Legislatura XXVIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19190605 - Número de Diario 33

(L28A1P1eN033F19190605.xml)Núm. Diario:33

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 5 DE JUNIO DE 1919

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO 1. - PERÍODO EXTRAORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 33.

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 5 DE JUNIO DE 1919

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.

2. - Se da cuenta con los asuntos en cartera, concediéndose licencia al C. diputado Schulz y Alvarez.

3. - Continúa la discusión del Proyecto de Ley del Trabajo. Prosigue el debate del artículo 17 reformado. Discutida la fracción XX, es aprobada. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. MORALES FRANCISCO CÉSAR

(Asistencia de 129 ciudadanos diputados.)

El C. Presidente, a las 4.17 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. Prosecretario Aguilar, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día cuatro de junio de mil novecientos diez y nueve. Período extraordinario.

"Presidencia del C. Francisco César Morales.

"En la ciudad de México, a las cuatro y veintidós de la tarde del miércoles cuatro de junio de mil novecientos diez y nueve, con asistencia de ciento veintisiete ciudadanos diputados, según consta en la lista que pasó el C. Prosecretario Morales Sánchez, se abrió la sesión.

"El C. Prosecretario Aguilar leyó el acta de la sesión celebrada el día anterior, que se aprobó sin debate, y dio cuenta con estos documentos:

"Oficio de la Legislatura de Aguascalientes, en que participa haberse enterado de la elección de Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que hizo el Congreso General. - A su expediente.

"Solicitud del C. diputado Morales Sánchez relativa a que se le conceda licencia por diez días, con goce de dietas. Previa dispensa de trámites, se aprobó sin debate.

"Solicitud del C. diputado Saucedo, para que se le conceda licencia por treinta días, con goce de dietas. Asimismo se aprobó sin debate, una vez que se le dispensaron los trámites.

"Dictamen de las Comisiones unidas, 1a. y 2a. de Justicia, que se refiere al Proyecto de Ley de Organización del Ministerio Público Federal y reglamentación de sus funciones, que devolvió el Senado. La Asamblea acordó dispensarle las lecturas, que se imprima y se discuta el primer día hábil.

"Dictamen de la 2a. Comisión de Peticiones, que propone pasen a las Comisiones unidas, de Petróleo, los memoriales enviados por la Cámara Nacional de Comercio de Tampico, la Cámara Industrial de Terratenientes y la Cámara de Comercio, Industria y Agricultura Tampiqueña, y en los que se pide no se tomen en cuenta los Proyectos de Ley del Petróleo, actualmente en estudio, y sí la iniciativa presentada al Constituyente de Querétaro por el actual Presidente de la República. Sin discusión se aprobó.

"Petición del C. diputado Trigo, para que se le conceda licencia por treinta días, con goce de dietas. Con dispensa de trámites y sin discusión, fue aprobada.

"Continuó el debate del Proyecto de Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el Distrito y Territorios de la Federación.

"El artículo 24 fue impugnado por los CC. Ángeles, Arrioja Isunza y Villalobos, y defendido, a nombre de las Comisiones dictaminadoras, por el C. Trejo, quien contestó interpelaciones de los CC. Arrioja Isunza y Angeles; el C. Mariel hizo una aclaración, con motivo de los argumentos expuestos por el C. Villalobos.

"Presidencia del C. Francisco Castellanos Díaz.

"También el C. García Carlos, miembro de las Comisiones, habló en pro del artículo 24, que en seguida se estimó suficientemente discutido y se declaró con lugar a votarlo, resultando aprobado por ciento veintisiete votos de la afirmativa, contra trece de la negativa de los CC. Ángeles, Arrioja Isunza, Casas Alatriste, Castilleja, Espinosa y Elenes, González Galindo, Lanz Galera, Méndez Pánfilo, Toro, Vadillo, Valladares, Vásquez Genaro V. y Villalobos.

"Los artículos 20, 22, 23, 25, 26, 27 y 28, contenidos en el capítulo 11 del título III, que no fueron objetados, se aprobaron por unanimidad de ciento treinta y cuatro votos.

"A debate el capítulo III del título III, habló en contra del artículo 29 el C. Villalobos, y en pro lo hizo el C. Gómez Noriega, quien fue

interrumpido por el C. Amezola para reclamar el quórum. La Secretaría pasó lista, y comprobada la presencia de ciento treinta y siete ciudadanos representantes, continuó y concluyó su peroración el C. Gómez Noriega. El C. García Carlos, a nombre de las Comisiones, solicitó permiso para retirar este capítulo, con objeto de que se reforme, y expuso, a moción del C. Gómez Noriega, las razones que aquéllas tenían para pedir ese permiso. La Asamblea accedió al deseo de las Comisiones.

"Sin que ningún ciudadano hiciese uso de la palabra, se aprobó por unanimidad de ciento treinta y un votos del capítulo IV del título III, compuesto de cuatro secciones.

"Presidencia del C. Francisco César Morales.

"Sin debate fueron asimismo aprobados los capítulos V y VI del título III y el título IV, en esta forma:

"Capítulo V, título III, por unanimidad de ciento treinta y tres votos; capítulo IV del título III, por ciento treinta y un votos de la afirmativa, contra dos de la negativa, de los CC. Espinosa y Elenes y Pastrana Jaimes, y título VI, por unanimidad de ciento veintiséis votos.

"A consideración de la Asamblea el título V, habló en contra del artículo 133 el C. Andrade, quien hizo aclaraciones, así como el C. Trejo, y en seguida impugnó el artículo 139 el C. Fierro; el C. Mena hizo una moción de orden, y aclaraciones el C. Trejo; las Comisiones, por conducto del C. García Carlos, aceptaron las objeciones del C. Fierro respecto del artículo 139, que fue retirado para su reforma, con anuencia de la Asamblea. El C. Andrade retiró las observaciones que hizo en contra del artículo 133, y declarados con lugar a votar todos los artículos del título V, con excepción del 139 que, como se ha dicho, fue retirado por las Comisiones, se procedió a la votación nominal correspondiente. El resultado de ésta fue de ciento diez y seis votos por la afirmativa y ninguno de la negativa; en consecuencia, no había quórum.

"A las siete y cincuenta se levantó la sesión."

¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Aprobada.

El C. Secretario Soto: Se va a dar cuenta con los asuntos en cartera:

"Secretaría de la Cámara de Senadores del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos. - Sección 2a. - Número 21.

"Habiendo sido reformado en esta Cámara el Proyecto de Ley Orgánica del Ministerio Público del Distrito y Territorios Federales, aprobado por esa honorable Cámara Colegisladora, nos honramos en devolver a ustedes el expediente respectivo, en 117 fojas útiles.

"Reiteramos a ustedes las seguridades de nuestra atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas. - México, 4 de junio de 1919. - B. Germán. - Francisco Field Jurado."

La Suprema Corte de Justicia de la Nación manifiesta, por medio de su oficio número 46 - A, fechado el día 3 del presente, que ha quedado enterada de la elección de la Mesa que funcionará en esta honorable Cámara de Diputados durante el presente mes. - A su expediente.

Las Legislaturas de los Estados de Nuevo León y Tlaxcala, manifiestan haber quedado enteradas de la elección de Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. - A su expediente.

Telegrama de "Santa Rosa, Ver., 4 de junio de 1919.

"Presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

"Conciudadanos diputados:

"Obreros organizados Sindicato Santa Rosa, hacen patente indignación, protestando enérgicamente la sistemática oposición a la Ley del Trabajo regirá Distrito Federal y Territorios, intención nulificar diferentes artículos. Dirigida especialmente diputados principio sostenían Ley del Trabajo, recientemente claudicaron.

"Secretario General, Abraham Sarabia. - Secretario del Interior, Luis Navarro." Dése cuenta y archívese.

"El subscripto, diputado propietario en ejercicio, por el 2o. Distrito Electoral del Estado de Oaxaca, ante esa honorable Asamblea atentamente manifiesta: que en virtud de encontrarse enfermo y recluído en sus habitaciones por prescripción médica, motivo por el cual no puede concurrir a las sesiones.

"Solicita respetuosamente de la honorable Representación Nacional se sirva concederle licencia por el término de ocho días, con goce de dietas y dispensa de trámites.

"Protestando lo necesario.

"México, 5 de junio de 1919 - Ingeniero Miguel E. Schulz y Alvarez.

"A los ciudadanos Secretarios de la Cámara de Diputados."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se consulta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa se servirán poner de pie. Concedida.

El C. Secretario Soto: Continúa la discusión de la fracción XX del artículo 17 de la Ley del Trabajo.- Han hablado, en pro, los CC. Reyes Francisco, Bolio Edmundo y Trigo Octavio M.; en contra, los CC. Flores Manuel H., Soto Peimbert y Méndez Benjamín; estando inscriptos, además de los que se han

mencionado, los señores Morales Sánchez, Zavala Dionisio, Pastrana Jaimes, y en contra, Avellaneda Juan de Dios y Martínez del Río.

El C. Presidente: Tiene la palabra, en contra, el C. Avellaneda Juan de Dios.

El C. Avellaneda: Señores diputados: Con objeto de que no se repita en cuanto a mí lo aseverado en esta tribuna por el C. diputado Bolio, respecto a que muchos de nosotros los del contra venimos aquí sin conocimiento de causa y sin antes haber estado en contacto con los obreros, deseo declarar que he sido obrero la mayor parte de mi vida y que he vivido entre los obreros, que he participado de sus trabajos, que he sentido sus dolores, que he lamentado sus angustias y muchas veces he enjugado algunas de sus lágrimas; pero esto me ha dado lugar también a reconocer sus vicios y ser testigo de sus faltas. Para que tampoco se venga aquí a decir que por el simple hecho de atacar esta Ley del Trabajo sea yo un sostenedor del capital, deseo hacer saber a los que tal aseguraren que no es objeto de esta ley el capital que existe en las cajas de los poderosos, ni el capital aplicado a bienes inmuebles, es decir, a edificios o a terrenos; el objeto de esta ley es el capital aplicado a la industria misma, puesto que el dinero es el medio, es el alma de la industria. Tampoco quiero que se venga a decir que yo sea un enemigo del socialismo, soy un socialista y amo el socialismo más allá de lo que es el socialismo, porque no veo en él sino un medio para llegar al fin, un medio para llegar a ese ideal para mi querido, por mí soñado que se llama el anarquismo (Aplausos y risas.) Yo sé perfectamente que estos ojos mortales míos no verán esa época ansiada, cuando hayan desaparecido los gobiernos, cuando hayan desaparecido los ejército, cuando hayan caído los reyes, cuando hayan caído los presidentes, cuando hayan caído los Senadores y las Cámaras de Diputados también. (Aplausos.)

A propósito de la cuestión que se discute, quiero hacer saber que no sólo no estoy de acuerdo con ella en sí, sino con la Ley del Trabajo en general, tanto bajo el punto de vista económico, que es el punto de vista que tiene, que es la única fase que presenta; el único fondo que debía haberse atendido, es el punto de vista económico. Por esa parte no estoy de acuerdo ni estoy de acuerdo en lo general con la Ley del Trabajo atendiendo principalmente al momento histórico por el que atravesamos, y voy a explicarlo. México, señores diputados, ha tenido una oportunidad y está para tener otra oportunidad única por muchos años, con motivo de la guerra europea; cuando estaban en el otro continente luchando los principios democráticos contra tres de las más despóticas dictaduras, entonces nosotros, abdicando de nuestros principios, el Gobierno nuestro debía de haber realizado una política favorable a los aliados. (Siseos.) De esa manera en estos momentos México ocuparía un sitio preferente, un sitio honroso (Siseos.) en el seno de la Liga de las Naciones. (Siseos.) Si esta labor internacional se hubiera desarrollado no fuera hoy juzgado México como un enemigo o como un país despreciable, sino como un país amigo, como un país hermano, como un compañero de lucha y no hubieran recibido los representantes nuestros en Europa los desaires, los desprecios que han recibido y que en ellos los ha recibido México. Esa es la oportunidad que, desgraciadamente, hemos desperdiciado. Dejemos a la historia que lance su fallo inapelable para esos dos culpables de semejantes hechos, para esos dos hombres que gobiernan la República y que se llaman Venustiano Carranza y Manuel Aguirre Berlanga. Ahora, la otra oportunidad se presenta: terminada la guerra europea, las naciones vencedoras que habían abandonado gran parte de sus mercados para dedicar sus potencias a esfuerzos guerreros, tratan ahora y se preparan ardientemente a reconquistar esos mismos mercados, y no sólo a reconquistarlos, sino a avanzar sobre el campo abandonado por Alemania en su derrota. De manera que se prepara la oportunidad trascendental para la vida política y económica de México y precisamente en este momento histórico, en este momento trascendental viene la Cámara de Diputados a presentarnos una ley que no apoya, que no fomenta, ni tiene en cuenta la industria nacional incipiente y niña, sino que la obstrucciona, la debilita y la hiere y puedo asegurar que hasta la mata. Precisamente esas son las dos oportunidades, y he ahí por qué bajo el punto de vista internacional, por qué bajo el punto de vista económico, no estoy de acuerdo, tanto con la fracción que se discute como con la ley en general. Saben ustedes, señores, que el progreso de los pueblos se realiza de dos maneras: precipitadamente por la revolución, permítaseme decirlo (Murmullos)....Permítaseme decirlo, señor mío, precipitadamente por la revolución o paulatinamente por la evolución. Pues bien, la Ley del Trabajo que tenemos a debate no es lo suficiente radical para que inmediatamente produjera la revolución económica, para que de una vez nos enfrentáramos con el problema o nos declaráramos esencialmente socialistas o tuviéramos presente el momento histórico y económico por que atravesamos y, en ese caso, declararnos fomentadores de la industria. Pero, repito, no se trata del capital en sí, sino del dinero aplicado a la industria, a la industria misma. Cuando yo me refiero al capital aplicado a la industria, no me refiero al capital que está en los bolsillos, al que no está empleado en la industria nacional y a todos ustedes les consta que la industria nuestra, aunque algunos de vosotros creyeran que existe, yo les diría que no existe; porque, señores, todos sabemos que cada nación, cada pueblo cuando tiene su industria propia, esa industria es la manifestación de su modo de ser íntimo, es la manifestación de su modo de ser moral, y así vemos públicamente se dice que la maquinaria alemana es perfecta, es acabada, es delicada; en cambio, decimos que la maquinaria americana es burda, pero es fuerte, y así sucesivamente. Nosotros no podemos decir que México haya producido un tipo único en lo que a industrias se refiere. Se me dirá que eso ha sido lo que ha hecho la humanidad siempre, imitar a países o imitar al extranjero, pero de ella han extraído los conocimientos y han formado el tipo de acuerdo con su modo de ser y así han producido los pueblos su propia industria. Nosotros, en mi concepto, no tenemos industria y muchos de vosotros estaréis de acuerdo conmigo en que si la industria existe, esa industria es pequeña, incipiente, embrionaria y como todas las vidas que no son vigorosas, estando débiles todavía, cualquier soplo, cualquier

sacudimiento, el más ligero empuje es suficiente para derribarlas, para aniquilarlas, por eso es que no estoy de acuerdo con la Ley del Trabajo en general. Ahora, viendo directamente a la fracción a debate, yo preguntaría a quienquiera que sea de vosotros, a la Comisión, a cualquiera que gustara contestarme: supongamos un obrero flojo, un obrero que no cumple con su deber, un obrero que es pernicioso a la negociación donde está y que le dice el patrón: "usted debe retirarse de aquí, porque usted perjudica mi negociación", y él le dice: "yo no me voy de aquí, yo estaré aquí, aun contra su voluntad aun en contra de sus intereses y aun en contra de los intereses de la negociación." (Voces: ¿No! ¿No!) Un momento.

