Legislatura XXXVIII - Año II - Período Extraordinario - Fecha 19420529 - Número de Diario 3

(L38A2P1eN003F19420529.xml)Núm. Diario:3

ENCABEZADO

MÉXICO, D.F., VIERNES 29 DE MAYO DE 1942

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

AÑO II. - PERÍODO EXTRAORDINARIO XXXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 3

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 29 DE MAYO DE 1942

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2. - El C. diputado Luis Márquez Ricaño solicita se dé lectura nuevamente al proyecto del Ejecutivo por el cual se le conceden facultades extraordinarias para legislar en distintos ramos de la Administración y suspender las garantías constitucionales que en el mismo proyecto se expresan. Se aprueba la solicitud y la Secretaría da lectura al mencionado proyecto.

3. - Dictamen de las Comisiones Unidas Primera de Puntos Constitucionales, Primera de la Defensa Nacional, Primera de Gobernación y de Relaciones Exteriores sobre el proyecto del Ejecutivo para que se declare que existe un Estado de Guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón. Se dispensan los trámites. A discusión en lo general. El C. diputado Alberto Trueba Urbina funda el dictamen; el C. diputado César Garizurieta interpela a la Comisión y el C. diputado Carlos Zapata Vela le contesta y apoya el dictamen. Hacen uso de la palabra en pro los CC. diputados Hugo Pedro González, Antonio Betancourt Pérez, Fernando López Arias, Carlos Samaniego G. y Julio López Silva. Se suspende la sesión.

4. - Se reanuda la sesión. Continúa a discusión en lo general el dictamen que contiene el proyecto de Ley por el que se declara que existe un Estado de Guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón. Hacen uso de la palabra en pro los CC. diputados César Garizurieta, Alfonso Corona del Rosal, Manuel Bernardo Aguirre y Alejandro Carrillo. Se declara suficientemente discutido en lo general. A discusión en lo particular. Se aprueba en lo general y en lo particular. La Presidencia hace la declaratoria correspondiente y se remite el proyecto al Senado por conducto de una comisión nombrada al efecto.

5. - Dictamen de las Comisiones Unidas Primera de Puntos Constitucionales y Primera de Gobernación sobre el proyecto que el C. Presidente de la República somete a la consideración del Congreso por el que se suspenden las garantías constitucionales que el propio proyecto expresa, y se faculta al Ejecutivo para imponer las modificaciones que fuera indispensables en los distintos ramos de la Administración Pública. Se dispensan los trámites. A discusión en lo general. Usan de la palabra en pro los CC. diputados Mariano Samayoa y Blas Chumacero. Se declara suficientemente discutido en lo general. A discusión en lo particular. Se aprueba en lo general y en lo particular. La Presidencia hace la declaratoria respectiva y se remite el proyecto al Senado por conducto de una comisión nombrada al efecto. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. EMILIO GUTIÉRREZ ROLDAN

(Asistencia de 114 ciudadanos diputados).

El C. Presidente (a las 12.20): Se abre la sesión.

El C. secretario Figueroa Rubén (leyendo):

"Acta de la sesión celebrada por la H. Cámara de Diputados del XXXVIII Congreso de la Unión, el día veintiocho de mayo de mil novecientos cuarenta y dos. Período Extraordinario.

"Presidencia del C. Emilio Gutiérrez Roldán.

"En la ciudad de México, a las doce horas y treinta minutos del jueves veintiocho de mayo de mil novecientos cuarenta y dos, se abre la sesión con asistencia de ciento treinta ciudadanos diputados.

"Es aprobada, en votación económica y sin debate, el acta de la sesión anterior.

"En seguida se da cuenta a la Asamblea con una iniciativa de Ley del C. Presidente de la República, por la que se declara que, a partir del día veintidós de mayo de mil novecientos cuarenta y dos, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón, y se establece que el propio Primer Magistrado hará la declaración correspondiente y las notificaciones internacionales que procedan. A esta

iniciativa se le da el trámite de "Recibo, y a las Comisiones unidas Primera de Puntos Constitucionales, Primera de la Defensa Nacional, Primera de Gobernación y de Relaciones Exteriores".

"También se da cuenta con un proyecto de ley del Ejecutivo por el que se le conceden facultades extraordinarias para legislar en los distintos Ramos de la Administración, y se suspenden las garantías constitucionales que en el mismo proyecto se expresan, en los términos de los artículos 29 y 49 relacionados, de la Constitución General de la República Trámite: Recibo, y a las Comisiones unidas Primera de Puntos Constitucionales y Primera de Gobernación.

"A las trece horas y cinco minutos se levanta la sesión".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Márquez Ricaño Luis: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Márquez Ricaño Luis: Señores diputados: En el acta de la sesión de ayer a que se acaba de dar lectura, me doy cuenta, como todos ustedes, de que ha sido consignada ya la lectura de los proyectos que el Ejecutivo envió en relación con la suspensión de algunas de las garantías individuales y de las facultades extraordinarias que el Ejecutivo solicita y que seguramente en el curso de esta memorable Asamblea habremos de saber si se le conceden con toda amplitud necesaria.

Como creo que por el hecho de habernos ausentado al final de la sesión de ayer muchos miembros de está Cámara, en cumplimiento de comisiones que nos fueron conferidas, no escuchamos las iniciativas que mandó el Ejecutivo, quiero rogar a la Presidencia se sirva ordenar se les dé nuevamente lectura, toda vez que la trascendencia de las mismas y la repercusión que habrán de tener en la vida nacional, deben tomarse en cuenta por nosotros con toda la reflexión y con todo el sentido de responsabilidad necesarios para que la opinión pública, para que el pueblo al cual nos honramos en representar en esta Cámara, vea que nosotros hemos tenido pleno conocimiento de estas iniciativas, a las que seguramente daremos nuestra aprobación a fin de que al otorgar al Ejecutivo las facultades extraordinarias y facultades también para suspender algunas de las garantías individuales, sepamos todos nosotros, al emitir nuestra opinión en los debates, cuál es el alcance de ellas y cuáles son las facultades constitucionales que para ello tenemos también.

En tal virtud, vuelvo a repetir mi súplica muy atenta en el sentido de que se dé lectura a las iniciativas de ley que el Ejecutivo envió.

El C. secretario Figueroa Rubén: Se consulta a la Asamblea si se toma en consideración la proposición del ciudadano diputado Márquez Ricaño. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Sí se toma consideración. En votación económica se consulta a la Asamblea si se aprueba la proposición del compañero Márquez Ricaño. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. secretario Gudiño Manuel: Se va a dar lectura a la iniciativa del Ejecutivo:

"Estados Unidos Mexicanos. - Poder Ejecutivo Federal. Secretaría de Gobernación. - México, D.F.

"CC. secretarios de la H. Cámara de Diputados. Presentes.

"Para la consideración de esa H. Cámara, anexo al presente me permito remitir a ustedes el proyecto de ley formulado por el C. Presidente de la República, a efecto de que se le concedan al Ejecutivo facultades extraordinarias para legislar en los distintos ramos de la Administración y de que se suspendan las garantías constitucionales que en la misma iniciativa se expresan, en los términos de los artículos 29 y 49 relacionados, de la Constitución General de la República.

"Reitero a ustedes las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.

"Sufragio Efectivo. No Reelección.

"México, D.F., a 28 de mayo de 1942.- El Secretario de Gobernación, Miguel Alemán".

"Estados Unidos Mexicanos. - Presidencia de la República.

"CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- Presentes.

"Con esta fecha me he permitido enviar a la H. XXXVIII Legislatura de la Unión, iniciativa a virtud de la cual propongo se declare que existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos, por una parte, y Alemania, Italia y el Japón, por la otra.

"Ante la gravedad de los acontecimientos que precidieron a la presentación de dicha iniciativa y a los cuales he tenido ocasión de aludir pormenorizadamente en presencia misma de Vuestra Soberanía, juzgué indeclinable escuchará la opinión de mis inmediatos colaboradores a efecto de satisfacer el mandamiento del artículo 29 constitucional y en su caso, la conveniencia de consultar con el Poder Legislativo, la suspensión de las garantías individuales que fueron obstáculo para hacer frente rápida y fácilmente a la situación.

"El Consejo de Ministros reunido el día 22 del mes en curso estimó con sujeción a lo dispuesto en el artículo 27 de la Ley de Secretarías y Departamentos de Estado que reglamenta este aspecto del artículo 29 constitucional, que la única solución acorde con la realidad y compatible con el honor nacional consistía en declarar la existencia de un estado de guerra, y como consecuencia de tal decisión, adoptó, a propuesta del Ejecutivo, las siguientes determinaciones:

"I. Se suspenden en todo el país las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o., 10, 11, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo tercero del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;

"II. La suspensión a que se refiere el punto anterior durar todo el tiempo que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el Japón con cualquiera de estos países, y será susceptible de prorrogarse, a juicio del Ejecutivo,

hasta treinta días después de la fecha de cesación de las hostilidades, y

"III. Solicítese del H. Congreso de la Unión la aprobación del acuerdo consignado en los dos puntos precedentes.

"Al solicitar del H. Congreso de la Unión, por el digno conducto de ustedes, que apruebe la suspensión de garantías acordada por el Ejecutivo de conformidad con el parecer del Consejo de Ministros, cumple a mi deber expresar los motivos que me impulsan a dar ese paso:

"A diferencia de otras legislaciones europeas y americanas que no prevén en toda la amplitud de contingencias, lo que los tratadistas de derecho público denominan "estado de necesidad", nuestras Constituciones Políticas de 1857 y de 1917, con innegable propósito de eficiencia merecedor de todo encomio, por su alto sentido de previsión, contienen normas precisas en las que se ha preocupado cohonestar con los derechos del individuo, el interés social, que cobra características de supremacía absoluta en situaciones de emergencia.

"Ambas Constituciones reconocen y aceptán la existencia de derechos inherentes a la eminente dignidad de la persona humana, y crean un mecanismo tutelar de esos derechos que es presea en nuestra legislación patria: el juicio de amparo; pero prevén al propio tiempo, la posibilidad de que se presenten casos excepcionales en los que los intereses del individuo deben ceder transitoriamente ante las consideraciones de salud pública. Sólo que, inclusive en tales casos y por la necesaria precaución de proscribir cualquier móvil despótico, nuestras leyes fundamentales exigen la concurrencia de diversos requisitos extrínsecos e intrínsecos para que pueda el Poder Público declarar en suspenso las garantías constitucionales.

"No basta, desde luego, la voluntad de un solo individuo, así sea éste el Jefe del Estado: precisa, además, que sus colaboradores inmediatos -los integrantes del Gabinete- presten su acuerdo acerca de la existencia del "estado de necesidad".

"De ahí que el artículo 29 de la Constitución vigente -reproducción casi literaria del precepto de igual número de la de 1857- exija que la determinación se adopte en Consejo de Ministros. Es indispensable, finalmente, que otro poder - El Legislativo- apruebe la medida; esto es, se necesita el concurso de la voluntad de dos de los tres poderes de la Unión para que surta todos sus efectos el mandamiento sobre suspensión de garantías.

"Todavía más: temeroso el Poder Constituyente de que al amparo de una suspensión de garantías, llegaran a adoptarse medidas privativas o prolongarse indefinidamente la vida de las decisiones de emergencia desaparecido el "estado de necesidad", cuidó de prescribir que la suspensión no puede contraerse a determinado individuo, sino que debe hacerse por medio de prevenciones generales, y por un tiempo limitado.

"Y en lo que mira a los requisitos que pudiera calificarse de intrínsecos, nuestras leyes fundamentales se abstuvieron de deferir a la discreción de los poderes Legislativo y Ejecutivo la determinación de cuando existe un "estado de necesidad", toda vez que, según el sistema por ellas adoptado, sólo en tres casos excepcionales podrán declararse suspensas las garantías individuales, a saber: 1o. Invasión. 2o. Perturbación grave de la paz pública. 3o. Cualquier situación que ponga a la sociedad en gran peligro o conflicto.

"Otras legislaciones extranjeras no consignan en sus leyes fundamentales la facultad de establecer medidas de excepción para el caso de que se presente un "estado de necesidad". Claro está que ello no ha sido óbice para que se implanten aquéllas, cuando así lo ha reclamado la seguridad colectiva, sin perjuicio de que los órganos parlamentarios ratifiquen después la gestión del Ejecutivo y declaren exentos de responsabilidad a los funcionarios que hubieren ejecutado tales actos. Por ello se ha considerado en los países que han adoptado ese sistema, que el "estado de necesidad", más que una doctrina jurídica, es una doctrina política.

"Nada semejante existe entre nosotros. Ante la presencia del artículo 29 constitucional, cabe aseverar que el "estado de necesidad" ha alcanzado la categoría de una verdadera doctrina, como resultado de la previsión del legislador constituyente que, tal vez inspirado en la gravedad de algunos precedentes de nuestra historia, o por lo inopinado que es el empleo de la violencia, quiso poner este recurso supremo en manos del poder al servicio del bien público; y por ello se le hace formar parte, aunque sea excepcionalmente, de nuestro orden jurídico.

"Y que no sólo el legislador de 1857 se percató claramente de la necesidad de prever acuciosamente análogas situaciones, lo revela el hecho de que el constituyente de 1917 suprimió la única limitación impuesta al Poder Ejecutivo en los casos de suspensión de garantías individuales: la que tutela la vida del hombre.

"Y así lo expuso en su dictamen aprobado sin debate sobre el relacionado precepto la Comisión de Constitución de la Ley Fundamental en vigor cuando expresa "que si la suspensión de garantías no comprende también las que protegen la vida, no producir la medida otro resultado que poner en descubierto la impotencia del poder público para garantizar la seguridad social".

"Todo ello lleva a concluir que el propósito de nuestros legisladores constituyentes fue el de revestir al Poder Ejecutivo de facultades omnímodas para afrontar situaciones de emergencia, pensando seguramente que el sentido de responsabilidad de la persona que desempeña el cargo de Jefe de Estado, lo hará usar con prudencia y moderación de esas facultades. Los dictados de un temperamento propenso a las corrientes del bien y aun de la benegnidad en el orden de la vida normal, no inducen por sí solos, tal vez, a declarar la existencia de un "estado de necesidad", por cuanto el mismo aumenta las atribuciones y responsabilidades ya graves de suyo del Encargado del Poder Ejecutivo. Pero, en las actuales circunstancias y dados los habituales procedimientos que emplean los países del Eje para quebrantar la moral de los pueblos con quienes están en conflicto, desorganizar su defensa y adueñarse de sus destinos, no podría negar, sin

menoscabo de los más altos deberes, que vivimos en una situación de emergencia, y que resulta inaplazable adoptar excepcionales medidas para poder afrontarla en términos venturosos y para estar legalmente en la capacidad de realizarlo.

"Las actividades de espionaje y quintacolumnismo, en la que son maestros los totalitarios, no podrían reprimirse a virtud de los procedimientos usuales en las épocas de paz.

"Nuestra Constitución tutela en términos tan liberales la libertad y la vida de todos los individuos, cualquiera que sea su nacionalidad y condición, que sólo suspendiendo en todo el país las garantías individuales, ser posible combatir aquellas perniciosas actividades.

"Por otra parte las leyes de la guerra autorizan el establecimiento, por los países beligerantes, de determinados procedimientos cautelares respecto a los extranjeros enemigos residentes en su territorio, y esas medidas tampoco podrían adaptarse, en el caso de no decretarse una suspensión de garantías individuales.

"Y si la medida cuya aprobación se solicita no se circunscribe a los alemanes, italianos y japoneses residentes en territorio de la República, ello obedece, primero, al propósito de ceñirla estrictamente a la letra y al espíritu del artícuilo 29 constitucional que requiere sea revestida de condiciones de generalidad como toda disposición legal, y no fijando la suspensión de garantías en función de determinada nacionalidad, actividad económica o filiación política; en segundo término a la reflexión de que los actos susceptibles de poner en peligro nuestra seguridad colectiva, pueden ser realizados por individuos de cualquiera nacionalidad; y finalmente, porque se incurriría en la misma injusticia de los totalitaristas al establecer restricciones de orden legal, exclusivamente en razón de condiciones étnicas, pues es preciso repetir que el Gobierno de la República ofrece hoy como ofreció en la época de la Intervención Francesa, el Presidente Juárez: "continuar n los extranjeros gozando de las consideraciones debidas mientras hagan honor a la hospitalidad que México les ha brindado y correspondan a ella sin deslealtad".

"La suspensión de las garantías individuales cuya aprobación propongo a Vuestra Soberanía, en modo alguno significa la desaparición del orden constitucional, ni aun la inobservancia del orden jurídico.

"Aun cuando las naturales contingencias de la guerra no siempre permiten a un país beligerante prever las medidas que habrá de adoptar para hacer frente a la situación, confía el Gobierno de la República en que no se producirán graves alteraciones en el desenvolvimiento de la vida ciudadana, y en que las autoridades militares no tendrá n necesidad de asumir las funciones propias de los civiles. Por ello, no se declaró en suspenso la garantía consignada en el artículo 13 constitucional.

"El Congreso de la Unión celebrar sus sesiones ordinarias durante el período señalado por la Constitución, y ser el Poder de la Federación el que continúe como órgano de control de la constitucionalidad de los actos de todas las autoridades del país, sin más excepciones que las previstas en el decreto cuya aprobación solicito de Vuestra Soberanía. Las autoridades locales y municipales conservar n intactas sus órbitas de competencia.

"Pero la sola suspensión de garantías individuales no es bastante para que el Ejecutivo pueda hacer frente rápida y fácilmente a la situación.

"Como consecuencia de ella, es menester, además, que esa H. Legislatura lo autorice para ejecutar todos los actos y expedir todas las leyes que sean indispensables para la eficaz defensa de la integridad del territorio nacional, y de su soberanía y dignidad y para el mantenimiento incólume del respeto a sus instituciones.

"De no otorgársele al Ejecutivo estas facultades, se vería compelido a estar convocando reiteradamente al Congreso a sesiones extraordinarias, como único medio de resolver -quizá sin la prontitud y eficacia requeridas- problemas de naturaleza inaplazable y no susceptibles, por ende, de decirse dentro de los cauces normales de la vida de la administración.

"En tal virtud, con apoyo en los artículos 29, 49 y 71 fracción I de la Constitución Política de la República, por el digno conducto de ustedes me permito someter a la consideración y aprobación, en su caso, del H. Congreso de la Unión, el siguiente proyecto de decreto:

"Artículo 1o. Se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o, 10, y 11, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo tercero del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos de Mexicanos, que acordó el C. Presidente de la República, previa conformidad del Consejo de Ministros, para todo el territorio y todos los habitantes de la República.

"Artículo 2o. La suspensión a que se refiere el artículo anterior, durar todo el tiempo que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el Japón, o con cualquiera de estos países, y ser susceptible de prorrogarse, a juicio del Ejecutivo, hasta treinta días después de la fecha de cesación de las hostilidaes.

"Artículo 3o. Se autoriza al Ejecutivo de la Unión para dictar las prevenciones generales que reglamenten los términos de la suspensión de garantías individuales a que se contraen los dos artículos precedentes.

"Artículo 4o. Se faculta, asimismo, al Ejecutivo de la Unión para imponer en los distintos Ramos de la Administración Pública todas las modificaciones que fueren indispensables para la eficaz defensa del territorio nacional, de su soberanía y dignidad y para el mantenimiento de nuestras instituciones fundamentales.

"Artículo 5o. Se autoriza, igualmente, al Ejecutivo de la Unión para legislar en los distintos Ramos de la Administración Pública, con sujeción a lo preceptuado en el artículo precedente.

"Artículo 6o. Al iniciarse cada período de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Ejecutivo dar cuenta del uso que haya hecho de las facultades que se le otorgan a virtud del presente decreto.

"Transitorios.

"Artículo 1o. El presente decreto entrará en vigor en la fecha de su publicación en el "Diario Oficial".

"Artículo 2o. En esa misma fecha empezará a surtir sus efectos en todo el país y para todos sus habitantes, la suspensión de garantías materia del presente decreto, sin que se requiera la reglamentación a que se contrae el artículo 3o.

"Reitero a ustedes las seguridades de mi más atenta y distinguida consideración.

"Sufragio Efectivo. No Reelección.

"Palacio Nacional, a 28 de mayo de 1942.- El Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Manuel Avila Camacho.- El Secretario de Gobernación, Miguel Alemán".

Trámite: Recibo y a las Comisiones Unidas Primera de Puntos Constitucionales y Primera de Gobernación.

- El C. secretario Rueda Magro Manuel (leyendo):

"Comisiones Unidas: 1a. de Puntos Constitucionales. - 1a. de Defensa Nacional.- 1a. de Gobernación. - Relaciones Exteriores.

"Honorable Asamblea:

"A las suscritas Comisiones Unidas, Primera de Puntos Constitucionales, Primera de la Defensa Nacional, Primera de Gobernación y 1a. de Relaciones Exteriores, fue turnada la iniciativa de ley presentada por el C. Presidente de la República en la cual propone al Congreso de la Unión que se declare el Estado de Guerra entre nuestro país y Alemania, Italia y Japón.

"Las Comisiones que suscriben el presente dictamen, conscientes de la gravedad y de la trascendencia que entraña la iniciativa presidencial, han hecho un detenido y minucioso estudio de las causas, motivos y circunstancias que determinaron al Poder Ejecutivo para someter a la consideración de la Representación nacional la necesidad de expedir una ley que declare el Estado de Guerra en defensa de la soberanía del país y de la integridad del territorio nacional, planteando así perspectivas para el futuro de enorme significación en el devenir de nuestra historia.

"El Estado Mexicano ha mantenido durante toda su vida independiente, una postura internacional caracterizada por el respeto más absoluto a la soberanía de las nacionalidades; por la defensa tenaz y constante de la libre autodeterminación de los pueblos; por el imperio de las normas de Derecho Internacional y por el uso sistemático de los medios pacíficos par a el arreglo de toda controversia o diferencia entre los pueblos. Es decir, México ha sido siempre una nación amante de la tranquilidad y de la paz internacionales. Nuestra historia es ejemplo de esa actitud, y puede afirmarse, con orgullo, que la Nación Mexicana jamás ha cometido un acto de agresión contra otras naciones; siendo, por lo contrario, defensora ardorosa de las nacionalidades agredidas y definidamente opuesta a toda injusticia internacional.

"Esta limpia conducta de país se ha mantenido en el desarrollo de los últimos acontecimientos internacionales, reprobando la actitud de los gobiernos dictatoriales y antidemocráticos que han cometido incalificables atropellos a la soberanía de las naciones débiles. y estos agravios han puesto en peligro no sólo los más altos valores de la Humanidad, sino su patrimonio de civilización y de cultura y el destino mismo del hombre libre sobre la tierra. México, leal a su inquebrantable observancia de las normas del Derecho Internacional, fiel a su tradición democrática, levantó su palabra de condenación y prestó su frase de aliento y su mano amiga a pueblos que tenían un indiscutible derecho de vivir su libertad y desarrollar sus instituciones. Abisinia, España, Bélgica, Holanda, Grecia y muchas otras naciones contaron y cuentan en su desgracia con la simpatía de la Nación Mexicana.

"La amplitud de la tragedia mundial llegó a tal extremo que sobre el Continente Americano se asomó el peligro inquietante de la guerra. Nuestros ideales panamericanistas, la identidad del destino que nos liga con los pueblos del Nuevo Mundo, la comunidad de intereses y objetivos que existen entre todas las naciones de América, determinó la participación de nuestro país en diversas conferencias interamericanas, con tendencia a buscar los medios más eficaces para lograr que el ritmo progresista y pacífico de las naciones hermanas de América no fuera interrumpido por las salvajes agresiones totalitarias, y de este modo, pudieran obtenerse garantías colectivas y de seguridad común.

"Los marcados propósitos de los gobiernos del Eje no son otros que los de extinguir todo destello de libertad sobre la tierra, aniquilar las nacionalidades libres del Mundo, destruir el valioso patrimonio de cultura y civilización de la Humanidad, vulnerar la integridad, la soberanía y el decoro de los pueblos y hundir al mundo en la obscura ignominia de la dictadura totalitaria. Y contra estas tendencias, nos levantamos airados los pueblos amantes de la libertad y de la democracia.

"El artero ataque cometido por el Japón en alianza con Italia y Alemania, contra el pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica, hizo que México, consecuente con las determinaciones de la conferencia de cancilleres del Río de Janeiro, considera esa agresión como cometida contra todo el Continente; pero mantuvo con dignidad su posición neutral en el conflicto, pues aún no había sido agredido en los directos intereses materiales y morales.

"Esa agresión directa contra México, ha sido consumada ya.

"La soberanía y la dignidad del pueblo de México han sido vulnerados por las fuerzas militares unidas de Alemania, Italia y Japón.

"El señor Presidente de la República, en la solemne sesión de Congreso General celebrada el día de ayer, tuvo a bien informar a la Representación Nacional por medio de su histórico mensaje, las circunstancias en que esa agresión injustificada y artera se llevó a cabo.

