Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210428 - Número de Diario 37

(L29A1P1eN037F19210428.xml)Núm. Diario:37

ENCABEZADO

MÉXICO, JUEVES 28 DE ABRIL DE 1921

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I.- PERIODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II.- NUMERO 37

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA

28 DE ABRIL DE 1921

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior. Cartera.

2.- Se reanuda el debate del artículo 2o. del proyecto de ley sobre el fraccionamiento de latifundios. Las comisiones, previa discusión, obtienen permiso para retirar el artículo de referencia. Se presenta reformado y es discutido el artículo 2o.

Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. VASCONCELOS EDUARDO

(Asistencia de 131 ciudadanos diputados.)

El C. presidente, a las 6 p.m.: Se abre la sesión.

- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veintisiete de abril de mil novecientos veintiuno. - Período Extraordinario.

"Presidencia del C. Eduardo Vasconcelos.

"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta de la tarde del miércoles veintisiete de abril de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de cinto treinta y un ciudadanos diputados.

"Se aprobó el acta de la sesión celebrada el día anterior y en seguida rindió la protesta de ley, como diputado suplente por el 5o. distrito electoral de Jalisco, el C. Manuel Gutiérrez Aguilar.

"En votación económica se declaró con lugar a votar el artículo 1o., reformado, del proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios y en votación nominal, por noventa y ocho votos de la afirmativa contra treinta y tres de la negativa, se aprobó el citado artículo, que está concebido en estos términos:

"La nación reconoce que todo mexicano o extranjero naturalizado tiene derecho a adquirir y cultivar para sí, en la forma y términos de esta ley, una superficie de terreno cuyo rendimiento, dada una aplicación media del trabajo, sea bastante para satisfacer sus propios necesidades y las de su familia, y permitirle la formación de un ahorro con el que pueda hacer frente a las eventualidades del porvenir."

"Votaron por la afirmativa los CC. Aguilera, Aguirre Colorado Fernando, Aguirre Emilio, Alba de, Aldaco, Alessio Robles Miguel, Alessio Robles Vito, Alonzo Romero, Altamirano, Alvarez Vicente, Angeles, Arroyo Ch., Ayala, Azuara, Barbosa, Barragán Enrique M., Barrera de la, Bojórquez, Calderón, Cano, Carrillo Puerto Felipe, Castillo Porfirio del, Castrejón, Correa, Cuevas, Chapa, Chico, Damián, Díaz Soto y Gama, Dorantes, Fernández Martínez, Fernández Miguel B., Flores, Franco Abraham, Franco Cerqueda, Gámiz, Gandarilla, García Socorro, Garza Candelario, Garza Francisco, Gómez Rodrigo, González Marco Aurelio, González Martín V., González Rafael M., Guillén, Gutiérrez Macedonio B., Gutiérrez Teodomiro T., Guzmán Luis, Gutiérrez Aguilar, Hernández Alvarez, Hernández Coronado, Hidalgo Catalán, Lazcano Carrasco, Leyva, Lira, Llaca, Maldonado, Martínez de Escobar Federico, Martínez de Escobar Rafael, Martínez Fernando B., Martínez Gustavo S., Mastache, Méndez Manuel F., Montes de Oca, Morales Juan Angel, Moreno, Munguía Carlos B., Munguía Clemente, Olguín Jorge A., Ollivier, Ortega José Juan, Ortiz, Paz, Peña Francisco de la, Portales, Prieto Laurens, Quiroga, Ramos Esquer, Reyes Francisco, Reyes Tereso, Reynoso Díaz, Rico, Rodríguez Guillermo, Salazar, Salgado, Sánchez Gilberto, Sariol, Siurob, Soto Francisco, Tello Romero, Torre de la, Valverde, Vásquez, Velarde, Vergara, Vidales, Vizcarra, y Zárate. "Votaron por la negativa los CC. Acevedo, Aillaud, Alvarez del Castillo, Angulo, Arrioja Isunza, Borrego, Borstel von, Brilanti, Castillo Francisco, Castillo Garrido, Castillo Israel del, Céspedes, Cuéllar, Domínguez, Gómez Carlos, Gómez Cosme D., González Onésimo, Guadarrama, Lara César A., Lomelí, Luquín, Márquez, Miramontes, Ramírez Luque, Reyes Ignacio C., Rivera Constantino, Rodríguez Herminio S., Romero Ricardo, Sánchez Pablo H. Serrano Gustavo P., Tovar y Pérez, Valadez Ramírez, Vasconcelos y Zuno.

"Rectificaron hechos los CC. Gustavo P. Serrano y Emilio Gandarilla, y el C. Francisco Soto, inscrito con el mismo fin, renunció al uso de la

palabra. El C. Serrano fue interrumpido por aclaraciones de los CC. Siurob y Velarde y por una interpelación del C. Jesús Z. Moreno. El C. Gandarilla, durante su peroración, contestó a una pregunta del C. Paz.

"Se puso a discusión el artículo 2o. del mencionado proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios.

"En contra habló el C. Céspedes.

"El C. Soto y Gama, a nombre de las comisiones dictaminadoras, ofreció que se tendría en cuenta, caso de que el artículo llegara a reformarse, las observaciones de sus impugnadores e hizo una súplica a la Presidencia, que motivó aclaraciones de ésta.

"El C. Bojórquez usó de la palabra en pro, interrumpiéndole el C. Francisco Castillo con una moción de orden.

"El C. Gustavo P. Serrano, aun cuando varios ciudadanos diputados se opusieron a ello, contestó alusiones personales, y acto continuo el C. Bojórquez hizo una aclaración.

"Impugnó las fracciones (b) y (c) del artículo a debate el C. Luis Espinosa, quien respondió a una pregunta del C. Vito Alessio Robles.

"Contestó alusiones personales el C. Díaz Soto y Gama.

"El C. Siurob, a nombre de las comisiones, habló en pro y contestó interpelaciones de los CC. Francisco Castillo y Huerta.

"El C. Díaz Soto y Gama citó varias opiniones en materia agraria y en seguida el C. presidente, a las ocho y cincuenta de la noche, levantó la sesión."

Está a discusión el acta. ¿No hay quien quiera hacer uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. Aprobada.

- El mismo C. secretario, leyendo:

"Cámara de Senadores del Congreso de la Unión. - México. - Estados Unidos Mexicanos. - Número 471.

"CC. secretarios de la H. Cámara de Diputados. - Presente.

"El Senado de la República, por nuestro conducto, se honra haciendo presentes a la H. Cámara de Diputados, sus sentimientos de profunda condolencia por la sentida muerte del C. Atanasio Gutiérrez, diputado propietario por el 7o. distrito electoral del Estado de México, acaecida en esta capital el día 22 del mes en curso.

"Reiteramos a ustedes las seguridades de nuestra consideración muy distinguida. - México, 27 de abril de 1921.- L. J, Zalce, S. S. - E. del Valle, S. S." - Recibo con agradecimiento.

El C. presidente: Se reanuda el debate sobre el artículo 2o. Las comisiones piden el permiso de la honorable Asamblea para retirar su artículo 2o. y presentarlo reformado. Los ciudadanos diputados que estén por que se conceda la autorización....

El C. Manrique: Pido la palabra, Antes debemos saber en qué sentido.... (Campanilla.) He pedido la palabra, señor presidente....

El C. presidente: La Comisión ha pedido permiso para retirar el artículo 2o. y presentado reformado.

El C. Manrique: Pero me opongo a ello, ciudadano presidente, y para explicar el por qué de mi oposición pido la palabra a su señoría. Y concedida que me fue (Risas.) pido atentamente a la Secretaría se sirva leer el artículo reformado antes que se pida la resolución de la Asamblea. Sabiendo ya en qué sentido reforma la Comisión su proyecto, sabremos si le concedemos o no la venia a la Comisión.

El C. secretario Valadez Ramírez: Las Comisiones presentan reformado el artículo 2o. en la siguiente forma:

"Artículo 2o. Para realizar el derecho a que se refiere el artículo anterior, se considera de Utilidad pública, conforme al texto expreso del artículo 27 constitucional, la expropiación de los siguientes terrenos, en la extensión que sea necesaria y en los términos de esta ley:

"a) Los latifundios.

"b) Las tierras mantenidas en erial durante los últimos cinco años, siempre que su extensión exceda de cincuenta hectáreas."

El C. Manrique: Me opongo a la concesión del permiso, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Señores diputados: Inscrito previamente para hablar en pro del artículo a discusión hasta ayer, me creo obligado, en defensa del mismo artículo primitivo, a oponerme al permiso solicitado por la Comisión para retirar el artículo 2o. de su proyecto, presentándolo modificado en la forma que acabáis de escuchar. Ayer las comisiones consideraban como de utilidad pública la exposición de los terrenos enumerados en el artículo 2o. que eran en primer término, los latifundios, en segundo lugar los terrenos mantenidos en erial o no cultivados durante los últimos cincuenta años.... (Voces: ¡No! Cinco.) ¿Qué dije? (Voces: ¡Cincuenta!) Durante los últimos cinco años. Y finalmente los terrenos cultivados por procedimientos anticuados. Ahora la Comisión solicita permiso para presentar el artículo reformado y lo reforma aclarando el inciso (b), aclarando las condiciones que deben llenar los terrenos no cultivados para que su expropiación pueda considerarse de utilidad pública. Y siguiendo probablemente, obsequiando probablemente las indicaciones del compañero diputado Céspedes, la Comisión rechaza, la Comisión pide permiso para retirar el inciso (c). Quiere decir que ya no considera como causa de utilidad pública la expropiación de los terrenos cultivados por medios anticuados, por procedimientos primitivos y yo vengo a defender el criterio que campeaba en el proyecto de la Comisión en el artículo hasta ayer a discusión y que no hace otra cosa que copiar o que reproducir el criterio del proyecto del Ejecutivo. Que se considera, señores diputados, como de utilidad pública la expropiación de los latifundios, no es ya materia de discusión; al dar por una

enorme mayoría, acaso por unanimidad, su aprobación en lo general a la ley a debate, claramente expresó que su criterio era el considerar de utilidad pública el fraccionamiento de los latifundios; claramente expresó que el monopolio de las tierras constituía una rémora, un grave obstáculo para el libre desarrollo de la riqueza pública y que el acaparamiento de las tierras en manos de unos cuantos privilegiados constituía algo injusto y odioso que era fuerza deshacer. La discusión debe, pues, versar sobre la conveniencia de aprobar los incisos (b) y (c) del artículo ayer a debate. Sobre la conveniencia de aprobar la expropiación de los terrenos conservados en erial, es decir, los terrenos no cultivados durante los últimos cinco años, ya claramente expresó su criterio la Comisión por boca, sobre todo, del ciudadano diputado Díaz Soto y Gama; y es el momento de decir, ciudadanos diputados, - a guisa de paréntesis - que es fuerza que nos esforcemos por levantar el nivel de estas discusiones, que es fuerza que condenemos con nuestra reprobación clara y expresa a quienes pretendan discutir estas leyes, cuya discusión es, sobre todo cuando se desciende a la discusión de detalle en lo particular, de orden exclusivamente técnico, a quienes pretendan, digo, no usar de otras armas que la diatriba y la injuria. Señores diputados, es el momento en que debemos demostrar que estamos suficientemente preparados para discutir científicamente una ley de la índole y del momento de ésta, y traer aquí la hojarasca de la pasión es solamente, señores diputados, artificio para encubrir la pobreza, para encubrir la ignorancia del criterio. Yo no sé, señores diputados, ni concibo lo que pueden significar los yerros verdaderos o supuestos cometidos en su vida pública por alguno de los miembros de la Comisión cuando se trata de discutir la conveniencia de expropiar o no los terrenos no cultivados durante los últimos cinco años. Es éste el punto a debate: ¿Resulta perjudicial para la colectividad, resulta perjudicial para la República que haya individuos que mantengan sus terrenos no cultivados? Indudablemente que sí. La única objeción seria que puede hacerse a este artículo es la expresada por el compañero licenciado Céspedes. Sería injusto - decía Céspedes poco más o menos y es éste el argumento del contra - sería injusto expropiar terrenos no cultivados durante los últimos cinco años cuando su no cultivo claramente se debió a las condiciones anormales, a las condiciones de guerra y al estado de revolución por el que ha pasado la República durante los últimos cinco años. "Si se trata de terrenos situados en regiones del país que han sido azotadas por la revolución, sería evidentemente injusto castigar a los propietarios a quienes una dura necesidad impidió lo que habrían querido hacer: cultivar sus tierras" Es evidente que así presentado este razonamiento resulta plausible y no podríamos negarle nuestra aprobación; pero lo que impide, señores diputados, que pueda cometerse alguna injusticia es indudablemente la intervención de la Comisión Nacional Agraria. Si las comisiones hubiesen hecho la salvedad de que esto quedaría a juicio de la Comisión Nacional Agraria, entonces haríamos muy mal, señores diputados, en dar nuestra aprobación; a este artículo que podría conducir a la comisión de palpables injusticias; pero si la Comisión Nacional Agraria que suponemos previamente, y este es un postulado necesario, constituida por hombres justos, honrados y capaces, si la Comisión Nacional Agraria estudia detenidamente cada caso concreto y convencida de que el no haberse cultivado un terreno se debió no a mala voluntad o falta de iniciativa del propietario, sino precisamente al estado de revolución sufrido por la región, es indiscutible que la Comisión Nacional Agraria, señores, no podría decretar la expropiación de aquel terreno. De manera que hecha esta salvedad por la Comisión, el inciso merece que lo aprobemos. Dejar a juicio, dejar a la calificación de la Comisión Nacional Agraria la conveniencia de decidir, es decir, el decidir en cada caso concreto la conveniencia de esta declaración: es o no de utilidad pública la expropiación de tal o cual terreno mantenido erial durante cinco años.

El inciso (c) se refería, señores diputados, como debéis recordar, a los terrenos cultivados por procedimientos primitivos y anticuados. No sé por qué la Comisión, que había en un principio adoptado esta sugestión del proyecto, esta sugestión del ciudadano Alvaro Obregón, ahora la retira. Ayer mismo el ciudadano Siurob expresaba que había adoptado la idea solamente para someterla a la libre discusión de esta Asamblea. La verdad es que la Comisión no debió haber aceptado esta idea por vía de ensayo o de experimentación psicológica para observar qué efecto producía su presentación en la Asamblea; la Comisión debió haber estudiado esta idea detenidamente y una vez convencida de que tal idea resultaba plausible, debió haberla suscrito. No me explico, pues, estas vacilaciones de la Comisión que ahora quiere retirar una idea a todas luces plausible. Que estamos, señores diputados, desde el punto de vista agrícola, desde el punto de vista técnico en un estado de lamentable atraso en todo el país, es una verdad que no admite ya discusión. No se trata sólo de la propiedad menor o de la pequeña propiedad; si nos referimos a los latifundistas, si nos referimos a las haciendas de hombres a quienes se tiene por progresistas, nos convenceremos de esta dolorosa verdad, sobre todo si comparamos - que es fuerza comparar - lo que sucede en nuestro país con lo que acaece en otras naciones civilizadas, y si no fuera demasiado duro, diría con lo que acaece en otras naciones civilizadas. El arado faraónico, el arado egipcio, es todavía el que podemos observar trabajando en la mayor extensión de nuestra República; y en estas condiciones, señores diputados, cuando está demostrado en estos momentos que más que el cultivo extensivo es el cultivo intensivo de las tierras, el cultivo inteligente, la buena y cuidadosa irrigación, el empleo de semillas cuidadosamente escogidas como resultado de un estudio hecho en estaciones agrícolas experimentales, el empleo de tractores, el empleo de abonos cuya eficacia está ya cuidadosamente demostrada en las mismas estaciones agrícolas experimentales, que debieran estar diseminadas, profusamente distribuidas en todo el país; cuando esto, señores diputados, es ya evidente, cuando todos sabemos lo que significa el cultivo intensivo de las tierras, es

indiscutible que resulta plausible, que resulta digno de aplauso y de aprobación de nuestra parte el principio sugerido por el ciudadano Obregón cuando quiere que se considere como de utilidad pública la expropiación de aquellos terrenos cuyos propietarios, carentes de energía, carentes de iniciativa o carentes de inteligencia, no han podido reaccionar ni han querido pasar de procedimientos anticuados y primitivos, a procedimientos modernos de cultivo intensivo. Siendo esto así, señores diputados, y ya que el primitivo artículo 2o. claramente establece que todo estudio debe quedar a juicio de la Comisión Nacional Agraria, yo creo, señores diputados, que la Cámara no cometería una injusticia aprobando el artículo tal como ayer estaba presentado; de ahí que yo me oponga a que este artículo se retire; de ahí que, señores diputados, solicite vuestra aprobación al artículo primitivo.