El le dirá: "¿por qué puede estar aquí contra mi voluntad y derecho?" - "Sencillamente porque los obreros me han nombrado su representante." (Siseos.) Ahora negad los que negáis. Esto es atentatorio, esto es anticonstitucional; eso sería suficiente y muy suficiente para que yo rechazara la fracción a debate. Si señor; si alguien no está de acuerdo le daré otra pequeña explicación. Vamos a suponer que un obrero se queja con los demás obreros, diciendo: "A mí me echan fuera del taller, fuera de la fábrica; tienen ustedes que hacer algo por mi". Ellos no tomarán en cuenta si es digno o no es digno, si es trabajador o no lo es; no, sino que solamente tendrán en cuenta que es un compañero, acaso un agitador, uno de esos directores y entonces lo nombran su representante, aunque antes no lo haya sido, para imponerlo en aquel taller, en aquella fábrica, nombrándolo representante en ella. Dice la fracción a que me refiero: "Reconocer y aceptar a los representantes..." Preguntaría yo si se entiende aquí por reconocer y aceptar a los representantes tener en cuenta sus observaciones, hacer caso a sus quejas, a sus explicaciones, a sus indicaciones, a lo que ello fuera. Si eso es, que probablemente no podría ser de otra manera, esto es ya una repetición de la fracción XVI, que dice: "Oír las quejas que los trabajadores o sus representantes expongan..."

De tal manera, pues, que este es otro de los motivos porque ataco la fracción a debate. Bien, señores, si pues, bajo el punto de vista de una fracción ya aprobada esto es una repetición, si pues, bajo el punto de vista constitucional esto es atentatorio y anticonstitucional, si bajo el punto de vista del momento histórico en que actuamos, el momento en que debemos los representantes del pueblo o los hombres que tenemos en las manos los destinos patrios, debemos reconocer, debemos ser conscientes del momento histórico en que actuamos y debemos obrar de acuerdo con el momento mismo, afortunadamente, señores diputados, y para pena nuestra deseo hacerlos partícipes de un presentimiento, infundado si ustedes quieren, que tengo y es este: que para menor ridículo de la Cámara de Diputados, probablemente esta ley no será promulgada nunca, nunca, será violada al día siguiente de su promulgación, puesto que no será promulgada, porque esta ley está condenada a ser burlada desde el primer día que esté promulgada, porque sé, señores diputados, que en el Senado de la República hay ya un proyecto del jefe del Ejecutivo; si esto es cierto, natural es que el Ejecutivo - que ya ha sentido cerca de sí las exigencias del obrero y del industrial - esté suficientemente capacitado para formular una ley más cuerda, más en consonancia con los intereses de los industriales y de los obreros. El que ha escuchado las quejas de unos y otros, él que ha estado al tanto de sus intenciones, hasta de sus aberraciones, hasta de sus exigencias, él va a producir una ley un poco mejor del disparate monumental que nosotros estamos produciendo... (Siseos.) Sí, señores. Ahora, señores, teniendo en cuenta que el Senado también es un poco más cuerdo, más experimentado, con menos arrestos juveniles que nosotros, va a estar más en favor de aquella ley, que de la que nosotros produzcamos. Perfectamente, señores, pero vivamos en el momento presente, tengamos en cuenta que la industria nuestra es demasiado niña, demasiado débil, demasiado pequeña para gravarla; además de los gravámenes fiscales, agregarle este sin número de gravámenes que hace, en primer lugar, que tenga al obrero por socio, cuando se trata de las ganancias y por cobrador del salario cuando se trata de las pérdidas; esta ley que obliga al empresario, el industrial pequeño y grande a curar enfermos, a enterrar muertos... (Risas.) Sí, señores; y ojalá se tratara de verdaderos enfermos, pero aquí no he visto en esta ley que se necesite siquiera un certificado médico. ¿Ya me imagino a un obrero que amaneció crudo....(Risas.) sí, señores; que no quiere ir a trabajar y que le manda decir al patrón que se siente un poco mal y que le mande su salario! Ese es el caso práctico. Yo, señores, digo esto porque conozco a los nuestros, porque sé que a los nuestros les gusta hacer "san lunes", porque sé que al entrar al trabajo en lugar de irse directamente al yunque o a lo que sea, el trabajo que desempeñe, se entretiene con los camaradas a platicar absurdos, sandeces, si no es que inmoralidades. Y esos son los obreros que aquí uno de los artículos de esta ley dice que se les pagará desde el momento en que se presenten al trabajo, sin decir que tienen necesidad de trabajar, sin tener en cuenta que el obrero para que tenga derecho al salario y para que la industria obtenga el beneficio de su esfuerzo, se necesita que sea productor. El problema entre los obreros no es que se dicten leyes, que se proteja la holgazanería, que se proteja el vicio; no, señores, el problema nuestro consiste en que el operario nuestro debe competir con el extranjero, debe disputarse el campo industrial con el extranjero y entonces tendremos el productor obrero y entonces elevaremos nuestra industria a un grado envidiable, respetable, a esa industria que no tenemos, a esa industria que si ustedes quieren que tengamos, no me negaréis que está en un estado incipiente, débil y que no podrá soportar ese cúmulo de fardos que se le cargan.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Morales Sánchez.

El C. Morales Sánchez: Honorable Asamblea: uno de los puntos o de las objeciones principales que los que hablaron en contra en la sesión anterior expusieron al referirse a la fracción a debate, es que ataca a la propiedad, porque aquellos representantes de los obreros tendrán que tomar participación en la administración de las fábricas, industrias, etc., así lo expresaron: que atacaba a la

propiedad. Tomando como base lo que hemos visto en la práctica, que los representantes de los obreros en casi todas las fábricas - pues tal vez no haya una donde no hayan sido admitidos -, sólo han tomado participación en aquellos asuntos en que los obreros consideran que se les ha perjudicado en algo y esta participación la han tomado de una manera enteramente pacifica, atenta y decorosa; generalmente al exponer la queja que en grupo pueden hacer todos los obreros, la hace el representante solo ante el industrial o ante el administrador. Así pues, este argumento de que los representantes de los obreros si son reconocidos es aceptar que se lesione el derecho de propiedad de la industria, cae desde luego y en la práctica se ve que los obreros o sus representantes no han tomado nunca participación en lo que se refiere a la administración de la industria. En las industrias establecidas en mi distrito, Monterrey, han sido aceptados los representantes de los obreros, porque han visto los industriales una ventaja de poderse entender con un solo individuo y de poder allanar las dificultades que surjan entre ellos y los obreros, entre los industriales y los obreros, con mayor prontitud, con menos dificultades y con menos pérdida de tiempo. Yo agradecería a los compañeros que tomaran informes respecto al número de industrias que no han aceptado a los representantes de los obreros; casi es seguro que no encontrarán una industria de importancia que haya rechazado esos representantes. Pues si los han aceptado es porque han visto que es por bien de los industriales; si los han aceptado y han establecido ya esa costumbre, yo creo que no se perjudica en nada la legislación al asentar en esta ley obrera este precepto de que sean legalmente aceptados los representantes de los obreros, pues esa representación que ahora se tiene por un acuerdo entre obreros e industriales, ya quedará sancionada por prescripción de la ley. Por lo tanto, suplico a los compañeros que estén de acuerdo conmigo den su voto aprobatorio, porque con esto no hacemos más que sentar como ley una costumbre.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Martínez del Río. (Voces: ¿No está!)

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Mena Ignacio.

El C. Mena Ignacio: Honorable Asamblea: Es mucho en verdad ya lo que se ha dicho sobre un asunto tan sencillo; seguramente que todos estamos de acuerdo en que debe de concederse a los obreros el derecho de ser oídos en sus quejas, cuando quieran exponerlas a sus patronos. Seguramente que en este punto toda la Asamblea está conforme, porque no sería sino sancionar lo que en la práctica es una costumbre; pero en lo que no estamos de acuerdo, y en lo que no podemos estar de acuerdo muchos de nosotros que hemos estudiado verdaderamente la cuestión, es que quiera extenderse esta representación o derecho hasta dentro de los talleres o de las fábricas. Seguramente esto traerá consigo muchísimos inconvenientes que inútil sería enumerar, cuando tan claros y precisos todos los oradores del contra los han expuesto ya; pero como quiera que yo tampoco querría que se desechase en lo absoluto esa fracción, yo me voy a permitir preguntar a la honorable Comisión si estaría de acuerdo en presentarla reformada, suprimiendo esta intervención dentro de las fábricas, y que quede reducida únicamente para fuera de los talleres y que quede así:

"Reconocer y aceptar a los representantes que nombren los trabajadores, para que fuera del taller, fábrica o negociación en que laboran, defiendan sus derechos."

Honorable Comisión: ¿Tiene usted la bondad de decirme si estaría usted dispuesta a retirar la fracción en la forma en que la ha presentado, y presentarla en la otra?

El C. Valadez Ramírez: Pido la palabra para contestar.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Valadez Ramírez, de la Comisión: En contestación a la interpelación que se sirve hacer a la Comisión el C. Mena, me permito manifestar que, por las razones que expondré oportunamente, no puede retirarse esa fracción.

El C. Mena: Muchas gracias. Entonces, ciudadanos diputados, yo creo que es de nuestro deber el hacernos cargo exacto de lo que se quiere que aprobemos en este inciso, y rechazarlo de plano, a reserva de que después, más tarde, cuando sea oportuno, la presentemos, reformándola en el sentido de que solamente se conceda ese derecho fuera del taller.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Zavala Dionisio.

El C. Zavala: Señores diputados: Poco esfuerzo vamos a hacer los que estamos defendiendo esta fracción, para poderles demostrar a los que la han atacado, que no tienen razón de ser esos ataques, no obstante que los representantes de los obreros en estos momentos, y apoyando esta cláusula, defienden los intereses mismos de los industriales. Señores: no sé como se les pueda confundir en tal caso como enemigos acérrimos de la organización capitalista. Muy poco han estudiado esta cláusula los que la han atacado, y muy principalmente los señores abogados, que siempre están con los Códigos en la mano y con los diccionarios para interpretar las cláusulas y las palabras; no han hecho eso los señores abogados que han atacado, porque parece que los abogados son los únicos que se han preocupado por atacar esta cláusula; pero vamos a demostrar prácticamente la utilidad que aporta tanto a los trabajadores como a los industriales, esta cláusula. Antes de todo, me voy a permitir manifestarles que el compañero Flores y varios de los que la han aceptado, confunden, así, a los inspectores del trabajo dentro de los talleres con los representantes de los trabajadores en los talleres. No es igual, señores diputados; los inspectores del trabajo son los que inspeccionan sí están en perfectas condiciones de salubridad los talleres y todo lo que ustedes gusten, lo que no se nombra inspección; un representante de los trabajadores está exclusivamente para subsanar las dificultades que haya, en caso necesario. Ya algunos de los señores diputados han probado ellos mismos aquí, lo que sucede es que no han querido confesar su error; dicen: ¿qué hará un representante dentro de los talleres, si estos señores van a agitar a los obreros para que verifiquen huelgas de continuo? No, señores,

no han comprendido ni a las instituciones obreras, ni a los representantes de los mismos trabajadores. Muchos de los que se asustan con los representantes de los trabajadores, creen en estos momentos que están organizándose especialmente para ir contra todo lo que es tiranía capitalista entre nosotros; ojalá lo pudiéramos hacer de una manera abierta; pero desgraciadamente hay valladares que se oponen para no poderlo hacer. Por esa razón nosotros nos valemos de esta oportunidad para poder legislar, para poder hacer algo para los mismos trabajadores.

Decía el señor Soto Peimbert - y no sé en qué parte podrá haber estudiado el señor Soto Peimbert para poder confundir así al inspector del trabajo con el representante de los trabajadores -, decía; ¿qué van a hacer si tienen que vigilar la administración, ver los libros, ver cómo son las participaciones de las utilidades, y esto tiene que traer un conflicto para las industrias? No, señor Soto Peimbert. está usted muy equivocado, redondamente equivocado; los que van inspeccionar, usted debe saber perfectamente que en el mismo artículo hay unas Juntas Especiales, que cuidarán de la participación de las utilidades; desde luego, usted no está en lo justo. También decía el C. Soto Peimbert que quién pagaría a ese representante, que es una carga para la industria. Yo no sé por qué se ha confundido también el C. Soto Peimbert; yo tengo la plena seguridad de que, en el momento de aceptar a este representante, es seguro que muy poco les importe saber si lo pagan o no lo pagan. Nos confunde también el señor Soto Peimbert diciendo que los representantes de los trabajadores, por su escasa intelectualidad, de continuo y a cada momento estarían verificando esas dificultades, debido a que el representante sería un impulsivo y no podría, de ninguna manera, conciliar aquellos dos intereses en casos de dificultades mayores. No conoce tampoco el funcionamiento de las instituciones obreras el señor Soto Peimbert; ojalá y un día se fuese allá, no nada más el señor Soto Peimbert, sino todos los que no conocen el funcionamiento de una institución obrera, para que sepan, para que vean cómo se llega a un acuerdo, cómo se toman resoluciones de cualquier incidente, por insignificante que sea. Ahí se estudia a fondo, ahí se opina y, por último, lo que se aprueba eso se sostiene; pero eso no quiere decir que las pasiones seguidas por ambiciones muy particulares de cada uno de esos representantes, vayan a exigir, vayan a intentar de momento, así, vayan a intentar de momento una huelga sin previo consentimiento de las mismas instituciones a que pertenecen. El compañero Méndez nos decía también ayer que qué les defienden a los trabajadores fuera del taller, que no tenia caso, que cómo la cláusula decía:

"Reconocer y aceptar a los representantes que nombren los trabajadores, para que dentro o fuera del taller....."

El decía que qué iban a desempeñar los representantes de los trabajadores fuera del taller. Señores, un ejemplo práctico: supongamos que en estos momentos desocupan a tres motoristas; señor Méndez, ese conflicto no se ha suscitado dentro del taller, se ha suscitado fuera del taller; para eso se necesitan los representantes de los trabajadores.

El compañero Avellaneda en estos momentos, nos quería asustar para no aprobar esta cláusula, diciéndonos que el Ejecutivo acaba de presentar un Proyecto de Ley del Trabajo al Senado. Señores; tengo la plena seguridad de que el señor Presidente no piensa como el señor Avellaneda; no creo yo que haya mandado otro Proyecto de Ley, para que unos y otros tuviéramos en estos momentos un conflicto, que quizá sería un conflicto grave, grave, que no se lo imagina ni el mismo compañero Avellaneda. Varios de los señores diputados que atacaron ayer esa misma cláusula, nos decían que se iba a gravar la industria, lo acaba de decir también el compañero Avellaneda. Yo muy atentamente interpelo a los señores que atacaron esta cláusula, para que me especifiquen dónde en esa cláusula, dónde está gravado, así, dónde está gravado el capital, dónde está gravado el industrial, que se dice que tiene que pagar este representante. Señores: si me presentan ustedes esa cláusula en estos momentos, exijo, vamos, así, a mis compañeros de Comisión, que retiren ese artículo; mientras no me la presenten así, tengo la plena seguridad de que hemos triunfado; no tendrán ustedes que decir absolutamente nada. Ahora está demostrado con hechos prácticos, que los representantes de los trabajadores, son necesarios, son forzosamente necesarios, no para lo que se imagina ni para lo que se pueda imaginar el señor del Río. (Risas.)

