Legislatura XXXI - Año II - Período Ordinario - Fecha 19251026 - Número de Diario 34

(L31A2P1oN034F19251026.xml)Núm. Diario:34

ENCABEZADO

MÉXICO, LUNES 26 DE OCTUBRE DE 1925

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en al Administración Local de Correos. el 21 de septiembre de 1921.

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO XXXI LEGISLATURA TOMO II.- NÚMERO 34

SESIÓN DE GRAN JURADO

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 26

DE OCTUBRE DE 1925

SUMARIO

1.- Se reanuda el debate sobre el dictamen de la 2a. Sección Instructora del Gran Jurado, por el que se declara que ha lugar a proceder en contra del C. diputado Macip. A votación. Se suspende la sesión por falta de "quórum".

DEBATE

Presidencia del

C. AGUSTÍN AGUIRRE GARZA

(Asistencia de 152 ciudadanos diputados).

El C. presidente, a las 17.25: Se reanuda la sesión de Gran Jurado. Tiene la palabra para aclaraciones el diputado García Carranza.

El C. García Carranza: Señores diputados:

En la última sesión el señor diputado Soto y Gama, tratándose del debate motivado por el dictamen que formuló la Comisión de Gran Jurado sobre la petición de desafuero del compañero Macip, hizo la afirmación de que el Bloque Socialista Parlamentario, a puerta cerrada, había acordado una resolución sobre el fallo que esta representación debe dar sobre el particular. Como el Bloque Socialista Parlamentario es inexacto que haya tomado una determinación en uno o en otro sentido sobre el particular y ha dejado en absoluta libertad a cada uno de sus miembros para que vote de acuerdo con su conciencia y de acuerdo con las argumentaciones que se traigan a esta tribuna, como jefe de ese bloque creo que es pertinente que ponga desde esta tribuna esta aclaración, para que tanto el compañero Soto y Gama como cada uno de los componentes de la representación nacional sepan que los miembros del bloque socialista parlamentario escucharán los argumentos en pro y en contra del dictamen se hagan en tribuna y que darán su voto en favor de aquellos que de acuerdo con su conciencia sea lo que justamente debe hacerse. Quiero aprovechar esta oportunidad también para hacer patente el hecho de que el señor compañero Soto y Gama, en el caso del dictamen rendido por la comisión dictaminadora en el asunto Macip, como en todos aquellos que le parece conveniente, aprovecha la oportunidad para venir a formular ataques en contra del bloque de la mayoría de esta Cámara. Ustedes han observado que el bloque Socialista Parlamentario en la mayor parte de esas ocasiones se ha concretado a guardar un absoluto silencio. Podría creerse que es porque rehuye o pretende rehuir cualquiera contienda que pueda presentar el señor Soto y Gama en esta Cámara, y no es eso, señores diputados, es que el Bloque Socialista Parlamentario ha pretendido desde la iniciación de este período de sesiones - y su propósito firme es continuar en la misma norma de acción - cumplir las promesas de trabajo que ha formulado como programa de acción parlamentaria, procurar que a todo trance se elaboren los proyectos de ley que están pendientes de discusión en este período; pero de ninguna manera porque rehuya las discusiones de carácter político que el señor Soto y Gama ha venido a presentar en esta tribuna. Procuraremos seguir en la misma forma de acción tratando de que a todo trance se trabaje en el seno de la Representación Nacional; no estamos por ningún concepto dispuestos a consentir, con nuestra colaboración inconsciente al señor Soto y Gama a que en esa representación se pierda el tiempo; pero que también entienda el señor Soto y Gama que cuando la oportunidad lo haga necesario, también estamos dispuestos a aceptar la contienda en la forma en que nos la presente; que estamos perfectamente definidos en nuestras orientaciones políticas y que no tenemos ningún empacho en hacerlas conocer ante la opinión de la nación, ya sea desde esta tribuna o desde las columnas de la prensa. Así, pues, queda advertida la Asamblea de que es inexacta la aseveración del compañero Soto y Gama con respecto a que los miembros del Bloque Socialista Parlamentario traigan aquí sobre su conciencia una consigna del bloque. Cada uno de los miembros de esta agrupación tiene absoluta libertad para votar y cada uno de ustedes podrá convencerse de que los miembros del Bloque Socialista Parlamentario votarán de acuerdo con su conciencia y procurar n hacer, conforme a sus convicciones, honor al deber que tienen que cumplir en este caso. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra para una aclaración el señor Sánchez José María.

El C. Sánchez José María: El señor compañero Torregrosa lanzó a la diputación de Puebla, en la sesión del viernes, de Gran Jurado.... (Voces: ¡No se oye! ¡Tribuna!) La diputación del Estado de Puebla no ha tomado ninguna participación en el debate que se ha iniciado, a causa de que la propia diputación espera que la Asamblea haga debida justicia en el caso que nos ocupa. Por lo demás, yo podría decir que todos conocen la forma en que se verificó el asesinato cometido en la persona del compañero licenciado Marino Pérez. La noche de los sucesos - voy a hacer esta aclaración porque creo que es de justicia -, la noche de los sucesos el compañero Malpica me buscó para darme la noticia de lo acontecido al compañero Marino Pérez. Me transladé inmediatamente al sanatorio de la Cruz Roja y llegué al lugar en que se encontraba el señor licenciado Marino Pérez, gravemente herido, y le dije estas palabras: " ¿Por qué se confió usted y no tuvo cuidado para que no se le hubiese cometido este atentado?" El me contestó: "Al compañero Macip no solamente se le ha hecho este cargo hoy, sino desde el colegio se le han hecho cargos de esta naturaleza". En otra ocasión, con motivo de un escándalo que hubo en el hotel "Casa Blanca", del que la prensa de la capital dio noticia (Siseos), en una dificultad que tuvo en el Estado de Puebla, le lanzó ese cargo, y este señor Macip no hizo ningún acto que pudiera tomarse como repudiación del cargo que le había hecho en ese entonces el licenciado Pérez. El me dijo: "Con este motivo yo no creí que el compañero Macip fuera a causarme el daño que me ha causado. Caminábamos por las calles de Belisario Domínguez y con motivo del frío que hacía llevaba las manos en la bolsa, sin hablar una sola palabra; el señor Macip iba acompañado de dos individuos que caminaban hacia adelante y llegando a la esquina de la calle de Cincuenta y Siete y Belisario Domínguez, estos individuos voltearon la cara y yo, inerme, con las manos en la bolsa, sentí un bofetón y caí al suelo. Pretendí levantarme en esos momentos y entonces oí el primer tiro, que me hizo caer nuevamente al suelo y ya tirado recibí el otro tiro. (Siseos). Cuando, ya herido, me levanté, salí del cubo del zaguán, donde había caído con motivo del empujón primero y más tarde con motivo del balazo que recibí, pretendí todavía, poniéndome la mano en el estómago, pretendí salir en seguimiento de él para ver si lo agarraban. Este señor corría por la mitad de la calle y yo volví a caer y no pude ni siquiera defenderme."

Como ustedes saben, este asesinato fue proditorio, con todas las agravantes. Nosotros nos hemos abstenido de tomar participación en el debate porque hemos creído y tenemos firme fe, confianza en que la Representación Nacional en este caso vea que no se obró en legítima defensa. ¿Por qué se llama defensa al hecho de pegar a mansalva? Yo no creo que el señor Macip tenga o haya tenido el derecho de asesinar al compañero Pérez; por lo demás, nosotros bien sabemos y también por esto no tomamos participación en el debate y sabemos perfectamente que el señor Macip, desaforado por la Representación Nacional, si se logra desaforarlo, se irá a meter al Estado de Puebla, en donde existe un Gobierno de crimen y allí en ese Estado ni la justicia ni nadie podrá sacarlo por la completa complicidad que tiene con el Gobierno del Estado de Puebla.

(En estos momentos se presenta en el salón la señora viuda de Pérez, acompañada de su hija).

El C. Lorandi, interrumpiendo: Moción de orden.

El C. presidente: Tiene la palabra para moción de orden el ciudadano diputado Lorandi.

El C. Lorandi: Con el profundo respeto que me merece la viuda del compañero Mariano Pérez, pido a la Presidencia que la acompañe fuera del salón. Es verdaderamente impropio, es verdaderamente un espectáculo teatral que a propósito de esta discusión se traiga aquí a la viuda para hacer mella en el ánimo de los ciudadanos diputados.

El C. presidente: Se nombra en comisión a los ciudadanos Prieto, Ponce y Nucamendi, para que acompañen a la señora viuda de Pérez.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Caloca.

El C. Sánchez José M.: No he terminado, señor; pero me reservo el derecho de hablar por segunda vez.

El C. Caloca: Señores diputados:

¡Cuán consolador es para mí saber que todavía hay espíritus que no se van por el camino de la venganza, sino que siguen directamente los senderos del perdón! Yo recuerdo aquellos momentos en que Macip hacía aquí un relato de los hechos, ¡y qué serenidad de espíritu y qué tranquilidad de conciencia! En esos momentos yo pude lanzar una vista de observación a todos los compañeros diputados, y en cuántas caras ví una especie de instinto primitivo, de deseos de venganza de que se hiciera toda una justicia ciega, implacable, y, en cambio, en otros espíritus, ¡cuánta serenidad, cuánta tranquilidad! ¡Parecía algo así como una especie de diafanidad al través de la cual se podían ver las cosas como clarividentes! Para eso que Macip hizo aquí con tanta suavidad, sin perder su serenidad, sin perder su fuerza, se necesita hombría. Así es cómo en el banco de la justicia los individuos responden tranquilamente a un cargo que se les hace, y hacen una defensa maravillosa sin oratoria barata, sin actitudes cómicas, con un silencio que penetró en todas las conciencias. Yo recuerdo que vino aquí el compañero Torregrosa, para quienes yo tengo un especial cariño y deferencia, pero no sé por qué esa vez no estuvo a la altura de su deber. Empezó por decir: "yo soy socialista", sin saber que el ejercicio de esa doctrina empieza precisamente por ser cristiana, y más tarde, citó las palabras sublimes de Nicolás Bravo perdonando a los españoles, y esas palabras, en mi concepto, se citan para perdonar, no para condenar. Más tarde citó las palabras de Cristo, también para condenar y no, señores, las palabras de Cristo deben citarse para perdonar. Yo, si he de creer en la participación de los espíritus en la marcha de la profanas, tengo la seguridad de que en este caso está unido a la defensa Carrillo Puerto, que si estuviera, estaría con nosotros también defendiendo a Macip.

El C. Torregrosa: ¡Nunca!