"Dentro de la sangrante realidad internacional, México, bajo la patriótica y atinada dirección del Poder Ejecutivo, acorde con su tradición libertaria, y pacífica, unido a los demás pueblos libres de

este Hemisferio, procuraba estrechará su solidaridad con las democracias y se abstenía de ejercer actos de violencia contra las dictaduras totalitarias y sus nacionales. Esta conducta irreprochable fue desde un principio menospreciada por aquellas dictaduras. Con motivo de la inclusión de ciertas empresas en las listas negras, Alemania pretendió lastimar el sentido de vuestra soberanía, reclamando imperativamente la adopción de sistemas contrarios a la voluntad política de la nación. No conforme con esta fallida intromisión en nuestra vida interior, el gobierno de aquel país ordenó la clausura de nuestros consulados en la zona ocupada de Francia, como una nueva insistencia en su empeño de condicionar nuestra soberanía. En ambos casos, según el informe presidencial, México respondió dignamente.

"Y para hacer más visibles sus propósitos agresivos y su absoluto desprecio a nuestra neutralidad, el 13 de mayo las fuerzas militares nazifacistas hundieron el barco-tanque de matrícula mexicana "Potrero del Llano". La actitud del Ejecutivo Federal frente a tal acontecimiento, no pudo ser más justificada, ni mejor apegada al Derecho Internacional y al deber de salvaguardar la dignidad y los intereses de la nación; y en el tono patriótico que el suceso requería, formuló, por los conductos debidos, la consiguiente protesta ante aquellas potencias, reclamando no sólo la correspondiente indemnización por los daños materiales sufridos, sino la satisfacción que el decoro de la patria exigía. Y señaló el día 21 de mayo en curso como término para obtener tales satisfacciones, condicionando la adopción de otras medidas a la respuesta que, conforme al Derecho de Gentes, los gobiernos totalitarios estaban obligados a dar.

"Según el informe del señor Presidente, el medio pacífico usado por México resultó ineficaz; los gobiernos totalitarios dejaron sin respuesta nuestra instancia y la altivez del régimen nazi de Alemania llegó al extremo injuriante de negarse a recibir nuestra nota diplomática.

"Para hacer más evidente sus finalidades agresoras y sus propósitos de herir y humillar al pueblo mexicano, las potencias nazifascistas, en las mismas circunstancias alevosas en que fue hundido el barco-tanque "Potrero del Llano", agredieron nuevamente a la nación hundiendo el barco-tanque "Faja de Oro".

"En las dos ocasiones hubo pérdida de vidas mexicanas, daños materiales en bienes de la nación e injustificable ataque a la soberanía y a la integridad de la patria, pues esas embarcaciones, protegidas por el pabellón mexicano, constituirán una prolongación del territorio y estaban dedicadas al libre comercio, que es atributo de los pueblos independientes y civilizados.

"Los hechos que el titular del Poder Ejecutivo ha puesto en conocimiento de la representación del pueblo y las consideraciones que el propio señor Presidente hizo en su trascendental mensaje, son por sí mismos suficientes para justificar la importante medida propuesta.

"En efecto, México ha sido víctima de una agresión realizada con violación de todas las normas del derecho y revestida de todas las características de la injusticia y de la felonía.

"México usó los procedimientos establecidos y aceptados en la vida internacional como medios pacíficos para obtener la reparación del agravio sufrido.

"México fue atacado nuevamente en sus más nobles intereses morales con el desprecio de que se le hizo objeto al negar los gobiernos totalitarios la debida atención a las notas diplomáticas correspondientes.

"En estas condiciones, la Representación Nacional, el pueblo todo de México, coinciden con el señor Presidente de la República en su propósito de mantener siempre sin marcha la ejecutoria cívica, la dignidad y el decoro de la patria. Y nuestro país no tiene más que un recurso y un camino, el indicado ya por el Presidente de la República: aceptar valientemente las realidades y declarar que, a partir del viernes 22 del corriente, la Nación Mexicana se encuentra en Estado de Guerra contra Alemania, Italia y Japón.

"Y glosando nuevamente los términos en que está concedida la iniciativa presidencial, las comisiones dictamidaroras desean dejar expresamente consignando en este documento el concepto jurídico expuesto por el Primer Magistrado de la nación al definir el alcance del "Estado de Guerra" que se decreta contra las tres naciones agresoras, haciendo suyas las frases que sobre esta cuestión pronunciara el C. Presidente de la República en su patriótico mensaje:

"El Estado de Guerra es la Guerra. Sí, la Guerra con todas sus consecuencias; la Guerra que México hubiera querido proscribir para siempre de los métodos de la convivencia civilizada, pero que, en casos como el presente y en el actual desorden del mundo, constituye el único medio de afirmar nuestro derecho a la independencia y de conservar intacta la dignidad de la República".

"Tal concepto, que responde plenamente a la doctrina Jurídica internacional y a la actual dolorosa realidad del mundo, expresa también certeramente, y define con toda claridad, mejor que cualesquiera otras consideraciones, la posición internacional de México frente a sus agresores y ante el mundo entero; y los imprescindibles motivos por los cuales la nación adopta la actitud beligerante que es indispensable para la defensa de su integridad y su decoro, reconociendo que su destino se encuentra vinculado al de los pueblos que luchan por la libertad.

"Precisamente, para atender del modo más cumplido y exacto este alto deber patriótico de salvaguardar los sagrados intereses de la nación, la declaración del Estado de Guerra contra las naciones totalitarias, adquiere legitimidad mediante la aprobación que el Congreso Federal otorgue a la iniciativa presidencial, y por ello, acertadamente, el C. Presidente de la República propone que se declare la existencia de tal Estado de Guerra desde el día 22 de mayo del año en curso, pues fue en esa fecha, terminación del plazo contenido en las notas diplomáticas presentadas a Alemania, Italia y Japón, cuando resolviéndose la condición contenida

en las referidas protestas diplomáticas. México encontró agotados los procedimientos internacionales pacíficos y afrontó la cruda realidad de la agresión de que fue objeto. El honor nacional debe quedar salvaguardado desde esa fecha. Las comisiones dictaminadoras lo reconocen así. Por otra parte, y teniendo en cuenta la enorme importancia que para el pueblo de México tiene la ley que hoy se pone a la consideración de esta H. Asamblea, han estimado procedente adicionar la iniciativa presidencial con un artículo por el que se dispone, en caso de que la iniciativa del Ejecutivo merezca la aprobación de las Cámaras, que la ley respectiva sea dada a conocer por medio de Bando Solemne en la República, pues estiman que en esta forma todo el país podrá conocer de viva voz de sus autoridades, las causas, motivos y circunstancias por los cuales los poderes de la Unión han ejecutado tan trascendental e importante acto legislativo.

"Las comisiones dictaminadoras consideran que, con la declaración de Estado de Guerra, se conserva incólume el honor nacional y se estrecha en forma definitiva la solidaridad democrática de los países del Continente americano, cuyas directrices son la libertad y la justicia social. Y estiman que esa solidaridad es un imperativo inexcusable para salvar la causa de la Humanidad gravemente amenazada por la barbarie nazisfascista que ha demostrado ya que ninguna consideración de orden moral, legal o material puede detenerla en su desenfrenado paroxismo contra la civilización y la cultura; y que, colocada la República dentro de las trágicas circunstancias creadas por las dictaduras totalitarias, en su deber enarbolar el perdón de dignidad contenido en esta frase de su Primer Mandatario:

"Todo: menos la aceptación pasiva del deshonor"...

"Por ello y recomendando estricta observancia a esta levantada norma de conducta, en cumplimiento del encargo con que han sido honradas, las comisiones dictaminadoras que suscriben, de acuerdo con la facultad que al Congreso de la Unión confiere la fracción XII del artículo 73 constitucional, someten a la alta consideración de Vuestra Soberanía el siguiente proyecto de ley:

"Artículo 1o. Se declara que, a partir del día 22 de mayo de 1942, existe un Estado de Guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón.

"Artículo 2o. El Presidente de la República hará la declaración correspondiente y las notificaciones internacionales que procedan.

"Transitorios.

"Artículo 1o. Esta ley entrará en vigor a partir de su publicación en el "Diario Oficial".

"Artículo 2o. La presente ley ser dada a conocer en la República por medio de Bando Solemne.

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - México, D. F., a 29 de mayo de 1942.-1a. Comisión de Puntos Constitucionales: Alberto Trueba Urbina. - José Alfaro Pérez. - Manuel Rueda Magro. - 1a. Comisión de la Defensa Nacional: Eduardo Hernández Cházaro. - Angel H. Corzo Molina. - Felipe R. Díaz Rodríguez. - 1a Comisión de Gobernación: Carlos Zapata Vela. - Hugo Pedro González. - Carlos Jordán Arjona.- Comisión de Relaciones Exteriores: Bernardo Chávez V. - Lucío González Padilla. - Miguel A. Salazar." (Aplausos).

Se pregunta a la Asamblea si entra este dictamen a discusión desde luego. (Voces: ¡Sí, sí!) Está a discusión en lo general.

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor licenciado Trueba Urbina, Presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, para fundar el dictamen.

El C. Trueba Urbina Alberto: Señores diputados: en estas horas de prueba para la patria y para los mexicanos todos, consideramos como un deber ineludible cooperar en forma intensa en la defensa de nuestras instituciones y del suelo nacional.

Las comisiones dictaminadoras procuramos, hasta donde nos fue posible, hacer un estudio determinado y minucioso de la iniciativa Presidencial, de la exposición de motivos que sirve a dicha iniciativa, comprendido en el mensaje que ayer leyó ante esta Representación Nacional el Primer Mandatario de nuestro país.

Las comisiones tuvimos a la vista textos de Derecho Internacional, consultamos también las diversas Conferencias Interamericanas y todos los escritos que consideramos menester para formular un dictamen que significara el cumplimiento escrito de nuestro deber. Ahora llegamos a la conclusión de que en estos momentos aciagos para la patria el señor Presidente de la República, general de división Manuel Avila Camacho, representante, genuinamente, de los ideales patrióticos del pueblo de México.

México, fiel a su tradición gloriosa, se ha colocado en una forma definitiva al lado de los pueblos que defienden la libertad de la Humanidad y la causa de la democracia que es la causa del mundo civilizado.

La comisión considera que en esta tribuna debe precisarse lo que es el concepto "estado de guerra" que vamos a aprobar. El estado de guerra, ya lo ha dicho el señor Presidente de la República, es la guerra misma. Estamos en guerra contra Alemania, Italia y Japón. (Aplausos). Estamos en guerra contra la barbarie, estamos en guerra contra el nazifacismo que significa en estos momentos la opresión y la dictadura contra la Humanidad.

El estado de guerra tal como la ha presentado el señor Presidente de la República, significa un concepto que encaja dentro de la tradición de México. México nunca ha sido agresor de ningún país; México siempre se ha encontrado en la dolorosa situación de tenerse que defender, y en esta ocasión, así como lo hizo Juárez en 1862, México actualmente se declara en estado de guerra, como decía yo exteriormente, contra las potencias totalitarias del Eje, contra los potencias que no tomen en cuenta los intereses más sagrados de la Humanidad, como son la libertad del hombre.

El concepto de "estado de guerra" significa a su vez algo muy trascendental, algo muy importante: el que México no tiene absolutamente ninguna responsabilidad en este conflicto en que nos han colocado las potencias del Eje.

México únicamente trata de defenderse, México únicamente trata de poner a salvo el decoro y

la dignidad nacional y todos los mexicanos, con nuestro gobierno a la cabeza, estamos dispuestos a defender este decoro y esta dignidad nacional, porque es la mayor gloria de los podemos dejar a las generaciones que vienen. (Aplausos). No se crea, pues, que la posición internacional que asume el Ejecutivo de la Unión, al iniciar una declaración del Estado de Guerra, es una cosa novedosa; tiene antecedentes en México. Precisamente en el decreto de 21 de enero de 1860, expidió por don Benito Juárez, está el antecedente. Ahí está, pues, el antecedente; ahí está el primer caso en que la Nación Mexicana tiene que defenderse de agresión y de la invasión extranjera; pues precisamente la declaración de Estado de Guerra significa el reconocimiento de los peligros en que se encuentra la nacionalidad mexicana, supone al Estado mexicano en una inseguridad interior y exterior, y por esta razón, nosotros consideramos que la declaración del Estado de Guerra es la defensa de la Nación Mexicana, la defensa del pueblo de México, la defensa de la democracia del mundo y de la defensa de los pueblos civilizados. Y conscientes con nuestra responsabilidad histórica, con el orgullo con que firmamos el dictamen de la comisión, venimos a esta tribuna a sostener una vez más que respaldamos en esta hora aciaga, en esta hora difícil para la patria, al Gobierno del señor Presidente Manuel Avila Camacho, porque significa defender el decoro y el honor de la nacionalidad mexicana. (Aplausos).

La comisión cree pertinente explicar un concepto que puede motivar suspicacias de los enemigos de México, de los traidores a la patria: que podrían iniciarse especulaciones que desde luego rechazamos, porque en estos momentos no tenemos más que un sólo interés: el interés de defender a nuestra patria.

En la iniciativa se pide la declaración del Estado de Guerra a partir del día 22 de mayo. Esta declaración es importante porque significa una vez más que México sigue fiel a los principios de Derecho Internacional, que tenemos fe en ese Derecho que hoy día las potencias del Eje tratan de apabullarlo y de acabar con él; porque creemos que el Derecho Internacional significa la paz en el mundo por eso México tiene fe en él.

El 22 de los corrientes fue precisamente el momento en que surgió en nuestra patria el Estado de Guerra contra las potencias del Eje. Desde ese momento quedamos en pie de guerra contra el Eje. ¿Por qué? porque México recurrió a todos los expedientes y a todas las prácticas que señalan los principios del Derecho Internacional. Se dirigió a las naciones que agraviaron a nuestro país en su decoro y en su potencialidad económica. Estas naciones no contestaron; faltaron a la cortesía más elemental que se exige en el Derecho Internacional y desde ese momento, pues, cuando ya se significó de modo claro la infracción, la violación de las normas internacionales, la violación de los principios del Derecho Internacional y la violación del decoro y dignidad de la patria, desde ese momento México se mantuvo en pie de guerra y desde ese momento estamos en plena lucha, en plena guerra, en franca hostilidad contra las naciones del Eje, en una forma: defendiéndonos del nazifascismo, defendiéndolos también entre nosotros mismos de esa quinta columna que tanto daño le ha hecho a nuestro país.

Desde esta tribuna queremos hacerle un llamado muy cordial y muy afectuoso al pueblo de México: que tenga confianza, que tenga fe en el Gobierno de la República, porque el Primer Mandatario sabrá defender el honor y la dignidad de la Patria que tratan de mencionar las potencias del Eje.

También queremos decirle al pueblo de México desde esta tribuna, que el Estado de guerra en que nos encontramos no implica, como dijera ayer el señor Presidente de la República, persecuciones injustas, persecuciones odiosas; no, México no abusa, México en un país ecuánime y respetuoso de la dignidad humana.

Tampoco el estado de guerra quiere significar que la vida interior de la República va a alterarse. Tengamos fe en la ecuanimidad del Gobierno; tengamos fe en que nuestras normas constitucionales, a pesar de que se suspendan algunas de ellas, las que se refieren a garantías individuales, no dar n p bulo, ni ser n motivo para que se cometan injusticias, atropellos e iniquidades; no, porque hay al frente del Gobierno de México un hombre ecuánime, un hombre que sabrá cumplir con su deber en cualquier momento.

Para terminar, señores diputados, yo quiero que el pueblo de México haga suya la divisa del señor Presidente de la República: ¡"Todo, menos la aceptación pasiva del deshonor"! (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor lino diputado Carlos Zapata Vela.

El C. Garizurieta César: Pido la palabra para una interpelación.

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado César Garizurieta para interpelar al anterior orador. (Voces: Tribuna, tribuna).

El C. Garizurieta César: Quiero interpelar en este sentido a las comisiones que han dictaminado. Mi interpelación consiste en lo siguiente: que se me expliquen las relaciones jurídicas internacionales entre México y los países aliados de acuerdo con el estado de guerra en contra de los Estados del Eje, para que se aclare el concepto que habían escamoteado los quintacolumnistas haciendo una absurda distinción entre la guerra y el estado de guerra.

- El C. Zapata Vela Carlos. Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Carlos Zapata Vela.

El C. Zapata Vela Carlos: Señores diputados: sin duda que en el transcurso de muchos años nunca una Legislatura había abordado una cuestión de tanta trascendencia y de tanta gravedad para la Patria.

En este instante la representación del pueblo de México da un paso de importancia inconmensurable en la vida del país. La representación del pueblo, la representación de la nación con vista de los datos que contiene el informe que el ciudadano titular del Ejecutivo ha rendido ante esta misma representación, declara que existe un estado de guerra de la Nación Mexicana contra las potencias

totalitarias: Alemania, Italia y Japón. En todo el Continente Americano y en todo el mundo, la actitud, la conducta, la palabra de los ciudadanos diputados mexicanos debe tener y tendrá sin duda resonancia incalculable. Como en ninguna otra ocasión, hoy una grave responsabilidad para sobre nosotros. Las comisiones dictaminadoras han formulado su dictamen pesando en toda su extensión, en todo su volumen esta seria y esta grave responsabilidad. Sí, señores. La Nación Mexicana está en guerra, y está en guerra porque ha sido agredida; está en guerra porque sus ideales de libertad y democracia lo exigen así; está en guerra porque su dignidad y decoro lo reclama así; porque su vinculación indestructible con la causa de la libertad, con la causa de la democracia, con la causa que liga hoy a todos los pueblos libres del mundo en contra de la barbarie, de la infamia y de la ignominia totalitaria, lo reclama así de modo imperativo. No puede la nación eludir este paso; bien hubiera querido el pueblo no darlo, y hubiera querido la Nación Mexicana, pacifista, continuar dedicada tranquilamente a estructurar su vida interna, a desenvolver sus instituciones y a elaborar su progreso, su civilización y su desarrollo a través de la historia.

Desgraciadamente no nos que queda otro camino, sí señores, desgraciadamente, porque el espíritu mismo y la conciencia del pueblo de México son contrarios a toda actitud belicosa cuando el honor y la dignidad de la patria no la reclaman. Desgraciadamente, porque nosotros debiéramos estar dedicados a la construcción y edificación de nuestro progreso y de nuestra grandeza como nación libre; pero hay fuerzas obscuras, ignominiosas, que en el mundo actúan contra estas finalidades y objetivos de todos los pueblos libres.

Estas fuerzas están representadas por la tendencia totalitaria de las dictaduras nazifascistas, por la ambición de los regímenes que encabezan en la Alemania, Italia y Japón, respectivamente, Hitler, Mussolini e Hirohito. Estas fuerzas son contra los cuales hoy la Nación Mexicana se levanta como un solo hombre, enarbolando el noble programa reivindicador que ha estructurado su pensamiento interno, levantando su pendón de libertad y de gloria: la palabra enérgica, decidida y valiente del señor Presidente de la República. Y esta actitud, de la Nación Mexicana, ser tomada en consideración, sin duda, no solamente por todos los pueblos del continente, sino también por todos los pueblos del mundo que hoy luchan contra las fuerzas totalitaristas. En estas expresiones mías va implícita también la respuesta a la interpelación que formula el compañero Garizurieta.

México, lo dice expresamente el dictamen que hemos tenido el honor de presentar, México reconoce que en su destino está vinculado al de los pueblos que en el mundo luchan por la libertad y por la democracia. Y no puede ser de otra manera: nuestra historia, nuestras tradiciones, todo aquello que constituye nuestro orgullo de mexicanos, todo aquello que en nuestra presea más gloriosa, nuestro más brillante orgullo; la condición de mexicano y la calidad de hombres libres, que hemos podido estructurar, elaborar a través de muchos años de lucha sangrienta interna y, en ocasiones, contra el exterior también, nos imponen de modo categórico ese deber. Hemos luchado por ser un pueblo libre y hoy fuerzas ignominiosas se opone a esta finalidad noble y levantada del pueblo de México; pero el pueblo se alza en contra de ellas; el pueblo de México afirma así el derecho que tiene a vivir como nación libre, el derecho que tiene a figurar en el conjunto de las naciones, en un puesto de honor, en el puesto de honor que se ha conquistado a base de esfuerzos y de sacrificios, a base de una enérgica actitud, a base de una postura indeclinable de respeto a todos los demás pueblos y de cimentación, en el interior, de un régimen de derecho y de justicia social.

Cuando de esta manera, cuando en esta forma las fuerzas totalitarias se oponen al desarrollo de la vida institucional del país, el país está en su pleno derecho al ir a la guerra; no ha buscado él la guerra, la han provocado quienes, impulsados por una desenfrenada ambición, pretenden someter a todos los pueblos libres del mundo a su dictadura. Este factor negativo del progreso de la Humanidad, el nazifascismo, ha venido a nuestro propio territorio. Lo dice así el dictamen: las naves mexicanas protegidas por el pabellón de México, constituyen una prolongación del territorio. Han venido, pues, esas fuerzas aliadas militares nazifascistas, en condiciones de felonía y de traición, arteramente, en las tinieblas, con toda cobardía, como lo dice el señor Presidente de la República en su informe, y nos han atacado. Al atacarnos, al vulnerar, al humillar así a la Nación Mexicana las fuerzas nazifascistas del mundo, han provocado esta guerra. México no la hubiera deseado. México hubiera deseado proscribir definitivamente de las relaciones de la vida civilizada de los pueblos esta medida extrema, pero nos vemos forzados a ello; nos vemos obligados a ello y tomaremos esa medida, vamos a esa situación con la frente levantada, valientemente, enérgicamente. Tenemos a la cabeza a nuestro Ejército, nuestro Ejército que hoy de amplía con todo el pueblo de México: hombres, mujeres y niños; con todo el pueblo de México, sin distinción de banderías, sin distinción de credos; toda la Nación mexicana que constituye el Ejército Mexicano, como lo expresa brillante y sonoro nuestro Himno, que declara que en cada hijo del pueblo de México hay un soldado dispuesto a morir en defensa de la libertad de la patria. Al frente de todo este Ejército magnífico tenemos a un hombre digno, de un patriotismo inmaculado, de una conducta intachable, de una integridad intocable: el señor Presidente de la República, general Avila Camacho. (Aplausos). Con él, como director, con él a la cabeza, con todos los buenos hijos de México, con todos los que en este instante sientan sobre sí la responsabilidad de los actos que estamos realizando, con todos los que de esta manera, conscientes de la necesidad de esta grave medida, habremos de salvar la situación, habremos de salvarla con decoro, dignidad y valentía El pueblo de México sabe morir, sabe morir si es necesario en defensa de su

libertad; prefiere morir si es necesario antes que vivir esclavo. Y esto, señores, que constituye el más valioso elemento, la más valiosa arma en la lucha que estamos emprendiendo, constituye también y representa la mejor garantía del éxito y del triunfo. El triunfo y el éxito nos están garantizados, porque juntamente con nosotros, pueblos amantes de la libertad, pueblos enemigos abiertos de la dictadura nazifascista, pueblos que luchan también por la libertad propia y por la libertad del mundo están a nuestro lado: me refiero a la gloriosa nación americana que sufrió también los primeros ataques del nazifascismo en Pearl Harábor y el Filipinas. Me refiero también a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas que, con una maravillosa resistencia, única en la Historia, ha podido detener el aparato poderío del nazifascismo; me refiero al Ejército rojo, que ha logrado, para ejemplo del mundo, detener la fuerza combativa de las divisiones panzer alemanas (aplausos); me refiero a estos pueblos y a este Ejército haciendo mías también las palabras del señor Presidente de la República en su histórico mensaje; y no solamente ellos: una Humanidad deseosa de la libertad, una Humanidad decidida a luchará por conservar los patrimonios y la herencia de la Humanidad misma; la civilización, el progreso y la cultura, luchan en todas partes de la Tierra, en la Francia no ocupada, en la Francia ocupada, en Bélgica, en Holanda, en Grecia, en Yogoeslavia, Checoeslovaquia, Polonia, Austria... en todas partes los hombres libres y conscientes, hombres que se saben depositarios, en parte, de la herencia de la Humanidad, hombres que se saben responsables del destino de la Humanidad luchan en contra del nazifascismo. México es un pueblo que está identificado con esos ideales de lucha; México luchará también valiente y decididamente contra las dictaduras totalitarias. Hemos estado colocados en una situación, en una condición de vida internacional, pacífica hasta este instante; pero ahora una nueva situación se nos plantea y vamos a ella con dignidad, con honor, con valentía y decoro. No estamos solos; sabemos que tenemos muchos enemigos, es verdad, pero muchos amigos también: y muchas manos hermanas y amigas se agitan en todas partes del mundo solidarizándose con nosotros; muchas palabras hermanas se solidarizan con nuestro pensamiento, se levantan también y aplauden nuestra actitud y son una condenación y una protesta, y una frase de aliento, de esperanza, de seguridad y de garantía de que habremos de tener éxito, y de que lucharemos con todas las probabilidades del triunfo; pues no está ya lejana la fecha, la hora misma en que la Humanidad reivindique todos sus derechos vulnerados. No está lejana esta hora, es muy posible que este estado de guerra, que esta guerra misma, a la que hoy México entra, no se prolongue demasiado; es muy probable que, dentro de poco más de un año, la victoria sea lograda, la victoria que nos corresponde por determinación histórica, la victoria que corresponde a la Humanidad libre del mundo por una razón que han acumulado los siglos a tráves de la Historia, por una razón que es fundamental en todo el transcurso de la historia de los pueblos: el patrimonio de civilización y de cultura de la Humanidad, no podrá perderse jamás, porque constituye la más valiosa herencia del hombre y habrá de ser defendida y salvada del caos y del desorden mundiales para poder asegurar a las generaciones futuras un mundo en donde la justicia social, la tranquilidad y el orden internacional, la convivencia civilizada y pacífica entre todas las naciones, constituyen las normas generales de observancia imperativa, conforme a las cuales habrá de normarse la conducta de los hombres y los pueblos.