El C. Martínez del Río, Interrumpiendo: ¡Aquí estoy!

El C. Zavala, continuando: No es para eso, es para esto: Como decía, nosotros los trabajadores en estos momentos con la aprobación de esa cláusula, defendemos a los capitalistas. ¿Por qué razón? Por esta: alguien decía ayer que la intemperancia de algunos trabajadores podría ocasionar conflictos graves en caso de que surgieran unos conflictos verdaderamente insignificantes. Pues bien, señores, confiesan la verdad ellos mismos; si los mismos trabajadores no quieren que ese conflicto insignificante llegue a ser un conflicto verdaderamente grave, no hay más que cuando suceda este conflicto insignificante, los representantes de los trabajadores tengan una inteligencia con los representantes de los industriales para no ahondar más las dificultades. Claro está que el representante de los trabajadores no es el que va a fallar en ese caso, él únicamente toma conocimiento de aquel caso y el día de la sesión a que pertenece o del grupo de obreros de que forma parte, tendrá que rendir un informe del caso que se ha suscitado y entonces no es el representante de los trabajadores el que va a fallar en ese caso, ni el que va a instigar a los trabajadores para que decreten esa huelga; no, es la opinión unánime de los trabajadores en caso de que se resolvieran a ello. Por esta razón, señores, queremos nosotros, los que más o menos estamos en contacto con los trabajadores, no como el compañero Avellaneda, que en este momento ha abdicado de lo que era, porque nada, absolutamente en nada se parece a lo que ha dicho hace unos meses o hace unos cuantos años, no sé en qué época habrá estado dentro de las instituciones de los trabajadores, porque ha revelado un desconocimiento inconmensurable de las necesidades de los trabajadores dentro de una fábrica o dentro de una industria. Pero lo que a mí mucho

más me admira es que los que más conocen, los que más piensan, no tengan la oportunidad, aunque la tienen, pero que no quieren aprovecharla, y vengan aquí a dar sus luces acerca de esto. Claro se ve que los que más saben se han obstinado en atacar esta ley por el interés de que no se apruebe o por el interés de que haya más conflictos, que los podrá haber en caso de esta ley no esté acorde con las necesidades de los trabajadores. El compañero Avellaneda nos decía hace un momento que era una oportunidad para que la industria se pudiera desarrollar. Yo aseguro al compañero Avellaneda que si en estos momentos pudiéramos nosotros los trabajadores decir también que queremos lograr una oportunidad y si de oportunidad a oportunidad iríamos, el compañero Avellaneda se quedaría mucho muy lejos o, cuando menos, tendría mejor que salirse de la Cámara. Así, no hay razón para poder argumentar hasta allá y para poder precisar quién de todos tiene una oportunidad y quién de todos quiere aprovechar esa oportunidad, si los capitalistas, los industriales o los trabajadores mismos. Después de haber tenido épocas de antaño de tanto esfuerzo, yo no sé, compañero Avellaneda, quién de todos pueda querer aprovechar esa oportunidad. Ahora, teniendo aquí en estos momentos dentro de la misma Cámara hombres que conocen, personas que han estado al frente de departamentos donde han palpado las necesidades mismas de los trabajadores, donde han visto los conflictos suscitados entre unos y otros, entre industriales y trabajadores, no se toman esa amabilidad, así, esa amabilidad de venir aquí a exponer sus razones; me refiero exclusivamente, porque lo conozco, al diputado Navarro. El diputado Navarro fue jefe del Departamento del Trabajo en el Estado de San Luis Potosí, por favoritismos o por inteligencia, no lo sé, pero él mismo conoce perfectamente todos los conflictos suscitados en el Estado de San Luis Potosí y lo debía de decir y los diputados de San Luis Potosí deberían venir a hablar aquí en esta tribuna para hacerles ver esos conflictos y si es verdad que lo que nosotros pedimos es justo; pero el compañero Navarro ha callado, el señor Navarro seguirá callando y no sé por qué. Ojalá que yo supiera que hay algunos de los compañeros que hubieran estado al frente de los Departamentos del Trabajo, que son los que más a fondo conocen los conflictos entre trabajadores e industriales; también les pediría de favor, así, les pediría de favor que vinieran a hablar aquí en la tribuna; pero no, señores, todos callan y siguen callando. En fin, la Historia que los juzgue.

El C. Avellaneda: Para una interpelación al orador, si lo permite.

- El C. Zavala; Sí, señor.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Avellaneda.

El C. Avellaneda: Señor Zavala: Entre dos oportunidades, la una de una minoría, o el trabajador, y la otra nacional, social, general, ¿cuál de las dos prefiere usted? (Murmullos.)

El C. Zavala: El compañero Avellaneda confunde erróneamente, así, a los trabajadores mundiales, ya que usted se refiere a este movimiento mundial, con la insignificante cantidad, así, de industriales, en comparación con toda la clase trabajadora mundial.

El C. Martínez del Río: No entendí ni la pregunta ni la respuesta.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. García Vigil.

El C. García Vigil: Ciudadanos diputados: Desde la primera vez que fue presentado a discusión el artículo 17, impugné parcialmente la fracción que bajo otro número es la señalada con el número XX, en el artículo 17 reformado. El hecho es que la Asamblea rechazó en general el artículo 17 y parece que la Comisión interpretó que este rechazo afectaba solamente a otras fracciones, mas no a la que dice que debe reconocerse por los patronos "a los representantes que los trabajadores nombren para que en el interior del taller, fábrica o negociación, defiendan sus intereses."

Sobre este particular yo tengo entendido que la Comisión únicamente ha persistido en su criterio de introducir en la Ley del Trabajo un nuevo principio, pero como no quiero aventurar opiniones, me permito excitar a la Comisión a que tenga la bondad de decirnos con claridad, con franqueza, expositivamente, qué es lo que dice esta fracción; quiero, conforme a mis principios, no aventurar opinión alguna, sino hasta que la Comisión nos diga qué objeto tiene al pretender que los patronos reconozcan, ellos solos, a los representantes que nombren los trabajadores "para que dentro del taller, fábrica o negociación en que laboran, defiendan sus derechos."

Ahora bien, puntualizando, quiero decir que la Comisión nos diga cuáles son esos derechos del trabajador que corren peligro dentro y fuera del taller y que requieren otra intervención distinta de la intervención del Estado para garantizarle sus derechos.

El C. Valadez Ramírez: Pido la palabra. Como entiendo que la fracción XX que se está discutiendo no es un capítulo de la Biblia, de difícil interpretación, suplico a Su Señoría se sirva atenerse exclusivamente a la letra de la fracción, en la inteligencia de que tan luego como usted termine, la Comisión hablará extensamente sobre el particular. (Murmullos.)

El C. García Vigil: Señores: Seré un poco más claro y más preciso. Yo me he formado este concepto por lo que respecta a las relaciones entre los trabajadores y los patronos; que éstos celebran un contrato por medio del cual establecen y reconocen mutuamente obligaciones y derechos; que el contrato es la base de las relaciones entre unos y otros; que entre los trabajadores, lo mismo que entre los patronos, puede darse el caso de grupos o colectividades, o el de individuos solamente; que los derechos de los trabajadores en mucho son idénticos a los derechos de los patronos - quiero decir esto desde el punto de vista general, de derechos, tanto de individuos como de colectividades -, y que considero enteramente absurdo el que no existiendo un tribunal que pueda apreciar a su debido tiempo de la falta que se señala, se quiera establecer únicamente este tribunal con dos partes: las dos partes litigantes, y se quiere llegar a una resolución sobre este caso.

Ahora bien, yo interpreto, por los términos en que está redactado el artículo, es decir, la fracción, que la Comisión anula, en esta parte se

desentiende en absoluto de la intervención del Estado, puesto que quiere que directamente litiguen, ajusten sus cuentas los trabajadores, mediante sus representantes, con los patronos. Como para mí es un absurdo esto, porque para mí subsiste el Estado, quiero que la Comisión diga por qué razón en este punto trata de anular completamente la intervención del Estado, por qué desconoce el fundamento primordial de las sociedades, del establecimiento del Estado; por qué el Estado no interviene en este conflicto; si el Estado interviene desde el conflicto mismo que se puede presentar en una calle por una cuestión policiaca enteramente, hasta lo más trascendental mediante la administración de justicia, ¿por qué en este caso en que se pueden lesionar los derechos de los trabajadores que estén garantizados por el Estado, no por ellos mismos, sino por el Estado, por qué el Estado no interviene, esto es, por qué se pretende que no intervenga el Estado? Yo insisto en que la Comisión tenga a bien decirnos desde luego cuáles son esos derechos. Puedo abrir un paréntesis tan largo como sea necesario con objeto de que la Comisión hable de igual modo, pero es necesario que entendamos primero cuáles son esos derechos de los trabajadores, esos derechos particulares que no garantiza el Estado, porque a mi modo de ver el Estado es el obligado a garantizar todos los derechos de todos los ciudadanos. Pido que la Comisión hable.

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Valadez Ramírez, de la Comisión: He expresado al C. García Vigil que tan luego como termine, la Comisión sostendrá la fracción que está a debate; sin embargo, yo lo podría decir al C. García Vigil, a propósito de su obsecación en que los obreros no tengan representantes dentro de las fábricas, si al Estado compete la aplicación de la ley y la defensa de los intereses sociales, ¿qué objeto tienen entonces, compañero García Vigil, los abogados que representan a la parte civil o que defienden una causa criminal? (Siseos.) Claro, son representantes de intereses sociales. Así, en el caso actual, un representante que designen los obreros para que dentro del taller defienda sus derechos, se entiende que es únicamente para aquellos casos en que realmente esos derechos sean lesionados. Naturalmente que esa representación será dentro de los términos que fije la ley. La fracción XVI del artículo 123 reconoce a los obreros el derecho de coaligarse o de asociarse en defensa de sus intereses formando sindicatos, agrupaciones, etc., ¿Qué objeto tiene ese derecho que les concede la ley, si los obreros están incapacitados para designar representantes en un caso imprevisto o que en un momento dado representen o defiendan, como decimos nosotros en esa fracción, sus derechos? No quiero extenderme más, pero insisto en que oportunamente hablaremos con toda la extensión que el caso requiere, para justificar la existencia de esos representantes, tanto dentro como fuera de las fábricas.

El C. García Vigil, continuando: Ciudadanos representantes: Como habéis visto, la comisión no sólo ha sido impotente para dar una contestación categórica, sino ha cometido un error grave de analogía, queriendo establecer semejanza entre los abogados que litigan en representación de cualquiera de las partes ante un tribunal y estos representantes de los obreros que no litigan ante nadie, sino que establecen, acentúan la lucha entre los patronos y los obreros. El señor Valadez Ramírez - y no quiero decir que toda la Comisión, porque supongo que no todos los miembros de la Comisión piensan de igual modo - quiere equiparar un caso con el otro. Desconoce en lo absoluto que para la impartición de la justicia es indispensable la existencia de tribunales, esto es, los agentes, los impartidores de la misma justicia; que es ante esos agentes, ante los tribunales, ante quienes se litiga y que en el caso de la fracción no existen esos tribunales; que carece en absoluto de uno de los elementos esenciales en la administración de justicia esta fracción; en la administración de justicia deben reconocerse - y se reconoce fundamentalmente - tres elementos: las dos partes que representan los intereses opuestos y la parte señalada a discernir la justicia a cualquiera de ellas, ya sea en su totalidad o en parte a cada uno de esos elementos; pero no es posible que se practique un solo acto de justicia sin la intervención del tribunal, y aquí, por una de tantas aberraciones de la Comisión, en esto que tiene por objeto la adquisición y la administración de la justicia, desaparecer el agente principal, el llamado a administrar la justicia. Por consiguiente esto, tal como está enunciado, es absolutamente absurdo, Señores, desde luego nos encontramos con un caso que va a motivar hondas discusiones después de las que ha motivado ya; de nuevo volveremos a oír de la parte del pro, como un argumento de muchísima fuerza, la acumulación de motivos que informa la ley en beneficio del trabajador para deducir erróneamente de esa acumulación de motivos, los bastantes para justificar lo que no está ni previsto por la ley fundamental, ni menos por la lógica, así la simple lógica mental cuanto la lógica de los hechos. La fracción que se nos presenta bajo el número XX en el artículo 17 reformado, es la enunciación de un principio, no es parte, no es derivación, corolario de un principio fundamental establecido en la Constitución, es un nuevo principio. Para que se vea que es un nuevo principio, es necesario que se tome en cuenta con verdadera acuciosidad el artículo 123 constitucional. El artículo 123, innovando en la legislación, establece por una parte las comisiones especiales del Municipio, por lo que respecta a la significación del salario mínimo y de la repartición de las utilidades y las Juntas de Conciliación y Arbitraje, que tienen por objeto en los casos genéricos de conflicto entre el capital y el trabajo traer a un acuerdo a los dos elementos litigantes y en caso de que este procedimiento llegue a ser inadecuado, infructuoso, entonces se siga el procedimiento de arbitraje, y el procedimiento de arbitraje requiere previamente la aquiescencia de las dos partes para someterse a él. Por lo que respecta a este principio, la misma Constitución da su sanción al caso de que una de las partes no quiera someterse al arbitraje; de modo que la legislación fundamental hasta este punto ha sido lógica. Así es que para los conflictos que puedan presentarse genéricamente entre el capital y el trabajo, está establecido el tribunal y por lo que respecta a estos dos

enunciados capitales de la ley: el salario mínimo y la repartición de utilidades, está establecida también la Comisión que debe señalar el monto, el "quantum" de ese salario mínimo y de esas utilidades, para cada uno de los obreros. Por otra parte, existe no solo la ley del artículo 123, sino toda la legislación civil por lo que respecta a los efectos de un contrato y hay que deducir que en la parte "contractual" debe hallarse perfectamente especificado y comprendido todo el efecto, así en sus prerrogativas, en sus derechos, cuanto en sus obligaciones a cada una de las partes.

