Legislatura XXXII - Año I - Período Ordinario - Fecha 19260923 - Número de Diario 13
(L32A1P1oN013F19260923.xml)Núm. Diario:13ENCABEZADO
MÉXICO, JUEVES 23 DE SEPTIEMBRE DE 1926
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO I. - PERÍODO ORDINARIO XXXII LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 13
SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 23 DE SEPTIEMBRE DE 1926
SUMARIO
1. - Abierta la sesión, se lee y aprueba el acta de la anterior.
2. - Cartera. Se concede licencia al C. diputado Juan Rincón.
3. - Continúa a debate y se aprueba el dictamen de la 2a. Comisión de Peticiones, por el que se rechaza la solicitud de reformas a la Constitución, enviada por los señores José Mora y Pascual Díaz. Usan de la palabra, para hechos, los CC. diputados Altamirano y Cerisola.
4. - Son aprobadas dos proposiciones subscriptas por varios ciudadanos diputados, para que se haga un sobretiro del DIARIO DE LOS DEBATES y se imprima un folleto que contenga los discursos pronunciados a propósito del dictamen referido. Se levanta la sesión.
DEBATE
Presidencia del C. JOSÉ AGUILAR Y MAYA
(Asistencia de 184 ciudadanos diputados).
El C. presidente, a las 17.15: Se abre la sesión.
- El C. secretario Romo, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veintidós de septiembre de mil novecientos veintiséis.
"Presidencia del C. José Aguilar y Maya.
"En la ciudad de México, a las diez y siete horas y tres minutos del miércoles veintidós de septiembre de mil novecientos veintiséis, se abrió la sesión con asistencia de ciento setenta y cuatro ciudadanos diputados.
"Se aprobó el acta de la sesión celebrada el día veinte del presente mes.
"Dióse cuenta con una nota del ciudadano secretario de Relaciones Exteriores, en que inserta un mensaje de salutación al pueblo mexicano, de la Asamblea Nacional de Panamá, y con una solicitud de licencia, por tiempo indefinido, con carácter renunciable, llamándose al suplente, del ciudadano Eduardo Moneda. Respecto del primer documento, se acordó contestar de enterado con agradecimiento, y la solicitud de licencia fue aprobada con dispensa de trámites y sin debate.
"Rindieron la protesta de ley los CC. Emilio H. Flores y Raymundo E. Enríquez, diputados suplentes por los distritos electorales primero de Puebla y sexto de Chiapas, respectivamente.
"Se puso a discusión el dictamen de la Segunda Comisión de Peticiones, que rechaza, por improcedente, la solicitud de reformas a los artículos 3o., 5o., 24, 27 y 130 de la Constitución federal, presentado por los señores José Mora y Pascual Díaz a nombre de los arzobispos y obispos católicos de la República.
"De acuerdo con el artículo 106 del Reglamento, el C. Pedro Palazuelos L. pido que la comisión fundara el dictamen, lo que hizo, desde la tribuna, el C. Alejandro Cerisola.
"Pronunciaron discursos los CC. Ricardo Treviño, Alfredo Romo, Manlio Fabio Altamirano, Alfonso F. Ramírez, Antonio Díaz Soto y Gama y Francisco Rodríguez, y aunque se inscribieron en contra del dictamen los CC. Treviño, Altamirano y Díaz Soto y Gama, todos atacaron las tendencias del Clero católico de México y estimaron improcedente las reformas constitucionales que se solicitan.
"En virtud de una moción de orden del C. Ernesto Hidalgo, acerca de la cual hizo una aclaración el C. José Luis Solórzano, se preguntó a la Asamblea si no obstante haber transcurrido el término reglamentario continuaba la sesión; no se manifestó claramente la resolución de la Cámara y cuando la Secretaría se disponía a recoger la votación nominal, la Presidencia determinó, a las veinte horas y cincuenta y cinco minutos, levantar la sesión y citar para las diez y seis horas del día siguiente."
Está a discusión. En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.
- El mismo C. secretario, leyendo:
Telegrama procedente de: "Navojoa, Sonora, 22 de septiembre de 1926.
"Luis Torregrosa y Alfredo Romo. - Cámara de Diputados.
"Quedo muy reconocido por felicitación que esa honorable Representación Nacional se sirve hacerme con motivo del incidente de Vícam. Hago votos
por el bienestar personal de cada uno de sus miembros. Afectuosamente. - A. Obregón." - A sus antecedentes.
"Poder Ejecutivo Federal. - México. - Estados Unidos Mexicanos. - Secretaría de Gobernación. - Número 11,952.
"Ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - Presentes,
"Tengo el honor de acusar a ustedes recibo de su atento oficio número 15, tramitado por la Mesa de Correspondencia de esa Secretaría con fecha 10 del actual, en el que se sirven transcribir la proposición presentada por la Comisión de Presupuestos y Cuenta y aprobada por su H. Asamblea, relacionada con la invitación que hacen al Ejecutivo federal, solicitando el más pronto envío del proyecto de Ley de Ingresos y Presupuesto de Egresos para el año de 1927.
"En debida contestación, tengo el honor de informarles que se dio cuenta con dicha comunicación al primer magistrado de la nación, quien acordó se indique a ustedes, como tengo el honor de hacerlo, que ya se procede a dictar las órdenes conducentes para cumplimentar lo solicitado en la nota que contesto.
"Reitero a ustedes mi atenta consideración.- Sufragio Efectivo. No Reelección. - México, D. F., a 20 de septiembre de 1926. - Por acuerdo del secretario, el oficial mayor, G. Vázquez Vela." - A sus antecedentes.
"Honorable Asamblea:
"El subscripto, diputado por Tamaulipas, obligado a salir fuera de esta capital, en atenciones urgentes de familia, atenta y respetuosamente ocurre ante usted solicitando, con tal motivo, una licencia de 15 días, con goce de dietas, y a partir dicha licencia del día 22 de los corrientes.
"Al suplicar a ustedes, al mismo tiempo, la dispensa de trámites de esta misma solicitud, me es grato protestarles las seguridades de mi atención y respeto.
"México, D.F., a 22 de septiembre de 1926.- J. Rincón.
"A los ciudadanos secretarios de la H. Cámara de Diputados. - Presentes."
En votación económica se consulta si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sirvanse manifestarlo. Dispensados. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se accede a lo solicitado. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Concedida.
- El mismo C. secretario: Continúa a discusión el dictamen presentado por la 2a. Comisión de Peticiones.
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano Ernesto Hidalgo. (siseos).
El C. secretario Romo: Por disposición de la Presidencia, la Secretaría procede a dar lectura al artículo 195 del Reglamento de la Cámara.
"Los concurrentes a las galerías se presentarán sin armas; guardarán respeto, silencio y compostura, y no tomarán parte en los debates con ninguna clase de demostración."
El C. Hidalgo Ernesto: Yo le agradezco a su señoría, el presidente de la Cámara, la lectura de este artículo por lo que ello pueda afectarme; pero debo manifestar que siendo uno de los más rendidos devotos de la libertad de palabra y de todas sus manifestaciones, absolutamente para nada me afectan las manifestaciones hostiles de las galerías.
