Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210701 - Número de Diario 70

(L29A1P1eN070F19210701.xml)Núm. Diario:70

ENCABEZADO

MÉXICO, VIERNES 1o. DE JULIO DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I. - PERÍODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO I - NÚMERO 70

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 1o. DE JULIO DE 1921

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.

2. - Se da cuenta con un oficio de la Secretaría de Gobernación.

3. - A discusión el artículo 8o. reformado, del Proyecto de Ley para el Fraccionamiento de Latifundios; es retirado. Presentado nuevamente y a debate, se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. ARROYO Ch. AGUSTÍN

(Asistencia de 134 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente, a las 6.05 p. m.: Se abre la sesión.

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día treinta de junio de mil novecientos veintiuno. - Período extraordinario.

Presidencia del C. Rafael Lara G.

"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta y dos de la tarde del jueves treinta de junio de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento cincuenta y seis ciudadanos diputados.

"Fue aprobada sin debate el acta de la sesión celebrada el día anterior.

"Se dio cuenta con un oficio de la Cámara de Senadores, en que acusa recibo del proyecto de decreto por el que se erige en pueblo la sección municipal de Mexicali, Baja California, y se le dota de fundo legal, y con un memorial de numerosos vecinos de Tepatitlán de Morelos, Jalisco, por medio del cual protestan en contra de las leyes y disposiciones agrarias vigentes y del proyecto sobre fraccionamiento de latifundios. Ambos documentos deberán agregarse a sus respectivos expedientes, acusándose recibo del memorial

"Con dispensa de trámites y sin que nadie hiciera uso de la palabra, se concedieron las siguientes licencias:

"Por veinte días, con dietas, al C. Fernando Aguirre Colorado.

"Por un mes, con dietas, como prórroga de la que ha venido disfrutando, al C. Adalberto Lazcano Carrasco.

"Por tiempo indefinido, al C. Gumaro Villalobos. La Secretaría hizo la declaratoria de que se llamaría al suplente.

"Hasta por un mes, con goce de dietas, al C. Manuel Rico G.

"Verificada la votación para elegir presidente y vicepresidentes para el próximo mes de julio, obtuvieron votos: Para presidente, el C. Agustín Arroyo Ch., ciento diez y nueve y el C. José Macías Rubalcaba, setenta y cuatro; y para vicepresidentes, el C. Jaime A. Solís, ciento veintidós; el C. Gustavo P. Serrano, ciento veintitrés; el C. Porfirio del Castillo, sesenta y nueve, y el C. Enrique Meza, setenta y dos.

"En consecuencia, la Secretaría hizo la declaración correspondiente a favor de los CC. Agustín Arroyo Ch., Jaime A. Solís y Gustavo P. Serrano, como presidente el primero y como vicepresidentes los dos últimos.

"A las seis y cincuenta de la tarde se levantó la sesión y se citó para las cinco de la tarde del día siguiente."

Está el acta a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

-El mismo C. secretario, leyendo:

"Poder Ejecutivo Federal. - Estados Unidos Mexicanos. - México. - Secretaría de Gobernación. - Número 5,692.

"A los ciudadanos secretarios del H. Congreso de la Unión. - Presente.

"Con el atento oficio de ustedes, número 99, girado por la Mesa Séptima, el 16 de junio corriente, se recibió en esta Secretaría, en 13 fojas útiles, la declaratoria de ese Congreso General, relativa a las reformas a la Constitución Política de la República, en su artículo 73 y 14 transitorio, aprobadas por el propio Congreso y la mayoría de las legislaturas de los Estados.

"Respecto a la promulgación de la citada declaratoria, ya se ordena lo pertinente al director del "Diario Oficial de la Federación.

"Reitero a ustedes mi atenta y distinguida

consideración. - Sufragio Efectivo. No Reelección. - México, 30 de junio de 1921. - Por orden del secretario, el subsecretario, J. I. Lugo." - A su expediente.

- El mismo C. Secretario: Continúa la discusión del proyecto de Ley sobre Fraccionamiento de Latifundios.

"Artículo 8o. Al efectuarse la expropiación de cualquier latifundio en que existan o se estén realizando grandes obras de irrigación cuya conclusión se garantice en plazo perentorio y en forma bastante, a juicio de la Comisión Nacional Agraria, quedarán excluídas de la expropiación, no sólo las obras de irrigación efectuadas o por efectuarse, sino también las tres cuartas partes de la superficie total de terreno que resulte beneficiado con esas obras.

"De igual beneficio gozarán las fincas en que sus propietarios se comprometan con el Poder Público a hacer obras de irrigación en grande escala, dentro del plazo que se fije en el convenio especial que para cada caso tendrá que efectuarse con la Secretaría de Agricultura, la cual fijará además, oyendo a la Comisión Nacional Agraria, el término en que deba empezarse la construcción de las obras, así como las demás condiciones de éstas. Para la debida garantía de la ejecución efectiva de cada proyecto de irrigación, dicha Secretaría señalará las cauciones que deba otorgar el terrateniente. Si éste faltase al plazo convenido por la iniciación o al fijado para la terminación de las obras, perderá el derecho al beneficio de no expropiación que en este artículo se consagra; salvo el caso de fuerza mayor debidamente comprobado a juicio de la Secretaría de Agricultura y Fomento."

Está a discusión.

El C. Von Borstel: Pido la palabra en contra.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Von Borstel: Honorable Asamblea: Vengo a oponerme sólo en parte al artículo 8o., porque creo muy poco conveniente para el fomento de la agricultura el que se expropie de una cuarta parte de sus tierras a todo aquel hombre progresista que haga en ellas obras de irrigación. Si actualmente, cuando se puede aprovechar la totalidad de las tierras que se mejoren, son pocos, poquísimos los que se atreven a invertir dinero en hacer estas obras, ¿qué sería si nosotros fuéramos en lugar de estimularlos, a ponerles taxativas en la labor de engrandecimiento nacional que ellos hayan empezado? Por otra parte, es justo y lógico creer que nadie quiera invertir dinero en obras de esta naturaleza para recibir en cambio de parte de esas obras y de parte de las tierras mejoradas un puñado de papeles de la deuda agraria que, dígase la que se diga, mientras el Gobierno no haga efectivos estos bonos, no servirán absolutamente de nada. Si se dejara el artículo 8o. en la forma reformada que lo presenta la Comisión, la Comisión, que no tuvo la entereza de sostenerlo, porque no se le llamara moderada o reaccionaria, en la forma justa en que lo presentaba el general Obregón, se daría un rudo, un fuerte golpe a la agricultura nacional, pues nadie podría considerarse dueño ni de las obras materiales que hiciera, ni de las tierras, puesto que se le obligaría a estar en mancomún con individuos desconocidos para él y tal vez incapaces. Si actualmente vemos que para constituir una sociedad entre amigos, entre compañeros, se tienen innúmeras dificultades, es natural creer que nadie tendrá el alma tan grandiosa, tan noble, para él mismo buscar la compañía de personas que no tendrán ninguna liga con él y que tal vez irán a destruir los designios y los propósitos que tenga el que quiera hacer obras de irrigación. Las obras de irrigación, compañero Siurob, necesitan constantes reparaciones y mejoras para que no se arruinen y quiero saber yo quién va a ser el que invierta su dinero para que otros vayan a aprovecharse en gran parte de la inversión que él haga. Yo no creo que haya quien tenga ese espíritu tan altruista que se preste a favorecer en esa forma a sus semejantes.

Es pueril y tonto, verdaderamente, pretender en esta forma obstruir el que se hagan obras de irrigación, pues lejos de que llevemos un mejoramiento al proletariado, poniendo obstáculos a todos aquellos que quieran hacer en un futuro próximo obras de irrigación, le haremos un perjuicio, puesto que cegamos muchas fuentes de trabajo, que podrían traer una natural competencia en los jornales, que resultaría en beneficio directo del trabajador. Nosotros no debemos cometer torpeza tras torpeza. El desprestigio de la revolución está viniendo precisamente de tantos errores cometidos. El pueblo ha visto que se toma su nombre para destruir, sin que prácticamente se le lleve ningún beneficio a él, en cuyo nombre se han cometido despojos y arbitrariedades que no han producido a la colectividad ningún beneficio. El pueblo repugna de procedimientos torpes o perversos que tiendan a destruir lo poco existente; el pueblo quiere fuentes de trabajo nuevas y que verdaderamente se le favorezca en una forma práctica.

El compañero Siurob asentó desde esta tribuna que lo que sobra en la nación son tierras laborables, tierras que pueden cultivarse; pues nosotros, para que esta ley preste de veras o tenga efectos saludables, debemos precisamente repartir las tierras que actualmente no se cultivan por indolencia de sus dueños, o se cultivan mal, y jamás debemos de ir a tratar de destruir ciegamente la poca agricultura existente, porque con eso no haríamos labor en pro del proletariado ni mucho menos. Es natural que con esta ley de crédito agrícola va a sufrir enormemente, y es obligación de quienes demos esta ley dejar salvaguardados los intereses de aquellos agricultores progresistas que llevados de un espíritu de adelanto no han vacilado en invertir en sus tierras, para mejorarlas, las economías de muchos años de trabajo, y que por eso mismo, acaso, se encuentran hoy en necesidad de dinero y de acudir al crédito agrícola, y si nosotros no dejamos a estos agricultores, que se han preocupado por el fomento de la riqueza agrícola nacional, debidamente salvaguardados, resultará que estos hombres no tendrán para el futuro con qué seguir haciendo las siembras. Esta ley, que prácticamente, como lo comprende la Asamblea entera, no irá a favorecer en lo absoluto a los humildes, ya que no se ha procedido a elaborarla con la cordura necesaria ni con la sinceridad necesaria, puesto que si se quería que de verdad favoreciera al proletario, debería de habérsele dado una base sólida, como era el crédito agrícola

llegaría al colmo si aparte de no estimular, de no engrandecer en nada a la agricultura, fuera a obstruir el camino que deba seguirse para hacer nuevas obras de irrigación.

Estoy seguro de que la Asamblea, comprendiendo que en este artículo 8o. no puede llevarse un mejoramiento a la nación, puesto que iríamos contra una de las fuentes de riqueza nacional, votará en contra para que se deje debidamente salvaguardados, no a los terratenientes retrógrados que no se han preocupado ni poco ni mucho por el fomento de sus tierras, sino a aquellos agricultores que, deseosos de contribuir al bien nacional, no han vacilado en invertir hasta el último centavo en hacer mejoras que han resultado en beneficio de la colectividad. Nosotros no somos representantes de una sola clase social, y si bien es cierto que debemos tener cierta preferencia para los derechos de las clases que han sido expoliadas, no es menos cierto que al dictar nuestras leyes no debemos perder de vista los intereses generales de la nación. Nosotros debemos procurar que aumente la riqueza agrícola nacional; que se cultiven, como ya he dicho, todas las tierras que no se han cultivado por sus actuales dueños o que se cultivan mal, pero no a destruir, sino a reconstruir es adonde debemos ir nosotros. Yo suplico a la honorable Asamblea que vote en contra del artículo 8o. reformado, para que la Comisión lo vuelva a presentar en la forma iniciada por el general Obregón, para que los agricultores que se han preocupado hasta la fecha o que se quieren preocupar por el fomento de la agricultura nacional, no los invada el pánico, no los invada el desencanto al comprender que hay hombres que a nombre de un socialismo exaltado, y por conseguir para una próxima reelección los votos de los pillos y de los incautos, no les importa, ni poco ni mucho que la riqueza nacional desaparezca.

Yo deseo para mi distrito un verdadero mejoramiento y yo quiero que en realidad esta ley vaya a prestar, aunque sea en mínima parte, un bien, y no a llevar, tanto para las clases trabajadoras como para la clase media, un atraso en lugar de un beneficio. Así pues, compañeros, yo suplico que tomando en consideración las razones expuestas, votéis en contra del artículo 8o., para que se deje a aquel que haga grandes obras de irrigación, a aquel que trate de fomentar la agricultura con métodos modernos e invirtiendo capitales que en otra forma no se llegarían a invertir, se le deje la utilidad de esas tierras tal como estaba propuesto primeramente en el artículo 8o. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Castillo Francisco.

El C. Castillo Francisco: Ciudadanos compañeros: No es con el objeto de una manera sistemática... (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna!) Es una aclaración al artículo nada más. (Voces: ¡Súbete!) Señores compañeros: No es por un mero sistema por lo que venimos a atacar, o hemos venido a atacar los artículos de esta ley. Mi labor ha sido en este caso no precisamente de un ataque - y así consta en el "Diario de los Debates" - ; ha sido simplemente de recursos, de sugestiones a la Comisión, sugestiones que algunas de ellas han sido aceptadas y otras rechazadas, ya sea porque no se hayan convencido los miembros de la Comisión, o porque yo no haya tenido razón. Así es que, ni es de una manera sistemática como se viene a atacar la ley, sino con el objeto de que hechas saber las razones que tenemos para que no conste como nos lo ha formulado la Comisión, le demos una nueva forma que esté de acuerdo con toda la ley en general.

Así, por ejemplo, el artículo 8o. que se está discutiendo, creo yo que tiene algunos ligeros defectos. En esencia, el artículo está perfectamente bien, pero tiene alguna redacción mala y algunas ideas que, en mi concepto, deben completamente destruirse. Refiriéndome a la primera parte del artículo, en donde dice que por obras de irrigación se reservarán las tres cuartas partes de la tierra, entiendo que esto está perfectamente bien, ya que en sesión anterior nos ha manifestado el ciudadano Pérez Gasga, de una manera concisa y clara, cuál ha sido el objeto de esta ley. No es el objeto destruir una riqueza, sino destruir en aquellos casos en que la producción por medio de esta destrucción venga a ser efectiva, venga a compensar a la destrucción del latifundio; pero en el caso de que esta destrucción no llegue a compensar, es claro que al interés público, a la nación, conviene que para las necesidades de la producción, para que el pueblo tenga de donde subsistir, que las tierras se conserven hasta donde sea posible, siempre que los dueños de ellas - es la idea del artículo - se comprometan a hacer obras benéficas. Bueno; en este caso, me refiero a la primera parte, dice que en estos casos se puede dejar hasta las tres cuartas partes de las fincas y la otra cuarta parte, o la otra tercera parte que se deje, ¿en qué condiciones queda respecto de los parcelarios? Los parcelarios naturalmente que quedarán sujetos al dueño de la finca en el sentido de las obras que se ejecuten, por ejemplo, si son obras de irrigación, es natural que ellos, no digo por un odio, pero sí es natural que habiendo sido ellos los causantes de que se les divida su propiedad, procurarán ponerles obstáculos con el objeto de que esos parcelarios no llenen su objeto, no puedan cultivar su tierra.

