PODER LEGISLATIVO FEDERAL
Diario de los Debates

DE LA CAMARA DE DIPUTADOS DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Correspondiente al Segundo Periodo de Sesiones Ordinarias del Primer Año de Ejercicio
Director General de
Crónica Parlamentaria
Héctor de Antuñano y Lora
Presidente

Diputada Sofía Valencia Abundis
Director del
Diario de los Debates
Norberto Reyes Ayala
Año I
México, DF, jueves 20 de abril de 1995
No. 12

SESION SOLEMNE


SUMARIO



INSCRIPCION EN LETRAS DE ORO

La Secretaría da lectura al decreto para develar en el muro de honor del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.


INTERVENCION DE DIPUTADOS

Expresan la posición de sus respectivos grupos parlamentarios, los diputados:

Ana Lilia Cepeda de León

Serafín Núñez Ramos

Consuelo Botello Treviño

Regina Reyes Retana Márquez


DEVELACION

Del nombre de sor Juana Inés de la Cruz.



APENDICES

Iniciativa para que se inscriba en letras de oro en el muro de honor del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.

Dictamen de la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias.



Presidencia de la diputada
Sofía Valencia Abundis



ASISTENCIA

La Presidenta:

Proceda la Secretaría a pasar lista de asistencia

El secretario Fernando Jesús Flores Gómez González:

Se va a proceder a pasar lista de asistencia.

El secretario Ricardo Fidel Pacheco Rodríguez:

Hay una asistencia de 347 diputados. Hay quorum.



INSCRIPCION EN LETRAS DE ORO

La Presidenta (a las 11:02 horas):

Señores diputados y asistentes a este recinto legislativo, ruego a ustedes de la manera más atenta ocupar sus lugares y atender en mérito del desarrollo de esta sesión solemne, las intervenciones de los oradores y el desarrollo de la ceremonia que nos convoca.

De antemano agradecemos a todos ustedes su disposición para la realización de esta sesión de la Cámara de Diputados.

Se ruega a todos los asistentes ocupar sus respectivos lugares.

En cumplimiento del decreto aprobado en la sesión del 6 de abril de 1995, se abre la sesión solemne, convocada para develar en el muro de honor de esta Cámara de Diputados, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.

Ruego a la Secretaría dar lectura al decreto que dio origen a esta sesión solemne.

El secretario José Antonio Hernández Fraguas:

«Decreto por el que se aprueba la inscripción con letras de oro, en el muro de honor del salón de sesiones del Palacio Legislativo, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.

Al margen un sello con el Escudo Nacional, que dice: Estados Unidos Mexicanos.- Presidencia de la República.

Ernesto Zedillo Ponce de León, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes sabed:

Que la Cámara de Diputados del honorable Congreso de la Unión, se ha servido dirigirme el siguiente

DECRETO

La Cámara de Diputados, con fundamento en la fracción I del artículo 77 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, decreta:

Artículo único. Inscríbase con letras de oro, en el muro de honor del salón de sesiones del Palacio Legislativo, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.

TRANSITORIOS

Primero. Facúltese a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias, para determinar fecha y hora de la ceremonia alusiva.

Segundo. Este decreto entrará en vigor el día de su publicación, en el Diario Oficial de la Federación.

Salón de sesiones de la Cámara de Diputados del honorable Congreso de la Unión.- México, D.F., a 6 de abril 1995.- Diputados Armando Ballinas Mayes, Presidente; José Noé Mario Moreno Carbajal y Yolanda Eugenia González Hernández, secretarios.

En cumplimiento de los dispuesto por la fracción I del artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y para su debida publicación y observancia, expido el presente decreto en la residencia del Poder Ejecutivo Federal, en la ciudad de México, Distrito Federal, a los 12 días del mes de abril de 1995.- Ernesto Zedillo Ponce de León; el secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán.»

La Presidenta:

Gracias, señor secretario.



INTERVENCION DE DIPUTADOS

La Presidenta:

Harán uso de la palabra los siguientes diputados: Serafín Núñez Ramos, del Partido del Trabajo; Ana Lilia Cepeda de León, del Partido de la Revolución Democrática; Consuelo Botello Treviño, del Partido Acción Nacional y Regina Reyes Retana, del Partido Revolucionario Institucional.

Tiene la palabra, el diputado Serafín Núñez Ramos, del Partido del Trabajo...

Tiene la palabra la diputada Ana Lilia Cepeda de León, del Partido de la Revolución Democrática; Ruego a todos los asistentes ocupar sus lugares y de la manera más atenta, a quienes se encuentran ocupando los pasillos centrales de este recinto, sean tan amables también de ocupar sus respectivos lugares.

Esta Presidencia, solicita a la diputada Ana Lilia Cepeda de León, haga uso de la palabra.

La diputada Ana Lilia Cepeda de León:

Gracias, señora Presidenta; compañeras diputadas; compañeros diputados:

Otra mujer, Rosario Castellanos, refiriéndose a Juana Inés de la Cruz, dijo que es de las monjas que derriban las paredes de la celda.

Juana Inés, mujer que sabía latín, no sólo rompió las paredes de su celda, sino la cárcel impuesta a las mujeres por la sociedad virreinal, fuertemente dominada por la Iglesia intolerante de la contrarreforma, que ayudó a mantener un sistema de castas y dominaciones.

Ilegítima, hija de la Iglesia, como se decía entonces, la hija de Isabel Ramírez, heredó de ella un carácter fuerte y la capacidad para enfrentarse al mundo con independencia de los hombres.

Su madre, sola, manejó con habilidad la hacienda de Panoayán por más de 30 años.

Hoy se sabe que todas las mujeres de su familia mostraron independencia, entereza y energía.

Es tanto o más notable el que doña Isabel Ramírez haya logrado una hija como Juana Inés, si se toma en cuenta que doña Isabel era analfabeta, condición de la gran mayoría de las mujeres de su tiempo, condición por cierto en la que viven aún hoy, después de tres siglos, muchos hombres y mujeres mexicanos.

