Legislatura XLVI - Año III - Período Ordinario - Fecha 19661201 - Número de Diario 29

(L46A3P1oN029F19661201.xml)Núm. Diario:29

ENCABEZADO

MÉXICO, D.F. JUEVES 1o DE DICIEMBRE DE 1966

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como Artículo de 2a. clase de la Administración Local de Correos,

el 21 de septiembre de 1981

AÑO III. - PERÍODO ORDINARIO XLVI LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 29

SESIÓN SOLEMNE

DE LA H. CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA DEL DÍA 1o.

DE DICIEMBRE DE 1966

SUMARIO

I. Se abre la sesión solemne. Se da cuenta con el saludo que envía el Presidente de la Asociación de Constituyentes de 1917, licenciado Ignacio Ramos Praslow, con motivo del objeto de esta sesión. De enterado con agradecimiento

II. Hacen uso de la palabra, para referirse al L Aniversario de la iniciación formal de los trabajos del Congresos Constituyente, los CC. diputados Juan Barragán Rodríguez, Vicente Lombardo Toledano, Adolfo Christlieb Ibarrola y Alfonso Martínez Domínguez, representantes de los cuatro partidos políticos acreditados en esta Cámara.

III. El C. diputado Alberto Alvarado Arámburo propone se envíe un mensaje de felicitación al C. Presidente de la República, licenciado Gustavo Díaz Ordaz, con motivo de cumplirse el II Aniversario de la iniciación de su gobierno. Se aprueba la proposición.

IV. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta

DEBATE

Presidencia del

C. ALEJANDRO CARRILLO MARCOR

(Asistencia de 146 ciudadanos diputados.)

I

El C. Presidente (a las 13.10 horas): Se abre la sesión solemne, que en acatamiento al acuerdo tomado por esta honorable Cámara de Diputados, en la sesión del 28 del pasado mes de octubre, se celebra con el propósito de conmemorar el L Aniversario de la iniciación formal de los trabajos del Congreso Constituyente, que recogió los anhelos y los ideales del movimiento social mexicano, iniciado en 1910, y que ha ocupado ya su sitio en la historia como la primera gran revolución victoriosa del Siglo XX.

- El C. secretario Gámiz Fernández, Everardo:

"A la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Me es altamente satisfactorio, como Presidente de la Asociación de Constituyentes de 1917, enviar a ese organismo democrático un saludo respetuoso con motivo de la instalación del Congreso Constituyente de 1917, lo que ocurrió en la ciudad de Querétaro, que vio pasar por sus calles empedradas rumbo al Cerro de las Campanas, al príncipe iluso de la barba rubia que importaron, con mengua de la soberanía nacional, un grupo de hombres que no merecen que ni siquiera se les llame mexicanos.

¡Ojalá que la Constitución promulgada en la mencionada ciudad de Querétaro por el primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, sea integralmente cumplida, en beneficio de la patria y sobre todo para beneficio de los campesinos que en un 95% fueron los determinantes del triunfo de la Revolución Constitucionalista! - Licenciado Ignacio Praslow."

Trámite: De enterado, con agradecimiento.

II

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Juan Barragán.

- El C. Barragán Rodríguez, Juan:

"Señor Presidente: señoras y señores diputados:

Con la grandísima emoción que me embarga en estos momentos y que comparten conmigo los ilustres diputados constituyentes, que lamento no estén aquí, al comprender que ha sido para mí, en mí carácter de Jefe del Estado Mayor del Padre de la Carta de Querétaro, cuando siendo un joven tendría la fortuna de llegar al cincuentenario del Congreso Constituyente, y venir a la tribuna más alta de la patria y pagarle un tributo de gratitud, tanto al Primer Jefe, don Venustiano Carranza como a los patriotas Constituyentes, a la memoria de los desaparecidos y a los supervivientes.

Con estos inolvidables recuerdos considero oportuno principiar mi modesta intervención presentando un cuadro simbólico, que agradará a la Asamblea, de lo que aconteció, hace cincuenta años, en el recinto del Constituyente, en la histórica ciudad de Querétaro, donde triunfó la República sobre el efímero imperio de Maximiliano y ahora la cuna de la gloriosa Carta de 1917.

El día primero de diciembre de 1916, a las cuatro de la tarde, se declaró abierta la sesión, bajo la.

presidencia del señor licenciado Luis Manuel Rojas, y el secretario, señor licenciado Fernando J. Lizardi, dio lectura al acta de la sesión anterior, la que sin discusión alguna fue aprobada.

Acto continuo, el presidente tomó la Protesta de Ley a los ciudadanos diputados cuyas credenciales habían sido ya aprobadas por la Asamblea. En seguida el licenciado Lizardi suplicó en nombre de la Mesa, que nadie saliera del salón hasta que no llegara el C. Primer Jefe, encargado del Poder Ejecutivo, don Venustiano Carranza.

El sonoro toque de clarines y cornetas, y los acordes del Himno Nacional, anunciaron que el C. Primer Jefe había llegado a las puertas del salón en que se reunía el Congreso Constituyente. A las cuatro y cincuenta minutos de la tarde, estando de pie todos los ciudadanos diputados constituyentes y numeroso público, hizo su entrada en el salón el C. Primer Jefe, acompañado de los Secretarios de Fomento y Justicia, ingeniero Pastor Rouaix y licenciado Roque Estrada, que acaba de fallecer, del doctor y general José María Rodríguez, de su Estado Mayor, a cuyo frente iba el jefe de este cuerpo, coronel Juan Barragán y de sus secretarios particulares coronel y licenciado Fernando Cuen y Gerzayn Ugarte.

El Primer Jefe entró en el salón acompañado por la Comisión de Diputados designados de antemano por la mesa directiva.

El primer Magistrado de la Nación tomó asiento en la plataforma en que se encontraba la Mesa Directiva, y a su derecha el Presidente del Constituyente, señor licenciado Luis Manuel Rojas, el Primer Vicepresidente, señor General Cándido Aguilar y los Secretarios, señores licenciado Lizardi y Truchuelo.

A la izquierda del C. Primer Jefe, ocuparon los asientos de la Presidencia el Segundo Vicepresidente, señor general Salvador González Torres, y los otros Secretarios Antonio Ancona Alberto y Juan de Dios Bojórquez.

La entrada del C. Primer Jefe fue emocionante, pues se escuchó una ovación atronadora. Los aplausos nutridísimos y los gritos de "viva Carranza" se repetían en el salón.

El señor general Federico Montes, Gobernador del Estado, en unión del licenciado Roque Estrada, tomaron asiento en la parte delantera de la tribuna, así como también los señores ingeniero Rouaix, licenciado Manuel Rodríguez Gutiérrez, el Presidente Municipal de Querétaro señor Alfonso Camacho y otras personalidades.

Los diputados vestían de rigurosa etiqueta y los militares de uniforme de gala. Una vez que el C. primer jefe hubo tomado asiento, el presidente del Congreso licenciado Rojas, en medio de un silencio solemne, hizo la siguiente declaratoria:

El Congreso Constituyente abre hoy, día primero de diciembre del año de mil novecientos dieciséis, su único período de sesiones. En este momento se repitió la ovación.

