Legislatura XXVIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19190708 - Número de Diario 60

(L28A1P1eN060F19190708.xml)Núm. Diario:60

ENCABEZADO

MÉXICO, MARTES 8 DE JULIO DE 1919

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I.- PERIODO EXTRAORDINARIO XXVIII LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 60.

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA

8 DE JULIO DE 1919

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior. 2.- El Senado devuelve el expediente que contiene el Proyecto de Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Distrito y Territorios federales, a efecto de que se exprese la reglamentación a la fracción III del artículo 4o. y que se contrae a las omisiones del capítulo III, título III, así como del artículo 139 y transitorios 13 y 15. A las comisiones unidas 1a. de Justicia y 1a. de Puntos Constitucionales. Proyecto de Capítulo X reformado de la Ley del Trabajo, presentado por los CC. diputados José P. Saldaña y R. Casas Alatriste. A las comisiones unidas del Trabajo y Previsión Social. 3.- Continúa la discusión del dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda, 2a. de Crédito Público, y de Ferrocarriles, negando al Ejecutivo de la Unión la Facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán." 4.- Proposición de varios ciudadanos diputados para que continúe discutiéndose este dictamen en la próxima sesión y si es necesario en todas las subsecuentes, hasta terminar dicha discusión. Aprobada. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. OLIVÉ ISAAC

(Asistencia de 130 ciudadanos representantes.)

El C. Presidente, a las 4.23 p.m.: Se abre la sesión.

- El C. Secretario Soto, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día siete de julio de mil novecientos diez y nueve, Período extraordinario.

"Presidencia del C. Isaac Olivé.

"En la ciudad de México, a las cuatro y veinticinco de la tarde del lunes siete de julio de mil novecientos diez y nueve, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y tres ciudadanos diputados.

"Sin debate se aprobó el acta de la sesión celebrada el día cinco del presente mes, y en seguida se concedieron licencias, con goce de dietas, a los CC. Araujo Emilio y Reyes Rafael, por quince días, y al C. Soto José M., por veinte días.

"Fue puesto a la consideración de la Asamblea el dictamen de las comisiones unidas Primera de Hacienda, Segunda de Crédito Público, y de Ferrocarriles, por lo que no se concede al Ejecutivo de la Unión la facultad que solicita para adquirir el control de las acciones de los ferrocarriles Unidos de Yucatán.

"Los CC. Siurob y García de Alba solicitaron que las comisiones fundaran el dictamen; el primero volvió a usar de la palabra para pedir se le informara si se había avisado al ciudadano secretario de Hacienda y al de Comunicaciones que en esta sesión se discutiría este dictamen; la Presidencia respondió que con toda oportunidad se dio tal aviso.

"A nombre de las comisiones fundaron el dictamen los CC. García Ruiz y Franco. Luego pasó a la tribuna para informar el ciudadano secretario de Hacienda, quien contestó interpelaciones de los CC. Ferrel y Velásquez López, y dirigió una pregunta a las comisiones, que fue contestada por el C. Franco. Surgió un incidente con motivo de que el ciudadano secretario de Hacienda, para contestar una interpelación del C. Castillo Torre, pidió que se le anotara en la lista de los oradores del contra: a moción del C. Basáñez se leyó el artículo 93 constitucional; el C. Siurob opinó que la misión del ciudadano secretario de Hacienda era solamente informativa; se leyó el artículo 127 reglamentario, a instancia del C. Casas Alatriste; la Presidencia hizo aclaraciones, y el C. García Vigil, apoyándose en los preceptos reglamentarios, sostuvo que el ciudadano secretario de Hacienda sí podría, en el curso del debate, hablar en contra; el C. Espinosa Luis hizo una moción de orden, y como consecuencia de ella la Secretaría anunció qué lugar había correspondido en la lista de los oradores del contra, al ciudadano secretario de Hacienda.

"El ciudadano secretario de Comunicaciones también informo y fue interpelado por los CC. Mena, Villalobos y Castillo Torre.

"Abierto el debate sobre el dictamen, usó de la palabra en contra el C. Patiño, quien fue interrumpido por dos aclaraciones del C. Rivera Castillo.

"La Secretaría dio cuenta con una proposición firmada por los CC. Iturralde, Velásquez López, Franco, Castillo Torre, García Ruiz, Bolio y Carriedo Méndez, relativa a que se constituyera la

Cámara en sesión permanente para tratar este asunto. Con dispensa de trámites y sin discusión fue desechada en votación nominal, que se recogió a solicitud de varios ciudadanos representantes, por ochenta de la negativa contra setenta y dos de la afirmativa.

"Acto continuo dióse cuenta con otra proposición de los CC. Villaseñor Salvador, García Ruiz, Franco, Bolio, Velásquez López y Mancisidor, tendiente a que en la sesión próxima se suspenda la discusión del Proyecto de Ley del Trabajo, con objeto de continuar tratando el asunto relativo a los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Sin que ningún ciudadano usara de la palabra, en votaciones económicas sucesivas se le dispensaron los trámites y se aprobó.

"A las ocho horas y siete minutos de la noche se levantó la sesión."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. Secretario: Se va a dar cuenta con los documentos en cartera.

"Secretaría de la Cámara de Senadores del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos.- Sección Segunda.- Número 25.

"Por acuerdo de esta Cámara, tenemos el honor de devolver a esa honorable de Diputados, el expediente que contiene el Proyecto de Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Distrito y Territorios Federales, a efecto de que se exprese la reglamentación que estime pertinente hacer esa Colegisladora a la fracción III del artículo 4o. del citado proyecto y que se contrae precisamente a las omisiones del capítulo III, título III, así como del artículo 139 y transitorios 13 y 15.

"Reiteramos a ustedes las seguridades de nuestra atenta y distinguida consideración.

"Constitución y Reformas.- México, a 8 de julio de 1919.- B. Guzmán, S.S.- Francisco Field Jurado, S. S.- A los ciudadanos secretarios de la honorable Cámara de Diputados.- Presente."- Recibo, y a las comisiones unidas 2a. de Justicia y 1a. de Puntos Constitucionales.

"Los CC. diputados José P. Saldaña y R. Casas Alatriste presentan un proyecto del capítulo X reformado de la Ley del Trabajo, que trata de las huelgas y paros." - A las comisiones unidas de Trabajo y Previsión Social, imprímase e insértese en el DIARIO DE LOS DEBATES.

(En cumplimiento de este trámite, se inserta el siguiente documento:)

"Honorable Asamblea:

"Dada la gran importancia del capítulo X de la Ley del Trabajo, que trata de las huelgas y paros, nos hemos permitido hacer un estudio de él, formulando un nuevo proyecto de dicho capítulo, pues en nuestro concepto el presentado por la honorable Comisión contiene algunas redundancias, y en algunos puntos es bastante obscuro. En efecto, desde luego se nota que no se siguió un orden lógico al tratar de las materias a que se contrae el proyecto, pues se habla indistintamente de huelgas o de paros. En el presente agrupamos las disposiciones que se refieren a huelgas, las que refieren a paros, y establecemos por último, las que son comunes a huelgas y a paros.

"Hemos fijado como requisitos previos para declarar la huelga, que se agoten los medios de conciliación que la misma ley establece a fin de procurar un posible arreglo antes de darse el paso definitivo, y que se dé aviso a los patronos con diez días de anticipación a la fecha en que habrán de suspenderse los trabajos, porque es preciso procurar que las huelgas sean en el menos número posible, dado que no sólo perjudican a los interesados (patronos y obreros), sino también, indirectamente, a la sociedad en general, porque existen industrias que recibirían perjuicios enormes que podrían determinar su ruina, al pararse de improviso. En ambos casos, la sociedad, repetimos, resulta perjudicada, además de los patronos.

"Suprimimos la disposición que contiene el artículo 130 del Proyecto de la H. Comisión, porque consideramos exorbitante obligar a los patronos que declaren un paro general lícito, a que paguen a sus obreros la mitad del salario en tanto reanudan los trabajos; pues aun cuando se establece que estas cantidades serán en calidad de anticipo que será cubierto con el veinte por ciento de los salarios que se devenguen al reanudarse los trabajos, además de que dicho descuento no será aplicable al salario mínimo, la obligación a que nos referimos no hará sino agravar la situación económica en la que se haya colocado el patrón que se ve precisado a decretar el paro, toda vez que este sólo se decreta por un exceso de producción, que trae consigo una oferta del artículo elaborado y con la oferta una disminución en el precio. Como los gastos generales del negocio no sufren disminución alguna considerable, con el paro, resulta que lo que en ellos se emplee aumentará el costo de las existencias, las cuales dada la superproducción que originó el paro no podrán ser realizadas sino con pérdida de la parte del patrón. Además, hay que pensar en que, por regla general, las circunstancias que originaron el paro no desaparecen con la celeridad que fuera de desearse, sino que por el contrario prevalecen durante semanas y aun meses enteros. ¿Y qué industria - preguntamos - sería capaz de erogar estando sin producir, las cantidades necesarias para facilitar a sus obreros la mitad de su salario? Seguramente que ninguna.

"Suprimimos también el artículo 131 del Proyecto de la Comisión, por considerarlo innecesario, ya que suprimido el 130, realmente pierde su objeto, pues en nuestro concepto no es aplicable el 129.

"En el artículo 134 del Proyecto de la H. Comisión, se establece que los obreros podrán regresar a sus trabajos dentro de los tres días siguientes a la fecha en que la Junta de Conciliación y Arbitraje dictó su laudo, tiempo que nos parece excesivo para tal objeto, ya que de ello se desprenderían muchos perjuicios tanto a obreros como industriales y también algunos abusos. Por estas razones consideramos que son suficientes diez días.

"Reformamos la redacción del artículo 135 para hacerlo más claro, porque consideramos que no es preciso que exista en esta ley, dado que los casos a que se refiere, deben estar catalogados en el Código Penal.

"Expuestas someramente las razones que hemos tenido presentes para reformar el capítulo X de la Ley del Trabajo, relativo a "huelgas y paros", nos permitimos someter a la consideración de esta honorable Asamblea el siguiente Proyecto:

"CAPÍTULO X

"De las huelgas y paros

"Artículo 124. Se reconoce como un derecho de trabajadores y patronos las huelgas y los paros.

"Artículo 125. Las huelgas, o sea la coalición de los trabajadores o sociedades sindicatos de trabajadores, para defender los intereses colectivos de la profesión, mediante el abandono del trabajo, se consideran como lícitas siempre que tenga por objeto el equilibrio de los diversos factores de la producción, armonizando los derechos del trabajo con los del capital, y para declarar los obreros deberán sujetarse al siguiente procedimiento:

"I. Recurrirán a la Junta de Conciliación y Arbitraje, agotado los medios conciliatorios;

"II. Si no se llega a un acuerdo, los obreros darán aviso a los patronos y a la Junta de Conciliación y Arbitraje, con diez días de anticipación de la fecha en que abandonarán el trabajo si no se atienden sus demandas.

"Artículo 126. Las huelgas serán ilícitas:

I. Cuando los huelguistas ejercen actos violentos contra las personas o las propiedades;

"II. En caso de guerra, cuando se trate de obreros que trabajen en establecimientos al servicio del Gobierno, y

"III. En todo tiempo, las de obreros que trabajen en establecimientos fabriles militares del Gobierno de la República, pues debe considerárseles como asimilados.

"Artículo 127. Los patronos mientras no dicten sus resoluciones las Juntas de Conciliación y Arbitraje, y en los casos en que los trabajadores se nieguen a reanudar el trabajo mientras éstas deciden, no podrán, para frustrar los efectos de una huelga, aceptar otros trabajadores ni organizar grupos de éstos que substituyan a los huelguistas.

"Artículo 128. Los trabajadores huelguistas serán responsables de los delitos o faltas que cometan durante la huelga, en los términos del Código Penal.

Artículo 129. Los paros, para los efectos de esta ley, se considerarán como temporales y definitivos:

"I. Los paros temporales de una industria serán lícitos únicamente cuando los patronos justifiquen ante las juntas centrales de Conciliación y Arbitraje, que tienen exceso de producción, debiendo comprobarlo quince días antes de la fecha fijada para efectuarlos, y

"II. Los paros definitivos sólo podrán tener lugar por causas graves que calificarán las juntas de Conciliación y Arbitraje. La justificación de una medida de esta trascendencia se hará valer en los términos de la fracción anterior, a menos que el caso sea efecto de causas de fuerza mayor.

"Artículo 130. Los paros serán ilícitos:

"I. Cuando tengan por objeto destituir injustificadamente a algún trabajador representante de asociaciones de trabajadores;

"II. Cuando tengan por fin no acatar el laudo de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje, o el salario mínimo, fijado por las comisiones especiales, y

"III. Cuando sea para no atender las peticiones de los trabajadores, fundadas en las garantías y derechos que les concede esta ley.

"Artículo 131. Los conflictos que dieren origen a las huelgas y paros se someterán al arbitraje de las juntas respectivas, pudiéndose reanudar el trabajo mientras resuelvan éstas.

"Artículo 132. Si después de diez días de dictado el fallo de las juntas de Conciliación y Arbitraje, los obreros se rehusaren a reanudar sus labores, los patronos podrán substituirlos sin que tengan obligación alguna de indemnizar los perjuicios que pudieran alegar los trabajadores.

"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México, 7 de julio de 1919.

- José P. Saldaña.- R. Casas Alatriste."

El C. Presidente: Continúa la discusión del Proyecto de Ley para la adquisición de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán". Tiene la palabra en pro el C. Bolio.

El C. Secretario Soto: La Presidencia ruega atentamente a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules.

El C. Bolio: Ciudadanos representantes: En el período ordinario de sesiones el Ejecutivo de la Unión envió a esta Representación Nacional la iniciativa que entraña el dictamen de las comisiones unidas 1a. de Hacienda 2a. de Crédito Público, y de Ferrocarriles. Dicha solicitud consiste en que la Asamblea dé su aquiescencia para que pueda disponer hasta de la cantidad de $10.000,000.00 o en su defecto comprometer el crédito de la Nación por dicha cantidad, para controlar las acciones de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán". Desde aquel entonces me formé el firme propósito de oponerme abiertamente a dicha iniciativa por las razones que más adelante expondré; más no por esa idea regionalista, no por ser esa idea separatista de que a cada momento se nos acusa, separatismo que sólo puede existir en espíritus apocados y cretinos que por doquiera ven moros con tranchetes o por doquiera escuchan atemorizados el ronco son de los guerreros bronces.

¡Separatismo, señores diputados; separatismo, ciudadanos diputados, cuando Yucatán en todas las épocas, en todos los tiempos ha contribuido para el engrandecimiento del país! ¡Separatismo, señores diputados, cuando en todas las épocas ha contribuido material, económica e intelectualmente para hacer la unidad nacional! ¡Separatismo, señores diputados, cuando desde sus poetas han cantado en sonoras estancias líricas todas las epopeyas más grandes de la Patria, como Wenceslao Alpuche!

¡Separatismo, señores diputados, cuando ha tenido próceres como Quintana Roo! ¡Separatismo, señores diputados, cuando ha tenido hasta su obispo como Carrillo Ancona, que ha defendido Belice con patriotismo, con su bizarra pluma de historiador; separatismo, señores diputados, eso sólo cabe en ese grupo de zaraitas asesorados por el licenciado Patiño, ese licenciado ignorado como diputado, pero bien conocido en el asunto del "Automóvil Gris"! (Aplausos nutridos.) Bien conocidos en el asunto del "Automóvil Gris" y que esconden su infamia y su desvergüenza en los lujosos hoteles de Nueva York y en las cloacas inmundas del malecón de la Habana. Esta es la ocasión propicia, ciudadanos diputados, de que nosotros los yucatecos vengamos aquí a sentar de una vez por todas el siguiente precedente: que nosotros nos enorgullecemos grandemente de pertenecer a la gran confederación mexicana, que es la más grande de la América Latina.

Ahora bien; ciudadanos diputados, después de haber leído detenidamente la iniciativa del Ejecutivo de la Unión en que solicita la cantidad de diez millones de pesos para controlar las acciones del ferrocarril de Yucatán, he sentido una verdadera decepción, he sentido una amarga desilusion, porque ciudadanos diputados, si recordamos que no hace muchos meses esta honorable Asamblea votaba para que se crearan unas pólizas sobre educación para acabar con el alfabetismo de la República y no se pudo llevar a cabo por falta de diez millones de pesos, digo que he recibido una grande desilusión, por que tal me parece que en la pantalla ardiente de mi decepción, aparece la figura claudicante del C. Carranza, que le extiende la mano temblorosa de caudillo al espíritu del general Díaz y parece que le dice: (Siseos.) y parece que le dice: Seguiré. (Siseos.) Pueden sisear los incondicionales (Aplausos.) y parece que dice a sotto voce: "Compañero: también seguiré tu política ferrocarrilera; sabré ofuscar la mirada del pueblo que me ve con puentes elegantes, con arriesgadas alcantarillas, con túneles obscuros y misteriosos; pero también sabré cerrar los oídos al grito de ese pueblo que día a día me dice que tiene hambre y sed de justicia, y pide luz para sus conciencias, libros y escuelas para sus hijos. (Aplausos.) También cerraré los ojos para no ver a ese rosario compungido de maestros de escuela que, harapientos y hambrientos, pasan como una procesión churrigueresca de la "Agonía de Lombard", que van rumbo a la torre Ugolina de sus sacrificios." Todo esto se presenta en la pantalla ardiente de mi desilusión, al haber leído la solicitud del C. Carranza.

