LVIII LEGISLATURA

MESA DIRECTIVA DE LA COMISIÓN PERMANENTE
REUNIÓN DE TRABAJO  DE LA SEGUNDA COMISIÓN
CON EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA

21 DE FEBRERO DE 2002

- EL PRESIDENTE DIP. GUILLERMO ANAYA LLAMAS: Tengan todos ustedes esta ocasión en que nos encontramos reunidos, pues es para celebrar la visita del excelentísimo señor Alfonso Portillo Caldera, Presidente de la República de Guatemala y distinguidos miembros de la comitiva que lo acompañan.

Me voy a permitir dar un mensaje de bienvenida a nombre de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión, por lo cual pasaré a hacer uso de la tribuna.

Excelentísimo señor Alfonso Portillo Caldera, Presidente de la República de Guatemala; distinguidos miembros de la Comitiva que le acompañan; Honorable senador José Natividad González Parás, Presidente de la Segunda Comisión de Trabajo de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión; Honorables Miembros de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión, en especial al diputado Gustavo Carvajal Moreno, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados; al diputado Rodolfo Dorador Pérez Gavilán, Secretario de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y al diputado Oscar Alvarado Cook, diputado Presidente del Grupo de Amistad del Parlamento México-Guatemala; señoras y señores:

Como Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, me es grato expresarle mi beneplácito por su visita y el honor que representa para los legisladores mexicanos y el pueblo de México su estancia en nuestro país.

A Guatemala y a México los unen estrechos lazos históricos y culturales que datan de la época prehispánica y que se han fortalecido significativamente en años recientes.

Baste señalar que la presencia de la cultura maya viva actualmente, comprende una significativa parte de la población guatemalteca, así como habitantes de por lo menos cinco estados de nuestro país, Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quinta Roo.

México y Guatemala comparten también el respeto y la práctica de los principios fundamentales que rigen las relaciones internacionales entre los países del orbe. De ahí que la política exterior de ambas naciones se signifiquen por el respeto a la libre determinación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de los conflictos, la paz mundial y la salvaguarda de la soberanía de los pueblos.

Es de reconocerse que los gobiernos de ambos países se han preocupado siempre por resolver los problemas internos, mirando en todo momento porque en la solución de los conflictos impere el diálogo sobre la lucha armada y se recurra a las instancias de concentración política para alcanzar acuerdos que fructifiquen en la paz social.

Hoy en día ambos países transitamos por nuevos senderos en la búsqueda de la democracia plena, de la participación política de todos los estratos sociales y corrientes ideológicas que enriquecen el quehacer cultural y político de nuestros pueblos, para alcanza en un futuro cercano el desarrollo económico y social que haga justicia a los anhelos y demanda de nuestros ciudadanos y garantice un futuro con igualdad de oportunidades para las nuevas generaciones.

Las relaciones bilaterales no sólo comprenden el ámbito político y diplomático, sino que se extienden al seno de lo comercial, éste último expresado en la firma del Tratado de Libre Comercio entre México y Guatemala.

Estamos ciertos de que este acuerdo ha sido el primer paso para consolidar el intercambio comercial, fortalecer la cooperación bilateral y promover el desarrollo regional que permitan alcanzar mejores niveles de vida y bienestar para nuestras sociedades.

Reconocemos que el camino y las estrategias de desarrollo común no han estado exentas de múltiples obstáculos, esto es lo que nos impulsa para continuar por la senda de la apertura democrática y la participación de la sociedad civil en todos los ámbitos del quehacer nacional, llámese política, llámese acceso a la educación, llámese generación de empleos y salarios dignos, justicia social para nuestros campesinos y obreros, así como la incorporación a la mujer en la toma de decisiones y hacer de la política el instrumento de la consecución del bien común.

Seguros estamos que la visita de usted, señor Presidente, alienta al Congreso Mexicano un Congreso Plural en cuyo seno participamos las principales fuerzas políticas del país, que hoy en día gracias al mandato ciudadano tenemos la alta responsabilidad de representar y servir a la sociedad mexicana; un Congreso en el que todas las decisiones son fruto del consenso, del diálogo constructivo, en donde se asume que en la riqueza que ofrece la pluralidad, se encuentran las soluciones que nos han permitido consolidar la democracia como un sistema de vida.

