Legislatura XLIX - Año II - Período Comisión Permanente - Fecha 19750320 - Número de Diario 14

(L49A2PcpN014F19750320.xml)Núm. Diario:14

ENCABEZADO

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA COMISIÓN PERMANENTE

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

XLIX LEGISLATURA

Registrados como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO II México, D. F., Jueves 20 de Marzo de 1975 TOMO II. - NUM. 14

SUMARIO

Apertura

Se abre la sesión solemne con objeto de recibir al Excelentísimo señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela

Invitados de honor

Se designa comisión para introducir, en su oportunidad al señor Presidente de la República de Venezuela y a los CC. Licenciado Euquerio Guerrero López y Carlos Sansores Pérez, Presidentes, respectivamente, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados. Se informa de la presencia de otros invitados de honor. Receso

Bienvenida

Palabras de la Presidencia dando la bienvenida al señor Presidente de la República de Venezuela

Discursos

Del C. diputado licenciado Carlos Sansores Pérez, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados; del C. senador profesor Enrique Olivares Santana, Presidente de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión; y del señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela

Relaciones entre los Congresos de México y Venezuela

La Presidencia agradece la intervención del señor Presidente de la República de Venezuela y alude a las relaciones que desde 1972, de manera especial y profunda, han intensificado los Congreso de México y Venezuela

Acta

Se da lectura al acta de la presente sesión. Se aprueba. Se levanta la sesión

DEBATE

PRESIDENCIA DEL C. SENADOR ENRIQUE OLIVARES SANTANA

(Asistencia de 26 ciudadanos legisladores.)

APERTURA

- El C. Presidente (a las 10:15 horas): Se abren los trabajos de esta Sesión Solemne, de la XLIX Legislatura del Congreso de la Unión para recibir el Excmo. señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela, quien se encuentra en visita de Estado en nuestro país.

La Mesa Directiva se va a permitir designar las siguientes comisiones de cortesía. Para introducir del Salón Verde a este recinto al C. licenciado Euquerio Guerrero López, Presidente de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quien acompañe el Presidente de la Gran Cámara de Diputados, diputado Carlos Sansores Pérez, como invitado de honor de sesión, se designa a los representantes diputados licenciado Rogelio García González, senador Braulio Fernández Aguirre y diputado Jorge García. Se les ruega el cumplimiento de su cometido.

Para introducir en su oportunidad a este recinto, al Excmo. señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela, a nombre de esta representación nacional, se designa a los señores legisladores diputados Píndaro Urióstegui Miranda, senador Vicente Fuentes Díaz, diputado Carlos Madrazo Pintado y senador Salvador Gámiz Fernández. Y como secretarios al diputado Rodolfo Echeverría Ruiz y al senador Pascual Bellizzia Castañeda.

Proceda la Secretaría a dar cuenta con la relación de nuestros invitados especiales y de honor a esta Sesión Solemne de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.

INVITADOS DE HONOR

El C. secretario Juan Sabines Gutiérrez: Nos acompañan las siguientes personalidades: ciudadanos miembros del Gabinete Presidencial y Directores de Empresas Descentralizadas, Ministros de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación, Diputados Constituyentes, representantes de los Partidos Políticos Nacionales, el Cuerpo Diplomático acreditado en el país, organizaciones políticas, periodistas nacionales y extranjeros, distinguidos miembros

de la colonia venezolana, comitiva del Excmo. señor Presidente Carlos Andrés Pérez.

El C. Presidente: Se declara un receso en tanto arribe el C. Presidente de la República de Venezuela.

BIENVENIDA

El C. Presidente: Se reanuda la sesión.

Señores diputados, señores senadores, honorables miembros de la Comisión Permanente: Se encuentra a las puertas de este recinto el Excmo. señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela.

Se ruega a los comisionados para introducirlo a este Salón de Sesiones, cumplan con su cometido.

(La Comisión con su cometido.)

(Aplausos.)

Excmo. señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la hermana República de Venezuela, a nombre de esta Representación Nacional, me permito expresar a usted nuestra más alta satisfacción porque se haya usted dignado aceptar asistir, durante su visita oficial a nuestro país, a esta Sesión Solemne de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.

A nombre de todos y cada uno de los integrantes de este Cuerpo Legislativo, damos a usted la más cordial y respetuosa bienvenida. Por acuerdo de la H. Comisión Permanente, el día de ayer, se lleva a cabo, en su honor, señor Carlos Andrés Pérez, esta Sesión Solemne con la asistencia de diputados y senadores, con miembros del Congreso Federal. Se dignaron oradores por participar en ella, al C. diputado licenciado Carlos Sansores Pérez, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, y al suscrito. En consecuencia, se concede el uso de la palabra al licenciado Carlos Sansores Pérez, y se le ruega pase a la tribuna. (Aplausos.)

DISCURSOS

El C. Carlos Sansores Pérez: Excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela; señor Presidente de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión; señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; señores secretarios de Estados; honorable Cuerpo Diplomático; distinguidos venezolanos que nos honran con su presencia; señoras y señores: Reciba usted, señor Presidente Carlos Andrés Pérez, el saludo de los diputados del pueblo mexicano, cuya mayoría tengo el privilegio de representar.

Este recinto, que es historia y es actualidad, se honra esta mañana con la visita de quien personifica, con la más alta representación democrática, a uno de los pueblos de mayor tradición libertaria de este Continente . Venezuela inicia la Revolución de Independencia el mismo año en que Hidalgo convoca a los mexicanos a reasumir su soberanía. Más de siglo y medio después, nuestras dos naciones siguen empeñadas en una lucha paralela, cuya meta sigue siendo alcanzar la plenitud de su autodeterminación, de muchos modos limitada por las escuelas de una dependencia económica que hoy tratamos de demoler a golpes de decisión, temple y voluntad de justicia.

Cabe decir que las afinidades entre los pueblos de México y Venezuela no son nuevas: se remontan al origen de nuestras nacionalidades. Lo que sí es este espíritu solidario que nos vincula como nunca antes, esta conciencia de hermandad no sólo afectiva sino razonada sobre propósitos comunes, esta certidumbre de la necesidad de marcha juntos para ser viables nuestros respectivos caminos de liberación.

Y no se requiere un gran penetración analítica para advertir que ese espíritu, esa conciencia y esa incertidumbre, emergente clara y vigorosamente cuando el Presidente Carlos Andrés Pérez y el Presidente Echeverría asumen el liderazgo de sus pueblos e inician un diálogo que va marcando sus huellas en la historia.

Es verdad que nuestras conciencias son muchas y muy profundas; pero también es cierto que empezaron a ser un factor de solidaridad activa hasta que fueron proyectadas hacia la problemática del mundo actual. El redescubrimiento de identidades históricas y culturales pueden ser muy halagüeño para la sensibilidad de nuestros pueblos; pero una amistad concebida solamente en torno de lazos emocionales es insuficiente, en esta hora crucial de el mundo en que vivimos, para acrecentar nuestra capacidad de liberación, particular y conjunta.

Por eso nos hacen concebir grandes y justificadas esperanzas la lucidez con que usted, señor Presidente, comprende los requerimientos inaplazables de la integración económica latinoamericana. Sin disminuir la importancia de los acuerdos bilaterales concretos y las ventajas que pueden producir para ambas naciones con motivo de su visita, no podemos dejar de ponderar su permanente preocupación por seguir fortaleciendo una conciencia integracionista que nosotros somos los primeros en compartir, entendidos de que esta conciencia debe conducirnos más allá de los buenos propósitos pues, como usted mismo lo ha señalado, ha llegado la hora de la acción.

Permítame señor Presidente, exponer algunas reflexiones que los diputados del pueblo Mexicano nos hemos planteado a propósito de un tema de tanta envergadura.