El pensamiento, el espíritu del artículo de la iniciativa es indudablemente el establecer, el determinar un estímulo, un incentivo moral para que los propietarios abandonen los procedimientos anticuados o primitivos y adopten las ideas modernas que ahora privan en agricultura. En estas condiciones, señores diputados, dejando a juicio de la Comisión Nacional Agraria, que he de repetirlo, debemos suponer perfectamente formada por hombres capaces, inteligentes y honrados, creo que la Cámara habría podido determinar un favorable impulso para la agricultura nacional. De otra manera, ciudadanos diputados, seguiremos estimulando la holganza y la pereza de nuestros terratenientes. En hora buena que se proteja, en hora buena que el Estado estimule a los terratenientes progresistas, y esto sí porque ya hemos dicho que el espíritu fundamental de esta ley, que la finalidad de esta ley es determinar un aumento, es determinar una mejor distribución de la riqueza. De manera que cuando esta ley resulte atentatoria, si claramente se demuestra que el fraccionamiento hasta determinados límites comienza a amenguar y a disminuir la riqueza, lejos de aumentarla, entonces sí esta ley debe rechazarse o reformarse; pero mientras esto no se demuestre, tenemos derecho a afirmar, señores, que hacemos bien al estimular el aumento y la mejor distribución de la riqueza en nuestro suelo; de otra manera seguiremos observando este doloroso espectáculo que hemos visto en los últimos años, casi en todos los años que tenemos de vida independiente: de ver la tierra en manos de un pequeño grupo de holgazanes. Insisto en que hago ya una salvedad a propósito de los poquísimos propietarios, progresistas que hacen obras de irrigación, que están constantemente estudiando las modernas revistas de agricultura y los modernos tratados sobre la materia y que implantan amorosamente en su terreno todas las reformas modernas, todos los progresos del arte y de la ciencia agrícolas; me refiero naturalmente a la enorme mayoría de nuestros propietarios, verdaderos haraganes que practican el absolutismo y disfrutan de rentas tanto más pingües cuanto más extensos son sus latifundios y que van a gastar esas rentas al extranjero. Este estado debe acabar; que no esté ya la propiedad, señores diputados, injustamente acaparada y torpemente explotada por unas cuantos, en tanto que la enorme mayoría de nuestra nación, en tanto que algunas millonadas de indígenas mueren de sed y de hambre. Y esto, señores diputados, en el año de 1921, cuando ahora, con el apoyo y la protección oficiales el país se prepara, y al decir el país, debemos entender unos cuantos centenares de hombres, a festejar esto que se llama pomposamente el centenario de la consumación de nuestra independencia, dolorosa y enorme mentira, porque no puede ser independiente un país en el que hay todavía algunos millones de parias que no son dueños siquiera del pedazo de tierra que pisan, en que hay algunos millones de hombres que mueren de hambre, en momentos en que en Iguala, por ejemplo, se aprueba la erección de un monumento para conmemorar la consumación de nuestra independencia, en una región del país, doloroso es decirlo, en que no hay escuelas ni hay apenas vías de comunicación; y mientras esto siga, señores diputados, todas nuestras reformas seguirán asfixiándose dentro del terreno del verbalismo. Por eso os estimulo, señores diputados, a demostrar que positivamente queremos el mejoramiento de los más y a aprobar el artículo segundo primitivo de la Comisión, oponiéndonos naturalmente con nuestro voto aquí en estos momentos al retiro de dicho artículo. Yo os pido, pues, atentamente, señores diputados, por las razones expuestas, que déis vuestra aprobación al artículo 2o. tal como estaba primitivamente en el proyecto de la Comisión y que neguéis vuestra venia a la Comisión, aun cuando ésta pida, como sucede en estos momentos, el retiro de dicho artículo.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Lara César A.

El C. Lara César A.: Honorable Asamblea: Antes que nada debo hacer notar a esta honorable Asamblea, que el ciudadano Manrique no vino a hablar en contra de la solicitud de retiro que hace la honorable Comisión, sino que ha venido a defender el artículo que la Comisión pretende retirar; el ciudadano Manrique ha vertido aquí palabras que, efectivamente, para un discurso, están muy buenas, pero no para proteger al proletariado, que tanto se canta en esta tribuna, porque sería, con la aprobación del artículo 2o., en la fracción que el ciudadano Manrique pretende que se siga discutiendo, sería el proletariado el que llevaría la peor parte y los latifundistas con sólo comprar uno o dos instrumentos de labranza de los modernos, de los que ahora se usan en las naciones civilizadas, tendrían para que no se les quitaran los latifundios; en cambio, los pobres tendrían que ser despojados, porque no tendrían para comprar esos instrumentos modernos. Por estas razones creo que el ciudadano Manrique de muy buena fe, creyendo que lo que él defiende tiende a que se proteja al proletariado, está precisamente invertido. Además, el ciudadano Manrique dice que nosotros no tenemos aquí ni escuelas, ni vías de comunicación, y esa es precisamente la razón fundamental para que esos instrumentos de labranza no pueden entrar a las regiones apartadas de la República. ¿Por qué? Porque no hay vías de comunicación, y no habiendo vías de comunicación es imposible que los pobres, además de no tener con qué comprar la maquinaria para labrar

a tierra con el sistema moderno, tampoco podrían introducirla porque no hay vías de comunicación...

El C. Aillaud: En aeroplanos.

El C. Lara: ...solamente que el ciudadano Manrique pudiera proporcionarles aeroplanos para que pudieran llevar a las apartadas regiones de la República los instrumentos de labranza de sistema moderno. Yo, ciudadanos representantes, vengo a suplicar a vuestra señorías que tengan a bien aprobar que la honorable Comisión retire el artículo para reformarlo en el sentido que se ha leído. Muy loable es que la Comisión, haciendo a un lado su amor propio, que pudiera haberse sentido herido en la discusión que hemos tenido acerca de este artículo, haya vuelto a la razón, es decir, haya vuelto sobre sus pasos y nos haya traído un artículo que, aunque con ligera reforma que nosotros propondremos al impugnarlo - porque no está de acuerdo en todo con nuestro sentir -, sea precisamente el que venga a beneficiar al pobre, y no como lo dijo el ciudadano Serrano hace algunos días, a perjudicar exclusivamente al pobre. (Aplausos.)

El C. Manrique: Deseo hacer una breve aclaración, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Señores diputados: Sólo debo aclarar brevísimamente, que claramente dije que todo esto quedaba a juicio de la Comisión Nacional Agraria. Es corriente decir que nadie está obligado a lo imposible y que la necesidad carece de ley. En estas condiciones, señores diputados, es claro que si se demuestra que el poseedor de una pequeña propiedad no la ha podido materialmente cultivar por la escasez de medios de que dispone, que no tiene capital para traer tractores ni arados modernos, ni trilladoras ni todas esas adquisiciones de la moderna civilización, es claro que la Comisión Nacional Agraria cometería un absurdo al decretar esta expropiación. Por eso la Comisión ha hecho muy bien en hacer esta salvedad en su proyecto, tanto para el inciso (b) como para el inciso (c), a juicio de la Comisión Nacional Agraria. En estas condiciones, señores diputados, queda en pie mi afirmación: al dividir la tierra, vendremos a determinar una distribución más equitativa de la riqueza y a aumentar la producción. Por eso pido atentamente, señores diputados, que se niegue a la Comisión permiso para retirar el artículo.

Ya la Comisión en su proyecto, al hacer esta salvedad "a juicio de la Comisión Nacional Agraria", claramente determinaba que no se cometerían injusticias; si en un caso concreto se determina que el propietario por falta de capital no pudo introducir determinadas mejores ni determinado cultivo intensivo de sus campos, por este hecho sólo el propietario quedaría ya exento de la sanción de esta ley.

El C. Lara Cécar A.: Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente: Tiene la palabra para una aclaración el ciudadano Lara.

El C. Lara: Señores representantes: Quiero yo también hacer una aclaración relativa a la aclaración que acaba de hacer el ciudadano Manrique, repitiendo que todo esto queda a juicio de la Comisión Nacional Agraria. Yo digo, si nosotros podemos dejar ya determinado en la ley algo que pueda sujetarse después a la interpelación de la Comisión Nacional Agraria, que puede ser buena, pero que también puede ser mala, no veo la razón para que se niegue a la Comisión el permiso de retirar este artículo, que creo que es lo más justo, lo más equitativo y lo más honrado.

El C. secretario Valadez Ramírez: En votación económica se consulta si está suficientemente discutido el asunto. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se permite a la Comisión retirar el artículo para presentarlo reformado. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Hay mayoría de pie. Se permite a la Comisión retirar el artículo.

El artículo reformado dice así:

"H. Asamblea:

"Las comisiones agrarias unidas piden permiso para retirar el artículo 2o. de la Ley de Fraccionamiento de Latifundios, y presentarlo reformado en los siguientes términos:

"Artículo 2o. Para realizar el derecho a que se refiere el artículo anterior, se considera de utilidad pública, conforme al texto expreso del artículo 27 constitucional, la expropiación de los siguientes terrenos, en la extensión que sea necesaria y en los términos de esta ley:

"a) Los latifundios.

"b) Las tierras mantenidas en erial durante los últimos cinco años, siempre que su extensión exceda de cincuenta hectáreas, y que no se compruebe plenamente que por fuerza mayor dejó de hacerse el cultivo.

"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, a 28 de abril de 1921. - Antonio Díaz Soto y Gama. - Manlio Fabio Altamirano. - Ignacio C. Villegas. - Francisco Soto."

Está a discusión el artículo 2o. Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra sírvanse pasar a inscribirse.

El C. Castillo Francisco: Pido la palabra para una moción de orden, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Francisco Castillo.

El C. Castillo Francisco: Con el objeto de que la discusión, ciudadanos diputados, no se vuelva, como ayer, una maraña respecto del artículo 2o. que consta de varias proposiciones, de lo que resulta que unos hablan respecto del párrafo primero del artículo 2o., otros respecto de la fracción A, y otros respecto de la fracción B, y que la Comisión combate a unos y da razones a otros y que resulta que la Asamblea no se da exacta cuenta de cuáles son las fracciones que acepta la Comisión, de cuáles son los razonamientos en cada caso y, por consiguiente, no puede votar a conciencia cada uno de los párrafos de que consta el artículo; por eso, con fundamento en el artículo 129 del reglamento, que suplico a la Presidencia se sirva ordenar a la Secretaría que lea, pido, digo, que se divida la discusión de este artículo discutiéndose primero el párrafo primero, después la fracción A y en seguida la B, porque de esta manera entraremos de una manera franca y llana a la discusión de cada uno de los párrafos.

El C. Díaz Soto y Gama: Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Díaz Soto y Gama, de la Comisión: La Comisión daría la razón, desde luego, al compañero, si efectivamente hubiera discusión respecto del inciso (a); pero no cabe. Nadie discute en esta Cámara, ni puede discutir, que los latifundios estén sujetos a expropiación por causa de utilidad pública. Es el precepto constitucional; así lo dice el artículo 27. La discusión sólo cabe pues, respecto del inciso. (b). ¿Para qué nos metemos a dos votaciones nominales que resultan tan dilatadas? Yo pido a la Presidencia que en consideración a esto mantenga su trámite de discutir el artículo íntegro.

El C. Castillo Francisco: Para una aclaración, señor presidente. El señor Soto y Gama, miembro de la Comisión, da por sentado que no se discutirá el párrafo primero de la fracción A. Como se ha presentado un nuevo proyecto, hay que dividirlo; no se trata de votación nominal; basta con que se reserve para la votación nominal cada uno de los párrafos que se discutan, y de este modo resultará que no habrá tantas votaciones nominales cuantas sean las fracciones, sino que se reservará cada una para en una sola votación votarlas en caso de que no tenga discusión, de otra manera, se reservará la que solamente la tenga. Así es que insisto en mi petición y suplico que se lea el artículo 129.

El C. presidente: La Mesa consulta a la Asamblea, de acuerdo con la petición hecha por el ciudadano diputado Francisco del Castillo, con apoyo en el reglamento, si está de acuerdo en que las fracciones de que se compone el artículo a debate se discutan separadamente.

El C. secretario Valadez Ramírez: Los que estén porque la discusión se aga separadamente, se servirán ponerse de pie. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) Se hace la siguiente aclaración: el ciudadano Castillo Francisco, con apoyo en uno de los artículos reglamentarios, pidió que se separaran los incisos para ser discutidos cada uno en lo particular. (Voces: ¡No! ¡No!)

El C. Castillo Francisco: Tengo derecho, ¿por qué no?

El C. secretario Valadez Ramírez: Y como hay divergencia de criterio, por eso se ha sujetado a votación de la Asamblea este asunto. Los que estén porque se discutan separadamente los incisos se servirán ponerse de pie. No hay mayoría de pie. No se discutirán separadamente.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Marqueo Castellanos.

El C. Marqueo Castellanos: Honorable Asamblea: Mucho se ha dicho en esta tribuna sobre la cuestión agraria, que seguramente es de alta importancia para nuestra nación. Se han invocado infinidad de argumentaciones sin el conocimiento bastante, tal vez, de lo que es verdaderamente la condición agrícola del país, de las aspiraciones que sienten los hombres que viven de la tierra y que han estado toda su vida trabajando en ella. El artículo 2o., por lo que toca a la cuestión de latifundios, es enteramente aceptable; por lo que toca a los incisos (b) y (c), tal como estaban primitivamente, seguramente que podrían dar los resultados que se han pretendido siempre que la aplicación no viniera a referirse a épocas pasadas, supuesto que la gran mayoría de nuestros hacendados, bien por negligencia, bien por falta de capital, o bien en su gran mayoría por principio de rutina, han seguido cultivando sus tierras de una manera deficiente.

Creo, señores, que se procedió con bastante violencia al retirar el inciso (c), supuesto que, en cierta forma, el compañero Manrique nos hacía ver la utilidad de que fueran expropiadas, consideradas como de utilidad pública, las tierras que no estuvieran trabajadas por procedimientos modernos; pero, señores, sería injusto, sería prematuro exigir de los señores hacendados que de esta fecha o, mejor dicho, de la fecha en que fuera promulgada la ley, cinco años atrás se hubiera trabajado las tierras por procedimientos modernos cuando durante esa época en una gran parte del país no se podía trabajar con la libertad necesaria ni se gozaba de seguridades bastantes para poder invertir el capital necesario en la adquisición de maquinaria, abonos, procedimientos, etcétera. ¿Cómo, pues, vamos a castigar - si se puede entender la frase así - a nuestros terratenientes porque hayan dejado de trabajar sus tierras en épocas en que casi ni se podía vivir en los ranchos, en que seguramente, señores, hasta el pequeño terrateniente sufría porque llegaba algún jefe militar enemigo del orden y amigo de lo ajeno y despojaba al terrateniente hasta de los útiles de labor, para cogerse ese dinero? En las haciendas sucedía cosa semejante; algún hacendado quería trabajar y no se le dejaba, porque no tenía las garantías suficientes; porque si invertía algún capital en la compra de maquinaria, había, señores diputados, muchos militares que creían que el hacendado que poseía una máquina con que trabajar sus tierras de una manera científica, era un reaccionario, y muchos militares destruían la maquinaria. ¿Cómo, pues, vamos a aplicar la ley en estos casos, cuando la misma nación no ha podido dar garantías a los hacendados ni a los pequeños terratenientes para trabajar? Ahora bien, señores diputados; volviendo a la reforma tal cual está, encontramos:

"b) Las tierras mantenidas en erial durante los últimos cinco años, siempre que su extensión exceda de cincuenta hectáreas, y que no se compruebe plenamente que por fuerza mayor dejó de hacerse el cultivo." ¿Volveremos, pues, a establecer una pena para épocas en que era materialmente imposible el trabajo en las tierras, en que unos hacendados, por enemigos de la revolución, por enemigos de los derechos del pueblo, eran perseguidos y, por consecuencia, no podían estar en sus Estados; en que otros, por amigos de la rutina - como decía antes -, por ignorancia o por desconfianza; porque hay infinidad de hacendados, infinidad de terratenientes en nuestro país, que todavía dudan del éxito del cultivo intensivo, que creen que no les costea, que no les corresponde labrar sus terrenos con arados de vapor, con tractores, con la maquinaria científica necesaria a que no están acostumbrados, porque en la escuela que han recibido por herencia, el sistema de medias que dan a sus aparceros, a sus "terrasgueros", como se llaman en

Oaxaca, o a sus medieros, como se llaman en Jalisco, sus tierras, y que no se vuelven a ocupar de ellas; el mediero el terrasguero es el que hace la labor, el que la siembra, el que la cultiva, pone arados y pone los bueyes y, en muchas partes, señores, hasta las semillas? Esos hacendados ignorantes seguramente que debemos obligarlos a que trabajen sus terrenos de una manera científica; he allí el por qué de que yo creo que se procedió con violencia al permitir que se retirara el inciso (c), que de una manera terminante dice que deberían considerarse como de utilidad pública para la expropiación y el fraccionamiento, las tierras trabajadas por procedimientos antiguos. Yo creo, señores diputados, que deberíamos considerar hasta lo más mínimo este asunto, estudiarlo de una manera detallada, porque de otro modo no conseguiremos el resultado práctico que debemos perseguir. Seguramente que, si después de promulgada esta ley, los hacendados o los terratenientes continúan labrando sus tierras de una manera primitiva y anticuada, entonces sí cabe considerar como de utilidad pública aquellos terrenos y fraccionarlos. Seguramente, si no hay paz, no hay garantías, si no hay estabilidad, si no hay orden, mal podemos exigir ni al pequeño terrateniente ni al hacendado que nos demuestren que están trabajando sus terrenos científicamente; cuando, señores, si algún revolucionario llega a una hacienda y encuentra un tractor, o encuentra una máquina que no sabe siquiera para qué sirve, la rompe, la vuela, la destruye y declara a aquel individuo un cacique o un enemigo del pueblo. (Aplausos.) Lo hemos visto, señores, desgraciadamente en una gran zona de nuestro país; afortunadamente, yo soy de los que creen que no se repetirán ya esas barbaridades; yo creo que poco a poco los jefes revolucionarios que consideraban un tractor, que consideraban un molino de caña montado científicamente con todos los elementos necesarios, como una causa de obstrucción para el desarrollo de la agricultura, que creían que debería estar fraccionada y todavía con molinos movidos por bueyes y con el arado egipcio, porque de otro modo el hacendado que ponía un molino movido por una máquina de vapor era considerado, como ya digo un enemigo del pueblo, ya no lo harán así. Hemos destruido, pues, en una gran parte de la República la confianza agrícola, porque es la verdad, señores compañeros: llega uno a cualquiera hacienda y generalmente ni vive allí el dueño ni tiene un administrador suficientemente capaz, porque dice: ¿para qué labro mis tierras y las siembro, si cuando vaya a cosechar mi labor que tengo en buenas condiciones, llega el general H y me mete su caballada a que se coma mi maíz? Sencillamente no han tenido confianza, ¿y con qué derecho y por qué vamos a declarar que esas tierras no han sido labradas, que no han sido cultivadas? No, señores; yo, en concreto, propondría que dejáramos los dos incisos, pero que los reformáramos, que no les diéramos un efecto retroactivo, un efecto pasado; que les diéramos un efectué futuro; que si después de promulgada esta ley, el terrateniente, transcurrido un lapso de tiempo juicioso pues ustedes deben saber, señores diputados, que si en alguna parte en indispensable el tiempo, es en la agricultura, porque un comerciante que sabe que va a vender mucho, que va a tener mucha demanda de manta, la importa, emplea todo su capital y a los quince días tiene su mercancía y la realiza; pero el agricultor no, señores; el agricultor, para convertir una tierra virgen, una tierra nueva que no ha estado bajo labor, no puede hacerlo en seis meses, necesita tiempo, necesita tiempo para hacer sus obras de irrigación, necesita tiempo para abrir sus caminos carreteros, necesita tiempo para implantar su maquinaria; y por qué, pues, señores, vamos a exigir cosas que en la práctica no nos han de dar el resultado que necesitamos? Ahora, dejando el inciso como está, yo creo, señores, que satisface las necesidades agrícolas, las necesidades agrarias del país. Resultaría que un noventa y cinco por ciento o noventa y seis por ciento quizás, de la propiedad rural del país, estaría en condiciones de ser repartible. ¿Y a quién le vamos a repartir esa tierra? Me dirán los señores del pro que se irá repartiendo a medida que se vaya solicitando; pero, señores, un individuo que tiene el hacha suspensa del cuello, que de un momento a otro espera que le vayan cortando pedazo por pedazo hasta que lo dejen sin cabeza, ¿con qué deseos y con qué esperanzas va a trabajar sus tierras? (Aplausos.) Si dice: mañana o pasado, cuando yo empiece a trabajar mi hacienda, cuando yo empiece a trabajar mi propiedad, el vecino de enfrente, que no es amigo del trabajo, pero que sí le gusta la producción que ya está en trabajo, entonces viene y le dice a la Comisión Nacional Agraria: yo quiero que me des un pedazo de esa tierra, y la Comisión Nacional Agraria, con el derecho que tiene, viene y fracciona.

