Hoy, como reconocimiento al valor intelectual y civil de Ignacio Ramírez, "El Nigromante", en homenaje a los servicios que prestó a las causas más nobles de México, los diputados federales que suscribimos la presente iniciativa, algunos por coterraneidad y todos por admiración y convencimiento pleno venimos a proponer formalmente se inscriban en el muro de honor del salón de sesiones de esta Cámara de Diputados, el nombre y seudónimo de mi paisano, el ilustre Ignacio Ramírez, "El Nigromante".
Ignacio Ramírez, "El Nigromante" Semblanza biográfica.
Ignacio Ramírez, precursor y patriarca de la generación mexicana de la reforma, según dice Ignacio Manuel Altamirano, su biógrafo más distinguido y su más dilecto discípulo, "era nativo del pueblo de San Miguel el Grande, en el Estado de Guanajuato (hoy San Miguel de Allende), en donde vio la luz el 22 de junio de 1818". Fueron sus progenitores don Lino Ramírez y doña Sinforosa Calzada, ambos queretanos. Según apunta Ignacio M. Altamirano: "Don Lino Ramírez era un patriota muy ameritado y liberal firmísimo y valeroso, afiliado al partido federalista desde que éste se formó para sostener la Constitución de 1824 y las ideas más avanzadas de la República" y, a la caída de Anastasio Bustamante, había llegado a ocupar el cargo de vicegobernador de Querétaro, colaborando con la administración de don Valentín Gómez Farías. Guanajuatense de cepa, a Ignacio Ramírez Calzada de casta le vino herencia.
Porque siguiendo a Altamirano, diremos que "Ignacio Ramírez fue educado desde su infancia en las ideas patrióticas y liberales más puras, al lado de su padre, uno de los patriarcas de la democracia y de la reforma en nuestro país, pudiendo asegurarse que desde entonces se templó su espíritu para la lucha que debería sostener durante su vida entera, contra aquella facción de la que su padre había sido enemigo constante y resuelto".
Realizó Ignacio Ramírez sus primeros estudios en Querétaro y en 1835, se trasladó a la ciudad de México para continuarlos en el colegio de San Gregorio, el más prestigiado establecimiento educativo de entonces, que dirigía el pedagogo liberal don Juan Rodríguez Puebla, amigo y correligionario del padre de Ignacio Ramírez. En la ciudad de México continuó Ignacio Ramírez su educación formal hasta concluir la carrera de abogado, "distinguiéndose siempre entre sus compañeros por sus extraordinarios talentos".
La Piedra de Escándalo
Las inclinaciones intelectuales y el radicalismo de su pensamiento político y filosófico condujeron a Ignacio Ramírez, desde fechas tempranas de su existencia a servir de piedra de escándalo para la sociedad de su época dominada por la intolerancia, el fanatismo y los prejuicios. Así sucedió con su famosísima, cuanto poco conocida, tesis de introducción a la academia del colegio de San Juan de Letrán, fundado en 1836. Es memorable su intrusión, escurriéndose a hurtadillas, cuando apenas contaba con 18 años, para introducirse en la Academia de Letrán. Cuando el presidente de este cuerpo de sabios le pregunta que qué desea, la respuesta es parpadeante y nerviosa: "Deseo leer una composición para que ustedes decidan si puedo pertenecer a esta academia". Y se le concede el beneplácito.
En esta primera intervención de Ramírez dominan notas que caracterizaron su vida; descuido y total abandono, salpicado de algún parche y de una que otra rasgadura, procedió a sacar del bolsillo de un costado, un puño de papeles de todos tamaños y colores; a veces avisos de toros o programas de teatro y, después de acomodarlos, comienza su intervención al leer el título, pleno de agnosticismo: "No hay Dios", lo que dio lugar a que se produjera un clamor rabioso que degeneró en enloquecidos altercados y enfrentamientos; el ponente, en actitud inalterable. Después, un sinnúmero de disputas, interviene el padre Guevara para decir: "Que triste reunión de literatos la que se convierte en reunión de aduaneros que declara contrabando el pensamiento y triste Dios y triste religión, los que tiemblan delante de ese montón de papeles, bien o mal escritos. "¡Qué hable Ramírez! ¡Que sí! ¡Que no! ¡Que hable! y "El Nigromante" habló.
