Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210217 - Número de Diario 8

(L29A1P1eN008F19210217.xml)Núm. Diario:8

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 17 DE FEBRERO DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I.- PERIODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II.- NUMERO 8

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 17 DE FEBRERO DE 1921

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2.- Se reanuda la discusión en lo general, del dictamen de la 2a. Comisión de Puntos Constitucionales que consulta un proyecto de ley por el que se reforma el artículo 108 de la Constitución federal. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. TREJO FRANCISCO

(Asistencia de 137 ciudadanos diputados.)

El C. presidente, a las 4.50 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diez y seis de febrero de mil novecientos veintiuno.- Período extraordinario.

"Presidencia del C. Adolfo Cienfuegos y Camus.

"En la ciudad de México, a las cuatro y cincuenta y cinco de la tarde del miércoles diez y seis de febrero de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión, con asistencia de ciento treinta y un ciudadanos diputados, según consta en la lista que paso el C. secretario Saucedo.

"Fue aprobada el acta de la sesión celebrada el día catorce del presente mes, que fue leída por el C. secretario Valadez Ramírez.

"Dióse cuenta con los documentos en cartera:

"Telegrama de Villahermosa, Tabasco, en que el C. Felipe Carrillo Puerto solicita licencia, con goce de dietas, por el tiempo que falta para que termine el presente mes.

"Se puso a discusión esta solicitud, previa dispensa de trámites.

"A moción del C. Vito Alessio Robles, la Secretaría repitió la lectura del telegrama e informó acerca de las licencias de que ha disfrutado el C. Carrillo. El propio C. Alessio Robles habló en contra y en seguida lo hizo en pro el C. Mijares. A petición del mismo C. Alessio Robles, la Secretaría leyó los artículos reglamentarios 49, 50 y 51 e informó qué días de este mes ha asistido a las sesiones el C. Carrillo. El C. Alessio Robles volvió a hablar en contra y le siguió en el uso de la palabra, en pro, el C. Castrejón.

"Suficientemente discutido el punto, se concede la licencia del C. Carrillo en votación económica, por setenta y nueve votos de la afirmativa contra sesenta y uno de la negativa, según recuento de votos que hicieron cuatro ciudadanos diputados comisionados por la Mesa.

"Debiendo discutirse en esta sesión el dictamen de las comisiones unidas primera de Crédito Público, primera de Hacienda y primera de Puntos Constitucionales, sobre la iniciativa de ley que adiciona el artículo 28 de la Constitución federal, enviada por el Ejecutivo de la Unión, se dio cuenta con un oficio que hicieron suyo varios ciudadanos diputados, y en que el ciudadano subsecretario de Gobernación, por acuerdo del ciudadano presidente de la República, solicita se suspenda por quince días este debate, a fin de que el Ejecutivo pueda completar los datos que, en su concepto, ilustrarán el criterio de esta H. Cámara sobre el particular.

"El C. Borrego hizo una moción de orden y la Secretaría leyó los artículos 107 y 108 del Reglamento. El ciudadano subsecretario de Gobernación, a quien se concedió la palabra para fundar la moción suspensiva, manifestó, contestando una pregunta del C. Manero, que el Ejecutivo retiraba la iniciativa que adiciona el artículo 28 constitucional y entregó a la Secretaría el oficio respectivo, al que se dio lectura una vez que la Cámara consintió que se retirara la moción suspensiva. A este oficio la Mesa dio el trámite de enterado.

"Presidencia del C. Francisco Trejo.

"El C. Casas Alatriste reclamó el trámite e hizo una moción de orden; el C. Francisco Castillo dirigió una pregunta a la Mesa y el C. Luis Espinosa hizo una aclaración; el C. Manrique usó de la palabra para una moción de orden y en seguida el C. César A. Lara manifestó que hacía suyo el oficio de la Secretaría de Gobernación y pidió para el mismo dispensa de trámites, lo que se acordó favorablemente. El C. Manero hizo aclaraciones y acto continuo, en votación económica, la Cámara acordó que permitía al Ejecutivo retirar su iniciativa.

"El C. Luis Espinosa rectificó un hecho.

"Se puso a discusión, en lo general, el dictamen de la segunda Comisión de Puntos Constitucionales, que consulta un proyecto de ley por el que se reforma el artículo 108 de la Constitución general en lo que respecta a los motivos por los que podrá ser acusado el ciudadano presidente de la República.

"A pedimento del C. Siurob, el C. Miguel F. Ortega, miembro de la Comisión, fundó el dictamen. Los CC. Serrano Hermosillo y Luis Espinosa hablaron en contra, siendo interrumpido el último por la Presidencia para hacer observar que no había quórum. El propio C. Espinosa pidió que se pasara lista, pero comenzaba a hacerlo el C. Jesús Z. Moreno, cuando desistió de su moción.

"A las seis y media de la tarde levantó la sesión el ciudadano presidente."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. secretario: Continúa a discusión en lo general el proyecto de ley que reforma el último párrafo del artículo 108 de la Constitución general. Continúa en el uso de la palabra el ciudadano Luis Espinosa.

El C. Espinosa Luis: Ciudadanos representantes: Decía yo en la sesión de ayer, que la convocatoria a sesiones extraordinarias no se opone, en manera alguna, a la implantación del régimen parlamentario. La razón fundamental es que la fracción IX es concreta. El punto no dice, no define la forma en que la Ley sobre Responsabilidades deba darse; el Ejecutivo no dice que esa ley deba ser expedida precisamente dentro del actual sistema presidencial; tampoco dice que deba ser expedida esa ley de acuerdo con el sistema congresional que nos presenta la Comisión; tampoco dice que no puede ser expedida de acuerdo con el sistema parlamentario, y desde el momento en que no precisa, desde el momento en que no define, nosotros estamos dentro de una libertad absoluta para poder dar esa Ley sobre Responsabilidades de acuerdo con las tendencias que nos parezcan más convenientes. En efecto, ciudadanos representantes, la fracción IX dice textualmente:

"Expedición de la Ley de Responsabilidades del ciudadano presidente de la República y secretarios de Estado."

La Comisión se concreta a hacer una especie de reglamentación sobre responsabilidades del Ejecutivo exclusivamente y no nos habla ni media palabra de las responsabilidades de los secretarios de Estado. Ya esta deficiencia sería bastante para rechazar el dictamen, desde el momento en que no llena la fórmula prefijada por el Ejecutivo; pero yo demostraré hasta la exageración que si perjudicial e inapropiado para nuestros tiempos es el sistema presidencial que nos rige, igualmente extemporáneo e igualmente anacrónico, resulta en el ánimo el sistema congresional a que quiere llevarnos la Comisión. Es raro, señores representantes, que el licenciado Ortega, de cuya muestra de cultura estamos nosotros convencidos, se aferre y se empeñe en querer sostener su reforma cuando en los tiempos presentes estamos viendo que ya en la conciencia del pueblo mexicano se reclama una forma de gobierno que esté en más consonancia con las ideas modernas que rigen en el mundo entero. Ante el sistema de gobierno por comisiones, ante el sistema de gobierno de los soviets, es decir, por consejos, el sistema parlamentario ya viene resultando un poco viejo, señores representantes. Si este sistema en algunos países de cultura muy superior a la nuestra, ya no es apropiado, ¿por qué nosotros nos aferramos a nuestros antiguos moldes de gobierno y no aceptar esta innovación que se juzga necesaria, indispensable para la mejor organización pública y administrativa? Francamente, señores representantes, no se concibe una razón de peso fundamental, para querer poner estas barreras, para querer presentar estos diques a la forma del gobierno que el pueblo por medio de sus representantes reclama. Pero quiero, señores representantes, hacer una breve consideración de orden histórico, sobre cómo se ha consolidado el sistema federativo en la República Mexicana, y con uno de nuestros autores más autorizados, como es el licenciado Emilio Rabasa, demostraré que es un sistema completamente defectuoso, completamente arcaico y fuera de las conveniencias del pueblo mexicano. Desde luego, el componente esencial, según el licenciado Rabasa, es el siguiente:

"En los veinticinco años que corren de 1822 adelante, la nación mexicana tuvo siete Congresos Constituyentes que produjeron, como obra, una acta constitutiva tres Constituciones y una acta de reformas; y como consecuencias, dos golpes de Estado, varios cuartelazos en nombre de la soberanía popular, muchos planes revolucionarios, multitud de asonadas e infinidad de protestas, peticiones, manifiestos, declaraciones y de cuanto el ingenio descontentadizo ha podido inventar para mover el desorden y encender los ánimos. Y a esta porfía de la revuelta y el desprestigio de las leyes, en que los gobiernos solían ser más activos que la soldadesca y las facciones, y en que el pueblo no era sino materia disponible, llevaron aquéllos el contingente más poderoso para aniquilar la fe de la nación, con la disolución violenta de dos Congresos legítimos y la consagración como constituyentes, de tres asambleas sin poderes ni apariencia de legitimidad."

Y bien, ciudadanos representantes; esto que el licenciado Rabasa señala como un hecho histórico comprobado después de 25 años de vida autónoma del país, puede también sostenerse que sucede en la actualidad. Después de estas revueltas, después de estos diez años de lucha, en que se han agitado en el fondo los mismos elementos, en que se han puesto en juego los mismos intereses y las mismas pasiones, la República no ha podido, ciudadanos representantes, sentarse sobre bases firmes de una administración verdaderamente democrática; porque hay que decirlo sin ambages: México, desde su emancipación de la Corona Española, desde su independencia política y geográfica de la madre patria, no ha sido sino una verdadera monarquía disfrazada con la cartera de república; y los maestros en Derecho Constitucional sostienen que uno

de los elementos fundamentales para que el régimen parlamentario prospere, es que haya elementos esenciales de monarquía en el país donde deba implantarse este sistema. Y yo estoy demostrando con la sinceridad de los hechos, que México, de hecho, ha sido una monarquía y que sigue siéndolo todavía, no con la verdad que se manifiesta en las monarquías en Europa, no con la tradición ni con el derecho a la herencia; no con los vínculos de sangre, ni con la formación de sus castas; pero sí dentro de una forma más grotesca, dentro de una forma más burda, las instituciones vienen a servir de pretexto para que los hombres no correspondan a esas instituciones y se conviertan en verdaderos reyezuelos del país. Si el fracaso del régimen presidencial está comprobado por varios lustros; si hemos visto que este sistema no responde al modo de ser de nuestro pueblo, ni con mucho responde a las necesidades efectivas de la especie humana, ¿por qué, pues aferrarnos, ciudadanos representantes, a sostener todavía estos moldes de gobierno enteramente caducos y completamente desprestigiados? Dice el licenciado Rabasa sobre esta composición de los elementos gubernamentales:

"El argumento de "las masas ignorantes" que aún hoy suele prosperar en la ligereza de los editoriales de periódico, no tiene valor ninguno: las masas ignorantes no gobiernan en ninguna parte y, precisamente, el pecado del jacobinismo democrático consiste en haberlas contado como factor de gobierno. Para la vida política, para la influencia en los destinos de un país, el pueblo es la parte de la sociedad que tiene conciencia de la vida nacional."

De esto se desprende, señores representantes, que en México hay elementos bastantes y sobradamente capacitados para poder vivir dentro de un sistema verdaderamente parlamentario, que no existen los partidos, que no hay hombres capacitados para las luchas democráticas. Es cierto, ciudadanos representantes pero también es una verdad innegable que la función crea el órgano, y en el momento mismo en que esta Asamblea acepte la forma del parlamentarismo, todas las fuerzas vivas del país se organizarán en partidos políticos para traer a esta Cámara a sus genuinos representantes; entonces los hombres se especializarán en la ciencia del Derecho y en las ciencias políticas y vendrán a desempeñar con eficiencia los puestos de representantes; pero mientras esta reforma no se imponga, es claro que todas las clases sociales del país permanecerán indiferentes ante nuestros conflictos y ante nuestras luchas democráticas; ¿por qué? Porque ya hemos visto cómo en México el sistema actual de Gobierno no ha dado garantías bastantes ni al individuo ni a las colectividades para que ejerciten sus derechos; ya hemos visto cómo en el tiempo de Venustiano Carranza, a los hombres que no pensaban de acuerdo con la facción predominante tenían, para retirarse de las contiendas políticas, el destierro o el asesinato. Y, naturalmente, señores, que dentro de un régimen democrático, no dentro de un régimen absolutista como el que nos ha regido, los hombres tendrían el respeto a sus derechos y garantías bastantes para ejercitar sus deberes de ciudadanos, y entonces sí, ya no siendo el presidente de la República un verdadero monarca, sino siendo en realidad el representante de los intereses de la colectividad, siendo exclusivamente el representante de todos los ciudadanos del país, vendría la nación a transformarse y, naturalmente, en lugar de sentir esta indecisión, esta congoja inexplicable que se advierte todavía aun dentro de este régimen verdaderamente constitucional, pero que no sabemos por qué fenómenos extraños hay una desorientación muy grande que no se explica, de que todos los que a la hora del peligro han venido luchando codo con codo defendiendo un mismo ideal, ahora se separen y se conviertan ellos mismos en enemigos. Entonces, señores, no existirá este fenómeno porque los partidos, perfectamente bien organizados, tendrán principios y banderas definidas; entonces, cuando haya malos funcionarios en el Gobierno, estos malos funcionarios caerán y la nación se sentirá tranquila, porque yo creo, señores, que uno de los principales motivos de este desbarajuste y de esta desorientación política actual, no es más que el resultado de la falta de escrúpulos, de la falta de honradez en algunos funcionarios que han traído el desencanto y la desorientación en todos los ciudadanos de buena fe. Cuando éstos caigan, cuando éstos hayan salido de los lugares que ocupan y ya no merezcan la confianza, podrá entonces la nación sentir un positivo descanso y vivirá tranquilamente. De ahí, señores, la necesidad de este régimen por el cual vengo a invocar. El régimen congresional que viene a sostener la Comisión, es enteramente funesto. Kaupsky, el tratadista de Derecho Constitucional ruso, sostiene de manera brillante los malos efectos de este sistema, y más en un país como el nuestro. Al efecto, me voy a permitir leer en la parte relativa lo que dice sobre el parlamentarismo. Dice:

A medida que las luchas entre la realeza y el Parlamento afirmaban y aumentaban el poder de este último, a medida que los condados y las ciudades se concentraban en la unidad de la nación, se modificaba también el carácter del Parlamento. El simple diputado, iba dejando ya de sentirse el representante de un territorio o de una corporación y de hacer derivar su poder y su importancia de la importancia y del poder de esta corporación o de este territorio. Dejaba el Parlamento de ser una Asamblea de soberanos en pequeños (o de representantes de organizaciones soberanas); se hacía un todo orgánico; era en su conjunto el soberano fuente de todo poder en el reino. Más la dominación del Parlamento, no significa otra cosa que la dominación de su mayoría. La omnipotencia del Parlamento queda bien señalada por este dicho inglés: "El Parlamento lo puede todo, menos cambiar un hombre en mujer", y trae esta nota: "La omnipotencia del Parlamento".- Y si nosotros, señores, aceptamos el predominio del Parlamento, es decir, del Congreso sobre el Ejecutivo sin tener en cuenta que se venga a armonizar la esfera de acción de uno y de otro, más bien dicho, que los una, pero que al mismo tiempo los tenga completamente separados, estas reformas que ahora se proponen serán uno de los fracasos más grandes y el perjuicio también más grande que se le haga al país. Precisamente, señores, ya la preponderancia, la dictadura parlamentaria de que nos hablaba

hace algunos días el licenciado Moheno, sería verdaderamente funesta para el país, porque sería una lucha continua, sería una lucha diaria entre el Ejecutivo y el Legislativo. Pero en cambio, señores, el fondo de este Gobierno de Asambleas, el fondo de este Gobierno por medio del parlamentarismo, sí es conveniente y es necesario. Será el gabinete del organismo intermedio entre el Ejecutivo y el Legislativo, será el organismo que al mismo tiempo que los una armónicamente, les defina facultades expresas y no permita el predominio de un poder sobre el otro; entonces sí habremos llegado a la forma armónica y conveniente de Gobierno que ya exige nuestra sociedad. Se dice que no estamos todavía capacitados para implantar el sistema parlamentario en México. Este es uno de los absurdos más grandes, ciudadanos representantes; no hay hasta ahora una sola razón de peso que haya venido a convencernos que no puede prosperar el parlamentarismo en México, absolutamente ni una razón digna de tenerse en cuenta han expuesto los ciudadanos que se oponen a este sistema. Yo no quiero entrar en consideraciones sobre la bondad o desventaja del parlamentarismo en México, porque no es el momento; yo nada más insisto, ciudadanos representantes, en recordar a los componentes de esta Asamblea, recordar a los miembros del Partido Liberal Constitucionalista, un compromiso, un compromiso solemne, porque está hecho ante la nación, y es el de implantar el régimen parlamentario tan luego como este partido llegara al Gobierno. Y bien, señores representantes, el Partido Liberal Constitucionalista está ya en el Gobierno y por lo tanto no queda otra cosa que cumplir la promesa hecha al pueblo, y esta promesa, señores, no es sólo la promesa de un partido, no es sólo la promesa del ciudadano Alvaro Obregón cuando era candidato a la Presidencia de la República, es también compromiso de todos los ciudadanos representantes que lanzaron su candidatura con la bandera del Partido Liberal Constitucionalista. "El Monitor Republicano" en su última etapa publicó el programa de Gobierno que sometió a la aprobación del candidato Obregón. "El Monitor Republicano" publicó en todos sus números el programa de su partido, y en ese programa se encuentran condiciones expresas para los que quisieran ser diputados, y entre esas condiciones figura, de manera principal, la de sostener la reforma constitucional que implanta el régimen parlamentario en México. En el programa de Gobierno del Partido Liberal Constitucionalista que aceptó el ciudadano general Alvaro Obregón, como candidato a la Presidencia de la República, se lee de manera expresa, esa reforma; dice la fracción XV:

"Entretanto que el Congreso de la Unión estudia y expide las reformas constitucionales tendentes a mejorar nuestro actual sistema de Gobierno en forma que resulte más democrática y más de acuerdo con las modernas tendencias políticas, el Ejecutivo escuchará la voz del Parlamento, no sólo en aquello que se relacione con la expedición de leyes y decretos, sino en lo que se refiere a la marcha general de la Administración, procurando amoldar los procedimientos del Ejecutivo y sus dependencias, a las justas demandas del pueblo genuinamente representado por las Cámaras."

No solamente exigió como punto esencial e imperativo en el programa, el cambio de sistema gubernativo, sino que aceptaba que desde luego sin la reforma constitucional el Ejecutivo se sometería hasta donde fuese posible dentro del actual régimen a los principios parlamentaristas. No debemos sólo concretarnos, por tanto, a procurar por que el sistema parlamentario sea una realidad en México; debemos procurar por que el Gobierno actual hasta donde sea posible gobierne ya dentro de este sistema. El programa del Partido Liberal Constitucionalista en su fracción VI dice: "Establecimiento del régimen parlamentario". Es decir, dentro de los puntos esenciales de su partido; y en un artículo adicional, más bien dicho, en un acuerdo especial dice lo siguiente, pero ese acuerdo forma parte también del cuerpo del programa:

"Acuerdo tomado en Asamblea extraordinaria el 26 de junio de 1918, relativo a los candidatos del Partido Liberal Constitucionalista.

"Los candidatos del Partido Liberal Constitucionalista para las próximas elecciones de diputados y senadores al Congreso de la Unión, se someterán estrictamente al programa aprobado de dicho partido, debiendo hacer una exposición y explicación detallada de las cláusulas de que consta, en sus trabajos de propaganda y protestar explícitamente ante sus comitentes que ajustarán su actuación parlamentaria a dicho programa."

Es pues, un compromiso contraído solemne y públicamente con los comitentes, el venir a sostener la implantación del régimen parlamentario. No habría, ciudadanos representantes, argumento más contundente que el de reclamar a todos estos ciudadanos representantes, el cumplimiento de esta promesa, y estoy seguro que si no hubiese otros capítulos por los cuales debiera rechazarse el dictamen de la Comisión, bastaría esta palabra empeñada para que no hubiera un solo ciudadano representante del "Pélece" que votara en pro de esta iniciativa; porque al votar en pro de esta iniciativa, era tanto como faltar al compromiso, era tanto como ser traidor a su partido. Quiero hacer unas breves consideraciones sobre el sistema actual de Secretarías de Estado, para que la Comisión y la Asamblea se convenzan de lo imperfecto de la Administración y de lo funesto que sería aprobarla. Desde luego, señores, el Ejecutivo en el punto de convocatoria dice que la ley de responsabilidades deberá crearse para exigírselas tanto al Ejecutivo como a los secretarios de Estado, y el dictamen hace abstracción en lo absoluto de las responsabilidades de los secretarios de Estado y se concreta a señalar las responsabilidades del Ejecutivo.

