Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210518 - Número de Diario 46

(L29A1P1eN046F19210518.xml)Núm. Diario:46

ENCABEZADO

MÉXICO, MIÉRCOLES 18 DE MAYO DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I. - PERIODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II - NÚMERO 46

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA

18 DE MAYO DE 1921

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída, reformada y aprobada el acta de la anterior.

2.- Se da cuenta con los documentos en cartera, concediéndose licencia a los CC. diputados Benjamín Carrillo Puerto, José María Sánchez, Gumaro Villalobos y Natalio Espinosa.

3.- Continúa la discusión del artículo 1o. transitorio, del proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. ZUBARAN JUAN

(Asistencia de 127 ciudadanos diputados.)

El C. presidente, a las 5.50 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día trece de mayo de mil novecientos veintiuno. - Periodo extraordinario.

"Presidencia del C. Juan Zubaran.

"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde del viernes trece de mayo de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y cuatro ciudadanos diputados.

"Se aprobó el acta de la sesión celebrada el día anterior y se acordó agregar a su expediente las comunicaciones de condolencia por el fallecimiento del C. diputado Atanasio Gutiérrez que envían las Legislaturas de Coahuila, Colima y Querétaro.

"Se dio cuenta con una proposición firmada por varios ciudadanos diputados, relativa a que se enlutara por tres días la tribuna de esta Cámara, con motivo del fallecimiento del C. J. Isaac Arriaga, ocurrido en Morelia, Michoacán, durante una manifestación.

"Así que se dispensaron los trámites, el C. Siurob, a pedimento del C. Saucedo, apoyó la proposición, respecto de la cual habló en seguida en contra el C. Avilés, quien solicitó la lectura de un escrito, que la Secretaría dio a conocer, e interpeló al C. Siurob.

"En pro usó de la palabra el C. Díaz Soto y Gama.

"Hicieron aclaraciones los CC. Avilés, Díaz Soto y Gama y Siurob y acto continuo se estimó la proposición suficientemente discutida y se votó nominalmente, a pedimento del C. Díaz Soto y Gama, debidamente apoyado.

"La votación hubo de repetirse, en vista de que no hubo quórum la primera vez que se recogió y en definitiva la proposición de referencia resultó desechada por ochenta y nueve votos de la negativa contra cuarenta y nueve de la afirmativa.

"Continuó la discusión del artículo 1o. transitorio del proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios.

"El C. Rafael Martínez de Escobar interpeló a las Comisiones Agrarias sobre si tenían la intención de retirar dicho artículo, contestándole negativamente el C. Siurob.

"Presidencia del C. Uriel Avilés.

"El C. Gustavo P. Serrano pronunció un discurso en contra. El orador interpeló a las comisiones dictaminadoras, contestándole los CC. Siurob y Díaz Soto y Gama, y fue interrumpido por una aclaración y una moción de orden del C. Siurob y por una pregunta que le dirigió el C. Luis Guzmán.

"En pro se produjo el C. Porfirio del Castillo.

"En contra habló el C. Abraham Franco, quien fue interrumpido por una aclaración del C. Manrique.

"El C. Siurob apoyó el precepto a debate a nombre de las comisiones. Durante su peroración interpeló a los CC. Bojórquez, Porfirio del Castillo, Céspedes y Rafael Martínez de Escobar, quienes contestaron, y el C. von Borstel hizo una moción de orden con motivo de que un grupo de manifestantes se encontraba a las puertas de la Cámara. El C. Manrique hizo otra moción de orden y encontrándose aún en el uso de la palabra el C. Siurob, los manifestantes a que se ha hecho referencia invadieron el salón de sesiones portando la bandera roja y negra y la Presidencia, por conducto de la Secretaría, siendo las nueve de la noche, anunció que se levantaba la sesión."

Está a discusión el acta.

El C. Manrique: Pido la palabra.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Pido atentamente que al comienzo del acta, cuando se alude al ciudadano J. Isaac Arriaga, José Isaac Arriaga, se aclare que se trataba de un diputado a la XXVIII Legislatura, para que se vea claramente con qué carácter se le consideraba al solicitar un grupo de diputados que se enlutase la tribuna parlamentaria.

- El mismo C. secretario: Con la reforma propuesta por el ciudadano Manrique, en votación económica se pregunta si se aprueba el acta. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. secretario: Se va a dar cuenta con los documentos en cartera:

"Telegrama procedente de "Mérida, Yucatán, el 14 de mayo de 1921.

"Secretarios de H. Cámara de Diputados.

"En virtud de las irregularidades de que adolecen las compañías navieras que hacen tráfico entre este Estado y Veracruz y habiéndoseme cumplido la licencia que esa H. Cámara me concedió sin haber podido terminar mis asuntos, suplico atentamente tome en consideración mi especial situación para que me concedan con dispensa de todo trámite y goce de sueldo, prórroga de quince días.

"Respetuosamente. - B. Carrillo P."

En votación económica se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie, en el concepto de que se necesitan las dos terceras partes de los ciudadanos diputados presentes. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Se concede la licencia.

"H. Asamblea:

"José M. Sánchez solicita, con dispensa de todo trámite a la H. Asamblea, una licencia hasta por treinta días, con goce de dietas.

"Protesta a ustedes las seguridades de su atenta consideración y respeto. - México, a 16 de mayo de 1921. - J. M. Sánchez."

En votación económica se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Se concede la licencia.

"H. Asamblea:

"No habiendo terminado el arreglo de los asuntos que me obligaron a solicitar de vuestra soberanía una licencia el 18 del mes de abril próximo pasado, ruego muy atentamente me sea ampliada dicha licencia por un mes más, con goce de dietas.

"Pido dispensa de trámites.

"Protesto a ustedes mi atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas. - México, D.F., 18 - 5 - 1921. - G. Villalobos."

En votación económica se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, se servirán indicarlo. Concedida.

Telegrama procedente de "Mazamitla, 16 de mayo de 1921.

"Señor diputado Antonio Valadez Ramírez, secretario Cámara Diputados.

"Encuéntrome enfermo postrado cama, ruégole obtener ampliación licencia quince días, con goce dietas. Salúdolo afectuosamente. - General Natalio Espinosa."

En votación económica se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se concede la licencia.

Telegrama procedente de" Toluca, México, mayo 13 de 1921.

"H. Cámara de Diputados. - Congreso de la Unión.

"La H. Legislatura del Estado de México, indignada por ruines y calumniosos ataques a la sociedad del mismo, en sesión extraordinaria de hoy, acordó por unanimidad de votos protestar públicamente y con la mayor energía contra viles procedimientos de diputados al Congreso General que a sabiendas vierten insultos infames a Honorabilidad insuperable de sociedad eminentemente moralizada, que tiene derecho a que se le respete y así lo exige. Al mismo tiempo censura resto diputados del Estado esa Cámara, excepto Montes de Oca, quienes cobardemente toleraron calumnias cuya villanía les consta, por tener algunas familias honorables en el seno de la sociedad que denigran, y a Presidencia misma Cámara, que permite canallescos desahogos de representantes indignos, con escarnio de la verdad y desdoro de la representación y cultura nacionales. - Sánchez Albarrán, D. S. - Félix García, D. S." - Recibo.

Telegrama procedente de "Toluca, México, mayo 13 de 1921.

"Presidente Cámara de Diputados.

"H. Ayuntamiento, representación sociedad esta capital, protesta enérgicamente contra amorales

calumniadores por conceptos vertieron sesión ayer Cámara de Diputados Congreso General. Extraña esta corporación que representantes honorables que conocen medio, hayan permanecido indiferentes tanta injustificación e incalificable atropello. Respetuosamente. - Cabildo Pleno." - Recibo.

"Habiendo sido el telegrama anterior publicado por la prensa de la capital, tuve oportuno conocimiento de esto, dándole la siguiente contestación que suplico atentamente al ciudadano presidente de la Cámara se sirva ordenar se le de lectura. - Antonio Manero."

"Ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Estado de México. - Toluca.

"Ruego a ustedes dar cuenta a esa honorable Asamblea, con lo siguiente:

"Honorable Cámara de Diputados del Estado de México:

"El mensaje fechado ayer de esa H. Legislatura al Congreso de la Unión, consigna el siguiente párrafo:

"Al mismo tiempo censura resto diputados esa Cámara, excepto Montes de Oca, quienes cobardemente toleraron calumnia cuya villanía les consta, etcétera" "Para no contestar tal aseveración por venir de quien viene, se necesitaría más ecuanimidad que para escuchar estoicamente las soeces declaraciones, si más bien no debiera llamarse escolapiadas del diputado Solórzano.

"El valor personal, y sobre todo el valor civil, no puede ni debe comprobarlos un diputado que se respete a sí mismo descendiendo al plano de las polémicas tabernarias - que por desgracia se han enseñoreado de la Cámara en estos últimos días - sino que debe guardar esas cualidades, si las tiene, para ponerlas al servicio de los grandes intereses públicos que la han sido confiados; Y ese H. Congreso no puede dejar de reconocer que entre los representantes a quienes alude, hay algunos que no les ha faltado valor civil ni personal para enfrentarse enérgicamente contra poderosos funcionarios cuando han estado de por medio problemas de verdadera trascendencia para el país, pero que se han impuesto también el deber de desdeñar las bajas imputaciones y procurar no llevar su contingente para prolongar los debates que se arrastran al nivel de las más bajas pasiones.

"Por lo que a mí toca, aspiro a merecer el aprecio de mis conciudadanos y particularmente el cariño de los de mi Estado, no como recompensa al gesto de infantil gallardía al contestar tonterías de jóvenes carentes de reflexión y de cordura, sino como justa consecuencia de una lenta labor de estudio y de abnegación para contribuir al engrandecimiento y respeto de mi Estado y de mi país.

"Protesto las seguridades de mi más alta consideración y respeto.

"México, D. F., a 14 de mayo de 1921. - Diputado al Congreso de la Unión por el 17 distrito del Estado de México, Antonio Manero."

"La Liga de Comunidades Agrarista de Jalisco envía un escrito fechado en Guadalajara el Día 12 de los corrientes, por el que manifiesta su protesta por la oposición que algunos miembros del Congreso hacen al Proyecto de Ley agraria. -Recibo y a su expediente.

- El mismo C. secretario: Continúa a discusión el artículo 1o. transitorio de la Ley de Fraccionamiento de Latifundios.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Paz Octavio.

El C. Quiroga: Pido la palabra para hechos.

El C. Siurob: Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. presidente: Estando a debate el artículo 1o. transitorio, suplico tanto a su señoría el diputado Quiroga como a los demás diputados que pidan la palabra para hechos, que esperen para cuando haya terminado la discusión del propio artículo. (Aplausos.)

El C. Quiroga: La nación entera.....

El C. presidente: No tiene usted el uso de la palabra.

El C. Quiroga: Pido la palabra. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. presidente: No se le concede.

El C. Siurob: Yo deseo hacer constar que, como miembro de la Comisión, estaba en el uso de la palabra cuando se suspendió la sesión el viernes último.

El C. presidente: Después del ciudadano Paz se concederá la palabra a la Comisión.

El C. Siurob: Me permito observar a la Presidencia que encontrándome en el uso de la palabra, como miembro de la Comisión, en la sesión última del viernes. fui interrumpido por las razones que bien se conocen, así es que de hecho me correspondería hablar ahora, pero como pueden haberse borrado de la imaginación de la Asamblea los cargos que se hacían al artículo 1o. transitorio, me reservo ir a la tribuna después que hable alguno de los oradores del contra.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Paz.

Presidencia del C. CHAPA PEDRO A.

El C. Paz: Señores diputados: Si queréis que la ley que se está discutiendo en estos momentos, la Ley Agraria, sea para el Distrito Federal y los Territorios, tomadla, haced cuatro pedazos de ella, y arrojadla al canasto de los papeles inservibles, porque esa ley no podrá ser aplicada ni al Distrito Federal ni a los Territorios; esa ley no puede ser aplicada al Distrito Federal y a los Territorios y os lo voy a demostrar. En el Territorio de Quintana Roo hay una población que hace diez años era de 10,000 habitantes y en la actualidad no llega a 6,000 habitantes; los terrenos que existen en el Territorio de Quintana Roo son todos o la mayor parte de ellos nacionales, de manera que no hay gran propiedad y el fraccionamiento de esos terrenos sería el fraccionamiento de los terrenos nacionales y la ley que estamos expidiendo en estos

momentos sería inútil en ese Territorio. En cuanto a la Baja California, en el Distrito Norte de la Baja California, y aquí está el diputado Romero que puede ilustrarnos en el caso, sabe perfectamente bien que la mayor parte de ese Distrito, como dije en otra ocasión, fue dado en concesión a una compañía extranjera, a una compañía inglesa, con capital inglés y americano; esa compañía es la Mexican Land and Colonization Company y es la dueña de todo el Territorio del Distrito Norte de la Baja California, menos un grado de desierto arenoso que pertenece al Gobierno. Pues bien, en la época del señor Madero se trató de estudiar esa concesión y los abogados consultores del Ministerio de Fomento llegaron a la conclusión de que aquella concesión debía ser declarada caduca porque no se había cumplido con ninguno de los compromisos señalados en el contrato respectivo, así como porque no se habían pagado las contribuciones, ni se había colonizado. Conozco la concesión, he hecho el estudio jurídico del asunto, pero no voy a entrar en pormenores para no cansar la atención de la Asamblea y sólo me concretaré a decir que no cumplió la Compañía, según lo dictaminaron los abogados consultores de la Secretaría de Fomento. Posteriormente Cantú, de acuerdo con el Gobierno Convencionista, tomó aquellas tierras, y después Carranza, de acuerdo con el gran pillastre, el mayor de los pillastres que ha habido en México, Luis Cabrera, acordó dar a la Compañía que no había cumplido con los contratos, a la Compañía que no había cumplido con ninguna de las cláusulas de la concesión, dieciséis millones de pesos para que devolviera los terrenos al Gobierno nacional. Actualmente el Ministerio de Fomento discute si se deben pagar esos dieciséis millones de pesos por las tierras de la Baja California, o si no se deben pagar. Esas tierras en todo caso volverán al Gobierno y serán nacionales, de manera que tampoco allá será aplicable la Ley de Fraccionamientos. En cuanto al Distrito Federal tampoco es aplicable la ley. Tengo un informe de la Comisión Local Agraria, y en ese informe la Comisión Local Agraria del Distrito Federal manifiesta lo siguiente: los latifundios que existían en el Distrito Federal fueron fraccionados, fueron divididos por los mismos terratenientes, por los mismo propietarios, cuando comprendieron que tendría que venir una ley que les arrebataría aquello que habían usurpado y todas las haciendas, todos los latifundios del Distrito Federal fueron fraccionados uno por uno, y los que no fraccionaron ellos, los fraccionó la Comisión Local Agraria y la Comisión Nacional Agraria. De manera que en la actualidad no existe, puedo decirlo, un solo latifundio en el Distrito Federal; de manera es que la Ley Agraria para el Distrito y Territorios es inútil, completamente inútil. Me ha faltado un solo caso: el del Distrito Sur de la Baja California. Yo no sé, porque ese punto no lo he estudiado, lo digo, yo no sé si allí será aplicable o no; pero, señores, cuando la nación entera, cuando el país entero ha estado anhelando el reparto de tierras, cuando ha estado anhelando una Ley Agraria, ¿vamos a contestarle con una ley que únicamente sea aplicable, con una ley que únicamente sirva para el Distrito Sur de la Baja California? Esto es verdaderamente un disparate esto es verdaderamente una aberración. Y lo mismo que pasa aquí en el Distrito federal donde no es aplicable la Ley Agraria, porque está fraccionado todo, pasa en Morelos....

El C. Huerta: ¿Entonces para qué sirve la ley?

El C. Paz: Compañero Huerta, la República no se compone solamente del Distrito Federal, los Territorios y el Estado de Morelos, sino de 28 Estados.

El C. Huerta: Ya lo sabía yo, pero no necesitan de la Federación.

El C. Paz: En el Estado de Morelos, que es el caso típico del problema agrario, tampoco es aplicable la ley por la gran densidad de población y la pequeña extensión territorial. En este Estado, como todos lo saben, había veintitantas haciendas únicamente, unos veintitantos latifundios, y con la restitución y la dotación de ejidos es más que suficiente para resolver el problema agrario; pero en los demás Estados no pasa lo mismo. Y ahora que trato del asunto del Estado de Morelos, quiero contestar a mi condiscípulo de la Escuela Preparatoria y compañero actual en la Cámara, señor Serrano, algunos cargos que hizo al problema agrario en dicha entidad. El compañero Serrano nos decía la vez pasada, atacando a la Revolución en el Estado de Morelos, que había fracasado allá la revolución y el fraccionamiento de tierras porque no se había sembrado caña y porque se había sembrado únicamente maíz, arroz y otros cereales. Voy a contestarle lo siguiente: no se siembra caña en el Estado de Morelos desde la época en que tuvo aquel infortunado Estado la desgracia de que pisara su territorio el bandido, el asesino. el traidor Pablo González, porque ese hombre incendió los campos de caña de azúcar, arrojó la caballada a esos campos y porque ese hombre se robó todo el metal, se robó toda la maquinaria del Estado de Morelos para traerla a vender a México; desde entonces no se siembra caña en el Estado de Morelos. Actualmente se está sembrando maíz, actualmente no hay una sola parcela dada al pueblo que no se siembre, actualmente todos los pueblos están sembrando; única y exclusivamente los hacendados son los que no siembran; única y exclusivamente los hacendados son los que ni siquiera han desmontado; y tengo un encargo grande que hacer a toda la Cámara de Diputados, y ese encargo es a nombre del Gobierno del Estado de Morelos. El gobernador y el secretario de Gobierno del Estado de Morelos me comisionaron, porque fui a purificarme después de las escenas vergonzosas efectuadas en esta Cámara de Diputados, fui a purificarme al Estado de Morelos. (Desorden. Siseos. Aplausos.) Y allí en el Estado de Morelos el gobernador y el secretario de Gobierno me dijeron lo siguiente: "Invite usted a toda la Cámara de Diputados a que venga a presenciar el Estado de Morelos, a que venga a ver cómo el Estado de Morelos está sembrado por los pueblos; los únicos que no han sembrado son los hacendados". Así es, señores que a nombre del Gobierno del Estado de Morelos os invito para que veáis la realidad del problema agrario en aquel Estado. (Murmullos. Voces: ¿Cuándo?) Respecto a la resolución del asunto agrario en Morelos, es la siguiente: actualmente los peones se están refaccionando; en este año van a sembrar arroz, maíz y están sembrado otros cereales; para el año

entrante una parte de las siembras será de esos mismos cereales y otra parte será de caña de azúcar; y para el siguiente año aumentará la siembra de la caña de azúcar, y así sucesivamente, porque es imposible que en el primer año de siembra aquel Estado vaya a sembrar caña; es imposible que los peones después de diez años de revuelta, en el primer año siembren caña de azúcar eso es un disparate. Y se proyecta por el Gobierno del Estado lo siguiente: el sistema de cooperativas. Los Comités Ejecutivos Agrarios se establecerán y reunidos formarán cooperativas; en lugar de formar veintitantos ingenios como antiguamente en que se uniera la función agrícola a la industrial, ahora no se hará lo mismo, sino que ahora se trata de fundar únicamente tres ingenios en el propio Estado de Morelos, con lo que disminuirá el gasto y aumentará la producción, bajando su precio, sencillamente porque va a costar menos, muchísimo menos. Antiguamente cada ingenio producía y manufacturaba lo que obtenía nada más en sus haciendas; actualmente no pasa lo mismo, sino que va a haber sólo tres ingenios para todo el Estado. Es como si para cada molino de nixtamal que tuviéramos aquí en la capital únicamente el molendero tuviera que utilizar lo que el mismo molendero produjera, lo cual sería un disparate garrafal y completamente antieconómico. Ahora no se va a proceder así, sino que se dejará una gran amplitud y verá el compañero Serrano que si se deja en paz al Estado de Morelos, dentro de tres o cuatro años va a subir inconmensurablemente....

El C. presidente: Se llama al orden a los ciudadanos diputados que están conversando y se les suplica atiendan al orador.

- El Paz: No me interesa que no me atiendan; los que no me atienden es porque no les interesa el problema agrario, los que no me atienden es porque son reaccionarios. (Murmullos. Risas.) Pues bien, continúo. Decía el ciudadano Serrano alarmado - y me estoy dirigiendo al ciudadano Serrano - que el Estado de Morelos recibía cerca de 400,000 pesos como subsidio, porque no se podía sostener solo. Y le voy a decir al ciudadano Serrano por qué y voy a compararlo con otro Estado, es decir, voy a compararlo con otra situación anterior y con otro Estado, es decir, con un Territorio. Actualmente recibe el Estado de Morelos 30,000 pesos mensuales. ¿Y sabe el ciudadano Serrano cuánto percibe el Distrito Norte de la Baja California? Percibe anualmente 800,000 pesos. ¿Y sabe cuánto percibía don Pablo González diariamente en el Estado de Morelos por pacificar, no de una manera efectiva, sino virtualmente, la región? 60,000 pesos diarios. Y el Estado de Morelos percibe 30,000 anuales... (Voces: Mensuales.) o mensuales, y de esos 30,000 pesos mensuales dentro de uno o dos años con toda seguridad no percibirá ni medio centavo. ¿Por qué? Porque entonces se sembrará caña de azúcar, estarán instalados los ingenios y prosperará esa región. Repito mi invitación anterior, especialmente al compañero Serrano y a los demás diputados retardatarios de la Cámara; los invito a que vayan a Morelos a palpar la verdad y la realidad del problema agrario.

El C. Lavín: ¡Una interpelación!

El C. Paz: ¡No! Ahora vuelvo al asunto a debate, al primer artículo transitorio que está relacionado con lo que dije antes. El único argumento serio que se ha esgrimido es esta Cámara es el de la soberanía de los Estados Absolutamente no se ataca con el artículo transitorio la soberanía de los Estados, y no se ataca porque para ello se necesitaría que en la Constitución de 17 existiera el principio de la soberanía de los Estados; y aquí en esta tribuna, mi querido amigo y condiscípulo, Rafael Martínez de Escobar, demostró y agotó los argumentos hasta el último, que si bien es cierto que en un artículo se establece esa soberanía, en el resto se borra por completo habiendo sido la intención, no de los legisladores, sino de Carranza, borrarla acabarla, según lo declaró el propio Martínez de Escobar....

El C. Ramos Esquer: ¡Una interpelación!

El C. Paz: ¡No! Este es un argumento netamente jurídico y basta leer la Constitución para convencerse de que Carranza acabó con la soberanía de los Estados; de modo que no podemos nosotros acabar con la soberanía de los Estados si ya Carranza la acabó; eso en primer término. El segundo argumento que puedo argüir es este: que es también uno ya explotado y dicho hasta el cansancio, explotado por el compañero Siurob. El compañero Siurob nos ha manifestado que las Legislaturas de los Estados no han cumplido con el Pacto federal. En efecto, las Legislaturas de los Estados no han cumplido con el mandato de la Constitución, que les exigía que cumplieran en tal y cual término, es decir, en el primer periodo de sesiones, con el Pacto federal, y de esas Legislaturas no han cumplido más que unas cuantas; de manera que ellas han roto con el Pacto federal o han tratado de violar el Pacto federal y nosotros no debemos permitir esa violación, nosotros debemos ir hacia adelante nosotros debemos legislar en ese sentido.

El C. Gandarilla: ¿Me permite usted una interpelación?

El C. Paz: ¡No!

El C. Gandarilla: ¿Me permite una interpelación el compañero Paz como yo se la he concedido en otras ocasiones en que he sido caballeroso con usted?

El C. Paz: No es cuestión de caballerosidad, sino que no quiero romper el hilo de mi hilación. (Risas.) No quiero romper el hilo de mi discurso. Ahora bien; suponiendo, sin conceder, como dijera algún compañero que así decimos los abogados, que la ley actual ataque la soberanía de los Estados, que no la ataca, no señores, no la ataca, si el artículo respectivo, si el artículo transitorio dice lo siguiente, el artículo ése dice esto: que se aplicará la ley en el caso en que las Legislaturas de los Estados no legislen sobre el asunto, es decir, cuando sean flojas, cuando sean antirrevolucionarias, morosas y que traicionen a la revolución porque traicionar a la revolución es ir contra el agrarismo, contra la Ley Agraria y contra aquello por lo cual el pueblo mexicano ha derramado su sangre, que es el agrarismo. Y si las Legislaturas de los Estados no legislan, corresponde a la Federación legislar (Voces: ¡No!) ¿Cuál es el ataque a la soberanía de los Estados? Se ataca esa

soberanía cuando se invade con fuerza.... (Voces: ¡No! ¡No!) Sí, señores!, se ataca cuando se invade un Estado con fuerzas para causarle un mal, para perjudicarlo, para arruinarlo; pero no cuando se va a hacer un beneficio.... (Voces: ¡Aaaah!) Sí, un gran beneficio aunque alguien diga que no, se hace un enorme beneficio a los que piden tierras cuando las Legislaturas reaccionarias no han querido concedérselas; ese es el tópico del asunto; ahí está el quid de la cuestión. Y viene el argumento más poderoso, el argumento más fuerte el argumento más tremendo, y es el argumento revolucionario; ya os dije los argumentos legales, ahora vengo con los argumentos revolucionarios. El argumente revolucionario es el siguiente: vosotros, al hacer vuestra propaganda vosotros, al unirnos a la revolución, todos habéis protestado, cuando vinisteis aquí, ser revolucionarios.... (Voces: ¡No! ¡hemos protestado cumplir con la Constitución!) habéis protestado estar con la revolución, y al ir a hacer vuestra propaganda, al ir a la revolución, todos vosotros habéis prometido tierras.... (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) ¡Sí, sí y sí es cierto! Allí está el programa del Partido Liberal Constitucionalista que lo dice; allí está el programa del Partido Liberal Constitucionalista que dice que resolverá la cuestión agraria, y vosotros estáis contra la revolución; sí, señores, estáis claudicando contra la revolución. (Voces: ¡No! ¡No! Desorden.) Sí señores.

El C. Manrique: Sí, señor renegáis de vuestro pasado.

El C. Paz: Pues bien, renegad de vuestros comitentes, renegad de la revolución en buena hora, renegad de los principios agraristas, renegad de todo eso. ¿Pero antes no lo habéis aceptado? Está vuestra firma en el Partido Liberal Constitucionalista de que habéis ofrecido tierras al pueblo.

El C. Lavín: Allí están los ejidos.

El C. Paz: ¡Qué ejidos ni que ejidos! Esa no es la cuestión agraria, eso no es toda la cuestión agraria; evidentemente que no es toda la cuestión agraria Allí está, señores diputados, la traición clara y neta a la revolución, porque todos vosotros habéis prometido, habéis ofrecido darle tierras al pueblo. (Voces: ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) ¿Con qué le vais a contestar cuando el pueblo os pregunte qué hicisteis de la Ley Agraria, que hicisteis de vuestras promesas? Vosotros no tendríais con qué contestarle, porque esta ley debemos romperla para el Distrito Federal y para los Territorios porque no es aplicable, debemos hacerla pedazos y entonces no tendréis con que contestar a ese pueblo que os ha elegido; no tendréis cara con que volver a ver a ese pueblo que os ha traído a esta Asamblea, porque el pueblo mexicano, desde Hidalgo a la fecha, ha derramado su sangre, -y esto se ha dicho hasta la saciedad, está ya muy choteado, como dice algún compañero - por la cuestión agraria. (Voces: ¡Ya!) Ya no les conviene que siga hablando. Este pueblo que está completamente ansioso de tierras, ¿a este pueblo le vais a contestar con qué? Con nada absolutamente; le vais a decir: esperen, sigan esperando; están esperando desde Hidalgo hasta la fecha; sigan esperando tranquilamente hasta que se les pegue la gana a las Legislaturas de los Estados de daros tierras, hasta que se les pegue la gana a los latifundistas de permitir a esas Legislaturas que os den tierras. ¡Eso será lo que podréis contestar a vuestros comitentes: seguid esperando tranquilamente hasta que a los reaccionarios se les antoje que nosotros votemos la Ley Agraria! No, señores diputados, el deber de la revolución, el más sagrado, es dar tierras al pueblo, y vosotros las estáis negando, estáis rompiendo con la Constitución y traicionándola; y, señores, el proletariado ruge, estamos sobre un volcán, aunque no queráis creerlo.... (Siseos.) Vosotros, en lugar de abrir las válvulas de seguridad, como dijera una vez el ciudadano Martínez de Escobar, ahora las estáis cerrando al proletariado, ya sea deteniendo la Ley del Trabajo o deteniendo la Ley Agraria; pero os va a pesar y pesará a toda la Representación Nacional y a toda la República en general lo que estáis haciendo, porque es completamente criminal.... (Voces: ¡No! ¡No! Gritos.)

