Legislatura XXVIII - Año I - Período Ordinario - Fecha 19181204 - Número de Diario 90

(L28A1P1oN090F19181204.xml)Núm. Diario:90

ENCABEZADO

MÉXICO, MIÉRCOLES 4 DE DICIEMBRE DE 1918

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO 1. - PERÍODO ORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 90

SESIÓN ORDINARIA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 4 DE DICIEMBRE DE 1918

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.

2 - Se da cuenta con los asuntos en cartera. Primera lectura del proyecto de ley de reformas al artículo 93 de la Constitución, presentado por el C. Trigo Octavio M.

3.- Es puesto a discusión el voto particular del C. O'Fárrill, que consulta la derogación del decreto que prohibe las corridas de toros en el Distrito Federal y Territorios Federales.

Se suspende la sesión por el desorden que existe.

DEBATE

Presidencia del C. BLANCARTE RAMÓN

(Asistencia de 135 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente, a las 4.15 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. Secretario Soto, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día tres de diciembre de mil novecientos diez y ocho.

"Presidencia del C. Ramón Blancarte.

"En la ciudad de México, a las cuatro y quince de la tarde del martes tres de diciembre de mil novecientos diez y ocho, con asistencia del ciento treinta y tres ciudadanos diputados, según consta en la lista que paso el C. Secretario Soto, se abrió la sesión.

"El mismo ciudadano Secretario leyó el acta de la sesión celebrada el día anterior, la cual, sin discusión, se aprobó en votación económica.

El C. Araujo Emilio informó del resultado de la comisión que se acercó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para pedirle que envíe un visitador especial al Estado de Chiapas, para que averigüe la conducta del Juez de Distrito de esa Entidad. La Presidencia dio las gracias a la Comisión por el desempeño de su cometido.

"La Secretaría pasó a dar cuenta con los documentos siguientes:

"Oficios de la H. Cámara de Senadores, en que participa la elección de Presidente y Vicepresidente para este mes, y acusa recibo de la Iniciativa de Ley de Ingresos para 1919. El primer oficio recibió el trámite "De enterado" y el segundo "A su expediente."

"Oficio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por medio del cual avisa la apertura del cuarto período de sesiones.- De enterado.

"Sin más incidente que una aclaración del C. Quiroga, se aprobaron tres proyectos de ley que presentó la 2a. Comisión de Gobernación, relativos a que se convoque a elecciones extraordinarias de diputados en los Distritos Electorales 7o. de Chihuahua, Distrito Sur de la Baja California y 8o. de Michoacán, cuyos proyectos fueron devueltos con observaciones por el Ejecutivo de la Unión. El primero se aprobó por ciento treinta y nueve votos de la afirmativa contra veintitrés de la negativa; el segundo por ciento veintidós votos de la afirmativa contra cuarenta y dos de la negativa, y el último por ciento treinta y dos votos de la afirmativa contra veintidós de la negativa. Los tres pasaron a la Comisión de Corrección de Estilo que corresponda.

"Después de que la Secretaría leyó el artículo 195 Reglamentario y de que la Presidencia exhortó a los ciudadanos diputados y al público de las galerías a que guardaran compostura y leyó las listas de los oradores inscriptos, se abrió el debate del dictamen que presenta la mayoría de las Comisiones unidas 2a. de Gobernación y 2a. de Puntos Constitucionales que termina con las proposiciones siguientes: "Primera: No es de tomarse en consideración la iniciativa presentada por varios ciudadanos diputados a la pasada Legislatura, que para que sea derogado el decreto expedido por el ciudadano Primer jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, que prohibe la fiesta de toros en el Distrito y Territorios Federales.

"Segunda: No es de concederse al C. Juan Silveti, matador de toros, el permiso que solicita para celebrar dos corridas de toros de beneficencia, en la plaza "El Toreo" de esta capital, por existir prohibición legal absoluta acerca de esta clase de espectáculos."

"A petición del C. Ríos Landeros, y así que se dio lectura al artículo 106 del Reglamento, fundó el dictamen a nombre de las Comisiones el C. Arrioja Isunza, quien fué interrumpido por una moción

de orden del C. Villaseñor. Salvador. El C. Quiroga hizo dos mociones de orden con motivo de que se concedió la palabra al C. Fernández Martínez para interpelar a las Comisiones. Hablaron en contra y en pro, respectivamente, los CC. Escudero y Lomelí.

"Presidencia del C. Jesús Rodríguez de la Fuente.

"En contra usó de la palabra el C. Zincúnegui Tercero y en pro lo hizo el C. Saldaña José P., quien fué interrumpido por el ciudadano Presidente para exhortar al público a que guardara compostura. En contra produjo un discurso el C. Meza.

"Presidencia del C. Ramón Blancarte.

"Habló en pro el C. Gómez Gildardo. El orador interpeló al C. Díaz González y fue interrumpido por una moción de orden del C. Meza y por la Presidencia para llamar al orden a las galerías. El C. Verástegui José hizo una aclaración, el C. Siurob una moción de orden, y luego, como la Mesa tratara de preguntar si estaba el asunto suficientemente discutido, habló para hacer dos mociones de orden el C. Quiroga. La Secretaría leyó el artículo 111 del Reglamento y en seguida la Asamblea consideró agotado el debate.

"A petición de varios ciudadanos diputados se llevó a cabo votación nominal, que fué interrumpida por mociones de orden de los CC. Siurob y González Marciano, haciendo durante la misma, el ciudadano Presidente, varias exhortaciones a los ciudadanos diputados y a los asistentes a las galerías para que cesaran la manifestaciones.

"Terminada la votación se vino en conocimiento de que habían votado por la negativa noventa y un ciudadanos diputados y por la afirmativa ochenta, por lo que la Secretaría declaró desechado el dictamen.

"Los CC. Siurob y Díaz González, después de una aclaración del C. Marciano González, retiraron frases que mutuamente se dirigieron y que fueron consideradas despectivas.

"Previa consulta de la Mesa, la Asamblea resolvió que no continuara la sesión que se cerró a las ocho y cincuenta y dos de la noche, una vez que se dio a conocer la orden del día para la siguiente."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Aprobada el acta.

- El mismo C. Secretario, leyendo:

"Suprema Corte de justicia de la Nación.- México.- Sección de Acuerdos.- Número 16 A.

"A los ciudadanos diputados Secretarios del H. Congreso de la Unión.- Presente.

"Por el atento oficio de ustedes número 271, girado por la Mesa de Correspondencia, con fecha 30 de noviembre próximo pasado, la Suprema Corte de Justicia queda enterada de que esa H. Cámara ha tenido a bien elegir, para funcionar durante el presente mes, a los CC. Ramón Blancarte, como Presidente, y Jesús Rodríguez de la fuente y Octavio M. Trigo, como Vicepresidentes.

"Protesto a ustedes mi atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas.- México, 3 de diciembre de 1918.- Por el Secretario de Acuerdos, J. J. Orozco."- A su expediente.

La Legislatura del Estado de Campeche envía comunicaciones de condolencia por el fallecimiento de los CC. diputados Aniceto Ortega, Juan Manuel Giffard, Roberto Camacho y Rodolfo Cancela Nogueira.- A sus expedientes.

Las Legislaturas de los Estados de Hidalgo, Nuevo León, Puebla y Zacatecas y los Gobiernos de los Estados de Coahuila, Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas, envían comunicaciones de condolencia por el fallecimiento del C. diputado Alejandro R. Aceves.- A su expediente.

El Gobierno del Estado de Michoacán envía una comunicación de condolencia por el fallecimiento del C. diputado Aniceto Ortega.- A su expediente.

"Señor:

"Nadie ignora en la actualidad y en virtud de los términos en que la Constitución de Querétaro fué promulgada, que el Poder Legislativo, más que esto, es decir, más que un poder, no es en realidad de verdad otra cosa que una "Máquina de hacer leyes," las que por muy sabias y necesarias que sean, aun después de votadas, pueden ser retenidas por el Ejecutivo, en virtud de las amplísimas facultades que la misma. Constitución le otorga, con lo que al fin y a la postre la labor del Poder Legislativo queda de hecho nulificada.

"Nuestro sistema de Gobierno, por otra parte, hace que el Poder Legislativo, fuera de su papel de "hacer leyes" se vea materialmente imposibilitado para intervenir aun cuando fuera de manera indirecta, en todo aquello que tienda a la moralización del Gobierno y a la salvaguardia de los intereses del pueblo, ya que en todo caso se encuentra frente a la letra de la Constitución que se lo veda; y sin embargo, en la actualidad se impone que el Legislativo tenga, sino ese poder amplísimo que concede a este poder el sistema parlamentario, sí cuando menos una cierta libertad de acción para en cualquier momento dado intervenir en los actos del Ejecutivo.

"Debemos pensar que, el período del C. Carranza, a quien todos tenemos - refiérome a los que militaron en las filas de la Revolución - confianza absoluta, ya que con hechos ha demostrado su competencia y rara energía, está por fenecer, y que después del actual Presidente no sabemos quién le suceda en tan elevado puesto, y menos aún podemos pensar el uso que hará de ese ilimitado poder que la Constitución pone en sus manos, sin derecho a la más insignificante protesta; y en consecuencia, debemos tomar en cuenta tal cosa para ver la manera, si no de restarle ese poder al Presidente de la República, sí darle al Legislativo cierta

intervención que le permita conocer la marcha del Ejecutivo durante su gestión.

"Un medio práctico para esto sería la reforma del artículo 93 constitucional, en la forma en que al final propongo, ya que ello daría margen a que el Congreso, en cualquier momento dado, podría llamar a los Secretarios de Estado e interpelarlos sobre cualquier asunto que fuera de interés general; con lo que tendríamos como primer resultado que el Ejecutivo se vería obligado a escoger con la mayor atención posible a sus colaboradores en el Gabinete, ya que debería prever las interpelaciones de las Cámaras así como las consecuencias de tales interpelaciones.

"Por otra parte tendríamos que, los Secretarios de Estado pondrían un mayor cuidado en la moralización de sus respectivos departamentos ya que tendrían necesariamente sobre sí esa cierta fiscalización de las Cámaras que en cualquier momento dado podrían hacer interpelaciones y poner de manifiesto ante la Nación, las inmoralidades que se hubieran cometido; y como final habríamos llegado a la consecuencia de que los Secretarios de Estado dejarían de ser de ser algo irresponsable e intocable, con lo que ya mucho de ganaría en pro de la moralización de un gobierno.

"La reforma que a continuación propongo no es una novedad; en la República Argentina, que tiene como nosotros una Constitución y un sistema de Gobierno semejante al de Estados Unidos que igualmente sirvió de modelo, existe por parte de las Cámaras el derecho de interpelar a los Secretarios de Estado sobre cualquier asunto que se estime pertinente, y hasta la fecha tal disposición ha dado siempre los mejores resultados.

"Podría disertar más ampliamente sobre la cuestión, pero como la experiencia me ha demostrado que con las largas exposiciones de motivos poco se obtiene, prefiero, si este proyecto se toma en consideración, en el momento oportuno tratar extensamente esta cuestión, para demostrar a la Asamblea la conveniencia de su adopción, y por ahora paso a formular el siguiente Proyecto de Ley:

"Artículo 1o. Se reforma el artículo 93 de la Constitución General de la República, en los términos siguientes:

"Artículo 93. Los Secretarios de Despacho, luego que esté abierto el período de sesiones ordinarias, darán cuenta al Congreso del estado que guardan sus respectivos ramos. Cualquiera de las Cámaras podrá citar a los Secretarios de Estado, ya sea cuando se discuta una ley que concierna a su Secretaría, o bien que las Cámaras juzguen conveniente obtener los informes de determinado Secretario sobre cualquier negocio que tengan a debate; pudiendo para el efecto, y durante la sesión a que concurra, hacérsele todas aquellas interpelaciones que se estimaren convenientes, con relación al asunto a debate."

"México, diciembre 3 de 1918.- O. M. Trigo, diputado por Chihuahua."- Primera lectura, e imprímase.

El C. teniente coronel Emigdio Arenas envía un memorial en el que suministra antecedentes políticos del C. licenciado Eucario Alonso, Magistrado de la 3a, Sala del Tribunal Superior de Justicia.- A la Comisión de Peticiones en turno.

Varios vecinos de San Andrés Calpan, Municipio de Cholula, Estado de Puebla, se quejan de varios atropellos que dicen fueron cometidos por fuerzas del Ejército.- A la Comisión de Peticiones en turno.

La Señorita Anastasia González pide se le siga pagando la pensión de que viene disfrutando, en la cantidad que primitivamente le fué asignada.- A la Comisión de Peticiones en turno.

La Federación de Sindicatos del Cantón de Orizaba envía, por conducto de su Secretario General, un memorial en el que hace diversas consideraciones sobre la federalización de la Ley del Trabajo y pide a las Comisiones respectivas, presenten a la mayor brevedad posible su dictamen relativo a la reglamentación del artículo 123 constitucional.- A la comisión de Peticiones en turno.

Varios vecinos de Rincón Antonio envían copias y documentos relacionados con la queja que, contra actos del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, elevaron a este honorable Cámara, con fecha 23 de agosto último.- A la Comisión de Peticiones en turno.

El C. Manuel Ponce de León, Secretario General del Sindicato de Panaderos del Distrito Federal, pide se violente la reglamentación del artículo 123 constitucional.- A la Comisión de Peticiones en turno.

El C. licenciado Francisco P. Agraz pide le sea conferido el puesto de Juez 2o. de lo Civil de esta capital.- A la comisión de Peticiones en turno.

El C. Francisco A. Márquez pide le sea reanudada la pensión que con anterioridad venía disfrutando.- A la comisión de peticiones en turno.

El C. Trinidad O. Velásquez envía una copia de un escrito que con fecha 25 de noviembre pasado, dirigió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.- A la Comisión de peticiones en turno.

Presidencia del C. RODRÍGUEZ DE LA FUENTE JESÚS

- El mismo C. Secretario, leyendo:

"Voto Particular.

"Señor:

"El subscripto ha tenido que disentir del dictamen formulado por la mayoría de las Comisiones unidas 2a. de Puntos Constitucionales y 1a. de Gobernación, acerca del proyecto de decreto presentado por varios miembros de la XXVII Legislatura, relativo a que se derogue el decreto expedido por el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, que prohibió las corridas de toros en el Distrito y Territorios Federales.

"El subscripto, después de hacer un minucioso estudio sobre el particular, considera y dice:

"Que aun cuando este espectáculo, moralmente hablando, tenga algunos inconvenientes y escrúpulos por lo que respecta a las sociedades protectoras de animales, instituidas en los países más cultos de la tierra, las referidas, corridas de toros no son anticonstitucionales, porque el Congreso Constituyente de Querétaro rechazó, el 25 de enero de 1917, por 98 votos contra 54, la iniciativa que pedía la prohibición constitucional de esta diversión en toda la República, y como en el sentir del subscripto la mente de los constituyentes al discutirse la Carta Magna vigente fué la federalización de nuestro sistema gubernamental, es complemente ilógico, desde el punto de vista doctrinal constitutivo, prohibir este espectáculo en la Metrópoli, dejando a todos los Estados de la República la facultad de permitirlos o no, y es, por lo tanto, risible, que dichas corridas de toros estén prohibidas en México y puedan verificarse en Tlanepantla y Texcoco, pues considero este espectáculo inmoral, la prohibición debería extenderse a toda la jurisdicción del territorio nacional.

"Es, desgraciadamente, a todas luces, visto la penuria por que atraviesa el Erario Nacional. Las corridas estaban antiguamente gravadas con el quince por ciento sobre las entradas brutas; posteriormente este impuesto se elevó al veinte por ciento; pero ahora, en nuestro actual régimen constitucionalista, creador del Municipio Libre, grava doblemente este espectáculo con el veinte por ciento sobre la entrada bruta por impuesto municipal, es decir, para el Ayuntamiento Libre de la ciudad de México, y el sesenta por ciento federal para el Gobierno General; de manera que financieramente hablando, al derogarse el decreto de la Primera Jefatura, los ingresos sobre el particular tienen positivo interés, pues las empresas que exploten este negocio deberán pagar en total un treinta y dos por ciento sobre sus entradas brutas, resultado, conforme al cálculo de lo que producía anteriormente por impuesto este espectáculo, que el Ayuntamiento percibirá al rededor de doscientos mil pesos al año y la Tesorería de la Nación sobre ciento veinte mil pesos, también al año, o sea un total que darán por impuestos las corridas de toros de trescientos veinte mil pesos anuales, o sean mil pesos diarios, que ningún espectáculo produce este contingente al Erario, y como este cálculo está basado en los precios de los boletos de entrada en épocas anteriores, es de suponerse que en actualidad ascenderá a mucho más, dado el que todas las diversiones en lo general han alcanzado un precio mucho más elevado;

"Es notorio, y en este sentido se está atacando actualmente al Ayuntamiento de la capital, el que esta Corporación no pueda proveer a su subsistencia económica; consiguientemente, ha estado necesitado la ayuda pecuniaria del Gobierno General, y es por esto por lo que dicho Ayuntamiento se ha visto en la imprescindible y dolorosa necesidad de abandonar el ramo de instrucción pública por no poder pagar cumplidamente los sueldos de los profesores del ramo;

"La pompa con que se verifica este espectáculo demanda fuertes gastos para la empresa y para los espectadores, y por esto vemos que se ocupan vehículos y todos los medios de transporte, se establecen vendimias y, en general, especulan por este medio un número crecido de familias a quienes indiscutiblemente hay que proteger desechando la mala impresión que causa la muerte de unos cuantos toros y caballos. Por lo que toca a los accidentes causados con este motivo, es inferior el porcentaje a los que ocasionan los deportes aceptados en toda Europa, como son carreras de automóviles, de caballos foot - ball y el pugilato. Es de tenerse en muy alta consideración la diminución de criminalidad en los días feriados en que se celebran las corridas de toros, pues las estadísticas nos demuestran de una manera elocuente que tanto las comisarías como los hospitales de sangre reciben para su conocimiento y en su seno, menor número de corrigendos y lesionados.

"Por lo que respecta a la solicitud que el C. Juan Silveti, matador de toros, eleva a esta honorable Asamblea pidiendo permiso para verificar exclusivamente dos corridas de toros con el nobilísimo objeto de dedicarlos a la Beneficencia Pública, ahora que esta grande institución demanda el auxilio de todos los buenos mexicanos, el que subscribe no ha vacilado en poner a la consideración de esta honorable Asamblea el siguiente proyecto de decreto:

"Artículo único. Se deroga el decreto expedido por le ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, fechado el 11 de octubre de 1916, que prohibió la fiesta de toros en el Distrito y Territorios Federales."

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México , 16 de noviembre de 1918.- E. O' Fárril."

- El mismo C. Secretario, durante la lectura: La Presidencia, por conducto de la Secretaría, ruega a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules. (Aplausos.) Se llama al orden al C. diputado Fierro. (Aplausos.)

(Terminó la lectura.) Está a discusión. Los que deseen hacer uso de la palabra sirvanse pasar a inscribirse a la Mesa.

El C. Presidente: Se han inscripto para hablar en contra los CC. diputados Espinosa, Quiroga,

Pastrana Jaimes, Céspedes, Malpica, González Galindo, Siurob y Bolio. Y en pro, los CC. diputados Trigo, Martínez del Río, Soto Peimbert, Villaseñor Salvador, Verástegui, Leal, Zincúnegui Tercero, Díaz González, Gómez Noriega y Martínez del Río.

Tiene la palabra, en contra, el C. Espinosa Luis.

(Siseos. Aplausos. Voces: ¡Huy!)

El C. González Marciano: Pido la palabra, señor Presidente.

El C. Alvarez del Castillo: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Alvarez del Castillo.

El C. Alvarez del Castillo: Con objeto de suplicar atentamente al autor del dictamen tenga a bien fundarlo.

. - El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado O'Fárril. (Aplausos.)

El C. O'Fárril: Señores diputados: Brevemente me voy a producir, porque el asunto no lo juzgo de un interés tan importante para los problemas de nuestra Patria, que sea de tal naturaleza que amerite un estudio serio y profundo. Sencillamente, como Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, pude apreciar que, a mi juicio, no había absolutamente ningún punto que atacara a la Carta Magna que tuve la altísima honra de firmar. Si la mente de nuestro Congreso Constituyente fué simple y sencillamente sostener el sistema federativo, si a los Estados que forman nuestra República se les deja absoluta libertad para su gobierno en su régimen interior, sin tener más punto de toque que la unión a nuestro Pacto Federal, digo en el dictamen que es risible, absolutamente risible permitir que la capital de la República, corazón de ella y centro altamente moralizador, prohiba un espectáculo atacado por unos, sostenido por otros, y que en cambio, el Estado de México, el Estado de Tlaxcala, los que rodean al Distrito Federal, libres en su régimen interior, autoricen semejante diversión. Si tocamos un punto todavía más altamente moralizador y decimos: el Estado, no la Nación, porque hay que hacer una pequeña diferencia entre Estado y Nación, como alguna vez el señor diputado Avilés - me parece -, interpeló a alguno de los oradores que hablaba en esta tribuna, sobre lo que era el Estado y sus componentes y sobre lo que era Nación, pues como Estado sencillamente tendríamos, señores diputados, que arrojar sobre el Estado una acción tutelar sobre cada uno de los súbditos y siempre hemos visto, desde la Roma antigua, siempre hemos visto en las grandes desmembraciones de las naciones que en estos últimos tiempos han bregado, que todos los Estados han sido débiles cuando a los Estados se les ha cargado toda la enorme responsabilidad. Estados libres como lo forma Suiza, Estados libres como pudiéramos decir en un sentido contrario, la propia Polonia, siempre hemos visto que esos pequeños Estados, y especialmente Polonia, subyugada por Alemania, siempre ha sido fuerte, siempre ha sido muy intensa su acción por el concurso de todos sus asociados. Si al Estado de México, a nuestra Patria la exigimos la acción tutelar, pues que ésta sea efectiva, central, enérgica, dura, no que resulta que se debilita constantemente por la intervención de cada uno de los pensadores de nuestros veintiocho Estados, de cada una de las Legislaturas que tengan en cada Estado más o menos libertad de acción, más o menos libertad de presión.