Es sin duda la primera feminista y además, Juana Inés, es la primera mujer, ya entonces orgullosa de su tierra y de su cultura criolla, que cuestiona abiertamente con sus actos y su palabra escrita las trabas sociales e ideológicas que las estructuras de su tiempo imponían a la mayoría de los hombres y mujeres.

En su comedia, "Amores más Laberinto", escuchamos la voz de Juana Inés poner en tela de juicio la desigualdad entre los hombres, expresión insólita y valiente en su medio y en su época. Escribe Juana Inés:

"Pruébase a que esta verdad, con decir que los primeros que impusieron en el mundo dominio fueron los hechos, pues siendo todos los hombres iguales, no hubiera medio que pudiera introducir la desigualdad que vemos, como entre rey y vasallo, como entre noble y plebeyo."

Y agrega: "de donde infiero que sólo fue poderoso el esfuerzo a diferenciar los hombres, que tan iguales nacieron, con tan grande distinción cómo hacer, siendo unos mismos que unos sirvan como esclavos y otros manden como dueños".

Este texto es sobresaliente porque nos ofrece una faceta de Juana Inés que hoy, en medio de la creciente injusticia social en México, sigue por desgracia vigente.

Fue Juana Inés, una mujer que se liberó y liberó a tantas otras hasta hoy con la fuerza emancipadora que tiene la palabra certera, inteligente y justa, en contraposición al silencio que aprisiona o al discurso de las verdades oficiales, que resulta cómplice o complaciente y que, en todo caso, acaba siempre por justificar a los poderosos.

¿Quién podría negar hoy que Juana Inés es la primera libertadora de la mujer, al menos en todo el mundo hispano hablante.

Una carta de ella, dirigida a su confesor, muestra la vitalidad y la enjundia en la defensa cabal de su vocación y de su condición de mujer. Y dice Juana en esa carta: "yo, queridísimo padre Núñez, voy a seguir ejercitando esta facilidad de hacer versos, que todos saben que tengo. Es lástima que Dios al darme ese don no haya olvidado de preguntarle a usted si estaba bien; pero dígame: ¿dónde consta que lo que haga esté prohibido? ¿Acaso las mujeres no somos seres racionales como los hombres? Usted me dice y me repite que el camino de la salvación es el de la ignorancia y me pone el ejemplo de san Antonio Ermitaño; ¿pero acaso fue equivocado el camino de san Agustín? En fin, veo que no nos entendemos y lo más cuerdo será dar por concluida nuestra relación".

Sus conceptos sobre la igualdad originaria y esencial del género humano y sobre la igualdad intelectual del hombre y la mujer sorprenden porque parecen ideas del Siglo XX y no del Siglo XVIl; pero además, están corroborados por la excelencia de su propia obra literaria; aunque Juana Inés nació y se formó en una colonia del imperio español, escribió mejor poesía que la de sus contemporáneos en España; siendo mujer, hizo mejor literatura que muchos de los hombres de su tiempo. El primero "Sueños", su obra cumbre, es uno de los grandes poemas escritos en español en todos los tiempos.

Su obra trascendió el ámbito del nuevo mundo y se publicó en España y en muchos otros de sus dominios. Uno de sus biógrafos anota que en tan sólo 35 años, después de su muerte, se habían publicado más volúmenes de sor Juana que quijotes y calcula que ni Góngora, Lope, Quevedo y Calderón, juntos, alcanzaron en dos siglos los voluminosos tiros que logró la autora mexicana en sólo tres décadas.

Su talento y su prodigiosa curiosidad por todas las ciencias de su época nos legaron una obra literaria de primer nivel que es un valioso testimonio de su tiempo. Pero no menos notable es que Juana Inés haya hecho también obra de su propia vida, la respuesta a sor Filotea es una reflexión sutil y una muestra de inteligencia frente a la rigidez del sistema social que quería someterla. Y es alegato y testimonio de una mujer que libraba una batalla desigual armada solamente con la fuerza de la razón y de su palabra incisiva.

Su profesión como religiosa fue ciertamente la única puerta que logró abrir para poder desarrollar una vida de estudio y creación; puerta que los mismos clérigos intentaron cerrar al final de su vida. Sin embargo, hoy a 300 años de su muerte, ¿quién recuerda el nombre de quienes la injuriaron y la asediaron? Lo que logró en discernimiento y belleza a lo largo de su existencia, quedó como el mejor testimonio de que la opresión política y social, como la que padecen hoy tantos mexicanos, puede también ser vencida con el talento y las convicciones.

Quienes entonces pensaron que la habían doblegado, no pudieron prever que Juana Inés, por la honestidad consigo misma y con sus valores, por la valentía para defenderlos y defender a las mujeres, había ya triunfado; mucho menos pudieron imaginar quienes la llamaron hija ilegítima, que el nombre de Juana Inés, sería en adelante uno de los nombres con mayor legitimidad en la lucha de las mujeres por su emancipación.

Esta ceremonia y el hecho mismo de inscribir el nombre Juana de Asbaje en el recinto de la representación del pueblo mexicano, se han logrado gracias al acuerdo pleno y sin regateos de todas las fuerzas políticas aquí presentes. Celebremos los acuerdos, siempre que busquen la igualdad por la que luchó Juana Inés; pero no olvidemos que estamos muy lejos, dramáticamente lejos, de alcanzar una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales.

Celebremos el triunfo de las ideas libertarias y avanzadas de Juana Inés de la Cruz, pero celebremos también todas las batallas grandes o pequeñas que se le libren por sacar a un país que reclama con urgencia a muchos mexicanos con la pasión de la mujer que llevó el nombre de Juana de Asbaje.

Queden estas letras de oro, que por cierto muchas de las mujeres que estamos aquí ahora comentábamos en la fracción del Partido de la Revolución Democrática, no estamos de acuerdo en el lugar en el que pusieron el nombre de Juana de Asbaje. Pensamos que tiene que estar junto a todas las demás mujeres valientes de este país.

