Legislatura XXIX - Año I - Período Ordinario - Fecha 19200911 - Número de Diario 17

(L29A1P1oN017F19200911.xml)Núm. Diario:17

ENCABEZADO

MÉXICO, SÁBADO 11 DE SEPTIEMBRE DE 1920

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

AÑO I.- PERIODO ORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 17

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 11

DE SEPTIEMBRE DE 1920

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2.- Rinde la protesta de ley como diputado propietario por el 2o. distrito electoral de Tabasco, el C. J. D. Ramírez Garrido.

3.- Se da cuenta con los asuntos en cartera, aprobándose la renuncia que del cargo de secretario de la Cámara presenta el C. diputado Manjarrez y concediéndose licencia ilimitada al C. diputado Ramírez Garrido.

4.- Se eligen las comisiones Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda y de Presupuestos y Cuenta.

5.- Usan de la palabra, para hechos, varios ciudadanos diputados. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. GARCÍA VIGIL MANUEL

(Asistencia de 126 ciudadanos diputados.)

- El C. presidente, a las 4.42 p. m. Se abre la sesión.

- El C. secretario Tirado, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día 10 de septiembre de mil novecientos veinte.

"Presidencia del C. Manuel García Vigil.

"En la ciudad de México, a las cinco horas y siete minutos de la tarde el viernes diez de septiembre de mil novecientos veinte, se abrió la sesión con asistencia de ciento veintisiete ciudadanos diputados.

"El acta de la sesión celebrada el día anterior fue aprobada después de que se hizo una aclaración el C. Leopoldo Estrada.

"Rindieron la protesta de ley los CC. Bibiano Ibarra, José Maqueo Castellanos, Daniel Cerda, Raimundo Enríquez y Emilio Aguirre, como diputados propietarios los dos primeros por los distritos electorales 3o. de Michoacán y 13 de Jalisco, respectivamente, y como diputados suplentes los tres últimos, por los distritos electorales 1o. de Coahuila, 5o. de Chiapas y 7o. de Chihuahua, respectivamente.

"La Secretaría declaró que es miembro de la Gran Comisión por el Territorio de la Baja California, el C. Enrique Von Borstel.

"Dióse cuenta de los documentos en cartera:

"Oficio de la Cámara de Senadores, en que da a conocer los nombres de las personas que integran su Mesa Directiva.- De enterado.

"Memorial del C. José Domingo Ramírez Garrido, por medio del cual, y en vista de las razones que expone, manifiesta que hace formal renuncia de su curul como diputado propietario por el 2o. distrito electoral de Tabasco.- La Mesa dio el siguiente trámite: "Dígase al interesado que el cargo de diputado al Congreso de la Unión no es renunciable."

"El C. Ernesto Aguirre Colorado usó de la palabra para hechos relacionados con el documento anterior. El C. Luis Espinosa, después de hacer aclaraciones, propuso que no se diera contestación alguna al C. Ramírez Garrido y que su memorial se mandara al Archivo. El C. Borrego invocó el artículo 62 reglamentario y propuso que el asunto pasara a Comisión para su estudio. Los CC. Manrique y Luis Espinosa se adhirieron a la opinión del C. Borrego. En votación económica la Asamblea desechó el trámite de la Mesa, que fue substituído por el siguiente: "Se reserva para las comisiones 1a. de Puntos Constitucionales y 1a. de Gobernación."

"Circular del Congreso de Durango, en que participa que abrió un periodo extraordinario de sesiones.- De enterado.

"Circular de la Legislatura de San Luis Potosí, en que expresa que clausuró un periodo de sesiones extraordinarias.- De enterado.

"Telegrama procedente de Morelia, Michoacán en que se avisa que la Legislatura de ese Estado se constituyó en Colegio Electoral para conocer de las elecciones de gobernador.- De enterado

"Mensaje de Colima, en que se participa que se instaló la Junta Previa de presuntos diputados al Congreso Local.- Al Archivo.

"El C. Solórzano Federico N. reclamó el trámite anterior, pidiendo se contestara de enterado. El C. Manrique propuso que la Comisión de Gobernación estudiara el punto. La Presidencia hizo aclaraciones y la Cámara aprobó el trámite de la Mesa.

"Telegrama de la misma procedencia, firmado por el C. M. Álvarez García en su carácter de

gobernador del Estado, en que se comunica que se instaló la Junta Previa de la próxima Legislatura local.- De Enterado.

"Mensaje igualmente procedente de Colima, por medio del cual los ciudadanos secretarios de la Diputación Permanente dan a conocer varios hechos que han tenido lugar con motivo de la instalación del Colegio Electoral del Congreso de ese Estado.- De enterado y transcríbase al Ejecutivo.

"Circular en que el C. Gustavo Bello participa que se ha hecho cargo interinamente del Poder Ejecutivo del Estado de Veracruz.- De enterado.

"Circular del gobernador provisional del referido Estado de Veracruz, en que dice que nombró secretario general de ese Gobierno al C. Gustavo Bello. - De enterado.

"La Presidencia, de conformidad con el artículo 3o. de la Ley de 24 de mayo de 1904, propuso para integrar la Comisión Escrutadora para senadores para el Distrito Federal, a los CC. Miguel Alonzo Romero, Miguel F. Ortega y Erasmo Trejo. La Cámara, en votación económica, aprobó esta Comisión.

"Dióse lectura al inventario de la documentación y paquetes que se han recibido en la Oficialía Mayor de esta Cámara, y que corresponden a las elecciones de senadores celebradas en el Distrito Federal el día 1o. de agosto de 1920.

"Se turnan los expedientes a la Comisión Escrutadora para senadores.

"Se sometió a consideración de la Cámara el siguiente proyecto de ley, subscrito por los miembros de la Comisión de Administración:

"Único: Se amplían las partidas 38, 39 y 42 del Presupuesto de Egresos vigente, en las siguientes cantidades:

"Partida 38. Para alumbrado, teléfonos, reposiciones y gastos imprevistos, $12,000.00.

"Partida 39. Para adquisición de materiales para la Imprenta y la Encuadernación y para toda clase de gastos de las mismas, $20,000.00.

"Partida 42. Para gastos extraordinarios... $25,000.00.

"Después de una moción de orden del C. Ernesto Aguirre Colorado, el C. José María Soto, miembro de la Comisión de Administración, proporcionó informe que solicitaron los CC. Casas Alatriste y Céspedes, aprobándose en seguida el proyecto de ley en lo general por unanimidad de ciento veintiocho votos. A discusión en lo particular, ningún ciudadano usó de la palabra y las ampliaciones de que se trata se aprobaron en un solo acto, asimismo por unanimidad de ciento veintisiete votos. Paso el proyecto al Ejecutivo para los efectos constitucionales.

"La Secretaría dio cuenta con un escrito del C. Herminio Pérez Abreu, en que manifiesta que entre los cargos de regidor del Ayuntamiento de esta ciudad y de diputado al Congreso de la Unión por el 1er. distrito electoral del Distrito Federal, opta por el primero, y, en consecuencia, pide se llame a su suplente.- De enterado y llámese al suplente.

"El trámite anterior fue dado por la Mesa a insinuación del C. Solórzano José Luis.

"Una comisión designada por la Mesa introdujo al C. Gustavo S. Martínez, quien rindió la protesta de ley como diputado suplente al Congreso de la Unión por el 1er. distrito electoral del Distrito Federal.

"Procediese a la elección de las comisiones Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda y de Presupuestos y Cuenta. Por el número de cédulas depositadas en las ánforas, se vino en conocimiento de que se había desintegrado el quórum.

"A las siete y veinticinco de la noche se levantó la sesión."

A discusión, ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Aprobada.

El C. presidente: Hallándose a las puertas de esta cámara el C. diputado José Domingo Ramírez Garrido, se nombra en comisión a los CC. Céspedes y Herminio S. Rodríguez, acompañados del secretario Saucedo, para que lo introduzcan al salón a rendir la protesta de ley. (Rinde la protesta de ley el C. J. D. Ramírez Garrido.)

- El C. secretario Tirado, leyendo:

"H. Asamblea:

"El subscripto, diputado por el 1er distrito electoral del Estado de Sonora, en virtud de que desea se le tome en cuenta al hacer el nombramiento de comisiones de esta H. Cámara, se permite renunciar ante vuestra soberanía el cargo de secretario con que fue distinguido, haciendo presente su reconocimiento y respeto. Pido atentamente dispensa de trámites.

"México, 10 de septiembre de 1920.- F. C. Manjarrez."

En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Sí se dispensan. A discusión. ¿No hay quien pida la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Queda aprobada la renuncia, y en su oportunidad se hará la elección de tercer secretario de la Mesa.

- El mismo C. secretario, leyendo:

"El que suscribe, diputado propietario por el 2o. distrito electoral de Tabasco con dispensa de todo trámite, solicita de vuestra soberanía se le conceda licencia ilimitada para poder seguir desempeñando el cargo de inspector general de Policía del Distrito Federal - de cuyo puesto no le fue aceptada la renuncia relativa -, y mientras esta H. Cámara resuelve sobre la renuncia que presentó del cargo de diputado.

"Protesto lo necesario.

"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados, 11 de agosto de 1920.- J. D. Ramírez Garrido."

En votación económica se pregunta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites. A discusión.

El C. Martínez de Escobar Rafael: Pido la palabra en pro. (Voces: ¿Para qué? ¡No hay contra!)

El C. Maqueo Castellanos: Pido la palabra en contra.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el C. Martínez de Escobar.

El C. Martínez de Escobar Rafael: Ciudadanos diputados: Vengo a hablar en pro de la licencia ilimitada que solicita el C. general Ramírez Garrido, porque obran razones de peso, de importancia y de trascendencia para hablar en este sentido. Efectivamente: el C. general Ramírez Garrido por un error, por una equivocación, en la sesión pasada presentó la renuncia del cargo de diputado al Congreso de la Unión por el Estado de Tabasco, sin penetrar a fondo el pensamiento del legislador, la idea del Constituyente, cristalizada en el artículo relativo de la Constitución de 17. Ramírez Garrido decía que presentaba su renuncia al cargo de diputado porque se conceptuaba impedido, porque se conceptuaba incapacitado por la Constitución para asumir el cargo de diputado. Y he aquí un error del C. Ramírez Garrido. El, haciendo suyos los argumentos del C. ingeniero Vito Alessio Robles, hacía este razonamiento: "Forman parte integrante de la Plana Mayor del Ejército Nacional los generales de División, los generales de Brigada y los generales brigadieres; los generales brigadieres, los generales de Brigada y los generales de División, que forman la plana Mayor del Ejército - dice el artículo 4o. de la Ley Orgánica del Ejército Nacional -, se consideran siempre como en servicio activo." Y en esto basaba el C. Ramírez Garrido su renuncia. ¡Error en los errores, ciudadanos diputados! El artículo 4o. de la Ley Orgánica del Ejército Nacional, dice que se considera siempre como en servicio activo a los generales del Ejército Nacional; pero hay que penetrar al fondo de este precepto, hay que penetrar al fondo de esta disposición. ¿Qué es lo que supone el legislador en la Ley Orgánica del Ejército Nacional? Un beneficio, una distinción en pro de los generales del Ejército, por razones de su jerarquía, por razones del alto grado jerárquico en que se encuentran los generales de División, los generales de Brigada y los generales brigadieres con respecto a todos los demás miembros del Ejército Nacional; pero nunca podemos nosotros aplicar sensata, lógica y razonadamente esta disposición de la Ley Orgánica de 1909, para llegar a concluir que los generales del Ejército Nacional están siempre en servicio activo. La palabra "como", que existe en el artículo relativo, significa que es un beneficio, una distinción a los miembros del Ejército Nacional que han adquirido el grado de general, en contra de los otros que no han llegado más que a coronel. Nunca los constituyentes de 17, ni los constituyentes de 57, tuvieron en cuenta la Ley Orgánica del Ejército Nacional para declarar impedidos a los generales. Si tal quisiéramos, el general Álvaro Obregón, general de División del Ejército Nacional, estaría incapacitado, estaría impedido para desempeñar el cargo de presidente de la República, porque el artículo constitucional se aplica tanto a los diputados como a los presidentes de la República para poder desempeñar esos cargos. No tuvimos en cuenta los constituyentes de 17, ni tuvieron en cuenta los del 57 esta razón; la razón que existe en el artículo 55, en su fracción V, es que los militares - genéricamente se usa este concepto - estén en servicio efectivo, es decir: tengan mando de fuerza y pueda influir en la votación por medio de la presión de sus subordinados. Por lo tanto, el artículo que leyera nuestro distinguido compañero e inteligente ingeniero Vito Alessio Robles, no es aplicable a todos los generales. ¿No tiene mando de fuerzas un general? Pues se encuentra capacitado para jugar en las elecciones, si dentro del término de la ley se separa del Ejército Nacional. El C. Ramírez Garrido se separó del Ejército Nacional desde el 1o. de mayo de este año y, por lo mismo, no podemos aplicarle retroactivamente la ley, porque eso sería inconsecuente e ilógico. Procede, pues, la licencia ilimitada y que se llame al suplente para que desempeñe el cargo de diputado de este Congreso, hasta que el señor Ramírez Garrido quiera venir a desempeñarlo. Ahora bien; en la sesión pasada, el general Ernesto Aguirre Colorado, con toda inconsecuencia, con todo apasionamiento, lleno de prejuicios y de egoísmos, lanzó ataques formidables contra el general Ramírez Garrido; y cumple a mi deber de amigo de este ciudadano y de revolucionario honrado y consciente hacer en cuatro palabras, la defensa de Ramírez Garrido. No es honorable, ni es digno, ni es ser viril atacar a un representante cuando se encuentra ausente en esta Asamblea. No vengo a atacar al C. Aguirre Colorado; vengo a defender al C. Ramírez Garrido. Estaba ausente de esta Asamblea y por eso no hice la rectificación de hechos en el momento oportuno, y Aguirre Colorado, cegado por la pasión y arrebatado por prejuicios y egoísmos, hizo ataques fulminantes a Ramírez Garrido: ¡qué inconsecuencia e ingratitud de Aguirre Colorado! El C. Ramírez Garrido desde el año de 1907 es un rebelde contra los dictadores de la República Mexicana, de esta República tan escarnecida y vilipendiada por sus malos hijos! Vivía yo en la 4a. de Tacuba número 27, cuando Ramírez Garrido me fue presentado por el licenciado Francisco Lacroix Rovirosa, y ya escribía en un periódico contra Porfirio Díaz, y después Ramírez Garrido escribió también formidablemente contra Victoriano Huerta, y después Ramírez Garrido, creyendo que el apóstol Madero había dado las espaldas a los principios, tuvo un error, tuvo una debilidad: atacó a Francisco I. Madero, porque creía que Francisco I. Madero estaba dando las espaldas a la Constitución de la República Mexicana. Y Ramírez Garrido se levantó en armas contra las dictaduras y contra los cesarismos en México, desde época casi inmemorial, es decir: inmemorial desde el punto de vista del alma cívica de los mexicanos; se levantó en armas en Tabasco antes de que se levantara en armas Aguirre Colorado. Y si es verdad que Ramírez Garrido, por razón de cuestiones económicas, en México no se levantó en armas inmediatamente después de que Victoriano Huerta diera el cuartelazo, en esas mismas condiciones estaba el C. Fernando Aguirre Colorado, también revolucionario, porque a mí no me ciega la pasión. El licenciado Aureliano Colorado, suegro y tío de Aguirre Colorado; Fernando Aguirre Colorado, Ramírez Garrido y el que habla,