Hay dos formas de participar en el complicado y ominoso juego de los intereses que se mueven a escala universal: una, a partir de las normas y principios de la moral y el derecho internacionales; la otra, con base en las realidades del poder.

Los pequeños estados o los pueblos en vías de desarrollo que, en términos de poder, apenas si cuentan dentro de la conjunción de fuerzas que denominan la política mundial, han sido tradicionalmente los más celosos defensores de los principios morales y jurídicos. Es natural que así sea, pues su propia debilidad no les ofrece más alternativa que refugiarse en una actitud defensiva, cuya salvaguardia

radica en la observancia de normas y postulados que, independiente de su validez intrínseca, cumple también una función instrumental.

Sin embargo, es frecuente que sea política de principios tropiece con realidades insoslayables. Por ejemplo, la igualdad jurídica de los Estados - Aceptada por los organismos regionales y mundiales - jamás ha llegado a ser un correctivo de las desiguales reales en materia de poderío económico y militar. Las grandes decisiones históricas son tomadas pasando por encima de los principios y en función del poder ejecutivo que se disponen las grandes potencias.

Hasta hace relativamente poco tiempo, los países no dotados de poder en el ámbito internacional, optaban por no tener tampoco una verdadera política. El campo de las alianzas, los pactos de solidaridad y las acciones conjuntas de función de metas comunes, aparecía vedado para esos pueblos resignados a permanente sumisión, en aras de la sobrevivencia.

Ya en la antigüedad se sabía que "la identidad de intereses es la liga más segura entre Estados e individuos". Esta sentencia que trascendió hasta nosotros a través de Tucídides, encuentra la corroboración de su sentido esencial en el aforismo de Lord Salisbury: "El único lazo perdurable entre las naciones es la ausencia de intereses opuestos".

Pero estos axiomas políticos no operan de manera automática. Entre los pueblos latinoamericanos ha existido desde hace mucho tiempo una profunda identidad de intereses - como quería Tucídides - y no hay signos visibles que cultiven otros que pudieran ser opuestos, cumpliéndose también el elemento requerido por el pensador inglés. Sin embargo, en Latinoamérica difícilmente puede hablarse de una alianza natural; la política internacional en la región no se ha desarrollado hacia objetivos comunes; la posición de los distintos países en los foros mundiales y regionales ha estado muy lejos de ser unánimemente solidaria; y ha sido frecuente que predominen criterios artificiales sobre evidentes coincidencias subyacentes, que han querido ser deliberadamente ignoradas.

Estas lamentables experiencias del pasado deben ser analizadas con todo rigor. Dos son los factores distorsionantes que han obstruido la solidaridad latinoamericana. En primer lugar, que la identidad de intereses se produce entre los pueblos, mientras las decisiones de política exterior son potestad de los gobiernos. Cuando estos últimos han sobrepuesto a los intereses fundamentales del pueblo, los que circunstancialmente atañen a la clase gobernante, han surgido las oposiciones que tantas veces han frustrado una solidaridad que, de otro modo, sería espontánea, natural e irreductible.

Y en segundo lugar, la influencia hegemónica ejercida, principalmente por medios económicos, sobre la autonomía decisoria de algunos gobiernos latinoamericanos, excesivamente comprometido con intereses externos que manipulan su participación en los foros internacionales.

Por fortuna muchas cosas están cambiando en el mundo contemporáneo y de modo muy significativo en las relaciones de los países de este hemisferio. Cabe a los mexicanos el orgullo de que la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados esté ligada históricamente a los planeamientos que, con base en principios esenciales de nuestra Constitución, hizo el Presidente Echeverría en Santiago de Chile. Pero al mismo tiempo, no reducimos nuestro interés a esa particularización: estamos conscientes que la mayor transcendencia de los sucesos que giraron en torno de la elaboración, discusión y aprobación de la Carta, radica en los pueblos, antaño sojuzgado se demostraron a sí mismo que es posible sobreponerse a los designios de las grandes potencias económicas, cuando se deciden a mantener contra todas las presiones, su unidad solidaria. (Aplausos.) Esta es la gran lección que deba subrayarse todos los días: así como en una sociedad cualquiera, el hombre aislado es víctima de la explotación y no alcanza la realización efectiva de sus derechos hasta que se une a otros hombres igualmente oprimidos y, juntos, luchan por sacudirse el yugo de los poderosos, del mismo modo en la sociedad de las naciones los pueblos débiles, si se mantienen aislados, seguirán encadenados a la dependencia y a la expoliación; pero si se unen en torno de sus intereses comunes y se solidarizan, habrá dado el primer paso firme hacia su liberación.

Pero aun la unidad estratégica, fincada sólo sobre objetos circunstanciales, no basta para consolidar una fuerza liberadora capaz de sustraerse de el enorme lastre histórico del subdesarrollo, con todas sus escuelas de injusticia internacional y dependencia exterior. Por eso la idea de integración tiene proyecciones mucho más profundas.

El poder es una realidad que no puede ser eliminada del contexto universal. El poder de dominación no puede prescindir de la fuerza militar, de la capacidad para hacer la guerra victoriosamente. Aunque el dominio llegue a ejercer por otros medios - principalmente los económicos - ninguna potencia puede renunciar al poder armado que constituye, por sí mismo, una amenaza y una coerción.

Cuando nuestros pueblos, hacen más de ciento cincuenta años, luchando por su independencia política, lo hicieron recurriendo también al argumento decisivo de las armas. El poder del pueblo en guerra llegó a ser mayor que de el imperio colonial y por eso nuestra Independencia fue posible.

Pero en el mundo contemporáneo, el poder de liberación ya no está constituido por la capacidad bélica, sino por elementos socioeconómicos. Un pueblo tiene mayor poder de liberación en la medida en que es capaz de desarrollarse de manera autónoma, eliminando gradualmente, de sus estructuras tradicionales, los factores de dependencia y las cargas externas

que impiden su transformación y crecimiento.

Lo que ha llamado vialidad económica para el desarrollo independiente, se identifica con esa capacidad potencial para la liberación.

Es doloroso decirlo, pero en este planeta no todos los pueblos oprimidos están dotados del mismo poder de liberación. A la odiosa división que repugna a la conciencia humana, entre pueblos desarrollados y subdesarrollados, se suman otra diferencias no menos inquietantes que impiden pensar en un proceso unitario que permitiese el avance simultáneo de todos los pueblos. Aun en el tercer mundo, hay profundas desigualdades entre las naciones.

La idea de integración viene a ser, por tanto, el único instrumento capaz de promover la liberación económica de toda región. Aparte de lo que representa como estrategia política y como medio de defensa solidaria, constituye una suma dialéctica de capacidades y aptitudes socioeconómicas, una síntesis ecuménica que implica el poder de liberación de toda el área, viabilizando hasta aquellos pueblos que, de otro modo, aparecen condenado a no escapar de la trampa histórica del subdesarrollo.

El Presidente Echeverría expresó ante usted, hace unos días: "Las luchas que en el pasado los pueblos subdesarrollados libraban aisladamente, buscas ahora nuevos instrumentos de realización. En el ámbito de las relaciones americanas, Venezuela y México pugnan por la integración del Sistema Económico Latinoamericano - SELA - , que cuenta ya con una adhesión mayoritaria." (Aplausos.)

Hizo notar el Jefe del Ejecutivo que dicho organismo permitirá ampliar el poder de negociación de cada país miembro, frente a las grandes potencias del mundo, subrayando la plena conciencia de propósito que animan a Venezuela y México en este plausible proyecto de cooperación internacional.

Puede declarar, señor Presidente, a nombre de la diputación mayoritaria del Congreso de la Unión, que el Sistema Económico Latinoamericano contará con nuestro apoyo, tanto político como legislativo. (Aplausos.)

Es usted el legítimo y más alto representante de un pueblo que, como el nuestro, cree firmemente en la democracia. México y Venezuela están empeñados en la búsqueda del cambio social y el desarrollo independiente; su guía es la voluntad del pueblo y su arma la Constitución.