Una vez hecha la declaración anterior por el presidente del Congreso, el C. primer jefe dio lectura a su trascendental informe:

Por ser demasiado extenso el informe, sólo hay lectura a la parte final:

"Señores diputados: no fatigaré por más tiempo vuestra atención, pues larga y cansada sería la tarea de hablaros de las demás reformas que contiene el proyecto que tengo la honra de poner en vuestras manos, reformas todas tendientes asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la ley; a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el funcionamiento de una justicia administrativa por hombres probos y aptos, y a llamar al pueblo a participar de cuantas maneras sea posible en la gestión administrativa. El gobierno de mi cargo cree haber cumplido su labor en el límite de sus fuerza, y si en ello no he obtenido todo el éxito que fuera de desearse, esto debe atribuirse a que la empresa es altamente difícil y exige una atención constante, que me ha sido imposible consagrarle, solicitado, como he estado constantemente, por las múltiples dificultades a que he tenido que atender. Toca ahora, a vosotros, coronar la obra, a cuya ejecución espero os dedicaréis con toda fe, con todo amor y con todo el entusiasmo que de vosotros espera nuestra patria, la que tiene puesta en vosotros sus esperanzas, y aguarda el instante en que déis instituciones sabias y justas." Al informe del señor Carranza, el licenciado Luis Manuel Rojas, presidente del Congreso Constituyente, contestó en brillante lectura y con grandes elogios al C. primer jefe. Y también sólo doy lectura a la parte final de su discurso:

"Así pues, señor, me limito ahora a darme por recibido del proyecto a la Constitución, y puedo aseguraros que todos y cada uno de los ciudadanos diputados que integramos este Congreso Constituyente, estamos animados del mejor deseo de corresponder a la misión que el pueblo nos ha encomendado, y que, como lo esperáis, secundaremos con todo celo y patriotismo vuestra labor, satisfechos de haber tenido la gloria de ser solidarios con usted en la obra grandiosa de la reconstrucción nacional."

Ahora paso a referir lo que se considera el origen o el génesis del Constituyente de Querétaro:

El glorioso y merecido título que ostenta don Venustiano Carranza, como padre de la Constitución de 1917, no ésta a discusión y ni su más apasionados adversarios pueden objetar.

Dígalo si no: el pensamiento del señor Presidente Díaz Ordaz, sobre don Venustiano Carranza: su obra, como primer jefe del Ejército Constitucionalista y como inspirador de nuestra carta Magna, lo que constituye la base práctica y jurídica moderna de nuestra nacionalidad y de su esfuerzo de expansión; resultado de haber incorporado las grandes masas obreras y campesinas a la vida pública y a la coparticipación del poder, por la vía de la democracia y por No Reelección.

Y aprovecho esta ocasión para rendirle nuestras felicitaciones por su fecundada labor en el segundo período de su gobierno, en bienes para la patria sobre todo por su política internacional con los países de Centroamérica y por su empeño fervoroso por la reforma agraria y además porque tenga éxito en su próxima entrevista en la Prensa de la Amistad con el señor Presidente de los Estados Unidos del Norte.

Cuando la causa constitucionalista estaba en sus albores, sólo dominaba el ejército constitucionalista reducidas plazas, a saber: en la frontera Norte, Matamoros, Reynosa y Camargo, en poder del gran revolucionario, general Lucio Blanco; en Sonora, Agua

Prieta, Naco, Nogales y la Capital del Estado; casi todo el Estado de Durango en poder de los generales Arrieta y Natera, y el general Villa principiaba su formidable campaña y había tomado, por vez primera, la plaza de Torreón.

Así las cosas, acababa de arribar a Hermosillo el primer jefe, después de una larga y penosa travesía, por tierra, desde Cuatro Ciénegas. El Ayuntamiento de Hermosillo celebró una sesión especial, el 24 de septiembre de 1913 para recibir al señor Carranza.

Y como no fuera el prematuro reparto de tierras que hacía menos de un mes - 30 de agosto de 1913 - nosotros habíamos realizado cerca de Matamoros, a iniciativa de nuestro jefe, el general Lucio Blanco, ninguno de los jefes con mando de fuerza, ni los civiles simpatizadores de la Revolución Constitucionalista, pensaba, ni mucho menos llegó a exteriorizar su pensamiento sobre el porvenir de justicia social. El primer jefe, sin desatender las necesidades de la campaña y auxiliado del conocimiento que tenía de la historia, se preocupaba desde entonces por la manera de satisfacer en el futuro, las ansias de mejoramiento económico y social que reclamaban las clases populares.

Y fue así, en la sesión del H. Ayuntamiento a que me refiero, con sorpresa de todos, pues nadie esperaba oir el categórico anuncio de que la Revolución no tenía por única finalidad la derrota de Victoriano Huerta, sino que iba más allá, impulsada por la nobleza de otros elevados propósitos, como expresa en el memorable discurso de Hermosillo, que fue, sin lugar a dudas, el evangelio o el génesis de la Constitución de 1917, cuyo documento es bien conocido para no mencionarlo íntegro, sólo me limito a sus párrafos más trascendentales, como éstos:

"Es para mí muy satisfactorio tener una nueva oportunidad para agradecer en público a este gran pueblo sonorense, la manifestación de que fui objeto como jefe de la Revolución y del Ejército Constitucionalista a mi arribo a esta ciudad, y aprovecho la ocasión de encontrarme ante tan selecta concurrencia y distinguidas personalidades revolucionarias para expresar, aunque sea someramente, mis ideas políticas y sociales, porque creo de mi deber ir exponiendo y extendiendo lo que el país necesita para su mejoramiento y desarrollo. "El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas y sin demandas al mejor postor, pero sepa el pueblo de México que, terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos, y opóngase las fuerzas que se opongan. Las nuevas ideas de justicia social tendrán que imponerse en nuestras masas: y no es sólo repartir las tierras y las riquezas nacionales, no es el Sufragio Efectivo, no es igualar y repartir las riquezas nacionales, es algo más grande y más sagrado: es establecer la justicia social, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio de la conciencia nacional.

"Tenemos centenares de ciudades que no están dotadas de agua potable y millones de niños sin fuentes de sabiduría, para informar el espíritu de nuestras Leyes. El pueblo ha vivido ficticiamente, famélico y desgraciado, con un puñado de leyes que en nada le favorecen. Tendremos que removerlo todo. Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas, nada, ni nadie, pueda evitar.

Cambiaremos todo el actual sistema bancario, evitando el inmoral monopolio de las empresas particulares que han absorbido por cientos de años todas las riquezas públicas y privadas de México. Ya de hecho hemos evitado la emisión, o el derecho de emisión, mejor dicho, de papel moneda por bancos particulares, que debe ser privilegio exclusivo de la nación. Al triunfo de la Revolución, ésta establecerá el banco único, el banco de Estado, lográndose, de ser posible, la desaparición de toda institución bancaria que no sea controlada por el gobierno."

Debo aclarar que algunos políticos, amigos del general Calles, se han atrevido declarar que el banco de Estado fue obra del expresado personaje; lo que éste hizo fue mandar construir el edificio; pero la idea es del señor Carranza, la cual fue aprobada por el Constituyente de Querétaro.

Prosigo mencionando otros párrafos:

"Nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero; pero éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social.