Tenemos esa esperanza profunda y sincera, y no es nada más que una esperanza: es una convicción; tenemos la convicción de que así será; iremos al triunfo, porque tenemos directores honestos, valientes, decididos, patriotas, íntegros, como el señor Presidente; tenemos amigos y aliados que habrán de luchará con nosotros por una causa que es nuestra también, que ha sido la nuestra a través de todos los períodos de nuestra historia.

Y es en estas condiciones y con estas armas, señores diputados, como damos este trascendental paso, que tomamos esta trascendental medida, que aprobamos esta importantísima determinación legislativa que es la guerra, conscientes de que habremos que es la guerra, conscientes de que habremos de responder a la pregunta de la Historia dignamente; que la responsabilidad histórica que contraemos con el pueblo de México y con el mundo entero al tomar esta medida, será cumplidamente satisfecha. Pero, además de que sabemos que habremos de salvar nuestro compromiso ante la Historia, con dignidad y decoro, tenemos la seguridad definitiva y honda de que el triunfo habrá de ser logrado, porque no es posible asesinar, ni recluir en campos de concentración, algo que es incalculablemente valioso, imperecedero e inmortal: la libertad y con ella todos los valores positivos del espíritu humano entre los cuales la dignidad y la vergüenza, el honor y el patriotismo constituyen factores esenciales de fuerza, elementos din micos de una actitud y de una conducta que habrán de salvar a la Humanidad y a los hombres.

Señores diputados: Estamos en guerra; sí, la guerra con todas sus consecuencias, como dice el señor Presidente. Estamos vinculados también, señores diputados, con todos los pueblos libres del mundo que luchan por la libertad; estamos vinculados al destino de esta lucha tremenda que envuelve al mundo y habremos de salir victoriosos de esta dura prueba.

Creo que junto conmigo todos los diputados, y junto con ellos todo el pueblo de México sabe perfectamente bien que es preferible morir a vivir como esclavos. Ya lo ha demostrado el pueblo de México, lo ha demostrado entregando con generosidad sin límites su vida misma, su sangre, sus intereses, su tranquilidad, su bienestar para poder construir una nacionalidad libre, fuerte, vigorosa y noble, levantada y orgullosa, grande y respetada por el trabajo de sus conciudadanos.

Ninguna fuerza será capaz de impedir que el pueblo de México continúe su marcha gloriosa por la senda del progreso, por el camino de la ascensión constante hacia la conquista de todos sus objetivos inmediatos y finales.

Nadie podrá detener esta marcha progresista; ni siquiera la motorizada ambición de los totalitarios, pues para ello todos los mexicanos, todos los hombres libres del mundo están dispuestos a morir antes que aceptar la esclavitud y el deshonor. Todo es preferible, menos el deshonor ignominioso, la desvergüenza humillante, y México ha sabido morir cien veces para resurgir en la gloria de la libertad, antes que hundirse en la deshonra mortal de una vida de esclavitud y de ignominia. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Hugo Pedro González.

El C. González Hugo Pedro: Compañeros diputados: Es tan grande el honor que siento en estos momentos al venir a dirigirme al pueblo de México por conducto de ustedes, como el sentimiento patriótico que se ha agitado en estos días de crisis internacional para México.

No es posible referirnos a esta crisis internacional sin referirnos también al mensaje histórico que el ciudadano Presidente de la República nos ha dicho en la memorable y solemne sesión del día de ayer. El ciudadano Presidente de la República, desde su primer párrafo, nos ha hecho ver el esfuerzo que puso para presentar la solicitud de declaración de estado de guerra a esta Cámara. El no deseaba la guerra para México.

La doctrina internacional de este país, brillante, definida, no ha pedido nunca ni ha declarado nunca la guerra a nación extranjera. Con ese motivo, el Presidente de la República en esta ocasión puso en un platillo de la balanza esa doctrina internacional de México y en el otro, las violaciones flagrantes por los ataques a nuestros marinos de "Potrero del Llano" y de "Faja de Oro"; y entonces no tuvo más remedio, no hubo otro camino a seguir que el de pedir a esta Cámara la declaratoria de guerra a las naciones del Eje, Alemania, Italia y Japón. Su documento histórico contiene imbíbita su manera de será su ecuanimidad, su ponderación, su serenidad, su grandeza de espíritu, su generosidad misma.

El ciudadano Presidente de la República, como ya lo dijo aquí el compañero que me precedió en el uso de la palabra, no quiere venganzas ni quiere agresiones que desdigan del respetuoso sentimiento nacional de México. Cree que con patriotismo sincero, aparte de las medidas que se tomen, será suficiente para que México conserve su dignidad y su decoro en esta época crítica, en este momento de guerra para el país, porque, como ya lo hemos dicho, estamos en guerra de hecho.

El diputado, ingeniero Emilio Gutiérrez Roldán, que presidió la sesión de Congreso General, al contestar el mensaje del Presidente de la República, le ha hecho notar que las Cámaras prestar n todo su apoyo a su solicitud; que estaremos con él, que se resolver en la forma rápida que es del caso, que se resolver su solicitud en la forma rápida que se requiere; pero no en una forma festinada, sino con toda meditación y con toda serenidad.

La comisiones también, al rendir el dictamen y externar su opinión, no han tenido exaltaciones patrióticas ni de otra naturaleza; se han limitado a manifestarnos el espíritu legal, el sentido que campea en las disposiciones legales que se emiten, las razones y fundamentos en que se basa el decreto que est por expedirse por esta Legislatura y nos han aclarado más la situación legal y de hecho que se presentar a la República.

Sería un absurdo manifestar que la solicitud de declaración de estado de guerra enviada por el Presidente de la República ha sido inmediata. El Primer Mandatario, todo dignidad, todo ponderación y todo ecuanimidad, que en su actuación como Primer Magistrado del país no han hecho sino demostrar su intenso cariño y su gran amor a la patria, a México, no podía de ninguna manera enviarnos una solicitud de tal naturaleza; además, el Gabinete Presidencial minuciosamente, detalladamente, ha discutido el problema por espacio de más de tres horas y después de un acuerdo definivo se ha servido enviárnosla. Sería absurdo decir que la declaratoria sería festinada, puesto que ya hemos visto que las comisiones dictaminadoras han procurado puntualizar todos y cada uno de los aspectos que contiene el proyecto de ley y fundarlo moral y legalmente. Necesitamos convenir -eso sí- en que todos los mexicanos se han estremecido con los acontecimientos de este mes de mayo, que de uno a otro confin de la República hemos tenido un estremecimiento patriótico cuando nos han llegado noticias del hundimiento de uno de nuestros barcos nacionales: el "Potrero del Llano".

Tócame representar a Tamaulipas en esta Legislatura; Tamaulipas, con la agresión habida al "Potrero del Llano" el 13 de mayo actual, con, los actos villanos cometidos por los piratas del Eje, que no respetaron el Derecho Internacional, ni los derechos humanitarios, ni los derechos morales para dejar siquiera a nuestros marinos y trabajadores petroleros que pudieran poner a salvo sus vidas; Tamaulipas, repito, con estos actos de piratería ha dado ya su contingente de sangre en favor de las democracias y en favor de nuestro país, y con Tamaulipas algunos otros Estados de las costas de México. Si la patria entera vistió de luto el día 13 de mayo actual; si las provincias, principalmente las de la Costa del Golfo de México vistieron de luto y se estremecieron con el hundimiento del "Potrero del Llano", Tamaulipas sintió más hondo ese sacudimiento patriótico y fue así como en Nuevo Laredo, al recibir a los supervivientes del "Potrero del Llano" y al cadáver de Rodolfo Chacón se exteriorizó nuestro patriotismo. Aquella pequeña ciudad recibió solemnemente la caravana del "Potrero del Llano". Con luto respetuoso recibió el cadáver de Chacón y con estimación y afecto abrazó y felicitó a los supervivientes. El pueblo entero se vació en las calles en donde se celebró la ceremonia para recibirlos. Tengan ustedes la absoluta seguridad de que en Nuevo Laredo ninguna otra festividad patria y ningún acto público de otra naturaleza contó con la enorme muchedumbre de esa ocasión; y así fue la recepción que se les brindó en la capital del Estado donde el pueblo y Gobierno se unieron para saludarlos, para recibirlos y despedirlos en su viaje a la capital de la República. Es más, la ciudad petrolera de Madero contó entre sus desaparecidos al Sexto Regidor de su Ayuntamiento Marcial Pifarret.

Ya aquel Estado sintió las agresiones de los países totalitarios, y no está lejano el día en que nuestras costas sufran la acomedida de los submarinos del Eje para tratar de conquistar el preciado oro negro, para tratar de incendiar nuestras refinerías.

Y si, pues, ya tenemos motivos fundados, si tenemos una agresión en nuestra contra, si existen ya hechos reales y no simples suposiciones, ¿por qué no hemos de acordar entonces en sentido favorable la petición del ciudadano Presidente de la República de hacer una declaración de estado de guerra? Si, pues, nos encontramos con que en fecha próxima tendremos en las costas de México, a no dudarlo, a los agresores totalitarios ¿por qué no debemos aceptar esa situación que ellos mismos nos han planteado?

Necesitamos, compañeros -y esto de ninguna manera significa hacer a un lado nuestra doctrina de paz- necesitamos, compañeros diputados, aceptar la solicitud del Ejecutivo, decretar el proyecto de ley que se nos ha enviado, declarar la guerra a los países totalitarios, decretar que estamos en guerra contra Alemania, Italia y el Japón.

No queda otro recurso para hacer que el deshonor que pretenden los países del Eje echarnos encima, como lodo, para mancillarnos, que decretar el estado de guerra en esta ocasión, no queda otro recurso que expedir el decreto que solicita el Ejecutivo y declarar que estamos en guerra ya desde el día veintidós de mayo actual en contra de los países totalitarios.

Creo que el pueblo de México, que es todo abnegación, que es todo sacrificio, que aun cuando se considera él mismo débil, es amante de las libertades, amante de la democracia, celoso de sus derechos y celoso de su honor, responder inmediatamente al llamado de la patria y que continuar con más ahinco el trabajo y la producción que ya en encomienda anterior nos ha hecho el ciudadano Presidente de la República, y que estar preparado, a no dudarlo, para que en cualquier momento, en cualquier ocasión en que nuestro Primer Mandatario, en que nuestro guía el señor General Manuel Avila Camacho nos llame a ocupar el lugar que sea necesario responda a ese llamado. Entonces será una realidad de estrofa de nuestro Himno Nacional: "un soldado en cada hijo te dio". (Aplausos).

El C. Betancourt Pérez: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Betancourt Pérez Antonio: Señores diputados: Cuando después del año de 1918 la humanidad, serenándose, pudo conocer las aterradoras estadísticas que arrojaban más de diez millones de hombres muertos y más del doble de heridos y lisiados, como saldo trágico de la enorme conmoción guerrera que acababa de vivir, un profundo y decidido sentimiento de asegurar la paz en el futuro se levantó en toda la tierra. Los intelectuales de todos los países, la prensa, las asociaciones de toda índole y los estadistas pusieron su empeño a fin de ahorrar a la Humanidad una nueva tragedia guerrera. Fue, gracias a este generosos sentimiento, por lo que el Tratado de Versalles impuesto a Alemania, como consecuencia de su derrota en los campos de batalla, en los años sucesivos, fue revisado en el sentido de liberar a Alemania de la carga enorme que para ella significaba su cumplimiento.

Desde el año de 1920 se inician conferencias de carácter internacional, que tienden a suprimir del Tratado de Versalles las cláusulas inaceptables o inhumanas para el vencido.

En los años comprendidos entre 1924 y 1932, se aprueban los planes conocidos con los nombres de Davis y Young, hasta que en la conferencia de Lausana se toma el acuerdo de permitir a Alemania la suspensión de pagos a los países aliados.

Alemania pagó en total, por concepto de reparaciones, en efectivo, en materias primas y en materias elaboradas, la suma de diecisiete mil millones de marcos oro; cantidad insignificante en relación con lo que se le había impuesto en el año de 1918, y cantidad insignificante también en relación con los enormes gastos que había provocado la guerra a la cual había llevado Alemania a la Humanidad. Pero, en cambio, por concepto de empréstitos hechos por Estados Unidos, Inglaterra y otros países, recibió veintisiete mil millones de marcos oro, cuyos intereses y amortizaciones dejó de pagar a partir del año de 1931. Es decir, Alemania, habiendo perdido la guerra, ejecutó una operación en la que salió beneficiada en no menos de diez mil millones de marcos oro.

En el orden político, por virtud del Tratado de Locarno firmado en octubre de 1925, se mejoraron las condiciones de Alemania y se firmó un pacto de seguridad entre Alemania e Inglaterra, Bélgica e Italia, así como tratados de arbitraje entre Alemania y cada una de las potencias antes citadas.

En el año de 1926 la Liga de las Naciones lo abrió las puertas y el Ministro representante de Alemania pronunció, en la sesión solemne de su ingreso, un emotivo discurso en el cual hacía profesión de fe de vivir, en lo futuro, en paz con todo el Universo. En el año de 1928, se firma el Tratado Internacional que es conocido con el nombre de Pacto Bryan-Kellog, cuya finalidad fundamental es la de asegurar la paz entre todas las naciones del mundo: Alemania y sus aliados de hoy, Italia y el Japón, suscriben aquel Tratado junto con Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Bélgica y otros países.

Quiero recordar lo que se estipuló entonces. Dice el Pacto Kellog es su artículo primero: "Las altas partes contratantes solemnemente declaran, en nombre de sus respectivos pueblos, que condenan la apelación a la guerra para la solución de las controversias internacionales y que renuncian a ella como instrumento de política nacional en sus mutuas relaciones". Y en su artículo segundo dice: "Las altas partes contratantes convienen en que el arreglo o solución de todas las disputas o conflictos, cualquiera que sea su naturaleza, que puedan ocurrir entre ellas, jamás se buscar sino por medios pacíficos".

Alemania, pues, no tenía por qué quejarse. El Tratado de Versalles de hecho quedó inexistente, y ella recibió un trato igual al de las demás naciones, como si no hubiera sido la vencida. Pero veamos cómo correspondió Alemania a la actitud

noble y generosa de sus vencedores: ya desde el año de 1923, Adolfo Hitler realizaba una intensa agitación para conmover la conciencia nacional alemana, tomando como bandera, por una parte, la injusticia del Tratado de Versalles, y por la otra, el ánimo de una revancha teutona. En el año de 1933, Hindenburg hace a Hitler Canciller, y a la muerte del primero, ocupa la Presidencia de la República alemana. Jefe del Partido Nazi, Canciller y Presidente, inicia en Europa una política imitando en mucho lo que desde hacía ya varios años realizaba Mussolini en Italia.

El nazifascismo en Europa se convierte en una doctrina de agresión a los demás países. La mejor caracterización que se puede hacer del nazifascismo, es la siguiente: en el interior del país, el terror más absurdo, la represión sangrienta del movimiento obrero, la abolición de las libertades democráticas, la supresión del parlamento democrático, la inhumana extinción de los judíos, la lucha contra la cultura; y en el exterior, una política de agresión y de conquista de mentiras y de traición, de cinismo y de deshonor. La teoría del nazismo se basa en la superioridad racial de los arios y, como consecuencia de ella, la dominación del mundo, porque considera a las demás razas como inferiores e incapaces de llevar adelante y conservar la civilización. El espacio vital por el que lucha Alemania es Europa y después el mundo entero.

A partir del ascenso, al poder, de Hitler, Europa ya no podía vivir con tranquilidad.

Quiero leer a ustedes algunas de las frases escritas por Hitler en su libro "Mi lucha" y que dan una idea del carácter sanguinario del nazismo y de su jefe:

"Un mundo sin la posibilidad de combates sangrientos sería un mundo apolítico, porque la política de un pueblo predestinado a dominar, con una misión que cumplir, no puede ser pacifista. Esa política por naturaleza tiene que ser guerrera, pues el estado racial alemán tiene la obligación de perseguir y de vencer a sus enemigos formados por razas inferiores".

También es bueno recordar algunas de las palabras dichas por Hitler en una de sus entrevistas. En aquella ocasión decía: "Por eso los alemanes tenemos que deshacernos de esas gentes (se refería a los ingleses, franceses y americanos) hemos de andar por nuestros propios medios. Pero Alemania, ni como es, sostiene ninguna unidad biológica, porque Alemania no será verdaderamente Alemania, sino cuando sea Europa. Mientras no dominemos Europa, no haremos más que vegetar. Alemania es Europa".

Y en otra ocasión decía: "Nos hace falta Europa y nos hacen falta sus colonias. Nuestro espacio vital es Europa; quien la conquiste, marcará con sus huellas el siglo venidero. Estamos designados para ese empeño y para esa conquista, Si no lo logramos, sucumbiremos y todos los pueblos europeos perecerán con nosotros".

Hitler, pues, consecuente con sus doctrinas, inicia la época del terror y de la sangre en Europa; ya antes el Japón en el continente asiático clava sus garras en China y le arranca Manchuria.

En el año de 1936 Italia y Alemania cometen uno de los atentados más grandes de la historia al provocar en España, una sangrienta guerra civil e interviniendo cínica y descaradamente para luchar contra la República española y sus instituciones democráticas; a partir de entonces ya no hay paz en Europa. Considero oportuno pasar revista, aun cuando sea rápidamente, de algunas de las felonías ejecutadas por el nazifascismo.

El 20 de febrero del año de 1938, Hitler pronuncia ante el Reichstag alemán un discurso, afirmando no tener ninguna ambición sobre el territorio austriaco; pero diecinueve días después, es decir, el once de marzo de 1938, decidió enviar sus ejércitos y ocupar el territorio austriaco, faltando así a su palabra empeñada ante el mundo.

Más tarde Hitler asegura al ministro checo en Berlín, por "su honor", que no tiene reclamaciones en contra de su país. No obstante, después reclama Alemania la región de los checos denominada sudetina, alegando que estaba habitada por componentes de la raza aria.

En el Palacio de los Deportes, Hitler, el 28 de septiembre de 1936, reclama el territorio Sudete, pero hace promesas de no querer más; dice en aquella ocasión: "El territorio Sudete es la última de las reivindicaciones que tengo que hacer a Europa, pues no me mueve ningún otro interés, y puedo garantizarlo en el Estado Checo". Pero a pesar de sus garantías, no fue sólo Sudete, lo que quería; quería toda Checoslovaquia. Después de la entrega de Munich, el 15 de mayo de 1939, marcha sobre Praga y ocupa toda Checoslovaquia, realizando así una nueva felonía Internacional. Así cumplía Hitler sus promesas y así también determinaba que la Humanidad entera tuviera derecho a desconfiar de su sinceridad. Pero no podía detenerse Hitler allí. Presenta a Lituania un ultimátum y le exige Menel, el que acaba por ser anexado.

El 29 de enero de 1934 la Alemania dirigida por Hitler firma un pacto de no agresión con Polonia. Más tarde en uno de sus discursos decía: "Reconocemos al Estado polaco como el hogar de un gran pueblo patriótico con la comprensión y la amistad de naciones sinceras". Y en otro discurso pronunciado ante el Reichstag alemán, el 20 de febrero de 1938: "El Estado polaco respeta las condiciones nacionales de ese país y Danzing y Alemania respetan los derechos que Polonia tiene allá adquiridos".

En discursos sucesivos pronunciados el 28 de septiembre de 1938 y el 31 de enero de 1939 afirmaba: "He podido llegar a una inteligencia con Polonia, porque reconozco que una nación con treinta y cinco millones de habitantes se esforzará por tener siempre una salida al mar. Sobre este asunto no cabe discusión, pues los pueblos del Reich y de Polonia deben vivir al lado uno del otro, sin que ninguno de ellos pueda chocar o eliminarse". "Hemos dado garantías a todos los Estados del Oeste. Hemos asegurado a todos nuestros vecinos inmediatos la integridad de su territorio, porque no tenemos ningún interés en alterar la paz. Nuestro pacto de no agresión con Polonia fue y seguirá siendo una contribución más que valiosa a la paz europea, y lo respetaremos incondicionalmente. Esto no es una frase vacía: es nuestra sagrada

voluntad. No tenemos ningún interés en alterar la paz. No queremos nada de los pueblos que nos rodean".

Pero después de todas esas promesas de paz, después de todas las seguridades dadas, después de tanto interés preconizado, después de haber calificado como sagrada esa voluntad, Hitler el primero de septiembre de 1939 agredió a Polonia y provocó la gran conflagración, la más grande y sangrienta de la historia, cuyas consecuencias resentimos hoy en nuestra Patria.

El 23 de agosto del año de 1939, Alemania firmó con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas un pacto de no agresión; pero el 22 de junio de 1941 la atacó sin declaración de guerra y haciendo uso de la misma arma: la traición.

Japón e Italia, sus aliadas de hoy, seguían sus mismos pasos; en 1936 proclama Mussolini la anexión de Etiopía. En 1939 ataca a Albania. En julio de 1937 Japón ataca a China.

El 7 de diciembre del año de 1941 Japón sin declaración de guerra, con toda cobardía ataca las posesiones inglesas y norteamericanas en el Pacífico; pero el colmo del cinismo se hace patente cuando, una hora después de iniciada la agresión, el representante japonés ante el Gobierno norteamericano y el Encargado Especial para las negociaciones, se presentan ante el Ministro de Estado estadounidense para hacerle presente los deseos del Japón de vivir en paz y arreglar satisfactoriamente los problemas pendientes.

Para los ilusos de la América Latina que han creído que los apetitos de los agresores no llegarían hasta nosotros, va destinado el recordatorio de lo que uno de los periódicos, órgano del Partido Nazi, decía en su edición del 3 de julio de 1940: "Después de la victoriosa terminación de esta guerra, América Latina dependerá económicamente de Europa, cuya economía estará íntegramente dirigida por Alemania".

Después de todos esos datos que son más que suficientes para demostrar la felonía nazifascista, ¿podríamos nosotros pensar que México iba a permanecer al margen de las agresiones? México ocupa el Continente Americano como una situación estratégica; vecino de la gran democracia norteamericana; abanderado y guía en las luchas de los pueblos latinoamericanos; cuna de una revolución que es, a juicio del nazifascismo un mal ejemplo para las naciones del Continente; productor de petróleo, metales y otras materias primas. ¿Podía escapar a la voracidad insaciable y a los instintos sanguinarios de Hitler, Mussolini e Hirohito? No, México necesaria e inevitablemente debía sufrir el zarpazo nazi y así fue como el 13 de mayo del presente año, nuestro transporte el "Potrero del Llano" y después el "Faja de Oro" habían de ser cobardemente hundidos, dejando un lamentable saldo de muertos.

Ahora que México responde con dignidad a la salvaje agresión no hay que olvidar que el arma más poderosa del fascismo no es su poderío militar, que no son sus famosas brigadas motorizadas las más temibles ni el calibre de su cañones, ni el peligro de sus submarinos, ni los gases químicos; no fueron las brigadas Panzer ni los bombardeos aéreos, ni los soldados alemanes los que vencieron a Francia, no fue la fuerza militar nazifascista la que impidió la ayuda de los países democráticos al heroico pueblo español; no fueron los ejércitos prusianos los que arrollaron a Austria y a Checoeslovaquia, el arma más poderosa de la Alemania nazi, lo que ha permitido a Hitler obtener triunfos ha sido y sigue siendo la quinta columna; la quinta columna que ha operado y opera en casi todos los países, en todas partes, a todas horas, que siembra confusiones, que desorienta, que enfrenta a unos sectores con otros, que presenta como enemigos a quienes son hermanos, que calumnia, quien miente, que hace del cinismo un arma que divide y que deshonra, que hiere en el corazón a las naciones. Es la quinta columna, señores diputados, quien ha vencido en la Europa Continental.

Es por eso como podemos explicarnos el fracaso alemán en el único pueblo en el nunca pudo operar la quinta columna; es por eso por lo que ha sido destruido el mito de la invencibilidad de los ejércitos nazis por el único pueblo de la tierra en donde no hubo quinta columna, por el pueblo soviético, por el heroico Ejército rojo. (Aplausos).

Pero cabe preguntar, ¿es posible que exista en México una quinta columna? ¿Y por qué no? ¿Por qué México había de ser la excepción? ¿Por qué el fascismo, que no ha respetado a ningún país, iba a hacer de México un caso único? En México sí existe la quinta columna. Todos esos rumores callejeros, esas desorientaciones, esas provocaciones diarias, esas calumnias contra nuestros dirigentes, esos silbidos en las salas de espectáculos, esas hojas impresas clandestinas, ¿de donde vienen? Quien no pueda ver en ellas a la quinta columna, es por que quiere ser ciego, o porque es, a su vez, quinta columnista. (Aplausos).

Y es necesario que se sepa, porque las investigaciones han dado ese resultado, que el hundimiento de nuestros barcos mercantes se debió al aviso que los agentes de la quinta columna dieron de su ruta a los submarinos del Eje.

