Legislatura XXVIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19190711 - Número de Diario 63

(L28A1P1eN063F19190711.xml)Núm. Diario:63

ENCABEZADO

MÉXICO, VIERNES 11 DE JULIO DE 1919

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO 1.- PERÍODO EXTRAORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 63.

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA

11 DE JULIO DE 1919

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2.- Se da cuenta con los asuntos de cartera, concediéndose licencia a los CC. Padrés, Trejo y Breceda Alfonso.

3.- Continúa la discusión del dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda, 2a. de Crédito Público, y de Ferrocarriles, por el que no se concede al Ejecutivo la facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. A votación el dictamen, se levanta la sesión por falta de quórum".

DEBATE

Presidencia del C. OLIVE ISAAC

(Asistencia de 128 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente: a las 4.25 p.m.: Se abre la sesión.

- El C. prosecretario Aguilar, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diez de julio de mil novecientos diez y nueve. - Periodo Extraordinario.

"Presidencia del C. Isaac Olivé.

"En la ciudad de México, a las cuatro y veinte de la tarde del jueves diez de julio de mil novecientos diez y nueve, con asistencia de ciento veinte ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó el C. secretario Soto, se abrió la sesión.

"El C. prosecretario Aguilar, leyó el acta de la sesión celebrada el día anterior, la cual, sin discusión, se aprobó en votación económica.

"El mismo C. prosecretario dio cuenta con estas solicitudes de licencias:

"Del C. Carlos E. Tamez, por un mes, con goce de dietas.

"Del C. José M. Sánchez, por veinte días, así mismo con goce de dietas.

"Ambas se aprobaron sin discusión así que se les dispensaron trámites.

"Prosiguió la discusión del dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda y 2a. de Crédito Público y Ferrocarriles, por el que no se concede al Ejecutivo de la Unión la facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán.

"El C. Franco, a nombre de las comisiones, apoyó el dictamen. En pro del mismo habló el C. Siurob, quien interpeló al C. Méndez Benjamín. El C. Zerecero que forma parte de las comisiones, usó de la palabra para insinuar que la Asamblea diera su aquiescencia a fin de que el dictamen volviera a las comisiones con objeto de que se reformara; el C. Zerecero fué interrumpido por mociones de orden de los CC. Ferrel, García Carlos y Céspedes, por la Secretaría para llamar al orden al público y por aclaraciones de la Presidencia. Esta, tomando en consideración las razones que expusieron en sus mociones de orden los CC. García. Carlos y Céspedes, retiró el uso de la palabra al C. Zerecero. El C. García Ruiz rectificó hechos asentados por el C. Siurob, habiendo sido interrumpido por una moción de orden del C. García Carlos. El C. Ruiz Porfirio, inscripto en contra, cedió su turno al ciudadano secretario de Hacienda, quien pasó a la tribuna para impugnar el dictamen.

"Este funcionario fué interrumpido por mociones de orden de los CC. Espinosa Luis y García Vigil; por solicitudes de los CC. Camarena y Siurob tendientes a que se leyeran documentos, que fueron dados a conocer por la Secretaría; por la lectura, ordenada por la Presidencia, de los artículos 103, 104 y 110 del Reglamento, y por una aclaración del C. García Vigil. El ciudadano Secretario de Hacienda, durante su discurso que concluyó contestando varias interrupciones del C. Espinosa Luis, dirigió preguntas a los CC. Siurob y Camarena.

"A las nueve horas y dos minutos de la noche se levantó la sesión." Está a discusión. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Aprobada

- El mismo C. prosecretario: Se va a dar cuenta con los documentos en cartera.

"Honorable Asamblea:

"El subscripto, diputado en ejercicio por el Estado de Sonora, solicita muy atentamente de esta Honorable Asamblea, le sea concedida una licencia por diez días con goce de dietas, por tener que salir violentamente hacia Estados Unidos, a atender a mi familia que se encuentra gravemente enferma.

"En espera de que con la debida dispensa de trámites sea aceptada favorablemente esta petición, me es grato protestar lo necesario.

"Salón de Sesiones, julio 11 de 1919.- G. Padrés."

"Telegrama procedente de San Antonio, Texas, 10 julio 1919.

"Señor Gustavo Padrés, Cámara de Diputados.

- México, D. F.

"Amelia grave. No hay esperanza. Ven.

"Teresa de Padrés."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, Sírvanse ponerse de pie. Se concede la dispensa. Está a discusión. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Concedida.

"Honorable Asamblea:

"El subscripto, diputado propietario por el 4o. Distrito del Estado de Durango, con toda atención solicita a Vuestra Honorabilidad se le conceda, con dispensa de trámites y goce de dietas, una licencia hasta por veinte días, con motivo de tener que atender asuntos urgentes de familia que lo obligan a ausentarse de esta capital.

"México, D. F., 11 de julio de 1919.- Alfonso Breceda."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Se le dispensan los trámites. Está a discusión la licencia. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Se concede la licencia.

"Honorable Asamblea:

"El subscripto, diputado por el distrito de Jalapa del Estado de Veracruz, respetuosamente dice:

"Para atender asuntos de familia, he de menester ir a la ciudad de Acayucan del indicado Estado. Las comunicaciones con ese lugar son dilatadas y difíciles, y para atender los asuntos aludidos es necesario que permanezca allá algunos días. En esta virtud, y con dispensa de trámites, acudo a Vuestra Honorabilidad en solicitud de una licencia hasta de un mes, con goce de dietas.

"Protesto lo necesario.

"México, 11 de julio de 1919.- Amado J. Trejo."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Se dispensan los trámites. Está a discusión la solicitud. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Concedida la licencia.

El mismo C. prosecretario: Continúa la discusión del dictamen relativo a los Ferrocarriles de Yucatán.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob para rectificar hechos.

El C. Siurob: Honorable Asamblea: Un deber de justicia y de dignidad también, me obliga a venir a esta tribuna para rectificar algunos de los hechos asentados ayer aquí por el señor licenciado Cabrera, quien, aludiéndome personalmente, aseguró hechos que no son verdad y cuya interpretación dependió de muy diversas circunstancias.

Comenzó por asegurar que yo le había preguntado cuánto iba a ganar él personalmente en el negocio de los Ferrocarriles de Yucatán. Aquí está la versión el DIARIO DE LOS DEBATES que me voy permitir leer a vuestras soberanías en la parte relativa y de la que se desprende que sólo ha habido una mala interpretación de parte del licenciado Cabrera; en la parte conducente, dice:

"Cuando yo supe que este proyecto era del licenciado Cabrera, yo me pregunté qué era lo que había que desquiciar aquí, ¿qué será lo que se irá a destruir aquí? ¿a dónde va el pensamiento demoledor del licenciado Cabrera? y después al saber todo lo que pasa en Hacienda y lo que ha pasado subsecuentemente y sobre todo, yendo al fondo de la cuestión, yo interpelo al C. Cabrera para que me diga: ¿cuánto se va a ganar en este negocio?...

De donde se desprende que yo interpelaba al ciudadano ministro de Hacienda en su calidad de Ministro de Hacienda, y yo le preguntaba: "¿Cuánto se va a ganar en este negocio?" Pero para la Nación, para el Gobierno, y no para él, naturalmente; (Murmullos. Voces: ¿Ah!) y tan es así, que las palabras que siguen lo expresan de una manera clara; dicen las palabras subsecuentes: "...Yo digo, no sólo cuánto va a ganar el Gobierno...." Está claro que en la anterior pregunta me refería yo a las ganancias especiales que va a tener el Gobierno y no a las ganancias en particular del C. Luis Cabrera. Lo que pasó fué que el C. licenciado Cabrera, con la malignidad que le es característica, se sintió aludido, y poniéndose el saco, cuando yo no quería aludir personalmente al licenciado Cabrera, él se dio por aludido e interpretó mi pregunta como dirigida personalmente a las ganancias suyas, cuando yo me refería a las ganancias de la Federación en este asunto. (Voces: ¿No es cierto!) Aquí está el DIARIO DE LOS DEBATES.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una aclaración.

El C. Presidente: No se puede interrumpir al orador.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una aclaración.

El C. Siurob: Pido al ciudadano Secretario de la Cámara se digne venir a leer si es o no verdad lo que estoy afirmando.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una aclaración. ¡Para una aclaración!

El C. Presidente: Sólo se puede interrumpir al orador para mociones de orden.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una aclaración. (Voces: Está prohibido por el reglamento!) Entonces para una moción de orden.

- El C. prosecretario Aguilar, leyendo:

"Cuando yo supe que este proyecto era del licenciado Cabrera, yo me pregunté qué era lo que hacía que desquiciar aquí: ¿qué será lo que se irá a destruir aquí? ¿adónde va el pensamiento demoledor del licenciado Cabrera? Y después, al saber todo lo que pasa en Hacienda y lo que ha pasado subsecuentemente y, sobre todo, yendo al fondo de la cuestión, yo interpelo al C. Cabrera para que me diga: ¿cuánto se va a ganar en este negocio?...

"...Yo digo, no sólo cuánto va a ganar el Gobierno; yo me refiero a cuánto van a ganar. Ese dato puede que no lo pueda decir el licenciado Cabrera: cuánto van a ganar otros nuevos Manero, otros nuevos Reyes Retana, otros nuevos Basave del Castillo Negrete, cuyos solos nombres se me figuran torres de un castillo feudal..."

El C. Siurob, continuando: Por más que la Asamblea se obstine y, deseando que yo hubiera hecho esta pregunta al licenciado Cabrera con el tono de malignidad que se ha querido darle, resulta del DIARIO DE LOS DEBATES, por decirlo así puesto que ésta es la copia original que me acaba de ser entregada por el señor oficial mayor de la Cámara, que no he hecho esa pregunta al señor licenciado Cabrera con el tono que se trata de darle; si yo hubiera querido hacer esa pregunta, la habría hecho con la franqueza que me caracteriza, diciéndole: ¿cuánto se va a ganar usted en este negocio? Pero no le pregunté: ¿cuánto se va a ganar usted?, sino: ¿cuánto se va a ganar en este negocio? Y enseguida expliqué, de una manera clara, que me refería no sólo a cuánto iba a ganar el Gobierno, sino los que contrataban como parásitos sociales...

El C. Aguirre Vito: ¿Me permite el orador una aclaración?

El C. Siurob: Con mucho gusto:

El C. Presidente: No se le permite.

El C. Siurob: Ruego a la Presidencia se le permita, para que se le quite la tentación.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Aguirre.

El C. Aguirre Vito: Señor Siurob: Usted dice que no se refirió ayer al C. licenciado Cabrera ni a las ganancias de este ciudadano en ese negocio; ¿con qué objeto, entonces, hizo usted referencia a las lentejas que se le quedaban entre los dedos o entre las uñas?

El C. Siurob: Me refería a la habilidad con que en los informes oficiales se disimulan los datos acerca de cantidades, pues es muy fácil decir que tal empresa tuvo tantas pérdidas o tantas ganancias al hacer cuentas con datos oficiales y disimular un millón, si se quiere, de pérdida en el negocio. A eso me refería y creo que esto queda perfectamente explicado. Este es el primer punto que me propongo dilucidar, y no rehuyo mi responsabilidad cuando afirmo una cosa, porque no acostumbro rehuirla nunca; he dicho que se trataba de un negocio sucio, que era un negocio malo en que no se veía clara la justicia y sí la justicia del contrato celebrado entre el gobernador constitucional de Yucatán y el Gobierno Federal, y en esto me ratifico en todas sus partes, y que el C. Cabrera venía a defender este negocio en esta forma, también me ratifico que lo he dicho; que el licenciado Cabrera se haya dado cuenta o no de que este es un negocio de esta naturaleza, eso es cuenta del licenciado Cabrera. La cuestión es que siempre que yo he afirmado una cosa con palabras y con los hechos concretos, nunca me he desdicho de lo que he venido a afirmar aquí: pero tampoco gusto de que se diga, ni por el licenciado Cabrera, ni por nadie, que yo trato de insultar a una persona cuando no tengo los datos suficientes para demostrárselo, y como no tengo los datos necesarios para afirmar que el licenciado Cabrera ha tomado o tamará dinero de la Nación, no gusto de que se me hagan cargos que no he sustentado. El segundo cargo lanzado por el licenciado Cabrera en contra mía, fue más bien un recurso oratorio suyo, un recurso oratorio hábilmente explotado por este orador, pero que extraña también malevolencia para mi persona; se refiere a que yo afirmé, como un cargo para el Gobierno Federal, que un buque Americano fué a abrir el puerto de Progreso, cuando por orden del Gobierno Constitucionalista se encontraba cerrado. Yo no dije esto como un cargo para el Gobierno federal, yo lo dije como una prueba de la importancia del puerto de Progreso, la única vía que tiene para la entrada de los productos extranjeros el Estado de Yucatán. Y aquí está también el DIARIO DE LOS DEBATES, en la parte conducente que dice:

".....Si vosotros sabéis que el puerto de Progreso, que es la fuente principal de comunicaciones del Estado de Yucatán, paga una contribución especial para que se mejore este mismo puerto; que la paga hace muchos años y que todavía los buques surtos en el puerto están surtos a muchas millas, de tal manera que cuesta más llevar cualquier mercancía de los barcos surtos en el puerto de Campeche o en el puerto de Progreso, a dicho puerto, cuesta más que traer esas mismas de la Argentina o del Brasil; y todavía en una época el Gobierno federal pretendió cerrar ese puerto, y un crucero Americano fue a estacionarse frente al puerto para que se abriera otra vez ese puerto a la circulación."

Esto pasó, pues, sin ningún comentario de mi parte en el sentido de que esto fuera un cargo para el Gobierno federal; yo sabía perfectamente las circunstancias en que se hizo; las circunstancias fueron una medida del Gobierno mexicano como represalia en contra el Gobierno de los Estados Unidos por no permitir entrar al País determinada clase de artículos de primera necesidad. Esto es al menos lo que se me ha dicho; pero si me hubiere equivocado en este punto, no digo, como no cometí este error, si lo hubiera cometido, yo no tendría la culpa, porque nunca se nos tiene al corriente de esta clase de asuntos internacionales y, por lo mismo, no podía saber cuál era el objeto por el que se había cerrado el mencionado puerto de Progreso. Por

otra parte, hablan suficientemente en favor de mi personalidad en el sentido de aplaudir la política internacional de don Venustiano, las palabras que he pronunciado muchas veces desde esta tribuna; de toda la labor del presidente Carranza, la única que he aplaudido sin reserva, y lo vuelvo a mencionar, es su labor en asuntos internacionales. De manera que como esto ya lo he dicho en esta misma tribuna y como lo he declarado por medio de la prensa, resulta que no puede contrarrestar mis declaraciones anteriores un hecho que no tuvo el objeto que se le atribuye, sino que sirvió tan sólo como prueba de la importancia del puerto de Progreso, puesto que hasta una nación extranjera, abusando de su fuerza, se preocupaba por mantenerlo abierto a la circulación. Consta, pues, que no ha tenido ninguna razón el licenciado Cabrera para lanzarme este cargo. Paso por alto el hecho de que haya insistido en que yo no conozco el Estado de Yucatán; el señor licenciado Cabrera no necesitaría ir al polo para convencerse de cómo son los osos blancos; el licenciado Cabrera no necesita ir a Guatemala para saber cuál es el estado de las vías férreas de allá, puesto que puede leerlo en algún anuario o en cualquier otra parte. Más bien aun, el señor licenciado Cabrera, cuando fué a Yucatán, no estuvo allá más que ocho días, durante los cuales no recorrió el país, los campos de ese Estado, sino que solamente vió el panorama al través de los cristales de los automóviles de los grandes terratenientes. Conste, pues, que no he faltado a la consideración debida al ciudadano secretario de Hacienda en el momento en que vino a informar a esta honorable Asamblea. Pero todavía tiene más cargos el señor licenciado Cabrera, y son estos: que nosotros a cada momento estamos escupiendo -palabras textuales- las dificultades por las que atraviesa el País , frente al Gobierno. No es verdad que mencionamos estas dificultades con el ánimo de herir, ni tampoco con el ánimo de lanzarlas como una mancha para el Gobierno federal; nosotros venimos a decir aquí los males que padece el país para que no se aumente todavía con proyectos descabellados que van a gravar todavía más el crédito de la Nación, no obstante que ese crédito no existe. Yo he venido, señores, muchas veces a censurar aquí diversas personalidades y he tenido la profunda satisfacción de que el mismo C. Venustiano Carranza me ha dado la razón en todas las censuras que yo he hecho.... (Voces: ¡No es cierto!) Voy a citar casos concretos, y casos concretos que todos vosotros conocéis, y que vosotros sabéis que son absolutamente ciertos. Recordad desde cuándo vengo censurando al C. Macías al frente de la Universidad nacional, y ha sido necesario que toda la prensa o que una buena parte de la prensa diga que la Universidad nacional en manos del C. Macías ha sido un fracaso completo, para que el señor presidente de la República lo haya separado de su cargo. He venido censurando desde la Legislatura pasada al C. Pescador y, desgraciadamente, hasta hoy se hace caso de mi censura.... (Murmullos. Risas.) He venido censurando los negocios de los ferrocarriles, y el año pasado, en la Legislatura pasada, cuando yo señalaba el contrato del hierro viejo hecho en circunstancias malas para la Nación, el mismo Presidente de la República mandó que se revocara este contrato. He censurado al Ayuntamiento pasado por su desastrosa labor, y la prensa también se ha encargado de autorizar esa censura con datos, con artículos y con distinta clase de informaciones que probaron que el Ayuntamiento pasado no cumplió con su deber. He atacado al C. Pani al frente de la Secretaría de Comercio e Industria, cuando la cuestión de la adquisición de aquellas locomotoras que fueron adquiridas y estaban en malas condiciones, y el C. Pani no se encuentra tampoco al Ministerio de la Industria y del Trabajo.... (Murmullos. Risas) Censuré igualmente al C. Licenciado Cabrera durante la Legislatura pasada, y el C. licenciado Cabrera, recuerdo que se fué a veranear a la Argentina, en donde pasó largo tiempo con una misión diplomática que fué un verdadero problema y verdadero fracaso. He censurado las violaciones electorales, los chanchullos verificados en diversos Estados de la República y he tenido el alto honor de ser aplaudido, y abundantemente, por esta misma Honorable Asamblea. Ya ve, pues, el licenciado Cabrera, que las censuras que he venido a hacer al Ejecutivo, estás han sido justas, honestas y confirmadas por los mismos actos del Ejecutivo, que ha separado de sus cargos a los individuos censurados por mí. Ya yo sabía que en las labores parlamentarias se tiene que padecer desgraciadamente el odio de los grandes, manifestado de cualquier manera; ya un ciudadano ministro pretendió quitarme la vida, el C. Jesús Agustín Castro, porque dije que no servía para ministro de la Guerra. El año pasado, en la anterior Legislatura, una vez desde esta tribuna me permití censurarlo muy correctamente, no como revolucionario ni como patriota, sino únicamente refiriéndome a sus cualidades como militar y al frente del cargo que desempeñaba; censuré entonces al C. Jesús Agustín Castro, diciendo que no era competente para el puesto de Ministro de la Guerra; y los hechos han venido a confirmar que tuve razón y que si no servía para general dimisionario, menos para el Ministro de la Guerra. Sin embargo, el C. Jesús Agustín Castro pretendió con una medida apresurada y violenta arrebatarme la vida, declarándome rebelde cuando andaba yo en una simple casería en el Estado de Querétaro. Ahora, la cuestión es más grave; el señor licenciado Cabrera pretende dejarme fuera del credo- revolucionario; el licenciado Cabrera pretende quitarme más de lo que quiso quitarme el General Castro, porque éste trató de privarme de la vida, pero no de la honra; mientras que el señor licenciado Cabrera, al venir a afirmar desde el alto pedestal del Ministerio en que se encuentra colocado, que no soy revolucionario, ha pretendido quitarme la honra. ¿Qué poder tiene el licenciado Cabrera para conferir el título de revolucionario a alguien? Cuando él se encontraba tranquilo paseando en las calles de Washington, en Nueva York o en Veracruz, acompañando al primer jefe o ayudándolo en las labores de su Ministerio, yo me encontraba en el Ebano, donde tenía por compañero al general García Vigil y al general Montes, y donde andaba luchando por la libertad; cuando el general Obregón salió de México, yo iba como punto de vanguardia acompañado por general Martínez, que fué el primero que combatió con los villistas. De manera que, ¿qué se necesita

para ser revolucionario? ¿Haber tomado las armas por la Revolución? Yo las tomé. ¿Se necesita haber defendido leyes revolucionarias? Yo las he venido a defender aquí; ¿se necesita, para ser revolucionario, haber escrito en la prensa ideas en favor de la Revolución? yo las he escrito también. ¿Qué es, pues, lo que me tacha el C. Cabrera para que yo no sea Revolucionario? Yo he venido también a defender aquí algunas cosas revolucionarias contra el licenciado Cabrera que defendía cosas reaccionarias; recuerde el licenciado Cabrera cuando hacía la apología y la defensa del pulque, que yo vine a atacar este licor, apesar de ser el licor nacional, porque yo abogaba por el estado seco, que es una medida revolucionaria; recuerde el licenciado Cabrera que cuando yo venía aquí a defender la pequeña minería, el abogaba por el aumento de impuesto a la pequeña minería. Y más aun, si se trata de asuntos patrióticos recuerde el licenciado Cabrera cuando yo me oponía a que los extranjeros Kennedy, Kemmerer y Chandler -no me acuerdo de los nombres de ellos - se encontrarán en la secretaría de Hacienda tomando datos en el corazón de nuestras finanzas, entregándoseles los libros de todas nuestras finanzas por iniciativa del licenciado Cabrera y que yo me opuse, y aun hice una moción dentro de esta Cámara en la XXVII Legislatura, porque no era correcto, porque no era patriótico que los extranjeros estuvieran en el centro mismo de nuestras finanzas tomando los datos suficientes con qué poder después hecernos una guerra cruel desde el punto de vista financiero.

