Legislatura XXXI - Año II - Período Ordinario - Fecha 19251216 - Número de Diario 59

(L31A2P1oN059F19251216.xml)Núm. Diario:59

ENCABEZADO

MÉXICO, MIÉRCOLES 16 DE DICIEMBRE DE 1925

DIARIOS DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

AÑO II. PERIODO ORDINARIO XXXI LEGISLATURA TOMO II.- NUMERO 59

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 16

DE DICIEMBRE DE 1925

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la anterior.

2.- Cartera. Rinde la protesta de ley el C. Fernando Cuén, diputado suplente por el 3er. distrito electoral de Sinaloa.

3.- Primera lectura a tres dictámenes de la 1a. Comisión de Hacienda, por los que se pensiona al C. Lorenzo Valladares y Valencia, a la señorita Guadalupe Gallegos y al C. César M. Kampfner; se les dispensa la segunda lectura, y a discusión el primer día hábil.

4.- Es discutido y aprobado, en lo general, el dictamen referente al Convenio celebrado entre el ciudadano secretario de hacienda y el Comité Internacional de Banqueros. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. PEDRO C. RODRÍGUEZ

(Asistencia de 145 ciudadanos diputados).

El C. presidente, a las 17.20: Se abre la sesión.

- El C. secretario Cerisola, leyendo:

"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día quince de diciembre de mil novecientos veinticinco.

"Presidencia del C. Pedro C. Rodríguez.

"En la ciudad de México, a las diez y siete horas y veinte minutos del martes quince de diciembre de mil novecientos veinticinco, se abrió la sesión, con asistencia de ciento cincuenta y cinco ciudadanos diputados.

"Se aprobó el acta de la sesión celebrada el día once del mes en curso y se dio cuenta con la cartera:

"Escrito del C. diputado Macip, en que participa que con esta fecha da por terminada la licencia de que venía haciendo uso.- De enterado.

"Telegrama por medio del cual la Legislatura de sonora dice que apoya y secunda el proyecto de Ley sobre Perímetros Libres.- De enterado, y resérvese para su expediente.

"Proyecto de decreto firmado por los CC. Celestino Castro, Luis R. Reyes y otros diputados, relativo a que se faculte al Poder Ejecutivo para que ministre al municipio de Mazatlán, Sinaloa, la cantidad de tres mil pesos, que se destinar a las obras de encauzamiento de las aguas del río de Villa Unión.

"Proyecto de decreto subscrito por los CC. Díaz de León, Carpio y otros representantes, referente a que faculte al Ejecutivo para que entregue al gobernador constitucional de Aguascalientes, la cantidad de diez mil pesos, que se emplear en la entubación de aguas en las cabeceras de los municipios de Rincón de Romos, Cosío y Asientos.

"Proyecto de decreto del C. diputado Gonzalo Bautista, que tiene por objeto autorizar el Ejecutivo para proporcionar a cada uno de los municipios de Tetela de Ocampo y Chignahuapan, del Estado de Puebla, la cantidad de cinco mil pesos, para las obras de captación y distribución del agua potable.

"A los tres proyectos de decreto anteriores se les dispensaron todos los trámites y sucesivamente se pusieron a discusión. No hubo quien hiciera uso de la palabra, y en un solo acto se aprobaron por unanimidad de ciento cuarenta y ocho votos. Pasaron al Ejecutivo para los efectos Constitucionales.

"Un dictamen de al 1a. Comisión de Guerra, cuatro de la 3a. Guerra de tres de la 2a. Guerra, que consultan proyectos de decreto por los que penciona a la señora Guillermina Bravo viuda de Téllez Girón, a las señoritas Librada Rosario y Rebeca González, a la señora Cecilia de León viuda de Samayoa, a la señora Francisca Santa Cruz viuda de León, al soldado Bruno Portillo, a las señoritas María Mercedes, María Guadalupe y Rosa María Puga, a la señorita Catalina de los Dolores Rubalcaba y a la señora Evangelina Carpio.- De primera lectura.

"Cuatro dictámenes de la 1a. Comisión de Guerra y uno de la 1a. de Puntos Constitucionales, que consultan acuerdos económicos por medio de los cuales se resuelve:

"Que no ha lugar a conceder la pensión que solicita el C. Alberto Hinojosa;

"Que no ha lugar a conceder la pensión que solicita el C. Donaciano Jiménez;

"Que no ha lugar a conceder la pensión que solicita la señora María Magaña viuda de Aráuz;

"Que no ha lugar a conceder la pensión que solicita el C. Teodoro Delgado, y

"Que se diga al C. Efrén Rebolledo que no necesita permiso constitucional para aceptar la condecoración que le otorgo la Cruz Roja Cubana.

"Sin discusión fueron aprobados estos dictámenes en votaciones económicas.

"Dos dictámenes de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales, y cinco de la 2a. de Puntos Constitucionales, que consultan proyectos decreto en los que se concede permiso constitucional a las siguientes personas para usar condecoraciones:

"César Rangel Esquivel. Orden del Mérito militar de segunda clase, del Gobierno de Cuba.

"Rodolfo Nervo. Comendador de la Orden Polonia Restituta, del Gobierno de Polonia.

"Rafael Nieto. Gran Cruz de la Estrella Polar, del Gobierno de Suecia.

"Raimundo Mora. Encomienda de Isabel la Católica, del Gobierno español.

"José Aspe Suinaga. Orden Al Mérito, de segunda clase, del Gobierno de Chile.

"Gilberto Valenzuela. Gran Cruz de la Orden de la Corona, del Gobierno de Bélgica, y

"Salvador Echagaray. Comendador de la Real Orden de Isabel la Católica, del Gobierno del español.

"Los dictámenes anteriores estaban de primera lectura. Se les Dispensó la segunda y se pusieron a debate, sucesivamente. No hubo quien hiciera uso de la palabra, y en un solo acto se aprobaron por unanimidad de ciento cuarenta y dos votos, pasando al Senado para los efectos constitucionales los proyectos de que se trata, con excepción del que se refiere al C. Rafael Nieto, que se envía al Ejecutivo, por haberlo aprobado ya la Cámara colegisladora.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales que concluye con un proyecto de decreto por el que se concede permiso al C. Leopoldo Ives Segura para desempeñar trabajos de oficina en el Viceconsulado británico en el Estado de Yucatán.

"Dictamen de la 2a. Comisión de Relaciones Exteriores que consulta un proyecto de decreto por el que se concede permiso al C. Abel Romo para aceptar y desempeñar el cargo de cónsul ad honorem de la República del perú en la ciudad de Guadalajara.

"Estos dos dictámenes también estaban de primera lectura. Se les dispensó la segunda y sin discusión se aprobaron, en unión de los proyectos que conceden permisos para usar condecoraciones. Paso al Ejecutivo el proyecto que se refiere al permiso al C. Segura y al Senado el relativo al C. Romo.

"Se dio cuenta con una proposición de los CC. Zavaleta, Pérez Acevedo y otros representantes, con objeto de que se llamara al suplente del C. diputado Adolfo Arias, por haber faltado a las sesiones consecutivas:

"Con dispensa de trámites y sin debate se aprobó.

"Se dio cuenta también con el dictamen de las comisiones unidas 1a. de Crédito público, 1a. de Hacienda y 1a. de Puntos Constitucionales, relativo al Convenio con el Comité internacional de Banqueros y a la iniciativa de ley aprueba las reformas y modificaciones a dicho Convenio.- Primera lectura. Se le dispensa a la segunda. A discusión el primer día hábil, e imprímase.

"Con las formalidades de costumbre rindió la protesta de ley el C. Héctor Fierro diputado suplente por el 11 distrito electoral de Oaxaca.

"A las diez y ocho horas y veintitrés minutos se levantó la sesión."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta se si aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. presidente: Encontrándose a las puertas del salón el suplente del ciudadano diputado Bátiz, la Presidencia designa en comisión a los ciudadanos diputados Amílcar Zentella, Márquez, Neguib Simón y secretario Romo para que se sirvan introducirlo a rendir la protesta de ley.

(Rinde la protesta de ley el C. Fernando Cuén, diputado suplente por el 3er. distrito electoral del Estado de Sinaloa. (Aplausos).

- El C. Secretario Cerisola, leyendo:

"El Congreso del Estado de Guerrero comunica que, con fecha 30 de noviembre, cerró, el segundo período de sesiones de su primer año de ejercicio, dejando integrada su Diputación Permanente."- De enterado.

"La Diputación Permanente del Congreso del Estado de Guerrero comunica que, con fecha 2 de diciembre, concedió licencia de diez días al ciudadano gobernador constitucional del estado, general Héctor F. López, designado, para substituirlo, al C. diputado Policarpo Sierra y Guevara."- De enterado.

Telegrama procedente de: "Oaxaca, Oax., 15 de diciembre de 1925.

"Secretario H. Cámara de Diputados.

"Hoy, veinte horas, XXX Legislatura Estado Libre y Soberano de Oaxaca clausuró primer período ordinario sesiones correspondiente al segundo año de su ejercicio legal. Atentamente.- Diputado secretario, Luis P. de la Cajiga. - Diputado secretario, J. Aranda."- De enterado.

Telegrama procedente de: "Oaxaca, Oax., 15 de diciembre de 1925.

"Secretarios H. Cámara de Diputados Congreso de la Unión.

"Ayer fue designada Comisión Permanente fungirá durante receso Legislatura, quedando integrada forma siguiente:

"Diputados propietarios: presidente, Fernando Pérez; Roberto Calvo Ramírez, Adolfo Gómez, Atilano Guzmán, y secretario, Juan Aranda. Suplentes: Luis Paz de la Cajiga y Ricardo Luna.

Encarecémosles tomar debida nota.- Diputado secretario, J. Aranda."- De enterado.

Telegrama procedente de: "Villahermosa, Tabasco, 15 de diciembre de 1925.

"Presidente de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

"Honrámonos poner su conocimiento que esta H. Cámara, sesión ayer, acordó prorrogar hasta por quince días, actual período ordinario de sesiones. Afectuosamente.- Diputado secretario, A. C. Hernández.- Diputado prosecretario, Francisco Gamas C."- De enterado.

"El ciudadano presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Coahuila, comunica que, con fecha 1o. de diciembre, quedó integrado el citado Supremo Tribunal."- De enterado.

"El C. licenciado Valentín Villarreal comunica que, con fecha 1o. de diciembre, tomó posesión de la Presidencia del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Coahuila."- De enterado.

"La señora Juana Torres viuda de Carrera solicita pensión como madre del extinto general Alberto Carrera Torres."- A la 2a. Comisión de Peticiones.

"Las señoras Valentina y Concepción Gómez Farías solicitan una pensión como nietas del señor don Valentín Gómez Farías."- A la 1a. Comisión de Peticiones.

- El mismo C. secretario, leyendo:

"1a. Comisión de Hacienda.

"H. Asamblea:

"Acompañada de numerosos documentos, la Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda remitió a esta H. Cámara una solicitud de pensión del C. Lorenzo Valladares y Valencia, quien a la fecha desempeña el puesto de glosador de segunda de la mencionada oficina. El C. Valladares y Valencia funda su solicitud, que trae el apoyo de los miembros de la Comisión Inspectora de la Contaduría Mayor de Hacienda, en el hecho de que tiene más de cuarenta y cinco años de prestar sus servicios a la nación, y de este término la mayor porción corresponde a empleos desempeñados en el Poder Legislativo.

"Como lo que asienta el peticionario queda plenamente comprobado en la documentación que acompaña, y por ella, además, nos hemos enterado de que sus servicios fueron siempre eficientes y su conducta intachable, nos permitimos proponer ante vuestra soberanía la aprobación del siguiente proyecto de decreto:

"Se concede jubilación al C. Lorenzo Valladares y Valencia, por haber prestado más de cuarenta y cinco años sus servicios a la nación. La cuota diaria que se le fija es la de cinco pesos, mitad del último sueldo de que disfrutó como glosador de segunda de la Contaduría Mayor de Hacienda."

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D. F., a 15 de diciembre de 1925.- F. Gómez.- Luis Sánchez de Cima." - Primera lectura.

Está de primera lectura. Se consulta a la Asamblea si dispensa la segunda. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Dispensada. A discusión el primer día hábil.

"1a. Comisión de Hacienda.

"H. Asamblea:

"El presidente de la República, por conducto de la Secretaría de Gobernación, remitió a esta Cámara, el 5 de noviembre del año en curso, un escrito en el que solicita se otorgue pensión a los deudos del profesor José María Gallegos, quien prestó sus servicios en la Dirección de Estudios Biológicos, dependiente de la Secretaría de Agricultura y Fomento, y murió en el desempeño de una comisión científica en Payo Obispo, Q. R. "Para justificar el derecho que asiste a los deudos del fallecido para percibir una pensión, el propio presidente de la República inserta varios informes que se relacionan con la labor de alto interés científico que desempeño en provecho de la nación el C. Gallegos, y los subscritos, que estiman de absoluta justificación otorgar la recompensa aludida, se permiten proponer ante vuestra soberanía la aprobación del siguiente proyecto de decreto:

"Se concede pensión de cinco pesos diarios a la señorita Guadalupe Gallegos, por los servicios que, en el orden científico, prestó a la nación su extinto hermano, el profesor José María Gallegos."

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D. F., a 15 de diciembre de 1925.- F. Gómez.- Luis Sánchez de Cima." - Primera lectura.

Está de primera lectura. Se consulta a la Asamblea si dispensa la segunda. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Dispensada. A discusión el primer día hábil.

"1a. Comisión de Hacienda.

"H. Asamblea:

"A la subscrita comisión le fue turnado el memorial que, por conducto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, remitió a esta H. Cámara el C. César M. Kampfner, por el cual solicita se le jubile, en virtud de haber prestado servicios a la nación durante más de treinta años.

"Estudiados detenidamente por está comisión los documentos que forman el expediente respectivo, de ellos se desprende que el C. César M. Kampfner comenzó a prestar sus servicios en el año

de 1890, con el carácter de meritorio de la Secretaría de Hacienda, y desde esa fecha hasta el año de 1920, en que fue cesado, dicho ciudadano desempeñó con eficiencia y honradez, infinidad de empleos, siendo el último el de contador de tercera de la Jefatura de Hacienda en el Estado de Durango, que era retribuído, según el presupuesto del citado año de 1920, con la cuota de ocho pesos diarios.

"Por lo anteriormente expuesto, somos de opinión que se conceda la jubilación solicitada, y siguiendo el precedente en casos semejantes, estimamos equitativo asignarle al peticionario la suma de cuatro pesos diarios, que equivale al cincuenta por ciento del sueldo del último empleo que desempeño, permitiéndonos someter a la aprobación de vuestra soberanía, el siguiente proyecto de decreto.

"Artículo único. Se concede jubilación al C. César M. Kampfner, por más de treinta años de servicio prestados al Gobierno federal, y se señala como haber diario, que disfrutar íntegramente a partir de la fecha de la publicación de este decreto en el Diario Oficial, la cantidad de cuatro pesos."

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D. F., a 15 de diciembre de 1925.- F. Gómez.- Luis Sánchez de Cima."

Está de primera lectura. Se consulta a la Asamblea si dispensa la segunda. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Dispensada. A discusión el primer día hábil.

- El mismo C. secretario: Está a discusión en lo general el Convenio con el Comité Internacional de Banqueros y la iniciativa de ley que aprueba las reformas y modificaciones a dicho Convenio.

El C. presidente: Habiendo solicitado los miembros de las comisiones dictaminadoras la presencia del ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público, y encontrándose este funcionario a las puertas del salón, se comisiona a los ciudadanos diputados Fabila, Gómez Filiberto y Yépez Solórzano, para que se sirvan introducirlo. (Penetra al salón el ciudadano secretario de Hacienda y Crédito Público). Tiene la palabra el ciudadano Padilla Ezequiel para fundar el dictamen.

El C. Padilla Ezequiel: Señores diputados:

Hace poco más de tres años este mismo recinto repercutía con los aplausos estruendosos de la Asamblea aprobando el Convenio Lamont - De la Huerta. De antemano la prensa había elevado sus columnas de incienso, en la que oficiaban como sacerdotes, distinguidos intelectuales y economistas mexicanos. Los elementos más radicales de la Cámara trajeron sus coronas líricas sobre los renglones atestados de cifras del Convenio y, sin embargo, ahora podemos preguntarnos si el señor De la Huerta, cuando fue a pactar el Convenio, iba sólo armado de su ingenuidad ilimitada o si ya la sugestión hórrida, que ponía de punta los cabellos, de Macbeth, lo perturbaba.