El C. Silva José Joaquín: ¡Moción de orden! que se concrete el orador al punto a debate, sin darnos consejos que no necesitamos.

El C. Paz: En los Estados Unidos, señores, los políticos, más sabios que todos vosotros, es decir, los retardatarios, (Murmullos.) en Estados Unidos los políticos más sabios que los retardatarios de esta Cámara, lo mismo que los capitalistas, no sinvergüenzas como los capitalistas nuestros, no infames como los latifundistas nuestros, no bandidos como los capitalistas y los latifundistas nuestro, y no agiotistas como ellos, allí, señores...

El C. Gandarilla: Defendéis a los gringos.

El C. Paz: No defiendo a los gringos, defiendo la razón y la verdad. Allí, señores, en el Norte, en lugar de cerrar, en lugar de tapar las válvulas de seguridad, allí se han abierto, allí se ha detenido a la revolución; hacen diez años que allí hubiera estallado la revolución, pero no ha estallado la revolución por la sabiduría de los estadistas, porque el mismo espíritu de conservación de los capitalistas comprende que no es conveniente estar encerrados en ese círculo estrecho en que están encerrados los capitalistas mexicanos; allá se han dado disposiciones obreras enormes, tremendas, grandes. Es el país de la tierra en donde los obreros gozan de más franquicias, en donde los obreros están en mejor situación que en ninguna parte del mundo. Allá, señores, llegó a tal grado el asunto, que en el mes de agosto del año pasado, cuando la situación por la guerra era tremenda, cuando el estado económico era espantoso, entonces se subieron los jornales y llegó a pagarse doce y trece dólares por la pizca de la uva. ¿Cómo se hizo todo este movimiento? Provocando un fenómeno artificial económico y desprendiendo los capitalistas de sus elementos para que no estallara la revolución social. En el mismo Estado de Nueva York, que es el más reaccionario de la Unión Americana, se dictaron disposiciones en favor de los obreros y allá la Corte falló en su favor, en sentido contrario a como siempre lo había hecho: falló en favor del movimiento actual, del movimiento que envuelve al mundo y que va hacia adelante. Si vosotros no queréis plegaros a ese movimiento, os arrollará... (Voces: ¡Aaaa!) os aplastará y arrasará a todo lo que se le oponga a su paso. Ya lo habéis visto el viernes

pasado; ya habéis visto las galerías compuestas de empleados del Ayuntamiento de la Contaduría.... (Voces: ¡Moción de orden!) cómo huyeron como ratones cobardes perseguidos por un gato ante el solo anuncio de la bandera roja y negra.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Gandarilla para moción de orden.

El C. Gandarilla: El C. presidente de la Cámara me ha concedido la palabra.

El C. Paz: Sí, señores, huyeron....

El C. presidente: Se ha concedido la palabra al ciudadano Gandarilla, por lo cual se ruega al orador tenga respeto a esta Presidencia y a la Asamblea.

El C. Gandarilla: Todos los miembros de esta Cámara, al iniciarse esta sesión, hemos traído la mejor buena voluntad de trabajar, desentendiéndonos de la politiquerías de unos y de otros, a fin de discutir el artículo 1o. de la Ley de fraccionamiento de Latifundios. Por lo tanto, pido a la Presidencia ordene al diputado Paz se sujete a la discusión de ese artículo, sin denigrar y sin insultar a nadie, y sin defender tampoco a los americanos atacando en cambio a los pobres mexicanos.

El C. Paz: ¡Jamás he defendido a los americanos!

El C. presidente: se suplica al orador se concrete a la discusión del artículo 1o.

El C. Paz: Forzosamente tenía que contestar. Jamás he defendido a los americanos.

El C. Cienfuegos y Camus: ¡Moción de orden!

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Cienfuegos y Camus.

El C. Cienfuegos y Camus: Ciudadanos diputados: Como acaba de decir el ciudadano Gandarilla, hemos venido a esta sesión con el propósito sano de iniciar, o de reanudar, mejor dicho, nuestra labor acerca de la ley que está a debate; pero la pasión volcánica que ruge sin base, que ruge en el corazón de este señor que está en la tribuna parlamentaria, ha conducido a la Asamblea a momentos verdaderamente de carácter político que repugnan indudablemente a la mayoría de la Asamblea. Yo encarezco al señor Paz que domeñe un poco su ignorancia sociológica y que domeñe un poco su ignorancia de jurista, ya que como jurista y como legislador lo esperábamos en esa tribuna, para no echarse como torrente por encima de la pasión y movido por la pasión misma, para venir a hacer insulto en lugar de hacer una labor netamente parlamentaria. (Aplausos.) Yo debo decir al señor Paz que toda cuestión política podemos deslindarla todavía; que todavía no puede ser él, el y otros muchos de sus hermanos, quienes pueden decir la última palabra de este momento histórico que estamos viviendo; que él podrá tener su opinión, pero que él no puede tener derechos bastantes porque comprende muy poco de los fenómenos sociales y de los fenómenos naturales de la sociedad, para que venga a hacer ademanes demasiado definitivos en esta tribuna, cuando se trata sólo de deslindar el derecho de la ley que estamos discutiendo. Yo suplico al señor Paz que tenga paz, (Murmullos. Risas.) porque de otra suerte nos veremos conminados a seguir el mismo camino que él está señalando en una discusión que no está dentro del cartabón de la Ley Agraria, y que hemos de demostrarle que es un ignorante dentro de las cuestiones sociales y que es un ignorante dentro de las cuestiones jurídicas que se están discutiendo. (Aplausos.)

El C. Paz: Doy las gracias al señor profesor Cienfuegos y Camus por la clase que me acaba de dar sobre sociología, etcétera, etcétera, y voy a terminar. Iba a terminar y a decir únicamente estas frases: el calor de la oratoria me llevó a relatar lo del otro día y, naturalmente, ante las pudibundeces de los señores peleceanos, tuvo que caerles muy mal, tuvo que lastimarles profundamente que yo citara que sus porras huyeran como ratones despavoridos,.. (Gritos. Desorden. Voces: ¡Huy! ¡Huy! Campanilla.) huyeron completamente despavoridos ante sólo el anuncio de la bandera roja y negra. Pues bien, yo os digo que en este momento se debate la revolución, se debate el principio revolucionario y aquí vamos a deslindar los campos, como se ha dicho muchas veces. Todos aquellos que voten en contra de la Ley Agraria, en contra del artículo 1o. transitorio, demostrarán simple y sencillamente que son reaccionarios. (Voces: ¡Aaah!) Destruidla mejor, no perdamos el tiempo; no discutáis en pequeños cónclaves las cuestiones trascendentales de la patria, porque estáis aherrojando el pensamiento, estáis oponiéndolos a la libertad de pensamiento y a la libertad de criterio de los componentes de la Cámara, porque tres o cuatro individuos que manejan el bloque del pélece, no pueden ser la República entera que desea, que anhela tierras.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Vasconcelos.

El C. Vasconcelos: Señores diputados: Se necesita verdaderamente hacer un gran esfuerzo de voluntad, seguir el consejo sensato del compañero Cienfuegos y Camus para dominar las pasiones y entrar de lleno al estudio de un asunto que no debiera haber provocado las explosiones que provocó, sino por la mala, por la nefasta intención de quienes fueron autores intelectuales de los hechos bochornosos que ha presenciado la Representación Nacional.... (Voces: ¡Ya!) y con la Representación Nacional la nación entera....

El C. Quiroga, interrumpiendo: ¡Moción de orden!

El C. Vasconcelos, continuando: He dicho, señores que se necesita tener una gran fuerza de voluntad, de la que yo me creo poseedor, ciudadano Quiroga, para no tratar esos asuntos bochornosos. La vida de la nación en este momento histórico, como ya lo ha manifestado aquí una autoridad que no es precisamente la autoridad que habremos de seguir siempre ciegamente, sino una autoridad en cierto modo de valor estimativo como el ciudadano presidente de la República, la vida de la nación, señores, como él lo dijo desde esta tribuna en ocasión solemnísima, depende del respeto que tengamos a las instituciones que nos rigen. Es necesario repetir las palabras que en alguna ocasión pronunciara el señor doctor De Alba, haciéndose eco de la voz de la sensatez nacional: o con las instituciones; o contra las instituciones; o en el Parlamento, o en los campos de batalla; o con la Constitución en la mano, o con el rifle en la mano. Hay que deslindar los campos. (Aplausos.) Pues bien, si dentro del organismo

institucional de México habremos de laborar por el beneficio de la patria, que no es el beneficio de esta ni de la otra clase social, sino el beneficio entero de los nacionales, admitamos, señores socialistas, admitamos, señores peleceanos, admitamos, señores de las derechas, que nuestra labor habrá de señirse a las prevenciones de la Ley Fundamental. En alguna ocasión manifesté en esta Asamblea con todo el ardor, con todo el entusiasmo y con toda la sinceridad de que soy capaz, que dentro de la Constitución debíamos obrar para beneficio del país y fuera de la Constitución debían obrar sólo los enemigos de la sociedad, los enemigos de la patria. Así pues, si se trata de obrar dentro de la Constitución y si ese es nuestro deber como representantes del pueblo, resolvamos definitivamente haciendo a un lado todas las pequeñas pasiones, así las llamo, las pequeñas pasiones que han suscitado estos movimientos locales, que no tienen ninguna importancia sino la de exhibir que somos apasionados como latinos y que llegaríamos lo mismo al heroísmo que al crimen como latinos, abdicando de esas pasiones laboremos por la patria, ciudadanos socialistas o llamados socialistas, y laboremos por la patria, ciudadanos de las derechas y ciudadanos peleceanos. Entrando de lleno a la cuestión que se discute e estos momentos, yo no quiero y no debo y no puedo echar un leño más a la hoguera que ya incendia el rubor nacional, os aconsejo, compañeros diputados, si es posible que de mí salga un consejo sereno, dada mi emotividad y mi temperamento que por verdadero esfuerzo de voluntad estoy dominando, os aconsejo que sigamos el camino de la sensatez y de la rectitud, el único camino que debemos seguir, el único que tenemos que seguir como representantes del pueblo. El compañero Paz hace un momento es esta tribuna decía, refutando a los oradores del contra, que el único argumento serio que se había presentado en contra del artículo 1o. transitorio de la ley era el relativo a la soberanía de los Estados. Llama la atención poderosamente que la opinión de los elementos de los bloques que componen esta Cámara se haya desorientado al grado de hacer o desarrollar una discusión de principios dentro de una palabra: unos han admitido la existencia del vocablo soberanía en su aplicación a los Estados de la República, y otros han admitido, desdeñando la palabra o ingresando en una discusión logomáquica, que el concepto de la soberanía de los Estados es un concepto ilusorio. Alguien me susurraba al oído hace un momento que esta es una nueva forma de fetichismo, de idolatría. Independientemente de las razones poderosas que hay en el orden científico y en el orden psíquico para establecer la verdad que encierran en sí determinados postulados fundamentales de una sociedad, quiero alejarme tanto de la discusión del fetichismo como de la discusión de palabras, verdaderas logomaquias, para entrar de lleno a lo que significa el principio. Para mí es indiferente que se llame a los Estados soberanos, que se les llame independientes o que se les llame tenedores de atribuciones propias para legislar dentro de su régimen interior; la palabra no hace caso, es la función la que debemos vivir. Yo, con alguien que ha escrito lo más profundamente pensado sobre la organización política de México, os digo que en verdad la soberanía, el atributo de ser soberano no se divide ni se distribuye entre las diversas partes que forman un organismo federativo. Yo admito y pienso con el ciudadano Martínez de Escobar que la soberanía es una y única, indivisible e inalienable; que la soberanía nacional reside, como lo postula uno de los artículos de nuestra Constitución esencial y originariamente en el pueblo y el pueblo no se halla dividido por las barreras artificiales o por las barreras prácticas y reales que existen entre Entidad federativa y Entidad federativa. Uno de los escritores, como os decía hace un momento, más concienzudo para estudiar las cuestiones políticas en la República, nos dice en un libro que es autoridad entre los estudiantes de Derecho Constitucional y debe serlo entre los que no abdiquen de los principios constitucionales para ir al campo en abierta pugna contra la Constitución, este libro nos dice en una de sus páginas lo siguiente, que establece claramente el concepto que en perífrasis galana y elocuente ha establecido desde esta tribuna el ciudadano Martínez de Escobar. Nos dice: "Según la teoría del Gobierno federativo, los Estados asumen un papel de primera importancia en la división de las funciones; establecen un límite a la acción del Poder nacional; cierran el campo jurisdiccional a cada una de las ramas que ejercen aquél, y contribuyen en esta forma al equilibrio del Gobierno, añadiendo así un obstáculo al peligro siempre acechado de que se erija un poder omnipotente."

Si toda la literatura constitucional y federativa no estuviese en abono de la tesis que hemos venido sosteniendo cariñosa, tenazmente desde esta tribuna, bastaría este párrafo simplemente para establecer las bondades de nuestro sistema federativo. Con respecto a la cuestión de la existencia de la soberanía nacional y de sus caracteres de indivisible e inalienable, me permitiré molestaros todavía, dado que ya parece que los vientos de fronda se ha calmado. Otro párrafo del autor a que me vengo refiriendo dice en abono de la tesis sostenida brillantemente por el ciudadano Martínez de Escobar y por todos los conocedores del Derecho Constitucional, lo siguiente: "Hay independientemente de los poderes que detalla la Constitución, un Poder supremo...." Poder es suma de funciones y las funciones están distribuidas dentro de nuestro sistema federativo en las funciones del Poder del centro y las funciones del Poder de los Estados. Dice este autor: "Hay, independientemente de los poderes que detalla la Constitución, un Poder supremo a que ya nos referimos antes, que podría llamarse nacional, y para el que se ha establecido un órgano de ejercicio accidental con elementos permanentes que están destinados a otras funciones; este Poder, sustitutivo del plebiscito y único depositario de la soberanía, representa la voluntad de la nación en el acto más importante y grave: la modificación de la ley fundamental."

Pues bien; si hemos de admitir que nos encontramos teórica y prácticamente dentro de un sistema federativo, habremos de admitir, como consecuencia, que las funciones de los poderes que hemos constituído por nuestra propia voluntad que ha

concedido el pueblo mexicano por medio de sus congresos constituyentes, que han sido los sucedáneos del plebiscito de la antigua. Grecia, de la democracia clásica, habremos de convenir en que esas funciones están divididas, y que precisamente la estabilidad de la nación depende de la acción o el funcionamiento de los poderes, de las facultades que hemos dado dentro de las facultades centrales y locales. La Constitución general de la República ha establecido claramente esas funciones, esas limitaciones, esas barreras. Que no se quiera interpretar la Constitución ni con un criterio remontado a antiguas épocas, con el criterio con que podía examinarla e interpretarla don Antonio López de Santa - Anna; ni se quiera interpretar la Constitución de un país latinoamericano con el criterio bolchevique de que han hecho gala muchos de sus intérpretes; la Constitución debe interpretarse de acuerdo con su situación actual, de acuerdo con sus precedentes históricos, y de acuerdo con esos precedentes históricos debe interpretarse en el carácter netamente federativo es decir, en el verdadero equilibrio de funciones. En alguna ocasión, cuando yo tuve el honor de establecer con toda claridad ante esta Asamblea que la discusión de la Ley Agraria era algo más que la discusión de un simple ordenamiento de disposiciones tendentes a resolver el problema afectando la cuestión social, dije que había una tendencia manifiesta en determinados elementos de la actual política nacional para definir los campos, para establecer de una vez la verdad de que las funciones del Poder central habrán de llegar a rebasar las fronteras de los Estados y afectarlos en su autonomía, probablemente en la organización, probablemente en lo que les concierne exclusivamente, y otra tendencia la de que de una vez declararse partidarios de la Constitución y de nuestro sistema federalista, e invadir quizá, invasión que ya sea por acuerdo del Gobierno central hacia los gobiernos de los Estados, o a la inversa, de los funcionarios de los Estados para el Poder central; entonces, ciudadanos diputados, siendo un verdadero intérprete de lo que a nosotros nos han enseñado en los cursos de derecho constitucional, siendo un verdadero buen pensante de todos los prejuicios que torpemente nos inculcaron al pasar por nuestras cátedras de ese mismo derecho, el ciudadano Soto y Gama me interrumpe diciéndome: Hemos sido copistas de la Constitución americana; es decir, el ciudadano Soto y Gama me negaba que en nuestra organización, en nuestras tendencias, en nuestra idiosincrasia, estuviera vivo y latente el principio del federalismo, yo quise interpretar estas palabras y creo poderlas interpretar diciéndoos esto: El ciudadano Soto y Gama trata de decirme los siguiente: Por nuestra proximidad con los Estados Unidos, por el momento histórico en que realizamos nuestra independencia en el año de 1821, tratamos de asimilarnos las instituciones de un pueblo muy cercano al nuestro y cuya acción, dentro del mundo ideológico, era verdaderamente vigorosa, es decir, copiamos a los Estados Unidos, y entonces yo, verdaderamente no teniendo una opinión propia, sino asimilándome la opinión de quienes han estudiado con todo cuidado y detenidamente la cuestión de organización constitucional en la América Latina, le dije al compañero Soto y Gama: si los Estados Unidos a pesar de los precedentes históricos que tienen, no hubiesen declarado el federalismo y no hubiesen hecho la Constitución de un carácter más claramente federalista a aquella que hicieron, habríamos sido nosotros o habrían sido los argentinos o los chilenos o los brasileños, quienes hubieran declarado la república federal. A primera vista puede parecer aventurada una opinión de esta naturaleza; venturosamente, como lo dije hace un momento, los vientos de fronda se han apaciguado y se advierte que si no se escucha a un orador, por lo menos la Asamblea permanece con el recogimiento debido para permitirle exponer sus ideas. Yo no quiero limitarme, como podría limitarme en estos momentos, simplemente a hablaros de la esencia de nuestra organización política; quiero hacer algo más precisamente porque creo que tengo en mí el pecado que traemos los alumnos de los cursos de Derecho Constitucional, a quienes se nos ha enseñado, porque así convenía a los intereses del régimen presidido por el general Díaz, que la Constitución no nos servía para nada, que la Constitución era un traje oropelesco, algo pintarrajeado con vivos colores, simplemente para llamar la atención de los políticos; pero que era un traje que no podíamos vestir y, sobre todo, en esa época, acaso por insinuaciones del dictador, que era un individuo consciente de su papel como dictador, se nos enseñó que lo que menos podía practicarse en México era el federalismo y se nos presentaba como caso típico el hecho de que constantemente el Gobierno federal estuviera invadiendo la soberanía de los Estados o la autonomía de los Estados. Esto se nos enseñó a todos los alumnos que estudiamos Derecho Constitucional. Yo creo que llevé en mí durante mucho tiempo el pecado de haber creído en eso, y felizmente en esta época en que pensamos ya libremente y en que al maxister dixit no es la autoridad suprema, he cambiado de opinión y de pensar que si en aquella época no se practicó el federalismo, era porque la voluntad del dictador era demasiado grande, el peso de su mano de hierro era demasiado fuerte; por eso no lo practicamos, pero estamos en la época en que podemos practicarlo para beneficio nuestro, de los ideologistas y para beneficio práctico de la nación. No es cierto, señores, como se nos ha dicho tantas veces, que las instituciones de un país cercano o lejano puedan aplicarse a un pueblo cuando en ese pueblo no hay algo del espíritu del pueblo de origen para aceptar esas instituciones. En alguna ocasión me permití decir al ciudadano Soto y Gama, que tan escéptico se muestra de nuestro federalismo, que hay en nosotros el alma federal, que hay en nosotros la intuición, que hay en nosotros la idiosincrasia, en fin, que hay en nosotros toda la madera necesaria para constituir el régimen federal, y no quise hablar solamente de nuestra situación como país desde la época de la emancipación de la corona española; no, quise remontarme a España. Yo no soy de los que aquí piensan como el señor doctor De Alba, que el espíritu español, que el espíritu batallador, que el espíritu emprendedor, que el espíritu idealista de España pueda matarse, puede encerrarse con dar dos vueltas a la cerradura de la tumba del Cid, eso es un absurdo, históricamente, es un absurdo desde el punto de vista del estudio consciente y científico de la

herencia; si acaso es una bonita palabrería, si acaso es algo que puede entusiasmar en un momento dado a los auditorios; pero nosotros no debemos dejar de comprender, a través de los estudios que hemos hecho de la acción de la herencia, que la herencia es viva, que cuando renegamos de Hernán Cortés y de los conquistadores por las ferocidades que cometieron con los naturales de México, no cometamos más que un absurdo, porque esa misma ferocidad con que atacamos a Hernán Cortés, se la debemos a Hernán Cortés.

Uno de los más célebres autores teatrales de estos tiempos, que milita actualmente en las filas del partido avanzado en Francia y de un origen judío, Enrique Bernstein, escribió una obra nobilísima, por la técnica teatral que usó en ella, y notabilísima, porque era un gran arranque de su corazón. Sabéis perfectamente bien que desde mucho antes de tratarse con todos los tonos de una verdadera tragedia nacional, en Francia, el asunto Dreyfus, ya existía la pugna entre los católicos de la sociedad rancia, entre los católicos de origen clásico, y aquellos a quienes se conceptuaba como judíos indignos de pertenecer a la nacionalidad francesa y enemigos del orden establecido en Francia. Enrique Bernstein, uno de los revolucionarios en el arte dramático francés, escribió una obra que se llama "Israel", en la que quiso precisar, puntualizar hasta dónde era posible, dentro de la acción dramática de su obra, lo que es el espíritu judío dentro de la sociedad francesa moderna. Y en el tercer acto de su obra, que es verdaderamente notable desde todos los puntos de vista, presenta la situación de un joven que se cree de origen netamente católico, del rancio catolicismo, de la sociedad aristocrática y burguesa de Francia, y que se ha equivocado, porque en su sangre corre la misma sangre judía de Gutlieb, de su padre. Hay un momento, el más culminante, de más acción, en la que el hijo, descubriendo su verdadero origen, después de todas las campañas emprendidas en contra de los judíos o de los francojudíos de Francia, comenzó a abominar de su raza, y al padre le estableció esta posición verdaderamente antitética, que era la causa de un problema importante en su espíritu: "Yo tengo el espíritu católico, tengo el espíritu de la vieja sociedad francesa, tengo el espíritu de todas estas ranciendades que muchos llamáis; pero la carne me grita que ese espíritu debo abandonarlo, que no es posible cubrir con la envoltura de esta carne judía mi espíritu puro, y entonces, señores, como lo habría hecho, acaso, Hernán Cortés ante las palabras del ciudadano doctor De Alba, el viejo Gutlieb, el judío batallador que había podido invadir el centro de la calle Real y pasearse y codearse con la aristocracia, le decía: pues veis esa furia, veis ese verdadero ardor, veis esa saña con que has atacado siempre a los judíos, esa me la debes a mí, es la sangre del judío la que habla por ti, es la palabra del judío, es el calor del entusiasmo el que hace que tú ataques al judío con más furia con que podría atacarlo el rancio francés de carne, de hueso y de espíritu." No abdiquemos de la herencia; la herencia española es algo glorioso para nosotros y tratándose de una cuestión tan fundamental como la de nuestras instituciones, sobre ser bochornoso y sobre ser indigno renunciar al estudio de la herencia, es torpe y es un sendero equivocado el que se sigue. Cuando queramos comprender lo que somos en nuestra situación actual desde un punto de vista meramente social, no abandonemos los precedentes, por más malos que sean esos precedentes; vayamos a estudiar lo que fueron esos precedentes, vayamos a estudiar lo que son en el momento actual, y así llegaremos a la conclusión más sensata que podemos buscar.

Recordad vosotros, señores positivistas, y vosotros, señores idealistas, que hay una sentencia que no se puede perder; es ésta hija de un metodista positivista, pero que los mismo idealistas han aceptado: El presente es hijo del pasado y será padre del porvenir. El origen de nuestro federalismo se encuentra en España, la España gloriosa, a despecho de todas las invectivas que se lanzan a la España creadora del Nuevo Mundo, a la España que ha infundido su vida y su espíritu a todos los movimientos progresistas de la América; la España que a través del tiempo y del espacio continúa siendo la madre de estas modernas generaciones latinoamericanas. (Aplausos.) Tendría que ser demasiado extenso si analizase el estudio de los orígenes de nuestro federalismo desde la existencia en el territorio de la península ibérica, de las razas celta e ibera; pero vosotros debéis saberlo, vosotros lo sabéis, más bien dicho; sabéis que en sus orígenes la península ibérica vivió por el aliento que le prestaron dos razas: la celta y la ibera, de cuyos orígenes o de cuyas incursiones en la península ibérica nada sabemos. No podemos precisar si es anterior la celta o anterior la ibera; lo cierto es que las pequeñas sociedades o los pequeños grupos de individuos, las pequeñas tribus si vosotros queréis llamarlas así, que se constituyeron en la península ibérica, tuvieron como carácter singular el de una absoluta independencia de unas con respecto a las otras. La sociedad, pues, en el momento de la invasión de los fenicios, primero; después en la invasión de los griegos, después en la invasión de los romanos, y después, por último, en la invasión de los cartagineses, la sociedad se hallaba dividida en pequeños grupos que han venido a ser la semilla de donde nació la autonomía municipal en España. Vosotros sabéis perfectamente bien, por que lo habéis leído en las páginas de la Historia, que todas estas pequeñas sociedades fueron celosas, escrupulosas de lo que ellas llamaban sus fueros, sus derechos, y que hubo en la península ibérica enconadas luchas para mantener siempre sagrado y siempre vivo ese espíritu de localismo exagerado; después la unión de los reinos de Castilla y de Aragón lograron la formación de la actual nacionalidad española que conocemos; pero la formación de esa nacionalidad española, tanto por las agresiones del exterior, cuanto por intereses verdaderamente señalados por los accidentes geográficos de la península, no fueron capaces de destruir ese interés en sostener la autonomía municipal. ¿Por qué en España, señores en los momentos actuales es imposible establecer, a pesar del régimen que existe, un centralismo oprimente de las pequeñas instituciones? Porque sencillamente los orígenes, las raíces de la autonomía municipal, están incrustados en el tiempo muy lejano y porque todos los

pequeños grupos que constituyen la nacionalidad española, están verdaderamente identificados con sus intereses locales y no permiten jamás que la mano de la Corona, ni la mano del Gobierno general de una provincia, llegue hasta ellos, y son celosos y valerosos, como somos celosos y como somos valerosos nosotros.

Ante esta situación, o dado esos orígenes y esa situación social y política la península española, los invasores, los conquistadores de la América deberían forzosamente de traer el régimen, todo el espíritu, si se quiere rancio, si se quiere legalista, absurdo, como quiera que sea; pero el espíritu de la vieja patria, de la madre patria de ellos al establecer aquí las audiencias, las pequeñas comunidades, por medio de las que hoy precisamente tratamos de respetar por medio de las tierras dadas a las pequeñas comunidades, el espíritu legalista. Ellos precisamente trajeron la semilla del federalismo español. Un escritor contemporáneo ha dicho que ningún país en el mundo se encuentra tan bien preparado para federalismo, como España. Y hay que fijarse, señores, en que España no tiene el contacto inmediato de Estados Unidos, lo que tiene España solamente es la tradición; pero no tiene todavía otra fuerza mayor que la tradición, la de la situación de las pequeñas localidades y de las razas existentes, de las nacionalidades existentes en la América española. Si esto es allá, ¿cómo no ha de ser así en la América Española? Si España, que está tan preparada para el federalismo, nosotros que ya hemos declarado que somos federalistas, ¿cómo no vamos a estar dispuestos a defenderlo y a practicarlo? (Aplausos.)