Afortunadamente el C. licenciado Cabrera, con muy buen tino, sintiendo probablemente que no estaba en lo justo en sus aseveraciones, que eran fruto del calor del debate, a venido a esta misma tribuna a retirar cualquiera palabra injuriosa que hubiera pronunciado; yo no recuerdo haber pronunciado alguna otra en contra del licenciado Cabrera, y si alguna otra he pronunciado, correspondiendo a ese mismo espíritu de nobleza y de rectitud que pueda haber tenido el licenciado Cabrera, también la retiro, porque quiero que este debate se encarrile dentro de un justo nivel patriótico, que sin distinción de partidos y sin distinción de personalidades vengamos a ver aquí claro en este asunto; pero desde ahora declaro al licenciado Cabrera que yo no puedo ver claro en ese negocio del contrato verificado con C. Salvador Alvarado y la Secretaría de Hacienda, que hay muchos puntos de los tocados ayer por mí que ni siquiera fueron desflorados por el licenciado Cabrera y que ahora hemos entrado a un terreno correcto y que yo lo invito a que entremos a ese terreno, discutamos patrióticamente y lealmente como revolucionarios, porque debo advertir tocando todavía por última vez el tema de haber dicho el licenciado Cabrera que yo no era revolucionario que él si se declaró personalista; lo dijo desde esta tribuna. Y yo pregunto: ¿los individuos que se han declarado personalistas son capaces de juzgar del mérito revolucionario de alguien? Indudablemente que no; la Asamblea en masa lo sabe; pero no volveré sobre eso. Serenemos la contienda y serenemos en lo absoluto el debate; ahora se trata de hablar y de contestar ya dentro del terreno franco . Mi discurso de ayer no tuvo más objeto que haber hecho vomitar al señor licenciado Cabrera el sinnúmero de datos que traía en cartera, para que la Asamblea se diera cuenta de ellos; por lo tanto, este servicio, quiera que no la Asamblea, me lo debe.... (Risas. Voces: ¿Cuánto es?) El señor licenciado Cabrera ya no tiene ningún pretexto absolutamente para no contestar mis interpelaciones, y espero que ni siquiera tomará en cuenta el hecho de que no fui a Yucatán. El fué, pero fué tan de carrera, que fué como si no hubiera ido. Ahora si yo interpelo al C. Cabrera para que conteste mis interpelaciones conexas con este debate. La primera es si el secretario de Hacienda y el Ejecutivo, por consiguiente, han tenido en cuenta la enorme injusticia que se cometió con hacer válido un compromiso que no pudo haber sido hecho sino por medio de la fuerza, en medio de la fuerza y entre individuos que no podían contratar en nombre del Estado de Yucatán. Suplico al licenciado Cabrera que se sirva contestarme, porque esta pregunta es conexa con la posterior y de otra manera interpretaré que no desea el señor licenciado Cabrera darme datos.

El C. Cabrera Luis: Ya tomé nota de la pregunta y en su oportunidad contestaré.

El C. Siurob: Claro, ciudadanos diputados, que no haré las demás preguntas; observo claramente la intención del C. licenciado Cabrera de no dar a la representación Nacional los informes que tiene la obligación de dar como ministro del ramo. (Aplausos. Siseos. Risas.) Los informes en tiempo oportuno.

El C. Aguirre Vito: ¿Me permite una interpelación?

El C. Siurob: No, señor, no permito interpelaciones.

El C. Aguirre: Para una interpelación al orador.

- EL C. Siurob: No la permito. Me refiero a las interpelaciones en tiempo oportuno, y voy a demostrar que es necesaria la contestación inmediata. Cuando un orador formula una pregunta, es porque pretende sacar de la respuesta conclusiones que se relacionan con aquella pregunta; si el señor licenciado Cabrera contesta las preguntas hasta después que yo haya descendido de la tribuna, equivale a que el C. licenciado Cabrera no quiere que yo saque la consecuencia que debo de sacar de la contestación que él dé. (Aplauso.) De donde resulta que el C. Cabrera, o teme a las consecuencias que yo pudiera sacar de la respuesta que él me dé..... (Aplausos. Murmullos. Voces: ¡Huy!) o no cumple con su deber de proporcionar los datos como ministro del ramo; de cualquiera manera que sea, antes de retirarme de la tribuna quiero dejar sentado estos hechos que son absolutamente claros y que han sido contestados por el señor licenciado Cabrera. Primero: la injusticia que se cometerá en obligar al Estado de Yucatán a entregar sus vías férreas cuando estas vías férreas están nacionalizadas, obligándolo a entregarlas a la Federación por una cantidad absolutamente irrisoria. Segundo: el argumento confirmado por el mismo licenciado Cabrera, de que en toda esta maniobra no se trata más que de aplastar al Gobierno y al partido socialista de Yucatán. Tercero: la imposibilitada en que se encuentra el Ejecutivo de introducir ninguna mejora en este ferrocarril y el hecho de que no es necesario controlar primero aquel ferrocarril para poder hacer la vía que una a estas dos entidades, puesto que la vía que una a estas dos entidades

tendrá verificativo, hasta después de muchos años, cuatro o cinco años. La falsedad de que esta vía sea estratégica y que vaya a remediar el inmediato separatismo de Yucatán, puesto que si el peligro existiera, el ferrocarril, suponiendo que fuera estratégico, no vendría a desempeñar sus funciones hasta después de los años en los que se construyera. Quinta: la deficiencia de la iniciativa del Ejecutivo, porque si en virtud de esta iniciativa se pide de dinero necesario para construir la vía entre Santa Lucrecia y el Estado de Yucatán, esta vía hemos demostrado que exige mucho mayor cantidad de los diez millones que se piden; de manera que si la cantidad que se pide es para comprar el Ferrocarril de Yucatán, es demasiada, porque el mismo licenciado Cabrera ha dicho que para comprar el Ferrocarril de Yucatán basta con dos millones de pesos, entonces sobran ocho millones; si se trata de comprar el ferrocarril y hacer al mismo tiempo otro ferrocarril, entonces es una cantidad exigua, porque no se piden más de diez millones y se necesitan lo menos veinticinco.

Estos hechos son los que yo quería dejar sentados en esta Honoranle Asamblea y pedir a la misma Representación Nacional que se fije en este debate, que este debate no es translúcido, que este debate es muy serio, muy difícil, porque vamos a dejar descontento a uno de los Estados de la República; más aun, vamos a dejar lastimados, vamos a dar oportunidad para que se aplaste un partido de proletarios y todo esto sin ninguna ventaja para la Nación, más que la ventaja hipotética de nacionalizar los Ferrocarriles de Yucatán, ventaja verdaderamente hipotética que puede realizarse más tarde en condiciones mucho más correctas dentro de nuestras instituciones y mucho más correctas para el pueblo del Estado de Yucatán.

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor secretario de Hacienda.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una interpelación al C. Siurob.

El C. Espinosa Luis: ¡Moción de orden! Estaba inscripto después del C. Siurob para rectificación de hechos.

El C. Aguirre Vito: Para una interpelación. ¿Me lo permite el orador?

El C. Siurob: Sí.

El C. Espinosa Luis: ¡Después a mí?

El C. Aguirre Vito: Para una interpelación. Me lo permite el orador (Desorden. Campanilla.)

El C. Siurob: Para una aclaración.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob: Señores diputados: Por la premura y la violencia con que quise tratar este asunto, para no quitar el tiempo, me olvidé de un asunto que es importante rectificar y es el siguiente: yo me refería a la actuación del C. Pescador, y esto fué motivo para que algunos ciudadanos diputados dijeran que nosotros venimos a arrojar lodo sobre determinados ciudadanos. Al hacer yo esta alusión al C. Pescador, fué porque hemos visto todos antes en la prensa. Examinad los artículos que publican "El Heraldo de México", el "Excélsior" y otros periódicos, y os convenceréis de que me he quedado demasiado corto. ¿Por qué el C. Pescador y sus amigos no han desvirtuado estas cosas que dice la prensa? Mientras no haya desvirtuado el C. Pescador estas cosas que dice la prensa, nosotros, los representantes, tenemos derecho de hacerlas valer aquí; el lodo lo habrán hecho el C. Pescador y sus compañeros, o quienes hayan ayudado a batirlo en la prensa; pero en todo caso, ese lodo se pretende arrojarlo sobre nosotros cuando se dice que los Ferrocarriles Constitucionalistas caminan como una balsa de aceite, y yo lo único que he hecho es rechazar ese lodo y arrojarlo sobre quien corresponda. Por consiguiente, no se me puede tachar en ese sentido. Yo he venido a traer aquí algo que se dice en público, algo de que tiene conocimiento el pueblo mexicano y más diría yo todavía: que el ciudadano procurador de Justicia de la Nación, tomara datos de lo que dice la prensa y de lo que yo he expresado ayer para aclarar qué es lo que hay de cierto sobre el particular; porque no es justo, señores, que estas cosas se vayan quedando sin que la Nación vea claro en estos asuntos en que se dice, en que todo el mundo lo dice, en que se asegura que tiene pruebas en la prensa y distintos periódicos.....

El C. García Ruiz, interrumpiendo: Se asegura, pero no las tienen.

El C. Siurob, continuando: Yo no tengo la culpa de que no las tengan.....

El C. García Ruiz: Entonces es usted un calumniador. (Murmullos.)

El C. Siurob: No, señor.

El C. García Ruiz: Sí, señor.

- El C. Siurob El C. Pescador no ha desvirtuado ninguna de las cosas que se dicen en la prensa; si el señor Pescador es calumniado, la calumnia es de la prensa, y no mía. (Murmullos. Siseos. Campanilla.)

El C. García Ruiz: Si usted no puede demostrar lo que dice en la prensa, tengo derecho a decir que es usted un calumniador. (Murmullos. Desorden. Campanilla.)

El C. Siurob: Yo he venido a exponer aquí lo que se dice en la prensa; la consecuencia de todo esto es todo lo que yo he venido a expresar aquí; por consiguiente, he tenido justicia, me he hecho eco de un sentir popular; más aun, de una queja pública, y esta queja pública -que mucha razón tiene para hacerla los periódicos libres, porque los periódicos libres tienen razón de recoger todas estas versiones para que se aclaren en beneficio del pueblo- la Cámara debe conocerla para poder juzgar con justicia de este debate.

El C. García Ruiz: Pido la palabra para una aclaración.

El C. Aguirre Vito: Pido la palabra para una interpelación al C. Siurob.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Espinosa.

El C. Espinosa Luis: Ciudadanos representantes: Sin el deseo de lanzar una frase mal sonante, sin el propósito de ofender absolutamente a nadie, voy a permitirme hacer breves rectificaciones a algunos de los conceptos vertidos ayer en esta tribuna por el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público.

Empiezo, ciudadanos representantes, por manifestar que he extrañado en alto grado que el C. Cabrera, un abogado y abogado de renombre por añadidura, haya faltado a los más elementales principios

de Derecho al haberse permitido juzgar ayer mis ideas, calificándolas de tonterías y de quién sabe qué otras cosas. (Risas.) Y esto lo digo ciudadanos representantes, porque el licenciado Cabrera es el menos capacitado para poder juzgar de mi actitud en este asunto; (Siseos.) el licenciado Cabrera no puede ser juez y parte; esta es la razón por que lo considero incapacitado para venir aquí a juzgar mi actitud. En buena hora, ciudadanos representantes, que los ciudadanos diputados vengan a emitir su opinión en el sentido que más les plazca, opinión que, como siempre, ha merecido, merece y merecerá mi más alto respeto; pero no sucede de esta misma manera tratándose del ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, que forzosamente tiene que proceder con toda parcialidad y con toda la pasión que le impone su puesto de representante del Ejecutivo en este asunto. El C. licenciado Cabrera decía ayer, haciendo uso de un ardid parlamentario muy gastado ya, es decir, cambiando conceptos, desvirtuándolos por completo, deformándolos del todo, que yo había asegurado que él en la política que había bosquejado en una entrevista periodística, se refirió a la reelección del ciudadano Presidente de la República; y, señores representantes, yo no he dicho semejante herejía; he dicho algo peor. Yo no he dicho que el C. Cabrera esbozara aquí una política precisamente de reelección, no, señores; yo dije que creía descubrir en esta política ferrocarrilera del Ejecutivo el principio, el prólogo de la política bosquejada por el señor Cabrera y que consiste en hacer que desaparezcan los poderes constitucionales para que el C. Carranza pueda gobernar preconstitucionalmente, y esto, ciudadanos representantes, es muy distinto a las palabras que el C. Cabrera ha puesto en mis labios. La segunda rectificación que hago, ciudadanos representantes, es a lo expuesto también por el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, referente a que yo lanzaba una ofensa al socialismo, a los grupos socialistas de Yucatán, al suponer que serían capaces de cambiar su voto por la presión oficial. Yo no he dicho tampoco semejante herejía, ciudadanos representantes; yo no he dicho que los ciudadanos obreros organizados de Yucatán sean capaces de ceder a la presión oficial. ¿Por qué? Porque yo he estado dentro de ese elemento obrero y tengo la convicción íntima, y estoy seguro de no equivocarme, de que los obreros de Yucatán no solamente no cederían sus convicciones a la presión oficial, sino que aun no las cederían ante la fuerza implacable de las armas. Estoy seguro ciudadanos representantes, que si cualquier candidato, que si el Ejecutivo también quisiera desvirtuar las simpatías de aquellos grupos obreros para determinado candidato, valiéndose de la fuerza, no lo conseguiría, porque tengo también la convicción, convicción muy arraigada en mí, de que los elementos obreros de Yucatán sabrán armarse para repeler la fuerza por medio de la fuerza. Es así, ciudadanos representantes, como yo vengo a rendir un tributo de admiración a ese pueblo que es el primero en la República en cuanto a su organización, no sólo en el terreno socialista, sino en todos los órdenes de la actividad social. Dice el señor licenciado Cabrera que también he lanzado una ofensa al Ejecutivo al afirmar que podía estar haciendo con esta política ferrocarrilera los preparativos de una elección, por medio de imposición. Señores: los que todavía llevamos muy pocos años en la vida, pero hemos visto demasiado, no nos extraña nada, y yo lo digo con toda honradez, que yo tengo derecho a esperarlo y a creerlo todo.

El ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, descendiendo de la altura de la alta representación que aquí ha traído, se permitió ayer lanzar expresiones que francamente, ciudadanos representantes, no están en armonía con su alta investidura. No sólo son frases vulgares que desdicen de la dicción elocuente del ciudadano secretario de Hacienda, sino que son palabras que por lo trivial y groseras llamaron la atención (Siseos) y despertaron las protestas de los señores diputados. ¿Con qué derecho, ciudadanos representantes, va el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público a comparar aquí los representantes con las rameras? (Siseos. Voces: ¡No dijo eso!) Los que dicen que no es cierto son unos serviles; (Aplausos.) y si quieren pruebas, pido que se dé lectura a la versión taquigráfica. La última rectificación, ciudadanos representantes, que quiero hacer a las ideas vertidas por el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, son respecto a las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Ofrecí que en caso de que fuese necesario, expondría casos concretos, para demostrar que ha sido el Ejecutivo y no el Legislativo el que ha iniciado precisamente esa política de división entre los dos elementos del Poder, y suplico, aunque no tengo derecho para dirigirme a los ciudadanos representantes de la prensa, que tengan la virilidad de exponer estas ideas para que la opinión pública sepa la verdad. El primer caso concreto es el siguiente: la Comisión designada por la Presidencia de la Cámara para que se acercara el Presidente de la República hacerle presente los deseos de la misma de que viniesen a informar los ciudadanos secretarios de Hacienda y Crédito Público y de Comunicaciones y Obras Públicas, con motivo de este debate, la Comisión que fué designada tuvo que hacer una antesala por un tiempo que casi llegaba a una hora. (Voces ¡Ah! ¡Ah!) Y esto, ciudadanos representantes, significa descortesía. Ahí está, si acaso hay duda, el compañero Céspedes, que formó parte de esa Comisión y que podrá dar un testimonio verdaderamente honorable, y, señores, entonces el ciudadano secretario de Hacienda todavía no había venido a informar a esta Asamblea. Cuando las dificultades surgidas en el Estado de Tabasco con motivo de las elecciones para poderes locales, la diputación de Chiapas, que en su mayoría hizo causa común con la diputación tabasqueña, se acercó no una vez, dos o tres veces a las antesalas presidenciales con el deseo de tratar los asuntos relativos a aquel Estado. No iban allí a mendigar alguna protección particular, ni el C. Venustiano Carranza ni el ciudadano presidente de la República para si mismos, sino para los únicos que tiene derecho de defender y, ciudadanos representantes, esas comisiones no fueron recibidas, más bien dicho, esas diputaciones íntegras, no fueron recibidas, ni yo tampoco, y esta descortesía la consumó el Ejecutivo cuando el señor secretario de Hacienda no venia a informar a esta Asamblea. Señores; podría citar todavía muchos otros ejemplos; pero para

terminar quiero sólo manifestar que no es cierto el concepto vertido ayer en esta tribuna por el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, al afirmar que los diputados individualmente no tienen más representación que la de cualquier caballero. Esto, ciudadanos representantes, es falso, porque donde quiera que estemos, amparados por la representación que tenemos y amparados por el fuero constitucional también, llevamos la representación intrínseca del distrito que nos ha mandado aquí a desempeñar la voluntad de sesenta mil ciudadanos conscientes y al corriente en todos sus derechos. Este es el papel que nos corresponde y este no es un empleo que esté a merced del capricho de un hombre; es un empleo que nos ha dado la voluntad soberana del pueblo y que de acuerdo con la ley nadie puede quitárnoslo, hasta que no termine el periodo prescrito por la ley. Esta es, pues, la capital diferencia que existe y que le da la superioridad a un representante del pueblo ante un empleado del Ejecutivo, como ya dije que es un ciudadano secretario de cualquiera de las dependencias del Ejecutivo. Señores; basta como último colorido a estas rectificaciones y muy principalmente al punto a que me estoy concentrando, que francamente irrita ir a tratar cualquier asunto a las esferas del Ejecutivo, porque cada conserje es como un perro cancerbero, cada jefe de sección es como un prodigado de favores y cada secretario de Estado es algo así como un semidiós encastillado dentro de siete puertas, debajo de siete llaves, donde para poder llegar hasta él se necesita el ábrete sésamo de la adulación o de la influencia. Así pues, señores, creo haber dejado bien sentado que es el Ejecutivo quien ha creado estas dificultades (Voces: ¡Ya, hombre!) con nosotros, pero no el Legislativo. Me extraña ciudadanos representantes, que cuando algún diputado, de esos que todavía no han dejado en esta metrópoli perversa la dignidad que se tiene, (Risas. Siseos. Aplausos.) la dignidad que se tiene cuando se vive en Estado libre, cuando todavía hay representantes que no han perdido la virilidad, que no les hará perder nadie ni jamás, venga aquí a hablar en hombre, en honor de la Representación Nacional, y sean sus mismos compañeros los que se atrevan a dar el triste, el tristísimo espectáculo de ser los primeros en censurar lo que también a ellos beneficia, cuando deberían ser, no solo por conveniencia, sino por solidaridad, los primeros en hacer causa común con aquellos que, como yo, tienen la virilidad suficiente de venir a decir una verdad. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano secretario de Hacienda.

El C. secretario de Hacienda: Como acabáis de oir, señores diputados, son verdaderamente trascendentales los puntos que han traído al debate los señores diputados Siurob y Espinosa. (Risas.) Si yo contestara a todas las interpelaciones que bajo disfraz de interpelaciones se usan para rebatir alguna idea expuesta, estaría faltando al Reglamento, puesto que hago uso de la palabra para contestar hechos; si yo contestara a todas esas interpelaciones con carácter de alusiones personales, aun cuando estaría yo dentro del Reglamento que me permite tomarme el debate al igual que los mismos señores diputados, también en cierto modo estaría yo faltando a la principal misión que aquí desempeño. Si yo estuviera dando la satisfacción un poco tonta que quiere tener el señor Siurob de capear el toro y que vean que sabe cuadrarse y esperar la respuesta para poder seguir dando la contestación, haría yo "el tonto". (Risas.) Por consiguiente, me voy a limitar tomar únicamente de todas esas interpelaciones que significan realmente un hecho, sobre el cual necesita ilustración esta Asamblea, para que, como lo dice el Reglamento, al final del debate tenga oportunidad de exponer aquellas rectificaciones o expresiones de hechos que sean necesarias para el convencimiento de la Asamblea. Por lo pronto, yo agradezco al C. diputado Siurob las satisfacciones que hizo, y si me equivoqué en cuanto a la interpretación de sus palabras, no podría decir más que un pequeño proloquio tomado del Libro Eterno: Progenies viperarum: quo mode potestis bona loqui, cum sitis mali. Y en cuanto a las expresiones del señor Siurob como del señor Espinosa, no me queda más que decir otro proloquio del mismo Gran Libro: Dimitte illis, Domine, quia non enim sciunt quid loquuntur. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Méndez Benjamín.

El C. Méndez Benjamín: Señores diputados: Pido perdón respetuosamente a ustedes.... (Voces: ¡Ah! Murmullos. Campanilla.) por distraer un momento más para hechos vuestra atención, pero hay hechos que forzosamente deben de rectificarse. He visto con pena al señor diputado Siurob, venir a entonar aquí un verdadero acto de contrición, y esto me recuerda cuando en nuestra juventud, en el Seminario de Morelia, él y yo jugábamos a la misa, porque ya que el diputado Siurob es ahora tan liberal y tan jacobino, en aquel entonces era un pequeño que iba a confesarse y acomulgar..... (Siseos. Murmullos. Campanilla.) Esto nada tiene de particular; si lo traigo al debate es porque su acto de contrición me recuerda aquellos días de la infancia.... (Murmullos. Siseos. Campanilla.) El señor diputado Siurob ha lanzado aquí cargos....

(Siseos. Campanilla.)

El C. presidente: Se suplica a los señores diputados se sirvan guardar silencio, para qué puedan escuchar al orador.

El C. Méndez Benjamín: El señor diputado Siurob ha lanzado aquí cargos contra un individuo indefenso, cargos que no puede él venir a contestar y los ha lanzado en una forma tal, que no es posible tampoco que judicialmente se pueda proceder en su contra, máxime cuando se encuentra investido con el fuero de diputado. Yo invito al señor diputado Siurob a que, teniendo un verdadero rasgo de honradez, pida un permiso a esta Cámara, se despoje de su fuero y vaya a acusar ante los tribunales al C. Pescador y a los demás ferrocarrileros (Siseos.) de quienes vino a decir aquí que eran unos bribones, (Siseos. Desorden. Campanilla.) Que eran unos ladrones, para que, asumiendo toda la responsabilidad, pueda comprobar estos cargos. (Siseos. Campanilla.) Cuando el señor diputado Siurob estaba en el gobierno de Guanajuato, (Siseos. Campanilla.) se olvida que tenía a su disposición un tren compuesto de una locomotora y quince furgones, que se encargaba de acarrear toda la semilla, de la cual despojaba

a todos los habitantes de Guanajuato. Ahí está el C. García Ruiz que en aquella época trabajaba en Acámbaro como jefe de despachadores y sabe perfectamente los movimientos de este tren. En la ciudad de Guanajuato había la casa Palacios Mota y Arroyo, casa subsidiaria del señor diputado Siurob.

El C. Siurob: ¡Miente!

El C. Méndez Benjamín: Esa casa era la que se encargaba de manejar el tren que iba a recoger la semilla a los pueblos, semilla que muy rara vez se pagó, y cuando llegaba a pagarse, se pagaba con papel que ya no tenía circulación, cuando fueron cancelados los billetes de veinte pesos.

- El C. Siurob ¡Miente!