Esto, ciudadanos representantes, es no estar de acuerdo con el punto señalado por la convocatoria, y la Comisión da como motivo para no fijar la responsabilidad de los secretarios de Estado, que sería redundante, ya que el artículo 108 de la Constitución, señala cuál es la responsabilidad de los secretarios de Estado. Y yo sostengo, ciudadanos representantes, que esa responsabilidad fijada por la primera parte del artículo 108, no es una responsabilidad que tenga carácter político, porque no tiene más de carácter político las faltas u omisiones en el desempeño oficial de todo aquello que signifique violación a las leyes. En cambio, es

natural, señores, que los secretarios de Estado sí tengan responsabilidades conforme a este artículo; pero sólo por los mismos capítulos de que es responsable el Ejecutivo de la Unión conforme a nuestras leyes, y la Constitución misma dice que el Ejecutivo sólo puede ser enjuiciado por traición a la patria y por delitos graves del orden Común. ¿Por qué entonces los secretarios de Estado, ciudadanos representantes, van a ser responsables por más capítulos que el Ejecutivo? Esto sería absurdo, ciudadanos representantes. La Comisión arguye que los secretarios de Estado sí pueden ser responsables por muchos otros capítulos más que el Ejecutivo, que la Comisión tiende a hacer inmune hasta donde es posible al Ejecutivo, previendo el caso de que no llegue a faltar en un caso dado y, en cambio, los secretarios de Estado sí pueden ser acusados por otros muchos capítulos más. Y no, ciudadanos representantes, esto no es cierto; en la Constitución de 57 se hacía responsables tanto al Ejecutivo como a los secretarios de Estado, de violaciones a la Constitución, y por eso en la ley de enjuiciamiento del 86, se señala el procedimiento para acusar y sentenciar a los funcionarios públicos, y en esa ley se ve que las responsabilidades son iguales, que las responsabilidades entre el Ejecutivo y sus secretarios de Estado, son colectivas, son mancomunadas, y no podía ser de otro modo, ciudadanos representantes; los secretarios de Estado, en nuestro actual sistema presidencial, es una cosa verdaderamente curiosa y muy nuestra, no se encuentra en ningún otro sistema de Gobierno: aquí un secretario de Estado, conforme a la ley, no es más que un simple empleado del Ejecutivo, por una parte, y por la otra, le da ciertos relieves de funcionario, ya que consiste en que debe estampar su firma de secretario de Estado al lado de la firma del presidente de la República, para que los actos del secretario y del presidente tengan validez legal; pero, en cambio, ciudadanos representantes, no tiene el secretario de Estado ninguna responsabilidad ante los parlamentos, como la tienen los ministros en gobiernos de gabinete; y no la tienen, sencillamente porque, como antes decía, éste no ha sido un Gobierno republicano y federativo más que de nombre, pero no de hecho y, en cambio, un secretario de Estado en México tiene todas las prerrogativas que un ministro de gabinete, pero no tiene ninguna de las responsabilidades de un ministro de gabinete. Este es un verdadero contrasentido, ciudadanos representantes, y de allí que un secretario de Estado en México no solamente sea lo que es un ministro dentro de un sistema de gabinete; un secretario de Estado en México, de hecho, no ante la ley, es algo así como un subpresidente de la República. ¿Y por qué, ciudadanos representantes, si hemos venido viviendo dentro de este sistema verdaderamente atentatorio y absolutamente absurdo, no hemos de entrar al sistema parlamentario, que vendría a reformar estas instituciones verdaderamente inexplicables y verdaderamente desastrosas? Vamos dándoles a estos señores el poder que en realidad tienen, más bien dicho, vamos limitándolo hasta donde lo permitan las formas parlamentarias; pero démosles también la responsabilidad que les da a estos funcionarios todo sistema parlamentario; que sean ciudadanos que estén al alcance de nosotros para que vengan a responder de sus actos y que cesen por la voluntad de los representantes del pueblo en el momento mismo en que ya no merezcan la confianza de éstos. Entonces sí, señores, nos habremos colocado dentro del justo medio que reclaman ya nuestras instituciones, nuestro progreso y nuestra relativa cultura. Mucho podría, ciudadanos representantes, añadir sobre esto; pero entiendo que está en la conciencia de todos vosotros que el dictamen de la Comisión no puede ni debe aceptarse, porque sería uno de los absurdos más grandes. Estoy seguro que también está en la conciencia de todos vosotros la necesidad de cambio de sistema, nada más quiero hacer esta aclaración: Yo no tengo empeño, ciudadanos representantes, en que el parlamentarismo se implante ahora mismo, hay muchos ciudadanos compañeros que tienen escrúpulos, en que tal vez la convocatoria no autoriza a esta Cámara para tratar el asunto de la reforma del sistema; desde luego yo no pienso de esta manera, yo creo que sí podemos hacerlo; pero respetuoso del sentir de muchos compañeros, yo no quiero más que esto: que si no conviene o no se quiere tratar desde luego la reforma constitucional para implantar el régimen parlamentario, se aplace para tan pronto como entremos al período de sesiones ordinarias; pero como sería inútil, como sería ocioso aprobar el sistema que nos presenta la Comisión, supuesto que tendría, más bien dicho, no tendría efecto ninguno, porque no alcanzaría el tiempo de este período extraordinario de sesiones para que esa reforma constitucional fuese un hecho, no haríamos más que perder el tiempo discutiendo este asunto, sería una reforma que se encontraría con la que presentáramos nosotros al abrirse el período ordinario de sesiones. De ahí, pues, que yo pida que este dictamen sea de plano rechazado y que esperemos a que se abra el período de sesiones ordinarias para implantar de una buena vez por todas, la reforma respectiva, a efecto de que en México, en vez de este imperfecto sistema de Gobierno, se constituya parlamentario, que vendrá a ser la puerta de escape a todas las ambiciones, a todas las perversidades y a todas las ambiciones de los malos mexicanos. Entonces no tendremos más revueltas, porque el Ejecutivo será una persona venerable y no tendrá en sus manos el omnímodo poder de que hasta ahora ha disfrutado. Termino, ciudadanos representantes, pidiendo que sea rechazado el dictamen de la Comisión.

El C. Ortega Miguel F.: Pido la palabra, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Ortega Miguel F.: Señores representantes: Cuando oí ayer al compañero Espinosa expresarse tan mal de la profesión del abogado, creí yo que el compañero Espinosa se había expresado en términos tan descorteses para los abogados, por alguna razón que había recogido en su vida práctica, por esa razón que recogen las cocineras en los mercados para comprar a un precio más o menos, tal o cual mercancía; pero cuando he oído al señor Espinosa en esta tribuna atropellar ahora, no de un modo directo, sino de un modo indirecto a los abogados, me he explicado por qué los conceptos del

señor Espinosa fueron los que fueron ayer; y llego a esta conclusión serena, práctica, con la cual estarán de acuerdo todos los que me escuchan: el señor Espinosa es un estudiante destripado de leyes, (Risas. Aplausos.) que no ha sabido comprender cuál es la función del abogado y que, claro está, él dentro de lo poco que pueda saber, ignora aquéllo que nos enseñan los cánones en Derecho Romano de justitia est, constans et perpetua voluntas jus sunt quique tribuere, que no puede entender el señor Espinosa, (Aplausos.) que ahora ha venido a criticar a todos los abogados, sin razón, porque no ha sabido ni siquiera cuál es la función social que desempeñan los abogados.

Ciertamente, señores, que dentro de la sociedad hay motivos bastantes para criticar la profesión del abogado; pero hay que distinguir los abogados con título, que son verdaderamente abogados, y los abogados que tienen título, que no son más que tinterillos. El abogado de profesión, el que sabe lo que es justicia, el abogado procura siempre cohonestar los preceptos de la moral con los preceptos de la ley; el abogado que no es abogado, ese procura salvar la ley atropellando la moral. Yo llevo más de ocho años de ejercer mi profesión de abogado, compañero Espinosa, y no hay en México ni uno, absolutamente ni uno de mis clientes, absolutamente ni uno a quien haya juzgado como juez, que pueda quejarse de que el licenciado Ortega no ha sido honorable. ¿Por qué? Porque yo acabé mi carrera de abogado; yo conozco todos los cánones del derecho por encima de la moral que conocí desde las aulas de la Preparatoria, y el compañero Espinosa, por el hecho de haberse presentado un día a la Escuela de Leyes de México, ya se considera abogado, sin haber sabido lo que era ser abogado. (Voces: ¡Bien! Risas. Aplausos.) El compañero Espinosa no es, francamente, más que un charlatán. (Risas. Aplausos.) El compañero Espinosa (oídlo bien, compañero Espinosa), no sabe absolutamente nada de derecho, y cuando usted se pone a hablar de derecho, es cuando va usted al peor de los fracasos. (Voces: ¡Bien! Risas.) Ya estoy cansado de oír las prédicas de usted. ¡Estos señores que se pregonan grandes conocedores de las moralidades del pueblo, de todos estos señores que por vivir en la época en que vivimos, se creen los únicos dictadores en la cuestión de las leyes! No, compañero Espinosa; la misión del abogado es muy noble y muy leal y está por encima muchas veces de la conciencia de los hombres. (Aplausos. Voces: ¡Muy bien!) Pero hay que distinguir, compañero Espinosa, y en esto le doy la razón, a los que somos verdaderamente abogados; y no quiero decir que yo sea un verdadero abogado en cuestión de talento, pero sí en cuestión de moralidad estoy al igual del mejor abogado del mundo, porque conozco la moral; el día que la moral se riña con el derecho, yo tengo que subordinar el derecho a la moral, porque la moral es la base del derecho. Analizado esto y pasando ahora al problema verdaderamente trascendental y grave que estamos discutiendo, debo comenzar por referir este gran principio de aquel poeta alemán que se llamó Enrique Heine, a quien llamaban el ruiseñor alemán anidado en la peluca de Voltaire; Enrique Heine decía: "Si todas las verdades del mundo estuviesen en mi mano, os pediría al punto que me la cortaseis para darles libertad, porque no he nacido carcelero de pensamientos". Y dentro de esta tesis, señores representantes del pueblo, yo voy a decir la verdad, voy a decir la verdad, así choque con la conciencia de todos los hombres, así choque con la conciencia de todos aquellos que piensen en las divinidades de los cielos y así choque también con todos los retrógrados y con todos los progresistas, porque yo, como representante del pueblo, antes que todo, tengo la obligación de deciros a vosotros lo que siento, lo que creo, lo que firmemente creo y lo que firmemente debo sostener. El señor compañero Espinosa ha venido a atacar el dictamen de la Comisión diciendo que el dictamen de la Comisión significa atraso, que significa atraso porque no hemos nunca de encarcelar al presidente de la República, ni hemos de destituir al presidente de la República cuando cometa los atentados cuyas características definimos en las causales de enjuiciamiento. Sobre este punto, compañero Espinosa, yo debo confesar, yo debo reconocer en vos que confesáis vuestra debilidad de valor civil. Entre nosotros, señor, en esta Cámara de Representantes, ¿no habéis visto cómo las comisiones rechazaron un proyecto del Ejecutivo, tratándose de la cuestión de bancos, con toda la virilidad, con todo el valor civil que exigían las circunstancias? ¿Cuándo se había dado un precedente de esta naturaleza en las épocas de don Profirió? Nosotros estamos capacitados - sencillamente porque hemos aprendido a ser hombres -, dentro del régimen social, para encauzar al presidente de la República y a cualquiera de sus ministros. ¿Qué queda entonces de la argumentación del señor Espinosa? ¡No queda más que toda esa madeja de palabrería vacua, sin sentido, sin orientación, como no sea la orientación que tienda al parlamentarismo! (Aplausos.) El señor Espinosa, que fue constituyente de 1917, si hubiera sentido su pensamiento de reforma verdaderamente social y gubernativa de hecho, debió haber sostenido su criterio en el Constituyente, no aquí ahora en que ya se encuentra usted dentro de la época democrática, en que no puede haber ningún poder por encima de la conciencia de los hombres. Yo le preguntaría al compañero Espinosa por qué no sostuvo su señoría en el Congreso Constituyente de Querétaro el parlamentarismo, y el señor Espinosa callaría; pero en su conciencia sí oiría esta voz: "No lo sostuve, porque el régimen parlamentarista en aquel momento era contrario a las ideas de don Venustiano Carranza". (Aplausos. Voces: ¡Muy bien!) Convendría, señores, en que viniera cualquiera otro diputado a atacar mi dictamen desde este punto de vista; pero que me lo venga a atacar un constituyente, que me lo venga a atacar un miembro de ese Congreso, como lo es el compañero Espinosa, diciendo que es retrógrado mi proyecto, es decir, el proyecto de la Comisión, que el proyecto nuestro está enteramente atrasado porque hay gobiernos soviets ahora en el mundo, es inaceptable, ¿por qué, le pregunto yo al compañero Espinosa, cuando fue constituyente no se fijó en esto y no tuvo el valor civil ni siquiera de iniciar esa discusión del parlamentarismo? Una de dos: o el compañero Espinosa estaba tan atrasado como hoy, (Risas.) o el compañero Espinosa careció del valor civil que hoy parece que tiene. (Risas. Voces: ¡Las dos cosas!)

¡Entonces no! entonces se trataba de Venustiano Carranza, primer jefe del Ejecutivo, y claro está que todos habían de estar con Venustiano Carranza. ¿A dónde vienen ahora los arrestos de este compañero Espinosa? (Risas.) Pues bien, señores; el régimen parlamentarista, compañero Espinosa, para mí es un desastre en México; el régimen del parlamentarismo es un desastre por estas razones que vais a oír, compañero Espinosa, son tres nada más: el régimen parlamentarista se caracteriza por estas tres condiciones: primera, irresponsabilidad del jefe de Estado; segunda, un Gabinete responsable e impuesto por las Cámaras; tercera, la facultad del Poder Ejecutivo del Gabinete para disolver el Parlamento. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) Yo reto a cualquiera de los que me dicen que no, para que me demuestre lo contrario.

El C. Borrego: Yo tendré el gusto de ir a decirlo.

El C. Ortega: Debo decir a su señoría, que podéis iniciar una reforma que se compadezca con la situación de México, pero no es el parlamentarismo en puridad; el parlamentarismo en puridad tiene estas tres características, responsabilidades del jefe del Estado. Vamos a analizar la primera condición del parlamentarismo en México. Dentro de un régimen representativo, republicano y federal, creo que cualquiera que tenga cuatro dedos de frente, que se ponga a considerar irresponsable al presidente de la República, seguramente que no. Razón: No puede ser irresponsable el presidente de la República, primero, porque el presidente es el delegado de la soberanía nacional y cuando el pueblo delega su soberanía nacional sobre un presidente de la República, es teniendo en cuenta las cualidades personales del presidente de la República. En el régimen de monarquías constitucionales, convengo yo en que hagamos irresponsable al rey; pero es porque el pueblo que va a gobernar, ese pueblo no sabe qué clase de rey va a salir del vientre de la mujer del rey que lo precedió.

En consecuencia, el pueblo está en su perfecto derecho para considerar irresponsable a aquel hombre, que ha de ser bueno o malo, inteligente o tonto, perverso o vicioso, pero en un régimen representativo de elección directa como es el régimen mexicano, ¿creen sus señorías que podemos hacer irresponsable al general Obregón, cuando que precisamente lo ha votado el pueblo, porque es el único hombre capaz que ha considerado para regir sus destinos, para cumplir con sus leyes? Seguramente que es un desastre desde este punto de vista. Vamos al segundo punto: la cuestión del gabinete que depende exclusivamente de las Cámaras, y esto de que el gabinete dentro del régimen parlamentario sea enteramente de acuerdo con las Cámaras, es una consecuencia de lo primero, porque claro está que el presidente de la República, es decir, el rey no puede gobernar con un individuo que no sea aprobado por las Cámaras. Vamos a analizar esta segunda condición del régimen parlamentario, y nos encontramos con esto, compañeros, con que la Cámara de representantes, es decir, nosotros, somos los que forzosamente tendremos que imponer los ministros, desde el jefe del Gabinete hasta el último encargado de un departamento del Gobierno. Pues bien; ¿creéis vosotros dentro de la mentalidad propia de la Cámara de representantes, dentro de esta agitación política que existe entre nosotros, que vamos a tener el acierto bastante para llevar al presidente de la República ministros que verdaderamente sepan gobernar? Serán ambiciones personales, serán las ambiciones políticas y entonces tendremos que constituirnos en esto, compañeros: en que la Cámara de representantes del pueblo no viene a ser más que un cuerpo colegiado que se encargue de tirar al presidente del Gabinete, y que se encargue de elevar a otros miembros del Gabinete, siempre sobre la base de la ambición personal de cada uno de nosotros los representantes. Pues bien, antes de analizar la tercera característica del parlamentarismo, debemos llegar a esta conclusión que es evidente, que es cierta: la tiranía que ejerce el Poder Ejecutivo representado por el presidente de la República, vendría a ser ejercida, ejercitada, mejor dicho, por la Cámara de representantes; y si la Cámara de representantes no ha podido ni con el contrapeso de la Cámara de Senadores, designar a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la nación; si no hemos podido, compañeros, en Congreso general venir a designar a los magistrados del Tribunal de la Federación ni a los jueces siquiera, porque todo el mundo clama que no hay justicia en México, ¿cómo es posible, señores que podamos nosotros designar a un miembro del Gabinete y al jefe del Gabinete también? Vamos a la tercera cuestión característica del Gobierno parlamentario: la facultad del jefe del Ejecutivo, es decir, el poder moderador del jefe del Ejecutivo para disolver el Parlamento. Ahora sí seguramente que no habrá ningún diputado que esté conforme absolutamente no habrá ningún diputado que este conforme con darle facultades al presidente Obregón para disolver las Cámaras, cuando las Cámaras no estén de acuerdo con su política. (Una voz: ¡Eso sólo lo hace un Huerta!) ¡Claro que no! Lo que queremos nosotros es arrogarnos el predominio absoluto en frente del Poder Ejecutivo; pero salvando siempre nuestra permanencia en las curules. (Risas. Aplausos.) Yo estoy, señores compañeros, perfectamente seguro de que aceptaremos el parlamentarismo en todas sus características, en todo absolutamente, en todo, absolutamente en todo estoy de acuerdo y estaréis en aceptar todos los postulados del parlamentarismo francés, italiano o de cualquiera monarquía constitucional de la vieja Europa; pero nunca estaremos de acuerdo en que el Poder Ejecutivo tenga la facultad de disolvernos. (Aplausos nutridos.) ¿Por qué? ¿Por qué es eso? Porque hiere nuestros intereses individuales; porque no queremos abandonar esta curul, sino cuando realmente no podamos conseguirla dentro de la Cámara. (Risas. Aplausos.) ¿Por qué? Porque mañana vamos a luchar a nuestros distritos, y si cualquier candidato nos derrota, vendremos aquí a la tribuna y sostendremos y cohecharemos y haremos todo lo que podamos por que siempre nos sentemos en nuestra curul. No, señores representantes, el papel de los representantes del pueblo está por encima de estos mezquinos intereses individualistas; y enemigo yo del parlamentarismo por estas razones que acabo de expresar, enemigo, absolutamente enemigo, porque considero que es un fracaso para la

nación, yo sostengo el dictamen que ha presentado la Comisión a la consideración de esta honorable Asamblea, y dentro de este dictamen voy a refutar las mezquinas razones del compañero Espinosa. El señor compañero Espinosa dice que los ministros de Estado cómo van a ser enjuiciables si no puede serlo el presidente de la República. Creo que ésta fue vuestra idea, señor Espinosa. Claro está, compañero Espinosa, ayer decía yo que el criterio que había informado a la Comisión que presentaba este dictamen para manifestar esas causas como exclusivas de responsabilidad exigible al presidente de la República dentro del período de sus funciones, no eran todas las causas por que debía de ser responsable el presidente de la República; pero la Comisión había estudiado todas las obligaciones constitucionales que tiene el presidente de la República y había analizado y segregado de las obligaciones que tiene el presidente de la República aquellas que verdaderamente significaban un atentado contra nuestras instituciones; no podíamos enjuiciar al presidente de la República por tales o cuales causas, por un atentado a las garantías individuales, de cualquier individuo, porque entonces resultaría que todos los días tendríamos acusaciones contra el presidente de la República; habíamos de buscar como causas del enjuiciamiento del presidente de la República dentro del período de sus funciones, aquellas que eran verdaderamente atentatorias contra la soberanía, contra nuestras instituciones constitucionales. Pero a un ministro, compañero Espinosa, a quien considera responsable el artículo 108 de la Constitución en su primera parte, diciendo que los secretarios de Estado son responsables de los delitos del orden común, que los secretarios de Estado son responsables de los delitos, omisiones y faltas que cometan en el ejercicio de sus funciones, ¿por qué no vamos a poder acusar a un secretario de Estado si esos delitos, omisiones o faltas merecen en concepto de la Asamblea la atención bastante para constituir una causa de acusación ante el Senado? Por otra parte, señor compañero Espinosa, ¿creéis que el régimen parlamentario que se crea como consecuencia del desecho de este dictamen de la Comisión, creéis que ese régimen parlamentario, va a ser aprobado por la Cámara de Senadores; creéis que ese régimen parlamentario, compañero Espinosa, va a ser aprobado por la mayoría de las legislaturas de los Estados? Por último, compañero Espinosa, ¿creéis acaso que el régimen parlamentario que deseamos implantar no vulnerará la voluntad popular que ha elegido a Obregón? El pueblo ha elegido a Obregón, porque cree que éste es capaz de llevar el sistema de Gobierno que signifique un beneficio nacional, y si vos queréis nulificar a Obregón, porque a esto tiende el parlamentarismo... (Voces: ¡No es ese parlamentarismo!) Ya vendré a discutir cualquiera de las modificaciones al parlamentarismo. Decía que si no creéis que se vulnerará la voluntad popular y que el pueblo os diga: "Tú que fuiste mi representante, no has sido mi representante, has sido un vulnerador de la confianza que he depositado en ti". (Voces: ¡No! ¡No! ¡Muy bien!) Ya sé que hay muchos compañeros que me dicen que no y por cierto que son compañeros de mi mismo partido. Y es la primera vez que tengo que ponerme en frente de mi mismo partido con todo el dolor de mi corazón...

