Legislatura XXXIII - Año I - Período Extraordinario - Fecha 19290527 - Número de Diario 2
(L33A1P1eN002F19290527.xml)Núm. Diario:2ENCABEZADO
MÉXICO, LUNES 27 DE MAYO DE 1929
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CAMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921
AÑO I.- PERIODO EXTRAORDINARIO XXXIII LEGISLATURA TOMO II.- NUMERO 2
SESIÓN
DE LA
CAMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA
27 DE MAYO DE 1929
SUMARIO
1.- Se abre la sesión. Declaratoria de instalación. Sin discusión se aprueba el acta de la Junta Preparatoria.
2.- Informe del ciudadano presidente de la Comisión Permanente acerca de los motivos que originaron la convocatoria a sesiones extraordinarias.
3.- Informan las comisiones nombradas en la Junta Preparatoria.
4.- Proposición de varios ciudadanos representantes para que se declare que han perdido sus derechos los ciudadanos diputados acusados de haber fomentado el movimiento rebelde. A discusión. Aprobada.
5.- Se nombran las comisiones reglamentarias. Declaratorias de clausura. Se levanta la sesión, previa lectura y aprobación del acta respectiva.
DEBATE
Presidencia del C. MANUEL RIVA PALACIO
(Asistencia de 185 ciudadanos diputados).
El C. presidente a las 18.50: Se abre la sesión.
El C. secretario Medrano: Por acuerdo de la Presidencia se invita a los ciudadanos diputados a ponerse de pie.
El C. presidente: "La Cámara de Diputados del XXXIII Congreso de los Estados Unidos Mexicanos abre hoy, 27 de mayo de 1929, el período extraordinario a que fue convocada por la H. Comisión Permanente". (Aplausos).
El C secretario Medrano: Por acuerdo de la Presidencia se ruega atentamente a las personas que no son diputados ni senadores en ejercicio, se sirvan abandonar el salón; en la inteligencia de que si las expresadas personas no lo hacen, se verá la Presidencia en el penoso caso de mandarlas desalojar por la policía.
- El C. secretario Moctezuma leyendo:
"Acta de la Junta Preparatoria del período extraordinario de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, celebrada el día veintidós de mayo de mil novecientos veintinueve.
"Presidencia del C. Zenón Suárez.
"En la ciudad de México, a las diez y siete horas y cincuenta y cinco minutos del miércoles veintidós de mayo de mil novecientos veintinueve, con asistencia de ciento cuarenta y cinco ciudadanos diputados, se abrió la Junta.
"Se procedió a la elección de la Mesa Directiva que deberá funcionar durante el presente mes, habiendo resultado electos presidente y vicepresidentes, los CC. Manuel Riva Palacio, Rafael Picazo y José Zataray, respectivamente, por unanimidad de ciento cuarenta y tres votos. Los elencos, tomaron posesión de sus cargos.
"Presidencia del C. Manuel Riva Palacio.
"El ciudadano presidente hizo la siguiente declaratoria:
"La H. Cámara de Diputados de los Estados Unidos Mexicanos se declara legítimamente constituída para funcionar durante el período extraordinario a que fue convocada por la Honorable Comisión Permanente".
"Se designó en comisión para participar el ciudadano Presidente de la República que esta Cámara ha quedado legítimamente constituída para funcionar durante el período extraordinario a que fue convocada por la H. Comisión Permanente y que el próximo día veintisiete, a las diez y seis horas, tendrá lugar la sesión de apertura, a los CC.: Alejandro Cerisola, Rafael E. Malger, José P. Arroyo, Melesio Moreno R., Rafael M. Legorreta y secretario Federico Medrano V., y para dar el mismo aviso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a los CC.: Ramón V. Santoyo, Guillermo Rodríguez, Antolín Jiménez, Manuel Mijares V., Amadeo Meléndez y secretario Fernando Moctezuma.
"A las diez y ocho horas y once minutos se levantó la Junta y se citó para el próximo lunes veintisiete, a las diez y seis horas".
Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Aprobada.
- El mismo C. secretario leyendo:
"El suscrito, presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, de acuerdo con lo que establece el artículo 69 de la Constitución General de la República, rinde este informe ante Vuestra Soberanía al comenzar este período extraordinario de sesiones.
"En la sesión que la referida Comisión Permanente celebró con fecha 15 del mes en curso fue
aprobado el proyecto de decreto, que promulgó el Ejecutivo de la Unión, por el que convocó a esta Cámara a un período extraordinario en el que debe ocuparse de resolver sobre la culpabilidad de los diputados que en alguna forma tomaron parte en el último movimiento en contra del Gobierno legítimo de la República.
"La Comisión Permanente, al lanzar esta convocatoria, tuvo en cuenta, entre otras razones, los serios perjuicios que el país ocasionó esa sublevación y que algunos representantes no fueron ajenos a ella y aun se convirtieron en sus legisladores.