El C. Méndez Benjamín: Y esa mercancía era enviada a San Luis, a Guanajuato y a León. (Siseos.) Así pues señores diputados, en Guanajuato hay un triste recuerdo....

El C. Alvarez del Castillo: ¡Moción de orden!

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Alvarez del Castillo

El C. Alvarez del Castillo: El debate se está desvirtuando, señor presidente; yo convengo en que los ciudadanos representantes tienen derecho para contestar alusiones personales en su oportunidad; pero entiendo también que Su Señoría debería de hacerles una invitación afectuosa, a efecto de que los ciudadanos representantes se abstengan de tocar aquellos puntos que nada más desvirtúan el debate.

El C. presidente: La Presidencia manifiesta al C. Alvarez del Castillo que los oradores que han hecho uso de la palabra, se han inscrito conforme al artículo 105 del Reglamento; en esa virtud, la Presidencia no podía negarles la palabra; pero esto no obstante, la Presidencia llamará la atención al orador que se concrete a los puntos para que ha pedido el uso de la palabra.

El C. Méndez Benjamín, continuando: Estos hechos que refiero del tren, traen esta conclusión: que en Guanajuato se decía que el señor diputado Siurob se robaba todas aquellas mercancías..... (Siseos. Campanilla.)

El C. Siurob: ¡Miente! (Campanilla.)

El C. Presidente: Se suplica al orador se sirva concretarse al punto para el cual pidió hacer uso de la palabra.

- El C. Secretario Pesqueira, leyendo:

"Artículo 195. Los concurrentes a las galerías se presentarán sin armas; guardarán respeto, silencio y compostura, y no tomarán parte en los debates con ninguna clase de demostración."

En consecuencia, la Presidencia suplica a las galerías que se sirvan guardar el orden. (Siseos. Murmullos. Campanilla.)

El C. Méndez Benjamín, continuando: Decía señores diputados, que he traído esta conclusión aquí, de que el gobierno, el entonces gobierno del diputado Siurob, se decía que se robaba esas mercancías; ¿por qué? Porque su tren iba a acarrearlas de los pueblos.

El C. Siurob: ¡Miente!

El C. Méndez Benjamín, continuando: El señor diputado Siurob ha dicho que esas mercancías eran para socorrer a otros pueblos; yo dejo a la consideración de ustedes todas estas cosas.....

El C. Siurob: ¡Miente! (Campanilla.)

El C. Méndez Benjamín, continuando: Así como el no puede comprobar los cargos que ha hecho al C. Pescador, le reitero mi invitación para que se despoje del fuero de diputado y que de una manera sincera y honrada lo haga.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Castillo Torre. (Aplausos.)

El C. Castillo Torre: Señores diputados habéis seguido paso a paso y con atención creciente las peripecias del debate. Uno después de otro, los oradores han expuesto sus mejores argumentaciones. (Voces: ¡No se oye!) El dictamen ofrece en este momento el espectáculo de una almadía disputada por dos aguas contrarias: la oficial y la independiente. El triunfo de aquella sobre esta última, representaría en nuestro mundo moral un gran absurdo, el absurdo de la victoria del lago inmóvil sobre el océano libre. Y tal absurdo no puede realizarse, no debe realizarse en una época en que la borrasca revolucionaria, después de azotar los vicios generales de la dictadura, ha purificado la atmósfera de las conciencias. La dictadura, imitando a Luis XIV, imponíase a las Cámaras legislativas por medio de sus ministros, quienes no venían ante ellas para informar democráticamente, sino para expedir órdenes imperiales con gesto altivo, botas de montar y látigo en la mano. ¿Han retornado acaso los tiempos de ayer? No lo creemos. La Cámara de Diputados no es ya una ergástula, sino un areópago. Los que combatimos la iniciativa del Poder Ejecutivo, lo hacemos con el convencimiento de que hablamos ante una Asamblea patricia y no ante un círculo agradecido de libretos.

En el curso de los debates el señor ministro de Hacienda se habrá convencido de que no es lo mismo sacar dinero de donde lo haya, que sacar razones de donde no hay ninguna. (Aplausos.) En vano el hábil ministro y los diputados de su séquito se han obstinado en atacar la brillante armadura del dictamen; mientras más se han obstinado en atacar el dictamen, más ha reflejado la brillante armadura de éste, la justicia y la verdad que encierra. ¿Votaréis, señores diputados, contra la verdad, contra la justicia? (Voces: ¡No! ¡No!) Antes de comenzar a rebatir las argumentaciones del señor ministro de Hacienda y de entrar al análisis crítico de la iniciativa de ley enviada por el Poder Ejecutivo pidiendo autorización para disponer de la suma de diez millones de pesos o comprometer el crédito de la Nación por esa misma cantidad, para adquirir el control de los Ferrocarriles, de Yucatán, voy a hacer una breve historia de aquellos ferrocarriles, para que vosotros comprendáis por qué los amamos tanto y para que podáis dar su justo precio a las razones ya expuestas y las razones que yo expondré contra la referida iniciativa.

La construcción de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán es un ejemplo claro de iniciativa privada y un verdadero timbre de orgullo nacional. Los hijos de aquel Estado lejano, sin más ayuda que su propio esfuerzo y con una constancia rara en los pueblos castigados por el sol, propusiéronse substituir con vías férreas las antiguas carreteras coloniales, y un riel hoy, otro riel mañana, poco a

poco vieron realizados sus nobles esfuerzos. Los Ferrocarriles de Yucatán no son la obra de un día, son la obra de muchos años; en los Ferrocarriles de Yucatán está vinculado el trabajo de muchas generaciones: sembrar un nuevo plantío de henequén y clavar un metro o más de vía férrea, he ahí señores, en clara sinopsis, el anhelo de los hombres que habitan aquel rincón de la tierra mexicana, aquel rincón tan incomprendido y tan injustamente atacado; aquél rincón de la tierra mexicana que sólo piensa en engrandecerse y en hacer grande a México por medio de la paz y del trabajo. (Aplausos nutridos.) El año de 1902, las diversas empresas ferroviarias reuniéndose en una sola, con la denominación de Ferrocarriles Unidos de Yucatán, Sociedad Anónima. Las acciones de aquellos ferrocarriles fueron subscriptas por capitalistas yucatecos, y yucatecos fueron también su director, su administrador y sus empleados, Nada había en el País más nacional y menos extranjero que los Ferrocarriles unidos de Yucatán. Así estaban , señores, las cosas, cuando el año de 1907 el Estado de Yucatán sufrió una crisis económica tan fuerte que originó la quiebra de varias casas comerciales, entre otras, la de Escalante e Hijo, la más importante a la sazón, de la península. La quiebra de esta última casa, cuyo pasivo llegó a $20.000,000.00, dejó comprometido al Banco Yucateco y al Banco Mercantil de Yucatán y originó la intervención directa y arbitraria de la Secretaría de Hacienda en la liquidación y pago de los acreedores. El Banco Yucateco y el Banco Mercantil, fueron obligados entonces a fusionarse, aceptando a la fuerza el primero el papel mojado del segundo, con un quebranto de $6.000,000.00. De la fusión de los Bancos antes mencionados, resultó uno nuevo, con el nombre de Banco Peninsular Mexicano, cuya administración fué controlada por el director, consejeros y empleados de la sucursal del Banco Nacional en Mérida. Todo esto, señores, que ocurrió por orden expresa de la Secretaría de Hacienda produjo como resultado que el Banco Nacional, empresa extranjera con capital francés, fuese posesionándose día a día de las acciones y valores del Banco Peninsular Mexicano, institución nacional. Entre los valores que el Banco Peninsular Mexicano, institución de crédito nacional, había adquirido y que el Banco Nacional de México, institución extranjera, le obligó a cederle, podemos citar más de la mitad de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. De este modo, señores, por medio de una de aquellas contradicciones tan comunes en nuestros anales políticos, Limantour extranjerizó los Ferrocarriles de Yucatán un año antes de nacionalizar los del interior de la República.

En el intervalo de tiempo transcurrido, de 1907 a 1915, es decir, desde la época de la crisis económica hasta la del gobierno del general Alvarado, los Ferrocarriles Unidos de Yucatán sufrieron la dominación del Banco Nacional de México: Durante aquella dominación alienígena, los ferrocarriles se vieron obligados a contratar en malas condiciones un empréstito con la casa de Schroeder de la ciudad de Londres. Cuando el general Alvarado llegó a Yucatán el año de 1915, el control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán pertenecía, como antes dijimos, al Banco Nacional de México, institución de crédito con capital francés. El general Alvarado, cuya gestión administrativa se inspiró siempre en el más puro nacionalismo, comprendió la necesidad de rescatar aquellas acciones y sobre todo la necesidad de pagar los compromisos pendientes de la deuda inglesa, para alejar el peligro de embargo con que ya amenazaban los dueños impacientes del empréstito. Siendo esto último lo más urgente, el general Alvarado recabó el auxilio no sólo de los capitalistas, sino el auxilio de los mismos obreros humildes de aquellos ferrocarriles, quienes dando una muestra de solidaridad laudable cedieron una parte considerable de su sueldo y así, pudieron cubrirse los compromisos más urgentes, pagándose ciento y tantos mil dólares en el mes de julio del año de 1915. La situación actual de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán es, en resumen la siguiente: el control de las acciones pertenece a la Compañía de Fomento del Sureste de México, empresa declarada de utilidad pública por medio de un decreto de la Legislatura local y vigilada directamente en su administración por el Gobierno del Estado; el resto de las acciones pertenece a particulares. La deuda inglesa está en parte amortizada, los intereses están al corriente. Conviene, además, añadir, señores, que los Ferrocarriles Unidos de Yucatán desde el año de 1915 hasta la fecha, han invertido $4.800,000.00 en material rodante y otras muchas mejoras. De la situación próspera de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, Sociedad Anónima, son una prueba elocuente, sus vías de comunicación en perfecto estado, su material rodante nuevo, sus estaciones de tránsito modernas, su sanatorio científico para los empleados, su servicio de aguas, nuevo; sus tranvías eléctricos de Mérida a Progreso y la estación terminal de Mérida, indudablemente una de las mejores estaciones ferroviarias de la República, con costo de más de un millón de pesos. Los Ferrocarriles Unidos de Yucatán son, pues, una empresa nacional y una empresa próspera. El señor secretario de Hacienda, en la sesión de la Cámara de Diputados el jueves 6 de septiembre de 1917, dando su opinión acerca de los gobiernos administradores, decía: "No, señores diputados; no solamente el gobierno es mal administrador, sino que no tiene obligación de ser buen administrador

"¿Debemos, pues, señores, permitir que el crédito tantas veces asendereado y maltrecho de la Nación sea comprometido una vez más para algo tan inconveniente como sería la adquisición por el Estado de nuevos ferrocarriles? Si el Estado no ha podido administrar bien los ferrocarriles que posee ¿podrá administrar menos mal los ferrocarriles que adquiera en lo sucesivo? Por otra parte, si los Ferrocarriles Unidos de Yucatán con una empresa nacional y una empresa próspera ¿qué gana el pueblo de la República, qué gana en lo particular el pueblo de Yucatán con que esos ferrocarriles sean administrados por el Estado, organismo que es mal administrador y que no tiene el deber de ser buen administrador, según frases del señor ministro de Hacienda? ¿El Estado podrá administrar esos ferrocarriles con los mismos frutos con que lo hacen sus constructores, los hombres acostumbrados a considerarlos una obra y una gloria y una obra y

una gloria de sus mayores? La prosperidad de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán con sus veintitrés millones de pesos de capital, sus estaciones de tránsito modernas, sus vías férreas en perfecto estado, su material rodante nuevo, su terminal de Mérida, sus tranvías eléctricas de Mérida a Progreso, su sanatorio científico para los empleados, es lo que ha despertado, señores, el apetito del Estado, del Estado que en estos casos pobres pueblos hispanoamericanos no se conforman con tragar inmoderadamente las contribuciones, sino que en veces quiere también devorar el árbol de la iniciativa privada. (Hoy los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, mañana los ferrocarriles de Chámela), el árbol de la iniciativa privada que el árbol de la vida para las naciones, el árbol que deberían respetar todos los gobiernos y especialmente los gobiernos de estos pueblos embrionarios que podrán salvarse del atraso en que viven , si no es respetando la iniciativa privada, la única que hace grandes y hace fuertes y hace dignos a los pueblos. (Aplausos nutridos.)

Dos son, señores, los argumentos principales que el señor ministro de Hacienda ha esgrimido en defensa de la iniciativa del Poder Ejecutivo, Primero: que el Gobierno federal no tiene necesidad de celebrar un empréstito para controlar los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, porque aquella operación tiene depositada la cantidad necesaria en las cajas de la Compañía Reguladora del Mercado del Henequén; segundo: que el Gobierno federal no pulsaría dificultades para adquirir el control de las acciones de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, porque dicho control pertenece a la compañía de Fomento del Sureste de México y porque esta compañía, es una cláusula de su escritura constitutiva, otorgó al Gobierno federal el derecho de comprarle sus acciones. Examinemos separadamente cada una de estas dos argumentaciones. El señor ministro de Hacienda nos dice que el Gobierno federal no tiene necesidad de celebrar un empréstito para adquirir los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Yo profeso un profundo respeto a la opinión personal del señor ministro Cabrera, pero como no es su opinión personal la que se halla sujeta al debate, sino es la iniciativa enviada por el Poder Ejecutivo y como en aquella iniciativa el Poder Ejecutivo confiesa paladinamente que para controlar los ferrocarriles Unidos de Yucatán necesita disponer de la suma de $10.000,000.00 o comprometer el crédito de la Nación por esa misma cantidad, es indudable que lo que debemos discutir y sobre lo cual debemos votar no es sobre la opinión personal del señor ministro de Hacienda, sino sobre la iniciativa, sobre los términos claros, exactos y precisos de la Iniciativa de Ley enviada por el Poder Ejecutivo. Si el Ejecutivo federal no necesita ya comprometer el crédito de la Nación, para adquirir los Ferrocarriles Unidos de Yucatán la sucesión de hechos posteriores, por la realización de circunstancias nuevas ¿por qué el señor ministro de Hacienda no retira la iniciativa? ¿porque se empeña en que aprendamos esa iniciativa que no podrán aprobar los diputados que todavía profesan amor a la democracia? ¿por qué darle al Ejecutivo facultades para disponer a su antojo de los dineros del pueblo, de celebrar un empréstito? Y puesto que nadie podrá negar que dentro de la frase lata "comprometer el crédito de la Nación" puede caber posibilidad de contratar un empréstito, yo digo que no habrá diputado amante de la democracia, capaz de votar que el Ejecutivo pueda celebrar empréstitos sin sujetarse antes a las bases y aprobación del Poder Legislativo. (Aplausos.) Por otra parte, ¿el señor ministro de Hacienda ha demostrado la necesidad, la utilidad o la conveniencia de controlar los ferrocarriles Unidos de Yucatán? ¿Ha demostrado la bondad de la iniciativa del Ejecutivo? ¿Ha demostrado que no sería antidemocrático y desconsolador conceder al Ejecutivo facultad para celebrar el crédito de la Nación sin sujetarse antes a la previa aprobación del Congreso? Nada de eso ha demostrado el señor ministro de Hacienda. Más adelante tendré oportunidad de volver a tocar este punto.

El señor ministro de Hacienda, en su discurso de ayer empleó dos largas horas.... (Voces: ¡Tres!) Es cierto que las horas no son nunca largas cuando se oye hablar al señor ministro Cabrera; pero aquellas dos horas largas únicamente para demostrar lo que nadie niega, el patriotismo de coadyuvar todos a la unión de Yucatán con el resto de México; es decir, a la necesidad de construir la línea de Campeche a Santa Lucrecia, cosa con la cual todos los yucatecos estamos completamente de acuerdo, más todavía, cosa iniciada por los yucatecos, cosa iniciada por la Compañía de Fomento del Sureste de México, cosa que no se niega en Yucatán, cuyo dinero está pronto a coadyuvar con el tesoro federal para realizar aquella obra de civilización y de progreso. Lo que Yucatán no quiere, lo que Yucatán no puede querer, es que se tome como un pretexto la construcción de esa línea para arrebatarle lo que es suyo, para arrebatarle lo que le pertenece, para arrebatarle lo que guarda y cuida como un buen padre de familia, para arrebatarle lo que no le negará al Poder federal cuando el Poder federal construya, con la ayuda de Yucatán, la línea de Campeche a Santa Lucrecia. (Aplausos nutridos.)

Respecto a la facilidad que el Gobierno federal tendrá para adquirir las acciones de la Compañía de Fomento del Sureste de México, facilidad fundada por el señor ministro en la cláusula de la escritura constitutiva en que aquella compañía conviene en vender la parte de sus acciones, la parte que le correspondiera al Gobierno federal, dicha cláusula no tiene valor jurídico. La cláusula a que el señor ministro se ha referido dos o tres veces y a la que en este momento me refiero, es una cláusula incidental, es una cláusula derivada, corolario de otra más importante, la que imponía el Gobierno federal la obligación de ser accionista de la Compañía de Fomento del Sureste de México, la que le imponía el deber de colaborar en el fomento de aquella región del país, le brindaba la posibilidad de coadyuvar al objeto del instituto de aquella sociedad. Si el Gobierno Federal no subscribió la parte de acciones que le correspondía si el Gobierno federal no dio un solo centavo para coadyuvar a los objetos del instituto de aquella empresa patriótica, si el Gobierno federal no sólo no coadyuvo, sino que hostilizó a la Compañía de Fomento del Sureste de México, puesto que todavía después de mucho tiempo, la Secretaría de Comunicaciones se ha negado a

otorgar las concesiones que solicitó para construir ferrocarriles en el Estado de Chiapas, ¿qué derecho, señores, puede tener ahora el Gobierno que faltó a su obligación de subscribir acciones, el Gobierno que no es accionista, el Gobierno que no cumplió con su obligación principal, para pedir el cumplimiento de una cláusula que es únicamente incidental? La falta de cumplimiento del Gobierno federal no puede producir, conforme a derecho, más que facultad por parte de la compañía para rescindir el contrato, pero jamás puede producir, como consecuencia, el hoy se considere válida dicha cláusula. El señor ministro de Hacienda nos decía en su discurso, que él no sabía por qué motivo el Gobierno federal, en vez de ir a la Suprema Corte para que se declárese la validez de aquella cláusula, había ocurrido a la Cámara de Diputados; pero si el señor ministro no lo sabe, yo sí lo sé, señores: es porque el Ejecutivo cree que en los presentes días todavía brillan en este recinto los soles incondicionales de septiembre. (Aplausos estruendosos.)

El señor ministro de Hacienda hizo ayer la crítica de la administración de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, y no dijo nada, absolutamente nada, de la administración de los Ferrocarriles Nacionales, seguramente porque desconocía esta última. La verdad es, señores, que el señor ministro de Hacienda tampoco conoce la administración de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán El señor ministro de Hacienda, en el corto tiempo de su permanencia en Mérida, no revisó una sola vez personalmente los libros de esa compañía y se limitó a conformarse con los informes proporcionados. (Voces: ¡En los banquetes!) Y si no, ¿cómo el señor ministro dijo que el balance en vez de acusar una utilidad demostraba que había una pérdida de dos millones de pesos? Si esto lo hubiese dicho el señor Méndez, no tendría importancia, (Risas. Aplausos.) pero lo dijo el representante del Ejecutivo; es el representante del Ejecutivo quien con aquellas frases tachó de falso un balance aprobado en Asamblea general de accionistas, un documento fehaciente. Diga el señor ministro cuáles son las partidas falsas de dicho balance y, sobre todo, pruebe el señor ministro la falsedad de dichas partidas. Ademas, es congruente decir que tal balance lo conoció en Mérida el señor ministro Cabrera y el señor ministro Cabrera no objetó las partidas que ahora ha venido a sostener que son falsas. Más todavía: el señor ministro Cabrera no advirtió a los accionistas para que no votasen en sentido aprobatorio aquel balance, en la Asamblea general. ¿Por qué ahora el señor ministro Cabrera, a quien en Yucatán le pareció perfecto aquel balance, ahora ha venido a atacarlo de falso? Es, señores, que en la personalidad del señor ministro de Hacienda se verifica ahora un fenómeno dual: en Yucatán era Luis Cabrera el revolucionario, a quien desde estudiante aprendí a respetar; aquí es el funcionario personalista que viene a sostener la política de Venustiano Carranza. (Aplausos.) Es claro que al señor ministro de Hacienda, profundamente versado en todo género de cuestiones, que lo mismo resuelve un teorema geométrico, que traduce el "Cantar de los Cantares", (Risas. Aplausos) es claro que al señor ministro le parecieron muy mal contadores de Yucatán. ¿Pero sabéis, señores, sabéis quiénes son los contadores de la Secretaría de Hacienda? ¿Sabéis, señores, lo que ha ocurrido últimamente en el Departamento de Contraloría? Pues ha ocurrido sencillamente que la sabia contabilidad que vinieron a establecer en México los economistas especiales de los Estados Unidos que tanta cócora hacen al diputado Siurob, (Risas.) aquella contabilidad no pudo ser llevada por los contadores de la Secretaría de Hacienda, quienes últimamente han tenido que devolver a la antigua, es decir, que los contadores de la Secretaría de Hacienda se parecen a los niños que no pueden leer más que en su cartilla. (Aplausos. Risas.)

El señor ministro de Hacienda dijo también ayer que el ejercicio social del primer semestre del año 1917, los ferrocarriles Unidos de Yucatán no había tenido más que una utilidad de $11,000.00. Yo no creo, señor, que ni en esta ni en alguna otra ocasión, el señor ministro de Hacienda haya dicho a sabiendas una mentira; yo respeto al señor ministro de Hacienda, pero le recuerdo que en el folleto donde están recopilados los informes del Consejo de Administración consta que en el primer ejercicio de 1917, la Compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán invirtió gruesas sumas en la compra de material rodante y en la realización de otras mejoras. Voy a leer, señores, solamente un dato, porque habría necesidad de ir recopilando todos los demás contenidos en este folleto y no he tenido tiempo de recopilarlos, para que veáis la importancia de las cantidades sacadas del rendimiento de aquel ejercicio que el señor ministro de Hacienda creyó injustificadamente que no ascendieron más que a $11,000.00, para que, fijándolos en la importancia de aquellas cantidades, os podáis dar de cuenta de cuál fué el monto considerable de las ganancias realizadas en aquel ejercicio social. Dice este folleto en la página 12. "La cuenta de la Estación Central" - es preciso recordar que la Estación Central es la Terminal de Mérida y que cuesta ya más de un millón de pesos-. "La cuenta de la Estación Terminal representa $500,000.00 invertidos en pago de obras, etc...."

Ya véis, señores, que no es posible, que no es cierto que en el ejercicio de de 1917 los ferrocarriles de Yucatán hubieran conseguido solamente una utilidad de once mil pesos.