aquí en México teníamos juntas, y me consta que Ramírez Garrido siempre ha sido un rebelde a todas las dictaduras; siempre ha sido un rebelde a todos los cesarismos; siempre ha sido un rebelde a todas las autocracias. El defecto de Ramírez Garrido, y por eso se encuentra pobre, ha sido tener siempre un gesto infinito de rebeldía: ayer, contra Porfirio Díaz; después, contra Victoriano Huerta; en un momento de debilidad, contra Madero y, más tarde, contra todos los autócratas que han existido en la República Mexicana. ¡Que ingratitud, y cómo ciega la pasión a Aguirre Colorado, después de que el Partido Liberal Constitucionalista y los ciudadanos diputados de esta Asamblea, han tenido un rasgo de benevolencia para él! Sepa el C. Aguirre Colorado que Ramírez Garrido es más revolucionario que él, sin que diga que Ernesto Aguirre Colorado no sea revolucionario. Sí, ciudadanos diputados, esto es cegar la pasión a un hombre; esto es dejarse arrebatar por el sentimiento; esto es eclipsarse la razón; esto es eclipsarse el juicio; esto es eclipsarse el razonamiento en un individuo. ¡Cuánto lamento que no haya estado aquí cuando ayer Aguirre Colorado se dejó arrastrar por un sentimiento de enemistad contra el C. Ramírez Garrido! Ramírez Garrido es odiado por Aguirre Colorado, porque el general Carlos Greene llamó a Ramírez Garrido para ocupar el puesto de gobernador del Estado de Tabasco, en época difícil; pero Ramírez Garrido, convencido de que Carlos Greene vulneraba todos los principios revolucionarios y barrenaba todas las ideas de libertad y todas las ideas revolucionarias en el Estado de Tabasco, no aceptó. Después, estando de inspector de Policía en la ciudad de Mérida, Ramírez Garrido tampoco aceptó del general Carlos Greene ser secretario de Gobierno. Después fue llamado por él para ir a la Asamblea constitucional de Tabasco, y fue Ramírez Garrido creyendo que tenía la razón Greene; pero al convencerse de que éste había vulnerado todos los sentimientos de libertad, todas las ideas republicanas y todos los principios reformistas y avanzados en Tabasco, se volteó contra Greene, como lo hice yo, y, en esta virtud, es que Aguirre Colorado ataca a Ramírez Garrido. Por lo tanto, cumple a mi deber, como amigo del C. Ramírez Garrido, decir que no ha tenido más que un gesto supremo de rebeldía contra todos los dictadores nacionales y contra todos los dictadores de Tabasco; no ha tenido más, como pendón de combate y como bandera flordelisada de victoria social y de victoria política, que un ideal revolucionario. Pido, pues, que una vez que Ramírez Garrido se ha convencido de que incurrió en un error presentado su renuncia del cargo de diputado, se le otorgue licencia ilimitada, llamándose al suplente; y cuando las condiciones de México sean difíciles, en el momento oportuno vendrá él a palpitar su cerebro con el cerebro de vosotros y a palpitar su corazón con el corazón de vosotros, ciudadanos diputados.(Aplausos.)

El C. secretario Tirado: No habiendo inscriptos más diputados, se pregunta a la Asamblea si se considera el asunto suficientemente discutido. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba la licencia. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

El C. Von Borstel: Pido la palabra para una aclaración. (Voces: ¡Estamos en votación!)

El C. secretario Tirado: Se aprueba la licencia y se llamará al suplente.

- El mismo C. secretario : Se va a proceder a la elección de Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda y Comisión de Presupuestos y Cuenta. Se suplica a los ciudadanos diputados pasen a votar en el orden en que se les llame. (Se recoge la votación.) ¿Falta algún ciudadano diputado por votar? No faltando ningún ciudadano diputado por votar, se declara cerrada la votación. Se suplica a los miembros de la Mesa pasen a hacer el escrutinio.

El C. secretario Saucedo: Se va a proceder al escrutinio.

El C. secretario Tirado: El resultado de la votación, fue el siguiente:

"Partido Liberal Constitucionalista, 102 votos.

"Norberto Domínguez, 17. "Manero, 7. "Felipe Carrillo, 2. "Soto y Gama y Manrique, 1. "Total, 129 votos."

En consecuencia, se declara que son miembros de la Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda, los CC. diputados:

Manuel García Vigil, Juan Zurbaran, Rafael Lara, Ignacio C. Reyes, José María Cuéllar.

Y miembros de la Comisión de Presupuestos y Cuenta, los CC. diputados:

Manuel García Vigil, José Siurob, Augusto Aillaud, Candelario Garza. Roberto Casas Alatriste. Israel del Castillo. Miguel D. Martínez Rendón, José Sánchez Anaya, Manuel Padilla, por 102 votos.

El C. Soto y Gama: Pido la palabra para hechos.

El C. presidente: Tiene la palabra para hechos, el C. Antonio Díaz Soto y Gama.

El C. Soto y Gama: Quería hacer constar un hecho importante. (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna! El orador asciende a la Tribuna.) No hubiera pedido la palabra, si no se tratara de un hecho sumamente importante. Ha circulado entre las curules una candidatura con el mote de Liberal Independiente. Hay que hacer aquí el primer hincapié. Esto de liberal ya se está choteando demasiado, esta palabra de liberal se está haciendo sumamente elástica y lo mismo está sirviendo para un barrido que para un fregado. En este caso, lo de liberal encubre nada más que una candidatura que tiene

marcado, subido calor reaccionario. Sobre esto es sobre lo que he querido llamar la atención de la Cámara, como un alerta, como una llamada a la conciencia revolucionaria de la Cámara de Diputados, de los miembros de esta Asamblea. He llamado de color reaccionario a la planilla, porque a la cabeza de la Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda Figura como candidato el señor ingeniero Norberto Domínguez, ex - ministro de Porfirio Díaz. Esto quiere decir que se está siguiendo aquí, por la reacción, el procedimiento de los jesuítas: obtener pequeñas concesiones, luego un poco mayores y de repente enormes. Quiere decir que la reacción, que se mete hasta por el ojo de una aguja, quiere pasar en esta Cámara y quiere derrotar a los revolucionarios y quiere triunfar por sorpresa. Sigue después el señor don Agustín Castillo, uno de los jefes "mapaches" de los reaccionarios designados con ese nombre en Chiapas. (Aplausos) Este señor Agustín Castillo es nada menos que hermano de Víctor Manuel Castillo, que no es sólo reaccionario, sino científico de hueso colorado; de manera que es otra enormidad, otra columna de la reacción. Después viene en la Comisión de Presupuestos y Cuenta el señor licenciado Jesús Z. Moreno, que al defenderse en esta tribuna dijo que no había sido felicista, porque no era simplemente, como yo decía, secretario del general Cejudo. Es el más felicista de los felicistas, porque nos dijo que había tenido el honor de ser jefe de su Estado Mayor; de manera que este señor Jesús Z. Moreno hizo su declaración de fe: reaccionario, y está incluído en la planilla. Después vienen otros honorables diputados que no conozco suficientemente y por esto no me atrevo a marcarlos de una vez con el estigma de reaccionarios; pero sí debo decir que muchos de ellos se han caracterizado por sus tendencias visiblemente moderadas; pero entre ellos están algunos compañeros míos que se han señalado como reaccionarios: El señor Jesús B. González. Quiero decir que esta es una maniobra de la reacción; que en la sesión pasada circuló una planilla incolora por la que estábamos dispuestos a votar y votamos por los socialistas, y hoy por sorpresa se nos mete una tercera planilla con objeto de dividir a los revolucionarios en dos ramas; en dos votaciones: la votación del "Pélece" y la votación de los independientes socialistas, y de esta manera mete por su parte la reacción su tercera planilla y tener probabilidades de ganar. Como estos hechos son significativos, sintomáticos, sintomáticos, hay que vivir alerta y hay que pasar de aquí a consideraciones más hondas.

Con motivo de la discusión de credenciales se han apasionado los ánimos, se han exacerbado las pasiones, y la reacción, mañosamente, se ha querido aprovechar de esta circunstancia para dividir a los revolucionarios. La cosa ha llegado al extremo de que la prensa reaccionaria, con ese tesón con esa habilidad, con ese jesuitismo que la caracteriza, como los individuos que componen esa prensa reaccionaria son periodistas viejos, luchadores veteranos de la reacción, herederos directos de las ideas de Reyes Spíndola y de Trinidad Sánchez Santos, naturalmente son maestros ellos, directores y reporteros, en el arte de la intriga periodística; de esta manera es como la reacción se está adueñando de todos los periódicos del país. Triste es decir que hasta en "Revolución", el periódico inmaculado, está metiendo la mano; ya "Revolución" publica hoy un editorial antisindicalista, un editorial que los mochos de esta Cámara y de la República, inclusive el señor arzobispo, todo el jesuitismo, hubiera firmado diciendo, echándole en cara al señor presidente don Victoriano de la Huerta (Murmullos y voces: ¡No! ¡No!) - me equivoqué -; echándole en cara al ciudadano presidente don Adolfo de la Huerta que es todo un revolucionario, que es todo un socialista, que ha tenido el valor inmenso de hacer profesión de fe socialista hace pocos días, a atacar a este hombre porque cede ante la presión justificada, ante la presión directa de uno de los sindicatos más respetables y más bien organizados, a una de las uniones más respetables de la República: la benemérita Unión de Mecánicos de la República Mexicana; y un periódico que se dice revolucionario y hasta aquí lo ha sido, se atreve a lanzar un editorial contra el presidente de la República, porque el presidente de la República se muestra amigo del proletariado mexicano; quiere decir que debemos estar pendientes, quiere decir que debemos estar alertas, y en lugar de dividirnos por pequeños personalismos, unirnos. Y desde ahora invito a todos los revolucionarios a que así en lo relativo a la discusión de credenciales, como en lo relativo a la formación de comisiones, como en lo relativo a la discusión de todos y cada uno de los asuntos que a la revolución afecten, marchemos unidos y que obremos con honradez y sin partidismos. Espero, pues, que lo que ya alguna vez pronostiqué se realice. Y yo deseo, sinceramente, que en esa forma la labor revolucionaria, ampliamente revolucionaria, completa y comprensivamente revolucionaria, total e íntegramente revolucionaria de que nos ocupamos todos los revolucionarios, la hagamos unidos ante el peligro común de la reacción que asoma, y esta es la ventaja de esta planilla: habernos venido a dar el grito de alerta que, repito y repetiré veinte mil veces: No hay que olvidar que los reaccionarios son los jesuitas que se toman la mano cuando se les da el pie.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Domínguez, para hechos.

El C. Soto Francisco: Pido la palabra para una aclaración, señor presidente.

El C. presidente: Tiene usted la palabra para una aclaración.

El C. Soto Francisco: Aunque el compañero Soto y Gama no ha aludido directamente a mí, porque considero que el compañero Soto y Gama es incapaz de dirigirme a mí un reproche, ni descarado ni velado, debo hacer constar que no soy solidario de "Revolución" desde el 1o. del mes de julio a esta parte. De esa fecha hasta el primer número de "Revolución", por mi labor estoy dispuesto a sufrir la crítica de los revolucionarios más puros. (Aplausos.)

El C. Domínguez: Honorable Asamblea: Siempre he sido devoto de la tribuna, desde mi más tierna infancia; sin embargo, ahora que vengo por primera vez a hablar ante la Representación Nacional, me sentía cohibido en las primeras sesiones, me detenía también el escrúpulo de conciencia, de que en una asamblea en la que cada minuto cuesta a la Nación lo menos cincuenta pesos, he creído de mi

deber economizar los dineros del Erario no hablando sino cuando se trate de cosas verdaderamente valiosas y benéficas para los intereses de la Nación, intereses que están a nuestro cargo; pero mi apreciable colega el señor Soto y Gama me da la oportunidad de hacer mi iniciación en la tribuna parlamentaria nacional, acción de la cual me enorgullezco. Vengo, señores, de fuera de la política; he estado apartado de ella desde hace tiempo, como a todo el mundo le consta, y mi situación es como la de aquel personaje de un bellísimo cuento de Anatole France - a quien cito, ya que los hombres de cultura, que han honrado a la revolución, se permiten el lujo de probar que tiene muchas lecturas, y no quiero ser menos citando al primer esteta moderno -. Refiere Anatole France que cierto personaje se estuvo durmiendo trescientos años y cuando volvió de ese sueño y se encontró el mundo transformado con las ideas socialistas, se quedó tan maravillado, que ni en sus alimentos, ni en sus comidas y ni en su traje se sentía en aquel mundo y lo tomaron por venido del interior del África. Tal parece, señores, que los neosocialistas, los neoagraristas y todos ellos tratan de hacernos pasar como razones, ciertas ideas y nos lanzan como un reproche la palabra "reaccionario", creyendo que con ella van a engañar al pueblo, a quien tanto se ha engañado, y que debe propugnar por los fueros de la verdad y que se liberte en sus tiranos, y yo digo que a su vez debe libertarse de los que se dicen sus libertadores. Yo, señores, recuerdo en estos momentos una frase del más notable de los literatos franceses, Taillerand; Taillerand decía que las ideas, no, que las palabras sirven para ocultar las ideas y nunca han tenido tanta aplicación como en estos momentos. Voy a decirle al señor Soto y Gama quiénes somos los reaccionarios y quiénes son los rezagados. Yo me eduqué en los últimos tiempos del siglo XIX, cuando imperaban las ideas liberales que nos legaron como herencia la revolución de Ayutla y las convulsiones políticas del sesenta a setenta. Para nosotros la libertad era el más sagrado de los bienes; para nosotros la ley está por encima de todo, aun por encima de la voluntad del pueblo, (Siseos. Campanilla.) que es quien la hace, puesto que es su voluntad y no puede manifestarse más que por la misma ley. (Protestas ruidosas Campanilla.) No retiro la palabra: la soberanía del pueblo es indiscutible, no hay una nación civilizada que la niegue; pero la soberanía del pueblo tiene un símbolo con que manifestarse, que es la ley. La soberanía del pueblo es indiscutible y radica en la ley y el pueblo tiene y está en su derecho para reformarla cuando ésta no sea adecuada a sus necesidades; pero una vez que no la ha modificado, tiene que respetarla mientras no se derogue; por esto sostengo mi afirmación. (Aplausos y siseos.)