Queden pues estas letras de oro que forman su nombre, como reconocimiento de los mexicanos a la grandeza de una obra y de un ejemplo que servirán para que muchos otros hombres y mujeres sigan derribando las celdas de la injusticia y de la desigualdad en México. Muchas Gracias.

La Presidenta:

Gracias, compañera.

Ahora hace uso de la palabra, el diputado Serafín Núñez Ramos, del Partido del Trabajo.

El diputado Serafín Núñez Ramos:

Señora Presidenta; señoras y señores diputados:

No voy a referirme ahora a la importancia y trascendencia de la vida y obra de sor Juana, esto se ha hecho ya con amplitud en una sesión reciente, por quienes me han antecedido en el uso de la palabra y en numerosos eventos que para este efecto se han organizado.

Quisiera interrogarme esta ocasión acerca de la significación de este homenaje unánime. Unánime en este recinto de la diversidad y la discordia; de acuerdos precarios y consensos difíciles; escenario donde se confrontan ideas e ideologías que expresan intereses terrenales; las ambiciones, las querellas y los sueños de la mayoría de los mexicanos.

En el seno de esta institución legislativa, pilar fundante de la República, que hoy enfrenta el descrédito y el debilitamiento de sus facultades políticas y morales frente a la sociedad que le dio origen. Sociedad que aún no reconoce en esta cámara la fuerza libérrima de su poder y de su soberanía.

Y es que para hacer de éste un homenaje más auténtico y más congruente con el carácter y la vida de nuestra homenajeada, yo hubiese querido imaginar un Congreso más auténticamente plural y democrático, menos sometido a los dictados de otros poderes, más representativo, más a tono con los colores de la modernidad y más metido en el corazón de los mexicanos. Pero no todo lo que se quiere se puede cuando se quiere. Tampoco es cierto que siempre querer es poder y en política tiempo y oportunidad son cruciales; la fuerza decisiva, la calidad política de organización, imprescindibles. Por aquí podría estar la explicación del carácter limitado de muchos de nuestros avances democráticos.

Por eso este homenaje a la mujer que presintió de la patria, debiera además servir para ratificar nuestro compromiso y nuestra confianza en las instituciones de nuestra democracia representativa que nos legaron nuestros antepasados y que son obra también del sacrificio y la abnegación de nuestras últimas generaciones. Para reiterar ante la nación nuestro compromiso con la reforma democrática del Estado, con la construcción de un auténtico federalismo, con la elevación del nivel organizativo de la sociedad y con el propósito de darle certeza y viabilidad a este país.

Yo creo, que si hablar de política es hablar de lucha por el poder y de relaciones de poder, resulta edificante que hoy los profesionales de la política, como tales y no los intelectuales y los artistas, acatando el mandato de sus representados y el de su propia conciencia, hayan podido posponer sus pugnas incesantes para acordar escribir en los muros de su casa, que es la casa siempre abierta de la nación, el nombre de una mujer ajena al ejercicio de la violencia y a las ensoñaciones y las trampas del poder; de una mujer que brilla y brillará por su inteligencia, por su verticalidad intelectual, por la sensibilidad de su imaginación poética y por su rebeldía tenaz frente al poder del Estado y sus dogmas.

El panteón patriótico de los mexicanos ha sido creado por una cultura que ha impuesto a la sociedad sus razones para la edificación de los hombres, que al volverse paradigmáticos, son incorporados a una perspectiva histórica que justifica la prevalencia de un régimen o de un sistema político.

Aun los hombres que combatieron al régimen triunfante y fueron derrotados, privados de su filo radical, son asimilados al panteón de la patria y colocados muchas veces, al lado de sus victimarios. Otros, los más intransigentes, los que encarnaron la negación misma del sistema, aún están en espera del perdón de sus vencedores.

El amor a la patria, el nacionalismo, son en un cierto sentido, sentimientos inducidos, corresponden al mundo complejo de los afectos y la razón, construidos por la cultura. Nadie nace, como algunos suponen, amando a la patria; el amor a ésta es un complejo de ideas que se construye, un conjunto de condiciones y sentimientos, de necesidades de certidumbre e identidad, de hábitos culturales que se entrelazan con historias personales, nociones políticas y filosóficas, legislaciones partidarias. Son razones y sentimientos que se inducen a la conciencia de los hombres desde la niñez temprana, es una herencia cultural de las generaciones y éstos son procesos sociales, comprensibles y quizá, casi siempre legítimos, pues parece que los pueblos y los hombres, no podemos vivir sin mitos y sin héroes, sin referentes anclados en el pasado. Aunque también pueden ser un recurso para exacerbar sentimientos particularistas y descubrir destinos manifiestos y hombres indispensables.

Así, la historia y los héroes se convierten, por fuerza de su naturaleza, bien en bandera de causas justas, o que se suponen justas, o en recurso justificativo del ejercicio del poder y a veces de la violencia misma.

Pero ahora, señoras y señores, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz en este recinto, rompe la tradición que exalta a los políticos y a los hombres del poder, a los generales y a los guerrilleros y simbólicamente abre un espacio a la inteligencia creativa y a la sensibilidad imaginativa y coloca a los procesos civilizatorios de la cultura, como fuerza cada vez más determinante del cambio democrático, en donde el ejercicio de la política, el diálogo, la tolerancia y la concertación son sus medios privilegiados.

Quisiera creer el tiempo de los espadones, las charreteras y los hombres providenciales, se ha agotado. No son deseables en el amanecer de la democracia en México; nuestro reto es alcanzar la democracia sin tener que cubrir nuestros muros con los nombres de nuevos mártires y salvadores.

Con actos simbólicos como éste, apelamos al pasado para poder pensar en el futuro de la patria, para imaginarla diferente, más justa, más humana, más nuestra, más de todos.

No olvidamos el pasado, pero tampoco olvidamos que el futuro ya late en el presente y como tal es sólo un símbolo, porque no habrá mañana sin ahora. Lo que pudiendo hacerse hoy no se haga, mañana será reclamo, airado o remordimiento sin remedio. Pero la solución de los problemas de hoy, no debe buscarse en el pasado, sino en el presente. El pasado puede ser aliciente o punto de referencia, pero también pesado lastre, en el camino del presente.