Ahora, entrando de lleno en el asunto que nos ocupa, y habiendo hecho la digresión a que antes me he referido, por ser necesaria, comienzo el debate. En primer lugar, la iniciativa del Ejecutivo es anticonstitucional, como muy bien dice el dictamen de la honorable Comisión dictaminadora, firmado por las tres comisiones unidas a que antes me he referido, porque si nos referimos al artículo 73, fracción VIII, de la Carta Magna, vemos que, definitivamente, esta misión compete al Poder Legislativo y no al Ejecutivo. Tampoco en el artículo 29 de la Constitución puede caber la petición del C. Carranza, porque el artículo 29 de la Constitución fija los casos en que el Congreso de la Unión delega sus funciones al Ejecutivo, y el caso a que nos referimos no es delegable en el Ejecutivo, porque se encontrarían los dos poderes juntos. Ahora bien, ciudadanos diputados; en el segundo caso, ayer, el ciudadano ministro de Hacienda, licenciado don Luis Cabrera, dijo poco más o menos y puso de relieve - tal vez es el argumento Aquiles que aquí esgrimirán para hacerse fuertes y para que se apruebe el dictamen respectivo del Ejecutivo -, dijo, repito, que en la constitución de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" había una cláusula expresa, que es la cláusula XXVII, en que quiera o no quiera esta Asamblea, el Ejecutivo podrá pedir que el contrato sea efectivo, en el sentido de que él puede controlar las acciones del Ferrocarril. Esa cláusula, ciudadanos diputados, como también el licenciado Cabrera manifestó, es consecuencia de obra anterior, en que al constituirse dicha institución se le asignó cierta cantidad de acciones para que el Ejecutivo tomara; pero en vista de que el Ejecutivo de la Unión, pasado un año, no cumplió con el compromiso sagrado que se había impuesto, de tomar las acciones del ferrocarril que se le habían separado, se reformó dicha escritura y siempre quedó en pie la cláusula respectiva; pero como no cumplió con tomar las acciones, como consecuencia legítima, ciudadanos diputados, no debe tener fuerza legal tampoco para que pueda exigir la compra de los ferrocarriles de Yucatán, como está consignado en la cláusula XXVII de la constitución ferrocarrilera.

Ahora bien, ciudadanos diputados; entrando en otra orden de cosas y para dar una idea exacta de la condición de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", voy a exponer, aunque sea someramente, sin alejarme - como lo hizo ayer el ciudadano ministro de Comunicaciones - a las diversas concesiones que se hicieron desde 1837. Me referiré simple y sencillamente desde la época en que funcionó el primer Consejo de Administración de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", que es el Consejo presidido por don Joaquín Peón o el que fue presidido por el señor don José Palomeque; este Consejo, ciudadanos diputados, funcionó de una manera tan arbitraria, funcionó de una manera tan tiránica, funcionó de una manera tan llena de ambición, que no se sujetó más que a estarse repartiendo enormes dividendos y dejar el ferrocarril en un estado verdaderamente deplorable; este Consejo no podría imaginármelo más que con aquel Consejo de los Diez de la Bussola italiana, en que no faltaba ni el león fatídico de las ambiciones, ni la rueda mortífera en donde se martirizaba al obrero, ni el ídolo en donde se arrojaban los esfuerzos y energías del trabajador; también en este Consejo, como en aquel de la Bussola italiana a que antes me he referido, no faltó su Misierable grande, y ese Misierable grande, ciudadanos diputados, era nada menos que un ciudadano americano, Mr. Blake. Este señor se enriqueció a costa de todos aquellos accionistas, de todos aquellos que formaban los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", y no hacía otra cosa que estar explotando por medio de concesiones, ya sea en la formación de estaciones, ya sea en terraplenes, ya sea en mantenimiento de vías, ya sea, en fin, en todos los ramos dependientes del ferrocarril, meter la mano para enriquecer a todos. Pero sucedió que después del movimiento argumedista

entrara a Yucatán el general Alvarado, que causa tanto escozor al señor Patiño y a todos sus secuaces que siempre lo han seguido y alimentado con dinero. Llegó y, como ayer dijo exactamente el C. Cabrera, desarrolló una política económica, porque precisamente era para salvar al Estado. El estado económico de Yucatán iba por una pendiente verdaderamente formidable, iba a estrellarse contra todos los monopolios y los trusts americanos; pero con toda la atingencia y el buen tacto e inteligencia que caracteriza a este señor, supo organizar, como dijo el C. Cabrera, las diversas instituciones económicas a que se refirió ayer, entre ellas, el ferrocarril; el ferrocarril estaba casi al caer en manos de un sindicato inglés, a quien debía la cantidad de 1.825,000.00 libras esterlinas en el año de 1913, y por las quejas del público, porque el público se quejaba del mal servicio, fue cuando vino entonces un conflicto, un conflicto obrero, puede decirse, que pudo llegar a una huelga, y de ahí vino entonces una verdadera organización de departamentos, una verdadera organización económica en el ferrocarril, y una verdadera organización conforme a las tarifas que debían regir entonces.

Luego tuvieron que hacerse combinaciones financieras para pagar tres semestres de intereses al sindicato inglés, para que el ferrocarril no cayera en sus manos rapaces. Una vez hecho esto, que fue precisamente ayudado con el patriotismo de los obreros, que fue precisamente ayudado con ese amor que sólo puede sentir el obrero por el lugar en que trabaja, cediendo un cincuenta por ciento de sus sueldos, cediendo además todos los trabajos extraordinarios que se hacían, cediendo todos los trabajos nocturnos; nada de esto cobraba la liga obrera de ferrocarrileros, nada de esto cobraba sus trabajadores para que pudieran pagar tres semestres que se adeudaban a la compañía inglesa y así se pagó y quedó todo al día. Una vez hecho esto, se creyó oportuno ir renovando todo el material rodante, se creyó oportuno ir haciendo ciertas reformas en los diversos departamentos de la plancha, se creyó oportuno ir introduciendo mejoras en el sentido de dar una nueva organización por otros sistemas, como el "Sistema Standard" que actualmente ya casi se lleva a cabo en aquel Estado, y entre esas mejoras se pidieron para mejorar el servicio que día a día reclama más interés, diez y ocho locomotoras, cuatrocientos carros para vía angosta, seis tornos, tres taladros, una prensa para sacar y meter ruedas, una planta eléctrica, seis carros eléctricos, y herramientas de mano; también se procuró la terminación de la Estación Central, que es un verdadero edificio de arte, amplio, en donde cabrán y darán parada todos los trenes; es una construcción bien hecha, elegante, que puede compararse con las mejores de los Estados Unidos; ya ese está terminado y pronto, creo que el 16 de septiembre, se inaugurará. También se construyó el Sanatorio; en este sanatorio, además de que el ferrocarril lo construyó con sus dineros, los obreros han contribuido también con un sesenta y cinco por ciento de sus jornales para la construcción de dicho sanatorio; un tanque de ciento ochenta y cinco mil galones para el servicio de agua.

Ayer también se refería el C. Patiño a que a los obreros se les asignaban jornales elevadísimos; efectivamente, es cierto; pero también son elevadas las ganancias que tiene el ferrocarril y por eso así se sostiene solo el ferrocarril y está al día completamente con sus haberes y completamente al día con sus compromisos; prueba de ello, aquí está, aquí tienen ustedes los datos tomados del último balance verificado en dicha institución. La Comisión Reguladora abrió a los ferrocarriles un crédito, en cuenta corriente, de tres millones de pesos, de lo que adeudaban al cerrarse el balance, solamente un sueldo de $824,623.63, más el importe de un pagaré de $350,000.00 o sea en junto un total de... $1.174,623,63. La Compañía de Fomento, que también abrió a los ferrocarriles un crédito por millón y medio de pesos, al cerrarse el balance sólo le representaba sus créditos un total de $98,780.26. El empréstito hecho por los ferrocarriles figura en su balance en $7.981,201.47, de los que se deducen $316,250.00 por bonos redimidos, según el citado documento, quedando reducido este adeudo a ..... $7.664,951,47. También la compañía pagó durante el ejercicio de 1918, además de los bonos redimidos, la suma de $213,880.86 por intereses convenidos con pagarés anticipadamente, según los términos del contrato, convenio al que también se refirió ayer el C. Cabrera. Fuera de los ya citados créditos, la Compañía de los Ferrocarriles no adeuda en lo absoluto ningún centavo, y puede enorgullecerse dicha compañía, porque ninguno de los establecidos en la República está tan al corriente en sus haberes como lo está la Compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán". Esos son, poco más o menos, ciudadanos diputados, los datos a que me he referido, para demostrar la situación verdaderamente económica del ferrocarril, y que completamente, como han visto ustedes, está al día y sin compromisos casi para que vaya a manos extrañas. La iniciativa del Ejecutivo de la Unión es verdaderamente antipatriótica, porque como él dice que si no puede lograr los $10.000,000.00, como en efecto no los logrará, puesto que demasiado sabemos que en qué condiciones se halla el Erario de la República, tendrá que comprometer el crédito de la Nación; para hacer esto, ciudadanos diputados, tendrá que hipotecar el mismo ferrocarril, y al hipotecarlo, será a manos extrañas, a un Banco extranjero, por ejemplo, ¿y no creen ustedes, ciudadanos diputados, que es antipatriótico que vaya a caer luego en manos extranjeras una institución que en estos momentos está boyante y va al progreso tanto económico como material? Indudablemente que sí, ciudadanos diputados, y yo por eso espero que esta Asamblea no vote a favor de la iniciativa del Ejecutivo y sí a favor del dictamen de las honorables comisiones que han dictaminado en contra del proyecto. Yo no espero que esta honorable Asamblea vaya a profanar este recinto con dar un voto incondicional por venir la iniciativa del Ejecutivo y si tal fuere, ciudadanos diputados, entonces será el finis coronat opus de nuestra bien criticada labor parlamentaria.

El C. Roaro: Pido la palabra para una interpelación al orador.

El C. Presidente: Si el orador lo permite.

El C. Roaro: Señor compañero Bolio:... (Voces: ¡No se oye!) Al principio de su discurso

hizo usted figurar el nombre del señor compañero Patiño como inmiscuido en el asunto del "Automóvil Gris". (Voces: ¡Pues claro! Risas. Murmullos. Campanilla.) Yo, como guanajuatense, he estrechado la mano del señor Patiño porque lo considero honorable; aun cuando él ha defendido un asunto en el cual yo votaré siempre a favor del dictamen de la Comisión, no creo conveniente que usted, provincialista como todo yucateco por excelencia, ponga en duda la honorabilidad de los guanajuatenses y por lo tanto protesto enérgicamente por la alusión que ha venido a propalar en la Asamblea, de que pudiera tener alguna connivencia con los bandoleros el compañero Patiño.

El C. Bolio: Verdaderamente me alegro que el C. Roaro haya sido quien saque la cara por el licenciado Patiño, puesto que hasta el señor Roaro casi está en las mismas condiciones, por aquel suelto que se nos mandó aquí por alguno de Guanajuato, de manera que está bien. Yo me he referido al asunto del "Automóvil Gris", C. Roaro, porque de todos es conocida la labor en ese sentido del C. Patiño; la prensa ha hablado demasiado sobre este asunto y por más cargos y descargos que se han hecho, el C. Patiño hasta hoy ni ha respirado. (Aplausos.)

El C. Presidente: La Presidencia invita al orador para que se sirva retirar las palabras injuriosas que pronunció. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Espinosa: Moción de orden, señor Presidente.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Espinosa.

El C. Espinosa: Suplico a Su Señoría que, conforme al reglamento, sólo conceda el uso de la palabra para rectificaciones o alusiones personales después de haberse agotado el debate.

El C. Presidente: La Secretaría leerá el artículo 105 del Reglamento. (Voces: ¡El 107!)

El C. Secretario Pesqueira: La Presidencia ordena que se lea el 105.

"Artículo 105. No podrá llamarse al orden al orador que critique o censure a funcionarios públicos por faltas o errores cometidos en el desempeño de sus atribuciones; pero en caso de injurias o calumnias, el interesado podrá reclamarlas en la misma sesión, cuando el orador haya terminado su discusión, o en otra que se celebre en día inmediato. El Presidente instará al ofensor a que las retire o satisfaga al ofendido. Si aquél no lo hiciere así, el Presidente mandará que las expresiones que hayan causado la ofensa se autoricen por la Secretaría, insertándolas ésta en acta especial, para proceder a lo que hubiere lugar."

El C. Patiño: Señores representantes: Por respeto a la Asamblea, respeto que he procurado guardar siempre, por más que soy uno de los diputados ignorados, como dijo el señor Bolio, no lo interrumpí cuando vertió sus frases injuriosas, que no tienen más base que el encono profundo que lo lleva con motivo de estos debates. Si se tratara de mi humilde personalidad, con el más profundo desprecio vería esas injurias que ha vertido este señor; pero no puedo dejarlas pasar desapercibidas, porque desempeñe un cargo público, y ante esta misma Asamblea estoy obligado a dar las explicaciones que procedan. Intervine, y a mucho honor lo tengo, en todas las actuaciones relativas al proceso del "Automóvil Gris", en mi cargo de preboste general del Cuerpo de Ejército de Oriente; inicié y seguí las averiguaciones de este asunto; no era mi misión la de sentenciar, porque no tenía yo esa competencia; pero el general en jefe de ese Cuerpo de Ejército dictó su sentencia, basada muy especialmente en el dictamen que rendí. Por lo tanto, ahora y siempre y en cualquiera lugar tendré que sostener que soy responsable de esas actuaciones; Pero que no se venga desde una tribuna, abusando del lugar que se ocupa, a lanzarme una injuria gratuita que no son capaces de probar, que no son capaces siquiera de sostener. No, señores; protesto de la manera más enérgica y con todo el respeto que me merece la Asamblea, contra esas calumnias, contra esas frases injuriosas de este señor.

El C. Bolio: Para una aclaración, señor Presidente.

El C. Patiño: Continúo, señor; no le han dado a usted la palabra para aclaraciones.

El C. Presidente: No tiene la palabra Su Señoría. (Murmullos.)

El C. Patiño: Esa frase hueca, señores, y vacía del "Automóvil Gris", ha venido a ser el coco y el espantajo; pero para los que llevamos la conciencia tranquila, para los que sabemos que hemos cumplido con el deber, no nos importa. A falta de otros argumentos, el señor Bolio ha vertido esas frases verdaderamente injuriosas, y yo ya lo he dicho: protesto enérgicamente y no solamente protesto, sino que, en el ejercicio de mi derecho, que nadie me puede arrebatar, vengo a suplicar a la Presidencia que excite al señor Bolio para que retire esas palabras y pueda continuar, (Voces: ¡No! ¡No!) y si el señor Bolio no las retira, que se autoricen por la Secretaría para lo que haya lugar, y aun también para que esas palabras veladas que han venido aquí a sembrar en el ánimo..... no a sembrar sino a aparentar sembrar (Siseos.) se haga la consignación respectiva con el objeto de que el Gran Jurado decida lo que haya lugar. Yo estoy dispuesto a responder, como lo he dicho, aquí y en todas partes, por mis actos, y para eso hay autoridades que me juzguen en caso necesario. (Una voz: ¡Moción de orden!) Piden los señores diputados una moción de orden y no me conceden ni siquiera el derecho de protestar contra lo que se me ha dicho; a la excitativa de "duro", que dijeron los señores diputados, el señor Bolio no ha tenido que decir más que: "El Automóvil Gris", como si fuera un fantasma; pero como en ese asunto he intervenido desde el principio hasta el fin, en ese asunto acepto cualquiera responsabilidad para responder de ella; pero mientras tanto, ruego a los señores diputados que no se formen un juicio precipitado por las palabras vertidas por el señor Bolio, que no sé qué autoridad tiene, que simplemente por una enemistad personal, por una antipatía las ha vertido; que ustedes no se hagan eco de palabras sin sentido, de palabras que nunca jamás podrá probar, porque son hechos improbables, porque la falsedad existe en toda su monstruosidad. Repito, pues, que de no retirar esas palabras el señor Bolio, el señor Presidente, en cumplimiento

del deber que tiene, porque lo manda el Reglamento, procederá como ha lugar; y en cuanto a mi persona, que se consiguen los hechos que ha denunciado en una forma, aunque velada, pero bastante atrevida, el señor Bolio, para que se resuelva lo que corresponda.

El señor Bolio hizo también una alusión a mi persona, respecto a que yo había dicho en la sesión de ayer, cuando se me concedió el uso de la palabra, que los jornales, sueldos que se ganaban en los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", era de cinco a quince pesos diarios. Efectivamente, señores diputados; como manifestó duda el señor Bolio acerca de si yo había vertido esas palabras, vengo a afirmar que sí. En los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", señores diputados, esos sueldos se pagan, no porque los devenguen los empleados y operarios - hay muchos empleos vacantes, como lo dije ayer; puede decirse que hay un excedente de cincuenta por ciento, y el señor secretario.....

El C. Iturralde, interrumpiendo: Señor Presidente: Para una moción de orden.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Iturralde: El C. diputado Patiño ha perdido la palabra par rectificación de hechos, y ya ha entrado en materia, por lo que no se le debe conceder el uso de la palabra.

El C. Presidente: La Presidencia suplica muy atentamente al orador se sirva concretarse al punto para el que se le concedió el uso de la palabra.

El C. Patiño: Pues en cumplimiento de la disposición de la Presidencia, que estoy obligado a acatar, me limitaré únicamente a lo que tengo dicho, haciendo la excitativa correspondiente al diputado Bolio, y, en caso contrario, para que se proceda como hemos dicho. Yo en este caso, señores, quiero que mi actitud contraste en todo con la de los señores diputados yucatecos, que apela a cualquier medio, por innoble, por reprobable que sea, para sacar avante ese dictamen. El señor diputado Bolio evidentemente que tendrá el valor civil suficiente - si no tiene el decoro para retirar su frase -, tendrá el valor necesario para sostenerla, y no hablo del valor del bravi, de que en algunas ocasiones se ha pretendido dar muestras, sino hablo del verdadero valor civil.

El C. Bolio: Estoy en guardia.

El C. Presidente: La presidencia ruega muy atentamente al C. diputado Bolio se sirva retirar las frases ofensivas que vertió contra el señor diputado Patiño.

