Legislatura XXX - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19230313 - Número de Diario 18
(L30A1P1eN018F19230313.xml)Núm. Diario:18ENCABEZADO
MÉXICO, MARTES 13 DE MARZO DE 1923
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO I. - PERIODO EXTRAORDINARIO XXX LEGISLATURA TOMO II. - NUMERO 18
SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 13 DE MARZO DE 1923
SUMARIO
1. - Se abre la sesión. Es leída y aprobada el acta de la anterior.
2. - Cartera. Escrito del C. diputado Laguna, en que manifiesta que no ha asistido a las sesiones por encontrarse enfermo; de enterado. Se concede licencia al C. diputado Castillo Agustín.
3. - A moción de varios ciudadanos diputados, son nombradas dos comisiones: una que ponga en conocimiento del Ejecutivo los sangrientos sucesos acaecidos e Puente Nacional, Veracruz, y otra que se traslade al lugar de referencia a investigar los referidos sucesos.
4. - Es introducido al Salón el doctor argentino don Alfredo L. Palacios. Usan de la palabra los CC. diputados Torregrosa y Pérez Taylor. Hace uso de la palabra el doctor Palacios.
5. - Continúa a debate el artículo 3o. del proyecto de la Ley del Petróleo. Se levanta la sesión.
DEBATE
Presidencia del
C. VALADEZ RAMIREZ ANTONIO
(Asistencia de 131 ciudadanos diputados.)
El C. presidente, a las 17.12: Se abre la sesión.
- El C. secretario Gandarilla, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día doce de marzo de mil novecientos veintitrés. - Período extraordinario.
"Presidencia del C. Antonio Valadez Ramírez.
"En la ciudad de México, a las diez y siete horas y veinte minutos del lunes doce de marzo de mil novecientos veintitrés, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y dos ciudadanos diputados.
"Sin debate se aprobó el acta de la sesión anterior, celebrada en el día nueve del mes en curso.
"Se dio cuenta con un telegrama en que la Diputación Permanente del Congreso de Veracruz suplica que al discutirse la Ley de Petróleo se tomen en consideración las iniciativas referentes a que los Estados tengan participación en los impuestos al petróleo . - Recibido y a las comisiones que tienen antecedentes.
"El ciudadano Gandarilla hizo una interpelación relacionada con el mensaje anterior a las comisiones del Petróleo, que no fue contestada por no encontrar presente ninguno de sus miembros. El C. Gandarilla manifestó que quedaba en pie su interpelación para cuando pudiera ser contestada.
"La Cámara permitió que las comisiones del Petróleo retiraran el artículo 3o. de su dictamen sobre la Ley Orgánica del Artículo 27 Constitucional en el ramo del Petróleo , y lo presentaran inmediatamente reformado.
"Puesto a debate, el C. Israel del Castillo habló en contra.
"Presidencia del C. Cipriano Villanueva Garza.
"El C. Rama, durante el discurso del C. Israel del Castillo, hizo aclaraciones y respondió preguntas del orador.
"A nombre de las comisiones usó de la palabra el C. José Manuel Puig y Casaurane, interrumpiéndole aclaraciones del C. Israel del Castillo y una interpelación del C. Barón Obregón.
"Se concedió la palabra en contra al C. Cerecedo Estrada, quien no llegó a hacer uso de ella, en virtud de que el C. Barón Obregón reclamó el quórum.
"La Mesa, por conducto de la Secretaría, pidió a la comisión nombrada para invitar al orador argentino, señor Alfredo L. Palacios, a que asistiera a una de las sesiones de esta Cámara, que informara sobre el resultado de su cometido. Ninguno de los miembros de esa comisión estaba presente, y la Secretaría manifestó que el señor Palacios asistiría a la sesión del día siguiente, a las diez y ocho horas.
"A las diez y ocho horas y cincuenta y dos minutos se levantó la sesión."
Está a discusión el acta. Los ciudadanos representantes que deseen hacer uso de la palabra para impugnarla o para sostenerla, sírvanse pasar a inscribirse. No habiendo quien haga uso de la palabra ni en pro ni en contra, en votación económica se pregunta a la Asamblea si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, se servirán manifestarlo. Aprobada.
- El mismo C. secretario, leyendo:
"México, marzo 12 de 1923.
"Ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados. - Presente.
"La circunstancia de haber sufrido un ataque de reumatismo, me ha impedido desde hace varios días asistir con regularidad a las sesiones que ha celebrado esa H. Asamblea; por lo tanto, ruego a ustedes se sirvan hacer del conocimiento de la Presidencia, la causa de mi falta de puntualidad, para que no se tomen en cuenta las faltas de asistencia que con anterioridad se me han anotado, y para lo subsecuente se me dispensen esas faltas, mientras tanto dura mi enfermedad.
"Protesto a ustedes mi atenta consideración. - Sufragio Efectivo. No Reelección. - Pedro Laguna. - De enterado.
"H. Asamblea:
"Teniendo que atender asuntos de familia, que reclaman con urgencia mi presencia en el Estado de Chiapas suplico que con dispensa de trámites se me conceda una licencia por el término de veinte días, con goce de dietas.
"México, D. F., marzo 13 de 1923. - A.Castillo.
"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados. - Presente."
En votación económica se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites Los ciudadanos diputados que estén por la afirmativa, se servirán manifestarlo. Se dispensan los trámites. Está a su discusión. Los que deseen hacer uso de la palabra en pro o en contra, se servirán pasar a inscribirse. No habiendo quien haga uso de la palabra en votación económica se consulta si se concede la licencia. Los señores representantes que están por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Concedida.
- El mismo C. secretario: Los ciudadanos diputados por Veracruz piden, haciendo uso de las facultades que les concede el Reglamento , se lea el siguiente documento:
"H. diputación veracruzana al Congreso de la Unión. - Presente.
"Serapio Lagunes, de sesenta y tres años de edad, casado, vecino de la Congregación del Crucero, perteneciente al municipio de Puente Nacional, Veracruz, y jefe del cuerpo de voluntarios establecido en dicho punto con autorización del ciudadano jefe de las operaciones militares en el Estado, Luis M. Morales, síndico del H. Ayuntamiento del citado municipio; Alfonso Lagunes, tesorero municipal del mismo lugar; Rubén Lara, Ildelfonso González y Tomás Campomanes, en representación de todos los componentes del cuerpo de voluntarios aludido, ante vuestra honorabilidad comparecen en queja de los sucesos sangrientos acaecidos en Puente Nacional , Veracruz, el día 9 de los corrientes, y que tiene consternado, no sólo la región, sino aun el Estado de Veracruz, que se encuentra bajo el amago de las carabinas de la guardia civil, antes sólo útiles para imposiciones electorales, y ahora instrumentos de los más espantosos crímenes.
"Citados por la Presidencia municipal de Puente Nacional, los voluntarios de la zona, para una averiguación de carácter administrativo, acudieron confiados, quince de éstos, entrando los que cupieron a la sala capitular para dejar desahogada la diligencia, entretanto que el resto permanecía fuera de local. Es de expresarse que, antes de que se reunieran los voluntarios citados y de que llegara la hora de la cita, el señor Ignacio Rivero Amieva, jefe de los voluntarios de la Ternera, invitó amistosamente a las autoridades municipales, refrescos y cervezas, manifestando estas autoridades sus deseos de marchar de acuerdo con los voluntarios, a fin de trabajar de consumo en bien de la tranquilidad de la comarca.
"La víspera de estos acontecimientos, fueron concentradas en Puente Nacional, fracciones de la guardia civil de Jalapa, Tamarindo, Chichicaxtle, San Francisco y Paso de Ovejas, hasta hacer un contingente aproximado de sesenta hombres. Iniciada la diligencia, los voluntarios que se encontraban dentro de la sala capitular, tomaron asiento en derredor del alcalde, siendo entonces rodeada la casa municipal por los soldados de la guardia civil, que tomaron posiciones detrás de unas tapias que se encuentran próximas, y colocándose otros soldados en las puertas que dan acceso a la Presidencia Municipal. Intempestivamente, el mayor, jefe de guardia civil, ciudadano Rodolfo Lara, que se encontraba dentro de la sala capitular, acompañado de un soldado, desenfundó su pistola y gritó: ¡manos arriba! al par que disparaba por detrás un balazo en la cabeza del señor Ignacio Rivero Amieva. Simultáneamente se precipitaron en la expresada sala los soldados de la guardia civil, disparando sus armas al mismo tiempo que hacían fuego los demás guardias parapetados en las tapias, contra los voluntarios que no habían entrado a la casa municipal. Como resultado de esta proditoria hazaña, quedaron muertos los ciudadanos Ignacio Rivero Amieva, R. Vásquez, Telesforo Muñoz, Saturnino Zárate, Benjamín Colorado, Rafael Lagunes y Manuel Olmos; y heridos los ciudadanos Andrés Lagunes, Benito Morales, Adrián Acosta, Mariano Lagunes e Isidro López. Hacemos constar que entre las víctimas de la hazaña sin nombre consumada por la guardia civil, se encuentran no sólo miembros del cuerpo de voluntarios, sino vecinos ajenos a este cuerpo que habían acudido accidentalmente a la casa municipal. Llamamos poderosamente la atención de esa H. Diputación acerca del hecho de que la mayor parte de los cadáveres de voluntarios que se recogieron de la casa municipal, presentan los orificios de entrada de balas, por detrás, lo que demuestra no sólo que no fueron agresores, sino que fueron traicioneramente acometidos. Al efecto, la exhumación de esos cadáveres hará meridiana luz. Consumada la hecatombe los guardias civiles cayeron sobre muertos y heridos despojándolos de los objetos que portaban e hicieron botín de guerra de la Tesorería Municipal, de donde tomaron algunos centenares de pesos pertenecientes a la Federación, y recaudados por concepto de Impuestos del Timbre.
