Legislatura XXVII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19170705 - Número de Diario 75

(L27A1P1eN075F19170705.xml)Núm. Diario:75

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 5 DE JULIO DE 1917

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

PERÍODO EXTRAORDINARIO XXVII LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 75

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS EFECTUADA EL DÍA 5 DE JULIO DE 1917

SUMARIO

1. Se abre la sesión. Se lee y aprueba el acata de la anterior. Se da con los asuntos en cartera.- 2. Continúa la discusión de la fracción XII del artículo 1o. de la Ley de Ingresos. Se suspende la sesión.- 3. Se reanuda ésta y se da cuenta con los asuntos en cartera.- 4. Continúa el debate sobre la fracción XII. Considerada suficientemente discutida, se procede a su votación. El resultado da lugar a un gran desorden en la Asamblea, levantándose la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. NARRO REYNALDO

(Asistencia de 168 CC. diputados.)

El C. presidente: A las 9.15 a. m., se abre la sesión de la Cámara de Diputados.

- El C. Secretario Padres leyó el acta de la sesión anterior.

Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. Secretario, dió cuenta con los siguientes asuntos en cartera: Oficio de la Cámara de Senadores, participan de la elección de los ciudadanos que funcionarán durante el mes actual, como Presidente y Vicepresidentes de ese alto cuerpo.- De enterado.

Oficio de la Secretaría de Estado, Negocios Interiores, en que manifiesta haber quedado enterada de la comunicación que dirigió a esta H. Cámara el Partido Liberal Yucateco, haciendo constar sus temores sobre irregularidades con motivo de la votación popular para diputados al Congreso de la Unión en el 3er. distrito electoral del Estado de Yucatán.- A su expediente.

Oficio de la misma procedencia que transcribe una iniciativa del C. Presidente de la República para conceder pensiones a los hijos del doctor Belisario Domínguez.

Oficio del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, transcribiendo el acuerdo que recayó acerca de la comunicación dirigida por esta H. Cámara al citado tribunal, relativa a la designación del tercer Magistrado supernumerario, licenciado Angel Romero Vélez para integrar la segunda Sala.- De enterado.

Telegrama subscripto por el C. general Ramón F. Iturbe, participando que, previa protesta correspondiente otorgada ante el H. Congreso local, se hizo cargo, el día 3 del presente mes, del Poder Ejecutivo del Estado de Sinaloa, por entrega llevada a acabo por el general Ignacio L. Pesqueira.- De enterado.

Oficios de los Congresos de los Estados de Jalisco, Aguascalientes y Querétaro, expresando haberse enterado con sentimiento de la muerte del C. coronel Miguel Barragán, diputado propietario electo por el 7º distrito electoral del Estado de San Luis Potosí, que les fue comunicada por esta H. Cámara.- A sus expedientes.

Mensaje firmado por el C. J. Felipe Valle, Gobernador del Estado de Colima, participando haberse enterado con sentimiento de la muerte del C. coronel y diputado Miguel Barragán.- A su expediente.

Telegrama procedente de la ciudad de Morelia, Michoacán, y firmado por el C. J. Rentería Luviano, Gobernador provisional de esa Entidad, refiriendo violaciones a la ley electoral que, en su concepto, pretenden cometer algunas juntas computadoras y las cuales se propone impedir.- De enterado.

El C. Avilés: Reclamo el trámite que se da a ese mensaje de Rentería Luviano.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Uriel Avilés.

- El mismo C. Secretario: Se suplica a los señores diputados, se sirvan ocupar sus curules y guardar orden.

El C. Avilés: Señores diputados: No sé si ustedes se habrán dado cuenta del texto de telegrama del cínico Gobernador de Michoacán, José

Rentería Luviano. (Siseos.) Si, señores, y tengo pruebas para confundirlo. (Voces: ¡Pruebas, pruebas!) Aquí están, sí, señores. Aquí nos viene hablando, aquí nos dice que las juntas computadoras de La Piedad, Uruapan, Pátzcuaro y Zitácuaro pretenden violar la ley electoral, cuando él es un perfecto violador de la Constitución, no de la ley electoral que él mismo expidió y que ha estado violando de una manera flagrante; se ha constituido más todavía en violador de la Constitución y aquí lo voy a probar. Este Gobernador Rentería Luviano se ha declarado enteramente partidario del general Francisco José Múgica, quiere imponerlo en Michoacán contra viento y marea, violando la Constitución y el voto popular de los michoacanos. Aquí está este mensaje que el Secretario de Gobierno de Michoacán pone a la Junta Computadora de Uruapan, dice: (Leyó.) Las juntas computadoras de Uruapan se vieron obligadas a dirigirse a la Secretaría de Gobernación, en vista de los atentados ya inaguantables de ese Gobernador de Michoacán, que es una rémora de la Revolución. (Voces: ¡Ah, ah!) Sí, señores, ustedes que se dan ínfulas de demócratas, están viendo y no protestan contra ese gran atentado de lesa Constitución que está cometiendo el Gobernador Rentería Luviano en Michoacán.

El C. Navarrete: ¿Cuál es la firma auténtica de ese telegrama?

- El C. Avilés leyó el mensaje. (Campanilla.)

El C. Alonzo Romero: Moción de orden.

El C. Presidente: Se hace notar al C. diputado Avilés que está nada más a discusión el trámite.

El C. Avilés: Yo tengo derecho de reclamar el trámite; naturalmente yo necesito apoyar mi trámite. (Voces: Si tú no lo has dado.) (Leyó.) ¿Es justo que todo un Gobernador de Michoacán que se hace llamar revolucionario, viole como está violando de un modo flagrante la Constitución y la misma ley electoral que él expidió? Esto es indigno, señores diputados. Ahora veamos, aquí está este otro mensaje. (Voces: ¡No, no!) Yo tengo derecho a leer documentos. (Leyó.) (Voces: ¡No, no!) Ustedes, señores diputados, dicen no, no, pero si fueran al Estado de Michoacán y vieran la efervescencia de los ánimos que existe allí, se asustarían de la obra que está haciendo el Gobernador Rentería Luviano.

El C. Alonzo Romero, interrumpiendo: Existe una orden del señor Presidente sobre el asunto de que hemos sido citados, no se nos ha citado para oír politiquerías chocarreras. (Aplausos.)

El C. Avilés, continuando: No son politiquerías chocarreras; me admiro que diga usted que es demócrata.

El C. Sáenz, interrumpiendo: Pido la palabra; me ha concedido el orador permiso para interpelarlo.

El C. Presidente: ¿Para moción de orden?

El C. Sáenz: No, señor, es para una interpelación; ya me lo permitió el orador.

El C. Presidente: No, señor, sólo para mociones de orden se interrumpe al orador. (Voces: Proteste contra la tiranía de la Mesa.)

El C. Avilés, continuando: Ahora, si no es esto violar la Constitución, si no es esto violar la Constitución que expedimos en Querétaro, que venga Dios a decir que no se ha violado. (Voces: ¡Que venga!) Si señores, aquí está este decreto que ha circulado ya impresos en la prensa; es un decreto que desdora a la administración de Michoacán que está a cargo de Rentería Luviano. Este decreto, señores, si ustedes me permiten y creen que no canso la atención de ustedes, no tengo inconveniente en darle lectura y se formarán una idea exacta.... (Voces: ¡No, no!) Y se formarán un idea exacta de los atentados que ese Gobernador, que ya he probado aquí hasta la evidencia que fue villista, está cometiendo allí en Michoacán. (Voces: ¡Pruebas, pruebas!) Señores aquí están las pruebas, ¿Qué otra clase de pruebas quieren? Aquí están los originales. ¿Quiéren ustedes los originales? ¡Pobres espíritus raquíticos llamados demócratas....! (Risas y aplausos.) Dice: (Leyó el decreto.) Mayor cinismo que ese, señores diputados, no puede haber. (Leyó.) ¿Qué derecho tiene un Gobernador de hacer retroactiva una ley, señores diputados, después de que la ley ha surtido sus efectos? ¿Qué derecho tiene un Gobernador para lanzar otro decreto en la forma de éste? (Leyó.) (Voces: ¡Ahí viene Múgica!) ¡Qué mayor cinismo, señores diputados! (Aplausos.) Este individuo e n Michoacán, Rentería Luviano, ha ido nada más a desprestigiar la bendita obra de la Revolución y todos los revolucionarios honrados debemos protestar enérgicamente contra estos atentados a la Revolución. (Aplausos.) (Leyó.) ¡Otra aberración del Gobernador de Michoacán! ¡Yo no sé dónde tendrá este señor la cabeza! (Risas.) (Leyó.) (Voces: ¡A favor de Múgica!) No se explica de otro modo, señores diputados. (Leyó.) Todo resulta " por el Ejecutivo del Estado." Señores diputados, y nosotros que somos la Representación Nacional, yo que vengo representado a sesenta mil habitantes, como ustedes que vienen representando cada uno también a sesenta mil habitantes, digan si tenemos derecho o no.... (Voces: ¡Pruebas, pruebas!) ¡Me piden pruebas, señores! Yo tengo la conciencia de que vengo representado a esos ciudadanos, ¡Quizá muchos de ustedes no los representan! (Leyó.) Los antecedentes de Rentería Luviano todos ustedes los conocen y los conoce la Nación entera también. ¿Qué autorización tiene el Gobernador de Michoacán? Este es uno de los peores atentados a la Constitución; yo desde esta tribuna llamo la atención al Presidente de la República para que ponga coto a estos abusos que ya cansan a la opinión pública. (Aplausos.) Yo desde esta tribuna llamo también la atención a los señores diputados para que si son honrados protesten contra los atentados de este hombre que no debe ocupar ni por un minuto más la gubernatura de Michoacán, por que no es honrado; yo infinidad de veces lo he probado aquí y lo seguiré. probando en lo futuro. (Aplausos y voces: ¡Ah, ah!) Sí, señores, si esto no es violar la Constitución, si esto no es querer imponer contra viento y marea por el Gobernador de Michoacán al hombre que él quiere para que vaya y rija los destinos de Michoacán, yo no sé a qué se le llamará imposición; entonces, señores, ¿A qué se nos quiere orillar a los michoacanos

honrados? ¿A dónde se nos quiere llevar con esta política malvada? ¿A dónde vamos así, señores? Yo me pasmo, yo que de buena fe fui a la Revolución, yo que he sido amante de las libertades del pueblo, hoy siento la más grande de las decepciones cuando veo que un pobre títere está pisoteando las libertades, que está oponiéndose a esa marcha avasalladora de la libertad, pero vuelvo a "encrespar" desde esta tribuna al Presidente de la República. (Aplausos y risas.) Vuelvo a increpar desde esta tribuna al Presidente de la República para que ya ponga término a este estado de cosas en mi tierra natal, en el Estado de Michoacán. (Risas y aplausos.) (Voces: ¡Trámite!)

El C. Secretario López Lira: Señores diputados: La Mesa sostiene su trámite y vuelve a sostenerlo desde la tribuna, puesto que el orador no ha atacado propiamente el trámite. (Voces: ¿Cuál es el trámite?) El trámite de la Mesa es: "de enterado." y el mismo telegrama dice: (Leyó.) Como esto no es asunto del Congreso, la Mesa ha dado el trámite de: "enterado," y los sostiene.

El C. Velásquez Aurelio: Pido la palabra.

El C. Secretario López Lira: Se pone a votación.

El C. Avilés: Debía de transcribirse ese mensaje al Ejecutivo.

El C. Velásquez: Señores diputados: Lo expresado por el diputados Avilés, los documentos leídos en el presente caso, están evidenciando que se está violando el voto público en el Estado de Michoacán. Yo me permito indicar a la Cámara que, de acuerdo con el artículo 37 de la Constitución, se dirija a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que un magistrado o un comisionado por ella nombrado, ocurra a Michoacán a investigar esa violación del voto público. Me voy a permitir leer el texto constitucional.

El C. Secretario López Lira: La Mesa llama la atención a Su Señoría sobre que la proposición que hace usted se sirva presentarla por escrito y, en su oportunidad, se pondrá a debate, porque en estos momentos no se está discutiendo sino un trámite de la Mesa.

El C. Velásquez: A eso voy, a impugnar el trámite, a que el trámite fuera así como prevé la Constitución: "Podrá también la Suprema Corte de Justicia de la Nación nombrar magistrados de Circuito y jueces de Distrito supernumerarios que auxilien las labores de los tribunales o juzgados donde hubiere recargo de negocios, a fin de obtener que la Administración de Justicia sea pronta y expedita; y nombrará alguno o algunos de sus miembros o algún Juez de Distrito o Magistrado de Circuito, o designará uno o varios comisionados especiales, cuando así lo juzgue conveniente o lo pidiere el Ejecutivo Federal, o alguna de las Cámaras de la Unión, o el Gobernador de algún Estado, únicamente para que averigüe la conducta de algún Juez o Magistrado Federal, o algún hecho o hechos que constituyan la violación de alguna garantía individual o la violación del voto público o algún otro delito castigado por la ley federal."

Yo entiendo que este debe ser el trámite; es demasiado escandaloso, según lo denuncia el diputado Avilés. lo que está pasando allá, infringiéndose el voto público. Yo pido, por consiguiente, a la Mesa, se sirva modificar su trámite en este sentido; pero si es necesario que funde yo esta proposición, si no es bastante con lo que he dicho para impugnar el trámite, cumpliré con el requisito.

El C. de la Barrera: Pido la palabra.

- El mismo C. Secretario: El mensaje dice así: (Leyó.) Y a este telegrama la Mesa ha dado el trámite "de enterado," lo que propone Su Señoría es un asunto de alta trascendencia, es arduo. La Cámara necesita estudiarlo con todo detenimiento, es decir, pedir a la Suprema Corte de Justicia que nombre un comisionado que averigüe si se ha violado el voto público en uno de los Estados de la Federación. Por eso, en su oportunidad, llamó a Su Señoría la atención la Mesa para que esa proposición se sirviera presentarla por escrito. En el presente caso, sólo se ha discutido y han hablado dos oradores en contra del trámite de la Mesa. La Mesa no puede dar otro trámite; se trata de un comunicado de un Gobernador de un Estado. Con el trámite "de enterado," no se compromete en absoluto ni siquiera la opinión de la Asamblea; queda enterada la Asamblea del telegrama del Gobernador provisional de Michoacán; no es otra cosa el trámite de la Mesa.

El C. Velásquez: ¿Me permite usted la palabra?

El C. Presidente: Sí, señor.

El C. Velásquez: Como con motivo de la impugnación del trámite que dió la Mesa a este mensaje, denuncia ante la Representación Nacional el diputado Avilés los hechos escandalosos, yo creo que ay una cosa más pertinente: que la Cámara se preocupe por el sufragio popular. Si es necesario hacer mi proposición por escrito, la haré; pero yo creo que surge de ese mensaje este hecho: se está cometiendo un atentado contra el voto público, la Cámara debía ocurrir, en uso de esa facultad constitucional, a la Suprema Corte de Justicia, pero si no es necesario....

El C. Secretario López Lira: Es asunto enteramente distinto del trámite de la Mesa la proposición que Su Señoría hace. La proposición que Su Señoría hace se funda en un artículo constitucional y se invita a Su Señoría para que presente su proposición por escrito.

El C. Velásquez: Que lo ordene el C. Presidente.

- El mismo C. Secretario: Habiendo hablado dos oradores en contra, se pregunta a la Asamblea en votación económica....

El C. Avilés, interrumpiendo: Moción de orden. El señor Secretario está diciendo cosas que usted no le ordena; ya ordenó usted que el señor diputado Velásquez haga su moción por escrito y el señor Secretario ha dicho, además, algo que no le ha ordenado la Presidencia.

- El mismo C. Secretario: Si usted lo oyera, señor Avilés, no habría necesidad de que usted se lo dijera.

El C. Presidente: La Mesa ordenó a la Secretaría manifestara que habiendo hablado dos oradores en contra, se preguntara, en virtud del artículo reglamentario, si estaba suficientemente discutido el asunto.

El C. Avilés: No me refiero a eso, señor Presidente; el señor Secretario hace un momento decía el señor diputado Velásquez que presentará su proposición por escrito y quiero que el señor Presidente lo ratifique o rectifique.

El C. Presidente: Lo rectificó. Tiene la palabra el C. Rosendo A. Soto.

