las razones que yo he tenido para atacar en la forma en que ataqué al Ejército puesto que yo creo que su composición actual dista mucho de ser la que tuvo en los gloriosos años de 1913, 1914 y 1915. Tengo derecho al decir que en realidad, no es el mismo Ejército, que en realidad - y aquí viene a cuento aquella expresión vulgar de que el nombre no hace a la cosa -, el Ejército actual no es el mismo Ejército Constitucionalista que en los campos de batalla supo ajustar las cuentas, como decía ayer, a la usurpación de Huerta y a la reacción de Francisco Villa; pero, señores diputados, yo emplee esto como un argumento para atacar la Ley de Suspensión de Garantías, y creo que tenía absoluta razón en esto. No es posible poner un arma tan peligrosa como es una ley que priva al individuo de las garantías que le concede la Constitución; no es posible hacer que esa arma esté en manos de individuos como los que en su gran mayoría componen actualmente el Ejército. Ayer mismo dije que había honrosas excepciones; en efecto, casi en su totalidad las tropas yaquis que combatieron a la reacción de Francisco Villa y a la usurpación de Huerta, están actualmente en armas; pero esa es una excepción en el Ejército: la mayor parte de las brigadas actualmente, la mayor parte de las divisiones, están compuestas por hombres desocupados que han hecho de la carrera de las armas una profesión, un modo de vivir; estan compuestas por rateros, por amnistiados y por ex - federales, lo cual es una prueba más señores diputados, de que tuve absoluta razón al decir que no es justo, que no es conveniente para una Representación seria, como es a la que actualmente dirijo la palabra, dar las facultades a ese Ejército, de asesinar, de violar, de incendiar, porque si fuera a hacer uso de esta arma que vamos a poner en sus manos, o que quieren poner en sus manos algunos de los señores diputados, pase; pero seguramente que no hará buen uso de eso. Si ahora sin la Ley de Suspensión de Garantías, se están viendo tantos casos en la República; si estamos presenciando tantos atropellos, tantas infamias; si estamos contemplando todos los días tantos horrores, ¿qué no sería después cuando nosotros hayamos dado una ley para autorizar esos desmanes, esos atropellos? Por eso, señores diputados, yo he venido a llamar aquí la atención de ustedes y a suplicarles muy atentamente que tomen en consideración esto.

Yo no soy un enemigo del Ejército; puedo ser enemigo de todos los inmorales del Ejército; puedo ser enemigo de un general, ustedes lo pueden ver en las crónicas sociales de la prensa, de un general que da recepciones semanariamente, recepciones en que se gastan de cuatro a cinco mil pesos en cada ocasión..... (Voces: ¡Flores Alatorre!) (Voces: ¡Nombres, nombres!) Ya lo están diciendo los señores diputados. Puedo ser enemigo de todos aquellos que, valiéndose del uniforme y precisamente para ensuciarlo, van por los burdeles para cometer toda clase de escándalos, van a las cantinas para desprestigiar ese uniforme y para desprestigiar a la institución a la que pertenecen - y aquí gracias muy sinceras al señor general Montes, porque ha afirmado que él no cree lo que probablemente algún enemigo mío le ha asegurado, algún enemigo mío y villano por cierto, de que yo he andado en automóvil disparado por las calles de la ciudad -. Señores diputados, afortunadamente noté en la Asamblea que nadie pudo haber creído esta aseveración, y solamente dos o tres personas de las galerías, que probablemente no me conocen o que tienen malos antecedentes míos, pudieron haber creído semejante versión, puesto que yo siempre he procurado ser un hombre perfectamente moral, hasta donde yo conceptúo la moralidad. Es así, señores diputados, que yo creo haber destruído para siempre la impresión de que yo soy un enemigo del Ejército. Aquí se ha asentado que yo he dicho que el Ejército es un Ejército de bandidos; yo no he dicho tal cosa, yo desafío a cualquiera a que me lea la parte del Diario de los Debates en que se asiente semejante barbaridad. Yo, como miembro que soy del Ejército, deseo que se conozca la verdad, que se ponga al descubierto cuáles son las llagas de él; deseo que nosotros, huyendo de un gesto de mogigaterías, muy propio de las almas pusilánimes, nos enfrentemos resueltamente con la verdad y comprendamos que el Ejército actual dista mucho de ser lo que debiera de ser, dista mucho de ser lo que quisiéramos que fuera; necesita una reforma radical, necesita una limpia general, especialmente procurando evitar, señores diputados, que aquellos elementos que en un tiempo lograron la muerte del Presidente Madero, estén entrando actualmente al Ejército; ¿para qué?, para hacer que con el tiempo ese mismo Ejército maleado con las perversas intenciones de ellos, mal educado, mal dirigido, llegue a hacer lo que

hicieron los soldados federales durante el cuartelazo de 1913. (Aplausos.)

Presidencia del C. LÓPEZ LIRA JESÚS

El C. Presidente: Tiene la palabra, para rectificaciones de hechos, el C. Siurob.

El C. Siurob: CC. diputados: Voy a ser muy breve, porque hechos mucho más interesantes solicitan la atención de Vuestras Señorías; pero los hechos que voy a rectificar son a los que se ha referido el compañero Robledo, persona para mí bastante estimable, porque creo que es un compañero honrado y que su labor en el Ejército Constitucionalista ha sido absolutamente irreprochable.

El compañero Robledo, a quien agradezco también alguna frase galante que me dirigió, ha incurrido aquí en algunas inexactitudes. Yo lamento que siempre que el compañero Robledo venga a hacer uso de la palabra, sólo lo haga para defender personas y no principios. Siempre que yo he visto aquí al compañero Robledo, a pesar de que por su manera de expresarse se comprende que tiene un talento claro, ha sido para defender al general Diéguez, al señor Aguirre Berlanga o a no sé qué otra personalidad; pero yo nunca lo he visto venir a tomar aquí la palabra para defender alguna de las grandes ideas de la Revolución, alguna de las leyes que estamos precisamente dictando y que van a servir para consolidar esa misma Revolución en el terreno de los hechos, en el terreno de los principios. Se refiere a que no tengo yo pruebas concretas para afirmar que el C. Aguirre Berlanga sea una persona débil de carácter, sea falto de iniciativa y sea también un hombre que no tiene el prestigio suficiente como revolucionario para ocupar el puesto que en la actualidad le está encomendado. Voy a comprobar cada uno de mis asertos. Nos ha citado el compañero una carta mía en que yo me dirigí al compañero Aguirre Berlanga felicitándole por su labor como Gobernador del Estado de Jalisco. Mi felicitación de aquella época es la misma de hoy. El compañero Aguirre Berlanga al frente del Gobierno de Jalisco fue uno de los buenos Gobernadores preconstitucionales; por consiguiente, ni quito ni pongo una palabra más de lo que ya he dicho y lo sostengo como siempre sostendré lo que digo en el terreno de mis propias convicciones. Por consiguiente, no voy a atacar al C. Aguirre Berlanga como Gobernador de Jalisco, no obstante que ni tampoco puedo concederle el mérito que dice el compañero Robledo, de haber sido el primero en dictar las leyes para impedir que se vendiera y que se consumiera el alcohol. Antes que él dictara esa ley, yo ya la había dictado en Guanajuato, (Siseos) como consta a toda la diputación de Guanajuato, que hay testigos; y antes que yo la hubiera dictado, ya se había dictado en Sonora y en Yucatán, y antes que en Yucatán y que en Sonora, se había dictado también en Veracruz, si mal no recuerdo... (Voces: ¡En Sinaloa!) Por consiguiente, a ninguno de nosotros nos cabe esta iniciativa ni es una cosa que pueda decir el compañero Robledo que corresponde la iniciativa de esta ley al compañero Aguirre Berlanga, por más que haya hecho perfectamente bien en haberla implantado en Jalisco.

En cuanto a las diversas iniciativas de ley o a la falta de eficiencia de esta Cámara para tratarlas hasta la fecha, básteme decir a Vuestras Señorías que si todas las leyes son como la Ley Orgánica del Poder Judicial, que por sus muchas deficiencias que por su poca rectitud de espíritu revolucionario ha sufrido tantas modificaciones, que de aquí, en donde sufrió demasiadas adiciones y modificaciones, pasó al Senado donde no están de acuerdo con ella todavía, y seguramente ha de volver al seno de esta Cámara para ser aún modificada; eso demuestra que si todas las iniciativas de ley que nos presenta el C. Aguirre Berlanga, son como las que en la actualidad se encuentran en el Senado o que ya volvieron aquí, de esto no estoy seguro, pues entonces muy hermoso es ese espíritu de iniciativa; eso quiere decir que si es cierto que puede haber espíritu de iniciativa, ese espíritu está falseado precisamente por la falta del talento necesario para que dé todos los frutos que se necesitan; eso quiere decir que si todos los proyectos son como ese presentado, en vez de facilitar la labor revolucionaria en ambas Cámaras, solamente la entorpece, puesto que si fuera un proyecto que se ajustara al sentir revolucionario de ambas Cámaras, si fuera un proyecto que viniera, ya por decirlo así, digerido por una inteligencia clara, conceptuosa y profunda, no hubiera ocasionado tantas modificaciones, no hubiera ocasionado tantos debates ni nos hubiera hecho perder tanto tiempo.

Yo no me pongo a prejuzgar sobre las demás iniciativas que se nos envíen, únicamente me concreto a decir que si todas son como esa, son un argumento en mi favor y no en mi contra estas modificaciones a que aludo. Si se nos presentan tantas iniciativas tan mal fundadas y de las cuales nos ha venido a hablar el señor Berlanga con una palabra estropajosa y falta de dicción, nosotros no debemos consentirlo, y no podemos tolerarlo en un Ministro, en un jefe del Gabinete, porque el jefe del Gabinete debe ser el hombre que venga a poner escuela en el interior de esta Asamblea con pureza de principios, con rectitud de intenciones, con claridad y con talento y hasta con ilustración en los conceptos. Por estas razones las palabras del compañero Robledo vienen a obrar precisamente como argumento a mi favor. Pero hay más todavía, señores diputados, esta mañana, conversando yo con uno de los más conspícuos revolucionarios que acompañaron al C. Venustiano Carranza desde el principio de la Revolución, al preguntarle yo si creía que había estado atinado al tachar de débil de carácter al C. Aguirre Berlanga, me citaba un hecho, me citaba un caso: que estando precisamente en Coahuila, de que nos habla el C. Robledo, se trataba de buscar precisamente una Ley de Suspensión de Garantías, la Ley de 25 de enero de 1862, y los revolucionarios buscaban al C. Aguirre Berlanga, porque sabían que el C. Aguirre Berlanga tenía esa ley.

Pues bien, el C. Aguirre Berlanga se escondía, rehuía encontrarse con los revolucionarios porque no quería ser él quien diera

aquella ley, porque en aquel tiempo el C. Aguirre Berlanga todavía no tomaba una resolución, estaba perfectamente indeciso; se le invitó muchas veces a asistir a las juntas y rehuyó la oportunidad, sacó el bulto, y para el asunto de la ley, para obtener la ley, tuvieron que andarlo correteando verdaderamente para ver de que pudiera entregar la Ley de 25 de enero, que fue la que sirvió de norma al C. Carranza para dictar la Ley de Suspensión de Garantías del período preconstitucional. (Una voz: ¿Quién es ese señor?) Me permite el compañero que no lo cite, porque no me autorizó para hacer la declaración de su nombre, pero baste decir que es uno de los revolucionarios primeros que acompañaron al C. Venustiano Carranza desde el origen de la lucha contra de la usurpación. Esto es una prueba de la debilidad de carácter del señor Aguirre Berlanga.

