Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210218 - Número de Diario 9

(L29A1P1eN009F19210218.xml)Núm. Diario:9

ENCABEZADO

MÉXICO, VIERNES 18 DE FEBRERO DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I. - PERÍODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 9

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 18 DE FEBRERO DE 1921

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2. - Se da cuenta con los asuntos en cartera, concediéndose licencia a los CC. diputados Olguín, Solórzano Federico N. y Bueno.

3. - Continúa la discusión en lo general, del dictamen de la 2a. Comisión de Puntos Constitucionales que consulta un proyecto de ley por el que se reforma el artículo 108 constitucional. La Asamblea niega el permiso que solicita la Comisión para retirar este dictamen. Se declara sin lugar a votarlo en su totalidad y se da por desechado el dictamen. Usan de la palabra para hechos los CC. Domínguez y Espinosa Luis. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. CIENFUEGOS Y CAMUS ADOLFO

(Asistencia de 129 ciudadanos diputados.)

El C. presidente, a las 4.53 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. prosecretario Castrejón, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diecisiete de febrero de mil novecientos veintiuno. - Período extraordinario.

"Presidencia del C. Francisco Trejo.

"En la ciudad de México, a las cuatro y cincuenta de la tarde del jueves diecisiete de febrero de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión, con asistencia de ciento treinta y siete ciudadanos diputados, según consta en la lista que paso el C. prosecretario Zuno.

"El C. secretario Valadez Ramírez dio lectura al acta de la sesión celebrada el día anterior, la cual fue aprobada sin debate en votación económica.

"Continuó la discusión en lo general del dictamen de la segunda Comisión de Puntos Constitucionales, que consulta un proyecto de ley por el que se reforma el último párrafo del artículo 108 de la Constitución federal.

"El C. Luis Espinosa dio fin al discurso en contra que en la sesión anterior inició. El C. Miguel F. Ortega, a nombre de la Comisión, sostuvo el dictamen. Los CC. Avilés y Borrego usaron de la palabra en pro y en contra, respectivamente; el último interpeló a la Comisión, contestándole el C. Miguel F. Ortega, quien nuevamente apoyó el dictamen y dirigió una pregunta al C. Borrego.

"El C. Portales solicitó se leyera un documento, pero la Presidencia no accedió a ello y concedió la palabra, en pro, al C. Juan B. Salazar. Después del discurso de este ciudadano representante, el C. Leopoldo Estrada, miembro de la Comisión, pretendió hacer uso de la palabra, pero a ello se opuso el C. Rafael Martínez de Escobar y con ese motivo el referido C. Estrada hizo una aclaración.

"Por haberle cedido su turno el C. Zincúnegui Tercero, volvió a hablar en contra el C. Luis Espinosa, quien concluyó su discurso pidiendo la lectura de un documento. Esta petición dio lugar a mociones de orden de los CC. Prieto Laurens y Zincúnegui Tercero y la Presidencia determinó que no se llevara a efecto la lectura y que continuara el debate.

"El C. Soto y Gama habló en pro y contestó una pregunta del C. Luis Espinosa. El C. Bordes Mangel se produjo en contra, e inmediatamente, siendo las ocho y media de la noche, la Cámara acordó, previa consulta de la Presidencia, que se prorrogara la sesión.

"El C. Abraham Franco renunció al uso de la palabra en pro, y cuando en el mismo sentido se disponía a hablar el C. Leopoldo Estrada, miembro de la Comisión, el C. Pedro de Alba solicitó de la Cámara que se reconsiderara el acuerdo para que se prorrogara la sesión. Varios ciudadanos diputados reclamaron el quórum, y el ciudadano presidente resolvió levantar la sesión, siendo las ocho y treinta y siete de la noche."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien la impugne? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Aprobada el acta.

- El mismo C. prosecretario, leyendo:

"El C. Leodegario Arce envía una iniciativa de

adición al proyecto de Ley Agraria." - A la 1a. Comisión de Peticiones.

"Calnali, Hgo., 10 de febrero de 1921.

"Al ciudadano presidente de la Cámara de Diputados. - México, D. F.

"El que suscribe, diputado propietario por el 6o. distrito electoral del Estado de Hidalgo, manifiesta a esa honorable Asamblea, por su digno conducto, que encontrándose enfermo de reumatismo, solicita, con dispensa de trámites, una licencia de un mes, con goce de dietas.

"Protesto lo necesario. - E. Olguín."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie, en el concepto de que son necesarias las dos terceras partes de los ciudadanos presentes. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se concede la licencia.

El C. Colón: Suplico a la Secretaría se sirva informarme si la solicitud tiene certificado médico para comprobar que el solicitante se encuentra enfermo.

- El mismo C. prosecretario: La Secretaría manifiesta al compañero Colón, que no tiene el certificado a que alude; hay un telegrama anterior a la carta, que dice:

Telegrama procedente de "Calnali, Hgo., 7 de febrero de 1921.

"Presidente de la H. Cámara de Diputados Congreso Unión:

"Hago superior conocimiento usted y H. Cámara, circunstancias ajenas mi voluntad prohibenme asistir por hoy sesiones extraordinarias. Suplícoles dispensarme; por Correo envío pliego certificado.

"General y diputado E. Olguín."

Y el pliego a que alude el telegrama es la solicitud de licencia a que se ha dado lectura.

El C. Colón: Gracias.

- El mismo C. prosecretario: No habiendo más oradores, en votación económica se consulta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Se concede la licencia.

- El mismo C. prosecretario, leyendo:

"A la H. Cámara de Diputados:

"No habiéndome restablecido aún en mi salud durante la licencia económica que se dignó concederme el ciudadano presidente de esa H. Cámara, suplico a ésta muy atentamente se sirva otorgarme una licencia de diez días, con goce de dietas y dispensa de trámites, para estar separado de mis funciones de diputado.

"México, 18 de febrero de 1921. - F. N. Solórzano. - 6a. Amado Nervo número 88."

En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se concede.

- El mismo C. prosecretario, leyendo:

"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados al Congreso de la Unión.

"En el D. F., a 28 de febrero de 1921.

"Encontrándome sumamente enfermo de influenza y atacado de pulmonía, como puede testificarlo el señor doctor y diputado Edmundo G. Cantón, quien me atiende en junta con los doctores Arturo Baledón y Abel Ortega, ruego a esa H. Asamblea se sirva concederme veinte días de licencia, con goce de dietas y dispensa de trámites; en la inteligencia de que, si antes de este término me encuentro mejorado, concurriré con toda tranquilidad al cumplimiento de mis deberes.

"Si esa H. Cámara quisiese comprobar el motivo que me obliga a solicitar la licencia antedicha, tengo el gusto de manifestar que mi domicilio está en la casa número 53 de la calle de Medinas.

"En la seguridad de que ésta mi atenta súplica será debidamente atendida, protesto a ustedes y ese H. Congreso mi más distinguida consideración. - Felipe Bueno.

"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, para hacer del conocimiento de éste en la primera oportunidad. - Ciudad."

En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión.

El C. Cantón: Pido la palabra.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Cantón: En mi carácter de médico he estado atendiendo al compañero Bueno, quien se encuentra enfermo de suma gravedad. Su domicilio está cerca de la Cámara de Diputados, de manera que fácilmente pueden los señores diputados ir a convencerse de la gravedad en que se encuentra. Por esta causa no ha podido recabar el certificado respectivo. Así es que creo que esta Asamblea despachará de conformidad la solicitud de licencia, en la inteligencia de que apenas se restablezca de sus males el compañero enfermo, volverá al desempeño de su trabajo.

El C. prosecretario Castrejón: En votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Concedida. La Presidencia ha tenido a bien nombrar a los compañeros doctor Siurob y licenciado Vasconcelos, para que hagan una visita de cortesía al diputado Felipe Bueno.

- El mismo C. prosecretario: Continúa a discusión el dictamen de la 2a. Comisión de Puntos Constitucionales, que consulta el proyecto de ley en que se reforma el artículo 108 de la Constitución de la República.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Aquilino Rama.

El C. Siurob: Pido la palabra, señor presidente. Yo quedaba ayer inscripto en el contra; creo que su señoría se ha equivocado.

El C. presidente: Tiene razón su señoría el diputado Siurob. Efectivamente, me había equivocado en el orden de los oradores, porque, de acuerdo con la lista respectiva, ahora tiene la palabra en contra el ciudadano Siurob.

El C. Siurob: Entiendo que la Comisión quería tomar la palabra ayer antes que yo y, por caballerosidad, debo permitir que hable primero.

El C. Rama: ¿Qué no se me había concedido a mí el uso de la palabra?

El C. presidente: Nos habíamos equivocado. Tiene la palabra en contra el ciudadano Siurob.

El C. Siurob: Honorable Asamblea: Comenzaré por celebrar que el descanso de casi un día haya serenado las pequeñas pasiones que comenzaban a agitarse ayer al finalizar nuestros debates. En seguida espero, deseando que no pensaremos hoy, como algún orador pensó ayer, es decir: emitiendo conceptos desde esta tribuna en el sentido de que estaba dispuesto a defender a una o a tres de las divinas personas del gabinete, sacrificando a esta defensa los más caros principios de todo revolucionario. Espero que si hablamos en esta ocasión de Plutarco, sea de Plutarco el Grande, de Plutarco el que enseña a través de los siglos todavía, el de "Las vidas paralelas", y no de los Plutarcos de barro que forjamos al calor de nuestras pasiones y a los cuales les damos estaturas muchas veces gigantescas. Me desentiendo, pues, de las personalidades, y entro al tema a debate, de una manera franca.