El C. Rivera Cabrera, interrumpiendo: ¡Sois un insubordinado, un indisciplinado!

El C. Ortega Miguel F., continuando: No soy indisciplinado, ya diré por qué. Siento estar, digo, en contra de mi partido, porque a ese partido, el Partido Liberal Constitucionalista, el Pélece, lo quiero, no sé cómo decir, si puedo quererlo como si fuera mi padre o puedo quererlo como si fuera mi madre. (Risas Aplausos.) Ese partido, señores para mí ha sido el salvador de las instituciones republicanas, ha sido el salvador, en los momentos difíciles, de la libertad del voto; ha venido a derrotar a todos esos tiranos que, unidos con Carranza en su peregrinación a Tlaxcalantongo, han recibido el castigo de los hombres malvados y perversos. Yo estoy con ese partido; pero, señores, permitidme que en esta vez yo me oponga a él; y me opongo, ¿sabéis por qué? Por dos razones: primera, por convicción; la segunda, porque antes de que se discutiera en mi partido este dictamen que yo he firmado, se había discutido aquí en la Cámara y me merece más respeto y más consideración la Cámara de Diputados, que el partido mío, puesto que en la Cámara están representados todos los partidos de la nación. (Aplausos. Voces: ¡Muy bien!)

El C. Rivera Cabrera, interrumpiendo: ¡Indisciplinado!

El C. Ortega: No soy indisciplinado, compañero Rivera Cabrera, porque no estuve nunca, absolutamente nunca en una discusión del Partido Liberal Constitucionalista; no soy indisciplinado, compañero Rivera Cabrera, porque yo, al lanzar mi candidatura de diputado por el 4o. distrito electoral del Estado de Guerrero, no tomé el nombre de mi partido para lanzar mi candidatura; ¿y sabéis por qué no lo tomé? No porque fuera un desdoro, ¡muy lejos de mí esa idea! No tomé el nombre de mi partido porque soy demócrata y no quise ejercer presión, y yo entiendo que se ejerce presión apoyado por un partido triunfante; lancé mi candidatura como independiente, y allí están todos los expedientes del 4o. distrito electoral del Estado de Guerrero. Yo tenía derecho, señores, para lanzarme como candidato del Pélece, pero no quise hacerlo para que no interpretaran mis comitentes que yo iba a ejercer presión en nombre de mi partido; no quise yo ir como fueron muchos, diciendo: el general Obregón ordena que voten por mí, porque yo he acompañado al general Obregón. (Aplausos. Voces: ¡Muy bien!) Pero nunca pueda interpretarse esta rebeldía como un separamiento del que habla de ese partido glorioso a quien quiero con alma y cuerpo, errado, si queréis, para los enemigos; será errado para los enemigos; imposicionista para los enemigos; será la aplanadora para los enemigos; para mí es el glorioso, porque glorioso fue en la lucha y glorioso será siempre en el triunfo y en la derrota. Yo creo, pues, compañeros que, dada mi honradez, que rebelándome contra mi mismo partido, que el hecho de venir a sostener un dictamen que pugna con mi partido, es motivo bastante para que no haya un sólo representante de la República que tenga la menor desconfianza de mi

honorabilidad, de mi lealtad, aun cuando tenga muchos motivos para dudar de mi insuficiencia. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Avilés. (Voces: ¡Primero tienen que hablar en contra.) Debo hacer constar que ha hablado la Comisión. Tiene la palabra el ciudadano Avilés.

El C. Avilés: Señores diputados: No soy, propiamente, enemigo del régimen parlamentario; no soy enemigo. Creo, como el ciudadano Espinosa, que este régimen será el que salve a la nación; pero, ¡qué lejos estamos de que mañana pudiera establecerse ese régimen! Para establecer el régimen parlamentario en la República, ciudadanos diputados, se necesitaría hacer otra revolución que llevara como bandera eso. Los programas de gobierno, ciudadanos diputados, cuando éstos son candidatos, entonces se promete mucho, que está muy lejos de cumplirse. Hay este antecedente que corrobora lo que acabo de decir, ciudadanos diputados, y es que ya el ciudadano ministro Elías Calles se ha lanzado en una gira de propaganda abierta por los Estados de Yucatán, Tabasco y Campeche, preparando su elección presidencial para dentro de cuatro años o para cuando el tiempo lo permita. (Risas. Siseos.) Naturalmente, ciudadanos diputados, tomando en consideración esto, veremos que no serán los Estados por donde anda haciendo su propaganda el ciudadano Elías Calles, ni los Estados donde éste ha impuesto gobernadores a fuerza de imposición, los que vengan a sancionar... (Risas.) los que vengan a sancionar lo que se pretende hacer en esta Representación Nacional, es decir, establecer el régimen parlamentario. Yo no voy a creer, ciudadanos diputados, que el Estado de Yucatán, que el Estado de Campeche, que el Estado de Tabasco, que el Estado de Nuevo León, que el Estado de Coahuila... (Siseos.) sus legislaturas vayan inmediatamente a aceptar el régimen parlamentario. Por eso es que yo me opongo a esto, por eso es que yo defiendo la ley que nos ha venido a presentar aquí la Comisión, porque no creo, vuelvo a repetir, que esos Estados, durante este período, vayan a sancionar sus legislaturas el régimen parlamentario. Ahora entiendo también, ciudadanos diputados, que esta ley no se opone absolutamente en nada para que se establezca el régimen parlamentario ¿Por qué no enjuiciar al ciudadano presidente de la República y sus ministros? ¿Qué, no hemos tomado la experiencia, ciudadanos diputados, durante los regímenes pasados? ¿Qué no están todavía en nuestra memoria los atentados cometidos por el presidente Carranza cuando, por leyes y más leyes que se le mandaron de esta Representación Nacional, nunca las quiso publicar, sencillamente porque no se le antojó publicarlas? ¿Y qué pudimos hacer, ciudadanos diputados, para que el Ejecutivo publicara esas leyes? Nada absolutamente, nada, sino cruzarnos de brazos. ¿Por qué no votar esta ley, ciudadanos diputados, cuando en principio trata precisamente de evitar que los ejecutivos sigan abusando, como hasta hoy lo han hecho? Ahora, ciudadanos diputados, vemos la oleada que han levantado las escisiones que hay en el gabinete del ciudadano Obregón; tengo aquí a la mano un periódico de la tarde, ciudadanos diputados, donde se acusa al que era ministro de Gobernación, Ortiz Rubio, (Risas.) de quererse apoderar de la cantidad de veinticinco millones de pesos. ¿Por qué, ciudadanos diputados, si ésta Cámara tuviera facultades para enjuiciar tanto al presidente de la República, como a sus ministros, por qué no podía consignar estos hechos o estos rumores a los tribunales, para que ellos fueran los que se encargaran de dilucidar estas cosas? El gabinete del general Obregón, heterogéneo completamente, nos está dando el espectáculo, ciudadanos diputados, de que sí debemos de aprobar la ley que se nos propone aquí, para averiguar qué hay en el fondo. Aquí se acusa el ingeniero Ortiz Rubio de que pretendía apoderarse de la cantidad de veinticinco millones de pesos, y yo traigo aquí en mi bolsa documentos que comprueban cómo este calumniador director de los ferrocarriles, está haciendo un enorme "panamá" en los ferrocarriles. (Murmullos.) Yo me voy a permitir suplicar a la Secretaría que dé lectura a esos documentos que obran aquí en mi poder, para que se vea cómo sí hay razón y cómo sí debemos establecer una ley para enjuiciar tanto al presidente de la República como a sus ministros. (En estos momentos se apaga la luz en el salón.) Parece... (Voces: ¡Espérate! Murmullos.) Parece, ciudadanos diputados, que hasta la luz tiene vergüenza de que se lean estos documentos. (Risas fuertes. Aplausos. Voces: ¡Bravo! ¡Son maniobras de Pérez! Risas.)

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Correspondencia Particular del Tesorero General de los Ferrocarriles Nacionales de México y Anexos.- (Administrados por el Gobierno.)- I. S. Treviño González.

"Copia.- México, octubre 29 de 1920.- S-21-4,513. "Señor ingeniero P. Ortiz Rubio, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas.- Presente.

"Muy distinguido y fino amigo:

"Contesto su grata del 28 del corriente, manifestándole con verdadera pena, que me es materialmente imposible acceder desde luego a la solicitud del señor presidente de la República, porque carecemos de fondos, al grado de haber tenido serias dificultades para reunir lo indispensable para proveer a los pagadores de estos Ferrocarriles, que tienen que liquidar las nóminas del día 31 del corriente.

"Aunque la atenta de usted viene con carácter de particular, quiero darle algunos datos que pondrán a usted de manifiesto los graves compromisos contraídos por estos Ferrocarriles, a los cuales tenemos que afrontar haciendo pagos de manera ineludible y en fechas precisas, en adición a otros muchos que no menciono aquí, porque aunque son numerosos, como dije, son de pequeña monta, y, además, tenemos cada quincena que hacer el pago de los sueldos al personal de todo el sistema, cuya cantidad es bastante respetable.

"Los pagos a que antes me he referido son los siguientes:

"A la casa Amsinck and Co., por varios artículos, importe total, Dls. 340,000.00 ya pagados, Dls. 250,000.00; el resto a pagar en abonos semanarios de Dls. 25,000.00.

"A la casa Amsinck and Co., cien carros - tanques, importe total, Dls. 347,000.00; ya pagados, Dls. 115,666.67; el resto a pagar en cuatro abonos mensuales, Dls. 57,833.33.

"A la Baldwim Locomotive, Works, seis locomotoras, importe total, Dls. 238,750.00; ya pagados, Dls. 125,000.00; el resto a liquidarse en pagos mensuales de Dls. 50,000.00.

"A los señores Williams and Hagen, tubos para caldera, importe total, Dls. 166,000.00; abonados, Dls. 35,000.00; pago del resto al entregar el material.

"A la Compañía Mexicana Independiente de Luz y Fuerza Eléctrica, alumbrado a trescientos coches de pasajeros, importe total, Dls 638,227.45; ya pagados, Dls. 177,936.49; el resto a pagar mensualmente en abonos de Dls. 34,215.16.

"A la General Equipment Co., compra de equipo por Dls. 482,000.00; ya pagados, Dls. 140,000.00; el resto a cubrirse en abonos semanarios de...Dls. 50,000.00.

"Larray and Codard, compra de patentes por Dls. 25,000.00; entregados ya, Dls. 17,500.00; restan, Dls. 7,500.00.

"Al agente local de Compras en New York, para varias compras, remesas semanarias por tiempo indefinido, de Dls. 25,000.00; ya enviados..., Dls. 150,000.00

"Al agente local de Compras en Houston, Texas, varias compras por Dls. 855,000.00; ya enviados, Dls. 228,000.00; el resto a mandarse en abonos semanarios de Dls. 72,000.00.

"Para gastos de oficina en New York... Dls. 3,000.00 mensuales.

"Al agente de Compras en New York, varias compras por Dls. 150,000.00; ya mandados... Dls. 100,000.00; el resto, de Dls. 50,000.00, tan pronto como sea posible.

"Agravando la situación económica de estos Ferrocarriles, porque reducen los ingresos de esta Tesorería, diré a usted que las jefaturas de Hacienda de Chihuahua, Querétaro, Guanajuato, Irapuato, Pátzcuaro, Uruapan y Morelia, nuestros agentes les entregan diariamente sus recaudaciones, cumpliendo órdenes recibidas hace tiempo de la Secretaría de Hacienda, y con este motivo se ha entregado desde el mes de abril del corriente año al 14 de octubre actual, la suma de $1.333,300.22, de la que estos Ferrocarriles no han sido relevados con cargo a la Tesorería General de la Nación, porque hasta hoy, no obstante mis repetidos esfuerzos, no he podido obtener de la Secretaría de Hacienda el oficio en que se acepte el cargo y, por lo tanto, estoy llevando a mano los giros a la vista expedidos por los jefes de Hacienda mencionados en contra de la Tesorería General de la Nación.

"De ésta se hizo una situación a New York por orden de la Secretaría de Hacienda, de... Dls. 100,000.00, de los cuales tampoco estoy relevado, porque no se me ha dado el oficio respectivo, no obstante mis continuas gestiones para obtenerlo.

"El señor general Alvarado dispuso durante su estancia en New York de los fondos de estos Ferrocarriles, de Dls. 200,000.00, de los que tampoco se me ha acusado recibo.

"En New York se entregaron a The Equitable Trust Co., para ponerlos a disposición de la Comisión Monetaria, por orden de la Secretaría de Hacienda, Dls. 150,000.00, por los que tampoco se me ha dado la conformidad, no obstante el tiempo transcurrido desde la fecha de entrega.

"En esta capital se han hecho entregas relativamente frecuentes a la Tesorería General de la Nación, acatando órdenes recibidas, que desde el 1o. de junio hasta el 14 del corriente, importan... $1.700,000.00, y todavía en la semana próximo pasada se entregaron otros $250,000.00, y el día 26 del corriente $50,000.00 más.

"Aprovecho la oportunidad para reiterarle mi aprecio y mi distinguida consideración.- (Firmado): I. S. Treviño G."

El C. Avilés: Ya ven ustedes, ciudadanos diputados, cómo si nosotros tuviéramos facultades para enjuiciar a los ministros y al presidente de la República, éste sería un bellísimo momento para que se aclarara todo lo que hay tras esta confesión tácita del tesorero general de los Ferrocarriles. ¿Quién es, o por qué no se le han dado los comprobantes que él paladinamente confiesa aquí que no ha recibido? Si nosotros, es decir, la Cámara, más bien el Congreso, tuviera esas facultades, entonces nosotros oficialmente exigiríamos que se comprobara el desbarajuste este administrativo que hay en los Ferrocarriles. Pero no es solamente esto, ciudadanos diputados, sino que hay más todavía y que voy a demostrar con otro documento, cómo se hace necesario que haya una ley lo suficientemente amplia para enjuiciar, tanto a los señores ministros, como al señor presidente de la República. Me voy a permitir molestar de nuevo a la Secretaría para que se sirva dar lectura a este otro documento.

- El mismo C. secretario, leyendo:

"Consejo Directivo.- Departamento de Compras.

"Copia.- Ferrocarriles Nacionales de México y Anexos.- (Administrados por el Gobierno.)- Departamento de Compras.- México, D. F., febrero 1o. de 1921.- Asunto: Equipo.

"Señor ingeniero y general don Pascual Ortiz Rubio, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas.- Ciudad.

"Muy estimado y respetable señor:

"Me refiero a la adjunta carta de la General American Tank Car Corporation, dirigida al señor Luis Hurtado, y que me facilitó usted, para participarle que, el equipo a que la misma se refiere, es el pedido por instrucciones de la Dirección General a los señores Padrés y Hurtado en noviembre 10 de 1920, según órdenes de compra, números M-6,613 y M-6,614, las cuales fueron canceladas con fecha 16 del mismo mes por instrucciones superiores.

"El valor de este equipo, según se especificó en los pedidos, iba a ser pagado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en aquel entonces a cargo del señor general don Salvador Alvarado.

"Como usted recordará, la colocación de los citados pedidos y otros que se hicieron a los mismos señores, amparando treinta y cinco locomotoras viejas, dio lugar al escandaloso asunto de los... $13.000,000.00 de que tanto se ocupó la prensa de esta capital, por haberlo considerado como ruinoso para los intereses de la nación. Debo hacer notar que el crédito de que tanto alarde hicieron para justificar sus precios, no existía en realidad, pues según copia de oficio que obra en mi poder, los ferrocarriles se comprometieron a depositar en un banco americano como crédito irrevocable, Dls. 6.247,250.00

que importaba el mismo, y de los cuales se adelantarían a los señores Padrés y Hurtado... Dls. 1.561,812.00, sin que en dicho oficio se especifique a título de qué se hacía el anticipo mencionado. "Refiriéndome en concreto al equipo a que la carta se contrae, manifiesto a usted que la Magor Car Corporation nos cotizó por un equipo exactamente igual, los siguientes precios:

El C. Avilés: Suplico a los señores diputados se fijen en la lectura de este cuadro que va a leer el señor secretario.

- El mismo C. secretario, continuando la lectura:

Dar doble click con el ratón para ver imagen

"La cotización de los cien carros - tanques corresponde a la American Car Foundry Co."

El C. Avilés: ¡Cerca de dos millones de pesos, ciudadanos diputados!

- El mismo C. secretario, leyendo:

"Por los anteriores números verá usted que si no se hubieran cancelado los pedidos; los Ferrocarriles, o mejor dicho, el Gobierno que los administra, hubieran perdido sólo en esta dos órdenes,... Dls. 991,000.00, esto sin tomar en cuenta que la Magor se comprometía a entregar el equipo en seis meses.

"A nadie se escapa lo antieconómico e inconveniente que es adquirir equipo o materiales por conducto de corredores, pues aparte de lo enormemente caro que se hacen pagar su intervención, su ignorancia los hace ponernos en evidencia en el mercado americano. Tengo copia de carta que la Magor dirigió al señor Pérez en diciembre 17 y en la cual de la manera más cortés le hace ver su extrañeza por no haber entrado en tratos con ellos directamente, sino por conducto de Padrés y Hurtado, quienes, como todos los comisionistas, ni siquiera pudieron decirles lo que deseaban, pues ignoraban no sólo los conocimientos técnicos que encierra un carro moderno de carga, sino hasta los más elementales. Por lo anterior verá usted que mi oficina y nuestra Agencia Local de Compras en Nueva York son las más capacitadas para hacer con mayor ventaja transacciones sobre materiales para ferrocarriles.

