Legislatura XXXI - Año I - Período Ordinario - Fecha 19240927 - Número de Diario 22
(L31A1P1oN022F19240927.xml)Núm. Diario:22ENCABEZADO
MÉXICO, SÁBADO 27 DE SEPTIEMBRE DE 1924
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO I.- PERIODO ORDINARIO XXXI LEGISLATURA TOMO I.- NUMERO 22
SESIÓN
DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 27
DE SEPTIEMBRE DE 1924
SUMARIO
1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.
2.- Rinde la protesta de ley el C. Arnulfo Portales, diputado propietario por el 3er. distrito electoral de San Luis Potosí. Se levanta la sesión para erigirse la Cámara en Colegio Electoral.
DEBATE
Presidencia del
C. ALFREDO ROMO
(Asistencia de 137 ciudadanos diputados.)
El C. presidente, a las 11.50: Se abre la sesión de Cámara de Diputados.
- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veinticinco de septiembre de mil novecientos veinticuatro.
"Presidencia del C. Alfredo Romo.
"En la ciudad de México, a las diez y seis horas y cincuenta y siete minutos del jueves veinticinco de septiembre de mil novecientos veinticuatro, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y seis ciudadanos diputados.
"Aprobada el acta de la sesión celebrada el día anterior, se dio cuenta con los siguientes asuntos:
"La Legislatura de Michoacán comunica que abrió su primer periodo de sesiones ordinarias.- De enterado.
"La XXXI Legislatura de Sinaloa avisa que se instaló legítimamente.- De enterado.
"El gobernador constitucional de Colima informa que nombró al C. Crispín C. Orozco secretario general interino de ese Gobierno.- De enterado.
"El C. Martín Paredes, por medio de telegrama, comunica que se hizo cargo interinamente del Poder Ejecutivo de Chiapas en virtud de licencia concedida al gobernador constitucional substituto.- De enterado.
"El C. Francisco Ramos Esquer solicita se declare nula la votación del Estado de Sinaloa en favor del C. Ángel Flores para presidente de la República.- A la Gran Comisión.
"El C. Juan I. Martínez, diputado propietario por el quinto distrito electoral de Nuevo León, rindió la protesta de ley.
"Recibió el trámite de segunda lectura y a discusión el primer día hábil, el dictamen de la primera Comisión de Gobernación que consulta un proyecto de decreto por el que se declara día de fiesta nacional el 10 de octubre de este año en celebración del centenario de la Constitución política de 1824.
"Sin discusión se aprobaron treinta y nueve dictámenes de las comisiones de Peticiones que proponen pasen a las que en seguida se indican, los asuntos de que también a continuación se hace mérito:
"A la de Marina, la iniciativa del Comité Central Pro - Marina de Guerra, relativa al programa naval de la República;
"a las unidas de Gobernación y Comunicaciones en turno, el escrito en que el Ayuntamiento de esta ciudad solicita autorización para prorrogar el contrato que tiene celebrado con la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza, S. A.;
"a la Hacienda en turno, la solicitud de pensión de las señoras Luz Esnaurrízar y Lazo de la Vega viuda de Amat y Angela Esnaurrízar y Lazo de la Vega viuda de Castro;
"a la primera Agraria, la iniciativa del C. Jesús C. Castro para que los terratenientes celebren con el Gobierno un contrato de Venta - Expropiación del diez por ciento de los terrenos que no se cultiven;
"a la tercera de Gobernación y segunda de Justicia, el proyecto de Ley de Inquilinatos, creación de la Casa protectora del Pueblo y reparto equitativo y justo de la propiedad urbana;
"a la Hacienda que corresponda, la solicitud de jubilación del C. Pedro R. Brito;
"a la de Puntos Constitucionales en turno, la solicitud del C. licenciado Santiago López Alvarado, relativa a que se le permita usar una condecoración que le confirió el Gobierno de China;
"a la de Justicia en turno, la queja del C. Mariano Ruiz en contra del juez octavo de lo Civil de esta capital;
"a la de Puntos Constitucionales que corresponda, la solicitud del C. Miguel A. Peralta para que se le permita aceptar condecoraciones del Gobierno peruano;
"a la de Presupuestos y Cuenta, la solicitud para un subsidio que hace el Ayuntamiento de Teocaltiche, Jalisco;
"a la de Guerra que corresponda, la solicitud de pensión de la señorita Isabel D. Gutiérrez;
"a la de Presupuestos y Cuenta, la petición del gobernador de Veracruz, para que se disminuya o se derogue el impuesto a la industria azucarera y alcoholera;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud de pensión de la señorita Alejandra Izábal y Rojo;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud que hace la dirección de la campaña contra el analfabetismo para que se le ministren fondos provenientes de las multas a los ciudadanos diputados;
"a la de Hacienda que corresponda, la solicitud de jubilación del C. Manuel Román;
"a la de Presupuestos y Cuenta, la solicitud de la Junta de Mejoras Carretera Sabinas Hidalgo, Monterrey, para que se le conceda una ayuda pecuniaria;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud del C. Ventura Ibarra, a fin de que se le aumente la pensión de que disfruta;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud de pensión de la señora Jovita Jiménez Hidalgo viuda de Aguayo y de la señorita María Concepción Jiménez Hidalgo;
"a la primera de Hacienda, que tiene antecedentes, la petición de la Unión de Propietarios de Fincas Urbanas de Guadalajara, Jalisco, para que se derogue el impuesto del uno al millar;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud de pensión de la señora Dolores Molina viuda de Rubio;
"a la de Hacienda en turno; la solicitud de jubilación del C. Eduardo Briseño;
"a la de Puntos Constitucionales que corresponda, la iniciativa del C. Emilio Soto Peimbert para que se reglamente el inciso XXVI del artículo 123 constitucional;
"a la de Guerra que corresponda, la solicitud de la señorita Mercedes Ferrer, referente a que se le aumente la pensión de que disfruta;
"a la de Hacienda en turno, la solicitud de jubilación del C. Eleno Serrato;
"a la de Guerra en turno, la solicitud de las señoritas Angela y Delfina Robles Linares, relativa a que se les aumente la pensión que disfrutan;
"a la de Guerra en turno, la solicitud de pensión de la señora Ignacia M. viuda de Chacón;
"a la de Guerra en turno, la solicitud de pensión que a nombre de la señorita María del Rosario Reyes presentó el C. Miguel Reyes;
"a la primera de Hacienda, la solicitud de los vecinos del Municipio de Xaltocan, Tlaxcala para que se derogue el impuesto del uno al millar;
"a la de Marina, la solicitud de pensión de la señora Ana García Rivera viuda de Carrión;
"a la de Presupuestos y Cuenta, la iniciativa del Ayuntamiento de Mixcoac, D. F., para que a cargo del Erario se eduque a cien niños de origen alemán, y
"a la de Hacienda que corresponda, la solicitud de pensión de la señorita María Campa.
"Igualmente sin discusión, fueron aprobados ocho dictámenes de las mismas comisiones de Peticiones, que consultan los acuerdos económicos que a continuación se expresan:
"Que se diga a la señorita Elena Dávalos, que no es de la competencia de esta Cámara conocer de la solicitud que hace relativa a sus derechos en la concesión del ferrocarril funicular del Tepeyac, y que se dirija a quien corresponda;
"que se archive la solicitud de pensión del C. Juan Gallaga, por no haber comprobado su parentesco con don Miguel Hidalgo y Costilla.- El C. Siurob hizo aclaraciones acerca de este dictamen;
"que se diga al C. Francisco de P. Treviño que ratifique su solicitud de pensión y que envíe los documentos que la justifique;
"que se diga a las señoritas Aurora y Evangelina Ortega que para dar curso a su solicitud de pensión se necesita que envién los documentos que la justifiquen;
"que se diga al presidente municipal de Nacozari, Sonora, que no es de la competencia de esta Cámara resolver acerca de su solicitud relativa a que se pague en la administración subalterna del Timbre de ese lugar el impuesto minero, y que se dirija al Ejecutivo de la Unión;
"que se diga al C. Juan Miraba, quien ha solicitado su jubilación, que envíe los documentos que comprueben los servicios que ha prestado a la Administración Pública;
"que se diga a la señora Crescencia Garza viuda de Martínez que envíe los documentos que justifiquen su solicitud de pensión, y
"que se diga al C. Vicente N. Vásquez, quien solicitó exención de pago del impuesto minero que debe al Erario Nacional, se atenga al acuerdo tomado sobre el particular por esta Cámara en se sesión del día diez y seis de noviembre de 1923.
"A las diez y siete horas y cuarenta y dos minutos se levantó esta sesión y se paso a Colegio Electoral."
Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.
- El mismo C. secretario: Encontrándose a las puertas del salón el ciudadano diputado Arnulfo Portales, electo por el 3er. distrito del Estado de San Luis Potosí, la Presidencia ha tenida a bien nombrar a los siguientes diputados para que lo introduzcan al salón a rendir la protesta de ley: Riva Palacio, Méndez Benjamín, Espinosa Trujillo y secretario Rueda Magro.
(Rinde la protesta de ley el C. Arnulfo Portales, diputado propietario por el 3er. distrito electoral del Estado de San Luis Potosí. Aplausos.)
El C. presidente, a las 11.55: Se levanta la sesión para erigirse la Cámara en Colegio Electoral.
SESIÓN DE COLEGIO ELECTORAL
DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 27
DE SEPTIEMBRE DE 1924
SUMARIO
1.- Se abre la sesión. Sin debate es aprobado el dictamen de la Gran Comisión que consulta un proyecto de decreto relativo a las elecciones de presidente de la República. Para el Ejecutivo para los efectos constitucionales.
2.- Usan de la palabra para hechos varios ciudadanos diputados. Es leída y aprobada el acta de la presente sesión, levantándose ésta.
DEBATE
Presidencia del
C. ALFREDO ROMO
(Asistencia: La misma de la sesión de Cámara inmediata anterior.)
El C. presidente, a las 11.55: Se abre la sesión de Colegio Electoral.
- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Gran Comisión.
"H. Asamblea:
"Para su estudio y dictamen, vuestra soberanía turnó a esta Gran Comisión el expediente formado con motivo de las elecciones de presidente de la República, efectuadas el domingo 6 de julio último. La revisión y cómputo de cada uno de los expedientes de las distintas Entidades federativas fueron hechos por su respectivo representante en la Gran Comisión, y está, después de tomar en cuenta las circunstancias en que se celebró la elección y de descontar los votos que, conforme a la ley, debieron nulificarse, llegó a establecerse el siguiente cómputo general de los votos emitidos en las diferentes Entidades federativas: P. E. Calles A. Flores varios "Aguascalientes 10,237 2,944 "Baja California 3,062 3,788 "Campeche 12,520 0 "Coahuila 32,735 12,589 "Colima 10,522 669 "Chiapas 34,178 23 5 "Chihuahua 31,692 14,311 "Distrito Federal 84,612 4,534 "Durango 23,266 10,048 3 "Guanajuato 74,574 37,723 "Guerrero 40,062 8,084 "Hidalgo 59,589 8,802 "Jalisco 95,191 13,701 "México 81,052 12,818 "Michoacán 83,468 21,629 "Morelos 14,661 1,007 "Nayarit 10,459 7,256 "Nuevo León 35,378 1,210 "Oaxaca 128,437 1,500 "Puebla 99,491 10,337 10 "Querétaro 21,324 694 "Quintana Roo 1,039 10 6 "San Luis Potosí 50,240 3,767 "Sinaloa. 11,289 21,212 "Sonora. 23,087 4,222 "Tabasco 14,211 0 "Tamaulipas 35,970 3,850 "Tlaxcala 15,592 3,564 "Veracruz 95,886 12,896 "Yucatán 71,608 150 "Zacatecas 35,202 29,261 "Totales 1.340,634 252,599 24
"Los datos numéricos anteriores demuestran palpablemente cuál fue el sentir popular en la elección del nuevo primer magistrado de la República. Esta Gran Comisión hace constar que tuvo a la vista un memorial del "Partido Republicano", cuyo candidato a la Presidencia es el C. Nicolás Zúñiga y Miranda, en el que se pretende demostrar la incapacidad de los candidatos Plutarco Elías Calles y Ángel Flores; También recibió un escrito del ciudadano Francisco Ramos Ezquerro, firmado en esta capital el 23 del mes en curso, en el cual, después de narrar las circunstancias en que la elección presidencial se llevó a cabo en el Estado de Sinaloa, solicita que la votación emitida en dicha Entidad federativa a favor del candidato Ángel Flores, sea nulificada. Esta Gran Comisión ha estimado en lo que vale este escrito, y no ha tenido en cuenta, por improcedente, el del llamado "Partido Republicano". En consecuencia, y ateniéndose al resultado del cómputo que escrupulosamente verificó, tiene el honor de someter a la consideración y aprobación de vuestra soberanía el siguiente proyecto de decreto:
"Artículo 1o. Son válidas las elecciones de presidente de la República celebradas el día 6 de julio del presente año.
"Artículo 2o. Es presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, para el período que comienza el 1o. de diciembre de 1924 y termina el 30 de noviembre de 1928, el C. Plutarco Elías Calles. (Aplausos estruendosos.)
"Artículo 3o. El ciudadano presidente electo se presentar ante el Congreso de la Unión a otorgar la protesta de ley, el 30 de noviembre del corriente año."
"Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados del Congreso General.- México, a 27 de septiembre de 1924.- El presidente de la Gran Comisión, representante por el Estado de México, F. Gómez.- El secretario de la Gran Comisión, representante por Querétaro, J. Siurob.- Por Guanajuato, A. Arroyo Ch.- Por Tabasco, Carlos Puig y Casauranc.- Por Oaxaca, Genaro V. Vásquez. - Representante por Coahuila, V. Santos Guajardo.-
Representante por el Estado de Chiapas, Luis Ramírez Corzo. - Por Zacatecas, Luis R. Reyes.- Representante por el Estado de Puebla, J. M. Sánchez.- Por Aguascalientes, R. Quevedo.- Por Morelos, E. Mier y Terán.- Por el Estado de Colima, F. Solórzano Béjar.- Por el Estado de Hidalgo, J. Nochebuena.- Por Yucatán, Luis Torregrosa.- Por Guerrero, Juan B. Salazar.- Por Baja California, E. von Borstel M.- Por Quintana Roo, F. G. Madrid.- Por Sonora, Ramón Ramos.- Por Nuevo León, Jesús Santos Mendiola.- Por Veracruz, Enrique L. Soto.- Por el Estado de Tlaxcala, F. Zainos y Lumbreras. - Por Nayarit, Ismael Romero G.- Por el Estado de Jalisco, Alfredo Romo.- Por el Distrito Federal, J. F. Gutiérrez.- Por el Estado de Durango, Alejandro Antuna.- Por Sinaloa, A. López Sorcini.- Por el Estado de Chihuahua, F. García Carranza.- Por el Estado de Tamaulipas, Juan A. Veites.- Por Campeche, E. R. Mena. Córdoba."
Está a discusión en lo general. Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra, se servirán pasar a inscribirse. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si ha lugar a votar en lo general. Los que estén por la afirmativa, se servir n manifestarlo. Ha lugar a votar. Se procede a recoger la votación nominal. Por la afirmativa.
El C. secretario Rueda Magro: Por la negativa. (Votación.)
El C. secretario Valadez Ramírez: Aprobado el proyecto de decreto en lo general por unanimidad de ciento cincuenta y tres votos. Está a discusión el artículo 1o., que dice:
"Son válidas las elecciones de presidente de la República, celebradas el día seis de julio del presente año."
Los ciudadanos diputados que deseen hacer uso de la palabra, se servirán pasar a inscribirse. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si ha lugar a votar. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Ha lugar a votar. Se reserva para su votación.
"Artículo 2o. Es presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, para el período que comienza el primero de diciembre de mil novecientos veinticuatro, y termina el treinta de noviembre de mil novecientos veintiocho, el ciudadano Plutarco Elías Calles." (Aplausos.)
Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si ha lugar a votar. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Ha lugar a votar. Se reserva para su votación.
"Artículo 3o. El ciudadano presidente electo se presentar ante el Congreso de la Unión a otorgar la protesta de ley, el 30 de noviembre del corriente año."
Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra en votación económica se pregunta si ha lugar a votar. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Ha lugar a votar. Se reserva para su votación. Se procede a recoger la votación nominal de los artículos 1o., 2o. y 3o. que no fueron objetados. Por la afirmativa.
El C. secretario Rueda Magro: Por la negativa. (Votación.)
El C. secretario Valadez Ramírez: Aprobados en lo particular los artículos 1o., 2o. y 3o. del decreto, por unanimidad de ciento cincuenta y tres votos.
El C. secretario Rueda Magro: Se suplica a los ciudadanos diputados y a los asistentes a las galerías, se sirvan ponerse de pie.
El C. presidente: La Cámara de Diputados del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, en ejercicio de la facultad que le concede la fracción primera del artículo 74 de la Constitución federal, declara: Es presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos para el período que comienza el primero de diciembre de 1924 y termina el 30 de noviembre de 1928, el ciudadano Plutarco Elías Calles. (Aplausos nutridos.)
El C. secretario Valadez Ramírez: Pasa el decreto al Ejecutivo para los efectos constitucionales.
- El C. secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Cablegrama.
"México, septiembre 27 de 1924.
"Señor general Plutarco Elías Calles.- Berlín.- Alemania.
"Hoy hice declaratoria haber sido usted electo presidente de México, por haber obtenido un millón trescientos cuarenta mil seiscientos treinta y cuatro votos. En nombre pueblo mexicano y Parlamento Nacional, satisfáceme expresarle afectuosa felicitación. - Presidente de Cámara de Diputado de México, Alfredo Romo."
"Cablegrama.
"México, 27 de septiembre de 1924.
"Exmo. presidente del Reichstag.- Berlín.- Alemania.
"Hoy hice declaratoria haber sido electo presidente de este país, el señor general Plutarco Elías Calles, por enorme mayoría de votos emitidos últimas elecciones. En nombre pueblo mexicano y Parlamento Nacional, ruégole atentamente aceptar y transmitirle al gran pueblo alemán nuestro agradecimiento por atenciones dispensadas a nuestro presidente electo, durante su permanencia ese país.- Presidente Cámara Diputados México, Alfredo Romo."
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Romeo Ortega.
El C. Ortega Romeo: Señores diputados: Creo que ha sido un acto verdaderamente importante para la vida de la República, para la revolución misma, para el pueblo de toda la nación, el entusiasmo de esta Asamblea al sancionar, como era su deber, el triunfo del apóstol de la revolución mexicana, el triunfo del hombre puro e inmaculado que supo sostener sus ideales en todos los momentos de prueba y que, habiéndose lanzado a la lucha política, recibió todos los zarpazos de la infamia, recibió todos los dardos de la injusticia, pero que sin flaquear un solo momento, decidido, enérgico
y fuerte, supo conquistarse todos los corazones del verdadero pueblo mexicano y supo llevar al triunfo, juntos con su candidatura, los anhelos y los ideales de la revolución.
La campaña del general Calles, la campaña política que se desarrolló en la República sosteniendo la candidatura del general Calles, es el símbolo verdadero de que México ha dado un paso firme y definitivo hacia la verdadera democracia; ha sido la prueba evidente de que México, la República entera, no ha cejado por un momento ante los ideales de la revolución, y llena de entusiasmo y llena de verdad, resistió a un cuartelazo, resistió a una serie de calumnias, y al final, el pueblo de la República con su sangre, con la vidas de los campesinos, con las vidas de los hombres que fueron a luchar en contra de la perfidia "delahuertista", demostró que ya no es el pueblo el que está seducido única y exclusivamente por los oropeles de los poderosos, por el dinero de los ricos ni por la verdad mentirosa de todos los politiqueros, politicastros y logreros de la política, que sólo ven en esta patria un pedazo de pan que comer y un pedazo de pan que arrancar a aquellos que tienen más derecho y más justicia para poseerlo. (Aplausos.) La campaña política de Calles no es la campaña política de un hombre; la campaña política de Calles es la manifestación viviente del ideal que el pueblo todo tenía ya concebido, del ideal que el pueblo todo - gracias al Gobierno revolucionario del general Obregón - supo guardar, supo cuidar como joya preciosa para venir a demostrar ante todos los falsos revolucionarios, ante todos aquellos neoreaccionarios, salidos de la revolución misma, que ya no está dispuesto este pueblo a dejarse burlar ni por generales infidentes ni por políticos mentirosos. El pueblo mexicano vió en el general Calles, en la actuación pública de este hombre fuerte, de este hombre sano, todas las esperanzas de sus aspiraciones; vió que él no tenía compromisos con nadie, vió que el general Calles iniciaba su lucha sin dar preferencia en su campaña ni en sus principios a ningún partido que tuviera el carácter de nacional o regional; tomaba los principios de todos los partidos; propugnaba porque los principios sostenidos por el Partido Laborista Mexicano llegaran a ser la cristalización de verdad; pugnaba por ir a los campos para decirles a los campesinos que el agrarismo social era su bandera. En todos sus discursos, en todas las palabras que vertía, constantemente, en las grandes ciudades como en los pequeños ranchos, era su palabra no la del político, sino la del hombre lleno de amor hacia la verdad, hacia la justicia, lleno de ideales, que veía y sentía aquellas miserias y no tenía ningún empacho, no únicamente en pedirle su voto, sino en hacerle ver que él seguiría siempre su línea recta, su linea de conducta perfectamente clara para defender a aquellas clases que sólo habían sido engañadas, que sólo habían sido vilipendiadas. Toda la campaña política del general Calles se inició, se continuó y se resolvió en medio de un espíritu de igualdad de todos aquellos que de buena fe se dijeron partidarios, no de él, sino de la revolución. No hubo preeminencia: en todas las filas del callismo vimos a los líderes de fuerza, humildes también, ir sin necesidad de prebendas, sin necesidad absolutamente de canonjías, a buscar honores en las trincheras que para gloria de la revolución y para gloria del callismo quiso ponernos la mentira pérfida de un partido, como el Cooperatista, encabezado por un hombre que ya no es el caso ni de recordarlo, sino para maldecirlo, por un hombre que habiendo tenido la confianza de la revolución, la confianza del gran presidente Obregón, supo ponerse a la altura del criminal más grande en los pueblos modernos, y vino a traicionar por su ambición y por la ambición de los suyos, las obligaciones y deberes que había conquistado como hombre público y como hombre privado en el terreno de la amistad: me refiero a De la Huerta. (Aplausos.)
Las trincheras que generales infidentes, las maniobras que políticos vanales estuvieron haciendo para enfrentar a la causa callista, que era la causa de los humildes, nos sirvieron para conquistar la fuerza verdadera, para unirnos, para demostrar que la revolución en los momentos de peligro no se divide, que la revolución en los momentos de peligro cuenta todavía con la unidad de acción de todos los verdaderos revolucionarios que tienen como divisa la honradez y la verdad; y allí vimos que junto a Luis Morones, trabajando, junto a Samuel Yúdico, exponiéndose también, junto con los líderes agraristas como Narváez, como Soto y Gama y como el mismo Manrique, fueron los elementos que, aparentemente distanciados en política, no vieron en aquel momento sino única y exclusivamente la salvación de la revolución por medio de la salvación del Gobierno revolucionario del señor general Obregón. (Aplausos.) La campaña callista, al iniciarse, tuvo como teatro, tuvo como escenario principal este salón de sesiones de la Cámara. Al finalizar la XXX Legislatura, se agitó en este Parlamento la sombra trágica de la mentira pregonada por la boca soez de Gandarilla. En esta misma tribuna se injurió al general Calles, se injurió al primer núcleo de diputados que no teniendo solamente compromisos con un partido, sino considerando que es un compromiso de honor estar al lado del pueblo con partido o sin partido, dejaron aquellas huestes que estaban corrompidas por el oro de la Secretaría de Hacienda, y tomaron su lugar en las izquierdas, al lado de la diputación yucateca y otros miembros de las minorías en aquella Legislatura. En esta Cámara se inició, pues, la campaña callista. ¿Cuál fue el desarrollo de esta campaña? El mismo hecho que se repitió no solamente en la preparación de la política electoral, sino en la lucha armada y posteriormente en la campaña electoral en el mes de junio; constantemente la mentira, constantemente la perfidia, la amenaza; constantemente la amenaza de la fuerza contra el derecho, la amenaza del desorden contra el orden, la amenaza del asesinato vil y proditorio, contra el derecho definido gallardamente por los paladines de la campaña revolucionaria, de la campaña callista. Se amenazó a todos: desde aquellas puertas gritaba el histérico diputado Olivé que ya veríamos, que dentro de quince días tendríamos que buscar casa donde refugiarnos, porque triunfantes, con las botas de Guadalupe Sánchez, vendrían aquí a arrojarnos a los que habíamos sabido defender
el interés de Calles, el interés de la revolución que estaba depositado en Calles.
Ahora bien; la campaña se desarrolló fuera del parlamento, en diferentes manifestaciones: La República entera, agitada por la verdad de los programas del general Calles, fué uniéndose a los hombres que representaban también aquella verdad en las diferentes partes de la República; y allí tuvimos a los hombres del Estado de México, completamente unidos por simpatías al Partido Cooperatista, que supieron, en memorable convención celebrada en Toluca, lanzar el guante a ese partido, y allí vimos a David Montes de Oca, gallardo y fiero, (Aplausos.) enfrentarse, no con ningún otro partido, sino con los amigos de ayer como Jorge Prieto, y con todas las porras que llevaron a esa convención desde esta ciudad; y vimos a David Montes de Oca, gallardo, al lado del Cooperatista del Estado de México, al lado de Gilberto Fabila, que lanzó el guante definitivo a aquel pseudo Partido Nacional. (Aplausos.) Fue la primera manifestación de aquello que no era Partido Nacional y que los hombres de ese grupo no tenían la confianza absoluta de los hombres honrados. De esa convención celebrada en Toluca salió la candidatura del general Calles con los colores que usaba el Partido Cooperatista del Estado de México; la diputación del Estado de México entera engrosó las filas de la minoría callista de aquella ocasión. Siguió el curso de los acontecimientos políticos de la representación electoral; siguió el general Calles visitando diferentes poblaciones de la República. Hubo necesidad de ir al Estado de Puebla a presentar el frente definitivo y enérgico de la revolución ante la máscara hipócrita del incondicional de Adolfo de la Huerta, Froylán C. Manjarrez, que -era natural,- le pagó como ustedes saben que pagan los traidores, robándose el dinero que él, a su vez, había robado al pueblo de Puebla. (Aplausos.)