Las ideas liberales me inculcaron sus bellas máximas y aquellos hombres de las épicas luchas ejemplarizaban con una conducta inmaculada; aquellos viejos venerables tuvieron oportunidad de coger dinero a millonadas y algunos de ellos murieron en la miseria y algunos no tuvieron ni siquiera con qué cubrir sus gastos de inhumación. Nos enseñaron entonces a considerar la libertad como la más amplia conquista de la humanidad: libertad de pensamiento, libertad de palabra, libertad religiosa, libertad de comercio, todas las libertades, en fin. ¡Y nos dicen reaccionarios a los que hemos propugnado por las libertades! El poder teocrático había caído, y entonces viene la libertad religiosa. ¡Y nos dicen reaccionarios a los que en nombre de esa libertad no queremos que surjan esclavos modernos, con la máscara de otras ideas que en el fondo sí son reaccionarias! Y para los revolucionarios, para que conozca el señor Soto y Gama cómo hemos opinado algunos de los reaccionarios, voy a suplicar a la Secretaría que me haga el favor de dar lectura a unos párrafos de este discurso. Francamente los hombres que, como yo, hemos hablado y escrito mucho, hemos dejado huellas. Yo, señores, me admiro de haber llegado a posiciones para las cuales no me creo capaz; como dice el señor Soto y Gama, yo fui ministro del general Díaz. Tengo esa gloria y la proclamo ahora y la proclamaré toda mi vida. (Aplausos. Siseos) Los aplausos que se me prodigan, así como los siseos, son para mí un motivo de gran satisfacción, puesto que los siseos son una manifestación del aplauso, como el odio no es más que una manifestación del amor. Yo, señores, fui ministro del general Díaz; tuve esa honra. Admiro al ilustre patriota a quien la posteridad hará justicia y cuyas cenizas vendrán en triunfo. (Aplausos. Siseos.) Tengo el valor de mis convicciones y mientras más siseos reciba, más grande es mi satisfacción. (Siseos Fuertes.) Señores, cuando un individuo, como yo, ha sido elevado por la dictadura, podrá decirse que la dictadura de esa clase de hombres necesitaba y elevaba a los indicados; pero no, señores, cuando cayó la dictadura, yo respeté la voluntad del pueblo; yo, a quien dicen reaccionario, soy mucho más demócrata que muchos que se tratan de imponer al pueblo contra su voluntad. Para mí el verdadero ciudadano es aquel que se retira cuando le mandan retirarse, y que aparece en la escena cuando le mandan aparecer. Yo vivía, señores, retirado de la política, porque mi temperamento no es de político; vivía trabajando en un modesto empleo en mi profesión de ingeniero de minas; la sorpresa que al señor Soto y Gama le causa, igualmente me sorprendió a mí. Una noche, a mediados de julio, recibí un telegrama de mi tierra, en donde me decían: "el pueblo por el pueblo postula a usted para diputado al Congreso de la Unión." Al día siguiente recibí un telegrama de mi padre, en donde me decía: "Anoche la convención de clubes te designó candidato al Congreso de la Unión. Acepta y conviene que vengas para acá." Me fui inmediatamente: yo no he gastado nada en mi candidatura; me presente, dije algunas conferencias de política, algunas más de carácter literario, recibí las grandes ovaciones y mi credencial ha venido según consta. (Risas. Campanilla.) No se rían de mis ovaciones, es la verdad; pero justo es que si recibimos los silbidos, hagamos manifestación de los triunfos que también hemos tenido. Una buena contabilidad nos manda consignar las partidas en el Debe y en el Haber y producir el Balance. Pues bien, señores; el dictamen de la honorable Comisión decía que no se encontraron en las boletas irregularidades ningunas, que no hubo ninguna protesta y que gané por un 92 por ciento de los votos, puede decirse que por unanimidad, puesto que los pocos votos de sufragantes contrarios no eran de ningún

candidato inscripto en mi contra. ¿Qué quiere decir esto, señores? Que si el general Díaz me reconoció algún mérito, mis conciudadanos me los han refrendado. Así pues, si fui ministro por obra y gracia del dictador, tengo la gloria de ser diputado por obra y gracia de la voluntad de mis conciudadanos (Siseos. Aplausos. Campanilla). Deseo que se dé lectura a mi discurso para que estos señores agraristas vean cómo en 1904 pensaba un reaccionario sobre ciertos problemas nacionales.

- El C. secretario Tirado, leyendo:

".....y cuando animados por un sano patriotismo dirigimos una mirada retrospectiva a nuestro pasado, estudiamos la evolución que nuestro país ha sufrido, analizamos las condiciones del medio social en que vivimos y las comparamos con las de otros países cultos y ricos y dirigimos nuestra vista hacia el porvenir tratando de buscar la solución de graves problemas que aún no hemos logrado resolver, insensiblemente se apodera de nuestro ánimo el convencimiento de que para la realización de nuestros grandes y amados ideales, es uno de los factores más poderosos el desarrollo de la riqueza nacional. Pensamos entonces en nuestra clase menesterosa que necesita no sólo de las luces del alfabeto para su cerebro, sino ante todo una alimentación sana y económica para su organismo. El problema de la alimentación social se impone entonces como uno de los de más importancia y a resolverlo satisfactoriamente deben tender nuestros esfuerzos, pues sólo así se logrará obtener de la máquina humana el máximum de producibilidad.

"Hubo un tiempo en el que ignorando la conexión tan íntima que hay entre el mundo físico y el mundo moral, y desconociendo que la especie humana, con sus virtudes y sus vicios, sus aspiraciones y sus tendencias, es en cada pueblo el resultado del medio ambiente, lleva marcado en su organismo y en su espíritu el sello de las cualidades y defectos que le imprime el heredismo acumulado de muchas generaciones y está sometido a las leyes fisiológicas y psicológicas que rigen a los animales gregarios; se creía que la felicidad de los pueblos sólo dependía de la voluntad de sus habitantes y de la influencia del poder público; considerada como decisiva se creía como en un dogma en la omnipotencia del estado y de la eficacia de la acción legislativa para formar ciudadanos buenos y felices. Y cuando los acontecimientos, sucediéndose en fatal encadenamiento, venían a desvanecer el ensueño, cuando los rudos golpes de la experiencia venían a sacarnos del mundo encantado de la fantasía para traernos al de la vida real, la desilusión y el dolor hacían levantarse a las multitudes airadas y amenazadoras, atribuyendo a la malevolencia humana los fracasos que sólo provenían de la ignorancia de los procedimientos que conducen a los pueblos al bienestar y al progreso. Una clase numerosa falta de cultura intelectual y acosada por la miseria, es, en efecto, un terreno perfectamente abonado para que en él fructifiquen las más peligrosas semillas. Cuando el individuo, hostigado por el hambre, ve con tristeza que un trabajo fatigante y estéril no le basta para cubrir sus apremiantes necesidades, el desencanto y la ira se apoderan de su ánimo: las más vanas promesas, las más absurdas utopías, los más irrealizables proyectos encuentran entonces fácil y entusiasta acogida y las multitudes irreflexivas se lanzan desesperadas a la lucha, en defensa, aparentemente, y muchas veces con la mayor buena fe, de nobles y elevados ideales, pero en realidad buscando un cambio que las saque de una situación insostenible; de ahí la imperiosa necesidad de fomentar el desarrollo de la riqueza pública y el bienestar individual para hacer desaparecer una de las más poderosas causas aunque no la única de las agitaciones populares."

"....Y cuando satisfechos de ver los progresos realizados, las dificultades vencidas, los escollos salvados, pensamos en nuestro porvenir, vemos la enorme extensión del camino que aún nos falta recorrer, pensamos en la inmensa labor que reclaman nuestros esfuerzos para ser llevada a feliz término y reflexionamos en los problemas que aún reclaman solución. La necesidad de desligar el porvenir de nuestro país del de su principal artículo de exportación, un metal cada vez más despreciado, desarrollando la agricultura, la ganadería, a fin de pagar con sus productos una parte más considerable del valor de nuestras importaciones; la conveniencia de atraer una corriente de inmigración, no por procedimientos artificiales, sino gracias al abaratamiento de la alimentación, el alza del salario y el aumento del poder de adquisición de la moneda; la nutrición de las clases menesterosas, a fin de formar organismos sanos y vigorosos y, por consiguiente, cerebros aptos para recibir el alimento intelectual y la creación de una clase numerosa de pequeños propietarios que se convertirán en buenos ciudadanos al ver ligados sus particulares intereses con los intereses del país, y al sentir, en vez de la abyección del paria, la satisfacción y la confianza en sí mismo que la propiedad imprime, son, entre otras muchas, algunas de las exigencias de nuestro futuro progreso; en ellas vemos vinculados la conservación de nuestra nacionalidad, el aseguramiento definitivo de nuestra paz y la estabilidad de nuestras instituciones.

"Al sentirnos impresionados por estas ideas, dirigimos la vista a nuestro enorme territorio y pensamos en lo poco explotado que aún está y en la posibilidad en que se encuentra de nutrir una población incomparablemente mayor que la actual, gracias a una amplia y sabia explotación; pensamos en nuestras inmensas llanuras del Norte abrasadas por el fuego del sol y el ánimo se contrista al ver perecer millares de animales víctimas del hambre y la sed; pensamos en la precaria suerte de la agricultura cuando depende de las eventualidades de la lluvia y en la necesidad de que la mano del hombre venga a suplir las deficiencias de la naturaleza y a corregir sus imperfecciones, de lo cual tenemos numerosos ejemplos." (Murmullos y voces: Ya, ya.)

El C. Domínguez: Suplico que tengan la bondad de escuchar un momento; ya que me atacan, quiero tener el derecho de defenderme.

- El C. secretario Tirado, leyendo:

"Mucho hemos hecho, mucho nos queda por hacer, y en ese conjunto complejo de circunstancias y condiciones necesarias para el progreso de un

pueblo, muchas de las cuales hemos visto ya realizadas, es uno de los principales factores el desarrollo de la riqueza agrícola y pecuaria. Ahora que ya tenemos vías de comunicación que facilitan el transporte de los productos de la agricultura y la ganadería, y centros industriales para su consumo, y que la paz y la confianza reinan en nuestro territorio, es cuando más importa formar una clase rural, rica y numerosa que colabore con nuestras clases urbanas industriales para el engrandecimiento de nuestra patria. El programa que hay necesidad de realizar es extenso, y las dificultades que hay que vencer, numerosas; pero la constancia y la laboriosidad de los particulares y la confianza en nuestro Gobierno lograrán dar cima a tan ardua empresa.

"Dejar definitivamente asegurada la propiedad agrícola de modo que el propietario quede a cubierto de todo cambio político o administrativo, tenga facilidades para la adquisición del terreno sin necesidad de numerosos y complicados trámites y sin el peligro de que la falta de requisitos difíciles de ser conocidos, nulifiquen los títulos de propiedad, a fin de que pueda tener la seguridad de la posesión indefinida de la tierra; fomentar por los medios disponibles el fraccionamiento del terreno para constituír una clase numerosa de pequeños propietarios, que, a diferencia de los grandes terratenientes que dejan sin cultivo regiones extensas, suplirían con una explotación intensiva la pequeñez de sus propiedades; atraer la colonización extranjera que debe tener como base la seguridad de que nadie le ha de disputar el terreno adquirido; emprender por medio de la acción colectiva la construcción de grandes obras de irrigación que las condiciones topográficas e hidrográficas de nuestro país hacen muy realizables y que quitarían a nuestra agricultura y a nuestra ganadería el carácter que ahora presentan a lo menos en extensas regiones; introducir los procedimientos de que la Zootecnia dispone para la cría y mejoramiento del ganado y otras condiciones más que enumero por no aparecer difuso, constituyen en su conjunto un vasto programa, cuya realización en no lejano término, nos conducirá a la creación de una clase media rural, que unida a nuestra clase urbana, sería el más poderoso sostén de nuestra nacionalidad; pues nunca el ciudadano es más patriota que cuando adquiere la convicción de que si la patria le exige grandes sacrificios, le da, en cambio, grandes ventajas, y cuando se sabe que si el individuo es para la patria cuando ésta se lo ordena, en cambio la patria es para el individuo en todo tiempo y en todas partes.

El C. Domínguez: Ya ve, pues, el C. Soto y Gama y los señores socialistas, que yo, un reaccionario, en el año de 1904, cuando no se soñaba con hacer revolución en México, yo me dirigía al gran dictador, nada menos, indicándole qué programas debían tomarse en cuenta para resolver los problemas nacionales.

El C. Soto y Gama: Y no le hicieron a usted caso.

El C. Domínguez: Yo no tengo la culpa de que no me hicieran caso. Como a quien se ataca aquí es a mí, diciéndome reaccionario, yo vengo a probar con hechos perfectamente comprobados, cuáles son mis ideas. Yo he escrito mucho, mis discursos andan por ahí diseminados; los que tengo los pondré con el mayor gusto a disposición de mis amigos; deben ser para el señor Soto y Gama una sorpresa, porque probablemente él no los conocía sino hasta ahora. Yo voy más allá; supongamos que quienes nos dicen reaccionarios, que somos más liberales que ustedes, porque queremos libertad más amplia, porque la verdadera libertad consiste en respetar los derechos ajenos, mientras no dañen, no perjudiquen a un tercero; nosotros somos partidarios de la libertad más amplia, en la más amplia acepción de la palabra. Por otra parte, quienes hacen las elecciones son los electores. Yo no he ido a mistificar a mis paisanos; he tenido yo un contrincante que pensaba decir cosas terribles contra mí, que se había encontrado en su casa una carta en que condenaba la revolución maderista, y yo, un reaccionario porfirista, le dije: "a usted le debo más atenciones que a mis amigos, porque, naturalmente, mucho me servirán y tendré el gusto de escuchar sus argumentos." Comienzo por decir a los ciudadanos que me escuchan, que me desarrollé, me formé y llegué a la cúspide en el Gobierno del general Díaz, a quien venero y respeto; di a conocer mis escritos, y a este señor le dije que si estas cartas escritas contra la revolución maderista no son suficientes, tengo mi archivo a su disposición. Cuando el señor Palavicini publicó el "Archivo de la Reacción" yo experimenté un gran contento de que lo publicara, porque seguramente que iba a hacer públicos mis escritos, y no porque me resultaran cargos, porque de mis cartas lo que se sacaría es que salí en una gran pobreza, después de haber sido ministro por muchos años y después de haber pasado por mis manos muchos millones de pesos. Ahora al pueblo no se le engaña tan fácilmente, aunque al pueblo se trate de halagarle con palabras más o menos sonoras, su criterio y su buen juicio le permiten descubrir un fondo en esas palabras y sabe quiénes son sus apóstoles y quiénes son sus mistificadores. Mucho se ha engañado al pueblo; desea verse libre ya de esos mistificadores, y cuando ve hombres honrados, no les va a preguntar sus antecedentes políticos, y no vacila en mandarlos a la Representación Nacional. No tengo el honor de conocer a nadie en la Cámara, vengo de nuevo a las luchas; pero sí veo algún grupo y puedo asegurar que son hombres cultos, de buenas ideas, que aman al pueblo, y a pesar de que se nos llame reaccionarios, ese pueblo ha acabado por aceptarnos, porque todo consiste en darle a la palabra su sentido; pero yo voy más allá: yo supongo que el pueblo elige individuos netamente reaccionarios; pero ¿contra qué lucharon ustedes? ¿Contra las imposiciones de la dictadura? ¿No dijeron ustedes: ya no queremos más dictadores, lo que queremos es la voluntad libre y soberana de pueblo? Pues bien; si el pueblo trae a la reacción, ustedes deben felicitarse, porque sus deseos están cumplidos. Es necesario que se acaben ya esos fanatismos y que llevemos como máxima la bellísima contestación que un presidente de los Estados Unidos le dio a su contrincante al ser vencido en una elección: "Os felicito por vuestro triunfo; la voluntad del pueblo, es la ley." (Aplausos en las galerías. Siseos en la galerías y en las curules.)