El C. Bolio: Ciudadanos diputados La Presidencia de esta honorable Cámara me suplica atentamente que yo retire las injurias; puede decirse que se ha referido a injurias, la injuria que yo le espeté al C. Patiño. (Risas.) Yo creo, ciudadanos diputados que no he injuriado al C. Patiño; simplemente me he hecho eco de lo que la opinión pública ha dicho respecto del asunto; (Aplausos en las galerías.) Pero si él cree que el haber tratado incidentalmente y a grandes rasgos, sin haber entrado en detalles sobre el asunto del "Automóvil Gris", cree por ventura que es una ofensa yo le retiraré dicha ofensa si la toma así, hasta que él retire las ofensas dirigidas a la diputación, a los miembros del "Partido Socialista" y el gobernador honrado de Yucatán. (Aplausos en las galerías.)

El C. Patiño: Pido la palabra. Manifiesto al C. diputado Bolio que yo no he vertido ninguna ofensa al gobernador de Yucatán; yo he comprobado debidamente lo que he dicho, tan no se tomó como injuria que hasta ahora tomándolo como un pretexto para desvanecer su actitud, el señor Bolio lo pide. Yo no he injuriado y, por lo tanto lo que dije ayer no estoy dispuesto a retirarlo absolutamente. Eso es lo que tengo que decir. Si el señor Bolio se niega a retirar su injuria, pues ya sabemos el camino expedito que hay que seguir.

El C. Bolio: Para una interpelación. (Voces: ¡Ya! ¡Ya! Murmullos Siseos.) Bueno; pues ni yo la retiro. (Aplausos)

El C. Presidente: Con fundamento en el artículo 105, se levantará el acta especial, haciéndose constar las palabras del diputado Bolio. Tiene la palabra en contra el C. Rodríguez de la Fuente.

El C. Rodríguez de la Fuente: Señores representantes: Bien decía ayer el señor secretario de Hacienda que algo de política debía existir en este asunto tan importante y que se debate hoy. Ciertamente, señores representantes, algo debe haber en el fondo de este problema que se ha presentado tan intrincado a la consideración de Vuestra Soberanía, y quisiera yo en estos momentos exhortar a la Representación Nacional para que, dejando a un lado las cuestiones de carácter político que se ventilan en estos momentos en la República, vayamos nosotros, señores representantes, al fondo de la cuestión porque es un problema que no solamente afecta a los intereses de aquel apartado Estado de la República como es Yucatán, si no que afecta profundamente a los intereses de la Republica Mexicana.

Si nosotros podemos llevar el debate a la altura que se merece por la transcendencia misma del problema, habremos cumplido una vez más con las obligaciones de diputados; pero si nosotros, desviándonos un momento por las cuestiones políticas, por las cuestiones personales, llevamos el asunto éste por el camino torcido de la política que ya se vislumbra en el horizonte de la Patria, ni este asunto ni los futuros asuntos que se ventilen en la Representación Nacional podrán ser discutidos con la calma y con la seriedad misma de los representantes de la Nación. (Aplausos.) He aquí por qué vengo yo preocupado en verdad: porque he visto que la iniciativa del Ejecutivo, al principio tenía una marcada hostilidad en todo el ambiente de la Asamblea; pero, por fortuna, vamos, señores representantes, paso a paso midiendo nuestras palabras con el objeto de no ofender a nadie absolutamente; lleguemos a una conclusión, a una conclusión que tiene que resolver forzosamente este delicadísimo asunto. Venía con temores a la tribuna parlamentaria porque ayer, señores representantes, una manifestación hostil se dejó sentir en el ambiente de esta Asamblea contra aquellos individuos que nos habíamos inscripto en el contra del dictamen de las comisiones; pocos fuimos en verdad, señores miembros de la Cámara, los que nos acercamos a la Presidencia para pedir la palabra en contra de este asunto, y yo debo advertir a la honorable Asamblea que vi a la mayoría gobiernista tan desanimada en este debate parlamentario, tan desorientada en este asunto, que a pesar de no formar

parte yo de ese grupo y sí de uno más pequeño, dije para mí: es necesario en estos momentos apoyar al Gobierno, porque entiendo yo que el Gobierno nacional, y no el Ejecutivo, entiéndase bien, tiene la razón.

El C. Zincúnegui Tercero: ¡Pruebas!

El C. Rodríguez de la Fuente: Voy a estudiar este asunto y con toda sinceridad, con toda buena fe; no quiero, señores representantes, ni quisiera tampoco que Sus Señorías los diputados me interrumpiesen en esta peroración, porque, además de que infinidad de ocasiones se interrumpe, como lo ha hecho Su Señoría el representante Zincúnegui pidiendo pruebas, ¿pruebas de qué, si no he dicho una sola palabra? Yo, señores representantes, voy a tratar este asunto empezando por la iniciativa que envió el Ejecutivo a la Cámara de representantes. En la iniciativa a que me refiero, manifiesta el Ejecutivo que el Gobierno nacional tiene controlada en la República una gran extensión de vías férreas; que a este sistema organizado ya y que tiene en comunicación los Estados del interior de la República con casi el resto de la Nación y con el Pacífico y el Golfo de México, le falta, para formar ese gran sistema que debe unir a todo el territorio nacional, ligar a los Estados del Sur; que, al efecto, existe en el Estado de Yucatán un grupo independiente de ferrocarrileros que es conveniente - según manifiesta la misma iniciativa - unir por Santa Lucrecia a Campeche; que el objeto de la unificación de las vías férreas de la Nación, es que aquellos Estados del Sur que hasta ahora no pueden exportar toda su madera fina, todos sus artículos de primera necesidad, lo hagan con absoluta facilidad, sin tener en cuenta para ello la comunicación marítima que es muy deficiente; que para este efecto necesita controlar previamente los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", y que estos ferrocarriles se encuentran en la actualidad bajo los auspicios de la "Compañía de Fomento del Sureste"; que no encontrará inconvenientes desde el punto de vista hacendario - y esto, señores representantes, lo ha de probar aquí Su Señoría el secretario de Hacienda cuando haga uso de la palabra -. ¿Qué han manifestado los señores miembros de la Comisión ante la iniciativa del Ejecutivo? Voy también a precisarlo en unas cuantas palabras por si alguna de Sus Señorías no recuerda ya lo que las honorables comisiones dijeron. Los señores miembros de las comisiones han sintetizado en tres argumentos, capitales el dictamen; estos argumentos, que yo creí que vendrían los señores miembros de las comisiones a ampliarnos aquí desde la tribuna, no lo han hecho, señores representantes, y no han venido sino a reproducir su mismo dictamen. La primera oposición o argumentación que le hacen a la iniciativa del señor Presidente es la siguiente: que el Gobierno nacional ha seguido siempre como postulado de conservación económica, la nacionalización de las empresas extranjeras; el segundo es que entre nacionalización y centralización hay una diferencia extrema. Los señores representantes, al hablar aquí de que el postulado de conservación económica ha sido la nacionalización, yo entiendo que han confundido indudablemente los términos; que no han venido a sostener aquí una idea - como dicen ellos - aceptada generalmente, sino que han venido los señores miembros de las comisiones a sostener tan sólo que la nacionalización, así como la centralización y la federalización, son sistemas muy malos.

Yo entiendo, señores representantes, que se trata aquí de una cuestión de nacionalización, sea de los ferrocarriles de la República, y que esta nacionalización, no se refiere, como han dicho Sus Señorías los miembros de las comisiones, a todas las industrias de la República, porque si así fuese, nunca podría el Gobierno nacional llegar a tener el dinero suficiente para adquirir la industria petrolera, la industria textil, la industria manufacturera; en consecuencia, es absurdo lo manifestado por las comisiones al sostener que el Gobierno ha seguido como postulado de conservación económica la nacionalización de las empresas extranjeras. Aquí hay la diferencia que media entre el género y la especie. El Gobierno, señores representantes, ha querido nacionalizar los ferrocarriles, pero no ha querido nacionalizar las empresas extranjeras. Esta cuestión de la nacionalización de los ferrocarriles la he de tratar más despacio para llevar a Sus Señorías al proceso de la política ferrocarrilera seguida por el Gobierno nacional. ¿Desde cuándo? Desde que se iniciaron las vías férreas de la República. Desde luego, señores miembros de la Comisión, que la centralización es una mala doctrina política cuya aplicación se opone al buen funcionamiento del Poder federal; ¡decirlo así, autoritariamente, sin tener argumentaciones de ningún género que esgrimir!

Entiendo yo, señores representantes, que no podemos decir que hay sistemas buenos o sistemas malos; los sistemas son buenos o son malos según la época y según el lugar en que se aplican; si el gobernante, si el legislador tiene el talento suficiente para ver el momento en que esos sistemas se aplican, entonces podemos decir que el sistema es bueno; pero si, al contrario, nosotros nada más por una sentencia de las comisiones decimos que este sistema es absolutamente malo y lo vamos a desechar, comentaríamos seguramente una grave inconsecuencia. Yo entiendo que el Ejecutivo ha tenido algunas serias razones en favor de su iniciativa; que si éstas, como ha dicho un señor diputado, no las ha dado en la iniciativa que envió, yo entiendo que los señores miembros de las comisiones, antes de dictaminar, tenían la imprescindible obligación de acercarse al Gobierno para saber qué política iba a seguir. (Voces: ¡No! ¡No!) No tienen razón Sus Señorías al manifestarse en ese sentido, puesto que una comisión que quiera cumplir absolutamente con su deber, que quiera emitir un dictamen que llene las aspiraciones de la Representación Nacional, que quiera emitir un dictamen a conciencia, necesita, si no encuentra las argumentaciones en la iniciativa que envíe el Ejecutivo, interpelarlo y decirle: "Qué has querido decir tú con esta iniciativa?" Los miembros de la Comisión, señores representantes, entiendo yo que debieron haberse acercado a la Secretaría de Hacienda con el objeto de que se les informase cuál era la política ferrocarrilera que el Gobierno pretendía seguir. (Murmullos.)

El C. Mancisidor: ¡No se recibe a nadie!

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: Si esos razonamientos que expusiera la Secretaría de

Hacienda no eran convincentes, no eran de agrado de los señores miembros de la Comisión, entonces, señores representantes, en buena hora que emitieran ese dictamen más bien fundado que el que han emitido sin haber oído los razonamientos del secretario de Hacienda, que es quien sigue la política ferrocarrilera del Gobierno. Pero pasó aquí algo muy curioso, señores representantes, y que yo quiero que sepan Sus Señorías; algo muy curioso pasó en este expediente, y parece, señores, que siempre que vengo a la tribuna me toca referirles algo que oigo yo en la Cámara de Diputados; pero los representantes del pueblo tenemos la obligación de oír a todo el mundo para darnos exacta cuenta de lo que puede pasar en el asunto. Sucede esto: el dictamen lo hicieron uno o dos miembros de las comisiones....

El C. Morales Hensse, interrumpiendo: Es inexacto lo que está usted diciendo, señor diputado. (Murmullos y aplausos.)

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: Voy a hablar y después dirá Su Señoría el diputado Morales Hesse que es inexacto. Quiero suponer que los miembros de la Comisión se hayan reunido varias veces para tratar este asunto; pero aquí pasó lo que un famoso cardenal que quiso llegar a papa: El cardenal fue viendo a uno por uno de los señores cardenales, y les dijo: "Yo quisiera morir con la satisfacción de que obtuve un voto en el cónclave para papa"; pero fue tan inteligente este señor cardenal, que recorrió a todos los señores compañeros de él y resulto papa, por unanimidad de votos. (Risas.)

El C. Morales Hesse: ¡Son papas las que está usted contando! (Risas.)

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: Aquí señores representantes, entiendo yo de que fue el C. diputado Franco quien llevó el dictamen a algunos miembros de las comisiones, y les dijo: "Este dictamen está ya firmado, va a ser firmado ya por el resto de los miembros de las comisiones, solamente me falta la aquiescencia de usted, le suplico me dé su firma." El C. diputado Zerecero no tuvo inconveniente en firmar; así sucesivamente fue a dos o tres miembros de las comisiones y firmaron el dictamen. Eso es por lo que entiendo yo que los señores miembros de las comisiones no se han preocupado y así produjeron este dictamen absolutamente deficiente, absolutamente falto de lógica y falto de razón.

Después de haber hablado yo de lo que han entendido Sus Señorías por nacionalización y centralización, quiero seguir interpretando, aunque sea en estos momentos, el sentir; quiero suponer que es el sentir del Gobierno nacional, porque, señores representantes, alguna idea tuvo el Ejecutivo para enviar esta iniciativa. (Murmullos.) El Estado de Yucatán, como todos sabéis, se encuentra profundamente alejado del centro de la República; el Estado de Yucatán, así como toda la región del Sureste, no tiene más vías de comunicación, como vosotros sabéis, que las de Yucatán y Campeche, Quintana Roo por la parte marítima; por la terrestre nada más el Ferrocarril de Tehuantepec; así es que el Ejecutivo debe haber tenido muy en cuenta esta situación para procurar que la Representación Nacional lo autorizara a que gastara diez millones de pesos o que formulara este empréstito con el objeto de unir Santa Lucrecia con Campeche y después a Peto con Bacalar. Yo entiendo que esa zona está hasta estos momentos, podemos decir, improductiva, puesto que todos sus productos no son exportados ni al interior ni al exterior. Yo creo que estas regiones son dignas de mejor suerte y que la Representación Nacional le otorgue a este caso su apoyo al ciudadano Presidente de la República para que pueda emprender esas obras que ya ha iniciado.

"Las objeciones que fueron formuladas aquí por los señores miembros de la Comisión, y que informaron ayer, pueden reducirse a estas: el C. diputado García Ruiz, que fue el primer miembro de la Comisión que vino a la tribuna parlamentaria, no dijo si no esto: que el Gobierno debería primero pagar su deuda nacional o, cuando menos, dar un abonito a sus réditos, y que entonces estaría más tranquila la Representación Nacional. Manifestó también... (Voces: ¡Claro! ¡Claro!) Ese señor que está diciendo claro y el señor García Ruiz, no saben lo que quiere decir deuda nacional. La deuda nacional, señores representantes, no se paga en ningún pueblo civilizado del mundo; la deuda nacional no se paga.... (Risas, Murmullos. Desorden.) Ya ven Sus Señorías, ya ven los representantes del pueblo que todavía hay por allí diputados en la derecha que están diciendo que la deuda nacional se paga. No, señores representantes; lo que paga el Gobierno nacional, son los réditos, son los intereses de esta deuda nacional. (Voces: ¡Ah! ¡Ah!)

El C. García Ruiz, interrumpiendo: ¡No sabe usted lo que está diciendo!

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: Así pues, esa argumentación patriotera de Su Señoría el representante de Guanajuato, García Ruiz, no tiene fundamento de ninguna especie. Cuando buenamente pueda el Gobierno, puede cancelar su deuda nacional; entonces es cuando viene a pagar la deuda y todos los intereses creados, porque, ¿después de una revolución tan tremenda, después de que el Gobierno se encuentra en penuria más absoluta - como han dicho aquí algunos señores patrioteros -, quiere hacérsele también que vaya a pagar también la deuda nacional? (Murmullos.) No; el Gobierno nacional, entiéndase bien, es el primero que debe preocuparse y que se preocupará - eso tiene que demostrarlo muy próximamente el señor Presidente de la República -, tratará de consolidar esa deuda nacional, tratará de consolidar esos réditos después de que sepamos definitivamente a cuánto asciende esa deuda nacional.

El C. García Ruiz, interrumpiendo: Para una interpelación, si me lo permite el orador.

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: El señor García Ruiz se asombra también de que el señor Presidente de la República quiera esos diez millones de pesos para controlar los Ferrocarriles Unidos y no para construir la vía de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar. No se asombre Su Señoría el representante García Ruiz: el Ejecutivo tiene sus razones y si ningún diputado tiene el valor suficiente para decir aquí lo que hay en el fondo de este negocio, yo, como representante del pueblo, tengo que decirlo. (Murmullos y aplausos.) Cuando conteste también Su Señoría el diputado Franco y a algún otro de los diputados que han venido a sostener el dictamen de la

Comisión, y cuando termine yo de hablar - todavía no empiezo a hablar de la política ferrocarrilera del Gobierno - pero cuando termine yo de tratar ese asunto, he de probar a Sus Señorías que tiene sobra de razón el Ejecutivo para pedir primero el dinero suficiente para controlar los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" y luego para construir la vía de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar. El señor diputado García Ruiz manifestó igualmente que la "Compañía de Fomento del Sureste" ha presentado una solicitud a la Secretaría de Comunicaciones con el objeto de construir las vías que ahora pretende construir el Ejecutivo. Esas argumentaciones de los señores representantes, que fueron las mismas que esgrimió aquí el C. diputado Franco, voy a contestarlas un poco después. La primera línea férrea o, más bien dicho, la primera concesión ferrocarrilera que se pidió en la República Mexicana fue la solicitud presentada por el señor don Francisco de Arrillaga al señor presidente don Anastasio Bustamante en 1837. El señor presidente Bustamante, viendo que las comunicaciones de la República eran del todo difíciles en aquel estado que había quedado después de la independencia; los caminos carreteros insignificantes, las vías de comunicación incipientes, no eran del todo aceptables para que pudiesen transportar de un lugar a otro de la República las mismas mercancías, los mismos artículos de primera necesidad que aquí se producían, concedió aquella concesión al señor don Francisco Arrillaga y la concesión fue por treinta años, debiendo terminar el concesionario en doce años la construcción. El concesionario otorgaba esta franquicia al Gobierno nacional: entregarle cincuenta mil pesos, oro nacional, anualmente, a la Tesorería general de la Nación. En aquella concesión se estlablecieron los fletes, los pasajes, se estableció toda clase de tarifas. Este ferrocarril no vino a construirse en definitiva, pero sí para 1842 vemos que el Gobierno nacional, interesado porque las vías de comunicación, las vías ferrocarrileras se establecieran en la República, exigió a los contribuyentes del paso del camino entre Veracruz y México, que pagaran una contribución con el objeto de construir una línea férrea de Veracruz a San Juan, al río de San Juan. Este ferrocarril, del cual no se hicieron más que 13 kilómetros de vía, vino a inaugurarse hasta 1850. La política, señores representantes, que siguió posteriormente el presidente Comonfort, fue absolutamente amplia y liberal y en aquel entonces se pidieron 14 ó 15 concesiones para ligar el interior de la República.