Señores representantes: en mi larga actuación de cronista parlamentario, desde la eminente y positivamente luminosa XXVI Legislatura, hasta la inquieta, dominada por el espíritu de prieto Laurens, no había visto ciertamente, y lo confieso regocijado, una sesión ni más hermosa ni más constructiva, ni más serena, que la que ofrecisteis ayer. Me felicito, por tanto, de formar parte de esta Asamblea, porque esa disposición con que supisteis escuchar todos los debates de ayer, revela que tenemos la capacidad suficiente para tratar con toda serenidad, con toda ecuanimidad, con toda mesura los más altos problemas nacionales. Antes de entrar al debate quiero felicitar al señor presidente de la Cámara por la disposición que desde ayer franqueó las puertas de las tribunas a todo ese público que hoy las llena, porque cualesquiera que sean sus ideas religiosas, cualquiera que sea su connotación política, como parte del pueblo que representamos aquí tiene el derecho del presenciar cada uno de nuestros actos para saber si cumplimos o no con nuestro deber.
Al inscribirme ayer para tomar participación en este debate, creía que me iba a referir solamente a una cuestión de trámite; pero la altura que el mismo ha alcanzado por la significación de la magistral y sabia pieza oratoria del ciudadano Soto y Gama, me obliga, a pesar mío, a imponerme a mi propia insignificancia para tratar cuando menos en un esfuerzo con el propósito de vencer mi propia incapacidad, para colocarme a la misma altura del debate. Antes quiero formularos, por cuestión metódica, los puntos que he de comprender: 1o. ¿Existe problema religioso en México? 2o. Existiendo problema religioso, ¿debemos resolverlo? 3o. ¿Como debemos resolverlo? Sobre la primera cuestión me parece ocioso haceros perder el tiempo con disquisiciones inútiles. ¿Sobre qué estamos tratando aquí? Sobre una cuestión netamente de principios, y de principios eminentemente religiosos. Si, pues, debemos admitir aquí eso, y apelo más a vuestra conciencia individual que a vuestra conciencia colectiva de políticos, para que me digáis si no es verdad que estamos debatiendo sobre una cuestión netamente de principios religiosos. (Voces: ¡No! ¡No!) Afrontando así el problema...(Voces: ¡No! ¡No! ¡No!) Aunque digáis que no, esta es la verdad, y esta en una verdad en la conciencia nacional. (Voces: ¡No ¡No!) Pues contra toda la opinión del bloque, contra toda la opinión de los que dicen que no, yo sostengo que estamos aquí debatiendo en el fondo una cuestión de principios religiosos. (Voces: ¡No! ¡No! ¡No!)
El C. Cruz, interrumpiendo: Pero admitido, sin conceder; que siga.
El C. Hidalgo, continuando: Seguro como estoy, repito, de que se está debatiendo aquí una cuestión de principios religiosos.. (Voces: ¡No! ¡No! ¡No! Campanilla). Aunque digáis que no, yo soy perfectamente libre de profesar las ideas que quiera, y yo creo que se está debatiendo en México una cuestión religiosa. (Voces: ¡No! ¡No! ¡No!)
El C. Rodríguez Pedro C., interrumpiendo: Es él muy libre de opinar en esa forma; nosotros no.
El C. Cruz: ¡Déjenlo! ¡Mientras más se meta más se atasca! (Aplausos. Risas).
El C. Hidalgo: Yo procuraré, señor Cruz, que ese fango en que supone usted que me he de atascar, no salpique a la Representación Nacional.
El C. Cruz: No dije fango; nomás "se atasque".
El C. Hidalgo: Necesito sentar, para mí mismo, cuando menos, la premisa de que se está tratando una cuestión de principios religiosos. (Voces: ¡No!)
El C. Cruz: ¡Déjenlo que se atasque!
El C Hidalgo: Dejadme que me atasque, si al cabo no os atascáis vosotros.
El C. Cruz: Déjenlo. Ya le contestaremos. No vaya a decir luego que le tuvimos miedo.
El C. Hidalgo, continuando La tribuna está a vuestra disposición para que vengáis a contestarme. ¿Creéis que vengo a sustentar un principio confesional? ¿Creéis, como el diputado Treviño, que iba yo a defender aquí la indefendible causa del clero? Estáis muy equivocados. (Voces: ¡Es su deber por el oro que ha recibido!) En este terreno es imposible continuar un debate, dentro de la serenidad que esta misma Asamblea me ha merecido. A la hora que quiera ese señor diputado, le puedo demostrar que en toda mi vida no he recibido un solo centavo que no haya sido por el más legítimo de mis trabajos. (Una voz: ¡En la conciencia de todos está que usted lo ha recibido!)
Realmente deploraría que por una mala interpretación de mi parte, o por un dejo de intolerancia verdaderamente incomprensible hoy, cuando ayer disteis la más alta prueba de ecuanimidad, se rompiera la sensatez, la armonía con que se trató esta cuestión.
El C. Rodríguez Pedro C: ¡Cuán arrepentidos estamos de que no se haya terminado ayer la cuestión! compañero.
El C. Hidalgo: Por eso os encarezco que me escuchéis hasta el final, estoy seguro de que estáis prejuzgando, no sabéis siquiera lo que voy a decir; y si lo sabéis, realmente os felicito por vuestras dotes de adivinación. (Risas). Decía yo que para mí, para mí ..(Voces: ¡Muy bien!) Yo le he repetido, se está tratando una cuestión religiosa. (Voces: ¡No! ¡No!)
El C. Torregrosa: ¡Moción de oreden! Suplico a su señoría, el presidente, imponga el Reglamento de la Cámara para que la Asamblea respete el derecho que tiene el orador. (Aplausos).
Repito, sí señores, que para mí existe el problema, lo mismo que para muchos miles de gente que ésta fuera de esta cámara. Y quiero sentar esta premisa para invitarnos cordialmente a que no rehuyáis el debate sobre cuestión religiosa, señores. Si es necesario, vamos afrontándolo con toda resolución vamos defendiéndolo, vamos resolviendo de acuerdo con los principios revolucionarios. ¿De qué os sorprendéis entonces? (Murmullos). Repitiendo otra vez que para mí existe, como existe para mucha otra gente, para la inmensa mayoría de este pueblo... (Voces: ¡No! ¡No!)
El C. Presidente: (Campanilla). Se suplica a los ciudadanos diputados, que permitan hablar al orador.
El C. Hidalgo, continuando: ... salta a la vista el ineludible deber que tiene esta Representación Nacional de resolverlo, ¿Como? Sin evasivas, sin cobardías, yendo de frente hacia él y reconociendo que en el fondo el problema clerical no es sino un problema al que el mismo clero quiere darle el carácter de problema religioso. ¿Que tenéis qué objetar ahora? (Murmullos). ¡Muy bien! En ese terreno, deseo objetar el dictamen de la Comisión de Peticiones. Yo no he venido a hablar en contra como un subterfugio parlamentario, para tener acceso a esta tribuna: he venido efectivamente a hablar en contra del dictamen, porque me parece que los altos intereses de la nación , los mismos deberes de sus señorías los diputados, les impelen a no dejar en punto y coma esta cuestión. Es necesario resolverla de una vez, así venga la solicitud firmada por los señores Mora y Díaz o por cualesquiera otros ciudadanos con la capacidad legal para ejercitar el derecho de petición. Sin que esto implique en lo más mínimo una defensa de los señores Mora y Díaz, y puesto que el eje del dictamen de la Comisión de Peticiones, su polo, consiste en considerarlos como fuera de la capacidad mexicana para ejercitar este derecho, quiero deciros que, en mi concepto, esta conclusión está fuera de los cánones constitucionales. Leo en el artículo 13: "Nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por tribunales especiales."
Y en el artículo 14: "Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sin previo juicio de los tribunales debidamente establecidos..."
