Legislatura XXXVIII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19421224 - Número de Diario 27

(L38A3P1oN027F19421224.xml)Núm. Diario:27

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., JUEVES 24 DE DICIEMBRE DE 1942

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

AÑO III. - PERIODO ORDINARIO XXXVIII LEGISLATURA TOMO I. - NÚM. 27

SESIÓN SOLEMNE

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 24 DE DICIEMBRE DE 1942

SUMARIO

1.- Se abre la sesión solemne para rendir un homenaje al indio mexicano. Hacen uso de la palabra los CC. diputados José Gómez Esparza, Alfonso Corona del Rosal y Carlos Balleza jr.

2.- Acuerdo de la Presidencia para que en la próxima sesión se discuta el proyecto que crea la Secretaría de Asuntos Indígenas que presentará el C. diputado José Gómez Esparza. El C. diputado César Gurizurieta pronuncia un discurso. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del

C. JOSÉ GÓMEZ ESPARZA

(Asistencia de 88 ciudadanos diputados).

El C. Presidente (a las 12.15): Se abre la sesión solemne que efectúa la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión para rendir un homenaje al indio mexicano.

PRESIDENCIA DEL C. EZEQUIEL SELLEY

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado José Gómez Esparza.

El C. Gómez Esparza José: Dignos representantes de las tribus indias de México; señores diputados: A partir del año de mil quinientos veintiuno, en que cayó el viejo imperio Moctezuma, herido por la espalda de un audaz e inteligente aventurero.

A partir de aquellos días en que en medio del estruendo de sus armas, los capitanes españoles al mando de Hernán Cortés se adueñaron de inmensas posesiones en América.

Desde aquellas horas, en que demacrados, pálidos y vacilantes a consecuencia de un largo sitio, salieron los indios aztecas expulsados de la Gran Tenoxtitlán, dejando tras de sí perdidos para siempre su poderío, su abolengo y sus más caras instituciones...

Desde entonces, señores diputados, y a través de luengos siglos, hoy, por primera vez en la historia del Nuevo Continente, un parlamento de América; el Parlamento mexicano, le tributa al indio nacido en estas tierras y con motivo de un proyecto de ley, un homenaje de admiración, de cariño y de respeto.

Desde esta tribuna, que significa el eco más alto de la Representación Nacional y que tanto han enaltecido con la prestancia de su pensamiento y la floración de su verbo las voces más autorizadas de este país, reciba el indio mexicano ese sincero tributo que hoy le consagra esta treinta y ocho Legislatura en memoria de su tradición gloriosa de raza heroica y pujante.

Las más nobles causas de México. Las grandes convulsiones libertarias de este país han sido hechas, sin lugar a duda, a base de la carne y de la sangre de los indios mexicanos. Con ellos se formó el primer ejército de la libertad acaudillado por Hidalgo en el pueblo de Dolores; con ellos se constituyeron las huestes independientes comandadas por Allende, Abasolo y Mina; fueron indios, el alma vivificante de las tropas de Morelos; siguen en su odisea al benemérito Juárez en las cruentas guerras de la Reforma; ofrendan su vida peleando contra el invasor en el año cuarenta y siete; se baten como leones en las épicas jornadas del cinco de mayo en los cerros de Loreto y Guadalupe y llega la Revolución de México y son ellos, los indios, los que forman los batallones; y son ellos, los indios, los que forman los regimientos que escriben con su sangre los artículos ciento veintitrés y veintisiete constitucionales, cantando el himno de la libertad con Madero, Carranza y Obregón. (Aplausos).

Pues bien, señores diputados: ante estos merecimientos indiscutibles, ¿qué ha hecho hasta hoy la civilización, personificada en los hombres blancos y en los mestizos, en favor de esos millones de seres de rostro obscuro o cobrizo?

Muy poco y a veces nada absolutamente.

Después de trescientos años de dominación colonial y de ciento treinta de vida independiente, la situación biológica, económica, social, cultural y política del indio, no ha variado en lo absoluto. Siguen durmiendo sobre la fría tierra de un mísero jacal, cuando no en las penumbras de una caverna; comen los más pobres alimentos, entre los

cuales figuran, en algunas ocasiones, hasta los propios insectos; visten sus desnudeces con jirones de destrozados harapos que duran sobre su cuerpo por un tiempo indefinido.

La falta de higiene en su vida los orilla a contraer múltiples enfermedades. Existen pueblos como el de Tiltepec, en Oaxaca, donde el ochenta por ciento de sus moradores están completamente ciegos. La tuberculosis, la elefantiasis y las enfermedades infecciosas reinan a su sabor entre las tribunas indígenas y su coeficiente de mortalidad es sólo comparable al coeficiente de mortalidad de los pueblos más recónditos del Asia Central.

Señores diputados: a pesar de estas dramáticas circunstancias; de este estado de hambre permanente, de esa su tragedia ancestral que la posterga y la humilla, la raza indígena sigue multiplicándose incesantemente y el indio, de pie sobre su derrota, frente al desastre de su presente y de su pasado, sin una imprecación, sin una queja, con todos sus vicios, con todas sus virtudes, con todos sus fanatismos, sigue manteniendo su recia personalidad por encima de los hombres y los siglos y allí está, señores diputados, formando el espíritu tradicional y el alma milenaria de la patria mexicana.

Muchos han sido los hombres de letras, los poetas, los congresistas y los maestros que han escrito pensamientos, versos, poemas excelsos, libros magníficamente presentados, todo ello alrededor del indio mexicano; pero ni la filosofía de los humanistas ni las tiradas líricas de los poetas ni las concepciones de los llamados redentores de nuestras tribus indígenas, han podido hacer que el indio abandone su miseria comiendo mejor, vistiendo como cualquier ciudadano civilizado y educando a sus hijos en el ambiente de nuestra cultura contemporánea.

Basta ya, señores diputados, de que a nuestro indio se le tenga como un palenque de exhibición folklórica mexicana; como una cosa curiosa para atraer el turismo a nuestro país; como un objeto de rara contemplación a los ojos del extranjero... ¡no, señores diputados! es preciso cambiar radicalmente estos derroteros, es imperiosamente necesario que el indio entre de lleno en nuestra vida de pueblo civilizado por un principio de conservación colectiva y por el honor mismo de la Nación Mexicana. Son estas razones y no un indianismo lírico, convencional o romántico, las que me han hecho emprender una campaña tenaz, constante y decidida en favor de los indios de México, haciendo uso de la prensa, de la tribuna, del escrito y del folleto.

Son estas razones y no otras las que me han hecho hacer llegar hasta esta Representación Nacional un proyecto de ley que, con todas sus imperfecciones, pretende iniciar de manera seria y científica la obra redentora de las tribus aborígenes del país.