Es verdaderamente lamentable que el desconocimiento de la Historia de México nos haya llevado a proclamar el absurdo de que entre nosotros mismos, entre nuestra propia patria, no hay elementos bastantes, desde un punto de vista histórico, para poder sostener, no con esta palabra mía que es opaca, no con este pensamiento mío que es limitado, sino con palabra brillante y con pensamiento más basto, que tenemos orígenes verdaderamente federalistas. A raíz de nuestra independencia nacional o de la declaración que se hizo de nuestra independencia nacional por los tratados de Córdoba, sabéis perfectamente bien que vino el establecimiento del imperio y después del establecimiento del imperio, el movimiento revolucionario de carácter republicano que fue acaudillado en Veracruz. Quiero citaros brevemente, con el autor de historia constitucional que me ha venido sirviendo de guía en esta exposición, la acción directa, la entusiasta, la clara acción de la provincia, de la República, para lograr el establecimiento de nuestro federalismo cristalizado primero en las bases orgánicas de la Constitución de 24 y después en la misma Constitución de 24. Me permitiréis, ya que ha sido tanta vuestra benevolencia, que lea una página del autor a que me he referido: "Varias provincias, una tras otra, declaraban su independencia; otras amenazaban proclamarla; la mayor parte exigían del mal sostenido Poder del centro el establecimiento de la República federal, y de tal suerte apremiaron al Congreso, que éste, no obstante haber convocado ya a elecciones de un nuevo Constituyente, se vio constreñido a manifestar a la nación, en una orden dictada en altas horas de la noche, que un que ya sin poderes para dar leyes constitucionales, votaba por la institución de la República federal.

"Reunido el nuevo Constituyente, la rebelión de casi todas las provincias obligó al gobierno a excitara a aquél para que proclamase en breve término la forma de gobierno que ellas imponían, y tan serias hubieron de ser las circunstancias, que Ramos Arizpe formuló en tres días el proyecto de bases constitutivas, que éstas circularon dos semanas después para tranquilizar desde luego los ánimos, y el acta constitutiva, primera ley fundamental mexicana, se expidió dos meses más tarde. Fue esta un anticipo de la Constitución que aquel Congreso estaba llamado a formar, y que dio, en efecto al país, en octubre del mismo año de 1824.

"La imposición del sistema federal por las provincias, sobre un gobierno que lo repugnaba, no pudo ser obra ciega de la ignorancia como se asentó por escritores de la época."

Pues bien, ciudadanos diputados, si en este momento histórico que vive la nacionalidad mexicana, la formación de las bases orgánicas de la Constitución de 24 y la expedición de la Constitución misma de 24, no fuesen un hecho bastante elocuente para establecer cuál ha sido la acción de las provincias al reclamar, al exigir constantemente al centro la constitución de la República federal, entiendo que ya no habrá que apelar a más. Ya no es la historia la que habla, ya no son los precedentes, ya no es la ciencia del Derecho Constitucional con el precedente de su historia la que pueda hablar, sino que es el capricho de los hombres. ¿Que a quién debemos o a qué Estado de la República debemos la palabra soberanía que ha sido tan llevada y traída y origen de la verdadera logomaquia en que nos hemos encontrado en sesiones pasadas? Yo querría preguntarlo al compañero Alvarez del Castillo, porque él me lo diría seguramente; Fue su Estado, el Estado de Jalisco, el primero que después de la emancipación española usó la palabra soberanía. ¿No es así, compañero? Fue el primero que al concurrir con los demás Estados de la República a la constitución de la federación, ya se llamó Estado Soberano de Jalisco y después la situación propia de la República a raíz de nuestra independencia, la situación de Yucatán, en donde prevalecían intereses especiales, intereses geográficos, intereses étnicos, hasta lingüística y costumbres propias, lo mismo que las Provincias Unidas de Estados que vinieron después a formar el formidable Estado del Norte; todos estos, lo mismo que las demás entidades de la República, excepto algunas que tuvieron formación extemporánea, pudiéramos llamarla, propendieron a la constitución del federalismo cristalizado en la Constitución de 24. Ejemplo de la libertad en que nos encontrábamos para poder optar en aquella época, que debe tenerse muy presente, es la situación de las Provincias de Centroamérica por su situación verdaderamente ístmica y excéntrica; aquellas provincias no quisieron unirse a nosotros dentro de nuestro sistema federativo ya en gérmen, y esas provincias, lo sabe perfectamente bien el compañero Soto y Gama y lo sabe la Cámara entera, vinieron a formar entidades distintas de la comunidad federativa que constituímos los mexicanos; pero si con respecto

a la libertad de que podemos disfrutar en esta época, no fuese bastante, sobre todo, el ejemplo de las provincias excéntricas e ístmicas de la América Central, ahí está el ejemplo del Estado de Chiapas, ahí está el Estado de Chiapas solicitando por dos fuerzas igualmente atrayentes para él, la fuerza de la proximidad de las provincias ístmicas y la fuerza de atracción también del resto de la República y el Estado de Chiapas, lo sabe perfectamente bien la Cámara, lo ha dicho varias veces aquí como un timbre de orgullo para su Estado y como un timbre de gloria personal, como miembro de esa Entidad el ciudadano Espinosa, ese Estado, con absoluta libertad aceptó el Pacto Federal y entró al Pacto Federal. (Aplausos.) Por otra parte, ciudadanos diputados, nuestro federalismo tiene también este origen en la época en que se proclamó y en que se consumó la independencia nacional: las provincias no se conocían entre sí, no se conocían entre sí, ¿sabéis por qué? Porque la porción de un territorio tan accidentado como la República Mexicana obliga para que se conozcan, es necesario para ello haber salvado los accidentes geográficos; es necesario haber llegado al conocimiento comercial, y no sólo al conocimiento comercial práctico, sino el comercio de las ideas y de los sentimientos. En la época de la Colonia no existían más que estas pequeñas provincias que tenían sus vínculos de gobierno con el centro, y no lo tenían entre ellas mismas. Alguien ha dicho que la unificación de nuestra nación, y esto no se estime como un elogio a la dictadura, ha sido en cierto modo la dictadura, porque la dictadura sometiendo con mano de hierro todas las provincias las ha obligado, a querer o no querer, a consolidar la nacionalidad mexicana y que después otros elementos de índole muy diversa, que merecen un estudio atento también, han logrado constituir la nacionalidad de que formamos parte y formamos en estos momentos, también es cierto; las vías de comunicación, el verdadero intercambio de sentimientos, de afectos, todo ello ha constituído la verdadera nacionalidad. ¿Nuestras guerras, nuestra segunda independencia, no fue la manifestación más vigorosa, la manifestación más amplia, más elocuente y más patriótica de la nacionalidad mexicana?

A propósito de esto precisamente me reservaba un detalle para el ciudadano Soto y Gama, que con tanta ironía ha querido ver en mí el defensor de la soberanía de mi Estado. No, señores; poco serían yo, en poco estimaría mis fuerzas si sólo las pusiese al servicio de la defensa de la soberanía de una Entidad federal. No, yo pugno por la forma, a mí me importa lo mismo Oaxaca -mi tierra chica - que Querétaro, que Nuevo León, que Chihuahua; para mí todos los Estados de la República son queridos igualmente. Afortunadamente las épocas de revolución nos han obligado a salir de nuestras verdaderas rinconeras, de nuestras huroneras de provincia, y nos han llevado a otras partes y hemos sido vehículos de afecto entre el Norte y el Sur, es decir, hemos sido, en cierto modo, los vehículos del sentimiento de cada una de las provincias hacia las otras para constituir una sentimentalidad más fuerte y más vigorosa: la sentimentalidad nacional. (Aplausos.) No soy, señores diputados, el indicado para hablar en estos momentos en defensa ni de mi tierra ni de ningún otro Estado; yo comprendo que en los Estados de la República se ha hecho mucho bueno y también se han cometido muy serios errores. Yo no creo que la historia debe hablar por la boca de los hombres del momento, la historia hablará por la boca de los hombres que con más serenidad observen, estudien, lleguen hasta la verdadera psicología, a la verdadera ideología de los fenómenos que presenciamos, no me creo con esa autoridad; pero cuando tan desdeñosamente, y a propósito del último caso de la soberanía del Estado de Oaxaca, que yo pienso como el ciudadano Soto y Gama, que era una farsa felicista, una farsa reaccionaria, de la que yo no he sido partidario nunca de ese sesgo, de esa acción especialísima en el Estado de Oaxaca, en esos momentos yo no asumiría la defensa de ese Estado; yo soy el primero en sostener, como muy bien lo ha dicho en una de las sesiones de Colegio Electoral el ciudadano Soto y Gama, eso no fue más que un farsa del felicismo, lo de la soberanía, no fue más que la vestidura que se le quiso dar al felicismo latente en algunos círculos sociales y políticos de aquel Estado, cuyos representantes están ahora muy cerca del ciudadano Soto y Gama. (Risas.) No, yo diré al ciudadano Soto y Gama, en defensa de mi Estado, con los antecedentes de mi Estado, que en la época en que se trató de obligar a todos los Estados si podrían contribuir o no a la defensa nacional, y esto sí habrá de decirse porque los ciudadanos Soto y Gama y otros muchos ven con desdén las glorias de otros, porque es lamentable, señores, la desorientación en que nos encontramos: Vemos al ciudadano Soto y Gama que nos habla del benemérito Juárez como si se tratara de una personalidad que no hubiese puesto al servicio de los intereses de la patria en su época todo su corazón y todo su interés; al ciudadano Juárez, que llegó a establecer dentro del apotegma el respeto al derecho ajeno es la paz, (Aplausos nutridos.) el axioma más alto, más vivo y perenne de lo que es la base de sustentación de la organización y de la vida de los pueblos. ¿Cree el ciudadano Soto y Gama que el benemérito Juárez tuvo la pequeña visión de que sólo debían defenderse los intereses del particular? ¿Lo cree el ciudadano Soto y Gama? Pues toda la obra legislativa del benemérito Juárez precisamente dice lo contrario, el ciudadano Juárez vio algo más grande, algo que acaso no vemos nosotros a pesar de que hemos adelantado mucho más que él: el respeto al derecho ajeno es la paz. ¿Es lo mismo que cuando se trató del derecho individual que en esa época defendía él, que cuando se trata del derecho de la sociedad como lo defendemos los verdaderos socialistas de hoy? (Aplausos nutridos.) ¿Pues no estamos pugnando por la defensa de los derechos de la sociedad? ¿No declaramos enemigos de la paz a todos lo que afectan nuestros derechos sociales? Entonces yo tengo el derecho de rectificar al ciudadano Soto y Gama. Si hay alguien que haya dicho la verdad eterna a través de todos los tiempos, es la verdad que él ha maculado con el gesto despectivo al referirse a Juárez, y eternamente en el mundo vivirá ese apotegma: el respeto al derecho ajeno es la paz. (Aplausos nutridos.) Y en esa desorientación, en ese caos de los que se llaman modernistas y revolucionarios también podría catalogar al doctor De Alba, que no está

presente, cuando él nos habló en un tono despectivo, porque así hablan los doctores de la época... (Risas.) en un tono despectivo de las luchas de mochos y liberales. Hemos atacado, desconocemos a tal grado de la historia de México, que todavía renuncian a reconocer la gloria de la lucha de mochos y liberales. ¿Es posible que desconozcamos las magnificencias y los beneficios prácticos que para el país trajo la lucha de los mochos y de los liberales cristalizada en la Constitución de 57 y cristalizada en las Leyes de Reforma? ¡Hasta ese grado de ofuscación hemos llegado! Ya esperaba yo precisamente la catilinaria contra la lucha más pura en contra de los mochos, de los heroicos liberales y de los siempre tristemente célebres mochos de México, que el doctor Pedro de Alba pidiese a esta honorable Asamblea que se borrasen de ese muro los nombres de los vencedores de Querétaro en 1867. (Aplausos.) Pero si son los antecedentes históricos, es el patriotismo nuestro y la nación nuestra la que tienen precisamente sus antecedentes en esa lucha de mochos y liberales. ¿Pues creéis que si no hubieran existido los liberales de 57, existirían los socialistas de hoy? (Aplausos.)

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Me permite usted una interpelación?

El C. Vasconcelos: Pues bien, ciudadanos diputados: probado como está que nuestra nación, dentro del sistema federativo no es una nación imitativa de las instituciones de los Estados Unidos, sino que hay algo más hondo y más serio y más digno de estudio, que es el espíritu de la nación que ha impreso ese sesgo a nuestras instituciones, yo os pido en nombre de los que nunca hemos practicado y que tratamos de practicar hoy, en nombre del federalismo, en nombre de la Constitución que nos rige, en nombre de la actividad que debemos desarrollar patrióticamente dentro de la Constitución y no como alguien decía, vulnerando la Constitución, os exhorto a que votéis en contra del artículo 1o., que es el más serio bofetón, por no decir la más seria inconsciencia cometida dentro de nuestra organización constitucional actual.(Aplausos.) Los Estados de la República no se han podido fortalecer; porque primero el estado de revuelta en que ha vivido el país no les ha permitido obrar libremente; en segundo lugar, porque la mano de hierro de Díaz tampoco les permitió obrar libremente; la revolución entre sus postulados trajo éste que hoy se trata de desconocer: el reconocimiento de la soberanía de los Estados. Mi siempre glorioso P. L. C., pese a quien pese, sostiene precisamente eso, porque es un postulado revolucionario, porque no llega el P. L. C. a desconocer lo que es la revolución y lo que fue la revolución y lo que fue el aliento de los primeros caudillos de la revolución. (Murmullos.) ¡Es claro, si los zapatistas nunca han sido revolucionarios! ¿cómo quieren estar con nosotros? (Aplausos nutridos.) Hay mucha diferencia entre haberse pasado el tiempo haciéndose tonto y haciendo tontos a los demás, a haber tomado participación activa, por lo menos inteligente, en el movimiento revolucionario, a cuyas postrimerías llegó la República en la época de la expedición de la Constitución de 17. Para terminar, señores diputados, voy a permitirme recordar lo que al principio dije: o vivimos dentro de un régimen exclusivamente federativo, o vivimos dentro de un régimen apegado a las instituciones que nos rigen, o vivimos fuera de él; si vivimos dentro de él, debemos ser respetuosos de él; si vivimos fuera de él, ciudadanos Altamirano, Soto y Gama, que piensan que no se debe tener respeto a la Constitución, yo os digo: ¡es demasiada cobardía ser enemigos de una institución bajo la que vive uno, y no haberse lanzado a los campos de batalla a armarse contra esas instituciones! (Aplausos nutridos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Siurob.

El C. Siurob: Honorable Asamblea: la Comisión ha escuchado pacientemente el discurso pronunciado por el contra en esta tribuna representado por el inteligente joven jurisconsulto Vasconcelos. La Comisión ha escuchado una brillante defensa de la soberanía de los Estados y con frases unas veces suaves, otras veces insinuantes, otras veces evocando las glorias del pasado, otras veces evocando al recuerdo para nosotros inmarcesible de la lucha de nuestros libertarios del Constituyente del 57, que precedieron a ese Constituyente, ha tratado de irse infiltrando poco a poco en el criterio de nuestra Asamblea, llevando por delante la antorcha de nuestras pocas y muy grandes glorias, ha ido tratando de infiltrar poco a poco el criterio contrario a la revolución, el criterio contra... (Aplausos nutridos.) el criterio contrario a la Constitución, en estos momentos todavía la única esperanza de los eternos desesperanzados, de los trabajadores y de los humildes de la República. (Aplausos nutridos.) Comenzó a hablar el compañero Vasconselos, tomó el asunto como se dice en la oda de Horacio, tomó el asunto del federalismo desde los huevos de Leda, remontándose hasta la madre España y vino a traer aquí argumentos que son absolutamente.....

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡medievales!

El C. Siurob, continuando: Medievales, esa es la palabra, pero todavía más, son verdaderos sofismas los que se han venido a esgrimir aquí en esta tribuna; en efecto, veamos cuáles son los hechos claros que vienen a dar el mentís más absoluto a las ideas y conceptos vertidos por el estimable compañero Vasconcelos con tanto brillo. Nos decía el compañero Vasconcelos: España es el país más educado para el régimen federal. Y España tiene ocho siglos de vivir bajo el régimen centralista. (Aplausos.) ¿Puede haber un hecho histórico que de una manera más palpable se encargue de desmentir un sofisma? Y es que el compañero Vasconcelos ha confundido lamentablemente la autonomía municipal que existe en España con una tendencia al federalismo. Tenga la seguridad el compañero Vasconcelos de que los destinos y las tendencias del pueblo siempre se imponen y que la mejor prueba es que en España, al través de ocho siglos de su historia, no ha logrado imponer su federalismo. La autonomía municipal del pueblo español la tendencia de la autonomía municipal es, al contrario, una prueba de que el pueblo español tiende de una manera especial a la legislación directa; es decir, que el pueblo español tiene mucho más tendencia a los modernos sistemas de acción de los pueblos que ya están implantados por cierto

en muy pocas poblaciones del mundo, como es el sistema de la legislación directa; de manera que no existe más que este hecho para contradecir toda la parte histórica del federalismo que nos trajo el ciudadano Vasconcelos, tomando como origen a la madre España. Ahora vamos a tomar el asunto en nuestro propio país; en este punto el compañero Vasconcelos ha demostrado una carencia absoluta de los rudimentos de la psicología nacional, de la psicología individual, de la psicología vivida, sentida, la psicología de lo que hemos practicado dentro de nuestro propio territorio y que ha formado verdaderamente el alma nacional, y voy a permitirme rectificarlo paso a paso. Desde luego debo decir a todos los psicólogos, al estudiar los fenómenos sociales mexicanos, han considerado como un verdadero milagro no sólo con referencia al pueblo mexicano, sino con referencia a todos los pueblos de la América Latina, el que hayan podido convertirse en Repúblicas, porque teniendo por origen pueblos absolutamente centralistas, pueblos en que privaba el imperio absoluto de una monarquía, ha llamado la atención cómo los hijos, por un parte de Cuauhtémoc y de todos los caciques y jefes indios a través de toda la América y por otra parte de los monarcas españoles, desde las épocas más remotas hasta los últimos y más terribles y crueles déspotas como Felipe II, hayan podido fundar en el continente americano repúblicas independientes y más aún, repúblicas federales. Desde luego cabe advertir que unos explican que ese fenómeno diciendo que esto se debe a la necesidad de diluir un pequeño número de población dentro de una grande extensión de territorio, y ésta realmente es una de las bases que yo creo más científicas en que se apoya la institución de las repúblicas, el hecho de existencia de las repúblicas en el continente americano. Desde luego el colono, no el colono, más bien dicho, el encomendero que vino a América al dársele determinada región para que la cultivara por medio de sus esclavos indígenas, ha adquirido cierto señorío sobre aquella región sometidas a su mano, cierto dominio, y naturalmente esto ha hecho que se forme lo que voy a estudiar más tarde con el nombre de cacicazgo; pero de todas maneras ha hecho que se ponga cierta resistencia por parte de estos hombres investidos en virtud de las circunstancias como señores de vidas y haciendas, y sobre todas aquellas regiones ha hecho que se ponga cierta resistencia al dominio del poder centralista de los monarcas españoles y este es el origen de los actuales Estados de la República. A los cacicazgos desde la época española, a unos se les dio el Valle de Oaxaca, a otros el valle de Puebla y a otros el valle de México, y así fueron confiriéndole los monarcas españoles en el uso del derecho de conquista la posesión de determinadas extensiones de tierras a los conquistadores españoles, y a los encomenderos. Pero cada encomendero, al tener que luchar con sus propios esclavos, con la inclemencia del suelo y las dificultades que ofrecía la propia tierra, tuvo que ir pensando en su propia soberanía sobre aquella extensión del territorio y la comarca; todas estas ideas, toda esta labor tuvo que infiltrarse y de ahí se produjo la idea de los cacicazgos, de los regionalismos, es la que hizo que más tarde, al hacerse la independencia de la nación española, fuera estableciéndose poco a poco el sistema republicano federal en los países latinos del continente. Llegamos ya a la época en que se constituyó la nacionalidad y nos encontramos con que los descendientes de los antiguos españoles, con que los descendientes de los antiguos jefes de encomienda, se convierten en lo que nosotros hemos convenido en llamar caciques, y de hecho el Gobierno de México, como República independiente, no consistió más que en el gobierno sobre la reunión de una multitud de cacicazgos y estos cacicazgos, asociados por cuestión de regionalismos, son los que han venido a constituir los Estados de la Federación, y de esa manera no es de extrañar que los Estados de la Federación hayan sido partidarios del federalismo, porque el federalismo estaba mantenido por los cacicazgos, porque tiene su origen en el sistema feudal, y no es de extrañar que en los actuales momentos en que tratamos de hacer desaparecer el sistema feudal todavía se quiera venir a hacer predominar aquí con el criterio de absolutismo y a despecho de los constituyentes y de la propia Constitución, el criterio federalista absoluto; y la prueba mejor de que el federalismo en nuestro país ha tenido por origen los cacicazgos, es que Félix Díaz, que pretendía ser el último cacique, pretendía arraigar bajo la cobija de la última soberanía, la soberanía de Oaxaca. Todavía Félix Díaz iba a tratar de resucitar el añejo fetiche, todavía Félix Díaz iba a empuñar la bandera aquella de los antiguos caciques del valle de Oaxaca para pretender obstruccionar en nombre de esa bandera, ya demasiado añeja, demasiado aniquilada por los gusanos, pretendía venir a imponerse a la soberanía nacional, a la verdadera soberanía del pueblo mexicano. (Aplausos.) Pero ved aquí, compañeros, que precisamente los constituyentes.... (Murmullos.)

El C. presidente: Se llama la atención a los ciudadanos diputados para que se sirvan escuchar al orador.

El C. Siurob, continuando: Ved aquí precisamente que los constituyentes de 1917, comenzando a interpretar el nuevo giro de la nacionalidad que tomó la nacionalidad mexicana, comenzando a interpretarse de una manera más directa y efectiva las necesidades de un país, naturalmente que comenzó por quitar la punta agresiva y hosca a esa soberanía de los Estados ¿ y sabéis por qué? Lo han hecho así porque la Constitución de 1917 es demasiado revolucionaria en sus tres artículos fundamentales para que pueda llevarse a cabo si no es bajo la acción de un poder más enérgico que controle la situación en todas las entidades federativas. Alguien ha expresado aquí el concepto de que los constituyentes, dejándose guiar por un criterio absolutamente reaccionario, quitaron una parte de la soberanía de los Estados de la República. Yo creo que si ellos lo hicieron con ese criterio, en realidad pensaron en un fin más elevado, algo más grande. Yo no puedo creer que verdaderos revolucionarios que había allí se hayan dejado sugestionar e ilusionar como chiquillos para sentar una conclusión fatalista para lo que su criterio había estado sosteniendo. ¿No observarais que siempre que se verifica un cambio radical de cualquier pueblo del mundo, se impone la dictadura? ¿No estáis viendo el ejemplo de la Rusia en donde el

proletariado para poder llevar adelante lo que se creyó que en aquellas circunstancias, en aquel medio era un supremo anhelo, no vaciló al asumir el poder, no estableció de hecho una dictadura, la dictadura del proletariado? Pues bien, señores diputados, sabed que el artículo 27 constitucional, el 123 y el 3o. de nuestra Constitución no son otra cosa que la revolución hecha endémica en nuestro país, no son otra cosa que la revolución evolucionando de una manera enteramente firme y decisiva y que para que esa evolución pueda verificarse era necesario conferir a la autoridad central un poder más grande que el que había tenido hasta entonces y han sido los constituyentes, los representantes de esa soberanía nacional, los que han consentido en eso. (Aplausos.) El compañero Vasconcelos, que después de disertar largamente y de citar textos y obras que yo no citaré porque el derecho nuevo no está escrito todavía quizá en ninguna obra, (Aplausos nutridos.)

El C. Huerta Moisés: ¿Me permite una interpelación el orador?

El C. Siurob: Así que termine con gusto aceptaré la interpelación.

El C. Huerta: Es muy pertinente.

El C. presidente: El orador no permite, suplico a usted no lo interrumpa.

El C. Huerta: Sólo quiero que me diga qué entiende por derecho nuevo.

El C. Siurob: Decía yo que después de citar todos estos textos, después de rebuscar en todas estas obras ¿sabéis con lo que se encontró el ciudadano Vasconcelos? Con una cosa nueva, una cosa que nunca ha sido escuchada dentro de esta Representación Nacional, con que la soberanía reside esencialmente en el pueblo. Pues bien, señores, la soberanía reside esencialmente en el pueblo; fueron representantes del pueblo los que en la sesión del Congreso Constituyente de 1917 restaron soberanía a los Estados. (Aplausos.) Pero ahora hay que entrar dentro de la psicología mexicana, por dentro de nuestro espíritu propio, de nuestro criterio; hay que entrar al alma nacional, hay que investigar e interrogar a la esfinge y saber qué nos contesta en estos momentos supremos en que todo el país se agita presa de una intensa ansiedad....

El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿Qué contesta la esfinge?

El C. Siurob, continuando: ¿Qué cosa me contesta? Voy a decir qué es lo que nos contesta, como revolucionario, en mi conciencia; como revolucionario sincero, que yo no habré traído palabras muy bellas a esta tribuna, sino humildes pero siempre sinceras, siempre la expresión absoluta de su propio sentir. Ahora bien, ¿sabéis lo que me dice nuestra nacionalidad? Que hace diez años venimos echando abajo uno por uno gobiernos que aparentemente cumplen con todas las formalidades legales que se encuentran dentro de todos los libros, en todos los ritos de legalismo, dentro de ese criterio mezquino que se encierra en la cabeza de todos los antiguos abogados y, sin embargo, para combatir ese sistema legalista, para combatir esos sistemas que eran legales de nombre, pero no de hecho, hemos pasado sobre todas las leyes y hemos empuñado las carabinas y hemos echado abajo todos esos regímenes precisamente porque lejos de cumplir con el espíritu de la ley no hacían más que burlar la forma y el espíritu de esa misma ley. (Aplausos.) ¿Y sabéis también lo que nos dice el alma nacional?: que no hace mucho nosotros mismos hemos demostrado que estamos restando esa propia soberanía al proponer la reforma constitucional que centraliza la enseñanza. Ahora bien, vosotros lo sabéis - porque esto sí lo sabéis -, sabéis que los proletarios no pueden ir a la escuela porque no tienen que comer sus hijos ¿queréis que las escuelas que acabáis de autorizar, al fundar la centralización de la enseñanza, se vean desiertas de proletarios y únicamente concurridas por señoritos? Pues bien, ¿sabéis también lo que nos contesta el alma nacional?: Que es una necesidad ingente, que es una necesidad imperiosa la que existe de que cuanto antes legislemos sobre estos asuntos en la forma en que lo demandan nuestros propios males, interpretando el espíritu y no su letra. ¿Por qué? Porque nosotros mismos en el Congreso Constituyente nos hemos dado la clave para evolucionar dentro de cincuenta años y cuando la evolución se detiene y cuando a la evolución se le marca un hasta aquí, cuando no se le permite que siga su camino radiante y victorioso, entonces la revolución es sangrienta, entonces vienen los desmanes de los de abajo absolutamente justificados por los obstáculos de los de arriba? (Aplausos.) Las leyes, conciudadanos, en nuestro país, ¿sabéis también por qué han sido objeto de un justo desprecio? No sólo porque estorbaban a los dictadores, no sólo porque estorbaban a los déspotas, sino porque habían sido hechas por los poderosos y en favor de los poderosos; porque eran estúpidas en los casos imprevistos, porque no se cumplía sino tarde y mal y porque iban precisamente en contra de aquellos a quienes se trataba de beneficiar. Pues bien, ahora vosotros tratáis de hacer lo mismo si váis a dar vuestro voto al artículo primero transitorio, que no es otra cosa que la sanción de la soberanía nacional al hecho de que mientras los Estados legislan sobre las leyes agrarias, la Federación haga cumplir el Pacto federal, haciendo que se cumpla cuanto antes lo que la soberanía nacional dicte por conducto del artículo transitorio en el sentido de que cuanto antes se fraccionen los latifundios. (Aplausos.)