Pero sepan los quintacolumnistas de México que, de hoy en adelante, estaremos alertas y que si entre ellos existe algún mexicano traidor, que no se haga la ilusión que los campos de concentración son para ellos, que sepan que México castiga a los traidores de la patria con la muerte. (Aplausos). Y que recuerden los quintacolumnistas de México que en el Cerro de las Campanas, junto al extranjero usurpador, murieron Mejía y Miramón. (Aplausos).

Se sigue discutiendo, aun cuando en voz baja, si México no debería haber permanecido neutral en esa guerra; se afirma que si no era mejor que México olvidara el agravio cometido por los submarinos nazis al atacar nuestros barcos y si no valiera más la pena evitar nuevas muertes. Pero cabe contestar, ¿cuándo el nazifascismo ha reconocido a los pueblos débiles el derecho de ser neutrales? ¿Acaso Austria quería la guerra? ¿Checoeslovaquia quería la guerra ¿Polonia quería la guerra? ¿Estados Unidos querían la guerra? ¿ A que país ha respetado el nazifascismo? Mucho menos iba a inspirarle respeto un país débil como es México. Decir

que México debía permanecer neutral en esta contienda, era crear una ilusión criminal para que nuestro país permaneciera con los brazos cruzados, mientras la quinta columna trabajaba sembrando odios, minando nuestras instituciones, preparando disturbios que facilitaran, en el momento propicio, un golpe de estado nazi e inclusive la invasión de nuestra patria.

Pero si los fascistas no reconocen a los pueblos débiles el derecho a la neutralidad, toda su fuerza no puede impedirles el derecho indiscutible de la defensa de su honor. (Aplausos).

Ya lo dijo ayer el señor Presidente de la República: "México, en esta guerra defiende su honor. Tenemos la experiencia del sacrificio, no del oprobio".

También se dice que México, país débil, sin recursos, sin armamentos modernos, sin grandes ejércitos, ¿cómo podrá enfrentarse al poderío militar del Eje? Pero cabe recordarles, cuando el cura Hidalgo, en el año de mil ochocientos diez, levantó en armas al pueblo de Dolores para luchar por la independencia de nuestra patria, ¿pensó en que aquel pueblo descalzo, harapiento, sin armas, tenía que enfrentarse al poderoso ejército realista? Y gracias a que el cura Hidalgo no pensó en eso, México, desde hace más de un siglo, es libre. (Aplausos).

Cuando en el año de mil ochocientos cuarenta y siete, los jóvenes alumnos del Colegio Militar defendieron en el Castillo de Chapultepec el honor de la patria, ¿pensaron en su inferioridad de armamentos y de número? En cambio sí escribieron con su sangre la página más gloriosa de nuestra historia en aquellos amargos días. (Aplausos).

Los héroes del Castillo de Chapultepec son hoy para la juventud mexicana un símbolo.

Cuando en mil ochocientos sesenta y dos el ejército de Napoleón Tercero, reputado como el mejor del mundo, invadió nuestra patria, ¿pensó Juárez en nuestra debilidad? No, sino en el honor de México, y por eso nuestros ejércitos pudieron cubrirse de gloria en la batalla del cinco de mayo en Puebla, y por eso el diecinueve de junio de mil ochocientos sesenta y siete sucumbía en el Cerro de las Campanas el representativo del invasor con los representativos de la traición.

Cuando en mil novecientos diez Madero se levantó contra la dictadura porfiriana, no pensó en que el pueblo hambriento estaba desarmado, ni más tarde lo pensó Zapata, ni lo pensó ninguno de los jefes de nuestra Revolución; sólo pensaron en que nuestro pueblo tenía hambre de paz y de justicia, y, gracias a eso, hoy no caben los dictadores en México y nuestra Revolución es un hecho.

Después, en mil novecientos treinta y ocho, ¿pensó en la debilidad de nuestro país frente a las poderosas compañías petroleras respaldadas por el imperialismo el general Lázaro Cárdenas? (Aplausos) Y gracias a aquel valeroso gesto y a la cordura de nuestro actual Presidente, el señor general Manuel Ávila Camacho, México es dueño, con honor, de sus subsuelo. (Aplausos) Así, hoy el general Ávila Camacho no va a pensar si tenemos o no armas, sino en lo que piensa únicamente es en el decoro y en la dignidad nacional. (Aplausos).

Se dice en la calle que el país va a padecer enormes sufrimientos con el estado de guerra y se preguntan también que qué ganará México y qué perderá con esta guerra; se dice que los artículos de primera necesidad van a subir más de precio, que van a escasear y que se nos va a racionar; se dice que, con la declaración de guerra, vamos a sufrir una invasión y los horrores de los bombardeos aéreos. Y cabe responder: siendo o no siendo neutrales, si los ejércitos del Eje pueden venir a invadir México, o a los Estados Unidos por México, ¿nos van a respetar porque seamos neutrales? ¿Cuándo lo han hecho?

Respecto a lo que se afirma en relación con el alza de precios de los artículos de primera necesidad, podemos asegurar que en mucho se ha debido, hasta hoy a causas, a causas de orden artificial. ¿Podrán los monopolistas seguir almacenando y explotando al pueblo ya con la declaración del estado de guerra? No, no podrán, porque ya saben lo que les espera; entonces podemos afirmar que la declaración del estado de guerra en México evitará el alza artificial de los precios de los artículos de consumo. Y la quinta columna, ¿podrá seguir actuando con la declaración del estado de guerra? No, la quinta columna tendrá más dificultades para actuar, y ya saben lo que también les espera. Y hasta los señores industriales pueden regocijarse con el estado de guerra: ya los obreros espontáneamente, dando pruebas de un gran patriotismo, han renunciado al derecho que les otorga la Constitución, de hacer huelgas.

Tenemos que aceptar entonces que el estado de guerra sí perjudica, pero perjudica a las naciones del Eje; que el estado de guerra sí perjudica, pero perjudica a la quinta columna; que el estado de guerra sí perjudica, pero perjudica a los monopolistas y explotadores del pueblo; pero el estado de guerra no perjudica a México ni a su pueblo, sino que el estado de guerra beneficia a nuestra patria y la dignifica una vez más. (Aplausos).

Como diputado representante del Estado de Yucatán y como mexicano apruebo el dictamen rendido por la H. Comisión de esta Cámara en el que se acepta la iniciativa del Ejecutivo en el sentido de declarar que existe un estado de guerra de México con las naciones del Eje; pero no quiero bajarme de esta tribuna sin hacer antes un homenaje al que me siento obligado: quiero, en esta sesión solemne e histórica en la que el Parlamento Mexicano debato los destinos de nuestra patria y discute la paz o la guerra, quiero, en estos momentos en que de hecho nos solidarizamos con todos los pueblos que han sufrido y que resisten las agresiones del nazifascismo, yo quiero rendir mi homenaje al heroico pueblo de China, al heroico pueblo chino que solo, sin ayuda exterior por muchos años, ha resistido la agresión japonesa, siendo un ejemplo para el mundo. (Aplausos).

Quiero rendir mi homenaje a las primeras víctimas del nazifascismo italogermano, a los heroicos defensores de la República Española. (Aplausos). Quiero rendir mi homenaje a los soldados de la Grecia y de Yugoeslavia que pusieron también un ejemplo al mundo resistiendo a los italianos y luego a los alemanes. (Aplausos).

A los defensores de Varsovia, a la Francia de De Gaulle, a la Inglaterra de Churchill (aplausos); al heroico ejército rojo (calurosos aplausos) que ha resistido victoriosamente y que ha sido el único que ha visto las espaldas, en un correr italiano, a los alemanes (aplausos); a los defensores del Corregidor, con Mac Arthur a la cabeza (aplausos); a la gran democracia Norteamericana de Roosevelt y de Wallace (aplausos); a nuestro marinos muertos (aplausos); a nuestro glorioso Ejército mexicano (aplausos) y al Jefe del Ejército de la Nación Mexicana, al señor General Manuel Ávila Camacho. (Grandes aplausos).

El C. López Arias Fernando: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. López Arias Fernando: Cuando la voz de la calle pregunta: "¿y México es un país bélico para declararse en estado de guerra con los países del Eje?", es justo que nosotros, los representantes del pueblo le aclaremos estas dudas. México es un país de paz; México es un pueblo pacífico; a través de toda su historia, a través de todos los sufrimientos y de miles de amarguras que ha tenido que recorrer para hacerse un pueblo libre digno de su nacionalidad cerca de los demás pueblos de la Humanidad, formando con ellos la civilización y el progreso, ha sostenido sus principios de libertad siempre a base de decoro y de dignidad.

Cuando Etiopía fue atropellada en lo más sagrado que tiene un pueblo libre, México, a quien se considera un pueblo débil, levantó su voz de protesta para establecer definitivamente la doctrina que lleva su nombre, que promulgada por el General Cárdenas y seguida por nuestro actual régimen, sigue siendo la bandera de la libertad y de la dignidad en manos de nuestro Presidente de la República.

Cuando España fue campo de lucha cruenta y cruel, México levantó su voz de protesta ante el silencio de las grandes democracias del mundo, para decirles que no aceptaba, bajo ningún concepto, que se rompiera el orden constitucional adquirido mediante las leyes de ese país.

En estas condiciones, es necesario decir que México ama la paz; México ama la paz y nunca ha pretendido hacer uso de fuerza alguna, en el orden material, que nunca ha tenido, para significarse dentro de las demás potencias del mundo. Pero México sí está armado, México se encuentra armado de los más grandes y definitivos ideales que pueda tener el hombre: la sociedad, el Estado y la Humanidad. México tiene un alto concepto de su dignidad y de su decoro. Y cuando se nos pregunte también en qué forma México puede defenderse de una agresión extraña, nosotros no tenemos más que ocurrir a las fuentes de la historia para saberlo: Cuando México, agredido en el 62, sin armas, sin material bélico que oponer a las grandes fuerzas extranjeras, tuvo a su alcance el valor de un ciudadano, que reunió a la fuerza nuestra, reunió al indio en calzones para defender la dignidad de su pueblo. (Aplausos nutridos). Y nosotros, que vivimos hoy este pasaje de la historia de México, antes que tener a nuestro lado armamentos materiales, que sólo sirven para llenar de luto a los hogares del mundo, debemos preferir la conservación del armamento nuestro: el ideal de la Humanidad, el respeto de todos, el respeto de los pueblos débiles por los fuertes, el ansia de mejoramiento, pero dentro de los cánones de la ley.

Yo prefiero, señores, aceptar el heroísmo de un pueblo como el nuestro, el heroísmo de nuestros soldados de calzón blanco y huaraches, defendiendo la dignidad y el honor del pueblo, que grandes ejércitos mecanizados, atropellando el decoro y la dignidad de Europa y del mundo entero. (Aplausos).

Pero yo digo a ustedes: el estado de guerra no sólo traerá complicaciones externas a nuestro país; el estado de guerra tiene forzosa e ineludiblemente que traernos complicaciones internas. No se vaya a pretender que vamos a vivir en un país tranquilo, sin agitaciones, sin privaciones que reclamen, como ya he dicho, el decoro y la dignidad del país.

Churchill, el dirigente de la gran democracia inglesa, cuando se presentó en el Parlamento de su país, para rendir su informe con todo valor, con toda honradez, con toda sinceridad, le dijo a su pueblo: "la hora que se nos avecina es de sangre, de sudor y de lágrimas. No podemos decirle al pueblo mexicano que nosotros no nos encontramos en las mismas condiciones. Ya la sangre nuestra se ha derramado; estamos viviendo horas de sangre y de lágrimas. Si las gentes de la calle quieren una justificación para la actitud de México, nosotros debemos decirles que esa sangre derramada de los marinos nuestros es nuestra sangre, y que esas lágrimas de las madres, de las esposas y hermanas de ellos, son las lágrimas del pueblo de México". (Aplausos). Sí, vamos a vivir horas definitivas; ¿pero qué, acaso, las banderas de la Reforma fueron ultrajadas por los hombres que en aquella época vivieron? ¿qué a nosotros, pueblo de México, se nos puede pedir que ultrajemos la memoria de nuestros muertos? ¿qué acaso se nos puede pedir que olvidemos nuestras tradiciones de hombres patriotas, que carguemos con la vergüenza de esta generación y de las generaciones que vienen? Creo que no, pueblo de México. Si aquellos hombres defendieron la dignidad de México sobrellevando miserias y sufrimientos a través de todo el territorio nacional, también creo que hoy, al frente del gobierno de México se encuentra un hombre, que puede enarbolar la bandera de las tres garantías y pasearla por todo el país. (Aplausos).

Es también verdad que el sufrimiento toca a nuestras puertas; es también verdad que nosotros hemos de trabajar positivamente responsabilizados con la hora trágica que vivimos; pero no se quiera que únicamente un sector de nuestro país sea el esforzado, batallador y sacrificado; no, cuando llegan estas horas, nosotros debemos olvidar nuestras pequeñas rencillas; debemos olvidar nuestros intereses personales, porque nuestra Constitución y nuestra categoría de hombres, no reconoce más que una sola denominación: ¡la de mexicanos! Somos todos mexicanos y todos juntos debemos, junto al actual régimen que está rigiendo los destinos de nuestra patria, colaborar efectiva y realmente para que la hora de luto sea menos difícil. Es

necesario trabajar; es verdad que debemos trabajar todos; todos debemos trabajar porque nos hace falta. Después de esta tragedia que ha conmovido a México y que nos hace levantar la bandera de la dignidad y del decoro, nos hace falta sudar; cumplir con ese otro llamado que Churchill hizo a Inglaterra: "Necesitamos que el sudor venga a bendecir la tragedia que nos hacen vivir". En consecuencia, señores, somos un pueblo pacífico, un pueblo de paz; no tenemos más armas que nuestro ideal, ideal reconocido por el más grande pisoteador de las libertades humanas, Napoleón que decía "Yo solamente reconozco dos fuerzas para dominar el mundo: las armas y el espíritu, pero el espíritu tiene que vencer indefectiblemente a las armas". En consecuencia, nosotros tenemos tradiciones que no podemos olvidar, tradiciones que traemos dentro de nuestra sangre, y si nuestros muertos se levantaran nos dirían: ¡"Pueblo de México, ese es tu destino, acéptalo y cúmplelo! (Aplausos).

El C. Samaniego Carlos: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

- EL C. Samaniego Carlos: Compañeros diputados: después de la brillante peroración del compañero López Arias, que al igual que a ustedes me ha conmovido hondamente, vengo a esta tribuna con el encargo de los compañeros que, juntamente conmigo integran el grupo de diputados mineros ante esta XXXVIII Legislatura del Congreso de la Unión, con el propósito de expresar a esta Representación Nacional y al pueblo de México cuál es el sentir de los trabajadores mineros de nuestra patria.

Hablo, pues, compañeros diputados, en nombre de los mineros de México, de esa legión inmensa de luchadores silenciosos que día a día se sepultan en las profundidades de la mina para arrancar a nuestro suelo, a ese suelo pródigo de riquezas que nos legó la naturaleza, los recursos importantes y vitales que México había estado dedicando a incrementar su incipiente industria y que desde hoy serán materia vital para la defensa de la democracia, de la libertad de México y de la libertad del mundo.

Hablo también en nombre de los trabajadores metalúrgicos que en las fundiciones funden el acero que desde hoy será materia vital para nuestra defensa.

México vive el momento más trascendental de su vida institucional. El destino nos ha deparado la suerte de vivir en esta hora de inmensa responsabilidad para nuestra patria y de poder también intervenir en este debate histórico. La tragedia que sacude al mundo y que aun no hace mucho tiempo en esta tierra nuestra había quien pensara que no podría llegar a nuestras puertas, ha llegado y ha traído el luto y la tristeza de hogares mexicanos; ha llegado a nuestras puertas convertida en el alevoso ataque a naves indefensas de nuestra patria.

Quienes pensaban que al conjuro de nuestro propósito de vivir en paz y dedicados al trabajo constructivo en unión de todo el mundo podíamos alejar las consecuencias de la tragedia que conmueve al mundo, hoy es casi seguro que estarán convencidos de lo grave y tremendo de su error. Dos pacíficas naves de nuestra reducida marina mercante han sido atacadas. Vidas de mexicanos indefensos han sido segadas por el hacha traicionera de los corsarios; el derecho internacional ha sido violado en sus más elementales principios; el derecho de gentes, ese derecho que desconocen los totalitarios porque para ellos no se ha escrito, ha sido también violado en sus más elementales principios; como es el respeto a la vida, el respeto a la soberanía de las naciones y de países que todavía en estos tiempos pretenden dedicarse al trabajo constructivo. Pero no paró allí el atentado; no fue sólo el hundir a nuestras naves, no era ese el objetivo de los agresores nazifascistas; era necesario que la sangre mexicana se confundiera en la inmensidad del océano con el aceite que transportaban sus barcos y con las aguas embravecidas, para que la traición por tanto tiempo sostenida por las maniobras totalitarias se pudiera seguir sosteniendo a través del ataque traicionero.

Y no es sólo la ofensa material y la vida de los marinos mexicanos perdida en ese ataque artero lo que nos congrega en este recinto de la más alta Representación Nacional; no es sólo la pérdida de dos de nuestros barcos y la muerte de veintiún marinos que navegaban en la inmensidad del océano, es la patria mexicana la que navegaba llevando a las demás naciones de América el esfuerzo de México a la obra de la civilización y del progreso de América y fue la patria mexicana, nuestra patria, la que sufrió el ataque; fue la bandera nacional con el águila caudal, emblema de nuestras libertades y que nosotros hemos jurado defender por sobre todas las cosas, la que sufrió el ultraje.

México se ha significado siempre por su respeto a la soberanía e integridad de las demás naciones y sólo ha pedido reciprocidad en el trato, quizá porque la libertad que disfrutamos nos ha costado tantos sacrificios que hemos aprendido a amarla tanto que no estamos dispuestos a perderla.

Los perjuicios materiales tienen una fácil reparación, la ofensa a nuestra bandera, a nuestra nacionalidad, sólo tiene una reparación posible: Que nos dieran una satisfacción cumplida y amplia y la seguridad de que estos actos no se repetirán. Si esta satisfacción ha sido negada, como efectivamente lo ha sido, sólo preparándonos para repeler la agresión podremos seguir llevando con honor el nombre de los mexicanos. (Aplausos).

Nosotros no hemos provocado la agresión; no queríamos la guerra, porque conocemos sus consecuencias; pero no rehuimos la guerra; óigase bien, no rehuimos la guerra. Iremos a ella con la serena tranquilidad y la confianza que da la justicia y la grandeza de la causa que nos empuja a ella. Si la arrogancia de los totalitarios ha llegado hasta el extremo de despreciarnos porque nos considera demasiado débiles, demostraremos el poder que da la justicia que tenemos.

El pueblo de México, nuestro pueblo, debe confiar en la fuerza de nuestro derecho, en la grandeza de nuestra causa y en el gran patriotismo y serena confianza de Manuel Ávila Camacho, digno Presidente de nuestra patria. (Aplausos).

Si aunamos a la grandeza y justicia de nuestra

causa una férrea unidad del pueblo de México - la unificación como todos los mexicanos la queremos -, una unidad en que las creencias no serán obstáculo para dedicarnos con toda nuestra fuerza a la defensa de la patria y a dar una ayuda eficaz a las naciones unidas en su lucha descomunal contra la barbarie, habremos dado nuestra contribución a la patria y nuestra ayuda al señor Presidente de la República en esta hora grave.

En esta unidad nacional, en que se empeñan los mineros en forma franca y categórica, nadie que sea útil debe ser excluido; ni creencias, ni oposición, deben oponerse a ella. Una unidad nacional con agresiones o recelos internos no será fuerza suficiente para cumplir su misión histórica. Desde estos momentos declaramos que denunciaremos con valor a todo aquel que se oponga a la unidad que pregonamos; a todo aquel que trate de aprovechar esta hora grave para México para buscar provecho para sí propio; a todo aquel que trate de substraerse al cumplimiento de la obligación que tiene contraida para con la patria y para con la causa de la Humanidad en contra de los nazifascistas. (Aplausos).

Esta iniciativa de ley y el histórico mensaje del señor Presidente, dirigido a esta Representación Nacional el día de ayer, plantea en forma clara y precisa la posición de México al lado de las naciones unidas en su lucha contra los totalitarios. El pueblo todo de México debe entender con claridad nuestra posición. De hoy en adelante, ni titubeos, ni vacilaciones; trabajo constante, cooperación callada, esfuerzo de superación, es lo que reclama la patria. (Aplausos).

Nosotros, y por nuestro conducto los mineros de México, venimos a esta Representación Nacional a votar con perfecto sentido la responsabilidad que contraemos ante la Historia al aprobar la solicitud del señor Presidente en el sentido de declarar que existe un estado de guerra en contra de Alemania, Italia y Japón.

Pero no es sólo nuestro voto lo que dejamos en esta tribuna y en este recinto, dejamos también el juramento solemne como diputados, representantes de los mineros de México, de ocupar el lugar que se nos asigne en la defensa de la patria y de la Humanidad, demostrando en esta forma que, si los mineros somos malos oradores, sabremos, en cambio, ser mejores patriotas. (Aplausos).

El C. secretario Rueda Magro Manuel: Tiene la palabra el ciudadano diputado Julio López Silva.

El C. López Silva Julio: Señores diputados: Ante la situación grave y seria que la Humanidad vive, México viene a compartir los dolores y los sufrimientos de esa propia Humanidad con la postura que, a través del histórico mensaje producido ayer en este mismo recinto, nos ha marcado el señor Presidente de la República. Las comisiones unidas, Primera de Puntos Constitucionales, Primera de la Defensa Nacional, Primera de Gobernación y de Relaciones Exteriores, en su dictamen propuesto ante esta Honorable Asamblea, merecen nuestro más cálido respaldo, nuestro absoluto apoyo.

Frente a las condiciones difíciles, digo, que vive la Humanidad, sólo un concepto ha de levantarse recio, sólido, inconfundible: el de nuestra calidad de mexicanos, para saber si debemos aprobar o no este dictamen.

La voz de la calle dice que cómo es posible que México declare el estado de guerra. Y debemos decir a esa voz callejera, que es voz interesada, que juzgamos voz quintacolumnista, ¿qué México, ante la agresión cobarde que sufriera y ante las víctimas sepultadas para siempre en el fondo del Golfo de México había de aplaudir esta cobarde agresión? ¿México debiera expresar su admiración y su grande satisfacción a los países agresores frente a esta amenaza? No. México tiene un gran papel que desempeñar; México estará en condiciones de combatir a esa quinta columna.

Juzgo, señores diputados, que si bochornoso y censurable es el espectáculo y, por lo tanto, digno de combatirse, de los elementos quintacolumnistas extranjeros, para México es más doloroso y digno de acabarse, de una vez por todas, el quintacolumnismo nacional, el quintacolumnismo mexicano. (Aplausos). Quintacolumnismo que se expresa a través de distintos aspectos. Hay elementos dentro del propio Gobierno que, viviendo del Gobierno y sirviéndole a la patria, sirven a esos intereses traidores a la propia nación. Hay elementos que, expresando su apoyo, su respaldo inquebrantable al régimen, están combatiendo al propio régimen y están siendo, por lo tanto, traidores a la patria. (Aplausos). Cuando se ha hablado en términos despectivos de Ávila Camacho, cuando se ha pensado que pudiera vender algún pedazo o todo el territorio nacional, qué bello ejemplo ofrece el Primer Magistrado del país con su histórico mensaje de ayer y con una frase que hemos recogido devotamente en nuestras almas: "Todo, menos la aceptación pasiva del deshonor".

Y, ciudadanos diputados: Estas frases no son producto del lirismo, ni de la poesía; no es algo fantástico en nuestro señor Presidente, es una confirmación más del acendrado, del indiscutible patriotismo que tiene el Presidente Ávila Camacho. (Aplausos). Las tragedias del "Potrero del Llano" y del "Faja de Oro", llenaron de luto no a unas cuantas familias, no a unos cuantos hogares; han llenado de luto y coraje a la patria misma, porque la han herido en su corazón y desde ese punto de vista no alcanzamos a comprender cómo puede contarse con un solo elemento de la nación que, aspirando a llamarse mexicano, pueda todavía pensar cómo es posible que México proteste enérgicamente contra esta agresión cobarde contra elementos inermes, indefensos, a quienes no se dio tiempo ni siquiera de ponerse a cubierto en su salvación. No sabemos cómo esos elementos puedan hablar en términos de duda. México es el país débil, se nos dice, ¿cómo es posible que pueda declararse en estado de guerra y declarar la guerra? Sí que México es país débil; pero es país de tradición, es un país de honor y es país de dignidad (Aplausos). Tradiciones que pueden hallarse en un solo renglón, en una sola palabra, en una sola letra de nuestra gloriosa historia nacional escrita por todos los próceres de México. De honor, porque no recuerda México haber faltado jamás al cumplimiento de sus deberes, ni de

haber sacrificado todo en cualquier momento, menos su honor y su conciencia nacional. Y de dignidad, porque frente a los más cruentos sacrificios la patria ha sabido siempre colocarse en un lugar de prestigio, en un lugar verdaderamente de honor entre el concurso de las naciones civilizadas.