Mi proyecto de ley no tiene como finalidad indianizar a los mexicanos, sino hacer del indio un mexicano.

En ese mandato legal, ciertamente, no pedimos misericordia ni paternal, protección para las tribus indias de México. Nuestro proyecto de ley sólo pide, más bien sólo exige justicia para el indio mexicano. Ese proyecto de ley es un postulado de unión nacional y de esperanza suprema.

De unión nacional porque con su aplicación a través de varias generaciones se fusionará más y más el indio con el mestizo, con el criollo y con el blanco; y de esperanza suprema, porque el día que los seis y medio millones de indios y otro número igual de semiindios produzcan y consuman, la economía nacional, la civilización del país y la cultura de nuestra patria, habrán dado uno de sus pasos más agigantados.

Ciertamente, las leyes más sabias y más humanas dictadas para proteger al indio, fueron las Leyes de Indias expedidas por diversos monarcas españoles inspirados por Fray Pedro de Gante, Las Casas, Sahagún y Motolinía; pero desgraciadamente tuvieron esta fatal consigna: "Que se publiquen y que no se cumplan", "Que se den a conocer, pero que se tengan como letra muerta"... Y así han pasado los tiempos hasta llegar al año de mil novecientos treinta y seis, en que surge un apóstol de esa causa, el señor general Lázaro Cárdenas (aplausos), que con gran fervor el indio mexicano instituye en su gabinete el Departamento de Asuntos Indígenas. (Aplausos). Y ya en nuestros días se destaca como paladín de esta noble cruzada el señor presidente Avila Camacho (aplausos), quien, en semanas pasadas, atraviesa el pavoroso Valle del Mezquital en el Estado de Hidalgo, visita sus tribus indígenas, convive con ellas, se percata de su espantosa situación y allí mismo ordena, por primera vez en los presupuestos de la nación, la ministración de seis millones de pesos para que, siguiendo los avanzados proyectos del licenciado Rojo Gómez y del gobernador Lugo Guerrero, comience esa región su transformación tan anhelada.

Ojalá que este acuerdo para las tribus otomíes del Valle del Mezquital se extienda de manera permanente a todas las tribus indígenas de la República.

Señores diputados: La sesión que estamos hoy celebrando tendrá una enorme trascendencia en la historia de nuestra patria, constituyendo, además, un símbolo ejemplar para todas las naciones de la Tierra, pues mientras Hitler, el más trágico de los dementes y el verdugo más grande que ha producido la Humanidad, preconiza las diferencias raciales, este Parlamento mexicano celebra una sesión austera y solemne, proclamando la similitud de todas las razas y la igualdad de todos los hombres.

Y ustedes, dignos representantes de las tribus indias de México, al regresar a sus remotos pueblos, les suplico digan a sus hermanos que la treinta y ocho Legislatura al Congreso de la Unión esta formada por diputados que, sin distinción, sienten, vivamente la noble causa del indio y que en el Palacio Nacional está la Representación de la patria, personificada en un excelso ciudadano, el señor general don Manuel Avila Camacho, quien seguramente, en el transcurso de sus seis años de gobierno, sabrá emprender la más vigorosa campaña para resolver los graves problemas de las tribus indias de México. (Aplausos).

PRESIDENCIA DEL C. JOSÉ GÓMEZ ESPARZA

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Corona del Rosal.

El C. Corona del Rosal Alfonso: Compañeros diputados; honorable representación de la población indígena del país: Como atinadamente decía nuestro presidente de la Cámara, el señor doctor Gómez Esparza, es esta la primera vez, quizás, en la historia de toda la América, en que un Parlamento se reune para rendir merecido homenaje a una de las razas que han forjado con su sangre, con sus hechos y con su hombría, la historia de todos los pueblos de la América nuestra. Por tanto, este homenaje adquiere singular importancia en estos momentos de grave crisis internacional, cuando un individuo orgulloso y desequilibrado proclama la supremacía de una raza sobre todas las demás; y bastaría la presencia de todos ustedes aquí para que se pudiera afirmar por el Parlamento de México que nosotros no podemos comulgar con ninguna doctrina política que se apoye en la supremacía de cualquier raza.

Están ustedes considerados por las doctrinas de Hitler como seres de raza inferior; pero el Parlamento de México considera a los indios de este país y a los de América entera de raza tan noble como la de cualquiera otra parte del mundo, y que el indio mexicano puede codearse con orgullo con cualquier otro habitante de la tierra. Por tanto, este homenaje del Congreso de México se rinde a la raza de sangre india, que no es inferior a ninguna otra. (Aplausos).

Yo quiero insistir muy especialmente en que este homenaje tiene verdadera importancia y trascendencia, y que todos ustedes estén seguros de que no creemos que para resolver el problema del indio haya que hacer homenajes. Si se ha organizado este acto, es porque queremos fijar desde la tribuna más alta de México la importancia que tiene el problema indígena en el país, la cual ya ha sido reconocida por el propio Presidente de la República, por el Gobierno revolucionario, el actual y los anteriores, en todas las épocas en que han actuado de acuerdos con sus más elevados deberes.

Queremos, desde esta tribuna, exigir a los funcionarios que no cumplen con la obligación que les impone el problema indígena, que afoquen su atención sobre él y lo resuelvan convenientemente. Queremos que, desde el más alto funcionario del país, como lo hace el señor Presidente de la República, con todo acierto y tino, hasta el último de los presidentes municipales, traten a los indígenas con cariño; que todas las autoridades, repito, afoquen su atención a la pronta resolución de este problema.

La razón de este homenaje, principalmente, es de utilidad práctica. De nada serviría que reuniéramos aquí a elementos destacados de la raza indígena y les brindáramos un homenaje merecido y justo, pero que no tuviera ninguna trascendencia en la resolución de sus problemas. Estamos dispuestos a fustigar, y lo haremos con energía, a quienes no cumplan con sus deberes de gobernantes, de autoridades o funcionarios, para con la masa indígena del país.

