Legislatura XXIX - Año II - Período Ordinario - Fecha 19211005 - Número de Diario 18
(L29A2P1oN018F19211005.xml)Núm. Diario:18ENCABEZADO
MÉXICO, MIÉRCOLES 5 DE OCTUBRE DE 1921
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921
AÑO II.- PERIODO ORDINARIO XXIX LEGISLATURA TOMO III.- NÚMERO 18
SESIÓN
DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 5
DE OCTUBRE DE 1921
SUMARIO
1.- Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior. Rinde la protesta de ley el C. Luis G. Morales, diputado suplente por el 8o. distrito electoral de Veracruz. Asuntos en cartera.
2.- Se discute y modifica el trámite dado a un memorial en que la legislatura de Veracruz invita a la H. Cámara de Diputados para que trate cuando antes la Ley del Petróleo. Se concede licencia al C. diputado Gutiérrez Castro. Usa de la palabra para hechos el C. diputado Riva Palacio.
3.- Se amplía el debate acerca del dictamen de la 1a. comisión de Puntos Constitucionales, relativo a que se substituya el nombre de Agustín de Iturbide, por el del C. senador Belisario Domínguez. A votación el primer punto resolutivo. Se levanta la sesión por falta de "quórum".
DEBATE
Presidencia del C. HERNÁNDEZ ALVAREZ ENRIQUE
(Asistencia de 128 ciudadanos diputados.)
El C. presidente, a las 5.10 p.m.: Se abre la sesión.
- El C. secretario Barragán, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del congreso de la Unión, el día cuatro de octubre de mil novecientos veintiuno.
"Presidencia del C. Leopoldo Zincúnegui Tercero.
"En la ciudad de México, a las cinco y cincuenta y cinco de la tarde del martes cuatro de octubre de mil novecientos veintiuno, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y cinco ciudadanos diputados.
"Al ponerse a discusión el acta de la sesión celebrada el día anterior, el C. Avilés pidió se hiciese constar que él y el C. Alonzo Romero habían renunciado a formar parte de la Comisión encargada de llamar al subsecretario de Gobernación para que informara sobre la situación política del Nayarit. Acto continuo, se aprobó el acta.
"Dióse cuenta con los siguientes documentos:
"Solicitud de licencia, hasta por veinte días, con goce de dietas, del C. Rafael M. González.
"Se aprobó sin debate, previa dispensa de trámites.
"Telegrama procedente de Pachuca, Hidalgo, por medio del cual el Ayuntamiento de aquella ciudad pide a esta H. Cámara influya ante quien corresponda para que se suspendan los juegos que están permitiendo las autoridades municipales de La Reforma.- Recibo y transcríbase al Ejecutivo.
"El trámite anterior, después de que lo impugnó el C. Castrejón, quien contestó una pregunta del ciudadano Avilés, fue reformado por la Mesa en el sentido de que se acusara recibo y se designara una Comisión para tratar el asunto con el Ejecutivo. La Cámara lo aprobó y la Comisión quedó formada por los CC. Castrejón, Alarcón, Portales, Paz, Castillo Agustín y secretario Barragán.
"Proyecto de decreto firmado por los ciudadanos Carlos Gómez y Ramos Esquer, que en su parte resolutiva dice:
"Artículo único.- Se reforma el decreto expedido por el Congreso General, con fecha 30 de septiembre último, en los siguientes términos:
"El XXIX Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, en conmemoración solemne del primer centenario de la consumación de la independencia de México, y como homenaje a los excelentísimos jefes de las misiones de Gobiernos extranjeros que nos honran con su visita, celebrará una sesión solemne que tendrá verificativo el día 6 del presente mes de octubre, a las cinco p.m."
"Considerado el proyecto de urgente resolución, se puso a debate. Nadie hizo uso de la palabra, y se aprobó por ciento treinta y dos votos de la afirmativa contra seis de la negativa de los CC. Avilés, Barragán Martín, Correa, Díaz Soto y Gama, Gómez Rodrigo y Ramírez M. Fidel. Se nombró en comisión, para que llevaran el proyecto al Senado, a los CC. José Luis Solórzano, Laris Rubio, Alanís Fuentes, Céspedes, Valadez Ramírez y secretario Aillaud.
"El C. Rafael Lara G., usando de la palabra para hechos, se refirió al desfalco de la Tesorería del Congreso, y pidió que se consignaran a la autoridad competente los hechos a que se refiere el periódico "Las Noticias", en su número de este día.
"Se dispensaron los trámites a una proposición de los CC. Céspedes, Herminio S. Rodríguez y otros varios ciudadanos diputados, tendente a que se pidieran al procurador general de Justicia del Distrito Federal, los nombres de los ciudadanos diputados que se dice están complicados en el robo cometido por el extesorero del Congreso, Eduardo S. Díaz.
"El C. Borrego, inscrito para hablar en contra de la proposición, sugirió que se consignaran los hechos a las autoridades competentes, para que se abriera una averiguación minuciosa sobre el particular. El C. Céspedes se produjo en pro. El C. Rafael Martínez de Escobar, a quien se concedió la palabra para aclaraciones, pidió que se hiciera de una manera rápida la consignación respectiva al procurador general de la República. Después de aclaraciones de la Presidencia y de una moción de orden del C. César A. Lara, el C. Avilés habló en contra. En seguida lo hizo en pro el referido C. César A. Lara. "Presidencia del C. Enrique Hernández Alvarez.
"El C. Luque también atacó la proposición, que inmediatamente se estimó suficientemente discutida y se desechó.
"En seguida, previa dispensa de trámites, se puso a debate otra, firmada por los CC. Zincúnegui Tercero, Borrego, Martín Barragán, Avilés y Marco Aurelio González, que en su parte resolutiva dice como sigue:
"Consígnese al C. procurador general de Justicia de la Nación, al periódico "Las Noticias", de fecha de hoy, con el fin de que se sirva ordenar se abra la averiguación necesaria para definir las responsabilidades que el citado periódico hace recaer sobre miembros de la Representación Nacional."
"Esta proposición se aprobó sin debate, pues únicamente fue objeto, a moción del C. Céspedes, de una adición, que ya consta en la transcripción anterior.
"El C. subsecretario de Gobernación, de conformidad con el acuerdo tomado por esta Cámara en su sesión anterior, usó de la palabra para informar acerca de la situación política del Estado del Nayarit, contestando una interpelación del C. Francisco Trejo.
"Presidencia del C. Leopoldo Zincúnegui Tercero.
"El referido funcionario también contestó preguntas que le dirigieron los CC. Siurob y Jesús Z. Moreno.
"El C. Espinosa y Elenes como presidente de la 1a. Sección Instructora del Gran Jurado, hizo constar el hecho de que existía una acusación en contra de la Legislatura del Nayarit.
"El C. Francisco Trejo, como diputado por aquella Entidad, manifestó su agradecimiento al subsecretario de Gobernación por sus informes, e hizo aclaraciones sobre la situación política del Nayarit.
"La Presidencia también dió las gracias a aquel funcionario por los informes que había suministrado cumpliendo con el artículo 93 constitucional.
"Continuó la discusión del dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales, que concluyen con dos acuerdos económicos que proponen se borre del recinto de la Cámara el nombre de Agustín de Iturbide, y se substituya por el de Belisario Domínguez.
"Después de una moción de orden del C. Alessio Robles y de aclaraciones de la Presidencia, habló en pro el C. Luis Espinosa. Le siguió en el uso de la palabra, en contra, el mencionado C. Alessio Robles, quien fue interrumpido por una aclaración del C. Pimentel. Se leyó un documento a solicitud del C. Luis Espinosa, y luego hablaron en pro los CC. Siurob y Ramos Pedrueza, y en contra el C. Jesús Z. Moreno. El C. Díaz Soto y Gama, a nombre de la Comisión dictaminadora, usó de la palabra para rectificar hechos.
"A las nueve y cincuenta y cinco de la noche, siendo visible la falta de quórum, se levantó la sesión, leyéndose previamente la orden del día para la siguiente."
Esta a discusión al acta. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. Aprobada.
"Estando a las puertas del salón el ciudadano Luis G. Morales, diputado suplente por el 8o. distrito electoral del Estado de Veracruz, la Presidencia ha tenido a bien designar a los ciudadanos Antonio Díaz Soto y Gama, Pedro de Alva y secretario Aillaud, para que lo introduzcan a rendir la protesta de ley. (Rinde la protesta de ley el C. diputado Luis G. Morales.)
- El mismo C. secretario: Se procede a dar cuenta con los documentos en cartera.
"La Legislatura del Estado de Hidalgo comunica que con fecha 1o. de septiembre abrió su segundo período de sesiones ordinarias." - De enterado.
"La Legislatura del Estado de Tlaxcala comunica que con fecha 1o. de octubre abrió su segundo periodo ordinario de sesiones."- De enterado.
- El mismo C. secretario, leyendo:
"H. Legislatura del Estado Libre y Soberano de Veracruz Llave.- Estados Unidos Mexicanos.- Secretaría.- Número 2,948.
"A los CC. diputados secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D. F.
"Esta H. Legislatura, en sesión ordinaria celebrada el día 28 del actual, aprobó por unanimidad y en todas sus partes una iniciativa subscripta por varios ciudadanos diputados a la misma, concebida en los términos siguientes:
"Un alto deber, el de velar por el mejoramiento en todos los órdenes de la vida, del Estado de Veracruz, cuyos intereses representamos en esta
H. Legislatura, nos obliga a presentar la presente, instancia que tiene por objeto dirigir una atenta excitativa al Congreso de la Unión, a fin de que proceda desde luego a legislar sobre el artículo 27 de la Constitución general de la República, y primordialmente en la parte relativa al petróleo, que tan directamente afecta a los intereses del Estado de Veracruz, en cuyo territorio se explota tan codiciado líquido.
"Sabe vuestra soberanía que, el mencionado artículo 27 de nuestra Carta Magna, estableció que "la nación tiene el dominio directo de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas, yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la industria; los yacimientos de piedras preciosas, de sal de gema y las salinas formadas directamente por las aguas marinas; los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su explotación necesite trabajos subterráneos; los fosfatos susceptibles de ser utilizados como fertilizantes; los combustibles y minerales sólidos; el petróleo, y todos los carburos de hidrógeno, sólidos, líquidos o gaseosos...." Bajo tales auspicios, el Gobierno de la nación ha venido cobrando todos los impuestos fijados a la explotación del petróleo, quedando únicamente a cargo del Erario local, el cobro de sus impuestos particulares previstos por las leyes para todas las negociaciones agrícolas, industriales, comerciales, etcétera, y que pueden concretarse al pago de las contribuciones por fincas rústicas, urbanas, derecho de patente, etcétera, etcétera, y aun éstas repudiadas por las compañías explotadoras de petróleo, lo que ha producido al Estado profundísimas dificultades; sin que los Erarios local y municipal hayan podido obtener siquiera una ínfima participación en los fabulosos impuestos que, por tal capítulo, percibe el Gobierno de la República. Esta desigualdad en la tributación, produce un profundo desencanto en el ánimo de los veracruzanos, que advierten que en su propio territorio se recoge el codiciado líquido conocido vulgarmente con la denominación de "oro negro"; se instalan en sus tierras las poderosas compañías explotadoras de tal riqueza; se extraen del centro de las mismas las inconmensurables cantidades que producen del petróleo ambicionado que, por óleoductos fabricados exprofeso, son conducidas al puerto de Tampico para de allí transportarlas a los mercados extranjeros. Y qué desilusión más grande para el pueblo veracruzano, cuando de tal riqueza no obtiene ni una pequeña participación; cuando contempla exhausto su tesoro, y, como consecuencia de ello, reducidas sus escuelas a la más ínqma expresión, al grado de que, en el conocido por "culto Estado de Veracruz", tenemos el 81 por ciento de analfabetos. Y ojalá que únicamente deploráramos la fuga de una riqueza que, hace veinte años, no señaron los próceres de Veracruz; hay más, señores diputados, y aunque esto es conocido de todos, justo es repetirlo para fundar la presente iniciativa; en la huasteca veracruzana, en la que tenemos actualmente y en gran escala la explotación del petróleo, antes de que se iniciara la actividad que después hemos visto en las empresas, los habitantes de esa zona dedicaban sus tierras a la agricultura unos, y a la ganadería otros; y a la vez que progresaban sus negociaciones, el Estado percibía los impuestos correspondientes, que eran de significativa consideración.
"Vino posteriormente la explotación del "oro negro", y al levantarse en el campo las primeras torres de las compañías, por una consecuencia ineludible han desaparecido las anteriores riquezas, ya que el petróleo destruye las tierras que más adelante resultan inútiles para la ganadería y la agricultura; y las poderosas compañías que han menester de brazos para sus empresas, elevan los jornales y acaparan los braceros, inutilizando por completo las labores del campo en aquellos lugares en que se establece dicha explotación.
"Y si tan profundo perjuicio siquiera fuese reparado en parte por la percepción de los nuevos impuestos, quizá el Estado encontraría en las nuevas negociaciones la manera de nivelar sus arbitrios o quizá mejorarlos; pero desgraciadamente no ocurre así, como anteriormente hemos manifestado; la Federación absorbe los impuestos cobrables, y la Entidad veracruzana, productora de aquella riqueza, cada día encuentra más agotado su tesoro, y cada vez avanza hacia su desequilibrio económico, a medida que la explotación del "oro negro" se extiende en su vasto territorio. Ante tal perspectiva, los subscriptos estimamos que la Legislatura veracruzana debe tomar alguna providencia, que no es otra que la indicada en el primer párrafo de la presente instancia, y que tiende a excitar a las Cámaras de la Unión a efecto de que legislen sobre el artículo 27 y principalmente en el ramo de petróleo, ya que es indudable que en la mencionada legislación no podrán excluirse de la parte que legalmente les corresponde a los Erarios del Estado y municipales. En gracia de todo lo expuesto, que los subscriptos proponen se transcriba a los diputados y senadores en México, en demanda del apoyo a que están obligados como representantes de esta Entidad, llegan a las siguientes resoluciones que, por la importancia que revisten para el Estado de Veracruz, esperan merezcan la aprobación de esta H. Asamblea:
"Con inserción de la parte expositiva de la presente instancia, gírese atenta nota a las honorables Cámaras de Diputados y Senadores al Congreso de la Unión, significándoles que la Legislatura veracruzana se permite excitarlas en la forma más comedida y atenta, a efecto de que, de toda preferencia, legislen sobre el artículo 27 de la Carta Fundamental y en lo relativo a petróleo, cuyo capítulo es de trascendental importancia para el Estado de Veracruz.
"Sala de Comisiones de la H. Legislatura.- Jalapa Enríquez, a 28 de septiembre de 1921.- Diputados: Ramón C. Mora.- F. Tremari.- Ángel Casarín.- Félix Ramírez.- Alfonso Vela.- R. Cerdán.- Rafael C. Jiménez.- Miguel Barranco."
"Y me es honroso transcribirla a ustedes por acuerdo de la propia H. Legislatura, y a efecto de que de sirvan dar cuenta a esa H. Cámara, para los fines que en la preinserta iniciativa se indican, haciendo a ustedes presentes las seguridades de mi atención.
"Sufragio Efectivo, No Reelección.- Jalapa
Enríquez, a 3 de septiembre de 1921.- Félix Ramírez, diputado secretario."- Recibo y a su expediente.
El C. Márquez Aurelio: Pido la palabra.
El C. Moreno: Pido la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Márquez.
El C. Márquez: Señores diputados: La Legislatura local del Estado de Veracruz, en atenta nota excita a la Cámara federal para que en un espacio de tiempo corto se legisle en lo relativo al petróleo. Como diputado veracruzano yo vengo a esta tribuna a levantar mi voz para propugnar en el mismo sentido, máxime cuando hay ya un dictamen de las comisiones relativas y un voto particular del diputado Espinosa. Han sido innumerables las censuras de que hemos sido objeto nosotros los diputados de esta Cámara precisamente por esa apatía o aparente apatía con que hemos visto lo relativo al petróleo, asunto que es de trascendental importancia no solamente para el Estado de Veracruz, sino para la nación entera. Argumentos ha habido para pretender justificar esta apatía en el sentido de que se ha dicho que ha sido de política internacional detener la discusión de la reglamentación del artículo 27. Pues bien, esos argumentos fueron manifestados a la Asamblea en época en que teníamos ante nosotros un fantasma, el fantasma de la intervención norteamericana que querían provocar las magnates petroleros, pero en la actualidad, afortunadamente este fantasma se ha esfumado, ha desaparecido, los magnates petroleros se han doblegado malgré tout al peso de nuestras leyes y hemos visto cómo a las arcas del Erario nacional han entrado las contribuciones correspondientes. Hay un cúmulo de decretos, de disposiciones administrativas, de circulares que han sido expedidas por el Poder Ejecutivo para llenar ese vació, ese vacío que no se ha podido llenar por el Congreso General después de más de cuatro años de haberse expedido la Constitución de 1917 que cristaliza ese movimiento revolucionario que tantas vidas ha costado a la patria. Pues bien; en ese cúmulo de decretos encontramos disposiciones que son completamente inconstitucionales, encontramos disposiciones que son contradictorias. Ha poco hemos visto cómo la Suprema Corte de Justicia de la Nación ampara a una poderosa compañía americana, precisamente por la aplicación de un decreto expedido en la época de Venustiano Carranza, en que se establece el denuncio. Vemos, además, en la actualidad, cómo los notarios públicos se encuentran cohibidos para autorizar contratos en que establezcan derechos sobre el subsuelo. Esto a mi ver redunda en perjuicio de la industria petrolera. Así pues, conviene en bien de la nación, en bien sobre todo del pueblo veracruzano, que se legisle en la materia a que me he referido. Pero hay más, señores: desde el punto de vista económico, el Estado de Veracruz, lejos de ser beneficiado por la industria petrolera. lejos de obtener beneficios de la extracción del líquido, del que hay abundantes yacimientos, lejos de todo esto, el Estado de Veracruz se ve hasta perjudicado, señores. En la región petrolera la agricultura, la ganadería y, en fin, todas las otras industrias del ramo humano casi se han doblegado a la industria petrolera y es natural, porque no puede haber competencia; la industria petrolera remunera mejor los servicios de los braceros. En ese concepto, desde el punto de vista económico, digo, el Estado de Veracruz ha sido grandemente perjudicado; no hay ya contribuciones por concepto de agricultura, pero tampoco las hay por concepto de la industria petrolera. ¿Por qué? Porque las contribuciones relativas todas vienen a las arcas federales y esto no es un principio de justicia, no debe ser así. El Estado de Veracruz, en los municipios de la región petrolera que pertenecen al mismo, tienen derecho a la existencia y tienen derecho a una existencia bastante acomodada por decirlo así. Vemos en la zona petrolera el puerto de Tuxpan, vemos el puerto de Pánuco, el pueblo de Tancoco, la congregación de Zacamixtle y otros lugares que es por demás mencionar, en un estado de indigencia y de miseria bastante notables. Si nosotros reglamentamos la Ley del Petróleo pronto, naturalmente tendremos que inscribir en esa reglamentación preceptos por los cuales el Estado de Veracruz y sus municipios tengan una participación muy justa en esas participaciones. Vuelvo a repetir, como diputado veracruzano, uno mi voz a la Legislatura de aquella Entidad, a fin de que esta Cámara legisle dentro de breve plazo lo relativo a petróleo.
El C. Moreno Jesús Z.: Pido la palabra, señor presidente.
El C. presidente: ¿Con qué objeto?
El C. Moreno Jesús Z.: En contra del trámite.
El C. presidente: No hay nada a discusión.
El C. Moreno Jesús Z.: ¿Pero entonces a qué conclusión llegamos, señor presidente?
El C. presidente: A que la Mesa va a sostener su trámite.
El C. Moreno Jesús Z.: En contra del trámite pido la palabra.
El C. Barón Obregón.: Yo he pedido la palabra primero en contra.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Barón Obregón.
El C. Barón Obregón: Honorable Asamblea: Como diputado por el 4o. distrito electoral del Estado de Veracruz, no podía yo permanecer en estos momentos en que se trata de un asunto de tan vital importancia para mi distrito, con una indiferencia pasiva en este caso. Es necesario que pongamos ya la atención que requiere un asunto de la vital importancia que tiene para la nación entera y especialmente para el Estado de Veracruz, la cuestión del petróleo. Ya no hay ningún motivo por el que sigamos en la misma pasividad en que hemos estado desde que se inició este asunto, y que no ha podido traerse a debate por algunas circunstancias especiales que se presentaron en el momento en que iba a ser puesto a debate. La región petrolera se encuentra en estos momentos, y lo digo con la voz informativa que poseo por la serie de informaciones que he recabado de mi distrito, se encuentra en estos momentos precisamente en un statu quo, es decir, todas industrias, la agricultura, la ganadería, etcétera, etcétera, todas las fuentes de riqueza de aquella región se encuentran paralizadas. Hay más todavía: la región de la Huasteca, su problema agrario se encuentra perfectamente
resuelto, y no es un propietario quien solicita de esta honorable Asamblea la actividad que merece desplegar en este caso, es precisamente una serie de pequeños propietarios, todos los propietarios en general de la región, los que demandan que esta Cámara deje ya de continuar con discusiones baladíes, para entrar a un asunto perfectamente serio y de la importancia que tiene el asunto del petróleo. Por otro lado, las arcas del Estado de Veracruz se encuentran exhaustas, porque las contribuciones que debieran percibir tanto los Ayuntamientos constitucionalmente como el mismo Estado, vienen a engrosar las arcas federales sin que nuestros distritos puedan percibir lo que justamente les corresponde. Por eso pido a la honorable Asamblea que el trámite que se le ha dado de "recibo y a su expediente", que quiere decir, traducido al lenguaje común, "olvídese para siempre", sea modificado en el sentido de contestarle a la Legislatura veracruzana que se toma en cuenta su excitativa y que esta honorable Cámara procederá desde luego a poner en el tapete de la discusión el asunto de la Ley del Petróleo.
El C. Moreno Jesús Z.: Pido la palabra.
El C. secretario Barragán: Habiendo hablado los oradores que marca el Reglamento..... (Voces: ¡No! ¡No!)
El C. Moreno Jesús Z.: Para una aclaración, señor presidente.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Moreno Jesús Z.: Honorable Asamblea: Hace más de veinte días que un estimable veracruzano, compañero nuestro, aunque representa a este Estado en la Cámara, el ciudadano Aillaud, presentó una moción por conducto de la Oficialía Mayor, para que desde luego se pusiera a discusión la Ley del Petróleo que, como dicen las personas que me han precedido en el uso de la palabra, ya ha sido debidamente dictaminada y hasta existe un voto particular.
Posteriormente, otra moción fue presentada hace no menos de doce días, subscripta por el ciudadano Barón Obregón, en el mismo sentido, y a mayor abundamiento, la Presidencia, por conducto de la Secretaría, informó que en la orden del día se haría figurar la discusión de este proyecto de ley, en segundo término, es decir, después de la discusión de la Ley de Bancos. La diputación veracruzana muy atentamente a esta honorable Asamblea, teniendo en cuenta los intereses vitales que están en juego en la discusión y aprobación de esta ley, que se reforme este trámite de la Mesa y que sea el que se diga a la diputación veracruzana que será discutido el proyecto de ley a que nos venimos refiriendo en el primer día hábil. En este sentido suplico muy respetuosamente a la Presidencia reforme su trámite.
El C. secretario Barragán: La Presidencia sostiene su trámite y por disposición de ella se van a leer dos artículos reglamentarios.
"Artículo 19. El presidente, en sus resoluciones, estará subordinado al voto de su respectiva Cámara.
"Artículo 20. Este voto será consultado cuando algún miembro de la Cámara reclame la resolución del presidente, previa una discusión en que podrán hablar dos individuos en pro y dos en contra; lo cual se podrá siempre que no haya mediado votación en el mismo negocio y se adhieran a la reclamación por lo menos dos de los individuos presentes."
El C. presidente: Habiendo hablado dos individuos en contra y no habiendo en pro, y, además, no habiendo todavía en cartera le Ley del Petróleo.....
El C. Moreno Jesús Z.: Sí está en cartera, señor presidente.
El C. Quiroga: Pido la palabra en contra, señor presidente.
