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Que reforma el artículo 41, párrafo tercero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia electoral, presentada por el diputado José de Jesús Sánchez Ochoa, del grupo parlamentario del PAN, en la sesión del miércoles 15 de noviembre de 1990

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

El pueblo de México a través de su centenaria existencia ha buscado con generosidad y denuedo el ser artífice de su historia. En algunos tiempos y lugares del país los obstáculos se ven insuperables, las dificultades sin fin, de tal manera que aparece ya como sometido por siempre. Sin embargo, en la cresta de la crisis surge de nuevo la fuerza de la vocación democrática en amplios estratos de nuestra población, de manera que el impulso primigenio hacia la justicia, la liberación y la democracia se reviste de nuevo vigor, forma nuevos causes para la acción y fecunda el proceso social generando nuevos brotes de voluntades dispuestas a inyectar en las corrientes de nuestra historia el agua pura de la democracia.

Resulta innecesario repetir los nombres de los egregios varones cuya vida consumió el afán de hacer caminos por donde la sociedad mexicana pudiera transitar hacia los campos de la participación. Ellos crearon instrumentos para hacer más eficaz la tarea de conjuntar las voluntades en torno a la consecución del destino nacional. Nosotros necesitamos aprovechar la experiencia histórica para perfeccionar los medios que nos fueron dados, a fin de facilitar nuestra misión al servicio de la democracia.

Los partidos políticos destacan sobre manera entre los muchos medios que, quienes nos precedieron, lograron conformar para facilitar la participación de todos los ciudadanos, grupos y sectores que componen la nación mexicana. La existencia de los mismos es consecuencia de la pluralidad en la integración y organización sociales, así como del pluralismo en las concepciones económicas, políticas y culturales del pueblo mexicano. El pluralismo antes mencionado es la expresión lógica de la diversidad humana generada por el crecimiento de la personalización.

Los partidos políticos tienen como misión el ser cauce de la pluralidad mientras contribuyen al fortalecimiento de la unidad nacional. Todos somos conscientes que la actividad de los partidos políticos ha de darse en la dialéctica de la unidad y la pluralidad, con apoyo de la racionalidad, en la inspiración de la solidaridad, con fidelidad a la verdad y como servicio a la comunidad. En efecto, la misión de todo partido político, de todos los partidos políticos es la de fomentar y hacer eficaz la participación de los ciudadanos en la vida de la comunidad, captando e impulsando el mayor número de ciudadanos hacia el trabajo en los asuntos públicos, por lo que han de trabajar constante, veraz e inteligentemente en la formación de la conciencia ciudadana y de la opinión pública, mediante la difusión de la cultura, el análisis, la discusión pública y el compromiso político, para transformar la sociedad a través del desarrollo de la cultura política y la sustentación de la democracia.

La democracia por otra parte no concibe a la sociedad como distensa y fructuosa convergencia de todos los sectores sociales, en todos los niveles culturales, políticos y económicos hacia un solo propósito; tampoco la concibe como una gran familia donde lo único que se necesita para mantener la armonía y el esfuerzo conjunto es la mano paterna bastante fuerte. No, la democracia concibe a la sociedad en tensión dialéctica entre la unidad y la pluralidad, entre la diversidad y la uniformidad para generar un orden social mediante el encuentro y equilibrio racional acordado por las fuerzas en conflicto. Así sabemos como en la democracia el poder se halla en manos de la mayoría, pero ¡no todo el poder! sólo en el absolutismo el poder se autoproclama: uno e indiviso. En la democracia se presupone y acepta la oposición; en el totalitarismo la oposición simplemente es ignorada o eliminada.

El pluralismo es esencial a la democracia, pero el mismo no se equipara a la dispersión o a la atomización de opiniones e intereses, cuya presencia en un grupo social sólo sirve al debilitamiento del mismo. Es necesario en la democracia configurar posturas políticas bien definidas, para que en torno a las mismas se conciten núcleos vigorosos de ciudadanía que contrapongan con fidelidad a su verdad sus bien fundadas opiniones, así como para que expongan y defiendan sus legítimos intereses frente a los de sus semejantes. Esa contraposición pone de manifiesto los conflictos existentes en la convivencia social, pero a la vez posibilita la superación de los mismos, cuando sus protagonistas con apertura de espíritu y solidaridad buscan y encuentran soluciones.