Como decía mi amigo el doctor Gómez Esparza, singular importancia tiene el contingente indígena en la vida nacional; más aún, no habría historia de México, en la forma brillante y gallarda en que la tenemos en la actualidad, de no ser por el contingente indígena. Por casi todas las venas de los habitantes del país, en la actualidad, puesto que el mestizaje se ha extendido en una forma de verdadera importancia, desde el punto de vista étnico, en casi todas las venas de nosotros corre sangre india. También es motivo de satisfacción para nosotros y es orgullo para nosotros ver esa sangre india en nuestro cuerpo. Por tanto, la historia de México está hecha también con la sangre del indio, con el esfuerzo del indio, con el dolor del indio, con en patriotismo del indio. Nuestra historia, nuestro arte, nuestra vida política, toda refleja al indio. La sangre de México es la sangre del indio, del indio que sufrió con la Conquista y que ha seguido sufriendo después de la Conquista y que sufre todavía; del indio que tiene ante sí todavía el problema de incorporarse a la vida nacional, de lograr la comodidad a que tiene derecho como mexicano y como hombre. Por eso nosotros estamos deseosos de que el problema de ustedes se resuelva; y la Revolución lo resolverá, porque uno de los principales postulados de la Revolución Mexicana consiste en resolver el problema del indio, en incorporarlo a la vida económica y en darle una vida humana, en hacerle justicia. El problema indígena del país nadie de nosotros lo ignora, es de singular importancia; es uno de los verdaderos problemas que tiene la nacionalidad mexicana: problema de educación, de educación para que todos ustedes estén capacitados a incorporarse a la vida nacional; problema de lengua; no hay mejor vehículo, indudablemente, o cuando menos es uno de los principales factores para hacer convivir dentro de la nacionalidad a todos sus elementos que el del lenguaje.

Ha habido hasta hace poco la tesis de que deben de fomentarse las lenguas autóctonas. Bien está que no se olviden, bien está que se conserven las tradiciones; pero más importante aún es que todos los indios de México hablen el español, por ser éste el mejor vehículo para entenderse con sus demás hermanos de patria.

El sedentarismo de nuestras razas aborígenes ha hecho también más grave el problema indígena; en nuestra Mesa Central, de tierras pobres, donde un gran porcentaje de la población es indio, están enclavados numerosos contingentes indígenas llevando una vida de miseria, por las condiciones adversas del suelo y del clima. El Gobierno nacional ya enfoca su atención para tratar de resolver muchos de esos problemas en varias regiones; pero yo simplemente quiero llamar la atención sobre el hecho de que nuestra patria dispone de muchas extensiones de tierras vírgenes, ricas, que solamente necesitan del trabajo para producir una gran riqueza para sus trabajadores y para la patria. El sedentarismo, ojalá que nuestras razas aborígenes, por la sabia dirección de sus dirigentes, de los hombres que están más en contacto con ellas, lo abandonaran para ir a trabajar las tierras que les

ofrecen riquezas, que les den comodidad y que pueden hacer a México más grande; pero esto no es sino uno de tantos aspectos que tiene el problema y que solamente lo enuncio aquí para que vean que todos nosotros estamos compenetrados de las dificultades en que viven y de las dificultades para solucionar sus problemas.

El problema económico es doloroso; el indio, como es sabido, ha sido objeto de explotación desde la Conquista hasta la Revolución, con sus armas justicieras, supo derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, para dar a ustedes la libertad económica y política a que tenían derecho. Todos los gobiernos de la Revolución han seguido una firme política para liberar a los indígenas política y económicamente. Me bastaría citar a dos presidentes para que se vea que es justa mi afirmación, a dos grandes presidentes de México: al señor general Lázaro Cárdenas, que siempre fue amigo del indio (aplausos), que siempre supo, haciendo uso de su alta investidura, poner todo el poder, para tratar de solucionar los problemas de ustedes. El señor general Cárdenas, que ha sido verdadero ejemplo de humanidad, cuando buscaba la compañía de los más pobres para convivir con ellos y tratar de resolver sus problemas, sus dolores, su miseria y sus sufrimientos. Por eso hoy, que rendimos merecido homenaje al indio de México, no podemos olvidar la gran figura del mandatario michoacano, que supo hacer honor a la Revolución mexicana, al frente de la Presidencia de la República; y si le hacemos justicia, no podemos menos que hacérsela también a ese otro gran mandatario, digno presidente también, serio, eucánime, modesto, íntegro, que también deja la ciudad para visitar en el Valle del Mezquital, los pueblos más pobres, para ir al ejido modelo, cuyos dignos representantes están aquí, o para ir a los miserables pueblos donde ni siquiera hay agua para tomar ni para las necesidades más elementales: el señor Presidente de la República, general Manuel Avila Camacho (aplausos), que, inclusive, dejó su automóvil para recorrer a pie distancias enormes para ver cómo son los pueblos indígenas de la región, y no sólo para verlos, sino para dictar disposiciones importantísimas que vendrán a resolver, indudablemente, en gran parte al menos, el problema de hambre, de horror y de miseria en que ha vivido una gran parte de la población del Estado de Hidalgo. Por eso es que nosotros, esta Cámara de Diputados, que ha tenido el honor de vincularse en forma sincera, entusiasta y definitiva a la política presidencial, hace homenaje cumplido, como auténtico defensor del indio, que comprende los problemas del país, al señor presidente Avila Camacho. (Aplausos).

El régimen del señor Presidente Avila Camacho pasará a la historia caracterizado por el amplio apoyo que da a la masa indígena del país.

La historia de México también contendrá en sus páginas futuras la gran comprensión, para el indio, del señor Presidente Avila Camacho, el apoyo que le presta. Y en la grave situación internacional que vive el país, cuando, como decía al principiar mis humildes palabras, hay naciones que ven como seres inferiores a los indios mexicanos, no puede menos el indio que responder a la agresión nazifascista vinculándose al Gobierno nacional, condenando y castigando a los traidores, mexicanos o extranjeros, que lleguen ante ellos a propalar o defender doctrinas que atentan contra la integridad de la patria y contra la misma respetabilidad y decencia, que debe caracterizar a todos los pueblos.

Desgraciadamente, no falta uno que otro mal mexicano que trate de crear una doctrina al servicio de los dictadores fascistas, que trate de infiltrar dentro de la masa indígena del país. En mi Estado, en Hidalgo, muchas veces, cuando han llegado estos traidores a propagar entre la masa doctrinas traidoras a la unidad nacional, la respuesta del indígena ha sido castigar allí mismo, expulsarlos violentamente a veces, haciéndoles ver que el indio es mexicano y que rechaza a los traidores mexicanos que quieren infiltrar dentro de ellos doctrinas contra su nacionalidad.

En indio se ha levantado arrogante ante ellos, como se levantará arrogante en esta guerra mundial para defender a México, que es esperanza en el porvenir del mundo, para defender a México, que es historia y tradición de la raza india nuestra, para defender, en suma, las libertades de todo el mundo, que también son de los indios de todo el mundo. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el diputado Carlos Balleza jr.

El C. Carlos Balleza Jr. Señores diputados: Los compañeros Gómez Esparza y Corona del Rosal han hecho ya una exposición de motivos, han explicado con toda amplitud las razones que originaron esta sesión de homenaje al indígena mexicano, y habremos de hacer referencia a la intervención brillante del señor diputado y licenciado Alejandro Carrillo, cuando, en la sesión de ayer, afirmaba que cuando se trata de problemas nacionales debe prescindirse de actitudes demagógicas, debe prescindirse de oratoria barata y debe darse un amplio sentido a las actividades que nosotros desarrollemos.