El C. presidente: ...la Presidencia va a excitar a las comisiones para que cuando antes presenten su dictamen.
El C. Aillaud: Moción de orden.
El C. Moreno Jesús Z.: Pido la palabra para una aclaración.
El C. Quiroga: Pido la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra el C. Aillaud.
El C. Aillaud: Para informarle al señor presidente que en cartera se encuentra el dictamen sobre la Ley del Petróleo.
El C. presidente: La Oficialía Mayor de la Cámara me ha informado que no está el dictamen en cartera.
El C. Moreno Jesús Z.: Es un error, señor presidente.
El C. secretario Barragán: La Secretaría informa que, en efecto, tienen razón los ciudadanos diputados que sostienen que se encuentra en cartera el citado dictamen, sólo que está a discusión el primer día hábil y no ha figurado en ninguna orden del día.
El C. Barón Obregón: Para una aclaración. Para que en ese caso se sirva usted aceptar que en la orden del primer día hábil sea discutida la Ley del Petróleo.
El C. presidente: Así se hará.
El C. Quiroga: Está la Ley del Banco Único antes.
El C. secretario Barragán: Se consulta a la Asamblea si se aprueba el trámite de "Recibo y agréguese a su expediente". Los que estén por la afirmativa se servirán ponerse de pie. No se acepta el trámite. (Aplausos).
El C. Quiroga: Señor presidente, pido la palabra en favor del trámite. (Voces: ¡Ya no está a discusión!)
El C. secretario Barragán: La Presidencia ha modificado su trámite de la siguiente manera: "Contéstese que el primer día hábil se pondrá a discusión."(Aplausos.)
El C. Quiroga: Pido la palabra, señor presidente, para una moción de orden. Honorable Asamblea: Como la resolución que ha dado la Suprema Corte de Justicia en el asunto del Petróleo ha venido a subsanar en mucho la resolución de este asunto, así como...(Voces: ¡No! ¡No!) también el entendimiento a que han llegado los petroleros con el presidente de la República, el asunto de más importancia en estos momentos es la Ley Orgánica del Banco Único. (Voces: ¡No! ¡No! ) Yo suplico al ciudadano presidente se
sirva preguntar a la Asamblea si se aprueba mi proposición.
El C. presidente: Se va poner primero a discusión le Ley del Petróleo.
Además, como usted pidió la palabra para una moción de orden y no fue moción de orden sino una proposición la que hizo, si quiere presentarla debe hacerlo por escrito.
El C. Quiroga: No es una proposición, es que está la Ley de Bancos con anterioridad. (Voces: ¡La Ley del Petróleo!)
- El C. secretario Barragán, leyendo:
"CC. secretarios de la H. Cámara de Diputados.
- Presente.
"Previa dispensa de trámites me permito suplicar a esa H. Asamblea sea servida concederme una licencia, con goce de dietas, por diez días, para ir a mi distrito a asuntos de mi cometido. Dicha licencia comenzará a surtir sus efectos al día 6 del actual.
"Protesto mi atención y respetos.
"Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados, a 4 de octubre de 1921.- Dip. 5o. distrito de Coahuila, A Gutiérrez Castro."
En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. Se dispensan los trámites.
Está a discusión la licencia. ¡No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se consulta si se concede. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Concedida la licencia.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Riva Palacio para hechos.
El C. Riva Palacio: Señores diputados: Ayer el diputado Z. Moreno, en los alardes de despecho que sienten todos los reaccionarios por el proyecto que tenemos de borrar el nombre del traidor Iturbide, me lanzó a mí uno de tantos alaridos de los que no hago caso, pero quiero hacer conocer del señor diputado Moreno que no esperábamos más que lo que dijo, que lo único que nos llama la atención es que figure este camaleón político dentro del Partido Liberal Constitucionalista.
El C. secretario Barragán: Conforme al artículo 111 que en su parte relativa dice: "Artículo 111. Antes de cerrarse en lo general la discusión de los proyectos de ley, podrán hablar seis individuos en pro y otros tantos en contra, además de los miembros de la Comisión dictaminadora y de los ministros. En los demás asuntos que sean económicos de cada Cámara, bastará que hablen tres en cada sentido, a no ser que ésta acuerde ampliar el debate."
El C. Díaz Soto y Gama: Pide la palabra la Comisión.
El C. secretario Barragán: Habiendo hablado los ciudadanos diputados Luis Espinosa, Siurob y Ramos Pedrueza en pro y en contra los ciudadanos diputados Castillo Francisco, Vito Alessio Robles y Jesús Z. Moreno, en votación económica se consulta si se considera suficientemente discutido el punto.
El C. Díaz Soto y Gama: Moción de orden.
El C. Céspedes: Moción de orden. (Voces: ¡Que se amplíe el debate!)
El C. Céspedes: No puede darse por agotada esta discusión, porque debemos hacer claridad en los acuerdos económicos que vamos a votar en breve. El dictamen de la Comisión consta de dos puntos resolutivos y éstos no deben votarse nunca en una sola votación porque cometeríamos una aberración terrible y yo quiero que la Comisión exponga su parecer al margen de esta observación mía.
El C. presidente: Como todavía no se declara que está agotado el debate, la proposición del ciudadano Céspedes se tomará en cuenta a la hora que se vaya a votar este asunto.
El C. secretario Barragán: Va a hacer una aclaración la Secretaría: La Secretaría no ha hecho sino sujetarse al Reglamento; en su sentir personal de diputado está de acuerdo con la ampliación del debate; pero como quiera que no se trata de un proyecto de ley o de decreto, no era posible ampliarlo si no lo autorizaba la propia Asamblea. Se iba a dar cuenta con los nombres de los ciudadanos que continúan inscritos, nada más que su señoría interrumpió a la Secretaría.
El C. Céspedes: Una aclaración, señor presidente. Yo no quiero que se separen estas dos proposiciones en el momento de votarse, sino que se separen ahora para discutir separadamente la segunda proposición, porque sobre ésta no ha recaído discusión alguna y quiero que la Comisión diga algo sobre el particular.
El C. Martínez de Escobar: Pido la palabra, señor presidente.
El C. presidente: ¿Con qué objeto?
El C. Martínez de Escobar Rafael: El objeto con que pido la palabra, señor presidente, es para aclararle al compañero Céspedes que esa proposición está a discusión en lo general.
El C. Díaz Soto y Gama: La Comisión desea hacer constar que quiere que el contra sea derrotado no sólo en número de votos, sino en número y abundancia de razones; quiere tener pues, la Comisión, la caballerosidad de pedir que se agote el debate concediendo la palabra a tres oradores del contra o a cuantos quieran hablar. El objeto es noble: demostrar que a la Comisión y a los del pro nos sobran razones fundamentales para apoyar nuestra moción y después lograr que en el DIARIO DE LOS DEBATES conste agotado este debate, con el objeto de que no venga mañana alguna Legislatura reaccionaria o semireaccionaria o bien alguna Legislatura revolucionaria, por sorpresa de algún orador hábil, a derogar un acuerdo que queremos quede perfectamente fundado. De manera que la Comisión tiene a honor pedir a la Asamblea que en vez de quedar agotado el debate, lo prolongue. También hace constar la Comisión, por mi conducto, y pide al compañero Martínez de Escobar, que es miembro de la Comisión, se sirva convenir con el que habla en esta rectificación: realmente se ha discutido nada más la proposición primera de las dos de que consta la moción. Nosotros
estamos enteramente de acuerdo con el compañero Céspedes y los que opinan con él en que se ponga a votación exclusivamente la primera, que es la única discutida, la única que tiene verdadera importancia. En cuanto a la segunda, se discutirá después y se votará separadamente.
El C. Céspedes: Para una interpelación a la Comisión.
El C. Díaz Soto y Gama: Con mucho gusto.
El C. Céspedes: Quiero que su señoría se sirva decir a la Asamblea cuál es el argumento toral en que hace descansar la Comisión de Puntos Constitucionales el dictamen relativo a la suspensión del nombre de Agustín de Iturbide, consignándolo en un simple acuerdo económico, por que he de decirle a la Comisión que en la parte expositiva de su dictamen relativo a Iturbide, dice todo lo contrario. Reconoce la Comisión que la inscripción del nombre de Iturbide fue materia de decreto, cita la fecha del decreto, y hoy nos viene saliendo con algo verdaderamente singular, extravagante, que un decreto quiere reformarlo la Comisión por virtud de un acuerdo económico. ¿Quisiera la Comisión decirnos cuál es el apoyo constitucional, la razón legal que tiene para opinar en esa forma?
- El C. Díaz Soto y Gama: Con permiso de la Presidencia. Con todo gusto contesta la Comisión al compañero Céspedes. Cuando la Comisión formuló su dictamen no había podido hacerse de un ejemplar del DIARIO DE LOS DEBATES, que después tuvo a la vista. Esto lo explicó la Comisión y no es de extrañar, toda vez que ese DIARIO DE LOS DEBATES se agotó, sólo quedan de él contados ejemplares, uno de los cuales vino a manos de la Comisión por una verdadera casualidad en virtud de poseerlo entre sus libros de historia el señor licenciado Irineo Paz, padre del compañero Paz, unos de los autores de la iniciativa. En esa virtud, habiendo sido posterior ese descubrimiento de que en el DIARIO DE LOS DEBATES, que hace prueba plena, aparecía comprobado que era un acuerdo simple y no un decreto el relativo a la inscripción de Agustín de Iturbide, en ese concepto la comisión tuvo que basarse ya sobre un hecho nuevo que le era desconocido en el momento de formular su dictamen. Primera observación. Segunda: aun poniéndonos en el peor de los supuestos -y sólo a título de supuesto o de hipótesis - vamos a admitir por un momento que fuese un decreto el del año de 1835 que decretó ese honor a Iturbide de que su nombre fuese inscrito en el lugar en que está; aun así la Comisión, constitucionalmente, racionalmente, revolucionariamente tiene que estar con el criterio que siempre ha informado los actos de todas las legislaturas liberales o avanzadas, que es el siguiente: no puede el régimen liberal y mucho menos el régimen actual, que es algo más que liberal, pues es un régimen basado en el agrarismo y socialismo de Estado, no puede ningún régimen avanzado reconocer la menor validez legal a ninguno de los decretos de carácter político, a ninguna de las disposiciones de derecho público del régimen conservador. Se admitirán quizá disposiciones de derecho privado, disposiciones del orden civil; pero disposiciones de carácter político, en que el derecho público de la revolución esté en pugna con el derecho público de la reacción, es claro que carecen de fuerza legal. El compañero Céspedes y todos los diputados, abogados o no, tienen que convenir en que este criterio es elemental, fundamental, claro como la luz, obvio, a nadie se le puede ocurrir que un régimen sea destruído para que después subsistan sus disposiciones y nadie puede negar a un régimen nuevo el derecho de pasar por encima de todas las disposiciones de un régimen anterior que se opongan al nuevo credo o a las nuevas tendencias. Como las tendencias actuales son hacer justicia histórica, depurar la historia y no honrar a los pretorianos, no honrar a los contrarrevolucionarios, a los traidores, a los usurpadores, a los déspotas a los tiranos, pues es claro que no podemos aprobar una disposición del régimen reaccionario, de una Legislatura centralista y conservadora que trata de sentar los basamentos para su legislación también conservadora y reaccionaria. Yo no me explico cómo el compañero Céspedes no quiere entender esto tan sencillo, pero si todavía tiene alguna duda, puede expresarnos cuál es su criterio sobre la materia.
El C. Céspedes: Pido que se dé cuenta con la partida relativa de ese DIARIO DE LOS DEBATES a que ha hecho mérito su señoría.
El C. Díaz Soto y Gama: Ese DIARIO DE LOS DEBATES fue leído en la parte relativa de que se trata, pero no tenemos inconveniente en que la Secretaría repita la lectura, pero conste que es una repetición.
El C. secretario Barragán, leyendo:
"Sesión del día 29 de mayo de 1835.
"Leída y aprobada el acta de la sesión del día anterior, se dió cuenta con los oficios siguientes:
"De la Secretaría del Senado, acompañando para su revisión el acuerdo de aquella Cámara en que se declara al excelentísimo señor don Antonio López de Santa Anna, benemérito de la patria y se manda inscribir su nombre en el salón de las sesiones.
"Se mandó pasar a la comisión de Gobernación.
"De la misma, devolviendo reformado el acuerdo en que se manda inscribir en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, el nombre ilustre de don Agustín de Iturbide, y dispensados todos los trámites de reglamento, se puso a discusión dicho acuerdo, que dice:
"Se inscribirá en un lugar distinguido del salón de la Cámara de representantes, el nombre ilustre de don Agustín de Iturbide."
"Después de un ligera discusión, hubo lugar a votar, y se aprobó por los 44 señores siguientes..."
El C. Céspedes: Para una aclaración, señor presidente. (Voces: ¡No! ¡No!) Quiero que la Cámara se fije en este detalle: los acuerdos económicos no tienen necesidad de ir a ser revisados por la Cámara colegisladora, y este acuerdo a que hace mérito la Secretaría paso a la Cámara colegisladora, la reformó y vino aquí para ser considerada esta reforma. Más aún, la colección de Arrillaga dice que en esa fecha, por bando de 27 de mayo de 1835, se publicó la ley relativa que contiene un artículo con el texto a que hace mérito ese acuerdo. De manera que un acuerdo económico como los señores Paz, Soto y Gama, Barragán, etcétera, etcétera, se empeñan en llamar esto que se lee en esa acta, no puede ser nunca publicado por bando
solemne, ni puede ser materia de bando solemne, ni puede tampoco pasar a la otra Cámara para ser revisado, pues los acuerdos económicos son exclusivos de cada una de las Cámaras. Quiero hacer nada más esa aclaración para que la Asamblea no viva en el error de que el nombre de Iturbide se inscribió por un simple acuerdo económico, sino que fue materia de un decreto, porque hubo necesidad de una ley que lo declarara benemérito de la patria o que dijera que merecía el bien de la República, etcétera, etcétera. El C. secretario Barragán: La Secretaría hace la observación siguiente al ciudadano Céspedes: no ha sido el diputado Barragán quien ha calificado el asunto de económico, sino la misma Asamblea que rechazó el trámite indebido del presidente Soto, que consistía en que se le dieran los trámites de proyecto de ley; este trámite fue rechazado por esta Asamblea; así es que la Asamblea fue quien lo consideró como asunto económico. Nuevamente se consulta a la Asamblea si se considera el asunto suficientemente discutido. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. No se considera suficientemente discutido. Se amplía el debate sobre el punto resolutivo que dice:
"1o. Bórrese del recinto de la Cámara el nombre del primer contrarrevolucionario Agustín de Iturbide, ejecutado en Padilla en cumplimiento de un decreto del Congreso General."
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Domínguez.
El C. Domínguez Norberto: (Voces: ¿Es en serio?) Hablaré todo el tiempo que sea necesario, pero que haya calma; tiempo hay después para hacer observaciones. Honorable Asamblea: Tengo la firme convicción, porque así me lo ha enseñado la práctica parlamentaria, de que en todas aquellas ocasiones en que se trata de asuntos relacionados con política de campanario, intereses personalistas o pasiones de partido, no hay razonamiento capaz de inclinar en determinado sentido la votación. El simple hecho de haberse firmado la iniciativa por 90 diputados, indica que ya tienen la mayoría; parecería por lo mismo inútil venir a perder el tiempo discutiendo cuando tantos asuntos de suma trascendencia están requiriendo nuestra atención. Nuestra situación en estos momentos es exactamente la misma de los turcos cuando Mahomet II iba a poner un sitio cuando ya los cañones de Osman arrasaban sus murallas; pero a pesar de comprenderlo así, tomó la palabra porque precisamente en aquellos casos en que una inmensa mayoría opina contra un reducido número de diputados, es cuando más firme empeño debemos tener en tomar la palabra, porque en tal caso lo que venimos a hacer a la tribuna es a subrayar, a acentuar y patentizar nuestro voto negativo, no para llegar a un objeto determinado en el sentido de la votación como lo dije, sino para que quede huella patente ante la historia de que no hemos participado de la pandeosia general. El epíteto de reaccionario, ¿ por qué lo he de negar, por qué no lo he de aceptar? desde que estudié lógica con don José María Vigil ¡ y vaya que ya de esto hace algunos años! aprendí esta máxima: "La definición de palabras es arbitraria." y desde el momento en que la definición de la palabra reaccionario tiene una connotación enteramente diferente de la que tenía en mis tiempos, la aceptó con mayor gusto, así como los calificativos que me prodiga mi compañero Soto y Gama que me llama el bueno de don Norberto, el ingenuo de don Norberto, la venerable momia de don Norberto, el ilustre esqueleto de don Norberto, y podría seguir agregando otros nombres, ¿pero saben por qué no agrego más? Por que no estoy hablando en nombre mío. Ya sé que todas las personas que como el señor Soto y Gama padecen de una psicomanía depresiva, tiene un cortísimo número de ideas gravitando alrededor de una obsesión y como en relación con ese cortísimo número de ideas está su reducido léxico, ya no hay más palabras qué decir a don Norberto. Perdónenme ustedes esta interrupción que no hago por mi voluntad, sino porque a ella me llevaron.
Dice el señor Soto y Gama que esta es cuestión de partidos, que esto es para desenmascarar; está bien, desenmascare usted en la Cámara a los que traigan máscara, no a los que jamás la hemos usado, no a los que ni hemos sido revolucionarios, ni venimos a hacernos pasar por tales. (Murmullos.) Mi cara es bastante fea (Risas.) si alguno necesitaría máscara sería yo, porque soy tan feo, que no creo que haya cuatro o cinco que me la ganen en la Cámara (Risas), y si no menciono sus nombres, es únicamente por no ofender su modestia. (Aplausos. Risas. Murmullos.) Pero, señores, efectivamente no es mucha la seriedad, como dice alguna voz que en estos momentos escuché; pero perdónenme, lo mismo mis compañeros que el público que me escucha, que acuda en estos momentos a ciertos toques, que después de todo dan resultado como lo prueba el aplauso que acabo de escuchar. (Murmullos.) Y haciendo un cuarto de contrición y entonando un mea culpa y después de este exordio, que mi amigo el señor Soto y Gama calificaría de chocarrero, entremos ya en materia y discutamos en serio la personalidad de don Agustín de Iturbide; mejor dicho, yo no vengo a hablar de razones históricas, después de las brillantísimas disertaciones y de la sabiduría que han revelado los historiadores titulados y no titulados que me han precedido en la tribuna.
Yo no voy a hablar de historia, porque, ¿qué vengo yo a hacer aquí después de oír tan luminosas elucubraciones y tantas novedades que ni "México a Través de los Siglos", ni Manuel Payno, ni Pérez Verdía, ni todos los que se han ocupado de la historia nacional las conocían? (Aplausos. Siseos.) Yo, señores, soy como el personaje de Anatole France, el abate Jerónimo Goignard, a quien Dios le había negado la facultad de la admiración; yo no acostumbro hacer de los hombres, así pudieran ser los más grandes de la historia, dioses, porque los que hacemos de los hombres dioses, los empequeñecemos como dioses, y no les damos el lugar que les corresponde como hombres. Yo creo, señores, que en el mundo de la ciencia, en el del arte, en el de la política, y en el de todas las actividades humanas, los hombres no van a juzgarse con el criterio que aplicaría un moralista para juzgar a un individuo que pertenece al término medio de la humanidad; los hombres grandes son excepcionales en sus virtudes y en sus vicios, en sus defectos y
en sus cualidades; los hombres pequeños tenemos cualidades pequeñas, si acaso las tenemos, y vicios también pequeños; los hombres grandes son una mezcla de extremos que llegan a un límite inconmensurable, y por esto cuando se les juzga, se les juzga por la obra que han realizado. Si fuéramos a aplicarles el criterio moralista, no solamente en México, en esta Cámara de Diputados, sino en todos los templos de la gloria, en el Arco del Triunfo en París, en Panteón, en la Sala de San Jorge, en el Kremlin en Rusia, veríamos que no todos los nombres que allí figuran merecían estar; a estos templos de la gloria corresponde perfectamente la inscripción que se hizo colocar en una casa de locos: "Ni son todos los que están, ni están todos los que son". (Aplausos.) Si aplicáramos este estrecho criterio, llegaríamos a esta conclusión: que el Calendario de Galván, con todo y su grandísima nomenclatura, con su doble santoral, vendría a reducirse quizá a una página, a un párrafo, porque aun los mismos santos canonizados por la Iglesia mediante procesos más justicieros que los nuestros y prácticas más dilatadas, puesto que no se abre un proceso sino después de 50 años de muerto el interesado, pasa por el primer grado que se llama la beatificación, y luego por el segundo, que es la canonización; pues bien; digo que aun el Calendario de Galván quedaría muy reducido, con uno que otro nombre, como el de San Luis Gonzaga, San Juan Berchmans, San Estanislao de Kostha, que tuvieron la fortuna de morir sumamente jóvenes, que es la más grande de las fortunas que se puede desear para adquirir buena reputación, lo mismo en santidad que en política. Tenía razón Terencio cuando decía que los que mueren jóvenes son los amados de los dioses, y muchos de los hombres que admiramos, el primero de todos los talentos que han tenido, el principal, quizá el único, han sido el de morirse a tiempo. Digo que todos esos hombres grandes de la historia se miden por la obra que realizaron, por la huella que dejaron, no hablaré únicamente de la política, sino que hablaré de todo: del arte, de la ciencia. Los alquimistas de la Edad Media eran unos locos a la luz del espíritu científico moderno; eran unos insensatos de acuerdo con las reglas de Bacón y con los cánones del método científico positivo; nos hubiéramos burlado de ellos y, sin embargo, señores, los alquimistas de la Edad Media, persiguiendo fantasías como la transmutación de los metales para hacer la piedra filosofal, el elíxir de larga vida para conseguir la inmortalidad, llegaron a ser padres de la química moderna y a descubrir los cuerpos simples de Brandt, alquimista de Hamburgo, que buscaba la piedra filosofal y descubrió el fósforo; sean cuales fueren sus errores, Brandt es una figura de la ciencia. Cristóbal Colón fue un insensato, por más que parezca una blasfemia decirlo en esta tribuna; yo soy un admirador de Cristóbal Colón, considero justas las estatuas que tiene en el mundo entero; es uno de los hombres más grandes de la historia y, sin embargo, Cristóbal Colón perseguía un absurdo, porque lo que quería era, después de que supo los viajes de Marco Polo, ir al Oriente por Occidente; se le atravesó la América y ésta fue su fortuna y fue glorioso y ahí lo tienen con estatuas en el mundo entero; si no la hubiera encontrado, no hubiera sido considerado como uno de los grandes hombres. Si juzgamos a Benvenuto Cellini, uno de los hombres más grandes del Renacimiento, que en sus memorias, escritas con una sinceridad completa, nos ha echo una admirable pintura de las de aquella época, llegaríamos a está conclusión: que Benvenuto Cellini era un criminal del orden Común y probablemente lo hubiéramos metido en la Penitenciaría, y, sin embargo, Benvenuto Cellini es uno de los artistas más gloriosos del Renacimiento; ¿por qué?, porque por encima de sus riñas, por encima de sus crímenes, por encima de todos sus defectos, está su " Logia de las lanzas", su admirable estatua de Perseo, para admiración de todas las generaciones futuras. Yo por eso, señores, juzgo a los hombres de esa manera. ¿Que han sido crueles? ¿Qué han sido convenencieros? Yo no lo niego. No vengo a hacer la defensa de Iturbide desde el punto de vista personal. (Voces: ¿Moral?) Sí, moral. Pérez Verdía dice: "...combatió desde un principio la causa de Independencia, distinguiéndose por su valor, su actividad y sus crueldades; de suerte que muy pronto fue ascendiendo grado por grado. Fueron tales, sin embargo, los abusos que cometió Iturbide en el Bajío, que fue acusado por las principales casas de Guanajuato y Querétaro y mandado procesar en 1816, informando el cura Labarrieta que había cometido mil excesos..." Fijaos señores revolucionarios -. "ya estableciendo un monopolio de los efectos de primera necesidad, ya mandando vender a vil precio los acopios de granos de algunas haciendas, a pretexto de evitar que se apoderaran de ellos los insurgentes, comprándolos él mismo por tercera mano para revenderlos por cuadruplicada cantidad; ora teniendo presos con frívolos pretextos a sus enemigos particulares, bien dando partes exagerados, al grado de contar en ellos por ganadas, acciones que había perdido, y que no tenía un fondo sólido de religión por ser ésta incompatible con la inhumanidad que había manifestado y con cierta hipocresía."