Somos naciones que esgrimimos la fuerza del derecho y cada paso que damos lo fundamentamos en la Ley: pugnamos por preservar las libertades humanas, por implantar la justicia en relaciones sociales y por consolidar la independencia nacional.

Somos nacionalistas y, al mismo tiempo, nos empeñamos en ser revolucionarios. Sabemos que la libertad se ha usado muchas veces como instrumento de los fuertes para explotar a los débiles. Así, al lado de los derechos de las clases sociales.

Siempre hemos creído que la libre disposición de los recursos nacionales es un derecho inherente a la soberanía (aplausos.), y que esa potestad no está a discusión ni poder ser limitada por la presión o las amenazas del exterior. (Aplausos.)

Cuando hace 37 años, México reivindicó sus recursos petroleros, fuimos víctimas de extorsiones económicas y represalias de distintas naturaleza. Bloqueados en el campo tecnológico hubimos de recurrir a la imaginación, habilidad y aptitud creativa de obreros calificados que sacaron adelante una industria que ha sido eje y motor del desarrollo nacional.

Nadie ignora el valor estratégico que el petróleo ha llegado a tener en el mundo contemporáneo. Los intereses que se mueven en torno de la cuestión del petróleo han dejado de ser privativos de las empresas y son los Estados los que no ocultan su interés directo. Por eso, ahora que en Venezuela se presta a llevar a cabo la decisión de reivindicar sus recursos petroleros, tal vez que vencer dificultades similares a las nuestras. Sin embargo, hay una nueva constelación de fuerzas: si México tuvo que sortear solo todos los riesgos, hoy Venezuela cuenta con nuestra solidaridad y la de todos los pueblos que en el mundo luchan por si independencia económica (aplausos), el pueblo y el gobierno venezolano merecen nuestra admiración al dar este paso decisivo para el futuro de la patria de Bolívar.

No puede soslayarse que en todos lo momentos existen riesgos de que los enemigos de la independencia económica de los pueblos nos tiendan emboscados para detener nuestro desarrollo pacífico. El Presidente Echeverría acaba de advertirlo: ' Entre la variedad de enemigos a quienes tenemos que hacer frente hay quienes viven de la objeción irracional y el vituperio, son aprendices de fascistas que desde un falso radicalismo se empeñan en obstruir los más generosos proyectos de transformación social. Impotentes para crear, se satisfacen en la lamentación y el grito."

Los sucesos del viernes 14 de marzo en el recinto de la Universidad Nacional Autónoma de México, están frescos todavía en la conciencia pública. Los diputados de la mayoría repudiamos a sus instigadores como lo ha hecho ya unánimemente el pueblo de México.

Nosotros siempre hemos creído en la juventud como una de las fuerzas fundamentales del pueblo, cuya contribución a las grandes tareas de la transformación de la sociedad y el desarrollo independiente del país, es imprescindible.

La misma inconformidad juvenil, que a algunos espíritus timoratos llega a preocuparse, ha sido en todas las épocas un motor de progreso y de cambio. Pero esa inconformidad, en el pasado, siempre dos proyecciones: demoler las viejas estructuras de la presión y la injusticia, y levantar en su lugar otras que hicieran más factibles el imperio de la libertad y la igualdad. Es decir, los jóvenes pugnaban por destruir un mundo, seguros de estar preparados para construir otro mundo mejor.

Por eso resulta deprimente la conducta asumida por turbas irresponsables, manipuladas por interese extraños a la universidad y contrarios al país, que hicieron de la destrucción su ley y de la negación su dios.

Quienes han revelado tan irrefrenable vocación para la barbarie no pueden ser representativos de la conformidad juvenil, pues ésta, cuando es auténtica, desemboca siempre en el perfeccionamiento de las sociedades humanas. Lo que presenciamos hace unos días fue la regresión al primitivismo, el miedo a la razón, el horror a las ideas, el culto a la violencia.

Pero detrás de esas mentes estancadas por el fango moral en el que se mueven, es fácil descubrir a gentes de los más oscuros intereses antinacionales que, ante su impotencia para movilizar siquiera una mínima parte de las fuerzas del pueblo, promueven este tipo de acciones desesperadas, convocando a su alrededor a la obnubilación y el fanatismo de unos cuantos descarriados.

Su derrota ha sido total. De este incidente surgió más firme que nunca, la alianza popular revolucionaria en torno al Presidente Echeverría. (Aplausos.)

Señor Presidente Carlos Andrés Pérez, dijimos al principio de esta alocución, que este recinto de la Cámara de Diputados es historia y es actualidad.

Es historia, porque aquí se han gestado muchas de las grandes decisiones que ha servido para impulsar a este país hacia la realización de su destino. Por aquí han pasado muchos de los pensamientos más lúcidos que han surgido de la entraña del pueblo, y por esta tribuna han desfilado los hombres a quienes la Nación confió la grave responsabilidad de gobernar. Aquí es donde se exponen, año con año, con líneas más precisas, las plataformas políticas y los programas de gobierno de los que dependen, en gran medida, el futuro del país.

Y este recinto es también actualidad, porque las grandes inquietudes de México y del mundo impregnan este ámbito y obligan a los representantes del pueblo a suplir con redoblado empeño y renovada entrega, sus naturales deficiencias humanas. Nada de lo que ocurra en el mundo puede ser ajeno a México y nada de lo que concierna a México debe ser ajeno a los diputados del pueblo.

Este día, un gran acontecimiento ha llenado de emoción y entendimiento este recinto: la presencia de abanderado de los pueblos explotados que luchen por su liberación, el Presidente Carlos Andrés Pérez, a quien pedimos que trasmita al pueblo hermano de Venezuela un vigoroso abrazo de solidaridad que el pueblo de México le envía a través de sus representantes. Muchas gracias. (Aplausos.)

El C. Enrique Olivares Santana: Excelentísimo señor Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez; distinguidos miembros de su comitiva; señor licenciado Euquerio Guerrero López, Presidente de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; señores Secretarios de Estado; honorables miembros del Cuerpo Diplomático; señores diputados; señores senadores invitados de honor a esta sesión solemne; señoras y señores:

La Comisión Permanente del Congreso Mexicano ha recibido hoy con sincera simpatía y fraternal solidaridad al Presidente Carlos Andrés Pérez, digno representante de la patria de Bolívar, de Miranda y persistente luchador al servicio de su pueblo y de la unidad activa latinoamericana. Pocos mandatarios extranjeros como él están investidos de la estatura moral requerida para hablar desde este balcón de la República.

Lo saludamos señor Presidente, convencidos de que su visita a México se realiza en el marco de la nueva diplomacia que nuestros pueblos exigen para combatir la injusticia y el subdesarrollo, la dependencia y el atraso. Nueva diplomacia que substituye al subterfugio con la verdad, la vanidad con la sencillez, la cortesía hueca con la cordial sincera y el interés egoísta con la limpia comunidad de propósitos.

Ha querido el Mandatario venezolano dialogar con la nación a través de sus representantes, devoto como lo es, de la soberanía del pueblo. Pregonero insobornable de la democracia, el itinerario de su vida nos dice de muchos años dedicados a enaltecer la dignidad parlamentaria y afirma los derechos ciudadanos, de una época en que su patria se pagaba con la vida del reclamo de ser hombre libre.

Saludamos en usted al político militante que entiende que nada grande y perdurable se puede construir lejos o a espaldas del pueblo; saludamos al ciudadano que frente al cuartelazo y la dictadura supo oponer la política en su más alto sentido, porque sabe que la política en vocación de servicio, ejerce de la inteligencia, análisis, objetivo de la realidad, confianza en el pueblo, conjugación de fuerzas y voluntades, apego a los principios doctrinarios y aplicación práctica de los programas que, buscando lo deseable, sirve para alcanzar lo posible en favor de una patria y de una humanidad que se requiere mejor.