Yo no quiero defender mi voto particular en el sentido de que el espectáculo se verifique en la capital o no; yo, como Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, no he podido ver más que la Carta Magna no se ataca, que la libertad de acción en los Estados, que es lo que más me preocupa, se está ejerciendo en sus más amplias facultades. ¿Qué más me da si yo, federalista en buen sentido, veo que los Estados que son libres y soberanos, concedan o no los toros? Por lo que a mí toca, muchos de los señores representantes me conocen felizmente y hay hasta este antecedente: he tenido en mi poder por diez años la plaza de toros de San Luis Potosí, y nunca he ido allí, jamás le hice el honor, por poco que valga yo, de darle la mano a un torero; creo que no es anticonstitucional el punto y es lo único que me preocupa para cumplir con mi deber como Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales. (Aplausos nutridos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Espinosa. (Siseos.)

El C. Secretario Soto: Por orden de la Presidencia se va a leer el artículo 195 del Reglamento:

"Artículo 195. Los concurrentes a las galerías se presentarán sin armas; guardarán respeto, silencio y compostura, y no tomarán parte en los debate con ninguna clase de demostración."

El C. Presidente: La Presidencia suplica atentamente a los señores asistentes a las galerías se sirvan abstenerse de hacer manifestaciones en contra de los oradores, con objeto de dejarlos en absoluta libertad para que puedan emitir sus ideas.

El C. Espinosa: Señores representantes: Respetuoso como el que más de esta pequeñisima opinión que se manifiesta de una manera espontánea y libre por los aplausos incontenidos de los asistentes a las galerías, convencido de que esta pequeña fracción del pueblo mexicano tiene derecho bastante para aplaudir y censurar la actuación de los representantes del pueblo, aunque el Reglamento no lo autorice, yo sabré siempre aceptar con resignación las manifestaciones hostiles que a mis ideas hagan los ciudadanos asistentes a las galerías; pero quiero hacer constar, antes que todo, que este derecho que les reconozco de plano, no significa, de ninguna manera una cobardía, al contrario, sé que en esta ocasión he venido, no a cosechar aplausos, que no necesito, sino a conquistarme la antipatía momentánea de los señores concurrentes a las galerías y de todo el concurso simpatizador de la fiesta brava de ciudadanos diputados; pero si es cierto que las tribunas de esta respetable Representación pueden estar convertidas en estos momentos en un tendido de sol y en un tendido de sombra, yo sé que, como dijo ayer el poeta "de los que no sepan de estas cosas," y me censuren, será para mí una manifestación que no merezca el respeto de la gente serena y de la gente culta. Hecha esta explicación brevísima, paso a manifestar que no hubiese cumplido con mi deber si en esta ocasión no hubiera venido a esta tribuna a expresar el sentir de los ciudadanos que me nombraron su representante ante el Congreso o ante

esta Cámara de Diputados. En mi Estado, ciudadanos diputados, no existe, propiamente dicho, el espectáculo salvaje que aquí ha dado en llamarse la fiesta brava; en mi Estado existen las costumbres sanas y sencillas de los hombres de campo, porque aquel Estado es eminentemente agrícola, allá únicamente se ve la virilidad de los hombres aplicada al trabajo, se ve la agilidad y la gallardía de aquellos hombres en los concursos enteramente nacionales que se desarrollan, no precisamente en cosos, sino en plazas improvisadas, que vienen a constituir, pudiera decirse, la única fiesta típica en que se demuestra la agilidad y la fuerza. En el Estado que yo represento sólo han llegado por temporadas los toreros que son, como se dice hablando del ganado, "desechos de tienta ;" únicamente han llegado aquellos toreros trashumantes, los toros de la legua que no tienen cabida en las capitales de los Estados, que gustan de estas fiestas. Así, pues, yo traigo aquí el sentir de mi pueblo y es nombre de él que vengo a levantar mi humilde voz para demostrar mi inconformidad con el voto particular, que pide a la Representación Nacional que derogue el decreto expedido por el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, prohibiendo las corridas de toros. Ayer se vertieron en esta tribuna conceptos verdaderamente extraños, porque, no merecen otro calificativo, para venir a sostener que en México deben volver a efectuarse corridas de toros; de esta manera se pretendió esgrimir desde el concepto legal, hasta el concepto revolucionario, y se llegó a asegurar que las corridas de toros son una fiesta nacional, y ante semejante absurdo, no podemos menos que reír irónicamente..... (Toses y murmullos), por que las corridas de toros, que tienen su origen en España, que es allí únicamente donde privan, no sé qué contacto tienen con nuestra nacionalidad para que puedan llamarse a la corrida de toros fiesta nacional. (Voces: ¡Huy! Siseos en las galerías.)

En México sólo hay toros cuando las empresas fuertes traen a los toreros de España y que es regularmente en cada invierno. Los toreros de fama, los toreros de renombre, a excepción de Gaona, nunca han sido de México. (Siseos. Voces: ¡Silveti!) Aquí en México, los que han querido improvisarse, han fracasado. (Toses.) Aquí en México no ha habido propiamente hablando la escuela del toreo, siempre nos han venido los toreros de la Madre Patria y se han ido de México cargados de pesos. Esta es una de las desventajas que el pueblo mexicano recibe con consentir que los toreros vengan a nuestra Patria a llevarse a cambio de arrojo el sudor del pueblo mexicano transformado en plata. (Voces: ¡Huy! Siseos.) Si en México pues no se forman los toreros, si aquí los toros de lidia son malos, si aquí nada más hay una sociedad o unas cuantas sociedades, tanto en la capital como en los Estados formadas para especular con este espectáculo, queda plenamente demostrado a la luz de la razón que esta fiesta no ha sido, no es ni puede ser nacional. (Aplausos y siseos.) Los hombres más cultos de España, no de ahora, sino de muchos siglos atrás y no solamente los hombres que no han tenido una significación grande en la política, sino los mismos reyes, han puesto siempre su esfuerzo para procurar que desaparezca del alma española esa costumbre tan arraigada. (Siseos. Voces: ¡Huy!)

El C. Toro: Pido la palabra.

El C. Presidente: ¿Con qué objeto?

El C. Toro: Para hacer una interpelación al orador. (Voces: ¡No, no! ¡Está prohibido!)

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a su señoría (Desorden. Campanilla.)

El C. Toro: Ya me dio permiso el orador. (Voces: ¡No, no! ¡Sí! Campanilla.)

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a su Señoría que está dispuesta a someterse estrictamente al Reglamento, y como el Reglamento no previene ni permite siquiera las interpelaciones a los oradores, debe sujetarse al artículo 103 del Reglamento.

El C. Fernández Martínez, interrumpiendo: Pero no las prohibe, señor Presidente.

El C. Toro: El Reglamento no las prohibe, señor Presidente. (Aplausos.)

El C. Berumen: Moción de orden, señor presidente.

El C. Presidente: ¿Qué artículo invoca Su Señoría?

El C. Berumen: ¿Qué interés tiene Su Señoría en que no se haga esta interpelación si el orador lo permite? (Voces: ¡Bien! Aplausos.)

El C. Presidente: La Presidencia, C. diputado Berumen, no tiene interés de ningún género en que el C. Toro haga la interpelación al orador, pero está dispuesta a sujetarse estrictamente al Reglamento. (Aplausos.)

El C. Toro, interrumpiendo: El orador ya me ha permitido.

El C. Presidente: Si después de que el orador termine quiere el ciudadano diputado hacer su interpelación....

El C. Toro interrumpiendo: Suplico a la Presidencia me diga en qué artículo se funda para prohibirme que haga una interpelación al orador. (Aplausos.)

El C. Presidente: Habiéndola consentido el orador, la Presidencia no tiene interés ninguno, indudablemente, en decir al C. Toro que haga o no la interpelación; pero el artículo 103 del Reglamento, que se va a leer por conducto de la Secretaría, le dirá a usted cuando es la única ocasión en que pueden los ciudadanos diputados interrumpir al orador.

El C. Toro: Decía yo, señor presidente (Voces: ¡No, no! Campanilla.)

- El C. Secretario Soto, leyendo:

"Artículo 103. Comenzada la discusión, ningún individuo puede pedir la palabra sino en voz baja y acercándose al Presidente, ni se podrá interrumpir al que habla, bajo pretexto alguno, a no ser para reclamar el orden."

El C. Toro: Debo advertir previamente, antes de hacer mi interpelación... (Voces: ¡No, no! Campanilla.)

El C. Alvarez del Castillo, interrumpiendo: Moción del orden, señor Presidente.

- El C. Toro, continuando:... que pidiendo el uso de la palabra un orador... (Campanilla.)

- EL C. Presidente: Tiene la palabra para una moción de orden el C. Alvarez del Castillo.

- EL C. Alvarez del Castillo: El C. Toro no tiene ningún derecho para hablar a la hora que le

convenga en gana sin la autorización de la honorable Presidencia. Por otro capítulo, la determinación que hace el artículo reglamentario es perfectamente categórico. (Aplausos.)

El C. Toro: Para una interpelación al orador.

El C. Presidente: Se llama al orden al C. diputado Toro, para que no siga interrumpiendo al orador. (Aplausos.)

El C. Espinosa Luis: Ciudadanos diputados: se ha sentado aquí la jurisprudencia de que como el Reglamento no prohibe que se hagan preguntas al orador cuando éste las consienta, creo que el C. Toro tiene, si no derecho, hasta cierto punto razón para hacerme la interpelación que guste; yo por mi parte la acepto y la contestaré. (Aplausos.)

El C. Toro: Simplemente... (Voces: ¡No, no!)

El C. Espinosa: Decía que los reyes españoles que siempre se preocuparon por el progreso de su pueblo, fueron los que influyeron en gran parte para que la costumbre de los toros dejara de existir en el pueblo español o más bien dicho, en la nación española; y en la actualidad los principales hombres de ciencia españoles, los hombres principales en la política y los gremios socialistas de obreros de España, hacen una verdadera cruzada en contra de los toros, (Siseos) porque están convencidos de que los toreros y los curas son el obstáculo para el avance del pueblo. (Aplausos.) El señor don Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca, se ha expresado en la siguiente forma: Voy a leer unos cuantos renglones sobre la cuestión de toros.

Dice:

"Es la modorra intelectual o, más bien dicho, espiritual la que alimenta la afición. Es una especie de bocio colectivo y no sé de qué tiroidina que pueda sacudir a esos cerebros.

"Si se les quitara los toros, inventarían otro deporte de que conversar y por el cual hacer que se entusiasmaran. No es de la barbarie; es de la memez de lo que tenemos que defendernos. Eso que llaman flamenquería no es sino una manifestación de memez. De la misma hórdida memez que estalla en eso que se llamó genio alegre. Eso ni es alegría, ni cosa que lo valga. Es puerilidad y nada más que puerilidad. Y de un limbo de un verdadero limbo, de un limbo donde ni se ven las angustias del infierno que en él se celan, de un limbo nos viene ese ábrego cálido que cornifica los cerebros."

Guerra Junqueiro, uno de los escritores españoles de más renombre, catalán, dice:

"¡España!.....España siempre ha vivido y vive y vivirá individual y colectivamente en perpetuo drama. En todos los órdenes de la actividad, su nota característica, distintiva, es el drama, es la violencia. El español piensa y obra dramáticamente. ¡Ah, España!... mientras la condición de la superioridad en las guerras era el valor, el simple valor físico, España triunfó. Cuando las guerras fueron cálculo, matemáticas, resultado de una combinación química o de una integral algebráica España quedó vencida. La lucha entre España y los Estados Unidos fué la pelea singular, extraña, entre Frascuelo y Edison."

Si los pensadores españoles en su propia tierra, si los que han nacido en la cuna del toreo, si lo que representa la expresión de la intelectualidad del pueblo español está en contra de esta vieja costumbre (Siseos), ¿qué de raro tiene, pues, que muchos de nosotros vengamos a levantar nuestra voz para oponernos a que se restablezcan las corridas de toros? (Siseos en las galerías Voces: ¡Que se desalojen las galerías!)

Presidencia del C. BLANCARTE RAMÓN

- EL C. Presidente: Se suplica una vez más a los ciudadanos asistentes a las galerías (Voces: ¡Que se desalojen!) se sirvan abstenerse de hacer manifestaciones; de lo contrario se verá la Presidencia obligada a cumplir con alguna otra disposición reglamentaria. Asimismo.... (Voces: ¡Moción de orden!) Asimismo, suplico con toda atención a lo ciudadanos diputados, se sirvan también abstenerse de hacer manifestaciones en contra del orador.

El C. Espinosa, continuando: Los pueblos inmediatos a España, Francia e Italia, Portugal y otros, no han aceptado la costumbre de los toros.

Ayer que blasonábamos aquí de propósitos para formar nacionalidad, los que tal teoría sustentaban no tenían inconveniente en aceptar esta imitación, que a mí se me antoja extralógica, de la fiesta netamente española. No sé cómo vienen aquí a exponer estas ideas evocando el propósito de hacer nación, cuando precisamente los españoles, con la fuerza de su espada y con la degeneración de sus costumbres, vinieron a envilecer y a esclavizar al antiguo pueblo mexicano. (Aplausos. Siseos. Campanilla.) Los oradores que ayer vinieron a sustentar estas ideas, se conoce que no tienen ni siquiera nociones de la Historia Patria y se atreven aquí a venir a hablar de nacionalismo! (Siseos.) Así, se criticó aquí al águila perfilada que tiene, según el orador, "postura de pollo," y este orador ignora que el águila de perfil fue precisamente el águila de la República nacida en 1824, que se enfrentó al águila de alas desplegadas del Imperio. (Aplausos y siseos.) Todo el que sepa algo de historia, verá que en México, a través de la conquista y hasta los tiempos de Iturbide, es decir, hasta 1822, el águila que figuró como escudo de la Nueva España fué precisamente el águila de alas desplegadas, y con la primera República, con Félix Fernández como Presidente, se formó el águila de alas desplegadas, precisamente para hacer nacer desde allí nuestro principio de nacionalidad y nuestro principio de independencia. (Toses.)

No sé yo cómo se pretende aquí enraizar los hábitos de la vieja España, que allá mismo se repudian, cuando se tienen sentimientos patrios y se tienen deseos de hacer nacionalidad. El exquisito poeta Escudero nos decía ayer que el alma del pueblo palpita en cada pueblo y que el pueblo quiere toros. (Siseos.) Yo sí en parte me explico que la expresión de un poeta sea así de descabellada; es natural, los poetas, que son los eternos soñadores, los eternos líricos, no llegan nunca al fondo de las cosas y por eso son los historiadores de las cosas bellas, son los que marcan a través de los siglos, con sus bellos cantos, la formación de la vida de los pueblos; son los grandes colaboradores de la historia; pero nunca han sido ellos los que dirigen a los pueblos hacia

los derroteros de la reforma, hacia los senderos del progreso. (Aplausos y siseos.) Es sólo así como yo concibo que el cerebro privilegiado de un poeta efectivo, como lo es el señor Escudero, haya venido a esta tribuna con un criterio tan absurdo. Naturalmente está enamorado del valor, enamorado del color y de todo lo que significa vida y no puede hablar más que en otra forma y por eso, señores diputados, que yo lo disculpo y lo comprendo; pero de ninguna manera puedo estar conforme con el criterio de algunos compañeros que ayer abordaron esta tribuna, entre otros el muy respetable compañero Meza, que vino aquí con pujos de revolucionario rojo y que a la postre nos resultó un revolucionario color de rosa. (Murmullos.) Señores diputados, el que venga aquí a sostener un criterio a favor de la subsistencia de las corridas de toros, no puede ser nunca un verdadero revolucionario. (Voces: ¡Huy! Siseos. Campanilla.) El que venga aquí a sustentar ideas de esta naturaleza tiene que ser, quiera o no quiera un retardatario. (Aplausos y siseos.) Si los hombres conscientes de España, los hombres que representan la intelectualidad española hacen esfuerzos grandes para extirpar este vicio o esta costumbre que significa un verdadero tumor en el alma española, ¿cómo nosotros, que nos jactamos aquí de revolucionarnos, queremos implantar en nuestra tierra, en nuestra querida tierra, a la que amamos tanto, todos los hábitos malos y corrompidos de las naciones decrépitas? Señores diputados: si esto es ser revolucionario, yo no quiero ser revolucionario! (Voces: ¡Huy!) El deber de los revolucionarios, el deber del hombre que se preocupa por el progreso de su pueblo, el que quiere tener un pueblo sano, robusto y libre, no puede jamás permitir que en él se establezcan estas costumbres que traen como consecuencia la deformación del alma de un pueblo, y no de otra manera hemos visto que España, la grandiosa España de otros siglos, ha venido a ser en la actualidad una nación modestísima y humilde ante el concierto de las naciones de Europa. (Voces: ¡Huy! Siseos en las galerías, Campanilla.) Mi admiración más grande para los españoles del siglo de oro; mi admiración más grande para los españoles que supieron darle lustre a su patria por el camino de la ciencia, pero también mi reproche para aquellos que sustentan como un engaño, como una sugestión para el pueblo español estas corridas de toros, que han tenido más bien como un fin político para que los tronos, para que esta forma de gobierno verdaderamente autocrática haya podido dominar en lo absoluto a aquel pueblo que antes fuera tan soberbio y tan altivo. (Aplausos y siseos en las galerías)

La Comisión expuso, como único razonamiento para fundar su dictamen, el que las corridas de toros, al concederse, no violan ningún principio constitucional. Este es un argumento completamente débil, porque si en la Constitución no está incluida la prohibición de las corridas de toros, esto no significa ni autoriza para decir que las corridas de toros en nuestro país sea conveniente tenerlas. Se ha venido a esta tribuna también con el argumento de que los toros producen una contribución bastante considerable al Municipio y al Tesoro General; se ha dicho que si aquí no se establecen las corridas de toros, éstas se efectuarán en los Estados limítrofes. Esto sencillamente es absurdo, porque en México no habrá corridas de toros formales mientras no sea aquí en esta capital viciosa donde tengan su asiento. (Voces: ¡Huy!) En los Estados lo vemos, ahora existe libertad para que haya corridas de toros. ¿Por qué no vienen entonces las cuadrillas relucientes de España, traídas por los empresarios que se han enriquecido y se enriquecen con las miserias del pueblo? Sencillamente porque en estas corridas no pueden ganar las cantidades fabulosas que ganan, en ningún Estado de la República, y es por eso que aquí se ha tomado tanto interés en favorecer a unos cuantos en contra del interés general, para que vengan toreros de la vieja España aquí a México y después vayan en caravana trashumante a todas las capitales de la República a llevar la miseria al pueblo. (Voces: ¡Huy!) Si el Estado ha de vivir a costa de contribuciones vergonzosas, si el Estado ha de subsistir únicamente con las contribuciones que salgan del vicio, nosotros los mexicanos daremos el espectáculo más triste ante el mundo entero al venir a sustentar tales ideas aquí en plena Representación Nacional. Eso es indigno de los que tienen la investidura de diputados. (Voces: ¡Huy! Siseos.)

Ayer se decía aquí, y esto quiero yo hacerlo patente aunque no esté autorizado por nadie, que los ciudadanos profesores de la capital de la República andan por las calles como unos miserables, señores diputados, por respeto a ese gremio que, en mi concepto, es el más noble y el más digno, por el respeto que nos merece el mentor de la niñez y de la juventud, callemos para siempre la miseria de estos profesores si es efectiva, y si no lo es, menos la recordemos nunca, porque ya es un escarnio para estos ciudadanos traerlos aquí a colación como único argumento cuando faltan razones para sustentar una teoría noble o innoble. Así pues, no hay razón para venir aquí a exhibir el estado en que se encuentran esos hombres dignos de todo respeto y de toda consideración; no es así como se defienden las causas más o menos nobles, no es en esa forma, lastimando el decoro y el pundonor de esos hombres que los tienen como todos los tenemos, como se vienen aquí a defender ideas verdaderamente absurdas; digamos la verdad, pero no calumniemos a los que nos merecen respeto.

Ayer se decía aquí que los ingleses tan flemáticos no aceptan las corridas de toros, pero en cambio sí aceptan la pelea de perros con perros. Apenas se puede creer que haya habido quien haya exhibido comparación semejante. ¿Qué de innatural tendría que los toros con los mismos toros se hicieran pedazos, como lo hemos visto muchas veces que se hacen en los ranchos y en las haciendas? (Siseos. Campanilla.) ¿Dónde está entonces aquí el ejemplo que debió haberse expuesto, supuesto que la lucha es entre un ser humano y una fiera y aquella entre animales iguales? Sencillamente no es un razonamiento, es un despropósito. Y ahora, yo preguntó: qué cosa es más digna de admiración o de justificación: ¿la fiera irracional que se defiende de la fiera humana, o la fiera humana que por dinero va al coso a hundir su estoque en las entrañas de la fiera irracional? (Voces: ¡Huy!)

No quiero cansar más la atención de ustedes

con más argumentos. (Aplausos en las galerías.) Los que no venimos a esta Representación a sostener nuestros instintos o nuestros sentimientos personales, los que no tenemos compromisos ni compadrazgos con ninguna empresa torera, los que venimos a sacrificar nuestro sentimiento personal en pro del bien común, no podemos honradamente votar en pro de la iniciativa presentada; los que creemos que es un deber y un imperioso deber como representantes del pueblo sacrificar nuestro propio sentimiento en bien de todos, tendremos honrada y francamente que votar en contra de este voto particular. (Voces en las galerías: ¡Huy! Siseos. Campanilla.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. Trigo. (Aplausos ruidosos en las galerías.)

El C. Trigo: (Aplausos estruendosos en las galerías.) Honorable Asamblea: A pesar de lo que dice el estimable compañero Espinosa acerca de la dignidad de los representantes que hablen en pro de las corridas de toros, yo que tengo el orgullo de decir que represento en esta Asamblea dignamente al muy noble y al muy heroico Estado de Chihuahua, vengo a defender esas corridas de toros. (Aplausos.)