Dice Guillermo Prieto que, "se hizo el silencio" y después de una introducción arrebatadora y calculada divagación, pasó revista de los conocimientos humanos, pero revestidos de tal seducción, pero radiantes de tal novedad, pero engalanados en lenguaje tan lógico, tan levantado, tan realzado con vivo colorido, que marchábamos de sorpresa en sorpresa, como si estuviéramos haciendo una excursión al infinito por senderos sembrados de soles.
Astronomía, matemáticas, zoología, el jeroglífico y la letra y el Dios... aún escocían los rescoldos que habían dejado su posición agnóstica; sin embargo, su sabiduría le había ganado el aplauso aún de los discordantes.
A partir de esta intervención, Ignacio Ramírez, se ganó el odio de los intolerantes y desató un escándalo que más de 100 años después se mantenía intacto y que se expresó cuando una turba de jóvenes de la derecha ultramontana se manifestó colérica contra "El Nigromante" y contra el muralista Diego Rivera, que tuvo el atrevimiento de reproducir en su mural del Hotel del Prado, la efigie de Ramírez y el texto central de su tesis de admisión al Ateneo. En esta ocasión, la intolerancia fanática se impuso y el mural permaneció oculto durante décadas.
Los méritos del "Nigromante"
Mucho debe esta nación a don Ignacio Ramírez, él contribuyo con constancia y patriotismo a la edificación de nuestro México y por ello elevo la solicitud de inscribir su nombre y sobrenombre en este muro de honor.
Diversas contribuciones debemos a Ignacio Ramírez: las que hizo en el campo del periodismo revolucionario, en el campo filosófico y científico, en el campo político y parlamentario, en el de la jurisprudencia y en el campo de la literatura nacional. Permítaseme desglosar sumariamente sus méritos.
Como periodista, Ignacio Ramírez destacó desde 1845 con la fundación del periódico Don Simplicio, una de las publicaciones satírico políticas más importante del Siglo XIX y en la que asumió por primera vez y para siempre su seudónimo de "El Nigromante" y en que abogó desde entonces por una nueva Constitución para México, aspiración a la que él contribuiría decisivamente en 1856 - 1857.
Pero no solamente en la prensa expuso Ignacio Ramírez su credo liberal, para llevarlo a la práctica se sumergió también en las aguas turbulentas de la acción política, que inició en 1846 con la fundación del "Club Popular", desde el cual y, así lo señala su también biógrafo, Francisco Sosa, "expuso las ideas que años después quedaron consignadas como principios de la Constitución y en las leyes de Reforma". Al entronizarse la dictadura clerical militar del general Paredes Arrillaga, el 14 de diciembre de 1845, el periódico Don Simplicio y el Club Popular fueron objeto de la persecución y así, recuerda Ignacio Altamirano: "El periódico liberal fue suprimido, el último número de Don Simplicio se publicó en blanco el 23 de abril de 1846, su editor, don Vicente García Torres salió desterrado y El Nigromante, Guillermo Prieto, Manuel Payno y los demás redactores fueron encarcelados".
El general Salas derroca a Paredes y restablece la Constitución Federal de 1824, el 22 de agosto de 1846; Antonio López de Santa Anna retorna al poder, mientras los invasores norteamericanos, una vez ocupada nuestra frontera en disputa, avanzan sobre México. Como parte del esfuerzo nacional por organizar la resistencia y la defensa de México, el liberal don, Francisco Modesto de Olaguíbel es nombrado gobernador del extenso Estado de México; reconociendo sus méritos, Olaguíbel nombra al recién liberado Ignacio Ramírez como secretario de Guerra y de Hacienda del Estado; desde este puesto Ramírez contribuyó a la defensa de la patria y cuando se solicitó su concurso personal lo aportó, combatiendo junto con el gobernador Olaguíbel en la batalla de Padierna, en contra de los americanos.
Los esfuerzos militares no impidieron que Ignacio Ramírez impulsara obras civiles en beneficio del Estado de México y entre ellas, la más notable, la reapertura del instituto literario de Toluca, cuya dirección se confió al señor Sánchez Solís; gracias a la iniciativa de estos dos ilustres liberales y como una medida para promover el desarrollo de los pueblos indios se aprobó una disposición legal según la cual a cada municipio del extenso Estado de México, se concedería una beca para un estudiante indígena sobresaliente, demostrado en el concurso respectivo y previa acreditación de su insuficiencia de recursos económicos; gracias a este beneficio fue que pudo estudiar y sobresalir Ignacio M. Altamirano. discípulo dilecto de "El Nigromante".