De modo que el enunciado de la fracción XX del artículo 17 es un principio enteramente nuevo; que es nuevo salta inmediatamente a la vista, porque establece como una jurisdicción propia al litigar, por parte de los trabajadores, el interior y el exterior de los talleres y las fábricas, esto es, anula en absoluto la intervención del Estado. Aparentemente es de mayor alcance la intervención que se quiere dar a los representantes de los trabajadores en el interior de las fábricas o talleres y, sin embargo, no lo es tanto como la representación que se quiere dar fuera de ellos. Es indudable que si por el hecho de estar laborando bajo un mismo techo durante cierto número de horas al día, pudiera llegar a presentarse un ligero conflicto de apreciación o cosa semejante y pudiera resolverse inmediatamente entre el patrón y el trabajador, es indudable, repito, que cualquier conflicto cualquier derecho lesionado fuera de las fábricas o talleres, compete inalienablemente al Estado; sería absolutamente infructuoso el que se pusieran a litigar fuera, es decir, en el dominio propio de la autoridad pública, tanto los patronos como los trabajadores; esto sería una ociosidad. ¿Entonces por qué este absurdo tan grande, señores? por lo siguiente: la Ley del Trabajo con la que se pretende reglamentar el artículo 123, tiene eunciados nuevos, la teoría socialista comunista está dividida en fracciones, no está enunciada francamente sino en partes y de tal modo que ante la Asamblea puedan pasar desapercibidas y puedan producir, como indudablemente se pretende, la preeminencia política, social y económica del proletariado en un futuro próximo. La fracción que fue rechazada referente a la preferencia que debía darse a los obreros asociados, es una parte de ese principio; la fracción que crea obligación al patrón de abrir créditos temporales a sus trabajadores, es otra parte del mismo principio, y capitalmente la fracción que estamos discutiendo es la que de una vez, definitivamente, quiere establecer sobre el terreno mismo en que actúa el capital con los derechos que tiene con sujeción a las leyes vigentes, la jurisdicción o campo de acción del mismo trabajador. Y para que se vea que no es ni siquiera el socialismo de Estado, porque el socialismo de Estado es tan antiguo como el Estado, sino el comunismo con los caracteres propios que se quieren dar en la actualidad a este movimiento en la nación rusa estableciendo la preeminencia económica, política y social del obrero, es lo que se pretende llevar a cabo en ésta ley. Nosotros hemos visto que en los nueve postulados sobre el trabajo salidos de la Conferencia de Versalles, no se encuentran ni el salario mínimo ni la repartición de las utilidades, y que los mismos cuerpos asociados y los corifeos más significados de los obreros han reconocido como el paso más avanzado en lo que respecta a la legislación obrera, lo que pretende hacer la Liga de las Naciones. Y nosotros no encontramos en esos postulados ni el principio del establecimiento del salario mínimo ni el de la repartición de las utilidades; ni siquiera el de la jornada máxima de ocho horas. (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!) Estimables conciudadanos: Yo quiero que en esto tengamos la percepción clara; en esos postulados no se establece el principio, se recomienda, se recomienda a todos los países la jornada de ocho horas como máximo, lo cual quiere decir que deja un margen todavía; de manera que no se establece como principio, sino que se recomienda únicamente. (Voces: ¡No! Murmullos.) Y voy a decir a ustedes por qué: porque la observación nos ha demostrado que hay industrias en las cuales el trabajo puede requerir únicamente un esfuerzo mínimo de ocho horas y en otras puede permitir un esfuerzo de diez. La estadística nos señala que para los trabajos de minas es indispensable, absolutamente indispensable por las molestias a que están sujetos los trabajadores, establecer como mínimo la jornada de ocho horas; de manera que es para las industrias mineras, por esas condiciones especialísimas de esta industria, por lo que allí sí no puede, sin un aminoramiento progresivo de las energías vitales en el hombre, trabajar éste más de ocho horas; pero para otras industrias que no requieren un esfuerzo físico y que no tienen todos los sentidos del hombre sujetos a una fuerte presión como en las minas, se pueden permitir hasta nueve y diez horas de jornada, sin que sufra el trabajador en proporción a como sufre el trabajador de las minas. Por esto es por lo que se recomienda en los nueve postulados del Consejo de los Tres, de Versalles, la jornada máxima como de ocho horas, pero deja un margen para todas aquellas industrias en las que la estadística, la experiencia demuestra que puede prolongarse hasta nueve o diez. Y, señores, si no fuera así, la razón de Estado, que es la razón capital en la ley, debería no consentir que el trabajador por si solo conviniera, contratara un trabajador que excediera de las ocho horas. Si el trabajador está sujeto a un desgaste de sus energías por un exceso de trabajo, exceso con relación al tipo de ocho horas, la misma ley debería exigir, tanto al trabajador como al patrón, el retiro del trabajo a las ocho horas para todas las industrias. Pero es así que la ley considera que en muchos casos el trabajador puede trabajar extraordinariamente dos o tres horas más; luego lógicamente quiere decir que hay industrias en las cuales el desgaste de las energía física del trabajador puede efectuarse, en relación con el trabajo de minas, hasta en una jornada de diez y aún de once horas. Nosotros sabemos que hay industrias en Francia que tienen hasta el máximo de once horas de trabajo para los obreros. Ahora, señores, puesto que ésta es una verdadera innovación en la ley, puesto que significa un nuevo principio que quiere dilucidarse en la ley reglamentaria, puesto que constituye un atrevimiento por parte de la Comisión y que este atrevimiento es para unos consciente y para otros no lo es, me tengo que referir en términos generales, a los efectos que tiene que producir la enunciación y aceptación de este nuevo principio. Ciudadanos representantes: tarde

a tarde en las discusiones de la Ley del Trabajo estamos divagando unos y otros, porque no hemos venido - como deberíamos - a discutir capítulo por capítulo, artículo por artículo de la ley reglamentaria y que lleváramos al convencimiento a la Asamblea y que esta Asamblea exigiera la sujeción absoluta, por parte de la Comisión, a los postulados del artículo 123; sino que, divagando tendenciosamente, venimos a hacer exposición completa de una y otra tesis general por lo que respecta al socialismo, y por lo que respecta al liberalismo clásico. Yo he visto con sorpresa indecible el efecto del discurso del C. Vadillo, y con mayor sorpresa todavía cómo en determinados momentos el C. Vadillo se ha contradicho, a tal punto, que analizando todos los conceptos emitidos tendría que hacer recortes a ese discurso y considerarse bastante profano todavía para poder tratar con acierto este problema trascendentalísimo; pero no quiero que mi peroración - que quiero que refute el discurso del C. Vadillo - sea interpretada con un espíritu de sectarismo y como tendiente a escatimar los méritos indiscutibles, tanto del C. Vadillo en lo personal, cuanto de su brillantísimo discurso.

Así es que yo quiero sumar mi aplauso sincero a ese discurso del " C. Vadillo, memorable en aquella tarde, y que a su mente fatigada, a su rostro exudado, llegue el aura del aplauso mío, sumado con toda sinceridad al aplauso que recibió de la Asamblea y de las galerías. Y quiero más todavía: quiero no referirme a la indiferencia irónica del C. Vadillo, cuando dijo que nada importaban a él ni mis antecedentes como revolucionario, ni los antecedentes de nadie, sino la tesis que venimos a sustentar; y digo que quiero olvidar esto, porque me ha parecido una verdadera inconsecuencia en el C. Vadillo hacer indiferencia absoluta de eso, en un principio, y ya al final de su discurso venir a tocar de una manera concreta una de mis muchas vanidades. ¿Qué importa, digo yo a la Asamblea y al C. Vadillo, la punta de batista de mi pañuelo sobre la bolsa de pecho? ¿Qué importa esto? ¿Qué importa al C. Vadillo.....?(Campanilla.)

El C. Secretario Soto, interrumpiendo: Habiendo terminado el tiempo reglamentario, (Voces: ¡Ni consultarlo!) en votación económica se consulta si continúa el orador en el uso de la palabra. Concedido.

El C. García Vigil, continuando: ¿Qué, pues, importan al C. Vadillo, lo mismo que a la Asamblea, las vanidades mías y las vanidades de otros? ¿Por acaso yo he pretendido que, conforme a los adelantos de la época, los que acostumbran dormir vestidos, (Risas.) pero que son sumamente afectos al baño de vapor, en vez de dormir vestidos y desnudarse para tomar el baño, mejor se desnudaran para dormir y entraran al baño de vapor vestidos para que se lavaran los nudos enmugrecidos de sus corbatas o las orillas de sus cuellos de celuloide? ¿Por acaso yo he pensado alguna vez sobre estas cosas, sobres estas sutilezas, sobre estas vanidades inherentes a la naturaleza humana? ¿Qué importa, pues, mi vanidad? Nada; lo que nos importa es la tesis que uno y otro venimos sustentando en esta Asamblea y por la cual habrá de decidirse esta misma y no solamente ella, quizá el criterio general de la Nación se orientará al final de esta Ley del Trabajo.

Se quejaba el estimable C. Vadillo de que en mis sucesivas peroraciones hubiera, como él dijo, bordeado el sendero y me hubiese encaminado por otra ruta, desviando constantemente el camino por el cual había indicado que iba a transitar. Se quejaba de que jamás hubiera precisado, desde el punto de vista económico - como lo había ofrecido -, la esencia de esta ley; pero yo no quiero dejar insatisfecho al C. Vadillo y la tesis general que envuelve la Ley del Trabajo, y, mejor. dicho, al artículo 123 constitucional, quiero tratarla desde el punto de vista económico, desde el punto de vista político y desde el punto de vista social. Para esto quiero referirme a errores de apreciación que no vacilo en calificar de calumnioso por parte del C. Vadillo, para lo que es el liberalismo clásico. El liberalismo clásico no es, como se ha pretendido hacer aparecer por algunos oradores del contra, un sistema político, económico y social caído en desuso, rancio, viejo; no, el liberalismo clásico es el número de postulados clásicos del liberalismo, esto es, los postulados de los cuales dimana todo el proceso social a que nosotros asistimos. Hasta los enunciados socialistas, de los cuales se envanece el C. Vadillo, arrancan de los postulados clásicos del liberalismo. Sobre la misma base la igualdad; cuando el liberalismo negó el principio de diferenciación de clases ante la Ley, cuando el liberalismo negó el derecho divino de los reyes, cuando el liberalismo negó el dogma religioso, cuando el liberalismo proclamó el libre examen, la libre discusión, la libertad de asociación, la libertad de imprenta, esto es, cuando el liberalismo enunció los postulados capitales que revolucionaron completamente en el mundo, entonces se estableció la base fundamental del progreso humano.

En los tiempos más remotos, la aparición de cualquier negador de un dogma, traía como consecuencia la erección de un cadalso y el suplicio de aquél; desde Sócrates - primer liberal - ante el dogma de la teología, hasta los últimos mártires de la libertad del pensamiento, todos no han ido haciendo otra cosa que echar las piedras milenarias sobre las cuales debe establecerse el progreso humano. De modo es que el liberalismo clásico no es un sistema político encerrado en moldes estrechos, el liberalismo clásico es en política, en economía y en sociología, como lo es el "Quijote" en literatura, como lo es la Venus de Milo en escultura, como lo es el pórtico del Partenón en aquellas arquitecturas; son los principios fundamentales por medio de los cuales se desarrolla en lo sucesivo todo el progreso en este orden de la inteligencia, en esta actividad humana; de manera es que el liberalismo clásico no es una serie de postulados estrechos que hayan caído en desuso.

El C. Vadillo al venir a esta tribuna y sustentar su tesis, no hace otra cosa más que ejercitar los mismos postulados del liberalismo clásico; ¿cómo es, pues, que el C. Vadillo ha venido con una inatingencia sorprendente, a calumniar al liberalismo clásico? El C. Vadillo ha pretendido confundir, y parece que confunde entre un liberal moderado y un liberal clásico y que hace una excepción por lo que respecta a los liberales radicales; pero todos nosotros sabemos que, en sociología y en política se manifiestan los matices como se manifiestan en otras

muchas actividades del espíritu, las tendencias humanas. Así es que el liberalismo clásico ha sido circunscripto a una serie de postulados que se aceptan por todas las tendencias políticas, sociales y económicas, por que establece la libertad individual preeminentemente, y solamente el liberalismo clásico constriñe, estrecha esta libertad o la reduce por otro individualismo: por individualismo del Estado, únicamente por la razón de Estado. Lo que el C. Vadillo llama hoy socialismo de Estado, es una cosa tan vieja como las sociedades. El socialismo de Estado no entraña más que el principio primordial de la razón de Estado; A lo que el C. Vadillo quiso referirse es industrialismo de Estado, no el socialismo de Estado. Todo Estado es, por su naturaleza propia, socialista; de modo que el C. Vadillo, cuando nos vino a indicar que existía el socialismo de Estado o el comunismo, en lo primero nos dijo una perogrullada. ¿Qué es el servicio militar obligatorio? Un socialismo de Estado. ¿Qué es toda la legislación de un pueblo en la parte que cercena la libertad individual por un interés colectivo? Un socialismo de Estado, esto es, una razón de Estado; pero el C. Vadillo, pretendiendo desconocer el principio liberal clásico de individualismo, ha ido a parar a otro individualismo: el individualismo que establece un Estado con relación a los demás Estados. Así es que, como el proteccionismo en el orden económico ha sido un socialismo de Estado, esto que el C. Vadillo condena como fruto del liberalismo clásico, ha sido no otra cosa que el socialismo de Estado, y ha sido el socialismo de Estado, por lo siguiente: en los sistemas económicos se reconocen dos generalmente: el libre cambio y el proteccionismo. El libre cambio, establecido sobre los mismos postulados de liberalismo clásico, lleva al Estado en determinadas circunstancias a una postración económica; el proteccionismo, que hace desaparecer en este punto el principio capital de liberalismo clásico por lo que respecta al individuo, exalta un nuevo principio: el principio de individualismo del Estado, esto es, el socialismo del Estado.

De manera que el proteccionismo, esto que considera como fruto y crimen del liberalismo clásico, ha sido el más precioso fruto de él, y es por el cual nación por nación de las más prepotentes en el orden económico, ha podido subsistir. El proteccionismo en Inglaterra ha prevalecido sobre el libre cambio, y el proteccionismo en Inglaterra es lo que ha podido dar esa independencia económica y política de que disfruta Inglaterra después de la batalla de Trafalgar; el proteccionismo, ese mismo fruto del liberalismo Clásico por la exaltación del principio suprimiendo el individualismo en las personas y exaltando el individualismo de Estado, es lo que ha dado a los Estados Unidos esa elevación económica de la cual se admira el C. Vadillo. ¿Qué habría sido de los Estados Unidos, país industrial incipiente, ante las industrias europeas, sino hubiera dado tarifas proteccionistas? De manera que esto de que se sorprenda el C. Vadillo, no es motivo de sorpresa para mí, porque solamente siguiendo los postulados del proteccionismo, es como la nación americana ha podido establecer definitivamente su independencia; de otro modo, no habrían sido los industriales americanos, sino los industriales europeos, los que habrían asfixiado a la industria americana y habrían, consiguientemente, ocasionado la postración de esa industria y el venir a menos de toda la clase obrera americana. ¿Cómo es, pues, que esto que para el C. Vadillo y para otros es motivo de censura, para mí y creo que para muchos es motivo de elogio? Por lo siguiente: por que el C. Vadillo queriendo remontarse desde la supresión del individuo, del socialismo más elemental, hasta el socialismo general, absoluto, de la humanidad, se detiene en las fronteras del Estado. ¿Que por qué es esto? Por que no hay Estado alguno que haya principiado por demoler sus fronteras, por abolirlas, porque todavía existe el individualismo de Estado, porque los estados están todavía sobre una base económica, política y social, que no permite hacer esa nivelación universal que pretende el socialismo por medio del obrerismo.