Comenzaré por decir que la brújula, en este debate, corresponde a los verdaderos intereses populares, a lo que el pueblo desea y solicita de nosotros, y que nuestro principal deber es ahondar dentro del sentimiento popular y examinar esa brújula con la luz clarísima de la experiencia, de la Historia y de la ciencia sociológica. Desde luego, lo primero que se ocurre pensar es esto: ¿el pueblo exige de nosotros que forjemos una lista, como la que nos presenta la Comisión, de motivos por los cuales se debe acusar al presidente de la República, una lista hipotética, una lista risible de responsabilidades que vamos todos los días a recitar al oído de nuestros mandatarios, como si fuéramos domines pedantes, esa lista que sólo será un monumento de nuestro lirismo, que sólo será una amenaza bufa y una muestra evidente de lo exigua que es nuestra verdadera y efectiva acción legislativa trascendiendo al terreno de la práctica y al terreno de los hechos? Señores: el pueblo sabe, y ayer lo dijeron algunos oradores, el pueblo sabe por amarga experiencia, que nunca se ha castigado aplicando la ley a todos los usurpadores, a todos los conculcadores por cualquier capítulo; sabe que se pasean con toda libertad los Alcocer, los Perusquía, los Mucel, los Argáin; que nunca se ha castigado a Huerta ni a los asesinos del presidente mártir, y no sólo, sino que, refiriéndome a casos más inmediatos, sabe también perfectamente el pueblo que los ladrones, los verdaderos rateros del régimen próximo pasado, andan disfrutando tranquilamente el fruto de los millones que se robaron. En estas condiciones, si habiendo leyes enteramente prácticas, reglamentadas, para castigar a todos estos usurpadores, no se les ha castigado, ¿no es una inocentada que nosotros tracemos capítulos líricos para castigar al más poderoso de todos los mexicanos, al presidente de la República, a un hombre que, si es perverso, sabrá inutilizar todas nuestras pruebas, sabrá presentar testigos falsos, sabrá comprar a otros testigos de descargo y sabrá, en una palabra, eternizar el juicio hasta el grado de que con el tiempo llegue a adquirir una verdadera impunidad? Yo pregunto a la honorable Asamblea: ¿No os habéis cansado ya de las farsas? Porque a una farsa equivaldría inscribir en nuestra Carta Magna capítulos que, desgraciadamente, dadas nuestras circunstancias, no han de cumplirse, y no porque falte virilidad en los legisladores, no porque falte virilidad dentro del Senado de la República, tan calumniado con o sin razón, la energía suficiente para el caso; yo, desgraciadamente, todavía soy optimista en algunos casos y todavía creo que pudiera hacerse esto; pero desgraciadamente el poder del presidente de la República, el poder que le han conferido nuestras leyes, es demasiado grande para que esta responsabilidad pudiera llevarse efectivamente a la práctica dentro del terreno de los hechos. Lo que nos enseña la experiencia y lo que nos enseña la Historia, es muy sencillo: llega un presidente al Poder, y ¿qué es lo que pasa? Acaban de pasar las fiestas reales, generalmente en medio de las cuales un presidente toma posesión de su cargo; el primer punto que le preocupa es elegir a sus colaboradores; elige a los miembros del gabinete, generalmente entre sus más íntimos amigos, entre sus paisanos, entre sus parientes, entre líderes - ya quisiéramos que fuera siquiera entre sus líderes - , y otras veces entre sus incondicionales. ¿Y qué es lo que sucede, señores? Que este coro de ciudadanos alrededor del presidente de la República, como son los amigos, como son los íntimos, como son los paisanos, como son los allegados, forman un coro no interrumpido de adulaciones diarias, de adulaciones de las cuales hay que convenir en que muchas son sinceras, porque provienen precisamente de los íntimos, y estas adulaciones van formando un ambiente deletéreo en medio del cual se acaba la salud moral de aquel hombre y comienza a olvidarse de su partido, y sigue olvidándose de sus promesas, y acaba por olvidarse de que existe el pueblo, al cual, en último caso, considera como un puñado de cera blanda, capaz de modelarse a todos sus caprichos, olvidándose de que él es el primero y, por lo mismo, es él quien debe ser el más celoso de todos sus servidores. Y ¿qué es lo que pasa con los ministros?

Los ministros cada día más íntimos, cada día más seguros de sus puestos, se convierten en parásitos cada día más difíciles de arrancar, para quienes la opinión pública no significa otra cosa que un coro de gritos de despechados o de rabiosos, los cuales ellos tienen el derecho de acallar y castigar. ¿No es esto lo que pasa? ¿No es lo que se ha observado siempre? ¿No es esta la causa de nuestro atraso, del estancamiento de nuestros sistemas, de nuestras revoluciones y no es la causa del intenso malestar que se siente en todo el país? Pues bien, estas son las necesidades populares y

esto es lo que tenemos que corregir esencialmente si queremos acertar, en una ley de responsabilidades; de ahí la necesidad ingente de cambiar a estos hombres apenas se hayan convertido en parásitos, en seres olvidados de sus principios legítimos y verdaderos deberes, han vuelto las espaldas a sus promesas, a su partido y a los principios que sostiene el Gobierno emanado de nuestras revoluciones libertarias. Por otra parte, existen razones sociológicas: el presidente, conforme a nuestras leyes, es responsable solidariamente con los ministros, de todos los actos que se verifiquen en su administración; y ahora, para ser responsable el presidente de la República de todos estos actos, tiene que examinarlos uno por uno, acordando con todos los ministros de todos los ramos; pero los negocios que se presentan en cada Ministerio son de tal naturaleza, son de tal extensión, exigen tal cúmulo de tiempo, que aun cuando el presidente de la República no tuviera más que esas atenciones, sería imposible, aun suponiéndole un cerebro luminoso como un diamante y duro como el acero, que pudiera resolver, uno a uno, todos los problemas que se presentan para que pudiera tener efectivamente la responsabilidad política de todos estos actos. Yo añado que es una causa de que los negocios públicos marchen tan despacio y tan mal, el que nosotros hayamos reunido en la cabeza del presidente de la República, atribuciones tales que es imposible que un hombre pueda darles cumplimiento; se necesitaría suponerle omnisciente, capaz de un trabajo absolutamente continuo, es decir, se necesitaría imponerle las atribuciones de un dios; y yo añadiría a los ciudadanos del contra: ¿por qué insistís en sacrificar en la cruz de sus responsabilidades al ciudadano presidente de los Estados Unidos Mexicanos? ¿Por qué insistís en descargar responsabilidades de tal naturaleza, en descargar un trabajo tan abrumador, que sea imposible materialmente que este hombre pueda sustentarlo y que fácilmente y con seguridad absoluta tiene que faltar al cumplimiento de sus deberes? Por el contrario, la división del trabajo que es una ley científica, absoluta en el progreso humano, exige que nosotros quitemos trabajo del cerebro del presidente de la República, que le quitemos este exceso de atribuciones y que convirtamos a los ministros en verdaderos ministros responsables, capaces de resolver individualmente cada uno de los puntos sujetos a su consideración; y por eso esta es una de las bases esenciales en que se apoya el establecimiento del régimen parlamentario. Por otra parte, quitar al presidente de la República ese enorme cúmulo de poder que le confiere una casi divinidad ficticia, equivale a hacer este cargo menos tentador, equivale a impedir que se acumule ese cúmulo de circunstancias que hacen que a cada lucha para la Presidencia de la República se conviertan en una monstruosa y desenfrenada lucha de ambiciones brutales que son las que desde que nuestro país ha llegado a la vida libre, han ocasionado el mayor número de revueltas, el mayor número de cuartelazos y han sido la causa principal por la que se ha ensangrentado siempre el suelo patrio. Yendo al fondo todavía más de la cuestión, yo me atrevo a asegurar que de todos los poderes existentes, el poder que más directamente se puede llamar electo por el pueblo, con mayor justicia, es el Poder Legislativo, y voy a pretender demostrarlo. Vosotros habéis observado que es más fácil imponer a un presidente de la República - salvo el caso que cuente, como en el caso especial del actual que contaba desde antes con la mayoría del ejército -, es más fácil imponer a un presidente de la República o a un gobernador de un Estado, que a un diputado, y voy a decir por qué. ¿Por qué? Porque para ser gobernador o para ser presidente de la República, se necesita una cantidad tan grande de dinero para hacer su propaganda, que forzosamente tiene que ser candidato para gobernador de un Estado o para presidente de la República, si es que quiere tener probabilidades de triunfo, o un burócrata enriquecido, pero no con el sudor de su rostro, porque entonces le pesaría gastar esa cantidad, sino un burócrata de abolengo, de los natos, o un hombre que ha especulado con los dineros públicos. Resultado: que conforme a nuestro sistema actual, estamos destinados a ser gobernados por burócratas o por ladrones. Mientras que para una elección de diputado, resulta que ordinariamente el diputado ha nacido en su distrito, tiene allí suficientes conocimientos; el presidente municipal, como ve que aquel hombre es conocido, siente la presión moral de todos sus conciudadanos y esta presión moral le impide en la mayoría de los casos cumplir fielmente con las consignas imposicionistas que recibe; me refiero a la mayoría de los casos, no queriendo decir que no haya excepciones de autoridades imposicionistas y brutales. La cantidad que se necesita es mucho menor que para los otros puestos de elección popular y está precisamente en razón inversa de la popularidad del candidato: si el candidato es más popular, gastará menos, y si es menos popular, gastará más. Y tan es verdad lo que digo, que habréis observado que aun los regímenes más imposicionistas, por ejemplo, la imposición consumada por Aguirre Berlanga en el Congreso de la Unión, véis que no se pudo consumar la imposición en los distritos, sino que hubo necesidad de consumarse aquí en el Congreso, porque de allá, de los distritos, vinieron muchos hombres con credenciales legítimamente ganadas y limpias, y fue necesario comprar aquí a muchos bribones para expulsar a los que traían esas credenciales. ¿Qué es lo que nos demuestra eso? Que en la mayoría de los casos es más democrática, tiene más visos de ser efectiva la elección del Poder Legislativo, que la de los demás poderes de la Unión; ¿y no es justo que a un poder más directa y legítimamente electo por el pueblo corresponda también una mayor suma de atribuciones y una mayor suma de ese poder? Ahí tenéis la razón fundamental para que se establezca el régimen parlamentario. Por otra parte, con el régimen parlamentario se aumentan las funciones de los partidos políticos. Es preciso aumentar las funciones de los partidos políticos, porque la función crea el órgano. Hasta hoy nuestros pobres partidos políticos, muchas veces titubeantes desde al nacer y que no llegan a consolidarse, ¿sabéis por qué? No llegan a esto, porque hasta hoy nuestros partidos políticos no han sido otra cosa más que escalones para que asciendan por ellos los déspotas o forjadores de cadalzos, para castigar allí, ante la picota

