Legislatura XXVII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19170604 - Número de Diario 48
(L27A1P1eN048F19170604.xml)Núm. Diario:48Colegio Electoral
ENCABEZADO
MÉXICO, LUNES 4 DE JUNIO DE 1917
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
PERIODO EXTRAORDINARIO XXVII LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 48
SESIÓN DEL COLEGIO ELECTORAL
DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
CELEBRADA EL DÍA
4 DE JUNIO DE 1917
SUMARIO
1.- Se pasa lista. Se abre la sesión. Se lee y aprueba el acta de la anterior.
2.- Es leído el nuevo dictamen de la 5a. sección, referente al 11 distrito electoral del Distrito Federal. Es rechazado previa discusión y vuelve a la comisión para que lo modifique en el sentido de aquella. Se levanta la sesión.
DEBATE
Presidencia del C. ACUÑA JESÚS.
El C. secretario Mata: Hay una asistencia de 140 ciudadanos diputados; hay quórum.
El C. presidente: Se abre la sesión del Colegio Electoral.
- El C. secretario López Lira leyó el acta de la sesión anterior. Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra. En votación económica ¿Se aprueba? Aprobada.
- El C. secretario Mata:
"Primera comisión revisora de credenciales - Sección 5a.
"Honorable asamblea:
"Rechazada la segunda proposición del dictamen presentado por esta comisión, relativo a las elecciones verificadas en el 11 distrito electoral del Distrito Federal, cumple a su deber reformar su dictamen anterior, lo que hace con todo gusto.
"En el anterior dictamen se hizo mención de la protesta del candidato Cienfuegos por el hecho de no haberse recibido en la 1a. casilla de San Angel, 165 votos otorgados a su favor, a pretexto de que los fragantes entregaron sus boletas después de cerrada la votación. Y se hizo mención también, de que en la casilla de Topilejo se habían retirado sin votar muchos ciudadanos que deseaban hacerlo en favor del señor Cienfuegos, por no haber en la mesa ni tener los votantes las boletas respectivas. Por este último hecho, se pide computar al señor Cienfuegos cien votos y por el anterior de que se ha hecho referencia 165, con los cuales sin duda alguna, tendría mayor número de votos que el candidato coronel Luis T. Navarro.
"La comisión opina que no deben computarse al candidato Cienfuegos las 165 boletas que obran en poder de la comisión y que no fueron aceptadas en la 1a. casilla de San Angel, y que tampoco debe considerar a su favor ningún número de votos por el hecho de que no hubiera boletas en la casilla instalada en Topilejo, porque la ley no faculta a la comisión para tomar en cuenta otros votos que aquellos que hubieren sido depositados en las respectivas casillas. También se hizo mención en el primer dictamen de la protesta del C. Cienfuegos relativa a la falta de vecindad del C. coronel Luis T. Navarro, que la funda en el hecho de que el señor Navarro, es originario de Coahuila, y representó en el Congreso constituyente a un distrito del Estado de Puebla.
"Esta comisión opina que el más trascendental de sus deberes no es precisamente formular proposiciones concretas sobre la elección que tenga en estudio, sino muy principalmente el de instruir a la asamblea sobre todas y cada una de las particularidades que encuentre en cada caso, a fin de que ella, con pleno conocimiento, pueda dictar su fallo inapelable. Por estas circunstancias se ha esforzado desde el comienzo de sus labores en poner de manifiesto hasta las alegaciones de todos los interesados en una elección y quizá por ello ha merecido que algún C. diputado haya tachado algún dictamen de incongruente.
"Siguiendo el camino que se ha trazado, procurará ampliar las argumentaciones del candidato Cienfuegos y entrará después a un estudio somero sobre la cuestión de domicilio, toda vez que el domicilio es la base del derecho o calidad de vecindad, con
la cual se confunde en la mayoría de los casos, principalmente en aquellos en que entra el factor "tiempo."
"El argumento del señor Cienfuegos, ampliado hasta donde es posible, es así:
"El C. coronel Luis T. Navarro es originario de Coahuila y fue electo diputado a la XXVI legislatura por un distrito del Estado de Puebla.
"Como con arreglo a la Constitución de 1857 vigente entonces, era requisito indispensable ser vecino del Estado o Territorio que hacía la elección, quiere decir que el señor Navarro era vecino del Estado de Puebla y continuó con ese carácter hasta que dejó de desempeñar sus funciones de diputado, en virtud de la atentatoria clausura de las Cámaras por el usurpador Huerta. A pesar de la clausura de las Cámaras y de las variadas residencias del señor Navarro, éste conservó su calidad de vecino del Estado de Puebla en virtud de la ficción legal que estableció la convocatoria a elecciones al Congreso constituyente, de fecha 15 de septiembre de 1916, pues en ella se dice, en el artículo 8o. fracción IV: "Se considerarán vecinos los que hayan tenido la calidad de ciudadanos o vecinos del Estado respectivo en los días del cuartelazo de la ciudadela, siempre que hayan demostrado después, con hechos positivos, su adhesión a la causa constitucionalista." Siendo este caso el del señor Navarro, quiere decir que éste continuó después del cuartelazo, con su carácter de vecino del Estado de Puebla, hecho corroborado con la elección del mismo señor Navarro como diputado al Congreso constituyente por el propio Estado de Puebla. Este es el argumento en toda su amplitud, y en verdad que no carece de fuerza.
"Veamos ahora el lado contrario.
"El señor coronel Navarro vino a estudiar la carrera de ingeniero a esta ciudad de México desde el año de 1907; siguió sus estudios hasta comenzar el año de 1911, en que ingresó a la revolución maderista; terminada esta revolución, volvió a la ciudad de México, en donde ha vivido hasta la fecha, salvo las ausencias motivadas por hacer su campaña electoral en el Estado de Puebla para la XXVI legislatura, las originadas con motivo de la campaña después de la usurpación huertista, algunos días para su propaganda en el Estado de Puebla a efecto de proponerse como diputado al Congreso constituyente por aquel Estado y su permanencia en Querétaro como diputado al constituyente, volvió a la ciudad de México. Tiene, pues, una residencia irregular de diez años en el Distrito Federal. Desde abril de 1916 hasta la presente fecha el ciudadano coronel Luis T. Navarro ha residido en el Distrito Federal, según certificados que obran en poder de la comisión, con sólo quince días de ausencia que se le concedieron de permiso para hacer su propaganda política en el Estado de Puebla y tres meses que estuvo en el Congreso constituyente. Según esto, el señor Navarro puede justamente afirmar que ha tenido su residencia en el Distrito Federal durante el pasado año.
"El señor Navarro ha presentado a la comisión estos documentos: 1.- Recibos de la compañía de teléfonos Ericsson, por servicios prestados al señor Navarro en la casa número 33 de la calle de Alzate de esta ciudad, desde abril de 1916 a igual fecha de 1917. 2.- Recibos de la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz en que consta pagado por el C. Navarro el servicio de alumbrado de la casa en cuestión y por igual tiempo. 3.- Recibos de la oficina de contribuciones directas del Distrito Federal, acreditando el pago de contribuciones hecho por el señor Navarro respecto a la casa número 33 de la 2a. calle de Alzate de esta ciudad, de la cuál es propietario. También es propietario el señor Navarro de otra casa en el pueblo de Coyoacán. 4.- Certificado del empadronador de la sección en que habita el señor Navarro, en el cual se hace constar que el domicilio del señor Navarro, desde hace más de un año, ha sido la casa número 33 de la 2a. calle de Alzate. 5.- Otros documentos que acreditan que el señor Navarro, desde el año de 1912 tiene establecida una oficina para gestionar patentes y marcas en la calle Betlemitas Número 11, en donde también publicó un periódico hasta mediados del año de 1913.
"Dice el Código civil, en su artículo 27:
"Domicilio de una persona es el lugar donde reside habitualmente: a falta de éste, el que tenga el principal asiento de sus negocios: a falta de uno y otro se reputa domicilio de una persona el lugar en que se halle." Dice Escriche: "Domicilio es el lugar donde uno se haya avecindado con su mujer, hijos, familia y la mayor parte de sus bienes. Dos son las cosas que establecen el domicilio: la habitación real en un paraje y el ánimo de permanecer en él. Mas si la voluntad es bastante para conservarlo, no lo es para perderlo, pues para ello se necesita mudar la habitación a otro lugar y tener la intención de fijar en él su principal establecimiento. Esta intención resulta bien probada por la declaración expresa que uno hace así al ayuntamiento del pueblo que deja, como al de aquel a que se translada." Dice Dalloz: "La residencia aun muy larga nada prueba si no está acompañada de la voluntad; mientras que si la intención es constante y está patente, nada importa ni aun la residencia de un día: se ve, pues, que toda la dificultad en esta materia es saber si se encuentran unidos el hecho y la intención: entretanto que un hombre no ha abandonado su primer domicilio, no se le puede suponer una voluntad contraria a la que expresan los hechos."
"Con Escriche y con Dalloz están todos los jurisconsultos antiguos y modernos, toda vez que se ha conceptuado como definición clásica, en lo jurídico, de la palabra domicilio, la del consejero Emery, quien dijo: "Es domicilio el lugar donde una persona, gozando de sus derechos, ha establecido su morada, el centro de sus negocios, el asiento de su fortuna, el lugar donde esta persona no se aleja sino con el deseo y la esperanza de volver a él, apenas la causa de ausencia cesare."
"El hecho de que el señor Navarro haya salido electo diputado a la XXVI legislatura por el Estado de Puebla, no es, en concepto de la comisión, motivo bastante para determinar que el señor Navarro pensó entonces en cambiar su vecindad del Distrito Federal al Estado de Puebla, porque lo que hizo entonces el señor Navarro fue únicamente atenerse a la amplitud de la ley que convocó a aquellas elecciones, en la que se establecía que era suficiente para reputar avecindado a cualquier individuo en un Estado, el simple hecho de tener allí una propiedad raíz con valor de $200.00. Esto fue una ficción de aquella ley, de la cual se aprovecharon muchos de los que resultaron electos, la que, como verdadera ficción sólo pudo aplicarse para aquel caso y la cual en ninguna manera puede cambiar la naturaleza de las cosas. La vecindad para poder ser electo diputado al Congreso constituyente, descansó en una segunda ficción, que consistía en la prerrogativa concedida a los constitucionalistas, de que se les reputara con la misma vecindad que tenían en el momento del cuartelazo. Sólo apoyándose en estas dos ficciones y todavía aplicándolas mal, fue como pudo considerarse el señor Navarro como candidato al constituyente, pero la verdad es que nadie discutió este punto. Si alguien lo hubiera discutido, el señor Navarro hubiera sido excluido del Congreso porque la vecindad que tenía cuando el cuartelazo era la citada ciudad de México.
"Si el señor Navarro ha tenido aquí, en el Distrito Federal, desde hace mucho tiempo su familia, si ha comprado una casa en Coyoacán y otra en la calle Alzate, en donde vive desde hace algún tiempo, si como militar ha estado de guarnición en el Distrito Federal, según certificado de sus jefes, si aquí ha tenido establecidos sus negocios, agencia de patentes y marcas, periódico, etc., y continúa con estos negocios: si lo que es más importante todavía y lo que viene a determinar la vecindad, está empadronado en la sección que corresponde a la calle de Alzate y este empadronamiento tiene más de un año, la comisión no puede menos que declarar al señor Luis T. Navarro domiciliado en la ciudad de México, porque la definición clásica de domicilio es: "Domicilio es el lugar donde una persona, gozando de sus derechos, ha establecido su morada, el centro de sus negocios, el asiento de su fortuna, el lugar de donde esta persona no se aleja sino con el deseo y la esperanza de volver a él apenas la causa de su ausencia cesare" y porque como dice Escriche, "Si la voluntad es bastante para conservar el domicilio, no lo es para perderle, pues para ello se necesita mudar la habitación a otro lugar y tener la intención de fijar en él su principal establecimiento." La vecindad del señor Navarro es en el Distrito Federal, que sólo constituye una aplicación del domicilio, está perfectamente comprobada porque tiene como elementos: el domicilio del señor Navarro, la residencia de seis meses y muy principalmente el hecho de que el señor Navarro está empadronado en la sección respectiva para los efectos de ley, que son principalmente pago de contribuciones, cargos concejiles, servicio de jurado y policía y ejercicio de derechos políticos.
"Por estas consideraciones expuestas únicamente con el objeto de abrir una amplia discusión sobre el particular, la comisión sujeta a la deliberación de la honorable asamblea, las siguientes proposiciones:
"1a.- Son válidas las elecciones verificadas en el 11 distrito electoral del Distrito Federal.