Más aún, admitiendo que en este caso se trate de derechos políticos y que esta Cámara como alto tribunal político se considere capacitada para negarles a estos señores el derecho de ciudadanía, yo quiero hacer hincapié en que esto es sencillamente un subterfugio, es una triquiñuela indigna de la serenidad de esta Cámara. Lo que yo deseo, señores, al oponerme a este trámite, es que vayamos, como han ido todos los oradores del pro y del contra, pero sobre todo, como ha ido el ciudadano Antonio Díaz Soto y Gama, al fondo mismo de la cuestión para resolverla de una vez. La nación está sedienta de que este problema se resuelva pronto en un sentido o en otro, ¿por que rehuís el cumplimiento de este deber? ¿por que no afrontar de una vez el debate de él para resolverlo, agotarlo hasta dejarlo sencillamente definido? Esta es la tesis que me interesaba sostener; pero en vista del giro verdaderamente plausible, porque ha sido un giro de principios de que se ha dado a este debate, quiero tomar parte en él para emitir desde esta tribuna algunos puntos de vista que no han sido tratados. En primer lugar existe, y no me lo negaréis
un positivo malestar público creado por esta cuestión. El boycot en mala hora resuelto por los elementos católicos, es una medida que directa, positivamente va al corazón de los trabajadores. ¿Cuando hemos escuchado que los promotores del boycot hubiesen recomendado en sus hojas de propaganda sediciosa: Dejen ustedes de pagar sus rentas, dejen, los que deben réditos, de pagarlos a los capitalistas, dejen de pagar los intereses? ¿a que no habéis visto eso en ninguna parte? ¡Claro, como que esto les afecta a ellos sencillamente! De suerte que necesitamos resolver de una vez este asunto para hacerle ver a todo el pueblo trabajador que es la inmensa mayoría de la nación la que está cometiendo el error de apoyar una medida que va contra sus propios intereses. Desde el punto de vista político, es urgente que dejemos absolutamente resuelto este problema, para que el Ejecutivo pueda reanudar una carrera constructiva que tan brillantemente inició en los prolegómenos de su Gobierno. Yo no sé si profundizo el pensamiento del ciudadano presidente de la República, pero tengo el antecedente de que, en diversas ocasiones, al tratarse sobre esta cuestión, él se dirigió algunas veces al Episcopado, otras veces a diversos elementos que se acercaban a él en solicitud de que se modificara el procedimiento oficial adoptado, y la contestación uniforme del presidente de la República, fue la de manifestarles que tenían expedito el camino de la ley, es decir, el de dirigirse a los cuerpos legislativos, para que ellos vieran si era de tomarse o no en consideración el proyecto de reformas. Decía yo, si no interpreto mal este pensamiento, quiere decir que el Ejecutivo, para poder destinar toda su atención patriótica a la solución de los problemas económicos, del problema agrario, de los otros problemas positivamente vitales del país, no quiere estar siendo importunado con este llamado problema religioso. Si no me equivoco, es entonces la Cámara, precisamente la Cámara de Diputados, uno de los factores que tienen que resolverlo. ¿Y por qué no resolverlo desde luego? Desde el punto de vista internacional, yo soy de aquellos que profesan la teoría de que para nada debe preocuparnos la opinión que nuestros actos, en ejercicio de nuestra propia soberanía, puedan suscitar en los países extranjeros. Esto, por lo que respecta a cuestión de principios, que por lo que respecta a cierta cuestión de bienestar común, es indubitable que no podemos hacer una vida de pueblo aislado. Ahora mismo, el malestar creado por esta situación religiosa o como queráis llamarle, ha originado una verdadera retracción de capitales. Este movimiento no perjudica a las clases capitalistas; este movimiento, señores, no perjudica a los promotores del boycot; estas medidas, cuando van dirigidas a un pueblo que necesita de los capitales extranjeros para desenvolver sus propias riquezas, van directamente contra el corazón del núcleo trabajador.
Desde el punto de vista meramente espiritual, os supongo perfectamente enterados de todas las manifestaciones que elementos clericales mal informados de otros países, de Colombia, del Perú, tengo entendido que también del Ecuador, han hecho ya en contra de los representativos mexicanos. Se está creando alrededor de nosotros por este asunto, que absolutamente no vale la pena, una atmósfera de repulsión, mayor que la que se creara durante la época revolucionaria y a la que le pusiera ciertos prestigios de fantasía la historia verdaderamente novelesca de Francisco Villa. Así, pues, éste es otro de los elementos razonables que os deberían inducir a desechar el dictamen de la Comisión de Peticiones, para que este asunto pasara de una buena vez a la Comisión de Puntos Constitucionales que tiene que resolver.
El C. Borja: ¿Me permite el orador una interpelación?
El C. Hidalgo: La que usted guste, señor compañero.
El C. Borja: ¿Cree el señor orador que los señores que sigan el escrito están capacitados verdaderamente para pedir una reforma a la Constitución?
El C. Hidalgo: Sí, señor.
El C. Borja: ¿Me permite que haga otra interpelación en este sentido?
El C. Hidalgo: La que guste, señor.
El C. Borja: ¿Quienes son los capacitados conforme a la Constitución para pedir reformas a la misma?
El C. Hidalgo: Se escuchó ayer mismo desde esta tribuna, señor.
El C. Borja: Muy bien: de tal manera que un particular, nosotros mismos si no fuéramos diputados ¿tendríamos el derecho de pedir una reforma constitucional?
El C. Hidalgo: Sí, señor. Es una de las más altas prerrogativas....
El C. Cerisola: Señor, el artículo 71...
El C. Hidalgo: Ese es un criterio de jurisperitos. (Una voz: ¡Es criterio revolucionario!) El criterio revolucionario está de acuerdo con mi tesis; cada uno de los ciudadanos de este país tienen la facultad de iniciar reformas e iniciar leyes. (Voces: ¡No, señor!)
El C. Cerisola: Que se lea el artículo 71.
El C. Hidalgo: No hay necesidad, señor; ayer escuchamos una brillante disertación sobre esta tesis; pero contra esta tesis tiene su señoría el texto del artículo 8o., que dice: "Los funcionarios y empleados públicos -y nosotros somos aquí altos funcionarios de la Federación - "respetarán el ejercicio del derecho de petición, siempre que ésta se formule por escrito, de manera pacífica y respetuosa; pero en materia política, sólo podrán hacer uso de ese derecho los ciudadanos de la República."
Luego entonces, señores, es un criterio profundamente revolucionario que usted, que yo, que todo el mundo fuera de este parlamento, como ciudadanos, tenemos el libre ejercicio de iniciar las reformas de nuestras leyes. (Voces: ¡Pero no los curas!)
El C. Martínez Eulalio: ¿Me permite una interpelación?
El C. Hidalgo: Acepto toda clase de interpelaciones, puesto que estoy perfectamente seguro de la justicia de la causa que vengo a defender aquí.
El C. Martínez: El orador se ha fijado en lo que dice la fracción III del artículo 37 de la Constitución?
El C. Hidalgo: Sí, señor.
El C. Martínez: ¿Qué dice?
El C. Hidalgo: Allí lo tiene usted en sus manos, señor.
El C. Martínez Eulalio: Tenga la bondad de darle lectura.
El C. Hidalgo: "III. Por comprometerse en cualquiera forma ante ministros de algún culto o ante cualquiera otra persona, a no observar la presente Constitución o las leyes que de ella emanen."
El C. Martínez Eulalio: Ahí está: Pascual Díaz y Mora y del Río se han negado a acatar las leyes por sugestiones de un pontífice extranjero. (Murmullos).