"Las reformas enumeradas y que se irán poniendo en práctica conforme la Revolución avance al Sur, realizarán un cambio total de todo y abrirán nueva era para la República.

"Y con nuestro ejemplo se salvarán otras muchas naciones que padecen los mismos males que nosotros, especialmente las repúblicas hermanas de centro y sudamérica. La América Latina no debe olvidar que esta lucha fratricida tiene por objeto el restablecimiento de la justicia y del derecho, a la vez que el respeto de los pueblos para los débiles; que deben acabarse los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de las pequeñas; deben aprender que un ciudadano de cualquier nacionalidad, que radica en una nación extraña, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por razón de la fuerza y del poderío le otorgue su nación de origen. No más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otro país, creyendo que en él debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos que en su propio país trabaja honradamente.

"Esta es la Revolución, señores, tal cual yo la entiendo; estos lineamientos generales regirán a la humanidad más tarde como un principio de justicia social." Venustiano Carranza.

Y termino señores diciendo: "Así hablaba y así pensaba el señor Carranza hace más de medio siglo y estos principios han sido aceptados por todos los pueblos de la tierra donde impera la libertad, la democracia y la justicia social. Muchas gracias." (Aplausos.)

El C. Presidente: Se concede el uso de la palabra al señor diputado Vicente Lombardo Toledano, del Partido Popular Socialista.

El C. Lombardo Toledano, Vicente: Señor Presidente, señoras y señores diputados:

La Constitución de una nación es la concreción jurídica de las ideas de las fuerzas sociales dominantes en un momento dado del proceso histórico de un

pueblo. ¿Cuáles eran las fuerzas dominantes en México en 1916? Las fuerzas armadas que habían derrotado el ejército de la dictadura, los intelectuales de la clase media revolucionaria que habían luchado contra Porfirio Díaz antes y después de 1910. El ejército popular estaba integrado por campesinos en su gran mayoría, por algunos grupos de la clase obrera y por jefes formados en el curso de la lucha.

Estas fuerzas determinantes de la sociedad mexicana hace medio siglo, se propusieron levantar en nuestro país un nuevo orden jurídico y político.

¿Cómo sería ese orden nuevo? ¿Cuáles serían sus características? ¿En qué se fundaría en nuevo sistema de la vida social? Para mí, en los siguientes principios fundamentales. En la destrucción de los latifundios; en el reparto de la tierra a los campesinos; en el reconocimiento de los derechos de la clase obrera; en el dominio de la nación sobre las riquezas naturales de su territorio; en un nuevo concepto de la propiedad; en una nueva tesis sobre el acto jurídico como fuente del derecho; en una nueva filosofía de las relaciones humanas; en el fortalecimiento del Estado frente a todas las corporaciones privadas y en limitaciones a la participación de los extranjeros en el desarrollo de nuestro país.

Este nuevo orden era, en efecto, un orden nuevo en el campo económico, en el terreno social y, también, en el escenario político de México. Era un orden diferente al de la libre concurrencia del siglo XIX. Hay una frase del diputado Alfonso Cravioto que, a mi modo de ver, define el pensamiento político del conjunto de los hombres que se reunieron en Querétaro. Decía así:

"Somos liberales, sí; pero no liberales como los del pasado. Somos liberales que miran hacia el socialismo".

Esa frase de Alfonso Cravioto tiene una gran importancia, porque, en efecto, se mezclaron en el nuevo orden jurídico, en la Carta que se estaba debatiendo, las ideas del pasado y las aspiraciones futuras.

Y no incurría Cravioto en ninguna contradicción ni teórica, desde el punto de vista de las ideas puras, políticas, ni tampoco desde el punto de vista jurídico, ni desde el punto de vista de la actividad práctica. Era un liberalismo de un país como el nuestro, sometido a influencias internas que trataban su desarrollo normal y, también, sufriendo la presión de fuerzas extrañas provenientes del exterior, que habían obstaculizado el proceso histórico del pueblo mexicano.

Era una nueva revolución. Revolución para un país semicolonial que aspiraba a ser independiente y soberano en todos sus aspectos y también que quería elevar el nivel de vida del pueblo en el sentido económico, social, político y cultural. Era también un nuevo orden jurídico que aspiraba a establecer límites a la intervención extranjera.

Por eso, definir a la Revolución Mexicana surgida en Querétaro hace medio siglo, como un movimiento popular democrático nacional, antifeudal y antimperialista, es darle la connotación precisa que ese gran movimiento de las masas de México ha tenido .

La Revolución de 1910 a 1917 fue más avanzada que la Revolución de Reforma, y ésta fue más avanzada que la Revolución de Independencia, porque se realizaron en tres épocas diferentes, una tras otra; pero las tres, las tres revoluciones representan un mismo proceso que comenzó hace tantos años y que todavía no concluye. Las tres revoluciones son grandes saltos adelante en el desarrollo progresivo de nuestro país.

Por eso las revoluciones que engendraron un nuevo orden en cada ocasión le dieron a México una Constitución distinta; pero basada en el mismo objetivo inmediato y en objetivos futuros que desde entonces ya se columbraban.

La Constitución de 1917 - y ya habrá oportunidad de conmemorarla el próximo año y de examinarla a fondo - ha facilitado el desarrollo contemporáneo de nuestro país, porque habiendo partido de una base como superestructura de ella, ha influido sobre la base de la cual surgió, en una interacción típica del desarrollo histórico que todos conocemos. En otras palabras, la Constitución ha encauzado la evolución de nuestro país para que no estorbe nada el desarrollo material, social y cultural de México.

Si se hojea la Constitución a medio siglo de distancia de su génesis, se observará que las reformas que ha sufrido, numerosas por cierto, corresponden a distintos períodos del desarrollo de medio siglo. 144 reformas ha tenido la Constitución de 1917 desde entonces hasta hoy. ¿Que representan esas reformas? ¿Con qué fines se han realizado? ¿Cual ha sido el empeño de los legisladores? Es muy difícil, como no se agote un tema en simples enunciados, ir al fondo de las reformas que ha sufrido la Carta Magna; pero hay algunos rasgos comunes y propósitos idénticos en esté empeño de adicionarla y de transformar su texto. Yo diría que las reformas han consistido, principalmente, en precisar el contenido filosófico y la finalidad política de la educación pública; en una lucha sostenida para impulsar la Reforma Agraria y a veces por detenerla - El artículo 27 ha sufrido 13 reformas; en mejorar la integración del Congreso de la Unión; en aumentar las facultades del Poder Legislativo de la Federación y, consiguientemente, la intervención del Gobierno Federal en el desarrollo del país, estableciendo normas nuevas y acrecentando las facultades iniciales del poder político central - 22 reformas ha sufrido el artículo 73; en hacer más expedita la labor del Poder Judicial; en extender los derechos de la clase obrera a todos los que trabajan bajo la dirección y con vínculos económicos de una persona física o moral, incluyendo al estado; el artículo 123 por eso ha sufrido algunas reformas de importancia.

Si se estudia ya más concretamente las reformas del texto de la Constitución, hay algunos hechos que saltan a la vista: la Reforma Agraria sigue siendo el motor de las luchas de la mayoría de la población de nuestro país, que es la población rural; la intervención del Estado en el desarrollo de la economía nacional es cada vez mayor, y el régimen democrático empieza a dar los primeros pasos, como los lactantes que llegan a la infancia.