Posteriormente el presidente Juárez, después del triunfo de las armas republicanas contra el llamado Imperio y la Intervención Francesa, sancionó la concesión otorgada a una empresa francesa para que construyera la vía de Veracruz a México y le señaló una subvención de $560,000.00 anuales por espacio de 25 años, y además esta fue la primera vez en que el Gobierno nacional señalaba ya una subvención a las empresas ferrocarrileras. En esa misma época el señor presidente Juárez estableció una nueva política ferrocarrilera: se dio la famosa concesión de Rosencranz para que uniera un punto del Golfo de México con el Estado de Tamaulipas, y con el interior de la República. En esta concesión, señores representantes, se vio ya claramente la política ampliamente liberal del presidente Juárez y de la Cámara de Diputados que fue quien otorgó definitivamente la concesión, señalándole una subvención en tierras, según el número de kilómetros que se construyeran y tantas hectáreas de terreno por el número de kilómetros que hubieran construido. Posteriormente, señores representantes, el C. Lerdo de Tejada, a quien se le ha dicho siempre, o de quien se ha dicho aquella famosa frase de que "entre los pueblos fuertes y los débiles era mejor o era necesario conservar el desierto", aquel hombre, señores, a quien esta frase se le ha achacado en la Historia por algunos historiadores, siguió también una política absolutamente franca, absolutamente abierta hacia todos los concesionarios que quisieran ligar el Norte de la República con el Pacífico; que quisieran ligar los Estados del Norte con el interior, porque había visto que los Estados todos se encontraban desunidos precisamente por la intervención y que el pueblo mexicano se había dividido con motivo del partido liberal. Esta política absolutamente franca del presidente Lerdo de Tejada le creó - claro está - una atmósfera hostil en aquel entonces de oposición; pero ésta, señores representantes, tuvo que desvanecerse ante la energía de aquel hombre que otorgó concesiones también para que se ligara casi todo el interior de la República, la parte Norte de la República con el Pacífico. La política seguida por el C. Lerdo de Tejada que no fue sino de preparación, fue secundada después por el presidente general Díaz, señores, en su primera administración, teniendo como secretario de Fomento a Riva Palacio, siguió esa política, nada más que la Secretaría de Fomento creyó necesario que estas concesiones se otorgaran a los capitalistas de los Estados, a los políticos de los Estados con el objeto de evitar esas dificultades por cuestión de la soberanía y precisamente por la misma división que se había creado entre el elemento liberal de la República. La política de Riva Palacio fue posteriormente cambiada por el ministro Carlos Pacheco en la administración del general González y en las primeras administraciones del general Díaz y el señor don Carlos Pacheco, secretario de Fomento, siguió una política más liberal todavía. La política del señor ministro de Fomento fue la de otorgar estas concesiones a elementos extranjeros, ¿por qué? porque los nacionales habían fracasado debido a que no contaban con los recursos suficientes ni podían sostener una empresa de esa naturaleza. La política, pues, seguida por el secretario Pacheco, tuvo por objeto ligar absolutamente la República Mexicana por las líneas ferrocarrileras; ¿por qué, señores representantes? Porque si cierto es que la nación mexicana tenía una gran extensión de territorio, la verdad más absoluta, la verdad que debe decirse desde esta tribuna, era que el Gobierno nacional no podía controlar ninguno de sus Estados; necesitaba, pues, esas líneas para que viniese el cambio de los elementos del Norte con los del Sur, con los del interior, para que viniese el cambio comercial, para que viniese el cambio social y esa fue la política seguida por el secretario Pacheco. Grandísimas fueron las vías que se construyeron durante esa

época y podemos decir que para 1896 había en la República un buen número de kilómetros construidos, que era en esos momentos cuando la mayoría de los Estados estaban ya ligados con la capital, 14 ó 15 Estados; faltaban solamente algunos del Pacífico. Esta política, señores, que ya había costado mucho dinero al Gobierno nacional, pero como muy bien lo manifestó en un informe la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados posteriormente, de que esos sacrificios se hacían indispensables por el estado actual de las comunicaciones, se vio, pues, en virtud de eso el Gobierno nacional obligado a seguir una nueva política ferrocarrilera y en 1892 el señor Presidente de la República creaba ya la Secretaría de Comunicaciones para desligar la política ferrocarrilera que antes había sido seguida por la Secretaría de Fomento y que ésta pasara a la Secretaría de Hacienda. (Murmullos.)

El señor secretario Limantour, que era entonces el ministro de Hacienda, fue quien inició una política restrictiva a la política que antes había sido seguida por el secretario Pacheco. En esta política restrictiva, señores representantes, como muy bien lo manifestara a la Cámara nacional en el informe que se rindió en 1892 y que debe constar en la Secretaría de Hacienda, manifestaba el secretario Limantour que ya habían sido enormes los gastos hechos por la Nación en subvenciones; que ya la República se encontraba totalmente, o casi totalmente ligada por la unión ferrocarrilera y que en adelante, para dar nuevas concesiones, deberían sujetarse a un procedimiento nuevo. Esta política restrictiva la vemos ya confirmada en la Ley de Ferrocarriles de 1899, en la que establece de una manera precisa cuáles son las vías principales de la República. En esa ocasión, señores representantes, se señala ya , como vía principal, la construida de Campeche a Santa Lucrecia; esta política seguida por el Ejecutivo tenía ya su razón de ser, puesto que si es cierto que estaba ligada la mayor parte de la República por las vías ferrocarrileras, en cambio no era conveniente seguir dando esas concesiones a todos los que la solicitaran para ligar Estados que no necesitaban comunicación, o que ya estaban comunicados por determinada línea férrea, y entonces fue cuando la Secretaría de Hacienda creó en la Ley de Ferrocarriles, en su artículo 6o., cuáles eran las vías principales, como manifesté hace un momento, y dijo el Gobierno nacional en aquel entonces, que a aquellas vías declaradas de primera necesidad sí se les otorgarían ciertas subvenciones de acuerdo con la política que pretendía seguir el Gobierno. Después de 1900, en que vino esa restricción de la política que seguía el Gobierno, acaban de construirse casi todos los ferrocarriles por las concesiones otorgadas con anterioridad y encontramos ligados ya el Norte de la República con el centro por la vía nacional y por la vía central; tenemos ya la vía del Interoceánico, la vía que une a Veracruz y algunas otras de mucha importancia. Entonces, señores representantes, surgió un problema trascendental, un problema que hubiese hecho al Gobierno nacional sufrir grandes perjuicios si no se remediaba. Capitalistas americanos pretendieron formar un trust con los Ferrocarriles Nacionales; ligarlos todos y que quedaran amparados por una sola compañía con el objeto de arreglar ellos entre sí la cuestión de tarifas, la cuestión de fletes y todo lo concerniente a ferrocarriles. Este era un grave peligro para el Gobierno nacional, puesto que en un momento dado no tendría ferrocarriles disponibles ni tendría nada absolutamente, y sí, en cambio, una oposición sistemática de parte de todos los extranjeros que habían controlado esos ferrocarriles, y aquí la idea del señor secretario de Hacienda, Limantour, para venir a constituir y a consolidar los ferrocarriles nacionales. Esta idea, que fue albergada por todos los elementos del Gobierno, por todos los secretarios de Estado, tuvo que hacerse con todo sigilo, por que los capitalistas extranjeros, como manifesté a ustedes, pretendían hacer lo mismo. Consolidados ya los ferrocarriles nacionales por el Gobierno nacional, no le quedaban sino algunas pequeñas vías que no eran de importancia y que forzosamente estaban supeditadas a las vías generales de la República, consolidadas ya por tener la mayoría de acciones el Gobierno nacional. Esta política, que fue seguida en los últimos años de la época del Gobierno del general Díaz, y ya que la Nación estaba ligada casi totalmente por las vías de comunicación, no quedaban, pues sino algunas otras de importancia capital, como es la de Santa Lucrecia a Campeche. El Gobierno actual, recogiendo, como dice el señor Bolio, el guante de la política ferrocarrilera seguida en aquel entonces, porque aquella política ferrocarrilera en verdad vino a salvar la situación general de la República y nadie absolutamente puede negarlo, el Gobierno actual, recogiendo el guante aquel, aceptó la política ferrocarrilera sostenida hasta entonces y vino aquí a querer ligar a Santa Lucrecia con Campeche, controlando previamente los ferrocarriles de Yucatán. ¿Por qué, señores representantes? Por algo muy grave que puede presentarse ante la Nación mexicana. Estamos acostumbrados nosotros a tratar ciertos asuntos en sesiones secretas; pero cuando estos asuntos están directamente ligados con la soberanía nacional, con el pueblo general de la República y con la misma Nación, deben tratarse en sesiones públicas para que todo el mundo se dé exacta cuenta de qué es lo que pretende el Gobierno. Yo no quiero decir por un momento que sea el portavoz de las esferas oficiales, porque no las frecuento, pero sí hemos visto desde hace mucho tiempo que ese alejamiento del Estado de Yucatán perjudica o perjudicará gravemente a la República. (Murmullos.) Nosotros, como patriotas y como mexicanos, tenemos la imprescindible obligación de tenderle nuestra mano al pueblo yucateco, para que el pueblo yucateco esté más cerca del interior de la República. Los estudiantes yucatecos no los encontramos en la Universidad Nacional; rara avis aquel estudiante yucateco que viene aquí; casi todos van a la América Central o a los Estados Unidos.....

El C. Franco, interrumpiendo: ¡Hay diez estudiantes yucatecos en la Universidad!

El C. Castillo Torre: Una rectificación, si lo permite el orador.

El C. Rodríguez de la Fuente: continuando: Los obreros yucatecos no los encontraremos en el interior de la República; los obreros del resto de los Estados todos vienen a acá. Sí, señores; con motivo de la Revolución, casi todos los obreros de los

Estados han venido al interior; en una palabra, no hay ese contacto entre el interior de la República Mexicana con el pueblo yucateco, y si ahora hay diez estudiantes, como ha manifestado Su Señoría el diputado Franco, en la Universidad Nacional y escuelas superiores, haga usted las cuentas, ciudadano diputado, y podrá ver que los Estados en general de la República tienen muchísimos estudiantes aquí en la capital.....

El C. Franco, interrumpiendo: ¡En Yucatán tenemos muy buenas facultades!

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: En una palabra, señores representantes, necesitamos nosotros ayudar al Ejecutivo en este asunto, porque entiendo yo que la política ha de ser de aquí para allá, de aquí para el Estado de Coahuila, de aquí para los Estados de Tamaulipas, y no de los Estados para acá. (Murmullos.) Hay que ser honrados, señores representantes; nosotros formamos parte de la gran República Mexicana, pero estamos ligados íntimamente con ella, claro está, por los vínculos del Estado con la República Mexicana; pero la política que pretende seguir la "Compañía de Fomento del Sureste" - lo ha manifestado el señor García Ruiz diciendo que ha enviado una solicitud a la Secretaría de Comunicaciones pidiendo la concesión de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar -, esta política, señores representantes, no puede ser aceptada por el Gobierno nacional, por esto que voy a manifestar a Sus Señorías: que el Gobierno de Yucatán o la " Compañía de Fomento del Sureste" - que es casi lo mismo - inicie la vía de Peto a Bacalar, haga la construcción de Campeche a Santa Lucrecia, y entonces veremos nosotros una política expansionista de un Estado sobre Quintana Roo, sobre Campeche y sobre Chiapas.

Esto no debe permitirse por la Representación Nacional; la Representación Nacional debe apoyar en estos momentos la política ferrocarrilera del Ejecutivo y decirle: yo convengo en que la construcción de la vía sea Santa Lucrecia a Campeche, sea de Peto a Bacalar, construida por el Gobierno nacional, que ha controlado ya todo el sistema de la República; y nosotros, señores representantes, que tenemos en el Norte a un enemigo poderoso, distanciado de nosotros por cuestión de raza, por cuestión de costumbres, agresivo e imperialista, y que tenemos por el Sur a las repúblicas latinoamericanas ligadas a nosotros por los vínculos de la sangre, por las costumbres y por la tradición, necesitamos que el Gobierno nacional en un momento dado controle toda la política ferrocarrilera de la República, todos los ferrocarriles de la República, para en caso de agresiones contra la Nación mexicana, para en caso de disturbios en la misma República, porque las ideas anarquistas, las ideas bolshevikis sustentadas en estos tiempos, pueden en un momento dado, invadir aquellos Estados del Sur y el Gobierno nacional no encontrará manera de trasladar violentamente ni sus fuerzas ni sus equipos ni nada absolutamente, ¿por qué? Porque sencillamente ni tiene escuadra, ni tiene buques el Gobierno nacional; los únicos vapores que vienen de Yucatán a Veracruz, son escasos y muy bien saben Sus Señorías cuántas dificultades hay para que puedan transportarse de un lugar de Yucatán a un puerto de la República.

El C. Prosecretario Morales Sánchez: Habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se consulta a la Asamblea si permite que continúe en el uso de la palabra el orador. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Sí se le permite.

El C. Rodríguez de la Fuente, continuando: Pues bien, señores representantes; nosotros debemos, pues, aceptar la política ferrocarrilera del Gobierno y no aceptar esa política expansionista de un Estado sobre sus limítrofes. (Siseos.) Si nosotros aceptamos que un Estado tenga mayor autoridad, mayor fuerza sobre los que están al lado, sobre los que están cerca, podemos llegar a constituir un Estado tan poderoso, tan fuerte, que será en un futuro no remoto, un peligro para la Nación misma, y mientras hay gobiernos nacionales honrados, porque hoy será el Presidente don Venustiano Carranza y mañana será X, nosotros debemos sostener la política del Gobierno nacional, que ésta tiene que ser siempre honrada, que ésta tiene que ser siempre la misma si los gobiernos que representan a la Nación son honrados.

Ya para terminar, señores representantes, quiero manifestarles a Sus Señorías que aquí he dejado contestadas aquellas argumentaciones a que me referí, del C. diputado García Ruiz y del C. diputado Franco, miembros de las comisiones, que vinieron a sostener su dictamen, y que decían: "¿por qué el Ejecutivo pretende controlar antes los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" para después construir la vía de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar"? Allí están mis argumentaciones; yo no soy el portavoz de las esferas oficiales, y si yo no estoy en lo justo, Sus Señorías pueden interpelar posteriormente al secretario de Hacienda para que diga por qué todas estas cuestiones, para que nos exprese con franqueza cuál es la política ferrocarrilera del Gobierno. Claro está que el secretario de Hacienda debe estar bien interiorizado de estos asuntos, porque es quien sigue la política ferrocarrilera del Gobierno nacional en estos momentos.

Por último, yo suplico a la honorable Asamblea se sirva dar un voto reprobatorio al dictamen de las comisiones. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) Precisamente un voto reprobatorio al dictamen de las comisiones; Precisamente, señores representantes, porque esa política expansionista de un Estado sobre los limítrofes, como son Campeche y Quintana Roo, es perjudicial a la Nación. (Murmullos. Siseos. Risas.) Algunos señores diputados se ríen, pero yo quiero recordarles aquí que en el 1847 el Estado de Yucatán recobró su soberanía independiente como Estado y no prestó ningún auxilio al resto de los Estados, para combatir la intervención americana. El Estado de Yucatán en aquel entonces no prestó ningún contingente al Gobierno nacional, y esta cuestión que se suscitó en 1847 y que en estos momentos nosotros debemos preveer, dejando todas las cuestiones personales, todas las inquinas de partido y, sobre todo, todas las cuestiones netamente personales de aquí del fondo de la Cámara, debemos votar este asunto con un "no" profundo con un "no", señores representantes, que llene de satisfacción a los

miembros del Parlamento mexicano, porque estas cuestiones que en 1847 vimos nosotros y conocemos nosotros por la Historia, serán, señores, si no capaces de reproducirse mañana o pasado, cuando menos debemos preveer el caso de que no se comprometa la situación futura de este país a un gobierno internacional y nos encontremos maniatados. Aquellos Estados del Sur se encuentra, como siempre, alejados del resto de la República, no se encuentran ligados con el interior ni por la cuestión de costumbres, ni por cuestión de tradición, ni por la misma literatura, a que se refirió el señor diputado Bolio; son muy distintas aquellas costumbres, señores representantes, y nosotros, los miembros del Parlamento mexicano, que debemos procurar aquí por patriotismo; nosotros, que formamos aquí la Representación Nacional, que no venimos a defender los intereses de determinado Estado, sino los intereses de la Nación, debemos dar un voto reprobatorio a ese dictamen de las comisiones. (Aplausos. Siseos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra la Comisión

El C. Franco: Señores representantes: Voy a ser lo más breve posible, en virtud de que son muchos los oradores listados, ya en pro, ya en contra.