El C. Díaz Soto y Gama: claro, clarísimo, bueno. No lo entienden, sin embargo. (Siseos. Burlas. Campanilla.)

El C. Siurob, continuando: Niego, pues, en lo absoluto, que en nuestro país haya en estos momentos madera para el federalismo; por el contrario, hay madera para que se cumplan los ideales revolucionarios y las esperanzas de un pueblo, sean cuales fueren los medios que se tengan que emplear para cumplir con estos mandamientos y llego todavía más adelante: si la Representación Nacional no llegara a aprobar el artículo primero transitorio, yo seré el primero que pediré la reforma constitucional.... (Aplausos. Voces: ¡Así sí!) para que se resuelva cuanto antes la reforma agraria. (Aplausos.) Creo sincera y lealmente, creo legalmente que no procede conforme a los ideales revolucionarios de los constituyentes el no interpretar en debida forma el artículo 11 transitorio en el sentido no de vulnerar los restos de la soberanía de los Estados; lo que se propone el artículo primero transitorio

no es que viole la soberanía de los Estados, es que mientras los Estados de la Federación legislan sobre el problema agrario, se cumpla el Pacto federal haciendo que se fraccionen los latifundios en todos los Estados de la Federación. Yo contraigo desde este momento, si vuestras señorías rechazan el artículo primero transitorio, yo contraigo desde este momento el compromiso moral con vosotros de presentar a las próximas sesiones ordinarias de la Cámara de reforma constitucional.... (Voces: ¡Eso sí! ¡Eso sí!) .... Y entonces ya no tendréis pretexto y entonces se aclarará quiénes son revolucionarios y quiénes no.... (Voces: ¡Así sí!)....

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡Y ahora también! (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Siurob, continuando: Pero yo os pido... (Murmullos.) pero yo os pido...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: No hay que hacer concesiones.

El C. Siurob: Yo no hago concesiones absolutamente ningunas, yo creo que en estos momentos todo revolucionario de corazón debe de estar de acuerdo con la interpretación que la Comisión da al artículo 11 transitorio. (Aplausos.) Pero de todas maneras, como nadie ha venido aquí a rebatir el punto...(Voces: ¡Cómo no!) Nadie, compañeros, porque todos han venido a hablar aquí de soberanía popular, todos han venido aquí a hablar de soberanía de los estados, todos ha venido aquí citando textos y haciendo gala de erudición, pero ninguno ha podido demostrar que el espíritu de los constituyentes no fue que se empezara a fraccionar los latifundios inmediatamente después de la promulgación de la Constitución. (Aplausos.) Por el contrario, frente a este escrúpulo se encuentra la conducta de nuestro pueblo, la conducta de nuestro país y la conducta de todos los países del mundo. Nosotros en este tribunal, que tenemos sentado en el banquillo de los acusados un principio de fraccionamiento de tierras y que se han esgrimido de un lado a otro argumentos más especiosos, se levanta de un lado el pueblo que asiste a esta sesión y que del fondo de su corazón, con todo el criterio de su intención o de su conciencia, viene a deciros que por encima de vuestros escrúpulos para interpretar un artículo constitucional están sus necesidades más imperiosas, más ingentes y que otros pueblos del mundo, allí están todos los pueblos que entraron a la guerra, estos pueblos que entraron a la guerra en los momentos en que se trataba de su nacionalidad supieron pasar sobre todas las leyes, sobre todas las dificultades y sobre todos los prejuicios, y en los Estados Unidos, un país democrático, el presidente de la República se convirtió en un supremo dictador y lo mismo paso con todos los demás países del mundo. ¿Por qué? Porque la voz del pueblo, que es una voz soberana, pedía a gritos que no se respetaran los escrúpulos legales cuando se trataba del pueblo mismo. (Aplausos.) Pero todavía hay más razones. Vosotros, los que creéis que la patria aureolada con todas esas galas que hemos prendido alrededor de esta idea a través de tantas generaciones; vosotros los que creéis que la idea de patria es la única idea suprema en vuestros espíritus y en vuestros corazones, pensad que todo el tiempo que retardéis la resolución de este problema estáis haciendo faltar la patria a los humildes, a los infieles. (Aplausos.) ¿Queréis que tengan amor a esa patria, los humildes, los infelices? ¡Si de milagro lo han tenido! ¡Si de milagro han ido a sacrificarse a los campos de la lucha por esa patria de la que no conocen sino el amargo terrible: los fusilamientos, los desdenes de la justicia, los latigazos sobre sus espaldas, las infamias de todos sus explotadores, el desdén de sus gobernantes, la leva cruel e infame que los llevaba a los campos de la lucha sin saber por qué! ¡Milagro de estos proletarios, de estos indígenas, de estos humildes; quizá porque conservan la herencia de otra patria desde la época de Cuauhtémoc, han defendido a la patria actual! (Aplausos.) ¿Y sabéis lo que es patria, vosotros, para quienes la patria es el supremo ideal? ¡Pues la patria es ese pedazo de tierra; la patria es el cariño del hogar que un hombre constituye; la patria es la flor que se riega todos los días y el animal doméstico que se acaricia y la luz que entra por la ventana...! Todo eso es la patria y todo eso no existirá para la mayoría de los mexicanos mientras no se apruebe en toda la República esta ley, en virtud de la cual adquirirán un pedazo de tierra. (Aplausos.) Y mañana, si el país es víctima de una agresión, y mañana si vemos en peligro la nacionalidad, no vengamos diciendo que los proletarios no han respondido al llamamiento de la patria, porque ellos os contestarán que vosotros se la habéis negado. (Aplausos.) Y haced a un lado todos los obstáculos, no nos vengáis con que la ley tendrá amparos, ¿qué no sabemos que la justicia nuestra no es más que una forma de la injusticia? (Aplausos.) ¿qué no sabemos que la justicia nuestra se plega ante la fuerza y que desgraciadamente nuestros jueces, todos, con muy raras excepciones, lejos de interpretar la ley, sólo están pendientes de qué lado se encuentra la fuerza? Y cuando sepa que la fuerza está del lado de los pueblos, los jueces se inclinarán del lado de la justicia de los pueblos y negarán los amparos a los detentadores del pueblo. (Aplausos.) Por tanto, conciudadanos, si queréis pasar sobre la soberanía nacional que por medio del artículo 11 transitorio os señala la obligación de cumplir el Pacto federal, la obligación de que cuanto antes se despedace el latifundio, votad en contra del artículo 1o. transitorio. Si queréis seguir las añejas tradiciones de un federalismo que sólo ha sido el cacicazgo, el sostenimiento del sistema federal, el imperio de los poderosos sobre los humildes y todo el cúmulo de nuestras injusticias sociales y el obstáculo más grande para que se consolide la nacionalidad, votad en contra del artículo 1o. transitorio. Pero si queréis manteneros en lo absoluto dentro del criterio revolucionario, si queréis interpretar fielmente el espíritu de la soberanía nacional expresado en el artículo 11 transitorio por los constituyentes, entonces dad vuestro voto por el artículo tal como lo propone la Comisión. Sólo me resta combatir una apreciación injusta del compañero Vasconcelos. El compañero Vasconcelos decía que los zapatistas no eran revolucionarios. No obstante haber tenido yo que luchar en alguna época, no personalmente, el grupo revolucionario en que yo me encontraba, en contra de los elementos zapatistas, debo confesar que ésta es una falsedad, que ésta es una mentira. No creo que lo diga de

mala fe; por el contrario, es suficientemente bien intencionado el compañero para creer que lo dice con sana intensión; pero sepa el compañero que los agraristas del Sur, con Zapata a la cabeza, deben ser respetables para toda la nación, porque son los representantes, dentro de nuestra nacionalidad que nace, de Espartaco en Roma levantándose al frente de los esclavos para defender los derechos de aquellos hombres. (voces: ¡Muy bien! Aplausos. Siseos)

El C. Del Castillo Israel, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación ?

El C Siurob, continuando: Hago esta defensa, porque faltaría a mi propia idiosincrasia si hubiera ido ante la tumba de uno de los humildes, pero de los más esforzados defensores del proletariado, de Emiliano Zapata, a decir que era quizá uno de los más nacionales revolucionarios; faltaría a mi deber si hoy no viniera a profesar esas mismas ideas y a confirmarlas por medio de razonamientos y hechos. Reprochad al movimiento zapatista; reprochadle que en aquellos momentos - porque eran puros humildes - no haya podido formar un Congreso de sabios, un congreso de abogados; pero yo tengo que deciros que se vieron en el corazón de la República acosados y perseguidos como perros. Aquellos hombres no tenían cartuchos, no tenían organización, no tenían casi verdaderamente una organización militar; luchaban, por decirlo así, como decía Hugo, luchaban a montañazos, señores. De manera que yo pido a la Representación Nacional que no acepte estas ideas; hay que aceptar a los revolucionarios de todas partes, en donde se hayan encontrado y con especialidad precisamente a los revolucionarios zapatistas, porque los revolucionarios zapatistas fueron los más humildes, fueron los más abnegados, fueron los que menos pruebas dieron de querer exclusivamente el poder. Por todas estas razones yo pido al compañero Vasconselos que él mismo rectifique su idea.

El C. Vasconcelos: ¿Me permite el señor presidente una interpelación?

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Vasconcelos.

El C. Vasconcelos: Es una provocación a una rectificación muy debida que debo hacer. El ciudadano Siurob acaba de honrarme con toda justicia, diciendo que no cree que mis palabras hayan sido movidas por una mala fe, que nadie ha podido sorprender ni en mis palabras ni en los actos de mi vida; agradezco al ciudadano Siurob la apreciación que de mí hace. Debo manifestarle esto: yo no desprecio el movimiento zapatista ni mucho menos, todo lo contrario: creo que en todo movimiento armado en que se interesa algo más que la bolsa de un hombre o que la inteligencia de una hombre, la vida, hay una gran dosis de sinceridad. Yo admiro al zapatismo; pero a quienes no puedo admirar es a los tránsfugas del zapatismo, es a los engañadores del zapatismo. (Aplausos.) Si en alguna ocasión se ofrece la oportunidad de que yo vaya a depositar ante la tumba de Zapata, como luchador en estos últimos tiempos de la vida nacional, una ofrenda floral, y si en alguna ocasión se presenta la oportunidad de que yo diga que mi corazón debe estar, como joven que soy y como revolucionario que soy, al lado de Emiliano Zapata, no en esta cámara, sino en otro lugar en que no se respire ambiente tan plácido, yo lo diré o lo probaré; pero hay una enorme diferencia entre Espartaco y estos espartaquitos con careta. (Aplausos.) Mi apreciación ha sido, más que otra cosa, dirigida al ciudadano Soto y Gama, en cuyo revolucionarismo y agrarismo no creo, dejando muy a salvo la memoria siempre venerable, siempre gloriosa, si se quiere, del que encabezó a los humildes y determinó tendencias de agrarismo al lado de Zapata y muy lejos de los farsantes zapatistas que han incursionado en esta Cámara contra la revolución. (Aplausos.)

El C. Siurob, continuando: Conciudadanos: No quiero distraer más el debate con asuntos extraños al punto a discusión. Sólo voy a tocar, de manera absolutamente incidental, lo que en estos momentos preocupa no sólo a nuestro país, sino al mundo entero: la connivencia que puede tener el movimiento socialista ruso con las cosas que nosotros actualmente discutimos y con nuestra acción como libertarios dentro de la República. Yo creo que ningún pueblo debe imitar a otro en sus procedimientos para conseguir la libertad y para conseguir el bienestar. El mismo Lenine, cuando los socialistas húngaros solicitaban de él un consejo acerca de si debían ellos establecer la dictadura del proletariado en su región, obtuvieron de Lenine la siguiente contestación categórica: "Ustedes no deben imitar a Rusia. Ustedes deben hacer el movimiento de acuerdo con sus propias leyes y conforme se los dicte su propio miedo." (Voces: ¡Muy bien! Aplausos.) Nadie puede negar que nos vamos acercando hacia un momento en que las masas proletarias tengan que tomar una parte mucho más activa en el Poder, de la que han tomado hasta la fecha; pero esto no quiere decir que vayamos a hacer las cosas atropelladamente, neciamente, sin criterio; que vayamos a convertir esto en mascarada trágica, sino, por el contrario, que debemos estudiar de una manera paciente, de una manera científica, la forma en que por un procedimiento evolutivo podamos llegar a esos propios fines. Si vamos a pasar un río caudaloso, no nos vamos a proponer cruzarlo por el lugar en donde hierven las ondas, en donde son arrastrados los trozos de madera y las piedras y en donde la caída sería una muerte inevitable; vamos a atravesarlo por el cauce limpio, por el vado señalado con anticipación por nuestro guía experto, y ella es en estos momentos el guía de la humanidad para señalarle un camino para sus nuevos derroteros, (Siseos. Aplausos.) lo está haciendo a costa de su sangre y a costa de su bienestar; pero escuchad al mismo Lenine lo que dice, que todavía se encuentran en estado de experimentación. Es bueno como intento eso, es bueno como causa, sí, señores; pero nosotros tenemos obligación de tomar experiencia de los demás pueblos. ¿No veis a la Europa atónita en estos momentos, a pueblos tan avanzados o más avanzados que el pueblo ruso, a pueblos en que hay proletarios tan enérgicos o más enérgicos que los mismos rusos, no veis a esas masas enormes de proletarios organizándose en Italia, en Inglaterra, en Alemania y en todos los países del mundo, cómo están silenciosos, atónitos, contemplando el experimento ruso? Pues bien; si aquellos pueblos, no digo silenciosos en cuanto al pensamiento, digo silenciosos en cuanto a la acción, silenciosos en cuanto al

pensamiento no están, porque están estudiando, están considerando el caso, están viendo cuáles son los caminos, cuál es el medio para sortear el mal, para sortear el obstáculo, para no pasar forzosamente por la casa ardiendo, por el bosque inflamado, sino para dar la vuelta por un lugar en donde se lesionen los menos intereses, en donde se perjudiquen lo menos que sea posible los propios proletarios; pues bien; a los impacientes que hacen tanto mal a una causa, como los reaccionarios, porque ya lo dijo Thiers: a veces son más peligrosas para una causa las impaciencias de los extremistas, que las lenidades de los reaccionarios. Pues bien; a los impacientes yo les digo: Estudiad, organizad, ved claro; no vayáis a destruir lo que está hecho para traer consecuencias todavía peores. Si queréis repartir mejor la producción, no vayáis a aniquilar la propia producción y vayáis a encontraros con que en el momento preciso tenéis menos que repartir. (Aplausos.)

El C. Gandarilla, interrumpiendo: ¿En qué quedamos?

El C. Siurob, continuando: Quedamos en lo siguiente, compañero: en que la Constitución de 1917 señala ya al país el medio de evolucionar para un plazo probablemente de varios lustros....

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡No, hombre!

- El C. Siurob, continuando:....que en esta forma sólo depende de reglamentar esa propia Constitución en una forma tal, que llene las necesidades de la evolución y si hay necesidad de reformarla, dentro de nosotros mismos tenemos todo el mecanismo para hacer esa reforma sin acudir a violencias, sin acudir a destrucciones, sin atropellar el derecho de los demás, sino siempre llevando en el fondo de nuestra conciencia, como un principio conquistado por uno de nuestros más grandes hombres, que nos ha sido legado como herencia y que de una manera más directa interpreta el alma nacional; el principio ya preconizado y rehabilitado por el compañero Vasconcelos: "El respeto al derecho de los demás, es la paz." (Voces: ¡Muy bien! Aplausos.)

El C. presidente: La Presidencia hace la siguiente aclaración: han hablado en pro los ciudadanos Castillo Porfirio, Paz, tres veces la Comisión; en contra el ciudadanos Gustavo Serrano, Abraham Franco y Eduardo Vasconcelos. Siguen inscriptos en contra los ciudadanos Moisés Huerta, Castillo, César A. Lara, Solís y diez ciudadanos más. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!) Se pregunta a la Asamblea.....

El C. Díaz Soto y Gama: Que le lea el artículo reglamentario.

El C. presidente: El ciudadanos Manrique ha pasado a inscribirse para hablar en pro.

El C. Huerta: Tengo derecho para hacer uso de la palabra.

El C. Espinosa Luis: Moción de orden.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Espinosa Luis: Acaba de hablar la Comisión, porque no esta inscripto nadie en pro; conforme al Reglamento, el ciudadano Manrique, que acaba de inscribirse en tal sentido, hablará hasta después que haya hablado alguien en contra, porque no había inscripto nadie en pro.

El C. presidente: Se aclara al ciudadano Espinosa que el último orador fue el ciudadano Vasconcelos en contra; el ciudadano Siurob habló en nombre de la Comisión, así es que sigue un orador que hable en pro. Tiene la palabra el ciudadanos Manrique en pro. (Aplausos.)

El C. Manrique: Ciudadanos diputados: En los momentos en que la impaciencia de la Asamblea quiere ya que se vote esta ley, considerando, injustificadamente, que el debate está agotado, confundiendo que el debate pasional con el debate sereno; creyendo que imponer el voto y la voluntad de la mayoría es lo mismo que vencer a la razón; en estos momentos quienes venimos aquí a hablar por convicción, independientemente del éxito inmediato, éstos estamos obligados a decir una vez más que no estamos de acuerdo con la tesis sostenida por los oradores del contra; que creemos - no exponiéndolo en discursos extensos, sino por lo menos sintetizando vigorosamente nuestro pensamiento - que la razón asiste a quienes defienden el artículo 1o. transitorio; que el espíritu revolucionario, es decir, el espíritu de lucha que llevó a la nación a los sacrificios de los últimos años, alienta en el pensamiento vivificador del artículo 1o. transitorio de la ley a debate. "Hay en el contra, inscriptos, el ciudadano Huerta, el ciudadano Solís y diez ciudadanos diputados más", anuncia enfáticamente la Presidencia y un aplauso irreflexivo irrumpe de las curules. Y, ciudadanos diputados, no estriba en el número la fuerza de una causa; no estriba en el número de los sectarios o de los fanáticos la fuerza de una causa. (Aplausos ruidosos.) En los principios de todas las grandes luchas que la humanidad ha presenciado, la razón y el entusiasmo habíanse refugiado en un pequeño número de iluminados y de posesos. (Una voz: ¡Como vos!) Ojalá pudieseis aplicarme ahora y siempre el epíteto, ciudadano Sánchez Pontón...

El C. Sánchez Pontón, interrumpiendo: Está usted equivocado, yo no dije eso.

El C. Manrique, continuando: Ojalá, ciudadano Sánchez Pontón , o quien háyame aplicado el calificativo, me llaméis aquí todo lo que queráis, menos una sola cosa: hombre práctico, hombre sensato.(Aplausos.) Ya he abominado aquí de este practicismo; no de la sensatez, sino de vuestra sensatez ciudadanos de la mayoría; ya he abominado aquí no de la razón, porque tengo para mí que en la vida todo es uno, la teoría y la práctica, porque tengo para mí que en la vida hay una unidad fundamental entre lo racional y lo real, para aceptar el pensamiento fundamental de Hoegel: todo lo racional es real, todo lo real es racional. No vengáis, pues, aquí pretendiendo retorcer mi argumento, a decir que yo abomino de la razón, para mí la razón, debe guiar al hombre. ¿Pero cuál razón? Yo afirmo y lo afirmo enfáticamente que sois demasiado prácticos, que os invade cada vez más el practicismo, el amor a la realidad concreta y a los éxitos inmediatos, que os estáis olvidando de las finalidades lejanas. (Aplausos.) Yo afirmo que el ciudadanos doctor Pedro de Alba pudo aquí expresar que una asamblea de jacobinos carecía del sentido de la realidad; creo que una asamblea de fenicios, una asamblea de israelitas y una asamblea de logreros carece también del sentido de la realidad. (Aplausos.)

El C. Espinosa Luis, interrumpiendo: Pido la palabra para una moción de orden (Voces: ¡No hay desorden!)

El C. presidente: No hay desorden, señor. Yo creo que es indigno estar interrumpiendo al orador. Déjelo que termine. (Campanilla.)

El C. Espinosa Luis: No, señor; tengo derecho, conforme al Reglamento, para hacer mociones de orden. Se está violando el Reglamento. (voces: ¿Cuál artículo?) Suplico a su señoría que me conceda la palabra.

El C. presidente: Ya que el ciudadanos Espinosa ha conseguido interrumpir al orador, se le concede la palabra. (Sigue el desorden. Campanilla.)

El C. Espinosa Luis: Parece, señor presidente, que no fuera bastante la injuria hecha a la Representación Nacional hace unos cuantos días, cuando es tolerado el ciudadano Manrique en esa tribuna, (Desorden. Gritos y golpes en los pupitres.) viniendo a decir los improperios más grandes que se pueden decir al decoro de esta Representación Nacional... (Voces: ¡Huy! ¡Huy! Siseos. Desorden.)

El C. Soto Francisco: ¡Que se llame al orden al orador!

El C. Espinosa Luis, continuando: Quiero demostrar, señor presidente, que el Reglamento prohibe injuriar a un diputado... (Desorden. Gritos. Campanilla.) Así como el Reglamento prohibe la injuria a un diputado, es razonable que prohiba, con más razón, la injuria a toda una Asamblea. Yo lo único que quiero con mi moción de orden, es esto: que se tenga presente por todos que así como Manrique va a la tribuna a injuriar a la Asamblea toda, se nos permita también, cuando vayamos a esa tribuna, atacar a todos esos individuos que envilecen esta Representación Nacional. (Siseos. Desorden. Campanilla.)

El C. Siurob: Moción de orden, ciudadano presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra para moción de orden el ciudadano Siurob.

El C. Siurob: Mi moción de orden consiste en que las palabras del ciudadano Espinosa no constituyen una moción de orden, porque realmente el ciudadano Manrique se ha dirigido a una asamblea de logreros, de especuladores y quién sabe cuántas cosas más, y como nosotros no podemos sentirnos aludidos, (Aplausos.) es claro que ésta no ha sido una injuria. Por tanto, yo suplico al señor presidente que siga en el uso de la palabra el orador que estaba en ella.

Presidencia del C. ZUBARAN JUAN

El C. Manrique, continuando: El desequilibrado, el orate, el magalómano, no ha tenido empeño en refrenar por unos instantes su impaciencia para dejar que hablase la voz de la mezquindad, la voz de la mezquindad representada por alguien mezquino de cuerpo y chaparro de alma. Y ahora si personaliza el ciudadano Manrique, antes no personalizaba. No, ciudadanos diputados; yo huyo siempre y he huído siempre de personalizar, y en esto consiste el mérito, si alguno tienen, de mis palabras; habría que repetir, parafraseando la expresión de todos los ironistas y de todos los humoristas del mundo entero: "nadie crea ver en esta descripción su retrato". (Aplausos.) ¿Quiere el ciudadano Luis Espinosa, por desventura para el distrito de Tuxtla Gutiérrez, representante suyo, que le recuerde aquí las palabras de Lorenzo Gracián, en "El Criticón"? quiere que le recuerde al Pensador Mexicano, don Joaquín Fernández de Lizardi? ¿A esos o a otros parecidos? Yo creo que no, yo creo que me dirijo a una Asamblea de hombres sensatos, ahora sí empleo el calificativo en su justa y correcta acepción, y no creáis, señores diputados, que a mí, que huyo siempre del dicterio; que a mí, que trato siempre de impersonalizar los debates, tratéis de decirme que ofendo a cada uno de vosotros en lo personal! Sabéis bien que entre vosotros cuento con buenos y verdaderos amigos y por esto cabalmente me escucháis, porque si yo fuese moralmente despreciable, ninguno de vosotros me escucharía, porque cada uno de vosotros podrá tener en mí un acerbo enemigo político, pero sabe respetar en mí al hombre que argumenta respetuosamente; (Aplausos.) porque es necesario que tratemos de levantar un poco nuestro espíritu sobre las mezquindades del presente. Yo creo que la política... a mí me apasiona la política y me apasiona extraordinariamente, pero creo que la política es sólo un aspecto de la vida y no la vida entera; de manera que desconocen miserable y torpemente la vida quienes imaginan que los que ya no piensan como ellos en política, quienes no coinciden como antaño coincidieran en pensamientos políticos, deben quedar excluídos definitivamente de sus afectos y de sus pasiones. (Aplausos.)

Por esto, por pensar así tan torpemente, tan mezquinamente, como quisiera el ciudadano Espinosa que todos pensasen, por esto es el hervidero de pasiones y de diatribas de esta Cámara; pero si nos acostumbramos a ver en el orador que se levanta a expresar clara, diáfana y sinceramente su pensamiento, no a un enemigo personal a quien estamos obligados a lesionar en su honor, a quien estamos obligados a hacer desaparecer de la superficie del planeta si ello es posible, sino un hombre que expone una idea que merece tomarse en consideración - porque toda idea es intrínsecamente respetable -, así lograremos impersonalizar los debates y levantar el nivel de estas discusiones, de otra manera no. Digo, pues, ciudadanos diputados, sin personalizar que he creído, y no es verdad que yo no haya dicho esto a mis amigos del Partido Liberal Constitucionalista, lo he dicho oportunamente, lo he dicho antes de ahora, lo dije, por lo menos - para no recordar sino una fecha señalada -, el 17 de abril, creo que en el grupo dominante, en la mayoría, ha venido lenta y seguramente infiltrándose, con la lenta seguridad con que un líquido embebe por capilaridad un tejido, un espíritu de rutina, un espíritu práctico que mata y sofoca, que amenaza sofocar definitivamente los entusiasmos de ayer. En los momentos, pues, en que se discute la aplicación de una ley, en los momentos en que se discute la constitucionalidad o inconstitucionalidad de tal o cual precepto legal, no es verdad, como afirmaba el ciudadano Vasconcelos en pasados días, queriendo deshacerse así de un soplo toda la argumentación de los contrarios, que

sea muy poco serio el traer a debate esta cuestión. ¿La ley que se discute en estos momentos es revolucionaria o reaccionaria? ¿Quienes votan en favor de la ley están identificados con el espíritu de la revolución o son sus enemigos? No es verdad que sea esto poco serio, ciudadano Vasconcelos, esto es absolutamente fundamental; es verdad que se ha faltado a otros argumentos, si sólo trajésemos aquí argumentos afectivos entonces nuestra argumentación sería débil, pero confesad cuando menos una cosa, convenid en una cosa: que no hemos traído aquí simplemente pasiones, que la pasión ha sido el impulso que nos ha traído aquí porque nunca nos ha ahogado aquí la razón pura, una alta y noble pasión es la que nos trae aquí, pasión hallaréis en todos nuestros discursos y escritos. Yo soy de los que creen con Nietzsche que sólo es digno de amor, digno de tenerse en consideración aquello que ha sido escrito con sangre, es decir, aquel escrito, aquella expresión del sentimiento humano en que haya sinceridad y pasión, es la única que a la postre debemos tener en cuenta, todo lo demás es bajo, ciudadano Vasconcelos. Hay, pues, pasión en nuestras deliberaciones, pero hay también argumentos. El examinar si la ley es revolucionaria o deja de serlo en sólo un aspecto de la gestión, pero no es toda la cuestión.