Así, 50 años de Carta Magna, iniciados por hombres que todavía viven y por quienes siguieron después de ellos, abrieron un nuevo orden económico político, jurídico y cultural para México y, también, inició una nueva política internacional de nuestro país.

Hoy nos hemos reunido aquí para conmemorar la apertura solemne de las labores del Congreso Constituyente. Todos los que tuvimos el privilegio de estar

en Querétaro hace medio siglo, yo, como representante de todos los estudiantes y profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de México, recordando aquella sesión y las que siguieron, y escuchando a quienes, en comisiones especiales, debatieron los principios nuevos del nuevo orden jurídico, sentimos una emoción nuevamente renovada.

Pero lo importante no es recordar. Lo importante es recordar, porque en política, cuando se recuerda, se vuelven a contraer compromisos. Hemos recordado hoy, lo cual significa que renovamos nuestras obligaciones ante nuestro pueblo.

¿Cómo honrar a la Constitución y a los Constituyentes? Cumpliendo con la Carta Magna y mejorándola todavía más, porque hay presiones muy fuertes que nos obligan a ello: la tremenda explosión demográfica de nuestro pueblo, la desocupación actual y la falta de trabajo, la intervención de los monopolios extranjeros, norteamericanos en su mayoría, que descapitalizan a nuestro país y que levantan obstáculos al desarrollo normal de la nación mexicana.

El Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, ha cumplido dos años de gobierno. El día primero de septiembre pasado formulo el programa que va a cumplir en su mandato. Este programa no se haya en disonancia ni con la Constitución ni con sus reformas, sino al contrario: anuncia nuevos cambios a la Carta Magna. Esto quiere decir que se tiene una idea dinámica de lo que es la organización jurídica suprema de México.

Sólo tres años hábiles tiene Gustavo Días Ordaz por delante para cumplir con su programa, porque el último de su gestión en un año perdido en las elecciones generales. ¿Podrá realizar su programa? Sí atendiésemos sólo a su decisión - ya que es un patriota, es un hombre inteligente, con carácter y decidido, como lo ha probado-, prodríamos dudarlo. Porque, lo importante es darse cuenta de que ese programa, que es la continuación de nuestro nuevo orden nacido hace medio siglo, sólo se puede llevar a cabo y convertirlo en obras a condición de que todas las fuerzas democráticas y patrióticas de México se asocien.

No me cansaré jamás insistir, como he venido haciendo hace muchisímos años, en que en un país en que la clase social es autosuficiente, en un país descapitalizado, en un país rico potencialmente, pero muy pobre en realizaciónes todavía, sólo la alianza de los patriotas y los revolucionarios puede cumplir con los anhelos supremos de nuestro pueblo.

No creo que sea menester decir otras palabras, por que lo que espera nuestro pueblo de nosotros, aunque ya es muy tarde, es decir, poco nos falta por hacer, son obras, hechos, realizaciones. Sin embargo, vendrá después de nosotros otro más. Lo importante es que la historia no es reversible y menos la Revolución Mexicana. (Aplausos.)

El C. Presidente: Se concede el uso de la palabra al señor diputado Adolfo Christlieb Ibarrola, del Partido de Acción Nacional.

El Ch ristlieb Ibarrola, Adolfo: Señor Presidente, señores diputados: la solemnidad del acto a que asistimos no deriva de una simple conmemoración de fechas. La sesión en sí misma reviste singular importancia porque representa una oportunidad que tenemos para hacer en una Cámara donde están representadas diversas corrientes de opinión un examen de lo que la Constitución de 1917 significa para la vida de nuestro país.

Hace 50 años, en diciembre de 1916, los Constituyentes reunidos en Querétaro iniciaron la tarea no sólo de expresar en una ley fundamental los requerimientos vitales que el pueblo de México había hecho valer en un pasado inmediato, presente entonces en las conciencias todas y aun en la misma realidad, a través de una revolución armada. Iniciada la tarea no sólo de redactar un documento con la validez formal de la ley suprema de la Unión, como dice el texto constitucional, sino la tarea de concretar propósitos fundamentales manifestados por nuestro pueblo a través de su historia para normar su vida como nación soberana. No me refiero sólo a la soberanía como poder de decisión y acción independientes en el ámbito de la comunidad internacional. Me refiero también a la soberanía como expresión vital de un pueblo que se propone convivir internamente con suficiencia, con libertad, con justicia y dignidad para todos sus hijos.

Permitidme una interpretación que no sé si frente a los teóricos del Derecho Constitucional tradicional resulte poco ortodoxa, pero que es una interpretación que resulta impuesta por la vida misma.

Cuando en la Constitución de 1857 se consignó el principio de que el pueblo tiene el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno, principio que recogió textualmente la Constitución vigente, no sólo se buscó expresar en forma radical el principio de la soberanía popular y el propósito irrevocable de autodeterminación del pueblo mexicano. También al acoger el texto se reiteró la concepción dinámica del orden constitucional en el acta constitutiva de 31 de enero de 1824, se acepta al expresar que la nación podía establecer las leyes fundamentales para su conservación y mayor prosperidad, modificándolas o variándolas, según creyera conveniente.

La Constitución de 1824 fue, para sus autores, según expresión contenida en el preámbulo de la misma, base para la construcción del edificio de la nueva sociedad independiente, de la que hoy todos disfrutamos; edificio formado no con elementos inertes, sino con el elemento vivo de sus hijos, del que no puede resultar sino una construcción viviente, dinámica, en proceso continuo de edificación, siempre incompleta, porque será siempre perceptible; edificio en el que cada uno de los mexicanos somos, al mismo tiempo, material y operarios, y en el que nadie puede reservarse sin daño para los demás un papel inerte o una función de espectador indiferente y ocioso.

Cada vez que las bases y estructuras que una Constitución representa, resultan estrechas, resultan insuficientes frente a la dinámica misma de la realidad humana, para que el proceso continuo y perfectible de la edificación social se realice; cada vez que en las estructuras sociales se hace imposible que la soberanía se exprese a diario como ejercicio vital de los propósitos de un pueblo que pretende convivir internamente con suficiencia, libertad, justicia y dignidad para todos sus hijos, vuelve a operar en forma radical el tributo de soberanía popular y se produce una revolución.

La de 1910 no fue una excepción a este fenómeno, tuvieron sus causas larga gestación: la de toda nuestra historia que es la de un pueblo que camina desde siempre para encontrarse a sí mismo.

De ello surgió la Constitución de 1917 como expresión de propósitos fundamentales, largamente perseguidos, para una vida organizada y justa del pueblo de México.

A 50 años de distancia, independientemente de las divergencias políticas, muchas veces circunstanciales, resulta provechoso enumerar siquiera los aspectos más importantes a mi juicio de la obra del Constituyente de 1916 - 17, que han producido un concenso nacional, unos como realizaciones perfectibles siempre y otros como propósitos si se quiere no alcanzados aún, pero que el pueblo de México mantiene como objetivos indiscutibles, arraigados no sólo por factores afectivos, sino por una adhesión consciente en las conciencias individuales.

