Legislatura XXVIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19190520 - Número de Diario 19

(L28A1P1eN019F19190520.xml)Núm. Diario:19

ENCABEZADO

MÉXICO, MARTES 20 DE MAYO DE 1919

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I. - PERÍODO EXTRAORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 19

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 20 DE MAYO DE 1919

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.

2.- Continúa la discusión del Proyecto de Ley del Trabajo Prosigue el debate del artículo 17; es rechazado, volviendo a la Comisión.

3.- Hacen uso de la palabra, para rectificar hechos relacionados con el Proyecto de Ley a debate, los CC. Siurob, Soto Peimbert y Trigo, y para contestar alusiones personales los CC. García Vigil y Martínez del Río.

4.- Es discutido y aprobado el artículo 18. Se da cuenta con un oficio del Senado en que manifiesta aquella Cámara que asistirá mañana a la sesión de Congreso General.

5.- Continúa la discusión del Proyecto de Ley del Trabajo. A discusión el artículo 19; al ser votado se levanta la sesión por falta de quórum.

DEBATE

Presidencia del C. GÓMEZ GILDARDO.

(Asistencia de 128 ciudadanos diputados.) - El C. Presidente, a las 4.39 p.m.: Se abre la sesión.

- EL C. Prosecretario Aguilar, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diez y nueve de mayo de mil novecientos diez y nueve.- Período extraordinario.

"Presidencia del C. Gildardo Gómez.

"En la ciudad de México, a las cuatro y cuarenta de la tarde del lunes diez y nueve de mayo de mil novecientos diez y nueve, con asistencia de ciento veintisiete diputados, según aparece en la lista que pasó el C. Prosecretario Aguilar, se abrió la sesión.

"El propio ciudadanos Prosecretario leyó el acta de la sesión celebrada el día diez y siete del presente mes, la cual fue aprobada sin debate.

"Continuó la discusión del artículo 17 del Proyecto de Ley del Trabajo.

"Hablaron en pro los CC. Avilés y Vélasquez López, y en contra los CC. Alencáster Roldán y García J. Guadalupe.

"Presidencia del C. Federico Silva.

"El C. Gracidas usó de la palabra en pro, y así que concluyó su discurso, contestó una interpelación del C. García J. Guadalupe. En votación económica resolvió la Asamblea que no estaba el punto suficientemente discutido, y en seguida el C. Rivera Castillo, inscripto en contra, sugirió una reforma a la fracción IX; el C. Valadez Ramírez, a nombre de las Comisiones, pidió permiso para retirar las fracciones VIII Y XV para modificarlas; el C. Siurob hizo aclaraciones, y la Asamblea negó dicho permisos. El C. Gómez Gildardo habló en pro y luego la Cámara, nuevamente resolvió que el asunto no estaba suficientemente discutido. En contra usó de la palabra el C. Arriaga, quien fue interrumpido por el C. Aguirre Vito para reclamar el quórum; la Secretaría pasó lista, y se comprobó la presencia de ciento cuarenta y tres ciudadanos diputados. El C. García Vigil pronunció un discurso en contra, habiéndosele prorrogado el término que el Reglamento establece para los oradores.

"A las ocho y treinta y cinco se levantó la sesión y se citó para las cuatro de a la tarde del día siguiente."

Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se consulta a la Asamblea si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Aprobada.

- El mismo C. Prosecretario: Continúa la discusión del artículo 17 de la ley del Trabajo.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob, en pro. (Voces: ¡Está fuera del salón.!) Tiene la palabra el C. García Ruiz Ramón.

- EL C. García Ruiz Ramón: Señores representantes: Decididamente el poeta aquel que dijo que " poderoso caballero es don dinero," tenía razón y así hemos visto desfilar por esta tribuna a defensores vehementísimos del capital y mucho compañeros nuestros entre los que ha despuntado los CC. Martínez del Río, García Vigil, Soto Peimbert y otros. Los señores del contra en esta ocasión han levantado un ídolo, y ese ídolo ha sido el capital y mientras más alto han elevado al figurón ese, mayor sombra naturalmente tiene que dar para cobijarse lascivos y pontificales en ella; y es lástima verdaderamente, señores que espíritus jóvenes como los del

C. Peimbert y algunos otros, estén llenos todavía de prejuicios que la verdad dicen muy poco de sus rebeldías y de su entusiasmo y, sobre todo, hacen un mal papel por lo que respecta a sus representados de los Distritos. Yo quisiera ver, señores diputados, a los señores del contra convertidos en una máquina de explotación solamente, trabajada indefinidamente hasta el delirio, porque eso es lo que pretenden los señores del contra que sea el obrero cuando se oponen terminantemente a que no participe de las utilidades. El C. Martínez del Río se admira, mejor dicho, no quiere convenir en que el capital participe de sus utilidades a los trabajadores que lo han hecho y aduce como una razón que vendría la ruina inevitablemente. El señor Martínez del Río y los señores del contra se olvidan de que aquí en la Capital de la República, precisamente, tenemos un ejemplo, muy reciente por cierto: el C. Zetina - que es dueño de una de las principales zapaterías de esta capital-, hace poco repartió entre sus operarios utilidades de las ganancias obtenidas por esa empresa y allí lo tienen ustedes, señores, en perfecta armonía con sus trabajadores, fábrica en continuo progreso y unos y otros satisfechos. He aquí un ejemplo, señores, que los compañeros del contra o han querido ver y si lo vieron lo han querido olvidar; esa empresa no está; ni con mucho, en ruinas y si vamos a preguntar a los obreros que trabajan allí, todos dirán absolutamente todos, que aquel patrón, que aquel capital que están trabajando ellos es un capital honrado, es un capital que produce verdaderas alegrías, es un capital que no los explota inicuamente como pretenden los ciudadanos del contra.

El C. García Vigil vino aquí anoche y produjo un discurso brillantísimo... pero nada más....

El C. García Vigil, interrumpiendo: Gracias.

- EL C. García Ruiz, continuando: Por nada. El C. García Vigil - que, dicho sea con todo respecto, como representante popular es un disparate-, vino aquí anoche abogando por el capital de una manera que, la verdad, es que nosotros no sabemos por qué, ni con qué razón, el C. García Vigil quiere que sencillamente no haya Ley del Trabajo, que el capital impere como ha imperado siempre.... (Aplausos.) El C. García Vigil no quiere que pretendamos siquiera romper con la legendaria tiranía, no quiere ni siquiera que le aflojemos, no romper ya de plano, sino que aflojemos las ligaduras en que han estado viviendo siempre los trabajadores. Dijo el C. García Vigil en uno de sus pasajes felices por lo que respecta a oratoria y elocuencia, que él no podía defender a los obreros, que él no podía defender a los trabajadores, cuando estos trabajadores iban contra algo constituído, contra algún orden social. El C. García Vigil detesta a aquellos trabajadores que dan al traste, señores diputados, con la más sólida construcciones de la soberbia y de la tiranía humanas. (Aplausos.) Precisamente recuerdo en estos momentos el orden social ruso; el señor García Vigil que todavía imperara el Zar de todas las Rusias y que todavía los pozos de Siberia estuvieran abiertos para aquellos que tuvieran un momento de rebeldía en sus espíritus.(Aplausos) señores, digo yo, ¿es turbulenta demagogia como la pinta el señor García Vigil querer nosotros participar, siquiera sea en una íntima parte, de las utilidades del capital? ¿ En dónde está esa demagogia turbulenta? ¿En dónde se rompe todo el orden social si votamos nosotros esto? Aquí nos pinta el capital el C. García Vigil como un venero que debemos todos absolutamente todos cuidarlo, bendecirlo poner allí todas nuestras energías y una cerca para que aquel venero no se agote; y digo yo, señores, los que construyeron esa cerca, los que han alzado alrededor de ese venero el muro que el C. García Vigil no quiere que se toque. ¿no tienen derecho a que tomen un trago de sus aguas para refrescarse de las fatigas de esa obra? Pues el mismo caso con el capital, señores; nosotros no pretendemos absolutamente que las aguas de aquel venero bendito y sagrado para el C. García Vigil, se sequen absolutamente; nosotros no pretendemos romper el dique y hacerlas que se vayan, que se pierdan; no, señores, nosotros pretendemos darles una insignificancia de aquel venero, de aquellas aguas que bien merecen los que han construído aquel muro. Principalmente, señores, quiero hacer mención a la fracción XV del artículo 17 a debate, porque sobre este artículo se han desbordado, como cataratas de veneno, todos los ciudadanos del contra, y ya he dicho, señores, que lo que pretendemos nosotros no es absorber el capital, no digo el capital, sino todas las utilidades, porque aquí no se ha venido a decir que se va a dar al trabajador el noventa y nueve por ciento de esas utilidades, naturalmente que se entrará a la razón, se entrará al estudio y se le dará al trabajador lo que le corresponda humanamente.

Por lo que respecta a la fracción IX del propio artículo, yo me permito suplicar muy atentamente a la Comisión que se sirva tomar en cuenta lo que dice el citado artículo, dice así: "En caso de muerte, entregar a los familiares del obrero en calidad de donación, el importe de un mes del sueldo que disfrutaba."

Señores cuando algún obrero se separa por alguna circunstancia, o lo separa el patrón de alguna empresa, se le dan tres meses de sueldo y al día siguiente tiene derecho de buscar y puede encontrar una nueva ocupación; ¿por qué, pues, señores, (y me dirijo a la Comisión especialmente) fijan ustedes sólo un mes de sueldo para el obrero que muere? No hay razón en este sentido y no hay ningún motivo para que la Comisión asigne solamente un mes de sueldo cuando por otro concepto se asignan tres meses y el obrero queda con vida. Por esto yo le suplico a la Comisión, abundando en las ideas de algún compañero -me parece que el C. Rivera Castillo-, que modifique el artículo este y decir tres meses cuando menos de sueldo. Y para terminar, señores, debo decir que los que hemos venido aquí a hablar en pro de este artículo, venimos con el corazón desnudo de todo perjuicio, venimos a hablar sinceramente y si desgraciadamente este artículo (como lo dijo algún periódico de la mañana) fracasara, con haber conquistado dos o tres espíritus sanos y bien intencionados, es ya suficiente gloria.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Saldaña.