Empezaré, señores diputados, por hacer una manifestación de profunda pena, ya que no es para menos ver pletóricas de gente las galerías y en días que se discuten asuntos tan triviales como los toros, ver que tenemos un quórum con que no contamos nunca cuando se discuten asuntos trascendentales. (Aplausos.) Y va a ser éste el mejor argumento que voy a esgrimir para demostrar a ustedes que con un pueblo como el nuestro, con la cultura nuestra y con diputados como nosotros, en México debe haber corridas de toros. (Risas y aplausos.) Si en vez de discutirse un asunto frívolo como éste, que no va a solucionar ningún problema, discutimos una ley obrera o una ley agraria, apenas veremos completo el quórum reglamentario y en las galerías veremos dos o tres individuos que no se ocuparán absolutamente de aquello muy interesante para el país, por lo mismo que resulta poco movido y poco interesante. Si desde luego tenemos que la cultura nuestra no nos permite ocuparnos de las cuestiones trascendentales de nuestra Patria, cuando ésta se desangra, cuando ésta está en la miseria y cuando ésta se hunde, ¿por qué, señores, ante nuestra semejante de cultura, venimos a clamar contra esa cultura y a querer que a la cultura de México, que debe ser meramente educacional se le imponga ésta por medio de decretos prohibitivos? (Aplausos ruidosos en curules y galerías.) Debo hacer una aclaración a la Asamblea: yo, en los años que tengo de vida, apenas si he ido a dos o tres corridas de toros, no soy afecto a ellos en lo personal, pero estimar que porque a Trigo no le gustan los toros no deben gustarles a los demás, es un criterio demasiado estrecho, (Aplausos ruidosos en las galerías. Voces: ¡Muy bien!) es analizar las cosas con el criterio mismo de aquellos individuos que se indignan contra los que vienen a esta tribuna a hablar en contra de los toros, cuando igual derecho que tienen ellos para que se respete su opinión, tienen los que son afectos a los toros para que se respete a su misma opinión. (Aplausos.)

No voy a ser muy largo, porque estimo que la cuestión no es tan interesante para hacer un discurso demasiado intenso. Voy a analizar la cuestión únicamente bajo dos puntos de vista: el moral y el lógico. Dicen los impugnadores de los toros que el espectáculo taurino es altamente inmoral. Pregunto yo: ¿quién califica? ¿Los que juegan al box y se vuelven locos ante dos individuos, ante dos individuos que se aporrean estúpidamente como un par de bestias? ¿Y califican estos la inmoralidad de los toros? Pues entonces ya se va a cambiar la inmoralidad de un espectáculo con la inmoralidad del otro, y yo, señores, he visto a muchos señores representantes que ahora atacan aquí a los toros, ir en noches pasadas al Teatro Lírico a ver a dos individuos romperse la crisma lindamente. (Aplausos estruendosos en las galerías. Voces: ¡Nombres! ¡Nombres!) Es bien poco interesante la cuestión, pero la voy a referir a ustedes. El compañero y general Marciano González, (Risas y aplausos.) el señor general Rodríguez, el que hace uso de la palabra en este momento, en fin, una infinidad de diputados - la cosa carece de interés para estar recordando tantos nombres en estos momentos. Eso por lo que toca a la cuestión moral; veamos ahora la cuestión lógica de los toros. ¿Por qué hemos de prohibir las corridas de toros bajo el pretexto de que el individuo por ir a los toros sacrifica a la familia, que se gasta el salario que gana, que deja que los hijos se mueran de hambre? Yo me permito manifestar lo siguiente a la Asamblea: el individuo que se gasta, que les quita el pan de la boca a sus hijos para ir a gastarlo a los toros, es un inmoral y es un inmoral lo mismo si gasta el dinero quitándoselo a su familia, a quien le hace falta, para ir a los toros, que quitándoselo para ir a la taberna, (Aplausos.) ni más ni menos, puesto que esto es igual. Hay otro que dice que es dar una muestra ante los extranjeros de una absoluta falta de cultura con las corridas de toros en México.

Yo vería muy razonable esto si un extranjero viniese a México y nos preguntara por qué no hay corridas de toros en México y se le respondiera: "Porque el pueblo abomina de ellas, porque pugnan con su cultura, porque su cultura no permite esas corridas de toros." (Aplausos. Voces: ¡Bravo!) Pero no que al venir un extranjero y nos pregunte: "¿Por qué no hay toros?", le contestemos: "Porque los tiene prohibidos el Gobierno." ¿Eso da la muestra de la cultura? (Aplausos ruidosos en curules y galerías.)

Su Señoría el diputado Espinosa nos decía hace un momento que él admiraba a los intelectuales españoles que hacían una campaña tenaz por desarraigar los toros del pueblo español. Yo, como el C. Espinosa, los admiro igualmente; pero nada más que el señor Espinosa olvida una cosa: ¿como hacen esos intelectuales de España su campaña? Por medio de la prensa, del libro, no ocurren al decreto prohibitivo, sino acuden a la educación del pueblo, lo educan primero. (Aplausos estruendosos. Voces: ¡Bravo!) En buena hora que los que no sean afectos a los toros emprendan una cruzada tenaz por toda la República para levantar el espíritu del pueblo y para llevarlo a la cultura; eso sería muy noble y muy loable, y el mayor orgullo de estos

señores sería que a la vuelta de cinco o diez años en México no hubiera toros, no porque los prohiba el Gobierno, sino porque el pueblo mismo hubiera llegado a ese grado de cultura y encuentre repugnante este espectáculo, porque ya no se amolde a su educación. Pregunto yo, dada nuestra idiosincrasia, dada nuestra educación, dada la cultura de la mayoría de nuestro pueblo, si le quitamos los toros, ¿creemos, por fortuna, que nuestro pueblo, por obra y gracia del decreto prohibitivo, va a ir a unos juegos florales o va a ir a meterse a un espectáculo de alta cultura? No, señores, le quitamos los toros y se irá a la taberna, se irá a la pulquería, se irá al juego o a lo que ustedes quieran, pero no por eso se moralizará. Yo soy de esta creencia: la educación, la cultura de nuestro pueblo, debe marchar paralela con nuestra educación; la cultura de nuestro pueblo no debe ser materia ni obra de las prohibiciones, debe ser obra de una labor educacional completa que ha de ser la que a la postre lleve al pueblo mexicano a lo que debe ser un pueblo verdaderamente culto; pero no con esa cultura que nos ofrece, con esa cultura de que nos ha dado muestra un país del Norte, que prohibe las tabernas y es cuando más borrachos hay en el sitio donde se prohibieron las tabernas. (Aplausos estruendosos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Quiroga. (Voces: ¡Huy! Campanilla.)

El C. Quiroga: Señores representantes: Comienzo por advertir a ustedes que para mí la influencia de las galerías será nula. (Aplausos.) Que cuando yo veo pasear las coletas por esas galerías, cuando veo que vienen peinados a la torera, cuando veo que vienen con chaquetita torera, no me inspiran ninguna confianza para juzgar de mis actos; cuando veo que hasta los matanceros, los que se van a aprovechar con la carne de los toros, vienen a hacer claque a las galerías, no me importa que me siseen. (Voces: ¡Huy!) Más todavía, creeré que cuando me sisean estoy en lo justo, creeré que estoy haciendo mella. (Voces: ¡Huy! Aplausos.) Advierto a ustedes que estoy aquí porque lo quiere el pueblo de un Distrito y haré respetar la voluntad de ese pueblo contra las galerías.

El C. Díaz González: ¡La imposición de usted!

El C. Quiroga, continuando: .....y reclamaré de la Presidencia que haga cumplir estrictamente el Reglamento para que se haga oir mi voz y reclamaré de la Presidencia al mismo tiempo, ya que tengo aquí al C. Díaz González para molestarme como una pulga que está molestando toda la noche, reclamaré a la Presidencia también para que llame la atención al C. Díaz González.

El C. Meza: ¡Moción de orden, señor Presidente!

El C. Secretario Soto: Por disposición de la Presidencia se llama nuevamente la atención de las galerías para que guarden el orden que deben guardar. De otra manera, se procederá conforme al Reglamento.

El C. Meza: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: ¿Qué artículo del Reglamento se está violando?

El C. Meza: Tengo la desgracia de ignorar el Reglamento (Voces: ¡Ah!); pero eso no importa, se está violando el orden y mi moción es de orden; cualquiera que sea el tenor del Reglamento, cabe mi petición. No discuto ni por un momento la voluntad del Distrito que trae aquí al señor Quiroga, pero me extraña mucho que él sea el primero en introducir el desorden aquí, dirigiéndose a las galerías. (Siseos.) El, como diputado, es el primero que debe respetarse sin aludir a las galerías para nada. (Aplausos en las galerías.) Por lo demás, me extraña mucho que un civilizado que va a atacar los toros, como el señor Quiroga, llegue ya deshaciéndose de cólera. (Aplausos. Risas.)

El C. Quiroga, continuando: Contesto a las advertencias del señor Meza, que si yo me deshago en cólera, él se deshizo ayer en alegría, creyendo que estaba en el cielo escuchando el canto de los ángeles, porque le aplaudían las galerías. (Risas.) Nada más faltaba que lo sacaran en hombros. (Risas. Murmullos.)

Yo no puedo permanecer impasible, señores representantes, ante el espectáculo que hemos dado ayer y seguimos dando hoy en la discusión de que se está tratando; yo no puedo ver con indiferencia ni con sangre fría que estemos nosotros tomando tanto interés y tanta pasión en un asunto que dista mucho de traer prestigio a la Representación Nacional. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos. Siseos.) Tengo incuestionablemente, porque corre sangre por mis venas, que contestar esa pasión que demostró el señor Meza, con otra pasión más fuerte, porque en política no es cuestión más que de mecánica: la fuerza superior vence a la inferior. (Siseos. Murmullos.) Y aquí de los argumentos que vengan en pro y en contra para ver cuáles están más cerca de la conciencia de los hombres honrados; aquí es donde se va a llegar al corazón de los hombres y se van a alegar las verdaderas razones fundamentales de la organización de un pueblo y de la honradez de un pueblo y del deseo de hacer bien a un pueblo. A mí me da lástima que se estén fomentando tantas escuelas para que vengan nuestros poetas, como el señor Escudero y como el señor Zincúnegui y nuestros licenciados como el señor Meza, a devanarse los sesos para defender un asunto que nada más va a producir dinero a determinadas personas. (Aplausos. Voces: ¡Huy!) ¿Pero qué interés, qué beneficio trae para el pueblo mexicano el sostener con tanto fervor, con tanta pasión, con tanta inteligencia un dictamen, un voto particular, que va en contra de la civilización? No se venga aquí a decir, domo dijo el señor Escudero, que las personas que vienen a hablar de inmoralidad son inmorales; no se venga a decir eso, porque no está en lo justo; todo individuo, aunque sea lo que sea en su vida, tiene derecho a predicar la moral y si tiene razón en sus alegatos, si convence, si sus palabras son morales, tiene razón para predicar la moral y hace bien, va por el justo camino.

Cuando he visto subir a la tribuna al señor O'Farrill defendiendo el dictamen, y al señor Trigo y son ovacionados como si saltara Gaona al ruedo, no me puede dar más triste idea de lo que se está discutiendo. Desde luego se me ocurre pensar esto: el pueblo está compuesto, está dividido en dos categorías: los conscientes y los inconscientes. (Siseos. Murmullos.)

Los conscientes, que juzgan de cada cual de nosotros con toda la ilustración, con todo el criterio sano, con toda la ecuanimidad que se atribuye a una gente consciente; los inconscientes, que no nos

juzgan o nos juzgarán mal; pero no importa, nosotros tenemos la obligación de hacer bien, o cuando menos eso pretendemos, hacer bien. ¿Para qué es el Gobierno, si no es para eso? Precisamente la idea de gobierno es ésta: guiar a todas las masas sociales por el sendero del bien. ¿Y cómo van a juzgar los inconscientes de si se les está guiando por un camino que no va con sus gustos, de que está haciendo mal al Gobierno? No, señores, el Gobierno está haciendo bien, pese a aquellos inconscientes a quienes les gustan mucho los toros y que necesitan enrojecer de entusiasmo o de pasión o de tanto en todas sus pasiones para justificar que ellos están en lo justo. Ya veréis cómo todo esto que digo tiene la razón; nosotros vamos a discutir asuntos de interés general, que verdaderamente interesan a la Patria, y entonces no traduciremos nuestro interés por el pueblo en la forma en que lo estamos haciendo; ya veréis cómo entonces no nos ocupamos con el interés con que ahora lo hacemos porque haya toros. ¿Qué importa que las Legislaturas locales de determinados Estados hayan dado licencia para los toros? Aquí me refiero a la alusión que me hizo el señor Zincúnegui ayer. ¿Qué me va importar a mí, en lo particular, aparte de mi criterio respecto a este asunto, que den corridas de toros en el Estado de México? ¿En qué forma he puesto yo mi influencia para que las den, si fueron los diputados del Estado de México los que dieron tal licencia, y es sabio perfectamente que no son amigos míos los diputados del Estado de México, que cuando yo fui Oficial Mayor, siempre los diputados de la Legislatura de México me atacaron? Entonces, ¿en qué forma podía yo llevar mi influencia a los diputados del Estado de México para que votaran en favor de las corridas de toros? Y aquí se me ocurre una sospecha: que el señor Zincúnegui piense que yo puedo estar interesado en el asunto. Básteme únicamente contestar al señor Zincúnegui que he desempeñado por muchos años - y él lo sabe -, magníficos puestos, y no tengo un centavo, vivo de este sueldo. (Voces: ¡Huy! Aplausos.) El señor Zincúnegui, atacando los sentimentalismos de que hacía gala el dictamen de ayer, se valía de otros sentimentalismos, diciendo que el pueblo tenía hambre, diciendo que el pueblo necesitaba y que el Gobierno no le podía dar dinero. ¡Pues bonita manera de rechazar unos sentimentalismos para argumentar en contra de ellos con otros sentimentalismos! ¡Bonito sistema éste de discusión para hacer la luz! (Voces: ¡Ya, ya! ¡A votar, a votar!)

El señor diputado Meza, ayer que fué el héroe de la tarde, a quien no bastaba que se le aplaudiera, sino que muchos querían sacarlo en hombros, para dar precisamente un espectáculo de una corrida de toros en plena Cámara de Diputados.....(Siseos), nos ha juzgado a nosotros como una colonia española; ¡Qué va! No somos colonia española; nosotros, efectivamente, no tenemos formada el alma nacional, efectivamente no existe esa entidad que él pretende; pero precisamente es lo que queremos formar, el alma nacional, y nosotros tenemos la obligación, como legisladores, de que esa alma nacional, al terminarse, sea lo más perfecta posible; nosotros tenemos la obligación de preparar con nuestras leyes esa alma nacional que tanto le preocupa al señor Meza. ¿Y cómo vamos a preparar el alma nacional si le damos toros, si le damos pulque, si permitimos todas las irregularidades, todas las arbitrariedades, mejor dicho, que quiere imponer el pueblo corrompido, la parte de corrupción que tiene el pueblo sobre la ecuanimidad que necesitan todos los legisladores? Yo como ciudadano tengo derecho a proceder en mi vida privada como quiera, pero como legislador, tengo la obligación de ser ecuánime, tengo la obligación de arrancar de mi pecho todos los gustos, todas las pasiones y venir a dar mi voto aquí en bien del pueblo; esa es la obligación del legislador. (Siseos.) ¿Y cómo va a ser esto, cómo va a traducir esto el alma nacional, si en este momento no tienen en cuenta a los once millones de indios que forman la República Mexicana? Esos no van a los toros, no van los de huarache, no van los descalzos, van los que vienen a hacer claque aquí, van precisamente los individuos que ya tienen el alma algo pervertida con refinamientos. (Siseos. Voces: ¡Huy!) Sí, señores, allí van esos, porque los toros no son más que una manifestación de sadismo, y el sadismo, científicamente, es una enfermedad, figura en la patología; el sadismo, es decir la voluptuosidad, el goce por medio del sufrimiento es una enfermedad, y también su tratamiento ocupa una parte de la terapéutica. Así vemos cómo algunos hombres gozan dándole mordidas a una mujer....(Siseos. Voces: ¡Huy!), así vemos cómo otros gozan abofeteando a una mujer, y precisamente los toreros, esos de alma un poco negra, son los que más pegan a las mujeres. ¿Por qué? Porque son unos enfermos, porque precisamente por eso lo hacen, porque no son normales; esos son individuos enteramente anómalos, no pueden tomarse como tipo, es decir, no puede aceptarse en una sociedad un espectáculo que está fomentando una enfermedad. Ese sadismo, para quienes quieran leer libros científicos a este respecto, se convencerán de que debe de reprimirse, y en los toros es donde se ve manifiesta esa enfermedad. El individuo goza con la sangre, el individuo goza con el sufrimiento, ¿cómo es, entonces, que nosotros vamos a tolerar que se dé un espectáculo en el cual se fomenta una enfermedad para nuestro pueblo? (Voces: ¡Ya!)

Aquí lo que queda es precisamente que todavía perpetuamos la conquista en esta forma, es decir, los de la minoría imponemos eso a la mayoría por medio de un capricho únicamente; es lo que ha guiado a las personas del pro para sostener este dictamen: imponer un capricho de un reducido número del pueblo mexicano en comparación con la masa total de ese mismo pueblo, y decirle: "Aquí están los toros, y porque a mí me gustan, tienes tú que aceptarlos." No, son los buenos mexicanos los que deben procurar que la mayoría, esa que está en el monte, esa que hemos ido arrojando todos los que ocupamos esta esfera, allá al cerro, a que viva, hay que procurar que esos individuos bajen a la ciudad y se civilicen, y entonces, dentro de ellos, formemos el alma nacional. Ellos que nos inspiren, ellos que nos alienten; pero mientras nosotros queramos imponerles vicios, veréis cómo no estamos en lo justo. ¿Por qué vienen aquí los oradores a exponer que debemos de sostener esto como una tradición? No es, lo vemos, que el pueblo,

que el humilde, el que forma la mayoría no quiere al alma española, es decir, a los que están en contacto con ellos, porque son los que les están traduciendo todas sus inclinaciones, porque desde el abarrotero hasta el que vende en la hacienda todos los tóxicos y todas las mercancías, nos han explotado; esos no han tenido más civilización que ésta: el azote. Ellos han tratado siempre con el azote a nuestros indios, ellos, que son la minoría, van a imponer un yugo a los que verdaderamente tienen derecho a formar el alma nacional. ¿Cómo somos patriotas? ¿Espoliando a nuestros indios para favorecer a una pequeña minoría que viste de saco o que viste con la blusita torera? ¿Por qué vamos a hacer esta injusticia? No podemos callar, señores. Llegue a vuestro corazón, a vuestro sentimientos, llegue a vuestra conciencia esto, con la pureza que debe tener un hombre que ha sido escogido entre sesenta mil para venir a esta Representación Nacional, y cuando se convenzan de ello, cuando dejen a un lado todos los gustos, cuando no hagan caso del aplauso halagador que reciban al emitir su voto, cuando vean que a la salida de la Cámara todos los que desean en las galerías los toros, dicen: "fulano y zutano votaron en contra," entonces podéis salir satisfechos, podéis decir honradamente: he cumplido con mi deber. (Aplausos. Voces: ¡Huy!)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. Martínez del Río. No encontrándose en el salón el C. Martínez del Río, tiene la palabra en pro el C. Soto Peimbert.

El C. Soto Peimbert: Señores diputados: Para poder proceder con orden, ruego muy atentamente a la Comisión se sirva facilitarme el decreto relativo del Ejecutivo en que prohibió las corridas de toros para que de su lectura pueda esta honorable Asamblea formarse juicio de las razones que la informaron y del período para el cual fué dictado. En virtud de las razones invocadas, entre los considerandos que expresa....(Murmullos.) Ruego al compañero Espinosa que con la misma atención con que yo lo escuché, me escuche a mí. Hablamos de moral, de moralidad y de civilización y no me parece civilizado el hombre que interrumpe o impide a otro que exprese libremente sus ideas. (Aplausos en las galerías. Voces: ¡Muy bien!)

El C. Espinosa Luis: ¿Me permite una aclaración Su Señoría? (Voces: ¡No, no!)

- El C. Soto Peimbert, leyendo:

"Considerando:

"Que siendo el deber primordial de todo Gobierno asegurar a todos los individuos que forman la colectividad del Estado el goce de los derechos fundamentales sin los que la sociedad no puede existir ni llenar debidamente sus fines, tiene también, como consecuencia, la obligación de fomentar aquellos usos y costumbres que tienden a la realización de aquel objeto, sea favoreciendo o el desenvolvimiento de la personalidad humana, sea procurando la mejor adaptación de ella a las exigencias y necesidades de la época, así como igualmente tiene el deber de contrariar y extirpar aquellos hábitos y tendencias que indudablemente son un obstáculo para la cultura, o que predisponen al individuo al desorden, despertando en él sentimientos antisociales;

"Que el deber de procurar la civilización de las masas populares despertando sentimientos altruistas y elevando, por tanto, su nivel moral, se está procurando cumplir en México con especial empeño por medio de los establecimientos educativos, en los que no sólo se da instrucción, sino también educación física, moral y estética, que prepare suficientemente al individuo para todas las funciones sociales; pero tal obra quedaría trunca y, como incompleta, no produciría su efecto, si a la vez se dejasen subsistir hábitos inveterados, que son una de las causas principales para producir el estancamiento en los países en que han arraigado profundamente;

"Que entre estos hábitos figura en primer término el de la diversión de los toros, en la que a la vez que se pone en gravísimo peligro, sin la menor necesidad, la vida de un hombre, se causan torturas, igualmente sin objeto, a seres vivientes que la moral incluye dentro de su esfera, y a los que hay que extender la protección de la ley;

"Que además de esto, la diversión de los toros provoca sentimientos sanguinarios, que por desgracia, han sido el baldón de nuestra raza a través de la historia, y en los actuales momentos incentivo para las malas pasiones, y causa que agrava la miseria de las familias pobres (en los actuales momentos, reza el decreto) las que, por proporcionarse el placer malsano de un momento, se quedan sin lo necesario para el sustento de varios días.

"Por todo lo cual he tenido a bien decretar lo siguiente:

"Artículo 1o. Se prohibe absolutamente en el Distrito Federal y Territorios Federales, las corridas de toros. (En los Estados no son inmorales.)

"Artículo 2o. Se prohiben, igualmente en toda la República, las corridas de toros, hasta que se restablezca el orden constitucional en los diversos Estados que la forman."