No creemos necesario que se hagan numerosos discursos para aprobar este dictamen y por lo tanto la iniciativa de decreto del señor Presidente de la República. Aquí cada uno de los señores diputados no es en estos momentos sublimes para la patria, no es un representante popular, es un mexicano y un soldado al servicio de la propia patria. (Aplausos). Y habremos de decir a los canallas y a los traidores, quintacolumnistas, malos mexicanos, en el momento preciso, que cada uno de los representantes populares no sólo servirá para llegar a esta tribuna y para legislar dentro de un gabinete, sino que habrá de llegar a sus respectivos distritos para comprobar que somos la expresión genuina del pueblo y levantar en masa como en otras ocasiones a los indios de Zacapoaxtla, a los campesinos y obreros, para defender el honor de la patria antes que nada. Así habrán de contender los elementos de la XXXVIII Legislatura; y en esa virtud, venimos a declarar como mexicanos, como soldados, como patriotas, al lado del preclaro Presidente de la República, que algún día, por este gesto noble habrá tal vez de figurar al lado de los patriotas mexicanos, en letras de oro, en este propio recinto; venimos a decir que nos solidarizamos con él y que al apoyar este dictamen de las cuatro comisiones unidas, estamos con él en su sentimiento: "¡Todo, menos la aceptación pasiva del deshonor!" (Aplausos nutridos).

- El C. Presidente (a las 14:40): En vista de la importancia y trascendencia del asunto que está a debate se suspende la sesión para reanudarla a las seis y media, a efecto de que sigan haciendo uso de la palabra los oradores que están inscritos.

Presidencia del C. EMILIO GUTIÉRREZ ROLDAN

(Asistencia de 103 ciudadanos diputados).

- E. C. Presidente (a las 19:05 horas): Se reanuda la sesión.

El C. secretario Rueda Magro: continúa la discusión en lo general, del dictamen que contiene la iniciativa de ley, por el que se declara que existe un estado de guerra con Alemania, Italia y Japón.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado César Garizurieta.

El C. Garizurieta César: Había interpelado a las comisiones dictaminadoras, en el sentido de que me explicaran las relaciones jurídicas que, desde el punto de vista de este estado de guerra, ha adquirido nuestro país; y vuelvo, no a insistir, sino a explicar el porqué de esta interpelación.

Los escépticos griegos decían que las discusiones se debían, en primer lugar y casi siempre, a que las personas no se ponen de acuerdo respecto al alcance de las palabras. De aquí que quiera referirme precisamente a esa confusión que se había hecho hace poco en los periódicos de México. Se había querido confundir un concepto claro; se quería revolver, se quería confundir la causa con los efectos; se quería hacer del estado de guerra una guerra especial: una guerra en baño de María, una guerra "pasteurizada". Se quería hacer una guerra que no era guerra, un estado de guerra al que le faltaba un grado para ser guerra.

Pero hay que denunciar la verdad, ya que la quinta columna trabaja siempre en esta forma, desorganizando, preparando cierto espíritu de cobardía. Hay que aclarar el porqué de esta duda sembrada por la quinta columna, precisamente para poner a México en un papel difícil con las relaciones internacionales. Hay que hablar a estos totalitarios, de relaciones internacionales, aunque en el derecho nazi no exista el derecho internacional público que nosotros conocemos; pero hay que hablarles con el derecho liberal, con el derecho de gentes, aunque estos individuos tienen un derecho que es sólo la voluntad del Fuehrer. Al Derecho Internacional Público de los nazis, cuyo exponente principal es Carl Schmitt, ha inventado una teoría imperialista, en que sólo son legisladores, en que sólo son sujetos activos de derecho, los grandes imperios, los pueblos que pueden tener la fuerza de las armas; en cambio, los pueblos débiles, como ellos llaman a los pueblos conducidos por los pueblos fuertes, esos no tienen derechos en materia internacional pública. Es, pues, necesario hablar a estos salvajes con el derecho nuestro.

Había cierto interés de la quinta columna, precisamente para provocar la duda en los países aliados, en las relaciones de derecho internacional; cuando ya se había dejado atrás la amistad diplomática, porque habíamos roto las relaciones diplomáticas con el Eje, nada más quedaba un solo camino - y bien lo dijo el Presidente de la República - quedaba un único camino: la guerra con todas las consecuencias, sin mixtificaciones; y la quinta columna razonaba poniéndose en un plano intermedio, en un punto equidistante entre el rompimiento de las relaciones internacionales y la guerra en sí, para provocar la duda internacional, porque entonces preguntaría el mundo: ¡cuál es esta situación nueva de México, este nuevo estado de derecho, este nuevo estado de guerra?

Era como una especie de escamoteo de la realidad. Por eso es necesario aclarar: no es un concepto nuevo este estado de guerra, es la guerra misma, como dijo el señor Presidente. Pero éstos razonaban así, porque si no era la guerra, entonces estábamos en un punto cercano a la guerra con los países del Eje; y así, en esta misma situación de estado intermedio, ¿cuál era la situación de los países aliados con respecto a México? Allí es donde trabaja la quinta columna. Lo que nos interesa analizar a nosotros es la situación de México en sus relaciones con los países que ahora son nuestros aliados, con todas las consecuencias, como ya lo dijo el Presidente. Desde el momento que somos aliados, el pueblo de México también intervendrá en la preparación de esta guerra con las potencias del Eje; figurar en el gran Consejo Militar

Aliado; también tendrá sus consecuencias porque será aplicada la Ley de Préstamos y Arrendamientos.

Esto era lo que quería escamotear la quinta columna, invocando aquella frase de que el estado de guerra era la antesala de la guerra. No, señores; el estado de guerra es la guerra con todas sus consecuencias. No hay otra palabra que usar: ¡La guerra! Ahora nada más nos toca a nosotros aprender a odiar con toda la fuerza de nuestro corazón al nazifascismo, a la barbarie encabezada por Hitler, porque debemos tener ya miramientos con la quinta columna a cuyos componentes debemos llamarlos traidores a la patria. Contra ellos, compañeros diputados, hay que ser enérgicos por ser enemigos de México, hay que ser enérgicos con la quinta columna que existe aquí en México.

Quiero terminar mi discurso con aquella célebre frase del gran Mártir de la Democracia, Stefan Zweig, que decía: "Desde el punto de vista de la moral, la justicia con el enemigo es una virtud; pero desde el punto de vista de la política, es un crimen". (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Alfonso Corona del Rosal.

El C. Corona del Rosal Alfonso: (Aplausos). Compañeros diputados: la absoluta falta de respeto a las normas del derecho internacional; toda la crueldad que ha empleado siempre el régimen nazi en sus bombardeos a las ciudades indefensas, a las ciudades abiertas, a los hospitales, a todos los lugares que había sido tradición el respetar en la guerra, y toda la perfidia y la traición que emplean los japoneses en sus métodos de conquista, eran elementos principales también en las cargas de los proyectiles que dispararon los traidores submarinos del Eje para hundir al "Potrero del Llano" y al "Faja de Oro". Pero al mezclarse la sangre mexicana con las aguas del Golfo se unieron incuestionablemente también en lo ideal, que ya lo estaban en lo material, los ideales de México, la posición material de México y la posición de las democracias, y al encenderse el petróleo y convertirse en llama gigantesca para iluminar la barbarie de los nazis, en aquella noche memorable también se levantó de las aguas del Golfo Mexicano la antorcha que va a iluminar el camino de México hacia el porvenir, el camino del triunfo con las democracias que defienden el ideal de justicia y libertad que tan caro ha sido para la Humanidad en todos los tiempos. (Aplausos).

Sí señores; tradicional ha sido la falta de respeto de Hitler a las normas del Derecho Internacional. Cuando él denunció el Tratado de Versalles, manifestó solemnemente ante el mundo que si daba este paso y rompía ese tratado era porque deseaba ver a Alemania en un plano de igualdad con todas las demás naciones del mundo. Hizo entonces una serie de promesas; iniciando la política que había de ser tradicional más tarde; ya no la política basada en el derecho, en la decencia, en la lealtad, en la moral, sino la política internacional basada en la traición, en la perfidia y en el disimulo.

Cuando la denuncia del Tratado de Versalles, manifestó solemnemente que respetaría todos los pactos internacionales, todos los demás tratados. Solemnemente ofreció respetar el Tratado de Locarno, y aún más, adicionarlo para que fuera mayor garantía, todavía, para la paz mundial. ¿Y qué cosa hizo Hitler? Tiempo después invadía la Rumanía, la zona desmilitarizada; es decir, violaba el pacto de Locarno, que había ofrecido solemnemente cumplir. Y más tarde intervino en España, sin razón y sin derecho, para ayudar al régimen traidor de Franco. Hitler, que cimentaba la grandeza de su patria en el poderío militar, violaba la principal de las normas del honor militar: la lealtad del ejército a su gobierno constituido, y ayudaba con su fuerza material al traidor Franco que había logrado volver las armas del Ejército Nacional contra el Gobierno de la República. ¡Triste experiencia para el mundo! ¡Terribles momentos aquellos en que volvíamos a la barbarie, a una nueva barbarie en que el único derecho era el del más fuerte! En los tiempos primitivos de la Humanidad, la horda salvaje llegaba y se imponía sobre sus contrarios por la fuerza, y los mataba, los destrozaba, los arrasaba; pero hacía esto en una forma abierta, y Hitler ahora mata y arrasa y asesina sin piedad, mas no lo hace en una forma abierta, sino empleando la traición y el disimulo. Este es el nuevo derecho de Hitler; vuelve a los tiempos primitivos, a la barbarie primitiva, pero agregando a esa barbarie la traición previa.

Fue entonces cuando este nuevo derecho se manifestó claramente en España. La ciudad de Almería fue bombardeada por Hitler; allí cayeron las primeras mujeres y los primeros niños de sangre española, de sangre nuestra también, asesinados fríamente por los poderosos cañones de la escuadra hitlerista. Solemnemente también afirmó Hitler, que respetaría al Estado austriaco; que no tenía mira alguna sobre Austria; sin embargo, invadió a Austria y terminó con aquella gran nación, anexándola al régimen nazi. Dejaba Austria de ser libre para sumirse en la tiranía nazista.

Nuevas promesas de respeto por parte de Hitler. Allí terminaban las ambiciones territoriales de Alemania. Si se anexaba Austria Hitler, era porque esa nación era de origen germano; era porque en la sangre de los austriacos corría la misma sangre que por las venas de los alemanes. ¡No más ambiciones territoriales para Hitler! Sin embargo, sigue el tiempo y las palabras falaces de Hitler ruedan una vez más en el escenario de la historia y, reclama el territorio sudetino porque allí también hay mayorías alemanas que incorporar al Tercer Reich.

La criminal política internacional de Chamberlain y la cobardía de Daladier permiten el desmembramiento de Checoeslovaquia y la voracidad de Hitler entonces ya no reconoce límite. Más tarde se anexa la Bohemia y la Morabia para agredir después también sin derecho, sin razón y sin motivo a Polonia, marcando así el límite en que podía detenerse la cobardía de la política internacional seguida hasta entonces por los gobiernos de Inglaterra y por Francia. En ese momento es cuando Inglaterra y Francia solemnemente declaran que se hallan en estado de guerra contra Alemania.

Pero sigue la vorágine de la guerra incendiando al mundo: Rusia, los Estados Unidos y ahora

México. Hitler tenía que atacar a México, señores. Para quienes seguimos con atención los acontecimientos mundiales; para quienes vemos con interés todos los asuntos que pueden afectar a nuestra patria, el traidor ataque de las naciones del Eje no fue una sorpresa. México, colocado geográficamente al lado de la gran potencia norteamericana, con vías de comunicación a los Estados Unidos, con una vida comercial ligada a los Estados Unidos en muchos aspectos; México, guía y orientación en gran parte del resto de América, tenía que caer bajo el ataque de Hitler. Pero más aún, la principal razón por la que Hitler tenía que atacar a México, es porque el propósito principal que persigue es el de la dominación del mundo. Hitler lo ha dicho. En el libro "Mi Lucha", afirma Hitler: "Un Estado que en una era de podredumbre racial se consagra a cultivar sus mejores elementos raciales, debe ser algún día el amo de la tierra. Todos sentimos que en un futuro lejano la Humanidad puede encararse con problemas que sólo una raza maestra suprema podrá vencer, apoyada en los medios y recursos de todo el mundo".

Estas son palabras de la biblia de Hitler, de la biblia de todos los nazis, del libro "Mi Lucha", de Hitler.

Esa sed de dominio mundial tenía que traer forzosamente el ataque a México, que ha adoptado sin vacilaciones, desde un principio, su papel al lado de las democracias. Por eso no fue una sorpresa para nosotros.

Hitler agredió a México. Esto es necesario repetirlo, es necesario que insistamos en ello. La posición de México no es una posición, como afirman uno que otro traidor y uno que otro cobarde - que, por desgracia, los hay -, no es una posición de vana ostentación, sino una posición de dignidad ante la agresión del régimen nazi.

México no va a la guerra en falsas posturas pensando que nuestro concurso vaya a lograr que la guerra se resuelva favorablemente para nuestra posición; México va a la guerra, como lo dijera solemnemente y con toda su autoridad el señor Presidente Ávila Camacho, víctima de una agresión; México va a la guerra a defender todo lo que ha sido caro para nosotros, todo lo que ha hecho grande a nuestra nación; la decisión, la inquebrantable decisión de mantener siempre viva nuestra integridad, siempre respetado nuestro territorio; la inquebrantable decisión de mantener con dignidad a México, eso es los que nos lleva a la guerra ¡Eso ante la agresión de Hitler!

Siempre se ha mantenido en México la integridad patria; siempre se ha defendido la soberanía nacional. La posición del señor Presidente Ávila Camacho no es otra cosa sino la continuación de esa tradición histórica nuestra; la posición del señor general Ávila Camacho no es sino la continuación - digamos al azar, un héroe nuestro -; la continuación de la figura magnífica de Benito Juárez y de los patricios de la Reforma. Decía don Manuel Doblado, dirigiéndose a los comisarios de los ejércitos extranjeros que pretendían invadir a México, estas palabras, en relación a las discusiones que se tenían en La Soledad:

"En cuanto a la injustificable conducta de los señores comisarios del ejército de los franceses, el Gobierno Mexicano se limita a repetir en esta vez lo que ya en otra ocasión ha protestado. México hará justicia a todas las peticiones justas y fundadas en el derecho de gentes; pero defender , hasta el último extremo, su independencia y soberanía, y sin aceptar jamás el papel de agresor, que nunca ha tenido, repeler la fuerza con la fuerza y defender , hasta con la última gota de sangre mexicana, las dos grandes conquistas que el país ha hecho en el presente siglo: la Independencia y la Reforma".

Estas son palabras de don Manuel Doblado a los franceses. Y pregunto yo a esta Asamblea: ¿No campea en esas palabras el mismo espíritu patrio, la misma emoción que vibraba en las palabras del Presidente Ávila Camacho, cuando se dirigió a ustedes desde esta tribuna, en la solemne ceremonia celebrada ayer? Es indudable que la contestación la tienen ustedes a flor de labio. Todos vemos que el mismo espíritu patrio de los hombres de la Reforma, que la misma ansia de defender lo más querido para nosotros - nuestra patria -, es lo mismo que ha movido, que ha orientado la decisión final del Ejecutivo en estos difíciles momentos de nuestra vida nacional.

Y Juárez, el gran patricio; Juárez, el gran jurista; Juárez, el hombre que dejó normas que son ejemplo en la vida internacional de los países, decía, en la misma época, en su célebre manifiesto a la nación:

"El Gobierno de la República, dispuesto siempre o dispuesto todavía, solemnemente lo declaro, a agotar todos los medios conciliatorios y honrosos de un advenimiento, en vista de la declaración de los plenipotenciarios franceses, no puede, ni debe hacer otra cosa que rechazar la fuerza con la fuerza y defender a la nación de la agresión injusta. La responsabilidad que sobrevenga recaerá sobre todos los que, sin motivo ni pretexto, han violado la de las convenciones internacionales.

"Una vez rotas las hostilidades, todos los extranjeros pacíficos residentes en el país quedarán bajo el amparo y protección de las leyes, y el Gobierno excita a los mexicanos a que dispensen a todos ellos, y aun a los mismos franceses, la hospitalidad y consideraciones que siempre encontraron en México, seguros de que la autoridad obrar con energía contra los que a esas consideraciones correspondan con deslealtad, ayudando al invasor.

"En la guerra se observarán las reglas del derecho de gentes por el Ejército y por las autoridades de la República".

Parece, señores, que las palabras que ayer decían Doblado y Juárez todavía son aplicables a nuestra realidad nacional presente. Juárez, el indio, Juárez, de tez morena, por cuyas venas no corría sangre aria, para honra suya, afirmaba esto. ¡Qué diferente afirmación frente al derecho de gentes, frente a la vida civilizada de los pueblos, a la que hace Hitler por medio de la fuerza!

Ante la afirmación de la fuerza de Hitler y la afirmación del derecho de Juárez, no hay duda posible. Nos queda el orgullo de ser mexicanos y tener hombres como Benito Juárez. (Aplausos).

No había duda, no había vacilación posible, como

decía el señor Presidente Ávila Camacho. Las diversas situaciones internacionales que se habían venido presentando a nuestro país habían podido tener soluciones diferentes a la guerra; pero las agresiones continuadas del Eje, el desprecio a nosotros como pueblo débil, o como pueblo moreno, no tenían sino una respuesta: la guerra con todas sus consecuencias, como afirmó el general Ávila Camacho; la guerra que ha aceptado el Parlamento de México con la decisión y hombría con que la hicieron sus antecesores en otras épocas difíciles también para la historia patria.

Claro está que la declaración de guerra, como han dicho algunos compañeros aquí esta mañana, tiene que traer consecuencias para México; indudablemente tiene que traer consecuencias para todos nosotros en lo particular y para todos los mexicanos. ¡Qué cómodo sería declarar la guerra y que no hubiera ningunas consecuencias! Claro que son muy cómodas las guerras de opereta. Pero cuando se va a una guerra con decisión, con valor y con dignidad; cuando se adopta esa posición con conocimiento de causa, con sinceridad, con arrojo, con la firme decisión de colaborar con el Estado, tiene que haber consecuencias. Pero también estamos obligados todos los mexicanos a sobrellevar esas consecuencias; estamos obligados todos los mexicanos a pensar antes que nada en la patria, anteponer a cualquier interés particular el interés patrio, el interés colectivo, que debe estar por encima de todo en estos momentos solemnes.

¿Qué consecuencias trae para México? El estado de guerra es un conjunto de situaciones jurídicas que son motivadas: o por una declaración expresa de guerra o por una agresión. Luego, el estado de guerra en que nos hemos colocado ha sido motivado por la injusta agresión de que hemos sido objeto por los alemanes. El estado de guerra, el conjunto de situaciones jurídicas se reflejan en el orden internacional del país y en el orden interno del mismo. En el orden internacional tendrá México que adoptar determinada posición con respecto a la agresión de que ha sido objeto. Esa posición ha sido ampliamente explicada por el señor Presidente de la República. A la Representación Nacional no le queda sino con orgullo y patriotismo, con absoluta sinceridad, sin festinaciones, como dijera el señor Presidente del Congreso ayer, estudiarla y apoyarla. Ese es el deber que la patria nos impone en estos momentos.

En el orden interno, claro está que también trae repercusiones el estado de guerra. En el aspecto del Derecho Constitucional, un estado de guerra trae en el interior principalmente, diversas restricciones a las garantías de los individuos, a los derechos políticos, a los derechos que tienen las gentes sin distinción de sexos, de edad, de nacionalidad, sino por el simple hecho de ser seres humanos.

Habrá indudablemente restricciones que han sido ya enumeradas en la solicitud hecha por el Ejecutivo a esta Cámara. Estas restricciones son indispensables para que el Gobierno pueda encaminar la vida de la Nación por los cauces adecuados al estado de guerra.

Por esa razón, el Honorable Congreso de la Unión debe aprobar sin reservas la solicitud del Poder Ejecutivo y debe aprobar también sin restricciones la concesión de facultades extraordinarias al mismo para hacer frente, en este grave caso de perturbación del orden nacional, a la nueva situación creada.

Por esa razón, en forma consciente, en forma constitucional, apegada al derecho y a la realidad, debemos de apoyar sin reservas la solicitud del Poder Ejecutivo.

Hay deberes de todos para con la patria; hay un deber principal, el deber de lealtad a nuestro país, el deber de supeditar toda nuestra vida a la vida de la nación, que desde este momento est en grave tensión. Hay el deber de no crear nada que pudiera entorpecer la marcha de los destinos patrios, y éste es un deber de todas las clases sociales sin excepción. Es un deber patriótico. Ya el sector obrero, por conducto de los dirigentes de una de las principales centrales de trabajadores, de la C. T. M., ha llevado su fervor patriótico hasta declinar la mejor de las armas de los obreros en la lucha, como es la huelga. Esto debe interpretarse como un magnífico gesto patriótico de los trabajadores; pero frente a este gesto, la clase patronal tiene también obligaciones correlativas. El mismo deber de ser patriotas de los trabajadores, es el mismo deber que tiene la clase capitalista en estos graves momentos de la historia nacional. Los deberes patrios no son patrimonio exclusivo de los de abajo, sino obligación para todos los que hemos nacido en el territorio de México. Volvamos los ojos al pasado e inspirémonos en las acciones de los grandes hombres de México no permitiendo que vuelva a haber en México más polkos, más traidores a nuestra nacionalidad. De aquí en adelante, el guante est lanzado y no tenemos sino la siguiente disyuntiva: o somos mexicanos, o somos traidores a la patria. Que cada quien elija el camino que mejor le convenga. (Aplausos).

Esos son nuestros deberes, deberes sagrados, deberes que enaltecen a todo hombre, a una generación entera, a toda una nación. Estoy seguro de que México responder a estos deberes que nos impone la hora presente.

Ayer, cuando regresaba el señor Presidente a Palacio, la gente desbordaba la valla, y hombres, viejos y jóvenes, con el entusiasmo marcado en el rostro, le gritaban: ¡Viva México!

Cerca o en edificios lejanos, todos agitaban las manos saludando al Jefe Ejecutivo. El pueblo de México respondía una vez más a la declaración de guerra hecha en este recinto, y respondía sin, distinción de clases dentro de esta posición, sintiéndose mexicano y vinculándose al territorio donde hemos nacido, donde se ha desarrollado nuestra historia. Es la posición que queremos para todos los que hemos nacido en la tierra de Anáhuac, en la tierra de Juárez.

Claro está que nuestra posición nos lleva ahora a hacer copartícipes en el triunfo indudable de las democracias; pero cabe pensar: ¿cuáles serían las consecuencias para México en el caso de un hipotético, lejano e imposible triunfo de los nazis? Digo: hipotético, lejano e imposible triunfo de los nazis, porque jamás podrán ellos sobreponerse a

todas las fuerzas productoras de las naciones aliadas. La guerra moderna requiere en gran parte material, y la producción de material bélico de los aliados ahogará la producción alemana a la larga. Los alemanes, como en la lucha pasada, podrá ganar batallas; todavía ganarán varias batallas, pero la guerra, para desgracia de Hitler, la ganarán los aliados, y México con ellos. (Aplausos).

Nuestra distancia de Alemania, nuestra lejanía de Europa, hacían que la mayor parte de los mexicanos vieran la guerra en calidad de simples espectadores; ante el más trágico de los escenarios que ha contemplado el mundo, muchos tenían la cómoda posición de espectadores, sin imaginarse siquiera ser actores en esta gran tragedia. Sin embargo, ahora estamos dentro de ella, estamos dentro de ese escenario, estamos formando parte de la gran representación al lado de los aliados. Repito, en el caso de un imposible triunfo nazi ¿qué sucedería a México? Imaginémoslo, es fácil imaginarlo recurriendo a ejemplos de la vida real. Nosotros, a fuerza de disfrutar nuestras libertades, a fuerza de vivir en medio de ellas, de sentirlas, muchas veces se nos aminora el cariño y el aprecio que debemos sentir por ellas. Olvidamos que estas libertades que se gozan en los regímenes democráticos, son el resultado de sus esfuerzos, de sangre, de lucha de la acción de hombres eminentes; son el resultado de muchos años en la historia del mundo. ¿Y qué sucedería con ellas si triunfa Hitler? Esta libertad de hablar, de pensar, de emitir nuestros pensamientos, de la noche a la mañana se verían negadas y perseguidas por el "gauleitter" que impusiera en nuestro país. Todos hemos tenido la libertad de escoger actividades. Quién en la industria, en la fábrica; quiénes trabajan la tierra en el mismo ambiente de libertad; otros escogen profesiones, en fin, numerosas actividades. Dentro del régimen nazi no habría sino una clase de trabajo: el trabajo en beneficio del dominador, el trabajo para el régimen nazista, la explotación desmedida y despiadada de nuestros recursos naturales. No más profesionistas, no más libertad de trabajo, sino trabajo impuesto por los dominadores. Esta sería la realidad de México, no nada más para los pobres - que lo oigan bien todos -, para los ricos y pobres, para todos los de tez morena, para todos los que tenemos sangre mexicana en las venas. ¿Qué sería de nuestros hijos? No más libertad para enseñarles, no más vínculos familiares, sino todas las nuevas generaciones al servicio del trabajo del nazi. Esa sería la realidad de México. ¿Qué sería de la libertad de prensa? ¿Qué sería de esa libertad que permite en nuestro régimen muchas veces atacar hasta la posición que tiene el propio Gobierno en beneficio de los destinos nacionales? No habría más libertad en los periódicos que para alabar y decir lo que quisieran los conquistadores. ¿Y para nuestros creyentes, para la gran masa de mexicanos que es profundamente católica, que es cristiana, cuál sería la realidad para ellos? ¿Cuál sería la vida para todos nuestros católicos mexicanos? Hitler en Alemania ha perseguido muchas veces a la Iglesia Católica, ha encarcelado a altos dignatarios de la Iglesia; en Polonia ha saqueado las iglesias, ha perseguido la religión también. Hitler trata de hacer una nueva religión; Hitler es un neo pagano, trata de levantar un paganismo en que él ser una de las principales divinidades. Por tanto, Hitler perseguiría a todos los creyentes mexicanos, perseguiría a la mayor parte de la Nación Mexicana.