Ciudadanos representantes: desde las telas de Flandes, desde la abolición del sistema feudal, desde la aparición de la máquina, desde entonces, cuando el pequeño industrial - casero, podemos llamar - fue despertando bajo el influjo de la maquinaria moderna, desde entonces se acentuó en todos los Estados el proteccionismo fiscal. Para que el ideal a que se tiende mediante los postulados más absolutos del socialismo pueda llegar a tener efecto, será necesario que una revolución se generalice en todo el orbe y que esta revolución tenga idéntica tendencia en cada uno de los Estados que el individuo haya desaparecido, así, las tendencias personales como las ideas de Patria, de religión, de tradición, de costumbres . Se necesitaría para esto, que un Estado cualquiera aboliese sus fronteras y que su doctrina prevalezca a tal punto, que lleve al Estado colindante a abolir las suyas, y así sucesivamente; pero entre tanto no suceda esto, el principio primordial de la razón de Estado subsistirá; como el fracaso más sonado de este socialismo ideal que se pretende, podemos señalar nosotros el caso de la guerra que está para concluir.

Es verdaderamente sorprendente y me deja perplejo el hecho que señala el C. Vadillo y las deducciones que saca de la preeminencia de Jorge Clemenceau. Si me dijera que estaba presidiendo las conferencias de Versalles el socialista Jaurés, habría una apariencia de razón, ¡pero Clemenceau.....! Y aquí me veo obligado a repetir la frase misma del C. Vadillo: El tigre Clemenceau, el organizador de la victoria, el antipruciano, el demoledor de todos los temores socialistas y de todas las vilezas socialistas de la Francia; (Siseos.) Jorge Clemenceau, el que fue elevado a la categoría de organizador de la victoria, este que todavía está sosteniendo con firmeza los postulados raciales de revancha, la política de la Francia moderna contra Prusia, ¿éste es socialista? Señores, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué es que tanto el C. Vadillo como yo, sostenemos a Jorge Clemenceau como el arquetipo en esta época de esta preeminencia y de este sistema político que cada uno preconizamos? ¿Por qué es así? Por que no ha habido una comprensión completa, porque la base fundamental de toda discusión, las definiciones precisas, nos han faltado. ¿Pero cómo es que Jorge

Clemenceau, Jorge Clemenceau, Ministro de la Guerra; Jorge Clemenceau que inspiró la revancha, que pretendió quitar con sus manos llagadas, secas por la edad, el velo que cubría a la estatua de Estrasburgo en la plaza de la Concordia ? ¿Cómo Jorge Clemenceau puede parangonarse con ese otro Ministro de la Guerra, con León Trotzky, que entretenía pláticas con los enemigos de su Patria y que recibió dinero de ellos? ¿Cómo? (Aplausos.) Si no fuera por ese espíritu racial, tradicional, militarista de la Francia vencida en el 70, y si no hubiera sido por este hombre extraordinario que se llama Jorge Clemenceau, en quien han cristalizado todas las aspiraciones territoriales, políticas y militares gloriosas de la Francia moderna, de la Francia sufrida que estuvo sosteniendo constantemente el ataque de Alemania durante cuarenta años, si no fuera por este espíritu que dista muchísimo de ese otro, de ese otro Ministro de la Guerra, ¿qué sería de la Francia, qué sería del mundo? ¿Cómo, pues se requiere decir aquí que Jorge Clemenceau venga ha ser un socialista, Jorge Clemenceau, ese liberal clásico, clásico, porque sobre los postulados del liberalismo es sobre los que ha construído ese edificio moderno, ese edificio que hoy se eleva más alto que el Arco del Triunfo?

Porque Jorge Clemenceau en las izquierdas, no ha sido el que ha pretendido dar leyes que vulneren la libertad, porque Jorge Clemenceau no ha hecho otra cosa que dirigir todas sus actividades por una línea recta hasta conseguir esa preeminencia del Estado, la preeminencia de Francia; es por lo que está todavía luchando en el tapete de Versalles. De manera que Jorge Clemenceau ni tampoco Lloyd George, pueden parangonarse ni con Lenine ni con Trotzky ni con ninguno de esos que entretuvieron conversaciones con los enemigos, que recibieron dinero de Alemania, que recibieron dinero del militarismo prusiano, que pretendieron anular, que pretenden todavía anular los sentimientos más nobles en el pueblo, los sentimientos de Patria; sí, señores, y esto sí es un crimen. ¿Cómo, pues, ha venido a pretenderse hacer de Jorge Clemenceau un tipo socialista? Jorge Clemenceau, liberal clásico, liberal radical, liberal avanzado; Jorge Clemenceau ha hecho la obra de la Francia; la obra por la cual suspiraba este pueblo desde hace largos años.

Y no hay que fatigar la imaginación ante este espectáculo, por que hay un hecho verdaderamente saliente en la vida de este hombre, que nos viene a indicar con claridad meridiana, en qué campo están luchando unos y otros. Jorge Clemenceau, la víctima de Emilio Cottin, de este socialista, de este fumador del opio moderno del socialismo; este Jorge Clemenceau, víctima de este Emilio Cottin, ¿va a ser el que sostenga estas doctrinas? ¿Cómo puede darse este caso de que para este hombre se haya preparado el arma en manos de uno de sus correligionarios políticos, según piensa el C. Vadillo ? ¿Cómo explicar esto? Indudable es que, tanto por doctrina cuanto por otra cosa cualquiera, están en un campo enteramente distinto Jorge Clemenceau y Carlos Marx, Jorge Clemenceau y Trotzky, Jorge Clemenceau y Lenine.

Ahora bien, señores, el proteccionismo fiscal que señala el C. Vadillo como el crimen más horrendo del liberalismo clásico, no ha sido otra cosa que un socialismo de Estado; el interés de un estadista para que la industria de la nación propia se desarrolle, ha creado el proteccionismo. ¿Cuándo las teorías socialistas serán tan potentes para que anulen la razón de Estado? ¿cuándo, si estamos presenciando que sobre la mesa de Versalles se delimitan las fronteras y no solamente eso, sino que se establece por un acto de sumisión el vasallaje económico de la Prusia militarista? Esto de la nivelación universal es un problema igual a la cuadratura del círculo, igual al de la aparición de una mula, igual al de la preñez del macho. Yo dejo que los CC. Vadillo y Siurob cooperativamente exploren en las probabilidades de cada uno de estos problemas, y que si es posible lo resuelvan. (Risas. Campanilla.) Así, señores, el proteccionismo fiscal no ha tenido, como calumniosamente señala el C. Vadillo, a perpetuar el régimen capitalista; el proteccionismo fiscal no ha sido la tendencia expresada a favorecer una clase; el proteccionismo fiscal no ha tenido en cuenta los beneficios particulares que pudieran redundar en favor de fulano o de zutano; el proteccionismo fiscal ha sido una razón de Estado, ha sido el interés del acrecentamiento de la riqueza en el Estado; por consiguiente, la premisa establecida por el C. Vadillo es improbada. El liberalismo clásico no ha tenido de ninguna manera establecer el régimen capitalista en el orden económico; el liberalismo clásico, al establecer la tarifas proteccionistas, no ha tenido en cuenta otra cosa que el principio primordial de la razón de Estado que es tan antiguo como la primera sociedad que se pueda haber constituído en el mundo, y esta razón de Estado puede ser atacada desde distintos puntos de vista; pero lo que no puede negarse es que existe desde el principio de la humanidad. La asociación de dos hombres ha creado la estipulación de obligaciones mutuas; esta asociación a sido generada siempre ante un peligro cualquiera, ante la presencia de ese peligro; así es que la razón de Estado y uno de sus corolarios: proteccionismo fiscal, tiene su fuerza en el instituto mismo de la conservación del Estado, de la raza, del pueblo de este Estado.

Así es que el proteccionismo fiscal, si puede prestarse a combinaciones bursátiles de cierto orden y en esto resultar vicioso, no es de ninguna manera un crimen del liberalismo clásico, sino mejor una de las cualidades que lo han hecho viable en cada una de las naciones, por lo que cada una de éstas ha podido ir adquiriendo paulatinamente su hegemonía propia y, consiguientemente, emancipándose de la tutela de los países extraños. Nosotros sabemos que la industria europea bastante más avanzada que la industria americana, pudo haber absorbido sin las tarifas proteccionistas a la segunda, y nosotros sabemos cómo las tarifas proteccionistas del sistema del Partido Republicano Americano han sido las que han podido elevar la industria de ese país hasta el punto de ir gradualmente, repito, compitiendo con la industria europea. Y todos los pueblos, como los Estados Unidos, que nacieron a la vida hace más de un siglo, se han visto obligados y se verán obligados a establecer tarifas proteccionistas que graven la industria extraña y que favorezcan la industria propia. Si nosotros pretendiéramos

substraernos a esta ley, sería tanto como entregarnos a las avideces de los demás países, porque no es creíble y ni siquiera se ha enunciado que los demás países vengan a prestarnos su apoyo en el orden industrial, sino que vendrán a absorbernos. Así es, señores, que el proteccionismo en el orden fiscal ha sido una razón de Estado primordial, de orden eminentemente económico y se ha visto que solamente este proteccionismo ha podido dar a Inglaterra, lo mismo que a Francia, lo mismo que a Alemania, lo mismo que a los Estados Unidos, esa independencia que hoy disfrutan y sin la cual es imposible que puedan representar los valores que tienen allá en Versalles, donde están discutiéndose los destinos del mundo. Ahora, señores, el liberalismo clásico en el orden político no ha hecho sino favorecer el desenvolvimiento de la humanidad; sobre los postulados del liberalismo clásico puede erigirse cualquier sistema; la negación de todos los dogmas que es esencial en el liberalismo clásico, facilita la discusión y establece la base de progreso; lo que el liberalismo clásico hace es negar como verdades absolutas las verdades que son el fruto del campo puramente especulativo; el liberalismo clásico mismo, él mismo se sujeta a una discusión continua; el mismo, negando cualquier otro dogma, establece para sí la negación propia, él mismo facilita el procedimiento por medio del cual la humanidad se desarrolle progresivamente y venga perfeccionándose momento a momento. En el orden político, sobre los postulados de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, el liberalismo clásico negó todos los privilegios y el socialismo, en contraposición al liberalismo clásico, trata de establecer un privilegio: el privilegio del obrero. El socialismo, girando siempre en torno de la cuestión industrial y derivándose ésta de la concurrencia del capital y del trabajo, quiere establecer en el orden político y en el orden social una preeminencia de clases y quiere establecer privilegios; es así como nosotros presenciamos el establecimiento de consejos llamados de obreros y soldados con exclusión de cualesquiera otros. ¿Y está aprobada la tesis de que todo progreso dimana de los soldados y los obreros? ¿Puede en sana política entregarse la suerte del Estado en las manos de estos consejos de su doctrina exclusivista, con su doctrina de privilegio? Es indudable que no. ¿Pero por qué es que el proletariado sustenta esta doctrina hasta el punto de hacer de ella un verdadero fanatismo? Por esto: nosotros sabemos que en los principios de la humanidad, ante fenómenos cosmogónicos, etc., los pueblos se consternaban y los atribuían no a causas discernibles, sino a la intervención de la Divinidad; así es como el individuo y las colectividades ante fenómenos inesperados y que los sujetan a un vasallaje y a una opresión, así del espíritu cuanto del cuerpo, se vuelven, no tratando de investigar la causa primordial, no tratando de explicarse el fenómeno, sino que se vuelven fanáticamente ya para condenarlo, ya para adorarlo. Así como el fenómeno de la inequitativa repartición de la riqueza producida por las combinaciones comerciales y bursátiles en general, ha traído un estado para la clase más necesitada, contra el cual se vuelve esta clase en un orden fanático tratando de alcanzar directamente, no por medios indirectos y por un proceso lógico lo que le está vedado mediante una actividad que no podemos negar que sea más inteligente, aunque en algunos casos inmoral. Y yo de ninguna manera cuando ataco esta ley lo puedo hacer porque pretenda que esta ley no se expida, está precisamente en mi interés el que una ley que beneficie a la clase proletaria se expida a la mayor brevedad; pero es indispensable evaluar las contingencias propias de la ley; una ley simple, una ley lógica, una ley sacada directamente de los postulados del artículo 123, no puede bajo ningún punto de vista encontrar oposición en esta Asamblea; es una ley que se expedirá tarde a tarde, en tan corto tiempo, que el proletariado la tendrá para su beneficio dentro de unos dos meses a más tardar; pero una ley que ofrece innovaciones, que trae enunciados nuevos como el que señalo, una ley por el hecho de extralimitarse de los límites señalados por artículo constitucional, no nos puede conducir más que a lo siguiente: a una discusión prolongadísima, a exponerla a contingencias nuevas y que estas contingencias favorezcan el aplazamiento indefinido de la expedición de esta ley o de cualquiera otra que pueda beneficiar al proletariado; así es que yo, porque en muchísimos casos de esta misma Asamblea han surgido leyes que se separan de los principios constitucionales y que no han tenido la sanción o la aquiescencia del Poder Ejecutivo, y yo en estos casos también he señalado el obstáculo insuperable para que esa ley sea como nosotros queremos; así es que cuando yo ataco esta ley no es con el objeto de retardar su expedición, pretendo que se expida a la mayor brevedad, pero es con el objeto de depurarla.