El C. Soto: Señores diputados: Yo creo que el trámite de la Mesa está bien dado; el asunto que contiene ese telegrama no es de los que deben consignarse a la Suprema Corte de Justicia; en todo caso, las declaraciones del señor diputado Avilés son las que deben transcribirse a la Suprema Corte de Justicia y consignarse a ella. Yo creo que sí procede, aun cuando la Cámara esté unánime de que en Michoacán se está violando el voto público, no es este el momento de consignar a la Suprema Corte de Justicia ese asunto. ¿Qué vamos a consignar? ¿Vamos a consignar ese telegrama? Este telegrama no denuncia esos actos ocurridos en Michoacán; quien ha denunciado aquí las violaciones al voto popular en Michoacán ha sido el señor Avilés, con documentos que tiene. La Mesa no tiene en su poder esos documentos, no tiene esa denuncia escrita, que es la que pudiera transcribir y consignar a la Suprema Corte de Justicia. De modo que yo creo que quedan a salvo los derechos del diputado Avilés y del licenciado Velásquez para presentar por escrito esa proposición, hacer esa denuncia de los acontecimientos de Michoacán, y entonces se discutirá aquí en la Asamblea si es de procederse a consignar ese asunto a la Suprema Corte de Justicia.

- El mismo C. Secretario: Se pregunta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el trámite de la Mesa; los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. Está suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba el trámite de la Mesa; los que estén por la afirmativa se servían ponerse de pie. Aprobado.

- El mismo C. Secretario: Han hablado sobre la discusión de la fracción XII del artículo 1º de la Ley de Ingresos, en contra, los CC. diputados Zubaran, Aveleyra, Siurob, Zapata, Martínez de Escobar y Padilla. En pro, la Comisión, los CC. Padres, Nieto, Subsecretario de Hacienda; Velásquez, Robles Domínguez y Cravioto. Están inscriptos para hablar en contra aún, los señores Zubaran, Sánchez, José, Aguirre Colorado, García vigil, Rivera Cabrera y Mariel. En pro, los CC. Silva Herrera, Villarreal Filiberto, Sáenz, Cienfuegos, Acuña, Parra, Cepeda Medrano y Sánchez Tenorio. De conformidad con el artículo 102 del reglamento, se pregunta a la Asamblea si considera suficientemente discutida la fracción. Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. No está suficientemente discutida. Continúa el debate.

El C. Presidente : Tiene la palabra, en contra, el C. Zubaran.( Voces: ¡ No esta aquí !¡ El que lo sigue en orden!)

El C. Presidente: Por no estar presente el C. Zubaran, tiene el uso de la palabra del C. Sánchez José M.

El C. Sánchez: Señores diputados: He pedido la palabra para impugnar el dictamen de la Comisión, porque, en mi concepto, creo que no corre prisa en estos momentos, porque no tenemos en estos instantes ninguna obligación de considerar el valor del papel infalsificable y que en estos momentos de Escobar, de que no habíamos mexicanos que estemos dispuestos a sacrificar nuestros intereses, desde luego yo estos dispuesto a sacrificar los pequeños ahorros que he hecho durante algunos años.... (Voces: ¿Cuánto?) En mi caja se encuentra la cantidad de sesenta y cinco mil pesos papel infalsificable, que estos dispuesto a cederlo a la Nación para demostrarle al señor Martínez de Escobar que sí habemos algunos mexicanos bien nacidos y que estamos bien intencionados. En cuanto a la parte que dice el señor Martínez de Escobar que debemos de sepultar el papel infalsificable, no estoy conforme, señores, porque México en ningún tiempo de su vida ha sido monedero falso y México tiene que reconocer sus obligaciones conforme el crédito nacional que ha tenido en otros años. En consecuencia, creo que el papel infalsificable no es el momento oportuno de que se trate la suerte que debe correr; dejémoslo, no nos corre ninguna prisa en estos momentos, no debemos de adicionarlo, ni siquiera tomarlo en consideración; señores, esto lo de debemos hacer cuando tengamos un fondo de reserva, cuando tengamos ampliamente restablecido nuestro crédito, no debemos tomarlo en consideración hoy queriéndolo adicionar para se perjudiquen los intereses de muchos particulares y de muchos extranjeros, Señores, yo creo que el papel infalsificable no se debe tocar en estos momentos, no nos corre ninguna prisa ni tenemos un mecate en el pescuezo, señores, exigiéndonos responsabilidades por el importe del papel infalsificable.

El C. Garza Pérez : Muy bien.

El C. Sánchez, continuando: Yo creo que el papel infalsificable debe respetarse por ser una deuda netamente nacional, y que cuando nosotros tengamos elementos para poder recobrar esa deuda, ese compromiso moral que hizo el Gobierno preconstitucional, entonces es cuando debemos nosotros de decidir la suerte que debe correr el papel infalsificable. Por hoy, lo único que debemos hacer, por lo único que he tomado la palabra, es para rechazar el dictamen de la Comisión, en vista de que no es el momento oportuno de tratar la suerte que debe correr el papel infalsificable. Yo sé muy bien, señores, que aquí hay muchos señores diputados que han traficado en la Revolución.... (Voces: ¿Quiénes? ¿Quiénes?) No me exijan, señores, que diga nombres, porque sería terrible decirlo. (Voces: ¡Sí, dígalos, dígalos!) El señor Urueta es un político traficante.....

El C. García Eliseo, interrumpiendo: ¡Hasta ahora!

El C. Sánchez: Lo ha sido siempre, señores....

El C. Manrique, interrumpiendo: Palo al caído!....

El C. Sánchez, continuando: Este señor, siendo Ministro de Relaciones Exteriores en Veracruz, valiéndose de este puesto ha establecido una casa sobre una firma diferente a la suya, y que es la casa de Caso y Aguayo, que se estableció en Veracruz.

El señor Zubaran, siendo Ministro de Gobernación, se habilitaba de esa influencia que tenía en el Gobierno para disponer a su antojo de los carros del ferrocarril y saquear las haciendas de los Estados de Tlaxcala y Puebla. (Aplausos y siseos.)

El C. Villarreal Filiberto: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Villarreal Filiberto: Yo suplicaría al señor orador que estuviera presente el señor Urueta para que le haga esos cargos.

El C. Jurado: Espere a que esté aquí Urueta.

El C. Peralta: Es cobarde lo que está usted haciendo.

El C. Sánchez, continuando: No es cobarde; yo no me fijado si está.....

El C. Zubaran, interrumpiendo: No está mi hermano. ¡Es usted un mentecato y no otra cosa!

El C. Sánchez, continuando: Sé perfectamente bien que las verdades lastiman. No soy mentecato.... (Campanilla.)

El C. Zubaran: ¡Sí lo es usted! (Campanilla.)

El C. Presidente: La Presidencia suplica al C. Zubaran que retire su palabra.

El C. Zubaran: Después de que el señor retire sus frases injuriosas ya retiro las mías. Lo que ha dicho del señor Urueta y del señor Zuburan.

El C. Sánchez: No retiro mis palabras, porque he dicho la verdad.....

El C. Zubaran: ¡Pues yo menos!

El C. Sánchez, continuando: Yo he venido a esta tribuna inspirado de buena intención, y crea usted que soy honrado.....

El C. Zubaran, interrumpiendo: Sí, porque lo dice usted. (Campanilla.)

El C. Sánchez, continuando: Voy a demostrarlo. Los señores a quienes me acabo de referir, por que no quiero seguir mencionando hombres, se acercaron al general Pablo González para que les pusiera a su disposición determinados carros para traer harina aquí y arroz y con eso especulaban el hambre del pueblo en los momentos más difíciles de nuestra vida nacional; en cambio, señores, yo he tenido oportunidad con mi pequeño capital de traer aquí varias mercancías y las he cedido a la Beneficencia Pública al costo, y esto lo sabe el general Pablo González, hoy que las que puesto a disposición.

Me voy a concretar al punto a debate, porque no es posible atacar a los señores, porque se creen ofendidos cuando se les dice la verdad. (Aplausos.)

Yo creo que en estos momentos no se debe tomar en consideración el adicionar el papel infalsificable a los impuestos de exportación, precisamente porque en estos momentos el papel infalsificable se encuentra en manos de los poderosos, en manos de los ricos, en manos de aquellos que no necesitan en estos momentos realizar ese valor. Esperemos mejores tiempos para que, cuando estemos en condiciones, cuando tengamos elementos para poder responder por el crédito de nosotros, y para entonces se podrá decidir de la suerte que pueda correr el papel infalsificable. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. diputado Silva Herrera.

El C. Silva Herrera: Señores diputados: No creo venir a aportar nuevas luces al debate, pero, en cambio, entiendo que un deber de elemental patriotismo..... (Voces: No se oye!) No creo venir a aportar nuevas luces al debate, pero entiendo que un deber de elemental patriotismo me pone en el caso de venir a expresar mi adhesión franca al proyecto que presentó el Ejecutivo en relación con la amortización del papel infalsificable. De esta manera, señor es, si por desgracia se privara al Ejecutivo del medio que solicita para comenzar a amortizar esa enorme deuda que pesa sobre nosotros, salvaría yo mi responsabilidad individual, aunque muy lejos quedaría de salvar la colectiva, que me corresponde como miembro de esta Asamblea. Seré muy breve, ya que hay inscriptos después de mí, oradores muy competentes que, sin duda, podrán ilustrar mejor el criterio de la Cámara, entre ellos, nuestro compañero el señor diputado Hilario Medina. Voy a analizar brevemente las razones que han expuesto los oradores del contra, los cuales se han fundado para atacar el proyecto del Ejecutivo, en cuatro puntos principales. Primero, me parece que el señor licenciado Martínez de Escobar y el señor licenciado Zapata fundan la oposición al proyecto del Ejecutivo, en la circunstancia de que es nula la obligación que tiene el Gobierno para liquidar esa deuda. Otra razón que alegó, parece que el señor licenciado Zubaran....

El C. Zubaran, interrumpiendo: ¡No soy licenciado!

El C. Silva Herrera, continuando: No se lo dije a usted de mala fe. Otra razón que alegó el señor compañero Zubaran, consiste, me parece, en decir que sería inicuo cargar el peso de la deuda sobre la actual generación y no dividirlo con las generaciones futuras, dado que los frutos de la Revolución los reportarán más bien las generaciones que nos sucedan, que la actual generación, Tercera razón para sostener el contra, que expuso también el señor Zubaran, expresando que la forma que se propone para la redención del papel infalsificable se presta a especulaciones inmoderadas. Cuarta razón en contra del mismo proyecto y expuso el señor diputado Padilla, miembro de la Comisión, quien primero modificando el proyecto, lo hacía extensivo en el dictamen que formuló la misma Comisión, a todos los demás impuestos o capítulos de ingresos a que se refiere el artículo 1º. Después adoptó el proyecto del Ejecutivo y, por último, ayer sostuvo que debe redimirse el papel en esa forma. Ciertamente que si el señor Hay el día de ayer no hubiera modificado su voto, hubiera tenido paño de donde bordar una tremenda filípica contra el señor Padilla, por haber cambiado de opinión tres veces en dos días. Analizado cada una de estas razones.....

El C. Padilla, interrumpiendo: La prueba de que no me vendo.

El C. Silva Herrera, continuando: Analizando cada una de esas razones, comenzaremos por la que se refiere a la nulidad de la obligación. Entiendo que los señores Martínez de Escobar y Zapata no se referían a la nulidad de la obligación en su origen, es decir, no quisieron decir que la obligación es originariamente nula, toda vez que contiene todos los requisitos necesarios para su validez y, en consecuencia, el Gobierno legítimamente

contrajo la obligación de pagar esa deuda, toda vez que, como he dicho, han concurrido en ella los elementos esenciales para la validez de la misma; pero no sólo por ese capítulo es válida la obligación, sino que, analizando lo única razón que expuso el licenciado Martínez de Escobar para fundar su nulidad, se ve que carece absolutamente de peso, pues dice que es nula porque los actuales tenedores de billetes, que son en realidad los verdaderos acreedores de la Tesorería de la Federación, adquirieron este papel a un precio vil; esto de ninguna manera afecta a la validez de la obligación contraída por el Gobierno; afectaría solamente a la cuantía del pago, es decir, a la proporción en que se debería hacer el pago; si el Gobierno tiene derecho para no dejarse estafar, como intentan hacerlo los especuladores, no lo tiene para negar una obligación válidamente contraída, y en esa parte, tomando en cuenta lo que alega el señor Martinez de Escobar, lo más que se debería hacer era fijar la proporción en que se debería pagar el papel, haciendo un promedio de los distintos precios que ha tenido hasta la fecha, o en cualquiera otra forma que se estime justa y equitativa. En consecuencia, por este capítulo no puede subsistir la opinión del contra; económicamente también debe estimarse no sólo como válida, sino como enteramente conveniente la forma que se propone para la redención del papel, toda vez que la manera como el Gobierno va a hacer la redención, no importa ningún desembolso para el mismo Gobierno en perjuicio alguno para el pueblo; es una forma que se propone, por la que, automáticamente, se va redimiendo el papel en virtud del impuesto con que se gravan los derechos de importación y exportación y no grava al pueblo, porque ese recargo adicional de que se trata, no influye en el alza ni en la baja de las mercancías, es decir, por el hecho de que subsiste el adicional ya decretado, no han subido los precios los comerciantes. Los precios de las mercancías han subido por las razones que todos sabemos, en virtud del conflicto mundial, ya que el adicional es insignificante dado el poquísimo valor que tiene actualmente el papel infalsificable. Si se deroga ese impuesto que está ahora vigente, tampoco bajarán las mercancías; en consecuencia, el pueblo no sufre nada con esto. Por este capítulo no debe subsistir la opinión del contra. En el terreno político es todavía más evidente que nosotros debemos sostener la forma en que se trata de redimir el papel, ya que ataremos las manos al Ejecutivo para cumplir una obligación que él mismo contrajo, una obligación de que es el único responsable justamente con nosotros, pero él particularmente y a él le incumbe en el período que rija los destinos de la Nación, buscar los medios de que, al retirarse del poder, deje en las mejores condiciones posibles al país. Por otra parte, sería un desprestigio para el Gobierno si los elementos revolucionarios reunidos en la Cámara, lejos de facilitar su labor- la labor más importante en los actuales momentos, es la labor hacendaría -, se le restringieran facultades, se le atara de manos y se le pusiera en el caso de no poder normalizar el crédito nacional, que es lo que exige la Nación entera y el pueblo mexicano en masa. Es indudable que el crédito del Gobierno perdería mucho y quedaría reducido casi a cero. Bien es cierto que no le sería absolutamente imposible conseguir algún empréstito, pero sí se le dificultaría más, y los banqueros extranjeros, al hacerlo, se cobrarían por intereses y comisión la disminución de crédito por falta de la redención del papel infalsificable. Otra de las razones, o sea la segunda que se alega, es que sería injusto hacer que recayera el pago de la deuda, en virtud del papel infalsificable, en la presente generación, ya que, dado el proyecto del Ejecutivo, se redimiría en muy poco tiempo. Esta razón es sumamente aparatosa, pero enteramente falsa. Como se ha dicho antes, el pueblo nada tiene que ver con el pago de esta deuda; nada sufre el pueblo con que el papel se redima en la forma que propone el Ejecutivo. Por otra parte, si se cree que con esto las futuras generaciones quedarían libres de obligaciones, seguramente no se ha pensado en la enorme cantidad, en la enorme deuda que tendremos que pagar por indemnizaciones, a virtud de daños causados en propiedades ajenas, y por destrucción de la riqueza nacional. Ya tendrán conque divertirse las generaciones futuras, que muy bien quisieran, lejos de tener esa obligación, que se les impusiera la de pagar aunque fuera a la par, el papel infalsificable. Esta razón, pues, tampoco debe estimarse como de peso para sostener el dicho de los oradores del contra. La tercera, en la que particularmente ha hecho hincapié el señor Zubaran, es que, dada la forma en que se propone redimir el papel, los especuladores podrán obtener con ello pingües ganancias; no dudo que haya algunas especulaciones sobre ello, pero como ya lo dijo ayer el señor Subsecretario de Hacienda, las casas importadoras y exportadoras y las compañías afectadas con este adicional, han reunido ya el papel bastante, aparte del que tiene en sus cajas, para hacer frente a ese recargo del impuesto; en consecuencia, la especulación no será en gran escala, como dice también el señor licenciado Zubaran....

El C. Zubaran: No soy licenciado.