El C. Caloca: Yo lo conocí, por fortuna pues hasta dónde llegaban sus grandes vuelos los

cuales, incapaces de ejercitar un acto de venganza; pero si en estos momentos, por una especie de sortilegio, pudiéramos recoger toda la voluntad de la capital de la República, veríamos cómo absuelve a Macip. Yo recuerdo que el mismo viernes, al salir para mi casa, me encontré a un grupo de mujeres y, entre ellas, a una madre que habiendo oído toda la cuestión de Macip, me decían: ¿pero quién es ese Torregrosa que citó las palabras de Cristo y las palabras de un gran héroe para condenar, y no para perdonar? Me recogí espiritualmente, y me dije: es un gran amigo, pero equivocado en estos momentos. Sobre todo, él decía de aquel cuadro de que había sido testigo, le había causado una impresión dolorosa, y ese razonamiento es completamente falso, porque si aquel espectáculo le causó una impresión dolorosa, ¿qué impresión le produciría el espectáculo de un hijo, de un hermano, de un pariente, de una madre, también, que están en la misma situación? Porque querer hacer una víctima, sin salvar a los víctimados, ni es lógico, ni de sentido común, ni moral, señores. Ahora, respecto de lo que decía el general Sánchez, es algo hasta cómico, ridículo; no tiene siquiera la preparación de un espíritu elevado, de un espíritu valiente; no, sino que él forja una historia. ¡Qué, no recordará con qué serenidad, con qué tranquilidad, con qué diafanidad de espíritu hablaba Macip? Eso es para imponer, para desafiar a esos individuos que ni siquiera tienen el don de la palabra y que, cortándose, están sacando las palabras de las greñas para presentarlas en una forma atrabiliaria, loca, sin dejar siquiera el concepto de justicia, el concepto de moralidad, el concepto de hombría. Y esto es raro, pero, en fin, vuelvo a decir que es consolador ver en las demás caras esa sinceridad que impone la justicia y el deseo de salvar a un compañero. Porque en estos momentos, no porque nosotros defendamos a Macip, quiere decir que si hay una justicia que tiene que cernirse en él, se tendrá que verificar, porque aquí la ley de "ojo por ojo y diente por diente" y también la gran frase "el que a hierro mata a hierro muere", debe reservarse, para mí, a la justicia divina, y ella será la encargada de cumplirla. Además, nosotros, desaforándolo o no desaforándolo, el día último de agosto del año que entra, estar la justicia para recibirlo y entonces sabremos cómo vendrá esa justicia en Macip, que ha tenido aquí la tranquilidad para defenderse, y no para defenderse en una forma desconcertante. No; con qué aspecto de apostolado, con qué serenidad de espíritu para desconcertar, pero desconcertar a los que estamos vaciados en algo sublime, en los principios de alta moralidad, porque sépalo el compañero Sánchez: los grandes jurisperitos sobre la materia, no consideran al delincuente sino como un enfermo, así, como un enfermo, como una especie de estado patológico.

El C. Vásquez Pedro A., interrumpiendo: ¡Mentiras! ¡Demuéstrelo usted!

El C. Caloca, continuando: Pues con mucho gusto se lo demostraría a usted, pero le veo cara de ignorante y no me voy a echar esa carga, compañero.(Risas. Siseos). Esas demostraciones son como si ustedes me pidieran que les probara que dos cosas iguales a una tercera, son iguales entre sí. Se los puedo demostrar. (Siseos). Yo le suplico a usted que no me quite la atención, porque me pone en el caso de repetirle que tiene usted cara de ignorante.

El C. Vásquez Pedro A.: En ridículo lo pongo a usted. (Campanilla).

El C. Caloca, continuando: Señores diputados:

Ya ven ustedes cuánta falta de talento tiene un individuo cuando en un caso solemne ni siquiera tiene la prudencia de callarse, y eso sí es discutible; que discutan en un congreso médico mi criterio; así está escrito en los grandes libros y así opinan los sabios. Ahora, en el supuesto de que no fuese cierto, pues el señor, cuando salga de aquí, lo llamará la justicia y le impondrá el castigo que crea conveniente. Más aún, los tribunales populares son una de las conquistas que, como el amparo, benefician al pueblo. Ustedes saben bien que estos tribunales están compuestos de hombres de la sociedad en que se llenan estas condiciones: moralidad, patriotismo, sencillez. Ellos no revuelven en nombre del derecho, sino de la justicia; porque debo advertir que donde hay derecho no hay siempre justicia, pero donde hay justicia siempre hay derecho; de manera que dentro del campo de la justicia estoy hablando. Luego, si nosotros estamos equiparados a un tribunal popular, hagámonos eco de la conciencia pública, y en este momento absolvamos a Macip. Yo lo pido con toda sinceridad, y creo que lo conseguiremos, porque, como he dicho, para mí es un consuelo que todavía haya espíritus buenos y diáfanos a través de los cuales podamos ver un acto de justicia. (Aplausos. Siseos).

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el diputado Nucamendi.

El C. Nucamendi: Honorable Asamblea:

No vengo a participar en este debate ni a impulsos de antipatías inspiradas por el compañero Macip, a quien apenas tengo el honor de conocer, ni obedeciendo a tendencias reaccionarias, como pudiera creerlo el señor diputado Soto y Gama, porque no podría imputárseme tal cosa, ni probárseme mucho menos. Vengo a traer en esta ocasión solemne, que tanto se presta, desgraciadamente, en menoscabo de los intereses de un compañero, mi pobre contingente en la reivindicación de la honorabilidad y el buen nombre de esta Cámara. Pido que en esta vez procedamos, no poniéndonos la mano sobre el corazón, porque no se trata, no es cierto que se trate, como lo han dicho aquí algunos compañeros, de un caso de conciencia; se trata, sencillamente, de una cuestión enteramente jurídica y, por lo tanto, exijo, repito, de esta Cámara que procedamos con el cerebro contrapuesto a nuestro sentimiento y con escrito apego a la ley. Hecha la anterior aclaración, voy a entrar al asunto, sin lirismos y sin galas, porque ni sería posible el ropaje de la poesía a mi humilde léxico, ni propias las flores al p ramo por que atraviesan en el presente las personas afectadas por el asunto que discutimos. Por su lado, tenemos a la viuda y a la huérfana del compañero Marino Pérez, a quienes no sabemos hasta dónde llevará la fatalidad del destino, y al compañero Macip, por el otro, que si esta Cámara hace justicia, dentro de poco tendrá un albergue en las sombrías prisiones, sometido a un proceso penal, que siempre habrá de ser dolorosisimo, siempre habrá de ser torturosísimo para

todas las almas, aun para aquellas mejor templadas, aun para aquellas más avezadas al sufrimiento.

Decía el compañero Soto y Gama, en la sesión última, el compañero Soto y Gama, ya consagrado por la fama como orador - y debo advertir en estos momentos que sólo me voy a referir al discurso de él en mi brevísima peroración, pero no me voy a referir a todo, sino solamente a la parte legal, porque por fortuna en la parte sentimentalista, en la parte lírica, ya el compañero Torregrosa lo combatió airosamente en la misma sesión.... (Siseos) surgido en la discusión como para que se viera de una manera palpable que en el seno del Socialista Parlamentario hay también elevación de sentimientos, también hay nobleza y que no se procede a ciegas, como lo afirmara el ciudadano Soto y Gama. Decía, repito, que las discusiones debían gravitar alrededor de un viejísimo principio de moral, según el cual nadie debe hacer a otro, lo que no se quiera para uno, y yo a esto contesto que con esta manera de obrar primitiva, aconsejada por el ciudadano Soto y Gama, se llegaría más pronto a un desquiciamiento social que con la práctica de sus descabelladas doctrinas agraristas, porque nada hay que afecte tanto en su base a la vida en sociedad, como la ausencia o la falta de aplicación de esas fórmulas legales que él menosprecia tanto, y dígalo si no la situación caótica, el estado de guerra privada por que paso la humanidad en épocas remotísimas cuando no había derecho, el caso reciente, y tan profundamente lamentable como el presente, de los extintos diputados don Francisco Tejeda Llorca y don Jesús Z. Moreno, con la venganza insólita llevada a cabo por la niña María del Pilar, a quien también salvó el monstruoso reaccionario Querido Moheno, pero también tribuno colosal, que no solamente por lo visto se ha ocupado de salvar a mujeres galantes, sino también a rescatar a personas que merecen la pena, para devolverlas al seno de la sociedad, y conste que si hago esta accidentalísima y débil defensa a Querido Moheno, es porque profeso un profundo respeto al talento (Siseos) y porque llevo el mismo gentilicio que él, cosa que no han aprendido a hacer el compañero Soto y Gama y muchos otros, es decir, no han podido adquirir la educación necesaria para querer ser directores de las masas populares, para lo cual primero se necesita ser educado. (Risas. Siseos).

El C. presidente: Se hace saber a los asistentes a las galerías que no deben participar en los debates con ninguna clase de manifestaciones.

El C. Nucamendi, continuando: Dijo también el referido orador, abiertamente opuesto a la opinión que acababa de emitir, abiertamente opuesta a su manera de ser, reconocidamente refractaria a las leyes, que haría uso de dos pequeños párrafos del Código Penal, porque el compañero Macip, según él, había encontrado, al delinquir, en las condiciones fijadas por las fracciones VIII y X del artículo 34 del Código Penal, o lo que es lo mismo, que había obrado en legítima defensa de su honor y violentado de una manera irresistible por una fuerza moral. Alegó, pues, el compañero Soto y Gama la excluyente de legítima defensa del honor y subsidiariamente la de fuerza moral, y a estos respectos quiero hacer unas cuantas consideraciones con el fin sincero de orientar a esta Asamblea (Siseos), para que emita su dictamen en el presente caso (Siseos), que debe resolver, como ya lo he dicho, no poniéndonos la mano sobre el corazón, sino conforme a la ley, a la ley que es la primera que está obligada a respetar, a ensalzar, a elevar, porque en el seno de este sagrado recinto es donde se forman las leyes y es de aquí de donde salen para ir a garantizar la vida y todos los derechos de ese pueblo que nos ha mandado a esta Representación Nacional. La legítima defensa se basa en el derecho que tiene el hombre a la conservación y bienestar; y este derecho da origen al de rechazar por la fuerza cualquiera agresión injusta contra cualquiera que trate de vulnerarlo; pero como el hombre vive en sociedad, está obligada, estrictamente obligada, a ponerlo al abrigo de todas esas agresiones, y solamente en la ausencia o en la deficiencia de la fuerza pública, que es la que pone en acción la sociedad, solamente entonces, se justifica el derecho de la legítima defensa. Dice el autor de quien yo he tomado esta tesis, que de ahí nacen las condiciones a que está sujeto ese derecho y pasa a ser un examen de esas condiciones, que son, por cierto, las comprendidas por la fracción VIII del artículo 34 de nuestro Código Penal, explicando que para que haya actualidad en la agresión, se necesita que ésta esté comenzada y no terminada, es decir, que se esté verificando, que sea presente; que para que haya inminencia, esa misma agresión debe envolver un gravísimo peligro inmediato que sobreviene al agredido; que para que haya violencia, debe emplear el autor de la agresión una fuerza capaz de producir la lesión de Derecho que se propone, y para que sea injusta, que esa agresión, naturalmente, no esté basada en el Derecho, como estaría el mandato de una autoridad competente para mandar aprehender a un individuo. Pues bien, señores; se me ocurre después de esto, o se me ocurriría, mejor dicho, interpelar al compañero Soto y Gama para que demuestre de una manera evidente cuál fue la agresión de que fue objeto el compañero Macip y si concurrieron en esa agresión todas esas condiciones fijadas por el Derecho Penal; pero no lo interpelo, porque se va a salir por la tangente, como lo hizo en su defensa del viernes, y como lo acostumbra, en la que sólo vino a leer dos parrafitos y en seguida se perdió en largas discusiones, tocando tópicos de política de actualidad y olvidándose de la defensa del compañero Macip. (Siseos). Si el compañero Marino Pérez no se hubiera limitado a lanzar la injuria, y supongamos que hubiera estado en algún cuartucho de hotel y que allí con sus actos hubiera tratado de violar a un individuo (Risas), entonces sí ese individuo...(Risas) - así es, no se rían -, entonces el individuo ultrajado, con todo derecho hubiera podido privar de la vida al compañero Marino Pérez, y entonces sí se le hubiera considerado, con toda razón, como un individuo que había hecho uso del derecho de la legítima defensa.