La verdad es ésta, señores diputados: que los banqueros de Wall Street habían realizado una estupenda labor financiera. En una hora en que todas las naciones de Europa habían estado desclavadas de la cruz de la guerra, México, levantándose vacilante de sus escombros, iba a firmar un convenio en el cual reconocía toda su deuda directa; reconocía, íntegros, todos sus intereses atrasados, extendía la responsabilidad nacional sobre intereses absolutamente privados, como era la empresa de los ferrocarriles, y ponía sobre la responsabilidad específica de las hipotecas en la Caja de Préstamos, el manto de su responsabilidad nacional también. Parece una ironía que en ese Convenio se haya dicho que con una espléndida generosidad se renunciaba a los intereses compuestos de la deuda; si, por una parte, se advierte el contrato especial que este Comité de Banqueros tiene con los tenedores de bonos, en la cual la inteligencia de estos maestros de la finanzas logró obtener la más ilimitada representación, sin que una sola cortapisa pudiera, de pronto, detener las maniobras de estos financieros; si, por otra parte, se piensa que todos los bonos de la deuda pública de México que estaban esparcidos en las naciones europeas, en Francia, en Alemania, en Bélgica, en Inglaterra, y de pronto un comité de hombres prominentes en las finanzas se reune y logra darles cohesión a todos estos valores dispersos y forma un sólo frente con todos estos créditos contra México y en los cuales tomó una cooperación decidida al exsecretario de Hacienda, en quien el Gobierno tenía puesta una ilimitada y absoluta confianza, no puede menos que llenarnos de asombro la ventaja, la inteligencia y, sobre todo, el éxito de las maniobras de los financieros de Wall Street; fue una ventaja enorme la que ellos alcanzaron. México, en esa ocasión, estuvo a la altura de una situación que sólo la salva la buena voluntad del pueblo para hacer frente a sus intereses internacionales; pero hay que advertir - y en esto debo llamar la atención de la Asamblea - que no sólo había una responsabilidad accidental y ocasional en la cual todos los que formamos parte de este Gobierno tenemos alguna responsabilidad, sino que también existe en las generaciones pasadas, porque este Convenio representa un siglo de errores financieros, y es un Convenio en el que está incorporado un siglo de errores políticos también. Nosotros hemos pagado en ese Convenio, durísimo para el pueblo de México, el castigo que merecen los hombres y los pueblos que no tienen confianza en sí mismos; que para seguir su política de rehabilitación y de reconstrucción no confían en sus fuerzas propias, sino que tienen que poner sus ojos en el exterior para caminar; en lugar de hacer lo que otros hicieron, como podríamos citar el caso del nacimiento de las finanzas americanas, en que ellos hicieron descansar sus deudas sobre un Banco, es decir, incorporando en la confianza, en el crédito y en el trabajo nacionales su propia rehabilitación, nosotros, desde el principio de nuestra independencia, enviamos a don Mariano Michelena, en el año de 1823 ó 24, a contratar un empréstito que tuvo un valor de treinta y dos millones de pesos, de los cuales sólo pudieron llegar a México, según la observación de un gran economista, solamente once millones; y, sin embargo, en el año de 1862

ese empréstito representaba sesenta y dos millones de pesos; en el año de 1886 representaba setenta millones de pesos; en el año de 1899 representaba noventa y siete millones de pesos, y en el año de 1923, cuando se hizo el Convenio Lamont - De la Huerta, representaba una suma de ciento veintitrés millones de pesos.

Esto que se dice de esta evolución creciente y alarmante de solo crédito de empréstito, podríamos casi encontrarlo en toda la evolución de nuestras deudas internacionales; y es, señores diputados, que es necesario conquistar el ideal o la prosperidad colectiva a base de esfuerzo y de sacrificio; esa forma simple, en la cual hay siempre algo de inmoralidad, de arrojar sobre las generaciones futuras la fácil prosperidad obtenida con un empréstito, habrá de tener una responsabilidad y hay que reconocerla para corregirla.

¡Ojalá, señores diputados, que la nación entienda esta dura lección de la Historia! ¡Ojalá, señores diputados, que los auspicios bajo los cuales va a discutirse este Convenio perduren para siempre; los auspicios de un Gobierno que ha logrado, sin empréstitos internacionales, apartándose de los derroteros que la nación ha seguido durante un siglo, acumular en sus arcas economías sin necesidad de acudir al auxilio del exterior. Es necesario que en esta ocasión podamos fundar esta verdad: de que los nuevos auspicios para la política de México deben ser aquellos que reconocen en las fuerzas propias, en el desenvolvimiento de las mismas energías nacionales su propia rehabilitación, tal y exactamente como el Gobierno lo está haciendo con sus grandes proyectos, con el objeto, de determinar que la nación mexicana esté en la capacidad de bastarse por sí misma en toda su capacidad financiera para rehabilitarse y cubrir todos sus compromisos internacionales. Como digo, el Convenio Lamont - De la Huerta fue firmado coronando de mirtos de oro las frentes despejadas de los financieros de Wall Street, pero el mismo autor del Convenio se encargó, con su rebelión, de imposibilitarlo: entonces quedó suspendido el pago de la deuda. Todavía el expresidente Obregón, nuestro ilustre expresidente Obregón, en medio de las llamas de la guerra civil, afrontó el pago primero de este compromiso de Lamont - De la Huerta, pero después fue inevitable la suspensión de los pagos. El señor presidente Calles se vió en la necesidad inherente a todos los pueblos que tienen la obligación de cumplir sus compromisos de honor nacional, de reanudar el pago de la deuda; para ello fue designado el señor secretario de Hacienda a entenderse con los banqueros. El primer problema que se presentaba era pagar los setenta y cinco millones de pesos que correspondían a las dos anualidades durante las cuales se había suspendido el pago de la deuda: 1924 y 1925, suma que ascendía a setenta y cinco millones de pesos. No era posible hacerlo en efectivo, porque la nación no hubiera podido afrontar ese gasto sin haber descuidado los planes de reconstrucción nacional que el Gobierno, respaldado por toda la nación, está llevando a cabo; hubiera sido ruinoso aceptar las proposiciones de empréstitos que, para cubrir intereses, pudo en un momento el país haber hecho. Todos sabemos que Arlitt proponía un empréstito de cincuenta millones de dólares, o sean cien millones de pesos, para que, entregados con un descuento de setenta y cinco por ciento, hubiera cubierto exactamente los setenta y cinco millones que se debían por las dos anualidades pendientes. Esto hubiera significado para la nación, al cabo de los veinte años y con el interés del seis por ciento a que se refiere este empréstito, una suma de 168 millones de pesos aproximadamente. El señor secretario de Hacienda escogió otro sistema de logró imponer a la aprobación del Comité de Banqueros, y que consiste en un pago escalonado, teniendo en cuenta la capacidad financiera que la nación va adquiriendo a medida que su reconstrucción va progresando, para que fuera ese pago solamente con el tres por ciento de interés, como repito, escalonado en un período de ocho años el pago.

No era este el único problema que quedaba, que en el fondo hubiera sido el único para darle vida inmediatamente al nuevo Convenio; pero el secretario de Hacienda estimó que era oportunidad de enmendar algunos errores graves del anterior Convenio, y debemos hacer justicia a su labor en este sentido. Desde luego, pensó que era necesario hacer la desincorporación de los Ferrocarriles, de la Deuda Pública. Todos ustedes saben que las empresas de explotación que están dominadas por el Gobierno, inficionadas por la política, sin ese interés directo que se tiene en obtener la prosperidad de un negocio que afecta directamente a los intereses privados, sino que se confunde con los intereses generales, en los cuales la responsabilidad colectiva está diluida, van siempre al fracaso. Sabemos que los Ferrocarriles mexicanos han estado en una bancarrota, en la cual la razón fundamental ha sido la de que han estado manejados, en lugar de por elementos técnicos y por elementos que sólo se dediquen a explotar una empresa bajo la base de negocio, por elementos que daban cabida a verdaderas maniobras políticas y a explotaciones inmorales.

Era, por otra parte, enteramente injusto que el pueblo, que la Deuda Pública estuviera pagando las consecuencias de una mala administración privada. Es necesario que la responsabilidad descanse exactamente sobre los intereses privados para que ellos puedan rendir todo su beneficio. El señor secretario de Hacienda obtuvo, desde luego, esta enorme ventaja sobre el Convenio anterior.

No fue esa sola: la Caja de Préstamos, como ustedes saben, a más de la garantía específica de hipoteca sobre cada uno de sus bienes, quedó cobijada con la responsabilidad de la deuda pública en el Convenio de 1922. El señor secretario de Hacienda obtuvo que esa responsabilidad específica se levantara, quedando solamente la deuda pública cubriendo aquella deuda y obteniendo esta inmensa ventaja: que en estas horas de reconstrucción nacional fuera posible manejar con entera libertad y sin los estorbos de los gravámenes hipotecarios todos los bienes de la Caja de Préstamos. Pronto ustedes conocer n el proyecto relativo, en el cual esos bienes tienen una inmediata aplicación para obras reconstructivas de la nación. Además de estas ventajas visibles, es posible calcular algunas otras, como son, por ejemplo, la ventaja que adquiere el Gobierno en el pago de los doscientos millones de

pesos de intereses atrasados, para poder redimir, al precio del mercado, los bonos de esa deuda; de tal manera que si el Gobierno en su potencialidad aumenta y adquiere la capacidad de redimir esos bonos, puede desde luego contarse con un ahorro que puede estimarse en cifras y que es desde luego una visible ventaja obtenida. Podríamos señalar también una ventaja de honor nacional, al haber modificado los términos de una cláusula del Convenio de 1922, en la cual estaba estipulado que el Gobierno no podría modificar las tarifas de la explotación del petróleo, que es una de las facultades exclusivas de la nación, por conducto del Congreso de la Unión. El señor Pani ha hecho que se borrara del Convenio esa taxativa, substituyéndola con otra modificación.

Estas son a grandes rasgos generales, señores, las ventajas que en las enmiendas que están a vuestra consideración se han obtenido. En este Convenio, como digo, están representados no sólo los errores de México, están, sobre todo, por encima de las codicias y de la inteligencia aliadas para formular el Convenio de 1922, y en las enmiendas que acabo de exponer están representadas estas tres grandes verdades que yo quiero hacer resplandecer sobre la Asamblea: primera, el Convenio que está ante vuestra deliberación representa un inmenso sacrificio del pueblo de México, sobre todo si se tiene en cuenta que es un Convenio que está hecho con el noble propósito de cumplirlo íntegramente. Segunda, los banqueros de Wall Street han obtenido una verdadera victoria financiera. ¡Ojalá y también puedan obtener una victoria moral, no hostilizando a la República de México, para que pueda capacitarse a cumplir sus compromisos internacionales y para que tenga la capacidad, el derecho que le dan estos sacrificios, de desenvolverse libremente dentro de los destinos que la Historia le tiene marcados! Y tercera, en esta hora solemne, en que el país va a recibir sobre sus hombros una deuda tan grande, una obligación tan enorme, recogiéndola de las generaciones pasadas y con el sueño de no legarla a las generaciones futuras, es hora de que en el alma de todos los mexicanos palpite la inspiración patriótica, ese sentimiento de patria que da a los espíritus la disciplina para marchar al sacrificio con tal de salvar a su país para los grandes destinos y brillantes oportunidades de las generaciones de mañana. (Aplausos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Caloca, en contra.

El C. Caloca: Señores diputados:

Debo empezar por advertir a ustedes que en 1921, cuando empezó a circular en la República el Convenio Lamont - De la Huerta, publiqué dos editoriales o tres y algunos artículos sueltos, opinando en sentido contrario. Desde aquel tiempo, señores, yo veía que llegaba toda la política europea, en la cual todos los países que habían tomado participación en la guerra mundial decían esto: nosotros no pagaremos mientras no sepamos con qué recursos contamos para poder, primero, salvarnos interiormente y después pagar a los judíos de Wall Street de Estados Unidos. Ese criterio, que, naturalmente, abrió brecha en la nueva economía, creo que se debería haber tomado en cuenta para poder resolver la deuda exterior de este país; pero nada. Alrededor de don Adolfo de la Huerta, como una especie de gran señorita, se armó toda la gresca y toda la gritería, y la prensa y los amigos y los "barberos" y todo el servilismo posible lo hicieron creer que en este país había que pagar. Eso, ante la expectación de un público que decía: vamos a pagar para adquirir crédito, se creyó que el hacerlo sería sencillamente para ver cómo después se desparramaba el oro americano sobre México, para fomentar la industria y refaccionar la agricultura y, en fin, todas aquellas cosas que son hijas de la fantasía y de los sueños. Ahora, si eso dicen los vencidos que tienen indiscutiblemente una deuda de honor y una deuda de sangre y una deuda de sacrificio, supuesto que entre ellos unos tienen el carácter de vencedores y otros el de vencidos, cosa que no pudiéramos decir nosotros que no tenemos ese carácter, pues nosotros no somos ni vencidos ni vencedores; hemos hecho la revolución para ver cómo llegamos a realizar grandes cosas como país soberano. Por otra parte, en estos momentos en que todos sabemos con qué recursos contamos, andamos coqueteando con los señores de Wall Street para pagarles, cuando tenemos el espectáculo sorprendente y triste de la derrota y del fracaso de la agricultura, de nuestra industria, de la enseñanza y de todas las cosas, de los empleados, y en estos momentos en que hacemos tanteos de reconstrucción, de presas y caminos, vamos a comprometernos, vamos a echarle al país setenta y cinco millones año por año. No sé cuál sea la intención, tanto más cuanto que recuerdo que en aquellos tiempos, en que México aparecía dizque pagando su deuda, en Europa se decía: o México está loco o tiene mucho dinero. Claro que ellos decían: ¿cómo va a pagar este país, cuando nosotros no podemos pagar? En la inteligencia de que si ellos con cuatro años de guerra quedaron asolados, ¿cómo habríamos quedado nosotros con quince años de revolución? Gracias a nuestra sangre generosa, en la que florecen todos los esfuerzos, hemos podido estar tambaleándonos, como en una convalecencia, en esta crisis espantosa y salir a flote, y apenas, en un momento, no pudiendo dar un paso, vamos a echarle al pueblo millones sobre millones. Oigo que Padilla habla de millones y más millones, y me imagino una danza macabra con intereses bailando, por el esfuerzo generoso del pueblo que no sabe cuándo ni cómo pagar . Eso no es salvar el futuro del país; esas cosas no se hacen así. Yo no sé qué interés ir a pagar ese dinero, cuando nosotros apenas nos iniciamos en una vida de lucha, de esfuerzo y de empeño. Ahora ¿qué, acaso estos señores que nos cobran con tantas exigencias no pueden esperarnos, máxime si tomamos en cuenta que lo que nos cobran no es más que pagarles un servicio que nosotros mismos les hemos hecho, haciéndoles concesiones por todos lados? Yo no sé qué empeño hay en esto. ¿Es acaso que se prepara otra nueva Presidencia, o es que se arma otra nueva política? Yo no entiendo, porque si eso fuera, que lo dudo, pero si eso fuese, sería otro crimen más, además de echarle los millones de pesos encima a este pueblo. No, yo desde este punto de vista, y sin objeto de tirarle al ministro de Hacienda ni al presidente, yo sé que aquí vamos a

perder, pero para nosotros es consolador que sepa el país que nosotros estamos empeñados en que en estos momentos no se le eche al pueblo una carga que no puede soportar; que pague, sí, pero en el momento en que esté al margen de las posibilidades, al margen de una estado bonancible, y no en un estado como de convaleciente que va paso a paso, como un viejo con su agarrote, pidiendo limosna por la calle. No, eso no es ni siquiera lógico. (Aplausos).

El C. Villaseñor Mejía: ¿Me permite una interpelación, con permiso de la Presidencia?

El C. Caloca: Con mucho gusto.

El C. Villaseñor Mejía: ¿El compañero Caloca cree de buena fe que de no aprobarse la enmienda que está a debate, el Gobierno no tiene ya adquirido el compromiso de que usted habla? - El C. Caloca: Si lo tiene, compañero. ¿Quiere usted que le explique? Me parece que me he explicado. Yo no digo que debamos desconocer la deuda, no; vamos pagándola, pero cuando podamos, no ahora. (Aplausos).