"Últimamente la prensa ha hablado de créditos que algunas compañías han ofrecido al Gobierno; pero como he notado que esos créditos se refieren a ventas de equipo viejo a plazo, deseo hacer de su conocimiento que la única forma en que convendría al Gobierno aceptar esos créditos, sería que, los que los ofrecen, actúen solamente como nuestros banqueros, y que el interés recíproco no pase de 8 por ciento anual. Nosotros en cambio corresponderíamos de ese crédito, con el equipo que compráramos, el cual no pasaría a ser de nuestra propiedad sino a medida que se fuera pagando, pero deberemos quedar en la más absoluta libertad para comprar el equipo a la compañía constructora que más convenga a nuestros intereses.

"Esperando que los anteriores datos le sean de alguna utilidad, me es grato repetirme con la consideración de siempre, su afmo., atto. y S. S.- (Firmado): J. Dorantes Macotela."

- E. C. Avilés: Después de la lectura de estos documentos, ciudadanos diputados, ustedes deben de meditar cómo sí es indispensable que haya una ley mientras se establece el parlamentarismo para que se enjuicie tanto a los ciudadanos ministros, como al ciudadano presidente de la República. Yo vuelvo a repetir: no me opongo a que se establezca el régimen parlamentario, pues creo, como el ciudadano Espinosa, que solamente éste será el que pueda hacer que nuestra República vaya por otros caminos, no por los de esta dictadura ya tan tremenda y atroz que pesa sobre ella desde la época de Santa Anna. Aquí tengo otro documento en inglés, ciudadanos diputados... (Voces: ¡Que se lea!) Yo no tengo ningún inconveniente en que se lea este documento, está en inglés y yo confieso paladinamente, señores diputados, que no conozco nada de inglés. Aquí lo tienen ustedes, está a su disposición.

El C. Colón: El señor profesor José Gálvez habla muy bien el inglés...

El C. Cantón: Como casi todos nosotros, compañero. (Risas.)

El C. Colón: Que tenga la bondad de traducirlo. (Voces: ¡No se oye!) Me dice el señor Serrano que lo conveniente en este caso sería hacer una traducción fiel de la carta, que porque a la ligera podría irse algo de lo que está aquí, pero voy a ilustrar el criterio de los ciudadanos diputados... (Voces: ¡Que se lea!) Para ahorrar tiempo, ciudadanos diputados, mañana yo me comprometo a presentar una traducción completa de este documento. Si ustedes creen que pudiera tergiversarse algo, yo entrego este documento en manos del señor presidente para que él sea el que se encargue de que se haga la traducción exacta de él y luego se me devuelva, pero yo quiero hacer antes, en síntesis, una relación de lo que este documento dice. (Voces: ¡Pruebas!) Esta carta, ciudadanos diputados, fue dirigida por una casa... yo no sé inglés, señores, (Risas.) fue dirigida, según el dicho del señor Casas Alatriste, (Risas.) por la Corporación Americana de Carros - Tanques al ciudadano Luis Hurtado, donde se le dan los precios de a cómo vendían material de ferrocarril, y se habrá visto por el documento que acabo de leer cómo estos señores aumentaron los precios hasta quererse ganar alrededor de dos

millones de pesos. Esta es copia de la carta original que la Corporación de Equipos Ferrocarrileros puso a los señores Hurtado y Padrés y que ellos después hacen proposiciones al Gobierno como se acaba de ver por el documento, proposiciones que fueron aceptadas por él y que sólo la entereza del ministro de Comunicaciones hizo que no se llevaran adelante esas negociaciones. Yo quiero aclarar aquí, ciudadanos diputados, que el director de los Ferrocarriles es un calumniador hoy que ha dado a la prensa la estupenda noticia de que el ministro de Comunicaciones trataba de defraudar a la nación veinticinco millones de pesos, y entre otras cosas nos sale con que enseñó al señor reportero de "Las Noticias" un documento donde se decía que se le entregaran a un don fulano cinco mil pesos. Y he ahí por qué, ciudadanos diputados, yo soy partidario de que se establezca, de que se apruebe una ley como ésta que propone la Comisión. Vuelvo a repetir, ciudadanos diputados, que si nosotros tuviéramos facultades para pedir cuentas, para enjuiciar tanto al presidente de la República, tanto al presidente substituto don Adolfo de la Huerta, que fue quien dio estas órdenes, etcétera, etcétera, sacaríamos en claro todo lo que hay tras estas cosas; pero carecemos completamente de una ley que haga que se nos den cuentas y nosotros puédamos... (Voces: ¡Podamos!) Yo he sostenido otras veces aquí, señores compañeros, que no soy académico. (Risas.) Yo lo que vengo a decir aquí siempre son verdades y a demostrar siempre verdades; a mí, estropear la lengua de Cervantes, diciendo lo que quiero decir, para mí no significa nada, (Risas. Aplausos.) no soy académico. Si nosotros pudiéramos en estos momentos consignar todos estos hechos a los tribunales y esos tribunales fueran honrados, daríamos una muestra a la nación de que éramos verdaderos representantes del pueblo; pero por desgracia puesto que la Constitución nos limita completamente, no podemos hacer nada sino cruzarnos de brazos. Decía que en la época de Carranza se mandaron de aquí varias leyes, entre ellas una referente a cuestiones de tierras y no se le antojó al ciudadano Carranza haberlas publicado, lo mismo que a los actuales ejecutivos y sigue durmiendo en los archivos de la Presidencia el sueño del justo y si nosotros tuviéramos, vuelvo a repetir, facultad para enjuiciar a estos ejecutivos que no cumplieran con su deber, otra cosa fuera, señores. (Voces: ¿Cuáles?) A los pasados, a los actuales y a los venideros, si no ponemos coto a todo esto. Los periódicos se encargan de decir que hacen la opinión pública y resulta, ciudadanos diputados, que periódicos como éste de "Las Noticias", favor de decirme si hacen la opinión pública. Este periódico de "Las Noticias" que vive nada más de mercenario, es un mercenario en todas las antesalas, tanto de los ministerios como del Poder Ejecutivo; es un mercenario de primer orden; ese periódico avergüenza a la República. Hay periódicos honrados... (Voces: ¿Cuáles?) Yo preciso, yo sobre quien lanzo mis dardos es sobre el papelucho éste, porque ayer iba con una política, hoy va con otra y todos los días está como los camaleones, nada más cambiando de color. (Risas.)

Yo no tengo que hacer cargos a la prensa que tiene una orientación definida; yo no voy a hacer cargos a "Excélsior", puesto que hace años de años que viene sosteniendo una política definida; yo no voy a hacer cargos a "El Universal", porque hace años de años que viene sosteniendo una política definida; (Voces: ¡No!) yo no hago cargos a "El Demócrata", no obstante que en el fondo de la cuestión política, "El Demócrata" y yo diferimos completamente de opinión; pero yo no le hago cargos, porque ha seguido también una orientación de principios; yo hago cargos a los papeluchos éstos que no son nada más que papeluchos de escándalo. De modo es, ciudadanos diputados, que yo he venido a demostrar aquí cómo es necesario que se apruebe la ley que pone a consideración vuestra la Comisión. Yo he venido a probar aquí, ciudadanos diputados, cómo un calumniador, como lo es el director de los ferrocarriles, ha pretendido manchar por medio de este papelucho, la reputación de un hombre honrado, la reputación del ministro de comunicaciones. (Siseos. Murmullos.) Pueden chillar, pueden sisear los descontentos; pero esos descontentos no son capaces, como dijo el Rabí de Judea, de tomar la primera piedra y arrojarla encima; no son capaces estos hombres, porque tras de ellos está la pasión más enorme que pudiera haberse albergado en cerebros raquíticos y carcomidos, como los de ellos. Yo he querido demostrar aquí, ciudadanos diputados, como vuelvo a repetir, que los canallas han pretendido vulnerar, los neorevolucionarios, los hombres que se han ido a sentar a la mesa de la Revolución cuando ésta ya estaba puesta, los que no han tenido el valor civil de enfrentarse en los momentos de lucha, en los momentos de prueba, que no han tenido el valor de definir una actitud recta, hoy ladran como canes rabiosos y se arrojan sobre el que fue ministro de Comunicaciones, que ha dejado, pese a tirios y troyanos, una estela completa de honradez, y precisamente por honrado, óigalo bien, señor Soto y Gama, precisamente por honrado sale del gabinete. (Aplausos.) Aquí tienen ustedes de cómo hay muchas partidas que confiesa el tesorero general de los ferrocarriles que han sido retiradas sin darle ningún comprobante; dentro de ellas están los famosos doscientos mil dólares de que ya se ha ocupado la prensa y que fueron retirados por el general Alvarado; allí está una confesión plena y tácita del tesorero de los ferrocarriles, que han querido después tergiversar los hombres, los interesados en evidenciar al ministro de Comunicaciones, pero ya han visto ustedes, ciudadanos diputados, cómo los renacuajos, como los sapos (Risas.) no pueden llegar a la altura de los hombres libres. (Aplausos. Risas.)

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Borrego.

El C. Espinosa: ¡Moción de orden! Está inscripto, en el orden del contra, el ciudadano Zincúnegui Tercero.

El C. presidente: Según la lista de oradores inscriptos, le toca el turno al ciudadano Borrego. Tiene la palabra en contra el ciudadano Borrego.

El C. Borrego: Señores diputados: Siempre que me hallo en esta tribuna, viene a mis labios la frase de Carducci: "Es un imbécil o un pícaro quien pudiendo decir una cosa en diez palabras, emplea veinte." Y como, francamente, ninguno de esos motes me agrada, voy a procurar ser sintético hasta donde me sea posible.

La Comisión ha cumplido con su deber, dentro del actual momento en que vivimos, es decir, dentro del abominable régimen presidencial que, como una vergüenza, como una mancha asquerosa y repugnante, figura aún en nuestra Constitución. Voy a combatir el dictamen por tres razones fundamentales: primero, porque de aprobarse nos llevaría al congresismo, esto es, a una dictadura del grupo predominante de esta Cámara, y si la dictadura individual es un crimen, la dictadura colectiva es un crimen y es una ignominia. La segunda razón, porque son perfectamente ineficaces las leyes cuando estas leyes no llevan aparejados los medios de poder hacerlas efectivas, y las responsabilidades presidenciales que se consignan en este dictamen, estad seguros, ciudadanos diputados, de que jamás se podrían hacer efectivas. La tercera razón es la siguiente: la aprobación de este dictamen nos aleja de la ansiada aspiración, el anhelo de todo el que piensa, de todo el que siente, de todo el que tiene una poca de materia gris en su cerebro, esto es, de implantar el régimen del parlamentarismo, y porque nos aleja debemos de combatirla. La Comisión, no queriendo englobar en una frase elástica, en una frase amplia las responsabilidades presidenciales, nos viene haciendo una enumeración de todos aquellos casos en que se podría encausar al presidente. Como toda enumeración, y esto lo sabe perfectamente bien mi distinguido amigo, el señor Ortega, toda enumeración en Derecho es peligrosa y deficiente, y ved, por ejemplo, señores, se dice aquí: "Por permitir, sin previa aprobación del Senado, el paso de tropas extranjeras por el territorio nacional, o que escuadras de otras potencias se estacionen por más de un mes en aguas mexicanas."

Yo pregunto a la Comisión por qué no agregó que entre las causas de responsabilidad, está la siguiente: por permitir, sin previo acuerdo del Senado, que aviones extranjeros vengan a volar sobre nuestro territorio, que vengan aviones extranjeros a violar nuestro territorio. (Voces: ¡Está previsto el caso!)

El C. Ortega: ¿Me permite usted la palabra?

El C. Borrego: Sí, señor.

El C. Ortega: No puso la Comisión esa causa de responsabilidad del presidente de la República, porque no encontraría su señoría ningún precepto constitucional que le obligara a no permitir que pasaran aviones por nuestro territorio; nada más por eso. (Voces: ¡Es parte de la fuerza!)

El C. Borrego: Perfectamente. Con esta serie de causales con que podemos dictar, iniciar o incoar un proceso contra el Ejecutivo, estad seguros, señores diputados, de que tendremos maniatado de tal manera al presidente - si el presidente es honrado y quiere cumplir con la ley -, que le sea imposible ejercer las funciones que la Constitución le otorga; es lo que se ha designado con propiedad como el congresismo, como la dictadura de una Cámara, del grupo dominante de una Cámara legislativa. Nosotros debemos huir tanto de la dictadura individual como de la dictadura asambleísta. Por esa razón es por lo que es enteramente inconveniente, desde este punto de vista, el dictamen de la Comisión. La otra razón es, he dicho, la ineficacia de estas disposiciones. Una ley que no se cumple o que no puede cumplirse, es perfectamente inútil y es una torpeza dar leyes que no se cumplirán. Mientras el presidente de la República tenga a su mando todo el Ejército, disponga de todos los tesoros de la nación, pueda otorgar todos los empleos administrativos y civiles, estad seguros, señores diputados, de que jamás será encausado el encargado del Ejecutivo. No niego, como decía el compañero Ortega, que haya elementos dotados de valor civil para presentar la acusación; pero dudo que se tolere que esta acusación prospere. No recuerdo más caso que en tiempo del Gobierno de Huerta; el señor Heriberto Barrón, desde su despacho de Nueva York, entiendo que en la calle de Broadway, envió una acusación a esta Cámara contra el general Huerta, por los asesinatos de Madero y Pino Suárez...

El C. Rivera Cabrera, interrumpiendo: El señor Rentería acusó al señor Madero.

El C. Borrego: También el señor Heriberto Barrón, que me hizo el honor peligrosísimo de designarme en esta acusación como el encargado de recibir las notificaciones sobre la materia. (Risas.)

El C. Rivera Cabrera: El señor Rentería, gobernador de Sinaloa, fue el que acusó al señor Madero.

El C. Borrego: El señor Rivera Cabrera me viene diciendo que el señor Rentería acusó al señor Huerta.

El C. Rivera Cabrera: ¡No, a Madero!

El C. Borrego, continuando: Bueno, perfectamente. Ni en tiempo del señor Madero - el único presidente demócrata que hemos tenido -, ni en tiempo del señor Huerta prosperaron estas acusaciones. Más tarde, en tiempo del señor Huerta, protesto a ustedes por mi honor, que vino un individuo a decir a la Comisión Instructora del Gran Jurado, que el día que se diera un solo paso en ese asunto, no volverían sus miembros a sentarse en sus curules. (Risas.) En tiempo del señor Huerta eso significaba que serían asesinados tan cobardemente como sucedió con Serapio Rendón y con Belisario Domínguez. De manera que ya ve la Comisión, cómo esta serie de responsabilidades son irrisorias, son enteramente inexigibles, son poco prácticas y, por lo mismo, es perfectamente inútil consignarlas. Repito: con la suma de poderes que tiene el Ejecutivo es imposible hacer efectivas esas responsabilidades en su contra; es un caso parecido al del bandolero de camino real que me asalta, al que es imposible que le pueda yo exigir lo que me ha robado. ¿Por qué? Porque yo estoy inerme y él está completamente armado. Nosotros estamos completamente desarmados ante el Poder Ejecutivo, con las facultades omnímodas que éste tiene.

Paso al tercer punto que para mí es uno de los tópicos más interesantes: Hace pocos días decía a mi distinguido amigo el señor ingeniero don Norberto Domínguez: "Me extraña que un elemento intelectual como usted, venga a sostener el régimen presidencial como el más conveniente para nuestro existir político". Y repito lo mismo al compañero Ortega; pero afortunadamente por las indicaciones, por las elucubraciones del compañero Ortega veo que está un poco escaso de conocimientos en la materia. Asienta el señor compañero Ortega, que las máximas fundamentales, que los principios

directrices del parlamentarismo son: la irresponsabilidad del Ejecutivo, la responsabilidad ministerial y la facultad de veto otorgada al Ejecutivo, llámese monarca o llámese presidente. No es exacto, señor compañero. Los principios fundamentales del parlamentarismo son: la irresponsabilidad del Ejecutivo y la responsabilidad ministerial, pero esto principalmente, esto que es la gran conquista del pueblo inglés, la supremacía, la preeminencia del Parlamento, porque, óigalo usted bien; dentro de la vida real, dentro de la vida política en que vive aquel medio sólo hay un poder y ese poder se llama el Parlamento...

El C. Mijares, interrumpiendo: ¡El pueblo!

El C. Borrego, continuando: El pueblo no puede hacerlo sino por medio de sus representantes, de ahí que el Parlamento implícitamente se ha dicho que es el pueblo. Es una vulgaridad venir aquí a sostener que la soberanía radica directa y esencialmente en el pueblo; eso lo sabe hasta un niño de escuela, pero lo que no saben es que la soberanía nacional se ejerce por medio de sus representantes. Otro error incurrido por el compañero Ortega es el siguiente: nos dice que el Parlamento impone al Gabinete. No es exacto, señor compañero; el encargado del Poder Ejecutivo llama a un amigo de su confianza, un hombre que naturalmente considera que es competente en la materia y lo invita para que forme el Gabinete. Los ministros no son sino responsables ante las Cámaras de Diputados solidariamente por la política que desarrollen en el país individualmente, por los actos personales, por los actos administrativos; de manera que ya ve usted que incurre en un error al asentar que en el parlamentarismo es la Cámara la que nombra a los ministros. No, la Cámara sólo sabe hacer una cosa: derrumbar a los malos gabinetes. La verdad, señores, que el régimen parlamentario tiene esta enorme ventaja: poner término a las revoluciones políticas. Yo creo que el país ha llegado a un estado en que no puede tolerar más revoluciones políticas; las únicas revoluciones posibles serán las revoluciones socialistas, pero las revoluciones políticas deben terminar y el término de esas revoluciones será el día en que establezcamos el régimen parlamentario. (Aplausos.) Voy a terminar, señores diputados, cumpliendo con lo prometido de ser lo más breve, lo más sintético que pudiera serlo. Hay tal confianza en este régimen parlamentario del pueblo inglés...Antes permitidme una brevísima reseña histórica: el pueblo inglés conquistó el régimen parlamentario por medio de una revolución, derrocó la dinastía de los Estuardos e impuso a Guillermo de Orange los principios fundamentales del parlamentarismo: irresponsabilidad del rey y responsabilidad ministerial. Anteriormente en Inglaterra tenían el régimen presidencial en 1688 - fijaós, señores diputados; vivimos casi tres siglos rezagados del movimiento político -; tenían el régimen presidencial, que allí se llamaba el régimen correlativo, y los choques entre el rey el Parlamento eran frecuentes. El rey se vengaba del Parlamento vetando todas las leyes que expedía el Parlamento, y el Parlamento se vengaba del rey negándole los subsidios a la hora de los presupuestos. Iniciado el régimen parlamentario, jamás se ha visto que el rey haga uso de la facultad de disolver el Parlamento; es tal la conciencia, la importancia que da el pueblo inglés al régimen parlamentario, que lo ha condensado en un proverbio: el Parlamento lo puede todo, menos hacer de un hombre una mujer. Señores diputados: yo que creo que debemos poner término a la revolución política, y que el único medio de poner término a la revolución política es establecer el régimen parlamentario, os diría: debemos implantar el régimen parlamentario, y si para hacerlo necesitamos hacer una revolución, hagámosla. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Salazar Juan B.

El C. Ortega Miguel F.: Como miembro de la Comisión, tengo derecho de hablar.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Ortega Miguel F.: Señores representantes: He oído con toda atención las argumentaciones del compañero Borrego, que pueden reducirse a dos, puesto que dos fueron los puntos de su programa. Primero, que en caso de que se acepte el dictamen de la Comisión, la Cámara de Diputados se constituiría en una dictadura que invadiría el Poder Ejecutivo; que el Ejecutivo estaría supeditado a la dictadura de la Cámara y que, por consiguiente, el Ejecutivo no podría obrar y que peor es la dictadura de muchos que la dictadura de uno. Primer punto del discurso del compañero Borrego. Segundo Punto: ataca el dictamen el compañero Borrego, diciendo que son impracticables las medidas que propone la Comisión. Yo preguntaría, con todo respeto, al compañero Borrego, en qué quedamos: O es dictadura lo que significa el dictamen de la Comisión, o no es dictadura, puesto que su señoría ha dicho, en el primer caso, que sí es una dictadura mucho reprochable, más detestable que la dictadura de uno. ¿Que en el segundo caso también es impracticable enjuiciar al Ejecutivo? Entonces, compañero, ¿en qué quedamos?...

El C. Borrego, interrumpiendo: ¿Me permite usted contestar?

El C. Ortega Miguel F.: Sí, señor.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Borrego.