"Es este el motivo, señores diputados, por el que fuisteis convocados al período extraordinario que hoy inicia.- Filiberto Gómez, presidente de la H. Comisión Permanente del Congreso de la Unión".
- El mismo C. secretario: Tienen la palabra las comisiones que participaron la instalación de la Cámara, en su período extraordinario de sesiones, al ciudadano presidente de la República y al ciudadano presidente de la Suprema Corte de Justicia.
El C. Cerisola: Cumpliendo con la comisión que se sirvió conferirnos el señor presidente de la Cámara de Diputados, nos presentamos a la Presidencia de la República los diputados Melgar, Moreno, Medrano y el que habla. Fuimos recibidos inmediatamente por el señor presidente a quien dimos cuenta de que había quedado instalada la Cámara de Diputados para funcionar en el período extraordinario; y el Primer Magistrado de la Nación nos indicó que quedaba enterado y que agradecía a esta Representación Nacional la atención que para él había tenido.
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Ramón V. Santoyo.
El C. Santoyo Ramón V.: Ciudadanos diputados:
La Comisión designada al efecto para participar a la Suprema Corte de Justicia la instalación legítima de esta Cámara para funcionar durante el período extraordinario de sesiones a que fue convocada por la Comisión Permanente, se presentó en la Suprema Corte de Justicia para cumplir el mandato que le fue conferido. El ciudadano presidente y los ministros nos recibieron y agradecieron la atención de que fueron objeto, mandando un cordial saludo para esta Representación Nacional.
- El C. secretario Medrano leyendo:
"Honorable Asamblea:
"Los suscritos, diputados en ejercicio, tomando en consideración la documentación que existe en la Oficialía Mayor de esta H. Cámara de Diputados, en el Bloque Revolucionario Obregonista y la cuidadosa revisión que se hizo de éstas y de los documentos que presentaron varios de los interesados ante la Comisión que en el referido Bloque se designó para el caso, estimamos que aquellos ciudadanos diputados en contra de quienes resulta responsabilidad, ya sea por que moralmente o de hecho prestaron ayuda a la última asonada militar, deben perder el carácter de que se hayan investidos, ya que no es moral ni lógico que formen parte de un gobierno al que ellos mismos han combatido.
"Si bien es cierto que los componentes de la Cámara de diputados deben tener el más amplio criterio para juzgar de los actos de los demás y no presentar obstáculo alguno, para que en el campo de las ideas o luchas democráticas se haga el mejor uso de los derechos de todo ciudadano, también es cierto que no se debe tolerar que, quienes por su investidura gozan de privilegiada situación por el fuero constitucional que las leyes les otorgan, por los elementos de que disponen y por el mayor o menor ascendiente que pueden tener entre los elementos políticos pretendan, validos de estos medios, alterar la vida de las instituciones del país, la tranquilidad y la paz públicas y causar graves daños, inútiles derramamientos de sangre y pérdidas materiales incalculables, tales como las que fueron consecuencia inevitable de la más injusta de las asonadas que ha sufrido el país.
"Todas las ideas y todas las tendencias tienen y deben tener cabida en el seno de la Representación Nacional y de ellas, repetimos, sus componentes deberán ser siempre respetuosos; pero insistimos, la rebeldía injustificada, las pasiones convertidas en fuerza destructora y la tendencia a la desorganización para el solo logro de fines personalistas, deben ser reprimidos con la misma energía que en relación corresponde al amplio criterio que se otorga a la discusión, a las doctrinas y a la expresión que de esas se haga.
"En consecuencia, no escapándose a Vuestra Soberanía el funesto resultado de la actitud que asumieron los ciudadanos diputados siguientes, nos permitimos proponer, para su discusión y aprobación, con dispensa de todo trámite, el siguiente punto resolutivo:
"Único. Pierden su carácter de representantes, los ciudadanos Abitia Librado, Aceves Ernesto, Aceves Alberto, Aguilar Juan Zenón, Aguilera Guillermo C., Almada Felizardo, Alvárez jr., Mariano, Alvárez Pedro, Cruz Rafael, Díaz de León Enrique, Díaz Soto y Gama Antonio, Encinas Adalberto, Enciso Enrique, Ferreira Francisco J., García León, García Ursulo A., González Alberto, González Gonzalo, González Madrid Fernando, Gutiérez Daniel R., Hernández Melitón A., Iruretagoyena Alfredo, Luna E. J. Jesús, Laborde Hernán, Manrique jr., Aurelio, Méndez Alberto, Méndez Luis, Morales Roberto A., Nava Alfonso L., Palencia Benigno, Ramírez Rodolfo, Rivera Franciso A., Rochín Cornado C., Romero José H., Romo Alfredo, Rivas Mariano, Pérez Francisco, Sáinz Alberto, Salas Barraza Jesús, Sariol Juan B., Soleto Silvano, Solózano José Luis, Terrazas Enrique, Topete Ricardo, Torres Manuel P., Torres Pedro, Uruchurtu Gustavo A., Verdugo Ernesto y Zincúnegui Tercero Leopoldo".
Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados.- México, D. F., a veintisiete de mayo de mil novecientos veintinueve.- L. M. Díaz.- D. Montes de Oca.- A. Montaño.- E. S. Huitrón.- A. Aillaud. - Armando P. Arroyo.- M. Magaña.- Luis Díaz.- S. Hurtado.- R. Picazo.- Manuel Avilés.- Moisés R. García.- J. G. Alvarado.- Gonzalo N. Santos.- M. Díaz Chávez.- P. Maldonado.- Desiderio Borja.-
José Castilleja.- R. García I.- M. Vázquez M.- David Orozco.- J. R. Camacho.- M. H. y Hernández.- Juan B. Izábal.- J. V. G. Cano.- Mariano Torres H.- Jesús Otero.- E. G. de Alba.- Ed. Loustaunau.- Manuel Mijares V.- Alfredo I. Moreno.- R. Cervera.- Antonio Garza Castro.- A. Mondragón. - Raf. E. Melgar.- Jorge Meixueiro.- Manuel Téllez Sill.- Mauro Vázquez .- José García Ramos.- Ramón Pardo.- Antolín Jiménez.- Leop. Melgar.- Alfonso Francisco Ramírez.- Rufino Zavaleta.- Fernando E. Escamilla.- Ambrosio Guerrero.- Daniel Mendoza.- Rodolfo Izquierdo.- A. Castellanos C.- Pablo García Ortiz".
El C. presidente: Se han inscrito para hablar en pro los ciudadanos Alejandro Cerisola, Ramón V. Santoyo, Gonzalo N. Santos y David Orozco. En contra los ciudadanos Silvano Sotelo, León García, Díaz Soto y Gama, Luis Méndez y Hernán Laborde.
El C. secretario Medrano: Por disposición de la presidencia se manifiesta a la Asamblea que va a atenderse estrictamente al reglamento por lo que hace al término durante el cual los oradores pueden hacer uso de la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano diputado Sotelo.
El C. Silvano Sotelo: Me permito suplicar a la Presidencia que ceda mi turno al orador que siga en el orden de la lista.
El C. presidente: No se puede alterar el orden.
El C. Silvano Sotelo: Entonces renuncio al uso de la palabra.
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano diputado León García.
El C. León García: Señores diputados: Un escrúpulo me hace venir a hablar ante ustedes y es el siguiente: el hecho de que no se crea que el no asistir a esta sesión en la que se propone nuestro desafuero, implica el acatamiento de una responsabilidad o el reconocimiento de nuestra complicidad con el fracasado movimiento rebelde que principió el tres de marzo. Y solamente este escrúpulo me ha hecho venir, porque tengo la convicción de que es inútil toda la argumentación que se emplee ante una Asamblea que ha tomado el acuerdo de eliminarnos del Parlamento Nacional, acuerdo muy lógico y muy humano si se ve desde el punto de vista del partidarismo político; acuerdo muy natural en nuestras luchas intestinas; acuerdo muy humano y muy lógico en estos momentos de pasión en que no se puede escuchar la voz de la razón y en que no se puede escuchar a veces ni la voz de la libertad.
Desde el punto de vista legal, ajustándose estrictamente a las leyes, al reglamento de la Cámara y a los preceptos constitucionales que nos dan la investidura de diputados, ninguno de nosotros puede ser desaforado, puesto que no hemos cometido otro delito que el de pensar, otro delito que el de emitir nuestra opinión, de manifestar nuestras simpatías en favor de determinado candidato a la Presidencia de la República, en una época en que el orden en el país era casi absoluto. Acontecimientos posteriores, ajenos a nuestra voluntad, ensangrentaron el país, y de todos ustedes es conocida la actitud de los diputados que estamos aquí en la ciudad de México. Cada uno de ustedes sabe bien que nosotros no tenemos, ni nunca hemos tenido, ninguna complicidad con el movimiento rebelde; y por lo que a mí respecta, debo decirlo con satisfacción, si yo hubiese tenido el más mínimo compromiso con los directores o con algún miembro del movimiento rebelde, no me hubiera faltado hombría ni entereza para irme a las filas contrarias.