El C. Silva Herrera: Por otra parte, hace tres meses que el impuesto está en vigor, desde el 1º de abril, y el máximo del precio que ha alcanzado este papel en ese período de tiempo, es el de cinco centavos el peso, y es en virtud de haberse publicado el dictamen de la Comisión respectiva, que hacía extensivo el impuesto adicional a todos los capítulos de ingresos del proyecto presentado por el Ejecutivo. Pero como digo, aun suponiendo que haya especulaciones, mayores las habría en caso de que se hiciera extensivo el adicional a los demás capítulos de ingresos; pero de esto hay que prescindir, ya que la Cámara desechó de plano ese proyecto, o más bien dicho, que la Comisión, tomando en cuenta la opinión de la Asamblea, lo retiró. No nos fijemos en eso, pero sí en el otro extremo; para el caso en que no se apoye el proyecto del Ejecutivo respecto de la adicional decretada, ¿Qué sucedería entonces, señores diputados? Indudablemente bajaría a un mínimum que jamás ha tenido el papel infalsificable, y dado su escaso valor, iría a parar indefectiblemente en manos de los especuladores; ahora el papel está dividido entre especuladores y acaparadores y entre los grandes comerciantes

importadores y exportadores y compañías industriales, mineras, etc.

Pues bien, paralizando el movimiento del papel infalsificable, el poquísimo movimiento que le imparte el adicional decretado, los comerciantes, a virtud de sus propios intereses, se verían obligados a venderlos, ya que sabemos que los comerciantes no puedes mantener en sus cajas indefinidamente valores improductivos, y aun perdiendo, como sucede con muchos otros valores que se negocian en el comercio, se desharían de él, y sería el resultado que iría a dar a las cajas de los especuladores, y como tarde o temprano habría de redimirse el papel, tarde o temprano tendríamos que reconocer nuestro error y tendríamos que recurrir al sapientísimo medio que propone el Ejecutivo, resultaría que entonces sí habría enormes ganancias para los especuladores, ganancias inmorales, casi delictuosas, de las que nosotros seríamos cómplices, porque ese sería el resultado. No importa que sea hoy, mañana o dentro de diez años, el resultado sería, ese. Así se ha visto con todas las deudas que han pasado sobre el país. Así pagamos los bonos piadosos de California, la deuda inglesa y otras muchas. En consecuencia, tarde o temprano lanzaríamos, aparte de la ya pesada carga que van a tener los que nos sucedan en las futuras generaciones, aumentaríamos esta nueva carga sobre ellos, con la agravante de privar al Ejecutivo del medio de cumplir con las obligaciones por él contraídas. La última razón, que es la que aduce el señor licenciado Padilla.....

El C. Padilla, interrumpiendo: ¡No soy licenciado!

El C. Silva Herrera, continuando: El señor diputado Padilla.- Dispense usted, ¡como hablo de licenciados! - La última razón a que se refiere el señor Padilla consiste en que también por correo se hacen importaciones y exportaciones, y nos decía que un empleado que pidiera algo por correo, tendría que pagar muy caros los derechos de importación, supuesto que no tendría el papel infalsificable al precio comercial, por ejemplo, sino al precio que quisieran vendérselo los acaparadores. Esta es la razón, señores, que veo de menos peso. No sé a cuánto montarán los ingresos del Erario por importaciones por correo y por otras pequeñas importaciones o exportaciones; pero yo entiendo que son en muy pequeña escala y, por otra parte, haciendo caso omiso de las importaciones por correo, los importadores en pequeño, que nunca lo son tanto, sí tendrían medios bastantes para proveerse de papel a un precio conveniente y no dejarse explotar, ya que el comercio de importación y exportación no lo ejercen sino personas versadas y muy peritas en asuntos mercantiles y que están en contacto con otras muchas casas que tienen también papel. Estas son las principales razones alegadas en contra del proyecto del Ejecutivo, y analizadas serenamente resulta que son insubsistentes y que deben prevalecer las que hasta ahora se han emitido aquí en favor del propio proyecto. Voy a referirme también al aumento de diez por ciento que proponen sobre ciertos ingresos no gravados por adicional en infalsificable. El mismo señor diputado Basáñez, miembro de la Comisión, nos decía que estaban de tal manera recargados los impuestos, que no podía ya aumentarlos, hacerles ningún aumento, y, en efecto, señores, se han venido aumentado constantemente los impuestos y sólo el patriotismo del pueblo mexicano, o quizá el deseo de que cuanto antes el país entre en período normal, han hecho que no haya protestado contra esos inmorales aumentos de impuestos, un aumento de diez por ciento más en determinados impuestos, cualesquiera que sean, puesto que todos están sumamente recargados, daría por resultado crear un grave descontento contra el Poder Ejecutivo, contra el Gobierno y ayudaríamos a nuestros enemigos en la labor de desprestigiarlo; no es posible ya que en las actuales circunstancias puedan pagarse más impuestos, cuando todos los gastos que ocasionan los negocios se han multiplicado o triplicado y un aumento de 10 por ciento sería un aumento de bastante consideración y daría lugar a que se paralizaran muchas operaciones, con perjuicio del Fisco que, por otro capítulo, dejaría de percibir lo que percibiera con el diez por ciento. Mucho más podría agregar, señores diputados, sobre esta parte, pero quiero dar tiempo a que ilustren a la Asamblea los oradores que vendrán después a hablar en pro de la proposición presentada por la iniciativa. Solamente les diré a ustedes que no se trata aquí de un impuesto nuevo, como es el adicional en infalsificable que hace tres meses que está en vigor, que ha sido muy bien recibido por las casas importadoras y exportadoras y por las compañías; me consta a mí que a cada aumento de impuestos, durante mucho tiempo protestaban las casas importantes en forma más o menos enérgica, y más o menos frecuentemente; pero siempre había protestas; contra este impuesto adicional nadie ha protestado que yo sepa, se han estado cobrando con toda regularidad y con magníficos resultados, puesto que, como nos decía ayer el señor Subsecretario de Hacienda, ha producido alrededor de quince millones de pesos en tres meses, lo que importaría un ingreso de cuarenta y cinco millones en un año o de sesenta; pero supongamos que sean cincuenta; como actualmente hay en circulación en papel infalsificable doscientos cincuenta millones, en menos de cinco años se redimiría esta deuda y quedaría el Ejecutivo en condiciones de poder contraer nuevos empréstitos, toda vez que se vería que estaba ya redimiéndose la deuda, se cimentaría el crédito de la Nación y, por último, libraremos a los que vengan después de nosotros, de la carga de pagar este papel. Por otra parte, señores, lo que propone el contra no es resolver la cuestión, es aplazarla indefinidamente y solamente en los asuntos que se teme, se hacen aplazamiento; debemos afrontar la situación y ahora que tenemos un medio fácil y expedito y cuya bondad y eficacia está demostrada ya por la práctica de tres meses, ¿Lo vamos a abandonar para buscar nuevos caminos? No obraremos con cordura; debemos, y así lo ruego a la Asamblea, aceptar ese adicional que se nos propone en papel infalsificable y desechar el diez por ciento, que es antieconómico, porque, repito, si por una parte produce ingresos al Erario, por otra los disminuye, supuesto que se paralizarían muchos negocios y por ese capítulo dejaría de percibir el Fisco los ingresos a que tiene derecho.

El C. Presidente: Tiene la palabra, en pro, el C. Acuña.

El C. Aguirre Colorado: Yo había pedido la palabra anteriormente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Aguirre Colorado.

El C. Aguirre Colorado: Señores diputados: Con profunda pena, con inusitado temor, abordo esta tribuna en el asunto que está a debate, y digo, señores, con profunda pena, porque he visto con tristeza, perfectamente desorientada la discusión; y con temor, porque me temo incurrir en algún error, toda vez que no soy economista ni financiero. El proyecto de ley que nos ha presentado la Comisión, y cuya fracción XII está a debate, dice: "Derecho adicional de un peso infalsificable sobre determinados impuestos." He oído las opiniones en pro y en contra de jurisconsultos y de representantes del pueblo que están perfectamente interiorizados de los problemas económicos y financieros del país; pero, señores, aquí se ha hablado de la muerte definitiva del papel infalsificable. El licenciado Escobar y el licenciado Zapata ya casi nos han invitado a los funerales del papel infalsificable y, como dijera Cravioto, iríamos tal vez a tomar las antorchas a la calle de Capuchinas para asistir al entierro del papel infalsificable. El diputado Zubaran alega, en parte, que debe existir el crédito de la Nación. Esto con relación a darle la muerte efectiva al papel infalsificable. Yo respeto las opiniones de los jurisconsultos, de los economistas y financieros que nos han estado dando luces en esta tribuna; pero, señores diputados, el punto a discusión - y hay que poner los puntos sobre las íes -, es simple y sencillamente si se acepta o no el impuesto adicional que propone la Comisión conforme al proyecto del Ejecutivo, y no está a discusión la vida o muerte del infalsificable. Es necesario deslindar claramente una y otra cosa. Cuando se trate efectivamente de si debe vivir o morir el papel infalsificable, entonces, señores diputados, habremos oído a los economistas, a los financieros y a cada uno de los diputados que traigan sus luces sobre si debe o no vivir el infalsificable, sea por cuestiones de extranjerismo, sea por cuestiones del crédito nacional, sea por cuestiones de vitalidad de intereses para el país, la vida o la muerte del papel; pero ahora solamente se trata de discutir si se debe o no aceptar el impuesto adicional en papel infalsificable y a eso voy a referirme después, y eso entiendo que debería ser después. ¿Por qué hemos de matar en estos momentos el papel infalsificable? ¿Qué, es un problema de tan fácil resolución que digamos " vive hoy" o "muere hoy? " No, señores diputados; es necesario que nos compenetremos, que tomemos el orden de la discusión para poder llegar al fin que persigue la Representación Nacional: encauzar la discusión, entrar por el orden, y el orden es aceptar o no el impuesto adicional que nos presenta aquí la Comisión, cuyo proyecto ha venido del Ejecutivo. No puedo yo decir a ustedes la trascendencia que pudiera tener o no el impuesto en papel infalsificable, tal como nos lo presenta la Comisión; pero yo he abordado la tribuna para hablar en contra de este impuesto, porque en el decreto relativo que expidió la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, en julio de 1915, anunciaba que había una emisión de billetes por valor de doscientos cincuenta millones de pesos, a efecto de canjear todos los demás billetes emitidos por los diferentes jefes militares y aun por la propia Primera Jefatura para controlar de una manera efectiva la deuda interior del país. Así lo especificaba. Si, pues, en aquel entonces la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, que era Revolución y que aún entonces no estaba reconocida por ningún país extranjero, creaba una deuda interior, se comprende que esa deuda interior estaba sujeta a ser pagada al tesoro nacional por la propia Patria, por el pueblo, en combinación con el Gobierno. Ellos debieron solventar ese crédito interior, y ¿Quiénes deberán pagar esa deuda? Evidentemente que nacionales y extranjeros, toda vez que viven en el propio país, toda vez que tienen iguales prerrogativas los nacionales que los extranjeros residentes en le país. En segundo lugar, señores diputados, de conformidad con ese decreto de julio de 1915, vino en abril de 1916 el decreto relativo al valor que debería tener el billete infalsificable que iba a entrar a la circulación. Entró a la circulación en la República, como todos lo saben, con un valor efectivo de veinte centavos oro nacional; el público, el comercio o el Gobierno - yo no podría juzgar quién, porque no alcanza mi ilustración para saber quién tendrá la culpa de la depreciación de ese papel -, hizo que en muy poco tiempo el papel infalsificable estuviese por los suelos, no valía absolutamente nada. El Gobierno se vio en la necesidad de recoger ese papel, porque él tendrá sus miras, él juzgará cómo tiene su opinión; aquí los diferentes diputados deben decir qué debe hacerse con este papel, cuál ha de ser su vida, si pospone en matar el papel ante el crédito de la Nación o si conserva mejor el crédito de la Nación y entonces sí conserva el papel. El Ejecutivo en general, que forma parte del Gobierno nacional, tendrá sus ideas sobre el particular; pero el hecho es que el Ejecutivo, para recoger ese papel, impuso desde hace cerca de tres meses un impuesto adicional de un peso infalsificable por cada peso oro nacional algunos ramos de la Administración Pública. Si, pues, el Ejecutivo, por ese medio ha tratado de recoger el papel, ha surgido aquí una gran discusión, de que en los mercados bursátiles resulta que allí le ponían el precio que les daba la gana al papel para enriquecerse cuatro o cinco personas, como dijera el señor Zubaran, en la calle de Capuchinas. Decía que temo, pues, incurrir en un error al abordar esta tribuna, pero es el caso que el punto a discusión solamente se refiere a que si se debe o no aceptar el impuesto adicional de un peso infalsificable. Yo digo, y así excitaría a todos los señores diputados, a que no se aceptara el impuesto adicional de un pesos infalsificable en ninguno de los casos, porque estarían expuestos el comerciante y el público en general, a que los acaparadores de esos billetes, como han dicho algunos señores diputados, los vendieran al precio que a ellos les diera la gana y se enriquecieran unos cuantos individuos, tanto nacionales como extranjeros, con menoscabo de la gran colectividad nacional. En consecuencia, señores diputados, no tratando absolutamente de la vida o muerte del papel infalsificable que, en mi concepto, es cosa secundaria, debemos concretarnos de una manera expresa al punto a debate: ¿Aceptamos el

impuesto de un peso infalsificable por cada peso oro nacional, como lo expresa la Comisión en su dictamen? Sí, o no. Eso es lo que debemos discutir y no debemos discutir en estos momentos la vida o muerte del papel infalsificable.

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. diputado Acuña.

El C. Acuña: Señores diputados: Yo, en primer lugar, felicito muy entusiastamente a esta H. Asamblea por haber aplazado ayer la discusión de este asunto del papel infalsificable para hoy. Ayer llegó a variarse por completo el concepto de la discusión: se discutía si debía o no subsistir el papel infalsificable, y después se convirtió esta discusión por este concepto: de si el Gobierno estaba o no obligado a cumplir con esta deuda que tiene contraída.

Como ve la Asamblea, es una cuestión enteramente distinta y, vuelvo a repetir, felicito a la Asamblea porque aplazó la discusión de este asunto para hoy, para esta mañana. Yo desearía que nosotros nos colocáramos en un punto de vista rigurosamente científico, para estudiar este problema. Todo lo que se dijo ayer y antier sobre el particular, obedeció a un sentimiento patriótico y yo creo que no es por patriotismo es como debemos resolver esta cuestión, sino con un criterio rigurosamente científico. Yo voy a recordar, estableciendo como base de mi argumentación un principio: el Gobierno, como todos los individuos, está obligado a pagar puntual y fielmente sus compromisos. Si la Asamblea está conforme con este principio, yo puedo hacer una exposición sobre el particular. Todo el mundo sabe que el Gobierno ha contraído un compromiso con el papel infalsificable; de manera que la cuestión consiste en estudiar en qué forma el Gobierno puede redimir esa deuda. Yo veo que sólo hay cuatro maneras de redimir el papel infalsificable: primera, por medio de un empréstito; segunda, completando el papel incalificable en bonos, debiéndose pagar éstos con o sin interés; tercera, adquiriendo el papel infalsificable con oro nacional; cuarta y última, recogiendo o recaudando el papel infalsificable con concepto de impuestos. Vamos a ver cuál es la manera más práctica de poder recoger ese papel. Por lo que se refiere al empréstito, yo creo que ni el Gobierno ni la Cámara podrán aceptar ese medio, aun en el supuesto de que hubiera capitales, banqueros, particulares que pudieran afrontar la cantidad necesaria para recoger ese papel; ni el Gobierno, repito, ni la Cámara aceptarían este medio, Por lo que se refiere a la segunda, la conversión de la deuda en bonos, a mí me parece que es un procedimiento injusto. Tenemos en la actualidad doscientos sesenta y ocho millones de pesos infalsificables, que andan por el mercado, de veinte centavos, como lo ha establecido el decreto; significa una suma de cincuenta y tantos millones de pesos oro nacional; yo tengo la seguridad, señores diputados, de que esta cantidad actualmente y conforme al decreto, representa una suma de cincuenta y tantos millones; cuando el Gobierno los echó a la circulación, no sacó provecho de esta cantidad, ni siquiera la décima parte, de manera que sería un procedimiento injusto querer exigir del Gobierno que pagara una deuda que realmente no le había aprovechado; más injusto parece, puesto que queremos ponerle algún interés; generalmente todos los bonos tienen un interés, y aun suponiéndolo muy bajo, el tres por ciento; resultaría mayor la injusticia; se paga el capital que no se debe, porque la nación no lo ha aprovechado y, además, se paga un interés injusto; en consecuencia, hay que descartar también este medio. Examinemos el tercero, la adquisición de papel infalsificable en oro nacional, y deberemos empezar por preguntarnos: ¿El Gobierno está capacitado en estos momentos para distraer alguna cantidad de oro no nacional con objeto de adquirir papel infalsificable? Todo el mundo lo sabe, es claro que no; si estuviera capacitado el Gobierno, si tuviera alguna cantidad, sería injusto y sería ilógico el procedimiento, porque estaríamos atacando los presupuestos.