Señoras y señores diputados, al cumplirse los 300 años de la muerte de sor Juana Inés de la Cruz nos sumamos, con la celebración de este acto, al reconocimiento que tantos mexicanos y no pocos extranjeros han hecho a la vida y a la obra que construyera el puente más temprano entre la naciente cultura mexicana y la cultura universal.

Y nos sumamos también, como grupo parlamentario del Partido del Trabajo, a la propuesta de Octavio Paz, en el sentido de que el mejor homenaje a sor Juana es profundizar la investigación y el rescate de su obra. Muchas gracias.

La Presidenta:

Gracias, señor diputado.

A continuación hace uso de la palabra la diputada Consuelo Botello Treviño, del Partido Acción Nacional.

La diputada Consuelo Botello Treviño:

Señora Presidenta; señores diputados:

Felicito a esta LVI Legislatura y me felicito por este acto y lo único que quisiera decir es algo que ya dijo Ana Lilia, lo único que quisiera agregar: ¡también nos hubiera gustado ver el nombre de sor Juana junto a otras brillantes mujeres revolucionarias; ella lo fue!

Estamos hoy ante un hecho insólito: la inscripción en letras de oro en esta cámara del nombre de alguien que no tomó las armas para realizar gestas heroicas, que no formó parte de ese grupo extraordinario de mujeres y hombres que sacrificaron vidas, comodidades o modos de ser, por el ideal revolucionario o rebelde a la autoridad constituida y que con sus hechos labraron una nueva patria.

Hoy, la aurea presea es para una mujer que después de varios siglos de haber culminado su paso por el mundo, llega a formar parte de esta historia viva, de este testimonio siempre presente en este recinto de la representación popular.

Por llegar a este insólito homenaje, nos preguntamos: ¿Quién fue sor Juana Inés? ¿Qué representa? ¿Qué significado tiene la inscripción de su nombre aquí, donde están los nombres más preclaros, los héroes indudables, los intachables en el firmamento patrio.

La bibliografía y las biografías sobre tan notable personaje son abundantes y bajo variadas interpretaciones. El personaje lo requería: mujer, monja, intelectual en el más propio sentido del término, personalidad tan compleja, controvertida aún en su propio tiempo.

Su obra poética incluye, sin duda, todos los géneros: sonetos, décimas, endechas, redondillas. Escribió también en verso comedias, sainetes. Casi siempre escritos por encargo y hasta un poema filosófico "El Sueño", como lo llamó ella, "Primero Sueño", como lo intitulan sus editores, éste sí escrito por su propio gusto, donde repasa en un magnífico análisis a los clásicos griegos y a los filósofos medievales.

De sí misma tomamos conocimiento de varias fuentes, pero especialmente a través de su propio escrito "Respuesta a sor Filotea de la Cruz", que no era otro que el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santacruz, que es una especie de autobiografía y en ella encontramos desde la niña precoz que a los siete años ya quería ir a la Universidad, pues ya había oído hablar de ella, pero que no podía, cosa imposible, dado su tiempo y su circunstancia, lo que por su afán de conocimiento inveterado la hace ser, por necesidad, autodidacta.

Sor Juana Inés muestra una muy rica personalidad, debido a sin duda a que antes de vivir en el claustro, primero vivió en el mundo, en el ambiente de la corte virreinal, donde conoció la vida brillante de los notables de la Nueva España, época de la que no habla en este escrito, 10 años de su vida, pero luego toma el velo en dos ocasiones, una transitoriamente y la otra decidida y firmemente en la Orden de las Jerónimas.

Los biógrafos de sor Juana, imaginemos cuántos durante estos tres siglos, mucho han escrito sobre todas las facetas de su obra; estudios sobre su personalidad, sobre su entorno, su época etcétera. Pero lo que hoy me permito enfatizar son los aspectos que no sólo explican, sino justifican este homenaje y responden a los cuestionamientos arriba dichos.

Difícil vida, difíciles circunstancias, hija natural, pronto deja la casa familiar en la provincia para ir a la corte virreinal. Su rasgo más distintivo es ese nunca acabado afán de saber a través de los libros, lectora incansable y de la reflexión sobre la naturaleza humana, empezando por sí misma, de cuya persona fue la más severa crítica. ¿Narcisista?, dicen algunos de sus biógrafos, quizá, pero no realmente en su autoelogio sino en una fuerte autocrítica.

Supo muy bien que sólo en el convento podía hacer esa vida de búsqueda de saber y de reflexión y aún en ese medio no se ve excluía de la polémica sobre si se dedicaba en sus estudios y en sus escritos más a lo profano que a lo piadoso, como se esperaba sin duda de ella, por algunas de las personalidades eclesiásticas.

Su respuesta a sor Filotea de la Cruz más que una autobiografía, como lo consigna Octavio Paz en su ensayo sobre sor Juana, llamado "Juana Ramírez", es una autodefensa. Así como Sócrates en su apología ante quienes lo juzgan ha de defenderse no de un delito no cometido, sino por actuar de acuerdo con su concepción del mundo y de la sociedad en que vivía, en busca del ideal ético del deber ser moral y social, así sor Juana Inés ha de defender no faltas, ni pecados, sino su actividad, consecuente de su extraordinaria capacidad intelectual, su genio, su sabiduría y sobre todo la posición de alguien que juzga con conocimiento de causa, que fustiga a la sociedad por las injusticias de su mundo, pero que ese alguien es una monja, una mujer que no se pliega estrictamente a lo que la cerrada mentalidad de esa época consideraba que debía ser el papel de la religiosa, de la mujer.