Yo comienzo por decir que el único discurso verdaderamente serio que reconozco en el contra, dígolo en tesis general, es hasta estos momentos el del ciudadano licenciado Eduardo Vasconcelos. Yo soy de los que acostumbran rendir pleitesía al contrincante cuando él viene animado por una intención que yo creo buena, siquiera venga engañado, siquiera venga infiltrado prematuramente de "espíritu práctico" a pesar de su pasionalidad innata; soy de los que acostumbran reconocer en el contrario todo mérito. Yo no sería el torpe que venga aquí a hurgar en la vida pasada de Vasconcelos, o en su vida presente, buscando o forjando faltas supuestas, faltas reales o supuestas. No es esto de lo que se trata: la argumentación de Vasconcelos ha sido seria, ha sido fuerte y en toda su fuerza y en toda su seriedad debo aceptarla. No es negado todo valor a las argumentaciones del contrario como acostumbro triunfar.. cuando triunfo, (Risas.) sino reconociendo la pujanza y la fuerza intelectual y moral del contrario. Así, a la postre, el triunfo - si se obtiene - es más valioso; la derrota - si llega - no deshonra. La argumentación de Vasconcelos es seria: revela en él estudio y reflexión; revela en él una promesa que será mañana una realidad de que la intelectualidad mexicana y la intelectualidad de nuestro Parlamento podrá seguramente enorgullecerse. Para él mi respeto; pero ello no me exime, dentro del terreno de las ideas, de buscar los lados flacos de su argumentación y de tratar de explicar en qué y cómo se ha equivocado el ciudadano licenciado Vasconcelos. Cosa difícil es la réplica a una argumentación bien preparada. Al decir esto no quiero herir al ciudadano Vasconcelos imaginando que sólo pueda decirnos discursos preparados, pero es incuestionable que se trata de una argumentación sólidamente meditada y es éste su mérito especial; no se trata de una falaz improvisación. En consecuencia, yo comienzo por asentar que el ciudadano Vasconcelos ha acertado buscando en los orígenes históricos, no haría yo de esto ironía como el compañero Siurob; todo lo contrario, es verdaderamente respetable que él haya tratado de elevarse a los antecedentes históricos de la cuestión para buscar en el espíritu de la raza, en el atavismo y en la herencia la razón de ser de nuestro sistema federativo; es éste un nobilísimo y muy laudable ensayo de síntesis histórica, pero debo diferir en la aplicación práctica de la teoría del compañero Vasconcelos. La suposición del compañero Vasconcelos es efectivamente un poco aventurada, pero siquiera por lo genial podemos perdonarle la hipótesis. Si los Estados Unidos de Norteamérica no hubiesen tenido con nuestro país la vecindad geográfica que tienen, si la influencia ideológica de la fuerte nación americana, cuya pujanza adivinaba ya en el último tercio del siglo XVIII con pasmosa clarividencia el conde de Aranda, no hubiesen influído en nuestro país con sus instituciones y sus costumbres. Yo creo - afirma Vasconcelos - que nuestro país a pesar de todo habría sido federalista. Así presentada la cuestión no pasa de ser una de esas sutilezas propias de seminario del siglo XVI o XVII. La realidad histórica es otra, la realidad histórica es que los Estados Unidos Mexicanos, que la Nueva España, ha estado fatalmente ligada a los Estados Unidos de Norteamérica, a la colonia norteamericana, esta es la realidad histórica y de ella y no de hipótesis debemos partir, ciudadano Vasconcelos; lo contrario podrá revelar una gran habilidad de argumentación y nada más. La realidad histórica es la única que tenemos derecho a examinar, es la única que debemos examinar y la realidad histórica es que el pujante espíritu de la nación norteamericana ha influído poderosamente en el despertar de las nacionalidades hispanoamericanas. El movimiento de independencia arrancó de los Estados Unidos de Norteamérica el 4 de julio de 1776 y fue por imitación - y no olvide el ciudadano Vasconcelos que la imitación ha escrito la historia del mundo -, fue por imitación por lo que años más tarde levantaron también el clamoroso grito de independencia las futuras naciones hispanoamericanas. (Murmullos.) Yo no quiero tampoco afirmar, ciudadano Siurob, para contestar a vuestra callada negativa, que haya sido éste el único factor. Sabéis bien, como sabe la Asamblea entera, que todos los fenómenos sociales e históricos son complejos; que en el fenómeno más insignificante, que en la producción del más insignificante fenómeno influye en inexplicable trabazón un enorme número de cosas; pero tengo derecho a afirmar, y estaréis de acuerdo conmigo quienes hayáis estudiado nuestra historia, en que el movimiento de independencia iniciado por los Estados Unidos en 1776 influyó poderosamente en nuestros destinos.

En consecuencia, la realidad histórica es ésta y dentro de esa realidad debemos movernos y argumentar. Y ya reconocen quiénes se han ocupado en el estudio atento del Derecho Constitucional Mexicano, que si no es absoluto, sí de una manera general puede decirse que nuestra Constitución de 1857 - y esta ha sido cabalmente la más fuerte argumentación en contra de las instituciones liberales - fue calcada en la Constitución americana de los Jefferson y de los Madison; esta es la verdad.

Leed la obra de Rabasa, que fue, si no me equivoco, la citada por el compañero Vasconcelos; leed los escritos de Bulnes, interesantes, interesantísimos a pesar del hondo esceptisismo que los impregna; leed, en suma, la obra de todos los publicistas, enemigos o admiradores de la República Mexicana, pero todos ellos, voluntaria o involuntariamente, son precursores del movimiento que hemos presenciado en los últimos años. Parece paradoja, pero yo os aseguro que Bulnes ha sido uno de los precursores del movimiento revolucionario. Pues todos ellos, lo mismo los jacobinos que los moderados, convienen en una cosa: que nuestras instituciones liberales y nuestras leyes de reforma, digo mal, nuestra ley fundamental de 1857 se halla inspirada en el espíritu federalista del pueblo norteamericano; esta es la verdad. Lo mismo que la Constitución, nuestra Suprema Corte y tantos otros detalles que podrían citarse en prueba de mi aserto. Pero el problema fundamental es éste: ¿el artículo 1o. transitorio, tal como la Comisión lo presenta, constituye una verdadera violación a la soberanía de los Estados? (Voces: ¡Si!) ¿La soberanía de los Estados existe? Existiendo, ¿es algo respetable? Estas son las cuestiones que debemos examinar sucesivamente con el desapasionamiento que a cada uno le sea dable. Iba a aludir en estos momentos a un compañero que no está presente, pero, en fin, aquí se ha dicho que la soberanía de los Estados no existe. Es cosa observada por quienes se dedican al estudio del razonamiento, que se designa generalmente con el nombre de sofismas, que una gran parte de las discusiones en que suele errarse y perderse lastimosamente el tiempo, se debe a la ignorancia de la cuestión, eso que se llama con un término derivado del medioevo, de la época medioeval, ignorancia elenqui, la ignorancia de la cuestión. Otra fuente origen de sofisma estriba en no fijar el valor de los términos. Se discute, como acertadamente señaló el ciudadano Vasconcelos, y yo días antes había señalado hablando aquí de logomaquias, es decir. de estériles luchas verbales, se ha cometido el error de discutir aquí en torno de palabras más que en torno de conceptos. Si hubiésemos comenzado por meditar serenamente, como debe hacerse en toda discusión de hombres mentalmente disciplinados, por convenir, por fijar el valor de los términos, es decir, en convenir siquiera fuese transitoriamente en dar determinada connotación a esta frase, a esta expresión: soberanía de los Estados; una vez acordes en la significación de unos y otros atribuyésemos, siquiera fuese transitoriamente al vocablo, probablemente nos habríamos ahorrado muchas estériles discusiones eso que un orador llamaba en pasadas sesiones no soberanía de los Estados, sino una serie, un conjunto de facultades reservadas a los Estados, y que éstos no han sacrificado al pacto federal; eso que designaba usando de esta cansada perífrasis que el ciudadano Vasconcelos no sé por qué ironía llamó elegante, ¿por qué no llamarle soberanía de los estados? Desentendiéndonos en estos momentos de la opinión respetable de León Duguit; desentendiéndonos en estos momentos de la opinión de otros tratadistas, porque no se trata de una asamblea de jurisconsultos en la cual, entre paréntesis, no habría podido hablar, sino de una asamblea de hombres que tienen seguramente cierto criterio jurídico, pero que no son especialistas en la ciencia del Derecho, ¿a qué perdernos en digredir sobre si la soberanía es un concepto que sólo puede atribuirse al estado nación, o puede también, fragmentariamente, residir en los componentes de la nación? La verdad es ésta: que llámese en esa larga perífrasis: "conjunto de facultades fundamentales reservadas a los Estados y que éstos no han sacrificado al Pacto Federal", (Risas. Murmullos. Aplausos.) sea de ello lo que fuere, siempre hay una esfera de acción para los poderes centrales, para los poderes federales. La alusión era efectivamente para vos, ciudadano Martínez de Escobar....

El C. Martínez de Escobar, interrumpiendo: Os voy a contestar, ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Lo sé, ciudadano Martínez de Escobar, pero os aconsejo que no vengáis a llamarme "mi caro amigo". Llamadme "ciudadano Manrique" a secas.

- El C. Martínez de Escobar, interrumpiendo No ciudadano, nomás Manrique. (Risas.)

El C. Manrique, continuando: Pues bien, sea de ello lo que fuere, la verdad es que una vez que fijemos determinado concepto, la discusión se orientará, la discusión habrá comenzado a orientarse. Siempre queda en pie que la Constitución.

El C. Huerta, interrumpiendo: Tenemos competencia.

El C. Manrique, continuando: Exactamente, compañero, allá voy. Siempre queda en pie, compañero Huerta, y os agradezco vuestro esfuerzo por orientar la discusión, que hay una Constitución de facultades limitadas que define claramente cuáles son las atribuciones del Congreso General y que define también las facultades de los congresos de los Estados, de los gobiernos de los Estados, etcétera, etcétera. Este debe ser el problema, es un problema de competencia, cono dice claramente el ciudadano Huerta. Pero, señores diputados, el artículo 11 transitorio constitucional claramente obligaba al Congreso de la Unión y a las legislaturas de los Estados a legislar en materia agraria, en la inmediata legislatura, en la legislatura que habría de seguir a la expedición, a la promulgación de la Carta Magna de 1917. Ciudadanos diputados ¿se ha cumplido con este precepto? Todos decís claramente que no, porque la excepción no es bastante para afirmar lo contrario y han sido hasta estos momentos en minoría los Estados que como Zacatecas, que fue el primero, como Sonora, Michoacán, últimamente Durango, Chihuahua, Veracruz, México, San Luis, todavía constituyen minoría, compañeros, son minoría los Estados que han cumplido con el pacto y la obligación que el Pacto fundamental les exigía, y es el momento de afirmar que esta soberanía de los Estados no debe de ser algo negativo, sino algo esencialmente activo y positivo. La soberanía de los Estados no ha de constituir, dentro de la doctrina dinámica que profesamos, facultad para encastillarse dentro de un statu quo, como dentro de un estatismo, dentro de una inmovilidad nociva para la vida de la nación. La soberanía de los Estados, esto que yo convengo en llamarla así, debe ser algo de acuerdo con el espíritu del Pacto fundamental esencialmente activo. los Estados al agruparse se obligan a laborar, como pacientes abejas, por el

engrandecimiento nacional, a laborar con el esfuerzo de los legisladores, de sus poetas, de sus artistas y de sus obreros. Querer en nombre de la soberanía de los Estados encasillarse dentro del estatismo, dentro de la inmovilidad, dentro de la muerte, es algo que no puede permitir una asamblea general consciente de sus derechos y deberes, y ese es el verdadero punto a debate.

El C. Huerta, interrumpiendo: ¿Me permite una observación para orientar mejor el debate?

El C. Manrique: Suelen no perjudicarme las interrupciones, compañero Huerta; pero agradezco mucho su buena intención y si lo acepté hace unos momentos, no quiero aceptarlo ya ahora.

El C. Huerta: Le aseguro a usted que se orienta.

El C. Manrique, continuando: Cada uno, compañero.....

El C. Huerta, interrumpiendo: Tenga usted la bondad. es la última.

El C. Manrique: Este ademán, compañero Huerta, puede querer decir: "Tiene usted la palabra"; pero quiere también decir: "Sírvase usted tomar asiento." (Risas. Aplausos.)

El C. Huerta: Conste que era una interpretación que no sabría usted contestar.

El C. Manrique: Bueno, el ciudadano Huerta ha seguido otro camino; también tengo yo amor propio. Tiene la palabra el ciudadano Huerta, claro que con permiso de la Presidencia. (Risas.)

El C. Huerta: Ha invocado usted el artículo 11 transitorio, para derivar de allí la competencia constitucional de esta Cámara acerca de la ley que está a discusión, y yo pregunto a usted si cree que con el mismo fundamento legal podría una Legislatura local dar la ley obrera para que rigiera en toda la nación, so pretexto de que no ha legislado todavía la Cámara de Senadores.

El C. Manrique, continuando: Yo contesto a esto categóricamente que no, porque la jerarquía del Congreso de la Unión no es, indudablemente, la misma que la de una Legislatura local. Cierto que el Congreso de la Unión es, a las veces, funciona a las veces - lo sabe bien el compañero Moreno -, como Legislatura local para el Distrito Federal y Territorios Federales de la Baja California y Quintana Roo; pero esto es accesorio. Convenga el ciudadano compañero Huerta en que la menor parte de nuestras actividades las consagramos a legislar para el Distrito Federal y los Territorios, y funcionamos, en cambio habitualmente, constantemente, como Congreso de la Unión, es decir: para la República entera. Desde luego, bastaríame citarle nuestra función fundamental de legisladores en materia de Presupuestos; de manera que contesto categóricamente a su pregunta, que no. En consecuencia, señores diputados, el problema de competencia es el que debe aquí debatirse; pero no es el único, compañero Vasconcelos, el problema de considerar si la ley a debate es o no revolucionaria, si expresa o no, más que el espíritu de los constituyentes, el espíritu que animó a la nación a aceptar la obra de los constituyentes, porque ésta es la cuestión histórica que debemos tener presente a cada momento. ¿Qué es el espíritu de los constituyentes? Para interpretar un precepto constitucional, aconsejan los tratadistas en los casos de duda, remitirse a las discusiones, a los "Diario de los Debates" de los Congresos Constituyentes, y aquí de las divergencias? Creéis honradamente, ciudadanos diputados, que si interrogásemos a ciertos constituyentes sobre su criterio al aprobar determinado artículo de la Constitución, hombres que, para usar de la expresión del compañero Martínez de Escobar, a quien no aludo en este caso - se lo diría si le aludiese -, hombres que, para copiar la expresión del compañero Martínez de Escobar, no tienen sobre las materias que aquí se debaten ideas claras, precisas y distintas? ¿Iríais a interrogar a ciertos constituyentes para que os diesen la interpretación auténtica de la ley? Yo creo francamente que no; preferiríais quedaros solos. Y cuando se trata de constituyentes que sí tienen opiniones propias, el compañero Martínez de Escobar, el compañero Céspedes, se advierte prontamente la pugna, es muy raro encontrarlos anuentes, conformes, en unos cuantos principios fundamentales. Cuando se trata de la discusión de la enorme mayoría de los preceptos constitucionales y, sobre todo, del espíritu fundamental que anima a la Constitución de 17, del espíritu enteramente característico de esta legislación, os hayáis hundidos en un verdadero caos. El compañero Siurob, que creyó acertar en pasadas sesiones interpelando a diversos constituyentes, no hizo sino hundirse en un mar de contradicciones y de absurdos; lo recordáis muy bien.

En consecuencia, yo quiero remitirme, compañeros, se trata de preceptos fundamentales más que del espíritu de los constituyentes interpretado francamente por ellos mismos, porque también fueron constituyentes Palavicini, Macías y Luis Manuel Rojas, y no les reconoceríamos la beligerancia en más de una ocasión. (Una voz: ¡Y Cándido Aguilar!) Y Cándido Aguilar fue también constituyente, ¡y lo fueron tantos! No, en el momento que tratemos de interpretar el espíritu de la Constitución en determinados preceptos, artículo 27, artículo 123, que son los verdaderamente característicos de esta Constitución y no aquellos que, como el artículo 4o. y el 13, aquellos que, como el artículo 4o. y el 13, se deslizaron por inercia - esta es la palabra - pasando de la Constitución liberal individualista de 1857 a la Constitución socialista de 1917. De aquí esta flagrante contradicción que hemos observado en más de una ocasión, contradicción entre el artículo 4o. constitucional y el artículo 123; contradicción entre el precepto que copia la prescripción constitucional de la Constitución de 57, afirmando que todo hombre es dueño de trabajar como le plazca, y el precepto del artículo 123 que dice que la huelga es un derecho; entre estos preceptos contradictorios, el socialista escoge el 123; el liberal clásico, es decir, el retrasado en estos tiempos, se queda con el artículo 4o., y proclama la mentira "libertad del trabajo". (Aplausos.)

Entre el artículo 123 que, aceptando las conquistas de la legislación moderna consigna en uno de sus preceptos que los conflictos entre el capital y el trabajo han de resolverse por tribunales especiales, verdaderos tribunales industriales: las juntas de Conciliación y Arbitraje, cuyo funcionamiento debe reglamentar en cada caso la Legislatura local, frente a este precepto del artículo 123 y el precepto, paréceme que del artículo 13, que afirma que

en la República Mexicana nadie puede ser juzgado por tribunales especiales de no ser militar, entre esos artículos, aparentemente contradictorios, el socialista se decide por el 123, el liberal clásico deja en pie literalmente y sin hacer esfuerzo de interpretación el artículo 13, y deja así y convierte así en nugatoria la legislación obrera consignada claramente en el artículo 123, al pretender, al insinuar el establecimiento de tribunales industriales en la República para dirimir los constantes conflictos entre el capital y el trabajo De manera que este es el problema: interpretar el espíritu de la época, y el espíritu de la época que ha animado a la nación obligándola, impulsándola a ir a la revolución, contagiada por el entusiasmo de unos cuantos ilusos; contagiada por el entusiasmo de una minoría que supo exponerlo todo y sacrificarlo todo, contagiando a esa enorme masa de indiferentes; éste es el espíritu que debemos interpretar. La nación ha ido a derramar generosamente su sangre - esto lo digo en estos momentos esforzándome lo indecible por apartarme de todo lo que pudiera tenerse por frase retórica -, la verdad escueta es ésta, sin retoricismos, sin palabras académicas, sin cuidar de que los pliegues de la túnica estuviesen estéticamente colocados, la verdad de las cosas es que los humildes campesinos, los proletariados, los oprimidos, han derramado su sangre porque sienten ansias de liberación y de bienestar; esta es la verdad.

Y frente a esta verdad que antaño nos entusiasmara, ¿por qué hoy nos sentimos indiferentes? ¿Ahora condenáis a los agitadores? Pues tengo que deciros, pese a vuestra sensatez, que el interés con que hoy estáis estudiando estos asuntos, el interés inusitado que ha revelado hoy la ciudad de México asistiendo en número inusitado, digo, enviando un público en número inusitado a estas sesiones, es el resultado de la agitación que llamáis artificial y preparada. (Aplausos.) Es muy doloroso, ciudadanos diputados... (Una voz: ¿Y las duchas? Risas.) Es verdad, compañero; pero pugnáis en vano, frente al espíritu ahora si serio de la Asamblea, por introducir un poco de espíritu de Bertoldo. (Risas.) No, compañero; estas pequeñeces no son para interrumpir un debate serio, compañero que sabéis pedir en sesión del bloque el desafuero de quienes no piensan como vosotros. (Aplausos.) Nos hallamos frente a un problema verdaderamente serio y es dolorosamente triste que para que la atención de los ciudadanos diputados se despertase y se despertase la atención de la ciudad de México, hubiera sido menester un poco de agitación, de esto que condenáis llamándolo bochornosa. (Aplausos.) No, compañero; para quienes sentimos el espíritu de la época no es ni puede ser bochornoso que una turba, así la llaméis de desarrapados e inconscientes, invada este sagrado recinto de la Representación Nacional. (Aplausos.) Lo bochornoso no es eso; bochornoso podría ser meter pretorianos en las galerías, fusil en mano: esto sí pudiera ser bochornoso...

El C. Gandarilla, interrumpiendo: ¿No es bochornoso que se insulte a los compañeros de usted?

El C. Manrique: Hay algo más bochornoso que recibir un insulto, ciudadano Gandarilla: merecer el insulto; (Aplausos.) merecerlo, como lo merezco yo, compañero Gandarilla...

El C. Gandarilla: ¡Eso es ridículo!

El C. Manrique: ...merecerlo como lo merecéis vos... (Aplausos.)

El C. Gandarilla: ¡Falta usted a la verdad!

El C. Manrique: ...merecerlo como lo merecemos todos... (Voces: ¡No ! ¡Protesto!)

El C. Del Castillo Israel: ¡Moción de orden! Ya se bajó el orador ; de modo es que ya no tiene objeto mi moción de orden. El orador se ha estado separando del punto a debate, cuando él mismo empezó por predicar en su exordio la brevedad, puesto que la Ley Agraria la está pidiendo la República. El orador está degenerando en la política y en los escándalos en los cuales se ha tomado participación en los últimos días... (Siseos.)

El C. Lavín: ¡Ya, hombre, ya! ¡A la ley!

El C. Manrique: Ciudadano Lavín: Si el orador se ha apartado del punto a debate, culpa es del provocador, del interruptor. ¡Y no le duela el zarpazo a quien supo merecerlo!

El C. Gandarilla: Protesto contra la afirmación de usted, (Siseos.) para que conteste en el DIARIO DE LOS DEBATES.

El C. Manrique, continuando: Yo afirmo, compañeros, que nos hallamos frente a un problema serio y que es doloroso, porque es revelador de indiferencia, porque es revelador de anestesia y de insensibilidad, que sea necesaria una agitación para volvernos al sentido de la realidad de que comenzábamos a carecer. Esta es la significación, si puede tener alguna, del movimiento de los pasados días. No creáis, compañeros, que voy a aprovechar la ocasión para seguir haciendo de esto arma de combate; pero tengo derecho a afirmar que nuestra sensibilidad está desapareciendo. La sensibilidad es el más alto exponente de la aristocracia moral; hombre insensible, es hombre muerto y hombre inferior, y afirmo que no nos hemos tratado aquí con el cariño que mereciera que nos tratáramos; dígolo colectivamente y dígolo individualmente por mi. Ya ve el compañero Gandarilla que no vengo aquí a establecer odiosas distinciones ni a señalar con índice de fuego a nadie. Digo que todos somos solidariamente responsables de lo que pasa en el país y tengo derecho a afirmar que no es esto exclusivamente de nuestro país, sino del mundo entero. Hay en el mundo una dolorosa agitación, no por sorda menos sensible para los espíritus que no dejan amortiguar su sensibilidad por estas dolorosas agitaciones; este mal es muy hondo y viejo, porque, ¿se imaginan ustedes que esta agitación pudieron haberla provocado 150 desarrapados? Esta agitación, esta hiperestesia transitoria de la capital de México, de la República entera es signo de que el mal es muy hondo, es signo de que el mal existe. ¿Queréis que me remonte...?

El C. Silva José Joaquín, interrumpiendo: ¡A la ley! ¡Que se encause el debate!

El C. Manrique: Ciudadanos Silva: de una vez por todas cesad en vuestras interrupciones. Yo tengo derecho a usar de la palabra como lo crea conveniente, siempre que sea lógico y no pierda el hilo de mi discurso.

El C. Silva José Joaquín: Pero no tiene usted derecho a hacernos perder el tiempo.

El C. Manrique: Frente al capricho impertinente de un diputado y la respetuosa atención de toda una Asamblea, no puede vacilar y escojo a la Asamblea, me decido por la Asamblea. (Aplausos.) Aun Israel del Cartillo tiene derecho a interrumpirme, porque ha venido recientemente a defender sus ideas; pero quienes como vos no han venido nunca, no por incapacidad, sino por falta de entusiasmo y de pasiones, no tiene derecho de interrumpirme, ciudadano Silva.

El C. Silva José Joaquín: Me sobran, ciudadano Manrique. (Murmullos.)

El C. Manrique: Llevando el problema, y advertid cómo la falta de método y unidad es culpa de los interruptores, más que culpa mía; tratando de estudiar paralelamente el problema constitucional y el grave problema social a debate, bastaríame recordar, no soy ni he sido siquiera estudiante de Derecho Constitucional; de manera que es casi seguro que les ahorro desde luego con esta confesión a mis futuros impugnadores mucho de ataque; no seré seguramente acertado en más de una expresión, porque me preocupo por tener un criterio general sobre estas cosas, pero no soy suficientemente profundo en ellas, disto mucho de serlo; pero sé, acaso por haberlo oído desde esta misma tribuna pronunciar por labios más autorizados, que mi país, en que la legislación es esencialmente consuetudinaria y no necesito siquiera esforzarme para dar un tono favorable a mi peroración, tendría que esforzarme quien tuviera sobra de erudición y yo no la tengo; pero sé que en mi país, eso es lo que importa, en que la legislación tiene el carácter de consuetudinaria, se advierte claramente que las leyes la hizo la costumbre; cada nuevo acto, cada nuevo fenómeno determinó un acto de los legisladores y este primer acto de los legisladores, y esta primera decisión que un Cuerpo legislativo es ya el principio de una nueva era de legislación. Trátase de legislación consuetudinaria como la inglesa; se trata en este caso de pueblos esencialmente evolutivos, dinámicos, constantemente atentos a los menores cambios y fenómenos de la vida social que saben que las leyes tienen función social que desempeñar y deben ser siempre acordes y en armonía con las necesidades sociales; y hay otros países hieráticos con tendencias de permanecer asidos al pasado como un molusco a la roca, de espíritu esencialmente conservador, en los cuales el derecho evoluciona a gran prisa, en tanto que la ley evoluciona tardamente; hay países en que la evolución del Derecho no corre parejas con la evolución, la modificación y reforma de la ley; hay países, en suma, en que el Código y la ley son cosas totalmente diversas; uno de esos ejemplos, lo sabe el compañero Vasconcelos, nos lo da el pueblo español.

