Legislatura XLII - Año II - Período Ordinario - Fecha 19531124 - Número de Diario 23

(L42A2P1oN023F19531124.xml)Núm. Diario:23

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., MARTES 24 DE NOVIEMBRE DE 1953

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO XLII LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 23

SESIÓN SOLEMNE

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

CELEBRADA EL DÍA 24

DE NOVIEMBRE DE 1953

SUMARIO

1.- La Presidencia da a conocer una moción suscrita por 82 ciudadanos diputados sobre el objeto de esta sesión, y conforme al artículo 21, fracción III del Reglamento Interior de la Cámara, la Presidencia declara abierta y solemne esta sesión.

2.- Se da lectura a la Orden del Día.

3.- La Presidencia nombra una comisión a fin de que pase al Senado a hacerle atenta invitación para que designe un orador que lo represente. Se declara un receso, mientras la Comisión cumple su cometido.

4.- Se nombra una comisión para invitar y acompañar a un lugar en el estrado de la Presidencia, al C. Presidente de la H. Cámara de Senadores. Se reanuda la sesión.

5.- Hacen uso de la palabra el ciudadano senador Julio Serrano Castro y los ciudadanos diputados Juan Manuel Terán Mata y Ramón Osorio y Carvajal.

6.- Se da lectura al acta de esta sesión y sin discusión ni observación alguna se aprueba. La Presidencia invita a la Comisión nombrada al efecto, acompañe fuera del recinto a la Comisión de CC. senadores que asistió en representación del Senado. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. ERNESTO GALLARDO SÁNCHEZ

(Asistencia de 86 ciudadanos diputados).

El C. Presidente: Señores diputados: la Presidencia se permite dar a conocer un escrito firmado por 82 ciudadanos diputados. La instancia a la letra dice:

"C. Presidente de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- Presente.

"Los infrascritos, diputados en ejercicio a la XLII Legislatura del Congreso de la Unión, en uso de las facultades que nuestra representación nos confiere, ocurrimos a usted para exponer lo siguiente:

"El día 20 del presente mes se cumplirán 43 años de haberse iniciado el gran movimiento social que dio cuerpo y origen a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Esta fecha que marca la iniciación del impulso del pueblo mexicano para darse las formas de convivencia que actualmente disfruta estimamos que deber ser recordada con la debida solemnidad por esta H. Cámara, depositaria de la representación popular.

" A tal efecto, venimos a solicitar de usted sea muy servido acordar, que la sesión del día de hoy, de acuerdo con precedentes establecidos, se celebre con carácter de solemne para conmemorar la fecha que dejamos señalada, y se designe al C. diputado licenciado Juan Manuel Terán Mata como orador a nombre de esta H. Cámara.

"Dada la significación que para el pueblo todo de México tiene el acontecimiento referido, solicitamos igualmente, que se formule atenta invitación al H. Senado de la República para que asista a dicha sesión, mediante una comisión de su seno, y designe un orador que hable en su representación.

"Esperamos que será usted servido en acordar de conformidad nuestra instancia y le protestamos las seguridades de nuestra consideración.

Muy atentamente.

"México, D. F., a 19 de noviembre de 1953".

(Transcripción de los firmantes).

La Presidencia, en cumplimiento de la disposición que contiene el artículo 21 fracción tercera del Reglamento para el Gobierno interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, tuvo a bien acordar favorablemente esta instancia, y no habiendo tenido lugar por falta de quórum, la sesión del jueves pasado, ha tenido a bien acordar, igualmente, que lo del día de hoy se destine a la conmemoración de la fecha señalada en la solicitud de cuenta. (A las 13 horas) Se abre la sesión solemne y se suplica a los ciudadanos secretarios se sirvan dar cuenta con la Orden del Día.

- El C. secretario Valdés Rodríguez Arnulfo (leyendo)

"Orden del Día de esta sesión solemne:

Discurso del C. senador que designe la Colegisladora.

"Discurso del C. diputado Juan Manuel Terán Mata.

El C. Presidente: La Presidencia se permite designar a los ciudadanos diputados Agustín Olivo Monsivais, Manuel Soberanes Muñoz, Alfredo Muñoz Cervantes y secretario Arnulfo Valdés Rodríguez para que se sirvan pasar al honorable Senado de la República a formularle atenta invitación para que asista a esta sesión solemne y designe un orador que en su nombre haga uso de la palabra. Entre tanto esta Comisión cumple su cometido, se declara un breve receso y se suplica a los señores diputados no abandonar sus lugares en espera de los ciudadanos senadores.

(Receso).

El C. secretario Valdés Rodríguez Arnulfo: Está cumplida la comisión, señor Presidente.

El C. Presidente: La Presidencia tiene conocimiento de que en este Salón se encuentra el señor Presidente del honorable Senado de la República. Por tanto, se comisiona al señor Vicepresidente, diputado José Rodríguez Elías y al señor secretario, diputado Arnulfo Valdés, para que se sirvan invitar al ciudadano Presidente del Senado, a que pase a ocupar un lugar en este estrado. (Aplausos)

(A las 13.10 horas) Se reanuda la sesión solemne.

El C. Presidente: Habiendo designado el honorable Senado de la República como orador de dicho cuerpo colegiado al ciudadano senador Julio Serrano Castro, tiene la palabra concedida.

"Cámara de Diputados.- Sesión Solemne.- 24 de noviembre de 1953.

El C. senador Serrano Castro Julio: "Señor Presidente de la honorable Cámara de Diputados de la Unión; señores diputados y senadores: es para mí un alto honor el que me ha sido conferido al traer a esta tribuna, la más alta de México, la voz de la Cámara de Senadores, en esta sesión solemne en que se conmemora el XLIII aniversario de la Revolución Social Mexicana.

Para hablar de la Revolución Mexicana, de sus precursores, de sus próceres y de sus grandes caudillos, así como de sus realizaciones en el orden económico, social y político, sería menester purificarse los labios; porque hablar de la Revolución, es hablar de las grandezas de nuestra patria; es hablar de la justicia que ha venido persiguiendo nuestro pueblo hace siglos; es traer a nuestra mente un profundo drama humano, un terrible drama que es preciso sintetizar brevemente y para ello quisiera rogar a esta Asamblea me permita leer un párrafo en el que hice una síntesis de México, en ocasión del discurso que pronunció el 28 de noviembre de 1952 en el Salón de Embajadores del Palacio Nacional.

"...Un vasto país de escasa demografía y geografía arisca, de gentes en un gran porcentaje analfabetas y desnutridas y tierras en su mayor parte desérticas, incomunicadas, hostiles; una patria sangrante aún y adolorida de las innumerables lesiones que, en su devenir histórico infiéranla, lo mismo las ambiciones expansionistas extranjeras que las enconadas contiendas fratricidas; una nación mosaico de razas, tradiciones, costumbres, capacidades y propósitos y apenas si amalgamado todo por un oscuro sentido nacionalista no ratificado por la vialidad ni estimulado por la solidaridad y, en veces, ni siquiera justificado por el conocimiento mutuo de sus pobladores; una heterogénea sociedad dividida en inconciliables facciones políticas y mal respuesta de sangrientas pugnas económicas, sociales y religiosas; una prolongación de las taras y padecimientos más dolorosos de la turbia noche colonial tres veces secular, en cuya ergástula se fundieron todas las miserias del pueblo mexicano y de cuyo fondo brotaron, como de una nueva Caja de Pandora, todos los males con los que se tejió el drama de México, que parece interminable, peses a los nobles y generosos esfuerzos de las más brillantes generaciones de la Independencia, de la Reforma y de la Revolución Mexicana; eso es lo que recibieron los regímenes revolucionarios, en ponderoso, en tremendo destino histórico, capaz de agobiar espaldas menos fuertes y voluntades menos inspiradas y eficaces que las del pueblo mexicano. Un pueblo, viril sí, valeroso sí, patriota sí, un pueblo apasionado, alegre, atrevido, pero un pueblo lleno de necesidades y carente de todo, que en el curso de su historia ha pagado a precio de ríos de sangre y montañas de sacrificio, la persecución de sus anhelos, y que en porfiada actitud, no desmaya en su propósito de lograr el desiderátum de México, la felicidad de su pueblo.