El C. Borrego: Seguramente el compañero Ortega no se fijó en la salvedad que hice. Dije yo: Si el presidente respeta la ley -y naturalmente dudo que la respete -, resultará esto; pero como jamás la respetará, resultarán ineficaces todas estas causas de responsabilidad. Un individuo que dispone de tantos elementos jamás respetará la ley.

El C. Ortega Miguel F., continuando: Dentro de esta explicación que me ha hecho, yo le contestaré con esto, que es fundamental en psicología: para poder creer que otro existe, debo convencerme primero de que existo yo. Si el señor compañero Borrego duda del valor civil de los señores representantes del pueblo, para encausar al presidente de la República, entonces, compañero Borrego, no podemos discutir nada. ¡Se acabó todo, porque dudáis hasta de vos mismo! (Aplausos.)

El C. Borrego: ¿Me permite contestar?

El C. Ortega: ¿Qué cosa?

El C. Borrego: Lo primero.

El C. Ortega: No, es conclusión a la que yo he llegado.

El C. Borrego: ¿Me permite una aclaración? Porque es una interpelación y yo debo

contestarla, porque está usted tergiversando mis conceptos.

El C. presidente: Me permito manifestar al ciudadano Borrego, que conforme al Reglamento están prohibidos los diálogos.

El C. Ortega, continuando: Si cada uno de los representantes del pueblo estamos seguros de que no tenemos valor civil para encausar al presidente de la República por ninguna violación constitucional, entonces, señores, la Comisión rompería el dictamen que ha presentado a la consideración de ustedes y se largaría a su casa porque se consideraría no representante del Pueblo. (Aplausos.) La Comisión, compañero Borrego, ha elaborado su dictamen sobre esta base: de que los diputados somos verdaderamente representantes del pueblo y que tenemos el valor civil para encausar al Ejecutivo.

El C. Borrego: ¿No me permite usted la palabra para una interpelación?

El C. Ortega: La permito cuando yo termine.

El C. Borrego: Yo se la concedí a usted.

El C. Ortega: Tiene usted la palabra.

El C. Borrego: Es fácil argumentar partiendo de algo inconsistente; yo no he dicho que en la Cámara no haya valor civil para acusar al presidente; lo que he dicho, repito y sostengo, es que no prospera esa acusación. Ya ve usted que es muy diferente a lo que usted está diciendo.

El C. Ortega: Nuevamente, compañero Borrego, me veo en la necesidad penosísima de demostrar a su señoría que están en el error más craso. Que no se puede, dice el compañero Borrego. Yo no he dicho que los diputados no tengan el valor de enjuiciar, pero los diputados no enjuiciarán. ¿A qué equivale eso, compañero Borrego? A negar el valor a los diputados.(Voces: ¡No!) pues bien, señor compañero Borrego, yo sí creo y sigo creyendo que los diputados desde la XXVII Legislatura para acá, desde la Legislatura de Madero para acá, hemos aprendido a ser hombres enfrente del poder del Estado; yo si sigo creyendo con fe ardiente, que los diputados que nos encontramos en estas curules, tenemos la convicción íntima , segura y firme, de que representamos a nuestros comitentes dentro de esta Asamblea. (Voces: ¡Está claro!) Y para que no digáis que son argumentaciones sin fundamento, que son aseveraciones sin razón de ser, os voy a contar este caso de la pasada Legislatura, tan denostada por el pueblo, tan maltratada por el pueblo, tan mala como la hicieron aparecer los periodistas de entonces. La pasada Legislatura, compañero Borrego, no obstante que había sido hecha, constituída por Aguirre Berlanga, esa Legislatura, el día que se vio que don Venustiano Carranza iba por otros derroteros que no eran los de la revolución, supo controlar a esta Cámara encabezada por este José Siurob, a quien tanto quiero como honrado, como valiente y como un verdadero revolucionario, encabezada por ese García Vigil, que desgraciadamente no está con nosotros y todos, todos aquellos, cada quien en su esfera dentro de su partidarismo, cada quien dentro de su esfera, logramos por medio de honradez absoluta y de valor civil encauzar todas las discusiones de esta Cámara, y no tenemos ni una sola derrota, no podemos considerar ni una sola derrota de parte de los carrancistas, porque nosotros traíamos; abajo de ese valor personal que cada quien tiene y que es la base de la estimación social, otro valor más, el valor del revolucionario, del revolucionario consciente, no del revolucionario destructor, asesino y malvado. (Aplausos.) Ya ve su señoría cómo en momentos de prueba, porque los que éramos obregonistas entonces -obregonistas no porque somos personalistas, obregonistas porque Obregón significaba la bandera de oposición contra Carranza, y el oponerse a Carranza significaba defender la revolución - todos los que estuvimos al pie de nuestra bandera supimos y tuvimos el valor de defenderla enfrente de todos los paniaguados que se habían constituido en aduladores de Carranza. Ya ve su señoría cómo ha cambiado completamente la psicología y hasta la mentalidad de las Cámaras. ¿Por qué, compañero Borrego, queréis hacer esta ofensa a la Representación Nacional, de que la actual Representación Nacional no va a tener el valor bastante para encauzar la situación de la República? ¿Por qué, si tenemos la cuestión psicológica, la cuestión social, si tenemos los principios de Gustavo Le Von sobre la psicología de las multitudes, si tenemos todavía más: los hechos comprobados e innegables de la Historia, por qué queréis hacer la ofensa a cada uno de los representantes de que no tendrá valor civil para enfrentarse con el Ejecutivo? Pues bien, señores, si dentro de estos principios os demuestro con la Historia y con ellos que sí tenemos la facultad y el poder, el derecho, y el derecho sólo se conforma, como dice algún autor, cuando se puede ejercitar por medio de la fuerza; si tenemos ese derecho para encausar al Ejecutivo, ¿por qué duda su señoría de que no podemos hacerlo los representantes de la voluntad popular? ¡Sí podemos! La Comisión no se espanta del régimen parlamentario; no se espanta, porque para espantarse un hombre necesita que el hecho que le produce el espanto sea imprevisto. La Comisión tiene miedo de establecer el régimen parlamentario -y lo declaro yo -, tiene miedo, porque conoce las consecuencias del parlamentarismo en México, pero no porque le tenga miedo. Convendrá su señoría conmigo en que no es para tenerle miedo a una institución, cuando no se ha tenido miedo ni a los principios ni a los hombres. Primero. Segundo: dice su señoría que es impracticable. ¿Por qué ha de ser impracticable? Claro está que con el parlamentarismo hay invasión del Poder Ejecutivo por el Parlamento, porque el parlamentarismo, como dice Jiménez Aréchiga, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Uruguay, es un régimen de Gobierno en que la Cámara de representantes manda una Comisión al Ejecutivo para que sea la que verdaderamente ejecute los actos del Ejecutivo. No quiero entrar a la discusión del parlamentarismo porque no es oportuno; lo único que deseo es esto: que reflexionemos, porque a mí me tendréis siempre en esta tribuna oponiéndome al parlamentarismo en México. Eso es, con lo que vos decíais, con lo que comenzasteis vuestro discurso: más vale la dictadura de uno que la dictadura de muchos. Pues bien, compañero Borrego, me diréis como muchos otros representantes: ¿pero cómo vamos a aceptar el dictamen de la Comisión si es impracticable? Después de haberos demostrado que no es

impracticable dentro de la efervescencia política que ahora sentimos todos, os voy a decir esto con lo que estaréis conforme: es impracticable, pero más impracticable sería, compañero Borrego, si como está actualmente el texto constitucional, el presidente de la República solamente fuera enjuiciable por delitos de traición a la patria y graves del orden Común. La Comisión ha venido a catalogar estos delitos, y se ve en la necesidad de catalogarlos. ¿Sabe por qué, su señoría? Porque si aceptamos el texto de la Constitución de 57 que simplemente decía que es enjuiciable el presidente de la República por cualquiera violación expresa de la Constitución, claro está que dentro de la efervescencia política que estamos palpando y viviendo actualmente todos los días tendríamos motivo para encausar al presidente de la República; todos los días habría acusaciones contra el encargado del Poder Ejecutivo de la nación; y la Comisión ha pesado los dos intereses sociales: el primero, que le exige su soberanía, de que el presidente de la República responda como cualquier alto funcionario de la Federación de todos sus delitos, faltas y omisiones, y el otro interés, que la misma sociedad tiene de que sólo se le enjuicie dentro del período de sus atribuciones y por aquellos delitos contrarios al orden constitucional de la República.

En consecuencia, señor compañero, lo que necesitamos dentro de nuestra Constitución, es fijar clara y distintamente cuáles son los delitos por los cuales puede ser enjuiciado el presidente de la República. Los secretarios de Estado pueden ser enjuiciados por esos delitos, puesto que cuando menos son cómplices del presidente de la República, pero pueden ser enjuiciados por cualquier otro delito. ¿Cree su señoría que sea mala esta ley y que no debemos sostenerla por el hecho de que es enumerativa? Es el único caso en que el Derecho autoriza a que la Constitución sea enumerativa, porque hay dos intereses sociales igualmente ingentes, igualmente grandes, dos intereses sociales: el exigir responsabilidades por todo, y el exigir sólo responsabilidad por aquello que sea verdaderamente desquiciador del orden social: es el único caso en que sí se justifica la enumeración de las causales. La Comisión ha presentado así este dictamen agregando otras causales de enjuiciamiento para el presidente de la República, después de analizar cada una de las obligaciones constitucionales del presidente. Reto a cualquier abogado de la Asamblea y espero que vengan a hacer sus ataques para que me digan qué otra obligación del presidente de la República debiera considerarse dentro de los principios que la Comisión supone como causal de enjuiciamiento del propio presidente durante el período de sus funciones. Ha tomado esto, pero no lo ha tomado todo; ha tomado aquello que es fundamental, aquello que de atentar el presidente de la República contra ello, sería desquiciar a la sociedad, sería echar abajo el régimen constitucional que tenemos; no ha considerado como causal de enjuiciamiento del presidente de la República otros muchísimos motivos que pudieran derivarse de la obligación que tiene el presidente de la República, de cumplir sus funciones. Ve, pues, su señoría, que no ha tenido razón alguna. Voy a pasar al segundo punto, o tercero. El tercer punto lo hace consistir su señoría en que, conforme al dictamen, quedábamos alejados del parlamentarismo. Fuera de que el que tiene el honor de dirigirnos la palabra es enteramente contrario al régimen parlamentario en México y lo declara de una buena vez, se ve en el caso de manifestar a su señoría lo que ya antes había esbozado: el parlamentarismo en México, compañero, en caso de que la Cámara aprobara tal iniciativa, encontraría el obstáculo de la Cámara de Senadores; y si no fuera obstáculo la Cámara de Senadores, encontraría el obstáculo del presidente de la República, que buen cuidado tendría de dirigirse a los gobernadores de los Estados para que los gobernadores de los Estados ejercieran presión sobre las legislaturas. Yo os garantizo, fuera de analizar la cuestión del parlamentarismo, que el parlamentarismo en México no se podría implantar, oídlo bien, no se podría implantar antes de dos años. Ya veis, compañeros, la necesidad que tenemos de señalar casos de responsabilidad al presidente de la República. Tenemos el caso de Venustiano Carranza: don Venustiano Carranza se llevó los poderes camino a Veracruz, sin que le importara un bledo la resolución del Congreso Nacional. ¿Por qué? Porque vuelto Carranza, si no hubiera sido muerto, si hubiera vuelto Carranza aquí, no tendría el Congreso ninguna responsabilidad que exigirle, porque cierto es que había el precepto constitucional que ordena que no podía cambiar la residencia de los poderes sin permiso del Congreso, pero no había la sanción. En caso de infringirse el precepto constitucional, ¿cuál es la pena que se señala? Es lo que busca precisamente la Comisión: lo que busca la Comisión es que el presidente de la República sea enjuiciable por las causas H y R; y si el presidente de la República no es lo suficientemente moral, ni lo suficientemente democrático, ni lo suficientemente respetuoso del Poder Legislativo, entonces, compañero Borrego, cuando menos tendremos motivo para encausarlo. En el otro caso no tenemos ningún motivo para esto; en el otro caso se burlará impunemente de nosotros; nos orillará a revoluciones y nos orillará a trastornos del orden público, sin que pueda el Congreso, dentro de la Constitución, decir al presidente de la República que ha violado la Constitución y que se le impone tal o cual pena. Ya ve el compañero Herrero cómo existe la necesidad de que señalemos las causas de responsabilidad del presidente de la República para que podamos cuando menos en el supuesto de que no se le pueda exigir tal responsabilidad, decirle: "no puedes hacer esto, porque te enjuiciamos". Ya es una taxativa para que el presidente de la República se encuentre cohibido dentro de la esfera de sus acciones. Así es que acepto y confirmo el dictamen, porque si no es un paso tan adelantado como el parlamentarismo, cuando menos es un paso que damos hacia la responsabilidad del Ejecutivo, que ya está cansada la nación y ya están cansados los pueblos de ver que dentro de un régimen presidencial que estableció la Constitución de 17, sólo se enmascara un régimen de monarquía constitucional y que esta Constitución no sirve para nada, por que está a merced del presidente de la República. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Salazar.

El C. Portales: Con apoyo en el artículo 110,

pido la lectura de un documento que tiene conexión con lo que manifestó el compañero Avilés.

El C. presidente: No tiene eso conexión con el debate.

El C. Portales: Sí la tiene. El ciudadano Avilés pidió la palabra para apoyar el dictamen. Yo votaré en favor del parlamentarismo, porque sí creo justo que se establezca. En estos momentos se está debatiendo la suerte de una gran parte del elemento ferrocarrilero que está sufriendo las maquinaciones de dos altos funcionarios. Ustedes han visto que está decretada una huelga para el 24 de este mes y aquí hay dos elementos.

El C. presidente: La Presidencia se permite hacer notar al ciudadano Portales, que no estando inscripto en la lista de oradores, no tiene derecho a hacer uso de la palabra en estos momentos. Por lo tanto, si desea hacer uso de ella, se le concederá a su debido tiempo. Tiene la palabra en pro el ciudadano Salazar.

El C. Salazar: Honorable Asamblea: El objeto de haberme inscripto ha sido el de encauzar el debate, el de fijar perfectamente el punto relativo a las responsabilidades dentro del régimen presidencial y el relativo a las responsabilidades dentro del régimen parlamentario. Por consiguiente, hemos venido a hacer aquí una discusión que no cabe en los momentos presentes, no es oportuna, no encaja en la convocatoria del Ejecutivo a los asuntos que nos han traído a sesiones extraordinarias. Nuestro régimen es el siguiente: la voluntad popular, la soberanía popular se ejerce mediante los órganos seculares, que son el Legislativo y el Ejecutivo; el Legislativo representa a la voluntad y el Ejecutivo la pone en práctica. Por consiguiente, a base del equilibrio de los poderes, de no invadir facultades del uno ni del otro, nosotros estamos bordando en el vacío, nosotros estamos hablando en pro o en contra del parlamentarismo sin que esto venga a cuenta, sin que sea de nuestro resorte en los momentos presentes, sin que estemos facultados para ello, basta con que fijemos un poco nuestra atención para convencernos del error en que hemos incurrido. El artículo 80, relativo al capítulo III, que habla del Poder Ejecutivo, consigna lo siguiente: "Se deposita el ejercicio del supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará presidente de los Estados Unidos Mexicanos". Por consiguiente, nosotros, al pretender traer responsabilidades políticas, no hacemos más que invadir el terreno del Ejecutivo.

No estamos autorizados para imponer un ministro al Ejecutivo, ni estamos autorizados para dar votos de confianza o de censura y con ellos obtener la caída o ratificar la confianza en favor de un ministro; por lo tanto, no es el caso a discusión, no es la responsabilidad política, son las responsabilidades propiamente constitucionales dentro del régimen presidencial. Si leemos con atención el artículo 88 en la fracción II, encontramos: "Nombrar y remover libremente a los secretarios del Despacho, al procurador general de la República, al gobernador del Distrito Federal y a los gobernadores de los territorios, al procurador general de Justicia del Distrito y Territorios", etcétera; luego entonces, para entrar a discutir la conveniencia o inconveniencia del régimen parlamentario, sería preciso que reformáramos estos artículos, para lo cual no tenemos facultades, puesto que no hemos sido convocados para ello. Por lo que respecta al régimen parlamentario, aquí se han emitido varias teorías. Estamos deslumbrados: después de un triunfo revolucionario, después de un movimiento armado, creemos que vamos a hacer una gran conquista. ¡No, el parlamentarismo es siempre el régimen de las burguesías! El parlamentarismo sólo hace esto: formar un elenco de hombres que se disputan la conquista de los ministerios. Una vez que se ha conquistado un ministerio, entonces el representante va a disfrutar de ese ministerio en nombre de sus representados, y el pueblo seguirá tan pobre, tan miserable y desgraciado, como antes. Fichte ganó su primera y definitiva batalla cuando afirmó que la verdadera política consiste en decir lo que hay en el fondo de las cosas, olvidarse de las conveniencias sociales y personales e ir al fondo de la cuestión.

Aquí no hay más que esto: "Quítate tú para ponerme yo y hacer lo que hiciste tú, que es lo que ambiciono hacer yo." Señores: se nos trae el argumento tan trillado ya, tan choteado ya, tan examinado ya, tan estudiado ya, que mentira parece, señores; queremos traer un régimen parlamentario a México, cuando nuestra historia nos enseña esto: después de una anarquía una dictadura; después de una dictadura, una anarquía; un siglo constante que ha traído necesariamente, forzosamente, el régimen presidencial. No es porque lo queramos, no es porque lo deseemos, sino porque las circunstancias del medio nos lo han impuesto. Nosotros vamos siempre tras el caudillo, nuestro mismo pueblo va siempre tras el caudillo triunfante, como las mariposas van siempre hacia la luz. Se habla de repúblicas como la de Chile; se nos trae el argumento de que Chile ha triunfado por su parlamentarismo. ¡Es falso! Se cae en el sofisma que consiste en esto: Post hoc ergo propter hoc. Esto, después de eso; luego, por eso. Se afirma que Chile ha triunfado porque implantó el régimen parlamentario, pero ésta es la mayor de las falsedades, señores. Si nosotros estudiamos a fondo la historia de esta República, encontramos comerciantes, oligarcas, terratenientes, vascos, sajones, fríos calculadores; todos estaban preparados; de modo que el régimen parlamentario lo único que hizo fue encauzar esas actividades, darles forma y copiar un sistema que se avenía perfectamente con aquel medio. De modo que nosotros venimos a hacer aquí alarde de revolucionarismo. Se nos llamará a los que nos oponemos o a los que pensamos distinto, reaccionarios. Nada de eso, señores; están en germen dos partidos en la República: el proletariado y la burguesía; el hombre que sufre, el hombre que llora, el agricultor y el obrero contra todo lo que significa industrialismo y capitalismo: éstos son los únicos partidos del porvenir; hacia allá vamos nosotros. En el fondo, esto es lo que se agita. Acaba de triunfar una revolución y todos, más o menos, son revolucionarios; pero no ha llegado aún la época de la lucha, aunque sí se avecina: es la alborada. Esperemos el día de mañana, y cuando se manifieste, el pueblo, cansado de nuestras mentiras y de nuestras imposturas; el pueblo, cansado de todas nuestras torpezas, nos echará de aquí como

burgueses corrompidos, sin que valga el parlamentarismo. Viene una época en que se va a dar al traste con nuestros viejos regímenes. El parlamentarismo sólo sirve para burlar el voto para engañar al pueblo y para desorientar a los que tienen fe todavía en el porvenir. Señores: cuando los ministros necesiten tener mayoría aquí, entonces las corrupciones serán mayores; hemos visto ya que el oro carrancista compró a los que creíamos hombres de honor, y a la hora del peligro unos cuantos estuvieron de parte de la verdad, y todos los demás de parte de la corrupción. Por consiguiente, aplacemos esto, llegará un día en que discutamos ampliamente el pro y el contra de este asunto; pero en este momento sólo estamos perdiendo el tiempo; bendigo, sin embargo, este momento, porque hemos entrado al terreno de los ideales revolucionarios. Cuando el ilustre Réclus estaba moribundo, alguien le presentó un periódico de la Rusia. Réclus, el que había predicado siempre el triunfo de los de abajo y que el equilibrio de las clases sociales a costa de las injusticias tendría que ceder, ya moribundo, alguno de sus familiares le presentó la prensa rusa, era eso en Bruselas; el ilustre anciano se incorporó, leyó los periódicos y vio que un acorazado se había levantado contra los zares, y exclamó: ¡Al fin la revolución, la revolución al fin! También nosotros, señores, bendigamos este momento que nos ha dado oportunidad para deslindar campos, y exclamemos: "¡Al fin la revolución!" (Aplausos.)

