Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210420 - Número de Diario 31

(L29A1P1eN031F19210420.xml)Núm. Diario:31

ENCABEZADO

MEXICO, MIERCOLES 20 DE ABRIL DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I.-PERIODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II.- NUMERO 31

SESIÓN DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DIA 20 DE ABRIL DE 1921

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2. - Cartera. Se aprueba un dictamen de la 1a. Comisión de Peticiones, relativo al Proyecto de Ley sobre Tribunales para Menores Delincuentes. Rinde la protesta de ley el C. Jorge Olguín, diputado suplente por el 6o. distrito de Hidalgo. Informa del resultado de su comisión el C. diputado Franco Cerqueda.

3. - Continúa la discusión en lo general, del dictamen de las comisiones unidas 1a. y 2a. Agrarias, que consulta un proyecto de ley para el fraccionamiento de latifundios. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. SIUROB JOSÉ

(Asistencia de 128 ciudadanos diputados.)

El C. presidente, a las 5.55 p. m.: Se abre la sesión.

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diez y nueve de abril de mil novecientos veintiuno. - Período Extraordinario.

"Presidencia del C. José Siurob.

"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde del martes diez y nueve de abril de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento cuarenta y dos ciudadanos diputados.

"Se aprobó el acta de la sesión celebrada el día anterior y se dió cuenta con las comunicaciones de condolencia que por el fallecimiento de los diputados Felipe Bueno y Edmundo G. Cantón, envía la Legislatura del Estado de Hidalgo y que se acordó agregar a sus expedientes.

"Encontrándose enfermos los CC. Eduardo Guerrero y Constantino Llaca, la Mesa comisionó, para visitar al primero, a los CC. Franco Cerqueda y Onésimo González y para hacer lo propio respecto del segundo a los CC. Manlio Fabio Altamirano y Ramón Velarde.

"Continuó la discusión, en lo general, del dictamen de las comisiones unidas primera y segunda Agrarias, que consulta un proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios.

"El C. Altamirano, miembro de las comisiones, usó de la palabra en pro.

"Presidencia del C. Eduardo Vasconcelos.

"Los CC. Norberto Domínguez y Aurelio Manrique pronunciaron discursos en contra y en pro, respectivamente.

"Presidencia del C. Luis Espinosa.

"En contra habló también el C. Gustavo P. Serrano, quien fue interrumpido por interpelaciones de los CC. Manuel Ortiz y Bojórquez y dirigió preguntas a las comisiones y al C. Cuervo, contestándole a nombre de aquéllas el C. Soto y Gama.

"A las nueve y veintidós de la noche se levantó la sesión, y se citó para las cinco de la tarde del día siguiente."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien la impugne? Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. secretario: Se va a dar cuenta con los asuntos en cartera:

"Cámara de Senadores del Congreso de la Unión. - México.- Núm. 47.

"CC. secretarios de la H. Cámara de Diputados. - Presente.

"En 44 fojas útiles se recibió en esta Secretaría el expediente con la minuta del proyecto de ley que organiza la Defensa de Oficio en materia federal, pasando para su estudio, dicho proyecto, a la 1a. Comisión de Justicia.

"Reiteramos a ustedes las seguridades de nuestra atenta y distinguida consideración. - México, a 19 de abril de 1921. - L. J. Zalce, S. S. - Eleazar del Valle, S. S." - A su expediente.

"1a. Comisión de Peticiones.

"H. Asamblea:

"Por acuerdo de vuestra soberanía fue turnado a esta 1a. Comisión de Peticiones, para su estudio y dictamen, un proyecto formulado por el C.

licenciado Antonio Ramos Pedrueza, sobre los tribunales para menores delincuentes, que envió a esta H. Cámara el C. Félix F. Palavicini, como presidente que es del Comité Permanente del Congreso Mexicano del Niño, y el que pide sea tomado en cuenta al tratarse en el seno de esta Representación Nacional la Ley Orgánica de los Tribunales Federales.

"Del examen detenido que han hecho los suscritos del citado proyecto, encuentran que se halla en forma legal, por lo que estiman que debe turnarse a las comisiones unidas de Justicia, que conocen de la citada Ley Orgánica de los Tribunales Federales.

"En tal virtud, tenemos el honor de proponer a esta H. Asamblea apruebe el siguiente punto de acuerdo:

"Túrnese el Proyecto de Tribunales para Menores Delincuentes, a las comisiones unidas de Justicia que conocen de la Ley de Organización de los Tribunales Federales.

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - México, a 19 de abril de 1921. - E. L. Céspedes. - Salvador Saucedo."

Está a discusión. Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra se servirán pasar a inscribirse. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. Aprobado.

- El mismo C. secretario: Encontrándose a las puertas del salón el ciudadano Jorge Olguín, la Presidencia ha tenido a bien comisionar a los ciudadanos Aillaud, Castillo Agustín y secretario Saucedo para que lo introduzcan a rendir la protesta de ley.

(Rinde la protesta de ley el C. diputado Olguín.)

El C. Franco Cerqueda: Pido la palabra.

El C. presidente: ¿Con qué objeto?

El C. Franco Cerqueda: Para dar cuenta de una comisión.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Franco Cerqueda.

El C. Franco Cerqueda: Honorable Asamblea: He cumplido con la comisión que se me dio para visitar al compañero señor licenciado don Eduardo Guerrero e informarme del estado de salud. Traigo expresivos agradecimientos de dicho compañero por la atención de esta Cámara, habiendo manifestado que se encuentra ya en un período franco de alivio, lo cual me es grato comunicar a esta Asamblea.

El C. secretario Valadez Ramírez: Continúa la discusión del proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios.

El C. Soto y Gama: En nombre de la Comisión, pido la palabra.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Soto y Gama, de la Comisión: La Comisión ha visto que el único discurso propiamente tal, el único discurso que puede tomarse en cuenta, el único discurso que puede tomarse en serio de todos los que se han dicho por parte del contra, es el del señor ingeniero Serrano. De los demás discursos - llamémosle así - nada tiene que decir la Comisión. Digo que no son discursos porque mal puede llamarse discurso a aquello que dijo el señor Espinosa; digo que son discursos, porque tampoco es discurso la serie de banalidades, de vulgaridades y de chocarrerías que dijo nuestro amigo el señor don Norberto Domínguez. (Risas.) Lo único serio, aunque característico y típico reaccionario, es lo que dijo el señor ingeniero Serrano.

He notado con asombro que a algunos compañeros a quienes yo creía sinceramente revolucionarios conscientes, ha impresionado la serie de pequeños argumentos, de pequeñas argumentaciones técnicas de que ha echado mano el compañero Serrano. Digo que esto me asombra porque nada, absolutamente nada de lo que nos ha dicho el señor Serrano implica una novedad para los que venimos siguiendo con serenidad, con calma y con discernimiento el curso de la revolución de mil novecientos diez a la fecha. Desde mil novecientos diez en las columnas de "El Imparcial" decían Reyes Spíndola, Díaz Dufoo, Bulnes, el doctor Flores, toda la pléyade de reaccionarios hoy pasados de moda, exactamente lo mismo que nos vino a decir ayer el señor Serrano: Que la irrigación, que el crédito agrario, que no bastaba crear la pequeña propiedad sin después sostenerla, que el fracaso de la reforma agraria, que las ilusiones, que las utopías, exactamente todo, lo mismo mutatis, mutandi lo mismo, algo manoseado, fue lo que nos trajo a debate el señor Serrano; pero en fin, puesto que hay compañeros en la Cámara demasiado impresionables, femenilmente impresionables, ante los que yo creía gastados argumentos de la reacción, habrá que entrar serenamente, pacientemente, habrá que hacer un esfuerzo de paciencia necesaria para contestar punto por punto esos pequeños argumentos, esos minúsculos argumentos de los técnicos. Lo que más preocupa al compañero Serrano es que se evite la transición - palabras textuales -, este gazapo sí es grave, compañero Domínguez. ¡Que se evite la transición! Gazapo evidente. El compañero Serrano pudo haber dicho que se salve la etapa de la transición, que se salven las dificultades de la transición, pero no el absurdo de que se evite la transición. Pues bien, señores, precisamente lo que tiene de bueno, lo que tiene de magnífico, lo que tiene de superabundante bueno el proyecto de Obregón, el proyecto del Ejecutivo, que no el de la Comisión porque la Comisión solamente ha rectificado, ha modificado matices, pequeñeces, pero ha dejado el fondo intacto del proyecto de Obregón; pues bien, lo único, lo mejor que tiene el proyecto de Obregón, lo definitivo, aquello sobre lo cual debió haber versado el debate éste, es precisamente esto: Cuidar de la transición, no evitándola, porque eso es antisociológico, sino salvando el escollo de la transición; sobre esto, exclusivamente sobre esto, si hubiera aquí preparación parlamentaria, sobre esto debió haber versado el debate; el debate debió haberse concretado a este punto: ¿Vamos a la reforma agraria brutal, violentamente, bolcheviquemente, a poner en venta todos

los terrenos de la República que nos parezca que excede de la extensión que se concede al latifundio? ¿Vamos a hacer lo que se pensó heroicamente en la época heroica de la revolución o vamos a tener en cuenta las tristes realidades, las tristes circunstancias del momento, nuestra desgraciada solidaridad con países más atrasados que el nuestro, con países donde domina la burguesía y donde la burguesía nos amenaza? ¿Vamos a tener en cuenta la realidad? Absolutamente eso debió ser el tópico único de la discusión en lo general.

El general Obregón, espíritu práctico si los hay, vio claro el peligro y vio claro el problema, y nos dijo: "Si de golpe y porrazo se decreta el fraccionamiento de toda la propiedad que exceda de cierto tipo máximo, vendrán consecuencias incalculables de una gravedad suma que pondrán en peligro la producción nacional". Y él argumentaba más o menos así: "El hecho de poner en venta súbitamente, intempestivamente, todo ese excedente de terreno, tendría por resultado paralizar, matar de golpe a la producción agrícola. ¿Por qué? Porque los latifundistas siempre perversos, siempre egoístas, siempre cuidadosos exclusivamente de su interés personal, y siempre desatentos en lo absoluto al interés de la mayoría, inmediatamente dejarán de producir, como lo han hecho ya en otras ocasiones". Lo acaba de explicar el señor ministro Calles y lo sabe perfectamente bien el señor Serrano y lo sabe el compañero Bojórquez y lo saben todos los miembros de la diputación de Sonora. De tal suerte que desaparecería instantaneamente la mayor parte de la producción agrícola, porque los latifundistas dirán: "¿Para qué vamos a producir, para qué vamos a cultivar aquello que se nos va a arrebatar?" Decía además, el general Obregón: "Se mata al crédito agrícola de las grandes propiedades, porque ningún banco prestaría sobre propiedades que estuviesen a punto de ser quitadas a los terratenientes. Se mataría también al Erario, porque dejarían los latifundistas de pagar contribuciones, desde el momento que se negaran a producir. "¿Cómo el general Obregón, hábilmente, sensatamente, con espíritu práctico, salva esta etapa de la transición? De un modo muy sencillo. Nos dice: "Yo acepto que se destruya el latifundio, pero que se substituya por lo que debe ser substituído: Por la pequeña propiedad, es decir, yo no toco un latifundio sino en el momento en que haya solicitudes perfectamente precisas, perfectamente concretas, de tierras, respecto de esos latifundios". Allí está el busilis de la ley y eso es lo único que debió haberse discutido en lo general. De esta suerte no se corre ya el peligro a que aludía el general Obregón; de esta suerte la ley, en lugar de ser reaccionaria, como lo han dicho atrevida y torpemente algunos de los compañeros, la ley se vuelve eminentemente práctica, la ley precisamente responde a esa necesidad de la transición. Viene después el otro argumento del compañero Serrano, argumento que ha impresionado vivamente, por desgracia, a muchos de los colegas: Que a la ley le falta la base económica. Esto de la base económica tiene el singular privilegio de impresionar los espíritus; como es un argumento de orden práctico, como es algo que se parece a un negocio, todo el mundo cree entenderlo y ¿cómo, señores diputados, pretende el compañero Serrano dar base económica a la ley? aquí entra lo verdaderamente asombroso, lo verdaderamente absurdo. El compañero Serrano, que habla de base económica, lo primero que hizo - no me atrevo a decir que con mala fe, no me atrevo a asegurar que con buena fe -, es decir que todos los terrenos se regalen, que se repartan gratuitamente. ¿No es esto absurdo?

El C. Serrano: ¿Me permite una aclaración?

El C. Soto y Gama: Al final tendrá usted la amabilidad de hacer todas las observaciones que guste. Si se trata de financiar la ley, de tener todos estos fondos que son tan necesario, según el compañero Serrano, ¿cómo empieza el compañero Serrano, que dice que viene aquí con buena fe, a pedir la reconstrucción del país? ¿Cómo vamos, dice, a solicitar que las tierras se regalen...

El C. Serrano: Las nacionales nada más.