En esta virtud, nosotros debemos declarar con toda lealtad, con toda la franqueza a que estamos obligados con los indígenas mexicanos, que el señor general Lázaro Cárdenas, como el señor Presidente Manuel Avila Camacho no han tenido leales colaboradores para resolver el problema nacional, el problema indígena mexicano. De manera deliberada, de manera equivocada; pero el hecho real es señores diputados, que nosotros hemos podido apreciar que no se ha secundado el programa del señor general Lázaro Cárdenas ni el programa del señor Presidente Manuel Avila Camacho, por cuanto hace al problema indígena de México. Nosotros sabemos perfectamente bien, que el problema indígena de la República Mexicana, no podrá resolverse de manera integral en tanto que no se cuente con la colaboración efectiva de los propios indígenas: ¿Y cómo va a ser posible encontrar la colaboración, la cooperación de los indígenas, cuando éstos no reciben la acción benéfica, la acción real y efectiva en beneficio de su causa? ¿Cómo vamos nosotros a esperar que el indígena aporte su concurso en favor de una causa que es eminentemente nacional, cuando nosotros vemos que constantemente es objeto de engaños y de farsas? Todo

mundo, ayer, fue cardenista; todo mundo es hoy avilacamachista. Cuando el señor Presidente de la República visita las entidades federativas se organizan festivales, se organizan banquetes, y en unos y en otros, se pronuncian palabras de identificación para el programa del gobierno de la Revolución; en unos y en otros, todos son avilacamachistas, pero en cuanto al señor Presidente de la República se ausenta, entonces aquellos que manifestaron su identificación, son los primeros en violar el programa que ha trazado el Supremo Gobierno; entonces nos encontramos con que las autoridades locales arremeten en contra de los indígenas; entonces vemos que la identificación de esas autoridades es única y exclusivamente para que los indígenas aporten su trabajo en los caminos y su contingente en todo aquello que beneficie a la comunidad, y que en nada los beneficie a ellos. Esta es la realidad.

Si se recorre la República, si se hace una jira de observación y de estudio en las zonas indígenas, se queda uno profundamente aterrorizado, y se llega a la conclusión de que todos aquellos individuos que manifiestan su identificación con el señor Presidente de la República, todos aquellos que dicen que son revolucionarios, son solamente traficantes del dolor y la miseria del indígena. (Aplausos).

Para que el indígena coopere a su propia reivindicación, para que aporte todo su concurso a efecto de que este problema nacional se resuelva cuanto antes, se requiere que todas las autoridades secunden sincera y lealmente los postulados del Gobierno del señor general Manuel Avila Camacho.

Es cierto que necesitamos cultura para ello, pero también es cierto que sobre la cultura están los problemas de índole económica, social y política de los propios indígenas. Cuando se inició el agrarismo en la República Mexicana, el elemento de la reacción manifestaba que, antes de dar tierras a los campesinos, se necesitaba darles cultura, enseñarlos a leer y escribir. ¡Viejo y trillado argumento del porfirismo! Nosotros vemos que cayó hecho trizas, porque cuando se entregaron las tierras a los campesinos, ellos han contribuído a la estabilidad de la paz, a la consolidación de la Revolución, y cuando han visto satisfechas sus necesidades económicas, ellos han cooperado de manera eficaz para que el problema de la cultura se resuelva. Es ahora cuando los campesinos del país están no solamente solicitando escuelas, sino aportando su contribución económica y personal para que se levanten los edificios en que han de residir esas escuelas; y de esta misma manera pensamos en cuanto a los indígenas. Antes que enseñarles a leer y escribir, hay que darles los suficientes recursos económicos para que puedan satisfacer sus necesidades. Es menester que el indígena mexicano tenga las mismas condiciones de vida en que se desenvuelven los campesinos y los obreros.

Vemos con verdadera pena que las dependencias del Gobierno Federal enfocan sus actividades, su empeño y su trabajo en beneficio de las ciudades; vemos que los obreros tienen sanatorios, hospitales, en una palabra, todo lo que necesita el hombre civilizado para vivir. Y vamos a las zonas indígenas y nos encontramos con que el indio se desenvuelve en situaciones verdaderamente desastrosas que son un escarnio para la Revolución, que son una verdadera vergüenza para la Revolución y para el siglo en que vivimos. Es por esta razón que nosotros afirmamos, con absoluta certidumbre, que no se ha colaborado con el Presidente Manuel Avila Camacho, así como tampoco se colaboró con el señor Presidente Lázaro Cárdenas.

(Aplausos).

Nosotros estimamos que si existe aproximadamente un 16% de población netamente indígena, el presupuesto nacional debe asignar de una manera definitiva un 16% de su monto a las obras y trabajos de la población indígena. Creemos que solamente de esta manera el Departamento de Asuntos Indígenas podrá cumplir con su misión; creemos que solamente de esta suerte con recursos que no lleguen a formar un estado dentro de otro estado sino que sirvan para beneficio de los indígenas bajo un sistema, bajo, un estudio perfectamente bien hecho por el propio Departamento, solamente de esta manera creemos, repito, que el problema indígena nacional puede resolverse de manera integral y rápida.

Nosotros vemos con pena que las actividades del Departamento de Asuntos Indígenas han venido a menos de alguna época a esta parte. Nosotros sabemos, por ejemplo, que en el ramo de procuradores de comunidades indígenas se han restado gastos y viáticos para los empleados; sabemos que única y exclusivamente se están atendiendo escuelas que, por otra parte, a nuestro modo de ver, no deben ser de la jurisdicción del Departamento de Asuntos Indígenas. No vamos a establecer un estado dentro de otro estado. No va a ser el Departamento de Asuntos Indígenas el que va a hacer carreteras, no va a ser el Departamento de Asuntos Indígenas el que establezca sanatorios y hospitales, no va a ser el Departamento de Asuntos Indígenas el que se enfrente con el grave problema del abastecimiento de aguas potables para nuestras comunidades, en una palabra, el Departamento de Asuntos Indígenas, de acuerdo con la exposición de motivos que sirvió de base para su creación, es un Departamento de estudio y de procuración; no es un estado dentro de otro estado, y debe ser el presupuesto nacional el que aporte el 16% con el objeto de que, de acuerdo con los estudios que se hagan en el Departamento de Asuntos Indígenas, se acometan todas aquellas obras de beneficio, todas aquellas obras que vengan a impulsar a nuestras comunidades y las saquen de las condiciones de miseria y de dolor en que viven.

Es por esto que el Sector Campesino ha venido respaldando con todo entusiasmo el proyecto de ley que presentó el compañero Gómez Esparza, miembro del propio Sector Campesino.