Así pues, yo me permito sugerir a la Comisión que en estos casos se de a los parcelarios un derecho a las obras, es decir, para tener derecho a que los propietarios, a que los latifundistas que hacen obras de irrigación les permitan ciertas libertades respecto de las aguas, porque de otra manera quedarían en malas condiciones. Esto es en cuanto a la primera parte; es, pues, benéfico, es necesario ver por ellos porque, ya digo, no es por odio, pero si mañana el latifundista está en condiciones de perjudicar a aquel que en su concepto le ha hecho mal, lo hará y por eso, pues, debemos ver por que esos parcelarios tengan algún derecho sobre esas obras que van a beneficiar, es claro, al latifundista, pero que también deben tener su parte sobre el parcelario. En cuanto a la segunda parte, fundándome también en las razones del señor licenciado Pérez Gasga y en los razonamientos que ha hecho suyos la Comisión, puesto que manifestó que aun ni de ella era la idea, sino del señor general Obregón, ya que el objeto único es no destruir esa riqueza sino dejarla subsistente cuando por la división no se puedan llenar los objetos de esa producción efectiva inmediata. En el segundo caso, cuando se trata de que se emprendan obras que

nunca se han comprendido, ¿qué objeto, digo yo, se persigue en ese caso? Aquí, pues, estarían en contradicción dos intereses; el interés social y el interés particular del latifundista, y entre esos dos intereses debemos nosotros optar por ese. Si dejamos que el terrateniente, si dejamos que el latifundista haga sus obras de irrigación dentro de determinado tiempo, es claro que lo de menos está en estos momentos en decir, en el momento en que se expida la ley - que es el caso que no prevee -, que está en condiciones de poderse repartir porque su repartición no traerá ningún perjuicio; al contrario, traerá el beneficio de que por medio del reparto se aumente la riqueza pública. Así, pues, yo creo que cuando se trate de latifundios en los cuales no se haya hecho ninguna obra ni haya empezado a hacerse ni la haya en proyecto siquiera, sino que solamente el latifundista, ante la Comisión Nacional Agraria, por virtud de la petición de los que quieran tierras, él solicite que no se reparta su finca en el concepto de que hará obras de irrigación, yo creo que en esta parte, si la Comisión no obra conforme a los principios que viene siguiendo en la ley de división de latifundios, puesto que, si, repito, el objeto es aumentar la producción y la finca no está en condiciones de producir, es claro que dividiéndola no se causará ningún perjuicio. Así, pues, la segunda parte yo creo que no está de acuerdo con el principio fundamental de la ley de división de latifundios y con las razones que se expusieron al determinar esta división. Creo, pues, que con estos razonamientos y con la ligera sugestión que he hecho a la Comisión, adopte, o por lo menos haga la ligera modificación en cuanto a la primera parte: que los parcelarios tengan derecho a tomar determinada cantidad de agua o por lo menos que se les permita en proporción a sus necesidades. En el segundo caso, yo creo que no tiene razón por las razones que ya dije, porque si se trata de dividir la propiedad para producir, no teniendo el latifundio en este momento una producción activa y actual, es claro que está el latifundio en condiciones de poderse dividir. Así, pues, debemos nosotros, siguiendo el principio que hemos adoptado en esta ley para división, rechazar, en caso de que la Comisión no acepte estas sugestiones, el artículo para que lo modifique en el sentido de la discusión.

El C. Von Borstel: Pido la palabra para una interpelación.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Von Borstel: Usted dice, compañero Castillo, que aparte de las tierras debe concederse una cuarta parte de las aguas que se capten o de las tierras de irrigación, mejor dicho. Quiero que el compañero Castillo, sincera y honradamente me diga si cree él que en nuestro medio pueda existir una sola persona que bajo esa base se preste a hacer obras de irrigación en cualquiera forma que sea. ¿Cree usted que pueda haber alguno, como lo decía en la tribuna, que tenga el alma grandiosa y buena en nuestro medio capitalista para buscar él mismo el entrar en mancomún con las personas o los desconocidos a quienes les toque en suerte aquel veinticinco por ciento que se le tendrá que expropiar de sus propiedades? Quiero que me conteste usted con toda sinceridad, compañero Castillo.

El C. Castillo Francisco: Como se trata en la primera parte de fincas en donde ya se hayan estado haciendo... Bueno, la interpelación entiendo yo que se refiere a la primera parte del artículo. Como se trata en este caso de fincas en donde ya se han estado comenzando obras de irrigación, o que haya proyectos, ya de irrigación o de obras para mejorar, estas fincas, entiendo yo que la ley ha sido perfectamente equitativa, es decir, la Comisión ha obrado con toda equidad al dar, al conceder a estos propietarios que tengan las tres cuartas partes, o las dos terceras partes, no recuerdo en este momento. Las tres cuartas partes, dice el artículo, tendrá derecho a conservar el propietario de un latifundio, porque es evidente que si él ya ha mostrado de una manera clara que quiere mejorar la producción haciendo esas obras, puesto que de este modo, evidentemente se mejorará la producción del latifundio, por equidad, digo yo, por justicia, puesto que ha invertido algunos capitales en su mejoramiento, es claro que la Comisión ha estado perfectamente bien al concederle que conserve esas tres cuartas partes; para el mismo tiempo entiendo yo que la Comisión debe ponerle una obligación, cual es la de que la cuarta parte de su finca que se va a repartir, tenga también derecho a usar de esas obras de irrigación. De lo contrario, es lo que digo: quedarán expuestos los parcelarios a que el terrateniente o los latifundistas no les concedan hacer uso de esas obras de irrigación, o acaso les permitan bajo condiciones muy onerosas. Esa es la sugestión que yo hago. Ahora, querer que por sólo ese hecho de que no es posible de que éstos tengan esa intenciones o de que tengan esos sentimientos de humanidad hacia los parcelarios, ¿debemos borrar de una plumada esos latifundios nada más porque tengamos el presentimiento de que no pueden hacer una concesión a los parcelarios? Creo yo que no estamos en lo justo, hay que ponerles en la ley el caso, es decir, ponerles la condición: "Tú en tales condiciones conservas tu propiedad o tal parte de tu propiedad, pero tienes la obligación de concederles a los parcelarios algo del beneficio de esas obras de irrigación, porque esas obras de irrigación se entiende que son para el beneficio del público, no del terrateniente." En ese concepto las ha aceptado la Comisión.

El C. Von Borstel: Para una aclaración. El compañero Castillo no ha entendido verdaderamanete mi interpelación.

El C. Avilés: No se entienden.

El C. Castrejón: Es un diálogo muy interesante. (Risas.)

El C. Von Borstel: Yo he dicho que si él creía que bajo las condiciones que marca el artículo 8o. habría alguno que se animara a hacer esas obras de irrigación, dado que se le obligaría a estar en mancomún con el individuo desconocido o personas que no tendrían con él ninguna conexión y que tal vez podrían hasta destruir sus propósitos de mejoramiento en la propiedad.

El C. Castillo: En caso de que no se ajusten a los preceptos del artículo, entiendo yo que estarán sujetos a la división; en ese caso ya quedará la Comisión Nacional Agraria en su perfecto derecho para mandar dividir el latifundio de una manera completa.

El C. Von Borstel: No es esa mi pregunta, compañero Castillo. Yo hablo a favor de la agricultura nacional. Perfectamente, la Comisión Nacional Agraria mandará fraccionar eso y mucho más; yo me refiero a que bajo la base del artículo 8o., aun los que tengan en proyecto hacer obras de irrigación las suspenderán porque ellos, cuando han tenido el proyecto de hacer esas obras de irrigación, han creído que el total de las tierras mejoradas con esas obras quedaría en su provecho, que ellos al hacer esas obras de irrigación no se meterían en una olla de grillos verdaderamente, para tener disgustos a diario con aquellos con quienes se les obligue a entrar en mancomún. Esa era mi pregunta, es decir, ¿que si usted no juzgaba que es completamente contrario al engrandecimiento agrícola del país este artículo, porque a todos aquellos progresistas, a todos aquellos que sí se han preocupado por el fomento de las propiedades, se les resta una parte de ellas y se les obliga a estar en mancomún con individuos que probablemente sean hasta ineptos?

El C. Castillo Francisco: Yo creo que el compañero Borstel no tiene razón en lo que dice. Voy a hacer yo el papel de Comisión en estos momentos. Sírvase leer el compañero la parte última del párrafo primero del artículo 8o. y se convencerá de que se dejará al propietario el terreno suficiente, el terreno indispensable de conformidad con las obras de irrigación, es decir, que si la cantidad de agua que se aprovisiona da para tres cuartas partes, esa se le dejará. Si las obras de captación son para menos, eso se dejará. Yo creo que esa es la mente de la Comisión, desde el momento en que dice lo siguiente -óiganlo bien al compañero Von Borstel -: "...quedarán excluídas de la expropiación, no sólo las obras de irrigación efectuadas o por efectuarse, sino también las tres cuartas partes de la superficie total de terreno que resulte beneficiado con esas obras."

Es decir, que el terreno que se beneficie con las obras es el único que se le respeta. Por lo demás, si no está afectado por las obras de irrigación, naturalmente que tendrá que dividirse. Y dispense el compañero que ya no le siga contestando, porque ese es papel de la Comisión.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el diputado Serrano.

El C. Soto y Gama: ¡Vaya, siquiera para saber de qué se trata! (Risas.)

El C. Serrano Gustavo P.: Honorable Asamblea: Me parece - para expresarme en pocas palabras - que este artículo debe calificarse de candoroso. Si las obras de irrigación son difíciles cuando se tienen todas las facilidades a la mano y ningún obstáculo, resultarán casi imposibles cuando se comience a poner alrededor de ellas obstáculos que en estos momentos resultan casi insuperables. La Comisión había propuesto perfectamente bien el artículo 8o. antes de reformarlo, en el sentido de que deberían respetarse todas las obras de irrigación de importancia, así como todas las que en el futuro se emprenderán, garantizándolas debidamente a juicio de la Comisión Nacional Agraria. Desgraciadamente la corrección que se le ha hecho al artículo ha venido a empeorar la Ley Agraria. Se olvida que las obras de irrigación requieren grandes inversiones cuyos resultados son de interés a tipo bajo y que vienen a dar rendimiento a largo plazo. Se está creyendo que las obras de irrigación son el mejor negocio del mundo, que no hay más que emprenderlas para que en la segunda cosecha se vea indemnizado de su inversión, y este es un gravísimo error. La irrigación hay que estimularla y apoyarla, y ya que no es posible hacerla con subvención, con ayuda material de parte del Gobierno, por lo menos no hay que estorbarla, dándole todas las facilidades que se le pueden dar. Voy a presentar dos casos para ilustrar mis razonamientos. Alguna vez decía yo que gran parte de las empresas de irrigación que se han hecho en los Estados Unidos han fracasado precisamente porque los intereses que producen son bajos y a largo plazo. En Italia el Gobierno consigue préstamos con el tipo más bajo de interés, con tres por ciento anual, lo conseguía - me estoy refiriendo a tiempos anteriores a la guerra -; emprendía las obras de irrigación y vendía las aguas o las administraba en alguna otra forma en beneficio de los agricultores, perdiendo todavía sobre la inversión el uno por ciento. Quiere decir que a pesar de que el Gobierno conseguía el dinero con el tres por ciento de interés anual, no conseguía sacar más que el dos por ciento; naturalmente esto constituía un éxito para el pueblo italiano, porque el Gobierno en virtud del aumento de producción, en virtud del aumento del valor de propiedades efectuado por la irrigación, se indemnizaba indirectamente con las contribuciones y con toda clase de entradas que eran mucho más que el uno por ciento que perdía. Sin embargo, se han dado casos ya en Italia en que el Gobierno no ha podido sacar de estas inversiones ni siquiera el uno por ciento ni al fin del año. Se me dirá que el mexicano está en condiciones diferentes, y es cierto, pero también hay que ver el pueblo mexicano y el Gobierno mexicano en estos momentos, más que nunca, se encuentran en la imposibilidad de conseguir dinero, ni para el Gobierno ni para los particulares, a tipos que sean menores del quince por ciento anual. ¿Cómo es posible que el que tiene un peso, ahora que le puede sacar el dos por ciento, el tres por ciento y hasta más mensual, lo vaya a invertir en obras de irrigación que le vengan a producir interés dudoso a largo plazo y todavía con la cortapisa de que no va a aprovechar más que las tres cuartas partes de la inversión? Porque hay que entenderlo: La cuarta parte que va a ser expropiada es lo mismo que si la perdiera. La forma de pago en bonos de la Deuda Agraria con el cinco por ciento de interés anual, nominal, para mi modo de ver es lo mismo que una pérdida. Y este será el mismo modo de pensar de todos los que deseen hacer obras de irrigación; de tal manera que si no pueden sacar un tipo de interés de las tres cuartas partes que les quedan, para nada contarán con la parte que les será expropiada. Además, hay que tener en cuenta los inconvenientes que ya señaló el compañero von Borstel y que son de atenderse, por lo cual no los repetiré yo. Debe pensarse que las obras irrigación más fáciles, las que casi estaban hechas -el aprovechamiento de desviaciones de corrientes -, en su mayor parte ya se efectuaron y es natural que aquellas obras en que se aprovecharon los recursos naturales se consideren de las más fáciles. De manera que esos están ya aprovechados.

Ahora toca aprovechar las más difíciles, es decir, las de las grandes empresas de irrigación; las presas de derivación, las presas de almacenamiento, la irrigación por medio de bombeo, es decir, las obras costosas de irrigación que requieren la inversión de grandes capitales. Y ahora que el capital está brillando por su ausencia no creo que ésta sea una manera de atraerlo. Se debe pensar también que la sola discusión de la Ley Agraria ha causado un pánico en la nación entera y muy particularmente como todos lo sabemos, entre los capitalistas...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: Entre los latifundistas, no capitalistas.

El C. Serrano: Naturalmente entre los capitalistas de todas clases, inclusive los latifundistas.

El C. Díaz Soto y Gama: No es exacto.

El C. Serrano, continuando: Como consecuencia de esto tiene que sobrevenir una disminución, si se quiere, pasajera de la producción. ¿Cómo vamos a compensarla? Se necesita a todo trance estimular y apoyar las obras de irrigación y, como digo, si no podemos apoyarlas materialmente, por lo menos la política que se debe seguir es no estorbarlas, que se hagan las obras de irrigación como se pueda, no estemos pensando en que si debemos dar una cuarta parte a los que las necesiten, que si debemos dar ciertos derechos, que si entrará en la administración alguno de los usufructuarios, etcétera, esas cosas ya vendrán después. Si la obra de irrigación es buena, se emprenderá, y entonces si es realmente un negocio fraccionar la propiedad, si resulta que aumenta mucho la producción, no necesitará que de una manera forzosa se le obligue a hacerlo, él por sí solo la hará, como lo están haciendo en los lugares en que es costeable, como lo habrá visto la Comisión que ya se está haciendo; pero ésta no debe suponer que un individuo para evitar el fraccionamiento vaya a hacer obras de irrigación sabiendo que no va a utilizar más que las tres cuartas partes. Yo creo que no habrá ninguno quien se atreva a invertir dinero cuando sepa que no va a disfrutar más que de las tres cuartas partes de la tierra. Para terminar, señores, quiero decir lo siguiente: Probablemente, señores, se nos vuelva a atacar como de costumbre; yo he expuesto mis argumentos sinceramente, creo que son objeciones serias, si realmente la Comisión cree que no tenemos razón, le suplico que en esta vez nos combata con argumentos serios y estoy dispuesto a dejarme convencer, compañero Soto y Gama.

El C. Díaz Soto y Gama: Pide la palabra la Comisión.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Díaz Soto y Gama: La Comisión va a contestar con toda la seriedad del caso y con toda la seriedad que exige el compañero Serrano. Va a empezar por hacer la historia del artículo, porque esta historia parece que ha sido olvidada por alguno de los compañeros diputados. Alguien que quería que se volviera al proyecto Obregón y este artículo fue rechazado por la Comisión por ser sumamente peligroso, dada su amplitud. Dice el artículo del proyecto del Ejecutivo:

"Artículo 3o. No podrán expropiarse las fincas rústicas que tuvieren establecidos sistemas modernos de cultivo, en toda la extensión que, a juicio de la Secretaría de Agricultura y Fomento, sea necesaria para no hacer perder a dichas fincas su carácter de unidad agrícola."

La Comisión se dio cuenta desde luego, lo mismo que muchos de los compañeros diputados que con ella hablaron, del peligro que entrañaba esta forma de redacción del artículo. Basta fijarse en las expresiones: "Las fincas rústicas que tuvieren establecidos sistemas modernos de cultivo no serán expropiables", para considerar que la maniobra de los capitalistas o de los latifundistas sería muy sencilla: Fingir que compraban a alguna casa importadora implementos de agricultura en regular cantidad, presentarlos a la Comisión Nacional Agraria dentro de la finca y decir: "Tengo establecidos sistemas modernos de cultivo", poner a trabajar las máquinas trilladoras, segadoras, etcétera, etcétera, y dar el timo de los sistemas modernos de cultivo. Temiendo la Comisión pues, los abusos a que se presta el artículo redactado en esta forma, lo dividió en dos, que fueron los artículos primitivos 7o. y 8o. Ante las objeciones de varios compañeros que conoce la Asamblea, se retiraron ambos artículos para presentarlos modificados. Concretándose la Comisión al artículo 8o., debe explicar en pocas palabras el espíritu o el motivo ideológico de su artículo. Todo el mundo sabe - porque se ha repetido hasta la saciedad - que en nuestro país el problema de las tierras no es sólo de tierras, sino también de irrigación, o de aguas. ¿El problema de la irrigación podrá ser resuelto exclusivamente con capital del Estado, es decir, con dinero del Erario federal? Evidentemente que no. ¿Bastará -en otros términos - la iniciativa gubernamental para satisfacer la enorme necesidad de obras de irrigación que existe en el país? Seguramente que no. La Comisión tenía pues, que dejar la puerta abierta a otro factor, que es el más importante de todos en esta materia: Al factor iniciativa individual. Con esto estoy seguro que está de acuerdo el contra; ese es el objeto del artículo, por esa razón es tonto, es pueril, es absurdo, venir a hacer lo que vino a hacer el compañero Avilés y el compañero Zincúnegui, que por echársela de muy radicales atacaron de conservador un artículo. Atacar de conservador a un artículo que promueve el progreso apoyando la iniciativa individual, es sencillamente no saber lo que se dice. Por eso la Comisión a la vez pasada casi ni tomó en cuenta esta manera de argumentar, es una manera de argumentar para ganarse votos que yo calificaría de electoral, pero no sería parlamentaria, es en vista de los votos que vengan de Michoacán, evidentemente. Pues bien; hecha esta aclaración, teníamos nosotros los del contra que atenernos al fondo de la iniciativa, al objeto de ella, a su fin ideológico, aprovecharnos de la iniciativa individual para que esta iniciativa supliera la deficiencia de la iniciativa gubernativa o capital gubernativo, llamémoslo así, para el efecto de realizar las ingentes y urgentes obras de irrigación. La cosa es clara como la luz. Pero nosotros para ese objeto no podríamos cometer el error que parece hoy se quiere cometer de atenernos a las obras hechas o ya empezadas, son tan pocas que no resolverían el problema, el problema está en lo futuro, fomentar las obras de irrigación, excitar al capital para que se realicen obras que no están hechas ni están empezadas. Esto también es lógico,

cae por su peso y es de claridad meridiana. Redactamos, pues, el artículo presentando tres clases de obras de irrigación; ya concluídas, ya hechas; obras de irrigación simplemente empezadas, y obras de irrigación en proyecto. El tercer punto mereció objeciones de parte de los compañeros suspicaces, esas objeciones se reducían a esto: es peligroso dejar a los latifundistas con el derecho de impedir u obstruccionar el fraccionamiento o impedir la expropiación con la simple promesa de que harán obras que no se sabe si harán o no; en otros términos, hay que garantizar debidamente la ejecución de las obras. La Comisión entonces, ante la fuerza de la objeción, retira su artículo y pone las condiciones o las garantías, un plazo para empezar las obras, un plazo para concluirlas, caución para que se realicen dentro de uno y otro plazo la iniciación y la conclusión de las obras, y ese contrato, ese convenio en toda forma entre el latifundista y la Secretaría de Agricultura, para que allí se prevean las dificultades o, más bien dicho, allí se prevean las dificultades o, más bien dicho allí se garantice la debida ejecución de la obra de irrigación. Todo esto convenido, como era lógico, con cauciones que a juicio de la Secretaría de Agricultura, ayudada por la Comisión Nacional Agraria, garanticen la ejecución. Hasta aquí creo que no hay dificultad y que toda la Cámara habrá entendido esto, que es casi axiomático. Punto único de la objeción: ¿Por qué dejamos una cuarta parte de las tierras que resulten beneficiadas con las obras de irrigación, fuera de la propiedad de estas obras? Por el deseo de que esa iniciativa individual, impulsada por la ley para el efecto de suplir la falta de riego en nuestro país, ayude al pequeño propietario cuyo interés preferentemente ocupa la atención de la revolución y del Gobierno emanado de ella. Parece, efectivamente, que no es serio y no es honrado por parte de los revolucionarios dejar cumplir las promesas que se han hecho a los campesinos. Si vamos a da tierras en las cuales de siete cosechas se pierden cinco, es claro que no se cumple honradamente con la promesa de emancipación del campesino. Si en nuestro país hay pocos terrenos regados por los ríos que son escasos, especialmente en la Mesa Central, ¿cómo suplir esta deficiencia? Aprovechándonos justamente del sistema ideado por la Comisión.

Se favorece la iniciativa para irrigación, se les prestan todas las facilidades. Según creemos y vamos a demostrarlo, ¿es justo que de esas obras que resulten hechas en virtud del impulso de la ley, se dedique una cuarta parte, un pequeño porcentaje a los pequeños propietarios? Aquí entramos ya de lleno a la objeción seria del compañero von Borstel, aclarada por el compañero Serrano. Dicen ellos que no habrá - este es punto toral de la discusión -, que no habrá capitalista que se decida a emprender obras cuando sabe que sólo va a disponer en su beneficio de las tres cuartas partes de los terrenos que resulten regados. Esa es toda la objeción. Esa objeción la contesta gráficamente la Comisión de esta manera: ¿Con qué cantidad de tierra, con qué porcentaje de la extensión de tierra regada se contentaría, se conformaría una compañía, por exigente que fuese, si se le invitase a hacer las obras de que se trata? Yo creo que esa compañía se consideraría perfectamente compensada de todos sus gastos si el latifundista que contratara con ella le dijese: Tú vas a hacer estas obras, y del total irrigado, te cedo la tercera parte. Se consideraría perfectamente satisfecha; no sólo, sino que sé de muchos casos en que se han constituído de esa manera, resolviéndose a conceder una tercera parte de la extensión irrigada. Si, pues, el constructor no exige ni puede exigir al latifundista que le ceda toda la extensión, porque sería absurdo, sí se contentaría con la tercera parte, quizás con la cuarta parte, ¿por qué no ha de ser costeable la irrigación para el propietario cuando se queda con las tres cuartas partes? No todas las obras de irrigación tienen un costo enorme, y esta honorable Asamblea puede ver el sistema de pozos que, como sabe el compañero, es quizá preferible al de presas. Persona que conoce y lo ha estudiado en Europa, me dice: Es cosa ya sabida en el ramo de presas de Inglaterra, que el sistema de presas es inferior al de pozos; ¿por qué? Porque la presa se azolva, por terreno permeable, por una serie de circunstancias que evitan que la presa dé todo su rendimiento. En cambio, la experiencia hecha en vastísima escala por el Gobierno inglés, le ha demostrado que el sistema de pozos da mejores resultados. Pues bien; ese sistema de pozos es de rendimientos altísimos y seguros. Yo tengo un caso en una hacienda del interior, como lo he dicho ya a esta Asamblea, en que con un costo total de 40,000 pesos, incluyendo en ese costo el de las bombas y de las instalaciones eléctricas para su funcionamiento, incluyendo todo, perforación, construcción, además de los pozos, la instalación de las bombas y el funcionamiento eléctrico, etcétera, etcétera, el total de costo fue de 40,000 pesos, repito; no, fue de 25,000 pesos el costo, y simplemente la primera cosecha de chile fue de 40,000 pesos, es decir, que en el primer año quedó cubierto el capital invertido en las obras y hubo un excedente de 15,000 pesos. Otro caso muy conocido y que casi todos conocen, es un pozo de la hacienda de Gogorrón. Tal vez el compañero Serrano tenga noticia del costo de esas obras; Gogorrón era una hacienda que absolutamente no llenaba las exigencias de su propietario; era un negocio a pérdida; vino un español de iniciativa, Felipe Muriedas, construyó pozos en condiciones magníficas, no sólo pozos de los llamados chinos, sino de los artesianos; el resultado ha sido satisfactorio; Gogorrón ha resultado una finca productiva, al extremo de que hoy es uno de los negocios florecientes de San Luis Potosí, y el costo ha sido cubierto, no sé si desde el primer año, seguramente que con muy pocas dificultades y en muy poco tiempo. El señor ministro Villarreal fue a ver esas obras y quedó verdaderamente satisfecho, encantado de ellas; mejor dicho, quiere decir, que el pesimismo por exceso del compañero al creer que sólo dejando la totalidad de terrenos al propietario es como va a sacar el costo de las obras, no tiene razón de ser. Yo necesitaría ver estadísticas y el compañero no nos ha traído estadísticas. En cambio, yo contesto a esa pregunta: ¿Cree el compañero que una compañía contratista de presas, a quien se dejase un latifundio; exigiría en pago todo el terreno, o se conformaría, por ejemplo, con la tercera parte o con la mitad?

El C. Serrano: Pido la palabra para contestar. Desde luego hay que distinguir que el contratista

que va a hacer una obra de irrigación, compañero, y el propietario, es un caso diferente del que se está estudiando, puesto que además de esto, se va a dar todavía una cuarta parte. De manera que es enteramente...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: No entiendo por que es diferente.

El C. Serrano., continuando: Señor: Porque el propietario que va a hacer las obras de irrigación, además de la inversión que ya tienen, va a hacer la inversión de las obras de irrigación; mientras que en el segundo caso es una obra capitalista y si además de eso todavía se considera la cuarta parte que tiene que dar a la nación, resulta enteramente desfavorable la proposición. En cuanto al sistema de pozos, debo decir que no es sólo un caso ni dos casos los que conozco, en que hayan resultado un éxito; pero no es regla general, porque la mayor parte de la República carece, en primer lugar, de lugares donde se puedan hacer esos pozos; que la mayor parte de la república tiene el agua a grandes profundidades y que es imposible bombearla para hacer costeable la agricultura; en segundo lugar, ¿no se carece de la fuerza hidráulica necesaria para eso, no se carece del combustible, de los medios de comunicación etcétera, etcétera, para transportar ese combustible? Digo, pues, que el sistema de bombas es enteramente diferente del de Inglaterra. Yo le puedo citar casos en Tucson, Arizona, donde tienen fuerza eléctrica, donde tienen ferrocarriles, donde tienen el agua y donde sí se puede sacar la inversión hecha en las obras. Yo suplico al compañero Soto y Gama que recuerde lo que está haciendo el Gobierno del Distrito en estos momentos para estimular la construcción de casas, que están escasísimas, más escasas que las tierras de riego; hay que fijarse bien en que son mucho más necesarias para el pueblos las casas que las tierras de riego. ¿Qué está haciendo el Gobierno del Distrito? Decretando exención completa de contribuciones para estimular la construcción; fíjese que las inversiones en las construcciones son de resultados inmediatos y positivos, seguros y fáciles de administrar; pero no hay capital para esas construcciones; hay lotes, muchísimos lotes; pero se construye? ¿Por qué no se construye si el negocio es tan bueno? Por la falta de capital. Y es más fácil conseguir capital para construcciones en la ciudad de México, que para una obra de irrigación allá en los desiertos de la Mesa Central o del Norte.

El C. Díaz Soto y Gama: Pues no me contestó con la claridad que yo apetecía, el compañero Serrano. Mi primera pregunta, la fundamental, la eludió con más o menos habilidad. El dice que porque se trata de una empresa capitalista, por eso puede conformarse con menos tierras de las que puede exigir del propietario. Yo no entiendo eso. Si el capitalista que construye presas materialmente, se conformaría teóricamente, por ejemplo, con la tercera parte, ¿por qué el latifundista, que más o menos va a sembrar y a cosechar en aquellos terrenos, por qué no se conformaría con la misma tercera parte, mejor dicho, con las tres cuartas partes? Yo no veo la diferencia. Tan construye el uno como el otro; lo mismo invierte capital el uno que el otro; el mismo gasto hace el latifundista que directamente construye, que el capitalista que construye para el propietario. ¿Por qué pues, el capitalista se conformaría con la tercera parte y al latifundista no le bastan las tres cuartas partes? Yo no entiendo el por qué de la diferencia.

El C. Serrano: ¿Me permite aclarárselo?

El C. Díaz Soto y Gama: Con todo gusto.

El C. Serrano: Con permiso de la Presidencia. Porque en este caso hay que hacer entonces tres reparticiones: La del capitalista, la del latifundista y la cuarta parte que hay que separar para repartirse. ¿No me entiende usted todavía? Entonces ya son tres reparticiones en lugar de dos.

El C. Días Soto y Gama: Precisamente yo ponía el caso en parangón: Una compañía que construye para el latifundista y se conforma con la tercera parte; ahora pongamos el otro caso: Un latifundista que sin necesidad de intermediaria compañía, construye directamente, es decir, que está en el mismo caso que él; no hay la extracción de tres partes. No me pongo en el supuesto de que el latifundista construya por medio de la compañía, no; el latifundista construye con su dinero propio; de manera que está en el mismo caso de la compañía que construye con su dinero propio.

El C. von Borstel: Una interpelación. El caso, entiendo yo, compañero Soto y Gama, que es muy diferente como usted lo presenta al del compañero Serrano. Aquí el latifundista, que es claro que él será también el capitalista, es el que hace las obras de irrigación por entero para mejorar sus propiedades y tras de invertir él la totalidad del dinero que importen las obras, se le expropia de una cuarta parte de terrenos mejorados y, además, una cuarta parte de las aguas que se capten o que se saquen de los pozos artesianos, etcétera, etcétera. Ahora más; entiendo que el compañero soto y Gama está conforme en que al propietario se le obliga a entrar en mancomún, porque no puede ser en otra forma, con las personas que pidan la expropiación de la cuarta parte de aquellas tierras; ¿siendo que en la actualidad no hay quien se preocupe verdaderamente, o siendo muy raros los que se preocupan por hacer obras de irrigación, quiero que me diga el compañero Soto y Gama si no cree que con esta taxativa que impone el artículo 8o. a todos los que hagan obras de irrigación o las tengan hechas, estas obras que se construyen disminuirán alarmantemente, dejando de crearse otros centros de trabajo, lo cual redundará directamente en contra del proletariado, puesto que dejará de haber competencia en los jornales?

El C. Díaz Soto y Gama: Creo que no, compañero. Las ventajas que resultan a un propietario por convertir sus tierras de temporal en tierras de riego, es tan enorme, que puede hacer con toda seguridad, y lo hará porque tendrá estímulo, tendrá aliciente para hacer cualquier sacrificio con tal de evitarse que el riego falte. Consultando yo con agricultores del Estado de Guanajuato cuál era el promedio de la pérdida de cosechas, llegamos más o menos a esta fórmula; en siete años de cosecha se pierden tres, me parece que me decían, tres pérdidas, dos medianas, en que apenas se saca el costo del capital invertido, y si acaso ha lugar a dos buenas cosechas. Figúrese usted cuando sepa el propietario que por las obras de irrigación los dos años de buena cosecha se le van a convertir en

siete, es decir, que va a triplicar su producción. Figúrese usted si tendrá o no aliciente y si será o no bastante compensación el dejar tres cuartas partes de tierra. Es enorme la diferencia, como usted sabe muy bien, entre la tierra de temporal y la de riego; la proporción es de uno a tres en cuanto a valor; en cuanto a rendimiento es todavía mayor; de manera que estoy seguro de que hay compensación; que todas las compañías que quieran construir presas sobre el sistema de compensación y dotación de tierras, no exigen más que una parte de la tierra que resulta regada, una pequeña parte. Yo no puedo asegurar, porque no me gusta mentir, cuál es esa proporción, pero sé que nunca llega ni a la mitad de la tierra; se conforman con la cuarta parte y con la tercera. ¿Cómo pues, el latifundista, que es negociante y que se dedica a eso, a explotar esa tierra, no se va a conformar con las tres cuartas partes? Evidentemente que sí. La Comisión se declararía vencida si se trajesen aquí estadísticas que demostrasen que es indispensable, para sacar el costo de las obras, aprovechar la totalidad de las, tierras que resulten beneficiadas. Mientras no haya esas estadísticas, pues cree la Comisión que está en una posición fuerte al establecer el caso de que las compañías se conformen con menos de la cuarta parte.

El C. von Borstel: Para una pequeña aclaración. Compañero Soto y Gama: Lo que usted asegura respecto a las siembras de temporal y de riego, yo creo que es una verdad que se conoce desde hace muchos años. Yo le pregunto a usted: Dígame la razón de por qué esos señores que tienen tierras, pudiendo aprovechar la totalidad de las tierras que hubieran irrigado, ¿por qué no han hecho esas obras de irrigación?

El C. Díaz Soto y Gama: Es muy pertinente la pregunta del compañero von Borstel, porque allí radica precisamente todo el crimen y todo el negocio de los latifundistas. ¿Cree el compañero que los latifundistas tienen las tierras para cultivarlas? ¡No! Los latifundistas tienen en nuestro país las tierras para aprovecharse del aumento que automáticamente van teniendo como resultado del progreso del país. ¡Allí está el crimen del latifundismo, en el aumento del valor de las tierras, en su tendencia "monopolística" para acaparar la mayor parte de las tierras, en el aumento de su valor de realización, no por el trabajo individual, sino por el esfuerzo social. Le voy a poner un caso al compañero: La hacienda de "La Angostura", de mi Estado natal, en San Luis Potosí, no valía nada o valía muy poco: 100,000 ó 200,000 pesos, no obstante su enorme extensión; pero estaba poblado de montes; vino el ferrocarril de Tampico, atravesó aquellas tierras, necesitó la compañía madera para sus durmientes y para todas sus obras; inmediatamente, de golpe, subió la propiedad en diez y veinte tantos y una hacienda que valía 300,000 pesos, por sólo el paso del ferrocarril, por la sola obra social del ferrocarril, en la que no había puesto el menor esfuerzo de latifundista, llegó a valer esa propiedad 2, 3 y 4 millones de pesos. En la historia de todos los latifundios de la República, de latifundio urbano como el latifundio rústico. De manera que me lleva usted precisamente al fondo del problema. ¿Cómo vamos nosotros a proteger a los haraganes? Sí protegemos al latifundista industrioso; es el objeto del artículo y se les remunera con algo perfectamente satisfactorio: Tres cuartas partes del terreno que riegan es algo perfectamente bueno y aceptable la proporción.

El C. von Borstel: Perfectamente bien, compañero Soto y Gama, que se expropie hasta el último pedazo de tierra que posean los latifundistas que, como he dicho, son retardatarios y esperan hacer negocio con sus propiedades no cultivándolas, sino como con las obras de ferrocarril, etcétera; pero a los progresistas, a los que en lugar de tener sus propiedades en el estado ruinoso en que las compraron se preocupan por invertir sus capitales en esos mismos terrenos, ¿por qué no hemos de estimularlos dejándoles la totalidad de las tierras, la totalidad de las tierras que irriguen y no poniéndoles taxativas de que deben entrar en mancomún con individuos que probablemente son hasta sus enemigos? Porque no va a ser una sociedad formada entre socios comerciales ni mucho menos sino que se va a crear una sociedad a la fuerza. Es necesario ponernos en nuestro medio, en nuestro justo medio. Estoy seguro que el compañero Soto y Gama comprende que nadie en absoluto se animará a hacer obras para entrar en esa sociedad a que ustedes obligan conforme a la reforma del artículo 8o. En buena hora que expropiemos hasta el último pedazo de tierra al latifundista haragán que quiere impedir el progreso, y que con sus tierras se ayude al fomento de la agricultura nacional; pero al honrado, al progresista, al adelantado, al que ha tenido ideas, pensamientos avanzados, o al que los tenga ahora, ¿por qué no vamos a estimularlo debidamente y no a imponerle ninguna taxativa en absoluto?

El C. Soto y Gama: Si yo aludí al aumento del valor de la tierra debido al trabajo social, fue porque usted me preguntaba, compañero, que por qué razón los latifundistas sacando o sabiendo que pueden sacar provecho de la construcción de obras de irrigación no las hacían. Pues por eso mismo, porque desde la época colonial, durante el porfirismo y aun dentro de la época actual, no necesitaban trabajar sus tierras, no necesitaban cultivarlas; les bastaba cultivar unas cuantas partes de sus propiedades para sacar lo necesario para sus gastos, para sus orgías, para los lujos de sus casas; lo demás lo dejaban abandonado, porque sabían que automáticamente subía de valor. De manera que se necesita de la expropiación para que hagan esas obras; pero la amenaza de expropiación no daría resultado si no se les presentase la contrapartida. Eso va a despertar pánico entre los latifundistas, dice el compañero. Concedido. Pánico muy justificado, pánico del enemigo, el pánico que le entra al verdugo, al explotador, al expoliador que sabe que ya no va a poder seguir haciendo lo mismo. ¡Eso es lógico! Si los privilegiados saben que se les van a acabar los privilegios que tienen, naturalmente los privilegiados son los que entran en la alarma. ¡Y no faltaba más que no entrasen! ¡Si es lo que ha buscado la revolución; que se convenzan de que están vencidos! Por eso tienen pánico, pero ese pánico es justo y es uno de los mayores triunfos de la revolución: El pánico del latifundista, no del capitalista. Para la revolución, que es sabia y que es progresista, le dice: "La única manera de librarte

de la expropiación será: O el establecimiento de una industria en los términos del artículo 7o., o la construcción de obras de irrigación en los términos del artículo 8o." Dice usted que van a entran en sociedad o en mancomún con los parcioneros, que quizá sean sus enemigos. ¡No! No ha entendido usted el sistema del artículo: Las tres cuartas partes de los terrenos se les dejan a los latifundistas y la cuarta parte restante es la que será expropiada, es decir, va a ser repartida juntamente con el agua; pero no hay ninguna sociedad, simplemente la entrega del agua. ¿Dónde está esa sociedad? Las obras las administra el latifundista y de la cuarta parte del agua, o de la totalidad del agua captada entrega la cuarta parte al parcionista; no hay mancomún. Ahora, esa cuarta parte se le va a pagar. El compañero Serrano cree quizá que estamos en los tiempos del carrancismo y cree que esas obras no van a valer nada, pero sí van a valer; no valdrían en un régimen característico por la rapiña como el régimen carrancista; pero en un régimen como el actual, en que la revolución quiere seriamente cumplir con sus compromisos, tendrán que ponerse esos bonos a la par, eso en muy poco tiempo; serán admitidos en pago de contribuciones; se verá el pago de los grupos que vayan correspondiendo en cada sorteo; se verá efectivamente; de manera que será eso dinero en la bolsa. No lo quieren entender eso los latifundistas, porque no les conviene; pero una de las primeras cosas que tiene que hacer el Gobierno es recuperar su crédito. Así es que hay que basarse en ese hecho, en esa hipótesis que se ha estado viendo realizada cada día más claramente: La honradez del régimen actual. No estamos bajo el régimen carrancista; no está Juan Barragán en el poder: Es la equivocación de los que desconfían de los bonos.

El C. Serrano: Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Serrano: Deseo aclarar lo siguiente al ciudadano Soto y Gama: El sabe muy bien que soy de los que no he desconfiado ni por un momento de la buena intención de este Gobierno. No es desde ese punto de vista que ataqué, sino desde otro que no se me entendió. Desde el momento en que el tipo de interés es tan alto y el que se va a pagar es tan bajo como el cinco por ciento; verificándose la indemnización a un plazo de veinte años, tomándose como base el valor fiscal que siempre tiene que ser inferior al verdadero, resulta prácticamente insignificante lo que se va a recibir en tales condiciones.

El C. Díaz Soto y Gama: Voy a contestar. ¿Qué es insignificante lo que van a recibir los propietarios en vista de que han engañado al Fisco?, pues que sufran las consecuencias de su delito; si han fijado un valor fiscal bajo y sobre ese valor se hace la expropiación, quiere decir que han estado defraudando al Fisco desde hace cuatrocientos años y en realidad ya no tienen derecho ni a una migaja de sus latifundios. Si la nación hiciera la cuenta de las sumas enormes que se le han defraudado por contribuciones durante cuatrocientos años, a cada propietario no le quedaría derecho ni a un pedazo de tierra; pero si es honrado el capitalista y si ha manifestado el valor real; si el valor fiscal es igual al valor real, los bonos no son de un valor insignificante. Si el valor fiscal es irrisorio, quiere decir que es enorme el fraude cometido al país y la ley sólo viene a castigar a un delincuente..

. - El C. Serrano, interrumpiendo: El tipo de interés no es elevado.

El C. Díaz Soto y Gama: El tipo de interés es bastante aceptable; en Europa el tres ya es perfectamente aceptable...

El C. Serrano: Era.

El C. Díaz Soto y Gama: Cuando mucho el cuatro....

El C. Serrano: No.

El C. Díaz Soto y Gama: Pues no llega al cinco; podría apostar.

El C. Serrano: Pasa del ocho.

El C. Vicencio: Pido la palabra: Para que la Comisión se sirva aclararme este punto: Estamos de acuerdo, en las primeras sociedades, en la sociedad antigua que absorbía al individuo, tuvo que venir la reacción individualista hasta el grado que todos hemos visto, hasta el grado de llegar a las bestiales orgías del egoísmo. Bien, contra este nuevo exceso del individualismo viene otra vez la reacción socialista.

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: Por fortuna.

El C. Vicencio, continuando: Pero en estas evoluciones nunca se ha perdido de vista esto: Ha dominado el elemento económico, la ley económica porque la ley económica, como toda ley natural, es irreducible, es incontrastable como toda ley sociológica también. Ahora digo yo hablando del artículo a discusión: Se dice: El capitalista está obligado a dar una cuarta parte del agua que conquiste por las obras de irrigación. Supongamos que se acepte esto, supongamos que se acepten los principios del socialismo, ¡vaya, del comunismo! En el comunismo todo el que trabaja tiene en bonos lo necesario, en bonos por horas de trabajo. En el sistema comunista el capitalista ha trabajado, ha invertido su trabajo mental, ha invertido su capital y ha invertido aun su trabajo material para la vigilancia de las obras; se acabó la obra, se repartió el agua en tres cuartas partes para el capitalista y la cuarta parte para la repartición. ¿Allí acabó la obra de irrigación? No es cierto; todo el mundo sabe que siguen las obras de conservación a las obras de irrigación; año por año el desazolve de los caños, la reposición de las presas y un mundo de gastos. ¿El que tuvo la cuarta parte ya no entra en los gastos?

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Por qué no? Sí.

El C. Vicencio: Es lo que no nos dice el artículo.

El C. Díaz Soto y Gama: Es muy fácil agregarlo.

El C. Vicencio: Gracias, señor.

El C. Soto y Gama: La Comisión precisamente se proponía agregar algo parecido a "quedarán excluídas de la expropiación, no sólo las obras de irrigación efectuadas o por efectuarse, sino también las tres cuartas partes de la superficie total de terreno que resulte beneficiado con esas obras." Nos proponemos agregar lo siguiente: "quedando el resto destinado a la expropiación, juntamente con la cuarta parte de las aguas captadas." Ante

la justa observación del compañero Vicencio, se podría agregar también: "Los parcioneros que reciban esta cuarta parte tendrán su parte a prorrata en los gastos de conservación."

El C. Von Borstel: Entre las obras de irrigación que pudieran emprenderse, ciudadanos Soto y Gama, puede estar la implantación de maquinaria para extraer por medio del bombeo el agua necesaria para regar algunas tierras. ¿Cree usted que esto es justo, que el deterioro de aquella maquinaria la sufra exclusivamente, como no podría ser de otra manera si se aceptara el artículo, el que haga aquellas obras de irrigación? ¿No se le obliga -volviendo a mi interpelación - a estar en mancomún con unos y otros, cuando los gastos tienen que hacerlos mancomunadamente, porque no se puede hacer otra cosa?

El C. Díaz Soto y Gama: Esa pequeña dificultad se salvaría con una redacción clara, con las palabras de "gastos de reparación y conservación."

El C. Von Borstel: De ahí que vengan los disgustos y enojosas cuestiones que estoy seguro que nadie querrá afrontar, y por tanto, que venga el estancamiento de todas las obras de irrigación. Eso es natural y es lo que no debemos permitir; debemos fomentar cuanta obra de irrigación sea posible, puesto que es necesario para el bienestar económico de la República: Es lo que deseo. Como esta ley va a regir en mi distrito, quiero llevarle un mejoramiento positivo y no un pedazo de papel que para nada sirve a mis representados; por eso suplico a la Comisión se sirva reformar el artículo, dejando a aquellos agricultores progresistas la totalidad de las tierras que se irriguen, como se consignaba en el primitivo artículo, con el cual usted, ciudadano Soto y Gama, me manifestó estar de acuerdo en un principio y hasta que vinieron las objeciones del compañero Manrique fue cuando usted vaciló, tanto que le voy a aclarar esto más: Usted me dijo: Después del discurso que yo he pronunciado en esta tribuna - aquel discurso de marras -, no puedo ir yo a defender este artículo, porque van a decir que ya me he vuelto reaccionario y me van a atacar por este lado; ustedes defiéndanlo." Allí está el compañero Serrano que no me dejará mentir.

El C. Soto y Gama: Ya ve usted que lo estoy defendiendo.

El C. Von Borstel: Precisamente lo he visto; pero deseo que acabe de poner las cosas en su justo medio dejando a un lado el que lo llamen reaccionario, moderado, o lo que sea; póngase usted de parte del bienestar nacional, que es lo que necesitamos defender, sin importarnos nuestra personalidad ante estos intereses. Esa es la verdad. (Aplausos.)

El C. Soto y Gama: Voy a contestar primero, contra mi costumbre, la alusión personal. El compañero se ha equivocado, si me lo permite. Yo me refería a un punto escabroso que tocó en su discurso el compañero Manrique, a una exageración de su criterio; se trataba del artículo 7o., y él quería que las industrias que estuviesen explotadas con capital privado fuesen entregadas en virtud de esta ley a cooperativas. Apelo a la honradez de usted y del compañero Serrano para que digan si no era ese el punto. Y naturalmente dije; yo me encuentro en una situación difícil al combatir eso, porque van a decir que completamente estoy yo reaccionando; pero predominando en mí el sentimiento de honradez y el sentido común y en virtud de esta reflexión, por eso el compañero Siurob y yo no admitimos esa idea, que podríamos llamar descabellada, del compañero Manriquez. Me decía el compañero Serrano, y con razón, que la revolución sólo debe destruir aquello que puede substituirse convenientemente. ¿Vamos a destruir una industria que está funcionando correctamente para irnos a la aventura del éxito o del fracaso de una colonia cooperativa o de una sociedad cooperativa compuesta de campesinos que nunca han manejado una fábrica de esa naturaleza? Y como creí que fracasaríamos, el compañero Siurob y yo vacilamos, ¿por qué? porque se podría decir que la destrucción de ingenios de azúcar, por ejemplo, realizada en Morelos durante la revolución por obra de la revolución armada, es una destrucción perfectamente explicada y disculpable, porque era el momento punitivo, el período punitivo de la revolución, el momento del desbordamiento de las pasiones de la revolución; eso es perfectamente explicable, eran tiempos anormales; pero en tiempos normales, en tiempos de la consolidación de la revolución, en tiempos de reconstrucción, en tiempos en que la revolución se ha hecho Gobierno y ha entrado a la legalidad que se llama intermedia, la legalidad que prepara la legalidad del futuro; que en estos momentos normales ya se destruye por el Gobierno una industria floresciente para ponerla en manos de una sociedad cooperativa que no se sabe si podrá manejarla, eso es tan grave que la Comisión no quiso atreverse a tamaño mal. Esa es mi aclaración respecto a la alusión personal. En cuanto a lo demás, le diré que francamente llegó al colmo de la minucia y de la suspicacia; usted dice que por esos conflictos pequeños que surgen con motivo del reparto de los gastos de repartición y conservación no se debe afrontar este problema de la irrigación: ¡Así no sería posible el progreso! Toda obra de progreso supone un esfuerzo y una lucha; el progreso lo hacen los hombres de fe, de tenacidad, de perseverancia y constancia que saben vencer dificultades; por eso su objeción no la considero de peso; la calificaría de pueril, si no se molestase. Todas las obras humanas tienen dificultades, pero hay que allanarlas. Ese argumento equivale a esto: No se debe entrar en sociedad anónima, en nombre colectivo, etcétera, porque en cada sociedad hay las mismas dificultades que de socio a socio. Lo único que puede hacer la Comisión es agregar lo relativo a gastos de reparación y conservación a prorrata entre las dos partes interesadas; el latifundista y los parcioneros. Creo que no debemos ceder en otra forma. ¿Verdad, compañero Siurob?

El C. Siurob: ¡Ya es bastante!

El C. Von Borstel: ¡Una aclaración! Honorable Asamblea: Ya que la Comisión, a pesar de haber notado la razón en todo sentido de las objeciones, se niega por escrúpulos que en ella son muy excusables, dadas las ideas que profesan sus miembros, a colocar este artículo en su justo medio, suplico a la Asamblea que lo rechace, porque debe

rechazarlo, para llevar el bien a las regiones en que va a regir esta ley. Debe reformarse el artículo como había sido sometido a esta Asamblea primitivamente.

El C. secretario Valadez Ramírez: Han hablado en contra los tres oradores que señala el reglamento, que son los ciudadanos von Borstel, Castillo Francisco y Serrano Gustavo P. Quedan inscriptos en contra los ciudadanos Franco Cerqueda y Avilés Uriel. En votación económica se consulta si el asunto está suficientemente discutido.

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: Pide la palabra la Comisión. La Comisión ha ofrecido pedir permiso a la Asamblea para retirar el artículo y modificarlo en el sentido de la adición relativa al gasto de reparación y conservación, y cumpliendo con su promesa la Comisión, pide a la Asamblea, por conducto de la Presidencia, o de la Secretaría, que se sirva conceder ese permiso.

El C. Von Borstel: Pido la palabra. Pido atentamente a la Asamblea que no apruebe el que retire ahorita la Comisión su artículo, sino hasta después, de que se vote en esta forma, para que vea la Comisión que necesita reformarlo en la forma que satisfaga a los del contra, que han presentado objeciones de bastante peso.

El C. Siurob: Pide la palabra la Comisión. La Comisión lamenta profundamente el criterio tan estrecho de este ciudadano diputado, que cuando precisamente la Comisión pide permiso a la Asamblea para, en cumplimiento de su deber, interpretar la opinión de la misma, modificando el artículo, este ciudadano diputado pretende oponerse a una petición tan justa de la Comisión, precisamente cuando la Comisión no quiere ser más que respetuosa de lo que este mismo ciudadano diputado acaba de expresar.

El C. Von Borstel: Pido la palabra para una aclaración. (Voces: ¿Y el Reglamento, ciudadano presidente?) Si la Comisión retirara el artículo para reformarlo conforme a los argumentos del contra, yo estaría enteramente de acuerdo; pero como la reforma que se le va a hacer es una reforma de detalle, que reformándolo conforme a los ataques del contra no tendrá lugar de ser, es por esto que me opongo a que sea retirado el artículo.

El C. secretario Valadez Ramírez: En votación económica se consulta a la asamblea si se permite a la Comisión retirar el artículo que está a debate. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Hay mayoría de pie.

El C. Von Borstel: ¡No, reclamo la votación!

- El mismo C. secretario: Habiendo sido reclamada la votación, por acuerdo de la Presidencia se designa a los ciudadanos diputados Von Borstel y Domínguez Norberto, para que cuenten a los que estén sentados.

El C. Von Borstel: Retiro mi petición.

- El mismo C. secretario: Habiendo retirado su objeción el ciudadano Von Borstel y habiéndose declarado que hay mayoría de pie, se hace la declaratoria de que se permite a la Comisión retirar el artículo.

La Comisión presenta el artículo reformado en los términos siguientes:

"Artículo 8o. Al efectuarse la expropiación de cualquier latifundio en que existan o se estén realizando grandes obras de irrigación cuya conclusión se garantice en plazo perentorio y en forma bastante, a juicio de la Comisión Nacional Agraria, quedarán excluidas de la expropiación, no sólo las obras de irrigación efectuadas o por efectuarse, sino también las tres cuartas partes de la superficie total de terreno que resulte beneficiado con esas obras, quedando el resto destinado a la expropiación, junto con la cuarta parte de las aguas captadas. Los gastos de reparación y conservación de las obras cubiertos a prorrata entre todos los que saquen provecho de aquellas.

"De igual beneficio gozarán las fincas en que sus propietarios se comprometan con el Poder público a hacer obras de irrigación de notoria importancia, dentro del plazo que se fije en el convenio especial que para cada caso tendrá que efectuarse con la Secretaría de Agricultura, la cual fijará, además, oyendo a la Comisión Nacional Agraria, el término en que deba empezarse la construcción de las obras, así como las demás condiciones de éstas. Para la debida garantía de la ejecución efectiva de cada proyecto de irrigación, dicha Secretaría señalará las cauciones que deba otorgar el terrateniente. Si éste faltase al plazo convenido para la iniciación o al fijado para la terminación de las obras, perderá el derecho al beneficio de no expropiación que en este artículo se consagra; salvo el caso de fuerza mayor, debidamente comprobado, a juicio de la Secretaría de Agricultura y Fomento."

Está a discusión. Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra, sírvanse pasar a inscribirse. (Voces: ¡No hay quórum!)

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Avilés Uriel.

El C. Avilés: Señores diputados: Según el criterio del ciudadano Soto y Gama, la otra vez que estuve en esta tribuna atacando el artículo 7o., lo hice con objeto de granjearme algunos votos en cuestiones políticas en el Estado de Michoacán; pues ahora voy a hacer uso de la palabra en contra del artículo 8o., para granjearme otros votos también. El artículo 8o., hermano gemelo del artículo 7o., sigue siendo un obstáculo para la repartición o fraccionamiento de los grandes latifundios. Los argumentos del ciudadano Serrano, que pudieran parecer de peso, todos tienden exclusivamente a proteger a los grandes terratenientes. Creo, ciudadano Serrano, que las obras de irrigación pueden hacerse por compañías, sin necesidad de que éstas tengan un pedazo de tierra. Estas ideas referentes a la construcción de futuras obras de irrigación, serán las que tomen como norma los agraristas del futuro porque...

El C. Serrano, interrumpiendo: ¿Me permite usted una aclaración para que norme usted su argumentación, con permiso de la Presidencia? Es enteramente evidente que se pueden hacer obras de irrigación por compañías, sin tener ninguna participación en las tierras, y hasta le voy a citar a usted un caso; el aprovechamiento que se hace de las aguas del desagüe del Valle de México, en el cual la compañía vende el agua por una cuarta parte de la cosecha o a tanto por metro cúbico. Pero este no es el caso. ¿Qué, acaso cuando un latifundista se va

a beneficiar con estas obras, queda exento de expropiación?

El C. Avilés, continuando: Precisamente eso que acaba de decir su señoría viene en apoyo de la tesis que yo vengo sosteniendo. El ciudadano Soto y Gama decía aquí que hace trescientos años los latifundistas están en poder de tales y cuáles latifundios, y en verdad que estos señores latifundistas no se han preocupado absolutamente para nada en establecer obras de irrigación. - El C. Serrano: Como en el caso de Morelos.

El C. Avilés: En ese sentido estoy de acuerdo con el compañero Soto y Gama, en que no se ha hecho esto; estos señores están conservando las tierras para hacer que estén subiendo de valor, no es otra cosa. Yo le preguntaría al ciudadano Serrano, ya que tan empapado está en estas cuestiones, que me diga cuáles son las obras más notables de irrigación que hayan establecido los dueños de latifundios en la República.

El C. Serrano: Con mucho gusto. No estoy al tanto de todas, porque ni la Secretaría de Fomento lo sabe; pero le citaré un caso muy cercano. Una de las mejores, no sé si la mejor, de las mejores obras de irrigación que existen en la República está aquí a las puertas, señor, en el Estado de Morelos.

El C. Avilés: Ciudadano Soto y Gama: ¿Existen esas obras de irrigación en el Estado de Morelos? (Risas.)

El C. Díaz Soto y Gama: Yo lo único que conocí en el Estado de Morelos, que fue el esfuerzo del capital, fueron los ingenios; obras de irrigación no conozco ninguna.

El C. Serrano: Entonces las tierras se riegan solas.

El C. Avilés: Ahí tiene usted, ciudadano Serrano, (Risas.) cómo lo cierto es que los latifundistas en la República no se han preocupado desde la Conquista por establecer ningunas obras de irrigación. Casi las obras de irrigación que hay establecidas en la República son enteramente naturales, que la naturaleza las ha producido y que, por cualquiera desviación, etcétera, etcétera, son las que existen, las que más hay en la República; pero hechas por el esfuerzo de los latifundistas, porque éstos hayan ido allí a gastar su dinero, no hay ninguna obra de irrigación de importancia, ciudadano Serrano, y estas obras de irrigación no las seguirán haciendo los terratenientes en lo futuro si se aprueba esta ley como está o en cualquiera otra forma. Lo que si hará que se construyan obras de irrigación en la República, es la repartición completa y absoluta de las tierras, porque el que tenga un pedazo de tierra y necesite agua, forzosamente habrá de buscarla...

El C. Serrano, interrumpiendo: ¡Y traerá el capital de Rusia!

El C. Avilés, continuando: Pues lo traerá de Cochinchina. Dice un adagio vulgar que la necesidad tiene cara de hereje. El que necesita algo lo busca, y si es algo inteligente, seguro que lo encontrará. Los grandes capitalistas que existen en la República de todo se han preocupado, menos del mejoramiento agrícola...

El C. Moreno, interrumpiendo: ¡Una aclaración!

El C. Avilés, continuando: No permito aclaraciones de ninguna naturaleza. Digo que los grandes capitalistas no se han preocupado absolutamente por la cuestión agrícola del país, sino únicamente por acaparar tierras: No es otra su misión. Voy a relatar un caso al ciudadano Serrano. Un individuo es dueño de las tierras comprendidas desde las goteras del pueblo de Zitácuaro hasta casi las márgenes del río de las Balsas; sin embargo, no cultiva ni la décima parte de sus propiedades, y conste que en todas ellas hay obras naturales de irrigación; hay agua bastante con que poder regar todas las tierras, pero ese individuo no trabaja...

El C. Serrano, interrumpiendo: ¡Una aclaración!

El C. Avilés: La verdad estas aclaraciones me chocan, porque a la postre resulta que son inoportunas y ni siquiera tienen relación con el caso a discusión; únicamente distraen al orador del pensamiento que quería expresar...

El C. Serrano, interrumpiendo: Iba a citarle una docena de casos que contradicen lo que usted afirma; pero, en fin, haré mención de ellos en su oportunidad.

El C. Avilés, continuando: El estado de Michoacán indiscutiblemente que no se parece al Estado de Sonora. El Estado de Michoacán tiene bastantes obras de irrigación naturales; tiene bastantes obras que con pequeño capital podrían llevarse a la explotación y favorecer grandísimas extensiones de terreno; única y exclusivamente no se hace eso precisamente por el egoísmo del terrateniente, porque el terrateniente nunca va a querer meter una cantidad de dinero para favorecer tales o cuales cantidades de terreno. ¡No, claro que no! No le conviene a él tener la tierra para que ese efecto natural de alza de la tierra le sirva de salvaguardia a sus intereses y le esté produciendo dinero para sus crápulas y para todos sus gastos demás. Nunca el terrateniente, ciudadanos diputados, se va a preocupar; es el que menos se preocupa por establecer obras de irrigación, es el menos adecuado, es el menos indicado para el caso. Estas obras de irrigación única y exclusivamente las pueden hacer las compañías que se forman con ese exclusivo objeto; el terrateniente no hará obras de irrigación. Tienen ustedes en Michoacán la hacienda de Tiripitío, que es una hacienda extensa, que no la atraviesa uno en diez días a caballo; es una hacienda extensísima, enteramente pasa, atraviesa esa hacienda de Tiripitío un río caudaloso, el río grande de Zitácuaro, que es uno de los afluentes del río Balsas y, sin embargo, no se han hecho obras de irrigación, sino son las que pueden hacer los pequeños parceleros, los que viven a las márgenes del río, que siembran unos cuantos metros que no llegan a una hectárea de terreno, ya sembrando allí sandía, melón, o cualquier otro producto de la tierra; pero el terrateniente, el dueño de la hacienda de Tiripitío cuando podía haber hecho ya grandes obras de irrigación para haber inundado casi toda su hacienda, no ha invertido un solo peso, como lo oye el ciudadano Serrano, en hacer una obra de irrigación. Luego quiere decir que si nosotros dejásemos eso que se pide aquí, las tres cuartas partes de terreno para los que hiciesen obras de irrigación, pues indiscutiblemente que está perdido todo, no se habrá hecho nada absolutamente en la cuestión agraria. Ahora, por el caso que yo citaba aquí

de que hay muchas obras de irrigación naturales, las cuales con poco costo puede ejecutarlas el terrateniente para verse exento de repartir sus tierras, ya que esta ley le da esa facilidad para salvaguardar sus intereses...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¿Cuál es la objeción, que no la veo? Eso es hablar en pro.

El C. Avilés, continuando: Complacido debería estar el ciudadano Soto y Gama de que yo cuando vengo a expresar mis ideas es porque las siento; siento lo que digo, a diferencia de él. No soy un camaleón político, como él, que cambia de color a cada rato; ni tampoco soy un camaleón agrario, como él, que en esa cuestión ha tomado todos los colores...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡Hechos, uno solo! ¡Pruebas!

El C. Avilés, continuando: A ellas voy en este momento. En otras épocas el ciudadano Soto y Gama, y de esto hace alrededor de dos o tres meses, era uno de los agraristas más exaltados que había en este Parlamento; pedía - y puede comprobarse con el DIARIO DE LOS DEBATES - la cabeza de los ricos y de los latifundistas; quería que sus cabezas se llevasen por las calles en lanzas y en picas, y hoy ha cambiado completamente de criterio. ¡Es, como dije, un camaleón político y un camaleón en materia agraria...

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¿Por qué? ¡Pruébelo!

El C. Avilés: Lo he probado, y usted, ciudadano Soto y Gama, lo sabe mejor que yo, porque ha sido autor y actor...

El C. Díaz Soto y Gama: ¡Ya contestaré después!

El C. Avilés, continuando: No extrañe al ciudadano Soto y Gama que venga a sostener mi tesis, porque realmente la siento; si ataco el artículo, es porque no estoy conforme con que se deje a los que pretendan establecer o tengan establecidas obras de irrigación, las tres cuartas partes de sus propiedades. Yo quiero, ciudadano Soto y Gama, que no se les deje absolutamente ni una parte, nada absolutamente. (Risas.) Por eso es por lo que yo vengo a hablar en contra de este artículo, precisamente por lo que acabo de exponer antes, que el latifundista no se preocupa por establecer, ni establecerá nunca obras que vengan a favorecer los intereses de la pequeña propiedad. El todo lo ha de querer para él y única y exclusivamente para él; por eso es que si yo he estado en contra de esta ley, y esto lo he sostenido desde el principio, es por la falta de radicalismo que hay en esta ley y eso no puede usted ni debe absolutamente de censurarlo, porque yo no he venido aquí a defender los intereses de los capitalistas ni de los latifundistas; tampoco he venido a defender, será bueno o malo mi criterio, si usted quiere, pero he venido, me he trazado una línea de conducta sobre este particular, y esa línea de conducta, como usted lo ha venido viendo desde que se inició la discusión de esta ley, la he venido siguiendo y llegaré en esa línea de conducta hasta el fin.

El C. Díaz Soto y Gama: Pido la palabra para contestar una alusión personal. Es verdaderamente risible lo dicho por el compañero Avilés.

El C. Avilés, interrumpiendo: Todo para usted es risible, compañero Soto y Gama. (Risas.)

El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Que yo era agrarista exaltado, así, en pretérito imperfecto, "era". Pregúnteles usted a todos los latifundistas del país quién de los ciudadanos de la República está haciendo una acción agrarista más intensa, y aunque sea una falta de modestia, a quién le tienen más miedo de todos los agraristas si no es a un humilde servidor de usted. El compañero Avilés es verdaderamente risible porque cree ver una contradicción en algo que es enteramente consecuente con la misma idea desde el principio hasta el fin. Yo dije, y sigo diciendo, que esta revolución fue demasiado benigna, que esta revolución por desgracia ha perdido mucho de su impulso; sigo diciendo que no estaríamos en estas comisiones, sigo sosteniéndolo - óigalo bien el compañero, para que vea que no hay tal cambio de ideas -...

. - El C. Avilés, interrumpiendo: Lo estoy oyendo.

El C. Soto y Gama, continuando: ....que la revolución debió haber fusilado a un gran número de hacendados, ¿está claro? lo repetiré, que la revolución debió haber fusilado en su tiempo a un gran número de hacendados; que los hacendados en estricta justicia no tienen derecho a indemnizaciones y que la revolución pudo haber confiscado en su tiempo, cuando la guerra europea, cuando triunfó Carranza, muchas propiedades; pero no tengo yo la culpa de que la revolución haya perdido gran parte de su impulso por la traición de Carranza. Si él en 1914, en vez de enfrentarse con la Convección, porque la Convección lo desconoció, honradamente deja el poder en manos de la revolución, cuando las potencias extranjeras estaban distraídas con la guerra europea, se pudo haber hecho todo lo que he preconizado: Fusilar hacendados y confiscar propiedades. En estos momentos, cuando tenemos encima toda la presión mundial, cuando la burguesía está reaccionando en forma tremenda contra el proletariado, sólo a Uriel Avilés se le ocurre que pudiéramos hacer lo que pudimos hacer hace seis años. Lamento que no se hayan ejecutado esos actos de justicia, pero ya no se pueden efectuar. Toda revolución - si usted, señor Avilés, no lo sabe debe saberlo - conduce por desgracia a una pérdida del impulso primitivo; toda revolución para triunfar tiene que llegar a una transacción, porque una revolución es el empuje de fuerzas nuevas contra fuerzas viejas; las fuerzas viejas, las de conservación, son la burguesía norteamericana, poderosísima; la burguesía francesa, poderosísima también; la burguesía inglesa, etcétera, y esas burguesías sumadas a la de nuestro país, son las que han obligado a la revolución a recortarse; de todo el empuje primitivo, de todos los postulados revolucionarios no queda más que lo que ahora tenemos. De manera que los revolucionarios debemos colocarnos en el justo medio, en lugar de estorbar a la revolución. Por eso explicaba a la Asamblea hace días, y siento que el compañero no haya estado presente, cuál es el proceso de las ideas nuevas: Al surgir las nuevas ideas sostenidas por un grupo, se opone en seguida la parte contraria, la reacción, y del choque de las dos fuerzas viene una resultante que no es ni el pasado completo ni el porvenir tal como soñaba; es una parte del porvenir al que se le ha quitado lo que las

fuerzas reaccionarias no han permitido que se realice. Esto es claro como la luz. Me choca hablar de mí, pero cuando se ataca mi pobre personalidad en la forma que se ha empleado, tengo que defenderla. ¡No me la gana a agrarista el compañero Avilés! No está haciendo él ni la milésima parte del empuje, del esfuerzo que yo estoy haciendo contra los latifundistas; bien quisieran los latifundistas que yo dejara de ser agrarista exaltado. He dicho lo suficiente y desafío al compañero Avilés a que haga obra agraria tan intensa como yo, hoy, mañana, pasado mañana, cuando guste, y también le digo que honradamente ponga la mano sobre su conciencia y que me diga si él ha hecho en materia de agrarismo algo de lo que yo he hecho; nada más.

El C. Avilés: Pido la palabra para contestar.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Von Borstel.

El C. Von Borstel: Ya ha visto la Comisión que queriendo conciliar las opiniones de unos y de los otros, no ha llegado a ningún resultado positivo, porque el compañero Avilés siempre le dará el mote al compañero Soto y Gama de reaccionario, y nosotros calificaremos el artículo de tonto y de ridículo, ni siquiera de exaltado, de tonto. (Risas.)

El C. Soto y Gama: interrumpiendo: ¡Aceptamos todo pacientemente!

El C. Von Borstel, continuando: Hemos escuchado de boca de los mismos agraristas, agraristas como Siurob y Soto y Gama, que tierras para la agricultura sobran en nuestro país; ¿cómo, pues, se nos quiere hacer que pasemos un artículo que va a expropiar una parte de las tierras que se encuentran precisamente en explotación en estos momentos? ¿Cómo vamos a ir a destruir, cuando hay en otras partes mucho que hacer en favor del agricultor en pequeño y de la agricultura nacional en general? Es ridículo pretender eso. Respecto a lo que decía el compañero Avilés la justificación más clara y práctica de lo que pedimos es eso precisamente, la diferencia notable que puede mostrársele al latifundista retardatario que si cultiva sus propiedades. quedarán libres de expropiación, mientras que si sigue encastillado en tener esas propiedades, como decía el ciudadano Avilés, sin cultivos, entonces está claro que serán expropiadas; pero si aquel individuo reacciona con un espíritu de adelanto y lleva obras de irrigación a aquel terreno ¿Por qué no vamos a estimularlo en aquellas obras que redundan en beneficio de la nación? Eso es claro, eso no tiene contra posible. Respecto a lo articulado sobre la revolución, voy a decir algo sincero: Yo no creo que ni ayer, ni hoy, hayan podido hacer lo que decía el compañero Soto y Gama; la revolución no pudo hacerlo debido a que muchos, la mayoría de sus hombres, no han sido honrados, esa es la verdad. La otra noche en un coliseo de esta capital me preguntaba con tristeza, me preguntaba asombrado al escuchar una estruendosa ovación cuando apareció en la pantalla el retrato del dictador Porfirio Díaz, si eso constituía la apoteosis de don Porfirio y la consagración de su régimen; pero pensándolo bien me dije que no, que el pueblo mexicano no podía haber olvidado las iniquidades cometidas en aquel tiempo, que el pueblo mexicano consciente puede concederle a aquel régimen que hizo mucho bueno, pero que también hizo mucho malo. ¿Por qué, pues, se le tributaba aquel aplauso tan estruendoso, aquellos vítores con que lo aclamaban? ¡Era el escupitajo sangriento que el pueblo, cansado de que se le engañe miserablemente, como se le ha engañado hasta la fecha, lanzaba a la faz de los falsos revolucionarios, que bajo pretexto de favorecer a ese mismo pueblo, que bajo pretexto de llevarlo al mejoramiento, se han enriquecido, han despojado y decomisado haciendas en la República, han hecho destrozos en las propiedades y en las fábricas! ¿Y qué le han llevado de mejoramiento al pueblo? Nada en lo absoluto.

Así pues, dejémonos de vanos radicalismos, que a la postre no vienen a engordar más que la bolsa de muchos que se sienten defensores del pueblo en provecho propio... (Aplausos.) Hagamos labor honrada... (Aplausos nutridos Campanilla.) dejando muy por un lado nuestro radicalismo, para llevar un mejoramiento positivo, sin fijarnos en mezquindades que a la postre resultarán con todo y ser de las ideas nuevas, con todo y que se le pueda llamar a quien las exprese bolchevique, no llevará a sus distritos más que la completa bancarrota, como ya lo hemos visto que se ha llevado, con todas las ideas, todos los principios que mal aplicados por hombres torpes o malvados, no han llevado el mejoramiento al pueblo, sino que han destruído sin saber siquiera reconstruir en mínima parte todo aquello con que se pueda favorecer debidamente al proletariado. A mí se me podrá tildar de reaccionario por lo que he expresado, pero eso me importa tan poco, puesto que ya la palabra reaccionario ha sido en esta Asamblea completamente desvirtuada. Al que ha venido a expresar a esta tribuna con sinceridad y con honradez y con sentido común sus ideas, se le ha tildado de reaccionario. Pues bien; si esos son los reaccionarios, yo acepto desde ahora el mote con toda satisfacción. (Aplausos.)

El C. Avilés: Pido la palabra.

El C. presidente: ¿Para que pide la palabra el ciudadano Avilés?

El C. Avilés: Para hechos. Señores diputados: Acaban ustedes de oír el canto de la reacción; ciudadano Soto y Gama, ahí tiene usted una parte de su obra. (Aplausos. Risas.)

El C. Díaz Soto y Gama: ¡Qué bárbaro! ¡Qué barbaridad!

El C. Avilés: Usted podrá llamarme bárbaro, podría decir que es una barbaridad; pero para mí, que me siento revolucionario como ayer y con los mismos arrestos de ayer, sí le sigo diciendo a usted: He ahí una parte de su obra. ¿Por qué? (Aplausos. Siseos.)

El C. Díaz Soto y Gama: ¡Me tiene sin cuidado!

El C. Avilés: ¿Por qué? Le voy a decir a usted por qué. Porque usted ha sido uno de los causantes principalisimos de la división revolucionaria, porque usted ayer, con tendencias bolcheviques, arrolladoras, venía usted dividiendo al partido revolucionario, y hoy, con tendencias conservadoras, también viene usted dividiendo el partido revolucionario. ¡He ahí su obra, ciudadano Soto y Gama... (Aplausos.)

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡Muy bien!

El C. Avilés, continuando: Yo digo lo que

siento y no tengo pelos en la lengua, ciudadano Soto y Gama... (Risas.) Y no tengo pelos en la lengua para decir lo que en realidad siento. Yo, a usted, ante la faz de la nación lo señalo con el índice como uno de los causantes de estas cosas, como el progenitor de ellas. Usted ayer, exaltado rojo, y allí está y me permito interpelarlo, el compañero Rodríguez, para que me diga en que condiciones está en el partido obrero el ciudadano Soto y Gama.

El C. Rodríguez Guillermo: Pido la palabra. Alguna vez el diputado Soto y Gama decía que no sentía atracción ninguna por los obreros, que eran demasiado exigentes y escandalosos... (Risas.)

El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¿Cuándo fue eso?

El C. Rodríguez Guillermo: Que a él únicamente le preocupaban los campesinos...

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Cuándo fue eso?

El C. Rodríguez Guillermo, continuando: ... los agraristas, y esto no es raro ni es extraño tampoco; los campesinos generalmente son hombres ingenuos que fácilmente se dejan engañar... (Risas. Aplausos.) que fácilmente escuchan y se exaltan por promesas vanas; por esto que en que mi reciente visita a mi distrito vine completamente disgustado, porque ahí había algunos miembros del Partido Agrarista, haciéndoles promesas falsas a los ingenuos campesinos, y cuando se prometen al pueblo cosas que no han de cumplirse, es un crimen, y precisamente este es el reproche que yo hago a quienes poniendo el espantajo se espantan de él. Alguna vez, posteriormente, el compañero Soto y Gama dijo que había que reaccionar y hacer promesas al pueblo dentro de la justicia y de la razón: Pero claro, si él había nombrado - él personalmente no -, pero alguien de los miembros del Partido Agrarista había predicado falsamente al pueblo y era precisamente el resultado de espantarse de su obra propia. Con los obreros no ha sido fácil. A cualquier obrero a quien se predice la destrucción o cosas por el estilo, sencillamente no lo toman en consideración y de ahí que los obreros correspondan con indiferencia al compañero Soto y Gama y de que ahí no lo tomen en cuenta.

El C. Avilés: Y yo, ciudadano diputado, sigo haciendo responsable del desquiciamiento revolucionario al ciudadano Soto y Gama. (El C. Siurob se ríe.) No hay que reírse con esa risa sarcástica, ciudadano Siurob; ahí tiene usted el desquiciamiento revolucionario en el Estado de Michoacán. El Estado de Michoacán, entregado completamente en manos de la reacción; el Estado de Michoacán, gobernado por reaccionarios, y uno de los principales vehículos de esa cuestión ha sido Soto y Gama. (Risas.) Soto y Gama ayer venía aquí a pedir que se enlútese la tribuna por un individuo que había ido a asesinar en masa al pueblo de Morelia, y el ciudadano Soto y Gama en la misma noche ésa, venía a traer las chusmas de Morones para que vinieran también a escandalizar a esta Representación Nacional y a insultarla también... (Aplausos.) Y ahí tiene precisamente el ciudadano Soto y Gama el pago de su obra, ¿qué es lo que ha traído este malestar que estamos respirando en la actualidad, si no han sido precisamente las prédicas falaces de Soto y Gama, y que ahora se asusta y se está asustando de su propia obra? He aquí por qué hoy viene con palabras de amor, con palabras de candor a decir que no, que la revolución, que no hay que ver lo que era la revolución, que ahora hay que claudicar por conveniencia para salvar algo de la revolución; pero ayer no pensaba así Soto y Gama, ayer pensaba completamente lo contrario, y nosotros, ciudadano Soto y Gama, siendo el equilibrio de ese bolcheviquismo vuestro y de ese clericalismo de los demás, nos hemos sabido conservar en el término medio, y ya habéis visto, compañero Soto y Gama, aunque os pese a vos y a los que están tras de vos, cómo el manifiesto lanzado a la nación por el Partido Liberal Constitucionalista ha traído el equilibrio nacional... (Aplausos nutridos.) En el extranjero, ciudadano Soto y Gama, los asuntos del Estado de Michoacán levantaron verdadero estupor, lo mismo que la entrada de vuestras chusmas a esta Representación Nacional y, en cambio, esta polvareda, ese malestar viene como una gota de agua caída sobre algo que se está incendiando, así vino a hacer efecto - oídlo bien -, como el duchazo, ciudadano Soto y Gama, como el duchazo que, según la prensa, se dio a Manrique; así vino a caer, porque refrescó al ciudadano Manrique, (Risas.) así vino a refrescar, ciudadano Soto y Gama, las declaraciones, la actitud del Partido Liberal Constitucionalista. Hizo un verdadero efecto saludable, tanto en el país como en el extranjero, y la prueba es que han venido desde esa vez ya los coquetos del ciudadano Soto y Gama y otras veces abiertamente declarándose defensor, hoy de los terratenientes, y también se ha declarado defensor de los petroleros. Esa ha sido consecuencia lógica y exclusivamente del efecto que causó, tanto en el extranjero como en la nación, la actitud del Partido Liberal Constitucionalista. Y usted, ciudadano Soto y Gama, fue uno de los que ha provocado en el Estado de Michoacán, como en Yucatán y otros Estados, ese malestar social que se ha venido sintiendo y ahora se está usted espantando de su obra; pero acuérdese usted, ciudadano Soto y Gama, que de los arrepentidos se sirve el diablo... (Risas Aplausos.)

El C. Siurob: Pide la palabra la Comisión.

El C. Díaz Soto y Gama: Pido la palabra.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Soto y Gama.

El C. Díaz Soto y gama: Diré dos palabras, señores, porque soy viejo en estas luchas, y estos escarceos divertidos del compañero Uriel Avilés no me llegan ni a flor de piel. Yo sé perfectamente que la conducta de un hombre que lleva algunos años de luchador, no va a ser juzgada por un hombre apasionado como Avilés, que en todo y por todo demuestra el escozor de los asuntos de Michoacán; de manera que no voy a hacer una defensa de mí, es torpe hacer una defensa de sí mismo; la única defensa que tiene un hombre público son sus hechos, no sólo los pasados y los presentes, sino los futuros. A mí me hace responsable de la división revolucionaria; si ese cargo tan tonto lo hubiera hecho en la época de Carranza y estando yo en las garras de los carrancistas, uno de los cuales él es y ha sido, pues es claro que me linchan, evidentemente que entonces me linchan; pero hoy que está demostrado que la mayor honra de nosotros, los

zapatistas, entre lo cuales nunca figuró por cierto el hoy agrarista de nuevo cuño, ciudadano Uriel Avilés, cuando está demostrado que la mayor gloria de los zapatistas fue combatir sin descanso hasta lograr la muerte del traidor, del bandido, del abominable Venustiano Carranza, hoy ese cargo resulta el mayor de los honores y el mayor de los méritos; yo acepto con el mayor gusto, con desplante, con alarde, todas las responsabilidades que el grupo convencionista tuvo al atacar al tirano Carranza. Los hechos han dado la razón a la Convención; los convencionistas no lo decimos, porque no somos nosotros los que debemos decirlo, eso lo dirá la historia; los carrancistas, ustedes los carrancistas fueron los responsables - lo dirá la historia -, de los seis años de destrucción, de revolución, de derramamiento de sangre y de retroceso de la revolución; de los seis años de la desorientación de la opinión. Por esto digo que en estos momentos no cometeré la torpeza de entrar en una disquisición histórica, que como es histórico, la historia juzgará.

El error fue de los carrancistas, la gloria y el mérito, de los convencionistas. Los convencionistas fueron derrotados militarmente, los convencionistas triunfaron moralmente y así lo dirá la historia, y si ese es el cargo que hay contra mí, tengo que levantar mi frente muy alta frente a estas galerías y frente a toda las galerías de la República. Lo mejor que he hecho en mi vida fue combatir a Carranza, es cosa de que nunca me arrepentiré.

El otro cargo es sumamente curioso: Hacerme responsable a mí de los hechos históricos. Ninguna revolución ha llevado a cabo todos sus postulados, ni la revolución francesa, ni la revolución rusa actual, que hoy conmueve al mundo, ni la revolución mexicana, ni la revolución de Reforma; todas las revoluciones han tenido un período punitivo, un período de conflagración, de destrucción, para entrar después al período reconstructivo. Esto lo saben todo, menos Avilés. Estamos en un período reconstructivo y tenemos que salvar lo salvable de la revolución, eso no es ser reaccionario ni retractarse. Todos sabemos que la revolución en 1913 y todavía en 1914 y en 1915, inscribió en sus banderas el postulado de la confiscación de bienes; es decir, expropiación sin indemnización. ¿Quién en esta Asamblea se ha atrevido a pedir lo mismo? ¿Por qué no se pide ya la confiscación? ¿Por qué nos hemos tenido que conformar con la expropiación con indemnización? Pues por la presión, por la resistencia de las fuerzas conservadoras. El que no sabe que en el mundo están en lucha las fuerzas conservadoras y las fuerzas de progreso, no se ha dado cuenta de cómo se realiza el progreso humano; el progreso humano se realiza por medio de sacudidas violentas, tremendas, de cuyas sacudidas no se conserva todo el impulso, sino que una parte se pierde y la otra se convierte en progreso; pero no es posible entrar en una lección de historia ni de sociología; yo sólo tengo que decir, respondiendo absolutamente de todos mis actos y no tengo que ocultar ninguno; mi credo ha sido, es y sigue siendo y lo fue desde la época de la Casa del Obrero, y lo siguió siendo en la época de la Convención y lo sigue siendo ahora, el credo sindicalista.

Cuando el compañero Avilés quiera informarse, ya que mi personalidad le preocupa más de lo debido, cuando quiera informarse...

El C. Avilés, interrumpiendo: No me preocupo por usted...

El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Lo demostró usted en la tribuna. Cuando quiera informarse él u otro, de cuál fue el credo que yo sostuve en la Casa del Obrero Mundial en 1912, 1913 y 1914, sabrá que nunca me declaré ni comunista, ni socialista rabioso, ni mucho menos bolchevique, puesto que no había bolchevismo, o empezaba entonces, sino pura y simplemente sindicalista. Si el compañero Avilés o cualquiera de los ciudadanos diputados o de los mexicanos quiere registrar el programa de la Convención, verá que en ese programa de la Convención no había en materia obrera más que estos principios: Reconocimiento de la personalidad de los sindicatos, o sea sindicalismo; leyes de accidentes de trabajo, mejoramiento obrero por medio de instituciones adecuadas, talleres higiénicos, etcétera, etcétera; el programa de la Convención - hay aquí muchos convencionistas - no fue más que exclusivamente sindicalista. ¿Me hace favor el ciudadano Paz, aquí presente; me hace favor el compañero Reynoso Díaz; me hace favor el compañero González y González, es decir si he dicho la verdad? El programa de la Convención, en que yo tuve parte principal y preponderante, ¿fue bolchevique o sindicalista? A cualquiera de ellos, a los tres, con permiso de la Presidencia, les pregunto.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano González y González.

El C. González y González: Yo estoy de acuerdo en todo lo expresado por el señor licenciado Soto y Gama, y creo que su labor en la Convención fue sindicalista en lo absoluto.

El C. Díaz Soto y Gama: ¿No fue bolchevista?

El C. González y González: No, señor.

El C. Díaz Soto y Gama: La misma pregunta, con permiso de la Presidencia, al ciudadano Reynoso Díaz.

El C. Reynoso Díaz: A mí, que estuve siempre al lado del licenciado Soto y Gama, porque fui miembro de la Comisión del Sur, me consta que su labor en la época de la Convención siempre fue encaminada a encauzar por un sendero legal a evitar que los trabajadores ya organizados fueran dispersados; de modo que su trabajo fue velar por aquellos sindicatos ya organizados y al mismo tiempo ver porque los demás se sindicaran, pero sobre una base honrada, sin llegar a esas declaraciones, a esos cargos que hoy se le hacen de bolchevique. Es lo único que tengo que decir.

El C. Díaz Soto y Gama: Al compañero Paz le pregunto: ¿Hay alguna cláusula en la Convención que se parezca a la prédica bolchevista, en alguna parte del programa? Si considera que alguna parte de ese programa no sea otra cosa que reconocer o exigir el reconocimiento de la personalidad de los sindicatos; ¿sabe él que yo haya sostenido en la época de la Convención otra doctrina que la sindicalista?

El C. Paz: Pido la palabra. Absolutamente. Lo que ha dicho el señor licenciado Soto y Gama es la verdad. En esa época mal podría haberse hablado de bolchevismo, cuando no existía el bolchevismo

todavía, por lo menos, las teorías, y yo creo que el ciudadano Díaz Soto y Gama también puede invitar al compañero Borrego, que era de la Convención, porque tal vez se crea que yo soy parcial en este asunto por ser del mismo partido; pero el compañero Borrego será considerado completamente imparcial.

El C. Díaz Soto y Gama: Compañero Borrego: ¿Hubo alguna cláusula en el programa de la Convención donde se consignase la socialización de los medios de producción, de las fábricas, de las minas, o siquiera la socialización de la tierra?

El C. Borrego: En el programa de la Convención se consignaron los tres principios fundamentales que figuran ahora en el programa del Partido Agrarista, lo mismo que en el programa del Partido Liberal Constitucionalista. En la cuestión de tierras se llegó al principio que hemos aprobado, al principio que es el ideal de la moderna civilización, de que nadie posea más tierra de la que pueda cultivar por sí o por los suyos; el establecimiento del régimen parlamentario, que es el ideal de todo pueblo civilizado y que sólo una nación semibárbara puede vivir con el régimen presidencial y, finalmente, se consignaban ciertos puntos, ciertos aspectos relativos a la legislación obrera, como ha dicho el ciudadano Soto y Gama, y absolutamente nada de socialización o que tendiera a socializar algunos de los medios de producción.

El C. Soto y Gama: Voy a terminar: Puedo yo demostrar con testigos, con discursos y con hechos, que en la época de la Casa del Obrero Mundial en los años de 1912, 1913 y 1914, fuí sindicalista, por lo cual se me tachaba de moderado allí por algunos compañeros; allí están Pioquinto Roldán, allí está Huitrón, allí está Quintero, y todos los entonces existentes; nunca fui más que sindicalista, tanto que se me tachaba y se me echaba en cara el que tuviese un credo que no era credo: El compañero Pérez Taylor discutía conmigo y me decía: El sindicalismo, el sindicalismo es un procedimiento de lucha, no una doctrina, y yo sostuve siempre la doctrina sindicalista en la época de la Convención; yo sostuve el sindicalismo con exaltación, como sostuve el agrarismo y como hoy sostengo el agrarismo y como sostendré el sindicalismo. El por qué se me cuelga el milagro de sovietista, lo voy a decir, lo voy a explicar en dos palabras: Cuando llegamos del Sur los agraristas, el partido que tuvimos que llamar agrarista, porque para no invocar las cuestiones obreras que siempre consideramos difíciles, le dimos el nombre exclusivamente de agraristas, tratamos de fundar aquí en la Cámara un bloque agrarista y por insinuaciones de varios jóvenes socialistas se le empezó a llamar socialista puro. El programa de este partido, que publicó la prensa, es tan moderado que no tiene ningún punto de contacto con el sovietismo. Se tenía pensado que en todas las cuestiones de capital y trabajo, nos pusiéramos todos del lado del trabajo. A esto se reducía el programa; pero la prensa capitalina, deseosa en aquel entonces de obstruccionar el movimiento todavía confuso en sus resultados, comenzó a decir, primero en son de guasa y después en tono serio, que formábamos el soviet. Comenzaron a calificarnos de sovietistas y de bolchevistas. La guasa a la moda tuvo éxito, y hubo un momento en que en serio creyeron en el país que efectivamente dentro de la Cámara había un grupo de bolchevistas y de sovietistas. Como era absurda la existencia de un grupo bolchevique dentro de un régimen democrático; como era peligroso para el país y como esa confusión entre agrarismo - parte realizable de la revolución - y sovietismo - ideal lejano y difícil de realizarlo -, el concepto peligroso por que caldea a las masas y las lleva a la destrucción por todos conceptos también peligrosos, desde el punto de vista internacional y desde el punto de vista interior, hubo un momento en que los agraristas conscientes comprendidos que había necesidad de destruir la fábula fraguada en torno de nuestras personalidades y decir francamente: Nosotros tenemos admiración por el movimiento bolchevique ruso, seguimos diciéndolo y lo diremos toda nuestra vida; nadie me gana a admirar el movimiento bolchevique ruso. Yo considero el bolchevismo, o comunismo o socialismo marxiano, o como se quiera, como un ideal a que tiende la humanidad y al que la humanidad entera, inclusive México, tendrá que acercarse, acercarse - entiéndase bien - hasta realizarlo; pero teníamos necesidad de aclarar que no éramos bolcheviques y esto lo dije yo, no el 30 de mayo, lo dije en el mes de diciembre con motivo de las elecciones municipales y entonces la prensa, en lugar de recoger mi declaración, hizo esta maniobra, dijo: Si no se le da al proletariado la salida de la legalidad, sí no se le permite realizar su progreso por medio del parlamento, o por medio del municipio, si se le cierran esas dos válvulas de seguridad, vendrá asolador el movimiento bolchevique. ¿Salida para evitar eso? La misma que aconsejaba don Adolfo de la Huerta, que en el lugar de que esas fuerzas desbordantes brinquen los diques, se canalicen, se les dé salida y de esa manera en vez de destructoras se volverán constructoras. Lo que dije ese día, la prensa, "Excelsior", periódico reaccionario, comentó en esta forma: "Uno de los líderes sovietistas anuncia una próxima revolución, anuncia una próxima revolución social; y era todo lo contrario; decía yo que el movimiento social vendría en el caso de que no se le diese al sentimiento popular la salida de la legalidad. Se interpretó torpemente; llegó un momento en que nos dimos cuenta los agraristas de la trampa en que se nos ponía, llega el momento en que el clero en Michoacán provocara al proletariado, en Michoacán y en todas partes del país, pero especialmente en Michoacán, a un movimiento prematuro, a una revuelta prematura, para hacerla fracasar; llegó el momento en que nosotros, viendo que el clero estaba minando el actual régimen por medio de la provocación a las masas, por medio de motines como el de León, como el de Jacona, como el de Zamora, como el de Morelia, etcétera, etcétera, y los agraristas honrados, con una honradez que no entiende el compañero Avilés, dijimos: No, basta de farsa, basta de malas inteligencias, de malos entendimientos; vamos a aclarar posiciones: Bolcheviquismo para Rusia, sí; sovietismo, sí, para Rusia - según entiendo el bolcheviquismo -, bolcheviquismo como un ideal, sí; bolcheviquismo para México, no. ¿No, por qué? entre otras razones porque la revolución sólo ofreció el

reparto de tierras, porque entre otras razones, porque la revolución nunca ofreció la socialización de las industrias, entre otras razones, porque tenemos industria naciente, porque entre otras razones, porque no se han cumplido las condiciones que todos los socialistas científicos exigen para que se llegue al triunfo del socialismo definitivo; la teoría marxiana; aquí no hay concentración de capitales, ni sindicalismos por el desarrollo, ni se ha cumplido la etapa sindicalista para llegar a la etapa bolchevique. Por una serie de razones conocidas de todos los avanzados socialistas: Morales, intelectuales, serias, por todas estas razones México no puede acercarse de golpe y porrazo al Bolchevismo ¿Qué programa, pues, cumplir? El programa integral, agrarista, el que estamos realizando con toda honradez y energía, con una energía que no se vio nunca en la época de Carranza. En cuanto a cuestión obrera, lo dije, no se me quiso entender, la reforma social íntegra y completa, la socialización de los medios de producción, como minas, fábricas, talleres y tierras, no es posible. Vámonos acercando a ella, ¿como? Por medio de reformas parciales, por medio de reformas sucesivas; ¿cuáles son esas reformas parciales? En parte las preconizadas por el artículo 123: Mayor jornal; ¿para qué? para que aumente la fuerza económica del proletariado; puesto que la lucha es económica, como lo decía el compañero Vicencio, aumentemos la fuerza económica del proletariado para que su potencialidad económica aumente en relación a la potencialidad económica del capitalismo. ¿Qué otro medio? La reducción de horas de trabajo; ¿para qué? para que teniendo más tiempo desocupado, más loisir, como dicen los franceses, más tiempo qué dedicar a su ocio, tengan más tiempo para ilustrarse y para su mejoramiento moral e intelectual. ¿Qué otros procedimientos? El seguro obrero, la participación en las utilidades; si se quiere todos los procedimientos de transición, todas las reformas legislativas que se puedan dar, y sobre todos estos procedimientos, el que conocemos los antiguos miembros de la Casa del Obrero: El impulso al sindicalismo. Nosotros estamos en nuestro papel y lo tendré que demostrar ocasión por ocasión ¡No se me ha acabado el uso de la palabra! ¡Si soy luchador, si sé defenderme, si no me asustan los ataques tontos; si sé que los hombres públicos estamos expuestos a esos alfilerazos! Y algo más serio me ha pasado en la vida: El ser calificado de bandido durante seis años, y no me asusté, ¡y me había ahora de alarmar porque Uriel Avilés viniera a decirme que yo he vuelto las espaldas a la revolución! ¡Qué más quisieran los latifundistas! ¡Qué más quisieran los reaccionarios! Digo yo sostendré siempre que el procedimiento nuestro, el preconizado por la Casa del Obrero Mundial, es el único viable: Sindicalismo, es decir, la fuerza de los sindicatos empeñándose dentro del terreno económico, luchando en el terreno económico contra el capitalismo por medio de la huelga, por medio del boycotaje, y si se quiere hasta el sabotaje, si es preciso, todo eso se discutirá en el futuro. Todo esto lo tenemos a la vista: Cuando el sindicalismo produzca la organización de todas las masas obreras, cuando por medio de la huelga en el terreno práctico, en el terreno económico, por medio del boycotaje, del sabotaje; cuando se haya substituído el capital del burgués por el obrero, cuando éstos tengan elementos económicos más fuertes, cuando los obreros sean los más fuertes económicamente, cuando sean los obreros los que sepan manejar las fábricas y tengan intelectualidad y tengan moralidad suficientes para substituir a las clases burguesas, entonces ya habrán escalado el último lugar de la escala marxista, evolutivamente, no catastróficamente. Esa es la teoría marxiana y que yo sostuve en esa época. Que yo haya abjurado, me tiene sin cuidado, me importa un comino; yo tengo mi programa, lo he tenido y lo tendré y lo desarrollaré a pesar de todos los denuestos, de todos los denuestos que no me sirven más que de estímulo, porque se ataca al hombre que vale algo, y tanto se me ha atacado y se me ataca, que ya empiezo a creer que valgo algo; de manera que todos los ataques me levantan y me alientan, me sirven para luchar, y crea el compañero Avilés que si él se ha encontrado competidores que se achiquen, yo no me achico nunca; estoy en la lucha, estoy en la brecha, soy más revolucionario que usted y sobre todo, compañero Avilés, más consciente que usted, mucho más consciente que usted. (Aplausos.)

El C. secretario Valadez Ramírez: Siendo visible la falta de quórum, por acuerdo de la Presidencia se levanta la sesión y se cita...

El C. Siurob, interrumpiendo: Pido la palabra. Moción de orden.

El C. Céspedes, interrumpiendo: Moción de orden.

- El mismo C. secretario, continuando: Por acuerdo de la Presidencia se levanta la sesión y se cita para el lunes a las cinco de la tarde. (8.35 p. m.)