Legislatura XXIX - Año II - Período Ordinario - Fecha 19211006 - Número de Diario 19

(L29A2P1oN019F19211006.xml)Núm. Diario:19

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 6 DE OCTUBRE DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrada como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO III.- NUMERO 19

SESIÓN SOLEMNE

DE

CONGRESO GENERAL

EFECTUADA EL DÍA 6

DE OCTUBRE DE 1921

SUMARIO

1.- Son introducidos al salón los señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delegados en misión especial. Se abre la sesión. Es introducido al salón el ciudadano presidente de la República.

2.- Salutación del C. Leopoldo Zincúnegui Tercero, presidente de la Cámara de Diputados, a los excelentísimos señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delegados en misión especial. Entrega a los embajadores y jefes de misión, de una medalla conmemorativa.

3.- El C. Alfonso Cravioto, presidente de la Cámara de Senadores, usa de la palabra. Entrega de medallas conmemorativas destinadas a los jefes de Estado de las naciones representadas en centenario de la consumación de la independencia.

4.- Alocución del excelentísimo señor don Antonio Carneiro de Nascimento y Feitosa, embajador de Brasil.

5.- Hace uso de la palabra el excelentísimo señor doctor don Antonio Gómez Restrepo, embajador de Colombia.

6.- Lectura y aprobación del acta de la presente sesión y se levanta ésta.

DEBATE

Presidencia del C. ZINCÚNEGUI TERCERO LEOPOLDO

(Asistencia de 130 ciudadanos diputados y 40 ciudadanos senadores.)

El C. presidente, a las 5.35 p.m.: Se abre la sesión.

El C. Zincúnegui Tercero Leopoldo, presidente de la Cámara de Diputados, leyendo: "Excelentísimos señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delegados en misión especial:

"Ciudadano presidente de la República:

"Ciudadanos diputados y senadores:

"Fue con motivo de la celebración de una de las fechas más gloriosas para la patria, el centenario de nuestra emancipación política, iniciada por Hidalgo en 1810 y consumada por Guerrero en 1821, que México tuviera el altísimo honor de recibir vuestra visita, como demostración palmaria de interés y simpatía con que todas la naciones de la tierra siguen, paso a paso, nuestra azarosa evolución, a través de sacrificios sin cuento, para conquistar un puesto en el concierto universal de los pueblos.

"Y fue con este motivo que el Congreso de la Unión, consciente del altísimo papel que la patria le ha encomendado, acordara, lo que hoy hace, tributaros esta pública manifestación de agradecimiento cordial, manifestación que, aparte de su gran importancia política, tiene la altísima significación de su origen, ya que interpreta de la manera más genuina y autorizada, el sentir de todo el pueblo mexicano.

"Excelentísimos señores:

"Nunca como en esta ocasión nos hemos sentido más cerca de todos los pueblos cultos de la tierra, ligados a unos por la tradición y la sangre, a otros por la religión de las ideas, a éstos por la comunión de las aspiraciones y a todos juntos por el anhelo de engrandecimiento y progreso que aproxima a las naciones en ese estrecho abrazo que hace de todos los hombres una sola familia: la humanidad.

"Es dentro de esa comunión de ideales como México ha venido evolucionando en la escala ascendente de un progreso material y moral indiscutibles, que le permiten la satisfacción de ocupar hoy un lugar modesto pero digno en el plano de las naciones civilizadas del mundo.

"Y es motivo de orgullo para nosotros, representantes de un pueblo joven y vigoroso, asistir a este momento histórico en que la hidalga y vieja Europa y los más florecientes pueblos de la América, nos tienden su mano fraternal y amiga, para estrechar aún más, si cabe, los lazos que hace tiempo nos vinculan, por medio del genio de Shakespeare, de Cervantes, de Hugo, o a través del amor universal de Bolívar, de Washington y de Hidalgo.

"El Congreso revolucionario de México, que ha nacido al calor de una lucha reivindicadora y justiciera, alentando todas las conquistas que la civilización y las necesidades modernas de los pueblos comienzan a sancionar en los códigos, ve con

íntima complacencia la llegada de una nueva era de positivo desenvolvimiento y grandeza para este querido suelo de nuestros mayores, regado con la sangre de muchas generaciones de patriotas y mártires.