La ley de ingresos dice que el Gobierno puede tener una entrada de ciento tres millones anuales y una salida de ciento setenta y ocho millones; pero algún señor diputado de las Comisiones me dice que son ciento noventa millones. Yo voy a probar que son más de ciento noventa millones los egresos; de manera que conceptuando que le Gobierno pudiera distraer alguna cantidad para la compra de billetes infalsificables, vuelvo a repetir, se estaba incurriendo en el error de atacar los presupuestos. Ayer ya expresaba el licenciado Velásquez en qué consiste esto, cómo es que los ingresos deben corresponder exactamente a los egresos. El pueblo no está obligado a pagar un centavo más de las cargas forzosas y absolutamente necesarias del Estado. De tal manera que, si los ingresos alcanzan la suma de cien millones, los egresos no pueden pasar de esta cantidad ni un solo centavo. En consecuencia, hay que rechazar también este tercer sistema por imposibilidad absoluta, por imposibilidad material y lógica. No está en condiciones el Gobierno, no tiene dinero para adquirir el papel infalsificable y aun teniéndolo, no debe hacerlo tampoco porque estaba contra la teoría de los presupuestos. En consecuencia, no queda más que el cuarto sistema: que el Gobierno adquiera el papel infalsificable por concepto de impuestos. Tenemos, pues, dos hechos, uno frente a otro; por una parte al Gobierno con una deuda, actualmente, y por lo que se refiere al infalsificable, de cincuenta millones de pesos, pongo por caso; y por otra parte, no tenemos más que un solo medio de poder recoger, de poder redimir esa deuda, que es por medio de los impuestos. Pero se podría objetar, se diría: "Eso no es un impuesto porque no llena las condiciones del impuesto." El señor licenciado Velásquez ya ayer apuntaba algo relativo a la teoría del impuesto. Se han dado muchas definiciones en todos los tiempos; cada economista, como ha podido apreciar las cosas, ha venido definiendo el impuesto; unos aceptándolo como carga, otros como una gabela, es decir, como un impuesto oneroso e indebido. En fin, se le han dado muchas formas y definiciones, pero la última definición, la que está de acuerdo con los principios modernos de la economía, ya los asentaba el señor licenciado Velásquez, es la contribución que el estado exige de cada uno de los ciudadanos para pagar los gastos del presupuesto.

El impuesto debe tener cuatro condiciones: debe ser justo, debe ser cierto, debe ser cómodo y debe ser económico. Nosotros no asentamos ni suponemos ahora que el impuesto debe ser justo, porque nunca ha podido ser justo y desde los constituyentes del 57, con una gran dosis de buen sentido, establecieron que los impuestos debían ser proporcionales y equitativos; de manera que eso es los que suponemos nosotros, que el impuesto debe ser proporcional y equitativo, no decimos esto, porque no hay una base, no hay una regla, no hay un cartabón, no hay una medida con qué medir un fenómeno moral o social; de manera que suponemos que el impuesto debe ser proporcional y equitativo, deber ser cierto; de otra manera no podría vivir el Estado; forzosamente, de antemano tiene que conocer el Estado necesariamente todas las fuentes de su riqueza y decir: de tal fuente debo sacar tanto, de tal otra tanto, etc., hasta sacar su presupuesto. Debe ser cómodo y esto se hace en beneficio del contribuyente, por ejemplo: el agricultor, ¿Cuándo es más cómodo cobrarle el impuesto al agricultor? Cuando ha recogido su cosecha; el impuesto al rentista, cuando ha recogido sus rentas y así en general; y, por último, el impuesto debe ser económico, es decir, la economía debe consistir en la máquina administrativa; es claro, es natural que mientras menor costo tenga la recaudación del impuesto, menos impuestos gravitarán sobre los contribuyentes. Pues bien, señores diputados, el impuesto del papel infalsificable que yo vengo a sostener que se imponga en los derechos de exportación, en los metales y en el petróleo, reúne todos estos requisitos porque es justo y equitativo, es cierto, es cómodo y es económico. Algún compañero en estos momentos, el señor Ernesto Garza, hacía una indicación diciendo: en estos momentos se trata de darle al Ejecutivo o al Gobierno todo el oro que necesita para pagar los presupuestos de la Administración; de manera que la deuda del papel infalsificable, pues como el papel infalsificable no tiene ningún valor, no le aprovechará al Gobierno y sería conveniente dejar esto para redimirlo en su oportunidad. Yo digo esto, señores diputados: el proyecto de ley, el presupuesto de egresos me parece muy incompleto. Se habla del Poder Ejecutivo, Legislativo, del Poder Judicial, de la Secretaría de Hacienda, etc., etc., total: ciento setenta y ocho millones y medio de pesos. Yo pregunto: ¿Por qué no se ha considerado aquí la deuda pública, que es una deuda cuantiosísima? ¿Por qué no se han considerado los cuantiosisimos intereses que han caído ya sobre esa deuda pública? Pues, ¿Por qué no se ha considerado también esta deuda pública que tenemos del infalsificable? De manera que está muy incompleto ese presupuesto de egresos; hay muchísimas partidas. Aquí se dice: ciento setenta y ocho millones. El compañero Basáñez me decía: "No, son ciento noventa." Yo decía: "Probablemente son doscientos cincuenta millones de pesos oro nacional." En el informe del Ejecutivo, que rindió el 15 de abril, nos decía que había intereses caídos, si mal no recuerdo, de ciento setenta y cinco millones de pesos. Yo recuerdo que en los presupuestos de 1912 a 1913 y de 1913 a 1914, se consideraba una partida de veinticinco millones de pesos por concepto de intereses anuales de la deuda pública. Yo considero que por lo menos esa partida falta aquí. Si el papel infalsificable constituye parte de la deuda pública, ¿Por qué no se considera aquí? De manera que no hay que andarse con vueltas; el Gobierno tiene una grandisima deuda pública contraída y en esa enorme cantidad de millones está involucrada naturalmente esta cantidad de millones, fruto de papel infalsificable. De manera que deberíamos considerar eso en el presupuesto y entonces vemos más claramente, más patentemente la necesidad de recoger por medio del impuesto el papel infalsificable. Ya casi para terminar la sesión de ayer se hizo valer un argumento que era, es, mejor dicho, se lanzó una pregunta diciendo: "¿El Gobierno está obligado a cumplir ese compromiso sagrado de lo que se llama la deuda en infalsificable? Sí o no." Y casi la mayoría, casi la totalidad de los señores diputados estaban porque el Gobierno no se cerería, no se le podría obligar a pagar esta deuda pública. Yo digo esto, señores diputados: nosotros seríamos ilógicos e inconsecuentes si sostuviéramos esa tesis. Es claro que es una materia de estudio, eso exige una labor ardua de muchas horas de biblioteca, de consulta de muchos libros, de muchos antecedentes, de ver las deudas públicas de todos los países y sobre todo, de aquellos que han tenido grandes revoluciones, pero de cualquiera manera y por principio de cuentas nos parecería ilógico, porque si hemos reconocido, sancionado, aprobado y ratificado, si no se quiere de una manera expresa, sino tácita, todas las leyes preconstitucionales, ¿Por qué vamos a separar de ese acerbo de leyes constitucionales esta ley que está reconocida como de carácter público? De manera que por ningún motivo debemos pronunciar una palabra en el sentido de que se contradiga o que se ponga en tela de duda esta obligación que el Gobierno ha contraído; de manera que sería enteramente ilógico; pero no es este el único aspecto de la cuestión. Nosotros estamos en vísperas yo no sé si de arreglar o de conseguir un empréstito, porque es la única forma por medio de la cual puede subsistir el Gobierno; tenemos un enorme déficit, de tal manera que, si no viene dinero de fuera para satisfacer las necesidades del Estado, la administración no puede vivir. ¿Y cómo es posible, señores diputados, que estando en vísperas de conseguir en empréstito, estemos desconociendo una deuda a la cual se le ha dado el carácter de sagrada? (Aplausos.) Esto indudablemente mermaría en mucho, yo diría, acabaría con el crédito de la Nación y es claro; los extranjeros que podrían facilitar dinero con toda justicia y razón nos podrían decir esto: "¿Cómo es posible que vengan ustedes a pedirnos dinero a nosotros, si la deuda que se ha contraído en el interior de la República, que está gravitando sobre ciudadanos mexicanos, la desconocen ustedes, si están violando la fe que han jurado ustedes a sus ciudadanos, si no les han de pagar esos compromisos que tienen contraídos, si no mejoran, en una palabra, si no les cumplen a sus nacionales, cómo les van a cumplir a los extranjeros?" De manera que con esto, señores diputados, habríamos echado el crédito público por los suelos. De cualquiera

manera hay que sostener esa deuda pública. Yo no quiero examinar el aspecto antijurídico que tendría también esta cuestión; vuelvo a repetirlo, es un asunto que requiere largos estudios, pero yo, "a priori," reserva de demostrarlo en otra ocasión, yo también sostengo que es antijurídico; de manera que es antipolítico, antieconómico y antijurídico el procedimiento, y nosotros procederíamos sin lógica en este caso. Se ha esgrimido mucho el argumento de que si la Cámara acepta que el Gobierno recoja por concepto de impuestos el papel infalsificable, se van a enriquecer media docena de coyotes, y se ha traído a los coyotes y se les ha llevado, y se ha ido a la calle de Capuchinas veinte mil veces. Yo creo esto, señores diputados: al economista no debe preocuparle que unos cuantos individuos se hagan ricos con perjuicio de otros. Los nacionales pueden hacerse ricos con perjuicio de otros nacionales; malo sería - y esto sí debe preocuparle al economista - que los nacionales se empobrecieran porque se enriquecieran los extranjeros; que la riqueza saliera del país para ir fuera; pero que la riqueza nacional cambie de manos, eso no debe preocuparle, señores diputados, a ningún economista. Este es un argumento, o yo no sé cómo llamarle, pero en el fondo acusa un raquitismo espantoso, señores diputados. ¿Y qué importa que se enriquezcan dos, tres, cuatro o diez individuos y más cuando esos individuos sean mexicanos? Malo sería que se enriquecieran los extranjeros. Entonces sí el Congreso debería toma una medida con objeto de no perjudicar a los nacionales; pero que la riqueza cambie de unas manos a otras sobre todo en un grupo tan pequeño y tan reducido, esto, vuelvo a repetir, no debe importarle al economista. En la forma que yo desearía que se cubrieran estos impuestos en papel infalsificable, como es en las exportaciones, en el petróleo y en los metales, yo aseguro, señores diputados, que vamos a evitar todo coyotaje y eso para quitar estos resquemores que se han tenido aquí en la Cámara porque no se enriquezcan o porque no sigan coyoteando estos ciudadanos coyotes. De antemano la administración conoce la cantidad de papel infalsificable que puede recoger en un año; es verdad que el impuesto es indirecto, pero de cualquiera manera las compañías son contadas y el Gobierno conoce sus transacciones y de antemano en más o en menos, puede conocer qué cantidad de billetes va a recoger. Yo no tengo conocimientos financieros sobre la materia y jamás he estado cerca de una gran compañía, pero sí me imagino que el gran capital siempre es previsor y a mí me parece que estas grandes compañías de petróleo y exportadores ya han acaparado una buena cantidad de billetes para cuando llegue el tiempo de pagar, para seis meses, un año o dos, según la previsión que haya tenido cada gerente y cada representante de esas compañía de manera que este dinero ya está reservado en las cajas de esas compañías para hacer los pagos de esos impuestos y redimir en esa forma la deuda que tiene el Gobierno. Si, pues, estos impuestos están limitados, yo no sé en qué forma podrían hacer operaciones los coyotes; yo no me explico de qué manera el que deba mil, diez mil o veinte mil, en qué forma se pueda hacer esa transacción, si aquellos individuos con quienes se puede hacer transacciones ahora están suficientemente habilitados, ¿Cómo se harán operaciones? Pero en el supuesto de que se hagan, ¿Qué nos importa a nosotros que se hagan? ¿Pues qué no se están haciendo operaciones con todos los artículos y con todas las mercancías del mundo? ¿Qué acaso los comerciantes se ganan el dinero sólo con el cambio del papel infalsificable? ¿Qué acaso no se lo gana con otros artículos? ¿No hay precios monstruosos en el comercio? ¿Por qué nos espantamos de que se puedan hacer negocios con el papel infalsificable? De manera que cae por tierra esta objeción; en primer lugar, ya creo que evitamos ese coyotaje; pero en el supuesto de no evitarlo, en el caso de que siga en más o menos escala, no debe importarnos a nosotros un comino. Para poner la cuestión en su verdadero punto, sólo me resta decir dos palabras. Si nosotros admitimos ese impuesto de papel infalsificable por los conceptos que expresa el Ejecutivo y la Comisión, digo mal, si admitimos recaudar ese impuesto por concepto de exportación, nosotros conseguimos dos objetos.

En primer lugar, llega un día en que queda completamente redimida la deuda pública por concepto de papel infalsificable; y en segundo lugar, ningún habitante del país habrá pagado ni la milésima parte de un centavo. Se trata de exportación, se trata del petróleo y se trata de los metales; de manera que las compañías exportadoras, que son las que pagan sus impuestos, es decir, el impuesto en metálico y el adicional infalsificable ¿De quién no recaudan ellas? Es claro que de los compradores. ¿De quién lo recaudan los compradores que están fuera? Lo recaudan de los consumidores; de manera que en último análisis, los consumidores extranjeros son los que vienen a pagar esta deuda en papel infalsificable. Vuelvo a repetir que el pueblo mexicano no habrá pagado un milésimo de centavo por el concepto de la deuda en papel infalsificable si nos contraemos a cobrar esos impuestos sólo por lo que se refiere a exportación. En cambio, si admitimos nosotros que se cobre también este impuesto por concepto de importación, allí ya viene la incidencia del impuesto, es decir, cada individuo va a pagar una parte alícuota; quién pagara un centavo, quién un décimo, quién un milésimo, pero hasta allí llega mi escrúpulo y creo que también el de la Comisión, porque está de acuerdo con una proposición presentada por nosotros. De manera que estamos en estas condiciones: cobramos el papel infalsificable por esos conceptos. Bien. El público mexicano no tendrá que pagar un solo centavo por concepto de deuda pública de carácter infalsificable y en cuatro, en cinco, en seis o en diez años, se llegará a redimir toda la deuda pública por carácter de papel infalsificable. Yo sólo tengo que hacer una rectificación, señores, a un hecho que asentaba ayer el señor licenciado Velásquez, y debo confesar que no estoy fuerte en la materia, porque no conozco nada de los antecedentes de la deuda pública de los Estado Unidos; solamente lo que he leído en la historia, probablemente sin ninguna documentación; pero yo sé que los Estados Unidos, en cuanto llegaron al triunfo en la guerra de secesión, no es verdad que anularan todo su

papel, el papel anulado fue el de los confederados, el del sur, ese se perdió como se ha perdido en México el papel villista y el de todas las facciones. Pero el papel del ejército triunfador, ese queda todavía en pie, señores diputados: yo tengo entendido que los Estados Unidos redimieron su deuda pública por el concepto de los bilimbiques de aquella época, en 17 años; yo no sé de qué medios se valieron, pero el dato seguro de que la última conversión que se hizo, que fue por bonos, éstos están ganando ahora un seis por ciento, que es un interés inusitado en las naciones ricas; cualesquiera otros bonos producen el tres, el tres y medio o el cuatro por ciento, y esos bonos tienen el premio del seis por ciento y todavía proceden de la guerra de secesión. Este es el único hecho que quería yo asentar. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. García Vigil.