Ahora voy a citar otra: Cuando entregué los ejidos de los pueblos de Tenango el Viejo y Tenango el Nuevo, los terratenientes usurpadores de estas tierras se dirigieron al entonces C. Primer Jefe, solicitando que esas tierras les fueran entregadas de nuevo; el conducto para hacer llegar estas solicitudes de los terratenientes fue el señor Aguirre Berlanga; no sólo, sino que el señor Aguirre Berlanga ponía telegramas, - uno de ellos yo lo ví -, al terrateniente usurpador de aquellos ejidos, en que le decía: "Las negociaciones emprendidas marchan perfectamente. Siga usted insistiendo sobre el particular." (Siseos.)

Esa es la razón por la que digo que el C. Aguirre Berlanga no está perfectamente identificado con los principios; que tiene flaquezas y vacilaciones en su actuación. Yo aprecié muy de lejos la actuación del señor Aguirre Berlanga en el Estado de Jalisco; por allí se habla de Collignon y no sé yo de quién; yo no me meto a investigar estos asuntos porque esto le correspondería a la diputación de Jalisco. Yo digo que como Gobernador del Estado de Jalisco no tengo ninguna tacha que hacerle, porque sobre la parte que yo conocí de su labor fue buena, pero que no tiene la personalidad del señor Berlanga el prestigio necesario, la energía suficiente y el talento que se necesita para desempeñar el cargo de jefe del Gabinete.

Voy a citar otras pruebas. (Voces: ¡Ya, ya! Siseos. ¡A votar, a votar!) ¿Qué ha hecho el señor Aguirre Berlanga? (Voces: ¡A votar, a votar! Siseos.) ¿Qué ha hecho el señor Aguirre Berlanga para impedir las violaciones, (siseos, voces: ¡Ya, ya!) para impedir las violaciones a la libertad de votar en distintas partes de la República, y esto es de su obligación como Ministro, como jefe del Gabinete? ¿Cuál de estas leyes que nos ha traído aquí el C. Aguirre Berlanga es de aquellas leyes estrictamente revolucionarias que redunden en beneficio del proletariado?

Espero la contestación por alguno de sus defensores. No me podrá negar esta Asamblea que no se pueda comparar en punto a prestigio, ni como revolucionario, ni como hombre de Gabinete, ni en ninguna forma, con cualquiera de los ciudadanos que figuran en primera línea entre los revolucionarios de la República, por ejemplo, con Pablo González, con Hill, con Álvaro Obregón, (voces: ¡Con Siurob!) con el licenciado Roque Estrada. (Voces: ¡Con el C. Siurob!) Yo no, señores diputados, es inútil que insistáis en mi nombre, mi personalidad es demasiado humilde, yo no aspiro a ningún cargo público, muy por el contrario, yo vengo aquí a jugar la última carta, vengo a jugar la última carta que jugamos todos los revolucionarios de convicciones, cuando vemos que nuestra obra está en vísperas de ir al fracaso, precisamente porque elementos malsanos, no me refiero al señor Aguirre Berlanga, sino a elementos francamente reaccionarios que se han colado en el seno de la Administración y están arrebatando a los altos jefes del Constitucionalismo la dirección de los asuntos públicos. No, los revolucionarios como yo, somos demasiado humildes y aquí únicamente venimos a jugar nuestra última carta, hacer nuestro último esfuerzo en bien del pueblo mexicano, puesto que hemos demostrado, puesto que lo demostré en tiempos del señor Madero, que después del triunfo, en momentos en que todos iban a la mesa puesta, nos hemos retirado a la vida privada, como lo hice yo, repito, en tiempos del señor Madero, y allí están algunos ciudadanos diputados que pueden atestiguarlo. Yo no he andado a caza de puestos públicos, por consiguiente, no tiene razón las palabras de los que citan mi nombre. No nos ha hablado aquí el compañero Robledo de el actual Director de "El Pueblo," que es una de las obras políticas más trascendentales del señor Aguirre Berlanga. Acerca de este punto, su silencio es absoluto. Por otra parte, aquí se nos ha dicho que las iniciativas de ley presentadas no son del C. Aguirre Berlanga, sino que son directamente del C. Encargado del Poder Ejecutivo. Yo me inclino a creer que no es así, que tiene que ser del señor Aguirre Berlanga, precisamente porque han dado tanta guerra, (risas) porque han necesitado tanta modificación, (risas) y porque probablemente, si les dedicamos a ellas la preferencia, nos van a meter en un callejón sin salida del cual, aun cuando se juntara este período con el otro, no podríamos salir por muy buena voluntad que tengamos, por muy buena voluntad que tengamos de trabajar en pro de la Revolución.

No quiero entretener más a esta H. Asamblea, (Voces de la derecha: ¡Vaya, vaya!) con la rectificación de estos hechos. Para concretar todo mi discurso de ayer y el de hoy, en relación con el C. Aguirre Berlanga, vuelvo a repetirlo, sin que se me haya demostrado absolutamente por el compañero Robledo lo contrario de lo que digo en estos momentos: que el C. Aguirre Berlanga no tiene el prestigio necesario para ser jefe del Gabinete; segundo, que no tiene la energía suficiente para imponerse en estos momentos a la Reacción soliviantada; tercero, que no tiene el talento necesario, como lo ha demostrado en esta misma tribuna, para defender las iniciativas de ley que por su conducto son turnadas a esta Asamblea, ni tampoco para emprender la iniciativa, o digo, para tomar la iniciativa necesaria en todos aquellos actos en que por ministerio de la ley le corresponde a él, con todo el tacto y con el tino necesarios, establecer las relaciones entre el Gobierno de la República y los Gobiernos de los Estados. Si fuera de otro modo, los Gobernadores de los Estados tendrían cuidado de no violar - como están violando a cada momento --, la Constitución de la República, porque

tendrían el principal censor, amigable, es cierto, o en la forma que fuera, en el C. jefe del Gabinete. De manera, que confirmo en todas sus partes lo que ayer dije del C. Aguirre Berlanga y no le quito sus méritos como revolucionario porque sería injusto, y yo con mis correligionarios jamás soy injusto. No le niego que sea correligionario; lo único que he dicho es lo que ya dejo asentado, y que como todo lo que yo afirmo, lo sostengo en el terreno de las convicciones. Que venga el C. Robledo y nos dé otras razones, porque las que nos ha dado son absolutamente indignas de tenerse en cuenta.

Presidencia del C. SÁNCHEZ PONTÓN LUIS

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra del dictamen el C. Manrique.

El C. Robledo: He pedido la palabra para una interpelación al orador en momentos en que se le concedía al C. Manrique, y este señor ha tenido la deferencia de cedérmela por un momento para dicha interpelación y suplico al C. Presidente me la conceda.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una interpelación.

El C. Robledo: Todo lo que yo he afirmado, señor diputado Siurob, fue presentando pruebas que tengo a la disposición de usted. Me referí principalmente a que en esa acusación no existe ni una sola prueba fundamental, y suplico a Su Señoría que cuando vuelva a la tribuna, rectifique sus palabras o traiga pruebas de ellas.

El C. Presidente: Manifiesto a Su Señoría que no ha sido una interpelación la que ha hecho al C. diputado Siurob.

El C. Siurob: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Siurob: La prueba viviente de lo que yo afirmo, es el C. Aguirre Berlanga desde esa tribuna. Esa es la prueba viviente de su falta de talento, de su incapacidad como parlamentario... (Siseos.) Ahora vamos a otras pruebas.

(Siseos.) La otra prueba es que a nadie de esta Asamblea consta que el C. Aguirre Berlanga haya hecho ninguna gestión para impedir que se violara el voto en diversos Estados de la República. La otra prueba es el telegrama que puso al terrateniente.

El C. Cepeda Medrano: ¿Dónde está?

El C. Siurob: Naturalmente yo no lo puedo exhibir, pero lo han visto diversas personas a cuyo testimonio apelo, como el señor Aguirre Benavides, el teniente coronel Jurado, el ciudadano... déjenme recordar el nombre... Antonio Rodríguez Anda. Estos son los testigos que vieron el telegrama. La prueba también evidente, es la presencia de un reaccionario al frente de "El Pueblo," ésta es una prueba evidente de falta de tino, porque al frente del único periódico que posee el Gobierno, si hubiera un verdadero revolucionario al frente del Gabinete, que es quien tiene que dar el nombramiento a este individuo, habría colocado allí a uno de los más conspicuos revolucionarios, y al contrario, se ha colocado allí a uno de los más conspicuos reaccionarios.

La prueba evidente es que la Ley del Poder Judicial nos ha ocasionado a nosotros muchísimas dificultades; que no ha sido aprobada ni aquí ni en el Senado; que ha sido objetada infinidad de veces y que las objeciones.... (siseos) y que las objeciones han sido a una gran parte de los artículos.... (siseos) que ha presentado aquí el C. Aguirre Berlanga. Esas son las pruebas evidentes que desea el compañero Robledo; naturalmente yo no podía venir preparado con documentos, porque yo no creí que se me iba a hacer una interpelación en ese sentido. En mi discurso pasado no traje documentos expresos, por la sencilla razón de que también fue un asunto enteramente imprevisto, fue algo imprevisto, y, sobre todo, yo no podía en un discurso en que mi principal objeto era defender la Ley de Suspensión de Garantías individuales, venir documentado para atacar a cada uno de aquellos individuos.

Por tanto, sólo me fundé en acusaciones que podía probar y que estaban patentes ante todos los CC. diputados y ante todo el pueblo mexicano. Esta es la razón por la cual las pruebas están patentes y no se necesita venir aquí con documentos.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Manrique.

El C. Manrique: Señores diputados: Al margen del discurso de nuestro buen amigo y compañero Uriel Avilés, pronunciado la tarde de ayer, bien pudiera ponerse este breve comentario: "De cómo las cosas más serias tienen su lado cómico;" pero yo, obediente a mi peculiar idiosincrasia, tengo que volver a tratar este asunto con seriedad. Realmente esto es ya una convicción profundamente arraigada en nuestros ánimos: nos hayamos frente a una situación harto difícil, situación que requiere que todos los mexicanos, absolutamente todos, pongamos a contribución toda nuestra buena voluntad.

Difícil es el momento; es de prueba la hora; pero también, confiados en nuestra tradición, confiados en nuestra historia, creo que podremos salir adelante con la frente en alto. Momento es este que requiere para la solución de los actuales problemas, no sólo el esfuerzo constante y tenaz de todos los elementos constitutivos del Gobierno, sino también - y esto es aún más necesario -, la contribución de todos los ciudadanos mexicanos. Hora es ya de que los vencidos en la pasada y cruenta lucha dejen sus hondos y pertinaces rencores y que comprendan que aún para el logro de sus personales propósitos, aún desde el punto de vista utilitario de su propia y personal opinión política, es indudablemente necesario que la República siga en su vía de progreso y que el actual Gobierno se cimente. Efectivamente, debemos creer, aceptando en esto un amplio tecnicismo histórico, que todos los partidos que tienen una tendencia histórico - política perfectamente definida, que estos partidos teóricamente, al menos así debemos suponerlo, persiguen todos ellos el bien de la Patria; en lo que difieren unos y otros, los de este lado y los del opuesto, es en el punto de vista, en los procedimientos para llegar a la consecución del mismo objeto. De manera que si el fin supremo, si la idealidad

máxima que todos persiguen es el bienestar de esta Patria común, tiempo es ya de que pensemos en darle positivo y seguro bienestar, que después vendrán en el terreno de las ideas, la noble y amplia controversia política; pero proseguir esta lucha fratricida es ruin, es perverso y es infame. De manera que digo que es tiempo ya de que todos, absolutamente todos los mexicanos, pensemos en la sangre derramada, que es ya suficiente, ya que acaso sea demasiado estéril el sacrificio de prolongarla; esto por lo que toca a la colaboración, a la resolución de este magno problema de todas las clases sociales, de todos los individuos sin distinción de credos, ni de opiniones; por lo que se refiere al Gobierno mismo, es indispensable un procedimiento armónico en los trabajos de todos sus componentes. Una magna parte de esta labor hállase encomendada al Poder Judicial. Si en el fondo de todos nuestros movimientos sociales, de este intenso movimiento que nos ha sacudido los últimos años se halla una honda aspiración de justicia social, ¿qué hay de más necesario si no que el Poder que tiene por altísima misión el administrar igualmente para todos esta necesaria , esta indispensable justicia, sepa hacerlo con la debida rectitud? Es pues, necesario, que este Poder, comprendiendo la alteza de su misión, castigue implacablemente a los magistrados venales que olvidan cuál es la enorme responsabilidad de la misión que les ha sido encomendada.