"Y si hasta hace poco tiempo, la pasión desencadenada de nuestras luchas intestinas, vistas a través de la distancia y el desconocimiento de su origen, pudo mantenernos alejados momentáneamente del concierto universal; hoy, que, satisfaciendo las aspiraciones populares, la revolución hecha Gobierno, al frente de cuyo Poder Ejecutivo se encuentra uno de los más prominentes y representativos ciudadanos de la República, inaugura un período definitivo de tranquilidad y bienestar general, plácenos en gran manera unir a este justificado entusiasmo el consuelo de saber que para México ha sonado ya la hora de la reivindicación. Nosotros que hemos sabido esperar sin intemperancias impacientes esta hora de justificación ante el mundo entero, sabíamos demasiado que podíamos estar tranquilos, que nuestros derechos y prerrogativas de nación libre estaban a salvo y que a la postre, a pesar de nuestra modestia los grandes pueblos de la tierra harían honor a su caballerosidad y sus antecedentes.

"Tras largos y penosos períodos de una paz ficticia y relativa, México elabora actualmente sus paz orgánica, con la concurrencia de los factores para ello indispensables: la armonía política, la independencia económica y la justicia social justicia social.

"Pero esto no quiere decir que, preocupados por nuestros propios intereses, olvidemos ni un momento los ajenos. Si las vicisitudes de la guerra nos han obligado en determinadas ocasiones a destruir, lesionando intereses extraños, no hemos rehuído un solo instante nuestras obligaciones y compromisos, y allí donde la revolución ha causado un daño reparable, por insignificante que éste sea, ha estado y estará siempre la solícita intervención de nuestro Gobierno.

"Queremos que todo el mundo se convenza de la justicia de nuestra causa; del derecho que nos asiste como nación libre para solucionar nuestras dificultades por medio de nuestras propias fuerzas, y de la razón de ser de esta prolongada lucha en la que nos hemos visto obligados a extirpar dolorosa, pero necesariamente, el principio de ese cáncer, que bajo distintas formas, ataca a los organismos jóvenes, cuando éstos llevan en su origen la herencia de algunas morbosidades y no pocos atavismos.

"Convalecientes aún, pero con el vigor y la pujanza de nuestra gloriosa raza, que serán los mejores tónicos de nuestro organismo social, estamos seguros de recuperar bien pronto lo perdido, y no está lejano el día en que esta bella tierra, predilecta de los dioses, pero combatida por todas las adversidades, entone, el himno santo de la paz y del trabajo, cabe la sombra propiciatoria del amparo de las leyes, la justicia de los hombres y la fraternidad universal.

"Excelentísimos señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delegados en misión especial:

"Llevad con vosotros y a los vuestros, esta manifestación de cariño fraternal de todo un pueblo, que sabe agradecer la distinción que le habéis hecho, y decídles que aquí en México, donde florecen ricos vergeles y corazones nobles, veneramos a vuestros genios, glorificamos a vuestros libertadores y aclamamos a vuestros héroes. Que deseamos estar muy cerca de vosotros, y que sólo buscamos nuestro mejoramiento intelectual y material, dentro de los derechos comunes a la humanidad, para lo cual procuramos corregir el pasado de nuestros mayores y preparar el futuro de nuestros hijos. (Aplausos nutridos y prolongados.) (Una Comisión de representantes de ambas Cámaras hace entrega a los embajadores y jefes de misión, de una medalla conmemorativa. Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano presidente de la Cámara de Senadores.