"2a.- Son diputados propietario y suplente, respectivamente, por el mencionado distrito, los CC. coronel Luis T. Navarro y Vicente Ferrer Aldana.
"Sala de comisiones de la Cámara de Diputados.- México, 1o. de junio de 1917.- Julio Zapata.- Rafael Vega Sánchez, rúbricas."
Esta a discusión.
El C. presidente: Tiene la palabra en contra, el C. Dionisio Zavala.
El C. Zavala: Señores diputados: En honor de la verdad, digo a ustedes que voy a hablar en contra del dictamen; pero en lo que se respecta exclusivamente al suplente. Del señor coronel Luis T. Navarro no tengo que decir absolutamente nada; él es conocido de todos. Pero el señor Ferrer Aldana, que es su suplente, a quien conozco....
El C. Méndez: ¿Cuándo?
El C. Zavala: Ya hace algún tiempo, señor diputado. Vengo a declarar que está fuera de la Constitución, según uno de los artículos transitorios. Como en todos los casos, señores diputados, cuando se trata de un aspirante a una curul, la propaganda es intensa; así lo hizo la fórmula Navarro - Aldana y de entre esos folletos me encontré con uno en el que narraba su vida política el señor Ferrer Aldana. Yo, señores diputados, me hago unas conjeturas: que no sé cuál de estos dos grandes personajes puede merecer el diploma de honor. Digo esto, porque en el dicho folleto del señor Aldana, especifica que a él se le debe en algo la buena labor que hizo Wilson en Estados
Unidos; el señor Barrón también nos decía lo mismo; yo no sé, señores, a quién de estos dos grandes personajes le corresponde la medalla honorífica. Pero bien, eso naturalmente conforme a lo que se va a tratar, está muy lejos de poderse tomar como un argumento poderoso para declarar fuera de la ley al señor Vicente Ferrer Aldana. Supe eso, y si bien no me consta, habrá quien pueda venir a decir en la Cámara que este señor, después de haber sufrido un fracaso en la capital de la república, se fue para Estados Unidos, en donde publicó un periódico que se llamó "Zapata." Más tarde entró por la frontera de Laredo con un grupo de obreros, esos sí eran obreros, y se presentó al entonces gobernador, general Villarreal. Este señor, según dice él, le propuso una parte de terreno para formar una colonia. No supe por qué causa se lo recogieron y lo pusieron preso. Más tarde, se me comisionó para ir al Estado de San Luis Potosí y a mi regreso ya habían surgido las dificultades entre las fuerzas de Villa, o sea la convención de Aguascalientes, y el señor Carranza; entonces vine a incorporarme al regimiento a que pertenecía y que estaba destacado en Villa de García. Allí, después de haber estado alistándonos para salir a combatir a Villa, porque ya preveíamos que tendríamos que hacerlo, nos encontramos con serias dificultades que había en la oficialidad del mismo regimiento, debidas a que el señor Vicente Ferrer Aldana se le iba a admitir como capitán primero, por lo que los oficiales protestaron. Fui comisionado para ver al jefe, que era el coronel Julio Soto, y él verdaderamente se decepcionó cuando recibió una orden del general Villarreal en la que decía que era un espía de los enemigos de la revolución. A grandes rasgos estoy narrando esto, porque hay que dejar tiempo suficiente para ver si pueden discutirse las dos o tres credenciales que faltan; pero en concreto me permito decir poco más o menos los antecedentes relativos. Sobrevinieron las dificultades entre las fuerzas de la convención y las del Ejército Constitucionalista., saliendo entonces a combatir a los villistas. Desgraciadamente el incidente de Ramos Arizpe, que todos conocen, fue de fatales consecuencias y al mismo tiempo oportuno. Regresamos a Monterrey y el coronel Julio Soto me indicó que me quedase allí, en Monterrey; fue del conocimiento del general Ildefonso Vázquez que sí me quedara en Monterrey; yo no quería hacerlo, porque en aquella época ya había sido conocido y ya me habían visto con la carabina en la mano y naturalmente era un perjuicio para mí; pero accedí a quedarme. Después de que los soldados que nos cogieron prisioneros en el desastre de Ramos Arizpe fueron llegando, tuvo oportunidad de haber organizado un comité revolucionario para trabajar por la causa constitucionalista. Allí el señor Ferrer Aldana supo perfectamente que yo estaba y mandó algunos de los compañeros para que hablara yo con él con objeto de ver si podíamos hacer varios mítines de propaganda y entonces, después de unos diez días de haber estado escondido, salí y lo primero que hice fue ver al señor Ferrer Aldana; aquí está un compañero que era sargento, el sargento Méndez, que con él mismo se le mandó hablar y entonces me dijo estas palabras: "Ahora sí, compañero Zavala; aquí están los nuestros y ahora podremos hacer muchas cosas." Yo como tenía comisión, no puede decirle absolutamente nada de lo que iba a hacer. A los pocos días nos preparábamos para ir a entrevistar al mayor Martí para que nos ayudara a trabajar y en el camino me hizo muchas revelaciones el señor Ferrer Aldana, razones y cargos que le hacía al ejército constitucionalista y que nosotros desmentimos en unos boletines que hicimos allí dentro del villismo, que fueron escritos en máquina. Todos esos cargos no puede desvanecerlos el señor Vicente Ferrer Aldana. Además, en los pocos días de haber estado en el gobierno el señor Villarreal o, quiero decir, el señor Raúl Madero, él se presentó al señor Raúl Madero y se le proporcionó una imprenta para que hiciera un periódico que se llamó "La Época." Ustedes poco más o menos calcularán lo que podría decir el señor Ferrer Aldana en ese periódico, siendo como era órgano de los convencionistas. Allí, señores se decía entre los artículos de fondo, que verdaderamente no los quisieron calzar, pero yo me informé, porque era mi deber informarme, cuál era la labor de esos señores; supe, sí, que varios artículos fueron hechos por el señor Ferrer Aldana. Además, las razones que a mí mismo me dijo para calcular cuál era mi criterio y mi actitud; primero me dijo que fuéramos a Santa Catarina para llevar algunos hombres, y más tarde me dijo que no; señores: eso sí está comprobado, eso quiere decir que sí era enemigo de nosotros. Por el folleto que ha publicado se ve que es partidario de las ideas libertarias. Efectivamente, señores, le reconozco ese mérito, pero vamos al caso: en aquella época, los movimientos sociales, como los movimientos políticos, no debían haber estado divorciados para obtener el triunfo de la revolución; cualquier movimiento social contrario a la revolución no podría contar sino con adeptos de ese movimiento y a la vez enemigos de la misma revolución; ¿por qué, pues, el señor Aldana se hizo únicamente partidario de los movimientos socialistas y no de los políticos? Sencillamente porque no quería definir su actitud en los momentos de prueba, cuando se necesitaba saber claramente la actitud de los buenos hombres de la revolución; por lo tanto, se comprueba que el señor Aldana ha sido enemigo de la Constitución y no sé por qué ahora, con tanta habilidad,
se ha esforzado en lanzar su candidatura al Congreso de la Unión, creyendo que tal vez aquí nadie le conocería. Hay más; pero si alguien quiere defenderlo, yo subiré a la tribuna para probar con documentos que el señor Aldana sí es enemigo del constitucionalismo y que hoy se ampara con la bandera de los trabajadores para conseguir sus deseos. El único argumento poderoso que él puede esgrimir en su favor a fin de que se le apruebe su credencial, es su labor en pro de los obreros. Además, uno de los artículos de la Constitución, un transitorio, explica detalladamente que todo aquel individuo que haya prestado servicios a los enemigos del constitucionalismo, está fuera de la ley; así es que el señor Aldana está fuera de la ley y no debemos aprobar su credencial. No así el señor coronel Luis T. Navarro, a quien muchos de los compañeros creían que yo iba a atacar. Por eso hago declaración de fe: no vengo a atacar al señor coronel Navarro, sino al señor Aldana Ferrer, porque es nocivo a los trabajadores y al mismo constitucionalismo.
El C. Rivera Cabrera: Pido la palabra para una aclaración.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Rivera Cabrera: No estoy en el caso de tomar la palabra, porque quien acaba de hacer uso de ella no atacó el dictamen en su parte principal, sino en la menos importante; por tanto, no haré uso por ahora de los argumentos que estoy dispuesto a emplear cuando se impugne el dictamen en lo fundamental.
El C. presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Filiberto Villarreal.
El C. Villarreal Filiberto C.: Señores diputados: Hubiera querido no haber llegado al convencimiento de un cargo que se le hacía la señor coronel Luis T. Navarro. Probablemente antes de que yo lo supiera lo creía fundado; pero hoy estoy perfectamente seguro de eso y obedeciendo a un sentimiento de honradez, he venido a impugnar la credencial del señor Navarro. El señor Navarro en una ocasión, en estos días, me preguntó si era cierto que yo iba a impugnar su credencial y le contesté que tenía noticias de que había votado por la afirmativa en las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez; que si esto no era exacto, no tendría inconveniente en dar mi voto a su favor; pero si era exacto, sería el primero en votar en su contra. Pero he visto aquí las actas en las que aparece que el señor Navarro votó por la afirmativa y suplico a la secretaría dé lectura a estas actas. Yo suplicaría a la prensa, porque esto interesa a toda la nación, que tomara nota de lo que van a leer en estos momentos.(Aplausos y voces ¡Muy bien! )
El C. García de Alva: ¡¡ Bien hecho!! (Voces: ¡Muy bien, Villarreal!)
El C. García de Alva: Que se lean las actas.
El C. Villarreal Filiberto C.: Yo no sé, señores, si interese a la nación saber quiénes votaron en pro y quiénes en contra de las renuncias de los mandatarios.
El C. Mauricio Gómez: ¡Bien dicho! Que se lean las actas, que se dé lectura a esos documentos.
- (Voces: ¡Que se lean!, ¡que se lean!)
El C. secretario López Lira: La mesa informa a la asamblea que estos son documentos secretos, es decir, que son de actas de sesiones secretas. Voces: ¡Pero de la época de Huerta! ¡Pertenecen a la historia! (¡Que se lean! ¡Que se lean!) Pero si a pesar de eso, la asamblea resuelve que se lean, se les dará lectura. (Voces: ¡Sí!, ,sí!) Entonces los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se van a leer.
"Archivo.- Actas secretas.- Al margen: Continúa de la página 150 del libro anterior.
- Carlos de la Portilla, Of. 2o.
"Suspendida la sesión por unos pocos minutos, abierta que fue nuevamente, el C. Elguero informó a la Cámara sobre el asunto relativo a la comisión que se le había dado y el C. presidente le dio las gracias en nombre de la Cámara.
"El C. Abraham Castellanos pidió que la sesión fuera pública y la mes manifestó que tan luego como lleguen las renuncias se abrirían las galerías.
"El C. Elguero hizo uso de la palabra en contra proponiendo continuara la sesión secreta y la secretaría consultó si se aprobaba el trámite de la mesa, lo cual fue reclamado por el C. Trejo y Lerdo.
El C. Silva Herrera preguntó si subsistía el trámite, resolviendo la Cámara negativamente.
El C. Escudero manifestó que en vista de los buenos deseos que han manifestado ambas Cámaras, propone que continúen funcionando sin que los miembros que han sido aprehendidos estén a su lado. El C. Olaguíbel manifestó que habiendo quórum no se necesitaba la presencia de todos los miembros de la representación nacional y que ya se habían tomado las medidas necesarias para salvar a los aprehendidos; propuso, además, que se acercara a quien corresponda en el Palacio Nacional, para exponer que la Cámara estaba esperando las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez.
"El C. presidente Romero contestó al C. Olaguíbel que iba a hablar por teléfono con el objeto indicado y que lo nombraba en compañía de los CC. Escudero y Novelo para que fuesen en comisión a participarlo a quien correspondiera.
"El C. Olaguíbel informó que la comisión nombrada cumplió su cometido y que el C. secretario Lascuráin esperaba en el salón verde para entregar las renuncias en manos de uno de los secretarios de la Cámara.
"El C. secretario Silva Herrera dio lectura
a la renuncia de los CC. Madero y Pino Suárez, pasándose a las comisiones 2a. de Gobernación y 3a. de Puntos Constitucionales; el mismo C. Silva Herrera dio lectura a los nombres de los miembros que componen las dos comisiones referida. El C. Escudero pidió que se admitiera la excusa que se presentaba para conocer de este asunto, porque en caso contrario tendría que opinar en contra. La Cámara aceptó la excusa del señor Escudero.
"Suspendida la sesión por unos minutos y continuada después, las comisiones unidas 2a. de Gobernación y 3a. de Puntos Constitucionales presentaron su dictamen proponiendo se aceptara la renuncia que hacen de los cargos de presidente y vicepresidente de la república, respectivamente, los CC. Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, y se llame al C. licenciado Pedro Lascuráin, ministro de Relaciones, para que se presente a rendir la protesta de ley como presidente interino.