El C. Hidalgo, continuando: Yo no sé qué resolvería la Comisión de Peticiones, o mejor, qué resolverá la Comisión de Peticiones cuando este asunto sea traído aquí a debate por la solicitud que, según tengo entendido, se ha hecho y recibido en la Cámara, firmada por millares de ciudadanos...
El C. Campillo Seyde, interrumpiendo: ¡Al cesto por improcedente!
El C. Hidalgo, continuando: Pues señor diputado, si ese es el respeto que merece a usted cualquiera opinión general o cualquiera opinión particular, yo deploro ese respeto; pero por lo que a mí se refiere, tengo absolutamente la conciencia abierta para profesar respeto a todas las ideas y a todas las peticiones. (Murmullos).
El C. González Gonzalo, interrumpiendo: Moción de orden, señor presidente.
El C. presidente: Tiene usted la palabra para una moción de orden.
El C. González Gonzalo: Me voy a permitir, ciudadanos diputados, suplicar a ustedes se sirvan tener la debida atención para el orador, con el objeto de que posteriormente su señoría el presidente nos conceda el uso de la palabra a algunos de los que estamos inscriptos y de esta manera poder refutar la tesis de orador, por una parte; por la otra, ¿me permite una pregunta el orador?
El C. Hidalgo: La que usted guste.
El C. González Gonzalo: Con permiso de la Presidencia. Posiblemente el ciudadano diputado que hace uso de la palabra en este momento, tiene razón. Tiene razón porque en su fuero interno muy posiblemente hace suya la petición del Episcopado Mexicano. (Aplausos. Murmullos).
- El C. Rodríguez Pedro C.. ¡Es mocho!
El C. González Gonzalo, continuando: En estas condiciones sí puede el señor diputado abordar el tema con el derecho de petición, en este caso de conformidad con la Constitución; pero mi pregunta es esta: ¿el ciudadano Hidalgo hace suya la petición del Episcopado?
El C. Hidalgo: No señor.
El C. González Gonzalo: En ese caso no hay derecho para hablar así. (Aplausos nutridos.)
El C. presidente: Continúa el orador en el uso de la palabra.
El C. Cortés Herrera: Para preguntar al señor diputado si habla en representación del pueblo de Irapuato y del distrito de Irapuato, o si habla en su propia representación, porque él no representa al pueblo de Irapuato.
El C. Hidalgo: Usted sabe perfectamente bien a qué pueblo estoy representando aquí, señor Cortés Herrera. Debo decir a su señoría, como debo decir a todos aquellos diputados que pretenden por este camino desviar el debate, que si soy respetuoso de las interpelaciones personales cuando ellas contribuyen a orientar la discusión, en cambio me merecen un profundo desprecio las que solamente se me lanzan como pullas personales.
Decía yo señores, que consideraba de un alto deber Patriótico de la Cámara la resolución de este problema de una buena vez. El malestar que esta situación ha creado, sobre todo en el interior de la República, es grande; las alteraciones económicas serán todavía más intensas. Yo no sé qué se pierde en el orden de los principios, en el terreno verdaderamente sagrado de las conquistas revolucionaria, si en lugar de aplazar esta resolución para cuando ella sea formulada por individuos que, en concepto de la Comisión de Peticiones, tienen sus derechos a salvo, se resuelva de una buena vez; es sencillamente mi tesis. Yo no vengo aquí, como equivocadamente lo han supuesto los señores, a defender la causa del clero. Yo pretendo conocer, aunque sea un poco, la historia de mi país, y sé perfectamente que la actuación del clero está históricamente fallada. Es uno de los elementos de trastorno más funestos que hemos tenido. Me daría verdaderamente vergüenza señor compañero, que en este siglo, en este ambiente, después de esta revolución me tachara usted de elemento clerical. (Voces: ¿Entonces?) Entonces no creo que tengamos la obligación de pensar lo mismo todos. Yo estoy en contra de los procedimientos, no estoy en contra del fondo de este asunto. Es indispensable que lo tengáis también en cuenta, y aquí va otra manifestación de mi clericalismo: los señores Mora y Díaz, pues, por pedir, piden todo lo que ellos quisieran de esta Asamblea. Yo considero, y o soy muy suspicaz, o lógicamente tengo que inferir que es éste un plan que se ha puesto a la Representación Nacional para exhibirla como intolerante ante la República entera o para exhibirla como verdaderamente sumisa a la voluntad presidencial. (Siseos). El memorial del Episcopado Nacional pide sencillamente cosas imposibles, pide reformas que nos colocarían, no a cincuenta años detrás de las Leyes de Reforma, sino a trescientos años de distancia del actual momento evolutivo, y como no considero que el alto Clero, especialmente, carezca de la preparación suficiente para comprender en qué medio está viviendo, pienso que ésta es una maniobra para exhibir a la Representación Nacional. De vosotros depende que le déis un sonado triunfo al Episcopado Nacional, enviando al cesto su iniciativa. Si en el terreno de los principios por el contrario se trata este asunto con toda serenidad, con toda mesura, sabiendo cuáles son las verdaderas reformas que se pueden, revolucionariamente, conceder y cuáles no, el problema habrá quedado resuelto, se habrá cerrado las puertas definitivamente a todas las alteraciones públicas que esto está ocasionando. Como véis, yo no sé qué tenga esta tesis de punible. El ciudadano Soto y Gama, con la maestría que sabe hacerlo, insinuaba ayer una reforma....
El C. Macías, interrumpiendo: ¡Experiencia!
El C. Hidalgo: Maestría.
El C. Macías: Experiencia y capacidad.
El C. Hidalgo, continuando: Con la maestría con que él sabe hacerlo, insinuaba ayer una reforma a uno de los preceptos más radicales de la legislación religiosa. Yo me permito, exponiéndome a todas las censuras, y estoy dispuesto a recibirlas, yo me permito decir que hay otro punto que es susceptible - sin que se quebranten los principios revolucionarios - de reformarse: el artículo 130, en aquella parte que se refiere a los sacerdotes extranjeros. Se puede poner una limitación contra el clero español. Históricamente es el que ha tenido intromisión en nuestros asuntos intestinos; pero yo no sé, o desconozco absolutamente la historia de mi país, no sé que hasta ahora se haya debido alguna alteración del orden a los sacerdotes ingleses, a los americanos, a todos aquellos sacerdotes cuyas colonias los reclaman urgentemente por no poseer sus miembros el conocimiento de la lengua nacional. De manera que ese es el punto en que sin sacrificarse los principios revolucionarios, podrían reformarse, dado el caso, el artículo 130 constitucional; pero que no nos pidan que vayamos más allá de la legislación que separó a la Iglesia del Estado, porque yo seré el primero en votar con todo entusiasmo en contra de cualquiera iniciativa que tienda a quebrantar esos principios, que yo considero definitivamente incrustados en la conciencia del pueblo. El ciudadano diputado Treviño tuvo ayer la atingencia de hablarnos de los puntos de vista económico y social de este movimiento. Yo siento que no haya tocado su señoría el punto de vista tecnológico, porque ello me impide conocer en ese punto la opinión del fundador y Gran Comendador de la Obra de Nuestra Señora de Guadalupe. El señor diputado Treviño auguraba, con de fe de arúspice, que yo vendría a defender aquí los intereses del clero, y ya ve su señoría cómo los he defendido. (Voces: ¡No lo sabemos!) El señor diputado Treviño se extrañaba de que la prensa de la nación no hubiese puesto su criterio en el mismo nivel en que lo han puesto los grupos políticos militantes pertenecientes a la familia oficial, y aunque yo no vengo como periodista industrial, puesto que apenas soy un obrero del periodismo, obrero consciente que sabe por qué, dónde y cuándo presta sus servicios, he de referirme a ese punto. ¿Por qué, señor, si capitanea usted una de las organizaciones más poderosas en este país, como es la Confederación Regional Obrera de los trabajadores, por qué, si como vosotros mismos pregonáis, el Partido Laborista que es su nexo, es uno de los partidos más importantes de la nación, por qué no publicáis vosotros un periódico? Debo deciros, señores, que es muy difícil....