El C. Soto y Gama: ...cuando por otro lado van a ser pagadas? Y después dice el compañero, que se baraja a su gusto y plantea a su gusto la cuestión, él mismo lanza la objeción y dice: ¿Pero cómo se va a pagar esa enorme indemnización a los latifundistas? Pues no regalando la tierra, sino vendiéndola a los fraccionistas, los fraccionistas serán los que paguen a los propietarios expropiados. Ya ve la Asamblea qué fácil es embrollar las cuestiones y qué fácil es desbaratar este embrollo. Viene otra vez el señor Serrano con sus argumentos de financiero. Muy bien, le dirá, no podré menos que decirle que la indemnización se va a pagar tomando con una mano lo que por la otra se va a pagar a los hacendados, los fraccionistas pagan su parte y esa parte sumada da el valor exacto, íntegro, de la propiedad expropiada. Pero entonces se parapeta en otro argumento eminentemente reaccionario, digno del antiguo "Imparcial": ¿y el crédito agrícola? ¿Cómo se va a fundar el crédito agrícola?" ¿Sería posible que la revolución se detuviese en un obstáculo de esa clase, en piedrecillas, no ya en diques, sino en verdaderas trancas, en ridículas trancas, que es lo más fácil de salvar? Esas trancas, esas piedrecillas, esos obstáculos, señor Serrano, en lugar de quitarle impulso a la revolución la exacerban y animan, porque la revolución es joven, la revolución es pujante, la revolución es todo poderosa y la revolución sabrá pasar por encima de todos esos obstáculos. "Es viril y es hermoso - dice Nervo - sortear los obstáculos, sortear el escollo que se nos atraviesa en el camino, así ese escollo sea la piedra, el árbol, la bestia, el hombre..." La bestia reaccionaria, diría yo, que se nos atraviesa en el camino; eso es lo que tiene que hacer la revolución: pasar por encima de la bestia, de la bestia mala, de la bestia pérfida, de la bestia infame que se llama la reacción. ¡Es el deber de la revolución! (Aplausos.) ¿Qué cómo se crea el crédito agrícola? Pues yo le contestaría al compañero Serrano: De mil maneras, de un millón de maneras. Para eso que vengan aquí los intelectuales, que venga para eso el compañero Serrano, que vengan todos los compañeros que tengan alguna idea, para eso sirven los intelectuales de quienes está enamorado Manrique, los intelectuales que detesta la revolución, porque hasta aquí esos intelectuales, o los que se dicen

tales, no han sido más que un obstáculo para la revolución, o un montón de canallas vendidos a la reacción, vendidos a la burguesía. (Aplausos.) ¿Conque cómo se puede formar el crédito agrícola? Le voy a contestar a usted categóricamente, señor ingeniero Serrano. Usted decía que no se hicieran frases, usted decía que no se pronunciaran aquí discursos retóricos; a eso viene la Comisión, a plantear hechos y a resolver la cuestión técnicamente, financieramente, con la triste prosa de las finanzas. Sobre este punto solicito de la Asamblea una poca de atención. Para fundar el crédito agrícola, que evidentemente es necesario para salvar la pequeña propiedad; que evidentemente es necesario para completar el sistema nuevo, el sistema novísimo de la pequeña propiedad, porque todo sistema es un conjunto, porque todo sistema es una organización vasta, compleja, que no se compone de un solo factor, para salvar la pequeña propiedad es claro que se necesita del crédito agrícola. ¿Cómo se forma ese crédito agrícola? Lo voy a explicar a la Asamblea, lo voy a explicar al compañero Serrano por uno de tantos, de tantísimos, de numerosísimos procedimientos de que se puede echar mano: todos los compañeros saben que el Ejecutivo tiene presentado un proyecto sobre seguro obrero; la base de ese seguro obrero está en un tanto por ciento, - entiendo que el diez -, que tendrán que pagar los industriales sobre los sueldos que paguen a sus jornaleros. Se calcula a ojo de buen cubero, porque aquí no hay estadísticas - es lo único en que tiene razón el compañero Serrano de todo lo que dijo anoche -, se calcula a ojo de buen cubero que esos sueldos importan supongamos dos mil millones de pesos al año, pongamos mil millones de pesos, todos los jornales, todos los salarios que tengan que pagarse en la República, resultaría, pues, al diez por ciento sobre esa cantidad, un ingreso de cien o doscientos millones de pesos al año para formación, para la constitución del seguro obrero. El compañero Serrano, lo mismo que todos, absolutamente todos los que saben lo que es un seguro, todos los conocen el funcionamiento de una compañía de seguros, saben que los caudales que recibe una compañía de seguros como resultado del pago de las cuotas de los asegurados, que ese capital necesita una inversión ¿No es esto? Esa inversión, señor compañero Serrano, precisamente formará el crédito agrícola, toda la inmensa masa de valores que año por año se viniese acumulando en virtud del seguro obrero que seguramente esta Cámara aprobará, toda la masa de valores que resulten de la acumulación de cien millones de pesos, de doscientos, de cincuenta, de cuarenta, de lo que ustedes gusten, servirá de base para el capital que constituya el banco de crédito agrícola. Ese capital significaría al cabo de pocos años una respetable suma; si suponemos cien millones por año, al cabo de diez años serían mil millones; si suponemos cincuenta millones, al cabo de diez años serían quinientos millones. Ya ve el compañero Serrano qué fácil es en vez de poner objeciones encontrar una de tantas soluciones a un problema que a él le parece insoluble. Ningún problema hay insoluble para la mente humana; lo único que hay es poca voluntad, ninguna voluntad, o mucha voluntad para resolverlos. No contento el grupo agrarista de la Cámara con la solución apuntada, comprendiendo que la objeción que resultará del posible fracaso de la colonización es atendible, el Grupo Agrarista de la Cámara que tiene en estudio el capítulo, la ley especial sobre crédito agrícola, completa este sistema del capital, producto del seguro obrero aplicado a la formación del capital destinado al crédito agrícola, con esta otra idea: La del seguro de las cosechas, de tal suerte que cada campesino que quiera recibir un préstamo del banco agrícola, y todos querrán recibirla, mejor dicho, todos tendrán necesidad de recibirlo; todo campesino que quiera obtener ese préstamo tendrá que asegurar su cosecha. ¿Cómo? Pagando una cuota igual a dos, tres, cuatro, cinco o diez por ciento. Ya entrarán los técnicos, ya entraran las tablas de estadística en las que sabe perfectamente bien el compañero Serrano que hay especialistas perfectamente competentes; pagará, pues el uno, el dos, el tres, el cinco o el diez por ciento sobre la cosecha de cada año. De tal suerte que si se pierde la cosecha en uno, dos, tres, veinte regiones del país, la que se salva en el resto del país, con su cotización bastará para cubrir las cosechas que se pierden. En Estados Unidos, país que tanto admira el compañero Serrano, hay algo parecido y en esta forma no se comete el absurdo de que el total de la cosecha perdida se exija, se pague inmediatamente a los propietarios, sino que sobre la cosecha buena se toma un tanto por ciento cada año, supongamos el diez, el veinte; de tal suerte que el total de la cosecha perdida se venga a distribuir en cinco, seis, siete u ocho años de cosechas buenas. Como ve el compañero Serrano, todo es cuestión de detalle, es cuestión de estudio, es cuestión de voluntad, pero también es cuestión posible de ser solucionada. A este respecto yo quisiera hacer esta súplica al compañero Serrano y a todos los técnicos, a todos los intelectuales... íba a decir, todas los obstruccionistas de la Asamblea y a todos los obstruccionistas de la República: ¿Por qué si tienen tanto talento, por qué si tienen tanta ilustración, por qué si tienen tal cúmulo de conocimientos, por qué ese talento, esa ilustración y esos conocimientos no los aplican a buscar la solución de los problemas, en vez de ponerse con paciencia benedictina a encontrar los "peros", las objeciones, los obstáculos para resolver problemas que ellos mismos confiesan que son de urgente resolución? Si el problema del reparto de la tierra, si el problema que consiste en cumplir la promesa revolucionaria, afecta fundamentalmente a la vida del país, si sabemos todos que el hecho de no cumplir con esa promesa significa por un lado la nueva revolución y por otro lado, como consecuencia natural, la ruina definitiva del país, ¿por qué, entonces, si saben ellos que este problema tiene que resolverse, por qué no dicen honradamente: "Venimos a contribuir a la reconstrucción de nuestro país, poniendo de nuestra parte toda nuestra voluntad para resolver el problema", en vez de poner de su parte toda su voluntad para impedir la resolución de ese problema?

El C. Serrano, interrumpiendo: ¿Me permite usted que conteste?

El C. Soto y Gama, continuando: Al final. ¿Eso es buena o mala fe? ¿Eso es buena o mala

voluntad? No dirá el compañero que estoy haciendo frases; estoy contestando con hechos.

El C. Serrano, interrumpiendo: ¡No!

El C. Soto y Gama, continuando: ¿No? ¿Cómo quiere el compañero que conteste? - El C. Serrano, interrumpiendo: No digo nada todavía, porque usted no me permite que lo diga.

El C. Soto y Gama: Puede usted decir lo que guste.

El C. Serrano: Lo que deseaba yo contestar, con permiso de la Presidencia, es esto: Me pregunta que por qué los intelectuales no dedican, o no dedicamos

- haciéndome el altísimo honor de clasificarme a mí entre los intelectuales -, que por qué no dedicamos toda nuestra atención a resolver esos problemas, y yo le contestaría al compañero Díaz Soto y Gama que a ningún problema de los que se han discutido o de los que se van a discutir he dedicado toda mi atención y mis conocimientos prácticos adquiridos en la escuela de ingenieros y en la vida práctica de la agricultura y de los modestos negocios que hubiera podido intentar hacer, pero que desgraciadamente no los pude hacer; a ninguno he dedicado tanta atención como al estudio de éste y, por consiguiente, cuando llegue la oportunidad yo traeré aquí una iniciativa de ley que venga a resolver una, por lo menos, de las modalidades que requiere el problema. Esa solución requiere largo estudio y lo estoy haciendo documentándome en la Secretaría de Fomento y consultando ingenieros especialistas en la materia a quienes consulto particularmente. Ya después, cuando la parte práctica del problema esté resuelta, consultaré a los abogados para que procuren hacerlo en forma legal. De manera que casi toda mi atención, por no decir toda, la dedico a la resolución de este problema y como dije ayer, si yo tomaba parte en la discusión no era con el ánimo de solucionarlo, sino para que se resuelva satisfactoriamente y para que no vayamos a fracasar con una resolución que pudiera resultar disparatada.

Presidencia del C. ESPINOSA LUIS

El C. Soto y Gama: Ahora sí empezamos ya a entendernos. El compañero Serrano cambia de posición, el compañero Serrano se bate en retirada. (Risas.) Ayer decía, haciéndose eco de su muy digno compañero el señor Espinosa, que debía rechazarse la ley, que era un conjunto de disparates; hoy ya no, hoy ya no obstrucciona la ley, lo que nos dice hoy es los que debió habernos dicho ayer, en lugar de decir que esta ley no conduciría sino al fracaso, a la decepción y a la desmoralización de los pequeños propietarios, puesto que se les llevaría a la ruina de las parcelas y de las cosechas que se les pusiera en condiciones de obtener, debió habernos dicho lo que hoy nos dice: Voy a estudiar el segundo, el tercero y el cuarto capítulo de la ley agraria. El lo dice de otro modo: Voy a estudiar las distintas modalidades del problema agrario. Si nos hubiera dicho, compañero, que mañana tendremos que lanzar el complemento de la ley agraria, no habría habido necesidad de que la Comisión hubiera tenido el trabajo de desenredar esta madeja que ayer nos metió en el cerebro; si el compañero quiere ayudarnos con sus luces, nada mejor para la Comisión, nada mejor para la Asamblea. Lo único que yo quiero decir es esto: La ley agraria se tiene que dar porque se debe dar y porque el pueblo mexicano la pide y porque la revolución la ha ofrecido, y porque es la única condición de paz y de progreso para la República. Ese es el hecho indudable, el hecho revolucionario...

El C. Serrano, interrumpiendo: ¿Me permite usted?

El C. Soto y Gama, continuando: Todo lo que los técnicos tengan que hacer para que esa ley no fracase, están obligados a hacerlo. No lo hará Bulnes, no lo hará Moheno, no lo hará González Roa, no lo harán las autoridades reaccionarias que usted cita, señor Serrano, pero lo harán los hombres de buena fe, y crea usted que entre los revolucionarios hay muchos intelectuales y muchos intuitivos y muchos espíritus pujantes, muchos jóvenes que no se han cansado de la lucha, los cuales ayudarán a la revolución para resolver en el terreno de los hechos lo que se ha planteado en el terreno de las promesas.

El C. Serrano, interrumpiendo: ¿Me permite usted que conteste por qué no colaboré con la Comisión?

El C. presidente: No tiene la palabra el ciudadano Serrano.

El C. Serrano: Estoy interpelando al orador, con permiso de la Presidencia.

El C. presidente: ¿Permite el orador que haga uso de la palabra el ciudadano diputado Serrano?

El C. Soto y Gama: ¡Sí, cómo no!

El C. Serrano: No me acerqué yo a la Comisión a colaborar con ella, por dos razones: La primera fue que precisamente el 27 de octubre del año pasado el compañero Díaz Soto y Gama dijo que la propiedad mexicana estaba toda fundada en el robo y en el despojo, y yo dije que no, que alguna nada más, y que la mayor parte, la media propiedad principalmente, no está fundada en el robo y en el despojo. Por consiguiente íbamos partiendo de diferentes puntos de vista, en los cuales no podríamos ponernos de acuerdo de ninguna manera; en segundo lugar, porque las razones que yo hubiera alegado habrían sido precisamente del orden técnico, y como el compañero Altamirano dice que para resolver los problemas nacionales no se necesita de ciencia, de tecnicismo, ni de aconsejarse de personas que hayan estudiado un poquito; por eso salía sobrando que yo colaborara. (Aplausos en las galerías.)

El C. Almirano: Compañero Soto y Gama, ¿me permite una aclaración?

El C. Soto y Gama, continuando: Felizmente, compañero Serrano, no está usted tratando con un novicio en asuntos parlamentarios; yo soy viejo en estas cosas y no soy como las galerías que se deslumbran con frases de oropel; yo veo inmediatamente el fallo del argumento. ¡Cómo el compañero cree que porque ha ganado un aplauso arrancado a la credulidad del auditorio, ha dicho algo serio!

El C. Serrano, interrumpiendo: No digo nada.

El C. Soto y Gama, continuando: El compañero Serrano puede adivinar la objeción que iba a

hacer, calurosa, y juvenilmente, el compañero Altamirano.

El C. Altamirano, interrumpiendo: ¡Eso!

El C. Soto y Gama, continuando: Esa objeción la hizo ayer el compañero Altamirano y las comisiones empezaron a trabajar desde hace muchos meses. (Aplausos.) De manera que le voy a dar a usted un consejo de amigos, compañero Serrano: No acuda usted a esos aplausos que se desvanecen y se esfuman; no acuda usted a esos golpes oratorios que tuvo ayer, de que salpicó usted su discurso; créame: Trabaje usted honrada, noble y dignamente y diga usted: Me equivoqué, dije que era insoluble el problema agrario y debo rectificarme; el problema agrario es difícil, el problema agrario no queda resuelto exclusivamente con esta ley de fraccionamiento, necesita su coronamiento por medio de una legislación complementaria, y entonces nos entenderemos. ¿Qué leyes cree el compañero que se necesitan, qué luces quiere aportar el compañero a las comisiones? ¿Quiere la ley de crédito agrario? Discuta con la Comisión de Hacienda y con la Comisión Agraria unidas y verá cómo se le escucha. ¿Quiere los decretos sobre irrigación? Acuda también a la Comisión de Agricultura y le escuchará. ¿Quiere traernos sus luces sobre el Reclamation Service de los Estados Unidos? Pues traiga toda la documentación, diríjase al Departamento de Tierras de Washington y tendremos el mayor placer la Comisión de Agricultura y la Agraria unidas, de tomar de los procedimientos del Reclamation Service todo lo que sea necesario para resolver el problema. ¿El Reclamation Service ha resuelto el problema de irrigación? Le ruego me conteste sí o no, si es caballeroso y amable.

El C. Serrano: No se puede contestar categóricamente; debo decir en qué forma sí y en qué forma no. Todos los proyectos que ha desarrollado el Reclamation Service han sido un éxito; pero naturalmente no ha desarrollado todos los que han presentado muchas empresas particulares que han colaborado; pero hasta la fecha todos los proyectos que ha desarrollado el Reclamation Service han sido un éxito para crear la pequeña propiedad.

El C. Soto y Gama: ¿El compañero sabe latín?

El C. Serrano: Nada absolutamente, sólo el "jus utendi, el fruendi y el abutendi".