Naturalmente, señores, que el terrateniente, bien sea latifundista, bien sea pequeño terrateniente, pero que está comprendido en esta disposición, porque seguramente, señores, nosotros no podremos hacer una legislación para toda la República, porque es muy distinta la producción del terreno en cada parte de la República: en el Distrito Federal podemos considerar cincuenta, cien o doscientos hectáreas como un latifundio; pero en la costa de Jalisco, en la costa de Oaxaca, en la costa de Chiapas, donde existen grandes cantidades de terreno, ¿cómo vamos nosotros a considerar como latifundio cincuenta o cien hectáreas? (Aplausos.) Seguramente que no. Yo me opongo terminantemente, señores, tanto a que se haya retirado el inciso (c) cuanto a que aprobemos el inciso (b) que nos propone nuevamente la Comisión, porque ni uno ni otro, como están propuestos, satisfacen las necesidades del país; ni uno ni otro corresponden a los resultados prácticos: no nos llevan a la solución agraria. Debemos, sí, señores, exigir, poner el inciso tal cual estaba, únicamente reformándolo en el sentido de que surta sus efectos determinado tiempo después de promulgada la ley, porque así, señores compañeros, obligará al hacendado a trabajar sus tierras. Dirá: "Si de aquí a un año, de aquí a dos años, de aquí a tres años yo conservo esta propiedad sin cultivo, la conservo enteramente de monte, sin producción ninguna, el Gobierno viene y me la reparte, mientras que si yo la trabajo, si empleo cultivo intenso, si traigo la maquinaria suficiente, si desarrollo, si desarrollo una industria bastante, seguramente que entonces no se repartirá mi propiedad". Pero es para el porvenir, señores. Si

ahorita vamos a nuestros campos, señores, encontraremos que hasta los hombres más inteligentes, que hasta los hacendados de más prestigio, los hombres que tienen más capital, más ilustración, como decía antes, por principio de rutina, por flojera, por apatía, continúan laborando la tierra con el arado egipcio, según el procedimiento de darle al indígena la tierra a medias, y no son ellos los que dirigen su labor. Yo conozco infinidad de propiedades, tanto grandes como chicas, en que el dueño de la hacienda no sabe siquiera la superficie que tiene sembrada, y que va el dueño de la hacienda a su propiedad y no sabe ni cómo han sembrado, porque a él lo único que le interesa es que el mediero le entregue la mitad de lo que coseche, más lo que haya comprado por habilitación. Y, naturalmente señores que si nosotros de sopetón y porrazo venimos a declarar que debemos fraccionar todas esas tierras, llegamos a la conclusión que les hacía yo ver hace un momento, de que la gran mayoría de nuestras propiedades rurales tienen que estar listas para el fraccionamiento y que el propietario de una parcela de terreno que exceda de cincuenta hectáreas se limitará a trabajar nada más esas cincuenta hectáreas mientras tenga la confianza suficiente, mientras tenga el capital bastante, señores, porque las máquinas en nuestro país desgraciadamente no dan los mismos resultados que en otras regiones del mundo y debemos llevar a la práctica, debemos ver las cosas bajo la realidad de los hechos. Nosotros ponemos a trabajar un tractor en el Estado de Jalisco y ese tractor nos cuesta una cantidad dos o tres veces mayor que lo que puede costar en los Estados Unidos; no contamos con el personal suficiente para manejar esas máquinas. Si ponemos nuestras máquinas en poder de nuestros hombres de campo, de los jornaleros, a los cinco minutos dejan de funcionar porque no conocen el mecanismo. Necesitamos poco a poco irlos ilustrando, irles enseñando el manejo de las máquinas. Ahora sí es vergonzoso lo que pasa aquí, si para manejar un tractor necesitamos comprar la gasolina y establecemos en nuestra contabilidad rural dos ejemplos, abrimos una cuenta que titulamos "labor a la antigua", y otra que llamamos "labor científica, a la moderna", y le ponemos su debe y su haber a cada una, resultará que con diez o doce yuntas de buenos bueyes y con buenos gañanes, haremos una labor igual a la que realizan un tractor. Desde luego cargamos a la cuenta de "labor primitiva o a la antigua", diez o quince pesos que nos significa el gasto de aquellos bueyes que representan un capital muy insignificante, mil, mil quinientos o dos mil pesos que es un capital parcial, si la palabra está bien dicha, porque el buey se puede vender en un momento dado. Compramos un tractor bueno que nos cuesta seis, ocho o diez mil pesos; ponemos ese tractor a trabajar; vamos a comprar la gasolina, que vale aquí en la República dos veces más cara que el precio que tiene en los Estados Unidos, a pesar de que nuestro país la produce; y, por tanto, si con diez yuntas de bueyes labramos en un día dos o tres hectáreas de terreno y con un tractor aramos lo mismo, con bueyes gastamos diez o doce pesos y con un tractor veinte o veinticinco. (Aplausos.) He tenido oportunidad de ver esto en la práctica; lo he visto en la práctica, y esto tiene relación seguramente con estos artículos a discusión; yo no vendré a hablarles a ustedes de grandes tratadistas, no vendré a decir palabras floridas; pero sí vendré a traer siempre que se trate de cuestiones de tierras y de campo, algo que significa la experiencia de muchos años, algo que significa el conocimiento de una gran parte del país en cuestiones únicamente agrícolas, porque toda mi vida he sido hombre de campo. Yo digo, señores, ¿con qué derecho, pues, vamos a repartir esas tierras que no han sido cultivadas de cinco años atrás? Vamos a repartir las de cinco años después de promulgada esta ley en adelante, cuando el hacendado ya haya tenido el modo de cultivar, cuando el hacendado, señores, demuestre que no quiere trabajar. Yo soy amigo de la civilización y soy un hombre útil a mi país, soy un verdadero hacendado, no porque sea dueño de haciendas, sino porque sé aplicar mi inteligencia a la administración de mi hacienda; pero, ¿con qué derecho y por qué vamos a declarar que el hacendado fulano de tal que tiene tres mil hectáreas de terreno, y que no ha tenido ni capital ni elementos ni la revolución lo ha dejado trabajar, carece de deseos de trabajar? Nosotros debemos remitirnos a la época aciaga, no de hace cinco años, hace dos años; veíamos llegar al jefe militar a una hacienda y decirle al hacendado: "usted me da 200 hectolitros de maíz para mi caballada". "Pero, señor, si este maíz es el que tengo para mis peones". "A mí me importa una "tiznada", (Risas.) o me lo da o lo mando colgar (Risas. Aplausos.) ¿Por qué, pues, le vamos a quitar esas tierras a esos individuos? Vamos dándoles margen vámoslos poniendo en condiciones de que trabajen, vámoslos obligando a que empleen sus conocimientos. Pero, señores, no podemos obligarlos por lo de épocas pasadas. Démosles margen a esos individuos y si esos individuos no trabajan esas tierras, entonces sí con todo derecho se les dice: Te he dado garantías, has tenido paz, has tenido modo de poder adquirir el capital -porque hay que ver eso, señores; si no tenemos ahorita crédito, ¿con qué dinero van los señores hacendados a comprar maquinaria cuando no hay quien le fíe a ningún hacendado mexicano ni un centavo?

El C. Altamirano: ¿Con qué dinero ayudaron a Huerta?

El C. Maqueo Castellanos: ¿Con qué dinero ayudaron a quién? (Voces: ¡A Huerta!) Hombre, yo no lo sabré decir a usted, porque yo no ayudé a Huerta con ningún dinero; eso pregúnteselo usted al que le haya ayudado.

El C. Altamirano: Quiero aclarar, Como usted dice que los grandes hacendados no tienen capital para cultivar sus haciendas y están en la inopia más escandalosa...

El C. Maqueo Castellanos: No he dicho eso. Yo he dicho solamente, no los grandes hacendados, sino los hacendados no tienen dinero para cultivar sus tierras.

El C. Altamirano: La exclamación mía, en vista de lo que usted afirmaba, fue que entonces de dónde cogieron dinero para ayudar a Huerta.

El C. Maqueo Castellanos: Repito que eso no lo puedo contestar yo porque no soy hacendado ni ayudé a Huerta. Ahora vamos a suponer por un momento, sin concederlo, porque no creo que eso

haya sido, que usted ha sido revolucionario y que tal vez haya llegado en más de una ocasión a una hacienda a disponer de las pasturas. (Aplausos de las galerías.)

El C. Altamirano: Voy a explicar a usted en dos palabras lo que me acaba de atribuir.

El C. Maqueo Castellanos: Sólo he dicho que es posible que usted lo haya hecho.

El C. Altamirano: Precisamente, valido usted de esa forma retórica, usted ha querido hacer creer que yo he estado en esas circunstancias, y le voy a explicar que nunca me he encontrado en ellas.

El C. Maqueo Castellanos: Lo celebro.

El C. Altamirano: La única revolución en que he tomado parte de las armas en la mano ha sido la obregonista, que desgraciadamente no duró más que un mes.

El C. Maqueo Castellanos: Ahora voy a hacer a usted una declaración genuina..

El C. Manrique: Ingenua.

El C. Maqueo Castellanos: Ingenua. Hace usted muy bien en corregirme. Yo sí estuve en el caso de llegar a haciendas con dos o trescientos caballos, no llevaba un centavo de dinero; los caballos tenían necesidad de comer, era imprescindible que había que darles forrajes, que había que tomarlos de donde los hubiera y como se pudiera, y los hemos tomado, sí, señores y no solamente he sido yo; del general Obregón para abajo todos los jefes militares han hecho lo mismo. (Aplausos.) Que me diga el general Obregón si cuando estuvo en la campaña de León, Celaya, etcétera, llevaba su Tesorería, llevaba sus metales bastantes para ir pagando los forrajes que tomaba. No, señores, llegaba y los tomaba. (Murmullos.) Todos en términos generales, la gran mayoría. Naturalmente ¿qué confianza va a tener el hacendado para decir: señores, yo voy a trabajar mis tierras, voy a tener mis trojes repletas de maíz para que cuando venga un general o un coronel me las vacíen? Seguramente que no. (Aplausos.) El señor compañero Soto y Gama se muestra impaciente....

El C. Díaz y Gama: ¡Cómo, no, hombre!

El C. Maqueo Castellanos: Pero yo le voy a decir que no tiene razón. Debemos hacer historia de esto; se resuelve un asunto de trascendental importancia para nuestro país y no debemos aburrirnos del tiempo.

El C. Díaz Soto y Gama: ¡Es la misma idea repetida, por Dios!

El C. Maqueo Castellanos: Bueno, si usted quiere; es muy escasa mi ilustración y no me alcanza para decir a usted una idea concreta.

El C. Díaz Soto y Gama: Es la misma, repetida.

El C. Maqueo Castellanos: Bueno, será la misma repetida, pero le voy a demostrar que no hay razón para que legislemos para épocas pasadas. Vamos legislando para el porvenir, vamos obligando a los hacendados a que de la promulgación, de esta ley en lo de adelante se trabajen las tierras, y vámosles fijando un plazo razonable para que si no las trabajan entonces las repartamos; pero no vayamos, pues, a proceder de una manera violenta, porque dará como resultado esto, señores: que habrá infinidad de haciendas más o menos grandes, más o menos chicas, en donde se esté trabajando la tierra como se trabaja en la gran mayoría de la República, con el arado primitivo. ¿Y vamos a repartir esa propiedad? ¿Qué conseguimos con repartir esa propiedad? Sencillamente que deje de producir lo que está produciendo. Que no sean las haciendas que estén en producto las que se van a repartir inmediatamente, pero alegando que están cultivadas por medio primitivos, ¿pues qué, señores, el pequeño terrateniente, a cada pequeño terrateniente le vamos a dar un tractor le vamos a dar una sembradora, le vamos a dar una cultivadora para que cultive ya esas tierras de una manera intensiva? Seguramente que no; el individuo a quien le demos esas tierras vendrá a cultivarlas por los mismos procedimientos antiguos y no alcanzaremos más que una desorganización general. En resumen, creo que debemos hacer figurar en el artículo 2o. los dos incisos (c) y (b), pero reformados; que digan que las tierras mantenidas en erial después de tantos años de promulgada esta ley y siempre que no excedan de determinada extensión, estarán en el caso que fija la propia ley. Creo que así llegaremos a algo práctico y efectivo que no llevará la desmoralización general a los terratenientes. No soy amigo de los grandes latifundistas, ni tengo interés en defender a ningún propietario de tierras; pero soy hombre que he trabajado en el campo y que comprendo los efectos que puede dar esto en el ánimo del hacendado y del pequeño terrateniente. En Jalisco, especialmente, la propiedad está muy dividida, pero hay infinidad de pequeños terratenientes que tienen cien o doscientas hectáreas de terreno; esos individuos están pendientes ahora de nuestra actitud y están alertas para saber cuál sea nuestra resolución; están pendiente de si esta ley será de aplicación para toda la República o sólo regirá en el Distrito Federal y Territorios.... (Voces: ¡Ya se definió!) Todavía no se define, lo estamos apenas discutiendo. Si no se define, pues, esto aún, el pequeño terrateniente se limitará a trabajar sus cincuenta hectáreas, porque no tiene ni los elementos suficientes ni nada para poder sostenerse. Por consiguiente, creo que si ustedes de una manera juiciosa y serena estudian, verán la conveniencia del inciso (c) en el que sigo haciendo insistencia, porque si no obligamos, si no llevamos al hacendado de alguna manera a que trabaje sus tierras por los procedimientos científicos, seguirá en lo de adelante por muchos años más con los procedimientos de medias, de "tarrasqueros", con los procedimientos que siempre han tenido y tienen a la agricultura sumida en la mayor de las pobrezas. Por lo que toca al inciso (b) repito una vez más aunque el señor compañero Soto y Gama diga que constantemente estoy repitiendo, que no podemos, señores, venir de una manera tan ligera a despojar a los terratenientes sin las razones de peso suficientes. Vamos a obligarlos, para que si no trabajan en adelante científicamente sus tierras, entonces sí haya razón, entonces sí haya derecho; pero que se les haga una advertencia con el tiempo suficiente y se les haga ver y se les diga que si en el término de dos, tres o cuatro años, según ustedes lo estimen conveniente no trabajan esas tierras de una manera intensiva y con todos los aparatos científicos suficientes, entonces se repartirán; pero no así,

señores, porque así lo único que haremos será sembrar la desconfianza entre todos nuestros agricultores. (Aplausos, Siseos.)