"En esta ansiosa búsqueda, en el curso de su historia, el pueblo mexicano consumó la Independencia, abolió la esclavitud, instituyó la República representativa, democrática, federal; desamortizó y nacionalizó los bienes del clero, dio las leyes de Reforma, consagró los derechos del hombre, y los hizo hermosa realidad forjando la institución del amparo, orgullo de México. La Revolución Mexicana, promulgó la Carta Magna de 1917 e incluyó en su texto las garantías sociales, por primera vez en la historia del mundo; destruyó el latifundio, proclamó la reforma agraria y entregó las tierras del pueblo, creó la escuela rural, desarrolló la pequeña propiedad, reivindicó el dominio directo de la nación sobre el subsuelo, dio leyes tutelares de la clase trabajadora, legalizó los derechos de huelga, de asociación sindical y de contratación colectiva; fundó el Banco Único de Emisión; estableció el crédito agrícola y ejidal;

impulsó la enseñanza y la cultura superior; planeó y puso en ejecución la política de caminos y de riego; nacionalizó el petróleo y los ferrocarriles; organizó a los trabajadores del Estado y les otorgó un estatuto protector de sus derechos; fundó el Seguro Social; llevó al cabo una política indigenista y organizó la campaña de alfabetización..."

Después de leer este párrafo de un discurso mío, en el que hago la síntesis de México desde la época colonial hasta nuestros días es imprescindible para que este homenaje que hoy rendimos a la Revolución Mexicana y a sus hombres, tenga las proyecciones necesarias en el corazón del pueblo de México, hacer referencia a lo que fue nuestra patria antes de la Revolución; es preciso que los hombres de México prediquen la transformación económica, social, jurídica y sociológica realizada por la Revolución; y para que las generaciones presentes y las generaciones futuras, puedan sentir lo que fue, lo que es, la Revolución Mexicana, es indispensable, volver nuestra mirada hacia la dictadura porfirista.

Sólo describiéndolo en todos sus perfiles, sólo haciendo un análisis sereno de ella, en lo que produjo para bien en México, y en los males terribles que impuso a la patria, es posible que el México actual comprenda el significado de la Revolución Mexicana.

El primero de enero de 1876, con el Plan de Tuxtepec, se inicia la nueva etapa que habría de culminar con el triunfo de la democracia acaudillada por Francisco I. Madero en 1910. Porfirio Díaz, era un general glorioso de la guerra de Reforma y de la guerra de Intervención; había conducido al Ejército de Oriente desde Oaxaca, pasando por Puebla el luminoso 2 de abril de 1867 y arrebató la capital de la República de las manos y de las huestes sanguinarias de Leonardo Márquez, después de 4 largos años de ocupada por el ejército francés y por el imperio.

Porfirio Díaz, nimbado de gloria, llega al corazón de la patria con la categoría de un héroe legendario..., pero ya sueña con su ascensión al poder. Por ello, no admite cuando el ínclito Benito Juárez hizo su entrada triunfal a México, a la caída de Maximiliano en Querétaro, no admite la cartera de Guerra que le ofrece el Presidente Juárez, y prefiere retirarse a Oaxaca a su hacienda de La Noria, en donde empieza a meditar cómo ha de ser posible que llegue al poder; y contra el mismo Juárez levanta el Plan de La Noria, pero fracasa en su intento. Muere Juárez, y Sebastián Lerdo de Tejada hereda el solio presidencial, otro gran hombre de la época de la Reforma y de la Intervención.

El 1o. de enero de 1876, Porfirio Díaz lanza el Plan de Tuxtepec, en contra de la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, y el 16 de noviembre de ese mismo año las fuerzas de Porfirio Díaz triunfan en la batalla de Tecoac, y Díaz llega a México para sentarse en la Presidencia de la República, de la que ya no habría de caer sino hasta que el pueblo mexicano, fatigado de la explotación, de la miseria y del despotismo en que estuvo sumido durante 30 años, habría de llevar al cabo una insurrección general para transformar la organización política, social y económica de la República.

"En el plan de Palo Blanco, del 21 de marzo de 1876. Porfirio Díaz adiciona su Plan de Tuxtepec y levanta contra Lerdo de Tejada la bandera de la "no reelección"; y el pueblo de México, un pueblo que siempre ha soñado con la esperanza de tener grandes gobernantes, un pueblo que ha perseguido su felicidad y ha pagado, como dije antes, ríos de sangre como precio de esa felicidad, que aun no consigue siguió a Porfirio Díaz, y Porfirio Díaz triunfó con el principio de la "no reelección"

En su primer período, Porfirio Díaz impone la moralización administrativa, maneja con pureza los fondos del Erario, persigue a las bandas de asaltantes en todo el territorio nacional y pone al corriente el pago de los sueldos de la burocracia. En el aspecto internacional ve la necesidad de restablecer las relaciones interrumpidas desde la Intervención francesa, con las potencias europeas y con los Estados Unidos de Norteamérica, y logra reanudar esas relaciones a cambio de establecer compromisos para que México pague puntualmente su deuda exterior y los daños causados en sus guerras, Díaz se consagra a estructurar al Estado; pero cuando va a concluir su primer período, sueña ya en violar su Plan Tuxtepecano, en no cumplir la promesa que hizo al pueblo, de la no reelección, con cuya bandera derrocó al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, y deja a Manuel González en la Presidencia de la República, para cuatro años más tarde, en 1880, volver a la Presidencia de la República, porque la Constitución lo permitía después de un período de interregno.

Y Díaz, después de volver a la Presidencia en 1884, empieza a preparar su dictadura; lucha para suprimir a los caciques de los Estados; quiere transformar la relación política de las fuerzas heredadas de la guerra de intervención, integradas con muchos generales de prestigio y con grandes políticos; y va logrando su propósito, y va tejiendo la negra urdimbre en la que ha de quedar aprisionado México durante una dictadura que fue toda una pesadilla y toda una tragedia de dolor para el pueblo mexicano.

Así, Díaz, en 1887 propone a reforma constitucional en la Cámara de Diputados, para suprimir el principio de la no reelección. Y Porfirio Díaz se entroniza en el poder; ya no ha de salir de él sino hasta que a golpes de pueblo es arrojado del solio presidencial, y así un día, el 26 de mayo de 1911, sale a las playas de Veracruz para expatriarse en el Ipiranga rumbo a Europa, porque esa es la voluntad de su pueblo.

Pero es importante hacer el resumen de la dictadura de Porfirio Díaz. Además de los aspectos ya tratados en su primer período, es indispensable señalar cuáles fueron sus preocupaciones durante los largos años de su régimen. Aquí no hablaremos de los agravios que sufrió el pueblo de México. En este momento señalaremos lo que sus panegiristas consideran la gloria de la dictadura porfirista, la grandeza del tirano, el brillo de sus

condecoraciones, la luz que dicen ellos derramaba para México, para luego en balance sereno y somero señalar cuáles fueron los agravios que sufrió todo el pueblo de México, su tragedia, sus dolores, sus amarguras, sus anhelos, sus esperanzas y sus luchas.

Porfirio Díaz se preocupó por el progreso material en el orden nacional y estatal en la República, y se dirigía a los gobernadores recomendándoles suprimir las guardias nacionales en los Estados para no gastar - decía él - el dinero del pueblo en soldaditos y consagrarlo a mejoras materiales, a beneficio de sus respectivos pueblos.

Activó el los Estados y municipios la instrucción pública y a fines de su régimen había en la República más de ocho mil escuelas al servicio del pueblo, con cerca de medio millón de educandos. Dio garantías al capital, especialmente al que explotaba las riquezas agrícolas y las riquezas mineras; se preocupó por las vías de comunicación, fundamentalmente por los ferrocarriles, que se habían iniciado en la época de Juárez y que el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada había inaugurado, el primero de ellos, abriéndose para México toda una era de porvenir en la época de la revolución industrial.

Dio a compañías, concesiones petroleras y concesiones ferrocarrileras, a compañías siempre extranjeras, estadounidenses e ingleses; atrajo al capital extranjero porque consideraba que México era (como lo es) un país pobre y juzgaba indispensable la riqueza de fuera para propulsar su progreso.