No he de hacer referencia ni a la división de poderes nunca discutida desde la independencia, ni a la forma básica de gobierno representativo republicano, democrático y federal, supuesto constitucional consolidado irreversiblemente hace cien años, al triunfo de la República. Las decisiones específicas aportadas por el Constituyente de 1917, buscando la vigencia real de instituciones básicas, fueron la elección popular y directa del Presidente de la República como forma más pura del ejercicio de la soberanía, la no reelección presidencial y la afirmación de la necesidad de un Ejecutivo, justa y fuerte, dentro de un equilibrio de poderes, pero que pudiera gobernar sin temor como dijo Carranza, ni a las invasiones de las Cámaras, ni a las invasiones de pretorianos.

Fue también decisión básica que representa todavía una deuda de todos los gobiernos con el pueblo de México, el establecimiento real del municipio independiente, como base dice la Ley de 25 de diciembre de 1914, como base educación popular para las funciones democráticas y de libertad política, y una de las más grandes conquistas de la Revolución, base del Gobierno de los Estados, como afirmó también en la propia ley el Primer Jefe. Propósito incumplido, que no sólo dará libertad política se dice en el documento, con el cual se entrega el proyecto de constitución en Querétaro, que no sólo dará libertad política a la vida municipal, sino que también deberá darle independencia económica mediante el reconocimiento de fondos y recursos propios para la atención de todas sus necesidades, sustrayéndolo así también en expresión de Carranza a la voracidad insaciable que de ordinario han demostrado los gobernadores.

Sustrayendo también puede agregarse al centralismo creciente de la Hacienda Pública Federal.

La autonomía o soberanía de los Estados, como quiera llamársele, no podrá alcanzarse mientras no pueda cimentarse en la realidad del municipio realmente libre, en lo político y suficiente en lo económico. Fue en el Constituyente de 1917, en Querétaro, donde se forjó el concenso, que felizmente tenemos los mexicanos, respecto a la democracia, como forma de vida que excede a las fórmulas políticas. Fue ahí donde se abrió paso, donde se abrió camino, como decisión política fundamental la de realizar, con voluntad constante y perpetua, según la vieja definición romana, la reforma a base de justicia social.

A esta decisión política, plasmada principalmente en los artículos 59, 27 y 123, debe México la singular fisonomía que presenta en su vida interna y en el ámbito internacional.

Si México ha podido promover su desarrollo mediante estructuras económicas y sociales alejadas de los regímenes estadistas, sin mantener los cuadros típicos del desarrollo capitalista, siempre la inmensa mayoría de los mexicanos, la democracia se desea y se concibe como forma de vida y de gobierno, si hoy es posible pensar en un desarrollo como justicia social, como propósito común de todos los mexicanos independientemente de divergencias circunstanciales, sin otros problemas básicos que los de nuestra deficiencias políticas y nuestras insuficiencias económicas, se debe a las decisiones básicas sobre reforma agraria, sobre derechos del trabajador; de la decisión es, que para realizar bases democráticas la reforma social, trajo como una de las partes más importantes, la más importante quizá de su obra, el Constituyente de 1917.

Respecto a garantías individuales, a derechos humanos reconocidos en la Constitución, para el Constituyente y para el México de hoy no solo representan algo más que limitaciones al Poder Público; representan derechos tutelados mediante el amparo como recurso jurídico y se conciben como objeto de promoción por parte del Poder Público.

Esta concepción dinámica de los derechos humanos, clave de todo Estado democrático, que el Estado debe respetar no solamente sino también promover: educación, asociación, información. Del ejercicio de estos derechos suelen surgir entre nosotros querellas y choques, especialmente respecto a libertades espirituales.

No deseo por hoy, en esta conmemoración solemne, traer polémica a esta tribuna; sólo expreso mi convicción de que con espíritu de respecto a la libertad de conciencia, a las libertades de expresión y de asociación, muchas de las querellas originadas por contingencias de la historia, pueden superarse no solo sin perjuicio sino con beneficio para México, para las generaciones de hoy y para las de mañana.

Otra decisión básica fue la reforma a la administración de justicia, de concebir la justicia no como un instrumento legal para el logro de seguridades mínimas. No es la concepción de una administración de justicia como parte integrante de un gobierno que simplemente busca despachar expedientes y dar fin a los litigios.

La justicia se concibió en el Constituyente de 17 como una alta función independiente de los demás Poderes. Basta recordar el artículo 14 transitorio que suprimió definitivamente como decisión política, válida, la Secretaría de Justicia que significaba el camino de la sumisión de la justicia al Poder Ejecutivo.

Se concibió la justicia como propósito para luchar y hacer expedita y efectiva la función judicial, según rezan expresamente las adiciones al Plan de Guadalupe; se concibió como intento para impartir buena justicia no solo de toga y birrete en la Suprema Corte, sino justicia en las barandillas, en las alcaldías y en las cárceles municipales.

Es ésta otra deuda grave que todos los mexicanos debemos empeñarnos para que se pague al pueblo de México.

Con el entusiasmo que da el fin de una tarea, el Constituyente Hilario Medina proclamaba, en el discurso de clausura de los trabajos del Congreso de Querétaro, el logro de formas definitivas de organización política, y el establecimiento de bases definitivas de reforma social.

No creo que el viejo maestro, de grata memoria para muchos de los aquí presentes, pensara igual años después, ni menos hoy, si viviera, cuando muchos puntos todavía abiertos en el horizonte, en materia política, pueden señalar el avance que México ha tenido en reformas políticas, como la última reforma de integración de la Cámara de Diputados. Y en materia social.

Avances sociales innumerables a través del ejercicio del derecho laboral, a través de los contratos colectivos. Y avances grandiosos como los que representa la seguridad social, cada día, implantada en favor de un mayor número de mexicanos.

La reforma que ha hecho de esta Cámara, el foro donde hay concurrencia de opiniones divergentes, ha sido una decisión democrática en cuanto afirmó la necesidad de la existencia de un régimen pluripartidista en México; en cuanto garantizó a través de esa exigencia, la presencia de corrientes diversas de opinión; en cuanto permite oir y aprovechar opiniones minoritarias; y en cuanto incorporó a la Constitución, por primera vez en nuestra historia, a l los partidos políticos como elementos orgánicos dentro de estructura constitucional.

Si la tarea del legislador ordinario es difícil y es ingrata, el Constituyente tiene necesidad de esforzarse, superando facciones, para legislar interpretando anhelos básicos de toda la comunidad política. Tiene necesidad de legislar, interpretando las esencias mismas de la patria para expresar el interés supremo de la nación, y así forjar las estructuras fundamentales del país, no sólo para su generación sino para las generaciones venideras.

Creo que, a cincuenta años de distancia, podemos señalar que el Constituyente de 1917 aportó las decisiones políticas fundamentales en torno a las cuales hay un verdadero concenso nacional en la vida mexicana.

Debemos procurar que esa obra del Constituyente se mantenga de manera dinámica.

Debemos procurar que el ritmo acelerado de la revolución pacífico que México sigue necesitando se mantenga a través de reformas constitucionales oportunas y básicas que mantenga la vida dinámica del orden constitucional.

La formación de hombres, la integración de la economía, la creación de lugares dignos para las nuevas generaciones y la seguridad y la suficiencia para las actuales, reclaman de los Legisladores próximos -nosotros por lo pronto nos vamos - una atención especial para mantener la dinámica constitucional.