Como son tres los señores que han impugnado en términos generales el dictamen de las comisiones, voy a empezar por aludir al señor secretario de Hacienda. Ayer en la tarde, desde mi curul, contemplé la actitud tranquila e inmutable del señor secretario de Hacienda, y trajo a mi memoria esta inmutabilidad, el siguiente pensamiento: los gobernantes modernos no son Tiberios ni verdugos vestidos de púrpura, son hombres que ven muy lejos, mandan cuando expresan obedecer; quieren cuando se inclinan y estrechan cadenas de la opresión cuando ofrecen y protestan libertad. (Aplausos. Voces: ¡Bien!) El señor secretario de Hacienda hizo girar su peroración sobre unas cuantas cláusulas de los estatutos de la "Compañía de Fomento del Sureste", cláusulas que, desde el punto de vista legal, pueden o no favorecer al Gobierno federal, y aquí me encuentro al señor secretario de Hacienda bajando o descendiendo del alto plano de la moral política, del alto plano en que debe estar siempre erguido el funcionario, al bajo y obscuro del rábula. La política, señores representantes, tiene un aspecto eminentemente moral, y los políticos deben adquirir convicciones profundas y completas de moral, para que de este modo las tentativas de reforma social y política no sean quiméricas y no vengan o no concurran a aumentar el funesto desorden existente. El Derecho nuevo ya no se origina de aquel liberalismo que fue generado por la filosofía precursora de la Revolución Francesa; el Derecho nuevo, señores, no se origina de aquel liberalismo que escuchó a Voltaire cuando dijo: "¡Propiedad: He aquí el grito de la Naturaleza!"; pero que olvidó a Rousseau cuando dijo:

"Estáis perdidos si olvidáis que los frutos de la tierra son de todos y que la tierra no es de nadie".

El señor secretario de Hacienda nos hizo ayer aquí cálculos que le voy precisamente a desdecir, porque los tengo.... (Voces: ¡No se oye!) Repito que los informes numéricos que ayer proporcionó a la Representación Nacional el señor secretario de Hacienda no son, en concepto mío, completamente exactos: Hace cosa de seis meses la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén" proporcionó al Gobierno federal unos dos millones de dólares para que se vayan cubriendo poco a poco con los derechos aduanales sobre el henequén. En estos momentos estos dos millones de dólares se han reducido a cien mil dólares, de modo que la Federación debe en este momento a la "Comisión Reguladora del Mercado del Henequén" cien mil dólares. En Yucatán bien saben ustedes que no corre el oro y sí el papel de la Reguladora; pues bien, según el cálculo del señor licenciado Cabrera, podemos estimar en cuatro millones quinientos mil pesos, en números redondos, las recaudaciones de las oficinas del Timbre en el Estado de Yucatán, las cuales siempre se han depositado en la Comisión Reguladora, porque es una institución que ofrece todas las garantías; y las veces que el Gobierno federal ha tenido necesidad de estos fondos que deposita, se le han dado giros sobre los Estados Unidos, y en particular sobre el Royal Bank de Nueva York. El señor licenciado Cabrera ha dicho que la adquisición del control de las acciones de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" se haría con los dos millones de pesos, porque él estima que las acciones ferrocarrileras que en número de quince mil posee la "Compañía de Fomento del Sureste", serían adquiridas por el Gobierno federal en el mismo precio en que fueron compradas por la Compañía de Fomento. Actualmente estas acciones, que tienen un valor nominal o representativo de mil pesos, tienen en la Bolsa de Valores de Nueva York un valor de doscientos cincuenta pesos; de modo que estas acciones valen en estos momentos $3.750,000.00. No debe desconocer el señor licenciado Cabrera que la Compañía de Ferrocarriles ha obtenido un préstamo de la Reguladora con el fin de reponer su material rodante y esta suma se estima alrededor de....$3.000.000.00; de modo que si a los $3.750,000.00 unimos los tres millones de material rodante últimamente adquirido, tenemos $6.750.000.00. Los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" constituyen para el Estado una institución progresista; en el último balance de los Ferrocarriles, es decir, en el balance verificado al finalizar el año social de 1918, hubo estas entradas: $8.836,346.77, y tuvo, en concepto de gastos: $7.049,627.22; por consiguiente, hay una utilidad neta o líquida, de $1.786,719.55.

Como he ofrecido ser breve como son tres los señores preopinantes que han impugnado, en concepto de ellos, este dictamen, voy a aludir al señor diputado Patiño.

El señor diputado Patiño es el representante de la casta divina de Yucatán, es el abogado de la casta divina de Yucatán; ayer no contradijo el dictamen: se concretó únicamente a reproducir los alegatos que en la Suprema Corte presentó el año pasado, acusando al gobierno del Estado, a la Reguladora y al Partido Socialista. Estas instituciones nunca han podido ser vistas por la aristocracia henequenera que patrocina el señor licenciado Patiño; el señor licenciado Patiño cree que esta casta tiene derecho a gobernar el Estado de Yucatán, a desempeñar la hegemonía política y social que en otros tiempos desempeñó; el señor licenciado Patiño olvida o desconoce este principio que

siempre se ha verificado, que siempre se ha efectuado en el desarrollo de las democracias: "una aristocracia no sucumbe, sino después de una larga lucha", y durante esta lucha se encienden odios implacables entre las diversas clases sociales; en la confusión democrática que sigue al triunfo de una revolución, se pueden ver perfectamente los rescoldos de aquellas pasiones de la aristocracia caída. Por esta razón los aristócratas yucatecos, los henequeneros, no han dejado nunca de atentar contra la Reguladora, contra el Gobierno del Estado y contra el Partido Socialista en todas las esferas oficiales. Probablemente el motivo particular de queja que puede tener el licenciado Patiño contra la Reguladora, es el siguiente: últimamente estuvo en el Estado de Yucatán y manifestó a sus poderdantes que pronto sería disuelta la Reguladora por disposición del Gobierno federal; les cobró treinta mil pesos por este viaje al Estado de Yucatán y depositó los treinta mil pesos en la Reguladora con el fin de que le dieran un giro sobre Nueva York. La Reguladora, como ha venido estando en lucha con las grandes compañías consumidoras de henequén en Estados Unidos, no pudo desde luego otorgar este giro que solicitaba, porque había muchos hacendados que habían solicitado con antelación giros y porque la Reguladora viene precisamente expidiendo con medida sus giros sobre Nueva York, con el fin de que no pueda encontrarse en ningún momento sin fondos en el extranjero. Probablemente este es uno de los motivos de desagrado que tiene el señor Patiño contra la Reguladora: porque no se le dio el giro. La Reguladora es una institución que tiene de una manera legal consolidados a todos los henequeneros; estos señores henequeneros tienen actualmente en los Bancos de Estados Unidos $16.000,000.00 y lo que pretenden siempre es tener todo su capital en el extranjero y no hacer con estos capitales beneficios al Estado de Yucatán; por esta razón el Consejo de Administración de la Reguladora únicamente concede giros a los comerciantes para que traigan artículos del extranjero, y en cuanto a los hacendados, detiene la expedición de los giros mientras puede conseguir una victoria sobre las grandes compañías norteamericanas consumidoras del henequén, que son: "La Internacional" y la casa "Tybody". Últimamente se han vendido o se están conviniendo ya las ochenta mil pacas que tiene en existencia la Reguladora en las distintas bodegas que existen en la ciudad de Mérida y en Progreso; yo tuve oportunidad de ver los telegramas que le dirigieron al consejero de la Reguladora, que está aquí en la capital; pero parece que la Reguladora no solamente quiere vender sus existencias, sino que también quiere asegurar la producción del año entrante. Al señor licenciado Patiño le llamó la atención que el señor gobernador del Estado de Yucatán dijera en una de las juntas verificadas por los consejeros de la Reguladora, que si los americanos, o si las compañías consumidoras del henequén no compraban el henequén a un precio equitativo, sería preferible ir quemando las pacas; esto le extrañó bastante y fue motivo de antesalas en la Secretaría de Hacienda y de antesalas en la Presidencia de la República. ¡Si supieran estos señores que el gobierno del Brasil mandó quemar toda su existencia en café con el fin que pudieran seguir las explotaciones allí, no les hubiese llamado la atención esto! Si la Reguladora conserva todas sus existencias de henequén, si no las hace desaparecer, bien sea quemándolas o negociándolas, la explotación del henequén quedaría desde luego arruinada. El señor licenciado Patiño, como bien saben ustedes, señores representantes, no tocó el dictamen y el señor Rodríguez de la Fuente, que en su peroración expresó varias veces que había destruido los fundamentos del dictamen. en mi concepto tampoco; se concretó únicamente a hacernos una historia de las diversas concesiones ferrocarrilera que han otorgado en la República, pero yo no sé qué entiende por política ferrocarrilera.

La política ferrocarrilera del Gobierno ha consistido únicamente en dar concesiones; si en algo se distinguió esta política ferrocarrilera fue en la época de Limantour; Limantour comprendió que los grandes trusts ferrocarrileros norteamericanos los trusts Harriman y el Gould, pretendían hacerse de estas dos arterias: del Central Mexicano y del Nacional Mexicano; Limantour tuvo la suficiente astucia para hacerse del control de las acciones del Interoceánico por diez millones de pesos y de esta manera el Ferrocarril Nacional se encontró sin salida al Golfo de México; entonces le vendió al Gobierno nacional la mayor parte de sus acciones por valor de veintidós millones de pesos; el Gobierno nacional, en posesión de estas dos líneas, le hizo la competencia al Central que tenía salida al Golfo de México por el puerto de Tampico; el Central, que en aquella época no guardaba condiciones económicas bonancibles, le propuso en venta al Gobierno federal una gran parte de sus acciones y Limantour dijo que no quería comprar acciones, sino que quería formar una compañía con los ferrocarriles Central y Nacional: así vino la formación de los Ferrocarriles Nacionales de México. Pero si hasta aquí es laudable y plausible la obra de Limantour, luego viene su obra antipatriótica, porque estos dos ferrocarriles, el Nacional y el Central, que tenían en acciones doscientos cuarenta y nueve millones de pesos y en obligaciones hipotecarias doscientos sesenta millones, al formarse la consolidación, Limantour elevó la emisión de acciones a $460.000,000.00 y las obligaciones hipotecarias a $770.000,000.00. Estas operaciones de Limantour son precisamente las que impiden que el Gobierno nacional pueda ser considerado como el poseedor relativo de dichas líneas, porque aquellas acciones y aquellos bonos hipotecarios se hicieron de una manera extraña. Suplicaría a ustedes leyeran el informe del señor licenciado Fernando González Roa que rindió a la Junta Directiva de la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales, para que ustedes comprendan la verdad de estos asuntos. Y precisamente el señor Fernando González Roa ha salido al extranjero para ver la manera de arreglar este adeudo hipotecario. Oigan ustedes algunas de estas cláusulas para que puedan comprender cómo están los Ferrocarriles Nacionales:

"La sección segunda del artículo séptimo de la escritura de hipoteca preferente, establece, minuciosamente, los casos de falta de cumplimiento y dice, en seguida, que cuando se presente el

fideicomisario personalmente, ya sea por su propio derecho, como fideicomisario o como apoderado de hecho de la Compañía del Ferrocarril o por medio de sus agentes o apoderados, puede entrar en posesión y tomar a su cargo la totalidad o cualquiera parte de los bienes dados en fideicomiso, etc."

"En la sección cuarta se establece que, en los casos de falta, el fideicomisario "ya sea personalmente o por apoderado a su dirección, puede vender al mejor postor todos y cada uno de los bienes dados en fideicomiso", haciéndose las ventas "en pública subasta en la cuidad de Nueva York o en otros lugares, y en los términos y fecha que el fideicomisario fije y especifique en el aviso de venta."

¿Quieren ustedes convenios más extraños? Oigan ustedes qué dice el señor licenciado Fernando González Roa:

"Quizá este es el primer contrato en que una de las partes puede hacerse justicia por su mano y en que está obligada la contraparte a admitir sin remedio como apoderado, a quien representaría a la parte contraria en caso de conflicto. Estas disposiciones son bastantes para convencer de que la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales de México, está en condiciones aun durante su vida normal, de resentir la influencia extranjera, ya que está regida por estatuto especial conforme a su naturaleza completamente singular."

De modo que esa ponderada, que esa plausible - en concepto del señor Rodríguez de la Fuente - política ferrocarrilera, ya estamos viendo a qué está reducida, precisamente a un gravamen terrible sobre la Nación, pues la Nación en estos momentos o el Gobierno federal con motivo de la Revolución, está obligado a cubrir en su parte principal y en sus intereses todos los créditos hipotecarios de carácter general. El señor Rodríguez de la Fuente intentó decir que uno de los aspectos de la iniciativa de Ley del Ejecutivo era la centralización. No sé qué entienda el señor Rodríguez de la Fuente por centralización; pero me voy a permitir decirle que a la centralización se opone precisamente la descentralización, o sea aquella disciplina que hace pasar los asuntos de las manos del funcionario a las manos del ciudadano, para llegar a constituir el gobierno del país por el país. (Aplausos.) También expresó que las deudas nunca se pagan. Esto es muy extraño; cualquiera que conozca economía política, cualquiera que conozca economía social, bien sabe que las deudas interiores son las deudas amortizables y que cuando un Gobierno tiene varias deudas interiores que no puede amortizar y ofrece suficiente crédito al capital extranjero, las consolida, es decir, hace entonces una deuda eterna en que no se pagan más que los intereses o las rentas. El Gobierno nacional ha dado concesiones para construir ferrocarriles a particulares y a empresas extranjeras, pero no ha construido ferrocarriles; el único ferrocarril que se propuso construir y fracasó, fue el de Tehuantepec; construyó únicamente 125 kilómetros y le faltó la mayor parte; con ese motivo contrajo una deuda interior de dos millones setecientas cincuenta mil libras esterlinas. Los gobiernos como constructores o como empresarios, no han dado siempre muy buenos resultados. Nosotros no tenemos aquí una educación política suficientemente buena para garantizar la inversión de los fondos públicos en obras ferrocarrileras. ¡No nos extrañe que nosotros, que constituimos todavía un pueblo joven, carezcamos de educación democrática! En el Dominio del Canadá, donde están controlados los ferrocarriles por el gobierno, éste se hizo de dos líneas importantes, la Intercolonial y el ferrocarril llamado "Prince Edward Island". El gobierno del Canadá intento construir otra línea, la transcontinental, y el ministro de Hacienda del Dominio hizo un cálculo de 800 millas por construir, e hicieron los cálculos resultando que cada milla costaría $34.043.00. Pues bien, esta obra se realizó, pero le costó al gobierno del Canadá $99,000.00 cada milla y la Compañía Americana de Ferrocarriles que se había comprometido a reanudar el Ferrocarril del Canadá, después de construido dijo que no podía de ninguna manera reanudarlo, en virtud del gran capital que se había invertido. El gobierno del Canadá nombró una comisión para que hiciera investigaciones y los resultados fueron que se había invertido mucho dinero; que había habido malos manejos y despilfarros.

Ahora que he concretado mi informe como uno de los componentes de las comisiones que dictaminaron sobre la iniciativa del Ejecutivo, voy a contestar al licenciado Rodríguez de la Fuente como representante de Yucatán.

Dice el señor Rodríguez de la Fuente que el Estado de Yucatán ejerce influencia en el Sureste. Yo digo que solamente que se pueda estimar esta influencia como una influencia moral; ¿pero ignora acaso este señor que en Yucatán, Campeche y Tabasco, sus poblaciones proceden del mismo origen aborigen? ¿Ignora acaso eso? Y si nos remontamos a algunos estudios prehistóricos, llegamos a conocer que la raza maya no sólo pobló Campeche y Tabasco, sino que llegó hasta Oaxaca. De modo que, ¿qué extraño tiene que estas razas o que estas poblaciones de esos Estados tengan una misma psicología, una misma afinidad, una misma tradición? (Voces: ¡Muy bien!)

Probablemente la literatura campechana es semejante a la literatura yucateca, la tabasqueña lo mismo, la chiapaneca lo mismo; ¿y qué de extraño tiene esto? El quiere la uniformidad en la literatura, pero esto es no conocer ningún juicio crítico sobre literatura; precisamente la variedad es uno de los puntos artísticos, y el señor Rodríguez de la Fuente desconoce precisamente estos principios étnicos, estos principios artísticos. Nunca nosotros nos hemos opuesto a la construcción del ferrocarril de Campeche a Santa Lucrecia, de ninguna manera; primero, porque los lugares precisamente por donde este ferrocarril pasaría, llevaría al Estado de Yucatán los elementos de vida de que carece, nos llevaría elementos primordiales para la vida; por consiguiente, este ferrocarril nosotros deseamos que sea construido cuanto antes; la "Compañía de Fomento del Sureste" hizo una solicitud para que este ferrocarril fuera construido por la propia compañía.

Por lo que hace a ese esbozo ligero que hizo del separatismo el señor Rodríguez de la Fuente, yo puedo decirle que en Yucatán se canta mejor el Himno nacional que en Coahuila. (Voces: ¡Muy bien! ¡Bravo! Aplausos.) No debe ignorar el señor

Rodríguez de la Fuente que el primer Vicepresidente del primer Congreso de la Unión fue yucateco, don Andrés Quintana Roo. El dice también que no dimos contingente al resto de la Nación en la guerra que tuvo contra los americanos. La dificultad es palpable; ¿pero ignora acaso que el general Cepeda Peraza se batió en Saltillo y que el general Cepeda Peraza era yucateco? No quiero tratar más este asunto, porque son resabios; yo, como yucateco, me siento tan mexicano como cualquiera.(Aplausos.)