El C. Villaseñor Mejía: Con permiso de la Presidencia, otra interpelación. Digo yo que si usted cree de buena fe que si en esta Cámara no se aprueba la enmienda, el Gobierno no tenga ya contraído el compromiso en virtud del Convenio anterior, de pagar esa deuda. Yo creo que huelgan los argumentos del compañero.

El C. Caloca: No, no "holgan". (Risas. Voces: ¡Huelgan!) Lo voy a demostrar... No soy gramático, si me equivoqué, perdóneme, señor doctor en lengua española (Risas.) Debo advertirle a usted y le voy a poner un ejemplo: si yo le debo a usted cincuenta pesos, yo voy y le digo: tengo este prendedor y este reloj para que se pague usted. Usted no va a ser tan cándido para escoger el reloj, sino que va a escoger el prendedor; en cambio, yo, si no le quiero pagar, no me conviene que se pague con el prendedor; entonces yo seré el que le ponga condiciones y no usted. Es lo que está pasando con nosotros. Claro que ellos aprovecharán todas las oportunidades y que pondrán condiciones; pero pongámonos en un margen de prosperidad y entonces nosotros seremos los que pongamos las condiciones; es una psicología especial y rara, y usted comprender y comprende esto. Yo no desconozco, al contrario, creo que el país tiene la obligación; pero vamos haciendo las cosas de modo que nosotros pongamos las condiciones y no ellos. (Una voz: ¿Cuándo?) Pues cuando sea oportuno. Yo no creo que cuando no sea oportuno. De eso estamos tratando, de esa oportunidad, porque las cosas son para hacerlas con oportunidad. No hacemos más que anticiparnos a un compromiso que no tenemos, máxime cuando los países son como los hombres: los hombres, cuando empiezan a vivir, tienen mil calamidades; así los países, y nosotros lo hemos visto: la langosta, temblores, incendios, cuartelazos, las "volteadas" los politicastros, en fin, es un desastre, hasta el Partido Laborista. (Aplausos). De manera que nosotros, a la mejor, en dos años estamos con los banqueros rogándoles, a ver si nos hacen el favor de reformar el Convenio. No; eso no es tener sentido común, es estar jugando con fuego; es necesario que siquiera midamos nuestras futuras fuerzas. Ya ven ustedes, la simple declaración de un nuevo presidente a todo el mundo causa entusiasmo y quieren complicarse en revueltas. Además, mañana puede venir el gusano rosado, y no es difícil que a la tarde o mañana tengamos la langosta aquí junto con el Convenio Lamont - De la Huerta. No; para mí, no sé si deba entrar en más consideraciones, pero yo si les digo a ustedes sinceramente - este es mi sentir persona l- que yo me sentiría avergonzado si no hiciera esta declaración para que lo supieran en toda la República y más mis comitentes; esto es para mí una obligación, es una responsabilidad, tanto que en estos momentos ya no voy a ser el Caloca de los cuentos, voy a ser en lo sucesivo el Caloca de las parabolas. En estos momentos en que para mí el país es una especie de convaleciente que no tiene más fuerzas para soportar - esto me imagino, compañero Padilla, y se lo dedico a usted -, voy a decir esto: Dios llevaba de la mano a Ezequiel, hijo de Burí, por una inmensa llanura toda llena de huesos en número infinito, y tan secos como si hubieran pasado por un horno, y después de mostrársela le dijo: "profetiza sobre esos huesos, hijo de Burí, y diles: escuchad, huesos secos, la voz del Señor; el Dios, el Señor os dice: yo os cubriré de músculos, de nervios, de sangre, os cubriré de piel alrededor y os infundiré un espíritu lleno de vida y después os levantaré." Ezequiel profetizó tal como se lo había mandado Dios, y en esos momentos que profetizaba se sintió un enorme rumor estruendoso como de cien ejércitos de soldados de palo que acudían en desorden extraordinario; eran millones de huesos que se habían puesto en movimiento y se cruzaban todos en distintas direcciones para formar piernas, brazos, cavidades torácicas, esqueletos completos, y luego vió Ezequiel cómo aquellos huesos se iban convirtiendo y se iban cubriendo de músculos, de venas, de nervios, de sangre de piel y yacían cadáveres yertos completamente, tendidos, cubriendo la dilatada llanura. Entonces se escuchó por segunda vez la voz de Dios que le decía: "Ezequiel: profetiza sobre el espíritu, hijo del hombre, profetiza diciéndole de este modo: ved cómo el espíritu acude de los cuatro vientos y sopla sobre esos muertos para que incorporados y redivivos sean el pueblo." Ezequiel profetizó como se lo había mandado el Señor, y al punto escuchó como un rumor de brisas que acudían de todos los puntos del horizonte, formando por miríadas almas que acudían en rápido vuelo hacia la evocación del profeta. Y vió cómo aquellos espíritus se iban incrustando en los muertos, los que se levantaban llevando sangre hirviente y calor, tornados en espíritus numerosísimos. Y otra vez habló Dios a Ezequiel y le dijo: "esos huesos que has visto constituyen el pueblo cautivo de Israel. Diles a los israelitas que yo los sacaré de sus sepulcros, que yo los levantaré, que yo les infundiré el espíritu, que los restituiré a la vida del derecho y de la libertad." Señores: yo he traído esta parábola maravillosa porque así me imagino que nuestro pueblo necesita el soplar sobre sus huesos después de que se cubran con nervios, sangre y venas, después de alentarlo con espíritu para que entre en una edad de lucha, de libertad, de progreso y prosperidad: de lo contrario, yo creo que

lo que estamos haciendo es una verdadera injusticia. (Aplausos nutridos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Cerisola.

El C. Cerisola: Compañeros:

El compañero Caloca, en síntesis, ha presentado aquí dos discursos, contradictorio el segundo del primero. Dijo al principio que México no debía pagar sus deudas, porque las naciones europeas, después de la conflagración mundial, han ido a decir: no pago porque no puedo. Y yo diré al señor Caloca que el digno México, tan villanamente calumniado dentro y fuera de las fronteras, viene a poner el ejemplo a toda la Europa, diciendo: yo, débil y calumniado, sé respetar mis compromisos y cumplir con ellos, aunque haga un enorme esfuerzo. (Aplausos). Después dice el compañero Caloca, contradiciendo a lo primeramente expresado por él, que México no debe negar sus deudas, pero que debe pagarlas cuando esté en posibilidad de hacerlo. Esto, que está en contradicción con lo dicho al principio, lo dice el compañero Caloca porque no se ha empapado de todas las ventajas que las reformas del Convenio traen. Precisamente, con ese objeto, para ponernos en posibilidad de poder cumplir con los compromisos sagrados que se han contraído, para eso se han iniciado las reformas a ese Convenio, y esas reformas lo capacitan para cumplir, dentro de sus posibilidades, con toda honradez, con toda honorabilidad, los compromisos contraídos. Voy a hacer un resumen, lo más breve posible, de las ventajas obtenidas para la nación con las reformas propuestas al Convenio, para que se vea que precisamente las reformas capacitan al Gobierno para hacer frente a sus compromisos internacionales desde la hora actual. Para reanudar el servicio de la deuda se hacía necesario que el Gobierno pagara los dos años, los intereses corrientes de los años de 24 y 25 que no ha pagado por la suspensión de la deuda, y para esto necesitaba el Gobierno pagar de contado antes que ninguna otra cosa. La reforma del Convenio hace que el Gobierno mexicano comience a pagar esos setenta y cinco millones desde el año de 28; es decir, cuando los frutos de esta intensísima reconstrucción interior que está desarrollando el Gobierno actual hayan aumentado considerablemente la potencialidad económica del mismo Gobierno. ¿Y en qué forma va a pagar estos setenta y cinco millones? En abonos anuales de diez por ciento en los primeros tres años, doce y medio por ciento los segundos tres, es decir, aumentando la proporción a medida que vaya aumentando sus fuerzas económicas. Con esto el Gobierno ha salvado su dignidad y ha demostrado que sabe cumplir sus compromisos, y no se ha echado la carga inmediatamente porque necesita sus fuerzas para la intensa reconstrucción nacional que está llevando a cabo. Pero no paran allí las ventajas. Viendo que en el Convenio de 1922, del que no voy a hacer una loa ni una censura, porque, desgraciadamente para la nación, fue aprobado y sancionado por la Ejecutivo federal y por la Representación Nacional, es decir, fue sancionado por el pueblo mexicano y reconocido como legal y como bueno ante todo el mundo; este Convenio digo, tiene la fuerza de los hechos consumados; de manera es que México por eso está obligado a cumplir con lo en él estipulado. El Convenio nuevo, es decir, las reformas que se trata de hacerle, viendo la gran injusticia que se cometió involucrando en la Deuda Pública Federal la deuda de empresas particulares que se llaman Ferrocarriles Nacionales, viendo eso el actual presidente de la República, desde antes de que se lanzara su candidatura, desde entonces estuvo pensando en la forma de desligar las dos deudas para dejar a cada quien la deuda que le correspondía, y ya se ha logrado brillantemente. El Convenio Lamont - De la Huerta establece, estatuye que el Gobierno tiene que pagar juntas las dos deudas, y solamente por concepto de réditos vencidos y no pagados, de réditos atrasados, el ferrocarril echaba a cuestas sobre el Gobierno la enorme suma de ciento noventa y siete millones de pesos. Hoy, en la actualidad, serán los Ferrocarriles Nacionales los que tengan que respondere de esos ciento noventa y siete millones de pesos; pero ha sido más hábil todavía el Gobierno, ha llegado a decir: como el cuarenta y ocho y medio, como el cuarenta y ocho y tantos por ciento no corresponde a la deuda pública federal, sino a los Ferrocarriles, yo, conforme al Convenio Lamont - De la Huerta, no tengo que pagar más que la parte que me corresponde de réditos atrasados de la Deuda Pública Federal, y para hacerlo no es justo que yo pague los abonos estipulados de diez millones de pesos en el Convenio de 1922, supuesto que solamente debo doscientos y pico de millones y no cuatrocientos; como decía antes, en estas condiciones el Gobierno dice: yo pagaré conforme a este Convenio la parte que corresponda a la deuda, es decir, pagaré cinco y medio millones, en lugar de diez y medio millones; pero no solamente, sino que el Convenio Lamont - De la Huerta fija que los certificados que amparan esos réditos atrasados, no pagados, deben recogerse por el Gobierno federal a la par de su valor nominal, y en el nuevo Convenio no existe tal cláusula de que sea a la par. De manera es que esos bonos puede recogerlos el Gobierno federal a muchísimo menor precio del que tienen de su valor nominal. ¿Por qué? Porque esos bonos ni ganan intereses ni tienen garantía específica, y, además, se pueden recoger en un plazo de cuarenta años. De manera que como no hay un sistema especial para recogerlos, lo mismo pueden ser recogidos el día de mañana que dentro de cuarenta años, y por esas condiciones en que están esos certificados, tienen que circular en el mercado notablemente disminuidos en su valor nominal, y la reforma del Convenio capacita al Gobierno y a los Ferrocarriles para recoger cada uno sus réditos vencidos, no pagados, pagándolos a un precio infinitamente inferior del valor nominal.

Tienen otra enorme ventaja las reformas al Convenio, y es en lo que se refiere a la Caja de Préstamos. Según el Convenio Lamont - De la Huerta, todas las propiedades de la Caja de Préstamos estaban hipotecadas y había, además, escrituras de fideicomiso. Hoy, canjeando esos bonos de la Caja de Préstamos por bonos de la Deuda Federal, se cancelan todas esas escrituras y quedan todos los bienes de la Caja de Préstamos exclusivamente de la propiedad del Gobierno federal y él puede explotarlos como mejor le convenga y sacar de

ellos todo el fruto que debe sacar, lo que se veía imposibilitado de hacer estando hipotecados por Wall Street. Eso tiene también de patrióticas las reformas al Convenio. Además, en intereses corrientes, decía el compañero Caloca, pongámonos en condiciones de poder pagar efectivamente. En el Convenio Lamont - De la Huerta sería una carga pesadísima, que quizá ni con un esfuerzo enorme y un sacrificio no menos grande pudiera cumplir la nación, porque exige que el año de 26 se paguen cuarenta y cinco millones de pesos por intereses corrientes, y el año 1927 se paguen cincuenta millones de pesos. ¿Qué han hecho las reformas al Convenio? Sencillamente, disminuir a menos del cincuenta por ciento la obligación del pago mínimo y pagar en 1926 veintiún millones y pico, y en 1927 veintidós millones, en lugar de los cincuenta que tenían que pagar. Luego con las reformas sí se pone el Gobierno capacitado para cumplir sus compromisos; ya está en condiciones de cumplir sus compromisos sin hacer un sacrificio y sin interrumpir su labor reconstructiva. Este Convenio, pues, encierra un gran beneficio para el país: le descarga de una enorme deuda que pasa a los Ferrocarriles y lo pone en condiciones de poder cubrir sus compromisos, lo pone de ejemplo al mundo entero, para que se vea cómo este pobre pueblo tan sufrido, que tanto ha luchado por su libertad, que tanto ha luchado por su emancipación, hace ostensibles sacrificios para cumplir con sus compromisos exteriores e interiores.(Aplausos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Soto y Gama.

El C. Díaz Soto y Gama: Compañeros:

Antes que nada debo descargar mi conciencia de un gravamen que sobre ella pesa, es, a saber: la ligereza extraordinaria, rayana en frivolidad, con que en la anterior Legislatura se discutió en esta Cámara el anterior Convenio llamado Lamont - De la Huerta.

El C. Campillo Seyde: Usted era diputado entonces.

El C. Díaz Soto y Gama: Yo ya sabía, y no necesitaba ser muy astuto, por cierto, para saberlo, que se me iba a arrojar este cargo, y por eso, con una habilidad menos que mediana tengo que refutarlo. Cometimos esa ligereza, cometimos esa frivolidad, sí. ¿Qué quiero decir con eso, señores que me interrumpen? Que no debemos repetir la ligereza, que no debemos repetir la frivolidad; es decir, que si la vez pasada nos equivocamos inconscientemente, hoy ya no tendríamos la disculpa, como representantes del pueblo, ante el pueblo mismo ni ante la nación, de volvernos a equivocar. Hoy estamos obligados a estudiar este punto seriamente, aun cuando suprimamos el sistema de sesiones permanentes y aunque se gastara toda la semana, porque debemos llevar todos y cada uno de nosotros la satisfacción de que hemos estudiado el Convenio y de que los que no lo han estudiado lo han conocido a través de las discusiones de esta Cámara. Nuestra responsabilidad crece también en proporción aún mayor cuanto más grande fue el error cometido la vez pasada.

En estas condiciones puedo entrar ya al estudio del Convenio, pero quiero hacer otro pequeño preámbulo que considero absolutamente necesario, preámbulo que podría yo llamar psicológico; no es absolutamente financiero, pero sí es psicológico, es importante. Mi preámbulo siguiente se refiere a la sospechosísima felicitación que Lamont, ese tigre de las finanzas, dirige al presidente Calles a propósito del Convenio de que tanto se ufana el señor Pani. ¿Es de creerse que Lamont, un judío con toda la barba (Risas), felicitar al general Calles si el Convenio perjudicara en lo más mínimo a los financieros? Yo creo que ni un niño de cuatro años puede creer semejante cosa. Sería un caso de altruismo, único en la historia del mundo, esa felicitación de Lamont a Calles. Para todo individuo que tenga un tomo, menos que un tomo, de malicia, quiere decir que el Convenio es desastroso para México y absolutamente ventajoso para las fieras del Wall Street psicológicamente, naturalmente la hipótesis, pero vamos a basarla en hechos. Yo esperaba ver en los discursos que aquí se han pronunciado algo nuevo, esperaba ver en la exposición del señor Pani algo que correspondiera a su decantado talento, esperaba ver en el talento de la comisión algo que reforzara los muy débiles raciocinios del señor Pani, que en esta vez no ha estado de ninguna manera a la altura de su reputación, ni como financiero ni como hombre inteligente; como financiero digo mal, porque nunca he sabido que lo fuera, pero como inteligente lo suponía y realmente no he visto nada de inteligencia en la exposición del señor Pani. (Aplausos en las galerías). En cuanto a las peticiones triviales, vulgarísimas del señor Padilla, pues también me hacen dudar de lo mismo, de su inteligencia; y en cuanto al discurso del compañero Cerisola, pues fue otra copia fiel de lo que había dicho Pani y Padilla. (Aplausos en las galerías). Nada nuevo, lugares comunes, vaciedades, superficialidades, algo desastroso; yo esperaba algo nuevo, algo bueno, algo que obligara a esmerarse al contra, pero nada, absolutamente nada. Vamos a estudiar las famosas ventajas - a ver si lo son -, del Convenio y luego vamos a estudiar si esas ventajas compensan las desventajas y los peligros tremendos, formidables, del Convenio. ¿Cuáles son esas famosas ventajas? La reducción de dos anualidades. Los compañeros hablaron de reducción de réditos. Cualquiera creería que se trata de reducir diez o veinte anualidades de réditos. No, señores, se reducen dos anualidades, las de 26 y 27, y el año de 28, el 1o. de enero de 28, reasume México todo el servicio de la Deuda sin una sola variante, tal como la deuda está consignada en el contrato original. ¿Hay mucho mérito en conseguir la reducción de dos años de réditos? Yo creo que ninguno. El señor De la Huerta consiguió cinco años de espera. El señor Pani fue incapaz de conseguir un año más de lo que había obtenido el señor De la Huerta; eso en su contra y en contra del país, y de esos cinco años han transcurrido tres; nos quedan dos años de espera, no de espera, de reducción. ¿Y esa reducción tiene algún mérito? No, compañeros, ninguno. Lo dijo Caloca y lo han repetido las potencias europeas hasta la saciedad; lo ha dicho Francia, lo ha dicho Rusia, lo ha dicho todo el mundo: yo no puedo pagar más de lo que puedo pagar. ¿Se quiere perogrullada y verdad más grandes? Si me quieres obligar - dice Francia y dice Rusia hablando a su acreedor más grande, los Estados Unidos -,

a pagar más de lo que puedo; pues no puedo pagar más de lo que puedo.

¿De manera que cuál es el chiste, el mérito, la habilidad del señor Pani en conseguir que México no pague más que lo que puede pagar? ¿Hay alguna habilidad en esto? Yo no la encuentro. (Aplausos). Ahora, menor resulta la habilidad, si examinamos lo pasado; si ya prácticamente se veía que México no podía con las anualidades, si prácticamente se vió que no podía pagar, pues ¡hombre! ningún mérito tiene ni los banqueros ni el señor Pani en arreglar lo que ya se veía: que no se podía pagar. ¿Hay algún mérito en esto? ¿Por qué no consiguió el señor Pani siquiera esa misma reducción a cuatro o cinco años? Yo no lo entiendo. La otra ventaja del Convenio, ventaja maravillosa que se ha esgrimido aquí, con algo de falta de pudor, por que aquí ya se llega la falta de pudor llamar como una ventaja del Convenio el que los setenta y cinco millones de réditos equivalentes, o que significan las dos anualidades de 1924 y 1925: ¿qué, es un mérito que esos setenta y cinco millones de pesos ganen réditos de réditos, intereses de intereses, es decir, estipular intereses compuestos; es un mérito o un demérito? Yo creo que es un demérito, que es un error, que es un desacierto y un fracaso. El señor De la Huerta arregló que no se pagaran intereses compuestos absolutamente de ninguna especie, en los réditos relativos a muchos más años que dos, en los réditos relativos a los años de 1914 a 1922; eran intereses atrasados, y sin embargo, no se estableció la cláusula judaica de que se pagaran intereses de intereses, cláusula absurda, cláusula disparatada y cláusula que se convierte en un demérito y en una desventaja del convenio, no en una ventaja, como dice Padilla, ni en una ventaja como decía Cerisola, y no se deberían pagar esos intereses compuestos por infinidad de razones: la primera, por la alegada por el señor Pani, desde las primeras palabras del Convenio. ¿Por qué? Porque estos intereses no se pagaron por causa de fuerza mayor, motivo que el abogado más malo, el tinterillo más ramplón puede alegar, y no lo pudo alegar el señor Pani. (Aplausos). Si había venido una revuelta, una asonada, si los recursos del país estaban segados, si así lo dice en su parte expositiva, ¿cómo no debió alegar esa causa, ese origen de fuerza mayor, ese caso fortuito, esos tiempos aciagos que obraban sobre la voluntad de la nación, para decir: no es justo que se le castigue con esa pena que sólo se impone a los deudores insolventes de mala fe? ¿Por qué se cobran intereses de intereses? ¿Por qué a De la Huerta no se le exigieron intereses de intereses? ¿Y por qué se alega con tanto impudor eso que es una desventaja del Convenio? Ahora le podría preguntar al señor Pani: ¿me puedo dirigir a la conciencia de usted? ¿No sabemos todos nosotros que una deuda diferida, una deuda no pagada, que una deuda diferida por el solo hecho de serlo se demerita? ¿Quién ignora esto? Hablando yo con uno de los compañeros agraristas, me decía: eso es tan sabido, que una hipoteca, por buena que sea, por fuerte que sea la garantía, por magnífica que sea la finca sobre la cual recae el gravamen; una hipoteca, cuando se hace vieja, cuando se hace de plazo vencido y no se ha pagado, esa hipoteca se demerita y vale menos. ¿Por qué, pues, el señor Pani, él mismo que nos habla de que intereses atrasados se demeritan y llegan a tener un valor irrisorio por el solo hecho de ser atrasados, en lugar de castigar los intereses atrasados de 24 y 25, los premia con el enorme premio de diez millones de pesos, a título de intereses compuestos? Yo no veo ninguna habilidad. Ahora sí me explico por qué Lamont, el tigre de Wall Street, felicita al general Calles: porque se había tanteado soberanamente a su ministro (Aplausos), en la misma forma exactamente en que se tantearon a De la Huerta. No hay diferencia, con una cosa en contra: que fue repetición de la misma burla o repetición del mismo desacierto.

Entremos al punto fundamental del Convenio, al punto en que yo me propongo decir cuanto debo decir, y en lo que espero que esta Cámara tenga la amabilidad y la atención de escucharme, no sólo en esta vez, porque el punto es de tal manera vasto, que no basta un pobre, un humildísimo discurso para abarcar todos sus aspectos. Yo en esta vez estoy tratando los artículos en lo general, rápidamente. puesto que tengo derecho de tomar parte en la discusión, no diré que en lo particular, puesto que aquí desgraciadamente no va a haber discusión en lo particular ,sino en la discusión en detalle del artículo 2o. Estamos discutiendo en lo general, tuve un buen cuidado de fijarme en que la Secretaría declaró que esta discusión era en lo general, es decir, de los tres artículos; quiere decir que después tienen que discutirse uno a uno el 1o., 2o. y el 3o., y yo me reservo al discutir el 2o., insistir en una serie de detalles sobre un punto al que voy a entrar y que es el más importante del Convenio y sobre el cual se ha armado excesiva alharaca: la famosa segregación de la deuda ferrocarrilera con relación a la deuda de la nación. Naturalmente que se ha tenido la habilidad de hablar de la segregación de la deuda de los Ferrocarriles con relación a la deuda de la nación, pero no se dice a la vez de la devolución de los Ferrocarriles, y como las dos cosas están ligadas, voy a estudiar las dos cosas y demostraré con números, al discutir el artículo 2o., que esa segregación de la deuda de los Ferrocarriles es más aparente que real. En esta ocasión sería engorroso quizás o se apartaría quizás la vista del conjunto que yo quiero que la Asamblea tome sobre el Convenio, y por esa razón me reservo esa demostración para mejor oportunidad; pero sí quiero desde ahora hacer notar este argumento, que puede llamarse de brocha gorda, que puede llamarse grueso, pero absolutamente fundado en la verdad y en la razón. Esa segregación de la deuda es aparente en este sentido; desde luego, no es cierto, como dice la exposición del señor Pani; no es cierto, como dijo Padilla; no es cierto, como dice el dictamen, y no es cierto, como volvió a repetir Cerisola, que el país, que la nación, que el pueblo quede descargado de la deuda de los Ferrocarriles; eso es mentira, y lo es porque al pueblo lo mismo le importa pagar en forma de impuesto, que en forma de tarifas de fletes o pasajes. Y yo pregunto a todos los compañeros: la deuda de los Ferrocarriles, esa enorme deuda de seiscientos millones de pesos, ¿quién la va a pagar en último análisis? ¿Wall Street, el Comité, los miembros de la Directiva de los

Ferrocarriles, los accionistas de los Ferrocarriles? ¡Mentira! El pueblo todo lo va a pagar. ¿En qué forma se va a pagar? En forma de fletes excesivos de carga, o de pasajes excesivos. ¿Y hay alguna diferencia para el pobre pueblo mexicano en la forma de pago? ¿Podemos consolidar este pago en forma de impuestos para el Servicio de la Deuda? No, sino en forma de tarifas para los Ferrocarriles. ¿Quién es quien paga eso? ¿No es el pueblo mexicano? ¿No son los habitantes de México? Yo quisiera que alguien, cualquiera, el señor Pani, Padilla, me demostraran si no es el pueblo quien va a pagar esto. ¿En dónde está, pues, esa verdadera segregación? Con esto en contra, como lo demostraré con insistencia, casi hasta la crueldad, pero necesaria, el Convenio De la Huerta tenía esta ventaja: al tomar sobre sí el Gobierno mexicano todo el monto de las obligaciones de los Ferrocarriles, adquiría una probabilidad enorme de llegar a nacionalizar los Ferrocarriles. ¿Por qué? Porque de cada pago que hiciera a cuenta de las obligaciones de los Ferrocarriles, se constituía en acreedor respecto de los Ferrocarriles. ¿O no es así? Cualquiera que entienda todo esto sin ser financiero, tiene que admitirlo; así se dijo y así es la verdad. De manera que el Gobierno a medida que iba pagando obligaciones a cuenta de los ferrocarriles, se iba constituyendo acreedor de los Ferrocarriles; llegaba un momento en que teniendo la mayoría de las acciones y teniendo como acreedor subrrogado a los acreedores antiguos, con enorme poder, podía cargar todos estos pagos o abonos hechos a cuenta de la obligación o deuda de los Ferrocarriles, podría abarcar toda esa parte del precio de los Ferrocarriles y llegaría un momento en que los Ferrocarriles habrían sido nacionalizados. Y uno de los defectos peores del Convenio, la razón por la que yo he venido a esta tribuna, es que se retrocede infinitamente, definitivamente, en el camino revolucionario, en el camino radical de la nacionalización de los Ferrocarriles. Desde ahora llamo la atención de la Asamblea sobre este punto que, en mi concepto, es uno de los más importantes de los que tenemos que estudiar en esta ocasión y, en fin, sobre esto insistiré mucho, muchísimo, excesivamente al tratar el artículo 2o. quiero referirme a los otros aspectos de la devolución de los ferrocarriles, primero en revista rápida, después en detalle y acuciosamente, y acuciosamente, vuelvo a decir, al tratarse del artículo 2o. ¿Por qué conceptúo yo defectuosa la forma, el sistema adoptado para la devolución de los Ferrocarriles? Por una enorme serie de razones. procuraré ser lo más rápido, lo más concreto posible, hasta donde lo permite la gravedad del asunto. En primer lugar, el sistema de devolución de los Ferrocarriles es malo, es desastroso, porque, no obstante que la empresa privada se hace cargo de los Ferrocarriles, se impone al Gobierno, en una cláusula especial que yo leeré, si es necesario, la obligación de responder del déficit que resulte cada año en caso de pérdida de la negociación. Podemos leer la cláusula para que se vaya viendo que esto está fundado absolutamente en los términos mismos del Convenio. De manera que no es más que una devolución aparente, puesto que el Gobierno queda obligado a una administración en que ya no interviene. Es la primera ventaja obtenida por Lamont, según entiendo. "Si por causa imputable al Gobierno - la expresión americana es mucho más fuerte, porque yo tuve la fortuna de conseguirme un ejemplar en inglés: if any act, si algún acto del Gobierno - más fuerte que la traducción que aquí se pone -, durante el período que termina el 30 de noviembre de 1928, se afectan de modo adverso las ganancias de los Ferrocarriles, el Gobierno conviene en permitir el aumento necesario de cuotas para asegurar a los Ferrocarriles las ganancias especificadas en el parrafo 1o., o en pagar a los ferrocarriles, al fin de cada período de seis meses la diferencia que hubiere entre sus ganancias netas y la suma requerida para cubrir sus obligaciones durante ese período."

¿Por qué se estipulo esto? Y sobre todo, ¿por que lo aceptó Pani? no me lo Explico. Porque una empresa privada que se hace cargo de una negociación, se hace cargo de todas las perdidas y de las ganancias. ¿Por qué el Gobierno, cediendo los Ferrocarriles con sus pozos petroleros, de más a más, por qué sin embargo, queda obligado a responder del déficit? Y esto de los pozos petroleros también es asunto muy gordo y muy hondo, que también procuraremos aclarar, si es necesario emplear dos o tres sesiones. ¿Por qué si se ceden los Ferrocarriles, o se devuelven y la empresa se hace cargo de ellos, el Gobierno se constituye en fiador de una administración que ya no está a su cargo? Y si no paga, entonces tiene que autorizar a la compañía, según acabamos de ver, para aumentar el precio de las tarifas la Comisión de las Tarifas. ¿Es esta la manera de cooperar al desarrollo y al progreso de México? ¿Es esta la manera de cooperar al famoso período reconstructivo en que, según dicen, estamos? Yo tampoco lo entiendo.

Y después vienen las cosas cada vez más malas, cada vez peores; la otra cláusula que alarma a los ferrocarrileros y a los que no lo son, y al público todo, la cláusula sobre la comisión de Tarifas. Una comisión de tarifas compuesta por tres miembros nombrados y compensados como los de la Comisión de Eficiencia; nombrados uno por el Gobierno, uno por los ferrocarriles y otros por las dos partes de acuerdo, fijar las tarifas de los Ferrocarriles, ¡una comisión de tarifas fijar las tarifas de los ferrocarriles! ¿La soberanía de la nación dónde queda con esto?. Acaba de decirnos el señor Padilla, o creo que el señor Cerisola, que uno de los méritos del Convenio es salvar la soberanía de México al quitar aquella prohibición de modificaciones en lo sucesivo, disminuyéndole la cuota del impuesto sobre exportación al petróleo; entonces se salvo la soberanía. ¿Y por qué aquí se afecta y se grava la soberanía? ¿En nombre de qué se le quita a la Secretaría de Comunicaciones el derecho de fijar las tarifas? ¿O qué, el asunto de los ferrocarriles es asunto meramente privado? No; el asunto de los ferrocarriles es un servicio público de la más alta importancia, que de ninguna manera debe dejarse al control de los particulares exclusivamente. Como decía el doctor de Alba en reciente artículo, ¿vamos a volver al sistema de los peajes y alcabalas? ¿Vamos a permitir que un particular fije peajes? Y peor que el peaje es la tarifa fijada al antojo de una compañía

americana, de una junta directiva americana o influenciada por norteamericanos. Esto yo lo considero perfectamente anticonstitucional y creo que ningún otro país del mundo, fuera de México, lo aceptaría; en ninguna otra Cámara del mundo pasaría esta cláusula; y yo pediré que se reforme, y si no se reforma, la responsabilidad será de todos que voten en el sentido de aprobar absolutamente todas las reformas. Porque yo no voy a cometer la necedad de querer que se rechase totalmente el Convenio, pero sí pedir, en uso de mi derecho al ciudadano, de representante de un grupo del pueblo y de miembro de la Cámara de Diputados, voy a pedir que se reformen las cláusulas que deben reformarse, porque si no resultar que se nos convoca para discutir sobre intereses del pueblo y no tenemos derechos de variar nada de los que se ponga a nuestra consideración. ¿Y por qué no tenemos ese derecho? Por temor de desagradar al Ejecutivo. El ridículo en que quedaría esta Representación Nacional sería enorme. De manera que yo haré todo esfuerzo por conseguir que se reformen estas cláusulas, y tenemos derecho de pedirlo, puesto que por eso se llaman "Adiciones y reformas". Por eso me encanta la reforma que la comisión dio a su dictamen, y en lugar de decir en el artículo 2o:. "Se aprueba en todas sus partes", dice: "Se aprueban las adiciones y reformas", y yo pido se diga: "Se aprueban ciertas adiciones y reformas y no se aprueban otras". Y luego sigue cada vez más claro y terrible lo de las tarifas vigentes: "Estas serán puestas en vigor por el Gobierno inmediatamente", es decir, entregadas por la comisión. ¿Dónde queda el derecho del Gobierno de salvaguardar los intereses mexicanos, los intereses de la nación, del comercio, de la agricultura, de la industria, que se afectan seguramente de un modo profundo con una tarifa alta o baja? La Ley de Ferrocarriles que traigo en el bolsillo, abunda en preceptos, obligando, como es lógico, a que se sometan a las resoluciones de la Secretaría de Comunicaciones, y en este Convenio se merman las atribuciones de la Secretaría de Comunicaciones y se substituye la soberanía nacional por un grupo de tres individuos, en que dos, por lo menos, están influenciados en intereses extranjeros. Por eso digo que sólo en México podrá pasar una cláusula en estas condiciones, sin recomendaciones, ¡fíjense ustedes! esto es lo humillante, esto es lo ultrajante para la soberanía, para el honor nacional, sin recomendación de la Comisión de Tarifas. ¿Y quién es ella para recomendar a un pueblo soberano, a un Gobierno soberano? ¡Sin las recomendaciones de la Comisión de Tarifas no podrá hacerse reducción en las cuotas! La reducción, ¿a juicio de quién? Dirán ustedes: a juicio del presidente de la República; no; a juicio del presidente ejecutivo, ¡el presidente ejecutivo siendo el árbitro del comercio y de las facilidades del comercio! (Aplausos).

"Si tal reducción, a juicio del presidente ejecutivo, afecta de modo adverso la capacidad de los ferrocarriles para cubrir sus obligaciones o su contribución al fondo destinado a retirar los recibos por intereses atrasados."

¿Han visto ustedes en toda su vida de abogados, de comerciantes, de hombres de negocios, cláusulas más leoninas que éstas? ¿Quién de ustedes como apoderado, como abogado, como encargado de negocios de un cliente, de un particular, hubiera aceptado semejante enormidad? Y, sin embargo, el señor Pani, a nombre de la nación, ha aceptado esto, en contra de la nación y en contra del pueblo mexicano. ¡Con razón Lamont felicitó a Calles, tenía mucha razón! Y vamos de mal en peor: la comisión de eficiencia que destruye el control del Gobierno en materia social y obrera. Van ustedes a ver lo que es esa comisión de eficiencia. Me extraña que en este caso no estén los ferrocarrileros defendiendo a sus compañeros, porque está peligrando el gremio ferrocarrilero, como voy a demostrarlo con hechos concretos.

El C. De Anda: Señor compañero Soto y Gama, aquí estoy yo para el caso a que usted se refiere.

El C. Díaz Soto Y Gama: Retiro lo dicho con relación a usted.

"Se creará una comisión, llamada Comisión de Eficiencia, que se compondrá de tres miembros, nombrados como sigue: uno por el Gobierno, otro por la Junta Directiva de los Ferrocarriles y el tercero por convenio entre el Gobierno y la Junta Directiva."

¿Creen ustedes que la Junta Directiva va a incluir como miembro a una persona que no lo satisfaga suficientemente? Evidentemente que no. De manera que la Junta Directiva, en realidad, tendrá mayoría. Es seguro.

"El miembro de la comisión nombrado por el Gobierno, será pagado por éste, y el que nombre la Junta Directiva, por los Ferrocarriles. Los emolumentos del tercer miembro serán pagados por mitad este Gobierno y los Ferrocarriles. Esta comisión decidir , dentro del período comprendido entre el 1o. de enero de 1926 y el 31 de diciembre de 1928, los ajustes necesarios en sueldos, gastos o tarifas, a fin de capacitar a los Ferrocarriles para cubrir eficientemente sus obligaciones, y desde el 1o. de enero de 1928, la suma adicional requerida para retirar los recibos por intereses atrasados, según se provee en la sección 1."

¿Qué significa esto, considerado como amenaza contra el gremio ferrocarrilero? En mi concepto, esto significa la destrucción de todas las organizaciones obreras ferrocarrileras que hoy existen. y no lo digo por simple deducción; lo digo basado en las amenazas que han existido y existen sobre los gremios ferrocarrileros. "Excélsior", del día 25 de noviembre último:

"La devolución de las vías ferrocarrileras.

"Parece que se retardar algún tiempo por haberse encontrado dificultades.

"Para realizarse la entrega de los Ferrocarriles Nacionales a la empresa particular, será indispensable eliminar toda influencia de los gremios ferrocarrileros", se nos dijo ayer en los corrillos del edificio de Bolívar.

¿De otra manera cómo se hace el ajuste? Como lo necesitan las fieras de Wall Street. Y vamos a seguir:

"Luego se nos hizo la explicación de que no bastar que el Congreso de la Unión apruebe las reformas al Convenio celebrado hace tiempo con los banqueros de Nueva York, para que los

ferrocarriles pasen a depender de la empresa privada; pues ésta ha vuelto a manifestar sus deseos de que se obtenga una independencia absoluta de todas esas líneas, para que los nuevos directores que se nombren puedan tener el mayor control en sus manos."

Independencia absoluta de las agrupaciones obreras, ¿verdad? para que los nuevos directores que se nombren puedan tener el mayor control en sus manos. ¿Dónde quedan los derechos de los obreros en este caso? Por supuesto que yo volveré a insistir sobre esto en el artículo 2o., hasta convencer a todos los compañeros de que esto no puede pasar así.

Ahora vean ustedes en qué va a consistir la economía del reajuste, según se indica en las mismas Líneas Nacionales: "El Universal", del 18 de noviembre:

"Informaciones oficiales que obtuvimos ayer, indican que con el reajuste de personal en los Ferrocarriles Nacionales de México, se ha logrado obtener una economía mensual de $400,000, que ser efectiva en su totalidad a partir del 1o. de enero próximo.

"Cabe aquí que advertir que la economía que era necesario introducirse para colocar a la empresa en condiciones económicamente costeables, debería ascender a $1.600,000 cada mes, único medio de obtener al fin del ejercicio fiscal un ingreso neto suficiente para atender al servicio de los Bonos de las Hipotecas General y Preferente, y para redimir los valores que se vayan venciendo a partir del próximo año, de acuerdo con el Convenio firmado con el Comité internacional de Banqueros."

Y esto, según México, debería ascender a un millón; no se han podido ahorrar más que cuatrocientos mil pesos; para ahorrar un millón seiscientos mil pesos, ¡qué sacrificios no se impondrán a los gremios ferrocarrileros!

El C. Cerisola: ¿Me permite una interpelación?

El C. Díaz Soto y Gama: Yo creo que mejor al final, ¿verdad?

"El problema que la compañía propietaria, el problema que deber resolver, pues, la compañía propietaria, consiente en economizar sobre lo logrado seiscientos mil pesos más, lo cual se considera fácil si se vigila la eficiencia en el trabajo, sobre todo en los talleres, en donde la raya importa mensualmente medio millón, y el rendimiento de trabajo es exiguo." Aquí se habla de otra economía que se hace en aumento de fletes. Luego lo malo de la Comisión de Eficiencia....

El C. Cerisola: Pero es un recorte de periódico.

El C. Díaz Soto y Gama: Con calma, compañero, usted no representa a Wall Street. (Risas). "Lo cual se considera fácil si se vigila la eficiencia en el trabajo, sobre todo en los talleres, en donde la raya importa mensualmente medio millón, y el rendimiento de trabajo es exiguo."

Ustedes comprenden, estas confesiones hechas a los señores que van a formar parte de la Comisión de Eficiencia y que vienen exclusivamente con objeto de percibir dividendos, porque ellos tratan de percibir réditos, dividendos y de cobrar todas las obligaciones.

"Aplicándose este criterio a todos los demás ramos, y naturalmente ir suprimiendo paulatinamente los excedentes de personal."

"Todavía se va a suprimir más excedente de personal; se va a agravar más la crisis de los obreros y de los sin trabajo en este país que se está reconstruyendo, provocando un aumento de los sin trabajo: ¡reconstrucción originalísima! Se considera con esto que en los dos años que se le dan a la Comisión de Eficiencia, es decir, el Gobierno deja en manos de la Comisión de Eficiencia el reajuste ferrocarrillero para echar a la calle a todos aquellos que le venga en gana a la Comisión de Eficiencia despedir.

¿Es grave esto, o no es grave? Y pesan sobre los ferrocarriles obligaciones de esta naturaleza: "Los ferrocarriles deberán pagar impuestos atrasados.

Adeudan como cuatro millones de pesos por el diez por ciento de sus ingresos". Noticia publicada por "Excélsior" el 16 de noviembre.

También esto va a salir del reajuste, y todo esto en manos de una Comisión de Eficiencia dirigida desde Wall Street. ¿Es hábil el Convenio, es ventajoso? Yo no lo veo por ningún lado absolutamente.

Pero sigamos todavía con algo peor, con la cláusula siete en que quiero insistir: "Si por causa imputable al Gobierno", dice la traducción if any act, si algún acto de la comisión, dice el original, durante el período que termina el 30 de noviembre de 1928, se afectan de modo adverso las ganancias de los ferrocarriles, el Gobierno conviene en permitir el aumento necesario de cuotas para asegurar a los Ferrocarriles las ganancias especificadas en el párrafo primero, o en pagar a los ferrocarriles, al fin de cada período de seis meses, la diferencia que hubiere entre sus ganancias netas y la suma requerida para cubrir sus obligaciones durante ese período."

Yo pongo dos casos, dos hipótesis perfectamente realizables y que desgraciadamente se realizarán: el Gobierno se está dedicando a construir caminos carreteros para camiones y para automóviles de pasajeros. La competencia que harán los camiones y los autos una vez construídos los caminos carreteros, ¿no ser una de las causas imputables al Gobierno para que se afecten las ganancias de los Ferrocarriles? Yo creo que sí.

Un periódico que no es agrarista, "Excelsior", que es amigo del Gobierno, puesto que es gubernamentalista, puesto que es amigo de todos los gobiernos, puesto que su doctrina lo lleva a ser amigo de los gobiernos, sobre todo cuando hacen labor reconstructiva, dice, y su opinión no es sospechosa, que los camiones harán competencia muy seria a los ferrocarriles.

Y esto se entiende, ¡vaya! me pongo en un nivel mucho más bajo: los camiones ¿no han hecho una terrible competencia a los tranvías? No: los camiones no sólo han derrotado terriblemente a los tranvías, sino que hasta se me dice que los de Tacubaya simplemente hacen perder a la Compañía de Tranvías, tal vez sea exagerado, unos sesenta mil pesos.

¡Y esos son miserables, los viejos y malos camiones de Tacubaya! Pues pónganse a considerar ustedes los camiones que nos enviarán los Estados Unidos cuando las carreteras estén perfectamente construídas; esas grandes carreteras que están iniciadas, ¿harían competencia seria a los ferrocarriles? ¿La hacen en los Estados Unidos? Evidentemente que sí.

En Estados Unidos ¿Cuántos son los que viajan en auto, prefiriendo los autos al ferrocarril? Todo el

que tiene automóvil.

¿De manera que no ser esto any act, any fact de que habla el original en inglés la causa imputable al Gobierno de que habla la cláusula séptima? De manera que el Gobierno, o suspende los caminos carreteros o si por culpa de los caminos carreteros, por culpa de la competencia de los camiones disminuyen o se afectan las ganancias de los ferrocarriles, tiene que permitir el aumento de las tarifas o cubrir la pérdida.

¿Es esto ventaja? Otro caso, otra hipótesis perfectamente realizable: una huelga legítima, según nosotros los mexicanos, los que no tenemos el alma dura de los extranjeros para el trabajador, una huelga legítima, según nosotros los socialistas radicales, una huelga legítima, según el Gobierno del general Calles que la apoya. ¿no podrá la comisión, este grupo, declarar que es una causa imputable al Gobierno y por eso se ha afectado la capacidad de los ferrocarriles? ¿No podría decir que esa huelga o apoyo a los obreros ferrocarrileros es algo que destruye la eficiencia de los ferrocarriles? ¿No vendrían quinientos editoriales de la prensa americana, y desgraciadamente también de la nuestra, a decir que por culpa de ese apoyo decidido a los trabajadores, por esa causa se han puesto los ferrocarriles fuera de las condiciones de eficiencia? Cualquiera que sea el abogado que haya leído o redactado una escritura cual quiera ¿no sabe lo peligroso que es una redacción tan vaga como esta: si por causa imputable al Gobierno se afectan de modo adverso las ganancias de los ferrocarriles? ¿Y a esto se le llama habilidad, se le llaman ventajas? Yo no he visto nada igual a esto.

Pero, en fin, compañeros, si ustedes creen que hemos llegado a lo grave, todavía no hemos llegado a lo más grave; lo más grave para mí es el peligro de la integridad nacional, la autonomía de México, la renuncia del Gobierno al control que tiene ahora y debe tener, el control adquirido por el esfuerzo inmenso desde la época de Limantour, que si en muchos puntos se equivocó, en éste acertó; el esfuerzo hecho para obtener la mayoría de acciones. ¿Cómo se concibe que un Gobierno que controla de hecho una empresa, que tiene la mayoría de las acciones, renuncie a ese control, substituyéndolo por estas tres comisiones: de Eficiencia, de Reclamaciones y Valuadora de Daños, como se traduce en español, que no es esa la traducción; comisiones que van a hacer nugatorio enteramente el funcionamiento de la Junta Directiva? ¿Y qué queda de la Junta Directiva de los Ferrocarriles, en la que hoy, entiendo, tiene mayoría el Gobierno, puesto que tiene mayoría como accionista? ¿Qué queda de la Junta Directiva con la invasión constante de la Comisión de Eficiencia y con la intervención constante de la Comisión de Tarifas? Yo quisiera que el compañero diputado y a la vez ferrocarrilero que va a hablar aquí, nos explicara qué queda del control de los ferrocarriles con esas comisiones; yo creo que nada, y para probar que no queda nada voy a leer algo, una declaración reciente, de estos días, que hace por boca de su subsecretario de Comunicaciones, el general Calles, para demostrar que el control se pierde en esta forma.

El asunto es otro, pero la analogía es visible.

"El Gobierno federal - respuesta al memorial de los ingenieros - no pretende abandonar su política nacionalista.

Di cuenta al ciudadano presidente de la República con el memorial que le dirigieron ustedes con fecha 8 del actual, y por acuerdo del mismo primer magistrado contesto a ustedes lo siguiente:

"El Gobierno rechaza el cargo falso que se le lanza, acusándolo de que, ahora que han principiado las obras de caminos, "Se olvidó de los ingenieros mexicanos y de plano se hace tomar un papel preponderante a los elementos extranjeros, con manifiesta inconsecuencia respecto de la política nacionalista que se pregona", según textualmente lo asientan ustedes en su referido memorial."

Y luego dice, que es lo importante: "Los contratistas encargados de ejecutar las obras están subordinados a esa comisión por lo que respecta a la dirección, ejecución y administración de dichas obras".

Y aquí viene lo más importante: "Todos los contratos que celebren, la designación de sus ingenieros, empleados y obreros, en fin, todo aquello que se relacione con los trabajos que se están desarrollando, está controlado directa y efectivamente por los tres profesionistas mexicanos que encabezan la comisión."

Apliquemos este criterio a las comisiones de Eficiencia y de Tarifas y resultar que quien celebre los contratos, que quien intervengan en la designación de ingenieros, empleados y obreros, y, en una palabra, hasta el ajuste del personal, gastos, tarifas, es el que tiene el control; de manera que así como aquí el Gobierno se defiende diciendo que un grupo de tres mexicanos tiene el control, aquí no puede defenderse, porque con sus mismas palabras se demuestra que pierde el Gobierno su control sobre los Ferrocarriles, puesto que ese control pasa a las comisiones de Eficiencia y de Tarifas, ¿o no es así? Esa Comisión de Eficiencia viene a ser la Gerencia. ¿Que otra cosa es la Gerencia, si no el ajuste de los sueldos gastos y tarifas? Y lo que le falta queda agarrotado por la Comisión de Reclamaciones y por la comisión esta otra de Tarifas.

¿Qué queda de la soberanía nacional, en dónde queda, no ya el control de la Comisión por el Gobierno que tiene mayoría de acciones, sino el derecho de todo Gobierno a fijar condiciones favorables para el servicio público más importante que hay en un país, el servicio de ferrocarriles? Y ya casi para terminar, porque no quiero cansar a la Asamblea en esta primera exposición, tal vez la cansaré en la segunda (Risas), pero quiero dejarle un respiro para que no se diga que por fatiga o exceso de argumentos no veo claro, para que no tenga esa disculpa voy a este argumento, que yo considero incontrovertible: ¿por qué el Gobierno en el caso del sistema bancario procura la nacionalización del sistema bancario y procura independer a México económicamente de control extranjero fundando el Banco de Estado con todo género de sacrificios, en forma tan laudable, etcétera, y por qué en el caso de los Ferrocarriles, otro de los nervios de la vida nacional el otro de los nervios de la economía nacional, tan importante como el otro - porque yo sin ser economista, sé que los dos nervios de la economía son en cualquier país Bancos y ferrocarriles, el crédito y las comunicaciones-, por qué las comunicaciones las abandona en manos de un control extranjero? ¿Dónde está la consecuencia,

la lógica, la sindéresis, en una palabra, de este proceder? ¿Por que la política nacionalista del romo bancario se destruye con una política extranjerista, antinacionalistas, en el ramo de Ferrocarriles? Vendrán sobre mí, después, insultos, aquí en la Cámara, en la prensa o en la calle; pero contra esos insultos me voy a defender con las declaraciones de uno de los consentidos del actual régimen, uno de los privados, de los favoritos, de los consejeros dichosos del señor presidente; con las palabras del señor León a este respecto, y con las palabras de las comisiones unidas de esta Cámara, formadas nada menos que por el señor doctor Puig Casauranc, actual secretario de Instrucción Pública; por el señor Romeo Ortega, prominente "Callista", miembro de la administración, y otras personas, para que se vea que lo que digo no es por pasión, sino absolutamente fundado en la razón. Empezaré por las palabras del señor León, exactas, patriotas y justas en el buen sentido de la palabra. Decía el señor León en la discusión del Convenio anterior:

"Por lo demás, lo que debe interesar más al compañeros Soto y Gama y a todos los radicales de esta Cámara, es un valor que no puede calcularse; es el valor moral de impedir que los Ferrocarriles pasen a poder de un Gobierno extranjero; es el valor para el proletariado mexicano, de impedir que los extranjeros vengan a manejar al gremio ferrocarrilero con ejemplos que todavía recordamos, porque todos los vivimos; es el valor moral...."

El valor que no importar a Wall Street, pero que sí nos importar a nosotros.

"Es el valor moral - parece que estaba adivinando el Convenio Pani - de llevar a cabo -y esto sancionado por el capital mundial más fuerte del mundo, por el capitalismo americano - la nacionalización de los Ferrocarriles, es decir, sancionada por el capitalismo americano la tendencia socialista de nacionalizar las grandes industrias de un país."

Esto es oro; cada palabra de éstas, es de oro.

Ejemplos que todavía recordamos, porque todos los vivimos. Yo soy un poco más viejo que muchos de ustedes, y me acuerdo y me acordaré del esfuerzo que hizo el gremio de ferrocarrileros para conseguir la mexicanización. Y todo esto se va a destruir: ya se anuncia que vendrá míster Holloway (Risas). y ya se anuncia que las federaciones deben hacerse ahora por gremios. Una Federación de Ferrocarrileros manejada por la Crom, etcétera, ya se anuncia todo lo que tenía que anunciarse.

Y sigue León:

"Es el valor moral de llevar a cabo -y esto sancionado por el capital mundial más fuerte del mundo, por el capitalismo americano - la nacionalización de los Ferrocarriles, es decir, sancionada por el capitalismo americano la tendencia socialista de nacionalizar las grandes industrias de un país."

Ideal de todas las naciones, hasta de Inglaterra, la conservadora Inglaterra, y se abandona definitivamente en este proyecto; pero es que el señor Pani no es radical, o que todos los radicales somos locos. Recuerdo un artículo de él, en que decía que este país tenía la desgracia de ser dirigido por locos. No es que seamos locos, es que somos idealistas, señor Pani. (Aplausos en las galerías). Y cuando hasta Inglaterra, la conservadora, la burguesa, la tradicionalista, admite que la nacionalización de los ferrocarriles en una necesidad de vida orgánica de los pueblos, nosotros abandonamos el trabajo emprendido desde la época de Limantour y nos ponemos atrás de Limantour en esta vez; porque yo sostengo y lo puedo probar, y nadie me puede decir que no es cierto, que el control de los ferrocarriles logrado, empezado a lograr por Limantour, y que después se ha conservado, se pierde absolutamente con el Convenio, es decir, un Gobierno que tiene mayoría de acciones renuncia a la ventaja que le da la posesión de esta mayoría, para entregar la dirección de los ferrocarriles a un comité híbrido, a un comité dominado por extranjeros. Y para cerrar, no encuentro mejores palabras que las palabras también elocuentes y justificadas de las comisiones unidas de esta Cámara, formadas de esta manera: 1a. Comisión de Crédito: Gustavo Arce y Martín Luis Guzmán, delahuertistas, pero mexicanos; Luis León, callista de hueso colorado. 2a. Comisión de Crédito: Roberto Casas Alatriste, delahuertista, pero mexicano; José Manuel Puig y Casauranc, miembro del actual Gabinete; Enrique Parra - no conozco su filiación-, Romeo Ortega, Gilberto Bosques, Juan Quiroga y Francisco Escudero. Todos estos señores, que forman cuatro comisiones: 1a. de Crédito, 2a. de Crédito, 1a. de Hacienda y 1a. de Puntos Constitucionales, dijeron algo que debe leerse íntegramente:

"Es verdad que el Gobierno contrae enormes obligaciones que antes no estaban a su cargo; pero interpretando las comisiones el sentir popular, el criterio revolucionario de la Representación Nacional, se inclina franca y decididamente a aceptar, con todo su peso y avalorando todas sus circunstancias, el propósito de llevar a cabo definitivamente la verdadera y completa nacionalización de los ferrocarriles como un servicio público, de primera importancia para la vida nacional, en ausencia de todo espíritu de lucro y de especulación...."

Y aquí abro un paréntesis. Es vergonzoso que en esta época se considere superior el espíritu de lucro y especulación, al espíritu idealista, a reformas tan importantes como la nacionalización. Aquí no se debe hablar de reconstrucción, ni cuidar de que los ferrocarriles repartan o no dividendos, sino de que sean nuestros, y debemos cuidarlo porque si los ferrocarriles están en manos de la Comisión de Eficiencia de Tarifas y de mister Holloway y de los superintendentes que él nombre, el menor peligro que tenemos es de que en el caso de una conflagración nacional, el personal director de los ferrocarriles retire el material rodante. Es lo menos que nos puede pasar, y lo más que nos puede pasar es que introduzcan en ese material rodante las tropas extranjeras que vengan a invadirnos.

Esto es elemental y por esto digo que sólo en México se podría aprobar este Convenio. En Francia hicieron caer a Caillaux, el grande, el enorme financiero, porque no fueron aceptadas las proposiciones que él llevaba de Wall Street. Sin embargo, como me hizo observar un compañero, no es de creerse en los banqueros neoyorkinos una intención de agradar a México más que a Francia, y si no pudieron ceder en términos aceptables con

un representante de una de las primeras naciones europeas o de la segunda nación europea, como es Francia, ¿se va a creer aquí que por cariño o por simpatía, como lo hace ver en su telegrama Lamont a Calles, por pura simpatía a México iban a hacer concesiones que no hicieron a Francia? Pues bien, allá, en Francia, cayó Caillaux. Caillaux, el gran ministro, supo caer airosamente, y aquí el señor Pani no sabrá caer, porque el único que ha sabido caer en México es un hombre para el que yo pido un aplauso: Valenzuela. (Aplausos en las galerías). ¡Valenzuela, el único ministro que ha sabido renunciar! El señor Pani no renunciar ; el señor Pani dirá que son pasiones mías, y dirá mal, porque sabe que jamás hemos tenido ni un sí ni un no; lo que estoy defendiendo es el radicalismo contra el espíritu de la reacción, representado en el Gabinete más que por nadie, por el señor Pani; y los locos pedimos la revancha: no está aquí Manrique, ese sí loco, idealista glorioso, para reforzarme; pero, por lo menos, que alguna vez a los cuerdos, a los "Sanchopanzas" de la política nacional, haya un individuo aspirante a Don Quijote, que les diga siquiera una vez la verdad. Hago yo mal con decir esto en estas circunstancias, puesto que realmente el diputado es más fuerte que el ministro, en ciertos casos; pero, en fin, ya cuando quise, ya lo había dicho.

(Risas). Conque:

".... en ausencia de todo espíritu de lucro y de especulación, resultado al cual es de desear que se llegue a la brevedad posible, cuando precisamente por las ventajas que ofrece el Convenio y por las facilidades con que podrá contarse para la nacionalización de tan importante servicio, puede el Ejecutivo de la Unión, con la aprobación de las Cámaras, llevar a término la nacionalización de los ferrocarriles, apenas iniciada en los planes y proyectos llevados a cabo por el C. Limantour en la forma muy admisible en su primera parte, aunque en realidad muy censurable y onerosa para la nación en la segunda, o sea en la que se refiere a la adquisición del Ferrocarril Central. Las comisiones creen interpretar el espíritu radical y revolucionario de esta Cámara popular, lleno su alto espíritu de las nuevas ideas sociales, recomendando, como lo hacen, la adopción de este criterio enteradamente nacionalista, a sabiendas, según hemos dicho ya, de la enorme carga que se impone a la nación, carga que, en realidad, viene llevando desde la organización de la Compañía de los Ferrocarriles Nacionales por la escandalosa sobrecapitalización de la compañía."

Ya para concluir este primer discurso, o como se quiera llamar, puesto que ha sido tan desordenado como lo exige lo grave de los problemas que aquí se debaten, diré simplemente: yo no voy a pedir a la Cámara la enormidad de que se rechace totalmente este Convenio; pero voy a insistir serenamente, toda la conciencia de que estoy cumpliendo con mi deber, en que se reforme la cláusula ésta: "Si por cualquiera causa imputable al Gobierno", etcétera; la cláusula relativa a la "Comisión de Eficiencia y de Tarifas", y la cláusula muy importante que he omitido en este estudio pero que estudiaré oportunamente, la relativa a la comisión de reclamaciones o comisión valuadora de daños. Nótese que yo no he venido aquí absolutamente a buscar aplausos ni a hacer giros oratorios brillantes, que quizá no podría hacer, pero que tampoco he tratado de hacer; he venido a vaciar mi conciencia; me he alarmado porque el Gobierno pierda el control de los ferrocarriles; me he alarmado por la intromisión de un poder extraño en el más importante de los servicios públicos. Pido perdón a la Cámara y al mismo señor Pani si, abusando de mi papel de diputado, vuelvo a decir, más fuerte que el de ministro, he estado muy duro en alguna de mis apreciaciones; pido perdón también por lo poco serio que haya podido haber en mi peroración, pero puede tener la seguridad la Cámara de que todo lo que he dicho ha sido inspirado en la más absoluta buena fe.

(Aplausos).

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Padilla. (Siseos en las galerías). Se previene a los asistentes a las galerías que no tienen derecho de tomar participación en los debates.

El C. Padilla Ezequiel: Señores diputados:

¡Cuán cierto es el pensamiento de que el alma del hombre es como la esponja del río, que bebe agua limpia en tiempos de serenidad y agua turbia en tiempos de tormenta. Y el señor Soto y Gama debe haber tomado aguas muy limpias en la época de mil novecientos veintidós, cuando afirmaba que: "el que debe, paga";

que nosotros debemos, tenemos que pagar; lo sabemos y nos sometemos a las consecuencias. "Al buen pagador, no le duelen prendas."

"Nosotros, no muy buenos pagadores, pues tenemos que aceptar las prendas que no exigen: el impuesto dado en garantía, etcétera, etcétera". Y por último: "A caballo dado, no se le busca colmillo."

Y muy turbias deben ser las que ahora bebe, cuando ha venido a hacer desde esta tribuna, siguiendo el camino del compañero Caloca, la verdadera filosofía del deudor tramposo que debe resistirse a pagar. Pero hay algo que podría ser una dolorosa ironía en estos instantes y que sólo la pasión política puede hacer despertar en el alma de un representante de México, y es lo siguiente: soto y Gama y Caloca vienen a increpar a México porque se ve obligado a aceptar condiciones duras y terribles de un país más fuerte que él. Tal parece como si ellos, ignorando nuestra debilidad, conociendo las difíciles circunstancias por que avanza la patria mexicana; sabiendo que tenemos enfrente como un enemigo que está espiando nuestros destinos, al capitalismo extranjero, sin embargo, parece que nos arrojan como reproches a todos los mexicanos el que hayamos cedido ante las exigencias de un Poder extranjero. No de otra manera parece que los fariseos iban siguiendo a Jesús -a usted, compañero Caloca, que le gustan las citas evangélicas - cuando, llevando a cuestas su cruz, con los ojos puestos en una lejana redención, lo increpaban de qué débil era y de qué incapaz de resistir si era un rey de la nación. Las faltas que el compañero Soto y Gama señala en el Convenio son absolutamente falsas. Comienza el compañero Soto y Gama por decir que hay una cláusula en el Convenio, que se refiere a que las faltas imputables al Gobierno en el manejo de los

Ferrocarriles y en la rendición de sus productos, que esos serán compensados exactamente por el Gobierno, y llama a esa cláusula un motivo para que no se juzgue que la Deuda Pública está separada de la de los Ferrocarriles; pero esta es una falta de sindéresis y de sentido común, de tal manera que la cláusula que en ese Convenio le señale al Gobierno que en caso de que él necesite de los Ferrocarriles, de que por cualquiera causa en que el Gobierno tenga la culpa de que no rindan sus productos exactamente lo que el ferrocarril debe rendir, en ese caso él tiene que pagar. ¿Qué es lo que hay ahí de injusto? Es una de las cláusulas de una perfecta equidad. Si el Gobierno, en determinados instantes, necesita de los Ferrocarriles, por ejemplo, para un movimiento de tropas, si en un momento de conmoción popular, el Gobierno se ve en la obligación de suspender las ganancias de los Ferrocarriles para utilizarlos a su vez, ¿qué hay que no sea equitativo, que no pueda figurar en esta cláusula? Por otra parte, el compañero Soto y Gama nos ha hablado aquí de la Junta Directiva, que los Ferrocarriles iban a entregarse en poder del extranjero, y sobre eso ha versado durante muchos minutos su oratoria llena de pasión. Eso es también una perfecta falta de verdad, no es exacto. La Junta Directiva continúa siendo mexicana, porque está nombrada como se nombran todos los puestos en una sociedad, es decir, por la mayoría de los accionistas, y el Gobierno controlar la mayoría de las acciones. ¿Por qué, pues, esa insidiosa afirmación del compañero Soto y Gama, de que van a pasar los Ferrocarriles a manos extranjeras? Yo quisiera que el ciudadano secretario de Hacienda me dijiera si tengo razón o no en esta explicación me dijiera si tengo razón a no en esta explicación. (Voces: ¡Ah!) (El C. Alberto J. Pani, secretario de Hacienda, asintió con un movimiento de cabeza).

El C. Padilla Ezequiel: Yo estoy hablando con verdades y, por tanto, desprecio todo gesto que se apoye exclusivamente en gritos destemplados y en desaprobaciones infundadas.

El compañero Soto y Gama, con un ardid que en esta vez no ha manejado con toda la habilidad a que él está acostumbrado como demagogo distinguido que sabe a qué tonos y a qué palabras responde la voz del pueblo indignado, aun cuando muchas veces sea exclusivamente por fantasías, el compañero Soto y Gama ha querido manejar ante esta Asamblea el motivo de que los gremios ferrocarrileros se verán sometidos también a disposiciones extranjeras, de que sus salarios serán disminuídos, de que su bienestar va a ser atacado. En primer lugar, repito, el Gobierno de la República continúa con el control de los Ferrocarriles; la Junta Directiva de los Ferrocarriles continúa siendo mexicana; pero en esto también hay que hacer al compañero Soto y Gama esta admonición: no es noble en una ocasión en que un Convenio de esta naturaleza impone al pueblo un inmenso sacrificio, como lo dije aquí, no es noble que en esta hora en que hay que hablar de deberes, de sacrificios, de sujetarse a las duras condiciones, que no los ferrocarrileros nada más, sino toda la República, tiene que cruzar para cumplir este Convenio, el compañero Soto y Gama venga aquí a hacer la filosofía del bienestar, a hablarles de comodidad y a exaltarles las bajas pasiones del egoísmo. Los señores ferrocarrileros van a sufrir consecuencias; es posible que las sufran. Las comisiones de Eficiencia y de Tarifas, que son mexicanas también, compañero Soto y Gama, que están designadas por la mayoría de acciones, que están designadas por el Gobierno y por la Mesa Directiva, que son todos mexicanos, ellos tendrán que señalar sueldos y reducciones si son necesarias, porque no están los ferrocarrileros al margen de la patria y tienen que seguir la ley común a todos los mexicanos, de sufrir los sacrificios que encierra este Convenio. (Siseos en las galerías). El compañero Soto y Gama muchas veces incurre en cosas que realmente nos parecen ridículas, juegos de niños, algo inocente: nos habla de que los autos que vengan de los Estados Unidos van a competir con los Ferrocarriles. Compañero Soto y Gama, esto es indigno de una discusión tan seria como ésta. Yo no me explico cómo usted puede creer que automóviles que vengan desde Nueva York puedan competir en los caminos carreteros con los Ferrocarriles, llevando transportes. (Risas. Voces: ¡Cómo no! Murmullos). El compañero Soto y Gama nos habla de suposiciones siempre fantásticas; de que los extranjeros pueden en determinadas ocasiones decirnos que el Gobierno ha incurrido en falta por tal o cual motivo. Eso también es su argumentación. El compañero Soto y Gama, que ha sido un magnífico notario, puede saber muy bien que cuando se quiere aplicar la mala fe a la más inocente escritura, de ella podría desprenderse hasta una sentencia de muerte; pero en las cláusulas que estamos discutiendo no hay nada que sea alevoso en el fondo.

Es, efectivamente, un Convenio duro, enérgico, y que va a poner a prueba la potencialidad de la nación y ver si somos capaces o no de enfrentarnos a una crisis, pero de ninguna manera puede el compañero Soto y Gama hacer suposiciones al margen de las cláusulas, que son claras y precisas. Dice también el compañero Soto y Gama, haciendo también una especie de duro reproche al Gobierno, el que haya creado el ramo bancario y, en cambio, no haya podido hacer la independencia de los Ferrocarriles mexicanos.

He demostrado que el ramo de los ferrocarriles mexicanos queda controlado por el Gobierno mexicano, continúa siendo una empresa privada en la cual la nación mexicana tiene la mayoría de las acciones; de manera que sólo queda en pie el elogio del compañero Soto y Gama para los esfuerzos del Gobierno de tener un verdadero sistema bancario nacional.

Tanto el señor Caloca como el compañero Soto y Gama han fundado la exposición de sus reproches al Convenio, de sus cargos al Convenio, en que México no está en estos instantes capacitado para pagar; nosotros creemos lo contrario; es necesario tener fe en los destinos del pueblo. El Gobierno actual está dando las más enérgicas demostraciones de que es capaz de poner a México en la situación de cumplir con sus compromisos internacionales y de desarrollar en el interior las fuerzas autóctonas de la nación. Se dice que César, en la hora de una tormenta, decía a su barquero que vacilaba: "No temas, que va César". Los hombres de fe tenemos derecho a decir a los hombres que

vacilan de los destinos de México: No teman. que va la justicia de un pueblo. (Aplausos. Siseos).

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano De Anda J. Guadalupe.

El C. De Anda: Señores diputados:

Voy a comenzar por protestar ante la Representación Nacional por el trámite mal dado por la Presidencia en el caso de no turnar a la Comisión de Ferrocarriles el asunto a debate, y ya me favorece la ocasión de haber escuchado el discurso enteramente lírico del compañero Padilla, voy a valerme de los puntos esbozados por el compañero Soto y Gama para robustecerlos. No voy a entrar en disquisiciones de orden general ni a decir si el señor ministro de Hacienda estuvo habilidoso o no en la formulación de su nuevo Convenio; voy a concretarme a demostrar, con datos oficiales, algunos, y otros fehacientes, el desastre por lo que hace al caso de los ferrocarriles.

Principiaré. Dice el párrafo primero: "El Gobierno tendrá la obligación de entregar los Ferrocarriles en tal grado de eficiencia, que sean capaces de aportar en un año veintidós y medio millones de pesos". Ahora bien; el esfuerzo de capacidad de los ferrocarriles en su grado máximo no ha pasado nunca de diez y medio millones de pesos, por lo que hace a ingresos, y sus egresos, en la actualidad, no son menores de esa misma cantidad, incluyendo las cuentas del Gobierno; de tal manera que hasta hoy no ha habido superávit alguno en los ingresos del Ferrocarril, que pudieran aportarse o acumularse para ese pago de veintidós y medio millones que se necesitan para cumplir esas obligaciones. Entonces pregunto: ¿de dónde va a sacar la empresa de los Ferrocarriles esos dos millones de pesos anuales? ¿En qué forma? ¿Gravando más las tarifas? ¡Si ya las tenemos gravadas en un ciento por ciento! Hay un aumento de ciento por ciento en las tarifas, ¿cuál otra forma pudiera emplear entonces la famosa junta de eficiencia para poder aportar esos veintidós y medio millones de pesos? ¿El reajuste por lo que hace a los empleados? Están hasta hoy reajustados a base de medio millón de pesos. Bien está que hay casos muy reajustables y que si el reajuste es equitativo y es honrado, no llegarán, ni con mucho a esa cantidad que es forzoso que tengan los ferrocarriles para la aportación de que he hablado. Ahora me voy a referir al inciso (c) o párrafo sexto, que trata de la Comisión de Tarifas. Esta Comisión de Tarifas tiene tal absolutismo y es en tal forma denigrante, que, como lo dijo muy acertadamente el compañero Soto y Gama, pospone o se antepone a la autoridad de la Secretaría de Comunicaciones; y no hablo de memoria, voy a demostrarlo.

"Una Comisión de Tarifas, compuesta de tres miembros, nombrados y compensados como los de la Comisión de Eficiencia, fijar las tarifas de los Ferrocarriles. Tales tarifas serán puestas en vigor por el Gobierno inmediatamente que le sean sometidas por la comisión."

No quiero bordar más alrededor del asunto, porque el compañero Soto y Gama demostró con mucha habilidad lo indecoroso que se entregar en manos de una comisión las actividades todas del país, la vida misma de la nación. ¿Quién nos dice, por otra parte, que esa misma Comisión de Tarifas que incuestionalmente, aun cuando el compañero Padilla diga que no, vendrá a estar formada por elementos extranjeros, quién nos dice, repito, que esa comisión no beneficie en alguna forma a sus nacionales, como en el caso de los antiguos Ferrocarriles Nacionales, cuando se manejaban por la compañía, que había concesiones exclusivas, como, por ejemplo, para la American Smenlting, entre otras, de tal manera beneficiosas y de tal manera exclusivistas, que las colocaban en condiciones muy ventajosas? La administración actual ha corregido todos estos errores, ya les quitó ese exclusivismo y las sometió al orden general que debe guardarse para la aplicación de las tarifas; y si ahora viene la comisión famosa de que se nos habla en el Convenio, volverán a tener esos privilegios esas empresas extranjeras; eso no creo que se escape a la penetración de alguno de ustedes, que es inconveniente y antipatriótico. Hay otro detalle sobre el cual me voy a permitir interpelar al señor ministro de Hacienda, en el sentido de que me diga en qué forma se garantizó la subsistencia del elemento ferrocarrilero actualmente en servicio. Quiero decir: ¿están ampliamente garantizados por lo que hace a la substitución de ellos por elementos extranjeros?

El C. secretario de Hacienda: Sí.

El C. De Anda, continuando: ¿No la forma en que está el Convenio daría lugar a que se nos hiciera una importación de elementos americanos que vinieran a manejar, como en tiempo de la Líneas Nacionales, los altos puestos de la administración?

El C. secretario de Hacienda: No.

El C. De Anda, continuando: No nos dice nada el Convenio a este respecto, y como es un detalle tan esencial, lógico era que se mencionara en el mismo; así, pues, no tienen garantía alguna en el Convenio, en mi concepto, los actuales jefes y oficiales de la administración; que por lo que hace al personal en lo general, ampliamente, hasta hoy, está garantizado por sus agrupaciones; pero como yo también sé, como también el compañero Soto y Gama lo sabe, que para aceptar la devolución de los Ferrocarriles los banqueros de Wall Street exigieron de antemano que se garantizara un reajuste moral y material de los mismos, yo entiendo que dentro de ese reajuste moral están comprometidas de una manera muy directa las agrupaciones que actualmente están manteniendo la acción social en forma muy fuerte y muy amplia en el país.

Se nos dice en el Convenio que se desincorporó el adeudo de los Ferrocarrilse de la cuenta de Gobierno, y en mi concepto no es exacto eso, porque el impuesto del diez por ciento subsiste y subsistir indefinidamente, supuesto que hasta hoy no se ve en el Convenio ningún término para la subsistencia del impuesto y todo en su totalidad se aplica a los ferrocarriles en una forma o en otra; pero todo el impuesto, que representa alrededor de quince millones de pesos, se aplica, como lo expresa el mismo Convenio, en beneficio de los ferrocarriles. Yo quisiera también saber de labios del señor ministro a cuánto asciende la cuenta de certificados o títulos garantizados, etcétera. ¿Tuviera la bondad de informarme a cuánto asciende esa cuenta que va ser redimida con el impuesto del diez por ciento?

El C. secretario de Hacienda: El Script que corresponde a la deuda de los Ferrocarriles, asciende a $15.627,000.00.

El C. De Anda: Otra interpelación al señor ministro. ¿Los pozos petroleros ubicados sobre derecho de vía de los ferrocarriles, en qué condiciones quedarán respecto a la entrega?

El C. secretario de Hacienda: Fue una concesión otorgada a la administración de los ferrocarriles, teniendo la empresa privada la regalía que corresponde generalmente a los superficiarios; de manera que a la devolución de los ferrocarriles vuelven automáticamente a la propiedad del Gobierno los pozos petroleros, beneficiándose los ferrocarriles solamente por la regalía.

El C. De Anda, continuando: Me alegro de que esa haya sido la solución del caso, porque algunos teníamos conocimiento de que había algo turbio, como el petróleo mismo; pero celebro que haya sido ese el arreglo, señor ministro. Ahora bien, la forma de entrega de los ferrocarriles, según se establece en el párrafo primero, nos dice que pasarán con el aumento de tarifas que actualmente tienen, y yo debo decir al señor ministro que ese procedimiento es ilegal. Las tarifas, durante la administración del Gobierno, se han aumentado ilegalmente a un cien por ciento; pero bien está, para el Gobierno lo hemos aceptado; pero al pasar los ferrocarriles a la nueva empresa van a pasar sobre una base de ilegalidad Voy a citar el artículo de la Ley de Ferrocarriles que se refiere al máximum que conceden sus tarifas. El artículo 97 de la Ley de Ferrocarriles dice lo siguiente:

"Artículo 97. En la concesión se fijará el máximum de las tarifas generales para pasajeros y mercancías, de las tarifas especiales a que se refiere el último inciso del artículo anterior, así como para el almacenaje y por el uso del telégrafo o teléfono en los casos en que sea permitido, conforme al artículo 20, emplearlo en otros casos que no sean el exclusivo del ferrocarril. "Los tipos de las tarifas diferenciales y los de las especiales que no lo tengan señalado en la concesión, serán fijados por la compañía, al ser sometidas a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas para su aprobación.

"Artículo 98. Antes de los tres años a que se refiere al párrafo III del artículo 93, al fin de los cuales deben ser revisadas las tarifas, la empresa podrá modificarlas dentro del máximum fijado en la concesión."

La concesión de los ferrocarriles, como antes he dicho - y tengo datos oficiales que lo certifican-, relativa a tarifas, está aumentada en un ciento por ciento fuera de su máximum; en consecuencia, conforme a la Ley de Ferrocarriles es ilegal ese aumento y no debe, por tanto, pasar en esa forma ilegal a manos de la nueva administración. Desde luego, en ese punto está fuera de la ley la nueva administración al seguirlas usando; le hago al señor ministro esta observación por si se le hubiera escapado, porque aquí no encuentro nada relativo en el Convenio y para que, si lo estima conveniente, nos ilustre sobre el particular, porque es un punto que juzgo de importancia. (Murmullos). Como, probablemente, la empresa no va a poder obtener esos veintitrés millones de pesos anuales - tengo la seguridad de que no podrá obtenerlos si no es a base de un reajuste quizá hasta inhumano-, surge el dilema de que, o se sacrifica al elemento ferrocarrilero, o se gravan las tarifas para hacer frente a ese aportamiento; o, por último, el Gobierno tendrá que hacer el desembolso respectivo, y ya podrá su señoría irse preparando para hacer el entero de veintitrés millones y medio de pesos, amén de los quince del impuesto del diez por ciento que ya están dedicados de una manera expresa en el Convenio. Vendrá resultando, de tal manera, que si fracasa la nueva administración en sus operaciones, el Gobierno tendrá que aportar los veintitrés millones de pesos y los quince millones más del impuesto del diez por ciento, que harán un total de treinta y ocho millones de pesos, que forzosamente habrán de enterarse al final del año. Por último, no teniendo otro punto verdaderamente comprobatorio que tratar, me voy a permitir decir al señor ministro de Hacienda que, por lo que hace al impuesto del diez por ciento que tuve el honor de organizar en tiempos del señor general Obregón y, por lo tanto, tengo datos para decir lo que voy a decirle.... (Voces: ¡No se oye!) ha estado hasta hoy muy mal manejado, como decimos en términos ferrocarrileros. Yo puedo demostrarle al señor ministro, a la hora que guste, que hay cantidades de cientos de miles de pesos, no quiero aventurarme, pero quizá pudieran montar a cerca de un millón que no se han cobrado hasta hoy, de las que ni siquiera tiene conocimiento la Secretaría de Hacienda, que ni siquiera tiene conciencia de las manifestaciones. Hay dos años de por medio en que esto quedó abandonado en tiempos del señor De la Huerta, y cuando se dejaba que las empresas manifestaran las cantidades que ellas querían y nunca hasta hoy se han registrado estos dos años atrasados. Ahí podría encontrar el señor ministro o cualquiera persona que conozca el ramo, algunas cantidades de cientos de miles de pesos; y, por último, que si ha de subsistir ese desastre del impuesto del diez por ciento, no va a satisfacer a los señores "coyotes" de Wall Stret el que mañana o pasado se enteren por dicho impuesto cinco o seis millones de pesos, aunque probablemente fuera mejor para el país; pero ahora tendrán que ser quince. Hago incapié y le repito al señor ministro que ahí hay mucho dinero que no se ha cobrado y que sería muy conveniente tomar cartas en el asunto. Yo no inculpo al departamento de impuestos especiales ni al señor Alvarez del Castillo, persona muy competente para el caso; el vicio viene de tiempo atrás y ahí podrá su señoría encontrar mucho dinero, que está hasta hoy perdido.

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Benjamín Méndez, jr.

El C. Méndez Benjamín: Señores diputados:

No me extraña que el compañero Soto y Gama en esta ocasión haya impugnado el dictamen de la comisión, favorable al reajuste, digamos así, que el señor ministro de Hacienda hizo al Convenio Lamont - De la Huerta, que la Representación Nacional aprobó por unanimidad el año de 1922, porque, al fin y al cabo, el compañero Soto y Gama puede tener razones de interés político para

impugnarlo en la forma en que lo hace y especialmente en el asunto ferrocarrilero, que es el que principalmente me propongo defender; pero sí me extraña que un colega mío, un compañero como el diputado Guadalupe de Anda, suplente en esta Cámara de otro compañero ferrocarrilero, que es actualmente alto funcionario de la Dirección General de los Ferrocarriles (Voces: ¿Quién?), haya impugnado el dictamen de la comisión y las reformas al Convenio en la forma en que lo hizo, porque verdaderamente, a mi modo de ver las cosas, no me satisfizo en lo personal ni creo que haya dejado satisfecha a la Asamblea. Después de este preámbulo y haciendo la aclaración de que el compañero alto empleado de la Dirección de los Ferrocarriles, propietario del que es suplente mi colega Guadalupe de Anda, es el señor Margarito Ramírez, debo decir a ustedes que me propongo destruir los cargos o los argumentos del señor Guadalupe de Anda, en forma precisa y correcta y con la brevedad que el caso requiere, porque, francamente, la Asamblea parece que ya se manifiesta un poco cansada. . . . (Voces: ¡No! ¡No!) de una discusión que, a la postre, quizá resulte bastante prolongada.

