Legislatura XXIX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19210519 - Número de Diario 47
(L29A1P1eN047F19210519.xml)Núm. Diario:47ENCABEZADO
MÉXICO, JUEVES 19 DE MAYO DE 1921.
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
AÑO I. - PERIODO EXTRAORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO II. - NÚMERO 47
SESIÓN*9
DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA
19 DE MAYO DE 1921
SUMARIO
1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior. Cartera. Se concede licencia al C. diputado Zárate. Usa de la palabra para rectificar hechos el C. diputado Manjarrez.
2.- Continúa la discusión del artículo 1o. transitorio, del proyecto de ley para el fraccionamiento de latifundios. A votación dicho artículo, se levanta la sesión por falta de "quorum".
DEBATE
Presidencia del
C. CHAPA PEDRO A.
(Asistencia de 127 ciudadanos diputados.)
- El C. presidente, a las 6:00 p.m.: Se abre la sesión.
- El C. secretario Saucedo, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día diez y ocho de mayo de mil novecientos veintiuno. - Periodo extraordinario.
"Presidencia del C. Juan Zubaran.
"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta de la tarde del miércoles diez y ocho de mayo de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento veintisiete ciudadanos diputados.
"El acta de la sesión celebrada el día trece del mes actual fue aprobada con una adición propuesta por el C. Manrique.
"Se acordaron de conformidad las solicitudes de los CC. Benjamín Carrillo Puerto, Natalio Espinosa y Gumaro Villalobos, relativas a que se les prorroguen las licencias de que han venido haciendo uso con goce de dietas, por quince días a los dos primeros y por un mes al último.
"También se concedió licencia hasta por treinta días, con goce de dietas, al C. José María Sánchez.
"Dióse el trámite de "recibo" a dos telegramas por medio de los cuales la Legislatura del Estado de México y el Ayuntamiento de Toluca protestan con motivo de los ataques que en sesión pasada de esta Cámara se dirigieron a la sociedad de aquella población.
"La Secretaría leyó la copia de la contestación que el C. diputado Antonio Manero dio al referido telegrama de la Legislatura del Estado de México.
"Acordóse acusar recibo y agregarlo a su expediente respecto de un escrito en que la Liga de Comunidades Agraristas de Jalisco hace presente su protesta por la oposición de algunos miembros del Congreso al proyecto de Ley Agraria.
"La Secretaría manifestó que continuaba la discusión del artículo 1o. transitorio del proyecto de ley sobre fraccionamiento de latifundios.
"El C. Quiroga pidió la palabra para rectificar hechos, pero la presidencia no se la concedió.
"El C. Siurob, con motivo de que se concedió la palabra en pro del artículo 1o. transitorio al C. Paz, hizo aclaraciones.
"Presidencia del C. Pedro A. Chapa.
"Con el fin indicado habló el C. Paz, interrumpiéndole mociones de orden de los CC. Gandarilla Cienfuegos y Camus.
"El C. Vasconcelos pronunció un discurso en contra.
"A nombre de las comisiones dictaminadoras se produjo en pro el C. Siurob, cuyos conceptos motivaron aclaraciones del C. Vasconcelos.
"Después de aclaraciones de la presidencia y de una moción de orden del C. Luis Espinosa, usó de la palabra en pro el C. Manrique, quién fue interrumpido por una moción de orden del C. Luis Espinosa, a la que siguió otra del C. Siurob.
"Presidencia del C. Juan Zubaran.
"Continuó hablando en pro el C. Manrique. Nuevamente interrumpiéronle, el C. Huerta para dirigirle una pregunta, el C. Israel del Castillo con una moción de orden y el C. Vasconcelos para hacer aclaraciones.
"Concluída la peroración del C. Manrique, el C. Rafael Martínez de Escobar paso a la tribuna para impugnar el artículo 1o. transitorio. Durante el discurso de este ciudadano el diputado Manrique hizo aclaraciones y el C. Israel del Castillo reclamó el quorum. Y como a juicio de la Presidencia no lo hubiera, y sin haber concluído de hablar el C. Martínez de Escobar, se levantó la sesión, siendo las diez y cincuenta de la noche."
Está a discusión el acta. ¿No hay quién quiera hacer uso de la palabra? En votación económica se
pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobada.
- El mismo C. secretario: Se va a dar cuenta con los asuntos en cartera:
"La Legislatura del Estado Sinaloa y los Gobiernos de Hidalgo, Querétaro y Sonora envían comunicaciones de condolencia por el fallecimiento del C. Diputado Atanasio Gutiérrez." - A su expediente.
"El presidente auxiliar, el representante de la Comisión Agraria y numerosos vecinos del pueblo de la Candelaria, Municipio de Tepeaca, Estado de Puebla, envían un memorial en el que dan un voto de gracias a esta Cámara por haber aprobado el Proyecto de Ley de Ejidos, y le piden se gestione que la Cámara de Senadores apruebe tan importante proyecto." - Recibo un agradecimiento, y transcríbase al senado.
"Teniendo urgente necesidad de ausentarme de esta ciudad, para la Mérida, a efecto de atender asuntos familiares que reclaman mi presencia en dicha población, de la manera más atenta suplico a esta H. Asamblea se sirva concederme veinte días de licencia, con goce de dietas, y dispensa de todo trámite. Dicha licencia comenzará a contarse desde el día veintiuno del actual y terminará el diez de junio venturo.
"Protesto a esta H. Asamblea, las seguridades de mi atenta consideración.
"Sufragio Efectivo. No Reelección. - México, D. F., 19 de mayo de 1921. - J. Zárate G. - A la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - Presente."
En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites a esta solicitud. Los que estén por la afirmativa, sirvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quién haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se concede la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Concedida.
El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Manjarrez para contestar alusiones personales. (Voces: ¡No! ¡Moción de orden!)
El C. Manjarrez: Quiero hacer una breve aclaración.
El C. presidente: La presidencia cree de justicia otorgar la palabra al ciudadano Manjarrez, en vista de que fue atacado duramente cuando estaba ausente. El ha prometido no hablar más que por breves minutos a fin de esclarecer los hechos a que se aludió en el ataque de que fue objeto.
El C. Espinosa Luis: Hay razón en permitir su defensa al ciudadano Manjarrez; lo que quiero es que la Presidencia sea consecuente con su actitud anterior. Ayer quedó en el uso de la palabra el ciudadano Martínez de Escobar y como tiene derecho para continuar en su discurso, sugiero a la presidencia que le consulte si desea hablar en este momento; en caso de que él renuncie, entonces si debe permitirse al ciudadano Manjarrez que hable.
El C. presidente: El ciudadano Martínez de Escobar ha consentido en que hable el ciudadano Manjarrez; enseguida seguirá él en el uso de la palabra para continuar en la discusión del artículo 1o. transitorio.
El C. Manjarrez: Porque me hallaba ausente de esta capital la semana pasada, no me fue posible contestar oportunamente el cargo falso, absolutamente falso absolutamente falso, falso de toda falsedad que el señor diputado Alonso Romero me dirigió considerándome entre el número de traidores que estuvieron en la ciudadela durante el nefasto cuartelazo de 1913. No quiero referirme al ciudadano Alonso Romero, pero es de anotarse que el ciudadano Alonso Romero es testigo de que hace cuatro años precisamente fue la primera vez que se me hizo esta calumnia y hace cuatro años, cuando era diputado el ciudadano Alonso Romero y yo también, desvanecí ampliamente este cargo. No tengo ahora, pues, más que leer o pedir a la Secretaría que vuelva a leer el DIARIO DE LOS DEBATES respectivo en el cual se demuestra que no es verdad esto, a pesar de que los que me lanzaron originariamente este cargo, que eran los obligados a probarlo, ni ayer, ni ahora, ni hace cuatro años, ni ahora, ni mañana, ni nunca podrán probarme semejante cargo. Suplico atentamente al compañero que lea con voz clara esto.
El C. prosecretario Castrejón: DIARIO DE LOS DEBATES del 21 de abril de 1917. Página 18.
"- El C. Manjarrez: Ruego atentamente a la Secretaría dé lectura a este documento.
"- El C. prosecretario Magallón: El documento, dice:
"Los subscriptos, vecinos de la colonia de "El Buen Tono", establecida adelante de la Indianilla y cercana a la Ciudadela (vecinos desde el año de 1912, de dicho lugar), habiéndonos enterado por medio de la prensa, de que el Doctor Solís atestigua que él curó al C. Froylán C. Manjarrez, quien, según asienta el propio doctor, fue herido en la ciudadela por estar combatiendo al lado de Félix Díaz, y costándonos que lo asentado por el mencionado Solís es falso de toda falsedad, ante la gravedad del caso, certificamos: que no es exacto que el C. Froylán C. Manjarrez haya estado afiliado a los defensores de la ciudadela, pues todo el tiempo que duraron los combates en esa ciudad permaneció en esta colonia, donde vivía en unión de su hermano Pelagio C. Manjarrez, que ocupaba la casa número 96 de la 5a. del doctor Lucio.
"Que el día 12 de febrero de 1913, se encontraba platicando el propio C. Manjarrez con algunos vecinos en la banqueta que corresponde al zaguán número 102, cuyo zaguán servía de punto de reunión de varios vecinos, a manera de casino provisional, cuando fue herido en el brazo derecho por una bala que se supone fue disparada precisamente de la ciudadela. Que entonces se procedió a hacer las primeras curaciones en la casa del propio señor Manjarrez, y que habiéndose presentado en dicha casa, no a la ciudadela, una sola vez, el doctor Solís, sin acceder a volver nuevamente a atender al herido el propio doctor,
probablemente por temor a ser víctima de los proyectiles, los familiares y amigos del señor Manjarrez lo atendieron hasta conseguir su completo alivio.
"Consta, además, que no fue el C. Manjarrez el único herido, pues hubo otros más, y quedan aún varias huellas en la colonia de los desperfectos que en la misma ocasionaron los combatientes. México, 14 de abril de 1917. - S. Sierra. 5a. del doctor R. Lucio, 105. - Man. Carrillo, 6a. doctor Liceaga, 158. - R. Rendón, 5a. doctor Lucio, 86. - José Sotres, 5a. doctor Lucio, 99. - Rodolfo Sobrino,- Luis Ramírez. - Joaquín M. Prado. - Ezequiel Rosales. - Gustavo Petersen 5a. doctor Lucio, 85. - Carlos Genda, 5a. doctor Lucio, 162. - M. González. - R. L. González, 5a. doctor Lucio, 102.- (Rúbricas.)"
"- El C. Manjarrez: Suplico atentamente al señor presidente que si lo cree oportuno, se sirva ordenar que se nombren...
"- El C. Martínez Joaquín, interrumpiendo: Me permito interpelar al señor Manjarrez.
"- El C. presidente: no tiene usted derecho de hablar.
"- El C. Manjarrez: Que se comisione a algunos diputados para que se acerquen a los domicilios de los señores que firman el certificado, para que se convenzan de si son o no auténticas sus firmas."
Desde aquel entonces, señores diputados, yo solicité a la Presidencia de la Cámara que se nombrara, si era preciso, una comisión que fuera a cerciorarse de si eran auténticas estas firmas, y de si era verdad lo asentado en ese documento. Han pasado cuatro años y por fortuna muchos de los que firman ese documento viven todavía en los mismos domicilios que aquí se anotan, de tal suerte que yo estoy dispuesto, yo volvería a suplicar a la Presidencia, a la Cámara de Diputados, que se nombrara una comisión y, fijaos bien, yo pido que se nombre una comisión si es preciso integrada por peleceanos, que no son los de mi partido, por peleceanos, pero peleceanos honrados, que no vengan a asentar aquí una falsedad a sabiendas de que es una falsedad. Yo opinaría que se nombrara, por ejemplo, a dos eminentes maderistas, peleceanos los dos, a Borrego y a Bordes Mangel, que serían los más interesados en averiguar esto. Pero hay más: vosotros recordaréis después de la asonada de la Ciudadela, todo el mundo pretendía que se le hiciera figurar entre el número de los que allí estuvieron combatiendo, y no solo aparecieron en las listas que se publicaron en los periódicos y que deben constar en las Secretarías de Guerra y Gobernación y en la Presidencia de la República, los nombres de los que estuvieron positivamente en la Ciudadela, sino aún de los que no estuvieron. Pues bien, si yo hubiera estado allí, figuraría sin duda en las listas en cuestión. Yo opino que si se nombra la comisión, se acerque a todas las dependencias oficiales para que se cerciore de la verdad de lo ocurrido. Tengo para mí, y lo declaro de una vez, que todos los traidores que estuvieron en la Ciudadela deberían ser fusilados sin más trámite; de tal suerte que si se me comprobara lo que nunca se me podrá comprobar, desde ahora autorizo yo mismo mi sentencia de muerte. (Aplausos). Quería recurrir a un testimonio presente. Hace cuatro años también suplique al diputado Chapa, que tuvo la oportunidad de estar en la colonia donde yo vivía y de platicar con algunos amigos que allí tienen su domicilio y que se cercioró de que no es verdad que yo haya estado fuera de esa colonia en los días de la semana trágica y que, por tanto, no es verdad que yo hubiera estado en la Ciudadela, que dijera lo que supiera sobre el particular; ahora le suplico diga si esta dispuesto a repetir lo que dijo hace cuatro años.
El C. presidente: Estoy conforme en repetir las palabras con qué contesté la interpelación del ciudadano Manjarrez hace cuatro años.
El C. Manjarrez: Sírvase, pues, decirlas.... (Voces: ¡El ciudadano Chapa en estos momentos no puede estar en la presidencia!)
El C. Manjarrez: ¡Bueno! Aquí está el DIARIO DE LOS DEBATES. Si estáis satisfechos, entonces ruego atentamente a todos vosotros que no os fijéis en los cargos calumniosos que se me han lanzado, y a mis camaradas de la prensa les suplico de una manera muy encarecida que puesto que en la prensa apareció la calumnia, que en la misma prensa y en lugar preferente aparezca también la rectificación.
El C. presidente: Sigue la discusión del artículo 1o. transitorio. Continúa en el uso de la palabra el ciudadano Martínez de Escobar.
El C. Martínez de Escobar: Señor presidente: Creo que ya hemos debatido largamente esta cuestión relativa al artículo 1o. transitorio. Para mí indudablemente que no se podrían traer nuevas argumentaciones de las que ya fueron expuestas aquí en pro y en contra. De manera que si con buen sentido y deseando ahorrar tiempo a la Asamblea procediéramos los diputados, ¿pues de una vez por qué no se procede a votar? (Voces: ¡No! ¡Sí!) Ahora bien, si insisten algunos compañeros por el deseo de estar hablando y hablando únicamente aquí en la Asamblea, yo como hablé ayer durante una hora pues doy por terminada mi peroración, y me hace usted el favor, si sigue la discusión, de inscribirme para otro turno después de que hayan hablando algunos de los del pro, a ver si es posible que traigan argumentos, pues no han traído absolutamente ninguno.
El C. Díaz Soto y Gama: La Comisión pide la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.
El C. Díaz Soto y Gama: La Comisión cree algo absolutamente contrario a lo que el compañero Martínez de Escobar ha afirmado. El debate está apenas iniciado, está apenas desflorado; el Bloque Social Demócrata casi no ha tomado parte en los debates. Están inscritos el compañero Manjarrez, el doctor de Alba y un miembro del P. L. C. de color francamente Socialista: El compañero Salazar. La Comisión dejó pendiente el fondo de su argumentación la vez pasada; lo digo por lo que a mí respecta. Yo anuncié que iba a terminar mi tema y mi tema apenas está desflorado. La Comisión no ha oído nada absolutamente en contra; ha oído
mucho en pro: un buen discurso, un maravilloso discurso de Manrique; un discurso al principio notable de Siurob, que después se convirtió en una retractación, en una palinodia. De manera que la Asamblea no sabe qué hacer; no se trata aquí de ganar la votación por votos; ya sabemos que el Bloque del Partido Liberal Constitucionalista tiene un acuerdo; eso lo sabe todo el mundo; es el origen de la crisis que acaba de pasar; pero no porque el Bloque del Partido Liberal Constitucionalista tenga un acuerdo, quiere decir que los miembros del Bloque Social Demócrata no tengamos derecho a hablar. Sobre todo, la Comisión declara que ni siquiera ha empezado propiamente ha hablar. De manera que yo pido a la Presidencia que en prueba de imparcialidad se ajuste religiosamente al Reglamento que dice que un proyecto de ley sólo se considerará suficientemente discutido después de que hayan hablado seis oradores en pro y seis en contra.
El C. presidente: La presidencia no tiene otra intención, C. Soto y Gama.
El C. Martínez de Escobar: Pido la palabra con objeto de hacer una explicación de por qué no voy en estos momentos a la tribuna.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Martínez de Escobar: Yo creo todo lo contrario de lo que dice el ciudadano Soto y Gama. No se ha oído, en mi concepto, un solo discurso que valga la pena en ideas, ni en forma de los del pro; de manera que ese elocuente discurso que llaman de Manrique...
El C. Díaz Soto y Gama: ¡Maravilloso!
El C. Martínez de Escobar: Dice el ciudadano Soto y Gama que es maravilloso ese discurso de Manrique, porque piensa con él; pero en mi concepto no ha habido absolutamente uno solo que valga la pena, ni siquiera un solo argumento, ni un solo razonamiento de peso se ha expresado en esta tribuna por ninguno de los oradores del pro; únicamente se han dicho palabras, palabras; pero, en fin, para después de que desflore su discurso el ciudadano Soto y Gama tendré el gusto de hablar.
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Aurelio Manrique. (Voces: ¡Ya habló!) Sí, pero volvió a inscribirse; sin embargo, no estando presente sigue en el uso de la palabra el ciudadano Pedro de Alba, en pro.
El C. De Alba: Si la Presidencia y la Asamblea lo permiten, cedo mi turno al ciudadano Salazar, en la inteligencia de que yo ocuparé el lugar que a él le corresponde, por habérmelo pedido así el propio diputado.
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Salazar Juan B.