Y es tan cierto, que el Estado de Yucatán ha venido dando al Gobierno nacional todo lo que le ha pedido, que los derechos que del Estado de Yucatán ingresan a la Federación se pueden estimar en $25.000,000.00 anuales; estamos pagando el regimiento 64 que está en Yucatán y que cuesta.....$33,000.00; mensuales, y todo lo que nos pide lo hemos dado; pero ahora se pretende quitar hasta las instituciones del Estado para traerlas a la metrópoli ¡esto es ya mucho; esto ya no es vivir bajo una Federación, sino bajo una monarquía absoluta! (Aplausos.) Estos propósitos de la Federación, de traer la riqueza del Estado de Yucatán a la metrópoli, me trae a la memoria a Mummio arrebatando las grandezas y las riquezas de Grecia para llevarlas a Roma; me trae a la a la memoria a Tonatiuh saqueando el Templo Mayor de Tenochtitlán .¿Con qué objeto, si vivimos en paz, si damos las contribuciones que el Congreso acuerda? En las sesiones ordinarias de esta Cámara durante el año pasado, tuvimos a la vista el presupuesto de ingresos que señalaba un impuesto especial sobre el henequén, de $14.000,000.00, y a los pocos días de aprobado el presupuesto, el Presidente de la República, haciendo uso probablemente de las facultades extraordinarias que tenía en Hacienda, impuso medio centavo más por kilogramo de henequén; de modo que los derechos aduanales que gravitan sobre el henequén, se puede estimar que ascendieron a $18.000,000.00. Con esto contribuye el Estado de Yucatán para la Federación. Si nosotros comprendiéramos que los Ferrocarriles Nacionales están bien organizados, bien administrados, bien saneados, y que se construyera el ramal de Campeche a Santa Lucrecia para que luego esta compañía controlara los "Ferrocarriles de Yucatán", estaríamos de acuerdo en que se trataba de una obra buena; pero bien saben ustedes cuál es la situación que, desgraciadamente, guardan los Ferrocarriles Nacionales. Nosotros nos hemos concretado a examinar y a dictaminar la iniciativa del Ejecutivo desde el punto de vista doctrinal y no he encontrado, señores, en los que han venido a la tribuna, ninguno que destruya las razones contenidas en nuestro dictamen. Yo desearía oír doctrinas en contra del federalismo, en contra del socialismo de Estado, en contra de la tendencia centralizadora del Gobierno; yo las desearía oír precisamente para rebatirlas; pero no he escuchado ninguna. Por consiguiente, si la iniciativa hubiese sido más amplia, si hubiese hecho más exposición de motivos, pues las comisiones se hubiesen visto obligadas a estudiar esta ampliación que se hubiese hecho de la exposición; pero no se hizo nada de eso y por este motivo el señor secretario de Hacienda, al informar a la Cámara, únicamente nos ha traído datos numéricos que yo, como componente de las comisiones, me he visto en el caso de rectificar. (Aplausos.)

El C. Presidente: Para informar, tiene la palabra el ciudadano secretario de Hacienda.

El C. Secretario de Hacienda y Crédito Público: De conformidad con el Reglamento de esta Cámara, vengo exclusivamente a rectificar algunos de los hechos numéricos a que se ha referido el señor diputado Franco. Todas las demás argumentaciones, todas las demás alusiones y todos los demás razonamientos que deba exponer, los reservaré para su oportunidad; pero puede tener la certeza la Comisión, de que tratará el representante del Ejecutivo todos, absolutamente todos los aspectos, por delicados y escabrosos que sean, de esta cuestión.

Siento mucho que el diputado Franco no sea contador o, cuando menos, no tenga nociones de contabilidad, porque él ha tenido a la vista y las he visto sobre este pupitre, exactamente las mismas hojas del balance que me sirvieron de base para fundar mis informes, es decir, el balance general practicado por los ferrocarriles el día 31 de diciembre de 1918. El señor diputado Franco ha dicho, con eufemismo, que el secretario de Hacienda faltaba a la verdad al informar. En realidad, lo que pasa es que el señor diputado Franco no está perfectamente enterado del aspecto numérico de estas cuestiones: es natural, él es un sociólogo y un historiógrafo; por consiguiente, está muy lejos de él la prosa de los números. Dice que el adeudo de la "Comisión Reguladora" al Gobierno nacional no existe, porque la Reguladora había prestado dos millones de dólares y porque el papel esta depositado en las cajas de la misma, meramente como depósito. Sobre esto debo hacer una aclaración, que los que no son peninsulares, tal vez no saben, pero que los campechanos, sobre todo, saben muy bien: El Gobierno de Yucatán, o sea la Reguladora, es el único exportador de henequén; por consiguiente, es el único que tiene que pagar derechos de exportación de henequén. Por lo tanto, se lleva una cuenta al Gobierno de Yucatán en la cual se abonan las partidas que entregan y se cargan los derechos que causa. En el año pasado, no sé en qué fecha, porque no me encontraba en la República, el Gobierno federal recibió dos millones de dólares de la "Comisión Reguladora", los cuales abonó a su cuenta, y de esos dos millones de dólares, según telegrama de la misma Reguladora que tengo a la mano, sólo queda en la actualidad un saldo de ochenta mil dólares, es decir, que ya todos aquellos dos millones que aparecían como un crédito contra el Gobierno federal, están cubiertos y, según la Reguladora, quedan ochenta mil dólares de saldo. Según la Secretaría de Hacienda, debe mucho mayor cantidad la Reguladora por concepto de derechos de exportación; pero precisamente porque esa cuenta está todavía a discusión entre la Reguladora y el Gobierno federal, no quise traerla a debate, sino que me he referido exclusivamente al papel de la Reguladora que en estos momentos debiera estar en la Jefatura de Hacienda o al oro que debiera haberse ya entregado al Gobierno federal, cosa totalmente distinta de los ingresos por concepto de exportación. Es decir, en el interior de Yucatán todos los derechos que se causan se pagan al Gobierno federal en papel de la Reguladora; y el Gobierno federal, como

cualquier comerciante o henequenero, tiene el derecho, conforme a la ley de organización de la Reguladora, de depositar ese papel en la Reguladora y recibir en cambio giros en dólares al dos por uno. La Reguladora ha tenido dificultades con el Gobierno federal, que ha sido el primero en comprender y, por consiguiente, el Gobierno federal le ha depositado ese dinero a la Reguladora, para que la Reguladora le extienda giros; nada más que el Gobierno federal no ha hecho sobre la Reguladora la presión de exigirle inmediatamente la entrega de los giros, porque sabe que la Reguladora no tiene fondos de qué disponer para girar. Miles y miles de telegramas circulan cada mes por las líneas federales, de queja de los comerciantes y henequeneros, porque también depositan su papel y no se les entregan giros. Esta presión constante del comercio, de la industria y de la agricultura yucateca, es natural porque son interesados que naturalmente no tienen la obligación de esperar y quieren su dinero inmediatamente. La Reguladora tiene, por este concepto, un adeudo aproximado con el comercio y con la agricultura de Yucatán, de diez y siete a diez y ocho millones de pesos. El Gobierno federal no representa en estos diez y siete o diez y ocho millones de pesos, ni un centavo, sino que estos otros $4.700,000.00 que tiene depositados y que se le deben, son cosa distinta: El Gobierno federal tiene un crédito contra la Reguladora de $4.700,000.00, de los cuales - si se empeña mucho el señor diputado Franco - no tengo inconveniente en deducir los $160,000.00, esos ochenta mil dólares que dicen todavía debemos; pero queda todavía un adeudo de $4.500,000.00.

¿Cuál es el capital de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán"? ¿Cuáles son sus ganancias? Tal vez esto sea materia más propia del debate que del informe. Los datos de que puedo partir son los mismos proporcionados por el balance practicado por los Ferrocarriles; pero es un balance que, como todo balance, necesita, naturalmente, la digestión respectiva, que hace el que quiera cerciorarse verdaderamente de cuál es el activo y pasivo real. Lo único que sé decir a los señores diputados es que, por una de esas confusiones que creo existen no sólo en el ánimo del señor Franco, sino en algunos otros de los contadores que hacen cuentas en Yucatán, cuando una cantidad debe ser un adeudo, la convierten en activo. Ustedes acaban de escuchar que el señor diputado Franco ha confesado que la Reguladora prestó a los Ferrocarriles $3.000,000.00; lo cual, en castellano, quiere decir que los Ferrocarriles deben a la Reguladora $3.000,000.00; mientras el señor Franco nos dice que esos $3.000,000.00 aumentan el capital de los Ferrocarriles. Yo me quedé sorprendido, y la verdad es que, como no todos los representantes están obligados a seguir con mucha atención el razonamiento, tuve necesidad de hacer esta rectificación, es decir: que al capital de los Ferrocarriles hay que deducirle todas las deudas en que ha venido incurriendo la misma compañía y, entre ellas, los $3.000,000.00 que está adeudando a la Reguladora. ¿Que cuánto valen las acciones de los Ferrocarriles? Pues eso.....

- El C. Franco ¿Me permite usted una aclaración?

El C. Cabrera: Sí, señor.

El C. Franco: Señor licenciado Cabrera: Al decir yo que la "Compañía de los Ferrocarriles Unidos de Yucatán" había tomado, en calidad de préstamo $3.000,000.00 de la reguladora, dije a continuación que estos $3.000,000.00 habían sido invertidos en material rodante y, por consiguiente, habían venido a aumentar el activo de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán". Ahora bien; este adeudo está cubriéndose; usted tiene, como yo el balance a la mano, y sé que a última hora se ha reducido a la mitad. He dicho.

El C. Cabrera: Como ustedes ven, el señor Franco sigue no entendiendo de contabilidad; porque si me prestan $3.000,000.00 y los invierto en material rodante y allí está la deuda, están compensados y nada hay que agregar al activo. Pero el punto de cómo está manejado todo esto, ya vendrá en el debate; por ahora me basta presentar a los señores diputados un renglón del balance presentado por la "Compañía de Fomento del Sureste" el 31 de diciembre de 1918, en el cual se encuentran listadas las acciones de los Ferrocarriles de Yucatán en los siguientes términos:

"Activo: "Ferrocarriles Unidos de Yucatán": 12,758 acciones con valor nominal de $1,000.00 y costo de $1.793,215.39."

Este es el valor que las acciones tuvieron al comprarse; pero el diputado Franco dice que ahora valen más, que ahora valen $250.00. El secretario de Hacienda dice que ahora valen menos. ¿Cuál es la manera de dilucidar este debate? El señor diputado Franco nos dice que el valor que tienen en los mercados de Nueva York es de $250.00, y yo digo que las únicas acciones que se cotizan en los mercados de Nueva York, son las de la minoría que, entre paréntesis, debo decir que no están de venta, y las acciones de la mayoría no se cotizan en los mercados, porque se encuentran en manos de la "Compañía de Fomento del Sureste". Pero debo decir a los señores diputados que todas las demás operaciones que han seguido haciéndose de compras a los particulares de pequeños lotes de acciones en Yucatán, han sido compradas igualmente a precios que no han variado considerablemente, más bien en menos que en más, de los setenta dólares a que compraron primitivamente. Por consiguiente, en el valor de las acciones no debemos examinar las cotizaciones de Nueva York, que son nominales en su mayor parte. Además, hay que tener en cuenta este hecho: que no hay quien venda acciones, sobre todo entre los capitalistas que tienen acciones de los Ferrocarriles de Yucatán, y especialmente ciertas familias pudientes, que no necesitan vender sus acciones, no las tienen de venta ni al mercado. La "Compañía de Fomento del Sureste" no las ha puesto a la venta en el mercado, sino que es una inversión que tiene absolutamente cerrada. Por consiguiente, las cotizaciones en los mercados son absolutamente falsas.

El tercer punto a que tengo que referirme, es un punto que ha tocado el señor diputado Franco respecto a los impuestos. En efecto, debo reconocer que los impuestos que paga el Estado de Yucatán son de importancia; pero parece haber querido dar a entender que el Gobierno federal aumenta inmotivadamente los impuestos. Yo le concedo la

razón al señor diputado Franco, es decir: no le concedo la razón, sino que lo excuso de no conocer esos detalles; pero precisamente es mi obligación hacerlos conocer. Los impuestos sobre el henequén son ad valorem, es decir, un tanto por ciento sobre el valor del henequén, y el impuesto del henequén sube como en el petróleo, como en las minas, como en la mayor parte de los impuestos ad valorem que esta Revolución ha establecido. Por consiguiente, si el henequén subía en determinado momento en Nueva York, de diez y siete a diez y ocho, a diez y nueve centavos, como llegó a valer, el Ejecutivo tenía que cotizar el henequén, tomando en cuenta ese valor, y por eso subió un cuarto de centavo, y cada mes se hizo una cotización, según los valores. Si el henequén baja y mañana o pasado las ventas de esa fibra se hacen a quince o diez y seis centavos, los impuestos se calcularán según el valor del henequén. Últimamente no ha habido variaciones en el valor del henequén, porque la Reguladora no ha podido vender cantidades de ninguna importancia en el mercado americano; fuera de las últimas sesenta y cinco mil pacas que vendió hace unos tres meses, hasta la fecha no ha vendido henequén en Estados Unidos; por consiguiente, el valor del henequén no ha variado y se sigue cubriendo el impuesto sobre un valor aproximado de diez y seis centavos la libra, que es el que nos ha servido para hacer las cotizaciones.

Por lo tanto, no es el Gobierno federal el que sube y baja los impuestos al henequén por hacer un perjuicio al Estado de Yucatán, sino es la condición de la fibra y su propio valor lo que dicta el valor de la misma. Hago esta explicación para que sepa el diputado Franco por qué el Gobierno federal cobraba un cuarto de centavo más como impuesto de exportación. Entre paréntesis diré que todos los impuestos de exportación se están cargando únicamente a la cuenta de la Reguladora, tanto del henequén que se exporta en Yucatán, como del que se exporta en Campeche; de tal manera que por conducto de la Reguladora estamos abriendo crédito no sólo al henequén de Yucatán, sino también al henequén de Campeche.

Estos son los puntos sobre los que he creído necesario hacer un esclarecimiento de hechos, reservándome tratar todos los demás cuando me llegue mi turno.

El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el C. Velásquez López.

El C. Velásquez López: Señores diputados: Jamás me había sentido más obligado que en esta seria y grave ocasión para venir aquí a sostener los dictados de mi conciencia, en el cumplimiento de lo que llamo una medida preventiva para el futuro industrial de las diversas entidades federativas de nuestra República. He podido comprobar en lo personal que en esta Asamblea Legislativa, cuando en ella se ventilan asuntos de suma entidad, se escuchan con interés e imparcialidad las razones que fundan en tal o cual sentido los graves problemas que exigen meditación y cordura para la emisión de nuestros votos. Sé para mí que nada valdrá la fase sofísticada de los que vengan aquí a sostener la falsa razón de un hecho para hacer triunfar un error a cuya sombra, como de un árbol, se recogerán los frutos que a otros pertenecen. Señores diputados, cuando despojáis, sea en nombre de la ley, sea en nombre de un pretendido interés, recordad que herís un sagrado derecho: como el derecho de la propiedad, base en que se descansa el orden y la perfecta organización social. ¡Cuántos sinsabores me causa tener que pensar, señores diputados, que la iniciativa del Ejecutivo la viene a sostener, no el revolucionario Rodríguez Gutiérrez, sino el ministro de Comunicaciones y Obras Públicas; no aquel revolucionario Blas Urrea, sino el ministro de Hacienda y Crédito Público, Luis Cabrera, flamantitos personajes del Estado conservador, transmutaciones de revolucionarios que al ascenso de la cima ven ahora las cosas de distinta manera! ¿Hasta cuándo, señores diputados, hasta cuándo llegará el momento de conciencia nacional, en que podamos pedir la responsabilidad de los funcionarios públicos cuando traten de engañar a la República o violen los propios intereses que representan, cuya protección ha sido llevada a los sitiales de la jerarquía política y administrativa? Pero dejemos estas consideraciones morales, siquiera recordando por un momento, para que sirva de consuelo, que respecto a esas transmutaciones morales de los hombres, Blas Urrea ya había dicho que "La Revolución es la Revolución"; y nosotros, repito, siquiera para consolarnos en este momento de grave situación, pensemos con él, diciendo: "Los hombres son los hombres". (Risas y murmullos.)

Me concreto al espíritu de redacción de la iniciativa del Ejecutivo que contiene los siguientes puntos, los que me permito clasificar de la siguiente manera: primero, que el Gobierno federal ha llegado a controlar el sistema ferrocarrilero en toda la República que une el interior del país con algunos puertos del Golfo y del Pacífico; segundo, que en el Estado de Yucatán existe una red independiente y que el Ejecutivo considera de la mayor importancia unir ambos sistemas por medio de líneas de comunicación; tercero, que el Gobierno federal no puede consagrar su atención a la construcción de esas líneas, si antes no tiene el control de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán"; cuarto, que la "Compañía de Fomento del Sureste", que posee la mayoría de las acciones, es una corporación declarada de orden público por el gobierno de aquel Estado; quinto, que es indispensable controlar al mismo tiempo la empresa que se encarga de abastecer de combustible, no tan sólo a los ferrocarriles, sino a todas las industrias del Estado; y, sexto, que se faculte al Ejecutivo de la Unión para disponer hasta de la suma de diez millones de pesos o comprometer el crédito de la Nación.