Paso al Poder Ejecutivo. Acaso la máxima parte de la responsabilidad, acaso la parte mayor de esta tarea de titanes, pesa como un mal abrumador sobre los hombros del Poder Ejecutivo. Esto sea dicho en abono de los errores que comete; difícil es la tarea y natural es que los errores no sean escasos. Ante el análisis de nuestra actual situación, ante el análisis concienzudo y sereno de nuestra actual situación política, en el momento supremo de llegar a definir la responsabilidad histórica y política del momento actual, es necesario advertir cuál es la parte de responsabilidad que corresponde al Poder Ejecutivo. Si el Poder Ejecutivo, si el Gobierno actual ha emanado de un movimiento revolucionario de tendencias perfecta y claramente definidas, debe este Gobierno, si no quiere ser suicida, si no quiere llevar en su mismo seno un germen de muerte, ser consecuente con los principios sociales a los que debe su encubrimiento. El radicalismo, dicho no en el sentido de la burda intransigencia, ni de odioso jacobinismo, sino el radicalismo que quiere decir la sinceridad absoluta en los principios proclamados por el individuo, es indudablemente respetable para propios y extraños. De allí que la primera necesidad del Poder Ejecutivo, si quiere subsistir, es un sano y noble radicalismo, una absoluta sinceridad y consecuencia lógica con los principios por él proclamados; de todo lo cual resulta la necesidad de que el complexo administrativo sea lo más posiblemente homogéneo dentro de la realidad política actual; de lo contrario, admitiendo estas fatales heterogeneidades en el Gabinete de la Administración, heterogeneidades políticas que dieron seguramente al traste con el Gobierno del Presidente don Francisco I. Madero, como habrían dado al traste si no se hubiese precipitado la caída del Gobierno General con algunos Gobiernos locales, como el de Rafael Cepeda en San Luis Potosí, y algunos otros Gobernadores en diversos Estados de la República, Gobiernos estos heterogéneos, sin una finalidad perfectamente definida que desencantaba a tirios y a troyanos, que por su falta de discusión en la resolución del problema social, desencantaba a determinadas clases sociales, sin satisfacer siquiera los anhelos de aquellos a quienes debía su elevación.

Esta condenable teoría, digo, debe desaparecer del actual Gobierno si éste quiere subsistir y quiere implantarse sobre sólidas bases. Por lo que toca al Poder Legislativo, difícil también, de grandes responsabilidades es la tarea que le ha sido encomendada, tarea verdaderamente ingrata por lo que toca a la satisfacción que hemos de recibir del beneplácito de nuestros conciudadanos.

El tiempo ha de transcurrir en breve, dentro de once meses escasos abandonaremos estas curules para dejarlas a otros ciudadanos, ojalá mejor intencionados y más aptos que nosotros, y entonces la Nación nos preguntará: "¿qué habéis hecho en este año y medio de labores?" Y es claro, como la trascendencia de la labor legislativa no puede apreciarse sino al cabo de los años, porque la influencia de la legislación sobre las costumbres y sobre la vida social de los pueblos es lenta y dificultosa, apareceremos a los ojos de la Nación como un grupo de individuos que nada habremos hecho por su bienestar. Ya vendrá más tarde la historia, serena y justa, a definir cuáles fueron nuestros méritos y cuáles nuestras verdaderas faltas, pero entretanto la situación actual requiere que redoblemos el ahínco demostrado hasta hoy, con objeto de no defraudar las esperanzas que en nosotros se han depositado.

Entro al análisis del problema de la conveniencia de una Ley de Suspensión de Garantías, y yo recojo la expresión del compañero Zapata, que decía, refiriéndose a esta ley, que es una espada de dos filos. Viejo y gastado es el símil, pero no por ello menos elocuente. Recordaré la del compañero Pruneda, que decía: "sí, eso es lo que queremos, que se trate de una espada de dos filos, que castigue a los malos elementos del Gobierno Constitucionalista." Quien así argumenta, seguramente no entendió o no quiso entender la trascendencia de esta metáfora. Quienes argumentamos en contra de la Ley de Suspensión de Garantías, llamándola así vulgarmente espada de dos filos, es porque creemos que no ha de ser adecuada para lograr el alivio de este mal que nos aqueja; porque creemos que esa arma ha de castigar al mismo que la esgrime, se ha de volver en perjuicio de aquel mismo organismo al que pretendemos curar. Necesita el estudio de nuestra situación actual serenidad de criterio, valor y decisión, como la que exige en todo momento el desempeño de esta labor política que está encomendada al Poder Legislativo. Aparte de la labor misma de legislar, a la que debe este Poder su nombre, tenemos una función política que no se halla expresa, explícita en la Constitución, pero que no es menos real: la función de censores de los demás Poderes. Es función de censura, acaso muy fácil en opinión de algunos, es realmente difícil, porque ella exige, para su fiel desempeño, valor, ecuanimidad, prudencia y discreción:

Valor, con objeto de no afrontar con tibieza la resolución de estos problemas y no decir las verdades a medias; discreción, con objeto de no pasar más allá de los límites dentro de los cuales habíamonos propuesto encerrar nuestro pensamiento; y ecuanimidad, porque fluctuamos entre dos extremos: o cometer injusticias atacando a quien no merece ataques o dejando de atacar a los verdaderos culpables de una mala situación. Mentira parece, señores diputados, pero no, es perfectamente explicable, si tenemos en cuenta nuestros antecedentes históricos, si tenemos en cuenta que pesa sobre nosotros la herencia fatal de las dictaduras pasadas, que anquilosaron el ejercicio de nuestros miembros, que nos impidieron el libre ejercicio de nuestras facultades democráticas, resulta pues, explicable; pero, afortunadamente, el mal se va curando, que haya todavía timidez en la expresión de la opinión, que haya algún diputado que solicite, que haya algunos diputados que soliciten, a la hora de discutirse estas cuestiones supremas, una sesión secreta; que haya diputados que vacilen antes de hacer tal o cual declaración honrada que su conciencia les sugirió. Recuerdo en estos momentos, a propósito de este estado de opinión, los procesos de Dreyffus y de Zolá en Francia, a propósito de ese proceso célebre en los anales políticos de Francia; recuerdo que entre las innumerables caricaturas que en aquella época cubrían los periódicos políticos, aparecieron algunas que tenían por lema: "Después de la diosa Razón, la diosa Razón de Estado." y simulaban una procesión de minesteriales, de frailes y de militares, que llevaban a la cabeza a la diosa Razón de Estado. En nombre de la Razón de Estado era necesario ser discreto en la expresión de la verdad, era necesario no menudear los ataques a todo lo que había de corrompido en la administración francesa, en el ejército, en la administración, en el clero francés. En nombre de esta razón de Estado era necesario ser cautos. Algunas otras caricaturas por el estilo, representaban a un fraile o a un militar empeñados en ocultar la verdad, encerrándola dentro de un pozo, la otra audiencia pública, una vista del proceso Dreyffus, en que los jueces y el público están todos separados por muros y cubiertos con amplias corazas que les ocultaban el rostro, y todo tendente a obscurecer la verdad, a evitar que fuera oída la voz augusta de la verdad. Algo parecido sucede aquí entre nosotros, cuando en nombre de la razón de Estado se quiere que no se ataque al Ejecutivo, que no se ataque al Ejército Constitucionalista. No parece, señores diputados, sino que estamos empeñados en levantar fetiches tras de fetiches, que tras del fetiche que se llamó ejército federal, al que se llamó glorioso ejército federal y al que se querían atribuir los méritos de la lucha de los patriotas mexicanos en el 47 y de la lucha en el 62, este ejército que no ha sido, en último resultado, sino en apoyo más formidable de la dictadura de Porfirio Díaz, a este que se le llamaba glorioso ejército federal y era, indudablemente, un sacrilegio decir cuanto había en él de malo, cuanto había en él de reprochable, claro está que la comparación no es absolutamente exacta, puesto que hay una diferencia de origen; ¿pero quiere esto decir que el Ejército Constitucionalista ha de convertirse para nosotros en un nuevo fetiche intocable? ¿Pues no es, acaso, una organización harto complexa, en el cual tenemos derecho, en el cual el análisis nos permite señalar máculas, lo mismo que señalar timbres de gloria? ¿Por qué entonces esta vacilación en señalar, sobre todo si lo hacemos con las necesarias excepciones, para marcar y fustigar lo que consideremos reprochable? No, señores diputados, es necesario que abordemos la resolución de este problema con amplia serenidad y con amplia despreocupación, porque aquí, quien no teme furibundos ataques personales de otra índole, sí teme, en cambio, que se le señale como enemigo de la Revolución, como enemigo del Gobierno, y el hombre que tiene la absoluta conciencia de la verdad de lo que dice, de su verdad, éste la expresa sin temor a las consecuencias, sin temor de disgustar hoy a unos y mañana a otros.

El C. Aguirre Berlanga, Subsecretario del Interior, iniciaba ayer su discurso muy hábilmente, pero también acaso injustamente, al tratar, generalizando, de señalar como enemigos del Gobierno a todos los que se opusiesen a esta Ley de Suspensión de Garantías. Esto es para el señor Aguirre Berlanga, lo mismo que para los que como él piensan, el supremo criterio, la piedra de toque para distinguir al partido leal del Gobierno del acérrimo enemigo suyo. No señores diputados: se puede ser sincero y firme partidario de este Gobierno, del que por lo demás todos formamos parte, puesto que el Gobierno no es el Ejecutivo, sino que Gobierno somos también nosotros, a riesgo de ser suicidas, a riesgo de caer en el absurdo de negarnos a nosotros mismos, no podemos ser enemigos del gobierno puesto que la suerte del Gobierno, triunfante o vencido, es la nuestra misma y ninguno de nosotros puede substraerse a la suerte común.

De manera que no, señores diputados: se puede defender precisamente la integridad, la seguridad, la incolumidad de ese mismo Gobierno y por esto mismo, y con el noble deseo de fortalecerlo, oponernos vigorosa y enérgicamente a la Ley de Suspensión de Garantías, y oponernos comenzando por tener la fe inconmovible en el juicio de quienes nos escuchan y quienes en último análisis han de ser los que dedican de la aprobación o reprobación de esta ley; comenzando por confiar en que habéis de reprobarla, no como algún otro compañero que a pesar de reprocharla, comenzaba por creer que esta ley será aprobada, y si acaso es aprobada yo os aseguro que no lo será sin poderosas resistencias.