El C. Salazar: Honorable Asamblea: Los pueblos latinos, siguiendo las huellas que nos marcó nuestro padre don Quijote, cuando encontramos los molinos de viento arremetemos contra ellos y nos hacemos partidarios acérrimos de esos molinos de viento. Pues bien, señores, recordemos brevemente nuestra historia, nuestra dolorosísima historia política y siempre encontraremos al eterno Don Quijote arremetiendo contra los molinos de viento. Las palabras: democracia, soberanía, libertades públicas, escritas en letras cubitales en las obras de nuestros políticos e historiadores, nos han causado tal horror, tal veneración, tal espanto, que ya no podemos prescindir de ellas, porque nos parece que vamos a abdicar y que es un crimen grandísimo dejar de ser fieles a esas deidades. La soberanía de los Estados, de la que tanto se ha hablado aquí, a mí me hace el efecto de un coloso que tuviese los pies de barro. Por una ley psicológica y sociológica, sabemos perfectamente que una nueva teoría, que una nueva doctrina, un nuevo credo no substituye a otro jamás. Nunca un credo ha substituído completamente a otro; nunca un principio filosófico ha substituído a otro, sino que siempre, señores, se establece esa pugna de ideas, esa pugna de principios filosóficos, esa pugna de teorías, de origen cristiano o de origen metafísico, y siempre triunfa el término medio, ciudadanos diputados. Estamos nosotros en la época en la que vamos a definir perfectamente nuestros terrenos, en la que ya no es posible ambigüedad, en que es preciso que cada quien esté en estos momentos presente, en el sitio, en el lugar, en la avanzada donde sus convicciones lo coloquen. (Aplausos.) ¡Señores, quién lo creyera! estamos levantando hoy el incensario la admiración a la soberanía popular, la soberanía popular, y para aplicar aquí el método genético, el método biológico, porque los principios no pueden estudiarse aisladamente, ellos son el resultado de una profunda evolución, ellos son el resultado de una pugna de ideas, ellos son el resultado de una lucha biológica y, señores, si nosotros nos ayudamos, si queremos considerar cristalizado el pensamiento, imposible que fuéramos a entendernos. Es necesario ahondar un poco en las instituciones, ahondar un poco en los conceptos, un poco en el momento que vivimos; la soberanía popular, señores, aparece, como todos sabemos, en el Imperio romano. Allí se consagró al emperador haciéndolo depositario de la soberanía popular. Este principio sufrió sus modificaciones; llegó a la Edad Media y entonces hubo tantas soberanías cuantos eran los señoríos. La soberanía, como decía el compañero y licenciado señor Martínez de Escobar, "no hay otro más arriba de mí; la supremacía; nadie puede verme; yo tengo el derecho porque soy soberano, porque la supremacía está conmigo". Y, señores, después de este largo período de la Edad Media, vuelve a resurgir; pero entonces se le hace depender de Dios y es el monarca que recibe el poder, y todo mundo abajo, y todo mundo tiene que aceptar incondicionalmente, fatalmente, con esa fatalidad del momento histórico, con esa fatalidad que significa una losa sobre las conciencias, todo mundo acepta que el rey era el ungido de Dios. Y llegamos, señores, a la Revolución Francesa; la Revolución Francesa fue una pugna en la que se iba a destronar a los monarcas y se multiplicó sólo el individualismo; entonces el concepto de soberanía popular se levantó frente a otro ídolo: frente a la monarquía que recibía el poder de Dios, hubo necesidad de hacer que el pueblo también ungiese sus gobernantes y se llamase la soberanía popular que delegaba sus poderes en la soberanía; y decidme, ¿Que diferencia hay entre un presidente de una república y un monarca? Sencillamente que el monarca recibe el poder de Dios, y el presidente lo recibe de la voluntad popular. Y todavía en esta Asamblea, en pleno siglo XX, estamos enamorados
de las ideas, de las fómulas: ¡Ya eso paso en la historia! De una vez por todas aclaremos: la soberanía popular es el mito más grande que nos está traicionando y al que, sin saberlo, estamos rindiendo parias. Ahora bien, parece que todos preguntamos ante este vacío, ante esta falta de solidéz en el principio; parece que cien veces me preguntan: diputado Salazar, ¿como vamos a substituir la soberanía popular? Sencillamente por el servicio público, por la organización social nueva que exigen los momentos presentes, ¡y ay de quien no sea leal al porvenir! Dos son, esencialmente, los conceptos que sirven de eje a este nuevo mundo social. Señores, este mundo social no tiene Colones; este nuevo mundo social no va a girar ya de oriente a Occidente, oídlo bien, sino va a girar hacia las izquierdas; este mundo social va a transformar completamente el acervo de teorías y supersticiones.
Aquí vamos a desgajar, a atonizar, y en este momento en que todos completamente, lo mismo las izquierdas que las derechas y el centro, sienten que sus celdillas nerviosamente vibran ante el impulso de esta corriente, nos preguntamos: ¡hacia donde vamos! Y todos debemos responder: ¡Seamos leales al porvenir! El principio de propiedad - oídlo bien, señores diputados, porque esto va a ser histórico-, el principio de propiedad y el concepto individual son los dos grandes postulados del mundo en estos momentos. El compañero Borrego en una sesión memorable decía: "estoy espantado, admirado, porque los señores licenciados, los señores jurisconsultos no han entendido el concepto moderno de propiedad", y yo lo aplaudí de todo corazón, porque a pesar de parece que declina, apesar de que parece que el compañero Borrego se aleja, sin embargo en él hay ese sentimiento de rebelde, ese sentimiento que hace ver siempre a Don Quijote como un eterno rebelde que no acepta, como los Sanchos Panzas, las ínsulas, sino que siempre es rebelde, y que si mañana rompe su lanza en el egoísmo humano, volverá a su ínsula decepcionado, pero jamás venderá sus convicciones. Decía: "el concepto de propiedad no lo entienden los señores abogados". Efectivamente, señores, yo no quiero generalizar, porque hay una falange de jóvenes que sienten vibrar en estos momentos su corazón y un elenco de hombre jóvenes a quienes el corazón vibra como si fuese una lira y que sí son leales en estos momentos; a esos me refiero. El concepto de propiedad, estimado cómo función social, señores: tú eres dueño y poseedor de estas tierras, poseedor de estas riquezas mientras tú cumplas con tus deberes, mientras tú contribuyas al bienestar social; en tanto no sea así, tengo el derecho en todo tiempo de arrancarte esta propiedad para hacer que fructifique en bien de los tuyos". (Aplausos.) Ahora bien, eso es por lo que se refiere al campesino, a la clase del campo; por lo que se refiere a la clase trabajadora, señores diputados, está el otro postulado de la propiedad: socializar los elementos de producción y el cambio. Si no estáis con esos principios, no estáis con el socialismo. (Aplausos.) Decía Lloret en una memorable ocasión a un grupo que no podía definirse y que, sin embargo, sintiendo el peso del momento gritaba a los socialistas: "no, señores, si vosotros no estampáis en vuestro programa que los elementos de producción deben ser socializados y la tierra también, vosotros no estáis con nosotros; vuestro lugar no está en las filas del socialismo, estará en otra parte, menos en el socialismo". El otro principio, señores, es el del individualismo que tanto se ha repetido aquí, el individualismo de que tanto se ha hecho alarde. Vamos a explicarnos. Aquí el compañero Franco, como símbolo del pasado, venerable amigo de nosotros, anciano que ya va a entregar la bandera a las generaciones que llegan, decía: "libertad de pensamiento, libertad de conciencia, derecho de propiedad, libertad individual". ¡Oh, mitos enormes que van a caer ante la piqueta revolucionaria, sin remedio! Señores, hasta hoy los retardatarios aceptan el principio de libertad individual como el derecho de hacer todo aquello que no perjudique a un tercero; decidme si no, señores liberales, que hagamos todo aquello que no perjudique a un tercero. No, señores, el concepto nuevo de libertad social es éste: "Tienes libertad para desarrollarte, física, intelectual y moralmente para que contribuyas mejor al conglomerado social en que vives. (Aplausos) Por eso cuando se nos habla de liberalismo, sencillamente sentimos que estamos frente al pasado; cuando se nos trata del derecho de propiedad, intangible, inamovible, eterno, sencillamente estamos ante el pasado que claudica ya; cuando se nos habla de la libertad de pensamiento, solo vemos un mito. Señores, ¿cuando hemos tenido libertad de pensamiento? Siempre ha sido el pensamiento el esclavo del capital.... (Aplausos.) ¡Sí, señores! Siempre ha sido el pensamiento de esclavo del poder y siempre ha sido el pensamiento el asalariado de las clases que han obstruccionado al progreso humano. (Aplausos.) Pues estos dos postulados son los elementales. Si nosotros no los aceptamos, estamos perdidos, hemos claudicado ,y por eso yo sinceramente, con toda mi convicción de hombre, con toda mi convicción de suriano que tiene la limpieza de sus montañas y que refleja en su alma el cielo del Sur, con esa sinceridad vengo a deciros que en este cuadernito en que están escritos los postulados de la Constitución de 1917, tan vilipendiada por unos y tan admirada por los sinceros, se encuentra este párrafo: "La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las "modalidades" que dicte el interés público,..." (Voces: ¡Modalidades!) Sí, señores, modalidades, pero esa modalidad cabe no sólo en el Distrito Federal, sino en toda la Nación. (Aplausos.) Desde esta tribuna, y como un grano de oro, yo he recogido la declaración del compañero Alonso Romero aquí, leal el compañero Alonso Romero al momento presente, con la conciencia clara de los compromisos que hemos contraído con lo nación, decía: En el Constituyente de Queretaro hubo dos tendencia: la tendencia reaccionaria, la tendencia de conservar los moldes ya hechos, los enamorados de los intereses creados, los que no querían más que el statu quo de la sociedad, y una falange de jóvenes que llevaban en sus pupila la presciencia de la hora nueva que iba a resurgir. Aquí Alonso Romero, ese admirable compañero a quien yo respeto, dice: los que íbamos de la provincia, los que no habíamos leído ni estábamos con prejuicios por el legalismo, nosotros representamos allí el
elemento avanzado. Efectivamente, señores, ese es el elemento avanzado que yo lealmente y honradamente encuentro en este artículo 27, a pesar de que allí hubo esa pugna gloriosa. Aquí está en este artículo y es el momento de definir quién está con los provincianos jóvenes que vinieron de la provincia y quién está con los que tenían el corazón emponzoñado por todos los libros y por todos los legalismos del mundo. Ahora bien, parece mentira, señores diputados, que en pleno siglo XX todavía estemos discutiendo el federalismo, que todavía estemos discutiendo sobre ideas que ya pasaron a la historia. ¿Que nos interesa el federalismo? ¿Que nos interesa el centralismo? Lo que nos interesa honrada, patriótica y lealmente es que se socialice la propiedad, es que marquemos derroteros nuevos, que desaparezca el idolismo, y que quede un socialismo franco y sin cortapisas y leal que marque el porvenir de la República. (Aplausos.) Yo he visto con tristeza, con profunda tristeza, señores diputados, cuando se ataca al obrero, cuando se ataca el derecho de huelga cómo se le dice: tú vas contra el poder constituído, tú vas contra las instituciones". He llevado yo una profunda decepción. Mientras el Gobierno esté con los obreros, mientras el Gobierno encause esa fuerza latente, señores, se salvará la Nación; mientras vaya contra ellos, el Gobierno afilará el puñal que le va a partir el corazón. (Aplausos. Siseos.)
El C. Lavin: ¡Que se sujete al punto a discusión, señor presidente!
El C. Salazar: Esta tribuna es libre, señores, es libre y todo el que tenga una idea sana, noble, buena y levantada, que la venga a expresar y que no esté sólo desde la curul haciendo increpaciones viles y ruines. (Aplausos.) señores, ¡parece mentira! cuando se trata de enviar fuerzas a un Estado para imponer a un Gobernador, entonces todos exclamamos desde nuestras casas: ¡es imposible, la democracia no existe, hace bien el Gobierno! Cuando se trata de violar la soberana en nombre de las armas, de las fuerzas y del poder, entonces todos enmudecemos; pero cuando se trata de reclamar justicia al infeliz indio, cuando se trata de reclamar el derecho para el pueblo y el obrero, entonces todos levantamos la muralla china sobre la soberanía nacional.(Aplausos.) Yo os pregunto, no soy legalista ni nunca lo he sido; pero cuando he vivido con los míos, cuando he sentido sus dolores, cuando he auscultado en su pecho la desesperación, entonces me olvido de todo el principio legal y estoy con ellos ¿Que dirían los diputados y este público de México que no conocen lo que pasa fuera de la República, cuando les diga desde esta tribuna: señores, en mi distrito hay un pueblo que irónicamente se llama "La Luz de Juárez", donde los habitantes pagan por el árbol que siembran, por el sitio en que está levantada su casa, por el pedazo de tierra en que viven, y dentro de poco se les hará que paguen hasta por el aire que respiran? Señores, ¿Que diremos por eso cuando sepamos que desde las fronteras de Puebla a Guerrero hasta el Pacífico es dueño de las tierras el señor Acho, donde hay más de un centenar de pueblos en que el campesino para cultivar sus terrenos tiene que atarse una cuerda en la cintura, pendiendo de un árbol para no ir al abismo, porque el cacique le ha quitado hasta el derecho de poder vivir en un pedazo de tierra? ¿Que diremos entonces? La soberanía nacional, la soberanía de los Estados. Entonces sí nos asustamos. Seamos honrados, aquí se ha abusado de estas palabras: es reaccionario, es socialista, es bolchevique, es moderado, es conservador; y de una vez por todas, tanta faramalla, tantas palabras gastadas. Vamos a poner los puntos sobre las íes. Reaccionario es el que pide la retrogradación de la historia; si mañana, en una hermosa mañana, viniese el compañero Domínguez a pedir desde esta tribuna que volviésemos al régimen monárquico, ese sí sería un reaccionario, ese sí; si nos pidiese que rehiciéramos el sistema porfirista, ese sí sería reaccionario. Conservador es aquel que se conforma y que identifica los hechos con el derecho y ved, señores, cuántos de nosotros hemos oído en esta sociedad a la que se llama irónicamente culta de México, que el que nació pobre nació pobre y que se conforme con su suerte; que el que nació rico por privilegio, nació rico y no podemos hacer más; que las cosas estén como están. Esos se llaman conservadores. (Aplausos.) Ahora viene, señores el tercer grupo que debe perfectamente caracterizarse: es el de los liberales, oídlo bien, queridos compañeros. Los liberales son aquellos que conocen las necesidades del pueblo, son aquellos que conocen las necesidades de la época presente, los que desean el mejoramiento de las sociedades y de las clases; pero oídlo bien, ante ellos está el enorme imposible que se llama las instituciones, que se llama la ley escrita, que se llama el postulado constitucional. Estos son los evolucionistas; quieren la reforma pero sin violencia; quieren la reforma sin lastimar intereses, poco a poco y paso al paso. No, señores, ya sabemos que esto es cobardía y los espejuelos de Vera Estañol me brillan cuando oigo decir: los evolucionistas. Es el liberalismo clásico, quiérase que no, y más allá, más a la avanzada, muy despreciables, pero llenos de fe en el porvenir y llevando muchas auroras en los ojos y mucha fe en el corazón, están los avanzados, aquellos que no quieren ya la ley escrita, que si es preciso que se derrame mucha sangre, que se derrame. (Voces: ¡Huy! ¡Huy! Gritos. Campanilla.) Pero violentemos los hechos aquellos, que el derecho está muy avanzado y los hechos muy atrazados. Vamos a violentar los hechos; vamos a llevar a las sociedades, quiérase que no al plano en que deben estar y allí cada quien que escoja el lugar que le corresponde. Decía yo, señores al principio de mi humilde disertación que el compañero Alonso Romero había marcado en esta tribuna dos tendencias: la reaccionaria y la revolucionaria. En toda esta Constitución encontramos estas tendencias, compañeros; ante el artículo 4o., el artículo 123; ante este artículo 27, el derecho de propiedad. Ahora bien, yo encuentro una figura perfectamente clara, perfectamente comprensible, perfectamente demostrativa de lo que desearía que fuese este artículo. Nosotros sabemos perfectamente que la evolución tiene tipos que marcan el paso de una especie a otra, así como en los períodos geológicos, de un período no se pasa bruscamente a otro sino mediante transiciones; ahora bien, al pasar del helecho a la conífera, está de por medio la cicadea; al pasar el reptil al ave, está el tipo de marca
perfectamente este paso; este tipo es el archaeopterix, mitad reptil y mitad ave: reptil, porque se arrastra, porque esta provisto de dientes y porque en él se encuentran todas las modalidades, exceptuando ésta: está cubierto de plumas y ya tiene alas, pero con provisión de dedos. Ahora bien, en esta lucha de los seres, este tipo prepara el advenimiento de las aves. Yo también veo en este artículo esa transición; los que están con las letra escrita, los que están con los términos consabidos, todos esos señores que todavía creen en el Derecho clásico (y entre paréntesis, felizmente en la escuela de jurisprudencia acaban de adoptar textos de libros modernos a la altura de la época, señor diputado Huerta), son los reaccionarios; los que estamos con este artículo somos los avanzados. Hay que fijar límites: un elemento es el reaccionario y otro elemento es el revolucionario; ahora bien, los que voten en contra de este artículo porque crean todavía que se va a levantar para nosotros la muralla china que se llama soberanía de los Estados, van a representar el elemento reptil; los que votemos con el artículo de acuerdo con su idea revolucionarias, esos seremos los avanzados. Os invito y desde luego, me pongo de parte de las aves.
El C. Presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Israel del Castillo. No encontrándose presente, sigue en el uso de la palabra en pro el ciudadano Lara. Cómo tampoco se encuentra presente, tiene la palabra el ciudadano Castro y López en contra.
El C. Espinosa Luis: El ciudadano Lara me ha cedido la palabra.
El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano Castro y López. No tiene derecho de hablar el ciudadano Espinosa.
El C. Espinosa Luis: Pido la palabra para una aclaración. Su señoría dice que no tengo derecho de hacer uso de la palabra porque no estoy inscrito. Le ruego que lea la lista de los oradores o mande leerla, y allí verá que mi nombre está escrito. Además el ciudadano Lara me ha cedido su turno.
El C. presidente: La presidencia tiene a la mano la lista de los oradores y tiene que sujetarse estrictamente a ella. Así es que no estando presente ni el ciudadano Castillo ni el Ciudadano Lara, sigue en el uso de la palabra en el ciudadano Castro y López. (Aplausos)
El C. Espinosa Luis: Pero el ciudadano Lara me ha manifestado que me cede sus derechos. (Desorden. Campanilla.) Señor presidente: yo protesto contra la violación de un derecho legítimamente adquirido. El ciudadano Lara me ha pasado sus derechos como orador inscrito en el contra, y su señoría no tiene motivos para negarme el uso de la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Castro y López.