Cuando los americanos ocupan la capital de la República e inician su marcha sobre Toluca, el 7 de enero de 1848, el gobierno liberal tiene que emigrar y a Ignacio Ramírez se le comisiona de emergencia como jefe superior político del territorio de Tlaxcala, cargo que se ve obligado a abandonar ante la oposición beligerante de la reacción tlaxcalteca que colaboró con el invasor.
Ignacio Ramírez, se vio obligado al retraimiento político durante estos dolorosos meses, refugiándose en las actividades docentes que desempeñó en el instituto literario de Toluca. La administración estatal de Mariano Riva Palacio, liberal moderado, obligó a Ramírez a volver a la lucha política, esta vez desde la oposición a través de un nuevo periódico: Themis y Deucalion, en donde publicó un ensayo muy importante a los indios, considerado como texto precursor del indigenismo moderno y por el que tuvo que sufrir persecución judicial de la censura y administrativa en el instituto de Toluca.
En 1852, el gobernador de Sinaloa nombra a Ignacio Ramírez como secretario de su gobierno, cargo que dejó para ocupar una diputación en el Congreso Federal; un nuevo golpe reaccionario obliga a Ignacio Ramírez a emigrar a Baja California en donde ocupa su tiempo realizando estudios geológicos. La atracción de la lucha lo hace retornar a México, a donde junto con su compañero Sánchez Solís, se incorpora a la oposición contra la última farsa del gobierno de Santa Anna, lo que le vale padecer nuevas prisiones. Al triunfo de la revolución de Ayutla, Ignacio Ramírez, Manuel Alas y Francisco Cendejas, presos en Tlatelolco son liberados y aclamados por el pueblo.
Al recobrar su libertad, Ignacio Ramírez marcha hacia Sinaloa en donde se encuentra con el general Ignacio Comonfort, quien lo nombra su secretario particular; por divergencia de principios con Comonfort, Ramírez renuncia al cargo y se afilia al ala de los puros del partido liberal que jefaturaba Benito Juárez. A partir de esta afiliación, se inicia la gran trayectoria de Ignacio Ramírez como político, estadista, parlamentario y jurisconsulto, que tiene su más grande momento en su actuación como diputado al Congreso Constituyente de 1856 - 1857.
La actuación de Ignacio Ramírez como constituyente.
La actuación de Ignacio Ramírez en el Congreso Constituyente
de 18561857 incluye brillantes intervenciones que ayudan a la redacción
definitiva de los siguientes artículos:
1o. Acerca de los derechos fundamentales del hombre y en defensa de los derechos de la mujer, los huérfanos y los hijos naturales.3o. En defensa de la libertad de cátedra y de enseñanza.
5o. En contra del acasillamiento de los peones y las tiendas de raya y defendiendo el carácter contractual civil del matrimonio.
6o. En favor de la libre manifestación de las ideas.
7o. En defensa de libertad de prensa con carácter irrestricto.
8o. Abogando en favor de que el derecho de petición en materias políticas, se haga extensivo a todos los ciudadanos de las repúblicas hispanoamericanas.
10. En favor del derecho de los ciudadanos a tener armas para el servicio público.
12. En contra de los títulos de nobleza, prerrogativas y honores hereditarios.
17. En contra de la violencia para la reclamación de un derecho y sosteniendo la tesis de que los gobiernos son un mal necesario.
20. En contra de la aplicación de la pena de muerte por delitos políticos, pero aplicable a los traidores a la patria.
24. Sobre la administración de justicia.
30. Sobre la definición legal de la nacionalidad.
32. Acerca de la libertad laboral.
33. Acerca de los derechos y obligaciones de los extranjeros, sosteniendo la tesis de que en los tratados con países extranjeros, los ciudadanos de estos países no deben quedar en mejores condiciones que los mexicanos.
46. Acerca de la erección del Distrito Federal con plena autonomía y en defensa de sus derechos políticos plenos.
48. Acerca de la división territorial de la República.
51. En favor del sistema unicamaral y en contra de la creación del Senado, al que considera "un abuso del sistema representativo".
53. En el debate sobre la fijación del número de representantes populares por habitantes.
55. En favor de la elección directa de los representantes populares.
56. Sobre los requisitos de elegibilidad de los diputados federales.
70. Acerca del proceso de la formación de las leyes, sostiene el principio de que "las leyes no pueden ser eternas, sino acomodadas a las circunstancias y necesidades de la generación para la que se expidan".