Al recoger la Constitución de 1917, las decisiones políticas y sociales básicas de la revolución, el Constituyente no sólo cumplió en la formalidad de una función legislativa. Dio también vida a la altísima función integradora del derecho. En cuanto a expresión del orden que surgió de un movimiento armado, se buscó que al plasmar un nuevo estado de derecho la Constitución fuera la expresión de los elementos de unidad, no de unanimidad, pero si de unidad para una sociedad pluralista empeñada en un proceso de desarrollo.

México ha mantenido y debe mantener frente a sus propósitos básicos, frente a sus necesidades ingentes a sus carencias ancestrales de todo tipo, un ritmo de desarrollo superior al que pudiera caracterizarse como ritmo propio de una evolución política y social para mantener el paso de una verdadera revolución, ayer abierta por las armas y regada con sangre, y hoy sostenida por el esfuerzo común de todos sus hijos. De una revolución ayer violenta y hoy pacífica que no es ni puede ser patrimonio de grupo, sino propósito de superación de todos los mexicanos de buena voluntad.

Es esta función integradora del derecho consignado en la Constitución en la hay que fundar la unidad nacional. Es en esta función integradora de un derecho concebido no como fórmula de seguridad, sino como convicción de vida, en la debemos fundar los mexicanos, los propósitos de unidad nacional. Debemos procurar que el ritmo acelerado de la Revolución pacífica pueda mantenerse. De otro modo el pueblo de México, una vez más en ejercicio directo de esa soberanía que no enajenó a sus representantes y que en la Constitución de 1857 y en la de 1917 quiso reservarse expresamente, de otro modo repito, sino se mantiene el ritmo de la revolución pacífica, el pueblo de México habrá de buscar tal vez con sangre de sus hijos, las formas de vida y de gobierno que las generaciones de hoy no sepamos forjarle. (Aplausos.)

Señores diputados, en esta lucha todos tenemos una misma responsabilidad: mantener la Constitución y las leyes al paso de la vida que en México y en el mundo, es el paso apresurado que iniciaron los constituyentes de 1917; paso de revolución, paso de revolución pacífica, pacífica sí pero revolución a fondo que implique reforma política y reforma social.

(Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Alfonso Martínez Domínguez, del Partido Revolucionario Institucional. (Aplausos.)

- El C. Martínez Domínguez, Alfonso:

"Señor Presidente, señoras y señores diputados:

La República celebra hoy uno de los mejores días de su historia moderna: aquel primero de diciembre de 1916 en que se iniciaron, en la ciudad de Querétaro, los trabajos del Congreso Constituyente, forjador de la Carta Fundamental que nos rige.

En esta sesión solemne de la Cámara de Diputados, los representantes del pueblo nos unimos al saludo que hoy se tributa al Congreso Constituyente y, por merecida extensión, a todos aquellos que, desde las primeras luchas de la Independencia, han contribuido -con su pensamiento o con su acción - al desarrollo del derecho constitucional mexicano.

Voy a permitirme, en mi caracter de dirigente de la mayoría de la Cámara de Diputados, exponer y repetir puntos de vista y convicciones que, referidos a la cuestión siempre viva del papel que nuestra Constitución desempeña en la evolución nacional, forman parte de los principios que guían la acción de las fuerzas populares determinantes en la vida pública mexicana.

Es verdad que las Constituciones de México - a partir del documento básico escrito de su puño y letra por el gran Morelos y que él mismo tituló Sentimientos de la Nación - reflejaron, cada una en las condiciones de su tiempo, experiencias de otros pueblos y rasgos importantes del pensamiento jurídico universal. No podía ser de otro modo. Sin embargo, es preciso establecer, que una vez por todas, que las Constituciones que forman la columna vertebral de

nuestro derecho -surgidas como resultado de nuestras revoluciones - recibieron su inspiración fundamental, más que de código o tratados extranjeros, de las lecciones de nuestra historia y de las aspiraciones y exigencias del pueblo mexicano.

Un claro ejemplo de ello lo dio la composición humana del más reciente de los Congresos Constituyentes mexicanos, el que reunió hace cincuenta años en Querétaro. Estaba formado por algunos, y muy doctos, maestros del derecho; pero su mayoría absoluta la integraban hombres de diferente formación profesional o social: obreros, campesinos, maestros, profesionales de diversas disciplinas; y soldados, oficiales y jefes de los ejércitos Revolucionarios.

A todos ellos los identificaba un rasgo común: el dar voz y voto, en la asamblea que habría de un nuevo orden, a un pueblo que libraba, con las armas en la mano, una lucha a muerte contra la opresión y el privilegio; por la democracia, la justicia social y la independencia de la nación.

En el título otorgado a Venustiano Carranza - autor del proyecto inicial de Constitución- se resume el carácter de aquel Congreso. Se le llamó: Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Eso quería decir, y así al final, que se trataba de un ejército que se proponía llevar al país al terreno de un nuevo orden constitucional. El ejército que propiciaba la nueva Constitución, era el pueblo mismo, levantado en armas. Y la nueva Constitución y el nuevo orden que surgirían de tal Congreso Constituyente, se estructurarían de modo inevitable en el espíritu de la Revolución.

La constitución de 1917 fue, por eso, una consecuencia natural de la primera revolución social del siglo XX.

La revolución no es sólo destrucción de un orden jurídico anquilosado; es también creación de un derecho nuevo que expresa las ideas, la conciencia y las aspiraciones del pueblo.

Martín Jara ha dicho: que la Revolución es la más enérgica y ruda de las fuentes del derecho, porque trasmuta, cambia, desarraiga pronta y radicalmente.

En la revolución el pueblo recoge todos los mandatos, toda la soberanía, y luego los transmite nuevamente, organizando un nuevo orden de cosas.

Por nuestra parte, en otra ocasión hemos afirmado que el derecho no surge como una abstracción, sino que responde a exigencias históricas y a necesidades reales de la convivencia humana. Su nacimiento y evolución están condicionados por factores de orden social y político.

La violación sistemática del derecho crea la opresión. El derecho que no evoluciona, que no se adapta a los requerimientos de la realidad social, suele ser más opresivo.

Es el pueblo, el hombre que actúa en la política y el legislador, quienes tienen la responsabilidad de vigilar que la violación o el anquilosamiento del derecho no llegue a presentarse, porque la historia nos demuestra que ello genera las crisis sociales que dan origen a las grandes convulsiones.

Nuestra revolución es ejemplo y exacta comprobación de estas afirmaciones.

El poder de la dictadura se apoyaba en una rígida situación jurídica insensible a los requerimientos y necesidades de la comunidad. El poder de la dictadura, si con ello logró detener la evolución del derecho, no pudo, en cambio, detener la evolución social.

Así, el orden legal, inflexible, rígido, estático, fue quedando atrás, mientras el creciente desenvolvimiento del país creaba nuevas relaciones, nuevos conflictos, que no podían ser regulados en función de instituciones jurídicas cada vez más inadaptadas a la realidad. El orden jurídico formal fue ya impotente y el derecho entró en crisis.

La Constitución de 1917 llevó al derecho nuevo, las aspiraciones insatisfechas del pueblo.