El 20 de noviembre llegamos a la capital del Estado de Puebla; la ciudad entera estaba bajo el miedo que había provocado Manjarrez, de que nosotros éramos elementos de desorden, que representábamos destrucción; pero no pudieron hacer nada: las masas campesinas, llenas de entusiasmo, guiadas por sus líderes, gritaban no sólo "vivas" a Calles, sino "vivas" a las revolución, "vivas" a Montes, "vivas" a aquel agrónomo que había estado constantemente al lado de Calles y que era un callista de fuerza, a un ingeniero Figueroa; llegamos así a la ciudad de Puebla, y aquella enorme fuerza popular, aquella enorme verdad, aquella enorme manifestación de todo lo que podía hacer el Partido Callista, porque era el partido de la revolución, en contra de aquel enemigo que se presentaba fuerte, única y exclusivamente porque tenía a sus espaldas la infidencia de unos cuantos generales, la ambición de unos cuantos gobernadores y la ambición desenfrenada de unos cuantos políticos de esta ciudad; fué entonces cuando la reacción se dividió en dos bandos: unos estaban al lado de la política florista y los otros bajo el relumbrón de la figura del pseudo hacendista don Adolfo de la Huerta, y se vió que aquel pueblo, en un medio netamente reaccionario, levítico, no dejaba de defender sus derechos, y el hombre humilde, el de huarache, llegaba a pisar las calles asfaltadas de la ciudad en contra de la voluntad del déspota cooperatista que gobernaba en aquellos momentos, en contra de Froylán C. Manjarrez. Así pues, aquella fuerza arrolladora, constante y definitiva, estaba perfectamente dispuesta, no a defender a un hombre, Plutarco Elías Calles, sino a defender los derechos de la revolución, a defender su bandera que había encontrado un hombre que enérgicamente la tremolaba, gallardo, por todos los ámbitos de la República, sin importarle amenazas, sin importarle amistades, sin importarle partidos, sino importándole única y exclusivamente la revolución. "Obtendremos el triunfo; la revolución debe hacerse Gobierno y debe buscar un candidato y un gobernante revolucionario." (Aplausos.)
La asonada sanchista, la asonada delahuertista, aparentemente dirigida en contra de la imposición, de la pseudo imposición callista, tendía única y exclusivamente a pretender quitar la gloria y el Gobierno a un revolucionario sin mancha también, el general Obregón. Era natural, como decía en alguna ocasión el compañero Manrique cuando comentábamos algún hecho: "Las familias morales se buscan, los hombres de moralidad relativa se unen con aquellos hombres que tienen una moralidad relativa"; y tras de Adolfo de la Huerta, tras de Zubaran Capmany y tras de Prieto Laurens vinieron los elementos podridos del Ejército, que no era el Ejército Nacional propiamente, sino un conjunto de hombres revolucionarios a quienes la nación les había encargado velar por las instituciones, y siendo estas instituciones netamente revolucionarias, les había encargado que velaran por la revolución hecha Gobierno. Aquellos hombres, que no habían ido a la revolución sino por ambición, defeccionaron; quedó en el Ejército un pequeño número de generales verdad, de generales revolucionarios, de generales que se agruparon como un solo hombre, y al ver que la traición continuaba, enfrentaron sus armas a las armas de la traición, y quedaba para estos generales también -¡Por qué no decirlo! - la enorme esperanza que sentían de que el pueblo de la República no estaría nunca con la reacción, de que el pueblo de la República jamás seguiría a los hombres del cuartelazo; ¡y así fué! Los revolucionarios, los cuerpos enteros de campesinos, los laboristas, la clase media, individuos de representación más o menos importante en los lugares de la República, se agruparon como un solo hombre, fueron a ofrendar sus vidas, y el triunfo del Gobierno de la República, el triunfo del Gobierno del general Obregón representó una vez más la conquista de la revolución, la conquista de los principios. (Aplausos.) Por desgracia para la República, por desgracia para los hombres de la revolución, cayeron muchos que no debían haber caído; por desgracia para la revolución - y esto es un poco relativo porque esa sangre ha venido a fructificar y a hacer más fuertes los ideales -, no podemos contar como vivo en este momento, vivo físicamente, a aquel enorme luchador yucateco: Felipe Carrillo Puerto! (Aplausos.) Felipe Carrillo Puerto cayó ante la infidencia de un asesino vulgar, Ricárdez Broca; en la ciudad de Mérida con él cayeron algunos compañeros que se habían sentado en estas curules representando a Yucatán y que no tenían más pecado que
haber estado siempre del lado de la verdad, de la justicia, de la revolución, sin más pretexto, el de aquellos infames, que el de haber manifestado públicamente en las ligas de resistencia yucateca, su adhesión firme y viril a la candidatura Calles. Cayeron definitivamente así estos hombres que siguen viviendo para la revolución, que con esa sangre ha adquirido un nuevo compromiso, y todos aquellos que se dicen revolucionarios deben respetar absolutamente esos principios que han costado esas vidas que no debían haber sido segadas. Y ese espíritu fuerte de campesinos, obreros, clase media; el espíritu fuerte de todos esos hombres debe animar a esta Representación Nacional; y si bien es cierto que la declaratoria hecha por esta Cámara de Diputados ha sido recibida con aplausos y se ha votado por unanimidad, no debe bastarnos esto; no debemos contentarnos con el aplauso exterior, con este golpear de los pupitres y la sonrisa de satisfacción de un triunfo que se ha venido a confirmar por medio de una declaratoria; no, compañeros, debemos protestar, y esto no como la protesta ritual de la Constitución que protestamos guardar y hacer guardar y la guardamos en el pupitre; no, compañeros, con una protesta que debe ser más noble; no es la protesta de fórmula, no es el hecho de levantar la mano a la altura del corazón para decir verdad; es la protesta mental, la protesta llena de virilidad y de conciencia. Tenemos enormes responsabilidades que cumplir, le hemos entregado el Gobierno por nuestro esfuerzo y el esfuerzo del pueblo a un revolucionario que no aceptar seguramente componendas de ninguna clase, preeminencias de partido. Ya lo ha dicho él: "gobernaré con el pueblo de la República", y no ha dicho: "gobernaré con los partidos". (Aplausos.) En este recinto la pasión no es ajena a nuestras discusiones, somos inexpertos en muchas ocaciones para tratar los asuntos con la serenidad y la verdad que requieren; esto es disculpable. Pero ahora, señores diputados, olvidando ya un poco el rencor del apasionamiento electoral, olvidando ya distingos de clase y de partido, convenzámonos de que tenemos una enorme responsabilidad ante la nación: nuestro ideal y nuestra palabra fueron a agitar los campos de la República; esta agitación hizo que se armaran ejércitos, estos ejércitos lucharon y, de entre ellos, cayeron muchos hombres; esas viudas, esos individuos que quedan en la orfandad por la muerte de los seres queridos de su familia, reclaman de todos nosotros que fuimos de pueblo en pueblo gritando: ¡revolución!, ¡verdad! y ¡callismo!, que cumplamos con nuestro deber, que olvidemos que el diputado es un funcionario con fuero que tiene derecho a vivir cómodamente, y comprendamos que el diputado es un hombre de acción, que el Gobierno de Calles es un Gobierno revolucionario y que aquí, en esta Representación, no debe preocuparnos otra cosa que cristalizar en leyes más o menos sabias los principios de la revolución; olvidemos nuestras ambiciones, olvidemos todo aquello que pueda causar dificultades a un Gobierno eminentemente revolucionario, y pensemos que ahora sí la República tiene un Gobierno nacido de la revolución misma, y que si el general Obregón, gobernante revolucionario como el que más, tuvo que transigir en muchas ocasiones con individuos que se afiliaron al movimiento de Agua Prieta por circunstancias especiales, el general Calles, como revolucionario, no tiene eso, no tiene ligas con ellos; el general Calles es la revolución que vendrá a lucir en su pecho la bandera de la República, que vendrá a lucir en pecho la bandera de la República, que vendrá a lucir en esta Cámara la dignidad que le ha conferido el pueblo, pero que al mismo tiempo sabrá con brazo enérgico, en la mano derecha, sostener la otra bandera, la bandera de la revolución social, la bandera de la verdad. Y unidos estos dos símbolos, estas dos tradiciones, estos dos sentimientos, podremos esperar que esta Cámara hará algo noble, algo verdad, en lugar de perder el tiempo en disquisiciones metafísicas; y volviendo los ojos -no a la ciudad de México, en la ciudad de México no hay representación, sino muy relativa, de esos anhelos -, volviendo los ojos a las a las tierras, a los campos, a las pequeñas ciudades que no tienen las ventajas de esta enorme ciudad, digamos: hemos declarado que Calles será presidente de la República; la Representación Nacional va a laborar única y exclusivamente por el bien de la revolución, porque ese bien de la revolución que tuvo mártires como Carrillo Puerto, tiene hoy un nuevo caudillo: Plutarco Elías Calles! (Aplausos nutridos y prolongados. Voces ¡Viva Calles!)
El C. presidente: tiene la palabra el ciudadano diputado Castillo Torre.
El C. Castillo Torre: Señores representantes: No tiene la declaratoria de la Cámara de Diputados la importancia relativa de una simple formalidad constitucional, sino la fuerza trascendente de una manifestación solemne de la opinión pública.
Nosotros no hacemos sino reproducir, como órganos específicos que somos de la opinión de nuestra patria, el modo de pensar del pueblo que apoyó la candidatura del general Plutarco Elías Calles para la presidencia de la República. La victoria de esta candidatura demuestra que la revolución no retrocede en México y que el pueblo mexicano continúa flameando las banderas de los principios económicos y de las reivindicaciones sociales que informan el pensamiento contemporáneo. Aquella victoria es de tanta mayor resonancia cuanto que coincide con el movimiento retrógrado y militarista que en Chile derrocó al régimen radical de Alessandri. Y aquí es curioso observar que la marcha de la nueva ideología política sigue en América el mismo rumbo que en Europa: de Norte a Sur. La gran obra revolucionaria y convulsiva de Rusia; la obra que adelantándose por el mundo incendió nuevos horizontes y abrió derroteros anchurosos a la voluntad y a la inteligencia de los hombres, prendió de Norte a Sur sus más claros resplandores en nuestro Continente y también de Norte a Sur está ganando la conciencia de las multitudes. La vieja muralla del pasado no podrá resistir la piqueta demoledora del progreso; un lienzo hoy, otro lienzo mañana, las viejas murallas se derrumban; las sombras de los jacobinos se esfuman en la lejanía, pero dejan al desvanecerse las llaves del célebre convento de los franciscanos en poder de los socialistas. Y en esta época fuerte, época de renovación integral de valores, época en que cambia de ruta la civilización cristiana de Occidente, México desempeña un papel principalísimo en la historia. ¿Qué
nación de América puede, en efecto, disputarnos la gloria de haber proclamado entre el estruendo de una guerra civil los nuevos principios que informan el estruendo de una guerra civil los nuevos principios que informan el derecho de las clases trabajadoras? México es en América la tribuna del nuevo derecho, y esta verdad objetiva, esta verdad rutilante es la que ahora proclamamos cuando hacemos la declaratoria de que el general Calles fue electo presidente de la República; porque si México es en América la tribuna del derecho nuevo, Calles comparte con Obregón, el presidente extraordinario de nuestro tiempo, la gloria de ser el más brillante campeón del nuevo derecho. (Aplausos estruendosos.) Bajo el impulso de la mano del general Calles, mano sabia y acostumbrada a burlar las sirtes y a seguir el rumbo en medio de la actuación deshecha de la tormenta, México irá a la conquista del porvenir, a la conquista de la libertad, con el arma que hizo invencible a la Francia republicana: el entusiasmo. El entusiasmo es una semilla que el río de la civilización lleva en su corriente y deposita en una sociedad cuando ésta es llamada a realizar grandes cosas. El milagro de la floración de los sucesos que constituyen algo así como piedras miliarias que marcan las conquistas del género humano, se debe al entusiasmo. Un pueblo colocado geográficamente en el lugar más hermoso y fértil de la tierra, dotado de altas montañas, ríos caudalosos, valles agrestes; un país rico en dones naturales, no irá a la conquista del mundo si le falta el entusiasmo. Es la ausencia del entusiasmo, es la falta de esta virtud, lo que hace umbrío el horizonte de los países caducos. La India, la vieja India conserva todavía los bosques que vieron pasar hace siglos a sus reyes, envueltos en un fulgor de gloria, en camino hacia empresas lejanas y retornar victoriosos a la cabeza de miles de guerreros. Y, sin embargo, ya los árboles milenarios no doblan sus ramas al paso de los escuadrones, ni tampoco los instrumentos bélicos despiertan, con sus estridencias, las selvas dormidas, que al paso del Buda abríanse a la humanidad, como una senda anchurosa de penitencia y de amor; ya la India perdió su vieja gloria, vive sólo de los recuerdos del pasado, de los recuerdos escritos en las ruinas de sus alcázares soberbios y de sus templos suntuosos ante cuya rara grandiosidad se conturba y queda suspenso el ánimo. Y el origen de esta caída, que entraña la desolación de una derrota, está en la falta del entusiasmo. El día en que la India perdió su fe en el destino, mató su gloria y apagó su estrella! La apología del entusiasmo fue hecha por Emilio Castelar cuando dijo: "los pueblos grandes son los que aman la gloria y no temen la guerra". Y el pensamiento del grandilocuente orador de España, puede referirse lo mismo a las falanges de Alejandro, que a las legiones de César; a las huestes de Omar, que a los ejércitos de Napoleón. Fué el entusiasmo, señores, el entusiasmo entero, el que doró con sus luces los cascos macedónicos, las águilas de Roma, el oriflama verde del Profeta y las banderas del Emperador. (Aplausos.) Muerto el entusiasmo iníciase en los pueblos el desastre que en la Hélade se llama la jornada trágica de Cinocéfalos y que en Roma lleva el nombre de Augústulo. En nuestro tiempo existe en América un pueblo joven, un pueblo cuya médula es frotada por la mano del entusiasmo: México. Como los indios, como los egipcios, como los griegos, como los romanos, como los árabes, como los franceses, el pueblo mexicano marcha obediente al mandato de una sola voz: la del destino; obra bajo el impulso de una sola fuerza: el entusiasmo. Y así adelanta sin ahogos, sin miedos, sin vacilaciones, sin desmayos; así va este pueblo por el mundo con sus ideas extraordinarias y su peregrino arrobamiento. ¿Hacia dónde? ¡Hacia el porvenir! (Aplausos nutridos.) Sinuoso, largo y difícil es el camino que nuestra patria ha recorrido detrás del eterno señuelo del progreso, de la evolución eterna, que es la luz que incendia el alma de las naciones. ¡Cuanto más llena de azares, de peligros, de asaltos y sorpresas es la ruta que nos falta seguir bajo la luz de nuestra estrella! El régimen del general Calles ser un régimen de combate, como lo fue el de Gómez Farías; un régimen de combate constructivo, de revisión social y política, de fuerte cauce torrentuoso que arrastrará en tumulto las viejas doctrinas, los principios manidos, los intereses arcaicos, las injusticias seculares, para lavarlas y purificarlas en los finos manantiales del progreso moderno. En dicho régimen los coros al servicio de los viejos dioses alzarán, sin duda, sus clamores de anatema; ¿qué importa esto, si la verdad, según el bello e inolvidable lema de Emilio Zolá, está en marcha y nadie la detendrá! ¡Qué importa el conjunto de clamores del pasado, si el mundo no retrocede nunca y si la vida abre siempre sus ventanas al Oriente para recoger la luz de cada nuevo sol como un tesoro! En el régimen del general Calles, régimen que será de combate ideológico y de combate material, gran combate en el que arderán todos los esfuerzos del pensamiento y de la acción humana que vive y palpita en la actual generación de México, los partidos radicales, el socialismo de la República que lo postuló para la Presidencia de la República, tiene una enorme responsabilidad y una gran gloria; responsabilidad, porque si no cumple con los dictados de sus obligaciones, hará pasar a nuestro país por un largo y sombrío túnel de zozobras y peligros; gloria, grande gloria, porque si los partidos radicales de la República cumplen con su deber, entonces habrán proporcionado a nuestro país un régimen de verdadera y robusta justicia! (Aplausos.)