72. Acerca de las facultades del Congreso en materia de fijación del valor de la moneda y en defensa de los derechos políticos del Distrito Federal a cuyos ciudadanos se pretende privar de su derecho a elegir gobernador y asamblea para su régimen interior.
76. En defensa de la elección directa del Presidente de la República y sosteniendo el principio de que: "Mientras menos sean los electores más fácil es corromperlos y cohechar a todo el pueblo es imposible".
97. Sobre las controversias en la aplicación de las leyes federales.
101. En defensa del jurado popular.
111. Sobre las atribuciones de los poderes de los estados, abogando por su ampliación.
113. En contra de la extradición de reos por motivos políticos.
114. En contra de que los gobernadores de los estados tengan mando sobre tropas de la unión.
125. En favor de que los estados y municipios tengan cuarteles para sus milicias y fuerzas de policía.
Para orgullo de la actividad parlamentaria de los legisladores mexicanos,
queda esta notable relación de intervenciones en tribuna en favor
de la democracia, la libertad y de la justicia.
Promulgada la Constitución de 1857, en la que Ignacio Ramírez tuvo tan importante participación, y convocadas las elecciones para designar poderes federales y locales, Ignacio Ramírez, en oposición a la candidatura presidencial de Ignacio Comonfort apoya la de Miguel Lerdo de Tejada a través de una nueva publicación periodística: El Clamor Progresista. El general Ignacio Comonfort triunfa en las elecciones y cuando da golpe de Estado contra la Constitución de 1857 y disuelve el Congreso, ordena la detención de "El Nigromante"; de esta nueva prisión logra evadirse con la ayuda de Ignacio Escudero y de sus cuñados Manuel y Juan A. Mateos.
Cuando Ignacio Ramírez intentaba reunirse con Benito Juárez, que en defensa de la constitucionalidad había asumido la jefatura del Gobierno Federal, Ignacio Ramírez, es recapturado en Querétaro por fuerzas del general reaccionario Tomás Mejía, quien después de amenazar con fusilarlo y de humillarlo, lo remite a la ciudad de México en donde permanece en la prisión militar de Santiago Tlatelolco hasta diciembre de 1858, fecha en que es liberado gracias al movimiento que encabezó el general Robles Pezuela, quien personalmente encarcela a los presos de Tlatelolco; de manera inmediata, Ignacio Ramírez marcha a Veracruz a reunirse al Gobierno liberal que encabezaba Benito Juárez, con quien colabora activamente elaborando y aplicando las famosas leyes de Reforma.
Al triunfo definitivo del partido liberal, obtenido por la victoria militar de Calpulalpan y después de la ocupación de la capital de la República, Benito Juárez nombra a Ignacio Ramírez como su Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Fomento. Recordemos en honor de Ramírez, la observación de Ignacio M. Altamirano: "Millones de pesos, dice, manejó Ramírez en los meses que tuvo aquellas carteras, y nadie, ni sus más encarnizados enemigos, podrán decir que se hubiese manchado apropiándose la parte más insignificante de los tesoros que por sus manos pasaron... Y cuando, elevado por sus méritos, le vimos desempeñando en varios periodos el puesto de magistrado de la Suprema Corte de Justicia, probó como el que más, integérrimo, conservó limpio y puro su nombre de la vergonzosa nota del peculado." Pobremente vivió y en la pobreza murió Ignacio Ramírez, ejemplo que pocos altos funcionarios públicos de hoy, podrían acreditar.
En 1862, con ánimo de exaltar el espíritu de resistencia en contra de la inminente invasión imperialista de la Triple Alianza, Ignacio Ramírez toma nuevamente el arma de la pluma y funda junto con Guillermo Prieto, José María Iglesias, Alfredo Chavero, Ignacio M. Altamirano, Schiafino y Santacilia el periódico La Chinaca, que alcanzó en su tiempo enorme influencia y popularidad. En 1863, Ignacio Ramírez, es electo nuevamente como diputado federal para la III Legislatura Constituyente. Cuando el invasor napoleónico ocupa la ciudad de México, Ramírez emigra siguiendo a las tropas republicanas a Sinaloa, de ahí pasa a la Alta California y retorna a Mazatlán, de ahí a Sonora donde organiza el periódico patriótico La Insurrección. En octubre de 1864 regresa a Sinaloa para asumir la defensa legal de los republicanos enjuiciados por el bárbaro decreto antiguerrillero del 2 de octubre y las autoridades de ocupación le deportan a San Francisco, California. Poco antes de la caída de Maximiliano, regresa a México, pero las autoridades imperialistas lo confinan en San Juan de Ulúa y posteriormente lo deportan a Yucatán.