El C. presidente: Tiene la palabra para hechos el C. León.

El C. Soto y Gama: Pido la palabra para hechos; como primeramente fui aludido por el señor Domínguez, suplicaría al señor León me cediera su turno para hablar. (Voces: ¡Después! ¡Después!) Yo quiero rectificar. (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna!) Por eso insisto en suplicar al compañero León me ceda su turno, si no tiene inconveniente.

El C. León: Es un asunto de caballerosidad. Yo le cedo la palabra.

El C. Soto y Gama: Muchas gracias, señor León.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Soto y Gama para rectificar hechos.

El C. Soto y Gama: Al señor don Norberto Domínguez, heredero de la dictadura y del grupo científico.... (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna!) Decía yo, señores, que al señor Norberto Domínguez, heredero de la dictadura y de la marca científica, le tenía que contestar también con una cita muy vulgar y manoseada, pero respetable, del más grande de los dramaturgos, el más insigne de los escritores: Shakespeare. Shakespeare decía en una de esas frases que todo lo concretaban, en una de esas frases que encerraban un mundo de ideas, con un gesto de iracundia, probablemente contra la reacción de su tiempo, probablemente contra los mistificadores de sus tiempos, decía elocuente, concisa y laconianamente: "Palabras, palabras, palabras." (Aplausos) Esas palabras son las que nos ha venido a servir elocuentemente, en un lenguaje de conferencista, que muchas veces oí en boca de otros porfiristas, que se envanecían de serlo y que por serlo siguieron al general Díaz hasta la ignominia, como seguramente lo siguió el señor Norberto Domínguez, porque a pesar de los hechos ignominiosos del señor general don Porfirio Díaz, se envanecieron de haber seguido a ese tirano, a ese monstruo. a ese asesino de los obreros de Río Blanco, (Aplausos nutridos.) a ese asesino de los obreros de Cananea, al protector del bandido de Iñigo Noriega, al protector del bandido de Creel, al protector del bandido de Terrazas, (Aplausos nutridos.) al protector del bandido de Limantour, al socio de Limantour, al socio de Iñigo Noriega, al socio de toda la maffia de científicos y ladrones, de gachupines, que formaron la corte dorada, la corte gloriosa del glorioso, venerable y respetable asesino de Río Blanco, señor general Porfirio Díaz, que en mala hora vino a gobernar este desgraciado país. (Aplausos nutridos.) Con que digo yo que en lugar de hechos, el señor Norberto Domínguez, defensor del porfirismo, nos ha traído a esta tribuna palabras, porque es verdaderamente extraño, es verdaderamente escandaloso, es verdaderamente duro, verdaderamente abominable que un hombre que piensa así en defender al proletariado, que un hombre que clamaba contra el hambre del proletariado, que un hombre que tronaba contra los atropellos, contra los monopolios, haya estado veinte años al lado de Porfirio Díaz, el autor del hambre del pueblo, (Aplausos.) el autor de todos los monopolios, el protector de todos los monopolizadores de la carne, el protector de todos los monopolizadores del Rastro; porque todo esto y más, mucho más, hizo Porfirio Díaz. ¿O qué, será necesario, señor Domínguez, demostrar que esos hombres fueron cómplices de Porfirio Díaz? ¿Qué, será preciso demostrar que la revolución del pueblo mexicano iba precisamente, únicamente contra los procedimientos porfiristas? ¿Será preciso recordar los capítulos fundamentales de la acusación contra Porfirio Díaz? ¿Será preciso decir que Porfirio Díaz a los únicos que dio esas libertades, esas libertades amplísimas que hoy el señor Norberto Domínguez dice que dan los reaccionarios, a los únicos que dio libertades amplísimas fue a los capitalistas para extorsionar y explotar a los obreros, fusilando a los que se declaraban en huelga; a los hacendados, a los latifundistas, como Creel en Chihuahua, y en toda la República, para que se apropiaran los ejidos, para que se robaran las tierras y dejaran a los pueblos, como sucedió en Cuernavaca, en Yautepec, como sucedió en casi todas las ciudades de Morelos, sin tierras suficientes ni para tirar sus basuras; sin tierras suficientes para extender su fundo legal, como paso en Cuautla? Si no lo sabe el señor Norberto Domínguez los hacendados de allí, bajo la dictadura de Porfirio Díaz, los hacendados, que lo eran don Pablo Escandón, uno de los cortesanos más adictos a don Porfirio Díaz; el señor Pedro Aráoz, uno de los mochos más adictos a don Porfirio Díaz; el señor don Nacho de la Torre, un miembro de la familia real, del que por cierto no tenía que envanecerse dicha familia; ahora que se han hecho públicas las lacras, ahora que se sacan las lacras de la revolución, es bueno sacar también las lacras a la reacción. Es público y notorio que Nacho de la Torre estaba manchado, infamemente manchado, porque tenía una fea conducta privada; eso es algo poco burgués, peca contra las reglas de la cortesía, porque eso se puede decir respecto de los plebeyos. A nosotros se nos puede echar todo en cara, ¡pero a la familia real de don Porfirio Díaz, impecable e inmaculada, no se le puede decir que tuvo un individuo que no la honraba, que no honraba a ninguna familia honrada habida o por haber! Pues bien; esos individuos, señores, esos individuos como don Nacho de la Torre, don Pablo Escandón, el padre Aráoz, la viuda de Alonso, etcétera, etcétera, se habían robado todo el Estado de Morelos, y contra eso vino la revolución, y entonces el señor Domínguez se quedó con sus palabras y con sus discursos en el bolsillo, y no renunció su puesto, y entonces no se desligó de Porfirio Díaz, sino que se quedó tranquilo o de neutral, y se lavó las manos, no protestó, que yo sepa, contra el cuartelazo de la Ciudadela; no protestó, que yo sepa, contra el ignominioso gobierno de Huerta; no se adhirió a la revolución de 1910, que proclamaba en principio lo que el autor en sus discursos: el fraccionamiento de la tierra, porque supongo que leería el Plan de San Luis, no creo sinceramente que lo haya leído, él leyó las leyes de la dictadura porfirista. Yo creo que vivía en México y que tenía ojos para ver no sólo acontecimientos de la corte que se desarrollaban dentro del Palacio, sino para los que acaecían fuera de la órbita oficial y que entraban en la gran órbita de la acción popular. La acción popular pedía exactamente lo que usted pedía en sus discursos, nada más que usted no tuvo la honradez de ponerse del lado del pueblo, sino del lado del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz contra el pueblo. Vino después la revolución de Ayala, la

revolución agrarista, que proclamaba los mismos principios que usted, y ¿usted fue a ella, señor Domínguez, autor de tantas hermosas ideas? Tal vez ni la conocía usted, quizá no se preocupó usted por conocerla, o le pareció a usted un aborto del infierno, probablemente leería usted asiduamente "El Imparcial", hoy "El Universal", la misma cosa. Era usted lector de "El Imparcial" de entonces, es decir, de "El Universal" de hoy, de "El Imparcial" de hoy. Era usted lector de ese periódico y, probablemente, creyó que la revolución estaba formada por un conjunto de bandidos, y después, cuando vino el cuartelazo, usted creyó que era el triunfo de la ley probablemente, y después, cuando vino la revolución carrancista, usted creyó que aquello iba contra le ley, que era un desorden espantoso; usted creyó que se derrumbaba el régimen constitucional; usted se daba cuenta de esta revolución y, sin embargo, se quedaba en su casa, y después que se han pasado todos esos acontecimientos, después que usted se olvidaba de todos sus deberes cívicos con el pueblo, cuando el pueblo pedía lo mismo que usted en 1904, con videncia que le honra, pero también con una falta de honradez política que lo deshonra, veía eso, y el pueblo tomó todo eso por su cuenta; usted se olvidó del pueblo, se olvidó de sus promesas, se olvidó de sus discursos y se quedó en su casa; después, triunfa la revolución y da a todos libertades que nunca dio el porfirismo, para que usted, sin gasto de ninguna clase, es decir, apoyado probablemente por propagandistas adinerados, triunfara y viniera a esta Cámara, ¿a qué? Pues a hacer oír la voz de la reacción. ¡Es claro! Usted ha cumplido con su deber. Yo sinceramente felicito a la reacción y al porfirismo, representado por el señor Norberto Domínguez, por haber tenido tanta audacia, por haber tenido, pues casi diré, la honradez política de confesar, de declarar, de proclamar la apología del general Díaz. ¡Es lo único que nos faltaba a los mexicanos para ver el remate de la labor reaccionaria iniciada por el cuartelazo, seguida brillantemente por la prensa metropolitana, en una gran parte apoyada, en una parte media, diré, en una parte muy considerable. Ha venido usted a poner el remate a esta obra, pues lo que nos viene a decir usted no es más que esto otro: la tendencia que tiene la reacción es demostrar que la obra del general Díaz fue una obra perfecta; (Aplausos.) que el pueblo mexicano debe volver los ojos a la reacción, y que cuando el pueblo mexicano, bajo la influencia de esa propaganda de la prensa reaccionaria y de los oradores reaccionarios que vengan a esta Cámara, se convenzan de que la revolución es un fracaso, se entonen himnos a Porfirio Díaz y se vuelva a los mismos procedimientos de antaño. Eso es hablar con claridad, eso es hablar con franqueza. Yo vuelvo a felicitar al señor don Norberto Domínguez por haber tenido la franqueza de proclamarse admirador del tirano más grande de América Yo lo admiro, porque esa es nuestra prueba de valor civil. Es lamentable que, después de la revolución de diez años, todavía no se comprenda para qué se hizo la revolución, y que todavía después de eso se venga aquí a proclamar a la faz de un pueblo que ha derramado su sangre durante diez años por destruir los moldes y los errores del porfirismo, los crímenes y los prejuicios del porfirismo, se venga a decir que Porfirio Díaz era un gran hombre; esto es una revelación elocuente para nosotros, porque descubre el juego de la reacción. La reacción había asomado ya la cola, pero hoy asoma la cabeza de dragón, representada por los que hacen fe de su credo político, por los que vienen a defender los actos del porfirismo, por los que vienen a defender las concesiones de Porfirio Díaz. Más tarde vendrán a querer que se anule toda la obra revolucionaria, que consistió en arrancarle a los amigos de Porfirio Díaz las grandes propiedades que se robaron en Chihuahua, en Durango, en Chiapas, en Sinaloa, en las veintisiete entidades federativas. El va a decir al pueblo: la alimentación que yo te ofrecí barata, te la vamos a dar como se te daba en tiempo de Porfirio Díaz, alimentando unos cuantos en provecho de los muchos latifundistas; las tarifas, en provecho de los monopolizadores para hacer bajar el precio de las subsistencias; proclamaremos que la huelga es mala, como lo dicen "Excélsior" y "El Universal", declarando que las doctrinas, cualquiera que sea su finalidad, tienen color bolshevique, viendo en todo mundo un Lenine, y poco a poco veremos al señor Norberto Domínguez seguir clamando contra la Constitución de 1917 y decir que es más liberal la del año de 57 y que nos debe regir la gloriosa Constitución de la época demoledora de la Reforma y de todo eso que nos dijo el señor Juárez y de aquellos individuos que honraron al Partido Liberal; es decir, desea que nosotros nos pongamos el vestido y la casaca de aquellos grandes hombres del pasado y que retrocedamos, no a la época de Porfirio Díaz, sino a la de 57. Creo que he dicho demasiado, todo se reduce a esto: el señor don Norberto Domínguez es porfirista; Porfirio Díaz fue un enemigo del pueblo, luego el señor don Norberto Domínguez, sobre ser reaccionario, es enemigo del pueblo y, por ende, de la Revolución. (Aplausos nutridos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el C. León Luis.