El C. Díaz Soto y Gama: Pido la palabra como miembro de la Comisión. Se admiraba el compañero Maqueo Castellanos de que yo estuviera impaciente y es natural. Leí yo hace muchos años que hay hombres que tienen ideas cuadradas. (Risas. Aplausos.) Es lo que le pasa a este señor; tiene ideas cuadradas. Hay ideas que podría yo llamar evolutivas, circulares o espirales, así, porque van cambiando y se va pasando de una idea a otra; hay ilación, hay movimiento en el cerebro; pero en esto no hay idea, porque yo creo que las celdillas del compañero Maqueo Castellanos están configuradas de tal manera que una idea se encierra ahí, se estanca y no hay comunicación de una celdilla con otra, sino que todo queda así, y naturalmente se desespera uno,..... ¡porque se desespera uno! ¡Pues no tiene remedio! (Risas.) La idea de este señor es esta, una de tantas ideas cuadradas: no es posible el progreso agrícola en nuestro país, porque costará mucho la gasolina, porque no hay capital y porque llegaron los revolucionarios y robaron las yuntas. Vuelta y vuelta sobre lo mismo; y después esta otra idea cuadrada. opuesta: oblíguese a esos individuos a que hagan lo que ya dijo él que no podían hacer, y cuando se le dice que si tienen capital o no, declara que él no es hacendado. ¿Entonces para qué viene a hablar a esta tribuna si no conoce los datos del problema? Por fin, ¿tienen dinero o no tienen dinero los hacendados? En fin, este es un lío que no sé ni por dónde empezar, mejor dicho, sí sé. En San Luis de la Paz, allá cuando era estudiante, fui de vacaciones y platicando con un dueño de molinos de mineral me dijo: "Verá usted cuánto trabajo nos ha costado aquí que los mineros de San Luis de la Paz, Guanajuato y Pozos acepten molinos chilenos que desempeñan un trabajo superior al que se obtiene con los sistemas anticuados. El argumento que invocan es que no pueden prescindir de las mulas de antes". - "Pero hombre, ¿por qué es eso?" - "Es porque dicen que está demostrado que las mulas son la sal del beneficio". Se atribuía a las mulas una virtud mágica; se les consideraba indispensables. Lo mismo pasa aquí con las maquinarias que se ponen a funcionar; se dice que a las cuantas horas se destruyen y no funcionan, y una serie de cosas rarísimas; sin embargo de esto, el señor Castellanos, contradiciéndose, quiere que se ponga un plazo a los latifundistas para que empleen máquinas. Recuerdo también otro estorbo de los retardatarios eternos, porque hay gentes que llevan esto en la sangre; recuerdo otro caso a este respecto: la lucha de los dueños de las diligencias contra el ferrocarril. Era hermoso oír hablar a los dueños de carros contra el ferrocarril: - "Pero, hombre, esto es atroz, si no estamos en los Estados Unidos ni en Europa; si aquí media República vive de los carros, de las recuas y de las diligencias, ¿qué va a hacerse con esta intromisión del ferrocarril? ¡Este es un golpe de Estado contra la industria nacional! ¡Aquí casi todos somos arrieros!" Total: se establecieron los ferrocarriles y los arrieros se dedicaron a otra cosa, viniendo el progreso. Lo mismo aquí, vamos haciendo el progreso a pesar de todos esos obstáculos. Vino aquí a decirnos el señor Castellanos cosas que se las disculpo, porque, como dijo la prensa, es un campirano; pues bien, este señor nos soltó esta teoría despampanante: que esta ley es de efectos retroactivos. Nosotros los abogados tenemos un adagio, un axioma, que es este: "Quod satis probat, nihil probat". Lo que prueba demasiado, nada prueba.

El C. Manrique: ¡Nimium!

El C. Díaz Soto y Gama: En efecto, "Quod satis probat, nimiun probat. Hace tanto tiempo que yo estudié estos latinajos, que es claro que se me hayan olvidado un poco. Pues bien, lo que prueba demasiado nada prueba. Si aplicamos este argumento a otro caso, resultaría que tampoco podíamos expropiar los latifundios; ¿por qué? Porque dirían los latifundistas: ¿pero por qué no se nos advirtió antes que no podríamos poseer más que hasta tal extensión? Se nos aplica retroactivamente la ley; nosotros tenemos el derecho de pedir que se nos dé un plazo para fraccionar, que se nos dé tiempo. No sólo, sino que realmente toda reforma social, por el hecho de serlo, es innovadora. ¿Qué quiere decir reforma algo? Romper el statu quo. ¿Y qué quiere decir romper el statu quo? Introducir una novedad; esa novedad lesiona los derechos que forman el statu quo. La reforma social introduce un nuevo sistema, introduce un nuevo orden de cosas; luego lesiona el orden antiguo, y lesiona el orden antiguo, ¿cómo? atacando lo antiguo, es decir, dando efectos forzosamente retroactivos a leyes nuevas; pero, en fin, no hay necesidad de llegar a todo esto. Vamos a entrar más bien a los detalles del debate y más bien quizá será bueno analizar desde luego los conceptos por los cuales deben dividirse las propiedades. El primer ataque, el ataque fundamental de los revolucionarios contra los terratenientes, radicó en la falta de cultivo de las tierras; no de ahora, desde la época del imperio hubo mexicanos que se preocuparon por el problema de la apatía de los hacendados, por el daño que hacían dejando las tierras incultas, y desde entonces, aprendí yo en el Colegio Científico de mi tierra; desde entonces hubo un proyecto en San Luis Potosí, en pleno imperio, que consistía en esto: impuestos especiales sobre las tierras no cultivadas. Cualquiera que se acuerde del proceso ideológico que ha conducido a esta revolución, sabe que por ahí empezó la crítica contra los terratenientes. ¿Cómo es posible que estos hombres dejen las tierras sin cultivo? ¿Cómo es posible que en un país con tierras inmensas que puede dar cabida a una población 30, 40 u 80 veces superior a la actual, este país se esté muriendo de hambre? Está bueno que esto ideológicamente, la propiedad, como se ha dicho tantas veces, es una función social; a eso ha llegado la ciencia moderna ya la propiedad no es un derecho que por causas divinas o por causas sobrenaturales le viene al individuo; el individuo recibe su porción de tierra la porción de tierra de que está en posesión, chica o grande de la sociedad para la función social de producir. Eso se dijo en todos los tonos, de tal suerte que cuando no se desempeña esa función social, tiene derecho de intervenir la sociedad por causa de interés público, quitando la tierra a quien no la sabe utilizar. La mejor manera de burlar la función social

encomendada al propietario es cruzarse de brazos y no cultivar la tierra; de tal suerte que el primer motivo para justificar la expropiación es la falta de cultivo. Después viene el otro concepto ideológico, la otra causa de hecho y de derecho; la extensión de la tierra. Ya aquí viene otro concepto, el concepto de extensión grande, de extensión máxima que determina el monopolio, el cual evita la competencia por causa de la demasiada extensión y contraviene a la función social encomendada al propietario, haciendo que permanezcan sin cultivo tierras que se dan por la sociedad no para que permanezcan sin provecho, sino para que produzcan elementos, materias primas y todo lo necesario para la población consumidora. Esto es claro como la luz. ¿Cómo, pues, se quiere destruir esta dualidad de conceptos y decir que sólo los latifundios son expropiables? ¡Es todo lo contrario! Más derecho hay para expropiar lo no cultivado que los latifundios, entre otras cosas, porque respecto de latifundios entre la vaguedad, y respecto de lo no cultivado, no hay vaguedad posible. El propietario, con el sólo hecho de no cultivar la tierra, está perjudicando a la sociedad. Aquí entresaco las palabras de Napoleón: "No toleraré que una extensión de tierra que pueda dedicarse a alimentar una población, se destine a parques, a lugar de recreo o diversión". ¡Y peor, mucho peor, que no se dedique a nada!

Es inconveniente desde este tribuna recurrir a expresiones vulgares, pero esto es típico y gráfico: el latifundista que no cultiva es, exactamente, como el perro del hortelano, que no come ni deja comer; y ya se sabe, por otra parte, que mucho ayuda el que no estorba. Si un propietario de tierras no puede cultivarlas, que ceda el puesto a quien esté en aptitud de desempeñar la función social. Pero aquí nos entra el compañero retardatario Maqueo Castellanos con la amenaza curiosísima de que entonces resultará que la mayor parte de las tierras de nuestro país quedarán dispuestas para el fraccionamiento. ¡Pero si eso es lo que desea la revolución! Que se destruye la organización agrícola, ¡mentira! Sólo entrarán al fraccionamiento aquellas tierras incultas que sean solicitadas por los pequeños propietarios, que estén inmediatamente dispuestos a substituir al propietario haragán, al propietario holgazán, al propietario estorboso, al parásito aquel que se ha constituido en algo peor que el señor feudal, que se ha constituido en un estorbo para la sociedad, estorbo que debe ser removido.

El C. Maqueo Castellanos: ¿Me permite usted una interpelación? Con permiso, señor presidente. Si vamos a repartir esa propiedad, la tomamos de un rancho o hacienda para dársela a un pequeño terrateniente. ¿Ese individuo va a trabajar esa tierra de una manera intensiva y científica, o va a seguir con los mismos procedimientos rutinarios con que las está trabajando el hacendado? Tenga usted la bondad de contestar.

El C. Díaz Soto y Gama: Yo le diré a usted: aquí está esto muy claro; si se le dan elementos al pequeño propietario por medio de crédito agrícola....(Voces: ¡Ah! ¡Ah!) Un momento, vamos a poner los dos casos, un dilema: o se le dan elementos por el Banco Agrícola o no se le dan. Si se le dan elementos por el Banco Agrícola, como es lo que vamos a poner en leyes posteriores, el pequeño propietario estará en condiciones de cultivar aquello con procedimientos modernos. El otro extremo: si no se le dan elementos, explotará mal, cultivará mal, pero de todos modos, y en el supuesto en que estamos colocados, de que es una tierra inculta, de que es una tierra no cultivada ni bien ni mal, ni regular, el pequeño propietario cultivará mal o regular, lo que el haragán del latifundista no cultiva ni bien, ni mal, ni regular. (Aplausos.)

El C. Maqueo Castellanos: Estoy perfectamente de acuerdo con esto.

El C. Lara César A.: Moción de orden, señor presidente. Ruego atentamente a los señores compañeros Soto y Gama y Castellanos se sirvan perdonar mi interrupción; pero creo que estamos perdiendo el tiempo, porque están haciéndose interpelaciones y respuestas que corresponden al inciso que ya está retirado por la Comisión y aprobado por la Asamblea. (Voces: ¡No! ¡No!) Están refiriéndose a que si los terrenos expropiados van a ser trabajados intensivamente, con procedimientos modernos. Esto ya está completamente retirado; está a discusión únicamente el inciso (a) y el inciso (b); el inciso (c), a que se refiere el ciudadano Castellanos y al cual corresponde la respuesta del ciudadano Soto y Gama, está retirado por la Comisión.

El C. Díaz Soto y Gama: Nos estamos refiriendo a los terrenos no cultivados y a propósito de ello me hacía una observación el compañero, y me alegro de que me la haya hecho porque he demostrado, con la absoluta buena fe que le reconozco, que obstrucciona con sus escrúpulos, ¿verdad?, con sus tendencias retardatarias, espontáneas, no de mala fe, a una obra de reforma que tiene que hacerse y que se hará; es decir, es pesimista, y el reformador debe ser optimista; no tiene fe en el progreso en el cambio, y la Comisión, así como la revolución, tienen fe en el cambio: es toda al diferencia. Por eso la interpelación del ciudadano Castellanos viene admirablemente.

El C. Maqueo Castellanos: ¿Me permite una aclaración?

El C. Díaz y Gama: Con mucho gusto.

El C. Maqueo y Castellanos: Usted siquiera me concede que hablo de buena fe, lo cual me satisface. Me da el título de retardatario; lo acepto, porque no me gusta discutir esta clase de cosas. Lo que deseo es que la ley que estamos estudiando, sea de resultados prácticos, y no creo posible que si el propietario actual de la tierra ha estado imposibilitado, por razón de fuerza mayor, para trabajar sus terrenos, nosotros, sin una poca de paciencia, sin una poca de honradez, no queramos darle un plazo para que nos demuestre si su apatía o negligencia para no trabajar las tierras, provienen de desconfianza justificada, ya que durante la revolución no haya podido trabajar. De ahí vienen mis argumentos que, aunque sea en forma cuadrada, creo que he expuesto con justicia. Además, de la discusión viene la luz, y debemos cambiar impresiones para llegar a un buen fin. Puede usted estar seguro, compañero Soto y Gama, que aunque me siga juzgando retardatario, demostraré a la Asamblea que voy con la revolución y con sus principios.

El C. Díaz Soto y Gama: Con todo gusto

contesto al ciudadano Castellanos. El cree que los latifundistas de nuestro país han dejado de cultivar sus tierras exclusivamente porque ha habido revolución; porque los revolucionarios se han dedicado a hacer eso tan natural, de vivir sobre el terreno, puesto que no tenían presupuesto disponible, ya que no habían llegado al poder. ¿No sabe usted desde cuándo los latifundistas son haraganes inútiles, estorbosos y parasitarios? Desde el día en que se dio la primera encomienda al primer encomendero de Hernán Cortés. (Aplausos.) ¿Sabe usted por qué se hace el fraccionamiento de los latifundios? Por la misma razón que se desamortizaron y nacionalizaron los bienes de manos muertas. ¿Comprende usted lo de mano muerta? Pues a la mano muerta del clero no le tiene nada que envidiar la mano muerta de nuestros imbéciles y holgazanes latifundistas. (Aplausos.) Exactamente igual; tan pésimo administrador es de los bienes encomendados por la sociedad a ellos son los latifundistas, como pésimos administradores eran los conventos, igual, ni más ni menos; nada más que tratándose de los conventos se invocó la idea liberal, y la idea liberal, que es hoy la idea de la burguesía, la aprovecharon los liberales para combatir y derrotar al clero y para quedar en posesión de los bienes que le quitaron al clero; pero no para explotarlos mejor que el clero, sino para explotarlos tan mal como el clero. No sé si esta idea será redonda o será cuadrada, pero es exacta. (Aplausos.)

El C. Maqueo Castellanos: Como quiera que sea, redonda o cuadrada. Usted se refiere a los latifundistas o propietarios que no cultivan, y yo estoy enteramente de acuerdo con que los latifundios se repartan en la forma en que se quiera y como se quiera. Yo no me he referido a los latifundistas; primero necesitamos definir lo que se va a entender por latifundio.

El C. Díaz Soto y Gama: Eso viene después.

El C. Maqueo Castellanos: Mientras no sepamos lo que es un latifundio, mientras no lo definamos, estamos hablando redondamente, (Risas.) no cuadradamente. Yo me refiero, señor, a aquellas propiedades que exceden de cincuenta hectáreas sin constituir un latifundio; cincuenta y una hectáreas ya son repartibles, según ese proyecto de ley, y no son latifundio en ninguna parte, ni en el Distrito Federal.

El C. Díaz Soto y Gama: Evidentemente.

El C. Maqueo Castellanos: Y si aquí, en el Distrito Federal, un individuo, porque era perseguido por el carrancismo o por el villismo o por todos los "ismos" que hemos tenido, tuvo que abandonar su propiedad, porque de otro modo hubiera perdido su propiedad y su vida, tuvo que salvar la vida y ahora viene bienintencionado, porque ahora tenemos un Gobierno honrado, un Gobierno que no ejerce represalias ciegas, sino que persigue a los enemigos natos de la revolución; si vuelve, pues, este sujeto con buenos deseos a trabajar ese terreno que ha adquirido legalmente y que por fuerza mayor no ha podido hacerlo ¿por qué lo privamos de esa libertad? Y a solicitud mía, vecino de Guadalupe Hidalgo, voy y digo: esta tierra de fulano de tal, está comprendida dentro del inciso (b), y vengo y pido cinco hectáreas de terreno, porque don fulano no las ha trabajado hace cinco años, y tienen que dárseme. Esto no es un latifundio, señor. Yo con los latifundistas estoy peleado.

El C. Soto y Gama: Ya he entendido su idea, compañero, y se la voy a contestar.

El C. Maqueo Castellanos: Cuadradamente se la expliqué a usted. (Risas. Aplausos.)

El C. Díaz Soto y Gama: Se fijó el compañero Maqueo Castellanos, como entiendo que se fijó la Asamblea, en que la Comisión acaba de decir que por dos causas son expropiables las tierras: primero, por concepto de falta de cultivo, sean o no latifundio, es decir, por el hecho de la inutilidad de un individuo que se convierte en parásito de la sociedad, en estorbo; eso independientemente de la noción de extensión, pues son dos cosas distintas. Vamos a la noción de falta de cultivo. Dice la Comisión en su artículo reformado, satisfaciendo plenamente el deseo de justicia manifestado por el compañero. ¿Ve usted qué claro está esto? Se verá también cómo el compañero Maqueo Castellanos razona sin tomar en cuenta que ya su idea está tomada en consideración por el inciso reformado. Dice así:

"b) Las tierras mantenidas en erial durante los últimos cinco años, siempre que su extensión exceda de cincuenta hectáreas, y que no se compruebe plenamente que por fuerza mayor dejó de hacerse el cultivo."

Aquí está contestado todo eso de que los revolucionarios robaban y que se llevaban las yuntas y que por aquí y que por allá. Por eso me impacientaba yo ¿Qué más claro que esto: "siempre que no se pruebe plenamente que por fuerza mayor dejó de hacerse el cultivo"? Aquí entran todas las consideraciones que el compañero Maqueo Castellanos nos repitió. ¿Qué más se puede pedir? Ahora quiere el compañero que antes de llegar a la definición de latifundio, se defina desde luego. ¡Eso sí es curioso, si la definición tiene su lugar! Precisamente en esa definición se prevén todos los distintos factores que usted señalaba. Decía usted que no era lo mismo un latifundio aquí cerca de la capital que en la Baja California; por eso la Comisión establece un sistema técnico y no el de tarifas, tomando en cuenta toda clase de factores: densidad de población, proximidad de los centros poblados, proximidad de las vías de comunicación, el factor clima, el factor régimen meteorológico, todos los factores posibles; la Asamblea podrá agregar otros, y todavía se nos viene a criticar. Todo lo que usted estuvo diciendo y que yo tuve la paciencia de oír, está contestando en nuestro sistema; todos los que han aplaudido a usted eso de que el latifundio no es igual en un lugar que en otro, es lo que ha dado origen precisamente al escrupulosísimo y perfectamente técnico sistema de la Comisión y desde ahora enuncio este hecho a la Asamblea: si nos dedicamos a cambiar el sistema de la Comisión y se quiere recurrir al sistema en que primitivamente pensamos los revolucionarios, de la tarifa, de la cotización, digamos así, sobre los latifundios, yo les apuesto a ustedes que si son doscientos cincuenta diputados los que están presentes en esta Asamblea, nos presentarán doscientos cincuenta tarifas distintas sobre latifundios. Para unos el latifundio será de 300 hectáreas de riego y 500 de temporal; para otros de mil, dos mil,

respectivamente; para otros de dos mil y de cinco mil, etcétera. Este es un lío espantoso y ninguno tendrá razón, porque es claro que no es lo mismo un latifundio de cerca de México que en un desierto, como por ejemplo el Bolsón de Mapimí, y no es lo mismo cerca del ferrocarril, que a 800 leguas del ferrocarril, y no es lo mismo donde la población es absolutamente densa, que donde no lo es, y no es lo mismo la tierra caliente donde la riqueza es exúbera, que la tierra fría, que es enteramente distinta. Usted mismo se ha estado contradiciendo y dice usted que por tarifa se vaya a definir el latifundio. Eso lo vamos a demostrar completamente hasta la saciedad que es un disparate; precisamente la Comisión, haciéndose cargo, en esta vez sí por necesidad y por deber, de las objeciones técnicas ha definido el latifundio en la única forma posible técnicamente, no por reglas generales, porque yo le apuesto al compañero Maqueo Castellanos que todos los que aquí vienen a ufanarse de ser una maravilla en materia de conocimientos agrícolas, ni ellos ni nadie nos fijan extensión máxima, matemática, precisa, para el latifundio. Desde ahora desafía la Comisión a todos y cada uno de los que se crean competentes, competentísimos en materia agrícola para que encuentren un sistema mejor de definición de latifundio que el que contiene la ley. Hay mucho que decir, pero no quiero incurrir en los excesos oratorios del compañero Castellanos, y se reserva la Comisión el derecho de insistir sobre el particular cuando haya nuevos argumentos.