Al C. Vadillo parece bastante satisfactorio el que nosotros demos una ley en la que artículo por artículo la clase trabajadora se encuentre beneficiada; pero que la demos nosotros, la Cámara de Diputados, no importa; no importa que el Senado de la República, que el Cuerpo Legislativo Conservador la guarde en sus archivos durante mucho tiempo; no importa que el Ejecutivo le haga objeciones; no importa, no importa que la picoteen los grajos!; ¿qué, pues, importa? ¿qué es lo que importa? ¿qué es lo que importa, señores? ¿Qué nosotros nos ostentemos aquí como defensores de la clase proletaria, que aseguremos, así como en el año pasado aseguramos, mediante humillaciones ante la Secretaría de Gobernación, nuestra curul en esta Cámara, que la aseguraremos hoy mediante el voto de la clase trabajadora en el año próximo? ¿Lo que pretendemos es hacer ostentación de nuestro partidarismo, de nuestro favoritismo hacia la clase popular? ¿Es éste el fin que nosotros debemos perseguir, o que la clase trabajadora tenga una ley que la beneficie? Así, señores, yo impugno esta ley porque no beneficia la clase trabajadora oír cotidianamente discursos brillantísimos como el del C. Vadillo en la sesión de esta tarde; tampoco la benefician las disquisiciones que establecemos sobre el socialismo de Estado, sobre comunismo o liberalismo clásico, tarde a tarde; de la misma manera no beneficia a la clase trabajadora el criterio que se pueda tener de que la Asamblea Popular, la Cámara de Diputados, sea más radical en sus tendencias, ni que se tenga un concepto despectivo para la Cámara de Senadores o que los grajos picoteen el corazón del C. Vadillo;

no, lo que la clase trabajadora necesita es esa ley; esto sí la beneficia; así es que nosotros, ciñéndonos estrictamente al artículo 123, que es bastante en el orden económico, social y político, tendremos lo necesario para que los anhelos de los trabajadores queden satisfechos. Debo llamar vuestra atención sobre que el artículo 123 trae tres enunciados: el enunciado del salario mínimo, el enunciado de la jornada máxima de ocho horas y el enunciado capitalísimo del reparto de utilidades. Si la clase trabajadora europea se satisface con los postulados del Consejo de los Tres, en los cuales apenas se recomienda la jornada de ocho horas como máxima y que no enuncian ni el principio del salario mínimo, ni el de la repartición de utilidades; si aquella clase trabajadora que ha venido desde más largo tiempo que la nuestra pugnado por adquirir ese bienestar que le es vedado, no por causa de fulano ni de mengano, si no porque la vida tiene todas esas escabrosidades; si la clase trabajadora europea se satisface con esas tendencias, con esas manifestaciones, ¿cómo no va a satisfacerse la nuestra, con la aplicación de los principios del salario mínimo, de la repartición de las utilidades y de la efectividad de la jornada máxima de ocho horas? ¿por qué, pues, querer dar más? Yo llamo la atención de la Asamblea y en particular de la Comisión para que vea que no está beneficiando a la clase trabajadora; podrán ostentarse la Comisión y algunos oradores en particular como decididos partidarios de la clase trabajadora y pudieran en este caso hacer contraste notorio con muchos que recibimos hoy acusaciones de cierto carácter que ni siquiera valen la pena de contestarse; pero de ninguna manera va a quedar satisfecha la clase trabajadora mexicana, porque el señor Valadez Ramírez, por que los CC. Vadillo y Siurob, porque el mismo C. trabajador Pánfilo Méndez, porque el C. Herminio S. Rodríguez y por que el muy estimable señor Gildardo Gómez vengan a predicar la abolición completa del capitalismo, vengan a hacer ostentación de un socialismo incomprensible para ellos y, sobre todo, vengan tarde a tarde a tratar de justificar una actitud, cuando el artículo 123 constitucional es, en punto a legislación obrera, el más avanzado sobre todas las legislaciones del mundo. Así, señores, ¿qué es, pues, lo que quieren tanto la Comisión como algunos oradores? Es indudable que quieren involucrar en los principios del artículo 123 principios absolutos de socialismo; es indudable que quieren alcanzar por un medio indirecto, con estucia imponderable, lo que todavía es objeto de especulaciones y de discusiones en todo el mundo; es indudable que lo que pretenden al dar representación en los talleres y fuera de ellos a los trabajadores mediante obreros mismos, no es otra cosa que el traer a un nivel político, político, a la clase trabajadora y a la capitalista con absoluto desentendimiento del Estado; por eso es que yo me opongo a la aprobación de esta fracción. El Estado es el encargado de velar por los derechos de todos. ¿Hay un solo derecho de la clase trabajadora que no esté estatuído en nuestras leyes o en el contrato mismo con el patrón? No lo hay, si lo hubiera sería indispensable inmediatamente inscribirlo en las leyes y grabarlo en el tratado, es decir, en el contrato; pero es indispensable también que el Estado intervenga en todo; que no sea la clase trabajadora por sí la que se considere vejada en sus derechos y la que sea llamada a aplicarse la justicia que, según ella, merece. Por esto es que el principio que encierra la fracción XX es un principio de verdadera disolución; quizá se entrevé por los sostenedores de esta cláusula la aparición de una nueva revolución; es indudable que así aparece a los ojos de muchos. Se dice: en el momento en que el trabajador tenga sobre el terreno mismo de las fábricas y de los talleres, sobre esto que pertenece al capital, terreno propio de jurisdicción para alegar sus derechos, es indiscutible que esto a la adquisición completa de ese mismo terreno y de la fábrica por ellos mismos, no hay más que un paso; y no se atiende a otra cosa. Ahora, ciudadanos representantes, ¿en el orden social puede responder a las necesidades de un Estado, de una colectividad, el establecimiento de una preeminencia para una sola clase? De ninguna manera. ¿La riqueza pública, las obras de arte, todo lo que es alto florón en la civilización moderna, va a recibir una repartición equitativa? ¿Qué va a ser del oro, qué va a ser de las piedras preciosas, qué va a ser de las sedas? ¿Hay bastante para contentar a todos? ¿No está todo esto en una mínima parte por lo que respecta al bronce, por lo que respecta al algodón, por lo que respecta a todo, para que no sea posible de ninguna manera contestar a todos, sino que forzosamente esta mínima parte tendrá que ir a dar siempre a un mínimo número de poseedores? ¿Cómo, pues, se pretende esta nivelación social; cómo, pues, se pretende esta nivelación económica; cómo se pretende esta preeminencia política? Es una locura; así, yo recuerdo en este instante la expresión de un hombre que ha influido en los destinos de su patria en estos últimos tiempos: Gabriel D'Annunzio dice después de una excogitación prolongada: "He llegado a la comprensión de este axioma en extremo sencillo: el mundo es la representación de la sensibilidad y del pensamiento de pocos hombres superiores que lo han creado, ampliado y exornado en el transcurso del tiempo y que continuarán ampliándolo y exornándolo en el futuro"; y éste es un axioma después de la aparición de los dos primeros hombres sobre la tierra; fue una expresión de sensibilidad y de pensamiento superior la primera choza, la primera arma, la primera vestidura, así sucesivamente ha ido construyéndose el mundo hasta tener hoy las manifestaciones que se presentan a nuestros ojos, y muchas de las cuales nos maravillan.

¿Será posible que este producto de la sensibilidad superior, generado en la diferenciación propio de la naturaleza, será posible que éste venga a ser anulado al punto que se desconozcan por completo las obras de arte, así en arquitectura, como en literatura, como en pintura? ¿Todos los beneficios que la humanidad ha recibido de los seres superiores van a ser anulados? ¿Pueden repartirse la Venus de Milo? ¿Puede repartirse el Moisés de Miguel Angel a la contemplación de los humanos? ¿Puede anularse la acción de todos los inventores? ¿El beneficio de Gutenberg puede a tal punto beneficiar a la Humanidad, que nos ponga en condiciones de nivelarla en absoluto? ¡Verdaderamente es imposible! Así es que las tendencias socialistas enunciadas por el C. Vadillo y por otros, son no

otra cosa que un ideal de clase, un verdadero ideal. Nosotros sabemos que ha sido escrita hace ya varios siglos una obra que se llama "Utopía," en la cual el socialismo de Estado ha sido establecido bajo las bases de la fraternidad; nosotros sabemos también que Platón, en su obra capital: "La República", casi ha tendido a ello, pero sabemos por la experiencia, por los hechos mismos y por la filosofía, que es imposible que nosotros estemos en una condición tal, que debamos bastarnos por esfuerzo propio; por eso es que los pueblos son admirables, cuando ya sea mediante sus individuos más salientes o colectivamente, a grandes saltos y dando codazos, se elevan sobre los que tienen a sus lados. Nosotros sabemos que es inmanente en la naturaleza humana el rendir tributo a las eminencias; que esta diferenciación está establecida por la naturaleza misma: en la tierra, no toda en su extención los frutos son iguales. ¿Y para qué voy a traer argumentos que pueden considerarse ya como callejeros, como que junto al valle está la colina, y más allá de la colina está el lago, y atrás del lago los árboles tropicales y los árboles invernales? Pero es indispensable que nosotros veamos con los ojos de nuestra inteligencia cuál es el espectáculo que se nos presenta y cuál es la ley primordial a la que estamos sujetos y la que tenemos que obedecer. El problema que se presenta en el orden social, económico y político del socialismo, pretende una nivelación universal; sería tanto como el substraer a todos los astros y a todos los planetas de las leyes de la gravitación universal descubiertas por Newton. ¿Por qué si este Universo existe como está, nosotros vamos a pretender una gravitación en la cual las leyes de ésta, los pesos específicos y todo lo del cuadrado de las distancias y la atracción de las masas vengan a anularse en relación con cada uno de los planetas y de los astros; por qué esto? Es, pues, indudable que nosotros debemos obedecer en primer término a las leyes naturales y que el bienestar de la humanidad no está en pretender un imposible, la nivelación universal, la nivelación social, la nivelación económica y la preeminencia política; que no está en esto; que puede venir de lo íntimo de nuestras conciencias una tendencia humanitaria y que, sin embargo de eso, nos sea totalmente imposible. Las doctrinas más morales en el orden humanitario han fracasado; Jesús está santificado; el Nazareno ha sido crucificado; la teoría, la doctrina socialista religiosa de Jesús, a pesar de todo, no ha podido prevalecer sobre el mundo; la teoría del egoísmo subsiste y subsistirá eternamente.

Así, ciudadanos representantes, nosotros en la medida de nuestras posibilidades y por el interés de nuestro Estado, de nuestra patria, debemos siempre ver, no por una sola clase, sino por todas. Yo reconozco que la clase proletaria se halla en un estado de esclavitud económica; yo reconozco que la clase proletaria tiene estos derechos y es una cosa que reconocemos todos; pero de ninguna manera la clase proletaria y toda la doctrina socialista nos garantizan la desaparición de los ladrones, la desaparición de los egoístas, la desaparición de los amorales; cuando la doctrina socialista haga una selección tal que venga a anular todos los morbos que tiene la Humanidad y nos presente entidades idénticas en lo que respecta a su moralidad, a su intelectualidad y a su físico, entonces nosotros podremos plantear en serio el problema del socialismo, el problema del comunismo, antes no. Así, señores, yo me opongo a la fracción XX, porque envuelve un principio de disolución en el orden social, porque excluye al Estado de aquello que legítimamente, ordinariamente le pertenece: su intervención directa en los conflictos que se susciten entre dos o más ciudadanos. ¡Por eso es por lo que impugno la fracción XX! (Aplauso. )

El C. Vadillo: Pido la palabra en pro.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Pánfilo Méndez, miembro de la Comisión. (Voces: ¡qué hable Vadillo!)

El C. Méndez Pánfilo: Hablaré como miembro de la Comisión, y luego tiene el uso de la palabra en pro el C. Vadillo. Yo voy a ser concreto y a hacer las aclaraciones respecto al criterio que tuvimos para sostener esta fracción, no obstante que, en lo general, había sido rechazado el artículo 17.

Los del contra, verdaderamente han formado una tempestad en un vaso de agua, pues le dan a la fracción XX una importancia que verdaderamente no tiene. El señor diputados García Vigil cree que, concediéndoles el derecho a los trabajadores, de nombrar representantes en el interior de las fábricas y talleres, se excluye la acción del Estado, puesto que todos los asuntos que debería de ser tratados por las Juntas de Conciliación o por los inspectores de trabajo, o, en fin, por otras autoridades, tendrían que ser resueltos por los representantes dentro de las fábricas; ese no fue el criterio de la Comisión; tan no fue, que más adelante, en el artículo 166 del mismo Proyecto de Ley, existe una fracción que dice, tratándose de la formación de los reglamentos interiores, de la misma manera que ya se establece en uno de los artículos que tenemos aprobados, que la formación de esos reglamentos se hará por dos personas nombradas por los trabajadores y de dos personas nombradas por los patronos; así es que esos reglamentos serán hechos completamente de acuerdo entre patronos y trabajadores. Entre las bases a que proponemos se sujeten las Comisiones, figuran las siguientes:

"III. Expresar los nombres de los individuos que representen al patrón, a sus intereses en la dirección y vigilancia del trabajo;

"IV. Expresar los nombres de los individuos que representen los intereses del trabajador en el interior del taller, fábrica o negociación;

"V. Expresar las atribuciones y deberes del personal de dirección y vigilancia;

"VI. Expresar las atribuciones y deberes de los representantes y trabajadores"

. Así es que las atribuciones de los representantes de los trabajadores que proponemos, forzosamente tienen que estar consignadas en el reglamento interior, y como este reglamento tiene que ser formado de acuerdo con los representantes de patronos y trabajadores, claro está que se especificarán que atribuciones tendrán los trabajadores y que todas ellas han de ser de carácter preventivo. Ahora, dice el señor diputado García Vigil que este es un principio completamente nuevo que la Comisión trata de establecer. Esto tampoco es cierto, pues desde mucho antes de que existiera la

actual Constitución, es decir, mucho antes de la Revolución, esta manera de representarse los trabajadores en el interior de las fábricas ha existido, y ha existido casi no a iniciativa de los trabajadores, sino a petición de los patronos.

En una fábrica o en algún taller surge algún descontento entre el personal de los empleados u operarios y al patrón le es completamente imposible preguntar a cada uno de todo el personal cuál es el origen del descontento, y forzosamente les manda decir por conducto de algún alto empleado, que aquellos trabajadores de aquel personal nombren un representante para que vaya a él a exponerle las razones que tengan por el descontento, porque no es posible, y así lo han entendido los patrones, que todo el personal en masa se le presentara y todo el personal a un mismo tiempo hablara y a un mismo tiempo le expusiera sus quejas; así es que por ellos los patrones han sido los que han iniciado verdaderamente esta representación, ellos son los que con mucha anterioridad han dicho a los trabajadores:

"Para que te hagas oír ante mí, nombra representantes." Nosotros no decimos que eso representantes deben ser forzosamente los miembros de un sindicato o que deben ser la Mesa Directiva de una asociación, decimos: los nombrados por los trabajadores, ya que éstos sean asociados o no lo sean, ya que sean sindicados o sean de otra clase de organización, la cuestión es que tengan los trabajadores un representante interior para hacer oír todas sus quejas, y esto no es nuevo, no es una idea de la Comisión, sino que es una idea completamente vieja e iniciada por los mismos patrones. Otra de las razones que expone el señor diputado García Vigil es que queremos salpicar la ley de comunismo. Verdaderamente no es la Comisión la que quiere empapar este trabajo de comunismo; son los del contra precisamente los que tratan de envenenar los principios que se consignan, porque la labor en estos momentos de anarquismo, de comunismo, de lo más radical que quisiéramos propagar, no consistiría precisamente en pedir garantías y maneras de hacerse oír para los trabajadores, puesto que proporcionándoles esos medios de hacerse oír y de hacerse respetar, cuando más se vuelven conservadores, porque ven sus necesidades mejor atendidas, y así, lejos de pensar en ideas extremas, piensan en la conservación. Por otra parte, siguiendo los consejos del C. García Vigil, de excluir muchas necesidades del trabajador, si en lugar de establecer esa representación tan necesaria más que para los obreros para el patrón, prohibiéramos, como entiendo que son sus intenciones, que los trabajadores se asociaran y tuvieran representación, entonces eso sí sería hacer trabajo anarquista, porque, sencillamente, fomentábamos, acrecentábamos el odio ya bastante grande que existe entre los trabajadores. Así es que queda completamente explicado que nos hemos basado, no en dar un principio anarquista, como mal se lo supone el C. diputado García Vigil, sino correspondiendo a una necesidad que, si bien es cierto que en algo toca a los trabajadores que pueden aprovechar la representación dentro de las fábricas, más que la necesidad de los trabajadores, ha sido de mucho tiempo atrás de los patronos.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Pastrana Jaimes.

El C. Pastrana Jaimes: cedo mi turno al C. Vadillo.

El C. Presidente: El C. Pastrana Jaimes ha concedido su turno al C. Vadillo. Por lo tanto, tiene la palabra el C. Vadillo.