- EL C. Saldaña José P: Ciudadanos diputados Larga ha sido ya la discusión relativa al artículo 17 de la Ley del Trabajo, pero en mi concepto todavía no se establecen los valores debido a que

la mayor parte de los diputados que han venido a hablar en contra se han concretado exclusivamente a señalar los defectos que tienen los diferentes incisos que componen este artículo, sin haber traído aquí las reformas que, en concepto de ellos, deben de hacerse. En cuanto a los oradores del pro, con más o menos diferencia todos, absolutamente todos han abordado un tema igual, han explotado de una manera infinita el sentimiento; ellos acusan a los que han abordado la tribuna atacando el artículo, de defensores del capital, no han encontrado ningún otro argumento para combatirlos, para zaherirlos y ha habido más. En tratándose, por ejemplo, del C. Martínez del Río, no han sido los razonamientos del C. Martínez del Río a los que se han venido a atacar, han sido al mismo C. Martínez del Río, a la personalidad de él, como si las razones fueran las personas. Tenemos que León XIII, el jefe de la Iglesia Católica, fue un socialista en toda la extensión de la palabra y escuelas laicas y socialistas han aceptado muchas de las doctrinas expuestas por aquel individuo y no tuvieron en cuenta que León XIII era católico, únicamente se fijaron en si lo que él exponía estaba ajustado a la razón, ¿por qué, entonces, alarmarse de que un católico, como lo es el C. Martínez del Río, porque él no ha tenido empacho en decirlo, por qué, pues, no hemos de atender a los razonamientos que desde esta tribuna exponga, si ellos no tienen absolutamente ninguna analogía ni se compadecen tampoco con los dogmas? ¿Que importa que a esta tribuna venga un musulmán, un judío mahometano o un budista, si él no viene aquí a propagar sus ideas de dogma, sino viene exclusivamente a abordar la tribuna para atacar o defender lo que se está discutiendo? De aquí nace el error de los señores que han venido a outrance a defender este artículo; no se han fijado en los razonamientos ni tampoco se han dedicado a combatirlos. El compañero Gracidas ha pronunciado ya dos discursos sobre el mismo tema y en ellos, como podrá verse en el "Diario de los Debates" no hay diferenciación ninguna. El compañero Gildardo Gómez pronunció también un discurso, fogoso si ustedes quieren, pero completamente vano. ¿Acaso el señor Gildardo Gómez en alguna forma destruyó los argumentos que ya habían expuesto aquí los del contra, tales como los señores Casas Alatriste, Martínez del Río, Soto Peimbert y el general García Vigil Pues no, señores, el doctor Gómez para nada absolutamente se refirió a tales razonamientos, él bordó un discurso sobre el tema del socialismo agudo, sobre la situación que siempre ha guardado el obrero y que nadie absolutamente le discute; todos los del pro y los del contra estamos conformes en que debe mejorarse la situación del obrero, todos absolutamente venimos aquí precisamente por esa clase social, pero unos lo hacen en una forma desatentada, en una forma que de llegarse a aprobar por la Asamblea vendría a ser un perjuicio de los mismos obreros, y otros venimos no a buscar aplausos fáciles, sino a hacer una obra verdadera, una obra de justicia que pueda sobrevivir a todos los debates de las bajas politiquerías. Los que venimos aquí precisamente a darle al obrero lo que al obrero corresponde, lo hacemos para que no se pierda todo, porque si nosotros en esta Ley recargamos concesiones y más concesiones para el obrero, en definitiva ninguna concesión tendrá. ¿Por qué? Porque el capital tiene también sus medios de defensa, porque el capital es netamente conservador y cuando se le expolié él sabrá la forma de hacer que todas aquellas leyes o aquellos decretos, o aquellas órdenes que lo perjudiquen, sean evadidas.

Las principales argumentaciones tanto en pro como en contra, han versado sobre la participación de utilidades de los obreros. Desde el momento en que este precepto es constitucional, estamos obligados aceptarlo; pero lo que combatimos nosotros es la forma en que está expuesto en la Ley a discusión. ¿Quién es aquel industrial -pregunto yo y probablemente en esta misma Asamblea se encuentran algunos-, quién es aquel industrial que permitirá a una comisión de obreros que le vaya a revisar sus libros? Sencillamente nadie y nadie podrá obligarlo a ello. (Murmullos. Voces: ¡La Ley! Y si por alguna condescendencia el industrial admitiese que alguno fuera a revisarle los libros, con toda seguridad que aquellos libros serían falsos. ¿Y quién podría probar lo contrario? Tenemos como prueba la Ley del Timbre, esa ley tan odiosa para nosotros, tan odiosa para el pueblo mexicano; y la Ley del Timbre únicamente permite la revisión de ciertos libros y en ciertas circunstancias muy especiales. (Voces: ¡En todas-) Quienes dicen que en todas es porque no conocen teneduría de libros, sencillamente. (Murmullos.)

........................... Cuando se encuentra alguna irregularidad en alguna operación, entonces el Administrador del Timbre da una orden por escrito para que se revisen los asientos relativos únicamente a aquellas operación. Eso es de la ley, y quien sepa teneduría de libros, afirmará esto conmigo. Y a pesar de ello, señores diputados, considerando el comercio que la Ley del Timbre lo sujeta demasiado, no diré que todos, pero sí una gran mayoría de los industriales y comerciantes lleva dos juegos de libros, unos, que son los de confianza, que son los que llevan la historia verdadera del negocio, y los otros que son, pudiéramos llamar, los libros oficiales, los que se muestran a los visitadores del Timbre y a las autoridades cuando se hace necesario. ¿Por qué no habían de hacer lo mismo los industriales si se pusiera esta ley en vigor? Y entonces veríamos el caso insólito de que no hubiera un sólo negocio, una sola industria en le República que diera utilidades y, en esta forma, quedarían perfectamente burladas las disposiciones que nosotros aprobásemos en esta Ley del Trabajo y, por consecuencia, los obreros no alcanzarían un sólo centavo por concepto de utilidades.

Los señores que han venido aquí a sostener este artículo han encontrado una atmósfera magnífica entre cierto grupo de diputados, que puedo decir es la minoría, porque he podido advertir, felizmente, que la razón se ha impuesto en definitiva en esta Asamblea; pero no se vaya a crecer que estos señores que a todo trance quieren que sea aprobada la Ley del trabajo como quiera, vayan a ser unos socialistas de corazón; no, no hay tal; en los actuales momentos hay una huelga, todos lo sabemos; pues bien, todos dirán: esos señores que con tanto ardor han venido aquí a defender al obrero, se

habrán sacrificado o hablarán hecho muchos esfuerzos para llevarles alguna ayuda; pero no ha sido así; he recabado de la Tesorería del Congreso una lista de todos aquellos diputados que han contribuído con algo para los obreros, y me voy a permitir citar a ustedes los nombres de algunos de esos exaltados, obreristas podría yo llamarlos, que no han contribuído con un sólo centavo para esa huelga, como era de su deber. Figura en primer término el señor Altamirano Manlio Fabio; sigue después el señor Avilés Uriel -ya saben ustedes cómo se portó ayer-, pues bien, el señor Avilés, después de ese entusiasmo que todos le reconocemos, no ha dado nada absolutamente para sus hermanos, para los obreros. Está también el doctor Gómez Gildardo. ¿Vieron ustedes qué discurso tan hermoso pronunció ayer? Pues bien, el doctor Gómez no ha dado nada tampoco..... (Campanilla.)

El C. Presidente: Dí veinte pesos.

El C. Saldaña: Está también el señor Gracias Carlos L., quien no ha dado nada..... (Aplausos); esta el compañero Alvaro Rivera Castillo. Saben ustedes que es un obrero de corazón: no ha dado nada. (Murmullos.) Está el doctor José Siurob, que tampoco ha dado.....

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡Diez locos! (Risas.)

El C. Saldaña, continuando: Está el compañero Genaro V. Vásquez, que tampoco ha dado nada (siseos)y, por último, está un líder obrero, Dionisio Zavala. ¿Cómo vienen a demostrar aquí estos señores su cariño a la clase obrera, si cuando esa clase necesita una ayuda se le niegan?

El C. Arriaga, interrumpiendo: ¿Me permite una aclaración el compañero? El compañero Dionisio Zavala no está aquí en la Cámara.

El C. Siurob: Otra aclaración, compañero. Yo sí he dado diez pesos personalmente. (Voces: ¡Ah! Risas)

El C. Saldaña, continuando: Y bien, el doctor Gómez me manifiesta que él dio veinte pesos; lo hago constar, por ser así de justicia. Pues bien, señores diputados, debemos, desde luego, desconfiar de esos apóstoles de los obreros que, en resumidas cuentas, nada son. En cuanto a los oradores que han venido aquí a atacar el artículo a discusión, en mi concepto muy acertadamente, no han tenido el tacto de proponer al mismo tiempo las reformas que deben de hacerse. Para subsanar este mal, me he propuesto yo redactar los incisos que hasta hoy se han atacado con más ardor, a fin de que, si la Asamblea los toma en consideración y la Comisión los considera aceptables, sean propuesto en lugar de los que están en el artículo 17.

Aun cuando parezca cansado, haré una ligera exposición de los motivos que nos asisten a los del contra para pedir se retiren algunos incisos. El inciso V dice lo siguiente:

"Costear los gastos que origine la traslación del trabajador, su esposa e hijos menores al lugar de su procedencia, a la finalización del contrato."

Varios oradores, han señalado la injusticia que encierra en sí este inciso, aun cuando aceptan que la intención de la Comisión fue de que serían regresados por cuenta de los patronos estos trabajadores cuando así constara expresamente en el contrato o cuando hubiesen sido contratados en determinado lugar para ir a trabajar a otra parte, pues ya se dijo también que no sería justo que un trabajador, pongamos por caso, que esté prestando sus servicios aquí, en la capital de la República al finalizar su contrato, sin que en él se hiciera constar, pidiera se le transportara por cuenta de la empresa a Tampico. En consecuencia, propongo que el inciso de referencia quede en la siguiente forma:

"V. Costear los gastos que origine la traslación del trabajador y sus familiares en su caso, al lugar en donde fueren contratados."

No es necesario hacer la especificación de que, aun cuando hubiesen sido contratados en el mismo lugar en que se prestaron sus servicios, pero que en el contrato se advirtiera que fueran llevados a tal o cual lugar a la terminación de él, porque es lógico entender que todo aquello que se estipule en los contratos deberá cumplimentarse. El inciso VI dice lo siguiente:

"VI Pagar íntegro el sueldo del obrero que se vea obligado a suspender su labor por defecto de la maquinaria, herramientas o útiles que se le hubiera facilitado."

El compañero Pánfilo Méndez, para justificar este inciso, dijo que suele suceder que algunos patronos, quitando un tornillo, un resorte o cualquiera pieza de la maquinaria, suspenden el trabajo y, en esta forma, el obrero tiene que estar forzosamente desocupado. Aquí hay que ver a quién puede perjudicar que una máquina esté incompleta, si al obrero o al patrono. Conforme a la Ley del Trabajo el obrero tiene forzosamente que ganar su sueldo, trabaje o no trabaje, en cuanto esté en vigor el contrato; en consecuencia, al industrial no le convendría descomponer una máquina; en cambio, el obrero sí sacaría provecho con quitar un tornillo o cualquiera pieza de la maquinaria para quedar desocupado, pues él seguiría ganando su sueldo. En consecuencia, este artículo o, mejor dicho, este inciso debe formarse para garantizar a las dos partes, y al efecto, he redactado el siguiente. Dice así:

"VI. Pagar íntegro el sueldo del obrero que se vea obligado a suspender su labor por defecto de la maquinaria, herramientas o útiles que se le hubieren facilitado cuando tal efecto no provenga evidentemente de culpa del mismo obrero; la prueba en este caso queda a cargo del patrón."

Se hace aquí la mención de que la prueba quede a cargo del patrón precisamente para que el obrero quede perfectamente garantizado, pues bien pudiera suceder que el patrón descompusiera la maquinaria intencionalmente, pero en tal caso no surtirá sus efectos el inciso de referencia, porque tendría el patrón forzosamente que probar que aquella descompostura había sido provocada por el propio obrero. Sobre el inciso VIII se ha argumentado ya lo suficiente para que en vosotros esté la idea de que es completamente injusto. Bien está que a un obrero que ha trabajado seis meses en una negociación se le ayude en alguno forma cuando se ha enfermado, sin que esa enfermedad provenga del propio trabajo, pero de ninguna manera es justo que a ese mismo obrero se le pague su trabajo sin desempeñarlo, habiendo adquirido alguna enfermedad que muchas veces puede provenir de su desarreglo, ya

haciendo mal uso de las bebidas embriagantes o por cualquiera otra circunstancia. No convendría tampoco dejar completamente desamparado al obrero, aun cuando toda la culpa fuera de él, en caso de enfermedad; porque bien sabemos nosotros que el obrero es muy ajeno a todo lo que indica ahorro y es casi seguro que se encontrará en condiciones muy difíciles; pero en cambio, si no se le obsequia el dinero, sí se le puede facilitar en forma de préstamo. El inciso que he formado en substitución del VIII dice así:

"VIII. En caso de enfermedad de las que no fueren ocasionadas por el propio trabajo y que obligue al obrero a guardar cama, siempre que el trabajador lleve seis meses de prestar sus servicios a la negociación, se le facilitará a éste la cantidad que importe el sueldo por quince días y medio sueldo por otros quince, si continuare enfermo, con el carácter de préstamo reembolsable, descontándosele el veinte por ciento de su sueldo hasta cubrir dicha suma."