Yo quisiera, señores, que los miembros de los partidos radicales tuviéramos siempre presentes aquellas generosas palabras de don Gumersindo Azcárate, cuando dirigiéndose a la juventud de España le decía: "los partidos han de tener en cuenta, cuando se organizan, que su fin es la justicia; su mira, la idea; su móvil, el desinterés; su regla de conducta, respecto de sí mismos, la disciplina; respecto de los demás, la tolerancia; respecto a la patria, la paz". (Aplausos.) Yo quisiera que no olvidáramos nunca los miembros de esos partidos políticos, especialmente de los partidos que realizan obra profunda y renovadora, que poseemos un deber en el campo de la objetividad política y otro deber en el campo doctrinario. En el campo doctrinario, tenemos el deber de sostener como ideales los principios filosóficos de nuestra escuela; en el campo de la objetividad, de la materialidad política, de la política artística, tenemos los radicales el deber de defender los fueros eternos de la
justicia y, sobre todo, de impedir que nuestros partidos degeneren, convertidos en facciones, por obra del personalismo atroz, personalismo que muchas veces, en esta Asamblea, sacrificó la idea al fetichismo de los hombres, fetichismo que es creador de facciones y asesino de partidos. Y en este punto no hay que olvidar que los pueblos se salvan por los partidos y se pierden por las facciones; que los partidos dan, en el momento del peligro común, grandes hombres de Estado, mientras que las facciones únicamente producen mercaderes políticos, facciosos cuya cuna es la casualidad y cuyo sepulcro es el olvido, cuando no el anatema y la ignominia de la Historia. (Aplausos ruidosos.) Es indispensable, por el decoro de la unidad revolucionaria, por el prestigio de la causa radical mexicana, que en este Parlamento no ocurran nuevas escenas de antropofagia política. Algunas veces la Cámara de México ha tenido los ardores dislocantes de una Dieta de Polonia; algunas veces esta Asamblea se ha convertido en jaula de lobos; indispensable es que la Asamblea no vuelva a convertirse en una jaula de lobos, porque si eso ocurriera, no podría desenvolver en ella su función el derecho, ¿por qué?, porque el derecho extraña una idea de orden, una implícita actividad ordenada en la que no se suscitan actos violentos, y si surgen, no se resuelven nunca con violencia. La base, el fundamento de la política, lo mismo de la política científica que de la política artística, de la política teórica, que de la política práctica, de la política dinámica, que de la política estática, es la normal y no la fuerza. No es cierto, como Maquiavelo dijera, que la política no tiene más objeto que el poder, que el aumento incesante del poder; no, la ciencia moderna ha rectificado al astuto secretario florentino y nos enseña que la política tiene por base el bien; que no es el poder material con fin en sí, sino el poder material como un medio para renovar, proteger, y hacer más grandes las conquistas de la justicia y de la moral. Aquí radica, señores, precisamente, la enorme diferencia entre los países civilizados y los países bárbaros; entre los países que controlan sus actos por medio del freno ético, y aquellos otros que no tienen por medida de sus actos sino la fuerza bruta. Somos más civilizados mientras más nos acercamos a la justicia y a la moral; somos más bárbaros mientras más nos alejamos de la moral y de la justicia. Y estos conceptos debemos proclamarlos, alzándolos en lo más alto del mástil de nuestras banderas, porque cuando defendemos la moral contra la fuerza, no hacemos sino defender la bandera de la barbarie política. (Aplausos.) Nuestros esfuerzos reformistas, fundados en la justicia excelsa de nuestra causa, justicia que es la causa del mundo, hizo posible, señores, para nuestra patria dos grandes bienes: el triunfo de la candidatura radical en las últimas elecciones, y la transmisión pacífica del Poder; en otras palabras, la victoria de Calles enlazada, como una enredadera, a la victoria de Obregón. (Aplausos.)
Cuando el 1o. del entrante mes de diciembre, bajo los históricos techos del viejo palacio de los virreyes de la Nueva España, Obregón entregue a Calles democrática y pacíficamente el Poder de la República, las banderas revolucionarias se desenvolverán con más orgullo que nunca, agitarán sus paños gloriosos, y las músicas marciales envolverán en su himno de gloria a aquellos dos ciudadanos insignes, de quienes no se sabe si es más grande el que se queda o es más grande el que se va! (Aplausos estruendosos.)
En el curso de la campaña revolucionaria, ¡qué grande, qué gallarda, qué fuerte la actitud del general Calles! ¡Qué grande, qué fuerte y qué gallarda también la figura del general Obregón!
Cuando en los primeros días de la infidencia, entre las sombras que rodeaban la estación del ferrocarril, un grupo de diputados veteranos del callismo, del callismo en aquella época perseguido por la revuelta cuartelaria, ocurrimos a saludar al presidente, que llegaba de Celaya, en donde se había encontrado enfermo, y lo vimos bajar envuelto en su redingote obscuro, pensábamos: sobre estos hombres descansa la suerte del país, la ideología de la revolución, la firmeza en el manejo de los intereses interiores y la conservación de nuestra gloria en el mundo y en América. Y aquel hombre, que llegaba enfermo de Celaya, sacó fuerzas de su genio, se acordó de que era soldado y de que en sus manos el Destino había puesto la primera espada de México, y aquella espada vencedora dominó a los rebeldes, castigó la anarquía y ha hecho posible la transmisión pacífica del Poder, que se realizará cuando el general Calles, ungido por el pueblo, nos ofrezca el democrático espectáculo de que sea el mismo pueblo quien entregue el Poder al pueblo, milagro que no se ha realizado antes en el curso de la historia de nuestro atormentado país. (Aplausos.) Y ésta es la justicia revolucionaria, ésta es la obra de la justicia eterna que no se pierde, que salta por doquiera, que preside el rumbo de las colectividades, lo mismo que las acciones de las gentes que viven aisladas en la soledad.
Cuando Boissy- D' Anglás, ilustre superviviente de la gran borrasca revolucionaria de Francia, que arrastró en su vorágine inmensa a los místicos de la Montaña y a los románticos de la Gironda, reunía alrededor de la piedra angular de sus recuerdos las imágenes dispersas del pasado, los hechos emocionantes, los acontecimientos patéticos de aquella época empapada en hiel y en l grimas, solía exclamar esta frase llena de unción, de fatiga y de tristeza: "en seis años hemos vivido seis siglos". Las palabras que Boissy - D' Anglás pronunciara en 1795, después de un periodo trágico y resonante, orientado lo mismo a la gloria de los vencedores que al luto de los vencidos, renacen, señores, ahora en nuestro pensamiento, que nosotros también, como Bossy - D'Anglás, madurando bajo el sol revolucionario, hemos vivido años que son siglos, años en los que unas veces nos ceñimos la piel de las fieras y otras veces la corona apolínea de los héroes; años en cuyos tálamos transmutábase nuestro destino por el milagro eterno de la cópula del amor y de la vida, del dolor y de la muerte; años inquietos, años ardientes como volcanes, años preñados del futuro, en que México sobre el ara insigne y terrible de la historia hacía el sacrificio de su sangre y de su vida por la nueva democracia y la nueva libertad de América. En los días revolucionarios, cuando el viento avendavalado nos
azotaba la frente, cuando contemplábamos el desfile de las nubes negras que la borrasca hacía desfilar sobre nuestras cabezas, encendíamos más que nunca en nuestro espíritu las siete lámparas de la esperanza. ¿por qué? Porque para nosotros la revolución era como la borrasca que fustiga y revuelve el mar, pero fecunda la tierra: un camino anchuroso, resonante y bravío para la conquista de la justicia y de la libertad!
En la vorágine de la tormenta revolucionaria desaparecían los héroes y los miserables, los apóstoles y los bandidos; pero sobre las piedras caldeadas y quemantes del camino, más allá de las cumbres lontadas de los montes, aparecía la luz de una nueva amanecida, la luz de una nueva aurora, y esa luz que advenía, era como fuente purísima que refrescase la aridez abrazadora del alma! ¿Qué importaba la sombra y la niebla, si la luz triunfaría de la niebla y la sombra? ¿Qué importaban las lágrimas y el horror de la sangre, si la vida saldría de la sangre y las lágrimas? ¿Qué importaban las razzias y los crueles bandidos, si al final de las cosas triunfarían los apóstoles?
La justicia era el ansia sentimental, era el suspiro romántico de nuestro pueblo; y cuando la revolución paso por las almas con su vuelo de águila, el ansia sentimental mató como el rayo, y el suspiro romántico rugió como el trueno. (Aplausos.)
Hagamos, señores, como revolucionarios, como peregrinos en el camino eterno del ideal del mundo, una justa oblación a la justicia, a la justicia revolucionaria, a la justicia de todas las épocas, a la justicia inalterable, a la que vive en el minuto y se prende también de la eternidad del tiempo; a la justicia, que sale de los senos inmortales del misterio, que preside el destino de los hombres, que marca derroteros a la vida; a la justicia, que aroma como flor eterna los labios del Cristo, que embellece con un nimbo la frente de Savonarola, que se convierte en piedad cuando Cosette recuesta en su regazo la cabeza atormentada de Jean Valjean, que se transforma en paloma para acariciar los rizos negros de Maslowa, la heroína del romance tolstoiniano, cuando iba rumbo a la cárcel, víctima inocente de la maldad y de la concupiscencia de los hombres; a la justicia eterna, a la justicia de la naturaleza, a la divina justicia que heraldiza el triunfo de todos los ideales y que hace que cuando el sol derrama sobre la tierra la cauda inagotable de sus rayos, sean de oro, como decía el poeta, hasta los remos de los más pobres e insignificantes pescadores! (Aplausos estruendosos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Siurob.
El C. Siurob: Grande y solemne, compañeros, es para nosotros este momento en que unidas mayorías y minorías en un sentimiento unánime, en un sentimiento supremo, que es el sentimiento puro y limpio de los ideales revolucionarios, venimos en presencia del pueblo a manifestarle cuál ha sido su voluntad, aunque él lo sabe ya bien. Sublime este momento, porque pacíficamente, en paz toda la República, sin ninguna voz autorizada de protesta que se levante contra el acto que celebramos en este momento, venimos a decir al pueblo de la República que se ha consagrado su suprema voluntad al declararse hoy, en esta tribuna parlamentaria, que ha sido declarado presidente de la República el ciudadano general Plutarco Elías Calles. (Aplausos.)