El C. Treviño, interrumpiendo: Aquí está (Muestra un periódico).
El C. Hidalgo, continuando: Es un periódico, señor, que no puede ponerse en parangón con ninguno de los diarios de la capital. Yo lo sé por amarga experiencia. (Murmullos). Yo sé deciros con amarga experiencia que es imposible, sencillamente imposible hacer aquí, como lo es en los Estados Unidos, como lo es en cualquier otro país, un periódico que alcance prosperidad pública y que sea exclusivamente doctrinario. El periodismo, más que cualquiera otra de las actividades del espíritu humano, debe proceder en una forma aritmética. Si no se puede obtener en una labor determinada, el ciento por ciento de resultados, debe conformarse el periodista con obtener el diez, el quince o el veinte por ciento de sus propósitos. No necesitamos sino echar una ojeada retrospectiva a la historia de nuestro periodismo nacional: Desde la época de "El Monitor Republicano" a la época de "El imparcial" y a nuestra época actual, ha habido un amplio recorrido, en que la evolución económica del periodismo impide que los periódicos exclusivamente doctrinarios, lleguen al alma de las multitudes. Cuando nos convencemos de esta realidad, entonces los periodistas que alentamos propósitos reconstructivos, que sabemos también sentir y luchar por nuestros propios ideales, nos conformamos con hacer un periódico de servicio público en el que de vez en cuando podamos defender nuestros puntos de doctrina. De ahí, pues, ¿cómo extrañarse de que los periódicos no se pongan en esta ocasión al servicio de los partidos establecidos o al servicio incondicional del Gobierno? ¿A quién tiene que dejar satisfecho: al Gobierno, a los partidos o al público? Entre todos estos factores, yo, como periodista, me quedo con el público. (Voces: ¿Que estamos discutiendo?) El señor diputado Treviño suponía que yo vendría aquí a defender la tesis del clero en virtud de que en alguna ocasión vio él en letras de molde alguna opinión mía en contra del artículo 3o. constitucional. Esta declaración, señor diputado Treviño, yo la produje precisamente en defensa del Gobierno Mexicano en la ciudad de la Habana, donde acababa de llegar una multitud de sacerdotes que habían alarmado a toda la opinión pública cubana respecto a tales o cuales supuestos excesos que se habían cometido en la ciudad de México. Y como no se trata aquí precisamente de mi persona, sino que se trata también de la cuestión a debate, me va a permitir la Asamblea que distraiga su atención, dando lectura a alguna parte de esas declaraciones. (Una voz: ¡Breve!) Lo más breve que yo pueda: (Leyendo).
"Para hacer el asunto fácilmente comprensible ante la opinión cubana, es preciso plantear una metódica exposición, que procuraré que sea lo más breve posible.
"En la Constitución vigente -código fraguado en plena conflagración revolucionaria y que se resiente, por lo mismo, de cierto espíritu de violencia y aun de revancha -, figura un artículo, el 130, que impide a los miembros de las comunidades religiosas, individual o colectivamente, en público y aun en privado, hacer cualquiera crítica contra el Estado o sus instituciones. Se trata, sin duda, de un rescoldo de jacobinismo, sin justificación ante un espíritu templado en las modernas corrientes de tolerancia y de cooperación, pero ampliamente explicado por las frecuentes y casi siempre funestas expansiones del alto clero de mi país en los asuntos del Estado. Necesitaría ocupar gran espacio de las columnas de su magnífico periódico, para dar breve idea de esas invasiones a terreno del poder público, realizadas con sobrada frecuencia por los elementos del clero aristocrático - déjeme usted darle ese nombre - y las cuales han originado positivas catástrofes en el orden social.
"Esta pugna es la explicación más elocuente que puedo hallar respecto al espíritu jacobino e intolerante
del artículo 130 constitucional. Soy el primero en disentir de tal tiranía de conciencia; pero me es indispensable reconocer que el Ejecutivo de mi país está estrictamente obligado a evitar que el código supremo sea transgredido, sobre todo en forma verdaderamente subversiva, y por venir de quien procede, hasta peligrosa para la tranquilidad pública".
Esto lo decía yo en febrero del año actual, anticipadamente a la actitud que posteriormente debía adoptar el clero mexicano, y éste es el punto a que se refería el diputado Treviño. (Sigue leyendo).
"Antes de ahora, todos los gobiernos que han regido los destinos de México, bajo el imperio de la nueva Constitución, inclusive la actual, se habían manifestado hasta cierto punto tolerantes en materia religiosa. El propio código prohibe el ejercicio a los ministros de cualquier culto que no sean mexicanos, y, sin embargo, a pesar de esto, hay en México desempeñando su ministerio, incontables sacerdotes españoles, franceses, ingleses, sirios, etcétera..."
Como repito a ustedes, estas declaraciones fueron hechas en enero o febrero del año actual. (continúa).
"La propia Constitución incurre en el error de limitar algo de lo que más falta hace en mi país, como es la educación popular, pues prohibe esta actividad a las corporaciones religiosas. Sin embargo, la tolerancia oficial ha permitido que funcionen incontables planteles servidos por religiosos, y en algunos casos hasta se da a los estudios que se hacen en aquellos, sanción oficial. Así, pues, resulta inexacto hablar de México, en cuanto se refiere a asuntos de orden religioso, como lo hicieron los sacerdotes entrevistados por "El Heraldo de Cuba" como si se hubiese tratado de un trasunto de la Roma de los Césares".
Posiblemente levante suspicacias mi criterio contra la intolerancia del artículo 3o. constitucional; pero yo no me rijo para normar mis propias ideas por los sentimientos de la Asamblea; aquel es mi criterio y es un criterio profundamente robustecido por los hechos. En este país, lo que se necesita, es instrucción, sobre todo. Cuando el Estado pueda enfrentar a cada escuela confesional que se clausure, dos escuelas laicas, diré que el Estado está haciendo obra patriótica; pero cuando el Estado es económicamente incapaz para substituir con una mala escuela una buena escuela confesional que se suprime, yo digo que el Estado está haciendo obra antipatriótica. (Siseos). A mí, señores, no me asusta absolutamente el resultado, el producto social de las escuelas de carácter católico. Yo, después de un examen minucioso, después de un riguroso análisis de lo que han producido las escuelas de ese carácter en México, tengo que reconocer que no dan el resultado que vosotros teméis. Voy a hablaros en datos concretos. Conozco personalmente -vosotros conocéis también su actuación - a individuos que se han nutrido en escuelas de carácter confesional, y que sin embargo, son de las vanguardias, de los paladines del movimiento de Reforma. Desde luego debo remontarme a la historia del artículo 3o. constitucional en el Congreso Constituyente; los más tenaces, más bien, el más tenaz defensor, propiamente el autor del artículo tal como se halla concebido, era un seminarista: el general Francisco J. Múgica; uno de los paladines de los artículos reformistas, de los artículos de vanguardia de la Constitución, era el hoy jefe del Estado Mayor Presidencial, general José Alvarez, otro seminarista. ¿Que quiere decir esto, señores? Que cuando se llega a la edad del raciocinio, no importa absolutamente cuáles hayan sido las ideas que se hayan imbuído en el niño en la escuela primaria; el tendría oportunidad de construir su propia intelectualidad y cambiar el camino conforme a sus propias inspiraciones. (Murmullos). Aquí mismo en esta tribuna hemos tenido a uno de los más eminentes paladines de la causa reformista, al señor Vadillo, actual ministro, tengo entendido que en las Repúblicas Soviéticas. El señor Vadillo es producto de las escuelas confesionales....