El señor ministro de Hacienda, tal vez en otro desdoblamiento de su personalidad dual de ahora, dijo a los trabajadores de Yucatán que los sueldos que ganaban eran justos y que él los ayudaría a sostener las tarifas para que pudieran seguir ganando los sueldos que necesitan para comer, en aquella región que es la más cara de la República. Ahí, en ese palco, hay dos ferrocarrileros de Yucatán y a ellos, a los señores Buenfil y Garma, el señor ministro de Hacienda, personalmente, les prometió que vendría a México a defender las tarifas de los ferrocarriles, y ahora el señor ministro, desdoblando otra vez su personalidad dual, únicamente porque en Yucatán era Luis Cabrera el revolucionario y aquí es Luis Cabrera el ministro de Carranza, ahora en vez de defender está atacando las tarifas delos ferrocarriles Unidos de Yucatán. (Aplausos.) El señor Luis Cabrera, quien en honor de la verdad vivió modestamente en Yucatán, no gastaba menos de veinte pesos diarios, y así pudo comprobar que le salario de tres, de cuatro o de

cinco pesos era el indispensable para la subsistencia de la familia de un ferrocarrilero; porque en honor a la verdad, señores, el señor ministro de Hacienda vivió con modestia en Yucatán. Respecto al asunto de las tarifas que es algo así como el caballito de siete colores del diputado Méndez, a quien el diputado Ruiz, dicho sea de paso, le sacó más de los siete colores ayer, (Risas.) las tarifas vigentes en los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, no es cierto, señor Méndez, que hubiesen sido impuestas por gobernador Castro Morales para ayudar a sus partidarios. Las tarifas de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán fueron impuestas en el periodo preconstitucional; son tarifas federales; de modo que usted faltó a la verdad al suponer una complicidad del gobernante de Yucatán en favor de sus partidarios. (Aplausos en las galerías.) Aquellas tarifas fueron fijadas teniendo en cuenta la carestía de la vida en la península, carestía que el señor Luis Cabrera sabe y que no puede negar: la carestía de los lubricantes, del combustible, de la leña que tiene que traerse de muchas leguas a la redonda para ser quemada en las calderas de los ferrocarriles, y todas estas circunstancias fueron pesadas en Ministerio en la época en que no había debajo de este asunto muchas cosas, y fueron aprobadas; después, cuando las circunstancias no han cambiado, cuando los lubricantes, el combustible y la vida son tan caros, hoy como ayer en Yucatán, después es cuando se dice que deban sujetarse las tarifas de aquel ferrocarril para que se hundan en la miseria las familias de los obreros a quienes ha levantado y ha dignificado y hecho económicamente felices la Revolución. (Aplausos.)

En cuanto a la queja acerca de los carros, otro capítulo del discurso del señor licenciado Cabrera, quien dijo que los Ferrocarriles de Yucatán controlados por partidarios del Partido Socialista, no cumplían con su deber de transportar pacas de Henequén, refiriendome a aquel cargo, hago presente al señor ministro de Hacienda muy respetuosamente, y a la Asamblea con el mismo respeto, que no hay en Yucatán, señores, un solo templo, un solo convento antiguo, una sola bodega que no estén llenos de Henequén. Entonces si los ferrocarriles Unidos de Yucatán han transportado centenares de miles de pacas de Henequén a Mérida, a Campeche, a progreso, a toda clase de buques; si únicamente en los patios de la estación nuevas del ferrocarril hay un stock de cien mil pacas, ¿cómo decir que aquellos ferrocarriles no han cumplido con sus función de transportar de un lugar a otro el artículo que forma la riqueza pública de Yucatán? Tampoco esto es cierto, señores. En cuanto a lo que el Ministro señor Cabrera llama chismes, bien llamados por cierto, yo solo haré constar que el señor ministro de Hacienda, ingenio verdaderamente sutil que danza de modo admirable en el hilo de Mefistófeles; el señor ministro de Hacienda que es algo así como el Cagliostro, el José Bálsamo de la Revolución, capaz de hacer blanco lo negro y negro lo blanco, ayer alababa a Yucatán, y sus alabanzas resultan para Yucatán una injuria; ayer alababa a Felipe Carrillo, y detrás de las alabanzas saltaba el fantasma de la censura; ayer alababa al Partido Socialista, y en realidad atacaba al Partido Socialista; de modo que podemos decir que el señor ministro de Hacienda no fué ayer sino el gran reflector que vino a esparcir en el seno de esta Cámara todas las habladurías, todos los chismes, todos los ataques, todas las mentiras que los enemigos del Partido Socialista han venido a exponer a la Presidencia de la República o a la Suprema Corte de Justicia. En esta parte, el discurso del señor ministro de Hacienda no fué más que una repetición de los alegatos del licenciado Patiño. (Aplausos en las galerías.) ¿Queréis, señores, una prueba de la serpentina imaginación con que el señor ministro Cabrera trató ayer este asunto? ¿Queréis una prueba de que, fingiendo alabar, no hacía más que encerrar en el globo de la alabanza la esencia acre de una censura? Oid, o mejor dicho, recordad: El señor ministro de Hacienda, hablando de la Estación Terminal de Petróleo de Progreso, decía que dicha obra del ingeniero Rolland era verdaderamente admirable; que aquella obra salvaría a Yucatán porque haría fácil y barato el combustible, y a renglón seguido, con una tranquilidad admirable, añadía: "Las obras las hizo el ingeniero Rolland; es cierto que constaron tantos millones, y que con $500,000.00 pudieron haberlas hecho". ¿Queréis una manera más suave y diplomática, más al modo de Mr. Tralleyrand para llamar magnoador al ingeniero Rolland? (Murmullos. Risas.) El señor ministro de Hacienda sostenía que era preciso controlar los Ferrocarriles Unidos de Yucatán porque no podía permitirse ni era conveniente que los ferrocarriles construídos por empresa particular de un Estado entrasen al territorio de otro Estado, porque podía lastimarlo económicamente. Este es un sofisma, señores, aunque es cierto que los admirables discursos del señor Cabrera no son más que una gran cordillera de sofismas En los Estados Unidos hay ferrocarriles que atraviesan el terreno de varios Estados y aquellos ferrocarriles no lastiman el derecho de nadie. ¿Por qué? Porque en los Estados Unidos hay una oficina que se llama "Oficina de Comercio entre los Estados" que tiene por objeto dictar las medidas técnicas y las medidas económicas para el manejo y la circulación de aquellos ferrocarriles. La función de esta oficina la tiene en México la Secretearía de Comunicaciones; La Secretaría de Comunicaciones, al fijar las tarifas garantiza el derecho de los habitantes de las entidades federativas; pero vamos a suponer, señores, que los ferrocarriles mexicanos - porque el ferrocarril de Yucatán es un ferrocarril mexicano - vamos a suponer que efectivamente lastimen económicamente a un estado cuando él pasa llevando sus cintas de acero, ¿qué no existe en el Norte del país ferrocarriles yaquis como el Southern Pacific, por ejemplo, que atraviesa el Estado de Sinaloa, el Estado de Sonora y parte de de Tepic y que está ya casi al concluir la línea que a de llegar a Guadalajara? ¿Y este ferrocarril es extranjero no atraviesa varios Estados? ¿Y por qué el señor ministro de Hacienda a la Secretaría de Comunicaciones no se han fijado en que es necesario procurar que no continúen lastimándose los derechos de aquellas regiones de la frontera?

El señor ministro de Hacienda, contestando la interpelación que yo le hice al señor ministro de Comunicaciones y que el señor ministro de

comunicaciones no contestó, me decía la política ferrocarrilera del Gobierno consiste en que en México nadie construya más ferrocarriles que el Estado. Esta política, señores, esta política es asesina de la iniciativa privada en un país donde la sociedad está fragmentizada, donde la sociedad está dividida en parcelas, donde para unos el Estado, o sea la representación Política de la sociedad, es el campamento de Félix Díaz; para otros es el sillón donde está sentado Felipe Ángeles; para otros la representación del Estado encuéntrase en las grupas del caballo del Francisco Villa, pretender que en este país, este país embrionario y joven, que necesita de que la sociedad trabaje al unísono con el Estado por el perfeccionamiento de nuestras industrias y el engrandecimiento de nuestros destinos; pretender que aquí en México el Estado sea el único que construya ferrocarriles, desentenderse de la iniciativa privada, olvidar que el Estado es lo pequeño y la sociedad es lo más, es señores, un perfecto absurdo. (Aplausos el las galerías.)

El señor Benjamín Méndez decía en su discurso que era preciso castigar a Yucatán, porque, Yucatán había maltratado a unos ingenieros que la Secretaría de Comunicaciones envió para que tomasen datos en los libros de la compañía....

El C. Méndez Benjamín, interrumpiendo: ¡Yo no dije eso! (Voces: ¡No!)

El C. Castillo Torre, Continuando: Aquí, señores, tengo el texto de la contestación que la Secretaría de Comunicaciones envió al licenciado González Roa, abogado de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán Dice textualmente:

"Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.- México.- Dirección de Ferrocarriles.- Sección de Trámites y Administración.- Número 2,151.

"Informada esta Secretaría por la Comisión que fué a Yucatán a inspeccionar los Ferrocarriles Unidos de ese Estado, de las atenciones de que fue objeto por parte de la empresa y de las facilidades que se le otorgaron para el mejor desempeño de su comisión, la misma se complace en hacer a usted presente sus agradecimientos por las atenciones que se tuvieron para dicha Comisión, suplicándole se sirva hacerlo del conocimiento de la empresa su representada.

"Constitución y Reformas.- México, a 2 de mayo de 1918.- El subsecretario encargado del Despacho, (firmando) Manuel Rodríguez Gutiérrez.

"Al C. licenciado Fernando González Roa, representante de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán.- Presente."

El C. Méndez Benjamín: ¿Me permite una interpelación el señor licenciado Castillo Torre?

El C. Castillo Torre: Al final. (Risas.) El señor ministro Cabrera decía ayer que si no hubiera nacido en la meseta central, hubiera deseado ser Yucateco. Yo, señores, le digo al señor ministro Cabrera que si los yucatecos no hubieran nacido en la península, hubieran deseado nacer en la meseta central. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos en las galerías.) Si para los yucatecos es un timbre inolvidable de gloria la guerra de castas, porque allí nuestros abuelos fueron a realizar una verdadera odisea de prodigios para salvar a la raza blanca de la invasión maya, también para los yucatecos es un brillante sol el que alumbró la victoria de los indios de Zacapoaxtla el 5 de mayo. (Aplausos ruidosos en curules y galerías.)

Pasemos, ahora, señores, al análisis crítico de la Iniciativa de Ley enviada por el Poder Ejecutivo. ¿Cuáles fundamentos la apoyan? En el preámbulo de dicha iniciativa, el Ejecutivo únicamente dice que el Gobierno no podrá consagrar su atención a la línea troncal de Campeche a Santa Lucrecia, sin controlar antes los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Esta afirmación es errónea y nadie ha demostrado lo contrario. La línea troncal de Campeche a Santa Lucrecia puede ser construida sin necesidad de controlar antes los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Mas supongamos, señores, que se necesita para construir la línea troncal de Campeche a Santa Lucrecia, controlar antes los ferrocarriles Unidos de Yucatán; aun nos faltaría establecer cuál es en este momento la obra pública más urgente, y es indudable, es inconcuso que por encima de la necesidad de controlar los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, una empresa próspera y nacional, está la necesidad de controlar los ferrocarriles yaquis del Norte; está la necesidad de reconstruir y de poner en estado eficiente, para poder acabar con la obra de pacificación, los ferrocarriles estratégicos de Chihuahua destruidos por Francisco Villa, y está, sobre todo, el deber de cumplir con todos los servicios de la administración, de asegurar en los caminos la vida y la honra de los habitantes del país, está el deber de hacer la paz. Ese es el deber y no el ir a coronar de espinas a un Estado lejano; hacer la paz, hacer la paz, destruir y acabar con el dolor, que es dolor de todos los dolores; con el dolor, que es el resumen del dolor de Fausto, de Hamlet y de Pascual juntos; con el dolor que compendia y sintetiza todas las amarguras y todas las angustias de la vida; con el dolor del pueblo. (Aplausos estruendosos.)

El mismo Ejecutivo juzga demasiado débil su argumento y trata de reforzarlo con la pretendida necesidad de unificar su política ferrocarrilera. ¿Qué pretende el Ejecutivo con su política ferrocarrilera? Si lo que el Ejecutivo pretende es hallar en la administración de los ferrocarriles una nueva fuente de ingresos, la práctica ha demostrado que no sólo ha conseguido, sino que aquella administración pesa el tesoro público con la abrumadora carga de una deuda de varios centenares de millones; si lo que propone en Ejecutivo es enténder la influencia de la Federación - la buena influencia, se entiende- en las comarcas apartadas del país, yo os aseguro, yo os aseguro que esta iniciativa es impopularísima en Yucatán y que allí se tendrá como nuevo y más profundo motivo de agravio para unir a los antiguos y hondos que ya existen. Si lo que se propone el Ejecutivo no es unir espiritualmente más las comarcas lejanas con el centro del país; si lo que se propone el Ejecutivo no es hallar una nueva fuente de ingresos; si lo que se propone el Ejecutivo es únicamente arrebatar una empresa originada por la iniciativa privada y el esfuerzo particular; si lo que se propone el Ejecutivo es únicamente acaparar una fuente de riqueza y atender contra los derechos de un Estado, entonces, señores, podréis votar por la iniciativa. (Aplausos.) ¿Creéis, señor ministro de Hacienda, que si nos arrebatáis

ahora nuestros ferrocarriles, los ferrocarriles que hemos construido con tanto esfuerzo, seguiremos construyendo las grandes carreteras que hemos iniciado? ¿Creéis que continuaremos la carretera de Mérida a Sisal? ¿Creéis que construiremos las carreteras en proyecto de Mérida a Valladolid? No, señor, porque no queremos que el día de mañana, después de regar con nuestro sudor las grandes carreteras, viniera una política centralista, un ministro sin escrúpulos, un gobierno atentatorio y nos las arrancara. (Aplausos estruendosos.) Se han invocado, parece singular decirlo, hasta fundamentos estratégicos para controlar los Ferrocarriles de Yucatán. Para comprender lo absurdo de este argumento, se necesita conocer la geografía y física y política del Estado de Yucatán. ¿Qué valor estratégico tiene el control del Ferrocarril de Yucatán? El valor estratégico lo tendría el ferrocarril de Campeche a Santa Lucrecia; ¡pero los Ferrocarriles de Yucatán! ¿Que nación puede amenazar la integridad del territorio nacional? La única capaz de hacerlo, no digo capaz, porque aquel gran pueblo está ya muy lejos de realizar sus antiguas políticas expansionistas; pero México no tiene a su lado más que una nación poderosa: los Estados Unidos, y los Estados Unidos se apoderarían de los Ferrocarriles de Yucatán de cualquier manera.

Y además, señores, si esa es la política para controlar los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, ¿por qué no controlar el ferrocarril de Sud - Pacífico, que no es más que un ramal de ferrocarril de Nueva Orleans a San Francisco; el ferrocarril Sud - Pacífico que atraviesa los Estados de Sonora, Sinaloa y Tepic y que está construyendo su ramal hasta Guadalajara? Si esa es la política, ¿por qué se deja un camino abierto para que mañana los invasores puedan llegar en un tren suyo, en un tren propio hasta la ciudad más bella y sugestiva de México, hasta Guadalajara? (Aplausos ruidosos.) Continuemos, señores, el análisis crítico de la Iniciativa de Ley del Poder Ejecutivo. Dicha iniciativa está concebida en los siguientes textuales términos (Único: Se faculta al Ejecutivo de la Unión para disponer de la suma de diez millones de pesos, o para comprender el crédito de la Nación." ¿Podemos, dentro del orden constitucional, autorizar al Ejecutivo para comprometer el crédito de la Nación, para celebrar empréstitos, sin sujetarse antes a las bases discutidas y acordadas por las cámaras legislativas, empréstitos que no puedan tener fuerza de contratos sino después de la aprobación previa del Congreso? Indudablemente que no. El artículo 73 de la Constitución de la República, fracción VIII, dice lo siguiente:

"Articulo 73. El Congreso tiene facultad:

"............................................... "VIII. Para dar bases sobre las cuales el Ejecutivo pueda celebrar empréstitos sobre el crédito de la Nación; para aprobar esos mismos empréstitos ya para reconocer y mandar pagar la deuda nacional."

Véis, pues, señores diputados, que el Ejecutivo no puede celebrar empréstitos sin sujetarse antes a las bases discutidas y aprobadas por las cámaras legislativas, y que esos mismos empréstitos no tienen fuerza de contrato ni pueden ser consideradas como ley sino previa la aprobación del Congreso, que al intervenir en ellos hacen uso de su facultad legislativa. Y la autoridad del Congreso en metería de empréstitos está relacionada con la intervención por parte de los representantes del pueblo en la imposición de las contribuciones, y la intervención por parte de los representantes del pueblo en la imposición de las contribuciones es algo históricamente viejo y filosóficamente justo. Ya en la Edad Media aquella intervención refrenaba los ímpetus de su soberanía. ¿Y qué, señores, las Cámaras legislativas de México serían capaces de dejarse arrebatar un derecho que las mismas asambleas medioevales consideraran inviolable y sagrado? Si otorgáramos al Poder Ejecutivo la facultad de disponer de disponer a su antojo a la suma de $10.000,000.00 o de comprender el crédito de la Nación, no habríamos hecho sino dar más inusitada, más perjudicial extensión al absurdo que se ha dado en llamar facultades extraordinarias y de las cuales esa el Ejercicio para gobernar un país de régimen representativo, sin presupuestos. (Aplausos.) Los partidos de las llamadas facultades extraordinarias, no pudiendo invocar en apoyo de ellas ningún precepto legal, se han refugiado en la máxima de que es lícito hacer todo aquello que no está prohibido expresamente por la ley; pero a esos sofistas, señores, nosotros vamos a buscarlos en el fondo de sus últimas guardias y allí les decimos que si es cierto que esa máxima es aplicable a los particulares que tienen una existencia, que les es propia, no es aplicable a los poderes públicos que no tienen más que una existencia artificial y que no existe sino para el objeto de la ley; y si el objeto de la ley es, señores, que las Cámaras legislativas aprueben los presupuestos que el Ejecutivo debe presentarles; si el objeto de ley es que las cámaras legislativas den las bases sobre las cuales deben de celebrarse los empréstitos; si el objeto de la ley es que las cámaras legislativas aprueben esos mismos empréstitos para que puedan tener fuerza de contrato, las cámaras legislativas, siempre y en todo caso en que otorgan al Ejecutivo las facultades y no hacen más que salirse de la ley a la cual deben su origen y su esencia. (Aplausos.) Y más, señores, mucho más violaríamos la ley en el presente caso si concediéramos al Ejecutivo la facultad que solicita para disponer a su antojo de esos diez millones o comprometer, sin sujetarse a las bases del Poder Legislativo, el crédito de la Nación, es decir, si lo facultásemos para contraer una deuda que trae consigo trae consigo derechos y obligaciones, que establece una relación jurídica que nunca, a la luz del Derecho constitucional puede considerarse como un acto puramente administrativo, sino como la materia propia y terminante de una ley expedida con todos los requisitos de la Constitución. Pero, señores, detrás, o mejor dicho, tanto la pretendida necesidad de controlar previamente los Ferrocarriles Unidos de Yucatán para poder comenzar a construir la línea de Campeche a Santa Lucrecia, como el pretexto de la necesidad de uniformar la política ferrocarrilera, no son más que biombos japoneses detrás de los cuales está encerrado el verdadero gato, más terrible y más cruel que el gato del romance de Edgard Poe, y ese gato, señores, es la resurrección de la política centralista, es la resurrección de aquella

política que ha desconocido el derecho que las entidades federativas tienen para prosperar, para trabajar y para vivir armónicamente y sin tropezarse unas con otras; dentro de la gran esfera de la Patria, dentro de la gran esfera del sistema federal. ¡Y si la Revolución se ha hecho para esto; sí la Revolución se ha hecho para restaurar antiguos procedimientos; si no hemos congestivo ver respetados los intereses particulares que forman en conjunto los intereses generales de la Nación, entonces de nada habría servido ni el fusilamiento de Maximiliano, ni el juicio del general Santana Anna, ni el destierro del general Porfirio Díaz! (Aplausos ruidosos en curules y galerías.) Yucatán, señores, no pide más que justicia; Yucatán, que según confesión del señor ministro Cabrera, salvó pecuniariamente a la Revolución, Yucatán sólo os pide una cosa: esperar la construcción del ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche para entregar sus ferrocarriles propios, porque entonces, entonces tendrá la seguridad de que sí habrá nacido la condición, patriótica, la condición estratégica de reunir aquella lejana comarca con en interior del país, la circunstancia comercial que haga ir los productos del Sureste hasta Mérida, a todas las poblaciones del Estado de Yucatán; entonces daremos con gusto los ferrocarriles y si así lo hace el país, y si así lo hacéis vosotros, habréis demostrado entonces, señores, que Yucatán es una entidad federativa, que a Yucatán se le respetan sus derechos, que a Yucatán no se le agobia injustamente, que a Yucatán se le parangona y se le coloca en el mismo plano que a las demás entidades de la República y habréis demostrado, por último, que Yucatán no es para México lo que eran para los romanos el Asia Menor primero y las Galias después, un país de tributo, de explotación y de riqueza. (Aplausos.) El señor ministro de Hacienda, uno de los talentos más claros contemporáneos de nuestro país; el señor ministro de Hacienda, cuyas doctrinas revolucionarias no pueden ser puestas en duda, el señor ministro de Hacienda ha entendido que la iniciativa que nos ha sido presentada es una iniciativa defectuosa y ha pretendido fundarla en hechos posteriores.

Si después de tal iniciativa defectuosa, si después de esa iniciativa que no puede aprobarse dentro de un criterio democrático ni dentro de un criterio que no haya olvidado sencillamente la justicia humana; después de aquella iniciativa han ocurrido hechos posteriores; si el Ejecutivo ya no necesita un empréstito y, de consiguiente, ¿Por qué lo pide en la iniciativa? ¿Por qué no se retira esa iniciativa? ¿Por qué no la retira para presentar otra redactada en términos convenientes, a fin de que sea estudiada detenidamente por las comisiones y para que nosotros podamos votar entonces, dentro del patriotismo, dentro de la legalidad y dentro de la conveniencia pública? Pero si esa iniciativa que se nos ha presentado es defectuosa, como lo ha reconocido el señor ministro de Hacienda al pretenderla fundar en hechos posteriores, no debe ser aprobada, no debe ser aprobada únicamente por incondicionalismo. Aquí, señores, está interesada toda una comarca; está interesada toda una entidad federativa; está interesada toda una entidad que trabaja y que lucha por engrandecer el nombre de la Patria; y es preciso, señores, demostrar al Poder Ejecutivo, es preciso demostrarle en esta ocasión que en la Cámara, comenzando conmigo, todos somos sus amigos; pero somos sus amigos no en relación de la suma de poder que ambiciona y que pide, solo en relación directa del respeto que manifiesta tener a la libertad. (Aplausos ruidosos en curules y galerías. Voces: ¡Bravo! ¡Bravo!)