"El C. Silva Herrera preguntó si le dispensaban los trámites, habiendo hecho uso de la palabra el C. Cravioto en pro del dictamen.
"Declarado con lugar a votar en lo general, el dictamen fue aprobado por mayoría de 123 votos contra 4 por la negativa. Votaron por la afirmativa, los CC. Albino Acereto, José María Acevedo, Pascual Alva, Pedro V. Alvarez, Antonio Ancona Albertos, Francisco G. de Arce, José R. Aspe, Benjamín Balderas Márquez, Isaac Barrera, Ignacio Borrego, Tomás Braniff, Emilio Cárdenas, Antonio Carranza, José Trinidad Carreón, Manuel Carbajal, Manuel Castelazo Fuentes, Abraham Castellanos, Rafael Castillo Calderón, Luis Castillo Ledón, Carlos Corona, Octaviano Cauttolene, Alfonso Cravioto, Luis C. Chaparro, Jorge Delorme y Campos, Antonio Domínguea Villarreal, Francisco Elguero, Aquiles Elorduy, Francisco Escudero, Faustino Estrada, Adalberto A. Esteva, Juan N. Frías, Juna Galindo y Pimentel, Moisés García, Nemesio García Naranjo, José María de la Garza, Manuel González Gea, Adolfo E. Grajales, Adolfo G. Gurrión, Luis G. Guzmán, Samuel García, Fidencio Hernández, Miguel Hernández Jáuregui, Gonzalo Herrera, Trinidad Herrera, Manuel Florenico Hernández, Próspero Herrera, Emilio Ibáñez, Enrique M. Ibarra, Tirso Inurreta, Luis Jasso, Eusebio P. León, Demetrio López, Emilio López, Trinidad Luna Enríquez, Pascual Luna y Parra, Constantino Llaca, Valentín del Llano, José N. Macías, Prisciliano Maldonado, Manuel Malo y Juvera, Luis G. Malváez, Rosendo Márquez, Francisco I. Mascareñas, José Mayoral, Guillermo Meixueiro, Aureliano Mendívil, Querido Moheno, José M. Montaño, Luis Mora Castillo, Román Morales, Salvador Moreno Arriaga, Ignacio Muñóz, Luis T. Navarro, José I. Novelo, Rafael Nieto, Francisco M. de Olaguíbel, Alfredo Ortega, José Oseguera, Armando Z. Ostos, Manuel Padilla, Ismael Palomino, Ignacio Peláez, Ignacio Pérez Salazar, Vicente Pérez, José Mariano Pontón, Angel Rivera Caloca, Bonifacio Rodríguez, Luis Manuel Rojas, Francisco Romero, Jesús del Rosal, Gonzalo Ruiz, Antonio Rivera de la Torre, Juan Sarabia, José Silva Herrera, Agapito Solórzano Sochaga, Pablo Salinas y Delgado, Eduardo Tamariz, Rómulo de la Torre, Joaquín Torres, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, Gerzayn Ugarte, Carlos Vargas Galeana, Luis G. Vázquez, Alfredo Vergara, Mariano Vicencio, Luis Vidal y Flor, Telesforo Villasana, Manuel F. Villaseñor, Alfreso y Luis G. Zaldívar; votaron por la negativa los CC. Adrián Aguirre Benavides, Francisco Escudero, Leopoldo Hurtado Espinosa y Manuel F. Méndez."
(Aplausos.)
El C. García Vigil: Pido la palabra, señor presidente, para hacer una aclaración.
El C. presidente: Tiene la palabra su señoría.
El C. García Vigil: He oído nombrar al señor Leopoldo Hurtado y Espinosa tanto en la afirmativa, cuanto en la negativa, y al señor Francisco Escudero también, y tengo entendido que ambos fueron de los que votaron por la negativa.
El C. Gómez Mauricio: A mí me consta.
El C. secretario López Lira: Está en las dos partes.
El C. Rivera Cabrera: en muchos libros publicados sobra esa tristemente memorable.... (Voces: ¡No se oye, no se oye!) Que en muchos libros publicados acerca de esa sesión tristemente célebre de la Cámara de Diputados, he visto publicado el nombre del señor coronel Luis T. Navarro como entre los que votaron por la negativa, y allí aparece la afirmativa; puede ser que haya habido algún error. (Siseos.)
El C. Ancona Albertos: Pido la palabra, señor presidente.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Ancona Albertos: Yo voy a hacer una aclaración referente al señor Luis T. Navarro, porque habiendo asistido a esa sesión. tengo en la memoria completamente lo que pasó, referente al señor Luis T. Navarro. Esa votación en lo general. Cuando se puso a votación la renuncia del señor Madero en lo particular, votó en contra y así debe existir también en el acta.
El C. Medina Hilario, interrumpiendo: Aquí está, para que se rectifique antes de pasar adelante.
El C. secretario López Lira: "Puesta a discusión la primera proposición referente a la renuncia del C. presidente Francisco I. Madero y no habiendo quien hiciera uso de la palabra, la secretaría procedió a recoger la votación nominal; el C. García Naranjo pidió se hiciera en votación económica, a lo que se opuso el C. Escudero; el mismo C.
García Naranjo usó de la palabra para contestar una alusión personal e hizo una rectificación. Recogida la votación nominal del artículo 1o., resultó aprobada por una mayoría de 119 CC. diputados contra 8 que votaron por la negativa. Votaron por la afirmativa los CC. Albino Acereto, José M. Acevedo, Antonio Aguilar, Pascual Alva, Pedro B. Alvarez," (Voces: ¡Que se busque al coronel Luis T. Navarro en la lista de los que votaron por la negativa.)
El C. Medina Hilario: Pido que se lean estos documentos que traigo aquí.
El C. García Vigil: Pido la palabra para una moción de orden.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. García Vigil: Todos los papeles y los libros que traiga el señor licenciado Medina no pueden merecer mayor fe que los documentos originales del archivo de la Cámara de Diputados.
El C. Medina Hilario: Vuelvo a suplicar que se lean esos documentos.
El C. Villarreal Filiberto C.: Pido que se me deje hablar a mí.
El C. Medina Hilario: Tengo derecho para ilustrar el punto a discusión; pido que se lea el documento que yo presento. (Voces: ¡No es un documento, es un impreso!)
El C. secretario López Lira: "De cómo vino Huerta y cómo se fue." (Una voz: ¿Quién es el autor de ese almanaque?)
El C. Medina Hilario: Alarcón, uno de los diputados que votaron en contra.
El C. García Vigil: Pido la palabra.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. García Vigil: Me permito suplicar, por una parte a la presidencia, y por otra al señor licenciado Medina, quien debe saber bastante lo que es un documento, a la primera que lo permita, y al segundo, que tenga la bondad de decir si a lo que se va a dar lectura es a un documento, propia y legalmente considerado. (Voces: ¡No, no!)
El C. Medina Hilario: Todo aquello que está escrito y que se ofrece como medio de prueba es un documento legal; que lo digan los abogados.
- El C. secretario López Lira leyó el documento facilitado por el C. Medina. (Suspendió la lectura). La presidencia me ordena manifieste a la honorable asamblea que se va a dar lectura al documento que presenta el diputado Medina y al que la asamblea dará el valor que a bien tenga.
El C. Medina Hilario: Pido que en lugar de ese documento se lea este otro que, es "Diario de los Debates."
- El C. secretario prosiguió la lectura.
- (Voces: ¿A qué se refiere el artículo 1o..?)
El C. secretario López Lira: Es lo de Madero; la renuncia de Madero.
El C. Villarreal Filiberto C.: Mucho me extraña, señores diputados, que el señor don Hilario Medina, a quien se ha reputado aquí como un gran abogado, venga a querer desvirtuar un hecho, es decir, el acta que se ha leído. Respecto al señor Navarro, se ve desde luego que no votó, porque se salió en esos momentos y porque en la misma sesión se hicieron las dos votaciones de Madero y de Pino Suárez. Desde luego la lectura del "Diario de los Debates" aquí nada tiene que ver con la votación del señor Madero; desde luego el señor Medina no ha aclarado nada absolutamente. En lo que respecta al señor Hilario Medina viniera aquí a convencerme de que el señor Luis T. Navarro no votó por la afirmativa. ¿Cómo entienden ustedes, señores....? Antes de entrar en detalles, deveras lamento verdaderamente tener que atacar al señor Navarro, porque he tenido los mejores informes de él; es el único cargo que tengo que hacerle al señor Navarro, y para mí, señores, que soy radical deveras, no quiero dejar pasar desapercibido este punto que, si para ustedes no es importante, para mí sí lo es. (Voces: ¡Bien! ¡bien!) ¿Cómo reputan ustedes, señores, a un individuo que en una sesión que actualmente es coronel del ejército no tiene el valor civil para enfrentarse con las circunstancias? ¿Por qué el señor Navarro no votó por la negativa la renuncia del señor Pino Suárez, que estaba en el mismo caso que la renuncia del señor Madero? Sin embargo, señores, y a pesar de que no aparece aquí el señor Navarro, hay quien afirme que sí votó; no quiero apelar a ningún testimonio, porque creo que en estos momentos no todos tienen el suficiente valor para enfrentarse con las circunstancias. El señor don Mauricio Gómez, ¿no está ahí?
El C. Gómez Mauricio: Aquí estoy.
El C. Villarreal Filiberto C.: Creo que usted me dijo hace un momento que sí había votado el señor Navarro.
- El C. Gómez Mauricio Yo no estuve en esa sesión. El día 19 de febrero salí de la ciudad de México, huyendo.
El C. Garza Pérez: Se fue junto conmigo.
El C. Villarreal Filiberto C., dirigiéndose al C. Gómez: Usted se me acercó ahora y me dijo que el señor Navarro sí había votado. - (Voces: Fue Ancona Albertos!)
El C. Ancona Albertos: Sí; yo lo dije.
El C. Villarreal Filiberto C.: El señor Ancona Albertos dijo que sí había votado el señor Navarro también; de suerte que son testimonios. Si no aparece aquí, como no aparecen otros nombres por la afirmativa y también por la negativa, es quiere decir que probablemente no hubo orden en la votación; asó como se puede creer que no votó, puede creerse también que sí votó a favor de la renuncia del señor Pino Suárez. Esto me hace suponer que sí votó y nadie puede sacarme de esa creencia. Además, aquí hay otra lista impresa en que también aparece el nombre del señor Luis T. Navarro, votando por la afirmativa en todo; no sé
si será exacta, y esa duda tengo, tanto respecto de la impresa como de la manuscrita. Señores diputados, es necesario que empecemos a cumplir con nuestros deberes: ¡Somos o no somos! Señores, yo recuerdo que en mi gira política por el Estado de Sinaloa, allí en Sinaloa, la cabecera del distrito en una manifestación en mi honor, un orador, un hijo del pueblo me dijo: "Señor Villarreal, vaya usted al congreso y cumpla con su deber: desde este apartado rincón de la república, muchos ciudadanos estarán vigilando su labor y todos ellos quieren que usted acuse ante la nación, a nombre de este pueblo, a todos aquellos infelices que votaron en por de las renuncias de los altos mandatarios de la república." (Aplausos.) Cumplo, pues, con mi deber, y se realiza uno de mis más ardientes deseos; acuso a todos esos individuos que no tuvieron el valor civil suficiente para protestar por qué se arrebataban las renuncias a los representantes del pueblo con las bayonetas sobre su pecho. El señor Cravioto me va a decir, repitiendo sus alardes de valor civil, puesto que varias veces ha dicho "Señores, hay que tener valor civil;" y el señor Cravioto me hará el favor de decir por qué no tuvo entonces el suficiente valor civil para venir a la tribuna y decir que se usurpaba el poder de la república; ¿por qué no imitó en aquellos momentos supremos a Belisario Domínguez?
El C. Cravioto: Lea usted mis discursos.
El C. Villarreal Filiberto C.: Si no fueran muy largos, los leería; pero no lo hago porque sería cuestión de amanecerse aquí.
El C. prosecretario Magallón: Habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se pregunta a la honorable asamblea si permite que continúe hablando el orador. Los que estén por la afirmativa, sírvanse poner de pie. Sí se permite.