El C. León: Como representante del 4o. distrito electoral del Estado de Chihuahua, no puedo quedar callado ante las palabras de un compañero de diputación, el ingeniero Domínguez. ¡Por Chihuahua, por ese Estado que algún compañero en un momento de legítima indignación contra mí, llamó el Estado de los hombres suficientes! ¡Por Chihuahua, el Estado que más sangre ha derramado en el torrente de la Revolución! ¡Por Chihuahua, el Estado que más sacrificios ha hecho por estas conquistas que hoy, pésele al ingeniero Domínguez, lo traen a esta curul sin necesidad de inclinar su columna vertebral servil ante Cadena ocho! (Aplausos.) ¡Chihuahua, el Estado en que ya no se preguntaba si eran Terrazas y Creel de Chihuahua, sino más bien si Chihuahua era de Terrazas y de Creel, y la contestación afirmativa se imponía: ¡De Chihuahua, donde Creel y Terrazas, esos dos representantes del cientificismo a que viene a aludir el ingeniero Domínguez, habían adquirido el 75 por ciento de la propiedad; donde los hombres de Chihuahua ya no eran ciudadanos, donde eran parias, donde imperaba la voluntad férrea de Terrazas, y yo lamento que en aquella época la voz del señor Domínguez, que tanto quiere a Chihuahua, no se hubiera

levantado en el Ministerio que él ocupó para protestar en contra de todos los atropellos que Creel y Terrazas cometían en nombre del porfirismo, contra todas las hambres que se padecían en el Estado; contra todas las miserias, contra todos los dolores, y así se explica claramente que en 1910 haya sido Chihuahua el que se levantara como estallido de una caldera que no tenía ni por dónde levantar su voz protestativa, que se levantara como un solo hombre a defender las promesas de Madero, las promesas del derrumbamiento de la dictadura de Díaz, promesas de una era más feliz, más bella y más justa! Pero Chihuahua desgraciadamente ha tenido en su historia grandes tristezas que lamentar, grandes injusticias que combatir; Chihuahua tuvo entre los hombres de la Revolución a Orozco, que oyendo las voces de estas sirenas que ahora nos vienen a cantar por boca del ingeniero Domínguez, le decían que Madero no había cumplido con los principios de la Revolución. Es hoy también el señor Domínguez que nos viene a decir que ellos son liberales de la tradición de la Reforma, que ellos aman el respeto del pueblo, que ellos aman y respetan el voto popular y que para ellos el aforismo de Juárez es su lema: el respeto al derecho ajeno. ¡Ah! Pero los hechos de la historia se levantan formidables en contra de los porfiristas que ahora tienen el cinismo de venir a declararlo! (Aplausos.) La labor de usted, señor Domínguez, la aplasta la realidad de los hechos de la sangre vertida por el pueblo y ésta lo ahoga a usted. Si tanto respetaba a la ley, si tanto respetaba al derecho, si creía usted en el voto popular, si creía en el sufragio efectivo, ¿por qué instalaron una dictadura, por qué ahogaban con el peso de un ejército el sentimiento de un pueblo? ¿Por qué no convocaban a elecciones y por qué - y usted es un gran cómplice cuando menos por su silencio -, cuando el general Díaz, ese hombre de quien hoy hace la apología, el que hizo las declaraciones Creelman, por qué ustedes, que eran una parte del criterio y que pesaban en su opinión, no fueron a decirle que cumpliera con su palabra y que dejara en libertad al pueblo, ese pueblo que para ustedes era poco poderoso, el pueblo de México, cuando levantaba débilmente su voz y decía: "Señor, siquiera no nos impongáis a Corral, dejadnos siquiera a Reyes", y ustedes no quisisteis y ustedes no levantasteis vuestra voz ni vuestra protesta... (Risas.) No importa que me critiquen los hablistas de los periódicos, porque he debido de decir vosotros y no ustedes. ¿Por qué vosotros no levantasteis vuestra voz en su oportunidad? Porque no quisisteis, sino que os callasteis para seguir una vez más, para tener otra vez el poder y seguir en una oligarquía chupando la sangre y la savia nacional, y permitisteis que se impusiera a Corral y caísteis miserablemente; no tuvisteis siquiera la altivez y nobleza de los nobles franceses que cayeron con la revolución o que siguieron allá de emigrados sosteniendo sus convicciones; y ahora venís aquí miserablemente, vergonzosamente, en aras de un principio, el sufragio efectivo, para quien siempre tuvisteis un salivazo... (Aplausos.) Tenéis el castigo más grande que pueda tener un hombre, no de aplausos, no de siseos, cuando la conciencia está tranquila importan muy poco las manifestaciones de adhesión y de simpatía, o las manifestaciones de odio que os puedan hacer vuestros semejantes. Hay otro juez interior que se levanta siempre, que es vuestra conciencia. Cuando vosotros ahogasteis el sufragio efectivo, ahora el sufragio efectivo os trae a esta Representación Nacional, y nosotros, respetuosos del sufragio efectivo, os dejamos venir aquí a hacer la apología de Porfirio Díaz. Que los hombres justos, que los hombres liberales, los que juzgan con su conciencia, nos juzguen a ambos: a los revolucionarios y a los reaccionarios; a los que dejan levantarse aquí la apología de Porfirio Díaz, y a los que ahogaron con sangre y opresión, con fuerza en todas partes, a los apologistas de Madero.

Reanudando mi tema de Chihuahua yo diré que Chihuahua tuvo la mala suerte, tuvo como dicen los italianos "jettatura", y allí llegaron los hombres más pérfidos de la Revolución; primero Orozco, que oyendo la sirena de la reacción, traicionó a Madero en el Estado de Chihuahua, que con la poca clarividencia que la dictadura porfiriana le dejó concebir, que con la poca ilustración que la dictadura porfiriana permitió que llevara en su cerebro, tenía este principio: la lealtad a los hombres, porque no concebía los ideales; pero Orozco se había levantado como un protestante contra la dictadura porfiriana, y sigue a Orozco la mayoría de los ciudadanos del Estado de Chihuahua y fueron orozquistas. ¡Caro pagaron su pecado! porque hay pueblos en Chihuahua que tienen más desaparecidos que vivientes, hay más viudas que casadas, de hombres que la Revolución entera fue testigo de su voluntad, que murieron cumpliendo con un deber sagrado: el de la virilidad. También después viene Villa, Villa que es una negación absoluta de la dominación porfiriana, Villa que siendo un anormal, que siendo un amoral, es un hombre muy superior a los de la dictadura porfiriana...(Aplausos. Siseos.) Sí, señores; un hombre.. (Siseos.) La ciencia a que tanto apelan los científicos, me da la razón. No es un mediocre Villa, sino un anormal. Villa, siendo un anormal, yendo contra las tendencias sociales, yendo contra las tendencias organizadoras, es un individuo superior a nivel de los mediocres, es un individuo de un nivel superior. Si la dictadura porfiriana hubiera dado educación, hubiera dado escuelas para que ese espíritu no se estancara, Villa sería un hombre superior y los cerebros que ahora cantan a los triunfadores toda clase de himnos, vendrían a hacer aquí la apología de Villa; pero Villa cerradas sus tendencias de rebelde, cerrado a los caminos a que tiende su espíritu fuerte y amplio para encontrar una normalidad dentro de la sociedad, fue uno de esos espíritus que, como decía Sarmiento en la Argentina, si un régimen le cerró las puertas de la grandeza, demuestran con sus hechos, a pesar de esta anormalidad, que habían nacido para césares o para napoleones. (Aplausos.) Sí, señores; si ellos nos acusan de tanta ligereza, nosotros debemos decirles que a pesar de sus errores, la Revolución produjo un Villa, un rebelde eterno, un rebelde constante, y la reacción, a pesar de su cientificismo, a pesar de su preparación, no ha producido un rebelde que hasta estos momentos levante en las montañas su pendón de rebeldía.

Nosotros debemos encontrar, pues, que algo había en el fondo, algo había en el alma popular, de

muy hondo, que hace producir espíritus desnivelados; nos demuestra que algo había en el fondo de esos espíritus intuitivos que como Zapata, que a pesar de todos sus errores...(Aplausos.) levantaba su pendón rebelde; ¿qué demuestra eso? Que había en el fondo el eterno desnivel económico del que no trata en sus discursos el señor Domínguez. El quiere un Gobierno que dé garantías a todos, pero ¿cómo lo entiende? Hay que traducirlo. ¿Garantías? Si os dirigís a un obrero, el obrero pretende que estas garantías están consignadas en el artículo 123; si os dirigís a un burócrata, os dirá que esas garantías están consignadas en todos aquellos procedimientos que consoliden la fortaleza del Gobierno y si "Excelsior", "El Universal" o "Revolución" o cualquier otro periódico atacare a don Adolfo de la Huerta, inmediatamente el burócrata dirá: ¡Caramba, si no tenemos garantías, se está atacando al señor presidente! En la misma forma en que lo decían los señores porfiristas. Garantías las entienden los científicos en que la autoridad municipal más próxima a su hacienda o más próxima a su industria, sea un servidor de ellos y que cuando un obrero se levante defendiendo sus derechos, diga: "Es un sedicioso. A la cárcel, inmediatamente a la cárcel por trastornar los fundamentos de la sociedad". (Aplausos) En esta forma fue como dio garantías Porfirio Díaz. Los obreros de Río Blanco...pues fueron sediciosos porque atacaban a la sociedad por su base. ¡Los que se levantaron en Las Vacas...sediciosos también! Había derecho a que la dictadura defendiera las bases sociales, inmutables, inconmovibles, y nos dice que venía a representar los derechos de una sociedad defendida por todas las fuerzas de la misma. Pues no, señores, representaba más o menos un grupo - y el pueblo mexicano ya estableció su juicio que es inapelable, y que llegará a la historia -, que no defendía los intereses de la sociedad mexicana, que defendía los intereses de un dictador y de una oligarquía de la cual el señor Domínguez formaba parte. (Aplausos.) ¡Ah! Pero no váis a dar garantías a la agricultura, no váis a dar garantías a la producción de la tierra! ¿Y en qué forma la dabais vosotros, señor Domínguez? La dabais entregando a los extranjeros trescientas mil hectáreas en la Baja California, lo cual es ahora un problema; las dábais, entregando trescientos sesenta y cinco mil hectáreas a la Compañía Richardson en el Yaqui, lo cual es ahora un problema internacional. (Aplausos nutridos.) Y vosotros sois los culpables de que en los Estados Unidos se haya establecido una asociación que se llama "Asociación de Americanos con Propiedades en México". Vosotros soís los que alentásteis a Fall desde aquellos tiempos, porque hasta un cronista francés en "Tierras Mexicanas", el señor Domínguez debe haberlo leído, pues lo dice muy claramente en el prólogo, el Gobierno de los Estados Unidos acapara el agua para entregársela a los agricultores, a los colonos, y el Gobierno de Porfirio Díaz se la regaló a los ricos. El que tiene el agua tiene la vida en una colectividad. En esta forma fueron entregadas las tierras, no me lo podréis negar, porque el grito unánime de la República se ha levantado a sostener esto, no en discursos más o menos literarios, sino airosamente, valientemente, con el argumento formidable del 30 - 30 en la mano, ingeniero Domínguez. (Aplausos.) Entregó las aguas e hizo de la industria un monopolio Pero qué me decís de esa industria, si hasta esa autoridad, que supongo no podéis negar sin declarar que no tenéis ilustración, hasta don Francisco Bulnes ha dicho en su discurso desde esta tribuna, un discurso que yo he leído cuando era estudiante, que vosotros habíais puesto unas tarifas tan altas para la importación de la manta, que impedíais que la manta que valía X en Londres, valiera X más uno aquí y que el pueblo mexicano tendría que comprarla por X X X, es decir, por tres veces el precio que valía en Londres y ¿para qué? Para obtener ese gran negocio, esa soberbia industria que cantaban los porfiristas de unas cuantas fábricas y que ha venido a cantarnos el señor Domínguez, repartidas entre unos cuantos favoritos. ¡Esa es la obra de Porfirio Díaz! Durante el centenario se levantaron aquí castillos de naipes, edificados con cieno, edificados en arena; los representantes de toda la América Latina fueron a cantar a los; hombres de todas las naciones del mundo fueron a decir que era inconmensurable el poderío de Porfirio Díaz, el héroe de la paz, y que había hecho la felicidad de la República Mexicana, porque se exhibían en las publicaciones científicas, en esos discursos falsos como el del ingeniero Domínguez que ha venido a leer aquí...(Aplausos.) en que nos hablaba de progreso, de felicidad, de un completo adelanto de todas las clases sociales de México. Pero no fueron a las regiones agrícolas para ver que al lado del canal suntuoso construído bajo todos los principios de la ingeniería moderna, transitaba un indio humilde y hambriento que no tenía pan para sus hijos (Aplausos nutridos.) Porque fueron a visitar las fábricas flamantes levantada sobre un cimiento deleznable de injusticia, donde todo era bello, donde todo era grande, donde todo era grande menos las puertas, porque para penetrar a ellas era necesario dejar lo que de rebeldía, justicia y equidad tiene cada hombre y convertirse en un siervo. Para esos la fábrica era bella, era amplia, presentada maravillosamente según los últimos descubrimientos científicos. Sí, pero esos no fueron a platicar con los obreros, no oyeron de sus necesidades, no oyeron de sus miserias, no oyeron de sus hambres, no oyeron de los caciques que al lado de la fábrica, cuando ellos protestaban con un grito sublime de miseria porque no tenían pan para sus familias, el cacique pregonaba: "o ir a una cárcel, o ir a una sepultura, que era la fábrica". (Aplausos.) Y eso que no oyeron ustedes, eso que no vienen a contar al lado de la apología de Porfirio Díaz, eso lo supo el pueblo, señor Domínguez, por eso os hizo caer miserable, vergonzosamente del poder. Un partido político que cae del poder sin tener la entereza, sin tener la nobleza de presentarse como los nobles franceses, a que se les guillotine, es un partido político sin pudor. Ahora venid a cantarle a la dictadura, ahora venid a cantarle, como cantasteis ayer cuando estaba en el poderío. Yo explicaré por qué. Ayer, porque tenía prebendas qué daros; ahora, porque los revolucionarios somos demasiado nobles para desatar persecuciones sobre vosotros, pero no lo cantasteis en el momento de la lucha, no cantasteis en

el momento en que se debatían los intereses de la República y entonces, o callasteis por cobardía o callasteis por conveniencia...(Aplausos nutridos.) En cualquiera forma que ello sea, no os debe enorgullecer. Que se me diga ahora que su credencial viene apoyada por el pueblo de Parral, efectivamente, si tal no fuera, yo sería el primero, a pesar de que en lo personal estimo al Ingeniero Domínguez, en haber venido a atacarlo. ¿Pero qué nosotros, no tenemos mil ejemplos en la historia, de que los revolucionarios muchas veces por sus procedimientos violentos han desatado las iras de las multitudes? Y no se me diga de Chihuahua, en Chihuahua la Revolución está perfectamente desprestigiada por los hombres que mandó Carranza a que enarbolaran la bandera de la Revolución. Está desprestigiada por los Murguía...(Aplausos.) está desprestigiada por los Murguía, está desprestigiada por los Treviño - aunque sea secretario de Estado -, (Voces: ¡Bravo! Aplausos.)está desprestigiada por los que fueron allá, no a implantar principios, no a defender una bandera revolucionaria, sino a improvisar fortunas, robar, esa es la palabra, y dispénsenme sus señorías que la diga, (Aplausos.) el ganado y los bienes de los ciudadanos del Estado, y como ellos obraban "en nombre de la Revolución", la Revolución está perfectamente desprestigiada; pero no por que los ciudadanos se hubieran ido al bando reaccionario, porque los ciudadanos de Chihuahua, al ver el fracaso revolucionario de la bandera carrancista simple y sencillamente se habían hecho anticarrancistas y muchas veces, "villistas". El anticarrancismo es el que explica que venga aquí una credencial como la del ingeniero Domínguez, de un hombre que no se mezcló con Carranza, que fue con nosotros en contra de Carranza porque nosotros éramos enemigos de Carranza, Pero hay que hacer la aclaración: nosotros fuimos contra Carranza, porque Carranza había traicionado la bandera de la Revolución; el ingeniero Domínguez fue al unísono de nosotros contra Carranza, porque Carranza en un tiempo había sido revolucionario. (Aplausos.) En esta forma, señores, creo que declaro y dejo perfectamente descrito cuál es el estado político que priva en Chihuahua; la Revolución fue odiada por los fariseos de la Revolución que mandó allá Carranza, pero Chihuahua, el Estado que ha hecho más sacrificios, que ha derramado más sangre por la Revolución, no puede ser reaccionario, y para lavarle de esa mancha he venido a levantar aquí mi voz humilde, pero enérgica, en contra de los portavoces de la reacción. (Aplausos nutridos.)