Considero que esto es muy justo y muy equitativo para las dos partes; el obrero recibe auxilio a su tiempo y el industrial o patrón tiene garantizada la cantidad que da por las estipulaciones expresas del mismo contrato; en consecuencia, esto no es gravoso para el capitalista y, en cambio, sí para el obrero es un alivio.

Estas son las objeciones que tengo que hacer al artículo 17 y sólo me resta pedir respetuosamente a la Asamblea se sirva tomarlas en consideración y asimismo a la honorable Comisión me permito llamarle la atención sobre el artículo, a fin de que las estudie y si considera que son aceptables, las someta a la consideración de la Asamblea.

El C. Prosecretario Aguilar: De conformidad con lo que proviene el artículo 112 del Reglamento, en votación económica se consulta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el artículo 17. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. (Voces: ¡No hay quórum! ¡Sí!) Suficientemente discutido. Se va a proceder a recoger la votación nominal. El artículo a votación dice así:

"Artículo 17. Son obligaciones comunes de todos los patronos y, en su defecto, de sus Administradores o representantes, para con los trabajadores, las siguientes:

"I. Pagarles la retribución contenida, con absoluta sujeción al contrato y las disposiciones de esta ley.

"II. Preferir a los mexicanos sobre los extranjeros, lo mismo que a los trabajadores asociados y a los que les hayan servido con anterioridad, en igualdad de circunstancias para toda clase de trabajos;

"III. Tratarlos con la debida consideración, absteniéndose de maltrato de palabra o de hecho;

"IV. Expedir gratuitamente a los que hubieren observado buena conducta y trabajado satisfactoriamente, al retirarse del trabajo, o cuando lo soliciten, un testimonio escrito que acredite esos hechos;

"V. Costear los gastos que origine la traslación del trabajador, su esposa e hijos menores al lugar de su procedencia, a la finalización del contrato;

"VI. Pagar íntegro el sueldo del obrero que se vea obligado a suspender su labor por defectos de la maquinaria, herramientas o útiles que se le hubieren facilitado;

"VII. Tener los medicamentos necesarios en caso de accidente;

"VIII. En caso de enfermedad de las que no fueren ocasionadas por el propio trabajo y que obliguen al obrero a guardar cama, la empresa facilitará a éste, con el carácter de donativo, la cantidad que importe el sueldo íntegro por quince días, y medio sueldo por otros quince, si continuare enfermo; siempre que el trabajador lleve seis meses de prestar sus servicios a la negociación y cuando no reúna este requisito, se le entregarán las referidas cantidades con el carácter de préstamo reembolsable, descontándole el veinte por ciento de su sueldo hasta cubrir dicha suma;

"IX. En caso de muerte, entregar a los familiares del obrero, en calidad de donación, el importe de un mes del sueldo que disfrutaba;

"X. Oír las quejas que los obreros tengan de los empleados y corregir las faltas que las ocasionen;

"XI. Proporcionar a los trabajadores, oportunamente, los útiles, instrumentos y materiales necesarios para la ejecución del trabajo convenido, debiendo ser aquéllos de buena calidad, y reponerse tan luego como dejen de ser eficientes para el trabajo;

"XII. Proporcionar a los trabajadores, cuando los servicios deban prestarse fuera de las poblaciones o no tuvieren mercado propio, los artículos de primera necesidad al precio de la plaza más inmediata, y sin más recargo que los gastos de transporte;

"XIII. Indemnizar a los trabajadores que ejecuten obras a destajo, de los daños y perjuicios que les ocasionare el abandono, la negligencia o las órdenes inadecuadas del patrón que viole los reglamentos del taller o fueren contrarias a la clase de trabajo contratado;

"XIV. Reconocer y aceptar a los representantes que los trabajadores nombren para que en el interior del taller, fábrica o negociación, defiendan sus intereses;

"XV. Ceder a sus empleados y obreros una participación en las utilidades, en los términos que fija el artículo 267 de esta Ley; y

"XVI. Las demás que impongan las leyes."

El C. Mena: Para una aclaración pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Mena.

El C. Mena: ¿Va a votarse todo el artículo de una sola vez, o fracción? Porque si se va a votar todo de una vez tendrá que votarse necesariamente por la negativa, puesto que ha habido muchos oradores en contra y, en cambio, hay algunas fracciones con las que la Asamblea está de acuerdo y votaría afirmativamente desde luego. Así, pues, ganaríamos tiempo votando los incisos uno por uno. voces: ¡No, no!) Entonces tendremos que rechazar el artículo; así lo tendremos que hacer por fuerza. (Murmullos.)

- El mismo C. Prosecretario: Está a votación. por la afirmativa.

El C. Secretario Soto: Por la negativa (Se recogió la votación.)

¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa.

El C. Prosecretario Aguilar: Votaron por la afirmativa 34 ciudadanos diputados.

El C. Secretario Soto: Por la negativa 108. (Siseos de las galerías.) Rechazado el artículo 17. Vuelve a la Comisión para que lo reformen en el sentido de la discusión.

- El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob, para hechos.

El C. Siurob: Ciudadanos diputados: He pedido la palabra para rectificar hechos en relación con el debate anterior, pues a la verdad creo que sería absolutamente difícil para la Comisión darse cuenta de la forma en que se necesita modificar este artículo, precisamente porque es muy difícil darse cuenta del espíritu que reina en la Asamblea y aun la discusión misma de este artículo no es fácil saber hacia qué punto, hacia qué lugar se encauza de una manera definitiva. Vimos desfilar por esta tribuna desde el antiguo seminarista, como de ha dado en llamar al señor Martínez del Río, con las ideas rancias de los antiguos jesuitas (risas), hasta el C. García Vigil...

El C. García Vigil, interrumpiendo: ¡Liberal clásico!

El C. Siurob, continuando: ...liberal clásico. (Risas y aplausos.) Y cuidado, que cuando un revolucionario se convierte en liberal clásico, entonces está de moda, es una joya de moda, es más de moda que uno de aquellos románticos bolshevikis de que habla el C. García Vigil, porque por lo menos el romántico bolsheviki tiene el estigma de la violencia, mientras que el revolucionario convertido en liberal clásico tiene la suprema elocuencia del arrepentimiento. (Aplausos.) Hemos visto desfilar por esta tribuna a los individuos expoliados por el capital, que han venido aquí a exponer su queja; allí está el tipo sincero y característico del C. compañero Avilés; hemos visto desfilar a esos explotados, en la persona del compañero Gracidas y aun hemos visto desfilar también a los acariciados por el capital, a los que han obtenido de él sino ventajas, frutos maduros y sazonados que han saboreado con toda gula -me refiero a los compañeros Casa Alatriste y Soto Peimbert-. Se ha atacado este artículo desde todos los puntos de vista: el antiguo seminarista, no contento con sus derrotas, fue a consultar a su fraile confesor.... (Risas.) y éste, un jesuíta conspicuo, le dijo: "usted debe ir a la tribuna y atacar desde el origen todas esas revoluciones, desde la Revolución Francesa hasta la fecha y debe arrasar con todos esos movimientos anárquicos que no han traído ningún bienestar para el mundo." Y ahí tenemos al C. Martínez del Río desde esta tribuna negando que las revoluciones hayan hecho algo bueno, que las revoluciones no deben legislar acabando de pasar aquellas revoluciones, porque nunca han producido nada. Sin duda se le olvidó al C. Martínez del Río la declaración de los derechos del hombre hecha precisamente en los momentos en que estaba verificándose la Revolución Francesa y sin duda se olvidaron también al C. Martínez del Río los nueve postulados de Wilson que equivalen a los postulados de una revolución de un gran número de países en contra del prusianismo, del militarismo teutón; y se le olvidó sin duda la Constitución de 57 lanzada precisamente en los momentos de la Guerra de Reforma y que fue salvadora, tanto que hoy la invoca él, que no se llama "liberal clásico" porque quiere parecerse a García Vigil, (Risas.) pero que la invoca como un soporte y como un soporte y como una base para su argumentación. Así es que el señor Martínez del Río viene hablar contra las revoluciones, a negarles en lo absoluto todo principio salvador; así lo hacen siempre los libertos, se vuelven precisamente en contra de todo aquello que es origen de libertad, porque todavía les parece como un estigma que les recuerden que son libres en aquellos momentos. De manera, señores que el antiguo seminarista atacó por su base, pero no, esas argumentaciones sólo sirven para hacer resaltar la idea primordial, sólo sirven para hacer resaltar la grandeza del principio actual que tenemos que venir a sostener todavía dentro de esta Asamblea y que ha comenzado ya a triunfar y que seguirá triunfando en todo el curso de esta ley, y que en el principio revolucionario. No es peligroso el antiguo seminarista con sus ranciedades; no es peligroso con sus ideas arrancadas de Santo Tomás de Aquino (risas) o del Digesto - que en estos momentos viene a ser indigesto, como dijera el señor Soto Peimbert- (risas) ahora el peligroso no es ese, el peligroso es el "liberal clásico," (Risas y aplausos.) porque el "liberal clásico" no niega las revoluciones pasadas, no niega tampoco ésta; lo que niega es el fruto de ésta, lo que niega es la última Constitución y para ello tiene multitud de pretextos: que es inadecuada, que recorre los extremos, que va desde la tiranía la demagogia, que es inadecuada para las necesidades del pueblo mexicano, que nos predispondrá con el capital que vendrá a fecundar nuestro territorio; en fin, una multitud de objeciones contra la nueva Constitución, las mismas objeciones que se presentaron cuando reciente estaba la Constitución de 1857. Y en resumen, el "liberal clásico" con su oliva de paz en la mano nos hace más perjuicio que el antiguo seminarista, por la sencilla razón de que nos invita al reposo, de que nos invita a dejar las dificultades, a ahorrarnos el esfuerzo, a ir a descansar tranquilamente sobre la base sólida y firme de lo que estaba ya establecido, porque eso es lo mejor, aunque sea una ruina, aunque haya servido de base para muchas infamias, eso es lo mejor, hay que atenerse al antiguo derecho, al derecho liberal clásico, porque ese es el que tiene que ser el punto de partida de esa nueva Constitución, no óbstate que haya pasado una revolución que no fue liberal clásica, sino que fue liberal con tendencias socialistas, porque a eso fuimos a la Revolución. Si en los momentos en que se lanzaban aquellos postulados vibrantes, los mismos que constituyen la base del artículo 123; si en los momentos en que aquellos postulados llegaban a nuestro campamento y eran acogidos con gritos de victoria y con entusiasmo inmenso, porque eran pregoneros del triunfo y porque nos indicaban que la gloriosa bandera de nuestra revolución traía principios reivindicadores que harían de nuestra Constitución la primera del mundo, alguien nos hubiera dicho que tendría que predominar el criterio liberal clásico, estoy seguro de que todos nuestros soldados nos hubieran abandonado, nos

hubieran vuelto la espada y hubieran preferido sufrir todavía la tiranía de otros cuarenta años a la cruenta y sangrientísima lucha que tuvo que verificarse. El liberal clásico camina más cautelosamente que el seminarista, comienza por insinuarse poco a poco hablando de que la lucha existe en el Universo y existe en los organismos y existe en todas partes y que con esa lucha no podemos concluir. Primera falacia: nosotros en esta ley no tratamos de concluir con la lucha, lo que tratamos es de alcanzarla por los nuevos senderos, de hacerla pasar por ese filiére que se llama la moderna civilización, para que tenga la forma que debe tener dado el momento actual y las circunstancias por que el mundo atraviesa. Y nos habla de la lucha, de la lucha terrible y que si el hombre fuera un fénix, al brotar, brotaría con los instíntos de la lucha; pero no nos dice una cosa, que la lucha de hoy no es la misma que la lucha de ayer; que no son iguales los juegos del circo a los juegos atléticos; que no es igual tampoco la condición del asalariado de los tiempos antiguos en que era un esclavo, a los tiempos últimos, anteriores a éste, en que era un asalariado, y a los tiempos actuales en que tiene que convertirse en coasociado del capital. Esa es la primera falacia. La segunda consiste en hacer aparecer al capital, fugitivo, huyendo única y exclusivamente por esta ley. Esto tampoco es verdad; el capital no huirá porque encontrará en todas partes del mundo estos mismos principios sancionados ya por medio de leyes; el capital no se irá porque en nuestra República virgen tiene recursos más que suficientes para compensarse sobre las pérdidas que pudiera tener sobre este particular; el capital no se irá, porque el tanto por ciento que tenga que dar de la utilidad, a sus trabajadores, no es suficiente para quitarle el incentivo de la industria o de la clase de trabajo a que se dedique el capitalista.