El C. Cravioto Alfonso, presidente de la Cámara de Senadores: Señores enviados de las naciones amigas que han tenido para México, en nuestro supremo aniversario, la deferencia de un saludo y la gentileza de una representación: a vosotros que nos habéis traído, con el honor de vuestra presencia y con el halago de vuestros mensajes, una mayor fe en la solidaridad humana y una más grande esperanza en nuestros destinos nacionales; a vosotros que simbolizáis aquí no la diplomacia descorazonada y gélida que con esgrimas de encrucijada teje y desteje entre las sombras los egoísmos agresivos, sino que representáis la fraternidad que es abierta, la cordialidad que es efusiva, el alto amor que purifica a los hombres con las aguas lustrales de la concordia; a vosotros os diremos ahora, en gratitud por vuestro encargo y reciprocidad por vuestro envío: fuisteis y seréis siempre los bienvenidos en la casa de México y en el corazón de nuestro pueblo, hacéis bien en sentiros nuestros amigos porque nosotros lo somos mucho vuestros, y pues que nos trajisteis misión de paz y de esperanza, nosotros os presentamos nuestra fraternidad sincerísima para todos vuestros pueblos y nuestra fe inmensa en el porvenir. (Aplausos.) México, en el primer centenario de la consumación de su independencia, afirma su supremo derecho a la vida y su irrefrenable derecho a la libertad. Pudo nuestra sociología, convulsionada por acomodamientos políticos y por desequilibrios económicos, desorientar a los tímidos y desconcertar a los pesimistas. Pero ahora que una gloria de ideales ensangrentados y tejida con las fibras dolientes del corazón de nuestro pueblo, se alza en los fastos de la República, con anuncios de aurora y con presagios de porvenir fecundo, ahora que somos un país y ya no un feudo, ahora que constituimos un pueblo y no un rebaño, ahora que lejanas nuestras contiendas todos los mexicanos nos confundimos en un inmenso anhelo de paz y en un intenso amor para la gran patria común, ahora os podemos responder si interrogáis nuestro camino: vamos a la humanidad a la verdad y a la justicia; os diremos, con las palabras de Costa, que el porvenir y

la seguridad de la nación no están ya solamente en las manos de los soldados Están en las manos de los que cultivan la tierra, de los que pastorean el rebaño, de los que tejen el algodón, de los que arrancan el mineral, de los que forjan el hierro, de los que equipan la nave, de los que conducen el tren, de los que represan las lluvias, de los que construyen los puentes, de los que acaudalan la ciencia, de los que estampan el libro, de los que hacen a los hombres y a las ciudades educando a la niñez; porque de esas escuelas saldrán los soldados, de esos canales brotará la sangre, de esas forjas surgirán los cañones, de esos montes bajarán los navíos, y de ese algodón, de ese cáñamo y de esos árboles habrán de salir las tiendas de campaña y las velas y el asta sagrada que ha de desplegar al viento la bandera de la patria rejuvenecida. (Aplausos.)

Hemos vertido alguna sangre y hemos prodigado algún estrago, pero son nuestras por fin, la Libertad de pechos de bronce, la Justicia de espada purificante y la Paz de frutos de oro. Si Francia tiene la gloria de haber consignado la primera en su carta Fundamental los derechos del hombre, México tiene la gloria de haber firmado en su Constitución los derechos de los obreros. (Aplausos.) Hemos sido un país de revoluciones y comenzamos a ser un país de realizaciones. La sangre y el estrago derramados nada importan. El admirable poeta de los Girondinos, después de golpear con el pensamiento, como con un cincel de milagro, en las durezas más grandes de la historia y de la vida, talló estas palabras, dolorosas pero resplandecientes, en un juicio sobre Roberspierre y la revolución; sin duda que una nación debe llorar a sus muertos, sin consolarse de la pérdida de una sola cabeza injusta y odiosamente sacrificada, pero no debe lamentarse nunca la sangre que se derrama para hacer que resplandezcan las verdades eternas. Tal es el precio que Dios puso a la germinación y al florecimiento de sus designios en el hombre. Las ideas vegetan en sangre humana, las revelaciones descienden de los patíbulos, y esta terrible ley, señoras y señores, esta terrible ley de sangre y de dolor, exige que los hombres mueran para que las patrias vivan, requiere que toda tierra de libres se nutra con ilustres huesos; y México no ha hecho sino cumplir el tributo que los pueblos pagan por su libertad. (Aplausos.)