Estas fueron en esencia las glorias de Porfirio Díaz. En 1892 se reúne la Convención de la Unión Liberal, y surge de ella un grupo que habría de causar destrozos en el alma nacional, que iba a significar negros crespones para el pueblo de México, porque la dictadura de Díaz, de por sí pesada y fatigosa para nuestro pueblo, quedaba aprisionada en ese grupo en donde la rapiña, el antipatriotismo y la traición a la patria iban a ser los símbolos de sus actividades. En la Convención de la Unión Liberal celebrada en el año de 1892, surge el llamado Partido Científico, a cuyos componentes no vamos a referirnos en esta tribuna porque no vienen al caso sus nombres en este instante de glorificación nacional.

"La técnica científica aplicada a la política mexicana" es el propósito del Partido Científico. En 1893 el jefe del mismo ocupa la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y en 1895 el "partido de los científicos" inicia ya de hecho el control del poder público en México, y el viejo dictador queda asfixiado en la maraña que le han tejido estos malos mexicanos que, como dijera Siurob en un discurso hace unos días cuando le preguntó a un gran revolucionario, a Heriberto Frías, cómo era posible distinguir a los científicos, de quienes muchos de ellos habían vivido en la época de la Intervención francesa pero no se habían conocido sus hechos en defensa de la patria, y que ahora en la dictadura aprisionaban y aherrojaban al pueblo de México, le respondió: "No sé realmente cómo localizarlos, cómo conocerlos; pero el pueblo los señala así: "Fueron cobardes en la guerra y son ladrones en la paz". (Aplausos).

"El "partido científico" rinde adulación al tirano; hace preparar con motivo del primer centenario de nuestra independencia fastuosas fiestas nacionales, para que todas las naciones extranjeras vengan a rendir al dictador pleitesía y homenaje, y consolidarlo así en el solio presidencial, hasta que la parca extinguiera el último día de su vida y así el "partido científico" prolongara su estancia en el poder.

"Fue de tanto peligro, de tanta habilidad criminal el "partido científico", que aún en los instantes mismo en que el pueblo de México, acaudillado por Madero, derroca la dictadura, el "partido científico" se apresura, en un movimiento maquiavélico, a escamotear el triunfo al pueblo de México, y aconseja al dictador su renuncia, la firma de los tratados de Ciudad Juárez y la designación de un presidente interino extraído del grupo porfirista, para que el ejército federal se salvara, no fuera licenciado y mantuviera la paz y las instituciones porfirianas y ellos, los representantes del cientificismo, continuaran su negra explotación del pueblo, en unión de las castas y clases dominantes.

"Adelante me referiré a este escamoteo que el "partido científico" hizo a Madero y al pueblo de México con el triunfo de la Revolución en 1911.

"Pero en forma real, auténtica, positiva, a todo esto, ¿qué era del pueblo de México, el sujeto de nuestra historia, ese conjunto de hombres que se mueve en la aldea, en el campo, en el surco, en la fábrica, en el jacal, a orillas de los pueblos, que vive en promiscuidad que tiene siempre insatisfechas sus necesidades? ¿qué había sido del sujeto de nuestra historia durante la dictadura porfirista? ¿Cuál era el destino de ese pueblo que había seguido al Padre de la Independencia en su grito de libertad? ¿De ese pueblo que con Morelos supo escribir la primera Constitución Mexicana? ¿De ese pueblo que en la Revolución de Ayutla peleó denodadamente para derribar la nefasta dictadura de Santa Ana e hizo surgir al país a una nueva alborada con la Constitución de 1857? ¿Qué fue de ese pueblo que siguió a Benito Juárez y a toda esa pléyade de hombres puros de la Reforma y que en la "guerra de tres años" impusieran la justicia en México? ¿Qué era del pueblo que cuando Juárez, agobiado por las guerras intestinas y por una razón fundamental a la que tiene derecho toda nación de suspender su deuda pública cuando no hay fondos en el Erario nacional; qué fue, decía, de ese pueblo que apoyó a Juárez, cuando, haciendo un uso legítimo del derecho de toda nación civilizada y en el concierto de todos los pueblos también civilizados, decretó la suspensión del pago de la deuda exterior? ¿De ese pueblo, que al presentarse las flotas de Inglaterra, de España y de Francia a reclamar el pago de la deuda suspendida, estuvo con Benito Juárez, el inflexible, el sereno, el hombre cumbre de América que proyectó luz hacia todo el continente y que proclamó la justicia y el derecho y que a un siglo de distancia, aun sigue brillando su pensamiento, por que su apotegma "entre los individuos como entre

las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", tiene plena vigencia en esta era atómica que amenaza con la destrucción de la Humanidad; y yo, en homenaje a Juárez, invitaría a las potencias de nuestra época a volver su mirada hacia ese sublime indio mexicano y a buscar en su apotegma, que está todavía, a estas horas, al servicio de la cultura, de la Humanidad y la ciencia, la fórmula para el control de las armas atómicas y para convertir la energía nuclear, de fuerza destructora que amenaza la existencia de la vida en todo el globo terrestre, en fuerza al servicio del linaje humano y de la justicia social. (Aplausos nutridos). ¿Qué fue de ese pueblo que cuando el ejército francés, felonamente, abusando de un tratado que le había permitido avanzar sus fuerzas en territorio nuestro, pero con el compromiso de retirarse a su armada en las aguas de Veracruz si no se llegaba a un acuerdo, y cuando el general Prim, amigo de México, dio una lección de cómo saben proceder los hombres bien nacidos y de corazón bien puesto, retirándose hacia aguas españolas, porque comprendió la injusticia, y el ejército francés avanza hacia el corazón de México, pero salen a oponerse a su marcha pléyades de mexicanos generales que iban a desenvainar su flamígera espada para ponerla al servicio de México y hacer brillar en nuestro cielo el sol de mayo, y el pueblo, el sujeto de la historia mexicana, está con Benito Juárez y lucha denodadamente con él; y después de la intervención prolongada a través del Imperio, cuando cae el ejército de oriente de González Ortega en Puebla, y todas las armas de la República son vencidas con honor y con gloria, cuando se había disparado el último cartucho y cuando se entregaban al enemigo las armas rotas, Juárez sale en su jira hacia el norte en ese carruaje que es símbolo de la modestia, de la grandeza y de la inflexibilidad de los patriotas auténticos y ese pueblo sigue a Juárez y ese pueblo asiste alrededor del gran indio, en defensa de los derechos de la patria, de su soberanía de su independencia, y ese pueblo un día recibe a Juárez a su regreso del norte, sirviéndole ya no como soldado, sino nuevamente como sujeto de nuestra historia, para que Juárez proyecte su política a beneficio del pueblo mexicano.

Preguntaba yo, ¿y qué era de ese sujeto, del pueblo, durante los 30 años de dictadura porfirista? En breve síntesis digamos cuál fue su destino y su tragedia:

San Juan de Ulúa y la Ley Fuga fueron implacables; la supresión de la libertad de prensa y de las garantías individuales eran los sostenes del dictador; los periodistas eran silenciados con la prisión o la muerte; los delitos políticos se castigaban implacablemente y a los responsables les perseguían con más ferocidad que a los criminales, se activó y concluyó el proceso de acaparamiento de las tierras en manos de unas pocas centenas de latifundistas; el feudalismo imperó como organización económica y social de la tierra; los peones fueron reducidos a esclavitud y la leva los mantenía sumisos; las tiendas de raya en haciendas y minas completaban el sistema de explotación del campesino y del obrero; la guerra contra las tribus yaquis y mayas con su cauda de crímenes, corrupción de generales y trasplante de masas indígenas daban la tónica de terror del régimen; los monopolios del pulque, el guayule, del papel, del tabaco, de la dinamita, del henequén, de muebles para oficinas del gobierno y de las obras públicas eran la orden del día del pueblo mexicano... ¿y la conducta del dictador frente a las grandes potencias industriales y militares de aquella época? Entregaba las concesiones ferrocarrileras a compañías norteamericanas e inglesas para promover la construcción de vías férreas; daba concesiones petroleras gratuitas a la Royal Duch y a la Standard Oil Company, entregando nuestras riquezas petroleras al imperialismo.