Presidencia del C. ZINCÚNEGUI TERCERO LEOPOLDO
Este es un párrafo de Pérez Verdía. ¿Saben ustedes qué hizo aquí Pérez Verdía? Realizó la maravilla que hacen ciertos fotógrafos y dibujantes hábiles: hacer retrato que se parece a todo el mundo. La pintura de don Agustín de Iturbide es la pintura de la inmensa mayoría de los caudillos revolucionarios. (Siseos. Voces: ¡No! ¡No! Campanilla.) Podéis protestar; estoy acostumbrado a las protestas y nunca estoy más a gusto en la tribuna que cuando son muchas las que se levantan en mi contra. (Aplausos.) ¿Las fabulosas fortunas que como el Génesis, nacieron de la nada y por la eficacia de la palabra que han ostentado los caudillos de todas nuestras revoluciones son o no ciertas? ¿Los numerosos automóviles, las manos cuajadas de brillantes y los serrallos mejor abastecidos que los de Harún - Al - Raschid, de que se habla en "Las Mil y Una Noches", son o no ciertos? Sentiría
ofender a alguien, porque habitualmente no ofendo a nadie...(Voces: ¡Nombres!) No me gusta mencionar nombres, por eso digo como aquella fábula que aprendí de niño: que al que le venga el saco, que se lo ponga. (Aplausos.)
Que se nos dice que Iturbide dio un cuartelazo, que Iturbide perteneciendo al ejército del virreinato se volvió al lado de los insurgentes; pues antes de discutir desde el punto de vista moral, me basta decir que la Historia de México, la Historia de nuestra Independencia es la Historia de toda la América española y es la Historia de las revoluciones: defecciones, traiciones y cuartelazos. Ya estaban muy bien aleccionados desde antes, al grado de que cuando oigo decir que un régimen no es constitucional porque nació de un cuartelazo, digo: ¡es netamente constitucional! El adjetivo constitucional se deriva del sustantivo constitución; constitucional es lo que está en la constitución de las cosas y de las personas; constitucional en el hombre es comer, beber, dormir y procrear...(Risas.) no hacer bellos versos, como mi compañero Esparza Martínez, ni decir bonitas disertaciones históricas, como el doctor Pedro de Alba, ni tener una monomanía Agrarista, como el compañero Soto y Gama, ni guardar absoluto silencio como uno de los de la Guardia Muda a que se refiere "El Mañana", nada de eso es constitucional, y la Historia de nuestra América no ha sido otra que de revoluciones y cuartelazos.
Sé que esta afirmación levantará protestas escandalosas; sé que la censura vendrá sobre mí inmediatamente; pero por encima de todo está el respeto a la verdad y el criterio de la Historia. Don Agustín de Iturbide defeccionó del Ejército español. Respeto mucho a Allende y a Aldama, que también defeccionaron. Estoy de acuerdo con los señores del contra en la glorificación a Guerrero; yo admiro mucho a Guerrero, lo considero como uno de los hombres más grandes de nuestra Historia; pero Guerrero fue el primero que sancionó el cuartelazo poniéndose a las ordenes de Iturbide, y luego a Iturbide se le hace el cargo de traidor y a quien debería hacérsele era a O'Donojú; O'Donojú fue el primero que sancionó la traición de Iturbide haciéndose miembro de la Regencia; de manera que los dos nombres, el de Iturbide y el de Guerrero, que "coexisten juntos", como diría mi amigo Ramos Pedrueza, (Risas.) tienen razón de coexistir. (Risas. Aplausos.) Yo, señores, en vista de esto no hablo como ustedes, en virtud de la pasión de partido, cuando ha venido una revolución como esta última, conciliadora, porque el Gobierno actual ha sido conciliador, y la prueba de ello es que los tenidos como reaccionarios y los que, como yo, habíamos formado en los regímenes pasados, vivimos tranquilamente haciendo uso de la libertad de palabra y haciendo uso de la libertad de prensa. Pues bien, señores; cualesquiera que sea el origen de un Gobierno, cuando viene dando garantías, cuando viene conciliando intereses, cuando viene estableciendo lazos fraternales entre los habitantes de un país, éste es un Gobierno respetable y yo no voy a indagar cuál fue su origen.
Sabido es que por el año de 1818 ya el movimiento de Independencia estaba casi dominado, y que Guerrero, héroe digno de toda la admiración del señor Soto y Gama, sostenía el fuego sagrado de la intervención, (Murmullos.) o digo, de la Independencia. (Risas.) En un lapsus linguae; cárguemelo a la cuenta, que si vamos a hacer enumeración, puede ser que sea el que quede más limpio. (Risas. Aplausos. Voces: ¡Quién sabe!) Pues bien, señores; Iturbide hizo lo que hace el político hábil, el político sagaz, el que sigue la máxima que se debe seguir en política: la política se mide por los resultados que se obtienen; cuando no hay tales resultados, la obra de un político es obra fracasada, así pudieran ser sus intenciones excelentes, y la obra de Iturbide no fue una obra fracasada, porque fuera cual fuere su origen, consumó la Independencia. (Murmullos.)
El C. Gómez Rodrigo: Maquiavélicamente.
El C. Domínguez: Se conoce que a mi compañero Rodrigo Gómez le hizo ya efecto el articulito de "La Guardia Muda". (Aplausos.) A mí me gusta mucho que cuando vengo a la tribuna me hagan interrupciones los que no hablan, porque luego recuerdo que Esopo el griego, Fedro el romano y Lafontaine el francés, tuvieron el raro privilegio de hacer hablar a los seres irracionales, y yo me congratulo de haberlos superado...(Voces: ¡Al grano!) ¡Paja y grano necesitan los señores diputados, y ambas cosas les daré...!
EL C. Gómez Rodrigo: ¡No me extrañan los desahogos de un reaccionario que lanza injurias contra un revolucionario!
El C. presidente: Se llama la atención al ciudadano Gómez, a fin de que no interrumpa al orador.
El C. Domínguez: Lamento que la flecha que lancé con tan poca fuerza haya penetrado más de lo que yo esperaba. (Risas. Aplausos.) No acostumbro más que hacer ligeras heridas en las epidermis, ni acostumbro mucho menos lastimar a mis buenos amigos como el señor Rodrigo Gómez, cuyo maestro tuve el honor de ser hace muchos años cuando estaba en Durango.
El C. Gómez Rodrigo: ¡Pero no seguía sus consejos!
El C. Domínguez: Creo que esta conversación sale costosa a la patria y ya debo terminar. Mi último argumento es éste: no voy a hablar en nombre de la Historia, sino del sentido común. Cuando se llama a todos los diplomáticos de las naciones amigas, cuando la nación derrocha unos cuantos millones de pesos - que buena falta nos harían para otras cosas más urgentes - con el objeto de celebrar el Centenario de la Consumación de la Independencia hecha por Iturbide. (Voces: ¡No! ¡No!) cuando se hace un remedo de la entrada del Ejército Trigarante y se borra al mismo tiempo el nombre de Iturbide, eso será una prueba más de que México es el país de los contrasentidos.
Por eso, si queréis, borrad el nombre de Iturbide; pero mientras tengamos la hermosísima bandera que nos legó, porque fue Iturbide el que nos legó el símbolo de la patria; mientras México sea independiente, obra que consumó Iturbide; mientras nuestra bandera no sea substituía con la rojinegra bolchevique como muchos lo desean, el nombre de Iturbide será borrado del recinto de la Representación Nacional, pero no podrá ser borrado de la Historia. (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Rafael Martínez de Escobar.
El C. Martínez de Escobar Rafael: Ciudadanos diputados: Me decía el compañero Hidalgo Catalán: "Fíjese usted bien, licenciado, que aunque el señor ingeniero Norberto Domínguez nos dice que es más serio que una estatua y más feo que Quasimodo, si usted se fija bien en él vea que es un sublime Bell, el héroe del circo Orrin, y es más bello que el Apolo de Belvedere." (Risas.) Y yo aseguro, señores diputados, que después de estos debates, el señor ingeniero don Norberto Domínguez va a salir con la cola metida entre las piernas. Pido excusas al señor Domínguez, porque sé que siendo miembro integrante de la especie humana, es natural que no tenga cola. (Murmullos.) Y ahora, señores representantes, hablemos un poco en serio.
Si hemos de juzgar de la iniciativa que genera este dictamen a flor de historia, epidérmicamente, sin penetrar al fondo de la sociología política, de la filosofía histórica, de la sociología revolucionaria, seguramente que es un dictamen palpitante de injusticia, de injusticia cruel y monstruosa, por que, ¿con qué derecho moral venimos a pedir que se borre de los muros de esta Asamblea el nombre de la kaleidoscópica y centelleante figura de don Agustín de Iturbide, que fuera emperador de México por un bochornoso motín de Pío Marcha y de la soldadesca embriagada de pretorianismo? Pero, señores representantes, si como los buzos penetran al fondo de los mares y arrancan puñados de perlas y corales, penetramos nosotros al fondo del mar de la guerra santa de la revolución de Independencia y arrancamos puñados de realidades históricas y de verdades políticas, entonces digo que la iniciativa es buena, es noble, es justa y es saludable, por que la sangre de Hidalgo y de Allende, de Morelos y Matamoros ahoga los resplandores de gloria con que quieren envolver la torva figura de Iturbide, tomándola como bandera de combate, los hijos espirituales de Abad y Queipo, y Mora y del Río. (Aplausos.) Esta mañana me contaba un amigo que platicando con una santa y deliciosa monjita, le decía: ¿Pero que piensa usted de los señores diputados tan herejes queriendo borrar de la Cámara de diputados a nuestro Dios, a Iturbide? ¡Ah, pero hay excepciones en la Cámara! decía la monjita Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo ¡Son los señores Z. Moreno, Alessio Robles y Norberto Domínguez, la tercera persona de la Santísima Trinidad! (Aplausos.)
Señores representantes, con toda la sinceridad que creo que me caracteriza, voy a tratar este punto a través de mi carácter, a través de mi temperamento y de mi modo de ser político. Venir a hablar en esta tribuna de que hay que escuchar la voz solemne de la historia sería, rígida e imparcial, es no saber lo que se está haciendo. Esto, más que yo, lo sabe el cultísimo señor ingeniero Don Norberto Domínguez, que haría un brillantísimo papel oficiando en el Santo Sacrificio de la Misa. ¿Quién es el historiador imparcial, dónde se ha escuchado esa voz rígida y serena? Desde Tácito, señor don Norberto Domínguez, aquel a quien los clásicos lo llamaban el Miguel Ángel de la historia, y los románticos su Rafael y los que no eran ni clásicos ni románticos lo tomaban como un dios romano que tiene siempre un templo iluminado en la conciencia de cada ilustrado, fue, ciudadano Domínguez, apasionado y violento en sus juicios. ¿Y Gregorio de Tours, el primer más grande monumento de la historia francesa, decidme si no era también violento y agresivo? ¿Y Thiers, Thiers, ciudadanos representantes, siempre fino, siempre hiriente como aguja y a veces esplendoroso como rayo? ¿Y Guizot, hombre agresivo, incisivo, nervobilioso? ¿Y Quinet el pomposo, el volento? Decidme, ¿quién de todos estos historiadores, para juzgar los hechos y los hombres de su época, no ha sido apasionado y violento?
El C. Domínguez: ¿Me da la palabra para contestar a usted?
El C. Martínez de Escobar Rafael: No puedo darle la palabra, porque no gusto de dialogar, compañero Domínguez.
Y venir aquí, compañeros, en verdad, trayendo en estos momentos las obras de los diversos historiadores de este país, francamente en mi concepto resulta estéril la labor, después explicaré por qué. Pero vamos a ver si entre los historiadores mexicanos existe también esa serenidad y esa imparcialidad . Don Lorenzo de Zavala en su "Historia de México", ¿no es apasionado, no es injusto, no es parcial estudiando los hechos, estudiando las cosas y los hombres según su temperamento y su modo de ser político? El doctor Mora, el ilustre consejero del patriarca de la Reforma, don Valentín Gómez Farías, en su estudio acerca de las revoluciones de México, ¿No es también apasionado, a pesar de que creo yo que sea uno de los que más pueda tener el título de imparcial y de sereno? ¿Don Lorenzo de Zavala, que por su odio a don Antonio López de Santa-Anna, llegó hasta la traición? Don José María Vigil, sereno como nieve de eminencias montañosas, dice el señor don Francisco Bulnes, ¿fue efectivamente sereno, fue efectivamente imparcial, no hay nada de apasionamiento en sus ideas? Don Guillermo Prieto, aquel cuya obra de historia es un tierno romance jacobino, ¿fue completamente imparcial como creéis? ¿Don Ignacio M. Altamirano? El señor Pérez Verdía, que en verdad creo yo también que es uno de los historiadores que tiene menos pasiones y las pasiones que tiene son pasiones nobles, ¿fue sereno imparcial? No, ciudadanos representantes. Hace poco, en una crónica relativa al Congreso de Abogados, leía una frase justa del señor Emilio Rabasa: "Quien no tiene pasión para juzgar, es que tiene el entendimiento y la inteligencia castrados." La historia indudablemente que es algo así como la clínica para el médico, como el museo para el naturalista, como el expediente del Juzgado para el abogado; la historia indudablemente que es el criterio de la experiencia, y el criterio de la experiencia y la observación indudablemente que se enseñorea no sólo de las ciencias naturales, sino de las ciencias sociales; querer quitar el desapasionamiento del historiador es tarea estéril. ¿Vamos a hacer obra de historia: se trata aquí de saber el nombre de tal o cual héroe, de tal o cual batalla, el número de elementos con que combatió? No, aquí se trata de hacer crítica histórica, y si es verdad que una crítica histórica tiene que haber historia, como en una historia
algo de crítica, indudablemente que hay un criterio diferencial entre los dos términos. La crítica histórica justamente tiene objeto depurar los hechos históricos para formar con ellos generalizaciones que sirvan a los hombres y a los pueblos. Querer presentar la historia insípida e incolora relatando hechos, ¡no me explico a quién se le pueda ocurrir! La historia tiene que ser un fallo justiciero que premie o castigue, que enaltezca o infame; la historia, sin dejar de ser un arte, es una ciencia y es una filosofía; es un arte, porque es necesario que el historiador sepa transmitir a los que lo lean sus entusiasmos y sus indignaciones. ¡Quién es el historiador que pueda colocarse más allá del bien y del mal, más allá del vicio y la virtud, más allá de la sombra y de la luz, más allá del odio y del amor? Ninguno y todos nuestros historiadores han estudiado esta cuestión de la guerra de Independencia, quieran o no, a través de su temperamento netamente político. Esto no es extraño que lo diga yo; un ilustre abogado, hermano del señor Rafael Ramos Pedrueza, en una conferencia enteramente obscurantista y retrógrada, aunque elocuente, sustentó esta tesis: que la guerra de Independencia era una guerra civil, era una guerra de mexicano a mexicano, era una guerra en que luchaban ya la tradición y el progreso, y el evolucionismo. ¿Qué acontecimientos generaron la guerra de Independencia? Múltiples son éstos, muchas son las causas, diversos son sus aspectos, y es necesario estudiarlos para ver a qué conclusión llegamos. Decía el señor ingeniero Alessio Robles, y decía bien, que sucesos políticos, que sucesos sociales de la España, sin tomar en cuenta - porque no venía al caso - la importancia de la Independencia de Norteamérica y la revolución francesa; decía él que los sucesos de allá fueron los primeros que empezaron a generar el sentimiento de emanciparse en este país.
Y es verdad; la causa del Escorial seguida por Carlos IV a su hijo Fernando el príncipe de Asturias; los tumultos de Aranjuez, que tuvieron como consecuencia que se acometiera la casa del ministro Godoy en España y que abdicara Carlos IV en su hijo Fernando: las juntas vergonzosas en Bayona, en donde Napoleón nulificó el acto en que se coronara a Fernando, enviando a éste expatriado y destituyendo a Carlos IV para poner a su hermano José; todos esos acontecimientos, porque las guerras napoleónicas en España traían consigo, indudablemente, ciertas reformas, ciertos principios, ciertas libertades y cierto espíritu progresivo, hizo, ciudadanos representantes, sentir cierto malestar entre las clases sociales de Nueva España, no en las clases indias, fíjense bien en este punto que es verdaderamente importante, sino en las mismas clases españolas, en las mismas clases criollas se sintió un malestar, y entonces empezó a anidar, empezó a germinar, empezó a florecer el sentimiento de la Independencia y por ello vemos los primeros brotes. ¿Cómo? Todos sabemos cómo se portó don Francisco de Primo Verdad, que ese sí, en mi sentir, debería estar colocado en los muros de esta Cámara en lugar de Iturbide, porque él fue el primero que entonó el canto, el que cantó el himno de la soberanía popular para este país; (Aplausos) don Francisco Azcárate, el licenciado Cristo, Talamantes, etcétera, y entonces vimos, porque éste es el fenómeno social que se desenlazaba en esta época, cómo don Gabriel de Yermo, de alma española, genuinamente española, con vecinos españoles de la ciudad de México, depuso a Iturrigaray, el 15 ó 16 de septiembre, y aunque tengo buena memoria y esto no es fatuidad, porque alguien dijo que la memoria es el talento de los tontos, en este caso, no recuerdo si fue el 15 ó el 16, porque tengo mucho temor al hablar en esta tribuna, lo digo con franqueza; desde luego reconozco una gran cultura histórica en el cronista de "Excelsior", es la verdad, lo he tratado y sé lo que sabe; pero si me equivoco en un día, que tenga en cuenta que estoy tratando la cuestión global y que puedo perder un nombre o una fecha, lo que no importa para el desarrollo global de mi tesis. Digo que don Gabriel de Yermo depuso a Iturrigaray porque se pensaba en la formación de un Congreso, porque se iba a lastimar, a herir muchos de los fueros y privilegios de las clases españolas; todo mundo sabe cómo esto fue extinguido, extirpado. Pues, señores representantes, desde esa época, y esto no es cuestión de cultura histórica, porque con toda franqueza digo que no conozco Historia, ya que sólo he estudiado en la Preparatoria y después he venido leyendo obras más bien modernas de don Francisco Bulnes, Iglesias Calderón, etcétera; pero el que haya leído en estos días la edición extraordinaria de "El Universal", muy preciosa, y la no menos preciosa de "Excelsior", así como las de "El Heraldo" y "El Demócrata", si tenía ya algunos conocimientos previos, con haber leído todo esto ha de haber refrescado su memoria, porque hay que advertir que el que se haya puesto a estudiar Historia, como algunos compañeros, de diez días acá, le tiene que pasar lo que a aquel caudillo visigodo que fue invitado a comer a Constantinopla por el emperador, y bebió tanto vino exquisito en aquel banquete, comió tantos manjares delicados y sabrosos, que naturalmente murió de borrachera y de congestión: ¡tal pudiera pasar al muy ilustre compañero don Francisco Castillo. (Risas. Aplausos.)
Pues bien, señores representantes; ¿qué método debe aplicarse en las investigaciones históricas? ¿Qué método de razonamiento? Porque así es como nos vamos a poder entender; venir como viene el ciudadano Domínguez, con todo su talento, que soy el primero en reconocer, a decir que todos los grandes hombres tienen los defectos inherentes a sus grandes cualidades, con esto no nos dice nada; aplicar el método inductivo: ese es el que debe servir para el caso actual, para las investigaciones históricas, para ver la figura histórico - política de don Agustín de Iturbide. Pues bien; desde entonces - nos dice don Juan de Dios Robledo, joven talentoso, joven elocuente en esta materia, joven conocedor, que fue premiado en el último concurso -, desde entonces, nos dice él, tomándolo naturalmente de los libros de Historia que ha saboreado: don Agustín de Iturbide demostró sus tendencias, su temperamento, su modo de pensar, sus ideas, ¿cómo? Felicitando, felicitando al nuevo Gobierno que había depuesto a Iturrigaray. Fíjense, pues, para ir estudiando a un hombre, y conste que no voy a estudiarlo dentro del medio; lo voy a
estudiar dentro de aquellas costumbres, dentro de aquella atmósfera, dentro de aquel ambiente, dentro de aquel clima, y no debemos estudiarlo dentro de éste, porque todos los hombre, todos los problemas sociales hay que juzgarlos dentro de un medio social determinado. Más tarde nos dicen también y voy tomando estos datos y los voy queriendo o hacer constar para mi deducción posterior -, cuando más o menos en esa época, en la conspiración de Michelena, aunque no está comprobado, hay sospechas, se decía, y muchos historiadores así lo cuentan - será verdad o será mentira, yo por eso aquí repetirá con don Querido Moheno una frase que leyó no sé dónde, ni recuerdo quién fue su autor: "cuando veo cómo se escribe la Historia contemporánea, casi no creo en la Historia antigua."-; pero es el caso que aparece como que él denunció aquella conspiración; sea o no sea cierto, la duda ya existe en las conciencias, y, además después de estudiar atentamente a Iturbide, posteriormente al Plan de Iguala y a los tratados de Córdoba, tenemos, por un razonamiento de deducción a base inductiva, que creer que es exacto. Ahora, señores representantes, ¿por qué guasear un punto tan importante, como lo ha hecho el general Domínguez, (Risas.) o digo, el ingeniero Domínguez? ¿por qué no tomarlo en verdadera seriedad? ¿Qué clase de revolución fue la guerra de Independencia? Porque como dice muy bien don Francisco Bulnes, que por virtud de que tiene talento y tiene cultura siempre que de estas cosas habla, se infla como un globo de un millón de metros cúbicos; don Francisco Bulnes, naturalmente extrayendo las ideas de obras sociológicas, nos dice que hay varias clases de revoluciones: revoluciones militares, revoluciones populares, revoluciones de guerra de guerrillas, revoluciones de procedimientos de hordas africanas, ¿Qué clase de guerra fue de la Independencia? Fue una revolución militar? Indudablemente que no; puede haber tenido un aspecto de tal con Allende, pero en el fondo fue una revolución popular. ¿Cuáles son las revoluciones populares? Aquellas en que contienden dos clases sociales antagónicas, una clase proletaria contra una clase burguesa monopolizadora, y éste es el tipo de guerra santa de Independencia. ¿Qué buscaba, qué quería, cuáles fueron las causas eficientes y las causas finales de ella? Para eso tenemos forzosamente que estudiar la organización social de aquel momento. Indudablemente que una profunda desigualdad social existía en el régimen colonial entre la clase española, entre la clase ibera y aun entre la clase criolla y mestiza, porque éstas misma, aun la criolla, carecía de privilegios y fueron propios de la clase ibera; pero donde el contraste se ostenta monstruoso es cuando el espíritu analítico comparativo desciende hasta el abismo, hasta la sima en que yacía esa clase desheredada y explotada, que siempre fue encontrada por las noches y los días, por los crepúsculos y las auroras, ciega, entristecida, mutilada: la clase india, esa clase hundida por el déspota conquistador en las tlapixqueras, sujeta al guantelete de hierro del pretoriano y encomendero, despojada de sus tierras, en fin, constituído como siervo de la gleba, como vasallo de la Iglesia, como esclavo del encomendero; esa clase a la que no se quería reconocer ni siquiera el pensamiento de sociabilidad, no había nacido - decían las clases españolas - para pensar, para sentir, para razonar; había nacido para callar, para obedecer, era el ilota.