"Ahora bien, H. diputación: los cuerpos de voluntarios del Estado de Veracruz, como consta a cada uno de los ciudadanos Diputados de dicha Entidad, han sido siempre factor de orden y han cooperado, diligente y a veces heroicamente, con el Ejército federal, en la obra de pacificación.
Para no hacer una larga lista, mencionaremos los casos registrados en el último mes, al batirse, aniquilarse las partidas del llamado "Negro López" y de los hermanos Tenorio, y los voluntarios del "Crucero", en cuya representación hablamos dieron muerte, en fecha aún fresca, al exgeneral Isacc Jiménez y a su segundo, que capitaneaban una peligrosa partida de bandoleros; acciones en que tomaron bizarra parte los voluntarios, según consta en los partes relativos rendidos a la Secretaría de Guerra y Marina. Lo único que vienen obteniendo los voluntarios, es la garantía de sus vidas y la inviolabilidad de sus hogares. Desgraciadamente, esta modesta compensación les ha sido arrebatada. El culpable directo del crimen que señalamos, y que es el coronamiento de toda una larga labor de constantes atentados, no es otro, a nuestro entender, que el ciudadano gobernador del Estado de Veracruz, jefe de la guardia civil, sin cuyas órdenes no se mueve ésta, y contra quien venimos a presentar formal acusación. Es de oportunidad manifestar que el jefe de la guardia civil, mayor Rodolfo Lara, al llegar a Puente Nacional, entregó al presidente municipal un oficio del ciudadano gobernador del Estado, mismo que recogió una vez que se consumaron los asesinatos someramente descritos. Asimismo, fijamos la atención de esa H. diputación en la rara coincidencia de que se concentraran hombres de la guardia civil en grueso número, en la cabecera municipal de Puente Nacional, precisamente horas antes de que los voluntarios comparecieran a la cita que se les girara.
"Sois los legítimos representantes populares del Estado de Veracruz, y por eso acudimos a vuestra defensa y a vuestra justicia, confiando plenamente en que, para ello, contaréis con el espíritu de vuestra nunca desmentida equidad y de odio bien manifiesto a los crímenes, que sistemáticamente caracteriza los actos del ciudadano presidente de la República. Esperamos ser oídos de vosotros y estamos seguros de que agotaréis todos los medios para que se esclarezca la verdad de los hechos, nombrando una comisión de vuestro seno, que vaya a investigarlos al propio lugar donde se registraron, y arrebatando al fin la máscara de hipocresía con que se disfraza un gobernante perverso y exigiéndole ante los tribunales competentes toda la responsabilidad de sus actos. "Protestamos a ustedes nuestros respetos y atenta consideración. - México, D. F., marzo 13 de 1923. - Serapio Lagunes. - Luis F. Morales. - R. Lara. - Alfonso Lagunes. - Tomás Campomanes. - Ildefonso González."
"Hacemos nuestra la comunicación anterior. - A. M. Azueta. - C. Villanueva Garza. - Diputado por Guanajuato, Manuel Ortiz."
El C. presidente: tiene la palabra el ciudadano Azueta para fundar la proposición.
El C. Azueta: Señores diputados:
Una vez más se estremece el Estado de Veracruz con las impudencias y con la anarquía que el gobernador ha sembrado en ese Estado. Recordarán ustedes que hace poco más o menos dos meses vine sobre lo mismo, a pedir justicia, para esos ayuntamientos que han sido infamemente depuestos. Hay ciento cuarenta y cuatro ayuntamientos depuestos en el Estado de Veracruz, substituidos por las llamadas juntas de Policía Civil, y hoy, no conforme todavía el señor gobernador con la multitud, con el inconmensurable número de crímenes que se están cometiendo en aquella Entidad, que es digna de mejor suerte, todavía tiene los elementos de la Guardia Civil para asesinar infamemente al pueblo. Voy a referirles a ustedes someramente los hechos: El señor Amieva, Ignacio Rivera Amieva , jefe de un cuerpo de voluntarios, en una hacienda llamada La Ternera, y estos cuerpos de voluntarios están organizados con anuencia de la Jefatura de Operaciones, porque es muy natural que después de un movimiento revolucionario como el que estallo en mayo, queden elementos perversos y son insuficientes las fuerzas de la Policía, así como de la Federación, para poder contener los atropellos y los crímenes de esos elementos; los componentes de esos voluntarios son de las personas más caracterizadas y de los elementos de orden. En "La Ternera" la hacienda a que me refiero, el día 5 hubo un motín de cinco o seis elementos tejedistas, y este señor Rivera Amieva, como jefe del cuerpo de voluntarios, trató de imponer el orden y desarmó a esos señores; cuatro días después mandó al señor Tejeda a un capitán Lara los sesenta hombres de la guardia civil a exigir al jefe del cuerpo de voluntarios que le entregara las cien armas que había recogido a los tejedistas. Voy a hacer un paréntesis, porque a los tejedistas allá les llaman agraristas, y no es cierto; ojalá y que de veras fueran agraristas. (Murmullos.)
El C. Altamirano Manlio Fabio: Pido la palabra, señor compañero, para una aclaración. Señor compañero: como yo acabo de llegar y no sé los problemas que se han suscitado últimamente en Veracruz, para orientar mi criterio deseo saber si ese señor Rivera Amieva defendía el principio de los terratenientes o defendía el principio revolucionario de los agraristas, en general, sin ver si son de Tejeda o si son de los otros, si Rivera Amieva defendía el principio reaccionario de los terratenientes, o si defendía el principio revolucionario de los agraristas, para orientar mi criterio.
El C. Azueta: Con mucho gusto, señor. El señor Rivera Amieva era jefe de un cuerpo de voluntarios. Desconozco en lo absoluto su filiación política y sus tendencias también. Bien poco me interesa conocer eso; la base principal fue el crimen que se ha cometido en la persona de ese señor. El no defendía más que el orden...
El C. Altamirano Manlio Fabio: ¡Malo! (Risas, Murmullos.)
El C. Azueta: ¿Entonces...?
El C. Altamirano Manlio Fabio: Generalmente al actual desorden se le llama orden, compañero. (Murmullos.)
El C. Azueta: Pues bien; a los cuatro días de sucedidos aquellos hechos, mandó, repito, el gobernador a la Guardia Civil para exigir al jefe del cuerpo de voluntarios que entregara las cien armas recogidas, y vean ustedes: no eran más que cuatro y eran cuatro pistolas. Bien; el presidente municipal, por instrucciones expresas del propio gobernador, citó a los voluntarios; ocurrieron, y después de pláticas amistosas el señor Rivera Amieva y el capitán Lara, que se creía que iban
a solucionar allí el conflicto, fue todo lo contrario; el presidente llamó a los voluntarios a la sala municipal, y aprovechándose de ese momento, el señor Lara hizo una descarga cerrada dentro de la sala municipal, dentro de sala consistorial, y hubo algunas víctimas de las balas, nueve individuos muertos y siete heridos, toda la mayor parte del cuerpo de voluntarios. ¿Creen ustedes, aun desconociendo la filiación política del señor Amieva, que pueda quedarse este crimen, no nada más el de él, porque detrás de él ocho individuos más perecieron y siete más heridos, es posible todavía que permanezca esto así, sin el castigo de todos esos elementos? Entiendo que no. Ya por la prensa se ha dicho bastante de todos esos atropellos y de todas esas infamias cometidas en el Estado de Veracruz; así es que bien poco tendré que hablar sobre este respecto. Nuestro Estado, que en suerte siempre le ha tocado ir a la vanguardia de la civilización, que siempre ha prestado su contingente en momentos necesarios para la patria, en momentos de peligro, ¿cómo es posible que hoy, señores, vengamos todavía a soportar toda esa cadena inconmensurable de crímenes?
Yo pido muy respetuosamente a esta honorable Asamblea se sirva responder a esta justa queja nombrándose una comisión investigadora que vaya al propio Estado de Veracruz, y otra más para que se acerque al ciudadano presidente de la República, en compañía de uno de los elementos, víctimas del gobernador del Estado, a fin de suplicarle respetuosamente al presidente de la República que envíe a la Cámara de Senadores el asunto de las guardias civiles del Estado de Veracruz. Ya aquí se pidió por toda la diputación de Veracruz, y entiendo que también la respaldó la del Estado de Tabasco, que se retiren esos elementos que no son más que instrumentos para seguir esa política maligna del gobernador Tejeda. (Aplausos. Siseos.)
El C. secretario Gandarilla: Está a discusión la proposición presentada por los ciudadanos diputados y a la que se dio lectura por la Secretaría hace unos momentos. Los ciudadanos diputados que deseen hablar en pro o en contra, sírvanse pasar a inscribirse.