Esta limitación que establecía para los Estados, significaba una ley prohibitiva para el Distrito Federal; se reconocía que los Estados estaban en punto a cultura y en punto a hábitos en situación tan privilegiada con respecto a esta capital de individuos gazmoños, de individuos tan dados al vicio, que a ellos sí se les podía, entrando el período constitucional, dejar en libertad para que aceptasen o rechazasen las corridas de toros; pero a esta Ciudad de los Palacios, en donde por ley natural se reconcentran todas las fuerzas vivas de la Nación y todo lo que significa progreso, era preciso, por los móviles invocados, apretarle el ariete y borrar de entre sus costumbres las corridas de toros. No estoy de acuerdo con esta lógica, por más que mucho respeto a aquél de quien viene.

"Artículo 3o. Las autoridades y particulares que contravinieren a lo dispuesto en esta ley, serán castigados con una multa de mil a cinco mil pesos o arresto de dos a seis meses, o con ambas penas, según la gravedad de la infracción."

Ahora bien, ha quedado perfectamente demostrado que esa ley, en el momento de entrar el período constitucional, quedó derogada en los Estados y sólo subsiste en el Distrito Federal. Si las razones que se invocaron cuando este decreto fué promulgado fuera ciertas, no hallo por qué dejan de serlo al entrar el período constitucional para el Estado y subsisten para la capital de la República: no

comprendo esta lógica. Teniendo ya así deslindado perfectamente el origen, vamos a ir luego a examinar someramente, porque no deseo cansar vuestra atención con un asunto verdaderamente pueril, esta cuestión, haciendo las siguientes consideraciones: se arguye que es moral por una parte y que es inmoral por la otra; y yo digo, entonces, que es una nueva clasificación por círculos de la moralidad; en el perímetro abarcado por el Distrito Federal son inmorales las corridas de toros, pero dando un paso al Estado de México, son morales las corridas de toros. (Aplausos.) ¿Por qué no vamos a tener la pretensión de creer que por el hecho de que estamos reunidos en Congreso de la Unión, vamos a acertar con mejor tino que como lo pueden haber hecho las Legislaturas locales de los Estados en que se han permitido las corridas de toros? Y este hecho incontrovertible viene a apoyar la tesis sostenida por el C. diputado Meza de que es un criterio individualista el que se esgrime por los que vienen a hablar en contra de las corridas de toros. Pero luego, después, se nos asegura que es fomentar los instintos malsanos por la constante vista de la sangre y yo, señores, no entiendo este argumento, no lo comprendo en boca de los que no entienden de toros, porque ellos sí no van a ver a los toros sino la sangre, despreciado lo que hay de arte en ellos y sucedería, juzgando con este criterio, que pediríamos enaguas para la Venus de la Alameda para no ver el desnudo. (Aplausos.)

El Estado tiene la ineludible obligación de reprimir los delitos, la ineludible obligación de corregir las costumbres, pero tiene la ineludible obligación de seleccionar los medios y si se recurre a los medios violentos de la represión, no se logrará jamás encauzar esas costumbres. Las leyes que no están ajustadas a su medio son como coladeras con las que se pretendiera sacar agua: hay muchos resquicios por los que se escurre sin lograr sacar una sola gota. Y para que tengáis un ejemplo que haga imagen en vuestra mente, yo os haré esta consideración: ayer invocaba nuestro compañero, el señor don Gildardo Gómez, el arte exquisito por excelencia, el arte que despierta las más sanas alegrías: la música.

Y, bien, señores, aquí en la capital de la República, que es el lugar que más interesa en el debate, una cuestión que todos reconocemos es que todos los barrios más incultos son los de la Bolsa, de la Merced, de Romita, etc., y yo propongo que para que moralicemos a estos barrios vayamos a darles conciertos de Beethoven y todas las fugas de Bach y las sinfonías más exquisitas. ¡Qué hermosa moralizada le pegábamos a la Colonia de la Bolsa! (Aplausos.) Y para que acabéis de ver la disparidad del remedio con el mal que se trata de quitar, veamos qué se le ofrece en cambio: yo llevaría a la Colonia de la Bolsa quizá un circo, un mal circo, porque los divertiría mejor y los apartaría de los lugares de que se trata de apartarlos. Si se tratase de suprimir las corridas de toros, pero al mismo tiempo, simultáneamente, se proporcionaran al pueblo diversiones que verdaderamente le interesaran, yo estaría por suprimir las corridas de toros; pero parcialmente a ello se descuida en lo absoluto la higienización de los cines, que son los lugares de diversión más concurridos de la metrópoli: todos sabemos en qué lugar hay un cine, por la bocanada de aire caliente, oloroso a polvos de arroz y a otros olores que todo el mundo puede clasificar. Se suprimen las corridas de toros, porque se va a gastar allí el dinero que debe emplearse en el sostenimiento de la familia, y por otra parte no se reprimen las inmoralidades que obligan a los comerciantes a subir los precios de los artículos de primera necesidad, como el carbón, porque entonces no importa; ningún extranjero parará mientes en que se pague el kilo de carbón a cincuenta centavos y se dilapide, porque así sí se dilapida en beneficio de unos cuantos acaparadores el dinero que debiera servir para la familia. ¡Eso no da la nota sensiblera de los periódicos de allende el Bravo! Aquello en que se fijan y de que hacen demasiado escándalo, eso sí importa corregirlo, porque nuestros vicios juzgados por los extranjeros son vigas, y los vicios de ellos juzgados por nosotros son pajas. En esta virtud, señores, coloquémonos dentro de nosotros; examinémonos justamente lo nuestro, y no vengamos ahora como eternamente hemos venido, con trasplantes de costumbres, razonando que porque los vecinos más civilizados que nosotros detestan las corridas de toros, debemos sólo por eso argumentar que son detestables.

En absoluto, el problema está resuelto y lo tienen ganado los del contra: las corridas de toros no debieran existir; pero no es ese el problema: ¿las corridas de toros permitidas en la mayor parte de los Estados de la República deben o no subsistir en el Distrito Federal? Ese es el problema, esa es la cuestión. Si yo creo, es decir, creo firmemente que a quien más se le debe ir a la mano represivamente es al ignorante y no al civilizado, y yo conceptúo que el promedio de cultura en los Estados es necesariamente inferior al promedio de cultura en la capital de la República; si, pues, en los Estados... El señor Mejía quiere confirmar esta vez su talento de maestro y pretende enseñarme, pero desde su curul; yo desearía que lo hiciera desde la tribuna. (Aplausos.) Por lo demás, le estoy muy reconocido porque si esta es la forma de enseñar, siquiera sea la cortesía, a sus discípulos, muy corteses deben ser los discípulos del señor Mejía.

Otro de los argumentos que se han esgrimido aquí es este: Las corridas de toros las han venido a defender los poetas, porque son los eternos soñadores y no llegan jamás al fondo de las cosas. Y, bien, señores, qué flaca es vuestra memoria, qué pronto habéis olvidado a Madero, que fué el más exquisito soñador y el mejor cantor de nuestros ideales en la vida real. (Voces: ¡Bravo! Aplausos.) ¿Por qué se recurre a esa argucia de presentar a los defensores como poetas y quiere quitársele por ahora que sean justamente los que encausen en manera bella los sentimientos? ¿Por qué se arguye así? ¿Qué, los sueños no son parte de la vida y enderezan los pasos de esa misma vida? Ojalá y la divina herencia de los hispanos quedase perpetuamente en nuestra frente como un eterno reguero de ensueños; qué bueno que las pasiones y los intereses no arrancaran de nuestra mente esos ensueños. Feliz el pueblo que puede realizar su vida llevando delante de sí eternamente ensueños. No se critique, pues, que sean poetas y que sean soñadores los que defienden las corridas de toros; quizá ellos sepan

mejor auscultar el sentimiento popular y arrancar, para enseñárnoslos vestidos de belleza, los conceptos que contenga; yo lo prefiero mil veces así y no con la torcida crueldad, no con la dureza, no con la crudeza con que nos los expone este otro divino redentor, amigo nuestro, en cuyos finos rasgos recuerdo los del divino nazareno. (Aplausos. Voces: ¡Bravo! Campanilla.)

El C. Quiroga: ¡Gracias!

El C. Soto Peimbert: Yo prefiero, como Eca de Queiros, vestir la vigorosa desnudez de la verdad con el diáfano manto de la fantasía, que recurrir a la crudeza de quienes estiman, para ganar el punto, que los que aquí defendemos esta cuestión lo hacemos por mezquinos intereses. Mil veces lo primero que lo segundo: si hemos de recurrir al sentimiento para hacernos de adeptos, yo prefiero explotar el sentimiento odioso por la malevolencia que encierran aquellos que nos acusan, diciendo que los que hemos venido a defender este punto lo hacemos por interés; deben saber, especialmente el señor Quiroga, que lo hacemos porque no tenemos la obligación de pensar con la cabeza de los del contra, si no exponer nuestras propias ideas.

Es inútil que canse más vuestra atención; las limitaciones son en todos los casos odiosas; si de veras hay una uniformidad de cultura en nuestro país; si de veras hay un interés general para reprimir algo que no debe subsistir en nuestras costumbres, no es este el decreto que debemos aprobar: aprobemos un proyecto de ley para todo el territorio nacional; pero mientras exista libertad para que en los Estados haya corridas de toros, no privemos a la capital de su espectáculo favorito y no andemos con sensiblerías; pongamos, si queréis, un diáfano manto para mirar las corridas de toros y aceptemos ver en ellas toda la plástica vigorosa, todos los cuadros de una plasticidad grande, de un colorido brillante, de un ambiente movido, entusiasta y caliente; aceptemos mirarlas con esos ojos, y no vayamos mejor a horrorizarnos en el espectáculo sangriento de las entrañas que se estropean entre las patas de las cabalgaduras, porque nos sucedería lo que a los payos que van a la opera y exclaman: "Hay canto y canto y nada de ópera." (Aplausos.)

El C. González Marciano: Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. León: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Berúmen Rudecindo: Moción de orden.

Está discutiéndose el voto particular, no hay Comisión.

El C. Presidente: Como han reclamado el orden, manifestando que el C. diputado Marciano González.....

El C. León, interrumpiendo: ¡Moción de orden!

El C. Presidente: Tenga usted la bondad de oír a la Presidencia, en seguida hará usted su moción de orden. Como se ha reclamado el orden en el sentido que al C. Marciano González no debe concedérsele la palabra, porque si bien es cierto que forma parte de la Comisión que formuló el dictamen, éste ya se discutió ayer y ahora se está discutiendo el voto particular, y el Reglamento no dice nada absolutamente en este sentido, quien tiene facultad únicamente de resolver, es la Asamblea y será la que resolverá si se aprueba el trámite de la Mesa, en el sentido de que se le conceda la palabra al C. Marciano González. (Voces: ¡Que hable!)

El C. Secretario Soto: En votación económica se consulta a la Asamblea si se considera al C. Marciano González como miembro de la Comisión, para el efecto de concederle la palabra. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Se le permite el uso de la palabra. (Aplausos.)

El C. González Marciano: Ciudadanos diputados: En un ambiente como éste, donde campea y donde flota el espíritu de aquellos que aman las cosas con que han nacido, como ama al mar el que nace a orillas de la costa, la montaña el que en ella vive, es imposible que pueda mi palabra, hueca y altisonante, llevaros la persuasión de que en este asunto, a pesar de que quiero encaminarme dentro de este sendero marcado por algunos compañeros, de respetuosidad y de discusión serena, es casi imposible, repito, que pueda yo subyugar los ímpetus de mi alma y no vaya a decir palabras que no debiera sacar a colación, oraciones que no quiero mencionar. Si es verdad que los oradores del contra se han producido con verdad y con pasión, también lo es que nosotros, a quienes algunos afirman que nos asiste el derecho para hablar en esta vez, porque está a discusión el voto privado del señor O'Fárrill, creemos tenerlo; y ya que tan serena, cuerda y apaciblemente se viene a discutir, entremos a la discusión.

¿Por qué el empeño de algunos legisladores, por qué el de algunos hombres de la Revolución, por qué el empeño de los vetustos Gobiernos, de no combatir las doctrinas que se proclaman en esos templos, cómplices malditos de la lujuria y del crimen? Con ello se iba a rascar, se iba a hurgar sobre el problema social que indefinidamente profundizaba sus raíces y, sin embargo, en México y en otras naciones civilizadas se enfrentaron con esos problemas que sacudían y conmovían los carcomidos, los vetustos sostenes de las oligarquías, y los problemas fueron resueltos; y no hubo desquiciamientos, ¡mentira!, hubo, sobre todas las conveniencias individuales, la conveniencia general, que es la que debe movernos para obrar con justificación, con derecho y con entereza en esta vez. (Aplausos.) Porque si hablamos de derecho y justificación nosotros, los que allí impasibles hemos escuchado la voz de los oradores del contra, tenemos también el deber de exigir que cesen esos ululatos que no parecen de gente que está dispuesta a escuchar razones. (Siseos.)

Señor Presidente, yo sé bien que el pueblo concurre aquí, porque tiene verdadero interés en oír esta discusión, pero yo ruego a Su Señoría que, sin que llegue a medidas extremas, suplique a ese pueblo que se abstenga de hacer manifestaciones; de otra manera, ni el que habla, ni ninguno de los oradores, podrá substraerse a la influencia directa que ejercen siempre las galerías. Queremos discutir, señores.

El C. Presidente: La Presidencia no suplica a las galerías, supuesto que hay una ley que están obligadas a obedecer, sino que las excita a que

cumplan con los artículos del Reglamento a que se ha dado lectura, para, como se manifestó antes, no verse obligada a mandar desalojar las galerías; así es que no se les suplica, sino que se les ordena una vez más, que cumplan con las disposiciones de la ley.

El C. Camarena: Pido la palabra. Yo suplico a usted me diga cuántas veces se va a suplicar a las galerías que guarden silencio. (Campanilla.)

El C. González Marciano, continuando: Hay algo sobre lo que todavía campea la opinión de los críticos, algo sobre lo que descansa el juicio severo de las multitudes y, sobre todo ese algo, en nada se refleja más la malquerencia y la mala voluntad de esas clases cuya diferencia hemos perfectamente señalado los miembros de una Revolución que, confesémoslo, no ha cumplido todavía las promesas de ese movimiento, que en esos viejos oropelescos que se pasean por las calles de la capital, en esos artesanos del vicio rico, en esos aduladores del éxito, y a ellos les estaba predestinado venir aquí a la Representación Nacional para azuzar a aquellos infelices que no piden más que la eucaristía de la justicia. (Aplausos.) A ellos, como a todo el mundo, les concedemos pleno y absoluto derecho para criticar nuestra obra, y ellos son los que acremente, los que señala con el dedo, más que a cualquiera otro cuerpo colegiado, a esta Legislatura, que no ha podido hacer nada de provecho y viene a demoler algo de lo que pueden estar satisfechos los revolucionarios. (Aplausos.) A esos cazadores del camarín dorado, a esos triunfadores a quienes corona el éxito, es preciso que les hablemos así con la verdad; que rompamos las ligas de nuestro corazón con todos los temores y que vengamos a decirles que ninguna obra ha sido perfecta; que, como de humanos, admite el escalpelo; pero es preciso que se nos diga si el oprobio de veintitantos años de la dictadura de Porfirio Díaz no fue bastante para hacernos renegar y para protestar contra las injusticias y contra los atropellos. (Aplausos.) Y para la Revolución en México se levantan, como si fuesen de tumbas pobladas, para protestar contra esto y aquello, no obstante que saben que el progreso de los pueblos es algo que de una manera evolutiva se va consiguiendo; y nosotros tendremos que ir así: lenta, pausada, pero seguramente. Luego, sacan a colocación y establecen parangones, diciendo que en los pueblos cultos de la tierra, como Estados Unidos, Francia, etc., etc., existe el boxeo, un sport en que verdaderamente peligra la vida de un hombre; en el que se derrama la sangre. ¿Y dónde está el atavismo de esos pueblos que se llaman civilizados, que no reconocen que en plena barbarie, en el corazón del desierto se han dado leyes humanas más sabias que las que se han dictado en el Capitolio de Washington? (Siseos de las galerías.)

El C. Avilés: ¡La Presidencia es muy parcial!

El C. Camarena: Yo por eso he preguntado cuál será la última vez......

El C. Presidente: Se llama al orden a los CC. Avilés y Camarena; no se les ha concedido permiso para hablar. Ayer exhorté a los diputados a que dieran ejemplo de cordura a las galerías, para que si no guardaban orden, mandarlas desalojar en el acto. Así es que, por última vez, se exhorta a la Asamblea a que guarde compostura; y a las galerías se les advierte que inmediatamente que hagan otra manifestación con gritos y aullidos que no corresponden a un pueblo civilizado, se les expulsará.

El C. Rodríguez Herminio: Moción de orden, señor Presidente. Los diputados, hasta estos momentos, no han hecho sino aplaudir al señor orador; de manera que con esto no se transgrede de ninguna manera el Reglamento. Las galerías están obligadas.....(Campanilla.)

El C. Presidente: Se llama al orden al C. Rodríguez, no se le ha concedido la palabra.

El C. Rodríguez Herminio: Me concedió usted la palabra, señor Presidente.

El C. Presidente: Continúa en el uso de la palabra el C. Marciano González.

El C. Rodríguez Herminio: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Rodríguez Herminio: He dicho que los ciudadanos diputados hasta estos momentos estamos aplaudiendo al C. Marciano González que está en la tribuna y creo que con esto no hemos alterado el orden, del debate. Las galerías, por el contrario, están siseando al orador y esto sí creo que es una transgresión al Reglamento de la Cámara. Por lo tanto, pido que se cumpla con él.

El C. Presidente: El único desorden que hay en estos momentos es el que Su Señoría acaba de introducir. (Aplausos.)

El C. Rodríguez Herminio: Protesto contra la parcialidad de Su Señoría. (Voces: ¡Yo también!)

El C. González Marciano, continuando: Dentro de ese snobismo en que han venido a hablarnos los compañeros Meza, Escudero y Zincúnegui, alguno de ellos trajo a colación esa metamorfosis que ha sufrido nuestro emblema nacional, y es necesario que quien lo ha dicho entienda que desde 1821 y no desde 24 como el compañero Espinosa lo manifestó y sin que tengamos a quien hacer responsable de esa transformación, nuestro viejo emblema nacional, que es el mismo que ahora se ve como escudo en los aztecas, había sido olvidado y por imitación, por petulancia, por pegarnos siempre a ese espíritu que nos liga con los grandes y por imitar precisamente las águilas de los emperadores romanos, se hizo nuestra águila precisamente de alas abiertas. El águila caudal de los emperadores aztecas, refiere la historia que era precisamente en esa actitud, devorando en sus garras una serpiente; la otra, la que ostenta nuestra Cámara de Diputados, es el águila que tiende el vuelo y lleva en sus garras una serpiente, pero no la devora. Es preciso que si venimos aquí a hablar al pueblo de las malas obras que realiza el Gobierno, reconozcamos también lo bueno que haya hecho, criticando al mismo tiempo sus errores; no vengamos con el prurito de censurar por el odio que a muchos inspiran los de arriba y a echar piedras porque se nos antoja, porque no tenemos la fuerza bastante para aherrojar nuestra conciencia y poner eslabones a nuestro corazón. No es así como se hace patria; la patria es algo que integra la familia, que integra la sociedad y la colectividad misma, y en ella

siempre existe la representación de los poderes de los hombres que gobiernan; no tenemos derecho para restarle su fuerza a los hombres del Gobierno, cuando sean honrados, como es cobarde no arrojar sobre su techo fuego y llamas para incendiar su casa cuando cometen errores o van al crimen. Pero establézcanse diferencias; no nos apartemos de la línea recta que debe normar nuestro criterio, que debe normar todo juicio y toda sentencia. A aquéllos que esperan y que buscan momento a momento un renglón de la prensa, que los hombres de la Revolución no han sabido fomentar honradamente, hay que decirles que nadie le ha tendido la mano con un buen propósito, puesto que los que le han prestado ayuda ha sido para comprarla, pero no para levantarla. (Aplausos.) Y así nos quejamos de que en esta racha revolucionaria todavía se habla en todas partes, en las intimidades mismas, de todos los errores cometidos; y parece mentira que los más capacitados para honrar su nombre hayan sido los que más han contribuido a la corruptela y al vicio. Y allí tenemos esa arma invencible en la que todavía no combate una mano piadosa que vaya a entregarle, no las monedas contantes, sino la salvación diciéndole: aquí tienes recursos para que escribas con independencia y para que seas justo y honrado; flagélame las espaldas cuando sea un mal mandatario y haz que doble la rodilla ante la justicia humana cuando sea malo también. De esto nadie se ha acordado y esos que buscan en la conciencia y en los intereses del pueblo los intereses propios para corromper a la humanidad, esos están fuera de las consideraciones de la misma humanidad. Y ahora yo no pretendo culpar a nadie, porque soy consiente de que cada una de mis manifestaciones encierra una responsabilidad individual a la que estoy presto; por eso yo no acuso a nadie, yo no vengo a decir aquí que ha sonado el oro para comprar a los diputados; pero vengo a decir que las corridas de toros serán, como han sido aquí en la ciudad de México, para vergüenza de la historia y para vergüenza de la Revolución, la campaña indebida para distraer al pueblo. (Aplausos prolongados.) Y allí, señores, parece mentira, en donde debiera de impartirse justicia y en donde la reclamaban todos los habitantes de la capital, había preferencia para el que más pagara y hasta los jefes de partidos políticos iban a recibir un diario de trescientos o cuatrocientos pesos por obtener concesiones; ¡esos es inicuo, eso es de canallas! Y es que estos desgraciados no han sentido la Revolución, no han sentido los dolores del pueblo, cuya alma nacional es dolor, tristeza, desesperanza y amargura. (Aplausos.) Está bien que se le dé al pueblo lo que pide; pero no venga a decirse que es el alma nacional, que la representación de ella está en las corridas de toros, no. Dentro de ese sigilo en que el alma se recoge y palpita a veces, vayamos a curar, señores, con vehemencia, con ternura, fraternalmente, las llagas de nuestro pueblo si es posible; pero si no se provoca el desquiciamiento suprimiendo las corridas de toros, por un prestigio íntimo de revolucionarios, porque es preciso que vayamos reconociendo que para el progreso de nuestro pueblo tenemos que aprobar y seguir esa doctrina de lentitud y de graduación; entonces, suprimámoslas. Yo no quería cargar con la responsabilidad de haber destruido algo que conceptúo, sinceramente lo digo, bueno dentro de las determinaciones revolucionarias.