Efectivamente, y así vemos que cuando el pretoriano de la espada levantada mansiones señoriales y en las haciendas y en el corazón de las ciudades y cuando el pseudo - hombre de la sotana, al que con tanto gusto nombre nuestro estimable amigo el señor ingeniero Norberto Domínguez, levantaba conventos en las haciendas y en las ciudades, quien cargaba la piedra, quien sufría el golpe del látigo, quien era postergado, quien arrastraba las cadenas, era el indio. Pues bien, ciudadanos representantes, vean, pues, ustedes en que situación social se encontrada el indio, que es el protoplasma de nuestra nacionalidad durante el régimen colonial, es decir el indio, aquellas chusmas abigarradas, aquellas masas humanas, aquellas hordas, esas ni siquiera tenían los beneficios del derecho de gentes. Esa era la situación y esa fue la verdadera causa generadora de la guerra de independencia: el indio esclavo, el indio escarnecido, el indio vilipendiado, el indio que quería ser indio ciudadano, que quería ser indio libre. Y aquí manifiesto yo, ciudadanos representantes, que estas clases indias, motivadas por la exaltación de la sangre, por la exaltación del número, por la exaltación patriótica, por la exaltación religiosa, en un momento dado encontraron a su hombre, y por esa razón mataban, desolaban, aniquilaban, por que el indio ha sido el grito de nuestra conciencia, ha sido la peor de nuestras culpas, y por eso las masa humanas de miles y miles de hombres iban con el cura Hidalgo, el verdadero apóstol, que no puede, como diría el compañero Ramos Pedrueza, que no dijo, "coexistir juntos", que no puede por ningún concepto estar la figura de Hidalgo con la de Iturbide; porque ciudadanos representantes, la empuñadura de la espada de Iturbide se lleno de sangre, de sangre insurgente, y por eso los héroes anónimos de la guerra de independencia parece que se levantan de sus tumbas, que rompen las lozas de los sepulcros, y que le dicen a esta Cámara: "Los muertos mandan". Y por eso, en acatamiento de la voz de nuestros muertos, hay que borrar el nombre de Iturbide. (Aplausos estruendos.) Dice el compañero Alonso Romero en estos momentos, si no me equivoco, que fue tan sanguinario Hidalgo como Iturbide...
El C. Romero: Sí, tan sanguinario como Hidalgo.(Siseos. Campanilla.)
El C. Martínez de Escobar: Yo, compañeros, en verdad lo lamento, porque creo que de guasa lo dijo quizá el más querido de mis amigos...
El C. Alonzo Romero: Lo dije de verdad, no tengo fetiches.
El C. Martínez de Escobar: Tenemos forzosamente que estudiar las causas que movieron a unos y a otros...
El C. Alonzo Romero: Yo borraría desde donde dice Hidalgo, hasta donde se lee 1867; yo borraría todo.
El C. Martínez de Escobar: Iturbide mataba, Iturbide desolaba, Iturbide destruía, Iturbide sembraba de cadáveres este suelo, Iturbide regaba con ríos de sangre esta patria, ¿por qué? ¿Qué perseguía,
qué quería, cuáles eran sus aspiraciones, sus objetivos? El mataba destruía y desolaba porque no quería que el indio esclavo se transformara en hombre libre; mientras que Hidalgo, que no podía dominar a sus chusmas, no podía impedir que éstas mataran, desolaran y destruyesen porque quería emanciparse. (Aplausos.) El uno mataba y destruía porque no quería la emancipación y la transformación de aquellas bestias de carga en ciudadanos, y los otros mataban y destruían en un gesto de suprema rebeldía porque querían pasar de su calidad de bestias a hombres libres. Esto tiene que convencer a cualquier cerebro...
- El C. Alonzo Romero:, interrumpiendo: ¡También villa mató!
El C. Martínez de Escobar: Vemos, pues, a grandes rasgos, las verdaderas causas hondas y profundas que movieron a aquel mar de gente para hacer esa revolución tan fieramente, tan coléricamente, con una fuerza explicable que iba persiguiendo el bien, un objetivo moral. Vemos, por lo tanto, cómo si Hidalgo mataba, no está desde el punto de vista de la dinámica moral - que es lo que me importa -, en las condiciones de Iturbide, porque el uno seguía un objetivo saludable y bueno, y el otro perseguía un objetivo de pretoriano.
Veamos ahora un tercer punto de la vida de Iturbide. Don Francisco Bulnes, lo mismo que don Fernando Iglesias calderón, dicen esto: ¿por qué se acusa a Iturbide de traidor, de pretoriano y de haber vuelto sus armas contra el gobierno a quien obedecía, si en las mismas condiciones estaba, por ejemplo, Allende, que pertenecía al ejército virreynal, si en condiciones no militares pero sí religiosas, el cura Hidalgo dependía de la iglesia católica, de aquella iglesia que se enseñoreaba de las conciencias y de la política de este país. Entonces aquí el dilema se impone: ¿Quién procedió con razón - debemos preguntarnos nosotros - en aquel culminante momento histórico? Allende volviendo sus armas contra el virrey o Iturbide permaneciendo fiel? Pues, señores representantes, si vamos a juzgar el asunto como lo juzgan, por ejemplo, el muy ilustrado don Fernando Iglesias Calderón y el muy ilustrado don Francisco Bulnes, se vuelve un Josafat horriblemente confuso y caótico ese periodo histórico y aun todos los hechos históricos que tengan analogía o semejanza con éste, porque si vamos a decir que Iturbide por razón de nacimiento, por razón de temperamento, por razón de psicología, por razones del nacimiento y del medio social en que vivía, era fervorosamente amante de las instituciones monárquicas y devoto convencido de las instituciones católicas, un siervo obediente del rey y de la iglesia, y que por lo mismo él, en vista del medio que lo rodeaba y de los factores que lo circundaban, procedió bien y debemos justificarlo, con ese criterio, compañeros no llegaríamos a ningún lado. ¿Por qué? Porque al querer aplicar el determinismo histórico, el fatalismo político, el fatalismo social, entonces tendríamos que llegar a decir que don Victoriano Huerta, opiófago y ebrio por naturaleza, que llevaba el crimen en la sangre, pues es claro que mató a Madero y a Pino Suárez porque el medio en que había vivido, por que las circunstancias que lo habían rodeado, porque el ambiente en que había respirado era lo que había formado ese modo de ser, y con este criterio no llegaríamos a ningún lado. Tenemos que seguir aplicando el método analítico que prepara el material de la síntesis, y la síntesis que prepara el material de las generalizaciones. Don Agustín de Iturbide cometió este hecho tremendo: que siendo él mexicano, que no habiendo nacido aquí, que habiendo palpado y habiendo tocado todas las miserias y todas las tristezas y todas las lacras de las clases a que perteneció, aunque él tuviese alma española, aunque fuese hijo de mexicana y español - si no me equivoco -, de todas maneras él era mexicano, de todas maneras él había nacido aquí e iba con los enemigos de la clase social que luchaba, y con la cual debería haber tenido más relaciones de afinidad, y Allende, dándose cuenta de esta situación triste y miserable ¿qué importa que en virtud del principio de la soberanía popular se haya revelado contra las fuerzas del virrey? Yo sostengo esta tesis: que el ejército no tiene por objeto servir a un hombre incondicionalmente; la misión noble y sublimada del ejército es ser celoso defensor y guardián patriótico de las instituciones de un país. (Aplausos.)
Y aquí sí estoy de acuerdo con Iglesias Calderón, que dice que cuando Napoleón el Pequeño holló la constitución de su país, disolvió el Congreso y ametralló a los diputados, el Ejército no debió haber estado con él, y que cuando Huerta asesinó a Madero, el Ejército tampoco debió haber estado con él; pero no estoy conforme cuando se dice que al convocar Carranza al Congreso constituyente de Querétaro, el Ejército, noble y digno, no debió estado sosteniendo las nuevas instituciones, sino que todo él debió haberle volteado las armas. No, porque ese Congreso era la síntesis de un proceso revolucionario para darle forma constitucional...
El C. Alonzo Romero, interrumpiendo: ¿Y Guadalupe Sánchez?
El C. Martínez de Escobar: Yo agradecería a los compañeros que tuvieran la bondad de no interrumpirme, porque creo que soy bastante correcto y nunca los interrumpo. Sigamos con la guerra de independencia. Sí noble y grande fue el grito de guerra que brotara de los labios sangrados del padre Hidalgo, yo creo que ciño un laurel más a su corona, quizá más ennoblecido y sublime que el grito de independencia, decretando la abolición de la esclavitud de los indios en un decreto que, si mal no recuerdo, fue en 1810, si no me equivoco - que esto no tendría nada de raro dentro de esta profusión de ideas -, ésta fue una de las mayores glorias, la abolición de la esclavitud de los indios, señores, cuando todavía por cincuenta años iba a existir en los Estados Unidos de Norteamérica, allá por donde abolir la esclavitud peleó Gran, donde por abolir la esclavitud murió Brown, ahí donde por abolir la esclavitud habló elocuentemente Lincoln. Pues el padre Hidalgo, ese individuo con sus chusmas iba, ese idealista, ese apóstol lanzó el decreto aboliendo la esclavitud y el decreto de exención de pago de tributo de los indios. Vean, pues, cómo desde ese momento cobró mayor santidad nuestra guerra de independencia y se verificó un fenómeno social, un fenómeno político, abstracto, un fenómeno
hasta de derecho constitucional! Extendiéndonos en estas consideraciones, a Iturbide le vemos combatiendo esos ideales; es decir, combatió a esas hordas, a esas masas que iban con Hidalgo, ¿por qué?, porque querían no ser esclavos; es decir, luchaba contra el decreto abolicionista de la esclavitud, luchaba contra el decreto que impedía que se siguiera cobrando el tributo a los indios. Vean, pues, la dinámica moral de uno y la dinámica moral de otro. Y luego vemos a Morelos, confirmando la fe del bautismo de nuestra nacionalidad, instituyendo el primer Congreso. No me explico cómo don Francisco Bulnes decía que los héroes de la Independencia no tenían la más mínima idea de lo que podía ser la democracia. Y si no, ahí tienen la confirmación de que esta idea evolucionaba; indudablemente que desde su origen se demostró que sí tenían ese sentimiento democrático, porque la Constitución de Apatzingán estableció la división de poderes, estableció al principio de soberanía, ratifico el decreto de la abolición de la esclavitud, se establecieron también los diversos poderes, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Vean, pues, cómo el sentimiento democrático estaba en Morelos, como había estado antes en Hidalgo, aunque el primer aspecto de la revolución de Independencia para mí es más social, aunque también tuvo un carácter social y agrarista el segundo aspecto del mismo. Hasta aquí, señores, vemos cómo luchaba, pues, Agustín de Iturbide, a quién después se le ha querido hacer héroe de la Independencia. Yo, para mª, no puede ser aquel hecho material, de poner la firma en un plan, de poner la firma en un tratado, es decir, el hecho material, la consignación material de un acto, quiera decir que moralmente, que desde el punto de vista del ideal, desde el punto de vista de la dinámica moral ese hecho haya sido la consumación de la Independencia, y si lo fue esa consignación de la Independencia, lo hizo la abnegación, el sacrificio, el heroísmo del hombre ideal, don Vicente Guerrero, contra el hombre mediocre, Agustín Iturbide. (Aplausos.) Porque tenemos que hablar de ideales, porque si no vamos a hablar de ideales, ¿entonces de qué, compañeros? ¿Entonces cómo no vamos a entender? Querer nada más citar hechos históricos y nombres y fechas, es ridículo. No, buscar las causas, buscar la conducta, buscar la intención, buscar el espíritu, buscar la fuerza y la energía que produjo aquel acontecimiento, que generó aquel fenómeno. dice un poeta psicólogo sudamericano: "el ideal, que es una partícula de ensueño que como ascua sagrada tiempla en el corazón de lo hombres para las grandes acciones, se siente, dice, cuando se anuda la garganta recordando la cicuta dada a beber a Sócrates, cuando recuerda uno la cruz izada al Galileo, al Nazareno, al Divino Jesús - conste que no me refiero a Jesús Z. Moreno, porque es bastante feo -...(Risas.) A la hoguera encendida a Bruno, a Juan Huss; cuando se abstrae el espíritu leyendo un diálogo de Platón, un discurso de Helvetius, un ensayo de Montaigne; cuando se estremece el corazón y se manifiestan las pasiones alternativamente, en que el hombre es un Romeo de tal o cual Julieta, es el Petrarca de tal Laura, es el Dante de Beatriz, es el Werther de Carlota; en fin, cuando se levantan los corazones declamando una estrofa del pálido Musset que esté de acuerdo con nuestros sentimientos; cuando la mente se figura a los genios declarando la virtud sublime de los santos y de los héroes es decir, inclinándose siempre el espíritu reverente ante la sinceridad y la pureza de ciertos hombres; cuando vemos a los mártires sacrificándose por un ideal, se siente uno emocionado como cuando recordamos a don Francisco I. Madero diciendo: Que se salve la ley, aunque perezcamos nosotros; cuando vemos a Vicente Guerrero, el único y verdadero consumador efectivo de la Independencia, diciéndole a su padre cuando se arrodillaba ofreciéndole honores, primero que tú y primero que mi madre y primero que todo, está mi patria; cuando recuerdo a Bravo después de que su padre había sido condenado a al pena del garrote dando libertad a los prisioneros españoles; cuando recuerda uno a esos hombre abnegados que han sabido posponer siempre la ambición al ideal, yo creo, ciudadanos representantes, que Guerrero e Iturbide significan dos personalidades completamente distintas moralmente; mientras Guerrero pospone toda clase de ambiciones y toda clase de esperanzas para servir a su ideal acariciado, don Agustín de Iturbide, el verdaderamente verdugo de todos los insurgentes, el verdadero pretoriano de todos ellos, macula y mancha todos sus ideales para servir a su ambición: Ser el primer jefe del Ejército que promulgara la Independencia. He ahí la ambición opuesta al ideal. Ahora bien, ciudadanos representantes; ¿por qué razón las Clases sociales enemigas de la Independencia se volvieron a favor de ella? ¿Acaso porque ya en sus conciencias y en sus espíritus y en su cerebro se había hecho la revolución, la revolución de los espíritus, la revolución de los cerebros, como diría Altamirano, la revolución de la inteligencia, es decir, ya se había conquistado el corazón y el cerebro de esos hombre? Yo creo que no. En este punto no estoy conforme con el compañero Antonio Díaz Soto y Gama. No me explico yo, ciudadanos representantes, sino teniendo en cuenta la ambición, ¿cómo es posible que los mismos individuos, qué digo! los mismos individuos, ¡qué digo! los mismos individuos, unos físicamente y otros moralmente iguales, que había depuesto a Iturrigaray, que habían estado con don Gabriel de Yermo, fueran los mismos que después en la Profesa conspiraran para hacer la Independencia? Entonces, ¡a qué se debe este cambio psicológico este cambio espiritual, qué transformación se produjo en sus conciencias? Pues la historia hecha crítica no explica también esta situación. ¿Qué había pasado en España? Antes dije, diez años antes, lo que había sucedido; pues que allá una revolución constitucionalista - no semejante a esta revolución constitucionalista - había triunfado y se había exigido la promulgación de una Constitución eminentemente liberal para aquella época, para aquel medio, y esta Constitución traía entre otras cosas la tolerancia religiosa y naturalmente que el Clero de aquí, la Iglesia y el encomendero y el pretoriano que también sentían en algo heridos sus privilegios militares, reaccionaron no cambiando las ideas, no cambiando los pensamientos; era el mismo pensamiento y la misma idea de ellos en ese momento histórico de 1821, seguían siendo enemigos de las ideas liberales y progresistas que había nacido en España y entonces ya vimos cómo el doctor y
canónigo Monteagudo, el que tenía más influencia en el clero, en Bataller, con el inquisidor Tirado, que llevaba un alma de rebeldía completa contra la independencia mexicana, esos mismos tomaron como instrumento a Iturbide, e Iturbide, osado, inteligente, audaz, que traía, como leía ayer el compañero Soto y Gama y lo publicó toda la prensa, a más de cuatro maridos celosos, a más de cuatro muchachas locas, ese hombre, ese tirano de la moda de aquella época, ese árbitro de la elegancia de aquel momento, ese individuo entonces, ciudadanos representantes, quiso devorar voluptuosamente el manejar que había en la mesa puesta por virtud de la abnegación, de las heroicidades, de los sacrificios de todos los insurgentes que con Guerrero, que surgió en las montañas del Sur, siempre había llevado en su espíritu y su cerebro cargado de hermosos ideales, propio de su Estado nativo. Esto fue lo que sucedió y esto fue lo que pasó; las misma ideas reaccionarias, las mismas ideas conservadoras, las mismas ideas obscurantistas, las mismas ideas retrógradas; entonces yo, al través de mi temperamento, me pregunto: ¿Y dónde está la moral? Si es la moral la norma de los diversos fines individuales; si es la moral la base del derecho, si es la moral la base de la sociedad, si es la moral la base del fenómeno político; si es la moral la base de todo movimiento evolucionado ¿cómo no tenemos en cuenta esa moral para estudiar más este fenómeno? Yo, ciudadanos representantes, me pongo a pensar en el abrazo de Acatempan, en ese histórico abrazo que algunos historiadores niegan, y en verdad me confundo. Nada de extraño tiene: yo no soy historiador; pero indudablemente que habiendo estado en contacto con el movimiento evolutivo revolucionario último y habiendo leído una que otra vez a Zavala, Alamán, y a todos esos señores historiadores de la Francia, y de la Inglaterra, etcétera y teniendo en cuenta lo que simbolizaba, lo que el uno y el otro representan, en verdad es un acontecimiento curioso el abrazo llamado Acatempan; porque en ese abrazo se querían fundir dos principios opuestos, dos tendencias antagónicas, dos valores morales que eran un polo y otro polo, es decir, se abrazaba el futuro emperador iluso, don Agustín de Iturbide, genuinamente monárquico, refinadamente aristócrata, amante de la instituciones del rey, de conciencia borbonista, de alma fernandista, el tipo que representa o represento en nuestra Historia la aristocracia criolla militar, que en él tuvo a su primer hombre y que, en mi concepto, su último fue el general Miramón; aquél que se abrazaba con Guerrero, el hijo del pueblo, el liberal de abolengo el demócrata esplendoroso, el indio, es decir, el que había estado luchando constantemente en la montañas del Sur por conseguir la emancipación de su país, de que siguiera gobernándolo justamente un príncipe de la casa de Borbón, un monárquico de conciencia fernandista; ¿cómo se explica esto? Es una fusión aparente solamente por las circunstancias de aquel instante, por las circunstancias de aquel momento y el señor Alessio Robles, por ejemplo, dice: ese fue un acto de traición de Vicente Guerrero, porque él había jurado la fe republicana con Morelos y con los diputados que dieron la Constitución de Apatzingán, y por lo tanto claudicó. ¿Será verdad, será mentira? Pues habrá sido una debilidad, será una mancha de Vicente Guerrero, pero ya dije yo que hay que aplicar para los hombres y para los hechos históricos como método de investigación, el método inductivo. Un hecho no puede engendrar una generalización ni para bien, ni para mal; ni el hecho de Guerrero, si fue claudicación, hace una generalización para decir que fue malo y que por eso no debería vivir en el corazón de los mexicanos, ni, con el método inductivo, en mi concepto, el hecho de Iturbide de haber firmado el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, en vista de lo que yo entiendo de aquel momento y a través de mi temperamento y de mi carácter, como entiendo un fenómeno sociológico - porque no me las doy de historiador -, ese hecho, por grande que haya sido, teniendo en cuenta la causa y la intención no podía tampoco autorizarnos para que hagamos una generalización y decir: todos los exterminios, todos los lutos, toda la sangre que se derramara por ese hombre queda completamente extinguida y desvanecida ante ese hecho. No, un hecho no puede hacer una suma de hechos que aplasten como una montaña. ¿Realmente el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba son las credenciales legítimas de nuestra independencia? Yo creo que sociológicamente es discutible, perfectamente discutible; indudablemente que lo es, no desde un punto de vista ruín, no desde un punto de vista miserable y mezquino, el hecho material sigue escueto, rígido, insípido, incoloro. No, teniendo en cuenta las finalidades, las causas generadoras de la guerra de Independencia, yo creo que las credenciales fueron los once de lucha abnegada en que se vertieron muchas lágrimas y mucha sangre; la causa verdaderamente generadora de todo ese vía crucis, de todo esa lucha y no solamente, ciudadanos representantes, los diputados que hoy quieren desprestigiar en dondequiera y yo no sé por qué pronuncian estas palabras, de que son tontos, de que son ignorantes y torpes jacobinos, rapaces y demagogos; que siempre llevan la espuma en los labios - por una mala asociación de ideas, iba a decir, una frase de algunos de los cuatro Pegasos de nuestro apocalípsis, por decir, frases de algunos de los cuatro jinetes del trágico cuadrilátero del régimen huertiano -. Uno de los más talentosos de ellos, el más florido, el más culto, el más refinado, desde el punto de vista científico, el más grandilocuente, el más orador, que es el más sugestivo, el más simpático, el que más don de gentes tiene, el más crítico, a ese, uno de los miembros de ese cuadrilátero brillante para ellos, pero trágico para la historia, yo le oª esta frase, ciudadanos representantes, en un discurso, en una tribuna popular cuando era yo estudiante; decía: "Hay muertos a quienes se debe matar y uno de esos muertos es Picaluga, y hay hombres cuyo recuerdo debe ser destruído, y ese hombre es don Agustín de Iturbide". Eso dijo uno de los talentos del cuadrilátero. Y ahora es una vergüenza que después de una revolución reivindicadora, de una lucha social, no se quieran hacer rectificaciones históricas de valores morales diciéndonos ¿qué torpes, qué ignorantes, y una montaña de epítetos sangrientos contra esta Asamblea!, contra esta Asamblea que está haciendo otra
revolución, porque no solamente se hacen las revoluciones en los campos de batalla, no solamente se hacen las revoluciones en las montañas; también se hacen las revoluciones en los cerebros y en los espíritus. Ciudadanos representantes: ¿por qué no hemos de tratar ese asunto, cómo es posible que se defienda el nombre de don Agustín de Iturbide, que fue el primero que destruyó, que encarceló a los diputados de nuestro segundo Congreso en este país?
¿Cómo es posible que esta Cámara, aunque sea una entidad distinta por los hombres, indudablemente que es la misma, porque no hay solución de continuidad en la entidad moral, pueda tener aún el nombre de uno que fue el primero que dio el cuartelazo destruyendo, como dice don Emilio Rabasa, y ese es talentoso y ese es culto y ese ha escrito, señores, sobre juicios de amparo y sobre Derecho constitucional; ese ha escrito sobre sociología, y sabe lo que dice don Emilio Rabasa, idlo a buscar en "La Constitución y la dictadura", dice: "el hombre era desproporcionadamente pequeño para los destinos a que él se creía llamado; don Agustín de Iturbide fue el primero que disolvió un Congreso", y luego concluye: "esa disolución es el acto más trascendental, es el acto más trágico, es el acto más nefasto y tenebroso de nuestra Historia, porque Agustín de Iturbide destruyó el encanto de la majestad popular, destruyó las ideas democráticas en germen en el país; destruyó los principios morales de filosofía política; ese hombre vino a destruir aquello que ya habían cantado los filósofos del siglo XVIII, como los poetas del siglo XIX." Eso dice Rabasa, y lo condena como germen - no soy yo quien lo dice - como germen de todos nuestros cuartelazos. Dice, y llama la atención al señor don Norberto Domínguez, que el ejemplo, que la causa generadora de nuestros cuartelazos fue el trágico cuartelazo de Iturbide y por eso ese ejemplo se difundió, ese ejemplo se sembró en la conciencia y él es, por lo tanto, no el padre de la patria, sino el padre de los cuartelazos. (Aplausos estruendosos.) Si fuera a deciros, compañeros, cómo piensa el licenciado, cómo pensaba don José María Gamboa, que también fue grande en la inteligencia, que también fue genial, que también fue una montaña de cultura, y don Rodolfo Reyes, que cualesquiera que sean sus vicios, que cualesquiera que sean sus defectos, es un hombre indudablemente de lo más equilibrado, de lo más completo, de lo más íntegro desde el punto de vista de la inteligencia; leed un folleto de él presentado en el Centenario de la Independencia, hace diez años, presentado al Congreso de Abogados o no recuerdo a qué lugar, a qué asociación, un trabajo en donde estudió la evolución del Derecho Constitucional, y ahí encontráis frases más candentes, más sangrantes, más terribles, dirigidas por don Rodolfo Reyes, hace once años, si ustedes quieren un poco barnizadas, suavizadas; pero en el fondo está la palabra traidor, está la palabra ambicioso, está la palabra mezquino, la palabra ruín; esa fue la labor de don Rodolfo Reyes, esa inteligencia, ese talento, ese que todo el mundo lo canta como uno de los hombres más cultos de México, eso lo dijo hace once años y, ¿por qué se asustan de que Soto y Gama y Martínez de Escobar y de que diez, doce o más compañeros sientan, que experimenten el fenómeno de la guerra de Independencia, tal cual es, experimenten la sensación que se vivió en aquellos momentos y que se vive en estos momentos? Ya os he citado, pues, a hombres no ya del cuadrilátero, sino otros como el licenciado Reyes, a don José María Gamboa, quienes tienen frases más o menos semejantes. ¿Por qué escandalizarnos? Yo creo, señores Representantes, que toda la vida pasada a don Agustín de Iturbide antes del Plan de Iguala y de los tratados de Córdoba, es innoble, ignominiosa, está bañada de lodo, de fango, están sucios todos y cada uno de estos hechos: el Monte de las Cruces; ¿para qué decir el vencedor, el genio de la guerra, el rey de los militares, que había derrotado a Morelos con trescientos españoles o trescientos mexicanos contra trece o catorce mil insurgentes que tenía Morelos, como dice la Historia, cuando se ve que todo es mentira? ¿Para qué seguirlo paso a paso? Estudiemos todos los hechos psicológicos, todos los hechos políticos, todos los hechos ejecutados por Iturbide dentro de ese periodo de tiempo, y encontraremos que lo revelan como un ambicioso vulgar, como un enemigo de los ideales de la democracia, como un enemigo de los principios progresistas, y viene el momento del Plan de Iguala.