El C. Soto y Gama: Hay una frase latina conocida: "Per me laboras", es decir, por mí trabajas. Si, pues, el Reclamation Service ha resuelto lo que él considera insoluble, el problema de irrigación, vamos a ver si aquí podemos hacer algo parecido al Reclamation Service, pero no nos venga con esos argumentos de ayer de que todas las compañías de irrigación habían fracasado y quién sabe cuántas cosas más. Usted plantea las cosas a su gusto; usted, como dicen nuestros hombres del pueblo, se alza y se baraja solo. Usted nos decía ayer a propósito de irrigación: Si las compañías han fracasado o muchas de ellas han fracasado en Estados Unidos es por esto: Porque comienzan ellas a vender y no se les compra de golpe y porrazo todo el montón de lotes que tienen, pero como están pagando desde el principio, resulta que cuando no tienen vendida más que una parte, como se tardan mucho en vender el resto y como hay veces en que no llegan a vender todo, quiebran, porque tienen que pagar los réditos y no reciben en cambio la cotización de los adquirentes. Aquí no se va a hacer nada de esto; aquí se va a hacer precisamente lo contrario; aquí sólo se va a hacer el fraccionamiento cuando haya solicitantes y en tantos lotes cuantos sean los solicitantes. ¿No dice eso la ley que proponemos, querido compañero Siurob?

El C. Siurob: Si, señor.

El C. Soto y Gama, continuando: Segundo: Esas dificultades de irrigación que usted ve, no son tan grandes. Acabo de visitar una hacienda, nada menos que de Iturbe, la hacienda de "La Llave" en Querétaro, y en esa hacienda de "La Llave" he visto esta obra de irrigación: Tres pozos chinos perfectamente ligados por túneles con una magnífica maquinaria, con su moderna bomba. ¿Sabe el compañero cuánto costó toda la instalación de esos pozos? Veinticinco mil pesos. ¿Sabe el compañero cuánto produjo en el primer año, solamente la cosecha de chile obtenida por medio de esa irrigación? Cuarenta mil pesos. ¡En el primer año estaba cubierto todo el costo de estas obras de irrigación y se habían ganado todavía quince mil pesos! Ya ven ustedes, señores, cómo todo se puede resolver queriendo. ¿Por qué los técnicos se vuelven siempre reaccionarios? ¿Por qué los intelectuales serán todos reaccionarios? ¿Por qué los intelectuales quieren siempre tomar el pelo a los revolucionarios? (Aplausos.) ¿Y por qué los revolucionarios - que es la pregunta más triste - se dejarán invariablemente tomar el pelo? (Risas.) Yo hablo como suriano. Me criticará el compañero Manrique, dirá que estas frases son muy cursis para una tribuna. A mí eso me importa poco; yo le digo al pan, pan, y al vino, vino. Ya la revolución está bastante madura para que vengan a sorprenderla argumentos gastados; la revolución pasará sobre esos argumentos. Tendría que contestar mucho, muchísimo, al compañero, pero no quiero ser cansado; quiero simplemente contestar uno de sus muchos pobrísimos argumentos, uno de sus muchos manifiestos sofismas. Nos dice el compañero, con una audacia inconcebible, con una audacia a lo Bulnes, con una audacia a lo Querido Moheno, con una audacia, no diré cínica, porque no quiero ofender, pero, en fin, con una audacia que es todo un modelo de audacia, nos dice que si se aplica esta ley se dejarán de pagar contribuciones. Para los que sabemos cómo han robado al Erario los latifundistas, los verdaderos bandoleros del país, que son los latifundistas, ocultando el valor de sus propiedades y robando - esto sí con un cinismo sin igual - al Erario, esto nos produce, no risa, sino indignación. (aplausos.) La mejor manera de que el Erario se quede pobre, la mejor manera de que el Erario esté siempre exhausto, la mejor manera de que nunca, absolutamente nunca estén nuestras finanzas equilibradas, es dejar a los bandoleros de los latifundistas en posesión de esas tierras que no saben cultivar, en posesión de esas tierras cuyo valor ocultan siempre con un cinismo que llega al fraude y amerita la aplicación del Código Penal, porque todos los latifundistas deberían caer bajo la sanción del Código Penal, porque todos ellos han sido culpables del delito perfectamente penado por nuestras leyes de fraude al fisco, de robo al fisco, de no pagar las contribuciones que deberían pagar.

(Aplausos.) Ahora van los hechos, compañero; le voy a leer una estadística de los amigos de usted, de los intelectuales, de esos portentos, de esas lumbreras que han traído la revolución, de esas lumbreras que no pagan con la pobre vida física que tienen, todo el daño que han hecho al país.

"Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público.

"La Hacienda Pública de los Estados. Trabajo hecho por el empleado de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público M. Guadalupe Villers, por acuerdo del secretario del Ramo, licenciado José I. Limantour."

¿Le parece al compañero Serrano un intelectual don José Ives Limantour?

El C. Serrano: ¿Me permite la Presidencia contestar?

El C. presidente: Siempre que lo consienta el orador. (Risas y murmullos.)

El C. Serrano: La pregunta no puede contestarse más que categóricamente: Sí me parece intelectual el señor Limantour.

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Le parece técnico en materia hacendaria? ¿Le parece que llevó siquiera regularmente el Ministerio de Hacienda? ¿Le inspiran a usted una mediana fe sus estadísticas?

El C. Serrano: Pues no las conozco; de manera que no puedo decir si son fidedignas o no, pero creo que una mediana fe sí me la merecen.

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Pero usted puede creer si será cierto lo que aquí dice la Secretaría de Hacienda, que pagaban al Fisco los hacendados? Porque si no, los libros aquellos serían una cosa de no entenderse. Pues en el Estado de Morelos pagaban todas las fincas rústicas a razón de diez y medio al millar, ocho mil setecientos treinta y ocho pesos en todo el año de 1909.

El C. Serrano: Pues es un disparate de la Secretaría de Hacienda.

El C. Días Soto y Gama: Pues para que vea usted, compañero, cómo los gobernantes que no cumplían con su deber, los gobernantes que se coaligaban con los latifundistas, los gobernantes que traicionaban al pueblo, eran los gobernantes anteriores. Y la revolución trata de desbaratar la obra de esos gobernantes que usted atacaba tan sarcásticamente, diciendo que los gobiernos son los que tienen la culpa de las desgracias nacionales. Sí, los gobiernos de atrás, no los nuevos; ya los nuevos verán la manera de obligar a los hacendados a que paguen lo que deben pagar; y harán más: Lograr lo que no han logrado otros de los grandes propietarios: Que suba el valor de la contribución. Sobre este punto yo quisiera interpelar al compañero Velarde...

El C. Serrano, interrumpiendo: ¿Me permite contestar, compañero?

El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Voy a interpelar al compañero Velarde.

¿Me decía usted, compañero Velarde, que según los datos fiscales, el valor total de la propiedad raíz, de la propiedad rústica de la República representa ochocientos millones de pesos?

El C. Velarde: Alrededor de ochocientos millones.

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Me decía usted, también, compañero, que el valor de la propiedad territorial, según avalúo fiscal, en la diminuta isla de Puerto Rico, era de doscientos millones de pesos?

El C. Velarde: Sí, señor.

El C. Díaz Soto y Gama: Doscientos millones de pesos vale, según avalúo fiscal, en Puerto Rico, toda la propiedad; alrededor de ochocientos millones de pesos en la República, bajo el régimen latifundista que defiende el compañero - aunque dice que no lo defiende -. ¿Cuántas veces es más grande la República que Puerto Rico?

El C. Velarde: Doscientas veces.

El C. Díaz Soto y Gama: Doscientas veces. Quiere decir que el valor proporcional, el valor real de la propiedad en México, debería ser...

El C. Velarde, interrumpiendo: Cuarenta mil millones.

El C. Díaz Soto y Gama: Cuarenta mil millones. ¡Y está pagando por ochocientos!

El C. Siurob, interrumpiendo: ¿Me permite el compañero Soto y Gama que le dé otro dato?

El C. Díaz Soto y Gama, continuando: ¿Y qué cree el compañero Velarde respecto del fraccionamiento de los latifundios? ¿Cree que fraccionándose los latifundios se lograría mayor o menor cantidad en favor del Fisco por pago de contribuciones?

El C. Velarde: Indudablemente que aumentarían los ingresos generales nacionales en proporción de los ochocientos millones de pesos que representa la propiedad rústica actualmente en México - probablemente menos ahora que antes - , y los cuarenta mil millones que por datos comparativos con Puerto Rico debería estar representando, es indudable que por mucho que se fraccionara, por mucho que el fraccionamiento produjera menos contribución, siempre habría un aumento considerable; tal vez diez tantos más.

El C. Díaz Soto y Gama: Ahora sí puede el compañero preguntar lo que guste.

(Dirigiéndose al C. Siurob.)

El C. Siurob: ¿Me permite el compañero Soto y Gama que como miembro de la Comisión le dé un dato que le interesa?

El C. Díaz Soto y Gama: Cómo no, compañero, estoy en mi deber.

El C. Siurob: El dato es el siguiente:... (Campanilla.) Señor presidente, pido la palabra. El dato es el siguiente, ciudadanos diputados: Actualmente como Comisión de Presupuestos, al hacer la estadística de los capitales impuestos sobre terrenos agrícolas en la República con el objeto de imponer una contribución a estos capitales, la Comisión solicitó la estadística más exacta en el momento, de los capitales impuestos sobre fincas rústicas en el país y se encontró con que esta cantidad es de diez mil millones de pesos. Ahora bien; si el capital sobre fincas rústicas es de diez mil millones de pesos, lo natural es sostener que no están muchas gravadas y que, por otra parte, prestándose sobre una finca la mitad de lo que vale, lo natural es sostener que cuando menos valen el doble, es decir, veinte mil millones de pesos las fincas rústicas, y estamos viendo que no pagan más que por ochocientos millones, de donde resulta - y aquí la consecuencia de lo que decía el compañero Soto y Gama - que los grandes propietarios están defraudando al Fisco.

El C. Díaz Soto y Gama: ¿Merecen la cárcel, compañero?

El C. Siurob: Hay otra cosa más. Yo, durante el tiempo que estuve en Guanajuato, encontré lo siguiente: La propiedad de aquel Estado solamente valía ciento cincuenta millones de pesos y por eso pagaba; se hizo el catastro de aquella región, ¿y sabéis a cuánto aumentó el valor fiscal, sin protesta de parte de los terratenientes? A cuatrocientos millones de pesos. Eso permitió rebajar la contribución, porque también hay que advertir que el Fisco ha sido cómplice del rebajamiento de la propiedad individual por las razones que se han apuntado aquí muchas veces, de que los gobernantes son puestos por los capitalistas, de que en nuestro sistema sólo pueden gobernar al país o los burócratas o los ladrones.

El C. Díaz Soto y Gama: Gracias, compañero.

El C. Serrano: Me dice el compañero Soto y Gama que en tiempos de Limantour se pagaba por contribuciones una cantidad irrisoria en el Estado de Morelos; estoy enteramente de acuerdo, y no solamente en el Estado de Morelos, sino en toda la República se paga una cantidad irrisoria, quizá tenga que rectificar, pero ya he dicho muchas veces que si antes se pagaba mal y ahora se sigue pagando mal, el remedio está en el que se pague bien, que se exija a los latifundistas que paguen lo que deben pagar. Ya el compañero Soto y Gama me oyó decir que no solamente aceptaba que pagara más el pequeño propietario; de manera que yo no voy a defender aquí al latifundismo, al régimen latifundista, ni voy a decir que está pagando lo justo, sino lo que varias veces he dicho en otras sesiones; que se corrijan los catastros, que se hagan nuevos catastros y que si no se pueden hacer buenos catastros, cuando menos se hagan buenos avalúos fiscales, que es el verdadero remedio. Por lo demás, yo combatí la ley precisamente diciendo que no destruía el latifundismo y que estaba de acuerdo en que debería procurarse su destrucción, pero cuidando de que se aumentara la producción, de que no se lesionaran los intereses de la patria, que estaban antes que todos los demás. Ahora, en cuanto al valor de Puerto Rico y en cuanto al valor de México, es una comparación verdaderamente absurda. ¿Por qué no comparamos también el valor de Francia con el valor del Bolsón de Mapimí?

El C. Siurob, interrumpiendo: ¡No es el caso!

El C. Serrano, continuando: ¿Qué tiene que hacer Puerto Rico en México?

El C. Soto y Gama, interrumpiendo: ¿Qué vale más, Puerto Rico o México?

El C. Serrano, continuando: En México, el uno por ciento de sus tierras están sujetas a la irrigación y una fracción un poquito mayor se cultiva de temporal. ¿Cómo vamos a comparar con Puerto Rico? Aun suponiendo que en Puerto Rico se pagara en mejor proporción que en México, quiere decir que aquí se paga de una manera injusta y que deben corregirse los catastros. Creo que es todo lo que por ahora puedo decir.

El C. Soto y Gama, continuando: Me cae en gracia, iba a decir que me llamaba la atención, pero no, me cae en gracia que el compañero recurra al argumento de que Puerto Rico no se puede comparar con México. Claro! No me va a decir el compañero que Puerto Rico, una pequeña isla, es tan rico casi como México. Evidentemente que la proporción es aplastante en contra de Puerto Rico, ¿verdad? Pero yendo al fondo del asunto, le voy a hacer una pregunta al compañero: ¿Qué Estado cree usted que sea más rico, Morelos o Tlaxcala?

El C. Serrano: Son cosas éstas que no se pueden......

El C. presidente, interrumpiendo: (Campanilla.) La Presidencia no tiene facultades, conforme al reglamento, que es una Ley para esta Asamblea, para estar concediendo la palabra, ya sea para contestar preguntas, o para hacerlas. Como ya vemos que cada interrogación equivale a un discurso y que el orador que viene a la tribuna en lugar de producir uno hace que se produzcan tres o cuatro, según el número de personas que son preguntadas, considerando que no puede estar haciendo esto que conceptúa un positivo desorden, con la pena más grande no concede la palabra al compañero Serrano. En cambio, si la Asamblea no está conforme con el procedimiento de la Mesa, será ella la que resuelva en este caso. (Aplausos y voces: ¡Sí!)