El C. García Socorro: Ciudadanos representantes: El que tiene el honor de dirigiros la palabra en estos momentos, es el representante por el 1er. distrito.... (Campanilla.)

El C. presidente, interrumpiendo: Estaba inscripto antes, el C. Ramos Pedrueza (Voces: ¡Que siga, que siga!)

El C. Ramos Pedrueza: Le cedo el uso de la palabra.

El C. García Socorro, continuando: ...el representante del 1er. distrito de Chihuahua y un humilde hijo de ese jirón que representa el ingeniero Domínguez, o sea el 2o. distrito electoral. Señores, no puedo menos que protestar con todas las fuerzas de mi voz, como lo he hecho en otras ocasiones, porque oí por allí entre los escaños una voz que decía: "es de Chihuahua." ¿Y porqué hacerle esa increpación a Chihuahua, porque un hijo de él haya servido a Porfirio Díaz? ¿Qué no recuerdan, señores representantes, que el Estado de Chihuahua fue uno de los primeros que ocurrieron al llamado de Francisco I. Madero en 1910? ¿Qué no recordáis que en la Revolución Constitucionalista, en 1913, el jirón precisamente que representa al ingeniero Domínguez fue el que estuvo a la cabeza y fue el que peleó en primer lugar a las órdenes del general Maclovio Herrera contra los huertistas del general Mercado, en Parral? ¿Y no sabéis que los pueblos, en masa, de Valleza, Zaragoza, San Isidro de las Cuevas y todo el Estado de Chihuahua, unánimemente secundó el movimiento de 1913? Y ante esas increpaciones un representante del Estado de Chihuahua, un individuo que ha luchado al lado de todos sus comitentes y al lado de todos los hijos del Estado de Chihuahua por la defensa de los principios revolucionarios no puede quedar en silencio. Por ese concepto, señores, cuando Chihuahua, el Estado que ha sido la Siberia de la República Mexicana y que ha sido barrida y azotada por todos los atilas, desde Francisco Murguía hasta Francisco Villa - que desde este momento protesto enérgicamente contra el hecho que asienta el señor León, de que Francisco Villa sea hijo del Estado de Chihuahua -, el Estado de Chihuahua ha tenido hijos dignos como Abraham González, Maclovio Herrera y mil más, pero no ha tenido un asesino execrable, no ha tenido un Francisco Villa. (Siseos.) ¡Francisco Villa hijo del Estado de Chihuahua, y Francisco Villa quemando impunemente ancianas venerables! ¡Francisco Villa quemándole al que habla a su abuela de noventa y cinco años, que no se podía mover! ¡Ese es Francisco Villa! No, señores; la revolución no ha nacido allí al calor de Francisco Villa, la revolución nació por el latifundismo de Terrazas, la revolución nació por las prebendas que impuso Creel, la revolución nació por todos los impuestos de gabelas que imponía hasta por los perros el gobierno de Creel - Terrazas. Y cuando se trató de que el carrancismo, como dijeran, mandó allá a sus atilas, a derrochar y a destrozar y a robar todo lo de los labriegos, y a talar los montes y a dilapidar el dinero y a cortar las sementeras, entonces el Estado de Chihuahua gemía bajo aquel yugo formidable, pero allí se estaba incubando la revolución , y esa revolución iniciada primero por pequeños núcleos que se formaban bajo el nombre de defensas sociales, contestó heroicamente al movimiento actual en el Plan de Santa Isabel, donde se reunieron cien jefes de defensas sociales, y esos jefes representaban diez mil ciudadanos armados que contestaban al grito de Sonora, al grito de su hermano el Estado de Sonora, porque el grito del Estado Sonora, señores, era el mismo grito que el del Estado de Chihuahua; era el mismo grito que el de Sonora, cuando aquellas imposiciones monstruosas de Andrés Ortiz, cuando éste imponía hasta al más pequeño empleado de municipio para preparar el bonillismo. Entonces los obreros en masa, de Parral, los obreros de Chihuahua, los serranos, protestaban y esa es una prueba evidente, señores, de que el Estado de Chihuahua no puede ser reaccionario; el Estado de Chihuahua

no quiero decir que vaya a la vanguardia de la revolución, no, señores; sería pecar de modestia, pero sí, siempre ha sabido estar a la altura de su deber y a la altura de las circunstancias; y los acontecimientos creo que lo han demostrado. No me pongo yo a juzgar precisamente la vida del señor Domínguez; no quiero prejuzgar los hechos pasados, (Risas.) tampoco; yo lo que quiero es protestar, yo lo que quiero es decir que la mayoría de la diputación chihuahuense es revolucionaria; si hay algún mal elemento, la mayoría es revolucionaria. (Aplausos.) Quiero también decir, de una vez por todas, cuál es el proceso político que quizá se le ha escapado al compañero León, porque no ha estado al corriente de los acontecimientos de aquella Entidad: En Parral triunfó el señor Domínguez por la sencilla razón de que no hubo ningún revolucionario, ninguno de los líderes políticos actuales que se le pusiera en frente; y si triunfó, fue porque un conglomerado, un grupo de ciudadanos, parientes, amigos, etc., hicieron su plataforma, y como los demás ciudadanos nos pasaron indiferentes por esta causa triunfó; por otra parte, por la premura con que se hizo la convocatoria a elecciones, era natural que el señor Domínguez pudiera ser candidato y triunfara. Si a eso agregamos que en Chihuahua, creo que como en ningún otro Estado, o quizá tanto como en cualquiera, se respetó de una manera perfecta y completa el sufragio efectivo; allí ni el gobernador del Estado, ni el general Enríquez, ni ningún ciudadano tomó participación en las elecciones federales. Además, debo agregar que si acaso es un pecado el que haya venido el señor Domínguez, si acaso es un pecado que el Estado de Chihuahua haya votado por otro sujeto, que quizá se descare dentro de breves días, no es esto culpa de los hijos del Estado de Chihuahua, es culpa de los directores de la política, es culpa del jefe de la propaganda enriquista, que no supo siquiera orientar la opinión. Por eso hoy, en nombre del Estado de Chihuahua y en nombre del 1er. distrito y del 2o., del que soy originario, protesto enérgicamente contra la aseveración que pueda hacerse de que el Estado de Chihuahua es reaccionario. He dicho. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra para hechos el C. Ramos Pedrueza Rafael.

El C. Mijares: Señor presidente, yo suplico a usted me diga qué está a discusión; para aclaraciones sobre este asunto ya es suficiente.

El C. presidente: La Presidencia no puede negar el uso de la palabra a los oradores que se han inscripto para hechos. Se le concedió al C. Soto y Gama, al C. León y al señor Domínguez; sólo que la Asamblea diga que no se le concede a nadie más, lo hará; pero no puede ejercer una dictadura.

El C. Mijares: ¿Me permite una aclaración, señor presidente?

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Mijares: Ya está suficientemente demostrado quiénes están de un lado y quiénes de otro; esto es lo que querían los oradores. Yo suplico a la Asamblea que cerrando esta discusión, vayamos al punto que atañe directamente a los intereses de la Nación. Ya sabemos que el señor Domínguez está al lado de la reacción y ya sabemos dónde deben estar los revolucionarios. Creo que con hechos debemos probarlo y con palabras, no con discursos patrioteros que traen para el bien de la Nación nada absolutamente.

El C. presidente: Se han inscripto para hechos los CC. Ramos Pedrueza, López Soto y Domínguez Norberto, en relación con lo que se está hablando. Si la Asamblea quiere que no hablen ya estos señores, que ella lo resuelva, porque es la única soberana. De manera que se va a preguntar a la Asamblea si permite que hablen los oradores inscriptos.

El C. secretario Tirado: Se pregunta a la Asamblea si aprueba que los oradores inscriptos sigan hablando. Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. (Voces: ¡Sí! ¡No!)

El C. presidente: Habiendo mayoría de pie, tiene la palabra el C. Ramos Pedrueza.

El C. Mijares: Señor presidente, ¡reclamo la votación!(Voces: ¡No hay mayoría!)

El C. presidente: La Presidencia no tiene interés en que hablen estos señores, pero, repito...

El C. Mijares, interrumpiendo: Pero yo tengo interés en que se obvie el tiempo

- El C. presidente, continuando:...tengan la bondad de pararse los ciudadanos diputados que permitan hablar a los oradores a que he hecho referencia. Se nombra a los CC. Cienfuegos y Mijares para que cuenten a los que están de pie, si no está convencido el C. Mijares de que hay mayoría. (Voces: ¡Sí hay mayoría!) La mayoría es visible en concepto de la Presidencia. Tiene la palabra para hechos el C. Ramos Pedrueza.

El C. Ramos Pedrueza: Señores diputados: No es frívolo el asunto de que se trata, aunque su apariencia así lo encubra; se trata, señores diputados, de que se defina en esta vez la actuación de la Cámara. Bajo el aspecto frívolo aparente, hay, señores diputados, que felicitar al señor diputado Norberto Domínguez porque ha venido aquí a poner el dedo sobre la llaga; a que se definan de una vez para siempre los verdaderos revolucionarios y los verdaderos reaccionarios, por su actuación en la Cámara. (Aplausos.) Yo, aprovechando este momento, señores, acogiendo las palabras del señor Soto y Gama, hago un llamado cordial a todos los revolucionarios para que nos agrupemos ante el grito de alarma; a todos, señores, a los convencionistas a quienes este movimiento ha venido a dar la razón y a demostrar que tuvieron más clarividencia que nosotros.(Aplausos.) Justo es decirlo en el momento de las reivindicaciones; entre los convencionistas habría algunos, señores, que fueron allí - los menos - por tendencias reaccionarias y que abandonaron la lucha; pero los revolucionarios verdaderos, los que fueron allí por un radicalismo absoluto y cuya conducta lo ha comprobado, ellos sí tuvieron una clarividencia más sutil que nosotros, y en este momento de reivindicaciones y en que los revolucionarios debemos agruparnos, hay que proclamar, señores, que son dignos de respeto, de aplauso, del cariño y del compañerismo de nosotros.(Aplausos.) De manera, señores, que se habrá ya de perfilar para el futuro la actuación de las respectivas tendencias de la Cámara. Por un lado, señores, los que desde el México independiente han luchado en pugna siempre; frente a los Quintana Roo y los Francisco Fernández de Lizardi, Abad y Queipo, y los que combatieron a los insurgentes. Frente a Gómez Farías, Santa Anna; frente a Juárez, Ocampo y Lerdo, Almonte,

Labastida y Gutiérrez Estrada; frente a Porfirio Díaz, Madero, y en este momento, señores, como símbolo de nuestros ideales, frente a Alvaro Obregón, Robles Domínguez. La reacción está allí, señores, está viva, está en pie y por esto yo, en representación del altivo Partido Liberal Constitucionalista al que he sentido herido, señores, con un latigazo al venirse a glorificar aquí a Porfirio Díaz, vengo a protestar en esta tribuna. ¿Cómo es posible evocar todavía esa figura de déspota, ese perfil de dictador, ese hombre que tanto daño ha hecho al país, señores? (Siseos.) Tanto, que todavía hay quien lo aplauda, señores. (Aplausos.) Si, señores; ese hombre que ordenó el fusilamiento de los obreros de Río Blanco, sacándose a los cadáveres en plataformas para arrojarlos al mar; ese hombre que permitió que al frente de doscientos cincuenta cow - boys se hiciera fuego sobre los obreros de Cananea, que pedían el más justo de los derechos. Yo hablo de esto, señores, con el horror, con la vergüenza que da el haber sido testigo presencial del hecho, porque los obreros mexicanos pedían ganar igual jornal que los extranjeros, porque ganaban en plata y los extranjeros en oro, en su propia tierra donde eran esclavos y siervos; y el general Díaz permitió que doscientos cincuenta cow - boys, al mando de Izábal, asesinaran a los obreros mexicanos. ¡Y todavía hay individuos que aplauden a ese traidor que sancionó la violación del territorio nacional! (Aplausos.) ¿Y os acordáis, señores, cómo se acallaba a los periodistas? Olmos y Contreras apuñaleado hasta que el cuchillo se rompió en sus vísceras; Ordoñez arrojado vivo a un horno, y todos aquellos hombres que osaban en alguna forma pensar de manera distinta del cruel déspota?; acordaos de Arnulfo Arroyo, apuñaleado por las comisiones de Seguridad para halagar al monstruo; acordaos de aquellos asesinatos y acordaos de algo más, señores - esto no desde el punto de vista de la humanidad, sino de la patria -: México estaba llamado a desaparecer, señores; la conquista lenta y pacífica, vendiéndose la frontera del país, a los norteamericanos, algunos Estados del Sur a los españoles, el principal comercio en manos de los extranjeros, las contribuciones repartidas de una manera infame, de tal manera, que mientras grandes casas comerciales y grandes fábricas de extranjeros no pagaban contribución, o la pagaban irrisoria, porque los principales accionistas eran Porfirio Díaz o José Yves Limantour; la pequeña propiedad y la pequeña agricultura y el pequeño comercio estaban ahogados; y México, señores, estaba llamado a ser engullido, lenta, pero segura y trágicamente, por un grupo de extranjeros que habrían de repartírselo de la manera más infame y más cruel para nosotros. Este solo hecho, señores, merece la maldición nacional, pero Madero adivinó que los pueblos no se suicidan, y con la clarividencia de un apóstol y de un profeta, sin comparación en nuestra historia; comprendió que era llegado el momento en que México, amenazado de ser engullido por el capitalismo extranjero, quería vivir; dio el grito de redención, y México, señores, vive, libre y soberano, gracias a Francisco I. Madero.(Aplausos.) ¡Y se nos viene a hablar de Porfirio Díaz, señores! ¿Cómo puede ser al mismo tiempo ministro de Porfirio Díaz y amar las libertades? ¿Cómo es posible estar a la vez en el día y en la noche? ¿Cómo es posible, ser obreguista y amar a Porfirio Díaz?¿ Se cree que Obregón va ha ser un nuevo Porfirio Díaz? ¡Este es uno de los sueños de los reaccionarios! No, señores; Obregón habrá de ser el más grande revolucionario, el más radical de los revolucionarios, y si así no lo fuere, el pueblo mexicano lo arrojaría del poder! (Aplausos ruidosos.) Ciudadanos diputados: Yo, que fui víctima del porfirismo, porque mi padre, acompañando al señor Juárez desde Chihuahua, murió en la miseria, colmado de humillaciones y de amargura durante el porfirismo; yo, que desgraciadamente en mi niñez respiré ese ambiente corrompido que me ha hecho cometer algunos pecados, sociales y políticos, de los que me avergüenzo en público y me arrepiento - veniales por fortuna, pero que quiero expiar y reparar -, yo, señores, protesto contra la profanación de traer el nombre de un tirano a esta Cámara en donde están los de esos ciudadanos que véis allí, en áureas letras; donde estarán los de los mártires, como Aquiles Serdán y como Abraham González, y me parece que la sombra de esos hombres, me parece que el recuerdo, que la memoria de estos héroes: Madero, Abraham González y Aquiles Serdán, se estremecen de indignación cuando en la Representación Nacional se le llama "el más grande de los patriotas", al más infame de los tiranos. (Aplausos.) Y, finalmente, señores representantes del pueblo, termino felicitando también al señor Norberto Domínguez, porque, sin quererlo, sin darse cuenta, con la absoluta ceguedad e inconsciencia de los conservadores que no quieren abrir los ojos al día y a la luz y que se empeñan en arrastrarse y apegarse al pasado, impidiendo la fecundación del porvenir, sin darse cuenta, vino a hacer propaganda revolucionaria, más todavía, propaganda bolshevique, llámese como se quiera, porque no son los extranjeros los que están haciendo, no son los enviados de Rusia; son las tiranías, son las injusticias, que impiden que el pueblo mexicano, hambriento y sediento de libertad, que apenas comienza a beber unas cuantas gotas de esa agua y a comer unos mendrugos de ese pan, satisfaga su sed y hambre de justicia y libertad; ya que tan sediento y hambriento ha estado durante siglos; son los hombres que todavía nos hablan de reacción, que llaman "gran patriota" a Porfirio Díaz, que se llaman honrados y amantes de las libertades del pueblo, y publican folletos en pro del agrarismo, habiendo sostenido la absorción de tierras, más injusta que ha habido en nuestra época; ellos son los que, expoliando al pueblo, le hacen sentir esa sed más rabiosa, esa hambre más intensa; y quienes se convierten, señores, sin saberlo ni quererlo, en heraldos y en propagandistas, por contraste, de la violencia; porque los oprimidos, ante la amenaza de verse una vez más burlados, dan un toque de alarma a todos los esclavos, a todos los que padecen persecuciones por la justicia. ¡Y hay quien llame en la Representación Nacional a Porfirio Díaz ilustre patriota! ¡Pues en guardia, gritarán los obreros y campesinos, y acogerán con el alma abierta todas las doctrinas redentoras, lo mismo si viene de Rusia, que si derivan de las triunfales, las esplendorosas, las magníficas de la Revolución Francesa (Aplausos nutridos.)