Enhorabuena por su visita, Excelentísimo señor Presidente, y hacemos votos porque su estancia en nuestro país permita consolidar las relaciones bilaterales en el ámbito diplomático, político y cultural, por el bien de nuestros pueblos y para reafirmar una vez más, la hermandad que históricamente nos mantiene unidos.

Muchísimas gracias. (Aplausos)

-EL C. PRESIDENTE: Le pediré al senador José Natividad González Parás, presidente de la Segunda Comisión de Trabajo de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión, nos dirija unas palabras.

-EL C. SENADOR JOSE NATIVIDAD GONZALEZ PARAS: Muchas gracias señor Presidente. Excelentísimo señor licenciado Alfonso Portillo Cabrera, Presidente de la República de Guatemala. Excelentísimos Embajadores acreditados ante los Gobiernos de México y Guatemala. Señores Cónsules Honorarios. Distinguidos miembros de la Delegación Guatemalteca. Compañeros Legisladores. En América Latina hay un tema persistente a lo largo de nuestro devenir histórico, la búsqueda de una fisonomía común, de un perfil que nos defina al reconocer que formamos parte del continente americano pero que somos latinoamericanos.

También nos identifica la búsqueda de la libertad, de la justicia social y de un desarrollo sustentable, en un mundo desigual y asimétrico, en el que tenemos rezagos ancestrales y retos formidables para alcanzar mejores niveles de desarrollo.

Rubén Darío, ese latinoamericano ilustre, decía que desde México hasta la Tierra de Fuego, hay un inmenso continente, en donde la antigua semilla, y esto nos evoca también a la obra de Miguel Angel Asturias, la semilla iberoamericana y la precolombina, fecundan y preparan, decía él, en la savia vital la futura grandeza de nuestra raza americana; la raza cósmica, como le llamó Vasconcelos.

En este recinto del Congreso de la Unión, señor Presidente, damos la más cordial bienvenida a un político guatemalteco que vivió en nuestro país, que lo conoció a fondo, y que se identificó con el espíritu bolivariano, sin perder contacto e identidad con la patria que lo vió nacer.

México y Guatemala, no sólo comparten fronteras sino también origen y destino, basta asomarnos a la historia para encontrar, como aquí lo señaló el compañero Presidente de la Comisión Permanente, un vínculo cultural e histórico que nos une; el de la cultura maya.

Nuestras raíces indígenas moldearon el pasado y son un activo del presente que debemos reconocer y revalorar, no sólo para construir el futuro sino también para saldar una deuda histórica que tenemos con los indígenas de nuestros pueblos.

México y Guatemala comparten este reto, el de acabar con la marginación, y el de alcanzar un auténtico desarrollo regional y sectorial equilibrado. Hacerlo además sin cancelar las libertades, bajo un régimen democrático que aliente y proteja los derechos humanos fundamentales.

Mucho se ha avanzado, pero el desafío sigue siendo enorme, y en él están involucrados los gobiernos y la sociedad civil de nuestros respectivos países.

La batalla por un nuevo sistema económico y financiero, que contribuya realmente al desarrollo de los países menos favorecidos, tema que por cierto va a ser abordado en Monterrey, en la próxima Cumbre sobre Financiamiento del Desarrollo.

La atención de los fenómenos de emigración, de la inseguridad y el narcotráfico y la creación de zonas integrales entre países de desarrollo compartido, son también preocupaciones de nuestros dos pueblos.

No podemos, hoy en día, ser espectadores tan solo de la historia, nadie actualmente puede hablar de aislamiento; particularmente ahora el destino de nuestras Naciones se forja en buena medida también en el exterior. Su viaje a México es muestra de ello, particularmente por lo intenso de la relación bilateral de las dos naciones que responde también a una dinámica mundial que exige a los mandatarios involucrarse más activamente en la promoción y defensa de los intereses nacionales, a través de acuerdos y contactos personales con diversos actores políticos regionales e internacionales.

Su distinguida presencia en este recinto del Congreso de la Unión la interpretamos como una muestra de respeto y consideración al Poder Legislativo, resultado de su vocación política y de su experiencia como parlamentario guatemalteco. Lo valoramos por el significado que lleva implícito de respaldo a la diplomacia parlamentaria y al papel que ésta juega en un mundo cada vez más interdependiente y más plural en donde los parlamentos juegan sin duda un rol creciente de participación y de protagonismo constructivo.