El C. Soto y Gama: Me gusta mucho el proceder de la Mesa. Desde ayer el compañero Espinosa se manifestó parcial, yo no quería atacarlo porque ¿para qué ataco al compañero Espinosa? sus hechos mismos lo atacan y ya que viene al caso, diré que ayer me negó la palabra y levantó la sesión bruscamente, después de haberla yo pedido. Hoy él, el de las eternas interrupciones, el de las continuas interpelaciones, el hombre de las mociones de orden inacabables, el individuo que siempre está deseando tomar la palabra, hoy desde la Presidencia cambia de actitud. (Aplausos.) ¿Por qué? Porque es el aliado del compañero Serrano, nada más que es una alianza curiosa, alianza que diré de paso, está conforme con una entrevista que sorprendió ayer un agrarista entre los dos. Los dos amigablemente discutían sobre la manera de encauzar lo que ellos llaman debate. ¡Curioso caso éste! Pues bien, el compañero Espinosa que no se distingue ciertamente por radical, ha venido a atacar esta ley por radical. Nadie que tenga conciencia clara de lo que es Espinosa y de lo que son las comisiones, ha tomado en serio esa actitud radical de Espinosa y el compañero, su aliado al revés, él ha tomado el aspecto reaccionario. "¡Yo no soy revolucionario, yo qué esperanzas que me prestara a la obra de destrucción del país, yo soy reconstructor, soy sucesor de aquellos grandes hombres del pasado que nos reconstruyeron!" y así se hace el juego, y el juego tiene que descubrirse alguna vez. Me perdonarán estos paréntesis, pero es necesario que el público se de cuenta de las jugadas parlamentarias. No necesito yo, por supuesto, que el compañero Serrano me conteste, ni que el ciudadano presidente, su cómplice, su aliado, le dé permiso para contestar cuál de los dos Estados es más rico. Todos los que conocen los dos Estados, saben que Morelos es más rico que Tlaxcala, entre otras cosas, porque en 1909 había una enorme cantidad de ingenios que producían un dineral. Pues bien, el Estado de Morelos, de extensión más o menos igual que el de Tlaxcala, pagaba en 1,909 ocho mil setecientos treinta y ocho pesos cincuenta y tres centavos, según datos del señor Limantour, intelectual de primer

orden, reconstructor de esta patria que tanto invoca el compañero, y el Estado de Tlaxcala, más pobre, de igual extensión, sin ingenios, sin industrias azucareras, pagaba cien mil cuatrocientos once y Morelos pagaba ocho mil y Tlaxcala cien mil ¿Por qué? porque los azucareros de Morelos eran los más grandes bandoleros de la República y los más grandes cómplices. (Aplausos.) Ya verá el compañero Manrique la ventaja de no usar siempre un léxico correcto, la ventaja de llamar a las cosas por su nombre: Los más grandes bandoleros de la República son los latifundistas, pero entre esos grandes bandoleros se han distinguido siempre los que regenteaban las industrias azucareras de Morelos.

El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Escandón!

El C. Soto y Gama, continuando: Como tuvieron influencia aplastante con el Gobierno de Porfirio Díaz, con Limantour, con los "científicos" y con todos los hombres del porfirismo, eran los cómplices y los sujetos de alquiler, los sujetos alquilados por los hacendados, los sujetos vendidos asquerosamente, repugnantemente, a los hacendados. Por esto se encuentra este absurdo aparente, pero no es absurdo: Era la lógica del porfirismo, era la lógica del antiguo régimen, es la lógica de la burguesía cuando tiene por cómplice a un gobierno tan criminal como el de Porfirio Díaz, a ese gobierno que defendía y que se enorgullece en defender el compañero Domínguez, con una ingenuidad que sólo se le puede perdonar por sus años. (Risas.)

El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Pablo Escandón y su gavilla!

El C. Soto y Gama, continuando: No quiero en lo absoluto cansar a la Asamblea; quiero, sí, para ser serio -y perdóneme la Asamblea que salpique esto de una que otra invectiva, porque es lógico, señores: La revolución ha sido muy mansa, la revolución ha castigado muy poco, la revolución ha fusilado a infelices, ha fusilado a "zapatistas", a "villistas" y al mismo tiempo estas facciones han fusilado a infelices soldados "carrancistas", pero no se ha dado el gusto de fusilar ni siquiera a una docena de latifundistas, señores. (Aplausos y risas.) Ya que esos hombres, que son los verdaderos causantes del malestar nacional, los verdaderamente causantes de la revolución, señores, no han sido castigados, permítaseme a mí, a un loco, a un suriano, a un desequilibrado, a un cerebro caduco y degenerado - como me dice el señor compañero Espinosa, que hoy está en la Presidencia -, permítaseme que tenga uno que otro desahogo, señores; dicen que el supremo recurso es el pataleo; yo quiero tener siquiera, como uno de tantos revolucionarios, el pequeñísimo recurso de decir la verdad, señores, y por eso me desahogo. Perdóneme la Asamblea que me desahogue. ¡Y no me he desahogado bastante! (Risas.) Pero, en fin, procuraré hacer menos cansado el debate. Estos desahogos son verdaderos, justificadísimos, enteramente justificados. Ahora quiero entrar a otros argumentos del compañero: El, con su eterno pesimismo técnico, porque es propio de los técnicos ser pesimistas, porque es propio de los intelectuales volverse soberbios, engreírse satisfechos con su sabiduría, llenarse con su sabiduría y creer que sólo ellos ven los problemas y que el vulgo es necio y que el pueblo no entiende, que los que no son técnicos son un montón de imbéciles; pues bien, con su pesimismo técnico que no es de él solo, es de todos los ingenieros, de todos los abogados, de todos los sedicientes intelectuales, de todos los que no poseen intuición, de todos los que no están en contacto con el alma popular, que se divorcian de la naturaleza, que creen que la verdad se encuentra en la naturaleza física y en la naturaleza social, y la naturaleza social son los pueblos, las revoluciones, esto que estamos viendo, esto tan grande que no han podido ahogar ni ahogarán todos los intelectuales de la República ni del mundo, el anhelo santo de justicia, el anhelo de reivindicación, el anhelo santo de progreso que tiene que abrirse paso y se abrirá no con la lógica pobre de los sabios, sino con la suprema lógica de la intuición, con la suprema lógica de la necesidad y con la suprema lógica de la verdad que siempre y en todos los casos se identifica con la justicia, con el derecho de los muchos y no con el privilegio de los cuantos, de los muy pocos, aunque ese privilegio esté sostenido por las mejores inteligencias, esté sostenido por las más brillantes y por las más podridas, compañero Serrano. (Aplausos.)

Pues bien, no puedo entrar al tema porque yo no tengo la culpa de no haber renegado de mi credo revolucionario, yo sigo desafiando a todos los reaccionarios, desafío a la reacción en todas sus formas, en todas, pero principalmente en su forma intelectual, debajo de ese barniz intelectual principalmente aquí en México. Yo no he claudicado ante los intelectuales de relumbrón del porfirismo, yo no respeto a Querido Moheno, yo no respeto a Bulnes, yo me río de Bulnes y desprecio profundamente a Querido Moheno. Yo, señores, sigo siendo revolucionario y me río también de la Metrópoli si la Metrópoli es reaccionaria, y la respeto si empieza a ser revolucionaria; por eso de repente, en ocasiones, de cuando en cuando me permito acordarme de mis tiempos, de aquellos tiempos gloriosos en que las dos facciones gloriosas también, el constitucionalismo y el convencionismo, se disputaban la gloria de ser a cual más revolucionarias y reformadoras, no a cual más práctica, no a cual más técnica, como hoy parece que está en moda o que se quiere poner en moda. Pues bien, señores, puede ser que pueda entrar a mi tema. Nos decía el compañero Serrano que iba a fracasar el colono, que iba a fracasar la pequeña propiedad. Yo le digo nada más: Compañero, contra esas cargas está el remedio del crédito agrícola; ayúdenos a fraguarlo, ayúdenos a forjarlo; contra esas cargas está el remedio de la irrigación; ayúdenos a hacer un departamento de irrigación digno de equipararse, o de superar al Reclamation Service de Estados Unidos. Contra eso está algo que quizá no conoce él, porque yo creo que conoce la escuela económica clásica, la liberal, la individualista, la de los egoístas; pero, en fin, puede ser que haya leído algo que trate de cooperatismo; posiblemente la palabra no le es desconocida al compañero. Pues bien, en el cooperatismo está la defensa contra las dificultades y contra las imperfecciones de la pequeña propiedad; y como es más cómodo para el orador y mejor para los oyentes, puesto que

desgraciadamente se dejan llevar de las autoridades, leeré algo muy breve, algo muy concreto y muy significativo de una pequeña obra sobre cooperatismo; leeré el título, que es por demás sugestivo y más si se toma en cuenta que está escrito por un francés a propósito del fracaso de la pequeña propiedad sobre base individualista creada en Francia por la burguesa Revolución francesa. El libro se llama: "La Crisis Agrícola y el Remedio Cooperativo". El traductor francés dice:

"La cooperación ha ayudado a remediar la falta de educación económica de los rurales, la falta del capital necesario para la adquisición de material científico, los peligros experimentados por los campesinos aislados al entrar en el mercado mundial, puesto que los intermediarios eran eliminados.

"La cooperación ha neutralizado la oposición de los comerciantes. Bajo su influencia la fortuna nacional ha aumentado". - no está en peligro la patria, la patria de los burgueses, ni su bolsillo; al contrario, aumentará todo, aun el dinero de los burgueses -, "la emigración se ha atenuado, la población ha crecido, el pequeño propietario se ha fortificado, se ha formado la propiedad colectiva asegurando a los humildes cultivadores ventajas que hasta entonces parecían reservadas a los más acomodados." Ya ve el compañero cómo la reforma agraria no va a beneficiar a un pequeño número; y si los revolucionarios sabemos cumplir con nuestro deber, beneficiará a la mayoría, a la totalidad de los campesinos de la República. "El estado político tiende a estabilizarse, los problemas sociales presentan menos agudeza, el comercio se moraliza." Ya se ve cómo esto resolverá la crisis. "El comercio se moraliza." Esto no lo creo. Aquí un pequeño paréntesis. Que haya emigración de campesinos en Europa, que la haya en España, que la haya en Italia, que la haya en los países de población densa, y viejos, caducos, se explica; pero que en México donde sobran tierras, en México, país joven, que haya emigración, eso solo demuestra, compañero Serrano, que en México hay un malestar hondo y que en México hay un problema en pie, y ese problema tenemos que resolverlo a la buena o a la mala, aunque sea a la buena, ya que no podemos hacerlo a la mala. (Aplausos.)

"En los comienzos de la exaltación del movimiento cooperativo agrícola, en 1880, Dinamarca tenía 1.116,242 agricultores. El último censo, de fecha 1o.de febrero de 1911, acusa 1.647,350.

"¿Por qué los campesinos permanecen ligados al hogar?

"¿Por qué no abandonan el pueblo de su residencia?

"Porque entre ellos no se encuentra la causa primordial de ese formidable éxodo, de esa trasplantación social, de ese adiós definitivo a la tierra de nuestros antepasados, que aniquilaba a tantos otros pueblos y que ha recibido este nombre siniestro: La deserción del campo."

Esto sí, compañero, afecta a la verdadera patria, a la patria de los humildes, a la patria de los de abajo, a la patria que estamos creando, porque no se haga la ilusión el compañero, que se dice intelectual, de que en México hay patria; la estamos haciendo.) El mismo Bulnes dijo que la patria no era un establo, y alguien dijo - entiendo que el compañero Manrique - que la patria no es una ergástula; la patria no es la esclavitud, la patria quiere decir bienestar, la patria quiere decir libertad, la patria quiere decir derecho y justicia, la patria no quiere decir opresión; habrá habido patria para los científicos, habrá habido patria para los oligarcas, habrá habido patria para los poderosos; todavía no ha habido patria para los campesinos, todavía no ha habido patria para los humildes, y esa patria la estamos formando y la formaremos, a pesar de esas piedrecillas, de esos pequeñísimos obstáculos que los técnicos nos tienden en nuestro camino y que a lo sumo nos sirven para aplastarlos con el pie. Podría leer más, pero ¿Para qué cansaros? Simplemente al acaso leeré algunos datos estadísticos sobre lo que produce el cooperatismo en Dinamarca. "36.000,000 de coronas solamente en huevos; 179.796,000 en tocino y 413.018,000 en manteca", etcétera. Ya ve el compañero como el cooperatismo puede ser la salvación de eso que él cree insoluble: El problema de la tierra. Resumiendo y terminando, esta ley es el primer capítulo; vendrán después los subsecuentes y fíjese el compañero en que hay momentos en que prescindo de todo arrebato, en que planteo la cuestión con una sequedad casi aritmética, como si tuviera la desgracia de ser ingeniero, técnicamente; y le digo: Capítulo primero, ley agraria, que consiste en la repartición de los latifundios, en su fraccionamiento; pero esto sólo es el primer paso.

Capítulo segundo, en el que nos ayudará el compañero Serrano, pero no los intelectuales de México, porque son reaccionarios y buscan obstáculos a la revolución; pero sí nos ayudarán también los intelectuales de la revolución; digo, pues, capítulo segundo, que tratará del crédito agrícola.

Capítulo tercero, legislación sobre irrigación. Capítulo cuarto, cooperatismo. Si quiere el compañero agregar más capítulos, será para nosotros un honor, un favor, un servicio y un placer; será también para nosotros un placer que cada uno de los miembros de esta Cámara nos hagan todas las objeciones en lo particular, que desmenucen la ley; pero que no confundan miserablemente la discusión en lo general con la discusión en lo particular.

(Aplausos.) Creo que cualquiera que tenga siquiera medianamente sentido común, sabrá que esta ley no es más que la reglamentación en su forma posibilista, en su forma mínima, de acuerdo por un lado con los principios, y de acuerdo por otro lado con las exigencias de la realidad, que era el problema que la Comisión resolvió, la transacción entre los principios y la realidad; digo, que esta ley no es más que la interpretación posibilista del artículo 27; y este artículo es la condensación del pensamiento popular, la condensación del grito de justicia que en todo el pueblo mexicano, entre todos los campesinos apoyados por todos los hombres conscientes, ha repercutido desde hace diez años: La tierra libre, la justicia para el humilde, la patria para el campesino. (Aplausos.)

El C. presidente: La Presidencia se ve en el penoso caso de hacer una aclaración. El ciudadano Díaz Soto y Gama dijo que la Presidencia es parcial, lo cual, como consta a toda la Asamblea, es absolutamente falso. Si la Presidencia fuera

parcial, precisamente hubiera concedido la palabra al ciudadano Serrano, que está atacando el dictamen, como lo ha atacado el que tiene el honor de ocupar la Presidencia en estos instantes. Así pues, con este mismo hecho queda demostrado de manera plena que el compañero Díaz Soto y Gama no ha estado en lo justo. Dice que de una manera parcial y apasionada lo suspendí en la tarde de ayer en el uso de la palabra, que no quise concederle la palabra; (Siseos.) esto tampoco es cierto, señores. No se le concedió la palabra porque eran las nueve y media de la noche y la Presidencia tiene derecho, conforme al Reglamento, para levantar la sesión cuando haya transcurrido el tiempo reglamentario. (Siseos.) Por lo demás, la Presidencia juzgó que era preferible que el ciudadano Díaz Soto y Gama se desahogara de tarde y no de noche. (Murmullos. Risas.) Tiene la palabra en pro el ciudadano Franco Abraham.

El C. Serrano: ¿Me permite hacer algunas aclaraciones y contestar al señor Soto y Gama?

El C. Bojórquez: Moción de orden.

El C. presidente: No hay desorden. Tiene la palabra en pro el ciudadano Franco Abraham.

El C. Bojórquez: Moción de orden. (Campanilla.) Simplemente para suplicar a la Presidencia....

El C. presidente: No se le ha concedido a usted la palabra.

El C. Bórquez: Simplemente para suplicar.... (Campanilla. Desorden.)

El C. presidente: No se le ha concedido a usted la palabra y se le llama al orden. (Siseos. Desorden. Campanilla.)

El C. Bojórquez: Es para hacer una súplica a la Presidencia.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Franco. (Voces: ¡No! ¡No! Desorden. Campanilla.)

El C. Bojórquez: Es la primera aclaración que nos hace la Presidencia y simplemente quiero..... (Campanilla.)

El C. presidente: Se le llama a usted al orden. (Desorden. Siseos.)