El C. Pérez Gasga: ¿Me permite una interpelación el orador? Puede aclarar el debate. En el artículo 3o. de la ley se define lo que es latifundio, y en el artículo 4o. se establecen las bases que debe tomar en cuenta la autoridad calificadora para decir cuándo un terreno es latifundio o no. Entiendo que, dadas las ideas expresadas por la Comisión, lo fundamental para clasificar un latifundio no es la extensión del terreno, sino que es la necesidad económica. En esta virtud y como en el artículo 4o. se establece que para clasificar un latifundio como tal, se debe tomar en cuenta la falta de cultivo en todo o en parte y los procedimientos primitivos o modernos empleados, si no nos interesa para nada la extensión, podemos dejar el artículo con la fracción única de latifundios, sin poner la (c) y la (d), puesto que ya en el artículo 4o. se dice que deberán tomarse en cuenta esos factores para hacer la clasificación.

El C. Díaz Soto y Gama, de la Comisión: Ahora entiendo menos que antes; ahora no entiendo nada. ¿Qué no ve usted que una cosa es latifundio y otra cosa terreno no cultivado, sea o no latifundio? ¿No lo ha dicho la Comisión tres veces? ¿No ve usted que de cincuenta hectáreas para arriba, lo que no constituye un latifundio, el sólo hecho de la falta de cultivo da lugar a la expropiación? ¿Qué no es clara que esa noción es completamente distinta de la noción de latifundio? Ahora, lo que dice el compañero no es exacto; no es cierto que la noción de latifundio esté ligada con el concepto de exención. ¡Qué barbaridad! Lo que dice el artículo 3o. ligado con el 4o. es esto: para definir un latifundio se discutirá la extensión calificándola de acuerdo con los factores que en seguida se expresan. Es decir, es una noción que tiene sus relatividades; no es una noción absoluta de extensión; es una noción que se completa por una serie de factores relativos. En materia de latifundios, todo es cuestión de relatividad. Entiendo que el compañero doctor De Alba ha dado alguna vez clase de Lógica, de Filosofía; pero de todos modos, el que haya estudiado Lógica se da cuenta exacta de la diferencia que hay entre lo absoluto y lo relativo; y lo que quiere explicar la Comisión es que si hay algo relativo es la noción de latifundio, y porque es relativo tomamos en cuenta diversos factores. Quisiera ser científico en este caso, pero más o menos me doy a entender. (Voces: ¡A votar!)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Espinosa en contra.

El C. Espinosa Luis: ¡Para una aclaración! Se ha acostumbrado que primero hable el contra, y en este caso, señor, habló el ciudadano Maqueo Castellanos en contra, después el ciudadano Soto y Gama como miembro de la Comisión; por lo tanto, corresponde al ciudadano que esté inscripto en pro hablar en estos momentos y después me tocará a mí.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Si el ciudadano Lara desea hacer uso de mi turno, se lo cedo con mucho gusto.

El C. presidente: En virtud de que han cedido su turno los ciudadanos Manrique y Lara Cesar, tiene la palabra el ciudadano Israel del Castillo.

El C. Manrique: Advirtiendo que no renuncio el uso de la palabra, sino que sólo me reservo para momentos más tarde.

El C. Espinosa Luis: Moción de orden, señor presidente. Me consta que el ciudadano ingeniero del Castillo desea hablar en contra de la fracción que se está discutiendo, por lo tanto resultaría una tanteada, como dice el compañero Castillo, que le cediéramos el turno, supuesto que debe hablar primero uno en del pro y otro del contra. (Murmullos.)

El C. Manrique: ¡Moción de orden, señor presidente!

El C. Del Castillo Israel: Voy a hablar en pro. (Voces: ¿Es tanteada?)Honorable Asamblea: Nunca como ahora en que está en el tapete de la discusión un trascendental problema, que es el problema nacional del fraccionamiento de los latifundios, siento que la naturaleza no me haya dotado de las facultades oratorias ni sugestivas para poder transmitir a vosotros algo que mi corazón me aconseja como revolucionario y que mi conciencia me grita, como soldado que he sido en las filas de la revolución y que he sufrido en esa propia revolución...(Voces: ¡Pruebas!) Suplico a todos vosotros que yo, neófito en estos asuntos parlamentarios, necesito que no se me interrumpa con esos monosílabos muy elocuentes, pero que tuercen mi discurso, porque no estoy acostumbrado a estas cuestiones. Suplico que por caballerosidad me dejéis hablar. La intención que traigo al venir a hablar en esta tribuna no es otra, como dije antes, sino manifestar aquí algo que mi conciencia me grita y que mi corazón siente, y quiero explicar, en una palabra, que el ciudadano Díaz Soto y Gama llamó vulgar lo que dije cuando se discutió esta ley en lo general y ya terminada la votación, con qué

quise reconcentrar mi pensamiento. En el ánimo de toda esta Asamblea, que es el parto de la última revolución, está que nosotros debemos resolver el problema agrario. No creo que los individuos que han hablado en contra ya sea de la ley en lo general o de alguno de los artículos en particular, lo hayan hecho porque pretendan que no se apruebe el principio fundamental de la reivindicación del jornalero o del proletario; justamente todos cuantos han venido a hablar aquí lo han hecho con la sana intención de que eso sea efectivamente un hecho; que no demos solamente una ley escrita, si no que sea efectiva y práctica; que dada la marcha de nuestro estado económico, se dicten leyes que al llevarse a la práctica el pueblo, después de haberlas saboreado, no diga lo que siempre ha dicho: que solamente se le han hecho promesas y que ha visto muy pocas realidades. Tanto los exaltados como los moderados de la Asamblea sostienen, como he dicho, el principio del establecimiento de la pequeña propiedad de acuerdo con el artículo 27 y solamente en lo único que diferimos es en la forma de llevar a cabo, en la forma de cristalizar esta idea, que ya está perfectamente sintetizada y clara en el artículo 27 de nuestra Carta fundamental. Pero el problema, señores, que tenemos enfrente no es un problema ni de una integral complicada, ni es tampoco un problema químico, consistente en la formación de la pólvora extraída del aire: no, señores. ¡Qué bello sería, señores, venir a hablar a esta tribuna de un último invento, en el cual se hubiera podido reconcentrar la energía calorífica y se hubiera podido substituir esa energía calorífica con todos los motores! ¡Qué bello, señores, sería que aquí viniésemos a discutir un problema del orden físico o del orden astronómico y que viniésemos a decir que ya habíamos descubierto la manera de hacer un viaje entre los planetas! ¡Qué bello, señores, sería tratándose de biología o de ciencias biológicas venir a decir aquí que ya ha concebido algún espíritu de la Asamblea una máquina para fabricar vidas! (Murmullos. Risas.) Y ni las ciencias matemáticas, ni las ciencias abstractas, ni las ciencias físicas, señor Paz, ni las ciencias biológicas, señor Avilés,...(Risas.) son tan complicadas como las ciencias sociales. Las ciencias sociales, señores, en donde todavía no tenemos termómetro, las ciencias sociales en donde todavía no tenemos barómetros para poder medir más o menos de una manera precisa, cómo influyen las distintas circunstancias en cada uno de los fenómenos económicos, es indudable, señores, que el problema es mucho más complicado. ¡Y todavía ante esta complicación de los problemas económicos venimos aquí a hablar de la socialización de la tierra, venimos aquí a colocarnos en un medio en el cual no vivimos! Traigo datos estadísticos porque, oídlo bien, en mi humilde concepto la estadística la única base fundamental de la cual se puede partir para resolver un problema económico. La República Mexicana, de acuerdo con el censo de 1910, tiene quince millones de habitantes, y esto es hablar con datos que están dentro de la verdad; en la República Mexicana hay quince millones de habitantes, de los cuales... 4.800,000, es decir, casi 5.000,000 son hombres; 5.000,000 son mujeres, y 5.000,000 son menores de doce años, habiendo cerca de 200,000 extranjeros. Así pues, son 5.000,000 de hombres los que constituyen el pueblo mexicano. ¿Y sabéis cuántos hombres son los que han sentido ese hervor de la evolución, esa decantada revolución, eso que aquí se ha venido a decir como si se estuviese pronunciando un discurso de propaganda y no hablando a una Asamblea de los asuntos importantes que tenemos entre manos? Se dice que todo el pueblo ha ido a la revolución, cuando que todos sabemos que si sólo una parte de ese pueblo ha ido a la revolución, lo ha hecho porque no deja de desconocer que hay un malestar entre las clases trabajadoras. A eso tiende la explicación de mi discurso. Ese pueblo, todos lo sabemos, e invito a cualquiera persona de los que integran esta Asamblea y que haya tomado las armas para que me diga si no tomó las armas en 1910, cuando todavía no se hablaba de nada de esto, para no permitir que Porfirio Díaz siguiera en la Presidencia; que más tarde tomamos las armas porque asesinaron cobarde y canibalescamente el presidente de la República y, finalmente, el grito de la revolución para derrocar a Carranza ha sido el grito de: ¡Viva el Sufragio Efectivo! (Voces: ¡No!) Un momento, señores. Yo no desconozco, señores, que estos sentimientos, que estos sentimientos no hubieran cuajado en el alma popular, si esa alma popular estuviese perfectamente bien en sus casas, como no ha cuajado en muchos de los que están cómodamente en sus casas. Pero yo, señores, no quiero ser unilateral; es necesario decir aquí la verdad, y aquí de la complicación de los fenómenos sociales. No solamente el pueblo fue a la revolución por tierras; eso es querer venir aquí a espantar a la Asamblea. ¿Qué acaso esos soldados que ahora se están distribuyendo la pitanza del presupuesto, esos que ahora se están prorrateando en forma de generales y coroneles el presupuesto ¿esos son los agricultores? ¿Esos son los que están deseando tierras? (Aplausos.) Y aquí traigo otro dato, señores, que también es estadístico y elocuente: El Ejército tenía en 1920, es decir, un año antes de derrocar a Carranza, y esto es hablar con hechos, 300 generales, 12,000 jefes y oficiales y 90,000 individuos de tropa. Después del triunfo de la revolución que se encabezó con el Plan de Agua Prieta, el Ejército tiene 700 generales, 20,000 jefes y oficiales y 96,000 individuos de tropa. Ya ven ustedes, señores, los señores que peleaban contra las fuerzas que defendían a Carranza, que nos trajeron aquí, según este dato que es de la Secretaría de Guerra firmado por el jefe del Estado Mayor General, nos trajeron 400 generales, ocho mil oficiales, y 6,000 de tropa. ¡Ni a un soldado por cada oficial o general! Y esto es hablar con hechos, estimable compañero Soto y Gama; esto no es venir aquí a alardear de que la revolución del Sur es la revolución de la República; esto es venir a hablar con hechos, señor Soto y Gama. (Aplausos.) Y yo que sí me precio de revolucionario, no desconozco ni por un solo momento, señores, que de ese malestar del proletariado será eternamente un peso que ya los agitadores, con razón o sin ella, lo toman para llevar a las masas a que sean carne de cañón para encumbrar unos personajes. Porque hasta ahorita, señores, no hemos hecho más que cambiar de personas. (Murmullos.)

Decidme, señores, ¿qué diferencia hay entre la situación actual y la situación de hace dos años? No hay más diferencia que ahoy (Murmullos. Voces: ¡Hoy!) todos esos señores que peleaban contra el Gobierno de hace dos años están mordiendo un pedazo del presupuesto, esa es la única diferencia; que el Ejecutivo actual se preocupa y demuestra una muy grande y muy buena intención sobre todo en la moralización de toda la administración pública... (Voces: ¡Entonces sí hay diferencia!) Y, finalmente, señores, que el Ejecutivo, haciéndose aparecer ante la nación como el hombre que se preocupa de los problemas nacionales, nos ha mandado aquí iniciativas de ley, como si nosotros no pudiéramos iniciar leyes y para hacernos aparecer como hombres que no trabajamos, nos manda aquí iniciativas como ésta y la ley de reformas a la Ordenanza o la ley de responsabilidad del Ejecutivo, que todos sabemos que serán pura letra muerta y que son verdaderas tanteadas...(Risas.)

El C. Manrique: ¿Estáis hablando en pro o en contra?

El C. Del Castillo Israel: Todavía no se sabe. Todos convinimos, señores, en que la ley de responsabilidad sería solamente letra escrita; hoy nos manda la ley de reformas a la ordenanza, y vemos que es otro golpe teatral. Allí se dice que el Ejército no debe tener más de cincuenta mil hombres, para que la nación vea que el Ejecutivo se preocupa porque estas chinches de la nación, estos parásitos de la nación, vayan siendo los menos posible. Es verdaderamente lamentable, señores, venir a ver cómo un problema económico que, vuelvo a repetir, de suyo es complicado, se viene a tratar aquí de una manera unilateral y se viene, finalmente, a hacer una verdadera arma política; aquí se habla de Calles, se habla de Enrique Estrada y de todo el mundo, menos de datos estadísticos que den luz en el problema, y aquí el señor Martínez de Escobar en días pasados, con elocuencia que le es característica y que yo mucho le envidio, decía que lo que nos había legado la conquista española era un triángulo fatídico; decía: en un vértice el encomendero, en un vértice el militar y en el último un militar... (Voces: ¡El clero!) el clero. Pues yo, señores, yo no creo que ese sea el veneno de la sociedad, yo creo que hay que decir que es un tetraedro, hay que colocar en el otro vértice a los políticos. (Aplausos.) Con ese tetraedro... (Burlas.) sí, señores, de cuatro triángulos, (Risas.) de ese triángulo habría que decir que penden de un vértice los políticos, y ese es el triángulo que está envenenando a toda la República; ese es el veneno, el ácido cianítrico que pulula en la República. Nos vienen aquí a predicar las últimas ideas que nos vienen de Rusia; pues eso, señores, es muy bonito; es, como vuelvo a repetir, como si yo viniese a predicar que ya había descubierto la manera de substituir el petróleo con el calor solar; pero todo eso, ¿verdad?, es bellisimo. No vengo con el objeto de exhibirme, vengo con el objeto de decirles a ustedes que mi humilde personalidad ha procurado estudiar el problema económico, y procuraré, señores, que de algo sirva una ley para que sea práctica, algo que se lleve a la práctica, no que se quede escrita, que se quede en los archivos algo que se quede para que lo chanchullé el Ejecutivo, algo para que lo chachulleé el latifundista a quienes tanto atacan los señores de la Comisión; pero que en realidad no hacen más que defenderlos con esta ley, a lo que no me atrevo a llamar ley o proyecto de ley, porque no es nada. (Risas.)Necesitamos nosotros, en esto ¿verdad?, hacer leyes prácticas, porque sabemos nosotros que a la hora que se pongan en vigor... (Murmullos.) Yo les suplico que no me interrumpan, porque no tengo la costumbre de hablar en público; si tengo un lapsus linguae, suplico que me dispensen, porque no tengo costumbre de hablar en público. Necesitamos señores, hacer leyes prácticas, no estarnos aquí ilusionando, no estar aquí sugestionando a una gran parte de hombres de muy buena fe que hay en esta Asamblea. ¿Por qué no hablar claro, señores, si la nación será la que nos juzgue en la posteridad? ¿Por qué no decir las verdades y por qué me voy a callar yo y no decir que después de los ejércitos contendientes vinieron trescientos generales más? No, señores, hay que decir eso públicamente. Estos señores que están en la revolución peleando por tierras, claro está que se volvieron generales y ya no les gusta ir a tomar la yunta, porque es mejor ser general. (Risas. Aplausos.) Así pues, señores, yo les suplico a ustedes que reconozcan mi buena intención, no es otra mi intención. En esta virtud, yo creo que las leyes que nosotros debemos dar desde este recinto, deben tener como base el progreso de nuestro pueblo, que ya véis, según los datos estadísticos, cuál es, y ¿sabéis como está distribuida la ilustración en este país? Pues lo vais a oír. De esos quince millones de habitantes, saben leer y escribir dos millones novecientos mil; son analfabetos doce millones. Bueno; de tal manera que yo pienso que las leyes que salgan de aquí deben ser leyes que se puedan aplicar efectivamente al medio actual económico en que vivimos. Ayer, algún orador, que no recuerdo quién fue, decía que en ciertos Estados no habían podido aplicar la Ley Agraria, porque se habían encontrado con que los gobernadores no querían; y no es verdad, señores; el mismo presidente Obregón vino a decirnos aquí que si aprobábamos el dictamen como lo presentaba la Comisión, el Gobierno se cruzaría de brazos, porque empezaría con esto: que los latifundistas no pagarían las contribuciones, y el Gobierno se moriría de inanición, y pues eso es lo que pasa, si no hacemos leyes prácticas, leyes adaptables a nuestro medio económico social, y estas leyes, para que sean posibles y para que el pueblo nos lo agradezca, para que vea que efectivamente venimos a defender sus intereses, necesitan ser a base de progreso.