El acto del compañero Marino Pérez apenas quedó reducido a una injuria, a una injuria que castiga la ley, pero que jamás, en ningún país del mundo, ni por ningún autor, ha sido erigida en causa bastante para justificar el derecho de legítima defensa.

(Murmullos. Risas). yo soy poco afecto a hacer uso de las salidas del compañero Caloca: cuando alguien le hace una observación, o cuando alguien no aprueba lo que él dice, lo llama ignorante. (Murmullos). ¡Y yo, con todo derecho, podría decir que los que se están riendo de lo que estoy diciendo en estos momentos, son unos ignorantes! (Voces: ¡Ah! ¿Ah!) Dijo también el compañero Soto y Gama, haciendo uso de una excluyente subsidiaria, como ya lo he dicho, que el compañero Macip había sido presa de un temor irresistible de sufrir un gravísimo mal en su persona, y por eso había privado de la vida al compañero Marino Pérez. Y eso se desvanece con tomar las mismas argumentaciones que trajo a esta tribuna el mismo acusado. El mismo, narrando aquí cómo habían estado los hechos, dijo que habían llegado al lugar en que éstos se habían verificado, precisamente a invitación que le había hecho el compañero Macip al compañero Marino Pérez, para que lo acompañara a arreglar - dice -, a pedirle una reparación de la ofensa que le había hecho (Murmullos), con ocasión de lo cual un amigo, precisamente del mismo Macip, se acercó a los dos y trató de disuadirlos, y entonces el compañero Marino Pérez le contestó al señor que intervenía que él no acostumbraba dejar que nadie se mezclara en sus asuntos, y el compañero Macip le dijo que lo dejara, que tenía que arreglar con el señor Marino Pérez un asunto de mayor importancia que el que él le traía. Y fue así como marcharon al lugar de los hechos.

Pues bien, señores, cuando un individuo procede con esa serenidad con que procedió el compañero Macip, es porque, sencillamente, ha sobrepuesto al temor natural que inspiran ciertos trances en la vida, su delicadeza, su vergüenza, porque no quería quedar mancillado, que es en lo que para mí y en lo que para ustedes y para todo el mundo consiste el valor. De manera que cuando llegaron el compañero Macip y El compañero Marino Pérez al lugar de los hechos, el compañero Macip llegó enteramente resuelto a quitar la vida al compañero Pérez, como lo hizo. ¿Dónde está, pues, el miedo que sintió Macip, ese miedo a que ha hecho alusión el diputado Soto y Gama, como una defensa para Macip? ¿Dónde está? Todos los argumentos que ha traído en contra, sencillamente son, por completo, líricos, y cuando el compañero Soto y Gama ha hecho mención de las leyes, ha pasado por ellas como sobre ascuas.

Me limito a estas simples argumentaciones, porque son las únicas a que han dado lugar los del contra y porque no he querido tratará más que desde el punto de vista legal el asunto; que si tratáramos de ahondar más, podríamos llegar a la clasificación del delito y nos persuadiríamos de que realmente ha habido un proditorio asesinato en la persona del compañero Marino Pérez. (Siseos). Se ha tocado el fondo de la cuestión, porque así lo ha querido la parte contraría; pero, en realidad, no se debió haber considerado, no se debió haber visto en estas discusiones, en este Gran Jurado, más que dos cosas: primero, cerciorarse de si el compañero Macip delinquió, expresando sus opiniones en esta Cámara, en cuyo caso no podría desaforársele, como lo estatuye la Constitución en su artículo 61. Desgraciadamente, no sucedió esto, es todo lo contrario, y en este caso, tuvo la comisión que pasar a considerar el segundo punto, que era darse cuenta de si estaba comprobado el cuerpo de un delito del orden común y la presunta responsabilidad del compañero Macip, como, desafortunadamente para él y para nosotros que tenemos que desaforarlo, sucedió. En ese concepto, nos tenemos otra facultad, y todo lo demás que se haga es salirnos de nuestro deber, que desaforarlo (Siseos), para cumplir con la ley, para dar una demostración de que somos respetuosos de la ley, para cumplir con nuestro deber. Así lo pido a esta honorable Asamblea, por el honor de la misma, por el honor de cada diputado y por el bienestar de nuestras familias, expuesto a nuestras violencias, porque sencillamente no son ni el que mata ni el que muere, los que sufren las consecuencias directas, sino las familias. (Aplausos. Siseos).

El C. secretario Cerisola: Habiendo hablado tres oradores en pro y tres en contra, se pregunta a la Asamblea, en votación económica y por orden de la Presidencia, si considera el asunto suficientemente discutido. (Voces: ¡No! ¡No!) Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. No está suficientemente discutido.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Siurob.

El C. Siurob: Ciudadanos diputados:

Aunque yo considero que después de la poco eficaz defensa hecha por el orador que me acaba de preceder en el uso de la palabra, del dictamen que ha presentado la honorable comisión, casi no habría necesidad de que tomáramos la palabra los oradores del contra, y aunque yo considero que este asunto se encuentra ya fallado desde ayer, puesto que existen en la conciencia de todos los ciudadanos diputados razones muy poderosas para votar en contra del dictamen que se nos presenta, ofrecí al compañero Macip tomar su defensa cuando eran muy pocos sus defensores, y por esto es que yo considero su causa ganada. Sin embargo, no dejaré de pronunciar aquí unas breves palabras. Comenzaré por fijar algunos puntos, aunque no precisamente apegados al criterio estrictamente jurídico, porque de esto se encargará mi estimado compañero Rafael Martínez de Escobar, pero sí los que es posible entresacar superficialmente de nuestras leyes, aplicándolas al caso que está a debate.

Desde luego, esta Cámara no es tribunal de sentencia; este es un hecho ya perfectamente admitido por la Asamblea; esta Cámara no es si no un tribunal político. Aquí tratamos de juzgar si conviene a la colectividad, de la que somos representantes, si es de interés para la sociedad, de la que nos decimos aquí diputados, el desafuero del diputado Macip. Y desde este punto de vista, yo digo que los verdaderos jueces están allá afuera, y que los individuos que en estos casos caen bajo el control de los jueces, son uno que otro garbanzo de a libra que salen de esta Cámara por la puerta del desafuero, pero que son verdaderas víctimas no tanto de las pasiones que a ellos los condujeron antes de cometer el delito, sino de las pasiones todavía más mezquinas y raquíticas de sus jueces, puesto que mientras una pasión es más pequeña, es más miserable y conduce a los mayores errores y aberraciones. Nunca he creído en la justicia de

nuestro tiempo, ni en la justicia de nuestro medio; a parte de los grandes errores que comete nuestra justicia, es terriblemente despiadada con los débiles; siempre se enseña con los miserables; la ley no se aplica si no sobre los desvalidos, y aunque en este caso el compañero Macip no es precisamente un desvalido, sí es un hilo que es necesario que se reviente, para que se escuden tras de él los hombres gordos, los peces gordos que siempre rompen, que siempre revientan las mallas de la justicia; porque nuestra justicia no es si no esclava de la fuerza, en estos tiempos; porque nuestra justicia sigue todavía dentro del criterio conservador que rige a las sociedades y parte del criterio que la orienta desde su origen. (Aplausos ruidosos).

La justicia, en el fondo, no ha sido, desde el principio de los tiempos, sino una especie de venganza. Desde las épocas prehistóricas, el hombre primitivo no logró hacerse justicia por su propia mano, si no cuando se lo permitió la fuerza. Posteriormente, vino la época histórica y, con ella, la famosa ley del Talión, en que se exige el "ojo por el ojo y el diente por el diente". Era, pues, una verdadera venganza con todas las características: al individuo que sacaba un ojo a su enemigo, se le sacaba después a él, y posteriormente, señores, en esta época capitalista, la justicia se hace por medio del oro; actualmente, esa es la clase de justicia que tenemos, es la que se imparte en el tiempo que nos ha tocado vivir; ¡el precio de la sangre se paga con oro, lo mismo se trate de un infeliz condenado en cualquiera de nuestros tribunales, que de judas, cuando compró a los tribunales de aquella época, con las treinta monedas, la sangre de un Apóstol! No a todos los hombres se les puede exigir el mismo criterio y la misma educación. Recuerdo que cuando estaba sentado en estos escaños el compañero Manrique, el individuo Urueta le hizo un cargo parecido al que Marino Pérez hizo, desde esta tribuna, al diputado Macip. A propósito de la indumentaria propia de Manrique, un poco descuidado en su persona, de su luenga barba nazarena, el divino Urueta se permitió decirle que los hombres que tenían poco cuidado de su persona, era porque tenían muy poca virilidad. Y el señor Manrique, que sabía que era hombre completo, se concretó a responderle desde su asiento: "¡Señor Urueta, soy varón como el que más!" Pero al ciudadano Manrique no se le ocurrió sacar la pistola y asesinar a Chucho Urueta. ¿Pero, es posible exigir a todos los hombres la misma mentalidad? ¿Es posible que todos los hombres que han recibido una educación mediana, una educación mediana que se da en un país, que se da en un tiempo, que se da en una región; qué, se les puede exigir ese mismo criterio? ¿con qué derecho váis a condenar al compañero Macip, si os ponéis a pensar cuál fue la educación que recibió Macip, cuál es la educación que recibe la mayoría de los mexicanos y cuál es la educación que se recibe principalmente en provincias? ¿Cómo se educa a un joven en nuestro medio? Se comienza por inculcarle, desde la niñez, que la injuria se repele con la injuria; en seguida, cuando el joven avanza un poco en edad, se comienza a enseñarle el falso criterio del honor, ese falso criterio del honor que tenemos todos tan arraigado, en todos los países del mundo, pero de preferencia en México; se le atiborran los sesos al infeliz muchacho con los ejemplos de hombres que han vivido y que han muerto matando para defender ese falso honor, y posteriormente vemos casos como el del diputado Macip, un joven provinciano educado dentro de este criterio, que viene a la Cámara electo por su pueblo, como diputado al Congreso de la Unión. Y fijaos en que, para elegirlo en su pueblo, en esta época de candidatos machos, se eligió creyendo que era un candidato macho. Pues bien, viene el ciudadano Macip electo como candidato macho, en esta época - fijaos bien -, en que el duelo con padrinos se considera una ridiculez, y la madrugada es casi una virtud heroica. Pues bien, viene el compañero Macip con la conciencia hiperbólica del alto cargo que se le ha confiado, y en una de tantas discusiones, un diputado, desde esta tribuna, se permite dudar hasta de su sexo. Entonces el ciudadano Macip debe haber sentido revolverse en el interior de su cerebro todo el acerbo de su educación anterior, todos los prejuicios, todas las inclinaciones del medio, todas esas cosas tan fuertes que bastan para modificar la vida de los hombres. Yo recuerdo un ejemplo de Pitágoras, cuando, hablando sobre la educación y enalteciendo los altos valores educativos ante los ciudadanos atenienses, se permitió ponerles un ejemplo extremadamente notable. Llevó a la Agora, plaza pública, dos liebres y dos galgos. Soltó a la primera liebre y al primer galgo, y el galgo se arrojó sobre la liebre y la despedazó inmediatamente. Después soltó a la segunda liebre y al segundo galgo, y, en cambio, estos animales se soltaron jugueteando hasta que acabaron por reposar el uno al lado del otro. Esto hizo Pitágoras para demostrar cuál era la fuerza de la educación en los animales. Y si así es en ellos, ¿cuál no será la fuerza de la educación en los seres humanos? Un hombre como Macip, educado dentro de este medio, obró en consecuencia con las circunstancias de su educación y de su ambiente, ¿y cómo vamos a culparlo, si cada uno de vosotros, en su caso, quizá hubiera hecho lo mismo, salvo contadas excepciones de individuos de suprema cultura, que no hubieran hecho lo que hizo Macip? ¿Por qué vamos a inculparlo? ¡Si yo lo presencié, yo lo oí, yo lo ví! En los momentos en que se injuriaba al compañero Macip, había algunos compañeros cerca de él que lo impulsaban con las palabras habituales con que acostumbramos enardecer los ánimos: "¡No te dejes! ¡Esa injuria no se perdona! ¡Tú debes matarlo !" ¡Y esos compañeros son los que ahora piden que a este hombre se le castigue! Por otra parte, compañeros, ya lo he dicho: la hebra se revienta por lo más delgado. ¿Por qué no se castiga antes a otros diputados que se encuentran en el mismo caso? (Aplausos ruidoso). El golpe fue a dar al compañero Macip, porque a Macip no lo respalda ninguna fuerza; porque Macip no tiene parientes que se encuentren como magnates en el poder; porque es un joven de provincia a quien se le sublevó el ánimo al ver que sus contrarios venían a defender a Maurer, el asesino de pueblos, el conculcador de los principios y atropellador de las leyes. Y, en cambio, estos atropelladores de las leyes, estos grandes culpables, estos inicuos que no a un hombre, sino a toda una colectividad usurpan sus derechos, estos son reos