El C. Manrique: Pido que la Secretaría nuevamente dé lectura a la proposición.
El C. secretario Gandarilla: La proposición, en concreto, consiste en que se nombre una comisión que, trasladándose al lugar de los acontecimientos, investigue sobre el particular, para que informe a esta honorable Asamblea, y una comisión para que se acerque al ciudadano presidente de la República y le ponga en su conocimiento esos hechos.
El C. Altamirano Manlio Fabio: Para una aclaración pido la palabra. Yo insisto en que se ilustre mi criterio acerca del particular. Ruego al compañero que se ha fundado la proposición, que se sirva producirse en toda claridad, para no ir ha hacer una tontera. Yo sé perfectamente que en el Estado de Veracruz luchan en estos momentos dos fuerzas: la fuerza revolucionaria y la fuerza reaccionaria. Y aquí, señores diputados, me olvido de las rencillas personales que tengo con Adalberto Tejeda. La cuestión es muy sencilla: los terratenientes de esa región del Estado de Veracruz, empeñados en no conceder los ejidos a los agraristas que los solicitan, para eso algunos de ellos se han valido del subterfugio de armar guardias que ellos llaman agraristas, para defender las haciendas y no el principio agrarista. Yo quiero saber quiénes son en el conflicto los que representan el principio que defienden los terratenientes, y quiénes son los que defienden el principio de la dotación de ejidos, para que la Cámara, esta Asamblea, pueda dar un voto conscientemente, y no así con aquella falta de claridad con que se ha expuesto el asunto. Eso es lo que quiero que concrete el compañero que ha presentado la proposición. (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Azueta para contestar.
El C. Azueta: Dije al compañero Manlio, contestando la interpelación primera que me hizo, que desconocía yo en lo absoluto los móviles de este crimen. Yo no quiera saber si hay allí dos fuerzas, como usted dice, antagónicas: el capital y el trabajo, los políticos y demás; yo lo que quiero nada más es exponer a ustedes este crimen y justo es que se castigue a esos culpables. Para el efecto, aquí están miembros del Ayuntamiento, miembros del Ayuntamiento en donde sucedieron los hechos: está el síndico primero, está el tesorero y está el secretario; únicamente se fue con los de la guardia civil el presidente municipal.
Respecto de la lucha que dice usted, compañero Manlio, que hay en Veracruz, efectivamente muy justa, soy revolucionario y sostengo lo mismo; pero entiendo que esas luchas han degenerado en tragedias materialmente, y yo creo que no son esos los medios de alcanzar y de premiar al principio revolucionario. Tenemos muchos y muy infinitos caminos y nuestro pueblo, que siempre se ha distinguido por su civilización, que siempre se ha distinguido por ir a la vanguardia del progreso, creo que no necesita de esa degeneración como la que usted cita en este momento, atizada por el gobernador Tejeda. He conocido hechos muy palpables, como el último conflicto que se suscitó en el puerto de Veracruz, cuando las compañías trasatlánticas, cuando las compañías de vapores trataron de boycotear el puerto. Ocurrió a muchos elementos de los sindicados en ese lugar, y todos, todos absolutamente, estaban conformes en ceder; pero que lo harían sin conocimiento del gobernador Tejeda, porque tenía elementos que estaban azuzándolos, pidiendo exigencias por las que las compañías no podían, materialmente, desarrollar sus trabajos y sus actividades. Yo lo único, señor Altamirano, que quiero, para terminar su interpelación, ya lo dije dos veces, es no meterme en cuestiones políticas de desahogo, no quiero meterme en este asunto; única y exclusivamente quiero que no queden impunes estos crímenes, estos asesinatos. (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Gandarilla.
El C. Gandarilla: Honorable Asamblea: Compañero López Lira, a usted principalmente me dirijo. Desde luego, una proposición presentada por un grupo de hombres del pueblo, por conducto de sus legítimos, o al menos, a los que ellos consideran sus legítimos representantes populares, se ha leído en esa tribuna denunciando crímenes que, a ser verdad lo que en ese escrito se consigna, son verdaderamente
bochornosos. Se dice ahí que a traición fueron llevados, engañados, un grupo de individuos y que, estando dentro de la Presidencia Municipal, un coronel, jefe de las fuerzas civiles, disparó su pistola sobre uno de esos individuos, dándole en la cabeza, por detrás. Se dice ahí también que por detrás, alevosamente, fueron muertos varios individuos; se delatan ahí varios crímenes y se pide, no que la Cámara castigue a los culpables, no que la Cámara proceda enérgicamente contra ellos, sino que se ayude a la justicia federal haciendo una investigación para que se haga justicia. Ahora, la interpelación del compañero Manlio Fabio Altamirano, por ser de él, a quien estimo y a quien quiero, no por eso deja de causarme sorpresa. Pregunta, para nombrar esa comisión investigadora de delitos tremendos, previstos y castigados duramente por nuestras leyes, si los que los cometieron son agraristas revolucionarios o pertenecen a un bando político. Yo, hasta ahora, compañero Manlio Fabio Altamirano, voy sabiendo ya que no debe aceptarse, a pesar de que usted lo quieran así, no debe aceptarse como armas de combate la traición y el crimen ni por los reaccionarios, ni mucho menos, compañero Altamirano, por los que llamamos revolucionarios. (Aplausos nutridos.)
En buena hora, ciudadanos representantes que los que murieron fuesen representantes de los reaccionarios a que se refiere el compañero Altamirano; pero precisamente si Tejeda es poderoso, si tiene, como ya lo vimos ahí en ese pleito, guardias civiles a sus órdenes, puede proceder por los medios legales que consignan la constitución, aun por la acción directa que usted, compañero Altamirano, y muchos de nosotros ejercemos cuando nos conviene; antes de llegar a esos procedimientos absurdos que desprestigian a la revolución, yo pido a esta honorable Asamblea que teniendo más respeto a unos cuantos hombres humildes que están allí, que no me importa saber si son de Durango, si son de Nuevo León o de Veracruz, pero que son mexicanos y aún creen - y no creo que esto sea un sarcasmo - en la rectitud, en la honorabilidad, en el deseo de hacer justicia, de esta Representación Nacional, y que están allí, para que no vayan mañana a decir a su Estado: la Representación Nacional no nos ha hecho caso y no hay justicia en ninguna parte del país, siquiera sea por respeto a este principio elemental de justicia, pido muy respetuosamente a todos los compañeros y en especial al compañero Manlio Fabio Altamirano, que permitan se nombre esa comisión que investigue; y si de ello resulta que los muertos fueron los culpables, que no se diga una sola palabra; pero si hay criminales y de esos que se amparan en la sombra y en esos procedimientos desastrosos, que se les aplique todo el peso de la ley. Esa debe ser la justicia. (Aplausos.)
El C. Altamirano Manlio Fabio: Pido la palabra para una aclaración al compañero Gandarilla. Después de las palabras del compañero Gandarilla... (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna!) Señores diputados: después de las palabras del compañero Gandarilla, no tengo inconveniente en subscribir yo mismo la proposición que se ha presentado. (Aplausos) Pero, señores diputados, necesitamos nosotros aquí, aunque sea en el momento de votar esa proposición, en la cual vamos a ejercer, quiérase o no, el papel de jueces, aunque sea en ese punto; necesitamos conocer los argumentos de las dos partes y aquí no estamos escuchando más que una sola de las partes. ¿Quién nos dice a nosotros...
El C. Puig y Casauranc Carlos: ¡Los muertos!
El C. Altamirano Manlio Fabio: ¿Pero quién nos dice a nosotros, compañero Puig, quién justifica que los asesinatos se hayan cometido como se dice aquí? (Siseos.) De modo, señores diputados, que a eso se redujo mi interpelación; mi interpelación era para conocer hasta el último de los detalles, para que la Cámara diera su voto consciente, y si los crímenes se han cometido, como dice el compañero Azueta, repito, Manlio Fabio Altamirano no tiene inconveniente en subscribir la misma proposición, y más aún, tendría deseos de concurrir yo mismo, personalmente, al lugar de los acontecimientos para venir a decir a la Cámara lo que se oiga allí, lo que se observe allí. (Aplausos.)
El C. secretario Gandarilla: No habiendo más oradores inscriptos ni en pro ni en contra de la proposición, a fin de que se nombren dos comisiones, una que se traslade a Veracruz a investigar los sucesos y otra que ponga en conocimiento del presidente de la República los mismos hechos, en votación económica se consulta a la Asamblea si se aprueba la proposición. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada la proposición. Se proceder a hacer el nombramiento por la Presidencia. La Presidencia ha tenido a bien nombrar las siguientes comisiones: para que ponga los hechos en conocimiento del ciudadano presidente de la República, fueron designados los ciudadanos Vásquez, Azueta, Rodríguez Guillermo, Aurelio Peña, López Lira y el secretario que habla. Para trasladarse al Estado de Veracruz fue designada la siguiente comisión: Navarro Manuel, Pastoriza, Esponda, Arrioja Isunza, Hernández Galván y prosecretario Martínez Adame.
El C. Martínez Rendón: Pido la palabra, señor presidente. Como presidente de la comisión que fue nombrada por esta honorable Asamblea para acercarse al señor doctor Alfredo L. Palacios, tengo el honor de informar a la misma, que en estos momentos acaba de llegar al recinto de la Cámara, acompañado de la comisión.
