Legislatura XXXVIII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19421012 - Número de Diario 10

(L38A3P1oN010F19421012.xml)Núm. Diario:10

ENCABEZADO

MÉXICO, D.F., LUNES 12 DE OCTUBRE DE 1942

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921:

AÑO III. - PERIODO ORDINARIO XXXVIII LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 10

SESIÓN SOLEMNE DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 12 DE OCTUBRE DE 1942

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Los ciudadanos diputados César Garizurieta, Carlos Zapata Vela y Alfonso Corona Rosal, pronuncian discursos alusivos al Día de la Raza. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del C. BRAULIO MERAZ NEVAREZ

(Asistencia de 103 ciudadanos diputados).

- El C. Presidente (a las 18:10): Se abre la sesión.

Tiene la palabra el ciudadano diputado César Garizurieta.

El C. César Garizurieta: Honorable Asamblea: Es costumbre muy vieja en los discursos del Día de la Raza, volcar ante el altar de Clío, resonantes adjetivos, atrevidos tropos, o bien estrenar metáforas relucientes y nuevecitas; se acostumbra hablar del mar tenebroso y de su inmenso caudal, del proceloso océano, de la mar profunda o del azul infinito, etc., etc.

Al conmemorar hoy el 12 de octubre hablaré de distinta manera, sin perder el tiempo en hacer hermosos y pirotécnicos juegos de palabras; tal exigencia la impone la guerra en que se encuentra nuestro país, guerra que necesitamos ganar, en que está envuelta nuestra querida patria, la China milenaria, el África y la Unión Soviética en donde el puño rojo rompe frentes pardas.

En este día 12 de octubre en que nos encontramos luchando por la libertad del mundo, empeñados en ganar la guerra antes que ninguna otra cosa, no podemos permanecer indiferentes ante el heroísmo de un pueblo que se defiende con diente y garra hasta la desesperación: me refiero al valiente pueblo soviético. No podemos quitarnos la zozobra, ya que, pase a la heroicidad con que se defiende Stalingrado en la blanca hoja de la helada estepa, con sangre roja del pueblo se está escribiendo la página más brillante y grandiosa de los tiempos modernos (aplausos) para reafirmar la libertad del hombre; y hablo así, porque estimo que también el pueblo anónimo de la Unión Soviética está peleando por México.

A pesar de las glorias de Simeón Constantinovich Timoshenko, a los demócratas de todo el mundo nos duele el alma pensando que, como si el pueblo soviético clamara en el desierto, se le ha contestado con el engañoso espejismo del segundo frente; en tanto, los aristócratas ingleses juegan "bridge" toman te Lipton, se perfuman con productos "Yardley", o bien, con flema abren, de Chamberlain para preservarse de la intemperie rusa. (Aplausos).

Si no fuera por la guerra hablaría de la España gloriosa de Fray Bartolomé de las Casas, la de Vasco de Quiroga y de los españoles que amaron el México de los indios; pero no se puede hablar de otra manera, ya que existe una insidiosa publicidad dirigida desde Berlín para aprovechar este día como propaganda favorable a Francia Franco el representativo de la antiespaña, la negación de todo lo que amamos de la Madre Patria. (Aplausos).

El mundo de hoy se encuentra dividido en dos facciones: los humanos y el nazifascismo. En nuestra feliz América no escapamos de tal clasificación; unos, los demócratas humanos, y los otros, los partidarios del nazismo. Este día 12 de octubre lo aprovecharemos para de una vez distinguirnos: los demócratas le llamamos el Día de la Raza, y los otros, los nazistas, el Día de la Hispanidad; los demócratas que quieren la unión de todos los pueblos de América para conservar su libertad y los nazistas que por medio de la Hispanidad pretenden entregar a Franco los países de Latino América como depositario de Hitler para establecer el Nuevo Orden Cristiano.

La lucha está planteada entre dos conceptos: Día de la Hispanidad y Día de la Raza. Los que creemos en el Día de la Raza, acompañamos a la Madre España en su dolor, en su perdida libertad, a la República Española humillada por Hitler y Mussolini y crucificada por Francisco Franco en la

cruz gammada. (Aplausos). Lo hacemos así porque amamos a la España inmortal dispersa por el mundo, a ese abnegado pueblo español que piensa como Séneca: "No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de tí una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueren los sucesos que sobre tí caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, manténte de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de tí que eres un hombre". Tales son las palabras del cordobés ilustre que los españoles deben saber de memoria. En cambio los partidarios de la hispanidad nos quieren hacer esclavos del imperio alemán. En una palabra, es el gachupín abarrotero con su nazismo ultramarino que celebra el Día de la Hispanidad con rumbosas romerías anunciadas en todas las esquinas de la ciudad, en carteles que llevan los colores rojo y gualda del imperio de Franco o el rojo y negro de la Falange Española. (Aplausos).

La editorial "Poblet" de Buenos Aires, no hace mucho tiempo publicó esa especie de "Mein Kampf", en español, instituida "En Defensa de la Hispanidad", escrita por Ramiro de Maeztu, peligrosísima catapulta en manos de los falangistas españoles residentes en América. Podemos leer en dicha obra: "El Día 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en los sucesivo el Día de la Hispanidad". "La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, don Zacarías de Vizcarra".

Es tan peligrosa la idea de hispanidad, que es necesario explicarle para que no sigan cayendo incautos en esta trampa preparada desde Berlín. Esta idea es la medula de toda una propaganda suficiente organizada en la América, y se valen, para realizarla, de los residentes españoles agrupados bajo la bandera roja y negra de Falange Española. La idea de hispanidad es una especie de trinitrotolueno, elaborado en los peligros laboratorios de Pablo José Goebbels. Por eso deseo dar una explicación de tal idea, ya que no se puede encontrar una definición, pues la propaganda alemana trabaja con conceptos demasiado viscosos.

La idea de hispanidad está íntimamente ligada al concepto político del nazismo español; tanto los J.O.N.S. organización alemana fundada por Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos, como la Falange Española, auspiciada por los italianos y fundada por José Antonio Primo de Rivera, usaron de la idea de hispanidad para conseguir adeptos en América. Deseaban crear nuevos Corteses y Pizarros para reconquistarnos.

La idea de hispanidad está en estrecha relación con la organización fascista que se llama Falange Española Tradicionalista, constituye la punta de lanza, o la cabeza de puente en futuras operaciones de reconquista. Y así como hay una Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española, existe en México una Unión Nacional Sinarquista, correspondiente a la nazifranquista Falange Española Tradicionalista, baluarte de la hispanidad, jerarquizada y misionera, que será eficaz ayuda en la reconquista del imperio descubierto por Cristóbal Colón.

Quiero referirme, en primer término, al concepto filosófico de la hispanidad cuyos padres espirituales son Manuel García Morente y Ramiro de Maeztu, y, en segundo lugar, a la idea de hispanidad, como una realización práctica a través de la Falange Española.

García Morente inventa un concepto: el estilo español que se transmite por la tradición nacional y "consiste en hacer todas las cosas nuevas que sean necesarias, conservarlas útiles; pero en el viejo, en el secular estilo de la nación, de la hispanidad eterna". El encargado de realizar esta tradición del estilo español, de la grandeza de España, sería el caballero cristiano, tipo demasiado ideal que usa García Morente, quien cobardemente, a últimas fechas, se ha encerrado en un monasterio.

