Legislatura XXVIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19190710 - Número de Diario 62

(L28A1P1eN062F19190710.xml)Núm. Diario:62

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 10 DE JULIO DE 1919

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I. - PERIODO EXTRAORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 62.

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DIA

10 DE JULIO DE 1919

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior. Se concede licencia a los CC. Tamez y Sánchez José M.

2.- Continúa la discusión del dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda, 2a. de Crédito Público, y de Ferrocarriles, por el que no se concede al Ejecutivo de la Unión la facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Informa el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. OLIVÉ ISAAC

(Asistencia de 127 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente, a las 4.21 p. m.: Se abre la sesión.

El C. Prosecretario Aguilar: Se va a dar lectura al acta:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día nueve de julio de mil novecientos diez y nueve.- Período Extraordinario.

"Presidencia del C. Isaac Olivé.

"En la ciudad de México, a las cuatro y media de la tarde del miércoles nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y un ciudadanos diputados.

"Sin debate se aprobó el acta de la sesión anterior, así como dos solicitudes de los CC. Fernández Martínez y Atanasio Gutiérrez, relativas a que se les concedan licencias por quince y veinte días, respectivamente, con goce de dietas.

"Se prosiguió la discusión del dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda y 2a de Crédito Público, y de Ferrocarriles, por el que no se concede al Ejecutivo de la Unión la facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán.

"El C. Espinosa Luis habló en pro; fue interrumpido por una moción de orden del C. Méndez Benjamín, que dio lugar a otra del C. García Ruiz. La Presidencia concedió la palabra para rectificación de hechos al C. Rodríguez de la Fuente; el C. Siurob juzgó que la rectificación de hechos procedía después de agotado el debate; la Presidencia hizo la aclaración de que, consultando el dictamen un acuerdo económico debían hablar, conforme al Reglamento, tres oradores en contra y tres en pro, lo que ya se había realizado, y que, en consecuencia era llegado el momento de consultar a la Asamblea si el asunto estaba suficientemente discutido; el C. García Vigil opinó que siendo el dictamen originado por un Proyecto de Ley enviado por el Ejecutivo, podían hablar seis ciudadanos diputados en contra e igual número en pro; la Presidencia sostuvo su parecer; a solicitud del C. Pérez Vela se leyó el artículo 70 constitucional; el ciudadano Presidente hizo aclaraciones, y en seguida la Asamblea resolvió que el asunto no estaba suficientemente discutido; por consiguiente, continuó el debate.

"Pronunció un discurso en contra el C. Méndez Benjamín, quien fue interrumpido por una aclaración del C. García Ruiz, y por la lectura del artículo 195 reglamentario que hizo la Secretaría en vista de las manifestaciones del público. El C. García Ruiz rectificó algunos hechos asentados por el C. Méndez Benjamín, y éste solicitó la lectura de documentos, solicitud que obsequió la Mesa después de que el C. Trigo hizo una moción de orden.

"Se dio cuenta con una proposición de los CC. Rivera Castillo, Iturbide, Romero Cepeda y doce ciudadanos diputados más, para que la Cámara se constituyera en sesión permanente hasta concluir el asunto de los Ferrocarriles de Yucatán. Se le dispensaron los trámites y se puso a discusión. Ningún ciudadano usó de la palabra y, recogida la votación nominal por haberla solicitado varios ciudadanos representantes, la Secretaría declaró que ochenta y ocho votos se habían obtenido por la negativa y ochenta y seis por la afirmativa; pero luego rectificaron su voto varios ciudadanos representantes, y el resultado definitivo fue de noventa votos de la negativa contra ochenta y tres de la afirmativa. En consecuencia, la proposición fue desechada. "Reanudada la discusión, pronunciaron discursos en pro y en contra, respectivamente, los CC. Zincúnegui Tercero y Palacios Moreno.

"El C. Secretario Pesqueira informó que esta sesión había comenzado a las cuatro y media de la tarde y que, conforme el Reglamento, debía

concluir a las ocho y media. El propio ciudadano Secretario anunció como orden del día para la sesión siguiente, la prosecución de este debate, y acto continuo la Presidencia levantó la sesión, siendo las ocho y diez y siete de la noche."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén pon la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Aprobada.

- El mismo C. Prosecretario, leyendo:

"Honorable Asamblea:

"Las anormales condiciones que aun prevalecen en Tamaulipas y parte de Nuevo León, recientemente me han ocasionado perjuicios graves en mis intereses radicados en estos dos Estados. Con el objeto de prevenir una posible repetición de tales perjuicios, o de reducir al mínimum su gravedad, necesito volver a mi casa; por lo que atentamente suplico que, con dispensa de trámites, se me conceda una licencia con goce de dietas, hasta por un mes, de la cual principiaré a hacer uso hasta fines del actual.

"Protesto a esta honorable Asamblea las seguridades de atenta consideración. - México, a 10 de junio de 1919.- Carlos E. Tamez."

En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Sí se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta a la Asamblea si concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Se concede la licencia.

- El mismo C. Prosecretario, leyendo:

"Honorable Asamblea:

"José M. Sánchez, diputado propietario por el 3er. distrito electoral del Estado de Puebla, solicita con todo respeto de la honorable Asamblea, con dispensa de todo trámite, una licencia hasta por veinte días, con goce de dietas, para atender urgentes asuntos particulares.

"México, 10 de julio de 1919.- J. M. Sánchez."

En votación económica se consulta a la Asamblea si se concede la dispensa de trámites. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Sí se concede la dispensa de trámites. Está a discusión.

No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta a la Asamblea si concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Se concede la licencia.

- El mismo C. Prosecretario: Continúa la discusión del dictamen relativo a los Ferrocarriles Unidos de Yucatán.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Franco Agustín, miembro de las Comisiones: Señores representantes: Definitivamente el señor diputado Palacios Moreno ya no sabe quién es. Ayer, en la Convención de Aguascalientes, nos hablaba de libertad, de igualdad, de la declaración de los derechos del hombre, y llegó a invocar el único deber que contienen esas declaraciones, que es el siguiente: "Cuando el Gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo y para cada porción del pueblo, el más sagrado y el más indispensable de los deberes." Hoy el señor Palacios Moreno tiene alma de teólogo cautivado por la fe al servilismo; es un liberto que lleva en la mejilla la marca candente de su conversión política. Para el señor Palacios Moreno el provincialismo o - empleando un término más genérico -, el regionalismo es un defecto social. En el regionalismo, señores representantes, está la génesis de los sentimientos; el valor de un hombre se mide por el amor a su tierra; si el señor Palacios Moreno supiera que en la cultísima y democrática Francia se ha establecido la Gran Confederación Regionalista Francesa con el fin precisamente de combatir la centralización del Gobierno, estoy seguro que no hubiese dicho ninguna palabra acerca del "provincialismo"

El señor Palacios Moreno quiso fundar la iniciativa del Ejecutivo acerca de adquirir el control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, en las cláusulas de la constitución de la Compañía de Fomento del Sureste; en concepto del señor Palacios Moreno, estas cláusulas están favorecidas por la ley. Ignora el señor Palacios Moreno que la ley no es más que un signo aproximativo de la justicia, sin ser la justicia misma; ignora el señor Palacios Moreno que los convenios carecen de valor cuando hieren la integridad de una agrupación humana, analizando esto a la luz de la moral y de la justicia sociales. Oyendo al señor Palacios Moreno, nos convencemos de esta verdad: uno de los grandes inconvenientes de las democracias es la medianía creciente de hombres que las gobiernen; éstos no necesitan poseer más que una cualidad: estar prestos a hablar sobre cualquier asunto, encontrar argumentos sofísticos y falsos para rebatir al adversario. Los espíritus superiores harían triste papel en los parlamentos, porque aquellos reflexionan siempre antes de hablar; la necesidad de reflexionar antes de hablar, elimina de los parlamentos a los hombres de saber y de buen juicio.

Oyendo al señor Palacios Moreno, señores representantes, nos convencemos de que en las democracias no gobierna el pueblo, gobiernan todos los mediocres, todos los lacayos que salen de los trivios para atentar contra las libertades públicas. El Poder Ejecutivo, al intentar arrebatar la existencia económica al Estado de Yucatán mediante los errores de un convenio y mediante su omnipotencia, justifica este profundo pensamiento de Alfieri: "Poder cometer el mal, es una invitación poderosa a cometerlo." La vanidad de la omnipotencia del Poder, señores representantes, hizo que Tiberio, hombre liberal, en un principio, se convirtiera luego en un tirano. A veces me he preguntado: ¿por qué los hombres que han proclamado la libertad y han

peleado por ella, atentan contra la misma libertad? Y el gran Tocqueville me da la respuesta: "Los hombres de la revolución, los hombres de la guerra aman la centralización, porque ésta pone en sus manos el mayor número de fuerzas; y los partidarios de la centralización aman la guerra, porque ésta pone en manos del Estado el mayor número de atribuciones."

El otro señor diputado que habló en contra de la iniciativa en la sesión de ayer en la tarde, fue el señor Benjamín Méndez.... (Voces: ¡En contra del dictamen!) en contra del dictamen y a favor de la iniciativa; hay que decirlo, señores representantes es muy duro; el señor Benjamín Méndez dejó gotear la baba de su ignorancia en los documentos que tenía aquí en la tribuna. Hay requisitos indispensables que se deben poseer para poder apreciar la verdad de las cosas; estos requisitos son los siguientes: el principio de relatividad y las reglas inductivas y deductivas - nociones elementales de lógica -. Cuando se ignoran estos elementos, la lógica, el método de comparación de la lógica inglesa, resulta un absurdo; y un absurdo ha resultado comparar los ferrocarriles de Guatemala con los ferrocarriles de Yucatán; y un absurdo ha resultado comparar las tarifas del ferrocarril de Yucatán con las tarifas que rigen en los otros ferrocarriles del resto de la República. Apreciar el costo del combustible que consumen los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, ignorando los centros de aprovisionamiento, ignorando lo que se paga en concepto de salarios, ignorando la situación de los obreros, el standard of life a que están obligadas las empresas, toda vez que se relaciona directamente con la existencia de los obreros es, desde luego, un gran defecto querer apreciar ciertos asuntos que se relacionan directamente con estos datos que he nombrado para poder llegar a la verdad.

Decir que la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales guarda un estado bonancible en estos momentos y traer para justificar esto, la situación que guardaban estos ferrocarriles en 1912, es un error; decir que al consolidarse la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales únicamente el Gobierno emitió diez y seis millones de pesos en concepto de obligaciones hipotecarias, cuando que los Ferrocarriles Nacional y Central tenían 260 millones de obligaciones hipotecarias, y al hacer la conversión, esta conversión llegó a 379 millones que exceden tres veces a los diez y seis millones que ha dicho el señor Benjamín Méndez, es no conocer las finanzas ferrocarrileras, señores representantes.

Los Ferrocarriles Unidos de Yucatán no diré que constituyen una empresa muy próspera, pero es una empresa que cumple con todas sus obligaciones; está saldando todas sus deudas, paga muy bien a sus obreros y, en consecuencia, no es un barquichuelo que se va a estrellar en las rocas del desprestigio económico; al contrario, señores representantes: es un barquichuelo que a vela desplegada se desliza en el mar de sus finanzas.

Desgraciadamente, señores representantes, y esta es una verdad - y creo que todos deben conocerla para conocer la situación de los Ferrocarriles Nacionales -: no hay que leer la obra del ingeniero Jaime Gurza; hay que leer precisamente el último informe rendido por don Fernando González Roa a la junta directiva de esa compañía; ahí está expresada toda la verdad y los datos que desde esta tribuna he venido diciendo, los he tomado de ese luminoso informe. Se siente realmente una honda decepción perteneciendo al Parlamento cuando en la discusión, a nobles ideales se oponen caprichosos proyectos; cuando a los principios se oponen las intrigas y el eco de la voz de los ministerios.

Vargas Vila ha dicho que: "el deber es enemigo del amor"; yo desde esta tribuna digo que la justicia es enemiga del Gobierno. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro, el señor diputado Siurob.

El C. Siurob: Honorable Asamblea: Antes de entrar en este debate en que se juegan los destinos económicos de todo un Estado de la Federación, no obstante que el ciudadano ministro de Hacienda calificó este debate de insignificante - así lo calificó el primer día de sesiones -, diciendo que nosotros "debíamos resolver esto sobre la rodilla, que le extrañaba cómo hablaban tres y cuatro oradores sucesivamente en pro y en el contra." Antes de descender al fondo de este debate, a los argumentos esgrimidos por las distintas personalidades que han desafilado por esta tribuna, - ya se trate de ese duende ministerial activo y eficaz en las cosas pequeñas, que se llama el señor Soto Peimbert, (Aplausos.) o de ese valientísimo ciudadano que apechuga con las responsabilidades de "El Automóvil Gris" y tiene a orgullo apechugar con esa responsabilidad, orgullo que yo no le disputo -, antes de descender a esa danza de millones de que nos ha hablado el C. Cabrera, para quien los millones de la Nación son como un puñado de lentejas que se escurren entre los dedos y se quedan entre ellos.....(Aplausos nutridos) y resulta que, por un milagro de magia, lo que parecían 20 millones sólo son 5, y cuando aparecían 5, resultan 10, por lo cual yo llamaría a este ciudadano "el malabarista de los millones del pueblo"; antes de descender a este debate, es necesario comenzar a estudiar primero cuáles son las condiciones por las que atraviesa el país; me refiero a las condiciones económicas.

La situación financiera del país no puede ser peor, no hay dinero para las transacciones; nuestro país no tiene crédito en el exterior, y si se me quiere contestar que sí lo tiene, yo pregunto al señor ministro de Hacienda: ¿por qué no han sido contratados los anteriores empréstitos que la Legislatura pasada aprobó?.....(Voces: ¡No está! ¡No ha llegado!)

Lo siento, porque nosotros aprobamos en la Legislatura pasada empréstitos para los ferrocarriles; empréstitos para la industria; empréstitos para el fomento de los asuntos agrarios; ¿por qué ni siquiera se nos ha dado cuenta de por qué no han sido contratados estos empréstitos? ¿Con qué dificultades ha tropezado nuestro país en el exterior y por qué; cuando todavía no se nos da siquiera cuenta de esto, viene a solicitarse un nuevo empréstito? Los empréstitos no han sido contratados, ciudadanos diputados, porque carecemos en lo absoluto de crédito en el exterior. (Aplausos.) ¿Y por qué carecemos de crédito en el exterior? Por la sencilla razón de que no pagamos nuestras deudas, de que nuestro Gobierno no es consecuente ni siquiera con sus deudas interiores, y ¿Se puede esperar de un Gobierno que no es consecuente con sus deudas

interiores, que vaya a ser consecuente con las deudas extranjeras? Más aun: el Gobierno tiene un déficit de $10.000,000.00 anuales en su Presupuesto de Egresos; estamos viendo la supresión que está haciéndose en todas las oficinas públicas.... (Voces: ¡Ahí está Cabrera! ¡Ya llegó! ¡Ahora!)

Celebro mucho que haya llegado el señor ministro....; (Risas. Aplausos.) a mí me causa profunda pena verlo, (Risas) y voy a explicar por qué me causa profunda pena ver al ciudadano Cabrera; porque recuerdo al revolucionario antiguo; recuerdo a Blas Urrea, al de las ideas sublimes en favor de los ideales populares; al de aquellos tremendos artículos demoledores que arrasaban con el despotismo y con la tiranía; porque recuerdo al hombre que no estaba con las personas, sino con los principios, y hoy lo veo claudicante, atado a una personalidad, amarrado, sujeto, golpeado todavía por el rebenque del despotismo; porque hoy lo veo venir a patrocinar aquí negocios sucios, y voy a demostrar cuáles son esos negocios sucios. No puede titularse de otra manera el contrato que han venido aquí a apoyar tanto el señor ministro de Hacienda como los oradores del pro; ese contrato verificado entre el Gobierno federal y el señor general Alvarado, en el Estado de Yucatán; ese contrato en que todo eran obligaciones de parte del Gobierno del Estado de Yucatán y en que todo era, al contrario, garantías para el Gobierno federal; ese contrato en que el Gobierno federal no puso un solo centavo, y que, sin embargo, conserva íntegras todas sus acciones; yo pregunto, señores diputados: ¿con qué derecho el general Alvarado subscribió, en nombre del Estado de Yucatán, semejante contrato? El general Alvarado no era más que el lugarteniente del C. Venustiano Carranza; es decir; el C. general Alvarado no podía tener la representación del Estado de Yucatán, del pueblo yucateco; de manera que, al contratar en esa forma, resulta que ese contrato es absolutamente inválido de toda invalidez, porque no estaba representado el Estado de Yucatán para hacer semejante contrato, y si hubiera estado representado el Estado de Yucatán, ¿cómo os hubierais explicado, ciudadanos diputados, cómo os habrías explicado que Yucatán se hubiera echado ese dogal al cuello? ¿Cómo os habríais explicado que hubiera tolerado lo que no se tolera en ningún contrato: el que un individuo, después de no cumplir ninguna de sus cláusulas, todavía se considere con los mismos derechos como si las hubiera cumplido? Y el señor ministro de Hacienda viene aquí a obrar de pontifical en este asunto que es verdaderamente sucio; que es sucio porque se da a un Estado una personalidad que no debe; que es sucio porque se imponen a un Estado obligaciones respecto al Gobierno federal, cuando el Gobierno federal no cumple con sus compromisos; es sucio porque en ningún contrato honrado se establece que si uno de los contratantes no cumple con sus compromisos, conserve sus prerrogativas. De manera, ciudadanos diputados, que este contrato no puede alejarse y, en consecuencia, ni tenerse en cuenta en el debate. Por esta razón, el Gobierno federal creyó necesario venir a consultar con nosotros y todavía se nos puso este argumento como espantajo; esta es una violación, es una ignominia el ponernos aquí como espantajo un contrato que no puede tener ninguna validez; más aun, suponiendo que ese contrato tuviera validez, la honorabilidad más rudimentaria reclama no exigir su cumplimiento. Los extranjeros nos han dado el ejemplo: los americanos, cuando el famoso tratado hecho con uno de los presidentes - me parece que el "Contrato de la Mesilla" -, habiendo pactado el Gobierno allí en condiciones tan onerosas, tan terribles para el pueblo mexicano, que equivalían verdaderamente a un negocio inverosímil, ¿sabéis lo que hizo el presidente de los Estados Unidos en aquella ocasión?, decir: "se faculta - o se dan facilidades - al Gobierno mexicano para que reforme este contrato o para que no lo cumpla, porque este contrato es un ultraje para el pueblo mexicano"; y eso que el extranjero hace con nosotros, nos sentimos capaces de hacerlo con nosotros mismos. (Aplausos.) Pero para esto se necesita que haya un recto espíritu, que una honorabilidad a toda prueba rija en estos asuntos; el señor licenciado Cabrera, a mi entender, y el Gobierno federal, aun suponiendo que ese contrato sea obligatorio por cualquiera circunstancia, no debe hacerlo obligatorio por ningún concepto, porque hacerlo obligatorio es una ignominia; es una falta de justicia, y una falta de justicia que no debemos cometer con nosotros mismos.

Decía yo, hablando de la situación general de la República, que el Gobierno federal está en las peores condiciones, porque lo estamos viendo; estáis viendo - y esto fue a iniciativa del C. Cabrera - cómo se juega a la pelota con los profesores, llevándolos hasta a los extremos de la huelga, precisamente por no pagarles; estáis viendo que se suprime la Escuela de Aviación, que comenzaba a dar los mejores frutos para el país y comenzaba a ser una gloria para México como nación latino - americana; estáis viendo que no se paga la misma deuda de los ferrocarriles. Yo me reía ayer cuando el C. Méndez venía a decir aquí que la cantidad producida por los ferrocarriles era una gran ganancia desde que los ferrocarriles son administrados por el Gobierno. Para rectificar voy a interpelarlo: ¿Cuánto era, C. Méndez?

El C. Méndez Benjamín: Cuarenta y tres millones.

Pido la palabra para contestar una interpelación....

El C. Siurob: ....Quitando el pago de empleados, ganancia líquida.

El C. Méndez Benjamín: Cuarenta y tres millones de pesos de 1917, del primero de junio, al primero de junio de 1919.

El C. Siurob, continuando: Muchas gracias. Habéis oído, $43.000,000.00 eran las ganancias. Pues bien; la deuda de esos mismo ferrocarriles, tan sólo por el concepto de réditos, aquí la tenéis: el interés, según cálculos del último cupón, hasta junio de 1919, es de $51.824,000.00. (Siseos.) Los Ferrocarriles de Yucatán, ciudadanos diputados, están al corriente en el pago de los réditos del capital que deben, por eso su ganancia es poca; los Ferrocarriles Constitucionalistas administrados por el Gobierno, no han podido pagar ni siquiera, por concepto de bonos de su deuda, los réditos de su deuda....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación?

El C. Siurob: No permito interpelaciones.

El C. Méndez Benjamín: Yo la acepté de usted, y está usted obligado a aceptarla de mí.

El C. Siurob, continuando: Pero todavía vamos a examinar desde otro punto de vista: el señor Méndez confesaba ayer un dato preciso: que los Ferrocarriles Unidos de Yucatán habían obtenido ganancias en bruto de $1.000,000.00; pero también que los Ferrocarriles de Yucatán podían semejarse al ramal de Guadalajara, a la División de Guadalajara. Vamos a examinar la proporción respecto al número de kilómetros; fijáos bien, ciudadanos diputados, en el cálculo: el Ferrocarril de Yucatán, que representa 900 kilómetros, ganó.... $1.000,000.00 en un año; palabras del señor Méndez, las está confirmando todavía.

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡Perdió!

El C. Siurob: ¡Ganó!

El C. Méndez Benjamín: ¡Vea usted el balance!

El C. Siurob, continuando: Dijo ayer que los había ganado; pues bien; los Ferrocarriles Nacionales, conforme a este cálculo, representan 12,000 kilómetros de vía y deberían de haber ganado doce veces más, es decir: en un año los Ferrocarriles Nacionales deberían haber ganado doce millones; como ya llevo dicho, el Gobierno Constitucionalista......

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡Ganaron veinte!

El C. Siurob: No ganaron veinte, porque no pagaron su deuda, C. Méndez.

El C. Mendez Benjamín: Acepte usted la interpelación.

El C. Siurob, continuando: Como resultaría que los Ferrocarriles Constitucionalistas debían haber ganado $12.000,000.00, es decir, durante todo el período preconstitucional; calculando los años que van transcurridos, se elevaría a una suma muchísimo más alta que la que señaló para los Ferrocarriles Nacionales el C. Méndez. Pero aun no concluyo con las circunstancias generales de nuestro país. Habéis visto, por el tono de la prensa extranjera, que los "aliados" después de la contienda europea, están listos para exigir las responsabilidades y pagos de todas nuestras obligaciones a nuestro Gobierno; el tono acre, el tono impulsivo de su prensa, la necesidad en que están de recursos, las circunstancias en que están, hacen que estén fijándose ya en sus fuentes de ingresos para resarcirse en parte de sus grandes pérdidas, y hacen suponer, con supremo y legítimo fundamento, que muy pronto se nos va a exigir el pago de estos compromisos; ¿no es lógico, no es cuerdo, no es honrado pensar en esta emergencia? ¿No es lógico que antes de comenzar a pensar siquiera en llevar a la práctica proyectos del todo inútiles, como voy a demostrarlo más tarde; no es sensato y es cuerdo que nos reconcentremos dentro de nosotros mismos y esperemos el momento en que se nos van a pedir responsabilidades, unas justas y otras injustas; pero que de todas maneras tendremos que satisfacer una parte de ellas? Cuando yo supe que este proyecto era del licenciado Cabrera, yo me pregunté qué era lo que había que desquiciar aquí; ¿qué será lo que se irá a destruir aquí? ¿Adónde va el pensamiento demoledor del licenciado Cabrera? Y después, al saber todo lo que pasa en Hacienda y lo que ha pasado subsecuentemente y, sobre todo, yendo al fondo de la cuestión, yo interpelo al C. Cabrera para que de diga: ¿Cuánto se va a ganar en este negocio? (Siseos. Aplausos.) Yo digo, no sólo cuánto va a ganar el Gobierno; yo me refiero a cuánto van a ganar. Ese dato puede que no lo pueda decir el licenciado Cabrera: cuánto van a ganar otros nuevos Maneros, otros nuevos Reyes Retana, otros nuevos Basave del Castillo Negrete, cuyos solos nombres se me figuran otras tantas torres de un castillo feudal; ¿cuánto van a ganar los individuos que acostumbra el Gobierno comisionar para esta clase de asuntos? ¿Cuánto dinero se va a quedar entre las manos, más bien dicho, entre las uñas?. (Risas. Aplausos.)

Señores diputados: Voy a demostrar de una manera palpable, de una manera terminante, que este proyecto es antieconómico y que este proyecto es inmoral.

Este proyecto es impolítico - algunos ciudadanos diputados ya lo han dicho, pero es necesario recalcarlo -, primero, porque es centralizador. Volved los ojos a los Estados Unidos y veréis que el Estado actualmente, por circunstancias accidentales con motivo de la guerra, controla las líneas ferrocarrileras; pero ya está devolviéndolas a los propietarios, y en la época normal, durante el período normal, el Gobierno de los Estados Unidos no controla en absoluto los ferrocarriles de los Estados Unidos de la Unión. Me diréis: Se trata del socialismo de Estado, se trata de "estadizar" - valga la palabra -, los Ferrocarriles Unidos de Yucatán; pero si ya están estadizados, si ya el Estado de Yucatán está en poder de los ferrocarriles, entonces, poned clara la cuestión: se trata de substituir a un Estado con otro, se trata de substituir al Estado federal por el Estado de Yucatán, y esto no se llama "estadizar", esto se llama "centralizar". Los Ferrocarriles Unidos de Yucatán - ya lo han expresado algunos de los ciudadanos diputados yucatecos -, fueron primordialmente obra de extranjeros; después fueron comprados por los yucatecos, porque habéis de advertir, ciudadanos diputados, que en el Estado de Yucatán no existe ninguna gran empresa que no sea yucateca; ¡ya quisiéramos que este hecho fuera imitado en todos los Estados de la República! Pues bien, este Estado que con trabajo, que con esfuerzos, que con verdaderos sacrificios ha logrado integrar una red ferrocarrilera, va a ser despojado de ella; y fijáos en qué momento, ciudadanos diputados, cuando las acciones valen poco, cuando por las circunstancias especiales en que se encuentra colocado el Estado de Yucatán, cuando el pueblo yucateco asiste patético y adolorido a ver quemar una parte de su fuente de riqueza, que es el henequén, los miles de pacas que han tenido que quemarse para que el exceso de producción no haga depreciarse ese producto; cuando el pueblo de Yucatán asiste a una crisis financiera terrible y ve en peligro sus instituciones económicas, este es el momento para que llegue la mano del Tartufo del centro y le diga: "Aquí está el oro; los ferrocarriles serán míos." Esto equivale a que a uno de vosotros se pretendiera arrebatarle un objeto hermoso o un objeto útil de su propiedad, y

se esperara el momento en que estuviera en bancarrota, a que tuviera casi hambre; no casi, a que tuviera hambre, a que se encontrara en la peor necesidad, a que viera que su fuente principal de riqueza no le producía absolutamente nada, y en ese momento, ruinmente, villanamente, ir a arrebatarle el fruto de todos sus sacrificios, de todas sus economías. Los pueblos son libres económicamente. Ya el C. Cabrera lo ha dicho: el que posea los ferrocarriles de Yucatán, controla de hecho el Estado de Yucatán. Y ahora señores, ¿es justo, es honrado, es digno para la Federación ir a arrebatarle arteramente sus ferrocarriles a un pueblo que con tantos sacrificios los ha construido, a un pueblo que se encuentra en estos momentos en situación aflictiva, ir a arrebatárselos por la mitad o la quinta parte de su valor, a un pueblo que está haciendo esfuerzos inauditos por reconstruir esos mismos ferrocarriles, cosa que no ha hecho el Gobierno Federal? A ese pueblo se le va a decir: "Hoy que estás en la desgracia,hoy que no cuentas con dinero suficiente en tus cajas hoy que tus acciones están depreciadas, hoy que estás quemando el producto principal de tu tierra y el producto de tu riqueza, hoy te arrebato los ferrocarriles. ¿Por qué? Porque tengo unos cuantos puñados más de dinero. (Aplausos.)