El C. Méndez Benjamín: Pido la palabra para una interpelación. Deseo interpelar al orador, que me lo ha concedido al final de sus discursos. Suplico al señor presidente me lo permita. (Voces: ¡No! ¡No! ¡No! ¡Tiene derecho!) ¿Por qué me negáis el derecho de interrogarlo? ¿Tenéis miedo? (Voces: ¡Huy! ¡Huy!) Señor licenciado Castillo Torre: Usted ha aceptado la interpelación al final del debate.

El C. Castillo Torre: Sí, señor.

El C. Méndez Benjamín: Suplico a usted me diga si mi discurso de antier lo escuchó usted o le refirieron los conceptos que usted emitió en la tribuna y los cuales yo declaro que son inexactos; esta Asamblea es testigo de que yo jamás he dicho que hay que castigar a los yucatecos, ni he dicho que la Comisión de la Secretaría de Comunicaciones fué maltratada en Yucatán. Segundo: Deseo que me diga usted si tiene conocimiento de que la Estación Terminal de Mérida, que importa más de $1.000,000.00, no puede ponerse en servicio, porque está circundada por edificios con los cuales no se tuvo el primitivo cuidado de expropiar y que no hay una localidad suficiente para la instalación de sus vías. Segundo.... (Voces: ¡Huy! ¡Huy!) Tercero: Si tiene usted conocimiento del contrato de las tarifas de Yucatán celebrado en 1899 y puesto en vigor por el señor general Alvarado en el año que estuvo en Yucatán y duplicadas esas tarifas por el C. gobernador del Estado, Castro Morales; y si ha visto los decretos de ese gobernador, porque yo los he tenido en mis manos y estoy en posibilidad de enseñarlos a usted mañana. (Siseos.)

El C. Castillo Torre: Pido la palabra a la Presidencia para contestar al señor diputado Méndez.

El C. presidente: Tiene usted la palabra. (Voces: ¡Tribuna!)

El C. Castillo Torre: Señores diputados: Para contestar a Su Señoría el señor Méndez, voy a necesitar que tengáis la paciencia de escucharme un rato. (Voces: ¡Poco!) Los oradores que han formado el séquito del señor ministro de Hacienda no han sido más que el grillo del poema rubendariano, no han tenido más que una nota monótona en su violín: repetir lo que antes había dicho el señor ministro de Hacienda. Entre los oradores que forman la corte del señor ministro de Hacienda, coloco también al señor secretario de Comunicaciones, a quien habiéndole yo preguntado que me dijese cuáles eran los fines con que el Estado podía construir ferrocarriles, me contestó: eso es cuestión política; frase que, interpretada en la única nota áspera y monótona del violín, significa: que hable el señor ministro de Hacienda. En esta ocasión, como el señor diputado Méndez no se ha ceñido a hacernos oír la única nota de su violín, no ha podido hacer otra cosa, señores, que decir desatinos. No es cierto que la Estación Terminal de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán no pueda ser puesta al servicio

por que se halle rodeada de edificios; el señor Méndez, en esta ocasión en que pretendió sostener en esta tribuna que las tarifas de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán habían sido aumentadas por el gobernador Castro Morales, faltó a la verdad, por más que, con ese aire semidoctoral venga a la Cámara a exponer argumentos banales con la fanfarronería con que Cyrano de Bergerac hacia la presentación de los cadetes de la Gascuña. (Aplausos.) Es cierto que de los oradores de la corte ministerial no ha sido únicamente el señor Mendéz el que ha dicho desatinos, porque en la cosecha hay de todo, señores; hay desatinos políticos, hay desatinos históricos, desatinos geográficos. El señor Rodríguez de la Fuente decía que los estudiantes de Yucatán van a cursar a las universidades de Centro América. En primer lugar, en Centro América no hay más que una Universidad: la de Guatemala. (Risas.) En segundo lugar, el señor Rodríguez de la Fuente confundió Yucatán con Chiapas, creyendo que Yucatán era Estado limítrofe de Guatemala. (Risas.) Como sería inútil estar viniendo a esta tribuna a contestar cosas que están fuera de la verdad, tan equivocadas y, sobre todo, en el fondo tan maliciosas como las que expone aquí por boca de ganso el C. Méndez, yo, como contestación final a él -yo no sé si sabe que en Derecho de admiten ya las pruebas fotográficas-, exhibo ante la honorable Asamblea, sola, asilada y flamante, con su costo de más de un millón de pesos, la Estación Terminal de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. (El orador mostró la fotografía. Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el C. secretario de Hacienda. (Aplausos. Siseos.)

El C. Garza: Moción de orden. (Voces: ¿No hay desorden!) Moción de orden.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Garza para una moción de orden.

El C. Garza: Tengo entendido, señor presidente, que han hablado seis oradores en pro y seis en contra; ahora, conforme al Reglamento, sólo queda preguntar si esta suficientemente discutido el asunto. (Voces: ¡Huy! ¡huy! ¡Tiene razón!)

El C. presidente: Manifestó a la Asamblea que, con fundamento en el artículo 127, se ha concedido autorización al ciudadano ministro de Hacienda para hacer uso de la palabra. (Aplausos. Siseos.)

El C. Garza Candelario: Pido la palabra. Después de la información del señor secretario de Hacienda, debe inscribirse en pro de la iniciativa, si es que la va a defender. Luego no tiene derecho a hablar ahora en pro de ella, porque no le corresponde el turno.

El C. Presidente: La secretaria va a leer el artículo 111 y el 127 del reglamento.

- El C. prosecretario Aguilar, leyendo:

"Artículo 111. Antes de cerrarse en lo general la discusión de los proyectos de ley, podrán hablar seis individuos en pro y otros tantos en contra, además de los miembros de la Comisión dictaminadora y de los ministros. En los demás asuntos que sean económicos de cada Cámara, bastará que hablen tres en cada sentido, a no ser que ésta acuerde ampliar el debate."

"Artículo 127. Pasada esta vez, sólo se les concederá la palabra, en el turno que les toque, conforme a lo dispuesto en los artículos precedentes; a no ser que, ya por sí, o exitados por algún miembro de la Cámara, tuvieren que informar sobre hechos, pues entonces podrán hacerlo breve y sencillamente, con tal de que sea antes de cerrarse la discusión."

El C. secretario de Hacienda: (Voces: ¡Breve!) A tratado una disposición reglamentaria que concede la palabra al secretario de Hacienda. (Voces: ¡Indebidamente!) No sé si el reglamento lo hará debido o indebidamente, es un hecho que el Reglamento la contiene. (Risas.) este artículo 127, que dice que los secretarios de Estado sólo podrán hablar en el turno que les corresponde, tiene la excepción de que: "...a no ser que, ya por sí, o excitados por algún miembro de la Cámara, tuvieron que informar sobre hechos, pues entonces podrán hacerlo breve y sencillamente, con tal de que sea antes de cerrarse la discusión." (Murmullos. Voces: ¡Para hechos! ¡para hechos!)

Este recinto encierra a veces por animalías las más grandes de las injusticias. Construído especialmente para oír la voz de aquellos que desean tener el convencimiento a la Representación Nacional es, sin embargo, testigo de las más absurdas de las rebeldías para escuchar a los hombres cuando se sabe que su opinión no va a coincidir con la nuestra. Cuando se ha interpelado al secretario de Hacienda, pretendiendo establecer una especie de diálogo rimando desde la tribuna hacia su curul; cuando se le han puesto preguntas de algunos centenares de palabras que no son más que argumentos que se lanzan a la cara, entonces sí, tiene obligación de contestar. Cuando viene a la tribuna a contestar todo ese que se le ha preguntado, entonces se le dice: "Silencio, ¡nada más para hechos!" Debo hablar, conforme al Reglamento, para contestar aquellas preguntas o aquellas interpelaciones que los mismos diputados me hayan hecho, y creo, cuando menos, ser lógico, para no decir que tengo derecho, porque aquí, según el señor Espinosa, el secretario de hacienda no tiene ningún derecho....

El C. Espinosa, interrumpiendo: ¡Yo no he dicho eso, señor! (Siseos.)

El C. Secretario de Hacienda, continuando: creo que debo contestar cuando menos proporcionalmente en la forma que hayan asumido las interpelaciones. Si aparezco cansado, si aparezco insistente y si aparezco absorbiendo el debate, es porque quiero relevar, sinceramente quiero relevar a aquellos diputados que opinan como el Ejecutivo, de la inculpación injusta que se les hace, de no ser más que unos discos de fonógrafo o repetidores del Ejecutivo. Está bien; por eso tienen necesidad el representante del Ejecutivo de decirlo por sí mismo, para que no se diga y no se repita que no hace los demás diputados que opinan como él, más que lo que él les dijera. Se queja el estimable diputado Castillo Torre de que no tienen más que una cuerda en su violín, y pudiera ser cierto, porque no hay más que una nota en todo este violín; pero si yo debiera quejarme del señor Castillo Torre, que no me quejo, sería de la demasiada sinfonía con que él ha rimado.... (Aplausos.) de la gran riqueza de armonía con que él ha rodeado el único motivo que está escrito en este debate. ¡Qué ha dicho el señor Castillo Torre? Ha dicho con palabra serena, mesurada

y decente y con giros elegantes y elocuentes, exactamente lo mismo que dijo en palabras frías el señor diputado Franco, es decir, que hay dos argumentos para desechar esta iniciativa del Ejecutivo, que es una centralización que amenaza el sistema federal y que es un despojo a Yucatán. Fuera de esos dos argumentos, ¿cuáles son los argumentos que se han presentado y que hagan impresión en el ánimo de la Cámara? Y si esta iniciativa tuviera por único objeto o siquiera por uno de sus objetos arrebatar a Yucatán lo que es suyo o poner las bases de un nuevo centralismo, yo sería el primero en suplicar a los señores diputados que votasen en contra de ella. (Murmullos.) No, lo que ha pasado es que estos son los dos argumentos que se han encontrado para mover el espíritu de patria chica, para no llamarle de provincialismo, que se cree poder mover en el ánimo de los diputados, ya que se me acusa de se insidioso en la contienda; ¿cómo debéis llamarle a esa especie de botafuego que se lanza a Jalisco, diciéndole: "Mañana será Chámela"? ¿No es eso sembrar insidiosamente en la diputación de jalisco una desconfianza para que ayude como argumento? El señor diputado Castillo Torre a quien reconozco elocuencia y a quien he saboreado verdaderamente en su discurso, que en realidad vale la pena de oírsele, sobre todo, en sus períodos finales, dedicados especialmente a nuestros huéspedes yucatecos de las galerías; el señor Castillos Torre, en honor de la verdad, es, ¡admírense ustedes de la comparación y ríanla si pueden reírla!, más sofista que yo. No voy a poner más que un solo ejemplo. Dijo que yo había dicho ayer, porque es el sistema de rebatir, que era necesario controlar los Ferrocarriles de Yucatán, porque era inconveniente que una empresa privada, aunque de capital yucatecos, extendiera sus ramificaciones sobre los otros tres Estados; y precisamente el argumento que usé ayer es el de que esta empresa de la Compañía de Fomento del Sureste, que es empresa privada, sino que el gobierno de Yucatán mismo en forma de sociedad anónima, era indebido que como gobierno de Yucatán se extendiera a otras entidades federativas. Este ejemplo no es para contestarse. Cuando leyó la Iniciativa de Ley, la leyó así, y me fijé perfectamente, porque la tenía a la mano y la leía también: "Se facultad al Ejecutivo de la Unión para disponer de.... diez millones de pesos", etcétera y la iniciativa dice: para disponer "hasta de la suma" de diez millones de pesos. Parece percata minuta esto de comerse: "hasta de la suma"; pero lo cierto en que en las palabras: "hasta de la suma", se indica que hay un máximum dentro del cual ha pedido una autorización, mientras que leyendo: "Para disponer de la suma de diez millones de pesos", parece una enorme cantidad que se solicita; todo esto, por supuesto, a compás, a tono y con buena música. (Risas.) ¡Es buen sinfonista el señor Castillo Torre! Otra cosa, esta, sí es de importancia y vengo a llamar la atención de los señores diputados. El señor Castillo Torre probablemente equivocó los papeles y tocó mal la flauta; estaba tocando en do menor, y resulta que debía ser en mi bemol; y digo estos dos tonos que son correlativos, los que entiendan música lo sabrán; digo que toco en do menor en vez de mi bemol.....

El C. García Carlos, interrumpiendo: ¡Mayor!

El C. secretario de Hacienda, continuando: En mi bemol mayor, porque dio por supuesto que lo que estábamos discutiendo es el dictamen de la Comisión, que es otra cosa totalmente distinta; es decir, que todos los argumentos que aducía para repugnar la iniciativa del Ejecutivo, no los aducía para sostener el dictamen de las comisiones, porque el dictamen de las comisiones sencillamente cierra los ojos y cierra las puertas; no da lugar absolutamente a ninguna nueva discusión; y si he tomado la palabra para llamar la atención sobre esto, es porque es necesario que no perdáis de vista que de los dos resultados que esta votación pueda tener, el afirmativo cierra enteramente la puerta a esta iniciativa y a esta idea el otro Congreso, mientras que el negativo hace volver la iniciativa al seno de las comisiones y les da lugar a considerar todo eso que se llaman argumentos nuevos del Ejecutivo y que están basados en hechos nuevos y que, por consiguiente, son adicionales a la iniciativa. Así, pues, cuando se quiere rebatir la iniciativa del Ejecutivo, se cierra la puerta y se dice exclusivamente: la iniciativa del Ejecutivo; y naturalmente, como hay hechos supervenientes, no se quiere abrir la puerta para desechar este dictamen, que venga al seno de las comisiones y que entonces, si se quiere, se vuelva a hacer otro dictamen contrario, pero también tomando en consideración los hechos nuevos. Un argumento constitucional que había sido Esbozado en el dictamen de las comisiones, fué traído aquí al debate: el de la fracción VIII del artículo 73 de la Constitución, es decir: que siendo el Congreso de la Unión el competente para dar las bases sobre las cuales el Ejecutivo pueda celebrar empréstitos sobre el crédito de la Nación, esta iniciativa del Ejecutivo de comprometer el crédito, no podía aprobarse, porque no hay bases para el empréstito. (Voces: ¡Claro!) ¡Claro! ¿Cómo ha de tener bases si la Comisión no ha autorizado? si hubiera dicho: "sí", hubiera puesto las bases, habría bases; pero dice: "no", y naturalmente, no hay bases. (Murmullos.) Un viejo luchador periodista y parlamentario, un viejo conocedor de las prácticas de estas y de otras épocas, dice con la ingenuidad que de buena tabasqueño todavía le queda: "es claro, si le toca darlas al Ejecutivo." (Voces: ¡Proponerlas!) ¿Y por qué no le toca a la comisión proponerlas? Es claro, no es proyecto de la Comisión, y esto nos conduce a llamar la atención de la Asamblea y especialmente de las comisiones, sobre la vieja costumbre de que, de no ser propuesta una cosa por el ejecutivo, no hay nada a discusión; las comisiones creen no tener iniciativa de ningún género; las comisiones creen no estar obligadas a poner de su parte nada que signifique la formación de las leyes; el Ejecutivo, señores, en sus funciones de iniciador de las leyes, es meramente iniciador; ¿quién es el que realmente forma las leyes? Quien verdaderamente debe darlas es el Poder Legislativo, por conducto de sus comisiones. Pero una larguísima y vieja práctica de las épocas anteriores al año de 1911, ha hecho que siempre el Legislativo no pueda pensar sino después que le haya dicho el Ejecutivo qué es lo que quiere y qué es lo que piensa; se ha reducido aquí meramente a la tarea de crítico o de juez para decir si no o no son buenas las ideas del Ejecutivo. Este propone determinada

iniciativa de Ley, imperfecta, precipitada, quiero suponerla absurda en la forma que trae, pero que tiene un vislumbre de necesidad o de conveniencia en el fondo. ¿Qué deben hacer las comisiones? Desecharla, porque así la presentó el Ejecutivo; pero no se creen obligadas a modificarla, transformarla discutirla, darle forma; ¿pues entonces dónde la iniciativa, dónde está su labor, por qué se han limitado exclusivamente a aprobar o a desaprobar lo que dice el Ejecutivo? ¿Qué, no se creen con los tamaños, con las disposiciones y con las capacidades necesarios para proponer, en vez de aquella idea que se desecha, la idea que debe ser? Así pues, si de lo que se trata es del defecto constitucional o legal que encontramos en esta iniciativa, no hay excusas; pero si de lo que se trata exclusivamente es de las razones de fondo para desecharla de plano, entonces es innecesario traer el argumento constitucional; no discutimos las bases del empréstito, porque negamos absolutamente la autorización al Ejecutivo; pero no usar como argumento delante de esta Cámara, el que estaba mala la iniciativa porque no traía las bases. ¿Quién debe poner las bases? El congreso. ¿Por conducto de quién? Por conducto de sus comisiones. ¿No las pone porque el Ejecutivo no se las sopló? ¿no las pone porque el Ejecutivo no las escribió? Pues entonces han faltado a su deber de comisiones. Las comisiones tienen la labor principal de las Cámaras; este trabajo de escuchar y votar sí o no, es un trabajo meramente de convicción, meramente de juicio; pero las comisiones tienen la labor de construcción; la Cámara de Diputados sí no puede hacer más que decir sí o no a una iniciativa que se le presenta; pero las comisiones no son para decir únicamente sí o no; las comisiones son para trabajar, para formar las leyes, para proponer los proyectos de ley para introducir en ellos todas las modificaciones y todas las ideas que sean necesarias, o que sean constitucionales, o que sean indispensables, o que sean legales.

He anotado, hasta donde lo ha permitido el relativo desorden con que ciertas cosas se presentan, algunos de los puntos que a veces hasta en una sola frase se lanzan, pero que no se discuten y que requieren una rectificación. Dice el señor diputado Castillo Torre que la Compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán tiene una situación verdaderamente próspera y que cuando me encontré en Yucatán no se me ocurrió ir personalmente a estudiar sus condiciones. Debe suponer la Cámara que cuando una persona tiene que hacer estudios demasiado extensos sobre las condiciones no sólo de una empresa, sino de muy diversas empresas, no habría podido el que habla ir personalmente a los ferrocarriles, y aunque hubiera ido, como el que habla no es ferrocarrilero, ni técnico, le habría tomado el pelo y no habría visto absolutamente nada de lo que hay en los ferrocarriles; por consiguiente tuve muy buen cuidado de, en vez de ir yo, enviar, por lo que hace a la contabilidad, a peritos competentes, enviar, por lo que hace a la inspección de las líneas, además de todos los que había mandado la Secretaría de comunicaciones, algún perito que me ayudara, cuando menos, a ver con ojos de técnico. Yo pongo al hombre más inteligente en música, por ejemplo el señor Castillo Torre, a que vaya a un departamento, oficina o empresa y procure investigar cuáles son las condiciones que aquellas empresas, y por más buena voluntad que tenga, si no la conoce, estará perfectamente equivocado. Pero afortunadamente, para juzgar de la situación de los ferrocarriles, casi no necesitaba ni ir a Yucatán, porque durante la discusión entablada entre la secretaría de comunicaciones y los ferrocarriles, había salido ya a colación cuál había sido la situación de la empresa en 1917. El otro balance a que se refirió el C. Castillo Torre es de 1918, y en 1917 los señores representantes de los ferrocarriles Unidos de Yucatán decían a la Secretaría de Comunicaciones lo siguiente, entre otras muchas cosas:

"1o. No parecen haber sido muy determinante formulados los informes rendidos por la comisión que últimamente inspeccionó los ferrocarriles, porque no es absolutamente exacto que el estado económico de la empresa sea satisfactorio. No obstante que las tarifas que rieguen en los ferrocarriles son las mismas de cuya aprobación se trata, permitidas y autorizadas provisionalmente, puede verse del resultado del balance practicado el 31 de diciembre de 1917, que las utilidades de dicho ejercicio social fueron solamente de once mil pesos, según folletos impresos que oportunamente remitimos a esa Secretaría."

Supongo que es el mismo folleto que leyó el señor Castillo Torre, pero que yo no tengo a la mano.

"Una empresa con un capital de $23.000,000.00, con la extensa red de ferrocarriles que tiene en la peninsular, con un capital Sáncado (es decir, desconectando sus deudas de $12.000,000.00), y que en un ejercicio social, aun cuando comprenda solo un período de seis meses, como el a que se refiere el informe, se comprende que lejos de ser satisfactorio puede considerarse muy desconsolador, cuando demuestra una utilidad de solamente once mil pesos."

Esto decían los mismos ferrocarriles a la secretaría de Comunicaciones. Al año siguiente, el 31 de diciembre de 1918 dijeron que tenían una utilidad de $1.000,000.00, Aquí sí tendré que cometer un acto de inmodestia al decir al señor Castillo Torre entre otras de mis múltiples actividades, hubo un tiempo en que me gané la vida de tenedor de libros, pero, como por otra parte, no se necesita ser un gran contador para descubrir ciertas fallas en un balance, nos basta ver que en el cuerpo de un balance se liste una gran cantidad de partidas enteramente virtuales, para que desconfiemos inmediatamente del resultado de ese balance y lo primero que un contador debe hacer al examinar un balance, es ver cuáles partidas son efectivas y cuáles son virtuales. En el balance publicado por la Compañía de los Ferrocarriles de Yucatán, correspondiente al 31 de diciembre de 1918 y aprobado en una Asamblea en la cual yo no tenía absolutamente nada que hacer y por consiguiente, no podía aprobar ni reprobar, si listan cuando menos, veinte partidas en el activo que absolutamente no tienen por qué estar ahí; son enteramente virtuales. Y cuando se analiza un balance de esta naturaleza y se trata de saber lo que hay verdaderamente en el fondo, resulta que un gran número de partidas cono las que ya mencionó el señor

diputado Méndez, están listadas en el activo absolutamente sin ninguna razón, como no sea la siguiente: inflar el activo. Y sabéis, señores diputados, ¿por qué se tiene tanto empeño en que aparezca que la Compañía de los Ferrocarriles de Yucatán ha ganado mucho dinero? Pues ya que están presentes y me oyen algunos de los ferrocarrileros de Yucatán, lo diré con entera franqueza: porque estando ya vigente la Ley del Trabajo en Yucatán, que asigna determinada participación en las utilidades a los obreros de esa empresa, el gobernador de Yucatán tenía especial empeño en que aparecieran utilidades con objeto de que hubiera algo más que distribuir entre los obreros; era indispensable que hubiera utilidades para que el Consejo de Administración de los ferrocarriles pudiese decretar una especie de dividendo a los obreros de esos mismos ferrocarriles, por supuesto salvo no decretar ninguna utilidad a los accionistas. Pero en estos ferrocarriles de cuyo estado ya no voy a ocuparme, solamente diré que se han repartido utilidades a los obreros por cuenta del año 1918; pero no se ha repartido ni un centavo de utilidad a los accionistas por cuenta de ese mismo año, por una sencilla razón: porque no hay utilidades. No creo que sea necesario manosear más este asunto, porque consta a la Asamblea que no he querido convertir este debate en una especie de ataque contra los manejos de las diversas compañías que en Yucatán operan; no he querido hacer ningún ataque contra la Estación Terminal de Petróleo porque, entre paréntesis y recordando una de las falacias del diputado Castillo Torre, quien me hizo decir que el señor Rolland mangoneaba, cuando he dicho que a pesar de lo costoso que pudiera suponerse esa empresa, es una empresa a la que, cueste lo que cueste, se reconoce su valor.