Saludamos en ustedes al esforzado, pujante, optimismo y recio pueblo venezolano que con Francisco Miranda inició en los albores del siglo XIX una larga lucha por ser independiente, libre, soberano y próspero; lucha que no siempre ha sido exitosa, pero sí persistente y heroica; lucha que hoy se renueve en la justa reivindicación de sus recursos naturales básicos y que habrá de proyectarse - seguramente - con mayor profundidad en los años por venir.

Al recibirlo en este recinto del pueblo mexicano no cumplimos una mera cortesía protocolaria, sino un deber de hermanos para dialogar sobre los anhelos, problemas, aspiraciones y objetivos que no son comunes como integrantes de la gran patria latinoamericana que existe en la dimensión espiritual, pero que estamos obligados a convertir en realidad política y económica al servicio de la justicia y la prosperidad. Nuestros pueblos han hecho de la libertad, su vocación; de la democracia, su destino; y de una altiva dignidad, el mejor de sus escudos.

Vive el mundo horas complejas y difíciles que están poniendo a prueba a todos los sistemas políticos y a todos los dirigentes y hombre de Estado. Como en pocas etapas de la historia humana, gobernar nuestro tiempo es una tarea que no puede cumplirse cabalmente en el aislamiento de un nacionalismo egoísta y pequeño. La comprensión de los fenómenos internacionales no es distracción para diletantes, si no elemento indispensable para la dirección política. La solidaridad entre comunidades similares en su desarrollo no es un dueño romántico, si no un imperativo para la supervivencia y el progreso con soberanía. Cumplir con el pueblo al que pertenece es trabajar dentro de las fronteras nacionales y, al mismo tiempo, fuera de ellas, en los organismos multinacionales y en las relaciones bilaterales.

Ningún país - poderoso o débil - puede aspirar a la solución plena de sus problemas al margen de una realidad mundial cada día más interdependiente. Quienes en su riqueza piensan de pronto que lo mejor es regresar a casa y practicar el proteccionismo a ultranza porque fuera sólo hay problemas e incomprensión, olvidan que gran parte de su prosperidad se debe ala explotación de los pueblos que hoy les parecen ingratos y demasiado exigentes; quienes con su debilidad postulan que lo mejor es aislarse o alinearse mecánicamente a una esfera de influencia que se considera inevitable, se están resignando a la dependencia y contribuyen a la división hegemónica del mundo.

La nuestra es una hora que requiere de lucidez y decisión para avanzar hacia una nueva situación económica y política en el mundo. Si la casa grande de el hombre que es la Tierra permanece trabada por una estructura tremendamente injusta y perturbadora, poco, muy poco, lograrán nuestros pueblos para elevarse a la vida digna y próspera que ambicionan, por más esfuerzos que se hagan en lo particular.

Hoy se es fiel al nacionalismo verdadero, al positivo, progresista y fecundo, cuando se denuncian las distorsiones de la economía internacional; cuando se utilizan responsablemente los foros multinacionales; cuando se buscan afinidades con otros pueblos y cuando éstas se convierten en acuerdos prácticos en defensa de lo que produce, en contra de los abusos de un comercio rapaz y en busca de la cooperación que genera beneficios recíprocos.

Demostremos a la historia, con nuestra acción, que somos pueblos capaces de organizarse para vencer la explotación y el coloniaje; que somos capaces de ascender al desarrollo genuino que busca no sólo el crecimiento, sino ante todo, el bienestar y la justicia para las mayorías. Esta actitud nos permite estar a punto de llegar a una realidad cada vez más palpable y promisoria: la decisión consciente y unánime de todos nuestros pueblos para forjar su plena liberación económica y política.

No quiere América Latina perder la claridad, en el camino de si liberación. No es esta la hora de las conciencias tranquilas, ha dicho, premonitoriamente, el Presidente Echeverría. Nuestro común empeño, para ser eficaz, ha de hundir con firmeza los pies en la tierra.

No podemos negar que a lo largo de nuestra vida independiente las naciones americanas han parecido una grave limitación en los contactos tenientes a alcanzar el pleno conocimiento y la cabal unidad. En no pocas ocasiones nuestros contactos políticos y sociales se redujeron a lo declarativo y a lo sentimental; pero hoy el desarrollo mismo de la historia y la clarificación de nuestra conciencia de futuro nos están llevando a concretar un consenso que nada tiene de agresivo o retador y sí mucho de práctico, realista y justiciero.

Es evidente que varios siglos de dominación colonial y siglo y medio de adoctrinamiento para la dependencia no se borran en unos cuantos años; pero no por eso debamos dejar de debatir, de concientizar, de exigir y de luchar. Si no vamos a alcanzar cambios en un día tampoco vamos a esperar siglos para que la historia haga - como si la historia fuera un acontecer abstracto y mecánico - los cambios que soñamos y que necesitamos cada día y debemos hacerla sin prisa atropellada y sin desmayos claudicantes.

Conocernos mejor y estimarnos más, es por tanto, indispensable en todo proyecto de unidad y de integración; nada de lo que se haga en este sentido resultara ocioso o estéril.

Quienes en el seno de nuestras entidades nacionales confunden los contactos directos entre nuestros gobernantes con una simple tarea de distracción o de placer hacen, consciente o inconscientemente, el juego a las fuerzas que quisieran que los signos permanentes e incanjeables de nuestro destino fueran la dependencia, la sumisión y el conformismo.

Quienes, por otra parte, sólo conciben la unidad latinoamericana a partir de una uniformidad tan utópica como negativa, son los mismos que hoy se oponen al pluralismo político e ideológico, porque en el fondo nada quieren saber de la existencia viva y de la aplicación puntual de principios tan entrañables como la independencia y la soberanía, la autodeterminación y la no intervención.

Al amparo de estas consideraciones, los legisladores mexicanos sabemos que usted es un gobernante de su tiempo que lucha, dentro y fuera de Venezuela, para servir a sus compatriotas y para contribuir al entendimiento y progreso de nuestra América y del Tercer Mundo en su conjunto. No es extraño, pues, que las relaciones de usted con el Jefe del Estado Mexicano sean estrechas, francas y rebasen la cordialidad exclusivamente personal, para situarse en el contexto de una alianza profunda entre nuestros pueblos, empeñados como están ambos en acelerar su desarrollo con justicia social, independencia y libertad.

Llega usted a nuestra patria cuando vivimos horas de intensa actividad en todos los campos de nuestra vida, en busca de una revitalización del proceso de transformaciones profundas y de cambio progresista que se abrió hace ya

más de seis décadas, con nuestra gran revolución popular, antiimperialista, democrática y nacional.

El nuestro es, como afirma reiteradamente el Presidente Echeverría, " un Estado que se ha constituido sobre la tesis de nacionalismo revolucionario".

México avanza fiel a ese proyecto histórico y por ello practica en nuestra hora una "alianza de clase con objetivo específico: el cambio social en la libertad y el progreso económico soberano y distributivo".

El nuestro es un camino difícil pero propio, porque sabemos también con nuestro Presidente, que " un proyecto revolucionario no es una abstracción retórica, si no un programa que se hace dentro de la historia, en el marco de la participación y, por ello, respondiendo a premisas racionales diferenciadas entre sí por el grado de desarrollo, la experiencia comunitaria y la memoria histórica del pueblo".

Nuestras luchas sociales han sido largas y cruentas, pero gracias a ellas nuestro avance en el presente es firme y sostenido. Sin embargo, estamos convencidos - como lo dijo usted, señor Presidente Pérez, refiriéndose a su patria el lunes pasado - de que no debemos ni podemos aspirar a liderazgo o predominios de ninguna naturaleza. Nuestra vida Política, económica y social sólo tiene valor para otros pueblos en la medida en que se nos permite ser aptos para la comunicación fraterna y alianza respetuosa en busca de objetivos comunes.