El C. Estrada Leopoldo: Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. presidente: Acaba de hablar uno de los miembros de la Comisión.

El C. Estrada Leopoldo: ¡Tengo derecho!

El C. Martínez de Escobar Rafael: ¡Moción de orden!

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Martínez de Escobar Rafael: Ciudadanos representantes: La razón de ser que el Reglamento establece para que los miembros de las comisiones asciendan a la tribuna cuando se trata de un dictamen relativo a ellas, no es otra sino la de que informen a la Asamblea sobre los motivos, las causas generadoras que los impulsaron para haber dictaminado en el sentido en que lo hubieren hecho; pero no es posible que a cada momento se estén alternando, como si fueran oradores del pro o del contra, no. Ya se ha escuchado al compañero Ortega en dos ocasiones; ¿cómo va a ser posible que venga a alterarse el orden de los oradores, queriendo ir otro de los miembros de la Comisión a la tribuna? Ahora, fíjense ustedes: el licenciado Ortega habló en pro de su dictamen, e inmediatamente después habló el ciudadano Salazar en pro. ¿Y ahora quiere otra vez hablar la Comisión en pro? ¡No es posible! Necesitamos proceder con orden, para que se vaya estableciendo un juicio, para que se vayan comparando ideas. Yo ruego, pues, a los miembros de la Comisión, que no establezcan este desorden.

El C. Estrada Leopoldo: Pido la palabra para hacer una rectificación.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Estrada Leopoldo: En esos momentos no estaba yo aquí; creí que el ciudadano Salazar había hablado en contra, y por esa circunstancia y en la inteligencia de que el mismo Reglamento me concede hablar después que hable uno en contra de la Comisión, creí que en cualquier tiempo la Comisión está facultada para defender su mismo dictamen. Esa fue la razón que me asistió para haber pedido la palabra. Hago la rectificación correspondiente.

El C. presidente: Se ha inscripto en contra el ciudadano Zincúnegui Tercero, quien cedió la palabra al ciudadano Espinosa. Tiene este ciudadano la palabra.

El C. Espinosa Luis: Ciudadanos representantes: Pienso como Amado Nervo: cuando encuentro una espina en el camino y me pica, la aparto, pero no la odio. Digo estas palabras a propósito de la intemperancia del compañero Ortega al juzgarme como representante y como opositor a su dictamen. Haciendo un poco de ironía pudiera decir al compañero Ortega y a la Asamblea para regocijarla un tanto, que si soy efectivamente un estudiante destripado, en cambio el compañero Ortega es un ex-estudiante y un profesionista tripón o tripudo. (Risas.) No hago caso, señores, de los conceptos acaso poco caballerosos del compañero Ortega, porque ha mucho tiempo que he clasificado en mis momentos de observación su psicología, y estoy seguro de que el compañero Ortega es un enfermo: está enfermo de megalomanía. Observadle desapasionada y serenamente y veréis en todos sus actos a un hombre con pretensiones de sobreponerse, de imponerse, de ser el Todopoderoso...(Voces: ¡No!) Es mi criterio personal, no estoy interpretando la opinión de nadie, estoy expresando mi opinión personal y nadie puede negarme el derecho de que juzgue a un compañero como crea que debe ser. Por lo demás, no tengo interés en seguir bordando por este terreno de rectificaciones enojosas; yo dejo al compañero con toda su sapiencia que él mismo ha venido a pregonar aquí con ese sello característico del sexo débil, del sexo femenino: con una verdadera hinchazón de pavo real. (Voces: ¡No es cierto!) Sí, señores, el compañero Ortega ha venido a decir aquí que él es hombre de ciencia, que él es hombre de talento, que él es esto, que él es lo otro....(Voces: ¡No, hombre!) Sí, señores; él lo ha expuesto. (Voces: ¡No está a discusión la personalidad del ciudadano Ortega!) El compañero Ortega puede muy bien tener toda la ciencia de los siete sabios de Grecia, yo no se la niego ni se la concedo; el compañero Ortega puede considerarse como el Dios de los Dioses, como un Júpiter Todopoderoso, en buena hora; el compañero Ortega puede considerarse el superhombre de esta Asamblea. Y todo esto ¿qué tiene que ver con el punto a debate? En cambio, ciudadanos representantes, yo vengo a demostrar a la Asamblea, no con mis opiniones que nada valen, sino con las opiniones de hombres que están reputados en México como maestros en Derecho Constitucional, que este parto, que este aborto de la Comisión, que ahora se discute, es la aberración más grande que puede haber dentro de las reformas constitucionales. Emilio Rabasa, considerado como el maestro en Derecho Constitucional, ha dicho que el congresionalismo es verdaderamente destructor y verdaderamente funesto dentro de un sistema como el nuestro. Y no puede ser de otra manera, ciudadanos representantes. ¿Qué sería si nosotros

aceptásemos ese absurdo, esa reforma constitucional que contiene once puntos por los cuales únicamente puede enjuiciarse al Ejecutivo? Entonces, señores, echaríamos por tierra la base de nuestras instituciones democráticas y republicanas. Rabasa ha dicho: el Ejecutivo puede ser enjuiciado por todas y cada una de las violaciones de los artículos de la Constitución y, en cambio, el luminoso licenciado Ortega, el talentoso licenciado Ortega viene a proponernos por medio de su dictamen que el Ejecutivo de la República solamente puede ser enjuiciado por la violación de once artículos de la Constitución. Esto es monstruoso, esto es verdaderamente una aberración. Y no se diga que estoy interpretando mal el espíritu de esta reforma; no, señores, ya el compañero Ortega lo dijo hace unos instantes desde esta tribuna: el Ejecutivo no podrá ser enjuiciado por violaciones a los demás artículos de la Constitución, y en cambio Rabasa dice terminantemente que el Ejecutivo puede ser enjuiciado, no importa que no se hayan enumerado todos los capítulos que motiven el enjuiciamiento. Esta palabra sola, esta palabra sagrada para un hombre y para un ciudadano lo encierra todo: el juramento que hace un diputado en el momento mismo que viene a esta Asamblea cuando ya ha sido consagrado como representante, de cumplir y hacer cumplir la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos. Esto sólo basta y sobra para exigir en todo tiempo al presidente de la República el exacto cumplimiento de todos y cada uno de los capítulos de la Constitución; este solo concepto basta y sobra para enjuiciar al Ejecutivo de la República por la violación de cualquiera de estos artículos constitucionales. ¡Y ya veis lo que nos propone el talento, la sabiduría salomónica del licenciado Ortega! Este luminoso proyecto que conceptúo como el parto de los montes, viene a dejar al Ejecutivo dentro de una impunidad absoluta que lo convertiría de hecho en un autócrata, es un verdadero Zar de las Rusias si nosotros tuviésemos la ligereza de aprobar ese dictamen atentatorio y monstruoso; pero no, señores, por fortuna confío en vuestra ecuanimidad; estoy seguro de que en manera alguna consentiréis en que el Ejecutivo y por lo tanto sus secretarios de Estado queden fuera del alcance de un juicio civil; pero oídlo bien, el proyecto del compañero Ortega sólo pide exigir responsabilidades al Ejecutivo por la violación de once artículos, y, oídlo también bien, por medio de este procedimiento: el enjuiciamiento civil. ¿Y qué es el enjuiciamiento civil en México, señores compañeros? Es la burla más sangrienta a todos los derechos depositados en nosotros como representantes del pueblo. Y que no nos venga aquí el compañero Ortega con ese su autobombo de revolucionarismo a querernos decir que en esta Cámara hay valor civil bastante para enjuiciar al Ejecutivo. Ya lo creo que sí lo hay; pero no basta eso, ciudadano Ortega, usted sabe perfectamente bien que en la pasada Legislatura se acusó al ciudadano Aguirre Berlanga y se pretendió enjuiciársele porque conforme al criterio de muchos compañeros estaba violando la Constitución, porque aconsejaba a las minorías de este Parlamento que desintegraran tarde a tarde el quórum interrumpiendo por lo tanto las labores del Parlamento. Y, ¿qué se hizo? Absolutamente nada, ciudadanos representantes. ¿Qué se ha hecho hasta ahora en contra de los funcionarios cómplices del cuartelazo? ¿Qué en contra de los asesinos del presidente y del vicepresidente legítimos de la República en tiempos también del cuartelazo? Nada absolutamente. Así pues, no hay que ver aquí el valor civil; hay que ver nuestro modo de ser, compañero Ortega. Y este recurso del enjuiciamiento civil para castigar a los malvados, es enteramente nugatorio dada nuestra idiosincrasia, dado nuestro modo de ser apático, dado nuestro modo de ser de bondad y de conmiseración. Basta que un hombre que delinque abandone el empleo en que cometió la falta, para que todo se olvide, para que caiga sobre él una pesada losa de conmiseración y olvido para todos sus delitos. Y esto que la práctica nos ha enseñado, es lo que viene a sostener con tanto brío el ciudadano Ortega; pero no lo viene a sostener porque sea un convencido, lo viene a sostener con tanto acaloramiento, porque su megalomanía, su excesivo amor propio se siente lastimado y herido porque no puede impedir que sus luminosas ideas vayan al cesto. Pero no, señores, oid lo que dicen los maestros, no lo que digo yo. El licenciado Rabasa en su obra "La Constitución y la Dictadura", al hablar de esta última dice lo siguiente:

"Nuestra dictadura en la época constitucional, tiene de notable que nuestros grandes presidentes han ejercido la dictadura favoreciendo las evoluciones que cada etapa requería. No ha sido que un despotismo brutal haya hecho estragos en los pueblos; es que la desproporción entre las instituciones prometidas y las posibilidades de realización, ha irritado la impaciencia de los hombres que han puesto sus pasiones y sus fuerzas al servicio de los que prometen de nuevo la vida popular libre y activa. En vez del quietismo de las tiranías, hemos tenido con las dictaduras democráticas un movimiento de avance y una evolución continuos.

"Pero bajo tal régimen, lo que no puede progresar y ha tenido que permanecer estacionario, es la práctica de las instituciones, sin la que serán siempre una quimera la paz permanente, el orden asegurado, que son el objeto de la organización nacional, para conjurar peligros exteriores y realizar los fines de la vida en el seno de las sociedades."

Ya ve el compañero Ortega cómo el eminentísimo Rabasa dice que bajo una dictadura puede desarrollarse todo, menos el avance de las instituciones, y que no avanzando, no reformándose esas instituciones de acuerdo con el medio y la cultura del pueblo, no puede haber paz duradera y progreso efectivo. Esto por lo que hace a una dictadura constitucional que siempre hemos tenido; ahora, por lo que hace al congresionalismo, quiero que oiga el compañero Ortega y también la Asamblea, lo que dice el maestro:

"Al condenar como usurpador o desorganizador el sistema congresional a que daría nacimiento la invasión a que tiende el Poder Legislativo, no queremos decir que el Congreso deba abstenerse de toda intervención en los actos del Ejecutivo. Ni puede ni debe impedirse esa intervención cuando las Cámaras estimen que el Gobierno compromete al país o amaga a la Constitución con su conducta; o cuando por negligencia o malicia deje de hacer uso de facultades que le son propias o de cumplir

obligaciones que no debe excusar. El Congreso tiene autoridad legítima para intervenir, no señalada en una fracción del artículo 72, sino emanada de su naturaleza como alta institución gubernativa, y expresada en la protesta solemne con que se asumen las funciones públicas, de guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes."

Ya ve el compañero Ortega cómo Rabasa opina que no basta que estén comprendidas las facultades en el artículo 72 de la Constitución, del presidente de la República; no basta que estén allí enumerados todos sus derechos y sus obligaciones, todas sus prerrogativas y sus deberes; es necesario que nosotros, como representantes del pueblo, reconozcamos el derecho que tenemos, el derecho de hacer cumplir al Ejecutivo todas y cada una de las partes que forman la Constitución; y lo que se propone es una inmoralidad que no aceptará la Asamblea. Clara y terminantemente habéis dicho que el Ejecutivo sólo puede ser encausado por violación de once artículos constitucionales, y esa aberración, ese feto legislativo, sólo pudo ocurrírsele a un hombre que tiene el cerebro luminoso. Pero, señores, yo pregunto: ¿qué sería de la nación, qué sería de nuestras instituciones, qué sería de nuestros derechos si mañana el Ejecutivo, por medio de la trampa diabólica que preparó el señor licenciado Ortega, el Ejecutivo violara la libertad de escribir consagrada en el artículo 7o. constitucional? ¿Qué sería de la libertad del pensamiento, qué sería de la libertad de emitir ideas, con esa facultad que dejáis al Ejecutivo, de mandar encarcelar a los periodistas, de mandar destruir las imprentas y los utensilios materiales para dar vida al pensamiento? Y esto es lo que vos queréis y lo que vos proponéis. Pero hay algo más grave todavía, ciudadanos representantes: el compañero Ortega y los demás que formularon este dictamen, tal parece que sólo se preocuparon por que el Ejecutivo fuese enjuiciado por violaciones al Derecho Público. Y qué, compañero Ortega, ¿creéis acaso, con toda vuestra sapiencia, que el Derecho Público es antes que el Derecho Privado? ¿Por qué no habéis consignado también el enjuiciamiento del Ejecutivo por violación a las garantías individuales? ¿Por qué no habéis consignado también el artículo 16 constitucional, que hace inviolable al hogar y que hace inviolable al ciudadano? Pues seguramente porque consideráis que por encima de estos derechos verdaderamente humanos están los derechos políticos.

El C. Ortega Miguel F., interrumpiendo: ¿Me permite contestarle?

El C. Espinosa Luis, continuando: Ya veis, ciudadanos representantes, con qué criterio la Comisión ha despachado este asunto; es una verdadera aberración, porque el artículo 16 constitucional estatuye que ningún hombre puede ser privado de su libertad, sino por autoridad competente y mediante órdenes escritas, y ya sabéis todos vosotros que la autoridad únicamente competente es la autoridad judicial, y conforme a esta puerta de complacencia que abre la Comisión al Ejecutivo, éste podría mandar encarcelar a cualquier ciudadano, mandar violar su hogar cuantas veces quisiera, sin necesidad de que interviniera la autoridad legítima, la autoridad judicial. Y no me diga el compañero Ortega que ellos no han querido eximir al Ejecutivo de la obligación de cumplir todos estos artículos de la Constitución, porque se necesitaría tener un criterio desequilibrado para pensar que el Ejecutivo queda obligado a cumplir, además de los once artículos, todos los demás constitucionales; ese sería un criterio absurdo y desequilibrado. Habéis enumerado, habéis hecho excepciones y habéis dicho claramente que el Ejecutivo sólo podrá ser encausado por violación de esos artículos de la Constitución. Yo, en mi ignorancia, en mi insuficiencia de estudiante destripado, os vengo a decir, compañero Ortega, que estáis procediendo no como un reaccionario, sino como un malvado. (Murmullos.) Claro, señores, que no he tenido la intención de calumniar al compañero Ortega... (Voces: ¡Ah!) Tengo la conciencia de mis palabras y estoy diciendo que está procediendo como un malvado, no que sea un malvado; estoy hablando con toda conciencia. Es necesario distinguir cuando se sabe lo que se está diciendo: precisamente por las murmuraciones de la Asamblea comprendí que no había interpretado bien mis palabras. Si quisiera tratar de ofender al compañero Ortega, le haría la ofensa directamente, y a este propósito es necesario que por mi propio prestigio haga esta rectificación: el compañero Ortega cuando vino aquí a rebatir mis argumentos, asentó que yo no tenía valor civil...

El C. Ortega: Pido la palabra. No he querido decir eso, porque desde que soy diputado al Congreso de la Unión jamás he tenido la osadía de ofender a cualquier compañero , así sean las opiniones que emita en contra de las mías.

El C. Espinosa: El DIARIO DE LOS DEBATES dirá si estoy en lo justo; pero como tengo la seguridad de que usted ha emitido ese juicio, necesito decirle que ni usted, ni nadie me va a dar cátedra de valor civil, porque no ahora, compañero Ortega; Luis Espinosa vino a demostrar valor civil en esta tribuna cuando se jugaba la vida.

El C. Ortega Miguel F.: Compañero Espinosa: Si ha entendido su señoría que ha sido mi propósito dirigirle una ofensa, el licenciado Ortega no ofende a nadie cuando se están discutiendo cuestiones de principios, y retira cualquier palabra de las que hubiere dicho, que se pudiera tomar como ofensiva. - El C. Espinosa Luis: Agradezco que el licenciado Ortega públicamente retire las palabras que involuntariamente dice que él pudo haber expuesto, en caso de que haya dicho esto. Yo no estoy hablando sobre un terreno de suposiciones, estoy seguro que dijo esto, y claro es que, como estoy seguro de que lo dijo, por eso lo estoy refutando con la virilidad con que yo acostumbro refutar todo aquello que, en mi concepto, es una injusticia o una calumnia. Decía, señores, que no es, pues, motivo de valor civil, ni de la Asamblea, ni de ningún ciudadano el querer que se reforme el actual sistema de Gobierno. No se necesita, ciudadanos representantes, valor civil para encausar al presidente de la República. ¡Si lo hemos hecho! ¡Si lo hemos pretendido! ¡Si aquí, en esta misma Asamblea, en la Legislatura pasada, no pedíamos cobarde y servilmente que se encausara a Carranza! ¡Desde esta tribuna, el que habla pidió ir a la revolución! Y, compañero Ortega, usted y yo nos desconocemos en lo absoluto en nuestra vida revolucionaria; pero es necesario que sepáis que el que habla fue

revolucionario armado desde 1911, en contra de la tiranía de Profirió Díaz; fue revolucionario armado en contra de la usurpación de Victoriano Huerta en 1913, y a vos mismo os consta cuál fue mi actitud en esta Asamblea cuando Carranza, queriendo burlar al pueblo, pretendía imponer a Bonillas. El Partido Liberal Constitucionalista, que es el que debe definir este asunto, porque es una de sus obligaciones políticas, señalaba también en su programa de Gobierno, programa aceptado por el general Obregón, que el Gobierno del Centro no intervendría en manera alguna en los conflictos políticos que se suscitasen en los Estados; y yo pregunto a la Asamblea, ¿qué no le consta que precisamente el Ejecutivo a cada instante se está entrometiendo en las cuestiones políticas de los Estados, no obstante que aceptó el general Obregón el programa del Partido Liberal Constitucionalista? Esto no necesita responderse, porque está en la conciencia pública; pero sí quiero leer la parte del artículo relativo. Dice así: "Programa de Gobierno aprobado por la Convención Nacional de 1920 y que se someterá al general Obregón, de conformidad con la cláusula XIV de la convocatoria respectiva...

"IV. Respeto absoluto a la soberanía interior de los Estados de la República, mediante la efectiva abstención del Ejecutivo federal en las luchas electorales y cuestiones políticas de las entidades federativas."