El C. presidente: La Presidencia ruega a la misma comisión introduzca al salón al señor doctor Palacios. (Penetra al salón el doctor Palacios. Aplausos.)
Tiene la palabra el ciudadano diputado Torregrosa.
El C. Torregrosa: Señores diputados, ilustre huésped:
Una mala reputación es algo así como una piedra de molino de asno al cuello; una mala reputación, tanto para un individuo como para una nación, es de terribles consecuencias. Allí en la Palestina existía un villorrio, un villorrio desprestigiado, de
cuyo pueblo se decía que era tan fanático, que aquel intruso que se atreviera a cambiar impresiones manifestando ideas contrarias al sentir general de aquella comunidad, era llevado a extramuros y allí lapidado; era tan desprestigiado ese pueblo, que entre los judíos era frase común estrechar cuando alguien se refería en términos encomiásticos sobre la misma localidad:" ¿de Nazareth puede venir algo bueno? " "¿de Nazareth puede venir algo bueno?" Y esta mala reputación estaba casi grabada en el alma de todo el pueblo hebreo y, sin embargo, señores, a pesar de esta piedra de molino de asno al cuello de ese pueblo, de ese humilde villorrio surgió el gran inspirador de la humanidad: Jesús el Nazareno. Así como ese pueblo tenía esa mala reputación y así como de ese pueblo surgieron elementos grandes, elementos que lo inmortalizaron, así podemos decir que hay una mala reputación sobre la América Española y que muchas razas nos dicen en lenguas extrañas: ¿Puede algo bueno venir de la América Española? ¿Puede algo bueno producir la raza indoespañola? Y nosotros, compañeros, y nosotros, ilustre huésped, podemos contestar con la historia, con el veredicto de nuestras observaciones, sin ningún apasionamiento con toda calma, solamente estudiando, haciendo labor de disección y señalando al mundo que nuestro haber nos honra, y que nuestro haber nos da derecho a figurar entre las naciones progresistas de la humanidad. México ha gozado de muy mala reputación, y lo que es más triste, señores diputados, lo que es más triste no tan sólo los extranjeros dicen: ¿puede algo bueno venir de México?, sino algunos de nuestros llamados superhombres, algunos que llevan la etiqueta de sapiencia salomónica negativa, se encargan solamente con esa sapiencia completamente neutra, de eunucos, de decir, de negar las posibilidades de nuestra raza; y el mexicano, el mexicano ha probado con la evolución de su raza, que hay grandes posibilidades y que de México puede salir mucho bueno, como mucho bueno ha salido de la Argentina. Y yo, al compañero Palacios, al querido compañero Palacios, al darle la bienvenida en esta nuestra Cámara, quiero decirle que se fije bien, que deje las paredes de su alojamiento, que deje los librajos que le lleven diferentes elementos y que vaya a hacer estudios, como buen sociólogo que es, de primera fuente, de primera mano, y el compañero doctor Palacios ver que aquí en muchas de nuestras calles es un espectáculo común encontrarse la figura de un irredento, de un hombre que no conoce el peine que tal vez no conozca el jabón, pero que tiene posibilidades latentes en su mente y en todo su ser, y que con un cincel, empuñando el cincel, le arranca a la piedra preciosidades arquitectónicas; y puede el compañero Palacios, después, ir a visitar esa región que verdaderamente es honra del esfuerzo y de la lucha revolucionaria de México, a ese apartado jirón que se llama Yucatán, y ver en los confines más apartados del Estado a los indígenas, que no saben leer castellano, descifrar los signos musicales, y ver a ese pueblo que tiene posibilidades, y ver entonces que la labor de José Vasconcelos es una labor sana, porque está haciendo lo posible por quitar esa mala reputación de que gozar nuestra raza. Hay posibilidades en nuestra raza y esta generación tan calumniada, esta generación tan calumniada por los elementos no progresistas, la única cosa que encuentra, compañero Palacios, es lo que usted ha encontrado en sus luchas en la Argentina. ¿Que sabíamos de la Argentina nosotros? Que era un pueblo de burgueses, que era un pueblo de aventureros italianos; era lo que nos decía cierta prensa especial; pero parece mentira, en los mismos Estados Unidos tuvimos oportunidad nosotros de escuchar magníficas conferencias de aquel culto conferencista Burton Holmes, que dio varias conferencias cinematográficas y nos decía este hombre, que por su cultura no era apasionado, sino que era un estudiante; nos presentaba a la América Latina, nos presentaba a la Argentina, nos enseñaba sus trigales, nos enseñaban sus grandes graneros, nos enseñaba sus famosísimas ganaderías, nos enseñaba sus verdaderamente notables muelles, nos enseñaba sus grandiosos bulevares y, lo que es más, nos daba prueba del espíritu, de las posibilidades de nuestra magnífica raza; y así hablaba del Uruguay y así hablaba de ese bellísimo país que se llama Brasil y de toda esa raza americana y, contemplando en las películas las grandezas de Sudamérica, nosotros decíamos: nuestras opiniones eran erróneas, verdaderamente mucho bueno puede venir de Sudamérica.
Y lo mismo podemos decir de nuestra raza; nuestro pecado, compañero Palacios, es verdaderamente de lo que hacemos más gala. México actualmente, como toda la América Latina, no ha hecho más que seguir el consejo antiquísimo de Saulo de Tarso; no nos conformemos con este mundo nuestro, transformémonos por la renovación de nuestras mentes y así se verificar , no solamente leyendo pergaminos carcomidos, sino reorganizando nuestras actividades sociales, quitando los problemas que nos dejaron millares y millares de años y estudiando las posibilidades de la raza y con muy buena voluntad, compañero Palacios, haciendo que en México se exploten las riquezas morales, físicas e intelectuales de la raza. En vuestra visita, compañero - modestia a un lado -, encontraréis elementos como Vasconcelos, encontraréis elementos como el sabio rebelde biólogo, don Alfonso Herrera; encontraréis elementos como nuestro querido maestro, que hace labor nacionalista, Manuel Ponce; encontraréis elementos como el viril Palavicini que ha hecho de su periódico no solamente el primer diario de México, sino que él ha enseñado a la sociedad mexicana a ser justa, colectivamente, al fundar la Casa de Salud del Periodista, que será un buen samaritano para los apóstoles de la prensa. Veréis que hay elementos en México; veréis, compañero, que hay mucho que hacer, que estamos empezando en nuestra lucha con el A B C, pero encontraréis que en México, a pesar de la mala reputación que le han dado, hay cerebros mediocres, pero de muy buena fe, de muy buena voluntad, que están haciendo todo lo posible por no conformarse con este mundo, sino por transformarse por la renovación de sus mentes. Y queremos que llevéis una impresión de nuestro progreso social, queremos que veáis que el mexicano no es aquel hombre que se representa rodeado de murallas chinas; que en nuestra política internacional,
compañero Palacios, somos muy claros somos muy diáfanos; que nuestra política internacional se concreta a no creer que la mejor política consiste en una muralla de odios; creemos que la mejor salvaguardia para los intereses hispanoamericanos en América, creemos que lo mejor, compañero Palacios, es una alianza de los hombres que tampoco se conforman con el mundo de los capitalistas norteamericanos, con los sabios norteamericanos que protestan contra su mundo y que se renuevan por las transformación de sus mentes. Con esa alianza, con estas ligas, con este intercambio de ideas de espíritus avanzados con espíritus universitarios, queremos nosotros formar un México, no para México, un México no para la Argentina, un México para la humanidad.
Y veréis compañero, que el mexicano, como el argentino, así como el griego en la antigua Atenas tenía un altar dedicado al dios conocido, todo mexicano culto, todo mexicano evolucionado, todo mexicano rebelde, tiene un altar en donde se quema el aceite en la simbólica lámpara para honrar a todo sabio extranjero ilustre que se digne visitarnos. Nuestro propósito es parecido, solamente pedimos en política internacional, que así como se nos exige respeto y toda clase de atenciones para ellos, queremos que se respeten los derechos nacionales, los derechos humanos. Por eso nosotros os abrimos el corazón sinceramente; encontráis, compañero Palacios, muchos defectos; encontráis compañero Palacios, muchos problemas pero encontráis una cantidad notable de buena voluntad, y esa fe, fe fanática de las posibilidades de la raza hispanoamericana, en el amor concentrado por nuestro terruño y que es suficientemente grande para abarcar con nuestros brazos abiertos a toda la América y a toda la humanidad. Venid a nosotros, compañero Palacios, llevad nuestro saludo a vuestra Argentina querida, a ese país progresista que, en sus defectos, en sus deficiencias también, se ve esa fe potente que la hace grande y que la hace inmortal; decidles que México quiere que así como los antiguos helenos en sus carreras tenían aquel cambio constante de antorchas, queremos que nuestros ilustres visitantes venga aquí a México trayéndonos la antorcha de su amor, de su cariño y del contingente con que han contribuido para hacer esta humanidad latina más sana, más cabal y más digna de la misma humanidad; queremos nosotros, unidos con vuestro pueblo y con vuestros hombres, grandes hombres, que se desarrolle una trilogía bendita que diga: Trabajo, Justicia y Amor. (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Pérez Taylor Rafael.