El C. Castro y López: Señores compañeros: Yo me he inscrito en contra de este artículo 1o. transitorio de la Ley de Fraccionamiento de Latifundios, sólo por lo que ve a una parte de este artículo 1o. transitorio. El artículo 1o. transitorio dice: "La presente ley se expide con el carácter de orgánica del párrafo III del artículo 27 constitucional y en ejercicio del derecho que la nación tiene para imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público". Hasta aquí yo estoy con el artículo 1o. transitorio de esta Ley de Fraccionamiento de Latifundios, orgánica del párrafo III del artículo 27 constitucional. Pero este artículo 1o. transitorio no termina aquí, sino que contiene una segunda parte en que dice: " En consecuencia, y y por no haber expedido aún las legislaturas de los Estados las leyes sobre fraccionamiento de latifundios que estaban obligadas a expedir dentro del periodo constitucional subsecuente a la promulgación del Código Supremo, esta ley será de observancia forzosa en toda la República, dejando de regir en cada Estado cuando se dicten las leyes agrarias correspondientes".
No puedo estar de acuerdo con esta segunda parte del artículo 1o. transitorio de esta Ley de Fraccionamiento de Latifundios que va a ser orgánica del párrafo III del artículo 27 constitucional; y digo que no puedo estar de acuerdo con ella, porque no está en nuestra facultad el legislar para toda la República, porque solamente tenemos facultades clara, precisa y terminantemente marcadas en nuestro Código Político para los casos en que podamos dar leyes de observancia general en todo el país; y cuando sólo tenemos facultad para legislar para el Distrito y Territorios federales. En consecuencia, cuando se ha venido a decirse aquí a guisa de relumbrón y a manera de pose cinematográfica sobre que somos retardatarios los que no estamos de acuerdo con este artículo transitorio de la Ley de Fraccionamiento de Latifundios, puede rezar con ninguno de los que venimos a combatir este artículo; no puede rezar con nosotros porque estamos de acuerdo con qué se dé esta ley orgánica de la fracción III del citado artículo constitucional; pero no queremos invadir jurisdicciones que no nos competen, ni queremos que se nos tenga como desequilibrados. Cuando se va a dar una ley, si esa ley emana de un cuerpo tan respetable como la Representación Nacional, es preciso que no se vaya a decir por el País que somos tan torpes, tan ingenuos y tan descabellados en nuestras ideas que vamos a dar leyes a sabiendas que no podrían ser explicadas en ninguna parte de la República Mexicana. (Siseos. Aplausos.) Cuando el legislador va a dar una ley, debe preocuparse en primer lugar por saber si la ley es buena; en segundo lugar, si es adaptable al medio; en tercer lugar, hasta donde llega su jurisdicción para adoptar esa ley y para que pueda aplicarse. Que la Ley de Fraccionamiento de Latifundios es buena, indudablemente que lo es, por lo menos en parte y está con el sentir nuestro y emana del artículo 27 constitucional, uno de los lampararios más luminosos de esta constitución del país que tiene mucha sombra, pero que también tiene mucha luz, porque en esta. Constitución al lado del ya naciente régimen de Venustiano Carranza, estaba también la aspiración liberal de los revolucionarios que formaron este código político; por eso no podía ser la Constitución de otra manera que como fue con fragmento de tinieblas y con relámpagos deslumbradores de luz. Uno de esos relámpagos que honra a los constituyentes de Querétaro y que debemos de respetar todos los revolucionarios de corazón, es este artículo 27 constitucional; pero no porque el artículo 27 constitucional; sea revolucionario, no porque el artículo 27 constitucional condense todas
las aspiraciones de la nación, no porque el artículo 27 constitucional nos haya sido dado a nosotros para dar la ley orgánica de este párrafo III, quiere decir que nosotros, abandonando el terreno de la cordura, de la lógica y del derecho, vayamos a ir a campo traviesa, como una chusma desordenada e inconsciente a violar la soberanía de los Estados, a violarla queriendo dar leyes que no tenemos derecho de dar y todavía yo diría a estos señores avanzados, a estos señores de poses cinematográficas, a estos señores de revolucionarismo de relumbrón, yo les diría: ¿Que conseguirán con que se aprobara esta ley en esta XXIX Legislatura federal, que conseguirían? Acumular juicio tras juicio de amparo en los juzgados de distrito, pero no otra cosa, porque el amparo cabe contra la ley cuando la ley es inconstitucional; y en este caso, puesto que no hay en este Código político un solo artículo que faculte a la XXIX Legislatura federal - y en general a un Congreso cualquiera de la Unión - para legislar en el caso de las tierras para todo el país, esa ley nacería ya con el vicio de inconstitucionalidad, y en consecuencia, daría motivos a incontables juicios de amparo y no se podría aplicar jamás en ninguna parte del país. Entonces, ¿que, porque como dijo el compañero hace un momento, el que ocupó la tribuna antes que yo, qué porqué tenemos sangre latina, qué por eso estamos obligados, según él dice, por esos latinismos, a despertar todo lo que de Quijotes llevamos dentro de nosotros para combatir contra molinos de viento? Pues bien, señores; yo creo que nosotros, jóvenes revolucionarios entusiastas, sedientos de ideal, debemos ir siempre como iba el Quijote: en pos de una empresa que juzgara grande y a la conquista de un ideal; pero que no vayamos como el Quijote de los libros de caballería, sino que vayamos con más razón, con más conciencia, con más apego al Derecho, justamente, para que nuestra conquista se convierta en algo efectivo para el pueblo y no acabe como acabaron todas las empresas del Caballero de la Triste Figura, molido nuestro organismo y sin haber hecho bien a la humanidad. (Aplausos.) Venir a decir que somos unos revolucionarios que luchamos por el fraccionamiento de las tierras, que venimos porque somos los avanzados, los portaestandartes de la bandera libertaria que nos abrirá el porvenir, además de ser ingenuo, ademas de ser tonto, es verdaderamente ridículo; lejos de revolucionarios de verdad, se me antojan revolucionarios de ópera bufa éstos que vienen a la tribuna de la Representación Nacional solo a argumentar a base de sofisma, sólo a lanzar cargos contra los que no están de acuerdo con su sentir y con su pensar; y es más, señores diputados, yo creo que muchos de esos señores que vienen a sostener el artículo 1o. transitorio no lo hacen por convicción, porque no están plenamente seguros de que con ellos está la verdad y la justicia, sino lo hacen porque alguna voz demasiado sonora les ha soplado al oído que así conviene a determinados intereses. (Aplausos.) No estamos aquí, los que venimos leal y honradamente a servir nuestros puestos de representantes de la causa popular, no estamos dispuestos, digo, a oír insinuaciones que vengan desde el lejano Estado de Sonora, ni estamos tampoco dispuestos a recibir las sugestiones del secretario de Gobernación. (Aplausos. Siseos.) Y, en consecuencia, nosotros tenemos que estudiar serenamente la Constitución, serenamente esta Ley de Fraccionamiento de Latifundios y decir dónde está nuestro sentir y donde está nuestro pensar. Que no se nos venga a hablar del Quijote cuando se viene a sostener este artículo transitorio; que no se nos venga a hablar de la revolución francesa ni del Imperio romano; que no se nos vengan a dar aquí definiciones de soberanía, porque a veces se le antoja a uno preguntar a quien las da con aquello de Lope de Vega: "¿Entiendes Favio lo que voy diciendo?" (Aplausos. Risas.) no hay para qué leer los artículos constitucionales. Los que venimos aquí serenamente a la Representación Nacional con el deseo de hacer bien al pueblo y con el deseo de cumplir con nuestro deber, estamos obligados a conocer esta Constitución, ya que juramos respetarla cuando entramos por primera vez al recinto de la Representación Nacional. ¿Que la Constitución es atrasada? ¿Que no responde ya a las aspiraciones populares? Pues bien, señores; que venga la reforma revolucionaria, que venga un nuevo Congreso Constituyente a dar un Código Supremo del país, que sea tan levantado, que sea tan grande, que sea tan nuevo como lo pretenden estos señores, como lo queremos nosotros mismos, como lo ambiciona y como lo necesita el país, para que no vayamos a bañarnos nuevamente en ríos de sangre por otra revolución libertaria. Pero que vayamos así a la reforma consciente, a la reforma constitucional, a la reforma como debe ser; pero que no se quiera porque se ha leído mucho de socialismo y no se le ha entendido o no se le ha querido entender...(Aplausos.) que no se vaya así a robarnos, que no se venga aquí sin conciencia y sin nada a arrebatarnos hasta lo más sagrado que tiene la República: el Código fundamental del país. (Aplausos.) Cuando a esta tribuna venga un defensor de este artículo, equilibrado, consciente, conocedor de la ley y me venga a decir por qué este artículo no viola nuestra Carta fundamental, entonces yo le demostraré en derecho, si es que derecho entiende el que lo diga, que no debemos votar este artículo, porque si lo votáramos, tal equivaldría a romper para siempre nuestra sagrada Constitución política y a guisa de darle libertad se le tirara a la cara al pueblo como para decirle: ¿que puedes esperar de la Representación Nacional, si lo más sagrado que tienes y que ha jurado guardar, te lo tira a la cara con un supremo gesto de desprecio político? (Aplausos. ruidosos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Guillermo Rodríguez.
El C. Rodríguez Guillermo: El ciudadano Manrique me ha suplicado que le ceda mi turno, y como yo iba a sustentar una tesis completamente diferente de la que se ha escuchado aquí, no tengo inconveniente y le cedo mi turno.
El C. presidente: Entonces el ciudadano Manrique ocupará el turno de usted, si es que usted le cede la palabra.
El C. Rodríguez Guillermo: Haciendo constar previamente que iba a sustentar una tesis completamente diferente.
El C. presidente: tiene la palabra el ciudadano Aurelio Manrique. (Aplausos.)
El C. Manrique: Señores diputados: la
circunstancia de dirigiros en esta vez la palabra después de haber usado ya de ella en la pasada sesión, me obliga a ser breve y a esforzarme por ser conciso Expresaré sencillamente, primero, que lo que pienso acerca de los argumentos de uno de los oradores del contra, el señor Martínez de Escobar, las que refutó en un discurso, por más que no puede ser un discurso formal. Quiero comenzar por hacer brevísimas rectificaciones. Quiero subrayar vigorosamente que a pesar de los esfuerzos de unos cuantos que podremos en ocasiones romper con nuestro propio criterio, que podremos en ocasiones ser más o menos inconsecuentes con lo mismo que aquí proclamamos, pero que en tesis general nos esforzamos por levantar y ennoblecer el debate, digo, que a pesar de los esfuerzos de estos cuantos se sigue aquí el sistema de pretender refutar los argumentos de un orador atacando al orador en lo personal.
El ciudadano diputado Martínez de Escobar ha cometido aquí el gravísimo error de robar a la Asamblea un tiempo precioso, discutiendo por espacio de media hora en torno a la personalidad de su propinante. Creo que esto debemos evitarlo y, en primer lugar, advierto que por espacio de media hora el ciudadano Martínez de Escobar argumentó en torno de dos peticiones de principio, es decir, esto podrá ser más o menos hábil, pero no es leal: suponer que el adversario expresó ideas que no llegó a expresar y luego combatir victoriosamente refutando estas ideas. El ciudadano Martínez de Escobar atribuyó al ciudadano Manrique dos errores que Manrique no cometió; el primero: Manrique confunde lamentablemente la soberanía de los Estados con las facultades gubernamentales; y yo, señores diputados, hago un llamamiento a vuestra memoria si seguísteis atentamente, como sucedió, mi peroración, y tengo derecho de deciros que lo que afirmé en aquella ocasión fue esto solamente; que las discusiones se extraviaron, suelen extraviarse porque los contendientes no comienzan metódicamente por ponerse de acuerdo en el valor de los términos. Fijar el valor de los términos debe ser el primer paso en una discusión razonada y seria. Y entonces expresé claramente que si confesamos siquiera transitoriamente, dejar textualmente siquiera transitoriamente en designar por soberanía en los Estados aquello mismo que otros designan con la larga perífrasis de facultades gubernamentales reservadas a los Estados y que estos no sacrificaron en el Pacto fundamental, entonces el problema se reducía a esto solo. Esas facultades gubernamentales que otros se empeñan en llamar soberanía de Estado, las define el artículo transitorio. Recuerde el compañero Huerta que claramente lo expresé así y siguiéndolo en la orientación que él quiso ampliamente imprimir al debate cuando con él convine, con el ciudadano diputado Huerta, en que el asunto era éste; cómo lo tocó perfectamente el ciudadano Castro y López, el problema de competencias. ¿No es verdad compañero Huerta?
El C. Huerta: Sí, señor ese es el único punto que debíamos tratar.
El C. Manrique: Muy bien. Media hora más empleó el ciudadano Martínez de Escobar en disertar sobre otro error gratuitamente atribuídome: el que yo hubiese expresado que nuestra Constitución había sido calcada en la Constitución americana. Afirmé, y lo recordará el compañero Siurob, afirmé claramente que todo fenómeno social, que todo fenómeno histórico es tan complejo, que en su producción, en su génesis, en sus determinaciones intervienen multitud de factores, de modo que sería erróneo el atribuir a un solo factor, tomando la parte por el todo, la génesis de un fenómeno aislado; en consecuencia, no cometí el error de afirmar que nuestra Constitución fuera exclusivamente copia de la Constitución norteamericana; lo que afirmé, desentendiéndome del problema social y del aspecto del derecho administrativo, ciudadano Martínez de Escobar, para limitarme sólo al problema de Constitución política, de Constitución federal, puesto que este era el tema a debate y no otro, fue que la constitución norteamericana había, por esa ley universal del espíritu, esa ley psicológica que se llama ley de meditación, había contribuído puramente a imprimir determinadas modalidades a la nuestra, y este razonamiento así presentado, es irreprochable. Venir después a emplear otra media hora haciendo a esta Asamblea muy poco honor, convirtiéndola en teatro de barriada de género íntimo con fraseología y con gracejadas de gusto muy dudoso y de discreción y de sutileza muy litigiosa, me parece indigno de esta Representación Nacional. Debemos esforzarnos por dar seriedad a los debates, y por seriedad debemos entender la trascendencia, la trascentalidad del asunto; no ocuparnos en futilezas, ciudadano Martínez de Escobar, y luego miente quien haya dicho que el ciudadano Manrique - la palabra es dura, pero insisto en ella-, miente quien haya dicho que Manrique, en la pasada sesión, haya venido aquí a citar centenares de textos; si de algo huyo es de la pedantería de las citas; cito lo indispensable, porque nuestro pensamiento no puede permanecer aislado, porque forzosamente debemos copiar a los grandes maestros en cuanto ellos tengan de dignamente imitable; pero de esto a venir a copiar y de venir a citar textos, yo se de alguien que ha citado textos. (Aplausos.) No, ciudadanos diputados, hay algo mejor y más valioso que el venir aquí a dar una cátedra de lógica, de lógica barata reveladora de hueca y vana pedantería. (Aplausos.) Hay algo que vale más que disertar sobre la lógica: practicar la lógica; hay algo que vale más que disertar sobre la virtud: practicar la virtud. Venir, pues, a hacer perder el tiempo revelando una lamentable pedantería, hacer perder a esta Asamblea un tiempo precioso para disertar sobre cosas que aprendimos todos cuando alguna vez pasamos por las aulas, es indigno de esta Representación Nacional y constituye seria ofensa a su honor y a su nivel intelectual. (Aplausos.)
Por esto me esfuerzo yo, raras veces necesito esforzarme, porque no soy especialista en ramo alguno del saber humano; pero si lo fuese alguna vez, me especializaría en alguna ciencia; si lo fuese, si viniera a disertar aquí sobre botánica o zoología, no cometería yo nunca la pedantería imperdonable de venir a citaros tecnisismos y venir a hablaros de cosas que todos estáis obligados a entender, porque es necesario comprender que el abogado que venga aquí a disertar, debe disertar sabiendo que se dirige a una mayoría de hombres cultos;
pero a una mayoría de educación heterogénea. El abogado que diserte desde esta tribuna no debe hacerlo como si desertase ante un ateneo o ante una academia de jurisconsultos; el médico que venga aquí debe esforzarse porque su lenguaje sea accesible y llano, por huir de tecnisismos y por familiarizar su expresión y no debe hablar como si hablase ante académicos de medicina o entre miembros de una academia de medicina; ¿por qué? Porque esta asamblea es verdaderamente compleja; médicos, abogados, agricultores, obreros, ante esta visible heterogeneidad de la Asamblea, debemos esforzarnos por huir de toda pedantería y de allí que el ciudadano Manrique se hubiese esforzado en pasada sesión por no insistir demasiado en sutilezas de distinción de conceptos y colocándose en un terreno práctico, aceptó convencional y transitoriamente el designar por soberanía de Estados lo que otros llaman, queriendo precisar la expresión, facultades gubernamentales reservadas a los Estados, etcétera, etcétera; esto es todo lo que aquí ha pasado. Querer, pues, invertir la cuestión y seguir aquí discutiendo asuntos personales, paréceme tonto; si yo me pagase demasiado de estas cosas, debería agradecer a mis impugnadores que vinieron a discutir aquí horas largas sobre los aciertos, desaciertos, pequeñeces y ridiculeces de Manrique; pero yo creo que esta Asamblea ha venido aquí a algo más serio. (Voces: ¡Ya! ¡Ya!) y este algo, ciudadanos diputados, es la discusión del problema social claramente encadenado con la discusión del artículo 1o. transitorio a debate. Es visible que en esta Asamblea se ha iniciado una nueva etapa, una vida nueva; es visible que de algunas semanas a esta parte, la XXIX Legislatura ha comenzado por analizar, por entrar al estudio serio y detenido de problemas a que antes referí, a la que la colectividad no había llamado la atención. Nosotros andamos en un momento de verdadera re - ordenación o de re - distribución de los grupos de la Cámara, y eso que hemos creído propicio con motivo de la discusión de la Ley Agraria, plantear de una vez para todas este problema: la constitución en México de partidos de acción social, distinguiéndose, alejándose de la tradición que hace de los partidos políticos grupos de hombres en lucha perpetua por el Poder.