El C. Villarreal, continuando: No acabo de explicarme cómo aquellos diputados después de haber votado por las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez, pueden estar aquí representando al pueblo, cuando en ese entonces no supieron representarlo? ¿Cómo pueden esos individuos tener voz y voto? ¿Cómo ustedes aprobaron sus credenciales? Yo lamento no haber estado aquí; la prueba es que cuando el señor Rebolledo, yo quería hablar en contra de su credencial y sin embargo no se me permitió. (Aplausos.) Yo lo lamenté y lo lamento todavía. Sí, señor Rebolledo, yo no transijo nunca; pero desgraciadamente cayó usted aquí. Hemos visto, señores, cómo a esos individuos que hablaron en pro de la dispensa de trámites, les urgía que renunciaran los señores Madero y Pino Suárez. (Voces: ¿Quiénes? ¿Quiénes?) Los señores Cravioto y Silva Herrera hablaron en pro de la dispensa de trámites.
El C. Cravioto: No es cierto.
El C. Villarreal Filiberto C.: Señor Cravioto: Yo tenía otro concepto de usted; a mí no me importa que se le ataque a usted por los enemigos políticos de usted. Yo juzgo a los hombres con mi criterio personal; desde que vi estas actas, señor Cravioto, está usted muy distanciado de mí. (Risas y aplausos) Yo no claudicaré nunca aquí; si mi vida fuera necesaria, yo la daría por llevar adelante mis ideas. (Voces: ¡No, hombre; no!) Sí, señores por lo que respecta al señor Navarro, creo que ya están ustedes perfectamente orientados. Es el único ataque que quería yo hacerle, y no es ataque; ha sido precisamente querer hacer una aclaración; si ustedes creen que es una razón que este señor en compañía de otros haya votado en pro de las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez, yo llamo a esa votación la "votación del asesinato de los señores Madero y Pino Suárez," porque después de esa votación se asesinó a los señores Madero y Pino Suárez. (Aplausos.) Yo en estos momentos me dirijo a la nación mexicana....(Voces: ¡En ese caso, a los periodistas!) Yo señores, desde aquí, en nombre del 4o. distrito electoral del Estado de Sinaloa, acuso ante la nación, porque aquí está representada, a esos señores que tuvieron la desvergüenza y la falta de valor civil para haber apoyado, para haber autorizado el asesinato más asqueroso que registra la historia, que registrará la posteridad y que no tiene precedente en ninguna parte. Como he dicho, señores, tengo aquí impresas. En ellas sí aparece el nombre del señor Navarro en todas; pero como están impresas, no quiero que hagan fe, porque las letras impresas no creo que sean documentos, aunque el señor diputado Hilario Medina diga que sí lo son, por supuesto cuando le conviene. (Risas.) Creo al señor diputado Hilario Medina hombre de buena fe, pero en estos momentos está equivocado. Yo no comprendo....
El C. Padilla, interrumpiendo: Todo lo que está diciendo el ciudadano Villarreal, no hace al caso; quiero que se fije en esto: ¿tiene o no tiene el señor Navarro el requisito de vecindad? Es el único punto a discusión. (Siseos.)
El C. Villarreal Filiberto C.: Ese es el punto sin importancia.
El C. Padilla: Si el señor Navarro no tiene el requisito de vecindad, entonces que venga el general Vargas, su contrincante, que tiene sobre él cuatro mil y tantos votos.
El C. Villarreal: Desgraciadamente he visto en esta asamblea que no se ha sentado ningún precedente. (Aplausos.) Para mí es cosa de suma importancia este documento, son interesantísimos estos sangrientos documentos que llenaron de luto a la nación, esto es lo que importa. Atacaré siempre a todos aquellos que directa o indirectamente hayan servido a Huerta, aunque sean mis hermanos o mis mismos padres.
(Aplausos.) quisiera que entrara aquí el señor coronel Navarro y que pudiera desvanecer estos cargos en el crisol de la Cámara, y yo sería el primero en darle un abrazo; ojalá que él pudiera convencer a la honorable asamblea de que todos estos cargos son infundados, lo que mucho me agradaría, pues no tengo motivo personal para atacarlo, únicamente lo hago porque es mi convicción y es mi sentimiento lo que me obliga a obrar así; no puedo prescindir de esta manera de ser, que es muy mía. Ahora pregunto a la Cámara si el caso del señor Pino Suárez es el mismo del señor presidente Madero. (Voces: ¡Es igual!) Quiero que lo digan en voz alta. (Voces: ¡Sí, es igual!) Señores: ¿el señor Pino Suárez era el vicepresidente de la república? (Voces: ¡Sí!) ¿No se le asesinó después de votada su renuncia? (Voces: ¡Sí!) Entones ¿qué criterio vamos a sentar aquí? ¿Seguimos admitiendo a reaccionarios para que después digan que nosotros somos enemigos de la revolución? No, señores; yo no reputo al señor Navarro traidor y reaccionario; no sé el estado de ánimo de esos hombres en esos momentos, porque yo nunca me he visto en es caso.... (Voces: ¡Ah!, ¡oh!) Sí, señores; no sé por qué sería. Yo creía al señor Navarro con bastante valor; pero en esos momentos no tuvo ningún valor ni civil ni militar, porque cuando se trató de la votación de la renuncia del señor Madero, el señor Navarro no estuvo aquí y no votó, y entonces me deja el señor Navarro el derecho de decirle que le faltó valor civil, porque aparece en la votación a favor de la renuncia del señor Pino Suárez y creo que el señor Navarro será suficientemente honrado para no negar que votó en favor de esa renuncia. Por otra parte, señores diputados, yo suplico a ustedes que, conscientemente, si hay algún orador que venga a desbaratar estos cargos, que lo haga; pero que ese orador sea un revolucionario que, aunque no tenga documentos, sus palabras hagan fe por sus antecedentes, porque no todos los que hay aquí son verdaderos revolucionarios. Si el señor Hilario Medina tiene deseos de desvanecer estos cargos, yo tendría mucho, muchísimo gusto, de que viniera a esta tribuna para contender yo con él. (Aplausos.)
El C. Cravioto: Pido la palabra para un hecho, señor presidente.
El C. presidente: Tiene la palabra el C. Ancona Albertos.
- El E. Ancona Albertos: Señores: En primer lugar voy a defender al señor Navarro y en segundo lugar voy a hacer una breve explicación de los motivos que impulsaron a los maderistas a aceptar la renuncia del señor Madero, y digo con franqueza: creo que ante la historia no tiene ninguna justificación, y si de alguna flaqueza me acuso yo, es de ésta. (Aplausos.) Voy a defender primero al señor Navarro sí votó en contra de la renuncia del señor Madero y para votar en ese sentido, aunque a él tal vez no le guste que lo diga, porque ahora estén igualados en la historia Madero y Pino Suárez, el hecho es el siguiente: el señor Luis T. Navarro era vazquista, era antipinista, y como todos los de su credo, creía que el señor Pino Suárez era el causante de aquel desastre y por eso votó, en lo particular, en contra de la renuncia de señor Madero, y, por último, en favor de la renuncia del señor Pino Suárez. En esa sesión, el señor Navarro dio muestras de un valor indomable, porque hizo una interpelación al señor Braniff, que fue sangrienta. El señor Braniff hablaba no recuerdo de qué, pero se puede saber por el Diario de los Debates; el señor Navarro le preguntó al señor Braniff: "Si es usted mexicano, y si está usted interesado por los destinos de la patria, ¿por qué mientras los cañones de la Ciudadela llenaban de luto a la capital, se cobijaba usted bajo la bandera americana para deliberar como diputado? Se trabó un incidente ruidoso en el cual el valor del señor Navarro quedó muy bien parado. En cuanto a la vida posterior del señor Navarro en la Cámara de Diputados, puedo decir lo siguiente: los maderistas éramos aproximadamente 125 cuando el señor Madero era presidente de la república; después, el 20 de febrero, nos reunimos en el salón verde para deliberar acerca de nuestra actitud, únicamente 25, que fuimos los únicos que mantuvimos nuestra actitud durante todo el tiempo que fuimos diputados. El señor Navarro fue de los primeros en irse a la revolución; estuvo aquí aproximadamente dos meses y medio, dirigiendo entonces "El voto," un periódico que hacía oposición ruda a Huerta, y fue clausurado. A consecuencia de esa actitud, el señor Navarro tuvo que irse de México, cosa que le consta al señor vicepresidente de la Cámara, señor Rafael Vega Sánchez. En cuanto a la actitud de los diputados, como lo decía antes, no la voy a justificar, pero sí la voy a explicar. Yo era, fui muy amigo del licenciado Pino Suárez y de su familia. Cuando el 19 de febrero nos convocaron a sesión, las familias de los señores Madero y Pino Suárez mandaron llamar a los amigos que tenían en la Cámara y no suplicaron, con las palabras que ustedes pueden imaginar, que aceptáramos esas renuncias. (Siseos.) Por eso digo que no voy a justificarme sino a explicar nuestra actitud. Nosotros, al principio, aunque ustedes no lo crean, nos oponíamos a aceptar las renuncias. Llegamos a la Cámara y el señor don Francisco Escudero nos convocó al salón amarillo y aquí voy a arrojar un cargo que pone una mancha negra sobre la reputación de este hombre; pero lo hago por ser una verdad histórica. Voy a decir algo que
quizá ustedes no crean: el señor Francisco Escudero no convocó al salón amarillo y, como he dicho, fuimos veinte o veintidós diputados. Nos convenció de que debíamos aceptar la renuncia` habló allí también un señor Madero y que con lágrimas en los ojos no convenció de que debíamos aceptar las renuncias; nosotros todos decíamos que no y entonces el señor Aguilar nos dijo estas palabras: "Los señores Madero y Pino Suárez están dispuestos a renunciar; ellos no quieren sacrificar sus vidas, ¿tienen ustedes derecho a sacrificarlas? Nosotros nos resolvimos por humanidad, ya que no por patriotismo, a aceptar esas renuncias.
El C. Villarreal Filiberto C.: Pido la palabra para una interpelación.
El C. Ancona Albertos: Un momento, después de que termine este pensamiento puede usted interpelarme. El señor Escudero se vino al salón y se sentó en las últimas sillas y ya que vio que la votación estaba ganada, él voto en contra. Yo digo que echo una mancha sobre la vida de este hombre, porque es un caso rigurosamente histórico; él nos conminó a votar en favor y él votó en contra cuando ya vio asegurada la votación. Después, señores diputados, ¿hay alguien en la República Mexicana que en presencia del Diario de los Debates me pueda acusar a mí de cobarde? Yo pongo de testigos a todos los señores diputados que pertenecieron a esa legislatura; yo fui un mudo en la legislatura del señor Madero y no hizo más que subir Huerta a la presidencia de la república, y me constituí en uno de los principales oposicionistas. Cuando el empréstito, la sesión de empréstito, en vista de algo que aquí se nos quería hacer, dije estas palabras que me exponían en esos momentos a perder la vida: "Invito a los señores diputados que tengan vergüenza a abandonar el salón," ¿Es cierto o no, señor Urueta? El señor Urueta no oyó mi pregunta, por eso voy a repetirla: ¿Cuando la sesión del empréstito no dije estas palabras: "Invito a los diputados que tengan vergüenza a abandonar el salón"?
- El C. Urueta asintió.
El C. Ancona Albertos: Además, cuando fue asesinado el diputado Gurrión, en sesión secreta se quiso introducir a suplente, de quien se tenía pruebas concluyentes de que había entrado a esta Cámara porque había sido cómplice del asesinato de diputado Gurrión; entonces yo aquí, en esta tribuna, dije que el asesino del diputado Gurrión era el ministro Urrutia y que su cómplice era el suplente de la víctima. Hablé contra el empréstito, hablé en contra de la convocatoria a elecciones, en contra de todo y, por último, esos 25 diputados de que hablé a ustedes, se estuvieron yendo poco a poco a la revolución, a medida que sus fondos lo permitían, y todos y cada uno de nosotros seguimos votando en contra hasta de las comisiones de estilo. Así es que, señores diputados, yo explico esa flaqueza que tuve que no fue propia de nosotros, sino propia de quienes nos dijeron que si el señor Madero y el señor Pino Suárez estaban resueltos a renunciar, a no sacrificar su vida, nosotros no teníamos el derecho de sacrificarlos. La historia juzgará a unos y a otros, explicará la actitud de los diputados y la actitud de los mismos señores Madero y Pino Suárez.
El C. Cravioto: Pido la palabra para un hecho.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Cravioto: Señor Villarreal, ruego a usted tenga la bondad de decir si oye mi voz a pesar de la larga distancia que hay entre nosotros.
El C. Villarreal Filiberto C.: Muy bien la oigo.