El Sector Campesino, por esta circunstancia, tomando en consideración lo que antes afirmaba, que debemos dar un amplio sentido a estas actividades que se traducen, se traducirán seguramente en beneficio nacional, por esta razón, repito, el Sector Campesino pide a esta honorable XXXVIII Legislatura que, antes de que termine este período de

sesiones, se discuta y se apruebe el proyecto de ley presentado por el compañero doctor Gómez Esparza. (Aplausos).

El C. secretario Gutiérrez Roldán Emilio: La Presidencia hace del conocimiento de la Asamblea, con relación a la proposición del C. diputado Balleza, en el sentido de que se discuta el proyecto presentado por el diputado Gómez Esparza, que trata los asuntos relativos a la población indígena que someterá a la consideración de la Cámara, en sesión normal de de trabajo, si es de discutirse o no dicho proyecto, en este período.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Garizurieta.

El C. Garizurieta César: Honorable Asamblea; camaradas indígenas representantes de sus tribus:

Fundamentalmente, la Revolución Mexicana tuvo por objetivo la liberación económica del indio por más de cuatrocientos años había sido explotado y exclavizado.

Al rendirle hoy este homenaje, la Cámara de Diputados lo hace con el convencimiento de que lo rinde también a la Revolución mexicana, pues el indio es y ha sido la entraña, la médula de la Revolución que estalló en 1810 y continuó en 1910.

Cárdenas y Avila Camacho son los representativos actuales de esa Revolución que ha dado la tierra a los campesinos. Todavía recordamos con auténtica emoción la visita del señor Presidente de la República al Mezquital, donde conoció la gran tragedia del indio de México.

Hablar de la Revolución es hablar del indio, del pueblo, que al decir de don Melchor Ocampo, "el otro michoacano ilustre": "Dios le habla por medio de las revoluciones" ; y cuando Dios ha hablado a México por sus revoluciones, es para hacer la independencia, nacionalizar los bienes del clero, expropiar el petróleo y declarar la guerra a la banda de forajidos capitaneados por Hitler, Mussolini e Hirohito, o bien despreciar al lacayo Francisco Franco: He ahí, señores diputados, a los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Los señores representantes de la clase más reaccionaria de México, los amigos de Francisco Franco, los columnistas y quintacolumnistas autóctonos, pensaron que queríamos rendir pleitesía al indio para pronunciar habilidosos discursos. Si estamos en pie de lucha contra las potencias que representan el mal, si pensamos en la unidad del pueblo, en la unidad nacional, nada más justo contar con los indígenas que son la base de nuestra nacionalidad, pese a los que profesan como idea, el ideal de hispanidad pregonado por los falangistas y sinarquistas, y los que aun sueñan con la restauración del feudalismo porfirista. La Historia encamina sus pasos hacia el futuro, no al pasado, como piensan los teóricos del nazismo. Pueden los señores porfiristas soñar, en su acolchonado pasado, con todos los refinamientos feudales; pueden seguir suspirando los señoritingos por la música de Juventino Rosas y Ernesto Elorduy, las novelas de don Federico Gamboa, los desfiles de rurales, las filigranas de Rodolfo Gaona, las tandas del Principal, el Madrigal Romántico de don Luis G. Urbina o las ágiles piernas de María Conesa - arco sensual del porfirismo.

Mientras nuestros indios permanezcan fieles a la Revolución, ella vivirá para bien de nuestra patria. Si nos hemos fijado en el indígena, no es para venirte a dedicar loas o palabras embarazadas de metáforas; este homenaje tiene un profundo significado democrático. Al referirnos al indio nos guía, como única idea, la de poner de manifiesto nuestra inquebrantable voluntad antifascista. Nosotros, pueblos de mestizos e indios, alzamos nuestra voz contra las teorías absurdas de la superioridad de razas.

Oiganlo bien, nazistas de México, nosotros estamos en contra de cualquiera teoría que pretende esclavizar a otros pueblos, sosteniendo la injusticia de la superioridad racial. De aquí que, cuando la Cámara de Diputados rinde tributo al indio, también lo hace a otros grupos etnográficos de otras latitudes, que los racistas alemanes consideran inferiores, llámense judíos, negros, mulatos, Chinos, indúes y a otros los hombres esclavisados por el fascismo.

Nosotros, los demócratas, estamos contra todo lo que representa el nazifascismo: los alemanes dolicocéfalos blondos, fascismo cantariano, raudo y correlón; niponismo de ojos oblicuos; falangismo de pandereta; nazismo continental gemebundo y lastimero, o sinarquismo mentiroso y santurrón. México y su Gobierno son, por esencia, demócratas, y esta democracia de ha fortalecido a tres revoluciones sucesivas. Los héroes, cuyos nombres aparecen grabados con letras de oro en el recinto de esta Cámara, los son porque nos han enseñado a conquistar la libertad, y nuestra obligación es conservarla.

Ahora bien, esta tradición de ciento treinta y dos años de Historia Patria, nos obliga a seguir luchando por conservar nuestra libertad. Hemos sido rebeldes para no ser esclavos, ha dicho sinceramente el señor Presidente de la República; por eso, por nuestra tradición libertaria, por el compromiso de tres revoluciones, hemos declarado la guerra a los países totalitarios. Nuestro México, que ha formado su nacionalidad a base de indígenas y mestizos, en otros tiempos esclavizados por doctrinas afines a las que ahora pretenden conquistar el mundo, no podía permanecer a la expectativa en la actual lucha, sino tomar partido en contra del nazifascismo, por pregonar una teoría injusta respecto a otras razas y a otros grupos etnográficos que el racismo considera inferiores.

Entre los productos más peligrosos inventados por la mente humana, nada más terrible que el nazismo alemán, nada más injusto que la mística racial; toda su política se basa en la superioridad de la raza llamada aria, pues en este concepto descansa toda la política hitlerista de guerra hacia todas las razas que no tienen características propias de la alemana, y quien dice alemana, sobreentiende las demás que, como ella, la aria por excelencia, llevan consigo sus propias características,