Y tengo derecho a afirmar, sintetizando mis argumentos, que si nuestra revolución independencia que dio la República de la tutela de una nación europea, no terminó ahí, no podía terminar este esfuerzo de los avanzados y de los hombres desinteresados de la República; más tarde nuestras guerras de reforma, nos arrancaron definitivamente del poder teocrático. Ahora, ciudadanos diputados, las últimas guerras civiles que han asolado y desangrado nuestro territorio, nos han libertado en el terreno de la política; han derrumbado regímenes que eran políticamente opresores para el pueblo; la revolución de los últimos diez años que comenzó por ser esencial y principalmente política, ha asumido cada vez más definitiva, cada vez más seriamente, caracteres de revolución social; de revolución que pugna por la reforma social, por la reforma económico - social de la nación mexicana; si no lo entendemos así, ciudadanos diputados, entonces distaremos mucho de haber interpretado nuestra alta misión. Es ésta la primera Legislatura que encuentra al país prácticamente pacificado. (Voces: ¡Qué va!) Esta es la primera Legislatura encuentra, después de diez años de lucha, prácticamente pacificado el país. Yo no afirmo, ciudadano Márquez, porque huyo siempre de las afirmaciones absolutas, que el país esté totalmente pacificado; he dicho y lo sostengo, y me atengo a la opinión de la Asamblea que no protesta por ello, que el país está prácticamente pacificado. (Voces: ¡Ley Agraria! ¡Ley Agraria!) Este es el momento de hacer la paz en las conciencias y de resolver los problemas económicos que la vida nacional nos presenta: problemas económicos, problemas económico - sociales, el problema obrero y el problema agrario; en estos momentos nos enfrentamos a uno de los aspectos, a una de las faces del interesantísimo problema agrario. Queremos fraccionar indirectamente los latifundios, creando por medio de la ley a debate el régimen de propiedad patrimonial, el régimen de propiedad familiar, de home stead. En estas condiciones ha venido al debate la constitucionalidad o inconstitucionalidad del artículo 1o. transitorio. Quienes propugnamos por la aprobación del artículo 1o. transitorio no hemos venido aquí a sustentar la tesis de que sea necesario violar por esta vez la Constitución Federal, hemos dicho claramente que solo se necesitaba de un esfuerzo de interpretación, de un esfuerzo de buena voluntad para compaginar el precepto terminante del párrafo tercero del artículo 27 constitucional, con el precepto no menos expreso y terminante del artículo 11 transitorio constitucional; éste es el problema. No voy a insistir sobre mis argumentos de la pasada sesión, porque la repetición me resultaría nociva; sólo debo exhortaros, para terminar, a considerar el problema en su aspecto revolucionario, para recordar que en estos momentos se plantea por primera vez en México, después de muchos años, el problema de la constitución de partidos políticos que tengan por finalidad suprema y única la resolución del problema social. Las divergencias, las evidentes faltas de unidad de la Constitución, los absurdos y contradicciones que encierra la incongruencia constitucional mexicana de 1917, tiene una clara explicación: el cuerpo político de la ley tal como está expresado en el proyecto de reformas a la constitución, presentado por el ciudadano primer jefe encargado del Poder Ejecutivo ante la Asamblea Constituyente que en Querétaro deliberó, fue elaborada por hombres de gabinete, por hombres de estudio que sabían a donde iban y sabían lo que querían. En el proyecto, pues, hay verdadera unidad, pero contrastando con la preparación mental y práctica de esos hombres en pequeño número, se hallaba una enorme mayoría de constituyentes menos preparados individualmente desde el punto de vista cultural, pero superiores indudablemente en espíritu revolucionario y en pureza de principios y de intenciones; del choque de estas dos tendencias, del cálculo, de la premeditación, de la meditación y estudio científico y atinado que habían contribuido a la formación de un cuerpo de doctrina, de un proyecto bastante uniforme y bastante lógico que tendía principalmente a la resolución siguiendo la vieja escuela liberal del
problema político, del problema institucional, hallábase la opinión de la mayoría jacobina, de la mayoría revolucionaria, de la mayoría entusiasta de los constituyentes y fue entonces como sin muchas meditaciones, más bien por una verdadera plausible intuición, se elaboró rápidamente el proyecto de reformas que consignaba una bellisima innovación en los artículos 27 y 123 de la que es hoy nuestra Carta Magna. Si esta es la verdad histórica, señores diputados, nada tiene de extrañar esta falta de unidad y esta incongruencia que suelen reprochar sus enemigos a la Constitución de 17, que es claramente explicable para quienes entienden la génesis y desarrollo de los debates en aquella Asamblea y que no constituye un reproche a la Constitución. Vendrá más tarde, en épocas mejores, un constituyente que elabore un proyecto de reformas más atinado y más serenamente, sin la urgencia de resolver problema tan grave en solo dos meses de elaboración, olvidando que la Constitución del 57 fue elaborada en un largo año de deliberación; en consecuencia, señores diputados, en todos estos conflictos de interpretación entre los artículos que claramente interpretan el espíritu de la época, el 27 y el 123, impuestos por la mayoría jacobina revolucionaria y entusiasta del Constituyente, y los preceptos que solo se preocupan por el sistema político institucional, no hay vacilación posible, ciudadanos diputados. Por esto hemos planteado desde el principio de esta ley el aspecto revolucionario de la cuestión. Es llegado el momento de decidirse, señores diputados; como decía hace un momento, es llegado el tiempo de la recordación y de la redistribución de los grupos de la Cámara. Quienes quieran seguir aferrados al viejo precepto del problema político institucional, del liberalismo clásico que es ya un verdadero cadáver, que sigan enhorabuena aferrados a su teoría. Nosotros creemos que es llegado el momento de afirmar que los grupos políticos si han de hacerse perdonar su existencia, no deben empezar por perseguir sino una finalidad única: la reforma social. (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Moisés Huerta.
El C. Huerta: Señores diputados: Si la discusión tuviera que seguirse únicamente con las personas que han hablado en pro de este artículo, no me tomara yo la molestia de venir a esta tribuna, porque estoy convencido de que ellos también por su parte no se convencerán de la anticonstitucionalidad de esta ley; pero como por fortuna tengo la convicción íntima de que en el seno de esta Asamblea hay una mayoría consciente de sus derechos y de sus deberes, voy a hacer un esfuerzo para ver si es posible acabar con estas larguísimas discusiones que únicamente han puesto de relieve bajas pasiones e intereses mezquinos. (Voces: ¡No se oye!)
Recordará la Honorable Asamblea que en un principio se sostuvo por los oradores del pro que no se cometía ninguna violación a la Constitución con este artículo transitorio; más tarde, cuando los oradores del contra demostraron ampliamente que este artículo viola la soberanía de los Estados y es a la vez anticonstitucional, se invocó como fundamento para sostener la subsistencia del artículo a debate, que era de carácter revolucionario, y este último argumento es el que ha venido a tomar cuerpo en estos últimos días, de tal manera que ahora, convencidos los oradores del pro de que este artículo, aún cuando el fondo es contrario a la Constitución o, lo que es lo mismo, aún cuando la honorable Cámara no tiene competencia constitucional para aprobarlo, sí debe aprobarlo desde el punto de vista revolucionario. (Voces: ¡No! ¡No!)
En tal virtud, yo voy a analizar en breves palabras este asunto desde tres puntos de vista: desde el punto de vista revolucionario, desde el punto de vista práctico, y desde el punto de vista legal, dada la escasa importancia de este último punto, porque está suficientemente tratado. Desde el punto de vista revolucionario se sostiene que este artículo es quizá lo mejor que tiene todo el proyecto de ley. Si mal no recuerdo, el señor doctor De Alba dijo que en este artículo radica toda la eficacia, radica todo el beneficio para el pueblo mexicano yo me pregunto ¿en que está lo revolucionario de esta ley? ¿en que se pretende sacrificar a todos los Estados de la República, o en que la solución del problema agrario se someta únicamente a la Comisión Nacional Agraria? Si es lo primero, es decir, si lo revolucionario consiste en que esta ley deba aplicarse en toda la República, yo esto no lo estimo revolucionario, sino simple y sencillamente atentatorio a los derechos que tienen las legislaturas locales para expedir las leyes y a una invasión de esas facultades que no debemos invadir. Ahora bien, si por revolucionario se entiende este artículo, con solo tener en cuenta que queda la Comisión Nacional Agraria para resolver en cada caso el problema que se presente en cada entidad, no estimo esto revolucionario, y si no fuera porque yo considero a los miembros de la Comisión, hombres bien intencionados, a cualquier otro se le daría motivo para creer que en este artículo hay un gato encerrado, pero la cola está de fuera, y ese gato encerrado consiste en dejar a la Comisión Nacional Agraria para que, en cada caso, haga un juego de estira y encoge y resolver según los intereses de cada terrateniente. ¿En qué está, pues, lo revolucionario? ¿El pueblo con esta ley va a quedar satisfecho en sus aspiraciones? Yo creo, francamente, que no, porque el proyecto de ley establece que cada solicitante previamente obtenga de la Comisión Nacional Agraria la declaración de que un predio es latifundio o no; si es latifundio, habrá lugar a fraccionamiento, y si no es latifundio, no habrá lugar a ello. No es esto lo que la Constitución exige, la Constitución, en su artículo 27, previene que la ley reglamentaria que se expida debe señalar el máximo de tierra de que pueda ser dueño un particular y al que quede sujeto el fraccionamiento y no dejar, como se deja en ese proyecto de ley, a una institución la facultad discrecional de en cada caso resolver si es latifundio o no es latifundio; en una palabra, darle amplísimas facultades que en definitiva harían nugatorias todas las facilidades que el pueblo debiera tener si esta ley se expidiera únicamente por lo que toca al Distrito Federal por el Congreso de la Unión, y las legislaturas locales por lo que toca a sus respectivas jurisdicciones. Por lo que llevo expuesto se comprende que esta ley, en la forma en que está concebida, no satisface
ningún anhelo revolucionario. Vamos a ver ahora si desde este punto de vista práctico sería posible cumplir con este proyecto en el supuesto que se llegara a aprobar. Hasta el presente la Comisión Nacional Agraria con sólo los expedientes que tiene en trámite respecto de las dotaciones de tierra y distribuciones de tierra a los pueblos, tiene bastante trabajo recargado y estoy seguro de que no sería posible que la Comisión Nacional Agraria tuviera tiempo para resolver las innumerables solicitudes que vendrían de todos los Estados de la República. Y si desde el punto de vista práctico la Comisión Nacional Agraria no tendría tiempo suficiente para resolver, desde el punto vista económico tampoco es conveniente, porque cada estado tiene sus problemas enteramente complejos y en cada Estado no se puede con una sola plumada resolver este asunto, sino que es necesario distribuir en muchos casos hasta los Estados por regiones, como acaba de acontecer en el Estado de San Luis Potosí. Ahora bien; desde el punto de vista legal ya se demostró con toda amplitud que la Cámara no tiene competencia jurisdiccional para expedir la ley. Dice uno de los artículos constitucionales que todas las facultades que no estén consignadas expresamente para los funcionario federales, se entienden reservadas a las legislaturas locales, y como el artículo 27 sí establece de una manera clara y precisa que las legislaturas locales serán las que en sus respectivas jurisdicciones deben expedir esta ley, carecemos de competencia para expedirla y se cometería una grave violación a ese artículo 27. Se ha dicho aquí mucho por los oradores del pro, que el pueblo tiene en todo tiempo el derecho inalienable de expedir esta ley. Pues bien: esta apreciación no me parece aplicable ni ajustada a la ley, porque el artículo 41 dice así:
"Artículo 41. El pueblo ejerce su soberanía por medio de los poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución."
Ahora bien; como la presente Constitución establece que es el Congreso de la Unión el capacitado para expedir esta ley en tratándose del Distrito Federal y Territorios, y las legislaturas locales en tratándose de sus respectivas jurisdicciones, es incuestionable que aun cuando es el pueblo el que tiene el derecho inalineable de ejercer su soberanía, esta soberanía indudablemente la debe ejercer en los términos constitucionales. Lo de menos sería entrar en otra serie de apreciaciones; pero yo gusto de tratar este asunto de una manera seria, sin palabras superfluas, desde el punto de vista legal. Yo creo que todos los ciudadanos diputados que están presenten si quieren dar una prueba de respeto a la Constitución general y de respeto también a las Constituciones de sus respectivos Estados, darán un voto negativo a este artículo, porque deben tener en cuenta en una buena parte de los Estados de la República ya se legisló sobre esta materia y que en aquellos Estados en que no se ha legislado, las Constituciones locales establecen precisamente el derecho de que cada una de sus legislaturas tiene y por el cual dictará la ley sobre este asunto. En consecuencia, aquéllos que votarán en favor de este artículo, se verían en el caso, en el predicamento verdaderamente terrible de votar en contra de sus mismas Constituciones locales o, lo que es lo mismo, violando la soberanía de los propios Estados y las garantías del pueblo que los ha elegido.
Por lo expuesto, yo exhorto a los ciudadanos diputados a fin de que, dando una prueba de verdadera cordura, den un voto negatorio a este artículo.
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Pedro de Alba.
El C. De Alba Pedro: Señores diputados: tiene razón de sobra el diputado Manrique al afirmar que esta discusión, que este asunto corresponde verdaderamente a una crisis de la XXIX Legislatura, a una crisis en la que por primera vez se plantean asuntos de carácter antitético, en términos, por decirlo así, antípodas, que no pueden entrar dentro de las componendas y de las conciliaciones; tiene que decidirse francamente por uno o por otro de los términos que se proponen en el artículo 1o. transitorio, y de ahí que no se venga a argüir ahora que se es partidario de tal o cual aspecto de la ley, pero que no se es partidiario de otro punto; aquí no cabe la distinción: o se está porque se haga una amplia, una franca, una entusiasta política nacional agraria, o se está porque no se haga esa amplia, esa franca y esa entusiasta política nacional agraria. (Aplausos.) El asunto a mí no me extraña; siempre, desde las escuelas remotas, de las escuelas filosóficas, desde la época en que yo, si mal no recuerdo, fueron los filósofos de Elea, demostraban que un disco que se lanzaba al aire y que iba con vertiginosa velocidad estaba en reposo; desde que en los pórticos de Atenas se ejercitaban los sofistas demostrando con elocuencia brillante el pro y el contra de una cuestión; desde que en nuestros tiempos hasta los más famosos matemáticos, los que han aplicado la filosofía a la matemática, han demostrado que un axioma, que un teorema es igualmente demostrable en el pro y en el contra de él, ajustado estrictamente a la ciencia; tomando en consideración estos casos, que son fundamentalmente humanos y que, por lo mismo, tendrán que alentar y vivir dentro de esta Representación Nacional, digo que no me extraña, porque los dos términos antípodas y antitéticos muy bien pueden existir dentro de esta Asamblea, pueden existir ideas completamente encontradas. ¿Y que tiene esto de raro, señores? Ha sido la lucha eterna entre el pro y el contra, entre la negación y la afirmación, entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal. (Aplausos.)
Si esto sucede, y seguramente recordarán que a través de este legajo apreciabilísimo que constituye el pensamiento humano en las letras y en filosofía, allí parece que en las obras que más leyó el hombre, que las obras que más profundamente han impresionado al hombre, al grado de que son las obras inmortales del genio y de la humanidad, allí parece en esas obras, en esas concepciones, plantarse conceptos antípodas, parece que se ponen enfrente en la leyenda griega del Prometeo que fue condenado a estar en la roca atado y desgarradas las entrañas por orden de los dioses, porque Prometeo les había arrancado a los dioses el secreto de las ciencias y de las artes, es decir, de la luz que alumbraría después al pensamiento humano;
si recuerdan ustedes que posteriormente las obras que más profundamente han impresionado, las obras verdaderamente inmortales del genio, son aquellas en las que se plantea el pro y el contra de un asunto, el aspecto bueno y el aspecto malo, lo elevado y lo bajo, lo sublime y lo rastrero de un asunto, seguramente que no debe extrañarnos que haya una infinidad de personas que no estén de acuerdo con estas cuestiones cuando se llevan a un terreno en que son francamente antitéticas. Así tenemos en la concepción de Shakespeare, en la concepción por excelencia, en la concepción del símbolo de la tempestad, en donde el genio del aire, Ariel, inmortalizado gloriosamente por nuestro gran pensador Enrique Rodó, allí lucha Ariel contra Cabilan, allí lucha el genio del aire y de las alas contra el genio de la tierra y contra el genio del mal. Allí, en el "Otelo" de Shakespeare, también luchan la sinceridad y la nobleza, contra la maldad y el impudor de Yago. En el "Quijote" lucha desesperadamente el buen caballero contra el sentido común de Sancho; pero finalmente, aunque aquí se haya asentado lo contrario, el sacrificio, la muerte, la locura de Don Quijote fue una locura divina, que felizmente todavía se levanta y llevamos imbíbita y latente en las venas. (Aplausos nutridos.) ¿Qué otra cosa es el "Fausto", de Goethe, sino una lucha entre el genio de la afirmación, puede decirse, con el genio de la duda? Mefistófeles, tentando al doctor Fausto con toda la atracción de la vida fastuosa y sensual y fascinadora que había desconocido el cultivo puro y elevado del arte. ¿Qué cosa es, en nuestros tiempos, esa comedia admirable de Benavente, que tanto ha despertado nuestra admiración? La comedia de "Los Intereses Creados," en donde lucha Crispín, el mozo ladino, rastrero, tramposo, por encubrir la personalidad, en cierta forma inmaculada, de su amo Leandro, porque él parece desentenderse de todas las triquiñuelas de su siervo; de Leandro, que parece ser un gran señor, que de ninguna manera se entera de lo que es Crispín, pero que vive a costa de él. Estas concepciones, como dije, representan fundamentalmente nuestro estado moral; todo esto lo hemos vivido, está latente en nuestros pechos; en nuestros pechos vive Yago, en nosotros vive don Quijote, en nosotros muy a menudo nos habla Sancho, en nosotros vive Leandro y frecuentemente nos juntamos con Crispín.
Es que somos una dualidad; estamos hechos de tal manera, que con mucha frecuencia nos contradecimos a nosotros mismos; y con razón alguna vez Anatole France decía, cuando le increpaban de que se contradecía: "yo reclamo para mi el derecho muy humano de contradecirme y de tener debilidades." Aquí estas acepciones, estas ideas que traigo a la consideración de ustedes, creo que pueden, en cierta forma, polarizar las ideas fundamentales del debate; por un lado los que hablamos en pro de este artículo, desde luego que parecemos un desfile de heresiarcas ante un tribunal de doctores; desde luego que nosotros no podemos traer a la consideración de ustedes ninguna luminosa interpretación jurídica, porque no somos de la escuela de los sofistas. Si fuéramos de la escuela de los sofistas, si los señores abogados de esta Cámara hubieran tenido algún empeño especial en hacer pasar esta ley como ley nacional, seguramente que habrían tenido recursos valiosísimos, luminosos, maravillosos geniales, para demostrarnos que esa ley no pecaba de anticonstitucionalidad. (Aplausos.) Ya los veríamos acogiéndose a aquel inciso en que al hablar de las facultades al Congreso de la Unión, dice la Constitución terminantemente: el Congreso de la Unión es la autoridad por excelencia, para encargarse de guardar lo sagrado del Pacto federal y castigar todas las faltas en contra......
- El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿En qué parte?
- El C. De Alba, continuando: En el inciso XXI de las facultades del Congreso, el Congreso de la unión tiene que velar por que no se cometan faltas en contra del Código federal.....
- El C. Vasconcelos: Le ruego que vea su Constitución.