Señor Presidente Portillo Cabrera:
México y Guatemala comparten, como dijimos, origen y destino; comparten también retos grandes a los que se enfrentan nuestros pueblos y gobiernos. Las soluciones no son sencillas ni de corto plazo, requieren de proyectos pertinentes, de coordinación armónica y de recursos para emprenderlos, pero sobre todo de la voluntad política de llevarlos a cabo con el consenso y la participación de todos.

Hacemos votos por el fortalecimiento de nuestra amistad y por un futuro más promisorio para dos pueblos que somos vecinos y hermanos.

Muchas gracias.

(Aplausos)

EL C. PRESIDENTE.- Muchas gracias, senador José Natividad Gonzáles Parás.

Le solicitamos al Excelentísimo señor Alfonso Portillo Cabrera, Presidente de la República de Guatemala, nos dirija unas palabras.

EL EXCELENTISIMO DOCTOR ALFONSO PORTILLO CABRERA, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE GUATEMALA.- Ciudadano diputado Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, señor Guillermo Anaya,

Distinguido senador ciudadano José Natividad González, Presidente de la Segunda Comisión de Trabajo del Honorable Congreso de la Unión,

Distinguido diputado ciudadano Gustavo Carvajal, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Honorable Congreso,

Distinguidos diputados y diputadas, senadores y senadoras,

Amigos y amigas:

Permítanme romper el protocolo. Viví exiliado veinte años en México.

Quiero a este país como al mío propio, quiero a su gente como a la mía; extraño sus paisajes, sus costumbres, su cultura, su comida y su música. Me siento entre ustedes como en mi propia casa. En mi país a veces me reprochan que viaje tanto a México, pero no me pueden reprochar que ame tanto a México y es que México se da a querer y es que es tan fácil quererlo y tan difícil olvidarlo.

Aquí me hice profesional, México me dio la oportunidad de aprender y de enseñar en sus universidades; aquí sembré un árbol, escribí un libro y tengo una hija. México me regaló entrañables amigos, queridos hermanos de la vida. Tengo el privilegio que algunos de ellos están aquí, en este Recinto histórico. Otros, me han acompañado en Guatemala y han colaborado con mi gobierno.

Me enorgullece comparecer por primera vez como Presidente de la República de Guatemala ante este Honorable Congreso. El Poder Legislativo es el poder más democrático y representativo del estado; en él están representadas todas las corrientes ideológicas y políticas; en él se expresa el poder soberano del pueblo; es por excelencia el foro de debate nacional.

Como parlamentario que fui experimenté lo rico y profundo de las deliberaciones; así como también lo difícil y complejo de sus decisiones políticas. Es quizás por eso el poder más incomprendido y cuestionado de los poderes del estado. Decía Montesquieu que "el fraccionamiento del poder del estado es garantía de libertad". Que sean mis primeras palabras para felicitar a este dinámico foro democrático porque en su pluralidad partidaria y en ausencia de fracciones mayoritarias, ha sabido conjugar inteligentemente, con comprensión y tolerancia, los intereses supremos de la Nación que indudablemente contribuyen a la búsqueda del bien común. Es un rasgo de la cultura política nacional de México, del cual deben sentirse muy orgullosos.

El desarrollo histórico del estado constitucional en México, constituye un ejemplo para las jóvenes democracias en América Latina que deben cumplir simultáneamente la tarea de estabilizar y fortalecer sus instituciones políticas.

El pueblo es el origen del poder del estado; el pueblo es también el titular supremo de ese poder y su voluntad es la única con capacidad para exigir la obediencia de los ciudadanos. Así lo reconocen explícitamente nuestras constituciones políticas: la de México en su artículo 39 y la de Guatemala en su artículo 141. Bajo estas condiciones nuestras naciones han inaugurado el siglo XXI. Nuestras tareas en los albores de este nuevo siglo, son claras e impostergables: mejorar, modernizar y fortalecer el estado y su sistema de gobierno republicano, democrático y representativo.

Compartimos la firme convicción de que esas tareas se pueden ejecutar cabalmente a través de la modernización de todas y cada una de las funciones básicas del estado y del fortalecimiento de la autonomía y equilibrio en el funcionamiento de los poderes estatales.