De manera que este es el segundo sofisma, y luego viene una multitud de sofismas como éstos: afirmar que tiene derecho el trabajador a que se le dé un mes de sueldo a su familia por haber muerto, y afirmar que no tiene derecho a que se le dé un solo centavo por el hecho de haber caído enfermo. Si no tiene derecho a que se le dé un centavo por caer enfermo, ¿con qué derecho se le da porque cayó muerto? (Risas.) ¿Qué es mejor: que el obrero muera o que viva? ¿Es que con el hecho de vivir tiene una desgracia más todavía, que ni siquiera pueda tener lo necesario para curarse? ¿O de qué se trata? ¿De darle una caridad? Me admira que el C. García Vigil, que es tan altivo, en aquel momento acepte la caridad para los familiares, una caridad más humillante todavía. No, señores, el trabajador en uno y otro caso, no tiene más que el derecho de percibir aquello, porque es un coasociado del capital. ¿Que por qué es un coasociado del capital? Preguntádselo a todas esas multitudes que ya no están tranquilas ni satisfechas; preguntádselo a toda esa multitud en que el descontento es un nuevo germen de libertad; preguntádselo..

El C. Zincúnegui Tercero, interrumpiendo: ¡A las estrellas! (Risas.)

- El C. Siurob, continuando..... a los mismos burgueses, al Sanctum Sanctorum del capitalismo, a los individuos que forman parte de la liga de las Naciones, ellos os contestarán con los postulados contenidos en los nueve principios que empiezan de esta manera:

"Se reconocen nueve principios de las condiciones del trabajo, fundándose en que el bienestar físico y moral de los asalariados, entraña una importancia internacional suprema."

Y luego continúan los nueve principios:

".....Con las excepciones que imponen las diferencias de clima, de costumbres y de desarrollo económico, incluyen el principio que debe servir de guía, y que consiste en que el trabajo no debe ser considerado como una mercancía o artículo de comercio....."

Si no debe ser considerado como una mercancía ni como un artículo de comercio, entonces, ¿cómo debe ser considerado? Vosotros que sabéis leer entre renglones, vosotros que debéis tomar con una lente el corazón del tigre Clemenceau o el corazón del león de Lloyd George, ved esa lección y ved la confesión franca y abierta de que el capitalismo admite que los trabajadores deben de ser coasociados... (Voces: ¡No lo dice!) ¿Que no lo expresa claramente? ¿Por qué? Porque comprende que está en el vórtice el abismo, porque comprende que está precisamente cerca de la máquina infernal, porque comprende que en este momento no puede hacer más, dadas las circunstancias de ser gobierno capitalistas, de liberales clásicos, pero instintivamente también comprenden que el mundo ya no se contentará con los antiguos postulados de la Democracia, que las mesas trabajadoras que forman la mayoría y que tienen la fuerza, tampoco van a contentarse con los antiguos postulados raquíticos fundados en la conmiseración y en la caridad, porque los postulados modernos necesitan estar fundados precisamente en los principios sociales, en los principios de esta especie de nueva religión llamada socialismo, que tiene sus mártires, que tiene sus apóstoles, que tiene también hasta su fanatismo, que es el anarquismo, y sus judas también; y que este socialismo, esta nueva religión mientras más oprimida sea, como todas las religiones, tendrá que ser violentamente impulsada, tendrá que ser más vigorosa, más enérgica, más depurada y, por fin, acabará por imponerse, y precisamente por eso aquellos gigantes del capitalismo han establecido estos postulados, este conjunto de principios en que reconocen que el hombre al ofrecer su trabajo no va a ofrecer una mercancía, no va a ofrecer ningún artículo de comercio, sino que va a asociarse con otro ciudadano para producir, y el ejemplo ya nos lo estaban dando los trabajadores del campo. Desde cuándo tiempo hace que los trabajadores del campo son considerados como coasociados de los terratenientes, es decir, que los capitalistas. Examinad toda la República, los contratos entre capitalistas y obreros de los campos: el obrero de los campos pone el trabajo, el capitalista pone la tierra y la semilla, es decir, de un lado capital, del otro, trabajo. Y en estas condiciones el obrero siempre tiene derecho a la mitad de las utilidades. ¿Por qué? Sencillamente, señores, porque el trabajador debe considerarse por su naturaleza como coasociado del capitalista. (Murmullos. Campanilla.) Naturalmente

que es coasociado en muy distintas condiciones que si fuera una sociedad entre dos individuos que no fueran capitalistas. Naturalmente que tiene que reconocerse en el patrono la pericia; no queremos la igualdad absoluta; la circunstancia de que el patrono es más perito, que el patrono dispone de ese capital, que es trabajo acumulado, y esta circunstancia hace que su participación en las utilidades sea mayor que la parte que corresponde al trabajador. El espíritu del artículo 123 no dice otra cosa sino que hay que considerar a todos los trabajadores como coasociados y si me negáis este principio, decidme entonces por qué la Constitución expresa que los trabajadores deben tener parte en las utilidades. ¿Como una limosna? No. ¿Como un donativo? Tampoco. ¿Como parte de las utilidades de una negociación que está estableciéndose? Perfectamente. Pues si tiene parte en las utilidades, es un coasociado de hecho, y si es un coasociado, entonces tenemos que concederle todas las prerrogativas de un coasociado. ¿Cuáles son las prerrogativas de una coasociado? Tomar de la caja las cantidades que sean necesarias, cuando imprescindiblemente se lo exija su vida, las necesidades imperiosas de su vida; que dadas las circunstancias de los obreros, el obrero tiene derecho a percibir de la caja, en primer lugar, el salario mínimo, el salario mínimo, porque son las necesidades imperiosas de la vida diaria, como lo dice el artículo 123, las necesidades normales de la vida del trabajador y sus placeres honestos. Pero es claro, señores, se cae de su peso, que el trabajador tiene derecho también a recoger de ese fondo común con el patrono, tiene derecho también a recoger las cantidades necesarias para curarse cuando su vida esté en peligro y tiene derecho para recoger, aun que sea en nombre de las utilidades que debería percibir, la cantidad necesaria para que lo entierren sus deudos cuando muera y tiene derecho a vigilar el trabajo de sus coasociados y tiene derecho a vigilar también los libros de la empresa para no ser engañado por el patrón, que es de hecho su coasociado.

De manera es que todos estos principios que están contenidos dentro del artículo a debate, todos estos principios dentro del artículo que ya se votó, pero que tendrá que modificarse y volver al debate modificado en el sentido que lo desee la Asamblea, es muy natural que casi todos estos principios aquí establecidos y convertidos en cláusulas, tenga que persistir modificados, únicamente adaptándolos a las circunstancias. Este es el punto que yo deseo rectificar y en el que yo deseo hacer hincapié. La Comisión, al modificar esto, tendrá que modificar, en primer lugar, la parte gramatical, y en segundo lugar, hacerlas adaptables a las necesidades nacionales de acuerdo con los principios que se han establecido aquí, haciendo las modificaciones necesarias para que estas cláusulas concuerden exactamente con la realidad de los hechos.

Por ejemplo, al hablar del caso de enfermedad, la Comisión tendrá que establecer aquí que las cantidades que se anticipen que se anticipen por enfermedad a los trabajadores, tendrán que ser reembolsadas del derecho a las utilidades; igual cosa sucederá con el caso de muerte y si el obrero ha durado más de seis meses, debe estar incluido dentro de esta cláusula que la parte que le corresponde en las utilidades deberá ser entregada a sus familiares. Con respecto a los representantes que deben tener el obrero en el seno de la fábrica, quiero aquí hacer constar que hay fábricas ya en donde esos representantes existen; sé que en Cananea existen representantes de los obreros en el interior de la fábrica y aun comisionados a su vez por los patronos, de manera que allí están de acuerdo patronos y obreros para vigilar determinados trabajos y encauzar estos trabajos con objeto de evitar accidentes. En la fábrica "Hércules" de Querétaro, existen representantes de los obreros dentro de la fábrica y una mala disposición gubernativa hizo que en virtud de un reglamento que expidió la fábrica se impidiera que los trabajadores tuvieran allí representantes; pero no se llegó a dar el caso de un solo motín, de una sola de aquellas riñas de que nos hablaba ayer el compañero García Vigil, riñas que no existen precisamente por el hecho, por la conveniencia que es para todos el respetarse unos a otros dentro de la misma fábrica, porque los obreros comprenden por instinto que si hace un motín dentro de la fábrica, que si destruyen alguna maquinaria, el mal es para ellos, y porque los patronos comprenden también que no se puede vejar a un trabajador en esas condiciones, porque se expondrían a las represalias del mismo trabajador.

En lo que se refiere a la participación de las utilidades, también debo advertir que todos han estado absolutamente de acuerdo en que el obrero tiene derecho a una parte de las utilidades; de manera que esta cláusula tendrá forzosamente dentro de las modificaciones que presente la Comisión. No sólo, hasta el compañero García Vigil acepta la participación en las utilidades de los trabajadores, con lo cual hay que ver que se rompe el clasicismo del propio ciudadano y resulta que este orgullo de llamarse liberal clásico, como todos los orgullos, es vano y de deshace como el humo, porque el C. García Vigil, a pesar de sus buenos deseos, no es liberal clásico. En el fondo es revolucionario que por el hecho de ser militarista, puesto que él mismo ha confesado que tiene a orgullo y satisfacción amar la carrera de las armas, equivale a declarase soldado por afición de corazón y de alma; y desde el momento en que se declara soldado, tiene que ser partidario de toda medida coercitiva que impida cualquier desmán de parte de los trabajadores, aunque esto fuera muy remoto. Esta es la psicología que ha venido a exhibirnos con su franqueza que alabo y admiro, el compañero García Vigil.