El C. Bojórquez: ..... hacer hincapié en este hecho: el ciudadano Espinosa, de simple diputado, interrumpe a cada rato la discusión. ¿Cuántas cosas podrá hacer desde la Presidencia de esta Cámara? Por eso quiero suplicarle...(Campanilla.) que no nos venga con aclaraciones a cada momento, como acostumbra hacerlo. (Campanilla.) Y hablé, a pesar de la campanilla. (Risas. Aplausos.)

El C. presidente: La Presidencia deja a juicio de la Asamblea el juzgar la actitud de algunos compañeros que faltan al respeto, ya que no tiene más propósito que enaltecer estos debates. (Siseos.)

El C. Franco Abraham: Señores diputados: Los economistas, al tratar la cuestión de la tierra, o sea la propiedad rural, difieren grandemente sobre el origen, sobre el valor de ella, sobre las ventajas que pudiera ocasionar o traer al pueblo y sobre muchos puntos; pero todos están contestes en este punto que es esencial y que es necesario que penetre hondamente en nuestras conciencias: La mejor repartición de la propiedad rural trae como consecuencia forzosa la elevación y el mejoramiento del pueblo y, por lo tanto, del país. Desgraciadamente para nuestra patria, los reyes españoles debieron premiar a los conquistadores su obra de valentía y su obra de arrojo dándoles inmensas extensiones de terreno en todo el territorio nacional: Esos fueron los primeros latifundios. Ese es, precisamente, el latifundio, por ejemplo, del marqués del Valle, del conde de Santiago, de Monteleón y de otros varios. Mandó la Iglesia, después de los conquistadores, a los misioneros y predicadores para convertir a los indígenas a la religión cristiana. Desaparecieron los misioneros en el alto y noble sentido de la palabra: Los Bartolomé de las Casas y los Pedro de Gante, y entraron de lleno en su labor hondamente económica, más que hondamente moral, más que hondamente religiosa, todo ese grupo de sacerdotes que se establecieron formando comunidades, formando conventos y estableciendo comunidades religiosas. Y como el principio religioso era dominante todavía en aquellos siglos, naturalmente todos los que morían dejaban mayor o menor parte de lo que habían podido adquirir en más o menos precio, a la Iglesia, a título de donación; la Iglesia recibió entonces también en esta forma, grandes propiedades, que eran de las mejores en el país, y se formaron también así los otros latifundios. Los españoles audaces que vinieron al país y que se dedicaron al trabajo agrícola y especialmente a trabajos mineros, logrando muchos de ellos alcanzar grandes fortunas en poco tiempo, dejaron a sus descendientes también grandes propiedades territoriales, y entonces se formó otra clase de latifundios; así la propiedad territorial, al inmensa propiedad territorial del país, quedó repartida entre los descendientes de los conquistadores, entre la Iglesia y entre los descendientes de los ricos españoles, de los mineros, de los hombres simplemente de trabajo.

Existe, por lo tanto, el problema agrario, porque hay grandes latifundios que todavía no se han despedazado, que todavía no se han acabado; pero todavía hay, para demostrar que efectivamente existe el problema agrario, esta otra circunstancia que es de positiva gravedad: Hemos visto que la tierra está mal repartida en el país; tenemos que ver esta otra cosa que también es importante: Los hombres que la trabajan casi no han podido adelantar ni un sólo paso en la civilización, desde la época de la conquista hasta nuestros días; los indígenas, los pobre indígenas tal como vivían a raíz de la Independencia, en miserables chozas, en chozas de muy escasa capacidad, en donde tienen a la mujer, en donde tienen a los hijos, en donde tienen la cocina, en donde también viven sus animales; los pobres indígenas en esas condiciones tan tristes en que vivián antes, viven también ahora. Existe, por lo tanto, la gravedad del problema agrario, porque esos hombres tienen, en mi concepto, señores, derecho a la vida, porque el derecho primordial, el derecho de los derechos, es el derecho de vivir. Es verdad que es necesario que los hombres tengan derecho a pensar, que disfruten del derecho de asociarse, que disfruten del derecho de trabajar; pero es verdad que antes que nada, para poder ejercitar todos estos derechos, es necesario que sepan vivir, es necesario que puedan vivir, no como bestias, no como animales salvajes, no como insignificantes, sino verdaderamente como hombres. La consecuencia de los grandes latifundios en el país y de la

condición de esclavos o cuasi esclavos en que se mantuvo a los indígenas, por razón de la conquista, ha determinado que el pueblo indígena, que la masa indígena no haya adelantado en el progreso, no haya adelantado en la civilización y sea, más bien que un elemento de progreso, de civilización para el país, una carga, un obstáculo que hay que remover continuamente, haciéndole caminar forzosamente para poder lograr el encumbramiento de la patria.

Si existe el problema, entonces debemos buscarle una solución, y creo que hay dos que se han presentado: una solución es la que llamo reaccionaria, y la otra liberal. La solución reaccionaria es puramente económica, es del orden individual; se habla de captación de aguas; se habla de canales; se habla de trabajos de irrigación, y se habla de todo aquello que viene a hacer más productiva la tierra, lo cual está bien, a lo cual no nos podemos oponer los hombres de principios liberales que podemos entender un poco de lo que eso significa para el bienestar de muchos y para el mejoramiento del país. Pero la solución liberal va todavía más al fondo de las cosas; no quiere tan sólo que se capten aguas en los grandes reservoirs para mejorar la agricultura nacional; no quiere tan sólo canales, ni irrigación de tierras, porque esto no basta, porque generalmente en el país quien aprovecha el agua es precisamente el rico, ya que es él quien tiene la tierra y de ninguna manera el pobre. El Partido Liberal, digo, va más al fondo de las cosas, porque quiere el fraccionamiento de los grandes latifundios para poder resolver el problema, es decir, va a la esencia de las cosas y remueve no sólo obstáculos pequeños, sino todas las circunstancias que verdaderamente puedan entorpecer la marcha del país. De esta manera, fraccionando los latifundios, podremos crear la pequeña propiedad, que es la que producirá seguramente el progreso.

Pretender que obras de irrigación, obras de captación de aguas puedan resolver el problema agrario, sin ir al fondo del asunto, es como, por ejemplo, si tratándose de la libertad de conciencia se dijera: Aceptamos la libertad de conciencia, pero no podemos practicar la libertad de cultos. ¿Cómo debe resolverse este problema? Debe resolverse con todo el entusiasmo de nuestro corazón, con todas nuestras esperanzas, con todos nuestros anhelos, con todo nuestro grande amor por la patria, pero sin sentimentalismos, bajo una base científica, pensando bien en lo que se hace, en lo que se debe hacer, porque como bien decía ayer un orador, no tan sólo debemos de saber que tenemos que cumplir con un deber, sino cómo se debe cumplir con este deber. Y he ahí verdaderamente la parte difícil. Es necesario que atendamos a estos dos elementos: A la cantidad de tierra disponible en el país, y también al carácter de los habitantes del país. Es necesario que pensemos bien que desgraciadamente para nosotros para poder resolver el problema agrario se hace necesario tener presente que desgraciadamente nuestros indígenas no son todo lo diligentes que debieran de ser; que el vicio de la embriaguez, el vicio de la pereza y otros grandes vicios seguramente lo dominan. No podemos bajo ningún concepto llegar a una verdadera solución sin tener presentes estos antecedentes. Quiero referirme a un caso práctico acaecido allá en el Estado de México durante la administración del señor general Pascual Morales y Molina. Se trató de repartir una parte de la hacienda de "La Garceza", y el día que se repartió hubo grandes festejos verdaderamente públicos; todos aquellos a quienes tocó una parcela de terreno se entregaron al delirio, se entregaron verdaderamente al vicio de la embriaguez; hubo grandes festejos, muchos bailes, muchos cohetes, grandes discursos; después todo quedó en calma.

Aquellos indígenas a quienes se les había dado un pedazo de terreno, no lo trabajaron; no fueron a hacer nada, absolutamente nada y durante todo el año, un año que transcurrió, ni la hacienda pudo sembrar porque ya se había dado posesión a los indígenas, ni los indígenas hicieron nada para explotar aquella tierra porque no tenían medios para poder hacerlo y muchos de ellos no tienen todo el afecto al trabajo que es necesario tener. Sabemos muy bien que desgraciadamente muchos indígenas se contentan con tener lo necesario para vivir modestamente, con tener para comer sus tortillas, para poder comprar un poco de chile y algunas otras cosas y después de eso absolutamente no se preocupan por aumentar su caudal, no se preocupan por tener mayor cantidad de elementos ni para mejorar la condición de sus familias. La ley, en mi concepto, resuelve el problema y lo resuelve diciendo en su artículo 1o. lo que voy a tener el gusto de leer, haciendo una declaración que cuando la historia se ocupe de este asunto, la recogerá seguramente con grande honor, porque es una declaración de las más grandes, de las más trascendentales para la humanidad. Dice así:

"La nación reconoce el derecho natural, inalienable e imprescriptible que tiene todo hombre para poseer y cultivar para sí una superficie de terreno cuyo rendimiento, dada una aplicación media de trabajo, sea bastante para satisfacer sus propias necesidades, las de su familia y para permitirle la formación de un pequeño ahorro, con el que pueda hacer frente a las eventulidades del porvenir."

Consignar que es un derecho natural poseer un pedazo de tierra para que un hombre pueda vivir con su familia, es sin duda uno de los más grandes principios que debían haberse estampado en todas las Constituciones del mundo.

¿En qué forma deben adquirirse esas parcelas y a quién deberán darse? Eso lo establece la ley con justicia, desde el momento en que dice de un modo terminante y claro que sólo deberán darse a aquellos que sean peticionarios y no a todo el mundo, sino sólo a aquellos que la soliciten, que las necesiten.

Creo que deberá agregarse a la ley otra condición, esto es, que los peticionarios deben tener cierta capacidad económica y cierta capacidad técnica para poder adquirir esa propiedad, con objeto de que no tengamos que vernos en el caso de que se repartan tierras que no se aprovechen y que el país obtenga una menor producción, que no es lo que buscan los señores agraristas. Señores, la Constitución concede a nuestros pobres el derecho de asociación, el derecho de trabajo, la libertad de cultos, todas las libertades que están consignadas en las Constituciones de los pueblos cultos; pero acaso puede decirse una verdad al afirmarse que no se les concede a estos hombres una parcela de terreno en que puedan

vivir con sus familias. Se les ha dado todos los derechos, pero no se les ha dado el derecho de comer.

Es triste decirlo, pero a ellos seguramente se refiere algún proloquio vulgar muy conocido que dice que cuando el pobre tiene para comprar carne, entonces es vigilia. El pobre, sobre todo en nuestro país, carece de medicinas cuando se enferma; tiene alimentos sumamente escasos; vive en las peores condiciones; duerme en el suelo, y todos nosotros sabemos que esta triste condición no es la que corresponde a un hombre culto y civilizado. Si queremos engrandecer a la patria, y si queremos hacer de cada hombre un ciudadano y de cada ciudadano un progresista, un trabajador para su bien personal y para bien de la patria, entonces debemos de concederle los medios para que luchen, terrenos bastantes para que puedan trabajar, para que puedan adelantar y con ello adelantará el país. Yo no creo con el señor compañero Manlio Fabio Altamirano que sea necesario enarbolar en el país la bandera roja y negra del comunismo, no, señores; para mí basta enarbolar la bandera nacional; bajo la bandera nacional pueden caber y se cubren todos los ideales, todos los principios, de elevar todas las conciencias, todas las esperanzas, y allí debemos de trabajar y con libertad debemos de ir seguramente al progreso. El Gobierno virreinal hizo y gobernó bajo estos principios, bajo estos principios de terror, bajo estos principios de aislamiento por medio del monopolio, por medio de la fuerza armada. El Gobierno del general Díaz gobernó más o menos bajo estos medios con estos mismo principios, excepción hecha del monopolio y algunos otros. Defendió de una manera especial al capitalismo, es decir, se ocupó de los grandes y abandonó a los pequeños; defendió a los ricos y entregó a su mala suerte a los pobres. El Gobierno revolucionario debe hacer otra obra, obra de amor y concordia, obra de solidaridad social; debe establecer no una, sino muchas escuelas en toda la extensión del país que, tanto el pueblo ilustrado, como el pueblo indígena, que no son por cierto muchos de ellos tontos, sino que son grandemente inteligentes, puedan aprovechar verdaderamente el pedazo de tierra que se les pueda dar para que ellos se levante y al levantarse ellos levanten a sus familias y con ellas a la patria. Nosotros debemos de dar aquí una ley en virtud de la cual no perjudiquemos los intereses de los latifundistas, sino en aquello que sea estrictamente necesario. Yo no opino con el señor diputado Soto y Gama, no quiero verdaderamente rencores, no quiero odios, quiero, al contrario, amor; es necesario que nosotros indiquemos a los ricos, a los latifundistas, que esta ley en lugar de ser perjudicial para ellos, será benéfica para sus propios intereses, porque el peón se elevará, y al elevarse mejorará su trabajo, y al mejorar su trabajo podrá mejorar las mismas condiciones de aquel a quien presta sus servicios. Se ha dicho aquí, y es verdad, que los latifundistas pagan muy poco en relación con sus inmensas propiedades; entonces permitiendo el fraccionamiento de los latifundios, los latifundistas no tendrán que pagar grandes contribuciones, podrán dedicar sus actividades y su dinero a la parte de terreno que les quede, y entonces ellos, al mejorar la condición de los otros, se mejorarán a sí mismos y todos vendremos a hacer una obra de paz y de concordia nacional. Bajo el punto de vista económico, la mejoría es indudable bajo el punto de vista social significará una elevación de los de abajo, porque si pensamos un poco sobre la triste condición de los pobres; si pensamos que estos pobres, según estudios que se han hecho sobre la materia, están reducidos a las más tristes condiciones físicas, fisiológicas, intelectuales y morales; que su hogar, su familia, sus personas, sus propiedades, sus físicos mismos adolecen de grandes defectos precisamente porque no tienen todos los medios necesarios para vivir, todos los medios necesarios para formarse, para desarrollarse y para poder desarrollar una prole fuerte, enérgica, inteligente y hábil; si pensamos en todo esto, comprenderemos que realmente dando medios de vivir a los pobres, a los insignificantes, habremos hecho una labor de mejoramiento para el país. Señores, no quiero molestar más vuestra atención... (Voces: ¡A votar!) Pido una poca de consideración para mí, no pido otra cosa; no soy elocuente, nunca lo he sido, pero vengo a exponer mis pobres, mis misérrimas ideas, porque tengo el derecho de exponerlas. Por una parte, y por otra, si algo he dicho mal si en algo he faltado a la verdad, entonces favor de decírmelo, que tendré la oportunidad de demostrar que en el fondo, aunque lo haga mal en esta tribuna, no tengo más que un gran amor para los pobres y la patria; sirva esto de excusa. Señores, justicia se dijo que es: "summ quique tribuere", es decir, dar a cada uno lo suyo. Yo diría para terminar este mi mal pergeñado discurso justicia rural, justicia agraria, es dar a cada uno lo suyo, dar a cada uno una parcela de terreno con la cual pueda vivir modestamente con su familia. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Céspedes.