Ramiro de Maeztu escribió su libro en "Defensa de la Hispanidad" y fue editado, con el permiso de su viuda, para servir de propaganda en Hispano América y las Islas Filipinas. Entre paréntesis, debo recordar que el ideal de hispanidad tuvo su realización práctica en dichas Islas Filipinas, en donde Benigno Ramos, jefe del Sákadal, especie de sinarquismo, de ojos oblicuos, actuó eficazmente como quinta columnista para ayudar a los japoneses en su lucha contra los infantes de la marina norteamericana. Pues bien. Maeztu, añora el viejo imperio español de Isabel y Fernando, llamados los católicos (tanto monta, monta tanto, Isabel, como Fernando), de Carlos de Gante y de Felipe segundo, el llamado Siglo de Oro español, el siglo dieciséis, que no comienza precisamente con dicho siglo, sino que se hace comprender la última parte del siglo quince, es decir, contando desde los Reyes Católicos y alargándose hasta la mitad del siglo diecisiete, en que la literatura tiene fulgores nunca soñados, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, cuando Velásquez pinta las "Lanzas" y "Las Meninas" y aparece El Montañés con sus imágenes dolorosas. Este autor cree que, basado en este gran siglo o en esta época ya pasada, debe volverse a esos tiempos, porque la misión apostólica de la hispanidad fue interrumpida, tronchándola los movimientos libertarios de Hidalgo, Morelos, Bolívar y Martí. (Aplausos).

Estas ideas, aparentemente intrascendentes ensayos literarios, son recogidas por la Falange Española como tesis de propaganda que ha resultado eficaz entre los incautos y por ello peligrosa como un explosivo que es necesario manejar con sumo cuidado. Recordemos que su emblema son las cinco flechas y el yugo, corresponden a los escudos de Isabel y Fernando, a quienes ya los sinarquistas consideran reyes de su imperio que piensan fundar en mil novecientos sesenta. Francisco Franco y Bahamonde sueña en reconquistar, y ha puesto a estudiar a sus sabios oficiales la tesis jurídica apropiada para hacerlo.

Quiero citar un párrafo de un libro de texto usado en la Universidad de Madrid y también en

la de México por algunos estudiantes; se trata de una obra jurídica editada por Espasa Calpe, de Madrid, escrita por un español, doctor en Derecho, educado en Alemania, Miguel Fenech, intitulada: "La Posición del Juez en el Nuevo Estado". Fenech, como sus maestros alemanes Alfred Rosemberg y Carl Schmitt, piensan en la razón del imperio, en la fuerza como poder y en la realización externa del imperio mismo: el espacio vital. He aquí a continuación un párrafo del jurista que vengo citando:

"España es imperialista. España o es imperio o se deshace. Tenemos voluntad de imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España en el Imperio. Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. No soportamos ni el aislamiento internacional ni la mediatización extranjera. Respecto de los países hispanoamericanos, tendemos a la unificación de cultura, de intereses económicos y de poder. España alega su condición de eje espiritual del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales". He aquí ya dos razonamientos diferentes. El primero es de reclamar para España un puesto preeminente en Europa. Esta idea se ensancha por el punto 5o., "España volverá a buscar su gloria y su riqueza por las rutas del mar. España ha de aspirar a ser una gran potencia marítima, para el peligro y para el comercio. Exigimos para la Patria igual jerarquías en las flotas y en los rumbos del aire". Esta primera idea hace referencia al espacio vital. La segunda, en cambio, constituye la verdadera idea misionera, la de ser "eje espiritual del mundo hispánico". A la espiritualidad hispánica debe incorporarse, sobre todo, el cristianismo. "Nuestro movimiento incorpora el sentido católico - de gloriosa tradición y predominante en España - a la reconstrucción nacional" (párrafo 1o. del punto 25, de los 26 que corresponden al programa de la Falange). España nos proporciona un caso que nos demuestra la conveniencia de separar el espacio vital material y el espiritual, espacios ambos que pueden coincidir y pueden discrepar. Para España se extiende el espacio vital material a África Del Norte; el espacio vital espiritual, en cambio, a Hispanoamérica". (Página 99 de la obra citada).

Señores: en las palabras anteriores pueden ustedes ver retratados los peligrosos conceptos que manejan los componentes de la Unión Nacional Sinarquista y Acción Nacional, son las mismas ideas profesadas por todos los grupos nacionalistas de América, desde los nuestros que nos son familiares, hasta los integralistas brasileños o los fascistas argentinos capitaneados por el doctor Fresco.

Los falangistas españoles con su idea misionera de cristiandad, pretender apoderarse de América, por eso celebran el día doce de octubre como Día de la Hispanidad, ven en el doce de octubre de mil cuatrocientos noventa y dos un augurio venturoso, afirman que en mil cuatrocientos noventa y dos, se llevó la Cruz a la Alhambra y un 12 de octubre se apareció la Virgen a Santiago en el pilar de Zaragoza. Pretenden los franquistas la reconquista de América, tal es el precio de la entrega de España a la barbarie de Adolfo Hitler.

Para realizar en Latino América los fines impuestos a Francisco Franco por Hitler a través de la Falange Española, se han fundado organismos peligrosamente nacionalistas para coadyuvar en esta misión de quintacolumnismo tales grupos se encuentran dispersos en todo el continente. Aquí en México ya estamos familiarizados con ellos, hay muchos tarzanes intelectuales en la propaganda, que manejan a muchos grupos pro nazis que convenientemente se han diluído en la vida pública del país, sólo recordaré a los más conocidos, son nazis a pesar de sus golpes de pecho democrático: "Acción Nacional", "Unión Nacional Sinarquista", "Reconstrucción Española", "Punto Azul", "Camisas Doradas", "Escuadra Tradicionalista" y "Sección Española de Falange en México". La mayoría de estos grupos tienen una existencia secreta, amparados en nuestros regímenes de libertad. Ellos, cuando llegue el momento psicológico, de acuerdo con la consigna de Berlín harán una serie de "puchs" para distraer al ejército norteamericano. Eso quisieron también hacer en la guerra pasada los germanófilos de América.

Gracias a la Hispanidad, comprendemos con claridad toda la serie de insolencias de los grupos nazistas y sus simpatizantes que entonan villancicos a Franco, pero que en realidad cantan a Hitler y que atacan con saña inaudita a todo aquello que representa la parte medular y progresista de nuestro país; atacan a la Revolución porque ella misma es México, combaten a la revolución mexicana porque ella misma es la democracia, pero deben saber que todo lo que se desligue de los movimientos libertarios de mil ochocientos diez mil ochocientos cincuenta y siete y mil novecientos diez, es el anti México, la antipatria y la antihistoria.