Hoy, en los últimos años del Siglo XX, la mujer lucha todavía por el reconocimiento en igualdad de méritos, estudios, capacidad, trabajo; imaginemos en el Siglo XVII, un mundo eminentemente masculino, masculinizado, el mundo virreinal de la colonia, brillos de espadas, armaduras, escarceos amorosos, donde el hombre protagoniza y domina, cultura barroca donde descuella el varón con su actitud, su palabra y en ese ambiente sor Juana Inés representa libertad, la que nace de su propia reflexión, audacia para expresar en ideas el juicio que el hombre y la sociedad le merecen; osadía ante un mundo prejuiciado en estereotipos y más mucho más, todo esto sustentado en una brillante inteligencia, en una gran capacidad de análisis y en una voluntad que se manifiesta en cada paso, cada actitud, cada línea que encierra estas características, por algo es llamada: "El Fénix de México".

Una persona fuera totalmente de lo común. Mucho se ha dicho sobre ella, mucho se ha escrito, controvertidas ideas dan variados retratos sobre tan ilustre personaje, pero hay un denominador común: sor Juana Inés logró revolucionar la idea de la mujer en su mundo, buscando cambiar el sentido y la revaloración de ese género y, yo diría, repitiendo a Octavio Paz, "sor Juana vivió en su mundo y con su mundo, en un mundo masculino convive con la más intensa feminidad, si hay un temperamento femenino en el sentido más arrebatador de la palabra ése es el de sor Juana, su figura nos fascina porque en ella sin fundirse jamás del todo, se cruzan las oposiciones más extremas dándole a su persona una gran vivacidad.

Pocos seres están tan vivos como ella lo está después de tres siglos de enterrada, esta religiosa, esta mujer rebelde ante el predominio exagerado del mundo masculino, ante el autoritarismo de la jerarquía eclesiástica de su época, ante la cual; sin embargo asume en acatamiento sus rígidas reglas, ante los excesivos prejuicios de la corte virreinal, revolucionó el concepto del papel de la mujer dentro de la mentalidad del Siglo XVII y ha logrado que la proyección de su rica personalidad trascienda su momento y su circunstancia y brille eminente a través de tres siglos de haber culminado su terreno paso.

Merece, para orgullo nuestro y por justicia histórica, tener inscrito aquí con letras de oro su nombre inmortal para aliento de las mujeres de todas las épocas y por qué no decirlo, para admiración de los hombres que saben valorar a la persona humana y en una palabra, para inspiración de las futuras generaciones. Muchas gracias.

La Presidenta:

Gracias, señora diputada.

Tiene la palabra la diputada, Regina Reyes Retana.

La diputada Regina Reyes Retana Márquez:

Con el permiso, de la Presidencia; señoras y señores invitados; compañeras y compañeros diputados:

Sor Juana Inés de la Cruz ha resistido y aprobado con creces la prueba del tiempo; hoy, como desde hace 300 años su vida y su obra emocionan y despiertan admiración. Sor Juana entra hoy y para siempre a este recinto, por decisión de los diputados de la LVI Legislatura para recordarnos con su ejemplo que alienta, cuánto se puede lograr con inteligencia, tesón y esfuerzo.

Su nombre se suma a las 61 inscripciones que desde 1823 se han venido colocando en el muro de honor del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, de las cuales 52 corresponden a nombres de personajes notables de nuestra historia, los otros nueve nos recuerdan momentos, grupos e instituciones que nos han dado independencia, soberanía y libertad.

La iniciativa para inscribir aquí el nombre de sor Juana Inés de la Cruz, fue presentada por los diputados originarios y vecinos del Estado de México de todas las fracciones parlamentarias, más de 14 mil ciudadanos apoyaron con su firma esta iniciativa.

Una vez que fue conocida, se turnó a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias, la que la estudió, conoció del apoyo popular y preparó el dictamen que se presentó al pleno de la cámara, que después de escuchar los diversos pronunciamientos de apoyo al mismo, lo aprobó y emitió el respectivo decreto que se publicó en el Diario Oficial de la Federación.

Sor Juana, ejemplo y modelo de una constante lucha por la libertad, es bienvenida desde hoy y nos comprometemos a honrar su memoria, a recordar cómo se sobrepuso a las condiciones más hostiles y adversas de la época en la que le tocó vivir. Juana de Asbaje nace en 1651 en Nepantla, ahora municipio de Tepetixpa, Estado de México.

La niña solitaria que vive con su abuelo, aprende a leer desde muy temprana edad dando muestras ya de su talento y es al consultar la biblioteca de éste donde comienza su interés infinito por la cultura universal. Más tarde, va a vivir a la ciudad de México con unos parientes de su madre con el deseo de seguir adquiriendo conocimientos.

A los 14 años era dama de honor de la virreina; a los 17, 40 doctores de diversas disciplinas la examinan y ella superó de manera extraordinaria la prueba; a los 18 años hace profesión de fe en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México, en donde permanece hasta el día de su muerte a los 44 años de edad.

Sor Juana, trascendió a sus circunstancias y a su tiempo. Fue una mexicana universal cuya obra constituye una de las más grandes expresiones de nuestra cultura; de ella podemos decir que tenía ya en el Siglo XVII conciencia de ser mexicana y que esta conciencia se expresa en su literatura y en su rebeldía; vivió la vida del mestizo y contribuyó a formar la manera de ser mexicana.

Al inscribir aquí el nombre de sor Juana, no sólo estamos rindiendo un justo homenaje, también estamos abriendo las páginas de un capítulo de nuestra historia que debemos recordar: el virreinato. Durante esos tres siglos, se fue formando la cultura mexicana, como sor Juana, como ya dijimos, en lugar principal y como parte de esa cultura, la idea de nacionalidad mexicana.

Los pensadores y los actores de la independencia y de la reforma no se explicarían sin estos antecedentes. Muchos de ellos, como sor Juana, sufrieron opresión y la enfrentaron, se formaron en el ideal de cambiar un orden de cosas que asfixiaba el más elemental de sus anhelos, el de ser mexicano; tener una patria y una historia, reconocerse en formas comunes de ver la vida y en sus aspiraciones de superación.

Muchas mexicanas y mexicanos, tuvieron durante el virreinato esos anhelos y la voluntad de actuarlos; sus vidas y sus obras forman parte de la historia de México.