reconocidas graciosamente por el mediocre e incientífico sentido de Hitler. No voy en estos momentos a interpretar el nazismo; voy a tratar de exponer lo que han sido capaces de inventar los sabios nazificados, con el fin de dar tono científico a una idea descabellada, vieja y desprestigiada, como es la de la diferencia de razas, en función de la capacidad política de los pueblos para autograbarse, es decir, para disponer de su propio destino. La insignificante idea, y repito, por demás vieja, tiene su expositor más remoto en el conde Arturo de Gobineau, que en mil ochocientos cincuenta y cuatro escribió un libro que salió a la luz con el nombre de "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas"; poco tiempo después, otro francés, el antropólogo Vacher de Lapouge, insiste sobre la misma desigualdad y afirma la superioridad de los arios sobre las demás razas. Estos estudios, sólo de carácter especulativo, son recogidos en pleno siglo XIX por el inglés Houston Stewart Chamberlain, quien en su libro "Los Fundamentos del Siglo XIX" hace ya una Aplicación práctica y, por ende, una tesis política, llegando a la conclusión de que es a los "arios" a quienes debe la Humanidad todo lo que de valioso y progresista tienen el entendimiento y la cultura humanas. Por lo que termina asentando, de acuerdo con su primera premisa, que habiendo en el mundo razas que no tienen la misma capacidad, necesitan un amo que indique, trace y determine sus destinos. Estos, según Stewart Chamberlain, son las razas indefinidas, los grupos revolucionarios, aquellos que están en formación y que hablan de libertades; en fin, son las razas inferiores. Esta tesis, así expuesta, tuvo gran simpatía dentro de la casa reinante en Alemania; principalmente fue su gran admirador Guillermo II de Hohenzollern, quien, enamorado de la idea, impulsó la primera guerra mundial, fortalecido con el romanticismo de Wagner y la calistenia mental de Federico Nietzsche.

Pese al resultado fatal de la aplicación de tales teorías, Hitler debió recogerlas, junto con los Protocolos de la Sabios de Sión, y dado el momento psicológico de la post - guerra, aprovechó tales elementos para dar forma a su libro "Mi lucha", convertido hoy en la Biblia del nazismo y utilizando los peores sentimientos desarrollados en el seno de un pueblo en bancarrota moral y física, pretende hoy ser el bálsamo para la recuperación del pueblo alemán; pero claro está, aquello no podía convencer al espíritu de un pueblo con un fundamento tan mediocre como resulta "Mi lucha"; y he allí a los sabios nazificados, haciendo malabarismos para entregarle de rodillas la ciencia, como si con un "manos arriba" a la historia y a la ciencia toda, como si con una Gestapo pudiera justificarse una actitud política. Podemos dividir en tres las directrices del racismo: Primera, una antropológica; segunda, otra fundada en la sangre, y una tercera basada en la herencia.

La tesis antropológica ha servido al nazista Hans Günther para hacer los más caprichosos malabarismos científicos. Esta teoría es la que más ha seducido a los racistas, porque en ella intervienen las medidas antropológicas que tanto entusiasman a los demagogos de la ciencia; se basa en lo que se llamó índices cefálicos, que resultan de las diferentes medidas del diámetro longitudinal y transversal de la cabeza, de donde las razas humanas se agrupan en tres categorías: braquicéfalos, mesocéfalos y dolicocéfalos; los nombres son los menos importante, lo grave y peligroso está en que derive de los dolicocéfalos, precisamente, la superioridad racial, por el solo hecho de que sus medidas son menores que el branquicéfalo, cuyo índice defálico horizontal es de 82. A nadie escapa que basar la superioridad racial en medidas que tal parecen de soberanía, es tan absurdo como poco importante; pero lo cómico aparece más allá de lo anticientífico, cuando Gauch, otro de los destacados prestidigitadores, llega a la conclusión de que, debido a la forma de la cabeza, sólo los médicos son capaces de un lenguaje articulado, pues la boca no está correctamente conformada en los demás pueblos; por lo tanto, los que creen hablar, no hablan, tan sólo emiten sonidos como cualquier animal; es por ello que sólo entre ellos, el único que habla, por tener el cráneo dolicocéfalo, es precisamente el loro.

¡Qué de extraño es, pues, que el anunciador oficial de Hitler, aficionado a la biología, Pablo José Goebbels, encuentre que otro signo de superioridad sea que en los "arios" resulten los únicos capaces de comer con toda prioridad y comendimiento, ya que las demás razas, al tomar sus alimentos producen el mismo sonido que emiten lo cerdos entregados a la misma tarea!

Alfred Rosemberg es el que encabeza al grupo encargado de justificar al racismo por la sangre; en su libro "El Mito del Siglo XX", dice: "Vemos que una nueva fe nos despierte a la vida: el mito de la sangre. Es una fe que está impregnada de los conocimientos más profundos y que encarna también el misterio de la sangre. Reemplazaré a maravilla los sacramentos que ya ha logrado suplantar tan ampliamente". He aquí una forma vieja de engañar, de mentir, de falsificar, de engatusar al pueblo; pero este señor Rosemberg ha olvidado que nosotros, los inferiores, los incapaces de emitir sonidos articulados, sabemos lo que es un mito, y lo peligroso que resulta hablar de misterios, porque tarde o temprano habrá de saberse la verdad.

La herencia es la última puerta mágica del racismo, y para ellos han basado su exposición en las leyes de Mendel y de Naudín, ya por cierto antiguas, pero hoy desarrolladas por los genetistas yanquis; sin embargo, ellos aplican estas teorías a su propia necesidad y creen el concepto de "masa hereditaria", partiendo de la base de las razas puras, que sabido es que no existen.

Todas las tentativas para justificar el racismo, ya hemos visto que fallan, y cuando esto sucede, entonces viene el Partido Nazi con su ciencia particular, a ilustrar a la ciencia única y universal, y dice através del doctor Gross, en una especie de proclama o manifiesto que hace de la ciencia un miembro de las guardias de asalto: "La política no puede esperar a que la teoría de las razas haya sido elaborada por la ciencia. La política debe

saltar por encima de la ciencia, con la verdad fundamental intuitiva de la diversidad sanguínea de los pueblos y su consecuencia lógica, el principio de la dirección (Fühurung) por los más hábiles. La ciencia jamás puede ser llamada a formar, por sí misma, una filosofía y a influir de manera determinante sobre la actitud mental de un pueblo".

Todas, estas teorías, aparentemente, tienen por objeto una finalidad política: la interpretación nazista de la Historia, que se resuelve en una lucha de raza superior con las inferiores. Por supuesto, que se llegaría con ello al triunfo de la primera, que deberá ser la poseedora de la ciencia y de la cultura, es decir, como afirma Spengler, que la decadencia de Occidente se debe a que las razas de color, o sean las inferiores, se han apoderado de la técnica que únicamente debe corresponder a la raza "aria".

Hitler considera que nosotros pertenecemos a una raza de holgazanes, capaces sólo de prosperar amos dolicocéfalos blondos, y ya lo ha dicho Hitler en su libro "Mi lucha": La diferencia que existe entre los pueblos llamados inferiores y nuestras razas superiores, es mayor que la diferencia entre los pueblos y los simios superiores".

Es necesario descubrir los trucos y los engaños del nazismo, y no debemos olvidar, ni por un momento, que el hitlerismo fue armado por los terratenientes y las grandes capitalistas alemanes; en esa virtud, han querido desvirtuar la realidad de la lucha de clases, por una falsa lucha de razas. Tal es la realidad de la demagogia sostenida por Hitler y sus secuaces de todos los países, y aunque el nazismo no lo quiera, para nosotros sí existe la lucha de clases y no la lucha de razas que divide a los hombres en superiores e inferiores.