Al triunfo definitivo de la República, Ignacio Ramírez funda junto con su discípulo Ignacio M. Altamirano, el diario político independiente El Correo de México, en el que también participaron como redactores Guillermo Prieto, Antonio García Pérez, Alfredo Chavero, José T. Cuéllar y Manuel Peredo; este periódico participó activamente apoyando la candidatura presidencial de Porfirio Díaz y en la oposición contra el gobierno de Benito Juárez.
La obra de Ignacio Ramírez como legislador y como miembro distinguido del Congreso Constituyente de 18561857 queda registrada en los textos clásicos del parlamentarismo mexicano: la Historia del Congreso Constituyente de 1857 y la Crónica del Congreso Constituyente (1856857) de Francisco Zarco, y en la Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos de 1821 a 1857 de Juan A. Mateos, hemos procurado exponerla resumidamente.
Ignacio Ramírez como Ministro de la Suprema Corte
Ignacio Ramírez, abogado de profesión, catedrático universitario, juez de lo civil en la ciudad de México, tenía una bien ganada fama de jurista brillante y honrado, por estas consideraciones a la caída del llamado Segundo Imperio, su nombre fue propuesto como candidato para Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Congreso Mexicano de aquel entonces, contra la oposición del Benemérito, al sazón Presidente de la República, determinó, por mayoría de votos, elevarlo a la investidura de Ministro de la Suprema Corte de Justicia en el año de 1868, función que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 15 de julio de 1879, con una breve interrupción en el año de 1876, a consecuencia de su encarcelamiento por órdenes del presidente Lerdo de Tejada, y a su liberación, por haber servido en el gabinete del primer período presidencial del general Porfirio Díaz, como Ministro de Justicia e Instrucción Pública.
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación, contribuyó de manera destacada a la creación de la jurisprudencia mexicana, al lado de juristas tan notables como los ministros Cardoso, Iglesias, León Guzmán, Altamirano y Vallarta; y en relación con su participación, el propio Ignacio Altamirano relata: "Recuerdo a ese propósito, que un día, discutiendo Ramírez con Vallarta, ilustradísimo presidente de la Corte, sobre un negocio de los más difíciles y en el que diferían de ideas, Ramírez tomó la palabra y su discurso fue tan profundo, tan razonado, tan convincente, que Vallarta, a cuyo lado estaba yo, con singular sinceridad me dijo admirado: "Es lástima que este hombre no quiera escribir sobre derecho constitucional; sería el Kant de México".
Tribuno
La oratoria de "El Nigromante", construida sobre las bases de un nacionalismo profundo, el conocimiento enciclopédico, la solidez de razones, la altura de propósitos y las más firmes convicciones cautivó a propios y extraños" e inclusive traspasó las fronteras nacionales, a grado tal que en un célebre debate con el tribuno español don Emilio Castelar sobre colonialismo e hispanoamericanismo, este último le envió un retrato con la siguiente dedicatoria: "A don Ignacio Ramírez, recuerdo de una polémica en que la elocuencia y el talento estuvieron siempre de su parte. Emilio Castelar...".
Sus numerosas participaciones en los debates del Constituyente de 1857, así como sus intervenciones en los aniversarios más importantes del calendario patrio, forman parte de la antología republicana, por lo que me permito transcribir algunos fragmentos de su celebérrimo discurso pronunciado en la Alameda Central de esta ciudad de México, el día 16 de septiembre de 1861, en el que a propósito de nuestro ser nacional dijo: "¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Este es el doble problema cuya resolución buscan sin descanso los individuos y las sociedades; descubierto un extremo se fija el otro, el germen de ayer encierra las flores de mañana; si nos encaprichamos en ser aztecas puros, terminaremos por el triunfo de una sola raza, para adornar con los cráneos de las otras el templo del Marte americano; si nos empeñamos en ser españoles, nos precipitaremos en el abismo de la reconquista. Pero ¡No! ¡Jamás!, nosotros venimos del pueblo de Dolores, descendemos de Hidalgo y nacimos luchando, como nuestro padre, por los símbolos de la emancipación y como él, luchando por la santa causa desapareceremos de sobre la Tierra".