El C. Cravioto: Señores diputados: En una pieza de género chico que se llama "Enseñanza Libre," si mal no recuerdo, hay un tío Perico que da clases de canto en el tablado a unas hembras españolas; en el reconocimiento que hace para ver si una de ellas está suficientemente preparada, le dice: "A ver, niña, diga usted un piropo"; y ella responde: "Ole con ele, viva tu mare. "No hombre, si eso de la mare ya está muy gastado." Yo digo lo mismo al señor Villarreal: eso de los "renovadores" ya está muy gastado. Sólo al señor Villarreal se el ha ocurrido venir a esta tribuna a hacer el descubrimiento verdaderamente ridículo de que yo hablé y voté en contra del señor Madero. (Voces: ¡A votar, a votar!) Cualquier día nos va a venir a pedir que glorifiquemos al cura Hidalgo porque proclamó la independencia o a don Benito Juárez porque hizo la reforma. No, señor Villarreal, todos los periódicos, en este asunto que fue verdaderamente sensacional y no se sensacionalismo local sino universal, todos los periódicos absolutamente y todos los libros que se han escrito, a lo menos en la mayoría de estos libros, han calificado mi conducta y la han hecho conocer de toda la república. Yo jamás he rehuido la responsabilidad de mis actos y nada menos en el Congreso constituyente a propósito de la discusión de las credenciales de los "renovadores," yo tuve el honor de tratar amplia y documentadamente este asunto, que, como digo, ya está muy gastado. El señor Villarreal ha juzgado mi conducta simplemente por la lectura precipitada, sentimental y errónea del acta que, entre otras cosas, tiene muchas falsedades. Es verdad lo que decía el C. Medina; yo le doy mucha fe a ese libro y al Diario de los Debates que el acta que acaba de leerse y que yo no conocía, porque, en realidad, todo lo que dice de mí es absolutamente exacto; pero no lo que dice de otros compañeros. Yo, señores diputados, no sólo creo que se equivocó el señor Villarreal respecto del juicio que hace de nuestra conducta; yo debo declarar
muy alto que mi conducta en esa ocasión y la de nuestros compañeros fue un acto de valor civil del que nos enorgullecemos siempre. (Voces: ¡No! Siseos.) Algunos dicen que estamos equivocados, algunos dicen que fuimos criminales; nosotros creemos haber cumplido con nuestro deber de maderistas y de revolucionarismo, con ese acto. Nosotros, como lo dije en el discurso que pronuncié en esa ocasión para justificar nuestra actitud ante la historia, no votamos por miedo personal ni por conveniencia política, sino simplemente para librar al país de una intervención extranjera que se consideraba inminente y para salvar la vida de los señores Madero y Pino Suárez, que parecían seriamente amenazadas; esto lo expliqué muy claramente.
El C. Garza Pérez, interrumpiendo: ¡Ole con ole; viva tu mare! Eso de la intervención ya está muy gastado también.
El C. Cravioto, continuando: Creo que con esto basta, señores diputados, para hacer una ligera explicación de nuestra conducta de entonces; porque realmente no está a discusión. Aprovecho esta oportunidad para rectificar un concepto emitido sobre mí por el señor general Aarón Sáenz el sábado pasado, y que por desgracia no pude oír porque en ese momento había abandonado el salón; decía que yo me vine a oponer a que se expidiera cuanto antes una ley de responsabilidades civiles para todos los cómplices de Huerta, porque probablemente por mi conducta el aceptar la renuncia del señor Madero, yo creía que me iba a tocar esa responsabilidad civil. El señor Sáenz ya habrá notado, en primer lugar, que yo no vine en esa noche histórica a pedir la dispensa de trámites a favor de la renuncia del señor Madero; además, debo decirle que cuando las fuerzas constitucionalistas se aproximaban a la ciudad de México, yo y otros compañeros fuimos al encuentro de ellas, presentándonos ante el general Obregón, primero, y después ante el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, para decirles que estábamos a sus órdenes por si querían aprovechar nuestros servicios a favor de la resolución o someternos a la ley de 25 de enero, en caso de que se nos creyera responsables.
El C. Villarreal Filiberto C., interrumpiendo: Pido la palabra para una aclaración.
El C. Cravioto: ¡Después hablará usted! (Risas.) Ya ve el señor general Sáenz que, si yo no tuve miedo de poner mi pecho a las balas del pelotón de la ley del 25 de enero, menos miedo tendría de que me tocaran responsabilidades civiles en un asunto del que estoy seguro saldré exento. Además, la responsabilidad civil es enteramente pecuniaria, se refiere a los bienes ¡y allí me las den todas! Todavía si se tratara de embargarme los muebles, sí tengo muchos, y otras ciertas imputaciones que me hacen algunos señores diputados. Creo yo que con esto basta, señores diputados; pero si algún día en esta asamblea o entre el seno de la revolución se llegare a dudar de mis hondas convicciones revolucionarias y de mi conducta perfectamente rectilínea, entonces, señores diputados, yo recordaría este episodio que leí hace mucho tiempo en las páginas gloriosas de Balzac. Cuenta el maravilloso novelista francés que en la hora trágica de Waterloo, en el minuto de la derrota, un coronel francés cayó acribillado en uno de los cuadros heroicos con el rostro hecho pedazos por los sables y las armas enemigas. Poco tiempo después las manos piadosas de unos campesinos recogieron aquel soldado del campo de batalla y tras de largos y prolongados cuidados lograron salvarle. El coronel chavert llegó a París; como había pasado tanto tiempo la viuda, la supuesta viuda, había pedido presunción de muerte y se había casado de nuevo con otro y no conoció al coronel, ¡qué iba a conocer! Entonces se acercó a sus viejos compañeros de armas, aquellos con quienes había pronunciado en Waterloo las heroicas palabras de Cambronne, y tampoco lo reconocieron: y Chavert entonces, desesperado y frenético, corrió a la plaza de Vendome y allí, abrazándose a los cañones de Austerlitz y Jena, gritó: "¡Ustedes sí me reconocerán!" Así yo, señores diputados, si por la pasión, si por la ligereza, si por la calumnia (risas). si por tantas martingalas políticas de mis contrincantes llegase a verme desconocido por vosotros en mis méritos humildes de revolucionario, yo entonces iría a la cárcel de Belém, donde en 1903 padecí las persecuciones de la dictadura, iría a la Penitenciaría, donde estuve largo tiempo en la época de Huerta, iría al sepulcro de mi hija, muerta acaso de angustias durante las persecuciones de Huerta y de Blanquet, iría también a las bibliotecas en donde desde hace mucho tiempo están archivados escritos míos en los periódicos y en libros escritos en favor de la causa libertaria, e iría por último a ver a ese pueblo que conscientemente me ha elegido tres veces para representarlo en congresos nacionales y todas estas cosas, todas, señores, me reconocerían.
El C. Sáenz: Pido la palabra para hacer una aclaración.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Sáenz: Vengo a contestar una alusión que me hizo el señor Cravioto. En la memorable sesión a que tantas veces se ha hecho referencia, la honorable representación nacional en aquella época tuvo la cuerdísima y acertada disposición de que se nombrara una comisión que fuera a exigir la renuncia del señor Madero y del señor Pino Suárez, para que la trajera inmediatamente a este asamblea. Esa es la espontánea renuncia de los señores Madero y Pino Suárez, y así lo dice expresamente el acta original, que se constituyera en sesión permanente y se nombrara la comisión, integrada
por Olaguíbel, Escudero y Novelo para que se fueran a traer esa renuncia. En seguida, las dos o tres comisiones unidad de Gobernación y Puntos Constitucionales, presentaron un dictamen para su discusión, con dispensa de trámites, y ese dictamen, y yo no entiendo español, o fue apoyado por el señor Cravioto para que se pusiera inmediatamente a discusión. Si esto no es apoyar la dispensa de trámites, entonces yo no entiendo el español. Quiero hacer otra aclaración. Cuando Huerta estaba en España y cuando el Presidente Carbajal ya se había largado de México, fue muy fácil para todos los revolucionarios ir al campo revolucionario; pero en los momentos de prueba, cuando era necesario dar un verdadero ejemplo de patriotismo y de civismo, entonces todos esos grandes revolucionarios que han escrito muchas obras en momentos que no eran difíciles para la patria, no se acordaron de ella ni de sus deberes.
El C. Villarreal Filiberto C.: Señor Cravioto, joven Cravioto, póngase usted el audífono. Me causa verdadera hilaridad haber oído sus niñerías en esta tribuna; yo conceptuaba a usted más serio, más circunspecto. (Risas). Después de que se sirva usted contestarme estas tres preguntas, daré por terminada la discusión. Señor Cravioto, le voy a gritar, porque no oye ¿Sabía usted, o no, que el Congreso de aquel entonces era la genuina representación del pueblo, sí o no?
El C. Cravioto: Después le contestaré.
El C. Villarreal: ¡Muy bien! ¿Sabía usted también, sí o no, que esas renuncias fueron arrancadas por los esbirros de Blanquet? ¡Muy bien! Después espero sus respuestas. Señores diputados, nos va a venir a decir el señor Cravioto, que el ejército y quién sabe quién y que el ejército y quién sabe qué. Yo tan culpo al ejército como culpo a estos señores por estas razones: si el Congreso, que es la representación genuina del pueblo, no supo cumplir con su deber, ¿ese ejército que es del defensor de las instituciones nacionales habría cumplido con su deber, señor Cravioto?
El C. presidente: Tiene la palabra el C. Cravioto.
El C. Cravioto: Voy a seguir diciéndole al señor Villarreal cosas que él debía conocer. Al otro día de que se consumó el cuartelazo con la prisión de los señores Madero y Pino Suárez y con el asesinato triste de don Gustavo Madero en la Ciudadela, fue convocado el Congreso de la unión por el señor Escudero y otros firmantes que no recuerdo, con objeto de resolver cuanto antes la situación constitucional que tenía enfrente la Nación por la crisis política aguda que se estaba desarrollando. Todos nosotros, y digo todos nosotros los maderistas, estábamos perfectamente al tanto de los acontecimientos, puesto que los habíamos seguido de cerca, no sólo hora por hora, sino casi minuto por minuto. Yo era entonces el más humilde representante del Partido Constitucional Progresista que quedaba para enfrentarse con la situación; precisamente mi humildad y mi insignificancia garantizaron por aquel entonces mi libertad; todos los demás miembros de ese partido estaban escondidos, huyendo o en prisiones; el señor Urueta y el señor Sánchez Azcona, que eran de los más prominentes, estaban en el camino de Puebla, con el riesgo de ser fusilados. Por lo tanto, señores diputados, yo que, como dije a ustedes, era el único de cierta representación entre los diputados maderistas, tuve que asumir la responsabilidad de la conducta del grupo. Así es que todos nosotros, absolutamente todos, no encontramos más que dos soluciones: o no venir a la Cámara para que no hubiese quórum, o venir y votar la renuncia en contra. Pero sucedió que la junta previa que hubo en la mañana acordó nombrar comisiones que fueran a llamar a los suplentes de los diputados faltistas con el objeto de integrar el quórum, de manera que esa tarde con nosotros y sin nosotros se hubiera verificado la sesión. Entonces decidimos venir a votar la renuncia en contra; ya teníamos este acuerdo decidido, cuando se acercó un compañero nuestro de absoluta confianza, porque era pariente del señor Madero y era a la vez diputado, don Jesús M. Aguilar. Este señor, en nombre de la familia, nos fue a comunicar la situación, que era esta: ya el señor Madero y el señor Pino Suárez, desde la tarde, habían convenido con Huerta en presentar la renuncia, a cambio de que Huerta se había comprometido - y aquí fue donde nos equivocamos lamentablemente y esta sí es nuestra culpa, - a cambio de que los señores Madero y Pino Suárez salieran esa misma noche al extranjero. Como ustedes ven, nosotros, antes que nada éramos revolucionarios y maderistas, juzgamos con todo nuestro candor político, pero con toda nuestra buena fe, que si el señor Madero abandonaba el país, la restauración constitucional era un hecho seguro, fatal, antes de seis meses. Y yo desafío al que no lo crea que me diga si el señor Madero llegando a la Habana, inmediatamente que hubiera vuelto al país hubiera sido la vuelta del desterrado de Elba, de Napoleón; todos los mexicanos lo hubiéramos recibido en medio de aclamaciones y lo habríamos restaurado entre palmas en el sillón presidencial. Este fue, señores, el móvil de nuestra conducta. ¿Qué culpa tenemos de no haber presentido la debilidad de Lascuráin, que fue uno de los causantes directos del desastre de nuestras esperanzas? Ustedes saben que Lascuráin obtuvo el documento de la renuncia de manos de los señores Madero y Pino Suárez; que el señor Lascuráin se comprometió con el señor Madero a presentar la renuncia
una vez que se le hubiesen extendido pasaportes y dado garantías suficientemente serias para que el señor Madero saliera del país. Todavía más, nosotros estuvimos preguntando por teléfono a las casas de las familias de los dos funcionarios, y nos dijeron que era cierto. Nosotros venimos aquí a salvar la vida del Presidente de la República y a salvar la vida de la revolución, que entonces estaba personificada en Madero y Pino Suárez. Nosotros creímos, y yo sigo creyendo día a día, que hay un momento en la vida política de un país en que la Constitución es secundaria; la prueba la tienen ustedes en la revolución constitucionalista. ¿No para restaurar la Constitución comenzamos por hacerla a un lado? Por lo tanto, señores, yo no tenía entonces escrúpulo constitucional, porque mi espíritu, mi convicción era netamente revolucionaria. Después de salir de aquí, fuimos a la estación, todos los amigos del Presidente Madero con objeto de despedirlo, y allí fue donde nos encontramos con toda la tenebrosa realidad: ya estaba un tren especial dispuesto, estaban los equipajes listos y la familia; estaban también muchos diplomáticos, todo el aparato oficial se nos había presentado completo. Desgraciadamente, el señor Lascuráin, como dije, no cumplió con su compromiso. Se precipitaron los acontecimientos y con un pretexto o con otro sucedió que el señor Madero y el señor Pino Suárez, no solo no salieron para el extranjero, sino que tuvieron que salir a los pocos días para la eternidad. Decía el señor Villarreal, decía el señor Sáenz que cómo yo no tuve valor de irme desde entonces a los campos revolucionarios, y es la verdad, señores: pero yo pregunto: ¿fue un acto de valor o no, haber pronunciado aquí al otro día del fallecimiento oportuno, una arenga desde esta tribuna - que será el orgullo de mi vida, - en elogio del mártir? De hecho, señores diputados, eso me definió ante la usurpación, de cuerpo entero, ese acto mío se estimó en toda la República como una protesta y por ella he recibido felicitaciones hasta de los revolucionarios más antirenovadores. De nuestra conducta de entonces yo creo que no hay ni que hablar, tampoco, porque es demasiado conocida, pero decía el señor Sáenz que por qué fuimos al campo revolucionario hasta que las fuerzas llegaron a Teoloyucan; y yo pregunto a mis compañeros: ¿aquí en la Cámara no creían ellos estar en un campo revolucionario haciendo oposición día a día y hora a hora con más peligros que echando discursos en Chihuahua, porque yo ya he recorrido los campos revolucionarios? No, señores que diputados, yo no reprocho a los jóvenes que nos juzgan tan a la ligera su proceder, por más que pudiera decirles que sus arrebatos son como la virginidad de las mujeres feas, porque nadie les ha dicho: "Por ahí te pudres." Quisiera haberlos visto en una situación tremenda como la de nosotros; yo les aseguro que jamás he tenido en cuenta ni mi vida ni mi conveniencia personal en mi conducta política, la prueba está en esto: siempre que se ha tratado de exponer la vida y que yo he podido disponer libremente de mi persona sin compromiso para mi partido y mi jefe, lo he hecho con toda la abnegación.