Si no lo hice, si no me fui, fue porque nunca se me invitó, porque ignoraba que fuese a estallar un movimiento rebelde. Siempre consideré los díceres y murmuraciones de la capital y de otras partes como una maniobra de los enemigos políticos para derrotarnos en la lid electoral. Debemos, con toda serenidad, orientar la opinión y ya el compañero Soto y Gama lo dijo por la prensa y en diversos discursos: que éramos enemigos de un nuevo levantamiento que ensangrentara el país y restara vitalidad a la patria. Nosotros estamos absolutamente seguros, tenemos el convencimiento íntimo de que somos absolutamente ajenos a este movimiento rebelde. Nosotros no hemos cometido otro delito - si así pude llamarse - que el de pensar, que el de emitir opiniones, externas libremente nuestro pensar; delito que no está penado por ninguna ley del país, que fue delito en otras épocas, pero que ha desaparecido de los códigos de todos los países civilizados de la tierra. Si por esto se nos acusa y se nos castiga, con toda entereza y con toda hombría aceptamos el castigo. Sí se nos castiga porque hemos externado nuestra opinión, aceptamos con regocijo que se nos castigelo. Creíamos que este era un país, como se ha pregonado hasta el cansancio, un país esencialmente institucional, que íbamos a actuar en un país en que eran respetables las opiniones; desgraciadamente, los hechos no concuerdan con las prédicas. En este país predica, desde el más alto funcionario hasta el más humilde servidor del gobierno, que estamos en un régimen institucional y así lo dice el dictamen en que se nos acusa; se dice que aquí se puede expresar libremente las ideas; que aquí se puede hablar muy alto; que aquí se puede decir lo que se siente y lo que se piensa; desgraciadamente, eso es sólo en teoría; desgraciadamente los hecho están demostrando lo contrario. A nosotros no nos abochorna el que se nos consigne por el delito de opinar, por el delito de pensar; aceptamos francamente este castigo, si lo merecemos porque hemos pensado y porque hemos hablado libremente, lo aceptamos con todo gusto. Solamente, compañeros, queremos hacer constar, queremos venir aquí a establecer la verdad ésta para que no se siga desvirtuando, para que no se siga acusándonos de cómplices de la rebelión; queremos establecer esta verdad: Que no hemos tenido cómplices absolutamente ninguna con el fracasado movimiento rebelde, como les consta a todos los que nos conocen y tratan. Nosotros solamente hemos venido a asentar esta verdad, que es indiscutible. Por lo demás, lamentamos muy sinceramente que en este país las teorías no estén de acuerdo con los hechos; que se siga predicando en el tono ampuloso en que se expresan los altos funcionarios que están en el poder, que estamos en plena era institucional, que estamos en un país libérrimo, donde se puede hablar libremente, donde
se pueden emitir opiniones con absoluta libertad y que los hechos vengan a demostrar radicalmente lo contrario.
Por lo demás, señores compañeros, nosotros deseamos de todo corazón para ustedes que sigan laborando en bien de la patria, así como se los dicte su conciencia y como su criterio se los indique; que sigan laborando por el país y que sea ésta la última vez que se de el caso de que un grupo de hombres, por el delito de pensar, salga de la Representación Nacional; que no vayamos a confirmar aquella frase del reaccionario Bulnes con la que sintetizó la disgregación del movimiento revolucionario de Francia: El matancero de hoy, será la res de mañana.
Compañeros: No les deseamos esto, deseamos que ustedes sigan laborando como lo dicen, en bien de la Revolución, aunque la Revolución se está desintegrando, sus filas van mermando cada vez más.
Este es un fenómeno muy lógico y muy natural: a veces triunfan los más audaces, los más valientes, los más temerarios, los que tienen el poder en sus manos; pero nosotros tenemos fe en que el ideal revolucionario se salvará y saldrá incólume de estas luchas, de estos escarceos que aleja momentáneamente a toda la familia revolucionaria mexicana. Señores compañeros: es esta la aspiración máxima que sentimos todos los revolucionarios y creo que no nos negarán el derecho que tenemos de llamarnos revolucionarios por el solo hecho de que un grupo de hombres equivocadamente o llevados por cualquiera pasión haya ido a un movimiento rebelde. No vamos a negar que desde 1920 a la fecha se ha venido disgregando la familia revolucionaria; no vamos a negar el espectáculo que estamos observando de que van desapareciendo tanto los hombres representativos como los hombres secundarios de la revolución; van desapareciendo porque luchan entre sí y van siendo eliminados por loa más fuertes, por los más poderosos. Sin embargo, tenemos fe en que el ideal revolucionario salga incólume en esta prueba. Desgraciadamente se pretende a cada momento contrariarlo. Nosotros deseamos, sin oídos ni rencores, que sigáis laborando por el bien de la Revolución; así deseamos nosotros los que no hemos cometido - vuelvo a repetirlo - más delito que el delito de pensar libremente. Para nosotros esto no es más que un incidente en nuestra vida política, en nuestra torturada vida de agitadores y de revolucionarios. Esto no es más que un incidente banal y sin importancia, porque no es la finalidad del revolucionario, del hombre que ha puesto su corazón y su vida al servicio de una causa noble, no es la finalidad ocupar una curul en esta Cámara de Diputados. Afortunadamente sobran campos para ir a agitar, para ir a decir a los campesinos sus derechos, enseñarles las leyes agrarias y arreglarles sus escritos solicitando ejidos. Si nos arrojan de esta Representación Nacional, todavía nos queda un campo libre, el campo de la Revolución, el campo de los humildes, a los que podemos irles a enseñar ideas de rebeldía bien entendida, de rebeldía sana. Compañeros: que este triunfo no os ofusque, que este triunfo os sea leve, y que sigáis laborando por el bien de la Revolución de la patria con mayor serenidad que en esta ocasión. (Una voz: ¡Se lo agradecemos!).