Vuelvo a llamar la atención de la Asamblea sobre la diferencia entre control y administración, porque no ésta a discusión la administración de una u otra empresa para establecer ninguna comparación, sino que se trata del control de los ferrocarriles.

Deseo hacer una rectificación al siguiente hecho: Uno de los himnos más bien coreados que cantó el C. Castillo Torre es el de la iniciativa privada y el de respeto a ella. ¿Sabéis, señores diputados - los de Tabasco, los de Campeche, los de Chiapas sí lo saben-, qué cosa fué la Compañía de Fomento del Sureste con respecto a la iniciativa privada en esos Estados? La Compañía de Fomento del Sureste, por quien se canta un himno a la iniciativa privada, pretendió mucho tiempo matar enteramente la iniciativa privada, mercantil, en esos Estados y fué la verdadera causa para que el presidente de la República hubiera invertido con el fin de evitar que continuara la Compañía de fomento del Sureste siendo un tremendo competidor de la iniciativa privada, especialmente de Chiapas, del Istmo, de Tabasco y de Campeche en materias mercantiles. Así pues, cuando se viene aquí a hablar en favor de la iniciativa privada, se habla por lo que hace a los Ferrocarriles de Yucatán, pero se callan otros datos.

Los argumentos que, en mi concepto, pueden haber hecho mella, no tanto por su valor mismo, sino por lo bien vestidos, son, como antes dije, el despojo y la centralización; esas son las intenciones que se atribuyen al Ejecutivo y cuando se habla del despojo a la península yucateca, se supone que aquellos ferrocarriles fueron construidos exclusivamente por la iniciativa yucateca y sin ninguna ayuda de parte de la Federación.

El señor secretario de Comunicaciones, en su informe hizo ver esta Cámara que los Ferrocarriles Unidos de Yucatán para su construcción recibieron cerca de $4.000,000.00 de subvención federal; que, por lo tanto, son como todos los demás ferrocarriles del país, son como los Ferrocarriles Nacionales, una empresa que, teóricamente, está hecha con el dinero invertido en ellos, pero que prácticamente está hecha en compañía por el Gobierno nacional y por la empresa constructora, una empresa como todas las demás, que estaba llamada necesariamente al fin de su concesión, a pesar a manos del Gobierno federal. Cuando en una concesión se estipula que una empresa, después de cierto número de años, vendrá a manos del Gobierno federal, quiere decir que debe haber alguna razón de derecho en el Gobierno Federal para que, tarde o temprano, venga esa empresa a sus manos; y la mayor parte de las concesiones ferrocarriles existentes tienen la estipulación de la recesión a la propiedad del Estado al fin de cierto período de años. Ahora bien; si el Gobierno nacional, en vez de esperar los 99 años, desea comprar antes parte de esas acciones, y paga esas acciones como si fuera un bien enteramente ajeno, no comete ningún despojo; sí lo cometería si pretendiera sencillamente, bajo la forma de una incautación o de una expropiación, sin indemnización tomar esas acciones; pero sólo pretende tener el control, comprar determinado número de acciones que hoy están en poder de la Compañía de Fomento del Sureste y que continué esa compañía funcionando como sociedad anónima, porque, entiéndase, que lo que el Gobierno federal pretende, no es entrar en la administración de los Ferrocarriles, sino tener el control de ellos, como ahora lo tiene el Gobierno de Yucatán, y ni siquiera pretende hacer lo que éste hace, es decir, poner en su Consejo Directivo al gobernador, quien, en la actualidad, de hecho es un miembro del Consejo Directivo de los Ferrocarriles.

Vienen en seguida en gran número de argumentos interrogativos que he escuchado por todas partes. ¿Y por qué diez millones? ¿Y por qué tanto como diez millones? ¿Por qué pidió el Ejecutivo diez millones? Y esta pregunta está contestada con agregar la palabra "hasta" que se comió el señor Castillo Torre. El Ejecutivo pidió hasta diez millones, porque no podía saber que cantidad necesitaba y tenía que fijar un límite de cierta magnitud; no lo sabía antes ni lo sabe todavía en los momentos actuales; porque precisamente esta discusión nos indica que en el momento de tratarse del precio de esas acciones, habría que hacer todavía un verdadero balance de la Compañía de fomento del Sureste para saber lo que valen; por consiguiente, cuando el Ejecutivo ha pedido hasta diez millones, la Comisión pudo contestar "hasta cinco", "hasta uno", y ya discutimos si ese límite era o no era suficientemente amplio.

Se pregunta, ¿no sería mejor pagar la hipoteca, con esos diez millones, pagar los ocho millones

y pico la hipoteca? Los ocho millones y pico, digo, porque aun cuando aquí habéis oído decir que de esa hipoteca ya está amortizada una parte, la amortización no pasa de unos dos o tres cientos de miles de pesos, es la amortización que se hace muy paulatinamente al hacer el servicio de réditos. ¿Por qué no pagar la hipoteca mejor con esos diez millones? Pues la razón de no pagar esa hipoteca es la más sencilla que puede existir: siempre que se tiene una deuda a muy largo plazo y con un relativamente bajo interés y se tiene necesidades de mucha urgencia en el momento actual, es preferible invertir el dinero en otras empresas, que invertir el dinero en pagar la deuda inglesa, que tiene un período determinado de mortización. ¿No sería mejor con estos diez millones comenzar la vía? se nos pregunta. La Cámara de Diputados tiene ya para estudio la otra iniciativa distinta para ese mismo efecto que fué aprobada por la Cámara de Senadores, porque una es la construcción de la vía y otra es la adquisición del control de los ferrocarriles.

Para concluir, deseo hacer una declaración categórica acerca de uno de los puntos de que más se ha echado mano como argumento .... (Murmullos. Campanilla.) Deseaba tener el honor de la atención de la Comisión, que es para quien principalmente habló. Para concluir, debo hacer una categórica declaración respecto de un punto: ¿ Aquí no os ha sorprendido las pocas veces que ha sonado el nombre de la Reguladora? Si en Yucatán no se habla más que de la Reguladora, ¿por qué aquí ¡chitón!, no se ha hablado de la Reguladora? Sin embargo, levantando toda esta montaña de argumentos ya que hemos escuchado, debajo está la Reguladora, con toda su presión. Este debate, señores diputados, no debéis resolverlo sin saber qué cosa es lo que váis a hacer, en que campaña y en qué conflicto estáis dando vuestro voto; no entre el gobierno del Estado de Yucatán y el Gobierno federal, no entre el centralismo y federalismo; estáis dando vuestro voto....

El C. Espinoza Luis, interrumpiendo: ¡Moción de orden! (Voces: ¡No! ¡No!) ¡Tengo derecho a hablar! Me apoyo en el artículo 127 del Reglamento y en el

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Espinoza Luis: Hago notar a la Presidencia, que el orador tiene ya tres cuartos de hora en el uso de la palabra, faltándose con esto al artículo reglamentario, que dice categóricamente que no se debe hablar más de media hora, y que concluida, se consultará a la Asamblea si permite que el orador siga hablando, por una parte; por otra, el artículo 127 también dice que los secretarios de Estado, cuando vayan a hacer rectificaciones de hechos, que es lo que está haciendo el secretario de Hacienda, se concretarán a hacer esas rectificaciones. Por lo tanto, suplico a la Presidencia tenga a bien cumplir con el Reglamento (Siseos.)

El C. presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría, que el artículo 101 del Reglamento sólo limita la palabra a los ciudadanos diputados y no a los ciudadanos ministros; respecto al artículo 127, sólo me permito decir al ciudadano secretario de Hacienda, que tenga la bondad de cumplir con ese artículo.

El C. secretario de Hacienda: No sé cómo se interpreta la brevedad y la sencillez, si no es en relación con la importancia de un asunto a debate. Hay tontos que pueden no entender esto; pero siempre se saca una ventaja de que hable un tonto, por que nos llama otra vez a nosotros mismos y nos recuerda que es necesario, cuando menos, dar satisfacción a aquella categoría respecto de la cual se dice que su número es infinito. Debo ser, en efecto, breve y sencillo y limitarme a hechos y precisamente cuando estaba hablando de un hecho y de uno de esos hechos que no están escritos y que, por consiguiente, es necesario decirlos verbalmente para que se comprendan, es cuando me interrumpe con domingo siete el señor diputado Espinosa. (Aplausos.)

El argumento principal de este debate, el verdadero y único argumento principal de este debate, no se ha dicho: "Se trata de aplastar a la Reguladora".... (Murmullos.) Ese es, ese argumento es la serpiente, es una de las serpientes a que ayer me refería; ese es uno de los argumentos que hay que quemar el pasto para que saque la cabeza; porque todos vosotros encontráis sobre vuestros pupitres, perfectamente bien servidos con tinta de imprenta...

El C. Espinoza Luis: ¡Señor presidente, moción de orden! (Siseos. Desorden. Campanilla.) La iniciativa relativa a los Ferrocarriles de Yucatán .... (Voces: ¡Cállate! Siseos. Sigue el desorden.) por lo tanto, suplico nuevamente a Su Señoría, tenga a bien excitar al ciudadano orador para que se concrete al punto a debate. (Siseos.)

El C. secretario de Hacienda y Crédito Público: ¡Ahí duele! Cuando os preguntéis con el diputado Siurob qué intereses habrá en todo esto, los andáis buscando por un lado, por las ramas, como vulgarmente se dice, sin ver que están en el pasto. El verdadero debate actual es desafío lanzado por la Reguladora al Gobierno federal.... (Voces: ¡Muy bien! ) porque todos vosotros encontraréis sobre vuestros pupitres o sobre los asientos de vuestros sillones para que ni sentados podáis estar sin veros picados por la víbora, siempre una extra de un periódico que para otras cosas no tiene la oportunidad de lanzar extras, pero para hablar a la Representación Nacional sí lo hace. Ayer y antier y yo no sé si hoy... (Voces: ¡Hoy también!)pero el hecho es que siempre encontraréis una extra de "El Heraldo"...

El C. Aguirre Vito, interrumpiendo: ¡De "El Heraldo", Seguro!

El C. secretario de Hacienda... con argumentos. Yo quiero decir que el director de "El Heraldo" no éste muy en su derecho de tener sus opiniones y de expresarlas por medio de la prensa, como toda la demás prensa expresa sus opiniones claramente en sus editoriales, etc. pero cuando una empresa periodística se pasa un poco de la raya y en vez de lanzar las extras de venta a la calle las trae especialmente a los sitiales de los señores diputados, quiere decir que esa empresa tiene interés en el debate, tiene más interés que todas las demás empresas periodísticas. Así pues, cuando veáis que una empresa periodística lanza francamente al Gobierno federal el guante y hace uso de todos los argumentos, sencillamente desconfiad: no

son solamente los intereses nacionales los que están en juego, sino que hay también intereses pecuniarios, y muchos ¿Que ha hecho el Gobierno federal hasta ahora para merecer que se le lance el guante por la Reguladora? Nada más que procurar proteger al Estado de Yucatán; ver por su bienestar; permitirle circular su papel; esperar pacientemente a que la Reguladora pueda salir de las dificultades en que se encuentra, y esto a pesar de la tremendísima presión que sobre el Gobierno federal se ha hecho, ya que por conducto de la Suprema Corte de Justicia, ya directamente sobre el Gobierno, ya en el Congreso, ya por la Asociación de los Hacendados Henequeneros, que también son henequeros y que están al otro lado. No vengo a decir ni una sola palabra en pro o en contra de la disputa que la Asociación de Hacendados Henequeneros y la Reguladora tiene entablada; vengo a preveniros, señores diputados, que al votar no toméis parte en esa discusión. No quiere el Gobierno federal aplastar porque... (Voces: ¡No puede!) ¿Y queréis una prueba de que no la quiere aplastar? (Voces: ¡No puede!) preguntadle a la Reguladora si puede. No lo ha hecho porque cualquier acto del Gobierno federal contra la Reguladora redundaría indefectiblemente contra Yucatán; porque la Reguladora está escudada tras de Yucatán y ésta es la tenedora de la riqueza de Yucatán, y el Gobierno federal no ha querido de ninguna manera aplastar a la Reguladora o deshacerla, o hacer alguna otra cosa que pudiera significar un acto de agravio contra esta empresa, porque comprende que el pueblo de Yucatán sería el primero que sufriría con cualquiera medida de carácter radical y extraordinario.

Decía una voz que surgió de las cavernosidades de la primera fila: "Porque no puede". No, porque no debe. No es necesario, señores diputados, que os diga, ni estaría yo en mi papel diciendoos que el Gobierno federal podría aplastar a la Reguladora, porque sólo pensar en que se hiciera una cosa sin derecho y sin razón, simplemente por espíritu de represalia sería indigno e indebido de parte del gobierno federal; pero basteos saber que la única moneda que circula en el Estado de Yucatán, por tolerancia de la Secretaría de Hacienda, por autorización de la Secretaría de Hacienda, porque esto fué necesario, es el papel de la Reguladora; la Reguladora, como os he dicho antes, está adeudando cuatro millones y medio de pesos al Gobierno federal y este adeudo no es meramente por favor que quisiera hacerle el Gobierno federal a la reguladora, sino por una consideración del Gobierno federal hacia el pueblo de Yucatán; y, por lo tanto, si se tratara de medios de represalia contra una empresa, estaría hasta justificando el Gobierno federal y recibiría muchísisimos aplausos de mucha gente de Yucatán con solo que mañana pusiese un telegrama mandando suspender el curso del papel de la Reguladora; pero el Gobierno federal no ha pensado castigar al pueblo de Yucatán por conducto de la Reguladora; el Gobierno federal tiene que ser prudente es esta materia y tratar este asunto con la ecuanimidad y con la seriedad que merece. Por consiguiente, ni a pesar de que este debate la Reguladora le lanza al Gobierno federal el guante por conducto de "El Heraldo Mexicano", está el Gobierno federal dispuesto a hacer ningún acto de represalia. Así pues, cuando ayer alguna persona me decía: ¿Pero qué, de lo que aquí se trata es de aplastar a la Reguladora? tuve que contestarle: No son esas las formas que el Gobierno federal podría utilizar; no necesaria para aplastar a la Reguladora involucrar a la Representación Nacional en un hecho de esta naturaleza; él sabría cargar con la responsabilidad de un acto tan trascendental y, por consiguiente, no necesitaría escudarse tras del voto de esta Asamblea para aplastar a la reguladora. Así pues, es nada más una palabra, un toque de atención, ¿es la Reguladora la que lanza el aguante al Gobierno federal en los momentos actuales? El Gobierno federal no puede recoger ese guante, porque el Gobierno federal no quiere castigar al pueblo de Yucatán, pero sí se cree en el derecho de advertir a los señores diputados que esta iniciativa es anterior a la existencia de esa deuda de la Reguladora ; es anterior a las graves dificultades surgidas en la Reguladora, cuando menos, al período álgido de las dificultades surgidas entre la Reguladora y la Asociación de Henequeneros y que, por consiguiente, es injusta la suposición de que esta iniciativa se haya lanzado con objeto de aplastar a la Reguladora. No son los intereses Henequeneros los que van a versarse aquí; no se los intereses de los grandes o de los pequeños productores de henequén; no son los intereses de los terratenientes contra el Partido socialista o los de este partido contra los terratenientes: son únicamente los altos intereses nacionales. Siempre que se trata de consolidar fuertemente una nacionalidad, hay que hacer el sacrificio de determinada parte de la soberanía local. La Liga de las Naciones sigue siendo todavía un sueño, porque no hay una nación que quiera renunciar, como seria necesario que renunciara francamente, a una parte de su soberanía para entrar dentro de la Liga; la Liga de las Naciones exige el sacrificio de una parte de esos derechos que se consideran enteramente inviolables, de parte de cada uno de los países del mundo, para que pueda constituirse la gran nación de la humanidad; por eso esta Liga es tan difícil de que se realice, como lo han sido todos los demás intentos de Liga de las Naciones que se han hecho en la historia. Pero la revolución de las nacionalidades siempre ha ido hacia su mayor integración, y de la pequeña ciudad griega hubo de pasarse a la gran ciudad romana, y de la gran ciudad romana, hubo de pasarse a la concepción del Estado europeo, y de aquí a la concepción de la gran Confederación norteamericana, y de ésta hay necesidad de pasar a la gran concepción de la liga de todos los pueblos de la tierra.

Pero ese camino del progreso de las nacionalidades exige siempre un pequeño sacrificio del patriotismo nacional. ¿Por qué hay que abdicar de una pequeña parte de la soberanía. ¿Qué de raro tiene, por consiguiente, que los Estados federados en la República Mexicana, si van a ver por el bien común, tengan que hacer algún sacrificio? A Yucatán se le pide, como ellos dicen, el sacrificio de sus líneas, es cierto; se le pide un sacrificio. ¿Para quién? Se dice: "para la

federación"; pero la Federación no es una entidad, la Federación es la suma de Estados en la cual Yucatán representa una unidad también; la federación es la suma de Yucatán , de Campeche, de Tabasco, de Chiapas, de Quintana Roo, de Oaxaca, de Veracruz, etc. por consiguiente, ¿qué se le pide a Yucatán? La cesión de una parte de la proporción de sus líneas ferrocarrileras, de una pequeña parte de sus soberanía sobre las líneas ferrocarrileras, que la sacrifique; ¿en honor de quién? ¿para quién? ¿para don Venustiano Carranza? no; ¿para el Manco? no; Para Gonzales no ¿para Bonillas? no... (Risas. Voces: ¡Ya pareció el peine! ¡Para Cabrera!)... Para la entidad federal que se llama la República Mexicana, para la entidad que se llama nuestra Patria, nuestra Nación. ¡Si el objeto que se persigue en todo esto es mucho más alto y mucho más elevado! pero Yucatán rehusa por conducto de sus actuales diputados que están francamente contra la iniciativa, rehusa la cesión de una pequeña parte de su soberanía e inmediatamente toca la campana de alarma y acude al Estado más grande de la República en población y en número de diputados, al Estado de Jalisco, y le dice: mucho cuidado, mañana podrías tú también perder una parte de tu soberanía"; y Jalisco veremos cómo contesta, porque también Jalisco es una parte de la Unión y Jalisco ha hecho un sacrificio semejante al que pedimos ahora a Yucatán , Jalisco ha Jalisco ha hecho un sacrificio parecido al que hubo necesidad de que hiciera Yucatán al ceder la parte de territorio de Quintana Roo que no podía administrar; Jalisco dio también nacimiento al Nayarit y el Nayarit es ahora de los Estados. por consiguiente, el argumento de arrebatar la soberanía de un estado cuando ese sacrificio es para la federación misma, es un argumento vacío, porque se pide el sacrificio en beneficio de la comunidad. ¿Pero es sacrificio? Se dice: "sí, porque nos quita una empresa, porque nos quita el control de una empresa que desde su origen fué construida por Yucatán. No. Fué construida por Yucatán en cooperación con la federación , supuesto que, como antes he dicho, los ferrocarriles Unidos de Yucatán llevan desde su origen $4.000,000.00 de subvención pagados por la federación, es decir, pagados por todos los demás Estados para la construcción de esos ferrocarriles a cambio de los cuatro millones que se dieron de subvención; es pedir el control de esos mismos ferrocarriles a cambio de la nueva cantidad de dinero que la Federación pondría a disposición del Estado de Yucatán para ese efecto. No sé, pero tengo casi la seguridad de que para el criterio de los señores diputados este asunto es realmente trascendental; tengo el pensamiento de que todos se dan cuenta de la gran importancia que tiene su resolución y, por consiguiente, creo que deben estar en el estado de espíritu del que teme ir a tomar una resolución precipitada; si fuera la iniciativa de ley la que estuviera a discusión, lo repito, hoy el voto de la Asamblea, de sí o no significaría la solución de este asunto; el voto de la Asamblea contra este dictamen, el único que puede aplazar y hacer pensar más en las consecuencias, es el voto negativo, porque negado el voto a este dictamen de la Comisión, con ello sencillamente hacemos un acto de prudencia para poder pensar después. (Risas.) ¿Por qué os reís? ¿Cuáles son las consecuencias del voto negativo a este dictamen? Volver al seno de la Comisión . (Voces: ¡No!) Si hubiera un voto particular que tuviera que discutirse inmediatamente, entonces sí, rechazado este dictamen, se pondría a discusión y entonces estaríamos obligados al día siguiente a resolver el asunto; pero como no hay voto particular, el voto negativo a este dictamen no significa más que lo siguiente: vuelva el dictamen al seno de las comisiones.(Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) El volver el dictamen al seno de las comisiones significa hacer que estudien más conciensudamente el asunto y que hagan las modificaciones que crean pertinentes; que tomen en cuenta las ideas que se han vertido en este debate, y que consulten las posibilidades del gobierno, que inquieran mejor las condiciones del Estado de Yucatán y que, en general, hagan un estudio más serio y más hondo de la cuestión y entonces veréis que el dictamen que se produzca ya no será exclusivamente obra de un individuo, sino que tendrá que ser la obra conjunta de varios mexicanos y que, por lo tanto, en esta obra de conjunto pudiera tomarse en consideración las razones de política nacional que puedan existir... (Voces: ¡A votar! ¡A votar!) Para concluir... (Murmullos.) para concluir no me falta más que presentar a esta Asamblea por el largo tiempo que he ocupado su atención, asegurándole que, en cambio, he escuchado siempre a cada uno de los oradores del pro de este dictamen con entera libertad de espíritu y abierto siempre a cualquiera sugestión que de ellos pudieran venir. Sean que este dictamen se apruebe, o se a que se rechace, la obra principal en todas las conciencias, está, como lo dijo el diputado Castillo Torre, que debe llevarse a cabo; sea que se rechace, la actitud del Ejecutivo será siempre la misma y la discusión habrá servido únicamente para repetir y convencer una vez más de que no es posible creer que es un asunto de tanta trascendencia el Ejecutivo hubiera por objetivo hacer un mal a una de las entidades federativas; pero permítaseme concluir este discurso con una frase que he escuchado repetidas veces de los labios del general Alvarado; no es injuria a los yucatecos. El general Alvarado reconoce, como reconozco yo, que el carácter yucateco es tal vez el más emprendedor, el más activo y el más trabajador de los mexicanos, pero excesivamente encerrado dentro del criterio que forma respecto de un punto; el yucateco, que sin injuria de ningún genero, lleva también como mote el mote que en un tiempo se aplicó al alemán, el yucateco es terco y es unido; el yucateco puede tener todos los defectos que queráis, pero es muy trabajador y es muy unido; mas cuando está errado, es imposible absolutamente hacerle conocer la razón. El general Alvarado decía respecto al pueblo de Yucatán , a quien nadie duda que haya querido y que con muy buena intención haya tratado de ayudar: "a estos hombres hay que ayudarles a fuerza"; consideraba que la mayor parte de los actos trascendentales que se han ejecutado en la península, han sido hechos originalmente contra la opinión de los yucatecos, y si no, allí tenéis a Castillo Torre. ¿Dónde

estaba Castillo Torre en el mes de febrero de 1915? Estaba equivocado y tan equivocado, que arriesgaba su vida y su nombre, y su reputación y su Patria, todo lo que tenía, porque estaba equivocado, porque estaba con Ortiz Argumedo. No sé exactamente si habré dicho un despropósito; si hay algún diputado que desee rectificarme, con todo el gusto retiraré estas palabras; pero aun cuando las haya dicho, no las puedo decir más que como prueba de una equivocación del diputado Castillo Torre; él posteriormente ha sido uno de los colaboradores más efectivos....