El C. Vadillo: Señores diputados: La fracción XX del artículo que tenemos a discusión ya ha mucho tiempo en esta Asamblea, impone a los patrones de las fábricas la obligación de reconocer y aceptar a los representantes que nombren los trabajadores, para que, dentro o fuera del taller, fábrica o negociación en que laboren, defiendan sus derechos. Estos representantes a quienes la ley les va a dar cierto carácter oficial, pueden tener en el ejercicio de sus funciones de representantes, dos caracteres que desde luego son fáciles de distinguir: primero, el de ser especie de portavoces de derechos previamente reconocidos por la ley, el de ser la voz primera que se escuche individualizada en un solo sujeto y en representación de toda la colectividad; en segundo lugar, pudieran ser representantes con facultades de índole tal, que sus resoluciones, sus gestiones, sus determinaciones, sus actitudes dentro de la fábrica fuesen después elementos jurídicos en la discusión de los derechos que naciesen de los conflictos entre el capitalista y el trabajador. Se trata de saber si la ley tiene por pensamiento íntimo una u otra representación; el C. García Vigil parece inclinarse a esta última, pero la ley no dice esta última; la ley establece como una necesidad de relación entre la colectividad de obreros y la unidad que representa la negociación, el que haya unos individuos intermediarios para que realicen funciones previas que servirán o no servirán para discusiones de índole jurídica, pero no habla de la ley de que estas representaciones de los obreros sean elementos jurídicos de forzosa aceptación en lo sucesivo, es decir, la ley única y exclusivamente señala una necesidad de hecho, una necesidad en las relaciones que se ven todos los días entre patronos y obreros, y nada más. El caso sería semejante, ciudadanos representantes, puesto que es tan claro y tan manifiesto, a que viniese a objetarse en la ley que discutimos acerca de los Tribunales del Orden Común, el que no figurando en la Constitución ni en ninguna ley sustantiva el hecho de que los Presidentes Municipales de México tengan facultades de nombrar a cuatro o cinco Jueces, se viniera a objetar, digo, que puesto que la Constitución no señala ese caso, sería introducir un principio nuevo en la Constitución. No, señores, sino que este recurso que ahora señala la ley, de representantes obreros sin significación, jurídica y expresa para la resolución de los conflictos en sí mismos, única y exclusivamente - como ya lo he dicho - señala una necesidad de relaciones forzosas e imprescindibles, puesto que entre dos términos del conflicto, obrero y patrón, forzosamente debe de mediar un término que sea aquel que pone en relación sea a favor de unos, sea a favor de otros, estos dos términos contrapuestos. Me parece, ciudadanos representantes, que tan ocioso resulta insistir acerca de la inteligencia de este inciso de la fracción que examinamos, que todos los ciudadanos representantes están convencidos de ello, y precisamente a eso atribuyo el que hayan prestado en general a la disquisición importante del C. García Vigil, menos atención de la que generalmente

este ciudadano representante logra de esta honorable Asamblea. La lógica del debate, en el supuesto de que vengo a hablar en defensa de la ley después de que ha hablado en contra de ella el C. García Vigil, la lógica del debate me llevaría a hacer algunas rectificaciones a las opiniones de índole general que el C. García Vigil, al margen de la ley, ha expuesto ante vuestra honorabilidad. La verdad es, ciudadanos representantes, que esta discusión especulativa de principios generales al margen de la Ley del Trabajo, solamente puede justificarse en un sentido: en el sentido de que al discutirse la ley en lo general, esta Asamblea resolvió ser demasiado parca en discusiones de esta clase, de esta naturaleza; únicamente así podemos justificar ante el público el que nos tomemos algunos minutos, algunos de los que tomamos parte en esta discusión, para justificar desde un punto de vista o desde otro punto de vista la ley substantiva contenida en el artículo 123; pero yo veo en el ánimo de la Asamblea que va siendo demasiado, que ya va siendo ociosa, que ya va siendo fatigosa la exposición de doctrinas de índole general. Este vino un poco rancio de discusiones teóricas, ya ha hartado a la Asamblea y yo me propongo en estos momentos ser demasiado medido para no abusar de la atención de la Asamblea que ha distinguido en otras ocasiones con su favorable atención.

Todavía encontramos al C. García Vigil huyendo el punto preciso, el punto único a que se prestaría el artículo 123 en su reglamentación correspondiente: a una discusión de índole general económica. Hemos dicho y repito que solamente razones de naturaleza subjetiva, de naturaleza moral, de índole si se quiere sociológica, pero no de índole económica pura, son las razones que ha traído el C. García Vigil en la tribuna siempre que impugna el artículo 123. El pensamiento económico, industrial - económico de la Ley del Trabajo, que nosotros tenemos en nuestras manos en la actualidad, es el que voy a permitir exponer brevemente a la consideración de esta Asamblea y alrededor del cual emplazo al C. García Vigil para que, si le parece, hagamos una disquisición que sea verdaderamente útil para la orientación - si es que orientación necesita - de esta honorable Asamblea. El pensamiento económico puro que señala el artículo 123 en cuanto a la actuación del capital industrial en México y en los territorios de la Baja California y de Quintana Roo, comprende estos tres elementos: primero, la ley quiere que en lo sucesivo en el Distrito Federal y en los territorios de la Baja California y de Quintana Roo, el capital industrial obtenga ganancias brutas menores que las que a obtenido hasta la fecha; segundo, que, consiguientemente a este postulado, el trabajo del obrero suba en precio, y tercero, que en lo sucesivo las relaciones del patrón y del obrero estén señaladas por una ley a base de mayor equidad en cuanto a las relaciones personales del que trabaja a favor de otro.

Dentro de esos términos estrechos, absolutos y puros, pudiéramos nosotros o defender o atacar los principios de la Ley General y los principios de la Ley Reglamentaria que tenemos entre manos. ¿Es o no justo, ciudadanos representantes, que en México el capital industrial rebaje sus ganancias a un límite menor que las ha obtenido hasta la fecha? ¿Es justo, es equitativo, es razonable, es costeable para el capital, que en lo sucesivo el trabajo del obrero suba de precio en el mercado del trabajo en este país? ¿Es o no justo que en lo sucesivo las relaciones puramente personales, no las relaciones estrictamente económicas, sino personales del trabajador y del patrón estén señaladas por la intervención del Estado por medio de una ley; o no es justo, o no es equitativo, o no es llegada la hora, o el País no ha llegado a la madurez necesaria en cuanto a su acervo industrial, en cuanto a su elemento trabajador para que el Estado, en cumplimiento de una de sus funciones reconocidas por todo el mundo, venga a señalar las relaciones de unos y de otros? He ahí, señores diputados, los puntos expresamente señalados por la ley para una discusión lógica y que no sea ociosa dentro del terreno de la discusión. Yo afirmo al C. García Vigil y a los ciudadanos oradores del contra, que sí es llegado el tiempo, que sí es justo, que sí es necesaria la intervención de la mano del Estado en la protección del trabajador, sin mermar en modo excesivo las ganancias del industrial. Yo defiendo la necesidad de que el Estado venga a reglamentar por medio de una ley amplísima que descienda a detalles, que casi parezca reglamento de taller, venga a recoger como en una compilación moral todas las leyes que ya son cosa juzgada, todas las leyes admitidas en el mundo industrial moderno en cuanto a las relaciones del patrón y del trabajador. Digo estas cosas, ciudadanos representantes, porque es verdaderamente incomprensible que un mismo ciudadano orador del contra, en un artículo que está fundado en un principio económico idéntico, venga defender ese artículo, y que ese mismo orador, tratándose de otro artículo que cabalga - valga la expresión - sobre un principio económico idéntico al anterior, venga, sin embargo, a opinar en contra de este mismo artículo. A este género de inconsciencia es al que yo me refiero, ciudadanos diputados, cuando comprendo que no hemos llegado entonces a la percepción clara del principio económico que inspira esta ley y que no llegamos a las ramificaciones naturales y extremas de ese mismo principio, cuando lo vemos expresado en un artículo de detalle de esta misma ley que estamos discutiendo. Si fuera oportuno, haría ante la representación Nacional una síntesis de todos los artículos de la Ley Reglamentaria que examinamos, que son relativos a la defensa del trabajador, del obrero, en el sentido de hacer valer este mismo trabajo; de todos aquellos artículos que, por otra parte, señalan la obligación del patrón de tener en lo sucesivo un trato personal o una serie de relaciones personales con el obrero, pero que todas tiendan a proteger la personalidad humana representada por el obrero. Creo que no es llegado el caso; simplemente indico que no hay en el examen que yo he hecho de la ley, que no resulta otra cosa si no estas tres líneas de actividad, estos tres pensamientos principales que se van desarrollando poco a poco en artículos esenciales o en artículos de detalle de la ley que estamos examinando y deberé concretarme, como he dicho al principio, a defender la fracción que tenemos a debate, en el sentido de

reconocer que no trata aquí la fracción ésta de otra cosa sino de garantizar derechos previamente establecidos por la misma ley y de buscar la personalidad que se da al obrero, para que éste sea en parte el portavoz de esos mismos derechos ya admitidos, ya establecidos.

Si el artículo 123, señores representantes, señala que la jornada máxima debe de ser de tantas horas; si el artículo 123 señala el salario mínimo, si señala el artículo 123 la necesidad de la participación en las utilidades, y si por sólo este último capítulo hace del obrero un verdadero asociado del capital, claro está que aunque en las proposiciones del artículo 123 no se señala el derecho que tienen los obreros para nombrar sus representantes, no representantes jurídicos, no representantes ante tribunales, sino representantes morales de sus propios intereses, claro está, digo, que las comisiones están en su papel, en un papel lógico de absoluta necesidad, y no solamente lógico, para establecer estos intermediarios entre las relaciones de dos extremos que habrán de verse en conflictos frecuentes.

Pero no quiero dejar pasar, ciudadanos representantes, el hecho harto significativo para el éxito de la ley que estamos discutiendo, que el C. García Vigil, en su largo y profundo discurso haya incurrido en una serie de contradicciones. A la vez que profundo su discurso, haya sido confuso, y tal parece que la elaboración de él y en su exposición ha llevado, aparte de la mira natural de venir a defender su tesis, la mira incidental de atacar a aquellos individuos que han sostenido las teorías contrarias. Yo, por mí parte, afirmo, y sois vosotros todos testigos de esta verdad, que siempre que vengo a defender una opinión pongo a salvo la personalidad del individuo, porque por una razón de lógica, en el debate nunca quiero mezclar la personalidad con la tesis que defiende esa personalidad. Y si, pues, ahora el C. García Vigil, fajándose estrechamente la espada de Artagnan sube a la tribuna; si hoy a puesto un poco de veneno en sus aljabas y no ha disparado a diestra y siniestra las flechas de su oculto rencor, es necesario, ciudadanos diputados, que pongamos de una vez sobre este particular los puntos sobre la íes. El capital industrial de México y en todo el mundo, no por culpa directa de sistemas políticos que han triunfado y que van en decadencia, sino por una razón incidental de estos mismos sistemas políticos y sociales, el capital industrial lo hamos dicho, goza en nuestro país de grandes privilegios. El valor del trabajo es el mínimum de la utilidad y el máximum de ella queda en manos de los industriales.

Este fenómeno ocurre en todo el mundo y si es conexo en todas partes con el régimen, con la preponderancia del régimen liberal clásico, llamado liberal clásico, tenemos nosotros derecho a atribuirle una culpabilidad a ese régimen. Dos fenómenos que son siempre conexos, forzosamente son solidarios en cuanto a sus consecuencias; luego si el liberalismo clásico ha tenido como un auxiliar y como un concomitante en todos los países del mundo la preponderancia de un sistema industrial como el moderno, que atropella los justos derechos de la dignidad humana del obrero, los justos derechos a la utilidad, nosotros tenemos siempre el derecho en buena lógica, de atribuir a esos sistemas ese defecto en la equitativa o desequitativamente distribución de la riqueza pública que emana del ejercito industrial. Esa es la tesis que ha sostenido en contra del sistema liberal clásico que ha predominado en el mundo. Por lo demás, el C. García Vigil desconoce o parece desconocer que los fenómenos en la historia, que son de tal manera importantes que uno y otro han llenado a la humanidad, al venir yuxtapuestos no pueden ser contradictorios jamás. La historia de la Humanidad es la historia eminentemente evolutiva; una etapa sigue a otra etapa; una idea domina en el Universo y bajo esa idea viene siempre una idea que la corrige, pero nunca una idea que la contraríe. La historia de la Humanidad es por eso eminentemente evolutiva, es la sucesión del fenómeno; luego si el liberalismo clásico ha marchado del brazo de los sistemas socialistas que el mismo C. García Vigil reconoce y del cual fenómeno o de la coexistencia de estos dos fenómenos él mismo da testimonio, esto nos está probando, ciudadanos diputados, que el socialismo en su aplicación al orden económico, no es sino una continuación del sistema liberal clásico, en cuanto este sistema tiene de verdades especulativas, de verdades íntimas y no en cuanto a los vicios de su aplicación. El liberalismo ha triunfado en el planeta, ha llevado durante un siglo regímenes de gobierno a todos los países, ha desplazado toda su energía y ha llenado el ambiente de todas las actividades humanas en las sociedades; ha llevado a sus hombres, ha creado a sus héroes, ha creado sus leyes, ha establecido su poder en toda la amplitud de la palabra; pero debajo de él se han creado vicios que un sistema más radical de rectificación, de comprobación y en ciertos casos de acusación, ha venido a señalarle los defectos de ese régimen triunfante. Vosotros sabéis que es una verdad inmensa en sociología que todo triunfo es una crisis y especialmente para las ideas generales esto es una absoluta verdad; luego el triunfo del liberalismo clásico, aplicado al orden económico, ha sido también una crisis suprema, una crisis que ha sido acompañada de violencias, de injusticias, de falta de equidad, la cual va siendo rectificada por el mismo germen liberal, por el mismo germen de las supremas verdades, por el mismo germen de la suprema justicia, puesto que en el mundo la felicidad de la humanidad no existe más que una justicia, más que en una verdad, no existe más que en una libertad. (Aplausos.) Por consiguiente, señores diputados, es ocioso, es desquiciador en el pensamiento, es malévolo en la exposición para una Asamblea ilustrada el pretender señalar una como divergencia en estas luchas sagradas de la humanidad por la conquista suprema del principio absoluto de la justicia, de la libertad, de la fraternidad, de la verdad. Si una es la justicia que reina en el corazón de los hombres y se trata de arraigar en la práctica y en la conciencia social de toda la humanidad; si una es la misma verdad que todos perseguimos y que brilla austera y sola como las estrellas en la cumbre del ideal humano, es verdaderamente injusto pretender que dos inteligencias, que dos conciencias traten de encontrar una doble fase a la humanidad en sus luchas más sagradas, más altas, en sus ideales mayores; no, el socialismo se impone en el mundo como una rectificación a los errores del sistema