Esta fue la tragedia del petróleo mexicano; por medio siglo las compañías imperialistas extrajeron de nuestro subsuelo una inmensa riqueza nacional, y se la llevaron toda, dejándonos a nosotros sólo miseria, crímenes y desolación, y como se dijo en esta Cámara, dejaron bajo nuestro suelo una inmensa oquedad en la que podríamos enterrar y ahogar todas las esperanzas y todos los anhelos de nuestro pueblo; hasta que un día, otro gran varón, Lázaro Cárdenas, reivindicó el petróleo para bien del pueblo de México iniciando así, nuestra autonomía económica. (Aplausos)

Basta citar algunos ejemplos para comprender cómo había sido enajenada la patria a las potencias extranjeras: a fines de la dictadura en 1910, las acciones norteamericanas en ferrocarriles ascendían a 650 millones de pesos; las propiedades mineras norteamericanas llegaban a 250 millones de dólares, en manos principalmente de la American Smelting & Refinning Company, Botapilas Company; The United States Steel y la Green Cananea. En ganadería la Hearst State, la Sonora Land and Cattle Company, habían acaparado un millón trescientos mil acres de tierra; la Hearst Etate y La Paloma Land and Cattle Company, dos millones de acres; las compañías deslindadoras norteamericanas habían despojado a todos los pueblos rurales de sus tierras y se habían convertido en propietarios de un gran porcentaje del territorio nacional. La River Colorado Company se hizo dueña de todas las tierras de la Baja California Norte, y los intereses pecuarios norteamericanos ascendían a 80 millones de dólares.

En 1910 la población era de 15 millones de habitantes; la exportación de productos mexicanos ascendió a 300 millones de pesos que en su casi totalidad quedaban en el extranjero en manos del imperialismo y las importaciones alcanzaron a 156 millones. Los ingresos fiscales subieron a un total de 106 millones y los egresos a 95 millones, quedando un superávit que al caer la dictadura ascendió a 29 millones de pesos.

Este superávit era la gloria de Porfirio Díaz: recibir 106 millones de pesos de ingresos y sólo gastar noventa y cinco millones al año. Presentar este balance, a ellos les daba prestigio y solidez en el extranjero. ¡Qué error tan grande! Es un pueblo lleno de miseria, subalimentado, en un pueblo que viste harapos, en un pueblo que vive en jacales, con masas obreras en promiscuidad asquerosa en casas pestilentes, sin servicios urbanos,

en un pueblo flagelado por las enfermedades: el paludismo, la tuberculosis, la onchocercosis; en un pueblo aterido de miseria y de hambre ¡ahorrar 11 millones de pesos al año y decir que había superávit! El superávit era de dolor, era de miseria, era de esclavitud. ¡Y así quería defenderse la dictadura, hablando de ahorros. En cuanto a la miseria, no se ahorraba; el dolor, no se ahorraba; el hambre, no se ahorraba, se derramaban para angustia del pueblo mexicano.

Estas tragedias del pueblo se desparramaban dentro de las fronteras nacionales como una vergüenza de México, y es necesario afirmar aquí que la Revolución Mexicana estableció el principio de que los ingresos del pueblo deben gastarse en beneficio del pueblo mismo, porque el pueblo tiene el supremo derecho de resolver sus problemas económicos.(Aplausos).

Veintinueve millones de superávit en el último año del gobierno porfirista y los peones de campo en cambio ganaban sólo de 30 a 37 céntimos diarios; y en los Estados del Sureste, entre ellos el mío, Chiapas, hasta veinte centavos por día; y en las tiendas de raya pagaban, no en moneda sino en mercancías elevadas en precio, para robar al campesino y a la obrero su salario. Este era el escenario de México, y el lema "poca política y mucha administración", se tradujo en una ergástula para el pueblo.

A la esclavitud de los campesinos se agregaba la explotación inmisericorde de los obreros: jornadas hasta de 16 horas diarias; trabajo forzado de niños y mujeres en labores insalubres; contratación individual en forma inicua; no existían riesgos profesionales; los tiempos extras a beneficio del patrón; se despedía a los obreros sin causa y sin indemnización alguna; viejos e incapacitados en accidentes o en enfermedades profesionales carecían de todo derecho y eran arrojados al arroyo para morir en el abandono y la miseria; la asociación sindical estaba prohibida y la huelga constituía un delito que se castigaba con pena corporal.

Y la huelga, un derecho supremo en cualquier país civilizado y capitalista, en México era un delito en la época porfiriana y se castiga con pena corporal. Pero qué hubiera dado el pueblo de México porque durante la dictadura porfirista ese anacronismo de hacer de la huelga un delito y ese Código Penal que señalaba penas corporales contra los obreros huelguistas, se hubiera cumplido. No, la dictadura no se conformaba con haber hecho de la huelga un delito; no estaba satisfecha con imponer cárcel a los obreros que defendían sus legítimas conquistas y sus intereses de mexicanos con el derecho de asociación sindical y parando las labores. El porfirismo, las clases dominantes a las que había sido entregado México todo, no estaban conformes con que se aplicara el Código Penal, masacraban a la clase trabajadora, cometían crímenes colectivos en que se llenaba de sangre la nación; con una ferocidad inaudita aplicaban a los huelguistas crueles castigos, haciéndoles pagar con su sangre la osadía de defender sus derechos asociándose legítimamente.

Y así el primero de julio de 1906, en la huelga minera de Cananea no sólo se masacra a la clase obrera sino se permitió la invasión de rurales norteamericanos que violaron el territorio y asesinaron a los nuestros con el apoyo del régimen porfirista, traicionando a la patria y lo más sagrados para derechos del pueblo de México.

El 6 de enero de 1907 los trabajadores textiles de Río Blanco van a la huelga; pedían una jornada mínima de trabajo de ocho horas y solicitaban el aumento de salarios. El viejo dictador había anunciado que haría justicia y ofrecía su arbitraje. Los trabajadores tuvieron en esa ocasión fe en el Presidente y esperaron el arbitraje que anunciaba sometiéndose a él con los patrones: pero en México el obrero no era hombre; el hombre no tenía dignidad humana no debía conocerse en el territorio nacional; sólo en algunas repúblicas del sur, las que iban a la cabeza de América en esa época, se consagraban los derechos de la clase trabajadora; pero aquí, el obrero debía conformarse con su destino, trabajar y ser esclavo para morirse de hambre...Y Díaz negó en su arbitraje a los obreros textiles de Río Blanco los derechos reclamados; éstos van a la huelga y se produce una nueva masacre. El ejército federal porfirista, que debía entrenarse para la defensa de los intereses de la patria, se entrenan, sí mas haciendo de la carne de los trabajadores carne de fusilería, carne que estigmatizaban con el crimen y dejaban a Río Blanco lleno de huérfanos, de viudas que no tenían como consolarse, porque la patria misma, que todavía no estada sumisa, no podía ofrecerles su regazo generoso para enjugar sus lágrimas y su dolor. Pero ya la alboraba de la Revolución empezaba a surgir; ya los resplandores rojos de la era revolucionaria empezaba a clarear y a iluminar el cielo de la patria; ya el Partido Liberal Mexicano, con Ricardo Flores Magón a la cabeza, lanzaba su manifiesto el 1o. de julio de 1906 proclamando el derrocamiento de la dictadura y anunciando una nueva alborada para la patria. Eran los primeros rayos de la libertad que empezaban a dar luz calor al pueblo de México, rayos que venían de allá, de atrás de la montaña, del fondo de nuestra historia, y el pueblo de México, con esa certeza con que se sabe esperar su destino, comprendía que había llegado el instante en que el sol de la revolución recorrería el cielo de la patria hasta llegar un día a se cenit, día en el que Francisco I. Madero hizo rodar al viejo dictador y en el que Venustiano Carranza proclamó la Constitución del 17. (Aplausos)

Para no cansar ni abusar de la atención de ustedes, no voy a referirme a los principios del Partido Liberal Mexicano, acaudillado por ese hombre puro, por ese hombre santo de la Revolución Mexicana, Ricardo Flores Magón. Basta decir que los principios del Partido Liberal fueron recogidos en esencia por la Revolución Mexicana y quedaron plasmados en nuestra Carta Magna de 1917, como el mejor homenaje que un pueblo sabe rendir a un héroe de la clase de Flores Magón, que sólo supo lo que era entregarse en aras de la patria por la grandeza de México, que nunca pudo gozar ningún bien, ningún momento placentero, pues para él

todo fue acíbar, amargura, dolor, persecuciones, destierro, encarcelamiento y prisión, aun en los propios Estados Unidos de Norteamérica, donde fue víctima de suplicios; y cuando el gobierno de Adolfo de la Huerta gestionara ante la Secretaría de Estados de Justicia de los Estados Unidos la Libertad de Flores Magón, y después Obregón reanudara esas gestiones, el Gobierno Norteamericano ponía como única condición para otorgar la amnistía a ese hombre cumbre de la Revolución Mexicana, que dirigiera un escrito al Departamento de Justicia pidiendo perdón por las faltas que había cometido.