pública, a sus propios líderes, o el objeto del ridículo y del sarcasmo de todos los acaparadores de poder, de todos los conculcadores del voto público. El día que nuestros partidos vean que efectivamente por medio de su unión pueden decidir real y efectivamente los asuntos nacionales, entonces no veréis a los ciudadanos que vuelvan las espaldas con olímpico desdén ante la farándula que pasa, ante los partidos políticos, que no han tenido otro papel que los tres papeles que yo acabo de enunciar, en nuestra Historia. Ayer decía algún compañero que los regímenes parlamentarios son plutocracias disfrazadas; yo opino que los regímenes presidenciales, como el nuestro, son verdaderas monarquías disfrazadas; esas sí son monarquías disfrazadas, mientras que en el régimen parlamentario tienen cabida las mayorías y las minorías libertarias, que pueden ir perfectamente preparando el terreno para un más avanzado porvenir en el camino de los ideales revolucionarios.

Pero debo adelantarme a combatir muchas de las objeciones que se enunciaron aquí ayer. Es la primera una objeción verdaderamente ruin, verdaderamente ridícula, y es que la de que el Partido Liberal Constitucionalista pretende iniciar esta reforma porque trata de llevar al poder a sus hombres públicos. Ya algún compañero dijo ayer que esta reforma había sido iniciada desde la última convención de 1920 en el seno del Partido Liberal Constitucionalista; pero por si esto no bastare, me bastará un cálculo sencillo para demostrar a la honorable Asamblea que no alcanza esta mayoría parlamentaria a ejercitar esa ley en caso de que fuéramos al régimen parlamentario, como espero que iremos, dado el buen criterio y la rectitud de esta honorable Asamblea. En efecto, no es de esperarse que el presidente de la República amplíe la convocatoria para crear el régimen parlamentario, por dos razones: la primera, porque los asuntos que quedan todavía en cartera son tan arduos, son tan difíciles, van a abarcar tanto de nuestro tiempo, que será verdaderamente imposible que podamos tratar algunos otros asuntos; en segundo lugar, la oposición de parte del jefe del Gabinete con toda seguridad para que la convocatoria se amplíe, comprendiendo punto tan interesante y trascendental. De manera que este asunto tendrá que iniciarse, y digo que tendrá que iniciarse porque lo iniciaremos los miembros del Partido Liberal Constitucionalista, dentro del período ordinario de sesiones del Congreso; iniciándose dentro del período ordinario, apenas será resuelto por la Cámara de Diputados y por la Cámara de Senadores, pasará a las legislaturas de los Estados y como allí estará lo menos seis meses, resulta que habremos concluido nuestro período sin que haya obtenido la completa sanción de las legislaturas de los Estados esta ley y, por consiguiente, que no tocará a este Congreso ejercitar el régimen parlamentario. Ya ven, pues, nuestros detractores cómo era una falacia simplemente que yo exhibo ante esta Asamblea para que se vean los argumentos con que combaten nuestros enemigos; era una simple falacia fácil de destruir que cede a la menor razón, con la que sólo se trataba de hacer creer que eran intereses personales los que se tenían por parte del Partido Liberal Constitucionalista en este debate. Pero hay otra objeción más peregrina todavía. Dicen: el pueblo de la República dio determinadas facultades al presidente de la República cuando lo eligió, y si fuéramos ahora a pasar al régimen parlamentario, equivaldría a quitar al presidente de la República todo el cúmulo de facultades que el pueblo le confirió cuando le dio su voto. Esta es una falacia también ridícula. Es cierto que el pueblo confirió el Poder y la autoridad de presidente de la República al general Obregón cuando le dio su voto, ¿pero no nos confirió a nosotros también, cuando nos dio su voto, el derecho de quitarle esa misma autoridad reformando la Constitución dentro de nuestras propias leyes? Sí se nos confirió esa facultad. Ya ven cuanto yerran los que quieren poner este grano de arena como un obstáculo ante la marcha avasalladora de las ideas. En seguida vienen diciendo los opositores del sistema, que ni el Senado ni las legislaturas de los Estados aprobarán esta idea o esta iniciativa. Y yo digo que sí la aprobarán, porque por ello marchan las ideas: ya lo véis, toda la prensa de todos los colores políticos está enteramente de acuerdo con el sistema parlamentario, porque no es otra cosa más que el eco de la propia opinión pública, porque la opinión pública, juzgando por su dolorosa experiencia, juzgando por la historia, ha llegado a formarse en el sentido de que sería uno de los grandes remedios de nuestra historia, para acabar con las eternas revoluciones que han agitado siempre a nuestro país, ayudados por el cuarto poder, fortalecidos por la voz de todos nuestros líderes. ¿No dicen estos señores llamados socialistas que ellos también participan de esta idea? Pues que nos ayuden entonces, y si no ¿para cuándo van a prestarnos esa ayuda? ¿Para cuando haya pasado el calor revolucionario? ¿para cuándo hayan pasado el empuje y las energías del grupo de patriotas que desea hasta en los últimos momentos poder llevar adelante algunas reformas? No, señores, a todas estas objeciones nosotros, los revolucionarios, contestamos con el cairá con que las masas francesas de la época de la Revolución acogían las dificultades que se presentaban. Tenemos la seguridad de que esto marchará y de que los legisladores de los Estados y el Senado de la República son lo suficientemente conscientes para comprender el momento histórico por que atravesamos. Por otra parte, ¿no habéis pensado que nuestro régimen es demasiado duro, es demasiado monolítico, es demasiado hierático para resistir, como todos los organismos deben estar organizados, para resistir el embate de las fuerzas contrarias? Lo estáis viendo; nuestro sistema es demasiado rígido; nosotros necesitamos darle una válvula de escape, necesitamos darle una válvula de seguridad, y esta válvula de seguridad será precisamente el Congreso de la Unión. Nosotros necesitamos acondicionar este organismo que se llama Gobierno dentro de las mismas leyes que rigen a los demás órganos de la naturaleza, y si todos los órganos de la naturaleza están organizados para resistir los embates de las fuerzas contrarias, demos a nuestro Gobierno la flexibilidad necesaria para que pueda resistir a esos propios embates, y esta es una razón poderosa y de vital importancia para el establecimiento del régimen parlamentario. Más infantil todavía me parece la objeción de

que los diputados no quieren abandonar sus curules, dictándose dentro de la ley el principio de que el Poder Ejecutivo tiene el derecho de disolver al Congreso de la Unión. A esa objeción no sé cómo se oponen los mismos que están concediendo virilidad a este Congreso; no sé cómo los mismos que consideran que los señores diputados son capaces de enjuiciar al presidente de la República, les niegan el suficiente desinterés para desprenderse de su curul cuando así lo exijan las necesidades de la patria; de manera que por una parte les conceden valor civil, y por otra les suponen suficiente codicia para anteponer los veinte o treinta pesos diarios a los intereses del pueblo y de la patria. Ya véis cuál es el juicio de nuestros enemigos y cómo sus falacias caen de una manera ridícula ante los pies de la verdad y la justicia. Otra objeción se presenta: se dice que caerá un Gabinete cada cinco minutos. Bien ¿y qué? Vamos suponiendo que esto sucediera. ¿No es necesario que cambien los hombres públicos dentro de las democracias? ¿No es preciso que se conozcan las personalidades para evitar esa política funesta del carro completo, esa política funesta de los hombres necesarios, esa política que desgraciadamente todavía impera, según la cual cuando cae un ministro todos estamos temblando y pensando que el Gobierno no encontrará con quién substituir a ese hombre? Sí, que cambien los hombres, que surjan las nuevas personalidades, que surjan los hombres del porvenir y se verá que los que más gritan son los que menos hacen, y que, en cambio, muchos hombres obscuros y que no se han atrevido a levantar su voz, son capaces de obrar más enérgicamente que ese montón de farsantes. En seguida hablan de los golpes de estado.