Si hasta estos momentos la Cámara ha permanecido impasible ante todas las intromisiones del Ejecutivo en los Estados, ¿por qué, entonces, esperar que con las reformas que propone la Comisión, el Ejecutivo cambie de manera de ser? Esto es imposible, empezando porque la Comisión tampoco prohibe al Ejecutivo, tampoco señala que puede ser castigado si se entromete en las cuestiones políticas de los Estados. Y no hay que andarse por las ramas: una de las causas esenciales del mal nacional de estos momentos, es precisamente la intromisión del Ejecutivo en estos conflictos políticos de los Estados; si el Ejecutivo se abstuviera en lo absoluto, si dejara que los mismos ciudadanos de un Estado resolvieran sus diferencias, estoy seguro de que no hubiésemos visto esta triste repetición de dualidad de legislaturas y de triplicidad de ejecutivos locales. No quiero hacer cargos ningunos al Ejecutivo; no se entienda que vengo aquí a hacer una oposición, porque hay muchos compañeros que creen que soy un oposicionista sistemático; no, señores, yo vengo a decir estas verdades sin poner en tela de juicio la honorabilidad del ciudadano presidente de la República; pero es necesario que nosotros pongamos el dedo en la llaga, que señalemos todos los defectos de nuestras actuales instituciones, precisamente para que los remediemos, porque nadie, oídlo bien, es más responsable que este Poder Legislativo, de todo lo que está sucediendo en la República. Somos nosotros, señores, los que no hemos querido intervenir, como estamos obligados a hacerlo, para poner un hasta aquí a todos esos conflictos. Y no me digáis que no estamos capacitados por la ley. Precisamente el parlamentarismo se impuso empezando a ser una imposición a la tiranía absolutista de los reyes. Así fue como vino encajando poco a poco, hasta cristalizar en la forma avanzada de Gobierno de gabinete, aun en las monarquías constitucionales. ¿Por qué no nosotros también, en lugar de asumir una actitud de componendas, como la que propone la Comisión y que yo considero funesta, de una buena vez por todas marcamos nuevos derroteros a nuestras instituciones? ¿Por qué no de una buena vez dejamos al Ejecutivo tal como se encuentra, por unos cuantos meses? En buena hora que la Constitución diga expresamente que el Ejecutivo de la República sólo podrá ser enjuiciado por traición a la patria o por delitos graves del orden Común; eso dice expresamente la Constitución, pero la misma Constitución dice, tácitamente, que también el Ejecutivo puede ser enjuiciado por la violación de la Constitución, en el capítulo que nos obliga a jurar cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen. Así pues, señores, reconozcamos esta facultad, hagámosla nuestra y defendámosla; pero en manera alguna vengamos a apoyar este dictamen que, como antes he dicho, es una verdadera aberración, no obstante los luminosos conocimientos del licenciado Ortega y de los demás miembros de la Comisión. Yo, señores, salvo mi responsabilidad votando en contra de este dictamen. Los peleceanos, que en más de una ocasión han dado muestras de saber defender sus convicciones y que en más de una ocasión han estado a la altura de su deber, seguro estoy también que cumplirán con la promesa hecha al pueblo y consignada en su programa de Gobierno. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Díaz Soto y Gama.

El C. Espinosa: Un momento. Tengo especial empeño en que, como corroboración de mis palabras, se dé lectura a unos cuantos párrafos de este escrito, que vienen a poner de relieve los malos resultados del actual sistema que hay en México. Suplico a la Presidencia que ordene a la Secretaría que lea. Dentro de un régimen parlamentario esto no hubiese sucedido y se habría castigado al culpable.

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Manifiesto. El Consejo Ejecutivo de la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras de la República Mexicana, ha creído de su deber justificar ante la nación la actitud que toman las trece sociedades ferrocarrileras que la componen, que de mucho tiempo atrás y mediante esfuerzos conciliatorios, ha querido evitar en beneficio del público. Es indispensable para orientar la opinión pública, hacer un poco de historia.

"En septiembre del año pasado, la Orden de Maquinistas y Fogoneros de Locomotoras, en vista de las injusticias de que era víctima por parte de la Dirección General de los Ferrocarriles, resolvió decretar un paro, que se realizó el día 8 del referido mes, habiéndose solucionado mediante la intervención del entonces presidente de la República, don Adolfo de la Huerta, quien mirando en las organizaciones ferrocarrileras un peligro para decretar huelgas aisladas, sugirió la conveniencia de que se organizaran debidamente....."

El C. Prieto Laurens, interrumpiendo la lectura: Respetuosamente pido la palabra para moción de orden, porque considero que en caso de que necesite el compañero Espinosa la lectura de ese documento, se puede hacer al final del debate.

Habiendo inscriptos varios oradores, no es oportuna esa lectura, por más que se haya mencionado la cuestión de los ferrocarriles.

El C. Zincúnegui Tercero: ¡Moción de orden! El artículo 110 del Reglamento autoriza a cualquier ciudadano diputado para pedir la lectura de un documento en conexión con el debate, a la hora que lo juzgue oportuno. El orador que acaba de hacer uso de la palabra creyó necesario que se diera lectura a un documento probatorio de sus argumentaciones y, de acuerdo con el Reglamento, se principió la lectura; por lo tanto, creo que no debe interrumpirse la lectura.

El C. presidente: En vista del texto leído del documento a que se hace mención, se reserva para darle lectura de acuerdo con lo resuelto antes para el caso del ciudadano Portales, al llegar el momento de entrar a las alusiones y rectificaciones. Tiene la palabra en pro el ciudadano Soto y Gama.

El C. Soto y Gama: Señores diputados: En todo este debate he visto que los oradores, en lugar de entrar a la realidad de las cosas, a la realidad de las cosas mexicanas y a la realidad del actual momento histórico -y en esta vez lo de histórico no es figura retórica - se concretan a elucubraciones de carácter general, jurídico o filosófico sobre el punto a debate. Yo quiero hacer otra cosa, yo quiero hacer precisamente lo contrario. En nuestro país, y entiendo que en casi todos los países del mundo, se acostumbra convertir la escena política en un verdadero escenario, con sus bambalinas, con sus decoraciones, con su indumentaria especial; pero lo que se ve, lo que está a la vista, lo que está presente en el escenario no es la realidad de lo que ocurre; detrás, entre bastidores, está la realidad, la realidad que conocen los actores, los que tienen la fortuna de estar iniciados en los misterios de la política, y la nación siempre queda a ciegas y a obscuras de lo que pasa en esas intimidades. A esas intimidades de los bastidores, a esas intimidades de nuestra política es adonde yo quiero llevar, más que a los señores diputados que más o menos están enterados de ellas, a la masa de la nación, que tiene derecho de saber lo que pasa en estas intimidades, en esas tenebrosidades, en esos bastidores. Pero para llegar a esto, quiero antes hacer una breve exposición, lo más rápida que sea posible, de nuestra actual situación, de nuestra situación mexicana, no de la situación del parlamentarismo en teoría, no de la situación del régimen presidencial en teoría. ¿Cuál es la situación con la que tiene que enfrentarse el Ejecutivo en estos momentos? ¿Qué debe hacer para formar el Gabinete? ¿Debe y puede formar un Gabinete a lo parlamentario, a la inglesa, a la francesa o a la italiana? Supongo rotundamente que no. El Ejecutivo se encuentra ante una situación eminente y radicalmente anormal, si cabe la expresión, tan anormal que el ingenuo joven Espinosa se ha metido en un berenjenal, en un atolladero del que no puede salir, al analizar a su modo la causa de que hubiese dobles legislaturas en cada Estado y un conflicto. El lo atribuye a la intromisión del Ejecutivo, y es al revés: la existencia de ese mal electoral, la existencia de ese caos político y de ese caos administrativo originado por diez años de revolución y por seis años de desorientación intencionada del carrancismo, es la causa de que el Ejecutivo tenga que intervenir. Esto que pongo como un ejemplo de tantos sobre lo anormal de nuestra situación, sirve para fijar la mente sobre lo anormal de una situación en su conjunto. ¿Con qué partido va a gobernar el Ejecutivo, o, en otros términos, con los miembros de qué partido va a integrar totalmente su Gabinete el general Obregón? ¿Con los miembros del llamado Partido Liberal Constitucionalista únicamente, con los miembros del embrionario y todavía informe Partido Socialista únicamente, con los miembros del Partido Nacional Agrarista llamado a ser verdaderamente nacional, pero que en estos momentos apenas da los primeros pasos en el sentido de su organización? Y bien, uno que conteste. Evidentemente que el Ejecutivo no puede gobernar ahora con ningún partido, por la sencilla razón de que en nuestro país todavía los partidos están en formación; y precisamente parece que se quiere precipitar al Ejecutivo al error de gobernar con algo que aparentemente es un partido y que aparentemente tiene mayoría en la opinión nacional, ya que de hecho puede tenerla en la Representación Nacional; se quiere llevarlo a gobernar exclusivamente con el Partido Liberal Constitucionalista que, en mi concepto, no es todavía un partido formado, puesto que no tiene ni siquiera tendencias definidas, ni siquiera es homogéneo en su constitución, puesto que en su seno se agitan desde un sovietista rabioso, el compañero Salazar, hasta hombres que defienden la libertad de trabajo, que defienden la Constitución de 57 y que llaman eminentemente liberal y patriótica la conducta de Zubaran porque se pone a la altura de los hombres del pasado. Con un partido así es imposible gobernar, porque no es partido, porque es un caos. (Aplausos.) En estas condiciones, el general Obregón ha procedido cuerdamente: ha llamado a su lado a las personalidades más fuertes de nuestro país, y allí es donde les duele a los señores peleceanos, y allí es donde empiezo yo a entrar en los bastidores de nuestra política. Llamó a don Adolfo de la Huerta. ¿Por qué? No porque sea peleceano, no; su matiz o su filiación política, poco importa; lo llamó por la enorme fuerza política, por la enorme significación social y administrativa que tiene en todas las clases sociales, por lo hermoso de su gestión durante el interinato, por lo trascendental de su gestión durante momentos verdaderamente difíciles y delicados. ¿Y puede el Partido Liberal Constitucionalista tachar a Obregón porque haya llamado a este hombre, que tiene un inmenso prestigio en todo el país....?

El C. Martínez de Escobar Rafael, interrumpiendo: No lo tachamos por eso.

El C. Soto y Gama, continuando: Ya acabaré mi análisis. Pero sí tacha y ataca en todas las formas, pública y solapadamente al general Calles, al que se puede calificar de "coco" del "Pélece".

El C. Martínez de Escobar Rafael, interrumpiendo: ¡A ese sí! - El C. Soto y Gama, continuando: ¿A Calles, sí, verdad? Esta es la ventaja de entrar a la verdadera política, a las intimidades de la política, a la política de bastidores. Así es que no debemos dar el triste espectáculo de hacernos tontos solos y yo

digo francamente que esto era lo que estábamos haciendo: hacernos tontos solos. Aquí todos somos parlamentaristas, con excepciones que no llegarán ni a diez, entre ellas el compañero miembro de la Comisión, señor licenciado Ortega, cuyas opiniones respeto, todos somos parlamentaristas. La cuestión está en el momento que se escoja para implantar el parlamentarismo. ¿Por qué se quiere implantar el parlamentarismo? Para excluir al ministro que no guste al "Pélece", al señor general Calles: ese es todo el tópico. (Voces: ¡No!)

El C. Espinosa: ¿Me permite el orador una aclaración?

El C. Díaz Soto y Gama: No es posible acabar mi análisis si se me interrumpe; soy un poco lento en mis análisis, pero me gusta profundizar.

El C. Espinosa: Es oportuna mi aclaración.

El C. Díaz Soto y Gama: No puedo permitirla. Decía yo que Calles estorba al Pélece y diré por qué lo estorba: en primer lugar, porque Calles es hombre de ideas perfecta y definidamente socialistas. El Pélece categóricamente ha formulado una declaración de fe conservadora al afirmar que apoya y apoyará al ministro de la libertad del trabajo, como lo llaman algunos periódicos, o sea a Zubaran. Zubaran, tipo de perfecto burgués, es uno de los hombres del Pélece, y éste, al subscribir un telegrama de apoyo a Zubaran, el enemigo de los sindicatos, que apoya a los traidores, diciendo que los traidores a los sindicatos, que los esquiroles tienen derecho a la libertad de trabajo, el Partido Liberal Constitucionalista con ese mensaje se ha catalogado francamente dentro del grupo actual conservador de la República. (Aplausos.) En estos momentos podemos afirmar todos los socialistas - y no es figura retórica -, que la lucha va a plantearse, como decía antes el compañero Salazar y como aclaro yo, entre el proletariado sostenido por hombres Calles, De la Huerta y Villareal, perfectamente definidos, y la burguesía sostenida por una clase media que no quiere definirse y que todavía lleva vergonzantemente el nombre de liberal, y digo vergonzantemente, porque eso de liberal pertenece ya al pasado. La lucha va a ser única y exclusivamente entre el Partido Socialista que está definiendo sus contornos, que esta definiendo sus lineamientos, y el Partido Liberal Constitucionalista que quiere constituirse en defensor de la Constitución añeja de 57 y que no sabe entender, que no sabe ver que la Constitución de 17, al inscribir entre sus artículos el artículo 123, hizo polvo al antiguo, al arcaico artículo 4o.; la lucha, pues, va a iniciarse entre los dos partidos. El señor general Obregón lo ve, lo siente, quizá intuitivamente se da cuenta de ello y no quiere suicidarse políticamente llamando a su lado exclusivamente a los liberales, porque ya está palpando el fracaso de su Gobierno al poner como ministro a un hombre como Zubaran, que no entiende los asuntos del trabajo. El general Obregón, pues, dice: yo no voy a gobernar exclusivamente, con el Pélece, y el general Obregón, que no quiere lastimar al Pélece, porque tiene una mayoría artificial en esta Cámara, tiene que transigir con esta Cámara, y el Partido Liberal Constitucionalista le ha presentado como elementos, señores diputados, lo más malo que ha encontrado en su equipaje; entre lo malo de los elementos del Pélece descuella de una manera notable el señor Zubaran, desecho del antiguo reyismo; el señor Zubaran, compañero de José María Lozano; el señor Zubaran, compañero de Luis Cabrera. Naturalmente cuando el general Obregón vio que los elementos que el Pélece le impone o que los elementos que figuran a la cabeza del Pélece, son hombres como Zubaran Capmany, el general Obregón, con un tacto especial, prefiere sostener a hombres como he dicho, de la fuerza de Calles y de la Huerta. En esto está perfectamente orientado el general Obregón; de manera que definiendo: nosotros los socialistas -quiero interpretar su pensamiento, pero no quiero ser ni pretendo ser el intérprete de ellos -, nosotros los socialistas, al venir a oponernos a la implantación inmediata del parlamentarismo, es porque vemos el peligro de que el Gabinete del general Obregón estuviera integrado por personas que no entiendan suficientemente el actual momento histórico por que atraviesa el país; digo esto, porque el Pélece, que hasta aquí se había manifestado reservado, que se había manifestado discreto, que se había manifestado revolucionario, se ha dejado deslizar insensiblemente hacia la tendencia netamente reaccionaria, atacando a Calles por aquello que Calles ha hecho de más grande, por el apoyo que Calles ha sabido dar al Partido eminentemente popular, al partido francamente socialista que para orgullo de la revolución mexicana ha triunfado en esos dos Estados, en Yucatán y en Campeche; de tal manera que para nosotros los socialistas es una alarma cada vez más definida la actitud del Partido Liberal Constitucionalista. Si yo he de ser franco, mi alarma creció, mi alarma se definió, mi alarma llegó a constituirse casi en temor cuando vi al Pélece subscribiendo ese telegrama de apoyo aun ministro tan retrógrado, a un ministro tan obstruccionista para los intereses del proletariado, como lo es el señor secretario Zubaran, a quien nunca nos cansaremos de atacar los socialistas en esta Asamblea, hasta que salga de un puesto donde no debe estar. Pues bien, señores; ante esta situación, el general Obregón ha hecho perfectamente bien en decidirse por dos hombres que sí entienden la situación: Calles y De la Huerta. Por eso decía yo que era ingenuo el diputado Espinosa cuando no sabe entender la gestión espléndida de perfecta política, la gestión de perfecta táctica, la gestión de perfecta sumisión al momento histórico del señor ministro Calles. A este respecto debo plantear ante la Asamblea la cuestión de las dobles legislaturas y de los conflictos electorales en los Estados tal como lo entiende y tal como lo plantea un distinguido revolucionario, el señor licenciado don Andrés Molina Enríquez. El señor licenciado don Andrés Molina Enríquez me decía en una discusión entablada a propósito del problema de las dobles legislaturas y a propósito de los continuos chanchullos que se están efectuando en los Estados merced a la política de abstención de la Federación, que en obsequio de la verdad, es la única que debe de inmiscuirse en los asuntos electorales; la Federación no tiene más que un camino: o declarar que permite la revolución local en cada Estado, absteniéndose de intervenir, o yendo al fondo de la cuestión, resolviendo las cuestiones como los estadistas; es decir, aceptando los hechos y diciendo: Puesto que

en tal Estado - pongamos el Estado de Campeche - luchan el latifundismo contra el socialismo, yo ayudo franca y decididamente a aquel grupo que es más revolucionario; ayudo al que es revolucionario contra el que es reaccionario, porque sólo así se salva la revolución. Es lo que ha hecho el general Calles y merece el bien de la nación; merece el aplauso de los mexicanos honrados, de todos los mexicanos conscientes. (Aplausos.) Lo más grande de la labor de Calles ha sido su política en Yucatán y Campeche, y lo que más vale de la gestión de Calles ha sido el valor que demuestra, que tanto le escuece al señor doctor Romero, y tiene mucha razón: ese viaje, que ratifica el triunfo del socialismo en Yucatán y en Campeche, y que pronto lo ratificará en Tabasco y lo ratificará la revolución en nuestro país vuelve a empezar por el Sur y que del Sur se extenderá el socialismo a toda la República. Por eso para nosotros es tan simpática, es tan razonable, tiene que ser inconmovible la figura del ministro de Gobernación, general don Plutarco Elías Calles. (Aplausos.) De manera que la lucha entre el Partido Socialista y el Partido Liberal Constitucionalista se va a definir de esta manera: el Partido Liberal Constitucionalista va a echar abajo a los ministros socialistas que la prensa reaccionaria llama bolcheviques; y nosotros los socialistas, que no somos bolcheviques, que somos únicamente socialistas plenos y que tenemos la más intensa, la más honda simpatía por el bolchevismo, los que aquí en México tenemos el orgullo de llamarnos socialistas plenos, nosotros sostendremos a muerte, a todo trance, con toda la energía de nuestro pecho y con todo el entusiasmo de nuestro corazón a tres ministros: a Plutarco Elías Calles, a Adolfo de la Huerta y a Antonio I. Villareal. (Aplausos.)

Como nosotros somos la minoría en esta Cámara, pero no somos minoría ante el proletariado, porque con nosotros está todo el proletariado, sólo que no está organizado; para nosotros la defensa del proletariado está en que se demore, en que se retarde la reforma parlamentaria, la implantación del parlamentarismo. ¡Y ya ven ustedes cómo he sido franco! (Risas. Voces: ¡Mucho!) Yo podría decir mucho que significara herir o lastimar a los peleceanos, pero no quiero hacerlo, no estamos en el caso; para batirnos parlamentariamente con los peleceanos hay dos períodos ordinarios, o uno que nos falta, hay tiempo de sobra. En este período debemos de hacer obra de consolidación, dejar la política a un lado y, por esto precisamente, me parece de perfecto tacto, de perfecta política la actitud de Obregón al contestar a la Comisión que acaba de ir a entrevistarlo: "Yo también soy parlamentarista, pero todavía no es tiempo." En bendita hora el Ejecutivo tiene todavía en su poder la llave de las resoluciones de la Cámara, con el derecho de ser el único de poder expedir y convocar. ¡Pobre de la nación si hubiera tenido en sus manos esa llave el Partido Liberal Constitucionalista! Yo invito a tratar el asunto con mesura, con serenidad; pero aquí no se quiere tratar este asunto con un criterio revolucionario y sereno, sino con un criterio de pavor, si cabe la frase; con el criterio del pavor que le infunde el más revolucionario de los ministros actuales, el más enérgico de todos ellos, uno de los hombres más fuertes de la Revolución, el señor general Calles, a mi querido compañero Martínez de Escobar. (Risas.) De manera que así planteadas las cosas, nosotros estaremos seguramente con los peleceanos, estaremos con los miembros del Partido Liberal Constitucionalista en materia de principios. Es claro que en cuestión obrera sabremos ir tan lejos como ellos o mucho más lejos que ellos; en cuestión agraria es claro que no nos podrán abandonar, pues que no querrán asesinarse políticamente; pero en materia de personalidades, en materia de organizaciones de gabinetes, estamos perfectamente distanciados, Por eso las manifestaciones de despecho de uno de nuestros simpáticos compañeros ante el derrumbe de otro miembro del Pélece, Ortiz Rubio, no nos han producido otra cosa que hilaridad; es un fracaso para el Pélece. Ojalá que a ese fracaso siga la estruendosa caída del partidario de la libertad del trabajo. Entretanto, dejemos en libertad a Obregón con todas sus responsabilidades; evitemos, sí, que Obregón, mal aconsejado, toque ciertos preceptos constitucionales fundamentales, como son el artículo 27, el artículo 123, etcétera; hagamos obra revolucionaria, hagamos obra de armonía en este período, pero crean nuestros compañeros del Pélece, que al llegar a discutir responsabilidades de ministros, sabremos defender a los nuestros y atacar a los de ellos; en materia de personalidades sí estamos distanciados totalmente, pero en materia de principios no lo estamos. Como aquí, el tratarse de los votos de censura, que son el fondo del parlamentarismo, se trata de dirigir ataques a las personalidades del Gobierno, nosotros no estamos por la implantación de ese Gobierno parlamentarista. Para cuando el Partido Socialista esté organizado, para cuando podamos imponernos en unas próximas elecciones, para cuando el Pélece no pueda hacer de las suyas, entonces sí, para entonces nos reservamos, para entonces estaremos mano a mano con ese partido que hoy tiene una aparente mayoría en la Cámara. Podría decir mucho sobre esa aparente mayoría; podría decir mucho acerca de la serie de incidentes mediante los cuales el Pélece ha tenido esa mayoría; pero sería inútil entrar en paridades y detalles que lastimarían a los compañeros, y vuelvo a decir: quiero hacer obra de concordia en este período y no obra de división. Todas mis energías combativas, todas mis agresividades, todos mis impulsos mal refrenados todavía, los reservo para el período ordinario; en este período extraordinario, simplemente, concluyo diciendo por fortuna el Pélece, con toda su mayoría en esta Cámara, no podrá derrumbar en esta vez el régimen presidencial; por fortuna, dentro de la convocatoria no cabe esa discusión; ya la tocaremos en el período ordinario, y entonces diré muchas verdades, tal vez más amargas que las que acabo hoy de decir; que las que he empezado a decir. (Aplausos nutridos.)