El C. Pérez Taylor: Señores diputados:
Rompiendo viejos protocolos y pasando por encima de vetustos reglamentos, el honorable presidente de la XXX Legislatura de los Estados Unidos Mexicanos, se sirvió designarme para que, en nombre del Parlamento Nacional, rinda justa pleitesía al ilustre ciudadano argentino, doctor Alfredo L. Palacios, culto exponente de las ideas modernas, y diga unas cuantas palabras de admiración por su noble labor desarrollada, ya que es uno de los representativos de la actual civilización que lleva por timbre de gloria, no el lema apolillado "Por mi Dios, mi rey y mi dama", sino el lema inmortal que desata las tempestades contemporáneas: Todo por la libertad de los trabajadores. Alfredo L. Palacios, blandiendo la clava de Hércules, debeladora de monstruos y tiranos, si hubiera nacido en la época de Luis XIII, rey de Francia, estoy seguro que, desconociendo naturalmente a los enciclopedistas, se hubiera puesto el chambergo de D'Artagnan, y en lugar de andar lanzando imprecaciones contra los explotadores, hubiera escrito esquelas perfumadas a las damas de la corte y hubiera ratificado, con estocadas certeras en callejas oscuras su audacia y su valor; pero Alfredo L. Palacios que todavía trae recios mostachos de mosquetero, y una melena merovingia que ha de agitarse desde lo alto del Agora como pendón de justicia, es hoy, en el siglo XX, en el siglo del Capital y del Trabajo, del problema agrario y de las contiendas internacionales a base de egoísmos y pasiones, un apóstol del socialismo, un predicador de la doctrina nueva que ha hecho despertar al paria, al sudra, al ilota, al esclavo y al siervo, para que, con gesto rotundo rompan sus cadenas de opresión, arrojando el fardo de ignominia que pesaba sobre sus espaldas desde las obscuridades de los siglos, para ofrecerles, en cambio, una idea, un pensamiento y una luz, que han venido a apaciguar su eterna sed tantas veces burlada con la hiel y el desengaño de los mercachifles políticos. (Aplausos.)
No hay en la obra de este bravo luchador, supuesto que es hijo de la época, ni alaridos esquilianos ni romanticismos agudos. El paganismo, flotando entre las nebulosidades del incienso que se escapa de los trípodes sagrados, hizo ver a este luminar de la contienda social las figuras heroicas de los gracos luchando por la libertad de la tierra, y su imaginación fecunda y constante siguió las huellas de Espartaco hasta su derrota en Bradana, por Craso. Huye de Cayo Julio César, y se queda estático contemplando a Catón. Y vino el deslumbramiento en la época de Tiberio con la venida del Mesías, y entonces el tribuno argentino, domando sus ímpetus, se descubre ante Jesucristo y canta el himno triunfal de: "amaos los unos a los otros", en medio de epifanias eternas de admiración y de entusiasmo. (Aplausos.)
Constantino lo inquieta, y su pensamiento se abre campo del siglo V al X, o sea el de la Teocracia. Luego los emperadores alemanes, dominantes y únicos, le molestan. El socialista está descentrado y su hora no llega, porque la falta de cultura y de propaganda libertaria une a las conciencias en el yugo infamante de la esclavitud. No se piensa con cabeza propia, se piensa con la cabeza coronada del emperador. Y nos encontramos en la edad del Feudalismo. El doctor Palacios admira a Juan Wicliffe que en Inglaterra fue el primero en atacar la simonía y los abusos del papado, siendo sin disputa alguna el precursor de la reforma religiosa; y, con la Edad Media, el doctor Palacios, siempre caballeresco, ya que se mide por el ideal que representa, se llena de júbilo por las hazañas de Godofredo de Bullón y de Ricardo I. Gregorio VII e Inocencio III son dos profesores de energías. Las peregrinaciones a Tierra Santa llevadas a cabo por Bernardo de Claraval y Luis el Santo, principian a ejercer su influencia en el espíritu del tribuno. Aquéllos
iban envueltos en las clámides de fanatismo religioso, y éste viene envuelto en la clámide del fanatismo obrero.
La Edad Media con sus torreones, puentes elevadizos y hogueras levantadas para consumir entre sus flamas a los husistas, pasa como una pesadilla o una tenebrosa leyenda; y tenemos al finalizar la Edad de Fierro, la época gloriosa del Renacimiento con sus tres luminares literarios: Dante, Petrarca y Bocaccio. El tributo argentino admira a Nicolás V, a Cosme de Médicis el Magnífico, y a León X.
La mezcla de la antigüedad con el cristianismo, que caracteriza al Renacimiento en sus primeros pasos, lo enardece, y se detiene ante Lorenzo Valla que discute a Platón y se ríe de Aristóteles. Alejandro VII lo horripila. Y mientras sus pensamientos se pierden en la montaña de copistas que enriquecen las bibliotecas, y antes de pasar a la Edad de los Reyes Absolutos, el doctor Alfredo L. Palacios rinde su tributo de admiración al divino soñador del convento de Argobasto, a Juan Gutenberg de Maguncia. Entonces la imprenta, que es el telescopio del alma, como le nombra Lamartine, que pone en comunicación continua y perpetua el pensamiento del hombre aislado con todos los pensamientos del mundo invisible, fue la que más tarde sirvió al intrépido propagandista para hacer correr, como reguero de pólvora, sus doctrinas convincentes y sus ideales purísimos.
Penetramos a la Edad de los Reyes Absolutos, del siglo XIV al siglo XVIII. Los dueños de las coronas tiranizan a los pueblos, y apenas si la formidable "jacquerie" deja un recuerdo de espanto en los espíritus galantes de los tiranos franceses. Los campesinos se rebelan y los obreros agremiados bajo el mando de Esteban Marcel, hacen saber a Carlos VII a los principios de la indignación popular. Más tarde, en Versalles, y bajo el solio del Rey Sol, filósofos, artistas, sabios y pensadores departen amigablemente entre las sedas, perfumes y encajes de la cortesana La Valliere. Las chocheces amorosas de Luis XV preparan la revolución francesa, y por fin, la gloriosa hecatombe del 93.
Entonces en el siglo XVIII tuvimos la Edad del Tercer Estado. Mirabeau en la Asamblea Nacional, y el puritano Robespierre y el audaz Dantón en la Convención, hicieron saber a todo el mundo que los tronos se desploman; que cuando las libertades no se dan, se toman, y que era vieja superchería lo de la inmortalidad de los reyes.
Pasó el Directorio; la dictadura napoleónica con su estremecimiento militar, y la Comuna con período caótico de principio social. Y ahora nos encontramos en pleno siglo XX, el siglo del capital y del trabajo, el siglo de yunque, de la industria y de las contiendas económicas que hace recordar con júbilo al sociólogo argentino la sentencia categórica de Malthus: "Ya llegará un momento en que todos tengamos nuestro cubierto en el banquete de la vida."
Y es aquí donde principia la noble labor del doctor Palacios. Su trabajo constante y sereno, recibiendo las calumnias de los conservadores y los insultos de los capitalistas, le hacen decir con su verbo tajado en forma de pico de águila: "Mi alma es vivo fuego que devora y consume cuanta inmundicia arrojan sobre ella los perversos."
Entonces el pueblo argentino contempló el milagro: las obreras en estado interesante tuvieron reposo; los ancianos y los niños reglamentaron sus labores a base de higiene; el operario tuvo sanatorios y fue indemnizado en caso de accidentes, y, hasta el mismo empleado público, con sus seguros y cooperativas se salvó de caer bajo los tentáculos adiposos del Cerbero burgués. La República del Plata fue una especie de ciudad imaginaria, como la que creó Emilio Zol en su novela "El Trabajo", y todo por el esfuerzo y la perseverancia de un hombre capaz de perfilar gestos valientes e inmortales. Gracias a esos proyectos de ley se escucha ya en las fábricas argentinas la risa inextinguible de los dioses.
¿Y sabéis por qué el doctor Alfredo L. Palacios es un hombre de prestigio que arrastra a la multitud? Porque aduna a la prédica la acción, a la palabra el ejemplo. Y permitidme que os recuerde un incidente de la historia del rey poeta David, cuando era acosado en las montañas por los filisteos de Saúl. Atravesando una sabana inmensa de arena, sin una mata ni un árbol, en medio de ardoroso ambiente, y de región desolada, en donde el corazón del caminante desfallecía, sólo los secos y sedientos labios de David dejaron escapar este suspiro: "Oh, quién me diera a beber el agua de la fuente de Belén!"
Entonces, cuenta la Historia, que tres de sus valientes, Abisaí, Beanías y Salazar, escuchando este deseo, descendieron por los peñascos, y atravesando las huestes enemigas, lograron sacar agua del manantial favorito transportándolo otra vez por entre los enemigos a la torre de David. Este se conmovió profundamente con aquel acto de abnegación, y el agua le pareció demasiado sagrada para destinarla a un uso ordinario. Y dijo: "No quiera Dios que haga tal cosa. ¿Beberé la sangre de éstos que han arriesgado sus vidas, porque trajeron el agua con riesgo de ellas?" Y como un don sagrado y precioso derramó ante el señor el líquido logrado por sus secuaces a precio de tal peligro.