Para los monstruos crepusculares, estranguladores de la Patria, (aplausos) la historia de México comienza con la fundación del primer Ayuntamiento en la Villa rica de la Veracruz por Hernán Cortés. De esta manera el país se liga al viejo imperio español y se interrumpe, como dice ellos, en mil ochocientos diez cuando aparece el Cura Hidalgo. Son los famosos ciento treinta años perdidos en la Historia de México. Los perdieron el padre Hidalgo al hacer la Independencia de México, Benito Juárez nacionalizando los bienes del clero, Lázaro Cárdenas regresándonos los bienes del clero, Lázaro Cárdenas regresándonos al petróleo que era nuestro y Manuel Ávila Camacho, declarando la guerra a los bárbaros países totalitarios, para que siga triunfando la verdadera historia de México. Esta negación de la historia tiene por objeto despreciar todo lo mexicano para justificar la eficacia de la época colonial y así hacer el restablecimiento posible de un nuevo orden el nombre de Hispanidad, una de las tantas con que se disfraza el nuevo orden cristiano. Los grandes "Pachecos" de México, los intelectuales sin obra intelectual, que han puesto un aviso oportuno en "El Universal" para encontrar los 130 años perdidos, los pueden hallar en los memorables discursos pronunciados por el señor Presidente de la República apenas en el mes de septiembre; allí pueden aprender el ideario de la democracia mexicana. (Aplausos).

Los que piensen que México ha perdido 130 años de su historia y esperan encontrar una era de negaciones para el pueblo mexicano, son los tramposos los simuladores del desconocimiento, los Cantinflas

de la cultura, los viejos y nuevos conservadores que han arrebatado la bandera a don Lucas Alamán y ahora la quieren presentar como algo nuevo porque lleva como símbolo la swástica o las flechas y el juego de la Falange Española. (Aplausos).

Pero, felizmente, para los demócratas, los intelectuales pistoleros, los caballeros matones tropicales, especialistas en golpes de Estado con la técnica aconsejada por Curzio Malaparte, hay un Ávila Camacho surgido como hijo predilecto de esos ciento treinta años que ellos reniegan; el destino nos lo ha dado, no para desquebrajar la historia de México, sino para continuar la pujante y vigorosa, como es y será para ventura de México y felicidad del proletariado mexicano.

El señor Presidente de la República, en su discurso del mes de septiembre, ha hablado con meridiana claridad respecto a la historia de México; él es el continuador de aquellos mismos héroes que nos dieron la libertad: Hidalgo, Morelos, Juárez, Carranza, etc. No podía ser de otra manera, porque Ávila Camacho representa el corazón mismo de la Revolución, ella se lo llevó en mil novecientos diez y nos lo trajo en mil novecientos cuarenta para bien de México.

Para terminar este discurso, quiero rendir homenaje cordial en este doce de octubre, Día de la Raza, a quien lo merece: a la heroica España, a la eterna madre España, a la España de los comuneros de Castilla, a la España que derramó su sangre generosa en el Ebro, Guadalajara y Madrid, y rendir mi profundo desprecio a los traidores falangistas españoles que entregaron su patria a Hitler. (Aplausos).

El libro de Ramiro de Maeztu que he venido citando, dice en una de sus páginas lo siguiente: "Si la plenitud de la vida de los españoles y de los hispánicos está en la hispanidad y de la hispanidad en el recobro de su conciencia histórica, tendrán que surgir los poetas que nos orienten con sus palabras mágicas."

Que sean, pues, los grandes poetas de nuestro Continente y de España los que contesten y refuten la hispanidad; que sean los poetas soldados de nuestra Independencia iluminados por la aurora de la libertad de América, continente verde, "continente de la esperanza", como lo llamó el maestro José Martí, y Bolívar, que vislumbró en el porvenir la antorcha de la victoria, que será definitiva para la democracia, cuando se respete de acuerdo con la Carta del Atlántico la libertad de todos los pueblos oprimidos del mundo.

Ayer hemos celebrado bien el día al acoger a un español en la madre tierra con todos los honores que merece España; se han traído al país los restos del español Jaime Nunó, el autor de la música del Himno Nacional, que es un gajo de la patria, y descansa ya en la Rotonda de los Hombres Ilustres junto a los patriotas que, durante ciento treinta años perdidos, han ofrendado su sangre para que tengamos una patria mejor. (Aplausos).

Así como hemos hecho con Jaime Nunó, es como entendemos la celebración del Día de la Raza: los latinoamericanos amalgamados con los españoles en la tierra y en el cielo, pero con todo lo cordial y generoso de España. Creemos en el mestizaje espiritual de Cuauhtémoc y Tata Vasco. Nos sentimos hoy, más que nunca, ligados a España sojuzgada por el nazismo, como también recordamos a la pobre Francia; pero nos rebelamos en contra de la hispanidad imperialista y conquistadora, porque es la traducción del nazismo alemán.

A pesar de Ramiro de Maeztu, los poetas están en contra de la hispanidad, oigamos los versos de oro de Pedro Garfias, el poeta español:

"Pueblo libre de México:

Como otro tiempo por la mar salada te va un río español de sangre roja, de generosa sangre desbordada. Pero eres tú esta vez quien nos conquistas, y para siempre, oh, vieja y nueva España !"

(Aplausos nutridos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Carlos Zapata Vela.

El C. Zapata Vela Carlos: Ciudadanos diputados: La conmemoración del doce de

octubre, por el sentido y significado que esta fecha tiene en la historia de la Humanidad y de América, ha sido elevada, por los jóvenes pueblos latinoamericanos, a la categoría de una ceremonia ritual de relieves continentales.

Y durante el largo transcurso apacible de los años, la fecha memorable en que la civilización occidental, el Viejo Mundo europeo tendió su mano, simbólicamente prolongada en las tres carabelas , hacia el joven Continente, se ha constituido en emblema y en bandera de pueblos y naciones que, hermanados por el común origen, sufren los mismos ideales y padecen por idénticos anhelos.

La tradicional festividad adquirió en el tiempo, por la fuerza de la acumulación de años que borra los perfiles, dispersa las substancias y hace venerables las figuras de los hombres, de las cosas y los hechos, sentido y forma de conmovida oblación hacia aquella porción de historia y geografía europeas de donde surgieron los factores militares y políticos, sociales y económicos, étnicos y culturales, que en trágica conjunción, con la pura y limpia materia prima de la América aborigen, determinaron, después de una dramática y prolongada Edad Media, el nacimiento, o renacimiento, tal vez, de las jóvenes repúblicas de América, que, a pesar de ellas mismas, no pueden escaparse del común destino que la Historia les impuso y les impone.

Tal vez una cruel realidad conforme el substrato político que anima la actitud que las naciones latinoamericanas han adoptado ante el punto de partida de su joven Historia; tal vez las limitaciones que tuvieron que sufrir a partir de su presencia en el mundo como pueblos independientes, limitaciones ineludibles, pues fueron determinados por la evolución y el desenvolvimiento de sistemas económicos mundiales a los cuales nuestras jóvenes repúblicas estuvieron substraídas por siglos de coloniaje y esclavitud, deformaron la substancia verdadera de un acontecimiento que, pleno de trascendencia y significado, no puede tener relieve mayor

que la presencia misma actuante, vigorosa y promisora de veinte países libres, irrefrenablemente lanzados hacia la conquista del porvenir.

Tal vez fue, pues, esa serie de circunstancias planteadas por el hecho sorprendente e imponderable de la presencia de este magnífico núcleo de pueblos en medio de un mundo que había atravesado ya prolongados estadios de la Historia, que tenía desenvuelta y en proyección ascendente su organización económica e incluso había realizado ya revoluciones tan importantes para la historia de la Humanidad como el Renacimiento y la gran Revolución Francesa, la que hizo que los pueblos jóvenes de la América volvieran los ojos reverentes hacia el prestigio y la tradición legendaria del núcleo étnico y cultural europeo que hizo el descubrimiento, la conquista y la colonia.

Y bien la tradición cultural que llegara a América en fecha como la que conmemoramos hoy, es por ella misma tan valiosa y está de tal modo enclavada en la conciencia y en la carne de los pueblos del Sur del Bravo, que resulta inevitable rendirle un homenaje cálido de conmovida adhesión y de admiración emocionada e incoercible.

A pesar de los dolores hechos que la falange de conquistadores, colonizadores y encomenderos realizó en Anáhuac y el Diaren, en el Perú y en la Tierra del Fuego, la civilización europea que se asentó en tan extenso mundo es de calidad magnifica y respetable por sus propios auténticos valores y por la espléndida floración de cultura que ha representado, en el patrimonio espiritual de la Humanidad, un acervo grandioso de incalculables consecuencias.

No somos ni podíamos ser extraños o insensibles al maravilloso espectáculo del trasplante, florecimiento y vigorosa madurez de la civilización y la cultura latinas en la joven América. Ellas son la estructura del edificio espiritual del nuevo mundo latino y el contenido brillante del pensamiento colectivo de nuestros pueblos; viven y actúan en la trémula palabra de Bolívar, en la frase de Martí, en el atormentado pero superior espíritu de Morelos; vibran en el verso clamoroso de Darío y en el estro inmaculado de Nervo, y son una bandera tremolante en la obra luminosa de los hombres que, incansables, hicieron con la herencia espiritual del viejo mundo un patrimonio cultural inapreciable.

No obstante, es imperativo eneludiable de justicia reconocer, y precisamente en fecha como esta, que la vivencia misma de nuestros pueblos libres, la integración de nuestras nacionalidades afirmadas en el indestructible propósito de conservarse y engrandecerse a fuerza de incesantes superaciones en todos los órdenes de la Historia, el desenvolvimiento y el desarrollo de toda una Humanidad nueva en este Continente, con ideales propios, claros anhelos y aspiraciones definidas y auténticas, constituye un hecho, o mejor, un fenómeno humano de validez idéntica, por lo menos, a la que pudiera entrañar la aportación cultural, étnica y política de la vieja Europa, al crisol de donde surgiera, con el dolor y la sangre que hace viables a todos los hechos vitales, este esplendoroso grupo de naciones nuevas que el destino ha hecho hoy depositarias de la mejor herencia de la Humanidad, del más valioso legado de la Historia: la defensa de la libertad.

Y es, a nuestro juicio, fundada y procedente esta consideración valorativa; pues si bien resulta absurdo enjuiciar los hechos de la Historia, es también inevitable encontrar, evidentes e incontrovertibles, los verdaderos objetivos de la conquista y la dominación. No fue necesario escalar ningún elevado sitial universitario, para estudiar y revisar documentos auténticos de nuestra Historia, que certifican la verasidad de esta frase elocuente de Cortés, que aún sigue resonando dolorosamente en nuestros oídos indios y mestizos: "Necesitamos el oro por medicina. Los europeos estamos enfermos de un mal incurable que sólo el oro puede aliviar". No fue necesario asaltar ninguna rectoría para que pudiésemos comprobar la amarga y prolongada tragedia que las razas aborígenes sufrieron por el peso y el dominio de las razas conquistadoras, tragedia en sangrentada, drama doloroso e inhumano que hoy intenta hacer resurgir en la América democrática y libertaria las obscuras fuerzas que, emboscadas detrás de una hispanidad ficticia y subvencionada por Alemania, conspiran dentro y fuera de nuestro Continente contra la causa de la Humanidad.

¡No! No vamos a caer en el error, que sólo la megalomanía puede inspirar, de enjuiciar a la Historia; pero sí habremos de defender la vida libre de nuestros pueblos, por lo que ella representa en la sangrienta realidad del mundo de hoy, por lo que significa de gigantesco esfuerzo humano en la fecunda penumbra de los siglos pasados, y por la viva, palpitante promesa y luminosa esperanza que nuestros pueblos libres son ya para el porvenir de la Humanidad.

No fue ni es, por lo menos desde el punto de vista étnico, cultural y político, la América Latina el crisol donde en el lento transcurso de los siglos se fraguara una nueva raza, la raza cósmica destinada a conquistar el mundo, de que hablara algún filósofo mestizo, aspirante a criollo falangista.

Etnicamente, la América nuestra fue y es el laboratorio vivo, el magnificiente campo de experimentación donde pudo evidenciarse no sólo la falsedad de toda teoría de superioridad racial, sino también el hecho de que, para los altos fines de la Humanidad, toda diferenciación de razas únicamente encubre propósitos de grupos e intereses de clase. Todos los elementos dinámicos de la población de nuestra América, indios y blancos, negros y cobrizos, mulatos y mestizos, integraron, sin descriminaciones, la nueva humanidad americana en una amalgama indestructible por su alta calidad espiritual, e hicieron de la vida libre y de las grandeza de nuestros pueblos el objetivo común y la finalidad única de sus esfuerzos de sus ensoñaciones de sus sacrificios y de sus luchas. Viven aún, como antorchas enclavadas en las más altas cumbres de América las mas luminosas de O' Higgins, de Morazán, de Martí, de Mina, de Guerrero. Y en las prolongadas y dolorosas luchas en que no el odio, sino un impostergable afán de superación y de defensa hizo consistir el desarrollo de nuestras nacionalidades, la sangre generosa, la roja sangre ubérrima y fecunda de indios, de negros y de blancos, fue la

materia primigenia, el fermento maravilloso que hizo posible la espléndida que hoy representa el hombre libre de América.

En el amplio, ilimitado campos de los valores del espíritu, el fenómeno operado en este Continente, en el Nuevo Mundo, resalta con precios, imborrables caracteres en la historia cultural del hombre. Aun sin el prestigio y la tradición con que el polvo impalpable de los años hace venerables a las viejas culturas del mundo, una cultura nueva ha sido elaborada en la América nuestra, y su valor espiritual, y su trascendencia en la historia, y su significación en el mundo se proyectan vigorosamente, con una reciedumbre indestructible, con claros perfiles, inconfundibles y auténticos. No es, sin duda, una cultura surgida al soplo taumaturgo de ningún patriarca, pensador o filósofo. Ha sido lentamente elaborada, estructurada con todos los elementos materiales que acumulados y emulsionados durante siglos, se transforman, dialécticamente, en calidad de espíritu, en valor de cultura. La tierra, el agua y el aire de América; las plantas, y los frutos de América; la carne y la sangre de los indios de América; la lengua de los criollos de América; el mar y el cielo, la llanura y la montaña, el bosque y la pampa de la América nuestra, han sido y siguen siendo elementos constitutivos, indisolubles y permanentes de la nueva cultura americana. Conectada con la vieja cultura occidental europea por el cordón umbilical de la historia, no es ya una indistinta manifestación de aquella cultura ahora invertebrada y decadente con su deleznable disfraz de hispanismo falangista, sino un diferente fenómeno cultural con vida fecunda, propia y promisoria, con forma y contenido autóctonos y puros; con objetivo y finalidades, con aspiraciones y propósitos que, aun diversamente expresados, certeramente coinciden todos en una sola causa sola causa común de insuperable validez vital: el hombre, su libertad y su destino.

Así es la nueva cultura americana: con ese contenido y esa trayectoria humanísimos vive por sí sola, es ella misma inconfundible y auténtica, vale por sí y ante el mundo, y es diferente de su origen.

No queremos negar, ni podríamos tampoco -Ya lo hemos dicho - el fundamental valor de todo acto generatriz; pero frente al espectáculo deslumbrante de una vida autónoma y floreciente, plena de realidades magníficas y grávida de promesas y esperanzas, no podemos más que delegar a aquel acto un valor accidental y anecdótico, y contemplar con maravillada reverencia el desarrollo vital autónomo y la casi ya alcanzada madurez que ha logrado el fenómeno cultural de América.

Ha sido, claro está un proceso cruel y doloroso. Durante centenares de años un frustrado, pero persistente y propósito de hundir y ahogar el pensamiento libre americano y el surgimiento y desarrollo de la cultura autónoma de América, encendió las hogueras inquisitoriales, de oscuro fanatismo de la iglesia, y levantó la prisiones y las cárceles de la opresión y de la dictadura. Pero los hechos valen más, incluso, que los hombres que los realizaron; y la fuerza ineluctable de la historia pudo imponerse para dar al mundo, en esta época sangrante y dolorida, de crisis tremenda y angustiosa, de negación brutal y arrolladora de todos los valores del espíritu, de todos los valores culturales, un refugio magnífico y grandioso: el joven Continente Americano.

Hombres de América: nosotros, que en tantas ocasiones, horas de indecisión e incertidumbre, hemos vuelto el rostro contraído hacia los viejos fantasmas del pasado, no pensamos jamás que nuestra historia nos reservara tan brillante porvenir. Depositarios fieles del mejor patrimonio del hombre: la libertad, la democracia, la cultura, sabremos defender el legado inapreciable y conservarnos aptos para cumplir el alto deber y la nobilísima misión de entregarlo, inmaculado y limpio, al mundo nuevo del futuro.

Igual proceso doloroso que sufrió la cultura americana, tuvo que seguir la inmensa tarea de integrar políticamente las naciones libres, los países libres que hoy florecen en América, y no podemos afirmar que ese proceso haya concluido; pero sí es posible asegurar, categóricamente, de modo irrefutable que continúa desarrollándose y que no existe obstáculo, interior o externo, que tenga la fuerza capaz de impedirlo, desviarlo o detenerlo.

La obra de dar forma y orientación social y política a los pueblos nuevos de América, ha venido jalonando los últimos 130 años de la historia con tremendas luchas interiores, sangrientos acontecimientos políticos revoluciones y contra revoluciones, a través de las cuales, agitados y turbulentos, los anhelos de justicia social, las aspiraciones de vida libre e independiente de los pueblos, permanentes en el transcurso de los tiempos, idénticos en toda nuestras latitudes, se han clarificado, depurado y superado, como consecuencia del rudo choque dialéctico de fuerzas opuestas en cuya existencia actuante vive el secreto del indetenible progreso, del incesante desarrollo político y social de nuestras nacionalidades.

Pero esta agitada turbulencia, esta agitación casi constante, no puede ser presentada, exhibida y alegada por los agentes a sueldo de los enemigos de la democracia americana como prueba de una vida frustrada por el odio, dividida por la maldad, fracasada en sus fines y objetivos, estigmatizada por el índice de los nazifalangistas que hoy y de ayer. Prueba incontrovertible de una vitalidad imperecedera, la inquietud política de los pueblos americanos es la mejor garantía de su incesante proyección hacia el porvenir y la más viva enseñanza de cómo ha sido y será impostergable la recia y vigorosa decisión de alcanzar la plenitud de la justicia social por medio de la mejor y más eficiente organización política y económica de los pueblos, sobre el postulado esencial de la libertad y la democracia.

En efecto, liquidada la ignominia (a la que algunos traidores a la historia y a la patria quisieran volver) de una denominación esclavista y expoliadora, años de incertidumbre y caos amenazaron frustrar el heroico esfuerzo libertario, la palabra de Bolívar volando entre los Andes, el puño de Morelos golpeando el porvenir; pero quedaron archivadas las históricas llamadas conservadoras a

los reyes de Europa; los transitorios imperios de opereta, de palio y de Te Deum, de curas y arzobispos, levantados a mansalva a espaldas del pueblo y de la historia, se hundieron para siempre convertidos en polvo; y los regímenes vinculados a los curas, los plutócratas y los notables, sometidos a su tenebrosa política y a sus oscuros designios, fueron también barridos por el soplo de la vida; y las monarquías, traídas de ultramar por el fanatismo y la tradición, también se transformaron en cenizas en esta fulgurante fragua de América y si una opresión conservadora y mística ataba y limitaba el esfuerzo progresista de los pueblos, siempre hubo una reforma liberal y democrática y un Juárez indio que separara la Iglesia del Estado, marcara rumbos, señalara cauces y fijara orientaciones de libertad e independencia a la nación; y si una dictadura lograba entronizarse y mantener por lustros y decenios a los pueblos en régimen feudal, latifundista y opresor, hubo también una Revolución popular y progresista, de inconfundible característica económica que devolviera libertad al pueblo, que liquidara las viejas formas de economía feudal, que pusiera a la nación dentro del ritmo social, económico y político del mundo, que arrebatara las fuentes de riqueza natural a las manos extrañas que las usurpaban, que diera la tierra a los campesinos, que hiciera a las masas humildes de la población partícipes de la riqueza social, colectivamente producida.

¡No! No se ha perdido la Historia; jamás se pierde la Historia. Son los hombres los que se pierden en la obscuridad de la ignominia, o en la ignominia de la traición; pero la Historia luminosa de las egregias naciones latinoamericanas, la brillante y gloriosa Historia de mi patria no se ha perdido, ni se perderá jamás; ella constituye un imperativo que no es posible desoír, un llamado que no es posible no escuchar, un deber que no es posible dejar sin cumplir, y representa para nosotros, hombres de hoy y para los hombres americanos de las generaciones futuras, una jornada histórica de libertad y de justicia humanas, que habrá realizarse irremisiblemente.

Vivimos hoy días de desolación y angustia, transitorias al fin, pero profundas. El cuatrocientos cincuenta aniversario del descubrimiento de América encuentra a nuestra inmensa patria americana frente al más tremendo problema que jamás enfrentara el mundo y la Humanidad. La más honorada crisis política, económica y moral de la Historia ensangrienta al mundo y pone sobre los hombres, los pueblos y las naciones, un inmenso manto de dolor y lágrimas, de sufrimiento y desesperanza. Sistemas económicos injustos, fincados sobre la explotación del hombre, estáticos e inertes, interiormente carcomidos por su incongruencia con la opulenta calidad de la vida, con la dinámica ascendente de la Historia, hunden al mundo, antes de desaparecer, en la desolación y la tragedia. Sistema políticos contrarios a la magnífica condición libre del hombre, opuestos a la naturaleza esencial del hombre, sin más razón, ni justificación distinta que la fuerza, la crueldad y el odio, han sumergido a la Humanidad en una gigantesca tragedia de incalculable volumen.

Frente a esta realidad nos encontramos, y nosotros, hombres libres de América, estructurados espiritualmente en el culto a la libertad y orientados en la constante aspiración a la justicia, no podíamos permanecer contemplativos frente al hondo dilema del mundo, porque la civilización y la cultura, la libertad y el progreso, la democracia y la justicia, están amenazadas, grave y tremendamente amenazadas, la neutralidad es una bandera de traición y de vergüenza; pero es, además postura de ignominia y de suicidio la neutralidad, o la no beligerancia, cuando son precisamente la civilización americana, la cultura americana, la democracia americana y la libertad de América las que están amenazadas y en inminente peligro de perderse.

Porque es así. Las obscuras fuerzas regresivas, dictatoriales, negativas de los mejores valores de la Humanidad, las mismas que arrasaron la joven República Española y hundieron en la esclavitud y en el oprobio a Francia y a Polonia y a Grecia y a tantos otros pueblos de egregia tradición y límpido historial, se han acercado ya, a nuestra extensa y rica patria americana; su codicia y su ambición nos amenazan, y sólo una suicida y criminal ceguera puede hacernos neutrales, apaciguadores, o indiferentes.

Americanos: Que el cuatrocientos cincuenta aniversario del descubrimiento de

América nos encuentre unidos, aptos para una lucha tremenda en defensa de la Humanidad y en defensa de América, y de todo lo que América significa y representa hoy para nosotros; hombres libres en tierras de libertad; ayer para nuestros antepasados, heroicos forjadores de patrias; mañana para las generaciones futuras, dueñas de un porvenir esplendoroso.

No estamos solos en la lucha. Los objetivos por los que luchamos son los mismos que hacen invencibles a esos sorprendentes soldados del Ejército Rojo de la U.R.S.S.: obreros, campesinos y soldados que pelean por defender la paz y mueren para ganar la vida, que son, a pesar de todo -se abra o no el segundo frente - , el más poderoso bastión de las libertades del hombre. No estamos solos en la lucha. La Carta del Atlántico, que si los hombres quisieran olvidar alguna vez, los pueblas harían que se cumpliera, es un compromiso mundial inquebrantable.

La hora que vivimos es una hora de decisión y de combate. A través de la escarpada distancia de los Andes, por encima de las selvas y los ríos, hombres libres de América, juntemos nuestro esfuerzo, unamos nuestros puños, hagamos una recia unidad indisoluble y combativa contra el odio y la injusticia.

Con profundas resonancias históricas, plenas de inspiraciones visionarias, recordemos la trémula frase de Bolívar:

"¡Americanos, uníos. La hora de América ha sonado!" (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Alfonso Corona del Rosal.

El C. Corona del Rosal Alfonso: Señoras y

señores: Muchos años han transcurrido desde aquel memorable momento en que, dos horas después de la medianoche, un humilde marinero, en la nave que conducía al genial Colón, anunció al mundo entero que la tierra de un mundo nuevo estaba a la vista de los que hasta entonces había vivido en el Viejo Mundo.

Nadie se imaginó entonces la trascendencia del descubrimiento; nadie supo prever tampoco, cuando la noticia del portentoso descubrimiento, indudablemente la hazaña más grandes de los tiempos contemporáneos, llegara a la Vieja España, que ese hecho viniera a sacudir, a conmover hasta sus cimientos toda la estructura del mundo conocido.

El genio de Colón, el inmenso genio de Colón toda su energía, todo el valor con que supo conducir a sus marineros al descubrimiento de América, imponiéndose a sus vacilaciones, a sus dudas, a su temor ante lo desconocido puesto que era una época aquella en que la navegación se hacía a lo largo de las costas conocidas, orientándose con la Estrella Polar, y en la que lanzarse a través de los mares desconocidos significaba casi un suicidio - , no pudo prever la inmensa conmoción, la transformación que iba a producir ese acontecimiento en el Viejo Mundo.

Otro hecho no menos importante tendría que venir con el descubrimiento de América: la conquista de la tierras nuestras, la conquista hecha por otro hombre de voluntad férrea, por otro hombre genial, como conquistador: Hernán Cortés; y desde entonces este mundo iba a infundir en el Viejo, cambiando su economía, transformando su ciencia, haciendo que las concepciones políticas, económicas y sociales se transformaran; y que en las ciencias náuticas fueran revelados conocimientos que se tenían como ciertos hasta entonces y substituidos por otros que eran fruto indudable del descubrimiento.

Colón extendió los horizontes materiales del mundo conocido y al mismo tiempo abrió los amplios horizontes del espíritu a toda la raza humana. ¡Esa es la gran trascendencia del descubrimiento de América! (Aplausos).

Todo iba a transformarse con el rescubrimiento y con la conquista de América: una corriente interminable de oro y plata de las entrañas de la tierra del mundo por los naturales de nuestra tierras; nuevas necesidades de consumo en el mercado, que iban a transformar la producción semifeudal de la Europa de esa época; a cambiar la estructura entera de la Europa de aquellos días: mutación entera y absoluta del mundo.

Nadie se imaginó, entonces, que ese descubrimiento iba a ser, repito una vez más, la hazaña más importante en toda la historia del género humano. El mundo fue uno antes de Colón; el mundo es otro después del brillante descubrimiento de aquel ilustre navegante.

Realizando la conquista por el triunfo de la coraza, el arcabuz y la espada sobre el peto de algodón, el escudo y la maza, nuevos hechos también iban a mostrarse ante los ojos asombrados de la historia, una nueva raza surgía de la unión de la raza blanca con la raza cobriza, un nuevo producto étnico cuya característica principal iba a ser la rebeldía, el alma bravía, la ausencia de todo lo que sea resignación a las cadenas, a la esclavitud, a la dominación.

La raza de América, no ha tolerado jamás las cadenas; las ha sufrido a veces, impuestas por la violencia; pero siempre ha preferido vivir libre en cuevas, que disfrutando de relativas comodidades dentro de una servidumbre. Tal iba a ser la característica de la fusión de aquellas dos grandes razas. El hijo de Cortés y de la Malinche fue un rebelde, y esta iba a ser la característica de toda la raza nuestra, no sólo de México, de toda la América; este iba a ser el contenido, el espíritu y la fuerza que iba a animar a todos los libertadores de América, a todos sin excepción; raza fuerte, indómita, bravía que iba a luchar en el curso de toda su historia para alcanzar un bien, el valor supremo de todos los hombres: la libertad.