- El C. De Alba: Y el artículo 11 transitorio, que también lo han citado hasta la saciedad, primeramente el compañero Siurob, seguramente que da una gran fuerza a este debate; seguramente que le da todo el valor legal que se le quiere negar. Seguramente que cuando el compañero Siurob interrogaba caballerosamente a los constituyentes para que le dijeran cuál había sido el espíritu del Constituyente que, por otra parte, estaba expresado en el artículo 11 transitorio, (Aplausos.) de que deberían las leyes, los principios - algunos les llaman bases - , pues los principios fundamentales de esa constitución, la mente de los constituyentes fue de que fueran principios fundamentales de la Federación mexicana. Digo yo que hay un inciso en que se dice que esta Cámara o que el Congreso de la Unión debe castigar las faltas que haya y que esta Cámara debe conocer de las faltas que haya en contra del régimen federal, en contra de la Federación y seguramente que retardar, que prolongar, que nunca dar una Ley Agraria, que nunca se daría en algún Estado, sí es un grave delito en contra de las prescripciones fundamentales de la Constitución. (Aplausos.)
Decía yo que nos debatimos en un mundo de contradicciones, porque en cierta forma así conviene por ahora a determinados intereses; en esta discusión, yo lo reconozco desde luego, hay románticos, como el compañero Vasconcelos, como el compañero Gandarilla, que defienden como una bandera noble y santa lo que llaman la soberanía de sus Estados; espíritus fogosos, espíritus fogosos como el compañero Gandarilla, que tampoco quiere sacrificar la soberanía de su Estado, aunque sabe que no tiene que ver nada la ley con aquella Entidad, puesto que allí ya se está estudiando la ley o se ha dado la ley agraria. En cambio, habemos personas que queremos que ya no tenga ninguna significación esta cuestión de límites interiores de los Estados, cuando no se cumple con el Pacto fundamental, cuando no se cumple con la idea fundamental de la Constitución, y como en este momento lo que se agita, lo que, quiérase o no reconocer, hay es una ansia nacional de que se legisle sobre cuestiones agrarias, de que se haga una "política hidráulica", una política de colonización, una política de reparto de ejidos, porque, ¿por medio de qué órgano va a hablar el país, si no por la Representación Nacional? ¿Por qué, de qué otra manera se va a demostrar que
dentro de esta Representación Nacional se ha oído, se ha escuchado el ansia popular, el ansia, el hambre y la sed del pueblo, si no votando que esta ley agraria sea de acción federal? ¡Si no vamos en contra de la soberanía de los Estados! y ya se ha dicho hasta la saciedad; es simplemente un artículo propulsor, agitador de la actividad de esas soberanías; después úsense todos los medios diplomáticos que se quiera, después úsense todos los procedimientos de acercamiento; hablémosles con franqueza, digámosles a las legislaturas de los Estados: no queremos invadir tu soberanía, no queremos nosotros, a título de mayor autoridad o a título de mejor competencia, meternos en asuntos que a tí te incumben. Queremos simplemente que la nación sepa que el Gobierno, que las instituciones quieren que se haga una política nacional agraria y en estos, momentos, quiérase que no, el Congreso de la Unión tiene una voz nacional es necesario que esa voz nacional se haga oír diciendo que esta ley es de aplicación general en toda la República, mientras no se den esas leyes que vengan a llenar un hueco que existe y existirá por mucho tiempo en los Estados. (Aplausos.)
- El C. Márquez: ¿Me permite usted una interpelación?
- El C. De Alba: Cuando yo termine.
- El C. presidente: Se llama al orden al ciudadano diputado Márquez.
- El C. Márquez: Dirijo una interpelación al orador, quiero que él me diga si me la concede o no. (Voces: ¡No está obligado!)
- El C. De Alba: ¿Quiere usted, compañero, que le sea franco? (Desorden. Campanilla.)
- El C. Márquez: Dígame usted si me la concede o no. (Escándalo. Campanilla.)
- El C. De Alba: Pues si no habla la nación por esto que llamamos la Representación Nacional, ¿De qué otro modo vendría a hablar la nación? Que se agoten todos los medios diplomáticos, pacíficos, todos los medios, sí, como dijo Martínez de Escobar, que se invite aquí a un conciliábulo, ¿por qué no? (Desorden.)
- El C. presidente: Se suplica a los ciudadanos diputados no interrumpan al orador.
- El C. De Alba: Si el Ejecutivo muy a menudo y, juntos o aislados, convoca a los gobernadores de los Estados para unificar determinada política, cierta acción gubernamental; si el ministro de la Guerra llama a los generales para desarrollar, para ejecutar cierto plan de campaña y ponerse de acuerdo en todos estos procedimientos, ¿qué de extraño tendría, como proponer el ciudadano Martínez de Escobar, como propuso alguna vez, que invitáramos a esas legislaturas de los Estados para que aquí, sin superioridades, sin soberbias, sin hablar de que aquí está la flor y nata ni mucho menos, tratando de cambiar impresiones, de qué pensamos sobre estos problemas; aprobemos este artículo y que después se hagan esos conciliábulos? (Voces: ¡No! ¡No!) Y que se hagan sentir a las legislaturas de los Estados, que están asfixiadas, que están ahogadas por una infinidad de intereses que contra su misma voluntad, muchas veces, no pueden legislar. Así mismo sería un gran estímulo que se les excitará, porque ya se vería que con ello cumplían con un gran anhelo que se extiende por toda la faz del territorio nacional. Y no queremos entender esto: qué los señores de Guanajuato, de Jalisco, o que viven en San Luis, en Puebla, en cualquiera Entidad federativa, no saben cómo se debaten ahí los intereses creados, no saben cómo está en pugna el ideal con la realidad, no saben cómo está en pugna el impulso revolucionario, el impulso nuevo que trata de darle una nueva modalidad a todas las cuestiones sociales, con los conceptos ya rancios y completamente desprestigiados. ¿Pues por qué no se va a ayudar, por decirlo así, a las legislaturas de los Estados? No se les va a usurpar, al contrario, se les va a ayudar y tengo la seguridad de que algunas legislaturas de los Estados se alegrarían de tener la facultad de hacer la política agraria en su Estado, porque de otra manera quién sabe si por la acción del Gobierno, del capital o del clero, no puedan realizar aquello que ellos mismos tienen la convicción de que deben de hacer. Estamos contaminados de dos gérmenes morbosos, funestos, de los cuales ni Soto y Gama ni Siurob pueden emanciparse: de la politiquería y del jacobinismo, y estas dos cosas se nos infiltran, se nos mezclan, se nos confunden muchas veces con las más nobles y puras, en las cuales no tienen nada que ver ni nuestro amor propio, ni nuestras ideas heredadas sobre aquello de liberales y de mochos. Digo esto, porque el problema agrario como el problema de la educación nacional, los dos problemas esenciales de nuestro país, el pan y el libro, como dice el señor Lamicq en un escrito, bellísimo por cierto, sobre el indio mexicano; la escuela y la despensa, dice Costa, el apóstol en España, que dice que todo lo que se gastaba en la Marina y en el Ejército se llevara para enseñar al niño y para alimentarlo. Estas dos cosas sobre las cuales debemos pensar muy a menudo, son las que no abordamos por andarnos con asuntos muy personalísimos y con partidarismos políticos y aquí debemos despojarnos de estas cosas. Lo sé por experiencia, hay una interpretación torcida, muy a menudo las hemos palpado a propósito de este proyecto de la federalización de la enseñanza pública para lograr el mejoramiento del maestro y del niño, ¿no hemos visto que algunos Estados han interpretado que es un esfuerzo de la Federación para ir a descristianizar y a hacer una campaña anticatólica? Ahí vienen las interpretaciones funestas que nosotros no deseamos; los agraristas, los socialistas, quienes realmente lleven la bandera del socialismo con sinceridad, deben hacer declaraciones claras, terminantes y precisas; no vamos contra el Clero, si el Clero está con nosotros y con el pueblo; no vamos contra el hacendado, si el hacendado está con nosotros y con el pueblo; si algún hacendado diera el ejemplo, ya no digo de desterrarse a la Siberia, como lo hizo León Tolstoy, de repartir sus tierras, ¡qué glorioso ejemplo sería entre nosotros! y lo explotaríamos para invitar a los otros hacendados para que con un espíritu de renunciación apostólica, evangélica, ayudaran a la resolución del problema agrario.
Todos deben ayudar a la resolución del problema agrario; no es la obra de un hombre, no es la obra de dos ni de tres hombres, debe ser algo para lo cual todos absolutamente debemos poner algo de nuestra parte, y si venimos acogernos de los
lados flacos de la Constitución para decir que este artículo es flagrantemente anticonstitucional y no aprovechamos aquello que citó el pro y que ya se ha cansado de citar, de que sí hay razón para creer que es constitucional, de lo que está convencido hasta la evidencia Siurob, está convencido Soto y Gama, está convencido Salazar y la mayor parte, la casi totalidad del grupo socialista de la Cámara, pues, ¿por qué en vez de acumular todo esto, por que en vez de hacer todas esta interpretaciones leguleyas, no nos empeñamos en salvarlo? Porque al fin y al cabo, para muchos abogados lo mismo es demostrar el pro que el contra de una cuestión y esto no debe de tomarse a mal, porque hasta Sócrates, muchos lo califican entres los sofistas, y no puede haber en la historia de la hamanidad un alma más elevada, un alma más pura que el espíritu griego cristalizado por excelencia en las doctrinas y en las ideas socráticas. Nos debatimos en contradicciones, algunos, hacemos declaraciones de que nosotros no queremos salir del terreno constitucional, de que si la Constitución que hemos jurado guardar y hacer guardar y protestamos, nos da amplio campo para la aplicación de esta ley, debemos aprobarla. La mayoría de esta Cámara se titula socialista (Voces: ¡No!) No del Partido Socialista, pero sí se titula a sí misma que tienen ideales socialistas. Esto no tiene nada de extraño, en el programa del Partido Liberal Constitucionalista tiene muchos postulados francamente socialistas; si todos en mayor o menor escala, si todos en mayor o menor grado nos consideramos socialistas, ¿por qué vamos a buscar en la Constitución la prescripción del límite territorial del Estado? Señores, no se comprende ni el abecé del socialismo si esta pugna por las fronteras ya es ridícula; es el ideal, es el sueño de Víctor Hugo, que nos ha indicado la república democrático - social - universal que hace mucho quiso proclamarse en Francia como un ideal, y que la sostuvieron todos los románticos de aquella época. Si, por otra parte, nos fijamos en el problema de la raza, el problema de la raza no es del Distrito Federal, no es de los territorios, el problema del indio va más allá del Distrito Federal, es un problema nacional y si no vamos a enfrentarnos con cierta audacia y bastante decisión a estas cuestiones, ¿entonces para cuándo dejan ustedes sus arrestos, señores, que tienen postulados socialistas en su programa? (Aplausos.) Si ahora ya hasta los católicos son socialistas; ellos dicen: la religión cristiana no puede ser sino socialista; si ellos tampoco se paran en los límites de los Estados; si ellos quieren la República cristiana social, universal, sincera o hipócritamente, como ustedes quieran, pero ya hablan de eso, ¿cómo en una persona que se dice tener ideas revolucionarias, ideas avanzadas, ideas de su tiempo, se compadece esto con que se esté parando ante triquiñuelas de los límites geográficos de cada Entidad federativa? He dicho que también tenemos el problema de la raza, el problema de la raza hispanoamericana, el problema de la raza latinoamericana, el problema de nuestro continente. Si no atendemos al problema de la raza, si no atendemos al problema hispanoamericano, ¿cómo podremos atender a los llamados de la política social universal que a cada paso nos está dando fuertes toques de alarma para que la atendamos, para que la secundemos y para que la encaucemos? Eso es en último caso lo que yo quiero hacer, yo quiero contribuir con unas cuantas palabras, con unos cuantos conceptos, con unas cuantas herejías jurídicas, como diría el licenciado Vasconcelos, quiero contribuir, aunque sea con esas herejías jurídicas, a que se encauce esto que sólo los ciegos no lo ven. (Aplausos.) Corresponde a aquel momento histórico de que nos habla el libertador Bolívar cuando nos dice después de años de tregua en las luchas de la emancipación de los pueblos de la América del Sur, decía: Estamos en un momento de paz artificial, decía Bolívar, en que se ve a las masas sociales como dos olas gigantescas que se hallan en medio del océano, igualmente fuertes - tal vez en aquel momento que decía Bolívar, ahora no cabría el símil perfecto. Decía que dos olas querían chocar, querían absorberse, nulificarse la una a la otra y que chocan, que pugnan, que se levantan, que se encrespan, que se agigantan y que están en ese estado y cuando siguen esperando que todas aquellas fuerzas choquen, que toda aquella fuerza impulse a los hombres a la destrucción, entonces los hombres que pensamos debemos evitar que no choquen, que no se destruyan, que no se aplanen en la pérdida de esas fuerzas nobles, que en cierta forma deben ser aprovechables en la humanidad. Pues si estamos en estos momentos supremos en todo el mundo, en los campos, en las ciudades y se ve que el choque se acerca de esas olas contradictorias que están en un estado de transición, que están en un estado de equilibrio inestable, ¿por qué no hemos de esforzarnos nosotros porque ese equilibrio, esa base de que hablaba Manrique llegue a convertirse en una paz verdadera y no en algo artificial como es lo que estamos observando? Cuando Bolívar, el hombre de América, por excelencia, el hombre del cual debían de leer la vida y la obra, palabra por palabra, todos los que entre nosotros aspiran a llamarse libertadores, Bolívar, grande no por las cien batallas en que haya vencido, sino porque después del triunfo, cuando en aquella carta Páez le ofrecía que se coronara emperador, que se hiciera rey, que fundara una dinastía para la América del Sur, Bolívar contestó: " no soy Napoleón ni quiero serlo; no quiero imitar al César, ni mucho menos a Iturbide". Tengo título de libertador, que es el título más alto, el título más noble a que puede aspirar el orgullo humano. "No me expongáis a que yo llegue a degradarlo". Pues todos los que entre nosotros aspiren a llamarse libertadores, deben leer aquellas palabras de desinterés político, de desinterés de poder, de desinterés de riquezas, de desinterés de dinastías. Decía yo que también tenemos el problema de la raza de hispanoamérica; lo ha dicho Vasconcelos, lo han dicho muchos: los pueblos del porvenir son los pueblos eslavos, y los pueblos latinoamericanos. Hay necesidad de que todas esas fuerzas concuerden, se unifiquen, y por fortuna, compañero Salazar, ya las más altas expresiones de nuestra intelectualidad están de parte del movimiento inicial. Todos nuestros más altos exponentes intelectuales como Caso, como Vasconcelos, como Gómez Morín, Nieto y otros muchos están de parte y francamente de parte de la causa del proletariado. Ahora que se ha tendido el abrazo, el abrazo estrecho entre las
clases intelectuales del mundo, ¿por qué le vamos a negar al proletariado el abrazo estrecho con las clases legisladoras? y seguramente que tendremos que esforzarnos porque esto se lleve a la práctica, por mejorar la condición de nuestro pueblo, como lo hemos dicho tantas veces, la condición de nuestro indio, la condición de nuestro campesino, la condición de nuestro obrero. Hace poco citaba yo a ustedes, a propósito de Turgot y decía, de paso, una opinión acerca de los enciclopedistas que habían sido hombres que tuvieron este inmenso mérito, aunque algunos los denigran porque dicen que fueron los creadores del materialismo, pero los autores de la enciclopedia tuvieron el gran mérito de extender el lazo entre las clases más elevadas de la intelectualidad y el proletariado: rehabilitar las artes manuales y al jornalero y señalar para un futuro mejor la emancipación, la dignificación y la libertad de todas esas clases. A este propósito me voy a permitir leer a ustedes estos cinco renglones de la definición que de jornalero propuso Diderot a la primera Enciclopedia, porque aquella enciclopedia, como ustedes saben, no era una definición escueta, sino una definición filosófica y social de los asuntos. Decía:
"Jornalero: Obrero que trabaja con sus manos a quienes se paga por día su salario. Esta especie de hombres forma la más grande parte de una nación; es su suerte la que un buen gobierno debe tener principalmente en consideración. Si el jornalero es miserable, la nación es miserable."
Esto se decía a mediados del siglo XVIII y en nuestro tiempo, señores, hablábamos de nuestros hermanos los campesinos y leemos los artículos que hace años publicó el señor Urdapilleta, unciosos y cursis, donde nos habla de nuestros flaridos campos, de nuestras costas riquísimas, de nuestro cielo azul de todas esas cosas que son pura retórica, porque de nada nos servirán la riqueza del petróleo ni nuestra magnífica colocación geográfica, de nada nos servirán estas donaciones que nos ha concedido la naturaleza si nosotros no sabemos aprovecharlas, si no sabemos encauzar, si no sabemos pregonar como bandera principal la redención, la emancipación, la nivelación intelectual y moral del jornalero. Hace poco leía yo a ustedes, y sin intención de hacer cátedra ni de hacer ningún descubrimiento, como con malicia ingenua asentaba algún cronista, la historia de una encomienda y eso no tuvo más objeto que hacer resaltar a ustedes que el indio ha construído los palacios de la ciudad de México, porque aquí los traían los encomenderos; que el indio perforó las minas, que el indio abrió caminos y al indio se le despojó de sus tierras, se le diezmó la población, se le trajeron epidemias y una infinidad de calamidades y que, en cambio, ahora que reclama algo, y no le queremos dar nada y yo digo al contrario: por más que diéramos, por más que sacrificáramos, por más que quisiéramos hacer en pro del indio, todavía nos quedaríamos cortos, y tanto más que esta ley que levanta escrúpulos constitucionales, en el fondo no tiene más que este objeto que ya he señalado antes: decir que el órgano representativo de la voluntad nacional comprende que en estos momentos lo que se necesita es que se haga una amplia, una práctica, una efectiva política agraria, hidráulica y de colonización nacionales. (Aplausos ruidosos y voces: ¡Muy bien!)
Presidencia del C. ZUBARAN JUAN
- El C. Díaz Soto y Gama: Pide la palabra la Comisión.
- El C. Márquez Aurelio P.: Pido la palabra con el objeto de interpelar...
- El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.
- El C. Díaz Soto y Gama, de la Comisión: Estaba yo deseando, señores diputados, un discurso serio, un discurso de síntesis...
El C. Márquez Aurelio P., interrumpiendo: Señor presidente, señor presidente, pido la palabra... (Desorden. Voces. Campanilla.)
El C. Díaz Soto y Gama: Tengo la palabra. Si la Comisión no tiene derecho a hablar en esta Asamblea, ¿quién tiene derecho?