Nuestros pueblos van a gozar de un sistema de garantías, sólo si los poderes públicos con arreglo a una arquitectura racional que proviene de nuestras constituciones, ejercen efectivamente su independencia y construyen el estado de derecho. Sólo así. como escribía García Pelayo, el estado puede asegurar el conjunto de la libertad. Por eso hoy es tan incuestionable como difícil de aceptar para muchos, que uno de los principios fundamentales del estado de derecho como lo es el irrestricto respeto a la división e independencia entre los poderes del estado, tiene una observancia sin precedentes en muchos países de América Latina.

No hay poderes mayores o menores en una democracia, hay un solo poder del estado que se ejerce a través de tres funciones distintas autónomas y a la vez complementarias.

El gobierno central, como hemos aprendido en estos años de ejercicio de la democracia, es sólo una parcela del poder del estado, una parcela que equivocadamente en amplias esferas de nuestros países, se percibe como todo el poder del estado.

El Congreso como sabemos, tiene la responsabilidad de legislar en beneficio del pueblo; controlar y fiscalizar al Ejecutivo y ser escenario del debate de los asuntos nacionales que concitan el interés público. Cumplir con esos compromisos demanda una modernización integral que abarca aspectos jurídicos y operativos atinentes al funcionamiento de ese poder del Estado.

Nuestros congresos como órganos que contienen la representación de la pluralidad de todas las opciones políticas, incluyendo como en el caso guatemalteco, aquéllas que durante la guerra fría y la guerra civil, estuvieron proscritas están fortaleciéndose en la medida en que todas las fuerzas y no sólo las mayoritarias, participan en la elaboración de leyes y encuentran procedimientos para que la libre deliberación y la publicidad, impregnen nuestra arquitectura estatal.

Nuestros congresos se están fortaleciendo también en la medida que las decisiones adoptadas no limitan los derechos de las minorías y, de manera particular, no limitan su derecho de convertirse, en igualdad de condiciones, en mayoría.

México a ese respecto nos está dando una gran lección de crecimiento democrático en América Latina.

Nuestras democracias, como sabemos, padecen ciertos malestares. No siempre hay correspondencia entre la institucionalidad democrática lograda y las necesidades manifiestas de la sociedad, especialmente en lo que se refiere a bienestar económico, seguridad, social personal y jurídica.

En algunos lugares vemos problemas de representatividad y aunque, como dijo Rousseau, la soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser enajenada, ciertamente las democracias en América Latina requieren sustantivamente mejorar las condiciones de credibilidad y confiabilidad.

El Siglo XXI, por cierto, nos demanda una reingeniería de los mecanismos de la democracia representativa que muestran signos de anacronismo y así enfrentar el reto de incorporar herramientas de la democracia participativa a fin de inducir un mejoramiento en el tratamiento de los problemas que cotidianamente enfrenta la sociedad.

Los problemas de la democracia en América Latina son los problemas que conlleva el agotamiento de los modelos económicos de acumulación a la sombra o bajo la protección del Estado y sus contrapartes políticas.

Hoy asistimos al fin de esos modelos. Las crisis que vivimos de conjuras autoritarias y ciclos de desestabilización no son más que expresión de este difícil, complejo y en ocasiones doloroso proceso de transformación económica, política y social que es imperativo llevar adelante para incorporarnos con eficiencia y eficacia en la globalización mundial.

Es decir, no sólo es necesario modernizar nuestros países, sus economías y sus instituciones. Eso no es suficiente e incluso puede ser hasta inútil si no logramos, al mismo tiempo, construir un Estado con ciudadanos y ciudadanas dignas, respetados como tales.

Esta etapa no es propicia para dogmatismos ni rigideces. Nuestro desafío como países es configurar el bien común en una sociedad pluralista y cada vez más abierta, transformando el actual Estado, cuyas funciones y capacidades son limitadas y cuyo aparato, maniatado y cautivo de intereses sectarios, tenemos que liberar y reconstituir.

No vamos a volver al intervencionismo estatal, pero tampoco vamos a renunciar a que el Estado, como expresión democrática de la voluntad soberana de la sociedad, vigile y regule el funcionamiento económico mediante reglas claras y estables para todos.

Es también en esta etapa que la existencia de congresos fuertes es impostergable. Hoy, congresos como el de México y el de Guatemala tienen un poder como nunca antes lo tuvieron en la historia, y este poder no lo otorga la capacidad de imponerse sobre la sociedad, sino el proceso de liberalización con respecto a los poderes fácticos tradicionales.

En consecuencia, es de requisito fortalecer a los partidos políticos, que son consustanciales al sistema democrático.