que nunca son condenados. ¡Cuántos funcionarios, cuántos gobernadores, como, por ejemplo, Garrido Canabal, asesinan, matan y violan, y, sin embargo, estos peces gordos nunca pasan por las mallas de la justicia. (Aplausos nutridos). La ley no llega hasta estos grandes culpables; algunos vuelven todavía a ocupar puestos en el poder: allí está el gobernante de mi Estado, José Truchuelo, quien después de cometer asesinatos y crímenes y violaciones, viene a México y se le encumbra como magistrado del Tribunal Superior de Justicia. ¡Y estos son los que administran justicia! Así, no me extraña que siempre que he ido a reclamar justicia, jamás se me haya concedido, y vaya que no la he pedido para mi, la he pedido en nombre de la miseria y de los sufrimientos de los pueblos, y siempre me he encontrado con la misma sonrisa irónica y burlona de parte de los togados, únicos absolutistas de la justicia, únicos que se creen representativos del derecho, únicos que se creen intérpretes de las leyes, únicos que llevan en el corazón un pedazo de piedra y en la conciencia un albañal, para no tener en consideración los sufrimientos de los miserables. (Aplausos).

¿Y por qué lo habéis escogido? Si os lo decía el mismo Macip desde esta Tribuna: ¿Por qué yo soy el primero?"- decía con su criterio de joven de provincia -. Como quien dice: "¿Por qué, si me decís compañero? No debo ser tan compañero, puesto que solamente sobre mí cae la espada de vuestra justicia. ¿ Por qué es necesario que yo sea condenado para que atrás de mí se escuden los grandes culpables?" ¿Qué, es necesario, para acallar lo que todavía se llama vindicta pública, condenar al diputado Macip? Si la palabra lo dice: Vindicta. Venganza. Porque es la venganza de la reacción, porque siempre han sido las religiones, los reaccionarios, los que se han opuesto a todo avance de la justicia. Leed la historia de los griegos, leed la historia de los romanos, y cada innovación en la justicia encontraba siempre el prejuicio: era el de los sacerdotes que se oponían a que se modificara la Ley del Talión; eran ellos los que pedían que se conservaran las costumbres; eran ellos los que pedían que se conservaran los antiguos medios; pero la verdadera justicia, la justicia que se hace en nombre de la colectividad, la que ha llegado científicamente a no considerar a los criminales sino como grandes desequilibrados mentales, esa no la llegamos a hacer todavía. Y ahora, decidme, compañeros, fuera de estas consideraciones, ¿en qué interesa a la Representación Nacional, cuál es el interés supremo de que se consigne a Macip? Por el contrario, yo encuentro que la condenación de Macip significa un pretexto, no para el actual Ejecutivo de la Unión, sino para cualquier otro Ejecutivo, que cuando trate de deshacerse de un líder en la Cámara, cuando no quiera escuchar verdades al estilo de Mussolini, que dice que: "los parlamentos tienen derecho de quejarse, pero demasiado"; cuando haya un Ejecutivo que no quiera oír verdades; cuando haya un Ejecutivo autócrata que no quiera que su trono se bambolee y que no quiera que las verdades se digan dentro de este recinto, le bastar enviar a cualquier matoide a provocar la muerte de un diputado o que el diputado lo mate en cualquiera obscura refriega, en cualquier obscuro callejón. De manera que, por el contrario, el interés de la colectividad está precisamente en que se mantenga incólume el Poder Legislativo y no porque no se castigue al culpable. Nosotros sabemos que el compañero Macip sí es culpable, pero no conviene a los intereses de la Representación Nacional dar pretexto para que, en una época futura, una nueva tiranía, una nueva dictadura busque víctimas en el seno de los diputados más viriles, en el seno de los diputados que mejor estén defendiendo los ideales populares. Decía el compañero Torregrosa: "Es necesario que las madres mexicanas vean que se ha acabado la época de los Caínes". Pero no es este el medio, compañeros, para llegar a ese fin; no es el medio condenar a un diputado que ha defendido un derecho, si se juzga con el criterio del medio, si se juzga con el criterio de la educación, si se juzga con el criterio de las ideas ambientes. ¿Cuál es el medio? La educación; educar en las escuelas. Y que tomen nota los ciudadanos encargados de la educación pública; que eduquen a las nuevas generaciones dentro de otro criterio, dentro de otro criterio que tienda a respetar la vida humana; en que los hombres no se ataquen como fieras; en que las agresiones personales y las colectivas se retarden lo más que sea posible, y que la historia del futuro no se parezca a la historia del pasado, que sólo es historia de crímenes, asesinatos y delitos a través de los cuales la justicia de los pueblos va abriéndose camino. (Aplausos). Estas son las humildes palabras de defensa que yo vengo a pronunciar en favor del compañero Macip y en contra del dictamen que nos acaba de presentar la honorable comisión. Habéis visto con qué tibieza la comisión ha defendido su dictamen; habéis visto en qué forma - puesto que, verdaderamente, yo diría para no herir al compañero que me ha precedido en el uso de la palabra - ha prescindido de hacer derroche de su talento al hacer esta defensa. (Risas). No quiero entorpecer la parte jurídica; sólo hablo de la parte social política de este asunto. Espero que muy pronto el compañero Martínez de Escobar vendrá a esta tribuna, y con su palabra de oro acabará de completar la obra de los oradores de la defensa; sólo digo que hay que perfeccionar nuestra justicia, pero completándola con la educación social. Tenemos necesidad de ir, en lo de adelante, inculcando en la mente de los niños - todos los que sean educadores - las ideas nuevas que han de traer a la sociedad de mañana el alivio de la nueva justicia, no la venganza, de esa famosa " vindicta pública", no de ese honor que comienza por defenderse con la pistola en la mano y acaba por purgarse entre los piojos de una cárcel, sino del nuevo honor, de la nueva dignidad, que consistirá en el supremo anhelo del trabajo como medio de servirse todos los hombres unos a otros y de luchar en favor de los intereses colectivos. En nombre, pues, de todas las ideas, en nombre de todos estos principios y teniendo en cuenta que ya ha sido castigado Macip lo suficiente por su falta de experiencia y por los errores que le inculcaron sus maestros; que ya ha sido castigado en su persona suficientemente por todos los diputados que piensan como él, al ser exhibido desde esta

tribuna y al sufrir la pena - porque yo no puedo creer que ese hombre no tenga corazón -, de ver a la viuda y a la hija del compañero Marino Pérez en la desgracia y en el abandono, pido que no agravemos todavía más estas calamidades cometiendo una injusticia, que a la postre redundará en perjuicio de la propia Representación Nacional. Ya la opinión pública se encargar de castigar a este hombre; ya él mismo, estoy seguro, sufre dentro de sí mismo todos los acicates del remordimiento. Pues bien; ahora lo que nos toca es pensar con ecuanimidad la manera cómo debemos hacer para que la próxima justicia sea más ecuánime y sea más honrada. Y si queréis hacer un castigo, empezad por los grandes culpables, empezad por los conculcadores del pueblo, empezad por los ladrones de miserables, empezad por los asesinos de los humildes, empezad por todos esos pícaros que todavía se encuentran, muchos de ellos, en las oficinas públicas, que llenan las antesalas de los ministerios, que se codean con los magnates, que están preparando intrigas contra las libertades futuras. Sobre todo, no vayáis en este último caso, por el simple aliciente de bañaros en agua de rosas de unos cuantos elogios que os lanzarán los embaucadores, que os lanzar n los reaccionarios, que ven en el castigo de Macip la exaltación de la figura de Maurer; no vayáis a castigar a un joven revolucionario que solamente es víctima de los errores de su educación, de su medio, de su raza y de las circunstancias en que le ha tocado actuar. (Aplausos. Siseos).

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano diputado Martínez de Escobar. (Aplausos).

El C. Martínez de Escobar: Ciudadanos jurados:

Ni la inteligente y patética oración religiosa, oración cristiana que cantara la noche de viernes el diputado Torregrosa, y que yo aplaudí a rabiar porque fue sincera, porque fue hondamente sentida; ni la fulminante catilinaria política del diputado Soto y Gama, espigando en el amplio campo de la filosofía constitucional, de las prerrogativas democráticas - ¡escuchadme bien, ciudadanos representantes! -, de las prerrogativas democráticas que constituyen el fuero constitucional; ni el dictamen sintético, breve y conciso de la honorabilisima comisión, ninguno de estos casos, ciudadanos representantes, ha tocado la entraña palpitante del problema a debate, ninguno de estos discursos ha descendido a la carne viva del asunto.