Esto, señores diputados, es lo que da fama a los hombres públicos: identificarse con aquellos por quienes se lucha. Y así como el rey poeta David se negó a beber el agua de la fuente de Belén, el doctor Alfredo L. Palacios rehusó canonjías y prebendas por tal de continuar a la vanguardia de su ejército proletario. (Aplausos.)
Señor doctor Alfredo L. Palacios: Nosotros, los que profesamos el culto y la fe del pensamiento, los que llevamos dentro de nuestros corazones fervoroso cariño para aquél "que fue grande en la acción, grande en la gloria y grande en el infortunio", Simón Bolívar, aprovechamos este homenaje que se os hace para tributárselo con toda la efusión de nuestras almas y con toda la sabiduría de nuestras conciencias a la América Latina. Si grande fue el sueño del Coloso queriendo establecer una anfictionía en el Canal de Panamá, también es cierto que nobles son los esfuerzos de nuestros respectivos gobiernos por luchar en un acercamiento de ideales desde el Río Bravo del Norte hasta las nieves sempiternas del Sur. Este pueblo, el mío; esta patria, la mía, que entra en un amplio periodo de reconstrucción nacional, siente su cariño y demuestra su veneración por la tierra de Mitre, Sarmiento y
Lugones, que tiene mucho de analogía con la nuestra. Si vuestros principios fueron sacudidos por un déspota, Rozas, también es cierto que los mismos fueron liberados por un Urquiza en Monte Casero; y si nuestros principios fueron maniatados por un tirano, Porfirio Díaz, también es cierto que los mismos fueron liberados por un Madero en Ciudad Juárez. (Aplausos nutridos.)
La idea de la América debe ser considerada por nosotros como una excelsa y máxima patria, con sus héroes, educadores y tribunos. Esa debe ser una de nuestras tareas. Estamos unidos, como dice José Enrique Rodó, por todos los lazos de la tradición, del idioma , de las instituciones y de la raza. Vamos, pues, creando intereses personales, intereses de corazón a corazón, y nadie mejor que vos, heraldo hercúleo de las falanges necesitadas, es quien debe llegar hasta el lugar donde palpita el corazón del pueblo argentino, y decirle: que el corazón del pueblo mexicano que tiene en sus candentes estrofas "un soldado en cada hijo te dió", se completa con las fanfarrias bélicas de vuestro himno argentino que reza: "juremos con gloria morir." Unámonos, pues, en un abrazo fraternal, ya que vuestro escudo dos manos se estrechan cordialmente bajo la sombra de un gorro frigio, símbolo de libertad. Que una de esas manos sea la de mi República, y que la otra sea la de la vuestra, y las dos naciones, en viva armonía, digan a los pueblos civilizados: Que si alta es la idea de la patria, alta es también la idea de la América. (Aplausos nutridos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el doctor Alfredo L. Palacios.
- El señor doctor Palacios Alfredo L: (Aplausos prolongados al subir a la tribuna.) Señor presidente, señores diputados:
Este homenaje me llena de emoción. Yo bien sé que cuando lo votásteis por unanimidad, pensabais más en la generosa tierra argentia que en mi personalidad modesta; por eso os lo agradezco con toda el alma.
Soy un hermano vuestro, señores diputados; he ocupado, durante muchos años, en el Parlamento de mi patria, una banca, honradamente adquirida, y luché desde ella, con la misma tenacidad que vosotros, por el advenimiento de una sociedad más bella. Recordad que en el templo de Apolo, de la isla de Delos, se leía esta inscripción: "Entre todas las cosas, la más bella es la justicia."
Hace apenas unas horas, en la más alta casa de estudios de México, he tenido el honor de decir con toda la fuerza de mis convicciones, que si la ciencia elaborada en los centros de cultura, no se transforma en justicia para todos los hombres, de nada valen las universidades. (Aplausos.)
De mi labor modesta, no magnífica, como generosamente quisieran que fuese los oradores que me han precedido, quedan en la tierra lejana y querida, en la sagrada tierra argentina, algunas leyes que dignifican el trabajo y gravan el privilegio; leyes que velan por la mujer obrera, para quien yo he deseado ardientemente la igualdad ante la fuerza y la belleza, con relación a las mujeres de las otras clases; leyes que impiden la tortura de los niños en la fábrica y que amparan a los pequeñuelos sin madre, huérfanos de todo afecto, que todavía no han caído y cuyo único delito, señores, es el de no haber conocido la dulzura de una caricia materna!
Os juro que ni mi palabra ni mi pensamiento se han puesto jamás al servicio de una mala causa, y que defendí siempre el espíritu de nuestra raza que pone por encima de todos los combates una idealidad de gloria tan alta, como para que los hombres, al decir de Juárez, no puedan llegar hasta ella sino por la audacia y el heroísmo. Espíritu de nuestra raza, que flota por sobre todas las naciones de Iberoamérica y que nos viene de España, la noble, la gentilísima, la generosa y brava, que fue madre de las libertades políticas. Menester es afirmar rotundamente en este Parlamento de Hispanoamérica que más debemos a los fueros de Aragón que a la Carta Magna, y que la libertad para todos los hombres, no para todos los ingleses, tiene su origen remoto en aquellos vascos, todos hidalgos, que se reunían a la sombra del venerable árbol de Guérnica. (Aplausos.)
Por eso, en nombre de la fraternidad que consagra el espíritu de nuestra raza, romántica como el caballero del poema de Ariosto, que arrojó lejos de sí el arma encantada que había arrebatado en singular combate al rey frisón, para no entrar en la lucha con ventaja; por eso levanté mi voz en el Congreso argentino para pedir la condonación de la deuda del Paraguay, procedente de los gastos de la guerra llamada de la triple alianza, así como la devolución de los trofeos, símbolos de la soberanía de aquel país, fuerte como el urunday de sus bosques seculares, que los había perdido con gloria. (Aplausos.) Ya la pequeña y generosa República Oriental del Uruguay, que en Sudamérica ha creado un laboratorio de cuestiones sociales, había sentado jurisprudencia internacional. Los representantes, de pie, extendiendo la diestra, como cuando se va a realizar un juramento solemne, votaron el retorno de los trofeos a la patria, y cuentan las crónicas que esas banderas desfilaron entre las aclamaciones del pueblo, mientras sonaban los acordes del himno, que nunca llegó más hondo a las almas.
Pero, señores, perdonadme, este homenaje no es para mí; es para mi patria y lo realizáis con toda justicia.
El honor y todas las formas del idealismo han sido los propulsores de nuestra historia. Sentimientos de justicia, de lealtad, han sido los que orientaron siempre nuestra política internacional. El espíritu no ha estado entorpecido; nos ha guiado el Ática y no Beocia. Sin esperar a que los alfolíes estuvieran llenos de hartura y los lagares reventaran de mosto, según las palabras del viejo libro hebreo, la República Argentina salió a hacer de la justicia nuestra empresa. En los comienzos de la emancipación política, el bergantín "La Argentina", cuyo capitán había sido granadero de San Martín, navegó por todos los mares, impulsado por una honda idealidad, y en Tamatara, la aparición de su bandera fue señalada, como lo recuerda Mitre, por un triunfo de la libertad humana, en cuyo nombre había sido enarbolada por las provincias unidas del Río de la Plata. Los cañones de la fragata al servicio de la civilización, impidieron el tráfico infame de carne humana. Libertar esclavos y castigar piratas, al grito de ¡Viva la
patria! fue la empresa de este Alonso Quijano de los mares. San Martín, varón de Plutarco, liberó tres pueblos; él no necesitó que un Dios arrancara la madera para darle su lanza, en la más alta cumbre de la montaña. Ya organizados, tuvimos que marchar en la guerra en nuestra América; pero el tratado de la triple alianza, del primero de mayo de 1865, declaró categóricamente que la guerra no era contra el pueblo hermano del Paraguay, sino contra el tirano que avergonzaba a la patria, como todavía algunos tiranuelos avergüenzan a la América Latina! (Aplausos.) Terminada la guerra, Mariano Varela, ministro del rudo y genial Sarmiento, lanzó la palabra admirable que repercute todavía gloriosamente en todos los ámbitos del mundo: "La victoria no da derechos." Y el principio tuvo estricta aplicación. Nuestros ejércitos habían tomado posesión de las tierras que creíamos nuestras; pero inmediatamente después de la victoria y ante la protesta del vencido, llamamos al árbitro; el árbitro falló contra de nosotros, y arriamos entonces la bandera de la patria y entregamos las tierras que parecían conquistadas, al pueblo hermano del Paraguay, que hoy nos tiende la diestra. (Aplausos nutridos.) Es así como proclamamos ante el mundo la justicia social, cincelando con cariño el alma colectiva de nuestro pueblo, para hacer de ellas una obra de arte. Hemos proclamado y aplicado, garantizando así la paz, como doctrina argentina, el arbitraje, antes que la Europa lo aceptara líricamente. En el Congreso Panamericano de Washington, Venezuela pidió que se expresara un voto, un anhelo para que sus conflictos con Inglaterra fueran zanjados por el arbitraje. Los del Norte, aviesos, siempre en acecho contra el débil, se opusieron, a pesar de la decantada doctrina de Monroe, y fue entonces que un argentino ilustre, el doctor Sáenz Peña, proclamó la doctrina del arbitraje. En los primeros días de diciembre de 1902, los representantes de Gran Bretaña y Alemania, en Caracas, exigieron del Gobierno de la República hermana de Venezuela, el reconocimiento inmediato y el pago sin discusión, dentro de un plazo perentorio, de cuarenta y ocho horas, de reclamaciones pecuniarias, y ante la justa negativa de Venezuela -que había contratado con particulares, como persona de Derecho privada y, por lo tanto, no había creado relaciones internacionales- los aliados realizaron actos de guerra. El argentino Drago combatió la especulación a mano armada y asestó un golpe a los usureros coronados que violan la justicia. (Aplausos nutridos.)