El C. Céspedes: Señores diputados: La magnitud del problema que estamos estudiando bien merece la parte de nosotros una poca más de atención y un poco más de paciencia. Yo no vengo a esta tribuna de la patria a desahogar mis egoísmos personales ni a propugnar por intereses o aspiraciones del partido alguno, porque a ninguno pertenezco. Y no vengo a eso, porque, repito, el problema es demasiado serio para perder el tiempo en bizantinismos, y porque sé, como lo sabéis vosotros, que no existen partidos en la República; que el llamado mal Partido Liberal Constitucionalista (Siseos. Voces: ¡Huy! ¡Huy!) por boca de uno de los líderes, el ciudadano Manrique, la tarde de ayer ha hecho la confesión más paladina y franca y que vale todo un Potosí: desde este sitio ha exhortado a los elementos del Partido Liberal Constitucionalista para que, pensando en el porvenir, procuren identificarse con alguna clase social, porque no lo está, y un partido que así se llama y que no está identificado con clase alguna de la sociedad, no merece llamarse partido; por eso he dicho que no existe ni el Partido Liberal Constitucionalista. (Siseos y voces: ¡Huy¡ ¡Huy!) Deseoso como puede estarlo el más revolucionario y el más agrarista de esta Cámara, vengo a empuñar mis humildes actividades al margen de este asunto para que resolváis de la manera más práctica posible el problema que por tantos años ha venido afectando al pueblo: el problema social de la repartición de tierras. Vengo a

oponerme a que se apruebe este proyecto en lo general con el sólo y único objeto de que vuelva al seno de las comisiones agrarias para que, colocadas éstas en el plano de la dolorosa realidad que vive nuestro pueblo y alejándose en lo posible del dulce ensueño que pueda producirles al aspecto lírico, traten de ver con los ojos inteligentes la triste condición de nuestro pueblo rural, de nuestro pueblo campesino. No soy enemigo de la ley agraria, porque no puedo serlo; tocóme en suerte firmar la Constitución y contraer serios compromisos ante el pueblo de la República; me ha tocado en suerte protestar cumplir esta Constitución en varias ocasiones, y mi palabra de honor como ciudadano mexicano está empeñada en que la misma Constitución se cumpla en todas sus partes, siendo una de ellas, la más esencial, el problema agrario de la República. Más aún, en mi última plataforma política propuesta a mis comitentes del 3er. distrito electoral del Estado de Tamaulipas, ofrecí, entre otras cosas, colaborar para la resolución del problema agrario; pero esto merece de todos nosotros algún estudio más real, más positivo y apartarnos un poco de los idealismo que adornan, por ejemplo, al ciudadano Díaz Soto y Gama; ver las cosas lo más claro posible para ir derecho a aplicar un remedio eficaz que produzca la paz nacional. No me detendré a hacer historia, no me detendré mucho a hacer historia, sobre la propiedad de nuestro país, porque todos nosotros sabéis, por lo menos, los que han hurgado un poco en la Historia Patria, que el año de 1521, cuando los conquistadores españoles pisaron playas mexicanas, no existía la propiedad privada en la forma que hoy se conoce; que esta circunstancias y el ejercicio del derecho de la fuerza que siempre ha sido y será eficaz en sus resultados, hizo fácil entre los capitanes vencedores la distribución de los fértiles valles mexicanos. Que por ese motivo la ambición de oro de los hombres que nos conquistaban se aplicó inmediatamente al beneficio de los terrenos que encerraban la verdadera riqueza que en aquel entonces se consideraba como tal: el oro y la plata; que allí se esclavizaron indios; que allí se llevaron miserables siervos a sacar esas enormes riquezas, pero que una vez satisfechas en parte las ambiciones de estos hombres, llenados sus bolsillos de oro, aspiraron a la obtención de honores, a la satisfacción de mando, al deseo de poder, y después dirigieron sus miradas a la explotación de la tierra fértil en la agricultura. Y a estas tierras fueron enormes grupos de indios que se esclavizaron para hacerla producir. ¿Sabéis el nombre que se dió a estos grupos de indios que se distribuyeron entre los capitanes victoriosos? Las encomiendas famosas, y los indios que no tuvieron la desgracia de ir a esclavizarse a la tierra de estos conquistadores, tuvieron la fortuna - si fortuna puede llamarse - de recibir en aquel tiempo la concesión graciosísima del rey Felipe II en el año de 1573, del ejido.

En consecuencia, en la época colonial había dos clases de indígenas agricultores: los que se aplicaban al cultivo de la tierra poseída por los capitanes victoriosos, y los que se aplicaban al cultivo de la tierra del ejido para vivir ellos mismos esta vida miserable, esta vida de oprobio y de abyección que vivieron nuestros indígenas a travéz de más dos siglos. Pero vino la guerra de Independencia, que fue democrática en sus aspiraciones, porque quiso arrancar, quiso destruir el feudalismo de las haciendas y quiso destruir la denominación española; pero ya vemos también cómo a la postre cuando esta independencia se consumó, el Partido Conservador ocupó el puesto de los vencedores, aliándose con el emperador Iturbide y convirtiendose en los nuevos denominadores de nuestra clase indígena. En ese tiempo ya hubo el ingreso de un nuevo elemento étnico, el mestizo; el mestizo, hijo de tirano y de esclavo; el mestizo que no era siervo ni era terrateniente; el mestizo de espíritu inquieto y movedizo; y éstos se disgustaron con los criollos, que fueron los favorecidos, al ocurrir la consumación de la Independencia. Y vino una serie de guerras civiles, guerras cruentas y devastadores, y la ambición de los aventureros políticos encontró eco bastante, llevando una enorme masa de indígenas a la muerte; y en todas esas luchas civiles el Partido Liberal Mexicano tuvo muy poco éxito; sólo en 1856 Comonfort logró expedir la ley de desamortización que permitió la nacionalización y la venta de los bienes de la iglesia. Debo decir que durante ese interregno de tiempo en que se desarrollaban estas cruentas luchas civiles, convivieron cuatro elementos económicos: el terrateniente, criollo, la iglesia, los mestizos y los indios. Pues bien, la ley de desamortización de Comonfort, permitió la nacionalización y la venta de los bienes de la iglesia; pero desgraciadamente la venta de estos bienes se hizo o a inmigrantes de distintas nacionalidades, o a terratenientes antiguos, a terratenientes viejos existentes y se hizo en tal forma, que el feudalismo de las haciendas quedó intacto; el feudalismo de las haciendas sobrevivió, porque esta venta se hizo de los terrenos en globo, sin dividirlos. Todavia durante algunos años seguimos asistiendo a la vida misérrima y triste y esclavizada de los indígenas en estas haciendas, por obra y gracia de la iglesia, de la iglesia que siempre he predicado la resignación, que siempre ha predicado la humildad, que siempre ha predicado el servilismo a base de abyección y que siempre ha ofrecido el desquite en la otra vida. Viene la expedición de las Leyes de Reforma a travéz de los años del 57 al 73; estas leyes quitaron el poder económico a la iglesia, el poder económico y la influencia directa en los destinos políticos del país; pero desgraciadamente el país tiene que sufrir el advenimiento del Gobierno del general Díaz, y en 1870 comenzamos a ver cómo el terrateniente de las haciendas, el latifundista principia a ejercer influencia directa en los destinos sociales y económicos de la República. Debo hacer hincapié también en que la Constitución de 57, en su artículo 27, opuso un enorme obstáculo también al desarrollo de la pequeña propiedad en la República, porque el artículo 27 de la Constitución de 57 prohibió durante mucho tiempo que las sociedades civiles y las religiosas pudieran administrar bienes raíces, y en consecuencia los pueblos, las comunidades, las congregaciones, etcétera, etcétera, no tuvieron la fortuna ni siquiera de poder obtener el terreno necesario para sus fundos legales, el terreno necesario para sus ejidos. Pero felizmente en 1901 el artículo 27 de la Constitución de 57 sufrió una reforma esencialísima, una reforma radical y progresiva, y permitió que las

sociedades civiles constituídas a perpetuidad o duraderas, pudieran administrar esa clase de bienes; y vemos cómo los pueblos pueden ya entrar en posesión de sus ejidos, cómo los pueblos pueden reclamar sus fundos legales para la extensión natural de sus poblaciones; pero la costumbre se había arraigado a tal grado en las conciencias, el servilismo y la abyección habían hecho tal mella en los espíritus de los mexicanos, que pocos, muy pocos supieron aprovechar esta reforma. La ley de 6 de enero de 1915 expedida en el Estado de Veracruz vino a ampliar, a confirmar el derecho a obtener los ejidos por parte de los pueblos. Esos son los lineamientos a grandes rasgos de la historia de nuestra propiedad en la República. Hemos tenido otros muchos elementos que han constribuído a la creación del latifundismo. Tuvimos, ustedes lo recordarán, el funcionamiento de las compañías famosas de terrenos que, en complicidad con las autoridades gubernamentales, lograron obtener enormes extensiones de tierras. Todo esto, señores diputados, justifica la necesidad ingente en que estamos de hacer cuanto antes el fraccionamiento de la gran propiedad, de hacer el despedazamiento de los latifundios para beneficio de la producción y para beneficio de todas las clases sociales de toda la República; pero, repito, es necesario que veamos todas estas cosas bajo el prisma de la verdad, bajo el prisma de la realidad y no nos agarremos de un ideal bellamente tremolado en esta tribuna para salir del paso, para satisfacer inmediatamente la necesidad de nuestro pueblo, pues a la postre este pueblo tendrá que convencerse de que no hemos hecho nada práctico al margen de esta repartición de tierras. Por consiguiente, la objeción esencial que yo vengo a hacer a la Ley del reparto de latifundios, es la siguiente, y para entrar al desarrollo de ella voy a permitirme dirigir una interpelación al ciudadano ministro de Agricultura y Fomento, rogándole que se sirva contestármela. Ciudadano secretario de Agricultura y Fomento: Tanto en el texto de la parte expositiva del proyecto de ley enviado por el Ejecutivo Federal a esta Cámara, como en el cuerpo mismo de ese proyecto de ley, se advierte el propósito firme y noble de parte de este mismo Ejecutivo, de resolver el problema social del repartimiento de tierras a las clases campesinas con apego a lo que estrictamente establece en la materia la Constitución general de la República. El dictamen de las comisiones consulta tanto en su parte expositiva como en su texto, la aprobación por esta Cámara de dicha ley para hacerla de aplicación forzosa en todos los ámbitos del país. El criterio del Ejecutivo expresando claramente en su proyecto de ley, y el criterio de las comisiones escrito en su dictamen son perfectamente distintos. El primero, el del Ejecutivo, está de acuerdo con lo que sobre el particular determina la Constitución del país;el segundo viola la Constitución general. En consecuencia, me permito suplicar a su señoría se sirva informar a esta honorable Asamblea

si la modificación fundamental hecha por las comisiones al proyecto del Ejecutivo no altera en nada la opinión primeramente expuesta en el tantas veces citado proyecto. Yo me propongo demostrar ante esta honorable Asamblea que el dictamen de las comisiones es anticonstitucional y que atacándolo en esa forma sólo ataco en lo general.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano secretario de Agricultura y Fomento.

El C. secretario de Agricultura y Fomento: Señores diputados: No he comprendido exactamente la interpelación. Creo que el señor diputado Céspedes no ha concentrado el punto en que difiere en su aspecto constitucional la iniciativa de ley del Ejecutivo y el dictamen de las comisiones. Anteriormente he manifestado que el Ejecutivo está conforme en lo general con dicho dictamen; pero para contestar la interpelación del señor diputado Céspedes, quisiera que me dijera en concreto cuál es ese punto de divergencia en lo que se refiere al mandato constitucional.

El C. Céspedes: Señores diputados: Voy a entrar a la explicación sucinta de la objeción de fondo que yo creo que se le puede hacer al dictamen de las comisiones y alrededor del cual he hecho la interpelación al ciudadano ministro de Agricultura y Fomento. He leído detenidamente el texto del proyecto de ley enviado por el Ejecutivo hace varios días a esta honorable Cámara, y he podido percatarme de que el mencionado proyecto tiende a verificar la repartición de latifundios entre las masas campesinas dentro del Distrito Federal y de los Territorios de la República. En mi concepto, el Ejecutivo, al proponer esta ley para que solamente se aplique dentro del Distrito Federal y Territorios de la República, está en lo justo, está en lo legal, está dentro de la Constitución. Pero he podido leer con algún detenimiento el dictamen que ofrecen a vuestra consideración las comisiones Agrarias; de él se desprende claramente la modificación de fondo que al proyecto del Ejecutivo hacen, en el sentido de declarar de aplicación forzosa esta ley de repartimiento de tierras en toda la República. La diferencia, como vosotros podéis comprender, existe muy clara: el Ejecutivo consulta la ley para hacer la repartición de tierras en el Distrito Federal y Territorios; las comisiones consultan este repartimiento en toda la República. Al margen de esta modificación voy a hacer la objeción de carácter constitucional, y sobre este particular me permití hace un momento interrogar al ciudadano ministro para que dijese a la Asamblea si la modificación de fondo hecha por la Comisión, no modificaba la opinión del Ejecutivo federal. Efectivamente, señores diputados; el criterio que preside a la ley que se nos consulta, es anticonstitucional, porque choca, porque va contra lo preceptuado claramente en varios artículos de la Constitución. Vosotros podéis pasar la vista por el artículo 73 constitucional y leer y releer todas las facultades que este Congreso tiene para legislar en toda la República, y no encontraréis una sola que apoye la decisión que hoy se nos consulta. La República, señores diputados, está formada por Estados libres y soberanos en cuanto a su régimen interior; la soberanía que se deposita en los poderes federales y en los poderes locales de los Estados, se ejerce independiente por éstos dentro de los límites de su competencia. Si la soberanía tiene como característica, como una de tantas características, la de ser única, esta unidad dentro de nuestras instituciones no se pierde, no se contraría cuando la soberanía se ejerce de

manera concurrente y armónica por los poderes federales y por los poderes de los Estados. El artículo 27 de la Constitución, que motiva esta ley reglamentaria que estamos estudiando, dice a la letra en su fracción VII:

"Artículo 27 constitucional:

"Fracción VII. Fuera de las corporaciones a que se refieren las fracciones III IV, V y VI, ninguna otra corporación civil podrá tener en propiedad o administrar por sí bienes raíces o capitales impuestos sobre ellos....." etcétera.

En el segundo párrafo dice:

"Las leyes de la Federación y de los Estados en sus respectivas jurisdicciones determinarán los casos en que sea de utilidad pública la ocupación de la propiedad privada; y de acuerdo con dichas leyes, la autoridad administrativa hará la declaración correspondiente."