El C. presidente: Tiene la palabra en pro el ciudadano Cerisola.
El C. Cerisola Alejandro: Señores diputados:
Todos sabemos que la última rebelión, la más injustificada, la más antipatriótica, la más criminal de todas las que registra nuestra historia, y por lo mismo, la más severa y enérgicamente castigada por todo el país, fue, si no incubada, sí inspirada, sí aconsejada y su proyecto fomentado y aplaudido por algunos señores diputados. Todos sabemos que el criminal movimiento ha costado muchos miles de vidas, que está costando mucho duelo, muchas lágrimas aún, porque ha dejado muchas viudas y muchos huérfanos, muchos hogares en la miseria y en el desamparo. Todos sabemos que ha arruinado a algunos Estados; todos sabemos que ha costado muchos millones de pesos al Gobierno para combatirlo y dominarlo, y no solamente a él, sí que también a algunas instituciones, a algunas empresas, a muchos particulares. Y todo este cuadro de miseria y de dolor, como producto único de la abominable ambición de oro y poder de unos cuantos mexicanos. Y yo pregunto: ¿qué culpa aparece más repugnante, la del militar desleal sin escrúpulo ninguno, que sabiendo los trastornos y las desgracias que con su actitud va a producir en el país, traiciona al Gobierno y a la Nación, abusando de la fuerza que el pueblo y el Gobierno le han confiado, sólo para saciar sus inicuas ambiciones, pero que al fin va a exponer su vida, o la del civil tan desleal como el militar y quizá más consciente que él, que instiga, que apoya, que aplaude esta rebelión sin exponer la vida, guardándose para presentarse a la hora del triunfo, a la hora del reparto, a exigir el premio de su actitud?
Evidentemente que resulta más repugnante la actitud de este último. Que no se nos diga que los que se quedaron en la capital no siguieron el movimiento. Resulta todavía peor la actitud de éstos que la de aquellos que jugando su situación se fueron al campo rebelde. Esto no quiere decir, naturalmente, dentro de la absoluta serenidad en que quiero tratar la cuestión, que todos los que se hayan quedado en la capital de la república hayan secundado el movimiento, no, pero evidentemente que sí hubo mucho que por cálculo o por temor no se fueron al campo.
No es el espíritu de venganza, no inspira la actitud de la Cámara el odio, la saña contra el vencido, no; es un elemental deber moral: separar del gobierno al que pertenecen, a los desleales que lo han combatido. La Cámara no puede permitir que permanezcan en su seno aquellos individuos, y obra separándolos, sin siquiera pensar que sea un castigo, porque resultaría muy benigno, muy débil el castigo comparándolo con la falta que han cometido. La Cámara los separa como separa la sociedad al delincuente, con más razón, con objeto de aislarlos de sus perniciosas actividades, pensando en el castigo del culpable. lejos de mí, lejos de la Comisión, lejos de la mayoría parlamentaria toda idea de odio y de rencor; el bloque mayoritario ha querido obrar con estricto apego a la justicia y llevando por norma la serenidad más completa. Para esto pasó a una comisión idónea, nombrada de su seno, toda la documentación que probaba la culpabilidad o inculpabilidad de los acusados. Esta
Comisión estudió detenidamente todos y cada uno de los casos, resolviéndolos con apego a la justicia. A mí me consta, yo personalmente he estado convencido de que algunos compañeros valenzuelistas lo fueron tratando de llevar a su candidato a la Presidencia de la República, por la vía legal, pero que se separaron de él cuando se fue a la rebelión. La Comisión tenía que hacer, como lo hicimos todos, una distinción perfectamente clara entre valenzuelistas, a los que les hemos reconocido todo el derecho de haber simpatizado con una candidatura, y rebeldes de uno o de otro grupo. La Comisión no podía condenar, por ejemplo, al compañero Alfonso Cruz, que demostró con documentos fehacientes que se había dirigido por telégrafo, al saber que estallaba la rebelión, a sus amigos los generales agraristas, invitándolos para que se organizaran y se pusieran al lado del Gobierno constituído. El mismo se dio a la tarea de organizar los pueblos del Estado de Puebla para venir a ofrecer sus servicios oportunamente, antes de que se supiera de qué lado estaba la cargada, al señor Presidente de la República. El compañero Cruz era valenzuelista, y la Comisión no podía condenar tampoco al compañero Hernández Pino, que sabiendo, el 25 de febrero, por un periódico local en Mérida, que se acusaba al valenzuelista de pretender un levantamiento armado en contra del Gobierno de la República, al saber esa noticia periodística, inmediatamente se dirigió al señor Presidente y a varios diputados condenando enérgicamente el antipatriótico movimiento y al estallar éste, fue a presentarse a las autoridades civiles y militares ofreciendo su contingente si fuere necesario. La Comisión no podía tampoco condenar al compañero Vázquez Melo, quien al estallar el movimiento y al escuchar que iba a ser desaforado, contestaba: "Eso es lo de menos. Yo lo que necesito es saber dónde puedo prestar mis servicios para defender al gobierno constituído, porque yo abomino de esa tracción".