El problema es, pues, en concreto: ¿la Ley de Suspensión de Garantías satisface al desiderátum del Ejecutivo, de mejorar la actual situación política militar del país? ¿La Ley de Suspensión de Garantías ha de ser el remedio adecuado y pertinente, para salvarnos del mal que nos aqueja, de ese cáncer que nos corroe las entrañas? (Voces: ¡Sí, sí; no, no!) Sí, para los unos; no para los otros. Dividida está la opinión y esta misma división, esta misma incertidumbre en unos, esta firme convicción en otros, de prueba, es indicio seguro de la importancia del problema. Resolvedlo cada uno de vosotros conforme a vuestra conciencia. Yo no he de ver a un enemigo del Gobierno,

a un enemigo de la Revolución, a un enemigo de la Patria ni a un enemigo personalmente mío en quien la apruebe; pero tampoco debemos creer, porque sería absurdo, que los enemigos están del lado de aquellos que reprueben la Ley de Suspensión de Garantías. En el momento de analizar y definir la responsabilidad del momento, las responsabilidades de la situación actual, es necesario que hagamos un aparte al propio partido revolucionario hoy en el Poder y dentro de las responsabilidades del Partido Revolucionario concretemos, puesto que es quien está en contacto íntimo con la realidad, natural es que analicemos la labor del Ejecutivo, y en estos momentos debemos comenzar por contestar a esta pregunta: ¿Es efectivamente, como lo han afirmado algunos ciudadanos diputados, como lo niegan algunos otros, el actual Ejército Constitucionalista culpable, siquiera sea en parte, de la actual situación? ¿Es el Ejército Constitucionalista, o esta gloriosa institución, - como la llamó el compañero Aguirre Berlanga, el señor Aguirre Berlanga -, es realmente adecuada para responder a la altísima misión que le hemos encomendado, cual es la de darnos garantías y de llevarnos a la necesaria y anhelada pacificación? ¿Es el Ejército Constitucionalista una institución gloriosa? ¿Es gloriosa por sus antecedentes y por su historia? Sí, en síntesis. (Voces; Campanilla.)

El C. Secretario Aranda: Se suplica a los CC. diputados guarden un poco de más silencio.

El C. Manrique, continuando: ¿Tiene el Ejército Constitucionalista innegables timbres de gloria? Sí, en síntesis; no en detalles. Yo no sé por qué se asustan los señores Montes y Robledo y los demás compañeros que de tan buena fe han salido a la defensa del Ejército Constitucionalista.

¿Pues qué, sin negar la gloria inmensa que corresponde aquellas gloriosas muchedumbres, no podemos afirmar que cometieron desmanes y crímenes las muchedumbres que se levantaron a la voz de Hidalgo, que a su voz de lanzaron sobre Granaditas? ¿Y qué, las tropas que se levantan contra el invasor francés, acaso se compusieron exclusivamente de héroes y exclusivamente de hombres honrados y buenos y leales? Seguramente que no. Recuerdo que en una sintética y compendiada historia patria de Justo Sierra, - que seguramente debéis conocer -,al referirse al pie de la efigie de un guerrillero de la época, tiene esta sintética expresión: "Solía ser un bandido o un héroe."

Pues lo mismo, absolutamente, podemos afirmar de los miembros del Ejército Constitucionalista: los hay entre ellos que son héroes prestigiados que no tienen seguramente mancha alguna de que sonrojarse; pero los hay también que son deshonra de esa institución y que lo serían de cualquiera institución.

¿Es el Ejército en los momentos actuales el culpable de gran parte de lo que sucede en nuestro país, del estado tan lejano de la pacificación en que nos hallamos? Seguramente que sí; categóricamente, si.

Aquí tengo, - y no me digáis que es un hecho aislado porque yo os iré citando otros "hechos aislados," - aquí tengo un periódico de Oaxaca de Juárez, entiendo que es periódico oficioso: "El Estandarte." En él tenemos una relación de lo sucedido a un señor Adolfo Tamayo; este periódico me lo proporcionó un compañero de Oaxaca, el diputado Avendaño:

"Cómo refiere los hechos el señor Adolfo Tamayo.- Efectivamente tuvo una dificultad grave en el camino de Ocotlán a San Dionisio pero no por facinerosos.

"Publicamos antier los rumores alarmantes que circularon en ésta, acerca de un asalto que en el camino de Ocotlán a la hacienda de San José de Lagarzona, había sufrido el señor Adolfo Tamayo a quien se suponía había sido muerto.

"Ayer recibimos la visita del señor Tamayo, quien nos manifestó que en efecto, había sido molestado en el camino como lo refirió "El Estandarte," pero que no se trataba de facinerosos, sino del jefe del destacamento de Ocotlán y varios de lo soldados de este señor, un individuo llamado Bartolo Cruz y otro de nombre Zeferino Mendoza...."

Siguen detalles.

Aprovechando las últimas vacaciones que tuvimos a fines del mes de agosto, tomé un boleto con escala rumbo a San Luis Potosí y me detuve algunos días en los Estados de Querétaro y de Guanajuato. En el Estado de Guanajuato, por ejemplo, en el pueblo de Dolores Hidalgo, la víspera de mi llegada, que fue uno de los últimos días del mes de agosto, había sido amagada la población por un grupo de bandoleros, por un grupo de alzados contra el Gobierno. Esa noche los vecinos de la población de Dolores Hidalgo hacían guardias en las calles y a mí, que salí, que había salido a recorrer la población por la noche, me marcaron el alto en diversos lugares, me dieron el "quién vive." Al compañero Ríos Landeros, diputado por aquel distrito, le consta que se ha formado en aquella población de Dolores Hidalgo un cuerpo de defensa local formado por 150 vecinos que solicitaron del Ejecutivo de la Unión la necesaria autorización para armarse, solicitaron armas que les fueron proporcionadas, ¿Sabéis por qué llegaron los vecinos a esta resolución? ¿Pues qué, dentro de la aceptada e inevitable ley de la división del trabajo no corresponde vigilar por la salud de la colectividad precisamente a la policía o al Ejército? Sí, esto en teoría, no en la práctica. Efectivamente, para aquellos pueblos, para todos los lugares comarcanos existe constantemente el azote de los bandoleros capitaneados me parece por un jefe Gutiérrez, cuya partida de hace ascender a cuatrocientos hombres y el mismo azote existe de parte de las tropas encargadas de dar garantías; pero no digo el mismo sino que la responsabilidad de los encargados de dar garantías y que se convierten en un azote de esos pueblos, esta responsabilidad es indudablemente mayor; de manera que los vecinos se vieron precisados y orillados por las circunstancias, en la necesidad de formar entre sí un cuerpo de vecinos entre los más valerosos y decididos y se ha formado un cuerpo de 150 hombres que han recabado autorización para armarse.

La Prensa, el periódico "El Universal," que no es ciertamente sospechoso de antiejecutivismo, la prensa dio la noticia de que había sido procesado - compañero Ríos Landeros -, paréceme que el general

Machuca. El general Machuca, que guarnecía aquellas regiones y que se apoderó de un buen número de cabezas de ganado de vecinos pacíficos, a quienes ni siquiera indemnizó ni dio constancia de ninguna especie; un verdadero robo cometido por un general del Ejército Constitucionalista, no sé si Mastache o Machuca, parece más bien que fue Machuca; este general fue llamado por el Jefe de la Nación, por el Presidente de la República, a Querétaro; era en los días en que el C. Presidente de la República se había transladado a la ciudad de Querétaro con motivo de la boda de una de las señoritas sus hijas, y a él acudieron por una parte los vecinos de Dolores Hidalgo en demanda de ayuda, en demanda de garantías, en demanda de armas. Solamente les fueron suministradas cien armas y de estos cien rifles retuvieron la mitad, los soldados del general Machuca; y, por otra parte, llegaba también para escuchar seguramente una vigorosa reprimenda del Presidente de la República, este propio general culpable de latrocinios. Cosa parecida había sucedido sistemáticamente en la población de San Felipe, cuyos vecinos han formado un cuerpo de ochocientos hombres; también ochocientos vecinos se han reunido con el objeto de defenderse de los desmanes de unos y de otros. Este esfuerzo de la iniciativa particular, de la iniciativa privada, es seguramente el que está destinado a resolver esta situación general. Porque efectivamente, aun suponiéndolo bien intencionado, el soldado constitucionalista que está de guarnición en Dolores Hidalgo, mañana en Maravatío, después en Irapuato, no tiene efectos ni intereses que le liguen al terruño, en tanto que el vecino que tiene que defender su vida y a veces la vida y el honor de su familia, es naturalmente el que con verdadero empeño, sin defraudar intereses ningunos, ha sabido cumplir con su deber heroica y calladamente. Otro caso aislado voy a referiros: el compañero Rómulo de la Torre, diputado por Jalpan, Distrito de Querétaro, que no es ciertamente sospechoso de reaccionarismo, estuvo en días pasados a entrevistar al Presidente de la República para solicitar de él dos cosas. ¿Y cuáles fueron ellas, compañero Rómulo de la Torre? ¿Tiene la bondad de decírnoslo?

El C. de la Torre Rómulo: Con permiso de la Presidencia.....

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. de la Torre Rómulo: La primera, hacerle saber al señor Presidente la solicitud que hacen los vecinos de Jalpan para que se les proporcionaran armas para defenderse de las incursiones de bandoleros, y la segunda que se sirvieran no mandar fuerzas del Gobierno, porque había tanto peligro en recibir unos como otros. Yo se lo dije personalmente al señor Presidente de la República, diciéndole al apoyar la petición y ofreciéndole ponerme al frente para defenderlos de los bandoleros, y también le dije que los que han estado allí de guarnición, con excepción de la única guarnición que dio garantías, que fue un señor mayor Basurto, que puso el general Montes cuando fue Gobernador, que con excepción de él, todos han robado peor que los mismos bandoleros.

El C. Manrique: Ya veis, señores diputados, que la declaración del señor compañero diputado Rómulo de la Torre vale una mina de oro. Dos cosas solicitaban los vecinos: armas para defenderse, por una parte, y por otra parte, que no se enviasen allá tropas constitucionalistas. Pero por supuesto que hay excepciones, y con la misma honradez que señalamos las máculas, señalamos las excepciones. Al compañero Federico Montes, a quien no veo en estos momentos en el salón de la Cámara, debe constarle probablemente que en el Distrito de San Miguel de Allende, del Estado de Guanajuato, que aquí representa, en el Distrito de San Miguel de Allende, digo, hay un coronel constitucionalista, paréceme que es el coronel Gallegos, que éste sí da garantías muy eficaces a toda aquella comarca y que es naturalmente querido y respetado de toda aquella población; coronel que no se limita a estar a la defensiva, sino que ataca a los enemigos, que también es vigoroso en reprimir los desmanes de sus mismas tropas, de todo lo cual resulta que esta guarnición sí es verdaderamente disciplinada y que cumple con su cometido. (Voces: ¡A votar!)

El C. Secretario Aranda: Habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se pregunta a la Asamblea si continúa el orador en el uso de la palabra. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie.

El C. Presidente: Sigue en el uso de la palabra el C. Manrique.

El C. Manrique: ¿Qué podemos inferir, señores diputados, estudiando con todo despasionamiento esta situación, si no que el Ejército Constitucionalista es en gran parte culpable de la actual situación militar? En lugar de impartir garantías, buena parte de este Ejército, claro que no la totalidad, sólo siembra en los pueblos la desconfianza, la inseguridad, el terror. ¿No es esto un poderoso estímulo, no es también esto un poderosísimo incentivo para que muchos hombres que habían permanecido hasta el momento quietos, hostigados verdaderamente por las tropas constitucionalistas se lancen ahora con las armas en la mano a combatir al Gobierno a que antes respetaban mientras creyeron que habría de darles garantías? (Siseos.) Claro está que si el Gobierno Constitucionalista fuese algo perfecto, entonces el rebelarse contra este Gobierno sería un sacrilegio también absoluta y perfectamente condenable; pero mientras las máculas, mientras las debilidades existan en el Gobierno, claro está que será menor la culpabilidad de quienes se levanten en armas contra ese Gobierno. Dos son las causas principales de descontento contra la actual Administración: por una parte, causas de orden político; por la otra, y quizá principalmente, causas de orden económico. Las causas de orden político ya las señalamos.