Sor Juana Inés de la Cruz, tuvo una enorme inquietud por el estudio y su curiosidad enciclopédica la llevaron a ser pensadora, escritora, poetisa, ninguna área escapó a su interés; fue teóloga y humanista, se introdujo en el pensamiento filosófico y científico de su tiempo, procuró conocer los secretos de toda la ciencia. Sor Juana tuvo que enfrentar por un lado, la condición oprimida de la mujer y por el otro, el clima de intolerancia.

La libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de trabajo, la libertad para decidir el propio destino, son los motivos que estructuran la vida y la obra de sor Juana y en esta coherencia, entre las ideas y las acciones, se adelantó a su tiempo anunciando y demostrando que no se trataba sólo de planteamientos, sino de posibilidades. Fue ella una verdadera precursora de las reivindicaciones femeninas.

Los mexicanos todos, somos herederos de la cultura que sor Juana muy preponderantemente contribuyó a construir, una cultura viva en la que se integrar nuestros antecedentes mesoamericanos y occidentales y que aún estamos a veces difícilmente construyendo.

El ejemplo de sor Juana deben enseñarnos a superar dificultades, a sumar en esta tarea orígenes e ideas, fondo y forma de nuestras tradiciones pluriétnicas y por eso riquísimas.

El gobernador del Estado de México, al instalar el comité honorífico del patronato de sor Juana Inés de la Cruz, dijo sobre ella: "su pasión, su eterna pasión que explica su vida y su obra, animan nuestro orgullo de ser mexicanos, sabiendo que ella, mexicana toda, es para siempre toda universal".

Hoy, exactamente a 300 años de su muerte, la recordamos aquí; la reconocemos aquí y le rendimos el justo homenaje como una de las mujeres más ilustres de la cultura mexicana. Muchas gracias.



DEVELACION

La Presidenta:

Muchas gracias, diputada.

Se ruega al presidente de la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política, diputado Humberto Roque Villanueva, al licenciado Emilio Chuayffet Chemor, gobernador constitucional del Estado de México, a la representante de la colegisladora, senadora Laura Pavón Jaramillo y a los coordinadores de las fracciones parlamentarias representadas en esta Cámara de Diputados, nos hagan el honor de develar el nombre de sor Juana Inés de la Cruz, que ha sido inscrito en el muro de honor de este recinto.

Se suplica a las personas mencionadas pasar al estrado para esta finalidad

El secretario José Antonio Hernández Fraguas:

Se ruega a los señores, pasen a tomar sus lugares.



CLAUSURA Y CITATORIO

La Presidenta (a las 11:55 horas):

Agradecemos la presencia y participación de todos nuestros distinguidos invitados.

Compañeras y compañeros diputados, se levanta la sesión solemne.

Se ruega a los señores diputados estar presentes a la sesión ordinaria a las 12:00 horas en punto.

APENDICES

*INICIATIVA

El diputado Wilfrido Isidro Muñoz Rivera:

Señor Presidente:

«Cámara de Diputados.- Presente.

Los que suscribimos, diputados federales, originarios o vecinos del Estado de México, miembros de todas las fracciones parlamentarias, venimos a manifestar que en respuesta a las solicitudes de un importante número de personas, asociaciones civiles e instituciones culturales de diversas partes del país y con la facultad que nos otorga el artículo 71, fracción II de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nos permitimos dirigirnos a esta soberanía para exponer que:

El próximo 17 de abril se cumplirán 300 años del fallecimiento de sor Juana Inés de la Cruz, mujer que trascendió a su circunstancia y a su tiempo, mexicana universal, cuya obra constituye una de las más grandes expresiones de nuestra cultura.

Nació en Nepantla, hoy Estado de México, en 1651, en la época en que se fraguó nuestra identidad, cuando comenzó a delinearse el perfil que hoy nos caracteriza como nación.

La Nueva España no fue la reproducción íntegra de la metrópoli. La fusión de las razas colocó a la sociedad colonial entre dos mundos: no era ya europea, porque asimiló la visión, la tradición y el atavismo de la cultura indiana; tampoco era ya indígena, porque conquistó y desmembró la fisonomía cultural de sus pobladores originales. Punto de encuentro lo fue el mestizaje, signo que al particularizarnos, nos identificó.

Tampoco fue la Colonia un letargo histórico. Una fecunda siembra de cultura, un permanente bullicio de ideas, iba dando concreción a lo específicamente mexicano. Si en cambio, era la novohispana una sociedad cerrada, porque así convino a la conquista.

Y sin embargo, el ejercicio vertical del poder; el dogma como orientación exclusiva del pensamiento; la estructura estamental como forma de organización social; la censura y la marginación para prevenir y sancionar la heterodoxia, no impidieron que en la intimidad, se fuera construyendo la nacionalidad.

En ese ámbito y en ese proceso, en que las mujeres, no podían acceder al saber, vivió Sor Juana Inés de la Cruz. Su figura, que sintetiza la sumisión a las reglas y la rebelión de la inteligencia, es signo de la emergencia de una nueva sociedad.

Sufriendo con lucidez su condición de mujer; las oportunidades negadas no le hicieron renunciar al ansia de conocimiento y para satisfacerla, se acogió al claustro. En él, protegida de los ruidos del mundo, iluminó sonoramente a sus contemporáneos. Ejemplo de perseverancia en el estudio, desprendió del silencio de sus libros, la osadía con la que hizo surgir la conciencia femenina, el estruendo que reclamaba el reconocimiento a la igualdad intelectual de las mujeres.

Su extraordinaria inquietud por el estudio y su curiosidad enciclopédica, la llevaron a ser pensadora, escritora, poetisa.

Ningún área escapó a su interés como pensadora, fue teóloga y humanista. Se introdujo en el pensamiento filosófico y científico de su tiempo. Profundizó en la escolástica y el neoplatonismo. Procuró conocer los secretos de cada ciencia en particular y los engarces de las unas a las otras. Supo de música, como practicante y como teórica: escribió un tratado para hacer menos arduo su aprendizaje.