Yo voy a hacer un esfuerzo para ver si puedo llevar a la conciencia de esta Cámara, la verdad jurídica de esta cuestión, y, al efecto, me presento ante vosotros, por honor de esta Cámara, exento absolutamente de estas cinco cosas que maculan la buena tendencia: prejuicios, egoísmos, amor propio, odios y sectarismo de grupo. Al par, ciudadanos compañeros, procuraré evitar que me arrebate la tormentosa pasión relampagueante que nubla la inteligencia, que eclipsa la verdad suprema y que abre la válvula de escape de la emotividad, del sentimentalismo; procuraré no tocar la fibra de la emotividad ni del sentimentalismo, para ver si es posible que dentro de una verdad honda y santa, caiga un chorro de luz, un chorro de sol en las conciencias y se vea que se cometería el acto de mayor injusticia que pudiera realizar esta Representación Nacional si se condenara a un hombre por el solo hecho de haber sabido defender su honor, que es lo más santo que pueda llevar un hombre en su vida. (Aplausos). Deseo, con toda ecuanimidad, con toda conciencia, tratar primeramente la naturaleza jurídico constitucional de lo que es un Gran Jurado parlamentario, de lo que es la Cámara de Diputados erigida en tribunal especial, en tribunal de justicia especialísimo, con caracteres específicos, con caracteres diferenciales del género común de los tribunales de justicia.

La Constitución actual, ciudadanos representantes, como dije rápidamente sin concretar la fórmula de mi pensamiento, el desflorarse los debates del asunto Macip en la sesión pasada, nuestra Constitución entraña reformas radicales y hondas a la Constitución de 57, en esta materia: ha garantizado más al alto funcionario de la Federación; ha sido más justiciera; ha respondido más al espíritu filosófico de la razón de ser del Parlamento erigido en Gran Jurado. ¿Cuáles son estas diferencias que se encuentran entre la Constitución actual y la de 57?

Desde luego, vemos que el ciudadano presidente de la República, conforme a la Constitución anterior, podía ser enjuiciado no sólo por traición a la patria y graves delitos del orden común, sino también por la violación a la Constitución, a la libertad del sufragio y a las leyes federales. Conforme a nuestra Constitución actual, se ha borrado de esas responsabilidades de la violación a la Constitución y a la libertad del sufragio, y cuando se trata de delitos del orden común, a diferencia de la Constitución del 57, ese proceso no se sigue común y corriente, como se sigue en los procesos de los demás funcionarios que gozan del fuero, si no que se asimila el delito común grave cometido por el presidente de la República, a un delito oficial, y la Cámara sólo se constituye en acusadora, no en Gran Jurado, sino con la investidura común y corriente que tiene, de Parlamento, de Poder Legislativo, ante el Senado de la República, siendo éste el que abre el juicio, instruye el proceso, compara las pruebas y luego dictamina acerca del asunto, dictando sentencia. Otra diferencia es ésta: la Constitución de 57 no exige responsabilidades a los diputados a los congresos locales; la actual sí exige estas responsabilidades cuando se trata de violaciones a la Constitución y leyes federales.- Además - fijaos bien -, la Constitución actual revela claramente que no se trata de un mero trámite, como se dijo en la sesión pasada: si fuera una objeción de mero trámite, se votaría este asunto como otro asunto análogo y semejante, como se vota un trámite común y corriente: por votación económica. No; la Constitución ni siquiera ha querido que se haga el desafuero por mayoría relativa, es decir, por la mitad más uno de los elementos que concurran a la Asamblea, previo el quórum de ley; la Constitución quiere que haya mayoría absoluta, es decir, la mitad más uno, de todos los componentes, de todos los elementos integrantes de la Cámara, en la votación. Vemos, pues, cómo hay grandes diferencias, diferencias absolutas. En materia de delitos oficiales no ha querido la Constitución que sea la Cámara juez y parte; no es posible que ella misma trate de instruir el proceso y luego dictar una sentencia que, aunque no

prejuzga, sí es un antecedente formidable, el noventa por ciento - como dije antes -, acerca de la responsabilidad del acusado.

Pero, ciudadanos representantes, más que la cuestión meramente constitucional relativa a la razón de ser del Gran Jurado de la Cámara de Diputados, de la Comisión Instructora del Gran Jurado que, como su nombre lo indica, no solamente debe atenerse a las dos o tres o cuatro declaraciones que vengan de un juez común o de un juez federal, sino que debe - y por eso se llama Comisión Instructora del Gran Jurado -, debe ella misma tratar de traer a su conciencia elementos de fuerza para saber cómo debe realizar su dictamen, trayendo al acusado, escuchándolo, para que haga su declaración; poniéndolo frente a frente de los testigos, careándolo; trayendo toda clase de elementos posibles para formarse una conciencia del caso a debate. Y éste no es un reproche a la Comisión del Gran Jurado, porque, en verdad, la Comisión del Gran Jurado, aunque sea de la mayoría - que en la mayoría, he dicho miles de veces, existen hombres de talento, hombres de cultura y de moral -, la Comisión del Gran Jurado, en este caso, merece que todos, minorías y mayorías, desgranen un aplauso entusiasta en su loor, porque ha estado fuera de odios y fuera de rencores y se ha levantado hasta la cumbre del verdadero espíritu, y voy a demostrarlo.

La Comisión, obedeciendo a la tradición de nuestros códigos, establece una proposición en contra del diputado Macip. ¿Pero, a que no habéis visto a la comisión sosteniendo a diestras y siniestras, en esta tribuna, el dictamen? No ha sido por cobardía, no ha sido por falta de inteligencia, no ha sido por falta de conocimientos, no; es que, en el fondo, la comisión, que ha obedecido a los gritos de la tradición, como es muy natural, tiene la conciencia honda é íntima de que Macip, a pesar de que es el autor de un homicidio, Macip no es responsable, legalmente, de ese homicidio. (Aplausos).

Pero, ciudadanos representantes, hablemos un poco de la ley, de esa ley que parece de caucho, por lo que se estira y se encoge.

Leopoldo Lugones, un pensador sudamericano, un escritor vigoroso, un patricio, poeta y autor de varias obras literarias, entre otras, "Las horas doradas"; este hombre, que ha sabido demostrar a toda la América, y no sólo a toda la América, sino a todo el mundo literario y filosófico, que han sabido demostrar que se puede acuñar monedas jurídicas en troqueles líricos; este hombre que en sus obras literarias trata, en unas, del latinismo, que tiene como origen máximo el Derecho romano; que, en otras, trata el liberalismo y en otras colectivismo: Leopoldo Lugones, ciudadanos representantes, trata en sus obras tesis jurídicas formidables, arrancándolas del marco tradicional, del grillete terrible de los códigos, que tienen sus raíces dos mil años antes de la época que vivimos, Leopoldo Lugones, en una de sus páginas brillantes que se llama "El espíritu de justicia", interpretando el concepto integral; cuento serio, cuento fecundo y cuento jugoso.

Un soberano que adoraba a su pueblo, antes de que se muriera la luz en sus ojos, antes de que muriera la sangre en su corazón, antes de que se extinguiera el ritmo de sus vibraciones, quiso legar a su pueblo en tesoro inagotable, un tesoro nunca bien preciado: quería legarle un hombre justo. Los hombres pasan, ciudadanos representantes, pasa la caravana humana, hasta que sólo quedan tres, nada más tres candidatos a hombres justos; los demás no han sido dignos, ni siquiera de ser tomadas en consideración. Y el primero, ante la augusta y solemne actitud del soberano, le dice: "Señor - y esto compañero Nucamendi, con el respeto y el afecto que el tengo, viene muy bien a usted -, Señor - le dice -, he sido juez, he administrado la augusta justicia; he sido juez - le repite, para grabarlo hondamente en su conciencia -. ¿Y cómo he hecho justicia? Aplicando inflexible e inexorablemente la ley, porque yo creo que la ley sintetiza vuestra sabiduría y sintetiza el ideal ético, el ideal colectivo de vuestro pueblo. He sido un instrumento servil de la ley; he sido un esclavo, un vasallo de la ley. De manera que siempre para mí la ley ha sido una línea recta y con ley he hecho justicia."

El soberano sintió desflorar en sus labios una sonrisa, y le dijo:

"Bien, ya me he formado un concepto de lo que tú crees que es la justicia."

Pasó el otro, y le dice: "Señor: en mi vida ha habido alternativas tremendas, alternativas borrascosas desde el punto de vista económico. He sido rico y he sido pobre. Y lo mismo para los que han labrado mi riqueza, que para que los que han generado mi ruina, con todos ellos, señor, he sabido ser bueno, he sabido ser noble y he sabido ser justo; he sido justo y noble - decía - hasta con mis más ensañados enemigos; no obstante que quizá habría sentido una intensa voluptuosidad; un intenso placer con hacerles daño, he procurado dominar mi egoísmo, y siempre les he hecho justicia."

"Bien - le dijo el soberano -, ya entiendo qué concepto tienes tú de la justicia."

Llega el último, ciudadanos representantes, y le cuenta: "Todo enfermo, enfermo del espíritu, enfermo del cuerpo, enfermo del alma y de la carne, pobre, absolutamente pobre, tuve que encaminar mis pasos hacia un hospital. En el camino me encontré con alguien a quien conocía, y le dije: tengo sed, tengo hambre, tengo grandes necesidades, tengo sueño, dadme albergue en vuestra posada. Y aquél se negó. Y seguí adelante, y seguí adelante - dice -, seguí adelante, y en las puertas del hospital me encontré a otro que ya salía de él y que traía dos mudas de ropa. Y le dije: "Vedme, no tengo casi ni harapos con qué cubrir mi cuerpo; dadme una de sus vuestras mudas", Y aquel hombre le dio una de sus mudas, no obstante que no tenía más que dos. "Más tarde - le dice éste al soberano -, yo prosperé; estos dos hombres, ¡así son los azares del destino!, se encontraron condenados al ostracismo. Yo era jefe de alta influencia y podía hacer que no se cumpliera esa sentencia." "¿Y qué hiciste?" - le dice el soberano -. "Pues hice que se cumpliera la pena contra el hombre que me negó el agua, y que se librara de la sentencia al que me dio una de sus mudas de ropa." ¡Qué significa esto, ciudadanos representantes? ¿Qué ideas se evocan en el espíritu? Estas: del primero de estos tres hombres, una crítica inexorable y terrible contra

todos esos pobres espíritus que creen que las leyes son la justicia; que las leyes son el derecho, cuando las leyes, miles de veces y en miles de ocasiones, son las que más barrenan la justicia y el derecho; el segundo, que tuvo una justicia cristiana, piadosa, que no es de este mundo, que ser del cielo, pero que no es humana, y del tercero, que dentro de la solidaridad, dentro de la cohesión social que debe existir entre cada uno de los integrantes de la sociedad con la sociedad misma, supo hacer justicia; hizo que la sociedad, por conducto de él, tuviera el derecho social de castigar al que no había sabido satisfacer, en un momento dado, una necesidad de uno de los miembros integrantes de la misma sociedad. ¡Ese es el concepto moderno de la justicia!

El diputado Torregrosa, que sabe perfectamente bien cuáles son las características psicológicas de una Asamblea, de buena fe, puesto que él tiene un concepto distinto de las cosas, absolutamente distinto al concepto que seguramente tienen muchos representantes, penetrando por los vericuetos de la sensibilidad exquisita, hizo que todos sus nervios se transformaran en un arpa, y ante su palabra patética, en más de una ocasión, las galerías y todos los diputados batieron atronadoramente, tempestuosamente este salón, avivándolo. ¡Ah, compañero Torregosa!, pero, ¡cuántos sofismas, qué enorme cantidad de sofismas tuvo el ciudadano diputado Torregrosa!