Por más que el Ejecutivo en la exposición de motivos que hace el someter al Congreso de la Unión esta Ley de Suspensión de Garantías, por más que afirma, digo, que ya en realidad no tenemos en la República un problema político militar, tenemos derecho de dudar de la exactitud de estas palabras tomadas al pie de la letra. Sí hay en la República un problema político militar más o menos grave, claro que no tan grave como hace dos o tres años; pero grave y serio al fin, no se ha de borrar ese problema, ni ha de desaparecer, porque neguemos su existencia. Si existe, pues, un problema político,

si hay un buen número de alzados en armas contra el Gobierno, que tienen una organización rudimentaria, pero organización al fin; si tienen una finalidad más o menos definida, ¿entonces no es torpe ni es ruin, no es suicida el darles armas a estos enemigos para batirlos? Seguramente que sí ¿Cuáles son estas armas? Aunque en realidad estos individuos que atacan al Gobierno persiguen fines muy otros de los que ostentan, forzosamente estos individuos tienen que levantar en alto una bandera en la que proclamen determinados principios de programa político - económico - social. Pues entonces, si el Gobierno Constitucional se aparta del cumplimiento de sus promesas políticas, del cumplimiento de su programa político, claro es que no está haciendo otra cosa que dar armas a los enemigos.

Con mucha frecuencia - y hace pocos momentos como elocuente demostración de lo que digo, estuvo en esta tribuna el compañero Robledo -, y con mucha frecuencia se dice: "¡Ah! ¿oís señores diputados, lo que está diciendo el diputado fulano?" Pues es lo mismo que afirman los reaccionarios, es lo mismo que dicen las proclamas felicistas que se han distribuido en estos días en esta ciudad.

¡Ah! ¿Qué esto será solamente una simple coincidencia o habrá en esto una identidad de miras? Ah! Desconfiad de quien os dirige la palabra. Esta arma esgrimida a vaces de buena fe.....

El C. Avilés: ¿Me permite una interpelación el orador?

El C. Manrique: Por el momento no, compañero, más tarde, sí.

El C. Avilés: Quería hacer una interpelación y es muy sencillita: ¿a la hora del combate usted sería el que se pusiera al frente? Usted sería un don nadie, usted no iría al combate, y usted viene aquí precisamente a hablar del Ejército.

El C. Presidente: Se llama al orden al C. Avilés, porque no se le ha concedido el uso de la palabra.

El C. Manrique, continuando: Más tarde, compañero Avilés, tendré el gusto de contestar a todas las interpelaciones que se sirva usted dirigirme; por el momento prefiero seguir adelante.

Digo que se esgrime con harta frecuencia este argumento: las palabras de ese diputado son las mismas que podéis ver en las proclamas felicistas, son los mismos argumentos de los reaccionarios de allende el Bravo y de los científicos; dice el compañero Robledo, esparcidas por sobre el ancha faz de la tierra. Bien, pues esto sólo quiere decir una cosa: que si representamos por un círculo mi opinión y representamos por otro círculo la opinión esta de las proclamas felicistas, estos círculos, en vez de estar absolutamente apartados, se cortan en un punto, hay una interferencia, hay algo de común entre lo que opinan aquéllos y lo que opinamos los que deseamos la reprobación de esta Ley de Suspensión de Garantías, porque ya lo afirmó el compañero García Vigil, y a esto aludió en días pasados: la verdad no es patrimonio de nadie, y la verdad es, en ocasión, común a grupos de hombres que pretenden perseguir fines y realización de miras distintas. No, señores, diputados, sí hay, y podemos afirmarlo, sí hay una gran culpabilidad política en el actual Ejecutivo, que ha dado armas a sus enemigos; dos grandes grupos podemos distinguir entre los enemigos más o menos francos, más o menos retiscentes del actual Gobierno, levantados en armas, los unos conspirantes, tímidos los otros; estos grupos son dos, indudablemente, y no se pueden ser más. El Gobierno comete una falta, la falta se le reprocha por dos distintas, por dos diversas tendencias: la reprochan por una parte los vencidos de ayer, es claro, porque para ellos el Gobierno actual no puede tener sino tropiezos y errores, y si alguna ocasión acierta y está en lo justo, no pueden concederlo; de manera que los vencidos, los verdaderos enemigos del Gobierno, estos sentirán la falta y el reproche. Pero hay también un grupo que reprocha al Gobierno la falta de cumplimiento de sus promesas, en nombre de esas mismas promesas, y quienes hacen el reproche coinciden en un punto: en atacar al Gobierno. Es claro, pero la intención y el móvil son muy distintos, radical y esencialmente diferentes; de manera que sí podemos afirmar que ha empeorado la situación.

El Gobierno actual, con las imposiciones ya perfectamente indiscutibles de Gobernadores de algunos Estados de la República, ¿creéis, señores diputados, que no ha sido eso una arma poderosa para algunos restos del antiguo Ejército revolucionario, que flaqueó en la época de la Convención, sosteniendo distintos principios revolucionarios? Seguramente que sí. Claro es que, por ejemplo, el cuerpo que opera por el Istmo de Tehuantepec, sostiene principios muy otros de los que sostienen determinados cabecillas de la huasteca veracruzana o potosina. El origen de estas tendencias es diverso. (¡A votar! ¡Ya, ya!) Paso a la causa económica del mal. (Murmullos, siseos. Voces:

¡Basta, basta!) La miseria, el descontento y el malestar de nuestras clases populares son, seguramente, un terreno fácil para la fermentación de esta levadura de descontento y rebelión. De manera que, ante todo y sobre todo, y como legisladores que debemos fundamentar nuestros actos el en estudio de la historia y tradición de nuestro país, es necesario que analicemos las causas económicas del mal y este mal económico sólo puede remediarse con procedimientos y leyes adecuadas, tan afines y tendencias claras y definidas económicas. El hambre, en síntesis, que orilla a tantos y tantos individuos a levantarse en armas contra el Gobierno, prescindiendo de toda consideración de moralidad y orden social, el hambre sólo puede combatirse procurando el bienestar de estas mismas clases y no imponiendo una ley bárbara, como es la de Suspensión de Garantías; no es, seguramente, para aliviar el hambre, para lo que puede promulgarse la Ley de Suspensión de Garantías. Pero se nos dice y claro que esto se presta admirablemente al ridículo, que queremos compasión y que queremos benevolencia para nuestros más crueles enemigos, para quienes son inocentes palomitas; son bestias, si queréis, es la bestia humana fustigada por el hambre y las necesidades, torturada por el sufrimiento, atenaceada por los dolores seculares; es la bestia humana la que se levanta con ideas más o menos definidas, más o menos vehementes de desorganización social; y los rugidos de esa bestia no se acallan con una Ley de Suspensión de Garantías. (Siseos, voces: ¡Sed breve!)

¿Sabéis, señores diputados, lo que lograríais con esta Ley de Suspensión de Garantías? No aniquilaríais, ciertamente, a la bestia, sino que convertirías su ferocidad clara y generosa en una mansedumbre artera e innoble. Cierto, promulgad la Ley de Suspensión de Garantías, fusilad implacablemente a todos aquellos a quienes sorprendáis en infraganti delito, y aún aquellos que no los sorprendáis infraganti, y evitaréis todo asalto en que el hombre, en que la bestia expongan más o menos generosamente su vida; pero, en cambio, la bestia se refugiará en lo más escondido de las espesuras, de las serranías, y desde ahí nos acechará, y se podrá ir a una gran metrópoli, pero no podremos aventurarnos en el corazón mismo de la República, porque ahí tendremos a la bestia que nos aceche para hacer una verdadera guerra de castas, una guerra de exterminio, una guerra de odio implacable y eterno. Esto sería lo único que lograríais con una Ley de Suspensión de Garantías.

Tanto se ha elogiado aquí, señores diputados, la ley del "menor esfuerzo," que claro está que tenemos que inclinarnos ante esta ley del "menor esfuerzo," al aceptar esta Ley de Suspensión de Garantías; entre estudiar las causas tan hondas, tan hondamente arraigadas en el corazón de nuestro pueblo, de este mal que tratamos de remediar, entre estudiarlas y buscar su resolución atinada y congruente, y fusilar y quitar la vida a quien sorprendamos infraganti, claro que no hay elección; es más fácil, señores diputados, fusilar; pero esto no es resolver el problema, es tomar espada de Alejandro para cortar vigorosamente el nudo gordiano; esto no es resolver la dificultad, es esto es solamente alejar la resolución del problema. (Voces: ¡A votar, a votar!) Hay un libro que es seguramente uno de los libros definitivos de la humanidad, por más que digan, quienes imaginan que el porvenir sólo ha de forjarse sobre las ruinas del pasado; me refiero al Evangelio; dice con frase indiscutiblemente elocuente: "No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva." (Risas y murmullos.)

Esto señores diputados, además de provocar vuestra hiralidad es claro que es perfectamente opuesto a la ley del menor esfuerzo. ¿No es mucho más fácil fusilar al bandido, al lactrofaccioso, al robavacas, a quien se coge en infraganti delito? Fusilémoslo, pero no habremos pacificado la República, sino que habremos prolongado este mal en lugar de tender a su definitiva y feliz corrección. (Voces: ¡Basta, basta! ¡A votar!) Ya voy a terminar, afortunadamente para vosotros. (Aplausos nutridos.) ¡Aplausos un tanto irónicos, que son no poco injustos en el fondo!

Sólo debo deciros para terminar las palabras memorables que deberíais meditar en toda su enorme trascendencia, pronunciadas por Camilo Benso, conde de Cavour, en su lecho de muerte, refiriéndose a la aflictiva situación de la Italia, situación honda y profundamente gravada por la guerra de exterminio que se hacía entonces a los oposicionistas de la idea nobilísima de la unidad italiana: "Nada de estado de sitio, cualquiera gobierna así." Efectivamente, es más fácil gobernar a una nación con una Ley de Suspensión de garantías, pero no es así como se resuelven los grandes problemas históricos. (Aplausos y seseos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. González Galindo.

El C. González Galindo: (Siseos y murmullos.) Señores diputados: Los siseos, ese murmullo que se levanta entre todos vosotros, indican que ya estáis plenamente orientados sobre la manera como debéis votar la Ley de Suspensión de Garantías que se consulta. También comprendo que lo hacéis porque seguramente gustáis de oír elocuencia, pero la elocuencia nunca fue patrimonio de los soldados del pueblo que han llegado a fuerza de luchas constantes a venir a ocupar un honroso lugar entre vosotros que no sois menos honorables, precisamente por esa honorabilidad que os reconozco, reclamo de vosotros un momento de vuestra atención. Es seguramente indudable que la Ley de Suspensión de Garantías es una ley dura, es una ley severa, y que como todas las medidas severas y duras tiene su pro y tiene su contra. ¿A quién se escapa que en esta ley dura, severa, enérgica y si se quiere sangrienta tienen que perecer quizá algunos inocentes? A nadie se escapa, porque todos vosotros sabéis de cuánto son capaces de administrar o hacer uso de esa ley; no se escapa, las leyes de la humanidad, las leyes más humanitarias, los sentimientos nobles de cada uno de vosotros, indican que no deberá recurrirse a este extremo, a esta medida enérgica; pero también el patriotismo, también las circunstancias anormales y verdaderamente alarmantes porque ha llegado en este momento a atravesar la República, exigen antes que los sentimientos, antes que la ternura, antes que la benevolencia patriarcal, urgen de toda urgencia que se pongan medidas coercitivas verdaderamente enérgicas, como es la suspensión de garantías. Se ha llegado a decir aquí, a tomar al Ejército Constitucionalista como el tópico para hacer que esta ley no se apruebe.

¡Qué lejos andan los señores que claman contra el Ejército Constitucionalista! Seguramente estarían mejor en los campos de Zapata o de Villa, para que fueran a combatir en vez de venir aquí como lo hacen revolucionarios y conspiradores de banqueta, lanzando siempre dicterios contra el Ejército glorioso, este Ejército que, quiérase o no, ha venido a salvar las instituciones de la República, y también que ha venido a la cúpula de la Revolución, pretendiendo, haciendo lo posible, por resolver los grandes problemas sociales, políticos y económicos que reclama el bienestar del pueblo. Estamos estudiando en estos momentos esas leyes que tanto ambiciona el pueblo, estamos viendo la manera más eficaz de resolverlos, la manera más eficaz de que la Reacción, representada por los capitalistas , por los latifundistas y por el clero, no vuelva otra vez a poner su dogal férreo y obscurantista sobre la cabeza de los ciudadanos mexicanos; hoy estamos tratando de dar ese pan moral, ese pan espiritual y quizá no estamos lejos de darlo también material al pueblo.

Pues bien, pero para que esto pueda hacerse efectivo, para que esto llegue cuanto antes a la cúspide, es preciso que trabajemos concienzudamente en paz, es preciso que trabajemos con

tranquilidad, porque ese malestar social que se agita en las calles de la capital no deja tranquilidad suficiente para trabajar al Congreso de la Unión.

Yo aplaudo ciertamente las requisitorias que se han lanzado aquí contra algunos miembros del Ejército Constitucionalista, ¡pero qué diferencia entre los revolucionarios constitucionalistas que censuran los actos de otros de sus compañeros, a como lo hacen los representantes de la Reacción que están infestando las redacciones de los periódicos, y como lo hacen los propagandistas y espías que existen en las grandes ciudades y en las capitales de la República! Nosotros los Revolucionarios, y digo nosotros, porque cábeme el placer de ser revolucionario, censuramos esos casos; pero repito, es con un fin muy distinto. Mientras nosotros buscamos la salud, mientras nosotros buscamos la corrección de esos miembros del Ejército, los miembros de la prensa lo hacen con fin doloso, con objeto de desprestigiar a la institución con objeto de desprestigiar a La Revolución. Porque no se escapa tampoco al conocimiento de ustedes que en las redacciones de esa prensa existen reaccionarios que fueron redactores de periódicos huertistas. (Voces: ¡Nombres, nombres!) El señor Hilario Medina los conoce tanto como vosotros y el servidor de ustedes.

Veo por allí a un periodista que en la época de Madero, fue antimaderista y que el final de la Revolución constitucionalista, en 1914, le habló al General Coss pretendiendo introducirse en las filas del Ejército, y el general Coss lo desechó con algunas atenciones, pero lo desechó, y en algún editorial que publicó dijo que él no pretendía venir a ocupar un lugar entre los verdaderos revolucionarios, y que él, como último de los ciudadanos, quería trabajar en lo que le fuera posible, y ahora lo vemos dirigiendo un periódico y es precisamente de aquellos que mas desprestigian al Ejército Constitucionalista, no porque algunos de sus miembros... (Voces: ¡Nombre, nombre!) Si tanto deseáis que yo lo diga, se trata de don Gonzalo de la Parra. (Voces: ¡Ah! Risas.) Como él hay muchos, no lo digo algunos, hay muchos, y, repito, que distinta intención llevan esos señores al criticar, al censurar los actos de algunos de los militares del Ejército Constitucionalista, a la intención que nos guía a nosotros al censurarles, pues, repito, mientras nosotros buscamos la corrección y la salud en el Ejército, ellos buscan su desprestigio y no solamente del Ejército sino de la Revolución Constitucionalista.

El señor diputado Peralta y muchos de vosotros sabéis que no porque un miembro de una institución esté corrompido, se siga que también la institución lo esté; lo sabéis perfectamente. Repito lo que dije al principio, que la convicción que tienen ya íntima, el criterio que tiene de hecho sobre la necesidad urgente que hay que suspender alguna de las garantías individuales, me ponen en el caso de ser breve en mi peroración; no voy a pedir, por supuesto, que tal como está el proyecto del dictamen de la Comisión sea aprobado, pues de ser así sería un verdadero fracaso; hay que ver, al discutirlo en lo particular, cada uno sus artículos, que sean lo más acertado posible, porque ciertamente esa ley tal como está y en manos de jefes revolucionarios, y de autoridades, no digo de jefes revolucionarios sino de jefes de fuerza armada y de autoridades que tengan que aplicar esta ley y que no están ciertamente identificados ni con la Revolución ni con los revolucionarios, será un arma no de dos filos, será únicamente un filo el que tendrán que esgrimir y ese será en contra de los revolucionarios y en contra de la Revolución. Por eso al discutir en lo particular se tratará de corregir esta deficiencia; asimismo se corregirá también que no solamente sea aplicada esta ley a los salteadores, porque estos salteadores, seguramente, como acaba de decir el compañero Manrique, no van a esperar ahí apostólicamente a que lleguen sus aprehensores y les apliquen el condigno castigo; esos se van a las selvas a asaltar con toda su felonía primitiva a los soldados que representa al Gobierno Constitucionalista; hay que hacer extensiva esa ley a los verdaderamente conspiradores que son la causa de que se estén volando y dinamitando los trenes en las vías férreas; esa sociedad ese pueblo que viaja continuamente de un punto a otro de la República y que tiene necesidad de ir en los trenes, es precisamente quien tiene necesidad de que se den garantías, y para que eso llegue a ser un hecho, para que puedan caminar con alguna tranquilidad, es preciso que esa suspensión sea un tanto más efectiva haciéndola extensiva a los conspiradores, a los espías, a los propagandistas que existen el pleno corazón de la República. (Aplausos. Voces: ¡a votar a votar!)

El C. Presidente: se suspende la discusión sobre la Ley de la Suspensión de garantías. (Voces: ¿Por qué?)

El C. Jurado: Suplico al señor Presidente se sirva informarnos cuál es la causa por la que se suspende la discusión.

El C. Secretario Portes Gil, leyendo: "Debiendo arribar hoy por la noche a esta ciudad los marinos argentinos que nos visitan, en muestra de cordialidad, nos permitimos someter a la aprobación de esta H. Cámara, la siguiente proposición, para la cual solicitamos dispensa de todo trámite:

"Nómbrese una Comisión, por conducto de la Mesa, a fin de que, en nombre de la Cámara de Diputados, reciba y dé la bienvenida a los marinos argentinos que llegan hoy a esta ciudad.

"Octubre 15 de 1917.- H. Medina.- José Pereyra Carbonell.- Juan Medina.- Ismael Díaz González."

El C. Cienfuegos y Camus: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Cienfuegos, para una moción de orden.

El C. Cien fuegos y Camus: yo no sé señor Presidente, si el único motivo por el cual se suspende la discusión de un asunto tan importante como el que está en la carpeta de debates, solamente porque se presenta una proposición para que se nombre una Comisión que vaya, muy justamente se queréis, a recibir a nuestros com... a nuestros amigos. Probablemente decía yo bien o iba a decir bien, a nuestros compatriotas de la América que llegan a la metrópoli; pero esto por demás no juzgo que sea prudente, que sea bastante para suspender una discusión que entraña tan

trascendentales asuntos para los intereses del país.

(Aplausos.) No soy yo el que se oponga a que se nombre esa Comisión que Su Señoría desea; pero sí deseo saber, y para esto he pedido la palabra, para que Su Señoría nos haga el favor de decirnos si va a suspender, si va a aplazarse definitivamente la discusión que se ha iniciado solamente por el hecho de que va a nombrarse una Comisión que vaya a recibir a los marinos argentinos.

El C. Presidente: Me permito contestar a Su Señoría que, en primer término no soy yo quien desea que se nombre esa Comisión, sino que no está subscripta la proposición por varios CC. diputados y que como la hora reglamentaria va a terminar y quizá esta proposición suscitará algún debate, con alguna anticipación quise presentarla a la consideración de la Asamblea, con objeto de que se pueda discutir antes de que debiera terminar la sesión según el Reglamento. Por otra parte, tengo conocimiento, por informe de algún C. diputado, que si esta proposición se discutiera más tarde no tendría objeto, porque ya se habrían llegado los marinos argentinos. estas razones son las que ha tenido la Mesa para suspender la discusión de la Ley de Suspensión de Garantías. No obstante lo asentado, si la Asamblea no estuviere de acuerdo, se continuará la discusión de la Ley de Suspensión de Garantías.

El C. Urueta: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Urueta: Conforme a un artículo reglamentario del capítulo a las discusiones...

El C. Gómez Mauricio, interrumpiendo: El 107. (Toses.)

El C. Urueta, continuando: Conforme al artículo 107 del Reglamento, no puede suspenderse una discusión sino por tres causas: primera, cuando se pretende iniciar una discusión que la Asamblea declara de mayor importancia; segunda, cuando llega la hora reglamentaria, tercera, cuando se presenta moción suspensiva y ésta se aprueba por la Asamblea. (Aplausos.)

El C. Presidente: Me permito manifestar a Su Señoría que el mismo artículo 107 dice en su parte segunda, "que se puede suspender una discusión, porque la Cámara acuerde dar preferencia a otro negocio de mayor urgencia..." y como esa es una votación, solamente puede saberse por una votación de la Cámara; la Presidencia y la Mesa no pueden saber si la Asamblea desea dar preferencia, (Risas) y estima una proposición de urgencia o no la estima. (Siseos.) Por otra parte, la Presidencia ha visto que va a llegar el tiempo reglamentario de la sesión, y, por lo tanto, no tendría tiempo para presentar una moción que se ha presentado con carácter de urgente, y, por último, me permito manifestar a Su Señoría, el señor diputado Urueta, que en muchas ocasiones suspendió la sesión no solamente a las siete y media, si no a las seis de la tarde; por lo tanto, puede suspenderse antes de que termine el tiempo reglamentario. (Aplausos.)

El C. Secretario Portes Gil: Se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie.

El C. Cabrera, interrumpiendo: Reclamo el orden; la pregunta que debe hacerse a la Asamblea, es de que si se acuerda dar preferencia a este asunto, si es de más urgencia; preguntar si se dispensan los trámites, es ponerlo francamente a discusión.

El C. Secretario Portes Gil: Se pregunta a la Asamblea si se da preferencia a la proposición que se acaba de dar lectura. Los que estén por la afirmativa se sirván ponerse de pie. No se da. Continúa la discusión sobre la Ley de Suspensión de Garantías. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Cienfuegos y Camus.

El C. Cienfuegos y Camus: Lamento, CC. diputados, que vuestra atención haya sido ocupada durante tantas horas con motivo de una ley que de seguro implica los intereses de la Patria. Vais a perdonarme, por esto, que a pesar de los varios oradores que han hablado en contra, venga yo a aumentar vuestro cansancio al tratarse de este asunto. Reconozco, señores, una cualidad al C. licenciado Cabrera, a pesar de todo, tiene el poder, tiene la facultad que muy pocos hombres tenemos, de estudiar cada una de las proposiciones que vienen a ponerse frente a vuestro conocimiento, desde el punto de vista que en efecto interesa a nuestros problemas interiores, es decir, el C. licenciado Cabrera conoce mucho por demás, lo que es histórico, lo que es real en nuestro medio social, en nuestra Patria.

Y cada vez que viene aquí a esta tribuna, argumenta o pretende argumentar en favor de aquello que él sostiene, ese conocimiento, esa sabiduría que tiene de nuestra sociedad. Pues bien, señores, es preciso que no acudamos a orientaciones exóticas para tratar sobre cuestiones que nos interesan a nosotros únicamente. Es verdad que hay una ley para ser tal y para prestar todos los servicios que se esperan de ella, debe satisfacer las condiciones, las necesidades del pueblo que va a sufrir las indicaciones, las imposiciones de esa ley; si esta ley no está dentro de estas condiciones, entonces puede ser nociva, entonces es seguramente nociva para ese pueblo.