El C. Márquez Aurelio P.: El doctor De Alba, antes de concedérsele la palabra al señor Soto y Gama... (Desorden. Campanilla.)
- El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión. Tenga usted la bondad de no interrumpir al orador. (Desorden.)
El C. Márquez Aurelio P.: Que se me diga claramente por qué el doctor Alba antes de terminar... (sigue el desorden. Golpes en los pupitres.) ¿No se me concede la palabra?
El C. presidente: No, señor; tiene la palabra la Comisión.
El C. Díaz Soto y Gama, de la Comisión: Es verdaderamente doloroso, señores un incidente de esta clase en los momentos en que acaba de producirse un hermoso discurso, un discurso de síntesis, un discurso verdaderamente serio, un discurso que levanta el debate. Yo, señores, antes de este discurso traía la idea confusa de llegar a una solución intermedia y con el discurso, no solo profundo, sino filosófico del doctor De Alba, mi idea se ha precisado. El nos hablo del eterno principio de contradicción que existe en las cosas humanas, este eterno principio de contradicción lo llaman algunos filósofos, y valga una cita aunque le parezca pedantería al compañero Manrique, le llama Emerson la ley de la compensación. Según esta ley de la compensación, nada en la vida es completo, todo es en la vida una mitad: el día y la noche, el hombre y la mujer, el bien y el mal, el frío y el calor, el progreso y el retroceso, todo existe por mitad, todo existe contrabalanceado; en materia política, revolución y reacción, impulso hacia delante e impulso hacia atrás, impulso reformador e impulso conservador. Esa ley de la compensación nos conduce a esto en política: a buscar la transacción oportuna o de otra manera, mejor dicho, al equilibrio, y aquí cabe otra cita, porque parece que hay personas que sólo pueden pensar con cabeza ajena, la cita es de Tarde. El filósofo francés Tarde que sentó su famosa ley de la imitación. La tesis fundamental de Tarde es hermosa, es profunda y es, si cabe la expresión, decisiva. Dice Tarde: una idea nueva se presenta en la sociedad e inmediatamente viene el fenómeno social de la imitación, la ley de la imitación, la idea nueva, es aceptada por espíritu de imitación, así
esa idea sea la vulgar idea de la moda, así se trate de un traje o así se trate de una doctrina nueva, así se trate de una moda en el arte, de un principio renovador en la sociedad. Viene, pues, la corriente de imitación, es lo que podríamos llamar la propaganda revolucionaria aplicando esa ley sociológica general al caso político. Viene después la corriente de oposición, que es lo que llamamos nosotros la reacción y después viene el tercer término, que es lo qué él llama innovación o adaptación. Del choque de las dos corrientes viene la resultante, eso lo saben perfectamente los ingenieros, los matemáticos que existen en esta Cámara, del choque de las dos corrientes resulta la tercera idea, lo que cuaja, lo que se realiza, lo que es viable, eso es lo que se llama innovación. En materia revolucionaria ha pasado por ejemplo, esto: viene la revolución, viene la gran revolución agraria sosteniendo como principio la socialización en su forma más dura: la confiscación. Así entraron a México las fuerzas "constitucionalistas", confiscando, brutalmente, interviniendo sin andarse con chicas, y lo mismo intervenían tierras que palacios, lo mismo fincas rústicas que fincas urbanas...
- El C. Gandarilla, interrumpiendo: ¡Avanzando! (Risas.)
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Viene la oposición formidable, viene la prensa reaccionaria desgañitándose contra eso, viene la defensa - lógica, aunque no legítima - de los perjudicados, vienen las reclamaciones europeas, viene todo ese mare mágnum que siguió a la entrada de las fuerzas constitucionalistas a México y después de todo eso se llega, en virtud de la oposición, al tercer término: la ley agraria. ¿Sobre qué base? Sobre la base de la expropiación mediante indemnización. Así es en todo. En este debate, señores, a nosotros, los de la Comisión, duchos en estas cosas políticas, duchos en estas cosas de Parlamento, duchos en estas revoluciones, se nos ha llamado agitadores de profesión, se nos ha llamado alguna vez por la prensa reaccionaria "peritos en el arte de agitar a las masas". Y pudiese ser que tuviesen razón: es nuestro orgullo, es la fuerza de los revolucionarios, es la fuerza de los innovadores; fue la fuerza de Cristo y es la fuerza de nosotros, pequeños, diminutos reformadores, pero que al ser sinceros y al ser entusiastas, tenemos que ser y somos - reivindicamos para nosotros el mote augusto que Manrique reivindicaba para él y para los suyos - agitadores. Pues bien; nosotros hemos agitado enormemente la opinión nacional, tan enormemente que ya ven ustedes lo que ha pasado: la entrada de un grupo de obreros ha hecho que hombres valerosos, hombres varoniles, hombres avezados a las luchas de la política, huyeran despavoridos. (Aplausos.) De manera que nosotros hemos logrado hermosamente nuestro objeto, hemos combatido a un fetiche, a uno de tantos fetiches, al fetiche ridículo de la soberanía de los Estados, y nuestro objeto se ha logrado. Hemos dado todo el impulso a la idea reformadora, se ha venido la oposición, se han deslindado campos y ha habido individuos que francamente, azorados ante el empuje revolucionario se han catalogado entre los retardatarios. Nosotros no vamos hasta allá, imposible. Ha venido un acuerdo de bloque, un acuerdo que será la eterna vergüenza del Partido Liberal Constitucionalista, (Aplausos.) un acuerdo que interpretado por el doctor De Alba, sabiamente, conscientemente, se reduce a esto: el Partido Liberal Constitucionalista, habiendo perdido su empuje revolucionario por angas o por mangas, por sentido práctico, por israelitismo, como diría Manrique, el Partido Liberal Constitucionalista declara que se opone a que la política agraria sea nacional y quiere que sea legalmente local. (Voces: ¡No es cierto!) Por más que digan ustedes que no es cierto, la oposición al artículo 1o. transitorio quiere decir esto: por respeto a un fetiche, a una interpretación literal y absurda de la Constitución, por respeto al artículo 41, que no se ha entendido, como lo demostraré, y por respeto a no sé cuántos artículos que son letra muerta, nos oponemos a impulsar a los Estados sometidos a la presión de los latifundistas, nos negamos a impulsarlos para que se haga política nacional agraria. Nos conformamos con que esta ley sea para el Distrito y Territorios federales a sabiendas, como se han atrevido a afirmar algunos peleceanos de última hora, de que no hay problema agrario ni en el Distrito ni en los Territorios federales. Es decir, el acuerdo del P.L.C. equivale a esto: con todo gusto, con toda conciencia nos comprometemos a votar una ley que no tendrá aplicación efectiva ninguna. (Aplausos.) Esto, señores, es claro como la luz. Podría yo abusar de mi posición en la tribuna, pero quiero ser noble con el enemigo vencido. (Risas.) Evidentemente, señores, en política me lo han enseñado los viejos: las apariencias engañan. Esta mayoría del Pélece es enteramente engañosa, el Pélece está indefectible e irrimisiblemente perdido; pero yo, que podría extenderme sobre este tema, quiero volver al cauce de mi discurso (Voces: ¡Muy bien!) Vuelvo al cauce de mi discurso. No hay que alarmarse, señores... (Desorden. Campanilla.) No quiero abusar. (Voces: ¡Al grano!) Con que viene la primera corriente, la corriente agitadora, la corriente renovadora, y viene el Pélece representando la corriente de oposición, el Pélece apoyado por la prensa reaccionaria, el Pélece apoyado por el presidente de las cámaras de Comercio, cuya autoridad ha invocado; el Pélece apoyado por la Banca, por la burguesía y por la clase media ignara de la capital de la República. Pues bien; de las dos corrientes, señores...
- El C. Márquez Aurelio P., interrumpiendo: ¿Me permite dos interpelaciones?. Está usted obligado a contestarme. (Voces: ¡Es voluntario!).
- El C. Soto y Gama, continuando: De las dos corrientes, la corriente del bien y la corriente del mal.....
El C. Márquez Aurelio P., interrumpiendo: Señor Soto y Gama.....
El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Moción de orden! Pido atentamente a su señoría garantice la palabra del orador, contra las impertinentes interrupciones del ciudadano Márquez. (Desorden. Campanilla.)
El C. Márquez Aurelio P.: ¡Pido la palabra, señor presidente! Tiene usted el deber de concedérmela. (Desorden. Siseos. Gritos en las galerías.)
El C. presidente: (Campanilla.) La Presidencia suplica al ciudadano diputado Márquez que tenga la bondad de dejar en libertad al orador, y
atentamente suplica al orador que se concrete al debate; que no esté haciendo la crítica del Pélece. (Aplausos. Desorden.)
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Realmente, señores, sería hasta cobardía abusar de la posición que da un triunfo reciente, que ya la opinión pública juzgó. Porque estoy hablando como Comisión, no por otra causa, voy a encauzarme dentro del debate. (Desorden.)
- El C. Márquez: Para una interpelación. Tengo derecho para interpelar a la Comisión.
- El C. Díaz Soto y Gama: Yo le contesto a usted todas las interpelaciones, después, ahora no puedo. Yo ruego que se me respete la libertad de palabra. Siempre he contestado interpelaciones y las contestaré al fin de mi discurso. Con qué decía, sin volver a mencionar grupos, que se formaron en esta Asamblea y en el seno de la nación las dos corrientes: una reformadora, audazmente reformadora; la otra, retardataria, tímidamente jurídica y justamente conservadora. Muy bien; conforme al principio de la oposición, conforme al principio sociológico o a la ley sociológica de Tarde, la consecuencia debe ser una resultante, la resultante tiene que ser una transacción. ¿Que pedía el impulso renovador? ¿Qué oponía la corriente conservadora? Ese es el problema. El impulso renovador pedía la destrucción del medio de la soberanía de los Estados; el ataque al fetiche llamado soberanía de los Estados. ¿Por qué la Comisión, gustosa, permitió ese desahogo de ansias juveniles? Porque estaba en su plan, porque sabía que aun derrotada que fuese en el artículo 1o. transitorio, quedaría el germen luminoso de la idea, de la idea sembrada; sabía muy bien que aunque fuese derrotada, el artículo 1o. transitorio quedaría de tal manera arraigado en la mente popular y en la mente de los diputados, la necesidad de librar a la revolución del peligro de que la revolución naufrague en cada Estado por la presión del latifundista, que tendría que venir, como vino, la promesa solemne hecha por los diputados más conservadores, por los más apegados a la letra muerta, por los más apegados al pasado, como mi querido compañero Vasconcelos, de que "yo seré el primero que inicie la reforma constitucional". Con esto nos basta, señores, este es el triunfo verdadero de la Comisión, de las comisiones unidas.
- El C. Vasconcelos: ¿Donde está el triunfo?
- El C. Díaz Soto y Gama: Realizado el postulado, o más bien dicho, el principio de táctica de las comisiones unidas, nos queda hablar ya francamente - aquí se acaba la "tanteada" de la Comisión, compañero del Castillo, tenía usted mucha razón - : la Comisión quiso hacerle una pequeña jugada a la Asamblea: atacamos la soberanía de los Estados para recibir valerosamente el ataque con la risa en los labios, porque nosotros tenemos que reírnos de los escrúpulos de los jóvenes, que no saben ser jóvenes, y de los viejos que empiezan a ser viejos. (Risas. Aplausos.) Llegamos, pues plácidamente a la transacción, a la resultante ¿Cuál es la resultante? Pues que no pedimos que se ataque a la soberanía de los Estados. No se alarmen los oaxaqueños, no se alarmen los jaliscienses, no se alarmen los localistas, no se alarmen esos hombres políticos de campanario, no se alarme Uriel Avilés. (Aplausos.) No, la soberanía de los Estados, por desgracia, va a quedar en el Código como un bagaje estorboso; va a quedar en el Código fundamental como una cosa para entretener a los chiquillos, como el compañero Vasconcelos; nada más. Quedará allá sin significación práctica ninguna; nosotros lo que pedimos es algo más sencillo; primero, que se compenetre la Asamblea de que es fuerza restringir un poco esa soberanía y restringirla en nombre de la salvación del principio revolucionario, y del más fundamental de todos ellos: en nombre del agrarismo, que peligraría si no preservásemos a los poderes locales de los Estados de toda la fuerza contraria: reaccionarios, clero, latifundismo, burguesía, elemento femenino, etcétera, etcétera, etcétera. Primer punto. Segundo punto: ¿Qué deseaba la Comisión? Esto, señores: si el Pacto federal exige a los Estados que dentro de un plazo perentorio dicten una Ley Agraria para satisfacer el anhelo principal, el anhelo básico - digamos así - , de los mexicanos, si existe esa disposición en el Pacto federal y esa disposición del Pacto ha sido violada, nosotros, con fundamento en artículos expresos de la Constitución, pedimos que el Congreso de la Unión, reasumiendo por un momento la soberanía total del país, por un momento cumpla el Pacto federal y dé la ley que garantice la reforma agraria. (Voces: ¡No! ¡No!) Sin atacar en lo absoluto el derecho de los Estados para dar la ley local, puesto que ese derecho queda enteramente a salvo, así lo dice el artículo transitorio: "esta ley regirá para toda la República en tanto cada estado no dé su ley particular." ¿Por qué queremos, por qué exigimos que esta ley rija para toda la República? Aquí voy a tener que entrar, muy a mi pesar, a los ridículos argumentos jurídicos. Hay bastantes abogados en la Cámara, para que tenga yo que descender a este terreno, a este terreno tan bajo, tan mezquino, tan pobre; pero tendremos que hacerlo. No es uno, compañero Vasconcelos, son muchos los artículos en los cuales se declara que esta Constitución de 17, de la cual está usted enamorado, debe ser Pacto obligatorio para todos los Estados que forman parte de la Federación mexicana. Son muchos los artículos, vamos a leerlos uno por uno. Artículo 133:
"Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados hechos y que se hicieren por el presidente de la República, con aprobación del Congreso, serán la ley suprema de toda la Unión...." Ley suprema de toda la Unión. Hay que irnos fijando en las palabras, porque hemos llegado ya a la casuística jurídica. Vamos al artículo 41. Voy a leerlo íntegramente, para que vean los abogados que no me asusto con su texto, lo que sucede es que yo no interpretó según la letra que mata, sino según el espíritu que vivifica. Y esto no le he hecho yo, lo han hecho los compañeros, yo no hago más que repetir lo que los compañeros han dicho. Artículo 41:
"El pueblo ejerce su soberanía por medio de los poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución federal y las particulares de los Estados, las
que, en ningún caso, podrán contravenir las estipulaciones del Pacto federal".
Quiere decir que nunca, en ningún caso se podrán contravenir las estipulaciones del Pacto federal. ¿Cuáles son las estipulaciones del Pacto federal en materia agraria?
- El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación?
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Artículo 27......
- El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿Quiere usted permitirme una interpelación?
- El C. Díaz Soto y Gama: No, señor; se rompe mi raciocinio. Artículo 27: "Durante el próximo período constitucional", el próximo, el que seguía a 17, es decir, el período 17 - 18. El período acabó en 18, ¿No es cierto? De manera que "durante el próximo período constitucional - que terminó en 1918 - , el Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados, en sus respectivas jurisdicciones, expedirán leyes para llevar a cabo el fraccionamiento de las grandes propiedades, conforme a las bases siguientes:"
Este artículo del Pacto federal ha sido vulnerado.
- El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación?
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Vamos a interpretar ahora la ley según su espíritu. El espíritu de la ley, de la Carta Magna, está latente, está imbíbito en el artículo 11 transitorio que voy a leer. ¡Es increíble que haya que explicar esto a los abogados! (Risas.) Hay esto de curioso: los que no son abogados entienden esto con claridad meridiana, y los que son abogados, que son los que están obligados a saber interpretar las leyes, son los que se aferran al molde estrecho de la letra de la ley. Vamos a ver el espíritu de la ley reflejado en el 11 transitorio...
- El C. Huerta, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación?
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Artículo 11 transitorio: "Entretanto el Congreso de la Unión..."
Fíjense ustedes el prurito de la Constitución, porque no quede sin base, sin reglamentación, el problema agrario ni el problema obrero. Fíjense ustedes en su escrúpulo:
"Entretanto el Congreso de la Unión y los de los Estados legislan sobre los problemas agrario y obrero, las bases establecidas por esta Constitución para dichas leyes, se pondrán en vigor en toda la República."
(Voces: ¡Las bases!) Llega la Comisión a su argumento toral jurídico. Aquí no se me salen hoy los señores abogados, (Risas.) quiero yo en este punto hacer intencionalmente una pausa retórica para que se vea que no temo absolutamente al problema jurídico. El problema social está ganado después del notabilísimo discurso de Siurob, después del maravilloso discurso de Manrique, después del discurso de Salazar no hay nada que decir sobre el problema social, sobre el problema revolucionario. Vamos a derrotar ahora a los pocos abogados, pocos, que por fortuna hay en esta Asamblea, vamos a derrotarlos en su terreno propio, en su terreno jurídico y entro a la pausa retórica para que se vean la calma con que estoy. (Risas.) Esta pausa quiere decir que se interrumpe la discusión.
- El C. Vasconcelos: ¿Me permite usted que la ocupe?
- El C. Díaz Soto y Gama: Con qué, señor Franco, usted creía que estaba el argumento de su parte: "las bases establecidas por esta Constitución para dichas leyes, se pondrán en vigor en toda la República."
Aquí entra mi argumento. Estas bases, ¿cómo se podrán poner en vigor si no están reglamentadas? Vamos a demostrar que sin reglamentación esas bases no se pueden poner en vigor. Si yo demuestro que sin reglamentación esas bases no se pueden poner vigor, demuestro que se necesita la reglamentación para poder cumplir el artículo 11, porque de otra manera queda violado el artículo 11 transitorio, que forma parte de la Constitución con el mismo título que los artículos reaccionarios citados por los compañeros. Tenemos que compaginar, tenemos que concatenar, tenemos que hacer un conjunto de interpretaciones, una síntesis interpretativa. Vamos a demostrar, pues, que estas bases establecidas para el problema agrario no se pueden poner en vigor sin reglamentación. ¿Cuáles son esas bases?
"Artículo 27. Durante el próximo período constitucional, el Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados, en sus respectivas jurisdicciones, expedirán leyes para llevar a cabo el fraccionamiento de las grandes propiedades, conforme a las bases siguientes:
"a) En cada Estado y Territorio se fijará la extensión máxima de tierra de que puede ser dueño un solo individuo o sociedad legalmente constituída."