El C. López Soto Francisco: H. Asamblea: No

vengo aquí a discutir si el señor ingeniero Domínguez ha llegado a la Representación Nacional por una elección buena o mala; en la conciencia de nosotros está la forma en que pudo haber llegado un reaccionario a esta Asamblea. Vengo únicamente a tomar la palabra para hechos.

El señor Domínguez nos ha hecho perder aquí el tiempo, distrayendo nuestra atención, para oír la lectura de un folleto que, malo o bueno, es él el autor, en la obra de repartición de tierras y otras cosas por el estilo, ajenas enteramente a la época porfiriana, porque yo, como hijo de Hidalgo, recuerdo perfectamente bien - y aquí está el señor doctor Romero que no puede desmentirme - que entre el Estado de Hidalgo y el Estado de Veracruz existe el feudo de Trinidad Herrera. ¿Es cierto, señor Romero?

El C. Romero: Sí, señor.

El C. López Soto Francisco, continuando: Allí, valido aquel señor en la época porfiriana de la intimidad que tenía con Porfirio Díaz, despojó a varios pueblos, valiéndose de títulos de la época virreinal, y vino a hacer un deslinde, en el cual echó fuera pueblos y rancherías; y ese señor Herrera, en la época de la dictadura porfiriana, cuando se dice que había tantas garantías - ¡sépaselo usted, señor Domínguez -, no podía ir a su finca si no iba custodiado por veinticinco rurales. (Una voz: ¡ Es cierto!)

El C. Domínguez Norberto, interrumpiendo: No puedo afirmarlo ni negarlo.

- El C. López Soto, continuando:.... veinticinco esbirros del presidente de la República. Así iba Trinidad Herrera a su feudo. Nos dice el señor Domínguez que la libertad del pueblo es la ley. ¡Es risible, señor Domínguez, que hable usted de libertad, cuando usted fue colaborador de Porfirio Díaz! ¡Libertad!, sí, señor, habla usted de libertad, pero podía usted añadir: "Un poco de libertad religiosa", que es de lo que usted habló aquí. ¡Claro, entonces se pasaba sobre la Constitución de 57 y veíamos aquí veinte o treinta conventículos, donde entraban y salían monjas y frailes, a ciencia y paciencia de las autoridades! Esta es la libertad que había en la época de Porfirio Díaz: para el clericalismo. Usted dice también: ¡libertad! Nos lo ha repetido usted aquí tres, cuatro o cinco veces. Yo era muy jovencito, y tengo muy presente que cuando algunos patriotas levantaron la bandera de la legalidad y fueron a Veracruz a ver si allí podían, en aquella costa, revolucionar en contra de Porfirio Díaz, cayeron en un "cuatro" que algún traidor les tendió, y es público y notorio aquel telegrama que dice: "mátalos en caliente." Es la libertad porfiriana, señor Domínguez. Más tarde, cuando era yo estudiante en la capital de la República, tengo muy presente que una tarde, en la calle de Santo Domingo, digo mal, en San Lorenzo, un federal aprehendió a aquellos valientes defensores del pueblo e hizo pedazos la imprenta, señor Domínguez. Esa es la libertad porfiriana. Y, por último, usted nos habló de la libertad porfiriana; ¿se ha olvidado usted del grito que dio Aquiles Serdán a raíz del centenario? No hablo de aquella época, porque ya los oradores que me han precedido en el uso de la palabra, han explicado en qué forma fueron hechas aquellas pomposas fiestas del centenario. Serdán caía, por fin, bajo el peso de las balas porfirianas. Esa es la libertad de que usted nos habló. Siente usted sorpresa de ver aquí a nuestro compañero Soto y Gama, en la tribuna; sorpresa hemos sentido los que hemos venido aquí con el corazón abierto, los que hemos sido partidarios de la Revolución, al ver a un reaccionario como usted, en esta tribuna, defendiendo al tirano más grande que ha tenido México. (Aplausos.) Dice usted: "nos retiramos ante la voluntad del pueblo cuando la Revolución se enarboló contra Porfirio Díaz." Se retiraron ustedes, no ante la voluntad del pueblo, sino ante la fuerza de la voluntad del pueblo, que los obligó a abandonar los puestos que habían usurpado y para los cuales no habían sido electos. (Aplausos.) Y, por último, señor Domínguez, debo decirle a usted que no estoy conforme con lo que han afirmado algunos compañeros que me han precedido en el uso de la palabra, y que dicen que usted no tomó ninguna actitud ante la revolución en contra de Porfirio Díaz. Yo voy a demostrar lo contrario. Usted fue colaborador de Porfirio Díaz y defensor de Porfirio Díaz; usted fue director de Correos. En la Dirección de Correos se violaba la correspondencia a ciencia y paciencia de usted, (Aplausos.) y debido a esa violación de correspondencia, cayeron muchas cabezas de patriotas, de lo cual es usted el culpable. (Voces: ¡Bien! Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra para hechos, el C. Domínguez Norberto.

El C. Domínguez Norberto: (Siseos.) Señores: No me imaginaba yo que mi presencia en la tribuna iba a desencadenar esta tempestad. Si fuera vanidoso, estuviera ensoberbecido; soy un hombre demasiado pequeño y demasiado humilde y, sin embargo, he recibido honores que yo estoy asombrado de haberlos recibido. Este es uno de ellos. (Siseos, Murmullos.) Comprendo que, después de esta tempestad, ya la H. Asamblea estará cansada. Por otra parte, no se está discutiendo aquí el Gobierno del general Díaz. Yo he tomado la palabra para contestar a una alusión, y me voy a limitar a contestar algo de lo que se ha dicho aquí. Debo decir a ustedes, en primer lugar, que yo, en la época del general Díaz, fui figura de segunda fila; solamente hasta los últimos momentos fue cuando llegué a ser ministro de Comunicaciones: no fui "científico", señores; así como proclamo que fui porfirista, proclamo que no fui "científico", ni era tan fácil serlo. ¡Si los "científicos" eran demasiado intransigentes! (Risas.) Los "científicos" no admitían como quiera; la frase que los hizo odiosos fue precisamente aquella famosa de "carro completo". Puede ser que si los "científicos" no se hubiesen puesto en "carro completo", se hubieran constituído como un poder, pero eran demasiado exclusivistas. Si no que en México se le llama "científico" a cualquiera, porque es el país de la ironía: aquí a los chatos se les dice narigones, y a una enorme medida, la llaman chica; (Risas.) llaman "científicos" hasta a los que no saben leer, pero sepan ustedes que yo no fui "científico". Segundo: Así como yo he sostenido que fui "porfirista", digo que no me vengo a hacer revolucionario de última hora. Ahora está de moda el decir "Fui a la revolución contra Carranza", y todo para contraer méritos con el nuevo Gobierno, lo mismo los

que los tienen, que los mistificadores eternos. Señores: En México pasa constantemente en nuestras revoluciones, lo que dice el famoso psicólogo Ingenieros, en uno de sus bellísimos libros: Ingenieros es el psicólogo argentino que ha merecido el honor de dar conferencias en Europa. Pues bien; escribió un libro que se llama "La simulación en la lucha por la vida", en donde pinta cómo los pequeños y los insignificantes logran vivir muy bien, simulando lo que no son; los insectos toman el color de la hierba; los reptiles toman el color del terreno. Eso paso en la revolución. En México hay individuos que son revolucionarios perpetuos, que organizan manifestaciones en favor de Porfirio Díaz y gritan después: "viva Madero", "viva Huerta", "viva Obregón", y seguirán gritando vivas a todos los que triunfen. (Aplausos.) Yo, señores, no soy revolucionario, lo saben ustedes, jamás he venido a vestirme con las plumas del pavo real. Yo soy y he sido un hombre honrado toda la vida, y a pesar de que el pueblo todo esté con la Revolución, yo he recibido lo mismo del pueblo que de los señores diputados, calurosas muestras de estimación. Cuando vine aquí a la Cámara creí que iba a encontrar una atmósfera enteramente hostil, que todos me iban a ver con asco con repugnancia, al grado de que con todos los revolucionarios hablaba con cierto recelo. Cuál sería mi sorpresa al ver que uno de los revolucionarios, el más ilustre de ellos, de reconocido abolengo revolucionario, y a quien no conocía, y cuya rectitud me complazco en reconocer aquí, el señor Enrique Bordes Mangel, que ha sido uno de los primeros revolucionarios que ha habido, el señor Bordes Mangel estuvo con Madero, y el nombre del señor Bordes Mangel figura en la lista de detención de correspondencia a que se refirió mi colega y que está a la disposición de ustedes. Este es uno de los puntos que mi colega citó en contra mía. No leeré los documentos, por no cansarlos; pero si alguno los quiere ver, encontrarán el nombre de algunas personas: Robles Domínguez, Bordes Mangel y algunos otros que han figurado en la Cámara, están a la disposición de todos y me alegro de que se haya tocado el punto de la violación de correspondencia. No es exactamente, como dice mi colega, y voy a decirles lo que paso. En primer lugar, aquí están las órdenes del juez de Distrito; pero, por otra parte, supongamos que haya habido todas las irregularidades que se quiera, ¿saben lo que hice cuando se trató de investigar el punto? Me escribió un empleado de Correos y me dijo: "se trata de destituirme, porque dicen que he cometido diferentes violaciones de correspondencia." Se nombró una comisión para que fuera a investigar mis actos, y ¿saben lo que hice? No sé si habrán leído un hermoso capítulo de Víctor Hugo, que se llama "Una tempestad bajo un cráneo". Jean Valjean ve que va a ser sentenciado un inocente, y después de una horrible noche de vacilaciones, noche de pesadilla, va y se denuncia a sí mismo. Pues bien, señores; sin esas vacilaciones le escribí una carta al ministro de Comunicaciones, que fue conocida y hablaron de ella los periódicos, y le dije: "Hay algún empleado de Correos que ha sido destituído por tales o cuales irregularidades. Sépase usted, señor ministro, que si la Revolución necesita una víctima para su venganza, o un río para sus justicias aquí estoy yo y únicamente yo; no necesitan mandarme llamar, contésteme usted que me presente, e inmediatamente estaré a dar cuenta de mis acciones y asumir el castigo que por mis faltas recaiga sobre mí, si es que recae." ¿Saben ustedes cuál fue el resultado? Se suprimió toda averiguación, la comisión aquella suspendió sus trabajos. De manera que digo a mi ilustre colega: Si yo he sido un culpable, ¿qué más podía hacer que presentarme a las autoridades encargadas de castigarme y decirles, valientemente: "Aquí estoy" ¡Me parece que ese sólo acto de valor y de moralidad cancelaría todos mis pecados, si algunos tuviere. Hablaba yo de la Revolución de Carranza; dicen que yo fui a la Revolución... No, señores, se necesita valor cuando es un mérito haber sido enemigo de Carranza, para decir que yo no fui a la revolución contra Carranza. Yo estaba muy tranquilo en el mineral de "Chico", dedicado a mis trabajos de ingeniero de minas, levantando planos, analizando vetas y nada más, porque yo después de la caída del general Díaz no me ocupe ni quería volverme a ocupar de política. Nuestro apreciable compañero, señor Soto y Gama, a semejanza de Panuncio, el personaje de Anatole France, poseído de un santo furor lanza invectivas contra mi persona. No fui a la revolución, señor Soto y Gama, ¿sabe usted por qué? Porque soy un hombre pacífico, no soy revolucionario, mi temperamento no es revolucionario. (Aplausos, Risas.) Un individuo como yo, que es casi un refinado; un individuo para quien una sonata de Beethoven, o un hermoso párrafo de Anatole France, valen más que todas las luchas que puede haber en México, no tiene carácter revolucionario, no es revolucionario. Yo he sido un hombre dedicado al arte, al estudio, a la familia. A mí los acontecimientos por un fatal determinismo, son los que me han llevado a los puestos altos. Yo fui ministro, y me asombré de serlo; yo al general Díaz no le había tratado, casi no había cruzado palabras con él. El primero que se quedó sorprendido de haber sido ministro, fui yo mismo, cuando el general Díaz me dijo, en pocas palabras, que deseaba que yo formara parte de su Gabinete. Tuve que poner toda mi atención, porque me parecía que mis oídos me engañaban, (Risas. Aplausos) tan grande fue mi sorpresa. A mí me caen en gracia esos arranques de indignación y no pueden menos de recordarme una anécdota verdaderamente histórica: cuentan que cuando el valiente checo Juan Hus fue condenado por el Concilio de Constanza y lo llevaban a la hoguera, ya estaba todo listo para la ejecución, ya le iban a prender fuego, y una pobre viejecita, allá, cayendo y levantándose, llegó con un haz de leña. Le parecía a la pobre viejecita, que ya no podía con su pobre humanidad y mucho menos con un haz de leña, que si no iba ella también a contribuir a la obra de quemar a Juan Hus, se condenaba; y Juan Hus, como todos los espíritus superiores, la vio con aire de compasión y nada más dijo estas palabras en latín: Oh, sancta simplicitas, palabras que en nuestra lengua castellana no quiero traducir, pero que en el caló que usan hasta los hombres cultos, sabemos, señores, que tiene una calificación muy significativa. Esto me paso a mí. Yo he sido un hombre pequeño, no soy un grande hombre ni mucho menos,

pero creo que he sido honrado. Aquí están algunos diputados cuyo testimonio puedo invocar y a quienes consta que durante ese periodo, así como el que acaba de pasar, yo he andado buscando quien me dé un empleo insignificante y traficando en chácharas. Allí está don Rafael Nieto, allí están algunos otros que pueden decir cuáles han sido las pobrezas que he pasado.