Pues bien; los golpes de Estado, en caso de que el presidente fuera un malvado, lo mismo sucederían dentro del sistema de responsabilidad presidencial, que dentro del régimen parlamentario, y todavía sería peor en el caso de las responsabilidades del presidente, porque el presidente que ve que lo van a enjuiciar, que es perverso, que está consciente de su delito, preferirá primero derrocar a las Cámaras, que caer él mismo; mientras que el presidente que sabe que van a enjuiciar a sus ministros, como no le tocan su propia persona, será capaz de dar un beso y un abrazo a un ministro, pero en todo caso lo deja caer, y no cae él mismo. Todo lo demás son falacias, todo lo demás cae ante el empuje avasallador de la razón, todo lo demás cae ante las necesidades del pueblo, ante los dictados de la experiencia, ante las enseñanzas de la historia. Yo no voy en desacuerdo con la Comisión respecto a que aun dentro del régimen parlamentario que podamos hacer acomodado a nuestras necesidades, se establezcan responsabilidades para el presidente de la República; pero que sean responsabilidades serias, que no se vaya haciendo la enumeración como se hace en el proyecto de una multitud de responsabilidades que caen dentro de una sola: la responsabilidad por violaciones constitucionales. ¿Queréis dejar una parte de ese postulado? Pues bien; yo no estoy en desacuerdo con él; dejad una parte de ese postulado y poned que el presidente de la República debe ser responsable por delitos del orden Común, por violaciones a nuestra Carta Magna y por traición a la patria; pero de allí a que vayamos a establecer todo un capítulo de responsabilidades conjuntas del presidente y de los ministros, poniendo un obstáculo a la marcha del sistema parlamentario, no puedo yo estar de acuerdo jamás, como hombre de principios, como hombre de ideales, con semejante sistema; pensad, si vosotros aprobáis hoy algo contrario al régimen parlamentario, como son las responsabilidades conjuntas de los ministros y del presidente, pensad en lo que van a pensar las legislaturas de los Estados cuando después de presentarles un proyecto en un sentido, vayamos a presentarles un proyecto en sentido absolutamente inverso. Dirán: pero qué, ¿están locos estos ciudadanos legisladores, que hoy nos proponen la consolidación del régimen presidencial y mañana nos proponen el establecimiento del régimen parlamentario? Y tendrán mucha razón, conciudadanos; por lo tanto, conciudadanos, no voy a alargar todavía más mi peroración; si queréis ser radicales y honrados, si queréis marchar de acuerdo con las necesidades públicas, si queréis marchar de acuerdo con las enseñanzas de la ciencia sociológica y de la experiencia de nuestras propias desgracias, cumplid con vuestro deber abordando de frente el problema, ya que el pueblo de la República no nos ha enviado aquí y nos está sosteniendo con tantos trabajos para venir a forjar paliativos o para venir a pasar una temporada de baños de agua tibia, marchando francamente a abordar el problema, y así habremos demostrado de una manera absolutamente eficiente al pueblo de la República que sabemos cumplir con nuestro deber. Y ahora que he tocado el punto principal del debate, no quiero dejar pasar los ataques insulsos lanzados ayer contra el Partido Liberal Constitucionalista, primero porque es una obligación mía, como miembro de ese partido, defender lo que considero honrado y justo, y segundo, porque los ataques fueron mezclados tontamente dentro de una discusión de principios en que se versaban ideales. Lamento muy sinceramente que un estimable compañero mío haya venido a hacer esos ataques ofuscado por sus pasiones, que se haya venido a arrojar la semilla de la división en la familia revolucionaria, pretendiendo separar a los elementos sanos y honrados de dicho partido, de los miembros del Gabinete, de un líder de ese mismo partido dentro del Poder, que no es otra cosa que el presidente de la República. Conste que no hemos arrojado la semilla de la discordia y que precisamente se conoce a los que no tienen la fuerza suficiente para hacerse valer dentro del terreno de los principios, en que se valen de arrojar la semilla de la discordia para que nazca el cardo que haga infecunda la tierra y no germine la buena semilla. Ayer se habló aquí de ministros; yo no hablaré de ministros como tales, porque soy lo suficientemente disciplinado para que, mientras les conceda buena fe dentro de su actuación, no los ataque, aun cuando cometan errores graves, siempre que hayan sido bienintencionados, porque pueden subsanarse más tarde, pues que ellos mismos pueden volver sobre sus pasos, ya que en caso contrario he demostrado que soy el primero en venir a censurarlos en esta tribuna. Pero no puedo consentir en que hombres que realmente no están del

lado del obrerismo, por convicción y por verdadera identificación con sus ideales, se cobijen con la túnica del obrerismo. Ya la prensa de toda la República ha señalado que existen dentro de la colectividad mexicana grupos de individuos cada día más numerosos y más gordos, a quienes la misma prensa, con esa actitud de la prensa que todos los países que se burla muchas veces no sólo de lo más sagrado, sino con más razón de lo más ridículo, ha llamado los líderes amarillos. Yo no voy a juzgar al general Calles como ministro; sí tengo derecho a juzgarlo como líder obrero, como se pretende hacerlo aparecer dentro de esta Asamblea. A estos líderes amarillos, yo ignoro por qué la prensa les da este color; a mí se me antoja, como viejo cazador, que por la semejanza que tienen con el color de los coyotes, cuando se les sorprende en los campos, entre nuestros campos, sobre el color grisáceo de nuestras rocas, y entiendo que tienen semejanza con estos animales no sólo por el color, sino también por las costumbres. Todos los campesinos saben que estos animales acostumbran ir a robarse la miel de las colmenas, y acostumbran ir a robar los animales domésticos en los corrales de nuestros campesinos. Pues bien; esos coyotes amarillos recamados de brillantes, tienen las mismas costumbres que aquellos animales; valiéndose de mil argucias, van a robar la miel de las colmenas obreras; valiéndose de miles de argucias y aprovechándose de su continuidad a la tesorería, suelen desplumar uno que otro gallo de los que se crían dentro de la hacienda nacional. (Murmullos.) Y ya veis cuál es su labor; allí los tenéis recamados de brillantes, paseando en lujosos automóviles. Se me dice que en la última gira del general Calles, allá en los Estados de Yucatán y de Campeche van a gastar estos líderes amarillos la friolera de ochocientos mil pesos para hacerle la recepción al señor ministro de Gobernación. ¡Tan democrática así va a ser la gira! Pues bien. ¡Qué lástima, estoy seguro que piensa el compañero Soto y Gama -porque no lo dice, no lo dirá el compañero Soto y Gama, pero sí estoy seguro que lo piensa -, qué lástima que esos ochocientos mil pesos no se empleen en escuelas racionalistas, no se empleen en implementos de agricultura, no se empleen en folletos para divulgar las ideas y los principios entre todo el proletariado de la República. Y yo pienso qué lástima que no piensen así los líderes amarillos y a su cabeza el general Calles, que es el protector de todos estos líderes amarillos. Y para terminar, y para mezclar dentro de la seriedad con que se ha conducido este debate, quiero contar un pequeño cuentecillo a propósito de líderes amarillos y de coyotes, que se lo dedico especialmente al diputado Avilés, porque él es muy afecto a esta clase de cuentos agrícolas. Creo que no está en el salón. (Voces: ¡No le hace!)

Se cuenta que un pastor, el famoso Títiro, se encontraba apacentando sus ovejas, y al calor de la siesta se durmió debajo de un umbroso árbol, acompañado de su perro cuidador de aquel mismo rebaño. El ganado se extendió en el prado, y un coyote que pasaba, demasiado codicioso.... (Voces: ¡Ya llegó Avilés!) pensó apoderarse de aquellas ovejas, conduciéndolas, no a unas cuantas, sino a todas, a su guarida, para irlas devorando sucesivamente. Y no encontrando otro medio, se disfrazó de pastor, se vistió con todos los arreos propios del caso, inclusive el callado necesario para conducir a las ovejas, resultando que, en efecto, las ovejas, engañadas, comenzaron a seguir al coyote y éste empezó a encaminarlas rumbo a su guarida; pero como marchaban despacio los animales y él estaba de prisa, entusiasmado con su idea de llevar aquel rebaño, comenzó a lanzar gritos agrios y destemplados para arrearlo. La consecuencia ya la imaginaréis: ante el grito agrio, destemplado y descompuesto del coyote, las ovejas se desbandaron como por encanto; despertó el verdadero pastor y sus perros se arrojaron sobre el impostor, que difícilmente salió de allí con vida. ¡Así les va a suceder a los coyotes amarillos, a los líderes amarillos, por andarse vistiendo con la piel de pastores y andar queriendo conducir a las ovejas a un lugar adonde no irán, porque a lo mejor se les olvida su verdadero papel, lanzan el grito destemplado del coyote y el rebaño, despierto, difícilmente hará que salgan de allí con vida. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Franco Abraham.

El C. Franco Abraham: Cuando ayer tarde escuchaba la palabra vibrante del líder obrero señor Soto y Gama dando pruebas, como siempre, de innegable talento, quedé, sin embargo, sorprendido de la falta de firmeza de ese talento; quedé sorprendido de que no puede ver, de que no ha sabido ver la política del país y los intereses generales de la patria desde el plano superior en donde deben colocarse los hombres verdaderamente patriotas; no ha podido ver, no ha visto las cosas que pasan en el país, que están pasando y que pasarán, sino dentro del estrecho criterio suyo, de tal manera, que el señor Soto y Gama, que en otros respectos merece para mí grandes consideraciones, no es para mí en materia de política en los momentos actuales, sino el Rip - Rip de la política, el que no sabe ver sino con un sólo ojo, (Murmullos. Risas.) con un sólo criterio, dentro de un sola fórmula, dentro de una sola manera de ver, porque es incapaz de ver nada de otra y en otra manera. El señor Soto y Gama es, seguramente, uno de nuestros políticos más discutidos en estos tiempos, y con razón.....