He ahí nuestra tradición, he ahí los factores espirituales que propulsaron nuestra acción; esos son los blasones de los que me siento orgulloso como argentino y americano, Es cierto, señores, que después de las guerras de la Independencia, del Brasil y del Paraguay, nuestros batallones victoriosos retornaron a sus desmantelados cuarteles y que todo el premio consistió en decir al pueblo, que había contribuído a fundar dos naciones en el Norte: una al Oriente, y a libertar otra de la tiranía.
Hermoso premio; saberse libertador de pueblos! Esa es nuestra gloria y la gloria es fuente inexhausta de energías. No siempre ha de ser material la recompensa y bueno es que así sea, para que no se amoneden los corazones. Y bien, señores; vosotros constituís un país maravilloso, tenéis el patrimonio de la energía, de la virilidad, de la audacia en la acción y en el pensamiento; sois el centinela avanzado en Hispanoamérica; sois los que con una gallardía inimitable, resistís el zarpazo brutal de los mercaderes del Norte..... (Aplausos nutridísimos y prolongados.)
Tenéis, pues, el primer puesto en la América Latina; nadie podrá disputároslo. Yo sé que en el Sur de América muchos países permanecen indiferentes, no creen en el peligro, no os conocen; ¿cómo podrían amaros? Legisladores de este pueblo admirable: lanzad las vías de comunicación al Sur, desbordaos, salid de madre, llevad los propagandistas, los apóstoles de vuestra cultura y de vuestra gallardía a los países hermanos que viven lejos del enemigo, y veréis cómo nos levantamos ante el ardor de vuestra palabra; veréis cómo no hay nada más que una patria en America Latina; veréis cómo triunfa la fraternidad y cómo surge de nuevo el gran anhelo de Simón Bolívar! (Aplausos.) Habéis sancionado una Constitución admirable, la de Querétaro, de 1917, y en ella proclamasteis el derecho a la huelga, la destrucción del privilegio, la nacionalización del subsuelo, mientras en el Sur se entrega el petróleo al coloso del Norte, sin parar mientes en que hoy todo el conflicto internacional del mundo gira alrededor de la lucha entre los dos grandes capitalismos: el capitalismo yankee y el capitalismo inglés, los cuales se disputan el predominio del mar, la hegemonía del mundo y que no titubearán en destruir por completo a los desgraciados países poseedores de petróleo, si no hay un gesto viril y fraternal en Iberoamérica. (Aplausos.) Sancionasteis también en vuestra Constitución de repartición de las tierras y asombrasteis al mundo por la audacia de vuestro esfuerzo y de vuestro pensamiento.
En los comienzos de la emancipación argentina, hubo un hombre a quien debéis recordar, señores legisladores, con entusiasmo, porque ha sido un precursor: Bernardino Rivadavia, el pensador por excelencia. Rivadavia denunció la apropiación de la tierra como fuente de desigualdades humanas y quiso conservar la tierra como patrimonio común de todos los argentinos para cimentar sobre su propiedad colectiva y su aprovechamiento por arriendo enfiteútico, ideado por él, una forma de organización nueva para la nación nueva. En 1812 se preocupaba ya de la cuestión agraria que conceptuaba fundamental. En 1822 sancionaba el cese de la apropiación individual de la tierra pública, estableciendo el contrato enfiteútico que entregaba la tierra como instrumento de trabajo. El sistema de Rivadavia no era el romano o el feudal. Estos tenían por base la tierra como propiedad privada, exclusiva, perpetua; la Argentina se basaba, en cambio, en la tierra como propiedad colectiva, inalienable, conservando la renta en interés de la sociedad por cuanto al canon que pagaba el enfiteuta sólo representaba lo que pertenecía a la sociedad por el aumento de valor que ella misma creaba. Nueva Zelanda admite hoy un arrendamiento enfiteútico por el cual queda la tierra como propiedad del Estado. El sistema Rivadaviano consagraba con amplitud lo que el reformador Reeves llamó el principio de la tierra para
el pueblo: "The land for the people". Hermanos de México, continuad en paz vuestra hermosa obra, que es orgullo de todos los iberoamericanos. Renovad los códigos, ellos están basados en una filosofía jurídica individualista del siglo XVIII y en un liberalismo económico que tenía su razon de ser con Adam Smith, cuando había que romper las trabas feudales que se oponían a la producción, para dar lugar a este régimen capitalista industrial; pero que no responden ya a las direcciones señaladas por la transformación económica, a las necesidades de vida de los pueblos que han culminado la revolución burguesa del 89 y que preparan la otra revolución que complementar al 93, la revolución proletaria que viene ya como un torrente de luz, avasallante! (Aplausos ruidosos y prolongados.) para proclamar los derechos económicos fundamentales y hacer surgir una sola clase de productores libres e iguales! Los códigos civiles, que vienen directamente del Código de Napoleón, el Código del Propietario, cuando aplican sus preceptos sobre obligaciones aplastan fatalmente al débil, porque los códigos cristalizados proclaman la autonomía de la voluntad y la libertad individual en presencia del régimen capitalista industrial que impone la sujeción del obrero, dueño sólo de su fuerza de trabajo, frente al capitalista que detenta los medios de producción.
El derecho, señores, dentro del criterio moderno, no es el producto de la razón abstracta ni el resultado de la conciencia nacional o del espíritu colectivo del pueblo objetivado, con lo que, sin embargo, se daría una explicación científica y positiva del derecho; no, el derecho tiene una base biológica y es en gran parte la emanación de las relaciones económicas de los pueblos, y como éstas determinan el predominio social de una clase, el derecho refleja el privilegio impuesto a los desheredados. Nuestro derecho tiene un fundamento en el régimen capitalista. Es así, señores, cómo defienden su derecho todos los privilegiados; es así cómo defendieron su derecho los patricios en contra de los plebeyos cuando se dictaba la Ley de las Doce Tablas; es así cómo en aquella gran conmoción, a la que se ha referido elocuentemente el diputado que me ha precedido en el uso de la palabra, es así como en la revolución francesa la nobleza y el Clero bregaban por su derecho feudal, mientras que la burguesía revolucionaria surgía proclamando un nuevo derecho que había de substituir el privilegio, y es así también que hoy la burguesía que fue revolucionaria, defiende, una vez llegada al poder, su derecho, el privilegio burgués contra el nuevo derecho proletario que viene a abatir para siempre jamás todos los privilegios! (Aplausos nutridos.)
Seguid luchando, camaradas. Todo nuevo derecho se ha impuesto por la lucha y es bueno que así sea, porque, dada la naturaleza humana, los hombres no aman sino aquello que han conseguido por su propio esfuerzo y con una gran pasión. El derecho no se desarrolla insensiblemente y sin dificultad; el esfuerzo es necesario, a veces, hasta verter sangre. Por eso Ihering, acaso generalizando demasiado, dijo una vez que el nacimiento del derecho es como el nacimiento del hombre, "un difícil y doloroso alumbramiento". Tenéis la fuerza, realizad la labor transformando vuestros códigos. No conviene que las leyes queden demasiado atrás en esta marcha rápida de todas las cosas, hay que ir adaptándolas a la vida para que no resulten incrustaciones perturbadoras o un peso inútil en la tierra. Entretanto no amitáis sacrificios para vincular a Hispanoamérica. No hemos cultivado la vida de relación; hemos debido establecer el libre-cambio continental borrando todas las barreras aduaneras que traen suspicacias para los pueblos americanos. ¡Qué hermoso espectáculo hubieran presentado los pueblos de Iberoamérica que poseen el mismo idioma, que aspiran a la realización de las mismas instituciones republicanas, que tienen los mismo problemas, los mismos intereses, entregándose fraternalmente sus riquezas, sin sospechas, sin emboscadas, que todo esto y mucho más traen las barreras aduaneras. Nuestra revolución fue americana; en el alma de los próceres la argentinidad, dijo Rojas, se transformaba en americanidad; Monteagudo, en el año 12, hablaba de la ciudadanía continental; Bolívar proclamaba la unión de todos los pueblos. Sigamos el ejemplo de aquellos grandes. Levantémonos todos unidos fraternalmente; no más patrias fraccionadas ni impotentes! ¡Arriba los corazones! Establezcamos vinculaciones materiales y morales; que circulen los hombres, las mercaderías, las ideas y que de todos los pueblos iberoamericanos no surja sino uno solo, cuyo símbolo sea Ariel. Así detendremos a los mercaderes cuyo símbolo es Calibán. Desde esta alta tribuna americana, a la que me habéis traído por un acto de generosidad, extiendo mi mano y juro solemnemente defender el espíritu de mi raza que pone por encima de todos los combates, como ya lo dije, una idealidad tan alta, que los hombres para llegar a ella, han menester de la audacia y el heroísmo. (Aplausos estruendosos y prolongados.)