El C. Basáñez: La comisión pide la palabra.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Basáñez: Señores diputados: La Comisión nunca ha tenido la pretensión de ser suficiente, pero sí de haber hecho cuanto ha podido en el sentido de los presupuestos. Se refería el licenciado Acuña a que no figuraba en el presupuesto de ingresos ninguna partida relacionada con la deuda extranjera. Esa partida, señores, ha de formar en el presupuesto de egresos y no en el de ingresos. Al hacer su peroración aquí el señor licenciado Acuña, hablando de una edición presentada por determinado grupo de la Cámara en que hace una proposición sobre que el impuesto adicional infalsificable solamente se grave sobre los impuestos de exportación, petróleo y minerales, la Comisión no tiene ningún inconveniente en adherirse a esas proposición, pero es muy sencilla la manera de llevarla a cabo. Como está dividida en fracciones o artículos nuestra proposición, la fracción I o el inciso primero de la fracción XII del artículo 1o., es la que se refiera a importación. Dividiendo la votación, poniendo a votación el inciso primero de la fracción XII del artículo 1o., entonces, desechando ese inciso, quedaría la proposición hecha por ellos. Nosotros no tenemos inconveniente en quitarle los impuestos que graviten sobre nuestro pueblo directamente, como decía el señor Acuña, no creo que en esto lo beneficien grandemente, porque ya los comerciantes han hecho sus aumentos y han calculado el impuesto del papel infalsificable, y ustedes saben perfectamente bien que cuando se trata de disminuir los derechos, los comerciantes no disminuyen los precios, y sí, cuando se les aumentan los derechos, sí aumentan sus precios. Así es que, una palabra, si nosotros queremos aceptar la proposición del licenciado Acuña, basta con dividir la votación, es decir, poner a votación el inciso primero de la fracción XII del artículo 1º en lo que se refiere a derechos de importación. Yo creo que la mayoría de la Asamblea estará conforme en este punto y no hay necesidad de seguir cansando la atención de ustedes.

El C. Gonzáles Jesús M.: Pido la palabra, señor Presidente, para una interpelación a la Comisión, para aclarar un punto.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. González.

El C. González Jesús M.: Decía usted que no gravándose los derechos de importación no se beneficiaría al público. A mí me parece que sí se beneficiaría algo por esta razón: naturalmente quien paga los impuestos indirectamente, es el público y no el comerciante. El comerciante ya paga un impuesto, el que está exigiendo al comerciante, el impuesto de un peso en moneda infalsificable unido al peso oro nacional por derechos de importación. Naturalmente pagará el público ese nuevo impuesto. La otra parte: el comerciante paga esto; no le dirá: hay que pagar un peso infalsificable de impuesto únicamente; sería otro pretexto que alegaría el comerciante para seguir explotando al consumidor.

El C. Basáñez: Sí, compañero. Cuando se tratase de un nuevo impuesto; pero este es un impuesto creado en que el comerciante ya ha gravado su mercancía; es un impuesto que ya está en vigor y esto es lo que yo he expresado aquí, que estando ya en vigor, todos los comerciantes han calculado este recargo, y en la práctica lo vemos constantemente, que cuando se aumenta algún derecho, el comercio aumenta el valor de sus mercancías, y cuando se le disminuye, no disminuye el valor de sus mercancías, y yo al mismo tiempo decía que estoy conforme con la proposición hecha por el licenciado Acuña y por algunos otros compañeros, porque efectivamente, ese impuesto gravita sobre el pueblo y ha estado gravitando, pero que más tarde ya no gravitará, porque ya le hemos quitado ese impuesto; porque ya no se calculará este aumento en la posteridad, y por eso hacía la proposición a la Mesa de que pusiese a votación el inciso primero de la fracción XII del artículo 1º que se refiere exclusivamente a importación y luego pusiese en consideración el segundo y demás relativos al petróleo y plata.

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. García Vigil.

El C. Sánchez Tenorio: Acaba de presentarse una proposición que se relaciona directamente con la cuestión a discusión y que en mi sentir resuelve el problema que en estos momentos discutimos, y sería conveniente que desde luego su pusiese a discusión esa proposición.

El C. Presidente: Como dicha proposición implica una modificación al dictamen, por lo tanto seria cuestión de ponerse a discusión después de que el artículo esté aprobado.

El C. Siurob: Pido la palabra para una moción de orden. Como la proposición, ha sido aceptada por la Comisión, en virtud de haber formado parte del dictamen, por consiguiente debe someterse a la consideración de la Asamblea.

- El C. Presidente. La Presidencia informa a Su Señoría que la Comisión no ha pedido permiso para retirar su dictamen. Continua la discusión. Tiene la palabra el C. García Vigil.

- EL C. García Vigil: Señores diputados: Carezco, como otros muchos compañeros míos, de conocimientos bastantes en economía política que, a mi modo de ver, es una ciencia bastante complicada y requiere estudios dilatados. Sin embargo

de esto, al cabo de la serie de discusiones que se han entablado acá de tres días a hoy, yo, no obstante todos los argumentadores en pro- no digo todas las argumentaciones en pro, sino todos los argumentaciones en pro - no he podido ser convencido de lo que para mí es fundamental. Para mí, la discusíon de los presupuestos es, ante todo, el esfuerzo de la Cámara, naturalmente de la Legislatura, de la administración, para establecer el equilibrio entre las erogaciones. Se me presenta meridianamente este fenómeno: estando en las facultades de la Comisión de Presupuestos el buscar ese equilibrio, puedo decir, sin que esto signifique una inculpación severa, que ha dado atención a un asunto que no estaba puesto a su consideración y que no debía estarlo por ningún motivo, puesto que el objeto único es el de establecer el equilibrio entre los egresos y los ingresos. Como he dicho antes, la Comisión oportunamente retiró la parte del dictamen en que se sirvió del papel infalsificable para gravar determinados impuestos. Sobre ese asunto la Comisión fué felicitada, supuesto que aceptó la justificada protesta de la Cámara y el clamor público sobre esa innovación enteramente improcedente de parte de una Comisión de Presupuestos en un parlamento; pero ha quedado a debate siempre el asunto del papel infalsificable y a pesar de que la Comisión desistió de su primer propósito de mantener el infalsificable y extender su acción en la economía de la República, a pesar de esto ha habido de parte de algunos señores diputados interés en traer nuevamente a debate el asunto y hacer prevalecer la existencia del infalsificable como valor y valor legal que tenga al dársele el carácter de impuesto sobre determinados artículos, los de exportación o de importación. Desde luego salta a la vista la oficiosidad que tuvo la Comisión al pretender inmiscuirse en asuntos que no le competen o sea el de resolver la deuda interior de la Nación contraída en papel infalsificable. Esta oficiosidad es sintomática ineludiblemente de que el infalsificable ha sido agitado ya en el interior sólo de la Cámara o desde el exterior para que vuelva a gravitar sobre los intereses del país. Después el artículo del dictamen a debate ha sido tan prolijamente discutido y ha dado tiempo a tales agitaciones, que muy a mi pesar tengo que declarar que ayer, cuando se presentó la moción suspensiva del licenciado Hilario Medina, sufrí una de mis más hondas decepciones. Había oído hablar al licenciado Medina sobre asuntos jurídicos y siempre a pesar de aquella sesión memorable, el calor de su palabra, su entusiasmo y su lírica siempre traída en sus argumentaciones rememorando constantemente épocas que para muchos son absolutamente pasadas y que para otros no, como las de Atenas, del estado aquel de Grecia, de la dialéctica de Sócrates, de las discusiones en el Areópago y otras cosas por el estilo, sentí una profunda decepción, puesto que ví palpablemente que el dinero había podido al fin, si no corromper, confundir la imaginación olímpica del señor licenciado Medina. (Voces: ¡Pruebas, pruebas! Siseos.) Parece increíble que todos, como el licenciado Medina, quien como el licenciado Medina han alimentado, han vivido constantemente con aquellos que hicieron purgar su falta a los delatores de Pericles, aquellos que hicieron purgar su falta a los delatores de Sócrates, aquéllos discípulos de Sócrates, que hicieron purgar su falta a todos los sofistas; parece mentira, repito, que el licenciado Medina y quienes como él han sostenido, han vivido la vida pasada de las repúblicas griegas, puedan hoy venir aquí a sentirse influenciados por la mezquindad del dinero. (Voces: ¡Pruebas, pruebas!) Voy a hablar. De ninguna manera pueden interpretarse mis palabras como si significativas de una inmoralidad de parte del licenciado Medina. (Voces: ¡Ah, ah, ah!) Yo no sé por qué la Asamblea se ha mostrado en estos últimos momentos puesto que yo no podría tener evidentemente, sin pruebas, sobre aquello que la Asamblea ha prejuzgado la avilantez de hacer un cargo de ese carácter al licenciado Medina, mas esto quiere decir que todavía por el curso de mi peroración no ha sido comprendido, pero voy a serlo. Digo esto no por otra cosa sino porque el licenciado Medina había sido considerado por mí, y creo que por una inmensa mayoría en la Cámara, como el hombre ajeno, ajeno a cuestiones de este carácter, no precisamente porque él sea víctima del soborno, porque él sea víctima del cohecho, no, señores; creí que su mentalidad, sus aficiones, sus tendencias, lo hacían menospreciar o despreciar cuestiones de ese carácter. He aquí, pues, por qué mi sorpresa al verlo ayer tan interesado en que se suspendiera la discusión alegando que él no había llegado aún a comprender de parte de quién estaba la razón, es decir, mi sorpresa ha estado por el hecho del interés manifiesto del licenciado Medina sobre un asunto que yo creí que era casi del completo desinterés de él; pero no sólo esto; yo no vacilo en afirmar que el infalsificable tiene asediada a la Cámara de Diputados, esto es evidente. Al principio pareció a los tenedores de este papel moneda que una vez prohijada su introducción al mercado por conducto de la Comisión de Presupuestos, fácil sería el que pasara y naturalmente comenzara a revivir, pero la sorpresa sufrida por el infalsificable con motivo de la protesta inmediata, súbita, de la Cámara en contra de lo pretendido por la Comisión, consternó a los tenedores y los hizo moverse apresuradamente con objeto de hacer que el golpe no fuera tan duro como se dejaba presumir. Esto es indudablemente lo que ha ocasionado que durante dos, tres o más días hayamos estado discutiendo este asunto que en cualquiera otra parte y en otras circunstancias habría sido resuelto en una sola sesión, en dos o tres horas. El infalsificable ha puesto asedio a la Cámara de Diputados, esto es evidente; de la Cámara de Diputados dependerá su introducción desde luego al mercado como valor o su aplazamiento para un tiempo que yo considero que está bastante lejano. Que el infalsificable tiene interés en volver a figurar y naturalmente agitarse, moverse, fluctuar, escurrirse, aparecer, desaparecer súbitamente y, en fin, trastornar por completo la marcha económica del país, eso es evidente y esto es profundamente inmoral y no como dijo el licenciado Acuña y parecía aquí muy cierto el que por haber asentado que el impuesto debe ser justo, cierto, cómodo y económico, no por esto va triunfar el infalsificable. Para

esto voy a rebatir lo dicho por el licenciado Acuña. ¿Qué quiere decir él cuando dice que el impuesto debe ser justo? No es necesario interpelarlo para esta contestación; en último caso, es que el impuesto sea justo, justo, que es la palabra lata que debe comprender todo lo que quiere decir el impuesto sobre el público, que para el caso de probar que no es justo, voy a comenzar por manifestar que el impuesto, en el caso del "infalsificable," ateniéndome a las premisas sentadas por el señor licenciado Acuña, no es cierto, es incierto. Evidentemente el valor del infalsificable ha sido fluctuante; como todo papel moneda que emite un gobierno, está sujeto a altipreciación, menospreciación, y justipreciación. Está sujeto a las avideces de los mercaderes, de los banqueros y está en una correlación íntima con la garantía que presta un gobierno, el gobierno que lo emita. Por consiguiente, de hecho el papel monda infalsificable, como cualquier otro papel moneda emitido por un gobierno revolucionario, tiene el carácter primordial de fluctuante: como es el papel moneda infalsificable es incierto como impuesto, y al ser incierto como impuesto, evidentemente no es cómodo, y al no ser cómodo, no es económico. Esto se desprende, y al no ser económico el impuesto, es injusto. Por tanto, el papel moneda infalsificable, como medio de impuesto sobre la moneda en metálico, es absolutamente injusto; pero faltó al señor licenciado Acuña señalar una característica primordial que los economistas no le han señalado nunca, porque jamás pensaron que en una Cámara de Diputados o economista alguno quisiera gravar con una clase de moneda, papel, o lo que fuera, un impuesto que tuviera otro carácter; es decir; nunca han imaginado los economistas que la relación entre las contribuciones y el impuesto, un impuesto adicional como aquí se pretende, fuera heterogéneo. Eso nadie lo había imaginado; ningún economista lo había imaginado. Por consiguiente, lo primordial es que el impuesto sea homogéneo, es decir, que sea del género mismo de aquél en que en general se causan las contribuciones. ¿Cómo, pues, vamos a cometer la gravísima inconsecuencia de tener como moneda circulante el metálico puro y vamos a poner un impuesto adicional de un género enteramente distinto al del metálico puro o sea el del papel moneda infalsificable? Y más aún; ¿Cómo vamos nosotros a poner como artículo de impuesto para el metálico puro el papel moneda infalsificable que ha sido, naturalmente, destruído por el fenómeno económico propio de la apreciación, justipreciación, altipreciación general de la apreciación del crédito que le da el gobierno, la entidad que lo emite y naturalmente que está sujeto a todos los cárices que tome al pasar al mercado? ¿Cómo le vamos a quitar al papel moneda infalsificable el carácter mismo que le han dado los mercaderes cuando ha sido lanzado a la circulación? Por consiguiente, el papel moneda infalsificable, desde el momento en que no es homogéneo al metálico puro que es moneda circulante en nuestro país, carece del requisito primordial para poder ser un impuesto. Después de esto sobra decir, como dije antes, que no es económico, que no es cómodo, que no es cierto y que no es justo. ¿Por qué, pues, es que el esfuerzo se ha multiplicado para mantener el papel infalsificable? ¿Por qué? Hay consideraciones múltiples respecto a esto, pero las mayores que pueden hacerse y las más claras son las de orden moral. El papel moneda infalsificable fué lanzado a la circulación con un valor nominal de veinte centavos unidad o sea el peso. Como todo papel moneda lanzado, repito, sufrió todas las fluctuaciones propias del crédito que inspiraba la entidad que lo emitía y, naturalmente, por la complexidad del fenómeno económico del tráfico, es decir, del mercado, el papel moneda infalsificable fué lanzado el año pasado y desde luego al día siguiente sufrió una depreciación, no obstante la declaración que había hecho la Secretaría de Hacienda de que existía el efectivo en metálico, ya por cierto número de miles de pesos que existían en Nueva York, ya por lo que tenía recaudado la Comisión Monetaria, ya por lo que tenía recaudado la Comisión Reguladora del Henequén y por algunas otras entradas; decía, repito, que estaba garantizada la cantidad de quinientos millones; sin embargo de esto, el papel moneda infalsificable sufrió su primera fluctuación en el instante mismo de ser lanzado a la circulación, es decir, desde luego fué depreciado. Ahora bien, hay un fenómeno en economía política sobre esto; este fenómeno es del que acepta dinero por el que acepta el papel moneda, desde luego lo acepta conforme a su particular criterio, conforme a la garantía que le merece la entidad que lo ha emitido, por consiguiente, aquí puede decirse, sin que haya lugar a duda ni a discusión alguna sobre el particular, que todo el que recibe un papel moneda estima por sí solo el valor que tiene ese papel, aunque tenga un valor nominal más alto o más bajo. En el papel moneda infalsificable, el papel moneda se produjo constantemente hacia la depreciación, por consiguiente, la emisión del papel moneda infalsificable o sea la deuda contraída por la Revolución con el pueblo en general, desde luego fué pagando sus intereses, desde luego, podemos decirlo, amortizándose por el solo hecho de la depreciación del papel moneda. Los que lo recibieron le fueron dando el valor que debía tener por efecto natural del tráfico, por efecto natural del comercio.