El C. Zubaran: ¡No, hombre, qué va a ser!

El C. Franco Abraham: Sí lo es; al menos, en lo privado.....

El C. Zubaran: ¡Ni en nada!

El C. Franco Abraham: No una, sino muchas veces, nosotros los miembros del Partido Liberal Constitucionalista, todos hemos hablado respecto de él; yo, por mi parte, debo decir al señor Zubaran que yo creo en la honradez absoluta del señor Soto y Gama. (Aplausos.) Creo en su honradez; pero ya he dicho que no creo en la firmeza de su talento. Aquí, durante la discusión de credenciales, lo hemos visto unas veces ir de un lado y otras ir de otro; lo hemos visto defender a los latifundistas, cuando que él es partidario de la repartición de tierras, y lo hemos visto atacar a un representante que venía aquí a estas curules por el Estado de Guerrero, siendo que era uno de los hombres más populares y más querido, seguramente, en aquel distrito por el cual venía él a tomar una representación en esta Asamblea. ¿A qué se debe

esta circunstancia especial del carácter político, de la manera de ser política del señor Soto y Gama? En mi concepto, a su estrechez de criterio, y su estrechez de criterio se ve clara en el concepto de la patria. Para el señor Soto y Gama la patria son sólo los obreros, son sólo los pobres, son sólo los insignificantes, son sólo los humildes, son sólo los ignorantes; para nosotros los miembros del Partido Liberal Constitucionalista, los hombres de principios firmemente liberales, la patria no son sólo los obreros, no son sólo los brazos que ejecutan, sino también los cerebros que piensan; son también los artistas que hacen obras grandes y maravillosas que eternizan su memoria y que engrandecen el nombre de la patria; la patria, para nosotros, no es tan sólo el obrero, el minero que con sus músculos arranca las riquezas de la tierra; es también el pensador como Justo Sierra; es también el artista, como Herrán; es también el cantante, como Mojica, que está trabajando en uno de los grandes teatros de Chicago, poniendo muy alto el nombre del país: eso es la patria. A la manera como en el orden físico la patria no son tan sólo las llanuras áridas del Bolsón de Mapimí, sino también nuestras playas y nuestras costas y nuestras altísimas montañas, todo eso es la patria, geográfica, intelectual y moralmente. Nosotros, los liberales, debemos defender los intereses no tan sólo de unos, sino también de los otros, no sólo de los de abajo, sino también de los de arriba. Debemos procurar por que los de abajo suban, y suban todo lo más que sea posible, para que se coloquen en un plano superior; pero no debemos consentir en que los hombres que están en un plano superior desciendan a un plano inferior, simplemente porque en el sentir del señor Soto y Gama deben nivelarse todas las clases sociales y deben acabarse todas las grandezas.....

El C. Gandarilla: ¡Una interpelación! Desearía que el orador dijera qué sucedería cuando todos estuvieran arriba.

El C. Franco Abraham: Considero que es imposible que todos lleguen a colocarse en un plano superior; pero la gradación, es decir, las diferencias entre los de arriba y los de abajo, deben ser menos sensibles, menos grandes, menos fuertes. Seguramente que podrá haber hombres pobres y hombres ricos, pero es necesario que no haya hombres miserables; es necesario que no haya hombres que trabajen toda su vida, que gasten todas sus fuerzas y energías en la labor diaria y que terminen su vida como mendigos; en ese sentido es como debemos trabajar los hombres verdaderamente liberales. El criterio del estimable compañero Soto y Gama, por lo que se refiere a la libertad, en mi concepto, también es un criterio estrecho. El quiere la libertad para los suyos; él quiere la libertad para los trabajadores agremiados, para los trabajadores sindicalizados; pero para los trabajadores que no están sindicalizados, para los que no están agremiados, para los que no se someten a una ley, a un principio; para los que no pagan una cuota determinada a los líderes; para los que no hacen propaganda en cierta forma; para los que no están enteramente de acuerdo con todas las ideas que ellos sostienen; para ellos no quiere la libertad, y en este sentido, el criterio del ciudadano Soto y Gama también es un criterio estrecho; de allí nace la estrechez del criterio del señor Soto y Gama por lo que se refiere al trabajo. Para el señor Soto y Gama y para los comunistas y para muchos socialistas poco entendidos, el trabajo es simplemente el trabajo manual, es simplemente el trabajo producido por el músculo, por el brazo que ejecuta. No, señores; el trabajo también es trabajo intelectual; también es trabajo artístico; también es trabajo del cerebro; es necesario que pensemos que en el cuerpo social no están sólo los brazos que ejecutan, sino también debe haber cerebros que piensen y corazones que sientan.

De aquí que el señor Soto y Gama se extrañe de que el señor licenciado Zubaran sostenga, y sostenga bien sostenido dentro de la ley, dentro de la Constitución, de conformidad con el artículo 4o. constitucional, que se debe de permitir, que se debe de ejercitar, que se debe de sostener el principio absoluto de la libertad del trabajo. Yo creo, señores, que no son incompatibles el artículo 4o. y el artículo 123 constitucionales. El Señor Soto y Gama decía que el artículo 123 había venido a desmoronar al artículo 4o.; no, señores; pueden quedar en pie uno y otro de los artículos mencionados; el artículo 123, que da capacidad jurídica a los gremios obreros, que da capacidad jurídica a los grupos de obreros que tratan de defender sus intereses, de sostener sus derechos; el artículo 123, que señala un salario mínimo para que de esta manera no haya obreros que propiamente más que obreros sean mendigos; que protege a la mujer, sobre todo a la mujer cuando está a punto de ser madre, que establece el santo derecho del niño, del niño del que fue el primero en hablar Víctor Hugo; el derecho del obrero para trabajar, para sostener, para defenderse, para holgar cuando lo considere necesario; pero es necesario que entendamos también que los obreros, cuando no quieran estar sometidos a un sindicato, cuando quieran proceder libremente, tienen también derecho para proceder en esa forma. ¿Es posible, señores, que se pueda sostener en nombre de los principios liberales la libertad de culto, la libertad de conciencia, la libertad de reunión, la de palabra, no digo la de pensamiento, porque eso es imposible coartar, pero sí la de la expresión del pensamiento, y que estos señores que pretenden ser liberales, después de defender todas estas libertades, vengan a quitar la libertad de trabajo? No me explico, no concibo que se pueda decir: "tú, ciudadano mexicano, tienes el derecho de pensar como quieras, de expresar tus ideas, de reunirte con aquellos que piensen como tú; tienes el derecho de ejercitar el culto en tu conciencia o de una manera exterior, conforme te plazca, sujeto siempre a los reglamentos de policía que establezcan las leyes, con tal que no perjudiques a un tercero; pero cuando se trata de trabajar, cuando lo que tú has creído más conveniente para tus intereses lo pongas en práctica, cuando lo que tú has pensado y sentido trates de realizarlo, entonces te encontrarás con un sindicato, con un grupo de obreros que podrá decirte: aquí no se pasa; hasta aquí llegas; sólo podrás trabajar cuando estés sindicalizado; de lo contrario, no habrá trabajo para ti."

Señores, ya en el Constituyente de 57, cuando se discutió el artículo 105 del proyecto de esa