(Voces: ¡No! ¡No!)

El pueril temor del compañero Soto y Gama y del señor Guadalupe de Anda, de que no alcancen los ingresos de los ferrocarriles a cubrir la suma de once millones, o sean veintitrés millones y pico de dólares, y pico de pesos mexicanos, en números redondos, con los ingresos, es enteramente infundado y aquí el compañero Anda asentó un dato falso: dijo que los ingresos anuales de los ferrocarriles apenas si ascienden a diez millones de pesos, y esto es irrisorio. Yo debo decirle que sólo en el año de 1912 los ingresos brutos ascendieron a sesenta millones, y su coeficiente de explotación fue de cuarenta y tantos millones, es decir, lo que gastaron los ferrocarriles en su explotación, habiendo un coeficiente de explotación, digamos, de ochenta por ciento, y actualmente los ingresos de los ferrocarriles se elevan a una cifra de ciento veintitantos millones de pesos. Desde luego, hay una diferencia muy grande entre lo asentado por el compañero Anda.... (Voces: ¡Mensuales!) El dijo anuales.

(Voces ¡No, mensuales!)

Yo no participo de la creencia del compañero De Anda, de que el personal gremial de los Ferrocarriles salga en alguna forma afectado y no participo, por esto porque el reajuste que se ha venido haciendo, a mi modo de ver las cosas es una preparación que, tanto en la Secretaría de Hacienda, o sea el Gobierno, y los propios Ferrocarriles, han venido haciendo para colocarlos en situación de haber tratado con los banqueros de Wall Street, y a la hora de desintegrar la deuda de los Ferrocarriles Nacionales, de la Deuda Pública, es decir, a la hora de separarla. Este reajuste ha durado casi un año casi en los Ferrocarriles; después de muchas vicisitudes, de muchas luchas, el Gobierno del general Calles, con todo patriotismo, reconociendo la razón que les asistía a los gremios, puso en sus manos como final de cuentas la resolución del reajuste. Lo saben perfectamente los compañeros de ferrocarriles, que como el compañero Campos, el compañero Contreras y algún otro, los gremios, de común acuerdo y en conferencias bastante prolongadas, minuciosas, con la empresa, llegaron a la conclusión del ajuste final y con todo patriotismo, como lo decía el compañero Padilla, han sacrificado algo de su interés personal en bien de la nación; de modo que al hacer la devolución de los Ferrocarriles, éstos se entregarán con el personal reajustado con convenios hechos nuevamente y no hay ningún peligro de que a la postre se les siga sacrificando. Yo no creo, por esta razón, que los gremios salgan perjudicados; que si por un solo momento llegara yo a sospechar que el propósito del Gobierno era ir directamente contra las agrupaciones obreras, destruirlas, de ninguna manera hablaría yo en pro de estas modificaciones al Convenio; pero tengo la conciencia absoluta de que no es así, y tan no es así, que la misma Dirección de los Ferrocarriles, como una preparación para esa entrega a la empresa propietaria, se ocupa de hacer un reajuste -como lo hizo en personal - en forma beneficiosa para el público, beneficiosa para el país, aun en las cuotas, y precisamente "El Universal" de esta fecha consigna una disminución en las cuotas de transporte. Esta disminución en las cuotas de transporte consiste en la consolidación de las tarifas por distancia. Cualquiera que sea ferrocarrilero sabe lo que en términos generales significa esto. El compañero Ortega, por ejemplo, lo sabe muy bien; pero para poner un ejemplo gráfico a los demás compañeros de Cámara, les diré que esa reducción de tarifas por distancia significa lo siguiente: digamos, un embarque de Morelia a Laredo. La forma en que actualmente se aplican las cuotas es tomando la base de Morelia a Acámbaro, que es la conexión del ramal; luego se aumenta la otra cuota, de Acámbaro a González, y en seguida la cuota directa de la distancia larga de González a Laredo, la cual, a la postre, resulta demasiado elevada. Pues bien; la Dirección de los Ferrocarriles tiene ya un estudio ya perfectamente madurado que pondrá en vigor al devolver la empresa a la administración privada, de aplicar la cuota directa desde Morelia hasta Laredo, que es el ejemplo que estoy poniendo, tomando como base la distancia directa y no la distancia de ramal a ramal y de conexión en conexión. Y esto traer una considerable disminución. Además de esto, y en previsión de la competencia que pudieran hacer las carreteras, que, entre paréntesis, tampoco harán ninguna, puesto que se ha tenido cuidado de no construir esas carreteras paralelas a la línea del ferrocarril, sino que van a regiones inexploradas, a abrir nuevas vías de comunicación para los automóviles y para los camiones, pero en ningún caso a hacerle competencia al ferrocarril, puesto que no sería tan torpe el Gobierno para construir carreteras paralelas a las líneas férreas, se ha estudiado también la cuota de retorno que en términos técnicos ferrocarrileros así se llama; y esa cuota consiste en hacer una reducción considerable a todos aquellos embarques mayores de seiscientos kilómetros y se abriga este proyecto bellísimo, en mi concepto, y que contribuir grandemente a fomentar el movimiento de flete en los Ferrocarriles hasta el abaratamiento de la vida, en que, por ejemplo, productos de las regiones Sur podrán ir a las regiones Norte del país, sin tener necesidad aquellas regiones de importarlas de los Estados

Unidos, como actualmente se hace, por la competencia tan formidable que hacen las cuotas casi prohibidas, resultando más baratos los productos importados, que los productos del país. Todas estas reformas se tienen ya en estudio perfectamente planeadas; se pondrán éstas en vigor por la nueva empresa. De aquí, pues, que si los actuales directores de los Ferrocarriles, como una preparación para devolverlos a la compañía privada, están estudiando la manera de reducir las cuotas, las tarifas, es infantil asombrarse y asustarse con que mañana las tales tarifas se vayan a aumentar. Yo creo que no hay razón para este temor. Por otra parte, las cuotas del ciento por ciento que dice el compañero de Anda que se han aumentado, no lo han sido; es un verdadero sofisma esto. Tengo aquí un dato que me fue facilitado esta mañana por la Gerencia de Fletes de los Ferrocarrriles, y que, por lo tanto, creo que es fehaciente, y el compañero de Anda no podrá tacharlo de falso. Tal dato expresa esto, que es esencialmente numérico y que por lo mismo, no deja lugar a duda: desde los años de 1917 las tarifas especiales se aumentaron con un veinticinco por ciento. Este aumento perduró hasta el 30 de octubre de 1919. En 1922, en que vino la revuelta, y en que el Gobierno, por la precaria situación en que se vio, tuvo necesidad de acudir a bastantes fuentes de riqueza, de recursos, para arbitrarse fondos, con objeto de hacer frente a la rebelión, transformó ese veinticinco por ciento en un cuarenta por ciento desde el 15 de abril de 1922, y las tarifas especiales de artículos de primera necesidad sólo se grabarón con un doce por ciento; de tal manera que no existe de tal ciento por ciento a que se refiere el compañero De Anda.

El C. De Anda, interrumpiendo: ¿Me permite una interpelación?

El C. Méndez Benjamín, continuando: Después.

Y en acopio de detalles voy a decirle al compañero que ilustraré su criterio con este ejemplo gráfico, que también me fue proporcionado en la propia Dirección de los Ferrocarriles: usted sabe que existe una clasificación mexicana de carga en donde están las tarifas por distancias, por clases, o lo que pudiéramos llamar prácticamente, y para que los compañeros lo entiendan mejor, una tarifa general, pero sobre esa tarifa general hay muchas otras especiales que modifican substancialmente aquella clasificación mexicana de carga. Tomaré como ejemplo un artículo, el de mayor consumo, el de las clases populares: el maíz. De acuerdo con la clasificación mexicana de carga, la cuota por tonelada es de veintiún pesos noventa y cinco centavos; con el aumento del cuarenta por ciento, serán treinta pesos setenta y tres centavos; más un recargo del quince por ciento con motivo de la rebeldía, serán treinta y cinco pesos cuarenta centavos. Esto asustará a cualquiera, pero no: el maíz tiene una cuota especial, diferencial notablemente a la de la clasificación mexicana de carga, de veintiún pesos noventa y cinco centavos, tiene doce pesos cuarenta y seis centavos, y con los dos aumentos que acabo de mencionar, resultan catorce pesos cuarenta centavos por tonelada, es decir, inferior todavía a los veintiún pesos noventa y cinco centavos de la cuota regular que fija la clasificación mexicana de carga. (Una voz: ¡Por carros enteros!) Lo que sea.

Precisamente, los productos que se mueven por carro entero, al por mayor, son los que surten a las poblaciones y los que traen, por consiguiente, el abaratamiento de la vida; no va usted a mover un volumen de mercancías en cantidad al por menor; pero todavía así esta tarifa especial es aplicable a los carros enteros de carga. (Una voz: ¿Y los pasajes?) Los pasajes, compañero, debo decir a usted, con toda franqueza, que el movimiento de pasajes en los ferrocarriles está conceptuado únicamente como una obligación de la empresa para dar servicio al público; pero en términos generales nunca ha sido una utilidad para los ferrocarriles, a pesar del enorme gravamen que tienen; no es suficiente el ingreso de pasajes para poner a flote lo que se gasta en esa materia en los ferrocarriles. Ahora, perfectamente se estipula aquí, en el Convenio, que la comisión de tarifas estará compuesta de tres miembros: uno nombrado por el Gobierno, otro por la Junta Directiva; la Junta Directiva es del Gobierno también, puesto que el Gobierno controla el cincuenta y uno por ciento de las acciones de los Ferrocarriles Nacionales de México, y tan es así, que la escritura constitutiva que creó el control de los ferrocarriles en el año de 1908, no se reforma en lo absoluto y subsiste, ya lo creo que subsiste, puesto que es la base de la nacionalización de los ferrocarriles; y siendo la Junta Directiva por parte del Gobierno, el otro miembro nombrado por la Junta Directiva viene a quedar forzosamente más de parte del Gobierno que de parte de los accionistas extranjeros de los ferrocarriles. Luego, entre esta Junta Directiva, a la que se le concede carácter autónomo y privado únicamente como una independencia a la administración, como un alejamiento de la política, entre esa Junta Directiva y el Gobierno se constituye el otro miembro, es decir, los tres miembros casi puede decirse que son del Gobierno. Pero admitiendo que la independencia de la Junta Directiva pudiera influenciarse en alguna forma por los banqueros o los accionistas extranjeros de los ferrocarrriles, el Gobierno todavía tendría mayoría, todavía tendría mayoría, todavía tendría mayoría, puesto que dos de los miembros los nombra él, uno él y el otro entre la Junta Directiva y él. Todavía tendría mayoría. Y esta comisión de Eficiencia, tanto en administración como en tarifas, es la que las someterá al Gobierno; y digo someterá, porque aquí lo expresa textualmente el convenio, que dice:

"Tales tarifas serán puestas en vigor por el Gobierno inmediatamente que le sean sometidas por la comisión."

no entregadas para que las ponga en vigor inmediatamente, y al someterlas, la Ley de Ferrocarriles tiene que pasarlas por el cartabón de la Secretaría de Comunicaciones forzosamente; tienen que ser fiscalizadas. Esto se ha hecho en todo tiempo, aun en los tiempos en que la administración de los Ferrocarriles Nacionales de México, después de la consolidación, en que los directores eran extranjeros - usted lo sabe perfectamente bien (Dirigiéndose al C. De Anda), que eran extranjeros los directores-, aun en aquella época la

empresa de los ferrocarriles sometía, sigue sometiendo y seguirá sometiendo a la Secretaría de Comunicaciones las tarifas que trate de poner en vigor. Es un disparate, a mi modo de ver, creer que, por el hecho de que se va a constituir una comisión de eficiencia en tarifas, éstas se van a poner en vigor pasando por encima de la Secretaría de Comunicaciones. Y yo quiero que el señor ministro me diga si estoy en lo justo al hacer esta apreciación.

(Voces: ¡Ah! ¡Ah! El ciudadano secretario de Hacienda asiente con la cabeza).

Pues si usted se ríe, compañero (Dirigiéndose al C. De Anda), duda de que el señor ministro afirme que estoy en lo justo al hacer esta apreciación; entonces usted aquí viene usted bajo un espíritu malévolo a juzgar que todo lo que se hace aquí es de mala fe. (Siseos. Murmullos. Campanilla). Yo creo que, puesto que en esta Representación Nacional se está discutiendo esta enmienda al Convenio Lamont - De la Huerta y se oye la palabra autorizada del ministro de Hacienda sobre tal o cual cosa, que afirma la forma en que va a quedar esto, en todo caso la responsabilidad de la Cámara queda a salvo. . . . (Voces: ¡No! ¡No!) Yo creo firmemente que el señor ministro tiene razón y que se produce con verdad al decir que yo estoy en lo justo, al creer que tal Comisión de Tarifas, de todas maneras estará supeditada a la fiscalización de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. (Murmullos.) ¿Entonces, vamos a dudar del Gobierno? ¿Entonces, vamos a suponer que todo se hace con falsedad, que todo se hace con mala fe, que se nos da una puñalada por la espalda? ¡No, de ninguna manera! Para eso ha venido aquí el señor ministro de Hacienda, a mi modo de ver, para informar, para aclarar puntos y para desvanecer tal o cual duda que pueda caber en los representantes del pueblo. Otro de los temores del compañero De Anda, y que ya el compañero Padilla rebatió también, es que el Gobierno conviene en permitir a los ferrocarriles, al fin de cada período de seis meses, la diferencia que hubiere entre sus ganancias netas, etcétera, siempre que, por causas imputables, el aumento que tanto asusta de las tarifas, no pudiera cubrir las ganancias de los ferrocarriles, con objeto de solventar las obligaciones que contrae. Esto también es enteramente infundado. ¡Ya lo creo que el Gobierno tendrá que pagar forzosamente si por su causa exclusiva, ya se trate de un movimiento rebelde, ya se trate de una nueva incautación, lo que en esta época persiba directamente, a falta de que los ferrocarriles puedan cubrirlo con sus ganancias, puesto que el Gobierno las toma para sí!

Y, por último, claramente dice el convenio que nada de lo que aquí se consigna podrá ser considerado como modificando de alguna manera las garantía del Gobierno existentes antes del 16 de junio de 1922, respecto a la deuda de los ferrocarriles. ¿Cuáles son esas garantías del Gobierno antes del Convenio de 1922 y que no modificó aquél ni modifica éste? Pues, sencillamente, la escritura del año de 1908, en que se creó la consolidación de los Ferrocarriles de México, en que el Gobierno quedó dueño, sin hacer ningún reembolso, más que el de ocho millones de pesos, a cambio de bonos y acciones de la misma consolidación. (Murmullos).

A cambio de todo esto. . . .

El C. presidente: Se suplica atentamente a los ciudadanos diputados escuchen al orador.

El C. Méndez Benjamín: Ninguna de esas prerrogativas se afecta con el tal Convenio. De manera que, a mi modo de ver, puesto que ustedes no quieren atender al orador - por algo decía yo que estaba la Asamblea cansada-, creo que dejo desvanecidas las dudas, tanto del compañero De Anda, como del compañero Soto y Gama, que, en materia de ferrocarriles, creo que está bastante atrasado.

El C. secretario Cerisola: No habiendo inscritos más oradores en contra, la Secretaría, por orden de la Presidencia, consulta a la Asamblea si se considera el asunto suficientemente discutido.

Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Suficientemente discutido. (Voces: ¡En lo general!) En lo general. Se va a recoger la votación nominal en lo general.

Por la afirmativa.

El C. prosecretario Chávez: Por la negativa.

(Votación).

El C. presidente: Se ruega atentamente a los señores diputados ocupen sus curules para que se pueda tomar la votación.

(Continúa la votación).

El C. secretario Cerisola: Votaron por la afirmativa ciento treinta y ocho ciudadanos diputados.

El C. prosecretario Ch vez: Votaron por la negativa tres ciudadanos diputados.

El C. secretario Cerisola: Aprobado en lo general.

El C. presidente, a las 20.15: Se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez y seis horas.