El C. presidente: Continúa a discusión la Ley del Petróleo. Tiene la palabra el ciudadano diputado Puig y Casauranc.
El C. Puig y Casauranc José Manuel: Señores diputados:
La presidencia del doctor Palacios en la sesión del esta tarde, ha hecho que más que nunca, quizás, esta Asamblea representativa sea un verdadero trasunto del agitado vivir mexicano en los tiempos actuales. La sesión abierta con una introducción brillante, lírica e idealista, sirvió para preparar la arenga valerosa y entusiasta del ilustre argentino que viene a traer a nuestro México un mensaje de verdadero amor y viene a hacer obra de real panhispanoamericanismo, inyectándonos entusiasmo y fe en los destinos de la raza y recordándonos en una luminosa teoría de figuras brillantes toda la gloria de aquellas repúblicas del Sur que unidas a nosotros por lazos sentimentales de historia y de sangre, debieran estar unidas, como pide el doctor Palacios, por los lazos más reales y efectivos de una comunidad intelectual y comercial perfecta. Y tras esta introducción idealista tenemos, para asemejarnos más a nuestro vivir nacional, que hundirnos en
los prosesos de un problema punzante, que descender de las alturas líricas de la idealidad a las angustias del momento; que ir a pisar con planta firme y valerosa los guijaros que el oro negro ha sembrado en el camino glorioso y difícil de la República Mexicana. Por esto decía que esta sesión es un trasunto del vivir nacional, porque sacudido el país por ansias idealistas, por propósitos firmes de renovación social, tenemos muy a pesar nuestro que aplazar la resolución de esos problemas; tenemos que ir primeramente a la condición de vida económica de que depende el país, tenemos que ir a asegurar de una manera ordenada y metódica los dineros que influyen a las arcas del Erario nacional por concepto de impuestos al petróleo, para asegurar el porvenir y la firmeza de las instituciones nacionales y el respeto y la conservación del crédito exterior. Y después de que los poetas han bordado su frase de oro para agasajar al húesped, debe la voz de un parlamentario, siquiera sea el m s humilde de esta C mara, hablar al otro enorme parlamentario que tenemos enfrente; y como él viene a estudiar, como su misión al venir a nuestra patria es darse cuenta de la realidad de nuestra vida e ir a lanzar después al mundo en libros, en conferencias y en artículos los secretos de nuestro vivir nacional, es indispensable, antes de pasar adelante, decir al ilustre parlamentario argentino lo que esta C mara de representantes de extracción y de tendencias francamente revolucionarias, ha hecho y piensa hacer.
Los pueblos que nacen, al emprender la fatigosa marcha a través de las edades por alcanzar un puesto preferentemente en el gran concurso de la humanidad, van adquiriendo aspectos sucesivos, van atravesando por fases evolutivas diversas, marcando cada etapa que recorren con una señal indeleble, de barbarie unas, de progreso otras, y estas señales, que como un legado fatal transmiten los pueblos a la historia que los ha de juzgar, son en todos los casos bajo formas múltiples manifestaciones de estado intelectual y de nivel moral. No había sido preciso, como el compañero Pérez Taylor quería, que el recuerdo heroico de las guerras médicas o púnicas llegara hasta los oídos de los historiadores para juzgar de la grandeza de la Hélade; bastaría a la humanidad actual para inclinarse reverente ante la suprema intelectualidad del pueblo griego, que hubiera llegado hasta ella su arcana mitología, que hubiera hundido en el recuerdo místico de aquellas concepciones altísimas que encarnaban un alto concepto de belleza y de ideal; ni sería menester que la Roma degenerada de los césares transmitiera hasta nuestros días sus miserias y sus vergüenzas de esclava; bastaría para comprender la caída de aquel imperio en los últimos días de los césares, que llegara hasta nuestros oídos del clamor bestial de regocijo que salía de los circos en los sacrificios de los cristianos: todas manifestaciones de estado intelectual y de nivel moral, y México, después de las tremendas conmociones políticas de los últimos doce años, después de tanta sangre derramada, después de tanta lucha en que los timoratos creyeron ver ahogarse todo principio de idealidad y de nobleza, México, en un impulso supremo, marca, para la contemplación de las venideras generaciones, una manifestación de nivel intelectual y moral elevado: la Constitución de 17, que es, indudablemente, la encarnación de las aspiraciones populares de México y el trasunto adonde van todas las ansias de los corazones mexicanos. Esta C mara de Diputados, animada de los mismos propósitos de renovación y de mejoramiento social del compañero Palacios, ha tenido que ir por gradaciones sucesivas y forzosas: Por una comprensión brillante, brillante por intuitiva, del momento actual, quiso resolver, primero, los problemas que darían vida y permanencia a las instituciones revolucionarias, y así gastamos nuestra atención en el Convenio Lamont - De la Huerta, y después, para encauzar al país en un régimen institucional perfecto - que no existía en diez años - dimos por primera vez una ley de presupuestos, para marcar la economía interna del país; y ahora llegamos, en la cuestión del petróleo, a producir un verdadero encauzamiento de esta riqueza nacional, a fin de evitar el derroche que el diputado Palacios señalaba en su magnífico discurso. Después, cuando esto termine, vendrá inmediatamente la obra social de la Cámara de Diputados, de esta Cámara que por su ansia de trabajo, por su firme propósito de hacer obra nacional, ha de pasar a la Historia -por insignificante que sea su labor legislativa- como la Cámara de la reconstrucción nacional, y entonces, compañero Palacios, animados del mismo propósito que vos, hemos de ir a las condiciones sociales del obrero y procuraremos su mejoramiento y encauzaremos en leyes los verdaderos anhelos de justicia del proletariado de la República.
Señalaba el distinguido orador, y es una frase que la Representación Nacional debe recoger, porque encarna una verdad profunda, que las universidades en donde se elabora la ciencia, si no hacen que esta ciencia se transforme en justicia de nada valen; y a propósito de la cuestión obrera es perfectamente aplicable la frase, porque en materia de accidentes del trabajo, por ejemplo, los médicos nos sentimos muchas veces avergonzados de la mezquina ciencia que recibimos en la universidades, cuando vemos que por falta de reglamentación del artículo 123 constitucional y de leyes del trabajo, nuestra labor en los hospitales consiste sencillamente en fabricar mendigos, en amputar miembros de obreros, en ponerlos en condiciones de imposibilidad de trabajo para que vayan después a mendigar por las calles por falta de protección del Estado, que debiera vigilar al perfecto funcionamiento de esta máquina del capital y del trabajo. Todo tenemos, dice el diputado Palacios, tenemos energía, tenemos virilidad; nos reconoce audacia, nos señala como soldados que ocupamos la trinchera en frente del coloso del Norte; ¿Pero tenemos la fuerza de que habla el diputado Palacios? La tendremos solamente si olvidamos los rencores, si en este instante en que la palabra cálida del diputado Palacios ha traído tintes líricos a esta Asamblea recordamos aquellas nobles frases del gran lírico mexicano que cito aquí, porque es casi un lírico sudamericano por lo que allá lo amaban, Amado Nervo, quien decía: "¡Rencores! ¿De qué sirven, qué pueden los rencores? Ni restañan heridas ni corrigen el mal." Y este ser el secreto de la fuerza de México, si unidos todos en una aspiración común matamos para siempre la hidra de los rencores y nos decidimos a hacer obra nacionalista para hacer más
tarde la obra panamericana que pide el compañero. (Aplausos.) Viene la revolución social, - anuncia el diputado Palacios -, viene como una tormenta en la que se ven, antes de que aparezca, tintes de aurora. Y bien, la esperamos. Los revolucionarios conscientes sabremos mantener alta la frente, como los volcanes mantienen alta la cumbre orlada por las nieves, por más que los terremotos que ellos mismos provocan conmuevan poderosamente sus cimientos. La brillante historia de Sudamérica, que ha desfilado aquí al conjuro mágico de la palabra del diputado Palacios, nos era conocida; porque amamos a aquellos pueblos como algo propio, por más que en nuestro desencanto, en ocasiones no hayamos visto florecer esa rosa de la latinidad de que hablaba el maestro Caso, sino que en presencia de los vendabales furiosos que han azotado de tiempo en tiempo y fatalmente a Hispanoamérica, hayamos temido muchas veces que los árboles frondosos fueran a caer y que en vez de una rosa brillante de latinidad habría de nacer un abrojo en los picachos de los Andes, como en las cordilleras del Anáhuac. Pero todo esto no es, indudablemente, sino falta de compenetración, falta de acercamiento intelectual y cordial entre los países hispanoamericanos, y es indudable que la palabra del diputado Palacios ha dado nuevo aliento a nuestro entusiasmo, y hoy sí creemos que alguna vez pueda en América formarse, de las veinte ramas del gran árbol hispanoamericano, aquel tronco poderoso que soñó Bolívar. (Aplausos.)
El C. presidente: Habiendo llegado la hora reglamentaria, se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez y seis horas, suplicándose a la comisión que introdujo al señor doctor Palacios, se sirva acompañarlo. (19.12.)