Constitución, se trataron precisamente las cuestiones que ahora se debaten, y en el proyecto se veían estas palabras: que eran enjuiciables los ministros, etcétera; los altos funcionarios de la Federación por cualquiera falta o abuso cometido en el ejercicio de su encargo; y en estas responsabilidades se incluían a los jueces de Circuito y de Distrito. Seguramente esto era exagerado y no pudo aprobarse en el Constituyente de 57. Ocampo declaró el 31 de octubre de 1856, que había estado él siempre por la responsabilidad ministerial y que el sistema parlamentario destituyendo a los ministros, acarreando crisis ministeriales, era verdaderamente la válvula de escape, la manera de evitar la caída de los gobiernos por medio de revoluciones armadas. Eso mismo sostuvo el señor Arriaga, el señor Prieto y el constituyente Mata. En estas condiciones, señores, debemos considerar que realmente nosotros no haremos sino una obra de verdadero adelanto social llegando a realizar el pensamiento de los constituyentes de 57, el pensamiento de grandes hombres como Ocampo, como Arriaga, como Mata y como Prieto. El parlamentarismo en cierto sentido puede decirse que simplemente es como lo define algún autor, el gobierno cuyos actos se someten a una libre y pública discusión, y eso es, señores, lo que nosotros necesitamos para la moralización de nuestras costumbres y de nuestra situación política. Mientras no se puedan discutir libremente aquí, en esta Cámara, desde esta tribuna, la manera de proceder, los actos, el manejo de un ministro, los actos de un funcionario elevado de la Federación, aun los del ciudadano presidente de la República, cuando se traicione a la patria o se cometan delitos graves del orden Común, mientras no se pueda hacer nada de esto, no habremos adelantado nada en materia de moralidad administrativa. Yo creo, señores, que el dictamen tal como está presentado, contiene una larga enumeración de motivos por los cuales puede ser procesado el presidente de la República, y toda esta enumeración tiene el grave defecto de que es muy posible que se escape algún detalle, alguna cosa que debió incluirse, que debió de mencionarse. Tal paso con el proyecto presentado por el señor general Obregón. La Comisión encontró que había tres puntos muy importantes, de los cuales, sin embargo, el general Obregón no había dicho una sola palabra, y lo mismo que le paso al general Obregón omitiendo esos motivos de responsabilidad presidencial, eso mismo le ha pasado a la Comisión, porque sí seguramente el presidente de la República puede también faltar de una manera grave impidiendo la libertad de cultos, impidiendo la libertad de imprenta y siendo imposible enumerar las faltas por las cuales el presidente de la República puede ser enjuiciado, yo creo que lo conveniente, lo mejor será que en vez de todo ello, a la manera como lo pide el compañero Valadez Ramírez, se vuelva al texto constitucional de 57, es decir, que se diga clara y terminantemente: por delitos graves del orden Común, por traición a la patria o por violación expresa de la Constitución, así como ataques a la libertad electoral; los ataques a la libertad electoral me parece a mí que quedan considerados dentro de las violaciones expresas de la Constitución. En esta forma podemos seguramente sentar el principio de responsabilidad del presidente de la República y dejar sin embargo de esto la puerta abierta para después establecer el sistema parlamentario, porque yo no creo que sea incompatible una cosa con la otra. El presidente puede y debe tener motivos y razones por las cuales pueda ser enjuiciado cuando durante su encargo haya faltado de una manera grave cometiendo delitos graves del orden Común, cuando haya violado de una manera flagrante la Constitución, cuando haya traicionado a la patria, y es evidente que hay derecho para proceder en contra de él. Es verdad que en Inglaterra, es verdad que en Italia, es verdad que en Bélgica y en otros países, desde el momento en que se establece el parlamentarismo, desde ese momento, el rey es invulnerable, es irresponsable; pero señores, el rey en Inglaterra, el rey en Italia, el rey en Bélgica reina, no gobierna, y el presidente aquí debe gobernar, no debe reinar. Por eso no obstante que se puede aceptar el parlamentarismo, se debe declarar de una manera terminante que se puede enjuiciar al presidente de la República por los capítulos precisamente que acabo de enumerar. Yo pido respetuosamente a esta Asamblea, se digne tomar en consideración mi petición en el sentido de que se declare terminantemente que no ha lugar a votar el dictamen para que vuelva a la Comisión, a fin de que se reforme en el sentido de la discusión, agregando únicamente a la cláusula o a los incisos respectivos de la Constitución de 1917, el inciso que acabo de mencionar: por violación flagrante de la Constitución.

El C. Ortega Miguel F., de la Comisión: Con el propósito exclusivo de evitar mayor pérdida de tiempo en esta discusión, y conocedor el que habla de que la opinión general de esta honorable Asamblea es en el sentido de que se quite del dictamen esa enumeración propuesta por el ciudadano presidente de la República, de las causas de enjuiciamiento de él, cree la Comisión patriótico, y para evitar mayor pérdida de tiempo, desea pedir permiso a la honorable Asamblea para retirar su dictamen y presentarlo en la forma en que parece que aceptarán todas sus señorías el dictamen. (Aplausos.)

El C. prosecretario Castrejón: Habiendo pedido permiso la Comisión para retirar su dictamen, en votación económica se consulta a la Asamblea si lo permite. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Hay mayoría. (Voces: ¡No hay mayoría! Protestas.) Hay mayoría de pie. (Protestas. Desorden. Voces: ¡No hay mayoría!)

El C. Rama: Reclamo la votación.

El C. Espinosa Luis: Es visible la minoría en pie.

El C. prosecretario Castrejón: Se designa a los ciudadanos Espinosa y Montes de Oca para contar a los que están de pie; y a los ciudadanos Quiroga y Espinosa y Elenes para los que están sentados. (Desorden.) Se suplica a los ciudadanos diputados mantengan su votación, es decir, los que estén por la afirmativa, que permanezcan de pie.

- El mismo C. prosecretario: La Secretaría informa a la Asamblea que uno de los comisionados para contar a los que están sentados, informa que son 63, y otro que son 81 también los sentados; y la Presidencia, para evitar dificultades, consulta a

la Asamblea si se hace votación nominal. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

El C. Casas Alatriste: Yo pido votación nominal, y suplico a siete compañeros que me apoyen.

El C. Gandarilla: Hay un artículo que previene en qué casos se debe hacer votación nominal.

El C. secretario Valadez Ramírez: Se va a hacer la siguiente aclaración: La Comisión presidida por el ciudadano Ortega, ha pedido permiso para retirar el dictamen que se ha estado discutiendo, con el objeto de presentarlo reformado en el sentido de que en lugar de la enumeración que abarca el dictamen, quede como estaba en la Constitución de 57:

"El presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por los delitos de traición a la patria, violación expresa de la Constitución, ataque a la libertad electoral y delitos graves del orden Común."

El C. Espinosa Luis: Pido la palabra para un aclaración. (Voces: ¡Estamos en votación!) No, señores, estamos definiendo la forma como debe ser reformado esto.

El C. secretario Valadez Ramírez: Se ha leído esto, para que la Asamblea resuelva.

El C. Espinosa Luis: Precisamente, se trata de determinar la forma en que se ha de presentar la reforma, porque eso que nos han leído, no está de acuerdo con la Constitución de 57.

El C. prosecretario Castrejón: Se va a proceder a la votación nominal.

El C. secretario Valadez Ramírez: La Secretaría hace la aclaración de que el texto que se ha leído es exactamente el texto de la Constitución de 57. Se va a tomar la votación de si se permite o no a la Comisión retirar su dictamen. Por la afirmativa.

El C. prosecretario Zuno: Por la negativa.

El C. Alonzo Romero: Se prohibe a la Secretaría que haga propaganda.

(Votación.)

El C. secretario Valadez Ramírez: Votaron por la afirmativa 64 ciudadanos diputados.

El C. prosecretario Zuno: Votaron por la negativa 101 ciudadanos diputados.

El C. secretario Valadez Ramírez: No se permite a la Comisión retirar el dictamen.

El C. Ortega Miguel F.: Pido la palabra, señor presidente, para hacer una aclaración después de la votación.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Ortega, para una aclaración.

El C. Ortega Miguel F., de la Comisión: Señores representantes: Como la moción presentada por la Comisión para retirar el dictamen que se está discutiendo, pudiera interpretarse en el sentido de que la Comisión o tenía miedo de ir hasta la derrota completa, o que la Comisión quería hacer el chanchullo de retirar el dictamen para luego presentarlo en otra forma, debo decir a esta honorable Asamblea, que me merece todos los respetos, que si la Comisión procedió en esa forma, se debió a que se acercaron a ella los compañeros Siurob y Soto y Gama, para decirle que, en virtud de que no aceptaba la Asamblea la enumeración de las causales, proponían una transacción con la Comisión, que consistiría en quitar esta enumeración y poner el artículo 103 de la Constitución de 1857. Esta aclaración la hago para que no se entienda de un modo indecoroso para mí la moción que había presentado.

El C. Siurob: Pido la palabra, señor presidente, para una aclaración.

El C. presidente: Tiene usted la palabra para una aclaración.

El C. Siurob: Celebro mucho, estimados compañeros, celebro muchísimo que la aclaración del compañero Ortega, muy digno presidente de esta Comisión, me dé la oportunidad de hacer, a mi vez, otra aclaración. Mi aclaración consiste en lo siguiente: Yo había, como ustedes acaban de escuchar, propuesto en mi discurso que se podían dejar algunas responsabilidades al presidente de la República, y ese fue el origen del haberme acercado al compañero Ortega sugiriéndole que retirara el dictamen. Más tarde, mis compañeros de Cámara me hicieron la consideración de que, dejando el punto en la forma que lo hubiese dejado esta honorable Asamblea, con la votación que se acaba de dar, esto constituiría para la misma Asamblea el compromiso ya de establecer el régimen parlamentario; es decir, que era una obligación todavía mayor para esta misma honorable Asamblea, que significaba, de hecho, el compromiso moral, el compromiso directo por parte de la Asamblea, para establecer el régimen parlamentario, y esta fue la circunstancia que me decidió a dar mi voto en contra de esa misma proposición. Por lo demás, yo nunca he pensado mal de la Comisión que preside el compañero Ortega, no lo he considerado capaz de hacer chanchullos ni de descuidar los intereses que se le han confiado por esta Asamblea; por el contrario, lo considero como uno de los más dignos y honorables en este recinto, de llamarse diputado y verdadero representante de los intereses patrios.

El C. prosecretario Castrejón: Habiendo hablado los oradores que prescribe el Reglamento, en votación económica se pregunta si el asunto está suficientemente discutido. Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. Suficientemente discutido.

El C. secretario Valadez Ramírez: En votación nominal se va a preguntar si ha lugar a votar en lo general.

El C. Borrego: Señor presidente: Pido la palabra.

El C. secretario Valadez Ramírez: Artículo 114 reglamentario.

El C. presidente: ¿Con qué objeto?

El C. Borrego: Para que se lea este artículo.

El C. secretario Valadez Ramírez: leyendo:

"Artículo 114. Declarado un proyecto suficientemente discutido en lo general, se preguntará si ha o no lugar a votarlo en su totalidad; y habiéndolo, se procederá a la discusión de los artículos en particular. En caso contrario, se preguntará si vuelve o no todo el proyecto a la Comisión. Si la resolución fuere afirmativa, volverá, en efecto, para que lo reforme; más si fuere negativa, se tendrá por desechado."

Se procede a recoger la votación de si ha lugar a votar en lo general. Por la afirmativa.

El C. prosecretario Zuno: Por la negativa.

(Votación.)