El ilustre, el alto pensador, el complejo pensador don Ángel Ganivet, en su "Diario Español" estudia este interesantísimo fenómeno. Hay todavía en la legislación española muchos preceptos interesantísimos; unos de la época de las Cruzadas; otros de la época de los Reyes Católicos; otros de la época de Felipe II; todos ellos escritos, todos ellos no derogados legalmente y que, sin embargo, están positivamente en desuso. Nosotros, señores diputados, clasificarnos entre una de estas categorías de pueblos, de pueblos que se aferran indefinidamente a la letra de la ley sin esforzarse por comprender las necesidades perpetuamente cambiantes, en perpetuo devenir de los pueblos, es algo positivamente fatal y doloroso. La ley es solamente un esfuerzo del legislador, un esfuerzo del pensador que clasifica los hechos jurídicos y que formula reglas; pero la ley, en concepto de ley es un concepto más estrecho y más limitado que el de derecho; el derecho es la vida, la ley es la teoría. Y debemos esforzarnos constantemente por adunar, como lo dije al principio de mi discurso, teoría y práctica, realidad e idealidad, racionalidad e idealidad. En estas condiciones el pueblo inglés, pueblo esencialmente evolutivo, no necesita discutir en la Cámara de los Comunes, o por sus representantes en la Cámara de los Lores - entonces sí alta Cámara -, no necesita discutir si tal o cual acto del nuevo ministerio está ajustado a determinados preceptos constitucionales; basta para el espíritu del pueblo inglés comprender que hay una necesidad ingente que reclama imperiosamente la expedición de una ley, para que todos, olvidándose del pasado, acepten la innovación insinuada. Y esto es lo que explica cabalmente, ciudadanos diputados, que el pueblo inglés haya sido en lo que sabemos de su historia, en lo que tiene de constituido como nacionalidad, como pujante y vigorosa nacionalidad, uno de los pueblos menos azotados por el movimiento revolucionario. Desde la famosa revolución inglesa, anterior, largamente anterior a la francesa, ¿qué dolorosa conmoción social ha experimentado el pueblo inglés? ¿Y sabéis cual es la explicación de esto? Pueblo esencialmente evolutivo, hállase siempre atento a las exigencias del espíritu moderno y sus legisladores conceden constantemente y transan constantemente con el espíritu de la época y no se encastillan en una asfixiante y dolorosa legalidad. (Aplausos.) Aquí escucho muy frecuentemente, aprendida de labios de retóricos, la cantilena "voz populi, voz Dei" y aquella otra de salus populi, suprema lex est"; esto es muy bueno para aprendido para labios de retóricos, pero en los momentos de interpretar las indigentes necesidades de un momento histórico, entonces lo olvidamos, entonces ya la voz del pueblo es algo muy distinto de la voz de Dios. ¿Qué es el pueblo, nos preguntamos como el inimitable fígaro don Mariano C. de Larra, qué es la opinión pública y dónde se la encuentra? Entonces decimos ¿dónde está el pueblo? ¿Qué, el pueblo es esa turba de desarrapados que penetrara a la Cámara? ¿Qué, es el pueblo que asiste a las galerías? ¿Es éste el pueblo de la nación? Cuando os es favorable esa opinión, entonces proclamáis que os aplauda el pueblo y cuando os es adversa, entonces decís que esas galerías no representan al pueblo. Señores diputados, la ley es algo respetable mientras la ley satisfaga las ingentes necesidades de un pueblo; la ley es tanto más respetable cuanto más satisface esas necesidades; los representantes populares son tanto más respetables cuanto más legítimamente representan el espíritu de su época; los representantes populares o son ni pueden serlo para quienes no estamos enamorados de formulismos, los representantes populares no pueden ser respetables en sí intrínsicamente; lo son en cuanto saben combatir por el espíritu de la época; lo son en cuanto saben

combatir valiente y generosamente por las reivindicaciones que clama la opinión de su país; de manera que no vengáis a decir con arcaísmos que esta Representación Nacionales en sí respetable. ¿Queréis hacer respetable esta Representación Nacional? Pues no olvidéis que el respeto tiene dos raíces, dos fuentes, dos orígenes: el temor y el afecto. Y, ciudadanos diputados, si queréis, invirtiendo las cuestiones, tomando el signo por la cosa significada y lo accesorio, lo secundario por lo esencial, por lo real; si queréis proceder a la inversa, entonces haceos respetar por el temor, entonces pedid el auxilio a la fuerza pública; entonces impedid a todo trance que se viole este recinto y se os habrá respetado, ciudadanos diputados, se nos habrá respetado, se nos habrá sólo artificial y aparentemente respetado. ¿Queréis que se nos respete de veras? Entonces pensad en el otro factor del respeto, el esencial y el único a la postre: el amor, el afecto. ¿Queréis que esta Representación Nacional sea respetable? Pues hacedla amable, hacedla cara al pueblo; este es nuestro deber. (Aplausos ruidosos.) El compañero Vasconcelos, ya lo he dicho, es una promesa, y yo le saludo con verdadero afecto; pero el compañero Vasconcelos no olvida todavía su paso por las aulas y todavía en sus discusiones hay mucho de ese espíritu de discusión, de esa manera de discutir de educación propia de colegial. Una de las características de las discusiones de colegiales - y todos lo hemos sido - , es el discutir mucho sobre palabras y el estar atento no a las ideas generales ni a los temas expuestos por el contrario, sino a expresiones sueltas, a frases cogidas al vuelo. Venir aquí, pues, a argumentar brillante y pujantemente contra Antonio Díaz Soto y Gama por su alusión aquella al apotegma de Juárez, compañero; arrancar en estos tiempos un aplauso pronunciando ese apotegma - cierto que cálidamente lo hicísteis - pero venir a arrancar un aplauso con el apotegma, me recuerda el ambiente de un discurso pueblerino de 16 de septiembre (Aplausos. Risas.) No, el compañero Vasconcelos no necesita acudir a estas argucias; en él hay un orador. Venir, pues, a discutir así el argumento de Díaz Soto y Gama, puede reducirse a estas palabras. Y yo me remito al DIARIO DE LOS DEBATES, y más que nada a la lealtad de vuestra memoria. Si en estos momentos Juárez resucitase y resucitasen con él los viejos prejuicios del liberalismo clásico y si pronunciando su apotegma: "El respeto al derecho ajeno es la paz", quisiera impedirnos el fraccionamiento de latifundios, Juárez sería la primera víctima.(Aplausos.) ¡Y es claro! Vasconcelos en 1857 habría sido chicano; yo lo hubiera sido; lo fue mi abuelo; de manera que no discutimos esto; pero si queréis en nombre del país, en nombre del liberalismo clásico que ya huele a sepultura, que ya hiede a sepultura: si queréis en nombre de ese liberalismo, del liberalismo individualista, de la doctrina individualista oponeros a estas forzosas e ineludibles limitaciones que el bienestar de la colectividad impone al bienestar individual, entonces estáis perdidos, entonces será en vano que echéis mano de toda la retórica y de toda la historia que aprendísteis antaño. Hay algo que vale más que la retórica, algo que vale para quienes somos creyentes empedernidos en el progreso humano, hay algo que vale más que ser hombre de las Cruzadas, hombre de la edad de hierro, y es ser hombre del momento presente, hombre de su época, hombre del siglo XX. Olvidado, es alejarse y divorciarse de la época, y quienes se alejan en este momento de la época en que viven y alientan, están destinados a perecer como hombres y como colectividades; de ahí mi exhortación fraterna a un partido de esta Cámara que ha pretendido ser partido nacional, para que viviese con su época. Hay quien viene a decir: "los socialistas de hoy" éste que así habla firmó un voto de confianza dado en mala hora a un secretario de Estado; entonces no es socialista o lo es a su manera...

El C. Vasconcelos: ¡Una aclaración! Con permiso de la Presidencia. Independientemente del credo que pueda tener respecto a la manera de resolver la cuestión social que, como ya he manifestado en la tribuna en ocasión pasada, la siento porque la he vivido y pienso que debe resolverse enérgicamente, poniendo, si se quiere, algo de lo que se nos decía en otra ocasión, algo de ferocidad para hacer ese bien; independientemente debo decir al ciudadano Manrique que en exagerado número de ocasiones he manifestado que creo que el único modo que hay para obtener la resolución de nuestros problemas, es la sujeción a los principios legales. En alguna ocasión manifesté al ciudadano Soto y Gama que no debíamos procurar la violación de la ley cuando la ley fuese mala, sino la reforma de la ley, que para eso es amplio el artículo constitucional. En esas circunstancias, firmé el voto de confianza al ciudadano Zubaran, lo vuelvo a firmar y lo firmaré quinientas veces, por la sencillísima razón de que en estos momentos la salvación del país sólo puede ser la actuación de los hombres que se sujeten a la ley. (Aplausos.) Cuando un funcionario está con la ley, no digo una simple firma, ciudadano Manrique, mi vida entera al lado de ese funcionario. Creo que con esto basta para contestar la apreciación que habéis hecho respecto de mi credo como socialista, a mi credo como hombre que vive el momento presente, como hombre que sabe que debe guardarse respeto a las instituciones actuales y hacerlas evolucionar rápidamente. Yo no soy un disolvente, yo no podré codearme con los que piensan que para construir mejor una casa, hay necesidad de meterle la tea incendiaria. Eso no, por espíritu de lógica, por espíritu de salvación propia mía y por espíritu de salvación de la patria. (Aplausos.)

El C. Manrique: ¡Qué lástima de gallardía para tan pobre causa, ciudadano Vasconcelos! (Aplausos.) Vuestra vida, ciudadano Vasconcelos, es harto valiosa para que la pongáis al servicio de hombres tan pequeños. (Aplausos ruidosos.) Vuestra vida es harto valiosa para que la pongáis tan generosamente al servicio de causas que distan mucho de ser las causas populares.

El C. Espinosa, interrumpiendo: ¿Quién califica?

El C. Manrique: ¡Claro que califico yo! (Risas.) Vuestra vida, ciudadano Vasconcelos, todavía está sujeta a posteriores rectificaciones.

El C. Portales, interrumpiendo: Como la de todos.

El C. Manrique: Como la de todos. (Risas.)

- El C. Portales ¿Me permite la palabra para hacer una aclaración?

El C. Manrique: No, compañero.

El C. Portales: Es la única, por favor, compañero Manrique.

El C. Manrique: Todo tiene un límite, compañero; he sufrido ya cinco o seis interrupciones.

El C. Portales: Una aclaración.

El C. Manrique, continuando: Tengo afortunadamente cierta experiencia, ciudadano Portales, para adivinar en tesis general todo lo que podéis decirme. La vida de los hombres está sujeta a constantes rectificaciones: la de Vasconcelos, la vuestra y la mía, ciudadanos diputados, insisto en que vivamos con el espíritu de nuestra época. Otra manifestación de la manera, de la educación todavía de colegial, de hombre que no se arranca del todo a las aulas para hundirse a la vida, de la manera de argumentar de Vasconcelos, es el modo como se ha referido tan despectivamente a la seria argumentación del ciudadano doctor Pedro de Alba, al referirse a nuestras luchas de mochos y liberales. Ya os lo he dicho, ciudadano Vasconcelos, hombres de nuestra época habríamos estado en las filas de los rojos, vos y yo; ¿pero esto nos impide precisamente a quienes vivimos en pleno siglo XX confesar que se ha derramado gaspiller, diría un francés, no estéril, pero sí harto pródigamente mucha noble sangre mexicana en luchas esencialmente políticas, desentendiéndose del problema social que había en el fondo de nuestros viejos problemas nacionales? No es este el momento de abominar de nuestro pasado; no es verdad que el doctor Pedro de Alba haya renegado del pasado; si algo reveló en su discurso fue un amplio espíritu de síntesis histórica. Pero querer ahora en nombre de una tradición que ayer fue gloriosa, pero que no puede imponer norma y reglas definidas a la vida de hoy que pugna por romper el cauce que ya le resulta demasiado estrecho; querer en nombre del pasado olvidarse del porvenir que es aún más santo; querer en nombre de la vida de nuestros padres sacrificar la vida de nuestros pósteros, ¡esto no! Querer, pues, negar que en el fondo de nuestras luchas de mochos y liberales se agitaba esencialmente una cuestión política, olvidándose dolorosamente la cuestión social; olvidar que atacando al clero y desamortizando sus bienes se dejó en pie al latifundista cada vez más pujante; olvidar que si bien es cierto que se fraccionaron los bienes del clero, a la postre ellos fueran a manos de otros poderosos; olvidar, en suma, que el problema después de 60 años de lucha todavía está en pie, que todavía los labriegos y los trabajadores del campo son esclavos de los latifundistas y de los negreros, esto no debe ser, esto no puede ser. La escuela liberal que proclamaba como principio fundamental laisser faire, laisser passer, dejad hacer, dejad que las cosas sucedan, afirmar que obedecen los fenómenos sociales a las leyes fatales que no está en las manos del hombre modificar ni hacer derivar de su curso, es cosa definitivamente desterrada de la moderna ideología. La escuela socialista, esencialmente dinámica y combativa, no pude aceptar el principio de inercia, la inerte legislación, la inerte doctrina de los liberales de antaño y en nombre del colectivismo, en nombre del socialismo, tenemos derecho a imponer a la propiedad individual, al bienestar individual, las modalidades que el bienestar colectivo en general exijan. Esta es en tesis general nuestra doctrina y querer olvidarla, y querer todavía seguir considerando el poder como finalidad única de nuestros esfuerzos, olvidando que es tan sólo el medio puesto en nuestras manos y que por ello implica enorme responsabilidad; olvidar que el poder no es otra cosa que un medio para realizar las justas reivindicaciones populares, es estar alejado del presente. En Italia, ciudadanos diputados, la revolución social estuvo a punto de estallar. Hace algunos meses, a raíz de la guerra europea, a raíz de la terminación de la guerra europea, el movimiento cooperativista y el movimiento agrarista de los obreros industriales y de los campesinos del Norte de Italia parecía formidable, parecía amenazar con el derrumbamiento de todo lo existente, con la subversión del orden social. ¿Y qué calmó las ansias de los campesinos? Concesiones y transacciones y se necesitó que un ministro progresista y un hombre avanzado concediese lo que antaño había parecido un despojo, y dijo a los campesinos: tomad las tierras. Y los campesinos tomaron las tierras.

Y ahora, cuando no estamos todavía predicando la acción directa, cuando no estamos agitando en estos momentos a las turbas de hambrientos (Siseos. Voces: ¡Huy!) para decirles que si la Representación Nacional se niega a darles la tierra que le es menester para la vida y para su subsistencia, deben tomar la tierra por encima de todo; cuando no llega todo esto, si nos debatimos dentro de los estrechos cauces, dentro de una discusión acerca de la interpretación de un artículo constitucional, ¿por qué no concedemos algo y siempre dentro de la interpretación constitucional, al espíritu de la época? ¿Acaso desconocéis, ciudadano Huerta y demás diputados del contra, que la Comisión y quienes con ella hemos estado, no hemos aducido ningún argumento en pro de la interpretación constitucional favorable a nuestra tesis? Nosotros no creemos todavía llegado el momento de decir que hay que vulnerar la ley; no creemos necesario sino un esfuerzo de buena voluntad para que esta Asamblea diga que interpreta la Constitución diciendo que puede en este caso legislarse para toda la República (Aplausos.) No es verdad, compañero Vasconcelos, que quienes nos opongamos a la interpretación absurda y extemporánea del artículo 4o. constitucional a que aludí ha pocos momentos, pidamos que se vulnere la ley; sois abogado; habéis estudiado eso que se llama interpretación de códigos y leyes; sabéis bien que los preceptos legales no deben nunca considerarse aisladamente, sino concatenándolos con todos aquellos que se les refieran, y sabéis bien que cuando el legislador, el jurista, el magistrado, el litigante se encuentran en la vida diaria, en un litigio o en un amparo, frente a dos preceptos legales aparentemente contradictorios, dos preceptos que tienen ambos fuerza de ley cuya violación, la violación de cada uno de los cuales tiene una sanción expresa, sabéis bien que en estos casos el jurista debe hacer un esfuerzo de interpretación; debe tratar de acordar, de poner anuentes, acordes, los principios aparentemente contradictorios. Y, ciudadano

Vasconcelos, el artículo 4o. constitucional, heredado de la Constitución de 57, Constitución liberal individualista, no debéis olvidarlo, el artículo 4o. constitucional que se deslizó, no me cansaré de repetirlo, por inercia en el nuevo Código de 17; el artículo 4o. constitucional, que forma parte del título de Garantías Individuales, dice claramente:

"A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos."

Dentro del espíritu de la Constitución individualista liberal, individualista de 1857, este precepto era amplísimo; a nadie podía impedirse que se dedicase al trabajo que le acomodara. Pero más tarde, compañero Huerta, en el cuerpo mismo de la Constitución, encontramos otro precepto, también constitucional, ciudadano Vasconcelos, cuya vulneración exige castigo. (Murmullos.) Hay un precepto constitucional, compañeros, en el artículo 123, que garantiza el derecho de huelga. (Voces: No es antitético!)

El C. Vasconcelos: ¿Me permite usted hacer una aclaración?

El C. Manrique: Compañeros: Ahora sí les agradeceré no me interrumpan nuevamente. El compañero Moreno, el compañero Gandarilla, el compañero Huerta, hacen simpáticos esfuerzos de síntesis; su interpretación puede ser no ser la mía, pero de todas maneras su interpretación tiende a compaginar preceptos aparentemente contradictorios. Este es el deber del jurista; entre dos preceptos aparentemente contradictorios no puede haber pugna y entre el derecho de huelga, consagrado en el artículo 123 constitucional en uno de sus preceptos, derecho comprado con arroyos de sangre, compañero Vasconcelos, y otro precepto constitucional que también garantiza un derecho, otra garantía individual, no puede haber, no debe haber contradicción definitiva y absoluta. En consecuencia, afirmar que tal precepto debe prevalecer sobre otro, es lo que define claramente el espíritu de la época en que se vive. Quienes suponen que el artículo 4o. constitucional supone obligación expresa del Gobierno, de mantener a todo trance y de garantizar la libertad en el trabajo de los esquiroles o rompehuelgas por oposición a aquellos que apoyándose en el artículo 123, que no debéis olvidar es uno de los realmente característicos de la Constitución, puesto que es uno de los que constituyen innovación, entre éstos la elección no es ya dudosa; aquéllos están con el liberalismo clásico; nosotros estamos con el moderno socialismo. En consecuencia, compañeros, para terminar: entre dos preceptos aparentemente contradictorios, debemos decidirnos por aquel que más claramente interprete el espíritu de la época. La revolución social se ha venido retardando; ¡ojalá se retarde indefinidamente! ¡Ojalá no estalle nunca en Inglaterra! Se ha venido retardando y ojalá no llegue a estallar en la península itálica. Es el momento de decir que nosotros los que nos proclamamos avanzados, los que abrazamos amorosamente las nuevas ideas, no predicamos la violencia como sistema, oídlo bien, no queremos la violencia como sistema; pero sí tenemos derecho a proclamar que cuando la violencia es necesaria, cuando ella se impone y es ingente para derribar prejuicios que de otra manera amenacen asfixiar el progreso, entonces la violencia es santa y noble y merece nuestra vida y nuestro corazón. (Aplausos.) Si queréis, pues, compañeros, y este es nuestro deber, nuestro deber de legisladores y nuestro deber de estadistas, ser esencialmente previsores aceptando el apotegma, el aforismo de la escuela positivista: "Saber para prever y prever para obrar", ¿qué de extraño tiene, compañero Siurob, a pesar de vuestra indecisión y ya clásicas y tradicionales vacilaciones...

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡Vacilaciones las de usted!

- El C. Manrique, continuando:...qué de extraño tiene que volvamos la vista hacia otros países quienes sabemos que el problema humano es el mismo y que la diferencia única, ciudadano Moreno, consiste en detalles de modalidad, de accidentalidad, pero que el problema humano es esencialmente el mismo? Si no lo fuese, ciudadano Vasconcelos, ¿cómo habríais venido a esta tribuna a invocar argumentos históricos? Por esto tenemos derecho de volver la vista hacia la historia, al pasado, para que la experiencia de otros pueblos, para que la experiencia de la humanidad que ha sido antes que la nuestra, de las generaciones que fueron antes que la nuestra nos resulte fructuosa. ¿Por qué entonces quienes venís a hacer aquí alarde y gala de erudición histórica nos impedís examinar las experiencias que hacen actualmente en estos momentos otros pueblos cuyo problema fundamental es esencialmente el mismo que el nuestro? Ciudadanos diputados, si sois realmente enemigos de la violencia, porque os habéis humanizado en el más alto sentido de la palabra por la educación cristiana o por cualquiera otra razón, si sois realmente enemigos de la violencia, no olvidéis que desconocer las exigencias del momento y desconocer los problemas que en estos instantes se agitan en nuestro país, es cabalmente preparar para muy pronto o muy tarde, para más o menos pronto, esta violencia de que abomináis. Lo dice Gasset, don Rafael Gasset, que es enemigo del bolchevismo, en su interesante libro sobre "La humanidad insumisa". "En nuestras discusiones del Parlamento - dice Gasset - todos los días escuchamos la vieja frase de que hay que abrir cauces a las reivindicaciones populares y no se pasa del verbalismo, y en el momento de aprobar iniciativas avanzadas, en el momento de querer demostrar que se quiere legislar para el pueblo, entonces se calla."

También aquí, ciudadanos diputados, se habla mucho de válvulas de seguridad se habla mucho de que es necesario abrir cauces a las impaciencias ya pujantes de las clases populares, y en el momento de aprobar una ley, los prejuicios legalistas, por una parte, éstos valientemente defendidos aquí, sinceramente defendidos, porque para Huerta, para el mismo compañero Castillo, a quien traté más o menos enojosamente en pasada sesión, para tantos otros, ¿cómo no he de tener mi respeto? Yo creo que sinceramente imaginan que es cosa grave violar un precepto constitucional. (Voces: ¡Y un funesto precedente!) Y un precedente funesto, dice el compañero. Nosotros creemos, sin embargo, que la violación no es clara, que se necesita sólo un esfuerzo de buena voluntad para interpretar un texto constitucional en el sentido que el espíritu de la época lo quiere. Claro está que quienes no viven

el espíritu de la época, no podrán nunca hacer este esfuerzo; pero lo que ha provocado esta crisis frente a la cual nos hallamos, ciudadanos diputados, no puede ser la irrupción pasajera de un pequeño grupo populachero; es algo más hondo que esto. Yo creo que la resistencia, la sorda resistencia que esta ley ha encontrado en esta Cámara, se debe no precisamente a sus yerros en materia constitucional, sino a que se lesionen intereses muy viejos, intereses muy poderosos. Esta es la verdad; hay que ser sinceros. (Aplausos.) Lo que sucede, compañeros, y lo bosquejaba yo en sesión pasada, es que hay un momento en que el pasado, no las instituciones presentes, encuentran paladines leales y vigorosos. Hace cincuenta años - decía yo entonces - El régimen feudal latifundista habría hallado algún denodado defensor; ahora, ciudadanos diputados, no se atreve a levantarse aquí voz alguna en defensa del sistema capitalista feudal; algo se ha ganado; no en balde se lucha. Ahora quienes sientan lesionados sus intereses, como saben bien que en el terreno de las ideas en el terreno de la experiencia histórica, en el terreno de una discusión clara y franca en palenque abierto, son impotentes para vencer, como lo saben, echan mano de otros que les sirven inconsciente e involuntariamente de instrumentos, porque al lado de quienes cálidamente o mansamente vienen aquí a defender la Constitución de violaciones que todavía no creemos necesario cometer, pero que cometeríamos si eso fuera necesario para salvar a la República; al lado de estos ciudadanos diputados hay otros de intereses y de intenciones inconfesables e inconfesados, que vienen a susurraros al oído, a vosotros, legalistas, que las instituciones están en peligro; que nuestra nación requiere del apoyo y de la amistad de otros pueblos de la Europa; que esto de que el reconocimiento de la vecina nación de los Estados Unidos de Norteamérica no sea bastante para ocultar nuestro pensamiento, es bueno para desplante oratorio; esto que algún cronista llamó amablemente un disparate, esto es algo que puede rectificarse voluntariamente; lo bosquejé en pasada sesión. Al aprobar cada una de las leyes que se nos presentan debemos, como el místico, imaginar que elaboramos para la eternidad; si queréis, por el contrario, pensar demasiado en las circunstancias que nos rodean, entonces asfixiad vuestro pensamiento, mordéos la lengua, pugnad por sofocar dentro de vuestro pecho todo impulso generoso; pensad demasiado en la realidad, así habréis contribuído, por el momento, a la muerte moral de la patria y más tarde quizás a preparar esta misma convulsión que quienes imaginamos ver un poco más allá del momento presente, nos hemos esforzado constantemente por evitar; pero dolorosa convulsión que, tarde o temprano, si no sabéis hacer concesiones a la realidad y sacrificios de vuestro viejo espíritu legalista al espíritu de la época, a la vida de vuestro siglo, entonces, tarde o temprano, estallará con fuerza y violencia imprevistas. No quise voluntariamente terminar aquí, porque no quiero que mis palabras dejen en vuestro ánimo la impresión de una amenaza retórica y efectista; odio a los retóricos y odio más aún a los retoricistas. No quiero, pues, terminar, con un arranque pasional, porque me comprometí a demostrar que teníamos algo más que argumentos sentimentales y quiero terminar plácida y tranquilamente.

Ciudadanos diputados: a raíz de la consumación de la guerra de Independencia, no adquirió su independencia la nación mexicana, mentira; adquirió su independencia un grupo burocrático, adquirió su independencia un pequeño grupo de privilegiados que siguió constituido en clase directora gobernante y privilegiada. A raíz de las leyes de Reforma y desamortización de los bienes del clero, el pueblo siguió siendo miserable y oprimido; perdió el clero sus cuantiosas riquezas, pero éstas no hicieron sino variar de amo y fraccionarse en muy poca cosa; en cambio se constituyeron como gaje a los vencedores en las nuevas contiendas vastísimos latifundios, como el ya clásico y tradicional del general don Luis Terrazas en el Norte de la República y todavía por espacio de estos largos 60 años que siguieron al Constituyente de 57, de estos largos 100 años de vida pseudo - independiente, el pária, el indígena, el oprimido del campo y de la ciudad, siguen viendo que sus sacrificios han sido poco menos que estériles. No diré que estériles, porque ningún esfuerzo humano es estéril; es frase de Emilio Castelar: "ningún esfuerzo por el progreso universal se pierde." Pero esto es algo más que una frase, este es un sentimiento que llevo incorporado hondamente en mi ser: no hay ningún esfuerzo estéril. Algunos años más tarde hemos presenciado una revolución en un principio esencialmente política, proclamando primero la caída del régimen de Porfirio Díaz; proclamando más tarde un plan, que era exclusivamente plan político, el Plan de Guadalupe, la caída de Victoriano Huerta, y proclamando después el Plan de Agua Prieta, plan también político, la caída de Venustiano Carranza; nos hemos debatido en luchas que han tenido mucho de políticas y hemos olvidado la verdadera finalidad, única digna de nuestro esfuerzo noble y desinteresado; esta finalidad es la reforma social, y en los momentos que al terminar una etapa de la lucha revolucionaria parece advenir un Congreso revolucionario, un Congreso impregnado del espíritu de la época y de los sacrificios de la nación, en estos momentos en que se presenta a la consideración de la Representación Nacional una ley revolucionaria y avanzada, digan lo que quieran sus impugnadores, en estos momentos el espíritu legalista se opone al triunfo de la idea avanzada y del principio avanzado, y es el momento en que los pensadores, y los estadistas, sé que muchos de vosotros lo sois, deben esforzarse por hacer acopio y traer a contribución su experiencia histórica, su ciencia alcanzada en la vida y en los libros, para tratar de resolver serenamente, plácidamente, pero con cálido entusiasmo, el problema agrario, el problema nacional. El pueblo no sabe de retórica; pero él sabe que todavía la ley de bronce pesa sobre las espaldas del proletariado de la ciudad y del campo. Es éste el momento, ciudadanos diputados, en que, prescindiendo de todo apasionamiento, de todo sacudimiento de pasión colectiva, debéis meditar serenamente en la consecuencia de vuestro acto, en que las consecuencias que traerá para la nación, en las que traerá para cada uno de vosotros y en las consecuencias que traerá a los diputados considerados como bloques o como partidos; en el

momento en que se definen tendencias, en el momento en que ya no pueden caracterizarse los miembros de la Cámara por programas políticos, sino por un programa de reforma social y acción social, en estos momentos la suerte está echada; votad en beneficio del campesino y del oprimido, o votad con la legalidad. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Rafael Martínez de Escobar. (Voces: ¡Ya son las diez!)

El C. Martínez de Escobar Rafael: Ciudadanos diputados: Como no gusto de envolver el espíritu de la Asamblea en un repugnante tedio, deseo que la Asamblea diga si quiere que yo hable en este momento, como lo desearía, para que se vea que no son discursos preparados, sino discursos improvisados al calor de las ideas del contrario los que se deben pronunciar. Si está cansada la Asamblea, yo por obsequio a ella, me retiro en estos momentos. (Voces: ¡Que hable!)

El C. presidente: Se suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules y prestar atención al orador.

El C. Martínez de Escobar Rafael: El ciudadano diputado que acaba de trotar por esta tribuna, cabalgando en el potro de la ignorancia, (Siseos. Desorden. Campanilla.) se odia a sí mismo y nos ha hecho de ello una paladina y sincera confesión, pues dice: odio a los retóricos. ¿Y quién es el más malo de los retóricos si no el ciudadano diputado que trotó por esta tribuna? (Siseos. Aplausos.) Yo, ciudadanos representantes, vengo a pugnar, como siempre he pugnado en la cumbre de esta tribuna, no por el espíritu legalista, no por la ley en el sentido que habla el ciudadano Manrique; vengo a pugnar, como siempre he pugnado y como pugnaré a través del tiempo y del espacio, por el espíritu de la época actual, por el espíritu de la época moderna; vengo a hablar en nombre, sí señor, en nombre de los verdaderos revolucionarios, para demostrar que lo que llama Manrique espíritu de la época, sería absolutamente el despedazamiento más encarnizado y más brutal de lo que es la revolución agraria, estimables compañeros . (Aplausos. Siseos.) Yo vengo a sostener que los que voten en pro del artículo transitorio a debate, no de la ley, que la ley es revolucionaria, y los revolucionarios la hemos defendido aquí con nuestro espíritu estallante de ideales, yo vengo a sostener que los que voten en favor del artículo 1o. transitorio están bailando la danza del guajolote en el tinglado de la farsa. (Aplausos.) La danza del guajolote es la ignorancia, y el tinglado de la farsa es el pseudo revolucionarismo que aquí se viene a levantar con cálido entusiasmo, si se quiere, para engañar, para embaucar a las multitudes que ya no quieren vergonzantes mentiras. (Aplausos.)