No existe ninguna democracia madura que se haya desarrollado y funcione hoy sin partidos políticos. La democracia demanda la existencia de partidos con democracia interna que incorpore los liderazgos diversos de la sociedad civil y que tengan el mayor grado de autonomía posible del Estado y de los poderes fácticos.

El financiamiento público de los partidos debe ir acompañado de un conjunto de normas sobre el uso de los recursos públicos que garanticen la transparencia en su utilización.

Estos partidos, que requieren la democracia en cualquier parte del mundo pero especialmente en nuestros países, no pueden limitarse al ejercicio electoral. Los políticos y los partidos estamos obligados a ver más allá del tiempo y el espacio presentes.

Las reformas profundas que requieren nuestros países en áreas tan sensibles como lo laboral, lo financiero, lo fiscal y lo educativo demandan un liderazgo político con visión de largo plazo, que no escatime su capital político y asuma con responsabilidad los costos.

Una política que no esté dispuesta a asumir los costos y que sólo espere beneficios es cada vez más insostenible en América Latina.

Nuestras decisiones hoy son vistas y registradas casi simultáneamente por todo el mundo. El hacer o dejar de hacer, nos será reclamado tarde o temprano por la historia.

Nuestros estados nacionales tienen tareas formidables en esta época. Ya está superado, afortunadamente, el debate sobre la función intervensionista del Estado en el mercado. No estamos tras la reconquista del Estado propietario, estamos tras la edificación del Estado socialmente responsable, responsable de velar por la construcción de los eslabones sociales de los excluidos del sistema, que en el caso de Guatemala ocurre a través de la educación y el acceso a la tierra.

Las responsabilidades del Estado no son privatizables. Un Estado responsable de cumplir la tarea reguladora a fin de asegurar el bien común y proteger a los consumidores, sobre todo a aquellos que están cautivos y sufren de mayor desigualdad social por la ausencia de competencia en el mercado, un Estado responsable de mantener un presupuesto general equilibrado y sano y una política financiera, prudente y realista.

El desafío de nuestros Estados nacionales, cada cual a su escala y con desarrollos institucionales diferenciados consiste en identificar las oportunidades y los riesgos que se nos presentan en un mundo globalizado, y desarrollar las capacidades de construir políticas públicas mediante consensos y acuerdos nacionales. Y es que la vieja discusión sobre democracia representativa y democracia participativa, ya no tienen lugar, pues como bien dice Norberto Bovio, ambas pertenecen al mismo género de la democracia política. Son formas de democracia que no se excluyen y que más bien debemos aprender a sacarles complementariedades.

También enfrentamos el desafío común de construir capacidades estratégicas para enfrentar los costos del cambio. Esta construcción de capacidades estratégicas, se refiere, además, a discernir sobre el futuro, a trabajar sobre las causas de nuestros problemas, y no tanto sobre los efectos.

Es insecable el reto de configurar el bien común en sociedades pluralistas y multiétnicas, heterogéneas y desiguales y que a la vez son cada vez más abiertas.

México y Guatemala están hermanados por la historia, la cultura y la geografía. Sus problemas los vivimos como nuestros problemas, sus triunfos los celebramos como nuestros. Estamos atentos a su desarrollo institucional y democrático. Compartimos una frontera extensa de casi mil kilómetros.

Tras el derrocamiento de Jacobo Arvinz, en 1954, México y su frontera fueron el refugio para los revolucionarios, los intelectuales y opositores de conciencia.

En lo más álgido de la guerra civil en los años 80s, esa franja fronteriza fue el refugio para decenas de miles de campesinos indígenas que procuraban salvar la vida. Unos y otros encontraron a caso una inmensa solidaridad. Por eso compartimos con el Presidente Fox la definición de nuestra frontera como frontera social, frontera para el desarrollo, el libre comercio, el manejo ambiental sustentable, el tratamiento digno de los migrantes y respeto de los derechos humanos. Pero al mismo tiempo nuestra frontera se ha convertido en un área de riesgo para la seguridad de nuestros habitantes.

El factor social de vulnerabilidad de nuestros estados, los representa la corrupción. La corrupción favorece el florecimiento de la narcoactividad y el tráfico humano para el beneficio de mafias, el contrabando de ilegales, armas, automóviles robados, especies protegidas de flora y fauna, especies animales en extinción, maderas preciosas, piezas del patrimonio arqueológico, lavado de dinero, contrabando de mercancías en ambas direcciones y otros.