México viene de una gran Revolución a la que amamos y respetamos, y a la que estamos empeñados en profundizar y acelerar para hacerla más fecunda, Sin embargo, ello no nos autoriza a dictar recetas o a proponer criterios desde posiciones doctorales o de supuesta infalibilidad.

Los mexicanos no pudimos, además de que no hubiéramos deseado, importar la Revolución, porque la nuestra fue en el inicio de este siglo la primera gran explosión reivindicatoria de las masas populares en un país semifeudal, pobre, sojuzgado y codiciado por los imperialismos.

No quisimos, ni queremos, exportar la Revolución Mexicana, porque desde siempre hemos sabido que la transformación radical de una sociedad es obra de sus propios hombres en relación con las circunstancias históricas, económicas, políticas y sociales que los rodean y que se niegan a aceptar como fatales e incambiables.

Por todo ello, tampoco aceptamos en nuestra hora las utopías enfermizas y frustrantes y las copias mecánicas y dogmáticas.

De nuestra historia hemos sacado una lección de valor inobjetable: que sólo en el respeto indeclinable de la vida y de las luchas de otros pueblos se pueden basar nuestra coincidencia profunda en los anhelos y nuestra unidad vigorosa y dinámica en la lección. Por eso condenamos los falsos liderazgos, las presiones hegemónicas, las interferencias ajenas y contrarias a los interese de cada nación y nos pronunciamos con genuina honestidad por el pluralismo en el ámbito de nuestro Continente y de el mundo entero. Por eso practicamos una política internacional respetuosa, limpia y pacifista.

No obstante lo anterior, debemos afirmar que nuestra política internacional nada tiene que ver con una neutralidad que pudiera ser sinónimo de abatimiento, de egoísmo o de inacción. Por eso limitamos abierta y resueltamente con los pueblos del Tercer Mundo en busca de una sociedad mundial con más oportunidades de ascenso para todos en el marco de la razón y del sentido humano; por eso nos negamos ha aceptar el endeble equilibrio que nace de la fuerza y el terror y buscamos, en cambio, el equilibrio que se finca en la justicia y en la más respetuosa cooperación; por eso frente a la paz concebido como ausencia de violencia gracias al sometimiento y a la explotación, luchas por una paz fincada en la liberación y en la armonía creadora de todos los pueblos, que hoy más que nunca tiene un destino común.

Es necesario insistir que en los países pobres no están dispuestos ya a seguir padeciendo los efectivos lesivos del crecimiento desmesurado de los desarrollados y que éstos no deben olvidar que en las materias primas y en el torrente humano de nuestro pueblo - cada día más conscientes - hay una palanca poderosa que no deben desdeñar. En todo caso, los mexicanos, los venezolanos y todos los hombres conscientes del mundo, sabemos que la paz es imperativo de supervivencia y que la justicia es el único camino para alcanzar la verdad.

Los tiempos que vivimos son difíciles y en muchos casos sombríos, pero a la vez promisorios porque existen posibilidades ciertas para caminar en un sentido positivo; porque existen condiciones reales para "obtener nuestro puesto de dignidad en el mundo", porque el ascenso del hombre y la conciencia histórica de cada pueblo no se detienen y son inacabables.

Nuestra hora exige de los hombre de acción, de los estadistas, de los políticos, de los intelectuales y de todos los sectores del pueblo, una gran capacidad para hacer política en el más alto y superior sentido de la palabra. La consecución del continente unido que queremos, la integración de nuestra entidad política a partir de la diversidad y con base en las coincidencias de intereses nos reclama estrategias eficientes y tácticas aplicables y fluidas. Hoy más que nunca la intransigencia sólo cabe en los principios y la flexibilidad se impone en las acciones.

Hay quienes propugnan la línea recta y el choque frontal para avanzar hacia el logro de nuestras aspiraciones. Y en verdad todos quisiéramos llegar a ellas pronto y sin escollos. Pero no debemos alucinarnos con el éxito súbito y fácil que sólo se da en los manuales o en los discursos demagógicos. Las concepciones simplistas o las proposiciones dogmáticas pueden conducir a la paralización y servir al retroceso.

Frente a quienes la política y en la economía proponen todo o nada, nuestros pueblos y sus mejores dirigentes levantan la divisa de todo lo posible antes que nada.

Hoy más que nunca las aspiraciones americanas reclaman políticos y pueblos que mirando lejos sepan caminar con pasos firmes para sortear las trampas, los escollos y las interferencias presentes en el quehacer cotidiano que siendo pequeño en apariencia, es parte conformadora de la gran historia. Así lo entiende Venezuela y Carlos Andrés Pérez, México y Luis Echeverría.

Señoras y señores:

Por decisión de la mayoría abrumadora de los integrantes de la Organización de las Naciones Unidas, existe ya la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados como documento internacional que asista a las bases para garantizar una nueva situación económica justa y sana en el mundo. Tal documento significa una manera inequívoca un triunfo de los países del Tercer Mundo y un aviso para aquellos otros que se niegan a entender los aires renovadores de la historia. México no podrá olvidar que en el empeño por dar vida a ese proyecto, presentado en la III UNCTAD de Santiago de Chile, Venezuela actuó con firme determinación y combativa solidaridad. Al ganar esa batalla que abre nuevas perspectivas para un modo mejor, nuestras dos naciones y sus presidentes afirmaron su amistad y consolidaron su alianza.

Una nueva batalla libran juntos otra vez Venezuela y México: la creación del Sistema Económico, Latinoamericano (SELA). Como en caso de la Casta estamos ciertos de alcanzar resultados positivos, porque tenemos la razón y la justicia de nuestra parte y porque es en torno de objetivos concretos como ha de manifestarse abiertamente la creciente unidad de la comunidad latinoamericana.

Nos une lo que queremos: poner libre y soberanamente de nuestros recursos básicos; defender el precio de nuestras materias primas; comerciar en pie de igualdad con países de mayor desarrollo; adquirir a precios justos manufacturas y tecnología; instaurar modelos propios para generar riquezas con equilibrio, justicia y sobriedad.

Nos une lo que combatimos: la explotación imperialista; el saqueo despiadado del patrimonio natural de nuestros pueblos; el desplome de los precios de lo que producimos y el encarecimiento artificial de lo que compramos; la imposición de absurdos patrones de consumo; las presiones económicas con fines políticos y las interferencias políticas con afanes de lucro; el desarrollismo, el atraso, la miseria y el fascismo dependiente, descarnado y sangriento.

Señor Presidente de Venezuela:

Desde hace algunos días se encuentra usted entre nosotros y seguramente habrá percibido ya que la nuestra no es una sociedad instalada en el reposo o en la autocomplacencia. Viven y luchan los mexicanos en un clima de amplia libertad y de positiva inconformidad. No somos una comunidad uniforme y gris, resignada o inerte. Ningún ciudadano de nuestra tierra puede sostener válidamente que hemos alcanzado la satisfacción completa o la felicidad ideal. Muchos problemas y carencias se oponen aún a nuestro pleno y equilibrado desarrollo; graves disparidades regionales y sectoriales existen como un reto que no podemos evadir. Pero por encima de todo, el desaliento no tiene cabida entre los mexicanos y no somos, por ningún concepto, una colectividad humana sumida en la quiebra o atrapada en una encrucijada de desesperanza.

Esta es, junto con nuestro éxitos evidentes, nuestra realidad y en ella y frente a ella luchamos con optimismo racional que nada tiene que ver con la inocencia o la frivolidad. Debatimos nuestros problemas y practicamos la crítica y la autocrítica como fórmula insubstituible para evitar el engreimiento y la paralización. Creemos en la libertad y en la inteligencia como herramienta básica para el cambio y la superación y nos empeñamos por perfeccionar la democracia como sistema global de convivencia que garantiza al hombre la más amplia participación y al pueblo un destino de bienestar y dignidad.