Respecto al sufrimiento del cura Hidalgo y de sus seguidores en el movimiento libertario, expresó: "Felices los que sufren, si se sienten con una voluntad superior a los caprichos del destino; la humillación despierta su orgullo, el dolor alumbra su inteligencia, y en sus órganos encallecidos encuentran fuerzas suficientes para imponer la ley a sus contrarios, para levantarse sobre las generaciones humanas y para revelarse, como una nueva divinidad, ante los pueblos asombrados".
Y concluyó su alocución con estas palabras: "El trueno resuene por todas las playas, incendie el rayo todas las alturas y respondan con su explosión los apagados volcanes de la América; el suelo que pisemos será nuestra patria y dominando el fragor universal con nuestro acento, escúchense claras, solemnes, estas palabras: ¡Libertad! ¡Reforma! Hidalgo las repetirá desde el cielo".
El 5 de febrero de 1863, con motivo del aniversario de la Constitución de 1857, expresó entre otros conceptos, el siguiente: "Los legisladores de 1857, no quisieron hacer una obra eterna; no se envolvieron entre las tempestades del Sinaí, ni pidieron a un arcángel la buena nueva, ni siquiera como Sócrates invocaron un genio misterioso; fijaron sus miradas en la majestad del pueblo, y el pueblo les contestó con sus inspiraciones: ¡Mexicanos! La Constitución de 1857 es vuestra obra".
Las transcripciones expuestas son solamente una pequeñísima parte del torrente oratorio de don Ignacio Ramírez, y resulta ocioso abundar al respecto.
Epílogo
El 15 de julio de 1879, siendo Ministro de la Suprema Corte, Ignacio Ramírez muere en esta ciudad de México, en la más absoluta pobreza, a grado tal, que su familia carecía de lo necesario para los gastos más indispensables, pues el erario nacional tenía meses de no pagar su salario a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sin embargo, la muerte de un patriota tan grande no podía pasar desapercibida y una comisión conjunta de los tres poderes de la Unión, en todos los cuales había servido y brillado con singular talento y dedicación, organizó sus funerales públicos, mismos que se celebraron en la sede de la Cámara de Diputados, en donde el cadáver del patricio estuvo expuesto durante dos días para recibir el tributo del pueblo por el que tanto hizo. El segundo día de exposición pública, acudieron a rendirle tributo los integrantes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Federación y al concluir la ceremonia luctuosa, autoridades y pueblo acompañaron el féretro al cementerio del Tepeyac, y ahí permanecieron hasta que se le dio sepultura. La ceremonia fúnebre fue de tal naturaleza, que don Ignacio Manuel Altamirano escribió: "Realmente estos funerales han sido los más solemnes que ha presenciado México, sin exceptuar los que se hicieron al presidente Juárez".
Ignacio Ramírez, "El Nigromante", escaló las cumbres más altas del pensamiento, del sentimiento y del deber; destacó en filosofía, las ciencias y las artes, en la cátedra, el periodismo y la función pública; fue precursor de ideas y programas que hoy forman parte de nuestros compromisos, tales como la patria común latinoamericana, el indigenismo, la autonomía del Distrito Federal, el referendum o apelación al pueblo, la descentralización etcétera. Su vida de prisiones y privaciones, no sólo no lo doblegó, sino que hizo de él un mexicano de temple superior; fue hombre de lealtad diáfana e inquebrantable a los principios; la probidad fue elemento inseparable de su vida y de su que hacer público, sirvió a la patria en la paz y en la guerra, fue un santo laico, fue, en fin, profeta, apóstol, tribuno y legislador.
Por todo lo anterior, proponemos a la representación nacional el siguiente
DECRETO
Único. Inscríbase en el muro de honor del salón de sesiones de esta Cámara de Diputados, el nombre de Ignacio Ramírez y agréguese también con letras doradas su seudónimo: "El Nigromante".
Atentamente.
Palacio Legislativo de San Lázaro, 12 de julio de 1994.— Diputados: Emilio Becerra González, Leodegario López Ramírez, Carlos González Durán, Jesús Ramírez Guerrero, Jaime Olivares Pedro, Hugo Arce Norato, Rafael Sánchez Leyva, Enrique Rico Arzate, Manuel Garza González, Eduardo Cué Morán, José Guadalupe González Magaña y Josafat A. García Castro.
Turnada a la Comisión de Régimen, Reglamento y Prácticas Parlamentarias.