Tengo, porque me habéis facultado para ascender a esta tribuna, que hacer muchas rectificaciones de carácter histórico, de carácter sociológico, de carácter político y de carácter revolucionario. Algo bueno naturalmente había de tener el orador que me precedió, en el fondo de su discurso; hizo una regular rectificación al compañero Vasconcelos y con él indudablemente que estoy hasta cierto punto, porque no complementó su pensamiento; me refiero al origen del federalismo de nuestro país. Indudablemente, compañeros, que el origen del federalismo entre nosotros es, fue la revolución de Estados Unidos de Norteamérica, la revolución pacífica, la revolución evolutiva, la revolución que se produjo contemplando sus defectos y sus vicios sociales y políticos; Estados Unidos de Norteamérica, cambiando sin guerra civil su sistema confederativo en Estado federativo por razones económicas y políticas Es claro, todo mundo tiene que saber que los fundamentos sociales y políticos, aunque parezca que están aislados en el espacio y en el tiempo, están perfectamente enlazados por uniformidad de coexistencia o sucesión; pero no es verdad que nuestra Constitución actual, y al hablar de la Constitución tengo que hablar también de la de 57 y de la de 24, que están unidas por un proceso lógico y evolutivo, tengan, digo, tan sólo como causa generadora aquel movimiento. No, no digamos falsedades históricas. Ya que de ello se trata, tenemos obligación de haber estudiado el origen de nuestra Constitución y saber cómo se ha producido y cómo se ha generado. Creer que sólo la revolución de Estados Unidos del Norte de América, la revolución que transformó el Estado confederado en federativo es el origen de nuestro sistema constitucional, es un error y es una ignorancia completa. Por esto empiezo así mi discurso. ¿Acaso la Constitución nuestra es un todo simple y homogéneo en el sentido de principios de derecho? ¿Acaso nuestra Constitución no está dividida en principios de derecho político, social y administrativo? Asentar en esta tribuna que es una copia de la Constitución de Estados Unidos es falsedad histórica y sociológica; es tan repugnante que indudablemente merece rectificarse. Es claro que lo es; es imitativa de los Estados Unidos en cuanto al engranaje político, en cuanto a la organización de los poderes públicos; pero no puede serlo, compañeros, desde el punto de vista del derecho social, conjunto de disposiciones que determina la libertad del individuo en la sociedad, en tanto que esta sociedad pueda responder a la libertad individual. Desde el punto de vista del derecho social, ¿en dónde está el origen de nuestra Constitución? ¡Está en la Francia; y nada más que en la Francia! ¡Está en el 4 de agosto de 1787, en que estamparon los derechos del hombre, del individuo, que son inalienables, imprescriptibles, derechos integrantes del hombre por el hecho de serlo! Vemos, pues, cómo se formó en nuestra patria nuestra Constitución, tomando de la Constitución francesa, la de 1791 y la de 1793 y en cuanto a ese recurso por su finalidad y por objeto y a ese juicio, por su forma y por su procedimiento, para respetar, hacer que se respete esto que se llama derecho individual y la coexistencia de facultades gubernativas que no puede comprender Manrique, existe el amparo y el amparo tiene su origen en Inglaterra y es parte integrante, elemento constitutivo de nuestra forma constitucional. En Estados Unidos su forma en este sentido fue importada de la Inglaterra, ciudadano Paz, que tenéis la obligación de saberlo...

El C Paz, interrumpiendo: ¡En Roma!

El C. Martínez de Escobar, continuando: Entonces...¡mejor no le contesto a usted, compañero! Y también tendríamos que estudiar la importancia decisiva de la Constitución de 12, española, en la formación de nuestro derecho constitucional y no

venir a decir aquí: "Una imitación absoluta y completa de la Constitución de 87 de Estados Unidos". No, no y no, como diría el San Juan Bautista de esta Asamblea. (Aplausos. Risas.) Hecha esa rectificación que era absolutamente indispensable, no puedo yo por el momento, por la hora, entrar a la serie de consideraciones que tendrían que hacerse aquí de esa forma de nuestro sistema constitucional teniendo en cuenta su origen histórico en Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos, es decir, cuatro formidables instituciones que han modelado la nuestra. Paso, pues, a otra cosa, porque ya el ciudadano diputado Vasconcelos disertó amplísimamente, con ideas claras, con ideas distintas, con ideas precisas en cuanto a esa aseveración del ciudadano Manrique, cuando vino a decir que eso de facultades gubernamentales y de soberanía de Estado no significa nada. No significa nada para él que es un completo ignorante en lo que es sociología de Derecho Constitucional. (Aplausos. Siseos.) Y aquí de la lógica, compañero Manrique, no de imágenes, no de retóricas, de palabras de relumbrón. Usted no sabe lo que es lógica, ni lógica directa, ni sabe lo que es lógica práctica; es decir, aplicarla a los hechos para hacer distinciones. Y voy a demostrarlo: Para Manrique es lo mismo facultad gubernamental que soberanía de Estados, como sería para Manrique, por ejemplo, con la teoría de Heberto Spencer, de que la evolución es regresiva y progresiva; si se refiere a la parte regresiva y a la parte progresiva de la evolución de la que habla el mismo filósofo. Confundir facultad gubernamental con soberanía de Estado es un disparate, y conste que voy a entrar a la demostración evidente de que no soy legalista, que yo desprecio el derecho arcaico, el derecho viejo, la ley apolillada; esa que los jóvenes todos en donde residen los grandes porvenires nacionales deben pisotear si es preciso, deben triturar si es necesario, deben hacerla astillas. Pues, señores, en ese espíritu revolucionario, en ese espíritu radical es en el que yo me fundo para que se repruebe el artículo transitorio de la ley. (Aplausos.)

No distingo ¡es claro! ¡qué había de distinguir! Y ahora me acuerdo de cuando estudié lógica, que hace largos años no he vuelto a repasar esas obras; pero sí recuerdo, ciudadanos compañeros, que hablando de aquello que es el resultado de la facultad intelectual que se llama el conocimiento, existen leyes fundamentales que a manera de columnas le sirven de base y de sostén al conocimiento mismo. Yo recuerdo que el conocimiento está sujeto a la ley de la semejanza, a la ley de la similitud y a la ley de la diferencia, así como a la memoria; la memoria es la aptitud que tiene el espíritu humano para reproducir las modalidades pasadas en nuestra conciencia, sin ella el conocimiento no existiría - y eso sí le reconozco a Manrique que tiene una profunda, una intensa, una gran memoria - , pero Manrique desconoce eso que es la ley de la semejanza y de la diferencia cuando quiere venir a tratar aquí asuntos serios; claro que tendrá la intuición como la tiene el primitivo, como la tiene el salvaje, como la tiene el niño, como la tiene el idiota. Pero ese espíritu de diferencia y de semejanza que tiene obligación de tener el hombre que ha vivido leyendo y estudiando, ese espíritu, compañeros, por completo, absolutamente está ausente del cerebro de este compañero. (Murmullos.) Estamos en un punto serio, no estamos en retóricas, no vengo, pues, tendiendo a producir una oración más o menos sugestiva, más o menos torpe o más o menos brillante, vengo a combatir con lógica y nada más que con lógica. Recuerdo que todos los autores de lógica, así, todos, lo mismo Stuart Mill, lo mismo Bengue, lo mismo Parra, nos dicen: La ley de la semejanza tiene por objeto describir esto: las similitudes, las semejanzas en las cosas, las diferentes, las inconexas cosas al parecer. Por ejemplo, la nieve y la leche nada más distinto indudablemente, por su consistencia, tienen, sin embargo, una cualidad común: la blancura. Por medio de esta ley, por ejemplo, Auguste Comte sabía encontrar semejanzas, sabía encontrar similitudes entre las matemáticas y la sociología, cuando hacía, por ejemplo, su división de ciencias matemáticas, astronomía, física, química, biología y sociología. Para uno que no tenga ese espíritu de descubrir estas cosas indudablemente que dirá: ¿qué tienen que ver las matemáticas con la sociología? y tendríamos que ir haciendo este razonamiento ante las diversas ciencias que sirven de anillos al engranaje filosófico global. Sin embargo, ¿cuáles serían éstas para el individuo que sabe y que aplica el espíritu crítico? pues las encontraría en las inducciones, en las deducciones, etcétera, etcétera, y en los distingos en la manera de aplicar el método deductivo y el inductivo en cada una de esas ciencias, es decir, en la semejanza que tengan, aunque haya diferencia, pero la principal es justamente la ley de la diferencia que es la que hace incapaz e impotente a Manrique para poder distinguir entre eso que a él le parece cuestión de palabrería y que, sin embargo, tiene enorme importancia en las instituciones de un país sobre todo para los hombres que vienen a un parlamento y que tienen la obligación de venir preparados, de venir estudiados y no venir a repetir como fonógrafos tales o cuales frases, sino tener una educación científica más o menos sólida, más o menos vigorosa, capaz de hacer inducciones y deducciones en los fenómenos sociales de por sí complejos y de por sí heterogéneos; dicen estos autores de lógica, por ejemplo: el que entra a una pradera y que no conoce botánica encuentra una serie de plantas; para él, ignorante, absolutamente ignorante, no distingue, entre esa clase de plantas las especies de ellas y cree que son absolutamente iguales. ¿Por qué? Porque solamente percibe la semejanza, así, total, global, aparente de ellas, sin poder distinguir tal o cual atributo esencial o característico de unas y de otras. Un individuo ignorante en astronomía, pues.... distingue el sol de la luna y de uno que otro cuerpo celeste, pero un astrónomo, uno que tenga conocimientos, uno que aplique su bagaje intelectual adquirido en el estudio profundo de los astros, primero distingue enormes diferencias entre cada uno de ellos y, además, distingue, por ejemplo, a Júpiter de Venus, y puede ir haciendo una distinción de un número considerable de estrellas que nosotros sólo las distinguimos por estrellas, sin saber cuáles son las características diferenciales, no obstante las características de similitudes que tienen. He ahí pues, cómo

esa ley de la diferencia cuando está arraigada en el espíritu del hombre, le hace conocer mucho más un fenómeno y hablar perfectamente de él. Pues en asuntos de sociología constitucional este señor Manrique no nos resulta el botánico en la planta, en la astronomía, en la cuestión del estudio de los cuerpos celestes, porque esto no lo entiende ni lo comprende. Yo estoy seguro que si en estos momentos, compañeros, yo digo que Manrique fue claro en su expresión pero confuso, es decir, que tuvo ideas claras en su disertación, pero que las tuvo confusas, me dirían: ¡Pero qué barbaridad, si las tuvo claras, no las puede tener confusas! Y, sin embargo, si Manrique estudia lógica y filosofía, Manrique tiene que saber que una idea puede ser perfectamente clara y puede ser absolutamente confusa. Indudablemente que sí, porque viene la clasificación del espíritu diferencial en la cuestión de aplicación de ideas, y entonces encontramos que hay ideas claras y obscuras. Por ejemplo, Manrique tiene una idea, puede tener una idea absolutamente obscura de una materia que no haya dominado; no la tiene clara; es decir, nunca se ha dedicado a ella; por ejemplo,....bueno....de cualquier ciencia.... (Voces: ¡De obstetricia! Risas.)

El C. Manrique: Sé más que vos, ciudadano Franco.

El C. Martínez de Escobar: Pero puede tener una idea clara en otra ciencia cualquiera, de tal manera que hay personas que por virtud del estudio que han hecho de una materia, pues perciben, así de golpe, por ejemplo el sol de la luna. ¡Claro! Es una idea clara perfectamente, no se confunde, pero no la tiene distinta, que es el concepto absoluto más claro, más transparente, más cristalino de la esencia constitutiva del objeto del cual estamos hablando; esa idea distinta que puede ir percibiendo una serie de diferencia entre el sol y la luna, que los torpes no tenemos, pero que solamente tenemos ideas claras; de manera que el que tiene ideas distintas no puede tener ideas confusas, de manera que tenemos claridad y obscuridad en las ideas - una clasificación, ciudadano Manrique: distinción y confusión de las ideas - , y luego tenemos otra clasificación y luego tendremos que ir mucho más allá; puede un individuo tener ideas precisas de una cosa y no tener el completo conocimiento de ella; entonces tiene lo que se llaman las ideas precisas, los juicios precisos sobre las cosas hasta llegar no solamente a la parte cuantitativa, sino a la parte cualitativa de ella. Es lo que le pasa al ciudadano Manrique: su ignorancia en asuntos de derecho constitucional, en sociología constitucional y hasta de historia le hace creer que es lo mismo facultad gubernamental que soberanía de Estado; es lo mismo evolución, reacción, que revolución, tendría que decir, porque no distingue entre la evolución progresiva y la evolución regresiva y es tan distinta una cosa de otra, compañeros, como esto, viendo semejanzas y diferencias. Manrique es un hombre ¿verdad? (Risas. Siseos.) ¿Sí, verdad? Bueno. La Conesa es mujer; pues, sin embargo, señores, la Conesa y Manrique tienen una semejanza. (Risas. Siseos.) Indudablemente que la tienen, no os hagáis hipótesis un tanto libidinosas. (Risas.) La idea de semejanza, la parte absolutamente igual de Manrique y de la Conesa es que son partes integrantes de la humanidad; pero luego tienen características especiales en donde se tiene que ver que no es lo mismo Manrique que la Conesa. Por ejemplo, ¿qué semejanza encontrarían ustedes entre el diputado Manrique y un pez? (Risas.) Pues hombre, absolutamente ninguna - diría cualquiera que no llegue al estudio de estas cosas - Pues sí, señores, en que Manrique y el pez, el uno y el otro son vertebrados. (Aplausos. Risas. Siseos.) Vienen estos argumentos no en ironía, no en sarcasmo, no en ataque para Manrique; estoy poniendo ejemplos para que pueda percibir la Asamblea cómo el individuo que no se pone a estudiar a fondo de mar, a fondo de corazón, a fondo de alma y de espíritu una cuestión, indudablemente que resulta ignorante y la mayoría que no sea capaz de percibir una semejanza y diferencia lo aplaude frenéticamente cuando está diciendo un completo disparate desde todos los puntos de vista de la intelectualidad.... (Siseos. Aplausos.)

Venir aquí a asentar hechos como si fueran verdades intuitivas, es o una ceguera instintiva en el individuo de buena fe o es una mezquindad pasional ridícula en el que no procede de buena fe sino a sabiendas. ¿Acaso esta cuestión a debate desde el punto de vista revolucionario es algo que los lógicos llaman verdades intuitivas, para diferenciarlas, para distinguirlas, de las verdades de inferencia? ¿Acaso es ésta una cuestión como la de "siento frío, siento calor, luz u obscuridad? ¿Es algo acaso que revela el sentido íntimo revolucionario en esta materia? ¿Es una verdad intuitiva, revolucionaria, pregunto yo? No, señores, aquí tenemos que hacer diferencias, aquí tenemos que aplicar ese espíritu de semejanza y de diferencia; tenemos que hacer crítica para ver dónde está la verdad revolucionaria. Es muy fácil, leyendo a Gustavo Lebon, reaccionario a pesar de su enorme talento, compañero Manrique digo reaccionario en cuestiones sociales, en cuestiones de lucha entre el capital y el trabajo; es muy fácil de que queriendo deslumbrar, que queriendo arrastrar, queriendo avasallar, queriendo seducir o fascinar a una Asamblea, haciendo afirmaciones, vienen estos señores y se aprenden "La Psicología de las Multitudes" de Lebon. Por ejemplo, Lebon dice: "para que tengáis éxito en una cuestión, para que triunféis, para que podáis coronar vuestro cerebro con el laurel de la victoria, afirmad, afirmad, y afirmad y volved a afirmad". Repetid, y repitiendo aquellas afirmaciones produce un contagio en el espíritu un contagio en las inteligencias, un contagio en las voluntades y la acción consciente individual se sugestiona por la acción inconsciente colectiva de la multitud, de la masa, del conjunto. Y esto es lo que viene a hacer este señor y dos o tres compañeros más, que cabalgando en el potro de su obsesión, de su prejuicio, de su egoísmo, viene a aseverar que el espíritu revolucionario que el espíritu de la época ordena y manda a las voluntades y a las conciencias de esta Asamblea que se vote en pro del artículo transitorio y yo digo: Es completamente al revés, completamente contraria la cuestión. Yo voy a demostrar al que quiera, naturalmente, percibir las verdades sin la ceguera de un sentimiento instintivo, incapaz de hacer escuchar la voz del juicio, la voz del raciocinio, la voz de la

razón, como dice Manrique; eso es lo que yo voy a demostrar, porque eso de argumentar, ciudadanos representantes, sugestionándose el orador o no sugestionándose, sentir pérfidamente haciendo creer a la Asamblea que lo que siente es una verdad formidable que sacude todo su espíritu, que estremece todo su cerebro y por lo tanto todas sus ideas y sentimientos con el objeto de sugestionar a los demás, es o torpe o criminal; por ejemplo, el compañero Manrique termina su discurso y en una parte de él, mucho antes de terminar, dice: aquí lo que se necesita es hacer labor a favor del campesino, del proletariado, del entristecido, del escarnecido, del vilipendiado, de aquellos que tenía Cortés en su Marquesado del Valle como cosas, como esclavos, sujetos al jus utendi, al jus fruendi, y al jus abutendi, de que yo abomino en materia social, compañeros; querer venir a decir aquí que el que va en contra de este artículo transitorio va a hacer redivivo aquel procedimiento, es una maldad en un hombre inteligente. (Aplausos.) ¿Por qué hablar así como si estuviera él tratando primero con gentes incapaces de sentir y de comprender los grandes problemas de la patria, que son los grandes, los fecundos problemas de la revolución, por qué creer que sólo él y tres o cuatro monopolizan aquí ese sentimiento puro de la revolución; por qué creer que la idea que él está sosteniendo es la única? Y si no, dicen: Allá sobre vosotros caerá una sentencia terrible, la sentencia de retrógrados, de trasnochados; y yo digo, compañeros, los que votéis a favor del artículo transitorio haréis un papel de esos peces que nos pinta el poeta Serges, que tienen ojos dorsales y caminan hacia atrás, hacia el pasado, y es lo que váis a demostrar. No, vamos a ver qué razón podrá tener el que habla a no ser que entonces se levante toda la Asamblea y me grite clamorosamente y me grite ¡farsante! a no ser que toda esta parte integrante del pueblo de la República que ha venido aquí momento a momento, desde las alturas de las galerías a escuchar ideas y razonamientos y argumentos, tuviera un grito uniforme y dijera: "Usted está contradiciéndose" . Pero en las galerías, porque a pesar de que ellas no están integradas por hombres de talento, de hombres de cultura, por más que no lleven estallante en su cerebro la chispa divina de la intelectualidad, sí tienen ese instinto intelectual que mira con los ojos muy abiertos del espíritu aquellas palabras del hombre que está hablando para saber si en esas palabras, es decir, si a flor de ellas está palpitante el corazón del que habla, para ello tienen una gran intelectualidad instintiva. Pues bien, aquí con el calor con que Manrique con que Soto y Gama y con que Siurob - y aquí un paréntesis - , Siurob ha estado sosteniendo con tezón el artículo transitorio porque como él me decía ayer: "Hombre, el artículo transitorio es mío, y yo lo engendré, yo lo fabriqué, no fue Soto y Gama, sino que yo en un momento de equivocación o de no equivocación, fui el que puse ese artículo transitorio y yo quiero mucho a una idea mía como puedo querer a un pedazo palpitante y crugiente de mi carne, como puedo querer y adorar un pedazo de mi espíritu, así como si fuera un hijo mío, algo que forma parte integrante de mí mismo.

Ya lo creo que quizá tiene razón eso en las pláticas de amigo a amigo, esto cuando estamos haciendo labor de análisis revolucionario, no ante la multitud, no ante la Asamblea, porque entonces hay que ser terco: ya empecé a sostener una idea, debo seguir adelante, si no ¿qué van a decir? Eso es lo que le pasa a Siurob, por eso ha venido a sostener esa tesis, pero Siurob mismo, yo lo conozco, desea ardientemente, calurosamente, revolucionariamente que este transitorio no se apruebe. Yo lo conozco, sí, naturalmente que sí, porque sería absolutamente antirrevolucionario, cuando se lanza la frase: ¡Hay qué disolver latifundios! ¡No se estudia el problema! ¡Es claro! Se siente uno atraído fascinantemente, sentimentalmente por aquel verbo relampagueante que lanza una verdad tan grande como una catedral, tan inmensa como una montaña.

Sí, hay que disolver latifundios, naturalmente que sí, y si no, seríamos malditos y perversos y renegados hijos de la revolución. ¿Y qué, no cuando se discutió esta ley en lo general, el que habla y un grupo de diputados, entusiastas revolucionarios todos, la mayoría por lo menos, y así lo demostró la votación, no pusimos todos nuestro esfuerzo para que se aprobara aquí, y dijimos que sería un retrógrado el que hablara en contra de la ley en lo general, a pesar de que todo problema debe estudiarse en un medio social determinado para hacer distingos? Así creo yo que el que votó en contra o habló en contra, si no es un retrógrado, sí por lo menos es un individuo que le tuvo miedo a la resolución directa, si se quiere, de ese problema revolucionario. ¿Quién defendió con calor aquí, en esta tribuna, señores, el aprobar la Ley Agraria en lo general, llamándola revolucionaria, avanzada, radical y reformista en lo general? ¿Quién pudo haberla sostenido con el mismo entusiasmo que yo? Algún otro diputado; pero más no, y absolutamente no, y debéis recordar mis palabras de aquel día, que en un gesto de espontaneidad al descender de la tribuna me dio un apretado abrazo el ministro de Agricultura y Fomento, porque fundí mis ideas con las ideas revolucionarias agraristas de él, ¿y quién, después, cuando se discutió el artículo 1o. de dicha ley, haciendo a un lado discusiones bizantinas de palabras, que porque dijera "nación" o no "nación", quién, digo, vino a pugnar con toda calidez y vigorosidad en esta tribuna para que se aprobara el artículo 1o.? Yo, y con todo entusiasmo, y con toda verdad, compañeros. Pero desde esa vez, el que habla y muchos diputados más que funden todos sus ideales en un haz común, porque la coincidencia de ideales individuales viene a formar el ideal colectivo, dijimos que era imposible que se aprobara el artículo transitorio de la ley, porque ese artículo transitorio tendría que producir resultados contraproducentes para la disolución de los latifundios y para la repartición de las tierras y aquí es donde se tiene que oír al orador, no nada más la palabra sentimental que brota así porque sí, cegados únicamente por el problema como si fuera un lejano, un absolutamente lejano miraje que se contempla sin poder llegar hacia él; ahora nuestra labor de legisladores, de socialistas y de revolucionarios que pugnan con el espíritu legalista, porque contra él vamos, porque no es posible estar con él en los momentos de estallante revolucionarismo, sí tenemos obligación de entrar al

fondo de ese problema y ver si puede uno hacer de su palabra una especie de aparato químico para extraer la quintaesencia de la verdad revolucionaria. Venir a decir, por ejemplo, el compañero Manrique, - sino me equivoco él fue, o fue el diputado Siurob - , que en la contradicción de dos artículos hay que estar a aquello que traduzca mejor la necesidad. Si no es ese el problema, ciudadanos representantes, si no es ese el problema, ciudadanos de las galerías que, como nosotros, estáis estallantes de entusiasmos para disolver latifundios y para la repartición de tierras; no es eso, compañeros, absolutamente no. Por esto yo digo que los revolucionarios son los que vamos a votar en contra del transitorio. Ya veréis por qué. (Aplausos.) Si la pugna fenómeno constitucional, como fenómeno jurídico distinto del social que ya procuro analizar, es esta: no es el choque entre el artículo tantos de la fracción del artículo 27 y el 11 de los transitorios; no, señores representantes, no y mil veces no. Yo ruego a esos revolucionarios socialistas que no se cieguen y no quieran que se cometa un disparate revolucionario. Si la cuestión es esta: Es el choque de dos leyes perfectamente vigentes cada una dentro de la jurisdicción territorial en que viven. Voy a explicarme: No es ya la pugna de esas dos disposiciones; es que al lado de la Constitución general de la República ya existen en cada uno de los Estados, escuchadlo bien, una Constitución local de esos Estados. Esa es la pugna, ese es el choque, no es de los dos artículos de esta Constitución. Ya os leí la Constitución de Tabasco hace tres o cuatro días.

De manera que ahora podemos hacer aquí una montaña de Constituciones que respondan a las necesidades revolucionarias de cada uno de los Estados de la República; serían treinta, en donde ya hay un artículo que dice: son facultades - puedo decirlo porque es el mismo artículo en todas las Constituciones - , que dice: es facultad de este Congreso, del Congreso local, dictar las leyes agrarias relativas a la repartición de tierras y patrimonios familiares, etcétera, de conformidad con las bases que nos da el artículo 27 constitucional. Pues ¿por qué vamos nosotros, compañeros, a creernos los sumos pontífices de la revolución mexicana? ¿Qué pretensión es esa, qué vanidad, qué presuntuosidad? ¿Qué, acaso aquí, en este corazón de oro de la capital de la República, están todos los revolucionarios? (Voces: ¡No! ¡No!) ¿Cómo? ¿Por qué vamos a aceptar esta monstruosidad, esta tontería, esta presuntuosidad? Si esta ley constitucional revolucionaria - y allí está el error - es síntesis clarísima y precisa de un proceso revolucionario, condensación de nuestra lucha, traducción, materialización de toda nuestra guerra en cuestión agraria, y esta ley revolucionaria es la que tenemos obligación de respetar, si no jamás podremos respetar la revolución, porque no respetamos las leyes que emanan del cálido hervor de esa revolución. Pues así como tuvimos un Congreso Constituyente nacional en Querétaro, para dar el artículo 27, a medida que fueron entrando al concierto de la Constitución cada uno de los Estados constituídos en legislaturas, no en el sentido común de legislaturas locales, sino constituídos como poderes constituyentes dentro de sus facultades gubernamentales en cada una de las legislaturas de los Estados, entonces esas Constituciones distintas de la Constitución general de la República, condensaron también, armonizaron, compañeros.....¡Quisiera hacer comparaciones objetivas! La cuestión es proceder revolucionariamente teniendo como columna, como base, como sustento, el artículo 27. Estamos, pues, frente a una ley revolucionaria general, y las leyes revolucionarias de cada una de las entidades federativas. Ved, pues, que no es cuestión de espíritu legalista, es claro que la ley tiene un propósito y viene a ser la resultante primera de la necesidad que grita en el espíritu popular, en el alma nacional, y esa necesidad primero engendra la costumbre; y la costumbre, por virtud de repetición de actos, genera la ley, y la ley genera el derecho; pues ese nombre del derecho político y del derecho revolucionario, no del espíritu legalista, que tiene toda la debilidad para el revolucionario, que puede tener el pétalo de una rosa, que puede tener el tallo de un lirio; sino el derecho, el derecho revolucionario popular, el derecho revolucionario nacional es el que vamos a ultrajar y a escarnecer aquí si aprobáramos el artículo 1o. transitorio, compañeros. Porque, ¿de qué le vamos nosotros a arrebatar, a quitar, a destruir ese derecho revolucionario que tiene todo el pueblo de Tabasco, que tiene todo el pueblo de Coahuila, que tiene todo el pueblo de Yucatán, como lo tiene todo el pueblo del Distrito Federal? Es cuestión de que nos entendamos, es cuestión de que tengamos un poco de sentido común y que veamos que las leyes son justamente traducciones de necesidades, de tal manera, que la necesidad de tierras, la necesidad de disolver latifundios en el Distrito Federal, debe tener una ley teniendo en cuenta el espíritu mismo de esa necesidad, teniendo en cuenta la clase social que habita y la extensión de los latifundios que existan en esa región. Pues ese mismo derecho revolucionario que tenemos los habitantes del Distrito Federal, tienen los habitantes de Tabasco, tienen los habitantes de Sonora, tienen los habitantes de Chihuahua, y es natural que los legisladores de Chihuahua y de Yucatán, en vista de ese derecho revolucionario y de ese derecho político, arrancando de nuestro sistema federativo, en uso de él, tienen que traducir las necesidades revolucionarias de esos lugares; de otra suerte sería una torpeza, estaríamos disparatando; no estemos pronunciando la palabra revolucionarismo huecamente, si los resultados van a ser contraproducentes a ese sentimiento revolucionario que nos anima.