- El mismo C. prosecretario: Votaron por la negativa 125 ciudadanos diputados.

El C. secretario Valadez Ramírez: Por la afirmativa 17 ciudadanos diputados. En consecuencia, no ha lugar a votar. En votación económica se consulta si vuelve a la Comisión para su reforma. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. No hay mayoría de pie. No vuelve a la Comisión. Desechado el proyecto de ley. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Domínguez Norberto.

El C. Domínguez: Honorable Asamblea: Había yo pedido la palabra para contestar una alusión personal, pero mi presencia en la tribuna casi no tiene objeto y lo único que me animó al venir a ella, es ver la hora que marca nuestro reloj. Así pues, señores, aunque no vengo a discutir ningún punto concreto, sí con motivo de la alusión que me hizo mi apreciable y distinguido amigo el señor Borrego diciendo que le extrañaba que una persona como yo fuera defensora del parlamentarismo, aprovecho la benevolencia de ustedes, si es que no están cansados, porque de no ser así, respetuoso como siempre de las decisiones de mis honorables compañeros, bajaría inmediatamente de la tribuna (Voces: ¡Que hable!) Entonces, señores, con la venia de ustedes voy a continuar mi discurso que no versará, como digo, ni en pro ni en contra de la cuestión, porque ha quedado perfectamente deslindada, sino para tratar sobre algunos hechos y algunas alusiones.

Es costumbre general en los parlamentos que con frecuencia se habla de lo que no se sabe; pero por contra y haciendo un retruécano, muchas veces no se sabe de lo que se habla. (Risas.) Nosotros que tantas veces hemos hablado de lo que no sabemos, ahora no estamos sabiendo de lo que se habla con motivo de la cuestión que se ha tratado. Se ha traído a discusión prematuramente el parlamentarismo, cuando, en realidad, no se trataba sino de una cosa mucho muy diferente. Yo había guardado silencio, entre otros motivos, porque creo que un orador no debe estar hablando sesión por sesión, porque no quiero imponer a mis compañeros la durísima tarea de escucharme eternamente. Yo no olvido esa bellísima máxima cristiana que dice: "No hagas a tu prójimo lo que no quieras para ti". (Risas y aplausos.) Pero después de oír las ideas manifestadas aquí; después de oír la inconsciencia con que han procedido muchos oradores, entre sus discursos y los principios que profesan, y después de las afirmaciones tan atrevidas, no he querido prescindir del gusto de llamar la atención sobre eso. Por ejemplo, se trata de los dos sistemas, del presidencial y del parlamentarista, y dicen: queremos que el Ejecutivo tenga muchas responsabilidades, y a continuación se hace una larga lista de responsabilidades, una verdadera letanía que va a conducir a uno de estos dos extremos: o aquello no es más que un sueño, o esas responsabilidades se hacen efectivas, y de la noche a la mañana nos quedamos sin presidente de la República. Los parlamentaristas a su vez dicen que para hacer efectivas las responsabilidades, para que no sean nominales esas responsabilidades, en vez de esas causas de enjuiciamiento, quieren poner el régimen parlamentario para que exista la sanción y el castigo no tan grave como se desearía, pero sí efectivo al hacer la separación de los miembros del Gabinete. Vean ustedes un ejemplo de desorientación, desorientación que comprueba que no sabemos a punto fijo lo que queremos. Viene a mi memoria en estos momentos un personaje de una divertida comedia de Moliere, que hablando con el profesor de filosofía, le decía que le hiciera una composición. "¿En prosa?" - le dice el profesor de filosofía - "No, señor" - "¿En verso?" - "No, señor, en verso no". - "¿Pues en qué quiere usted que se la haga; porque todo lo que se habla o escribe es en prosa o es en verso, porque lo que es verso no es prosa y lo que es prosa no es verso". Y es lo que nos pasa a nosotros; queremos un sistema ni presidencial ni parlamentario. Hablaba yo con un aprovechado discípulo que tengo yo en las extremas izquierdas, creo que ya se fue en estos momentos. (Voces: ¿Quién es?) Rodrigo Gómez, pero ya no lo veo por allí; a este mi querido discípulo le pregunto yo; ¿qué hace usted que es tan partidario del parlamentarismo, cuando el Ejecutivo venga dando un decreto para disolver las Cámaras? "¡Ah, no, las Cámaras no, no las disuelve; no, si nosotros no queremos ese parlamentarismo!" Pues, señores, eso sencillamente no es parlamentarismo. (Voces: ¡Ah! ¡Ah!) Sí, señores, a pesar de las protestas de mis compañeros, lo sostengo y voy más allá. Uno de estos compañeros, uno de los más distinguidos y de los más cultos, decía que - a lo menos así me lo aseguraron que él lo decía - decía que en Francia el presidente de la República no tenía derecho de disolver el Parlamento; y sí lo tiene; el Parlamento puede ser disuelto por el presidente de la República cuando aquél dé lugar a ello, con aprobación del Senado. Creo que oí decir al señor Rama que el presidente de Francia lo tiene; pero que no hace uso de él.

El C. Rama: Yo no he dicho nada. (Risas.)

El C. Espinosa: Yo lo dije.

El C. Domínguez: Pero suponiendo que lo dijera Pedro o que lo dijera Juan, y si no lo dijo ninguno, de todas manera viene a cuento. (Risas. Aplausos.) Pues bien, decía, me pongo en el caso de ese hipotético hecho, que realmente llegó a mis oídos, que de hecho tiene esa facultad, pero que no hace uso de ella. Muy bien. ¿Lo tiene? ¿no hace uso de él? eso quiere decir que la Cámara no ha dado lugar a que haga uso de él; pero no que se ejerza el poder sin control, porque si la Cámara puede derribar a los ministros a la hora que quiera, debe tener el contrapeso para esas facultades tan amplias, y en todo país que entiende organización política, se llevan por este principio: toda obligación es correlativa de un derecho; todo poder necesita de un freno que evite los abusos de ese poder. Que el presidente o el rey, llámese de una o de otra manera, no haga uso de ese derecho, eso quiere decir que la Cámara no da lugar a ello, pueda ser que también aquí fuera lo mismo; puede ser que ante la formidable amenaza de la disolución de la Cámara, nosotros tuviéramos cordura, moderación y juicio y que nuestros votos de censura fueran algo razonables, aunque no fueran más que por la penosa impresión de vernos arrojados del sagrado recinto de la Representación Nacional.

Otro de nuestros compañeros, y siento a veces diferir de ellos hasta en asuntos tan insignificantes, a mí me pasa con mis compañeros lo que a un famoso emperador romano que no recuerdo en estos momentos quién era, que decía que lamentaba saber escribir cuando firmaba una sentencia de muerte... (Voces: ¡Tiberio!) Muy bien, muchas gracias; y yo lamento ser orador y permítaseme que haya dicho orador porque, en fin, con algún nombre se les ha de designar a las personas que hablan en público. (Risas. Aplausos.)