Pero lo que es peor aún, es que hay ilusos, hay equivocados que creen que Hitler siente simpatía por muchos mexicanos; que Hitler no haría nada en México que fuera a lastimarnos o dañarnos. Pero hay una cosa y solamente no pensando en ella se puede sostener esta posición: Hitler es el sostenedor de una teoría racista que preconiza la superioridad absoluta de la raza aria sobre todas las demás. Si Hitler considera raza inferior a la francesa, y considera raza inferior a la mayor parte de los pueblos de Europa, que son pueblos de gente alta, rubia, de mayor fortaleza física, quizás, que nosotros, ¿qué puede pensar de nosotros, mestizos de tez morena? Para Hitler somos subrazas, somos seres inferiores; ni siquiera dignos de tomarnos en cuenta para darnos contestación a una nota internacional que mandó México en defensa de su integridad y soberanía. Esa es la realidad de Hitler. Frente a la teoría racista de Hitler, frente a él somos inferiores.

Y se me ocurre preguntar: ¿serán tan inferiores los mexicanos cuando no hace todavía un siglo los soldados nuestros, mal vestidos entonces, mal armados, con los indios de Zacapoaxtla, derrotaron en Puebla al Ejército francés que era entonces el mejor ejército de Europa, y lo derrotaban antes de que lo hicieran los prusianos mismos? ¿En qué está la inferioridad nuestra? Frente a la teoría racista de Hitler tenemos que alzar con orgullo la teoría de que el futuro del mundo no es de las razas puras sino del mestizaje. El futuro del mundo es de las razas mestizas. Nunca debemos admitir - que lo admitan los traidores - que somos inferiores frente a la raza aria.

Pero felizmente, hay una absoluta imposibilidad de que los nazis puedan triunfar. Frente a los deseos de Hitler, cabe hacer una afirmación: a pesar de la fuerza de los nazis, el mundo jamás se convertirá en pedestal para Alemania y Hitler. Esa es nuestra posición: estado de guerra. Desde hoy, todo en defensa de la patria, inspirados por la más alta de las morales. Las normas de moral, señores, siempre encierran algo bueno, siempre son respetables, a pesar de que la moral varía de pueblo a pueblo, de cultura a cultura, de clase a clase; pero la verdad es que la mayor parte de los dogmas siempre son respetables.

Pero hay una serie de normas que, aparte de que son respetables, son particularmente exigentes, y esas normas son las de la moral militar. En ninguna de las clases sociales se exige a un individuo que se sobreponga muchas veces al miedo, al propio instinto de conservación. En ninguna de las clases sociales se obliga al individuo a dar su vida, y si no lada, es castigado por la moral militar. De acuerdo con la moral militar, el soldado está obligado a sobreponerse al miedo que pueda sentir; está obligado, digo, a sobreponerse al propio instinto de conservación y ofrendar a la patria todo, su vida misma. Si un soldado deserta frente al enemigo no

puede alegar que tuvo miedo o que fue un momento de terror por el cual huyó, pues si el soldado huye es fusilado. Pues bien, desde este momento México está en estado de guerra y todos los mexicanos debemos ser soldados que jamás desertaremos del frente de la posición de guerra a que nos ha llevado patrióticamente el señor Presidente de la República. (Aplausos).

Y ya que toco este aspecto de la importancia enorme de la moral militar, en este pueblo mexicano en el que nadie se siente extraño a la milicia, en el que nadie ve con indiferencia a un soldado, en el todos vibramos de entusiasmo cuando oímos un toque militar, levanto mi voz en este Congreso para tributar mi admiración al glorioso Ejército mexicano, a esos soldados morenos que sabrán en un momento dado ir a luchar a las trincheras sin saber de rendiciones, sin salir de las trincheras con los brazos en alto diciendo: "¡ Kemerad, kamerad !" - como es fama que lo hacen los nazis - a estos soldados nuestros, siempre patriotas, a quienes no hay que llevar a la lucha en los momentos en que suenan los primeros disparos, sino que, por lo contrario, hay que contener en su ardor guerrero.

Quiero, pues, aquí proponer que tributemos un aplauso al glorioso Ejército de México, seguros de que él siempre cumplir con su deber y tras de él, todos los ciudadanos de México. (Aplausos nutridos).

Esa es la actitud, que ha adoptado nuestra patria. ¿Qué nos queda a todos nosotros? Repito, una vez más, para terminar, tenemos que cumplir con nuestro deber de mexicanos, cumplir con nuestro deber de patriotas, y amar a esta tierra nuestra, amar a nuestra patria que es grande, que es noble y que debe estar por encima de todas las cosas para nosotros.

Al concluir, no encuentro mejores palabras que las del señor Presidente de la República escritas en humilde libro cuando era apenas Secretario de la Defensa Nacional. Entonces decía:

"El Gobierno Supremo de la República, inspirado en los altos principios de la Revolución, al esforzarse en sostener la igualdad de derechos de los mexicanos, tiene, también, como consecuencia, que sostener la igualdad de deberes, y de éstos ninguno tan noble e interesante como el de defender a la patria". (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Manuel Bernardo Aguirre.

El C. Aguirre Manuel Bernardo: (Aplausos). ¡Qué profundo pesar, qué gran tristeza invade el alma nuestra cuando tenemos que hablar de guerra, de una guerra que no hemos buscado, de una guerra que no hemos provocado, de una guerra que no hemos querido, porque es brutal, porque destruye, porque se aparta del ideal supremo de la Humanidad que ha sido el santo y seña de esta amada Patria nuestra! Desgraciadamente la guerra ha venido, y entonces tenemos la obligación ineludible, y absoluta de cumplir con nuestro deber, no solamente como mexicanos sino como hombres.

Esta guerra no es de nación a nación; esta guerra no es de principio a principio; esta guerra no es de tendencia a tendencia; en esta guerra están en pugna la brutalidad con la razón y con el anhelo puro de vivir.

Decía hace un momento que esta guerra no la hemos buscado, ¿Y cómo buscarla si la guerra para nosotros significa el árbol abatido, la obra truncada, el programa interrumpido, la bandera abatida, el hijo muerto?

Este recinto sagrado, porque tiene en sí la voluntad y la aspiración suprema del pueblo mexicano, ha adquirido proporciones magníficas en este día glorioso. Desde la eminencia de este día, agitado el espíritu por brisas de patria, miro, pensando en ella, hacia el pasado, hacia el presente, hacia el futuro, y encuentro en el pasado a un anciano venerable, un apóstol que entrega la cabeza cuando se inicia nuestra vida independiente. Veo también a un indio de proporciones magníficas, de perfil gigantesco, que abrazó no solamente un país, sino un Continente entero; que infatigable, que valiente, que abnegado, llevó todo el sacrificio, apuró la última gota de la copa del dolor, cuando se iniciaba nuestra vida democrática.

Encuentro también al hombre de Coahuila, que también hizo su aportación de vida, su aportación de esperanza, todo para iniciarnos en la vida auténtica de las instituciones, en la vida auténtica de la democracia. Y hace acto de presencia, igualmente, toda esa masa de obreros y campesinos, que fueron al sacrificio, que regaron con su sangre los campos de la patria y que entraron por la puerta de la gloria en Querétaro y en Puebla, cuando la Patria nuestra se vio amenazada por invasión extraña.

Mirando el presente, encontramos la figura del gran soldado, la figura del gran Presidente eminentemente mexicano, que hace unas cuantas horas, con todo valor pedía el estado de guerra en defensa del honor y del decoro, abriendo un paréntesis en sus palabras, no obstante la seriedad del momento, para decir unas palabras inmortales: "México, no obstante la guerra, no se entregará a persecuciones injustas".

¿Inmortales he dicho? Sí, señores; inmortales, porque los Atilas desaparecen. pero los Quijotes viven. (Aplausos).

Viendo el presente también he contemplado a una madre mexicana cerca del féretro del hijo muerto. ¿Muerto en combate? ¡No ni siquiera muerto en lucha! Asesinado en el "Potrero del Llano", arrastrado a la orgía de sangre. Y aquella mujer, cubierta de crespones negros y dejando caer el raudal de su llanto, se me antojaba el alma de la patria nuestra que sentía las angustias por la infelicidad de sus hijos; de esa patria nuestra que tanto amamos y que me hizo conmover hasta lo último, hasta lo más hondo de la entraña. Y de esa entraña surgió una promesa que hice con toda solemnidad y con los ojos cerrados: patria amada: tú que nos has dado el azul del cielo, tú que nos has dado el pan del cuerpo y el alimento del espíritu, tú que nos has dado la tumba de nuestros padres, tú que nos has dado la sonrisa de nuestros hijos, puedes contar con que en esta hora suprema te daremos nuestra vida. ¡Cómo no! ¡Lástima que sea nada más una! (Aplausos nutridos).

Mirando al porvenir he visto un espectáculo

magnífico que no es un sueño, sino algo en que tenemos derecho a pensar, algo en que tenemos derecho a confiar: el porvenir brillante de la lección que continúa en la escuela y que quedó interrumpida por esta tragedia nuestra; el surco abierto recibiendo amoroso la semilla; el taller dejando a un lado el instrumento de la brutalidad y forjando el arado, y el porvenir también que nos deja entrever una patria fuerte, una patria feliz, una patria cobijada con esa enseña maravillosa y santa afirmada cada día en sus instituciones y en el campo de oro de los trigales.

Esa visión preciosa tenemos la obligación de hacerla realidad, y ¿cómo hacerla realidad?, cumpliendo con nuestro deberá, sintiéndonos mexicanos, auténticamente mexicanos, no desentendiéndonos un solo momento de nuestras obligaciones para con la patria. Solamente así tendremos derecho a consumar esa realidad preciosa y sólo así podremos también ser acreedores a ese abrazo fecundo de la madre tierra, que es lo último que nos da, para ver con toda confianza en el porvenir magnífico que habrán de vivir los hijos nuestros, ya que el porvenir de ellos debe ser la aspiración de todos los buenos mexicanos. (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Alejandro Carrillo. (Aplausos nutridos y prolongados).

El C. Carrillo Alejandro: Nunca como hoy hemos sentido reverencia tan grande y emoción tan profunda al llegar a esta tribuna de la Representación Nacional; sentimos que en el ámbito de este recinto flota la augusta figura de la patria mexicana que viene a conocer, que viene a escuchar cuáles, en esta hora suprema, el pensamiento, cuál la palabra del pueblo de México.

Pocas veces como hoy un acontecimiento tan importante ha sido puesto a nuestra consideración y estudio, porque, señores diputados y pueblo de México, vivimos instantes decisivos para el porvenir de nuestro país. Aún perdura en nosotros todos, estoy seguro, porque lo adivino en el rostro de mis colegas los señores diputados, la emoción profunda y honra que dejaran las palabras trascendentales de Manuel Avila Camacho en su histórico mensaje a la nación. No podemos desprendernos de esa emoción, no podemos desconocer el significado hondo, la huella profunda que esas palabras nos dejaran. Corresponde a los miembros del Poder Legislativo venir hoy, ante el tribunal de la opinión pública, para resolver el gran dilema histórico que se plantea para nuestra República: ¿Debe México, o no, declararse en estado de guerra con las potencias del Eje? Esta dramática disyuntiva deberá resolverse en función de la voluntad soberana del Poder Legislativo.

Quienes luchamos por la democracia, estamos dando al mundo un magnífico ejemplo de consecuencia con nuestra doctrina política, cuando venimos, con la presencia nuestra en esta tribuna, a afirmar que ninguna decisión, que ninguna voluntad en México puede cumplirse, si antes no es consultada la soberana voluntad del pueblo que en estos momentos encarna la Cámara de Diputados. Es por ello, señores diputados, que nuestra responsabilidad, individual y colectivamente considerada, como representativos del pueblo, es extraordinaria. El pueblo de México hoy, pero sobre todo el pueblo de México mañana, habrá de pedirnos cuentas de nuestras actuación. ¿Cumpliremos dignamente con nuestros altísimo deberá? ¿Sabremos ser fieles intérpretes de la voluntad popular? ¿Escucharemos la voz profunda, auténtica, del pueblo en esta hora trascendental?

Es esta nuestra tarea, nuestra gran tarea. Por ello, porque nunca en la vida del México contemporáneo se había presentado un problema de esta magnitud, porque muy pocas veces en toda la historia patria nuestro país ha tenido que confrontar problema tan grave, es por lo que debemos meditar cuidadosamente, concienzudamente, serenamente, el paso que vamos a dar, la decisión que hemos de tomar.

No podría ser de otro modo, cuando se solicita del Poder Legislativo la autorización necesaria para dar el paso más trascendental que pueden dar los pueblos libres. No podría ser de otra manera cuando nuestra voluntad soberana ha de inclinar, decisivamente, el fiel de la balanza de nuestro destino histórico.

A nosotros corresponde juzgar, analizar, minuciosa y cuidadosamente, la conducta que el Estado mexicano deba asumir frente a este trascendental problema. Por eso es necesario que, al discutir y aprobar, en su caso, el dictamen de las Comisiones Unidas, que fue leído en esta tribuna el día de hoy por la mañana, digamos al pueblo de México cuáles son las razones, cuáles los motivos que sirven de fundamento a nuestra decisión.

El mundo vive en guerra. No es la primera guerra que surge en la Tierra. No es, tampoco, la única que ha habido en los últimos tiempos. ¿Por qué México ha permanecido al margen de los últimos conflictos bélicos internacionales? ¡Qué razones válidas existen para que México evite la posición de neutralidad, de aislamiento en esta ocasión también? ¿Necesariamente debe México intervenir en la contienda?

Son estas preguntas inquietantes las que el pueblo se hace cuando contempla, con ansiedad y angustia, el furioso torbellino de violencia que se agita sobre el planeta.

Muchas guerras han habido, es verdad; pero no todas ellas de la misma calidad, de idéntica categoría, de igual jerarquía. No. Fundamentalmente hay guerras, señores diputados - y ustedes lo saben bien -, de dos clases, de dos categorías: guerras justas y guerras injustas. Guerras justas son aquellas que hacen los pueblos que defienden su soberanía, que defienden su hogar, que defienden su territorio, que defienden su libertad y su honor contra quienes pretenden oprimirlos, dominarlos, sojuzgarlos.

Son injustas las guerras de conquista, de rapiña, guerras de opresión que lleva a cabo un Estado fuerte en contra de un Estado débil. Y si dos guerras hay, si sólo dos clases de contiendas existen, ¿frente a cuál de ellas nos encontramos? ¿Cuál es su clasificación? ¿Cuál su contenido? ¿Es guerra justa, o guerra injusta la que en estos momentos asuela al mundo?

Pueblos que defienden su libertad, pueblos que defienden su tradición, hombres que defienden su hogar, mujeres que defienden a sus hijos; la Humanidad, en suma que lucha por impedir que los hombres libres caigan víctimas de los nuevos bárbaros, de los invasores: tal es el panorama que se ofrece a nuestros ojos en las cuatro quintas partes del mundo.

Guerra injusta es la que libran hoy quienes la han desencadenado; guerra injusta es la que dirige hoy el Eje en contra de los pueblos todos del mundo. Pero es guerra justa, justísima, a la vez, que la hacen, la que han tenido que hacer los pueblos que defienden su honor, su soberanía, su independencia y su dignidad. México ha sido agredido, alevosa, injustamente. La guerra injusta de los totalitarios no ha querido respetar nuestra soberanía, no ha querido dejarnos al margen de su voracidad. ¿Qué hacer? El honor nacional, la tradición de la patria sólo marca una solución: ¡Contestar a la guerra injusta del Eje con la guerra justa de México!

Es necesario que el pueblo de México medite acerca de lo que ha ocurrido. El fascismo, enemigo de la Humanidad, nos ha llevado a una guerra que no hemos provocado, que no hemos buscado. Si hemos de participar en ella lo haremos en virtud de que, contrariando la esperanza recóndita de nuestro pueblo, sólo esa ruta nos ha dejado abierta la insolencia totalitaria. Porque, señores diputados, nadie se atrevería a ocultar un hecho, una verdad evidente, como lo es el odio que los pueblos profesan a la guerra; se odia a la guerra por lo que ella tiene de barbarie, por lo que ella tiene de brutal y de destructora, por lo que ella tiene de rompimiento de las normas civilizadas que rigen las sociedades humanas, por lo que ella tiene de cruel y de salvaje.

Todos los pueblos sanos de la Tierra han luchado en contra de la guerra. Los pueblos de Europa, víctimas de la conflagración de mil novecientos catorce - mil novecientos diez y ocho, sacudidos hasta lo más hondo de su existencia, golpeados tremendamente, destruídos en lo material y en lo espiritual, ¿cómo no iban a odiar la guerra, si sentían aún sus consecuencias sobre sus carnes sangrantes? Los pueblos de Europa y los pueblos del mundo entero querían una paz verdadera, definitiva. Pero, por desventura para ellos, por desventura y por desgracia para el género humano, no fue una paz auténtica, no fue una paz de pueblos, no fue una paz inspirada en ideales generosos la que se firmó en Versalles. Fue la Conferencia de la Paz, palenque en donde los imperialismos en pugna sólo procuraron satisfacer sus intereses mezquinos, en donde los financieros y los monopolistas subordinaron las legítimas aspiraciones populares, el ansia de paz duradera de los pueblos, al interés mercantil de sus especulaciones.

La paz que en Versalles se dio a Europa y a los pueblos del mundo, fue una paz coja, fue una paz artificial, inorgánica. El virus engendrador de la guerra no había sido eliminado. De ahí que poco después no solamente en Europa, sino en otras regiones del planeta, comenzara a romperse el equilibrio inestable forjado por los malabaristas de Versalles. En el organismo mundial surgía, de nuevo, el cáncer que habría de minarlo: la fuerza bruta ocupaba el sitio del derecho.

Se produjo, entonces, la agresión del Japón al Manchukuo. Mussolini se lanzó contra la inerme Etiopía. Los gritos fanfarrones del dictador italiano revelaron al mundo sus imperiales sueños: reintegrar a Italia el Mare Nostrum; reconstruir el imperio de los Césares. Y más tarde, se desencadenó una serie constante de agresiones hasta que el mundo entero comprendió que había surgido una nueva fuerza de destrucción, dotada de una nueva "teoría de la guerra": el fascismo. La teoría fascista exaltaba - lo recuerdan los señores diputados - a la guerra; la teoría fascista ridiculizaba a los pueblos que querían vivir en paz y en armonía, la teoría fascista comulgaba con la estúpida idea de que el mejor galardón y el más grande honor que era dable conquistar a los hombres de los Estados fuertes era la destrucción despiadada de los pueblos "inferiores" y débiles; la tesis cavernaria que en labios de Mussolini ululaba que la mejor manera de sentirse hombre superior, creador de su propio destino, era llevar la desolación y la muerte a los pobres etíopes indefensos e impotentes frente a los aviones italianos de bombardeo.

La teoría fascista que exaltaba la agresión, la fuerza bruta, el crimen y que ridiculizaba la paz, habría de traer graves consecuencias para el mundo.

Cuando Adolfo Hitler llegó al poder, esta teoría bárbara adquirió perfiles más peligrosos, más tremendos, más graves para todos los seres humanos. a Etiopía siguió España, España la grande, España, nuestra madre. ¡Y a propósito de la tragedia española, señores diputados, que pocos hombres de Estado en el mundo han definido ese doloroso episodio de la historia contemporánea como lo hizo, certeramente, valerosamente, en este mismo sitio Manuel Avila Camacho: "¡Golpe de Estado internacional del fascismo para sojuzgar al pueblo español!" ¡Qué pocos estadistas han tenido la valentía para hablar así, con claridad meridiana, de la tragedia de España!

España no fue, sin embargo, la última de las víctimas: más tarde llegó su turno a Austria. Sucumbieron, también, otros países libres. Y culminó esta serie sangrienta de zarpazos con el grotesco, con el odioso Pacto de Munich, en el cual Hitler y sus cómplices crucificaron a un pequeño gran país, a la heroica Checoeslovaquia.

Ya no había duda acerca de lo que quería el fascismo. ¿Nuevas colonias? ¿Nuevo reparto del mundo entre las grandes potencias? ¿Espacio vital? No. Lo que el fascismo quería era la dominación total del mundo. La prueba contundente de este propósito se tuvo con la escandalosa anexión de la heroica Checoeslovaquia.

Los que dicen hoy: "¿Por qué hemos de luchar contra Hitler y sus satélites?; los que afirman hoy: "Hitler no tiene por qué agraviar a México", harían bien en recordar la triste suerte de ese gran y pequeño pueblo, Checoslovaquia, que no agravió a Hitler, que nada, absolutamente nada hizo contra la Alemania nazi y que, sin embargo, Hitler despedazó, destruyó con lujo de crueldad.

A partir de Munich, fue para nosotros evidente que el fascismo lo que quería era dominar al mundo. Sólo los cómplices de Mussolini y Hitler se atrevieron a negar, entonces, que el Eje quería adueñarse de todos los pueblos con el objeto de establecer una tremenda, una absoluta dictadura económica en toda la Tierra en favor de las potencias del Eje.

La amenaza era clara, la advertencia era inconfundible. Por eso, señores diputados, todos los pueblos libres del mundo se dieron cuenta del peligro. Después de Checoslovaquia, no hubo país débil que no se percatara de la amenaza constante en que vivían. De ahí que México, en la tribuna de Ginebra hiciera oír su voz, condenando las agresiones del fascismo. Fue por ello que este pequeño y gran país de América, que es nuestra patria, formuló su protesta enérgica en contra de los verdugos de los pueblos débiles o pacíficos. Polonia fue la primera víctima. Después, una a una, sufrieron el zarpazo las naciones todas de Europa. A la pacífica y socialista Unión Soviética correspondió el último turno....

Si la guerra no suponía un nuevo reparto de colonias, si no se desataba con el único objeto de arrebatar nuevos mercados, si la nueva guerra no era, en fin, de carácter interimperialista, ¿qué consecuencias lógicas se habrían de desprender de esta premisa que era ya axiomática para los hombres de todos las latitudes que tenían los ojos abiertos?

En primer término, era evidente que la guerra habría de ser mundial, es decir no habría de circunscribirse a Europa, no habría de desarrollarse sólo en el Viejo Continente. De modo forzoso llegaría a América, y al incluir a América, fatalmente, inexorablemente, tenía que llegar a México. Esto lo sabían bien, lo comprendían, quienes no cerraban los ojos ante la realidad que se dibujaba en el horizonte del mundo. México estaba, pues, en la lista de los países que habrían de ser agredidos por el Eje.

¿Por qué, señores diputados? Por la indiscutible, por la innegable razón de que, en esta etapa histórica de gran concentración del capital, de interdependencia económica entre todos los países del mundo, tanto la guerra, como la paz, son indivisibles.

Todos sabemos que cuando se arroja una piedra a un lago, a un estanque, se produce una serie de círculos concéntricos como consecuencia del choque del cuerpo extraño con el agua. Estos círculos tienden a ampliarse cada vez más hasta que la perturbación producida alcanza la orilla. Así, exactamente, ocurre hoy cuando un país o un grupo de países rompe el equilibrio del mundo produciendo agresiones que perturban la paz no sólo del pueblo agredido, sino de todos los pueblos de la Tierra.

No podía constituir México una excepción a las ambiciones desmedidas del fascismo; no podía ser América excepción, no podía serlo ninguno de los continentes del mundo. A la América tenía que llegar la guerra, independientemente de los esfuerzos que se hiciesen para mantenerla al margen del conflicto. América estaba llamada a entrar en guerra, porque su economía desempeña hoy un papel decisivo en los destinos del mundo. Producir, en tiempos de lucha armada, es inevitable que se convierta en función esencial, vital para la guerra. La economía de los Estados Unidos, independiente de su poderío militar, tenía que inquietar seriamente al Eje, creando un serio obstáculo para sus designios. Y la América Latina, por sus inmensos territorios, ricos en materias primas, en petróleo, en zinc, en estaño, en cobre, en trigo, en maíz, ¿cómo no iba a jugar también un importantísimo papel en estos momentos en que el fascismo necesitaba todos los recursos posibles para su embestida universal? En estos momentos de lucha decisiva, ¿qué respeto iba a tener el Eje para las normas del derecho internacional? ¿Qué caso iba a hacer el nazifascismo agresor de los dictados que impone el derecho de gentes? Ninguno. La prueba de ello la tenemos en que el "Potrero del Llano" y el "Faja de Oro", contraviniendo todos los preceptos que marca la tradición, contraviniendo todos los preceptos que marca el derecho internacional, han sido hundidos de una manera alevosa y cobarde.