El alma fuerte, el espíritu limpio, inflexible, su calidad de hombre de combate, hacían imposible que Flores Magón quisiera trocar los hierros de su cárcel por la libertad ganada humillándose con un perdón que no cabía en las almas grandes y nobles como la suya. Se negó Flores Magón.

Cuando el Congreso Mexicano, en la época de Obregón otorgó a Flores Magón una pensión y el héroe moría en una cárcel americana, sufría suplicios, estaba enfermo y se quedaba ciego, ya entonces anarquista, se negó a recibir la pensión del Estado mexicano, porque según la doctrina que en esa época abrazaban, la anarquista, él era enemigo de todos los gobiernos, porque los gobiernos, según su juicio, eran la expresión de la fuerza del capitalismo en contra de los pueblos. Y Flores Magón no aceptó la pensión del Congreso Mexicano.

Pero Obregón, comprendiendo que Ricardo Flores Magón era un limpio revolucionario que todo lo había dado en sacrificio a la patria, continuó las gestiones, y cuando fue concedida la amnistía y Flores Magón iba a recuperar la libertad para volver a su patria, en donde iba recibir el homenaje de todo un pueblo agradecido la noche anterior a su libertad fue asesinado y aquí sólo llegó su cadáver cubierto con la gloria bandera nacional, y recibió el homenaje de todo el pueblo de México. Por eso ahora pido que con otro hombre inmaculado de la Revolución, dos hombres que sólo supieron del martirio y del sacrificio, que nunca disfrutaron del poder, Ricardo Flores Magón y Belisario Domínguez, por el acuerdo unánime del Congreso, sean llevados sus restos al Monumento de la Revolución, para que descanse ahí donde está Venustiano Carranza, esa inmensa columna de México. (Aplausos)

Díaz anuncia en la conferencia Creelman que el pueblo mexicano ya está preparado para la democracia, y que le agradaría se formara un partido de oposición. El pueblo se agitó, se formaron clubes políticos en todo el territorio nacional, y el 15 de abril de 1910, Madero y Vázquez Gómez son proclamados candidatos del partido oposicionista a la presidencia y vicepresidencia. El libro de Madero "La Sucesión Presidencial", publicado 1908, lo había significado como una esperanza para el pueblo. El pueblo lo sigue, Díaz se atemoriza, aprehenden a Madero en Monterrey, lo trasladan a San Luis Potosí; el 5 de octubre de 1910 proclama el Plan de San Luis declarando nulas las elecciones de Díaz, quien pretendía continuar en la Presidencia de 1910 a 1916; anuncia que la Revolución, la insurrección general del pueblo de México va iniciarse el 20 de noviembre y proclama ya principios de reforma social ofreciendo la restitución de ejidos; es toda una pléyade de varones la que sigue a Madero en su consigna de libertad y democracia.

Madero con el pueblo hace rodar a la dictadura porfirista. Pero Madero es demócrata, Madero es bueno, es generoso, es santo, y cae en las maquinaciones de los científicos con la firma del Tratado de Ciudad Juárez; deja intacto al ejército federal y licencia al ejército victorioso del pueblo. Madero hace su entrada triunfal a México, y el 6 de noviembre de 1911 ocupa la Presidencia de la República. Considera que no es oportuno cumplir con las reformas económicas y sociales que había anunciado, y víctima de su buena fe y de su generosidad, cae en la Decena Trágica, asesinado por un soldado pretoriano y traidor, cuyo nombre no pronuncio por no manchar este augusto recinto del Congreso de la Unión. (Aplausos)

Hay nuevamente presagios negros sobre la patria: la muerte, la sangre, el crimen, la ergástula, la ignominia, se ciernen sobre la patria; pero allá en Coahuila otro varón insigne, el Varón de Cuatro Ciénegas, Venustiano Carranza, la misma noche del 18 de febrero de 1913 en que es aprehendido el Presidente Madero, y en que el traidor pretende la presidencia que logra el 19, Carranza con su legislatura local desconoce al traidor, levanta la bandera de la legalidad contra el usurpador y anuncia a la nación entera que ha de luchar con todo México para restituir la Constitución del 57, el orden y la legalidad; y el 26 de marzo proclama el Plan de Guadalupe y surgen los mexicanos con bravura y arrojo en los llanos del norte y en las sierras del Sur; Emiliano Zapata, el apóstol del Agrarismo, resurge con su bandera de "Tierra y Libertad" para luchar en contra de la usurpación; y Alvaro Obregón en el Noroeste, y Francisco Villa con su División del Norte, avanza a pasos de gigante, atacando al tirano y haciendo pedazos su ejército, y en Teoloyucan, ante Alvaro Obregón se firma el tratado en que se rinde ejército federal; y un día México ve nuevamente el sol de la libertad, el sol de la justicia y aplaude, como ayer, a su entrada a Benito Juárez y a Madero, aplaude al nuevo símbolo de la patria que restablece la libertad, el derecho, el orden constitucional, Venustiano Carranza; pero Venustiano Carranza, un hombre de los más insignes que ha tenido México, un gran estadista, hombre conocedor profundo de nuestra historia, del drama de México, que él si había sentido, inclusive como senador en la época porfirista, contemplando de cerca a la dictadura, da al traste con la tragedia de su pueblo y con las cadenas que le habían impuesto el "partido científico" y el dictador.

Carranza no cae en la ingenuidad de que fue víctima Madero; Carranza licencia al ejército federal y deja las armas en manos del pueblo, porque las revoluciones sólo se consagran cuando el pueblo mismo las defiende con su sangre y conserva el poder en su mano, porque las revoluciones nunca pueden ser sostenidas por soldados profesionales al servicio de las castas dominantes.

Carranza, conocedor de su pueblo, no se conforma ya con el restablecimiento de la Constitución del 57. Han pasado muchos meses, años. El pueblo de México, que en los inicios de la alborada de la Revolución, balbucea anhelos revolucionarios, ahora con mano vigorosa, con alma fuerte, con corazón titánico cuajado en las batallas de la Revolución, en luchas tenaces, en sinsabores y privaciones, desea, pide y clama por una reforma económica y social profunda que cambie el destino y la historia de México. Ya la Constitución del 57 había sido despedazada por reformas sucesivas durante el porfirismo y no podía condensar los anhelos del pueblo de México. Carranza anuncia la reforma social y crea en Orizaba la Sesión de Legislación dependiente de la Secretaría de Instrucción Pública para que estudie las nuevas leyes de la Revolución. Y Carranza, en Veracruz, adiciona el Plan de Guadalupe y habla de lo que México requiere: leyes agrarias peones liberados, salarios efectivos, justicia social; y para condensar todos aquellos anhelos, que él con su grandeza de alma y su capacidad de estadista comprendía que no podían quedar regados en distintas leyes, a fines de 1916 convoca a un Congreso Constituyente. ¡Qué grande fue Venustiano Carranza! ¡Qué idea genial la suya cuando todavía chocaban las armas de los grandes de la Revolución, porque en plena lucha se habían agitado sus conciencias! Todos los caminos para llegar a la meta eran anchos, pero diversos y conducían a choques terribles de las propias fuerzas de la Revolución.

Carranza, sin desatender sus deberes militares, al hacer conducir sus huestes al mando de Alvaro Obregón, pensaban ya en una nueva Constitución. El hombre que trabaja sin descanso, de día y noche, en sus vigilias, por la patria; el hombre que necesitaba vencer a las facciones revolucionarias en que se había dividido la causa del pueblo, trabaja fervorosamente para ganarse la opinión nacional y reunir representantes del pueblo en plena lucha armada para que hicieran una nueva Constitución y en ella escribirán los ideales y los anhelos del pueblo. Y en Querétaro, entre fines de 1916 y el 5 de febrero de 1917, cumple el Congreso Constituyente la más alta misión de la historia de México y en la Carta Magna del 17 se plasma la nueva patria. ¡Ahí queda la Suave Patria de Ramón López Velarde! Esa es la auténtica patria de lo mexicanos en donde la libertad de prensa, la libertad de pensamiento, habrían de surgir al servicio del pueblo; en donde las garantías individuales habrían de restituir la dignidad del mexicano para honra de nuestra patria. Y viendo lo que era México, sus destinos negros y trágicos, el Constituyente en el artículo 27 consagra las bases de la autonomía nacional, viejo sueño de México desde los tiempos de Hidalgo, Morelos y Juárez; y en dos preceptos fundamentales, los artículos 27 y 28, cuaja esa autonomía que ha abierto anchos horizontes a la patria y que nos ha de permitir seguir el camino hacia el progreso por mucho tiempo y por muchos años.