La libertad es el espacio de la democracia, pues sólo la libertad de las personas la hace posible, por lo que no puede hablarse de un régimen democrático cuando condiciona arbitrariamente el ejercicio de cualquiera de las prácticas de la libertad por parte de las personas, o de las comunidades. El pueblo no sólo debe ser beneficiario de la liberación y la democracia, sino protagonista de ellas. Por muy humillados y deprimidos que estemos los mexicanos y por mucho que se haya inhibido nuestra capacidad de iniciativa y aun de colaboración, seguimos siendo personas por lo que toda actividad liberadora se ha de realizar siempre contando con nuestra participación libre y responsable.

Es verdad comúnmente aceptada entre nosotros que la libertad política es un derecho cuyo ejercicio hace posible que los ciudadanos participen en la elección de su propio gobierno, en el proceso de legislación y en el control de la administración pública. Como consecuencia afirmamos que la democracia auténtica se funda en el sufragio universal, directo y secreto; en la separación de las tres funciones del poder y en la separación del aparato estatal de los aparatos ideológicos y políticos que lo apoyan.

La democracia no significa un estado político de perfección, y es proceso de perfeccionamiento. Su ventaja principal consiste no en la elección de los mejores, sino en la participación de todos y en la ampliación del número de personas capacitadas y susceptibles de ser electas, la democracia en vieja y conocida proposición es "el gobierno del pueblo, con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Sin embargo, constatamos que el pueblo mexicano se le adjudican todas las libertades políticas, pero se le niega en la práctica todo o casi todo derecho de usufructo de las mismas. Así, los políticos del partido dominante, como déspotas ilustrados nos suelen negar a los ciudadanos opositores experiencia política, capacidad de gobierno y en nombre de su supuesta sabiduría y experiencias políticas quieren encadenar nuestro futuro.

En la práctica los funcionarios surgidos y apoyados por el poder público con hechos proclaman que el pueblo es para el servicio del mal llamado sistema revolucionario. Puntal de este sistema es el partido oficial donde la opinión del presidente es dogma, y su poder para intimidar, corromper, manipular y cooptar es inigualable, mediante la manipulación se fomentan intereses contrapuestos y se apoyan además partidos satélites y subordinados que no pueden ser ciertamente vehículo de liberación para el pueblo mexicano. Vivimos en México en estado de despotismo, de violencia solapada y ubicua, por lo que es necesario la participación pacífica y organizada de los ciudadanos, que en ejercicio de su libertad se distancien críticamente del régimen dominante tanto en el orden del pensamiento, como en el de la acción. Crear oportunidades y abrir espacios para el ejercicio de las responsabilidades ciudadanas es la misión de un auténtico partido político.

En efecto, el ejercicio de la libertad y la práctica de la responsabilidad ciudadana no alcanzan su plenitud en el sólo ámbito de la individualidad. Es menester la socialización de ambas actitudes y prácticas para que las personas den lugar a la solidaridad y a la construcción de un ámbito económico, cultural y social a la medida de su dignidad humana. El hombre sólo es verdaderamente libre cuando en comunión con sus semejantes vive su libertad e impulsa el movimiento de liberación al convencer al otro que es posible superar el sometimiento. Quién aprende a ser libre también sabe ser responsable y en el encuentro con el otro buscar las soluciones para hacer realidad la utopía de la solidaridad y la democracia, para encarnar la solidaridad es necesaria la organización del pueblo, porque los grupos o conglomerados aislados como las personas en la misma situación no tienen nada: ni armas suficientes, ni cultura que los identifique, ni poder económico, ni capacidad de iniciativas; sólo tienen número y el número solo frente al poder no basta.

El pueblo unido y organizado puede hacer su destino. En México como en cualquier país del mundo la liberación jamás será don del sistema dominante y ella sólo se dará como conquista del pueblo. Para alcanzar su destino el pueblo necesita unidad y para unificar al pueblo es necesario combatir la acción disgregadora del opresor y vencer la tendencia de los oprimidos o encasillarse en sus intereses particulares y en los antagonismos de grupo. Si mediante la organización generamos la unidad podremos escribir una nueva historia patria en la que las multitudes tengan nombre y sea factible forjar una nueva cultura de participación y el compromiso, que propicie el creador y ordenador de soluciones eficaces y efectivas a nuestros múltiples y graves problemas. Únicamente un pueblo motivado y organizado podrá vencer el apoliticismo estéril que como postura política juega a favor de los dominadores, quienes pueden aliviar nuestra situación y hasta cantar himnos a la libertad, pero nunca nos libertarán. Además es muy difícil, si no imposible, persuadir al potentado cuando el tiene en sus manos todos los medios de persuasión, porque antes de modificar el estado de denominación intentará modificar y amoldar la mentalidad de los dominados.