Como escritora, su amor a las letras le hizo convertir la inferioridad a la que se pretendía condenarla por ser mujer, en motivo de admiración y aplauso público. Como poetisa, sigue siendo uno de los más grandes versificadores de habla hispana y pertenece, como lo apunta Octavio Paz, no sólo a la literatura de nuestra lengua, sino a la de nuestra civilización.

Su inteligencia sigue asombrando a pesar del tiempo y su obra tiene múltiples dimensiones, todas profundas: la de la razón y la pasión; la de la emoción y la de la estética; la del sentimiento, tanto como la del entendimiento.

Pero igualmente sorprenden las luchas que asumió: la del saber, como vocación de libertad; la expresión del feminismo, como reacción moral contra la intolerancia; el rescate de la libre creación, usurpada por el poder que aspira a someter o acallar conciencias. Son éstas, lección permanente para reafirmar nuestro compromiso con las libertades, por las que tantas batallas hemos librado los mexicanos.

Poseemos un pasado que nos da vigor y confianza para la construcción de nuestro porvenir. La cultura nos une, al preservar y fortalecer los principios que nos identifican como nación.

En Sor Juana Inés de la Cruz se expresa la mujer mexicana y la mexicanidad misma. Por ello, su inmenso valor. Honrarla es refrendar sus enseñanzas, perseverar en el fortalecimiento de la libertad para crear y pensar, continuar en la senda de la realización de una sociedad más justa, más capaz de derramar entre los mexicanos las oportunidades, por las que ella, en la soledad y calladamente, luchó con persistencia.

Conmemorarla, es subrayar la riqueza de la herencia histórica y cultural que hemos recibido.

Por lo expuesto y con fundamento en el artículo 71, fracción ll de la Constitución General de la República, nos permitimos someter a la consideración de este cuerpo colegiado, la siguiente

INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO

"Artículo único. Inscríbase con letras de oro, en el muro de honor del salón de sesiones del Palacio Legislativo, el nombre de Juana Inés de la Cruz.

TRANSITORIO

Unico. El presente decreto entrará en vigor el día de su publicación en el Diario Oficial de la Federación." Cámara de Diputados.- LVI Legislatura.- México, D.F., 29 de marzo de 1995.- Diputados: Gonzalo Alarcón Bárcena, Marta Alvarado Castañón, Gerardo de J. Arellano A., Alejandro Audry Sánchez, Gaspar Avila Rodríguez, Salvador O. Avila Zúñiga, Héctor Miguel Bautista L., Olga Bernal Arenas, Carlota A. Rosa Botey y E., Ramiro Javier Calvillo Ramos, Eduardo Amador Cárdenas L., Oscar Gustavo Cárdenas M., Florencio Catalán Valdés, Jorge Adolfo Cejudo Díaz, Irene Maricela Cerón N., Luis Alberto Contreras S., Jorge Cortés Vences, Leonel Domínguez Rivero, Roberto M. Flores González, Régulo Pastor Fernández Rivera, Pedro Flores Olvera, Anselmo García Cruz, Abel García Ramírez, María Elisa Garzón Franco, Jorge Hernández Domínguez, Antonio Hernández Reyes, Manuel Hinojosa Juárez, Saulo Rubén Jiménez Leal, Agustín M. Jordán Arzate, Raúl Lara Chanes, Israel R. Ledezma Magaña, J. Francisco Lozada Chávez, Adriana María Luna Parra y Trejo Lerdo, Francisco Maldonado Ruiz, Everardo Martínez Sánchez, W. Isidro Muñoz Rivera, Virgilia Noguera Corona, Sergio I. Ramírez Vargas, Lauro Rendón Castrejón, Regina Reyes Retana M., Joaquín Rodríguez Lugo, José Luis Salcedo Solís, Francisco Javier Santos C., Aurelio Salinas Ortiz, Héctor San Román Arreaga, Agustín Torres Delgado, Juan Manuel Tovar Estrada, Josué Valdés Mondragón, Mario E. Vázquez Hernández, Joaquín H. Vela González y María Carmen Zavala Medel.»

Firman diputados originarios o vecinos del Estado de México y anexamos a esta iniciativa con proyecto de decreto, señor Presidente, firmas por un total de 14 mil 700 personas, que incluyen diversas organizaciones civiles, políticas, culturales de diferentes rincones del país que avalan esta propuesta y en base a la cual surgió esta iniciativa que ponemos a consideración de este honorable cuerpo colegiado. Muchas gracias.

El Presidente:

Se recibe la proposición de la diputación del Estado de México y se turna a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias.

-- *Presentada en la sesión del día 4 de abril de 1995, del diario número 8.

*DICTAMEN

«Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias.

DICTAMEN CON PROYECTO DE DECRETO

Honorable Asamblea: en el ejercicio de las atribuciones a que se refiere el artículo 71 fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los diputados federales originarios o vecinos del Estado de México, miembros de todas las fracciones parlamentarias, presentamos ante el pleno de esta honorable Cámara de Diputados, una iniciativa de decreto para que se inscriba en letras de oro, en el muro del salón de sesiones de esta honorable Cámara de Diputados, el nombre de Juana Inés de la Cruz. Esta iniciativa fue leída en la sesión plenaria del día 4 de los corrientes por el diputado Isidro Muñoz Rivera, quien anexó más de 14 mil firmas en favor de esta propuesta.

Posteriormente fue turnada a esta comisión que analiza su procedencia, para su estudio, discusión y dictamen, con base en lo dispuesto por los artículos 54 y 56 de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, 87 y 88 de Reglamento para el Gobierno Interior del propio Congreso.

Estudiada la propuesta en los términos que establecen los ordenamientos legales que rigen el funcionamiento de esta Cámara de Diputados, sometemos a la aprobación de pleno el presente dictamen, con proyecto de decreto, expresando al efecto las siguientes

CONSIDERACIONES

Por decreto del 21 de diciembre de 1949, se inscribe con letras de oro en el salón de sesiones, el nombre de Cuauhtémoc, "representante de nuestra mexicanidad, que nos legó ejemplo de valor y de bondad", "la lucha y el sacrificio de Cuauhtémoc fueron determinantes para la supervivencia de los valores de su pueblo y consecuentemente para que estas raíces se fundaran con el mestizaje que produjo la conquista, dando origen al pueblo mexicano que hoy somos".