Nuestro Presidente, el señor Presidente Echeverría, sabe que gobernar no es una tarea sencilla, ni consiste en el ejercicio plácido de la voluntad personal; sabe que entender al pueblo no es posible en la soledad, en la frialdad del gabinete o en la autosuficiencia de una mal entendida autoridad. Ello explica que se mantenga - como lo hace usted en su patria - en contacto vivo y renovado con todos los sectores de nuestra comunidad nacional. Ello explica, por ejemplo, que recientemente se hubiere presentado sencillo y confiado, armado de buena fe y de razones, ante un auditorio universitario inquieto y bullicioso para dialogar. No importa que una minoría exaltada y trastornada por la pasión haya vociferado y tratado de faltar al respeto al más alto representante de toda la Nación. El hecho tiene dimensión histórica y pruebe la serena confianza de Luis Echeverría; su lección de civismo quedó allí como una de las mejores cátedras que sobre la materia se hayan impartido y se esparció como muestra evidente de que el Jefe de las Instituciones Nacionales prefiere los excesos de la inconformidad, antes que la supresión de la libertad en aras de la quietud.

Sabe el Presidente Echeverría que los que no piensan como las mayorías nacionales, son, de todas maneras, mexicanos, y que por tanto merecen respeto y consideración. Así pensaba Juárez, el gran mexicano que usted invocó reciente en Argelia y, al pisar tierra mexicana; el gran mexicano que mañana será homenajeado en todas las plazas de todos los pueblos de nuestra Nación al recordar su nacimiento en un nuevo día de primavera.

Invocando a Juárez, le brindamos nuestra casa y nuestro afecto, y le ratificamos nuestra solidaridad para trabajar juntos, porque el

respeto al derecho ajeno sea el hilo conductor de un nuevo mundo de paz. Pero forjémoslo nosotros, con nuestra certera visión y esfuerzo, porque, decía el señor Juárez, lo que nosotros hagamos por nosotros mismos, nadie lo hará.

Usted también, señor Presidente Pérez, es consciente - hay múltiples pruebas de ello - de que gobernar por el cambio y para la justicia es ardua y compleja tarea que no admite reposo y mucho menos desmayos. Usted entiende y proclama que el petróleo, esa gran riqueza natural, no basta para edificar la prosperidad compartida si su manejo no está impregnado de previsión, de soberanía, de nacionalismo revolucionario, de solidaridad internacional, de dignidad y de justicia social. Por eso desde los días de su campaña electoral, su lema es caminar, o lo que es lo mismo, avanzar mirando hacia adelante, en pos de los limpios intereses que su pueblo le confió; por eso, libra usted el admirable combate por la nacionalización, primero del hierro y ahora de los hidrocarburos.

Porque conocemos sus anhelos y sus compromisos, admiramos y respetamos sus esfuerzos y coincidimos plenamente con sus llamados a un nacionalismo latinoamericano que convierta en realidad el sueño de nuestros próceres.

A nuestra naciones, a Venezuela y a México, entre otras, las ligan las metas comunes de:

Creer en el destino superior de la humanidad, convencidos de que es indivisible y de que todos los hombres, por encima de diferencias geográficas, raciales o políticas, buscan la paz, la concordia y el bienestar, así como que en nuestra hora no hay tarea más apremiante, ni deber más profundo para la comunidad de naciones, que edificar una economía para la paz.

Que reflexionen las naciones con mayor desarrollo y bienestar y decidan qué es más equitativo y conveniente: Vivir en la riqueza y en la abundancia rodeados de pobres, o vivir en medio de naciones prósperas y dignas, aunque no se alcance la opulencia.

Por eso, el Congreso Mexicano desea para usted éxito en sus tareas, porque son las de su pueblo y en parte importante las de todos nuestros pueblos.

Mientras tanto, luchador y viajero de patria amiga, le decimos: ¡Ha llegado usted a casa propia! ¡Sienta afecto y reavive la fuerza y la esperanza! (Aplausos.)

El C. Presidente de la Asamblea, Enrique Olivares Santana: El señor Presidente Carlos Andrés Pérez ha solicitado respetuosa licencia para dirigirse a esta presentación nacional en un mensaje.

Para este fin, a la Presidencia le es muy grato concederle el uso de la palabra e invitarlo de manera respetuosa para pasar a la tribuna.

- El señor Presidente Carlos Andrés Pérez: Señor senador, Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, señor diputado Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, señor licenciado Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, señores Secretarios del Gabinete Presidencial, señores senadores, señores diputados, honorable Cuerpo Diplomático:

Qué privilegio el mío que me otorga la generosidad fraterna de la gran nación mexicana, invitarme a esta patria cuando se celebra con justo orgullo el 37 aniversario de la Nacionalización del Petróleo, y un aniversario más del natalicio de ese gran hombre de América, cuyo nombre pronunciamos con unción patriótica: Benito Juárez.

Y por añadidura invitarme al recinto de la soberanía popular concederme la palabra para dirigirme desde esta alta tribuna de la democracia mexicana a todo el pueblo de México.

En este momento, conmovido por honda emoción latinoamericana, ostentando la presentación de un pueblo bueno, noble, sufrido como el nuestro; quiero decir con sencillez republicana que me siento cómodo y holgado en esta casa del pueblo mexicano porque es también la casa del pueblo venezolano en la Casa de América Latina. (Aplausos.)

Aquí, se ha escrito historia; historia grande. Aquí, hay páginas de gloria, de dolor, de sufrimiento como es la historia del pueblo latino americano. Pero también, aquí, en este parlamento, se reitera, día tras día, la voluntad de ser libre del pueblo mexicano, del pueblo de la América Latina y las luchas por conquistar ahora la dependencia económica que nos libere definitivamente de todo bochorno de dependencia y nos permita entregarle al pueblo latinoamericano el bienestar que hasta ahora se nos ha negado a todos nuestros pueblos.

Siento en esta hora que me dirijo al pueblo de México desde esta tribuna, de su representación popular, que nos convoca a todos una común responsabilidad; no basta con las luchas que estamos librando los gobiernos para crear un orden económico justo y de equilibrio entre todas las naciones de la tierra como se plantea con erguida dignidad en la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados que magnífica Iniciativa del Presidente Echeverría y que Venezuela la acompañó con su voto dentro de 120 naciones del mundo para convertirla en un documento, en un instituto supranacional en el seno de las Naciones Unidas. (Aplausos.)

Pero es necesario que dirijamos igualmente nuestra preocupación a definir y desarrollar un orden interno de nuestras sociedades, un orden interno más democrático. Vive nuestra América Latina una hora de angustiada identificación consigo misma. La democracia, ese sistema que fundamenta en los valores de la libertad y de la dignidad del hombre, vive momentos críticos en nuestro continente, está cuestionada de su vigencia y se le señala como auspiciadora de privilegios y de privilegiados, sustentadora de discriminaciones en nuestra sociedades.

Corresponde a nuestras patrias, sin pretensión de exportar modelos de gobierno, prestigiar el sistema que creemos el mejor que haya logrado concebir la inteligencia humana, porque más que una fría conjunción de fórmulas que expresen en dictados legislativos, la democracia es un modo de vida.

Es un sistema que busca su fuerza y realiza su grandeza en la estimación del hombre, en la defensa del hombre, en la exaltación del hombre. No hay democracia sin ciudadanos y ciudadano es el hombre libre que tiene real acceso a los bienes materiales y a los bienes espirituales. Y la democracia debe estar dinámicamente compenetrada con esta misión, darle hondo sentido social, darle sentido económico, no sólo a la acción del gobierno, sino igualmente a la acción de la sociedad.

Y así como la democracia tiene que revalorizar al ciudadano también está en el compromiso de revalorizar, de defender la naturaleza, el ambiente ecológico; para asegurar la supervivencia del hombre sobre la tierra.

Venezuela hace esfuerzos mancomunados con el pueblo y el gobierno de México para lograr estas definiciones claras y precisas de un sistema político, que dé amplia participación a la sociedad y al hombre que la integran.