La Revolución Mexicana inició, con la Constitución de 1917, una corriente nueva en el derecho político. Y con ello se inicia en el mundo la etapa de las constituciones de tipo moderno, que rompen los moldes clásicos del estado liberal, esencialmente individualista, y buscan el justo equilibrio entre los intereses y aspiraciones del individuo y los superiores de la colectividad.

El Presidente Gustavo Díaz Ordaz ha dicho: "La Constitución es un sabio sistema que armoniza, complementándolos elementos al parecer antitéticos: el orden y la libertad; lo individual y lo social; la empresa privada y la intervención del Poder Público en el campo de la economía; el capital y el trabajo como factores de la producción; el ejido y la pequeña propiedad rural'. (Aplausos.)

La Constitución de 1917 nació de la Revolución Mexicana y es inseparable, absolutamente indivisible, de ese gran proceso histórico.

Las revoluciones, como se comprueba con ejemplos antiguos y contemporáneos de cualquiera grande revolución, no consisten sólo en derrocar por medio de las armas a un gobierno, para substituirlo por otro. No terminan cuando ha terminado su fase violenta. No son únicamente destrucción. También son reconstrucción de bienes y valores morales y materiales que urge reparar y, por encima de, todo y en una muy vasta escala, construcción de un conjunto de instituciones y bienes en los que debe cimentarse una nueva sociedad.

Toda revolución es, por tanto, un ciclo histórico de profundas transformaciones sociales, en que se suceden, y aun se entreveran, las acciones violentas y las pacíficas; los cambios que semejan, o son, verdaderos saltos de significación radical y las modificaciones parciales, y aun graduales por las cuales también se lleva adelante la operación histórica de modelar una nueva vida.

La Revolución Mexicana no es una excepción a este curso general seguido por las revoluciones. A su primera y larga fase de lucha armada, la fue sucediendo el período, también prolongados, de la paz y la construcción. Ese es el período -y en él vivimos - en que la Revolución debe consumar, una por una, sus grandes promesas, sus propósitos más elevados, sus más ambiciosos objetivos.

En este período de revolución pacífica, que no debe desistir de sí misma, ni negarse, ni traicionarse, ni dejarse traicionar, el instrumento, el apoyo fundamental de la Revolución Mexicana, es la Constitución misma que la Revolución dio a luz. Gracias a la lucha y al sacrificio del pueblo revolucionario de México, y al trabajo de los constituyentes, tenemos una Constitución que no es código muerto, que no es instrumento rígido para conservar privilegios injustos, ni menos para amparar

regregaciones contrarias al pueblo y a la nación, sino que ha sido, es, y lo será todavía por una larga etapa, ley suprema viviente, favorable, plenamente favorable, a todos los cambios, a todas las transformaciones que el pueblo exige con razón y que las más altas conveniencias nacionales indican.

En la primera fase de la Revolución, para merecer el calificativo de revolucionario, era necesario luchar contra un orden jurídico que cerraba los caminos del progreso y la justicia para el pueblo. En la etapa actual de la vida de México, ser revolucionario es luchar por ese progreso y esa justicia dentro de la Constitución, porque ésta mantiene abiertos todos los caminos.

(Aplausos.)

Hemos afirmado que ser revolucionario es querer un México con menos desigualdades y con mayor bienestar; luchar por una patria más libre y pujante, que ampare a sus hijos, sin distingo alguno que signifique privilegio.

Ser revolucionario es tratar de igualar en oportunidades de bienestar a todos los mexicanos; es aceptar el reto de los problemas, abordarlos y poner toda la capacidad para resolverlos.

La vocación de revolucionario requiere estar vinculado permanentemente con el pueblo y pugnar por elevarlo siempre al primer plano de la vida nacional.

Los revolucionarios mexicanos formularon una Constitución que se depuró con acierto la experiencia y el capital jurídico de nuestras anteriores Constituciones y trazó con firmeza y visión admirable los rumbos del futuro.

Nadie podría sostener con razón, que esa Carta Fundamental es perfecta. Aquí y allá, en varios de sus capítulos, quizá en muchos de sus preceptos, habrá que perfeccionarla. El derecho de reforma de la Constitución, derecho que ella misma consagra, se ha venido ejerciendo desde hace muchos años, y le da a la propia constitución, y por tanto a nuestro orden jurídico, una flexibilidad que, contrariamente a lo que pretenden algunos meticulosos conservadores del derecho escrito, es una de sus virtudes y a la vez un elemento para el desarrollo del derecho constitucional mexicano.

Podrán y deberán reformarse diversos preceptos de la Constitución; pero mientras el pueblo mexicano - en uso de una soberanía que ninguna facción minoritaria podrá usurparle - no diga otra cosa, lo esencial, lo fundamental y medular de esa Constitución, y su cuerpo mismo, continuarán siendo la razón de ser, la armazón, el alma y el baluarte de las instituciones mexicanas y la garantía de que México permanecerá de pie y seguira adelante, como una comunidad a la que nadie podrá detener en su camino independiente hacia el progreso. (Aplausos.)

La Constitución nació del pueblo y de la Revolución y debemos mantenerlo como escudo del pueblo e instrumento de la Revolución.

A pesar de todas las dificultades y de todas las complicaciones interiores o exteriores, en México viven y seguirán vigentes las garantías de la persona humana, las garantías sociales, las garantías de la nación de índole internacional que están consagradas en la Constitución de la República, y que le otorgan a ese código supremo la categoría de ser uno de los más democráticos, de los más humanos, de los más avanzados en nuestra época.

Puede, repito, reformase o modificarse la Constitución en varios de sus preceptos. Pero lo que nunca se extirpará de ella, lo incluso tendría que pasar - hipotéticamente hablando- a cualquiera nueva Constitución que el pueblo mexicano, por su libre voluntad, quisiera darse, serían los derechos de la persona humana; los derechos de los campesinos, de los obreros, de las clases medias populares; los derechos de los empresarios que no amasen fortunas excesivas con el trabajo ajeno; los derechos de la esforzada y generosa mujer mexicana; los derechos de una juventud justamente ansiosa de vivir y de florecer en la paz, en el trabajo y en la cultura; los derechos de los intelectuales, artista y hombres de ciencia, que son la luz y el orgullo de nuestra conciencia nacional. (Aplausos.)

Lo que no puede desaparecer, ni en la Constitución, ni en las leyes, ni en la vida de México, es el derecho de las grandes mayorías pobres, dolorosamente desamparadas en grandes sectores todavía, a la alimentación y al vestido deficiente, a la vivienda decorosa, a la atención médica responsable y eficaz, a la educación gratuita o barata, en sus diversos grados y, en suma, a la seguridad social más amplia y efectiva.

Tampoco podrá desaparecer, de ninguna manera, la libertad de conciencia, la libertad de creencias, la libertad de cultos -de todos los cultos-; la libertad de creer en un Dios o de sostener una filosofía no religiosa. (Aplausos.)

Y no podrá haber lugar, mientras haya un latido de vida en el corazón de nuestro pueblo, que es inmortal, para ninguna dictadura, no importa cual sea el signo, la ideología o los pretextos con los que quisiera encubrirse el intento de impulsar cualquier tipo de dictadura. (Aplausos.)