El C. López Soto: Para una aclaración, señor presidente, si lo permite el orador.

El C. Domínguez: Con mucho gusto.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. López Soto.

El C. López Soto: Señor Domínguez, tiene usted la bondad de contestarme, ya que dice usted que es hombre honrado, ¿es honrado que se viole la correspondencia, siendo usted Director General de Correos?

El C. Domínguez: He contestado ya.

El C. López Soto: Categóricamente, ¿es honrado o no es honrado?

El C. Domínguez: Quiero ponerme en el último caso: suponiendo que sea reo de todos los delitos. ¿Es honrado a no es honrado , cuando se ha cometido una falta, decir: vengo a expiarla, aquí estoy, caiga sobre mí todo el rigor de la ley? Ahora contésteme usted, señor. (Aplausos.)

El C. López Soto: Pido la palabra. Pido que me conteste...

El C. Espinosa Luis: Moción de orden. (Siseos.) Para suplicar a su señoría que tenga a bien hacer cumplir el Reglamento. Hemos perdido miserablemente toda la tarde. (Voces:¡ No, no!) en poner aquí en evidencia a la personalidad del señor Domínguez. Señores, respetuoso como el que más del decoro de esta Asamblea, yo con toda energía reclamo un poco más de respeto para nuestros compañeros, así se trate de un reaccionario reconocido, de un reaccionario de abolengo, como lo es el C. Domínguez. Nosotros no tenemos derecho para injuriar a los compañeros, cualquiera que sea su filiación política. (Aplausos nutridos.) Yo estoy muy lejos de estos sentimientos bastardos de sectarismo, que ciegan a los hombres y hacen ver en los que tengan culpas más o menos graves, cosas imperdonables, olvidando tal vez que ellos las tienen más graves. (Aplausos.) La libertad electoral, merced a la última Revolución, ha permitido que un reaccionario venga a representar aquí a sus comitentes: respetémosla, señores, si somos liberales.(Aplausos nutridos en las galerías.) Yo, señores, que no puedo vivir sin lucha, saludo con júbilo a la bandera de la reacción enarbolada ya en el seno de esta Asamblea. (Aplausos.) ¿Porqué? Porque la reacción vendrá a ser la más fuerte opositora de los desmanes del Gobierno de la Revolución.(Aplausos.) Termino, señores, con mi moción de orden: Permitamos que este hombre, a quien se le ha querido bañar de lodo, se defienda si su defensa es posible, pero no lo estemos interrumpiendo a cada instante dando con esto muy poca muestra de caballerosidad y de respeto. (Aplausos en curules y galerías.)

El C. Domínguez Norberto: Señores: Agradezco a nuestro compañero Espinosa sus frases de cortesía. Una observación solamente voy a hacer: él ha dicho que se me ha querido bañar de lodo, y se me ha bañado de gloria, se me ha bañado de honor (Risas.) Es la verdad, porque en un país en donde la cobardía y la simulación se usan tanto; en donde la gratitud es cosa rara, porque lo común es estar renegando de los que ayer nos dieron el pan, y generalmente las filas de los revolucionarios.... Me interrumpo para hacer una cita de Don Pancho Bulnes, de este hombre notable, cita preciosa como todas que salen de su inconmensurable talento. Dice: "En México las firmas con que se escriben las proclamas revolucionarias, suelen ser las mismas con las que se rubrican los acuerdos ministeriales". De este juicio a que se me ha sometido que en todo el mundo se me ha venido encima, de lo cual yo estoy contento, todos contra uno y uno contra todos; (Risas.) así como le digo al señor Soto y Gama que no soy hombre de armas porque no soy valiente, lo confieso, en la tribuna sí soy hombre de palabra. A las luchas por medio de las armas no estoy dispuesto; a las luchas por la palabra sí lo estoy contra toda la Cámara si es preciso. (Risas.) Muy bien, señores, de este juicio ha resultado esto: que yo salí inmaculado en manejar los fondos públicos, que lejos de renegar de aquellos que fueron para mí mis amigos, protectores y correligionarios, los enaltezco y glorifico cuando ya nada pueden darme; que no vengo a hacerme pasar por anticarrancista, porque no lo fui. Yo podría decir que fui con la Revolución, no es verdad; he estado muy ocupado en las minas trabajando. (Aplausos.) Ahora bien, con esta sorpresa yo debía estar más ancho que un pavo real. Mi nombre - puesto sin mi consentimiento, porque si vengo como diputado por Parral, ha sido sin mi consentimiento - mi nombre ha provocado un movimiento de pavor en la Asamblea, (Voces: ¡ No, no!) pues entonces digamos de inquietud, de desprecio o de lo que ustedes quieran; escojan la palabra y me evitarán el trabajo de decirla. (Risas.) Se han sorprendido de que viniera a esta Asamblea. Vengo por el voto unánime de mis paisanos. Yo quería llevar aquí una vida obscura; les dije a mis paisanos: señores, yo tengo antecedentes reaccionarios, pero procuraré en la Cámara que los conocimientos técnicos que tengo se utilicen en servicio del Estado; trabajaré en comisiones de minas, ferrocarriles, etcétera. ¿Pero cuando he querido ser un líder de la Cámara? Vengo aquí y me encuentro con que mis enemigos me quieren elevar a la categoría de líder; realmente es una cosa que me sorprende (Risas.) es decir, que tratan de enaltecer mi personalidad, por lo cual les doy las gracias más expresivas y especialmente a nuestro colega el C. Soto y Gama. Yo no tengo más compromisos que los que contraje con mis electores, y miren algunos de ellos, que quisiera que todos mis colegas los tuvieran: uno de mis compromisos es expensar su educación a dos hijos de obreros a cuenta de mis dietas, expensar su educación, lo cual significa una disminución de unos doscientos pesos al mes. Ya ven cómo los reaccionarios vamos a dar una parte de nuestro sueldo para que los hijos de los obreros se eduquen. Yo me he comprometido también a que las negociaciones mineras beneficien los minerales de los mineros pobres que no tienen hacienda de beneficio. Ya ven, pues, cómo tratamos al pueblo nosotros a quienes se llama reaccionarios.

Por otra parte, un minuto aquí no vale menos de cincuenta pesos y los que tenemos la manía de hablar mucho, podemos ocupar la atención de la Cámara una hora entera o más, lo cual significa que llevamos sobre nuestra conciencia un despilfarro enorme con perjuicio de los fondos de la nación y con remordimiento de nuestra propia conciencia. Así es que si a ustedes les parece, como no hay nada a discusión en estos momentos, y como la obra del general Díaz, más que nosotros, será la posteridad ajena a nuestras pasiones de momento, a nuestros intereses personales y a nuestros rencores la que la juzgue y le dé según la sabia máxima de la justicia el "suum quique", suplico al señor presidente que si tiene la bondad, dé por terminado este debate en el cual ya se ha hablado todo lo necesario. (Murmullos.)

El C. presidente: Tiene la palabra para aclaración de hechos, distintos de los que hasta ahora se han expuesto, el C. Ramírez Garrido.

El C. Ramírez Garrido: No voy a la tribuna, señores diputados.... (Siseos.) Ayer se me atacó... (Siseos.) Es asunto distinto, señores. Ayer se me atacó poco caballerosamente, abusando de que yo no estaba aquí. Dos palabras. El señor general Aguirre dijo que no era yo revolucionario y que había empuñado las armas en 1915. Voy a contestar nada más leyendo un párrafo del DIARIO DE LOS DEBATES (Voces: ¡Tribuna!) correspondiente a la sesión del 24 de mayo de 1912. Decía el general Aguirre, refiriéndose a mí: "El C. Aguirre Colorado: Al decirle al señor Ramírez Garrido que él no estuvo en la Revolución, no he querido atacar su personalidad, porque es revolucionario como el que más; desde mil novecientos diez estuvo con las armas en la mano; pero en mil novecientos trece no estuvo con las armas en la mano; después, cuando la traición de Villa, estuvo en el campo de batalla con nosotros.

"Ayer dijo que desde 1915. En otro párrafo dice el mismo general Aguirre Colorado: "Al hablar del señor Ramírez Garrido, no lo he atacado absolutamente; dije que en 1913 no estuvo con las armas en la mano, ya él ha explicado claramente por qué; pero sí en mi rectificación dije que ha sido un gran revolucionario y eso nadie se lo quita; hago esta rectificación para que no se tome lo dicho por mí como un ataque al señor Ramírez Garrido, que, vuelvo a repetir, es un gran revolucionario."

Nada más hago constar a la Cámara que la odiosidad del señor Aguirre le ha hecho perder la memoria, y eso que tiene una cabeza muy grande en donde, como dijera el señor licenciado Martínez de Escobar, puede sembrarse el árbol de Santa María del Tule. Ahora voy a contestar al compañero Luis Espinosa que está aquí. Dijo que mi renuncia lo único que hacía era ponerme en ridículo Efectivamente, compañero; cuando uno tiene la honradez de proclamar ideales y de ajustar su conducta a esos ideales, en esta época muchas veces se queda en ridículo. Yo he renunciado porque el cargo de diputado es renunciable. Yo pido a usted el texto constitucional que diga que los cargos de elección popular no son renunciables, o que diga que el cargo de diputado no es renunciable. Aquí tengo la Constitución, la he leído desde el primero hasta el último capítulo y solamente hay un artículo, el 86, que dice:

"Artículo 86. El cargo de presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia."

Ni una sola palabra de renuncia de diputados. Puesto que no hay prohibición, tengo derecho de presentar la renuncia de la curul, puesto que mi conciencia me reprocha que entro yo aquí violando la Constitución que prohibe que los generales en servicio activo vengan a figurar en el Congreso de la Unión. Yo he renunciado, mi renuncia está en pie y espero que la Cámara falle para dar una oportunidad de demostrar mi honradez política. (Aplausos.)

El C. presidente: Se levanta la sesión.

El C. Ramírez Garrido: Señor, no he terminado. Hay que estudiar este punto un poco más para no quedar en ridículo como quedó usted ayer (dirigiéndose al C. Espinosa) diciendo que la Constitución prohibía presentar mi renuncia. La Constitución de 57 es la que dice que los cargos de elección popular no son renunciables, pero la de 1917 no dice media palabra en ese sentido. En el Congreso de la Argentina hubo un asunto análogo: el primer diputado socialista que llegó allí, Alberto N. Palacios, presentó la renuncia de su curul; por unanimidad le fue desechada; volvió a presentarla y entonces por unanimidad le fue aceptada. Yo he solicitado una licencia mientras viene a discusión mi renuncia; no la he retirado, está en pie y espero que esta Cámara falle para demostrar que si hay generales que entran aquí arrastrándose y pisoteando las leyes, hay generales que las respetan y que se salen de aquí.

El C. Espinosa: Pido la palabra, señor presidente, para una alusión personal.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Espinosa: Dos palabras: El señor Ramírez Garrido no estuvo efectivamente en la sesión de la tarde, y le consta a la Asamblea que precisamente por esta circunstancia yo dije que no le haría cargos de ninguna naturaleza, porque era triste y menguado atacar a un ausente, pero que sí tenía el derecho como funcionario el C. Ramírez Garrido y yo también como tal, de juzgar los actos de su vida pública y que, en mi concepto, la renuncia que él presentaba se me antojaba ridícula. Yo creo que esto no ha pecado en nada en contra de las reglas de caballerosidad. Hice honor a la cultura del C. Ramírez Garrido reconociéndola y confesándola desde la tribuna. Me extraña que ahora el C. Ramírez Garrido se vuelva en mi contra en un reproche tan enérgico y tan injustificado. Yo tengo un concepto y lo he emitido franca y lealmente: creo que el puesto de representante del pueblo no es renunciable. Ahora, en concepto de él es otro, y esto es todo. Creo, por lo tanto, que se ha extralimitado al calificarme con esa dureza, al decir que yo seré que el que quede en ridículo. Queda a la consideración de la Asamblea juzgar la actitud de uno y de otro.

El C. Manrique: Para una moción de orden. (Voces: ¡Ya, ya!) Para una moción de orden.

El C. presidente: Tiene la palabra el C. Manrique para una moción de orden.

El C. Manrique: Señores compañeros: El artículo 85 del Reglamento prohibe expresamente al presidente de la Cámara participar en cualquiera comisión durante el tiempo de su encargo. Acabamos de hacer una votación y esto ya lo estábamos olvidando, gracias al paréntesis provocado por la discusión acerca de la personalidad del C. Norberto Domínguez. Acabamos de votar la Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda y la Comisión de Presupuestos y Cuenta; en ambas comisiones ha triunfado como presidente el señor general, compañero nuestro, Manuel García Vigil. Ahora bien; García Vigil es presidente de la Cámara durante el mes de septiembre. Es necesario advertir esto, y lamento que García Vigil no se halle presente para que renuncie, obediente al precepto reglamentario, a la Presidencia de la Cámara en lo que falta del mes, o para que no ejerza función alguna en esas comisiones sino hasta después de transcurrido el mes de septiembre. Es el artículo 85 reglamentario el que invoco.

El C. presidente: La Presidencia hace notar al C. Manrique que ese es un precepto que seguramente todos los ciudadanos diputados han tenido en cuenta, pero es imposible hacer que el C. García Vigil renuncie esas comisiones, porque sólo está impedido para ejercerlas en el mes de septiembre. Mañana será presidente el C. Manrique, hoy se le dará una comisión y no por eso dejará de ser componente de esa comisión; eso quiere decir que el C. García Vigil en el mes de septiembre no ejercerá esas comisiones. No habiendo más asunto de qué tratar, se levanta la sesión y se cita para el lunes a las tres y media de la tarde para Cámara de Diputados y después a Colegio Electoral. (7.55 p.m.)