Es urgente que establezcamos de común acuerdo un diagnóstico de la situación prevaleciente en la franja fronteriza. Esto nos dará pie a diseñar un plan binacional encaminado a erradicar o reducir las actividades ilícitas que demandan acciones múltiples y coordinadas.

Es indispensable asumir compromisos en dirección de asegurar nuestra zona fronteriza para enfrentar juntos los retos de la seguridad. global.

Los atentados del 11 de septiembre contra los Estados Unidos y el desarrollo de la guerra internacional contra el terrorismo global, han puesto de nuevo en el centro de la agenda internacional, los asuntos de la seguridad a la par de los temas relacionados con la gobernabilidad y la promoción de la democracia y las libertades.

Este es un cambio de alta significación, pues desde el final de la Guerra Fría, la agenda de la seguridad internacional estuvo centrada en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, el control de las migraciones no documentadas y la persecución de los terrorismos nacionales.

Los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre presentan nuevos desafíos políticos e institucionales para los Estados nacionales y la comunidad internacional.

Esos ataques sacudieron los supuestos sobre los que descansa el sistema internacional de seguridad, fronteras y soberanía, libertad, democracia y civilización. Es claro que el terrorismo quiere instalarse en un mundo en el que han sido los gobiernos los que establecen las reglas y procedimientos de las relaciones para dirimir los conflictos y las alianzas entre los Estados. Es claro también que quisieran volver irreconciliables las libertades individuales con la seguridad ciudadana.

Tratan de imponernos una horrorosa premisa: la premisa de que no hay reglas, no hay derecho humanitario ni respeto de las normas internacionales de convivencia pacífica, no hay cabida para resolver conflictos mediante el diálogo y la negociación. Ya lo dijo el gran escritor mexicano Carlos Fuentes: Una globalización sin reglas conduce a más graves y profundos desequilibrios económicos y sociales.

No podemos caer prisioneros de esa tesis criminal. Ningún país, ninguna sociedad, puede aislarse de las demás. La actitud prevaleciente en lo países ha sido administrar las amenazas como medidas de seguridad interna, como el control de pasos fronterizos o con supuestas respuestas militares convencionales.

El multilateralismo no había sido prioridad y es que la seguridad, que alguna vez fue medida por el Ejército de un país, se transforma ahora en la necesidad de proteger a las personas de los riesgos que significa vivir en una comunidad global, donde nadie es inmune. Las amenazas a esta seguridad provienen cada vez menos de las Fuerzas Armadas y cada vez más del crimen internacional, el tráfico de drogas, el extremismo político, los traficantes de armas, los caciques de la guerra y los pequeños tiranos. Son peligros comunes ante los cuales ningún país ha construido sistemas de seguridad y defensa confiables.

La creación de una coalición de naciones para combatir el terrorismo puede abrir una oportunidad para dar respuestas colectivas a problemas globales. Es la oportunidad de construir un sistema planetario de inteligencia, coordinación policial, control de pasaportes, supervisión de viajes, etcétera. Se podrían unir esfuerzos para interrumpir los circuitos financieros y el tráfico de armas de grupos terroristas y narcotraficantes. Rastrearlos y perseguirlos a través de las fronteras nacionales, detenerlos y llevarlos a juicio ante cortes internacionales y castigar con efectivas medidas multilaterales a los países que les dan cobijo.

La mejor defensa de los países contra el terrorismo es la existencia de gobiernos y sociedades más bien satisfechas con políticas internacionales imparciales. Quiero decir con esto que la única defensa real contra los ataques externos es un esfuerzo serio, continuo y valiente para encontrar soluciones políticas para los conflictos en que está involucrado el mundo. Además debemos dotarnos de instrumentos jurídicos adecuados para combatir el terrorismo global y a la vez garantizar la vigencia de los derechos civiles, políticos y culturales.

México y Guatemala tienen una agenda de relaciones de alta calidad que comprende de manera destacada temas de seguridad, pero también de desarrollo social y comercial. Eso comprende dinamizar el Tratado de Libre Comercio suscrito en el año 2000; relanzar el programa de desarrollo fronterizo; darle vida al promisorio Plan Puebla Panamá; la apertura de nuevas vías de comunicación; ampliar los proyectos de interconexión eléctrica; el aprovechamiento ambientalmente sustentable de los recursos hídricos del Usumacinta; el desarrollo de proyectos turísticos y el tratamiento digno de los trabajadores agrícolas migratorios, entre otros temas.