Es atroz lo que aquí se escucha; querer hacer creer que el revolucionario es el que va a votar el artículo transitorio, cuando todo lo contrario, nunca se podrá aplicar en toda la República, porque, como antes dije, todo problema social debe estudiarse en un medio adecuado, y ese fue el espíritu revolucionario que caldeó en el Constituyente, en los constituyentes radicales interpretando el sentir de toda la nación, representando todos los Estados, porque se creyó revolucionario dar ese derecho en esa Asamblea a los Estados, teniendo en cuenta las bases de la Constitución; por esto se estableció que eran facultades gubernamentales de los Estados, del pueblo de cada uno de los Estados, el reglamentar el artículo 27 conforme a esas bases. ¿Algo más claro desde el punto de vista de revolucionarismo puede

darse? Porque como decía yo alguna vez, dejémonos de farsas, dejémonos de Hipocresías, dejémonos de mentiras, si lo que queremos es porque nos parece revolucionario, porque nos parece reformista, porque nos parece avanzado, porque nos parece radical, que el centralismo es el que traduce la necesidad revolucionaria, entonces de una vez discutamos aquí el punto y yo seré el primero que después de la exhibición de las ideas, de los juicios, de los argumentos y de los razonamientos, hagamos entonces un tour de force como lo hicieron loa americanos que se transformaron de confederativos en federativos en una revolución pacífica. ¿Cómo? Invitando a todos los Estados a que se haga una nueva Asamblea Constituyente sin el grito revolucionario, sin la tea revolucionaria, para que se den todas esas leyes, pero todas esas leyes con representantes efectivos de cada uno de esos pueblos, en la forma de Asamblea absoluta en cuestión de facultades; pero de otra suerte es absolutamente imposible, porque estos señores dicen que es ser revolucionario ultrajar el derecho revolucionario que tienen los Estados, y yo digo: no, ser revolucionario es resolver revolucionariamente conforme a nuestro derecho revolucionario el problema de latifundios en México y dejar por respeto a estas instituciones revolucionarias, a la ley revolucionaria, que todavía no se ha puesto en práctica, ese derecho revolucionario que tiene cada uno de los Estados. Ven, pues, que el asunto es claro. (Aplausos.) Indudablemente, ciudadanos representantes, esta es cuestión de un poco de discernimiento; decía yo en una interpelación que me hizo el doctor Siurob - Siurob, el buen revolucionario; Siurob, el buen político; Siurob el leal, el amigo, el magnífico peleceano; pero el terco, el pertinaz, el que jamás quiere doblegarse. ¿Por qué? Porque no, porque es hijo mío el artículo transitorio, porque todo parto tiene que traer un dolor y a mí me ha costado dolor parir este artículo transitorio - . (Risas. Aplausos.) Ese es el razonamiento único; pero yo quiero que me contesten con sensatez revolucionaria, no en la forma en que quiere hablar Manrique, porque ven ustedes que Manrique dice aquí en esta tribuna: estuvo muy bien la irrupción del elemento popular en la Cámara a pesar de las injurias y de los insultos que se nos lanzaron, porque si es vergonzante, dice Manrique, que alguien insulte a otro o a una agrupación, más vergonzante es que se merezca la injuria, dice él...

El C. Manrique, interrumpiendo: Yo no dije eso. (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!)

El C. Martínez de Escobar Rafael: Si no lo dijo usted, no lo estoy afirmando.

El C. Manrique: Yo no habría dicho que eso era vergonzante, habría dicho que era ver - gon - zo - so, que no es lo mismo.

El C. Martínez de escobar Rafael, continuando: Decir que era vergonzoso. Fíjense ustedes en la manera de argumentar, deleznable de Manrique. Manrique argumenta de poco acá con un criterio verdaderamente extraviado, desordenado, anárquico, injusto, ilógico. Fíjense ustedes, señores representantes, si fuera cierto lo que dice Manrique, que es vergonzoso, mucho más vergonzoso merecer la injuria. Nunca debió haber dicho esto Manrique, ni por lógica, ni por sentimiento de decoro y de dignidad personal y por decoro de todos los elementos que integran esta Asamblea; eso sí, para mí, es vergonzoso. Equivale a tanto como si con la lógica de Manrique, que no la puedo tener, y que, por lo tanto, no hago uso de ello, sería tanto como si hubiese venido un representante de esta Asamblea a mofarse del compañero Manrique, porque ayer en una manifestación, cuando estaba en la efervescencia de su discurso, le aplicaron duchamos, (Risas.) que le hicieron caer de espaldas y que para el individuo que quiera ridiculizar aquello, hace surgir la figura ridícula de Manrique. Sería injusto el que habla o cualquier otro diputado que a la protesta de Manrique contra ese hecho, del que yo también protesto, con el que no puedo estar conforme, con el que ayer mismo, cuando algunos compañeros me dijeron lo que había pasado - en serio, no porque fuera Manrique, cualquiera otro compañero pudiera haber sido - en serio, no lo tomó...

El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Para una aclaración! Primero: se sigue el mismo sistema de perfidia, lanzar un ataque velado o duro y después hacer la propia defensa de la que no he menester. (Voces: ¡No! ¡No!) Segundo, es absolutamente falso, es absolutamente falso el hecho, fantasía calenturienta de reportero, y nada más; si se hubiese efectuado no me avergonzaría, entre paréntesis. Tercero, lo que ha dicho Manrique es esto y ese razonamiento es irreprochable: hay algo más doloroso que recibir una injuria: merecerla. Ese razonamiento está en pie.

El C. Franco: ¿Merecíamos que se acordaran de nuestra familia? (Risas.)

El C. Martínez de Escobar Rafael: Nada más termino este argumento, compañeros, que al decirnos a nosotros, eso han hecho con Manrique, hubiéramos dicho: ¡hombre! es menguado y vergonzoso que hayan echado duchamos a Manrique y que él hubiera contestado: sí es vergonzoso echar duchamos, pero es más vergonzoso merecer esos duchamos. Esa sería la lógica. (Aplausos.)

El C. Del Castillo Israel: ¡Moción de orden! Señor presidente: en virtud de que se paso ya la hora reglamentaria y en virtud de que es visible que no hay quórum y de que los señores agraristas, que son los más interesados de oír al pro, han huido, yo pido al señor presidente y al orador que se suspenda la sesión y continúe mañana, quedando en el uso de la palabra.

El C. secretario Valadez Ramírez: Siendo visible la falta de quórum, por acuerdo de la Presidencia se levanta la sesión y se cita para mañana a las cinco de la tarde, quedando en el uso de la palabra el ciudadano Martínez de Escobar. (10.48 p. m.)

MEMORIAL ENVIADO AL CIUDADANO

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA POR LA

MAYORÍA DE LOS MIEMBROS DEL

CONGRESO DE LA UNIÓN

Señor presidente:

En relación con el atropello de que fue objeto la Cámara de Diputados el viernes próximo pasado, han aparecido en la prensa de ayer

declaraciones de usted casi idénticas a las hechas oficialmente por la Confederación de Sindicatos Obreros, asentando que tal acontecimiento carece de interés, en razón de que los obreros que osaron invadir el salón de sesiones, impedir la continuación de las deliberaciones de los representantes del pueblo, izar la bandera comunista en la tribuna del Parlamento nacional e injuriar soezmente a sus miembros, lo hicieron invitados por algunos señores diputados. En el hecho de esa invitación, tenida en las declaraciones de usted como ardid parlamentario de los miembros de un bloque contra el grupo que formamos muchos de los firmantes, hace usted consistir la escasa importancia que atribuye a aquel acontecimiento sin precedente en nuestra historia y que es tanto o más grave que lo que sería la irrupción de esta misma gente en el salón de acuerdos del Ejecutivo durante un Consejo de Ministros, aunque los invasores fueran guiados o invitados por algunos de los miembros del Gabinete.

Para nosotros, por el contrario, este lamentable suceso que tiene justamente alarmada a la opinión pública, sí tiene caracteres de gravedad suma y de trascendencia funesta, no sólo para el Gobierno que usted preside, sino para los futuros destinos del país y en sus relaciones con las naciones civilizadas del mundo.

Nuestra opinión es, en el fondo, la de la prensa seria de esta ciudad, que expuso y condenó el atentado en términos categóricos, y la de altos funcionarios que leal y patrióticamente colaboran con usted, como el secretario de Industria y Comercio, el procurador general de la República y el presidente del Congreso.

Con nosotros, piensa igualmente el presidente de la Confederación de Cámaras Comercio, quien expresa en sus comentarios que no parece sino que el grupo de detentadores de la soberanía del Poder Legislativo se propone destruir toda la obra que se está haciendo para la rehabilitación de México.

Como nosotros, opinan los más leales y desinteresados sostenedores de la doctrina socialista, muchos de los cuales firman este documento; y, por último los mismos representantes del pueblo que patrocinaron la agresión y a quienes se señala como principales responsables, han reconocido paladinamente que fue un acto de ligereza punible, de irreflexiva violencia, que perjudicará al Gobierno en el interior y en el exterior y que aprovecharán sus adversarios para señalarle con el índice inflexible de una acusación severa, como responsable ante la opinión nacional y ante el mundo, de haber sentado en México el precedente funesto de interrumpir las deliberaciones de los representantes del pueblo, impedir el ejercicio de la libertad de pensamiento y tremolar la bandera rojo y negra en la propia tribuna parlamentaria, ocupar las curules de los representantes del pueblo y proferir contra usted, contra ellos y contra el Gobierno en general, frases amenazadoras, insultos soeces que nada y nadie puede justificar, valiéndose para todo ello de obreros al servicio del Gobierno, como son los de los establecimientos fabriles y talleres de artes gráficas, subalternos a Luis N. Morones y Ezequiel Salcedo, respectivamente.

La gravedad de estos sucesos y sus probables resultados, ha dado lugar a que una mayoría absoluta de diputados, sumada a una mayoría de senadores, esto es, la mayoría absoluta del Congreso de la Unión, que legalmente puede ejercer las funciones del Congreso mismo, haya resuelto formular esta exposición, máxime cuando los puntos de vista, los conceptos, los comentarios de todas las clases sociales, divergen completamente de los que manifiestan las declaraciones de usted, que por su similitud con las de la Confederación Regional de Sindicatos, han causado una penosa extrañeza.

Animados del deseo más sincero de colaborar leal, esforzada y constantemente con el Poder Ejecutivo que usted representa por la voluntad de la mayoría de la nación, mayoría de la que activamente formamos parte todos los subscriptos y la generalidad de nuestros electores, deseosos de robustecer el Gobierno por medio de actos ejecutivos de solidaridad decorosa, los subscriptos, en nombre del Congreso de la Unión, hemos creído oportuno y salvador para nuestras instituciones, para las conquistas revolucionarias, para los derechos e intereses de la clase proletaria a la que tratan de engañar, y para el país cuyo decoro y autonomía resultan comprometidos por excesos como los que lamentamos, comparecer ante usted en esta forma, para hacer el historial sintético de los hechos que han culminado, en el que es causa inmediata de nuestra actitud.

Desde la iniciación del Gobierno provisional a cargo del señor Adolfo de la Huerta, pudo observarse la labor de atracción desarrollada por el propio Gobierno respecto de todos los sostenedores de doctrinas extremistas, con el fin aparente de fortalecer la Administración, pero visiblemente con el propósito deliberado de preparar la simpatía de tales elementos hacia las dos más salientes personalidades de aquella Administración.

Hechos notables de esta labor fueron el nombramiento de empleados federales que en todo el país servían en apariencia de agentes de las doctrinas bolcheviques, las manifestaciones efectuadas en esta ciudad, de carácter francamente disolvente, una de las cuales invadió el Palacio Nacional e izó en su balcón central la bandera bolchevique; la instalación en el propio Palacio de una oficina de agentes de esta doctrina; la donación de fondos públicos a los ferrocarrileros, originando la fundación de la Confederación Gremial Ferrocarrilera; el agravamiento y prolongación de la huelga en la región carbonífera de Coahuila y tantos otros hechos de índole semejante, que no pueden estimarse como aislados, sino perfectamente coordinados en una acción política contraria a la ley, a las instituciones y a la paz pública, tan anhelada en nuestro país por todos los habitantes conscientes.

Algunos de los hechos que apuntamos fueron entonces condenados públicamente por usted, y esto fortaleció la simpatía de que su candidatura a la Presidencia era objeto y aumentó la votación que lo llevó a ocupar ese alto puesto.

Cinco meses y medio han pasado desde que usted, señor, se hizo cargo del Gobierno constitucional, y contra la esperanza de la gran mayoría nacional y contra los vehementes deseos de los países extranjeros, cuyos nacionales tienen en el nuestro intereses de distintas clases, la protección a los propagandistas del bolchevismo, la

intranquilidad pública y el desorden administrativo han subsistido como durante el interinato y aun con caracteres de mayor gravedad, por la violencia de algunos actos, por la importancia que les da la constitucionalidad del Gobierno que usted preside.

Los iniciadores y sostenedores principales de este estado de cosas, señores Calles y De la Huerta, tienen tanto o mayor poder que el que ejercieron durante la presidencia del segundo.

Las giras del señor secretario de Gobernación, a pesar del carácter que se les ha querido dar, coinciden con la actividad del anarquismo en los lugares que visita, haciendo imposible en ellos la subsistencia de todos los que no secundan tal doctrina.

La Secretaría de Hacienda sigue disponiendo de los fondos públicos para la propagación de esos principios, para sueldos de agentes suyos con carácter de empleados administrativos y para el alquiler de periódicos a su servicio.

En cada estado de la República en que la Secretaría de Gobernación ha intervenido, se han agravado los conflictos y subsisten las peores condiciones políticas.

Los Estados de Yucatán, Campeche y Tabasco han sido teatro de los peores crímenes cometidos por el llamado Partido Socialista del Sureste, que públicamente goza de la protección y simpatía de la Secretaría de Gobernación.

Los Estados de Jalisco, México, Nuevo León, Veracruz, Puebla y Michoacán, especialmente los dos últimos, se han visto conmovidos por serias dificultades de carácter electoral, que han llegado a su mayor gravedad cuando la citada Secretaría de Estado se ha mezclado en ellos, lo que ha hecho siempre con notoria parcialidad.

Muchos de los jefes militares de indiscutible lealtad hacia el Gobierno y las instituciones, pero no partidarios del general Calles y de las doctrinas que protege, han sido separados del servicio o despojados del mando, mientras gozan cada vez de mayor favor y ven aumentados a diario sus efectivos aquéllos que se declaran partidarios del anarquismo o de sus líderes visibles.

Día por día, y en palpable concordancia con los actos del secretario de Gobernación, los hechos se agravan y toman grandes proporciones por su violencia o por su trascendencia. A medida que avanza en su viaje el señor Calles, se celebran reuniones públicas en las poblaciones que toca, y en tales reuniones se ataca rudamente al Gobierno de la República, a los secretarios de Estado que no hacen política en provecho propio y a los partidos políticos que rechazan los procedimientos de los falsos líderes del comunismo.

La prensa de estos días da cuenta de la invasión, por indígenas guiados por agitadores oficiales, de varias fincas rurales en el Estado de Puebla, del linchamiento del administrador de una de esas fincas y, con todos los caracteres de alarma que el hecho ha producido, de la matanza en las calles de Morelia, de individuos casi indefensos llevada a cabo por la gendarmería y empleados de aquel Gobierno que ha gozado de la decidida protección del secretario Calles.

Como una protesta pública contra leyes fundamentales del país, se exhiben los partidarios del general Calles en el Estado de Veracruz, con un distintivo en que declaran no votar.

Públicos son los atentados cometidos con los diversos ayuntamientos del Distrito Federal y pública es la desobediencia de que han sido objeto las órdenes de usted mismo, ciudadano presidente, en lo que se refiere al restablecimiento de uno de esos cuerpos edilicios.

En estos días también, contrasta con la decisión del gobernador del Distrito Federal, subordinado y protegido del secretario Calles, de no armar a la policía de la ciudad, la introducción de armas por Belice para armar a los anarquistas de Yucatán, que reconocen públicamente como uno de sus líderes al propio secretario de Gobernación.

En la ciudad de México, residencia de los poderes federales, y cuya población puede ser considerada como la más representativa de todas las clases sociales del país, se hacen más sensibles los resultados de esta labor, con detrimento de la fortaleza y respetabilidad en que debe apoyarse el poder público que con usted compartimos, como miembros del Congreso Nacional.

Aquí los agitadores están, en general, a sueldo del Gobierno; sus directores visibles son el gobernador del Distrito y el jefe de un departamento administrativo, que cuentan con todo el dinero y todo el apoyo de las Secretarías de Hacienda y de Gobernación.

Estas afirmaciones, que no requieren prueba, las hace toda la población de la ciudad, inclusive los que de ella son objeto, en vista de hechos públicos patentes y las ha hecho usted mismo cuando a algunos de los subscriptos ha dicho que no quiere hacer mártires de esos hombres privándolos de sus empleos.

Larguísima relación de hechos podríamos hacer ante usted, y la presentaremos si así lo desea, para demostrar que el suceso que motiva inmediatamente nuestra presencia aquí, no es un acto aislado, sin gravedad ni trascendencia, como parecen presentarlo las declaraciones de usted, sino un serio incidente de la desastrosa labor política que contra la ley, contra usted y contra el país, se viene desarrollando al amparo de quienes, ambiciosos o inconscientes, ignoran su estricto deber de sostener, con más vigor que la generalidad de los mexicanos, los principios en que se funda la nacionalidad.

Amigos de usted, ligados a usted por nuestro deber de patriotas y de representantes de un Poder público, tanto como por la comunidad de origen en nuestras funciones, y por más que creemos necesaria y precisa la inmediata transformación del gabinete que a usted ayuda en sus labores y la mayor homogeneidad política de esa colaboración, no queremos indicar resolución o medios que estorbaran sus propósitos, por lo que se refiere a la completa solución del complejo problema planteado; pero sí, en defensa de nuestro decoro, como castigo al desacato de que la Representación Nacional ha sido objeto, pedimos a usted la consignación de los autores de él a las autoridades judiciales; la destitución del gobernador del Distrito, principal encargado de la conservación del orden en la ciudad, cuya complacencia hacia los criminales, complicidad directa con los agitadores e ineptitud manifiesta para el desempeño de sus funciones, no pueden

constituir garantía alguna para prevenir nuevos atropellos, y sí un agravio a la sociedad mexicana y un peligro para los poderes federales, cuya residencia está encargado de cuidar. La destitución de Luis N. Morones, director del Departamento de Establecimientos Fabriles Militares, uno de los organizadores del atropello de que la Cámara de Diputados fue objeto, y que momentos después del suceso pronunció ante los manifestantes que abandonaban el Palacio del Congreso, un discurso injurioso para la Representación Nacional, y, por último, la de los demás empleados responsables de la conservación del orden, cuya lenidad o complicidad se demuestre en el curso de las averiguaciones que esperamos sean practicadas.

En situación política semejante a la que en nuestra opinión prevalece, por más que acontecimientos posteriores y nuevas influencias, le dan ahora caracteres de mayor gravedad, el mes de enero de 1913 se presentó ante el presidente de la República, que lo era el apóstol Madero, un grupo de diputados revolucionarios, amigos de su Gobierno, sus leales sostenedores en el Congreso, que se llamaba Bloque Renovador, y sincera, cariñosa y ampliamente le expuso la condición del país, la labor constante de sus enemigos encubiertos o francos, la necesidad de cambiar radical e inmediatamente de orientación política y los peligros que amenazaban la estabilidad de su régimen y que podrían acarrear al país sangrientas consecuencias.

Confiado el apóstol en su popularidad, cegado por su incapacidad para concebir el mal, seguro de la lealtad de los que la Representación les señalaba como enemigos, sintiéndose elevado por encima de pasiones y ambiciones y capaz de ver claro en donde sus amigos creían encontrar peligros, desoyó su voz y no evitó a tiempo lo que un mes después era el principio de la más prolongada tragedia que al país haya sacudido.

Ahora, señor, vienen ante usted los miembros del Congreso de la Unión que esto subscriben, a hacer un supremo esfuerzo para evitar que la historia sea la fatalidad; a pone al servicio de la patria y de usted, su lealtad, su patriotismo y sus deseos de prosperidad para el país y a salvar con esta actitud su responsabilidad que ante usted, ante sus comitentes, ante la nación y ante la Historia, tienen por su actuación de colaboradores en el Gobierno.

México, D. F., a 16 de mayo de 1921.

Enrique Bordes Mangel, 8o. distrito Gto.- R. Martínez de Escobar, 2o. D. F. - Miguel Ortega, 4o. distrito Gro.- Rodrigo Palacio, 2o. distrito Ags.- Juan Salazar, 1er. distrito Campeche.- R. Romero, 1er. distrito B. C.- E. von Borstel, 2o. distrito B. C.- Salvador Saucedo, Colima.- Andrés Gutiérrez Castro, 5o. distrito Coah.- A. Castillo, 7o. distrito Chis.- Socorro García, 1er. distrito Chih.- Norberto Domínguez, 2o. distrito Chih.- Francisco Tovar Pérez, 4o. distrito Chih.- Gustavo S. Martínez, 1er. distrito D. F.- E. Hidalgo Catalán, 3er. distrito D. F.- Vito Alessio Robles, 4o. distrito D. F.- Rafael Lara G., 8o. distrito D. F.- Ignacio Borrego, 1er. distrito Dgo.- Ramón Velarde, 1er. distrito Gto.- Carlos Chico, 3er. distrito Gto.- Juan B. Vásquez, 4o. distrito Gto.- Manuel Ortiz, 5o. distrito Gto.- Agustín Arroyo Ch., 7o. distrito Gto. Enrique Fernández Martínez, 9o. distrito Gto.- Antonio D. Maldonado, 10 distrito Gto.- Gilberto Sánchez, 11 distrito Gto.- Lucas Lira, 12 distrito Gto. - M. Gutiérrez Aguilar, 5o. distrito Jal.- E. Arrioja Isunza, 6o. distrito Pues. - José Méndez, 14 distrito Gto.- Enrique Hernández Alvarez, 16 distrito Gto. - Lucas Contreras, 18 distrito Gto.- Urbano Lavín, 7o. distrito Gro.- Luis Paredes, 6o. distrito Gro.- Abel Hernández Coronado, 3er distrito Hgo.- Jorge A. Olguín, 6o. distrito Hgo.- Francisco López Soto, 9o. distrito Hgo.- Carlos Gómez, 10 distrito Hgo.- Adolfo G. García, 7o. distrito Ver.- Erasmo Trejo, 11 distrito Hgo.- Federico N. Solórzano, 2o. distrito Jal.- Pablo H. Sánchez, 3er. distrito Jal.- Manuel Lomelí, 7o. distrito Jal. José Maqueo Castellanos, 13 distrito Jal.- José María Cuéllar, 14 distrito Jal.- Augusto Aillaud, 15 distrito Jal.- José Juan Ortega, 18 distrito Jal.- José Luis Solórzano, 2o. distrito Méx.- Crisóforo Rivera Cabrera, 16 distrito Oax.- Bernardo de la Vega, 4o. distrito Méx.- Arturo Alarcón.- Abraham Franco, 8o. distrito Méx.- Angel Alanís Fuentes, 9o. distrito Méx.- Leopoldo Guadarrama, 10 distrito Méx. - Tranquilino Salgado, 13 distrito Méx.- Antonio Manero, 15 distrito Méx. - Leopoldo Vicencio, 17 distrito Méx.- Uriel Avilés, 1er. distrito Mich.- Bibiano Ibarra, 3er. distrito Mich.- Carlos Riva Palacio, 6o. distrito Mich.- Martín Barragán, 7o. distrito Mich.- P. Carriedo Méndez, 15 distrito Mich.- José M. Soto, 17 distrito Mich.- Francisco Trejo, 1er. distrito Nay.- M. Montero Villar, 2o. distrito Morelos.- Pedro A. Chapa, 5o. distrito N. L.- Marco Aurelio González, 6o. distrito N. L.- Eduardo Vasconcelos, 1er. distrito Oax.- Israel del Castillo, 9o. distrito Oax.- Francisco Castillo, 11 distrito Oax.- Ignacio Reyes, 13 distrito Oax.- Alfonso Pérez Gasga, 15 distrito Oax.- Porfirio del Castillo, 9o. distrito Pues.- Godofredo Guzmán Peláez, 11 distrito Pues. - Leobardo Lechuga, 18 distrito Pues.- José Gálvez, 15 distrito Pues.- José Siurob, 1er. distrito Queretaro.- J. Melquiades Vergara, 16 distrito Pues.- Francisco Ramírez Luque, 2o. distrito Queretaro.- Isidro Cervantes, 8o. distrito Gro.- Arnulfo Portales, 3er. distrito S. L. P.- Ildefonso Peña, 9o. distrito S. L. P.- Luis Espinosa, 1er. distrito Chis.- Francisco Ramos Esquer, 1er. distrito Sin.- J. Joaquín Silva, 4o. distrito Sin.- Gustavo P. Serrano, 4o. distrito Son.- Federico Martínez de Escobar, 1er. distrito Tab.- Moisés Huerta, 2o. distrito Tlax. - Macario M. Hernández, 3er distrito Tlax.- Teodomiro T. Gutiérrez, 5o. distrito Ver.- Adolfo Contreras, 9o. distrito Ver.- Miguel Fernández.- Juan B. Sariol, 11 distrito Ver.- Jesús Z. Moreno, 14 distrito Ver.- Manuel Zapata, 15 distrito Ver.- Miguel Alonzo Romero, 6o. distrito Yuc.- Jaime A. Solís, 3er. distrito Chis.- C. Sánchez Pontón, 12 distrito Pues.- José Castañón, 5o. distrito Chis. - Francisco Ollivier, 1er. distrito Zac.- José Remedios Colón, 5o. distrito Méx. - Felipe de la Barrera, 14 distrito Méx.- Francisco Cerqueda.- Jesús F. Azuara, 4o. distrito Hgo.- Vicente Rivera.- Carlos Argüelles, 12 distrito D. F.- Carlos Pichardo.- Enrique del Castillo, 1er. distrito Méx.- Luis Castro y López, 4o. distrito S. L. P.- R. Esparza Martínez, 12 distrito Jal.- A.

Cienfuegos y Camus, 5o. distrito Gro.- Manuel Navarro, 8o. distrito Jal. - Antonio Ortega, 3er. distrito Pues.- C. Damián, 2o. distrito Tab.- J. A. Aguilera.- Miguel Angel Cuevas, 14 distrito Pues.- Santiago Rodríguez López, 8o. distrito Hgo.- Miguel Ramírez.- Tereso Reyes.- Manuel García Rojas, 5o. distrito Zac.- Leopoldo Zincúnegui Tercero, 4o. Mich.- José Gómez Luna. 2o. distrito Sin.- Carlos Cuervo, 11 distrito Jal.- Vicente Alvarez, 13 distrito Gto.- Uriel Navarro, 1o. distrito Mich.- Silviano Hurtado, 11 distrito Mich.- Fidel Guillén, 12 distrito Gro.- José Bravo Betancourt, 13 distrito Mich.- Mauro Angulo, 1er. distrito Tlax.- Aurelio P. Márquez.- SENADORES: Porfirio García de León.- Martín Vicario.- Jesús Zafra.- Felipe Salido.- F. Iglesias Calderón.- M. Gutiérrez de Velasco.- José I. Novelo.- Darío López.- Arturo Gómez.- A. Ancona Albertos. - Manuel Cepeda Medrano.- J. Barrón Vásquez.- Joaquín Lanz Galera.- Joaquín Argüelles.- José Morante.- José J. Reynoso.- Antonio Guerrero.- Camilo E. Pani.- Carlos B. Zetina.