Para nosotros, representantes de la minoría, representantes de ese grupo de rebeldes, que fuimos rebeldes ayer, somos rebeldes hoy y que seguiremos siendo rebeldes a todas las iniquidades de que son víctimas los de abajo; para nosotros, ese grupo de rebeldes que nos hacinamos en las pequeñas minorías que se encuentran dentro de esta Cámara, es doble motivo de satisfacción, porque no es verdad que el general Calles no tuviera compromisos; los compromisos los contrajo él mismo, los compromisos los contrajo sin que nadie se lo impusiera, los compromisos los contrajo directamente con el pueblo mexicano y directamente con los partidos que los representaban en aquel momento terrible, en aquel momento de prueba, en aquel momento duro para las instituciones, tremendo para las libertades, aciago para los intereses sociales de la colectividad! (Aplausos.)
El general Calles adquirió compromisos por su propia voluntad cuando fué a la convención del Partido Agrarista, y codeándose allí con los humildes, que venían de todos los pueblos de la República, y no desdeñando el humilde calzón blanco y estimando en todo lo que vale el huarache tan despreciado, y mirando con cariño la cobija parda, la que lo mismo cobija al trabajador que lo adorna en los momentos en que en manifestaciones se dirige a expresar su suprema voluntad; el general Calles adquirió compromisos, adquirió compromisos con las masas laborantes, cuando al recibir a los grupos de trabajadores de las ciudades expresó manifiestamente su voluntad de acabar en cuanto fuera posible con la explotación del hombre por el hombre; adquirió compromisos frente al humilde grupo peleceano que una vez se le presentara, cuando juró ante ese grupo mantener incólume, mantener íntegra la gloriosa bandera de la revolución. El general Calles sí tiene compromisos, pero no compromisos con las personas; compromisos con los principios, compromisos con los ideales que ha acariciado desde hace tantos lustros el pueblo mexicano. Lejos de mí cualquier palabra que signifique adulación. En una República libre, para mí el peor de los individuos es el que adula; para mí el que marea más al magnate, el que corrompe al que manda, el que tuerce los ideales populares, es el que adula. Y no hay necesidad de adular para engrandecer a los hombres; los hombres son grandes por sus hechos mismos, y el general Calles es grande por sus hechos, y esperamos que más lo será en el futuro.
Hervía la República al iniciarse solamente la lucha electoral que acaba de pasar; la opinión se agitaba de una manera ensordecedora; en cada corazón latía un volcán con la pasión política que todos los mexicanos acostumbramos poner en nuestras luchas civiles, y más todavía acrecentada por la pasión social, porque la pasión social es casi una religión; todo el mundo se aprestaba a aquella contienda terrible, y todos esperábamos que sería una verdadera hecatombe. Afortunadamente los campos fueron delineándose, cada quien tomó su lugar: los hombres de la reacción fueron a buscar a sus
congéneres, a sus favorecedores, a sus amigos, a los lujosos despachos, a las grandes antesalas; se formaron los partidos burócratas con empleados públicos pagados con el oro que derrochaba desde la Secretaría de Hacienda Adolfo de la Huerta, y se hicieron las primeras manifestaciones públicas; y frente al grupo de burócratas se vió desfilar por las calles de la capital a diez mil campesinos que vinieron a la metrópoli en medio de la admiración y de la zozobra de los hombres capitalinos. Y nosotros, todos los revolucionarios viejos, los rebeldes continuos, los que no habíamos descansado un momento ni con la palabra, ni con la pluma, ni con la espada, comprendimos desde el primer momento que el general Calles era nuestro hombre, porque fué el único candidato que se atrevió a decir desde los primeros instantes que estaría con el debajo, que gobernaría... no es cierto lo que se dice; se dice que Calles gobernar con la nación; sí, gobernar con la nación, pero gobernar exclusivamente en provecho de los desheredados, de los humildes, de los necesitados y de todos aquellos que constituyen el proletariado de la República. (Aplausos.)
Y no podría hacerlo de otra manera el general Calles aunque quisiera, porque es un hombre consciente y porque los dictados de su cerebro y de su corazón se imponen sobre cualquiera otra conveniencia y porque la conveniencia más grande para el pueblo mexicano y porque la conveniencia única para la nación consiste en levantar al 70 por ciento de analfabetos para que adquieran el pan intelectual; consiste en levantar a ese 70 por ciento de individuos que si hoy dicen que tienen patria, es únicamente porque sienten que tienen la herencia sublime de libertad que les dejaran sus mayores, pero de ninguna manera porque tengan el bienestar, lo que un hombre debe tener dentro de esa libertad. Por esto, señores, es preciso que acoracemos al general Calles, que lo mantengamos aislado de todas estas cosas que corrompen a nuestro grandes hombres. Los hombres llegan puros, llegan inmaculados, llegan fuertes, llegan heroicos en algunas ocasiones al poder. ¿Y quién los corrompe? El cúmulo de parásitos, la tormenta de los aduladores, el asalto de todos los lisonjeros, la muchedumbre de los villanos que se acumulan alrededor de aquel hombre buscando el medro personal para satisfacer su estómago, y se convierten en pulpos que acaban por chupar toda la honradez, toda la grandeza, todo el heroísmo de que se hallaba investido este hombre. (Aplausos ruidosos.)
Nuestra conciencia de mexicanos nos dicta acorazar al general Calles contra todas esas bajezas. Si Calles es una torre de ideales, si Calles es una torre encastillada de oro o de marfil, si Calles es un atalaya enhiesta dispuesta a resistir todos los oleajes de la reacción, no toleremos que el gusano vil vaya a carcomer los cimientos en que se apoya esa torre, que son los ideales de la revolución, y no consintamos en que mañana los hombres de la adulación, los hombres de la lisonja, los hombres del estómago vayan a derrumbar ese edificio sublime y grandioso de verdadero revolucionarismo, en el que están fincados por el momento los ideales del pueblo mexicano. (Aplausos.)
Conscientes debemos de ser nuestra actitud. El general Calles tiene grandes problemas ante sí: nivelar los presupuestos, pero eso es poco; dictar las leyes obreras y agrarias, eso es mucho y es lo más. Ayudad dentro de esa colaboración vosotros; vosotros seréis los responsables de que el general Calles no pueda cumplir con esos gloriosos ideales que el pueblo mexicano le ha dictado, y nosotros tenemos la obligación de facilitarle ese camino. Nosotros, colectivamente, seremos responsables si el general Calles mañana, como hoy pudiera decir el general Obregón, nos dice estas palabras, que caer n como plomo derretido sobre nuestras cabezas: "Si yo no he podido dar más al proletariado de la República, es porque vosotros lo habéis impedido. ¿De qué manera? Con vuestras luchas estériles, con vuestros diálogos inútiles, con vuestra palabrería vana, con vuestras ambiciones mezquinas, con todo ese ambiente de pasiones que se agitan dentro del Parlamento."
Y por esto yo hago un llamamiento solemne en estos momentos a todos los hombres de todos los bloques; yo juro y protesto, por mi parte, que en adelante no habrá para mí más que los intereses de la revolución. Yo quiero que la mayoría, así como la minoría, se percaten de que este es un momento también solemne para nosotros; que todos, con ese entusiasmo con que habéis aplaudido la declaratoria del general Calles, no solamente lo penséis en vuestro cerebro, sino que la sintáis en vuestro corazón y ayudéis a que se transforme el ambiente que reina en este Parlamento y que de hoy en adelante desaparezcan los intereses mezquinos de grupo y vayamos a laborar real y sinceramente por el pueblo mexicano. (Aplausos.) El general Calles en estos momentos, imitado a los antiguos filósofos, a los antiguos legisladores de la culta Grecia, antes de venir a gobernar su país recorre los países más cultos de la tierra. Yo adivino la mira secreta del general Calles al verificar esa larga visita. El general Calles ha comprendido cuáles son las necesidades del pueblo mexicano, y las necesidades del pueblo mexicano son dos: primera, que se gobierne con una poca más de ciencia; segunda, que se gobierne con una poca más de honradez. No digo que el general Obregón no haya cumplido con su lema; recordad que su lema fue: honradez. Pues bien, ese lema del cual el general Calles es el heredero, debe llevarse adelante todavía con mayor radicalismo, con mayor energía.
Recuerdo que una vez el Cid cuando tomó la protesta a uno de los alfonsos, reyes de España, lo hizo en una forma tan dura, tan severa, que el monarca se ofendió, ¡al fin era un monarca y la verdad tenía que ofenderle! El Cid le exigió que cumpliera con los fueros del pueblo, que fuera benévolo con los humildes; le exigió con juramentos terribles, en que iba de por medio hasta la dignidad, hasta el respeto de su familia, hasta la memoria de sus mayores, que cumpliera lo que protestaba; pues bien, las minorías, a semejanza del Cid y sabiendo que el general Calles como buen demócrata, como buen socialista, no se ofender porque nosotros en este momento venimos a exigirle el juramento, que sus palabras ante toda la República llegaron al pueblo mexicano, de que cumpla sus promesas, gobernando con tres elementos indispensables dentro de su Gobierno: primero, las ideas socialistas; segundo, la honradez; tercero, la ciencia, el
conocimiento. Ese ha sido el ideal del general Calles al visitar todos los pueblos de la vieja Europa: conocer, saber, observar las ciencias en forma práctica. El general Calles ha ido a observar cómo marcha el movimiento social en todos los viejos países del antiguo mundo; el general Calles ha ido a ver qué cosa es lo que es posible hacer para remediar los intereses de tantos humildes proletarios. El que haga eso, así como dicen las antiguas religiones, que ser mayor ante Dios y más grande el que haga mayor caridad, sea quien fuere, conforme a ese criterio antiguo y vetusto, que todavía puede ser verdad cambiándole dirección y nombre, hoy ser más grande el que haga mayor bien, el que levante de una manera más enérgica y radical, de una manera más decidida a los necesitados, a los trabajadores, a los proletarios de la República. (Aplausos.)
Para nosotros, conciudadanos, para las minorías, la espada del general Obregón de que habló el orador que me precedió en el uso de la palabra, brilla, como dijo el poeta, como un casto fulgor, con el casto fulgor que él comparaba con los ojos de la mujer amada o con la mirada de los héroes vencedores. Pero para nosotros los radicales que estamos dentro de la minoría, para nosotros los representantes de partidos políticos, que fueron los primeros en ofrecerle su candidatura al general Calles, para nosotros, nuestro ideal supremo, nuestra mayor aspiración es que más todavía de lo que ha brillado la espada del general Obregón, con ese casto fulgor que le da el haber servido de apoyo a los ideales libertarios, brille la llama pura del ideal social que enciende en el corazón del general Calles, y que encienda en cada ciudadano mexicano el principio sublime, el principio grande de "amáos los unos a los otros". (Aplausos.)
No prolongaré mi discurso porque otros oradores de la mayoría y de la minoría no me perdonarían que les robara yo demasiado tiempo es esta humilde y corta alocución. Basta saber que nosotros, los hombres de la minoría, permaneceremos al lado del general Calles con toda nuestra energía, con todo lo que somos y podemos, con toda nuestra actividad, mientras el general Calles, como lo esperamos, se mantenga a la cabeza de los hombres que persiguen los principios, que buscan el cumplimiento de los ideales. (Una voz: ¿Y a las mayorías? A las mayorías les suplicamos que igualmente, en unión con las minorías y dentro de este Parlamento en la labor futura que se va a seguir comprendan que tenemos que respaldar a ese hombre que aspiramos a que sea el más grande presidente que haya tenido México. ¿Por qué? Por sus hechos, no por la adulación de nosotros. Y ahora, compañeros, acoracemos al general Calles contra todas las cosas que puedan pervertirlo, acerquémosle todavía más al pueblo: cuando vaya un grupo de hombres a querer pedir algo para sus estómagos y estén allí en las antesalas los hijos del proletariado, que pasen primero éstos y que se queden a la retaguardia los hombres que van a hablar por sus estómagos...; (Aplausos.) y que sean los jueces los que le ayuden, porque es mentira que Calles podrá gobernar siempre por medio de la ley: ¡eso quieren los elementos conservadores! El general Calles atender la ley, pero por encima de la ley, cuando las circunstancias lo exijan, estar a los intereses del pueblo mexicano como se ha estado siempre que se ha hecho obra revolucionaria. La obra revolucionaria nunca se ha hecho teniendo en cuenta exclusivamente la ley; si hubiéramos tenido en cuenta solamente la ley, permaneceríamos todavía en la abyección, en la servidumbre y en la ignominia. Pero precisamente por haber nosotros, los revolucionarios, acompañado a Obregón, a Carranza y a Calles, violaremos la ley cuando las circunstancias del pueblo mexicano lo exijan, porque todavía este pueblo tiene esperanzas de libertad, de redención, de virtud y legítima grandeza.