El C. Cruz interrumpiendo: A pesar de la escuela. (Una voz: ¿Y Colunga?)
El C. Hidalgo, continuando: No lo conozco, señor. El señor secretario de Industria, Comercio y Trabajo, don Luis N. Morones, dijo alguna vez en el teatro "Iris", que en su infancia había sido monaguillo. El señor don Luis L. León, secretario de Agricultura, en la conferencia, también sostenida en el teatro "Iris", dijo: "La mayor parte de los revolucionarios actuales han sido y muchos lo son...."
El C. Cruz, interrumpiendo: La mayor parte no.
El C. Hidalgo, continuando: Eso dice él. "La mayor parte de los revolucionarios actuales han sido, y muchos lo son todavía, católicos, cuando menos de origen, católicos, apostólicos y romanos...." (Murmullos. Campanilla). Luego él también ha sido un producto de estas escuelas.
El C. Cruz: A pesar de la escuela; yo he sido otro.
El C. Hidalgo: A pesar de la escuela; es lo que yo vengo a sostener aquí. A pesar de la escuela se impone después el razonamiento y cada quien va tomando la orientación que mejor cuadre a su carácter. (Murmullos. Voces: ¡Ah! ¡Ah!) Yo soy un producto de la escuela laica. (Murmullos. Voces: ¡Si, como no! ¡Se ve!) Yo soy un producto de la escuela laica, y si sé huir del extremo que se llama fanatismo, sé huir también del extremo que se llama jacobinismo, para ponerme en el plano razonable que fue el que produjo las Leyes de Reforma: en el plano liberal. (Murmullos). Decía yo, señores, que es urgente tratar medularmente este asunto para hacer comprender al alto clero mexicano, y aquí permitidme una digresión. En este movimiento, tenéis razón, señores, yo estoy en defensa del clero, (Murmullos) pero del pobre clero de aldea. (Voces: ¡Ah!) En esta vez...
El C. Sotelo: ¿Me permite usted una interpelación?
El C. Hidalgo: No, señor. En este movimiento, que será histórico. (Murmullos). En este movimiento, que será histórico, como lo fue el de independencia, como lo fue el movimiento de Reforma, siempre ha habido un profundo divorcio entre el alto clero, dominador y ambicioso, y el bajo clero, el clero humilde, verdaderamente el proletariado clerical, que es el que sufre las consecuencias
de las ambiciones de los de arriba. (Murmullos). Y yo, señores.... (Voces: ¡Nombres!) ¡Pero para qué quieren sus señorías nombres, si están en los labios de todos nosotros? En este movimiento yo estoy con el modesto, con el humilde, con el verdaderamente abnegado cura de aldea, que es el único capaz de aplicar un lenitivo a los padecimientos del campesino, a los padecimientos del que sufre; es verdaderamente el tipo del padre Benedicto, de Víctor Hugo. Con este humilde cura de aldea, señores, aunque se alarmen ustedes, yo estoy. (Murmullos).
Para terminar....
El C. Macías Gabriel, interrumpiendo: Más vale....
El C. Hidalgo, continuando: Vale más, sí, señor; pero yo he tenido la conciencia y la tranquilidad suficiente para escuchar a los que han venido aquí, sin interrumpir a nadie. Yo sé perfectamente cumplir con mis deberes de diputado. Para terminar, decía, no resisto a la idea de leeros un, en mi concepto, magnífico párrafo de uno de los autores que más se han distinguido al tratar la evolución del movimiento religioso mundial. Se trata de "La Religión Progresiva", de Alaux. Según él, "el catolicismo, de tal modo está vacío desde el punto de vista intelectual, y de tal modo predominan en él la política sobre la religión, que fatalmente se encamina a su ruina. Se ha hecho demasiado terrestre, demasiado ávido de dominación, demasiado autoritario; en una palabra, se ha hecho papista."
"... o mejor debe ser reducido el verdadero catolicismo, el cual hasta ahora no ha sido más que una idea.
"La idea de una reforma del catolicismo nada tiene de justificada, ya que es un prejuicio creer que, por naturaleza es inmutable. Sólo es inmutable la verdadera Iglesia, y sólo una reforma puede acercarlo a ella. Se trata, pues, de transformar el catolicismo, de hacerlo puramente religioso, de convertirlo en el verdadero cristianismo." (Preconizado por el señor Soto y Gama).
"El hombre necesita de una religión. Se trata, pues, de introducir una religión que tenga fuerza obligatoria para todos los hombres y para todos los tiempos. Ahora bien; solo el cristianismo es capaz de eso; solo él puede ser la religión de lo porvenir. Hay, pues, que desarrollarlo y transformarlo de tal suerte que pueda realizar esta empresa.
"Pero sólo lo logrará reconciliándose con el espíritu moderno."
Señores diputados: esto no es exclusivamente para vosotros; esto es especialmente para la intransigencia católica, que creo que el catolicismo no debe adaptarse a las diversas modalidades que va experimentando la evolución humana. Los que lo hayan tomado en otro sentido, es que no han tenido la suficiente calma para interpretar su espíritu filosófico, señor general (dirigiéndose al ciudadano Campillo Seyde). Este es un asunto de tesis, no es una cuestión política ni de mezquindades personales. Yo sé que he sido en este debate el más hostilizado, y lo celebro. He tenido para todos vosotros la más alta tolerancia porque sé que ésta es la única fecunda, la única que no podrá provocar catástrofes como la que parece desatar la intolerancia de que estáis dando muestras.
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Medina Enrique.
El C. Medina Enrique: (Aplausos). Señores diputados: Confieso ingenuamente que me alegré hace breves momentos cuando solicitó la palabra para impugnar el dictamen el diputado Hidalgo, que acaba de hacer uso de la palabra; me alegré profundamente porque vi por fin que surgía el debate, que surgía la controversia. Pero, sinceramente lo confieso también, el señor diputado Hidalgo no ha entendido una cosa tan sencilla, tan capitalmente sencilla como es el asunto que nos tiene congregados en este momento no la ha entendido por que el dictamen formulado por la Comisión de peticiones que él trata de impugnar, es de una claridad meridiana. Se preguntaba el diputado Hidalgo si siendo la razón fundamental para rechazar la petición de los señores obispos la dada por el dictamen, referente a que no tienen personalidad, a que no tienen carácter de ciudadanía los obispos que elevaban tal memorial, qué se les contestaría, que se les iba a decir a los ciudadanos que sí tuviesen este carácter.
Con esto demuestra el diputado Hidalgo que no entendió la cuestión, porque claramente la Comisión de Peticiones especifica rotundamente que a pesar de esa argumentación o sea pasando por encima de ese argumento, entra de lleno al fondo de la cuestión o sea: contesta de una vez y para siempre cualquiera intentona en el mismo sentido. (Aplausos).
La Comisión manifiesta con claridad nítida que rechaza de plano la petición, porque entraña una ataque al régimen constitucional establecido. Contra esto no adujo una sola argumentación el diputado Hidalgo, que produjo un discurso difuso y sobre el cual ya no voy a insistir para que no crea, en vista de la hostilidad que se le manifestó, que yo me voy a ensañar con él, que tuvo poco tino para tratar la cuestión. (Aplausos). Confesemos llanamente que esta apasionante causa que desde ayer nos tiene congregados y que ha tenido la virtud de encender todas las llamas de nuestro más hondos y sinceros entusiasmos, no ha sido, ni mucho menos, un debate; aquí no se ha discutido, aquí no se ha controvertido. En los cálidos períodos de oratoria, en la amplitud, a veces tumultuosa, de los líricos períodos; en las tremendas requisitorias y tonantes catilinarias endilgadas contra el clero como dardos flamígeros, no existió, no ha existido un solo punto de controversia, un solo punto de debate. Todos, absolutamente todos los compañeros diputados que han hecho uso de la palabra, afortunadamente, y ojalá así fuese siempre, han estado, hemos estado - yo me uno a ellos - acordes en el punto fundamental: rechazar de plano por notoriamente improcedente la petición de los señores de sotana, porque así lo demanda la razón, el sentido común y nuestra historia enorme, pletórica de hechos, pletórica de sinsabores, pletórica de dolores, pletórica de sufrimiento y de sangre para poder colocarnos siempre en este mismo punto de vista: rechazar tales peticiones. (Aplausos). Confesemos lisa y llanamente, compañeros, que aprovechamos esta oportunidad entusiásticamente
sólo para demostrar ante la faz de la nación entera que está pendiente de nosotros, cuál es nuestra actitud serenamente digna en el caso palpitante. Por lo demás ya se ha visto. ¿A qué insistir sobre el punto? Bastaría una sola concesión, bastaría acceder a estudiar uno solo de los múltiples puntos enumerados en la petición de los señores obispos, para que confesaren una intolerable abdicación, una odiosa abjuración de principios, que estamos muy lejos de tener. No, afortunadamente somos, con toda conciencia de que así lo somos, somos los sostenedores más íntegros de esa Constitución tan vituperada por ello; somos los más fieles paladines de esa causa, los sostenes más fuertes, al menos en voluntad, de esas elevadas ideas, de esas libertades pregonadas en la Carta Magna; somos, en suma, los más fieles sacerdotes de ese sagrado evangelio. (Aplausos).
Lo único, pues, que nos resta decir, ya que el tema está más que agotado es, en esta actitud digna de que estoy hablando, que debemos tener y que debemos sustentar y que debemos proclamar siempre con toda entereza y con toda energía, cuál es, cuál debe ser el modo de estar acordes con los eminentes ciudadanos que lucharon por establecer esas dos Constituciones que quieren echar abajo, con un simple escrito de petición, con un sencillo escrito formulado ante la Cámara, los señores de sotana. ¿Cuál debe ser esta actitud? A mi entender, señores diputados: la continuación de la obra, hablando clara y radicalmente, la continuación de la obra en el trabajo, colocado éste siempre dentro de los principios fundamentales establecidos, o sea la reglamentación de las leyes capitales, la reglamentación de estos principios fundamentales, amplísimo campo que se despliega ante nosotros, enormes actividades que podemos estar desplegando cada día, sin salirnos ni un ápice, ni un tanto así de esos principios fundamentales. Esa es, a mi entender, esa debe ser nuestra actitud para responder dignamente, como conscientes patriotas, ante la faz entera de la nación.
Cuando aprovechando la llaneza del camino, cuando aprovechando en el momento actual, que lo principalmente hecho ya se logró, tras penosísimos esfuerzos, desde los constituyentes de 57, hasta los constituyentes de 1917, nos paramos, aprovechando ese llano; así como si volteando divisamos allá lejos, en plena lejanía, la abrupta sierra que ya traspuso la paciente y heroica caravana, a nosotros nos toca continuar. Tengamos fe, señores diputados, en que esta continuación, por lo menos si es que nuestras escasas fuerzas no nos llevan a más, tengamos fe en que servirá para demostrar nuestra dignidad cívica; ponemos el esfuerzo; el solo hecho de hacer, el solo acto de sembrar ya significa nobleza; todo gesto de sembrador es noble: seamos, pues, sembradores; continuemos estas mismas ideas. Tengamos fe; la lucha pasada nos puede facilitar y nos puede hacer más fuertes en esta idea y en este sentimiento. Lo que ya se ha hecho tras muchos sudores, lo que ya se ha hecho tras muchas fatigas, nos obliga a continuar nacidos, como conscientes ciudadanos. Tengamos fe; la fe en que los principios fundamentales se desarrollan progresivamente, es la mayor fuerza para lograr este desarrollo definitivo. Sembremos, aunque no cosechemos, los frutos; tengamos fe en ello, nos ha dicho un eminente pensador nuestro, que no es razón digna para no sembrar, la idea de que no hemos de cobijarnos a la sobra de los árboles plantados. A mayor abundamiento, y sin cansaros, yo puedo, como perteneciente a un partido político de la República, el Socialista Fronterizo, de mi Estado de Tamaulipas, yo puedo, digo, aportar el contingente de la experiencia vívida, de la experiencia hecha sobre el punto capital de que estoy hablando, sobre que se puede hacer mucho en el terreno de proseguir fundamentalmente los principios establecidos. Hay en el Estado de Tamaulipas, en el seno del Partido Socialista Fronterizo, eminentes ciudadanos que han hecho verdadera labor fundamental, verdadera labor societaria, amplia, definida, en la parte cultural, en la parte educacional, en la parte legislativa, en la parte del obrero, en toda la amplitud de miras que pueda tener el más amplio espíritu revolucionario, se ha hecho en Tamaulipas; y de esta manera, como lo prueban los hechos evidentes, se ha contestado con hechos, no con argumentos ni con lirismos; se ha argumentado con hechos a la nefasta labor de los contrarios, se ha argumentado con hechos a la nefasta labor del clericalismo. Se le ha dicho al clero: mira, nosotros vamos mucho más lejos de donde puedes ir tú; abrimos más escuelas, le damos más amplitud al campesino, le damos más tierras para que siembre y escuelas para que mande a sus hijos a educarse. Le damos, en suma, el plan espiritual y el pan material. Cumplimos con nuestro deber.
Por eso decimos nosotros, los tamaulipecos, y a mucha honra los del Socialista Fronterizo, que ya en ese Estado lejano de la República, al igual, según creo y afirmo, que en el Socialista del Sureste, se ha hecho muchísimo en pro de las reivindicaciones sociales; que no han sido mera palabrería, sino hechos definitivos, positivos y firmes.
Yo creo, señores diputados, que, aparte de esta actitud nuestra, que nos ha servido, como digo, únicamente para exhibir en nuestros deseos y en nuestras intenciones ante toda la nación, y concretándome al caso de actualidad palpitante, al de ayer, yo creo como de imprescindible necesidad que el enorme discurso del ciudadano Díaz Soto y Gama, la profesión de fe lanzada por él, debe ser tomada de los apuntes taquigráficos y repartida profusamente por toda la República para que se vea cómo pensamos. (Aplausos).
El C. secretario Romo: Habiendo hecho uso de la palabra el número reglamentario de oradores, se pregunta a la Asamblea, en votación económica si considera el asunto suficiente discutido. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Suficientemente discutido.
El C. Ortega Melchor: Ciudadano presidente, pido votación nominal.