Para mí, ciudadanos representantes, si la independencia como fenómeno social la iniciaron el cura Hidalgo y Allende - tomo estas personalidades porque, en mi concepto, son lo más representativas, ellos dos la iniciaron -, estudiemos después a Morelos con su genio, con su talento, con su absoluta carencia de ambición, definid esa guerra de Independencia; en mi concepto, quien la detiene, quien hace en ella un statu quo, quien le levanta una muralla, quien le levanta un valladar es precisamente Agustín de Iturbide en el Plan de Iguala y los tratados de Córdoba; ¿por qué? Porque después del Plan de Iguala y los tratados de Córdoba siguió, ciudadanos representantes, el Clero con todos sus vicios y con todas sus corrupciones dominando; el pretoriano de la espada señoreándose del país, el encomendero y todos los explotadores de aquel régimen siguieron absolutamente igual, hasta en los puestos públicos. Por eso digo yo que se detuvo la guerra de Independencia como fenómeno social, porque ¿qué era aquello de que viniera a gobernar a la antes Nueva España Fernando VII, o su hijo, o su hermano, o alguno de los príncipes de la dinastía de Borbón? Desde el punto de vista del Derecho Constitucional, desde el punto de vista de la filosofía política, ¿qué era orgánicamente esa transformación institucional? ¿Era realmente un cambio, una emancipación? Para mi, como para cualquiera que haya estudiado suavemente Derecho Constitucional, tiene que convenir en que la unión real que existía con relación a España se transformaba constitucionalmente en unión personal, que dicen los que clasifican el estado en Derecho Internacional y Derecho Constitucional. Eso fue lo único que hubo y nada más; pero tengo que llegar a mis conclusiones, compañeros; después de ello, era natural que se hiciera una notificación internacional de aquellos tratados y de aquel Plan, y se envía a don Lucas Alamán a las Cortes españolas a que sostenga los principios y
Los fines de esos planes, y allá raya don Lucas Alamán, con gran talento en las cortes españolas y se enfrenta con el conde de Toreno, si no recuerdo mal, pudiera equivocarme en el nombre, que sostenía que siempre tenía que seguir Nueva España sometida completamente a la monarquía española de una manera amplia y vasta. Y miren ustedes este fenómeno curiosísimo: si las Cortes españolas hubieran admitido el Plan de Iguala y los tratados de Córdoba, que traían como consecuencia que un Congreso Constituyente instituyese al nuevo Estado, al nuevo México, conforme a los planes de una monarquía moderada, etcétera, etcétera; si ellos hubieran aceptado, probablemente hubieran sujeto al pueblo por quien sabe por cuántos años más, quizá por muchos años más, que los que habría empleado Guerrero y su puñado de insurgentes sin firmar el Plan; pero en las Cortes españolas no se admitió el Plan de Iguala y el tratado de Córdoba, sino, por el contrario, se dijo que no se aceptaba, que tendrían que seguir dependiendo de la monarquía española la Nueva España, y aquí ven ustedes cómo entonces ese decreto de las Cortes españolas que negara eso que se llamó consumación de independencia de México, fue lo que verdaderamente consumó la independencia de México; es decir, desconociendo el Plan de Iguala y los tratados de Córdoba. Es como inmediatamente España proclamó la independencia de México, porque en la otra forma, compañeros, por un fenómeno extraño - aunque parezca paradógico -, en el instante mismo en que se consumó la independencia de México, en el primer día de la libertad, se encadenó a todas las clases sociales de México. (Aplausos.)
Bueno. Pues entonces don Agustín de Iturbide encontró el momento oportuno, el medio apropiado, el medio propicio para satisfacer su ambición. Vemos a Pío Marcha encabezando un motín para venir, por medio del cual, a conseguir la coronación de Iturbide; esto fue lo mejor para Iturbide, que no había tenido otro sueño y otra ilusión que coronarse una especie de césar, porque soñaba que su personalidad era la bondad personificada, era la más adecuada para igualarse a Napoleón. Vino el choque entre el congreso Iturbide, porque, apesar de que no había sido electo, desde el punto de vista democrático, siempre había algo de liberalismo, y vino el choque entre el poder ejecutivo y el congreso, y entonces vemos ese acto trágico, esa primera página de baldón a las instituciones políticas, aquí vemos lo que nos dice Rabasa: "disolviendo ese congreso"; si ese acto es malo, la disolución del congreso, y lo que es peor todavía, lo que es la ratificación del crimen de esa institución, es el acto de Iturbide nombrando a un conjunto de amigos, formando una junta institucional y empezar a hacer los trabajos para una nueva constitución. No sólo quiso destruir un congreso, sino quiso por completo arrancar de cuajo y de raíz toda idea democrática, todo principio de soberanía popular. Yo, ciudadanos representantes, sin meterme a pensar en tristezas y en dolores, sin ponerme a pensar en las lagrimas que debieron haber brotado de los ojos de los familiares de Agustín de Iturbide, yo creo, ciudadanos representantes, que si hubo algo de injusticia en el decreto que lo pusiera fuera de la ley, yo creo que el cadalso de Padilla es el cadalso que tendrán que contemplar todos los tiranos y todos los déspotas para que sepan respetar las instituciones democráticas de este país. (Aplausos nutridos.) Yo creo, ciudadanos representantes, que hay un triángulo trágico para mª y que tendrán que contemplar con los ojos físicos y con los del espíritu todos nuestros gobernantes, y es triángulo trágico es este: el cadalso de Padilla, Agustín de Iturbide; el cerro de las campanas, Miguel Miramón, y Tlaxcalantongo, Venustiano Carranza. (Aplausos nutridos. Voces: ¡Bien! ¡Bien!) Hemos visto, pues, que después del Plan de Iguala y los tratados de Córdoba, don Agustín de Iturbide siguió siendo consecuente con su medio, siguió siendo consecuente con el fatalismo histórico, con el determinismo social y con el determinismo político. Fuera el Plan de Iguala y de los tratados de córdoba, toda su vida es una sombra, toda su vida es una noche, toda su vida es tenebrosa, y tenebrosa fue antes del Plan de Iguala y de los tratados de Córdoba; pues para mí un hombre que, como Agustín de Iturbide, que sólo manifestó su ambición, su espíritu trágico nacionalista, no puede ser nunca, absolutamente nunca, el proclamador, el consumador de la independencia de México; para mí lo es don Vicente Guerrero por su abnegación, porque, ciudadanos representantes, sobre la tumba, sobre el cadáver de Guerrero parece que se dan la mano la vida y la muerte. Si es verdad que perecieron su cuerpo y su carne, florece su idea, florece su pensamiento; si se apagó en los horizontes materiales, se incendia en el corazón y se incendia en el alma; pocas tumbas seguramente podrán contemplar sobre ellos el florecimiento del laurel y del saúz, como si en el parpadeo crepuscular de su organismo se hubiera encendido la lámpara votiva que consagra para siempre, eternamente, su recuerdo inmortal en el pecho y en el corazón de los buenos mexicanos. (Aplausos.) Guerrero fue el idealista, fue el soñador, fue el iluso como lo fueron todos los iniciadores de la Guerra de independencia; Iturbide fue un mediocre, fue el que bailaba la danza de la vida alrededor del becerro de oro, Iturbide bailaba la danza alrededor de la ambición. Si esto es así, compañeros, ¿qué de extraño tiene, pues, que nosotros vengamos a hacer rectificaciones históricas ante esta Asamblea? Por esto yo pregunto diciéndoles a los compañeros: todo aquel que lleve en la conciencia y en el corazón agrupados estos tres intereses: el interés de la libertad, el interés de la revolución y el interés de la patria, debe votar porque se borre ese nombre de aquí, demostrando, como los girondinos que subían al cadalso, cantando para ser guillotinados, cantando las estrofas del himno nacional de la Francia, que todos los mexicanos liberales se levantan airados vibrando en sus labios las estrofas de nuestro himno nacional. Tenemos que demostrar, compañeros, que somos capaces de hacer de esta tribuna un baluarte para que, hoy como siempre, ondee sobre este baluarte la bandera de las rectificaciones históricas y de los valores morales. (Nutridos aplausos.)
El C. presidente: tiene la palabra el ciudadano Avilés.
El C. secretario Barragán: Se suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules
y escuchar al orador. (Voces: ¡Nombres!) Castillo Francisco.
El C. Castillo Francisco: Yo voy a pedir una moción de orden, señor presidente.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Castillo para una moción de orden.
El C. Castillo Francisco: Acaba de hablar el ciudadano Martínez de Escobar, y yo mismo me fui a cerciorar del hecho, y está inscripto en el pro, no ha hablado como Comisión; de manera que yo suplico a la Presidencia que se sirva invitar a un orador del contra.
El C. presidente: La presidencia hace la aclaración al ciudadano Castillo, de que en contra de lo aseverado por él, sí estaba inscripto el ciudadano Martínez de Escobar como miembro de la comisión. La presidencia ruega al ciudadano Castillo que pase a cerciorarse de lo que acaba de manifestar. Tiene la palabra el ciudadano Avilés.
El C. Avilés: Señores diputados:...
El C. Castillo Francisco: ¡Moción de orden! ¡Moción de orden! ¡Moción de orden!(Murmullos. Siseos. Campanilla.)
El C. Avilés: Parece que los señores...
El C. Castillo Francisco, interrumpiendo: ¡Moción de orden! (Siseos. Murmullos. Campanilla.)
El C. Avilés: Parece que los señores...
El C. Castillo Francisco: ¡Moción de orden! ¡Moción de orden! (Siseos. Murmullos. Campanilla.) Yo mismo he ido a cerciorarme de que el ciudadano Martínez de Escobar estaba inscripto en pro y hace un momento se le ha inscripto como comisión, porque no estaba antes; yo creo que tengo la razón; de manera que suplico al señor presidente se sirva a invitar a uno del contra para que ocupe la tribuna, porque estoy dispuesto a no dejar hablar al orador. (Gritos. Murmullos. Desorden. Campanilla.)
El C. presidente: La presidencia vuelve a hacer una aclaración al ciudadano Castillo...(Continúan los murmullos. Campanilla.) La presidencia va a conceder el uso de la palabra al contra, pero va hacer la siguiente aclaración. Antes de presidir el que habla, estaba en la presidencia el ciudadano Hernández Álvarez quien fue quien inscribió al ciudadano Martínez de Escobar, como consta al calce de esta lista; hechos que también le constan al ciudadano Manrique. En consecuencia, esta presidencia no ha faltado a la verdad. Si se inscribió con posterioridad el nombre de Martínez de escobar en la lista del pro, fue para llenar el número de oradores que han tomado parte en este debate. Tiene la palabra el ciudadano inscripto en contra.
El C. Avilés: Para una aclaración, ciudadano presidente.
El C presidente: Tiene la palabra el ciudadano Avilés.
El C Avilés: quiero hacer nada más esta aclaración, ciudadanos diputados: cuando yo ocupaba esa curul el ciudadano Martínez de Escobar se acercó y dijo que él venía a esta tribuna a hablar en nombre de la comisión; por lo demás yo estoy de acuerdo de que el contra venga aquí a esta tribuna y sí le digo a este señor Castillo que nunca sería capaz de hacerme callar en esta tribuna y así se lo digo para que lo sepa. (Risas. Voces: ¡Muy bien! Aplausos.)
El C. Manrique: ¡Moción de orden!
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique para una moción de orden.
El C. Manrique: Yo me remito a la versión taquigráfica del DIARIO DE LOS DEBATES; me remito a las notas que hayan tomado los señores taquígrafos hace algunos minutos. Antes de comenzar el ciudadano Martínez de Escobar, si mal no recuerdo y creo que lo tendrá presente la Asamblea, el ciudadano presidente dijo esta frase: "Tiene la palabra el ciudadano Martínez de Escobar, como miembro de la comisión". (Voces: ¡Es cierto!) Es más, señores diputados, a despecho de cualquier error que se hubiere cometido, es cosa consagrada y perfectamente legal que los miembros de las comisiones pueden hacer uso de la palabra en cualquier momento, sin estar previamente inscriptos.
El C. secretario Barragán: Va a hacer una aclaración la Secretaría: Además de que había sido anotado el ciudadano Martínez de Escobar como miembro de la comisión, malamente la presidencia pudo haberle concedido la palabra en el pro, puesto que ya se había inscripto el ciudadano Herminio Rodríguez, que no ha renunciado al uso de la palabra; el ciudadano Martínez Rendón, que tampoco ha renunciado ni cedido su turno a nadie; en consecuencia, si aparece el nombre del ciudadano Martínez de Escobar en el pro, es indudable que fue por el cambio de presidentes; pero anotado como estaba antes con tinta roja, aparece inscripto como que habló en nombre de la comisión el ciudadano Martínez de Escobar.
El C. Manrique: Moción de orden. Hecha ya la aclaración conducente por la Secretaría, insisto en llamar al orden a la presidencia atentamente. Es bien sabido que los oradores de la comisión no se cuentan; en consecuencia, deben seguirse rigurosamente los turnos alternándose los oradores del pro y los del contra; tras del orador Domínguez, debe tener la palabra un orador del pro.
El C. presidente: La presidencia hace la aclaración al ciudadano Manrique de que estaba dispuesta a sostener su trámite; pero habiéndose acercado a la misma los interesados que reclaman el orden que les corresponde en su turno, no tuvo ningún inconveniente en darle la palabra al ciudadano Ollivier.
El C. Moreno Jesús Z. : Para una aclaración, señor presidente.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Ollivier.
El C. Ollivier: Señores compañeros: Os decía la última vez que tuve el honor de dirigiros la palabra, que la primera cosa que podía acontecer en esta Asamblea sería que empleando nuestro tiempo en la discusión de estos asuntos que no es la Cámara la que en definitiva ha de agotar....(Murmullos. Voces: ¡Huy! ¡Huy!) ...no lo empleáramos en discutir más que lo que se tiene obligación de resolver...(Murmullos. Siseos.) ...En tal virtud, os prometo ser muy breve y seguir en lo sucesivo fiel a mi linea de conducta que consiste en no intervenir en los debates más que cuando se trate de aquellos asuntos en los que yo crea
sinceramente que mi opinión, aunque sea en forma limitadísima, pueda ser un factor de orientación.
La mayor parte de los impugnadores de Agustín de Iturbide, de una manera tan insidiosa como deliberada, han tratado de desvirtuar el debate haciéndonos aparecer a los defensores de él o, mejor dicho, a los opositores de la iniciativa en una situación falsa; han recalcado la circunstancia de que Agustín de Iturbide ha sido tomado como bandera, como emblema, como esencia de la causa que han perseguido los enemigos de los hombres del partido que afortunadamente hoy, como casi todo el tiempo de nuestra vida independiente, han tenido el poder en el país. Esto es injusto y es inmoral. (Siseos. Murmullos. Campanilla.) Don Agustín de Iturbide no tiene la culpa de que estos señores lo hayan tomado como emblema... (Risas. Murmullos. Campanilla.) SÍ, señores. Nosotros mucha menor culpa tenemos, toda vez que la moral nos indica que cada individuo debe responder de las consecuencias de sus propios actos y nosotros, menos que cualquier otro, podemos tener vínculo alguno con estos señores, arraigo con el pasado; somos revolucionarios, hemos sufrido como el que más y precisamente por eso, porque somos revolucionarios y verdaderamente amantes de las libertades, venimos aquí a acometer esta defensa, briosa y entusiastamente, por un acto de amor a la verdad, por un acto de amor a la justicia y a la libertad. Se han formulado muchos cargos aquí en contra de don Agustín de Iturbide; el compañero espinosa los catalogó y me parece que dijo lo siguiente: "pueden resumirse así: ambición desenfrenada, antimexicanismo consumado, traición en grado máximo". Yo voy a demostrar que el primer cargo, o sea la ambición, no ha sido estimada en su justo valor y que los otros dos, es decir, el antimexicanismo y la traición, no existen más que en la mente de estos señores que al comenzar por declarar traidor y bandido al individuo que cometió la falta de no pensar como ellos hace cien años, como ellos piensan ahora y éstos sí creo que incurren a una grave falta por intolerantes y por hablar a toda hora de tonterías cuando no tienen en sí más que servilismo...(Ruidosas protestas. Campanilla.) Sí, señores, se ha dicho que don Agustín de Iturbide ha sido eminentemente...
El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: Ya estaba ganado el asunto; pero ahora con más ganas. (Risas. Siseos. Aplausos.)
El C. presidente: Se llama la atención al ciudadano Soto y Gama para que no interrumpa al orador.
El C. Díaz soto y Gama: Fueron una cuantas palabras, nada más, que si antes estaba ganado el asunto, ahora con más razón. (Voces: ¿Qué pasa Ollivier?)
El C. Ollivier: Pues bien, señores, como lo han dicho ya con mucha razón uno de los anteriores oradores, por más que se haga aquí, no podrán los exaltados representar el alma nacional; aquí se podrá borrar el nombre de Iturbide, pero cuando el pueblo mexicano esté suficientemente educado, entonces sí sabrá(Risas. Burlas.) Señores, ¿cuál fue la obra de Iturbide?... (Desorden. Campanilla.) Voy a ser un poco áspero en mis epítetos; pero resulta que mis compañeros son los que me obligan a ello. Yo soy respetuoso de la Asamblea y de antemano pido la excusa correspondiente si de alguna forma me excedo debido a la excitación que me domina y por la provocación insistente de estos señores. La ambición de don Agustín de Iturbide existió efectivamente; era un joven militar al servicio del ejército realista y como tal y como joven, tenía que ser ambicioso. Lo malo sería que no lo hubiera sido y lo malo de los compañeros está en no justipreciar debidamente esa ambición. Si me dáis alguno de los apóstoles de las revoluciones de independencia en México o de las 17 naciones que con él siguieron casi una evolución paralela durante aquel tiempo; si me dan alguno, con excepción de Morelos y Matamoros, que no haya sido ambicioso...(Risas. Siseos. Campanilla.) La verdad tiene que decirse siempre. Si no tienen necesidad estos señores de insultar a Iturbide para exaltar a los otros héroes; si el licenciado soto y Gama nos dice que viene a exaltar a Hidalgo, Morelos y Guerrero, hace bien, nosotros somos los primeros en aplaudirlo; pero de esto a que tengamos necesidad al mismo tiempo de deprimir a Iturbide, hay una distancia enorme. Hacemos mal en no pagarle esta deuda de gratitud y lo voy a demostrar... (Voces: ¡Huy! ¡Huy! Murmullos. Siseos. Campanilla.) Iturbide era, pues, ambicioso...(Continúan los murmullos. Siseos. Campanilla) Sí, señores
El C. Borrego: ¿Me permite que lo interrumpa?...(Murmullos. Campanilla.) Pregunta usted que si había un hombre...(Campanilla.) Señor presidente, pido la palabra... (Campanilla.) Señor presidente, pido la palabra. Pedía usted que se diera el nombre de un solo hombre en toda Sudamérica(Murmullos. Desorden. Campanilla.)
El C. Ollivier: Cítelo usted, si lo hay.
El C. Borrego: Ha dicho usted que en todas las repúblicas que se extienden desde el Bravo hasta el Uruguay no había un hombre a quien no se le pudiera tachar de ambicioso, y preguntaba, que si existía, que le diera su nombre. Yo se lo doy a usted: Bolívar. (Murmullos. Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! Campanilla.)
El C. Ollivier: Incurre usted en una inexactitud, compañero. Bolívar, el Gran Bolívar, concibió el proyecto de reunir bajo su cetro autoritario a Venezuela, lo concibió y lo comenzó a ejecutar, compañero, a Venezuela, a Caracas, a Perú, a Bolivia, a Nueva Granada, a Chile y a Argentina. (Murmullos. Gritos. Desorden. Campanilla.) Sí, señores, es el ejemplo que no me puede usted citar. Bolívar se hizo introducir a Caracas en un carro romano tirado por doncellas... (Risas. Gritos. Murmullos. Campanilla.) San Martín fue igualmente ambicioso, O'Higgins lo fue también. Aldama incurrió en la misma falta grave que se reprocho a Iturbide, que siendo militar realista como Iturbide, se presentó a servir en las filas insurgentes, y lo mismo que Aldama, Allende,... (Desorden. Siseos. Murmullos. Campanilla.)
El C. presidente: Se ruega a los ciudadanos diputados permitan hablar al orador y se recuerda a las galerías la disposición reglamentaria que les prohibe tomar parte en los debates.
El C. Ollivier: Sí, señores compañeros: la ambición no siempre debe entenderse como se entiende vulgarmente, es decir, ambición relativa a fines
materiales. (Murmullos. Siseos. Campanilla.) La ambición puede ser de muchos órdenes y si el individuo no fuera guiado por la ambición, jamás podría asumir una actitud que influyese en el desarrollo de su pueblo. Si gracias a esa ambición, a esos factores influyentes que afortunadamente se presentan siempre en todos los países, puede la revolución verificarse....(Murmullos. Gritos. Siseos. Campanilla.)
El C. secretario Barragán: Se suplica a los ciudadanos Rivera y Castillo, se sirvan ocupar sus curules y escuchar al orador.
El C. Castillo Francisco: Ya lo estoy haciendo.