Toda ley, señores, que no traiga como consecuencia un progreso en la masa popular, eso, señores, será muy avanzado, será muy precioso para venir a leerlo aquí y defenderlo con calor y con brillo; pero esa ley, señores, no hará progresar a nuestro pueblo, porque no se adaptará a ese propio pueblo. Y en tratándose, señores, del problema agrario, tengo yo la conciencia de que este progreso se mantiene solamente legislando a base de que todos y cada uno de los preceptos de esa ley, aumenten la producción, como lo ha repetido hasta el cansancio la Comisión; para ella, con muy buena intención, no quiere confesar o, en fin, tal vez tenga la

creencia - como yo - de que el proyecto de ley que se ha puesto a la consideración de esta honorable Asamblea, aumente la producción. Yo, señores, creo que con esa ley no se aumenta para nada la producción y lo que si se hace es defender a los hacendados, a quienes tanto ataca y quiere fusilar el ciudadano Soto y Gama, y que yo, después de escucharle en esta tribuna, digo: que esa ley es en defensa de los hacendados, a quienes el ciudadano Soto y Gama quiere fusilar, y yo creo que a quien debemos fusilar es al ciudadano Soto y Gama. (Risas. Aplausos.)

El C. De la Torre: Moción de orden. Ya ha pasado media hora y el orador no ha entrado en materia. Es lamentable verdaderamente, es ya mortificante el espectáculo que estamos dando y que de una manera tan miserable se robe el tiempo a la nación. Yo suplico al orador que tenga la bondad de ceñirse al punto a debate.

El C. Del Castillo Israel: Señores compañeros: Después de haber oído la poco caballerosa moción de orden del señor compañero, porque, lo vuelvo a repetir, no estoy ducho en estas lides parlamentarias, yo realmente me lastimo, me siento, me entristezco de ver que se me quiere coartar el uso de la palabra, cuando aquí nos han venido a pronunciar los políticos discursos de horas y horas, y nosotros hemos tenido la paciencia de estarlos oyendo. (Aplausos.) Pero ya que, efectivamente, señores, lo que importa es que hablemos del artículo a debate y una vez, porque no es verdad que yo no esté hablando del artículo, estoy sentando precedentes, estoy sentando prólogos... (Risas. Aplausos.) voy a demostrar, señores, que el artículo en cuestión, en toda su generalidad, no se adapta al medio económico en que vivimos, y me voy a permitir presentar a esta honorable Asamblea un sistema que se me ocurre que puede ser quizás más malo o menos bueno, como quieran ustedes, que el que ha propuesto la Comisión; pero voy a demostrar que este artículo absolutamente para nada está de acuerdo con el medio económico en que vivimos, y como no está de acuerdo con ese medio, resulta que si lo aplicamos, entonces nosotros entorpeceremos la marcha económica del país, y lo que vamos a hacer es no aplicarlo, porque no vamos a entorpecer la marcha económica del país, por poner en vigor una ley que es impracticable y que de aplicarla, se matarían las energías vitales del país.

Examinemos el medio en que vivimos; en este medio, como en todos los pueblos, existen individuos que se dedican a las industrias extractivas, es decir, a la agricultura y a la minería; existe otra clase de individuos que se dedican a la industria manufacturera, y a este gremio pertenece toda esa clase obrera que sufre también como el proletario de los campos, que también sufre y que también ha ido a la revolución, señores. Después, señores, hay otra parte muy importante del país que se dedica a la industria de transportes; todo el mundo sabe que la industria extractiva, la industria manufacturera, la industria de transportes y la industria comercial son las cuatro fuentes que forman el mecanismo de la marcha económica de los pueblos. En esta virtud, este país no puede desobedecer a esa ley, que es una ley económica, que es una ley de la cual no podemos prescindir, de la misma manera que no podemos prescindir de la ley de la evaporación de los gases y de la ley de la gravitación universal. Existen, además, otros ciudadanos de la República que se dedican a otros diversos ramos, y en entre ellos coloco a los fatídicos políticos, a los no menos fatídicos militares y a los no menos fatídicos empleados del Gobierno. (Risas. Siseos.) Sí, señores; vamos seleccionando. Si hay algún ciudadano compañero que me diga que he olvidado alguna otra actividad en nuestro estado económico, que me la diga para que busquemos, señores, a ver en cuál de esos señores... (Voces: ¿Y los curas?) Bueno, los curas... (Voces: ¿Y los periodistas?) También los señores periodistas. Bueno, señores; pues los curas y los periodistas; lo único que sé decir es esto: que nosotros vamos a repartir, que es nuestra intención, y ¿a quiénes vamos a dar las tierras, señores? ¿a los mineros? Indudablemente que me váis a contestar que no; ¿a los manufactureros? Vais a contestar tampoco que no; ¿a los señores ferrocarrileros, que también han prestado su contingente a la revolución? No. Y ¿a los comerciantes? Tampoco. ¿A los empleados del Gobierno y a los militares que hoy están viviendo de vagos? Pues tampoco. (Voces: ¡A los diputados! Risas, Murmullos. Campanilla.) Así pues, es entre los agricultores, es entre los agricultores, entre los cuales debemos de repartir esas tierras. (Voces: ¡No! ¡No!) Yo invito, señores, a que me digan esos señores que me dicen que no, si es cierto que un maquinista va a querer un pedazo de tierra o si un señor que es periodista o vosotros que sois políticos vais a querer un pedazo de tierra. (Risas y aplausos.) Y esto es hablar con hechos, señores; esto es ir a la mata, esto no es venir aquí a decir que la sangre derramada, que los colgados, y que los trenes volados. No, señores. (Risas y aplausos.) Pues bien, señores; ojalá que todos vosotros, como yo, penséis que solamente a los agricultores, porque ya el individuo que tiene consagradas sus actividades en otro género de industrias, de actividades económicas... (Risas.) No creo yo que ese individuo vaya a querer ser agricultor cuando ya tiene su comercio, cuando ya tiene su zapatería, cuando ya tiene su curato o su periódico... (Risas.) es la verdad, señores. El señor general Macario Hernández, que es agricultor y ahora es diputado, que gana mil pesos y que tiene un terrenito de quince hectáreas en Orizaba, no lo ha podido sembrar porque no tiene con qué. Y a mí me consta porque a cada rato me pide prestado dinero. (Risas.) Así pues, señores compañeros, no hay que hacerse ilusiones; hay que decir aquí las verdades, porque mañana será la nación la que nos juzgue, será la nación la que diga que fulano vino a decir mentiras. Aceptado, señores, que es entre los agricultores que son ellos las personas a las cuales se van a repartir esas tierras; veamos, señores, cuáles son los datos estadísticos que nos dicen en qué forma están esos agricultores produciendo ahora en la propiedad. ¡Qué problema más sencillo! Señores, pues la propiedad está dividida en la República entre tres individuos: Pedro, Juan y el que ustedes quieren; bueno, Tomás, (Risas.) y hay, señores, hay señores... (Voces: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!) hay algunos que tienen sus propiedades pequeñas y en esas viven tranquilamente, ¿y por qué esos viven tranquilamente queremos nosotros que todos

esos individuos que están trabajándolas, oídlo bien, como dice el ciudadano Espinosa, que las están trabajando a los hacendados, a esos son a los que debemos darles las tierras, señores? Y yo pregunto, señores: ¿esos señores de la Comisión creen que ese jornalero, que ese que gana cincuenta centavos al día, ese individuo va a tener elementos para que cuando le den un pedazo de tierra, ese individuo va a tener elementos para trabajar esa tierra, cuando que en esto que yo me resisto a llamar proyecto de ley, no se dice en qué forma se va a resolver económicamente ese problema. Yo pregunto, señores, ¿creen los señores miembros de la Comisión, a quienes no pongo en tela de juicio su criterio de revolucionarios, que esos señores jornaleros que están viviendo al día, que están diariamente pidiendo a la hacienda el litro de maíz para llevar el pan a sus hijos, esos individuos, señores, van a pedir una parcela para pagarla a veinte años de plazo, (Murmullos. Una voz: ¡Y para comprar tractores!) Y para comprar tractores, responde aquí un compañero. No, señores: esa es la verdad, señores. Nosotros necesitamos sembrar la pequeña propiedad entre esos señores que están trabajando los campos, que son la clases que sienten el malestar; esos señores que no tienen un pedazo de tierra en donde comer, a esos necesitamos dársela y esos sí las cultivarán, y ¿por qué la Comisión se ha encastillado y dice que no, que eso es una atrocidad, que no vamos a repartir las tierras que hoy están cultivadas? ¡si las que no están en cultivo nadie las quiere! ¿No el señor Martínez de Escobar tiene abandonadas en su tierra muchas hectáreas de terreno que nadie quiere trabajar, señor doctor Martínez de Escobar? Contesta que sí, señores. (Risas.) Pues no, señores: dentro de nuestra actividad económica, dentro del medio social en que vivimos, hay que procurar realmente el mejoramiento del proletariado, y ¿qué no hay capital, señores, para que esas tierras que se están cultivando ahora, que esas propiedades sean las que se les den a los jornaleros, que son quienes las piden y las necesitan? Y ésta es la clase social, señores, que siente el malestar, esa es la gente a la cual reclutan los políticos y los agitadores, enarbolando cualquiera bandera. Sí, señores; esa es la gente a quién hay que dárselas, no esperar a que las vengan a solicitar; pero claro es, ¿quién las va a solicitar si el señor general Macario Hernández gana mil pesos y no puede cultivar quince hectáreas? Claro es que un infeliz que gana treinta centavos no va a poder ni siquiera pagar al tinterillo para que le haga el ocurso, la solicitud a la Comisión Nacional Agraria. Eso es lo que pasa. Pues sí, señores, porque para la reforma, porque sí es una necesidad nacional el establecimiento de la pequeña propiedad para mejorar las condiciones del proletario; ¿por qué se deja a los señores hacendados que sus propiedades de tierra que han explotado con el sudor del hombre, por qué se deja que esos sí sigan? Por eso alguna vez que yo decía al ciudadano Siurob que esto es una traición a la revolución y que él se estaba haciendo cómplice de ella. Y, señores, me van a decir probablemente los de las derechas: repartiéndolas. Pero, señores, ¿Cómo vamos a hacer pedazos la propiedad, cómo vamos a hacer eso? Eso es imposible, no tienen capital, el hacendado es el que tiene el capital, y como dijo el presidente Obregón, el hacendado es el que nos da vida.

No, señores, si hay capital. El capital que tienen ellos mismos nos ha de servir; nosotros no tenemos capital, y ellos si lo tienen, el capital con que ellos explotan el sudor del pueblo; lo que hay aquí, señores, es un problema económico, esa es la verdad. Debemos nosotros decirlo alto, que el problema fundamental es el del capital y el trabajo; y nosotros lo que debemos procurar es dar una ley para que proporcione, para que se pague el trabajo de acuerdo con ese trabajo y que no lo resuelva todo el capital, y esto lo mismo tratándose de agricultura, que tratándose de personas que trabajan en fábricas o talleres; el problema es general. Y me dices ¿cómo? señores; ya os dije, protegiendo el capital; pero gravándolo, señores, no destruyéndolo. Ese es precisamente nuestro error, señores. Creen los señores extremistas de las izquierdas que el capital es un manantial de agua que nunca se acaba, pero para nosotros, señores, yo preguntaría a cualesquiera de ellos, ¿qué vemos si a un cuerpo humano se le saca la sangre? Pues de pronto arrojará mucha sangre, la que quieran, pero una vez que se le ha terminado esa sangre, el cuerpo se muere y se acabará. Eso es lo que pasa cuando se quiere destruir el capital; el capital no debemos destruirlo. Señor Manlio Fabio Altamirano, que sois uno de los extremistas más destanteados, nuestro error está en que hay en la República muchos pobres y pocos ricos, y lo que necesitamos es acabar con la pobreza de los pobres y no con la riqueza de los ricos. (Aplausos. Risas.) Aprovechándonos de esa riqueza para poner ese capital en funciones de reproducción y que tenga el capital su justo interés y el trabajo también un justo interés. La idea que se me ocurre a mí para solucionar este problema es la siguiente, señores, en tesis general y resumiendo: repartir las tierras, proponer que se fraccionen las tierras que actualmente están sin cultivar y estas tierras entregárselas a los individuos que las están trabajando actualmente, y del producto de esas cosechas ese individuo ganará para su sustento y ganará otra parte para pagar sus intereses que corresponden a ese capital, y otra parte para pagar esas tierras que quieren que pague después de veinte años con un rédito de cinco por ciento. Alguien me dice que la Constitución. No sé a que se refiere. Esa es mi idea, señores. Eso es lo que sí creo que va a llevar una mejora, lo mismo que sea en el Distrito Federal, que en los Territorios, que en todos los Estados; una mejora inmediata al jornalero a quien tanto hemos venido a defender aquí y eso será lo que constituya verdaderamente el mejoramiento las clases trabajadoras. Esta ley, señores, será inútil con que al individuo que solicite las tierras no le den elementos para poder vivir no sólo mientras las cosechas vienen, sino aun vivir en el caso de que las cosechas sean malas. En el Estado de Querétaro, señores, llegaron allí los revolucionarios a una hacienda, le quitaron un pedazo de tierra y después le quitaron otro pedazo a la hacienda y se los dieron al pueblo. Desgraciadamente, señores, muchas veces... (Siseos.) son hechos concretos, esto no es venir a hablar en el vacío, en el aire, son hechos concretos. A esos pequeños propietarios que se establecieron ahí, muchos

de ellos, que no tenían elementos para trabajar la tierra, se dispersaron, y los que fueron inteligentes y tuvieron fuerza de voluntad, que sí sembraron, que pudieron haber sido a los que se debió haber dado la tierra, desgraciadamente no se les dieron las cosechas y tiraron el terreno, los arados ¿y sabéis lo que hizo el hacendado? recogió sus yuntas, recogió sus arados, y dejó estos terrenos abandonados porque no tenía brazos. ¿Qué se consiguió? Fue hacerse que los terrenos que antes si producían porque los hacía producir el hacendado con el sudor de los jornaleros, después no producían nada y en estas condiciones se encuentran muchas haciendas. Así pues, señores, esas son mis ideas; pueda ser, compañeros, que no sean tan avanzadas como las del señor Manlio Fabio Altamirano; pero yo, señores, yo me metí, acabando de terminar mi carrera, de soldado a la revolución, porque sentí también ese malestar y sentí en mi corazón hervir la sangre de revolucionario y, sin embargo de eso, señores, creo que no vengo aquí con ningún exceso, vengo a decirles cuales son mis ideas y ojalá que estas ideas que considero buenas, puesto que son mías... (Risas.) se pudieran sembrar en el corazón de todos ustedes y pudiera hacerse algo que juzgo práctico; si tal no pasa, si tal no sucede, señores compañeros, yo no tendré más que lamentarlo, pero si sentiré la satisfacción de haber cumplido mi deber que es el de manifestar en un momento difícil para la patria, cual es, mi concepto, la solución de un problema de alta trascendencia nacional. (Aplausos.)

El C. Siurob: Pido la palabra, señor presidente, para moción de orden.

El C. Manrique: Ciudadano presidente, reclamo mi turno.

El C. presidente: Para una moción de orden tiene la palabra la Comisión.

El C. Siurob: la moción de orden consiste en que aunque a este orador se le concedió la palabra en pro, en realidad se le toma como en contra, puesto que él ha querido hablar en contra del artículo; ha sido la intención de él.

El C. Manrique: Es rigurosamente exacto lo que afirma el compañero Siurob; yo le cedí mi turno en la inteligencia de que lo cedía a uno del pro; en consecuencia, reclamo mi turno, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique.

El C. Altamirano: Pide la palabra la Comisión para una aclaración.

El C. Manrique: La Comisión solicita la palabra para aclaraciones.

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.

El C. Altamirano, de la Comisión: La Asamblea, y en particular las comisiones, han escuchado el larguísimo discurso, si así se le puede llamar a la sarta de... (Voces: ¡Disparates!)... Pues no quiero decir la palabra, que nos vino a decir aquí el talentoso ingeniero ciudadano Castillo. Me pareció o me parece, ciudadano Del Castillo que sois como estudiante de aquellos que no concurren nunca a clase y a fin de año se presentan a sustentar un examen y que a la hora de sacar la ficha y de decirle el sinodal cuál es su tema, procurará hablar de todo, de venenos, de ácido nítrico, de astronomía, de todo, para al final venir a decir tres palabras sobre el tema que se ha de discutir. La Comisión después de haber oído todas esas cosas, no tiene palabra que refutar al señor Del Castillo, porque no ha dicho nada.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Señores diputados: Como en realidad si nos esforzásemos eficazmente por concentrar el discurso del compañero Israel Del Castillo, podríamos muy bien reducirlo a brevísimo estudio de cinco minutos, también en pocas palabras, en pocos minutos debo de refutar los conceptos serios que pueda haber habido en su disertación.