Nosotros, los pueblos de América, que hemos formado nuestras nacionalidades precisamente por la concurrencia de grupos etnográficos distintos, no estamos de acuerdo con las diferenciaciones raciales que den la superioridad o el mando a otros grupos. Nosotros, en la época colonial, fuimos también las víctimas de la superioridad de las razas en la que creyeron los españoles.

Sabemos bien que en la Colonia había grupos raciales superiores e inferiores; es más, había una serie de jerarquías, por decirlo así, según el porcentaje de indio o de español o de negro que se acusaba en los caracteres físicos de cada persona; también en la Colonia sufrimos por una tesis racista aplicada a nosotros y consignada en la Legislación de Indias; todavía en pleno siglo XVIII el indio no podía montar a caballo ni vivir en la ciudad de México; tampoco la negra podía vestir de seda ni adornarse con oro. Oigamos al Barón de Humboldt; "La ley prohibe la mezcla de castas; prohibe también a los blancos pueblos de indios, y a éstos domiciliarse entre los españoles. Esta distancia puesta entre unos y otros estorba a la civilización. Las castas descendientes de negros esclavos están dotadas de infamia por la ley y sujetas a tributos. Dotados estos hombres de color de un carácter enérgico y ardiente, viven en un estado de constante irritación contra los blancos, siendo maravilla que su resentimiento no los arrastre con más frecuencia a la venganza".

Nosotros queremos detenernos en este llamado "Siglo de Oro Español", ya que existe una teoría política para resucitar esa época, y como pretenden los falangistas de Francisco Franco reconquistar su antiguo imperio colonial, ya que el Estado Azul nos considera su espacio vital; pero lo que en realidad pretenden es entregarnos maniatados el nuevo orden pregonado por Hitler, quien ya ha dicho que los alemanes Fugger y Weltzer fueron sus precursores en la conquista de la América del Sur.

Seguramente nada más parecido al actual momento en que estamos viviendo que el llamado "Siglo de Oro" que los falangistas pretenden resucitar. Debemos recordar que Carlos V, alemán nacido en Gante, estuvo bajo el control de los alemanes, por conducto de los banqueros Fugger y Weltzer, que al igual que el actual generalísimo, dio toda clase de facilidades a los alemanes para que conquistaran América. Había, como ya dijimos, una política racista, una mística religiosa, una persecución a los judíos, una esclavitud de negros, cuya concesión la tenía el alemán Enrique Ehinger, otorgada por su paisano Carlos de Gante; una represión a la libre manifestación de las ideas, ejercitada por la Santa Inquisición, la Gestapo de aquel tiempo; en fin, un imperio tal, como lo ha soñado el generalísimo Francisco Franco.

Y he aquí, para acabar de identificar aquella época con la actual, lo que dice German Arciniegas en su libro "Los Alemanes en la Conquista de América": Corresponde a Ehinger una invención famosa: la de los campos de concentración.

El cronista cuenta cómo en un pueblo manda que se prenda a todos los indios con sus mujeres e hijos; los mete en un corral grande o cerca de palos que ha ordenado construir, haciéndoles saber que el que quiera salir y ser libre, se ha de rescatar al precio de tanto oro por sí, y tanto por su mujer y cada hijo. Para apretarlos más, manda que no se les lleve comida hasta que traigan el oro que pide por rescate. Muchos envían a sus casas por oro y se rescatan como pueden. Libres, se van a sus casas y labranzas. Entonces Ehinger envía salteadores que los apresen de nuevo y, otra vez en el corral, sometidos al tormento del hambre y la sed, tienen que rescatarse de nuevo. Muchos ha habido que así han tenido que ser rescatados dos o tres veces; otros, ya que han dado cuanto tienen, mueren de hambre en el corral".

Y hemos hablado de la Colonia, porque existe el fascismo español, designado bajo el nombre de Falange Española, que pretende volver a esa época olvidada y resucitarla con fines de conquista, y también tenemos en América grupos criollos, que son la quinta columna, que esperan bajo un falso concepto de hispanidad ponerse al servicio de Franco, que es como ya sabemos, un simple lacayo de Hitler. He aquí, respecto a nosotros, lo que opina Ramiro de Maeztu en su libro "En Defensa de la Hispanidad", que muchas veces le he llamado el "Mein Kampf" español: "Ahora bien, cuando ese supuesto azteca culto compare un día la gran promesa que significa la Catedral de México con la realidad actual, es decir, con la miseria y la crueldad,

la ignorancia y la superstición de la casi totalidad de los indios del país, es muy posible que se le ocurra renegar de la promesa y declarar la guerra a la Iglesia Católica; y esto es lo que han hecho los revolucionarios mexicanos bajo el flujo de la masonería; pero también es muy posible que vislumbren que la obra de la hispanidad no está sino iniciada, porque consiste, precisamente, en sacar a los indios y a todos los pueblos de la miseria y de la crueldad, de la ignorancia y de las supersticiones. Y acaso entonces se le entre por el alma un relámpago de luz que le haga ver que su destino personal consiste en continuar esa obra, en la medida de sus fuerzas. Al reflejo de esa chispa de luz, habrá surgido un caballero de la hispanidad, que también podrá ser un duque castellano o un estudiante de Salamanca, o un cura de nuestras aldeas, o un hacendado brasileño, un estanciero argentino, un negro de Cuba, un indio de México o Perú, un tagalo de Luzón o un mestizo de un país de América, así como una monja o una mujer intrépida, porque si un ideal produce caballeros, también han de nacerle damas que lo sirvan".

Y como si lo que hemos citado fuera poco, ya Francisco Franco, a pesar de su altura, se siente de raza superior, así lo ha expresado por voz del célebre general Agustín Muñoz Grande, Jefe de la Legión Azul que luchó en el frente de Stalingrado, recientemente condecorado con la Cruz de Hierro, con hojas de roble, por Adolfo Hitler, seguramente como campeón de velocidad, competidor de los italianos de pies ligeros: "Tened calma, españoles, no he venido de distantes tierras solamente para elogiar vuestra conducta, sino también a hacer un llamado a vuestra fuerza para tener fe en mi raza, sabiendo que es más fuerte que cualquiera otra". He ahí, señores, la arianización ibérica.