especulativamente bueno, especulativamente sano, especulativamente sagrado de liberalismo clásico. Si la aspiración que tuvieron en el Norte de Europa los hombres que hicieron de su trabajo una religión frente a la fuerza feudal; si la aspiración santa de los pequeños propietarios ingleses, que no tuvieron en aquella época mísera frente a su horizonte más que la rúbrica en el aire de una horca en los palacios de los señores feudales; si la opresión que entonces reinaba como un águila en el nido de piedra de los castillos de la Edad Media, fue suficiente causa para que en el pueblo humilde y trabajador naciera una suprema religión: la libertad del trabajo, la libertad de la industria, la libertad del éxito y ese es el liberalismo clásico, ¿por qué ahora cuando se disfraza este mismo liberalismo clásico en el terreno económico con el nombre de socialismo, ya de Estado, ya comunismo, por qué ahora vamos a desconocerlo? ¿Por qué ahora, ciudadanos representantes, ahora que las masas obreras han llegado al grado de ilustración media que tuvieron los burgueses expendedores de paños en Flandes, que tuvieron los cosecheros de vinos en Bretaña, que tuvieron los expendedores de las mercancías que llegaban al Norte de Europa; por qué ahora que las masas obreras han llegado a este grado de conciencia de sus derechos humanos, por qué ahora que ellos son tan numerosos o más de los que hicieron la Revolución Francesa, por qué ahora vamos a negarles nosotros el mismo derecho a la libertad, el mismo derecho a garantizar su propio esfuerzo, a ganarse el pan con el sudor de su rostro y a hacer de esa ganancia, de ese desplazamiento de energía el supremo derecho que parece nuevo en la historia moderna de la humanidad? Estos conceptos deberían, ciudadanos representantes, poner fin a esta disquisición de orden puramente ideológico que venimos entablando aquí el señor García Vigil y yo; pudiéramos ahorrar absolutamente toda disquisición doctrinal con una proposición concebida en estos términos: lo que hoy se llama el socialismo, es decir, la reivindicación de los derechos del trabajador en contra de los vicios de la actuación del capital, protegido demasiado por los hombres que se han apoderado del poder en el mundo, ese socialismo clásico tiene en su propio fondo los mismos principios sagrados porque se ha luchado en el año de 89, porque se ha luchado en todas las etapas de la humanidad. No es más que una la humanidad, no es más que una la aspiración del derecho, no es más que uno el punto que se da a la justicia en todas las conciencias, y que se externa en todas las conciencias ya sea por el brazo armado que reclama a nombre de la ley, a nombre de la conciencia la transformación de las órdenes sociales, ya sea por el brazo pacífico del trabajador en el taller. Una es la libertad, una e indivisible es la justicia, una e indivisible es la verdad y dentro de este campo ninguna idea es contraria a otra idea, y en el proceso de la humanidad toda idea yuxtapuesta a otra no puede ser jamás contradictoria a esta doctrina. Pero ¿quién va a negar, ciudadanos representantes, que en nuestro país, que en los países industriales por excelencia, que en los países esencialmente ricos, que en los países que gozan de este fruto maduro y que ha llevado la civilización errada en cuanto a la aplicación de los principios liberales en el orden económico, quién va a negar que existe una verdad exclusiva que es preciso rectificar, quién va a negar absolutamente, quién va a negar que hemos llegado a un estado tal en que se reclama ya la acción colectiva de los hombres para rectificar el sendero que pretende seguir una parte de la humanidad con lesión manifiesta de los intereses de una gran mayoría de esta misma humanidad? ¿Quién va a negar, señores representantes, que es una suprema justicia, que es una suprema necesidad, que es un imprescindible deber para todos los hombres ir a poner nuestra mirada analítica, ir a poner nuestro brazo de batalladores del ideal, ir a poner siquiera nuestra inteligencia de hombres analíticos en aquella unidad perdida de la humanidad que se llama el obrero, en aquel hombre que avasallado por los privilegios ancestrales de la riqueza acumulada se pierde bajo los tejados de las fábricas inmensas, y no parece sino realmente un esclavo que bajo la firma, que bajo la rúbrica de bandas de cuero que mueven las fábricas, parece que soporta una fatalidad, un decreto fatal creado por este privilegio de la riqueza pública? (Aplausos.)

¿Y quién va a negar que este tipo es un producto natural del proceso económico de la riqueza en el último medio siglo que llevamos de vida? ¿Quién va a negar que esta injusticia es hija de la máquina, que esta injusticia es hija de las facilidades económicas, de la conciliación de los hombres del Poder? ¿Quién va a negar que esta esclavitud nueva ha nacido de las facilidades para organizar la competencia de esto que se llama el trust moderno? Si en la actualidad lo vemos por todas partes, si lo sentimos a nuestro alrededor, si es ya un hecho consumado y visto por todos que la riqueza, usando las facilidades que ha dado el sistema capitalista predominante, puede acumularse, puede organizar las industrias, puede matar la competencia, puede apoderarse de los mercados, puede hacer de la dignidad humana un verdadero esclavo al servicio de un interés preconcebido de una minoría, ¿quién va a negar, ciudadanos representantes, la justicia suprema de la actuación de esta forma, si se quiere, de liberalismo clásico que tiende a corregir el prestigio precisamente de ese propio sistema, las actuaciones del capital moderno? Y esto es lo que pretendemos en la ley, esto es lo que pretenden todos los países en estos momentos. Comprended que sobre los corazones trabajadores del mundo, que sobre esta efervescencia de los humildes, que sobre este fuego que se levanta ahora, ardiente y devorador, de las clases inferiores, está lloviendo como una granizada de brasas ardientes la impaciencia y el odio y el rencor que pueden llevar a una suprema crisis a la paz de la Humanidad. ¿Quién no comprende que en esta situación es patriótico, es necesario, es indispensable que las Cámaras colegisladoras de todo el mundo pongan su dedo en el conflicto, rompan el nudo, desahoguen esta situación y den un cauce legal, un cauce legítimo, un cauce equitativo, a las actividades ya de los unos, ya de los otros? Por eso hacía en la vez pasada un supremo voto, un solemne voto desde esta tribuna para que quieran los destinos de la Humanidad resolver este conflicto por el mejor de los caminos. ¡Quieran los destinos de la Humanidad que este monstruo que ha

amamantado el liberalismo clásico, que se llama el capitalismo industrial, pueda tascar el freno ardiente, el freno de hierro de una legislación severa, austera y justa! (Aplausos.) Y si no fuera así, y si por desgracia el socialismo de Estado no pudiese imponerse sobre la faz de la tierra; si la autoridad reconocida por siglos remotos, si el principio de autoridad que nació del éxito del primer caudillo, si la autoridad que se meció bajo las galas del principio imperialista, si la autoridad que se ha salvado como una suprema conquista del actual dominio de la democracia universal, si esta autoridad no logra por medio de leyes justas, si los Congresos del mundo son impotentes para refrenar a este supremo monstruo de la industria moderna, si ha de fracasar la acción oficial de las Cámaras colegisladoras de los gobiernos del mundo, del Consejo de los Tres o del Consejo de las veintisiete naciones a quienes éstos representan; si ha de quedar al margen de la acción de los hombres de buena voluntad ese rencor armado, armado por el mismo liberalismo que le concede el derecho de asociación, ese rencor del proletario que ha llegado a la conciencia de su propio derecho; si queda insoluto este problema, si los obreros asociados que han llegado a compenetrarse de que la producción es de ellos, de que el trabajo es de ellos y de que el capital se lleva las ganancias todas de ese trabajo; si el comunismo que ahora baja de Moscow, si el comunismo que ahora baja como una ola sangrienta ha de dominar sobre el mundo; si hemos de ver otra vez por los estrechos del Norte de Europa, si por el Mar del Norte han de caminar otra vez, como aves agoreras de la civilización, las barcas de cuero de los antiguos normandos; si se ha de poblar de piratas el mundo europeo, si la ola reivindicadora ha de bajar arrasando lo que fueron las columnas del trabajo, Mulhouse y Bruselas; si las obras de arte han de ir a caer otra vez sobre la tierra y sobre los fustes de las columnas ha de cantar su canción fúnebre y funesta aquel buitre que hace siglos - según la fábula clásica -, está devorando el corazón de Prometeo sobre una alta roca, simulando con ello el dolor de la humanidad; si el grito de la devastación, señores diputados, ha de extenderse sobre el planeta para la consolidación de un supremo postulado de justicia, culpa será, señores diputados, de ese mismo capitalismo, pero nunca de la justicia, nunca de la libertad, nunca de ningún sistema! (Aplausos.) El capitalismo moderno, él es el criminal, él es el responsable, él es el autor del conflicto. Vosotros sabéis que en el orden económico esta suprema empresa de la guerra mundial no es otra cosa que la organización de la competencia de los astilleros ingleses en contra de los astilleros alemanes; de las industrias metalúrgicas escocesas que hacían la coraza del barco, en contra de las fábricas de esa boca de infierno de la casa Krupp que formaban el proyectil; el comercio en alta escala, la acumulación de millones en unas pocas manos ha dado lugar a esta empresa mundial y a reducir a pavesas millares de millones de esta riqueza acumulada con el sudor del trabajo de todos los proletarios del mundo. (Aplausos.) Luego el capitalismo moderno es el responsable de todas esas violencias que se suscitan en el mundo; él será también el responsable de que en el mundo actualmente no se pueda resolver el problema por excelencia, el problema de las relaciones entre el capital y el trabajo. Nosotros hemos puesto, al propugnar por un afianzamiento del principio de autoridad rigiendo las relaciones del capital y del obrero, nosotros hemos puesto al servicio de esa preeminencia de principio de autoridad, para fortificarlo, para darle las garantías necesarias para acondicionarlo, a fin de que ya pueda, con la energía que se le reconoce por siglos de regir en el mundo, a que ella sea la que haya de regular las relaciones entre el trabajador y el capital. Es por esta razón, ciudadanos representantes, por la que en una ley recogemos todas las aspiraciones de los unos y dejamos al margen todos los derechos de los otros, siendo siempre el que presida en toda esta actividad, el poder público, es decir, vosotros, es decir, las Cámaras, es decir, en general el Poder Público. Nosotros, al propugnar por un socialismo de Estado, enfilamos nuestras actividades como muchos otros a fin de que esta reglamentación que habrá de hacerse a fin de que este desarme en los corazones que aspiran a salvaguardar su derecho del trabajo, sea realizado por las rutas normales, por el camino legítimo y que la paz del mundo, la paz de las conciencias; que la paz de los países, no tenga en el conflicto del capital y del obrero otro nuevo motivo de derramamiento de sangre, otro nuevo motivo de retroceder en la marcha del progreso humano. Por esa razón, ciudadanos representantes, a pesar de que el C. García Vigil ha pretendido, sin lograr conseguirlo, el exasperar su espíritu irónico en contra de las palabras que yo vertí a vosotros en otra ocasión para recomendarnos que os dejéis llevar por vuestro natural impulso popular, es por esta razón por la que ratifico en todas sus partes aquellas expresiones y aquellos sentimientos. Nosotros hacemos una labor de patriotismo, nosotros hacemos una labor de humanidad, nosotros hacemos una labor de lógica resolución en el conflicto supremo; si nosotros damos mayor fortaleza a ese espíritu de la autoridad oficial del Estado, tratando de reglamentar las relaciones del obrero y del capital, recogiendo lo que son aspiraciones, aspiraciones mundiales de los obreros y dejando al margen lo que es una aspiración legítima y natural del capital, y por esa razón os digo que esta ley, efectivamente, difusa en sus detalles, pero sumamente justificada en sus finalidades, sumamente lógica en sus tendencias, sumamente orgánica en cuanto a los lineamientos generales de ella, esta ley, digo, será evidentemente objeto de grandes discusiones. La opinión pública, el Senado, en el uso de su derecho y en el cumplimiento natural de sus funciones, el Ejecutivo como más percatado de todos los escrúpulos de todas las clases de la sociedad, todos ellos habrán de poner su mano y tendrán necesidad y el derecho y la obligación para hacerlo en esta ley que nosotros ahora discutimos; pero la función normal, la función natural, la función moral propia y democrática de la Cámara de Diputados es recoger la voz popular; la Cámara de Diputados, ni aquí ni en parte alguna tiene como función preeminente otra que recoger la opinión popular; la Cámara de Diputados es la opinión popular, y si mañana o pasado, si de aquí a dos años, si de aquí a 10 años, la ley que ahora ha expedido la Cámara de Diputados, vuelve aquí, si no nos la arrojan en fragmentos, si la

opinión pública la arroja como un guiñapo a vuestras curules, es obligación de la Cámara de Diputados, sea cual fuere, recoger esos fragmentos y volver a a empezar su obra salvadora y volver a empezar su obra democrática! (Aplausos.) Los grajos a quienes yo me refería en ocasión pasada haciendo mención al inmortal pérfido Yago, que daba consejos a su víctima, queda en pie; porque los grajos saldrán de aquí, vendrán de fuera, vendrán de todas partes, y es preciso que también ellos cumplan su función. Vuelvo a repetir: el capitalismo tiene la particularidad muy propia y muy esencial en sí mismo de levantar espejismos en el horizonte de muchos temperamentos; el capitalismo es así como una antorcha erigida en un alto adonde todos van, como en las hogueras públicas, unos a calentarse las manos, otros a iluminarse los rostros, algunos para coger en sus manos y calentar su espíritu frío con una brasa ardiente, otros para tener la pobre satisfacción de que el espejo de sus ojos, aunque sea por un momento se refleje una como pincelada de oro! (Aplausos.) Dejemos a todos, ciudadanos representantes; la mayoría de esta honorable Asamblea recójase sobre su propia conciencia, recuerde que es la Asamblea Popular, recuerde que todas las Cámaras sus hermanas del mundo están discutiendo las mismas ideas con el mismo pensamiento, con el mismo corazón; lo mismo la Cámara inglesa, la más aristocrática del mundo, adonde no encontraréis ya en la actualidad la preeminencia de los intereses aristócratas, sino la preeminencia de los intereses obreros; lo mismo la Cámara francesa, la más ilustrada del planeta; lo mismo la Cámara argentina, la que a tocado estos asuntos con mayor antigencia; todas vuestras hermanas están con vosotros, todas tienen una misma aspiración, todas se podrán equivocar, todas serán objeto de ludibrio de la clase plutocrática, todas tendrán sobre sí el anatema del capitalismo, pero todas con valor ecuánime han escuchado la voz de la conciencia, han escuchado la voz de los humildes y han dado las leyes severas, austeras, firmes, que trata de hacer, como decía yo, que este monstro supremo de la vida moderna tasque el freno ardiente de una legislación severa, austera, de una legislación firme y enérgica que venga a meterlo dentro del carril justo de la suprema justicia, de la suprema verdad y del ejercito legítimo de lo que es la legítima libertad. (Aplausos nutridos y prolongados.)

Presidencia del

C. CASTELLANOS DÍAZ FRANCISCO

El C. Secretario Soto: Habiendo hablado ya todos los oradores que indica el Reglamento, en votación económica se consulta si se considera suficientemente discutida la fracción XX. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutida. En votación económica se consulta si ha lugar a votar la fracción XX. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Ha lugar a votarla. Se procede a la votación nominal.

"XX. Reconocer y aceptar a los representantes que nombren los trabajadores, para que dentro o fuera del taller, fábrica o negociación en que laboran, defiendan sus derechos."

Por la afirmativa.

El C. Malpica: Por la negativa.

(Se recoge la votación.)

El C. Secretario Soto: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? (Algunos ciudadanos diputados dan sus nombres.)

El C. Malpica: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa. (Se recoge ésta.)

Votaron por la negativa 27 ciudadanos diputados.

El C. Secretario Soto: Votaron por la afirmativa 113 ciudadanos diputados. Aprobada la fracción XX.

La Ley de Tribunales para mañana.

El C. Presidente, a las 7.44 p. m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las cuatro.