He oído desde aquí las opiniones de algunos compañeros con respecto a la situación por que atraviesa el Ejército de la Revolución, y no ha sido poco que se levantaran algunas polvaredas en contra de las opiniones del compañero Peralta, y no sé de quién más, en virtud de que éste asentara la verdad en lo que se refiere a la situación actual del Ejército que surgiera en un principio bueno de la Revolución. Lo que ha dicho al rectificar los hechos que le atribuye la prensa, esa prensa que no es otra que la enemiga precisa, que la enemiga formidable, que la enemiga intransigente de la Revolución; esa ha dicho, esa ha levantado al señor Miguel Peralta como un enemigo del Ejército, y señores, si el coronel Peralta se convirtiera en un momento dado en un verdadero enemigo del Ejército - y lo ha dicho desde aquí como vengo a decirlo yo también -, en el fondo le asiste la justicia. Desde que el Ejército Constitucionalista abandonó a los campos en donde se luchara en contra de la Revolución, en contra ya de los usurpadores, el Ejército empezó a ser adulterado, ya por

unos que muy poco lo amaron o que muy poco sufrieron a su lado, que muy poco probaron las amarguras del combate y por las dificultades múltiples que rodean a un Ejército revolucionario en nuestra Patria. Eso es lo que ha sucedido en nuestras condiciones, eso ha sucedido con el Ejército actual después de que el calor de la lucha a los caudillos, o a los jefes se les diera la fuerza bastante para sostener depurado, puro, a un Ejército que iba precisamente en persecución de la libertad. Cuando acabaron esas dificultades, no faltaron muchos jefes que, ya influenciados por la Reacción, que ya influenciados por falsos revolucionarios, hicieron que dentro del Ejército fueran hombres, ya que hubiesen prestado sus servicios en la Federación, digo en el ejército federal, ya que los hubiesen prestado a Villa o a Zapata. Y, señores, hay que tener en consideración que si hay hombres que en un momento de equivocación, que en un momento de obstinación son capaces de torcer las línea de conducta y pueden volver al buen camino, también es cierto que hay hombres incapaces de conocer siquiera sus errores, y esos zapatistas, y esos villistas, y esos federales, que tantos males han causado a la Patria, esos jamás, jamás han de dejar de ser lo que fueron; siempre, siempre han de ir por delante persiguiendo aquí lo que persiguieron enfrente de nuestro Ejército: el exterminio absoluto de los ideales y principios revolucionarios. (Aplausos.)

Es lamentable, es duro, decir estas cuantas palabras enfrente de algunas personas que están en las galerías, que, como quiera que sea, revolucionarios o reaccionarios, siempre son parte integrante de la Nación, es penoso que digamos estas cosas que avergüenzan no a muchos de vosotros, porque unos de vosotros en verdad no habéis sentido el dolor de Revolución, no habéis sentido uada que haya costado ni a vuestros intereses ni a vuestros anhelos revolucionarios. (Aplausos.) Pero los que hemos tenido la vida angustiosamente, los que hemos venido sosteniendo el ideal inaccesible casi de la libertad, esos sí que tenemos que sentirlo muy hondamente y tenemos que protestarlo muy hondamente.

Esos son los hombres hacia quienes me he dirigido constantemente, los demás, esos no buscan nada, esos hombres no buscaran mas que la comida, la facilidad de absorber, a esos no me dirijo, me dirijo a todos los revolucionarios de este lado como de cualquier otro lado que hubiera en esta Cámara. A mí no me importa por el momento el partido, por más que el partido, ese partido que ha sido tan combatido, que ha sido tan calumniado, ¿por quiénes?, nada menos que por aquellos que han luchado, que han hecho todos los esfuerzos que en su mano han estado para dividiros a vosotros, y digo a vosotros los revolucionarios, para dividiros, para hacer dos bandos, para hacer una multitud de bandos que luchen entre sí, que siembren el caos en la Patria; esos hombres que están muchas veces sentados ahí donde se coloca la prensa, y en donde debía venir la prensa honrada, esos hombres son los que han luchado, llámense como queráis, y no está aquí Cravioto, que es uno de ellos, que es ciertamente con Palavicini, Macías y otra multitud de hombres a quienes aquí hemos dado una gran personalidad, los que han sido, en verdad, los que nos han venido dividiendo y los que nos han enseñado derroteros distintos para que nos acabemos, y para que agotemos nuestras energías dentro de nuestros propósitos más sanos de Revolución. (Aplausos.)

Mi opinión, señores es que antes de dar una ley que dará facilidad a esos miembros del Ejército que nosotros reconocemos como los traidores dentro de ese Ejército, mi opinión, señores, es que antes de darla, a uno que prestó sus servicios a la Federación, al Ejército Federal hasta 1913, le quitemos toda autoridad, le quitemos toda oportunidad para que pueda asesinar, ¿a quienes? He aquí una interrogación política que se abre frente a frente de todos vosotros los que os sentís revolucionarios. ¿De quiénes? Sí, esos malos miembros del Ejército no viene a cumplir con su deber en defensa de las instituciones que nosotros hemos levantado, esos vienen a asesinar a nuestros conciudadanos, esos vienen hacer pedazos a nuestros correligionarios, eso es lo que harán los ex - federales, eso es lo que harán los zapatistas que no han podido ser otra cosa que zapatistas, porque no han podido entenderlo.

Alguna vez ya desde esta tribuna se dijo: yo dispensaría a los zapatistas porque han sido revolucionarios; yo no sé quién dijo esto; pero yo lo digo por mí también, yo dispensaría a los zapatistas que se han ido a acoger a un pendón de revolución, a una bandera de revolución, cuando han sentido aquí las necesidades del pueblo, las necesidades que existen por resolver en nuestra Patria han de ser resueltas, por que de otro modo quedaremos hundidos en el caos, a esos que han podido volver a un camino recto, a continuar defendiendo las libertades, a esos sí acojámoslos, no les llamemos otra cosa que compañeros, no les llamemos de otro modo que correligionarios; pero de entre esos mismos hay individuos que no cesaron de conspirar en nuestro seno ¡y qué les importa a éstos una Ley de Suspensión de Garantías!

Esto es, señores, por lo que toca al estado que prácticamente afecta a nuestro Ejército, eso es por lo que yo podría aquí citaros el conocimiento de muchos de vosotros que sois soldados, porque habéis prestado vuestra sangre, vuestra arma, vuestro brazo, vuestro corazón al servicio, que no de otra cosa, sí de la libertad, y me contestaríais vosotros con la honradez que tengo por sabida, que tenéis todos vosotros, que sí hay dentro del Ejército hombres que estuvieron en el Ejército cuando nosotros estuvimos en el campo de batalla, flaqueando, violando casi su propia convicción, han dado una letra, una carta, un escrito en el cual se proclamaron injustamente los servicios que prestara el individuo que antes no fue otra cosa que un asesino.

Ya véis cómo se nombra en la actualidad a un general Banderas, que acaba de salir de la penitenciaría, y tan pronto se la ha dado un cuerpo, una división para que la comande y se vaya en persecución de nuestros enemigos.

¡Que canderosidad! y también desde aquí se ha dicho que Madero fue canderoso, y también se ha dicho que aquel hombre carecía de experiencia bastante, de los conocimientos históricos de nuestro pueblo y que por eso cometió tantos y tantos errores! Pues no, señores, ojalá que las páginas de nuestra historia, y que no sólo las páginas, sino los hechos que hemos presenciado desde 1910 hasta la fecha, nos

sirvieran lo bastante para remediar nuestra situación social. Esto por lo que toca al Ejército, decía yo; pero después de esto, señores, dirijamos nuestros ojos hacia las Secretarías de Estado hacia las dependencias del Estado, y encontraremos ahí a hombres a quienes se les ha preferido, en detrimento de los intereses y de las necesidades de revolucionarios que en tal o cual forma, sacrificándose siempre, han prestado sus servicios a la Revolución, a la Patria. Es preciso que remediemos ante todo estas flaquezas, todos estos errores que asoman en el conocimiento más elemental de la sociedad, que espera del Gobierno de todas las Entidades de que está constituída, una reforma trascendental, a pesar de que esas reformas le sean adversas ella las espera, porque sabe que nosotros tenemos el derecho, porque hemos vencido en el campo, de reformar las leyes y de hacer factibles y de hacer efectivos todos los principios que costaron tanta sangre al pueblo mexicano. El Partido Liberal, señores, no tiene el propósito, de imponer tal o cual idea ni en la Cámara ni el pueblo, ni en medio de sus representantes ni a la conciencia de sus representantes, ni el pueblo mismo; pero la prensa y algunos compañeros de esta Cámara no desaprovechan, no desoyen cualquier oportunidad para lanzar injurias contra un Partido que está precisamente organizado, precisamente formado, constituído por elementos que valen alguna cosa, porque algo han sacrificado para la revolución , y yo no entro a la defensa de ese Partido, porque no quiero gastar el tiempo ni quiero gastar el esfuerzo para defender a un Partido que está muy lejos de ser atropellado ni por los periódicos ni por los diputados, ni por nadie que se interese en hacerle pedazos. Alguna vez, cuando se trato de tener aquí conocimiento de esta ley para darle curso debido, vine yo a deciros algo, a iniciar algo que hoy voy a repetir. Es bien conocido de todos, de vosotros y de todos aquellos que se consideran en un estado económico que les permite satisfacer sus más angustiosas necesidades, que el pueblo, ese pueblo que tanto se ha sacrificado y que tanto necesitó de la Revolución, no puede satisfacer sus más elementales necesidades. Es preciso que conozcamos aquí nuestro deber de revolucionarios antes de lanzar la amenaza de asesinar y destrozar; cuando estamos constituídos tenemos la obligación - y ésta sí que es una obligación ineludible, imprescindible -, de lanzar el pan a esos que lo buscan con el trabajo. ¿Cómo? Buscando desde luego, primeramente la unidad en el Gobierno. El doctor Siurob, muy acertadamente, ha hecho una censura, una crítica de cada uno de los elementos que lo constituyen, y podría decirse más, pero no tengo empeño. En el seno del Gabinete hay hombres con cualquiera facultad, que con cualquier puesto que les fue encomendado, dictan una ley en el Estado de Jalisco para cerrar un periódico y para aprehender a los que los que lo editaban. Esos que fueron aprehendidos y el periódico que desapareció, están en esta Cámara: el señor diputado Ibarra y creo también el diputado Aveleyra. Se dice que estos señores denunciaron el periódico que se llamó "Acción" y que era precisamente ampliamente revolucionario; ¿por qué? Porque era demasiado, revolucionario, porque según el concepto del Gobernador interino del Estado, que se entretenía frecuentemente en aliviar la situación del pueblo por medio de decretos a montón, aquel periódico y los que lo manejaban, los que lo editaban, eran demasiado revolucionarios, y esos periódicos no habían de ser leídos por los que veníamos luchando en pro de la Revolución. Pero no creo, en verdad, que estos hechos que señalan aquí, merezcan y hagan merecer a los que hicieron prácticos, porque no se hace otra cosa que darle una personalidad que casi no merecen.

El espíritu microscópico que tienen algunos individuos dentro de la Revolución, y que por tales o cuales motivos que no quiero estudiar, llegan a colocarse frente de una situación, llegan a ser dueños de una situación, de una entidad, para poder ponerla en orden y mejorarla, estos, naturalmente, tienen que fracasar por su propia pequeñez. ¡Para qué hemos de culparlos!.

Aconsejemos al que está al frente del Gobierno y aconsejémonos nosotros mismos, que hemos ante todo, de buscar esa unidad del criterio revolucionario, dentro de un Gobierno netamente tal, constituyámonos en verdaderos sostenedores de la libertad y de la justicia; acordáos de Zolá, por lo que decía el abate Fremont: "las necesidades de un pueblo no se remedian con el cuchillo y con la sangre; si es preciso, es preciso también la justicia; y por sobre del charco de sangre que nosotros mismos hagamos, dentro de nuestras angustias y de nuestros dolores por la libertad, levantamos muy alto, pero en verdad, la igualdad y la justicia." (Aplausos.)