Aquí entra, no ya la lógica, ni sentido jurídico ni la ciencia jurídica, sino el sentido común: (Voces: ¡Vamos a ver!) Un futuro: se fijará; es un presente: se fija, no "se fijará"; no se ha fijado, se va a fijar en cada Estado: la condición máxima: no se ha fijado. Luego esta base no es aplicable sin reglamentación; la reglamentación se fijará después, la vamos a fijar en el resto de la ley; no dice por quién se fijará en cada Estado la extensión, fijarse en eso. De manera que si no se fija en esta base, esta base resulta base muerta, sin reglamentación. "El excedente de la extensión..." ¿Cuál excedente, si no se ha fijado la extensión?
"b) El excedente de la extensión fijada deberá ser fraccionado por el propietario en el plazo que señalen las leyes locales."
¿Cuál plazo? ¡Todo es futuro! (Voces: ¡Las leyes locales lo señalan!) De manera que, o admitimos que estaban locos los constituyentes, fuera de su juicio, al redactar el artículo 11, o tenemos que convenir, conforme a un principio vulgarísimo, en que el que quiere el fin quiere los medios, y que al querer los constituyentes que rigieran desde luego las bases del artículo 27, exigieron, como consecuencia lógica, ineludible, que se fijara la reglamentación de las bases para el efecto de que esas bases pudieran regir. ¡Eso se cae por su peso! Yo desafío a todos los abogados, no sólo de la República, sino del mundo entero, a que me destruyan este argumento...
- El C. Vasconcelos, interrumpiendo: ¿Me permite usted que se lo destruya? (Murmullos.)
- El C. Díaz Soto y Gama, continuando:
"c) Si el propietario se negare a hacer el fraccionamiento, se llevará éste a cabo por el Gobierno local mediante la expropiación."
¿Cómo se hace esa expropiación?
"d) El valor de las fracciones será pagado por anualidades que amorticen capital y réditos en un plazo no menor de veinte años, etcétera."
¿Cómo se fija el valor de las fracciones? Otra pregunta: De manera que, ¿creen ustedes, señores - para concluir, para no ser largo - , que la Constitución quiere que se apliquen preguntas, que se lleven a la práctica interrogaciones, que se lleven a la práctica vaguedades irrealizables? Hombre, por muy abogado que se sea, aunque se sea tan notable abogado como ha pintado los abogados con mucha razón el compañero De Alba, nadie me puede sostener en este caso el contra. De manera que si ustedes, señores, después de esta argumentación fundamentalmente clara en materia revolucionaria, en materia política y social, en materia legal, jurídica, no quieren votar en favor del artículo, será por una sola cosa, será porque están ustedes comprometidos por un acuerdo de bloque. (Voces: ¡No! ¡No! Aplausos.) Digo a ustedes no retóricamente, no oratoriamente, sino con toda frialdad, sin esfuerzo retórico alguno, quitando a mis palabras todo efecto calculado: ¿Ustedes han venido a la Representación Nacional para votar conforme a los compromisos contraídos con un bloque, o han venido a votar conforme a las promesas contraídas con el pueblo mexicano? (Aplausos.)
Después de esta pregunta que se encargará de contestar la votación, sólo me queda decir esto: la Comisión en este momento y el Bloque Social Demócrata están en este momento en un juego de ganapierde; si se pierde la discusión del artículo primero transitorio, las comisiones, presididas por el compañero Siurob y el que habla y el Bloque Social Demócrata integrados por revolucionarios que no se detienen en legalismos imbéciles, habrán ganado aun perdiendo el artículo, habrán ganado esta batalla parlamentaria en la opinión nacional porque se habrán presentado como defensores de la política nacional agraria en favor de la raza, en favor del indio de toda la República, que exige la revolución, la revolución hecha Gobierno, (Aplausos.) El pueblo soberano que nos ha traído aquí no para detenernos ante un obstáculo jurídico y legal, sino para satisfacer las necesidades nacionales, y esas necesidades del indio esclavizado, del campesino ultrajado, embrutecido y perseguido como bestia actualmente por los latifundistas en los Estados, esas necesidades nacionales sólo se satisfacen con una ley nacional. Quiero concluir simplemente con una pregunta a una persona que en este debate tiene que ser enteramente imparcial. Voy a interpelar, con permiso de la Presidencia, al compañero Ramos Pedrueza para que me diga.... (Voces: ¡Huy!) si en su concepto el Partido Liberal Constitucionalista, del cual ha sido uno de los paladines más entusiastas, está en estos momentos con el pasado o con el porvenir; con la legalidad o con la revolución; con el progreso o con el retroceso. Ruego al compañero, con permiso de la Presidencia, conteste mi interpelación. (Aplausos ruidosos. Siseos.)
- El C. Ramos Pedrueza: Ciudadanos compañeros: Con fecha 12 de este mes puse mi renuncia de miembro del Partido Liberal Constitucionalista. (Voces: ¡Muy bien! ¡Bravo! Aplausos ruidosos.) Traidor habría sido si mi conciencia.... (Gritos. Desorden. Campanilla.)
- El C. presidente: Se recomienda a las personas que están en el pórtico que guarden a esta Asamblea el respeto que merece. (Campanilla.)
- El C. Ramos Pedrueza: Traidores son quienes permanecen en una corporación con la que ya no está ni su corazón ni su conciencia. Yo, señores, he sido fundador de este partido, y durante seis años le he dado lo menos malo de mi ser, de mi corazón y de mi pensamiento. (Voces: ¡No es cierto!) Sí, señor, mi palabra en los mítines, mi pluma en la prensa, he llegado a vender alhajas de mi familia para comprar acciones de "El Monitor", sin tener dinero lo he dado. (Voces: ¡Es cierto!) He expuesto mi vida en el momento en que el Partido había resuelto derrocar la dictadura de Carranza, y tengo honrosos telegramas y documentos con que probar que exponiendo mi vida, a punto de ser fusilado cerca de Chihuahua, conseguí que cuatro mil hombres se adhirieran a nuestro Partido. (Voces: ¿Cuáles?) El general Quiroga, sí, señores, y para quienes lo duden pongo a disposición de ellos esos documentos que no dejan lugar a duda. Pero llegado este momento en que el Partido Liberal Constitucionalista está asumiendo la actitud más peligrosa para con la humanidad y para con la patria, la de los moderados, he resuelto separarme de su seno. (Aplausos.) Moderados, señores, fueron el grupo de 57 que provocó, con Comonfort a la cabeza, el desastre de la guerra de Reforma y después la intervención y el imperio; moderados, señores, fueron los maderistas que consumieron su propia obra, como Hugolino a sus hijos, en los tratados de Ciudad Juárez; moderados fueron los girondinos que estuvieron a punto de hacer naufragar la revolución francesa; moderados fueron los políticos rusos que, con Kerensky a la cabeza, trataron de abortar una de las obras más grandes que registra la historia humana a pesar de los retardatarios, el maravilloso e inconmensurable movimiento de la Rusia soviet que tendrá que universalizarse y libertar a los oprimidos de la tierra. (Aplausos.) Ya no hay, señores, ni liberales ni conservadores, ya no hay reaccionarios ni revolucionarios, ya no hay huertistas ni maderistas. Al pueblo nada de esto le importa; hay sólo dos bandos, señores: los defensores del capital, del régimen capitalista, y los enemigos implacables del régimen capitalista. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos ruidosos en curules y galerías.) Cuando yo pronuncié, señores, un discurso pidiendo la socialización de la tierra, que hace dieciséis años y bajo el zarismo, bajo el gobierno más autocrático, se pidió en Rusia; cuando vi la actitud de mis correligionarios, cuando vi que se contenían ante el impulso de ideas avanzadas, cuando vi en mi labor diaria, hablando constantemente con Martínez de Escobar, con el licenciado Novelo, con el doctor Alonzo Romero, repartir folletos, revistas de ataque, cuando vi que aquellos hombres que, como de los que hablaba Cristo, estaban ciegos, tenían ojos y no veían, tenían oídos y no oían, permaneciendo indiferentes ante la ola mundial, ante el proletariado del mundo, ante la labor que hay
que hacer y de la cual ha sido prólogo esta revolución de diez años que hemos tenido, entonces llegué a esta conclusión: El Partido Liberal Constitucionalista no es enemigo del régimen capitalista y mi puesto es entre los enemigos implacables del régimen capitalista. (Aplausos ruidosos. Voces: ¡Muy bien!) Tengo el honor de ser presidente de un partido de obreros: el Partido Radical Rojo. Este partido me ha dicho, señores, que en la primera ocasión que tenga haga constar que cuando supo que el Bloque del Partido Liberal Constitucionalista se cebaba en los obreros porque habían tremolado la bandera roja y negra del proletariado, que es la misma que ellos enarbolan, resolvieron desligarse del Partido Liberal Constitucionalista. (Aplausos.) (Voces: ¡Eran empleados pagados! Pues si eran ellos, quiere decir que se habrían corrompido. (Voces: ¿Los obreros?) Señores, el Partido Liberal Constitucionalista realizó una obra gloriosa, una misión altísima, derrocó la dictadura de Carranza y elevó un Gobierno moral y ahora, dormido sobre sus laureles, indiferente en las huelgas, indiferente en los momentos de lucha del proletariado, sin preocuparse de ninguna labor social en lo más mínimo y preocupado por ansias y ambiciones políticas, ha descuidado su misión y ha hecho, señores, o pretende hacer algo mucho más grave que el que los obreros entren a la Representación Nacional. Los obreros, señores, que representan al pueblo, el pueblo que es soberano, el pueblo que tiene derecho a pedir a sus representantes razón de su conducta, el pueblo que no profana, sino honra con su presencia el lugar donde se encuentra, (Aplausos.) no es, señores, la presencia del pueblo, la carne de sacrificio, el puñado de hombres y mujeres que salen de los talleres lo que profana la Representación Nacional, lo que la profana, señores, son los que burlan al pueblo, (Aplausos.) son los diputados que no cumplen son su deber. Pues bien, señores, se dice que son peligrosos para la pérdida de nuestra nacionalidad estos detalles de que entre el pueblo a pedir, teniendo derecho. (Voces: ¡Son empleados!) Pues lo que sean, son hombres que trabajan....(Voces: ¡Son presupuestívoros!) Pero trabajan.
- El C. Prieto Laurens: Moción de orden. Suplico atentamente a su señoría que imponga el orden a los que en otra ocasión han pedido que se respete este recinto y que ellos son los primeros en no respetarle.
- El C. Ramos Pedrueza, continuando:... lo que sí es peligroso para nuestra nacionalidad, señores....
- El C. presidente: Se suplica al orador que se concrete a contestar la interpelación del ciudadano Soto y Gama....
- El C. Manrique: Tiene derecho de hablar cuan largamente quiera.
- El C. presidente, continuando:....y al mismo tiempo se ruega a los ciudadanos diputados no interrumpan al orador y se provoquen desordenes porque en caso necesario levantaré la sesión. (Voces: ¡No! ¡No!)
- El C. Manrique: ¿Por qué? ¡Por miedo!
- El C. Ramos Pedrueza, continuando: Como se me ha dicho, señores que expresara el motivo de mi separación, lo expreso diciendo eso: se ha dicho....(Desorden. Campanilla.)
- El C. Manrique, interrumpiendo: ¡Qué se suspenda la sesión si se tiene miedo a la verdad!
- El C. Alonzo Romero: ¡Qué hable! ¡Qué hable! (Desorden.)
- El C. Ramos Pedrueza: (Voces: ¡Al grano! ¡Al grano! ¡Al grano!) El grano es éste, señores...
- El C. presidente: La Presidencia invita atentamente a los ciudadanos diputados a que guarden orden. Se ve en el caso de manifestar que son los diputados de la extrema izquierda quienes están golpeando sus pupitres y, en consecuencia, ellos son los que están haciendo el desorden. (Voces: ¡No! ¡Bravo! Aplausos.)
- El C. Martínez de Escobar Rafael: Yo les ruego que dejen hablar al orador, porque yo tengo que hablar después de él y voy a decir verdades. (Aplausos ruidosos.) Desorden. Campanilla.)
- El C. Ramos Pedrueza, continuando: Pues bien, voy a concluir, señores....
- El C. González y González, interrumpiendo: Pido la palabra.
- El C. Ramos Pedrueza, continuando: Señores: En nombre de la más fundamental cortesía, ruego se me escuche; que no se tenga miedo a lo que voy a decir...
- El C. González y González: Moción de orden. Yo ruego a la Presidencia que si no se restablece el orden, no permita que siga hablando el orador; o que levante la sesión.
- El C. presidente: Yo no puedo coartar la libertad de palabra a ningún ciudadano diputado. En consecuencia, el ciudadano Ramos Pedrueza está en su derecho de hacer uso de la palabra, únicamente que yo le suplico se concrete a contestar la interpelación del ciudadano Soto y Gama. Nada más.
- El C. González y González: Pido que se restablezca el orden.
- El C. Ramos Pedrueza, continuando: Pues bien, señores, por eso he dicho que he renunciado del Partido Liberal Constitucionalista, y si alguna vacilación hubiese en mí, con ese memorial, señores, que inicia una ruptura entre el Ejecutivo y el Legislativo, que inicia una dictadura del Legislativo.... (Voces: ¡Por eso corriste!) Ahora, señores, se trata de romper con el Ejecutivo, no como lo hicimos nosotros con Carranza, porque Carranza era dictador y retardatario y nosotros íbamos adelante; ahora se pretende romper porque el Ejecutivo va adelante con el grupo de hombres del proletariado, y el Partido Liberal Constitucionalista, quiere detenerlo. (Voces: ¡No! ¡No! Aplausos. ¡A votar!)
- El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Martínez de Escobar. (Voces: ¡No! ¡No! Desorden. Campanilla. Gritos. Golpes en los pupitres.)
- El C. Martínez de Escobar Rafael: ¡Qué miedo tenéis! (Voces: ¡Qué hable! ¡Qué hable!)
- El C. Martínez de Escobar Rafael: Como yo me he inscripto, ciudadanos diputados, para hablar en contra del artículo transitorio, no me explico ese temor, ese miedo de todos estos señores pseudo - socialistas de la Asamblea. (Voces: ¡Muy bien! Aplausos ruidosos.) Antes de hablar en contra del artículo transitorio, apelo a la honorabilidad - si todavía tiene un poco de ella - del ciudadano Ramos Pedrueza, para que me diga si
estando allí a su lado el ciudadano Manlio Fabio Altamirano, no le acabo de decir, antes de que viniera a esta tribuna a ser ridículo y fiel instrumento de Soto y Gama, que lo invitaba para que hoy, después de esta sesión, fuéramos al Liberal Rojo, que hizo diputado a Ramos Pedrueza, y que en masa me está esperando en el "Palatino" - me acaban de mandar decir que si quería yo, venían todos; pero como acabé de hablar con Ramos Pedrueza, ya no quise que vinieran - , ¿es cierto que le dije a usted eso, ciudadano Ramos Pedrueza?
- El C. Ramos Pedrueza: Es cierto (Voces: ¡Bravo! Aplausos. Siseos.)
- El C. Martínez de Escobar Rafael, continuando: Hablaré en contra del artículo transitorio y al mismo tiempo iré contestando las alusiones del ciudadano Ramos Pedrueza al Partido Liberal Constitucionalista.
Ciudadanos representantes: Este debate me recuerda en estos instantes solemnes, en estos emocionantes momentos, un simbólico episodio. Un apóstol que denodadamente luchaba por extirpar el materialismo eclesiástico, luchando entusiastamente, por consecuencia, en pro de la democracia religiosa; un santo mártir de la humanidad que fue condenado a ser quemado vivo por el Concilio de Constanza, y que no necesito decir su nombre, porque sería herir a esta Asamblea creyendo que no sabe quién es.... (Una voz: ¡Savonarola!) No es Savonarola, compañero. En el momento en que sus plantas se tostaban, en que todo su cuerpo era devorado por las llamas del formidable incendio, cuando nubes de humo asfixiaba todo su espíritu, una viaje claudicante, que contemplaba el surco donde pronto habrían de reposar sus restos, acercó un tisón a la hoguera para avivar el fuego, y aquel santo mártir exclamó: "¡Oh sancta simplicitus! ¡Oh, santa sencillez la de esta mujer por cuyos ideales yo luchaba!" ¡Oh, santa sencillez; oh, santa estupidez!, tendremos que repetir todos nosotros al contemplar a una parvada de pseudo - socialista en esta Asamblea, que toman un tisón, que toman un leño para avivar la hoguera del odioso centralismo de Santa Anna, de Porfirio Díaz y de Huerta. (Aplausos nutridos.)
Turgot, entre los filósofos, dice que el orador poeta personificó la evolución progresiva; Mirabeau, en el Tercer Estado, la revolución espiritual y científica; Bernave, con los constitucionales, la armonía, o la fusión entre el pueblo y la monarquía; Vergniaud, con los girondinos, personificó la república conservadora; y Dantón, Marat y Robespierre, con los franciscanos y con los jacobinos, personificaron la república agresiva, conquistadora, guerrera, hasta llegar a la dictadura del crimen. Si nosotros volvemos la mirada a cualquier sitio del espacio o a cualquier punto del tiempo, vamos encontrando revolucionarios a lo Turgot; republicanos conservadores a lo Vergniaud, constitucionales a lo Bernave y también revolucionarios republicanos agresivos y amenazadores y dictatoriales como el franciscano Dantón o como los jacobinos Marat y Robespierre. Pero también, ciudadanos representantes, al lado de estos agitadores sublimes, al lado de estos agitadores divinos, aunque crueles, se encuentran agitadores vulgares que arrastran sus alas como las golondrinas y que se arrastran como los reptiles estilo León Osorio, y estos son los agitadores de León Osorio en el Parlamento Nacional. (Aplausos.) Hay, pues, compañeros, agitadores revolucionarios, agitadores que fecundan con sus ideas, que generan con sus acciones, que vigorizan y que fructifican con su espíritu dinámico; pero hay agitadorcillos vulgares de plazuela, que son absolutamente estériles y que no sirven para otra cosa sino para vergüenza de la humanidad en que viven. (Aplausos.) Basta de mentiras; aquí se viene a hablar de que los diputados, acobardados, amilanados, asustados, huyeron despavoridos ante la revolución de la Gironda o la revolución de la Montaña, ante las grandes masas populares obreras que invadieron en un gesto de infinita aspiración por su mejoramiento social esta Asamblea. ¡Ah! ¡Qué cobardes! Se asustan ante el monstruo de las masas populares que ya quieren la acción directa..... (Voces: ¡Eran muy pocos!) Un momento. Hoy, en la prensa de esta capital, en toda ella, ciudadanos representantes, viene la noticia de que ayer se acercó un grupo numeroso de obreros al ciudadano presidente de la República, de ese elemento viril y valiente, generador de verdad, de revolucionarismo social, y le dijo al primera magistrado: "Nosotros, el elemento rojo, el elemento comunista, el elemento socialista radical - no el presupuestívoro - no invadimos la tribuna de la Cámara de Diputados." (Voces: ¡Claro! Aplausos.) "Nosotros no fuimos a plantar el pendón rojo y negro sobre la cúspide del Palacio Nacional: los que fueron a la Cámara de Diputados, no fueron obreros." (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!) No fueron obreros, no fueron obreros, no fueron obreros (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!) Y voy a demostrarlo. Conste, ciudadanos diputados que con todo el bravo y encrespado oleaje de las galerías, que desgranaron sus aplausos estrepitosamente cuando hablara Ramos Pedrueza y que ya le voy a señalar yo sí con índice severo, conste que ascendí a esta tribuna porque sé que en las galerías sí hay pueblo integrante de la masa social. (Aplausos) Porque sé perfectamente, ciudadanos representantes, que esa masa obrera que se agita entusiasta en las galerías, viene dispuesta a escuchar, a oír, para ver si la palabra de este peleceano es la cálidamente entusiasta porque palpita en ella la verdad, o son embaucadores de profesión los que se están haciendo llamar socialistas. (Aplausos.)