El C secretario Romo: Habiéndose pedido votación nominal, se procede a recoger ésta.(Murmullos. Voces: ¿Que se vota?) Se hace la aclaración de que está a votación el dictamen de la 2a. Comisión de Peticiones, diciendo que no ha lugar, que es improcedente la petición de reformas a la Constitución. Por la afirmativa.
El C. secretario Ortega: Por la negativa.
El C. presidente: Se suplica a los ciudadanos diputados se sirvan ocupar sus curules para que pueda ser tomada la votación. (Votación).
El C. secretario Romo: Votaron por la afirmativa ciento setenta y un ciudadanos diputados. (Aplausos).
El C. secretario Ortega: votó por la negativa un ciudadano diputado. (Siseos. Silbidos).
El C. secretario Romo: En consecuencia, queda aprobado el dictamen de la 2a. Comisión de Peticiones.
El C. Altamirano Manlio Fabio: Una interpelación a la Secretaría. Aparece hoy en "El Universal Gráfico" una noticia insidiosa dedicada a los Estados Unidos y no a México, que dice así:
"Hoy se recibió en la Oficialía Mayor de la Cámara de Diputados, un envío que hace el señor Juan Lainé, de esta ciudad, de cincuenta paquetes y tres cajas de madera, conteniendo, los primeros, 162,830 firmas, y las segundas, 4,052 tarjetas con firmas de ciudadanos que expresan su deseo de que sean reformados algunos preceptos constitucionales que, a su juicio, ponen limitaciones a la libertad religiosa."
Como esto es absolutamente insidioso, pues está dada la noticia para que sufra sus efectos en los Estados Unidos entre los traidores que están luchando allá porque los Estados Unidos intervengan en México respecto a la cuestión religiosa, y como ésta es la labor de la prensa pagada por la burguesía clerical, quiero que la Secretaría se informe con la Oficialía Mayor a ver si es cierto que han llegado todos esos paquetes y esas firmas a la misma.
El C. secretario Romo: La Secretaría informa al compañero Altamirano y a la Asamblea, que se ha informado ya sobre el particular con la Oficialía Mayor, resultando que no es cierto que se hayan recibido las cajas y documentos que se mencionan en esa nota. (Aplausos).
El C. Altamirano: Queda demostrado ante la Asamblea legislativa que me escucha y ante el pueblo que llena las galerías, la labor de traición a la patria llevada a cabo por estos periódicos pagados por la burguesía. (Voces: ¡Muera Hidalgo! ¡Que lo desaforen! Aplausos).
El C. secretario Cerisola: Para que se vea que en todos sentidos el "Gráfico" ataca la labor desarrollada, hasta en los más insignificantes detalles, por esta Cámara, voy a dar lectura a una falsedad asentada por el mismo periódico, referente al DIARIO DE LOS DEBATES de esta Cámara, y voy a demostrarlo; aquí están las pruebas. (Exhibe un legajo de impresos del DIARIO DE LOS DEBATES). Dice así, entre otras cosas, que: "Por estar retrasado algunos días el DIARIO DE LOS DEBATES, el ejemplar correspondiente a la sesión de ayer no estará listo sino hasta principios de la semana próxima."
Esto es falso, señores. En honor de los taquígrafos, puedo decir que dos horas después de la sesión de ayer, estaban en la imprenta de esta Cámara todas las versiones taquigráficas de todos los discursos. Aquí están las pruebas ya impresas.... (Voces: ¡Vivan los taquígrafos!) de los trabajos que hizo esta mañana la imprenta de la Cámara (Aplausos).
El C. Rodríguez Pedro C: ¡Que saquen a Hidalgo por traidor a la patria! ¡Que venga el suplente!
- El mismo C. secretario Cerisola, leyendo:
"H. Asamblea:
"Los subscriptos, considerando que los debates habidos hoy sobre el dictamen de la 2a. Comisión de Peticiones, son de gran importancia histórica y que conviene que el pueble mexicano se entere literal y ampliamente de las razones que tuvo esta Cámara para resolver como lo ha hecho, proponemos la aprobación del siguiente acuerdo, con dispensa de trámites:
"Primero. Ordénese un tiro extraordinario del DIARIO DE LOS DEBATES, de 100,000 ejemplares.
"Segundo. La Secretaría los distribuirá rápidamente en todo el país por conducto de los ayuntamientos, suplicamos a éstos su más amplia distribución."
"Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados, 22 de septiembre de 1926. - La diputación del Estado de México: M. Aguayo. - Gilberto Fabila. - A. Aillaud. - Manuel Riva Palacios. - J. Luis Solórzano. - Zenón Suárez. - A. López Gómez. - M. Gómez." (Aplausos).
Siendo manifiesta la opinión de la Asamblea, de que debe tomarse en consideración la presente iniciativa, se pregunta a la Asamblea si se dispensan los trámites. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Dispensados. Está a discusión.
El C. Altamirano: Pido la palabra en contra.
El C. presidente: Tiene usted la palabra.
El C. Altamirano: señores diputados:
Estoy absolutamente de acuerdo en la primera parte de esta proposición; pero estoy en contra de la segunda parte de ella, y me baso para esto, para estar en contra de la segunda parte, en el siguiente hecho: que, desgraciadamente, en el centro de la República hay gobiernos absolutamente clericales, (Voces: ¡Colunga!) hay gobiernos absolutamente clericales....(Voces ¡Colunga!) cuyos ayuntamientos, impuestos por estos mismos gobiernos, lo único que haría con los folletos repartidos por la Cámara de Diputados, sería un auto de fe en el corral más sucio que encontraran ellos. En consecuencia, señores diputados, yo me permito proponer a la Asamblea una modificación en el sentido siguiente: que los señores diputados, que estamos obligados.... (Aplausos) que los señores diputados que estemos obligados, como decía Soto y Gama ayer, a hacer la revolución en los espíritus, nos encarguemos de distribuir hasta en la último organización de nuestros distritos, los folletos que se van a imprimir. (Aplausos).
El C. secretario Cerisola: Estando los firmantes de la iniciativa, de acuerdo en que se modifique en los términos propuestos por el diputado Altamirano, se consulta a la Asamblea, en votación económica,
si con eso modificación propuesta se acepta la proposición. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada. (Aplausos).
"H. Asamblea:
"Considerando la necesidad urgente de dar a conocer al pueblo todo de la República, cuál es el sentir de la Representación Nacional en el mal llamado conflicto religioso, contrarrestando de esta manera la propaganda que hace entre las masas el Clero católico, proponemos a vuestra soberanía que, con dispensa de todo trámite, se apruebe la siguiente iniciativa:
"Único Imprímase un folleto con la versión taquigráfica de los discursos pronunciados en esta Cámara en la sesión de hoy, distribuyéndose gratuitamente y con la mayor profusión posible."
"Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados, 22 de septiembre de 1926. - M. Balderas. - Ricardo Treviño. - José F. Gutiérrez. - G. González. - E. Martínez. - J. de la Peña. - Víctor Díaz de León. - M. F. Altamirano. - Luis G. Ibáñez. - Pedro Suárez. - Salustio Cabrera. - Carlos Aragón. - Lauro Alburquerque. - José Ma. Tapia. - R. Villarreal. - Lamberto Elías."
Se consulta a la Asamblea, en votación económica, sí se toma en consideración. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Tomada en consideración. Esta a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse, manifestarlo. Aprobada. (Aplausos).
El C. presidente, a las 18.50: se levanta la sesión y se cita para mañana a las diez y seis horas.