El C. Ollivier: Por lo tanto, señores, respecto del cargo éste que ha sido sostenido en la tribuna con todo vigor, la ambición desenfrenada, yo creo que debemos ser menos implacables, con liberalismo ser indulgentes; siempre es una señal de patriotismo levantado esa ambición (Burlas.) Es bien disculpable; gracias a ella - como veremos después -, pudo Iturbide realizar la obra magna...(Protestas.) Sí, señores, él fue el que realizó eso; está por demás que ustedes protesten; para qué impacientarse, tiempo hay de erreglar todo. El, a él le corresponde el honor de consumador de la independencia, tanto a él como a Guerrero; aunque deben ustedes confesar que Guerrero no podía haber tomado un gran participio y muy eficaz en las labores del Plan de Iguala y en los tratados de córdoba, porque, según autores insospechables como Lafragua, etcétera, el general Guerrero antes de la independencia era un arriero y no sabía leer; por tanto, un individuo de la cultura del general Guerrero...(Voces de protesta. indignación. Siseos. Campanilla.) Sí, señores, no podía aportar un contingente intelectual en el proyecto del Plan de Iguala y en los tratados de córdoba, que fueron los que instituyeron el programa liberal avanzado de aquel tiempo... (Burlas. Campanilla.) aunque no lo sea para estos señores demagogos aquel programa de gobierno: la libertad de imprenta y el respeto a las garantías individuales, la igualdad de derechos entre mexicanos y españoles, están consagradas desde entonces en los tratados de Córdoba. (Desorden. Campanilla.) Contened vuestra impaciencia, compañeros, nada perderéis con escucharme, seré lo más breve posible, pero dejadme la satisfacción de cumplir con mi deber. El cargo de antimexicanista consumado no tiene razón de ser; durante su actuación como oficial, Iturbide al servicio del rey...(Desorden. Campanilla.) Los cargos que se le hacen a Iturbide de cruel, de sanguinario, de mercadante cruel, no fue porque estos fueran sus sentimientos, sino debido al grado de guerra en que se encontraba el país; entonces era desgraciadamente un deber la crueldad en un militar. (Voces: ¡Huy! ¡Huy! Murmullos.) Sí, señores, la crueldad es un deber de la guerra, compañeros, un deber muy doloroso, pero es un deber. (Continúan los siseos y murmullos.) Además, el nacionalismo - mejor que mexicanismo yo le llamaría nacionalismo -, el nacionalismo de Iturbide queda precisamente demostrado con la confección del Plan de Iguala y los tratados de Córdoba. El programa de unión era evidentemente menos avanzado que la teoría de la supresión de los gachupines, pero suficientemente avanzado en aquella época en que los gachupines gobernaban, Además, su actuación como nacionalista quedó definitivamente confirmada en Tulancingo, cuando habiéndolo puesto fuera del mando el Congreso del país, él, lejos de emprender una guerra civil, resolvió expatriarse. Los reaccionarios, los antimexicanos, los enemigos entonces fueron los miembros del congreso de 1822. Ellos fueron los que desmembraron el Ejército, no obstante que veían que la Nueva España estaba amenazada por una guerra de reconquista, puesto que la santa Alianza quería entrar en el asunto, por supuesto antes de que hubiera la doctrina Monroe, lo cual hubieran logrado, como lo dice Zavala, si el Congreso de 1822 hubiera logrado su propósito. Yo protesto enérgicamente porque se ha tratado de comparar a Iturbide con el traidor más grande que registra nuestra historia, con Victoriano Huerta. La diferencia es notable, señores, Huerta traicioné a Madero y después lo asesinó; Iturbide dio una demostración de vasallaje a Fernando VII y le confería el primer puesto en la Junta gubernamental de Nueva España, esa Junta gubernamental integrada por O'Donojú, Iturbide y los otros; esa junta fue la que corrompió a Iturbide, porque ellos fueron los que sentaron el precedente ignominioso de premiar las acciones guerreras con latifundios,...(Murmullos. Campanilla.) procedimiento que siguió imperando en el país durante casi toda la guerra de nuestra independencia, señor Soto y Gama, usted lo sabe bien. (Murmullos. Siseos. Campanilla.) En tiempo de Jures también se premiaba con haciendas a los guerreros. (Gritos. Protestas. Desorden. Campanilla.) usted lo sabe bien, compañero Soto y Gama, y yo no vengo a esta tribuna con folletitos, porque eso sería el cuento de nunca acabar; yo no le hago la ofensa a la Asamblea de no considerarla suficientemente preparada para escuchar un discurso sobre estos temas, porque para ello está suficientemente capacitada y ya se sabrá quién dice la verdad. El tercer cargo, el más grave, el de traición, tampoco se le puede atribuir a don Agustín de Iturbide; ¿a quien traicionó? ¿a la causa realista? Pues no la traicioné, por el contrario, dio una muestra de vasallaje a Fernando VII (Voces: ¡Huy! ¡Huy!) Al pueblo mexicano tampoco lo traicioné, porque precisamente cuando en Tulancingo fue despojado del mando militar, prefirió retirarse de su partido y menos traicioné al pueblo mexicano, porque cuando fue solicitado nuevamente por su partido, él ignoraba las circunstancias que prevalecían en su país, y aunque había sido procesado y colocado fuera de la ley, vino sin preparativos bélicos y desembarco en Soto la Marina, encontrándose ahí con un tal de la Garza, individuo de esos de los del tipo que constituyen tantas manchas negras en nuestra historia, como Picaluga que asesinó a Guerrero en el año de 1831, como Elizondo, que acabó con Hidalgo, como Guajardo que acabó con un revolucionario suriano.
Por tanto, señores, yo creo que se cometería una gravísima injusticia al resolver este asunto en la forma en que lo proponen los iniciadores y la comisión; creo que es estéril desde el punto de vista de los efectos que ha de producir como reivindicación histórica, pues no estamos capacitados, ni el país suficientemente preparado en lo general; pero,
Señores compañeros, si queréis que el futuro pueblo os estime y os acate, no miréis el pasado con desprecio; desgraciadamente las faltas de Iturbide fueron caramente pagadas, exorbitantemente pagadas con su sacrificio, que es uno de los más negros que registra nuestra historia; a Iturbide le debemos, quiérase o no, la consumación de la independencia. (Desorden. Campanilla.) Sí, señores. suplico a la Secretaría se sirva leer este escrito que me acaba de ser proporcionado, y que es de una gran autoridad, del general don Vicente Riva palacio.
El C. Riva Palacio: ¡Qué novedad, qué librito!
El C. Ollivier: No se ría usted, señor; es un libro autorizado; está escrito por su abuelo.
El C. Riva Palacio: ¿Bueno y qué?
ç - El C. Ollivier: Sí, señor; es una autoridad liberal reconocida.
El C. Riva palacio: ¡Ya nos lo dijo la reacción por boca de Moreno Z.!
El C. Moreno Jesús Z.: ¡Pero la estulticia lo niega!
El C. secretario Barragán: Se suplica a los ciudadanos diputados escuchen la lectura. "Iturbide, libertador de México" (Murmullos. Campanilla.)
El C. presidente: Se llama la orden al ciudadano Jesús Z. Moreno.
- El mismo C. secretario, leyendo:
"Iturbide libertador de México, Iturbide emperador, Iturbide ídolo y adoración un día de los mexicanos, expiró en un patíbulo y en medio del más desconsolador abandono.
"Los partidos políticos se han pretendido culpar mutuamente de su muerte. Ninguno de ellos ha querido hasta ahora reportar esa inmensa responsabilidad.
"En todo caso, y cualquiera que haya sido el partido que sacrifico a don Agustín de Iturbide, yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada en Padilla ha sido y es quizá, una de las manchas más vergonzosas de la historia de México.
"Guerrero e Iturbide consumaron la independencia, y ambos, con el pretexto de que atacaban a un gobierno legítimo, expiraron a manos de sus mismos conciudadanos.
"No seré yo quien pueda hablar de la muerte de Guerrero; pero en cuanto a la de Iturbide, exclamará siempre que fue la prueba más tristemente célebre de ingratitud que pudo haber dado en aquella época la Nación Mexicana.
"Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos políticos, venían a conspirar a la República, bien; ¿pero no hubiera bastado con reembarcarle?
"El pueblo, que pone las manos sobre la cabeza de su libertador, es tan culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre.
"Hay sobre los intereses políticos, en las naciones, una virtud que es superior a todas las virtudes, la gratitud.
"El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres, se expone a no tener servidores más que a los que buscan en la política un camino para enriquecer y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.
"Dios permita que las generaciones venideras perdonen a nuestros antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de sus fastos esta sangrienta y negra página. - Vicente Rivera Palacio." De un libro que se llama "Episodios Históricos de la guerra de independencia". Firmado por Vicente Riva Palacio, página número 317, párrafo IV.
El C. Ollivier: Señores compañeros: Por haber defendido esa causa se nos ha aplicado con toda prodigalidad desde esta tribuna los más denigrantes epítetos: reaccionarios, Caballeros de Colón, enemigos del Progreso, en fin, todo lo demás que han oído con paciencia los compañeros(Murmullos. Aplausos. Siseos. Campanilla.) De recibir tantos del compañeros Soto y Gama nos ha pasado con ellos lo que a Mitrídates respecto de los venenos, que se inmunizó a punta de tomarlos. Nosotros, compañeros, queremos realizar un acto de justicia y un acto de conveniencia nacional. No hay para qué proclamar ante mundo que las grandes revoluciones de la historia han sido decididas por el factor ambición o cobardía. Nuestra historia, y sobre todo en la época en que hemos vivido independientemente, registra muy negras traiciones, pero si hemos de entender a uno de los párrafos del dictamen de la comisión, que apoya esta iniciativa y que dice así:
"Por otra parte, la revolución debe hacer, está obligada a hacer obra educadora que sea parte a levantar el nivel moral de nuestras masas, inficionadas con el nefasto ejemplo dado por los muchos traidores que han manchado nuestra historia."
Señores, si nosotros venimos a justipreciar los valores morales, resulta que en esta caso el traidor no es Iturbide, el traidor fue Felipe de la Garza, estudiémoslo con calma y detenidamente, y resulta que De la Garza, Elizondo, Huerta, Guajardo y Picaluga son iguales, señor Soto y Gama, hasta en el modo de andar...(Voces: ¡Huy! ¡Huy! Murmullos. Campanilla.)
El C. Espinosa Luis: Pido la palabra para hacer una pregunta brevísima al compañero. Compañero: Me parece haber oído
El C. Guzmán Peláez: ¡Reclamo el quórum! (Voces: ¡No! ¡No!)
El C. Barragán Martín: La votación lo dirá.
El C. Espinosa Luis: compañero Ollivier, me parece haber oído, no s+ si bien o mal, que al empezar usted su discurso dijo que mi actitud era servil o que yo era un servil. Como no quiero tener esta duda, le suplico que tenga la bondad de aclararla.
El C. Ollivier: compañero, no me permití referirme a usted para nada, salvo en aquello que dije, que usted había catalogado los cargos contra Iturbide.
El C. Guzmán Peláez: Señor presidente, en vista de que no hay quórum, yo lo reclamo. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí hay quórum!) Pido atentamente a la Secretaría que pase lista.
El C. presidente: No pudiendo estar la Asamblea a merced de los caprichos del ciudadano diputado que reclama el quórum, no se procederá a pasar lista, porque visiblemente hay quórum. (Aplausos.)
- El mismo C. secretario: La secretaría declara que sª hay quórum; pero la Presidencia ordena que se consulte a la Asamblea si se pasa lista. (Voces: ¡No! ¡No!) Los que estén por la afirmativa, se servirán ponerse de pie. No se pasa lista.
El C. Guzmán Peláez: El Reglamento no dice que se consulte a la Asamblea. (Voces: ¡La Asamblea es soberana!)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Avilés.
El C. Avilés: Señores diputados: Estos señores iturbidistas que se han venido a batir en esta tribuna ya en retirada vergonzosa, por todos los medios posibles quieren que termine este debate para no sufrir el bochorno de que se quite el nombre de su ídolo. Un polemista, ciudadanos diputados, juzgaba a Iturbide en esta forma. Yo me voy a permitir, con permiso del ciudadano Ollivier, traer un cuadernillo, no obstante que +l abomina de los cuadernillos y en la bolsa los trae. (Risas.) Decía este polemista, ciudadanos diputados, refiriéndose a don Agustín de Iturbide, estas palabras. Decía:
"Agustín de Iturbide. Gran caudillo, sublime libertador, resplandeciente padre de la patria e inocente víctima de una horda de fieras."
Y este polemista decía también refiriéndose a Iturbide:
"Agustín de Iturbide. Verdugo insaciable de los insurgentes; perseguidor infatigable de la idea de Independencia; instrumento ciego y dócil de las dos más grandes tiranías, la del trono y la del altar; traidor en todos los grados y en todas las causas y, por último, merecido e indispensable ajusticiado por la soberanía nacional mexicana, representada en la heroica y libertadora Legislatura de 1824. (según la historia y la filosofía.)"
Ya ven estos señores iturbidistas, estos hombres que se creen pletóricos de Historia, cómo ellos no han llegado a ahondar precisamente lo que es la figura verdadera de Iturbide. No es verdad, ciudadano Ollivier, que en el alma nacional esté inscripta la personalidad de Iturbide; no, ciudadano, esa desde 1824 quedó indiscutiblemente borrada de esa alma nacional. Y sigue sosteniendo el ciudadano Ollivier otro gran dislate. Dice que qué culpa tiene Iturbide de que el Clero, la reacción y los caballeros de colón lo hayan tomado como bandera. ¡Qué inocentita cree este señor Ollivier a toda esta horda de canallas, que han sido los que han ensangrentado en todas las épocas el territorio nacional! ¿Qué cosa fue Iturbide, ciudadano Ollivier, si no el instrumento del trono y del altar? ¿Para qué otra cosa sirvió Iturbide, si no para defender no precisamente los intereses de los criollos, porque no obstante de ser Iturbide criollo, odiaba a los criollos sino para querer sostener a toda costa en la República Mexicana el predominio de Fernando VII? Y todavía dice: ¿qué culpa tiene el pobrecito de Iturbide de que la reacción lo tomara como bandera? Pues precisamente, ciudadano Ollivier, a la reacción le conviene tomarlo como bandera, porque es el último baluarte que, psicológicamente, le queda para hacerse de una figura representativa que la salve de la derrota en que día a día va a pasos agigantados a caer. Ahora, ciudadanos iturbidistas, si vosotros llegáis a presentar a Iturbide sin máculas, sin manchas de ninguna naturaleza, si llegáis de veras a presentarlo tal como vosotros lo juzgáis, es decir, un inmaculado, indudablemente que vosotros tendremos que rendirle pleito homenaje; pero esto no lo podéis hacer vosotros, ciudadanos iturbidistas. Y eso no lo podéis hacer, ciudadanos iturbidistas, precisamente porque no podéis quitar de encima de Iturbide el cúmulo de manchas que tiene. Allí está precisamente Iturbide en su niñez trozándole los dedos a las gallinas para complacerse en ver cómo aquellos animales andaban con los troncos, ciudadano Ollivier. (Risas.) Y esta anécdota la refería el mismo padre de Iturbide, ciudadano Ollivier. Ahí tenéis a Iturbide cuando era colegial, jalar una escalera donde estaba subido uno de los mozos del colegio y echar a éste al suelo, que por poco le cuesta la vida. Y ahí tenéis, ciudadano Ollivier, ciudadanos iturbidistas, a Iturbide, siendo soldado, cómo en nombre de la religión, cómo en nombre del rey mandaba a asesinar, según él, a las chusmas de descamisados, a las chusmas de excomulgados. Si podéis quitar esas manchas que pesan sobre Iturbide, indiscutiblemente que nosotros tendríamos que rendirle pleitesía; pero no podéis quitarlas, ciudadanos iturbidistas, porque es imposible que las quitéis. Yo con este cuadernito, aunque le pese al ciudadano Ollivier, voy a analizarle el caso liberal, voy a analizar el caso nacional de cómo por ninguna circunstancia Iturbide consumar ni pudo consumar la Independencia. Dice:
"Don Agustín de Iturbide fue el más encarnizado enemigo de sus hermanos los insurgentes que luchaban por el sublime ideal de la independencia. No ejecutó un sólo acto que revelara sentimientos de humanidad para los proclamadores de la emancipación; fue tan grosero en sus partes, que más parecía lenguaje de un bandido que de un jefe que hablaba con su superior; recuérdese el parte que anotamos con el número 1,813." El parte de éste, ciudadanos iturbidistas, dice así:
"No es fácil calcular el número de los miserables excomulgados que de resultas de la acción descendieron ayer a los profundos abismos; pero la relación de los comandantes de las partidas en diversos rumbos, y los cadáveres que ví, infiero que eran trescientos y cincuenta; le hicieron, además, veinticinco prisioneros y se tomaron las armas y municiones que acompañaré a éste." Esta carnicería el gobierno español se la premió al señor Iturbide con conferirle el empelo efectivo de coronel comandante del batallón provincial de Infantería de Celaya y nombrándole, al mismo tiempo, comandante de todas las tropas del Bajío y de la provincia de Guanajuato."
Digan sus señorías los iturbidistas si Iturbide después no traicionaba precisamente a la causa realista que lo había llenado de honores y de dinero.
Pero sigamos con estos cuadernitos que escuecen al ciudadano Ollivier:
"Síguese de esto, que jamás le inspiraron ni el patriotismo ni la humanidad; luego lo que cuentan los partidarios que hizo por la independencia, no lo hizo ni por patriotismo ni por humanidad, que son los factores que la producen y santifican, sino por otros motivos; luego ni la patria ni la humanidad tienen que agradecerle nada y sí mucho que reprocharle.
"¿Qué sublime amor patrio y amor a la causa republicana habría testificado en su persona el glorioso hombre don Benito Juárez, si después de vencer al imperio en el Cerro de las Campanas, se hubiera dicho a sí mismo:
"¡Benito Juárez I, emperador de México!
"¿Y quién con más méritos que el egregio paladín de Paso del Norte?
"Nosotros no reconocemos a don Agustín de Iturbide como libertador, sino como negociante. Libertar es emancipar, producir rupturas de cadenas y astillamientos de yugos. Libertar a una nación es arrancarla de su tirano para dejarla libre, no pasarla de un tirano a otro tirano, de un verdugo a otro verdugo, de un ambicioso a otro ambicioso. Iturbide no quiso emancipar e independer a la patria, sino hacer dueño de ella; de suerte que el 27 de septiembre de 1821 no debe llamarse el día de la consumación de la Independencia, sino el día de la traslación de dominio: de España a Iturbide. Un tirano arrebata su preso (el pueblo) a otro tirano." (Voces: ¡Ya! ¡Ya!)
Voy a terminar, ciudadanos impacientes, y los impacientes indiscutiblemente que son los iturbidistas:
"Conque entendamos y digámoslo para que las generaciones lo aprendan: Iturbide no consumó la independencia nacional, sino la traslación de dominio; de los virreyes, dominadores y tiranos, paso la patria al denominador tirano y, sobre todo, negociante, don Agustín de Iturbide. Para elevar a Iturbide al rango de libertador, sería necesario despojarlo de toda mira ruin por personal y ruin por ambición, a la vez que encender en su corazón el amor a la humanidad y la llama vivificante del patriotismo; hacedlo si podéis, y luego lo absolverá la Historia." No quiero, ciudadanos diputados, seguir cansando la atención de esta Asamblea haciendo otra infinidad de citas que vienen condenando de cuajo la falsa figura de don Agustín de Iturbide, porque lo cierto es que don Agustín de Iturbide no consumó ninguna independencia. Pero no quiero, ciudadanos diputados, descender de esta tribuna sin hacer alguna rectificación tanto al ciudadano Vito Alessio Robles, como al ciudadano Z. Moreno. El ciudadano Vito Alessio Robles a venido a confesar desde esta tribuna que Iturbide sª fue traidor, y eso ahí esta en el DIARIO DE LOS DEBATES; pero el ciudadano Vito Alessio Robles, saliéndose por la tangente, no siguió defendiendo la personalidad de don Agustín de Iturbide, sino se concretó a defender la religión católica. Don Vito Alessio Robles que, según él, ayer comía frailes crudos, (Risas.) no me explico porque ese cambio de conversión tan rápido y tan oportuno, porque hasta hace pocos días el ciudadano Vito Alessio Robles todavía seguía, si no comiéndose ,a los frailes crudos, sí en escabeche. (Risas.) Y digo oportuno, porque él buscó precisamente el momento éste de la discusión de Iturbide para venir aquí a lanzar un mea culpa, es decir, para venirse aquí a lavar con las aguas lustradas de toda mancha en contra de la religión católica; pero yo sí voy a explicar al ciudadano Vito Alessio Robles por qué no vino aquí a hacer la defensa de don Agustín de Iturbide, porque en verdad don Vito Alessio Robles no hizo ninguna defensa de don Agustín de Iturbide, puesto que estuvo en el punto capital de acuerdo, es decir, en que don Agustín de Iturbide sí fue traidor. Don Vito Alessio Robles, como todos los hombres que ya van pasando a la edad madura, (Risas.) va sintiendo en su yo ese marasmo, esa quietud, esa cosa que invita al recogimiento, y el ciudadano Vito Alessio Robles claro que tenía que perder esas energías, porque no es lo mismo, ciudadanos diputados, ir a campamentos de Carrera Torres a predicar a los soldados de Carrera Torres que a la virgen de Guadalupe la tenía presa don Victoriano Huerta, a ahora haberse convertido el ciudadano Vito Alessio Robles es un gran industrial y ya ir a dormir debajo de los palos ni en las faldas de los montes, sino tener que dormir ya en una mullida cama y también tener por piso ya no la yerba de los campos, no ya el ocoxal de los montes, sino mullidas alfombras. Claro, señores diputados, cuando se pasa de aquel estado a este otro, indiscutiblemente y peor, vuelvo a repetir, cuando ya se está entrando en edad madura, claro que se busca esa cordialidad, (Risas.) porque entonces, ciudadanos diputados, ya por atracción indiscutible, porque entonces, ciudadanos diputados, ya por atracción indiscutible, claro que se tiene que ser conservador y ya me figuro yo a don Vito Alessio Robles en los rincones de su alcoba con su crucifico de oro y ébano y un rosario de cuentas de marfil, haciendo el panegírico de su pasado y pidiendo perdón de sus culpas. (Risas. Aplausos.) Por eso es que al ciudadano Vito Alessio Robles no le ha importado nada absolutamente Iturbide; el ciudadano Vito Alessio Robles decía muy bien: "Yo no voy a defender ni voy a atacar cadáveres," ¡Claro, qué le importa al ciudadano Vito Alessio Robles, Agustín de Iturbide, ni qué nada! Lo que le importa a don Vito Alessio Robles es defender la religión católica, porque esa no se ha muerto y sí don Agustín de Iturbide ya se murió. (Aplausos. Voces: ¡Ahora a Moreno!) Por lo que se refiere al ciudadano Z.....(Risas.)
El C. Moreno Jesús Z., interrumpiendo: Jesús.
- El C. Avilés....poco tengo que decir de él. Quiero dejarle la Z., porque es lo más adecuado aplicarle a usted la Z, puesto que hay otro ciudadano diputado que también se llama Jesús Moreno. De modo que está usted bien especificado por el ciudadano Z. Decía yo que del ciudadano Z poco es lo que tengo que decir...
El C. Moreno Jesús Z.: Jesús.
El C. Avilés: Es un ciudadano que por principio, por analogía y por conveniencia claro que tiene que ser reaccionario don Jesús, porque no podía ser de otro modo que el ciudadano Z viniera aquí no tampoco a defender a don Agustín de Iturbide, porque tampoco Z. Moreno defendió aquí a don Agustín de Iturbide y casi, ninguno de los oradores, con excepción del ciudadano Ollivier, que sí tuvo el valor civil de defender a Iturbide; casi ninguno, ni el ciudadano Vito Alessio, ni el ciudadano Z, ni el ciudadano Domínguez; ninguno de ellos ha entrado al fondo de la cuestión, a hacer una defensa completa, absoluta de la personalidad de Iturbide; el único que la bosquejó, y esto para honra de él, fue el ciudadano Ollivier. Decía yo que tampoco el ciudadano Jesús Z. Moreno vino aquí ha defender a don Agustín de Iturbide; él vino también siguiendo la corriente de don Vito Alessio Robles, a hacer aquí un poco de reclamé. Como la prensa, ciudadanos diputados, está en contra de todos los que no
comulgamos con las ideas reaccionarias que est n ahora, parece, que ofuscando el ambiente, por eso es que más que por convicción, por conveniencia, ha venido el ciudadano Moreno Z. aquí, no a defender a Iturbide, como vuelvo a repetir, sino a hacerse un poco de reclame, porque yo no encontré nada absolutamente edificante que hubiera dicho este señor don Jesús, (Risas) en pro de don Agustín de Iturbide, porque la comparación tan pobre que hizo de don Agustín de Iturbide con el chato Bernabé, (Risas. Aplausos) pues yo creo, ciudadanos diputados, que si don Agustín de Iturbide viviera, le hubiera dicho: "no me defiendas, compadre", porque eso de comparar a uno que estos señores quieren hacer consumador de la independencia, con el chato Bernabé. (Risas) no he visto cosa de mayor estupidez. Y también quiero tratar algún punto referente a lo dicho aquí por el ciudadano Domínguez.