Desde luego, haciendo un sortilegio maravilloso de sus palabra, dándole un lugar para ello el querido compañero Caloca, nos dijo: "¿Qué dirán las madres de la República Mexicana cuando vean que los ciudadanos diputados están proclamando que se hagan justicia por su propia mano; que están proclamando la Ley del Talión, de golpe por golpe, de diente por diente y de ojo por ojo?" ¿Y es esto verdad, ciudadanos representantes? ¿Esa es la justicia que proclama esta Cámara? La Ley del Talión, como lo saben todos los abogados de esta Asamblea y todos los que hayan leído sociología jurídica y constitucional, indudablemente que en esa ley se encuentran las raíces biológicas y sociales del derecho de castigar que tiene la sociedad, pero que respondía a un determinado momento de la civilización del mundo, tuvo su razón de ser en aquella época, cuando no había una perfecta civilización. ¿Pero, es esa la ley que quiere aplicar la Cámara? ¡No, ciudadanos representantes, no! ¡Absolutamente no! Tal sería la Cámara, en vez de tener el caso Macip tan especial, tan singular, tan claro y tan perfecto para que pueda uno hundir todo el cerebro y toda la inteligencia en investigaciones de carácter criminológico para llegar a la verdad del crimen y a la verdad de un delito; tal sería si, por ejemplo, el diputado Macip hubiese sido robado de un reloj en la calle y entonces el diputado Macip hubiese dicho: "diente por diente y ojo por ojo", y en vez de irlo a acusar ante la justicia, dijese: "le voy a robar a este señor, que fue un ladrón y que me despojó de un objeto de mi propiedad, un fistol - por ejemplo -, y no voy ante los tribunales a denunciarlo". Esa sí habría sido la Ley del Talión aplicada en un momento en que no se necesitaba hacerse él justicia por su propia mano. Muchos casos podría presentar; pero cuando Macip, repeliendo una agresión actual, inminente, violenta y sin derecho, primero en esta tribuna ultrajado brutalmente en su honor, y después él, más débil que el compañero Pérez

- El compañero y querido diputado Pérez, sobre cuya tumba soy el primero en deshojar siemprevivas inmortales, y para quien tengo un recuerdo de verdad bueno y sincero -, el compañero Pérez, más fuerte que Macip, lo arrojó contra el cubo del zaguán; Macip, ciego, se levantó como pudo, sacó su pistola - porque antes Pérez la había sacado también -, y en las tinieblas obscuras de la noche sacó su pistola (Siseos). ¡Sí, señores, recibió un empellón! (Aplausos. Siseos). Creyó que el otro la iba a sacar y, ciego, mató. (Aplausos. Siseos).

Yo, ciudadanos representantes, que jamás uso revólver; a mí, que me tiene sin cuidado el fuero, porque sé que por la norma de vida que llevo no me interesa que exista, como tampoco me interesa el divorcio - para mí son instituciones que deben existir, pero que no me afectan -, yo, ciudadanos representantes, por el honor de mi madre, a quien tanto quiero, yo le digo al diputado Gonzalo González, yo le digo al diputado Nucamendi: si cualquier otro diputado a quien queramos mucho les dice: "Yo no discuto con hombres de sexo dudoso", le digo, señores: "¡Mátalo, mátalo!" (Siseos. Aplausos). "Porque cumples con tu deber."

Yo no podría, ciudadanos representantes, venir aquí a hacer aseveraciones que están muy allá para que yo pudiera asirlas y luego entregarlas a vuestras conciencias para que las miraran y las palparan y las tocaran; no podía hacer eso. No se sabe en este proceso, por virtud de las pocas diligencias que ha practicado el juez, no se sabe en verdad cómo se realizó el hecho; existe la duda, existe la duda cuando menos, compañeros, para nosotros que vimos al injuria, que oímos la injuria a Macip, no para la opinión pública, seguramente; pero, ¿no sabemos que existe un postulado fundamental de ética, un postulado fundamental de moral que han venido aplicando en todos los tiempos y en todos los espacios, todos los pueblos y todos los hombres, de que vale más poner en libertad a un millón de delincuentes, cuando hay duda, y no aplicar una sentencia inexorable a un hombre que es inocente, y que solamente existe la duda de si lo es?

Pero, lo más duro es esto, ciudadanos representantes: esta tribuna más que templo del pensamiento, más que altar de la idea y de la ciencia, más que santuario de filosofía, de sabiduría y de conocimientos del diputado, debe ser un altar de sinceridad. Y para nosotros, en estos momentos que estamos viviendo, debe ser un altar revolucionario.

¡Ah, compañeros! Ya me imagino yo ver al diputado Macip arrojado de esta Cámara, yéndose a sentar al banquillo de los acusados. ¡Y cuántos hombres que tienen una miopía política enorme, cuántos hombres que tienen la venda de una ceguera sociológica infinita, no obstante que tienen inteligencia, que han hecho estallar las vibraciones de su inteligencia en literatura o escribiendo libros de derecho, cuántos hombres están pendientes de nosotros, llenos de rabia, esperando el momento de una venganza tremenda, para cebarse en la revolución; y ya me imagino yo a Macip, desaforado por los revolucionarios sus compañeros, en el banquillo de los

acusados, y a tres o cuatro oradores titanes, sultanes de la elocuencia, cebándose en la revolución, que debe ser el alma dinámica de los revolucionarios! (Aplausos).

El diputado Torregrosa, dejándose arrastrar por su imaginación reverberante de tropicalismo, con la imaginación propia de los hijos del Sureste; con esa imaginación fecunda de los yucatecos, que también la tenemos los tabasqueños, nos habla de un episodio histórico para decir que así deben obrar todos los hombres de nuestra raza, llenos de nobleza. Y nos habla de Nicolás Bravo que, en un momento de abnegación infinita, en un momento en que llevaba grabada en su conciencia como una perla suprema la imagen de Cristo, perdonó a los asesinos de su padre o a los compañeros de los asesinos de su padre; y dice: así debe procederse siempre. ¡Pues yo aseguro, porque el que habla en esta tribuna tiene un altísimo, un enorme, un infinito concepto del honor, que son Nicolás Bravo, que en ese caso tuvo ese gesto supremo de admiración, si alguien en esta Cámara le dice: "tú, Nicolás Bravo, eres un individuo de sexo dudoso", Nicolás bravo mata, mata, mata! (Aplausos estruendosos). Pero podríamos, valiéndonos de la palabra transformada en sortilegio, podríamos, aun mejor dicho, sin poseer un verbo mágico, sin ser un músico exquisito de la palabra, sin ser un supremo artífice del verbo, sin ser un orador arrebatador y elocuente, podríamos torcer el argumento, y entonces, ciudadanos representantes, ¡qué extraordinaria maravilla iba a contemplar el pueblo de la República, que admira y quiere a sus grandes héroes! Por un Nicolás Bravo que vivió en un momento psicológico tan especial, que habría sido necesario hacer un profundo estudio analítico de su espíritu para comprenderlo, tenemos a un cura Hidalgo que mató, que mató, ciudadanos representantes, buscando un ideal ético; que dejó que sus chusmas mataran; él mató para libertar a los esclavos, para redimir al proletariado, para redimir a los siervos. Mató. Chorros de sangre brotaron en las acciones de Hidalgo. ¿Porque Hidalgo mató y dejó que mataran, el cura Hidalgo sería un hombre que obtuviera la maldición de la historia? ¡No! Es uno de los más grandes héroes nacionales y tuvo necesidad de matar en honor de la independencia de su país, porque de otra suerte no podía haberla realizado, ciudadanos representantes. (Aplausos.)

¡No! A veces se necesita de la ferocidad para hacer el bien; a veces se necesita de la ferocidad para hacer actos de nobleza. ¡Indudablemente que sí! Y tenemos muchos otros héroes de nuestra revolución, que no han podido, con piedad cristiana, tratar a sus enemigos, y que han tenido que matar. Por eso dije, ciudadanos representantes, que este punto es sumamente escabroso y que bien puede dársele una vuelta al argumento y presentar una serie de hechos distintos a los que él presentaba. Pero Torregrosa, ciudadanos representantes, más tarde viene y nos dice, con el corazón palpitante a flor de labios, con el alma vibrante de sinceridad en sus palabras - y quizá si yo hubiese estado en su lugar y cualquiera de vosotros también y cualquiera de los defensores de Macip habría hecho lo mismo -, los actos de Torregrosa estaban perfectamente determinados cuando vino a esta tribuna, por causas más poderosas y más fuertes de las causas que obran en la conciencia de otros diputados para defender a Macip. ¿Cuáles eran esas causas que movían formidablemente la conciencia de Torregrosa? Que había contemplado un espectáculo de dolor, de amargura, de lágrimas.

El nos decía que en el Salón Verde había contemplado a la madre, a la santa madre, a la buena madre - que todas las madres son buenas y todas las madres son santas -, a la madre diosa - que todas las madres son diosas -, él la había visto transida de dolor, anegada en llanto, atravesada por los siete puñales de la amargura, que lloraba, y lloraba, ¿por qué? Porque el hijo de sus entrañas iba a vivir la vida del infinito, y que un hijo, una niñita, le decía: Mamá, ¿por qué lloras? ¡Claro! Torregrosa vio este espectáculo, ciudadanos representantes, y vino aquí bajo esa terrible impresión, y es natural que haya venido a mover nuestras almas; yo también, que me doy cuenta de ello y que habría procedido como el compañero Torregrosa, tengo que ver que no es posible tratar estas cuestiones emotivas y sentimentales en esta Cámara. Y si el compañero Torregrosa se hubiera trasladado a la casa del compañero Macip, también allí habría contemplado a una mujer anegada en lágrimas, llorosa y triste, absolutamente dolorida, pensando en el porvenir que se le reservaba a su hijo, y una esposa joven, porque el diputado Macip se acaba de casar hace algunos días, que también lloraba con el alma traspasada por los siete puñales del dolor. Si el compañero Torregrosa hubiera contemplado esta escena en lugar de la otra, hubiera venido aquí a pintar con los pinceles de su reverberante imaginación, el dolor de la casa de Macip, no el dolor que había experimentado en el Salón Verde de la Cámara de Diputados.

La madre, ciudadanos representantes, que es la esencia de todos los cariños, que es la miel de todos los afectos, que es la síntesis de todas las noblezas, la madre aunque su hijo sea, y pongo en este caso en que me inclino y desfloro siemprevivas inmortales en honor del extinto compañero Pérez, la madre del Tigre de Santa Julia, del Chalequero, la madre de todos los criminales natos adoran a sus hijos aunque sean malos y terribles, la madre siempre es así, y se me ocurre, en estos momentos, repetir una anécdota vieja y dulce llevada y traída por los oradores de los jurados populares, que ha estampado la prensa no sé si una o dos veces con motivo del jurado de la Olvera, o de la Magdalena Jurado y, desde hace mucho tiempo, yo la leí cuando otros jurados, donde Urueta hacía sentir su palabra de artista, también la prensa la publicó; me refiero a aquella anécdota donde un joven galán, apuesto, gallardo, en la plenitud de la vida, con un nido de sentimientos de amor cantado en su alma, estaba ante un balcón platicando en dulce coloquio con su amada, cuando desgranaba un rosario de amor a su oído y palabras de música, aquella mujer, sintiendo la plenitud triunfal de su belleza y hermosura, cuando éste le decía: pídeme un sacrificio, el que quieras, y yo lo haré. Aquella damisela le dijo: traedme el corazón de vuestra madre. Y aquel hombre, furioso, loco, sale

corriendo. Era de noche, encuentra a la madre en el lecho y aquel hombre terriblemente enamorado, le abre el pecho a la madre, le arranca el corazón, el corazón de la santa madre, escuchadlo bien, señores representantes: viene con el corazón cálido, se tropieza, cae, recoge nuevamente el corazón y aquella entraña palpitante de la madre lo escucha y en una terrible palpitación aquella entraña le dice: "Hijo. ¿te haz hecho daño al caer?" ¿Qué quiere decir esto? que el amor de la madre es inmenso, es infinito, aunque los hijos sean lo que sean, aunque sean los más criminales. Yo vengo aquí a cantar un himno gigante en loor de todas las madres.