¡Y luego las razones que vienen a alegarse aquí! Se trata de quitar a un Estado sus aspiraciones económicas - Los Estados como los individuos, tienen también sus aspiraciones -; un Estado de la Unión aspira a que sus minas de petróleo sean explotadas para que sean una fuente de su riqueza; otro Estado aspira a que sus ricas minas de oro y plata sean explotadas también para que sean una fuente de entrada para su tesoro; otro Estado aspira a que su ricas minas de oro y plata sean explotadas también para que sea una fuente de entrada para su tesoro; otro Estado aspira a que su puerto principal sea abierto inmediatamente al comercio; pero el Estado de Yucatán aspira a eso, a conservar esas líneas, a unirlas más tarde con la Federación. En esa labor sí estoy yo de acuerdo con el Gobierno federal: que se unan esas líneas cuanto antes a las Líneas Nacionales, pero que no se ultraje a todo un pueblo trabajador y honrado arrebatándole una parte de sus esfuerzos cuando está en la desgracia.

Y ahora, señores, aquí se han esgrimido argumentos de muy distinta índole, pero no se ha tenido en cuenta en lo absoluto la opinión de los pueblos. ¿Qué opinaría el pueblo de Yucatán, qué opinará en este momento si sabe que van a despojarlo de su ferrocarril? Sencillamente que es una maniobra detestable. Y aquel Estado en donde se ha dicho aquí que han existido influencias separatistas, influencias separatistas que no pueden negarse - yo voy hasta allá -, más todavía, porque son de origen étnico, porque han sido originadas por el mismo Gobierno federal. Si vosotros sabéis que el puerto de Progreso, que es la fuente principal de comunicaciones del Estado de Yucatán, paga una contribución especial para que se mejore ese mismo puerto; que la paga hace muchos años y que todavía los buques surtos en el puerto están surtos a muchas millas, de tal manera que cuesta más llevar cualquiera mercancía de los barcos surtos en el puerto de Campeche, o en el puerto de Progreso, a dicho puerto, que traer esas mismas de la Argentina o del Brasil; todavía en una época el Gobierno federal pretendió cerrar ese puerto y fue necesario que un crucero americano fuera a estacionarse frente al puerto para que se abriera otra vez ese puerto a la circulación. Y todavía tenéis allí nuevos procónsules famosos, allí tenéis al procónsul Luis Hernández en la actualidad oprimiendo y vejando y enriqueciéndose, y todavía tenéis allí a los ciudadanos empleados del Timbre que llegan a hacer dinero hasta el grado de que ya el pueblo yucateco sabe cómo debe recibirlos: hay que recibirlos con banquetes, con promesas y con dinero efectivo para ablandarlos. Y todavía tenés encima las contribuciones especiales sobre el henequén y muchísimas vejaciones impuestas al pueblo yucateco. Todo esto ha fomentado esa tendencia separatista; esa tendencia separatista existe amenguada y existe amenguada porque, por fortuna para la República, el C. Salvador Alvarado fue a redimir a los últimos esclavos que había en aquel jirón del Territorio nacional; porque, por fortuna para la República, el proletariado está allí organizado; ha sido una ventaja suprema, ha sido una ventaja inmensa que ese proletariado se organice. ¡Qué hubiéramos hecho entregados únicamente al patriotismo rampante de unos cuantos hacendados henequeneros que toda su suprema aspiración consiste en ir a pasear a las metrópolis americanas y europeas! ¿Pero qué va a suceder con esa tendencia separatista si nosotros arrebatamos en estos momentos los ferrocarriles de Yucatán al Estados de Yucatán? ¿si nosotros - más aun - pasamos sobre la soberanía de ese Estado, porque puesto que el Estado ha adoptado esos ferrocarriles, el Estados mismo no verá sin justo y legítimo disgusto que se le arrebate algo que su Congreso había decretado que fuera yucateco? Si me concedéis que el pueblo de Yucatán abomina esta iniciativa, ¿el pueblo mexicano, el pueblo de la República Mexicana, el pueblo de los demás Estados estará de acuerdo en que se arrebaten al pueblo de Yucatán esos ferrocarriles que con tanto esfuerzo y sacrificios ha formado? ¿Estará de acuerdo en que se le arrebaten aprovechando los momentos en que el Estado de Yucatán está en situación crítica? No, señores; el pueblo mexicano es suficientemente noble para no querer eso; el pueblo mexicano y el de cada Estado en lo particular, así como no quisieran que les arrebataran sus riquezas, tampoco quieren ver que a un Estado hermano se le arrebate lo que es su legítimo patrimonio. ¿Y para qué? Me diréis que se van a mejorar esos ferrocarriles. ¿Por qué mecanismo se van a mejorar? Vamos a ver, entremos a cuentas y vayamos al fondo de la cuestión: ¿se van a mejorar porque la vía que se proyecta entre Santa Lucrecia y el Estado de Yucatán se va a construir desde luego? Eso es no tener una idea siquiera del número de kilómetros que necesita tener esa vía. ¿Sabéis la distancia que hay entre Santa Lucrecia y el punto inmediato del Estado de Yucatán? Suplico al C. Méndez me lo diga; lo interpelo.

El C. Méndez Benjamín: Pido la palabra,

señor Presidente, para contestar la interpelación del orador.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Méndez Benjamín: Supuesto que el C. Siurob se cree únicamente con derecho a hacerme interpelaciones sin tener para mí la cortesía de aceptar las que yo le propongo, declino el honor de contestarle. (Aplausos y siseos.)

El C. Siurob, continuando: Muchas gracias, Lo hacía únicamente para obtener la rectificación, pero yo sé muy bien cuánto es: son 700 kilómetros, de vía, es decir, una distancia semejante a la que existe de aquí a Guanajuato, o a León, pongamos por caso...(Risas y voces: ¡Más! ¡Más!) Mucho más larga. Esta distancia, en qué tanto tiempo creéis que va a construirse? Este ferrocarril se construirá en muchos años. ¿Cuánto dinero se necesita para construir este ferrocarril? Yo interpelo al ciudadano ministro de Hacienda para que se digne informar a esta Asamblea cuál será el costo de esta vía. (Murmullos.) Me permito interpelar al ciudadano ministro de Hacienda, suplicándole me diga si tiene conocimiento de cuál sería el costo de esta vía.

- El secretario de Hacienda y Crédito Público: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra para contestar el ciudadano secretario de Hacienda.

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: Contestaré en su oportunidad.

El C. Siurob: Pues poneos a examinar, ciudadanos diputados; si el C. Cabrera no lo sabe, yo sí lo sé; (Risas.) 700 kilómetros a un precio mínimo de $30,000.00 por kilómetro... (siseos.) - suplico a los ciudadanos diputados se dignen hacer la cuenta. (Risas.) Son $21.000,000.00, aproximadamente, según el cálculo de algún ciudadano, diputado. Hecho en esta forma el cálculo, como el Ejecutivo no consulta más sino que se le autorice para...... $10.000,000.00 y como no tiene en fondo la cantidad que falta, porque sabemos perfectamente que no la tiene, resulta que nadie lo ha autorizado para que gaste mayor cantidad en este ferrocarril, y no podrá acabarse esta vía, y si no podrá acabarse esta vía, yo pregunto: ¿Cómo se hará para que lleguen los materiales con que se va a mejorar el ferrocarril de Yucatán?

De esto se desprende que el pueblo de Yucatán en realidad no va a ver más que el ultraje, el ultraje que consiste en arrebatarle sus ferrocarriles, pero no va a sentir ningún beneficio. ¿Vosotros creéis, ciudadanos diputados, que en unos cuantos meses que faltan al C. Venustiano Carranza en el Poder, si no ha logrado introducir ninguna mejora en los Ferrocarriles Nacionales, vosotros creéis que con las dificultades que existen, va a poder introducir mejoras en el ferrocarril de Yucatán? ¿Entonces qué beneficio va a obtener aquel pueblo? Como no sea que la inmoralidad que rige en los ferrocarriles del Gobierno vaya a implantarse en los ferrocarriles del Gobierno vaya a implantarse en los ferrocarriles de Yucatán, yo no encuentro ninguna otra innovación al posesionarse el Gobierno federal de aquellos ferrocarriles. No, señores; hay que examinar el punto de vista económico verdadero. ¿Para qué ir a ultrajar a un Estado de la República, para qué ir a arrebatarle su patrimonio económico, para qué ir a demostrarle que el Gobierno de la Federación sólo trata de centralizar el Estado de Yucatán, y de tenerlo - como se dice vulgarmente -, en un zapato? ¿No es más lógico, no es más sensato, señor ministro de Hacienda, que esos millones que se van a gastar en esta adquisición, se emplearan ya en ir construyendo ese ferrocarril que acercará a nuestros hermanos de Yucatán con el resto de la República? No es más sensato no lesionar la susceptibilidad de un Estado, no lesionar también la honorabilidad del pueblo mexicano, puesto que la honorabilidad del pueblo mexicano está comprometida en este asunto, puesto que los yucatecos van a decir: "¿Y cómo el pueblo mexicano, y cómo los representantes del pueblo mexicano han podido autorizar semejante barbaridad, que consiste en arrebatarnos nuestros ferrocarriles para no introducir en ellos ninguna mejora y sí privarnos a nosotros de introducir en ellos las mejoras que tenemos derecho para introducir? Lo cuerdo, lo lógico, lo sensato y lo honrado es que esa iniciativa del Ejecutivo se modifique y que se modifique en el sentido de que nosotros autoricemos aquí la cantidad necesaria para que el ferrocarril se construya, el tramo de ferrocarril que falta. Yo declaro que yo votaría por esa iniciativa con el mayor gusto y con la más profunda satisfacción.

El Estado de Yucatán necesita de todas las riquezas que existen en el centro del país; al Estado de Yucatán hasta los artículos más sencillos de primera necesidad van del extranjero, van de Cuba, van de los Estados Unidos. Nosotros necesitamos hacer llegar allá nuestros artículos de primera necesidad, nuestro ganado, nuestros cereales, nuestra azúcar, todos estos artículos que existen en el resto de la República; esos sí es una necesidad: desde ese punto de vista sí es sensata la iniciativa; esa parte yo sí la encuentro absolutamente justa, y no solamente justa, sino laudable. No censuro pues, al Gobierno nada más porque sí, no vengo siquiera a censurar en este momento esta parte de la iniciativa: vengo a aplaudir esta parte de la iniciativa y a condenar absolutamente la otra por impolítica, como ya he demostrado, y por antieconómica. Y, digo que antieconómica, porque si es un mal negocio, como no han venido a decir aquí, el negocio de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, ¡Para qué lo compra el Gobierno federal! Por eso pregunto al C. Cabrera que cuánto se va a ganar en ese negocio. Si éste es un negocio malo, ¿Por qué lo compra el Gobierno federal? Es antieconómico, porque es un negocio malo, según confiesan estos ciudadanos del contra. No va a ser posible mejorar esos ferrocarriles en mucho tiempo;de manera que si no va a ser posible mejorar estos ferrocarriles en mucho tiempo tampoco eso puede ser objeto de la compra. Uniformar esos ferrocarriles cuando ya esté construido el otro tramo, eso todavía es labor de años, puesto que acabamos de demostrar que se tardará muchos años para que se pueda construir el tramo que falta. Y ahora, ciudadanos diputados, voy a demostrar que es perfectamente inmoral la compra de los Ferrocarriles de Yucatán, la adquisición de los Ferrocarriles de Yucatán, por el Gobierno federal. Y es inmoral por dos capítulos: primero, porque pondrá a los Ferrocarriles Unidos de Yucatán en las condiciones desastrosas en que se encuentran los Ferrocarriles Nacionales; y segundo, porque los

fines últimos que persigue la mala política del Gobierno federal en este asunto, no es precisamente controlar los ferrocarriles ni construir más tarde el otro; eso es absolutamente secundario; el fin que persigue es aplastar a la Reguladora, es aplastar toda la parte económica de la revolución en Yucatán. Voy a examinar punto por punto estos dos temas; voy a comenzar por la inmoralidad que existe en nuestros actuales ferrocarriles.

Al escuchar ayer las loas interesadas de algunos ciudadanos diputados que han venido aquí a hablar en pro de los ferrocarriles, cualquiera se imagina que aquello es Jauja, que esa administración es correctísima, que todo redunda en bien del país; pero, señores, ¿no sabe todo el público y no saben todos los diputados, hasta la saciedad, que en los ferrocarriles no existe ni siquiera suficiente material, ni un horario fijo, ni un reglamento, puesto que el mismo C. Pescador ha confesado en su renuncia que puso al Ejecutivo, que él renunció porque el Ejecutivo le quería imponer prácticas contrarias al reglamento de ferrocarriles?.....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡Entonces había reglamento!

El C. Siurob, continuando: no existe material rodante, no existe personal idóneo, si estamos viendo todas estas circunstancias que existen en nuestros ferrocarriles, ¿queremos llevar todas esas circunstancias a los ferrocarriles de Yucatán? Más aun, ¿qué nos dice, ciudadanos diputados, la expulsión del presidente de los Ferrocarriles Nacionales y la expulsión de todos los altos empleados de esos ferrocarriles? Si hemos de creer lo que dice el Ejecutivo y lo que se murmura en todas partes, se debe a altas y tremendas inmoralidades de parte de esos mismos directores de los ferrocarriles. ¿Quién no sabe lo que se murmura y se dice en público y se pública en la prensa, que Pescador tiene más de $6.000,000.00, que tenía en el seno de los ferrocarriles un express especial, aparte del express de los ferrocarriles, y que por medio de ese express especial estaba haciendo la competencia al propio ferrocarril del Gobierno? (Risas.)

El C. García Ruiz, interrumpiendo: Para una aclaración, si lo permite el orador.

El C. Siurob, continuando: No, señor.

¿Quién no sabe que el C. Pescador formó parte en una multitud de empresas, en más de diez y ocho empresas, todas ligadas con el ramo de ferrocarriles; que había una compañía especial reparadora de carros y que esa compañía reparadora de carros giraba con la razón social de Pescador, Roel y Compañía?.....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡No es cierto!

El C. Siurob, continuando: Sí es cierto, C. Méndez; en la Legislatura pasada yo exhibí, y debe estar en los archivo de las seccionen, el membrete especial con el nombre de estos ciudadanos.....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: Allí está el folleto del C. Pescador que usted no contestó...

El C. Siurob, continuando: ¿Quién no sabe, ciudadanos diputados, que el C. Pescador tenía una contrata especial sobre durmientes, y que en virtud de esa contrata se vendía a sí mismo, es decir, les vendía a los ferrocarriles, de los cuales él estaba al frente, durmientes a razón de noventa centavos, teniendo ofrecimientos mucho menores? ¿Quién no sabe - porque se dijo desde la Legislatura pasada - de esa venta de hierro viejo en el que había muchísimo material útil, muchísimo material conveniente y aun mucho nuevo, y que, sin embargo, fue vendido como hierro viejo, o que pretendió ser vendido si en esta Cámara no se hubiera hablado de una manera tan enérgica sobre este particular? Llegaba a tal grado el C. Pescador, que en compañía de un señor Morris pretendió hasta fundar un Banco especial para atender toda clase de negocios que se relacionaran con el ramo de ferrocarriles. Todavía más, ciudadanos diputados: tenía una imprenta especial para hacer toda clase de impresos que fueran especialmente para los ferrocarriles.

Se ha calculado que la cantidad de dinero que ha sido substraída de las ganancias legítimas de los ferrocarriles por los malos ferrocarrileros, se ha calculado que esta cantidad asciende a.... $20.000,000.00. (Siseos.) Y si es verdad que se ha duplicado el número de empleados, y si es verdad que se les ha aumentado el sueldo a los empleados primeros, todavía esta clase de ferrocarrileros, por si no bastara el gran número de ingresos extras, de ingresos de mala ley que tenían estos ciudadanos, todavía se han aumentado los sueldos hasta cantidades exorbitantes, que verdaderamente ni los altos funcionarios de la Federación han llegado nunca a ganar. Y lo mismo que pasa en estos ferrocarriles, pasa en todos los demás, sino que, o no se conocen estos hechos, o no se tiene el valor de decirlos. Y lo mismo pasa en todas las empresas regenteadas por el Estado: allí tenéis esa compra de barcos, esos barquichuelos ridículos e insignificantes que pululan en nuestras costas; allí tenéis al "Dolphin", comprado por el C. Pesqueira; un barco comprado en $250,000.00 oro americano y que apenas valdrá unos cincuenta mil, según opinión de los peritos; allí tenéis otros barquichuelos: el "Jesús Carranza" y el famoso "Plan de Guadalupe", (Risas.) que son verdadera irrisión para la armada mercante o de guerra, nacional, adquiridos por cantidades fabulosas y fantásticas y que no valen ni siquiera la cuarta parte de la cantidad por la que fueron adquiridos. Allí tenéis la intervención del Gobierno en los ferrocarriles eléctricos: la compañía reclama al Gobierno $100.000,000.00 por todo el tiempo que el Gobierno ha estado haciendo uso de estos ferrocarriles; (Murmullos. Siseos.) y vaya que el Gobierno duplicó las cuotas, casi duplicó los pasajes de estos ferrocarriles y, sin embargo, el Gobierno no pudo obtener grande provecho y quedó con una deuda que es mucho mayor que la cantidad que el Gobierno obtuvo de estos mismos ferrocarriles. La mejor prueba de lo mal administrados que están los ferrocarriles es esta: hay que examinar la contestación que a la renuncia del C. Pescador da el C. Venustiano Carranza, que a lo menos conserva la ventaja siquiera de ser franco: ni siquiera le da las gracias a uno de sus más humildes, de sus más incondicionales y abyectos servidores, se necesita que este ciudadano haya cometido cosas de tal naturaleza, que sean verdaderamente imperdonables. Siquiera en el Estado de Yucatán los que

obtienen la mayoría de la ganancia son los propietarios; no se sabe allí de grandes ladrones (Risas.) que sean los que acaparen todo este fruto; siquiera a lo menos allá hay sociedades de resistencia - nos decía algún ciudadano - y todo esto queda entre el proletariado. Si el proletariado en esta forma ha de obtener la ganancia que aquí obtienen unos cuantos plutócratas que se constituyen en conservadores, que vienen a obstruccionar la marcha de las instituciones, yo prefiero cien veces aquella administración de Yucatán, con el pequeño robo de las proletarios - si robo se le quiere llamar -, que el robo que se hace aquí por unos cuantos bribones especuladores que solamente utilizan los bienes de la Nación para enriquecerse personalmente. En "El Heraldo de México" de antier aparecen todavía cargos mucho más concretos, que yo no voy a expresar aquí, porque no quiero cansar a esta honorable Asamblea; aparecen empleados que, porque fueron suficientemente dignos para no querer especular y para no querer robar a costa de la Nación, fueron despedidos de sus cargos; aparecen empleados que porque fueron suficientemente serviles y bribones para especular con el dinero de la Nación, al ser corridos de una oficina entraban por otra puerta a otra de las oficinas y con un sueldo todavía mejor. ¿Pero a qué seguir cansando a esta honorable Asamblea con todos estos datos, si estos Ferrocarriles Nacionales eran una cueva de ladrones, señores diputados? (Aplausos.) Ya flota en el ambiente, si cada uno de vosotros ha visto que cualquier jefe de estación - con muy honrosas excepciones -, cualquier jefe de estación, por un carro que se le pedía, por cualquier cosa que se embarcaba, inmediatamente pedía determinada cantidad para que ese bulto o para que ese carro llegara a su destino. (Murmullos.) Y el público juzgará: el público es sensato y el público sabe a qué atenerse. Ahora, señores, ¿esta misma inmoralidad queremos que vaya a servir en calidad de mejora a los Ferrocarriles Unidos de Yucatán? ¿Qué habría allí al entrar el Gobierno federal? No podría llevar las materias nuevas de reparación, porque sólo que las llevara por mar; lo único que haría sería llevar hombres nuevos, y si esos hombres son como los hombres que aquí nos presenta, ¡gananciosos quedarían los Ferrocarriles de Yucatán! Yo os digo, ciudadanos diputados, que desconfiéis de todos los datos que vengan a proporcionar aquí el señor ministro de Hacienda; y que desconfiéis de todos estos datos, porque el señor ministro de Hacienda hoy dice una cosa y mañana dice otra, aunque se contradigan estas cosas, únicamente de acuerdo con el tema va a sostener; y como el señor licenciado Cabrera viene a sostener únicamente la política del Ejecutivo, y como la política del Ejecutivo es torcida por lo que yo acabo de demostrar, vosotros no podéis recibir sino con profundísima desconfianza las ideas que viene a administrar ese ciudadano ministro encadenado a un poste solidísimo: el poste del personalismo. (Aplausos en las galerías.) El C. Cabrera, que viene a hablar embozadamente aquí de separatismo, el 23 de abril de 1915, en el teatro "Peón Contreras" dio una conferencia en la que dijo que: "suponiendo que el movimiento de Ortiz fuera separatismo, esto queda simplemente justificado recordando que desde que el Estado de Yucatán existe, nunca ha recibido nada de la federación y, en cambio, ésta no pierde oportunidad de sacar cuanto puede del Estado....

El C. Cabrera, posteriormente, trató de hacer una obra de acercamiento; pero aquí viene a censurar el separatismo, y allá fue a aplaudirlo. Ya véis, pues que el C. Cabrera es una red entera de contradicciones; que no se puede tener absoluta firmeza en los datos, en las apreciaciones del ciudadano ministro, porque aun cuando no le supongamos ninguna mala fe, él, sin embargo, guiado por su pasión personalista, guiado por la idea que ya le entró en el cerebro, provocada por este mismo personalismo, viene a proporcionar aquí datos de los cuales no podemos tener absolutamente ninguna confianza. Ya lo habéis visto, desde el comienzo del dictamen, ¿desconoció el señor licenciado Cabrera que los ferrocarriles de Yucatán tenían tanto interés, como que de ellos dependía la vida del Estado de Yucatán? No, puesto que él mismo lo dijo, él mismo vino a decir desde esta tribuna que controlar los Ferrocarriles de Yucatán, era controlar el porvenir económico de Yucatán; entonces, ¿por qué nos vino a decir que esta discusión es tan obvia que podemos hacerla sobre la rodilla? ¿Por qué vino aquí a querer sorprender nuestra buena fe? ¿Por qué vino a decirnos que esto es tan obvio, cuando estamos viendo que la Asamblea le ha concedido tanta importancia, la que legítimamente merece, porque de allí depende el porvenir de un Estado y aun la honorabilidad del pueblo mexicano?

El C. Prosecretario Aguilar, interrumpiendo: Habiendo transcurrido el tiempo que fija el Reglamento para hacer uso de la palabra.... (Voces: ¡Que siga!)

El C. Presidente: Continúa en el uso de la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob, continuando: Gracias, señores diputados.

Expresé ya la primera fuente de inmoralidad; vamos a la segunda: ¿de qué se trata aquí? de aplastar a la Reguladora, de aplastar la fuerza económica de la Revolución del Estado de Yucatán. Vosotros sabéis, ciudadanos diputados, que al posesionarse la Revolución en Yucatán se trató de dar a esa Revolución la fuerza económica suficiente para que pudiera llevar adelante su programa; el general Alvarado, verdadero reformador, individuo suficiente inteligente, pensó, y con justicia, que para subir el valor del henequén, - que era la fuente de vida de Yucatán -, era necesario fundar la Reguladora, la cual no hay que confundir con un trust cualquiera; un trust cualquiera tiende a deprimir los interese populares, un trust cualquiera tiende a privar de su riqueza a toda una región, y el trust formado por la Reguladora, lejos de eso, en aquellas circunstancias a que me refiero fue el salvador para el pueblo yucateco, (Voces: ¡Sí, fue "Salvador"!) puesto que permitió adquirir al henequén un valor mucho más grande que el que nunca había tenido. Más aún: permitió al Gobierno yucateco prestar valiosos servicios al Gobierno Federal prestándole sumas considerables que llegaron, si mal no recuerdo, a $10.000,000.00, en los momentos en que el Gobierno federal atravesaba por difíciles circunstancias. Al calor de la Comisión Reguladora surgieron inmediatamente las

asociaciones obreras; al calor del gobierno revolucionario yucateco comenzaron a surgir las asociaciones obreras, los sindicatos, las sociedades de resistencia y hoy pasan de 60,000 los proletarios que se encuentran verdaderamente organizados en el Estado de Yucatán. En estas condiciones, el Gobierno federal ve un verdadero peligro en la presencia de estos ciudadanos en el Estado de Yucatán. A mi entender carece en lo absoluto de razón, porque estos 60,000 ciudadanos organizados, saben que su aumento de jornales se lo deben a la Revolución; que los nuevos derechos adquiridos se los deben a la Revolución; y como la Revolución no costó sacrificios mayores al Estado de Yucatán, sino que le costó gran sacrificio al resto del pueblo mexicano, de allí se deduce que los yucatecos tienen una deuda sagrada, una deuda de honor con el resto de la República: quizá sea el primer lazo verdaderamente sagrado para estos ciudadanos, el verdadero trait d'union entre la Federación y el Estado de Yucatán. El Estado de Yucatán, en donde había los últimos esclavos del territorio nacional, ha visto convertirse esos esclavos en hombres libres; el individuo que no ganaba más que el sustento, el cuarterón de maíz, ese individuo hoy gana - como acaban de confesar muchos de los mismos del contra - $3. 00 y $4. 00 diarios; ese individuo puede atender a sus placeres honestos, puede pasear a su familia en un modesto carruaje al lado de los hombres de dinero en los paseos públicos; ese individuo puede atender a la educación de sus hijos, ese individuo puede cubrir mejor sus carnes, puede atender mejor sus necesidades; y en estas condiciones, ¿vosotros creéis que el pueblo de Yucatán, que ese inmenso proletariado va a olvidar de una manera tan sencilla del bien que ha recibido por medio de la Comisión Reguladora? Pero vamos a suponer, como quieren algunos, que la Comisión Reguladora se hubiera convertido en centro de despotismo; vamos a suponer que desvirtuándose de su verdadero carácter, como quiere el compañero abogado de los henequeneros, fuera realmente un obstáculo para la marcha del pueblo de Yucatán; pues entonces hay que afrontar los problemas con franqueza y con honradez. Si el Gobierno puede en tal caso destruir de una sola vez a la Reguladora y cree que es un obstáculo para la marcha de las libertades en Yucatán, que lo haga, pero que lo haga con franqueza, que lo haga con lealtad, que no se valga de argumentos capciosos, como son los de arrebatar a un pueblo el fruto de sus esfuerzos, para venir a dar el resultado de destruir una mala asociación. Pero no se trata de dejar desarmado al Gobierno de Yucatán. Vamos suponiendo que se trate de aniquilar a la fuerza de las sociedades de obreros. ¿Se trata de aniquilar a estos elementos sociales? Pues bien, esta idea tampoco se logrará, porque se han sembrado ideas y cuando las ideas enraízan en los cerebros, no es posible que por medio de circunstancias materiales se vaya a desarraigarlas, a menos que se suprima a los individuos. ¿Se trata de combatir el separatismo en Yucatán? No son esos los procedimientos para combatirlos.El ferrocarril llamado estrategico, a Yucatán no tiene nada de estratégico, cualquier partida lo corta y lo destruye. De ninguna manera. ¿Cuándo se ha visto que los ferrocarriles que nos unen con la República hayan servido en algo para combatir a la Revolución? Han servido, pero su papel es muy secundario; allí están todas las rebeliones en el Norte, allí está la revolución en Morelos, la revolución en todas partes. ¡Qué eficacia! Al contrario, los ferrocarriles han sido siempre una arma de dos filos, porque ocasionan tales pérdidas a la Nación, que pueden llegar a debilitarla en grado sumo, porque acostumbran nuestros generales hacer campaña únicamente de furgón de ferrocarril. (Aplausos.)