Debo confesar, señores diputados, que he sufrido lo indecible. Es el mío un espíritu altamente comprensivo, que goza con la alegría ajena y sufre con el ajeno dolor. ¿Y sabéis lo que me hacía sufrir el escuchar al compañero Del Castillo? El observar a la siniestra parte del salón, pálido, con un tinte casi ceniciento, revelador de envidias, sintiendo en sus entrañas el torcedor del sentimiento de la propia inferioridad, a alguien que ha tenido hasta hoy entre nosotros el supremo galardón de ser el primero en oratoria festiva... (Risas.)... Aquel a quien todos nomine discrepate hemos concedido el primer sitio, el lugar más avanzado, el punto más culminante en materia de oratoria festiva y graciosa a la manera de Bertoldo... (Risas.)... Me refiero ya sabéis a quién. (Voces: ¡Nombres! ¡Nombres!)... A nuestro compañero de hoy más definitivamente destronado; el cetro de la oratoria campesina ha pasado a manos más vigorosas y más potentes: de Uriel Avilés a Israel del Castillo... (Risas.)... Pero la verdad de las cosas, la verdad de las cosas es, señores diputados, que hemos olvidado cuál es el tema a discusión. El compañero Israel del Castillo, a quien rebozaba hacía largo tiempo este discurso, al fin ha logrado ponerse en paz consigo mismo; este discurso estaba destinado a ser pronunciado en la memorable tarde del martes, de la última semana. Ahora el compañero Israel del Castillo, que comenzó por advertir que hablaría en pro, acabó por hablar en contra, y el compañero Israel del Castillo nos ha dicho, entre algunas gracejadas, algunas cosas serias. En tesis general se ha olvidado del punto a debate, cual es el artículo segundo de la ley. El artículo segundo reformado, gracias al cual la Comisión quiere que se considere, quiere que se declare de utilidad pública la expropiación de los latifundios, en primer término; y después, compañero don José Luis Solorzano, de los terrenos que hayan permanecido incultos durante los últimos cinco años. Terrenos,... (Siseos. Campanilla.) terrenos...(Siseos. Campanilla.)

El C. presidente: Se ruega al ciudadano Soto y Gama que interrumpa su conversación y ponga atención a lo que dice el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Advierte la Comisión justificadamente que los que excedan de cincuenta hectáreas y que no hayan podido ser cultivados a causa de fuerza mayor; en consecuencia, señores diputados, el artículo mismo encierra ya la refutación a los conceptos del ciudadano diputado Maqueo Castellanos. El ciudadano diputado Maqueo Castellanos, voluntaria o involuntariamente, portavoz en

estos momentos de los reaccionarios, habla de hechos posteriores a la realización de este proyecto y se bate en retirada y no pudiendo negar la utilidad de la ley, señala los defectos y lo que él cree imposible de llevar a la práctica y llega a hablar de la impracticabilidad de la ley. Se bate en retirada el ciudadano Maqueo Castellanos, pero el artículo a debate, es la parte que ha sido realmente discutida, inciso (b), resume con esta expresión genérica "causa de fuerza mayor" todos esos obstáculos a que ha podido aludir el señor Maqueo Castellanos. Esto queda, compañero, a juicio de la Comisión Nacional Agraria. No debe olvidarse que en los momentos en que decrete la expropiación y esto lo definen artículos posteriores de la ley, el terrateniente que se considera afectado por la medida reclama a la Comisión Nacional Agraria, presenta un alegato, un escrito, acompañado de toda clase de pruebas desde los planos de su propiedad, hasta las estadísticas de la producción en la misma y los libros de su administración, revelando las operaciones mercantiles verificadas en los últimos años. Todos los datos que el agricultor crea necesario aportar, suministrar, en defensa de su tesis, en favor de sus intereses, debe presentarlos a la Comisión Nacional Agraria. Si se trata de un terreno cuya expropiación se hubiese solicitado por haber estado, por haber permanecido sin cultivo durante cinco años, entonces, es claro, es evidente que el agricultor presentará una información testimonial comprobando que si es verdad, que si es rigurosamente cierto que su terreno permaneció sin cultivo, él puede comprobar con testigos fidedignos que tal cosa sucedió por que su región fue dolorosamente azotada por la revolución de los últimos años, que el general X o el bandolero N paso por su finca, y bien sabemos que el capital se retira a cada dificultad y a cada amenaza y a medida que desaparecen las garantías; en consecuencia, toca a la Comisión Nacional Agraria en cada caso concreto que se presente, en que se exhiba el motivo justificado, toca a ella el avalorar la fuerza de las pruebas y es evidente que la Comisión Nacional Agraria cometería una flagrante injusticia que seríamos los primeros en condenar si se decretase la expropiación de una propiedad de sesenta o de ochenta hectáreas cuyo propietario hubiese debido abstenerse de cultivar las tierras debido a esas circunstancias; en consecuencia, señores, la Comisión ha refutado. El artículo mismo refuta ya las objeciones de esta índole que pueda hacer el compañero Maqueo Castellanos y otros. El compañero Castillo, al tocar ligerísimamente el debate, propuso un sistema y con más gozo que el filósofo griego, exclamaba dándose una palmada en la frente: Eureka, he hallado una idea. Y nos propone, señores diputados, si lo que se quiere es remediar la miseria del campesino y del proletariado del campo, entonces no dividamos la propiedad, como quiere la Comisión que se divida creando lotes de veinte, treinta o sesenta hectáreas, si no es bastante la tierra, sino que a cada campesino le demos un lote de tierra para que lo cultive. Y esta luminosa idea del señor Israel del Castillo determinaría esto que llamaba Siurob el desmenuzamiento de la propiedad y entonces sí, compañero Israel del Castillo, revelaríamos los diputados una crasa ignorancia en la materia determinando el desmenuzamiento en la propiedad y creando cinco, diez o quince millones de parcelas en la vasta extensión de la República Mexicana, no habríamos logrado la finalidad que perseguimos al expedir esta ley, cual es - no debemos olvidarlo - el aumentar la producción, el intensificar la producción y el determinar una distribución más equitativa de la riqueza. Dar a cada proletario del campo inmediatamente y sin distinción alguna una parcela que cultivar, esto sí, señores, determinaría una evidente disminución en la producción de la riqueza; habría algunos cuantos centenares, quizá algunos millares de proletarios que pudiesen cultivar el pedazo de tierra que les tocase en suerte, la cultivarían, es claro para alimentarse a sí propios y para alimentar acaso a alguna persona de su familia; pero no se lograría la finalidad que esta ley persigue. No debemos olvidar, señores diputados - porque por olvidarlo hemos extraviado el debate con mucha frecuencia - , que la verdadera finalidad de esta ley concreta al debate no es tanto el fraccionamiento de los latifundios como la creación de la propiedad patrimonial y es algo en que la Comisión no ha insistido tanto como debiera, lo que en otros países se llama el home stead, la propiedad patrimonial. Esto es, el compañero Serrano lo ha apuntado atinadamente, el verdadero objetivo de la ley. Claramente se establece que el latifundio se fraccionará a medida que haya solicitantes de tierras. Querer, como pretendiera el compañero Maqueo Castellanos, que se fijase un límite de extensión territorial, un límite a la posesión de la tierra, sería determinar automáticamente y en plazo brevísimo el desmenuzamiento de la propiedad; y proceder así, señores diputados, olvidando que la naturaleza no procede por saltos, habríamos destruido la propiedad mayor sin haber creado la menor. Estos conceptos con maravillosa claridad los expuso el general Obregón antes de ser presidente, en aquella ocasión que tuvimos el honor de escucharlo desde esta tribuna. Marcar un límite arbitrario a la extensión territorial que pudiera se poseída por un hombre solo, haciendo que este límite fuera el fijado desde el momento de la promulgación de la ley, sería determinar ipso facto el desmenuzamiento, el desmembramiento de la propiedad mayor sin haber creado la propiedad menor. Para evitar esto, el ciudadano Obregón en su proyecto primitivo propone la creación de la pequeña propiedad de modo tal que la propiedad mayor no hubiese desaparecido sino hasta el momento en que la propiedad menor hubiese ya automáticamente absorbido, paulatinamente, la propiedad mayor. Esta es la verdadera finalidad de la ley, la creación de la propiedad patrimonial, la propiedad del jefe de la familia, del hombre que puede cultivar un terreno, que baste, cuyos productos basten a la satisfacción de sus propias necesidades y de su familia, así como para la creación de un ahorro; esta es la verdadera finalidad de la ley, señores diputados, y es claro que debemos exigir que el peticionario, que el presunto terrateniente, el presunto parcelario y fraccionario garantice, oídlo bien, señores diputados, garantice que puede efectivamente cultivar la tierra. No debemos olvidar, y así contestaría la Comisión, así podríamos contestar los

defensores del dictamen victoriosamente a todos los impugnantes, a todos los impugnadores, no debe olvidarse que la finalidad es esta: aumentar la producción. Si el monopolio de la tierra en unas cuantas manos privilegiadas determinan un aminoramiento de la producción, fraccionemos las grandes propiedades, pero fraccionémoslas siempre que cada peticionario o solicitante de tierra demuestre, garantizándolo, que es capaz, que es capaz de cultivar eficazmente la parcela que se le asigne.

El C. Maqueo Castellanos: ¿Permite una interpelación el orador? Voy a ponerle un ejemplo, con permiso de la Presidencia. Yo soy propietario de una hacienda de mil hectáreas de terreno, la cultivo científicamente...

El C. Manrique: ¿Mil hectáreas?

El C. Maqueo Castellanos: Sí, señor. Poseo veinticinco tractores, tengo cincuenta trilladoras, sembradoras, etcétera, etcétera; en esos muebles invierto determinado capital...

El C. Manrique: Inmuebles, más bien.

El C. Maqueo Castellanos: Invierto determinado capital, tengo por vecino a un pueblo que me va poco a poco tomando mis tierras, las va pidiendo y se le van adjudicando; ¿Qué hago yo cuando me encuentro con que en lugar de mil hectáreas, quedó reducido a cien y tengo invertido un capital de medio millón de pesos en maquinaria agrícola para trabajar de una manera científica e intensiva mi propiedad? Tenga usted la bondad de decirme dónde meto esas máquinas.

El C. Manrique: ¿Ha terminado usted? (Voces: ¡Las vende o las regala!)

El C. Maqueo Castellanos: Si se trata de regalar, estoy de acuerdo.

El C. Manrique: Señores diputados: La objeción del compañero Maqueo Castellanos no es de desdeñarse, es la objeción de un hombre de espíritu práctico, por esto es que no la desdeño, yo la admito con toda su seriedad, sin considerarlo como una montaña que ha de aplastar el proyecto de ley.

- El C. Maqueo Castellanos: No es una montaña, pero si un obstáculo, un grano de arena.

El C. Manrique: Es un granito de arena. Es evidente, señores diputados, que a cada reforma social, a cada nuevo estado social debe corresponder un acomodamiento de la riqueza; es evidente, sobre todo, compañero Maqueo Castellanos, porque la Comisión, siguiendo en esto el proyecto del presidente Obregón, no quiere el fraccionamiento inmediato y urgente.

El C. Maqueo Castellanos: No digo urgente e inmediato, paulatino.

El C. Manrique: Paulatino. Que siendo evidente que la Comisión lo que quiere no es el fraccionamiento inmediato de la gran propiedad, sino el fraccionamiento paulatino y lento de la misma tierra, es evidente también que el propietario, sobre si suponemos que se trata, como en el caso del compañero Maqueo, de un ranchero ladino...

El C. Maqueo Castellanos: ¡De acuerdo!

El C. Manrique: Este ranchero ladino, compañero, dueño de mil hectáreas, y de buena maquinaria, no aguardaría torpemente, cruzado de brazos, a que llegase el momento de verse reducido a tener solamente cincuenta hectáreas para cuyo cultivar resultaría inservible la maquinaria calculada para hacer producir una finca de mil hectáreas. Es evidente que este ranchero ladino habría ido paulatinamente vendiendo su maquinaria; de manera que en rigor la objeción, compañeros, no me parece de peso, a menos que el compañero la presentase en otra forma.

El C. Maqueo Castellanos: Con permiso de la Presidencia. Muy bien, estoy de acuerdo con las observaciones que usted ha hecho. ¿No cree que con ello se limite la producción agrícola del país? Si un individuo no va a tener derecho de trabajar más que cincuenta hectáreas, porque lo natural es que ninguno de los que somos rancheros vayamos a pedir tierras adonde no sirven, vamos a pedir tierras a aquellas haciendas que ya vemos el estado floreciente, donde la inteligencia de su propietario ha hecho que la tierra se transforme en un vergel. (Murmullos.) Sí, señores; desde ahora vamos a coartarle la libertad a ese propietario, a ese hacendado y lo vamos a dejar reducido a cincuenta hectáreas, cuando en frente de esa hacienda tenemos otras mil hectáreas de terreno que no han sido cultivadas, que están allí, pero que no se ha invertido en ellas capital, que no se ha invertido inteligencia, que carecen de agua, que carecen de semovientes, que carecen de todo lo necesario, ¿por qué, pues, vamos a hacer pedazos aquella hacienda, por qué no les damos de las mil hectáreas de terreno para que cada terrateniente demuestre su capacidad, sus actividades? Porque es muy sencillo, señores, ir a recibir una porción de tierra después de que se ha sacrificado el hacendado o el ranchero cuatro o seis años hasta ponerla en condiciones de producción, porque un terreno que está en erial, que no se ha cultivado, no empieza inmediatamente a producir; si es montuoso, hay que desmontarlo, abrirle canales de irrigación, surcarlo, cercarlo, acotarlo, ponerlo en condiciones de producción, y si estando ya en estas condiciones viene el pueblo fulano y pide aquellas tierras, con derecho - porque tiene derecho para ello, según la ley -, empezamos a fraccionar las haciendas, yo, señores, les protesto a ustedes que no trabajaría una hacienda porque no acostumbro trabajar para enriquecer al vecino.

El C. Manrique: Señores diputados: La verdad es que los diálogos que en ciertos momentos prestan cierta animación al debate, hay momentos en que le restan esta animación. No voy a seguir en este terreno; pero como la objeción del compañero es aparentemente, sólo aparentemente, de peso, debo contestarla, debo desvanecerla. Parece que el deseo del compañero Maqueo Castellanos a cada paso es lo que llaman los tratadistas petición de principio. El compañero Maqueo Castellanos comenzó por suponer que está ya demostrado, que va a suceder tal cosa...

El C. Maqueo Castellanos: Sí está sucediendo.

El C. Manrique: Si vamos a cometer tal injusticia, los señores diputados darán su aprobación a la ley. Me basta recordar al compañero Maqueo, que hace pocos momentos el mismo dio a la Comisión armas para rebatirlo.

Decía el compañero Maqueo Castellanos, señores: si se demuestra que en un caso concreto ese hacendado deja de cultivar su terreno por fuerza mayor, ¿cómo vamos a obligarlo a fraccionar sus terrenos? y la Comisión pudo fácilmente rebatirlo diciendo:

Señor Castellanos, ya el proyecto de ley dice que cuando esto ocurra, cuando el hacendado haya dejado de cultivar cabalmente por fuerza mayor, no se les fraccionarán sus terrenos. Ahora el compañero Maqueo Castellanos incurre en análogo sofisma, nos dice: si frente a un terreno propiedad de un hacendado progresista, un terreno que sea un verdadero vergel, un terreno que la inteligencia, el esfuerzo, la iniciativa humanas, hayan podido transformar un desierto en un risueño jardín, si frente a ese terreno, digo, hay otro terreno eriazo que ha mantenídose sin cultivo por largos años, propiedad de un hombre indolente, que se pasea en Europa con los productos exiguos de su capital, ¿cómo vamos a fraccionar la primera propiedad, dejando íntegra la segunda? Pues es claro que no, señor Maqueo Castellanos. Cabalmente usted ha comenzado por suponer que va a suceder esto que afirma, señor Maqueo Castellanos, y con esto da usted armas a su propinante para combatirle. Ya en un artículo posterior, señores diputados - dicho sea de paso - , nos perdemos con mucha frecuencia en discusiones estériles por no abarcar una ley en su conjunto, por no relacionar un artículo aislado con los artículos que lo siguen o lo preceden, éste es el error del señor Maqueo Castellanos; si el señor Maqueo Castellanos hubiese tenido presente que poco más tarde, cuando se definan y precisan los factores que han de determinar la definición de latifundio, se enumera entre otros, la falta de cultivo en todo o en parte y los procedimientos primitivos o modernos empleados, la abundancia o escasez de brazos, etcétera, etcétera, no habría incurrido en este error. Es claro, señor compañero, que colocada la Comisión Nacional Agraria frente a este caso - y conste que el ejemplo es suyo - , un pueblo que pide tierras y que tiene a un lado una hacienda cultivada intensamente por procedimientos modernos, con un propietario lleno de entusiasmo y fe en el porvenir y en el progreso, y del otro lado un hacendado miedoso o como ustedes quieran llamarle, con la comparación que ustedes quieran que ha dejado sin cultivo ni explotación inteligente, sino cultivándolo torpemente, rutinariamente, por procedimientos primitivos y anticuados, en este caso el artículo 4o. claramente dice que la Comisión Nacional Agraria no deberá despedazar al propietario de iniciativa y de inteligencia y de laboriosidad, sino al propietario apático, rutinario.

Señores diputados: No debemos olvidar que el espíritu general de esa ley es el de una reivindicación contra los detentadores, contra los explotadores y contra los haraganes. El compañero Maqueo me dice que esta ley no dice nada. Es claro: El espíritu de una ley hay que saberlo extraer, ¿verdad? El espíritu de una ley hay que penetrarlo, por esto se erró tanto en la discusión en lo general de esta ley. Claro, el espíritu de la ley no está concentrado en un artículo determinado. Y, sin embargo, si el compañero se fija, podrá convenir que más o menos imperfectamente definido se halla esto en el artículo 1o., que entraña una declaración en la cual el Estado reconoce como de utilidad pública el cultivo de la tierra. Pues bien; lo interesante es esto, señores diputados: que no debemos olvidar que el espíritu de la ley es este: reivindicación contra los detentadores, contra los explotadores; esta ley va en contra de los haraganes y contra los parásitos, no contra los propietarios de inteligencia, de progreso y de laboriosidad. (Aplausos.)

El C. Maqueo Castellanos: Pero no está así la ley. La mente es esa, pero no está en la ley.