Hablamos de un mundo multi - polar; aceptamos la convivencia y la participación con pueblos y gobiernos que definen otras doctrinas, otras actitudes ante el hombre y ante la vida, pero también tenemos que aceptar esa misma pluridad en el seno de nuestras sociedades, y para ello no podemos soslayar, sino muy al contrario afirmar un orden intelectual y un orden ético que dé lugar y garantice una sociedad abierta que exponga con su modo de vida las excelencias de la democracia, y que a 30 años de la derrota del nazifascismo, expresión acabada y moderna de los totalitarios, afirme que no hay destino humano sin discusión disentimiento.

Mi Gobierno respeta y estimula la presencia de a oposición en el ámbito nacional, entiende que en la democracia la controversia esta en la esencia de la política y que, el equilibrio del sistema no lo crea, ni lo asegura el gobierno, si no lo crea y lo asegura la oposición. Y nuestro Congreso es la mejor, más pura y asentada expresión del pluralismo de nuestra democracia y de el respeto a los fueros de la oposición.

Y hoy en este augusto recinto de la democracia mexicana, se sientas junto a ustedes diputados y senadores de importantes partidos políticos, que adversan mi gobierno, pero que a la hora de la identidad de la patria dentro de la América Latina se hacen presentes para señalar que Venezuela es cuna indivisible para luchar por la independencia y por la integración latinoamericana. (Aplausos.)

Y convoco en este momento la reflexión sobre la Institución parlamentaria de la democracia; muchos países nuestros no tienen Congreso y algunos lo tienen meramente formados, pero la realidad es dramática, es que los más no tiene hoy la Institución Parlamentariamente que define esencialmente el sistema democrático.

La crisis de la democracia implica, entonces compatriotas mexicanos, la crisis del sistema parlamentario. Rescatarlo es de otro deber que nos convoca, y debemos echar al vuelo nuestra imaginación y nuestra mística democrática para buscar los motivos o razones que están disminuyendo la influencia, la significación del parlamento en la vida de nuestros pueblos.

Pienso que debemos extraer al parlamento de las tradiciones rituales, y colocarlo en la cumbre de la discusión, de la polémica en torno a las grandes cuestiones nacionales latinoamericanas e internacionales.

Que no sea un mero fabricante de leyes, sino que ejerza la función plural y pluralista que conforme su propia estructura humana y política, que se proyecte en nuestras patrias y en nuestro mundo como el gran orientador de las corrientes que sacuden hoy a la humanidad entera, y que internamente en nuestros países ejerzan a fondo su función extraordinaria de ser órgano de control político; de ser instrumento para el consenso democrático en la diversidad, en la pluralidad de partidos, de ideologías y de opiniones.

Hemos estado empeñados algunos países en Latinoamérica, en la creación del Parlamento Latinoamericano. Es apenas una idea germinal impulsada por la convicción de que debemos aprovechar circunstancia propicia para ir despertando en nuestra América mestiza la conciencia de la unidad y de la integración.

Comprendemos que se requerirán años, décadas, para que estas ideas germinales vibren como sonoras, robustas y frescas realidades en nuestra América, hoy contradictoria y confusa. Pero hay que comenzar un día, y ese día llegó para Latinoamérica y no debemos desperdiciarlo porque es la responsabilidad de nuestras generaciones con el futuro latinoamericano.

Yo me voy a permitir invitar al Congreso de la República de México, a quien considere esta posibilidad de acompañarnos en la integración de un parlamento naciente, pero que será sin duda alguna, la institución fundamental en una América Latina del futuro, unida como en nuestro destino; como dice el Presidente Echeverría, no como un sueño del libertador Bolívar, o como un sueño de Morelos, de Hidalgo, de Juárez o de San Martín o de Santander o de cualquiera de nuestros padres libertadores, sino como ante - visión, como una proyección de genio que sigue enseñándonos el camino de la auténtica liberación de la América Latina que tiene que forjarse en la unidad de nuestros pueblos. (Aplausos.)

En recientes días tuve la gratísima oportunidad de expresarle estas ideas a ilustres representantes del Congreso Mexicano que estuvieron como observadores en la última Reunión en Caracas, del Parlamento Latinoamericano, y a mi gobierno, el Parlamento Latinoamericano le ha entregado la misión

de llevar a los otros Congresos y Gobiernos de América Latina, la inquietud de darles contexto de institución supra - nacional al Parlamento y se me ha hecho depositario de un Convenio para presentarlo en primer lugar a la consideración del Congreso de Venezuela y yo me he permitido, con el derecho que me otorga mi afecto y mi admiración con México, poner en manos de ustedes esta idea para que la consideren y la tomen si la consideran adecuada a los objetivos que México y Venezuela estamos procurando para lograr la integración latinoamericana. (Aplausos.)

Señor Presidente de la Comisión Permanente del Congreso; señores senadores, señores diputados, no quiero terminar mis palabras sin hacer en lata voz y ante tan digna representación del pueblo de México la reflexión de la honda responsabilidad que sobre nuestro país ha colocado el destino histórico de la América Latina.

Todos los esfuerzos que aisladamente nuestros países realizan para lograr su independencia económica, para dejar de ser dependientes de las decisiones que se toman en los grandes centros del poder del mundo, no podrán afirmarse en duradera y vigorosa realidad si no logramos la integración.

La integración no es un camino, no es una idea ni una teoría, no es un empeño de un país o de un grupo de países, es una realidad mundial, es una realidad del planeta.

La ciencia y la tecnología dominan hoy a nuestro mundo que se ha hecho interdependiente. Las pequeñas economías de los pequeños pueblos no podrán sobrevivir en este mundo nuevo que ante nuestros ojos se está forjando. Vivimos el momento de la creación de las grandes nacionalidades económicas. Los Estados Unidos de Norteamérica son un gran mercado común; la Unión Soviética y los países socialistas son un gran mercado común; la Europa de las dos Guerras Mundiales es hoy un mercado común, y ¿qué es la América Latina, dando sus primeros pasos en la ciencia, y forcejeando para tener acceso a la tecnología del desarrollo, si no logramos la integración, y qué ha de suceder con la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados si vamos a pretender ejercerlos aisladamente?

Se nos impone como contundente realidad, la circunstancia inexorable de que la integración la haremos nosotros, para nosotros, o la harán las Transnacionales para otros países y no para nuestros países latinoamericanos. (Aplausos.)

Meditemos igualmente, compatriotas mexicanos, que el dominio por la América Latina, de la ciencia y de la tecnología, significará la limitación del totalitarismo en sus últimos vestigios en nuestra región geográfica, porque la libre investigación y el pensamiento creador no puede darse y expanderse, sino sobre la libertad de conciencia y la libertad de conciencia es el freno eficaz y suficiente contra todas las formas del totalitarismo y es la fuente primigenia de la libertad de pensamiento y la libertad de pensamiento es la fuerza motora del sistema democrático que se fundamenta en la libertad y en la dignidad del ser humano.

Hoy estos afanes de nuestro tiempo nos obligan a mirar la integración latinoamericana, una nueva valorización de la conciencia libre del hombre, porque la conciencia humana, libre, independiente, no se subordina contra los políticos, es una meta decisiva y fundamental y será la realización de América Latina libre e integrada. Muchas gracias señor Presidente, muchas gracias señores senadores, muchas gracias señores diputados. (Aplausos.)

RELACIONES ENTRE LOS CONGRESOS DE MÉXICO Y VENEZUELA

El C. Presidente: señor Presidente de Venezuela, agradecemos el emotivo y limpio mensaje republicano que ha dirigido a esta representación nacional, y desde esta elevada tribuna popular el pueblo de México.

Nos es grato reiterar una vez más que hace tiempo, pero desde 1972 de manera especial y profunda, los congresos de Venezuela y México han intensificado sus relaciones de limpia amistad.