El compañero Soto Peimbert está equivocado, él nos ha leído la parte fundamental en que se basó el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista para suprimir las corridas de toros y en esa misma parte fundamental encuentra él algo que le aprieta el dogal al cuello. (Aplausos.) Que ¿por qué, -(yo opino como él en este particular),- por qué esos privilegios? ¿Por qué a las puertas de la capital tenemos corridas de toros que benefician a la Hacienda Pública del Estado de México y en el mismo Distrito Federal no las tenemos? Uno de tantos desequilibrios, una de tantas mezquindades, una de tantas vendimias humanas, si se quiere; quizá la Legislatura del Estado de México no haya tomado en cuenta las condiciones en que está colocada, limítrofe con el Distrito Federal,; y que en el Estado de México se permita que haya corridas de toros, mientras que en el Distrito Federal no se concede la licencia, en esto hay una injusticia; ¿pero somos nosotros culpables? ¿Porque la Legislatura del Estado de México no ha obrado en concordancia, porque no ha establecido la armonía, que es lo que da la fuerza y la solidaridad entre las Legislaturas locales y la Representación Nacional o el mismo Poder Ejecutivo, llámese Primer Jefe del Ejército Constitucionalista o Presidente de la República, tenemos la culpa? Al dictarse la determinación, se esperaba que las Legislaturas de los Estados, empapadas en esa doctrina, secundasen la prohibición; pero si no lo han hecho algunas, cargan con la responsabilidad consiguiente, la que nosotros, como miembros de la Comisión, no queremos cargar en nuestras espaldas ni en nuestras conciencias.

Pero dado el ambiente, dados los individuos, es difícil que la idea nuestra eche raíces; sabemos perfectamente que estamos sembrando en terreno abrupto y estéril; mas no importa: nos queda algo que es así como una bendición santificada, la caricia de nuestra conciencia, que nos dice que hicimos lo que fué posible por legislar sabiamente en bien del pueblo; si los demás no aceptan la idea, que la responsabilidad sea suya, y esperen unos y esperen otros. No todas las partes sociales están integradas aquí en estos momentos; no es tampoco el alma nacional la que se halla aquí representada por individuos del Distrito Federal, sobre todo, por los que son taurófilos; ellos no podrán decir que traen la representación de una colectividad numerosa. Hay pueblos en los que nunca se han visto corridas de toros, contrastando con lo que ocurre en la capital, donde el entusiasmo indudablemente que es ardoroso y creciente; ¿pero qué ha ocurrido en los días, en que no ha habido corridas de toros? ¿Durante dos años, qué ha hecho la afición en la metrópoli, porque no ha habido corridas de toros?

El C. Alcocer, interrumpiendo: ¡Emborracharse!

El C. González Marciano, continuando: Uno de esos individuos que vienen a la Representación Nacional por el favor del hermano o por la imposición, de esos que muy pocas veces.....me refiero al señor Alcocer.....(aplausos), de esos que muy pocas veces, rarísimas veces vienen aquí con

algo que les salga del corazón, contesta desde allí: "¡Emborracharse!" Y es verdad, es verdad; esa responsabilidad colectiva lo mismo le alcanza a usted que el último de los ciudadanos diputados, porque nada hemos hecho para regenerar a esos infelices.....(siseos) que no reciben más que el pisotón de los mandatarios. (Siseos.) Hay siseos, porque he dicho que nada se ha hecho para mejorar las condiciones de esos infelices; me refiero a la pobreza, a la miseria de justicia con que se les ha brindado, nada hemos hecho para regenerarlos y cuando alguien, señores, si no sabiamente, más atinadamente que nosotros, pretende borrar de nuestras costumbres algo que considera que las perjudica, entonces grita toda nuestra soberbia, todos nuestros atavismos de indios vienen aquí en mezcolanza con los atavismos del ibero, a gritar que no, que subsistan las corridas de toros, porque así lo queremos todos aquellos a quienes nos gustan los toros, y creemos que hablamos en nombre de toda la República. No, señores, pero en una o en otra forma, queda aquí estampado que el propósito nuestro ha sido bueno y loable, aunque algunos no lo reconozcan. Esa sociedad que consideramos dividida y de la cual alguna casta no viene, pudiéramos decir, no viene aquí a las galerías de la Representación Nacional, esa casta pudiéramos decir, ese medio, esa colectividad aplaudirá nuestra conducta, y eso es bastante. Por lo demás, señores, dentro de esta Revolución sin igual, a la que tienden y que provocamos los elementos, los renuevos en esta Representación Nacional, es necesario que le demos tregua; la racha de los tiempos al sacudir el polvo insano de una época que llamamos hipócrita y maldita, vendrá a hacer justicia a los que honradamente hemos venido a hablar en pro del pueblo, porque de él somos. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Pastrana Jaimes.

El C. Díaz González: Me inscribí con anterioridad al C. Pastrana Jaimes, para interpelar a la Comisión.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Díaz González: Ciudadano general Marciano González, ¿tuviera usted la bondad de decirme si como militar, como hombre honrado y como ciudadano sabe o no respetar su firma?

El C. González Marciano: ¿Ya acabó usted?

El C. Díaz González: Si, señor.

El C. González Marciano: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. González Marciano: Tengo para mí que valgo tanto como ciudadano o quizá más como ciudadano que como militar y, sobre todo, que como general; he hecho siempre honor a mi firma y nunca he creído que mi cuerpo diminuto espante a nadie; pero a la vez, nunca me han sabido inspirar temor esas figuras decorativas que, en tono imperioso, como lo ha hecho el C. Díaz González, levantan la voz y creen que cogen a un individuo dentro de un circulo de hierro en el que lo ahogan. Y voy a contestar: honrada y lealmente digo que hago honor a mi firma; que como miembro de la Representación Nacional, como ciudadano, me agradan las corridas de toros; que las obras filantrópicas siempre las he aplaudido y que aplaudo tanto más la que viene de un hombre analfabeto, la obra que pretende realizar Silveti, porque hay muchos que ya quisieran botar al pueblo que sufre con las enfermedades, los mendrugos de su festín; y este pobre hombre se propuso exponer hasta su vida para dar medicinas al pueblo y aliviar su situación. Aplaudo y sigo aplaudiendo incesantemente la obra de estos individuos que no obstante haber sido pobres y escasos de intelectualidad, pero de un fondo moral bueno, se entregan en las astas del toro y van al sacrificio, porque no han olvidado que por sus venas corre y sale a borbotones cuando se les hiere, la sangre del pueblo de quien viven. No puede, como ciudadano, ni como miembro de la Representación Nacional, precisamente por que aplaudo esas obras, negarle mi firma al proyecto de ley y allí está estampada; pero Marciano González, como ciudadano y como diputado, señores, puede en esta vez, y está seguro de que sí se le concede, que puede establecer verdadera dualidad entre el ciudadano diputado y entre el miembro de una Comisión. (Aplausos.)

El C. Díaz González: Pido la palabra. (Voces: ¡Ya, ya! ¡No te pongas en ridículo!)

El C. Pastrana Jaimes: Ciudadanos diputados: Cuando en esta Cámara se dio la primera lectura a la solicitud del señor Silveti, apoyaba por la diputación de Tlaxcala, en primer término, recordé inmediatamente toda la barbarie y todas las matanzas de la conquista; parecióme que sobre esta Cámara habían pasado las sombras de Cortés y de la Malinche; recordé, cómo de la Hispana nos llegaron las viruelas, los toros, los curas y la influenza, y consideré también, señores diputados, que aquí, en esta tribuna, vendrían oradores a hacer alarde de argumentos jesuítico - españoles y, positivamente, la mayor parte de los señores diputados que han venido a defender el pro, han basado sus argumentos en el principio de que el fin justifica los medios, de que los vicios de un pueblo justifican los vicios de otros, de que la existencia de un vicio justifica la tolerancia o la resurrección de otros vicios. La cuestión de los toros, señores diputados, en mi humilde concepto, no es cuestión de impuestos, no es cuestión de recaudación de los caudales que salen de la Nación año por año, no es tampoco una cuestión de simple filosofía, es una cuestión un poco más trascendental. La cuestión de las corridas de toros tiene una íntima relación con el sentimiento y con la idea de Patria y tiene también una íntima relación con la Patria misma. Ayer el señor diputado Meza trató de un modo muy superficial este asunto, y es necesario que lo tratemos hoy a fondo en esta tribuna. El licenciado Meza nos empezó a hablar ayer de la forma de la Patria, de lo que es el alma nacional, y yo le voy a demostrar al señor licenciado Meza cómo se forma el alma nacional. Entre sociólogos mexicanos y entre sociólogos americanos, se ha discutido y no se ha llegado a resolverlo aún, el problema de la nacionalidad mexicana; no se sabe si constituimos un simple estado internacional o si ya tenemos las verdaderas bases y cimientos de nuestra nacionalidad.

En el territorio nacional contamos aproximadamente

con diez millones de indígenas y con una población mucho menor de habitantes en que los elementos españolizados son los que predominan; esa población enorme de diez millones de habitantes, cuando desaparezcan en ella su miseria e ignorancia, tendrá que recobrar todas sus energías, porque se ha demostrado en Sociología que la población españolizada tiende a degenerar rápidamente, pudiendo establecerse este principio: cuando en la población indígena desaparezca su ignorancia y su miseria, seguirá una línea ascendente; mientras que la población españolizada, si persiste en sus vicios, seguirá una línea descendente. Tarde o temprano surgirá ante la Nación ese conflicto tremendo de razas; o sucumben los españolizados dando el triunfo a la raza netamente mexicana, o imperan aquéllos aplastando al indígena. La misma madre España dio un ejemplo de alto patriotismo y de alta nacionalidad: después de sufrir setecientos años de dominación morisca, supo recobrar su independencia y su nacionalidad; supo también el pueblo hispano arrojar lejos de sus hombros todo el polvo que le dejara la dominación de los moros. ¿Podrá el pueblo netamente mexicano realizar esa obra que llevó a cabo el pueblo español? ¿Podremos nosotros algún día realizar esa obra de obsoluto nacionalismo? Uno de nuestros más grandes tratadistas dijo que necesitamos desespañolizarnos para constituir Patria Mexicana. Ahora voy a decir al licenciado Meza cómo se forma esa Patria Mexicana: la Patria Mexicana no se forma, no la formaron ni la formarán jamás aquellos hombres barbados y blancos que quisieron fundar una patria de alpargatas, sotanas y toreros; la Patria Mexicana, señor licenciado Meza, la forman aquellos que saben imitar y seguir el ejemplo de Cuauhtémoc; la Patria, el alma nacional, señor licenciado Meza, no se forma matando la libertad del pensamiento, no se forma matando la libertad de palabra, no se forma estableciendo la censura eclesiástica ni levantando tribunales de inquisición; la Patria Mexicana se forma dando tierras a todos los nativos o mexicanos, y no estableciendo encomiendas en todo el territorio nacional; el alma nacional se forma con maestros que enseñen la verdad y la ciencia y no con maestros de sotana que enseñan a rezar y a confesarse; el alma nacional debiéramos formarla estableciendo un gobierno propio independiente de toda influencia española y no estableciendo un gobierno dependiente de confesionarios, como el gobierno de la Conquista y como el que quisieron establecer los conquistadores el año sesenta...(Voces: ¡A votar, a votar! Campanilla.) La misma alma nacional, señor diputado Meza, no se forma levantando plazas de toros, sino levantando en cada pueblo y en cada ciudad un frontón, un "Toxtli," como lo tenían los primitivos mexicanos, donde se vigoriza el músculo y no una plaza de arena donde se bestializan los seres humanos. Como antes decía yo, señor diputado Meza, tarde o temprano tiene que surgir entre nosotros el conflicto y entonces veremos.

Por ahora voy a concluir citando únicamente dos hechos... (Voces: ¡Ya, ya! ¡A votar, a votar!) Yo suplico a los señores diputados que tengan la bondad siquiera de oir estas dos razones: Si alguno de los señores diputados, pensando en la Patria, ha recorrido nuestra Avenida Reforma; si pensando en la Patria se ha descubierto ante la estatua de Cuitláhuac y ante las de nuestros compatriotas, que me diga qué ha sentido cuando pasa por la estatua de Carlos IV; si alguno de los compañeros, si alguno de vosotros, pensando en la Patria, ha recorrido los campos de Chapultepec o de la Condesa y los ha visto llenos de jóvenes que buscan el ejercicio para vigorizarse; si ese mismo diputado, pensando en la Patria, pasa por la plaza de toros, qué interrogue a su conciencia cuál es el camino de la Patria y cuál es el camino para formar nuestra verdadera nacionalidad. Vigoricemos a nuestra juventud y no concluyamos por bestializar a los hombres de nuestro porvenir.

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. Villaseñor Salvador.

El C. Villaseñor Salvador: Señores diputados: Voy a ser muy breve, porque considero que el asunto que está a debate nunca debía tener la importancia que se le ha querido dar en esta Asamblea; también seré breve porque noto que ya se encuentra cansada la mayoría de esta honorable Cámara.

Sin duda, señores diputados, que el C. Venustiano Carranza, como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, estuvo muy acertado al decretar la prohibición temporal de las corridas de toros en una época en que el país atravesaba por circunstancias enteramente anormales; pero debemos tener muy en cuenta que los constituyentes de Querétaro, genuinos representantes de todo el pueblo de la Nación, consideraron ese asunto y después de estudiarlo debidamente acordaron no dar un decreto constitucional prohibiendo la fiesta brava. En estos momentos, señores, en que podemos decir que el país está dentro del orden constitucional, yo creo que la cuestión a debate no debiera haberse discutido tan ampliamente como lo ha sido aquí. Cuando se dice que las corridas de toros son malas, a los que creen que son perjudiciales les suplicaría que me dijeran qué espectáculo se puede dar al pueblo de México en substitución de las corridas de toros...

- El C. Camarena: ¡Los deportes!

El C. Villaseñor Salvador: Si el remedio es peor que la enfermedad, no debe aceptarse; tenemos, por ejemplo, que el pueblo que no va a los toros porque no hay toros, se va a divertir los domingos en la tarde y yo pregunto ¿a dónde? Voy a decirlo; muchos se van a los cinematógrafos, que los considero mucho más inmorales que las corridas de toros; otros se van a las llamadas kermesses, donde siempre que se han verificado ha habido verdaderas riñas, verdaderos escándalos, verdaderos tumultos. Los que creen que el pueblo que va a las corridas de toros lo hace con el único y exclusivo objeto de ver cuatro o cinco caballos muertos, bien se conoce que estos señores no saben absolutamente nada de toros o que nunca han ido a una corrida de toros. A los que se hacen esa consideración yo les diría que podría caber esa misma consideración respecto de las personas que van a los teatros y a los cines, que bien podría decirse que iban únicamente por ver exhibir a tal o cual tiple. No, señores diputados, ya que al pueblo mexicano, - me dirijo al pueblo de la clase pobre y al pueblo de la clase media también -, se le ha

aplicado como pretexto el salvajismo de este espectáculo, vamos a reemplazárselo con otro que por su superioridad él mismo se encargue de ir haciendo que las corridas de toros vayan quedando sin espectadores. Por la discusión de ayer, señores diputados, yo creo que está claramente demostrado que el ánimo de esta Asamblea está de acuerdo con el ánimo que tuvieron los constituyentes de Querétaro, puesto que se vió, que se acordó aquí desechar el dictamen. (Voces: ¡A votar, a votar!)

Antes de bajar de esta tribuna, señores diputados, no podría yo dejar de mencionar un caso que pasó en Salamanca hace unos cuantos años: el pueblo de Salamanca, perteneciente a mi Estado natal, sufrió una terrible inundación; los guanajuatenses radicados en México nos reunimos aquí rápidamente para ver la manera de hacer llegar a los inundados algunos recursos y, prácticamente, señores, lo conseguimos, organizando algunas fiestas, y la primera que se hizo con toda espontaneidad por parte de los toreros, que muchas veces han sido muy calumniados, pero que siempre han sabido corresponder a las necesidades de desgracia que sufren algunos pueblos, se organizó una simple novillada y ésta produjo tres mil pesos, que fueron a aliviar de una manera efectiva, porque fueron con toda rapidez, fueron a aliviar a los inundados de Salamanca..... (Voces: ¡Ya, ya! ¡A votar, a votar!) Así, pues, señores diputados, yo creo y espero que los que ayer votamos desechando el dictamen de la Comisión, sabremos sostener aquí nuestro criterio, pues no es fácil que nos hayan hecho cambiar nuestro criterio en unas cuantas horas con simples argumentos, sin razones fundamentales. (Voces: ¡Voces: ¡A votar, a votar!)

Presidencia del C. RODRÍGUEZ DE LA FUENTE JESÚS

El C. Presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Siurob.

El C. Fernández Martínez: Moción de orden.

El C. García de Alba: Moción de orden. (Campanilla.)

El C. Presidente: Tiene la palabra, para una moción de orden, el C. García de Alba.

El C. García de Alba: Señores diputados: El Reglamento que uso es un decreto de las dos Cámaras y nos obliga....(Una voz: ¡Porfirista!) Aun cuando esto sea no lo hemos derogado y nos obliga de tal manera que no podemos modificarlo, ni por una disposición de la Presidencia, ni por una votación. Dice el artículo 95:

"Artículo 95. El Presidente formará luego una lista de los individuos que pidan la palabra en contra y otra de los que la pidan en pro, las cuales leerá íntegras antes de comenzar la discusión."

Aquí esta la lista formada: primero, Espinosa en contra; segundo, Quiroga; tercero, Pastrana Jaimes; cuarto, Céspedes; quinto, Malpica; sexto, González Galindo; séptimo, Siurob. Pido a la Secretaría que dé fe.

El C. Secretario Soto: Es la verdad.

- El C. García de Alba, leyendo:

"Artículo 97. Los miembros de la Cámara hablarán alternativamente en contra o en pro, llamándolos el Presidente por el orden de las listas.

"Artículo 98. Siempre que algún individuo de los que hayan pedido la palabra no estuviese presente en el salón cuando le toque hablar, se le colocará a lo último de su respectiva lista."

Única excepción que hacen de la lista: si sale cuando le toca hablar, se le colocará al último. Si aquí le corresponde el turno al señor Malpica incuestionablemente, si el Reglamento no autoriza pasar turnos, porque el Reglamento solamente prevé el caso de que al diputado que no esté en el salón se le coloque al último de la lista. Debe la Presidencia llamar al señor Malpica al uso de la palabra, y si no está el señor Malpica, se le colocará al final; en seguida, el señor Galindo, pero de ninguna manera en cuarto lugar el que está inscripto en séptimo. Yo pido a la Presidencia el cumplimiento del Reglamento y a la Asamblea que exija el cumplimiento de dicho Reglamento.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a los ciudadanos diputados, que ha tenido en cuenta los artículos reglamentarios a que se refiere el C. García de Alba, pero también manifiesta que se han acercado a la Mesa infinidad de ciudadanos diputados solicitando que se les ceda el turno, y como la Presidencia no podía hacerlo, han venido los interesados a cambiar su turno y el C. Céspedes lo cedió al C. Siurob, lo mismo que el C. Malpica. Si la Asamblea sostiene el trámite de la Mesa, de que pase el doctor Siurob a tomar la palabra, en este momento lo preguntará a la Asamblea la Secretaría.

El C. Espinosa Luis: Moción de orden. Desde el momento en que los ciudadanos diputados son dueños de su voluntad y ellos ceden el lugar que les corresponde; el Reglamento en ninguno de sus artículos impide que se haga tal cosa y no tiene razón Su Señoría, de consultar a la Asamblea que resuelva el caso, es Su Señoría, con la investidura que tiene, quien debe resolver este asunto y no puede resolverlo de otra manera, supuesto que está inspirado en los más altos sentimientos de justicia; no puede resolverlo más que concediendo la palabra al C. Siurob.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a los señores diputados que ha suspendido el trámite que había dado, es decir, que el señor diputado Siurob haga uso de la palabra en esta discusión después del C. Villaseñor, que acaba de hablar, y si la Asamblea no está conforme con el trámite de la Mesa, puede desde luego la Secretaría preguntar sobre ese particular.

El C. Céspedes: Para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Céspedes: Efectivamente, señores diputados, yo seguía en el turno para hacer uso de la palabra, pero el señor Siurob se acercó hasta mi curul y me suplicó que le cediera el turno. Con el derecho que me asiste para cederlo y para hacerlo en favor de quien me convenga, se lo cedí al C. Siurob; en consecuencia, el C. Siurob queda en primer término y yo en segundo lugar.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob: Comenzaré por lamentar muy sinceramente ante vosotros que al tratarse de un

asunto que debiéramos ver como relativamente secundario, haya una concurrencia tan numerosa en los individuos a quienes toca por derecho presenciar nuestras labores y que no debe ser atribuido, como ha venido a decir aquí el compañero Trigo, no debe ser atribuido única y exclusivamente a que el pueblo de la ciudad de México sea absolutamente taurófilo y no debe ser atribuido a esa causa, sino a otras causas más trascendentales, a otra causa que es uno de los orígenes de mi censura. El pueblo de la ciudad de México, por el hecho de haberse presentado aquí en la discusión de este asunto en número mucho mayor que en el que se presenta ordinariamente a presenciar nuestros debates, demuestra que le interesa más un asunto en que se versa sencillamente una diversión, que los asuntos que, como el sesenta por ciento, que como las leyes educacionales, que como tantos otros revisten una gravedad suma, una urgencia inmediata y una trascendencia enorme para los asuntos de nuestro país y que eran los que debían haber traído aquí su presencia. Por tanto, yo comienzo por lamentar este hecho, comienzo por lamentarlo profunda y sinceramente, porque nos explica que a pesar de que ya va casi un lustro que el Constitucionalismo domina en la ciudad de México, no ha logrado cambiar en un ápice el verdadero fondo del carácter del pueblo de la capital, el verdadero fondo de ese carácter que debería ver más por los asuntos que tienen importancia para él mismo y para su Patria y no fijarse en asuntos de relumbrón en que se versa una diversión, ¿y qué clase de diversión? De ello voy hablarles en el curso de mi peroración, pero no sólo lamento este hecho, lamento el hecho todavía más grave de que las derechas de la Cámara en estos momentos en que se trata de apoyar una ley sabia, una ley justa, una ley revolucionaria expedida por el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, sean las primeras que le hayan vuelto las espaldas. (Aplausos.)