Las palabras genéricas son necesarísimas no sólo en las clases cultas; los soldados le llaman tropa hasta las mulas del parque. (Risas. Aplausos.) Pues bien, señores; me iba yo a referir a mi querido amigo Luis Espinosa, a quien le oí aquí una aseveración que yo no deseo dejar pasar inadvertida; siento contrariarlo, no solamente porque siento contrariar a cualquiera, sino porque es chiapaneco y yo por los chiapanecos tengo una simpatía verdaderamente especial; entre los pocos Estados de la República para quienes tengo estimación y simpatía, está el de Chiapas, porque los chiapanecos han probado ser siempre buenos mexicanos; ese lejano Estado tiene páginas hermosísimas en la historia; yo cultivo mucho la amistad de los chiapanecos, casi todos ellos son tenaces, persistentes. Los chiapanecos son de carácter apacible y dulzón que los hace amigos, y contra lo que pasa generalmente - casi todos los hombres somos más tontos de lo que parecemos -, (Risas.) con los chiapanecos pasa exactamente lo contrario: cuando uno los trata, se les nota que tienen menos inteligencia de la que manifiestan. (Risas. Aplausos.) Pues bien; yo no sé si porque a mi querido amigo Espinosa le hirieron algunas declaraciones sobre el régimen parlamentario y que se publicaron en el "Excélsior" o por cualquier otro motivo, nos dijo este argumento: el argumento grande que se pone en contra del régimen parlamentario, es obra de las monarquías. Efectivamente, ¡qué más, si de hecho México no es sino una monarquía! Yo me quedé pensando y luego me acordé que no sé quién le dijo que era un "destripado", indicando con eso que es un alumno que no terminó sus estudios. No hay que decirle a mi querido amigo esa frase, ni mucho menos en sentido despectivo; en primer lugar, porque si por destripado se entiende a quien no tiene un título profesional, debemos tener en cuenta que muchos que no lo han obtenido tienen una ilustración mucho más amplia que los que pomposamente lo ostentan y, además, en la tribuna el compañero Espinosa revela que sí es de ilustración sólida y que pertenece a esa categoría de chiapanecos que tienen mucho más talento del que a primera vista revelan. (Risas.) Indudablemente cuando habló de monarquías, recordó sus estudios de raíces griegas, que dicen que monarquía viene de "monos", que quiere decir uno, y "arcos", poder: el poder de uno solo. Y como en México una experiencia secular nos ha enseñado a ver el poder de uno solo como absolutismo, dijo: ésta es monarquía; pero no, mi querido amigo indudablemente que profundizó el estudio de las raíces griegas, pero las raíces griegas son engañosas. (Risas.) Las razones etimológicas son muy buenas, pero hay que verlas con cierto recelo, y yo voy a dar un caso: la palabra tragedia viene de dos palabras griegas: "tragos", que quiere decir macho cabrío, y "ode", que quiere decir canto; de manera que es canto de macho cabrío. Pero cualquiera dice: ¿qué tiene que ver esa composición dramática que exalta mis pasiones íntimas con los chivos y los borregos? (Risas.) Y yo creo que hay exactamente igual relación entre los monarcas y los caciques y los caudillos. El señor Espinosa ha confundido lamentablemente el papel de los reyes como se entiende en el alto y noble sentido de la palabra, con el papel de los caudillos y de los caciques. México sí es nación de caudillaje, más aún, es nación de cacicazgo; son factores ancestrales y herencias que nos vienen desde los tiempos precortesianos; el caudillaje nos viene directamente por una herencia secular; así es que yo protesto contra la aseveración del compañero Espinosa, de que esto sea en el fondo una monarquía. A punto fijo no hemos sabido lo que hemos estado discutiendo, no sabemos qué cosa es monarquía y qué es parlamento o qué gobierno presidencial. Y me acuerdo con ese motivo de una anécdota de José II de Austria. José II de Austria gobernó en el siglo XVIII, fue un espíritu cultivado, fue uno de esos monarcas que creían que por el solo esfuerzo de su voluntad y del poder de que disponían iban a componer al mundo. Tenía mucho empeño en ser querido de sus súbditos, y una vez que uno de éstos murmuró en contra de él, le mandó dar una paliza, y cuando acabó de la paliza le decían que por qué lo había mandado apalear, dijo: "le he dado esta paliza para que se enseñen a quererme, quiero ser un monarca querido, no quiero ser temido, sino amado". Pues bien; ese monarca, a propósito del cual refiero este incidente, mandó traer a unos individuos que se llamaban deístas y les dio también una paliza que debió haber preconizado como excelente; los deístas se indignaron contra ese abuso del poder que ordenaba se les diera una paliza sencillamente porque no profesaban un credo determinado Esto que había visto un campesino ignorante, dijo: "¿por qué los apalean?" Y le contestaron: "se les apalea no por deístas, sino porque dicen que son una cosa que no saben qué cosa es". (Risas.) Y bien, señores, ¿saben ustedes a qué viene ese cuento? Mereceremos nosotros que la opinión nacional descargue sobre nuestras espaldas las palizas que José II descargaba sobre sus súbditos, por no saber a punto fijo qué cosa es el sistema parlamentario y qué cosa es el sistema presidencial. (Murmullos.) Yo no digo que todos se encuentren en ese caso; no, indudablemente que hay algunos que lo han estudiado a fondo. ¿Y se quiere, con una enorme festinación, tratar una cuestión tan importante, cuando no venía ni siquiera a colación, cuando se trataban asuntos muy diferentes, en vez de esperar tranquilamente a que venga el próximo período de sesiones y ya con más conocimiento de causa sepamos lo que hacemos? Aquí se han visto cosas como estas: ciertos señores que defendían el parlamentarismo con mucho entusiasmo, desecharlo enérgicamente cuando creyeron que el parlamentarismo iba a dar por resultado arrojar a uno de los miembros del Gabinete de su posición. ¿Qué clase de convicciones políticas son las nuestras? (Voces: ¡Muy bien! Aplausos.)

El C. Martínez de Escobar Rafael: Que hable el ciudadano Soto y Gama.

El C. Domínguez: Sí, señor; que hable el ciudadano Soto y Gama después que yo, si quiere, o cuando guste, para mí lo mismo me da. (Risas.) Otro de los compañeros, con motivo de unas declaraciones que publiqué hace pocos días en "Excélsior", y que parece que han sido sensacionales, no por mi personalidad, que es insignificante, sino por la naturaleza misma del tema, prueba el gran interés que hay en estos momentos por los asuntos políticos y por el establecimiento o no establecimiento del régimen parlamentario. Hice yo una afirmación que creo que lastimó a alguno de mis compañeros; dije yo que ya se les hacía tarde para que se estableciera el régimen parlamentario para darse el gusto de ser ministros, aunque su posición en el Ministerio durara según Malesherbes: "elle a vecu ce que vivent les roses: 1'espace d'un matin". Uno de mis compañeros más jóvenes, uno de los más inteligentes casi indignado me ha dicho: Don Norberto, usted ha dicho que nosotros queremos el parlamentarismo por ser ministros. ¡Hombre! pues, no precisamente por eso, no tendrían nada de particular. (Risas.) ¿Extrañan ustedes la ambición en los actos humanos? Yo no, ni por un momento; yo de los actos humanos jamás me admiro, ya el inmortal poeta latino Terencio, en su famoso "grito del esclavo", lo dijo: "homo sum..." más perdonadme, señores, que no termine la frase en latín, porque termina con un vocablo que en español resulta equívoco y provocaría la hilaridad de la concurrencia. (Voces: ¡Termine!) Prefiero, por lo mismo, decirlo en español: hombre soy y nada de lo que es extraño juzgo ajeno a mí."

Así pues, ¿qué de extraño tiene que este elemento joven, luchador, batallador, este elemento revolucionario tenga deseos de ser ministro, de llegar a ministro, si la ambición es el móvil más poderoso en todas las acciones humanas? ¿Encuentran ustedes extraño que un joven, en la plenitud de la vida, ambicione el amor de las mujeres? ¿Extrañan ustedes que el industrial ambicione acumular inmensos capitales? ¿Extrañan ustedes que el humilde obrero aspire, por el esfuerzo de su brazo, por el esfuerzo de su inteligencia, elevarse hasta las más altas jerarquías de la organización social? Entonces, ¿por qué extrañan que un político joven ambicione llegar a ser ministro? ¡Yo eso lo veo absolutamente natural! No me causa la menor extrañeza; y más aún: aplaudo a todos estos jóvenes miembros de la Cámara que ambicionan ser ministros. Generalmente todo el mundo lo desea; los únicos que no lo deseamos, somos los que ya lo hemos sido, (Risas. Aplausos.) porque las altas posiciones políticas cuestan mucho y valen poco, en realidad, para la tranquilidad personal. Así pues, señores, a pesar de la benevolencia con que me escucháis, yo ya no continúo, porque es la hora avanzada y quiero limitarme a haceros una excitativa para que moderéis vuestra impaciencia: parlamentaristas y no parlamentaristas, debemos suspender, por lo pronto, toda discusión que no esté a debate; no hagamos lo que los músicos, que aun cuando sean excelentes solistas y aunque dominen perfectamente su instrumento, pretenden hacer uso de él antes que la batuta del apuntador los llame a la orquesta. Esperemos con tranquilidad que venga el próximo período, y entonces vendremos, sí, señores, a discutirlo con mayor conocimiento de causa, con mayor serenidad de ánimo y con mayor consecuencia con nuestros propios principios, parlamentaristas y no parlamentaristas; vendremos entonces ya con una documentación más amplia y haremos una labor benéfica. ¿Qué es la vida de un hombre en comparación con la vida de la humanidad? ¿Qué es la duración de nuestras pequeñas sesiones en comparación con la duración de la patria misma? Ya Lamartine lo ha dicho: ¿qué es un hombre? Átomo en la eternidad, minuto en la inmensidad. Así pues, yo conjuro a mis apreciables compañeros para que tengan paciencia, para que esperemos a tratar el parlamentarismo en el próximo período de sesiones, y que entretanto procuremos interiorizarnos acerca de todos estos puntos interesantes de Derecho Constitucional y, sobre todo, que sean cuales fueren nuestras ambiciones, las hagamos a un lado, que en vez de decir: "quitar o poner ministros", que en vez de decir: "quitar o poner tales o cuales posiciones", tengamos como objetivo el que debe ser objetivo de todo buen ciudadano y especialmente cuando ese buen ciudadano es miembro de la Representación Nacional: el bienestar, la salvación y la felicidad de la patria. He dicho. (Aplausos.)

El C. Espinosa: Pido la palabra. (Voces: ¡No! ¡No!) Señores diputados: Empiezo por felicitar calurosamente al estimable compañero Norberto Domínguez, por el reclamé que le ha hecho a su próxima polémica con mi paisano el abogado Querido Moheno. Puede estar seguro el compañero Norberto Domínguez que ha puesto de relieve la inteligencia que caracteriza a todos los chihuahuenses (Risas.) y que la Cámara irá con gusto a oír su interesantísima polémica; y a la vez le manifiesto mi gran pesar al haber oído de sus labios que él no quiere ser ministro, porque yo sé de muy buena fuente que los miembros del Pélece tenían el propósito de postularlo, o de sostener su candidatura para el Ministerio de Guerra y Marina. (Risas.)

El C. presidente: La Presidencia se permite excitar a las comisiones a fin de que entreguen a la Oficialía Mayor los dictámenes de los asuntos pendientes, pues no hay ninguno en cartera.

El C. presidente, a las 7.07 p. m.: Se levanta la sesión y se cita para el martes, a las cuatro de la tarde.

NOTAS: - En la página 6, columna primera, línea 9 del DIARIO DE LOS DEBATES correspondiente al día 17 de febrero, dice: Justitia est, constanst et perpetua voluntas jus sunt quique tribuere. Debe decir: Justitia, est constans et perpetua voluntas jus suum cuique tribuendi.

En la página 11, columna segunda. línea 39, al cerrarse el paréntesis y antes de comenzar la frase que dice: Me dice el señor Serrano, etcétera, se omitieron estas palabras: El C. Avilés, continuando: