Legislatura XXXI - Año II - Período Ordinario - Fecha 19251201 - Número de Diario 51

(L31A2P1oN051F19251201.xml)Núm. Diario:51

ENCABEZADO

MÉXICO, MARTES 1o. DE DICIEMBRE DE 1925

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos. el 21 de septiembre de 1921.

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO

XXXI LEGISLATURA

TOMO II.- NÚMERO 51

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 1o.

DE DICIEMBRE DE 1925

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2.- Cartera. Se concede licencia al C. diputado Cravioto. El Ejecutivo federal remite los presupuestos de ingresos y egresos del Distrito Sur de la Baja California para 1926; recibo, y a la Comisión de Presupuestos y Cuenta. La señora María Luisa del Valle viuda de González, apoyada por la Diputación de Aguascalientes, solicita se le pensione; a la 1a. Comisión de Hacienda.

3.- Continúa el debate del artículo único del proyecto de ley de adiciones y reformas a la Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el Distrito y Territorios Federales. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. PEDRO C. RODRÍGUEZ

(Asistencia de 136 ciudadanos diputados).

El C. presidente, a las 17.40: Se abre la sesión.

- El C. secretario Cerisola, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veintisiete de noviembre de mil novecientos veinticinco.

"Presidencia del C. Salvador Reyes Avilés.

"En la ciudad de México, a la diez y siete horas y treinta minutos del viernes veintisiete de noviembre de mil novecientos veinticinco, se abrió la sesión, con asistencia de ciento cuarenta y nueve ciudadanos diputados.

"Fue aprobada el acta de la sesión celebrada el día anterior.

"Presidencia del C. Juan Aguilar Ficachi.

"Recogida la votación para designar presidente y vicepresidentes para el próximo mes, resultaron electos por ciento cuarenta y nueve votos, el C. Pedro C. Rodríguez para el primer cargo y los CC. Isaac Díaz de León y Porfirio Pérez Salinas para los segundos.

"Rindió la protesta de ley el C. Ovidio Jasso, diputado suplente por el 2o. distrito electoral del estado de Tabasco.

"Se dio cuenta con la cartera:

"Solicitudes de licencia, con goce de dietas, de los CC. Adrián López Gómez y Jacobo Cárdenas, hasta por quince días la del primero y hasta por veinte la del último.

"Con dispensa de trámites y sin debate fueron aprobadas.

"Oficio de la Cámara de Senadores con el que devuelve el proyecto de reglamentación del artículo 27 constitucional, en lo relativo al petróleo.- Recibo y agréguese a su expediente.

"Oficio de la misma Cámara, con el que remite un proyecto de reformas a la Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático Mexicano, de 17 de enero de 1922.- Recibo, a la 1a. Comisión de Relaciones Exteriores, e imprímase.

"Oficio del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, en que participa que concedió licencia por tres meses, sin goce de sueldo, al C. juez 5o. correccional de esta ciudad, licenciado Luis Haráo y Cueto.- De enterado.

"Escrito del C. diputado Vicente Anzures, en que pide se turne a los representantes que en la Comisión de Presupuestos y Cuenta conocerán del ramo de Comunicaciones, su solicitud que tiende a autorizar al Ejecutivo para que ministre a los ayuntamientos de Cuautla y Jonacatepec, Morelos, la cantidad de cincuenta mil pesos, para obras de saneamiento, la cual se presentó en la sesión del 11 de los corrientes.- A la Comisión de Presupuestos y Cuenta.

"Telegrama de Pilares, Sonora, en que el Sindicato de Obreros de ese lugar felicita a esta Cámara por la aprobación de la Ley del Trabajo.- Recibo. "Dos dictámenes, uno de la 1a. Comisión de Peticiones y otro de 2a., en que se propone, respectivamente, que pasen a las comisiones de Guerra que corresponda, las solicitudes de pensión de las señoritas Catalina de los Dolores Ruvalcaba y Elena Treviño Prieto.

"Sin discusión se aprobaron.

"Se puso a debate, en lo general, el proyecto de ley de adiciones y reformas a Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el Distrito y Territorios de la Federación, formulado por el C. diputado Rafael Alvarez y Alvarez y hecho suyo por las comisiones 2a. de Justicia y 1a. de Gobernación.

"El C. Alvarez y Alvarez apoyó el proyecto, que

se declaró con lugar a votar en lo general por unanimidad de ciento treinta y seis votos.

"A discusión en lo particular, habló en contra del artículo 1o el C. Padilla, quien fue interrumpido por aclaraciones del C. Alvarez y Alvarez y por una interpelación del C. Rueda Magro. El C. Martínez de Escobar hizo consideraciones acerca de los argumentos del C. Padilla. El C. Ramírez Corzo, miembro de las comisiones que hicieron suyo el proyecto, habló en pro. El C. Caloca usó de la palabra en contra y de él contestó una pregunta el C. Padilla.

"A las diez y nueve horas y quince minutos se levantó la sesión."

Está a discusión. No habiendo quien desee hacer uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvase manifestarlo. Aprobada el acta.

- El mismo C. secretario, leyendo:

"H. Asamblea:

"El subscrito, diputado en ejercicio por el 3er. distrito electoral del Estado de Durango, ante vuestra soberanía acude en solicitud de una licencia por quince días, sin goce de dietas, que se contará de los días 5 a 20 del mes de diciembre entrante, llamándose a su suplente, por tener que atender asuntos particulares en su propio distrito.

"Atentamente pido dispensa de trámites.

"México, D. F., a 30 de noviembre de 1925.- J. P. Estrada."

Se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sírvase manifestarlo. (Murmullos). No se dispensan.

"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- Presentes.

"Por el digno conducto de ustedes me permito solicitar de la H. Cámara de Diputados, con dispensa de trámites, una licencia hasta por treinta días, con goce de dietas, para el arreglo de asuntos particulares.

"Esperando se sirvan dar cuenta a la H. Asamblea con ésta, les anticipo mi reconocimiento. "Sufragio Efectivo. No Reelección.- México, noviembre 30 de 1925.- Alberto Cravioto."

Se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sírvase manifestarlo. (Voces: ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Sí!) Dispensados. (Voces: ¿Qué?) Se consulta a la Asamblea si se dispensan los trámites a la solicitud de licencia del ciudadano Cravioto. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Se dispensan los trámites. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, se consulta a la Asamblea si concede la licencia. (Voces: ¡Sí! ¡Sí! ¡No! ¡No!) Concedida.

El C. Cuéllar José María: ¡Moción de orden!

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Cuéllar para una moción de orden.

El Cu éllar José María: Me permito llamar la atención de la Secretaría para que tenga mayor respeto a la Asamblea. Hace un momento nos ha dado cuenta con una solicitud de licencia del diputado Estrada y ha declarado que no se dispensaban los trámites. A renglón seguido nos ha dado cuenta con otra solicitud de licencia en las mismas condiciones, y a pesar de la insistencia de la Secretaría para que se dispensaran los trámites, la votación ha sido adversa, haciendo la Secretaría declaratoria contraria. Ruego, en consecuencia, que tenga mayor respeto para la Asamblea.

El C. secretario Cerisola: En relación a lo que dice el ciudadano diputado Cuéllar, debo manifestar que la primera vez que dije que los que estuvieran por la afirmativa se sirvieran manifestarlo, y no hubo un solo diputado que estuviera por la dispensa de trámites. En la segunda vez consulté a la Asamblea, y como la Asamblea estaba distraída y alguien preguntó: ¿qué cosa?, insistí en la pregunta de si se dispensaban los trámites a la licencia solicitada, con dispensa de los mismos, por el diputado Cravioto, y después de la aclaración y una vez que la Asamblea se dio cuenta de la que se trataba, se vió, a la simple vista, que la mayoría dispensaba los trámites. Por eso declaré en un caso que sí se dispensaban y en otro que no. Posiblemente en este caso por falta de atención de la Asamblea no se dispensaron los trámites; pero eso no es culpa de la Secretaría.

Se consulta a la Asamblea si se concede la licencia al ciudadano Alberto Cravioto, por el término de treinta días con goce de dietas. Los que estén por la afirmativa sírvase manifestarlo. Concedida.

"Poder Ejecutivo Federal.- México.- Estados Unidos Mexicanos.- Secretaría de Gobernación.- Departamento de Relaciones Interiores y Gobernación.- Número 17,468.

"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- Presentes.

"Para los fines consiguientes, tengo la honra de acompañar a ustedes el proyecto de los presupuestos de ingresos y egresos que regirán en el Distrito Sur de la Baja California en el próximo año fiscal; y para ilustración de esa H. Cámara, remito también la copia de los dictámenes relativos, emitidos por la Comisión Técnica de Legislación y el Departamento Administrativo de esta Secretaría.

"Me es grato reiterar a ustedes las seguridades de mi consideración distinguida."

"Sufragio Efectivo. No Reelección. - México, D. F., a 26 de noviembre de 1925.- Por acuerdo del secretario, el oficial mayor, G. Vázquez Vela." - Recibo, y a la Comisión de Presupuestos y Cuenta.

"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

"María Luisa del Valle viuda de González, mayor de edad, dedicada a las labores domésticas, originaria y vecina de la ciudad de Aguascalientes, donde tengo mi domicilio en la casa número sesenta y cinco de la quinta calle de Allende, y accidentalmente en esta capital, ante esa honorable

Cámara, con todo respeto y en la forma que mejor proceda, comparezco para exponer:

"Como se justifica con la copia del acta de matrimonio, la que una foja útil y marcada con el número uno me permito exhibir, con fecha tres de julio de mil novecientos diez y siete contraje matrimonio civil en la ciudad de Aguascalientes con el señor José Simón González; como también se comprueba con las copias de las actas de nacimientos marcadas con los números dos, tres y cuatro, pues durante nuestro enlace matrimonial procreamos tres hijas de nombres María del Socorro, María Luisa y Graciela, respectivamente de seis, cuatro y un años de edad; como asimismo se demuestra con la copia del acta de defunción marcada con el número cinco que acompaño, en que con fecha veinticuatro de febrero del año en curso falleció de erisipela en la ciudad de mi residencia mi referido esposo don José Simón González, dejándome en mi viudedad con tres hijas pequeñísimas, sin elementos de vida, sin porvenir, sin con qué atender a las más urgentes necesidades de mis hijas y mía; la situación por que atravieso, señores diputados, dificilísima, como es fácil comprender, falta hasta de los elementos más indispensables para la vida y educación de mis hijas, me hacen venir ante esa honorable Cámara en demanda de un auxilio en forma de pensión, para los objetos que dejo indicados, ya que mi repetido esposo contrajo la enfermedad que lo llevó al sepulcro en cumplimiento de su deberá, desempeñando una comisión en el Hospital Militar de la ciudad de Aguascalientes, lo que de igual manera se justifica con las constancias expedidas por los ciudadanos director y administrador de dicho Hospital Militar, que también tengo el honor de acompañar a este escrito.

"Señores diputados: la patria siempre ha premiado los servicios de sus buenos y cumplidos hijos, mediante pensiones concedidas a sus deudos; más yo, teniendo en cuenta las necesidades que tiene ahora la patria para su reconstrucción y engrandecimiento, no pido una pensión prolongada, no reclamo pago alguno por los humildes servicios de mi esposo, prestados aún en días de indecisión para muchos con toda abnegación y lealtad al Gobierno legalmente constituído, sino sólo imploro una pensión humilde, meramente temporal, mientras se hacen necesarios la educación y sostenimiento de mis hijitas en su menor edad, y esto, debido a que mis enfermedades me impiden dedicar mis agotadas energías al trabajo para ganar lo necesario para los objetos dichos. Así, pues, con la confianza de ser oída por todos y cada uno de los señores representantes del pueblo que integran esa H. Cámara, dada la reconocida magnanimidad de los sentimientos que les son característicos, a ustedes, ciudadanos secretarios, atentamente suplico se sirvan dar cuenta con esta instancia a esa honorable Asamblea, a efecto de que, con dispensa de trámites y a la mayor brevedad posible, dada la dificilísima situación económica por que atravieso, se me conceda la pensión que para los fines indicados solicito, en el monto que a bien tengan concederme, con lo que recibiré especialísima gracia y favor, con que podré asegurar el porvenir de las huérfanas en nombre de quienes propiamente hago la petición que antecede.

"Protesto lo que sea necesario.

"México, D.F., a primero de diciembre de mil novecientos veinticinco.- María Luisa del Valle viuda de González."

"Hacemos nuestra la presente solicitud.- I. Díaz de León.- Manuel Carpio."- A la 1a. Comisión de Hacienda.

"La Secretaría de Gobernación envía, para los efectos legales, el contrato celebrado entre el Ayuntamiento de General Anaya, D.F., y el C. José María García, para la construcción y explotación de un rastro en la jurisdicción del propio municipio".- Recibo, y a la 1a. Comisión de Comunicaciones y Obras Públicas.

Telegrama procedente de: "Saltillo, Coahuila, 1o. de diciembre de 1925.

"H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D.F.

"Tengo honor comunicar ustedes cinco minutos hoy, previas formalidades ley, rindió protesta como gobernador constitucional este Estado, C. general Manuel Pérez Treviño. Respetuosamente.- Presidente Congreso, Nazario S. Ortiz Garza."- De enterado.

"La Legislatura del Estado de Hidalgo comunica que, con fecha de 25 de noviembre, abrió un período extraordinario de sesiones."- De enterado.

"La Legislatura del Estado de Tabasco comunica los nombres de los ciudadanos diputados que fueron electos presidente y vicepresidente de su Mesa directiva, para el mes de noviembre último.- De enterado."

Telegrama procedente de: "Saltillo, Coahuila, 1o. de diciembre de 1925.

"Ciudadano presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unió. -México, D.F.

"Por su digno conducto hónrome poner conocimiento esa H. Cámara que virtud haber sido favorecido mayoría sufragios para ocupar primera magistratura esta entidad federativa en período constitucional principia hoy y concluye treinta noviembre mil novecientos veintinueve, a las veinticuatro y media horas mismo día, híceme cargo Poder Ejecutivo, previas formalidades ley. Mismo conducto permítome enviar mis sinceros agradecimientos esa H. Cámara su deferencia al enviar una respetable comisión su seno, objeto asistir toma posesión mi gobierno. Atentamente salúdolo.- Gobernador constitucional Estado, M. Pérez Treviño.- De enterado."

"El Comité de Estudios de Contabilidad Pública de la Asociación de Contadores Públicos Fiscales, envía un estudio sobre ley de Pensiones expedida por el Ejecutivo de la Unión."- Recibo, y a su expediente.

"Unión de Fotograbadores Mexicanos.

"Al ciudadano presidente de la Cámara de Diputados.- Edificio del Factor.- Salud.

"La Unión de Fotograbadores Mexicanos, por conducto del Comité Ejecutivo que nos honramos en representar, haciéndose eco del sentir que priva entre las clases trabajadoras del país, se complace en enviar a ustedes una cordial y sincera felicitación por la atención que prestaron a la reglamentación del artículo 123 constitucional.

"Al rogar a usted se sirva hacer del conocimiento de esa H. Legislatura esta felicitación y los sinceros deseos que abrigamos, de que con esta labor se armonicen los cuantiosos intereses que de por medio están, aprovechamos la oportunidad para ofrecernos sus afectísimos, atentos y SS. SS.

"Salud y Revolución Social. - México, D.F., noviembre 26 de 1925.- El secretario general, L. Madariaga.- El secretario del anterior, Manuel Juárez."- A su expediente. 3

El C. secretario Cersiola: Continúa la discusión en lo particular del artículo único del proyecto de Ley de Adiciones y Reformas a la Ley Orgánica de Tribunales del Fuero Común en el Distrito y Territorios de la Federación.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Castillo Larrañaga. No estando presente el ciudadano Castillo Larrañaga, tiene la palabra en contra el ciudadano Padilla Ezequiel.

El C. Padilla Ezequiel: Señores diputados:

En la sesión anterior me permití sustentar desde esta tribuna, que el proyecto de ley presentado por el compañero Alvarez y Alvarez, al proponer el establecimiento de una octava Sala en el Tribunal Superior, que instruyera el proceso a todos los funcionarios judiciales, lejos de remediar el cáncer que corroe a nuestra Administración de Justicia, no iba más que a introducir otro elemento de perturbación, de inmoralidad, en la misma Administración de Justicia. Es necesario exponer ante esta Asamblea, que el problema de administrar justicia es un problema de orden integral. Nosotros estamos buscando el secreto de organizar una mejor justicia, atendiendo exclusivamente a uno de los eslabones de esa cadena, hecha para sustentar la verdadera administración de justicia. Así es cómo nosotros creíamos en un principio, o más bien dicho, nuestros constituyentes, que era bastante la inamovilidad judicial para obtener una justicia y recta y expedita, y nos ha podido demostrar el resultado de la justicia en México, que en la inamovilidad judicial, lejos de haber remediado la situación, la ha dejado siempre tan cancerosa y gangrenada como nunca. Desde este punto de vista, el esfuerzo del compañero Alvarez y Alvarez es altamente meritorio; pero yo ruego a todos ustedes, aun a aquellos que no son peritos en Derecho, aun a los compañeros que no están avezados a las callejuelas de la ley, a que se pongan a pensar en lo que significa la institución de una octava Sala formada con tres magistrados, de los cuales dos de ellos pueden tener, como lo dije en la sesión anterior, el destino de toda la judicatura en el Distrito Federal. La proposición del compañero Alvarez y Alvarez quiere decir que cuando un funcionario del Distrito Federal incurre en un delito, van a ser dos hombres, exclusivamente dos hombres del Tribunal Superior, los que van a resolver sobre su culpabilidad o inculpabilidad. Ahora bien; ¿entienden ustedes cuáles son esos dos hombres que van a resolver? Como son inamovibles, tienen una duración ilimitada, hasta que la muerte les ponga fin, porque aun en este mismo proyecto no se sienta la manera de romper la inamovilidad judicial. De manera que los litigantes, los jueces, los empleados, la sociedad entera siempre sabrá que en el Tribunal Superior de Justicia hay dos hombres de los cuales dependen sus destinos; no sólo los jueces, no sólo los magistrados, no sólo los agentes del Ministerio Público; no nada más los empleados de los juzgados, sino especial y fundamentalmente los señores litigantes, las compañías de grandes intereses, los hombres que manejan grandes y encontradas luchas en materia financiera, saben de antemano que allí están dos hombres cuya palabra, cuyo movimiento, cuya sola inclinación de cabeza será bastante para amedrentar a aquel que va a administrar la justicia y al que va a firmar un auto del que dependen el destino y la fortuna de los hombres. Señores, esto es absurdo. Yo sustentaba en la ocasión anterior la tesis de que es un principio de Derecho Constitucional que la duración de un funcionario está en razón inversa de su fuerza, de tal manera que un individuo, que un funcionario que carece de fuerza, como dije, son los jueces en lo general que no tienen más que una pluma para estampar un auto, pueden ser inamovibles: no tienen ejército, no tienen tesoro, no tienen nada que pueda poner el espanto en las almas de los hombres; pero un Tribunal Superior de esta especie que tiene una fuerza tan formidable en sus manos, que, como acabo de decir, de un gesto suyo, de una indicación suya puede depender el destino y la fuerza de los intereses creados, es absurdo hacerlo inamovible. Nuestra Constitución, en el artículo que en otra ocasión leyó mi compañero Rueda Magro, está inspirada exactamente en eso mismo cuando habla de las responsabilidades. Efectivamente, los jurados de responsabilidades, aquellos que tienen en sus manos el honor, no sólo los intereses, el porvenir de un grupo de hombres, no deben ser inamovibles, tienen entonces los hombres que ocurrir, como única garantía, a la que ofrecen los jurados; es decir, grupos organizados de hombres que son exclusivamente señalados por la suerte, porque de antemano no se sabe quiénes son, para en un momento dado juzgar a un hombre desaparecido en seguida para que no haya sobre quien fijar la mirada como una esperanza de inculpabilidad. Por esta razón yo impugno el proyecto de la octava Sala, y como ofrecí a ustedes venir a

proponer en lugar de ese sistema otro que parezca mejor, me voy a permitir dar lectura o a pedir al ciudadano secretario que me haga el favor de darle lectura a este proyecto, para que yo después informe el motivo que lo inspiró y por qué razón substituye al presentado por el compañero Alvarez y Alvarez.

- El C. secretario Cerisola, leyendo:

"H. Asamblea:

"Me permito someter a la ilustrada consideración de vuestra soberanía la siguiente reforma al artículo único de que se compone el proyecto de Ley de Adiciones y Reformas a la Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el Distrito y Territorios Federales, que está a debate:

"Articulo único.

"I. El presidente del Tribunal Superior fijará, cada seis meses, una lista de las organizaciones gremiales de profesiones liberales que tendrán derecho a proponer una planilla de cinco miembros de sus organizaciones, que entrarán en la insaculación para formar el Jurado de Responsabilidades Judiciales;

"II. El Jurado de Responsabilidades Judiciales se compondrá de cinco miembros, insaculados en sesión plena del Tribunal Superior de Justicia, en los términos del artículo anterior, y el día y hora señalados, cuando menos, con veinticuatro horas de anticipación, en el Boletín Judicial;

"III. El cargo de jurado de responsabilidades judiciales es irrenunciable y sólo se admitirán las excusas y las recusaciones justificadas;

"IV. El jurado de responsabilidades judiciales fallará las acusaciones instruídas por delitos oficiales contra jueces y magistrados, por la Sala instructora que el Tribunal Superior designará en cada caso por sorteo, oyendo los cargos y descargos de la acusación y la defensa. El jurado de responsabilidades pudiciales resolverá la culpabilidad o inculpabilidad del acusado, limitándose, en el primer caso, a consignar todas las constancias a la Sala instructora;

"V. Cada seis meses se renovará la lista a que se refiere la fracción I. Las organizaciones gremiales nunca podrán designar en la planilla que envíen al Tribunal Superior, a ninguna de las personas enviadas en la terna anterior;

"VI. Las faltas oficiales de los jueces y magistrados del Distrito y Territorios Federales serán resueltas por la Sala que en sesión plena y previa publicación en el Boletín judicial, resulte avocada por sorteo en sesión del Tribunal Pleno, y

"VII. El Ejecutivo de la Unión reglamentará las disposiciones de esta ley. "Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, diciembre 1o. de 1925.- E. Padilla.- Alfonso F. Ramírez.- E. von Borstel M.- A. Valadez Ramírez. - F. González Madrid."

El C. Padilla Ezequiel: El mecanismo es el siguiente, y ruego a ustedes que se fijen, porque podría aparecer que era vana elucubración y algo muy artificioso, que en la práctica resultaría una quiebra de la proposición. "El presidente del Tribunal Superior, dice este proyecto, fijará cada seis meses una lista de los gremios profesionales liberales que tendrán derecho a entrar en la insaculación para formar el jurado de responsabilidades judiciales." Es decir, el presidente del Tribunal Superior cada seis meses tendrá a la vista y formará una lista de todos los gremios, no exclusivamente los de abogados, por que es precisamente mi pensamiento que no sean los abogados litigantes, los abogados que tienen intereses directos para favorecer a tal o cual persona, sino que sean fundamentalmente quienes en este grupo dominen, los individuos capacitados para apreciar todas estas acusaciones y la clase de delitos en que incurran los funcionarios judiciales, los que resuelvan, en definitiva, su culpabilidad o inculpabilidad. De manera que el presidente del Tribunal Superior podrá formar una lista compuesta, en primer lugar, con las organizaciones gremiales de abogados - la Orden de Abogados, el Ateneo de Abogados, la Barra de Abogados -, las organizaciones de estudiantes de las escuelas de Jurisprudencia; pero no es bastante; puede tener a la vista también las corporaciones de ingenieros, las corporaciones de médicos, las corporaciones notarios, de contadores titulados, de todos los profesionistas, y cuando se trate de apreciar estrictamente en un jurado la falta o el delito cometido por un funcionario judicial, esté absolutamente capacitado para conocer si está frente a frente a un responsable o a un hombre que no tiene culpabilidad. Estas corporaciones, dice también la ley, serán las que formen el grupo que el mismo presidente del Tribunal tendrá siempre a la vista para que a la hora de la insaculación tome parte en ella. El jurado de responsabilidades judiciales se compondrá de cinco miembros insaculados en sesión plena del Tribunal Superior de Justicia. Quiere decir, y aquí mismo se establece, que cuando menos con veinticuatro horas de anticipación el Tribunal Superior ordenará que en el "Boletín Judicial" se fije el día en que ha de celebrarse la insaculación. Entonces, en un número que pueda exceder de cien personas, formadas, como he dicho, por elementos en los cuales el abogado no es el predominante, podrá hacerse la insaculación y obtenerse cinco personas que van a formar el jurado de responsabilidades judiciales; pero en este mismo proyecto de ley se hace la división de aquel que instruye la acusación y el proceso y aquel que resuelve y falla sobre él. Desde luego, como el resultado de la insaculación no sería de personas eminentemente técnicas en Derecho, ni conviene tampoco, según la vieja tesis del jurado, que aquel que instruye una causa y llega en el curso de la instrucción a tomar pasión en pro o en contra no sea exactamente el que juzgue de la culpabilidad o de la inculpabilidad, se establece en este proyecto que sea una Sala del Tribunal, de las siete salas en que está formado actualmente, la que tenga que instruir el proceso en esa forma; pero eso no será creando una Sala Especial como, por ejemplo, decir que la tercera Sala del Tribunal Superior va a instruir el proceso contra un funcionario judicial, porque ya sería crear la corrupción visible que tiene pendiente sobre todos los funcionarios judiciales, la oportunidad de instruirles un proceso. Este proceso ser instruído por una Sala, que puede ser también, como lo dice aquí mismo mi proyecto, "será sorteada con las mismas garantías en Tribunal Pleno y con veinticuatro horas de anticipación, para que se les avise, todas las salas".

De tal manera, pues, que el proceso señalado aquí es el siguiente: un individuo, un ciudadano que se siente lastimado por una injusticia o por un delito, acude ante el agente del Ministerio Público denunciando el delito. Entonces este agente debe acudir directamente al presidente del Tribunal Superior para que él ordene que se haga el sorteo respectivo y se diga qué Sala del Tribunal debe instruir el proceso. Una vez escogida la Sala, se instruye el proceso, que no deberá durar más de quince días, según una proposición que se puede hacer posteriormente. Una vez instruído el proceso, el presidente del Tribunal ordena la insaculación, que se hará también en sesión plena. De la insaculación resultarán cinco individuos, entre los cuales, repito, no predominarán abogados, sino que serán profesionistas de una capacidad amplia y de un criterio preparado para este género de discusiones. El jurado de cinco miembros no tendrá más misión que declarar culpable o inculpable al funcionario judicial. Si no resulta culpable, entonces ha terminado el asunto; si resulta culpable, entonces todas las constancias deben volver a la Sala instructora, que es la que, en definitiva, condenará o fijará la pena que le corresponda, de acuerdo con los términos de la ley.

Esta es, en el fondo, la proposición. Con ella se logra hacer exactamente que ese famoso sistema funcional que tanto se sustenta desde la tribuna de la Cámara y desde las mismas curules, tenga una verdadera oportunidad, y sean los hombres que estén interesados fundamentalmente en una buena administración de justicia, los que tomen parte en hacer efectivas las responsabilidades judiciales. Se logra, por otra parte, que el destino de los hombres que van a quedar sometidos a esta ley, no esté en manos de dos o tres hombres que por toda su vida van a saber que van a tener suspendida sobre ellos la oportunidad de juzgarlos y de condenarlos a perder su fortuna o su porvenir, o tal vez, su honor, y se evita que por conocer a los hombres que van a administrar esa justicia, se hagan complicidades, se disipen favoritismos, jueguen en todo su poder la simpatía o la antipatía, la malevolencia de los más bastardos intereses, que siempre están en pugna. En una ley judicial es necesario hacer un sistema efectivo de responsabilidad. La idea es magnífica, el propósito es alto; pero es necesario que se tenga presente que, cuando el medio que se señala es malo, entonces, lejos de contribuir al fin que se persigue, no se hace más que comprometerlo, y este es el caso. Mientras los hombres estemos llenos de pasiones - y eso ha de ser a través de toda la época en que exista la humanidad -, no ha de ser posible sustentar la teoría de que vamos a escoger, en medio de un grupo en el cual ha predominado siempre la maldad, hombres incorruptibles que lleguen a ser una verdadera garantía de pureza exclusivamente por sus personas. Precisamente, se ha demostrado que el hombre no progresa en lo moral; individualmente, el hombre es tan malo ahora como en la época troglodita; el hombre continúa siendo exactamente un conglomerado de bajas y altas pasiones que saltan de acuerdo con la organización que se les dé. No, pues, le demos a esta ley una organización en la cual, por su naturaleza y por su experiencia, sabemos que va a fallar en el propósito que se persigue; sino hagamos que precisamente los postulados que han demostrado acercarse más a hacer efectiva una responsabilidad y una afirmación de justicia, tengan encarnación en esta ley. Por ese motivo ruego a la Asamblea que se sirva aprobar este proyecto que propongo.

El C. Aguilar y Maya: Una interpelación.

El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Martínez de Escobar.

El C. Aguilar y Maya: Deseo hacer una interpelación al orador.

El C. presidente: Si el orador lo permite.

El C. Padilla Ezequiel: Con mucho gusto.

El C. Aguilar y Maya: Con permiso de la Presidencia. Como no es posible darse cuenta por la simple lectura de una proposición, de su trascendencia y de su contenido cabal, con todo respeto me permito rogar a su señoría el diputado Padilla me diga si no encontraría en su proposición el inconveniente siguiente: ¿no cree su señoría que tratándose de profesionistas que no son versados en la ciencia del Derecho, sería muy difícil para ellos conocer si existe o no un delito oficial? No es el caso del jurado, porque el jurado resuelve únicamente conforme a su conciencia y conforme a su conciencia no pueden resolver si hay delito o no, si hay infracción o no sobre hechos que sólo son del dominio de los técnicos. Por otra parte, ¿no cree su señoría - y esto lo hago exclusivamente para salir de algunas dudas - que esto sería altamente comprometedor para la realización de los fines que se propone en su moción? Porque ya hemos visto hasta la saciedad que si para un acto tan mecánico como el acto electoral, frecuentemente se suplantan los nombres de las personas insaculadas y se cometen multitud de fraudes en la insaculación, sería un nuevo inconveniente en la forma que su señoría propone. Hago estas súplicas exclusivamente para salir de las dudas que tengo sobre el particular, pues, repito, una simple lectura no es suficiente para darse uno cuenta cabal de la trascendencia de una proposición. Desgraciadamente, en esta Cámara se está sentado el precedente viciosísimo de que los asuntos más graves se ponen sobre la rodilla y nunca se da el tiempo suficiente para estudiar esta clase de negocios que, como el saneamiento de la Administración de Justicia, es algo que reclama imperiosamente, no sólo el Distrito Federal, sino la nación entera, porque es bien sabido que todos estos vicios, que todas estas lacras trascienden a toda la República. Hasta el cansancio se repite que la justicia está ahora más mal que en tiempos de la dictadura; que en tiempos de la dictadura la justicia se vendía, pero que ahora se malbarata. Y todas esas condiciones nos hacen aplaudir a todos los hombres de buena voluntad, a los de provincia, que hemos venido a esta Cámara exclusivamente a hacer algo en favor de la justicia y del bien.

El C. Padilla Ezequiel: Es una creencia muy común que el abogado, después de salir de la Escuela de Jurisprudencia, con cinco años de estudios, lleva una especie de monopolio sobre la sabiduría jurídica. (Aplausos.) Es muy común creer que después de cinco años...(Voces en las galerías: ¡Viva el general Cedillo! ¡Viva!) Es muy común creer que después de estar cinco años en la Escuela de

Jurisprudencia, el sentimiento original y puro de la justicia está tan absolutamente hecho a algo artificioso, que ya no es posible que pueda entenderse sin haber conocido esa mitológica iniciación de las escuelas. Yo creo al contrario, compañeros, que los hombres que no han estado en las aulas de Jurisprudencia, cuando se les somete un caso de justicia y se les explica en términos enteramente legales, pero accesibles, en el lenguaje común y corriente, son los que pueden tener una impresión más inmediata y más clara del verdadero sentido de la justicia. Todas las disposiciones de los códigos pueden servir, dentro de un orden eminentemente técnico, para seguir determinada tramitación, para obligar a los jueces a conceder en tal o cual sentido una disposición o un auto; pero el sentido verdadero del caso que se discute, la orientación de equidad que se está deliberando en un juicio, casi siempre, con motivo de los códigos o con motivo de la ley, se enturbia. Por tanto, yo creo que un profesionista, naturalmente que tenga la capacidad que da una universidad cualquiera - y es el caso por el cual yo he señalado aquí que exclusivamente tomarán participación los que hayan hecho una carrera liberal los que se hayan dedicado a una profesión liberal -, puede fácilmente en un jurado, después de las deliberaciones en pro y en contra, desentrañar exactamente si se está enfrente de un hombre culpable o de un hombre responsable: eso es absolutamente seguro. Las leyes y los procedimientos no son los misterios de Eleusis; es fácil entender exactamente las disposiciones de un Código por un ingeniero o por un doctor. De manera que cuando se somete el caso de un delito oficial a un grupo de hombres en que hablará seguramente el acusado, y si no el acusado, su defensor, y en el cual el que le impugnará será también abogado o un hombre que conozca leyes, estoy seguro que después de dos horas de deliberarse sobre la materia que se está discutiendo, no habrá absolutamente tinieblas enteramente inexplorables en el entendimiento de un profesionista para que no pueda dar cumplimiento una resolución equitativa y justa. Al contrario, creo yo que las marañas legales son las que estorban frecuentemente para explorar con toda exactitud si lo hecho por un juez, calificado de delito oficial, lo es o no. No creo, compañero, tal cosa. He hablado con muchos doctores, con muchos ingenieros sobre materia jurídica y después de explorar suficientemente sobre la materia, sin necesidad de traer a colación una vieja erudición de Derecho Romano, se dan una perfecta cuenta, una absoluta cuenta del asunto que se debate. Los abogados hemos tenido clientes que son ingenieros, médicos o profesionistas, y estamos absolutamente seguros de que al cabo de estudiar la exposición de su negocio, conocen hasta el fondo jurídico del mismo. No nos hagamos ilusiones los abogados, no es materia inexplicable ni patrimonio exclusivo de los hombres que han pasado por las aulas el juzgar absolutamente de la equidad, de la honradez o de la rectitud con que se ha procedido en la aplicación de tal o cual procedimiento judicial. Por lo que se refiere a la segunda parte de que me habla el compañero, yo creo que, efectivamente, se cometen muchos errores en materia electoral con motivo de la insaculación, y se cometen posiblemente en el jurado; pero estoy absolutamente seguro de que tratándose de un tribunal judicial, todos los temores de que se cometieran los mismos vicios, están muy remotos. El hombre que hace leyes debe tener un término medio de fe en la naturaleza de los hombres. Si el hombre que hace una ley va a juzgar que todos los hombres absolutamente son capaces de todas las maldades, de todas las burlas y de todos los escarnios, salimos nosotros sobrando aquí, porque al fin y al cabo las leyes se hacen para que sean cumplidas por hombres. Y si nosotros no vamos a descansar en la garantía de un Tribunal Superior, seleccionado entre gentes honorables, y no van a poder hacer en su grupo, en su seno constituído exclusivamente por siete salas, una honorable insaculación, entonces hay que desconfiar absolutamente de todos los actos de la colectividad nacional, hay que perder la esperanza de todo, ¿porque adónde la podemos poner? Por esta razón yo creo que el proyecto que aquí presento tiene todas las garantías suficientes para que sea una verdadera eficiencia en el ejercicio de las responsabilidades judiciales. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Martínez de Escobar.

El C. Martínez de Escobar: Ciudadanos diputados:

Pleno de verdad inicio mi plática con vosotros, desgranando un caliente aplauso, un rosario de elogios en loor al diputado Alvarez y Alvarez, porque sin ser litigante, sin poseer el título de abogado, sin ser postulante, sin haber desempeñado jamás el cargo de procurador o mandatario judicial, sin haber tenido siquiera el carácter de agente de negocios, ha sabido enfrentarse, sin tener el acopio de observación y de experiencia a que estamos obligados los llamados doctores en leyes, de enfrentarse, digo, rostro al sol del porvenir, con una de las fases, con uno de los aspectos más difíciles del magno problema de la justicia en México, de la justicia, compañeros; de esa virgen ultrajada, de esa deidad violada, de esa diosa escarnecida. Nada, ciudadanos diputados, de más viva trascendencia, de importancia más capital para el Estado, para la sociedad, para el Gobierno, para los individuos, para los grupos y colectividades, que la organización de la administración de justicia. Por ello en todas partes y en todos tiempos, en todas épocas, ha sido este el problema fundamental y básico, porque la justicia debe ser recta, firme, inconmovible; por ello es que en todos los tiempos y en todos los países, siquiera sea ideológicamente, el encargado de administrar justicia ha sido conceptuado algo así como un apóstol de la verdad, como un sacerdote del honor colocado fuera del nivel común de las gentes y fuera del nivel común de los funcionarios; algo así como un ser extraordinario, superior, como un ser ejemplar, como un ser admirado y admirable, sublime y ennoblecido, viviendo allá, lejos del burbujeo de las actividades cotidianas humanas, en la serena región de la ley, en la augusta región del derecho y de la justicia, entre nimbos brillantes de luz, que es luz divina la luz moral. Por eso, compañeros, porque es tan importante, es tan noble, es tan excelsa, tan fecunda y tan buena la misión que la sociedad, que la

colectividad otorga al encargado de administrar justicia, por eso es que produce tanta repugnancia y tanto asco contemplar a un juez corrompido, a un juez venal, a un juez maculado, que hace objeto de sus apetitos de lucro y de sus bajas pasiones y de sus malos instintos a la primera y más fuerte de las instituciones, a la más genésica y creadora de las fuerzas del mundo, que es la fuerza moral. Y esta organización de la recta administración de justicia, esta exaltación de la integridad del juez, este horror santo a la corrupción del juez, no aparece con el desarrollo del progreso de la humanidad, sino que nace en la cuna de los pueblos, en la historia misma de las sociedades, porque es algo, como antes dije, absolutamente fundamental, es una idea primordial, es un sentimiento primordial y fundamental también. Con ellos brillan y lucen los pueblos; sin ellos, caen los pueblos y mueren.

Dícese - nos lo dice la Historia - que gozaban de gran prestigio los tribunales de Tebas, de Menfis y de Heliópolis del antiguo Egipto. Diódoro de Sicilia, compañero diputado Padilla, afirmaba que a estos tribunales nos los aventajaba ni el Aerópago de Atenas ni el Senado de la Ceremonia. El testimonio de Plutarco, el autor de "Vidas Paralelas", nos dice que aquellos hombres que integraban estos tribunales, extendían solemnemente el brazo y juraban por su honor, por el honor de sus ancestros, de las generaciones pasadas y de las generaciones del porvenir, que no pronunciarían un fallo, que no pronunciarían una sentencia, si el rey, si el soberano les indicaba que deberían producirla en determinado sentido.

Moisés, ciudadanos representantes - y hago este recorrido histórico para sostener después la necesidad ingente de ese poder formidable dictatorial, que es necesario, sobre todo, en estos momentos de luchas como los que está pasando México, para que, efectivamente, la justicia no sea un mito como hasta hoy -, Moisés escogió, también, para integrar los grupos que administrarían la justicia, a los hombres de más valía del pueblo hebreo. "No recibáis presentes de aquellos que os ciegan a los más avisados y turban a los más justos. No seáis complacientes ni con los pobres, cuando los pobres no tengan razón". Son preceptos del Exodo; pero el Sanedrín - dice este historiador -, que gozaba de gran prestigio y de gran fama, llegó un momento en que abdicó y llegó un momento en que cayó en un absoluto descrédito porque declaró que procedía la acusación contra Jesús, contra Jesús Cristo, contra el Nazareno, violando las leyes del procedimiento y violando toda clase de leyes morales; haciendo que Pilatos, contra su conciencia judicial, declarara la pena de muerte para Jesús. ¡Terrible y memorable ejemplo de claudicación de un pueblo y de corrupción de los jueces! Terrible y memorable hecho que ha castigado la historia con la eterna maldición de aquella raza!

Persia, dícese que tenía los tribunales más nobles y de mayor dignidad. Cuéntase, ciudadanos representantes, que en determinado momento un juez fue cohechado; tuvo que declararse convicto y confeso. ¡Qué pena tan horrible cayó sobre aquel juez! Condenado a muerte, fué despellejado, y con el pellejo se forró la sillas donde habían de sentarse los jueces que vendrían después a pronunciar sentencia. Y agrega este historiador: duro castigo, en verdad, pero que revela formidablemente la indignación que en Persia causaba la corrupción de los jueces, y, además asevera y ratifica el dicho de Diódoro de Sicilia, que siempre en sus libros dice que los tribunales judiciales de Persia han sido los más irreprochablemente correctos. No brilló, compañeros, en Grecia siempre la justicia. El propio Demóstenes, con su enorme y galana elocuencia muchas veces no obtuvo fallo favorable en el Areóepago; él, movido seguramente por un sentimiento de adulación y flaqueza para los propios jueces, dice que nadie lo tachó de injusto; y, sin embargo, compañeros, tenemos que recordar que la hermosa Friné, desnudándose de sus gracias, . cubrió con su velo la imagen divina de la justicia, colocando sobre el pedestal de la severa Astrea la estatua de la virgen impúdica. Sócrates fue condenado a beber la cicuta, sin permitir que lo defendiera Platón; Sócrates, que murió bella y sublimemente asiendo con firmeza la de copa de cicuta en sus manos y dando, sereno y amoroso, sus últimas lecciones a sus discípulos. Séneca, en Roma, fué condenado por haber conspirado, según se dice, contra Nerón, y expiró heroicamente ante la muerte, en la cárcel marmetina. El gran Alejandro, compañeros, castigaba con dureza formidable a los prevaricadores, la pena de muerte para ellos. Y así murieron Clilandro y Staleo, y así podemos ir nosotros recorriendo la historia y recordando, por ejemplo, a los decenviros. Ellos, no contentos con el Poder Ejecutivo y con el Poder Legislativo, se arrogaron también el Poder Judicial. Sus jueces rectos, primero, y morales, en cierta forma, cubrieron aquel despojo; pero cuando cometieron arbitrariedades y atropellos, unos fueron inmediatamente a la cárcel, otros fueron al destierro y otros fueron condenados a la pena de muerte. Los más bellos días de la República romana son aquellos en que brilló la esplendente luz de la justicia, y cuando allí se extinguió, cuando allí se apagó, la República murió.

Los antiguos mexicanos, compañeros y amigos, también tenían un gran fervor, un fervor religioso por hacer que la justicia brillara, y castigaban con la privación de la vida a los jueces corrompidos, a los jueces venales, que hizo decir a un historiador que aquellos antiguos mexicanos merecían un príncipe menos bárbaro. ¡Ya quisiéramos nosotros, en estos solemnes momentos de la vida de la República, compañeros, después de tantos años de evolución, después de tantos años de civilización, que tuviera México, el México nuevo, el México floreciente, el México vigoroso, la justicia que hacía entre los antiguos mexicanos Netzahualcóyotl! (Aplausos). Justicia rápida, efectiva, pronta, gratuita, expedita. Con una enorme conciencia moral, aquellos que tenían que resolver sobre los conflictos que se sometían a su jurisdicción, a su competencia y a su imperio, podemos - y permitidme que os canse un poquito más, para después entrar a la médula, a la substancia del problema -, recordar también que Carlomagno, en Francia, destinó a dos dignatarios, eclesiástico el uno y conde palatino el otro, para que fueran visitando las provincias y fueran investigando qué jueces no cumplían con su deberá, para que rápidamente, con una rapidez de ejecución necesaria en aquella época, fueran objeto

de penas tremendas, como las de encarcelamiento y de muerte. Alfredo el Grande, de Inglaterra, tuvo que designar jueces superiores, ministros superiores que fueran también investigando en dónde se estaba infringiendo la justicia por los propios jueces venales, de acuerdo con los venales abogados, para imponerles penas fuertes. Las Partidas y el Fuero Juzgo castigaban con el duplo y triple y con el tanto en los bienes de los jueces, cuando éstos hacían confiscaciones contra las leyes, y cuando no tenían bienes, también se les aplicaban penas tremendas. Se me ocurre en estos momentos, compañero Padilla, recordar aquel trozo supremo que seguramente vuestra intelectualidad ha saboreado y gustado: Roger Collier, eminente tribuno, orador elocuente y bello escritor, hablando de esta materia, dice: "Cuando el poder encargado de instituir al que va a encargarse de la administración de justicia, llama a un ciudadano para este puesto eminente, le dice: "Como órgano de la ley, como órgano del derecho, como órgano de la justicia que vais a ser, sed imperturbable, sed inconmovible, sed impasible como la ley, como el derecho, como la justicia. Si yo, por medio de los intereses que se mueven en torno mío; si yo, por medio de las simpatías y amistades, por medio de mi poder, os doy una consigna, resistid a ella, resistid a toda clase de amenazas, resistid a las seducciones. Cuando vayáis a haceros cargo de ese augusto tribunal, no tengáis temores ni esperanzas, sed imposible, sed imperturbable como la ley: porque si no, deberéis ser severamente castigado como ninguno de los otros hombres que delinquen, porque vosotros tenéis la misión de castigar o absolver a aquellos que afectan con sus hechos a la sociedad." Y el encargado de la administración de justicia contesta: "Pedís algo imposible de mí, soy demasiado débil, pedís algo superior a las fuerzas humanas; vois sois fuerte, yo soy débil, tendré que sucumbir en la lucha. Si queréis que resista a las amenazas, a las seducciones y a toda clase de tentaciones, hacedlo vos mismo; dadme toda fuerza dictatorial y el poder necesario para que sea yo superior a mí, hacedme más fuerte que vos y más fuerte que yo mismo; libertadme de todo temor y de toda esperanza."

¿Qué es lo que quiere decir? Que es necesario, compañero Padilla, como vos decíais hace un momento, que tengamos fe en algunos hombres, porque si no, estamos perdidos; y esos hombres en quienes debemos tener fe, absoluta fe por su integridad, por su amor a la verdad y a la justicia, tienen que ser hombres de carne humana, con todas sus pasiones, pero que deben buscarse entre los elementos selectos de la sociedad, para que hagan justicia, y si no la hacen, que caiga fulminante sobre ellos una sentencia de la misma sociedad. (Aplausos).

Justicia fue el sentimiento que produjo el grito colectivo, amargo y de dolor que hizo que el pueblo se levantara, avasallador, formidable y potente en la revolución que derrocara al Gobierno de Porfirio Díaz; justicia es la palabra que brota en todos los labios; es la brasa que quema todas las conciencias; es el fuego que arde en todos los corazones; es el grito que se produce en todos los espíritus. Todos nombran la palabra justicia; todos la anhelan; todos desesperan y todos esperan de la justicia. La justicia, que debe ser incorruptible, ha sido tremenda corrupta, ha sido tremendamente corrompida. La justicia debe ser expedita, rápida y ejecutiva, y tiene plazos interminables, casi interminables, de una lentitud de tortuga; la justicia debe ser gratuita, como reza la Constitución general de la República, y es una justicia cara, carísima. Por eso alguien dijo, no sé qué abogado mexicano, que el Código Penal y el de Procedimientos eran el látigo, el azote que caía eternamente sobre las espaldas de los pobres, y que el Código Civil era el Código de los ricos. Decía que para poder tener justicia se necesitaba no sólo saber pedirla por conducto del abogado, sino que se necesitaba tener dinero para comprarla.

¿Y acaso, compañeros, no hemos nosotros contemplado el espectáculo espeluznante y vergonzoso de las complacencias de los términos largos, de los incidentes en los juicios que nunca terminan? ¿No podrá llegar a satisfacer, a sanar la herida doliente que llaga el alma de esta sociedad? ¿Acaso no recordamos todavía hace un año cómo la prensa misma - la prensa ha hecho un excelsa labor, una buena labor en pro de la justicia, y eso lo trataré dentro de unos minutos -, nos hablaba de un juez venal, de un juez encargado de tramitar los procesos, de instruir procesos a los hombres que habían delinquido? Y ese juez se llamaba "Gorra Prieta! ¡"Gorra Prieta", compañeros, es decir, un delincuente! Y ese juez tuvo que ir a la cárcel. Y a otro le llamaban "El tigre de Santa Julia", y a otro de más allá "El chalequero". ¡Oh corrupción de las corrupciones! ¡Los hombres encargados de administrar la justicia eran mil veces más delincuentes que los propios delincuentes a quienes iban a juzgar!

Durante la época del general Díaz la justicia tuvo dos aspectos, fue algo así como el dios Jano, dos rostros, dos caras la justicia de la consigna y la justicia de la venalidad; al de la consigna, porque ya sabéis que tenían que ir los jueces al Palacio Nacional o al Alcázar de Chapultepec a saber la opinión del dictador para resolver en algún asunto de importancia, para saber cómo deberían fallar los jueces o cómo el magistrado debía pronunciar su sentencia. Afortunadamente, hemos prosperado desde este punto de vista, y sólo los ciegos no contemplan la luz de esta verdad; ahora, con la revolución, ese aspecto de la justicia de consigna se ha acabado; no tenemos noticia nosotros de que del Palacio Nacional o del Alcázar de Chapultepec vengan consignas para que se resuelva un asunto en determinado sentido. Queda la justicia de la venalidad, es decir, de los jueces, la corrupción de ellos mismos; ellos se venden, hacen sus fallos objeto de toda clase de transacciones mercantiles, de especulaciones, de ventas, de prendas de hipotecas, algo absolutamente repugnante. ¿Y quiénes son, principalmente, los culpables de esta desvergüenza que produce calosfrío en la conciencia de los hombres más serenos? No son los jueces, compañeros, desgraciadamente, y hay que hacer que el corazón vibre en los labios con absoluta verdad; es el gremio de abogados; el gremio de abogados, compañeros - esto es absolutamente exacto -; el gremio de abogados es el principal responsable de la corrupción de la justicia, por esa maffia, por esa

solidaridad fatídica que se practica entre todos ellos; son los mismos abogados, y abogados de reputación, y abogados de fama, abogados consagrados que inspiran gran respeto; sólo basta que los jueces vean sus firmas para que digan en qué sentido se va a fallar.

El gremio de abogados, ya sea personalmente, o si tienen bufete, por medio de sus barriletes, en un juicio ejecutivo, en un lanzamiento, al ir a una audiencia al dictar un auto o sentencia, dejan al juez penal, al despedirse, un rollo de dinero en las manos. Ellos son los que corrompen, ellos son los que han producido la venalidad, los que tienen la culpa de que se trafique en esa forma con la justicia. Esta es una verdad, una verdad muy negra, pero una verdad al fin. Si la Barra de Abogados, si el Ateneo de Abogados, si esos gremios de abogados de que hablaba Padilla, tuvieran toda la fuerza moral suficiente para evitar que la justicia se corrompiera, no necesitaríamos nosotros estar clamando contra la justicia. (Aplausos). ¡Si esa interdependencia de los elementos - y no estoy atacando en absoluto a ninguna de las personalidades que integran la Barra; no me interesa eso ni trato de desprestigiar a este o a aquel; estoy produciendo ante vuestras conciencias algo que en vuestras conciencias existe, pero que es necesario repetirlo y recordarlo para que se sepa dónde está el germen del mal, dónde está el nido de la purulencia, dónde está la fuente inagotable, hasta ahora, de todas las inmoralidades de la Administración de Justicia -; si ese entrelace tremendo entre abogados postulantes, entre los abogados que concurren a los tribunales y jueces - como que tienen intereses comunes, como que el juez de hoy necesita estar bien con el abogado postulante, porque mañana será él abogado postulante y quizá el abogado postulante será mañana juez, y de ahí esa interdependencia, esa solidaridad pero solidaridad para el mal -; si esa interdependencia entre jueces y abogados acabara, compañeros! Estoy diciendo una verdad completa que nadie puede negar. Desgraciadamente, nuestras leyes turbias, nuestras leyes difíciles y enredadas hacen que todavía sea necesario, absolutamente necesario, el que un abogado vaya a defender una causa civil o una causa penal. Son leyes dañosas a la nación, al pueblo que puede tenerlas, y dañosas a México. ¡Si México pudiera llegar a tener leyes tan fáciles y sencillas que pudieran los hombres mismos defender sus causas en justicia como dirigen sus negocios administrativos! Pero hasta la fecha eso es absolutamente imposible.

Y, ciudadanos representantes, esta es la verdadera situación, no solamente debido a la corrupción de los jueces, y desgraciadamente, también, a los que producen la corrupción, que son los abogados postulantes, que tienen forzosamente que hacer de su profesión un instrumento de lucha por la vida para satisfacer sus necesidades ingentes, sino debido también a que nuestros códigos están hechos especialmente para el chanchullo, para el robo, para la estafa, para el fraude. Ya hemos visto cómo hace poco el diputado Neguib Simón, con algunos de nosotros que hemos tenido el honor de subscribir su proposición, pretendemos dar - y espero que lo lograremos - facultades extraordinarios o especiales al Ejecutivo, delegando las facultades que nosotros tenemos, en él, para ver si se corrigen estos defectos en nuestras leyes, y que los abogados y jueces no encuentren, para corromper a la justicia, ese número de incidentes, ese número de recursos, de término de prueba, de publicaciones, de probanzas de tanto tiempo, para producir sentencia; esa serie de incidentes que se pueden producir a cada momento en materia penal. ¡Oh, en materia penal qué atrasados estamos, compañeros! Vivimos anacrónicamente. Y todo esto contribuye para esa corrupción, para esa venalidad, lo intrincado de los procedimientos de nuestras leyes. ¡Qué lejos está México todavía, si no damos facultades extraordinarias al Ejecutivo en el ramo de Justicia, para que prontamente, con comités técnicos, doctrinarios, capaces de extraer, haciendo de su talento una especie de aparato químico para extraer la quintaesencia de la verdad, del concepto moderno del Derecho Penal; qué lejos estamos de hacer una inteligente individualización de la pena! ¡Qué atrasados estamos en la teoría de las responsabilidades, qué atrasados estamos en la reacción de la conciencia del delincuente, en los elementos constitutivos del delito, en la valorización de la propia pena! Y así podríamos ir haciendo un estudio de nuestros códigos que contribuyen a que la justicia sea venal. Si damos facultades extraordinarias al Ejecutivo, dándonos después él cuenta del uso que haga de esas facultades en el ramo de Justicia, y nosotros establecemos y aprobamos un proyecto de ley, yo os digo que sin asustarnos vamos a obtener gran bien para los intereses de la sociedad. ¿Para qué ir tan lejos? Las leyes, en cierta forma, deben inspirarse en los hechos; México está atravesando un momento de completa agitación y de desbordamiento de las malas pasiones por virtud de un conjunto de causas que no es el momento natural de analizar. Decía el compañero Alvarez y Alvarez, en una forma simpática y naturalmente - y esto lo hacía con un poco de hipérbole -, que no había más que dos leyes: la "Ley Cruz" y la "Ley Gasca". ¿Y qué es esto de la "Ley Cruz y de la "Ley Gasca"? Antes advierto que esto no significa un ataque al general Gasca, para quien tengo respeto y afecto. Simplemente estoy reproduciendo algo que es manifestación viva de un fenómeno. La "Ley Gasca" complaciente, con respeto absoluto a las garantías individuales dentro de nuestras instituciones: no ir más allá de la ley. ¿Y qué pasaba, ciudadanos representantes? Que un niño no podía salir fuera de su casa a la luz del día, porque era robado; que una dama, a las seis de la tarde, era arrebatada implacablemente, en embarcada con violencia en un automóvil, y desaparecía ; que cualquiera de nosotros que vivimos en las colonias, a las ocho de la noche, al doblar una esquina, veíamos desaparecer nuestros relojes, y nosotros mismos éramos secuestrados, con grave riesgo de perder, en un momento, la vida. Y la "Ley Cruz", pues ciudadanos representantes obedeciendo a una necesidad ingente, a una necesidad de vida, a una necesidad de subsistencia de la sociedad, es decir, obedeciendo a una reacción de defensa, a un instinto de legítima defensa, la "Ley Cruz" ha traído consigo esto: teniendo el general Cruz un poder dictatorial

formidable en sus manos, de acuerdo con el Ejecutivo de la República, ha limpiado de bandoleros y ladrones la ciudad de México. (Aplausos). ¡Esta es una verdad!

Toda mi exposición ha descansado en esta base: demostrar cómo es absolutamente necesario e indispensable, casi condición sine qua non, sin que abramos las alas de la imaginación y volvamos soñando, la ingente necesidad de un poder fuerte, absolutamente responsable, con hondas raíces de responsabilidad en el seno de la sociedad, y que todo el mundo pueda decir: ahí están los responsables de que no se castiguen las venalidades y las corrupciones de los jueces. Yo quisiera todavía un poder más dictatorial y formidable que el poder que a la octava Sala le otorga el autor de la iniciativa.

El compañero Padilla, que indudablemente tiene cultura y gusta de leer páginas sabrosas de bellos libros y que puede hacer una bonita disertación sobre esta o sobre aquella teoría o sobre esta o aquella institución; que bien podría venirnos a decir aquí una bella conferencia, como podríamos, seguramente, hacerlo algunos otros dedicándonos un poco a este estudio, acerca de su importancia desde el punto de vista de la justicia democrática, de la justicia ideal, de la justicia un poco más excelsa y elocuente; levantándonos un poco más del burbujeo de las pasiones de la vida humana, nos podría venir aquí a defender el jurado civil, si no el jurado civil en primera instancia, cuando menos en segunda instancia. El nos puede venir aquí a desgranar un rosario de elogios en loor de la institución del jurado, esa bella institución que cantan también algunos ciudadanos abogados que han arrancado de las garras de la cárcel de Belén últimamente a algunas mujeres que eran delincuentes, por medio de enorme elocuencia, por medio de su enorme fuerza tribunicia; podría venirnos a decir todo esto, pero no estamos nosotros en el momento de soñar, no estamos nosotros en el momento de hacer bellas abstracciones; no estamos en el momento de los lirismos. Está demasiado corrompida la administración de justicia y son demasiado corrompidos los jueces en su mayoría, para que necesitemos una institución fuerte, vigorosa y recia que rápidamente demuestre a la sociedad de México que serán castigados severamente los jueces que delincan. ¿Qué es lo que propone el compañero Alvarez y Alvarez? Una institución más apegada a la realidad de los hechos, a las necesidades palpitantes de la vida judicial de México. ¿Qué es lo que propone el compañero Padilla? Algo más soñador, algo más irreal: el jurado.

Yo os aseguro, compañero Padilla, que ese jurado que vos deseáis que se establezca en el Distrito Federal, para que en definitiva venga a ser el que resuelva sobre la culpabilidad o inculpabilidad de los jueces y magistrados, yo os aseguro que ese jurado, cuando no sea de abogados, de litigantes y postulantes que por ningún concepto deben formar parte integrante de la institución que venga a resolver sobre la culpabilidad de los jueces, los abogados encontrarán con esto enormes facilidades. Se acusa a un juez de lo penal, se acusa a un juez de lo civil, ¡qué bella oportunidad tengo - piensa el abogado - para que mañana, cuando venga la quiebra de un Banco y haya yo salvado de la condena a este juez, vaya yo ante él llevándole el asunto, reclamándole que me nombre síndico, obteniendo pingües ganancias! ¡Qué bella oportunidad el que ahora se acuse a este juez o a este magistrado, para llevar mañana, una vez se obtenga la absolución de este juez o de este magistrado, negocios que produzcan grandes utilidades a mi favor! Por ningún concepto creo - y espero que el compañero Padilla fijará su atención en esto - que debe seducirnos la solidaridad de clase; no nos amenos tan apasionadamente para que hagamos que abogados postulantes vayan a ser jueces de los jueces. Esto sería absolutamente detestable por las razones que he expuesto. Los demás médicos, ingenieros y estudiantes, y todos los que ejercen profesiones liberales, el compañero Padilla, desde el momento que restringe y limita la representación de gremios en la organización del proyecto que él presenta, retrocede un poco, espantado ante la magnitud del problema que trata de resolver. ¿Por qué no se arriesga valientemente a decirnos en definitiva, a proponernos una institución jurado con la cooperación de los diversos gremios organizados de México, no sólo con los médicos, profesores, ingenieros y estudiantes, sino incluyendo también a los agricultores, a elementos de la Cámara Agrícola, a elementos de las Cámaras industriales, de las Cámara mineras, y a los elementos obreros organizados? ¿Por qué? Porque sabe que sería un desastre. Pues bien, seguramente que como él lo pretende, el desastre sería menor, pero no dejaría de serlo; en ese jurado, de todas maneras, vendrían a resolver los abogados, porque los médicos y los ingenieros no tendrían más que estar de acuerdo con ellos por tratarse de delitos oficiales en los que, para fallarlos, se necesita tener conocimientos técnicos y doctrinarios sobre la materia, conocimientos de todas veras en derecho, y no podrían hacer otra cosa que inspirar su resolución, como dije, en las opiniones de los abogados que tienen que contener como acusadores o como defensores en la misma audiencia. Esa sería la impresión que tendría que grabarse más en ellos, la impresión jurídica, y en ese sentido resolverían de acuerdo con el parecer de los abogados. ¡Y qué justicia! La justicia de Bertoldo convertido en juez para resolver sobre las cuestiones técnicas, porque son técnicas, que entrañan las faltas o delitos oficiales - las faltas no las trata aquí el compañero Padilla -, y que tienen que ser resueltas por el jurado, como él propone. ¿Por qué digo que es la justicia de Bertoldo? Porque ya veríamos a estos hombres, movidos por la elocuencia, en la tribuna, movidos por la elocuencia de los abogados, que tienen positivísimo interés en salvar a un juez, si les conviene, o a un magistrado, para sus interés; por ese entrelazamiento de que he hablado de los magistrados y jueces, ya veríamos, en un momento dado, escuchando la palabra elocuente del abogado defensor, reírse, carcajearse, enternecerse, estremecerse, agitarse y decir: tiene razón, debe absolverse; y luego, escuchará la otra frase candente, vibrante y elocuente del contrario, y también reírse, enternecerse, carcajearse. Y la última impresión, esa es la que en definitiva iba a hacer más huella en sus conciencias y en ese sentido resolver. ¡No! Yo no creo, compañeros, como

el compañero Padilla, que esa institución que debe resolver sobre los delitos de los jueces, deba ser una institución, como él decía, imperceptible, si es posible, casi invisible, algo así como sombras o como fantasmas de seres casi inexistentes, que se vaya turnando constantemente en un tribunal completamente movedizo, es decir, de hombres que después de haber estado en un jurado, no les importe a conciencia la resolución que vayan a dar , porque no están estrechamente vinculados, fuertemente vinculados con las funciones que están desempeñando, porque si aciertan o no aciertan, no les importa, puesto que nadie les va a poder exigir responsabilidades, ni siquiera la responsabilidad de la opinión pública, porque se dé un fallo completamente atrabiliario. La prensa al día siguiente, cumpliendo con su deberá, hace una crítica severa, una crítica mordaz de la resolución torpe que Bertoldo pronunció; pero esos hombres vuelven a sus funciones naturales; el médico a seguir atendiendo a sus clientes, el ingeniero a seguir construyendo sus edificios, el profesor a seguir derramando su instrucción entre los alumnos, el estudiante a ir hacer su tésis profesional. Pasa aquella función, fué efímera, tuvo la vida del relámpago, fue flor de un día, estrella de una noche, Y eso invisible, esos casi imperceptible hará absolutamente negatoria, hará absolutamente ilusoria la responsabilidad que debe exigirse a esos hombres, que - permítase la frase casi torpe -, deben ser - para hacer un contraste con las palabras del diputado Padilla - de carne y hueso. Es necesario que toda la sociedad sepa las funciones que están desempeñando; es necesario que toda la sociedad sepa que están desarrollando una función perdurable, constante; que sepa que sí hay tres magistrados, con una fuerza bastante, para resolver si este juez o este magistrado cometió un delito, y la resolución de estos hombres tendrá que ser bien pesada, y muy meditada, muy sesudamente meditada, porque saben que en cualquier error que cometan, la prensa misma tendrá que señalarlo constantemente, como portavoz de la opinión pública, y los abogados nocivos también sabrán donde está el eje de la responsabilidad y tendrá que irse enmendando poco a poco. De otra manera se desvanecen, se disipan los que fallan las responsabilidades oficiales.

Necesitamos nosotros saber quiénes son los en, cargados de esa función social así como sabemos que los abogados desempeñan la función de estar patrocinando a los ciudadanos en este juicio penal o en aquel juicio civil; que el médico tiene por objeto estar curando; que el profesor, haciendo otra cosa; así, el juez que conoce de los asuntos civiles y penales, sabrá que hay tres hombres que tienen una función social que puede palparse, que puede tocarse. ¿Qué función es esa? La función indispensable para México, la de exigir responsabilidades serias, si es posible mucho más fuerte que las que se imponen en ese proyecto, que me parece débil y que atacaré, proponiendo penas más duras, más severas, más formidables, más serias. ¿Qué esos hombres van a tener un poder enorme? No tanto, no tan temible. ¿Qué, acaso la resolución de los magistrados que integren esa octava Sala, que nadie a atacado como tribunal especial - yo pensé que alguien iba a atacarlo desde ese punto de vista y listo estaba para defenderlo - no es revisable y no son ellos responsables ante nadie ni por nada? ¿Pues qué, suponiendo que la resolución que dieran los magistrados fuera erronea, no es revisable? ¿Ya es definitivo su fallo y no procede, siquiera, el amparo? ¡Como no van a proceder el amparo! Indiscutiblemente que sí; seguramente que el magistrado o juez que haya sido declarado responsable tendrá que acudir a este recurso. ¿Y quién va a resolver en esta instancia? La suprema Corte de Justicia de la Nación. Con ese criterio de que es necesario un tribunal movedizo, ¿para qué tenemos en este país Suprema Corte de Justicia? Once magistrados resuelven todos los asuntos de la República, hasta de jueces de paz, de comisarios de policía, de jueces de distrito; no solamente resuelven asuntos federales, sino que conocen hasta de sentencias dictadas por los tribunales superiores de los Estados, destruyendo lo que se llama soberanía de los mismos, que no es otra cosa que facultad gubernamental; esos mismos magistrados de la Corte dirán si es buena o no, en definitiva, la resolución que han dado esos tres magistrados de la octava Sala que tanto espantan a algunos compañeros de esta Cámara, que tanto asustan a algunos elementos diputados y que yo sostengo briosamente y seguiré sosteniendo la necesidad indispensable de que se constituyan. Son pues, once magistrados, que tienen en sus manos - los de la Suprema Corte de Justicia de la Nación - todos los asuntos que se ventilan en la República; no podía ser de otra manera. ¿A dónde iríamos si nosotros dijéramos que esos asuntos también fueran resueltos por una institución bellamente democrática como el jurado? Las mismas resoluciones del jurado son objeto de apelación; pasan al Tribunal Superior, y en definitiva quien resuelve es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Esos once terribles magistrados, esos enormes dictadores, esos déspotas brutales, esos tiranos - que diría el compañero Padilla - son los que en definitiva vienen a resolver todas esas cuestiones. Pero ni siquiera se atrevió el autor de la iniciativa - y este punto no se ha tratado aquí y no se porqué no se combatió el compañero Padilla -, a hablar acerca del verdadero mecanismo que establece ese proyecto de ley. En aquella ocasión en que habló Padilla, y estábamos más o menos conformes algunos abogados de está Cámara con él, no nos habíamos dado cuenta de ese mecanismo que establece esa ley, porque debéis fijaros, compañeros - y por ese lado seguramente sería más atacable, pero no ha sido atacada bajo ese aspecto -, que establece un juicio previo de responsabilidad para los jueces y magistrados, es decir, un antejuicio, algo así como el juicio previo de responsabilidad y como el antejuicio que establece la Cámara de Diputados cuando se trata de que pueda procederse o no procederse contra un diputado que ha cometido un delito del orden común, o la acusación del Senado cuando se trata de un alto funcionario de la Federación, cuando se trata de un delito oficial. Eso es lo que dice ese proyecto de ley: tramitar la instrucción, y nada más la instrucción, y agotada esa instrucción y esa averiguación, lo que hace es pasar el asunto a un juez

de lo penal, que es el que va a conocer, que es el que va a fallar; es decir, no es tan dictatorial la misma ley, porque casi agarrando por los cabellos la propia Constitución o fundándose en la necesidad que hay de amparar a los jueces que tienen una misión tan noble que desempeñar, les otorga fuero; eso es lo que se les otorga, un fuero especialísimo por virtud de ciertos procedimientos que deben seguirse para poderlos encausar, para poder proceder contra ellos. Antes no se puede, conforme a este proyecto de ley, absolutamente no se puede; por eso es un juicio previo de responsabilidad para poder decir: ha o no lugar a proceder, como se dice en la Cámara de Diputados, contra este juez o contra este magistrado; ha lugar a proceder; si ha lugar a proceder, se pasa inmediatamente el asunto al juez de lo penal.

Y luego el mismo autor de la iniciativa, que no se atrevió briosamente a presentarlo como yo lo habría deseado y como yo he venido tratando este punto, dice que conocer en revisión esa misma octava Sala de la resolución que haya dado el juez. En definitiva, pues, se falla, y por eso hablo en pro del proyecto, porque si no fallara no lo defendería, porque no sería más que una tramitación completamente tediosa, fatigaría en absoluto. Debemos aprobar este proyecto. No hagamos responsables metafísicos, responsables abstractos y líricos. Si establecemos el jurado en esta materia, nos arrepentiremos, porque seguirán los "Gorras Prietas", los "Chalequeros" y todos los jueces venales corrompiéndose más.

Deseo terminar repitiendo en estos instantes algunas frases de un culto diputado constituyente, que no hizo más que reproducir un trozo selecto de un erudito historiador, refiriéndose a los buenos abogados del Senado Romano: los galos aguerridos, llenos de pasión y sedientos de venganza, penetran a Roma; todo lo quieren destruir, aniquilar y devastar; las mismas divinidades huyen; todo es silencio; sola estaba la ciudad -dice este diputado constituyente, repitiendo ese trozo selecto -, cuando intempestivamente se lanzan sobre el recinto donde se reunían los senadores. Asustados, los galos retroceden unos pasos al contemplar unas estatuas inmóviles, serenas; pero uno de ellos, a pesar del susto, se atrevió a tocar la barba a una de las estatuas; la estatua tuvo un movimiento y, con la varilla de la justicia que portaba, castigó severamente al que se atrevió a cometer ese ultraje. Así quiero yo, compañeros, que un grupo de hombres que pueda encontrarse en los veintiocho estados de la República, no lo elijamos por pasión política ni por sectarismo. ¡Cómo no va a haber en toda la extensión de la patria tres o cinco abogados, hombres de estudio, hombres de moralidad, hombres de ideales; cómo no vamos a encontrar en toda la República a esos tres o cinco magistrados severos que, como la estatua que castigó al ultrajante, sean serenos e inconmovibles, como serena e inconmovible debe ser la ley, la justicia y el derecho, y que exijan, con todo valor civil, la responsabilidad a los traficantes de la justicia, como son los jueces venales! (Aplausos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Caloca.

El C. Padilla Ezequiel: Como soy autor de la proposición que se está combatiendo, es decir, de mi proyecto, creo que, conforme al Reglamento, tengo derecho de hablar.

El C. presidente: Está inscrito en contra el ciudadano diputado Caloca; si el ciudadano diputado Caloca le cede el turno, no tengo ningún inconveniente en darle el uso de la palabra.

El C. Caloca: Si tiene usted mucho interés, compañero Padilla, con mucho gusto le cedo mi turno.

El C. Padilla Ezequiel: Sí, señor. Señores diputados: la octava Sala ha tenido uno de los raros triunfos a que en los destinos humanos pueden aspirar los hombres o las instituciones. En efecto, el compañero Martínez de Escobar, como exordio de su discurso, ha hecho desfilar ante esa octava Sala al Sanedrín y a la pálida figura de Jesús y a los tribunales de Persia, y no ha faltado la decorativa figura, pálida y blanca como el mármol de Paros, de la estatua desnuda de Friné; pero si nos adentramos al problema que se debate, es necesario que todos ustedes reconozcan que el compañero Martínez de Escobar no ha entrado a combatir exactamente los fundamentos de mi proposición casi puedo yo decir....

El C. Martínez de Escobar, interrumpiendo: No está a debate su proyecto, compañero.

El C. Padilla Ezequiel, continuando: Casi podría yo decir que todas sus argumentaciones expuestas con brillantez, no han sido más que argumentos en pro de mi proposición; ha sido un soldado que no ha venido a combatirme, sino que generosamente y con un espíritu de ática ironía, ha dicho que venía a hablar en contra, para exclusivamente hablar en pro. El ha dicho, ha consignado que en las épocas porfirianas era en las que se mancillaba más la justicia. Pero, compañero Martínez de Escobar, ¿usted se imagina la octava Sala con dos hombres en propiedad, que administraran la justicia y que tendrían en sus manos a toda la judicatura nacional? ¡Qué cuerpo eterno, absolutamente presentado en blanco, propiedad de todos los grandes traficantes, del cohecho, de la consigna! ¿Sabe usted que tendrían forzosamente un lugar distinguido en el Tribunal Superior, en donde podrían ir todos esos traficantes que usted ha flagelado - no primero que nadie, porque muchos los han hecho - para obtener el triunfo del cohecho y de la consigna? Mientras que la proposición que yo he presentado, la tesis que yo sostengo, de hacer que un jurado absolutamente desconocido, que de pronto salte de las urnas, formado de profesionistas, no de abogados a quienes usted ha combatido desde aquí como si se estuviera aliando a mis argumentos, porque precisamente cuando usted combate a los abogados, está usted aliándose a mi proposición, en la cual no están exclusivamente abogados para juzgar a su gremio, sino que están todos los hombres salidos de las universidades, y en que, repito, al salir de las urnas son desconocidos, actuando en ese escenario por unos instantes y desapareciendo tan pronto como realizan su comisión. ¡Si ese es el fondo, si eso es lo que hace palpitar esa divina institución del jurado, que forma uno de los orgullos de las instituciones británicas, que forma uno de los motivos arrancados de la famosa lucha de los varones de la tierra e incrustados

en la carta magna, que es uno de los orgullos de la humanidad ! Está allí el jurado porque, efectivamente, usted ha clamado aquí contra los abogados, contra esa injusticia invisible; pero póngase usted un momento, compañero Martínez de Escobar, en el caso de estar sometido a las grandes fatalidades en que va a ser usted juzgado por una cosa que pone en peligro su vida, que pone en peligro su honor y el destino de los suyos. ¿Querría usted estar juzgado por dos individuos metidos en un rincón donde todos los hombres saben quiénes son y lo que son, y que cualquiera puede atreverse a tentarlos? Walpole decía que todas las conciencias tienen su precio; no en dinero, muchas en tentaciones, muchas en honores y en otras muchas formas; la arcilla humana está dispuesta a modelarse en cualquiera forma. Imagínese usted un trance difícil de esos en que esté su honor de por medio. Dígame si usted querría ser juzgado por dos hombres en un rincón obscuro, en donde el cohecho y las más bajas pasiones pueden meterse para torcer a esos dos hombres, o salir juzgado por un grupo de hombres que de pronto saltan de las urnas, desconocidos, en los que el espíritu palpitante de la sociedad está más claramente demostrado, en que una vez que salgan de juzgar a usted, deben temer todo y nada tienen que esperar; de manera que tienen que entregarse al espíritu de la equidad y justicia; y su usted no dice que es su deseo estar juzgado por ese grupo de hombres, entonces usted está profundamente apasionado o usted no nos dice exactamente la verdad. Yo creo, señores, que la institución del jurado ha de vivir por siempre. Si acaso tenemos nosotros en el jurado actual algunas deficiencias, se debe exclusivamente a la forma en que ese jurado es elegido, vicios exclusivamente de insaculación, en que no se ha tomado estrictamente la forma en que deben salir insaculados los jurados, pero no se debe a la institución estrictamente substancial, al alma que inspira esta organización que se llama jurado y que va a juzgar a los hombres; eso no, compañero; la prueba, repito, que nuestra misma Constitución, al exigir responsabilidad, lo reconoce. Cuando usted nos habla de los gremios de abogados, usted dice que son los traficantes de la justicia; yo lo he sostenido también desde aquí y lo he sostenido en la Barra de Abogados, y podría leer a usted algunos pequeños párrafos del discurso que pronuncié, y que tal vez usted leyó, que produje en la misma Barra, acusándolos de que ellos no habían organizado un gremio en el cual hicieran constar como un estandarte de moralidad, exactamente el respeto a determinados preceptos que deben existir en todos los gremios de profesionistas. No hay nada, en el seno de los profesionistas mexicanos, que los obligue a la moralidad. Todos los sindicatos gremiales de profesionistas, en cualquier país civilizado, no sólo les da derechos, sino extraordinariamente les señala obligaciones para que se sujeten a la moral y que cumplan determinados requisitos que están por encima de la única persecución que se sigue, que es el obtener un lucro. Por esa razón desconfío de los abogados, por esa razón esa Sala constituída por tres abogados inamovibles, que propone el ciudadano diputado Alvarez y Alvarez, no me parece una garantía de responsabilidad para los funcionarios judiciales; por esa razón yo propongo que entren toda clase de profesionista capacitados universitariamente para poder juzgar a un hombre, para poder decir si éste ha cometido una culpa. De tal manera, que aquí tenemos todas las garantías. El jurado, compañero, dice usted que está sometido, en cierta forma a los bríos de la elocuencia, que está sujeto a un acusador y a un defensor más o menos elocuentes, y en esa parte siempre ha sido una crítica la que se le ha hecho al jurado, pero no substancialmente; eso se debe fundamentalmente en México al vicio de estimar una falsa oratoria. Nosotros, en México, estamos seducidos por esa oratoria relumbrosa y falsa, por esa oratoria hecha de citas y hecha exclusivamente de giros más o menos o retóricos. Nosotros no nos hemos acostumbrado a estimar exactamente la verdad en toda su fuerza, a que el hombre, en medio de la lucha, exprese los hechos concisos y las verdades enteramente acabadas, sin acudir a todas esas trampas, que no se pueden llamar de otra manera, que el envolver el hecho en una serie de palabras más o menos pirotécnicas; por esta verdad tiene que imponerse día a día; el jurado de hoy no será el mismo del mañana, como la oratoria de la política moderna no es la misma que la oratoria de la política de hace algunos años. El pueblo, que tiene la necesidad de oír, la imprescindible necesidad de oír la verdad, empieza a acostumbrarse a desdeñar todos los artificios de la oratoria; empieza a acostumbrarse a desdeñar todas las trampas de una elocuencia indebida; y yo podría leerle, por ejemplo, como uno de los postulados de la barra más importante del mundo, que es la inglesa, cómo precisamente, entre los preceptos de su ética, está el siguiente; jura el abogado lo siguiente, dice:

"Nunca emplearé en defender a aquel que me encargue de defenderlo; no conservaré una situación privilegiada ni mucho menos me veré obligado a emplear mis esfuerzos para impedir el curso de la justicia, apelando a la habilidad o a la morbosa y transitoria simpatía de jurados débiles...."

Este es un precepto que ya se ha sentado profundamente en los países sajones; y no hay nada más imponente que oír hablar sobre los puntos sobre los cuales se podrían producir las más hermosas perífrasis y hacer las más grandes galas de la elocuencia en aquello que tratan con una sequedad absoluta, demostrando el mayor respeto para las asambleas que los escuchan. No es ya tiempo en que los discursos se envuelvan en mantos de exhibición aristocrática; la época moderna de verdadera lucha democrática exige verdades escuetas en las cuales el verdadero orador, el hombre que siente la necesidad de producir verdades, debe rechazar como una tentación indigna la trampa de la oratoria que se le presenta (Aplausos); y esta verdad tiene que imponerse en la política como en los jurados. Efectivamente, yo no puedo comprender muchas veces cómo en los jurados de México frases exclusivamente oropelescas, verdaderas citas que no tiene ni siquiera oportunidad, más o menos narraciones o citas enteras de trozos literarios, puedan llevar a la situación de condenar o no a un hombre. Pero eso depende, compañero, de la poca

preparación de los individuos que forman los jurados populares en México. Pero yo he señalado aquí a un jurado compuesto exclusivamente por profesionistas, por hombres capacitados, por individuos que tiene toda la garantía de no dejarse sorprender por frases, que nada puede influir en ellos como la verdad, y tan pronto como ella se expresa dejan de tener entonces el predominio las pompas oratorias. Por lo tanto, compañero, en virtud de que usted ha venido aquí a darme la razón, a decirme que los abogados no prestan garantías, yo no señalo un jurado de abogados, en virtud de que usted me ha dicho que los litigantes son exactamente los autores de la corrupción judicial; yo no quiero que sean los litigantes los que juzguen, por eso señalo gremios ajenos a los profesionistas abogados, en virtud de que no quiero que sean exactamente hombres interesados en la administración de la justicia, y he puesto mis ojos en los que tengan capacidad universitaria. Usted, pues, no me ha combatido, usted ha venido a mi lado, compañero Martínez de Escobar, y esa es la única forma para obtener una responsabilidad efectiva. Crear la octava Sala no significa sino agregar un cuerpo de fariseos más, que vayan siguiendo al alma nacional que lleva a cuestas la cruz de la injusticia! (Aplausos nutridos).

El C. Caloca: Señores diputados: al margen de esta discusión debo hacer un elogio caluroso en favor del compañero Alvarez y Alvarez, porque realmente su exposición fue bella y condensa el anhelo de un pueblo que desea conseguir verdadera justicia; pero esa exposición pronto cayó en el fondo de la tontería, porque su ideal vino nada menos que a proponer una octava Sala para que juzgue a los delincuentes del ramo de justicia y esto es tanto como crear la inquisición dentro del mismo Poder Judicial. ¿Ustedes se imaginan una octava Sala que podría prestarse a todos los manejos de la política? Sería tanto como corromper a la misma justicia; este sería el resultado de la creación de la octava Sala. En consecuencia, si en estos momentos no hay política en el Supremo Tribunal de Justicia, con la octava Sala la habría. ¿Qué resulta, en consecuencia? Una de las más grandes equivocaciones. Ahora, respecto al compañero Martínez de Escobar debo advertirle que su elocuencia es muy bella, retórica buena para el paraninfo, pero no para aquí, porque debo advertirle que la elocuencia oratoria ya paso a la historia, ya en estos momentos no sirve para nada. (Risas.) Claro que es muy bello todo eso que se ha dicho, pero en último análisis no llega al convencimiento, en la inteligencia de que ha quedado usted un poco más abajo, porque el reaccionario Padilla nos resulta bolchevique, y el bolchevique Martínez de Escobar nos resulta reaccionario. (Risas. Aplausos). No quiero dejar pasar una frase del compañero Martínez de Escobar, en el que le hacía un encargo al general Gasca, diciendo que dejaba en libertad a todos los individuos para que obraran como quisieran, y es peor lo del general Cruz, porque la ley del general Cruz me gusta más que la del general Gasca, y yo, la verdad, temo más a la ley del general Cruz que a los rateros, porque a los rateros los puedo combatir a balazos, y al general Cruz no, el día que me llegue a agarrar. (Aplausos. Risas). Debo advertir, por supuesto que no pertenezco al gremio de los rateros. (Risas). Señores diputados: yo quisiera en cada uno de estos asuntos no llegar a mi sprit, a mi manera especial de tratar los asuntos; y debo advertir que yo tomo la vida en juego, riendo, no tan en serio, porque yo no sé ni siquiera asistir a los velorios, y aun cuando asista, allí mismo soy alegre. La muerte tiene para mí un significado de término de placer y alegría. (Risas). En consecuencia, entrando ahora al proyecto que se discute y en serio, como lo desea el compañero Villaseñor, debo decirle al compañero Martínez Escobar que ya en la ley de 57, al crearse los tribunales populares se fijaba la facultad de esos mismos tribunales de que ellos fijaran los hechos motivo del amparo. No sabemos por qué causas se quitó esa facultad a los tribunales populares. Desde aquel entonces ya se ve la tendencia de poner en manos de la sociedad el castigo que corresponde a sus mismos miembros. En consecuencia, nosotros debemos crear este tribunal popular, porque si es cierto que los abogados, que las partes, que los comerciantes, que los tinterillos, que los leguleyos, son los que corrompen la justicia, sean ellos mismos los que condenen a sus corruptores, porque de esa manera es como podríamos ir remediando poco a poco esa bancarrota de la justicia; de lo contrario no obtendríamos más que fomentar la injusticia que existe en nuestro país creando esa octava Sala, porque allí resultaría esto: que los de abajo tendrían que sombrerear a los de arriba, y los de arriba tendrían que buscar compadrazgos en toda la alta política para poderse sostener y de eso resultaría no lo que decía el compañero Alvarez y Alvarez, sino él mismo está contribuyendo con esto a la corrupción de la justicia. Por otra parte, no es con una ley con lo que se puede corregir este hecho, supuesto que tenemos un Código Civil, y esto lo sabe el compañero Martínez de Escobar, por el que interviene en la sociedad; la sociedad, es la única parte del Código Civil que sirve, porque interviene la sociedad y porque es la que puede hacer justicia y en esta parte no se necesita de intermediarios; en cambio, cuando se necesita un tercero para que haga justicia, inmediatamente resulta el cohecho, el soborno, la politiqueria y toda la injusticia, porque se prestan las partes no a jugar un papel desinteresado, sino de interés a base de miles de pesos. Usted mismo sabe que cuando se va a ver un abogado, inmediatamente apunta en un papel: tanto para el escribiente, tanto para e ujier, tanto para untarle la mano al juez y tanto para ver a un político que nos ayude. (Aplausos. Risas).

Usted comprender que si existe esa octava Sala, con un billetito dado discretamente, con una orden para el Banco o para el Monte de Piedad, se puede hacer lo que se quiera. En cambio, en el tribunal popular, que no lo conoce nadie, porque se forma en veinticuatro horas y en que no se sabe quién va a formarlo, allí de nada sirve la retórica, allí no se le hace caso. Los que tenemos conciencia no creemos en los versos, ya aquél tiempo paso, ya paso aquello de "en un charco de sangre allí estabas tendida, con los ojos abiertos", y ni estaba en un charco de sangre, ni con los ojos abiertos, sino con los ojos muy "pelones". (Risas). En el caso de que existiera el peligro de la elocuencia, allí

habría una lucha, un individuo que defiende y otro que ataca y en esa lucha se sabría la verdad de las cosas, y poco a poco esos consejos, como lo propone el compañero Padilla, irían perfeccionándose; lo que se necesita es tiempo, no con rapidez, sino serena, tranquilamente; con razonamientos de principios, sin símbolos ni metáforas cursis, porque en estos momentos ya no convencen a nadie, sino a los que van dizque haciendo el papel de decentes a oír al pobre de Moheno en esos grandes jurados de las mesalinas de este país. No, eso no nos convence; y tengo esta creencia: de que usted nunca se ha parado en esos consejos, o quién sabe. De manera, que si los consejos o tribunales populares son una de las conquistas del derecho, donde ya toma participación la sociedad, donde ella es la que va a juzgar, ¿por qué vamos a dejar en manos de tres viejos, de esos que se llaman doctores en ciencias universitarias, que no saben nada y que en la proporción en que están cerca de sus libros, se hallan alejados de la conciencia popular? ¿Cree usted que podríamos dejar la justicia en manos de esos imbéciles talentosos, aunque sea paradójico? No; en consecuencia, tenemos que llevarla a un consejo popular de esa manera. Si eso que dijo usted ya en los tribunales populares del 57 se les dejaba la facultad a los tribunales de que señalaran los hechos del amparo; ya también los del 17 dicen: "De los delitos oficiales conocer el Senado erigido en Gran Jurado; pero no podrá abrir la averiguación correspondiente sin previa acusación de la Cámara de Diputados". En donde quiera anda el consejo popular; y si nosotros tenemos una conquista, ¿cómo me viene el bolchevique ahora a ser un completo reaccionario? ¿O es que el compañero Alvarez le ofreció un banquete de "birria"? Díganoslo claramente. (Aplausos). No; aquí, como usted ve, no necesitamos metáforas; yo también puedo citarle a usted muchas cosas de la Historia Romana, tanto, que me voy a permitir ese lujo. Cincinato, uno de los grandes gobernantes del Imperio Romano, entregó el Gobierno y se fue a labrar la tierra, y en los momentos en que estaba el Consulado en peligro, los mismos serviles fueron a la orilla del barbecho a ponerle la estola del emperador para que volviera a gobernar Roma. Pero de Roma a la fecha han pasado los siglos; y ya ni es oportuna la cita; y debo advertirle que no es un ataque, compañero, porque yo tengo la creencia de que cuando usted vuelva aquí no nos hará los discursos por partida doble, sino sencillos, al grano. (Risas). Y sabe que mi amistad "está a la par con Londres", supuesto que lo que deseo es que usted no haga aquí después la declaratoria de que esto del consejo popular tendrá que resolver el problema que propone y resuelve el compañero Alvarez, a quien felicito por esto, porque él en realidad lo ha hecho con toda sinceridad. Quién sabe quién lo dijo, no sé si usted mismo, que él no sabía Derecho. El no sabrá Derecho, pero siente la justicia y en nombre de ese sentimiento de justicia vino a ver si podía hacer un ataque a esas cosas absurdas, las cuales son hijas también de esta bancarrota moral que no puede solucionarse por medio de artículos y leyes, pero puso su contribución a ese noble fin, y, en consecuencia, la debemos de tomar en consideración. En consecuencia, compañero Alvarez, estas no son palabras de defensa, porque, tanto usted como el compañero Padilla y como todos, debemos poner nuestra contribución al servicio del pueblo, de eso sesenta mil individuos que venimos a representar aquí. Yo no sé si podré seguir haciendo más literatura o barbarismo alrededor del tribunal popular, pero ahora voy con el compañero Padilla. (Risas). Mis palabras son estas: yo felicito a usted por su proyecto. Yo desearía esto y le voy a hacer una observación: el juez instructor para mí, debe ser de los movibles, y segundo, que sea de la categoría del que va a ser juzgado, porque si lo juzga uno de mayor categoría, usted sabe que el de abajo tiene odios para el de arriba, y si es el de arriba, también por darse gustazo de superioridad, hace maldades para el de abajo. Tome usted en cuenta esta circunstancia, y segundo: se dice que usted propone para sus consejos populares, universitarios; lo universitario está reñido con lo popular. Yo no concibo que los doctores en ciencias vengan a formar parte de esos consejos populares, a menos que tengamos que hacer popular la ciencia. (Aplausos. Risas). Para mí los que hacen justicia no deben ser los que saben mucho de Derecho, sino los que sienten mucha justicia, mucha moralidad. (Aplausos). ¡Muy bien! ¡El compañero Padilla ha estado bolchevique! ¡Divino ha estado ahora! (Risas. Aplausos). De manera que en esta formación de consejos populares deben figurar hombres honorables, hombres de conciencia, y así yo desde luego debo advertirle que admitiría, y yo soy admirador del sistema funcional al que ojalá pudiéramos llegar, pero en estos momentos lo creo difícil. Vamos a proceder por partes; vamos escogiendo hombres honorables. Advierto a usted, también, que respecto a los gremios que usted señaló, yo no permitiría que fueran ni estudiantes de leyes ni abogados, ni mucho menos que fueran parte de la defensa o del acusado, porque usted comprender que se prestaría ....

El C. Martínez Escobar, interrumpiendo: ¡Y los médicos!

El C. Caloca, continuando: ¿Los médicos? Voy a hacer esta aclaración al compañero Martínez de Escobar; debo advertirle esto: para mí hacen carrera solamente los mediocres; el hombre de talento no fácilmente cabe en las cuatro paredes de los programas oficiales; y el hombre de talento que llega a pasar por las aulas y hace carrera, acaba por ser maestro, líder o filósofo; de esos son Vasconcelos, Caso, Barreda; Anatole France. Todos ustedes saben que Anatole France, un periodista se gastó el lujo de decirle licenciado, y por poco lo mata. (Risas). De manera que si usted opta por el profesionista, yo no creo que los profesionistas sean unos talentos, no; si generalmente los más mediocres son los profesionistas. ¿Y quien no conoce los macheteros de colegio, que en un corredor con darle cuatro o cinco horas al libro hasta aprendérselo de memoria, cuando han terminado la carrera salen a ser unos fracasados en la vida? No es la cuestión que sea profesionista, sino hombre honorable y de conciencia el que forme el jurado. De manera que creo haber puesto los puntos sobre las íes.

El C. Martínez de Escobar, interrumpiendo: ¡No!

El C. Caloca, continuando: ¿No? Pues lo espero para ver si es posible y tengo la seguridad, porque si usted me viene hoy con esa especie de claudicación por sostener al compañero Alvarez, yo creo que a la hora de votar verá cómo sí le gano. En citas me va a usted a dejar chico; pero a la hora de votar no seremos inconsecuentes con nuestro criterio de revolucionarios. Ir a formar una maffia de tres para que allí a sotto voce, recibiendo consignas, dinero, o sintiéndome la Divina Providencia, hagan y deshagan a su antojo. Ahora, usted dice: ¿qué no hallaremos en el país tres individuos honorables? Pasando el umbral del Palacio de Donceles inmediatamente se corrompe uno, porque allí hay que andarse con cuidado las bolsas por dondequiera que se pase. Allí el asunto es tremendo, no sé que cosas pasa, ¡no!, ¡no!, ¡no! (Risas). En consecuencia, ese Tribunal no puede ser. Yo le recomiendo en este momento que se lea "La Tcheca Roja Rusa" y verá usted qué primor con esos consejos monumentales, que es precisamente lo que está perdiendo a Rusia. En cambio, el pueblo soviético está pidiendo a gritos los consejos populares, porque saben que éstos los podrán salvar; y así el mismo acusado dirá: no, supuesto que no son tres los que me van a juzgar, sino un consejo popular y no hay antecedentes de preparación ni nadie puede hacer política en contra o en pro, quedan libres, y ellos mismos buscarán sus defensores y a lo mejor no buscarán defensores, sino ellos, ya acusados, dirán la verdad, y entonces al decir la verdad también dirán todos los estorbos y la falsedad de los procedimientos de nuestras leyes, y verá usted entonces cómo sí vamos perfeccionando la justicia; de lo contrario si nos proponemos llegar a esa octava Sala, llevaríamos, entre otras cosas, la política al Supremo Tribunal, que si no la hay ahora, la habría el día que se creara esa octava Sala, porque se prestaría a maniobras, a cohechos, a sobornos, y luego con la teoría que usted asienta, se llegaría a esto: el día que usted fuera juez, señor Martínez de Escobar, tendría que saboreársele a usted, ¿y usted figura cómo se las traerían esa clases de señores que buen cuidado tendrían de estar bien con el presidente de la República o con el Supremo Tribunal de Justicia y hasta con nosotros los diputados que de vez en cuando también echamos largas a ver qué sacamos en el fandango? (Risas. Aplausos). De manera que aquí usted nos tiene usted a Padilla y a mí, y vamos a ver cómo sacamos avante esto, y verá que sería el primer paso que se diera para la corrupción del personal de justicia. Advirtiéndole a usted que mi ataque no es tan duro como el que usted hizo a los jueces, sino también los comerciantes, panaderos, los lecheros, los abogados, los tinterillos, todo el mundo está contribuyendo a la corrupción de la justicia. Ellos mismos, si allí mismo se corrompe la justicia, que ellos mismos sean los que castiguen a los delincuentes; de lo contrario, seremos responsables de estos hechos. Y aquí me despido para esperar al compañero Martínez de Escobar. (Aplausos).

El C. Martínez de Escobar: Pido la palabra para una aclaración. El compañero Caloca no debería decir a esta Cámara que han pasado ya los tiempos de la elocuencia chisporroteante, como él mismo parece que llamó a la elocuencia de los hombres que van a los jurados a hacer sus defensas o sus acusaciones. Si hemos de creer que el conocimiento es el standard de la experiencia, de los hechos, de la observación psicológica material de los mismos, el compañero Caloca debía haber dicho desde esta tribuna que ha pasado ya, según su criterio, la elocuencia de la ciencia, la elocuencia de la filosofía, la elocuencia del arte, y que sólo queda para impresionar a una Cámara la elocuencia de los cuentos cursis. (Risas). Porque, queridos amigos y compañeros, le he escuchado al queridísimo amigo Caloca, para quien abro los brazos y lo estrecho fuertemente, ocho o diez discursos, y ya vemos cómo constantemente ha tenido la prensa, en honor al mismo compañero Caloca para que se enmiende, y ya parece que la prensa, porque los cronistas deben ser amigos de Caloca, han obtenido lo que desean, porque ahora ya el amigo Caloca no se acordó de ningún cuento, o ya no quiere que siga la elocuencia de los cuentos de esta Cámara; pero el compañero Caloca, ciudadanos representantes, viene queriendo hacer comulgar con ruedas de molino a esta Asamblea, imaginándose que en toda esta suma de cerebros solamente existe la noche de la ininteligencia para pretenderse engañar a sí mismo y hacer creer que esta Asamblea ha tomado en serio lo que dice, y Caloca, como si hubiera descubierto algo que no está al alcance de las inteligencias medianas y de las medianas culturas, viene y dice: Martínez de Escobar, como aquellas simbólicas frases de Dante que alguna vez repitiera Padilla del hombre peleando con una serpiente, en que la serpiente se transformó en hombre y el hombre se transformó en serpiente, atacando a Padilla y no atacándome a mí, dice: el compañero Martínez de Escobar, por virtud de una transfiguración que no comprendo, se ha convertido en reaccionario, y el reaccionario -llama así a Padilla -, se ha convertido en bolchevique. Pero, compañero, Caloca, ¿qué usted cree, tan grandes sus conocimientos y tan extensa es su cultura, tanto ha usted leído, compañero Caloca, que está soñando que este jurado es una institución moderna? El jurado, compañero Caloca, tiene cien mil años más de vida que usted; el jurado compañero Caloca, es absolutamente viejo, se cae ya de vejez, compañeros, y por eso es que Martínez de Escobar, que ataca al jurado en determinados casos, y con determinados órganos, se ha convertido en reaccionario, y el que viene a defender el jurado se ha convertido en bolchevique. Pues el compañero Caloca no sabe lo que es reaccionario ni sabe lo que es bolchevique; esa es la absoluta verdad de las cosas; ni siquiera, compañero, el diputado Caloca o el diputado Padilla vienen aquí a defender la institución del jurado. Si esta Cámara desea abiertamente dar paso, saltar sin temores, olvidando que el pasado es padre del presente y que el presente es padre del porvenir, en ese caso no seamos hipócritas, no nos estemos engañando a nosotros mismos y hagamos la reforma absolutamente popular, que esto es sólo una caricatura, que tiene todos los defectos de los consejos populares resueltamente, sin ninguna de sus cualidades. Yo le llamaría a este proyecto del compañero Padilla, un proyecto de hermafrodismo, hermafrodita,

porque tiene todas las características del jurado y enteramente se le arrebatan y se la arrancan estas características. El compañero Padilla dice que huye de los abogados, y no es cierto; cae definitivamente en los abogados, cae en una de las mismas salas del Tribunal Superior que existen actualmente; no crea, sino solamente conserva la que existe, y esta sala de abogados estrictamente vinculados con los jueces y con los que tienen ligas de solidaridad, y esa sala, esa sala compañeros, con absoluta solidaridad de clase con los propios magistrados, de la que forma parte constitutiva, es a la sala a la que le da carácter de ser la que debe instruir el proceso. Después, compañero Caloca - y me extraña que vengáis con los ojos tan cerrados -, sin establecer el consejo popular, y ésta es la única verdad que yo he oído, sin establecer el consejo popular, puesto que nos hablan de elementos universitarios que indiscutiblemente serán los médicos, los abogados, los ingenieros y los estudiantes, porque esos serían los que formarían el consejo popular, no como los consejos de Rusia que usted conoce, que son los consejos andantes que van recibiendo las causas de la justicia para resolverlas como debe ser, momento a momento; no, un consejo aristocrático, un jurado aristocrático por razón de la naturaleza misma de los que lo integran, por desconocimiento de la materia que van a tratar. Yo me explico, compañeros, que se vaya el jurado para tratar de cuestiones como homicidios, para tratar cuestiones de lesiones, para tratar cuestiones de adulterios y todos esos asuntos, pero aún aquí no tienen la razón los compañeros.

El compañero Padilla quiere hacer un milagro; el compañero Padilla nos quiere transportar a un edén encantador, a un soñado paraíso que no puede existir; se contradice a sí mismo absolutamente en cada uno de sus argumentos, y en el primer argumento en el que se contradice - y él, que es culto - es el siguiente: tiempo es ya que en los jurados populares - escuchad, en labios de un culto, como el compañero Padilla, esta frase, es necesario que ya nos vayamos acostumbrando: se nos quiere transplantar aquí la raza sajona. ¿Qué queréis que esa raza que tiene cientos y cientos de años, que viene haciendo su evolución paso a paso, lentamente, porque cada uno de los pasos en el progreso que verifica, es consecuencia de un paso anterior; esa raza que ha venido formando su mentalidad superior a través de siglos; esa raza sajona, fría, imperturbable y glacial; esa raza que no tiene la elocuencia emotiva, sentimental, la queréis venir a transplantar a México? ¿Cómo vamos a andar nosotros engañándonos en esa forma? El mexicano, por razones raciales, por razones psicológicas, por razones psicofisiológicas, es mexicano, tiene la sangre del mexicano, tiene el alma mexicana, tiene la vibración mexicana, por eso me carcajeo cuando escucho a un representante que pide que se desalojen las galerías porque toman parte en los debates. ¡Pues si llevan sangre en las venas y tienen pasiones y vibran como nosotros! ¿Y el compañero Padilla cree que un jurado se va a hablarle al cerebro? ¿Cree que un jurado se va a aplicar el método inductivo o deductivo? ¿Cree que en un jurado vamos a hacer inferencias? No señor; el jurado es una asamblea, una multitud psicológica y tiene, como dice Gustavo Le Bon y todos los que han estudiado esta materia, las características de la multitud psicológica, la naturaleza impresionable, emotiva; se les habla al sentimiento, se les penetra al corazón, no se les habla nunca al cerebro, no se razona diciendo esta ley dice tal cosa, sino que les dice sencillamente: no es verdad que se haya cometido este hecho en tal o cual forma, como aparece en la instrucción de juicio, y entonces se da rienda suelta al temperamento emotivo para poder impresionar al jurado, que no viene a resolver sobre la violación de las leyes, sino sobre cuestiones de hechos. ¿Cómo vamos a transformar la psicología de los pueblos? ¿Cómo queremos que un jurado vaya a razonar, que se le hable al cerebro, que aplique esos métodos de que antes hablaba? Mientras que exista el jurado en el mundo, existirán las características de las multitudes psicológicas, porque no se podrán transformar los elementos psicológicos de las gentes. Es un error pensar que pudiera haber un jurado en México en que fuera Moheno, pongo por caso, a hablar fría y severamente, como si estuviera dando cátedra de Derecho constitucional en la Escuela de Jurisprudencia. Ya me imagino que pudieran salir en libertad Alicia Olvera, Luz González y todas esas señoras a quienes han defendido estos hombres, pues justamente la característica del jurado es la emotividad que tiene que mover; pero aquí no es un jurado, ni tampoco hombres doctos que puedan saber en qué caso un juez violó de una manera abierta y flagrante una ley, porque el médico, el ingeniero o el profesor que deben conocer en estos casos, porque yo me supongo que se trata de delitos oficiales, que nada más deben conocer en qué sentido el juez no aplica la ley, supongamos cuando se trata de un juicio ejecutivo o de un juicio ordinario, recepción de pruebas, o de una audiencia de alegatos, o al producir la sentencia. Ya me imagino que por cuestiones de hecho; el hecho no es posible, el hecho está ligado carnalmente, está ligado intensamente con la ley, con el derecho, con la violación al precepto escrito, mientras tengamos leyes escritas. ¿Que esto es razonable? ¿Qué, van a entender de violaciones de una ley cuando se trata de funcionarios? Es imposible, es necesario que hayan estudiado Derecho, que conozcan de Derecho, y esta es la razón por la que si se quiere que la justicia no sea un mito, si se quiere que no sea un mito las responsabilidades que se les exijan a los jueces, es necesario que sea de un Tribunal de Derecho, que hayan estudiado Derecho, y, en el fondo, no viene a ser otra cosa más que un jurado popular, ese jurado tan viejo y tan joven, ese jurado que podríamos decir invernal y primaveral al mismo tiempo, ese jurado crepúsculo y aurora, y no es el jurado lo que se trata de establecer allí. Instalado el proceso y declarado el culpable, ¿luego, a quién le pasa el expediente, las constancia? Se las pasa a tres abogados de la Sala del Tribunal Superior o se pasa a tres abogados de cualquiera otra Sala, pero abogados siempre, ligados con la judicatura, no sólo por las razones de su origen, por las razones mismas de las funciones que están desempeñando, mientras que la otra Sala va a conocer determinadas cuestiones oficiales y doctrinarias en la violación de leyes. Ven ustedes que el

compañero Padilla cae en el mismo defecto que se está atribuyendo a la octava Sala del tribunal. Si fuera lo que dice el compañero Padilla y el compañero Caloca y para que no nos llamáramos a engañados, deberían hacer lo siguiente bravamente, decir: todos los juicios deben tener la primera instancia, debe consistir en un proceso de instrucción de los elementos constitutivos de los juicios civiles o penales, que no lleguen a fallar los jueces, y que luego un grupo de tres, cuatro o cinco, sentencien en definitiva y se pase a la Suprema Corte de Justicia, salvando toda clase de obstáculos; y dificultades pero todo esto es, desgraciadamente, un mito y una mentira en nuestro país. El jurado, que sólo ha servido para arrancar de la cárcel a criminales natos y para hundir en ella a hombres que no tienen conciencia de criminal y que no han delinquido, llámese Jesús Urueta defendiendo con palabras de príncipe en los jurados de México, llámese Querido Moheno, o Lozano, que no les podemos negar la elocuencia que tienen , o llámese también Batalla y todos esos, no han hecho más que arrancar de momento a unos o incrustar en la cárcel a otros, ¿y en definitiva qué es lo que viene a pasar? ¿Cuáles son esos jurados populares. De que me quiere hablar Caloca? ¿Qué, en Rusia, donde existe este sistema, existe un Tribunal Superior de las características del de México? ¿Existen jueces de distrito, tribunales de circuito y Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¡Claro que no! No vengamos, pues, aquí, con caricaturas de consejos populares. Más aún; ese jurado indocto, ese jurado inculto, ese jurado hermafrodita que llamé yo, pasa el asunto a una de las salas y se sigue defendiendo al inculpado. Si lo declaran culpable, pasa al juez de distrito el asunto y, en definitiva ¿quién falla? El jurado popular, dice Caloca. ¡Mentira! La Suprema Corte, compuesta de once abogados que han hecho sus estudios en las universidades de México o locales, que en definitiva no hacen otra cosa que aplicar la ley según su criterio. En virtud de estas consideraciones, no os dejéis seducir, cualquiera que sea vuestra integración, de que en este caso se hace justicia democrática y en el otro no; ¡mentira! En este caso es engañar, seguir existiendo la irresponsabilidad, no habrá tribunales para hacer justicia expedita en México, para hacer caer la espalda de la justicia sobre los jueces prevaricadores. En este caso no se trata de un símbolo, sino de una verdad real que arranca de los hechos de esta sociedad. (Aplausos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Lombardo Toledano.

El C. Lombardo Toledano: Vengo a hablar, compañeros, en pro del proyecto del camarada Alvarez, porque me parece mejor que el proyecto del compañero Padilla. Todos los diputados, indudablemente, tenemos un gran interés en que se halle la verdad respecto de este gran problema y, naturalmente, más que hablar en contra o en pro de uno de los proyectos que se presentan, todos procuramos encontrar razones, argumentos e ideas en las que basar de un modo claro y preciso la institución nueva que cree el Congreso de la Unión con el objeto de exigir responsabilidades a los funcionarios judiciales; por esta causa estoy aquí. Confieso a ustedes que, como ha ocurrido a muchos compañeros con quienes he hablado, no he leído ni siquiera completamente el proyecto del compañero Alvarez; no he pasado los ojos por la enorme lista de los casos señalados por él en los que los funcionarios judiciales pueden cometer un acto reprobable; pero me basta el hecho de conocer el verdadero meollo del proyecto, la institución que se crea con objeto de exigir responsabilidades, así como también el fondo mismo del proyecto del compañero Padilla, con el fin de que yo externe en esta tribuna mi propio juicio respecto de este problema importante, con el fin de que los compañeros no se desoriente. En cuanto al debate, me voy a permitir hacer un resumen breve de en lo que a mi juicio consiste el proyecto del compañero Alvarez y un resumen también brevísimo de lo que encierra en el fondo el proyecto del compañero Padilla. Lo que el compañero Alvarez propone es la creación de una Sala más, agregada a las que ya existen en el Tribunal Superior de Justicia, con el objeto de que esta nueva Sala, integrada por dos magistrados especiales.... (Voces: ¡Por tres!) por tres magistrados especiales, conozcan las faltas en que incurran en el desempeño de sus cargos los funcionarios judiciales, instruído, digámoslo así, el proceso, entregado éste a un juez, de lo penal para que éste sentencie a los magistrados y funcionarios judiciales. El proyecto del compañero Padilla disiente del proyecto del compañero Alvarez en lo siguiente: el compañero Padilla dice desde luego: no es conveniente crear una Sala más, porque esta Sala tiene el defecto importante de conservar jueces inamovibles para que juzguen a los magistrados, y esos tres hombres se verán convertidos verdaderamente en un blanco de todas las concupiscencias posibles y a todos los cohechos posibles e imaginables. Esos hombres, porque el compañero Padilla cree que todas las conciencias tienen su precio, forzosamente caerán algún día, si no en una vez, dos veces, si no a la tercera, a la cuarta o a la quinta, pero caerán al fin definitivamente; no por el dinero, por la amistad, por la influencia, por los honores, por la promesa, cualquiera que ella sea, caer n, en suma, y estos hombres se convertir n al fin y al cabo en mercaderes de la justicia. Por otra parte, cree el compañero Padilla que si una vez instruído el proceso se envía éste a un juez, seguramente el juez, tribunal unitario, tiene los defectos de estos tribunales, y que no es un juez que en cierta forma depende del Tribunal Superior de Justicia el que va a fallar realmente en justicia respecto de las faltas de alguno de sus superiores. Por lo tanto, el compañero Padilla estima que debe precisamente pensarse en una forma tal, que la institución que vaya a fungir como juez instructor, desaparezca, sea movible, sea momentánea, con el fin de que no esté expuesta permanentemente a la concupiscencia de los que tienen empeño en comprar a la justicia y propone una forma especial. Dice el compañero Padilla: "El presidente del Tribunal Superior de Justicia fijar , cada seis meses, una lista de las organizaciones gremiales de profesionales liberales que tendrán derecho a proponer una planilla de cinco miembros de sus organizaciones que entrarán en la insaculación

para formar el Jurado de responsabilidades judiciales." Es decir, utiliza el compañero Padilla el sistema electoral actual con el objeto de crear el tribunal de sentencias y al mismo tiempo dice: con el objeto de que el juez instructor no sea permanente, fijo, y al mismo tiempo participe de la característica general, de la inamovilidad judicial dentro del tribunal tal como actualmente funciona, deberán sortearse también los miembros de una sala con objeto de que ésta sea la que instruya el proceso y lo envíe para su fallo al tribunal popular que él establece por el sistema electoral. Esta es, compañeros, la situación del debate. Los argumentos del pro manifestados por el compañero Martínez de Escobar especialmente, y los argumentos del contra manifestados por los compañeros Padilla y Caloca, pueden resumirse en lo siguiente: pro y contra. Están de acuerdo en que es necesario que existan dos seres o dos instituciones, una que instruya el proceso y otra que falle; disiente el proyecto del contra en que el juez que va a instruir el proceso debe ser inamovible, dice el proyecto del compañero Alvarez; y el compañero Padilla sostiene la contraria, debe ser movible por lo que hace al juez que debe fallar.

El C. Padilla Ezequiel, interrumpiendo: Una aclaración. Con objeto de aclarar precisamente sus ideas. Debe advertirle a usted que posiblemente no ha leído en toda su integridad mi proposición, lo cual justifico, puesto que sólo se le dio una lectura. No es ese el procedimiento, compañero; el procedimiento que yo sigo al exigir la responsabilidad judicial es el siguiente: una sala instructora, que se sorteará entre las siete salas instalará el proceso, cuando lo termine lo remitirá al jurado que resultará de la insaculación que haga el presidente del Tribunal Superior, quien solamente declarar la culpabilidad o inculpabilidad del funcionario judicial; en caso de inculpabilidad termina el proceso, en caso de culpabilidad vuelve a la sala instructora para que ella sentencie de acuerdo con la ley misma que el compañero Alvarez propone. Esa es mi proposición.

El C. Lombardo Toledano, continuando: Agradezco al compañero Padilla que él mismo haya expuesto así, brevemente, en qué consiste su proyecto, porque hecha en suma esta explicación, los compañeros se pueden dar cuenta exacta del valor de los argumentos del pro y de los argumentos del contra. Con el objeto de que ustedes, compañeros, se den cuenta exacta del proyecto del compañero Alvarez, voy a hablar, como me he inscrito, en contra del proyecto del compañero Padilla, para que así, de una manera indirecta, lo que el compañero Alvarez propone pueda surgir ante ustedes de un modo claro y preciso. No estoy de acuerdo en que sea una sala tal como la propone el compañero Alvarez la que instruya el proceso, por una razón, porque abundando en los razonamientos del compañero Padilla, en cuanto a la característica humana de los que van a instruir el proceso, creo que hay más peligros en aceptar la proposición del compañero Padilla, que el aceptar la existencia de la octava Sala como dice el proyecto del camarada Alvarez, y esto por la siguiente razón....

El C. Padilla Ezequiel, interrumpiendo: ¿Me permite otra aclaración? El proyecto del compañero Alvarez y Alvarez no dice exactamente lo que usted cree que dice, porque en el proyecto del compañero Alvarez y Alvarez, es un juez común, un juez de lo penal el que instruye el proceso. Yo le ruego al compañero Alvarez diga si es verdad. Yo he creído mejor que sea una Sala. Le ruego al compañero que aclare su pensamiento.

El C. Lombardo Toledano: Yo le suplico al camarada Padilla que me deje terminar la explicación, y si el autor del proyecto de ley quiere hacer alguna aclaración al proyecto con objeto de corregir mi exposición, lo haga.

El C. Padilla Ezequiel: Entonces me limito a rogarle al compañero Alvarez, y Alvarez que en caso de que usted no diga exactamente su pensamiento, él lo exprese para orientar con toda exactitud a la Asamblea.

El C. Alvarez y Alvarez: ¿Me permite el ciudadano presidente la palabra?

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Alvarez y Alvarez.

El C. Alvarez y Alvarez: Para hacer la aclaración que desea el compañero Padilla, en términos sintéticos, claros, el procedimiento establecido por la ley a debate es el siguiente: en tratándose de faltas, se hace la denuncia ante el procurador o el agente del Ministerio Público. El procurador o agente del Ministerio Público pide la instrucción del expediente de averiguación en un término perentorio. Inmediatamente se formula dicho expediente y se cita a audiencia, que debe celebrarse en el término de tres días en presencia del acusado; dentro de las veinticuatro horas se permitir a la octava Sala el expediente y ésta fallar inmediatamente, previa la petición del Ministerio Público. Este es el procedimiento en tratándose de faltas; en tratándose de delitos, es el siguiente: el Ministerio Público pide, como en el primero, a la octava Sala, que instruya el juicio de responsabilidad. El juicio se instruye conforme al procedimiento común, debiendo concluirse dentro de un mes y se falla en cinco días después de haber declarado si ha o no lugar. El Ministerio Público consigna en este caso al funcionario, al juez en turno, al juez de lo común, que será quien instruya el proceso común. Estos fallos quedarán sujetos a la revisión de la octava Sala. Ese es, en términos sintéticos, el procedimiento que se establece.

El C. Lombardo Toledano: Estas aclaraciones sirven, naturalmente, con el objeto de que la Asamblea se dé cuenta de toda la dificultad del problema. Se trata, en realidad, camaradas, de un problema técnico y creo que todos los argumentos del pro y todos los argumentos del contra deben ser forzosamente argumentos basados en la técnica misma del Derecho. Decía que no estaba de acuerdo en lo que el compañero Padilla propone, porque creando una Sala con los elementos existentes para que éstos en cierta forma conozcan de la responsabilidad en una especie de juicio previo, respecto de faltas o delitos cometidos por los funcionarios judiciales, se corre este peligro: que por espíritu de compañerismo, que por espíritu de solidaridad, todos los magistrados se sienten recíprocamente, mutuamente uno de otro, acusadores probables y al mismo tiempo reos probables de ellos mismos. Ya sabemos

que en todo cuerpo colegiado el espíritu de gremio, es espíritu de camaradería, el espíritu de defensa de la clase precisamente es lo que hace embotarse la conciencia. ¿Qué es lo que ocurrió en esta Cámara cuando el desafuero del diputado Macip? Recuerden, compañeros, cuál fue la verdadera razón en virtud de la cual el diputado Macip, convicto y confeso de un homicidio que no quiero juzgar ahora, pero convicto y confeso de un homicidio, ¿cuál fue la única causa en virtud de la cual no se puso a ese hombre a disposición de las autoridades judiciales? El espíritu de camaradería, el espíritu de gremio. No quiero decir exactamente que la Cámara haya procedido basándose en el aforismo que utilizó la prensa hasta para hacer comentarios editoriales, "hoy por tí y mañana por mí"; pero eso es fundamentalmente lo que ocurre cada vez que un hombre perteneciente a un gremio se ve atacado por extraños: el gremio defiende a ese hombre, porque piensa, psicológicamente, instintivamente, que mañana puede ocurrirle a él otro tanto. Y si creamos una nueva Sala con los elementos de las actuales, con el objeto de que esta nueva Sala sea la que en cierta forma conozca e influya decisivamente en lo que va a ocurrir, es decir, en el fallo, en la sentencia definitiva, ¿qué pensar? ¿Qué es mejor? ¿Crear una nueva Sala con hombres escogitados de un modo exacto y cuidadoso, o tomar de los que existen? Lo que existe, ¿qué es? ¿Bueno o malo? Indudablemente que es malo. Vamos a tomar, pues, de lo malo que existe elementos sorteados, ni siquiera escogitados, ni siquiera analizados. No se va a decir: "dentro del Tribunal Superior hay cinco hombres honrados que son los magistrados fulano, cuyos antecedentes de hombre honorable lo hacen ser acreedor a una distinción de esta naturaleza, sino que al azar, al volado, al albur se va a dejar y quién sabe si el azar vaya a designar precisamente a los más canallas de los magistrados para integrar esta Sala que va a instruir en cierta forma un proceso y de cuya palabra depende definitivamente casi siempre - la experiencia lo ha demostrado -, la sentencia definitiva. Esta es la razón en contra dada por los mismos oradores del contra, en contra de la proposición del camarada Padilla. Por eso prefiero en este punto la proposición del compañero Alvarez; pero hay algo más, compañeros, por lo que toca al juez que debe sentenciar: el compañero Padilla propone un jurado popular integrado por hombres de cultura universitaria. Yo me opongo terminantemente a que exista un jurado de hombres de cultura universitaria para fallar delitos de los funcionarios judiciales, porque en México hay un concensus entre todos los hombres salidos de la Universidad, que es precisamente la salvaguardia de todas las concupiscencias de los magistrados y de los jueces. El ingeniero, tratándose de delitos profesionales de un abogado, no es un testigo, ni es tampoco un juez neutral respecto del abogado. El médico, el arquitecto, el ingeniero, o el abogado, todos se consideran como hombres surgidos del mismo gremio y que representan intereses sociales perfectamente claros y definidos, con el objeto de que no se vaya en contra de uno que es del seno de ellos mismos. Si en México la Universidad fuera como en otras partes pretende ser una institución revolucionaria que fuese precisamente corrigiendo sus propios defectos, y que cada generación que echa a la calle fuera una generación mejor, en el sentido de la rebeldía y de la justicia social, la Universidad tendría a su cargo, no digo la condenación de los hombres que delincan y de los funcionarios públicos, sino la dirección principal de los negocios del país. Nuestro pueblo, que carece de técnicos, pueblo que ha hecho revolución con el objeto de arreglar cuestiones sociales en la mejor forma posible, pero que está padeciendo una anemia enorme de hombres que hagan la producción mejor, que el país se industrialice, se moralice, se vindique ante él mismo y ante la historia, por carencia de técnicos no puede lograr esto. Nosotros, naturalmente, necesitamos del empuje y de la ayuda de los hombres técnicos; pero tratándose de este medio nuestro, de este medio actual, en el que el universitario pertenece a una clase social que se siente ligada definitivamente a cualquiera de sus miembros, sería tanto como elegir jueces y partes para poder juzgar los delitos de los funcionarios públicos. Pero hay algo más, compañeros: el jurado popular o el juez que vaya a y los delitos cometidos por éstos, no va, camaradas - y en esto suplico a los mismos compañeros que han hablado que se fijen -, no va en realidad, el juez, a juzgar delitos del orden común. Se ha equivocado respecto de este asunto el debate en la Cámara. Nos vienen a decir los compañeros: ¿quiénes son los que deben juzgar las faltas y delitos de los jueces? El pueblo mismo; el pueblo, que es la víctima del juez venal, el juez que ha corrompido la justicia, que la ha escarnecido, y el compañero Caloca dice: "las mismas víctimas que sean las que juzguen a sus victimarios, con el objeto de que algún día el pueblo tome intervención en esta ola de cieno que envuelve al país". Pero esto es una ilusión, compañeros. No se trata de delitos del orden común; no se trata de saber si el juez, el funcionario, el magistrado, violó a una mujer, si robó cincuenta mil pesos....(Murmullos. Campanilla).

El C. presidente: La Presidencia suplica a los ciudadanos diputados que atiendan al orador. (Voces: ¡No hay quórum! ¡Reclamamos el quórum!)

El C. Lombardo Toledano: Si no hay quórum me reservo para hablar mañana.

El C. presidente: Continúa en el uso de la palabra el ciudadano diputado Lombardo Toledano.

El C. Caloca: ¿Me permite una interpelación, compañero?

El C. Lombardo Toledano: Permítame que concluya; después, todo lo que usted quiera. Decía que no se trata de fallar ni de sentenciar delitos del orden común; se ha alejado la Asamblea del verdadero punto de vista del debate; la Cámara a este respecto está desorientada. Se pretende presentar por el compañero Padilla la vieja institución del jurado, que se estima siempre popular y revolucionaria, para que de un modo popular intervenga el fallo en la responsabilidad de los funcionarios, y esta es una equivocación. No va a sentenciar el jurado popular, como pretende el compañero Padilla, delitos del orden común de los funcionarios;

se trata, simplemente, de cuestiones técnicas. ¿Cómo va a saber un jurado popular integrado por ingenieros, médicos o quienesquiera, si un juez obró bien no aceptando una dilación, no aceptando una prueba, dejando de recibir un término, etcétera, etcétera? Son cuestiones absolutamente técnicas. ¿qué puede decir un arquitecto respecto de una excepción dilatoria, si el juez la aceptó en un efecto o en ambos efectos, si fue perentoria o dilatoria, si se trata de aquilatar pruebas, de computar el término de un período cualquiera de prueba; qué va a saber un arquitecto de esto? Nos estamos engañando, estamos perdiendo el verdadero punto de vista del debate; el jurado no va a fallar cuestiones personales de la vida privada o pública de los funcionarios; se trata de asuntos rigurosamente técnicos. Tratándose de una quiebra, por ejemplo, nuestro Derecho Comercial, viejo y estúpido, que siempre está basado en el Derecho Antiguo Español, no resuelve esta cuestión. Se tiene que ir a la doctrina nueva, a la doctrina del cambio de las funciones sociales, y entonces los jueces deben interpretar de acuerdo con las teorías del moderno Derecho. ¿Qué va a hacer el jurado ingeniero o arquitecto respecto al asunto de quiebras? Si se trata de un rapto, yo comprendo que los jurados populares que fallen en conciencia digan como hombres: este hombre delinquió como miembro de la sociedad, o cometió un delito. ¿pero cómo va a saber el ingeniero si de acuerdo con las doctrinas novísimas del Derecho de Cambio, el juez estuvo en lo justo al interpretar la quiebra en determinado sentido, cómo va a saber el médico esto? No se trata, naturalmente, de los delitos del orden común, se trata de responsabilidades absolutamente técnicas, que solamente técnicos pueden resolver y los técnicos no son los hombres cultos, los técnicos son los hombres ejercitados dentro de una actividad concreta, dentro de una profesión especial. Por esto estoy en contra de la institución que pretende crear el compañero Padilla; pero como la falta de quórum es visible y el asunto es de importancia, me reservo para la próxima sesión, a fin de seguir haciendo uso de la palabra, camarada.

El C. presidente, a las 20.15: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez y seis horas: Orden del día: Sigue a discusión el proyecto de reformas a las responsabilidades de los funcionarios judiciales.