Así pues, compañeros, nosotros los revolucionarios que creemos que por encima de toda ley están los intereses de los pueblos, pedimos al general Calles que nunca se olvide que su candidatura nació, que su candidatura fué sostenida, y que hoy su magistratura seguir siendo apoyada por los campesinos que fueron a los campos de la lucha para apoyar a la gloriosa espada del héroe de Celaya, no la espada del legionario, no la espada del hombre militarista, sino la espada única que nosotros podemos respetar en alguna ocasión, la espada que se esgrime en defensa de la libertad del pueblo, la espada que se esgrime en defensa de los principios más sagrados por los que perecen los desheredados hijos del trabajo. Así pues, compañeros, uniendo estos ideales dentro de uno solo, suplico a los compañeros, a los jueces, que administren efectivamente la justicia, que se dirijan por la virtud y pureza de ideales de la verdadera virilidad, que consiste en cultivar todas aquellas virtudes que son las únicas que han hecho grandes a los pueblos; recordad la historia de la humanidad y encontraréis que dondequiera que se habido grandeza, hubo virtud, y en estos momentos virtud es lo que les falta a los funcionarios que en una parte gobiernan al pueblo mexicano. En balde es que el general Obregón y unos pocos luchadores la prediquen; es preciso hacer apostolado también de virtud, para que, apoyando los ideales sociales vengamos a tener el verdadero Gobierno que salvar los intereses del proletariado. Virtud la tuvo la antigua Grecia cuando proclamó a su ciudadano principalísimo, ante quien el pueblo en una gloriosa asamblea, se inclinó reverente: a Arístides; virtud tuvo el pueblo romano cuando proclamó a Catón, el hombre más virtuoso de aquella república; virtud la tuvo el pueblo francés cuando ante el desinterés de Marat, ante el desinterés de todos aquellos hombres que proclamaron la revolución y que no temieron sacrificar sus vidas ante Robespierre, ante Dantón, ante todos aquellos hombres que no llevaban ningún interés, sino únicamente la virtud suprema de sacrificarlo todo en aras de sus ideales, y por eso aquellos pueblos fueron grandes y por eso pudieron fundar las nacionalidades que hoy alientan los sagrados intereses de la humanidad.
Termino, pues, compañeros, haciendo los votos más fervientes por la minorías y las mayorías unidas, magistrados, empleados, administradores y pueblo de consumo, laboremos por que el Gobierno que se iniciará muy pronto, del general Calles, venga a consolidar, dentro del radicalismo, dentro de la libertad, dentro de la suprema virtud
revolucionaria, los gloriosos ideales que ha perseguido a través de tantos lustros el pueblo mexicano. (Aplausos nutridos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Fabila.
El C. Fabila Gilberto: Pueril si no insensato, señores diputados, sería en estos solemnes momentos venir a hacer gala de primacías o de tantos por cierto en el triunfo de la candidatura del general Calles. No ha sido un partido ni han sido los diputados quienes han llevado al triunfo al general calles; es el pueblo, el pueblo sufriente mexicano el que ha llevado al triunfo a la candidatura del general Calles.
Nuestros pasado, lleno de miseria, lleno de ambiciones y lleno de errores, se liquida hoy; en estos momentos solamente se liquidan ese pasado lleno de ignominia, y se abre una nueva cuenta, el pueblo abre una nueva cuenta, a ver si por fin somos o no capaces de consolidar el triunfo de la revolución. ¿Y qué es la revolución, señores diputados? Hay todavía elementos que se preguntan qué es la revolución, qué es lo que el pueblo nos ha puesto en el debe de esa cuenta que se nos abre hoy. La revolución es la reforma económica, social, política y moral del pueblo mexicano. ¿Seremos capaces siquiera de establecer las bases inconmovibles de esa reforma; seremos capaces de cumplir siquiera los más elementales compromisos, en pro de esa reforma, que tenemos contraídos, con el pueblo? Dejémonos, señores diputados de protestas y de autobombos personalistas de revolucionarios; dejémonos de darnos baños de rosas a nosotros mismos, y que las páginas que escribe hoy la historia de México registren en sus líneas los nombres de todos y cada uno de los que estamos aquí presentes, para que si alguno, débil a su ambición y avasallado por sus egoísmos traiciona a Calles, como símbolo de la revolución caiga sobre él el anatema y la maldición eterna del pueblo mexicano. (Aplausos.) Dejémonos de halagarnos, dejémonos de autobombos y entremos en nosotros mismos para meditar sobre el porvenir que está a las puertas del mañana. Meditemos en que es un hecho común, ordinario, frecuente, que los hombres que hoy protestan lealtad y firmeza en sus convicciones, mañana, por cualquiera circunstancia, porque no se les satisface la ambición personal, por que no se les llena el egoísmo, llaman traidor al que ahora están llamando el héroe y el porta - estandarte de la revolución. (Aplausos.)
El espíritu de la revolución mexicana flota indudablemente en este ambiente; el espíritu de la revolución social mundial está con nosotros, también, en este solemne instante; el espíritu de la revolución flota sobre nuestras cabezas y entra dentro de nuestros corazones y hasta el último poro de nuestro espíritu, para ver quién de nosotros está pensando y diciendo la verdad, y quién de nosotros, desde ahora, está mascullando la traición más infame y más degradante a la revolución y al callismo! ¡Ay de aquél que en este solemne instante, aplaudiendo el triunfo de la candidatura Calles, esté pensando en traicionar mañana porque no se le dé un mendrugo de pan o porque no se le satisface una ambición!
Tenemos, señores de la mayoría, y de la minoría, un lazo indisoluble; el eslabón de una cadena nos une estrecha y absolutamente: es el lazo y el eslabón del callismo. ¡Caiga la furia del pueblo sobre la cabeza de aquel que hoy haya aplaudido el triunfo de Calles y mañana lo traicione! ¡Caiga decapitado ese traidor y la maldición del pueblo caiga sobre todas sus generaciones futuras! (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Morones. (Aplausos prolongados.)
El C. Morones: Compañeros: En esta hora de triunfo, en esta hora de satisfacción para todos, en este instante en que desaparecen las pasiones que denigran y solamente alientan los sentimientos que enaltecen; en este momento en que tratamos de abrir a los ojos de propios y extraños la visión de un mañana generador, la visión de un mañana que sea para todos bienestar y estímulo, creo de mi deber venir a esta tribuna a hacer algunas consideraciones al margen de los factores que a mi juicio han contribuído para realizar en hechos tangibles esto que ahora es una convicción halagadora.
Precisamente porque en Calles ha triunfado, no el hombre, sino una causa; precisamente porque en Obregón ha triunfado, no el hombre, sino esa misma causa también; urge a todos los integrantes de un movimiento en marcha hacia el porvenir, fijar las estaciones que habrán de recorrer en esa gloriosa peregrinación hacia la manumición definitiva de su estado moral y de su estado físico. No basta el poder de un hombre, por más grande que éste sea considerado en el orden moral, no basta la férrea voluntad de un individuo aureolado por el aplauso unánime legítimamente conquistado de los suyos, para poder caminar hacia esos objetivos, hacia esas estaciones intermedias que nos separan de la estación terminal, del término del viaje. Calles, candidato a la Presidencia de la República, conductor de un movimiento eminentemente radical, eminentemente trascendental, ha contraído serias responsabilidades con aquellos a quien guía, las ha contraído también, y muy grandes con aquellos que permanecen fuera de nuestras filas; pero Calles, llegado al poder, Calles, iniciando su tarea gubernamental, no podrás cumplir esos compromisos si no tiene dispuesto a todo el contingente que lo ayudó en su peregrinación por la República levantando el espíritu de las masas populares, si no cuenta con la cooperación franca y decidida de todos esos contingentes. ¿A base de qué? A base de responsabilidad.
Propios y extraños se están haciendo desde hace mucho tiempo esta pregunta: nadie ha hecho, hasta la hora en que el general Calles se lanzó a la contienda electoral, una campaña que se haya caracterizado tanto por su radicalismo y por la fijación de esos términos a que aludió el compañero Padilla en ocasión pasada, en tratándose de transformación social. La forma en que se ha verificado la propaganda, los matices que adquirió ésta, desde luego han dado derecho a unos y a otros para que se interroguen: ¿Y qué va a pasar si Calles triunfa? ¿Y qué va a pasar ahora que ha triunfado Calles? ¿Y qué va a pasar ahora que Calles ha llegado al poder?
Seguramente que los primeros encargados de crearle obstáculos serán, en primer término, aquellos que se conceptúan a sí mismos o que son
conceptuados por otras personas como más radicales. Va a venirse una serie de agitaciones constantes, va a venirse una serie de trastornos interiores, va a haber un desencadenamiento de pasiones que haga imposible gobernar a este hombre. Van a tratar de exigir de él, hombres que se consideren más radicales, grupos que se consideren más avanzados, el cumplimiento rápido y perentorio del programa revolucionario social. Y esta hora, y este momento es el indicado para contestar a aquellos que hayan pensado que este estado de cosas habrá de sobrevenir a raíz de que el general Calles tome posesión de la Presidencia de la República. No, nosotros - y al decir nosotros me refiero no solamente al grupo a que pertenezco, sino a todos los aquí reunidos -, nosotros seguramente que sabremos distinguir, que tenemos el deber de distinguir las dos fases que caracterizan todo movimiento, y sobre todo se este movimiento se genera en virtud de la necesidad de transformar social y políticamente un país.
Continuará la agitación, habrá de continuar en el terreno de la propaganda de las ideas, habrá de continuar ese choque constante de intereses; pero esta nueva fase habrá de darse a la nación y a todos los que dentro de sus fronteras vivan, propios y extraños, para que sepan a qué atenerse: el cumplimiento del deber de parte de los organismos creados para esa función social, el cumplimiento en el sentido de la cooperación franca y leal hacia ese nuevo Gobierno que se inicia, precisamente porque de la estabilidad de ese Gobierno dependerá el grado de posibilidades, el grado de circunstancias que determinen en beneficios, en hechos prácticos, el cumplimiento del programa revolucionario de Calles.
Ha sido una costumbre ciega en todos los países de la tierra que están en conmoción, que los hombres que se someten a los movimientos revolucionarios, llegan a un estado moral verdaderamente crítico, verdaderamente grave, llegando a confundir el movimiento general del cual forman parte, con las actividades personales que desarrollan dentro de ese mismo movimiento, llegando a crear, quizá por el camino del individualismo, por el que habrán de resolverse los problemas que gravitan sobre las colectividades; llegando a suponer que es la labor de crítica constante y de reproche a la que hay que ajustar sus actividades, a censurar los actos de un Gobierno cuya vida ellos contribuyeron a generar; llegando a suponer que cumplen con su misión dando su voto, diciendo la última palabra en la función electoral, y que terminada esta misión terminó el ejercicio de sus deberes. Nada más falso ni nada más erróneo ni nada más peligroso. Precisamente el periodo en que un movimiento revolucionario requiere la suma de voluntades al máximo de los que determinaron ese mismo movimiento, es aquel en que pasa del estado caótico, del estado convulsivo, a la expresión suprema dentro de un cauce, de un orden establecido en que habrá de manifestarse, siempre propendiendo a hacer la transformación lo más rápida que pueda, pero sin olvidarse, se entiende, de la ley del equilibrio. Por esto conceptúo que es de más urgencia declarar públicamente a la faz de la nación, que al iniciarse el Gobierno del general Calles, como ha acontecido durante el periodo del general Obregón, todas las fuerzas revolucionarias habrán de estar constantemente analizando y pulsando el grado de fuerza, el grado de consistencia, el grado de equilibrio que permita su desenvolvimiento, diciendo - se entiende - que éste se efectúa en la forma más rápida posible. Mentira que los grupos revolucionarios, que los contingentes avanzados pretendan dar margen a que se desaten las pasiones, a que se desaten los apetitos, a que se haga imposible la labor económica del futuro Gobierno. No, si la revolución ha comenzado a dar sus frutos, si ya se ha hecho mucho; de lo que queda por hacer todavía en cuestiones de planes de Gobierno revolucionario, precisa en lo futuro exigir a los mismos interesados, a los mismos contingentes que han sido vida para el movimiento revolucionario, una comprensión más perfecta de los deberes que tendrán para ese futuro Gobierno, precisamente porque Calles, candidato de la revolución y entregado por entero en brazos de los elementos revolucionarios, de los elementos obreros del proletariado, porque él abrió su corazón, porque dijo en cuestiones de doctrina social tanto y tan claramente, que nadie puede abrigar la duda, nadie puede abrigar temor de que este hombre no haya sentido lo que expresó en los días de la propaganda electoral.