El Ci udadano Villarreal Filiberto C., interrumpiendo: Pido la palabra para una moción de orden. (Siseos).
El Ci udadano Cravioto, continuando: Pido perdón a la Asamblea por estarle quitando el tiempo en estas cosas personales; pero en vista de la impaciencia del señor Villarreal, le cedo la tribuna.
El Ci udadano Ancona Albertos: Pido la palabra para rectificación de hechos.
El Ci udadano presidente: Tiene usted la palabra.
El Ci udadano Ancona Albertos: Señores diputados: No sé si estará perfectamente definida la actitud del señor Coronel Luis T. Navarro, que creo que es lo que más interesa en estos momentos; no tiene la credencial del señor Navarro ninguna tacha legal, pues el dictamen, si ustedes lo escucharon, demuestra perfectamente que el señor Navarro tiene todos los requisitos constitucionales. Respecto al criterio político que se le quiere aplicar por haber pertenecido al grupo "renovador," yo he explicado en qué forma votó en contra de la renuncia del señor Madero y espero que esta Honorable Asamblea, teniendo en cuenta estas consideraciones, aprobará el dictamen de la Comisión, que es uno de los mejores hechos que se han presentado a esta Honorable Asamblea. Ahora, señores diputados, yo, para terminar, quisiera hacer una interpelación al señor Filiberto Villarreal. Se dice, he oído decir de un diputado por Sinaloa, que el señor Villarreal sirvió seis meses a la administración huertista en un empleo del correo en el puerto de Mazatlán. Yo deseo que el señor Villarreal diga si es cierto o no, ya que tantas veces ha dicho que le apesta todo lo que huele a Huerta.
El Ci udadano Villarreal Filiberto C.: ¡No es cierto!
El Ci udadano Ancona Albertos: Señor Mariano Rivas, diputado por Sinaloa, ¿tendría usted la bondad de decirme si en Sinaloa supo usted que el señor Villarreal fue escribiente del correo, en Mazatlán, en tiempos de Huerta?
El Ci udadano Rivas Mariano: Lo supe, pero no me consta.
El Ci udadano Ancona Albertos: ¿Pero lo supo usted?
El Ci udadano Rivas Mariano: Sí, señor. (Siseos).
El Ci udadano García Vigil: Pido la palabra.
El Ci udadano presidente: Tiene usted la palabra.
El Ci udadano García Vigil: Verdaderamente
el criterio de la Asamblea ha sido desviado del asunto que debe tratarse ahora, por un asunto que todavía está latente y que para muchos no está bastante dilucidado, como es el de la renuncia de los señores Presidente y Vicepresidente de la República y la actuación de la Cámara y de un grupo llamado "renovador," dentro de la Cámara. Yo quiero ir lo más pronto al asunto que está a debate, o sea el de la credencial por el 11 distrito electoral del Distrito Federal; pero como se ha dicho aquí algo que verdaderamente corresponde a la historia y es recogido a diario no sólo por los taquígrafos, y transcripto en lenguaje vulgar al Diario de los Debates, sino que también es recogido por los oyentes que vienen a galerías y luego pasa por medio de la prensa a toda la Nación, no quiero dejar de hacer notar que se cometen graves inconsecuencias al tratar estos asuntos que son de verdadera trascendencia. Comienzo por hacer notar a la Asamblea que el señor Cravioto, que reputa, considera una vulgaridad, una rutina de intelecto bajo de parte del señor Villarreal para estar constantemente refiriéndose a la actuación de los "renovadores" - cosa que, según el mismo decir del señor Cravioto, está ya juzgada, y a mi modo de ver, según las exploraciones que he hecho yo en la opinión pública, generalmente condenada, - también él comete el error que imputa al señor Villarreal como es el de salir, como una disculpa, como una atenuante para haber aceptado la renuncia de los señores Madero y Pino Suárez, con la cantinela del conflicto internacional, de la invasión americana. Ya nosotros hemos visto que esto, afortunadamente, al abrirse el Congreso de la Unión y por la actuación de un grupo de verdaderos revolucionarios, ha quedado en desuso. La última manifestación de esta vulgaridad, de esta intriga, se manifestó en el Congreso Constituyente cuando el ex - Secretario de Relaciones movió la cosa como un tramoyista con objeto de que fuera aprobada la credencial del señor Palavicini. Antes había sido también de gran efecto esto: cuando se trató en el seno del partido Liberal Constitucionalista el asunto de la postulación del señor Carranza para la Presidencia de la República, fue de un efecto sin hipérbole, maravilloso. Por consiguiente, cae por tierra absolutamente el argumento de mayor consistencia presentado por el señor Cravioto para disculparse ante los actuales y ante los futuros, por haber aceptado la renuncia de los señores Presidente y Vicepresidente de la República; pero yo no soy de los que opinan que es culpa de la Cámara de Diputados. Varias veces he tratado este asunto, ya en público o ya en privado, y siempre he sostenido que la culpabilidad, o sea el principio de culpabilidad o responsabilidad, se inicio con las renuncias del Presidente y Vicepresidente; y, naturalmente, como yo soy un verdadero apasionado de la verdad histórica, desde luego, sin que esto quiera decir que yo tenga vínculos algunos en ningún sentido con el señor don Pedro Lascuráin, por honor a la verdad histórica tengo también que quitarle el cargo que se le ha hecho aquí por el señor Cravioto. Vean ustedes que es verdaderamente infantil, no quiero llamarlo de otro modo, porque no presupongo dolo en el señor Cravioto; pero es verdaderamente infantil que él trate de justificar a los señores Madero y Pino Suárez al firmar su renuncia, no solo al firmarla, sino al manuscribirla y luego entregarla al señor Lascuráin. Repito que el señor Cravioto, que trata de justificar esta conducta, culpa como lo acaba de hacer al ex - Secretario de Relaciones, señor Lascuráin, porque entregó un documento. Esto es verdaderamente pueril; si hubo fuerza material y moral bastante para arrebatar a las pulsaciones de las manos de los señores Madero y Pino Suárez una redacción que por completo los desinvistió de la alta magistratura con que se les había consagrado por el voto de la Nación, ¡con cuánta más razón tenemos nosotros que disculpar al señor Lascuráin y con cuánta más razón tenemos que reconocer nosotros que se necesitaba una fuerza mínima, material y moral, para arrancar también ese documento de las manos del señor Lascuráin! Por consiguiente, por honor a la verdad histórica, desaparezca este cargo en contra del señor Lascuráin y queden las cosas como verdaderamente han sido. No por esto quita el acto de la aceptación de las renuncias la responsabilidad que tiene la Cámara de Diputados, de ninguna manera. Yo recuerdo, ya lo he dicho otra vez, que el señor Leopoldo Hurtado y Espinosa me refirió en Saltillo que las renuncias del señor Madero y del señor Pino Suárez, en primer lugar fueron auténticas; en segundo lugar, que la aceptación de ellas fue con el interés que todos nosotros debemos aquí considerar - puesto que estaban en juego las vidas de dos hombres, - por los familiares del señor Madero y del señor Pino Suárez. Yo recuerdo que el señor Hurtado y Espinosa me refirió que con motivo de haber tenido conversaciones previas sobre el asunto que iba a ser tratado y había él manifestado su oposición terminante; se trató de conmoverlo para que aceptara la renuncia diciéndole lo que ha dicho únicamente en unas cuantas palabras el señor Diputado Ancona Albertos. Efectivamente, el argumento de mayor fuerza en aquellos instantes, fue el de que ¿qué derecho tenían Juan o Pedro, diputados, y todos los diputado juntos, para sacrificar a los señores Madero y Pino Suárez, que en aquellos momentos aceptaban la vida y renunciaban a la investidura oficial y la responsabilidad como tales? El señor Leopoldo Hurtado y Espinosa, para quien yo tengo un profundo respeto y algo más que respeto, una admiración extraña, digo respeto, porque el acto que él realizó es de los actos raros que manifiestan los hombres raros, pero notablemente raros, como lo hizo
el señor Hurtado y Espinosa. El señor Hurtado y Espinosa había figurado poco o nada en la política, es un hombre de una edad bastante avanzada, aparentemente su naturaleza y su complexión es raquítica y sin embrago de eso, el acto realizado por él es de un aliento tan grande, que debe indiscutiblemente ser considerado como el más alto, el más vehemente y el más puro de los que se ejecutaron en esa memorable sesión. El señor Hurtado y Espinosa no transigió de ninguna manera antes de la sesión, no transigió de ninguna manera durante las discusiones y menos transigió en el instante supremo de la votación. Pero el rasgo genial, verdaderamente, del señor Hurtado y Espinosa, estuvo en lo siguiente: a la insinuaciones de que las renuncias de los señores Presidente y Vicepresidente de la República debían ser aceptadas, porque ellos no querían perecer, porque de lo contrario serían muertos por sus aprehensores, el señor Hurtado y Espinosa contestó sin hipérbole también, como han contestado los héroes legendarios, "que se muera el señor Madero y el señor Pino Suárez y que nos muramos todos nosotros." Estas fueron las palabras del señor Hurtado y Espinosa. El me lo contó en Saltillo y últimamente he tenido la satisfacción cumplida de convencerme de que, efectivamente, así obró. Por esto es que yo manifesté extrañeza muy grande cuando apareció en la lectura del acta de la sesión secreta el voto del señor Hurtado y Espinosa, tanto por la afirmativa cuanto por la negativa. Mi convicción creada, naturalmente. por la vehemencia de las palabras, por la sinceridad de ellas, por el calor de las mismas, del señor Hurtado y Espinosa en aquella conversación que tuvimos, era de que él no había votado más que por la negativa en todas las circunstancias, desde que se trató el punto en lo general y en lo particular para cada una de las renuncias; por eso pedí yo la rectificación y para satisfacción mía el señor Hurtado y Espinosa ha realizado verdaderamente el acto complexo por una parte y por otra simple, de haberse opuesto sistemáticamente como corresponde a un verdadero defensor de la ley, a un diputado, dando el ejemplo al mismo Presidente y al mismo Vicepresidente de la República. Pero vuelvo al asunto que estoy tratando. Si efectivamente los señores Presidente y vicepresidente de la República iniciaron el movimiento moral que dio al traste con la legitimidad de la investidura de ellos, secundado este movimiento, fuera de todo eufemismo y de toda disculpa, por la Cámara de Diputados, es indudable, e históricamente así habrá de ser fallado, que la Cámara de Diputados tiene una tremenda responsabilidad, que la Cámara de Diputados fue la que dio apariencia legal al cuartelazo, que la Cámara de Diputados fue la que encumbró a esos hombres, fuera de los propios esfuerzos que ellos hicieron, se entiende bien; que la Cámara de Diputados fue la que dio el ejemplo colectivo triste, verdaderamente triste, de no haber resistido a las asechanzas de todos los que estaban fuera preparados, supongo yo que para sacrificarlos, no quiero decir siquiera que para escoger de entre ellos a los que debieran ser sacrificados; no supongo yo que todos ellos, pero ¡hasta cuándo vendrá a dar la raza mexicana, encomiada por su valentía, valentía reconocida por los mismos extraños, hasta cuándo vendrá a dar el solemne espectáculo de una asamblea acosada, como lo eran en los antiguos tiempos las asambleas que debían servir a las instigaciones, a los designios de la dictaduras! ¡Hasta cuándo habrá una colectividad mexicana, constituida cual ninguna se había constituido en las épocas anteriores, hasta cuándo daría el ejemplo de haberse opuesto de una manera moral, únicamente moral, como era rechazar las asechanzas de los hombres que no hacían otra cosa que ejercitar la fuerza!