El C. presidente, interrumpiendo: La Presidencia se permite llamar la atención del orador, que no está autorizado para juzgar de la actuación política del diputado Castillo Torre y que se le ha concedido la palabra únicamente para informar.

El C. secretario de Hacienda, continuando: Pues precisamente me estoy absteniendo de calificar la actuación política del señor Castillo Torre, y estoy limitándome a señalar un hecho: que estaba con Ortiz Argumedo en 1915. (Risas. Aplausos.)

El C. Espinosa Luis: Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡Cállate! ¡Cállate! Desorden. Campanilla.) ¡¡Una moción de orden!! (Voces: ¡Cállate! Siseos. desorden. Confusión Campanilla.)

El C. secretario de Hacienda: Pues si el hecho no es exacto.....

El C. Rodríguez de la Fuente: ¡Sí es exacto!

El C. secretario de Hacienda, continuando: Pues si el hecho no fuera exacto, os consta que no lo he calificado y que, al contrario, simplemente me he limitado a decir que el carácter yucateco es de tal naturaleza que, equivocado en ciertos casos, llega hasta el sacrificio antes de convencerse; que sin embargo, cuando se convence vuelve sobre sus pasos y tiene el valor de reconocer su error. Sólo así se explica que en Yucatán todavía puedan coexistir hombres que hayan estado en otras épocas tan distanciados absolutamente en ideas políticas, cuando aquí en la Mesa Central ni siquiera los que estamos absolutamente dentro de las mismas ideas políticas podemos estar de acuerdo. Así pues, es a la diputación yucateca a la que dirijo mis últimas palabras para decirle: No estáis en lo justo si suponéis que el Gobierno federal trata de hacer un mal y si dudáis o creéis que esta medida significa un mal; esperad, esperad y os convenceréis más tarde, y cuando estéis convencidos, entonces veréis que es uno de los nuevos casos en que el Gobierno de la Revolución ha hecho algo exclusivamente en favor del Estado de Yucatán, y que, sin embargo, fué interpretado en contra de ese mismo Estado. Recordad otro hecho; también es hecho, nada más que hecho de Historia: recordad que la primera vez que la revolución puso un pie en el Estado de Yucatán , hubo una especie de clamor de repulsión y de odio contra esa Revolución que invadía el Estado, y que se sintetizaba en esta palabras: "¿Pero para que vienen aquí los carrancistas si estamos en paz, si estamos tranquilos, si estamos trabajando, si no necesitamos que venga la Revolución, si nada más pedimos que se nos deje vivir y trabajar?" Se consideró como un ultraje para Yucatán la entrada de los primeros revolucionarios; se consideró como un ultraje y, sin embargo, pasado algún tiempo, los frutos vinieron a convencer a los yucatecos de que algo grande había ido y de que algo grande se había hecho; y a pesar de que el primer paso de la Revolución en el Estado de Yucatán provocó una rebelión. ¿Por que? Porque se consideraba que no era necesaria la entrada de la revolución a Yucatán , y si queréis que os diga, Garcilaso, viniendo de Quintana Roo, justificaba esa rebelión; Ortiz Argumedo dijo reconocer a Carranza y simplemente estar contra los hombres que habían ido a Yucatán. Avila abandonaba el Estado de Yucatán diciendo: "No es justo lo que se hace con Yucatán, no necesitamos que venga la Revolución." Y, sin embargo, pasó el tiempo, vino la Revolución y, lo habéis escuchado, la Revolución hizo la emancipación de Yucatán, al principio resueltamente contra la opinión pública del Estado de Yucatán. Así pues, los actos o las intenciones del Ejecutivo no deben juzgarse inmediatamente por la apariencia de los hechos, deben verse si son actos que, juzgados a travéz de la Historia y de sus resultados, son verdaderamente en beneficio de esa entidad y no son en contra de ella. Cuando menos una cosa solamente os puedo protestar en nombre del Ejecutivo: jamás puede existir en el espíritu del presidente de la república la idea de cometer una injusticia con el Estado de Yucatán. (Aplausos nutridos. Voces: ¡A votar!)

El C. secretario Pesqueira: Habiendo pasado la hora reglamentaria, la Presidencia pregunta a la Asamblea, en votación económica, si se prorroga la sesión. (Voces: ¡Sí! ¡Sí!) Se prorroga la sesión. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el C. García Vigil. (Aplausos nutridos.)

El C. Martínez del Río: Moción de orden. Han hablado seis oradores en pro y seis en contra..... (Voces: ¡No! ¡No! Murmullos. Desorden. Campanilla. Varios ciudadanos diputados piden la palabra para mociones de orden.)

El C. presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que conforme al artículo reglamentario respectivo, los Estados que solamente tienen un representante en la Cámara, están equiparados a las comisiones. El C. Lanz Galera es diputado por el territorio de Quintana Roo; en consecuencia, tiene el mismo derecho que la misma Comisión, y el artículo 111 manifiesta que después de hablar seis oradores en pro y seis en contra, alguno de los miembros de la Comisión y algún secretario de Estado, se pregunte a la Asamblea si considera suficientemente discutido el asunto. (Aplausos.) En consecuencia, la Presidencia se ha apegado estrictamente al Reglamento al conceder la palabra el C. Lanz Galera. (Voces: ¡Que hable Lanz Galera! ¡Que hable García Vigil! Desorden. Campanilla.)

El C. Aguirre Vito: ¡Moción de orden, señor presidente!

El C. Rodríguez de la Fuente: ¡Moción de orden, señor presidente! (Continúa el desorden. Golpes en pupitres. Campanilla.)

El C. González Marciano: ¡Moción de orden! ¡Hemos estado observando la parcialidad de Su Señoría, (Siseos. Desorden. Campanilla.) y esta parcialidad de Su Señoría ha llegado hasta el extremo de permitir que el representante único de Quintana Roo ceda el puesto al señor García Vigil,

que no tiene derecho. (Voces: ¡Si tiene!) En consecuencia, la transmutación del pensamiento.... (Voces: ¡Huy! siseos. Campanilla.) la transmutación de los conceptos que tiene que defender.... (Gritos. Desorden. Campanilla.)

El C. Rodríguez de la Fuente: ¡Moción de orden, señor presidente!

El C. Aguirre Vito: Pido que se lea el artículo 195 del Reglamento.

El C. Presidente, dirigiéndose al C. González Marciano: La presidencia manifiesta a Su Señoría..

El C. González Marciano: Aun no he terminado. (Voces: ¡Bravo! Aplausos.) Si Su Señoría no impone silencio..... (Gritos Continúa el escándalo. Campanilla. Voces: ¡Las galerías!)

El C. secretario Pesqueira: La Presidencia llama la atención a los asistentes a las galerías para que guarden silencio. (Voces: ¡Y a los diputados también!)

El C. González Marciano: Señor presidente: Nadie es culpable del desorden que aquí ocurre, más que la falta de pudor de dos diputados y de un diputado que ha venido borracho aquí y que se ha ocupado toda la tarde en estar interrumpiendo a todos los oradores, y es el mismo que en este instante, el señor Chávez, está interrumpiéndome a mí. (Murmullos. Siseos. Campanilla.) Con verdadero recogimiento, con el interés que el asunto reclama hemos estado escuchando; pero cuando se pretende pasar por el Reglamento, cuando se pretende que el señor Lanz Galera, represente único por Quintana Roo, le ceda el puesto al C. García Vigil para hablar, (Voces: ¡Tiene derecho! Desorden. Campanilla.) entonces tenemos que decir que no tiene derecho. (Voces: ¡Sí tiene derecho! Campanilla.) El Reglamento, el espíritu mismo....

El C. Siurob, interrumpiendo: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. González Marciano: Estoy en ella, estoy en moción de orden también. (Siseos. Murmullos. Campanilla.)

El C. Siurob: Moción de orden. (Varios ciudadanos diputados piden la palabra para mociones de orden.) Parece increíble que después de haber oído hablar dos veces a un ministro, no se quiera conceder la palabra a un representante del pueblo..... (Murmullo, Desorden. Campanilla.)

El C. secretario Pesqueira: La Presidencia suplica a los ciudadanos representantes se sirvan guardar silencio para terminar este incidente.

El C. González Marciano, continuando: Es indudable que el espíritu mismo del artículo que se ha leído lleva en sus entrañas el propósito de que el único representante de un Estado o de una entidad venga a hablar, porque los intereses de ese Estado o de ese Territorio estén lesionados. El señor García Vigil representa un distrito de Oaxaca, y el cedente, el señor Lanz Galera, representa un distrito o un Estado lesionado, el Territorio de Quintana Roo. En consecuencia, no es posible, es una violación clara, patente la que se pretende hacer, es una burla.... (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! Campanilla.)

El C. Aguirre Vito: ¡Moción de orden! ¡Moción de orden! (Gritos. Desorden. Campanilla.) Que se lea el artículo relativo a las galerías, porque las galerías están tomando parte muy activa en esta discusión.... (Continúa el desorden. Campanilla.)

El C. secretario Pesqueira: La Presidencia, deseando terminar este incidente, va a someter a la consideración de la asamblea el asunto. (Aplausos.) En tal concepto, los ciudadanos diputados que estén de acuerdo con que el C. Lanz Galera seda la palabra al C. García Vigil, se servirán manifestarlo poniéndose de pie. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! Aplausos.)

El C. Soto Peimbert: Pido votación nominal.

- El mismo C. secretario: Habiendo pedido votación nominal el C. Soto Peimbert, (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) se va a proceder a la votación.

El C. Espinosa: ¡Ya está votando, señor presidente! (Voces: ¡Ya está votado! ¡Que hable Lanz Galera! Desorden. Campanilla.)

- El mismo C. secretario: Se va a proceder a la votación nominal. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! Gritos. Desorden. Campanilla.)

El C. Lara César: ¡Moción de orden, señor presidente! (Voces: ¡No se ha hecho la declaratoria!)

- El mismo C. secretario: Se suplica a los ciudadanos representantes, se sirvan permitir tomar la votación nominal. (Voces: ¡Ya está votado! ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! Gritos. Desorden. Campanilla.) La Secretaría informa que no han hecho ninguna declaratoria. (Voces: ¡Pero está votado! Desorden. Campanilla.)

El C. Lara: ¡No ha hecho usted la declaratoria, pero está votando ya!

El C. secretario Lorandi: Se procede a la votación nominal. (Voces: ¡No! ¡Sí) Por la afirmativa.

- El secretario Pesqueira: Por la negativa. (Se recoge la votación.)

El C. presidente, durante la votación: La presidencia suplica atentamente a los ciudadanos representantes y las galerías, se sirvan guardar el orden para poder continuar la votación. (Continúa la votación.)

El C. secretario Lorandi, durante la votación: Por disposición de la Presidencia, atentamente se suplica a las galerías y asimismo a la honorable Asamblea, que se sirva permitir tomar esta votación. (Continúa la votación.)

El C. secretario Pesqueira: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar?

El C. secretario Lorandi: Se procede a la votación de la Mesa. (Algunos ciudadanos diputados votan aún.)

El C. secretario Pesqueira: Se procede a la votación de la Mesa. (Se recoge la votación de la Mesa.)

El C. secretario Lorandi: Por la afirmativa: (Comenzó a leer. Voces: ¡No! ¡No!) Por disposición de la Presidencia, la Secretaría tiene que dar lectura a la lista..... (Voces: ¡No! ¡No!) la Presidencia rectifica. Por la afirmativa, 99 ciudadanos diputados. (Aplausos.)

El C. Chávez: Pido la palabra para una alución personal.

El C. secretario Pesqueira: Por la negativa, 61 ciudadanos diputados. Queda aprovado el trámite de la Mesa. (Aplausos.)

El C. Chávez: Pido la palabra para una alusión personal; el artículo 101 del Reglamento me autoriza para ello.

El C. presidente: Luego que termine el C. García Vigil.

El C. García Vigil: Ciudadanos representantes: En muy raras ocasiones he sentido en lo más íntimo de mi conciencia vuelcos como los que se han sucitado en el curso de este ya larguísimo debate. La primera vez que leí la iniciativa del Ejecutivo, me produjo cierto deslumbramiento la parte que alude a la necesidad de unir todos los Estados del Sureste, desde Santa Lucrecia a Campeche y, francamente, os confieso que esto, sumado a algo más que iniciaba el Ejecutivo, me reconciliaron un tanto con él y me dije: es indudable que la obra capital por realizar el señor Carranza durante el corto año que le queda para entregar el Poder, debe ser la de la pacificación del país; precisamente en contra de esa extraña hipótesis del ilustre licenciado Cabrera, de: " ¿qué se hará si las elecciones presidenciales no pudiesen efectuarse" ? Pero como es indudable que el licenciado Cabrera, mediante sus escritos, desde antes de 1910, ha influido poderosamente y en muchos puntos decisivamente en el curso de la Revolución, y yo soy un revolucionario profeso y reconocido, rememoré alguna frase célebre de este hombre público, en que recomendaba en política obrar con malicia, esto es, no darse como un ingenuo, como un niño bobo, y después de la primera impresión que me produjeron las iniciativas del Ejecutivo en la parte expositiva, principalmente de esta del control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, procuré leer con mayor detenimiento y conservas y desconfianzas el artículo único sujeto a nuestra deliberación. Viene al debate, ajeno a toda oposición; viene reservado, ciertamente, y en el curso de este debate ha llegado al convencimiento absoluto de que esta iniciativa del Ejecutivo es, de todas las que nos han mandado, la más mala. Para mí, el licenciado Cabrera es, aditado constantemente a la personalidad del C. Carranza, el primero de sus civiles y valga que el C. Cabrera ha confesado ya su personalismo. Ya lo conocíamos desde los acontecimientos inmediatos a la toma de Ciudad Juárez por las huestes maderitas, cuando, escudriñándose en la imaginación popular, se buscaba un hombre que pudiese garantizar los intereses de la Revolución que aparecía triunfante, y entonces el licenciado Cabrera, en escrito público memorable, señalo al C. Carranza como el más digno para recibir esta primera Magistratura Provisional de la República. Para los revolucionarios, la personalidad política del C. Carranza sólo era muy escasamente conocida y sólo en sus relaciones con el reyismo; de modo es que nos encontrábamos en Chihuahua, fuimos verdaderamente sorprendidos por esta insinuación del C. Cabrera. Poco después supimos que el C. Cabrera era personalmente afecto al C. Carranza; de modo es, repito, que si la confesión paladina hecha ayer por el C. Cabrera no se hubiese hecho para dar fe del personalismo de él, nos bastaría esa carta memorable y lo que yo puedo llamar, para satisfacción suya, de este hombre que se complace en determinadas ocasiones en atacar a los militares improvisados de la Revolución, digo que el C. Cabrera puede considerarse como haber ganado, como un general, la batalla de la Convención en México. Todos nosotros recordamos aquella bellísima comedia en que el C. Cabrera vino precisamente a este recinto a entregar , diz que a entregar parte del C. Carranza, el poder a la Asamblea de sus generales.

Decía el C. Cabrera: "Ved la buena fe del señor Carranza; vosotros, por el Plan de Guadalupe, me entregasteis este poder. Yo, en estos momentos críticos y cuando se suscita una rebelión y una insubordinación de parte de uno de los componentes que han contribuído al derrocamiento de Huerta, os entrego de nuevo el poder, aquí está el poder, tomadlo, es vuestro, haced de él lo que queráis." Todos sabemos que la idea de la Convención, nacida con objeto de traer a una reconciliación o a una sumisión pacífica a la rebelada división del Norte, no podía llevarse a cabo sin que tomase participio en ella esa misma división del Norte; de manera que aquella entrega del poder era absolutamente falaz; más tarde sí, en Aguascalientes, debióse haber entregado el poder a esa Asamblea, que positivamente era soberana. Digo, pues, que el licenciado Cabrera, como el más pujante, clarividente, brioso, enérgico civil de la Revolución, ganó en aquella ocasión la batalla de las convenciones de México. Este fué otro de los actos más personalistas del C. Cabrera.

Ahora bien; iniciado la severidad de mi juicio sobre la iniciativa de ley, quiero manifestar previamente al C. Cabrera, para obviarle un cuarto acceso a esta tribuna, quiero decirle que yo no he estado jamás en Yucatán; que, positivamente, no he leído la escritura constitutiva de la Compañía de Fomento del Sureste, que desconozco muchas otras cosas, con las cuales cebóse en la exigua figura del C. Siurob ayer; que no conozco al C. Felipe Carrillo y, por último, que no he nacido en Zacapoaxtla. Todo esto me ahorrará el contestar algunas interpelaciones o aluciones que quisiese hacer el C. Cabrera. Ahora bien, señores; nunca ha enviado el Ejecutivo una Iniciativa de Ley más desnuda de razones, más absurda, más contraria, más vaga. Yo he querido con la mayor buena fe recoger el pensamiento dominante en esta iniciativa, y de ninguna manera, ni con esa buena fe, ni por los entusiasmos de algunos miembros de la Asamblea en favor de la iniciativa, ni, por la sarta de sofismas que, como perlas falsas, de esas perlas que, guardadas en los escaparates de algunos comerciantes, no son retiradas de ellos noche a noche como en las buenas joyerías, sino que dejan por meses y hasta por temporadas. Repito, que oídos los sofismas del C. Cabrera, no he podido ni un solo instante convencerme de que el pensamiento dominante de esta iniciativa es el de la construcción de ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche. Dice el Ejecutivo en su iniciativa:

"El Ejecutivo federal considera de la mayor importancia ligar ambos sistemas por medio de una línea que las ponga en comunicación, a fin de que toda la República se encuentre enlazada por medio de vías terrestres y para que la propia comunicación no sufra las interrupciones a que está sujeta la marítima por el Golfo."

Esto es, de aquí parte la iniciativa del Ejecutivo; sigue el Ejecutivo:

"Ahora bien; el Gobierno no puede consagrar su atención a la construcción de esta línea, si previamente no se encuentra en condiciones de controlar el manejo de la red independiente de Yucatán, por que hasta después de conseguirlo podrá proceder

con la debida uniformidad en su política ferrocarrilera."

Esta indispensabilidad de controlar el sistema ferroviario de Yucatán , es lo que no ha probado el Ejecutivo, lo que no ha probado ninguno de los oradores del contra, lo que no pudo probar el luminoso cerebro de Luis Cabrera; pero, sigamos leyendo:

"El Ejecutivo federal no considera que haya dificultades serias para lograr la adquisición de dichas acciones; pero de todas maneras, es indispensable que cuente con los fondos necesarios para lograrlo."

Otra indispensabilidad de parte del Ejecutivo. Y después de esa exposición concluye:

"En tal virtud, el Ejecutivo federal, en uso de las facultades que le concede la fracción I del artículo 71 de la Constitución federal vigente, somete a la consideración del honorable Congreso, la siguiente Iniciativa de Ley:

"Único. Se faculta al Ejecutivo de la Unión, para disponer hasta de la suma de diez millones de pesos oro nacional o comprometer el crédito de la Nación por esa cantidad, a fin de adquirir el control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán y de la empresa encargada del abastecimiento de combustible mineral."

Y tiene su cola: "El Ejecutivo de la Unión dará cuenta al Congreso General, del uso que hiciere de esta autorización."

Y yo me he preguntado: Bien ¿ Y la construcción del ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche? Para los fines de la iniciativa de Ley, de acuerdo con la parte explosiva de la misma, era indispensable que el objeto señalado en la parte expositiva, esto es, "el Ejecutivo federal considera de la mayor importancia ligar ambos sistemas", es decir, el pensamiento dominante, que estuviese comprendido dentro de la misma ley. ¿Y qué ha pasado? Se ha desvanecido. Pues bien,. señores; en cambio el dictamen de las comisiones no se concreta a decir que no, sino que expone razonamientos de verdadero peso, trata el asunto desde todos los puntos de vista que quiera considerársele y concluye con un no rotundo, y aquí es de rigor examinar cómo se ha examinado la psicología de la iniciativa, la psicología de este dictamen y la psicología que presenta la unanimidad por parte de tres comisiones y hasta la psicología en el orden político de algunos o de todos los miembros de esas comisiones. ¿Como es posible que esta triple Comisión, formada por la de Hacienda, Crédito Público, y Ferrocarriles, unánimemente rechace la iniciativa del Ejecutivo? ¿Y cómo es posible que no encontrándose ya entre los firmantes de estas comisiones, un Sánchez Pontón, un Cien fuegos y Camus, un Peralta, Alonso Romero, un García Vigil, sino un José Ferrel, un Rafael Zerecero, un Eliseo Céspedes y un Ramón Castro, cómo es posible, digo, que esta iniciativa haya sido rechazada unánimemente por estas tres comisiones? La mayor objeción que pude hacerse a la Iniciativa de Ley, es presentar la lista de los miembros dictaminadores, es decir la mayor razón que puede hacerse en contra de la iniciativa. Todos los nombres que he mencionado y también todos los que no he mencionado, son los miembros de esta Asamblea despojados en absoluto de un sentimiento de oposición al Ejecutivo; al contrario, a muchos de ellos los hemos visto laborar sistemáticamente en todo aquello que el Ejecutivo ha considerado de tal interés, que debía realizarse irremisiblemente.