Resolvamos primero., señores cada unos de los problemas que están encomendados a la Representación Nacional, pensemos en la situación popular, no pensemos primero en destruir, porque mañana acaso en vuestros hogares salpicará la sangre de vuestros hijos o de vuestros hermanos, ya por la carne o por el ideal y entonces a aquellos que asesinaron a vuestros hermanos tendréis que maldecir.

La sanción de esta ley va estar en las manos - como dijera muy bien ayer el diputado Peralta - de jefes perfectamente del conocimiento del pueblo, que no supieron en un momento dado más que destruir. Estos no pueden ser jamás la garantía de una ley, del cumplimiento de una ley, ni de las seguridades de un pueblo; pues vamos a impedir, señores diputados, y vamos a hacer que esta Revolución y que estos conspiradores, digo, no a la Revolución, la Reacción que se está haciendo sintomática por todas partes de la República, sea combatida con los elementos que cuente el Estado; pero no, no nos pongamos en la evidencia de asomar nuestra debilidad mediante una ley; vayamos fuertes, -¿quién dice que nos estamos fuertes, quién dice que la Revolución no está fuerte para abatir a aquellos que perversamente, que malévolamente han venido a inmiscuirse en nuestros intereses de grupo, en nuestros intereses de ideal?- vayamos frente a frente con nuestro Ejército, depurémoslo, organicémoslo, el Secretario de la Guerra no tiene ni el tiempo ni la inteligencia bastantes para organizar un Ejército y es preciso que hombres capaces vayan allí a organizarlo, a ayudarle y entonces, ya con un Ejército entero, con un Ejército depurado,

marchemos al frente a combatir a nuestros enemigos que han de ser siempre nuestros enemigos; pero; señores diputados, si el funcionario público de tal parte, si el Ministro tal, acepta para su servicio a tal o cual individuo que ostensiblemente ha atacado a la Revolución, ¿qué cosa queréis arrojar encima de la enorme responsabilidad que ya tienen los verdaderos revolucionarios dentro del Ejército? ¿Si hay Ministros de Hacienda, digo, Subsecretarios de Hacienda, si hay Subsecretarios del Interior, si hay tal o cual funcionario,- estos ejemplos los cito no para aludirlos personalmente, sino como ejemplos -, estos han aceptado hombres que no hacen otra cosa que ir demoliendo, poquito a poco ese edificio que nosotros los que no teníamos experiencia, los que nos aventuramos en virtud de la magnificencia de un ideal, no éramos capaces, según ellos, de sustentarlo, ni sustentar las instituciones populares? Esos han venido defraudando punto por punto los intereses de la Revolución, esos son los culpables y contra ellos, sí que se haga una ley que les arrebate por completo sus libertades; a esos hay que acusarlos como verdaderamente nocivos a la sociedad, como verdaderos traidores, no de nosotros, sino de los sacrificios que dejamos hechos pedazos a nuestras espaldas, en el campo de nuestras luchas. Pero una ley no va a tener la fuerza bastante, si no estamos lo bastante unidos , para remediar esta situación que nos es bien dolorosa, si sabemos verla; es preciso, pues, que dentro de un criterio revolucionario, sin oír los consejos de uno que se pregona sabio y que no será sabio sino para ser nocivo dentro de nosotros.

Hagamos algo que nos indique nuestra conciencia de revolucionarios: eso es todo. Unifiquémonos, veamos dentro del Ejército a hombres que sean capaces de defender las instituciones que han costado grandes sacrificios; pero si no lo hacemos, entonces nos veremos doloridos, llenos de dolor al pie de nuestros fracasos. El General González, por ejemplo, don Pablo, no porque sean de mala intención, no porque no haya amado y porque no haya sufrido la Revolución, sino porque ... pues las amistades, el cariño del amigo que no se sabe quién es, pero que dijo que lo estimaba y que mereció por ese hecho la recompensa; por esto el general don Pablo González ha tenido que aceptar dentro del Ejército, que él ha comandado, elementos perfectamente nocivos, perfectamente enemigos de la Revolución y para comprobar mi aserto quiero que me permitáis interpelar a nuestro amigo el C. general Aguirre Colorado con respecto a la aceptación que este señor general tuvo la bondad de hacer para que ingresaran el general Pizá y el general Zurita, ex - federales que asesinaron y que procuraron menguar siempre energías de la Revolución.

El C. Aguirre Colorado: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Aguirre Colorado para contestar la interpelación del C. Cienfuegos y Camus.

El C. Aguirre Colorado: Con respecto al general, al pseudo general Zurita, no tengo detalles minuciosos para contestar de una manera categórica la interpelación del compañero Cienfuegos y Camus, pero entiendo que el C. Martínez Escobar conoce detalles sobre esta personalidad y con respecto al señor Pedro Pizá Martínez, si podré informar. A raíz del triunfo de la Revolución encabezada por el caudillo C. Francisco I. Madero, se organizaron cuerpos rurales de la federación y él, sin haber tomado participación durante la Revolución, sí en ese entonces se incorporó a unas fuerzas rurales que se organizaron en Tabasco.

Como las necesidades de la campaña exigieron que aquellas fuerzas rurales vinieran a operar en el Estado de Morelos, allí tuvieron oportunidad de estar bajo las ordenes del señor coronel Camarena.

Leales siempre al Gobierno del señor Madero, estuvieron combatiendo en diferentes puntos del Estado de Morelos, hasta que llegando el momento del cuartelazo, el señor Camarena, jefe de esas fuerzas rurales, no pudo estar ni un solo momento al servicio de los traidores e intentó sublevarse rebelándose contra el gobierno de la usurpación que encabezaba Victoriano Huerta. Pizá Martínez, que entonces tenía el grado de mayor, traicionó al C. coronel Camarena, tendiéndole una emboscada con sus propias fuerzas y asesinado al revolucionario Camarena. Siguió en esta forma Pizá Martínez, prestando sus servicios al gobierno de la usurpación, hasta alcanzar el grado de teniente coronel con que fue licenciado en Puebla, cuando licenció el general Obregón a las fuerzas Federales. Seguidamente, con la ruptura de relaciones entre la facción que comandaba Villa y el Ejército Constitucionalista, encabezado por el señor Carranza, optó por la bandera villista y habiendo sido demolido Villa, se agrupó entorno del general Cal y Mayor como zapatista, y habiendo sido destrozado, al ser abandonado en el Estado de Puebla por el general Cal y Mayor, que anda haciendo sus fechorías por Chiapas, el señor Pizá Martínez, en diciembre de 1915, si mal no recuerdo, el 28 se rindió al coronel jefe de las armas en Puebla, Horcasitas; de allí pasó al Depósito de Amnistiados y hoy, según tengo entendido, está con el grado efectivo, ascendido a general brigadier y en línea de fuego, frente al enemigo, por Topilejo.

El C. Cienfuegos y Camus: Ya véis, señores, cómo es verdad que dentro del Ejército, al cual nosotros debíamos ir amparados cuando se nos ataca cobardemente como sabe hacerlo el enemigo, no encontraremos sino al enemigo dentro del Ejército que pensábamos nos había de defender. Es preciso, que busquemos los medios de hacernos un solo partido, una sola facción política, si queréis, que va buscando el mejoramiento del país en virtud de sus doctrinas, antes de poner enfrente sus intereses. A estas deficiencias señaladas aquí, hemos de agregar que hay muchos jefes, muchos oficiales, muchos generales que antes de proveer y organizar a sus fuerzas, que antes de ponerse capacitados para defender los principios de la Revolución, combatidos por reacción se ponen a hacer comercio, ¡y que digo comercio! a hacer robos de los más censurables, a arrebatar al pobre soldado su haber , el haber de que únicamente puede comer, puede vivir. Esos señores generales que han sido mandados a diferentes regiones del país para que vayan a combatir a la Reacción, no se han dedicado sino ha hacer comercio dentro de la

Revolución, para salir salvados en sus intereses cuando se liquiden cuentas.

No he dicho que todos, no quiero venir a hacer rectificaciones de hechos, por la simple razón por la simple suposición que algún señor diputado, mal o bien intencionado, pretenda arrojar. Yo sé que hay excepciones, y muy numerosas, muy honrosas; pero yo quiero asentar que así como hay esas excepciones, hay hombres que en virtud de esa misión, que en virtud de esa labor que se han resuelto a realizar, han venido desprestigiando a la Revolución, han venido desprestigiando al Ejército, al grado de que parece incapaz este mismo Ejército de defender ya las libertades. Pensad, pues, en todas estas cosas, señores diputados, pensad en que antes de proceder con energía, con la brutal energía con que procede un Gobierno en los momentos en que agoniza (siseos) debemos proceder a dictar leyes, hacer práctica la Revolución, antes que aventurarnos a imitar a Gobiernos anteriores que precisamente en los momentos de su fallecimiento han suspendido las garantías individuales.

Yo no digo que el Gobierno esté falleciendo; muy por el contrario, estoy seguro que ese Gobierno tiene mucha vitalidad, mucha fuerza y que en su vida acabará cuando acabe la vida de muchos revolucionarios que estamos aquí y de muchos revolucionarios que están diseminados en toda la República. (Aplausos.)

Siempre he creído que ese Gobierno no necesita de una ley bárbara como esta para poder sostenerse, y es por esto por lo que principalmente vengo a atacarla. Ese Gobierno, señores, tiene su raigambre en el espíritu del pueblo. Pues bien hagamos lo que el pueblo espera de este Gobierno y entonces se acabarán todas las dificultades para que se resuelvan los problemas y para que se haga la pacificación del país.

(Aplausos.) El Gobierno revolucionario, señores, debemos tenerlo en nuestro corazón, debemos tenerlo en nuestro espíritu; pero muchos de los que os aconsejan que debéis hacer esta ley, que debéis aprobarla, no son señores, sino vuestros enemigos confundidos con vosotros, esos no pretenden mejorar al país ni siquiera la pacificación lo que quieren es debilitarnos para que sintiéndose ellos fuertes en virtud de nuestra debilidad, nos aniquilen alcanzando ellos los mejores éxitos en campaña. No, señores llevemos el pan que hemos recogido con tantos sacrificios en el campo de batalla a ese pueblo que tanto espera de nosotros, antes que llevar el cuchillo a ese mismo pueblo; hagamos labor patriótica antes de hacernos pedazos a nosotros mismos.

El C. Secretario Aranda: Orden del día ....

El C. Díaz González: Suplico a la Presidencia se sirva poner a discusión la proposición que se presentó hace unos momentos relativa a los marinos argentinos .

El C. Presidente: Así se hará.

El C. Secretario Portes Gil: "Debiendo arribar hoy por la noche a esta ciudad los marinos argentinos que nos visitan, en muestra de cordialidad, nos permitimos someter a la aprobación de esta H. Cámara, la siguiente proposición, para la cual solicitamos dispensa de todo trámite:

"Nómbrese una comisión, por conducto de la Mesa, a fin de que, en nombre de la Cámara de diputados, reciba y dé la bienvenida a los marinos argentinos que llegan hoy a esta ciudad.

"Octubre 15 de 1917.- H. Medina.- José Pereyra Carbonell.- Juan Medina.- Ismael Díaz González."

Se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie.

Dispensados. Está a discusión . ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Aprobada. La Mesa nombra en Comisión a los CC. Neri, Blancarte, Domínguez Heladio, Pereyra Carbonell, Díaz González y Secretario Alonzo Romero.

El C. Secretario Aranda: Orden del día para mañana: Continuación de la discusión del dictamen sobre el proyecto de la Ley de Suspensión de Garantías.

El C. Presidente, a las 8.23 p: m.: se levanta la sesión y se cita para mañana a las 4 p. m.

El jefe de la Sección de taquigrafía,

JOAQUÍN Z. VALADEZ