El C. Cravioto, interrumpiendo: El 10 de octubre.
El C. García Vigil, continuando: Desgraciadamente el instante pasó y es doloroso que nosotros no podamos consignar como el principio de la revolución el desconocimiento de parte de la Cámara de Diputados de las renuncias del Presidente y Vicepresidente de la República. ¡Qué hermoso hubiera sido para la nación entera no haber tenido que recurrir absolutamente a nada, como se hizo después para justificar la legalidad del movimiento! ¡Qué hermoso que hubiera bastado únicamente la reprobación de la Cámara de Diputados para aquel acto! ¡Qué hermoso que los diputados de aquel momento hubieran reconocido que, desde el instante en que el Presidente y Vicepresidente de la República estaban prisioneros, habían dejado de ser el Presidente y el Vicepresidente de la República, puesto que la República no puede tener como Presidente y Vicepresidente a dos hombres presos, sino que necesita tenerlos libres! ¿Que hermoso que la Cámara de Diputados hubiera señalado en aquel instante el derrotero a la revolución y que entonces la revolución por este movimiento inicial de la Cámara de Diputados, hubiera tomado la forma legítima asamblearia que le corresponde y hubiera realizado la empresa que hoy consideran muchos desaparecida o borrada y que otros menos escépticos consideran realizándose o en parte realizada! No queda, pues, más que reprobar la conducta de la Cámara de Diputados; no hay nada que pueda justificar eso. Desaparecido el Presidente y Vicepresidente de la República por efecto de hallarse prisioneros todo acto que emanaba de ellos en las circunstancias en que fueron subscriptas las renuncias, debió tenerse como no digno de ser tomado en cuenta, sino que era necesario que esas renuncias tuvieran las características de un acto
deliberado, lo cual no era. Pasado esto, no quiero tampoco dejar pasar lo que a mi juicio no habría sucedido aquí, lo que dice el señor Cravioto, argumento falaz, dado que ellos lo hicieron, porque el señor Madero, llegando a la Habana, pasaría por Nueva Orleans o por Cálveston y se introduciría al país por Coahuila o por Chihuahua y antes de seis meses estaría restaurado el poder constitucional con el señor Madero a la cabeza. Yo creo que no. Pero no voy a decir aquí por que creo, puesto que esto no viene al caso, pero sí vengo a sostener, como sostengo desde este instante, que desde el momento en que el señor Madero subscribió su renuncia, se incapacitó él para restaurar el orden constitucional. Era preciso que el restaurador de ese orden constitucional nunca, en ningún instante de su vida, hubiera mostrado un rasgo de flaqueza, aun cuando, fuera mínimo, para poder dar a la revolución el impulso decisivo, imponente e irrefragable de la revolución misma. (Aplausos). Pasado esto, voy a entrar a la discusión de la legitimidad de la credencial del 11 distrito electoral del Distrito Federal; voy a tratar cuestiones de derecho y asuntos personales. No creo yo, de ninguna manera, bajo ningún concepto, que el señor Luis T. Navarro haya mostrado debilidad en aquella sesión, aun cuando sea discutible la autenticidad de los documentos que han sido leídos aquí, a los cuales debemos atenernos, el acta manuscrita de la sesión y El Diario de los Debates. Yo quiero aceptar, y desde luego acepto, que el señor Luis T. Navarro no aceptó la renuncia del señor Madero consecuente con lo que yo he asentado antes, desde este momento reciba mi felicitación más cordial. Tampoco puedo yo sospechar de la flaqueza del señor Coronel Navarro, porque lo he visto en campos de batalla y me consta que está siempre a la altura de las circunstancias y de su categoría y, sobre todo, de su abolengo de verdadero revolucionario; más aún, creo firmemente que el señor Navarro obró siempre en la época de Huerta con la mayor virilidad; yo recuerdo que fue para mi una sorpresa recibir una vez en Laredo Texas, donde yo redactaba "El Progreso," en canje, el periódico "El Voto" de la ciudad de México y mi sorpresa se debió a que apareció reproducido en el periódico "El Voto un artículo que yo escribí, llamado "La Obra de Madero." Mi sorpresa es y fue tanto más grande, cuanto que el hecho de reproducir en la capital de la República conceptos categóricos en contra de la usurpación, no tenían el valor igual para aquel que los habían escrito en Laredo, Texas, sino que tenía un valor más alto, yo lo reconozco. La virilidad demostrada por el señor Navarro, director del periódico "El Voto" en aquel instante, reproduciendo ese artículo, tiene para mí motivo de una profunda simpatía para el señor Coronel Navarro que, aunque no lo conocía, vivamente simpaticé con él y tuve el deseo ardiente de conocerlo. Me dije para mí que era un verdadero revolucionario y me fui pensando ese día sobre qué podría resultar al señor Navarro a la larga, hallándose en la capital de la República, donde se asesinaba y donde él reproducía artículos de esa intensidad revolucionaria. Por consiguiente, los antecedentes del Coronel Navarro son a tal punto limpios para mi, que no me merecen más que elogios; pero no así desde el punto de vista legal. Desde el punto de vista legal el señor Navarro no satisface el requisito de vecindad con residencia efectiva; yo soy un apasionado de la palabra, me gusta analizar todo hasta su último detalle y sé captar el valor que entraña una palabra y otra sucesiva que complementa ala primera; es así como yo he llegado al convencimiento de que los constituyentes, cuando estatuyeron como requisito para ser diputado el de vecindad con residencia efectiva de seis meses anteriores, aunque a mi modo de ver es una cosa demasiado grave para el futuro del país, y una cosa que a mi modo de ver no debía haber sido votada en esa forma, sin embargo llegué al convencimiento de que los constituyentes pretendieron que el diputado tuviera seis meses de residencia efectiva en el Estado, Territorio o en el Distrito Federal, por lo cual pretendiera ser representante, contados minuto a minuto. Esta es la acepción que yo le doy. Entraría yo en una argumentación demasiado prolija si quisiera referirme únicamente al requisito de vecindad; ya hemos visto que en discusiones anteriores sobre otras credenciales se ha dicho y se ha consultado a jurisconsultos de nota, para que digan qué es la vecindad, qué es el domicilio, qué es la residencia, etc,; pero yo me atengo estrictamente a la letra que dice: es requisito ser vecino con residencia efectiva de seis meses anteriores al día de la elección. Los constituyentes no se concretaron a decir: vecino con vecindad de seis meses anteriores; tampoco se concretaron a decir: vecino con vecindad de seis meses de residencia anterior, no; sino que dijeron: vecino con residencia efectiva de seis meses anteriores al día de la elección. Esto quiere decir claramente que el candidato a diputado debe estar seis meses arraigado allí y el señor Luis T. Navarro - es lástima que adolezca de ese defecto legal -, no llenó el requisito legal con residencia efectiva de seis meses anteriores al día de la elección. Voy a argumentar. El señor Navarro es de Coahuila, nativo de Coahuila; el señor Navarro fue al Congreso Constituyente como vecino de la ciudad de Puebla, es decir, por derecho de vecindad, no por derecho de nacimiento; el señor Navarro asistió al Congreso Constituyente en los meses de diciembre de 1916 y enero de 1917, son anteriores a la fecha de
11 de marzo de 1917, comprendidos dentro del período de seis meses de residencia efectiva en la vecindad, para los candidatos a diputados; la ley electoral y la Constitución lo dijeron claramente. El señor Coronel Navarro, al asistir al Congreso Constituyente los meses de diciembre de 1916 y enero de 1917, llevaba ineludiblemente la vecindad del Estado de Puebla. Nosotros, pues, ahora de ninguna manera, supuesto que es una cosa juzgada ya, podemos aceptarlo para aquel mismo período con vecindad distinta de la que ha tenido oficialmente. Esto es de derecho; pero más aun. me voy a permitir interpelar al señor Coronel Peralta que fungió como jefe del estado mayor de la Comandancia Militar y quien puede informar con respecto al señor Navarro, diciendo si el señor Navarro salió del Distrito Federal dentro del período de seis meses anteriores al día de la elección. Señor Coronel Peralta, ¿tiene la bondad de contestar? Con permiso del señor Presidente.
El C. Peralta: Me consta que el señor Coronel Navarro pidió una licencia, no me acuerdo en qué forma, para salir al Estado de Puebla. Entiendo que el objeto real de esa licencia era para hacer su propaganda como diputado por el distrito de Tecamachalco; pero sí se que se le concedió una licencia.
El C. García Vigil, continuando: Por lo que acaba de decir el señor Coronel Peralta, consta de hecho la ausencia del señor Coronel Luis T. Navarro del Distrito Federal en el período de seis meses, requisito legal anterior al día de la elección. Queda probado, pues, de derecho y de hecho, que el señor Coronel Navarro no tuvo el requisito, sin el cual no puede ser diputado, de vecindad con residencia efectiva de seis meses anteriores al día de la elección y por tanto está incapacitado legalmente para ser diputado al Congreso de Unión.
El C. secretario López Lira, interrumpiendo: De conformidad con el artículo 122 del reglamento y habiendo pasado ya media hora de que el ciudadano Diputado García Vigil está en el uso de la palabra, se pregunta a la Asamblea si se le permite seguir disfrutando de ese derecho. Los que están por la afirmativa se servirán poner de pie. Sí puede seguir hablando.
El C. García Vigil, continuando: Después de esto, indudablemente la Asamblea necesita una estimación por parte mía, respecto a la credencial por el 11 distrito electoral del Distrito Federal. Esa credencial corresponde legítimamente, porque el ciudadano Cienfuegos y Camus ha satisfecho todos los requisitos legales; le corresponde legítimamente. porque el C. Cienfuegos le sigue inmediatamente en votación al C. Luis T. Navarro; porque las elecciones no han sido declaradas nulas, sino válidas, y le corresponde también bajo muchos conceptos y principalmente desde el punto de vista moral, porque nosotros hemos oído aquí al C. General Rafael Vargas, que defendió con ahínco su credencial, que él mismo reconoció que no podía ser de ninguna manera el señor Navarro a quien correspondía legítimamente esa credencial, sino que correspondía al C. Cienfuegos y Camus. Por esto, y principalmente por la parte legal que ha sido tratada por mi de la manera más clara. supuesto que no ha lugar a duda ninguna, pidió a la Asamblea que desde luego vote negativamente el dictamen, para que éste vulva a la Comisión y sea reformado en el sentido de la discusión. (Aplausos).
Presidencia del C. Vega Sánchez Rafael.
El C. presidente: Tiene la palabra el C. Rivera Cabrera.
El C. Rivera Cabrera: Cedo el turno al señor Hilario Medina.