Con permiso del talento de este señor que...pues... yo...bueno, dicen de tanto talento, que a la postre no han podido nunca, porque hay muchos talentos, que nunca han podido salir de las cajas fuertes, sino que ahí se han estado encerraditos y nunca tampoco esos talentos han podido dominar una situación. Pero con permiso de este talento que ha venido aquí a esta tribuna, voy a hacer algunas objeciones al discurso dicho por él. Según el criterio de su discurso, según el alma del discurso del ciudadano don Norberto Domínguez, que gravitó sobre los grandes hombres, y éstos, según el criterio de él, estos grandes hombres para ser grandes necesariamente necesitan ser pillos, (Risas.) ésta fue la tesis que el ciudadano Domínguez sostuvo aquí en su discurso. Dijo que no había grandes hombres sin grandes defectos, que a medida que el hombre se agrandaba, se agrandaban los defectos; luego yo deduzco que no puede haber grandes hombres, según el criterio del señor don Norberto, si no es siendo un pillo. Yo no estoy de acuerdo con este criterio tan amplio del señor Norberto, no, no estoy de acuerdo, porque en verdad yo creo esto, ciudadano Domínguez, yo creo que a medida que el hombre se agiganta, yo creo que a medida que el hombre verdaderamente se agiganta, que a medida que el hombre llega a ser un verdadero gran hombre, en vez de aumentar sus defectos, indiscutiblemente que éstos tienen, por cuestión psicológica, que hacerse más pequeños, es decir: de no llegarse a ver ni siquiera con el microscopio, y don Agustín de Iturbide, ciudadano Domínguez, no está colocado en ese escalafón. Pero vos que lo ha venido a defender aquí, (Risas.) por eso usted, ciudadano Domínguez con ese criterio que usted tiene, de que solamente para ser grande hombre se necesita ser pillo, y como Iturbide sí es un verdadero pillo, por eso usted le aplica ese escrito y por eso usted aquí, aunque someramente, vino a defenderlo.(Voces: ¡Ya! ¡Ya! ¡A votar!) Yo les ruego a estos señores iturbidistas que tengan un poco de paciencia, yo les suplico que me oigan; yo nunca he tenido la pretensión de ser un orador ni de ser mucho menos un literato ni tampoco un historiador; pero sí tengo la pretensión de venir aquí a decir lo que siento y se acabó, y con eso estoy más que satisfecho; por eso yo a estos señores iturbidistas les pido que tengan una poca de paciencia, y yo también en el curso del discurso de don Norberto Domínguez pesqué este pensamiento y no voy a tener inconveniente de ninguna naturaleza en decírselo a su señoría. Yo, cuando oí el discurso del señor Domínguez, creí que el ciudadano Domínguez, por las loas que estaba haciendo a la revolución actual, yo sí creí que el ciudadano Domínguez es un político de verdadero olfato. El ciudadano Domínguez olfateó ya que el Gobierno de don Alvaro Obregón, más que el Gobierno de don Alvaro Obregón, la reacción que se ha colado con don Alvaro Obregón, ha dado amplia entrada al elemento reaccionario y ese ha sido el motivo precisamente de que hayan surgido todas estas cosas.
Un Gobierno enteramente revolucionario donde no hubiera habido reacción de ninguna naturaleza, por ninguna circunstancia debía de haber admitido que se hubiera celebrado este ridículo Centenario, (Aplausos.) porque no es a Iturbide a quien teníamos que loar, ciudadano Norberto Domínguez, si no es a los héroes de la Independencia que se loaron ya en 1910; de modo es que este Centenario, si este Gobierno estuviera completamente en manos de la revolución, por ninguna circunstancia hubiera permitido esta ridícula mascarada y ni hubiera provocado estos debates aquí, que han puesto también en aprietos a la reacción, porque ella, creyéndose ya segura de la pitanza, ve con la actitud de la revolución que todavía queda aquí en esta Cámara, que está en peligro de perder hasta las cazuelas. (Risas. Aplausos.) Ya ve el ciudadano Vito Alessio Robles que yo sí tengo valor civil para hacer aquí cargos al Gobierno, para decir lo que verdaderamente siento y para poner el dedo en la llaga y señalar dónde está el mal de origen. ¿Quién ha traído todas estas cosas y quién ha envuelto y pretende envolver a la patria en otra guerra? Porque nosotros los revolucionarios no vamos a permitir que la reacción se entronice. Es precisamente la cabida que se ha dado al elemento reaccionario, no solamente abriéndole las fronteras para que entre al territorio nacional, sino abriéndole también las páginas de los diarios que sostiene el Gobierno, abriéndole también las puertas de las oficinas, abriéndole también las arcas nacionales para que estos elementos estén haciendo política en contra de la revolución. Por todos estos considerandos, ciudadanos diputados. (Risas) Llamadlos como queráis; pero entiendo, ciudadanos diputados, que para un buen entendedor bastan pocas palabras. (Risas. Aplausos.) Ya también yo he sostenido desde esta tribuna que la lengua de Cervantes, con permiso del ciudadano Esparza Martínez, es tan amplia, que aun cuando la frase se diga con el disparate más enorme que se quiera, ésta es entendida por todos. (Aplausos.) Pues en vista de todo esto, ciudadanos diputados, yo pido a esta Representación Nacional que sin vacilación de ninguna naturaleza. (Risas.) Permítame su señoría el señor don Norberto que le haga una pequeña crítica a él, que es un hombre de talento, a él, que vino a esta tribuna a traernos un fárrago tanto sobre historia como sobre literatura, sobre arte, sobre amor y toda clase de historias; yo le pido al ciudadano Norberto que él me analice, que él me diga cuál es el significado propio de la palabra "vacilar". (Risas.) Tiene la palabra el ciudadano don Norberto.
El C. Domínguez Norberto: Pregúnteselo a Beristáin. (Aplausos. Risas)
El C. Avilés: Ciudadano Domínguez, no se lo estaba yo preguntando a Beristáin, sino se lo estaba preguntando a Ricardo Bell. (Risas. Aplausos) Y ahora, para terminar, ciudadanos diputados, yo sí voy a sostener aquí desde esta tribuna que el que verdaderamente consumó la Independencia no fue el charlatán de Iturbide, sino que fue don Vicente Guerrero. Tenga en cuenta este señor, que sabe mucho de historia, pero que resulta no sé qué, que recuerde las palabras que el gran Guerrero decía a Iturbide cuando éste se presentó a los campamentos de Guerrero, y Guerrero lo presentaba a sus tropas. Decía Guerrero presentando a Iturbide: "Felicito a mi patria porque hoy ha regresado a su seno el hijo que mayores daños le ha causado."(Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Alessio Robles Vito.
El C. Alessio Robles Vito: Como ya es avanzada la hora y la Asamblea está cansada. (Voces: ¡No! ¡No!) voy a limitarme a decir unas cuantas palabras, empezando por interrogar a mi estimadísimo compañero Avilés. Hago la interrogación con toda la atención y todo el cariño que me merece. Lo creo al ciudadano Avilés uno de los hombres más honrados y más inteligentes de la Cámara; tiene un gran talento natural, y él no tiene la culpa en no haber recibido la instrucción y la cultura de otros. Estoy completamente de acuerdo con el compañero Avilés, y hasta lo he censurado, en que se ha hecho muy mal en celebrar el Centenario de la consumación de esta Independencia; pero yo creo que el compañero Avilés padece de amnesia. Hace muy poco tiempo, hace unos veinte días, la Cámara votó una cantidad para celebrar el centenario de la consumación de la Independencia. (Voces: ¡Ya! ¡Ya!) No quieren oír ustedes, oigan ustedes ya que tuvieron el valor de cobrar esa cantidad. Yo quisiera saber, y con toda la atención le hago la pregunta, cómo votó el compañero Avilés en esa ocasión.
El C. Avilés: Ciudadano Vito Alessio Robles, me remito al DIARIO DE LOS DEBATES de esa época y a la lista oficial de esa época cuando por primera vez se votó esa cuestión, a ver si aparece mi nombre allí.
El C. Alessio Robles: Muy bien, compañero; muchas gracias. Podría hacer una segunda pregunta; la segunda pregunta sería saber si cobró. (Risas.)
El C. Avilés: ¿Quiere el ciudadano Vito Alessio Robles que entremos a otra clase de terreno? Me lleva él allá, allá voy. ¿Me autoriza usted para que entre yo a otra clase de terreno? (Aplausos.)
El C. Alessio Robles: Por lo demás, no quiero decir una sola palabra más; no quiero contestar, pues, el discurso del compañero Avilés que, a pesar de la estimación y del respeto que le tengo, quise únicamente señalar esta contradicción flagrante, que pudiera servir muy bien a la hora de tomar la votación. Yo he sido enemigo siempre de la celebración del centenario de la consumación de esta Independencia; debo hacer notar que casi todos los diarios de la capital tomaron algunos números para contribuir a esta celebración. "El Demócrata" no tomó absolutamente ninguno, cree que no deben celebrarse centenarios cada diez u once años y que la celebración del Centenario de 1910 fue la verdadera celebración. Por lo demás, votad como os parezca, yo daré mi voto negativo. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!)
El C. presidente: Tiene la palabra el último orador que marca el Reglamento, que es el señor Herminio Rodríguez.
El C. Rodríguez Herminio: Pido la palabra. En virtud de que la Asamblea ya se ha formado criterio sobre este asunto, y en virtud, sobre todo, de que no merece la pena que se esté discutiendo sobre un hombre en que la historia misma ha dado ya su fallo final, renuncio a la palabra, pero antes quiero hacer esta rectificación al compañero Ollivier, que dijo desde la tribuna hace unos momentos, no sé con qué objeto, si maliciosamente o porque se le haya pasado; él formuló este cargo terrible para un tamaulipeco ilustre, para don Felipe de la Garza. Dijo que el traidor, si es que había traición en el fusilamiento de Iturbide, residía en la personalidad de don Felipe de la Garza. Yo, como tamaulipeco, salgo por los fueros de este ilustre tamaulipeco y digo al compañero, que debe saberlo perfectamente, que había un decreto del Congreso mexicano que sentenció a Agustín de Iturbide, y Agustín de Iturbide, desde el momento que pisó tierra mexicana, se hizo reo de muerte. Por lo tanto, la Legislatura de Tamaulipas cumplió con su deber y la Legislatura de Tamaulipas, ejecutando la sentencia a que se hizo acreedor, cumplió con su deber.(Aplausos. Voces: ¡A votar! ¡A votar!)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Manrique, como miembro de la Comisión. (Voces: ¡No! ¡No!)
El C. Manrique: Ciudadanos diputados: Se trata de un debate de esos que definen y fijan actitudes; se trata de un debate de esos que definen responsabilidades, y yo puedo rehuir la parte de responsabilidades, que me tocan solidarizándome con el acto de la Cámara, que dentro de breves momentos aprobará que desaparezca de sus muros la inscripción del nombre de Agustín de Iturbide. Como el debate está prácticamente agotado, y ya que no puedo, por otra parte, presumir de traer aquí un contingente útil y eficaz de ideas nuevas e interesantes, tócame tan sólo intentar un breve resumen del debate y recoger al vuelo las objeciones más interesantes que a la proposición y al dictamen presentados, han hecho los oradores del contra. Oradores del contra, apenas si el ciudadano Ollivier y el ciudadano Domínguez intentaron una débil defensa de la figura histórica de Agustín de Iturbide. Aceptaron, es verdad, todos los oradores del contra los cargos perfectamente probados y definidos por la crítica y el análisis históricos en contra de Agustín de Iturbide; pero para aceptar estos cargos y rebatirlos después victoriosamente, era menester una convicción que no tienen ni pueden tener los oradores del contra, para decir orgullosamente: bien, ¿Y qué? Para aceptar los cargos que se hacen al defenso se necesita una convicción y un carácter y entereza y energía de que no pueden carecer estos defensores de una mala causa, estos sostenedores de lo insostenible.
Prescindiendo de sutilezas y de distingos, prescindiendo de exquisitos análisis de detalle histórico, hay que recordar la expresión de un gran
pensador; la historia se estudia por siglos, y en el momento en que nos empeñamos en emprender atrevidamente este análisis, esta vista a vuelo de pájaro de nuestra historia nacional, tenemos que juzgar sintéticamente las grandes figuras de nuestra historia. Por esto resulta mezquino - y acepto en parte el criterio aquí sostenido y defendido por don Norberto Domínguez -, resultaría mezquino pretender desfigurar, borrar la gloria de hombres que fueron grandes por una vida de constante esfuerzo, sacrificio y abnegación, buscando a la manera como ciertos ratones o escarabajos de biblioteca tal o cual detalle que pudiera afear la vida de estos hombres. Es, pues, ingrata y torpe la tarea de quienes se emanan en desfigurar la gloria de un Vicente Guerrero; no aludo ni puedo aludir al compañero Norberto Domínguez que expresamente ha reconocido sus enormes méritos. Sería, pues, ingrata la tarea de quien se empeñan en destruir la gloria de hombres como Hidalgo y Guerrero, toda abnegación, todo sacrificio, todo esfuerzo; pretender arrancarlos de nuestro corazón, afear su conducta, señalando en su vida errores de más o menos trascendencia; éste sí sería error muy grave; pero pretender, procediendo a la inversa, que visto un hecho aislado en la vida de un hombre sea bastante para hacerlo acreedor a la eterna gratitud de un pueblo, esto es torpe, miope e injusto. No, sintéticamente, globalmente, en conjunto, es como debe juzgarse la vida de los hombres. ¿Iturbide es un producto de su medio? Es claro, sería torpe el pretender estudiar la figura de Iturbide arrancándolo del medio y del momento en que se desarrollara; pero dentro de ese medio y de ese momento hubo quienes se sustrajeron a la influencia del medio y del momento. ¿Hubo hombres colocados en condiciones notablemente análogas a las de Iturbide? Seguramente que sí. A qué mencionar, ofendiendo vuestra cultura, los nombres y situaciones de Allende, Aldama y Abasolo. Esto me lleva rápidamente a establecer un paralelo entre las situaciones de unos y otros. El concepto de la lealtad, el concepto de adhesión a una causa, el concepto antitético de la traición a la propia bandera y a la fe jurada nos llevaría, dicen los opositores, a considerar como traidores a hombres como Allende, Aldama y Abasolo y a considerar como benemérito, como hombre fiel a la palabra empeñada, fiel a su rey, a su patria y a su dama, a la hidalga figura de don Agustín de Iturbide. Error y error grave y error de copiosa trascendencia. Allende, Aldama, Abasolo, oficiales del ejército del rey, como Iturbide, habían entrado a las milicias virreinales porque era ésta - la de la milicia - la carrera fácil para los jóvenes de aquella época, de aquel medio, que sabéis cuán escasas perspectivas ofrecía a la juventud: el ejército, la abogacía o la clerecía. Antes de plantearse el problema de la independencia, no podía tampoco plantearse el problema correlativo de la fidelidad al rey, de la fidelidad a la Constitución española. En el momento de germinar las ideas de independencia, en el momento de germinar este fermento de inquietud, de desasosiego, producto del contagio mental con las ideas de la revolución francesa, hasta entonces, dada la situación mental y moral, la situación moral, la situación espiritual que prevalecía en Nueva España a principios de pasado siglo, hasta entonces se planteó por primera vez ante el criterio moral, ante el espíritu de los servidores del ejército virreinal este problema: o la creación de una nueva patria, o la sumisión, la inerte fidelidad a un juramento, un juramento vano, porque hasta esos momentos no se había planteado conflicto alguno moral. En ese momento Aldama, Allende, Abasolo no vacilan. Don Francisco Bulnes, con un criterio utilitarista, tacha de torpe el procedimiento de Allende, de Aldama y Abasolo que iban a una muerte cierta y a un fracaso seguro. Iturbide, en cambio, advirtiendo el fracaso, habrá sido un político sagaz, así nos lo dijo con todo desplante don Norberto Domínguez que debiera haber venido aquí a defender más nobles y altas causas. Político sagaz, hábil, oportunista, todo lo que queráis, pero para quienes no somos ni seremos nunca adoradores del hecho ni apologistas del hecho consumado, Iturbide, retrasándose a abrazar la causa de la independencia, Iturbide retrasándose a abrazarla por no tener en ella perspectiva de honores, ascensos, mando, poderío y ambición; Iturbide, que por espacio de once años, de once largos años combatió el movimiento insurreccional. Iturbide no merece la gratitud perenne de un pueblo, porque en el momento en que la independencia estaba ya prácticamente consumada abraza la bandera de la causa para cuya alteza había mantenido cerrado su corazón. Once años habíanse necesitado, once largos años para que Iturbide reflexionase, para que llegase a hallarse frente a esa crisis moral, a una de esas crisis morales que sacuden hasta a las más fuertes naturalezas, ¿habían sido menester once largos años para que Iturbide se convenciese de la Justicia de la causa que tan cruel y tan iracundamente había combatido? No, señores diputados, juzgando sintéticamente la vida de Iturbide, no basta el hecho solo de haber aprovechado eso que se llama pedantescamente el momento psicológico, haber aprovechado una brillante oportunidad para erigirse en paladín de la buena causa.
Señores diputados, insisto en que el debate se halla prácticamente agotado, si los oradores del contra a quienes tocaba demostrar brillantemente que habíamos aquí defendido una mala causa hubiesen traído argumentos serios, esos argumentos tiempo fuera de contestarlos; pero venir aquí como don Vito Alessio Robles y don Norberto Domínguez a pretender que es inequitativo e inoportuno el pretender borrar el nombre de don Agustín de Iturbide de los muros de esta Cámara, desde el momento en que nuestra historia entera y con ella la historia de la América Española está plagada de cuartelazos, este no es argumento serio ni digno de vuestras señorías. ¿Que está plagada de cuartelazos nuestra historia? Y bien, ¿y qué? Si cabalmente el condenar a Agustín de Iturbide condenamos en él al cuartelazo, al golpe de mano, a la codicia. (Aplausos. Si procediendo negativamente hubiéramos aquí atrevíendonos a hacer torpemente la apología de Santa Anna o de cualquiera de nuestros cuarteleros, de nuestros clásicos macheteros; si mi voz se hubiese levantado desde aquí ensalzando la figura de Pablo González o de cualquier otro más o menos contemporáneo, entonces habríais tenido razón al decir que éramos inconsecuentes
con nuestro propio criterio. Pero no; en Iturbide condenamos, oídlo bien, a todos los traidores presentes, pasados y futuros. (Aplausos) ¿Que se ha perdido lamentablemente al tiempo? Afortunadamente el criterio revolucionario de la Asamblea impúsose el tiempo oportuno contra los tímidos, contra los apocados que hablando en defensa de ese tiempo que saben derrochar en otras cosas realmente estériles, querían oponerse a esta discusión y la tachaban de inoportuna; se ha impuesto el buen sentido de la Cámara, el noble sentido revolucionario de la Cámara. Pues qué, ¿imagináis que porque han pasado cien años de estas cosas, no tienen para nosotros una palpitante, una dolorosa, una viviente actualidad? Problema es éste de sensibilidad. Para el hombre sensible, para el hombre de temperamento exquisito, para el hombre dotado de eso que llamaba Urueta un hermafrodismo moral, para el hombre que sabe adunar a la energía viril una sensibilidad vigorosa, para ese estas cuestiones son de eterna, de inamovible actualidad. ¿Que han pasado cien años y el nombre de Agustín de Iturbide, que han pasado cerca de cien años desde 1835 y el nombre de Agustín de Iturbide continúa aún inscrito en letras de oro en los muros de esta Cámara? y bien ¿y qué? ¿Sabéis por que ha sido? Porque esta no es sino una de tantas manifestaciones de nuestra clásica pereza hispanoamericana; hombres de imaginaciones vivas, pero casi siempre después de agitaciones más o menos estériles, propensos a la inacción. ¿Sabéis por qué ha permanecido a través de cerca de una centuria el nombre de Agustín de Iturbide? Os lo diré en una sola palabra; por pereza mental, por cobardía moral y por inercia. (Aplausos.) ¿Sabéis por qué? ¿Es para vosotros por ventura un misterio que la Cámara porfirista durante la cual se levantó el edificio de este Congreso, es por ventura para vosotros un misterio que formaba parte de un sistema de conciliación y transacción; es para vosotros un misterio que durante los últimos días de esa dictadura hubo un movimiento organizado a favor de Iturbide, no a título de censura, rectificación de un acto Justiciero, que si así fuese merecería el respeto de todos los hombres de corazón bien puesto, sino a título de explotación, de oportunismo político? ¿Ignoráis por ventura lo que caracterizó a los últimos años del régimen del general Díaz? No necesito insistir en ello, recordad quién fue el abanderado de la reacción iturbidista: don Rafael Reyes Spíndola y "El Imparcial".
- En consecuencia, señores diputados, toda sutileza, toda disquisición más o menos bizantina que pretendan afirmar que no es aquí en la Cámara de Diputados donde deben discutirse estas cosas que son de la competencia de las sociedades sabias y de las academias de la historia, es vano y fútil. Día llegará, quizás.- ojalá no lo vea yo -, en que se escriba la historia ecléctica, esa historia ecléctica en que sueñan los espíritus generosos, ecuánimes, sensatos y ponderados, los Sanchos Panzas de todos los tiempos; esa historia ecléctica que a todos considera como factores importantes en la formación de nuestra nacionalidad, historia ecléctica en la que irán departiendo amigablemente los enemigos de ayer: Hidalgo e Iturbide, más tarde Santa Anna y Gómez Farías; después departiendo amigablemente, transportaos con la imaginación y veréis en aquel Elíseo, en aquel Paraíso, a Huerta conversando amablemente con Madero; veréis a Porfirio Díaz del brazo de Trinidad García de la Cadena, veréis éstas y otras cosas más y os creeréis transportados por una maravilla de la imaginación a una edad feliz: habitan, anidan palomas entre las serpientes. Sí, esto será delicioso, pero esto debemos rechazarlo quienes pretendemos...esto debemos rechazarlo y lo rechazaremos vigorosa y enérgicamente quienes pretendemos que la historia no es una mera disquisición al alcance y para uso de los eruditos, que la historia no es la elaboración fría, carente de vitalidad, carente de entusiasmos y de energías, para uso de las sociedades sabias y de los escarabajos de biblioteca. No, señores, la historia es algo viviente; la historia, como todo estudio, como todo conocimiento humano, se reduce en último término y en último análisis al estudio de nosotros mismos, y la acción consiguiente de la historia ha de ser una perpetua relación, una perpetua rectificación, un perpetuo de venir de valores morales y ha de ser espejo - ya lo decía Cervantes, ciudadano Domínguez - espejo para las generaciones futuras. ¿Qué se supone que quisieron las legislaturas que nos precedieron al marcar en los muros de este Parlamento con letras de oro estos nombres que se suponen ilustres? Se quiso marcar los ejemplares, se quiso señalarnos hombres de gloriosa ejemplaridad, dignos de imitación para las generaciones futuras. ¿Es de estos hombres Agustín de Iturbide? ¿Resiste Agustín de Iturbide el análisis de la crítica histórica? ¿Puede Agustín de Iturbide, juzgado sintéticamente, globalmente, juzgado en su vida entera, ser considerado como un hombre representativo, como un hombre representativo de una época, como uno de esos hombres cuya biografía, según el sabio decir de Carlysle, son el resumen de la historia? ¿Puede considerarse como el representativo, como el compendio de una época? Yo querría que se elevase aquí una voz entera y firme que dijese claramente: sí. No es el análisis mezquino de Iturbide que comete tal o cual error en su vida, no es el análisis mezquino de un detalle para manchar la clara y noble personalidad de un hombre, es la vida entera de don Agustín de Iturbide en que hay como excepción y no como regla un acto útil para la vida de la patria. ¿Que Agustín de Iturbide fue un factor, uno de los consumadores de la Independencia? Pues bien, sí: y bien, ¿y qué? Un factor, lo habéis dicho, un consumador, pero no es para mí la historia, la apología del hecho consumado. Guerrero, sí ese sí tiene derecho a nuestra eterna y viviente veneración, porque en Guerrero no se trataba del esfuerzo de un año, es el esfuerzo de once años, es el esfuerzo de diez u once años de constante lucha, de miseria, de dolor, de desprecios. Advertid la conspiración que se había tramado en contra de la idea de independencia. Todos los hombres bien nacidos, la gente culta, la gente decente y ¡Cosa dolorosa! el clero, en momentos de doloroso fanatismo cuyas miserias dolorosamente todavía atormentan y atosigan el alma nacional; en momentos en que el clero todavía tenía poder, tenía dominio, imaginaos la enorme entereza que era necesaria para romper
con toda suerte de preocupaciones, cuando se adunaban todas las energías vivientes en aquel entonces y se hacía un lábaro del rey y de la religión, cuando combatir al rey y a las instituciones y al feudalismo agrario de la colonia española era lo mismo que combatir a la religión y a Dios; cuando hacerlo era merecer el anatema. ¡Ah! Ahora podemos reírnos volterianamente de los anatemas, pero en una época en que la preocupación religiosa, en que no digamos la creencia religiosa, sino un doloroso fanatismo habíase enseñoreado del alma de la sociedad colonial, se necesitaba de un espíritu fuerte y templado en la lucha para prescindir de todas aquellas preocupaciones y luego, ¿era o no menester un espíritu vigoro para resistir lo mismo a las amenazas que a los halagos, para refugiarse en las montañas a despecho de climas, a despecho de las privaciones; para resistir a las proposiciones de indulto, para resistir a las persecuciones constantes y para resistir, sobre todo, al contagio de la desesperación, al contagio de las defecciones? ¿Ignoráis, por ventura, que al terminar el segundo período de la guerra de Independencia habían muerto o habíanse indultado la enorme mayoría de los jefes insurgentes? ¿No sabéis que era un reducido número el de los que sostenían con la frase ya tradicional, el de los que mantenían encendido, viviente, el fuego sagrado de la insurrección? Entonces, a éstos sí; a aquellos que consagraron lenta y perseverantemente una larga vida de esfuerzo en loor, en aras de una noble idea, a éstos sí nuestra veneración eterna; el hombre que después de once años de lucha - mirad bien -, de once veces 365 días, ciudadano ingeniero Domínguez el hombre que a través de estos años siguió sistemática y ruín y cruelmente la persecución con el ejército a las chusmas desorganizadas de la insurrección, este hombre no tiene derecho a nuestra veneración. No es verdad que la idea de la independencia estuviese prácticamente derrotada. Bulnes, compañero Domínguez, cuya autoridad ninguno de nosotros puede negar, y menos la negaríais vos, Bulnes reconoce que ya en 1819, aunque aparentemente el movimiento militar estaba derrotado, en realidad la independencia era un hecho, porque al lado de las apariencias exteriores que sólo son visibles para los miopes y para aquellos que voluntaria y canallescamente mutilan su espíritu, a despecho de las exterioridades, digo, moralmente la independencia estaba hecha, la idea de independencia había cundido y contagiado a todas las mentes. En estas condiciones no se necesitó sino de tal o cual accidente que aprovechase la situación, la situación hecha ya y fruto del esfuerzo, fruto del sacrificio de la lenta y dolorosa abnegación de todos aquellos patriotas y de todos aquellos muertos; en esta ocasión se presentó Iturbide, Iturbide aprovéchase del esfuerzo de los hombres que le precedieron e Iturbide aprovecha la generosa y plausible abnegación y el alto desinterés de Vicente Guerrero; Iturbide consuma la independencia. ¿Es esta consumación, es este hecho consumado lo que merece nuestra apología y nuestro elogio fuera de toda crítica y prescindiendo de todo análisis? O no tenemos derecho, como historiadores, a penetrar en el alma y en la intención y no a prejuzgar víctimas de prejuicios, sino teniendo en cuenta los antecedentes y el medio y el momento en que había vivido y se habían desarrollado las actividades de Iturbide? Debemos tener en cuenta finalidades e intenciones; de otro modo el historiador no habrá cumplido con su tarea, habría mutilado su papel y su misión. Entrando en el análisis de las intenciones, de los intereses, Iturbide no merece nuestra admiración; no seré yo, sin embargo, a fuer de hombre sereno, quien imagine que sea menester para lograr que el nombre de Iturbide desaparezca de los muros de esta Cámara agregar epítetos más o menos duros a este hombre; no seré yo tampoco, a despecho del compañero Herminio S. Rodríguez, quien haga la apología del proceso y la apología de la ejecución de Iturbide en Pandilla. Si hemos de ser serenos, hemos de reconocer que la medida de declarar a Iturbide fuera de la ley, cabalmente por lo que tenía de medida preventiva, porque no era una medida correctiva contra una insurrección, contra un acto consumado, merece la condenación clara y serena de los hombres que tratan de elevarse por encima de las mezquindades de la vida política, porque justificar la ejecución de Iturbide por razón de Estado...