Ciudadanos representantes, ciudadanos diputados:

Si es verdad que una Asamblea de esta índole, de esta naturaleza, no prejuzga sobre el hecho, necesario es también que nosotros, que queremos hacer revolución, no sólo en la legislación industrial, no sólo en la legislación obrera, no sólo en la legislación agraria, no sólo en la literatura y en nuestra poesía, que también ha estado sintiendo el hálito vivificante de la revolución literaria; es necesario que pensemos qué quiere decir la ley, ciudadanos representantes, cuando dice que no prejuzga. Claro que el juez panal y que el Jurado son los que van a decir la última palabra, naturalmente que sí; pero deben ustedes saber que aunque no haya un prejuicio absoluto sobre el proceso para que el juez tuviera que someterse a la resolución de esta Cámara, sí es un antejuicio, un anteproceso el que se verifica. ¡Aquí hay abogados que deben investigar el delito, que deben investigar el crimen! Tampoco se prejuzga cuando se demanda en el orden civil y el juez civil, cuando da una sentencia el Tribunal Superior, el juez de Distrito puede revocarla y aún no es la última palabra, porque puede revocarla la Suprema Corte. Tampoco cuando el juez penal ha dado una sentencia declarando en algún crimen no es la última palabra, pero sí hay un prejuicio, sí hay un antejuicio para formar conciencia de si hubo delito o no lo hubo y en estas épocas, ciudadanos representantes, en que ya el derecho clásico, en que ya nuestro Código, ese Código que tiene sus raíces sociológicas, sus raíces ideológicas y sociales, novecientos años antes de que los trucos tomaran Constantinopla, ese Código, ciudadanos representantes, ese Código causante de más delitos en la sociedad que todos los delitos que hayan cometido los delincuentes, porque este es el puñal constante, el puñal constante, sabedlo bien, que el Código Penal es el Código de los pobres, es el puñal que los ricos hunden constantemente en el corazón de los pobres; este Código que, como el civil, es el Código de los ricos para que nunca se les castigue, es el que se va a querer aplicar al diputado Macip en estas épocas en que la criminología está sufriendo una revolución tremenda en sus entrañas, una revolución profunda en su alma; la criminología es la ciencia que tiene por objeto investigar el crimen y descubrir al delincuente, cuáles son las influencias generatrices de los hechos delictuosos, cuáles los elementos cósmicos que han precedido al crimen, cuáles los elementos sociales, cuáles los elementos individuales, la orografía, la hidrografía, la humedad, la temperatura, el hábito, la educación, la profesión, el atavismo y la herencia. Este Código malvado es le que quieren aplicar a Wenceslao Macip, y debo decir a ustedes que con este código tampoco ha cometido un homicidio, pero ese homicidio fue necesario, no fue voluntario, no es antisocial, no es antijurídico, no es antihumano; repelió una agresión actual, violenta, inminente y sin derecho. Ciudadanos representantes: yo espero que vosotros, con conciencia social del derecho penal nuevo, daréis un voto en contra del dictamen, pues yo digo: al que vote en contra de Macip o en pro del dictamen, debe pudrírsele la lengua, debe esterilizársele el corazón y deben quemársele los labios. (Aplausos nutridos).

El C. secretario Cerisola: Por orden de la Presidencia, la Secretaría va a dar lectura a la siguiente solicitud:

"Honorable Asamblea:

"Me permito someter a la aprobación de vuestra soberanía, con dispensa de todo trámite, el siguiente acuerdo:

"Permítase el uso de la palabra, dentro de esta Representación Nacional, a la señora Margarita Lozano viuda de Pérez.

"Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados.- México, D. F., 26 de octubre de 1925. -Margarita L. viuda de Pérez. - Luis Torregrosa.- S. Chávez. - Rafael E. Melgar. - P. A. Vásquez. - S. R. Malpica. - José Calles. - A. Vargas."

(Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí! ¿Quién firma?)

El C. Henshaw: Moción de orden. Que se permita también a Querido Moheno que venga a defender al acusado en la tribuna. (Aplausos. Siseos. Voces: ¿Quién firma?)

El C. secretario Cerisola: Firman los ciudadanos Torregrosa, Chávez, Melgar, Pedro A. Vásquez, Malpica, Calles y Vargas.

En votación económica se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. No se dispensan los trámites.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Delhumeau. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!)

El C. Villaseñor Mejía: Moción de orden. Yo sé que está el compañero Torregrosa inscrito para hablar en pro. Se ha permitido hablar a tres oradores del contra sin que se alternen los del pro; en mi concepto, debe hablar Torregrosa y después el orador que está en la tribuna. (Voces: ¡A votar!)

El C. Delhumeau: Señores diputados:

Voy a ser breve en este asunto. (voces: ¡A votar! ¡A votar!) señores diputados, vengo a hablar porque vengo en cumplimiento de un deber. Seré breve y conciso. Entiendo que el criterio de la Asamblea está formado, pero solamente he querido venir a concretar algunos puntos de derecho para que mañana no se ataque a la Representación Nacional diciéndose que viene a absolver delincuentes deliberadamente. Solamente quiero venir a argumentar, no ante vosotros, que estáis ya convencidos y abundáis en mis propias ideas, sino para convencer a los extraños, para llevar el convencimiento a la nación entera de que nuestros actos

están perfectamente basados en una moralidad absoluta, sólida, moral y revolucionaria y, sobre todo, en una moral constitucional.

La Constitución general de la República, señores representantes, quiso que hubiera, cuando se tratara de delitos comunes de los funcionarios públicos, un antejuicio especial, que confió a la honorabilidad de la propia Cámara de representantes. Nosotros no absolvemos ni condenamos; nosotros no debemos pesar aquellos argumentos que nos trajo el compañero Soto y Gama, para demostrar que el acusado obró en legítima defensa y dentro de las exculpantes del Código. Tampoco debemos tener en cuenta los argumentos del compañero únicamente para probar lo contrario, no; nuestro juicio es un juicio eminentemente político, nuestro juicio es un juicio eminentemente de Estado. Hay dos supremas aspiraciones en este debate; hay dos supremas tendencias; dos derechos que chocan: el derecho, la aspiración de la sociedad ejercido por el Ministerio Público para que el acusado sea puesto a disposición de las autoridades comunes, y la razón de esto es que la Constitución supuso más serio, supuso más grave, y la prueba es que dejó la resolución de este problema, que dejó el que se pesen en la balanza estas dos razones a la propia Cámara de representantes. De suerte que nuestro solo deber ahora es éste: ¿es mayor, es más seria, la firme, la enérgica reclamación que nos hacen las autoridades comunes, del acusado, o es más seria la necesidad que tiene la República de que uno de sus altos funcionarios, de que uno de los funcionarios federales no se vea interrumpido en sus funciones por un caso de una responsabilidad común: Y eso es lo que hemos venido a juzgar, y es por eso que yo vengo a anteponerme, a anticiparme a las críticas, quizá, que mañana vengan de la opción pública, la opinión pública poco juiciosa, a defender a un diputado, no a defender a un hombre. No vengo, compañero, a decir si Macip es o no responsable o es o no culpable, porque esa es una facultad exclusiva de los tribunales del fuero común, querámoslo o no; sólo vengo a sostener que la República y el Congreso de la Unión necesita que no se siente a la ligera un peligrosísimo precedente, privando a uno de los funcionarios federales del fuero que lo escuda, que lo escuda, pero que no lo hace inmune a la acción de la ley, que lo escuda mientras ejerce su altísima función y que lo escuda mientras sea diputado, pero que lo pondrá a disposición de la autoridad judicial cuando deje de serlo. Y ya veremos el caso de que mañana, cuando se acuse a un presidente de la República de que en un periódico le dijo lépero o menguado a un individuo....(Siseos. Murmullos), un juez correccional meta al presidente de la República a la cárcel por un delito o por una injuria, siendo así que la nación se perjudicaría más cuando se castiga a un hombre, como es el presidente de la República, lesionando las instituciones políticas de la nación. Esto es todo lo que tenía que decir y que he venido a sostener en cumplimiento de mi deber. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!)

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Malpica.

El C. Malpica: Señores:

Es verdaderamente triste lo que ocurre en la Cámara, porque de una manera tan festinada la mayoría está impávida con lo que ocurre en estos momentos. Es verdaderamente triste que una minoría se imponga ante una mayoría. (Siseos. Murmullos). Yo soy un individuo que tiene la conciencia limpia, y reconozco, señores, que este ambiente es ocasionado por los discursos populacheros que han venido a lanzarse desde esta tribuna. Es verdaderamente lamentable que cerebros tan bien equilibrados como los de los compañeros que han venido a hablar en contra del dictamen.... (Siseos. Murmullos), de una manera tan burda, de una manera tan especial, hayan venido a querer convencer de un acto verdaderamente reprochable. (Siseos. Murmullos). Yo hablo a las galerías, que no tienen derecho a hablar, pero que influyen, para que mañana, cuando otro diputado asesine a cualquiera que no sea diputado, ustedes no vengan a influir señores. Todos vosotros os quejáis de esa impunidad del fuero; todos en la calle sabéis perfectamente que dicen sencillamente: es diputado y tiene derecho a cometer crímenes. (Siseos. Murmullos). No, señores; es alarmante lo que ocurre en estos momentos, y todos los asuntos que se tratan aquí, se les da un carácter político; por esa circunstancia veis una minoría, con una elocuencia inaudita, una elocuencia que envidio para poder hacer un eco de mi voz en todos los cerebros bienintencionados. Yo os invoco, señores, una poca de calma, a la vez que me dispenséis que, si no soy elocuente, siquiera comprendáis mi sinceridad en este caso. Aquí tenéis a la viuda, señores aquí tenéis a la madre, y sin embargo, en todos esos cerebros malintencionados...(Desorden). Silbáis, silbáis; mañana os tocar venir a llorar como llora la viuda. (Siseos. Aplausos). Aquí tenéis, señores; todos a aquellos que han aplaudido puede ocurrirles un caso semejante. (Aplausos). La diputación de Puebla ha estado callada, señores, porque en el seno de esa diputación, los dos diputados, tanto Macip como Pérez, son miembros que estimamos y queremos, y precisamente, señores, yo no vengo a inculpar ni a defender el caso (Siseos), lo único que vengo a pedir a esta Asamblea, si me hace el honor de escucharme, es que se permita que el juez pueda libremente encauzar a este juicio y libremente pueda el acusado ir a responder con la integridad con que tiene que responder todo aquel que ha cometido un delito.