El dominio directo de la nación sobre su subsuelo; la reivindicación de los derechos de la nación mexicana sobre las minas, los hidrocarburos y todas las riquezas del subsuelo de México, significan en el artículo 27 la base de la auténtica autonomía nacional, sin la cual la expropiación del petróleo no se hubiera podido realizar el año de 1938.

Es esa reivindicación del dominio directo de la nación sobre su subsuelo, que lleva al cabo el Congreso Constituyente, la que da nuevos perfiles a la patria; y el artículo 28 crea el Banco Único de Emisión y acabada con el desorden de los bancos extranjeros con derecho a interferir nuestra economía y nuestras finanzas; la institución del Banco Único restituye a México su legítimo derecho de dueño de su destino para emitir su moneda y controlar sus finanzas.

Y el mismo artículo 27 consagra la reforma agraria, cuya bandera levantó inicialmente Flores Magón inspirado en el genio de Morelos, enarboló Madero el Plan de San Luis, superó Zapata en el Plan de Ayala al grito de "Tierra y Libertad" y cuajó Carranza en la ley de 6 de enero de 1915 ,la que fue incorporada como disposición constitucional en el artículo 27 con sus corolarios sobre tierras, aguas y bosques. Y el artículo 123 establece la legislación tutelar de la clase obrera y proclama constitucionalmente los derechos de asociación sindical, de contratación colectiva, de coalición y huelga, del arbitraje voluntario para los trabajadores y obligatoria para los patrones, y las normas mínimas de protección de la clase obrera. La sangre de Cananea, de los mártires de Río Blanco y de los batallones rojos de la Casa del Obrero Mundial, no se había derramado inútilmente, era sangre generosa que fructificaba y la patria la acogía maternalmente, con amor, inscribiendo en el artículo 123, por primera vez en la historia del mundo, y antes que en la Revolución Rusa, las garantías sociales para prestigio, honor y orgullo de nuestra patria.(aplausos)

Y las conquistas sobre la enseñanza también las consagra la Constitución del

Esta es, señores diputados, la esencia de la Revolución Mexicana; este el contenido generoso de la Carta Magna, surgida de largos y negros años de lucha. Ahora sólo tenemos un deber al conmemorar a los grandes de la Revolución Mexicana, al rendir pleitesía a sus grandes caudillos, al prosternarnos ante el pueblo de México que dio a torrentes su sangre por la causa de la justicia; a nosotros, generaciones que no nos tocó participar de aquel drama terrible del que surgió un México limpio y digno, nos toca un deber: agruparnos con un sentido de unidad nacional alrededor del Presidente don Adolfo Ruiz Cortines, para que con la Constitución en la mano, como él lo ha prometido, continúe la lucha por el progreso, por la grandeza, por la superación de México y para que ese sujeto de nuestra historia al que me he referido, el pueblo de México, conquiste su felicidad ansiada, ya que a pesar de sus grandes sacrificios, no obstante su amargura y su sangre derramada, todavía viste harapos, todavía se alimenta de tortillas, chile y a veces frijoles, aun vive en jacales, todavía padece miseria en sus clases obreras; aun el salario es insuficiente para que el trabajador llene sus necesidades fundamentales; la

alfabetización todavía no derrumba los muros de la ignorancia que agobian a las grandes masas Mexicanas, nuestras capas indígenas, muchas de ellas ni siquiera hablan todavía español; las enfermedades aun se hincan sobre el flagelado cuerpo de México; todavía hay miseria en la patria, miseria tradicionales, de siglos. No las ha creado la Revolución, como sus deturpadores lo pretende. La Revolución hace más de un siglo está luchando contra estos aspectos negativos de México y son todavía etapas no superadas. Por eso nuestro deber es agruparnos al lado de Adolfo Ruiz Cortines, el Presidente al que no debemos lanzar epítetos laudatorios, ni adjetivos, porque este Congreso debe dar la Tónica de trabajo y de grandeza, de trabajo que crea y no de adulación que corresponde (aplausos); del trabajo que ennoblece al mexicano y de la grandeza que dignifica a la patria. Debemos repudiar la adulación que los espíritus mezquinos forman alrededor de un Presidente; no debemos quemar incienso que impida a un hombre el contacto con el pueblo, que le hace indiferente a las miserias de la nación y que acaba por hacerle creer que es infalible. Los Presidentes no son infalibles; los Presidentes son hombres que cumplen con su deber cuando los demás hombres de su patria los ayudan en esa difícil tarea (Aplausos)

Por eso, señores diputados, un hombre como ustedes, que considera que Adolfo Ruiz Cortines conduce con austeridad, sobriamente, el timón de la patria, pide esto: para Adolfo Ruiz Cortines, en lugar de lanzarle adjetivos de la grandeza, unidad a su alrededor, unidad inconmovible, consagrados al trabajo para vencer las negras taras de México que presunciones con terror a que aún hincan sus garras en el pueblo mexicano.

Por eso, cuando hace algunos días leía yo, y leía todo México, que subalternos de aquellos grandes hombres a quienes ya juzgó la historia, se han enredado en una polémica periodística para discutir quién era el auténtico revolucionario, si Carranza o Zapata, o si Villa, quien de ellos no lo fue o si éste o aquél en lugar de ser caudillos del pueblo fueron bandidos, yo quiero decir en esta tribuna, porque esa polémica infructuosa rompe la unidad, el destino de la Patria; quiero decir en esta tribuna: bien que Carranza, bien que Madero, bien que Zapata, bien que Villa, Obregón, Calles, bien que todos los grandes de la Revolución hayan chocado entre sí con una furia tremenda que hizo conmover a todo el pueblo de México; bien que los grandes, en la persecución de los destinos de la patria, hayan tomado distintos caminos, que en un instante hicieron chocar sus armas en forma terrible; ellos actuaban en momentos obscuros de la patria; ellos no contaban con los avances que hoy tiene la conciencia nacional, ellos se enfrentaban a una dictadura de treinta años, era la alborada de la Revolución y no era clara la ruta en las almas mexicanas para buscar la felicidad del pueblo; la buscaban por diversos senderos, pero la buscaban con lealtad, con honradez; se equivocaron posiblemente en sus caminos, pero la obscuridad del momento les hacía incurrir en esos errores. Todos eran revolucionarios, todos buscaban el bien de la patria y la liberación del pueblo y de sus luchas se obtuvo la superación de los principios revolucionarios. El choque de los grandes en aquéllos días, es explicable; pero el choque de los pequeños en estos días, es criminal; ellos ya no tienen derecho a romper la unidad y la paz constructiva de la Revolución y del régimen del Presidente Ruiz Cortines que requiere el destino de la patria. (Aplausos)

Ahora a medio siglo del Siglo XX, sólo tenemos un objetivo: México; sólo tenemos una consigna: con Ruiz Cortines por la grandeza de la patria; sólo tenemos un propósito: la tea ardiente de la Revolución que levantaron los grandes caudillos de México, convertirla en un sol vigoroso, espléndido, que llegue a todos los rincones de la patria para dar calor y luz a todos sus hijos: que trascienda nuestras fronteras para iluminar a América y se imponga como una expresión de cultura mexicana en el mundo entero. ¡Esa es la consigna, señores diputados: por México, por la cultura y por la justicia social! (Aplausos)

El C. Terán Mata Juan Manuel: Señor Presidente. Señores senadores y señores diputados: "antes de entrar en este recinto borramos de nuestra mente la discordia. Sólo así podemos rendir un homenaje generoso a la Revolución, la mejor herencia de nuestra historia, ya que en ella aún con sus iniciales antagonismos, muy humanos, se gestó y se ha realizado la unidad y armonía nacional que hoy caracteriza el progreso de nuestras instituciones esencialmente democráticas. Por eso, al rendir este homenaje a la Revolución lo hacemos a todos aquéllos que con su vida y su obra y muchos aun con su sangre han estado presentes en la continuidad histórica de este magno acontecimiento; Madero y Zapata, Carranza y Villa, Obregón y Calles, como tantos mexicanos han servido a la misma causa. En ellos y en la Revolución hacemos honor a las más profundas y a las más lejanas raíces de nuestra mexicanidad, a la Reforma con Juárez, a la Independencia con Hidalgo y Morelos, a los antiguos mexicanos con Cuauhtémoc, porque la cuna de la patria son los héroes y su fruto la Revolución de México.