¡Espíritu de libertad en toda la América nuestra! Y por eso, hoy que celebremos el día de la raza, el día que hace veinticinco años se iniciara en la Casa de América en Sevilla y que después fuera refrendado por brillante decreto de la República de Argentina, en que se declaraba que esa fecha simbólica expresaba el mayor valor de las hazañas de la humanidad nuestra; esta fecha simbólica no es la celebración del espíritu de dominación de una raza; no es la celebración de una raza que se sienta superior a las demás; no es la celebración de una raza que pretende convertir en esclavos al resto del mundo: es la alegría del espíritu libre de fuerzas materiales, de los hombres libres que desean para el resto del mundo una vida igualmente libre. Eso es lo que debemos celebrar hoy día 12 de octubre. No una celebración al estilo hitlerista; no es la nuestra una afirmación de superioridad sobre el resto del mundo; repito: es el triunfo del espíritu sobre las fuerzas materiales; es el triunfo de la fuerza moral sobre las fuerzas de la violencia; es el triunfo del derecho y de la justicia sobre todo lo que sea regresión a los tiempos primitivos. (Aplausos).

"Espíritu de libertad en toda América! Ejemplo de esto es nuestro México dolorido, nuestro inmortal México, nuestra patria tan querida para todos nosotros.

Hidalgo, el gran Hidalgo, inició la gesta brillante de todos los libertadores de América. Hidalgo, señores diputados e ilustres visitante, no es la figura de bondad pueril que nos pintan nuestros textos elementales de historia; Hidalgo sí fue un hombre bueno, pero bondad dentro de la verdadera acepción del vocablo. Hidalgo se identificó con la masa de México, con sus ansias de libertad, con sus anhelos de una vida más justa y mejor. Hidalgo se lanzó a la lucha imponiéndose a la vacilación de hombres más esforzados que él, cuando su conspiración había sido conocida.

Descubierta la conspiración de Hidalgo, como todos ustedes saben, señores diputados, se giraron las respectivas órdenes de aprehensión; y fue entonces cuando en hombres esforzados, cuando en hombres jóvenes entró cierto temor ante lo difícil del

porvenir y fue en momentos tan difíciles cuando Hidalgo se sobrepuso al temor, a las dudas, a las vacilaciones, y les dijo a todos que había escogido el camino de redentores y que ese papel no se alcanzaba sino con el sacrificio de la propia vida.

Por eso Hidalgo fue desde el principio el jefe indiscutible. Hidalgo fue un hombre completo, integro, fue un verdadero caudillo pese a sus años. Todos los libertadores de América fueron hombres jóvenes, en la plenitud de la vida Hidalgo fue un hombre que estaba cercano a la vejez, y sin embargo, puso todo el ardor de una verdadera juventud, en sostener su causa y la sostuvo hasta el sacrificio de la vida, legando a México su independencia, su libertad, enseñando a romper las cadenas de la esclavitud. Eso fue Hidalgo. (Aplausos).

Hidalgo, señores diputados, entró a la inmortalidad por sus hechos; pero bastarían unos cuantos de ellos, como el que acabo de relatar, para que hubiera alcanzado asiento junto a los inmortales del mundo entero de la historia; sin embargo, todo de muestra su calidad de libertador al firmar el célebre decreto que abolió la esclavitud, anticipándose en muchos años a otras naciones.

Y cuando años después de la derrota de Aculco, cuando las fuerzas insurgentes aparecían definitivamente vencidas por el poder hispano, y se le ofrecía en nombre del Rey de España un indulto, Hidalgo alcanza la cima como libertador, la cima como hombre, como patriota y como mexicano. Al contestar a ese ofrecimiento de indulto, dijo que el indulto sólo se ofrecía a los traidores y a los criminales y que él no podía discutir sino sobre la base de la libertad de su patria que le había sido encomendada por el pueblo entero. Señores diputados: Entonces Hidalgo es digno de figurar con letras de oro en la historia, como figura en este recinto de la representación patria. (Aplausos).

Trayectoria de libertadores, sangre nueva brotada de la tierra de América. Tal fue el producto histórico nuestro. Tal, la trayectoria que siguió nuestro Gran Morelos, a quien encontrara Hidalgo en un humilde pueblecillo del Estado de Michoacán nombrándolo general en jefe y organizador del Ejército del Sur; y de ahí marchó Morelos a organizar ese Ejército, sin más elementos que su asistente, un mal trabuco y una peor pistola. Para allá caminó Morelos a luchar contra el ejército hispano, perfectamente organizado, mejor pertrechado con magníficos cañones para la época; y sin embargo. Morelos, a pesar de su pobreza de elementos, tenía la fuerza moral, tenía la justicia y el derecho que animan siempre a las grandes causas, y sin vacilar ni un momento ante fuerzas enemigas superiores, Morelos, en tres años y a partir de aquel momento, hasta la toma de Oaxaca, supo conquistar para él, también definitivamente, un lugar en la inmortalidad.

El general Anaya en el 47, la brillante lección del general Anaya; la Guerra de Reforma; el gran Juárez, que de humilde indio vestido con la ropa característicamente de nuestras masas campesinas, pobre, humilde, sin saber otro idioma que el zapoteco, supo elevarse hasta los cargos más altos dentro del aspecto social, científico y político de México; la Revolución Mexicana, la Revolución Mexicana que sacudiera todos los confines de nuestra patria, poniendo sobre el caballo a los campesinos de México para luchar por sus libertades; todos estos hechos memorables no son sino aspectos de mi tesis: que las tierras de América y la fusión de la raza conquistadora, dieron un producto étnico de alma bravía y libre que ya no tolera imposiciones ni cadenas.

Esto es México, y México, señores, es ejemplo de la América entera; no ejemplo porque vaya más adelante, sino porque lo que ha sucedido en México, ha sucedido después en los demás países de la América nuestra.

Bolívar y todos sus grandes capitanes forjaron en la América la epopeya que Hidalgo y sus capitanes supieron forjar en nuestro país, en nuestra patria.

¡La América entera a caballo y tras de Bolívar con las espada en la mano, luchando por la libertad de nuestros pueblos!

Bolívar, trasponiendo los Andes, montañas las más elevadas entre las conocidas por el mundo de esa época, encumbrando los Andes, lo que ya se antojaba entonces locura, audacia inconcebible, y siendo en lo alto de los Andes cresta mafinífica y corona de la libertad.

Bolívar, Sucre, San Martín, los grandes libertadores de América comprueban mi tesis. Por eso, hoy 12 de octubre de 1942, trascurridos siglos, celebramos el día de la raza y no venimos aquí con un espíritu racista; venimos a festejar el ideal de libertad que ha animado siempre a los pueblos de América, el mismo ideal que anima a la América de ahora para tomar su posición junto a la causa de las democracias, porque en esta guerra se debate el triunfo definitivo de la libertad, la conquista de ella para el mundo entero. (Aplausos).

¡Libertades para el mundo entero es lo que peleamos!

No faltan en momento como éstos seres mal intencionados, equivocados o perversos, que pretenden que se levante una bandera hispanista para colocarla frente a nuestros aliados sajones. No, señores. Nosotros celebramos el día de la raza; pero como triunfo del ideal. Estamos profundamente vinculados a España e indudablemente seríamos traidores y renegados si abomináramos de nuestra sangre, de nuestra lengua, de nuestra tradición e historia; vinculados profunda y definitivamente estamos y estaremos a España, nuestra madre patria; pero más vinculados hemos estado a ella cuando peleamos y defendemos los mismos ideales; nunca hemos estado tan unidos a España, como cuando ella defendía su libertad amenazada por el traidor Franco y por los aventureros de España, Alemania e Italia. (Aplausos).