Por las razones antes expuestas, el fascismo ha traído la guerra a nuestro Continente, a nuestra patria. El pueblo de México debe aquilatar, debidamente, la gravedad de la situación creada por el enemigo; debe meditar, serenamente, acerca de la seriedad que encierra el problema creado por la guerra que se nos ha impuesto.

Ya se ha preguntado en esta tribuna: ¿Qué sería de México, compatriotas, qué sería de México, señores diputados, si el fascismo triunfara? Quedaríamos reducidos a la categoría de una colonia de esclavos al servicio de las potencias del Eje, de la dictadura económica mundial fascista. El triunfo del fascismo paralizaría las fuerzas creadoras de nuestro pueblo, de todos los pueblos de la Tierra. La victoria del fascismo pararía en seco la obra de la cultura y de la civilización en todos los pueblos libres de la Tierra.

Nosotros "raza inferior" de acuerdo con Hitler, raza incapaz de realizar grandes tareas, según el fascismo, tendríamos que sufrir aquí, en nuestra propia patria, un porfirismo germanizado, en el caso de que Hitler consiguiese triunfar. Se impondría al pueblo de México un porfirismo "aerodinámico", de último modelo, dotado de una mayor eficacia para explotarnos. Ese sería, irremediablemente, el destino de nuestra República. ¡Obreros, campesinos, artesanos, maestros, intelectuales, industriales que me escucháis a través de la radio: ese sería, si el fascismo alcanzara la victoria, el triste, el doloroso, el negro destino de la patria mexicana! (Aplausos).

Conocido el verdadero significado de la guerra, no habrá un solo mexicano bien nacido que quiera rehuir el cumplimiento de su deberá para con la patria. Estamos seguros de interpretar fielmente la voluntad popular cuando afirmamos que el pueblo de México, al que tenemos el orgullo de representar en esta Asamblea Parlamentaria, sabrá hacer honor a su tradición gloriosa defendiéndose resuelta y entusiastamente de la agresión inmotivada de que ha sido víctima. Pero no lo llevar n a la lucha motivos menores impulsados sólo en una sed de

vengar el ultraje recibido. ¡Habremos de lavar, claro est , la afrenta del hundimiento cobarde del "Potrero del Llano" y del "Faja de Oro"! Pero nuestra meta, nuestro objetivo final no podía ser ese: contribuiremos, en la medida de nuestras posibilidades, a la destrucción de ese monstruo que anda suelto por el mundo perturbando la paz y destruyendo a los pueblos libres. Precisamente en ello reside la significación histórica, la trascendencia auténtica de nuestra misión, de la colaboración nuestra al resto de las naciones de la Tierra. Ayudaremos a crear una nueva época. contribuiremos a que nuevas luces alumbren al mundo. Porque, repetimos, nuestra entrada al conflicto sólo para lavar una mancha, por justa que fuera nuestra actitud, no dejaría de empequeñecer nuestro gesto ante la trágica disyuntiva que hoy se ofrece a la Humanidad. ¡Queremos no sólo contribuir a ganar la guerra contra la barbarie, sino que, lo que es más importante, estamos empeñados en colaborar a ganar la paz! Tenemos la convicción profunda de que la sangre vertida en esta contienda habrá de dar frutos magníficos. Por fortuna esta fe nuestra la comparte el mundo entero. A esta guerra justa la impulsan en esta hora banderas limpias, programas generosos, ideales altísimos. Ya no se lucha sólo para matar al adversario, para aniquilar al contendiente del campo antagónico. En el fondo de la pelea se agita el anhelo supremo de crear un mundo nuevo.

Los antifascistas de todas las latitudes, de todas las razas tenemos ya una Carta del Atlántico que garantiza la libertad del hombre en el campo político y social, que salvaguarda el derecho de autodeterminación de los pueblos, no importa que su poderío material sea pequeño o grande. Y tenemos, por aventura para nosotros, señores diputados y pueblo de México todo, un gran programa de lucha que un gran hombre de los Estados Unidos de América, Henry A. Wallace, Vicepresidente de ese poderoso país, acaba de dar a conocer hace solamente unos cuantos días, aprovechando la solemne ocasión de la apertura del Congreso de organizaciones afiliadas a la Asociación "Mundo Libre" en la ciudad de Nueva York. Este programa, que hacemos nuestro con positivo júbilo, establece que deben darse todas las oportunidades, sin cortapisas de ningún género, a los pueblos débiles de la tierra para que sean independientes de verdad; que deben controlarse los grandes monopolios capitalistas por parte de los gobiernos a fin de que estos grandes consorcios sirvan al pueblo y no sea el pueblo el que sirva a esos intereses financieros. (Aplausos). El programa para la guerra, afirmó Wallace, debe garantizar que la paz que se logre al finalizar el conflicto, sea una paz del "hombre del pueblo". Ya hemos afirmado nosotros, en esta misma tribuna, que de nada serviría obtener la victoria en el terreno militar, si a la postre habríamos de perder la paz. En efecto, ¿de qué serviría la paz, sangre regada a caudales, generosamente, por millones de hombres en los frentes de batalla, si la paz no hubiera de garantizar los intereses legítimos de los pueblos que han hecho la guerra? ¿Qué valor tendrían las victorias militares y los toques jubilosos de las fanfarrias anunciando el triunfo, si de nuevo los diplomáticos, cargados de entorchados, y al servicio de los intereses mezquinos de una breve minoría de privilegiados lograran reunirse en torno a una mesa para hacer la paz en contra del "hombre del pueblo"? De nada, absolutamente de nada. Sería un sacrificio estéril, un esfuerzo inútil, una carnicería humana sin sentido superior. Nada más, Por eso Wallace tiene razón, toda la razón cuando afirma: queremos una paz hecha por los hombres del pueblo, por los hombres que han dado para conseguir la victoria, su cooperación suprema: su sangre. Porque no debemos olvidar que son ellos, los hombres que no poseen riquezas materiales, los que han ofrendado su vida en proporción que nadie puede dejar de reconocer.

Henry Wallace, místico de un auténtico y generoso nuevo orden americano, hombre representativo de su pueblo, heredero magnífico de Lincoln, califica a la época de la post - guerra como el siglo de los hombres del pueblo. Sí: eso es lo que nosotros todos queremos, eso es lo que anhelan los hombres que est n en las trincheras defendiendo con su vida la integridad de sus patrias, y la libertad del mundo; es eso lo que quieren, también, los hombres que est n en el taller, en la fábrica, en el surco, sacrificándose para acrecentar y aumentar la producción para hacer posible la victoria final. Yo estoy seguro que eso es justamente lo que desea el ejidatario mexicano que hoy exige a la tierra un rendimiento mayor; eso es, a no dudarlo, lo que impulsa al obrero nuestro que est dando su energía, toda su voluntad, para ganar la batalla de la producción industrial en nuestro país. Eso es, quien lo discute, lo que desean el maestro, el profesionista, el intelectual, el comerciante, el industrial mexicano. Eso es lo que quieren todos los hombre y mujeres que constituyen este glorioso país nuestro. No puede haber mexicano que no anhele justamente eso: el siglo, la etapa, la época de los hombres del pueblo. Por conquistar esa meta suprema, esa aspiración magnífica, habremos de luchar. Bien se pueden hacer sacrificios, no importa cuán grandes sean, si como resultado hemos de obtener el advenimiento de una aventurosa etapa histórica que materialice los anhelos más sentidos de la Humanidad.

México tomará su puesto de lucha en la batalla del hombre contra la barbarie. Su tradición, su destino, le imponen esta histórica tarea. Y lo hará a pesar de los escépticos de buena fe que dudan de nuestras posibilidades para contribuir a la victoria contra el nazifascismo y de los perversos que se burlan de nuestra incapacidad para cooperar al exterminio de Hitler y sus cómplices. ¿Con qué armas va a luchar México?, preguntan; ¿Con qué recursos materiales va a entrar México a la guerra? inquieren. "¿Si México es un país pobre a quien nadie toma en consideración - Hitler ni siquiera se digna contestar nuestras notas de protesta -; si México sólo puede alardear de poseer una burocracia anémica y miserable, una clase trabajadora que no ha conquistado todavía un nivel de vida semejante al que han alcanzado los obreros de otras regiones del mundo; si la masa campesina trabajosamente logra arrancar a la tierra una

parte muy pequeña de lo que debería ser su dieta vital; si el país sólo cuenta con un humilde y pequeño ejército dotado de armas rudimentarias, anticuadas, con qué vamos a pelear?" así arguyen, de buena fe, los escépticos; con notoria mala fe, los perversos. Y al hacerlo, consideran derrotados de antemano a quienes no piensan como ellos, a quienes sustentamos el criterio de que México no puede cruzarse de brazos frente a las acometidas de la furia nazifacista que amenaza con la destrucción a todos los pueblos del planeta.

Cuán pertinente sería contestar esas preguntas formulándoles, a nuestra vez, las siguientes interrogaciones: ¿Qué armas teníamos en México cuando Hidalgo y Morelos dieron vida al movimiento insurgente contra la Corona Española? ¿Cuando ese hombre glorioso que se llamó Benito Juárez defendió la patria contra la invasión extranjera, qué armas teníamos? (Aplausos nutridos). ¿Y cuando más tarde este pueblo pobre pero prodigioso, cuando este pueblo de indios y mestizos se levanto en 1910 para exigir justicia social, qué implementos bélicos tenía para luchar contra los imperialismos internacionales y poderosos que sujetaban a su explotación a la inmensa mayoría de los mexicanos? ¿Y recientemente, con qué armas contábamos para expropiar el petróleo y defender así la dignidad de México? (Aplausos nutridos).

¡ Ah, escépticos y perversos ! Si tenemos hoy armas poderosas a nuestro alcance: armas que no alcanzan a ver los cortos de espíritu, los materialistas rabiosos y vulgares. Nuestras armas radican en la voluntad espléndida y creadora de muchos millones de mexicanos para luchar, en cualquier circunstancia, en defensa de los destinos de México, en favor de la justa e inmanente causa de la patria, soberana y libre. (Aplausos.)

México ha defendido siempre su ideal de pueblo libre e independiente. En el pasado, casi siempre solo, sin la cooperación de otras naciones, se ha enfrentado a sus adversarios, sin importarle el lugar de origen de la agresión a su soberanía. Así habremos de hacer hoy. Así lo haremos en lo porvenir , estoy seguro. Solos, si fuere necesario, combatiremos a los que se opongan a nuestro destino histórico. Por ventura, pueblo de México, no estamos solos en esta gran contienda de la Humanidad. No, no estamos solos en esta tremenda batalla contra el fascismo; no estamos solos en este formidable combate en favor de los ideales más nobles del género humano. Junto a nosotros, adelante de nosotros, atrás de nosotros, están numerosos pueblos que han ocupado ya el lugar que les corresponde en este dramático momento de definición universal. Junto a nosotros está el gran pueblo de Inglaterra, capitaneado por su líder ejemplar, Winston Churchill (Aplausos). Junto a nosotros, muy cerca de nosotros est también ese gran pueblo de América, los Estados Unidos, conducidos para ventura del Nuevo Mundo - ¿y por qué no habríamos de decirlo aquí? para ventura, asimismo, del pueblo norteamericano - por dos grandes hombres: Roosevelt y Wallace. (Aplausos).

Adelante de nosotros, junto a nosotros, empeñado heroicamente en la tarea histórica de destruir al fascismo, oprobio del mundo, está ese formidable pueblo joven surgido de la vieja Rusia, el gran pueblo soviético, con su incomparable director Stalin. (Aplausos) y En ese frente mundial del decoro, sí, del decoro, de la dignidad y de la libertad, está también en un sitio de honor ese maravilloso pueblo viejo, y joven a la vez, pueblo milenario y moderno: el pueblo chino, con Chiang Kai Shek al frente. (Aplausos).

Pero no sería justo, señores diputados, rendir hoy homenaje solamente a estos hombres, a estos pueblos. Calladamente, heroicamente, peligrosamente, muchos otros pueblos luchan también en estos momentos, ocupando sus puestos de combate en las trincheras de la libertad. Así se conduce el pueblo de Francia, el verdadero pueblo francés, que es del todo ajeno a las traiciones de los valetudinarios y cómplices de Hitler; los magníficos pueblos de Yugoslavia, de Grecia, de Noruega, de Bélgica, de Holanda. Todos ellos participan en este combate decisivo para los destinos de la especie humana. A todos ellos va nuestro homenaje, para todos ellos, nuestro saludo emocionado. A ellos queremos decirles que el pueblo de México, cuya voz se levantó en Ginebra para protestar por el ultraje a España, contra la agresión a Etiopía, a Austria, a Checoeslovaquia, pasa en este solemne momento lista de presente y se incorpora en las filas de los que anhelan exterminar al nazifascismo de la faz de la tierra. (Aplausos nutridos).

México irá a la guerra conscientemente sabedor de la trascendencia que esta decisión significa. Ni vanos alardes patrioteros nos llevan a ella, ni nos mueve solamente una justificable sed de vengar la ofensa recibida. Es el cerebro, no sólo el corazón, el que nos marca el único camino a seguir. Ya lo hemos afirmado: participaremos en la contienda no sólo para vengar la muerte de nuestros marinos, ignominiosamente asesinados por los nazifascistas. Iremos a la guerra para defender la integridad y la soberanía de nuestra patria, que no ha podido constituír la excepción ¡ya lo hemos visto! de los pueblos débiles a los que Hitler se empeña en sojuzgar. Ante la amenaza mundial que el fascismo significa, México responde colocándose en el lugar que su categoría de pueblo amante de su libertad le impone. Pero, además, ingresamos al frente de la guerra, porque estamos seguros que la hecatombe actual habrá no sólo de sepultar para siempre a la barbarie fascista, sino que engendrar un mundo nuevo, pletórico en beneficios para las generaciones venideras. México, que ha puesto siempre su empeño al servicio de las grandes causas del hombre, no podría, sin traicionar su historial, permanecer ajeno a la imperiosa solicitación que nos hace nuestro tiempo, que nos formulan los hombres libres del mundo cuando se está librando la batalla de la Humanidad.

El problema, lo hemos dicho ya, no sólo afecta a México. Tiene características universales. Es por ello que resulta urgente lograr la unidad militante, din mica, de los hombres de todas las latitudes que piensan y sienten como nosotros. Es indispensable que el frente mundial contra la fuerza bruta y la agresión injustificada se vuelva cada vez más sólido. Urge que la unidad de América sea una

realidad. El congreso que las vanguardias obreras de nuestros países, representadas por la confederación de Trabajadores de América Latina, llevaron a cabo en la ciudad de México, y la Conferencia de Cancilleres del Hemisferio Occidental efectuada en Río de Janeiro, reunión en la que felizmente coincidieron la voluntad de los pueblos y la de los gobiernos, son índice claro de que la solidaridad continental es un proceso en marcha.

Queremos, necesitamos la unidad de América. Pero para que ella sea verdadera, sólida, efectiva, es indispensable fundarla sobre la unidad nacional en todos y cada uno de nuestros países.

Exigimos, en México, la unidad nacional. Unidad nacional sagrada, como signo supremo en estos momentos de prueba para la patria.

¡No unidad nacional falsa, hipócrita, proclamada y aceptada por mero oportunismo político, no! Unidad nacional auténtica, sólida, verdadera, integrada y conquistada por todos los mexicanos para hacer frente , con buen éxito, a los peligros reales y graves que se ciernen sobre la República.

Sólo la unión indestructible, patriótica, de todos los mexicanos, es capaz de garantizar la salud y la libertad de la República en estas horas decisivas. Y con nuestros ojos puestos en esa altísima meta, queremos aprovechar esta ocasión solemne para dirigir a nuestro pueblo, en nombre del Poder Legislativo, un nuevo y fervoroso llamamiento a la unidad nacional: nos dirigimos a los obreros; a los profesionistas; a los campesinos; a los intelectuales; a los conservadores; a los socialistas; a los liberales; a los comunistas; a los católicos; a los ateos; a los protestantes; a los sindicalistas; a todos los mexicanos nos dirigimos en estos momentos, llamándoles a la unidad nacional. (Aplausos nutridos).

Si amamos a México de verdad, si somos patriotas sinceros, ¿qué menos podemos hacer que ofrendar en holocausto espontáneo, ante el sublime altar de la patria, todas nuestras diferencias, todas nuestras pugnas domésticas, todas nuestras divergencias, con el fin de crear la auténtica unidad nacional en esta hora de peligro para la República? Volvamos los ojos en estos instantes dramáticos a nuestra gloriosa bandera tricolor, pendón augusto, que es lo suficientemente grande para cobijar, bajo sus pliegues, a todos los hijos de México que estén dispuestos a servir y a defender a la patria, ¡no importa cuáles sean sus ideales políticas, ni sus creencias religiosas! (Aplausos nutridos).

Los intereses personales, los intereses de partido, los intereses de clase no tienen, no pueden tener validez en los instantes en que la nación toda est amenazada. Insistimos: nuestras disputas domésticas deben terminar hoy mismo; mañana, cuando la guerra haya concluído, continuar n aquellas que se libren en torno a la defensa de intereses legítimos. Nuestra consigna para el momento actual debe ser: "Subordinemos todo al interés supremo de la patria". (Aplausos nutridos).

Ya la C. T. M., en representación de los trabajadores de México - hace unos minutos lo recordaba en esta tribuna un joven militar -, ha ofrecido patrióticamente, espontáneamente, que no hará uso de la huelga - arma suprema que la ley pone en manos de la clase obrera - mientras el país permanezca en estado de guerra. El proletariado da, así, una nueva prueba de su empeño sincero para servir, por encima de cualquier otro interés, por legítimo que sea, el interés superior de la patria.

Así deben proceder todos los sectores sociales. Igual conducta, idéntica actitud seguir n - así lo esperamos - todos los buenos mexicanos: industriales y comerciantes, profesionistas y banqueros. ¡Quien quiera que en estos angustiosos momentos pretenda comerciar con los sufrimientos del pueblo, traficar con la sangre del pueblo, merece el calificativo que todos tenemos a flor de labio! ¡Quien quiera que se dedique a acaparar víveres para especular con el hambre del pueblo, merece el estigma que está por brotar de los labios de ustedes, señores diputados! ¡Quien quiera que se dedique hoy a monopolizar las subsistencias para enriquecerse a costa del hambre popular, es acreedor al calificativo, al estigma que ya ustedes han adivinado: el de traidor a la patria mexicana! (Aplausos).

No es esta la hora del lucro. Los de hoy son momentos de sacrificio, de renunciación a los intereses menores del individuo en beneficio del interés supremo de la República.

Estamos conscientes de los peligros reales que amenazan la libertad y la soberanía de México. Es por ello que creemos interpretar fielmente la voluntad de todos los mexicanos patriotas, que juzgamos servir lealmente a la nación, cuando venimos a esta tribuna para declarar que hacemos nuestro y en consecuencia respaldamos integralmente el dictamen de las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales, de Gobernación, de Relaciones Exteriores y de la Defensa Nacional que pide la declaración del estado de guerra entre México y los países del Eje: Alemania, Italia y el Japón. (Aplausos nutridos).

Pensamos que esta es la mejor manera de garantizar nuestro porvenir como pueblo independiente, que es esta la forma única de poner a salvo nuestro decoro y nuestra dignidad. ¡Que este luminoso ideal nos guíe, que este altísimo propósito nos impulse! ¡Seamos dignos hijos de México, forjando la unidad nacional sagrada, garantía de nuestro triunfo!

Si así procedemos, tendremos derecho a invocar para que vengan en auxilio nuestro, en esta dramática hora de la patria a los Manes de Miguel Hidalgo y Costilla, de José María Morelos, de Mariano Abasolo, de Matamoros, de Benito Juárez, de Escobedo, de Francisco I. Madero, de Alvaro Obregón, de Carranza, de Emiliano Zapata, de todos nuestros próceres desaparecidos. A todos ellos pediremos su luz, su ejemplo inspirador. (Aplausos).

¡ Manes de Narciso Mendoza, niño héroe de Cuautla; Manes de Juan de la Barrera, de Juan Escutia, de Agustín Melgar, venid y sed ejemplo para los jóvenes de mi México, en la hora de la suprema decisión !

¡ Manes de Josefa Ortiz de Domínguez, de Leona Vicario, de la Soldadera Mexicana, heroína anónima y ejemplar de las luchas de mi patria, venid también, a llenar de ánimo y de fervor el corazón de nuestras madres, de nuestras esposas, de nuestras hijas, para que sepan cumplir, dignamente, las

tareas trascendentales que el destino de México ha puesto hoy a su cuidado!

¡Manes de todos nuestros ilustres desaparecidos, de todos vosotros, forjadores de la patria mexicana, venida a nosotros, iluminados con vuestro ejemplo!

Yo me adelanto a asegurar que si nuestra conducta la inspiramos en nuestros antepasados gloriosos, la esperanza que Manuel Avila Camacho, conductor actual de México, hiciera pública en esta tribuna el día de ayer, habrá de cumplirse cabalmente, sobradamente, y que cada mexicano sabrá hacer honor a su deberá de patriota! (Aplausos prolongados y estruendosos).

El C. secretario Ruega Magro: Se pregunta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el dictamen. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Sí se considera. Está a discusión en lo particular el artículo 1o. del proyecto, que dice:

"Artículo 1o. Se declara que, a partir del dia 22 de mayo de 1942, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos, y Alemania, Italia y Japón".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación nominal.

"Artículo 2o. El Presidente de la República hará la declaración correspondiente y las notificaciones internacionales que procedan".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación nominal.

"Artículo 3o. Esta ley entrará en vigor a partir de su publicación en el "Diario Oficial".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación nominal.

Se procede a recoger la votación nominal del decreto en lo general y en lo particular. Por la afirmativa.

El C. secretario Figueroa Rubén: Por la negativa. (Votación).

El C. secretario Rueda Magro Manuel: ¿Falta algún ciudadano diputado de votar por la afirmativa?

El C. secretario Figueroa Rubén: ¿Falta algún ciudadano diputado de votar por la negativa? Se procede a recoger la votación de la Mesa.

(Votación). (Aplausos nutridos y voces: ¡Viva México!)

El C. secretario Rueda Magro Manuel: Por unanimidad de ciento treinta y ocho votos se aprobó el dictamen en lo general y en lo particular. (Aplausos nutridos y prolongados). Pasa al Senado de la República para sus efectos constitucionales.

El C. Presidente: En virtud del acuerdo que acaba de tomar la Cámara de Diputados, la Presidencia declara que ha sido aprobada por unanimidad de ciento treinta y ocho votos la iniciativa de ley que enviara el Ejecutivo y que en forma general dice:

"Artículo 1o. Se declara que, a partir del día 22 de mayo de 1942, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón. (Aplausos).

"Artículo 2o. El Presidente de la República hará la declaración correspondiente y las notificaciones internacionales que procedan. (Aplausos).

"Artículo 3o. Esta ley entrar en vigor a partir de su publicación en el "Diario Oficial".

Consecuentes con la importancia del asunto que est en nuestras manos, el trámite de pasar a la Cámara colegisladora de Senadores se hará por medio de una comisión de esta Cámara que integrar n los compañeros diputados José Gómez Esparza, Demetrio Bolaños Espinosa, Blas Chumacero, Adolfo Manero y el secretario Manuel Gudiño, quienes expresar n a la colegisladora de Senadores cuál fue el sentimiento que campeó entre los diputados mexicanos (Aplausos).

- El C. secretario Gudiño Manuel:

"Comisiones unidas, 1a. de Puntos Constitucionales y 1a. de Gobernación.

"Honorable Asamblea:

"A las suscritas comisiones unidas, 1a. de Puntos Constitucionales y 1a. de Gobernación, fue turnada la iniciativa de ley presentada por el C. Presidente de la República por la que se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o, 10, 11, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo tercero del 22 y 25 de la Constitución Política, que acordó el C. Presidente de la República con la conformidad de su Consejo de Ministros, para todo el Territorio y todos los habitantes de la República y se le otorguen facultades para imponer en los distintos ramos de la Administración Pública las modificaciones que fueren indispensables para la eficaz defensa de la patria, y facultades también para legislar en los distintos ramos de la Administración Pública.

"Consideran las comisiones dictaminadoras que en ninguna ocasión de la historia de México se había presentado un caso en el que la salud de la República hubiese requerido una tan amplia suspensión de garantías individuales y un otorgamiento al Ejecutivo de facultades para legislar en los diversos ramos de la Administración Pública, como este que se plantea hoy a la Representación Nacional, y que el C. Presidente de la República solicita para la mejor defensa del territorio nacional y la soberanía y la dignidad de la patria.

"Pero estiman también las comisiones dictaminadoras que nunca, a través de toda su historia, las circunstancias especiales en que hoy se encuentra la nación habían concurrido con tan marcados relieves de gravedad y de peligro.

"En efecto, la H. Cámara de Diputados, dando uno de los pasos más importantes de la vida legislativa institucional del país, ha estimado conveniente y útil para la República aprobar la ley que declara el estado de guerra de la Nación Mexicana en contra de Alemania, Italia y Japón. Esta circunstancia cuya significación y trascendencia ha sido ya ampliamente analizada en este mismo recinto, reclama imperativamente la modificación de la vida política del país.