Los sinarquistas son los agentes viajeros del nazismo ultramarino de Francisco Franco; actúan de acuerdo a los Falange española tradicionalista, con el objeto de establecer en México el llamado Nuevo Orden Cristiano. Ellos lo han afirmado repetidas veces; desean establecer en México el sistema colonial. Por eso, cuando nosotros celebramos a lo indígena, ellos establecen una historia gachupina, a base de Cortés y Agustín de Iturbide, el aprendiz de Franco en México. El sinarquismo y otros grupos pro nazis de América pretenden agarrarse al pasado y quedarse en él para establecer un fascismo cuyo misticismo sería la religión, un fascismo mansurrón, colonial, feudal y desintegrador de la nacionalidad. Nosotros, los revolucionarios, estudiamos y reconocemos el pasado; pero no nos quedamos en él, sino evitamos repetir los mismos errores económicos que sucedieron en otras épocas, para que no se repitan . Nosotros tenemos la auténtica Historia de México con su integración nacional fundida en el crisol de tres revoluciones; nuestros héroes siguen la trayectoria que marca la lucha por conquista de la Libertad. Nuestra cultura española es una simple referencia de nuestra historia; pero nunca hemos pensado desarrollar por ello una tendencia política ni formar grupos que sirvan de cordón umblical para amarrarnos a través de Franco, al nazismo de Hitler con el cual, por razones vitales, nos encontramos porfiriados en una lucha de libertad.

"El régimen de la Colonia estableción en México una economía resquebrajada a base de una industria extractiva: el monopolio del comercio; un aislamiento casi judaico con las potencias extranjeras, y una desigualdad basada en una política racista en que se establecían diferencias raciales favorables al español. Sin entrar en un estudio pormenorizadoo, podemos decir que criollos, mestizos e indios eran considerados, política y económicamente, inferiores a los españoles. Tales diferencias sociales determinaron las luchas de nuestra historia, dieron como resultado tres revoluciones: en mil ochocientos diez, la revolución de Independencia; en mil ochocientos cincuenta y siete, la revolución de la Reforma, y en mil novecientos diez, la revolución agraria y obrera.

Los grupos etnográficos, las luchas de estamentos sociales, han sido las que han animado nuestras revoluciones; fue la integración de la nacionalidad lo que produjo las revoluciones. Los criollos, unidos a los indios y mestizos, los que hicieron la Independencia; en la Reforma, indios capitaneados por los mestizos, hicieron posible la liberación del criollismo clerical, pero arruinando al indígena. Pero hasta mil novecientos diez los indígenas fueron la parte directriz de la reforma agraria. Hasta esta fecha todas las capas sociales han despertado a la vida activa del país; hoy sí podemos decir que constituimos una nacionalidad. Ahora están estrechamente unidos indios y mestizos, por eso fue posible la expropiación petrolera, porque ya estamos suficientemente fuertes para luchar contra los antiguos exploradores imperialistas del pueblo. La Revolución considera al indio como un hombre, por eso le ha dado escuelas y la tierra, que, como en la Biblia, le produzca sus frutos hasta saciarse, sin tener el ímpetu de ninguno. El indio ha sido la médula de la Revolución de mil novecientos diez, por eso la Cámara le rinde este apasionado homenaje. Mientras nuestros indios y nuestros mestizos permanezcan unidos, no será posible que la Revolución sea derrotada como pretenden sus enemigos los fascistas de todos colores, o los modernos polkos envaselinados, los "fuhereritos" perfumados, los Gómez Morín, los Abascales y demás lacayos del nazismo internacional que recogen los mendrugos del andrajoso Francisco Franco, que se alimentan con las migajas que les arroja su amo Adolfo Hitler.

A los pueblos víctimas de los imperialismos de todos los tiempos, la historia no los lleva de la oreja, van por su propia voluntad en su lucha contra el fascismo; ellos pelean por la democracia porque es la causa justa de la libertad. América con sus hombres de color, con sus indios y mulatos, tendrá que luchar por sus propios intereses en cualquier frente del mundo que la historia le señale. No estará lejano el día en que todos los frentes del mundo se encuentren los americanos de todos los idiomas, combatiendo el nazismo; serán los mismos chicanos de Juárez, los pintos de la Costa Grande de Morelos, los surianos de Zapata, los centauros de Bolívar, los gauchos de la pampa, los

guajiros del negro Maceo, los "pardos" de Francisco Morazán, o nuestros criollos también aguerridos cuando pelean por la libertad, o el muchacho americano, porque, como dijera Germán Arciniegas: "El día de América ha llegado, y ningún poder humano puede retardar el curso de la Naturaleza guiado por la mano de la Providencia". ¡El Sol no completará el curso de su período sin ver en todo nuestro territorio altares levantados a la libertad! Hace ya varios siglos partieron de Europa, la vieja, carabelas que nos trajeron la esclavitud y el despojo; ahora cada día parten de América para Europa barcos cargados de libertad. América tiene obligaciones con la historia; si somos el Nuevo Mundo, tenemos el deber de construir un Mundo Nuevo. (Aplausos).

- El C. secretario Gutiérrez Roldán Emilio (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por la H. Cámara de Diputados XXXVIII Congreso de la Unión en homenaje al indio en nuestro país, el día veinticuatro de diciembre de mil novecientos cuarenta y dos.

"Presidencia del C. José Gómez Esparza.

"En la ciudad de México, a las doce horas y treinta y cinco minutos del jueves veinticuatro de diciembre de mil novecientos cuarenta y dos, con asistencia de ochenta y ocho ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó el C. secretario Emilio Gutiérrez Roldán, se abre esta sesión solemne que efectúa la H. Cámara de Diputados para rendir un homenaje al indio mexicano.

"Presidencia del C. Ezequiel Selley.

"El C. diputado José Gómez Esparza pronuncia un discurso en el que exalta las virtudes de la raza india, pone de relieve su contribución en nuestros movimientos sociales y, a nombre de esta Cámara, envía un saludo a la población indígena de México.

"Presidencia del C. José Gómez Esparza.

"Los ciudadanos diputados Alfonso Coronal del Rosal y Carlos R. Balleza jr. también pronuncian discursos en los que se hacen la apología del indio, poniendo de manifiesto los diversos problemas que le afectan a la contribución que para resolverlos han aportado los gobiernos revolucionarios. El último de los citados oradores propone que en el actual período de sesiones de esta Cámara se discuta el proyecto del C. diputados Gómez Esparza, que crea la Secretaría de Asuntos Indígenas.

"La Presidencia, por conducto de la Secretaría, informa que en la próxima sesión ordinaria de esta Cámara se pondrá a discusión el proyecto de que se trata.

"En seguida el C. diputado César Garizurieta usa de la palabra tributando un homenaje al indio e impugnando las teorías racistas propaladas por los enemigos de la democracia en el mundo.

"Es leída la presente acta".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente (a las 13.55): Se levanta la sesión solemne y se cita para el próximo lunes a sesión ordinaria, a las once de la mañana.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

"DIARIO DE LOS DEBATES"

El Director, Jefe de la Oficina,

JUAN ANTONIO MOLL