Para terminar, suplico a la Comisión que sea consecuente con el espíritu de la Revolución que acaba de pasar, que no fue el criterio liberal clásico el que la orientó, pues para ir codo con codo con Macías, Luis Manuel Rojas y socios, no había necesidad de ir a exponer la vida, ni ir a defender al loco Francisco I. Madero, como ellos decían, como tampoco pregonar con jactancia que las banderas de nuestra Revolución contenían principios únicos en el mundo; para ello bastaba simplemente haberse quedado en casa y esperar a que triunfara la Revolución para volver a sostener los mismos principios del liberalismo antiguo. No, la

Revolución se orientó dentro del mismo criterio liberal, pero un criterio liberal modificado por tendencias socialistas que forman hoy una aspiración mundial; y nosotros, para legislar aquí de acuerdo con ese gobierno que ha sido emanado de la Revolución Constitucionalista, tenemos que legislar de acuerdo con el criterio liberal, pero dentro de las reformas sociales permitidas ofrecidas y exigidas en la actualidad por todas las masas populares y por todos los individuos que nos acompañaron a la lucha. Si nosotros queremos cumplir con nuestro deber, necesitamos proceder en esta forma y será una conveniencia para la nación, ya que esto constituye para nosotros una verdadera vacuna contra el "bolshevikismo." Nuestro pueblo habitualmente tan tendiente a la anarquía, tan tendiente al abuso del poder y al abuso de las armas, necesitaba esta vacuna contra la anarquía. Nuestra Constitución, en este artículo especialmente, lejos de ser para nosotros un objeto de befa o un objeto de crítica, debe ser sencillamente un objeto de alabanza y de admiración; sencillamente debe ser admirable para nosotros y para los extraños también, que observen con cuidado las fenómenos sociales dentro de nuestro país, debe ser admirable que nosotros nos vayamos a levantar el que han llevado muy particularmente las naciones europeas en la conferencia internacional más grande que han presenciado los siglos. Así es que la labor de los radicales del Constituyente no es sino el motivo de un altísimo elogio cuando se trata del artículo 123; sus postulados predominan en estos momentos en el mundo y no tenemos nosotros sino motivos para felicitarnos de que nuestros radicales hayan sido tan atinados, de que hayan sido oportunos, de que hayan sido tan evidentes para anticiparse a las necesidades de su época y aun a las necesidades estableciendo para México el orgullo inmenso, el orgullo satisfactorio en altísimo grado de ser el primero que lanzó postulados sociales, es decir, postulados humanos para los trabajadores del mundo. (Aplausos.) Nuestra gloria, ciudadanos diputados revolucionarios, será cumplir con nuestro programa; si desgraciadamente, -yo observo que dentro de esta Asamblea no hay la energía salvaje revolucionaria de la Cámara pasada, que protestaba inmediatamente apenas se trataba de violar los sagrados principios que le habían servido en el campo de la lucha-, si desgraciadamente, digo, no se encuentra dentro de esta Honorable Asamblea el espíritu de puritanismo que originalmente debe tener una Cámara emanada del pueblo, apenas terminado el triunfo revolucionario, debo confesar sincera y francamente que todavía en esta Cámara existe criterio revolucionario. Y en nombre de ese criterio y a los revolucionarios con las armas en la mano y a los revolucionarios que no hayan estado con las armas en la mano, pero sí con el corazón y el pensamiento, pido que por ningún motivo dejemos incompleta nuestra obra, guiándonos únicamente por mirajes engañadores, por falacias que no hacen más que traer consigo transacciones que no sólo son vergonzosas en este momento, si no que son altamente peligrosas, porque las masas populares no se van a contentar con una limosna de libertad que queramos darles, porque las masas populares no van a quedar tranquilas si después de haberles hecho una promesa solemne y haberlas llevado al sacrificio, resulta que en nombre de los liberales clásicos, que son los únicos que predominan en el mundo en las personas de Lloyd George y su compañero Clemenceau, no podemos darles más que una limosna de libertad que no estarán dispuestas a aceptar, porque dirán con la frase de Mirabeau: "Todo lo hemos dado, sólo nos queda nuestra sangre y estamos dispuestos a prodigarla." (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. García Vigil para alusiones personales.

El C. García Vigil: Ciudadanos representantes: Contra mi propósito de que trabajemos en la Ley del Trabajo abreviando toda discusión vana, me veo en el caso de ocupar la tribuna con objeto de rectificar palabras vertidas inconscientemente por el C. doctor Siurob.

Comienzo por manifestar que es sorprendente la complacencia que tiene la Asamblea y en parte la Presidencia de la Mesa para conceder el uso de la palabra con pretexto de rectificación de hechos y sólo es para venir a escuchar una vana palabrería que no conduce absolutamente a nada para los fines de la expedición de la Ley. Yo desecho en absoluto el error, el pretexto que se invoca de rectificar hechos para venir a hablar sobre algo que no viene al caso. El Reglamento previene que se pedirá la palabra para rectificar hechos, esto es, cuando se hayan asentado hechos falsos cuya rectificación importa a la discusión, esto que reforma el criterio de la Asamblea basado sobre un hecho erróneo; pero venir a rectificar hechos, cuando nosotros hemos visto que el doctor Siurob no ha rectificado absolutamente ningún hecho después de agotado el debate del artículo 17, es sencillamente ocioso e insensato; pero yo no quiero divagarme como lo ha hecho el C. doctor Siurob y únicamente quiero manifestar a la Asamblea que estoy obligado a rechazar las interpretaciones que ha hecho de mis conceptos emitidos ayer; entiendo que la Asamblea no ha entendido eso, que sólo es el doctor Siurob el que lo ha entendido así; quiere hacer una diferencia entre revolucionarios y liberal clásico e ignora lo que es ser revolucionario y lo que es liberal clásico. El doctor Siurob encuentra demasiado incongruente el que yo acceda a que se auxilie con un mes de sueldo al obrero, es decir, a la familia del obrero que haya muerto, y que no admita yo que se le dé sueldo cuando esté enfermo, cuando guarde cama. Pero señores, si esto salta a la vista; esto es para auxiliar a los familiares del obrero en los gastos de los funerales, pero cuando el obrero no ha muerto, pues es un caso enteramente distinto; ¿como se va a meditar que en ese caso se le proporcione dinero? En fin, la pregunta ha sido demasiado ociosa.

Ahora bien, el señor doctor Siurob ha entrado a un círculo vicioso por lo que respecta a los liberales clásicos y a los postulados de protección al obrero que se han enunciado en la conferencia de Versalles; reconoce que Lloyd George y Jorge Clemenceau son liberales clásicos, actualmente los más altos corifeos del liberalismo y reconoce, por otra parte, que los nueve postulados han sido lanzados por ellos mancomunadamente con el Presidente de los

Estados Unidos, y no quiero reconocer que estos liberales hayan prohijado estos principios, sino que dice que hay ciertas tendencias sociales que han modificado completamente el liberalismo, y así es como nos viene a hablar de esta nueva religión social; y yo, liberal clásico -porque el liberalismo es inconmovible, es inmutable, tiene bases que no se pueden destruir jamás-, declaro que cualquiera religión social, cualquier fanatismo entraña el dogma, tan peligroso como el fanatismo religioso como la religión de éstos o de los otros. Precisamente el liberalismo clásico con Voltaire eminentemente ha pregonado por todas partes los principios fundamentales que lo informan, y así es cómo el liberalismo clásico ha podido prevalecer al través de todas las vicisitudes en los destinos de la humanidad. De modo es que yo rechazo categóricamente las imputaciones hijas de una interpretación falsa del doctor Siurob. Todos nosotros sabemos que el doctor Siurob se ha equivocado de medio a medio respecto de mis palabras. (Siseos de las galerías.) E insisto sobre que el doctor Siurob dice que siendo yo liberal clásico, acepto el reparto de las utilidades y que entonces no soy liberal clásico. ¡Jamás se había visto una cosa, pues.... ¡no la quiero calificar de tonta, pero dejo a la consideración de ustedes el calificativo que merece! (Siseos de las galerías.) Yo he dicho que basta que esté estatuído en la Constitución el precepto para que tengamos que acatarlo en tanto no se reforme la Constitución, si es que ha de reformarse en este punto; por consiguiente, he considerado ocioso entrar a discutir sobre si era pertinente las utilidades a los trabajadores o no lo era. Para mí basta que sea una ley para que tenga que acatarla; pero no quiere decir por esto que yo, en principio, sostenga en lo absoluto el reparto de las utilidades. Si estuviéramos en el caso de tratar las reformas a la Constitución o de discutir -como no lo hicieron los constituyentes radicales en Querétaro-, sobre principios, podría emitir mis opiniones y decir hasta qué punto podría aplicarse y hasta cuál; pero no es llegado el momento; estamos regidos ya por la voluntad de los constituyentes y no tenemos otra cosa que observar la ley y que prestarle nuestro acatamiento, lo que es distinto de lo que dice el C. Siurob. Y quiero referirme, por último, a que ese orgullo de los contribuyentes radicales, que yo acredito como un acto de buena voluntad de parte de ellos, fue en una gran medida obra de inconscientes. Efectivamente, nosotros hemos visto que en esta Ley del Trabajo hemos sostenido discusiones prolongadas sobre un solo artículo; en el Constituyente el principio de la repartición de utilidades, que no se encuentra absolutamente en ninguna legislación del mundo, no fue objeto de discusión, sino que pasó dogmáticamente, religiosamente, fanáticamente, y nos está originando esta serie de discusiones que no nos pueden llevar a otra cosa sino a perder el tiempo, porque estamos perdiendo el tiempo en la discusión de esta Ley. Llegará el momento en que, haciendo una crítica enteramente metódica de los postulados nuevos que sustenta la Constitución de 1917, expondré por qué esta irreconciliable discordancia en los preceptos de la misma Constitución; entonces se verá que dentro de una misma Constitución se ha querido, se ha pretendido, que coexistan tres diversas doctrinas políticas, sociales y económicas; que esas tres diversas doctrinas políticas son: la liberal clásica, con los preceptos que se refieren a las garantías individuales; la monárquica tradicional, que es por lo que respecta a la centralización del poder, la forma presidencial del gobierno que nos rige, y la socialista comunista, actualmente llamada "bolsheviki," que ésta tiene como ejemplar al artículo 123. Así es que nosotros nos encontramos en un verdadero conflicto; por esto es que también, para lo que respecta al artículo 27, si se invoca la nacionalización de las riquezas del país por una parte, por otra parte se invoca el artículo 14, esto es, la no retroactividad de las leyes. Por lo que respecta al artículo 123, también nosotros tenemos los artículos 4o. y 5o. constitucionales que están en oposición con él, y así sucesivamente; de modo es que lo que debería haberse hecho era producir un solo cuerpo de doctrina en la Constitución: que fuera monárquica absoluta, que fuera liberal clásica o que fuera enteramente "bolsheviki," y yo puedo vivir dentro de cualquiera de estas Constituciones, porque dentro de cualquiera de estas Constituciones sé vivir libremente por mí mismo no podría yo resistir un régimen como el actual, que se intensificara más presidencialmente, porque nos llevaría completamente a una situación que estanca el progreso de toda la Nación; eso se ha observado al grado de que la guerra que acaba de concluir, todos los tronos han sido derribados; pero es indudable que el régimen "bolsheviki" yo también podría vivir, porque yo soy un trabajador, no soy un holgazán. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Soto Peimbert.

El C. Soto Peimbert: Señores compañeros: Yo recuerdo que no ha sido la discusión de la Ley del Trabajo la única ocasión para que algunos ciudadanos diputados hayan hecho hincapié en la necesidad de que todos estos principios se discutan serenamente. Y entre aquellos que -al parecer, con mayor sinceridad-, nos llamaban a este terreno, conveniente por todos conceptos, estaba el actual Presidente de la Cámara, el señor doctor Gómez. Pero al doctor Gómez, quizá por uno de esos movimientos retroactivos a la inteligencia, se le ha impuesto el recuerdo de una juventud, y sintiendo la desesperanza de no poseerla más, se vuelve contra ella y quiere ver en el reflejo de su propia mente la juventud pasada, retratada en los semblantes de los demás, y viene y nos dice que carecemos de energía porque, como decía sabiamente el C. García Vigil, no pretendemos vestir a la derniére, con trajes a los bolsheviki, porque todavía, con una serenidad que debiera esperarse, no de nosotros, sino de los que peinan canas, sostenemos tesis en apoyo de los intereses generales de la Patria y no pretendemos deslumbrar a los ignorantes para asegurar nuestra reelección. ¡Qué triste fuera para los jóvenes llegar a esa edad, a la del señor doctor Gómez, y tener que recurrir a esos ardides de política, a esos oropeles que repudia el sentido moral de esto jóvenes, para conservar una curul! (Siseos.) ¡Que triste es esto, señores! Los que no tenemos que recurrir al halago de ninguna clase social, los que pretendemos inspirarnos en el sentido de nuestro deber, interpretando cuál es el de los legisladores, porque no es lo difícil el cumplir

nuestros deberes, sino determinar dónde está el deber, no podemos acudir a esos medios que han empleado los viejos, que debieran ponernos el buen ejemplo. (Siseos.) Necesito elevar mi voz de protesta, porque no he perdido la dignidad, porque estoy muy lejos de perderla, porque he necesitado refrenar mis propios ímpetus juveniles para traer aquí mis luces con toda serenidad. (Murmullos y siseos.) Yo encuentro en el discurso pronunciado ayer por el C. Gómez una absoluta desorientación; yo encuentro que cuando se carece de razones para oponerse a razones, se ataca a las personas, y no es suficiente con atacar a las personas, sino que, tergiversando los conceptos, sino que falseando las situaciones, se pretende señalar con el dedo a muchos individuos que hemos tenido el valor y la entereza de sustentar nuestras convicciones, por mucho que no agraden al público; no estamos obligados a pensar con la cabeza de nadie; estamos obligados a venir a sustentar nuestras propias ideas, sean o no de la aprobación de quien las escucha. El sólo hecho de plegarse a lo que parece ser el ambiente popular caldeado por los agitadores, indica ya una renunciación que estamos muy lejos de tener los jóvenes. Por lo demás, "el caballito de batalla" a que recurre el doctor Siurob para arrancar un aplauso.... y no me extraña; el doctor Siurob será lo que era cuando fue un estudiante. Nosotros, refiriéndonos al color de su cabello, que en castellano es rubio, pero que en el lenguaje nacional ha querido llamarse güero, queríamos llamarlo huero con "h," y el doctor Siurob seguirá siendo eternamente "el huero Siurob."

Después de ello, ni deberé referirme siquiera a los ignorantes y audaces que vienen a esta tribuna a endilgarnos conceptos que ni siquiera han pasado por la más pequeña de las celdillas de su cerebro y nos vienen a hablar de Mirabeau, como Velásquez López, haciéndonos pensar: ¡qué le habrá hecho este pobre señor a Velásquez López para que tan mal lo trate! No, señores; si alguna ocasión debe prescindirse de las personas, si alguna vez debemos desprendernos de nuestro propio ser para no mirar sino el cumplimiento del deber, para no inspirarnos sino en el deseo de contribuir al bienestar general, procurando que las legislaciones respondan a las necesidades colectivas y no a los deseos desmedidos de determinada clase, es en ocasión de la Ley del Trabajo, pésele a quien le pese. Por encima de los intereses de los trabajadores, están los intereses de la Patria; no es la clase trabajadora la única a quien debe prestarse protección; existe la clase media, la clase laborante, la más culta, la más inteligente, como un factor esencialísimo en la riqueza nacional, y esa clase, la representativa del saber, merece también nuestro apoyo, y nadie ha elevado una palabra que venga a defender a esa clase. Si nosotros nos colocamos en este terreno, es porque si hay orgullo en algunos en pertenecer a la clase trabajadora, hay orgullo en otros en pertenecer a la clase media. Si se pretende hacernos aparecer como capitalistas por el solo deseo de que se nos señale con el dedo para que no se escuchen nuestras palabras, esto lo rechazo indignado, porque son armas de mala ley y sólo caben en cerebros hueros. El señor Siurob quisiera encontrar, según su propia expresión, en las palabras de los que abordamos la tribuna, la energía primitiva. ¡Cómo, señor Siurob! No encontrará usted jamás en nosotros esa energía primitiva; la energía primitiva vendrá con la teoría que usted pretende infiltrar en la Ley del Trabajo; entonces sí se despertará todo lo que de bárbaro hay; entonces sí el desquiciamiento vendrá a glorificar su obra! (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Trigo.

El C. Trigo: Honorable Asamblea: No vengo a perder el tiempo ni a hacerlo perder a ustedes con discursos como los del huero Siurob o los del C. Soto Peimbert, ni con el liberalismo clásico del C. García Vigil u otras insignificancias por el estilo, ya que ello no nos conduce a nada práctico.

Según acaba de indicar el C. doctor Siurob, venía para orientar el criterio de la Comisión: pero en contraposición con lo que pensó, hizo todo menos aquello que había pensando y para lo que había pedido el uso de la palabra. Se acababa de rechazar a la Comisión el artículo 17, que tiene un sinnúmero de fracciones con las cuales una mayoría de la Asamblea está de acuerdo, y tiene, además, tres o cuatro con las que no lo está; por lo que, en vez de estos ataques personales y de saciar pasioncillas que a nada conducen, debemos indicar a la Comisión cuáles son las fracciones que han sido impugnadas, como la II, la VIII, la XIV y la XV, que han dado margen a discusiones más o menos largas y a que se sostengan teorías más o menos aceptables. Por lo tanto, yo creo que en esta ocasión la obligación del C. Siurob y del C. García Vigil, - cuyo buen sentido que le distingue casi siempre, en esta ocasión ha quedado por los suelos, porque solamente nos viene a hablar del C. Siurob -, era haberse concretado a decirle a la Comisión: estas fracciones son impugnables, estas fracciones deben ser mejoradas en este o en aquel sentido y vamos a votar el resto del artículo tal como está concebido, de acuerdo con el criterio de esta Asamblea. Yo ruego atentamente a los ciudadanos diputados se sirvan tomar en cuenta la falta de tiempo de que disponemos y que perdemos lastimosamente con estas discusiones a que estamos descendiendo constantemente, en las que no se sostiene teoría alguna seria, en las que solamente se viene a hablar de ideas exóticas, como las que nos expone el C. Siurob a cada paso y en las que, en resumidas cuentas, no llegamos jamás a una conclusión práctica y definitiva que sirva para fijar ese criterio, para dar esa orientación tan necesaria a toda Asamblea.

La fracción II tengo yo entendido que ha sido impugnada por la mayoría de los ciudadanos diputados en virtud, más que de otra cosa, de aquello que previene que debe darse preferencia a los obreros asociados sobre aquellos no asociados. Si este es el criterio de la mayoría de la Asamblea, lógico es que la Comisión, como con muy buen sentido lo hizo ayer, pida permiso para retirar éstas o las otras fracciones impugnadas para presentarlas reformadas. Pero no, señor; nosotros, pensando con una completa falta de serenidad, hemos rechazado todo el artículo 17 en todas sus partes, sin permitirle a la Comisión lo que ayer pedía: que retirara esta o aquella fracción para que reformen esas fracciones impugnadas y nos eviten volver a la larguísima

discusión de todo el artículo 17, ampliamente discutido ya. Como ha sido rechazado el artículo 17, yo me permito solicitar de esta honorable Asamblea o, más bien dicho, de la Comisión, que reforme aquellas fracciones sobre las que han versado las impugnaciones y los ataques, de acuerdo naturalmente con el criterio, es decir, con las modificaciones que su criterio haya sufrido en virtud de las discusiones y hechas estas reformas, volver a poner a votación este artículo 17, y que por su parte los ciudadanos diputados prescindan - siquiera sea por un momento -, de estos torneos literarios a que tan efectos se han mostrado en estos últimos días y vayan a hacer algo práctico, a hacer esa Ley del Trabajo que tanto trabajo le da al diputado García Vigil y que, sin embargo de eso, nos la hace más trabajosa en virtud de las desquisiciones a que continuamente llega con su compañero el doctor Siurob.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Martínez del Río.

El C. Saldaña: ¡Moción de orden!

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Saldaña: A las cinco y media se terminó la discusión del artículo 17, habiéndose perdido una hora en discusiones vanas que a nadie interesan; por lo tanto, pido respetuosamente al señor Presidente pregunte a la Asamblea si se sigue la discusión de los demás artículos de la Ley del Trabajo, que es lo que nos conviene.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta que habiendo solicitado cada uno de los ciudadanos diputados que han hablado, así como el C. Martínez del Río, el uso de la palabra para hechos o alusiones personales, el que habla ha acordado de conformidad, supuesto que es uno de los derechos que tiene cada uno de los ciudadanos representantes y en vista de que no puede por ningún motivo ser el tirano del pensamiento en esta Cámara.

El C. Martínez del Río: Señores diputados: Desde ayer en todas las discusiones y de todos los oradores que han venido a esta tribuna, no he estado recibiendo más que un constante elogio....(risas), siendo lo menos que se me ha dicho: seminarista obscuro, que consulta con los jesuitas, que reza el rosario y se confiesa. Estoy muy agradecido a todos y especialmente al estimable señor doctor, nuestros Presidente, porque él más que todos ha recalcado estos ataques. Yo declaro con toda ingenuidad, que celebro las injurias, cuando esas injurias vienen a mí; las lujurias no son otra cosa más que la impotencia intelectual, el signo inequívoco de la impotencia intelectual.

Aquí, señores, queremos razonamiento y no queremos injurias; más todavía: yo quisiera que sobre mí se desataran todos los odios, con tal de que esos odios fueran injustificados. ¿Qué significaría todo eso, señores? Que yo tendría méritos que no tendría ninguno de los que me odiaran. ¡He ahí lo que yo quisiera poder merecer: el odio injustificado de todos los que me atacan, para sentirme satisfecho y pensar que quizá tuviera méritos de que carecerían todos aquellos que me atacaban! Rindo, pues, mi más alto agradecimiento a todos los estimados compañeros que me han distinguido con sus injurias y que me han podido distinguir con sus odios. Voy a hacer dos indicaciones ligeras, concretas al asunto: Yo creo, señores diputados, examinando mi conciencia y mi actividad política en el seno de esta Representación Nacional, que poco, absolutamente poco deben importar a ustedes mis pensamientos íntimos en el orden religioso. Me han atacado de católico; ¿y qué, señores diputados? ¿Yo he ido a preguntarles a ustedes si sus mujeres les son fieles....? (Murmullos.) (Aplausos.) ¿Yo he ido a preguntarles a ustedes si tienen hijas y si sus hijas son honradas? Pues bien, señores diputados, las convicciones que yo llevo dentro de mi alma les importan a ustedes mucho menos de lo que a mí me importaría la vida privada de todos y cada uno de ustedes.(Aplausos.) Exijo y tengo derecho a que se respeten mis convicciones; jamás las rehuyo y cuando alguien me pregunta: "¿Cuál es tu credo?", digo sencillamente: "Soy católico y a mucha honra tengo serlo," Me extraña que un hombre que peina canas, como dijo aquí el compañero Soto Peimbert, desconozca, examinando todas las tradiciones de la ciencia, todas las bellezas del arte, que ese arte, que esa ciencia han sido genuinamente católicas....

El C. Arriaga, interrumpiendo: ¡No es cierto!

El C. Avilés, interrumpiendo: ¡No es cierto! (Risas y aplausos.)

El C. Martínez del Río, continuando: ...Me extraña, señores diputados, que un señor Arriaga que grita con tanta fuerza: "!no es cierto!" que un señor Arriaga bolsheviki a outrance, que sería capaz de echar de esta Asamblea, como decía hace un momento, a Lenine y a Trotzky, llamándolos retardatarios, me extraña que ese señor tan socialista incurra en ciertos detalles verdaderamente horribles, verdaderamente tristes en el orden de la inconsideración humana. Y si el señor Arriaga quiere que hable, hablaré y muy recio, porque hay aquí elementos que pueden contestarme....(Voces: ¡Sí, qué hable!) Una palabra más y terminaré. (Voces: ¡No, no! ¡Qué hable!) Mi pensamiento íntimo, señores diputados, por lo que se refiere a la Ley del Trabajo, ha estado siempre regido por esta norma de conducta, por este modo de pensar: creo que el secreto, el problema social que envuelve esta Ley del Trabajo encuentra la solución más acertada en la conciliación media de los intereses del obrero y del capitalista. Creo que en el fondo del problema social hay como base de él un inmenso problema moral y que el problema moral no puede por ningún motivo pasar desapercibido al estar estudiando la Ley del Trabajo. Señores diputados, si al obrero exigimos respeto y cumplimiento de sus deberes, al patrón deberemos exigirle humanitarismo y para decirlo con todas sus palabras: caridad. (Voces: ¡No, no!) Búsquese cualquiera solución, cualquiera otra solución no lleva al desastre de Rusia o a la tiranía del capataz. ¿Qué, en preceptos legales vamos a incluir ciertas obligaciones del patrono - que constantemente encontrará la manera de eludir -, sin no tomamos en consideración los deberes íntimos de corazón, los deberes de amor con que el patrón debe considerar al obrero? ¿Qué, al obrero no le vamos a exigir respeto al patrón debe considerar al obrero? Qué, al obrero no le vamos a exigir respeto al patrón y le vamos a dar alas para que se convierta en tirano, siendo la tiranía de las multitudes la peor de todas las tiranías? Ese es mi pensamiento íntimo. Si al hablar en el tono de franqueza y sinceridad con que lo hago encuentran ustedes motivo de su crítica, acepto con gusto todas las criticas y yo quisiera que

quienes aquí vinieran, a falta de talento tuvieran siquiera honradez del alma y honradez de mexicanos, porque muchas veces la honradez y la alta moralidad tienen más juicio y encuentran mejor el camino de llegar a la verdad en bien de la Patria. (Aplausos.)

El C. Secretario Soto: Volvemos a la Ley del Trabajo. (Risas y aplausos.)

"Artículos 18. Queda prohibido a todo patrón, jefe, empleado o maestro de negociaciones agrícolas, industriales y comerciales:

"I. Retener el salario de los obreros por concepto de multa impuesta a los mismos;

"II. Exigir que los obreros compren sus artículos de consumo en tiendas o lugares determinados;

"III. Exigir al trabajador en la labor a destajo el producir cantidad determinada;

"IV. Exigir o aceptar de los obreros, dinero como gratificación por que se les admita el trabajo o por cualquier otro motivo;

"V. Cobrar a los obreros interés, sea cual fuere, sobre las cantidades que se les anticipe a cuenta del salario;

"VI. Obligar a los obreros, por coacción o cualquier otro medio, a que se retiren del sindicato o agrupación a que pertenezcan;

"VII. Presentarse en la fábrica, taller o establecimiento, en estado de embriaguez, y ser motivo, por cualquier otra, causa de escándalo entre los obreros o sus familiares;

"VIII. Portar armas en el interior de la fábrica, taller o establecimiento.

"IX. Hacer colectas o subscripciones entre los trabajadores; y

"X. Cualquier otro acto o abuso que redunde o pueda redundar en perjuicio de los obreros y de su libertad de acción."

Está a discusión. Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra sírvanse pasar a inscribirse.

El C. Presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Soto Peimbert.

El C. Soto Peimbert: Renuncio al uso de la palabra.

El C. Siurob: Señor Presidente, pido la palabra para interpelar a la Comisión.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob para hacer una interpelación a la Comisión.

El C. Siurob: Me permito interpelar a la honorable Comisión para que me diga qué idea tuvo al introducir en este artículo la fracción III, que dice: "Exigir al trabajador en la labor a destajo el producir cantidad determinada...." Porque, entiendo yo, que la labor a destajo precisamente consiste en eso: en que el patrón exija al trabajador determinada cantidad de producción o determinada cantidad de obra, y si en eso consiste la labor a destajo y eso le está prohibido al patrono, equivale a prohibir el trabajo por obra determinada; de donde resulta que este artículo, o es un artículo prohibitivo del contrato a destajo, o es un artículo que sale sobrando dentro de este género de prohibiciones. Si estoy equivocado, suplico a la Comisión se digne aclarar el concepto.

El C. Valadez Ramírez: Pido la palabra

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Valadez Ramírez, de la Comisión: contestando la interpelación del C. doctor Siurob, me permito manifestarle que el pensamiento de la Comisión ha sido impedir que a un obrero que trabaja a destajo se le haga llevar a cabo una jornada que pudiéramos llamar inhumana. Se da el caso, por ejemplo, tratándose de los trabajos que se verifican en los caminos de hierro o de cualquiera otra labor a destajo sumamente pesada, como romper piedras, en fin, trabajos de esa naturales en que se exige al obrero que traje todo el día, aun cuando tenga que ser pagado por pieza o por obra determinada; y esos trabajos verdaderamente bárbaros son los que queremos evitar, pues en las obras a destajo el trabajador no está obligado a producir más que aquello que es compatible con sus fuerzas físicas. Ya sabemos lo que es labor a destajo y esta fracción no puede prestarse a las confusiones a las que incurrió el doctor Siurob. Esa a sido, pues, la mente de la Comisión al presentar la fracción III en la forma en que está concebida.

- E. C. Siurob: Pues declaro que no me satisface la contestación de la comisión.... (Campanilla.) Estoy haciendo todavía uso de la palabra con motivo de la interpelación.

No me satisface la contestación de la Comisión, porque si ese fue su pensamiento, está mal expresado y, además, no había necesidad de expresarlo aquí, desde el momento en que está prescripto en las condiciones de trabajo que hemos aprobado; ya se ha establecido que será nulo todo contrato en que se pacte hacer una labor superior a las fuerzas de los trabajadores, una labor inhumana. De manera que sigo sosteniendo que esta fracción es inútil y suplico a la Comisión que, en obvio de mayores dificultades y como quiera que todos estamos de acuerdo con el resto de este artículo, retire esta fracción indefinidamente para poder votarlo inmediatamente.

El C. Saldaña: Para una aclaración.

El C. Presidente: Tiene la palabra para hacer una aclaración el C. Saldaña José P.

El C. Saldaña: Me parece que la fracción III, a la cual ha aludido el doctor Siurob, está perfectamente adecuada a las circunstancias. Pueden suceder dos cosas: primera, que el patrón exija una cantidad de trabajo que sea demasiado para las fuerzas del trabajador, y, segunda, que exija se le entregue una cantidad pequeña, por la cual obtenga el trabajador un sueldo bastante escaso; y cualquiera de los dos extremos a que acuda la empresa o el capitalista serán en perjuicio del propio trabajador. En esta forma quedan garantizados completamente los derechos del obrero, pues él sabrá lo que pueda hacer diariamente, sin que el empresario pueda exigirle que entregue determinada cantidad, porque esto puede ser muchas veces en contra de los propios intereses del trabajador.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Vito Aguirre, en contra.

El C. Aguirre Vito: Pues ya con lo que dijo el doctor Siurob me basta, es más o menos lo que iba yo a decir; así es que renuncio al uso de la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Porfirio Ruiz, en contra. (Voces: ¡No está en el salón!) Tiene la palabra, en contra, el C. Arriaga Isaac.

El C. Arriaga: Es una ligera observación nada más a la Comisión, la que quiero hacerle.... (Voces: ¡Tribuna!) Es muy breve, señores. En la fracción II del artículo a debate se previene: "Exigir que los obreros compren sus artículos de consumo en tiendas o lugares determinados."

Como parece que hay cierta contraposición entre esta fracción y la XII del artículo anterior, yo deseo que la Comisión las ponga de acuerdo, ya sea diciendo en esta fracción II del artículo 18: "que exceptuando el caso previsto por la fracción XII del artículo anterior," o suprimiendo la fracción XII del artículo 17; cualquiera de los dos extremos cabe.

El C. Valadez Ramírez: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Valadez Ramírez, de la Comisión: El caso es enteramente distinto, compañero Arriaga, por que en la fracción XII del artículo 17, lo único que se exige del patrono es que facilite a los trabajadores la manera de adquirir los artículos de primera necesidad, cuando éstos no se encuentren en el lugar donde se presten los servicios, y esto naturalmente no puede constituir una exigencia del patrono, sino una obligación que se le impone de prestar ese servicio en beneficio de los trabajadores; y la fracción II del artículo 18 esa sí de una manera terminante declara que se prohibe al patrón exigir que los obreros compren sus artículos de consumo en tiendas o lugares determinados. No hay ninguna contradicción entre una fracción y otra, porque se trata en ellas de casos, enteramente distintos.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Martínez del Río. (Voces: ¡No está!) Tiene entonces la palabra el C. Méndez Benjamín.

El C. Méndez Benjamín: La fracción I del artículo que está a debate, en mi concepto no protege de una manera amplia a los trabajadores; simple y sencillamente se concreta a exponer que está prohibido a los patrones, jefes y empleados o maestros de negociaciones agrícolas, industriales o comerciales, retener el salario de los obreros por concepto de multa impuesta a los mismos; esto no protege de una manera amplia a los obreros. Frecuentemente se da el caso en los talleres y en las oficinas de que individuos que se dedican a la especulación con el salario de los trabajadores, hacen préstamos onerosos a éstos; sacan de los trabajadores o empleados un vale por el préstamo como anticipo del sueldo, con un rédito inmoderado, y este vale, de acuerdo con el patrón o con el administrador, tienen la facultad para cobrarlo al efectuar los pagadores el pago de los salarios a esos trabajadores, y frecuentemente se da el caso de que cuando no pueden conseguir ese agiotistas entrar en una connivencia franca entre el pagador y ellos, lo hacen con el patrón y muchas veces llegan a ocasionar hasta la destitución del obrero. Yo pido a la Comisión que reforme este artículo y a la Asamblea que apoye mi moción, en este sentido: "Retener el salario de los obreros por cualquier concepto, a menos que sea por mandato expreso de la autoridad judicial."

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Trigo.

El C. Trigo: Honorable Asamblea: Me ocuparé única y exclusivamente de la fracción III del artículo a debate, porque abundo en las mismas ideas del doctor Siurob a este respecto, es decir, que la fracción III no tan sólo es perfectamente inútil tal y como está concebida, sino que es un verdadero disparate que la Comisión comete al asentarla en la ley. El diccionario Escrich y no tan sólo el Escrich, sino el diccionario de la Lengua Española, con toda precisión hace la clasificación de la palabra "destajo;" dice: "Destajo: Obra u ocupación que se ajusta por un tanto." Desde luego es de capital importancia que en toda labor a destajo debe existir necesariamente un límite para esta labor y es inconcuso que la Comisión comete un error al escribir la fracción III que, como antes he calificado, a mi manera de ver es perfectamente disparatada. Hace un momento uno de los ciudadanos diputados que hizo uso de la palabra a este respecto, nos decía que la fracción III está bien en la forma prescripta, porque hay la circunstancia de que podría exigirse una labor superior a las fuerzas del obrero y que esto sería inhumano. Desde luego la Comisión en el artículo 3o. estatuye de una manera precisa el contrato de trabajo y las condiciones a que debe plegarse el contrato de trabajo. Siendo la labor a destajo motivo de un contrato igualmente y estipulándose o pactándose en aquel contrato, previo acuerdo de ambas partes, la labor que debe desarrollarse y la retribución que el obrero tiene que recibir, es lógico deducir que si la existencia de la fracción III no tiene ninguna razón de existir y que lejos de servir para aclarar o para facilitar la labor del patrón y del obrero a este respecto, no servirá sino de entorpecimiento. Me permito suplicar a la Comisión se sirva retirar en absoluto la fracción III del artículo a debate, en virtud de que se tiene en cuenta la existencia del contrato previo de trabajo y de que se fija de manera precisa en todas las fracciones del artículo 3o., cuáles son las condiciones que deben normar el contrato de trabajo; por lo tanto, no hay razón para que la misma Comisión en la fracción III que se discute desconozca abiertamente la existencia del contrato de trabajo a destajo, como de hecho lo hace.

El C. Prosecretario Aguilar: No habiendo más oradores inscriptos.

El C. Flores Manuel H. interrumpiendo: Pido la palabra para una aclaración.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Méndez Pánfilo.

El C. Méndez Pánfilo: Señores diputados: Vengo a hacer una ligera aclaración a la fracción III que ha estado siendo más impugnada para que comprendan lo necesario que es dejarla como está y los motivos justificados que la Comisión tuvo al consignarla. Dice la fracción III "Exigir al trabajador en la labor a destajo el producir cantidad determinada."

El señor diputado Trigo la ha interpretado como un disparate, es que el señor diputado Trigo no conoce las necesidades ni las dificultades de los trabajadores. hay una costumbre y muy principalmente en las fábricas de hilados y tejidos...

El C. Prosecretario Aguilar, interrumpiendo: Por disposición de la Presidencia se suplica a los

ciudadanos diputados que están de pie se sirvan ocupar sus curules.

El C. Méndez Pánfilo, continuando: En las fábricas de hilados y tejidos casi toda su labor es por destajo y, sin embargo, de esa condición en que se trabaja según el criterio de los que impugnan el artículo, no habría por parte del patrón ningún interés en exigir determinada cantidad de producción. Sin embargo, no es así; el patrón fija un aviso o hace consignar en el reglamento interior que cada telar debe producir en los seis días de la semana, por ejemplo, treinta piezas de determinado género; es a destajo, se produce quince, veinte, veinticinco, eso le pagan, pero no toman como base el salario que va a pagar más o menos, sino un producto que él necesita: fija esta cantidad para que forzosamente la produzca el trabajador. Los motivos que casi siempre tiene el patrón para fijar una cantidad de producción elevada, ya que él mismo sabe lo que justamente puede producir el trabajador, consisten en hacerlo que ingrese a la fábrica antes de la hora reglamentaria; si son las siete de la mañana, de esta manera hace que el trabajador entre a las seis, aunque no sea la hora reglamentaria, pues él buen cuidado tiene de abrir las puertas a las seis de la mañana, con el objeto de que el obrero produzca la cantidad determinada y el obrero, por no perder el trabajo o por evitarse dificultades con el patrón al no producir esa cantidad, viola la jornada legal y tiene que entrar antes de la hora reglamentaria. Existe otra forma: se puede descomponer una máquina o puede faltar materia prima, material, en fin, y eso origina que el trabajador no pueda producir aquella cantidad fijada, aquellas treinta piezas que le habían fijado y en estas condiciones es indispensable que exista una prohibición para que el patrón no pueda, injustificadamente, fijar una cantidad exacta o superior a lo que el trabajador humanamente puede producir.

El C. Aguilar Pablo: No habiendo más oradores inscriptos en pro ni en contra, en votación económica se consulta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el artículo a debate. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. Se va a proceder a recoger la votación nominal.

- El C. Secretario Soto, leyendo:

"Artículo 18. Queda prohibido a todo patrón, jefe, empleado o maestro de negociaciones agrícolas, industriales y comerciales:

I. Retener el salario de los obreros por concepto de multa impuesta a los mismos;

II. Exigir que los obreros compren sus artículos de consumo en tiendas o lugares determinados;

III. Exigir al trabajador en la labor a destajo el producir cantidad determinada;

IV. Exigir o aceptar de los obreros, dinero como gratificación porque se les admita al trabajo o por cualquier motivo;

V. Cobrar a los obreros interés sea cual fuere, sobre las cantidades que se les anticipe a cuenta del salario;

VI. Obligar a los obreros, por coacción o cualquier otro medio, a que se retiren del sindicato o agrupación a que pertenezcan;

VII. Presentarse en la fábrica, taller o establecimiento, en estado de embriaguez, y ser motivo, por cualquier otra causa, de escándalo entre los obreros o sus familiares;

VIII. Portar armas en el interior de la fábrica, taller o establecimiento;

IX. Hacer colectas o subscripciones entre los trabajadores ; y

X. Cualquier otro acto o abuso que redunde o pueda redundar en perjuicio de los obreros y de su libertad de acción."

Está a votación. (Se recoge la votación.)

¿Falta algún ciudadano diputado por votar? (Algunos diputados dan sus nombres.) Se procede a la votación de la Mesa. Votaron por la afirmativa 107 ciudadanos diputados.

El C. Prosecretario Aguilar: Votaron por la negativa 31 ciudadanos diputados.

El C. Secretario Soto: Aprobado el artículo 18.

- El C. Prosecretario Aguilar. leyendo:

"Secretaría de la Cámara de Senadores del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos. - Sección de Archivo y Biblioteca. - Número 145.

"Ciudadano Presidente de la honorable Cámara de Diputados. - Presente.

"Habiendo dado cuenta al Senado con el atento oficio de usted, número 728, de fecha 19 de los corrientes, me permito manifestarle que en sesión celebrada ayer tarde, fue aprobado en votación nominal el trámite siguiente:

"Enterado y dígase que el senado asistirá a la hora y día señalado solamente para los efectos del artículo número 96 de la Constitución General de la República."

"Lo que me es grato transcribir a usted, para que se haga del conocimiento de esa honorable Cámara.

"Reitero a usted las seguridades de mi muy atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas. - México, 20 de mayo de 1919. - El Presidente de la Cámara, T. H. Orantes."

- El mismo C. Prosecretario, leyendo:

"Artículo 19. Son obligaciones del obrero para con el patrón o sus representantes:

"I. Prestar personalmente el trabajo convenido, solo o bajo la dirección del patrón o sus representantes;

"II. Desempeñar el trabajo con el mayor cuidado y actividad;

"III. Abstenerse de todo cuanto ponga en peligro su propia seguridad, la de sus compañeros o la de terceras personas, así como la de los establecimientos, talleres o lugares donde el trabajo se ejecute;

"IV. Observar buenas costumbres y tratar al patrón y sus representantes con la consideración y respeto debidos;

"V. Devolver la materia prima no utilizada y los instrumentos que se le hayan entregado para el trabajo, sin más deterioro que el ocasionado por el uso; no estando obligado a reponer los instrumentos

que involuntariamente se inutilicen durante el trabajo;

"VI. Prestar auxilios en cualquier tiempo en los casos de peligro grave o fuerza mayor, siempre que no se ponga en peligro su vida;

"VII. Guardar escrupulosamente los secretos de fabricación de los productos en cuya elaboración intervenga directa o indirectamente; y

"VIII. Observar estrictamente las disposiciones del reglamento interior de la fábrica, taller o establecimiento, aprobado previamente por las Juntas Centrales de Conciliación."

Está a discusión el artículo 19. Se han inscripto para hacer uso de la palabra en contra los ciudadanos Soto Peimbert, Villaseñor Mejía, Zavala, Martínez del Río y Gracidas.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Soto Peimbert.

El C. Soto Peimbert: Renuncio al uso de la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Villaseñor Mejía.

El C. Villaseñor Mejía: Yo no estoy inscripto en primer lugar.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Zavala Dionisio. (Voces: No está en el salón.) Tiene la palabra el C. Martínez del Río.

El C. Martínez del Río: Yo no estaba inscripto.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Gracidas.

El C. Gracidas: Es muy pequeña la objeción que tengo que hacer a este respecto, una vez que hemos presentado un proyecto de reformas al dictamen que presentó la Comisión; estas reformas se refieren a las Juntas Centrales de Conciliación y Arbitraje, y en su oportunidad haré uso de la palabra.

El C. Prosecretario Aguilar: No habiendo más oradores inscriptos ni en pro ni en contra, en votación económica se pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el asunto. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se considera suficientemente discutido. Se va a proceder a recoger la votación nominal. Está a votación el artículo 19. (Se recoge la votación.)

¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa. Votaron por la afirmativa los CC. diputados siguientes: Aguilar Pablo, Aguirre Berlanga, Aguirre León, Aguirre Vito, Alarcón, Alejandre, Amezola, Anda, Avilés, Balderas Márquez, Baledón Gil, Bandera y Mata, Barragán, Bolio, Bouquet, Bravo Carlos, Breña, Cancino, Carriedo Méndez, Carrión, Castellanos Díaz, Castillo David, Castillo Garrido, Castillo Nájera, Castro Alfonso, Castro Roberto, Cornejo, Chablé, Díaz González, Esparza, Espinoza Bávara, Espinosa y Elenes, Fernández Miguel B., Ferrel, Fierro. Fuentes Barragán, Gaitán, García Antonio M., García José Guadalupe, García Pablo, García Ruiz, Garza, Gómez Cosme D., Gómez Gildardo, González Jesús M., Guerra, Guerrero, Gutiérrez de Velasco, Gutiérrez Orantes, Gracidas, Hernández Loyola, Huerta, Iturralde T., Lanz Galera, León, López, Madrid, Mancisidor, Mariel, Martínez del Río, Mena, Méndez Benjamín, Méndez Fortunato, Méndez Pánfilo, Moctezuma, Navarro, Padrés, Palacios Moreno, Pastrana Jaimes, Pérez Carvajal, Reyes Francisco, Reyes Rafael, Ríos Landeros, Ríos Rafael L., de los, Rivera Castillo, Roaro, Rodríguez Alfredo, Rodríguez de la Fuente, Rodríguez Herminio s., Rodríguez Matías, Rodríguez Sabino, Romero Cepeda, Ruiz Martínez, Saldaña, Sánchez José M., Schulz y Alvarez, Silva Jesús, Silva Pablo, Solórzano, Soto José M., Soto Peimbert Soto Rosendo A., Suárez José María, Taméz, Tapia, Tello, Torre Rómulo de la, Trejo, Treviño, Trigo, Uzeta, Vadillo, Valadez Ramírez, Velásquez Juan, Verástegui Franco, Verástegui José, Vilchis, Villalobos y Villaseñor Mejía.

¿Falta algún ciudadano diputado que desee reclamar su voto por la afirmativa? El C. Reyes Rafael reclama su voto por la afirmativa. Votaron por la afirmativa 106 ciudadanos diputados.

El C. de los Ríos Rafael: Votaron por la negativa 2 ciudadanos diputados.

El C. Prosecretario Aguilar: En consecuencia, no hay quórum. (Voces: ¡Multa, multa!)

El C. Presidente, a las 7.36 p.m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez a Congreso General, siendo la orden del día erigirse en colegio electoral.