Ya veremos si sucede lo mismo cuando se trate del artículo 3o., de la reforma del artículo 3o.; ya veremos si sucede lo mismo cuando se trate del Municipio Libre, ya veremos si sucede lo mismo con todas las demás reformas constitucionales de acuerdo con el criterio conservador que va a seguir presentándose en el seno de esta misma H. Asamblea. Yo sólo digo que sería vergonzoso, que sería inaudito que las derechas de la Cámara, venidas aquí exclusivamente para apoyar al Gobierno en todas sus resoluciones, (Voces de las derechas: ¡No, no!) fueran precisamente en este momento y en la coyuntura de que el Ejecutivo ha dictado una ley sabia, una ley apoyada en la moral, apoyada en la más estricta justicia, fuera precisamente cuando las derechas se olvidaran de su papel, de su papel que nosotros les hemos reconocido, que estamos contentos de que tengan ese papel, porque por eso venimos nosotros a combatir y que en este caso seamos precisamente los miembros de las izquierdas los que vengamos a apoyar al Ejecutivo de la Unión que tiene en este caso de su parte toda la justicia. (Aplausos.) Voy a demostrarlo. En seguida lamento también profundamente algo sobre que hizo hincapié el C. Marciano González, pero que no entró en detalles más completos, en detalles que permitieran juzgar más a fondo el asunto, y me refiero al hecho de que no se ha construido nada. ¿Cuánto tiempo tiene en el seno de las Comisiones la Ley de Tierras Ociosas, esa ley benéfica para las pueblos, que con sólo dos observaciones ha sido enviada aquí por el Ejecutivo de la Unión? ¿Cuanto tiempo tiene la Ley del Trabajo en el seno de las Comisiones y esta ley que también va a beneficiar a nuestras clases proletarias y a darle algo de ese confort, de ese bienestar que todos anhelamos para ellas, duerme en el seno de las Comisiones y, sin embargo, se necesitó hurgar los expedientes de la Legislatura pasada y de todas las iniciativas buenas de aquella Legislatura, ha sido necesario traer una iniciativa a la cual aquella Legislatura no prestó ninguna atención, a la cual aquella Legislatura, no le dio absolutamente ninguna importancia y fué necesario traer aquí esa iniciativa nuevamente porque era conservadora, porque era retrógrada; era necesario traer a colación esa iniciativa, arrancarla de los cabellos, del seno de los expedientes y venir a presentarla con un dictamen que ya ha sido calificado por la prensa como un dictamen anodino, como un dictamen tonto, como un dictamen verdaderamente falto de razón y de todo orden; fué necesario traerlo aquí para dar la nota conservadora, para seguir singularizando a esta Cámara como una Cámara de disgregación contra el liberalismo, contra la Revolución, de oposición a todo lo que signifique bienestar para el pueblo mexicano. Pero vamos al fondo de la cuestión, vamos a estudiarla bajo el punto de vista económico, desde el punto de vista político y desde el punto de vista que injusta, casi diría yo no profanamente, sacrílegamente vino a tomar aquí un orador diciendo que las corridas de toros eran educacionales; pero vamos a comenzar primero a estudiarlo bajo el punto de vista económico.

El argumento capital que se ha venido a esgrimir aquí es que las corridas de toros producen dinero para el Erario; si producen dinero para el Erario, aun más es el dinero que sale de la República y ese dinero va a dar al extranjero y ya quisiéramos que viniera a cambio de maquinaria agrícola, ya quisiéramos que viniera a cambio de libros de instrucción, ya quisiéramos que viniera a cambio de profesores que vengan a introducir nuevas industrias, nuevos procedimientos científicos, que vengan a introducir nuevos procedimientos de cultivo. Ya quisiéramos ¡qué digo!, que viniera siquiera a cambio de los artículos de primera necesidad que tanta falta le hacen al pueblo de la República. Pero ese dinero se va definitivamente para no dejar más que la cabeza pesada y la huella imborrable de barbarie que deja en la mente una corrida de toros cuando se sale de ella. (Aplausos.) En los países extranjeros, en Europa, en los Estados Unidos, cuando los pueblos atraviesan por circunstancias tan críticas y difíciles como aquellas por la que atraviesa nuestro país, cuando el pueblo pasa hambre, cuando los individuos mueren de inanición en las calles, cuando hay pueblos enteros azotados por las epidemias que como el tifus y la fiebre española han asolado a nuestra República, cuando se carece de individuos para que laboren los campos, cuando los niños no pueden ir a las escuelas porque no tienen el pan físico

suficiente para que puedan recibir el pan intelectual, aquellos pueblos hacen que sus clases proletarias se eximan de asistir a los teatros y suprimen durante ciertos días de la semana el teatro, no obstante que el teatro es un espectáculo culto y suprimen los cines, no obstante que el cine es un espectáculo culto....(Siseos.) y suprimen en determinadas horas hasta artículos de comodidad individual como son, por ejemplo, la calefacción en las casas, como es el uso de pasteles y otras golosinas que sólo son regalo para el gusto, pero no alimentos indispensables para subsistir, y nosotros, cuando todos esos pueblos que están en un estado mucho más próspero que nosotros y que no están en el estado de miseria en que nosotros nos encontramos, procuran economizar sus energías y establecer el ahorro para tiempos más malos que se avecinen, nosotros tratamos de establecer las corridas de toros que constituyen una sangría y una sangría especialmente para el pueblo de la metrópoli. (Siseos.) Se nos ha dicho aquí que cuando hay corridas de toros disminuyen el número de los criminales en las comisarías y en las cárceles prescindiendo de que no se ha mostrado ningún dato estadístico sobre el particular y que es bastante objetable; en cambio, yo tengo el dato positivo de que aumenta el número de prendas depositadas en los empeños, que materialmente se llenan con la cantidad de prendas de ropa y de todo género que van a sumirse allí, es decir, que caen bajo las garras de la usura; en cambio, consta a todo el comercio que antes de que se verifique la corrida de toros disminuye el número de compras en todos los establecimiento, porque todos ahorran no sólo a costa de lo superfluo, sino a costa de lo indispensable, para ir a ese espectáculo. (Siseos.)

Pero hay más todavía. Vamos suponiendo realmente que los toros fueran una fuente de entradas para el Municipio; si fuera una fuente de entradas para el Municipio, prescindiendo de la parte que se queda, como ha dicho el C. Marciano González con toda justicia, en manos del munícipe ladrón, en manos del empresario codicioso, en manos del agente y de todos aquellos intermediarios de que desgraciadamente se valen las autoridades para estos casos, yo pregunto: ¿es moral que para curar a unos enfermos se despoje a unos miserables? ¿Es justo, es razonable que únicamente por unos cuantos ricos que se desprenden de su dinero para contribuir al espectáculo, se fomente la caridad pública, con lo que van a dejar los pobres a costa de la prenda de ropa que empeñan, del artículo de primera necesidad de que se privaron y de todas las circunstancias que hay y que hacen que el pueblo en este caso se prive de lo necesario para asistir al espectáculo sangriento..... (Siseos. Aplausos. Murmullos.) Moción de orden. Suplico al ciudadano Presidente se digne poner a raya, no al público de las galerías, el público que viene diariamente a las galerías nunca es tan insolente ni tan irrespetuoso de las leyes, sino al populacho que hoy se ha añadido al público, porque el populacho es el único que no respeta las leyes en el templo de esas mismas leyes. (Siseos en las galerías. Murmullos.)

El C. Presidente: La presidencia llama la atención a las galerías para que guarden el orden, advirtiendo que será la última vez que haga esta exhortación, pues en la próxima se verá en el caso de cumplir el artículo 195 del Reglamento, y si vuelve a hacer estas manifestaciones en contra de los oradores, se verá precisada a mandar desalojar las galerías.

El C. Siurob, continuando: vamos a estudiar ahora, ciudadanos, la diversión de los toros desde el punto de vista que dijo alguien, desde el punto de vista educacional. Indudablemente es altamente educacional, sobre todo altamente democrático; desde luego ved los comienzos del espectáculo: el público se divide en dos partes, sol y sombra, de un lado los desarrapados, de un lado los que apenas con miles de sacrificios de los que ya hice mención, fueron a la fiesta taurina y aquellos hombres van a sufrir el insulto de que se les esté gritando asoleados, desarrapados, piojosos, y otros calificativos por este estilo; del otro lado de las clases ricas, las clases aristócratas, con sus cojines especiales para que estén muy cómodos, acompañados por mujeres cuya honorabilidad no puede decirse que no pueda ponerse en tela de juicio y, sobre todo, no van allí los intelectuales, no van allí los hombres que miran el porvenir de su Patria, y si van, van por excepción, van por snob, pero no van por costumbre, van allí los individuos que, como Victoriano Huerta, gustan de ver la sangre, que se derrame esa misma sangre, aunque no sea precisamente la sangre humana. (Aplausos.) Se ha dicho aquí que la fiesta de toros es educacional, yo pregunto: ¿qué es lo que educa? Yo suplico a todos los que piensan en esta Cámara me acompañen en este raciocinio: ¿Qué es lo que educa? ¿Educa la voluntad? Sólo que sea la voluntad de gastarse un peso o doce reales, porque yo no encuentro qué otra clase de voluntad eduquen los toros. ¿La voluntad, porque se ve a un hombre que expone su vida para ganarse unas cuantas pesetas? No es esa la educación de la voluntad, la educación de la voluntad sería que cada uno de los señores espectadores se atrevieran por una causa noble, por salvar a un niño amenazado por un toro, arrebatarlo de las garras de una fiera, que se atrevieran a presentarse ante aquella fiera para arrebatarle aquel ser delicado; pero cuando todos los espectáculos están, como vulgarmente se dice, es decir, según la frase popular, "viendo la corrida desde la barrera," yo pregunto: ¿en qué sentido educan la voluntad esas corridas de toros? Ahora, ¿educan la moral? Yo pregunto si es moral que un hombre exponga su vida por divertir a los demás, yo pregunto si es moral que se exponga la vida de un hombre por divertir a un público y que me contesten los hombres honrados si ese es moral. El espectáculo de los toros es moral a la inversa, engendra una moral igual a la de Zapata y a la de Villa (Aplausos), individuos que no vacilan en sacrificar por medio de sus chusmas un tren que camina con mujeres y niños y que después asesinan a esos mismos niños y mujeres desvalidos e indefensos, en las circunstancias en que han perdido también a los suyos como fruto del accidente; esa es la clase de enseñanza moral que aportan los toros. Indudablemente que los toros son un espectáculo inmoral, porque, sencillamente, es la degeneración conocida en medicina con el nombre de "sadismo;" es la degeneración que

consiste en gozar viendo sufrir a los otros o a los animales; el sadismo abarca toda una gama: desde el hombre que goza pegando a un perro o viendo sacrificar a un toro, hasta individuos que, como el sargento Rougon, en París, apuñalaba a sus víctimas para después violarlas; abarca toda una gama y, ¿quién nos dice que en medio de esa gama no se encuentre la costumbre de nuestros hombres humildes que gozan golpeando a sus mujeres y a sus hijos? ¿y quien nos dice que no se encuentre dentro de esa misma gama un sadismo que principia en los toros y que acaba en los hechos cometidos por las hordas vandálicas de introducir el revólver en los órganos genitales de una mujer que no permitía que se le violara? Así es que los toros, en lugar de ser morales, son un espectáculo degradante que degenera al individuo, que degenera profundamente la moral del pueblo. No me digáis que las masas van allá por el espectáculo artístico; no es verdad, no son capaces de comprender el espectáculo artístico.. (siseos en las galerías), por esa causa irán a los toros, el muy estimable compañero Escudero, es muy estimable compañero Zincúnegui..... (Siseos. Murmullos.)

El C. Camarena: Moción de orden. Suplico a la Presidencia tenga la bondad de mandar desalojar a un individuo que está aquí en este palco y que me parece que es Campero, que está alterando el orden y que está interrumpiendo al orador constantemente. Pido a la Presidencia que mande expulsarlo, hay dos o tres diputados que certifican que él fué....(Murmullos. Siseos. Voces: ¡Sáquenlo, sáquenlo! Varios ciudadanos diputados piden la palabra. Desorden. Campanilla.)

El C presidente: Siendo esos palcos exclusivamente de la prensa, se suplica a los ciudadanos que no sean periodistas, se sirvan abandonarlos. (Voces: Bien, bien!)

El C. Camarena: Insisto en que sea el señor Campero al que se mande arrojar de aquí, porque los demás se han portado decentemente. (Voces: ¡Sí fue, él fue!)

El C. Presidente: La Presidencia ordena a los individuos que están en el palco de Jiménez, se sirvan desalojarlo, (Voces: ¡Fuera, fuera! Desorden. Campanilla.)

El C. Siurob, continuando: Yo suplico al Señor Presidente que por esta vez sea indulgente. Yo espero mucho de la cultura de estos ciudadanos, para que moderen su actitud y me dejen concluir mi pobre discurso, pero discurso sincero de revolucionario honrado.

( Varios ciudadanos diputados: ¡Moción de orden! Murmullos. Campanilla. Desorden.)

El C. Arriaga Isaac: No comprende la Presidencia cómo se puede hacer cumplir.....(Voces: ¡Fuera! Murmullos.)

El C. Avilés: (En medio de un completo desorden.) Moción de orden. Este individuo ha insultado a algunos representantes y no se le expulsa de aquí; esto no puede tolerarse, no deben consentirse a la Representación Nacional. (Continúa el desorden. Voces: ¡Fuera, fuera,! Campanilla. Varios ciudadanos diputados piden la palabra para mociones de orden.)

El C. Presidente: Algún miembro de la policía que se encuentre en las galerías bajará inmediatamente a llevarse a ese individuo a la Comisaría respectiva para que se haga la consignación.

El C. Céspedes: Es muy atinada la disposición de Su Señoría respecto al caso particular en que se ha injuriado a la Representación Nacional, pero es consecuencia, señor Presidente, primeramente de la tolerancia que ha tenido el señor Blancarte al fungir como Presidente en la sesión anterior; y segundo, al menosprecio que por este Presidente se ha venido haciendo con gran escándalo de esa placa que todos conocen y que está a la entrada del salón, que dice que este salón es exclusivamente para diputados y senadores en ejercicio. Yo no sé por qué fuera de los miembros de la prensa que vienen aquí a ser el portavoz de los asuntos que se tratan para llevarlos ante la Nación, se permite a gente extraña, a personas extrañas, que permanezcan en este salón; las galerías están para el público.

El C. Presidente: La Presidencia, señores diputados, en estos momentos no hace sino cumplir con su deber, ordenando la consignación del individuo que ha sido acusado por varios representantes del pueblo y que lanzó injurias contra la Representación Nacional. La Presidencia también acaba de ordenar que todos aquellos individuos que no son representantes de la prensa desalojen esos palcos. (Voces: ¡No, no! ¡Sí, sí! Desorden. Campanilla. Hay desorden en un palco de la Prensa. Voces: ¡Ese, ese! Campanilla.) Los Ciudadanos diputados que hicieron la acusación tendrán la obligación de señalar a la policía cuál es el individuo que insultó a la República Nacional. (Continúa el desorden.)

El C. Camarena: Señor Presidente: A mí me dijeron algunos señores diputados que este señor Campero fue quien estaba frecuentemente pronunciando palabras deshonestas en contra del orador y no sólo se concretó a injuriarlo, sino a lanzarme un insultó vergonzoso que no tiene derecho a lanzar.

El C. Castro Roberto: Le mentó la madre, le mentó la madre.....de mala manera!

El C. Presidente: Yo invito a los CC. Castro y Avilés, que fueron los que hicieron la acusación, que señalen al individuo que tal hizo.

El C. Avilés: Ese individuo chino que está allí. (Risas. Aplausos.)

El C. Presidente: La policía hará cumplir las disposiciones dictadas por la Presidencia de la Cámara conduciendo a la Comisaría respectiva al individuo que lanzó injurias contra la Representación Nacional. (Voces: ¿Sáquenlo, sáquenlo! ¡No, no! Confusión. Desorden. Campanilla. El C. Campero intentó hablar. Voces: ¿No tiene derecho a hablar! Continúa el desorden!)

El C. Secretario Soto: Se suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules.

El C. Morales César: Señor Presidente: Tres gendarmes reunidos no pueden hacer cumplir las disposiciones de la Presidencia. (Voces: ¡Huy! Desorden.)

El C. Prosecretario Bolio: La Presidencia suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules.

El C. Espinosa Luis: Para una moción de orden.

El C. Presidente: Para una moción de orden tiene la palabra el C. Espinosa Luis.

El C. Espinosa Luis: Soy el primero en

aplaudir la actitud enteramente justiciera asumida en estos instantes por la Presidencia y creo que no tendrá inconveniente en hacer que el Reglamento se cumpla en todas y cada uno de sus partes. En consecuencia, pido a Su Señoría que así como se ha expulsado desde luego a un individuo que con derecho o sin él injurió a un representante, se mande desalojar de los palcos de la prensa a individuos que, como el ciudadano torero que se encuentra allí (refiriéndose al C. Silveti), no tiene derecho a estar en esos palcos. Voces: ¡Sí, sí,! ¡No, no,! Voces en las galerías. Gran desorden. Campanilla.)

El C. Berumen: Moción de orden. (Varios ciudadanos diputados piden la palabra para mociones de orden.)

El C. Prosecretario Bolio: La Presidencia suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules. (Murmullos. Desorden. Campanilla.) Insiste la Presidencia en suplicar a los Ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules.

El C. Presidente: La Presidencia está obligada, ciudadanos representantes, a cumplir estrictamente con el Reglamento y como no quiere que se le tache en el asunto que se discute de parcialidad, hará cumplir desde luego la disposición que existe de que sólo los periodistas que tengan su tarjeta pueden ocupar los palcos respectivos. En consecuencia, los ciudadanos que no tengan la tarjeta respectiva firmada por el Presidente de la Cámara , deben desalojar los lugares que ocupan. (Murmullos. Desorden.)

El C. Espinosa Luis: Moción de orden. Que no continúe el orador hasta que no haya orden.

El C. Siurob, continuando: Ciudadanos diputados: En mi discurso, que me había visto obligado a suspenderlo en los momentos en que explicaba ante la honorable Asamblea, como médico que soy y precisamente en mi carácter de medico y, por lo que pueda tener de psiquiatra, la gama del sadismo comenzando por esta clase de espectáculos que precisamente por su clase y por su índole han merecido el nombre de espectáculos que tuercen la moral pública, de espectáculos que desde el punto de vista médico constituyen una fuente de degeneración y que se prestan a que individuos debilitados en su inteligencia, ya de por sí inclinados al crimen ya a la degeneración desde el punto de vista social, siguen por esa pendiente desde el momento en que encuentran el primer desliz; pero continuando mi examen desde el punto de vista educacional, la fuerza física, ¿puede decirse que sea desde ese punto educacional la corrida de toros? Yo pregunto: ¿qué esfuerzo hace el hombre, el individuo que la presencia? Concedo que el torero es un sportman, concedo que el torero necesita hacer determinada clase de ejercicios para cumplir debidamente con su profesión o con su arte, pero lo que de ninguna manera concedo es que desde el punto de vista de la fuerza física, desde el punto de vista de los deportes, las corridas de toros constituyan un elemento educacional. De todas estas conclusiones deduzco lo siguiente: si las corridas de toros no son educacionales desde le punto de vista de la voluntad, desde el punto de vista del deporte, desde el punto de vista de la moralidad, desde el punto de vista artístico, ni aun desde le punto de vista social, es claro que las corridas de toros no son un espectáculo en ninguna forma educacional ni moral. Una vez demostrado que las corridas de toros no son ni morales ni educacionales en ninguna forma, queda demostrado también que son espectáculos capaces de producir degeneración en las masas y desde este punto de vista constituyen un espectáculo inmoral, un espectáculo contrario a los fines que persiguen la educación en un pueblo democrático. (Siseos. Murmullos. Campanilla.) Suplico a la Presidencia se sirva imponer el orden.

El C. Secretario Soto: Se llama la atención de los señores diputados que no están ocupando sus curules.

El C. Siurob, continuando: Ahora, una vez sentado este hecho, conciudadanos, vamos a estudiar las corridas de toros desde el punto de vista político: desde el punto de vista político nosotros nos hemos acostumbrado a ver las corridas de toros unidas siempre con todo lo que significa fanatismo, con todo lo que significa tiranía, con todo lo que significa rebajamiento moral. Yo recuerdo que la primera corrida de toros que yo presencié siendo niño era precisamente la que se deba en honor de un santo, más bien dicho, de una virgen que se conmemoraba en un pueblo de mi Estado natal. Fijáos bien: ¿una corrida de toros en honor de una virgen? Ya lo creo, tiene que ir hermanada la corrida de toros con la iglesia.....(Murmullos. Voces: ¿A votar, a votar! Campanilla), tiene que ir hermanada la corrida de toros con la iglesia, puesto que si una es corrida de almas, como que allí se pincha, allí se tuerce la razón, se humilla la conciencia.... (aplausos), como que allí se mata el libre albedrío y se mata la libertad humana. (Aplausos.) Más aún, la torería, la chulería andante no es más que un fanatismo. Allí están los fanáticos. (Dirigiéndose a las galerías) Se olvidan de que les conviene callar, se olvidan de adoptar una actitud correcta y vienen aquí al templo de la ley a hacer gala de pisotearla, a hacer de oponerse a ella con tal de satisfacer un fanatismo, una fase digna del sadismo, así llamo yo al torero, ese sadismo que vino a substituir en los conquistadores españoles a la antigua inquisición; la continuación de la inquisición es el torero.... (Voces en las galerías: ¡Huy, huy!) No pudiendo torturar ya a los hombres, era necesario torturar a los animales.... (Siseos en las galerías. Campanilla.)