En México los poderosos manipulan las palabras, el gasto público y el derecho, de manera que por su voluntad lo injusto llega a ser legal y así podemos constatar como los llamados "pactos de concertación económica "sugeridos y dirigidos por el poder presidencial han devenido en instrumentos de violencia en contra de los asalariados de bajos ingresos y al servicio de los dueños del capital sopretexto de combatir la inflación. Por eso desde una perspectiva democrática es menester crear y encauzar centro de poder del pueblo, para que dinamicen el proceso histórico mediante la generación de un cambio de mentalidades y de costumbres política que le permita al pueblo la recuperación de su poder original de iniciativa y conducción.

Hoy necesitamos partidos políticos democráticos en su estructura interna y en su funcionamiento, pues sólo a través de ellos podrá la ciudadanía mexicana actuar con conciencia de su identidad y destino. Sólo la existencia de partidos democráticos hará posible que: los caminos de acceso al poder surjan desde ámbitos democráticos, se construyan los espacios de la participación del pueblo, la política nacional se haga dentro de los dominios reales de la voluntad general de la nación y los ciudadanos y gobernantes actúen por el interés fundamental de servir a la comunidad.

La autenticidad de los partidos políticos va en razón directa de su integración y funcionamiento democrático, ya que si los integran ciudadanos conscientes de su origen, identidad y destino, con voluntad de servir al bien común y dispuestos a participar en la creación y desarrollo de las estructuras sociales, podrán con certeza abrir caminos a la historia de la comunidad nacional reconociendo la eminente dignidad de los mexicanos. Sólo en partidos democráticos todas y cada una de las personas pueden liberar su gran energía interior para solidarizarse en la conformación de un mundo fundado en la justicia, la verdad y el amor. Sólo en partidos democráticos, el dirigente sabe que la semilla de la libertad ya estaba cuando él llegó y que el ansia de liberación no es fruto de su generosidad; sólo en partidos democráticos no se confunde la liberación con la algarada, pues sus miembros y dirigentes saben que la lucha por la libertad es una tarea inacabada, y por lo mismo saben conservar la fe, permanecer en la lucha, superando el desaliento, e intentar lo imposible para revelar lo posible.

Los legisladores de nuestro país conscientes de la importancia de los partidos en la vida de la nación han dispuesto que queden grabadas en el texto constitucional una serie de características que han de poseer nuestros partidos políticos así como la misión que han de cumplir. Destacan la trascendencia que tienen en el quehacer nacional cuando los caracterizan como "entidades de interés público"; hablan de la nobleza de su finalidad cuando mandan que tengan "como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática", "contribuir a la integración de la representación nacional" y "hacer posible el acceso" de los ciudadanos "al ejercicio del poder público"; procuran garantizar el servicio de los mismos a la ciudadanía como verdaderas opciones, cuando les imponen la obligación de tener "programas" proclamar "principios e ideas" para solicitar el apoyo de la ciudadanía. Proveen a su sano desarrollo cuando dispone que puedan contar con un "mínimo de elementos para el desarrollo de sus actividades" "así como el de que tengan derecho a participar en elecciones". Todo esto está muy bien y por sí mismo deja clara la voluntad del legislador de primar la vida y actividad de los partidos políticos entre nosotros. Sin embargo, creemos que conforme a las consideraciones hechas antes, el legislador omitió dejar en el texto constitucional un claro mandato a los partidos políticos nacionales de constituirse y funcionar en el ámbito que es propio de la democracia.

Teniendo en cuenta lo antes dicho y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 71, fracción II de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como el artículo 55, fracción II del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos comparezco para presentar esta iniciativa de ley conforme al siguiente texto:

PROYECTO DE DECRETO

Único: Se reforma el artículo 41 en su párrafo tercero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para quedar como sigue:

Artículo 41

Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo. Su estructura interna y funcionamiento serán democráticos.

TRANSITORIO

Único. El presente decreto entrará en vigor a partir del tercer día de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.

Salón de sesiones, a 15 de noviembre de 1990. - Por el grupo parlamentario del Partido Acción Nacional, diputados: José de Jesús Sánchez Ochoa, Silviano Urzúa Ochoa, Bernardo Bátiz Vázquez, Gregorio Curiel Díaz, Leopoldo Homero Salinas Gaytán, Alfonso Méndez Ramírez, Sergio Alfonso Rueda Gaytán, José Arturo Ocampo Villalobos, José Ángel Luna Mijares y Gaudencio Vera Vera.

(Turnada a la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales. Noviembre 15 de 1990.)