El C. Espinosa Luis: ¿Me permite el señor Soto y Gama una interpelación?

El C. Díaz Soto y Gama: Con todo gusto.

El C. Espinosa Luis: Suplico al ciudadano Soto y Gama que con toda sinceridad me diga cómo compaginaría su criterio de hace siete meses, respecto al parlamentarismo, con el que nos acaba de exponer en la tribuna. En los postulados del Partido Nacional Agrario firmados el 1o. de julio de

1920, el compañero Soto y Gama, como presidente de ese partido, de ese llamado partido, con la adhesión del Partido Agrarista de Morelos, que dice:

"El Partido Agrarista del Estado de Morelos hace suyos el programa, los postulados y las instrucciones del Partido Nacional Agrarista, cuya directiva radica en la ciudad de México."

Dice en el artículo 9o.:

"9o. Pugnar por la inmediata implantación del parlamentarismo, como sistema de Gobierno."

Y debo advertir al compañero Soto y Gama que también me explique eso que yo sé de buena fuente; el señor Arriola Valadez, director en aquel tiempo del periódico "Revolución", publicó muchos artículos del señor Soto y Gama, en donde decía que solamente la implantación del parlamentarismo sería la salvación del país, y cuya publicación costó al señor Arriola Valadez aquel famoso viaje de rectificación, que todos nosotros conocemos y por el que protestamos únicamente el señor Vadillo y el que habla, en esta Asamblea. Quiero que el ciudadano Soto y Gama me diga lo que haya dentro de estos bastidores. (Aplausos).

- EL C. Díaz Soto y Gama: Cada vez admiro más la psicología del compañero Espinosa, ¿Quiere usted que le conteste con todo mi discurso anterior, o quiere usted que se lo repita? (voces: !No. por Dios! risas)

El C. Espinosa Luis: Permítame usted...

El C. Díaz Soto y Gama: Porque mi discurso anterior contesta todo lo que usted me pregunta. Es la respuesta a su pregunta de ahora, En teoría, yo estoy por la inmediata implantación del parlamentarismo; pero el momento...(Voces: ¡Huy! ¡Huy! Siseos, Burlas.) Un momento, déjenme contestar al señor Espinosa. Pero como el político, como el hombre consciente, debe sujetarse a los acontecimientos, en lugar de querer hacer que los acontecimientos sean como él quiere; y como los acontecimientos se han venido en una forma que no podía prever, porque yo no adivino, señor compañero; cuando he visto yo que en esta Cámara surge un partido con una mayoría aparente que no representa a la mayoría de la nación sino que es una mayoría que se ha formado por algo que yo explicaré oportunamente; por algo a lo dicho con notoria ingenuidad y que honra a la vez al compañero Ortega, diciendo que en los pueblos algunos de los peleceanos decían: "Voten por mí, que al cabo en la Cámara, aun cuando aquí se pierda la votación, yo con diez votos que aquí saque, me comprometo a que mi credencial sea aprobada en toda la República", y como eso repetían en todos los tonos y en todas las regiones del país los peleceanos, por eso vino a producirse un fenómeno, un fenómeno de acercamiento por obra del pavor, por obra del pavor en torno del núcleo del Liberal Constitucionalista; eso lo vio toda la República.

Pero yo no quiero absolutamente en este momento entrar en estas pequeñas disquisiciones parlamentarias; eso habrá tiempo de aclararlo. Yo lo que digo, puesto que usted quiere que yo le explique el por qué de mi actuación, yo sé que aquí el Pélece tiene una mayoría artificial, pero que fuera de la capital o de uno o dos Estados, el Pélece no significa nada. La mayoría del País no está con el Partido Liberal Constitucionalista; hay Estados, como San Luis Potosí, mi Estado natal, en donde ni siquiera suena el Partido Liberal Constitucionalista, donde dominan los partidos Liberal Independiente, Liberal Obrero, Partido Liberal Reformista, allí donde el Pélece trató de fundar un periódico y no pudo. Hay otros Estados en que también el Pélece está punto menos que desconocido; hay otros Estados, como por ejemplo, Durango, en que no tiene ligas absolutamente con el Pélece. De manera que yo ante esa convicción me traicionaría a mí mismo - yo que quiero ser demócrata sincero - si no dijera que el Pélece tiene una mayoría artificial que no representa a la mayoría de los habitantes del país. Y porque esta mayoría artificial domina en la Cámara, ¿vamos a cometer el error de que el Gabinete esté representado en su totalidad por miembros que no representan al país? Yo creí que en la Cámara desde la primera Legislatura iba a dominar la mayoría de la nación por medio de sus representantes, y cuando he visto que no es así por la falta de organización de los partidos que representan la opinión, que son el Socialista y el Agrarista, y así lo demostraremos con hechos en las próximas elecciones; por esto, señor, ante una complicación que no debía prever, que no debería de adivinar porque todavía no soy Salomón ni mucho menos, sino que soy un vulgar humano que me tengo que atener a lo que veo; cuando he visto que los hechos se complicaban, he renunciado a mis ideas momentáneamente. Ignoro si todavía con esto me he hecho entender del señor compañero Espinosa. (Risas. Aplausos.)

El C. Espinosa Luis: Estamos ya dentro de una lucha verdaderamente política, como lo ha dicho muy bien el compañero Soto y Gama; nada más que él explica su cambio de opinión diciendo que cuando él formuló su programa que fue precisamente en julio, creía que había partidos políticos y que en esta creencia tenía esas tendencias. Permítame usted que en este momento le diga que me parece que no es sincero y conste que no digo que no sea honrado. ¿No se sabía acaso cómo estaban en julio los bastidores de la política en México? Pero quiero hacerle inmediatamente esta segunda pregunta: Ya que él dice que el Pélece no está ramificado en el país y que no representa nada y quién sabe qué otras cosas, yo le quiero decir al compañero Soto y Gama si cree que las clases laborantes del país están genuinamente representadas en el Partido Comunista Mexicano; y como yo no quiero hablar más, voy a redondear mi pregunta: el compañero Soto y Gama dice que las clases trabajadoras están con su grupo, y yo voy a demostrarle mañana cómo estas clases genuinamente revolucionarias no están con Soto y Gama. (Aplausos.)

El C. Díaz Soto y Gama: El señor Espinosa me viene haciendo un honor que no merezco y a que no aspiro: está empeñado en que yo me presento como representante del obrerismo mexicano.

El C. Espinosa Luis: Usted lo acaba de decir.

El C. Díaz Soto y Gama: No, señor; yo dije que con los socialistas de la Cámara, con la tendencia muy mal representada por nosotros estaba el proletariado, no con fulano de tal, no con Luis León, no con Cantón, ni mucho menos conmigo, sino con la tendencia socialista de la Cámara. Y en cuanto a la pregunta que me hizo el Partido Comunista

Mexicano, verdaderamente me demuestra el compañero que es completamente ignorante de lo que es el Partido Comunista Mexicano. El Partido Comunista Mexicano es un grupo de luchadores del proletariado, que me son grandemente simpáticos por sus ideas avanzadas; es un grupo de auténticos bolcheviques, pero son una minoría, es un grupo de rojos, pero es una minoría pequeñísima, una pequeñísima minoría respecto del proletariado; el Partido Laborista Mexicano, no obstante tener teorías menos avanzadas, engloba mayor número de adherentes, y la Confederación Obrera Regional; de manera que si mañana queda demostrado que la Confederada, que tiene a los "rojos", no están conmigo, lo siento mucho; pero, ¿qué gana usted con esto? (Risas.) Yo sí estoy con ellos, aunque ellos me ataquen. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Bordes Mangel en pro. (Aplausos nutridos.)

El C. Bordes Mangel: Yo me inscribí en el contra con el buen propósito de venir a combatir este dictamen de reformas al artículo 108 sobre responsabilidades; pero mi antecesor en la tribuna enteramente me ha descompuesto el camino. (Risas. Aplausos.) Me ha hecho una confusión sobre política actual, de la política del momento, de la política de accidente y no tengo más remedio que entrar por el camino que me traza, porque a él me trae. El oráculo del Partido Cooperatista (Burlas. Risas.) me viene diciendo que nosotros nos oponemos a esto para que se implante el parlamentarismo, porque queremos tirar a Calles. Mucho antes de que se hablara de Calles, nos habíamos dicho que nuestro programa tenía como una de sus principales cláusulas el sistema parlamentario y esa base de nuestro programa es lo que venimos a defender. (Aplausos.) Ellos, que eran parlamentaristas, ahora dejan de serlo porque Calles es ministro. (Aplausos nutridos.) No somos, pues, nosotros los que hacemos la política de accidente, sino ellos los que se vienen a oponer a un principio que proclamaron, por la política de accidente, porque el accidente en nuestra política es Calles. (Risas.) Y todas esas bondades y todas esas magnificencias del actual ministro de Gobernación, tiene revuelta la República y su viaje a Yucatán, que tantos bienes y tantos provechos nos ha de dejar, nos está levantando todos los días un nuevo obstáculo trayéndonos nuevos desordenes, y abriéndonos ampliamente el camino de la nueva revolución que nosotros queremos evitar con el parlamentarismo. (Aplausos nutridos. Voces: ¡Muy bien!) No se diga que es el Pélece el que viene aquí a hacer la política de accidente o de momento; nosotros no vamos a atacar a Calles, nosotros vamos a evitar el obstáculo que se nos presenta delante para el parlamentarismo. Nuestros enemigos de hoy, los líderes del Cooperatismo o del Comunismo o de como se llamen esas llamadas izquierdas, son los que hacen la política de accidente, son los que vienen a atacar el parlamentarismo que proclamaron para defender, sostener y proteger a Plutarco Elías Calles. (Aplausos.) Pero, señores, creo que con esto basta para demostrar lo deleznable de la peroración del licenciado Soto y Gama. El licenciado Soto y Gama no nos ha hablado ni una sola palabra respecto del dictamen, no nos ha dicho nada de las razones que tiene para defender ese dictamen, como no sea su afán de sostener al actual ministro de Gobernación. Dicho, pues, lo anterior, entro en materia. No queremos nosotros que se apruebe la Ley de Responsabilidades que nos propone el Ejecutivo y que nos amplía la Comisión dictaminadora, en primer lugar, porque creemos que nuestra primera necesidad es matar el germen de las revoluciones, porque entendemos que vivimos dentro de un sistema político perfectamente malo, un pésimo sistema político ¿Y por qué acumular responsabilidades sobre el presidente, responsabilidades ridículas? Responsabilidades que sólo aparecerán en una ley, no es más que dar lugar a que se crea que somos suficientemente tontos para entender que vamos a componer la República, por que aceptamos esta lista de responsabilidades que nos proponen. ¿Dónde está la fuerza nuestra para hacer efectivas esas responsabilidades? Todo este sistema en que vivimos, ¿qué ha producido? Alguien nos decía: "Si no lo conocemos, si no lo hemos practicado, ¿cómo vamos contra él antes de experimentarlo?" Sencillamente no lo hemos conocido suficientemente, no lo hemos practicado como una ley, ¿por qué, pues, es impracticable; por qué, si es imposible vivir políticamente dentro del sistema que las leyes nos dan? Nosotros ya lo hemos visto en otros países, en Europa hay mejores sistemas que los nuestros dentro de los que, políticamente, se puede vivir. Todos los peligros que se nos señalan a los que defendemos el parlamentarismo, todos esos fantasmas que se nos presentan aquí en la Cámara, de que ésta se convertirá en el mercado en que se compran y vendan ministerios; de que la Cámara se convertirá en el grupo que se ocuparía de echar abajo gabinetes; que no podría haber ninguno estable, ¿cuándo, señores, cuándo podemos convencernos de esto, si no ponemos en práctica el parlamentarismo?

Con la ley que se nos propone, diría yo a la Cámara que entonces no se ocuparía más que de echar abajo al presidente de la República todos los días, al hombre a quien la voluntad de la nación ha llevado al primer puesto, al hombre que necesita tener fuerza y respetabilidad para evitar hasta donde es posible entre nosotros el desorden, y, sin embargo, la Cámara no podrá convertirse en eso si llegáramos allá. Dentro de esta ley tampoco podrá convertirse en esto, porque no tenemos fuerza, porque no se nos da más que el dedazo de miel en la boca, porque no se quiere más que aparecer ante el público como que el presidente de la República puede ser enjuiciado por todo; pero nosotros sabemos a conciencia que dentro de nuestro régimen constitucional no puede ser enjuiciado por nada, y si nosotros lo sabemos porque lo hemos vivido y porque lo hemos visto ¿para qué vamos a hacer esa comedia ante la nación de decir: nosotros trabajamos, nos ganamos el sueldo de diputados para hacerle a la nación el bien de que su presidente sea responsable por todo, si sabemos que eso es una falsedad, que eso no es más que ir a exhibir virtudes que no tenemos, que no es más que una hipocresía delante de la nación entera? Vamos con toda franqueza al problema, vamos con toda franqueza al fondo de la cuestión; nosotros sabemos que esto no remedia nada, que necesitamos un sistema nuevo para que se remedie la nación, que

necesitamos corregir profundamente todo el sistema administrativo y político de la República. ¿Y vamos a levantar nuevos obstáculos delante de los que entendemos que es el remedio? ¿Vamos a seguir engañando a la nación para que vea que trabajamos? No. Yo esto lo desecho por inútil, no porque sea ministro Plutarco Elías Calles; ya que se trata de él, diré que si en estos momentos en que la angustia nacional crece y crece todos los días, en estos momentos en que cada elección es un nuevo problema, en que cada Estado es un semillero de discordias, estuviéramos en pleno régimen parlamentario, ya habríamos acabado con el ministro de Gobernación, que ha abierto la puerta a todas las discordias. (Aplausos nutridos.) Si se levantan los extremistas y nos dicen: ustedes odian a Calles porque son conservadores, Calles es la bandera del socialismo. Compañero Soto y Gama: Calles es la bandera del socialismo de Yucatán, pero al mismo tiempo es la bandera de los conservadores de Jalisco.(Aplausos nutridos.) Calles hace en la República la labor que quiso hacer en el Parlamento, la misma labor que se trata de hacer de Estado en Estado, es la que se quiso hacer en pequeño en la Cámara que sí representa la opinión pública: en Jalisco es el abanderado de los conservadores, en Yucatán es el abanderado de los socialistas y en la Cámara, cuando se trataba de ir contra el Partido P. L. C., se atrae también a los conservadores de la Cámara. (Aplausos nutridos.) Ese es el superhombre que nos viene a defender Soto y Gama. No es esa la causa de que nosotros ataquemos ese proyecto; eso no es más que una demostración de la razón que tenemos para defender nuestra causa. Y Soto y Gama parlamentaristas de hace tres años, de hace cinco años, de toda la vida, hoy por primera vez viene a ser aquí el líder del antiparlamentarismo, ¿y qué tiene de extraño? Si en sesiones del Pélece hemos visto a Soto y Gama decirnos: "Yo tengo el deber de ser representante de las derechas de la Cámara" Es claro, si ya cuando entramos al terreno político, ya no hay principios , no hay más que "sálvese el que pueda" y Soto y Gama quiere salvarse él y salvar a Calles. (Aplausos.)

El C. presidente: Es ostensible el interés que la Asamblea demuestra en este debate; en tal virtud, a pesar de haber transcurrido la hora reglamentaria, se consulta por conducto de la Secretaría si estima conveniente que continúe el debate o se levante la sesión.

El C. secretario Valadez Ramírez: En votación económica se consulta si continúa el debate. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Hay mayoría de pie, continúa la sesión.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Abraham Franco.

El C. Franco Abraham: Renuncio al uso de la palabra.

El C. presidente: Están inscriptos en contra los ciudadanos Siurob, Espinosa Luis, por segunda vez; Rama, Padilla, Martínez de Escobar Rafael y Ramos Pedrueza, y en pro los ciudadanos Ortega Miguel F., Avilés, Salazar Juan B. y Díaz Soto y Gama. Como no hay pro, se pregunta a la Asamblea si está suficientemente discutido.

El C. secretario Valadez Ramírez: La Secretaría hace constar que, reglamentariamente, pueden hablar otros dos oradores.

El C. presidente: La Presidencia hace notar que, efectivamente, pueden hablar dos personas más del contra.

El C. Espinosa: ¡Moción de orden! No cabe más que preguntar si el asunto está suficientemente discutido.

El C. presidente: El Reglamento dice que cuando sólo haya contra, hablarán todos los inscriptos hasta seis, y una sola vez hecho esto, se preguntará si está suficientemente discutido, y como solamente han hablado en contra los ciudadanos Espinosa Luis, Zincúnegui Tercero, Borrego y Bordes Mangel, faltan dos personas en contra.

El C. Espinosa: Pido la palabra para concretar mi noción de orden. Es natural que el espíritu del Reglamento indica que deben hablar dos del contra aunque no haya pro, cuando no se considere el asunto suficientemente discutido, pero si la Asamblea resuelve que el asunto está suficientemente discutido, no se necesita perder el tiempo para que hablen los demás.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Siurob.

El C. Estrada Leopoldo: Pido la palabra, señor presidente.

- El C. presidente; Tiene la palabra la Comisión.

- El C. Estrada:, de la Comisión: Ciudadanos representantes: En esta ocasión.....

El C. De Alba, interrumpiendo: Moción de orden . A pesar de la resolución de la Asamblea en el sentido de que se prolonguen los debates sobre este punto, y yo creo que la Asamblea no fue sincera en su votación, hay visible cansancio y creo que vale la pena de no festinar la resolución de este asunto. Si hay candidatos en contra, probablemente las del contra serán contestados, toda vez que es interesante el debate, y así se prolongaría sin resultado; así es que yo entiendo que, para no festinar esta cuestión, y dado que lo que se ha dicho ahora creo que no se perderá mañana, pido que se consulte a la Asamblea si continúa la sesión o si se suspende, para continuarla mañana. (Voces: ¡Está bueno eso!)

El C. Espinosa: La Asamblea ha resuelto que continúe el debate. (Desorden)

El C. presidente: La Presidencia ha hecho constar esto hace un momento; en consecuencia, tiene la palabra el ciudadano Siurob.

- El C. Espinosa; Parodiando a "La Valentina", diré que si han de perder mañana, que pierdan de una vez.

El C. Estrada Leopoldo: Habiéndose resuelto por la Presidencia el que continúe el debate...

El C. Franco Abraham, interrumpiendo: Conforme al Reglamento, solamente son cuatro horas las que estamos obligados a trabajar; no hay razón para que continuemos.

El C. Casas Alatriste: Reclamo el quórum.

El C. Rubalcaba: Reclamo el quórum.

El C. presidente: a las 8.37 p.m. Se levanta la sesión y se cita para mañana, a las cuatro de la tarde.