Nuestra revolución que ha sido más que un supremo derecho un incontenible deber; nuestra revolución que ha sido una gran idea redentora en marcha, nos lleva a una era de trabajo fecundo, de educación generalizada, de justicia social y de igualdad fraterna. Eramos un pueblo de dictaduras perennes y comenzamos a lograr un pueblo imposible para las dictaduras. ¿Hemos hecho bien o hemos hecho mal? Afirma Lord Macaulay en un elogio pindárico a la gloria de Julio César, que las figuras históricas de mayor significación y relieve son de los férreos conquistadores que impusieron sobre la libertad de las repúblicas la opresión agobiante del Imperio, pues que a un pueblo servil es muy fácil hacerle cambiar de amos, pero a los pueblos acostumbrados al ejercicio de las libertades activas es muy difícil y se necesita genio para imponerles la subyugación de la tiranía. Puede el ilustre lord inglés tener razón desde el aspecto teatral, pero nunca desde el aspecto humano. Si es fascinante domeñar a los viriles, si tiene brillantez espectacular, anudar las victorias sucesivas en espiral ascendente, como en la columna de Véndome, para imponer sobre ellas la gloria de un Bonaparte, hay algo más que aqueste triste triunfo de trocar a los fuertes, en serviles; hay algo más que subyugar las voluntades de los pueblos, y es luchar no por la propia ascensión, sino por la ascensión de todos; no aplastar sino redimir; no oprimir sino exaltar, tomar de la tradición lo que tiene de ansias de futuro y sepultar lo demás en el pasado; hacerse fuerte, sí, pero para poder servir mejor a los demás, poner el corazón en la copa ante el rebaño de hermanos con sed bajo los látigos le arriba; pues si el imperio es el triunfo esplendoroso de un hombre, las libertades son la victoria definitiva de la humanidad (Aplausos.) Ideal, sí, ideal profundo y alto que ha puesto sus brotes germinales en la asperidad de nuestras luchas; ideal, sí, ideal fecundo y fuerte que ha robustecido nuestra conciencia como pueblo y que robustecerá nuestro prestigio como nacionalidad. Sabemos que un vasco insigne ha gritado desde las columnas de un periódico español: ¡Muera don Quijote! Pero sabemos también que todos los anhelos de la raza, que todo el ímpetu ascencional que irrumpe en nuestras venas han respondido que Don Quijote no puede ni debe de morir, porque con él se extinguiría lo mejor del alma del mundo, con él se agotaría el ardor germinal de los besos sin labios que brotan del fondo de los desconocido, y los pueblos, como los hombres, necesitan de un ideal, de una esperanza. Un hombre sin ideales es una cosa; un pueblo sin ideales es un rebaño. Todo pueblo, como todo hombre, que se olvida del ideal, es decir, del honor, del sacrificio, de la gloria, de la poesía de la historia y de la poesía de la vida, es castigado por su propio olvido. A través de las lanzas prusianas cuando Alemania era fuerte siempre se vió bogar el cisne de Lohengrin; España caballeresca y romántica, siempre ha tenido en las pupilas la visión del celeste caballero Santiago; y Francia se ha salvado alzando sobre sus trincheras el aleteo sutil del pañuelo de Roxana y poniendo siempre en sus oídos las vibraciones del cuerno de Rolando. (Aplausos.) Si México, en su ideal libertario, ha roto con su pasado, sepultando en el pasado lo que del pasado había muerto, también ha tomado de él lo que tuvo de fecundo para el porvenir, y en amor por su tradición, en clara conciencia de su estirpe, México en este aniversario de su emancipación tiende los ojos fervientes hacia el solar hispano. y porque España trajo prendida en su bandera en plenitud su vida y su alma toda entera, porque ella nos dió todo lo que tuviera entonces fundiendo en sus crisoles su acero y nuestros bronces, y porque en lo más alto de nuestros ideales se sienten todavía sus ansias maternales: en gratitud de siglos, en ímpetu devoto, en honor a la herencia del pasado remoto, ponemos, con ternura que los ojos empaña, besos definitivos en la frente de España.

(Aplausos nutridos.) Señores delegados que nos habéis acompañado en esta memoración de júbilo y que nos hallasteis mirando hacia el pasado, pero pensando ampliamente en el porvenir: id a decir a vuestros países que México vive en la realización de un alto deber cumplido y en la plena conciencia de sus grandes deberes futuros. Hemos realizado recientemente obra de demoledores y de iconoclastas, entregando al pasado lo que al pasado pertenecía, y cumple ahora a nuestro esfuerzo el orientarse definitivamente hacia la reconstrucción, creando un Gobierno fuerte que logre las promesas recogidas por la nación confiada, y satisfaga las demandas de libertad exigidas por la República. Obreros de un minuto de transformación y de renuevo, somos geómetras y arquitectos de una noble ciudad de democracia, e iremos a la labor futura con el mismo entusiasmo con que los griegos, al otro día de Salamina, tallaban los mármoles de los Propileos haciendo surgir de los bloques dispersos el pensamiento armonioso de Menesicles (Aplausos.)