Primer punto de objeción a la ley. La fracción que acabo de leer dice claramente que los Estados están capacitados para resolver por medio de sus legislaturas, cuándo es de utilidad pública una expropiación cuando es de utilidad pública el fraccionamiento de la propiedad privada, y cuando se haga, ellos están, estos poderes están facultados para, administrativamente, hacer la declaración que corresponda. La ley que se nos consulta, señores compañeros, de esta facultad omnímoda, dictatorial, sin límites, a la Comisión Nacional Agraria, que así le llama la Comisión, Comisión Nacional Agraria; en consecuencia, la Comisión Nacional Agraria anticonstitucionalmente va a tener, si se aprueba esta ley, la facultad de declarar cuándo es de utilidad pública una expropiación y cuando debe hacerse el repartimiento de esa tierra. Todavía más: el mismo artículo dice en el inciso (a):

"Durante el próximo período constitucional, el Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados,, en sus respectivas jurisdicciones, expedirán leyes para llevar a cabo el fraccionamiento de las grandes propiedades, conforme a las bases siguientes:

"a) En cada Estado y Territorio se fijará la extensión máxima de tierra de que puede ser dueño un solo individuo o sociedad legalmente constituída.

"b) El excedente de la extensión fijada deberá ser fraccionado por el propietario en el plazo que señalen las leyes locales, y las fracciones serán puestas a la venta en las condiciones que aprueben los gobiernos, de acuerdo con las mismas leyes."

Este inciso, señores diputados, viene a confirmar la facultad en que se encuentran los Estados, a la luz de la ley constitucional, para determinar por conducto de su Poder Legislativo, cuándo deben hacer la expropiación y en qué extensión debe fijarse la parcela o debe adjudicarse la parcela al beneficiado. Todavía más: el inciso (c):

"Si el propietario se negare a hacer el fraccionamiento, se llevará éste a cabo por el Gobierno local, mediante la expropiación."

Y en la ley, las honorables comisiones atribuyen esta facultad a la Comisión Nacional Agraria, todo esto que corresponde a los Estados. Ahora bien; el artículo 124 de la misma Constitución general, dice a la letra:

"Artículo 124. Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los Estados."

De manera, pues, que los poderes federales no puedan determinar nada que esté fuera de los facultades que el artículo 73 de la Constitución les fija. Todo lo que no se comprenda dentro de las facultades de un Congreso, debe entenderse por determinación de este artículo, reservado a los Estados. Si, pues, estas disposiciones constitucionales disponen claramente, categóricamente que en tratándose de las leyes de repartición de tierras son las legislaturas de los Estados, los gobiernos de los Estados, los que deben darlas, ¿qué sucederá si nosotros, anticonstitucionalmente, óigase bien, expedimos esta ley¿ Que sencillamente los poderes federales violarían las facultades que tienen reservadas los Estados para esta clase de asuntos. ¿Y qué sucedería? Que los Estados, o los afectados directamente por esta ley, el latifundista afectado en cada caso particular, recurriría legalmente a la vía del amparo, pues además de dar lugar al amparo, esta ley es motivo de responsabilidades oficiales, porque se viola la Constitución de la manera más franca y de la manera más clara con conocimiento de causa.

Yo creo, señores diputados, que advertidos como debéis estarlo de este error enorme que se trata de cometer, lo remediaremos a tiempo y no permitiremos que la ley agraría que por todos motivos debemos desear que sea práctica en todas sus disposiciones, se arroje al cesto de los papeles inútiles y se declare impracticable en cada uno de los casos en que se pretenda aplicarla. Por esto al comenzar a dirigirnos la palabra, dije a ustedes que venía a impugnar este proyecto de ley en lo general, con el solo y único objeto de que volviera al seno de las comisiones para que serenamente, sin idealismos, se coloquen en el terreno de la legalidad, en el terreno constitucional, pues es mejor que esta ley se corrija a tiempo, es decir, antes de llevarla a la discusión en lo particular, porque durante ella, durante la discusión en lo particular, nosotros reñiremos batalla constante en cada uno de los artículos que se sometan a nuestra consideración, porque va de por medio también la soberanía de los Estados. Si ante el criterio de algunos honorables compañeros este obstáculo no merece la pena de tomarse en consideración, yo, desde este momento, pues tengo la tristeza de manifestar mi pesimismo respecto de la eficacia de esta ley y desde este momento puedo decir a usted que la honorable Representación Nacional a la postre, cuando el pueblo se haya dado cuenta de la ineficacia de estas medidas que estamos tomando, que estamos dictando, criticará nuestra labor y nos juzgará como muy poco serios, como muy poco competentes para poder discernir lo que debe hacerse. Si el ciudadano secretario de Industria o de Agricultura y Fomento se ha dado cuenta ya del alcance de mi objeción, yo le agradecería que externara su opinión ante esta Asamblea sobre el criterio que el Ejecutivo federal tiene al margen de este asunto, es decir, de que si cree factible, si cree legal la aplicación de esa ley de repartición

de tierras en toda la República a pesar de contrariar preceptos constitucionales.

El C. De la Torre: ¿Me permite una interrogación, ciudadano Céspedes?

El C. Céspedes: Un momento, después que me contesten.

El C. De la Torre: ¿No cree su señoría que esta interpelación estaría más en su lugar si se hiciera directamente a la Comisión dictaminadora, puesto que lo único que pudiera en este caso informar el señor secretario de Agricultura y Fomento sería si han modificado o no el criterio del Ejecutivo las modificaciones hechas a su proyecto y que en estos momentos no tienen ningún valor para nosotros¿ La Comisión no debe desempeñar un papel pasivo en la elaboración de sus dictámenes, es decir, no debe acatar sumisamente los proyectos tal como los envía el Ejecutivo, está en sus atribuciones modificarlos o no. Eso sería en todo caso lo que podría informar el señor secretario. Así es que yo creo que la interpelación de su señoría estaría más en su lugar si la hiciera a las comisiones dictaminadoras.

El C. Céspedes: Señor compañero de la Torre: Conozco cuáles son los deberes de las comisiones cuando se discute un dictamen que ellas han signado; los miembros de las honorables comisiones agrarias que han firmado este dictamen han cumplido o están cumpliendo, por lo menos, con su deber, porque varias veces los hemos visto llegarse hasta esta tribuna para exponer sus ideas al margen de la ley. Las comisiones no podrán decirnos nada respecto del punto que yo consulto al ciudadano secretario de Fomento, porque ellas están empeñadas - ese es su deber -, empeñadas en sostener su dictamen. En cambio el ciudadano ministro de Fomento sí puede decirnos algo, porque el proyecto enviado por el Ejecutivo fue precisamente hecho de acuerdo con las prescripciones constitucionales para que la ley se aplicase en el Distrito Federal y en los Territorios simplemente, y las comisiones nos presentan un dictamen haciendo extensiva su aplicación a toda la República. Como esto implica una variación de fondo, yo me permito interrogar nuevamente al señor ministro de Fomento para que se sirva decir a la Asamblea si este cambio de fondo hecho por las comisiones no modifica en nada el criterio primitivo del Ejecutivo federal.

El C. secretario de Agricultura y Fomento: Señores diputados: Indudablemente el Ejecutivo no ha pasado inadvertido el cambio que se ha hecho a la iniciativa que presentó en lo que se refiere a la aplicación de esta ley en los Estados de la República; el Ejecutivo tiene sobre ese asunto su criterio, pero creo que estaría fuera de lugar el discutirlo en este momento. En lo general está conforme con el dictamen de la Comisión y está también convencido de que sus iniciativas de ley están sujetas a error y a modificaciones y desea de muy buen grado empaparse de las opiniones manifestadas en esta Cámara, pesarlas y emitir su opinión. Sobre el punto particular a que se somete la interpelación cuando ya venga la ley a discusión en los particular, máxime cuando este punto sobre que interpela el señor diputado Céspedes es simplemente un transitorio de la ley y nada pierde la discusión con que se siga tratando este asunto en lo general, ya que el Ejecutivo no tiene la menor objeción a la decisión de las comisiones dictaminadoras, pido al ciudadano diputado Céspedes para ganar tiempo y facilitar la discusión del proyecto, que me permita aplazar la discusión del punto para cuando se discuta en lo particular (Aplausos.)

El C. Céspedes: Señores diputados: Como el ciudadano ministro de Fomento, de Agricultura y Fomento no tuvo la deferencia de contestar mi interpelación sino que la eludió, yo debo rectificarle su última opinión expresada en el sentido de que no sólo es el artículo primero transitorio de la ley que se nos consulta el que viola la Constitución de la República. He dicho primeramente que el criterio que preside tanto en la parte positiva del dictamen que se consulta como en el cuerpo de la misma, en el cuerpo de la ley, es anticonstitucional porque en todos y cada uno de los artículos se viene dando esta o aquella facultad que se permite a la Comisión Nacional Agraria o a otra clase de autoridades inmiscuirse en la resolución de asuntos que competen única y exclusivamente a los Poderes locales de los Estados. Si vosotros tenéis la paciencia de leer los artículos de la ley que se os consulta, os convenceréis de que casi en todos ellos se dice que la Comisión Nacional Agraria tendrá la facultad de declarar cuándo procede la expropiación en determinada zona del país; se dice que la Comisión Nacional Agraria está facultada para dictaminar sobre esto o lo otro relacionado con la dotación de tierras y, señores diputados, vamos a incurrir en enormes contradicciones. Hace muy poco tiempo esta Cámara expidió, aprobó una ley autorizando a los Estados para crear su deuda pública agraria. Esta ley está pendiente de aprobación en el Senado; por medio de esta ley los Estados van a encontrarse con la facilidad de poder afrontar el problema agrario, esta ley indica claramente que son los Estados los que deben resolver esta cuestión que nosotros no podemos resolverla así como se nos consulta; que lo único que podemos hacer en esa ley es decir: Invítese cordialmente a las legislaturas de los Estados o a los gobiernos de los Estados para que refrenden esta ley o para que la estudien cuanto antes; pero declarar de aplicación forzosa esta ley en toda la República, en contradicción, en violación de los artículos constitucionales, es arrojar al pueblo mexicano un cadáver putrefacto, ya que no tendrá aplicación en lo más mínimo, porque en cada caso particular se evitará por la vía del amparo y las autoridades judiciales del orden federal tendrán forzosamente, tendrán la obligación de conceder estos amparos y, por consiguiente, de declarar sin efecto la aplicación de esta ley. ¿Y para esto hemos venido aquí, ciudadanos compañeros, para dar leyes que no sean aplicables, para dar leyes que vayan al cesto de los papeles inservibles? ¡No! Es necesario que veamos con calma este asunto, que procuremos hurgar un poco en la verdadera situación en que viven nuestros campesinos.

Que ellos reclaman y reclaman con urgencia el reparto de tierras, es cierto, pero un reparto de tierras que les garantice su posesión allí, un reparto de tierras que les dé su manutención segura durante

algunos años y no que por algún recurso que ofrezcan las leyes se les arroje a la mañana siguiente de haberles dado posesión. Es claro que la clase campesina necesita de nosotros toda nuestra atención, ¡si la clase campesina es la que ejerce influencia definitiva en los destinos de este país y de todos los países! pues qué, ¿no sabemos que la agricultura es la fundamental industria que hace la vida de la nación, que determina el progreso de la misma y que todas las demás no son sino subsidiarias de esta primera industria? ¿A qué resolver este asunto con precipitación? Que vuelva al seno de la Comisión porque, repito, el criterio que preside esta ley en todas sus partes es anticonstitucional y se resolvería más pronto esta ley si vuelve al seno de la Comisión para ser rectificada de acuerdo con las objeciones procedentes que aquí hemos hecho algunos, que llevándola a la discusión en lo particular e inscribiéndonos seis oradores en pro y seis oradores en contra de cada uno de los artículos. ¿Cuándo se va a expedir esta ley? (Voces: ¡Pronto! ¡Pronto!) Ojalá que sea pronto y ojalá que sea más pronta su aplicación, porque si la aplicación de esta ley vamos a retardarla hasta cuando se obtenga capital por medio del seguro obrero o por medio del seguro de las cosechas, ¡ya estaremos esperando que esta ley se aplique por los siglos de los siglos! (Aplausos.) Pero estas objeciones son de carácter particular, estas objeciones deben considerarse al tratar de la resolución del punto económico necesarísimo para la aplicación eficaz de esta ley; por ahora, señores diputados, la objeción fundamental que en conjunto puede hacerse a esta ley, es la objeción constitucional; si esta objeción no se toma con seriedad por parte de las comisiones y no se resuelve de manera clara, de manera definitiva, que es lo que procede hacer, la ley, la aprobación de la ley y la aplicación de la misma será un mito, señores diputados.

El C. Siurob: Pide la palabra la Comisión.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Siurob: Honorable Asamblea: El discurso del señor diputado Céspedes viene a constituir, en concepto de la Comisión el último recurso, el último baluarte en que se refugia, no precisamente la reacción, porque yo no creo que esté genuinamente representada dentro de esta Asamblea, ya que aun los compañeros que aparecen aquí más reaccionarios ya están muy inficionados con las ideas libertarias y por fortuna no vienen a presentar objeciones de ninguna manera serias a un proyecto como éste; pero sí significa el último esfuerzo, el último pataleo valga la expresión de uno de mis compañeros que ha precedido, de la reacción debatiéndose en su importancia de contrarrestar las grandes aspiraciones nacionales, y el último obstáculo consiste en la propia ley. Naturalmente cuando no se pueden encontrar sino causas que empujan a determinados actos, es necesario poner como dique para que esos actos se consumen, algo enteramente artificial, algo que es, como dijo Hugo, a propósito de la ley y del derecho, que el derecho era lo absoluto y la ley era lo relativo, y se trata de contrarrestar una tendencia libertaria con un obstáculo claro y completamente legal y se dice: la ley de fraccionamiento de latifundios es una ley absolutamente anticonstitucional; y tomando el todo por la parte, suponiendo, sin conceder, compañero Céspedes, que un solo artículo transitorio fuera anticonstitucional, esto no quiere decir que toda la ley fuera anticonstitucional. ¿Sabéis cuál es el fondo de la ley? el fondo de la ley es el fraccionamiento de latifundios; el fondo es que se cree la pequeña propiedad. ¿Puede citarme el compañero Céspedes un solo artículo de la Constitución en que diga que no se debe fraccionar el latifundio y no se debe crear la pequeña propiedad¿ Indudablemente que no puede citarlo. Pues si no puede citarlo, quiere decir que la ley está de acuerdo, en lo general, con la Constitución. (Aplausos.) Es falso en lo absoluto que esta ley haya sido hecha o adaptada a las necesidades no sólo del Distrito Federal y Territorios, sino también para toda la República. En esta ley no se ha tenido en cuenta para establecer el máximum de tierra que puede poseer cada individuo, sino el promedio científicamente calculado de los rendimientos de la tierra para que produzca los efectos que la ley establece al decretar en su artículo primero que todo mexicano tiene derecho a poseer una parcela de tierra que contribuya a su bienestar, a la manutención de su familia y a proporcionarle un pequeño ahorro en vista de la previsión que debe tener todo individuo para el porvenir Por consiguiente, no se ha tenido en cuenta, ni se habla en esta ley de Estados y fijese el ciudadano Céspedes y lea la ley, porque esto demuestra que no ha leído la ley, y no encontrará que se hable de los Estados de la República, excepto en el artículo transitorio relativo. Pero vamos adelante: el punto que trata el ciudadano diputado Céspedes en un punto de verdadera controversia legal. Es un punto en que estoy seguro van a batirse en el seno de la Asamblea y en esta tribuna las comisiones y los revolucionarios con los legalistas absolutos que todo lo posponen a una ley, que todo lo posponen a una disposición arbitraria dictada de momento a aun a una disposición legal que pueda no estar en consonancia con el medio y las circunstancias. Entonces se sabrá qué cosa es lo que tiene que prevalecer y a qué tendrán que atenerse los revolucionarios. El conflicto se trabará en estos momentos entre los que opinan que los pueblos deben esperar, y esperar con demasiada paciencia no sólo sentados ni acostados, sino quizá esperar desde el fondo del sepulcro la actual generación, hasta que las legislaturas X de los Estados en el lustro N de este siglo se les ocurra venir a legislar sobre el fraccionamiento de los latifundios y sobre la formación de la pequeña propiedad. (Aplausos.) Y sabe el compañero Céspedes que en estos momentos en que precisamente ya se está poniendo de moda - ya lo ha dicho aquí algún compañero -, en los momentos en que no sólo es de moda, sino que es casi una religión, que es casi una fiebre contagiosa, que en una explosión que partiendo de determinado punto del mundo actual tiende a irradiar a los extremos de ese mismo mundo la idea de que, como decía el compañero Avilés, hay que tomar las tierras de donde las haya, los pueblos y las masas ya no tienen esperanza, ya no pueden tener esperanza, porque saben que la esperanza consiste en las leyes inmediatas dadas por su propio esfuerzo y que esto es lo único que constituye la base de sus aspiraciones y el porvenir de los hijos del pueblo. Pues bien; sabed que en Rusia, en todos