He omitido precisamente por la premura del tiempo y por tratar los demás asuntos que traje a colación, algunos otros datos que son igualmente interesantes que estos, y me refiero especialmente a determinados datos proporcionados por el C. Cabrera. El opina que la Compañía de Fomento del Sureste no anda mal, regular. Para que el C. Cabrera opine esto hablando de un enemigo, se necesita que aquella compañía ande bien verdaderamente.

Nos dice que las acciones del Ferrocarril de Yucatán no se venden, que porque no quieren venderlas, que porque apenas unos cuantos lotes se pueden conseguir de estas acciones. Cuando las acciones de una compañía no se venden, cuando nadie quiere desprenderse de estas acciones, ¿por qué es? ¿Porque el negocio es bueno o porque es malo? Indudablemente que porque aquello tiene una esperanza, indudablemente porque aquello va a tener alguna mejoría en el porvenir. Hay otro error: el C. licenciado Cabrera juzga el valor de estas acciones por el que tiene nominalmente, dice, en el mercado; pero es indudable que al haber demanda, al saberse que el Gobierno federal va a comprar estas acciones, estas acciones subirán de precio. Por consiguiente, la suma señalada, de $2.000,000.00, para comprar todas las acciones de los ferrocarriles, es una suma que no es verdadera: tiene que ser mucho mayor cantidad y por eso preguntaba yo cuánto iban a ganar los encargados de efectuar esta clase de operaciones. ¡Pero a qué seguir adelante, ciudadanos diputados, si ya basta con los datos expresados! (Murmullos.)

Sería impolítico, sería inmoral, sería anti - económico que resolviéramos este dictamen el la forma que lo propone el Ejecutivo: se nos pide autorización para contratar un empréstito, es decir, ya se trata de pedirnos facultades no sólo sobre el dinero que está en caja, sino hasta por el que está por venir. ¡Es el colmo de las facultades! Señores diputados: vosotros estáis aquí para interpretar la voluntad del pueblo. Vamos suponiendo que este fuera un buen negocio vamos suponiendo que ese ferrocarril se quisiera hacer con la violencia que lo dicen las voces oficiales; vamos a suponer que en los actuales momentos todos fueran sueños azules, como lo quiere el C. licenciado Cabrera. ¿Qué nos dicen los pueblos? ¿Cómo interpretaremos la voluntad popular? ¿Cometiendo la villanía de arrebatarle a un Estado de la República el fruto de sus esfuerzos? Cómo ¿vamos a servir mejor al Ejecutivo? Mañana el Estado de Yucatán va decir esto, ciudadanos diputados: "Alvarado vino a redimir aquí a los últimos esclavos, pero Carranza vino otra vez a traer la esclavitud económica para toda la península". (Aplausos.)

El C. Zerecero, miembro de las comisiones: Pido la palabra como miembro de las comisiones.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Zerecero: Señores representantes: Me había abstenido de tomar parte en esta discusión; pero noto con pena que el debate ha degenerado hasta colocarse en un terreno de odios y de baja política. Después de oír la peroración causada por el señor doctor Siurob, que se me antoja una edición extra de "Redención". por lo bien documentado que está en cuestión de ferrocarriles, voy a permitirme proponer a la Asamblea una medida de transacción, que vendrá a calmar muchas ansiedades y a abrir un paréntesis en este escabroso asunto.

La Comisión de que tengo el honor de formar parte, no tuvo como fuente de información para su dictamen, más que la iniciativa presentada por el Ejecutivo en los términos que todos conocemos, y que dio por resultado el dictamen en la forma en que está. No podría esperarse, señores diputados, otra cosa; se presentaron los hechos en una forma ambigua, vaga, no había detalles, el fondo sólo lo conocía el Ejecutivo, era lógico que empezaran a agitarse las bajas pasiones y a convertir este asunto, que es de gran trascendencia nacional, en una politiquería insignificante. Por boca del señor secretario de Hacienda, las comisiones unidas que suscriben ese dictamen, forzosamente que están ahora mejor documentadas que antes, y tratándose de un negocio de tanta importancia para Yucatán y para la vitalidad general del país, yo respetuosamente pido que se devuelva al seno de las comisiones para que se reconsidere. (Voces: ¡No! ¡No! ¡No!) Eso podrá contrariar a algunos señores diputados, a algunos que tienen interés en que este negocio se resuelva con festinación para que salga como todo lo que se hace así, para que salga mal. (Murmullos. Campanilla. Una voz: ¡Ya claudicaste!) Pero yo, que he gastado la mitad de mi vida al servicio de los ferrocarriles, quisiera tener una oportunidad para pesar las consideraciones en que se funda el Ejecutivo para lanzar dicha iniciativa. El dictamen, aun cuando está subscripto por todos los que formamos las comisiones unidas, es obra absolutamente de un solo miembro de ellas. (Voces: ¿De quién? ¿De quien?)

El C. Bolio, interrumpiendo: ¡No es cierto!

El C. Ferrel, miembro de las comisiones: ¡Miente usted!

El C. Rivera Castillo: ¿Y para qué firma usted lo que no sabe?

El C. Ferrel: ¡Por sinvergüenza! (Aplausos en las galerías. Desorden.)

El C. Zerecero, continuando: En todo el dictamen se revela....

El C. Ferrel, interrumpiendo: Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡No! ¡No! Desorden.)

El C. Zerecero: ¿En qué se está infringiendo el orden?

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Ferrel para una moción de orden.

El C. Ferrel: Diga el ciudadano diputado que firmó ese dictamen sin saber lo que firmaba, y que ahora viene aquí a borrar su firma con un acto de cobardía que no se había visto jamás....(Voces: ¡Bravo! ¡Bravo! Aplausos en las galerías.) Pido que me diga: ¿Es cierto, señor, que acaba usted de ser nombrado ayudante de Fontes, director de los Ferrocarriles? (Aplausos ruidosos. Voces: ¡Es cierto!)

El C. Méndez Benjamín: ¡No es cierto!

El C. Zerecero: No es cierto, estoy completamente desligado, absolutamente desligado del servicio de los ferrocarriles.....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡Es cierto!

El C. Zerecero, continuando: Hablo únicamente como diputado consciente y representante de mi distrito. (Murmullos.)

El C. Ferrel: ¡Qué consciente va usted a ser!

El C. Zerecero, continuando: Supe lo que firmaba y por eso firmé; no vengo precisamente a retirar mi firma.....

El C. Ferrel, interrumpiendo: ¿Entonces por qué viene usted a mentir aquí?

El C. Zerecero, continuando: No, señor; vengo a poner las cosas en su verdadero lugar.

Repito: el dictamen es obra de uno solo de los miembros de las comisiones. (Voces: ¡No es cierto!) Jamás se me invitó a mí a cambiar impresiones sobre este negocio y, sin embargo, me lo llevaron. (Murmullos.)

Estoy en el uso de la palabra, tengo derecho a que se me escuche, máxime cuando esta es la tercera vez que me vengo a ocupar la atención de ustedes, señores diputados.

El dictamen se me presentó para firma por el señor diputado Ruiz y encontré en él una censura en forma dolosa, porque se alegaba que el Ejecutivo no contaba con crédito en el extranjero. Manifesté al señor diputado Ruiz que no era eso para lo que se había convocado a dictaminar, sino par ver si procedía o no la adquisición de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Como ya estaba firmado, le dije que no estaba yo dispuesto a subscribirlo hasta que no se retirara esa cláusula.

El C. García Carlos, miembro de las comisiones, interrumpiendo: Moción de orden, señor Presidente. Señor Presidente: el señor diputado Zerecero....

El C. Zerecero: Tengo el uso de la palabra.

El C. García Carlos: Tengo la palabra para una moción de orden, señor compañero. El señor diputado Zerecero ha pedido la palabra en nombre de la Comisión y no para hablar en contra del dictamen.

El C. Zerecero: Como miembro de la Comisión, hablo por mí, C. licenciado García.

El C. García: La Comisión no lo ha autorizado para que hable en nombre de ella. (Aplausos.)

El C. Zerecero: Yo hablo como miembro de la Comisión; probablemente el señor licenciado García es otro de los interesados en que este asunto se festine.

El C. Céspedes: ¡Para una moción de orden, señor presidente!

El C. diputado Zerecero, desde su curul, solicitó hacer uso de la palabra como miembro de las comisiones. Sabido es que como miembro de las comisiones se puede escoger en cualquier momento el turno para hablar, pero se sobreentiende que cuando un miembro de las comisiones va a hacer uso de la palabra sobre un asunto que estas comisiones han sujetado a la consideración de la Asamblea, es para interpretar los sentimientos, las decisiones, los

deseos de todos los miembros de la Comisión. (Aplausos.)

El C. Zerecero: No, señor; permítame usted que difiriera sobre el particular, señor Céspedes.

El C. Céspedes: ¡Que pase al turno de los oradores! (Voces: ¡Que pase el turno de los oradores! ¡Que siga su turno! ¡Abajo! ¡Abajo! Desorden.)

El C. Presidente: La Presidencia suplica atentamente al....(Voces: ¡Que hable la Secretearía! Desorden. Campanilla.)

El C. Secretario Pesqueira: La Presidencia llama la atención a los asistentes a las galerías para sirvan guardar silencio y compostura. (Voces: ¡No! ¡No! Continua el desorden. Campanilla.)

El C. Presidente: La Presidencia también llama la atención muy atentamente a los ciudadanos diputados para que tengan en cuenta que estamos en una Representación Nacional y no en una plaza de toros. La Presidencia llama la atención muy atentamente al C. Zerecero sobre que no está tratando el punto de debate, sino que está haciendo una proposición que no está a discusión. En consecuencia, si insiste en ella, se le concederá el uso de la palabra en su oportunidad. (Aplausos. Voces: ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Bravo por la Presidencia! El C. Zerecero desciende de la tribuna. Aplausos en las galerías.)

El C. García Ruiz: Para una breve aclaración pide la palabra la comisión. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. García Ruiz, miembro de las comisiones: Señores representantes: Yo ruego a ustedes muy atentamente se sirvan escucharme sólo cinco minutos. (Voces: ¡A ver! ¡A ver!) Vengo a hacer ligerísimas aclaraciones y no ocuparé la atención de ustedes más que el tiempo que acabo de indicar.

Yo no puedo permitir, señores, no puedo ver serenamente que alguien venga a esta tribuna, escudado por el fuero constitucional, a esgrimir la injuria y la calumnia sobre un ciudadano honrado. Y bien conocemos el talento inquieto del diputado Siurob, que se aprovecha de la calumnia salida de bajos fondos... (Siseos.) que se aprovecha de la calumnia que trajeron a él algunos despechados o algunos que no pudieron conseguir lo que pretendieron alguna vez en la Dirección de los Ferrocarriles, para salpicar de inmundicia la personalidad de don Felipe Pescador. (Aplausos y siseos. Desorden.) La Comisión, señores, y lo sostuve con mi firma y sigo sosteniendo el dictamen que hemos tenido la honra de presentar a ustedes; pero yo no puedo admitir que para fundar ese dictamen se eche mano de la calumnia, se eche mano de la mentira, se eche mano de artificios para venir a desprestigiar aquí a alguien, no me importa quién sea. El C. Siurob, vino aquí a proclamar, como una consecuencia lógica de la mala administración de los ferrocarriles, que el C. Pescador ha acumulado, ha amontonado cerca de $6.000,000.00. ¡Qué fácil, señores, es lanzar un cargo así! Y más fácil todavía cuando bien sabe el diputado Siurob que el señor Pescador no le puede seguir ningún perjuicio. (Voces: ¡Al dictamen! ¡Al dictamen!) Esto está relacionado con el dictamen y ruego a ustedes que tengan la bondad de escucharme. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Rivera Castillo: Moción de orden, señor Presidente.

El C. García Ruiz: Y yo invito a esos señores que vienen a hablar aquí de fortunas, a que se abra un juicio, pero un juicio concreto, un juicio jurídico para que acusemos a ese hombre, funcionario público, de malversación de fondos y que se vaya a sus libros, que se vaya a su casa para que se le aplique el castigo que merece.

Se ha hablado aquí por muchos diputados de que los jefes militares de toda la República figuran en primera linea como malversadores de fondos del Erario; pero a esos jefes militares no se les ha seguido proceso porque sus bayonetas lo han impedido, porque sólo sus bayonetas han inspirado respeto. Y bien, señores; este es el caso para hacer un ejemplo, para castigar ejemplarmente: se trata de un civil, vamos abriendo un juicio, pero un juicio en que alguien responda, en que alguien se haga responsable para que al fin de cuentas no vengan a decir: "Que me dicen..." Ese "me dicen" con que se puede salpicar la honra de todos los hombres...(Murmullos.)

El C. García Carlos, interrumpiendo: Pido la palabra, señor Presidente, para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. García Carlos: Hasta este momento la discusión se ha mantenido a una altura digna de la Representación Nacional; es preciso que no se manche el nombre de las comisiones: que no se estén tratando asuntos particulares, y por más que sea un terreno caballeroso, que yo alabara en otra ocasión en el compañero García Ruiz, creo que no se debe distraer la discusión del punto en que se encuentra. Por tanto, debe encauzarse debidamente la discusión. (Aplausos.)

El C. Presidente: La Presidencia llama la atención del orador acerca de que se está saliendo del punto en debate, pues se le concedio la palabra para fundar el dictamen y no para hechos.

El C. García Ruiz, continuando: Me extraña, señores, que cuando se juega, se trae por la cabeza la honorabilidad de alguien, no se pare ninguno a protestar; y en cambio, cuando se viene a defender honradamente -porque así vengo a defender, porque así he defendido yo todos los actos de mi vida, sin intereses mezquinos-, cuando viene a alzar la voz honrada alguien que no está mezclado en politiqueras ni en bajos fondos, se levanten como avalancha a pretender callar al que viene a decir la verdad. Yo me reservo entonces para otra ocasión par venir a rebatir los cargos que se sigan haciendo en esta tribuna, escudados, como ya digo, en el fuero constitucional. (Aplausos y siseos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Ruiz Porfirio.

El C. Ruiz Porfirio: Cedo mi turno al ciudadano Secretario de Hacienda.

El C. Secretario Pesqueira: Habiendo el C. Porfirio Ruiz cedido su turno al ciudadano secretario de Hacienda y no deseando la Presidencia aparecer parcial en este caso, somete a la consideración de la Asamblea si se acepta esto.(Voces: ¡Sí! ¡Sí!)

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano secretario de Hacienda. (Aplausos.)

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: Señores diputados: señores senadores: Nunca como en esta ocasión me creo con el deber y en la

necesidad de acudir a vuestra benevolencia y especialmente a vuestra paciencia y a vuestra atención para un asunto que merece toda la más honda consideración de esta Asamblea y que procuraré levantar, porque realmente estaba ya puesto por el orador anterior del pro a una altura desgraciada.

Tiene razón el señor diputado García Ruiz: es muy fácil tirar lodo, sobre todo cuando se tiene fuero y cuando aquel a quien se le tira no tiene el derecho, como diputado, de contestar en la misma forma cuando está en el deber, como funcionario, de guardar la dignidad del Ejecutivo a quien representa. Tiene razón; pero no la tenía ayer el señor diputado García Ruiz en una comparación que le voy a rectificar: decía ayer el señor diputado García Ruiz: "Acabamos de escuchar un disco de fonógrafo bien grabado". ¡Ojalá que lo que oyéramos aquí fuese simplemente un disco de fonógrafo bien grabado que transmitiera fielmente las opiniones de la Comisión, o las opiniones de la oposición, o las opiniones de los ministeriales, o las opiniones del Gobierno; la desgracia es que no es ni siquiera un disco de fonógrafo, ni siquiera un mal perico, sino que es sencillamente una ramera que a la luz del día siguiente sale a desparramar a la calle todas las procacidades que ha oído tras de la puerta!

El C. Espinosa Luis: ¡Moción de orden! Para suplicar a la Presidencia, de la manera más atenta, que exija al ciudadano secretario de Hacienda guarde el respeto que se merece esta Asamblea y que retire esa palabra. (Aplausos.)

El C. Ferrel: ¡Porque está representando al Ejecutivo! (Campanilla.)

El C. secretario de Hacienda: Recuerdo que estoy representando al Ejecutivo y precisamente por eso abandono ese terreno y comienzo mi peroración, ya que en estos momentos se presenta el C. diputado Siurob. Yo interrogo al C. diputado Siurob para que me diga cuántas veces ha estado en Yucatán.

El C. Siurob: Ninguna.

El C. secretario de Hacienda: ¡Ninguna!

El C. Siurob: ¡Si, señor ministro!

El C. secretario de Hacienda: Sería absolutamente imposible conducir un debate de esta naturaleza, si no se siguiera determinado método en vez de seguirse el camino de rebatir todo lo que desde esta tribuna puede lanzarse. Voy a procurar hacer honor a la representación que tengo; voy a acallar la voz de mi indignación personal; voy a suprimir por completo la personalidad de político o de funcionario público que en estos momentos pudiera tener y exclusivamente me limitaré a decir lo que el Presidente de la República querría que yo dijese. (Voces: ¡Muy bien!)

La iniciativa del Ejecutivo fue presentada en el mes de diciembre del año de 1918, y aunque es cierto que de un gran laconismo, expresada con toda claridad que se deseaba adquirir el control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán y la estación de abastecimiento petrolero de la península. La iniciativa del Ejecutivo fue tratada exclusivamente como iniciativa, sin tomar en consideración más que las palabras que contenía. He escuchado muy repetidas veces en el seno de esta Asamblea, al tratarse de argumentos nuevos: "Sí, pero eso no está en la iniciativa del Ejecutivo"; al escuchar razones nuevas, datos nuevos, hechos surgidos con posterioridad al año de 1918, como es el adeudo de la Reguladora con el Gobierno Federal - hechos nuevos -, he escuchado siempre estas palabras: "Sí, pero eso no está en la iniciativa del Ejecutivo". Es decir que las comisiones siguieron el criterio de que estaban exclusivamente obligadas a atender nada más a las palabras que el Ejecutivo había escrito y que no se encontraban absolutamente en el deber cambiar de ideas con el Ejecutivo. ¿Por qué esa aversión a ponerse en contacto con el Ejecutivo? ¿Por qué razón, si el Reglamento mismo de la Cámara dice en un artículo...

El C. Velásquez López, interrumpiendo: ¡No recibe!

El C. secretario de Hacienda, continuando: Si el Reglamento mismo de la Cámara dice en un artículo que las comisiones, para ilustrar su criterio (artículo 89) pueden también en el despacho de los negocios que se les encomiende, tener conferencias con los secretarios de Estado, y que lo mismo pueden hacer con las comisiones del Senado, las de la Cámara de Diputados, y viceversa. ¿Por qué si el Reglamento expresamente dice que los miembros de las comisiones de la Cámara de Diputados pueden cambiar ideas y cuando se trata de un asunto de esta trascendencia, el "pueden" se convierte en "deben"...(Voces: ¡No! ¡No!) a eso vamos: ¿por qué razón no cambian opiniones con el Ejecutivo, si éste no supo jamás que estaba hecho el dictamen sobre esta materia, sino hasta que lo publicó el órgano de la Reguladora, "El Heraldo de México"? Hay una mala inteligencia indiscutiblemente entre el Ejecutivo y el Poder Legislativo. A veces es bueno también que algún diputado indiscreto o torpe diga cualquiera cosa, porque esto no da oportunidad de conocer cuál es la mentalidad y la manera de pensar de ciertas personas. El diputado Espinosa vació aquí sus quejas contra los Secretarios de Estado. Yo no quiero defender a ninguno de los Secretarios de Estado de la imputación de descortesía que los diputados les hacen, porque ignoro la conducta que los demás secretarios de Estado siguen con los diputados; pero en cuanto a mi, sé decir que hasta la fecha, en los diversos casos en que un diputado ha acudido a hablarme para asuntos relacionados con su cargo, siempre ha sido recibido, y si algún diputado no lo he recibido ignorando que iba a tratar un asunto relacionado con su cargo, le presento mis excusas y puede estar cierto de que cuantas veces llame a la puerta de la Secretaria de Hacienda, esa puerta se abrirá para el representante de Cámara de Diputados y se abrirá francamente. Otra cosa es que algunos diputados, y por cierto muy pocos, pretendieran entrevistarme, por ejemplo, par a el arreglo de asuntos privados o relacionados con sus distritos, pero que no tenían relación alguna con su misión ante esta Cámara. Ejemplo: que el municipio de Cuautitlán deseara tal o cual cosa; que al municipio de Tlalpan deseara tal o cual otra; es cierto que esos asuntos no están relacionados con su cargo, pero es también costumbre de los secretarios de Estado recibir siempre a los diputados para estos efectos. Si en alguna ocasión he faltado en este sentido, presento ahora mis excusas a los señores representantes...

El C. Camarena: Pido la palabra. (Voces: ¡No! se puede interrumpir al orador!) Voy a pedir la lectura de un documento.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que sólo se puede interrumpir al orador para mociones de orden.

El C. Camarena: ¡Moción de orden!

El C. Presidente: ¡No tiene usted la palabra!

El C. Camarena: ¡Pido que se lea este documento!

El C. Presidente: Cuando el ciudadano secretario de Hacienda termine.

El C. Camarena: La lectura de un documento procede en cualquier momento, conforme al Reglamento.

El C. Meza: ¡Tiene derecho!

El C. Camarena: ¡Tengo derecho! Pido que se lea este documento a propósito de lo que está diciendo el señor secretario de Hacienda.

El C. Presidente: ¡No se le ha concedido el uso de la palabra a Su Señoría!

El C. Camarena: Suplico a la Presidencia tenga la bondad de consultar a la Asamblea si es de leerse este documento, esta carta, porque me parece pertinente. Yo no voy a hablar absolutamente; solamente pido que se lea.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que está dispuesta a que se cumpla el Reglamento; en consecuencia, no le concede la palabra.

El C. Trejo: ¡Tiene derecho!

El C. Meza: El ciudadano Presidente no puede impedirle hacer uso de esa facultad que le concede el Reglamento.

El C. Camarena: Insisto en que se lea el documento.

El C. García Vigil: Pido la palabra para moción de orden.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. García Vigil para una moción de orden.

El C. García Vigil: Como parece que hay disparidad de criterio entre la Mesa y algún ciudadano diputado respecto al Reglamento, yo creo que para terminar este desgraciado incidente, lo procedente es leer el artículo relativo y sujetarse estrictamente a él.

El C. Secretario Pesqueira: Artículo 103 reglamentario: (Voces: ¡El 110!) La Presidencia me ordena lea el 103.

El C. Trejo: ¡Pido a la Presidencia que se lea el 110!

- El C. Secretario Pesqueira, leyendo:

"Artículo 103. Comenzada la discusión, ningún individuo puede pedir la palabra sino en voz baja y acercándose al Presidente, ni se podrá interrumpir al que habla, bajo pretexto alguno, a no ser para reclamar el orden."

"Artículo 104".... (Voces: ¡El 110!) Se le va a dar lectura, por orden de la Presidencia.

"Artículo 104. No se podrá reclamar el orden sino por medio del Presidente, en los dos casos siguientes: primero, cuando se infrinja algún artículo de este Reglamento; segundo, cuando se viertan injurias contra alguna persona o corporación."

Se va a dar lectura al artículo 110, a solicitud del C. diputado Trejo:

"Artículo 110. Cuando algún individuo de la Cámara quisiere que se lea alguna ley o documento para ilustrar la discusión, pedirá la palabra; y sin interrumpir al que habla, se le concederá de preferencia, para el solo efecto de la lectura."

El C. Presidente: Continúa en el uso de la palabra el ciudadano secretario de Hacienda. (Voces: ¡Que se lea la carta! ¡Que se lea!)

El C. Secretario Pesqueira,, leyendo: Un membrete que dice: "Luis Cabrera." - "México, a 29 de mayo de 1919.

"Señor Leopoldo E. Camarena.- 3a. de las Ciencias, 7.- Tacubaya, D. F.

"Muy señor mío:

"En respuesta a su carta de fecha 27 del actual en que solicita una audiencia, le agradeceré que previamente se sirva ver al señor licenciado Carlos Seoane, comunicándole el asunto que desea tratar conmigo y dándole un breve memorándum sobre el mismo, a fin de resolver si puedo darle la cita que desea.

"El señor licenciado recibe todos los días, de 4.30 a 6.30 p. m., en la Secretaría Particular de Hacienda.

"De usted afectísimo atento servidor, Luis Cabrera."

(Siseos. Voces: ¡Huy!)

El C. secretario de Hacienda: Suplico a la Secretaria se sirva dar fe de que la carta está escrita en mimeógrafo.

El C. Secretario Pesqueira: No puedo dar fe de que la carta esta escrita en mimeógrafo, (Aplausos. Risas.) porque no sé si un mimeógrafo imprime en esta forma; no soy perito.

El C. secretario de Hacienda: En efecto, señores diputados: cuando una persona solicita de nosotros una audiencia -y son, sin exageración, un poco más de cien diarias-, tengo la costumbre invariable de contestar que se tenga la bondad de decirme en un breve memorándum cuál es el asunto de que se desea hablar; todas las contestaciones que a este respecto se dan, están impresas en mimeógrafo, para recibir únicamente el nombre de la persona, la fecha de su carta y la firma. Y yo creo que cuando un señor diputado, o cualquiera otra persona, aunque no lo sea, solicita una audiencia, es necesario que sepamos de qué asunto desea hablarnos, pues en la mayor parte de los casos es imposible saber si es asunto de carácter oficial o de carácter privado; si es asunto que requiere la cita, o si es asunto que tendría muchísimo más fácil solución simplemente contestando. Respecto a esta carta, tiene razón el señor Secretario de la Cámara; él no podrá distinguir la escritura de mimeógrafo, de la escritura directa de la maquina; pero cualquiera que tenga un poco de práctica en materia de oficina, podrá saber cuál es una carta escrita en mimeógrafo y cuál no. Le presento, pues, mis excusas al señor diputado Camarena, por no haberlo recibido, fundado exclusivamente en no haber sabido cuál era el asunto que deseaba tratar conmigo; pero le suplico me diga si me hizo el favor de contestar, diciendo el asunto o si, creyéndose ofendido por esta carta, prefirió no tratar más conmigo.

El C. Camarena: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Camarena.

El C. Camarena: No contesté la carta a que se ha dado lectura, porque creí que mi dignidad de diputado me lo impedía.

El C. secretario de Hacienda: El diputado Camarena ha dicho exactamente las palabras que yo había escrito en el memorándum que me ha servido de guía al hablar de la dignidad de los diputados; respetable como es la Cámara en conjunto, se ha llegado a una gran exageración en esta materia. Yo he oído este concepto de un gran número de diputados, que naturalmente comprenden que, si como corporación forman un Poder, cada uno de ellos en lo particular es un caballero igual a otro caballero. (Voces: ¡No!) Es claro, el diputado Espinosa decía ayer: "Nosotros somos diputados y él no es más que un empleado." Así se entiende la dignidad. Pero dejemos a los secretarios de Estado y vayamos hacia el Presidente de la República. Si los señores diputados, en el desempeño de sus funciones, desearan cambiar ideas con el Ejecutivo y encontraran que los ministros que presentaban facilidades para hacerlo, saben perfectamente bien que no hay un hombre que reciba con más amplitud y liberalidad a todos aquellos que solicitan audiencia, que el señor Presidente de la República. (Voces: ¡Es cierto!)

El C. Espinosa Luis: ¡No es cierto! (Voces: ¡Si! ¡No!)

El C. secretario de Hacienda: Y aquí viene nuevamente otro concepto. Las comisiones se creyeron, por dignidad, en el caso de no tratar con el Ejecutivo.....

El C. Siurob, interrumpiendo: Pido a la Secretaría se sirva dar lectura a este documento.

El C. secretario de Hacienda: ....sobre todo, no tratar.....

El C. Siurob: ¡Y a este otro!

El C. Secretario Pesqueira: Telegrama número 22, del Palacio Nacional, con fecha 10 de julio.

"Diputado Ezequiel Ríos.- Cámara de Diputados.

"Su atento telegrama fecha 8. Por exceso de ocupaciones, no me es posible recibir a usted, pudiendo comunicarme por escrito asunto que desea tratar en audiencia para resolver lo procedente. Salúdolo afectuosamente.- V. Carranza."

"Palacio Nacional.- México, 11 de mayo de 1919.

"Diputado Emiliano G. García.

"Su telegrama ayer. Por escrito puede usted comunicarme asunto que desea tratar, pues por exceso ocupaciones no podré recibirlo.- V. Carranza.-"

El C. secretario de Hacienda: Como ustedes ven, señores diputados, el criterio que predomina en lo personal es que aun el Presidente de la República comete una descortesía con un diputado cuando le dice que trate por escrito su asunto, porque sus ocupaciones no le permiten recibirlo. Probablemente esto lastimará un poco a los diputados; pero la verdad es que no se podría trabajar de otra manera; la verdad es que nosotros mismos tenéis la experiencia de lo que sucede cuando vuestros representados vienen a pedimos audiencias, aun a las puertas de la Cámara y cuando os encontráis más ocupados en un debate, andan los ujieres ajetreadísimos distribuyendo a docenas las papeletas de llamados de la puerta que no podéis atender. Yo he sido diputado y sé de las quejas y de los votos en contra que más tarde he tenido, porque no recibí a uno que me había dado su voto anteriormente, "Estando yo bien arrellanado en mi curul y ganando los diez pesos diarios".....

El C. Siurob: ¡No es igual!

El C. secretario de Hacienda: Es decir, que por regla general considera que el elector, por el hecho de haber elegido al diputado, tiene derecho a que el diputado haga de todo, inclusive de abogado suyo en los asuntos que se le ofrecen a distancia en México y generalmente cuando se encuentra en la capital naciste muy vigorosamente en ser oído y aun llama asuntos de la competencia del diputado a asuntos que pudieran muy bien ser de orden público en su pueblo, pero que no son propiamente de la Representación Nacional. Todas estas son pecata minuta, y suplico a la Cámara que me excuse haya tocado, porque al fin contribuye todo lo que se dice en estos casos a aclarar las situaciones y están más cerca de entenderse dos personas que se dicen con franqueza cuáles son los agravios que una tiene con la otra y no dos personas que se callan la boca y no mencionan sus razones de agravios. El señor diputado Espinosa viene y dice que hay errores en nuestras relaciones; pues bien; es necesario que los intereses generales del país no sufran a causa de esos errores. Si hay errores entre las relaciones de unos y otros, es indispensable que esto nos sirva de experiencia para que en lo futuro no se cometa el error a que ahora me refiero - el de las comisiones -, al no desear cambiar ideas con los secretarios de Estado o con el Ejecutivo.

Hay algo más que es preciso decir, aunque si lo hago con torpeza y os molesta, os suplico me lo perdonéis: Hasta los diputados más conocidamente ministeriales tienen mucho ciudado de hacer la salvedad de que ellos no vienen representando las ideas del Ejecutivo; no recuerdo haber visto más que a un diputado que tuviera a franqueza de decir: "yo vengo a sostener las ideas del Ejecutivo...."(Voces: ¿Quién) Luis Cabrera. (Aplausos.)

Las comisiones han dictaminado sobre la iniciativa del Ejecutivo; la iniciativa del Ejecutivo fue presentada en el mes de diciembre de 1918, y del mes de diciembre de 1918 acá, ha transcurrido considerable tiempo; las circunstancias han cambiado; dos o tres vigorosos y bien intencionados esfuerzos del Poder Ejecutivo se han hecho por procurar una solución al problema yucateco; la situación económica de la península ha cambiado; meses han transcurrido desde que se le vigila con ciudado hasta estos momentos y, por consiguiente, nada tendría de extraño que en los momentos actuales las ideas vertidas por el representante del Ejecutivo fueran considerablemente más amplias y nuevas respecto de las ideas vertidas en la iniciativa. No debe inculparse a las comisiones; ellas creían que el problema era teórico y que pedía resolverse como había sido planteado; ellas, cuyo jefe, cuyo principal portavoz es el señor diputado Franco, consideraron que no necesitaban de los hechos. Ya vimos que el señor diputado Franco, desde esta tribuna, alzaba su voz diciendo: "Quiero teorías; quiero una teoría"; y el Ejecutivo dice: "Hechos; aquí están los hechos que puedo mostrar, que son los que pueden orientar la política." El Ejecutivo, por consiguiente, tiene que ver las cosas a la luz de los hechos que se suceden día a día y

no a la luz de una teoría exclusiva que en política en un momento puede ser buena y al día siguiente puede no ser conveniente y al tercer día puede volver a ser aplicable; así pues, sirva de excusa para el Ejecutivo al no haber dado todas estas razones, el hecho de que en diciembre de 1918 no existían las actuales circunstancias y de que no tuvo oportunidad de hacerse oír de las comisiones. El dictamen de las comisiones es uniformemente adverso; el señor diputado Zerecero, a quien no quisisteis oír, decía: "Firmé y firmé con conciencia." Y cada uno de los diputados que lo firmaron, lo firmaron con conciencia; pero una obra de esta naturaleza, una obra literaria, cualquiera que ella sea, una obra que trata de concretar un pensamiento en determinadas palabras, nunca puede ser más que de un solo hombre. El Congreso decreta; pero fue un hombre el que subscribió el decreto; la Comisión dictaminadora, pero es uno de sus miembros, el más caracterizado o el que se supone más capacitado, el que redacta y da forma a las conclusiones; muchos ni siquiera habrán podido concurrir a las discusiones y, sin embargo, pueden estar conformes con el dictamen; pero cuando el que ha redactado un dictamen lo presenta a sus compañeros, cada uno de ellos lo lee y tal vez cada uno de ellos tenga un motivo distinto para aprobarlo: uno lo aprobó quizás porque no creía conveniente que se gastara dinero; otro lo aprobó porque no creía conveniente que se comprometiera el crédito; otro lo aprobó porque no creía conveniente que se siguiera determinada política ferrocarrilera; otro lo aprobó porque consideraba la iniciativa como una injusticia para Yucatán, etc.; todos lo aprobaron, todos lo tuvieron en consideración, pero ninguno de ellos puede decir que su criterio fue absolutamente definitivo hasta no haber oído las observaciones que sobre ese dictamen pudieran hacerse. Así pues, no hay de mi parte ninguna inculpación a las comisiones, ni ninguna inculpación de ceguedad o de indolencia respecto de los miembros que las hayan formado; hay sencillamente que los criterios son distintos y que las razones para un movimiento o para un acto son diversas y, por consiguiente, por distintas causas puede llegarse a una misma conclusión. Esta es la razón por la que considero necesario tomar en cuenta, no solamente las causas que el dictamen presenta y expresa para negar la autorización al Ejecutivo, sino todas las demás causas que pudieran no haberse expresado y que a veces han comenzado a expresarse, aunque en forma torpe, pero que, sin embargo, constituyen el ambiente de convicción general de la Cámara, que es el ambiente mudo. Así pues, voy a hacer una exposición de cuáles son las causas para que al Ejecutivo se le conceda lo que pide, analizando las razones que haya de fondo, analizando las objeciones al fondo, las objeciones a la forma y las objeciones subterráneas, que son las que no se han expresando en el dictamen, ni se han vertido desde la tribuna.

Las razones o las causas para la negativa al Ejecutivo pueden variar al infinito, según las mentalidades. Hay quien dice: "No concedo porque no es indispensable"; hay quien dice: "No concedo porque no es conveniente"; hay quien dice: "No concedo porque no es oportuno"; hay quien dice: "No concedo porque no es posible"; hay quien dice: "Si no fuera peligroso, concedería"; hay quien dice: "Habrá que pensar si sería conveniente conceder"; y por fin, habrá quien diga: "No concedo porque pudiera no ser conveniente para la Nación o para el Estado, o para determinada institución, o para determinado partido." ¿Cómo contestar todas estas opiniones, cómo contestar todas estas razones que pueden estar en la mente, en el espíritu de cada diputado; cómo definir cuáles son las causas por las que un diputado encontró una objeción a la idea del Ejecutivo? No es posible, porque no sería posible oír a cada uno; pero sí es posible decir única y exclusivamente cuáles son las causas por las que el Ejecutivo cree que es indispensable, que es conveniente, que es oportuno, que es posible. Eso es lo que me propongo y, afortunadamente, el debate ha sido ya tan amplio y ha sido tan preciso en algunos casos, que voy a ahorrarme mucho con sólo resumir hasta cierto punto los argumentos de que puede echarse mano para objetar los argumentos en pro de la iniciativa del Ejecutivo.

Para mi hay diversas razones para que el Gobierno federal controle los Ferrocarriles Unidos de Yucatán; hay razones de política nacional, especialmente de política ferrocarrilera nacional; hay razones de política regional; hay razones, y muy grandes, de conveniencia y política local, y hay razones "de política"; y es natural. En cuanto a las objeciones, también hay objeciones de política general; hay objeciones de política regional; hay objeciones de política local, y hay objeciones "de política." Voy a procurar ser lo más breve y lo más conciso en estos respectos.

¿Hay algún yucateco entre los miembros de la diputación yucateca, o hay algún yucateco en le recinto de esta Cámara, o hay algún yucateco en la República o en Yucatán que no quiera la unión ferrocarrilera con México? No creo que haya ninguno; y no creo que haya ninguno, porque la experiencia histórica ha mostrado que todo lo que se tire a la cara de Yucatán con el carácter de injuria y de desconfianza, no ha tenido más razón que esta: su aislamiento y su debilidad. Yo, que no dije las palabras que me atribuye el diputado Siurob -por lo demás, ya sabemos que Siurob tiene su manera de argumentar, atribuyéndole a uno muchas cosas que ni siquiera nunca ha pensado decir-, yo sí dije que si el Gobierno de la revolución no hace justicia al Estado de Yucatán, éste estaría justificado en sus tendencias separatistas: y eso que dije entonces lo digo ahora. ¿Por qué? Porque yo creo que, históricamente juzgado, Yucatán a distancia está justificado en muchas de sus debilidades; yo creo que su actitud en el año de 40 fue democrática; yo creo que su actitud en el año de 47 fue de una gran prudencia y Yucatán no es responsable de que uno que otro hombre se haya excedido de las intenciones patrióticas que hayan tenido los habitantes de aquella región y haya pretendido complementar, como Texas, la neutralidad e independencia con la anexión. Pero eso no debemos atribuirlo a Yucatán, ni tampoco son esas de las faltas que deben caer sobre los hombres hasta la tercera o cuarta generación; son los errores que dondequiera teníamos. Si Paredes Arrillaga se pronunciaba en San Luis, ¿con qué cara podemos hablar de Yucatán? ¡Si en Tabasco también se pronunciaban! ¡Si en todas partes

tenemos una historia que realmente hay que tener el estómago fuerte para poderla digerir y hay que saberla digerir con valor y no con patrioterías! Si los Almonte y los Gutiérrez Estrada trajeron a Maximiliano y a la intervención francesa, ¿de qué nos estamos admirando ahora? Yo soy defensor de Yucatán en cuanto a su actitud del 47. ¿Qué habría hecho ese jirón de nuestro territorio si, aislado absolutamente de nosotros, hubiera dicho haciendo alarde de valor: "Yo lucho también contra los americanos", cuando no tenía ni la más mínima esperanza de un soldado que le ayudara? Fue prudente, fue político, fue hábil declarándose por lo pronto neutral; y el juicio que sobre este capítulo tuviera que hacerse, hay que esperarlo hasta agosto de 48, cuando la guerra de castas, en que realmente se vio que había una unión entre Yucatán y el resto del territorio mexicano. Si Yucatán hubiese declarado con posterioridad que no deseaba correr la suerte de México, Yucatán era el territorio más bien indicado para no volver a nuestro poder. Yucatán tuvo necesidad de declararse neutral, porque lo necesitaba para vivir; si pasado el peligro hubiera continuado en su separatismo, entonces habría indicado que ese acto era un acto de alejamiento de México; pero cuando pasado el peligro se reincorporó a la República, ese solo hecho lo justifica e indica que lo que hizo Yucatán fue simplemente por debilidad en el sentido de falta de fuerzas militares para defenderse y por prudencia. Ese peligro no hay que esconderlo, no hay que callarlo; no es el peligro del separatismo; es todavía el peligro del aislamiento. ¿Qué habría hecho Yucatán en 1915? ¡Tengo que reprimir mi indignación para no hablar de determinadas palabras del diputado Siurob, como se merece; tengo que morderme la lengua y ser nada más el representante del Ejecutivo; pero está muy lejos el diputado Siurob, de poder juzgar el Gobierno del señor Carranza en el momento en que un crucero americano frente a Progreso, en el mes de marzo de 1915, cerraba la puerta, más bien dicho, pretendía abrir la puerta a cañonazos y nos ordenaba que abriéramos el puerto de Progreso!....

El C. Siurob: Pido la palabra.

El C. secretario de Hacienda: ¡El doctor Siurob no sabe la historia de la Revolución; no es revolucionario! (Aplausos.) ¡No la ha entendido absolutamente!

El C. Siurob: Pido la palabra.

El C. secretario de Hacienda: No tiene derecho a interrumpirme un hombre que pisotea el acto de más valor civil que he visto ejecutar al señor Presidente Carranza.....

El C. Siurob: ¡Mentira, yo no censuré al Gobierno por eso!

El C. secretario de Hacienda: ¡No tiene usted derecho en este momento ni a levantar la voz!

El C. Siurob: ¡Mentira, sí tengo derecho a levantarla ahora y en cualquier ocasión!

El C. Presidente: No se ha concedido al doctor Siurob la palabra.

El C. secretario de Hacienda: El día 14 de marzo de 1915, el general Alvarado había batido por primera vez a los rebeldes de Ortiz Argumedo. Algún día se escribirá la historia y algún día la escribiré yo, la escribirá Jesús Urueta o la escribirá Rafael Zubaran, que estuvieron también presentes en ese memorable día,, y entonces se sabrá que uno de los actos de más valor, de más entereza y de más responsabilidad que haya ejecutado el señor Presidente Carranza, tuvo lugar en el silencio de una pequeña conferencia, de la que nadie se dio cuenta. Pero dejemos eso; en 1915, por diversas circunstancias, también habríamos estado en peligro de perder a la península por falta de comunicaciones; Alvarado gritaba por telégrafo con todas sus fuerzas que le daba su impaciencia, y decía: "Es indispensable hacer cualquier cosa que sea, pero tenemos que estar unidos con el resto del país." Entonces fue cuando sentimos la necesidad más honda, más triste y más pungente de todas las necesidades: la de no perder ese pedazo de territorio. Y después fui a Yucatán y me convencí por mis propios ojos -porque yo sí he ido a Yucatán, señor Siurob-, me convencí por mis propios ojos, de que es una cuestión de vida o de muerte la comunicación con Yucatán, y he venido de Yucatán a Campeche; y de Campeche a Tabasco, y de Tabasco por los ríos he subido hasta Pichacualco, y atravesado la sierra he pasado a San Cristóbal, y a Tuxtla Gutiérrez, y de ahí he seguido a Jalisco y Tonalá, y a Tapachula, y de este lugar regresando al Istmo, con mis propios ojos he visto que es absolutamente una cuestión de vida o de muerte para el Sureste de la República su comunicación con el resto de la República; yo no hablo de memoria. (Aplausos.) Y no quiero decir nada respecto de estas cosas, porque en el ánimo de todos están; este no es un argumento para convenseros; este no, descartarlo; esto lo digo para que se vea que no hay en el fondo de los corazones de los que dicen estas palabras, ni una gota de amargura absolutamente contra Yucatán, sino que todos sentimos como ellos; yo he dicho muchas veces a multitud de yucatecos, que si no fuera nacido en la Mesa Central, yo sería yucateco. En el año de 1916 - abril 21-, cuando muchos tal vez ya empezaban a pensar en algunas cosas de política presidencial o en algunas otras cosas menos estas que ahora nos ocupan, escribía yo al general Alvarado una carta, que por casualidad he encontrado entre mi archivo y que traigo a la mano. El general Alvarado, que desde Yucatán estaba viendo la situación de la Baja California, me escribía y yo le contestaba esta carta, que suponed que no está escrita por mí, pero que leo para que veáis cómo se pensaba ya en aquel tiempo, en los momentos en que ya teníamos a Pershing; dice lo siguiente:

"Acuso recibo de la apreciable carta de usted de 5 del corriente, en la que se sirve transcribirme la que con esa misma fecha dirigió al Primer Jefe con relación a la Baja California. También recibí la copia que en la misma se menciona.

"En el último viaje que también hice a Sonora (porque también he ido a Sonora), tenía yo la intención de pasar a la Baja California, y lo habría yo hecho, si no hubiera sido porque los asuntos monetarios en México me llamaban urgentemente.

"Puede usted tener la seguridad de que en mi opinión no hay problema de comunicaciones tan trascendentales para la integración de nuestro territorio nacional, como el Ferrocarril de Yucatán al Istmo, que afirmará definitivamente la nacionalidad sobre la península yucateca; el Ferrocarril de

Tepic a Guadalajara, que reconquistará la vertiente del Pacífico para nosotros, y las comunicaciones marítimas de la baja California con México, que sobre todo en vista de la apertura del Canal de Panamá, toman una importancia trascendental.

"La Baja California ha sido horriblemente descuidada, pero no es esto de extrañarse si se ha visto que Yucatán mismo estaba tan abandonado, que si hubieran pasado cinco años más sin atenderlo lo habríamos perdido.

"Estoy como usted, en el periodo de las grandes impaciencias por la magnitud de la labor que tenemos delante, y por la trascendencia de todos y cada uno de los problemas que se nos presentan."

Así pensábamos en aquella época; no es de ahora cuando estamos pensando que es necesario unir la vertiente del Pacífico con la Mesa Central; que es necesario unir a Baja California con Sonora, y Yucatán con el Istmo: es desde hace mucho tiempo que estas ideas están en el cerebro de los hombres que han tomado alguna participación en el manejo de los asuntos públicos de las diversas entidades federativas. Así pues, la unión de Yucatán con el centro no está a discusión; no puede haber una sola voz no de yucateco, ni de campechano, ni de tabasqueño, ni de chiapaneco que no desee fundamentalmente esto. En los modos, en los medios, en los procedimientos, diferimos; en los fines, no. Por lo tanto, si somos patriotas estudiemos esto con alteza de miras y veamos en los procedimientos propuestos, no un intento de arrebatar o despojar a un Estado hermano, de sus riquezas; veamos el intento de consolidar a la Nación. Y es sobre vosotros, señores diputados, sobre quienes reposa esta tremenda responsabilidad; sois vosotros especialmente los que tenéis que hacer fusión; los que aquí en contacto diario unos con otros aprendéis a conocer la necesidad imperiosa de las comunicaciones; sois vosotros los que estáis llamados a juzgar de un acto del Ejecutivo, que de ninguna manera tiende a sembrar la cizaña ni a hacer que surja un abismo entre aquella región y el resto del país, sino, al contrario, tiende a establecer una comunicación, ¿Procedimientos? Los únicos posibles en los momentos actuales.Tienen razón esos que escupen al Gobierno la situación actual en que nos encontramos, como de la responsabilidad de estos hombres nefastos que hicieron la Revolución; tienen razón esos que escupen a la cara del Gobierno actual, desconociéndolo como revolucionario, todo lo que son únicamente males consiguientes, dolorosos, pero necesarios, de una época de lucha muy difícil por la que hemos atravesado. Sí, es muy fácil conquistar aplausos de las galerías cuando se habla de Zapata y de Villa y en contra de Carranza; pero es muy difícil darse cuenta de todo lo que hay de responsabilidad para los hombres de esta Revolución, en lo que hay hecho y en lo que es necesario hacer en lo futuro. ¿Quién nos ha de prestar dinero en la actualidad para hacer los ferrocarriles? ¿Sabéis que la Ley de Ferrocarriles de 1899, que fue hecha antes de la consolidación de 1907, no reconoce otro sistema de construcción ferrocarrilera que las concesiones a particulares? ¿Sabéis que el Ejecutivo ha pedido a la Cámara de Senadores autorización para construir estas lineas como Gobierno, porque dentro de las leyes no tiene autorización para construirlas como tal? ¡Si no se puede hacer otro esfuerzo que el que nosotros mismo hagamos! ¡Si no podemos construir absolutamente nada que no venga de nosotros mismos! ¡Si es indispensable que pongamos a contribución todo nuestro patriotismo para que sea de nosotros de donde salga la Patria que todavía no acabamos de formar! Y es por eso por lo que el Gobierno tiene que construir esas líneas; por eso es por lo que no se espera a que vengan los concesionarios ingleses, o americanos, o alemanes -que para el caso es lo mismo-, a solicitar concesiones. El ferrocarril que una las diversas regiones que se encuentran aisladas, ha de ser hecho por mexicanos o ya no podrá ser hecho; el ferrocarril que una la vertiente del Pacífico con la Mesa Central, lo tenemos que hacer en contra de los intereses del "Southern Pacific", porque el Ferrocarril Sud - Pacífico que atraviesa los Estados de Sonora y Sinaloa y entra a Tepic no podrá concluirse, no les conviene concluirlo, no quieren construir de ninguna manera esa línea que uniría todas las líneas del Sud - Pacífico, con Guadalajara. ¿Por qué? Sencillamente porque la explotación ferrocarrilera de esas regiones es para ellos; para Harriman, para los sucesores de Harriman, para el Sud - Pacífico que es el que secciona, atrae y explota esas regiones. Económicamente tienen razón: no les conviene hacer el ferrocarril; pero patrióticamente nosotros tenemos razón y por lo tanto nosotros tenemos que hacer ese ferrocarril. Y como ese, hay que hacer el Ferrocarril de Nogales a California; y como ese, hay que hacer el Ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche o de Campeche a Santa Lucrecia; hay que hacerlos. Es por eso por lo que el Ejecutivo ha presentado dos iniciativas a las cámaras, siendo una de ellas la que ya está aprobada por el Senado y pendiente de dictamen es esta Cámara, para que se le autorice a que, como vaya pudiendo, de los fondos del Erario, sin siquiera fijar todavía millonadas que serían ilusorias, lo construya, y por eso no contesto al diputado Siurob, lo que nos costaría ese ferrocarril, porque no sabemos si se hará con treinta, con cuarenta, o con cincuenta millones de pesos, sino con las economías que podamos ir teniendo. Así pues, cuando esa nueva iniciativa venga, no veáis en ella alguna razón tétrica, de esas que el doctor Siurob atribuye siempre a los secretarios de Estado, o un ansia de lucro que se escupe en la cara contra un funcionario, suponiéndolo siempre capaz de no dar un solo paso sin ver cuánto se roba; cuando venga esa iniciativa y veáis que no se fija en ella cantidad determinada para la construcción del ferrocarril, no preguntéis por qué se incurrió en sea omisión; no imaginéis tramas o propósitos de futura política sobre esto; Pensad únicamente que no estamos en posibilidad de decir cuántos millones vamos a gastar, sino que los iremos gastando conforme vayamos pudiendo.

¿Por qué razón el Ejecutivo pensó tener el control de estos ferrocarriles? Sencillamente porque ya había estado pensando desde hace mucho tiempo eso mismo. Todo eso que aquí se ha hablado acerca de centralización, nacionalización, estadización, socialismo de Estado, etc., sale sobrando; aquí no se trata más que de esto: el Estado de Yucatán tiene el control de los Ferrocarriles Unidos de

Yucatán, es decir, está admitido ya este sistema que se llama más propiamente estadización, esto es, que tenga el Estado la propiedad o una participación en la propiedad de esos ferrocarriles; nadie la discute:no la discuten los yucatecos, ni la discute ningún mexicano, ni la hemos discutido nosotros en nuestros Ferrocarriles Nacionales, a pesar del despilfarro de millones que se hizo en la consolidación, porque era necesario hacerla. No; es necesario entender un poco las coas y no deslumbrarse con la palabra "centralización"; ya el diputado Palacios Moreno hacía la explicación de que centralización, en política es algo a lo que tenemos aversión; centralización fue la causa del primer intento de independencia de Yucatán en 1940; centralización es el fantasma que se nos pone por delante cada vez que se nos quiere hacer ver las consecuencias de un gobierno central; pero ferrocarrileramente, centralización no quiere decir más que un poco de mejor administración. Otro caso también; se dice: "Pero el Gobierno es muy mal administrador." Sí, señor, es el más malo de los administradores; pero así y todo, el Gobierno, en materia ferrocarrilera, es el único que puede ser buen administrador, porque es el único que puede compensar las pérdidas que es necesario tener en determinadas regiones, con las ganancias que se obtienen en otras. ¡No, señores! Yo leí desde el año de 1910 en que se publicó esta obra de Van Vagenen sobre la política ferrocarrilera de los Estados Unidos, y cuando todas, casi todas las naciones del mundo habían admitido ya que la propiedad de los ferrocarriles debe estar en manos del Estado, menos en los Estados Unidos, donde los Gould, los Harriman y los Rockefeller se defendían terriblemente contra esa política. Desde entonces el nombre de México se encontraba citado en esa obra como una de los países que ya habían admitido la propiedad del Estado sobre los ferrocarriles. Desde el año de 1910 se habían estudiado ya todos los problemas de la mala administración del Estado, y a pesar de ser mal administrador, se admitía que era necesario; desde entonces se trató en los Estados Unidos la cuestión de si los Estados de la Unión Americana se sentirían lastimados por la propiedad de los ferrocarriles en manos de la Unión, y eso estaba ya estudiado en este libro; no es de ahora cuando han surgido estas ideas. Por consiguiente, es imperdonable que no se distinga un poco entre lo que quiere decir el control ferrocarrilero y la administración de los ferrocarriles. Un ejemplo: nosotros administramos el Ferrocarril Mexicano, y no es nuestro, no tenemos el control sobre él; nosotros éramos dueños del Ferrocarril de Tehuantepec, y no lo administrábamos, lo estaba administrando Pearson; nosotros tenemos el control de los Ferrocarriles Nacionales, de las acciones de los Ferrocarriles Nacionales, y hasta el año de 1913 o de 1914, nosotros no administrábamos los Ferrocarriles Nacionales; el Estado de Yucatán tiene el control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán y no tiene la administración de ellos, sino directamente, por conducto de su junta directiva. Así pues, administrar un ferrocarril es una cosa; pero tener el control de ese ferrocarril es otra cosa distinta. Yo no dudo que al diputado García Vigil todo esto le parezca hasta elemental; pero por si acaso hubiere uno solo de los señores diputados a quien estas ideas contribuyeran a esclarecer sus conceptos, me creo obligado a verterlas. Así pues, tener la administración de los ferrocarriles puede ser malo,, pero no tiene nada que ver con el control; el control del ferrocarril consiste en tener determinados derechos de propiedad, de modo que nada más estemos seguros de que no pasará a manos de otra persona. El control sobre los Ferrocarriles Nacionales, óiganlo ustedes, como operación financiera es absolutamente absurdo; no nos conviene: la empresa está sobre capitalizada desde su nacimiento; sin embargo, tenemos nada más esta seguridad de que para hacer cualquiera alteración en la propiedad de esos ferrocarriles, no se puede llevar a cabo sino mediante el consentimiento del Gobierno, que es lo que se persigue. La administración la puede tener el consejo directivo, pudiendo ser que allí haya necesidad de emplear elementos extranjeros; pero la propiedad permanece en manos del Estado y, por consiguiente, está seguro, no de la administración de hoy no de mañana, sino del futuro de esos ferrocarriles. Por lo tanto, no hay que confundir: los Ferrocarriles de Yucatán son enteramente yucatecos, y no se trata sino solamente de ver que esa propiedad permanezca siempre en manos del Estado y que, por consiguiente, no pase a otras. Me váis a decir: "¿Pero es necesario hacer ahora la federalización de esos ferrocarriles? ¿Es necesario adquirir ahora esos ferrocarriles? ¿Es indispensable que sea en estos momentos?" A esas preguntas me he imaginado contestar, sólo con esta pregunta: ¿Qué se nos preguntaría, y de qué se nos haría responsables en el futuro, si después de hacer todos los esfuerzos posibles para unir la península, nos encontráramos con que más tarde no podemos adquirir esta empresa o que tenemos que hacerla a precios muchísimo más elevados? La responsabilidad era muy claramente del Ejecutivo, porque cuando debió haberla hecho, no la hizo. Cuando hable de las razones de política local, entonces veréis que es conveniente que esto se haga hoy; por ahora me limito a esto para pasar a las razones de política regional, pero desde luego os autorizo a no hacer caso de esas razones. Aun cuando no haya un kilómetro construído de ferrocarril desde Yucatán al Istmo, aunque no se pudiera llevar a cabo esta empresa, es indispensable que estos ferrocarriles estén controlados por la Federación. No es indispensable, no es absolutamente condición sine qua non el que se vaya a construir esa vía para que se haga la adquisición; también hay otras muchas razones para que eso se haga.

Paso a lo que yo llamo razones de política regional. En este caso, como en los otros, puedo asegurar a ustedes que cuando yo he visitado aquellas regiones nunca he visto ni con ojos de yucateco a Campeche, ni con ojos de campechano a Yucatán, ni con ojos de tabasqueño a Chiapas, ni con ojos de chiapaneco a Tabasco, ¡no! He visto sencillamente la necesidad de la región. Yo sé, o me imagino que entre las diputaciones de Yucatán, de Campeche, de Tabasco y de Chiapas, debe existir una gran cohesión, debe existir un gran espíritu de región y hasta, si fuera necesario, quizás

una inteligencia o un acuerdo en todos los asuntos que afecten a estos diversos Estados. No voy a hablar contra los yucatecos en favor de Campeche, ni voy a hacer uso absolutamente de ninguna de las razones de división y de cizaña, de esas que siempre me atribuye el diputado Siurob; voy sencillamente a mostrar las cosas tal como están.

En los momentos actuales, la red ferrocarrilera yucateca es primera y principalmente yucateca; de los mil y un pico de kilómetros que construyen esta red, apenas si unos treinta o cuarenta salen al Estado de Campeche; pero salen al Estado de Campeche. Campeche no vive como en los tiempos del pirata Lorencillo, por el mar, ni ejerce ni tiene ahora - como en aquellos tiempos- la hegemonía sobre Yucatán; los campechanos siguen saliendo mercantil y físicamente, para viajar, por Progreso, tienen que ir necesariamente a Yucatán para salir por Progreso; es más: de todos los viajes que pueden hacerse en aquella región, todos pueden hacerse por tierra, menos de Campeche hacia el Sur; es decir, que es indispensable ir a Yucatán siempre que se tiene que salir de Campeche. No quiero decir con esto que hasta ahora haya razones de demasiado peso para que los campechanos resintieran esta especie de subordinación económica; pero el hecho es que existe esta especie de subordinación económica de Campeche hacia Yucatán, supuesto que hasta en el sistema fiscal y circulatorio actual en que se mantiene Yucatán con el papel de la Reguladora, Campeche, que tiene también una extensa región henequera, necesariamente tiene que seguir exactamente la misma suerte de Yucatán; es decir, que por un momento vemos que hay cuando menos otro Estado que se surte por los ferrocarriles, que sale por esos ferrocarriles, y que, sin embargo, no tiene participación en esta empresa de ellos. Y si suponemos que más tarde se continuara el desarrollo de estas líneas, únicamente bajo el control del Gobierno de Yucatán, comenzarían a tener razón los Estados que atravesaran, es decir, Campeche, Tabasco y Chiapas, para que este sistema ferrocarrilero no estuviera controlado exclusivamente por Yucatán. Pero hay más: la tan discutida escritura de la Compañía de Fomento del Sureste a que nos hemos ya referido y a que nuevamente nos habremos de referir, esta escritura que estoy seguro no la ha leído el señor diputado Siurob, ¿la ha leído el señor diputado Siurob? Pregunto al señor diputado Siurob si ha leído la escritura de constitución de la Compañía de Fomento del Sureste.

El C. Siurob: Así como el señor licenciado Cabrera se negó a contestar cuando yo lo pregunté, me permitirá que me excuse también de contestarle.

El C. ministro de Hacienda y Crédito Público: Está muy en su derecho para no contestar; pero no por eso el argumento deja de hacer su efecto: no ha leído la escritura de constitución de la Compañía de Fomento del Sureste. Así pues, esta escritura de constitución que, dígase lo que se quiera, fue uno de los sueños más grandes que se tuvo respecto del desarrollo de esa península, nunca se pensó que se realizara exclusivamente para Yucatán; y tan no se pensó, que al organizarse la compañía, el Gobierno federal quedó con el cincuenta y uno por ciento; eso ya le he dicho; lo que no he dicho es que el general Alvarado, en su manifiesto a los pueblos del Sureste, al hablarles de la formación de la Compañía de Fomento del Sureste, especialmente hacía un llamamiento a los Estados de Campeche, Tabasco y Chiapas, para que ellos también tomaran participación y concurrieran a esta obra; se pensó desde un principio en que no tenía derecho Yucatán a ser el único que hiciera esa gran obra y el único en participar de los beneficios, y que era absolutamente indispensable que también fuesen convidados Campeche, Tabasco y Chiapas. En este manifiesto lanzado por el señor general Alvarado, que lleva hasta un mapa de los diversos tramos de ferrocarril que podían trazarse en aquella época, expresamente invitaba a los Estados de Tabasco, Campeche y Chiapas para que se unieran; está lleno enteramente el folleto de alusiones a estos Estados, pero solamente leeré unos renglones:

"A diferencia de las grandes empresas que antes se llevaban a cabo, con el impulso y el capital de unos cuantos privilegiados, la Compañía del sureste desea y es su propósito y su principal tendencia, que todos sus trabajos, todas sus empresas y todos sus esfuerzos estén dirigidos por la acción colectiva de los cuatro Estados a que me he referido. Con este fin, el gobierno de Yucatán, representado por mí, adquirió acciones por valor de cuarenta y ocho millones de pesos oro nacional, las que está autorizado para enajenar, conforme al decreto respectivo.

"Entendidos de esa manera los fines que la Compañía de Fomento del Sureste persigue, espero que el pueblo de los Estados de Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas dará desde luego su colaboración pecuniaria a los magnos proyectos, haciendo, al efecto, pequeños desembolsos con la adquisición de uno, cinco y diez pesos."

Está lleno enteramente este folleto de un llamamiento a todos los cuatro Estados para colaborar; pero no solamente era este llamamiento hecho en esta forma, sino que en la escritura de constitución de la Compañía de Fomento del Sureste, claramente se reservó el Gobierno de Yucatán un determinado número de acciones, que él no pensó subscribir y que era para que se subscribiera en los otros Estados. En la Compañía de Fomento del Sureste, cuando se organizó por primera vez, se subscribieron cien millones de pesos, de éstos se atribuyeron cincuenta y un millones al Gobierno federal, y ya vendré después a esta participación del Gobierno federal, para que la entendáis. Las acciones de dividieron en tres series: la serie A, que eran cincuenta y un millones; la serie B, que eran catorce millones, y la serie C, que eran treinta y cinco millones. La serie A fue atribuída íntegramente al Gobierno federal: cincuenta y un millones. La serie B fue atribuída íntegramente al Gobierno del Estado de Yucatán: catorce millones. La serie C tenía por objeto ser distribuída entre particulares, y es allí donde estaba reservada la participación de los otros Estados. Por eso el gobierno del Estado de Yucatán se quedó con treinta y cuatro millones más de acciones y los particulares de Yucatán subscribieron un millón; es decir, que Yucatán en esta compañía subscribió quince millones: catorce millones que subscribió el gobierno de Yucatán y un millón los particulares: quince millones; quedando catorce millones para ser subscriptos en los demás Estados del Sureste. Así pues, aquí no solamente estaba la Federación,

no solamente era una especie, como dijo el diputado Siurob, una especie así de regalo que le hacía el general Alvarado a la Federación, no; es que ahí estaba representado el interés de la Federación, el interés de cada uno de los cuatro Estados de que se trataba. Por lo tanto, la idea originaria de la Compañía de fomento del Sureste fué que todos tomaran participación en esta organización; no nada más el Estado de Yucatán había de ser el que hacía la empresa, cargaba con las responsabilidades y tenía los futuros beneficios. No, era necesario también que los otros Estados intervinieran; pero el manifiesto del general Alvarado lo dice claro, y no se trataba de los dividendos que se iban a cobrar por esas acciones; había algo muchísimo más arriba del interés de lucro al subscribirse esas acciones, que era la realización de la gran obra de unión de esos cuatro Estados con México. Así pues, el hecho de dar participación a los demás estados, no era la mezquina idea de darles también a ganar los centavos que ganaran con las acciones que subscribieron, no; había algo muchísimo más alto de lo que pudiera pensarse. Era necesario que una obra de esta trascendencia no fuese hecha por uno solo de ellos respecto de los demás, porque el Estado que la hiciera sería entonces el que ejerciera la hegemonía económica y política sobre los otros Estados. Era necesario que fuera una unión federativa de aquellos cuatro Estados; era que el principio de Federación, que desde el primer momento en que Yucatán se hizo independientemente, fué el único que reclamó como condición para unirse a México, había de continuarse cuando se tratara de unirlo a México, porque los que habéis leído la historia de Yucatán debéis saber que la única condición que puso el Estado de Yucatán a México para unírsele cuando se hizo independiente, fué que había de ser una república federal. Así pues, no podía entenderse de otra manera la unión ferrocarrilera y económica de Yucatán hacia México, sino también por el sistema federal, y el control de Yucatán sobre Campeche, de que ya se quejan los campechanos, y el futuro control de Yucatán sobre Quintana Roo, Tabasco y Chiapas, no sería cooperación, la unión de entidades iguales, que todas habrían de colaborar en esa obra. En la actualidad, si Yucatán reclama para sí, exclusivamente para sí el derecho de hacer esa obra, Yucatán está olvidando entonces uno de los principios que le sirvieron de base para hacerse independiente: el principio de igualdad dentro de la federación, porque es necesario que entendáis que en esta gran obra es necesario hacerla para los cuatro Estados; no es exclusivamente para Yucatán. Pero no creo que Yucatán nunca haya pensado en tal cosa; es que cuando se cree encontrar una razón en contra de determinada idea presentada por el Ejecutivo, hay que echar mano de cualquier argumento. Ahora que los Ferrocarriles Unidos casi no ocupan más territorio que el de Yucatán y no se extienden a más territorio que el de Yucatán, esto; pero pensad que nada más un solo kilómetro de ferrocarril sale de Yucatán, digo un solo kilómetro porque apenas son treinta y cinco o cuarenta los que salen de Yucatán, pero basta un solo kilómetro que salga del Estado de Yucatán, para que se piense que hay en el fondo una gran razón de justicia, para que no sea exclusivamente Yucatán el que controle esas líneas. Ahora que casi toda la institución se encuentra dentro de territorio yucateco, se ve injusto, parece injusto que se pretenda que estos ferrocarriles se federalicen, pero que en cuanto se piensa que este es el núcleo para la extensión de esos ferrocarriles hacia Quintana Roo, entonces ¿sigue bien en manos de Yucatán? ¿Y cuando pase más al Sur de Campeche, supongamos hasta Champotón y hasta el Oriente de la Laguna? ¿Y cuando se le suponga introduciéndose al territorio de Chiapas ya sea por Pichucalco o por Ocotzingo? Entonces ya no se piensa que debe ser exclusivamente Yucatán el que tenga que controlar esos ferrocarriles; entonces comienza el espíritu de federalización a trabajar y entonces se ve que los intereses de los cuatro Estados son los mismos y que los intereses de los cuatro estados tienen que ser iguales. No es echar a Yucatán contra los otros Estados; no es echar la opinión de los otros tres Estados contra Yucatán. Afortunadamente, en el seno de la Comisión hay un diputado tabasqueño y éste puede entender bien esas cosas; en los momentos actuales parece raro que por sólo treinta kilómetros, de mil y tantos que tiene la red ferrocarrilera, quisiéramos nosotros federalizar estas líneas pero ¿que se diría cuando ya no sean treinta, sino cien, doscientos o mil? Porque eso de los setecientos kilómetros del señor Siurob, es una cosa que está muy equivocada; son mil los kilómetros que hay que hacer y mucho el dinero que hay que gastar en el resto de la red. Por consiguiente, cuando el kilometraje de esos ferrocarriles sea cuando menos, con ramales y todo, tan extenso o más extenso en los demás Estados que en Yucatán, entonces, ¿qué se dirá? ¿Conviene o no federalizar esos ferrocarriles? Entonces se diría: Si hubiésemos pensado en federalizar esos ferrocarriles cuando todavía no era esta la situación, cuando toda esa red no estaba aún construida, no habría, tal vez, las dificultades técnicas de manejo de unos ferrocarriles respecto de los otros. ¿qué se pensará cuando- -caso que no creo que se ofrezca- resultara que Yucatán insensiblemente iba absorbiendo el poder económico de Campeche y el poder económico de Tabasco o iba invadiendo y explotando el Territorio de Quintana Roo, o iba siguiendo a Chiapas y fuera todavía el Estado de Yucatán el dueño de esa empresa ferrocarrilera? Entonces se pensaría, ¿por qué no se les habría ocurrido a aquellos gobernantes la federalización de estos ferrocarriles?

Porque sabed, señores, que aquí mismo se ha dicho, como uno de esos argumentos que se lanzan al ministro de Hacienda suponiendo que se va a quedar tieso y no va a poder contestar: ¿Por qué no mejor se le da la concesión a la Compañía de Fomento del Sureste para que haga el ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar? La razón es muy sencilla: porque la Compañía de Fomento de Sureste ahora es exclusivamente yucateca, y sería necesario que esa empresa fuera nacional; cuando menos sería necesario que concurrieran a ella los Estados de Tabasco, Campeche, Chiapas y el Territorio de Quintana Roo. Así pues, hay que ver un poso más allá; no sólo dentro del

espíritu - en el buen sentido de la palabra- orgulloso del yucateco que desearía continuar sus esfuerzos, sino que hay que ver también el porvenir de los otros Estados. Así pues, es indispensable que tengáis en cuenta no nada más que la red es ahora yucateca, sino que en el futuro, si vamos a dar forma a estos sueños, tiene que ser una red que interese a diversas entidades. Pero esto, señores diputados, ya estaba pensado; esta fué la razón de ser de la organización que se dio a la compañía de fomento del Sureste. Hoy mismo hablaba yo con el señor general Alvarado y recordábamos las condiciones en que esto se organizó; hoy mismo tuve ocasión de desenterrar uno que otro documento que no había yo podido tener a la vista y que siendo de la época preconstitucional estaban ya archivados como cosa que no es útil, y encontraba yo que desde un principio la autorización al general Alvarado tuvo por objeto precisamente el que participaran los demás Estados, que desde un principio se ideó dar el cincuenta y uno por ciento al Gobierno Federal, y esta era la idea madre, la idea principal desde un principio, aquella idea de darle el control y de pasarle, cuando él quisiera, esta línea al Gobierno Federal, era la idea fundamental de la Compañía del Sureste. Temo ser muy cansado, señores diputados.... (Voces: ¡No! ¡No!)

Volviendo a encontrar la cuestión de la Compañía del Fomento del Sureste, no quiero tampoco que se me llame otra vez rábula, porque afortunadamente hace mucho tiempo que no soy abogado; hace mucho tiempo que he colgado definitivamente los hábitos y los he colgado en éste periodo de revolución, porque considero que en estos tiempos no hay justicia en ninguna parte del mundo y que la función del abogado en momentos de revolución y de saneamiento social en que las razones para obrar son considerablemente más altas que los postulados generales de las leyes, es una labor muy pobre y mezquina y no será en esta labor en la que yo gane el pan. (Aplausos.) No quiero argüir sobre la interpelación de esta o la otra cláusula de la escritura de la Compañía de Fomento del Sureste; quiero simplemente decir a ustedes que esta compañía, organizada especialmente con un objeto exclusivamente vasto, muy vasto, que se consideró siempre como un sueño; esta compañía, al no cambiar de objeto, no puede cambiar radicalmente ni legalmente el plan que se había trazado. Explicaré: el objeto de la Compañía del Sureste tan vasto como se enuncia en la escritura de organización, no ha sido reformado hasta ahora. La primitiva escritura de organización de la Compañía de Fomento del Sureste lleva fecha de mayo de 1916.

Recordad, señores diputados, cuáles eran las circunstancias en mayo de 1916; revivid las épocas pasadas, no las veáis como las veráis ahora en el régimen constitucional, tranquilamente esperando a que el Gobierno fracase o no fracase a que éste se vaya para que venga otro; recordad que en mayo de 1916 eran los momentos más críticos de nuestras relaciones con los Estados Unidos durante la expedición de Pershing, que eran los momentos en que todo soldado mexicano sabía que de un momento a otro tendría que prepararse para morir, porque no había ni siquiera la oportunidad de matar. En mayo de 1916 el general Alvarado, antes lo he dicho, desde Yucatán sentía la rabia de la impotencia ante los hechos, ante el aislamiento de Yucatán, y no encontraba más manera de resolver las cosas que poner toda la mayor distancia que fuera posible entre la orilla del mar y el lugar donde se encontraran nuestros elementos y nuestras ciudades, y procurar construir cualquier cosa para poderse comunicar con el centro. Fué esta situación la que independientemente de su carácter de hombre activo le hizo pensar en hacer esta obra cueste lo que cueste, y fuera como fuera. Cuando sepáis que para hacer estas obras se pensó hasta en destruir francamente todo lo que hubiera de ferrocarriles en Yucatán con tal de tender esos rieles para el Sureste; cuando sepáis que para hacer esto no se tuvo ningún empacho en tomar el dinero de dónde lo hubiera; entonces comprenderéis la urgencia del caso. En el año de 1916 el general Alvarado recibió autorización del Primer jefe del Ejército Constitucionalista para proceder a construir, ¡como quien dice nada!, para proceder a hacer una obra de gigantes; pero era necesario obra, hacer algo; el general Alvarado recibió en el mes de abril de 1916 esa autorización del Gobierno Federal para hacer la construcción, y con esa autorización es con la que compareció en la escritura de organización de la Compañía de Fomento del Sureste a organizar esa Compañía. Dice la Escritura:

"SALVADOR ALVARADO, de treinta y cinco años de edad, casado, gobernador y comandante militar del Estado y general en jefe del cuerpo de Ejército del Sureste, quien comparece en representación del Gobierno Federal, en virtud de autorización que le concedió el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del poder Ejecutivo de la Nación, con fecha quince de abril del año en curso, y también comparece en representación del gobierno del Estado de Yucatán, conforme al decreto de fecha primero del presente mes, publicado en el "Diario Oficial" de fecha del día de hoy...."

El general Alvarado estaba, pues, autorizado también por el Estado de Yucatán para hacerlo; no porque él iba como soldado y comandante militar a hacer aquello, sino también autorizado por el Gobierno de Yucatán. Pero vamos a suponer que se atribuyó estas facultades, que se las arrogó, que él nada más de su motu proprio quiso hacer este esfuerzo; que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista - que al fin era la época preconstitucional y no estaba en condiciones de hacer otra cosa- le daba sencillamente una autorización para hacer esa magna obra con ese decreto, y con esa autorización del Ejecutivo procedió a la organización de esta Compañía. Esa autorización del Ejecutivo dice lo que voy a leer, y suplico a ustedes no crean ni por un momento que trato de ser abogado, ni que trato de sembrar la primera semilla para reclamar mañana o pasado la nulidad de esta Compañía; no, la leeré con espíritu revolucionario, atendiendo a las circunstancias del momento, pues y claro, con espíritu de rábula ya se podría mañana o pasado decir que el general Alvarado no tenía facultad para hacer esto a aquello; pero los hechos y la gran necesidad, la gran ley de la necesidad hacen que cualesquiera que fueran los defectos de esas autorizaciones, esto sea una grande obra.

"Esta Primera Jefatura, teniendo en consideración que son de urgente necesidad en la península yucateca cierto número de obras de utilidad pública, que no pueden en la actualidad ejecutarse y administrarse directamente por el Gobierno del centro, en la vista de la dificultad de las comunicaciones y de la consiguiente escasez de fondos del Erario federal, ha tenido a bien autorizar a usted, en su carácter de gobernador del Estado de Yucatán, para que disponiendo hasta de la suma de diez millones de pesos, oro nacional pueda proceder, bajo su vigilancia y responsabilidad, a la ejecución de las obras del muelle de Progreso; instalación de terminales y tanques para proveer de petróleo combustible a la península yucateca; construcción de un ferrocarril que una el Estado de Yucatán con el Istmo, y establecimiento de una línea de navegación en el Golfo para el servicio de la península."

No os riáis de la suma, porque no teníamos ni idea de lo que era necesario gastar. Casi nada. Esto ahora parece risible, como muchas cosas que a muchos de los que no han sabido lo que fué esta revolución, ahora les parecen muy fáciles; ahora si ya se puede hablar de aquel tiempo, juzgándolo con toda severidad; cuando se vivió en aquella época, había que juzgar. El ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, en abril de 1916, decía al general Alvarado: "Gaste hasta diez millones y proceda usted a la ejecución de estas obras," ¿De dónde podía obtener fondos el general Alvarado en aquella época? De Yucatán. Es cierto, Yucatán ha salvado a la Revolución pecuniariamente; Tabasco daba hombres y más hombres que iban a morir a Tampico, que iban a morir a Celaya, que iban a morir a todas partes; probablemente no hay un Estado de la República que haya dado más hombres que Tabasco, relativamente a su población. Tabasco daba hombres; Sonora daba mucha sangre, Chihuahua daba mucha sangre, todas daban mucha sangre, todos sufrían muchos perjuicios; Yucatán dio mucho dinero, es cierto; hay que reconocerlo, hay que ponerlo en la balanza, no en el otro platillo, sino en el mismo platillo donde estaba la sangre de los demás hermanos. ¿De dónde habían de salir los fondos? No había otra fuente más que Yucatán en esos momentos.

"Esta Primera Jefatura, teniendo en cuenta que los gobiernos de los Estados, ya sea que ejerzan por medio de gobernadores o por autoridades militares con mando en la región donde operan, no son en substancia más que meras delegaciones de la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, y que, por lo tanto, en los actos de administración ejecutados por esos gobernadores o comandantes militares ejercen funciones propias del encargado del Poder Ejecutivo.

"Que en ciertas regiones alejadas del centro o carentes de fáciles vías de comunicación se hace necesario, para la más eficaz administración, investir a los comandantes militares o gobernadores de los estados de una suma de facultades suficiente para desempeñar debidamente su cometido;

"Que especialmente la Península Yucateca, considerablemente alejada y privada de comunicaciones fáciles, necesita, en vista de su gran importancia, una acción administrativa rápida y eficaz, que no podría lograrse sino sobre la base de una suficiente autorización para que sus gobernantes puedan obrar eficazmente; y

"Considerando esta misma Primera Jefatura, por último que las condiciones económicas de la península yucateca difieren considerablemente de las del resto del país, ha tenido a bien recordar se autorice a usted, en carácter de gobernador del Estado de Yucatán, para que emita un empréstito hasta por la suma de cuarenta millones, oro, con garantía de los recursos de los Estados de Yucatán y Campeche, que esta Primera Jefatura designe, destinando los fondos de dicho empréstito a las diversas obras de utilidad pública y demás fines que la misma Primera Jefatura comunica a usted por oficio de esta misma fecha."

No, no hay que juzgar estas obras a la luz de las circunstancias actuales; hay que verlas como eran. Estas eran las épocas en que el general Aguilar tomaba posesión de la cartera de Relaciones, en que el general Treviño recibía ordenes de batir a Pershing si éste avanzaba; en que el general Obregón discutía con Scott en Ciudad Juárez; medios imposibles de salir de aquella situación. Entonces había que hacer cualquiera cosa, y la única riqueza de que se podía disponerse entonces, era la del Estado de Yucatán. Por eso es que fué el Estado de Yucatán el llamado a esta obra, porque sus condiciones económicas eran distintas a las nuestras; porque económicamente Yucatán no había sufrido; porque económicamente Yucatán estaba integro; porque físicamente Yucatán no estaba desangrado, y era necesario que ayudara. Después de la toma de Puebla, en 1915, cuando definitivamente quedó a cargo del general Obregón la campaña contra Villa, el general Alvarado quedó desocupado, se le enviaba al Sureste de México; y este hombre de tan explosivas actividades, se quejaba conmigo de lo que condenaban a la inacción militar, porque lo enviaban a un lugar en donde no había nada que hacer, en donde "ni siquiera había entrado la Revolución"; y entonces recuerdo haber dicho estas palabras al general Alvarado: "No; es que a usted lo mandan a organizar la reserva económica de esta Revolución; es que a usted lo envían a que organice en aquellas regiones la reserva que ha de salvarnos y que ha de servirnos para triunfar." Y allá fué con ese espíritu: tengo de él una carta, que desgraciadamente no pude encontrar, en donde me decía: "Tenía usted razón, esto es considerablemente más importante para el triunfo de nuestra Revolución,. que lo que yo había supuesto; estoy organizando las reservas económicas de la Revolución." Cuando se vuelve la cara atrás, ¡qué lejos parecen los tiempos y qué grandes parecen las obras! Cuando llega el momento del triunfo y de la quietud, ¡cómo crecen las responsabilidades! ¡cómo se inflan las envidias! Ahora, ha muerto el carrancismo; ahora, el general Alvarado ya no es nada; ahora ya no es nada; ahora ya no reconocemos, ya no queremos reconocer ningunos de los méritos que se hicieron en aquella época. Ahora olvidamos las causas originales que guiaron a los hombres al comenzar la tarea; pero hay que remontarse y volver a vivir la vida que vivimos en aquellas épocas para entender cuál fué el verdadero objeto, cuál fué el verdadero alcance de estas obras.

Aquella escritura - descendamos a la prosa

rabulesca-; aquella escritura, que lleva fecha 3 de mayo de 1916, así por curiosidad les diré la nota que yo llamo más injuriosa que los Estados Unidos hayan enviado a México, llevaba aproximadamente esa misma fecha y que la nota diplomática más vigorosa, pero más peligrosa, que México haya enviado a los Estados Unidos, llevaba fecha 22 de mayo; esta escritura de fecha 3 de mayo de 1916, decía lo siguiente:

"Cláusula II. El objeto de la sociedad es emprender y desarrollar todas las obras de utilidad pública que tiendan a fomentar la región del Sureste de la República Mexicana. Especialmente la compañía tendrá por objeto: Primero: la construcción y explotación de una línea férrea que, partiendo de una población de Yucatán o de Campeche, que determine el consejo de administración, y según los planos que al afecto se levanten, atraviese los Estados de Campeche, Tabasco y Chiapas, hasta entroncar en la línea de Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, en el punto denominado Santa Lucrecia, o en el que determine el consejo de administración, añadiendo los ramales que se crea conveniente, a fin de que la línea férrea de que se trata, preste toda la utilidad posible. Segundo: La inmediata realización de las obras del puerto de Progreso, comprendiendo en estas obras todas las necesarias para convertir esta ciudad en un puerto dotado, en lo posible, de todos los adelantos modernos, incluyéndose las estaciones terminales del ferrocarril. Tercero: La introducción y venta del petróleo y sus productos en la región del Sureste de México. Cuarto: El establecimiento de líneas de navegación que unan Progreso con los puertos del Golfo de México que se estime conveniente, adquiriendo, si fuere necesario, los buques indispensables para tal efecto. Quinto: La exploración de petróleo en la región del Sureste de México, y es su explotación, si el consejo de administración lo creyere conveniente, en vista del resultado de las exploraciones científicas que al efecto se efectúen. Sexto: La adquisición y explotación de cualesquiera vías férreas y obras semejantes, cuya adquisición sea necesaria o conveniente para los fines que esta compañía persigue. Séptimo: La realización de cualesquiera actos de comercio que estén ligados directa o indirectamente con el objeto de esta compañía."

Este era el objeto de la sociedad. Nunca se pensó decir que Yucatán fuera el que lo hiciera exclusivamente, y no porque entonces se pensara en que esto fuera un día manzana de discordia; sino porque era demasiado fuerte la carga y demasiado grande la responsabilidad para aquel Estado, y por eso el general Alvarado, en representación del Poder Ejecutivo, con esas dos autorizaciones únicas a que he dado lectura, nada más con esas, organizó esta sociedad e hizo al Gobierno federal subscribir cincuenta y un millones de pesos de acciones y al gobierno de Yucatán subscribir cuarenta y ocho millones de pesos de acciones, e hizo a unos cuantos particulares yucatecos que quisieron de buena voluntad ayudarle, subscribir a un millón de acciones de los cien millones en que se dividió la sociedad. Se ve desde luego, por la proporción noventa y nueve por ciento del capital oficial, por uno por ciento de capital privado que la empresa no era para los particulares, que la obra era verdaderamente de romanos y que, por consiguiente, sólo el Estado podía hacerla. ¿Pero este objeto de la sociedad se reformó después? No. La segunda escritura, que un año exactamente después, el 22 de mayo de 1917, se firmaba reformando esta escritura, no reformaba el objeto. No voy a argumentar aquí si la cláusula final de la escritura de 1917, en donde dice que todas las demás cláusulas quedan vigentes y, por consiguiente, que el Gobierno Federal se reserva a adquirir todo el capital social etc., en todo caso que, como abogado, me encontraría yo muy fuerte, como estadista debo dejarlo a un lado. El objeto de la sociedad no había sido reformado; el capital social no pudo ser pagado; el Gobierno Federal no subscribió el capital social, es decir, lo subscribió, pero no lo pudo pagar. (Voces: ¡Ahí está) "Ahí está", contestan los del pro. "Ahí está; no pagó, por consiguiente, ya no valen las demás cláusulas en que el Gobierno Federal se menciona," Esa es discusión que, si acaso, podría resolver - como dije en otra ocasión-, La Suprema Corte; pero vosotros no tenéis necesidad de pensar mucho en el objeto de la sociedad, que era un objeto trascendental en que iba expuesto el porvenir de cuatro Estados y del Territorio de Quintana Roo; permanecía el mismo; las causas eran las mismas; la política tenía que seguir siendo la misma.

Encontré por casualidad un telegrama del general Alvarado, dirigido a mí, de fecha 6 de mayo de 1916, en que, después de firmarse la escritura de organización de la Compañía del Sureste, me decía con entusiasmo, para que lo hiciera del conocimiento del primer jefe, que había quedado organizada esa sociedad y en ese telegrama se encuentran palabras que indican claramente que desde un principio, el Gobierno Federal, o sea el general Alvarado, en representación del Gobierno Federal, no pensó que pudiera pagar esos 51 millones. ¿A quién se le ocurre que el Gobierno federal hubiera estado en situación en esos momentos, de aportar 51 millones de pesos para esa obra, si no es tomándolos de los mismos recursos de los Estados, si hasta en la actualidad el dinero con que podemos comprar ese ferrocarril, son precisamente los recursos federales de esos Estados?

"Con gran satisfacción comunico a usted que ha quedado organizada la Compañía del Sureste de México, S. A., con capital de cien millones oro nacional, del cual el Gobierno federal subscribe cincuenta y un por ciento y el público cuarenta y nueve por ciento. Lo que corresponda al Gobierno federal será cubierto por el Estado con cargo a cuenta especial que se abrirá. El Gobierno nombrará presidente y seis consejeros, y el público, vicepresidente y cuatro consejeros. El Gobierno federal tiene en absoluto el control, dirección y la facultad expresa de tomar en cualquier tiempo los negocios de la compañía, pagando a los accionistas el valor material de su representación. Le suplico informar al Jefe. Por correo, acta de constitución y detalles.

"Salúdolo afectuosamente,- El general en jefe, S. Alvarado."

Desgraciadamente, no he encontrado en mi correspondencia sino estos cuantos telegramas que han quedado en mi correspondencia privada, y no he podido traer más, ni creo que sea necesario más

para ilustrar este debate. Uno fué el pensamiento original; la escritura de un año después, no reforma el objeto, no reforma la cláusula XXVII, no reforma la cláusula XXXII; y éstas quedan subsistentes, porque no vamos a escudarnos tras de un olvido de la reforma de una cláusula; cuando no se forman cláusulas tan trascendentales, como son aquellas en que se aplica al Gobierno federal la facultad de tomar el capital social de la Compañía del Sureste, y aquella otra en se dice que cuando se adjudique al Gobierno federal se seguirán procedimientos de liquidación distintos. Cuando cláusulas de esta naturaleza tan importante no se reforman, ¡puede haber un criterio, ya no diré de rábula, pero ni siquiera de abogado (Risas.) que pueda admitir que el solo silencio de una escritura social en estas materias debe interpretarse como derogatoria? Aquí se nos argumenta que no siendo ya accionista el Gobierno, quedarán derogadas tales a cuales cláusulas por el hecho de no ser accionista, y no ser accionista de una sociedad anónima, es decir, de una sociedad en que los que la constituyen borran su personalidad. ¿Por qué decir que por el solo silencio debemos interpretar derogadas ciertas cláusulas? No tiene absolutamente explicación una interpretación de esta naturaleza; pero el argumento, que sí es decisivo, no es el técnico, no es el jurídico, es el revolucionario, es el histórico, es el de la época en que se constituyó, el que nos enseña cómo surgió esta sociedad y cómo continuó.

Ahora vamos a hacer historia de la Compañía de Fomento del Sureste; aquí tal vez me sienta un poco cohibido por ver en las tribunas miembros de la Junta Directiva de esa sociedad y hasta directores de periódicos que han tomado muy activa participación en esta obra; pero una que otra palabra en honor al esfuerzo con que han trabajado, será lo único que pueda yo decir a cambio de las durezas que tuviera yo que decir respecto de la administración de esta compañía. Más bien dicho, no se necesita decir nada en contra de la Compañía de Fomento del Sureste, nada más que de todas las obras que se propuso llevar a cabo con cien millones y que después insistió en llevar a cabo con cinco millones, no ha llevado a cabo realmente más que una, pero una obra que vale realmente los cinco millones. Digo vale, en el sentido literario de la palabra, no en el sentido económico: la provisión de petróleo a la península yucateca. Vosotros, los que conocéis Yucatán, ya sabéis lo que es aquello; vosotros, los que no habéis ido a Yucatán. (Risas.) no podéis saber lo que es el problema del combustible, donde lo que se llama monte y se corta para alimentar a las calderas de las máquinas, es lo que aquí llamamos "varejón", donde sólo debido a la tremenda exuberancia de la naturaleza y del clima, es posible encontrar año por año un poco de leña, que muchas veces no excede de una pulgada de diámetro siquiera. Los que hayáis visitado siquiera por una curiosidad turística las ruinas de Uxmal y de Chichen - itzá, como yo las he visitado, podréis ver qué tremendo es el problema del combustible en esos ferrocarriles, que llegan a determinado extremo, y todavía hay necesidad de traer leña de grandes distancias, y esa leña está muy lejos de satisfacer las necesidades; que no hay absolutamente en Yucatán más combustible que esa leña y tiene que bastar para todas las necesidades y muy especialmente para la gran necesidad del combustible que se llama el manejo de las desfibradoras, porque el que tiene un tren de raspa, no puede trabajar el tren de raspa sin el combustible; el tren de raspa se llama a la maquinaria que sirve para sacar la fibra de las pencas. Lo digo para las personas que no han estado en Yucatán. (Risas.) El problema del combustible en Yucatán es ahora un problema de la comunicación ferrocarrilera y por eso la Compañía de Fomento del Sureste tiró una gran cantidad de dinero, y diré, bien tirada, en exploraciones petroleras. Por eso gastó una considerable suma en el establecimiento de la estación terminal, que es sencillamente los tanques de unos 55,000 barriles y la planta de bombas. Naturalmente, si el señor Siurob ha estado en Tampico o en alguna región petrolera, podrá conocer lo que es una terminal petrolera. A la terminal petrolera de Yucatán, humilde, pequeña, insignificante como parece para el tremendo esfuerzo que se empezó a hacer para ella, hay que hacerle justicia; comienza a satisfacer las necesidades de combustible. No es el petróleo todavía sumamente barato, no hay compañía petrolera que pueda poner el petróleo barato en Progreso, porque como muy bien dijo el C. Siurob aunque no ha ido a Yucatán, los barcos de cierto calado anclan cinco millas lejos del puerto y no por culpa de los gobiernos, ni por la culpa de ninguno, sino por culpa del subsuelo y de la costa, que es excesivamente baja; por consiguiente la descarga del petróleo tiene que hacerse o por chalanes o en barcos muy pocos calado, para que pueda funcionar la planta de petróleo; esta obra, la alimentación de petróleo de la península yucateca, es una de las más trascendentales y ni una palabra se ha dicho aquí acerca de ella y, sin embargo, yo creí que la adquisición de esta terminal petrolera era la que iba principalmente a suscitar objeciones, ¿por qué? Porque aparentemente esta terminal petrolera no abastece más que a Progreso y, por consiguiente, no afecta más que a la región henequenera, y que, por consiguiente, sería motivo de objeciones. Pero debo decir únicamente una sola palabra a este respecto: si se piensa adquirir los ferrocarriles, tiene necesariamente que adquirirse el control del combustible, porque no hay otro combustible, porque ese es el único combustible que puede enviarse de México a Yucatán. ¿Qué otra cosa ha hecho la Compañía de Fomento del Sureste? En un momento de muy grave dificultad abastecía de artículos de primera necesidad a la península.

Comenzó por abastecer a Yucatán a bajos precios, pero es natural, siempre que en una empresa que es lógicamente de particulares, como es el comercio, la compra y venta de articulos de primera necesidad, pasa a manos del Gobierno o a manos de autoridades, es una empresa que se corrompe. No tiene la culpa los gerentes, ni nadie; son los hechos los que necesariamente hacen que el Estado, mal administrador en algunas cosas, sea un pésimo abastecedor, cuando se mete a comerciante, un pésimo comerciante y sobre todo, un muy tiránico comerciante; por consiguiente, en cuanto a la Compañía de Fomento del Sureste empezó a competir con los comerciantes de Yucatán, se sintió

el inconveniente de que ampliara sus labores, pero cuando empezó a competir con los comerciantes de Campeche, de Tabasco y de Chiapas y hasta con los comerciantes del Istmo, ya en el Estado de Veracruz, en Coatzacoalcos, o ya en el de Oaxaca, entonces se vió la inconveniencia de que la Compañía de Fomento del Sureste hubiera emprendido en negocios mercantiles y entonces fué cuando comenzó a tener una cierta resistencia, una cierta oposición. No sé si haya ganado o perdido en esos negocios, lo que sé es que la iniciativa privada de todos esos Estados con un competidor como era la Compañía de Fomento del Sureste, llegó a maldecir verdaderamente a la Compañía de Fomento del Sureste y de paso el papel de la Reguladora, porque la Compañía del Fomento del Sureste operaba con el papel de la Reguladora; eso es capítulo aparte. La Compañía de Fomento del Sureste en este momento tiene en su activo algunas cosas que valen la pena. Voy a dar lectura a lo que constituye el activo de la Compañía de Fomento del Sureste:

"Ferrocarriles Unidos de Yucatán: 12,758 acciones, con valor nominal de mil pesos cada una, y costo de $1,793,215.39

Banco Refaccionario: 5,555 acciones con valor nominal de cien pesos por acción, $555,500."

(Esto entre paréntesis, es un buen negocio, pero no es un Banco Refaccionario.)

"Mexican Importing and Exporting Co., mil acciones de a cien dolares cada una, en oro nacional, doscientos mil pesos." Este también es buen negocio, pero no es de la Compañía de Fomento del Sureste.

"Compañía Editora "La Azteca, valor de 595 acciones de cien pesos cada una: $59,500.00." Este es mal negocio, como todo negocio editorial en un país en que leemos tan poco.

"Compañía Peninsular de Consumo: 1,000 acciones de a cien pesos cada una: cien mil pesos." Esto no sé lo que es.

"Bonos de la Libertad: Inversión por dólares tres mil, seis mil pesos". Esto propiamente no debe estar en el activo, sino que fué un gasto que la Mexican Importing and Exporting Co., como todo el que tenía un centavo en Bancos de los Estados Unidos, tenía que hacer comprando bonos de la Libertad. Es una especie de subscripción que había que hacer.

"Timbres americanos de guerra: Valor de los comprados: 1,697 pesos." Esto tampoco debía estar en el activo, porque son gastos hechos, aunque aparentan inversiones en timbres americanos de guerra, lo que se llama en ingles war saving stamps.

"Compañía de Transportes de Progreso: Valor de acciones: 4,000 pesos." Esta Compañía de transportes de Progreso puede que valga los cuatro mil pesos, pero es uno de los problemas, uno de los verdaderos problemas que son la causa de lo que decía el diputado Siurob, tocando la flauta por casualidad... (Risas.)

El C. siurob: ¡Vaya, por fin!

El C. Secretario de Hacienda y Crédito Público, continuando: a saber, que costaba más el flete desde el barco hasta Progreso, que de New York hasta cinco millas fuera del puerto, a causa de esta Compañía de transportes que no ha podido organizarse debidamente.

"Departamento de Petróleo: Un millón, setecientos catorce mil, seiscientos ochenta y ocho." Esto, aunque los malquerientes del ingeniero Rolland, hayan dicho que ellos podrían haber hecho esto con medio millón de pesos, la verdad es que, cueste lo que cueste o haya costado lo que haya costado, esto vale lo que sea invertido en él.

"Departamento Mercantil": Este departamento a que antes me he referido: "Un millón, ciento treinta y ocho mil quinientos pesos".

De los renglones importantes, sacando después casas y terrenos, muebles y útiles, corresponsales, etcétera, estos son los que merecen mención. De estos renglones, si el Gobierno federal quisiera adquirir la Compañía de Fomento del Sureste, realmente no le interesarían más que tres: los ferrocarriles Unidos de Yucatán, el Banco Refaccionario, - por causas muy distintas, no porque sea un buen negocio, sino porque tiene una existencia un poco irregular-, y la Terminal de Petróleo. Esta es la situación de la Compañía de Fomento del Sureste. La Compañía del Fomento del Sureste, tarde o temprano tendrá que desaparecer y fundirse probablemente en la Reguladora. La Compañía de Fomento del Sureste, no tiene, supuesto que no puede llevar a cabo su obra magna, no tiene razón de existir; tiene, sí es cierto, pedida una concesión para que se le permita tender la línea ferrocarrilera de que tanto se ha hablado, de Yucatán al Istmo, pero el Gobierno federal en esta materia -y aquí contesto con toda franqueza la interpelación, aunque a mí no me corresponde, sino al secretario de Comunicaciones, a quien le ha sido hecha por el señor diputado Franco-, se propone que en esta materia de grandes líneas ferrocarrileras, sobre todo que tiene esta importancia trascendental, no sean los particulares los particulares los que las construyan. Es política del Gobierno mexicano variar y apartarse considerablemente de los conceptos de 1899 y entrar dentro del criterio moderno al cual también están entrando los Estados Unidos, no como dice el Señor Siurob que ya abandonaron esa política, entrar dentro del criterio moderno en que casi todas las naciones del mundo han entrado, el de la propiedad de los ferrocarriles por el Estado. Así pues, la construcción de una línea de esta importancia, no podía dejarse a un particular, ni aun cuando ese particular se llamara la Compañía de Fomento del Sureste, y no se da a un particular, porque es contrario exactamente a la línea de conducta ferrocarrilera que tiene trazada el Ejecutivo, sobre todo en estas épocas de absoluta falta de crédito en que resultarían costosísimos todos los ferrocarriles que trazara y construyera y no se le da a la Compañía de Fomento del Sureste, supongo yo -y aquí debo hacer una salvedad, porque no deseo comprometer la opinión del señor secretario de Comunicaciones-, no se la da, o, en mi opinión, no debe dársele a la Compañía de Fomento del Sureste, porque la Compañía de Fomento del Sureste es ahora exclusivamente yucateca, mientras que esta línea es de interés para diversos Estados de la República y de gran interés nacional. Por consiguiente, está contestada la pregunta de por qué no le dan a la Compañía de Fomento del Sureste esa línea; por esa razón.

Si pues, falta ahora el objeto, tiene necesariamente

que reducir sus tendencias, y la compañía de Fomento del Sureste tendría que reducirse o a continuar como empresa mercantil, o, a continuar como empresa bancaria, o a continuar como empresa de abastecimiento petrolera únicamente; en fin, reducirse a cualquiera de los otros renglones o a ser una mera compañía importadora o exportadora. En estas condiciones la Compañía de Fomento del Sureste no es esa compañía que aquí les habían pintado en la cúspide de su éxito, no es una compañía que esté -como decía el diputado... entiendo que el diputado García Ruiz- en condiciones de no querer vender las acciones. Es una compañía que está en condiciones, y esta sí es política sabia la que se hiciera liquidándola desde luego, porque el Gobierno federal en vez de pretender liquidarla él mismo, simple y sencillamente pretende que esa compañía la venda estos dos renglones de su activo y después proceda a liquidarse para evitarse el trabajo de comprar también el activo del Banco Refaccionario, de la Mexican Importing and Exporting Company, etc., los Bonos de la Libertad, los timbres americanos de Guerra, la Compañía de Transportes de Progreso, etc., etc.

El Gobierno federal prefiere, pues, pedir los dos renglones que le interesan.

Casi he concluído y sólo me quedaría tratar otros puntos que yo llamo especialmente de política local. Se considera que quitar los ferrocarriles a Yucatán, es un mero acto de despojo; se considera que estos ferrocarriles en nuestras manos, serían un desastre, y para eso se ha abusado de la comparación con los Ferrocarriles Nacionales de México. Yo no vengo ni a defender ni atacar la administración del señor Pescador en los Ferrocarriles Nacionales, porque no la conozco; porque es una administración que se originó en una época extra constitucional de tremendas dificultades y que aun cuando ya estemos en pleno régimen constitucional, los ferrocarriles siguen volando y tienen muchas dificultades; por consiguiente, no hay que juzgar la administración de Pescador o cualquiera otra administración de ferrocarriles en la Mesa Central, con los ojos del ferrocarrilero estricto, que pide que el costo del transporte por kilómetro deba de estar dentro de tal o cual coeficiente; sino que es necesario ver las condiciones en que nos encontramos. Pongan al mejor ferrocarrilero en una extensión, digamos, de cinco mil millas, con un por ciento de posibilidades de interrupciones ferrocarrileras y destrucción de material rodante que no admite cálculo de ningún género, y entonces, cuando se juzguen las condiciones del país en los momentos actuales, a pesar de que sean constitucionales, en fin, cuando se juzgan de una época en que nosotros estamos dentro de la Constitución, pero vuestros enemigos están perfectamente fuera de la Constitución y, por consiguiente, con el pleno derecho de seguir interrumpiendo las vías; cuando se sepa, como dijo desde aquí el diputado Méndez, que en dos o tres semanas hubo necesidad de gastar un millón de pesos para reparar inmediatamente cierto número de kilometraje, que por el sólo olvido de una máquina en manos del enemigo, fue levantado a veinte kilómetros por hora, entonces se podrá juzgar de la administración ferrocarrilera; por ahora, señores diputados, no imputéis nada a los Ferrocarriles Nacionales. Me diréis: "Tampoco juzguéis a los Ferrocarriles de Yucatán," Yo os digo: "No; si el diputado Siurob hubiera estado en Yucatán, habría sabido lo que sabe el diputado Bolio, pero que por figura poética olvida; es a saber: que en Yucatán no hay ni un túnel, ni un puente; (Risas Aplausos.) el terreno es perfectamente plano y la construcción de líneas allí es perfectamente fácil, porque el terraplén lo hizo la naturaleza con su costra de piedra calcárea de que está formado todo Yucatán y que hay que abrir con dinamita cada vez que tiene que sembrarse un árbol o plantarse una mata de henequén y que, por consiguiente, no hay más puentes que pasar, si acaso, que por alguno de recreo sobre un cenote; ni hay más túneles en que internarse, que la entrada de algunos cenotes, cuando van a bañarse de placer. (Risas.) Y los Ferrocarriles de Yucatán son el ejemplo único ferrocarrilero que yo conozco en el mundo, de las líneas más sencillas; de las líneas más fáciles, más planas y más parejas que puede haber; pero sobre todo, que allí no hay rebeldes que vuelen; (Risas.) que allí está todo en paz; allí no hay rebeldes que hagan volar trenes. Hago la rectificación, porque para amenizar, diré que ayer o antier un diputado de Yucatán decía que la Compañía de Ferrocarriles le había prestado a la Reguladora tres millones de pesos, y alguna persona vino y me dijo: ¿Cómo es que no nos había usted dicho de que la Compañía de los Ferrocarriles le había prestado a la Reguladora tres millones de pesos?" Y le dije: "Es que en Yucatán prestar significa lo uno y lo otro.... (Risas.) De manera que se dice prestar, por tomar prestado, y prestar por prestar." A eso se debe mi confusión. Los Ferrocarriles de Yucatán no tienen ninguna de las razones de inseguridad en su administración y en su manejo, que tienen todos los demás ferrocarriles, especialmente los que bajan de la Mesa Central a la costa. Los ferrocarriles de Yucatán no pueden absolutamente admitir comparación con los Ferrocarriles Nacionales, porque las condiciones de aquella región son distintas -me refiero desde el punto de vista de rebeldes-, y porque las condiciones desde el punto de vista topográfico del terreno, son totalmente diferentes. He oído aquí una comparación entre la red ferrocarrilera guatemalteca y la red de Yucatán, y digo que la red ferrocarrilera guatemalteca es considerablemente más difícil en su manejo y más delicada en su estructura, que la red yucateca; que, por consiguiente, la comparación que se hace todavía tiene un valor mucho más alto del que se le podría dar, porque los Ferrocarriles de Yucatán debían estar manejados con mayor economía. Los Ferrocarriles de Yucatán, con las cuotas que tienen en la actualidad, debían estar realmente boyantes.

Dicen los diputados de Yucatán, con eso orgullo que estalla en el henchido pecho del diputado Iturralde: "Y están al corriente en el pago de sus réditos." (Risas.) "No deben ni un centavo; están al corriente en el pago de sus réditos." Ustedes saben, señores, que hasta el mejor contador se le pegan y que, naturalmente, los ferrocarriles podrá ser que estén al corriente; pero lo cierto es que todos los informes que a mi conocimiento han llegado, asientan que esos ferrocarriles están verdaderamente

a las puertas de la ruina. Pero esto no quiero utilizarlo como argumento, solamente porque quiero explicar en qué condiciones se encuentran en materia hipotecaria. Leed una de las cláusulas de la hipoteca de los Ferrocarriles de Yucatán. ¡Ríanse ustedes de la hipoteca de los Ferrocarriles Nacionales! Cuando por necesidad y verdadera desgracia tenía que ganarme la vida de abogado, (Murmullos. Risas.) tuve mucha experiencia en organizaciones de compañías americanas y, sobre todo, de los que los americanos llaman "deed of trust"; es decir, escritura de fideicomiso, que son unas escrituras como todas las hipotecas americanas. Como los americanos no conocen la hipoteca, no pueden pensar más que en una garantía real, que consiste en vender la cosa, reteniéndola por consentimiento del acreedor. Esto es lo que se llama "deed of trust"; es decir, que le doy en confianza esta propiedad que usted me vendió. Pues lo mismo es el "deed of trust" de los Ferrocarriles Nacionales, que un "deed of trust" de la Compañía de Luz y Fuerza, que el "deed of trust" de los Ferrocarriles de Yucatán. Y así esta hipoteca de los Ferrocarriles de Yucatán a una compañía inglesa, por valor de 825,000.00 libras esterlinas. Os lo puedo asegurar; es el ejemplo más perfecto de una escritura de esta naturaleza, por lo "amarrado", como se dice vulgarmente. No hay idea absolutamente de lo severa que es esta escritura para los Ferrocarriles de Yucatán; pero no es ni más ni menos que lo que son todas. En esta escritura que traigo a la mano se contienen todas estas estipulaciones acerca de que si se falta por un solo mes de pago de los réditos, se puede mandar vender la propiedad en subasta o en privado; al igual que todas, no hay que extrañarse de nada de esto; en esta misma escritura se dice lo mismo que se dice en la otra que mencionó aquí.... ¿el señor diputado García Ruiz fué, no?; que la venta puede verificarse en Nueva York; nada más que aquí dice que a elección de los fideicomisarios:

"Toda venta o ventas de alguna parte de los bienes dados en fideicomiso que se verificare en los Estados Unidos de América, de acuerdo con este instrumento, se harán en subasta pública en el lugar o lugares del barrio de Manhattan, ciudad de Nueva York, que los fideicomisarios señalen, y toda venta o ventas de alguna parte de los bienes en fideicomiso, verificadas de acuerdo con las estipulaciones de este instrumento, en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, se verificará en Londres, Inglaterra, en el lugar o lugares que los fideicomisarios designen. El aviso de que tal venta se va a verificar en la ciudad de Nueva York o de Londres, señalará el tiempo y el lugar de la venta y contendrá una descripción general de la propiedad que va a venderse; y dicho aviso será suficientemente dado si se publica en un periódico de circulación general publicado en Londres, Inglaterra; en un periódico publicado en la ciudad de México, D. F., y en un periódico publicado en la ciudad de Nueva York, una vez por semana, durante las seis semanas sucesivas inmediatamente anteriores a la fecha de la venta; y de tal otra manera, como prevenga la ley del lugar en que la venta se ha de verificar."

La venta se puede, pues, verificar en remate, en Londres o en Nueva York. Y para que tengáis idea de lo que es esta escritura, os diré algo que no tiene la escritura de los Ferrocarriles Nacionales, que no tiene ninguna otra escritura que yo haya conocido de esta naturaleza, y es que los derechos o impuestos que los tenedores de bonos ingleses tengan que pagar en Inglaterra, los tenemos que pagar en Inglaterra, los tenemos que pagar nosotros.

"La compañía del ferrocarril pagará también a los fideicomisarios el impuesto interior del timbre creado por las leyes del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, sobre los bonos como se emitan desde un principio en Londres y pagará también el impuesto interior del Timbre creado por las Legislaciones de los respectivos países sobre los bonos emitidos desde un principio en Holanda y Alemania, hasta una suma tal que no exceda el importe de dicho Reino Unido sobre el valor nominal de los bonos, si desde un principio se hubiera emitido en Londres."

Es decir, es una escritura tal, que si no se nos pagará un solo abono de réditos, inmediatamente podía procederse a la venta. He ahí por qué están al corriente y siempre al corriente. Preguntaba yo el otro día al señor licenciado Arce si estaban al corriente en el último pago de abril; ¿qué quieren ustedes? creía yo que siquiera una vez se les había pasado. Me dijo: "De ninguna manera; tenemos que estar al corriente, estamos al corriente." Pero el señor Arce me lo dijo en este tono humilde: "estamos al corriente." "Tenemos que estar al corriente."; no es el tono del señor diputado Iturralde, que dice: "¡Estamos al corriente en el pago de los réditos!" (Risas.) No están al corriente, porque necesitan y deben estar al corriente y los bonos de los Ferrocarriles Nacionales no están al corriente, porque no podemos estar al corriente de esos bonos, pues desde que se organizó la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales, empezamos por no estar al corriente, porque desde el primer día en que esa compañía funcionó, llevábamos ya encima el tremendo peso de setecientos millones de pesos que tenían que alimentar los ferrocarriles, porque es un imposible que estemos y porque necesariamente con las condiciones en que nos hemos encontrado durante estos cinco o seis años, no podríamos justamente estar al corriente. No da vergüenza decir esto; no hay porque negarlo. Para algunas personas como para el C. diputado Siurob, la culpa la tendrá la Secretaría de Hacienda para muchos, la culpa la han tenido las circunstancias y las condiciones en que hemos estado. Por consiguiente, no admiten tampoco comparación en este sentido las Líneas Nacionales con los Ferrocarriles de Yucatán. Así pues, los Ferrocarriles de Yucatán deberían estar perfectamente administrados; con ellos sí podríamos ser estrictos en cuanto a su forma de administración y, sin embargo, no están bien administrados: han tenido necesidad de duplicar sus tarifas y sin la duplicación de tarifas no podrían vivir. Han discutido con la Secretaría de Comunicaciones esta duplicación de tarifas, y la Secretaría de Comunicaciones, es decir, el Ejecutivo federal, se ha ofrecido a estudiar justamente con los ferrocarriles qué modificaciones en su organización o en su manejo sería necesario establecer para que pudieran entrar dentro del cartabón de las tarifas que deben tener. Cuando la Secretaría de Comunicaciones negó a los

ferrocarriles de Yucatán el permiso para subir las tarifas, los Ferrocarriles de Yucatán presentaron un memorándum a la Secretaría de Comunicaciones fundando el aumento de las tarifas, y en ese memorándum, al contrario, en vez de decir: "Estamos muy bien", dice: "Si pedimos el aumento de tarifas, es porque estamos muy mal, porque no hemos ganado más que once mil pesos; es la única utilidad para una empresa que tiene un capital nominal de veintitrés millones de pesos; no hemos tenido más que once mil pesos." Y esto de los once mil pesos, en contraste con el millón y pico de utilidades que acusa el balance del año siguiente, es una cosa curiosa, porque un análisis detenido del balance del año siguiente acusa, como dijo el diputado Méndez, una pérdida efectiva de más de dos millones de pesos, y si se tiene en cuenta muchas cosas que no debían estar listadas en el activo. Ahora, que pecuniariamente haya sido posible atender a determinadas necesidades, eso sí es cierto.

Y ahora paso a la parte verdaderamente escabrosa. (Murmullos.) Digo que es la parte escabrosa, porque las simpatías de que goza el Partido Socialista Yucateco, el único partido socialista organizado en México, las simpatías de que este partido goza en todo el resto de la República, hacen perder de vista los errores que ese Partido Socialista pudiera cometer. No voy a decir una sola palabra que lastime a los miembros del Partido Socialista y mucho menos a los señores diputados por el Estado de Yucatán, que todos ellos deben su curul y su elección al Partido Socialista; pero es lo cierto que cuando se luchó por la emancipación, primero, y después por la conquista del poder, se perdió por un momento en el concepto de la funciones de gobierno. Hablaré un poco menos técnico en política: cuando un partido triunfa y no tiene control sobre sí mismo, cree que el llegar al Gobierno significa que no hay vida civil, ni puede haber otro género, otra manera de vivir políticamente que la que él dicta. Cuando nosotros, por la fuerza de las armas, cuando esta Revolución por la fuerza de las armas derrocó un régimen y establecía otro, consideró por un momento que un hombre que hubiera pertenecido a aquel régimen no tenía derecho ni a respirar en este medio. Ese es el criterio preconstitucionalista, ese es el criterio de la lucha, ese es el criterio en favor del que yo pugné: en los momentos de la lucha es necesario no tener piedad del enemigo; pero eso no es criterio en el seno del Gobierno. Cuando se ha triunfado y se establece un régimen constitucional, se tiene en frente las naturales consecuencias del establecimiento de ese régimen, es decir, la necesidad de que también haya derechos para los demás. En ese sentido, el Partido Socialista, no precisamente sus principales líderes, que son personas inteligentes y entienden estos conceptos, sino la parte de población que al anuncio de libertad ha quedado deslumbrada, no puede ver con claridad; no puede concebir un hombre del campo de Yucatán, que otro pueda ser jornalero; no puede admitir el estibador o el cargador de Progreso que alguien que no este dentro de su gremio, puede tener derecho a trabajar en el puerto; no cree que eso sea posible, y aun cuando sus líderes lo procuren convencer de que también aquél tiene ciertos derechos, él no cree que deba tener derechos, y entonces, sobre todo cuando este fenómeno se presenta en provincia, las consecuencias son tremendas; serían mucho más tremendas en Yucatán si la población no fuera de por sí naturalmente pacífica y naturalmente poco dada a las explosiones que en otras partes del país. Pero lo cierto es que el Partido Socialista, que es el que ahora se encuentra en el poder, del cual han surgido los diputados por Yucatán a esta Cámara, del cual ha surgido don Carlos Castro Morales y el cual tiene su principal núcleo y centro en los ferrocarriles -porque el gremio ferrocarrilero socialista de Yucatán es el principal sostén y apoyo del actual gobernador de Yucatán, supuesto que Don Carlos Castro Morales él mismo fué un obrero ferrocarrilero y de allí ascendió al puesto que ahora ocupa -,es natural que el Partido Socialista considere esos ferrocarriles como algo suyo en el buen sentido de la palabra, como algo que significa su poder, su fuerza, y el día que no los tenga en sus manos, naturalmente se debilitará. Y por eso habéis oído, sotto voce, porque no he oído todavía el argumento expresado aquí, que este es un golpe al Partido Socialista; se dice: "Es un golpe que le tira el Gobierno federal al Partido Socialista. No, señores; es sencillamente uno de aquellos actos de regulación que es indispensable que el poder federal ejerza cuando ya un estado se encuentra en paz; es decir, que es necesario que el funcionamiento de esos ferrocarriles esté exclusivamente supeditado a las necesidades y movido por las misma buena administración que debe existir; que no haya en el manejo de esos ferrocarriles ningún otro elemento de perturbación y, sobre todo, que no sea un instrumento de dominio o de presión política de ninguna naturaleza.

Cuando se habla aquí de que las administraciones ferrocarrileras eran muy propensas a emplear un gran número de hombres y cuando el diputado Méndez decía que en estos ferrocarriles entra todo aquél a quien no se le puede dar empleo, visto desde tener un punto un poco elevado eso no parece tener importancia, pero es lo cierto que los ferrocarriles de Yucatán tienen un considerable exceso de personal debido a que son, aparte de ser ferrocarriles, un centro político, y un centro político socialista, el núcleo del socialismo en Yucatán, con las simpatías generales de muchos revolucionarios en el resto del país. Por eso al hablar de este punto, he querido abordarlo en esta forma franca y respetuosa hacia este partido socialista, porque precisamente no quiero que la simpatía hacia este partido, os haga perder de vista que dentro del gobierno se tiene que ser gobierno; que es indispensable que el Partido Socialista, en sus funciones de gobierno, sea un gobierno y no un partido de combate, que en los momentos en que ha obtenido los puestos públicos y los tiene en sus manos, ejerza, por conducto de esos puestos públicos las funciones de todo gobierno, pero que cese en su función de lucha como partido político. En estas condiciones, los Ferrocarriles de Yucatán en manos del Partido Socialista son un perjuicio general, es decir, constituyen una mala nota, digamos, en fin: es un mal en manos de ese partido que sigue todavía en funciones de partido militante. Pero el remedio contrario sería también otro mal, es decir, que la Federación los quitara de su

mano y los pasara a otro partido. Pasan de tres mil los telegramas de quejas que el Secretario de Comunicaciones y el Presidente de la República han recibido contra la renuencia de los administradores de esos ferrocarriles a dar carros. Para no dar carros, esos ferrocarriles tienen muchas razones, unas de ellas justas, pero que en cuanto se las examina, se ve lo peligrosas que son. Supongamos que la Reguladora está atestada de henequén, como lo está, sin venderlo en Yucatán, en Nueva Orleans, en Progreso, sobre todo en Mérida, están llenas las iglesias, llenos los conventos, llenos los almacenes, de pacas de henequén, porque ochocientos mil pacas de henequén ocupan mucho lugar, supongamos que en un productor de henequén les pida un carro de ferrocarril; la Reguladora, como vulgarmente se dice, se atranca todo lo que puede para no darle un carro para su henequén; y digo la Reguladora, porque el Consejo Directivo de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, en este momento es, exactamente, mutatis mutandis, el mismo Consejo de Administración de la Reguladora. Naturalmente, la Reguladora, que no puede salir del henequén que tiene, pone un pequeño obstáculo a proporcionar carros aquel productor de henequén que necesitan que salgan sus pacas para que se le abone lo que le abonan en cuenta del henequén, y como la Reguladora tiene que pagarle desde luego parte del valor de ese henequén, se detiene, tanto por no acumular henequén, como para no lanzar excesiva cantidad de papel al mercado. Allí tienen ustedes una razón muy atendible, muy justa, y que yo he sido el primero en decir que son razones de necesidad. Pero imagináos el más pequeño abuso en esto y pensad que es la misma Reguladora la que maneja los ferrocarriles, y que es la misma Reguladora la que maneja los barcos, y que es la misma Reguladora la que compra el henequén, y que es a misma Reguladora la que vende el henequén y que es la misma Reguladora la que administra los ferrocarriles; suponed la más mínima dosis de desequilibrio en este elemento moderador, o regulador, -que llamaríamos- y veréis el peligro tan considerable de que los ferrocarriles se encuentren precisamente en manos de la única institución que controla, además, la navegación; que controla, además, toda la producción del henequén. ¿remedio? la Asociación de Hacendados Henequeneros se ha cansado de pedirlo: "Entréguesenos el manejo del henequén; entréguesenos el manejo de los ferrocarriles". El Ejecutivo, ¿qué puede hacer? Ver la lucha, ver este conflicto, considerar que se trata de la fuente única de riqueza de Yucatán, que se mueve por los ferrocarriles; considerar que la Reguladora debía ser absolutamente imparcial de toda suministración de carros para el transporte, y, por consiguiente, cree que es necesario y benéfico para la buena administración económica de todo el Estado de Yucatán, de unos de otros, que los ferrocarriles no estén absolutamente controlados por uno de los dos partidos que dominan; por el partido que domina, el otro no está organizado. No quiero, porque no me gusta hablar sin conocimiento de causa, hacer mención ninguna de todos los demás ataques que se hacen a los ferrocarriles respecto a su manejo. Nada más me limito a decir que los costos de manejo y el número de empleados y las cantidades que se pagan por sueldos, son exorbitantes; que el servicio es motivo cuando menos de muchísimas quejas y que los ferrocarriles en estas condiciones, si no lo son, podrían ser un elemento de perturbación económica considerable en Yucatán; que el Ejecutivo no estaría dispuesto simplemente a quitar de una balanza y ponerle en la otra este peso, es decir, a quitar de manos de un partido los ferrocarriles y entregárselos al partido contrario, porque no saldría absolutamente del conflicto y que en este momento, aun cuando no se construya todavía un kilómetro de ferrocarril del Istmo a Yucatán, es indispensable, para la tranquilidad del Estado de Yucatán, que estos ferrocarriles estén fuera de la acción del gobernador y más si se tiene en consideración que también el henequén de Campeche se embarca por estos ferrocarriles, que también son una línea de comunicación económica y de pasaje para esta región. En estas condiciones, agregada esta razón a todas las demás, es necesario tenerlo en cuenta. Paso por alto todas las demás razones de política local y de chismografía, que son de tal magnitud que llega hasta suponerse, por ejemplo, que en el manejo de los ferrocarriles ha ocasionado que las entradas se destinen especialmente a fortalecer el fondo político del Partido Socialista. Estaría mal hecho; Partido Socialista es el partido que cobra mejor sus cuotas a todos sus miembros; por consiguiente, no necesitaría de los fondos de ferrocarriles para fortalecerse, pero si es cierto que debida exclusivamente a debilidad del actual gobernador de Yucatán, hay una gran tolerancia hacia los elementos que forman el personal ferrocarrilero, no lo atribuyo ni a mala fe ni a deshonestidad; lo atribuyo únicamente a debilidad, porque el gobernador de Yucatán, salido de este gremio al cual considera como su familia, como su casta, el gobernador de Yucatán, que ha salido de ese gremio ferrocarrilero el que lo ha levantado, es natural que tenga condescencias políticas son el Partido Socialista y esas condescendencias políticas se traducen a veces hasta en despilfarros económicos, por el número de empleados que muchas veces hay que sostener. No supongáis nada malo en ese manejo, ved únicamente que el sistema es vicioso y que si hubiera el menor abuso de mala fe, comenzaría a ser un tremendo instrumento de opresión. Lo repito hoy como lo repetí el primer día: el que tiene los ferrocarriles de Yucatán domina a Yucatán domina económicamente a Yucatán por eso es necesario que no domine que no tenga los ferrocarriles un partido sobre todo. Me diréis: "Sí, pero esto se vuelve contra el Partido Socialista de Yucatán. Digo no, contra el Partido Socialista no; se vuelve contra el Partido Socialista en cuanto éste pudiera querer hacer uso de los ferrocarriles como instrumento económico de presión y es necesario que esto no llegue a ocurrir. Me diréis como dice Felipe Carrillo...(¿El diputado Siurob conoce a Don Felipe Carrillo?)....(Risas.)

El C. Siurob: ¡Quién sabe!

El C. Secretario de Hacienda y Crédito Público, continuando: Don Felipe Carrillo, a quien el diputado Siurob tal vez no conoce ni de nombre, es, en mi concepto, uno de los hombres más

interesantes que he conocido; un verdadero vidente, con una gran fe en la causa del pueblo, con una tenacidad indiscutible, una honradez personal a toda prueba y un tesón verdaderamente admirable. El es un verdadero autor del Partido Socialista de Yucatán, dígase lo que se quiera. Felipe Carrillo, sin embargo, cegado -como todo vidente que debe sentirse cegado para todo lo que no sea su ideal-, no ve absolutamente la justicia de que otro partido pueda vivir, de que otro que no pertenezca al Partido Socialista pueda vivir: para él, el que no está dentro de las ligas de resistencia, debe morir; (Risas.) para él, el que no está con él, está contra él -como Cristo decía- y, por consiguiente, no puede perseverar. Y lo tomo como símbolo, porque el resto del Partido Socialista hecho de la masa de todos los redimidos de Yucatán, no puede consentir que aquel que tantos y tan largos años vivió oprimiéndolo, tenga derecho a vivir; no le está permitido ni aun después de ser gobierno, todo lo que podría estar permitido en la lucha democrática, y así se ve, por ejemplo, aun los trabajadores que van de aquí, de la Mesa Central, que fueron llevados de aquí de la Mesa Central a Yucatán, encontraron dificultades para permanecer, cuando no quisieron unirse a las ligas de resistencia. En Yucatán el Partido Socialista está muy bien organizado, demasiado bien organizado, (Risas.) perfectamente bien organizado; es el único partido en que no hay una discrepancia absolutamente de opinión en la votación y no la hay por que el que discrepa se sale de las ligas de resistencia; (Murmullos y risas.) naturalmente los que quedan tienen que estar de acuerdo con las ligas de resistencia y el que esté fuera está muerto. En estas condiciones, es al porvenir de Yucatán al que veo, no a los actuales residentes de Yucatán, no a los actuales partidos en que está dividido el Estado, es hacia adelante. Yucatán no tiene más que una sola fuente de riqueza y esa fuente de riqueza es tan delicada, tan deleznable, que si no se cuida con esmero como se cuida siempre una planta delicada, tendrá que desaparacer. No creo que la situación de Yucatán sea tan grave como la asociación de hacendados henequeneros la pinta; la situación de Yucatán es en la actualidad difícil por otras circunstancias, pero entre la circunstancias que contribuyen a agravar la situación está la cuestión ferrocarrilera y es indispensable que esa situación ferrocarrilera sufra una modificación.

Ahora sí creo realmente que he concluído; no me queda más que contestar a las preguntas del señor diputado Espinosa, que desgraciadamente no tengo a la mano y no puede verdaderamente seguir cuando él las leyó; ya cuando las comentaba y se refería a la primera, a la segunda, a la tercera, ya no me acordaba yo cuál había sido la primera, la segunda y la tercera, pero, en substancia, el meollo de las preguntas del diputado Espinosa, es la política. Ahora vamos, pues, a hablar de pablistas y obregonistas. (Aplausos.) ¿El señor diputado Espinosa tendría a bien prestarme una copia de sus preguntas para poder verlas?

El C. Espinosa: Pido la palabra. Tengo la pena de manifestar al ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, que no tengo a la mano copia del interrogatorio que hice a Su Señoría, pero sí puedo más o menos puntualizarlo.

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: Si la Mesa me permite, interpelaré al C. diputado Espinosa, suplicándole me repita más o menos sus preguntas.

El C. Espinosa: La primera, señor, es ésta: Si la política mal llamada ferrocarrilera del Ejecutivo, tiende a poner en práctica la política expuesta por el C. licenciado Cabrera ha pocos días por medio de la prensa, y que consiste en que al no verificarse las elecciones - como probablemente no se verificarán por el estado de revuelta en que se encuentre el país cuando termine el actual período constitucional-, el ciudadano presidente Carranza seguirá en el Poder. (Siseos.)

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: Segunda.

El C. Espinosa: Segunda: Si no será la mente del Ejecutivo, con esta mal llamada política ferrocarrilera, querer hacer presión en el ánimo del pueblo yucateco obligando a sesenta mil obreros socialistas perfectamente bien organizados, y que son los que dominan toda la península, que de una manera pública y entusiasta han demostrado su ardiente y viva simpatía por el general Obregón, obligando a este partido a votar por otro candidato. (Murmullos y siseos.)

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: Tercera. (Risas.)

El C. Espinosa: Si no será que el Ejecutivo, celoso del hermosísimo sueño, como el ciudadano secretario ha calificado el programa de la Compañía de Fomento del Sureste, ideado por el general Salvador Alvarado, quien quiere ahora, celoso de la magnitud de la empresa, ser quien la lleve a cabo. (Voces: ¡Cuarta!)

El C. Espinosa: Cuarta: Si no será un deseo del Ejecutivo, al querer despojar al Estado libre y soberano de Yucatán de su principal fuente de riqueza, un castigo por ser Yucatán el origen del socialismo en México y por su supuesto separatismo. (Siseos.)

Quinta: (Risas.) En esencia no es más que esto: Que si el Ejecutivo se ha arrepentido de cumplir el programa de la Revolución, que consiste en proteger a las clases expoliadas ayer, inclinándose de hecho y de una manera descarada a favor del capital yucateco. (Voces: ¡Ah! Aplausos en las galerías.)

Ultima: (Aplausos y risas.) que si no sería la mente del Ejecutivo querer demostrar en esta ocasión su decantada superioridad sobre el Legislativo, queriéndonos aquí demostrar esta superioridad por medio de la votación que pronto veremos cuál será el resultado. y si todavía los ciudadanos que componen el Poder Legislativo, como lo espero, dentro del decoro y la dignidad que les corresponde como representantes del pueblo, sabrán hacer a un lado esa insinuación del Ejecutivo y colocarse dentro del terreno verdaderamente digno y decoroso. (Aplausos.)

El C. secretario de Hacienda y Crédito público: Agradezco al señor diputado Espinosa el descanso físico y del ánimo que me ha proporcionado repitiendo sus preguntas, que realmente no me había y figurado que fueran tan escabrosas. (Risas.)

Yo pensé hablar del pablismo y del obregonismo y ahora resulta que tengo que hablar también del carrancismo. (Risas.) En cuanto a que esta política tenga alguna relación de cualquier género que sea, con el supuesto intento de reelección del señor Carranza, yo suplico a ustedes recuerden las palabras del señor Carranza en su manifiesto del quince de enero, porque desde el quince de enero dijo el señor Carranza terminantemente, y no ha cesado de decirlo en términos perfectamente indiscutibles, que concluído su período constitucional se retirará a la vida privada. La pregunta envuelve una injuria personal a mí, una injuria a mi criterio político al suponerme a mí capaz de proponer la reelección del señor Carranza por un procedimiento tan estúpido como sería el de lanzar esa pregunta, porque yo he dicho, cuando un periódico me interpeló sobre la materia, que era conveniente ir pensando qué debería hacerse si para junio de 1920 no podían verificarse elecciones. ¡Y claro, los tontos interpretan que quise decir: que siga carranza! (Aplausos.) Pero los que tienen un poco de criterio político, los que siquiera me hacen el honor de haberme leído, de conocerme, podrán suponer que no soy de los que usan un procedimiento tan verdaderamente ingenuo y tan infantil. (Risas.)

Cuando yo he dicho que era necesario tener previsto ese punto, es porque detrás de esa pregunta había un gran número de cuestiones que vosotros váis a tener que resolver; de que vosotros tenéis la responsabilidad, si no las acometéis, si no os enfrentaís con esas cuestiones ahora en este período que viene; porque debéis dejar previsto lo que váis a hacer para junio del año entrante; que los dos candidatos, tres, o los que surjan más tarde, tienen obligación de ver cómo prevén que, en caso de que en junio no puedan celebrarse las elecciones, y cuando este Congreso tenga que desaparecer en el mes de agosto, pueda encontrarse ese eslabón que una este momento constitucional con otro momento constitucional; problemas todos verdaderamente trascendentales; verdaderamente importantes, que es patriótico prever y anticiparse a pensar; pero naturalmente, pues es claro, si a cada cosa de éstas se le atribuye un espíritu de ese tamaño, ¿pues a dónde vamos a llegar? ¿Qué de raro tiene que se suponga que se trata simplemente de cometer un despojo con los ferrocarriles de Yucatán; de arrebatarle a Yucatán su riqueza, si se piensa que esa pregunta implica la preparación de la reelección del señor presidente? ¿Sí, ¿adónde vamos a dar? Tomo estas. preguntas y las contesto no porque sean objeto de cualquier informe de la Secretaría de Hacienda; sino preguntas de esas que se hacen en forma de pregunta, pero que, en realidad, son un argumento, son una interpelación, un argumento en forma de interpelación; pero las tomo porque eran esas las objeciones que se arrastraban como víbora entre el pasto, envenenando los criterios; porque se ha podido creer aquí que los diputados van a votar esto guiados por el espíritu de Obregón o de Pablo González. (Voces: ¡No! ¡No! Claro que no. Se que no. Se ha creído también que el presidente va a proponer una de esas cuestiones en previsión de una imposición que ya se le atribuye. No; pero el sembrador tiene que sembrar, aunque esté tronando; el hombre que hoy rige los destinos de México tiene que sembrar para mañana; no vamos a parar toda la máquina administrativa porque ya están en la puerta las elecciones. Quienquiera que sea el candidato que venga, él será el que recoja los frutos; la preparación que se haga hoy será para el que venga, sea el candidato de usted o el de usted. (Risas.) Por consiguiente, no hay que hacer tan poco honor al Ejecutivo para suponer que use de uno de estos medios en uno de los Estados, en el más remoto de los Estados, para forzar esos sesenta mil votos. Usted injuria al Partido Socialista de Yucatán suponiendo que esos sesenta mil hombres, tan bien organizados, son capaces de cambiar su criterio simplemente por esto.

El C. Espinosa Luis, interrumpiendo: No he dicho eso.

El C. Cabrera, continuando: Lo injuria con la suposición de que ese es el objeto de esta ley. ¿Qué puede plantearse esa ley o un programa económico de está naturaleza con ese objeto tan mezquino, cuando los intereses de esa región son tan trascendentales, son tan grandes, son tan altos; cuando el objeto que el Ejecutivo persigue, como lo he expuesto antes, que viene persiguiendo desde hace años, es tan elevado? ¿Ahora se supone que este eslabón de la cadena, de esfuerzos que se vienen haciendo desde 1915 hasta aquí, tiene únicamente por objeto lograr que se vote en tal o cual sentido en el estado de Yucatán,? Eso nada más hay que ponerlo frente al considerable momento de los demás problemas, para encontrarlo bajo. No, señores; quienquiera que sea el que venga después, necesitará hacer esto, sea Obregón, sea González, sea quienquiera el que venga, tendrá que hacer esto, tendrá que recoger lo que deja sembrado este Gobierno. Los que nos vamos, nos conformamos sencillamente con que algo de nuestra obra pueda cosecharse; y digo los que nos vamos, recogiendo la palabra de personalismo. Yo también me voy con él; yo también he dicho claro, muy claro, que me voy con él; que no soy un problema político para todos los que podrían temerme por uno o por otro motivo, que no soy temible absolutamente para ningún candidato; pero si para alguno de los pequeños hombres que están al lado de los candidatos, pudiera yo ser un obstáculo, también yo, personalmente, me retiro con el señor Carranza, con quien llevo algunos años de trabajar. Pero esta no es razón para que dejemos de trabajar, y aquí parodiaré alguna de las frases que decía alguno de los obreros ferrocarrileros y Yucatán: si estos ferrocarriles tienen que ser para "El Manco", que sean para "El Manco; si han de ser para González, que sean para González; pero no pretendamos que no se haga esta consolidación hasta que no venga a hacerla "El Manco" o hasta que no venga a hacerla González. Si Obregón es el candidato del señor Espinosa, bienvenido; muy en su derecho para tener su candidato, y Obregón recogerá el fruto de esta labor; si González es el candidato del señor Rodríguez de la Fuente, (Risas.) muy en su derecho, muy bien hecho, y el próximo Presidente habrá recogido siquiera la cosecha de la semilla que sembró. Si otro candidato tercero tiene el señor García Vigil, (Risas.) también el asunto es

Mucho más alto de lo que parece; es de política; pero creer que un asunto de esta trascendencia tiene únicamente por objeto preparar una imposición, es hacer muy poco honor a los antecedentes de los hombres y a la inteligencia de nuestros gobernantes; es de suponer que Alvarado, desde 1915, estaba preparado ya un golpe de Estado. A la pregunta que me lanza el diputado Espinosa de si esto no será una especie de chicana para defraudar al General Obregón de los votos de esos obreros, le contesto: ¿Qué no sería desde entonces una chicana de Alvarado para prepararle el triunfo a Obregón? (Risas. Aplausos.) ¿De qué tamaño deben ser los hombres para que se crea en ellos? Si los que han venido pensando en la regeneración de este país, y los que han venido luchando desde hace tanto tiempo, merecen este concepto, ¿entonces de qué tamaño los queremos? He oído también allí, de entre los argumentos que llamaría víboras que se arrastran en lo oculto, otros muy distintos argumentos, pero de igual naturaleza todos ellos; suponiendo que haya alguna cosa muy pequeña, inclusive el argumento que me ha lanzado a la cara el diputado Siurob y que no tengo la libertad para contestarle como debiera, porque soy representante del Ejecutivo, de que cuánto me voy a robar en esta operación.....

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡No he dicho yo eso!

El C. secretario de Hacienda, continuando: Sí, usted me ha dicho que cuánto me voy a robar en este negocio.....

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡No es cierto!

El C. secretario de Hacienda, continuando: Y ha dicho usted que si no me lo robo yo, cuánto se van a robar allí todos los demás.....

El C. Siurob, interrumpiendo: Pido la palabra para contestar.

El C. secretario de Hacienda, continuando: Y no tengo más que contestar a esto, lo siguiente: Me voy a robar lo que hasta ahora me he robado...

El C. Siurob. interrumpiendo: ¡No he dicho eso!

El C. Secretario de Hacienda, continuando: Me voy a llevar lo que hasta ahora me he llevado injustamente: la calumnia; lo único que hasta hoy he tenido injustamente; pero en una operación de esta naturaleza, tan sencilla, tan clara, tan translúcida, con una compañía interesada que tiene hasta inventariadas sus acciones; que tiene una escritura pública conforme a la cual se han de nombrar peritos para que valúen lo que el Gobierno federal va a adquirir, no hay lugar a suposiciones de ese género; así es que no debe hacerse esa suposición, porque el negocio es translucido, es decir, que un hombre, no está bien que yo lo diga, ¡pero que un hombre que ha manejado muchísimo millones de pesos y todavía no se lleva nada en las manos, ahora se vaya a llevar unos cuantos miles de pesos en estas acciones ferrocarrileras! ¿Por qué hacer eso? Es injusto eso. Del mismo género son un gran número de cositas pequeñas que surgen; unas injuriosas, otras no. Yo he oído diversos argumentos que no se han presentado en la tribuna y que, por consiguiente, se ve uno en la importancia de contestarlos. "¿Pero qué, no habrá algo malo en esto, puesto que piden diez millones?" "¿Para qué pide diez millones el Ejecutivo?" "Y eso de comprometer el crédito, ¿qué quiere decir?" "Ah, sí; que va a hipotecar esos ferrocarriles al extranjero y los va a vender! Este Carranza es capaz de vender esos ferrocarriles al extranjero." ¡Ah! ¿Entonces no sirven de nada los antecedentes de seis años de esfuerzos, en que en la materia económica de esta Revolución el único orgullo, después de todas las vergüenzas y de todas las injurias que hemos tenido, es el de no pedir un sólo centavo al extranjero? ¡Y ni eso se le reconoce a Carranza! (Voces: ¡No nos lo prestan!) Será por uno o por otro motivo.

El C. García Vigil: ¿Me permite que le haga una rectificación al orador, con el mayor respeto?

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

- El C. García Vigil:El Ejecutivo nos ha presentado varias iniciativas en la XXVII Legislatura para que no lo autoricemos a contratar empréstitos en el extranjero hasta por seiscientos millones de pesos, y hasta hoy no nos dice el Ejecutivo qué resolución ha recaído a este acuerdo de nosotros a su solicitud; esto quiere decir que en el extranjero no nos prestan un centavo, que sí se ha pedido. (Aplausos en las galerías)

El C. secretario de Hacienda: Esa pregunta sí la puedo contestar perfectamente al señor diputado García Vigil. el que está en las condiciones de adeudo en que nos encontramos nosotros, no puede moverse, no puede hacer nada absolutamente, si no responde a sus deudores o, cuando menos, se pone al corriente con ellos. Si el gobierno mexicano quisiera siquiera reorganizar los Ferrocarriles Nacionales y obtener cualquiera cantidad de dinero prestado para reorganizarlos, se encotraría siempre con esto: "Sí, pero arregla tu deuda primero; no precisamente págala, pero reconócela en las condiciones que a nosotros nos convenga." En tres, cuatro, cinco o diez ocasiones se han presentado vislumbres de oportunidad de poder hacer un arreglo de nuestra deuda pública en la única forma que creemos posible que se haga este arreglo; en la forma en que honorablemente puedan hacer arreglos los que deben más de lo que pueden pagar; es decir, un arreglo sobre la base de lo que real y efectivamente podemos pagar que yo siempre he considerado mucho más honrado que cualquier arreglo en que a ojos cerrados firmemos todos los millones que se digan y firmemos sabiendo que no vamos a poder pagar los intereses. En ese sentido se han intentado una, dos, tres o cuatro ocasiones y hasta se hubiera podido hacer una consolidación de la deuda que redujera su monto, y no se ha podido arreglar por diversas circunstancias: por la guerra, por la cuestión del petróleo, por lo que sea, no para que nos presten dinero, sino para arreglar la situación de nuestra deuda; pero como para arreglar esto necesitamos reconocer, ya sea los mismos empréstitos anteriores, o ya sea nuevos empréstitos que substituyeran a aquéllos, es natural que el Ejecutivo haya pedido diversas autorizaciones todavía en los actuales momentos. ¿Por qué no abrir los oídos a cualquiera sugestión para arreglar nuestra deuda pública, pues debemos hacerlo, porque este es el esfuerzo que estamos constantemente haciendo, la manera de poderla arreglar? ¿Que por qué no hemos arreglado

nuestra deuda? Es perfectamente sencillo, señores diputados: cuando el hombre está adeudado y en la necesidad, nadie le presta; cuando aquel hombre se pone a trabajar y da pruebas de ser capaz para ganarse la vida, todos le prestan. Era necesario esperar a que se viera si éramos o no capaces de trabajar; eran necesarios cuatro o cinco años de circulación exclusivamente metálica -que para una nación significa como para un hombre que paga al contado riguroso hasta el último centavo que gasta, porque necesita comer, porque si no, no hay quien le preste, y cuando ese hombre a quien nadie le fía empieza a levantarse, empieza a hacer esfuerzos y a mostrar que es capaz de trabajar, entonces es cuando se le abren las oportunidades y cuando se le presta-. ¿Por qué no nos prestan? Todo el mundo lo sabe: porque estamos destruídos, porque estamos pobres y porque no creen que seamos capaces de una labor eficiente y de honrado trabajo; porque suponen - ¡y cómo no han de suponerlo!- suponen que este Gobierno, como lo dice todos los días la prensa de los Estados Unidos, que este Gobierno no está compuesto más que de pillos; porque no creen que haya un hombre honrado entre nosotros. ¡Y qué mucho que lo crean aquellos si aquí desde esta tribuna se escupe el insulto de ladrón al Gobierno! Así pues, señores diputados, esos argumentos es necesario conocerlos para contestarlos, y si no salen, hay que quemar el pasto para que el humo haga salir a las víboras. ¿Que por qué pide diez millones el Ejecutivo? Muchos diputados de buena fe se preguntan: "¿Pero para qué quiere diez millones?" Fijarse que esta solicitud se hizo en diciembre de 1918 y que entonces no teníamos nada de reserva en Yucatán. ¿Que para qué se quiere comprometer el crédito de la Nación? Eso de comprometer el crédito quiere decir seguramente empréstito, y como los señores de la Comisión muy bien dicen, si es empréstito, debían darse las bases. Sí señores; si fuera empréstito, la Comisión debía decir: "Ese empréstito se da sobre estas bases." Pero comprometer el crédito de la Nación, tiene un significado tan lato, que cuando no se explica con claridad da lugar inmediatamente a suponer una deshonestidad en el manejo de fondos o demasiados compromisos contraídos por el Gobierno y, naturalmente, hasta los hombres de buena fe dicen: "¡Pero no podemos autorizar al Gobierno a comprometer el crédito de la Nación por diez millones!" "¿Cuántas formas hay de comprometer el crédito que no sea con empréstitos? Ninguna", dicen algunos. Yo he oído decir: "¿Pero qué otra forma me da usted? Hay muchas maneras. Desde luego podríamos quedarle debiendo a la Compañía del Sureste, podríamos tal vez hacer la reorganización de la sociedad y, simplemente, garantizar los intereses, como lo estamos haciendo, con los bonos de segunda hipoteca de los ferrocarriles Nacionales, por ejemplo; todo eso es comprometer el crédito, pero no es empréstito. En fin, hay un gran número de formas de comprometer el crédito que no son empréstito. Pero supongamos que sí hubiera necesidad de un empréstito: pues entonces la Comisión podría, en una pequeña discusión con el secretario de Hacienda, ver sobre qué bases podría autorizar al Ejecutivo; las que ella ponga, las que la Cámara apruebe; el Ejecutivo no quiere que se le dé carta blanca, quiere que se le dé la autorización, que no se le maniate, que se le pongan las condiciones. Y ahora ahora que ya sabemos que no se adeuda una cantidad y que por consiguiente, de esa podemos tomar el dinero, ¿por qué esta Secretaría de Hacienda no introduce una modificación y dice, por ejemplo, que sean cinco millones que se tomen de tal o cual fuente de recursos? Sencillamente porque no podemos prever las condiciones en que se llegue a la liquidación final de esta compañía y, por consiguiente, la modificación tendría naturalmente que ser hecha previo un estudio y un anueva proposición del Ejecutivo, porque el que habla no tiene facultades para modificar las proposiciones del Ejecutivo. Pero aquí viene el argumento parlamentario: Si esta iniciativa es desechada, no puede presentarse sino hasta la otra Legislatura, es decir, si esta iniciativa del Ejecutivo es desechada, no puede ya presentarse; está por un año definitivamente perdida. Si este dictamen es reprobado, o retirado -como espero que lo hará la Comisión, dando, si no una muestra de saber vencer su amor propio, sí una muestra de prudencia-, entonces al ser reprobado este dictamen, tiene que volver al seno de las comisiones y, naturalmente, volverán a estudiarse todas estas cuestiones que aquí se han expuesto. Así pues, el reprobar este dictamen no significa necesariamente que estemos echando por un voladero al Estado de Yucatán: significa únicamente que estáis dando a las comisiones una oportunidad de volver a estudiar las cuestiones con otro criterio. Ese es el problema parlamentario. Por consiguiente, desechad todas esas suspicacias; ho hagáis caso de esos argumentos al oído; preguntad con franqueza -y voy a esperar en esa tribuna a que digáis cualquiera otra duda que os ocurra- y yo os prometo que os constestaré con la elevación del criterios de que los hombres de la Revolución han venido tratando este asunto; y a vosotros, señores de la Comisión, si se os presenta otra vez la oportunidad del estudio, no temáis: las puertas de la Secretaría de Hacienda están siempre abiertas para los representantes del pueblo. Siempre he estado en disposición de cambiar ideas; nunca, no creo que haya otro individuo más respetuoso de la independencia de los poderes y de la independencia de criterio de los diputados que yo, y creo que se harían ellos mismos muy poco honor al considerar que no podrían discutir con el Ejecutivo estas cuestiones. Así pues, señores diputados, cuando reprobéis este dictamen de la Comisión, no creáis ni siquiera lastimar a los yucatecos, sino que dáis oportunidad de estudiar otra vez el asunto a las comisiones y dáis otra oportunidad de volver a estudiarlo más serenamente; si lo aprobáis, cerráis por un año la puerta; entonces sí creeré que no queréis que este Gobierno ponga los cimientos de una gran obra.

Por consiguiente, os ruego que tomando de mi discurso todo aquello que haya sido noble, levantado y patriótico, desoyendo todos aquellos arranques que la imperfección humana, el carácter humano le hagan a uno tener; suplicando aun al mismo señor Siurob y a los demás ciudadanos diputados a quienes me ha referido, que tengan por no dichas aquellas palabras que de mi boca hayan salido y los hayan lastimado, os ruego votéis esta iniciativa del Ejecutivo con el espíritu con que Alvarado

pensaba en la obra de la Compañía de Fomento del Sureste en 1916. (Aplausos.)

El C. García Ruiz: Una interpelación.

El C. Siurob: Pido la palabra para rectificación de hechos. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!)

El C. Trigo: Ha pasado el tiempo reglamentario.

El C. Secretario Pesqueira: Orden del día para mañana.... (Voces: ¡A votar! ¡A votar!)

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Siurob: Mi moción de orden consiste en que he pedido la palabra para rectificación de hechos y alusiones personales, y no solamente a Su Señoría, sino a toda la Asamblea, le suplico se digne escuchar unas cuantas palabras que en defensa de mi honorabilidad voy a dirigiros, porque es justo, porque es necesario y porque es debido; porque no porque el ministro de Hacienda esté revestido con ese alto carácter, tiene derecho para manchar mi honor faltando a la verdad.

El C. Espinosa: Pido la palabra, señor Presidente (Voces: ¡No! ¡No! Desorden. Campanilla.)

- El mismo C. Secretario: Orden del día para mañana: Continúa la discusión de la iniciativa del Ejecutivo sobre los ferrocarriles Unidos de Yucatán.

El C. Presidente, a las 9.03 p.m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las cuatro de la tarde.

INFORME

DEL CIUDADANO

SECRETARIO DE HACIENDA Y CRÉDITO PÚBLICO

SOBRE LAS CAUSAS Y POSIBILIDADES DE LA ADQUISICION DEL CONTROL

DE LOS

FERROCARRILES UNIDOS DE YUCATAN

Honorable Asamblea:

En cumplimiento de los dispuesto por el artículo 93 constitucional y del llamado que esta Cámara me ha hecho para informar sobre las causas y posibilidades de la adquisición del control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, tengo el honor de informar lo siguiente:

La compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, se formó en el año de 1902 por la fusión de diversas compañías de transportes que operaban en la península yucateca y que tenían concesiones federales. Dichas compañías eran las siguientes:

Compañía Peninsular de Ferrocarriles.

Compañía de los Ferrocarriles de Mérida a Progreso e Itzmul.

Compañía del Ferrocarril de Mérida a Valladolid.

Compañía del Ferrocarril, Muelle y Almacenes del Comercio.

Compañía Constructora del Muelle Fiscal de Progreso.

Estas Compañías, al fundirse aportaron al fondo

social todas sus propiedades, que fueron valuadas en $ 20.362,113.70

y pagaron y subscribieron en efectivo " 2.637,886.30

Total $ 23.000,000.00

El capital de la compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán es, pues, de $23.000,000.00, dividido en 23,000 acciones de a $1,000.00 cada una. Todas estas acciones se encontraban en poder de particulares yucatecos, y la mayoría en poder de los Bancos Nacional y Peninsular que operaban en la península.

El Activo de la Compañía puede valuarse en la actualidad en $16.000,000.00.

La Compañía tiene un crédito hipotecario de 825,000 libras esterlinas, que con las amortizaciones que hasta ahora se han hecho, representa aproximadamente un adeudo de siete y medio millones de pesos, en números redondos.

Teniendo en consideración otros adeudos de la Compañía, que montan aproximadamente a tres y medio millones de pesos, puede considerarse que el capital líquido de la compañía, en los momentos actuales, es de $5.000,000.00.

En la época preconstitucional, el general Alvarado trató la venta de la mayoría de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, llegándose a convenir en la compra de las acciones de los Bancos, a razón de setenta dólares cada una.

La Compañía de Fomento del Sureste, que es la que compró y tiene en su poder la mayoría de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, tiene adquiridas 12,758 acciones, las cuales le cuestan $1.785,215.39.

Compañía de Fomento del Sureste

La Compañía de Fomento del Sureste, que es actualmente la propietaria de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, fué organizada en 3 de mayo de 1916, conforme a un vasto programa de reconstrucción del Sureste de México.

Capital de la compañía

Originariamente fué de $100.000,000, los

cuales estaban representados como sigue:

Gobierno federal: 51,000 acciones de la

serie "A", de a $1,000.00 cada una $ 51.000,000.00

Gobierno del Estado de Yucatán: 14.000,000

de acciones de la serie "B", de $1.00 cada una " 14.000,000.00

Gobierno del Estado de Yucatán: 340,000 acciones

de la serie "C", de a $100.00 cada una " 34.000,000.00

Diversos particulares: 10,000 acciones de

la serie "C", de a $100.00 cada una 1.000,000.00

Total $ 100.000,000.00

de los cuales el Gobierno federal representaba 51%

el gobierno de Yucatán 48%

y los particulares 1%

En el manifiesto que el general Alvarado dirigió a los Estados de la región del Sureste, se hizo pa

tente que era el propósito de los organizadores de la Compañía, que los diversos Estados del Sureste tomaran también parte en la empresa y que subscribieran acciones de esa Compañía, para lo cual el Estado de Yucatán se reservo 340,000 acciones. Conforme a la cláusula vigésima septima de la escritura social, el Gobierno federal ADEMAS DE SER ACCIONISTA, tenía el derecho de adquirir por compra la negociación, en cualquier tiempo. Dicha cláusula dice como sigue: "CLAUSULA VIGESIMA SEPTIMA. El Gobierno federal tendrá el derecho, en cualquier tiempo, de adquirir por compra la negociación, con todas sus dependencias y departamentos. Para este efecto, acordada por el Gobierno de la Compañía, se pondrá ésta inmediatamente en liquidación conforme a las bases acordadas en esta escritura. Desde luego, el Gobierno federal podrá, si lo deseare, tomar posesión de la negociación, cesando en sus funciones al gerente general y los miembros del Consejo de Administración, pero quedando en todo su vigor las facultades de la Asamblea general de accionistas y de los comisarios. El Gobierno federal pagará a los accionistas, según el proyecto de liquidación, inmediatamente que éste quede totalmente terminado. El avalúo de los bienes de la Compañía se formará tomando en cuenta su valor material, y el importe del avalúo será lo que se pague a las accionistas, deduciendo el importe de las deudas a cargo de la sociedad. Corresponde a los comisarios, en este caso, convocar a Asamblea." No habiendo podido pagarse el capital que originalmente se había subscripto para esta vasta empresa, se redujo a $5.000,000 y, por lo tanto, en mayo de 1917, se modificó la escritura social originaria. Conforme a la escritura de 22 de mayo de 1917, que reformó la primitiva escritura, el capital social de $5.000,000 quedó constituído por 50,000 acciones de $100.00, las cuales quedaron subscriptas como sigue:

Gobierno del Estado de Yucatán $ 4.875,000.00

Diversos particulares " 125,000.00

Total $ 5.000,000.00

Es decir, que el capital social está constituído en la siguiente forma:

Gobierno del Estado de Yucatán 97 1/2 %

Particulares 2 1/2 %

En dicha escritura se reformaron diversas otras cláusulas relativas todas a la forma de administración de la Compañía, y concluye ese instrumento diciendo lo siguiente: "Que salvo estrictamente las modificaciones contenidas en las preinsertas cláusulas que acaban de relacionarse, la escritura de constitución social número 134, de fecha 3 de mayo de 1916, pasada en esta ciudad, ante el notario don Maximiliano Canto, queda en todo su vigor y fuerza en todos los demás términos que no se opongan a las presentes modificaciones; debiendo tenerse la presente escritura como parte integrante y complementaria de aquella." Como puede verse en esta reforma de escritura, no se modificó la cláusula vigésima séptima de la escritura original, que da al Gobierno federal el derecho de adquirir todo el capital de la Compañía de Fomento del Sureste, sino que se dejó expresamente subsistente. En la actualidad, la compañía de Fomento del Sureste, que en un principio abarcó muy diversas actividades, se encuentra prácticamente reducida a su departamento comercial, que representa un capital de un millón de pesos, pero que está en vías de líquidación. Explota, además, la terminal de petróleo que fué construída en Progreso y que representa una inversión aproximada de $1.700,000.00. Posee igualmente la mayoría de las acciones del Banco Refaccionario, que significan medio millón de pesos. Puede, pues, decirse que, haciendo cálculos en números redondos, el actual activo que habria de adquirir le Compañía de Fomento del Sureste, sería aproximadamente lo siguiente:

Terminal de petróleo $ 1.700,000.00

Banco Refaccionario " 500,000.00

Acciones de lao Ferrocarriles Unidos de

Yucatán " 2.000,000.00 Total $ 4.200,000.00

que sería aproximadamente el activo que el Gobierno federal se encontraría en el deber de pagar desde luego. Comisión Reguladora Desde que comenzaron las dificultades que la Comisión reguladora del Mercado de Henequén ha tenido para la venta de sus productos en los Estados Unidos, el Gobierno federal ha concedido al Estado de Yucatán una especie de moratoria para el pago de los impuestos, de tal manera que en los momentos actuales todos los derechos de exportación que se causan por cuenta de la Comisión Reguladora, que es la única exportadora de henequén en Campeche y Yucatán, se cargan a la cuenta de la Comisión Reguladora. Por otra parte, todos los impuestos interiores que se pagan al Gobierno federal en Yucatán, por diversos conceptos y especialmente por Timbre, son cubiertos en papel de la Comisión Reguladora, el cual se deposita en las oficinas de ésta, cargándose en dólares a dos por uno a la cuenta de la Comisión Reguladora. Hasta el 30 de junio, la Jefatura de Hacienda de Mérida ha depositado en las oficinas de la Comisión Reguladora. $4.700,000.00, es decir, la Comisión Reguladora adeuda al Gobierno federal, en estos momentos, aproximadamente, esa suma de.... $4.700,000.00, fuera de la cuenta que por derechos de exportación se lleva a la Comisión Reguladora. Posibilidades de la operación Dada la íntima relación de negocios que existe entre la Comisión Reguladora y la Compañia de

Fomento del Sureste, que es una especie de filial de la Reguladora, puede decirse que la compra de la mayoría de las acciones de los ferrocarriles Unidos de Yucatán se convierte casi en un mero traspaso de cuentas. El valor de las acciones que representan la mayoría del capital de los Ferrocarriles y que en la actualidad posee la Compañía de Fomento del Sureste, es de dos millones de pesos, y calculando en otros dos millones el valor máximo de la Estación Terminal de Petróleo, de Progreso, resulta que todavía quedaría el Gobierno con un sobrante de más de medio millón de pesos, después de hecha la operación. México, a 7 de julio de 1919. LUIS CABRERA.