España entonces defendía si libertad; defendía lo suyo, su suelo, sus casas, sus mujeres e hijos, todo lo más querido que constituye la patria; y en esa lucha sin igual, México, país revolucionario, al igual que Rusia, supo estar con España cumpliendo con su deber. (Aplausos).

Pueden haberse hecho alardes de valor personal, de simple valor personal, pero nunca trascendente y ejemplar, en la pésima actitud de deslealtad del ejército español frente a su gobierno. Ya en otras ocasiones he dicho en esta tribuna, y hoy lo voy a repetir, cuando gloriosos representativos del Colegio Militar, la Institución inmaculada de México, se encuentran en su recinto (aplausos): En la guerra de España un grupo de cadetes traicionó a su gobierno. La primera virtud y el primer deber que tienen un ejército es la lealtad a su gobierno, sin discusiones. La historia jugara. Pero el Ejército que quiere cimentar su actuación en la mas grande pureza y virtud tiene ese primer imperativo: ser leal a su gobierno.

Mucho se ha elogiado, señores, la lucha militar sostenida por los cadetes del Alcázar de Toledo; pero no es ejemplar de ninguna forma. Ese acto fue ejecutado por militares desleales, y no ha faltado, desgraciadamente, en México, quien quiera comprar a esos cadetes españoles, con los grandiosos cadetes del Alcázar de Chapultepec; cadetes que supieron ofrendar su vida defendiendo a su gobierno, y lo que es más, a su patria, a su hogar y a su bandera. ¡Hay mucha diferencia! (Aplausos).

Siempre hemos estado con España y lo estaremos hoy, día de la raza, y fuera de este día, celebrando su sangre y su historia nuestra también, pero repito, más vinculados a ella cuando estemos defendiendo juntos el anhelo de libertad. Por eso nosotros honoramos a un español como Francisco Javier Mina, que estuvo con México defendiendo a su libertad y por eso mexicanos, militares nuestros, estuvieron en Madrid al frente de sus baterías disparando contra alemanes e italianos, defendiendo la libertad de España. (Aplausos). Por eso señores, por defender el espíritu de libertad de América, que es la libertad y el espíritu del mundo entero, México y los principales países de América participan en este mementos como aliados de la causa de las democracias. Por eso estamos en esta guerra, la mayor de todas, la más importante de todas, defendiendo la libertad; pero por eso también deseamos que esta defensa de la libertad sea efectiva, sea real; que esta guerra no sirva para que se confabulen más tarde los intereses capitalistas para tratar de ahogar al mundo bajo su poder imperialista. (Aplausos).

Por esto estamos con esta guerra, sabedores de que ella nos llevará al disfrute de la libertad integral, de la libertad en todos los aspectos: que en el aspecto político, nos dará a todos los hombres la facultad de determinar nuestro porvenir y de organizar la forma de gobierno que más se ajusta a nuestras necesidades; en el aspecto político también, porque queremos que no haya después pueblos que esclavicen a otros pueblos; en el aspecto económico, principalmente, porque sabemos que después de esta gran lucha el mundo se organizará dentro de bases justas, porque no habrá ya grandes intereses que exploten a los trabajadores; que existirá una vida más humana, una vida más justa, en que todos tengan derecho al trabajo, a percibir un salario suficiente, Tales nuestras esperanzas en esta guerra mundial. (Aplausos).

Y finalmente, señores, estamos en esta gran lucha porque sabemos que defiende la libertad y con ello el espíritu revolucionario del mundo entero que ha sido el que ha hecho avanzar a la humanidad hacia el porvenir. Nosotros sabemos que después de esta guerra surgirá más potente y más brillante que nunca el espíritu revolucionario del mundo entero, el espíritu revolucionario considerado en su verdadero concepto, sin falsías, sin asustarnos porque el mundo pueda cambiar su estructura social, económica y política. Por eso nosotros estamos con la guerra actual, porque sabremos que ella sabrá organizar para el futuro un mundo mejor, un mundo en que todos gocen de mayor felicidad.

Lucha por la libertad. Por ella admiramos en todas partes los grandes esfuerzos que se hacen por conquistar y por alcanzar su libertad; por eso aplaudimos sin reserva, sin dudas, a los valientes defensores de la ciudad de Stalingrado que están haciendo acallar con sus cañones a los cañones del ejército extranjero. (Aplausos estruendosos).

Estamos en medio de un gran estruendo, en medio del estruendo de la guerra nuestra, de la guerra definitiva de la libertad; pero en medio del estruendo de las divisiones mecanizadas de Hitler y de los cañones del ejército de Rusia que lucha por la libertad y que contienen gloriosamente a esas divisiones, se escucha en los corazones libres también otro ruido: el tropel de los caballos de los libertadores de América. el tropel de los caballos de Bolívar, de Sucre, de San Martín, de Hidalgo, de Morelos, de todos los grandes patriotas de la América (aplausos); y al oír ese tropel, volvemos los ojos hacia el pasado y procuramos buscar en las acciones y en las palabras de aquellos hombres lo que satisfaga a nuestros espíritus y encontramos muchos ejemplos, entre ellos el gran juramento de Bolívar que decía a su maestro: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; juro por la patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español". (Aplausos).

Y hoy, señores, hoy que celebramos el Día de la Raza, que es el día de la libertad de las Américas, no podemos hacer mejor juramento que seguir el ejemplo del gran Bolívar y jurar, también, que no daremos descanso a nuestro brazo, ni reposo a nuestra alma, hasta que las fuerzas regresivas del Eje estén definitivamente vencidas y sean triunfantes las fuerzas de la libertad. (Aplausos).

- El C. secretario Salazar Florencio:

"Acta de la sesión solemne celebrada con motivo del Día de la Raza por la Cámara de Diputados del XXXVIII Congreso de la Unión, el doce de octubre de mil novecientos cuarenta y dos.

"Presidencia del C. Braulio Meraz Nevárez.

"En la ciudad de México, a las diez y ocho horas y diez minutos del lunes doce de octubre de mil novecientos cuarenta y dos, con asistencia de 103 ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó el C. secretario Emilio Gutiérrez Roldán, se abre esta sesión solemne

que se efectúa con motivo del Día de la Raza y para reafirmar la posición antifascista de esta Asamblea.

"En el Salón de Sesiones se encuentran alumnos del Colegio Militar, portando las banderas de los diversos países del Continente.

"Los ciudadanos diputados César Garizurieta, Carlos Zapata Vela y Alfonso Corona del Rosal pronuncian discurso alusivos al Día de la Raza, en los que condenan la agresión de los países totalitarios, reafirman la convicción democrática de nuestro país y ponen de relieve la solidaridad que existe entre todas las naciones que luchan contra el nazifascismo.

"Se lee la presente acta".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.

- El C. Presidente (a las 19:25 horas): Se levanta la sesión solemne y se cita a sesión ordinaria para el próximo viernes a las 11 horas.