Estos son los casos personales conocidos, los tres valenzuelistas, y como esos hay otros muchos, diez o doce valenzuelistas que estuvieron con Valenzuela hasta antes de lanzarse a la rebelión, y a todos ellos la Comisión los ha escuchado y los ha excluído del dictamen. En cambio, también tuve que convenir con la Comisión de que otros dos diputados que se me acercaron para que viera sus casos, habían delinquido. La Comisión me convenció de que en alguna forma habían tomado participación en la rebelión y fueron condenados.
Tenemos, pues, la seguridad de la completa ecuanimidad y serenidad con que ha obrado la Comisión y por esta seguridad ha aceptado la comisión que me diera el Bloque esta mañana de defender el dictamen; pero si como humanos los de la comisión se hubiera equivocado en algún caso, aquí tienen la tribuna los acusados para que, si se sienten con derecho, vengan a defenderse y sea la Cámara sin ninguna pasión y sin ningún encono la que juzgue y condene apegada a la más estricta justicia. (Aplausos).
El C. presidente: Tiene la palabra el C. Antonio Díaz Soto y Gama.
El C. Antonio Díaz Soto y Gama: Compañeros:
Hemos acordado los elementos valenzuelistas, adoptar en lo exterior y en lo interno el tono y la actitud de perfecta serenidad. Sabemos perfectamente que en estas disputas entre hermanos el tiempo lo arregla todo; sabemos muy bien dos cosas: primero, que si este asunto se hubiera dejado, por ejemplo, para septiembre no hubiera existido la misma pasión y la misma injusticia; segundo, que si a cada uno de los compañeros diputados, en lo particular, - quizá con muy pocas excepciones - se le hubiera podido presentar la oportunidad de obrar en conciencia y siguiendo los impulsos de su corazón, no habiendo aprobado este dictamen. Sabemos todos los que hemos pertenecido a partidos, lo que sus compromisos políticos de partido, y no nos extraña esto; conocemos, como el que más, como mexicanos, el temperamento apasionado, excepcionalmente apasionado, terriblemente apasionado, como tropicales y mestizos, de nosotros los mexicanos; sabemos que en todos los tiempos se ha lanzado el giro histórico ¡Vae victis! ¡Ay de los vencidos! Pero en ninguna parte se lanza con tanta crueldad ni se aplica con tanto rigor como nuestro país. No podemos esperar otra cosa y pueden ustedes creer que no aceptamos este fallo de ustedes, apasionado e injusto, con rencor. Queremos expresar una vez más como lo expreso el compañero León García, y como lo han manifestado otros diputados en lo particular, que no nos sentimos culpables; queremos expresar muy brevemente este concepto que consideramos toral: en el valenzuelismo había dos corrientes, la corriente militar y la civil. Los militares engreídos siempre por su poder de la fuerza bruta, creyentes en la fuerza bruta, no podían entender otro camino, y a él apelaron; nosotros los civiles y especialmente los agitadores - pueden ustedes creerlo - no creemos más que en la idea. Si un hombre como Napoleón, victorioso entre los victoriosos y grande militar entre todos los grandes militares, reconocía que en el mundo sólo hay dos fuerzas: la espiritual y la bruta organizada, y que él estaba convencido que siempre y en todos los casos a la larga triunfaba la fuerza espiritual, ¿qué podrá pensarse de nosotros los civiles?
Me da verdaderamente risa que haya quien crea que a mí, agitador eterno, agitador de profesión, me iba a disgustar la prolongación de la lucha. Crean ustedes, compañeros, se los digo con sinceridad, que para mí fue un dolor y una desolación y aun tristeza ver que en los momentos en que la lucha se presentaba más propicia para la agitación ideológica, que en los momentos en que la lucha estaba ganada por nosotros en el terreno ideológico, por la división de los elementos contrarios en Querétaro, en esos momentos los militares, torpemente, vinieron a quitarnos de las manos la oportunidad de la victoria. Ustedes podrán creer que a pesar de esa división el triunfo iba a ser de ustedes; pero para mí, viejo agitador, la cuestión estaba ganada en el terreno de la propaganda; pueden ustedes creerlo. Por esto me pudo, por esto me dolió y por esto en unión de otros compañeros hice un último esfuerzo para llamar al terreno de la razón a los compañeros que empinaban a Valenzuela. En nuestro telegrama le decíamos: Los imposicionistas
se dividen; ellos mismos se exhiben; déjenos obrar, pues la opinión arrolladora está en nuestro favor. Los ideales nuestros triunfarán sobre la fuerza bruta. Más claro no podía ser; ¿porqué caso habían de hacer si ya ellos sólo creían en los batallones, en las ametralladoras, en los fusiles y en los aviones? Y así el criterio militar triunfó contra el nuestro. Y a mí me dolió mucho por la sangre que se derramaría inútilmente, puesto que yo creía que democráticamente podríamos triunfar. Y me dio dolor también por esto: porque era caer en la trampa que visiblemente se tendía al valenzuelismo. Fue mi tesis, y todos los que hayan asistido al Comité Valenzuelista lo habrán repetido y lo han repetido a todo el que ha querido oírlo. A todos les decía que era una trampa electoral la que se nos tendía, la que tendía a la candidatura independiente de Valenzuela, precipitando los acontecimientos, como otras veces se han precipitado. De manera que esto para nosotros, para nosotros, conscientes, es claro como la luz. "Que no nos fuímos" y sin embargo se nos dice que éramos ambiciosos de oro y de poder. Si lo hubiéramos sido, nos hubiéramos ido a la rebelión para hacer méritos; oportunidades, las tuvimos infinitas: el pretexto de la conmemoración del natalicio del general Obregón. Si hubiéramos sido ambiciosos, nos hubiéramos ido allá. Refugio más fácil que Sonora, para luego cruzar la frontera, no era cuestión de temer. ¿Qué por temor lo hicimos? ¡Hombre! Creo que los que tuvimos el honor de estar con la fracción zapatista, tan débil militarmente, siete años, expuestos a todos los peligros del zapatismo, combatidos por toda la República, cazados como fieras en los montes, creo que somos capaces y seremos siempre capaces de ir a un movimientos armado cuando muevan las fibras de nuestro corazón y nos convezcan. Y lo que digo de los zapatistas, lo digo de todos los constitucionalistas que también formaron parte del valenzuelismo, que cuando se sintieron arrastrados por sus ideas, se fueron a la lucha. Ahora no había esa obligación de ir. ¿Por qué dice el diputado Carisola, a priori, que todos los valenzuelistas estaban obligados, su pena de ser cobardes, a ir a la rebelión?
El C. Cerisola: ¡No dije eso!
El C. Soto y Gama: ¿Por qué esa petición de principio? Está envuelta implícitamente la petición de principio. "Todos los valenzuelistas que se quedaron son más culpables que los que se fueron, porque siquiera aquéllos se expusieron y éstos no". Pero ¿qué, el valenzuelismo, por definición, era la revolución armada? No, el valenzuelismo era una lucha democrática y los que tomaban el camino de las armas se apartaron de la esencia del valenzuelismo. De modo que no es lógico la proposición del compañero Cerisola. Por miedo no, compañero, ¿miedo a qué? ¿miedo a qué, cuando se tiene la convicción? Yo sacrifiqué los mejores años de mi vida, yo sacrifiqué mi salud en la revolución surina, la más pesada de todas las revoluciones, y pueden ustedes creer que si hubiera sentido entusiasmo en esta vez, hubiera ido; pero no era esa mi tesis. Yo sostenía como cosa absurda y disparatada empezar una lucha electoral cuando ni siquiera estaba aceptada una candidatura, cuando ni siquiera se había lanzado un programa; ¿cómo es posible creer que fuera aceptada la lucha en esas condiciones? ¿cómo yo, viejo agitador, dejaría de ignorar que la propaganda que se hace en esta capital es ignorada en los pueblos? ¿cómo yo, viejo conocedor de mi país, había de ignorar cuando siempre he sostenido en esta tribuna que el pueblo del campo no lee, y había de ignorar que lo que aquí se decía, lo que se decía en la Convención de Querétaro, era perfectamente desconocido en el resto de la República? ¿Cómo había de ignorar que el país campesino, el país de fuera de la capital, el pueblo de los Estados estaba lejos de estar preparado para cualquier movimiento, hasta para el electoral? ¿cómo iba a ignorar que estaba inerte; cómo iba a ignorar que el campesino estaba disfrutando tranquilamente de su parcela? ¿Cómo había de ignorarlo cuando sé que las imposiciones sólo se sienten en los pueblos cuando viene la fuerza bruta del presidente municipal a encarcelar al humilde ciudadano? Hasta entonces se enteran de que hay lucha electoral. ¡Qué van a saber de los periódicos de la capital! Si en los pueblos se leyeron los periódicos de la capital, cada uno de los grandes diarios tendría una circulación de quinientos mil, de uno, de dos o tres millones de ejemplares, y, sin embargo, no tiene cada uno ni los cien mil completos. Todo eso lo sabemos, todo eso lo sabía yo, de manera que es absurdo suponer eso. Pero no tratamos de convencer, tratamos nada más de desahogar nuestra conciencia brevemente. ¿Para qué entrar en detalles? ¿Para qué decir que yo, por ejemplo, a quien se me acusa de haber acusado a los militares, en el discurso que oyeron todos los componentes de este Congreso el 17 de agosto con motivo de la muerte del general Obregón, dije que no sólo Obregón era el maestro de los maestros de los militares, sino que desaparecido él, todos los demás eran generales en miniatura? ¿Ustedes creen que eso era halagar y azuzar a los militares o prescindir de ello, como yo he prescindido siempre sistemáticamente? Nunca he estado con el elemento militar. No me remuerde la conciencia de haber cambiado una sola palabra con ningún militar sobre la confección y preparación del movimiento. Y más todavía: conservo de casualidad un recorte que habla claramente, que contiene la declaración de un militar que, sin embargo de serlo, siendo general, no sabía del movimiento.