- El C. Díaz Soto y Gama: ¿Y los argumentos? (Siseos. Voces: ¡Cállate!)
- El C. Martínez de Escobar Rafael: Porque yo no soy capaz de llamar a un compañero estimable, como Soto y Gama, que tiene cultura de zóofito, inteligencia de infusorio y moralidad de molusco, que insinúan los mil títulos de su agresiva ignorancia, tengo que decirle que él, cuando se trata de debates, me parece una maravilla caída del cielo. (Risas. Aplausos.) Basta ya, y exhorto a todos los obreros conscientes que en estos momentos integran las galerías, (Voces: ¡Es coba!) para que escuchen esto, y si después que lo escuchen siguen su actitud, ya veremos. (Voces: ¡Son de Fabriles!) ¡Qué ridículo es, y qué vergonzoso, y qué irónico y qué triste! Toda esa masa de obreros rojos que llevan encendido en su alma el espíritu revolucionario radical, el espíritu revolucionario comunista,
el que quiere, el que anhela la socialización de la tierra, esos que en la República son 83,000 obreros más o menos, esos hicieron esas declaraciones ante el ciudadano presidente de la República, y yo os puedo asegurar que en el grupo amarillo ya están comprendiendo que hay individuos verdaderamente ignominiosos, que hacen ondear la blusa azul tan sólo para estar como becerro pegado a la Tesorería. ¡Esos no pueden ser obreros! (Voces: ¡Ya está bueno! ¡No está bueno!)
- El C. Díaz Soto y Gama: ¡Al debate, no hay que perder el tiempo!
- El C. Martínez de Escobar Rafael: Aquí hay una carta signada por el elemento obrero donde se manifiesta quiénes fueron los hombres que invadieron, que hicieron irrupción en está Cámara, movidos, ¿por quién había de ser? no necesito decirlo porque está en vuestros pechos y en vuestras conciencias. ¿Cómo vamos a decir, compañeros, que son obreros, cuando la palabra obrero significa energía, trabajo, ansia de reivindicación, enemigo, así, de los farsantes, de los Césares, de los dictadores, de los monarcas, de aquellos que dicen: "El Estado soy yo" y que sólo quieren, como decía el ciudadano Ramos Pedrueza, defender el feudalismo del capital; ¿cómo van a tener conciencia los diputados y los obreros de las galerías de que un individuo y dos y tres que están recibiendo enormes cantidades de dinero para repletarse los bolsillos, representan el elemento obrero, el elemento trabajador, el elemento social? (Aplausos.) ¿Cómo, ciudadanos representantes, si nosotros hemos entregado al ciudadano presidente de la República una fotografía de un numeroso grupo de los individuos que aquí estuvieron y elementos obreros, esos sí obreros, que los han conocido, los fueron enumerando poniéndoles sus nombres? Y yo protesto por mi honor, y si es mentira, cualquiera que tenga fe en la Presidencia de la República, que pregunte si no todos aparecen empleados del Gobierno del Distrito, de Luis Morones y de Ezequiel Salcedo. (Aplausos ruidosos.) Hay que distinguir, compañeros, y quienes distinguen ya y seguirán distinguiendo, son los mismos obreros. La prensa de hoy, y aparte por noticias que hemos tenido varios elementos de esta Cámara, sabemos que de esa Confederación de "amarillos" un grupo considerable de sindicatos se van a separar, porque ya se dieron cuenta de que uno es el obrero idealista, de que uno es el obrero con ansias infinitas y supremas de levantarse intelectual, moral y económicamente, y otros, ciudadanos representantes, son los simuladores, son aquellos que, como antes dije, visten la piel aparentemente para caerle al Presupuesto y desde allí con los dineros del Gobierno, con los dineros de la nación y desgraciadamente patrocinados por malos gobernantes, no hacen otra labor sino una labor de desgarramiento de la sociedad, siempre con este fin: robar, robar, y robar. (Aplausos estruendosos.) Justamente, ciudadanos diputados, tendríamos que llamar a esos individuos..
- El C. Soto y Gama: ¡Pura paja....!
- El C. Martínez de Escobar Rafael: ¡Esa es la que le gusta a usted y la que le ha gustado toda su vida! Son los ladrones de encrucijada que han escogido el medio más fácil, más expedito y más corto, ciudadano Soto y Gama, son los ladrones, escuchadlo bien, de encrucijada como Morones y comparsa, que si tuvieran una poca de vergüenza deberían ir a hacer propaganda socialista obrera fuera del Gobierno, porque eso es ignominioso, vergonzante y mancha hasta a los que tienen plática con ellos. (Aplausos.) Yo os protesto, y si queréis invito al ciudadano Soto y Gama, al ciudadano Manjarrez y a dos o tres compañeros más para que conmigo..... (Voces: ¡A Ramos Pedrueza!) Ramos Pedrueza está invitado..... para que concurran conmigo a una reunión de cuarenta o cincuenta obreros que conoce perfectamente Soto y Gama y que sabe que han sido obreros, no peleceanos; yo os protesto que van a escuchar algo que les va a quemar las entrañas, si acaso tienen entrañas todavía. (Aplausos.) ¿Y por qué estos individuos que se llaman líderes socialistas y que no son más que murciélagos que están pegados como el feto a las entrañas de la madre, a las arcas nacionales con fines verdaderamente malévolos; por qué, dijo yo, el Gobierno perfectamente honorable, revolucionario y sincero - esto en cuanto al Poder Ejecutivo, porque tendría que hacer distingos en cuanto a secretarios de Estado - , no pone, me pregunto yo, en igualdad de condiciones a esos individuos que patrocina Morones y compañía, con los rojos, que son las verdaderas masas sociales, para que así, sin prebendas los unos, sin enriquecimiento ellos, sin el oro corruptor, sin el oro que corrompe a las conciencias, estuvieran en igualdad de condiciones para ver dónde estaría la fuerza obrera? Yo os aseguro que si en tales condiciones quedaran los rojos, revolucionarios de verdad, con él, con ese elemento tendríamos qué estar todos los que tenemos una poca de vergüenza, y harían pedazos a los líderes "amarillos" de Morones que nos servirían absolutamente para nada con su vergüenza mancillada que vienen ostentando como lacra en todo su espíritu y en toda su carne corrompida. (Aplausos. Voces: ¡Que se lea!)
- El C. secretario Valadez Ramírez: Por acuerdo de la Presidencia se va a dar lectura al siguiente documento:
"Calle del Triunfo número 9.
"México, D. F. mayo 14 de 1921.
"Señor Juan Zubaran, presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - Presente.
- El C. Quiroga: ¡Moción de orden, señor presidente! (Voces: ¡Cállate! Gritos Desorden.) para hacer una aclaración respecto a lo que se asienta en ese documento. (Voces: ¡Cállate!)
- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Muy señor mío:
"Aunque no tengo el honor de conocerlo como al señor su hermano don Rafael, sí puedo decirle que soy su simpatizador al notar la energía con que se ha portado en las últimas cuestiones políticas y sobre todo en la última que se verificó el día de ayer, en esa Cámara de Diputados, y la cual para vergüenza de todos nosotros los mexicanos, no sabemos que se castigue a los promotores de dicha asonada contra los representantes del pueblo. Pues bien, diré a usted aunque lo debe saber mejor que yo, que dicho mitin fue organizado por ciertas oficinas públicas, en donde dominan los partidos Cooperatista y los demás socialistas, que se hacen
pasar con el mote de "amarillos" para distinguirlos de los completamente radicales denominados "rojos". Pero lo que sí no sabe usted es que el asalto a esa Cámara se ideó, convino y organizó en el edificio que ocupa el Gobierno del Distrito Federal, en donde desde tres días antes se reunían al secretario general licenciado Alberto Vázquez del Mercado, los siguientes empleados que son de los que ayer tomaron parte en dicho asalto: licenciado Lombardo Toledano, oficial mayor del mismo Gobierno; Filemón Fierro; oficial 1o.; Felipe Buenrostro, subjefe de los teléfonos del Gobierno del Distrito; Arturo Manzanos, secretario particular del ciudadano Gasca; Ramiro Gaviño, de la misma Secretaría; Pedro Díaz Leal, antiguo peluquero de barrio y actualmente de la intimidad del secretario general con empleo de oficial 1o., y los socialistas Morones, Galindo, jefe de la Junta de Conciliación y Arbitraje y del Distrito Federal, Moneda, varios de los ayudantes del gobernador y los agentes confidenciales del mismo (entre ellos un ciego) y bajo las órdenes de su jefe Fredesvindo Elvira Alonso, así como dos mujeres que no sólo son amantes de un empleado superior, sino que tienen obligación de vigilar al señor su hermano don Rafael. Además de dos agentes de la policía judicial, íntimos amigos y excompañeros del expolicía secreto Felipe Buenrostro.
Este sujeto no sólo ayuda a los motines y denuncia a los obreros que no le dan dinero, sino que es de los que han fomentado la huelga de la Compañía Ericsson, imponiendo por medio de amenazas a las nuevas empleadas, injuriándolas por los teléfonos del Gobierno del Distrito. La invasión de la Cámara fue enteramente de acuerdo con el gobernador Gasca, y la prueba es que sus ayudantes y principales y empleados de las oficinas del Gobierno, entre ellos el secretario general, así como sus amigos y paisanos, licenciados Arturo Nava, y oficial de partes, Vega, iban de traje de obreros, con las caras tiznadas. Además, su íntimo amigo y colaborador José M. Rodríguez, oficial 1o. de su Secretaría Particular, y su archivero, Ramiro Gaviño. Este último llevaba un paquete de cohetes para echarlos por si los diputados se resistían a desalojar el salón, y como no los usó, los tiró a la salida en una de las puertas del Montepío Saviñón, de donde lo recogió un papelero que me dijo llamarse Gilberto.
"Yo soy muy afecto a investigar y, además, como tenía conocimiento de lo que iban a hacer por un pariente mío, al que le ordenó el licenciado Lombardo Toledano, por conducto de Pedro Díaz Leal, que asistiera al asalto de la Cámara; pero como éste mi pariente es un muchacho quieto, tuvo miedo y me contó el asunto y me acomedí a acompañarlo para cuidarlo y al mismo tiempo para investigar lo que aconteciere. Todos los demás individuos que asistieron fueron empleados del Gobierno del Distrito y de Fabriles, por lo que se puede decir que fue un asalto de empleados del Ejecutivo, con visos de socialistas a otro Poder de la nación, el Legislativo. He aquí lo que aún nos faltaba de ver...
"El día de hoy se han estado poniendo de acuerdo para asistir a la sesión de la tarde, y el señor Gaviño ha estado repartiendo sus cohetes, los cuales son pagados por la caja de "Gastos secretos del Gobierno del Distrito Federal". El encargado de comprarlos ha sido el portero de la Secretaría General de este Gobierno.
"En conversación, tanto el señor Díaz Leal como el señor Gaviño y el agente confidencial, que es ciego, me dijeron que en la próxima semana harían igual cosa al Ayuntamiento, pues han de poner la bandera del socialismo, o más bien, del soviet, en todos los edificios públicos, entre ellos Suprema Corte de la Nación, como lo han hecho en el Palacio Nacional y en el Congreso, y también en el Senado y en los demás ministerios, y sobre todo en el de Industria y Comercio, para que se purgue Zubaran Capmany, como dijo el licenciado Alberto Vásquez del Mercado. Una de las personas que portaba el estandarte rojo y negro, era un individuo profesor de las escuelas del Gobierno y protegido del difunto Carranza y que actualmente ocupa el puesto de jefe de archivo del Gobierno del Distrito, de nombre Cárdenas, y como el archivo del Gobierno ocupa un departamento del Palacio Municipal, espía e investiga lo que se hace en las oficinas del Ayuntamiento.
"Termino la presente esperando que estos informes le puedan ser de alguna utilidad, advirtiéndole que no pido nada por ellos ni tengo mala voluntad para con los que denuncio como cómplices de tan grave delito, a uno de los tres poderes que componen el Gobierno de la nación mexicana.
"Soy de usted atento y seguro servidor, J. Ramón Donis." - Rúbrica.
- El C. Díaz Soto y Gama: Moción de orden. (Desorden. Campanilla.)
- El C. Quiroga: Yo pedí antes la palabra para hacer una moción de orden.
- El C. Díaz Soto y Gama: Tengo la palabra para una moción de orden, señor Quiroga.
- El C. Martínez de Escobar Rafael: Conste que tengo que seguir hablando.
- El C. Quiroga: Pido la palabra para una moción de orden. (Desorden. Campanilla.)
- El C. Díaz Soto y Gama: Señores diputados.... (Voces: ¡Quiroga tiene la palabra! ¡Qué hable! Desorden.)
- El C. Espinosa Luis: ¡Para una verdadera moción de orden! (Gritos. Siseos.) - El C. Díaz Soto y Gama: Tengo la palabra.
- El C. Espinosa Luis: Yo la he pedido para una verdadera moción de orden. El ciudadanos Quiroga tiene derecho a hablar antes que el ciudadano Soto y Gama, porque pidió primero la palabra. (Voces: ¡Sí, que hable!)
- El C. presidente: Se suplica al ciudadano Espinosa y a los demás diputados que están alterando el orden, que guarden compostura, porque, de lo contrario, la Presidencia se verá obligada a levantar la sesión.
- El C. Díaz Soto y Gama: Si alguna vez ha procedido alguna moción de orden, es en este caso (Voces: ¡No!) Estamos discutiendo una ley calificada por todos los diputados, por todos los ciudadanos que asisten a las galerías y por todos los ciudadanos de la República, como la ley más importante para la nación; estamos discutiendo la Ley Agraria... (Voces: ¡Esa no es moción de orden!) Estoy apoyando mi moción de orden. Llevamos casi dos meses de estar discutiendo esta ley y no hemos aprobado sino dos artículos. Después
de una maniobra indebida... (Voces: ¡No!) se travesó el artículo 1o. transitorio y se llegó a la discusión de este artículo, como lo quería la mayoría, y en el momento en que se está llegando a la solución final respecto del propio artículo, toma la palabra el compañero Martínez de Escobar, no para traer argumentos... (Voces: ¡Ramos Pedrueza fue primero!) Digo que tomó la palabra Martínez de Escobar... (Desorden. Voces: ¡Fue Ramos Pedrueza!) ¡Un momento! No tomo la palabra para continuar el debate, para ayudar a las comisiones a resolver el asunto, no, tomó la palabra para extraviar otra vez el debate... (Voces: ¡Ya! ¡Ya!) Estoy fundando la moción de orden. Decir que el compañero Martínez de Escobar se está apartando del orden, es fundar la moción de orden. (Voces: ¡No! ¡No! Gritos. Desorden.)
El C. Gandarilla: Moción de orden. Pido que se lea el artículo 104 del Reglamento.
El C. Del Castillo Israel: Que se lea el artículo 104 del Reglamento. Lo que está haciendo Soto y Gama no es moción de orden, es moción de desorden.
El C. presidente: Se suplica al ciudadano Soto y Gama se concrete a la moción de orden, para lo cual pidió la palabra. (Aplausos.)
- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Artículo 104. No se podrá reclamar el orden sino por medio del presidente, en los dos casos siguientes, primero: cuando se infrinja algún artículo de este Reglamento; segundo, cuando se viertan injurias contra alguna persona o corporación."
El C. González y González: No se puede interrumpir al orador que está hablando. (Risas. Desorden. Campanilla.)
El C. Martínez de Escobar Rafael: Un momento. Yo soy consecuente y tendría muchas cosas más que decir; iba a entrar también al fondo del transitorio para demostrar cómo el espíritu revolucionario, absolutamente revolucionario, escuchadlo bien, para que se pueda de verdad y no con farsas repartir los latifundios y disolverlos si es necesario, votará en contra de este transitorio; pero ya que en estos momentos el ciudadano Soto y Gama hace una evocación a la Asamblea y a mí para que inmediatamente se vote este transitorio, yo, compañeros, que no vengo aquí con farsas ni con simulaciones ni con exhibiciones, yo desciendo de esta tribuna para que votemos, pero óigalo usted bien, señor Soto y Gama, para que votemos. (Aplausos.)
- El mismo C. secretario: En votación económica se consulta a la Asamblea si el asunto está suficientemente discutido. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. De acuerdo con las prescripciones reglamentarias, en votación económica se pregunta a la Asamblea si hay lugar a votar el artículo 1o. transitorio. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Ha lugar a votar. Se procede a recoger la votación nominal del artículo 1o. transitorio.
El C. Ortiz Manuel: Por la afirmativa.
- El mismo C. secretario: Por la negativa.
(Votación.)
El C. Rodríguez Guillermo: Como no se me permitió exponer mis ideas yo no voto. (Voces: ¡Tiene obligación!)
(Continúa la votación.)
- El mismo C. secretario: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar?
El C. Rodríguez Guillermo: Pido la palabra. Como podría atribuírseme que me negué a votar, (Siseos. Desorden.) la Presidencia tiene la culpa de que yo no vote, porque no me dejó hablar a tiempo. (Voces: ¡Vota como quieras!) Bueno; voto por la afirmativa.
- El mismo C. secretario: ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? Se procede a la votación de la Mesa. (Votación.)
El C. Ortiz: Votaron por la afirmativa 42 ciudadanos diputados. (Aplausos. Siseos.)
- El mismo C. secretario: Votaron por la negativa 80 ciudadanos diputados. No hay quorum. (Aplausos.) Por acuerdo de la Presidencia se levanta la sesión y se cita para mañana a las cinco de la tarde. (9.45 p. m.)