Allí tenéis al fanatismo, a la chulapería andante, que hace del torero un ídolo, que pone su retrato junto del santo protector de la casa, junto al retrato de los antepasados, estén bien o mal hechos, ya sea una magnífica litografía o, como decía Vargas Vila: un individuo con ojos de águila y dientes de ave carnicera. (Risas. Voces: ¡Muy bien!) la torería es un fanatismo y nosotros debemos combatir todos los fanatismos. Por eso es que la Revolución Constitucionalista, comprendiendo que era un fanatismo, el fanatismo del placer, de una diversión de la cual se sale ebrio, con una ebriedad subconsciente, que inclina a la brutalidad, al espasmo, al deleite fuera de lo natural, porque no es para que vengan a hablar aquí comparando el espectáculo taurino diciendo que equivaldría a tapar con un sendal una Venus de Milo; una Venus de Milo es un incitante natural, una Venus de Milo es algo que está dentro

de la ley de la naturaleza; pero gozar en la extinción a pasos de esa misma naturaleza, gozar sin justicia, sin razón, en que un ser humano se exponga a ser víctima de un bruto, gozar en el sufrimiento de esa misma fiera, eso está fuera del sentido común, de la razón y de la naturaleza humana, eso es antinatural. (Aplausos.) La torería no es una fiesta nacional, y si no, decidme: de las poblaciones de la República una tercera parte está compuesta por la raza indígena, más de una tercera parte, quizá una mitad, puesto que está demostrado que ocho millones, ocho millones de nuestros individuos....(Voces: ¡A votar, a votar! Campanilla.) Como decía, cuidadanos diputados, de los habitantes de la República la mitad está formada por la raza indígena. (Campanilla.)

El C. Prosecretario Bolio: Habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se consulta a la Asamblea si continúa el orador en el uso de la palabra. (Voces: ¡Sí, sí!) Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Continúa el C. Siurob en el uso de la palabra. (Aplausos.)

El C. Siurob continuando: Esa mitad que está que está formada por ocho millones de habitantes, no va a los toros, no es aficionada a la fiesta de toros, por que está formada por la raza indígena, y la raza indígena no es aficionada a la fiesta de toros; de la otra mitad que queda de la República, una cuarta parte no va a los toros, primero, porque está alejada de los lugares donde se verifica la fiesta taurina, y segundo, porque en la mayor parte de los casos no tienen dinero con que comprar su palco o el lugar que deben ocupar en esa fiesta y todavía de la parte que queda, de una quinta parte de la población de la República, de una quinta parte que sí paga los toros, que sí es aficionada a los toros y que si va a los toros, tenemos que quitar a todo el elemento intelectual, tenemos que quitar a todo el elemento culto, que tampoco va a los toros. ¿Qué queda entonces? Si no son aficionados a los toros, si no concurre a este espectáculo más que una quinta parte de los habitantes de la República, se dice que la fiesta de toros no forma parte de alma nacional, porque no pueden formar parte del alma nacional una diversión a la cual sólo concurre una quinta parte de los habitantes de la Nación. Allí tenéis, pues, destruido con un argumento absolutamente contundente, que yo desafío a cualquiera de los oradores del pro a que lo destruya, que la fiesta de toros no es una fiesta nacional. Ahora, desde el punto de vista político, es un argumento muy malo el querer venir a afirmar aquí que algún Estado de la República ha aceptado la fiesta de toros; ¿porque un Estado de la República lo ha aceptado, vamos a decir que es bueno, vamos a decir que es educacional, vamos a decir que es necesario, vamos a decir que es el medio que conviene al pueblo mexicano? Indudablemente que no. Más aún, si la excepción confirma la regla, y si un grupo de diputados a una Legislatura se equivoca, no por eso vamos a hacer de ello una regla general, ¡se han equivocado tanto las Legislaturas de los Estados! se han equivocado tanto, que ha habido Legislatura de los Estados que ha establecido, como estableció la de Guanajuato, por ejemplo, que se pierde la calidad de ciudadano de aquel Estado, con sólo desempeñar un cargo federal. La Legislatura de mi Estado natal ha establecido que para ser Gobernador del Estado se necesita tener cuarenta años; pero para qué cansarme y para qué cansar a Vuestras Señorías relatando todas las injusticias, todas las tonterías, todas las faltas de sindéresis que han cometido algunas Legislaturas de los Estados, y ¿porque una Legislatura de un Estado ha cometido un falta, como ésta, a los ideales de la Revolución, vamos nosotros también a cometerla? Más aún, de toda la República, probablemente el Estado de México es, en estos momentos, él único Estado que de una manera oficial ha consentido las corridas de toros; ¿qué es lo que se necesita? Lo que se necesita es poner un dique y no sólo rechazar este voto particular, sino presentar una ley, en virtud de la cual se supriman en toda la República las corridas de toros. (Aplausos.) La Revolución Constitucionalista trajo en sus banderas fines altamente moralizadores, tendientes a suprimir el alcohol, tendientes a suprimir el juego, tendientes a suprimir las peleas de gallos y también las corridas de toros. Yo lamento muy sinceramente, señores diputados, que cuando se trata de un asunto en que vamos a demostrar si somos conscientes o no, los ciudadanos miembros de la Asamblea dediquen tan poco su atención. (Campanilla.) Decía yo que la Revolución Constitucionalista ha suprimido, y con mucha razón y justicia, todas estas fuentes de vicio, y si no ha suprimido esto, no es culpa....(Campanilla.)

El C. Prosecretario Bolio: La Presidencia suplica a los ciudadanos diputados que están en pie se sirvan ocupar sus curules.

El C. Siurob, continuando: Y si la Revolución Constitucionalista no ha suprimido esto, no quiere decir que nosotros debemos consentirlo; si como decía el C. Soto Peimbert, y que yo soy el primero en confesar, si se está jugando en todas partes, yo paso todos los días por Tacuba y allí veo las partidas en grande y pequeña escala, desde el baccarat, desde el juego de pókar en que se disputan grandes sumas de dinero, hasta esos juegos en que al pueblo se le despluma y se le quita hasta la última tortilla, que se llaman los albures, el carcamán y las loterías. Yo veo diariamente, o no diariamente, sino cada jueves y domingo, que en la plaza de gallos que está por San Rafael, se verifica la fiesta de gallos, no obstante que está prohibida por la Revolución Constitucionalista; pero el hecho de que estamos en el momento de las transacciones vergonzosas, en el momento en que están claudicando la conciencia de los que mandan, de los que tienen obligación de ser los celosos guardianes y vigilantes de la ley, eso no quiere decir que nosotros debamos ceder, que nosotros, los revolucionarios de buena fe que fuimos a exponer nuestra vida, no para cambiar de ricos, ni para cambiar de hombres abusivos, no para cambiar de propietarios de tierras, no para que a los científicos antiguos sucedieran los neo-científicos de hoy, que no tienen más que el nombre, sino que nosotros fuimos a empuñar las armas para que todos esos procedimientos moralizadores del pueblo se llevaran a puro y debido afecto. (Aplausos.)

Yo hubiera faltado a mis convicciones de revolucionario si no hubiera venido a hacer a vosotros esta enérgica advertencia, esta poderosa llamada a vuestros sentimientos de revolucionarios, si no hubieran venido a decir a vosotros que si queréis convertir la Revolución en un mito, equivale a qué queráis tapar el sol con una mano, porque sencillamente traeréis la paz para hoy y la guerra y el exterminio para mañana. (Aplausos.) Que si creéis que ahora porque todos empiezan a agachar la cabeza al orden constitucional, y en esto hacen bien, que si creéis que porque todos esperamos en este momento de nuestro Gobierno de las promesas sagradas hechas en nombre de la roja Revolución, pero que significan, que son sagradas, no porque hayan sido hechas en nombre de un movimiento, sino por lo que tienen de justo, por lo que tienen de sabio, por lo que tienen de honrado, por lo que tienen de protector para las clases humildes; si vosotros creéis que ya llegó la época de las claudicaciones, yo vengo a decir en nombre de ese mismo pueblo que no es el taurino fanático sino la minoría que calla, la minoría que escucha y que oye las razones; en nombre de ese mismo pueblo, yo os vengo a decir que hacéis mal y que no es el momento de transar, sino que es, al contrario, de levantar los principios y de venir a sostenerlos por medio del voto; (Aplausos) y para terminar, porque desgraciadamente veo que no queréis prestar atención a mis palabras; y para terminar, porque sé que mis palabras no harán mella en esa muralla de hierro en que os habéis acorazado para desoír las voces de los verdaderos ciudadanos que os gritan que deis verdadera libertad, dentro de las leyes humanas y dentro de la civilización;...(Aplausos) para terminar, en nombre de ese mismo pueblo que vino aquí en este mismo número ni en esta misma masa cuando se trató de la rebaja del sesenta por ciento federal, porque no sabe comprender sus verdaderos intereses y su verdadera conveniencia, en nombre de ese mismo pueblo yo os excito a que cumpláis con vuestro deber dando vuestro voto negativo al voto particular. (Aplausos.) Al pueblo sólo me permito recordarle....(Aplausos. Campanilla.) sólo me permito recordarle, para terminar,....(Aplausos. Campanilla.) sólo me permito recordar algo de lo que pasó en la tragedia del mártir de Judea. (Aplausos. Campanilla.) Porque yo supongo que todos son cristianos o se dicen cristianos; pues bien... (Aplausos. Campanilla.) Que recuerden todos que cuando Jesucristo.(Aplausos. Campanilla.)

- EL C. Rodríguez Herminio: Para una moción de orden. Se está haciendo burla al orador que está en la tribuna. Pido que se cumpla el Reglamento.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que se ha llamado la atención de los ciudadanos asistentes a las galerías con la campanilla y espera que se haga el orden, de lo contrario se mandará desalojarlas.

El C. Morales César: Su Señoría dijo la penúltima vez que era la última que permitía eso a las galerías.

El C. Siurob, continuando: Para terminar vuelvo a recordar a ese mismo público que cuando Jesucristo caminaba bajo el peso de la cruz, cubierto de heridas y chorreando sangre, al increpar a las mujeres del pueblo que se burlaban de aquel sacrificio, ellas respondieron: que vuestra sangre caiga sobre nosotras y sobre nuestros hijos. Eso mismo es lo que vuelvo a decir al pueblo, cuando animado de un fanatismo viene a querer interrumpir la labor serena y honesta de la honorable Asamblea: la sangre de los revolucionarios está de por medio, que no se diga que la Revolución quiso levantar al levantar al pueblo mexicano, sacarlo del estado rebajamiento moral y que el pueblo mexicano contestó como aquellas mujeres: que la sangre de aquellos conciudadanos caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! (Aplausos y siseos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Verástegui.

El C. Saldaña: Para una moción de orden. Está ya cansada la Asamblea de una discusión tan larga; yo suplico a la Presidencia que, por conducto de la Secretaría, pregunte si está suficientemente discutido o no. Hay que tomar en consideración que han pasado las cuatro horas reglamentarias.

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que conforme al Reglamento pueden hablar seis ciudadanos en pro y seis en contra, y como no han terminado aún de tomar participación en esta discusión los diputados que están inscriptos y como también la hora reglamentaria no ha terminado por que faltan veinte minutos,...(Voces: ¡Cinco minutos!) esperaremos a que llegue la hora reglamentaria para preguntar a la Asamblea si se prorroga la sesión.

Presidencia del C. BLANCARTE RAMÓN

El C. Presidente: tiene la palabra el C. Verástegui.

El C. Verástegui Franco: Señores diputados: Voy a empezar mi modesta peroración con una frase taurina: me ha tocado el hueso de la corrida. Es decir, lo más difícil de la discusión. Después de los notables oradores que han agotado la discusión sobre esta materia, casi poco a nada nuevo me queda que decir y por eso me limitaré solamente a repetir lo que ellos han dicho.

Aquí se ha dicho, señores, por el doctor Gildardo Gómez y por otras personas, que las corridas de toros son un espectáculo antiestético y yo vengo a probar que no. La corrida de toros no es, como se dice aquí, una herencia de los gachupines, es una herencia de los romanos, es la perduración de los combates aquellos que prepararon el corazón de los romanos para ser los primeros soldados del mundo....(Siseos. Aplausos. Voces: ¡Huy, huy!) Por lo regular, señores, los toreros son hombres que no saben leer ni escribir; se dice aquí que los toros no son educativos, yo voy a probar lo contrario: los toreros no saben leer ni escribir, pero cuando uno de aquellos toreros sale a la plaza y se acerca a donde está el Presidente de la función, se me figura un ser de lo más vulgar, pero cuando aquel torero, le dice: "Por Usía y por su marecita" y dos o tres disparates,....(Aplausos. Murmullos. Risas.)....señores, se los digo a ustedes con

franqueza aquellos aplausos los entiendo en latín, yo oigo que dice: "Ave, Cesar, morituri te salutant," "Ave, César, los que van, a morir te saludan," Yo admiro a los hombres de corazón y cuando veo a un torero que se va al toro y se planta con los dos pies clavados en el suelo y juega con el toro como si fuera un perrillo, y cuando la muerte pasa a cinco centímetros de su corazón y cuando las agudas astas del toro les raspan los alambres de la chaquetilla, entonces, señores, aquel hombre se olvida de que la muerte está, como he dicho antes, a cinco centímetros de su corazón y sólo se ocupa de que su postura sea la de una estatura griega; por eso hombres tan feos como Gaona y como Silveti se llevan tras de sí muchos corazones femeninos; (Aplausos. Risas) hombres de esta naturaleza llegan a arrancar sinceros elogios, como los que hemos oído aquí de un hombre tan talentoso y honorable como el señor general Marciano González.

Se dice, señores, que no es educativo este espectáculo; sí es educativo; (Voces: ¡Uh, uh,!) indudablemente que allí no se enseña leer ni a escribir, ni la doctrina cristiana, (Risas) pero se enseña una cosa superior que necesitan todos los pueblos: es una escuela pública de valor, allí se enseña el desprecio a la muerte. (Aplausos y murmullos.) Sí, señores, allí se enseña el desprecio a la muerte. En los antiguos circos romanos iban las matronas, concurrían a ellos y veían los combates de los hombres y las fieras, templaban su corazón y mandaban a sus hijos a sostener la guerra y se sostenían guerras de cien años, como las guerras púnicas en que al fin y al cabo llegaron a triunfar los romanos y entonces, señores, era una condición que el soldado volviera o con el escudo o sobre el escudo y las matronas romanas aprendían en el circo romano a ver el sacrificio de los hombres y las fieras y a decir a sus hijos: "ve a la guerra y vuelve a tu patria o con el escudo o sobre el escudo;" es decir, muerto o vencedor. Entonces, ¿por qué queremos prohibirles nosotros a las madres mexicanas que les digan a sus hijos: "anda a esa escuela de valor para que cuando el invasor venga a hollar tu suelo, así debes ofrendar tu vida para defender el honor de tu Patria." (Aplausos y voces: ¡Un cuento!) Ya vendrá el cuento, señores. Aquí se ha hablado, creo que por el compañero Márquez Galindo, de que es una vergüenza que México crea que es feliz con pulque y toros. Seguramente, señores, esta es una de las tradiciones que hay, porque desde Augusto, no sé cual de aquellos bárbaros romanos, en que los romanos pedían panem et circenses, es decir, con pan y con funciones de circo. Jovellanos tradujo esto diciendo que España tenía con pan y toros, y ahora se dice aquí que México necesita pulque y toros y esto se considera vergonzoso. Yo creo, señores, que el pulque y los toros no son una necesidad nacional. (Voces: ¡Aaah! Siseos fuertes.) No crean ustedes que por una dislocación de mis ideas ni por un espíritu de imitación voy a permitirme decir a ustedes solamente algunas palabras durante cuatro minutos, respecto del pulque, pero me autoriza la práctica de un orador tan eminente como el señor general Siurob, que nos eleva en su ardiente fantasía en su imaginación abundantísima a las esferas de la democracia y luego se viene el "vol plané," llegando a tierra se escapa en locomoción pedestre siempre con el rumbo de Querétaro y Guanajuato. (Aplausos y Risas.) Pero como se ha dicho por el compañero Márquez Galindo, la cuestión del pulque y los toros, permítanme ustedes que les diga tres palabras sobre el pulque: Nosotros somos aquí una especie; la Asamblea - no nosotros, porque nosotros no somos madres, sino padres de la Patria - la Asamblea es una madre cariñosa del pueblo mexicano, al cual considera como al más querido de los bebés, y para ilustrar este bebé y para quitarle todo pretexto para que se prostituyan, le hemos encajado la obligación de pagar cuatro millones de pesos anuales más y lo voy a probar a ustedes. El compañero Basáñez dijo que había, que se introducían a la ciudad 1,500 barricas de pulque; yo quiero solamente que sean mil barricas de pulque; esas mil barricas de pulque son doscientos cincuenta mil litros y como se le ha aumentado el veinticinco por ciento más, sobre cuatro centavos que es el precio del litro, se ha aumentado un centavo en el costo de primera mano, que equivale a dos centavos en el costo del menudeo: dos centavos sobre doscientos cincuenta mil litros, son cinco mil pesos diarios que vamos a hacer que pague el pueblo mexicano, y esos cinco mil pesos diarios, son $1.825,000.00 anuales, y si ponemos un consumo igual en todos los cinco Estados que consumen pulque, tendremos que le hemos impuesto al pueblo mexicano para protegerlo y para cultivar su inteligencia, cuatro millones de pesos más que va a pagar. Esa es nuestra manera de probarle el cariño al pueblo mexicano. Se dice también que el pulque hace borrachos a todos los del pueblo mexicano. Yo no creo que esto sea cierto. Yo he visto, señores, - y tengo el deseo de darles una lección de fisiología -, he visto en unos cuadros publicados aquí por el eminente médico Licéaga, que el pulque es uno de los alcoholes vínicos más sanos, que es el complemento necesario para la alimentación del pueblo mexicano, que es casi de tortilla con los que él se alimenta, que es un alimento complementario y que justas las dos cosas vienen a formar un alimento completo, que es una necesidad. Por otra parte, se dice que porque hay pulque en México todo México es borracho; yo no creo eso. Si ustedes toman la estadísticas se encontrarán que hay trescientas mil personas en México que beben pulque, aquí, y de esas trescientas mil personas tres mil serán borrachas, es decir, el uno por ciento y el uno por ciento de borrachos existe en el Estado de San Luis Potosí, Zacatecas, Nuevo León, (Voces: ¡No, no,!) donde toman vino mezcal y existe en las costas donde toman vino de aguardiente y en Francia, en los Estados Unidos. En Francia, los dos más eminentes poetas de Francia que fueron Guy de Maupassant y Alfredo Muset, murieron de borrachera y el único poeta que han tenido los Estados Unidos, que es Edgard Poe, el único que han tenido en cien años, porque esos señores se ocupan de hacer dinero y no de hacer versos, ese único poeta que está probado que escribió su famoso poema "Thi Raven" ("El Cuervo.") murió a los treinta y ocho años de edad de delirium tremens. (Voces: ¿A votar, a votar!)

Voy a concluir, señores, ya que están ustedes impacientes; no crean ustedes que estoy yo en un lecho

de flores (Risas.) Permítanme para poder decirles a ustedes un cuento, permítanme hacer una ligera apreciación sobre las corridas de toros. (Voces: ¡El cuento!) En las corridas de toros pueden morir el hombre, los toros o los caballos. Se ha dicho aquí, y es la verdad, que el hombre muere en las corridas de toros en menor proporción que en cualquiera de los demás sports. De los toros, señores, aquí lloran por cinco toros y no lloran por los 395 que ese mismo día se matan en la matanza para comérnoslos. (Risa y aplausos.) Y los caballos, señores los caballos son todos caballos viejos, de desecho, y esos caballos viejos de desecho, que ya no tiran de ningún coche, los venden para los toros y si los propietarios de ellos no los pudieran vender, los mandarían al llano de "La Vaquita" para que mueran de una muerte horrorosa para que mueran de hambre o de sed, y en lugar de eso, van a morir a la plaza donde reciben muerte piadosa del cachetero, que luego que caen heridos les hunde un cuchillo y les corta las orejas. (Murmullos.) Es cosa probada que en cada corrida de toros mueren tres caballos a lo sumo; de manera que en dos corridas que iba a dar Silveti iban a morir seis caballos y unos toros que forzosamente tenían que morir, y en cambio, no se han pedido los cincuenta mil pesos a tiempo, y esos cincuenta mil pesos hubieran producido lo siguiente: si a un enfermo de influenza se le dan unos seis gramos de quinina en seis días y unos cuatro gramos después para evitar una recaída, con seguridad que aquel hombre se salva. En fin, puede estimarse que un hombre puede salvarse con dos pesos cincuenta centavos de medicina; con cincuenta mil pesos habrían podido salvarse veinte mil hombres. Otra cosa está probada: que el noventa por ciento de los carboneros se ha muerto, y por ese respecto el pueblo está pagando veinte centavos por el kilo de carbón, en lugar de cinco centavos. Para no serles a ustedes molesto, si me pongo a hacerles la cuenta, va a perder entonces el pueblo mexicano en dos meses que va a durar la crisis del carbón, seiscientos mil pesos, simplemente porque no hemos aceptado la proposición de Silveti. Pues bien, señores, resulta... (Voces: ¡A ver el cuento! ¡El cuento!)

Allá va el cuento. Resulta que porque no se mueran seis caballos, se han muerto veinte mil hombres, y el pueblo de la capital va a pagar seiscientos mil pesos más por el motivo del carbón; y para concluir, ya que ustedes quieren un cuento, les voy a decir alguna anécdota relativa a esto. (Aplausos.)