México y Guatemala han levantado como tarea la función solidaria del Estado, que significa la defensa de los más débiles y el esfuerzo de cohesión social. Y este concepto debemos trasladarlo a nuestras relaciones con el mundo, pues así como se globaliza la economía también debe globalizarse la solidaridad.

Quiero decir que los guatemaltecos reclamamos incluir ese concepto en las relaciones comerciales, financieras y de intercambio con otras naciones y bloques económicos. Y es que el acceso a los mercados -y esto es fundamental- y es que el acceso a los mercados de los países desarrollados es esencial para la salud económica de países como el nuestro.

Queridos dignatarios de la nación:

Vengo como Presidente de un país pequeño, su hermano menor, a expresarles con humildad pero con satisfacción que hemos alcanzado logros, quizás modestos unos pero históricos y significativos otros, para construir una nación democrática y moderna.

En dos años de gobierno hemos aprobado la reforma laboral más importante de los últimos 60 años, la reforma fiscal más trascendental de los últimos 100 años que nos permitirá romper la barrera histórica de 10 por ciento de carga tributaria, una inédita reforma educativa con la ayuda del pueblo y del gobierno mexicano, sin parangón desde mediados del siglo pasado, y vamos a la mitad del camino en la reforma financiera que estará concluida antes del mes de junio.

A la vez, me llena de satisfacción compartir con ustedes que hemos dado pasos firmes para liberarnos del patrimonialismo, modernizar la economía mediante su apertura a la competencia y quizás la tarea de la paz más importante: atrevernos a revertir los factores de desigualdad y pobreza que nutren la conflictividad social; que hemos acelerado los programas de acceso a la tierra y de regularización catastral; que nuestro país cuenta por convicción propia con una estrategia de reducción de la pobreza y que ahora nos preparamos para discutir una política nacional agraria y una política de desarrollo rural, que permita dotar al Estado de institucionalidad y abra alternativas de producción y mejoramiento de las condiciones de vida de la población campesina.

Queridos amigos de México; dignatarios de esta amada y gran nación: Me siento orgulloso de estar este día con ustedes, de compartir proyectos de hermandad y desarrollo democrático conjunto, de expresarles la emoción que siento, que los sueños, lecciones y experiencias que tuve en esta amada nación hoy, pese a las dificultades y los desafíos, los estoy concretando como Presidente de la República.

Me siento honrado por su hospitalidad, por su cariño y sus atenciones. Sé que ésta es mi casa y tengan la certeza que Guatemala es la de ustedes y que estamos construyendo la casa común de Las Américas.

Larga vida para los pueblos hermanos de México y Guatemala, larga vida y prosperidad compartida en nuestras democracias.

Muchas gracias.

(aplausos)

-PRESIDENTE, DIP. JOSE GUILLERMO ANAYA LLAMAS: Muchísimas gracias por las palabras del excelentísimo señor Alfonso Portillo Cabrera.

En esta reunión se encuentran distinguidos senadores y distinguidos diputados, entre ellos la senadora Cecilia Romero, Secretaria de la Mesa Directiva de la Comisión Permanente, además de ser la Presidenta de la Comisión de Relaciones con América Latina y El Caribe, del Senado, y el diputado Ramón Mantilla, en representación del diputado Presidente de la Comisión de Amistad México-Guatemala.

Le solicitaremos al excelentísimo Alfonso Portillo Cabrera, Presidente de la República de Guatemala, nos haga el favor de firmar el Libro de Visitantes Distinguidos.

(El Sr. Alfonso Portillo Cabrera, Presidente de la República de Guatemala, firma el Libro)

-EL C. PRESIDENTE DIPUTADO JOSE GUILLERMO ANAYA LLAMAS. Muchas gracias señor Presidente. Ahora realizaremos un intercambio de presentes tanto de la Cámara de Senadores como de la Cámara de Diputados.

(Se realiza el intercambio de presentes)

Muchísimas gracias a todas y a todos ustedes por acompañarnos en esta reunión con el Presidente de la República de Guatemala, el Excelentísimo señor Alfonso Portillo Cabrera, como bien dice en su discurso: ".esta es su casa"".

Muchísimas gracias.

(aplausos)

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