Ahora los primeros obligados a facilitar su labor administrativa dentro de la transformación política y social, son aquellos que han creado un compromiso espiritual también con el general Calles. No solamente Calles tiene responsabilidades que exigírsele, no solamente tiene deberes que cumplir, sino también tiene derechos en cuestiones de exigencia para aquellos elementos que pretenden en un periodo brevísimo, casi imposible, que esa transformación con que soñamos todos pueda realizarse. No, existen deberes recíprocos; de la comprensión que tengamos de estos derechos y de estos deberes, dependerá el éxito del futuro Gobierno. No es por el camino seguramente de la adulación, ni es por el camino del servilismo como se finca la fuerza de los gobiernos revolucionarios: es por el camino de la cooperación, es por el camino de la cooperación proporcional, es por la ayuda a base de espíritu, de sacrificio de todos aquellos elementos que ayudaron, que coadyuvaron al desenvolvimiento de los hechos; es por el esfuerzo de cada uno de los elementos que representan grupos, que representan contingentes; es por el esfuerzo de ellos, que ellos, a base de cooperación leal y sincera, como habrá de comenzarse a efectuar la gestión del futuro Gobierno. Hasta ahora en muchas ocasiones se han tomado los principios sociales, los principios que son una verdadera promesa, una verdadera esperanza para la enorme clase doliente, se han tomado como bandería política; hasta ahora fácil ha sido para nosotros o para otros - no hago distingos, no hablo de ningún grupo -, fácil ha sido acercarse a los grupos y encubriendo una propaganda política se les han presentado perspectivas de transformación social de orden moral y muchas ocasiones se ha establecido una competencia para conquistar votos, única y exclusivamente bajo la apariencia de una propaganda doctrinaria que alguien ha necesitado triunfar como candidato a
diputado local, o diputado al Congreso de la Unión, como munícipe, etcétera, en más de una ocasión se acercan al grupo de quienes se reclama su voto y le prometen, que si bien es cierto que son justas, no muchas veces pueden tener su verificativo en forma inmediata le ofrecen un cambió, procurar que se opere un cambio rápido, rapidísimo, si le dan su voto, si le dan su apoyo, y los trabajadores, los grupos a quienes se dirigen estas personas creen, han creído sinceramente que a cambio de la ayuda que se les pide, se les dará una más eficaz, una más justificada; y cuántos y cuántos casos de decepción hemos tenido que lamentar y como consecuencia de ellos la duda, la duda en no pocos contingentes que han farmado y siguen formando las filas de la revolución respecto a la eficacia de los programas políticos, respecto de la sinceridad de los preconizadores de esos mismos programas políticos. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que si continuáramos por este camino, haríamos imposible esa cooperación tan necesaria para salvar el Gobierno de Calles, el Gobierno de la revolución; quiere decir que necesitamos ofrecer a los elementos que nos han dado su representación, solamente aquello que real y positivamente podemos cumplir. (Aplausos.) Quiere decir que es preciso hacerle comprender que el ideal, que la idea, que la expresión es una cosa y el hecho es otra; que nosotros tenemos el enorme deseo -porque es nuestro deber, porque obramos en virtud de un sentimentalismo insospechable -, deseamos una transformación completa del actual régimen; que no hemos ido a la lucha ni hemos pedido sacrificios solamente por cambiar hombres, sino por cambiar sistemas. (Aplausos nutridos.) Y haciendo esta aclaración honrada, viniendo esta aclaración de donde venga, aprenderán los elementos que nos dispensan su confianza a distinguir entre lo inmediato y lo mediato, aprenderán a saber hacia dónde van, hacia dónde se encaminan; pero también sabrán hasta dónde pueden llegar en el momento actual. Hay muchos medios de transladarse de un sitio a otro; para ir a la frontera Norte del país se puede ir en aeroplano se puede ir en ferrocarril, a caballo o a pie. Nosotros deseamos, al hacer que la transformación preconizada en los programas revolucionarios, el objetivo señalado al pueblo mexicano sea alcanzado por esto usando de los medios de transportación moral los más eficaces, los más definitivos; pero si no podemos llegar en aeroplano a la frontera, porque carecemos de aviones para hacerlo y tendremos que emplear el ferrocarril, habremos de fijo de tener como estaciones intermedias de aquí a la frontera, que es nuestro fin, Querétaro, San Luis, Saltillo, etcétera. En el orden de la transformación social precisa fijar estas estaciones intermedias, precisa hacer comprender a los elementos nuestros que mientras haya confianza, sinceridad y espíritu de cooperación, que es preferible señalar una estación, proponerse alcanzar determinado bienestar, si no todo el bienestar, antes que provocar el dislocamiento de las fuerzas creadas, antes que provocar la hecatombe y el desprestigio de la misma revolución. (Aplausos.) Claro está que algunos podrán suponer que estas declaraciones mías son contrarias a la emotividad, al sentimentalismo, al optimismo mismo; nada más falso, nada más absurdo. Precisamente porque el régimen que venga es un régimen popular, como lo es el de Obregón, pero con una transformación ya operada en virtud de la acción demoledora y constructiva al mismo tiempo del Gobierno de Obregón. ¿Qué ha sido el movimiento de Obregón al movimiento revolucionario? Ha sido su extrema vanguardia, ha sido el grupo de zapadores que va construyendo puentes, que va allanando obstáculos, que va dejando ríos de sangre y jirones de carne humana al servicio de la revolución para que pasen por el camino allanado, por el amplio camino carretero que nos ha de conducir a nuestro propio bienestar, para que pase la revolución en su período constructivo más importante; el esfuerzo emotivo de Obregón se ha dedicado casi exclusivamente a quitar todos los obstáculos del camino; ha sido una labor abnegada; pero una vez allanando los obstáculos, una vez vencidos los inconvenientes, una vez quitado de por medio todo lo que pueda constituir un retardamiento en el avance de las columnas revolucionarias, ya dentro de una disciplina, la que les dé su grado de cultura y experiencia adquirida en el trastorno público, en el trastorno revolucionario, una vez allanado esto, cumple al deber del nuevo mandatario, en continuación del programa iniciado por el Gobierno de Obregón, ya que quitar obstáculos no quedan tantos, ya son menos, por lo menos; en consecuencia, lo que urge, lo que más urge, es ir echando los cimientos de esa nueva organización, ir haciendo la positiva transformación del medio, ir ensayando el cambio del sistema, precisamente el cambio de sistema tan deseado por nosotros; cuando aquí hemos venido a esta tribuna a tratar de la discusión de credenciales, queremos el criterio revolucionario, el criterio legal; nos importa poco lo que hemos hecho por esta consideración, porque las leyes electorales, porque los reglamentos hechos no están en consonancia con el medio nuestro, porque si la ley ha de ser el producto del medio y ha de reflejar una necesidad y ha de señalar esta necesidad la pauta que ha de servir para forjar las leyes, hemos conceptuado que estas leyes no han respondido a las necesidades de nuestro medio, porque si hubieran respondido, entonces nosotros nos hubiéramos ahorrando aquí espectáculos tan poco edificantes como los que hemos dado, porque si hubieran respondido a las necesidades, hubiéramos seguido otros derroteros de los que nos hemos visto obligados a seguir.
En consecuencia, si el medio que ha de determinar la iniciación del nuevo Gobierno está demandando de hecho la fijación de leyes, la promulgación de leyes en consonancia con ese nuevo medio, que por ley ineludible de perfeccionamiento la situación presente no es igual a la que ha prevalecido en años anteriores. Entonces la cooperación, aquella cooperación que me obsesiona, salta a la vista como una necesidad imperiosa para que puedan ejecutarse, para que puedan crearse estos órganos que sirven de válvulas de escape a las impaciencias legítimas de los que están sujetos al yugo del dolor y al yugo de la miseria. Hay dentro de las filas de la revolución dos clases de hombres: los hombres que comprenden fiel y serenamente lo
que en la revolución es y hacia donde se encamina; los pensadores de la revolución, y los emotivos de la revolución. Los hombres que fueron a sus filas en virtud de un estado de cosas del que no pudieron hacer otra cosa que sumar sus esfuerzos al de los demás revolucionarios e ir al sacrificio para cambiar una situación, no se ha precisado en su imaginación, en su criterio, cómo habrá de operarse la transformación; pero urge al elemento pensante, a los que piensan en la obra de la revolución en su período constructivo, urge señalar a los otros en qué forma habrá de operarse o está operándose esa transformación que les ha costado quizá tantos sacrificios al pueblo y al elemento trabajador, a las organizaciones del campo, del taller y de la fábrica, a esos hombres a los cuales no se les puede decir: espera, y espera, y espera indefinidamente. Aquellos que reclaman con la impaciencia inherente a un estado de cosas material y moral que les hace imposible la vida, a esos hombres hay que decirles con franqueza y con serenidad: tu causa es justa y tu causa la defendemos nosotros; ¿pero qué prefieres, que te digamos que en un período de actuación de una Legislatura habrán de resolverse leyes que acaben con tus problemas a sabiendas de que mentimos, a sabiendas de que es imposible, o a que fijemos términos, esas estaciones de que os hablaba para la solución parcial de los asuntos más perentorios, que más reclaman el interés de todos nosotros? Estas cuestiones se apartan por completo de ese hilamiento de frases interesantes y trascendentes, hijas del entusiasmo y de la imaginación de los compañeros que han hablado aquí: ellos han hablado con el corazón, han hablado bajo la influencia del momento, de este momento de triunfo, de esta hora de satisfacción. Yo vengo tal vez a verter un poco de agua fría en vuestros entusiasmos, pero no para acallar el grito de satisfacción que sale de vuestras conciencias, sino con el deseo de traducir en hechos, de traducir en realidades, de fijar el camino de no marchar a obscuras en esta hora en que iniciamos nuestra misma marcha hacia el futuro, hacia el porvenir. Deseo, como deseamos todos, que cuando Calles asuma el poder, aquí encuentre hombres de cooperación entidades de cooperación que lo ayuden a resolver los problemas nacionales. Es tanto el compromiso contraído no solamente interior sino exterior, que sería lamentable para todos nosotros renunciar a esta bella oportunidad que nos deparan las circunstancias y el sacrificio realizado en México por tanto y tanto mexicano caído en la contienda; sería renunciar a esta bella oportunidad si no tratáramos ya de orientarnos a nosotros mismos. Las mayorías van hacia su objetivo, las minorías también caminan hacia el suyo: el objetivo puede ser el mismo, habrá una diferencia en los métodos, en los procedimientos; en buena hora si se ha de continuar aquí la tempestad de pasiones, desatándose; poco importará, que al fin y al cabo si en la hora de la cooperación, si en la hora del llamado del hombre que viene al Poder, somos lo suficientemente fuertes y abnegados para acallar nuestras pasiones de secretarios, para pensar sólo en nuestras pasiones y en nuestros deberes de revolucionarios. (Aplausos nutridos.) A mí no me alarma, no puede alarmar a ningún hombre que ama la revolución y ame a su causa estos torneos y estas controversias hechas como podemos, hechas de acuerdo con nuestra idiosincrasia; no puede alarmar esto si existe el esfuerzo, si existe la voluntad, si existe el corazón, si existe el alma colectiva que respondan en los momentos en que es preciso que respondan; ¿qué importa en todo caso, que seáis los triunfadores vosotros los confederados, o que triunfen las minorías? ¿qué importa, en todo caso, si a todos alienta o alentará el mismo sentimiento generoso? ¿qué importa? El triunfo de la revolución será un triunfo, ¿qué importa que triunfen unos u otros?; el triunfo de la revolución será uno, porque ésta no tiene libreas, porque no tiene lacayos! (Aplausos.) ¿Qué satisfacción si pudieran repetirse en este recinto aquellos hechos, aquellos actos que tuvieron verificativo en aquella asamblea revolucionaria del 93 o del 89, tantas veces mencionada, y con elocuencia insuperable, por los compañeros que me han precedido en el uso de la palabra? ¡Qué confortamiento tan grande, qué aliento tan enorme! Se olvidan las pasiones, pueden arrojarse las derechas y las izquierdas abriendo los brazos los unos para los otros! Qué confortable para el mismo pueblo y para el mismo hombre sobre cuyos hombros recaerá una gran parte de responsabilidad si pudiéramos dar ese espectáculo; me atrevería a pedir que en esta ocasión puestos de pie, olvidando los distritos perdidos y los distritos ganados, olvidando lo que haya de interés local, lo que haya de interés personal y solamente pensando en los fueros de la revolución hecha Gobierno, en los fueros de la moral, patentizándolos en demostraciones de afecto y de sinceridad, los que han luchado hermanos en el paso, que comiencen a luchar de nuevo hermanos aquí en este campo de actividades y de tormentas. Pediría mucho a unos y a otros, yo el que ha impugnado, el que ha herido, el que ha lastimado porque ha creído que era su deber y cumplió con él cuando ha venido a esta tribuna, ha venido bajo ese sentimentalismo; pero en esta hora de transformación del pensamiento, en este instante de transformación del espíritu, que tanta falta está haciendo la fraternidad, que juntamente con el mensaje que va hacia Calles, vaya el otro que se deriva de ese espectáculo que es preciso tenga verificativo, a mi manera de ver y sentir, en este recinto, en esta hora en que van a confabularse todos los grupos enemigos de la revolución, en que el florismo va a encontrar bandera, en que los malos militares van a quererse echar encima del ejército leal, en estos instantes en que ellos, los contrarios unificados, ¿por qué no ha de unificarse la revolución, pese a nuestras pasiones? (Aplausos. Todos los diputados se ponen de pie.) Yo os pido que después de esta muestra de solidaridad revolucionaria, en esta sesión en donde el espíritu ha hablado, en este momento en que el corazón busca al corazón, en esta hora en que hemos envainado las espadas fratricidas y hemos abierto nuestro corazón, como hermanos, los unos a los otros, que prometamos férrea, enérgica y definitivamente que por más graves que sean las contiendas que agiten a la familia revolucionaria jamás sacaremos el puñal homicida para uno de los nuestros, cuando ese esfuerzo falte para desenvainar la espada de
combate contra todos los enemigos de la revolución! (Aplausos nutridos.)