El C. Torregrosa: ¡Moción de orden! Exijo al diputado Victorino o Victorio Lorandi que retire ese insulto que ha dirigido a la Asamblea al aplaudir de una manera muy bellaca. Por respeto a la Asamblea, exijo al diputado Lorandi que retire ese insulto que con las manos ha hecho a la Asamblea.

El C. Lorandi: ¿Qué insulto? Protesto bajo mi palabra de honor que no he hecho ni dicho nada. (Aplausos. Siseos. Gritos en las galerías).

El C. Caloca: Es falso que el diputado Lorandi haya lanzado imputación alguna.

El C. Torregrosa: Lo ha dicho con las manos, compañero Caloca.(Gritos en las curules y galerías).

El C. Lorandi: Protesto bajo mi palabra de honor que es inexacto.

El C. Alarcón: Es falso, absolutamente no ha hecho nada.

El C. Torregrosa: Moción de orden, señor presidente. No tengo ningún interés en faltar a la verdad.

El C. Lorandi: ¡Miente usted, yo no he hecho nada!

El C. Torregrosa: Falta usted a la verdad.

- El C. Alarcón; ¡No ha hecho nada! (Desorden).

El C. Torregrosa: Apelo al honor de esta honorable Asamblea para que si el diputado Lorandi es caballero, tenga la bondad de reconsiderar el error en que ha incurrido y retire el insulto que nos ha hecho con aplausos en una forma de insulto. (Siseos. Gritos. Desorden).

El C. Lorandi: Solamente el estado de excitación en que se encuentra el compañero Torregrosa puede haberlo hecho pensar que los aplausos ofenden a la Asamblea. Yo debo asegurar a la Asamblea, bajo mi palabra de honor, que absolutamente no podía haberla ofendido en nada. Fuera de eso, mi caballerosidad está muy por encima de lo que pueda pensar el compañero Torregrosa. (Aplausos).

El C. Malpica: Bien, señores diputados; decía yo que la diputación poblana se ha mantenido en una situación neutral y ha sido porque en el seno de la diputación de los dos diputados, tanto el desaparecido como el presente....

El C. Caloca, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación, compañero?

El C. Malpica: Después, señor.

El C. Caloca: Le sirve a usted.

El C. Malpica, continuando: No, señor; le agradezco su bondad. Naturalmente señores diputados, en el seno de la diputación poblana somos amigos. Tan soy su amigo, que el día de los acontecimientos me he bajado a platicar con Macip y le he dicho: Compañero Macip, si usted no se siente lastimado por esa imputación que le hizo el compañero Pérez, ¿Qué le importa a usted? Si a mí se me hubiere dicho que soy un individuo de sexo dudoso, que me importa; que me prueben que lo soy o no lo soy. (Siseos. Gritos en las galerías). Luego entonces, señores, saben perfectamente bien que no es una ataque al honor, que no es un insulto el que ocasionó precisamente el disgusto, el asesinato que cometió el diputado Macip; es precisamente, señores, el insulto que el diputado Macip; lanzo al diputado Pérez. Saben ustedes que es más triste y más doloroso para aquel que, como yo, debemos el pan a alguien que nos lo ha dado en nuestra infancia para hacernos gente, para darnos una mediana educación, y el momento como en el que se encontraba Pérez atacando a ese individuo, se le viniera a reprochar que había sido un canalla con el que había dado el pan cuando lo necesitó. Si así yo cometiera esa deslealtad si yo viniera a ultrajar a aquel que me dio el pan, y el que me ayudo a educarme haciéndome gente, y alguien me recriminara indebidamente sentiría más duro ese latigazo que me dijeran que era yo un individuo de sexo dudoso, No señores; a mí no me importa que me digan que soy un individuo de sexo dudoso...(Siseos. Murmullos). Muy grandes pruebas he dado de lo contrario. Ahora, repito yo no vengo a defender al diputado Macip ni a acusarlo. Yo vengo a sencillamente a suplicar señores diputados que dejéis que la justicia haga un examen, que la justicia con toda libertad pueda hacer todas sus investigaciones y castigar. Si el diputado Macip no tiene responsabilidades; si el diputado Macip, mató en defensa de su honor, que lo diga un juez sano, un juez bueno, un juez noble que no tiene mancha de ninguna especie, que no tiene prejuicios para el diputado Macip, como en el que conoce el proceso. En ese concepto, que se deje que Macip vaya como todo simple ciudadano a responder del crimen que haya cometido y que salga absuelto en buena hora; pero no, señores, ahora que la Cámara de Diputados quiere dar un ejemplo, ahora que la Cámara de Diputados quiere con toda honradez poner en manos de la justicia a uno de sus miembros. Veis al pueblo que reniega de esa impunidad de los diputados y aplaudís. Yo creo que están interesados por alguna parte porque aquí no se mece nada si no es a base de política, desgraciadamente. El honor y todos los principios se echan por tierra cuando la política está sobre todos esos intereses y es verdaderamente mezquino que nosotros, la mayoría donde hay muchos, hombres bien intencionados como yo (Murmullos. Siseos) estemos tranquilamente dejándonos sugestionar. ¿Qué mal vamos a cometer con permitir que el diputado Macip esté en libertad de presentarse ante los juzgados, que el juez pueda citarlo libremente por un período de un mes o dos? Si el diputado Macip puede volver y si vuelve enteramente libre al seno de esta Representación, nosotros lo recibiremos con los brazos abiertos; vamos a sentenciarlo, o a dictar el tiempo que vaya a estar en prisión por el crimen, si es que fue un crimen alevoso o ventajoso; eso es lo único que debemos pedir. Y allí está la madre - que todas la hemos tenido -, que viene con toda su conciencia, con toda su humildad a pedir justicia, a pedir caridad en la justicia. ¡Que desgracia que tengamos que implorar, como caridad, justicia en la que la ley que todos somos iguales. Yo creo, señores, que no voy a convencer a todos aquellos que han contraído compromisos de partido para defender al diputado Macip; yo no deseo contrarrestar esa mafia que quiero demostrar ante nuestros miembros; sobre todo yo no sería el que perteneciera a una mafia para estar impune y libremente asesinar, robar y matar hombres. Preferiría estar solo, pues ni con minoría en lugar de traer esos discursos tan elocuentes, esa fraseología tan divina que ambiciono y deseo para las leyes, para tantas leyes como se necesitan, para defender al verdadero proletariado, para defender las instituciones sociales que están siendo atropelladas miserablemente por muchos, por infinidad de autoridades. Esas tardes las hemos perdido en un asunto fácil, que con la mano en el corazón deberíamos resolver y decir; si, ahí está el que asesinó, el que mato, que vaya ante su juez, que lo juzgue, que lo encauce, que lo castigue, si lo merece. No señores; no debemos equivocar el camino; es cierto que tenemos que defender nuestro fuero, pero hay que defender nuestro fuero cuando verdaderamente sea indispensable, pero antes el honor de la patria, cuando estemos en casos personales tan insignificantes como el presente. Ya repito, señores, que es verdaderamente triste que todos vosotros os impresionéis con aplausos, por

insignificantes aplausos o por un discurso de Soto y Gama, que viene aquí y en el fondo desarrollando todas sus pasiones, volcándose para procurar el triunfo, diciendo después: ¿quién triunfó es esta discusión tan acalorada? Nosotros los agraristas (Siseos. Voces: ¡No! ¡No!) Nosotros fuimos los héroes de la jornada.

El C. Villaseñor Mejia: Moción de orden.

El C. Martínez de Escobar: Moción de orden.

El C. Malpica: Ahora, señores diputados, voy a rogar a la Secretaría se sirva dar lectura a esta carta. (Voces: ¡Ya la leímos!)

El C. secretario Torregrosa: Habla aquí la señora Margarita Lozano viuda de Pérez.

"Ruego a los señores diputados no vean en mi actitud el espíritu de venganza, pues, como madre, como esposa, como mexicana, apenas supe la muerte de mi marido, perdoné a su matador; pero no quiero que mi hija crezca con la convicción de que la justicia sólo se hace cuando es más poderosa la víctima que el autor del delito. En el presente caso, desaparecido mi esposo, mi hija y yo somos los débiles: pobres como quedan las viudas y los huérfanos que los verdaderos revolucionarios, sufriendo, además, la decepción de saber que muchos de los que se dijeron amigos de mi marido hasta el último momento, y habiéndoles servido a ciertos de ellos con fidelidad de amigo verdadero y de correligionario sincero durante toda su vida, han hecho causa común con el que vive y es poderoso.

"Estas dos mujeres pobres y abatidas piden justicia, no venganza; se dirigen a ustedes con la confianza de que no dejarán la norma establecida, de que nada vale la vida de un hombre ni su memoria, junto al interés personal o de grupo: si la justicia de los tribunales absuelve al señor Macip, bien absuelto; nosotros ya lo hemos perdonado...."

El C. Malpica: Ya oís, señores, la voz débil de la viuda, ya véis que pide e implora a los amigos de su esposo que pongan en condiciones al asesino de su marido para que la justicia resuelva lo que deba de hacer. En ese concepto, señores, pide justicia, para que si la negáis, el juez que resuelva lo que deba hacer. En ese concepto, señores, pide justicia. ¡Por qué se la negáis? ¿Por qué es débil? Porque no tiene el Bloque Socialista Parlamentario cerebros o personas que tengan la voluntad de hacer una campaña populachera; porque el Bloque Socialista Parlamentario ve con indiferencia este asunto, porque no atañe a sus intereses, porque ellos conservan (Desorden), porque ellos conservan sus cerebros para encauzar leyes, para algo de provecho en beneficio social y no para traer discursos politiqueros que vengan preparando, como en las minoría, fuerza política dentro del seno de esta Cámara. (Continúa el desorden).

El C. Zentella: ¡Moción de orden! ¡Moción de orden! (Sigue el desorden).

El C. presidente: Se suspende la sesión por diez minutos.

Tiene la palabra el ciudadano diputado Zentella para una moción de orden.

El C. Zentella: Compañeros:

El caso está suficientemente discutido. Han hablado oradores en pro y en contra lo bastante para ir a la votación. Vamos a votar y no perdamos el tiempo en un asunto que debe resolverse inmediatamente.

El C. presidente: Se consulta a la Asamblea si el asunto está suficientemente discutido.

El C. presidente: De acuerdo con el artículo 54, la Secretaría se servir pasar lista para ver si hay el quórum de ley.

El C. secretario Cerisola: (Pasa lista). Han pasado lista ciento treinta y cuatro ciudadanos diputados; hay quórum. Se procede a recoger la votación nominal. Se suplica a las personas que no sean diputados, se salgan del salón.

El C. presidente: Se suplica a los ciudadanos diputados ocupar sus curules.

El C. secretario Cerisola: La conclusión del dictamen dice:

"Ha lugar a proceder en contra del diputado Wenceslao Macip, por el delito de homicidio en la persona del C. diputado Marino Pérez."

Por la afirmativa.

El C. secretario Torregrosa: Por la negativa.

(Votación).

Votaron por la negativa, noventa y cinco ciudadanos diputados.

El C. secretario Torregrosa: Por la afirmativa, diez y nueve. No hay quórum.

El C. presidente, a las 20.10: Se suspende la sesión de Gran Jurado para reanudarla mañana a las once horas, continuando con sesión de Cámara. Orden del día: Reglamentación del artículo 123.