Por consiguiente, el papel moneda a medida que fué circulando, fué pagando el hecho de haber sido lanzado, fué pagando sus réditos y su existencia hasta el punto de verse reducido a ser cotizado a un medio o un cuarto de centavo. (Voces: ¡No, no! ¡Sí, sí!) Por consiguiente, el papel moneda infalsificable pereció como consecuencia misma del hecho de ser un valor que está sujeto a las fluctuaciones que tiene todo valor en un mercado y sufrio hasta el punto de ser casi totalmente aniquilado, de ser totalmente anulado. ¿Qué quiere decir esto? Que el papel moneda, para aquellos que lo recibieron, no solamente para los que lo recibieron, sino para los que lo expidieron, llegó a su mínima expresión de un cuarto o un tercio de centavo, como dice el señor Zubaran. Sentado esto como fenómeno y, por consiguiente, como un hecho que no está ya a discusión, que no tiene discusión alguna, el resurgimiento del papel moneda infalsificable es enteramente

improcedente, es inconsecuente desde el punto de vista de la economía política y es, no vacilo en decirlo, antipatriótico desde el punto de vista de los intereses generales del país. (Aplausos.) ¿Pero por qué la persistencia en el papel moneda infalsificable para quedar en el mercado con valor alguno? ¿Por qué? ¿Por los argumentos vanos de que pueda acumularse esta deuda en manos extranjeras y pueda ser reclamado? Esto hay que desvanecerlo; para mí la causa es siempre la misma: el mercantilismo, el israelismo, esto es lo que ha generado aquí el debate tan prolongado del papel moneda infalsificable. Es falso de toda falsedad que haya derecho alguno de parte de nacionales y de extranjeros para entablar un juicio formal contra el Gobierno emanado de la Revolución por la emisión del papel moneda. No asiento, desde luego desecho esa prescripción, no asiento yo que la Nación, que el Gobierno desconozca en absoluto la deuda; no, el Gobierno ha contraído la deuda, el Gobierno tendrá que pagarla; pero, repito, ya ha pagado paulatinamente el valor que adquirió el papel infalsificable hasta el último día que circuló; esto evidencía suficientemente que el papel infalsificable fué pagado, puesto que para los efectos propios del tráfico, del comercio, ¿Qué es lo que obtenía en el último día, en los últimos días de circulación del papel moneda infalsificable el empleado que recibía el papel moneda infalsificable para satisfacer sus más ingentes necesidades? ¿Qué, adquiría los artículos proporcionalmente al valor nominal que tenía? No, nosotros recordamos qué estado de penuria se experimentaba en la Nación con motivo de la depreciación que sufría el papel infalsificable por obra exclusiva de los especuladores oficiales y no oficiales; por tanto, la existencia del papel moneda infalsificable llegó a su límite cuando por la ne cesidad misma económica de la Nación hubo de desecharse e introducir el metálico como único medio de que el Gobierno restableciera su crédito y, naturalmente, no trae una crisis desastrosa para la Nación entera. Si el Gobierno mexicano fué constreñido por obra de los especuladores, porque los especuladores no tienen más crédito que aquel que les da su inteligencia aguzada día a día y minuto a minuto sobre la garantía en metálico que tiene un papel moneda, si el Gobierno se vió constreñido a prescidir de su crédito, supuesto que había sido totalmente anulado ese crédito y a echar mano de sus reservas en metálico, el Gobierno ha hecho perfectamente bien en someterse a esta situación verdaderamente penosa, podemos decir humillante, que le han impuesto los especuladores; pero el Gobierno, al someterse, ha aceptado de plano la contienda, y es por esto por lo que para beneficio de la Nación entera el Gobierno no ha querido hacer resurgir al papel infalsificable, sino que se ha atenido, por el contrario, estrictamente a su metálico. Yo considero que el decreto de veintitantos de marzo que creó el impuesto sobre petróleo y algunos otros artículos de exportación no fué más que una legera puerta que se abrío con objeto de satisfacer a influencias bastante poderosas que han existido siempre cerca de los Gobiernos, influencias enteramente mercantilistas; pero el Gobierno, - y ahora sí cabe aquí un elogio para el Ejecutivo de parte mía -, el Gobierno no quiso por motivo alguno darle nuevo valor al papel moneda infalsificable extendiéndolo sobre impuestos de distinto carácter, porque sabía, lo sabe a ciencia exacta, que el papel moneda infalsificable no servirá más que para las especulaciones y sería objeto de las mayores fluctuaciones en el mercado y, naturalmente, de los trastornos económicos. Nosotros nos encotramos en la actualidad en un momento económico bastante dificil; estamos obligados al metálico puro; pero como quiera que sea, esta situación es mil veces más ventajosa que la de mezclar con el oro, con la plata, el papel infalsificable y, naturalmente, dar cabida a todas las especulaciones y sobre todo, dar lugar a todas las vagancias, que, como a todos consta, el infalsificable no ha dado motivo para otra cosa que para que individuos incapacitados para una lucha enteramente honesta, vivan pululando en las calles más céntricas de la ciudad haciendo operaciones ostensible y aun secretamente inmorales. (Voces: ¡Los coyotes!) Nosotros debemos recordar para el momento solemne de votar sobre este asunto, con qué saña el especulador, el coyote despreció el papel moneda infalsificable, con qué ahinco desacreditó al Gobierno, con cuánta vehemencia y hasta podemos decir compretensiones de acierto, calificaba el crédito del Gobierno y hacía notar, daba números sobre lo que realmente tenía el Gobierno y hacía bajar constantemente el papel infalsificable haciendo variar la cotización de este valor de acá más bajo todavía que la cotización que tenía en mercados como el de Nueva York y algunas otras poblaciones de los Estados Unidos. Nosotros vimos que el coyote, que el especulador del papel moneda infalsificable se ensaño en hacer depreciar ese papel para su interés, para beneficio propio, para satisfacer sus intereses particulares; se ensañó en desacreditar al Gobierno y, naturalmente, se ensañó también en lucrar con el pueblo. Esto es patente. ¿Cómo es que ahora, pues, habiéndole dado el especulador el valor mínimo, casi nulo, de un tercio o de un cuarto de centavo, pretenda hoy elevarlo por medio de un impuesto a algo más de dos, tres o cuatro centavos, que sistemáticamente estuvo rebajando en la época en que sí tenía efectivamente ese valor? ¿Por qué esto? Porque está en la vida del especulador el afán de medrar, de lucrar, de acrecentar sus riquezas; esto yo lo acepto como un derecho sin limitación, es un derecho como otros cualquera en puridad; pero también es un derecho del pueblo poner coto a este abuso, refrenarlo, y para refrenarlo ninguna oportunidad mejor que esta, hoy en que podemos nosotros, no prcisamente concurrir a los funerales del infalsificable; pero sí aplazar definitivamente la especulación que se ha hecho con este papel moneda y aplazar consiguientemente la deuda que tiene contraída el Gobierno emanado de la Revolución con el pueblo mismo. (Campanilla.)

El C. Secretario López Lira: Habiendo transcurrido el tiempo reglamentario, se pregunta a la asamblea si permite que continúe el orador. (Voces: ¡Que siga!) Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pies. Sí se le permite.

El C. garcía Vigil, continuando: Es un argumento demasiado sofístico el que se ha esgrimido aquí haciendo notar que puede pasar el papel moneda infalsificable a manos de extranjeros y exigir entonces su pago al valor que se le dió nominalmente. Me extraña que la Cámara haya aceptado

esto, que no lo haya siseado desde luego, puesto que salta a la vista que el acreedor que tenga el papel moneda infalsificable, pueda alguna vez tener derecho para cobrarlo a razón de veinte centavos oro. ¿Por qué tan ansiosamente ha de esperar que ha dé un decreto aquí, que se dé una ley que fije, es decir, que reduzca ese valor? Si tiene ese derecho, más le convendría siempre conservar ese papel moneda infalsificable para hacerlo valer, con su derecho, por el valor nominal que tiene. Por consiguiente, es falso de toda falsedad que se pueda recurrir a eso y no es un derecho ni puede serlo, ni existe ni ha existido jamás. Nosotros, para el caso éste, debemos tener en cuenta las relaciones que tiene México con los demás países; nuestras relaciones con los países europeos son positivamente neutrales. Los países europeos están muy atareados con motivo de la guerra que sostienen allá. Para ellos, doscientos y tantos millones de infalsificable, suponiendo que llegaran a acapararlos, son una cantidad verdaderamente despreciable para los gastos diarios que hacen ellos. Así es que por ningún motivo podrían emprender una guerra contra México por unos cuantos millones de pesos, siete u ocho millones a que vendría a ser reducido el infalsificable. Por otra parte, nuestras relaciones con los Estados Unidos nos hacen ver que si éste sería el único país que pudiera tener relativo interés en cobrar esto fuera de derecho, indudablemente fuera de derecho, lo cierto es que el poder americano no se ha hecho sentir en los países latinos, y menos con México, sobre asuntos de deudas, porque el poder americano ha podido esperar pacientemente el pago de deudas por propiedades destruidas y, naturalmente, estas deudas sí son más sagradas, aunque no se les haya dado el carácter oficial de deudas sagradas. Las propiedades destruidas, arrebatadas a sus dueños, a los propietarios, en las rancherías, en los grandes centros de industria a los extranjeros, y en particular a los americanos, es deuda más sagrada que el papel infalsificable, que ha sufrido todas las vicitudes de un valor en el mercado. Esto sí es verdaderamente sagrado y todavía más: nosotros debemos recordar que el Gobierno americano no ha reclamado todavía la compensación absoluta por las pérdidas de vidas de americanos. vidas perdidas con motivo de la Revolución, y no quiero referirme a los americanos que han tomado participio en una u otra de las facciones militantes, no, quiero referirme a los americanos muertos más allá de nuestro frontera por efecto de las balas perdidas que han pasado en los combates que han tenido lugar en la misma frontera, y el Gobierno americano ha esperado a que el Gobierno constitucionalista se establezca completamente y entre el período en que pueda hacer las reclamaciones para hacerlas. Por consiguiente, es inconsistente de todo punto el argumento que se esgrime diciendo que podrá reclamarse esa deuda de siete u ocho millones de pesos. ¿Pero es creíble que el Gobierno americano, es decir, la Nación americana que verdaderamente influye en la política de nuestro país en todos los órdenes, es posible que la Nación americana, riquísima cual ninguna actualmente en todo el mundo, la Nación americana que sabe, no digo gastar, sino despilfarrar millones de pesos por su riqueza misma, vaya a emprender una reclamación que nos pueda orillar a una contienda armada, por la mezquina suma de unos siete u ocho millones de pesos? No, de ninguna manera. (Aplausos.) Por consiguiente, no es cierto, como se pretende, que exista derecho, derecho no lo hay, derecho habría cuando el Gobierno emanado de la Revolución desconociera esa deuda y se negara categóricamente a pagarla; pero el Gobierno no la ha negado y no la negará; el Gobierno lo único que hace es que, con objeto de poder atender a lo inmediato, es decir, a la crisis económica en que se encuentra con motivo del descrédito absoluto sufrido por él, supuesto que no tiene crédito, el crédito son los hidalgos y tostones que salen de la Casa de Moneda, siendo así, el Gobierno mexicano se ha visto constreñido a esto. ¿Por qué vamos nosotros a creer que alguna vez haya alguien que pueda reclamarle el pago de esta deuda, si es que él no la desconoce, que está dispuesto a pagarla y que lo único que hace es aplazar su pago? Por tanto, no existiendo siquiera el derecho, pero ni la posibilidad de una reclamación por medio de las armas, es vano de toda vanidad el asentar aquí que el papel infalsificable, no amortizándose desde luego, pueda ocasionar trastornos verdaderamente graves para el país y no vacilo en afirmar, como lo he dicho antes, que el papel infalsificable, como todo elemento que podamos considerar biológico, lo único que hace es manifestar su tendencia a vivir, y su tendencia a vivir está manifestada con ahínco por el curso que ha tomado aquí la discusión, por los intereses que se han estado moviendo afuera y, sobre todo, por las fluctuaciones tan rápidas que ha tenido en los últimos días; el papel moneda infalsificable es un valor que, en vez de venir aquí a normalizar, a coadyuvar al restablecimiento del equilibrio, viene, al contrario, a trastornar totalmente el equilibrio económico y, naturalmente, viene a causar daños más graves que los que ocasionó cuando fué lanzado. Por todo lo anterior, cae de plano cualquier argumento que se ha emitido con anterioridad, y el papel infalsificable debe ser desechado por motivos de economía, por motivos de patriotismo, de los impuestos en general. Y esto no quiere decir que el Gobierno desconozca la deuda, quiere decir únicamente que el pago de esta deuda será aplazado para un tiempo en que el Gobierno mismo pueda solventarla (Voces: ¡Muy bien! Aplausos.)

El C. Secretario López Lira: Se procede a pasar lista. (Voces: ¡A votar, a votar, a votar!) Ha biendo transcurrido el tiempo reglamentario, se procede a pasar lista. (Voces: ¡A votar, a votar! Campanilla.)

El C. Zubaran Pido la palabra para uan moción de orden. Pido que se pregunte si está suficientemente discutido el punto; han hablado ya más de diez oradores. (Voces: ¡No, no, no, sí sí!)

- El mismo C. Secretario: Todavía hay oradores inscriptos.... (Voces: ¡No, no, no,!) Voy a preguntar. Todavía hay oradores inscriptos, pero se pregunta a la Asamblea si considera suficientemente discutido el unto. (Voces: ¡Si, si; no, no,!) Los que estén por la afirmativa se sirvirán ponerse de pie. No está suficientemente discutido. (Pasa lista.)

El C. Presidente, a las 12.05 m.: Se suspende la sesión, para continuarla asta tarde, a las cuatro.

(Asistencia de 176 CC. diputados.)

El C. Presidente, a las 4.15 p. m.: Se reanuda la sesión de la Cámara de Diputados.

El C. Secretario Mata: Ha llegado a la Secretaría de la Cámara, con el carácter de urgente, un oficio de la Secretaría de Hacienda que dice:

"Departamento de Bienes Nacionales.-Me es honroso enviar a la H. Cámara de Diputados, por el digno conducto de ustedes, el proyecto de la Ley General de Ingresos del Gobierno del Distrito para el ejercicio fiscal de 1917 a 1918, con la exposición de motivos correspondiente.

"Dicho proyecto de ley, por haberlo recibido esta Secretaría en estos últimos días y atendiendo a que ha dado principio ya el año fiscal de 1917 a 1918, así como a la consideración de que la H. Cámara citada deberá conocerlo en tiempo oportuno, no ha podido examinarlo convenientemente, por lo que se permite remitirlo tal como le fué enviado por el C. Gobernador del Distrito Federal.

"Protesto a ustedes las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas. México, julio 3 de 1917.

"El subsecretario Encargado del Despacho.- R. Nieto. (Rúbrica.)

"A los CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados.-Presentes."

El trámite de la Mesa es: "A la Comisión de Presupuestos y Cuenta, e imprímase."

El C. Presidente: Se reanuda la discusión de la fracción XII de la Ley de Ingresos. Tiene la palabra para rectificar hechos y contestar alusiones personales, el diputado Hilario Medina.

El C. Medina Hilario: (Aplausos.) Señores diputados.....

El C. Sáenz, interrumpiendo: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Sáenz, para moción de orden.

El C. Sáenz: Suplico muy respetuosamente a la Mesa se sirva informarme si se me ha considerado inscripto entre los oradores del pro del dictamen, porque tenía la palabra antes el C. Medina.

El C. Presidente: Sí, señor, está usted considerado entre los oradores del pro; pero el señor Medina pidió la palabra para rectificar hechos.