La Historia no es solamente la de los grandes sucesos heroicos que hacen vibrar nuestro corazones; también el modesto y duro trabajo diario del obrero y del campesino, del empleado y del profesionista forjan y hacen la historia de la patria. Por ellos estamos aquí, por ellos nuestra representación popular viene a pasar lista de presente en esta tribuna; porque la Revolución la hicieron y la siguen haciendo las masas populares que sienten en sangre propia las más primarias necesidades y la legítima aspiración de justicia.

"Con nuestra representación también participa en este homenaje la ciudadanía de la mujer; la institución del sufragio extensivo a la mujer es la más decisiva y reciente réplica a quienes erróneamente piensan al margen de la Revolución y a sus críticos gratuitos. Todavía resuena el aplauso público que fue tributado en este lugar para esa conquista revolucionaria. Por otra parte, la tierra no sólo sigue siendo repartida en una acertada y avanzada política agraria, sino que se aplican y

buscan los procedimientos más adecuados para que los campesinos disfruten no sólo de la posesión de sus tierras, sino de sus mejores rendimientos.

"Los trabajadores día a día conquistan mejores condiciones de trabajo que tienden a elevar su nivel de vida. No sólo se ve al cumplimiento de nuestras leyes y la Constitución, sino que lo mismo el Gobierno que los campesinos, obreros, empleados y el pueblo, todos vigilan y postulan las modificaciones legislativas saludables y las medidas de administración adecuadas que remueven y aceleren el progreso social de la República.

"Honremos la historia escrita por nuestros antepasados que impulsaron e inspiraron para siempre el espíritu creador de un México nuevo, sin discriminaciones, sin pequeñeces y verdaderamente del pueblo. Con la Revolución se orientaron definitivamente nuestros esfuerzos al servicio de las más avanzadas causa de todos los tiempos.

"La lucha por la libertad y la justicia, con una más libre y más justa distribución de la riqueza nacional. Nuestros mayores vieron con exacta claridad que los males más graves de la República se originaban en el acaparamiento inmoderado de los bienes, en el abuso de la riqueza, en los latifundios, en la opresión y en los monopolios; que la violación de las libertades humanas y el empobrecimiento de unos en beneficio de otros pocos, acarreaban las más crueles discordias.

"Señalado el mal y los medios para combatirlo, estamos obligados no solamente a mantener las leyes emanadas de la Revolución y del pueblo soberano, sino a modificarlas si así es necesario y a mejorarlas conforme a su espíritu.

La generación mexicana de este siglo es la que más debe honrar y enaltecer a la Revolución, por que nosotros nacimos y nos debemos a la sangre derramada en inevitables luchas fratricidas. A la altura de este homenaje no debemos recordar las divisiones de partidos o las facciones que entonces militaron. Ahora comprendemos que todos por igual fueron mexicanos, hermanos nuestros hijos del mismo suelo y parte de la misma patria.

En buena hora que hayan sido hollados los campos, incendiadas las ciudades, cegadas las vidas, fue el trágico momento en que era necesario arrasarlo todo para sembrar de nuevo; había que remover hasta el fondo las raíces de nuestra nacionalidad para extirpar los graves males que nos aquejaban.

La discordia de las luchas revolucionarias cumplió su destino. Doloroso como toda creación. La universal leyenda sobre el origen del mundo relata desmesuradas luchas de los elementos y de dioses tremebundos. Pero en mejores horas, después de la Revolución, en su etapa de lucha y de violencia vino la concordia por la libertad y la paz por la justicia. Por encima de nuestra personas y de los intereses parciales del odio y el desprecio esta la patria misma cuya bandera cobija y ampara por igual a todos sus hijos. Al fin, como lo ha postulado en expresión generosa nuestro digno Presidente Adolfo Ruiz Cortines; "Para la Revolución, la patria es una".

La Revolución mexicana como hazaña extraordinaria por la justicia, forma parte del destino universal de los pueblos en su lucha por los más altos valores humanos por la libertad y la paz, por la casa, el vestido y el sustento de aquéllos que poco o nada poseen, porque su infortunio o su menor capacidad se lo han negado.

En esta lucha universal de los pueblos y del hombre, la marcha de la Historia nunca se a detenido, siempre ha ido, hacia adelante. Con nosotros desde Cuauhtémoc, la Independencia y la Reforma son los más preclaros y heroicos antecedentes de la Revolución en el camino de lucha por la libertad.

Es el triunfo moral siempre continuado de la verdad, del bien y la justicia contra la falsedad y la negación de los valores.

Por eso los enemigos de la Revolución y quienes la vituperan, no tienen historia ni pasado, porque el mal y la falacia, la simulación y la falta de fe, se destruyen a sí mismos con su propia mentira.

Así como la historia de la Revolución mexicana es una gran aventura en la lucha universal por la libertad y la justicia, contra la esclavitud, la opresión y el egoísmo, así también el partido de los mejores ideales sigue una continuidad histórica insobornable e indestruible. Agrupa las fuerzas sociales más enérgicas y decididas de la ciudadanía, en el Partido Institucional, heredero y mantenedor de las convicciones revolucionarias; logra el más constante y acelerado acento de la obra y directivos, verdaderos líderes orientadores de nuestros últimos regímenes progresivos.

Los males y defectos que aún nos aquejan no nos viene de la Revolución; puros fueron sus ideales, puros y honestos sus hombres, humanos como todos los héroes. Los males y vicios se los debemos a aquellos que por ignorancia poca fe o inercia, se han empeñado en obstaculizar con su egoísmo el generoso postulado de trabajar y servir a México; a quienes piensan en sí mismos antes que en la patria; por ello hacemos nuestra la fe apasionada e inquebrantable en las instituciones revolucionarias y en el glorioso destino de México, siempre reiterada por el ciudadano Presidente de la República.

Proclamemos para el futuro los ideales más hondos arraigados en el corazón del México nuevo. Aspiramos hoy a una permanente y decisiva realización de la justicia social; justicia contra la ignorancia; la mala fe y aún traición de aquéllos que enfermos de egoísmo tratan de sostener doctrinas y procedimientos anacrónicos con perjuicio del interés colectivo y de los grupos sociales más débiles y desvalidos .

También hemos de luchar contra algunos conciudadanos, ciegos de vista y sordos de oídos, que se empeñan en negar la obra creadora de nuestro régimen político, sin duda porque como a merced de la Revolución, viven y disfrutan de su ciudadanía y de sus bienes, sin darse cuenta, que sólo a ella se lo deben como a una madre generosa que lo ampara y los protege a pesar de su incomprensión.

Mas no sólo hemos de mencionar los frutos y la proyección de ideales que debemos a la Revolución en su aspecto material y en la institución de sus

leyes, su espíritu penetra y fecunda todos los aspectos de nuestra cultura, hoy mundialmente reconocida. No sólo nos ha conducido definitivamente a participar en el concierto de las naciones con máxima dignidad y decoro, sino a convertir nuestras expresiones artísticas, científicas y filosóficas en un legítimo galardón de bien ganada representación universalmente aquilatada.

La paz revolucionaria de la República implica el deber inaplazable y la responsabilidad, no sólo de velar por nuestras instituciones constitucionales que aquí hemos protestado guardar, sino el imperativo de acrecentar la garantía de nuestras libertades y avanzar en los caminos de la justicia social. Es verdad que grandes masas del pueblo, merced a la Revolución, tienen casa, vestido y sustento, pero es también verdad ineludible luchar por que todos la tengan; para la Revolución no es bastante cumplir con las instituciones establecidas y repartir equitativamente la riqueza de la nación, en una inevitable dinámica quiere hacer más fecundos el trabajo y la tierra, aumentar el ingreso nacional y en suma, hacer más próspera y libre la ciudadanía. Para tal propósito revolucionario, el único camino es el trabajo útil de todos y cada uno de los mexicanos.