Señoras y señores diputados:

En tanto que nuestra Constitución es fruto de la revolución y también legal, legítimo, para realizar y llevar adelante esa revolución, (aplausos) en México, debemos recalcarlo, el proceso revolucionario está amparado por la Constitución y por las leyes. Lo legítimo, en México, es la Revolución.

Lo ilegítimo, lo ilegal, es la regresión o la contra revolución. En México, la revolución, el espíritu de cambio justiciero y progresista, el propósito inquebrantable de modelar una democracia cada vez más auténtica, de dar paso a la justicia y a la seguridad sociales, de reividicar plenamente las riquezas de México para beneficio de los mexicanos - sin quebranto de nuestros fervientes deseos de cooperación internacional-, no sólo alientan entre las multitudes del pueblo. Podemos decir, con la voz segura y la frente en alto, que la Revolución Mexicana mora, vive, alienta y trabaja también en Palacio Nacional. (Aplausos.)

Al hombre de desde allí se empeña en cumplir con su deber de mandatario supremo de la República y abanderado de una revolución pacífica, pero no inerme, que estará en marcha mucho tiempo todavía; a Gustavo Díaz Ordaz, le dirigimos en este aniversario del día en que comenzó a nacer la Constitución nueva del México nuevo, un saludo respetuoso y solidario. (Aplausos.)

Saludamos también, con gratitud, a los Constituyentes de 1916 y 17. A todos. A los que, enfrentándose entre ellos mismos con pasión de militantes de la Revolución; discutiendo a veces con intransigencia; poniendo a contribución el fuego de su carácter, o las luces de su inteligencia, o su solo instinto, o

su experiencia, supieron dar a México una ley superior, un rumbo, un camino muy ancho, para satisfacer las grandes reividicaciones del pueblo.

Gracias, desde aquí, a los Constituyentes ya muertos; a los que sobreviven. Al general Francisco J. Múgica, (aplausos) a Pastor Rouaix, a Héctor Victoria, a Luis Manuel Rojas, a Alfonso Cravioto, a Hilario Medina, a J. Natividad Macías, a Floylán C. Manjarrez, a Félix F. Palavicini, a Esteban Baca Calderón; a usted general Heriberto Jara; y a todos sus compañeros y adversarios del Constituyente. A todos los comprendemos en nuestro recuerdo, estén vivos o muertos; hayan acertado mucho o poco.

Porque a todos ustedes; y por encima de ustedes al pueblo que representaban, se deben la paz, la realidad y la esperanza que hoy nos permiten vivir, a los mexicanos, de cara al porvenir y a la dignidad.

El pueblo es el actor principal de nuestra historia y el objeto central de nuestras instituciones.

El pueblo vive, lucha y marcha hacia adelante. Nada justo, ni fecundo, ni duradero, se logra de espaldas al pueblo.

Con la Constitución como ley suprema y programa histórico de nuestra viviente Revolución Mexicana, y siempre junto al pueblo, persistamos todos los días en edificar una nación más justa y respetada." (Aplausos)

III

El C. Alvarado Arámburo, Alberto: Señor Presidente, pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra el diputado Alberto Alvarado.

El C. Alvarado Arámburo, Alberto: Señor Presidente, Honorable Cámara de Diputados:

En esta fecha se cumplen dos años de la iniciación del Gobierno del señor Presidente de la República, C. Gustavo Díaz Ordaz.

Está en la conciencia nacional el permanente esfuerzo realizado por el Primer Mandatario de la Nación para llevar adelante los principios políticos y sociales de la Revolución Mexicana.

Es innegable que la dirección que ha dado a la vida nacional su Gobierno, ha permitido no sólo el mantenimiento del ritmo de desarrollo que el país requiere para su progreso, sino también su acrecentamiento en varios renglones importantes. Además, como el propio Presidente de México lo ha señalado con toda precisión, ese desarrollo ha servido como base para ir alcanzando progresivamente las metas de justicia social que el pueblo mexicano reclama.

A nadie puede escapar el hecho singular de que este Segundo Aniversario coincide con el Cincuentenario de la iniciativa de los trabajos formales del Congreso Constituyente 1916-1917 que formuló la Carta Fundamental que rige el presente y el futuro del país. Por ello, es ocasión propicia para destacar que la labor revolucionario del Régimen del Presidente Díaz Ordaz se ha significado, además, por el permanente respeto a los principios, postulados y normas de la Constitución de la República.

Por todas las razones anteriores, como miembro de la Gran Comisión de esta Cámara de Diputados, y a nombre de la misma, me permito proponer a esta Honorable Asamblea que se envíe, a nombre de la Representación Nacional, un mensaje de felicitación, beneplácito y solidaridad al Primer Mandatario de México, con motivo de la venturosa conclusión de su segundo año de gobierno, con nuestra seguridad de que los próximos habrán de encontrarlo, como ahora, en plena actividad constructiva, para bien del pueblo y de la Nación.

Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. - México, D. F., a 1o. de diciembre de 1966. - Gran Comisión de la H. Cámara de Diputados."

- El C. Secretario Gámiz Fernández, Everardo:

Se pregunta a la Asamblea si se aprueba la proposición presentada por el ciudadano diputado Alberto Alvarado. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobado.

IV

- El mismo C. Secretario:

Se va a dar lectura al acta de la presente sesión:

"Acta de la Sesión Solemne celebrada por la Cámara de Diputados del XLVI Congreso de la Unión el día primero de diciembre de mil novecientos sesenta y seis. Presidencia del C. Alejandro Carrillo.

En la ciudad de México, a las doce horas y treinta minutos del día primero de diciembre de mil novecientos sesenta y seis, se abre la Sesión Solemne con asistencia de ciento cuarenta y siete ciudadanos diputados, según manifiesta la Secretaría una vez que pasa lista.

La Presidencia participa a la asamblea que la Sesión Solemne tiene por objeto conmemorar el L aniversario de la iniciación de los trabajos del Congreso Constituyente de 1916-1917, según acuerdo aprobado por la H. Cámara de Diputados en sesión efectuada el día veintiocho de octubre próximo pasado.

La Secretaría de lectura a una comunicación enviada por la Asociación de Constituyentes de Querétaro.

Para referirse a la Conmemoración hacen uso de la palabra los siguientes ciudadanos diputados:

Por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el C. Juan Barragán Rodríguez.

Por el Partido Popular Socialista, el C. Vicente Lombardo Toledano.

Por el Partido Acción Nacional, el C. Adolfo Christlieb Ibarrola.

Por el Partido Revolucionario Institucional, el C. Alfonso Martínez Domínguez

El C. diputado Alberto Alvarado Arámburo hace una proposición para que se envíe un mensaje al señor Presidente de la República, ciudadano Gustavo Díaz Ordaz, con motivo de cumplirse el segundo aniversario de la iniciación de su Gobierno.

En votación económica la asamblea la aprueba.

A las catorce horas y cincuenta y cinco minutos se levanta la Sesión Solemne y se cita a sesión ordinaria, para mañana viernes dos, a las once horas."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra en votación económica, se pregunta si se aprueba. Aprobado.

Señor Presidente, se han agotado los asuntos de la Orden del Día.

El C. Presidente (a las 14.55 horas): Se levanta la sesión solemne y se cita para sesión ordinaria el viernes 2 de diciembre, a las 11.00 horas.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

"DIARIO DE LOS DEBATES"