Es innegable, señores diputados, que el Gobierno federal posee un gran sistema ferrocarrilero en toda la República; ¿pero esto qué quiere decir? ¿Es acaso una razón que nos da el Ejecutivo para indicarnos que lo mismo puede hacer con los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán"? Indudablemente que sí; pero esto incuestionablemente no tiene ningún punto de conexión con el asunto a debate de estos momentos. Es innegable que cuando el Estado se mete a empresario, la desorganización y el desorden se suceden inmediatamente en las empresas que toma a su cargo; hechos experimentales

han sucedídose constantemente cuando el Estado se mete a empresario; los fracasos han sido enormes. Felipe Pescador ha renunciado al puesto de director general de los Ferrocarriles Nacionales de México, según él, porque no ha podido continuar observando la línea de conducta que se había trazado, es decir, hacer respetar los derechos y el escalafón de todo el personal, desligándolo por completo de la influencia política; y para corregirse este hecho ya sabemos quiénes suenan como candidatos y cuáles son las razones; los nepotismo y las canongías. Otro hecho evidente: La Compañía de Tranvías de México ha dado una prueba de extraordinaria desorganización al público de México, cuando ésta era regenteada por el Gobierno federal. ¡Y qué cosa tan curiosa, señores diputados!: al día siguiente de pasar esa Compañía a manos de sus propietarios, el traje mendicante de los empleados se evaporó con el Gobierno, los carros fueron aseados y reconstruidos, se repararon las líneas, se atendió a los pasajeros; ¿qué más se quiere? ¡hasta los rateros de abordo desaparecieron! Manifiesto que yo no soy enemigo de la estación de las empresas, estoy con esa tendencia del socialismo del Estado; pero lo deseo para cuando el gobierno federal pueda llenar y seguir fines económicos completamente desligándose de toda la influencia política. Yo desearía que el ciudadano ministro de Hacienda viniese aquí a hacernos ver que el control de los ferrocarriles yucatecos por parte de Gobierno federal, es bueno, que tiene tales y cuales ventajas y que el Gobierno federal puede dedicarse a controlarlos, desligándose completamente de esa influencia política tan desastrosa en todas las empresas que toma a su cargo. Para mí la Secretaría de Hacienda, mejor dicho, el Ejecutivo de la Nación ha sufrido o ha hecho una mala aplicación de la doctrina que se requiere al Estado empresario, a la estatización de las empresas y que consiste en el sólo hecho de sostener que porque el Gobierno federal no controla los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", se está fuera de esta doctrina, siendo como es que con el hecho de que los Ferrocarriles de Yucatán estén en poder, en su mayoría, del gobierno del Estado, supuesto que no es otra cosa que la "Compañía de Fomento del Sureste", se sale por completo del molde estricto de la estatización de las empresas. Ya veis, señores diputados, cómo viene ahora el Ejecutivo siguiendo la misma práctica de los gobiernos de antaño, pretendiendo arrebatar al Estado de Yucatán, poco a poco, las armas que se supone serán las que sostenga el separatismo; ya vemos que se pretende quitarle todas sus fuentes de riqueza, como son los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", en lugar de armonizar los intereses de aquel Estado con los de la Federación: desarrollar un programa de conciliación y una política pacificadora de esas fuerzas latentes que se supone existen en contra de la Federación; desenvolver medidas de prudencia y de sabiduría, procurando un intercambio intelectual y comercial; proteger sus riquezas en lugar de querer despojar a ese Estado del fruto sagrado de sus hijos, de esos "Ferrocarriles Unidos" que han podido poseer mediante tantos años y tantos esfuerzos colectivos.

El segundo punto dice que en el Estado de Yucatán existe una red independiente y que el Ejecutivo considera importante unirla con el sistema ferrocarrilero del resto del país, Esta es una gran verdad; pero no me explico por qué causas y por qué razones se desea controlar primero los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" para poder construir las líneas ferrocarrileras de Santa Lucrecia a Campeche y de Peto a Bacalar. Esta idea indudablemente que es inconsistente, supuesto que no debe caber en ninguno de los ciudadanos diputados que sea necesaria una cosa para que pueda subsistir la otra. Esto me deja comprender que para el Ejecutivo parece que la tierra se resistirá a recibir los durmientes; las montañas a ser perforadas y los ríos a ser cruzados, es decir, que la naturaleza toda se resistirá como un ser pensante si antes el Ejecutivo de la Nación no posee el control de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán."

Más que original, señores diputados, me parece el criterio del Ejecutivo cuando en su tercer punto dice que el Gobierno federal no puede consagrar su atención a la construcción de estas líneas, si antes no se controla la red independiente del Estado de Yucatán. Esto, indudablemente, no es una razón poderosa para que nosotros aceptemos esa condición como buena, para que facultemos al Ejecutivo a controlar los Ferrocarriles de Yucatán; esta condición me parece demasiado peregrina y es una condición sine qua non que nos pone el Ejecutivo para poder construir esas nuevas líneas de comunicación .

El cuarto punto se refiere a que la "Compañía de Fomento del Sureste", que posee la mayoría de las acciones, es una corporación declarada de orden público por el Gobierno de aquel Estado." Indudablemente, señores, esto es una gran verdad, esto no puede negarse. ¿Y sabéis por qué la "Compañía de Fomento del Sureste" ha sido declarada una corporación de orden público? Precisamente por que la mayoría de las acciones de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" son poseídas por esta Compañía de Fomento, que no es otra cosa, como lo dije antes, sino la mano del gobierno del Estado de Yucatán. Es necesario que nosotros recordemos que por eso debe entenderse no tan sólo al Gobierno federal, sino a los municipios, a las entidades federativas y, en general, a todos los poderes públicos de toda la República. Si el gobierno del Estado de Yucatán poseía la mayoría de las acciones de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", allí tenéis, señores diputados, a un órgano del Estado controlando aquella industria ferrocarrilera. ¿Cómo, pues, el Gobierno federal no consideró propiedad del Estado lo que corresponde a uno de sus órganos? ¿qué es lo que se persigue entonces con esta iniciativa? ¿no es acaso en el fondo la estatización de las empresas? Y pues, el gobierno del Estado de Yucatán poseía esa mayoría, dejémosela al gobierno del Estado de Yucatán, ya que éste es un órgano del Estado. Tres razones fundan esta nueva tendencia, ya doctrina, del socialismo de Estado, que son: una razón fiscal, una política y una social. La razón fiscal es la necesidad de proveerse de nuevos recursos para los gastos públicos, sin necesidad de que recaigan en su totalidad contra los contribuyentes. Allí tenemos que el gobierno del Estado de Yucatán ha buscado maneras directas para

administrarse los fondos necesarios para su asistencia pública y con esto abrigamos la esperanza de que algún día el Estado de Yucatán poco o nada cobrará en concepto de impuesto de Estado a los habitantes del mismo; indudablemente que por eso tiende a ser empresario el Estado en lugar de que se abrume al pueblo con las contribuciones. Es incuestionable, señores, que cuando el Estado de Yucatán posea la totalidad de las acciones, que a eso tienden constantemente, los beneficios de esa compañía serán enormes y los ingresos para el Estado serán en beneficio directo del pueblo yucateco. Ya vemos, señores, cómo con la estatización de las empresas se llenan estas necesidades en que se funda la propiedad oficial de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán". Ahora bien, señores diputados; esa nueva tendencia yo sí precisamente vengo a sostener que sea, no para la Federación, sino para los municipios y las entidades federativas, supuesto que ellas se encuentran en condiciones de poder ser empresarias y llegar nosotros a realizar esa aspiración universal, que consiste en que los beneficios y los dividendos de las grandes compañías se consideren como un robo que se hace al pueblo y que hay que devolvérselos al pueblo mismo, y para realizar esa aspiración universal, lo más práctico es que el pueblo, representado por el Estado y por los municipios, se apodere de todas las empresas lucrativas. Y ya veamos, señores, cómo los correos son servicio de Estado, los telégrafos igualmente, excepto en los Estados Unidos donde hay empresas particulares; los teléfonos en Francia; en Prusia, señores diputados, el Estado prusiano tiene viñedos, minas, fábricas de porcelana; Francia tiene también fábricas de porcelana, las porcelanas de Sévre, los tapices de los gobelinos, los grabados del Louvre, es hasta empresaria de lotería, y qué más se quiere, hasta en farmacéutica se ha metido con la fabricación de las pastillas de Vichy, en el orden puramente municipal, tenemos la distribución de las aguas potables, el alumbrado, los mercados, los rastros, etc. ¿La razón social, señores diputados, no es acaso la hostilidad contra el capitalismo y la idea socialista a que antes me he referido, considerándose que los dividendos y beneficios de las grandes compañías son un robo que se le hace al pueblo? Allí tenemos, pues, cómo estas razones que he expuesto anteriormente son las que vienen sosteniendo la propiedad oficial de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" y la razón política, que es la tendencia de los gobiernos a ensanchar más y extender más sus atribuciones para adquirir más fuerza y tener más asiento para granjearse mayor número de electores, porque no es cosa sencilla tener miles y miles de empleados a su servicio.

El quinto punto dice que es indispensable controlar al mismo tiempo la empresa que se encargue de abastecer de combustible, no tan sólo a los ferrocarriles señores diputados, sino a todas las industrias del Estado. He aquí, para mí, un monopolio inicuo, atentador, honeroso, brutal, ¿por qué? por que todos los beneficios serán para la Federación en contra de los ingresos de aquel Estado, que serán indudablemente para mejorar las condiciones populares del mismo.

Sexto punto: la facultad que pide el Ejecutivo de la Unión para disponer hasta de la suma de diez millones de pesos o comprometer el crédito de la Nación. Disponer de la suma de diez millones de pesos a mí me parece cosa sencilla y fácil: cuestión de vigilar los gastos de guerra y reducirlos hasta donde las exigencias lo permitan; cuestión de que Cabrera meta mano en la Tesorería . La segunda idea, que es la de comprometer el crédito de la Nación, creo que ninguno de los señores diputados estará con ella. Pesan sobre el país la deuda de la Revolución y las crecidísimas rentas insolutas de la deuda exterior; gravarlas más, me parece poco patriótico y poco salvador. Yo no sé, señores diputados, qué es entonces lo que se persigue con esta iniciativa. Ahora bien; ¿no sería mejor que el Ejecutivo de la Unión nos pidiese autorización para que de una vez por todas, digo, nos pidiese autorización de una vez por todas para comprar a todo el Estado de Yucatán por el aspecto terrible de separatismo? ¿No sería mejor arrancar al Estado de Yucatán y ponerlo en el Distrito Federal o poner el Distrito Federal en el Estado de Yucatán? No, señores; así incuestionablemente que no se forma patria, así no se forma el alma nacional, ni así podrán perpetuarse los altos ideales de la raza.

Por las condiciones de la Deuda Pública y crédito de la Nación, el Congreso se encontrará en la imposibilidad de poder cumplir con la fracción VIII del artículo 73 constitucional; es contra la Ley Fundamental la autorización que pide el Ejecutivo para comprometer el crédito de la Nación. El artículo 49 dice que no podrán reunirse dos o más poderes de la Federación en una sola persona o corporación, sino en los términos y conforme a la prescripción del artículo 29, que se refiere única y exclusivamente a la suspensión de las garantías individuales. Ahora bien, señores diputados, ¿con qué derecho quiere el Ejecutivo federal arrebatar al Estado de Yucatán la Compañía de los Ferrocarriles Unidos? Cuando se constituyó la "Compañía de Fomento del Sureste" con un capital de cien millones, invitó al Gobierno federal para que tomase parte, ofreciéndole el cincuenta y uno por ciento de dichas acciones. ¿Sabéis lo que hizo la Federación? No aceptó. Con motivo de la conversión, la proposición se redujo a cinco millones de pesos; ¿sabéis lo que hizo la Federación? No aceptó. El gobierno del Estado de Yucatán, ante tales desaguisados, hizo esfuerzos para comprar la mayoría de las acciones haciéndolo con los Bancos Nacional y Peninsular de Yucatán. Hubo, pues, un momento en que aquella empresa ferrocarrilera iba a quedar en manos de la Federación; condiciones muy distintas a las de ahora y en aquel entonces muy reprochable para el Gobierno federal, supuesto que éste veía tranquilamente que aquella empresa podía caer o podía ir a enriquecer a empresas extranjeras y que gracias al patriotismo de los yucatecos pudo evitarse de que cayera en manos extranjeras. En consecuencia, señores diputados, la idea de comprometer el crédito de la Nación me parece poco patriótica y poco salvadora y que el Congreso se encontrará en imposibilidad de hacerlo, en vista de las condiciones que yo anteriormente he apuntado, por el crédito de la Nación y la Deuda Pública. (Campanilla.)

El C. Secretario Pesqueira: Habiendo transcurrido la media hora reglamentaria, se pregunta a

la Asamblea si continúa el orador. (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!) Continúa en el uso de la palabra.

El C. Velásquez López, continuando: A fin de no prolongar más este debate para el cual todavía se encuentran anotados varios ciudadanos diputados, termino, pues, en vista de que ha pasado la hora reglamentaria, pidiéndoos que déis un voto aprobatorio para el dictamen, teniendo sólo en cuenta el interés de nuestros hermanos los yucatecos y que como un derecho inviolable de propiedad vayan esos ferrocarriles a impulsar su progreso, llevando adelante el escudo yucateco en lugar de la negra y desastrosa bandera política del Gobierno del centro. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el C. Soto Peimbert.

El C. Soto Peimbert: Señores diputados: Aun cuando habéis escuchado argüir sobre el punto a debate desde puntos de vista que os lo presentan bajo aspectos distintos, yo me permitiré insistir sobre algunos detalles y para no cansar vuestra atención, para no fatigarlos con repeticiones que juzgo inútiles, ya que varios de esos aspectos, en concepto mío, han sido presentados con el detalle y la claridad precisos para que pueda formarse juicio; sin embargo, he de hacer hincapié sobre otro aspecto de la cuestión que hasta ahora ha sido ligerísimamente tocado, por mucho que el C. García Ruiz nos anunciase ayer que lo haría. Con objeto de guardar método hasta donde me lo permitan mis escasas facultades, he de trazarme lineamientos generales, alrededor de los cuales desarrollaré mis ideas a este respecto. Por de pronto, debo decir que los sostenedores del dictamen, con excepción del C. Franco que se ha esforzado por traer argumentos en números, han sido extraordinariamente débiles, no en sus argumentaciones, que ninguno ha hecho, sino en los discursos, en sus desahogos de sentimiento, en su forma de expresión que tanto pudiera haber encajado en el debate de los ferrocarriles de Yucatán, como en el que se suscitara en el Banco Único o como el que pudiera dar ocasión a pronunciarse un quince de septiembre. Tengo para mí que con la sola excepción que señalo de los oradores del pro, no con facilidad de palabra, sí que con dificultad para callar, lo mismo interpretarían el texto constitucional, que nos darían una receta para desmanchar la ropa. (Siseos.)

Es preciso, es preciso para poder atacar este problema bajo uno cualquiera de sus aspectos, el que nos pongamos de acuerdo sobre determinados términos.

Yo escucho constantemente decir: ¿qué cosa es la política ferrocarrilera, cuáles son las grandes líneas que deben converger a un fin y que estatuyen los procedimientos en ferrocarriles? Desde luego declaro para mí que la política es la ciencia gubernamental que, aplicada, trata de averiguar las necesidades de un pueblo y busca las fórmulas que vayan a satisfacerlas. Todo lo que se salga de este aspecto general de política, para mí es politiquería no es política. En consecuencia, política ferrocarrilera no es otra sino aquella que teniendo como punto de vista el por qué de los ferrocarriles, cuáles las leyes científicas que preceden a su establecimiento, trata de deducir las necesidades de comunicación de las distintas regiones de un país y encuentran las fórmulas que deben aplicarse para solucionarlas. Todo lo que se salga de este cuadro general, como expresé anteriormente, es politiquería. Por eso no haré hincapié, sino muy a la ligera, sobre lo dicho por los señores Ruiz, Bolio y Velásquez López, No tocaré lo expresado por el C. Franco, porque siendo de un terreno exclusivamente hacendario, el más capacitado para hacerlo con pleno acopio de datos y con fundamentos mejores en la defensa de la iniciativa del Ejecutivo, lo es el ciudadano ministro, el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito público.

El C. García Ruiz tuvo una frase que quiso que fuera literaria y decía que quisiera tropezarse a cada paso con una cinta de acero; no tardó mucho en satisfacer su deseo. La ocasión propicia viene la discusión de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" y fue de traspiés en traspiés, pretendiendo presentar a la consideración de la Cámara un análisis de las condiciones ferrocarrileras en ocasión de este debate, y habló absolutamente de todo, menos de los ferrocarriles; hizo una aseveración que es absolutamente errónea: el estado de la empresa es próspero, dice él; y yo tengo la comunicación que la propia empresa elevó a la Secretaría de Comunicaciones pidiendo la elevación de tarifas y como es de cajón en estos casos, hubo de satisfacerse la condición primordial de comprobar que el estado financiero de la empresa no era próspero y que se imponía por esa virtud la elevación de tarifas. Y yo digo entonces: ¿quién es el más autorizado para exponer la verdad ante nosotros? ¿El ciudadano miembro de la Comisión dictaminadora que afirma que el estado de la empresa es próspero a la propia empresa, que por conducto de su representante se dirige a Comunicaciones pidiendo la elevación de sus tarifas? No seré yo quien conteste esta pregunta y dejo a la consideración de cada uno de vosotros que la resuelva como mejor le parezca. El señor Bolio, con ese temperamento meridional poético, con esos vuelos que lo llevan a tan altas regiones, que luego no mira las pequeñeces que debiera mirar, nos habla de los ferrocarriles en poeta y así nos dice de los elegantes puentes - quizá se refiera a los de paso por abajo - porque si fuesen simples trabes armadas, en verdad que nada tienen de elegantes; luego nos habla de los túneles misteriosos y entonces me acuerdo yo de la sorpresa ingenua de un viejo provinciano amigo mío que contemplando el túnel de "La Gomera", decía : "¡Qué belleza! ¡diablos de gringos! ¿cómo darían con este lugar?".....

(Risas.)

Esta sorpresa ingenua, hondamente poética, porque era la traducción del sentimiento bucólico inspirador de esa exclamación en el provinciano, la encuentro hábilmente retratada en el C. Bolio cuando se mete en el berenjenal de las cuestiones técnicas de los ferrocarriles; es la misma sorpresa ingenua, y llama elegantes a los puentes y misteriosos a los túneles. En seguida el C. Velásquez López con una prosopopeya, con una enjundia, con un aplomo que si lo aplicase a su propia ilustración fuera de aplaudirse, nos endilgó las teorías socialistas ingestas de que hablara el C. Trigo, cuando a vuestra consideración decía que alguna vez vendría a proponer el que se prohibiese la venta de libros

científicos para aquellos que no pudieran digerir las doctrinas contenidas en ellos, y dice con un aire de suficiencia y con una finalidad que, en verdad, confieso mi pecado, no logré descubrir: "La Revolución es la Revolución", y por si gustaba con ello que lo hiciésemos grande, yo quiero contribuir con mi grano de arena y de hoy en adelante, cuando quiera sorprender y elevar mi espíritu a las cuestiones sociales, cuando no encuentre la fórmula para resolverlas, he de dar como broche de oro esta fórmula soberbia: Velásquez López es Velásquez López. (Risas. Aplausos.) Y bien, señores diputados; era preciso que desahogáramos un poco nuestro ánimo de la constante atención prestada a los señores oradores que me precedieron y que descansemos un tanto para poder de nuevo atender a los razonamientos y a los datos que se viniesen a exponer desde esta tribuna, máxime cuando tenía yo por de contado que la forma de exposición mía y que la pobreza de ella habría de restar en gran parte, por mucho que cuente con vuestra benevolencia, vuestra atención. El asunto es por demás sencillo: la escritura constitutiva de la Sociedad de Fomento del Sureste es reveladora para juzgar de uno de los aspectos de la cuestión. La cláusula I dice así: (Leyó.)