Erase un solterón empedernido que heredó una magnifica fortuna de sus padres, pero era de aquellos que cantan con Plaza: "Feliz yo que, tendido boca arriba, sin hijos, ni mujer, ni nada de eso..." y era refractario a los goces de familia y a toda clase de obligaciones. No creía ni en la amistad del amigo, ni en la fidelidad de la mujer; era el hombre más desconfiado de la vida y quiso ser el más escéptico; pero éste necesitaba tener algún afecto y lo dedicó a los animales, y entonces se veía a aquel hombre por las calles buscando a un perro roñoso que curar, o algún caballo manco para llevarlo a los potreros que tenían en sus haciendas para que muriera allí de viejo. Este individuo estaba un día sentado en uno de los paseos - supongamos en la Alameda -, y llegó un individuo, llegó un pobre con el vientre muy abultado, cubierto de andrajos, sin zapatos y con un sombrero desastroso y le dijo: "Señor, déme una limosna, hace tres días que no como." Y entonces él le contestó: "Porque será usted un flojo, vaya usted a trabajar y verá cómo come." "Señor, no puedo trabajar - le dijo el pobre -, por este vientre enorme que tengo." Y el otro entonces le dice: "Es una hidropesía sintomática, es una enfermedad producida por la embriaguez, y con su pan se lo coma." Y el pobre le dijo: "Señor, hace días que no como, y cuando se pasa hambre y se tiene una solitaria de cuarenta metros, como la tengo yo, no se puede vivir." Entonces se levantó aquel hombre y le dijo: "No sea usted injusto, tome usted dos pesos y vaya usted a comprar tres litros de leche para que se le dé de comer a ese pobre animal." (Risas y aplausos.) No se conmovió por los sufrimientos de aquel hombre, si no que se conmovió por los sufrimientos de la solitaria que aquel tenía adentro. (Aplausos.) Así somos nosotros; nosotros estamos condoliéndonos por seis caballos y no nos importa los veinte mil individuos que han muerto sin auxilios médicos y sin medicinas, ni nos importa que el pueblo mexicano pague seiscientos mil pesos. Por eso les suplico que acepten el dictamen del compañero O'Fárrill, y si no lo aceptan, así como del "Bloque Nacionalista," al que tengo el honor de pertenecer, ha salido un bloque de constituyentes, un bloque de abogados, un bloque de médicos y todos los bloques, es necesario que hagamos un "bloque de protección a los animales." (Aplausos y risas.)

El C. Ocampo: Pido la palabra. Pasó ya la hora reglamentaria y creo que ya está suficientemente discutido este punto. (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. León Oscar H.: Desde ayer está tratándose el mismo punto en la Cámara, y habiendo hablado más de cuarenta diputados en pro y en contra, creo que es tiempo oportuno de preguntar a la Asamblea si está suficientemente discutido este asunto. (Voces: ¡No se oye!)

El C. Secretario Soto: Habiendo pasado ya la hora reglamentaria, en votación económica se consulta si se prorroga la sesión. (Voces: ¡Sí, sí, para votar!) Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se prorroga la sesión.

El C. Díaz González: ¡Moción de orden, señor Presidente!

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta que se ha hecho una moción de orden en el sentido de que se pregunte a la Asamblea si está suficientemente discutido. (Voces: ¡No, no, no! ¡Sí, sí) La Presidencia cree que este es un asunto distinto del que se trató ayer, y por lo que se refiere al trámite reglamentario, lo sujetará a la resolución de la Asamblea. (Voces: ¡No, no, no, !Desorden.)

El C. Quiroga: Señor Presidente, moción de orden. (Campanilla.)

El C. Presidente: tiene la palabra el C. Quiroga para una moción de orden.

El C. Quiroga: El Reglamento autoriza expresamente, señor Presidente, un artículo Presidente, un artículo del Reglamento autoriza que hablen seis oradores en pro y

seis en contra cuando se trate de una ley, De manera que no es potestativo de la Asamblea, cada vez que lo acuerde, quitar el derecho de hablar a seis personas en pro y a seis en contra, porque se trataría nada menos de derogar el Reglamento que rige los debates de la Cámara. (Murmullos Desorden.) Sería una violación expresa al Reglamento. De manera que no es ese el trámite que debe dar a la Presidencia.....

El C. Gómez Noriega: ¡Moción de orden, señor Presidente! (Campanilla.) ¡Moción de orden! El Reglamento dice que hasta seis oradores pueden hablar cuando se trate de leyes, hasta. De manera que no es potestativo de la Cámara, pueden ser hasta seis. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos. Campanilla.)

El C. Quiroga: ¡Moción de orden!

- El C. Espinosa ¡Moción de orden!

El C. Presidente: (Campanilla.) Precisamente, eso que manifiesta el señor diputado Quiroga, eso que ha dicho, es lo mismo que la Presidencia manifestó: que creyendo que es un asunto distinto, no puede resolverse como si se tratara del asunto de ayer, porque este se refiere a la derogación de una ley; sólo la Asamblea.....

El C. Espinosa, interrumpiendo: ¡Para una moción de orden!

El C. Presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.

El C. Espinosa Luis: De la manera más respetuosa me permito manifestar a la Presidencia que el Reglamento expresa que deben hablar seis oradores en pro y seis en contra. (Voces: ¡Hasta!) Hasta seis, no dice: "pueden ser," sino "hasta seis."

El C. Gómez Noriega: ¡Que se lea el artículo!

El C. Espinosa, continuando: Como ya hablaron seis individuos en contra y sólo cinco en pro, o al contrario, seis en pro y cinco en contra, cabe, por lo tanto, que hablen seis, es decir, que hable todavía el ciudadano que falta en contra, y que entonces se pregunte a la Asamblea si está suficientemente discutido el asunto. (Voces: ¡No, no,! ¡Que se lea el artículo!)

El C. Quiroga: ¡Moción de orden, señor Presidente. (Voces: ¡Artículo ciento once!) Señor Presidente: Aquí ni cabe más trámite legal..... (campanilla), que dar la palabra a quien le corresponde. (Campanilla.) La Mesa no tiene más derecho que decir que tiene la palabra el C. Castillo Torre. (Aplausos. Campanilla.)

El C. Presidente: La Presidencia ha manifestado cuál es su opinión. Como se ha reclamado aquí que el asunto de que se trata era distinto, ha manifestado la Presidencia que, en su concepto, era un asunto distinto. (Desorden. Campanilla Voces: ¡No, no,! ¡Que hable Castillo Torre!) Tiene la palabra el C. Castillo Torre. (Aplausos. Siseos.)

El C. Castillo Torre: Señores diputados: Las galerías presentan en este momento el espectáculo de la muchedumbre heterogénea, abigarrada, sobre el maderámen de un trasatlántico en horas de zafarrancho. Están confundidos los de primera, los de segunda y los de tercera.... (risas), y yo vengo a hablar a los espíritus selectos que saben comprender los consejos del progreso y no se apartan de la línea que marca a las conciencias la introducción y la educación. (Aplausos.) Vengo a hablar a quienes se mantienen fuertes y ecuánimes en el cumplimiento del deber, porque saben lo que es el deber. (Aplausos.) No vengo a exponer conceptos para quienes lo mismo entorpecen una ley que a un orador, que a un transeúnte en la vía pública. (Aplauso. Campanilla.) Se ha esgrimido, señores, como argumento capital en defensa de esa fiesta ridícula, que es un verdadero borrón.... (aplausos) en el marco de la civilización contemporánea.

El C. Mena, interrumpiendo: Pido la palabra para una moción de orden. Artículo 193 del Reglamento. Señor Presidente, ¿hasta cuándo se van a burlar de la Asamblea y de la Mesa las galerías?

El C. Siurob: pido la palabra, señor Presidente, para una Moción de orden.

El C. Presidente: Se ha estado fijando la Presidencia en un grupo que ha estado haciendo manifestaciones de desorden; se va a mandar desalojar ese grupo, para que se vea en un acto de justicia. (Señalando a las galerías de la izquierda.) Los que están en el primer palco tendrán la bondad de separarse, la mitad del palco para el barandal. No se podrá continuar la sesión hasta que no se desalojen....

El C. Céspedes, interrumpiendo: ¡Moción de orden!

El C. Presidente, continuando: (Campanilla.) Se les excita para que no esperen a que sea necesario tomar otra medida para desalojarlos.

El C. Céspedes: ¡Señor Presidente, una moción de orden! (Campanilla.) Las ordenes se dan para que se cumplan, señor Presidente!

El C. Presidente: (Campanilla.) No tiene usted derecho de decir que no se han cumplido, cuando se dijo que continuará la sesión hasta que se cumplan. (Aplausos ruidosos.)

El C. Céspedes: ¡Yo no veo a ningún ciudadano que se pare...!

El C. Presidente: (Campanilla.) Se llama al orden al C. diputado Céspedes, porque no tienen derecho para tachar a la Presidencia de falta de carácter o de rectitud, porque se dijo que no se continuará la sesión hasta que no se desalojase en palco que se ha señalado. Si no se obedece, a pesar del deseo que no se tiene de molestar a todas las galerías, la Presidencia se verá en la obligación de desalojarlas todas y continuar la sesión.

- El C. Céspedes ¡Desalojaremos nosotros, señor Presidente! (Desorden.)

El C. Presidente: (Campanilla.) Se llama al orden a los ciudadanos diputados. (Voces: ¡Vámonos, vámonos! Continua el desorden.)

El C. Céspedes dirigiéndose al ciudadano Presidente: ¡Ha sido usted muy obedecido en la forma! ¡Se han cambiado de palco!

El C. Presidente: Se llama al orden al C. Céspedes en el sentido de que la Presidencia no puede sino hacer que se cumplan lo que se ordenó; que se desaloje ese palco. Si siguen haciendo desorden en otro lugar se les mandará sacar con la policía. (Aplausos, Murmullos.) Continúa en el uso de la palabra el C. diputado Castillo Torre.

El C. Céspedes ¡Moción de orden! (Voces: ¡No, no, no! Sigue el orden!)

El C. Castillo Torre: Señores diputados: Para reanudar el hilo de mi discurso es preciso exponer

y lo hago constar aquí con la parcialidad manifiesta de la Presidencia.... (voces: ¡Bien! ¡No, no, no, desorden), es imposible que yo pueda continuar. No una, sino repetidas veces las galerías han faltado el respeto a la Asamblea (Voces fuertes: ¡No, no, no,! Se inicia un gran desorden en las galerías y en la Asamblea.) Y es imposible.... Voces: ¡No no, no,! Continúa el desorden . El orador desciende de la tribuna.)

El C. Presidente: La Presidencia manifiesta que inmediatamente que vuelva a haber un desorden, se mandará desalojar a las galerías, pero ahora quien esta haciendo el desorden es parte de la Asamblea. Si se llama la atención a los ciudadanos diputados para que guarden orden, a fin de que se termine este asunto, para entrar a otros de importancia. (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. Castillo Torre, continuando: Ya que es preciso, señores, venir.... (Voces: ¡A votar, a votar!), a defender una causa noble, cuando se tiene en contra a las galerías, cuando se tiene en contra a los Nabucodonosores de la Cámara y cuando se tiene en contra a la Presidencia, no es posible.... (Voces: ¡No, no,! Desorden. Campanilla.) Aquí se ha dicho que las corridas de toros son cátedras de valor. Jamás se ha bordado un sofisma más grande, más bajo y más ridículo en una Asamblea. (Voces: ¡Bien! Siseos.) Decidme dónde están las lecciones de valor que al mundo dan los toros. Las corridas de toros burlan, pero no dominan el valor y no es burlando el valor como se hacen grandes y fuertes las naciones, sino es caminando hacia él directamente, desafiándolo frente a frente, con energía y con serenidad. Las corridas de toros no son más que la imagen de la traición al valor y es verdaderamente lamentable (siseos), es verdaderamente inconveniente, es antipatriótico que el verdadero pueblo mexicano, no a esas chusmas que llenan las galerías....(Siseos. Los asistentes a las galerías se ponen de pie y protestan ruidosamente. Desorden. Murmullos. Campanilla. Varios ciudadanos diputados piden moción de orden. Se prolonga el desorden por varios minutos.)

El C. Díaz González: Moción de orden, señor Presidente. (Campanilla.)

El C. Espinosa: Pido la palabra, señor Presidente, para una moción de orden. (Campanilla.)

El C. Prosecretario Bolio: Honorable Asamblea: La Presidencia hace constar que en vista del desorden que se ha suscitado por las palabras del compañero Castillo Torre, se suspende la sesión y se continuará mañana. (Voces: ¡No no! Siseos. Silbidos. Gritos en las galerías.)

El C. Díaz González: Pido la palabra en contra del trámite.

El C. Meza: En contra del trámite, señor Presidente . (Continúa el desorden.)

El C. Quiroga: Para una moción de orden, señor Presidente.

El C. Prosecretario Bolio: Señores diputados: La Presidencia ordena a la Secretaría rectifique en el sentido de que se suspende la sesión y se reanudará tan pronto como se restablezca el orden. (El ciudadano Presidente abandona su sital. Se prolonga el desorden.)

El C. Siurob: Pido la palabra para un moción de orden. (Continua el desorden)

El C. Espinosa Luis: Pido la palabra para una verdadera moción de orden (Desorden.)

El C. Secretario Soto: Hasta que se restablezca el orden.

El C. Siurob: El Presidente de la Cámara abandona cobardemente su asiento. Debe mandar desalojar las galerías. (Fuerte desorden en las galerías Gritos. Silbidos. Voces en las curules: ¡No, no! ¡Si, si!)

El C. Rodríguez Alfredo: Eso no lo pidió Su señoría el diputado Siurob cuando lo aplaudían las galerías. (Aplausos estruendosos en las galerías.) Su Señoría debe recordar que pidió al general Montes que no las desalojará. Sea usted ecuánime ¿Aplausos estruendosos en las galerías. Continúa el desorden.) Usted no lo ha pedido cuando lo han aplaudido las galerías (Continúan los aplausos y el desorden.)

El C. Secretario Soto: Sólo se ha suspendido la sesión entre tanto se restablece el orden, señores (Aplausos ruidosos en galerías. Voces: ¡Bien hecho! El ciudadano Presidente vuelve a ocupar su sital. Campanilla.)

El C. Siurob: Usted debe mandar desalojar las galerías.) (Desorden.)

El C. Presidente: La Presidencia no ha abandonado su puesto; la Presidencia cumple con su deber....

El C. Siurob, interrumpiendo: Yo le pido que mande desalojar las galerías. (Voces: ¡No, no, no! Continúa el desorden.) ¡Moción de orden! (Desorden. Campanilla.)

El C. Presidente: La Presidencia no ha abandonado su puesto....

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡Si lo ha abandonado!

El C. Presidente, continuando: La Presidencia cumple con su deber....

El C. Siurob: ¡No cumple!

El C. Presidente, continuando: la Presidencia ha mandado que mientras no se pongan en orden no se puede hacer absolutamente nada.

El C. Siurob: ¡Pido a la Presidencia que se manden desalojar las galerías. (Voces: ¡No, no! ¡Sí, sí) Está acostumbrado Su Señoría a que se burlen de lo que usted ordena. Yo no debo permitir que se burlen de la Representación Nacional. (Voces: ¡Bien! Aplausos. Siseos fuertes en las galerías.)

El C. Presidente: En vista de que los ciudadanos representantes no dan lugar a la Presidencia, que como quiera que sea, es a quien han puesto para que se dirijan estos debates...

El C. Siurob, interrumpiendo: Porque no sabe dirigir los debates... (Voces: ¡Cállate! ¡No, no,) .. porque es parcial.

El C. Presidente, continuando: Todo esto da margen a que la Mesa no pueda mantener el orden.

El C. Berumen: Como al diputado Siurob no se le aplaudió ahora, pide se desalojen las galerías. (Aplausos.)

El C. Siurob: La Presidencia no ha sabido hacer respetar a la Representación Nacional.

El C. Valadez Ramírez: (Dirigiéndose al C. Siurob:) El es el primero en faltar al Reglamento.

El C. Siurob: El primero en faltar al Reglamento es el Presidente de la Cámara.

El C. Berumen: El primero es Siurob. (Continúa el desorden.)

El C. Secretario Soto: Se excita por última vez a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules para poder continuar la sesión.

El C. Siurob: invito por la última vez al Presidente para que cumpla con su deber. Pido la palabra una moción del orden. (Sigue el desorden.)

El C. Secretario Pesqueira: La Presidencia manifiesta que no continuará la sesión mientras los señores diputados no se sirvan ocupar sus curules.

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡No hay desorden!)

El C. Berumen: La tengo pedida antes.

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡No hay desorden! ¡Hasta que no diga la Presidencia cuándo continúa!)

El C. Presidente : Se excita a los representantes para que guarden cordura en esta sesión, por que de otro modo tengan presente que este asunto volverá a ocupar la atención de la Asamblea, cuando tiene otros de verdadera importancia que tratan . La Presidencia que no puede más que protestar a ustedes que no tiene ningún interés en un sentido o en otro...

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡Si lo tiene! (Siseos.)

El C. Presidente, continuando: Es imposible que pueda realmente exigirse a la Presidencia que no vote en un sentido o en otro, pero esto no significa parcialidad. Así es que se excita al patriotismo, a la dignidad de los representantes para que continuemos este asunto; les ofrece a ustedes la Presidencia que a la primera manifestación que hagan las galerías se desalojarán, pero que no se inicie por los mismos representantes este desorden.

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡No, hay desorden!)

El C. Presidente: Continúa el C. Castillo Torre en el uso de la palabra.

El C. Siurob: Señor Presidente, pido la palabra para una moción del orden. (Voces: ¡No hay desorden!) Pido la palabra para una moción de orden, señor Presidente. (Campanilla.)

El C. Presidente: No hay desorden.

El C. Siurob: Sí lo hay. Pido la palabra para una moción de orden. Pido la palabra para una moción de orden. (Voces: ¡No, hay desorden!) Pido la palabra para una moción de orden! (Voces: ¡No hay desorden!) Pido que me concedan la palabra. (Campanilla.) Pido la palabra para una moción de orden. (Campanilla.)

El C. Presidente: Se llama al orden al diputado Siurob para que no empiece a provocar el desorden.

El C. Siurob: Usted está haciendo el desorden. Pido la palabra para una moción de orden! Pido la palabra para una moción de orden! Pido la palabra para una moción de orden! (Voces: ¡No, no, no,!) Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: Por última vez se llama al orden al diputado Siurob para que no introduzca el desorden.

El C. Siurob: No tiene razón Su Señoría. Yo pido la palabra para una moción de orden, y si Su Señoría no sabe todavía las razones que voy a aducir, no tiene razón para decir que no tengo razón al pedir el uso de la palabra. Pido la palabra para una moción de orden. El orden que se ha interrumpido aquí consiste en que Su Señoría... (Campanilla.)

El C. Presidente: No se le ha concedido la palabra el C. Siurob.

El C. Siurob: He pedido la palabra para una moción de orden y tengo derecho a que me la concedan. Pido la palabra para una moción de orden; tengo derecho a que se me conceda la palabra para una moción de orden. Pido la palabra para una moción de orden; tengo derecho a que se me conceda la palabra para una moción de orden. Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Espinosa: ¡Moción de orden!

El C. González Marciano: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Quiroga: tengo derecho a que se me conceda la palabra para moción de orden.

El C. González Marciano: Moción de orden.

El C. Presidente: (Campanilla.) Hay muchos que piden mociones de orden.

El C. González Marciano: A quien la haya pedido primero debe usted concedérsela.

El C. Siurob: ¡Moción de orden! Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: El primero que me pidió la palabra fue el señor que está parado (Dirigiéndose al C. Berumen) y no se le concedió.

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Berumen: Que le conceda la palabra al diputado Siurob, porque es muy terco. (Aplausos en las galerías.)

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden. (Siseos y risas.)

El C. Céspedes: (Dirigiéndose al ciudadano Presidente.) ¡Déle la palabra!

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden (Siseos y risas.)

El C. Presidente: Para no seguir perdiendo el tiempo, se concede la palabra al C. Siurob para una moción de orden, que va a ser de desorden.

El C. Siurob: No, señor; pido la palabra para una moción de orden. El orden que se ha interrumpido aquí ciudadanos diputados, es el siguiente: el orden que debe presidir en esta Cámara de Diputados en virtud del cual cuando el Presidente ha dicho que se mandarán desalojar las galerías durante varias veces inmediatamente que haya algún desorden, y habiéndose provocado un desorden tan grande como el que acaba de haber aquí, es tiempo de que Su Señoría se haga respetar y no siga siendo objeto de burla y ludibrio por parte de las galerías. (Voces: ¡No, no,! ¡Sí!) Nos han hecho objeto de burla y ludibrio también a nosotros. De manera que el orden consiste en eso; el orden que debe reinar en esta Asamblea es el orden que dice el Reglamento, y el Reglamento dice que cuando el Presidente ordene una cosa, aquella cosa debe cumplirse. (Siseos y voces: ¡No, no,!) Si el Presidente ha dicho numerosas veces.... (Voces: ¡Moción de orden, moción de orden! ¡Déjelo que hable) No

termino todavía... (Siseos.) No termino todavía..

El C. Presidente, interrumpiendo: No es moción de orden la que usted está haciendo.

El C. Rodríguez Alfredo: Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Rodríguez Alfredo para moción de orden.

El C. Siurob: No. señor, no tienen derecho, no he terminado. Yo estoy reclamando el orden, no he terminado...

El C. Rodríguez Alfredo, interrumpiendo: ¡Para una moción de orden!

El C. Presidente: Cuando se esta haciendo una moción de orden y se pide otra moción de orden, ésta debe concederse.

El C. Siurob: No, señor no tienen derecho. Pedí la palabra para una moción de orden...

El C. Rodríguez Alfredo, interrumpiendo: Señores diputados: Han oído ustedes al señor diputado Siurob llamar chusmas a los mismos ciudadanos... (Aplausos estruendosos en las galerías y voces: ¡Bravo, bravo!) Las galerías están pletóricas ahora por los mismos ciudadanos que concurrieron a las sesiones del Colegio Electoral. Aquí a estos individuos el señor diputado Siurob les llamó pueblo, pidió respeto para ellos e impugnó el trámite de la Mesa cuando el señor general Montes había ordenado desalojar a las galerías, Vean, señores, esa inconsecuencia de criterio (Voces: ¡Claro!) del señor diputado Siurob que ahora llama chusmas a quienes antes llamó verdadero pueblo (Aplausos estruendosos y voces: ¡Bravo, bravo!)

El C. Siurob: ¡Pido la palabra para una moción de orden! (Voces en las galerías: ¡Viva Rodríguez!)

El C. Valladares: Señor Presidente: ¿Qué más desorden quiere usted que haya en la Asamblea? (Campanilla.)

El C. Céspedes: ¡Es usted un mal cambiador de suertes! (Dirigiéndose al ciudadano Presidente.)

El C. Presidente: La Presidencia...

El C. Siurob, interrumpiendo: Estaba en el uso de la palabra.

El C. Presidente, continuando: ...ya que no ha habido prudencia por parte de los mismos ciudadanos representantes y el C. Siurob produce el desorden, se levanta la sesión y se cita para mañana a las cuatro de la tarde para continuarla. (Voces: ¡Bien! Aplausos. Desorden.) (8.43 p. m.)