En el Año de Juárez, que la nación mexicana dedicó a exaltar su memoria, un grupo de diputados y senadores mexicanos llevamos a la sede del parlamento venezolano, un busto del patricio, a quien el continente americano y el mundo conoce como el Benemérito de las Américas.

En julio de 1974 los presidentes de las grandes comisiones de las Cámaras de Diputados y Senadores tuvimos el honor de acompañar al señor Presidente Echeverría en visita de Estado a su país. Establecimos diálogo fraternos con legisladores de su patria y convinimos, en subsecuentes diálogos, sentar las bases firmes que hagan posible que México participe de manera directa y eficaz en la integración del parlamento latinoamericano. (Aplausos.)

Ningún conducto más idóneo, señor Presidente Pérez, que el titular del poder Ejecutivo de su país para reiterar la invitación de los legisladores mexicanos a que ya se inicie este diálogo que permita alcanzar la meta que nos es común: la dignidad y la plena integración del parlamento latinoamericano.

Habiéndose agotado los asuntos de la Orden del Día, la Presidencia encarece a los señores diputados y senadores que tuvieron la encomienda de introducir a este Recinto al señor Presidente Pérez, le acompañen para abandonarlo en el momento que él lo estime pertinente.

Entre tanto se encarece a la Secretaría dar cuenta con el acta de esta sesión solemne.

ACTA

- El C. secretario Humberto Hernández Haddad:

"Acta de la sesión solemne celebrada por la Comisión Permanente de la XLIX Legislatura del H. Congreso de la Unión, el día veinte de marzo de mil novecientos setenta y cinco.

Presidencia del C. senador Enrique Olivares Santana.

En la ciudad de México, a las diez horas y quince minutos del jueves veinte de marzo de mil novecientos setenta y cinco con, asistencia de veintiséis ciudadanos legisladores, se abre la sesión solemne con el exclusivo objeto de recibir al excelentísimo señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la hermana República de Venezuela, quien se encuentra en nuestro país en visita de Estado.

Para recibirlo en su oportunidad e introducirlo al Salón de Sesiones, la Presidencia designa en comisión a los ciudadanos representantes diputado Píndaro Urióstegui Miranda, senador Vicente Fuentes Díaz, diputado Carlos A. Madrazo, senador Salvador Gámiz Fernández y secretarios diputados Rodolfo Echeverría Ruiz y senador Pascual Bellizzia Castañeda.

Para introducir al salón, a los CC. licenciado Euquerio Guerrero López, Presidente de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación y licenciado Carlos Sansores Pérez, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, invitados de honor a esta sesión, se designa en comisión a los siguientes ciudadanos: diputado Rogelio García González, senador Braulio Fernández Aguirre y diputado Jorge Hernández García.

La Secretaría, por instrucciones de la Presidencia informa a la Asamblea de la presencia en el salón de los invitados de honor a esta ceremonia, así como de los acompañantes del señor Presidente Carlos Andrés Pérez, de ciudadanos miembros del Gabinete Presidencial de nuestro país, de directores de empresas descentralizadas, de ministros de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación, de diputados constituyentes, de representantes de los partidos políticos nacionales, del Cuerpo Diplomático acreditado en México, de representantes de organizaciones políticas, de periodistas nacionales y extranjeros y de distinguidos miembros de la colonia venezolana en México.

Después de un breve receso, hace su entrada al salón el excelentísimo señor Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, acompañado de la comisión designada para recibirlo.

La Presidencia, a nombre de la Representación Nacional, expresa al señor Carlos Andrés Pérez, su satisfacción por haber aceptado asistir a esta sesión solemne celebrada en su honor, y a nombre de la Asamblea le da cordial bienvenida.

A continuación, el C. Diputado Carlos Sansores Pérez, Presidente de la Gran Comisión de esta Cámara, a nombre de los ciudadanos diputados del pueblo de México, saluda al distinguido visitante.

Entre otros conceptos, expresa que los pueblos de México y Venezuela están unidos por afinidades que se remontan al origen de nuestras nacionalidades, y que lo nuevo en este espíritu solidario que nos vincula, es esta conciencia de hermandad no sólo afectiva sino razonada sobre propósitos comunes, esta certidumbre de necesidad de marchar juntos para ser viable nuestros respectivos caminos de liberación.

Concluye manifestando que este día, un gran acontecimiento ha llenado de emoción y entendimiento este recinto: la presencia de un abanderado de los pueblos explotados que luchan por su liberación, el Presidente Carlos Andrés Pérez, quien pedimos que tramitan al pueblo hermano de Venezuela un vigoroso abrazo de solidaridad que, el pueblo de México le envía a través de su representantes.

En seguida a hace uso de la palabra el C. senador Enrique Olivares Santana, Presidente de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión, el cual, a nombre de la misma, saluda al Primer Mandatario de la hermana República de Venezuela, el señor Carlos Andrés Pérez, digno representante de la Patria de Bolívar, de Miranda, y persistente luchador al servicio de su pueblo y de la unidad activa latinoamericana. Agrega que pocos mandatarios extranjeros como él están investidos de la estatura moral requerida para hablar desde la más alta tribuna de la República Mexicana.

Termina diciendo que a nuestras naciones, Venezuela y México, entre otras, nos ligan las metas comunes de: creer en el destino superior de la Humanidad, convencidos de que indivisible y de que todos los hombres, por encima de diferencias geográficas, raciales o políticas, buscan la paz, la concordia y el bienestar; así como que en nuestra hora no hay tarea más apremiante, ni deber más profundo para la comunidad de naciones, que edificar una economía para la paz.

Por eso, el Congreso Mexicano desea para usted, éxito en sus tareas, porque son las de su pueblo y en parte importante, la de todos nuestros pueblos.

Mientras tanto, luchador y viajero de Patria amiga, le decimos: Ha llegado usted a casa propia. Sienta el afecto y reavive la fuerza y la esperanza de este gran Continente Americano.

Para contestar los conceptos de los oradores, usa de la palabra el señor Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, y expresa que es un privilegio para él poder dirigirse al pueblo de México desde la más alta tribuna de la democracia mexicana, cuando se celebra, con justo orgullo el XXXVII aniversario de la Nacionalización del petróleo, y un aniversario más del natalicio de ese gran hombre de América, Benito Juárez.

Añade que en este momento se siente conmovido por honda emoción latinoamericana, ostentando la representación de un pueblo noble y sufrido como el nuestro, que se siente cómodo en esta casa del pueblo mexicano, porque también es la casa del pueblo venezolano; la Casa de América Latina, donde se ha escrito historia, historia grande, donde hay páginas de gloria, de dolor, de sufrimiento, como es la historia del pueblo latinoamericano. Pero también, en este Parlamento, se reitera día tras día, la voluntad de ser libre del pueblo mexicano, del pueblo de América Latina y las luchas por conquistar la

libere definitivamente y nos permita entregarle al pueblo latinoamericano el bienestar que hasta ahora se nos ha negado a todos nuestros pueblos.

Termina su intervención manifestando que los afanes de nuestro tiempo nos obligan a mirar la integración latinoamericana con una nueva valorización de la conciencia libre del hombre, porque la conciencia humana, libre, independiente, no se subordina contra los políticos, es meta decisiva y fundamental y será la realización de América Latina libre e integrada.

La Presidencia agradece al señor Presidente de Venezuela el mensaje dirigido a la Representación Nacional y reitera que desde 1972, de manera especial y profunda, los Congresos de Venezuela y México han intensificado sus relaciones de amistad.

La misma comisión que introdujo al recinto al excelentísimo señor Carlos Andrés Pérez, Presidente de la República de Venezuela, le acompaña al retirarse."

Está a discusión el acta... No habiendo quien haga uso de la palabra , en votación económica se consulta si se aprueba... Aprobada.

El C. Presidente: A las doce horas y veinte minutos se levanta la sesión solemne de Comisión Permanente.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"