El C. Medina Hilario: Ruego a la Secretaría e sirva proporcionarme, porque debe haberlo en el archivo de esta Cámara, la exposición de motivos por medio de la cual la 2a. Comisión dictaminadora del Congreso Constituyente fundó la fracción III del artículo 55 constitucional. Mientras viene ese documento, y por tratarse de hechos históricos de trascendental importancia, en donde todo ciudadano tiene derecho de opinar, yo he podido sorprender una grave contradicción en las palabras del señor General García Vigil, y de eso voy a ocuparme. El señor García Vigil ha dicho que por el sólo hecho de que el Presidente Madero y el Vicepresidente señor Pino Suárez subscribieron su renuncia, estaban incapacitados para ejercer sus cargos. El señor García Vigil eso ha dicho, señores diputados. Silos señores Madero y Pino Suárez estaban incapacitados por el hecho de haber subscripto sus renuncias, según lo dice el señor García Vigil, entonces debe convenir este señor García Vigil, entonces debe convenir este señor en que el Congreso de aquella época hizo un acto legal; esa es la conclusión que se impone. El señor García Vigil no está conforme con ello, de allí la contradicción que yo he notado. El Congreso de aquella época indudablemente que tiene encima tremendas responsabilidades que jamás podrá evadir ante el fallo de la historia; pero con todo, señores, como no es historia la que estamos haciendo, ni son sentencias las que estamos pronunciando, nosotros, contemporáneos, no tenemos otra misión que estar allegando datos para que el día de mañana, sin los apasionamientos, sin las ceguedades propias del momento porque atravesamos, se pueda definitivamente pronunciar la última palabra, la palabra venerada que escucharán la generaciones
posteriores como la palabra final en el asunto tan importante de las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez. Yo quisiera que el señor Vigil me dijera cuándo, desde que el mundo es mundo, desde que el mundo tiene Parlamentos, tiene Asambleas populares, cuándo se ha dado el caso de una Asamblea que se enfrente, que se levante viril. El único caso que yo conozco en la historia, es el juego de pelota, donde se pronunciaron aquellas palabras célebres: "Ve a decir a vuestro amo que no estamos aquí sino por la voluntad del pueblo y que nada nos podrá retirar sino la fuerza de las bayonetas". Pero, señores Diputados, siquiera por lo que se refiere a la historia de México, ¿eran iguales las condiciones de la Asamblea del juego de pelota a las de una Cámara encerrada aquí y rodeada por el 29 Batallón? Hay que ser humanos y justos, no hay que ser inflexibles hasta ese grado, y conste que estamos allegando únicamente datos para la historia y yo celebro esta oportunidad de venir a opinar en materia tan importante, porque yo quisiera que efectivamente a la revolución mexicana se le juzgara desde un punto de vista más alto y más elevado. La responsabilidad del XXVI Congreso de la Unión no parte desde ese momento fatal; ese momento ya era un efecto, ya era una consecuencia; esa responsabilidad venía de la reacción porfirista, que se dibujó desde el día que se abrió el XXVI Congreso de la Unión. Aquí en esta tribuna, se comenzó a alabar la obra de Díaz, se comenzó a encomiar cada uno de sus actos, se le llamaba el "noble desterrado," se relataban los detalles de su partido, etc., etc. Esa reacción que no sólo se hizo sentir aquí, sino en muchas partes, fue la que inspiró los actos de aquella Cámara, actos de mera oposición a la obra revolucionaria del señor Madero. Yo no recuerdo más que dos hechos que son en sí mismo típicos: cuando aquella Cámara se dobló las dietas, el Presidente Madero hizo observaciones con fundamento en la ley constitucional; la Cámara rechazó aquellas observaciones y, por la mayoría que volvió a repetirse en la segunda votación, se hizo pasar ese proyecto de ley. Aquel caso, explotado por toda la prensa enemiga del Gobierno, sirvió, como otros muchos casos, para desprestigiar aquel Gobierno ante la opinión pública. Aquella misma Cámara iba al siguiente caso por la reacción porfirista de que hablaba hace un momento: decretó por medio de una ley, que el 2 de abril sería fiesta nacional; el Presidente Madero hizo observaciones a aquel decreto y la reacción porfirista, que se acentuaba, hizo que la Cámara, repitiendo sus votaciones, lograra sacar avante su decreto y el Presidente Madero, respetuoso de la ley, promulgó el decreto y lo obedeció. Este segundo acto, explotado naturalmente por los enemigos del Gobierno revolucionario, hizo seguir en la opinión pública el desbarajuste y el descrédito del Gobierno constitucional. De manera, señores Diputados, que la enorme, la tremenda responsabilidad de aquella Cámara, consistió en no haber conocido el momento histórico que estaba llamada a desempeñar y no haber sabido colocarse al lado del Gobierno revolucionario para guiarlo, para darle consejos, para llevarlo adonde debía ir y, en ese concepto, allí comienzan las responsabilidades y ya preparado el terreno, lo que sucedió aquella célebre noche no es más que una consecuencia, no parten de allí las responsabilidades. ¿Históricamente, qué efecto hubiera tenido que la Cámara de Diputados no hubiera aceptado las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez? Se hubiera consumado el crimen, señores Diputados, sencillamente; por tanto, desde el punto de vista histórico, no puede admitirse que la Cámara de Diputados hubiera contenido el curso de los acontecimientos. Moralmente seguro que deja mucho que desear que todos aquellos que votaron en contra de la renuncia son ejemplares que siempre pueden exhibirse como ejemplares de dignidad y de valor moral y valor "cueste lo que cueste." Pues bien, históricamente juzgando los acontecimientos; porque no deben juzgarse de otra manera, es necesario modificar el rigor y recordar que los hombres ante todo son hombres y que, aunque individualmente son capaces de un heroísmo digno de todas las glorias, cuando están en multitud reunidos en una Asamblea, pierden no sólo sus facultades intelectuales sino también las facultades viriles y que sólo lo que se propaga en las multitudes es el sentimiento. Pasando a la cuestión del señor Coronel Navarro....
El C. González Jesús M., interrumpiendo: Con permiso del señor Presidente me voy a permitir hacer una interpelación al señor Medina. Parece que usted trata de defender a los Diputados que, no ya con su voto, sino con su presencia, estuvieron de acuerdo con el asesinato de los mandatarios de la República. ¿No pudieron esos señores haberse largado de aquí por vergüenza, por dignidad, como lo hicieron otros tantos diputados?
El C. Medina, continuando: Yo no trato de defender a la XXVI Legislatura, yo trato de definir responsabilidades y lo único que pido es que en un fallo histórico no se exija a los hombres cosas que no pueden dar....
El C. Garza Pérez, interrumpiendo: Sí pueden.
El C. Medina, continuando: A reserva de que venga ese documento y se le dé lectura, señores Diputados, vengo a resolver la cuestión legal que se ha planteado aquí, de la presidencia efectiva de seis meses anteriores al día de la elección. En los mementos en que el Congreso Constituyente daba esta ley allá por el mes de diciembre del año pasado,
a todo mundo se le ocurrió esta objeción: ¿cómo es posible que para las próximas elecciones cualquier candidato llene este requisito, suponiendo que haya andado en la revolución y haya cambiado de lugar? ¿Cómo es posible que llene este requisito si las elecciones habrán de tener lugar en marzo próximo, es decir, dentro de tres o cuatro mese? Entonces la Comisión, dándose cuenta de esas objeciones, dijo en el dictamen: que la Comisión no ignoraba que las circunstancias del país por ese entonces hacían imposible la residencia efectiva por más de seis meses; pero que los artículos constitucionales eran para una duración indefinida y que no podían colocarse en las circunstancias especiales en que nos encontrábamos; por lo tanto, debía consignarse ese hecho en la exposición de motivos de la discusión de ese artículo, para que la Cámara venidera resolviera soberanamente esta cuestión sobre residencia. Debo advertir aquí, para estar satisfecho con la lealtad que debo a esta Cámara, que cuando casos parecidos se han ofrecido, no tenía en la memoria este dato tan importante que pudiera ilustrarnos en muchas ocasiones y decidir en las resoluciones que tomara la Asamblea, sino dándome cuenta, después, de las dificultades verdaderamente insuperables que tenían los candidatos para llenar ese requisito de residencia efectiva de más de seis meses anteriores al día de la elección.
Estudiando el punto y, sobre todo, consultando la colección que tengo de los dictámenes que precedieron naturalmente cada una de las discusiones de cada uno de los artículos, llegue a encontrarme con este dato, que es el que vengo a ofrecer a ustedes, para que se sirvan resolver el caso del señor Navarro. Pido que la Secretaría le dé lectura.
- El mismo C. secretario: "La Comisión no ha olvidado que estas condiciones sería imposible cumplirlas en las elecciones que deben tener lugar próximamente para el Congreso que, según los propósitos del proyecto de reformas, debe quedar instalado el 1o. de abril de 1917. Pero ha estimado que se debe legislar de una manera permanente y para circunstancias normales, y que el próximo Congreso lo mismo podrá juzgar soberanamente sobre las circunstancias particulares de cada elección. Teniendo en cuenta la intención primordial que inspira ese precepto, la cual, como se ha dicho, es la de evitar influencia decisiva que por provenir de personas que desempeñan cargos públicos o tener mando de fuerzas, puedan ofender la pureza del voto."
El C. Medina: Esto se refiere, como ven ustedes, al mando de fuerzas, anterior al día de las elecciones; pero en los mismos términos está redactado el dictamen referente a la residencia efectiva. Por eso he dicho que no es esto. Por cuanto a la última objeción hecha, referente a que el señor Navarro tuvo vecindad para ir al Congreso Constituyente, hay que recordar, señores diputados, que la convocatoria a elecciones del Congreso Constituyente conservaba la misma vecindad que se había tenido en el momento del cuartelazo. El señor Navarro había tenido la vecindad para la XXVI Legislatura, debido a un pedazo de tierra que compró, porque en aquella época la ley electoral vigente exigía tener un pedazo de tierra, cualquiera que fuere, para considerarse vecino del lugar y estar en aptitud de representarlo. Esta vecindad que lo protegió para ir a la XXVI Legislatura, fue la misma que también lo protegió para el Congreso Constituyente, por tanto, no es el caso decir que perdió su vecindad por el hecho de haber sido diputado al Congreso Constituyente.
El C. Alvarez del Castillo: Pido la palabra para una interpelación.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Alvarez del Castillo: ¿Querría usted decirme por qué en días pasados, cuando se discutió la credencial del señor General Vargas, usted, con pleno desconocimiento de causa, dijo que yo había confundido lo que era la vecindad y lo que era la residencia y precisamente las palabras de usted vinieron a atacar mi tesis en el sentido de que el señor General Vargas, no obstante haber sido residido esos seis meses inmediatos al día de la elección, tenía el requisito de vecindad?
El C. Medina: El señor Alvarez del Castillo en aquella vez confundió lamentablemente los conceptos de domicilio, vecindad y residencia. (Voces: ¡No; sí!) El señor Alvarez del Castillo sostuvo y defendió que el General Vargas no había perdido su domicilio, cosa en la que estamos de acuerdo; pero la cuestión era la residencia efectiva que exige la Constitución, con las salvedades hechas al invocar la exposición de motivos del artículo.
Presidencia del C. Acuña Jesús.
El C secretario López Lira: Se pregunta a la Asamblea si está suficientemente discutido el asunto. Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Está suficientemente discutido.
El C. Rivera Cabrera: Pido votación nominal y suplico a siete señores diputados que me apoyen.
- El mismo C. secretario: La primera proposición dice: "Son válidas las elecciones verificadas en el 11 distrito electoral del Distrito Federal." En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse poner de pie. Se aprueba la primera proposición. Se pone a votación la segunda proposición.
El C. Medina Hilario: Pido que se divida en dos partes, una relativa al propietario y otra al suplente.
El C. Rivera Cabrera: Si se me permite, hablaré después en contra de la exposición que haga el diputado Medina.
El C. secretario López Lira: Se va a proceder a la votación nominal por lo que se refiere.......
El C. Cravioto, interrumpiendo: Para una moción de orden. Suplico al señor Presidente que antes de que empiece la votación mande avisar a los diputados que están en los pasillos, porque si no, no hay quórum.
- El mismo C secretario: Se va a hacer la votación nominal para el diputado propietario, el C. Luis T. Navarro. Se procede a la votación.
El C. Hernández Maldonado, interrumpiendo: No se ha consultado a la Asamblea si se divide la votación. (Siseos).
- El mismo C. secretario: La Secretaría informa que ya se tomó antes el acuerdo por la Asamblea de dividir la votación.
(Se verificó la votación nominal). Resultado de la votación. Por la afirmativa, 68; por la negativa, 86. Se pone a votación la proposición del suplente que la Comisión hace en favor del señor Vicente Ferrer Aldana. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Reprobado. Vuelve el dictamen a la Comisión para que lo reforme en el sentido de la votación.
El C. presidente, a las 7.40 p.m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las cuatro de la tarde a Cámara de Diputados.
El jefe de la sección de Taquigrafía,
JOAQUÍN Z. VALADEZ.