Se duele el licenciado Cabrera, de que las comisiones, esto es, la Comisión triple no se haya aceptado a la Secretaría de Hacienda, que no hayan entrado y salido por la puerta Mariana si subido y bajado la escalera de mármol que se encuentra inmediata a los pasillos que conducen a esa Secretaría de Estado, la más poderosa por caballeresca por caballerosa.

Se duele el señor licenciado Cabrera en los momentos en que visiblemente se bate en retirada; ayer quiso herir las imaginaciones haciendo un reproche a esta Comisión de que no había acudido solícitamente a solicitar, a pedir a la Secretaría de Hacienda informes detallados, y es indudable que nadie ha tomado en consideración este argumento del licenciado Cabrera; pero ¿qué, corresponde a las comisiones ofrecerse en esa forma a las secretarias de Estado? ¿No es un deber del Ejecutivo y particularmente de su secretario, hacer las iniciativas de ley tan claras, tan explícitas, tan francas, tan leales, tan interesantes que la Asamblea las vote afirmativamente en una o dos sesiones? Indudablemente que sí. ¡Por qué, pues, el licenciado Cabrera ha pretendido lo que no debe pretender, y por qué no con esa nobleza que él mismo se reconoce no declara que la Secretaría de Hacienda debió ser la solícita y comparecer ante la Comisión cuando ésta discutiera la Iniciativa de Ley y formulara su dictamen? Y otro argumento del licenciado Cabrera, que desaparece como por encanto, es el de que las circunstancias que motivaron la iniciativa, de diciembre a la fecha han cambiado. La Secretaría de Hacienda sabía perfectamente al hacerse la convocatoria a sesiones extraordinarias, que solamente iba a comenzarse la actuación por parte del Congreso en mayo; fué ella, pues, el Ejecutivo, quien debió no haber enviado esta Iniciativa de Ley entre las puestas a la consideración del Congreso, sin hacerle a esa iniciativa las modificaciones requeridas por la novación de las circunstancias que señaló el licenciado Cabrera. El Ejecutivo ha tenido, pues, todo a la mano para poder presentar esta iniciativa tal como lo he dicho, clara, explícita, franca, interesante y leal; pero no ha tenido, confesémoslo , no ha querido y esta Iniciativa de Ley en la cual entran de distintos modos objetivos tales que pueden ser considerados separadamente, está tan contraída como puede estarlo un animal ponzoñoso. Entran en su composición objetivos que deben considerarse separadamente. Estos deben ser; uno, el principal señalado por el Ejecutivo, la construcción de la vía férrea desde Campeche a Santa Lucrecia, esto debe ser objeto de una consideración especial separada. Segundo, la necesidad del control de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Tercero, el, medio de obtener ese control considerando la vía puramente comercial, esto es, desenvolver, separar esa doble proposición que hace el Ejecutivo de disponer de los fondos del Erario hasta por la suma de diez millones o comprometer el crédito de la Nación por esa misma suma. No; según las circunstancias del Erario, es el Ejecutivo mismo quien debe proponernos, para los dos objetos señalados con anterioridad y sobre la

hipotesis de que fueron ya aprobados, el disponer de esa cantidad de $10.000,000.00 de los fondos del Erario cuando los hubiere y esto sería motivo también de una discusión separada por parte del Congreso, puesto que habría que ver la convivencia o inconvivencia de disponer de esa reserva. Cuarto: en el caso de faltar los fondos necesarios para hacer la operación sin comprometer crédito alguno, comprometerlo. Y ahora bien, que es esto lo más delicado: ¡sobre qué bases? El mismo Ejecutivo debió seálarnos cuáles y debió decirnos: el Gobierno se encuentra en tales condiciones, se puede contratar un empréstito sobre estas bases; pedir la autorización explícita. Pero no, como he dicho antes, el Ejecutivo nos ha presentado en un artículo único toda esta serie de objetivos que deben separarse y tratarse así, y efectivamente puede considerarse este artículo único como un escorpión que sobre una vereda en intrincada sierra, se adormila obsolutamente contraído y es objeto de curiosidad por parte de los viandantes antes de aproximarse a él. Así es como yo considero este artículo único de la Iniciativa de Ley y como al escorpión , para evitar que haga, se toma por la cola, yo tomo la Iniciativa de Ley no por la cabeza o por las antenas, es decir, no por el objetivo de la construcción del ferrocarril de Campeche a Santa Lucrecia, no por el interés de controlar los ferrocarriles de Yucatán, sino por el de que se le permita comprometer el crédito de la Nación ad - líbitum por la suma de $10.000,000.00. Todavía tiene un apéndice la ley: "El Ejecutivo de la Unión dará cuanta al Congreso del uso que hiciere de esta autorización." Todos nosotros sabemos qué consecuencias tiene el que el Ejecutivo nos dé cuenta. En la próxima apertura de sesiones ordinarias vendrá el Ejecutivo seguido de su Estado Mayor con todos los arreos militares consiguientes, la Asamblea se emocionará como una escuela, y aplaudirá al inspector que visita en este día todas las dependencias. (Risas. Aplausos en las galerías.) Y el Ejecutivo nos dará cuenta del uso que habrá hecho de esta autorización diciéndonos que ha invertido de acuerdo con ella tantos millones de pesos; que ya se ha nombrado la comisión Técnica que haga el proyecto y trazo de la línea; que ésta será de un gran porvenir para la Nación - un porvenir un tanto remoto - ; como es una obra muy grande no podrá palparse dentro de uno o dos años, hasta dentro de cincuenta o sesenta, quizá más. (Risas.) Y así el Ejecutivo de hoy y el Legislativo de hoy habrán acumulado una deuda más a las generaciones venideras y las generaciones veideras tendrán que encorvarse cada vez más bajo el peso brutal de esta inmensa deuda. ¿Será esto, señores? Yo tengo el más íntimo convencimiento de que no; y así es que yo, tomando el escorpión por la cola, voy a desarticularlo y romperle cada una de sus vértebras con el convencimiento que traigo, que es forzadamente procuraré transmitirlo a ustedes.

El asunto, encerrado en los estrechos límites que nos ha dejando el Ejecutivo, no nos permite ni siquiera lo que pretende el señor licenciado Cabrera, no nos permite ni a la Asamblea, ni a las comisiones, tratar la iniciativa de Ley si no con una sola conclusión rotunda: sí o no. Lo ha dicho el mismo licenciado Cabrera; no nos lo permite porque las comisiones no están obligadas ni facutadas para hacer extensa una Iniciativa de Ley que consta de un solo artículo. El hecho de que el dictamen de las comisiones fuese retirado por una aberración que yo no podría explicarme, no traería otra consecuencia más, sino de que se reformara en el sentido de la votación, esto es, en el sentido de la misma Iniciativa de Ley, porque si hoy había sido negativo el dictamen y se votaba afirmativamente, éste sentido al ser rechazado y reformado en el sentido de la votación, tendria que venir también comprendido en un solo "sí se faculta al Ejecutivo de la Unión para comprometer el crédito de la Nación hasta por la suma de diez millones de pesos". Así es, señores, que no es la Asamblea ni tampoco las comisiones quienes llamadas a abrir un cause este debate, en esta oposición entre el Ejecutivo y el Legislativo; ¿no es el Ejecutivo mismo quien sin desdoro alguno puede retirar su Iniciativa de Ley para presentarla siquiera con una exposición de motivos más amplia y con todos los capitulos que requieran los distintos objetivos que cierra la misma ley, esto es: primero que se le faculte para construir el ferrocarril de Campeche a Santa Lucrecia? Que demuestre - y después vendrá la facultad - que es indispensable adquirir el control de los Ferrocarriles Unidos. (Aplausos.) Que nos diga si el Erario tiene fondos bastantes para llevar a cabo cada una de estas empresas; que si no los tiene, solicite el permiso para comprometer el crédito de la Nación y nos sugiera las bases o nos pida que se las demos.

Y para esto sí será necesario un continuo verse entre secretario de Hacienda y las comisiones, para llevar a cabo el empréstito; y después, cuando la Asamblea haya tratado con la serenidad y con la severidad que requiere esta serie de asuntos, podrá hasta desechar el apéndice del escorpión, el de que nos dé cuenta: ya la Asamblea con anterioridad se habrá dado a sí misma las seguridades para corresponder a la confianza popular de que esa inversión se hará en beneficio del país, que no será malversados los fondos que se inviertan en esta empresa. Pero pretender, como pretende el secretario de Hacienda, que sean las comisiones las que retiren el dictamen para hacerle modificaciones a la Iniciativa de Ley, o que sea la Asamblea la que lo rechace, no significa otra cosa sino que el C. licenciado Cabrera tiene fincado en esta Iniciativa de Ley, tiene fincado todo su prestigio político: quizá pueda ser arrastrado el pasado tan glorioso del C. Cabrera, por esta sola iniciativa. Así es señores, que yo, analizado minuciosamente el artículo único, he llegado a estas conclusiones: tal como está presentada la iniciativa, debe ser rechazada, caso de que se pretenda hallar una via que conduzca al objeto principal; si es que es el objeto de la construcción del ferrocarril de Campeche a Santa Lucrecia, debe modificarse la iniciativa y yo estoy seguro de que la Asamblea toda, la tomára en cuenta con la atención que merece, con el patriotismo que requiere y, sobre todo, con la alta consideración de que es digno el otro Poder; pero mientras esto sea, yo, sujeto por la ley inviolable a las de liberaciones, tengo que levantar mi voz en pro de este dictamen.

Hecho el análisis de la Iniciativa de Ley, puede

considerarse desde estos tres puntos de vista principales: el económico, el político y el constitucional. El económico puede dividirse en dos: el general y el local. El político puede dividirse también en dos: el interno y el externo. Y el constitucional, aunque pude ser considerado unilateralmente, concurren a él muchos accesorios que en su oportunidad mencionaré. El aspecto económico debe considerarse desde el punto de vista general como sigue si la magnitud y valía de la empresa es propicia a las condiciones del Erario, y no me refiero a las existencias, sino a las condiciones que pueden presentarse al Erario, aquellas en que pueden encontrarse y aquellas que puedan afrontar inmediatamente.Si este objetivo es un interés capital, por encima de cualquier otro para que requiera él, primero que otro, cualquier interés la distracción de esas exsistencias o la comprensión del Erario ante las circunstancias inmediatas que pueden sobrevenir; y desde el punto de vista económico local, hay que ver si está estatuído que reporte un beneficio capital al país, es decir, general, es de tales consecuencias para toda la región del Sureste y particularmente para los Ferrocarriles Unidos de Yucatán y todos los organismos que están mancomunados a estos, el que sea el Gobierno el que lleve a cabo esta empresa bajo estos auspicios y en todas estas condiciones. El especto político, dividido en dos, el interno y el externo, puede a su vez subdividirse el interno también, desde dos puntos de vista: el que afecta a la política federal y el que afecta a la local del Estado; y el externo, que ha sido tratado en cierta forma por el señor licenciado Cabrera, debe verse en su parte esencial y llamarse como debe llamarse, esto es, el punto de vista estratégico.Voy a analizar brevemente estos distintos aspectos. El aspecto económico general nos lleva a negar la autorización; el Erario nacional se encuentra en condiciones que no son para decirse: todos nosotros las conocemos. Distraer un sólo centavo para la construcción de está vía férrea, con detrimento de las actividades de orden pacificador que debe desarrollar el Gobierno, es sencillamente insensato. Acumular artificiosamente en un momento dado cirta cantidad de dinero para iniciar esta empresa, sería otra grave insensatez, porque al cabo de corto número de años, las condiciones de nuestra deuda serían mucho peores que las que nosotros tenemos ahora; comprometer el crédito de la Nación para esta empresa, cuya consumación es solicitada ya por una compañia nacional, como es la de Fomento del Sureste, no sólo es insensato, es antipatriótico. Ahora bién; desde el punto de vista local, echarse el Poder federal como un pulpo sobre las carnes del Estado de Yuicatán, esto es, sobre su riqueza, sobre su vitalidad, no significa más que una usurpación, un amplísimo despojo. Pretender marcar nuevos derroteros a las actividades económicas de los yucatecos, hoy que visiblemente es el único Estado que puede considerarse floreciente en lo que respecta a sus riquezas; que pude afrontar compromisos por sí solo; que puede por sí solo; que puede por sí solo darse todo lo que necesita y tener un acervo en pacas de henequén, en acciones, en bonos en lo que se quiera, pero bastante grande para que ni remotamente se considere sujeto a una amenaza de tutela económica, es verdaderamente ir contra el espíritu de solidaridad, de confraternidad que debe prevalecer entre todas las partes componentes de la Federación. A grandes rasgos, pues, he seálado que desde el punto de vista económico, así general como local, es conveniente este empréstito, así como el no llevar a cabo esta empresa por otro medio que no sea el señalado ya por la Compañia de fomento del Sureste, esto es: por ella misma porque la Compañia de Fomento del Sureste tiene la capital bastante para iniciar los trabajos; no necesita otra cosa que la concesión la autorización del Gobierno federal. El aspecto político interno, desde los dos puntos de vista que puede considerarse,también nos lleva al convencimiento de que no debe concederse la autorización que solicita el Ejecutiva, y no cabe dudar que constituirá un agravio para el Estado de Yucatán el que el Ejecutivo controle allí esos ferrocarriles que pertenecen a una empresa nacional constituída con grandes esfuerzos, como lo ha dicho el C. Castillo Torre, y que una nueva administración, con todos los vicios que se nos están haciendo patentes en estos días, de la administración de los ferrocarriles, vaya el Estado de Yucatán a crear una situación nueva que puede tener consecuencias sumamente graves. Y desee el punto de vista políco general, si al Ejecutivo pude convenir lo que yo no vacilo en llamar más que un pretexto para lograr la adquisición de ..... $10.000,000.00, nosotros, los representantes genuinos de la Nación, venidos de todos los ámbitos de ella, somos los obligados, de acuerdo con las bases constitutivas de la federación, a impedir que se lleve a cabo este acto que daña los intereses del Estado de Yucatán y que daña los intereses generales del país.El C. Luis Cabrera, auque en determinados momentos, ha querido arrojar desde este tribuna una gran verdad y obtener la aquiescencia de la Asamblea; pero no lo ha hecho, ni lo ha logrado.Al hablar de política como elemento constitutivo de esta discusión , ha seálado lo que él llama un monopolio, con todos sus vecinos y con todos sus graves males, la acción de la Reguladora, de su filial, la Compañia de Fomento del Sureste y de los Ferro carriles Unidos de Yucatán; pero es que el licenciado Cobrera, o ignora o quiere olvidar la Constitución General de la República. La Constitución General de la República dice explícitamente en el artículo 28, que habla de que en los Estados Unidos Mexicanos no habrá monopolios, ni estancos de ninguna clase, que:

"No constituye monopolio las acciones de trabajadores formadas para proteger sus propios intereses.

"Tampoco constituyen monopolio las asociaciones o sociedades cooperativas de productores para que, en defensa de sus intereses o de interés general, vendan directamente en los mercados extranjeros los productos naturales o industriales que sean la principal fuente de riqueza de la región en que se produzcan y que no sean artículos de primera necesidad, siempre que dichas asociaciones estén bajo la vigilancia o amparo del Gobierno federal o de los Estados, y previa autorización que al efecto se obtenga de las legislaturas respectivas en cada caso."

Esto no quiere decir otra cosa, ciudadanos representantes, que la consagración constitucional, legal,

de la Reguladora del mercado del Henequén. (Aplausos.) Así pues, llevar a cabo una acción de carácter aparentemente financiero, esencialmente politico contra el Estado de Yucatán, dado que el C. Cabrera ha declarado que el que controle los ferrocarriles será el que controle el Estado, el Gobierno de Yucatán, no solamente es atentatorio, sino que es violatorio de los preceptos constitucionales, y si más deseare el licenciado Cabrera, puede hallar en el DIARIO DE LOS DEBATES del Congreso Constituyente, el que corresponde al artículo 28, que presisamente fué objeto de esta discusión y motivo de la incorporación de los párrafos a que he dado lectura, la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén. De manera que, en acatamiento al mandato de la Constitución y con el espíritu que tuvieron los constituyentes al incorporar estos párrafos en ella, es la Reguladora del Mercado del Henequén una sociedad cooperativa de productores que, por su ínteres general, está facultada para vender sus productos en el extranjero para subsistir. Así pues, señores, una consideración de orden absolutamente legal en la que hace subsistir la Comisión Reguladora del Mercado del Henequeén, y todo lo que atente contra ella, así sea de un modo directo o indirecto, es violatorio de la misma Construcción, es violatorio del espíritu de la ley.

Ahora bien, ciudadanos representantes; el asunto político y el asunto económico han sido suficientemente tratados por los oradores del pro que me han precedido; el aspecto constitucional, a mi modo de ver también, excepto algunos razonamientos que quiero aportar. El Ejecutivo de la Unión aviesamente pretende arrancar a la Representación Nacional su autorización - que le está vedado dar - para llevar a cabo una operación exclusivamente financiera. El Ejecutivo de la Unión, no sólo ha querido la concesión de las facultades extraordinarias en la Hacienda; quiere también las de crédito público, quiere que nosotros cerremos los ojos y que nos crucemos de brazos, que el sentimiento patriótico se oculte en nosotros a tal punto, que no nos permita decir una sola palabra en contra de esta Iniciativa de Ley; que el Ejecutivo de la Unión pueda sin base alguna comprometer el crédito de la Nación, y nosotros consiguientemente, comprometerlo y comprometer toda la verdad histórica que tiene la Revolución, esto es, la de la división de los poderes, la de la Representación popular, la de la abolición de la dictadura, y no es otra cosa lo que encierra esta Iniciativa de Ley; no quiere otra cosa, sino una facultad, una autorización del único poder que puede dársela, para comprometer el credito de la Nación, sin saber nosotros siquiera, como no será después cuando no diga el Ejecutivo qué uso ha echo de estas facultades, sin consecuencia alguna. Verdaderamente me sorprende que el C. Cabrera venga a sostener esta iniciativa de ley que burla a la Revolución; él bien sabe que no puede traer consecuencia alguna el uso malo o bueno que pueda hacer el Ejecutivo, de la facultad que se le conceda, es decir, que se le puede conceder, que no se conceder mejor dicho. El C. Cabrera ha pasado por encima de la fracción VIII del artículo 73, que de modo expreso dice que el Congreso tiene facultad para señálar las bases; y batiendose en completa retirada, ha pretendido que sea la Comisión la que retire el dictamen o que la Asamblea rechace éste, para dar entonces las bases; hasta hoy, después de una discusión que en muchos momentos ha sido acalorada, cuando sea exhibido con claridad mediana el absurdo, la insensatez, lo violatorio de la Constitución que encierra esta Iniciativa de Ley, es cuando la Secretaría de Hacienda, habiendo perdido..... porque está convencida de que la Representación Nacional no podrá dar su consentimiento sin señalar ella misma las bases para comprometer el crédito de la Nación al Ejecutivo, hoy es cuando la secretaría de Hacienda, convencida de esto, perdida la parte capital del asunto, quiere ganar siquiera algo; es cuestión ya de amor propio de parte de la Secretaría de Hacienda y la Representación Nacional no tiene que buscar en sí otra inspiración que de los deberes con el pueblo, y yo estoy seguro de que la Representación Nacional aprobará el dictamen. Ciudadanos representantes: No voy a cansaros, puesto que creo haber agotado todos los razonamientos para convenceros de que bajo ningún punto de vista, y menos bajo el punto de vista constitucional, puede haberse otra cosa en este caso que aprobar el dictamen; pero yo quiero hacer un llamamiento a vuestras conciencias, yo os ruego que sacudáis vuestro marasmo, que reaccionés - me refiero en particular a los que al venir a esta Asamblea han creído que era una oposición sistemática y absurda la que se hacía al Ejecutivo, presidido por el C. Carranza, de parte de algunos que pertenecimos a la XXVII Legislatura - , yo quiero que vosotros os convenzáis de que hay tales cosas de parte del Ejecutivo, que nos hace tales proposiciones, que no podríamos, sin la perdida absoluta de nuestro decoró, de nuestra dignidad personal, de nuestra conciencia como revolucionarios - o como hombres públicos los que no seáis, como representantes populares, al acceder a estas demandas del Ejecutivo, que a veces se hacen imperiosas y a veces sumisas; yo os ruego que vosotros los revolucionarios y los que no lo seáis, pero todos conscientes de vuestro deber, votéis afirmativamente este dictamen que no excluye de ninguna manera la posibilidad por parte del Ejecutivo, de presentar en detalle esta misma iniciativa conforme a los fines que él tenga y que él ha expuesto. (Aplausos.) Sí, ciudadanos representantes, rehaced vuestros bríos los que habéis asistido a la época más dificíl de la Revolución, a la época de lucha, y votad, vaciad en esta inmensa ánfora vuestra revolución; dad ostensiblemente vuestro voto; no vaciléis en ello, yo osruego que penséis que estos nombres ilustres (señalando los escritos con letras de oro en el muro) no han sido grabados en vano. Yo en ocasiones solemnes he visto cómo esplenden, cómo irradian por reconocimiento cuando la Asamblea ha tenido en cuenta todos sus sacrificios y han tenido en cuenta todas las esperanzas de la patria mexicana! (Aplausos ruidosos. Voces: ¡A votar!)

El C. secretario Pesqueira: En votación económica se pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido el asunto. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie.

Suficientemente discutido. Se procede a la votación nominal. (Salen algunos diputados del salón. Voces: ¡No se vayan!) Por la afirmativa.

El C. prosecretario Morales Sánchez: Por la negativa. (Se recoge la votación.)

El C. secretario Pesqueira: La Secretaria suplica muy atentamente a los señores diputados, que por tratarse de un asunto de tanta importancia, se sirvan decir con claridad los nombres, para que los que auxilian a la Secretaría, los oigan y no se preste a alguna confusión. (Siguen saliendo varios diputados. Voces: ¡No se vayan!)

El C. presidente: Se suplica a los ciudadanos diputados no abandonen el salón . (Continúa la votación.)

El C. Rodríguez Herminio: Moción de orden, señor presidente. Es ostensible la maniobra que están operando ahora los individuos que se han opuesto al dictamen.

El C. presidente: La Presencia espera del patriotismo y la cultura de los ciudadanos diputados, que no abandonen el salón . (Voces: ¡Que siga la votación! Continúa la votación. Siguen saliendo algunos ciudadanos diputados.)

El C. presidente: La presidencia suplica al C. Rodríguez de la Fuente, que no impida votar a los ciudadanos diputados.

El C. secretario Pesqueira: ¿falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa. Votaron por la afirmativa 90 ciudadanos diputados. (Aplausos.) Por la negativa, 27 ciudadanos diputados. No hay quórum. (Voces: ¡Multa!) Orden del día para mañana: Se concluirá la votación de este asunto y continúa la ley de Amparo.

El C. presidente, a las 9.15 p.m.: Se levanta la sesión.