"Esta guerra, en la que hoy México participa aportando todo su imponderable contingente de

lucha, de sacrificio y de inquebrantable voluntad combativa, se libra entre dos fuerzas antagónicas diametralmente opuestas: la democracia y la libertad, por un lado, y la dictadura y la tiranía, por otro. México, militante desde hoy en las filas mundiales de la democracia, lucha por defender la estabilidad de sus instituciones políticas y su régimen constitucional democrático y libre. Es precisamente por esta definición categórica y sin equívocos que el Ejecutivo de la Unión considera, con la absoluta solidaridad de las suscritas comisiones dictaminadoras, que para defender mejor y para salvar a la democracia, es indispensable la suspensión transitoria de los derechos y garantías que la democracia significa para el hombre.

"Esta consideración, que podría aparecer paradójica a quienes no conocieran los métodos y los sistemas de lucha de los enemigos del pueblo mexicano, es decir, de las fuerzas nazifascistas y totalitarias, se justifican ampliamente si se observa, como lo hemos venido observando todos nosotros, que las mejores libertades democráticas y las instituciones fundamentales que garantizan los derechos del hombre, han venido siendo hábil y tortuosamente utilizados por los enemigos de la libertad para destruirla frente a esta situación lamentable, que todos los militantes antinazisfacistas hemos podido comprobar dolorosamente, las medidas más extremas y drásticas se justifican en función de la noble misión, del alto deberá que tenemos de conservar y salvar la democracia y la libertad.

"Fundadamente el C. Presidente de la República, depositario de los sagrados intereses de la nación, consciente de la alta responsabilidad que representa para un jefe de Estado la guerra, responsabilidad que nosotros compartimos con él ante la historia, demanda la Representación de la nación que se ponga a disposición suya todas las armas y todos los elementos y todos los poderes que son indispensables para salvar a la patria de los peligros que esta hora suprema representa para ella.

"En ningunas otras condiciones la Representación del pueblo de México hubiera aceptado una solicitud como la que hoy el titular del Poder Ejecutivo eleva a la soberanía de esta Cámara, pues tampoco en ningunas otras circunstancias que no fueran las que hoy concurren para el país, el propio titular del Poder Ejecutivo, soldado de una Revolución demócrata y libertaria, patriota íntegro respetuoso de las instituciones públicas, habría formulado tal solicitud.

"Pero la Nación Mexicana está en guerra y sus enemigos son numerosos, son desleales y actúan en múltiples y diversas formas, todas contrarias a la ley y a la moral; viven, incluso, dentro del propio territorio nacional, amparados y protegidos por un régimen de derecho, democrático y humanitario, y usan de tal protección para atentar contra ese mismo régimen y para destruirlo, con objeto de impedirle a la Nación Mexicana el libre y pacífico desarrollo de su vida institucional, progresista y ascendente.

"Las necesidades de la guerra en la que hoy México participa íntegramente, exigen y reclaman formas de actuación y modos de ser, imprescindibles: un comando único, una movilización general de todas sus fuerzas y elementos, una organización social, económica y política directamente encauzada hacia los fines de la guerra, es decir, hacia la victoria. Sólo de este modo la patria podrá ser fuerte para lograr el triunfo, pues en principio no es exacto que en la guerra haya naciones débiles, sólo son débiles los pueblos que no quieren pelear, las naciones derrotistas que prefieren un cómodo pero vergonzoso entreguismo para poder vivir aun a costa del honor y la dignidad, ellas sí son débiles; los pueblos que tienen una indeclinable voluntad de lucha, los que escogen la ruta escabrosa de la lucha heroica hasta la muerte si es necesario, y abandonan el cómodo pero vergonzoso camino de la vida con deshonor, ellas sí son fuertes y poderosas y porque son poseedoras de una capacidad combativa ilimitada, ellos sí merecen el triunfo y la victoria.

"La Nación Mexicana decide hoy modificar transitoriamente su régimen institucional para poder ponerse en condiciones de salir avante en esta hora solemne de su historia.

"Después de haber presentado a la soberana consideración de la Asamblea las altas razones que, inspiradas en el bien de la República y en la salvación de la nacionalidad, justifican plenamente la procedencia de la petición del Ejecutivo. las comisiones dictaminadoras consideran oportuno hacer una somera exposición, que, no obstante, ha sido precedida de un estudio meditado y consciente sobre la procedencia jurídica que, conforme a nuestro Derecho Constitucional, fundamenta también la importante petición del Ejecutivo; pero, sin embargo, desean aclarar expresamente que las reflexiones hechas con anterioridad, se encuentran muy por encima de la especulación que ya en el campo del derecho interno se hacen a continuación, pues es indudable que frente a la finalidad inconmensurable de salvar a la nación, toda norma jurídica de vigencia exterior debe estar subordinada.

"El Poder Ejecutivo Federal, en la exposición de motivos, precisa en forma nítida las causas que lo impulsan a solicitar la suspensión de garantías individuales acordadas por el propio Ejecutivo de acuerdo con el parecer del Consejo de Ministros; y desde el punto de vista técnico, constitucional, expone una interpretación interesante de lo que los tratadistas de derecho público denominan "estado de necesidad", el cual tiene plena realización en nuestros textos constitucionales de 1857 y 1917 respecto a la interpretación correcta que hace del artículo 29 de nuestro Código Supremo.

"Las comisiones que suscriben estiman de alta sindéresis constitucional las consideraciones de orden técnico que rigen la doctrina del "estado de necesidad" aplicable al caso que nos ocupa, explicando que esto es, más que una doctrina jurídica, una doctrina política. Tal tesis constituirá en el futuro un procedente de alta significación jurídicoconstitucional, no tanto por la novedad que implica en nuestro medio su aplicación, sino porque permite utilizarla como elemento importante para la exégesis de la Constitución Política de México en lo que respecta a suspensión de garantías.

"El legislador constituyente de 1917, con clara visión al porvenir de nuestro pueblo y para que el artículo 29 de la Constitución tuviera la aplicación necesaria en los casos de emergencia, suprimió la limitación del Código Fundamental de 1857, única que imponía al Poder Ejecutivo en los casos de suspensión de garantías individuales: la que tutela la vida del hombre. Todo esto con el plausible propósito de que el Poder Ejecutivo, en los casos específicos que menciona nuestro Código Supremo, puede ser investido de las facultades omnímodas o indispensables para afrontar situaciones de emergencia; porque de no ser así, resultaría que la suspensión de garantías carecería de eficacia. Además, tenemos la firme convicción de que el señor Presidente de la República hará uso de las facultades que se le otorgan con la prudencia y moderación que caracterizan sus actos de hombre y de funcionario ya conocidos por el pueblo de México y que reconocemos que constituyen la mejor salvaguarda de pueblo en cualquier momento de nuestra vida nacional.

"La medida de que se trata, por las razones expuestas en la exposición de motivos, tiene un carácter general y la suspensión de las garantías no se realiza en función de determinada nacionalidad, actividad económica o filiación política, sino en acatamiento de imperiosos dictados de conveniencia nacional y de unidad de mando y de responsabilidad en la defensa del destino de la patria. Es decir, que los nacionales, por espíritu de patriotismo, cumplir n con el deberá de servir a la patria dentro de los lineamientos señalados por el señor Presidente de la República; y en cuanto a los extranjeros, gozar n de las consideraciones debidas, como las otorgó el Presidente Juárez, pero siempre que hagan honor a la generosa hospitalidad que se les brinda, dentro del mismo régimen jurídico.

Y es más, verdaderamente alentador para despertar el espíritu patriótico para que los extranjeros correspondan con lealtad a la hospitalidad que les brinda nuestro país, la importante declaración que el Ejecutivo formula en el sentido de que la suspensión de las garantías individuales en modo alguno significa "la desaparición del orden constitucional ni aún la inobservancia del orden jurídico". Y prueba de ello es que no obstante de que es estos momentos México es un país beligerante, el Gobierno de la República confía en el patriotismo de sus hijos y el respeto de los extranjeros que conviven con nosotros, que no se producir n graves alteraciones en las actividades de la vida ciudadana, de manera que las autoridades militares no tendrán necesidad de asumir las funciones de las civiles, y por ello no se suspende la garantía consignada en el artículo 13 constitucional.

"Las Comisiones Dictaminadoras consideran que es indispensable e ineludible concederle al Ejecutivo la suspensión de garantías individuales que solicita, porque sólo así podrá hacer frente rápida y fácilmente al estado de guerra en que nos encontramos.

"Congruente con la suspensión de las garantías individuales es sin duda el otorgamiento de las facultades extraordinarias, porque esta última medida tiene que condicionarse forzosamente a la primera, y ambas tienden a salvaguardar los intereses legítimos de nuestra nacionalidad y de nuestro suelo patrio; por esto las Comisiones Dictaminadoras aceptan los puntos de vista del Ejecutivo y con fundamento en los artículos 29 y 49 de la Constitución General de la República nos permitimos someter a vuestra Soberanía el siguiente proyecto de decreto:

"Artículo 1o. Se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o., 10, 11, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo 3o. del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que acordó el C. Presidente de la República, previa conformidad del Consejo de Ministros, para todo el territorio y todos los habitantes de la República.

"Artículo 2o. La suspensión a que se refiere el artículo anterior, durará todo el tiempo que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el Japón, o con cualquiera de estos países, y será susceptible de prorrogarse, a juicio del Ejecutivo, hasta treinta días después de la fecha de cesación de las hostilidades.

"Artículo 3o. Se autoriza el Ejecutivo de la Unión para dictar las prevenciones generales que reglamenten los términos de la suspensión de garantías individuales a que se contraen los dos artículos precedentes.

"Artículo 4o. Se faculta, asimismo, al Ejecutivo de la Unión para imponer en los distintos ramos de la Administración Pública todas las modificaciones que fueren indispensables para la eficaz defensa del territorio nacional, de su soberanía y dignidad y para el mantenimiento de nuestras instituciones fundamentales.

"Artículo 5o. Se autoriza, igualmente, al Ejecutivo de la Unión para legislar en los distintos ramos de la Administración Pública, con sujeción a lo preceptuado en el artículo precedente.

"Artículo 6o. Al iniciarse cada período de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Ejecutivo dará cuenta del uso que haya hecho de las facultades que se le otorgan a virtud del presente decreto.

"Transitorios.

"Artículo 1o. El presente decreto entrar en vigor en la fecha de su publicación en el "Diario Oficial".

"Artículo 2o. En esa misma fecha empezar a surtir sus efectos en todo el país y para todos sus habitantes, la suspensión de garantías materia del presente decreto, sin que se requiera la reglamentación a que se contrae el artículo tercero.

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - México, D. F., a 29 de mayo de 1942. - La Primera Comisión de Puntos Constitucionales: Alberto Trueba Urbina. - José Alfaro Pérez. - Martiniano Sendis.

"La Primera Comisión de Gobernación: Carlos Zapata Vela. - Hugo Pedro González. - Carlos Jordán Arjona".

El C. secretario Gudiño: En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo.

Dispensados.

Está a discusión en lo general.

Tiene la palabra el C. diputado Samayoa.

El C. Samayoa Mariano: Ciudadanos diputados: Vibran aún en este augusto recinto de la Representación Nacional, testigo fiel el incansable y tenaz esfuerzo del pueblo mexicano para obtener la libertad y la justicia social, las patrióticas palabras del Primer Magistrado de la Nación en su trascendental informe que dirigió ayer a Vuestra Soberanía. En este histórico mensaje, planteó con toda serenidad y sencillez la actitud firme y resuelta del Poder Ejecutivo ante la incalificable agresión de los países totalitarios a la soberanía nacional.

Es natural que el pueblo de México, siempre respetuoso de la independencia de las naciones, pero celoso defensor a la vez de su integridad nacional, no podría adoptar una actitud vacilante, frente a estos hechos que claramente constituyen una afrenta a nuestra nacionalidad y ponen en peligro la libertad del país. Por eso, la Representación Nacional aquí reunida, haciéndose eco del justo sentimiento de indignación popular que se ha levantado en toda la República, ha aprobado con entusiasmo patriótico el dictamen que nos coloca en estado de guerra con Alemania, Italia y Japón. (Aplausos).

México, que ha sido atacado injustamente y provocado por los países totalitarios, a pesar de haber mantenido honorablemente su neutralidad, en esta hora, ejercita el legítimo derecho de limpiar el ultraje inferido al pabellón nacional, y le cabe el honor de participar con todos sus recursos, con todo su esfuerzo, en el gran frente internacional de los pueblos, que como el nuestro, tienen fe inquebrantable en el triunfo de las democracias. Pero el estado de guerra en que hoy nos encontramos, traerá consecuentemente algunas modalidades en la vigencia de nuestras normas jurídicas actuales, que quiero concretar a dos aspectos. En las relaciones de nuestra vida internacional, el derecho de gentes que se aplica en tiempo de paz, será sustituido por el Derecho Internacional que rige la guerra, y en el orden interno, surge imperiosamente la necesidad de crear excepcional y transitoriamente las situaciones de hecho y de derecho que sean indispensables para hacer frente a las circunstancias de emergencia que se presenten en el futuro.

Ahora bien; como en el estado de guerra predomina la jurisdicción militar, es necesario autorizar al Presidente de la República, como Jefe Supremo de las fuerzas armadas, para disponer de éstas sin las limitaciones a que aluden los artículos 26 y 129 constitucionales y autorizarlo también al libre movimiento de esas fuerzas dentro del territorio nacional, o en tránsito en el extranjero con destino a nuestro país, conforme lo previene el artículo 76 del Código Supremo. Las necesidades de la defensa nacional, creadas por el estado de guerra, requieren la concentración de poder en el Primer Magistrado de la Nación, para que esté capacitado para obrar con rapidez y eficacia, en todos aquellos casos que enumera el artículo 29 de nuestra Carta Magna.

Nuestra historia registra varios casos semejantes; por ejemplo las leyes de 20 de abril de 1847, la del 27 de enero de 1862 ampliada en 1863 y puesta en vigor nuevamente por don Venustiano Carranza en 1913, y por último, la del 17 de marzo de 1911 en la dictadura y a la que contestó Madero con su decreto del 23 del mismo marzo.

Por la grave responsabilidad histórica de los momentos que estamos viviendo, quiero permitirme llamar vuestra atención, para hacer algunas consideraciones sobre las facultades extraordinarias que el Ejecutivo se ha servido solicitar al Congreso de la Unión. Cuando en el siglo pasado surgió el tráfico drama de la guerra con Francia, el señor Presidente Licenciado Benito Juárez recurrió a la Representación Nacional en demanda de facultades extraordinarias que le permitieran desempeñar, sin obstáculo alguno, su misión patriótica de defender y salvar a la República. El Congreso del 61 se vió, pues, frente a la necesidad de jugar su destino ante la posteridad, con un hombre: O el Presidente Juárez sabía usar estas facultades, patrióticamente, o hacía de ellas el abuso que hizo el Dictador Santa Anna; y en consecuencia, aceptaba aquel Congreso, ante la historia, la responsabilidad de haber abdicado de sus facultades constitucionales, para crear un régimen despótico.(Aplausos).

Para fortuna de México, Juárez fue siempre leal defensor de las instituciones democráticas y el tiempo ha justificado la eficacia de la resolución de aquel Congreso, al investirlo de amplios poderes para la defensa de la patria, por el uso atinado y justo que de ellas hizo, el glorioso caudillo de la Reforma.

A nosotros, señores diputados, integrantes de esta XXXVIII Legislatura, nos corresponde la responsabilidad de dar facultades extraordinarias al Ejecutivo para que pueda dictar las medidas que juzgue necesarias y salvar nuestra soberanía. El destino de nuestra vida nacional, nos ha colocado en semejantes circunstancias a las de nuestros antepasados del 61, y con la misma fe inquebrantable, con la misma confianza que ellos depositaron en el Benemérito, estoy seguro que aceptaremos, con hondo sentimiento patriótico, el juicio que nos depare el porvenir, depositando nuestra fe y confianza absolutas, en el actual Presidente de México, señor General Manuel Avila Camacho. Las pruebas innegables de su patriotismo, capacidad de estadista y ponderación de gobernante, constituyen la más firme seguridad de que no perderemos la esencia de nuestra vida democrática y la tradición libertaria, que inspiran nuestras instituciones. (Aplausos).

Hemos llegado al momento de la acción definitiva, para dejar incólume y limpia, de todo agravio, la bandera de la patria. Todos sentimos la necesidad de apoyar y de robustecer al gobierno del señor General Manuel Avila Camacho; pero es imposible que él pueda guiar al país con mano firme y serena y con la oportunidad que cada caso reclama, si no cuenta con la absoluta confianza de los representantes del pueblo y si no depositamos en él, las facultades extraordinarias que solicita. Nuestra patria atraviesa en estos momentos una de las crisis más peligrosas que ha sufrido desde que es un país independiente; la libertad que nos

legaron los insurgentes; las instituciones liberales, que con tanto ardor defendieron las reformistas; las conquistas sociales, obtenidas a través de duros años de lucha revolucionaria, todo peligra ante la amenaza de la barbarie nazifascista, y lo único que puede salvarnos, es la acción enérgica y vigorosa del Jefe del Poder Ejecutivo, investido de todo el poder que necesite.

Por todas estas consideraciones, vengo a sostener el dictamen de las comisiones que proponen sean concedidas las facultades extraordinarias al Ejecutivo y la suspensión de garantías individuales, desde mi más sincera postura de patriota y con la más tranquila certeza, de que es la única forma de conducir al país, por el camino del honor que le han enseñado sus gloriosos antepasados, y seguro también de que el triunfo definitivo, corresponder a la causa de la democracia, de la libertad y de la justicia. (Aplausos).

El C. secretario Gudiño: Tiene la palabra el C. diputado Chumacero.

El C. Chumacero Blas: Todavía con los nervios crispados por la emoción y el entusiasmo ante la aprobación por la XXXVIII Legislatura del Congreso de la Unión del estado de guerra de México contra los países del Eje, vengo a dirigir la palabra primeramente ante mis compañeros de Cámara, y en segundo lugar, ante el pueblo de México para precisar la confianza que tenemos en el Jefe del Estado Mexicano, general Manuel Avila Camacho.

Ante la confusión de las gentes interesadas, que piensan crear en la conciencia del pueblo mexicano un campo propicio para llevar a cabo el propósito de desintegración de la propia conciencia mexicana, y que nosotros hemos dado en llamar quintacolumnistas, vengo a decir para los que sean connacionales y los que sean extranjeros, para los extranjeros que vienen a México a violar al derecho de hospitalidad que les concede el pueblo mexicano, y para los connacionales, que no les podemos llamar de otra manera a unos y otros, que traidores a la patria y a las libertades humanas.

Ya todos los oradores que en este día me han antecedido en el uso de la palabra, han expresado los fundamentos y los motivos que ha tenido la Nación Mexicana para declarar el estado de guerra en contra de las potencias del Eje. El señor general don Manuel Avila Camacho, Jefe de la Revolución Mexicana, un acendrado patriota con sus actos relevantes de grandes prestigios de moral, significa para todos los mexicanos la garantía más completa, la confianza más absoluta de que ser el salvaguarda auténtico de las garantías individuales de todo el pueblo mexicano, en estos momentos de tragedia y de lucha para el mundo. En tal concepto, vengo a proponer a ustedes que sin más discusión aprobemos el dictamen presentado por la Primera Comisión de Puntos Constitucionales y Primera de Gobernación, en el sentido de conceder al señor Presidente de la República, general Avila Camacho, la suspensión de garantías que ha solicitado.

Todo el pueblo de México conoce que soy militante de la Confederación de Trabajadores de México, y por tanto, creo interpretar el sentir de los trabajadores de mi patria: tenemos plena confianza en el señor Presidente de la República. Pondremos todo nuestro esfuerzo en el aumento de la producción; iremos a los pueblos más apartados de la República a dar a conocer el porqué el Estado mexicano ha declarado el estado de guerra y que al mismo tiempo el presidente de la República, unido a los demás jefes de Estado que sostienen la defensa de las libertades humanas, nos llevará al triunfo definitivo de la Humanidad. (Aplausos).

El C. secretario Gudiño Manuel: Se pregunta a la Asamblea si est suficientemente discutido el punto en lo general. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Suficientemente discutido. Se reserva para su votación en lo general. Se va a proceder a la discusión en lo particular.

"Artículo 1o. Se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o., 10, 11, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo tercero del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que acordó el C. Presidente de la República, previa conformidad del Consejo de Ministro, para todo el territorio y todos los habitantes de la República".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 2o. La suspensión a que se refiere el artículo anterior, durará todo el tiempo que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el Japón, o con cualquiera de estos países, y ser susceptible de prorrogarse, a juicio del Ejecutivo, hasta treinta días después de la fecha de cesación de las hostilidades".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 3o. Se autoriza al Ejecutivo de la Unión para dictar las prevenciones generales que reglamenten los términos de la suspensión de garantías individuales a que se contraen los dos artículos precedentes".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 4o. Se faculta, asimismo, al Ejecutivo de la Unión para imponer en los distintos ramos de la Administración Pública todas las modificaciones que fueren indispensables para la eficaz defensa del territorio nacional, de su soberanía y dignidad y para el mantenimiento de nuestras instituciones fundamentales".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 5o. Se autoriza, igualmente, al Ejecutivo de la Unión para Legislar en los distintos ramos de la Administración Pública, con sujeción a lo preceptuado en el artículo precedente".

Está a discusión. No habiendo quién haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 6o. Al iniciarse cada período de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Ejecutivo dar cuenta del uso que haya hecho de las facultades que se le otorgan a virtud del presente decreto".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Transitorios.

"Artículo 1o. El presente decreto entrar en vigor en la fecha de su publicación en el "Diario Oficial".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

"Artículo 2o. En esa misma fecha empezará a surtir sus efectos en todo el país y para todos sus habitantes, la suspensión de garantías materia del presente decreto, sin que se requiera la reglamentación a que se contrae el artículo 3o".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se reserva para su votación.

Se va a proceder a recoger la votación en lo general y en lo particular. Por la afirmativa.

El C. secretario Figueroa Rubén: Por la negativa.

(Votación).

El C. secretario Gudiño Manuel: ¿Falta algún ciudadano diputado de votar por la afirmativa?

El C. secretario Figueroa Rubén: ¿Falta algún ciudadano diputado de votar por la negativa?

El C. secretario Gudiño Manuel: Se procede a recoger la votación de la Mesa.

(Votación).

El C. Presidente: Con una votación unánime de ciento treinta y ocho votos, fue aprobada por la Cámara de Diputados la iniciativa en virtud de la cual se conceden facultades extraordinarias al ciudadano Presidente de la República y se suspenden algunas de las garantías contenidas en nuestra Constitución.

"El texto de lo aprobado dice como sigue:

"Decreto:

"Artículo 1o. Se aprueba la suspensión de las garantías individuales consignadas en los artículos 4o., párrafo primero del 5o., 6o., 7o., 9o., 10, 1, 14, 16, 19, 20, 21, párrafo tercero del 22 y 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que acordó el C. Presidente de la República, previa conformidad del Consejo de Ministros, para todo el territorio y todos los habitantes de la República. (Aplausos).

"Artículo 2o. La suspensión a que se refiere el artículo anterior, durar todo el tiempo que México permanezca en estado de guerra con Alemania, Italia y el Japón, o con cualquiera de estos países, y ser susceptible de prorrogarse, a juicio del Ejecutivo, hasta treinta días después de la fecha de cesación de las hostilidades. (Aplausos).

"Artículo 3o. Se autoriza al Ejecutivo de la Unión para dictar las prevenciones generales que reglamenten los términos de la suspensión de garantías individuales a que se contraen los dos artículos precedentes. (Aplausos).

"Artículo 4o. Se faculta, asimismo, al Ejecutivo de la Unión para imponer, e los distintos ramos de la Administración Pública, todas las modificaciones que fueren indispensables para la eficaz defensa del territorio nacional, la soberanía y dignidad y para el mantenimiento de nuestras instituciones fundamentales. (Aplausos).

"Artículo 5o. Se autoriza, igualmente, al Ejecutivo de la Unión para legislar en los distintos ramos de la Administración Pública, con sujeción a lo preceptuado en el artículo precedente.

"Artículo 6o. Al iniciarse cada período de sesiones ordinarias del Congreso de la Unión, el Ejecutivo dar cuenta del uso que haya hecho de las facultades que se le otorgan a virtud del presente decreto. (Aplausos).

"Transitorios.

"Artículo 1o. El presente decreto entrará en vigor en la fecha de su publicación en el "Diario Oficial".

"Artículo 2o. En esa misma fecha empezará a surtir sus efectos en todo el país y para todos sus habitantes, la suspensión de garantías materia del presente decreto, sin que se requiere la reglamentación a que se contrae el artículo 3o". (Aplausos).

La misma comisión nombrada para llevar al Senado la iniciativa de declaración del estado de guerra, se servirá ser la conductora de este documento.

- El mismo C. Presidente (a las 21.52): Se levanta la sesión y se cita para el martes próximo a las doce horas.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"

El Director, Jefe de la Oficina, JUAN ANTONIO MOLL.