El C. Medina Hilario: En el discurso que pronunció el C. diputado García Vigil esta mañana, se refirió con notoria mala fe a los motivos que hubieran podido guiarme para presentar la moción suspensiva que anoche aprobó en parte esta H. Asamblea, y esas palabras del señor García Vigil, aunque explicadas después, dejaron cierto resabio que a nadie se ocultó, iban directamente a atacar mi reputación. Y cuando oía hablar al señor García Vigil, recordaba palabras muy parecidas de ese periódico de poca circulación, refiriéndose también a la moción suspensiva de ayer. La resolución que tomó ayer la Cámara consistió en tomar en cuenta la moción suspensiva que había presentado yo en unión del compañero Eliseo Céspedes, Eugenio Méndez y algún otro diputado. La resolución tomada por la mayoría no le quita el carácter de resolución de la Cámara misma; de manera que en lo que se refiere a ese periódico, más bien que un ataque a mi persona, autor de esa moción juntamente con otros compañeros, es una insinuación malévola, procaz, vil y canallesca para esta Cámara cuando titula pomposamente: "Hay algo podrido en Dinamarca" y cuando sigue diciendo que la Cámara ha tomado la resolución de aplazar el asunto. Esta resolución de la Cámara, tomada por mayoría, es muy propia para justificarla ante la opinión pública, y si es posible creer en algunos compañeros, ligereza, que uno o dos representantes, yo entre ellos, hemos sido vendidos y corrompidos por el oro y hemos atendido a las sugestiones del poderoso, no es posible creerlo de toda la Cámara, y eso hay que decirlo muy alto, porque no es posible que en la opinión pública pueda seguir penetrando la sospecha de que hay algo podrido en Dinamarca. ¿Qué es Dinamarca? ¿Esta Cámara es Dinamarca? ¿Es algo podrido lo que hay en esta Cámara? Lo niego terminantemente. Y a mi no me importa, no quiero verme en el caso, ni siquiera tratar con dureza al anónimo cronista de ese periódico; pero cuando ese periódico asume, recoge en sus columnas esa crónica, ese periódico es el que dice estas palabras y me refiero a esa prensa y es preciso poner un hasta aquí a esa prensa. Ya el señor García Vigil notaba que el papel infalsificable está asediando a la Cámara. Yo niego también ese hecho y sostengo que si estuviera asediada la Cámara por el papel infalsificable, hay que decirlo muy alto, que los representantes de hoy no son los representantes de los regímenes pasados, porque entonces eran las compañías, las poderosas compañías las que hablaban y votaban en este recinto, porque los representantes parece que individualmente no tenían otra opinión; ahora ya son otros los tiempos y otros los hombres; es dificil comprobar, es imposible comprobar y es vil querer siquiera pensar que algunos de los representantes de la actual Cámara haya podido obedecer a sugestiones de compañías poderosas, de dinero, cualquiera que se la cantidad que se le haya ofrecido. (Aplausos.) Yo aseguro a ustedes, señores representantes, que no me hubiera ocupado absolutamente nada ni de lo que dice ese periódico ni de lo que dijo el señor García Vigil; pero la política nuestra está tan contaminada y somos tan inclinados a buscar esa clase de argumentaciones a falta de buenas razones, que si yo me hubiera quedado en silencio, tal vez se hubiera dicho mañana en el mismo periódico, que el general García Vigil, corroborando las palabras de "Excelsior," había impuesto silencio al diputado Medina. Pues bien, yo protesto terminantemente, no en contra de las insinuaciones del señor García Vigil, sino contra la mala fe que había en ellas, porque al fin y al cabo viene explicándolas en estas frases insinuantes: "que el licenciado Medina había descendido de los lirismos del parnaso a los prosaicos de la

bolsa," y conste que no ha sido mi virtud ni mi honradez que yo quiera poner de relieve ante vosotros, ha sido únicamente mi actitud en este caso, consciente, rectilínea, como he tratado de seguirla en todas las ocasiones en que me he visto obligado a votar y a estudiar, porque no he tenido hasta ahora ninguna tentación; nadie se ha acercado a ofrecerme dinero para comprar mi palabra o mi voto; de manera que independientemente de mis virtudes personales, conste que hasta ahora nadie ha venido, señores diputados, a provocarme. Hecha esta aclaración y puesto que también pedí la palabra para rectificación de hechos, tengo que decir algo de la materia a debate, puesto que voy a rectificar hechos, rogándole al compañero Sáenz me dispense que yo me haya adelantado a su turno, porque las alusiones personales que tenía que contestar son de gravedad.

El señor diputado García Vigil asegura que a ningún economista se le ha ocurrido consignar entre los hechos de la ciencia económica el pago de un impuesto en la forma en que nosotros lo pretendemos hacer. Yo no sé qué autores de economía política habrá consultado el señor diputado García Vigil, que, a juzgar por la especie de olla podrida que esta mañana vino a hacer aquí en tratándose de la bondad del impuesto, de la justicia del impuesto, de las condiciones del impuesto, etc., demostró verdaderamente que no había leído ni por el forro un tratado de economía política; pero a falta de principios de la ciencia economica que rijan a esta materia, tengo dos hechos históricos de gran importancia que presentar a la consideración de ustedes. El primero es el que se refiere a la amortización de los "asignados" emitidos durante la revolución francesa a partir del año de 1789 y que alcanzaron la fantástica suma de cuarenta y cinco mil millones de francos; y el segundo, la manera de cómo la Argentina, allá por los años de 1909 y 1910, salió de su régimen de papel moneda. En ambos casos y entre otras medidas, el Gobierno francés tuvo que apelar a remedios múltiples; entre otras medidas estuvo el pago de un impuesto por medio de los "asignados" en la revolución francesa, emitidos cuando la revolución francesa, y por medio del papel moneda argentino; de manera que aunque no hubiera tratadistas de economía política que sostuvieran este medio de pagar el impuesto, hay dos hechos históricos de gran importancia y a ningún tratadista de economía política se le ha ocurrido censurar este procedimiento a que han apelado los gobiernos. En cuanto a la misma manera de pagar el impuesto, creo que el señor licenciado Acuña agotó la discusión, porque ilustró perfectamente los diversos capítulos de ella. No estoy de acuerdo en la estimación que hace el señor licenciado Acuña sobre el pago del papel al que llama él impuesto: técnicamente no es un impuesto, viene a ser un expediente al que acude el Gobierno para ir amortizando la deuda, y deseaba rectificar un último hecho de la peroración del señor licenciado Acuña; él quiere que se restrinja a la exportación exclusivamente el pago del que él llama impuesto del papel infalsificable y que no se pague en la importación. La importación en estos momentos, señores diputados, es la que ofrece más rendimientos que la exportación; la importación en los actuales momentos puede soportar perfectamente bien el pago adicional de un peso infalsificable, porque todos los artículos de primera necesidad están exceptuados de los derechos de importación; pagan los diferentes derechos de importación ciertos artículos de ropa, y los que, en realidad, vienen a soportar el pago del infalsificable son los artículos de lujo, estos artículos que por su naturaleza pueden soportar perfectamente la adición de un peso infalsificable, sin que el pueblo tenga que sufrir absolutamente nada, porque el pueblo jamás ha acostumbrado ni acostumbrará artículos de lujo; en esta virtud puede perfectamente bien aceptarse el pago adicional en papel infalsificable en la materia de importación; la materia de importación, como he dicho, deja más rendimientos que la materia de exportación y ha sido últimamente aquélla la que ha permitido entrar en las arcas nacionanomista ecles aproximadamente cincuenta millones en papel infalsificable, por lo menos; de tal manera, que a los cuatro años tendremos amortizada la deuda. Estas, a la ligera, CC. diputados, son las observaciones que se me ocurren respecto de la argumentación principal del discurso del ciudadano licenciado Acuña, que, como repito, agotó la materia, porque la trató desde todos los puntos de vista posibles e imaginables. Hechas estas observaciones y la contestción que he dado a las alusiones personales, quédanme por decir tanto al periódico a que me he referido, como al C. García Vigil, que si algo en mi conducta ha significado la sugestión extraña del oro, si algo en mis pasos, en mi actitud, y no sólo de este momento sino en cualquier tiempo ha siginificado para mí la sugestión del oro, yo espero y emplazo para mañana a que ese periódico me diga qué hechos han significado para ello la actitud extraña que dice he asumido por insinuaciones malévolas. He dicho. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el diputado Sáenz.

El C. Sáenz: Señores diputados: Principio por manifestar ante la Representación Nacional y ante todo el pueblo de México, representado por los que están actualmente en las galerías, que no ha sido un ruin fin mercantilista el que me ha impulsado a venir a sostener en parte el dictamen de la Comisión, porque hasta ahora no hay una sola persona que pueda arrojar sobre mis manos el anatema de alguna mancha en la Revolución. Tengo la conciencia firme y tranquila y creo que al venir, no a dilucidar un punto que estoy muy lejos de poder comprender y menos de hacer llegar a la ilustración de vosotros; creo, repito, que solamente vengo a contribuir con mi buena fe de patriota y de ciudadano honrado al venir a hacer algunas aclaraciones sobre el punto a debate. El C. Acuña es el que más acertadamente ha puntualizado la discusión del asunto a debate. Antes de él, habíamos tenido brillantes discursos, piezas oratorias que en otras circunstancias deberían haber merecido toda nuestra atención y todo nuestro respeto; pero practicamente ni los oradores del pro ni los del contra habían puntualizado el punto a discusión. El C. García Vigil esta mañana ha venido a asentar aquí una serie de afirmaciones

que, si aparentemente han tenido un valor serio, examinándolas con la misma serenidad con que deben normarse todos los actos de esta Representación Nacional, desaparecen las principales objeciones que ha hecho. No me detendré a demostrar que el papel infalsificable es una deuda de la Nación, porque está perfectamente en la conciencia de todo el mundo que sí la es. Al efecto, me había provisto de los decretos que instituyeron esta emisión de papel, en los que expresamente se declara que es una deuda interior y para cuya garantía están afectados determinados bienes raíces cuya enumeración contiene el decreto de 5 de abril del año próximo pasado. Así es que sentado este precedente, de que el papel infalsificable constituye una deuda, esa deuda en todo tiempo tendrá que gravitar sobre el Gobierno de la Nación. Por lo tanto, no cabe ni siquiera suponer por un momento que la nulidad del valor del infalsificable pudiera decretarse por Vustra Soberanía, aunque algunos ayer emitieron opiniones semejantes. En general, han sido tres los puntos de vista que se han expuesto ante esta Asamblea; el primero, expuesto brillantemente en el discurso del C. Martínez de Escobar, ayer, sobre la nulificación del valor del papel infalsificable; este punto no está a discusión y no corresponde a la Representación Nacional resolverlo por ahora.

Las dos segundas opiniones consisten, la primera, en que se aplace indefinida o definidamente la resolución del problema del papel infalsificable, y la tercera en que, desde luego, se afronte esta situación y se inicie su resolución por algún procedimiento: el de impuestos. Establecer los impuestos tal y como los ha presentado la Comisión es una forma indirecta de amortización de una deuda nacional; la remisión de esta deuda, tal y como se ha propuesto, quedaría propiamente a cargo del gran capital. El pueblo, en su generalidad, no va a ser afectado por este procedimiento, a no ser que aceptemos el impuesto adicional de infalsificable sobre las importaciones, las que, a pesar de lo expuesto aquí por el licenciado Martínez de Escobar, creo que sí redundan directamente sobre el pueblo y, por lo tanto, soy de opinión que el impuesto adicional quede desde luego excluído de las importaciones, gravando solamente las exportaciones por lo que respecta a los metales y al petróleo. El. C. García Vigil manifestó esta mañana que la Comisión oficiosamente había traído a debate este asunto; no es la Comisión la que oficiosamente ha traído a debate este asunto, es el proyecto del Ejecutivo que nos han enviado a esta Cámara para su estudio, el que establece ese impuesto, que no es un impuesto nuevo, no es un impuesto creado, sino que es un impuesto que está en vigor desde hace dos o tres meses y que hasta ahora, según los informes, ha dado excelentes resultados. El Gobierno, en todo tiempo, tendrá que reconocer el valor de ese papel moneda; para todos es perfectamente conocida la historia, las vicisitudes y toda la serie de escandalosas transacciones que se han llevado a cabo con este motivo, pero fuera de todos está el punto capital de que el infalsificable constituye una deuda, conforme a la ley correspondiente que estableció la emisión del infalsificable y el estos hechos, unos perfectamente comprobados, otros en tela de duda todavía, valor de cada peso infalsificable es de veinte centavos. Luego si nosotros no aprobamos el medio indirecto de amortización, esta deuda, dentro de uno, dentro de dos, quince o veinte años, el Gobierno tendrá que reconocer forzosamente le valor de garantía por cada peso infalsificable. En cambio, aceptando nosotros el impuesto sobre las exportaciones en la forma que la mayoría de la Asamblea está de acuerdo en aceptar, tendremos que el Gobierno ha definido perfectamente su conducta y ha manifestado claramente de qué medios va a disponer para la amortización de la deuda interior en infalsificable. Esta deuda, como antes dije, reportará directamente sobre el gran capital pues que si tratamos por medio de la no aceptación de este impuesto salvar el sinnúmero de transacciones y especulaciones que se han llevado a cabo con el papel, yo creo, señores diputados, que debemos declarar que es demasiado tarde nuestro empeño para evitar esas transacciones y esas especulaciones inmoderadas, porque las especulaciones y las transacciones se han verificado ya en su mayor parte. Los que han tenido inmoderado manejo de fondos de la Nación han consumado ya sus propósitos; de manera que ya son hechos consumados los que se han verificado, y, por lo tanto, es imposible que nosotros podamos remediar los hechos consumados. El papel infalsificable nació viciado, vino viciado desde su iniciación; este es tema perfectamente conocido para todos; pero si nosotros no reconocemos el procedimiento de amortización que el Ejecutivo nos ha propuesto, restringido en la opinión de la Cámara conforme se ha debatido aquí, nos veremos en el siguiente caso: se ha hablado aquí de que el Gobierno está en vías o en posibilidad o con intenciones de conseguir un empréstito. Pues bien, señores diputados, si el Gobierno llegase a obtener un empréstito dentro de seis meses, dentro de un año, dentro de dos años, todos los tenedores del papel infalsificable, en cuanto el Gobierno estuviera en condiciones de satisfacer sus compromisos, se le presentarían, y entonces cada peso infalsificable tendría que ser reconocido por el Gobierno por veinte centavos oro nacional, veinte centavos, porque es un compromiso moral, sagrado, que el Gobierno ha contraído con el pueblo mexicano y con todos los que tengan en su poder papel infalsificable. Se ha puesto como una de las objeciones para aceptar ese impuesto adicional el hecho de que el Gobierno va a redimir su deuda por un valor menor del que significó cuando lo lanzó a la circulación; y bien, señores, ¿Cuánto tiempo tuvo el valor de veinte centavos el billete infalsificable? Ni un solo día siquiera, y no solamente esto, sino que las últimas cantidades de billetes infalsificables lanzadas por por el Gobierno a la circulación representaron, cuando mucho, un valor de dos centavos oro nacional; luego si el Gobierno, por un procedimiento indirecto como se ha propuesto, redime esta deuda, no va a cometer un acto inmoral; inmoral sería que el Gobierno, estando en condiciones para satisfacer los compromisos contraídos y en el caso de que todos los tenedores del papel infalsificable se presentaran a exigirle su cumplimiento, en lugar de reconocer el valor de veinte centavos, le reconociera un precio

menor. Al aceptarlo como impuesto adicional, el Gobierno no hace más que seguir un procedimiento semejante al que siguieron los grandes acaparadores y el comercio inmoral, al no reconocerle ni siquiera el valor que el Gobierno le había garantizado; por esto no veo nada de inmoral en el procedimiento, porque si es cierto que es un procedimiento que a muchos no les satisface por todas las exigencias económicas, también es cierto que el papel infalsificable ha venido en una época completamente anormal, donde los procedimientos eran anormales y las circunstancias del Gobierno eran anormales también. Por otra parte, si nosotros queremos prescindir absolutamente de todo y venir a estudiar en esta ocasión el problema del papel infalsificable con apego estricto a los principios económicos y a los principios de la ciencia, yo creo que estamos colocandos en un punto de vista falso, porque sobre estos principios económicos, si es que no pudieran aplicarse al procedimiento establecido para redimir el papel infalsificable, sobre estos principios, repito, está la conveniencia nacional, están los intereses nacionales, que reclaman que nosotros tomemos alguna determinación, la menos onerosa para la generalidad del pueblo mexicano y que pueda satisfacer con toda dignidad y con toda lealtad los compromisos que el Gobierno revolucionario ha contraído, los cuales son tan sagrados como cualquera otro del actual Gobierno, su puesto que el Gobierno revolucionario, el Gobierno preconstitucional, es el que nos ha proporcionado la oportunidad de venir a discutir hoy, pasada ya la contienda, los grandes problemas nacionales. El ciudadano García Vigil nos decía esta mañana en esta tribuna que la deuda del infalsificable sería de hecho unos ocho o diez millones de pesos. No, señores, yo creo que la deuda del infalsificable es más de cincuenta o sesenta millones de pesos oro nacional, porque, tomando en consideración la cantidad que existe en circulación al tipo legal, al tipo que el Gobierno había reconocido, tipo que no podría desconocer en cualquiera otra circunstancia, indudablemente tendrá que montar a esta considerable suma, que, si para alguna otra nación no es digna de tomarse en consideración por su insignificancia, para nosotros, en las condiciones económicas en que nos encontramos, sí es muy significativa, porque cincuenta o sesenta millones de pesos oro nacional significarían nada menos que salvar la situación financiera y económica del Gobierno actual y consolidar así su funcionamiento normal.