La cláusula II dice lo siguiente: (Leyó.)

El C. Siurob: ¿Qué tiene que ver eso?

El C. Soto Peimbert: Compañero Siurob: Estoy en la mejor buena voluntad de contestarle todas las interpelaciones que su Señoría tenga a bien hacerme; cuando termine mi discurso; en fin, no será discurso, de hablar, tendré sumo gusto en contestar a usted todo; sí le digo que no tengo práctica parlamentaria y que me es muy difícil hilar mis ideas; si usted me interrumpe, lo único que logrará es que me baje de la tribuna sin decir lo que pienso, que exponga mis ideas en forma menos clara.

(Continuó leyendo.)

El compañero Siurob va a tener muy pronto la razón de por qué hago esta digresión. En la historia ferrocarrilera de México, en la síntesis que puede hacerse del establecimiento de sus ferrocarriles, se observa una tendencia: el establecimiento de grandes líneas de comunicación terrestre que unan las dos fronteras, obedeciendo a las condiciones técnicas de establecimiento de una línea cualquiera; quiero decir con ello que la necesidad primordial sobre la cual debe cimentarse la hegemonía nacional, estriba en la fácil comunicación a lo largo de grandes ejes de su territorio de los lugares más poblados de él, escogiendo de preferencia aquellas zonas que por su importancia agrícola, minera, industrial o comercial, ameritan el establecimiento de vías que en su explotación no sean onerosas. Ahora bien; si tuviésemos el deseo de acudir a los libros técnicos sobre explotación económica de ferrocarriles, encontraremos que esa tendencia general se ampara en los principios que establece la explotación económica de estas líneas. Si se quiere impulsar cualquier ramo de desarrollo interno de un país, es preciso antes que todo, ligar los puntos poblados y los lugares de comunicación con puertos de fácil salida; entonces se da facilidad para que por medio de carreteras o de líneas secundarias, las grandes comarcas productoras concurran al medio de transporte, para que éste a su vez lleve los productos a los centros poblados, o los productos que han de exportarse a los puertos de importancia, para que luego marchen al extranjero. Si se reconoce que esto es lógico, si se reconoce que este procedimiento general debe servir como firme base al desarrollo de cualquiera ulterior política ferrocarrilera, encontramos que, dado el aislamiento de la península en cuanto a vías de comunicación con el resto de la República, se está en condiciones de examinar cuáles son las líneas generales del desarrollo de sus ferrocarriles y a la luz de estos principios previamente anotados, ver cuáles son los fines que se persiguen con el establecimiento de ellos.

Desde luego, examinando un mapa de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" , se encuentra que las líneas, puede decirse que las líneas se inician en Campeche y van a extender su rama, tocando Mérida y Progreso, a la parte más poblada, a la parte Noreste de la península. En consecuencia, el establecimiento de las líneas ferrocarrileras de Yucatán es perfectamente lógico; liga entre sí las poblaciones de importancia, los centro poblados, y luego da fácil salida a los productos por Progreso. En esa virtud, el establecimiento de estas líneas encaja en el plan general de explotación técnica que puede hacerse de una comarca y realiza el plan de hegemonía local que se puede imponer; pero en el estado actual de esas líneas, puede decirse que el plan general de hegemonía nacional, por medio de las vías de comunicación, queda realizado con el establecimiento de esas líneas ya en pie y el control sobre los ferrocarriles nacionales. Así en manera alguna la solución de continuidad que se presenta entre Santa Lucrecia y Campeche, impide que circulen libremente los trenes desde Ciudad Juárez hasta el Sur, y si el pensamiento primordial que informó las primitivas concesiones y todo el plan anterior de desarrollo ha de realizarse, es preciso que sin trasbordes, sin dificultades de tráfico los ferrocarriles rueden desde Ciudad Juárez hasta la frontera con Guatemala. Reconocida así la necesidad de la construcción del ferrocarril de Santa Lucrecia a Campeche y reconocida la necesidad de llegar de Peto a Bacalar, encontraría el Gobierno federal la dificultad técnica para hacer pasar sus carros a lo largo de las vías unidas de los "Ferrocarriles de Yucatán", porque de la red yucateca solamente 103 kilómetros - quizá me equivoque en el número, muy corto -, son los de vía ancha, los demás son de vía angosta; en consecuencia, si nos desatendemos por un momento del desarrollo meramente comercial y miramos el segundo punto de vista que puede tener un gobierno en la construcción de ferrocarriles o en el otorgamiento de concesiones para la fácil movilización de tropas que en un determinado caso pueda hacerse necesario; y no supondré yo que se haga necesario porque lo ameriten las condiciones locales provocadas por los habitantes de Yucatán, no, señores; estoy muy lejos de ello; pero no debe desentenderse que, careciendo nosotros de marina, nos veríamos en la imposibilidad de evitar un desembarco en Yucatán, y precisamente necesitaríamos

enviar determinadas cantidades de tropas para Yucatán; de modo que se impone la necesidad de la conversión de las vías de la red de Yucatán, de red "Standard", es decir, a vía de 1,400...... no recuerdo cuántos milímetros, vía ancha. Planteado así este problema, conviene pensar primero si los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" están en un estado de bonanza tal, que puedan responder a la necesidad nacional de una vía continua de comunicación desde la frontera del Norte hasta la frontera del Sur, sin ninguna discontinuidad, o si no lo están; y segundo, conviene pensar en las condiciones económicas de explotación de esa vía, si llegara a controlarse bajo una sola dirección y bajo un solo sistema. Es punto que no cabe discutir ya, porque ha sido implantado, que las tarifas más benéficas para el desarrollo comercial son las tarifas parabólicas, aquellas en que las mercancías, cuando recorren mayor distancia, a medida que van aumentando la distancia, va disminuyendo el flete y eso no puede establecerse sino en grandes líneas, en líneas de una extensión considerable; mientras los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" continúen con vía angosta, no será posible, en ningún caso, el establecimiento de estas tarifas, y como, por otra parte, si los mismos trenes, suponiendo todavía el caso de que los "Ferrocarriles Unidos", bajo la actual empresa se constituyan en ferrocarriles de vía ancha, como los trenes al llegar al punto terminal de la vía ancha, que sería en el caso Campeche, habrían de trasbordar sus mercancías a carros de vía angosta, el costo de transporte de las mercancías necesariamente recargaría el costo de la mercancía. Esto que parece ser una digresión, no lo es, si atendemos al origen de los ferrocarriles yucatecos y vemos si la política desarrollada por el Gobierno federal en cada uno de los casos de concesiones, tendía al punto de vista general, es decir a que en alguna época había de realizarse el pensamiento esencial de vías que recorriesen desde el Norte hasta el Sur toda la República.

Los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" son el resultado de la fusión de varias compañías que fueron constituídas bajo el sistema de concesiones, quiero decir, que la explotación, la implantación, la estructura, como se dice, fue constituída bajo la subvención del Gobierno federal y algunas de ellas con subvención del Gobierno local. La cantidad desembolsada por la Tesorería federal para el cumplimiento de las obligaciones contraídas por ese concepto hasta el 30 de junio de 1902, montan a tres millones quinientos treinta y siete mil ochocientos veinticuatro pesos, ochenta y cinco centavos; el Gobierno federal no habría en manera alguna contribuído con subvención para el desarrollo de aquellas empresas, si no hubiera reconocido la necesidad de dar facilidades al Estado para el desarrollo de la única industria que alimenta a él, el henequén. Pero posteriormente, cuando la Revolución llegó a Yucatán y se vio en la precisa necesidad de quitar de manos de los enemigos el elemento más poderoso, hubo necesidad entonces de recurrir a la formación de la "Compañía de Fomento del Sureste"; esta compañía, como acabáis de escucharlo, al formarse fue absolutamente lógica en todas sus determinaciones; al señalar sus fines tuvo como primero la adquisición de las líneas ferrocarrileras, ¿por qué? porque reconocía la necesidad imperiosa de apoderarse de los medios de transporte, que son los únicos que dan salida a los productos de la región, al henequén, para poder dominar la región; pero se encontró el problema del combustible: la mayoría de las locomotoras, o casi su totalidad, se alimenta con leña; la explotación económica en esa virtud no podía hacerse si continuaba bajo ese sistema y era preciso entonces una de dos cosas: o adquirir el petróleo del suelo en el cual se estableció la compañía, o traerlo de fuera; en el primer caso era indispensable la perforación de pozos, las explotaciones petroleras del Sureste que no dieron resultado, que fracasaron; en el segundo caso era preciso la reparación y la construcción adecuada de los docks, de los muelles, de los almacenes de la Terminal en Progreso, pero no bastaba esto; construídos los vasos de recepción, construídos los tanques de captación del material que se trajera, se imponía la necesidad de mirar cómo se trasbordaba hasta aquel lugar y entonces entre las cláusulas, entre los fines de la cláusula expresa, se pensó en la formación de una compañía naviera, y ésta también fracasó, no pudo, pues, realizarse, sino como lo ha expresado el ciudadano ministro de Hacienda, la construcción del depósito en la Terminal. Ahora bien; sobre este pie, ¿no se mira ya la tendencia bien manifiesta, perfectamente demostrada, de absorber económicamente todo el Sureste por la compañía? ¿no es aquí, a pesar de ese fomento, donde se dan los primeros pasos para dominar técnicamente, con absoluto conocimiento del problema, toda la producción, toda la vida económica de aquella región? el punto es de una claridad meridiana. El Gobierno federal tuvo necesariamente conocimiento de lo que pensaba hacer, porque la constitución de la sociedad intervino suscribiendo, por mucho que no haya solventado, las acciones de la "serie A", y entonces tuvo en la mente el reservarse el derecho de adquirir por compra las acciones y todas las propiedades de la compañía, previa liquidación. Esto fue con conocimiento del Estado, esto fue con conocimiento de los particulares que signaron aquella escritura constitutiva. En esa virtud, cuando por las causas que ya se han expresado se redujo el capital social a cinco millones de pesos y en asamblea general se autorizó para que se modificaran las cláusulas constitutivas, debía necesariamente haber estado en la mente de los que fueron como contratantes por expresa voluntad, para modificar todas y cada una de las cláusulas que, en su concepto, eran modificables. Si la falta de cumplimiento por parte del Gobierno general al no subscribir los cincuenta y un millones de pesos, era suficiente para que el Gobierno federal dejara de hacer uso del derecho que le reconocía de adquisición de esas acciones, fue ocasión propicia aquella en que se modificaron las escrituras para hacerlo constar así y, sin embargo, en la escritura de modificación no se menciona una sola palabra sobre el artículo 27; pero es más aún, la cláusula 32 expresa: (Leyó.) En consecuencia, en las cláusulas, en la escritura de reforma de la primitiva de constitución, tampoco se tocó la cláusula 32, que venía, por decirlo así, a hacer más explicativa y concluyente la 27, que otorgaba ese derecho al Gobierno federal; en consecuencia, por lo que hace a ese punto, creo yo que la orientación

de la Cámara es uniforme y es perfectamente clara. Planteando bajo este aspecto el problema, no nos queda otra cosa sino reconocer el acertado y juicioso requerimiento del Gobierno federal para que lo autoricemos a la adquisición de las acciones que han de darle el control sobre los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán." Podría dar lectura a informes precisos sobre el estado que guardan en su explotación los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán", pero me basta hacer constar que el personal se ha duplicado de aquel que existía en época normal, de aquel que en época anterior a la incautación del Gobierno figuraba para la explotación de esas líneas. Es más; si tuviese yo a la mano los factores locales que hubiera de descontar del costo medio de explotación de las líneas de Guatemala y sólo me refiriera yo a los factores que figuran como constantes en el cálculo de la explotación económica de un ferrocarril cualquiera, podría demostrar que los números que representan ese cálculo, para el caso de los "Ferrocarriles de Yucatán", sobrepasa del ciento ocho por ciento a los que representa la propia explotación de los "Ferrocarriles de Guatemala"; pero, entiéndase bien, esta comparación la haría deduciendo aquellos factores que intervienen en la explotación de las líneas; pero que deben su cuantía a las condiciones locales, y dejaría, para establecer la comparación, aquellos factores de naturaleza constante; estos datos pueden servir perfectamente para concluir, que los Ferrocarriles no se administran como deben serlo; pero si queremos todavía desentendernos de ese punto, la cuestión se nos presentaría entonces bajo este otro aspecto: los "Ferrocarriles de Yucatán" están administrados, de hecho, por el Gobierno local de Yucatán; el Gobierno general pretende controlar sus acciones para tener ingerencia directa y poder explotar y poder dirigir su explotación; pero, ¿cuál es entonces el problema? ¿deben continuar los ferrocarriles siendo explotados por el Gobierno local debe explotarlos el Gobierno federal? Cuando la explotación de las líneas, cuando el establecimiento de las dos líneas que nos ligan con el Norte de la República, el Central y el Mexicano, pasaron las concesiones por una serie de vicisitudes que no está por demás analizar, aunque sea someramente; en un principio se pensó que el otorgamiento de concesiones locales a los gobiernos para el establecimientos de las vías dentro de las fronteras de sus Estados, determinaría la construcción de una línea continua pero no fue así; y cuando con capital americano se inició la construcción de esas líneas, hubo necesidad de adquirir por compra o de cancelar las concesiones locales de los Estados y no recuerdo yo que con aquel motivo se hubiese elevado una sola queja de los Estados a quienes afectaba tal determinación, porque reconocían que el interés nacional estaba sobre los intereses locales y porque miraban que el establecimiento de la vía continúa beneficiaba enormemente más el territorio de su jurisdicción, que vías locales. Yo pondría reparos a que el Gobierno federal adquiriese líneas de carácter secundario líneas que obedeciesen a un marcado desarrollo local; pero cuando las líneas son completamente de un sistema general, sobre el que necesariamente deben rodar trenes de una frontera a la otra no hay una razón de peso que pueda oponerse a este deseo, desde el punto de vista que estoy examinando el asunto. Si pues, en aquella época ninguno de los Estados sintió lastimada su soberanía, ni lesionados sus intereses porque el Gobierno federal desarrollase, hasta en el seno de su propia entidad a un sistema, ¿cómo es que ahora los señores yucatecos, quizás influenciados por el momento político actual candente, pretenden ver lesionados esos intereses? ¿Cómo es que ahora y no cuando constituyeron la sociedad, miraron que el Gobierno federal tendría el derecho de adquisición? Porque yo quiero suponer que las condiciones fortuitas que obligaron al Gobierno federal a no subscribir aquella suma, podían haber determinado un caso que es indiscutible, pero no borraron en manera alguna la idea esencial de la adquisición que quedó gravada en el acta de constitución de la sociedad. Si el Gobierno federal hubiera podido disponer de los cincuenta y un millones de pesos en aquella ocasión, hoy no se sentirían lastimados los intereses yucatecos por la adquisición de esas líneas; ¿entonces es cuestión de cuantía de inversión en el negocio? pregunto yo. Si en lugar de que el Ejecutivo invierta diez millones hoy, hubiera invertido cincuenta y un millones ayer, ¿se hubiera levantado el mismo grito de protesta que escuchamos ahora? No, señores; yo miro en este caso todavía, por muchos esfuerzos que los señores yucatecos hagan por desprenderse de su amor al localismo, el deseo de preponderancia, en el noble orgullo de decir a la Nación: "esta es la obra del esfuerzo yucateco, esta es una explotación próspera en manos de yucatecos; nosotros aislados, alejados, sin vías de comunicación del centro de la República, somos, sin embargo, lo suficientemente fuertes, damos a la vida tanto temple de nuestro modo de ser, que desarrollamos empresas de la cuantía de los ferrocarriles y nos encontramos que se nos quita esta gloria de las manos"; no, señores; yo, pensando un poco más allá de este localismo, les diría a los señores yucatecos: Bien está, por vuestro temple generoso de elevar a la cima a que habéis sabido hacerlo estos negocios, el que os vanagloriéis de ello; pero mirando al sentimiento nacional, respondiendo a las exigencias nacionales para el desarrollo de la sana política ferrocarrilera de sistemas continuos de líneas, yo diría: señores yucatecos, dad a la vida lo que la vida demanda, temple; pero generosidad también. (Aplausos.)

El C. Castillo Torre: Pido la palabra.

El C. Espinosa: Una moción de orden, señor Presidente. En virtud de estar para expirar el tiempo reglamentario, suplico a Su Señoría tenga la bondad de mandar consultar a la Asamblea si se prorroga la sesión para saber si es de continuar o no. (Voces: ¡No! ¡No!)

- El C. Secretario Soto, leyendo:

"Honorable Asamblea:

"Los subscriptos, diputados en ejercicio, pedimos a la honorable Asamblea, con dispensa de trámites, se siga discutiendo el dictamen sobre los ferrocarriles de Yucatán en la sesión de mañana y hasta que se termine la discusión en los días

subsecuentes, si es necesario.- México, julio 8 de 1919.- M. Romero C.- A. Rivera C.- R. J. Ruiz.- Jesús Pérez Vela.- E. Ríos Landeros.- Antonio Guerrero.- José Castilleja.- Rafael Jiménez.- J. Iturralde.- M. I. Fierro.- Coronel Eulogio Hernández."

En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Dispensados. ¿No hay quien solicite el uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Aprobada. La orden del día para mañana: Continuación de la discusión sobre los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán."

El C. Presidente, a las 7.55 p.m.: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las cuatro de la tarde.