No sólo está presente en este homenaje el vivo espíritu de nuestra Constitución, también están vigilantes viejos luchadores de la gran hazaña que conmemoramos. El constituyente diputado doctor Cayetano Andrade presidió la instalación de esta Cámara; nos fortifica y estimula su presencia, así como la de buenos compañeros y amigos sin tacha, descendientes de aquellos grandes luchadores, Carranza, Villa, Cabrera y otros muchos mexicanos.

Mexicanos de mi patria, la Revolución está en la casa que nos protege, en el vestido que nos abriga, en el diario sustento; no la busquemos en filosofías metafísicas, o en teorías o doctrinas ajenas menos en gratuitas críticas injustas. A los padres de la Revolución, a los revolucionarios de origen, nunca les preocupó demasiado la especulación, sino la palabra viva y el pan del pueblo, la Revolución de México está en el cumplimiento diario de nuestros modestos deberes, en el trabajo útil de cada ciudadano en la ciudad y en el campo. A ella le debemos los bienes que la República nos brinda y las libertades que disfrutamos, desde la familia, en la escuela y en la sociedad; por ello, la Revolución es permanente mientras exista una injusticia que remediar.

¡Viva la Revolución! (Aplausos nutridos y prolongados)

El C. Osorio y Carvajal Ramón: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Osorio y Carvajal.

El C. Osorio y Carvajal Ramón: Compañeros legisladores: el orador que me precedió dijo una verdad incontrovertible: debemos rendir homenaje a nuestros antepasados y evitar esas pequeñeces que destruyen la grandeza de la Historia; y este pensamiento es el que me proyectó a la más alta tribuna de la patria, para pedir que se haga justicia a esa tierra distante del sureste que siempre ha hecho acto de presencia en los momentos trascendentales de la historia del pueblo de México.

Casi todo el pueblo mexicano ignora que en realidad la primera acción bélica de trascendencia contra la dictadura, fue en la ciudad de Valladolid en el Estado de Yucatán, el cuatro de junio de 1910. Hay que recordar que en esa fecha Miguel Ruz Ponce, Alberto Bonilla y José Cantú, en un manifiesto al pueblo decían: "Es necesario que la dictadura termine para que el pueblo con su propio derecho construya la grandeza de la patria". Y el pueblo nada más lo único que hacía era recoger el pensamiento de Francisco I. Madero y proyectarlo a la acción directa y definida.

Y el cuatro de junio de 1910 a las once de la noche, un grupo de hombres con capacidad de héroes toman el Palacio Municipal y se declaró en plena rebelión contra el régimen del dictador Porfirio Díaz.

Hasta hoy el pueblo de México, su historia, no han hecho justicia a los hombres que perecieron por ese ideal revolucionario. Y la prueba de la trascendencia y del movimiento es que en el informe de Muñoz Arizpe, Gobernador del Estado, en el año de 1911 dijo: es indiscutible que el movimiento de Valladolid tuvo una trascendencia nacional, una tendencia de destruir el régimen de Porfirio Díaz que sin lugar a dudas, fue uno de los mejores regímenes de México. Sin embargo la historia ha callado; la Revolución tampoco ha hecho justicia a estos hombres. Hay que recordar que el 25 de julio del mismo año, tres hombres de Valladolid: Miguel Ruz Ponce, Bonilla y Cantú, con sentido del deber cumplido y al mismo tiempo con la severidad que da el sacrificarse por un hermoso ideal, perecieron ante un pelotón ejecutor gritando ¡Viva la Revolución! ¡Viva Francisco I. Madero!

¿Por qué, señores legisladores, hasta ahora no se ha hecho justicia a ninguno de estos hombres que yacen no solamente formando parte del polvo y de la nada, sino también en el olvido de la patria misma?

Por eso en mi calidad de representante del pueblo yucateco, vengo a la más alta tribuna del país, a recordar que el 4 de junio de 1910, allí en la ciudad oriental de Yucatán surgió la primera chispa de la Revolución en las personas de Ponce, Bonilla y Cantú, y hasta ahora esos hombres no aparecen en ninguna monografía revolucionaria. ¿Será que todavía tenemos el estigma del separatismo, ese estigma injusto, no obstante de que en todo momento Yucatán se ha unido con sus pensadores, con sus soldados y héroes, para estructurar la grandeza de la patria?

¿Qué acaso no lo dijo aquel apóstol magnífico de la Revolución, que proyectó su pensamiento para todo México? ¿Por qué un movimiento contra un régimen centralista en que Yucatán demostró su convicción federal, se va a tomar como pretexto para decir que estamos en contra de la patria, cuando que en esa tierra distante, el corazón de los yucatecos palpita de emoción cuando ve los colores de nuestra bandera patria? (Aplausos)

No; señores, Yucatán no ha tenido una bandera ni un himno. La bandera fue más que la

intención de un pequeño grupo de políticos mal intencionados, pero el pueblo todo y el Congreso Constituyente sólo dejaron que flameara la bandera dos horas, para arriarla, y después enarbolar - a pesar de ser Yucatán un Estado independiente - la bandera de las Tres Garantías.

También dicen que tenemos nuestro himno. ¿Cuál ha sido el himno yucateco? el himno yucateco surgió después del triunfo de la República contra el Imperio, y ese himno es un canto a México y un homenaje a sus héroes. Entonces, señores, si ese pueblo distante, ha mostrado en la historia un profundo sentido de mexicanidad, ¿por qué sus héroes permanecen olvidados? ¿Por qué hasta hoy la Revolución, con un sentido real de justicia, no define entre los precursores de la Revolución a Ponce, a Bonilla y a Cantú, que fueron hombres a quienes inspiró el pensamiento maravilloso de ese apóstol que nació en esa bella tierra fronteriza del Norte de México?

Señores legisladores: vengo a dejar constancia de la protesta de mi Estado, porque no se ha tomado en cuenta a los hombres que en 1910 se lanzaron contra la dictadura. Los documentos históricos son pruebas innegables, y existen esos documentos históricos. Entonces, ¿por qué a ese Estado distante que ama tan profundamente a la patria, se le olvida cuando se pasa lista de presencia a los héroes de la Revolución? (Aplausos)

- El C. secretario Valdés Rodríguez Arnulfo (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por la Cámara de Diputados del XLII Congreso de la Unión, el día veinticuatro de noviembre de mil novecientos cincuenta y tres.

"Presidencia del C. Ernesto Gallardo S.

"En la ciudad de México, a las trece horas del martes veinticuatro de noviembre de mil novecientos cincuenta y tres, se abre la sesión solemne con asistencia de ochenta y seis ciudadanos diputados, según declaró la Secretaría después de haber pasado lista.

"Esta sesión solemne tiene lugar para conmemorar el XLIII aniversario de la iniciación de la Revolución mexicana.

Se da lectura a la orden del día de esta sesión solemne.

"La Presidencia designa una comisión integrada por los CC. diputados Agustín Olivo Monsivais, Manuel Soberanes Muñoz, Alfredo Muñoz Cervantes y Secretario Arnulfo Valdés Rodríguez para que se sirvan pasar al Senado a formular una atenta invitación y designen un orador que en su nombre haga uso de la palabra. Se declara un receso.

"Reanudada la sesión, la Presidencia designa una comisión integrada por el Vicepresidente José Rodríguez Elías y el Secretario Arnulfo Valdés Rodríguez para que se sirvan invitar y acompañar a un lugar en el estrado de la Presidencia, al Presidente de la H. Cámara de Senadores.

"A continuación hacen uso de la palabra para referirse al motivo de esta sesión los ciudadanos senador Julio Serrano Castro, en representación del Senado, y diputado Juan Manuel Terán Mata, a nombre de esta Cámara. También hace uso de la palabra el C. diputado Ramón Osorio y Carvajal.

"Se lee la presente acta".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente: La Presidencia suplica a la comisión que se sirvió invitar al honorable Presidente del Senado de la República, se sirva acompañarlo al abandonar el salón. Igualmente a los señores senadores que lo han acompañado.

(A las 14:45 horas). Habiéndose agotado los asuntos de la orden del día, se levanta la sesión solemne y se cita para el jueves 26, a las 12.00 horas, a sesión ordinaria.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

DIARIO DE LOS DEBATES