Así como hay montañas que parecen concentrar todo el esfuerzo escensional de sus escarpaduras para empinar al cielo un penacho de nieve blanca y límpida, así hay acontecimientos en la historia que parecen elaborar sus catástrofes inmensas y sus estragos inauditos sólo para levantar sobre los hombres una poco de esperanza, un poco de ideal, una poca de esperanza, un poco de ideal, un poco de fe en los altos destinos humanos. México, después de su revolución, levanta hoy sobre del pueblo un ideal cívico, igualitario, redentor y fecundo. Hoy nos sentimos ciudadanos libres en una gran patria libre, en espera de que mañana, en un porvenir cuyos pasos se presienten, en un futuro cuyos pasos se oyen, estas tierras de maravilla y de gloria paran hacia los siglos la enorme patria continental en la que todos soñamos y creemos; la enorme patria continental que ha comenzado a esbozarse en la realidad con la benemérita fusión de El Salvador, de Honduras y de Guatemala en un único país que es un ejemplo y un presagio, fuerte botón de aurora y concreción de porvenir. Nosotros confiamos y creemos en el advenimiento de la gigantesca patria hispanoamericana que volviendo realización tangible el formidable ensueño de Bolívar, un día surgirá, Dios lo quiere, en nuestra América, grande como la delicia azul de nuestros cielos; fuerte como los granitos que incrustan su dureza en nuestras cumbres, y libre como los cóndores altivos que clavan su perfil sobre los Andes. (Aplausos nutridos.)

Señores embajadores, señores ministros: al despediros con toda cordialidad, el Congreso de México, en nombre del pueblo de la República, manda al mundo cordial mensaje de paz, de amor y de concordia, y desea vuestra felicidad personal, la de los honorables jefes de vuestros Estados, y la más alta prosperidad para todas vuestras naciones (Aplausos nutridos y prolongados.) (Una comisión de representantes de ambas Cámaras hace entrega de medallas conmemorativas destinadas a los jefes de Estado de las naciones representadas en el Centenario de la consumación de la Independencia (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el excelentísimo señor embajador del Brasil. (Aplausos nutridos y prolongados.)

- El excelentísimo señor don Antonio Carneiro de Nascimento y Feitosa, embajador de Brasil leyendo:

"Excelentísimo señor presidente de la República, dignísimos señores presidente de las Cámaras legislativas, dignísimos señores representantes de la nación:

"En mi calidad de decano de las misiones diplomáticas actualmente acreditadas en México, me tocaba el alto honor de agradeceros este excepcional y significativo testimonio de vuestro aprecio y de vuestro afecto; testimonio tanto más excepcional cuanto lo dispensáis por primera vez, y honor tanto más alto cuanto por primera vez también concedéis la palabra a un extranjero en este vuestro augusto recinto.

"Pero, recordando existir entre los miembros que presiden nuestras misiones, hombres que han intervenido activa y brillantemente en la vida nacional de sus respectivos países, notadamente en el ramo legislativo, pensé que alguno de ellos, mucho mejor que su decano, llevaría la palabra en este acto y más apropiadamente respondería a vuestras afectísimas referencias.

"Fue así que sometí a mis colegas la conveniencia de que lo hiciese el excelentísimo señor Gómez Restrepo, digno embajador de Colombia y el más veterano en las lides parlamentarias.

"Su descollante actuación en los asuntos de su patria, su vasta y culta inteligencia, sus grandes dotes oratorias y, más que todo, su convivio con los congresistas de su tierra, harán, estoy seguro, dignísimos señores, que sepa él mejor y con más justicia y precisión, interpretar y transmitiros todo nuestro profundo y sincero agradecimiento.

"Al privarme de tan alto y excepcional honor, no tengo en vista, dignísimos señores presidentes de la Cámaras legislativas, sino un brillo más fuerte para nuestras misiones en el significativo acto que ahora presidís. (Aplausos nutridos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el excelentísimo embajador de Colombia (Aplausos nutridos.)

- El excelentísimo señor doctor don Antonio Gomez Restrepo, embajador de Colombia, leyendo: "La honra que en tiempo pasado me otorgó mi país al darme un asiento en el Senado de la República, me proporciona hoy la muy envidiable de llevar la voz de las embajadas y misiones extraordinarias para corresponder a las elocuentes palabras de los eximios ciudadanos que presiden el Senado y la Cámara de Diputados de México.

"Para las misiones diplomáticas que han concurrido al Centenario de la Consumación de la

independencia mexicana, en ocasión de gran complacencia el entrar en este recinto augusto de la Representación Nacional, en donde se elaboran los destinos de este gran país y en donde palpitan los anhelos, las aspiraciones, los dolores y las alegrías de los pueblos de México. "Hermoso espectáculo el de la vida parlamentaria en todo país en donde la libertad protege y asegura sus labores y en donde el pueblo no es un ser abstracto, sino una entidad efectiva y consciente, capaz de hacer sentir su voluntad, no en la forma de demostraciones tumultuosas, sino por la voz de sus legítimos representantes. A este inmenso crisol del Parlamento arroja la opinión pública, ideas, aspiraciones, proyectos, planes de reforma, sistemas económicos y sociales; probados unas veces por la experiencia, otras ideados con rapidez febril, y que llevan todavía las huellas de las manos ardientes que los han modelado; y corresponde al Parlamento depurar esa materia, a veces confusa e informe, de las escorias de la exageración o de la inexperiencia, hasta que sólo quede el metal puro, firme y luciente, en donde puede grabarse de manera indeleble y profunda la voluntad de la nación. (Aplausos.) "Ejercéis vuestro mandato, señores diputados, en un momento en que México ofrece el espectáculo estupendo de un resurgimiento rápido y prodigioso y presenta por dondequiera señales de prosperidad y de abundancia, como si una primavera milagrosa hubiera sentado sus reales en este suelo hermosísimo. El actual Gobierno ha dado a México el bien inestimable de la paz! pero la paz después de tantos años de convulsiones, tiene grandes problemas que vosotros confrontáis día por día. Nunca han faltado en México corazón e inteligencia para impulsar vigorosamente al país en los momentos decisivos de vuestra historia; y abrigamos la firme confianza de que el pueblo mexicano ha de ver cumplido su anhelo de que se afiance para siempre el reinado del orden, de la seguridad, de la concordia y de la justicia.

"Estáis acostumbrados, por tradición inmemorial, a ver las cosas en grande. Así las vieron los pueblos misteriosos que levantaron esas pirámides, esos teocallis y fortalezas que son pasmo de arqueólogos y maravilla de los viajeros. Así las vieron también vuestros antecesores coloniales, que con sus magníficos templos y monumentos hicieron de México la Roma de la América Española. Y vosotros, libres hijos de la República, estáis, desde hace un siglo, levantando el edificio de la grandeza nacional, el cual queréis que sea tan ancha basamenta y de tan grandiosas dimensiones, que supere, no ya a las pirámides toltecas y a las cúpulas coloniales, sino a las nevadas cimas de vuestros volcanes. Ese monumento, que han ayudado a labrar sucesivas generaciones, y que es obra de abnegación, de sacrificio, regada con la sangre y el sudor de sus artífices, ha de ser contemplado con entusiasmo y orgullo por vuestros hermanos de América, con respeto por los pueblos extraños. "Está pasando el mundo por un período que la historia cuenta entre los de más radical y profunda transformación que ha sufrido la humanidad; y en este cambio brusco y decisivo, muchas cosas han cambiado de aspecto, muchas posiciones se han invertido, muchos valores tenidos por inmutables han sufrido una inesperada revaluación. Y en este cambio de frente que la civilización ha sufrido, ha de corresponder sin duda en este siglo a los pueblos de la América Latina en un papel mucho más trascendental del que nunca tuvieron en el pasado, y estos países de libertad y democracia, estas tierras ubérrimas y generosas se ofrecerán a la consideración del mundo como sitios providencialmente reservados para restaurar las fuerzas vitales de la especie; para dar vigor a los brazos, fatigados en una lucha titánica contra elementos hostiles y para devolver a los espíritus la confianza en la vida, con el espectáculo de una naturaleza perennemente hermosa y fecunda.

"Vosotros habéis luchado y habéis sufrido terribles pruebas; guardáis las cicatrices de la pelea; pero ya las flores de la prosperidad y de la abundancia ocultan las señales que dejaron los golpes asestados por la adversidad en el tronco glorioso de la patria. Paréceme ver simbolizada la actual situación del país en la persona de su valeroso mandatario, que muestra con orgullo su brazo mutilado por la metralla enemiga, y ostenta, al propio tiempo, un organismo lleno de avasalladoras energías. Los antiguos consideraban como sagrada a la encina herida por el rayo. Yo veo una especie de consagración del valor mexicano en esa herida de su jefe, el cual supo demostrar que para los hijos de este país el peligro no se cuenta, ni se economiza la ofrenda de sangre por la defensa de una causa (Nutridos aplausos.)

"Señores diputados: Os agradecemos cordialmente vuestra simpática acogida y las expresiones amables con que nos habéis favorecido, honrando, al propio tiempo, a los países que aquí representamos. Todos estos países son buenos y sinceros amigos de México; y nosotros estamos ciertos de interpretar fielmente el pensamiento de nuestros Gobiernos y la voluntad de nuestros cuerpos legislativos, al formular los más ardientes votos por que vuestras labores sean prósperas y fecundas, como lo demanda vuestra capacidad y experiencia y lo requieren vuestro patriotismo y vuestras luces; y por que México, al amparo de la paz, siga su marcha ascendente por la amplia vía de su progreso y engrandecimiento, y por que sea siempre digno símbolo de vuestra nacionalidad el águila altiva; devoradora del reptil que muerde y envenena; el ave independiente que no se resigna a ninguna especie de cautiverio y busca siempre las alturas, para vivir sola y señora de sí misma, bañada por el sol de la libertad y pronta siempre a castigar a quien se atreva a violar la majestad de su retiro. Os presento un especial saludo en nombre de la República de Colombia, nación que aun cuando apartada por tan inmensa distancia de México, siempre ha amado a este país y le ha tributado admiración. En los tiempos de la Independencia, Bolívar, seguía con ansiosas miradas el curso de vuestras luchas por la libertad. Más adelante el Congreso de Colombia declaró a Juárez benemérito del Continente, como encarnación de la resistencia americana contra la intervención extraña, (Aplausos.) y en tiempos recientes, hemos seguido con interés y asombro esas largas guerras en las cuales habéis reafirmado vuestro derecho a disponer

libremente de vuestros destinos, demostrando que a semejanza de Cuauhtémoc, hallaríais dulce la muerte si llegara el día (que no ha de llegar por fortuna) en que vierais que vuestros esfuerzos eran impotentes para salvar la patria (Aplausos nutridos y prolongados.)

(Se retira del salón el ciudadano presidente de la República.)

- El C. secretario Barragán, leyendo:

"Acta de la sesión solemne celebrada por el Congreso de la Unión, el día seis de octubre de mil novecientos veintiuno.

"Presidencia del C. Leopoldo Zincúnegui Tercero.

"En la ciudad de México, a las cinco y treinta y cinco p.m. del jueves seis de octubre de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta ciudadanos diputados y cuarenta ciudadanos senadores, así como de los señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delegados en misión especial, que representaron a diversos países en las ceremonias de conmemoración del centenario de la consumación de la independencia nacional.

"Pocos momentos después se presentó en el salón, acompañado de las comisiones nombradas por ambas Cámaras y de sus secretarios de Estado, el ciudadano presidente de la República, quien tomó asiento a la izquierda del presidente del Congreso.

"El propio ciudadano presidente del Congreso pronunció un discurso de salutación.

"Una comisión del Congreso hizo entrega de medallas conmemorativas a los señores embajadores especiales, enviados extraordinarios y delgados en misión especial.

"El ciudadano presidente del Senado, asimismo, pronunció un discurso alusivo a la ceremonia.

"La comisión del Congreso, a que antes se ha hecho referencia, entregó a los señores diplomáticos medallas conmemorativas y comunicaciones destinadas a los jefes de las naciones que representan.

"Por último, los excelentísimos embajadores del Brasil y Colombia pronunciaron discursos alusivos.

"El ciudadano presidente de la República se retiró con el ceremonial acostumbrado.

"Se leyó la presenta acta."

¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, se servirán manifestarlo. Aprobada.

El C. presidente, a las 6.35 p.m.: Se levanta la sesión y se cita a sesión de Cámara de Diputados para mañana a las 4 de la tarde.