El C. Manrique: Es claro, señores diputados, es claro que si esta ley tiende - no hay que olvidar esta finalidad - a la distribución mejor y más equitativa de la riqueza y a acabar con el acaparamiento de la propiedad rural en unas cuantas manos de privilegiados, es claro que si observamos que la ley no llena sus finalidades, entonces debemos reformarla. El compañero Maqueo Castellanos apuntaba objeciones; hace muy bien de apuntar desde ahora, y apuntarlos desde ahora, antes de que sea demasiado tarde, todos los escollos y todas las impracticabilidades de la ley. En esto hace muy bien en poner a contribución su buena fe y su larga e indisputada experiencia; pero, compañero, aquí, ante todo, no hay que olvidar tampoco, aparte del aspecto práctico, el aspecto objetivo de la cuestión; no hay que olvidar el aspecto subjetivo igualmente. Claramente indicó el ciudadano Soto y Gama que todo progreso requiere optimismo y entusiasmo, y quienes sólo ven las dificultades prácticas, los escollos, las impracticabilidades de una ley, no progresarán nunca. Recuerde el compañero que, a pesar de todas las objeciones, la XXVII Legislatura promulgó la Ley de Tierras Ociosas... (Voces: ¿Y qué resultados ha dado?) Se a dónde va el compañero Maqueo Castellanos, secundado eficazmente por el compañero Cuervo; a todas sus objeciones bastaría responder con esta sola palabra: el país, al promulgarse la Ley de Tierras Ociosas, no había entrado, como no ha entrado todavía, del todo en plena paz y prosperidad; pero a pesar de todos los pesimismos y desalientos, debemos dar una ley, si nosotros estamos convencidos de que encierra un espíritu de adelanto, de progreso y de justicia. Y, señores diputados, no debemos olvidar que una ley expedida por esta Cámara, expedida por el Congreso de la Unión, no es nunca algo definitivo e intocable. Estamos en la plena época de experimentación, ya sé que hay pesimistas, y entre ellos podría citar preferentemente al señor Bulnes, que nos diría que es criminal experimentar con toda una nación. Ya sé que se tachará de torpe el haber externado indebidamente esta palabra; pero yo la digo con toda franqueza, y concluiré diciendo que estamos en una época de experimentación, y tenemos el derecho y la obligación de dar esta ley, esperando que sea de resultados prácticos. No hay que olvidar tampoco, compañero Maqueo, que esta sola ley no resuelve el problema agrario; que esta ley es una de tantas, es una de la serie. Es el comienzo, el principio; ¿por qué, entonces, ponerle obstáculos? debe crearse el crédito agrícola; el compañero Antonio Manero ha terminado un dictamen sobre el proyecto de Banco Agrícola para dar préstamos a los pequeños agricultores con determinadas garantías. En estas condiciones, señores diputados...

El C. Cuervo: ¿Me permite usted una interpelación?

El C. Manrique: En estas condiciones, señores diputados, después de expedir esta ley, sin rechazar, naturalmente, todas las objeciones de peso y

realmente serias que puedan hacernos Maqueo Castellanos y los demás impugnadores, no olvidemos, señores diputados, que el deber de esta Legislatura y el de la de las subsecuentes, es seguir atentamente la marcha de esta ley en sus aplicaciones a la realidad. Aquí entonces de la formación de una inteligente estadística, estadística que todavía no existe entre nosotros, a pesar de lo que quiera el compañero Israel del Castillo; aquí entonces de la labor, que será para el efecto utilísima, de todos los observadores desinteresados, y entonces, señores diputados, dentro de uno o dos años podremos observar cuál es el producto de la propiedad como consecuencia de esta ley en determinada región de nuestro país antes de aplicarse esta ley, y cuál es el producto dos años más tarde y si esta ley resulta, a la postre, impracticable, entonces, prescindiendo de nuestro amor propio, de nuestras limitaciones y mezquindades personales, deberemos reformar la ley. Pero ahora, compañero Maqueo Castellanos si estamos convencidos de que entraña un espíritu de progreso y justicia, a pesar de las objeciones hechas, de muchos pesimismos y de muchas desilusiones, debemos votar la ley. Ciudadano Maqueo Castellanos: si el Alighieri, cuya imagen evoca tanto vuestra fisonomía, hubiese conocido a nuestros hacendados, creo que hubiese hecho para ellos un círculo más en su infierno.

El C. Maqueo Castellanos: ¿Me permite una interpelación? ¿No cree el señor compañero Manrique que para que formemos la pequeña propiedad debemos, a la vez, proteger la propiedad rural ya establecida dentro de un límite de justicia; debemos, en pocas palabras, facilitar y dar garantías al ranchero y al hacendado para que puedan trabajar, y que si no hacemos desde ahora una ley juiciosa, cambiemos impresiones, que hablemos con toda libertad, que expongamos nuestros pensamientos sin herirnos y proferir palabras huecas, ociosas, sin venir a perder el tiempo discutiendo si usted piensa con un criterio cuadrado, redondo, obtuso o como quiera que sea, eso sale sobrando; debemos, con el derecho y la obligación que tenemos de emitir nuestro modo de pensar, sin rendirnos incondicionalmente ni al criterio del señor general Obregón, ni al criterio de la Comisión, ni al criterio de ninguno, por que en ese caso no podremos hacer nunca una labor patriótica? Debemos, cada quien, poner nuestros pequeños conocimientos, sellados siempre con la buena fe; debemos contribuir de una manera honrada y sincera a la elaboración de una ley tan seria y tan trascendental como la que estamos discutiendo, y no seguir el principio, que es vicioso entre nosotros, (Murmullos.) de estar siempre en puras experimentaciones. Si sabemos desde ahora que esa ley adolece de tal o cual defecto, debemos exponer nuestro modo de pensar, cambiar impresiones y no ofuscarnos. ¿Por qué, pues, si usted mismo comprende que esta ley no resuelve el problema, por que no la reforma, la estudiamos con más detenimiento y de una vez damos al país una ley completa, suficiente, bastante, que no nos ponga en ridículo?

El C. Manrique: El veneno está en las últimas palabras: "¿Por qué, pues, si usted cree - afirma el compañero Castellanos dirigiéndose a mí - que esta ley no resuelve el problema..." Yo no creo tal cosa, compañero Castellanos...

El C. Maqueo Castellanos, interrumpiendo: ¡Usted lo ha dicho!

El C. Manrique, continuando: Yo creo que esta ley resuelve el problema. A la objeción del compañero Maqueo Castellanos, contesto, para terminar, diciendo simple y sencillamente que esta ley no se dirige contra los propietarios progresistas e inteligentes; esta ley, - no lo olvidéis que el único tema a discusión ha sido el inciso (b)- se refiere a los terrenos mantenidos sin cultivo durante los últimos cinco años, y siempre que se demuestre que ello no ha acaecido por causa de fuerza mayor, es evidente que es de utilidad pública el decretarla.

El C. Avilés: Para alusiones personales.

El C. Gandarilla: Pido la palabra para hacer una interpelación al orador.

El C. presidente: Si lo permite el ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Con mucho gusto contestaré a la interpelación que desea hacerme el ciudadano diputado Carlos Cuervo.

El C. presidente: No la desea hacer el ciudadano diputado Cuervo, la desea hacer el ciudadano Gandarilla. (Murmullos. Campanilla.) La Presidencia ruega al ciudadano Manrique que se sirva escuchar: el ciudadano Gandarilla, por conducto de la Presidencia, desea interpelar al ciudadano Manrique.

El C. Manrique: Que sea enhorabuena, señor presidente.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Gandarilla.

El C. Gandarilla: Es verdaderamente consolador, compañeros, oír al compañero Manrique cómo se ha expresado hace unos momentos, con todo tino y con toda buena fe. Hay un punto principalísimo de su discurso que yo quiero hacer resaltar en estos momentos porque es de trascendendencia para las discusiones de mañana y quizá en lo sucesivo; este punto de trascendencia es el siguiente: Nos dice el compañero Manrique que en el proyecto del general Obregón y en el proyecto mismo que se había enviado a esta Cámara se establecía que se darían tierras a todos aquellos que acreditaran de una manera bastante su capacidad para aumentar la producción, finalidad que persigue el compañero Manrique con todos los bienintencionados. ¿Es cierto eso, compañero Manrique?

El C. Manrique: ¿Es cierto el qué, que he expresado eso? Sí compañero.

El C. Gandarilla: En consecuencia, el compañero Manrique, ratificando los conceptos del general Obregón, dice que se deberán dar tierras a todos aquellos que acrediten su capacidad para cultivarlas y quisiera que con esa amabilidad tan suya del compañero Manrique me contestara lo siguiente: si él que tiene más contacto con la Comisión, sabe por qué la Comisión, de golpe y porrazo suprimió en ese proyecto de ley que presenta, el artículo precisamente en que el señor general Obregón dice que se dé tierras sólo a aquellos que estén capacitados para cultivarla. ¿Tiene la amabilidad de contestarme esto?

El C. Manrique: Con permiso de la

Presidencia. Yo puedo contestar concretamente que no me he referido a algún artículo expreso, ni afirmo que la Comisión haya mutilado el proyecto de Obregón.

El C. Gandarilla: Yo lo afirmo.

El C. Manrique: Bueno, yo solamente quiero decir que es evidente que la finalidad, -yo, señores diputados, insisto en esto y no me cansaré de recalcarlo, insisto en esto - al discutir la ley en lo general, la finalidad de esta ley, como la de toda ley, en materia económica, debe ser aumentar el bienestar. Señores diputados, si se nos demuestra que el régimen feudal latifundista que tenemos en estos momentos es más benéfico para la mayoría del pueblo mexicano que un régimen de propiedad menor o fraccionada, yo, señores diputados, dejaría en pie el régimen feudal latifundista. Es evidente... (Voces: ¡No! ¡No!) Alguien dice que no, pero, señores, si hablamos de la miseria de algunos millones de parias y si argumentamos que es necesario terminar con esta miseria, con esta miseria que se basa en la riqueza de unos cuantos privilegiados y si luego se nos demuestra con estadísticas y con hechos y realidades que a la vuelta de tres o cuatro años nuestro país, desaparecida la gran propiedad, ha entrado en un estado de miseria, de atraso económico o moral, entonces, señores diputados, yo pediré que se vuelva al régimen feudal latifundista; pero ahora, señor compañero Gandarilla, no se ha demostrado esto; ahora han hablado los pesimistas y nos han hablado de lo que podrá suceder...

El C. Maqueo Castellanos: De lo que sucederá.

El C. Manrique: ... y a todas sus objeciones yo debo responder que debemos cerrar los ojos y arremeter.

El C. Gandarilla, interrumpiendo: ¿Me permite usted que termine?

El C. Manrique, continuando: En consecuencia, compañero, contestando concretamente a su interpelación, debo decirle que si la Comisión mutiló el proyecto Obregón suprimiendo la cláusula en que se refiriese a la necesidad en que estaban los pequeños propietarios, los solicitantes de tierras, de garantizar su capacidad para cultivarlas, compañero Gandarilla, declaro enfáticamente que la Comisión ha hecho mal...

El C. Gandarilla interrumpiendo: ¡Pues claro que sí!

El C. Manrique, continuando: y me reservo naturalmente mi derecho de presentar una iniciativa de adición a la ley para completar el proyecto. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Avilés. (Voces: ¡Mañana!)

El C. Avilés: Señores diputados: Cuando oí lo que el ciudadano Manrique me dedicó desde esta tribuna, vinieron inmediatamente a mi imaginación unos versos del gran poeta Rubén Darío, que comienzan así: "Este don Ramón del Valle Inclán, el de las barbas de chivo..." (Risas.) Este a quien yo no llamaría don Ramón, sino a quien yo llamaría don Aurelio, se me antoja precisamente a un cuentecillo que de niño me enseñaron en mi pueblo. Este se refería a dos compadres que se creían los más capacitados y los más inteligentes en el pueblo; siempre se juntaban para cambiar impresiones y comenzaba el primero, que recuerdo que se llamaba don Aurelio, (Risas.) y decía: "Compadrito, ¿quién es aquí el más inteligente del pueblo?" Y respondía el otro compadre, que recuerdo que se apellidaba Manrique: "Usted, compadre." (Risas. Aplausos.) Y el otro: "Cuál es, interrogaba el más inteligente? "Pues usted, compadrito." Y resultaba que solamente aquellos dos sujetos, es decir, el que se llamaba don Aurelio y el que se apellidaba Manrique, eran los dos únicos hombres inteligentes en el pueblo. (Risas. Aplausos.) Así se me antoja aquí el compañero Manrique. Viene a esta tribuna con aire de suficiencia completa y absoluta; él no está hecho para errar, y alguien me decía de él esto: "Si vieras, el señor Manrique tiene una manía." ¿Cuál?, preguntaba yo. "Todas las mañanas, cuando abandona su lecho lo primero que hace es ocurrir al espejo y hace gimnasia de palabrería, (Risas.) a tuzarse las barbas (Risas.) y ver cómo hace la boca y ver como viene aquí a decirnos palabritas cuando comienza su discurso con cierta medida, con cierto tacto, es decir, tomando la entonación del español, pero al poco rato, olvidándosele aquello, habla como cualquier hijo de vecino. (Risas.) Ustedes deben de haber notado esto ya en el ciudadano Manrique, que comienza aquí hablándonos a media lengua y termina muchas veces por hablar con los mismos disparates con que hablo yo. (Risas.)

El C. Manrique: Protesto, me remito al DIARIO DE LOS DEBATES.

El C. Avilés: Yo lamento sobremanera no tener la facilidad de palabra ni la inteligencia del señor Manrique, yo no lo envidio como el ciudadano Israel del Castillo, yo no envidio nada, absolutamente nada envidio; yo estoy satisfecho de mi yo. (Risas y aplausos.) Decía, cuando el ciudadano Manrique viene a esta tribuna a querer dar cátedra de todo, para él todo es tan fácil, y decía yo que lamento no tener esa inteligencia porque cuando el ciudadano Manrique bebía precisamente en las fuentes de la inteligencia y del saber, en la escuela, en la época del huertismo, yo andaba en el monte con el rifle en la mano defendiendo los intereses populares. Por eso es, señores diputados, que este señor Manrique viene y me compara a mí con Bertoldo. (Risas.) Pero sin tener en consideración que esos Bertoldos que han existido en todas las épocas, han sido los que han dicho siempre las verdades o los que han hablado siempre con el corazón. No crea el ciudadano Manrique que me ofendo porque me compare con Bertoldo, en nada absolutamente, al contrario, para mí es verdadera satisfacción. (Risas.) Con cualquiera que usted me compare, ciudadano Manrique, estoy perfectamente satisfecho, porque vuelvo a repetir que estoy satisfecho de mi yo.

Ahora sí el ciudadano Manrique, o más bien, cuando yo he venido a esta tribuna he traído siempre a ella, quiera o no quiera el ciudadano Manrique, he traído en mi léxico, si quieren usted en cualquier forma... denle ustedes el nombre de bruto si así quieren, pero siempre he traído una idea, un pensamiento, que cuántas veces ha encauzado la orientación de esta Asamblea, y el ciudadano Manrique ha sido muy injusto con venirme a atacar aquí en la forma en que lo ha hecho, cuando yo no le he dado absolutamente motivo para ello.

El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Perdonadme, hombre!

El C. Avilés, continuando: Pero él, como tiene la idea del exhibicionismo, como a él le gusta exhibirse todos los días, como antes decía, desde que amanece se exhibe en el espejo para coger nuevas modalidades y traerlas aquí, por eso es que hoy, no encontrando a otro que agarrar así de paso, me agarró a mí, (Risas y Aplausos.) y viene a quererse exhibir conmigo, pero nada más que como ustedes ven, ciudadanos diputados, le ha salido... (Voces: ¡El tiro por la culata!) respondona la suegra. (Risas y aplausos.)

El C. Manrique, interrumpiendo: No lo dije por tanto, Avilés.

El C. Avilés, continuando: Yo nunca he tenido la pretensión, y esto lo he dicho infinidad de veces desde esta tribuna, nunca he tenido la pretensión de ser un orador, ni siquiera tener los forros de orador; yo lo que sí he creído -y esto aunque sea una pretensión el decirlo - lo que sí he creído es que he que he sido hombre de buenas intenciones y cuando he venido aquí he traído buenas intenciones; pero el ciudadano Manrique, que siempre ha querido exhibirse y cuando no hay otro modo de exhibirse arrebata de aquí y de allí para venir a traer y presentarnos las modalidades esas que en verdad si el ciudadano Manrique tuviese un espejo frente cuando él nos espeta esas modalidades, indiscutiblemente que el ciudadano Manrique no quedaría muy satisfecho, o si tuviera más bien un fonógrafo y un cinematógrafo a la vez, donde se estuvieran reproduciendo sus modalidades y su voz, no quedaría muy satisfecho. Yo, por lo demás, ciudadanos diputados, vuelvo a repetir, acepto este mote de Bertoldo y quedo enteramente satisfecho de ello. Lo que sí es verdad es que ya estos hombres suficientes, estos hombres que se creen la suficiencia completa en todo, que se han llegado a creer unos superhombres, a la postre resulta que cuando se trata... precisamente lo acaba de demostrar en las interpelaciones que le hacía el compañero Castellanos, estos hombres que son maestros de todo y oficiales de nada, (Risas.) resulta a la postre que no son nada, nada, absolutamente nada; nada más son como el loro, que van y aprenden en este libro y en aquel y vienen a espetarlo aquí a esta tribuna; nunca han estado en la vida práctica, nunca han conocido lo que es la verdadera vida práctica; se han encerrado - y esto no quiere decir que yo reniegue de los libros, nada de eso -, pero se han encerrado en una biblioteca donde se van a amamantar no con ideas propias, si no con ideas ajenas, y esas ideas ajenas luego las vienen a espetar aquí con una aire de suficiencia que en verdad si tuviesen el espejo enfrente se avergonzarían.

El C. presidente: a las 9.20 p. m.: Habiendo llegado a la hora reglamentaria, se levanta la sesión y se cita para mañana a las cinco de la tarde.