Yo no soy partidario de que el impuesto adicional en infalsificable se haga extensivo a los impuestos, porque esto redundaría directamente sobre el pueblo. El licenciado Medina nos dice que no; pero yo creo, sin que tenga suficientes conocimientos para rebatir su teoría, yo creo, porque está en mi conciencia, y supongo que estará en la de todos los señores representantes, que el impuesto adicional sobre las importaciones, si no gravita sobre el pueblo, sí sería una oportunidad propicia que se les ofrece a todos los comerciantes inmorales para agravar la situación de nuestro pueblo en general, la cual es aflictiva. Así, pues, CC. representantes, sin que yo pretenda haber traído ningunas nuevas luces a la discusión de este asunto, yo vengo a suplicaros que rechacéis el dictamen de la Comisión, porque implica un impuesto adicional sobre importaciones y exportaciones, y yo suplico a ustedes que nos limitemos a aprobar un impuesto adicional en infalsificable sobre las exportaciones, sobre los metales y sobre el petróleo. Así el Gobierno habrá perfectamente definido el procedimiento que va a seguir para amortizar una deuda interior y sagrada y evitaremos que mañana, dentro de dos o cuatro años, tengamos reclamaciones en que el Gobierno tenga que salir al frente reconociendo un gravamen de más importancia y mucho más gravoso e importante que el que tenga actualmente siguiendo el procedimiento. Por otra parte, establecido este procedimiento de amortización, el Gobierno en cualquier momento que tenga una reclamación podrá perfectamente escudarse, manifestando que ya ha dictado las disposiciones convenientes mediante las cuales redimirá la deuda interior del papel infalsificable. (Aplausos y voces: ¡A votar! ¡A votar!)

El C. Secretario López Lira: De conformidad con el artículo 112 del Reglamento, se pregunta a la Asamblea si se considera suficientemente discutido este asunto; los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Está suficientemente discutido. En votación nominal.....

El C. Sáenz: Suplico a la Presidencia tenga la bondad de dividir la votación de las fracciones I y II.

-El mismo C. Secretario: En vista del curso del debate, se va a votar primero la adición, por lo que respecta a la fracción I del artículo 1º, y después se hará una segunda votación para aceptar o no la adición del infalsificable a las exportaciones, es decir, a la fracción II del artículo 1º. (Voces: ¿Cómo dice? ¡Que se lean, que se lean!)

El C. Silva Herrera; Creo que deben votarse juntamente las dos fracciones.... (voces: ¡No, no!) supuesto que se han discutido a la vez. Eso es de ley, es reglamentario.

El C. Secretario López Lira: En votación económica se pregunta a la Asamblea si se hacen dos votaciones. (Voces: ¡Sí! ¡No!) Los que estén por que se hagan dos votaciones, se servirán ponerse de pie.

El C. Zubaran: ¿Con qué derecho se hace esto, si el Reglamento está sobre la Asamblea?

- El mismo C. Secretario: Se va a proceder a contar a las personas que están de pie y a las que están sentadas.

El C. Sáenz: Moción de orden. Con fundamento en el artículo 129, he pedido que la votación de estas dos fracciones se haga por separado; tengo derecho, porque con sólo solicitarlo un solo diputado, se debe proceder en esta forma; ruego a Su Señoría se sirva ordenar se dé lectura al artículo 129, en el cual me apoyo.

El C. Secretario López Lira: Se harán dos votaciones. (Aplausos y voces: ¿Qué se va a votar?)

El C. Secretario Mata: La I.

El C. Secretario López Lira: "I. Derechos de importación con arreglo a la Tarifa contenida en el decreto de 31 de julio de 1916 y sus demás formas, aclaraciones y adiciones, los cuales derechos se causarán conforme a la Ordenanza General de Aduanas Marítimas y Fronterizas, expedida el 12 de junio de 1891, reformada por decretos de 29 de marzo de 1904 y 4 de diciembre de 1908 y sus demás reformas, aclaraciones adiciones."

El C. Zubaran: Pido la palabra para una aclaración. Para que la Mesa se sirva informar si no se ha votado ya la fracción I.

- El mismo C. Secretario: La fracción I ya se votó.

El C. Zubaran: ¿Entonces qué vamos a votar?

- El mismo C. Secretario: La adición a esos impuestos.

El C. Manrique: Moción de orden. Anteayer votamos las fracciones VIII y IX en un solo acto, especificando, cuando divergíamos, diciendo: VIII sí, IX no. (Voces: ¡No, no!) Pido que se haga en ese sentido.

- El mismo C. Secretario: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que ya la Asamblea tomó un acuerdo sobre el particular. (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. Secretario Mata: Se procede a la votación.

(Se efectuó el acto.)

- El mismo C. Secretario: El resultado de la votación es como sigue: Por la afirmativa, 85 votos; por la negativa, 87. (Aplausos estruendosos.) Se suplica a los CC. diputados se sirvan ocupar sus asientos y guardar silencio. Votaron por la afirmativa, los CC. Aguilar Silvestre, Aguirre Crisóforo, Aguirre Escobar, Alejandre, Andrade, Araujo, Arlanzón, Avendaño, Avilés, Barragán Juan, Barragán Martín, Bello, Benítez, Bravo, Breceda, Cano, Cárdenas, Carrillo, Cepeda Medrano, Céspedes, Córdoba Daniel S., Córdova Gabriel J., Cravioto, Cristiani, Dávalos Ornelas, Dávila, Días, González, Domínguez, Dyer, Esparza, Fentanes, Fernández, Gaitán, Gámez, Gárate, García Adolfo G., García de Alba, García Eliseo, García Jonás, García Pablo, Garza Pérez, Gay Baños, Gómez, González, Guajardo, Hernández, Herrera, Lailson Banuet, Leyzaola, Malpica, Márquez, Medina Francisco, Medina Hilario, Meza, Ortega, Ortiz, Otero, Padrés, Paredes Colín, Parra, Pedroza, Pesqueira, Plank,Prieto, Ramírez Genaro, Ramírez Llaca, Rebolledo, Reynoso, Robles Domínguez, Rodríguez Saro, Rojas Dugelay, Rojas Rafael, Rosas, Saucedo J. Concepción, Segovia, Silva Herrera, Silva Jesús, Soto, Suárez, Téllez Escudero, Torre Jesús de la, Torres, Treviño, Uruñuela, Velázquez, Ventura, Villarreal.

El C. González Torres: Falta mi voto por la afirmativa y no aparece allí mi nombre.

El C. de la Barrera: Pido la palabra. Yo voté por la afirmativa y no figura mi nombre.

El C. Ordorica: Yo voté por la afirmativa.

El C. Garza Pérez: Mi voto fué por la negativa.

El C. Secretario Mata: Un momento.

El C. Garza Pérez: Reclamo mi voto que está en pro de la votación, es decir, por la afirmativa, y yo voté por la negativa.

- El mismo C. Secretario Mata: Se suplica a los señores diputados se sirvan - El C. Secretario Mata: "Artículo 129. Todos los proyectos de ley que consten de más de treinta artículos podrán ser discutidos y aprobados por los libros, títulos, capítulos, secciones o párrafos en que los dividieren sus autores o las Comisiones en cargadas de su despacho, siempre que así lo acuerde la Cámara respectiva, a moción de uno o más de sus miembros; pero se votará separadamente cada uno de los artículos o fracciones del artículo o de la sección que esté al debate. si lo pide algún miembro de la Cámara y ésta aprueba la petición.

El C. Zubaran: Pido la palabra, señor Presidente. Eso es antes de ponerse a discusión; pero no después; que se dividan antes de la discusión; de votarse las dos fracciones por separado, debían haberse dividido con anterioridad.

El C. Hay: Pido la palabra para una aclaración. Claro es que basándonos en el Reglamento, se puede exigir que se voten los dos artículos en una sola votación; pero hay algo que está sobre el reglamento, que es el interés nacional. ¿Cómo es posible que nos tomemos la molestia de hacer dos votaciones cuando pudiera haber divergencia en lo que se refiere a los artículos mismos? (Aplausos.) Si hay muchos que estamos de acuerdo con uno y no con otro, ¿Qué vamos a hacer? ¿A rechazar el total o aprobar el total de los dos? ¿No es mejor dividirlos para votarlos por separado?

- El mismo C. Secretario: Se repite la votación Los que crean que deben hacerse dos votaciones, se servirán ponerse de pie.

El C. Secretario Mata: Es notoria la mayoría.

El C. Secretario López Lira: Se harán dos votaciones. (Aplausos y voces: ¿Qué se va a votar?)

El C. Secretario Mata: La I.

El C. Secretario López Lira: "I. Derechos de importación con arreglo a la Tarifa contenida en el decreto de 31 de julio de 1916 y sus demás formas, aclaraciones y adiciones, los cuales derechos se causarán conforme a la Ordenanza General de Aduanas Marítimas y Fronterizas, expedida el 12 de junio de 1981, reformada por decretos de 29 de marzo de 1904 y 4 de diciembre de 1908 y sus demás reformas, aclaraciones y adiciones."

El C. Zubaran: Pido la palabra para una aclaración. Para que la Mesa se sirva informar si no se ha votado ya la fracción I.

- El mismo C. Secretario: La fracción I ya se votó.

El C. Zubaran: ¿Entonces qué vamos a votar?

- El mismo C. Secretario: La adición a esos impuestos.

El C. Manrique: Moción de orden. Anteayer votamos las fracciones VIII y IX en un solo acto, especificando, cuando divergíamos, diciendo: VIII sí IX no. (Voces: ¡No, no!) Pido que se haga en ese sentido.

- El mismo C. Secretario: La Presidencia manifiesta a Su Señoría que ya la Asamblea tomó un acuerdo sobre el partícular. (Voces: ¡A votar, a votar!)

El C. Secretario Mata: Se procede a la votación.

(Se efectuó el acto.)

- El mismo C. Secretario: El resultado de la votación es como sigue: Por la afirmativa, 85 votos; por la negativa, 87. (Aplausos estruendosos.) Se suplica a los CC. diputados se sirvan ocupar sus asientos y guardar silencio. Votaron por la afirmativa, los CC. Aguilar Silvestre, Aguirre Crisóforo, Aguirre Escobar, Alejandre, Andrade, Araujo, Arlanzón, Avendaño, Avilés, Barragán Juan, Barragán Martín, Bello, Benítez, Bravo, Breceda, Cano, Cárdenas, Carrillo, Cepeda Medrano, Céspedes, Córdoba Daniel S., Córdoba Gabriel J., Cravioto, Cristiani, Dávalos, Ornelas, Dávila, Días, González, Domínguez, Dyer, Esparza, Fentanes, Fernández, Gaitán, Gámez, Gárate, García Adolfo G., García de Alba, García Eliseo, García Jonás, García Pablo, Garza Pérez, Gay Baños, Gómez, González, Guajardo, Hernández, Herrera, Lailson Banuet, Leyzoala, Malpica, Márquez, Medina Francisco, Medina Hilario, Meza, Ortega, Ortiz, Otero, Padrés, Paredes Colín, Parra, Pedroza, Pesqueira, Plank, Prieto, Ramírez Genaro, Ramírez Llaca, Rebolledo, Reynoso, Robles Domínguez, Rodríguez Saro, Rojas Dugelay, Rojas Rafael, Rosas, Saucedo J. Concepción, Segovia, Silva Herrera, Silva Jesús, Soto, Suárez, Téllez Escudero, Torre Jesús de la, Torres, Treviño, Uruñuela, Velázquez, Ventura, Villareal.

El C. González Torres: Falta mi voto por la afirmativa y no aparece allí mi nombre.

- El C. de la Barrera: Pido la palabra. Yo voté por la afirmativa y no figura mi nombre.

El C Ordorica: Yo voté por la afirmativa.

El C. Garza Pérez: Mi voto fue por la negativa.

El C. Secretario Mata: Un momento.

El C. Garza Pérez: Reclamo mi voto que está en pro de la votación, es decir, por la afirmativa, y yo voté por la negativa.

- El mismo C. Secretario Mata: Se suplica a los señores diputados se sirvan guardar silencio. La Secretaría hace constar que vinieron las hojas cambiadas y va a proceder a dar lectura a las listas nuevamente, porque una hoja de la negativa, se cambió por la afirmativa. (Voces: ¡Ah, ah, ah, ah!)

El C. Aguirre Colorado: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor Agruirre Colorado.

El C. Aguirre Colorado: En último caso, que se repita la votación.

- E. mismo C. Secretario: Se va a dar lectura nuevamente a la lista de la afirmativa.

El C. Prosecretario Magallón: (Repitió la lectura de la lista de la afirmativa.)

El C. de la Barrera: No figura mi voto en la afirmativa.

El C. Basáñez: Ni el mío..... (Voces. Varios diputados pretenden hacer uso de la palabra, produciéndose una gran confusión.)

El C. Secretario Mata: Votaron por la negativa..... (Voces: ¡Faltan tres votos, faltan tres votos!)

El C. González Marciano: ¿Cuántos votos?

- El mismo C. Secretario: Ochenta y cinco.

El C. González Marciano: Hemos contado ochenta y cinco ..... (Siseos.) Me permito suplicar a la Presidencia.

El C. Medina Hilario, interrumpiendo: Faltan ocho votos más de la afirmativa.

El C. Presidente: La Presidencia..... (Desorden, confusión, campanilla.) La Presidencia manifiesta que se llamó a votación a los CC. diputados que están en el salón o en otras partes; pero una vez efectuada la votación, el Reglamento previene que no se admita ningún voto más. (Aplausos de la izquierda; protestas de la derecha; confusión.)

El C. Garza Pérez: ¡Mi voto por la negativa! Yo he asistido a toda la discusión.

El C. Avilés: ¡Son chanchullos de la Presidencia! (Confusión.)

(Algunos CC. Diputados abandonan el salón).

El C. Hay: Un minuto, señores, escuchen.... (Voces: ¡No, señor, no escuchamos!) (Continúa la confusión y el desorden.)

El C. Zubaran: ¡Vámonos, vámonos!

El C. Medina: ¡Vámonos, señores!.....

El C. Avilés: ¡Son chanchullos de los secretarios!

(La confusión continúa y la Presidencia hace esfuerzos para restablecer el orden, agitando la campanilla.)

El C. Hay: Apelo a la honorabilidad de los señores diputados para que me escuchen un minuto.

(Voces: ¡No, no queremos!) Yo voy a hacer una moción de orden para que en lo futuro y para evitar que se repitan casos como este, en los momentos en que se haya terminado la votación de los señores diputados que estén en los escaños, abajo, que se pregunte por medio de la Secretaría si no falta algún C. diputado por votar, y que, entonces, si no falta ninguno, que se proceda a la votación de la Mesa únicamente, no de los que están arriba, sino solamente de la Mesa. Ya entonces se declara cerrada la votación; si cualquier diputado se encuentra fuera del salón y llega mientras se está dando lectura a la lista, ya no tiene derecho a votar, por que esto causa y provoca dificultades como la presente. Por eso yo apelo al honor de los señores diputados y propondría que en este caso se aceptara la votación de aquellas personas que estaban en el salón, y apelo al honor de los señores diputados para que digan, con honradez, si estaban o no estaban en el salón y que solamente aquellos que estaban en el salón sean los que den su voto. (Voces: ¡No, no, no!) eso es honrado, señores; todo lo demás no es honrado.

(Continúa la confusión y los CC. diputados abandonan sus curules, saliendo algunos de ellos fuera del salón.)

El C. Secretario López Lira: La Presidencia suplica a los señores diputados se sirvan ocupar sus curules. (Voces: ¡Vámonos, vámonos!)

El C. González Torres: Para un hecho, señor Presidente. (Confusión; voces que impiden hablar al orador.)

El C. Zubaran: ¡Vámonos, vámonos!

El C. Presidente: Se levanta la sesión.

El Jefe de la Sección de Taquigrafía,

JOAQUIN Z. VALADEZ.