Y si creéis mañana que los esfuerzos de la minoría, que los esfuerzos de los grupos que representamos no han dado todo el triunfo que de ellos se esperaba, en virtud de los que indignamente somos líderes de ese movimiento no sabemos cumplir con nuestro deber, acabad con nosotros, pero sabed distinguir, no confundáis el esfuerzo generoso de las clases obreras en su organización y manifestación, no la confundáis con nuestros errores de líderes. (Aplausos.) Cuando uno de nosotros acaso pueda ser equivocado o pueda herir vuestros intereses, concretadlo a Morones, a Soto y Gama o cualquiera de nosotros, pero prestad vuestra ayuda siempre a las clases trabajadoras, al proletariado de la República. ¿Qué importa que un Morones, que un Soto y Gama y que un Siurob, que Martínez de Escobar sean vapuleados por vosotros, sean atacados por vosotros, si se salva el principio de solidaridad que habrá de uniros con las clases trabajadoras del país? (Aplausos.) Ahora que las leyes, porque en el nuevo medio habrán de ser necesarias para curar tantas llagas, tantos dolores de la clase obrera y de la clase media, que para mí no lo es, porque muy pronto ha de quedar vinculada en el gran movimiento reformador laborante de todo el país; decía, en estas leyes que habrán de servir de cauterio a tanta llaga, que no se hagan teniendo en cuenta el criterio político ni el criterio sectario. Si sale una ley buena de vuestro lado, encontraréis el aplauso de nosotros, porque no es para la minoría, para los hombres, para los individuos a los que va a beneficiar o perjudicar esa misma ley, es a la gran masa popular, es al mismo país; y si parte de ella una iniciativa, no os inscribáis en contra, no ejecutéis un acto simple y sencillamente político mediocre que hablaría muy poco en favor del criterio revolucionario; no descendáis, porque somos humanos, cuando se trate de hacer triunfar un grupo sobre otro, atacándonos, hiriéndonos, cuando se trata de pequeñas o grandes cuestiones; pero que siempre, al fin y al cabo, grandes o pequeñas, malas o buenas, tendrán remedio; pero que en las cosas transcendentales no voten la mayoría ni la minoría, sino la revolución toda por conducto de sus representantes.(Aplausos.)
Al fin y al cabo qué pobre satisfacción sería la nuestra simple y sencillamente por decir: este proyecto de ley salió de tal o cual diputación, si este otro proyecto salió de estas otras diputaciones; y por darnos la satisfacción innoble, olvidamos que siendo producto de la revolución, que siendo producto de este gran movimiento, todos nuestros actos morales y materiales tienen que repercutir en aquella madre nuestra, en aquella única madre, la revolución que nos dió vida y nos dió personalidad. (Aplausos.) ¿Maldito aquel que se crea más fuerte que el movimiento que le dió vida, aquel hombre a quien me refería, maldito aquel que olvidándose de que si no ha sido por la antorcha luminosa de la revolución, este sería el momento en que permanecería ignorado e inactivo en algún apartado rincón de la República, y trate de imponerse a la misma madre que le dió el ser; maldito aquel que no quiera trabajar única y exclusivamente para la revolución, para esa ilustre matrona, para ese símbolo único y grande en virtud del cual han muerto tantos, y en virtud del cual, por desgracia, seguirán cayendo tantos compañeros nuestros.
Y ya que de fraternidad se ha hablado, ya mucho se ha hablado de justicia aquí, dediquemos también un recuerdo para los que han caído, no solamente para aquellos compañeros que como Felipe Carrillo Puerto viven en nuestra alma y en nuestro corazón, (Aplausos.) no solamente para aquellos que víctimas de la traición y por defender su causa sucumbieron allá en la apartada península yucateca, apartada geográficamente, pero siempre cerca de nuestra alma; no solamente para ellos, no solamente para los líderes del movimiento militar revolucionario que supieron combatir por los fueros de la verdad y de la justicia, encabezados por Obregón y por Calles, también para los otros militares que no son profesionales, sino productos de la revolución y para aquellos soldados que no tienen nombre, para aquellos que con sus pechos honrados, ora en el frente de Ocotlán, ora en el frente de Esperanza, permitieron que la revolución coordinara sus fuerzas y que se abriera paso vigorosa y férreamente; para ellos un pensamiento, para ellos la invocación que se hace precisa en el momento en que descontrolados, en el momento en que olvidándose del respeto que debemos a nuestra propia causa, hacemos obras suicidas, hacemos obra inconoclasta; nosotros que estamos llamados a hacer obra constructiva y de prestigio y de ecuanimidad, en este instante os pido para ellos, para todos los mártires de la revolución, lo mismo los de hace seis meses que los de hace seis años, en este instante de recordación, ese ensimismamiento que todo hombre de corazón bien puesto y de sentimientos elevados debe tener cuando se apresta a ir hacia la conquista de un ideal; así como en la antigüedad, así como en la edad media los cruzados, los conquistadores de aquel ideal necesitaban del estímulo de la mirada fascinadora de su dama, del ejercicio de disciplina para su rey, para marchar contentos y satisfechos a la conquista de su ideal, así nosotros unidos, caravaneros, nuevos cruzados de esta acción que está coadyuvando en el México a la transformación mundial, pedimos al recuerdo, pedimos a la memoria de los caídos toda la fuerza que nos hace ver para triunfar en nuestros empeños. Cierto es que la fuerza más grande no siempre la dan los vivos físicamente; también de las tumbas sale fuerza también de cada sepulcro ignorado sale una luz que anima, una luz que guía en esta hora trascendental para nuestra vida; en esta hora de triunfo, como comencé diciendo, iluminemos el camino que recorremos, con las almas de los caídos, la pequeña y grande luz que sale de sus tumbas de apóstoles y de mártires y vayamos con todo el entusiasmo de que podemos ser capaces, con toda la conciencia de que seamos capaces, hacia le definitiva liberación que tanto anhelamos, y sea el pueblo y sean las clases sociales, aquellas clases sociales, sobre todo, que creen que la revolución sólo destruye, que creen que la revolución sólo demole, que vaya todo este entusiasmo a hacerles comprender que se acerca también una hora en la que ellos, los remisos, los retardatarios, también tendrán que sentir el beneficio de la acción revolucionaria. A ellos, que no han puesto una sola gota de sangre para beneficio
de la causa, para todos ellos que egoístamente han restado su cooperación y no sólo la han restado, sino que han combatido y combaten y seguirán combatiendo la revolución; ellos se sentarán al banquete preparado por tanto sacrificio y tendrán que venir en virtud de la enorme fuerza de atracción generosa, por nuestro movimiento, y si no vienen, tanto peor para ellos: nuestro movimiento está en marcha, nada lo detendrá, nada será para él un obstáculo si todos, como en este instante, juramos fidelidad a nuestra propia causa. (Aplausos estruendosos.)
Presidencia del C. PASTOR ROUAIX
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadanos Arroyo Ch.
El C. Arroyo Ch.: Las horas han pasado insensiblemente en medio de un regocijo sin igual, de un entusiasmo y de una unificación de ideas que viene a borrar ante los ojos de toda la República todos esos criterios, todas esas injurias y todas esas calumnias que desde la tribuna se han vaciado sobre compañeros que nos merecen más respeto. Yo seré breve, diré sólo unas cuantas palabras para hacer, como todos los compañeros que acaban de pasar por esta tribuna, un elogio caluroso de aquellos que contribuyeron al triunfo del ciudadano general Plutarco Elías Calles. El momento es solemne, y más que solemne, trascendental porque en esos momentos esta Representación Nacional viene a confirmar el triunfo obtenido por todo el pueblo de la República a costa de tanta sangre y de tantos sacrificios. El momento es trascendental porque es único en la Historia: se hace declaratoria a favor de un ciudadano ungido por el pueblo, en los momentos en que ya no suenan en la República los cañones de todos los adversarios, pues apenas si queda por allá en las montañas y vericuetos de apartadas regiones de la República alguno que otro descontento; pero si todas estas demostraciones de regocijo, si todas estas demostraciones de unidad de criterio se nos van a olvidar mañana, razón tendrá el pueblo para seguir diciendo que en esta Cámara no se hace sino elaborar explosivos para una nueva guerra civil. Si todo este entusiasmo , si toda esta unificación de criterio es estos momentos solemnes los vamos a olvidar nosotros, no tendremos derecho absolutamente ninguno para decir que hemos cumplido con nuestro deber. Basta así, rápidamente, hacer un estudio de qué grupo ha sido en nuestra vida nacional, quién ha incubado todas las revoluciones; recordemos nosotros el papel que hizo la XXVI legislatura aquí en este recinto, deslumbrados por un cuadrilátero luminoso en la exterioridad, pero obscuro en el fondo; se estuvo deturpando a la revolución, se estuvieron exhibiendo como nulidades, se estuvieron exhibiendo como hombres inservibles todos aquellos que estaban poniendo la luz de su cerebro y la fuerza de su brazo al servicio del pueblo; y pasemos por alto aquellas legislaturas que les sucedieron, y lleguemos nada más a la que acaba de fenecer. ¿No fué el Partido Cooperatista el que por la insensatez de alguno de sus miembros, incubó la revolución y dio ánimo y vida a todos aquellos malos militares para que se lanzaran a una lucha estéril para ellos y estéril para la patria, porque al fin y al cabo tenían que imponerse los postulados de la revolución? Así es que si nosotros olvidamos este espectáculo y estos juramentos que acabamos de exponer con toda sinceridad, sería estéril nuestra labor y no haremos, riñendo todos los días, sino también fraguar otra revolución que no encabezaremos nosotros porque no somos traidores, pero sí encabezar n los que en este momento tienen herida el alma por el triunfo del señor general Calles.
El general Calles, hombre de una pieza, sincero como ninguno de los campeones que han recorrido la República con la buena nueva de la revolución, será el presidente, y a que sea presidente han contribuído todos los mexicanos que han sentido dentro de su pecho alentar ideas libertarias; llegará a la Presidencia después de enormes sacrificios de todos los hombres que han sabido estar a la altura de su deber cuando la patria afligida ha llamado a lista de presentes a todos aquellos que querían hacer un nuevo sacrificio por ella, y de todos esos hombres se destacó uno a quien nosotros debemos en estos momentos solemnes recordar, así con entusiasmo, con la sinceridad a flor de labio: al ciudadano general Alvaro Obregón. (Aplausos.) El ciudadano general Alvaro Obregón, después de haber prestado su sangre para la conquista de la revolución, siendo candidato a la Presidencia de la República recorrió ésta y consiguió la liberación política y sembró la simiente de las ideas socialistas por todos los ámbitos de la nación. Es así que el ciudadano general Alvaro Obregón fué el campeón de las ideas nuevas, que supo defender con toda hombría y con toda gallardía ya siendo presidente de la República, contra él por esa labor de campeón fué la revolución principalmente y la reacción tomó como pretexto a Calles, y el general Obregón supo cumplir con su deber, acabar con todos los tropiezos, acabar con todas las dificultades y dejar el campo limpio para que venga el nuevo Gobierno y definitivamente haga labor; ya no política, sino económica, que es la que necesita la nación, y si nosotros tenemos esa deuda de gratitud con el general Obregón, en estos momentos cuando ya no puede ser servilismo, cuando ya no puede ser un interés el que nos guíe al tributarle un aplauso, yo quiero que todos y cada uno de ustedes lancen un viva al ciudadano general Obregón, campeón de las ideas libertarias en la República Mexicana. ¡Que viva Obregón! (Aplausos. Vivas.)
- El C. Secretario Valadez Ramírez, leyendo:
"Acta de la sesión de Colegio Electoral celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veintisiete de septiembre de mil novecientos veinticuatro.
"Presidencia del C. Alfredo Romo.
"En la Ciudad de México, a las once horas y cincuenta y cinco minutos del sábado veintisiete de septiembre de mil novecientos veinticuatro, se abrió la sesión con asistencia de ciento treinta y siete ciudadanos diputados.
"La Secretaría dió cuenta con el dictamen formulado por la Gran Comisión, que consulta el siguiente proyecto de decreto:
"Artículo 1o. Son válidas las elecciones de presidente de la República celebradas el día 6 de julio del presente año.
"Artículo 2o. Es presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, para el período que comienza el 1o. de diciembre de 1924 y termina el 30 de noviembre de 1928, el C. Plutarco Elías Calles.
"Artículo 3o. El ciudadano presidente electo se presentar ante el Congreso de la Unión a otorgar la protesta de ley, el treinta de noviembre del corriente año."
"Sin discusión se declaró con lugar a votar en lo general el proyecto de decreto transcripto por unanimidad de ciento cincuenta y tres votos.
"A debate en lo particular cada uno de los anteriores artículos, no hubo quien hiciera uso de la palabra y en votación económica se declararon con lugar a votar, aprobándose enseguida en votación nominal por unanimidad de ciento cincuenta y tres votos.
"La Presidencia hizo la declaratoria respectiva y la Secretaría manifestó que el proyecto pasaba al Ejecutivo para sus efectos constitucionales.
"La Secretaría leyó cablegramas dirigidos por el ciudadano presidente de esta Cámara al C. Plutarco Elías Calles, quien se encuentra en Alemania, y al presidente del Reichstag, del mismo país, notificándoles la declaratoria que acababa de hacer esta H. Asamblea.
"Pronunciaron discursos para referirse a hechos relacionados con la campaña presidencial y a la personalidad del C. Plutarco Elías Calles, los ciudadanos Romero Ortega, José Castillo Torre, José Siurob, Gilberto Fabila, Luis N. Morones y Agustín Arroyo Ch.
"Se leyó la presente acta."
Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo.
Aprobada el acta.
El C. presidente, a las 14.45: Se levanta la sesión y se cita para el lunes a las diez y seis.