los lugares en que los revoluciones se han estado verificando, sabed, compañero Céspedes, que las tierras se están tomando, como dijo el ciudadano Avilés, de donde las hay; sabed que se organizan compañías de expropiadores objeto de dividir los latifundios, que esto se está haciendo en casi todos los lugares en que ha habido revoluciones. Así es que no cabe el compañero Céspedes se oponga a nuestro proyecto cuando nosotros tratamos de que nuestro pueblo obtenga de una manera evolucionista, por evolución natural, aquello a lo que aspira, por lo que ha derramado tanto su sangre; sabe que nosotros necesitamos ir cumpliendo con estas necesidades populares, porque si no la válvula que no existe en estos momentos, porque esta ley es la válvula de seguridad para que la explosión no se produzca y que arrase y que pase sobre todos los derechos de que se ha abusado hasta el exceso, porque no han sido dirigidas por una inteligencia suficientemente capacitada y consciente; y no sólo ocupará la tierra, sino que destruirá todo el progreso realizado sobre esta tierra. (Aplausos.)

Por tanto, para entonces vendrá la controversia, por lo menos actualmente la controversia no es necesaria por el momento actual; la controversia está obstruccionando la marcha de la propia ley. Ya lo dijo, con muy buen tino el señor secretario de Agricultura y Fomento: "Este asunto se tratará en lo particular." Cuando el asunto se trate en lo particular, el señor diputado Céspedes y demás compañeros que opinan de la misma manera, vendrán a discutir con las comisiones y con los revolucionarios de esta Cámara, y la Comisión, con la satisfacción de que aquí se ha expresado la voluntad nacional, retirará el artículo si fuere necesario, para poner lo que se acuerde dentro de esta misma honorable Asamblea pero no sigamos obstruccionando esta ley precisamente fundándonos en querer perfeccionarla. Vamos a aprobarla cuanto antes en lo general; la Comisión ha observado con profunda satisfacción un fenómeno que es muy importante para que la Asamblea se dé cuenta de que la Comisión ha estado en lo justo. El proyecto de ley lo critican los extremistas, lo critican los que pretenden entorpecer la ley y retardarla indefinidamente y los que pretenden poner dentro de esta ley condiciones tales, que están fuera de nuestro medio y de nuestras circunstancias. Esa es la mejor prueba de que la Comisión tiene razón, está en lo justo, porque eso quiere decir que se ha adaptado al promedio de las necesidades y de las circunstancias en que se encuentra el pueblo mexicano. El ideal de esta ley, el fin capital que persigue es engendrar la pequeña propiedad respetando la producción.

Una observación: el compañero Céspedes ha observado, y habrán observado todos los demás ciudadanos representantes, que esta ley establece condiciones especiales que garantiza que no va a disminuir la producción precisamente por el hecho del fraccionamiento de tierras, por más amplio que sea o pueda ser este mismo fraccionamiento: de manera que esta ley, en su fondo, es absolutamente justa, esta ley está adaptada a las circunstancias y no sólo, sino que lleva sus consideraciones hasta el grado, de que si fuera cierta la aseveración de los que aseguran que el problema agrario no existe, entonces tendría su reflejo dentro de esta misma ley, y ésta no tendría aplicación si la necesidad nacional no existiera, porque si la necesidad nacional no existiera, no vendría ninguna solicitud de tierras, y no se fraccionaría ningún latifundio no viniendo ninguna solicitud de tierra. Si, en cambio, como creemos, es una necesidad nacional el fraccionamiento de tierras; si, como nosotros creemos, el pueblo está ansioso esperando que esta ley sea promulgada por el Ejecutivo de la Unión, después de ser aprobada por el Congreso, entonces veréis sucederse de una manera continuada y en todos los ámbitos de la República, veréis sucederse las solicitudes de tierras y los fraccionamientos de los latifundios, en virtud de las propias condiciones que la ley establece. De manera es que ya ve, pues, el compañero Céspedes, y los señores representantes que han opinado de la misma manera que el compañero Céspedes, que la Comisión precisamente ha querido dejar este punto establecido en un transitorio, con el objeto de no entorpecer la marcha general de la ley, y la Comisión ha tenido en cuenta un principio, al hacer su dictamen, que tenía que adaptarse a todas las circunstancias y consideró el caso de que la Asamblea quisiera que esta ley sólo tuviera acción en el Distrito Federal y Territorios. La Comisión hace advertir que este artículo transitorio no coarta la libertad a los Estados para legislar en cuestión agraria sino que, muy al contrario, satisface las aspiraciones populares y subsana, por el momento, el perjuicio originado en los Estados en que las legislaturas no legislen oportunamente. La observación que se hace de que no existen bases económicas para la ley, es absolutamente falsa. La misma Constitución establece, y me extraña que el compañero Céspedes no se haya fijado en esto, que deben emitirse bonos agrarios para pagar esta propiedad. La ley será dictada en seguida de ésta, porque forzosamente tiene que aprobarse primero el modo de obtener esa tierra, y después el medio con el que se va a obtener esa tierra; después se establecerán condiciones, por ejemplo, ya hemos expresado que los bonos agrarios serán recibidos en pago de cualquier pago agrícola que tengan que hacer en las oficinas públicas; podrá establecerse después que los bonos se reciban en pago de las mismas obligaciones, como hoy se recibe el infalsificable, que ya está terminado. Podemos establecer que los bonos se reciban hasta por concepto de una parte del impuesto federal; por ejemplo, en vez de fijarse el impuesto federal al 40 por ciento, establecer que la diferencia que haya entre el 40 y el 10 por ciento, se pague con bonos federales agrarios. Podemos establecer no sólo esto, sino otras muchas condiciones por las cuales el bono agrario tenga el valor efectivo y real, para que cuando nosotros establezcamos el bono agrario, no crean los señores latifundistas que les pagamos con tierras o con ilusiones, sino que, en efecto, se les paga con un papel que desde luego tendrá aceptación dentro de los mercados. Naturalmente que, como los bonos agrarios establecidos por la ley tendrán un valor un poco más bajo en el mercado, del valor establecido por la ley, es decir, que tendrán muy poca diferencia de valor entre lo que representan y el que se les dé en el mercado, éstos serán utilizados por los mismos interesados para pagar sus tierras, los cuales

saldrán de su compromiso con una poca más de economía. Si no existe, pues, ya ninguna razón para oponerse en lo general a este proyecto de ley, lo obvio, lo conveniente es votarlo desde luego. (Voces: ¡A votar!) Si hemos demostrado, si ha demostrado la Comisión que está de acuerdo tanto con el principio establecido en el proyecto de ley del Ejecutivo, como con la secuela de procedimientos establecida por el Ejecutivo; si no difiere del proyecto del Ejecutivo más que en los detalles, si el fondo mismo de la ley no está en abierta oposición ni viola en ninguna forma ningún artículo constitucional, entonces resulta que debe aprobarse inmediatamente este proyecto de ley para discutirlo en lo particular. En lo particular, la Comisión será dúctil, será blanda como la cera para recibir todas aquellas impresiones honestas, honradas y legítimas que se le hagan. La Comisión va a demostrar a la Asamblea que no tiene personalidad propia cuando se trata de juzgar los altos intereses nacionales, sino que no tiene más mira que satisfacer los deseos populares, las aspiraciones del país; no tiene más norma que la ley y no tiene más deseos que ser fiel intérprete de la opinión pública, representada aquí en la Cámara, por los señores diputados, para legislar sobre este capítulo, el más importante de la revolución. (Aplausos. Voces: ¡A votar! ¡A votar!) Por estas razones, y si queremos evitar que, con peligro para nuestra nacionalidad, las aspiraciones de los pueblos contenidas desde hace tantos años, vayan a éxplosionar en un momento dado, en vista de los obstáculos que les estamos poniendo para que logren al fin sus aspiraciones; si queremos evitar este peligro, es forzoso, cuanto antes, expedir esta ley, que es el cumplimiento de una de las más sagradas promesas de la revolución. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Martínez de Escobar.

El C. Céspedes: Pido la palabra. (Voces: ¡Que hablen! ¡Que hablen! ¡A votar! ¡A votar!)

El C. Martínez de Escobar: Iba a decir, ciudadano presidente, que en la conciencia de toda esta Asamblea está ya el aprobar la ley en lo general. (Voces: ¡No es cierto!) De manera que siendo las nueve menos cuarto, cansados todos los señores diputados, no tiene objeto, creo yo, seguir discutiendo esta ley en lo general; si la Cámara no lo cree así, hablaré con todo gusto, pero en realidad creo que no es necesario.

El C. presidente: Conforme a una disposición reglamentaria, cuando se trata de un proyecto de ley pueden hablar seis oradores en pro y seis en contra, y como cuando renuncian al uso de la palabra los del pro queda vivo el derecho de los del contra, se les concederá la palabra. De manera que no puedo acceder a su deseo. (Voces: ¡No! ¡No!) Yo suplico al ciudadano Martínez de Escobar que manifieste si tiene la intención de renunciar al uso de la palabra.

El C. Martínez de Escobar: No renuncio al uso de la palabra, pero comprendo que está ya cansada la Asamblea y es inútil seguir discutiendo.

El C. presidente: En vista de lo expuesto por el ciudadano Martínez de Escobar, la Presidencia no puede hacer otra cosa que suplicar a la Secretaría que consulte a la Asamblea si quiere dar por terminado el debate.

El C. Céspedes: Moción de orden. Antes de que su señoría consulte a la Asamblea, por conducto del señor secretario, si está suficientemente discutido en lo general esta ley, yo ruego a su señoría se sirva disponer que la misma Secretaría lea la fracción X del artículo 73 de la República.

El C. secretario Valadez Ramírez: "Artículo 73. El Congreso tiene facultad: Fracción X: "para legislar en toda la República sobre minería, comercio, instituciones de crédito, y para establecer el Banco de Emisión Único, en los términos del artículo 21 de la Constitución."

El C. Céspedes: No hay facultad para hacer esto. (Campanilla. Murmullos.)

El C. Rico G. Manuel: Pido la palabra, señor presidente. Para suplicar al ciudadano presidente se sirva dar orden para que la Secretaría nos informe cuántos son los oradores que han hablado en pro y cuántos en contra, porque creo que ya han hablado los oradores que prescribe el reglamento. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! ¡A votar!)

El C. presidente: Van a obsequiarse los deseos de su señoría.

El C. secretario Valadez Ramírez: Han hablado en pro el ciudadano Siurob para fundar el dictamen de la Comisión, los ciudadanos Manlio Fabio Altamirano, Manrique Aurelio, Franco Abraham, Siurob y Soto y Gama a nombre de la Comisión En contra, los ciudadanos Espinosa Luis, Domínguez Norberto, Serrano Gustavo, Céspedes Eliseo. (Voces: ¡A votar! ¡A votar! ¡Que se consulte a la Asamblea! Campanilla.) Faltan dos oradores. (¡Que se consulte a la Asamblea! ¡A votar! ¡A votar!)

El C. presidente: La Presidencia manifiesta que no teniendo facultad para resolver el caso, es la Asamblea la que dirá si continúa o no el debate.

El C. Del Castillo Israel: El asunto del fraccionamiento de los latifundios es un problema fundamental para la pacificación de la República; no sé yo por qué se trata de festinar este asunto. Hay seis oradores inscriptos en el pro y seis en el contra, y desde el momento en que esos oradores no han renunciado al derecho que tienen de hacer uso de la palabra, es porque tienen ellos algunos otros argumentos que oponer a los que se han expuesto en la tribuna. En esta virtud, ¿por qué esta Asamblea quiere festinar la resolución de un problema, de un asunto que por la trascendencia que tiene afecta a la vida de la República? Yo suplico a los señores compañeros que el asunto, por la seriedad que tiene y por la trascendencia que gravita sobre él y que resultaría después una responsabilidad a esta Representación Nacional, con la aprobación o reprobación de esta ley, no se festine este asunto. Podemos levantar la sesión y mañana continuar el debate. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Manrique: Moción de orden. Mi moción de orden consiste en manifestar que mientras no haya compañeros en el contra que reclamen su derecho para hablar, tácitamente aceptan ya que está agotado el debate. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Del Castillo Israel: Yo soy de los oradores inscriptos en el contra, yo reclamo mi turno.

El C. presidente: La presidencia sostiene el

acuerdo y por lo tanto ordena a la Secretaría preguntar.... (Desorden.)

El C. Del Castillo Israel: Soy uno de los oradores inscriptos en el contra, y yo reclamo mi derecho.

El C. Manrique: Entonces, señores compañeros, el compañero Martínez de Escobar, que está inscripto, no debe renunciar, porque hay oradores inscriptos en contra y que reclaman su derecho para hablar. No podrá, pues, la Asamblea, así se pusiese en pie toda ella, coartar el derecho de los compañeros para hablar en contra. Esto es lo debido. (Aplausos.) Yo exhorto, pues, en vista de que hay compañeros que no desean renunciar a su derecho de hablar, exhorto al compañero Martínez de Escobar para que conserve el suyo propio y a la Presidencia para que suspenda la sesión, que es lo indicado.

El C. presidente: En atención a que el Reglamento en su artículo III citado por el ciudadano Manrique autoriza a seis representantes para hablar en pro y otros seis que hablen en contra, la Presidencia no puede, después de haber oído a los señores licenciado Moisés Huerta e Israel del Castillo, que son de los que no renuncian al derecho de hablar, no puede, repito, acceder a que esto se ponga a la consideración de la Asamblea y como ya es la hora reglamentaria, se levanta la sesión y se cita para mañana a las 5 de la tarde (8.50 p. m.)