Ahora, por segunda ocasión hay una propuesta para que se considere el nombre de una persona que vivió antes de que nuestra nación adoptara su perfil republicano, "Juana Inés de la Cruz".

Ambos, Cuauhtémoc y Juana Inés de la Cruz, por ser de la época de la conquista y de la colonia, no se vinculan directamente con los próceres de nuestra vida independiente que configura nuestra identidad como estado nacional soberano.

Juana Inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla, hoy municipio de Tepetlixpa, Estado de México, el 12 de noviembre de 1651 y murió en México el 17 de abril de 1695. Entre estas dos fechas se desenvuelve la vida de una mujer que habría de enriquecer la herencia histórica y cultural de nuestro país.

Como nos lo recuerda la iniciativa, en la Nueva España, durante el siglo XVII, predominaban "el ejercicio vertical del poder, el dogma como orientación exclusiva del pensamiento; la estructura estamental como forma de organización social, la censura y la marginación para prevenir y sancionar la heterodoxia". En ese entorno social, Juana Inés de la Cruz tenía sólo desventajas: nació fuera de matrimonio, era mestiza, era mujer. Su destino anunciado, era de una vida obscura; sin embargo, la luz de sor Juana nos sigue iluminando.

Sor Juana Inés de la Cruz, es una de las figuras más importantes de la cultura del continente americano y es, para orgullo nuestro, mexicana. "Su obra -ha escrito Octavio Paz-, pertenece no sólo a la literatura de nuestra lengua, sino a la de nuestra civilización". La admiración por ella crece cuando además se conoce su vida y se entiende el mundo en el que vivió y trabajó, cuando se sabe de la resistencia y obstáculos que tuvo que vencer para estudiar, para escribir, para expresarse. La vida y la obra de sor Juana, son ejemplo y modelo de una constante lucha por la libertad.

Todo lo logró sor Juana con inteligencia, con tesón, con esfuerzo, con rebeldía, pero sobre todo, con un enorme amor por la libertad. La libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de trabajo, la posibilidad de decidir el propio destino, son los motivos que estructuran la vida y la obra de sor Juana y en esta coherencia entre las ideas y las acciones se adelantó a su tiempo. Anunciando y demostrando que no se trataba sólo de planteamientos sino de posibilidades.

Pero también las limitaciones a que fue sujeta, los obstáculos que se opusieron a su desarrollo, los frenos a su talento, evidenciaron la necesidad de sobreponerse y cambiar un orden que sacrificaba la inteligencia y el esfuerzo. En ese sentido su obra y, sobre todo, la disposición de su conciencia lúcida adquieren carácter premonitorio: prepara las luchas por la libertad y la dignidad de las personas, que más tarde se desencadenarían.

En la construcción de la cultura mexicana y por lo tanto de nuestra nacionalidad, el lugar de sor Juana es de primer orden. De ella podemos decir que tenía ya en el Siglo XVII conciencia de ser mexicana y que esta conciencia se expresó en su literatura y en su rebeldía.

Pero no fue solamente sor Juana una mujer de letras. Su afán de conocimiento desarrolló en ella una vocación intelectual que la llevó a enfrentar, por un lado, la condición oprimida de la mujer y, por otro, el clima de intolerancia. Sor Juana proclamó la educación universal para las mujeres y la libertad de pensamiento y de creación.

Sus planteamientos no se derivaron ciertamente de un pensamiento liberal y moderno, sino de sus propias vivencias, de la experiencia de una mujer que prefigura las luchas del pueblo de México por la modernidad democrática que tiene como pilares el igualitarismo, la libertad y la tolerancia.

Las mujeres mexicanas son herederas espirituales de sor Juana, porque como ella se revelan ante la falta de oportunidades, como ella luchan por participar, por ocupar un lugar en la vida social. Ella nos enseñó que se puede, que se debe encontrar la manera de hacer oír la voz de quienes tenemos mucho que decir. Los mexicanos todos somos herederos de la cultura que sor Juana muy preponderantemente contribuyó a construir, una cultura viva en la que se integran nuestros antecedentes mesoamericanos y occidentales y que aún estamos, a veces difícilmente, construyendo. El ejemplo de sor Juana debe enseñarnos a superar dificultades, a sumar en esta tarea orígenes e ideas, fondo y forma de nuestras tradiciones pluriétnicas y por eso riquísimas.

Por todas estas consideraciones, la comisión que dictamina considera que es de plena justicia la procedencia de la iniciativa en estudio y, por tanto, propone a la aprobación de esta Asamblea el siguiente

PROYECTO DE DECRETO

Artículo único. Inscribase con letras de oro, en el muro de honor del salón de sesiones del Palacio Legislativo, el nombre de sor Juana Inés de la Cruz.

TRANSITORIOS

Primero. Facúltese a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias, para determinar fecha y hora de la ceremonia alusiva.

Segundo. Este decreto entrará en vigor el día de su publicación, en el Diario Oficial de la Federación.

Salón de sesiones de la Cámara de Diputados, a 5 de abril de 1995.- Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias.- Diputados: Píndaro Urióstegui Mirand, presidente; Horacio Gutiérrez Bravo, Jaime Martínez Tapia, secretarios; Gerardo de los Cobos Silva, Leonel Godoy Rangel, Prisciliano Gutiérrez Hernández, Adrián Víctor Hugo Islas Hernández, Eugenio Ortiz Walls, Alfonso Reyes Medrano, Antonio Tenorio Adame, Guillermo Héctor Zúñiga Martínez, Dante Decanini Livas, Fortino Figueroa Montes, Manlio Fabio Gómez Uranga, Miguel Hernández Labastida, Martina Montenegro Espinoza, Francisco Peniche y Bolio, Regina Reyes Retana Márquez Padilla, Homar Zamorano Ayala y José Alfonso Primitivo Ríos Vázquez

-- *Presentada en la sesión del día 6 de abril de 1995, del diario número 9.