El C. Díaz Soto y Gama, interrumpiendo: ¡Por razón de justicia!
El C. Manrique..justificar la ejecución de Iturbide por razón de política, por utilidad pública, por razón de Estado, es justificar la ejecución de Madero por Victoriano Huerta también por utilidad pública y por razón de Estado...(Voces: ¡No!) No pretendo sostener a todo trance la analogía, nada más propicio a errar que el establecer analogías; no he querido establecer paralelos, soy de los que creen, compañero Rodríguez, que en tesis general puede considerarse como un acto de justicia el haber Iturbide perdido la vida después de haber disuelto el Congreso; pero habiéndose declarado a Iturbide fuera de la ley, habiéndosele condenado en su ausencia y sin previo proceso y habiéndosele ejecutado, no es lógico creer que se trata de defender la idea revolucionaria defendiendo los actos concretos del Congreso que lo puso fuera de la ley. Creo que se trata de espíritus suficientemente altos par ir contra el viejo prejuicio de que la ignorancia de la ley no acredita; tesis de inercia y de pereza moral, brillantemente refutada por un alto pensador español, don Adolfo Posada. "La ignorancia de la ley no acredita". Dejad esta frase hueca y falta de sentido en labios de rancios juristas; para quienes nos empeñamos en sostener un criterio de justicia, la ejecución de Padilla no es concretamente justificable. (Murmullos.) De todas maneras, señores diputados, no imaginéis que porque difiero en detalles de las apreciaciones de compañeros míos, dejo de sostener más vigorosamente, cabalmente porque la acepto con distinciones, la tesis que aquí se debate y que es esta: el nombre de Agustín de Iturbide, la figura de Agustín de Iturbide no debe considerarse como un ejemplar digno de la admiración y de la imitación por las generaciones futuras. Yo os exhorto, pues, ciudadanos diputados, a que prescindiendo de toda preocupación utilitaria, a que prescindiendo de preocupaciones mezquinas y desafiando la crítica de quienes interesadamente censuran nuestros actos, elevándoos por encima de las mezquindades
del presente, contestéis a quienes afirman que el haber permanecido el nombre de Iturbide largos años en los muros de esta Cámara es la prueba mejor de que la nación mexicana ha aceptado, de que la nación mexicana ha aprobado tácitamente, quizás expresamente tal cosa, contestad a ellos que a la inercia es tiempo ya de oponer la agitación, la vida, el esfuerzo; que todavía es tiempo de rectificar valores morales y que no es el autor del primer cuartelazo, que no es el primer contrarrevolucionario clásico mexicano quien puede sostener el paralelo que en mala hora intentaron que desafortunadamente sostener con Washington, o siquiera con los más altos aún que Washington, libertadores sudamericanos: Bolívar y San Martín. Comparar a Bolívar y a San Martín y venir aquí el ciudadano Ollivier a recitar una serie de nombres, a hablarnos de O'Higgins y otros libertadores, y a hacer aquí la apología de las ambiciones, sea en hora buena; pero, oídlo bien; la ambición sabe sacrificar la consecución de altos y nobles ideales, las mezquindades que laten en nuestros propios corazones, y Bolívar, este hombre verdaderamente genial, Bolívar puede haber tenido errores, pero en Bolívar el error de un momento, es la excepción; la vida entera de Bolívar es un alto ejemplo de una alta y honda perseverancia, de la alta concepción de grandes planes políticos; la creación de la hegemonía de reinos, de repúblicas libres de Sudamérica; la concepción y ejecución de vastísimos planes políticos y de Gobierno; una alta constitución moral; esto al lado de defectos verdaderamente excepcionales y proporcionados sin embargo a la grandeza de sus cualidades, como atinadamente expresó el compañero Domínguez, que no es ciertamente figura que pueda resistir la comparación con la mezquina, con la sanchopancesca figura de Iturbide. Si queréis, pues, expresar con vuestro voto la apología del hecho consumado, la apología del golpe de mano, la apología de la violencia y del cuartelazo como factores y guías de nuestra historia, votad en contra del dictamen; si queréis, por el contrario, demostrar que conscientemente sois capaces de arrancaros a las mezquindades que os acechan para expresar con vuestra opinión el concepto de que rectificáis un valor moral que falsamente se nos ha ostentado como digno de estimación, entonces votad afirmativamente. (Aplausos. Voces: ¡A votar!)
PRESIDENCIA DEL C. HERNÁNDEZ ALVAREZ ENRIQUE
El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.
El C. Díaz Soto y Gama: El objeto que tiene la Comisión al venir a tener el honor de cerrar el debate, es el siguiente: es sistemático en la reacción atacar a la revolución y a los revolucionarios, tachándolos de ignorantes. La revolución debe empezar ya a demostrar que la ignorancia está y ha estado siempre de parte de la reacción; que la reacción nunca ha entendido a este país, nunca ha comprendido sus problemas, ni ha sacado partido de su historia; y, por lo mismo, la Comisión ha querido en este debate entrar valiente y francamente al estudio histórico para demostrar a la reacción que la crítica histórica y la interpretación de los textos históricos está a favor de la revolución y de esta iniciativa. La síntesis del debate de las cuestiones aquí tratadas ha sido hecha en mi concepto magistralmente; la síntesis desde el punto de vista moral, psicológico, sociológico de la filosofía de la historia, acaba de ser hecho magistralmente por el compañero Manrique; la síntesis desde el punto de vista netamente revolucionario, ha sido hecha desde el principio de este debate modestamente, pero perfectamente documentada por la Comisión que tiene el honor de dirigiros la palabra; la Comisión demostró entonces, con documentos irrefutables, que el movimiento de independencia había sido esencialmente agrarista, que había ido esencialmente contra los acaparadores de la tierra y que Agustín de Iturbide había, no detenido la revolución, como lo dijo Martínez de Escobar suavemente, sino destrozado la obra de la revolución de independencia, convirtiéndola en una contrarrevolución latifundista. No dijo la Comisión que Iturbide fuera latifundista; dijo que el movimiento que encabezó fue una contrarrevolución latifundista a favor de los latifundistas y a favor de las clases privilegiadas. De manera que la síntesis, el trabajo de síntesis ha estado completo y redondo; el trabajo de análisis histórico, de crítica histórica no lo ha rehuído la Comisión, ni debía rehuirlo; no es trabajo de ratón de biblioteca, es trabajo serio, documentado y profundo; profundo, porque no es una improvisación.
Nosotros los revolucionarios conscientes tenemos hecho este estudio hace muchos años, y yo quiero, entrando por última vez al análisis histórico, dejar en el DIARIO DE LOS DEBATES la demostración palmaria de que Iturbide fue ambicioso, contradiciendo a los compañeros que se atreven a negarlo. Y voy a demostrar otra cosa que va a espantar a la reacción y que, sin embargo, es una verdad, no una paradoja: Iturbide no puede ser llamado consumador de la independencia. Quiero poner en parangón textos opuestos, para seguir en esto la corriente que marcó Martínez de Escobar con espíritu algo desordenado y con tesis un tanto cuanto exagerada. El quiere convertir a los historiadores por fuerza en apasionados; él quiere que cada historiador escriba dejándose llevar por su temperamento. Hay parte de razón en ello. El temperamento del historiador se impone y se refleja en sus obras, y puesto que esto es así, quiere la Comisión demostrar con autores opuestos, por un lado el verdadero representativo de las ideas revolucionarias, el verdadero representativo de la filosofía liberal, el ilustre don Ignacio Ramírez, Muy superior al ya caduco don Fernando Iglesias Calderón, y por otro al representativo de la reacción, a don Lucas Alamán; por ellos se verá que Iturbide no merece los honores que se le han tributado. Traerá también a colación la Comisión a un escritor intermedio, al autor del tomo IV de "México a Través de los Siglos", Enrique de Olavarría y Ferrari, moderado. Los tres están acordes en presentar a Iturbide como lo que fue. Veamos lo que dice don Ignacio Ramírez, para contestar la cita autoritaria del compañero Ollivier, la Comisión no quiere dejar sin contestar ningún argumento. El ilustre don Ignacio Ramírez, pensador delante del cual tiene que inclinarse la reacción, dijo en su
discurso pronunciado en el Teatro Nacional el 15 de septiembre de 1867 -fíjese el compañero Ollivier -: "Los héroes, llámense Hidalgo o Zaragoza; los gobernantes, aun cuando en su número se contase otro Washington; las autoridades, no son sino estrellas que desaparecen de un horizonte donde sólo brilla constantemente un sol, el pueblo. Hidalgo, abandonado por esta deidad, no sería sino un oscuro sedicioso, Iturbide la desconoció y murió como Maximiliano."
Compañero Manrique, Iturbide mereció el cadalso de Padilla, traicionó al Pueblo, quería esclavizarlo y mereció el cadalso, porque su vida merecía mucho menos que la vida de los mexicanos que quería sacrificar a sus ambiciones y nuevas traiciones. Me desconsoló que el compañero Manrique después de su brillante discurso bajase de tono sin motivo y no tuviese el valor civil suficiente para enfrentarse a la reacción y decirle: si Iturbide viviera, si cometiera otra vez los mismos hechos, la actual Revolución, como la de Independencia, lo mataría de nuevo. ( Aplausos.) Dice don Ignacio Ramírez: "Iturbide desconoció al pueblo y murió como Maximiliano..."
No es exacto que haya habido inercia, siempre los liberales desde 1821 hasta la fecha han repudiado la grotesca, la falsa personalidad del falso libertador de México, Agustín de Iturbide. Después en otro lugar de su discurso el mismo "Nigromante" dice: "Los españoles al esconder su derrota entre las murallas de Ulúa, dejaron un trono como un castigo para la insurección, como una esperanza para el viejo mundo; Iturbide cambió su espada en cetro; nosotros para romper ese cetro y esa espada, y para derribar ese trono, hemos reproducido el grito de Dolores".
El mismo concepto que se ha sostenido en esta Cámara, el mismo criterio; para borrar de nuestra historia el ejemplo de los pretorianos y usurpadores, tenemos que reproducir el Grito de Dolores: eso se hizo en la Reforma y en la Intervención y debe hacerse ahora; hay que poner un hasta aquí a los ejemplos de inmoralidad, de traición, de perfidia y de usurpación. Esto es claro como la luz; se trata de ejemplo de moralidad y por eso frente a Iturbide, todo amoralidad, todo alevosía, falto absolutamente de principios y espíritu de sacrificio, todo egoísmo, queremos presentar una personalidad cuyo solo nombre molesta a la reacción, como Belisario Domínguez, inmaculado, que honra a la moralidad mexicana, que honra a la Revolución, que honra a los principios, que honra a la humanidad, porque ese hombre en vez de sacrificarlo todo a su ambición, hasta la patria, hasta la libertad, como Iturbide, sacrifica todo lo suyo en aras de la patria, del honor y del bien; en aras del propio honor que consideraba lastimado con tolerar que no hubiese en el Senado de la República siquiera una voz que se levantase clamando contra lo perverso; un hombre que muriera simplemente por respeto a la dignidad humana, por respeto a la dignidad nacional y por respeto a su propia dignidad, es un hombre verdaderamente notable, es un hombre verdaderamente digno de profundo respeto. (Aplausos.) es uno de los hombres más grandes, no sólo en la historia de México sino en la historia del mundo, y ese hombre es el que queremos nosotros, los revolucionarios, tener el orgullo de presentar como un contraste odioso para la reacción, glorioso para la Revolución, frente al polo opuesto, frente al reverso de la medalla, frente a ese hombre abominable - urgen los epítetos, compañero Manrique -, frente a ese hombre abominable que se llamó Agustín de Iturbide.(Aplausos.) Vuelvo a la frialdad si es posible, por más que no me sea posible tener frialdad cuando se trata de una figura, de una personalidad de esta naturaleza, para leer la opinión de Alamán sobre las causas que llevaron a Iturbide a presentarse como libertador de México; es muy breve, ruego una poca de paciencia, porque más que por la Asamblea, lo hago por el futuro, para que queden estampadas razones de peso razones históricas en el DIARIO DE LOS DEBATES. Quiero que este acuerdo quede como imborrable, como un acuerdo resultado de un análisis histórico, serio y profundo. " En tales pasatiempos - dice Alamán, Alamán el conservador, señores que se han puesto a la altura de los conservadores, es decir, un poco más bajo que ellos; conservadores, no porque lo sean, sino lo que es peor, porque se han puesto a defender a los conservadores sin ser conservadores, a defender a Iturbide sin ser iturbidistas y a defender a los reaccionarios sin ser reaccionarios, es decir, han hecho el más desairado y triste papel, (Risas. Aplausos) porque no han tenido ni siquiera el valor civil para declararse reaccionarios o francamente conservadores, sino que han estado entre dos aguas indefinidos, incoloros, amorfos, insípidos e inodoros. (Risas. Aplausos.)
Dice Alamán en el tomo V, página 49:
"En tales pasatiempos, menoscabó en gran manera el caudal que había formado con sus comercios en el Bajío...."
Se atreve a llamar este hombre comercio los latrocinios y rapiñas del Bajío.
"hallándose en muy triste estado de fortuna..."
Fíjese el compañero:
".... cuando el restablecimiento de la Constitución y las consecuencias que produjo, vinieron a abrir un nuevo campo a su ambición de gloria, honores y riqueza." Esto dice Alamán.
El C. Ollivier: Enemigo de Iturbide.
El C. Díaz Soto y Gama: Ahora vamos a leer "México a través de los siglos, a un español, don Enrique de Olavarría y Ferrari. Se trata del tomo III, así es que es de don José María Vigil. (Voces: ¡De Julio Zárate!)- "Las ambiciones, empero, -dice Vigil en "México a través de los siglos" (Voces: Zárate!) -
"La ambición, empero, explica fácilmente esa transformación que apresuró también la independencia de México. Mientras consideró Iturbide más robusto el poder de la dominación, sirvióle con celo ardentísimo y extremó su adhesión hasta sacrificar con aparente fanatismo religioso y político, a millares de sus compatriotas; y cuando le vió vacilante por las fuerzas contrarias que se desarrollaron en su seno, se apercibió a asestarle el golpe mortal, seguro de que en él mismo redundarían la gloria y los provechos de una revolución que antes había combatido con una ferocidad sin ejemplo."
Presidencia del C. ZINCÚNEGUI TERCERO LEOPOLDO
El C. Díaz Soto y Gama, continuando: Quiere decir que Iturbide no hizo más que aprovecharse de la oportunidad que se presentaba; él confiesa en un documento que la revolución era inevitable: lo vuelve a decir don Lucas Alamán:
"Aunque el primer plan de Iturbide hubiese quedado desvanecido con la publicación de la Constitución, conocía bien que esta misma publicación y todo lo que se había ido siguiendo, era un fuerte estímulo para la revolución y ésta había venido a ser inevitable, pero que era menester darle conveniente dirección, para que pudiese tener buen éxito."
Lo confiesa a renglón seguido todavía en una cita que de él trae a la mano:
"El nuevo orden de cosas; "dice el mismo Iturbide: (14)" el estado de fermentación en que se hallaba la península; las maquinaciones de los descontentos; la falta de moderación en los causantes del nuevo sistema; la indecisión de las autoridades y la conducta del Gobierno de Madrid y de las Cortes, que parecían empeñadas en perder estas posesiones, según los decretos que expedían y los discursos que por algunos diputados se pronunciaban, avivó en los benévolos patricios el deseo de la independencia; en los españoles establecidos en el país, el temor de que se repitiesen las horrorosas escenas de la insurrección; los gobernantes tomaron la actitud del que recela y tiene la fuerza, y los que antes habían vivido del desorden, se preparaban a continuar en él. En tal estado, la más bella y rica parte de la América del Septentrión iba a ser despedazada por facciones. Por todas partes se hacían juntas clandestinas....." "Quiere decir que Iturbide no fue ni puede llamarse verdaderamente el consumador de la Independencia; la verdad histórica, con poco que se ahonde, sin necesidad de paradojas ni frases retóricas, la verdad histórica perfectamente comprobada en muchísimos documentos y obras, es esta: las clases privilegiadas, viéndose amenazadas con el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, fueron las que se apresuraron a unirse a los insurgentes para consumar la independencia. Esto quiere decir que Iturbide, para todo el que tenga sentido común, fue un factor accidental, un instrumento de las clases privilegiadas: hay historiadores que dicen esto terminantemente, para que se vea hasta qué punto han sido ignorantes los del contra: las clases privilegiadas no tuvieron más que un cuidado, una preocupación: encontrar al hombre adecuado que les sirviera de instrumento. Si Iturbide no se hubiera prestado, lo habría hecho Bustamante, el italiano Filísola, Celestino Negrete, Chávarri y Armijo, todos los que después acompañaron en su aventura contra el honor militar y su rey, al traidor de Iturbide. Luego Iturbide no fue más que un instrumento de las clases privilegiadas, las que por librarse de las reformas decretadas en la península, consumaron la independencia en unión del glorioso insurgente Guerrero. (Aplausos.) Y querer que lo accidental vuelva esencial, que el instrumento tenga los honores de aquellos a quienes sirvió, es una falta absoluta de criterio para juzgar la Historia. Si se quiere rendir honor a alguien, debe rendirse al Clero, representado por el doctor Monteagudo; debe rendirse a la Audiencia, representada por Bataller, y debe rendirse al comercio de México y a todas las clases acaudaladas de aquel entonces, que fueron los que impulsaron a Iturbide y vieron en Iturbide al instrumento adecuado por su bajeza moral, por su falta de escrúpulos, por su audacia y por su pretorianismo, para servir en la empresa facilísima de derrocar a un régimen que ya estaba completamente derribado, porque no tenía como apoyo ni al propio virrey, toda vez que el propio virrey fue el primero en secundar el movimiento. No sé si debo agregar más; creo que no. (Voces: ¡Ya no! ¡A votar!)
El C. secretario Barragán: No habiendo más oradores inscriptos, en votación económica se consulta si se considera el asunto suficientemente discutido. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo.
El C. Espinosa Luis: Pido votación nominal.
El C. presidente: La Presidencia manifiesta al ciudadano Espinosa, que la Secretaría va a preguntar nada más si el asunto se considera suficientemente discutido.
- El mismo C. secretario: Suficientemente discutido. En votación nominal se va a preguntar si se aprueba el primer punto relativo, que dice: "1o. Bórrese del recinto de la Cámara el nombre del primer contrarrevolucionario Agustín de Iturbide, ejecutado en Padilla en cumplimiento de un decreto del Congreso General."
El C. Manrique: ¡Moción de orden! Hago constar, compañeros, que no se dividieron estos puntos resolutivos; que se han discutido globalmente ; en consecuencia, ameritan resolverse en una sola votación. (Voces: ¡No! ¡Si!)
- El mismo C. secretario: En efecto, por un error de la Secretaría se dió cuenta con el primer punto...
El C. Alessio Robles: Pido atentamente a la Presidencia que divida la votación de los dos puntos resolutivos; es un hecho enteramente notorio que casi no se ha tratado más que el asunto relativo a Iturbide. Yo pido atentamente que se divida la votación.
- El mismo C. secretario: Se dividirá la votación como lo pide el señor Alessio Robles, por disposición de la Presidencia.
El C. Espinosa Luis: Pido la palabra. Debo explicar al compañero Alessio Robles que no quiero que se festine la glorificación de don Belisario Domínguez, y que en su oportunidad yo tomaré parte en el sentido que lo crea conveniente.
- El mismo C. secretario: En consecuencia, se va a tomar la votación nominal del primer punto, que dice: "1o. Bórrese del recinto de la Cámara el nombre del primer contrarrevolucionario Agustín de Iturbide, ejecutado en Padilla en cumplimiento de un decreto del Congreso General". Sin perjuicio de la votación que se va a tomar, dice la Presidencia que se cita para mañana, lo cual advierte desde ahora, porque los diputados acostumbran retirarse luego que votan. Por la afirmativa.
El C. Riva Palacios: Por la negativa. (Se recoge la votación)
- El mismo C. secretario: Votaron por la afirmativa 77 ciudadanos diputados.
El C. Riva Palacios: Votaron por la negativa 5 ciudadanos diputados.
- El mismo C. secretario: En consecuencia, no hay quórum, y se reserva para su votación. Por acuerdo de la Presidencia se suspende la sesión y se cita para mañana a sesión extraordinaria de Congreso General a las cuatro de la tarde. (9.40 p.m.)