"El ex - general Federico Barrera fue entrevistado por uno de nuestros redactores y nos refirió que el ex - general Escobar no había comunicado a nadie sus proyectos y mantuvo siempre toda clase de noticias en un hermetismo completo".
Si ese hermetismo existía dentro del círculo militar, en Torreón, ¿Cómo se había de romper para llegar hasta acá? Realmente no venimos a hacer nuestra defensa de detalle, sino de conjunto, ante la opinión mexicana, sin rencores absolutamente; quizá no me atreva a asegurarlo, pero en un caso semejante hubiéramos obrado lo mismo; quizás no; nuestro temperamento nos lleva a muchas cosas. lo que siento no es nuestra suerte ¡qué más da! ¡qué más da ir a luchar por la vida! ¡qué más da recibir una decepción en las luchas políticas! Alguien me decía: "ustedes y tantos otros que no han secado positivas ventajas de la Revolución, reciben de sus compañeros de Revolución este pago,
su desafuero". Y yo les decía: ¿Y qué me extraña esto, si Vicente Guerrero, héroe sin mancilla fue fusilado por mexicanos. ¡Qué me puede extrañar cuando a Santos Degollado, el santo de la Reforma, se le procesó el año de 57 en el Congreso Constituyente y lanzó su grito de angustia diciendo que el honor y la virtud y el bien no eran recompensados en esta República? No puede extrañarme esto. Nuestra República es así y no vamos a ser nosotros los que censuremos nuestro modo de ser deficiente, aunque nos duela; pero no seremos nosotros los que echemos en cara a nuestra Patria las deficiencias de sus regímenes democráticos, de nuestro temperamento ferozmente apasionado, y yo no lo siento tanto por nosotros, lo siento por algunos elementos jóvenes que sufrirán alguna decepción, y lo siento por el porvenir institucional de México.
Me he puesto a reflexionar: ha habido aquí durante todos los congresos revolucionarios una débil minoría. Yo he tenido la satisfacción de formar parte siempre de ella. Por esto hablo de las minorías, sabiendo sus procedimientos y sus secretos y su modo de acción. ¿En lo futuro habrá en la Cámara alguna vez alguna minoría? Yo lo dudo! Si estar en minoría, si ir contra la candidatura oficial, significa exponerse al mote de rebelde, de traidor, de tránsfuga, de corrompido, de desleal, el más desleal que los militares que van a los campos de batalla a derramar su sangre. Si el peligro existe cada vez que acaba un periodo en México, cada vez que se lanza una candidatura. ¿Y quién de todos los mexicanos va a atreverse en un Congreso futuro a enarbolar la bandera de la pequeña rebeldía democrática, que significa la formación de un cuerpo minoritaria? ¿El camino del régimen institucional se demarca más vigorosamente con lo que van ustedes a hacer? Yo creo que no. Sinceramente deseo equivocarme, pero la lógica me dice que esta decapitación de nosotros, este guillotinamiento nuestro, en el terreno democrático va a matar el civismo en México. ¡Ojalá me equivoque! Quiero demasiado a mi país, quiero a la Revolución, porque muchos sacrificios y dolores me ha costado. Yo quisiera que fuera de otra manera. Termino deseando que esta profecía mía salga equivocada, que yo me equivoque; que el régimen institucional en México no sea platicado, sino sea verdad, que sea una santa y noble realidad. Ustedes, los que pueden seguir trabajando por el proletariado dentro del terreno legislativo, cumplan con su deber airosa, gallardamente. Quiero vehementemente, quiero con toda mi alma, que esta sea la última de las revoluciones de México; pero también quiero que en México, después de diez años de revolución sangrienta, no llegue a reinar nunca la paz de la cobardía, la triste paz de la obscuridad, la paz de la tiranía, sino que en México llegue a ser una verdad la democracia y quiero también, señores, otra cosa: que el fracaso moral de la Revolución desaparezca y que la Revolución se moralice y se purifique. ¡Ese es el deseo más grande de mi corazón! Compañeros: después de esto, que quizá sea mi testamento político, pueden ustedes creer que no guardo rencores para ninguno; puedo decir que yo, como revolucionario, y los valenzuelistas como revolucionarios, no hemos manchado nuestro nombre ni hemos perdido la estima de la Nación Mexicana. (Aplausos de los valenzuelistas).
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Santos.
El C. Santos: Compañeros: Celebro que se esté resolviendo este asunto en un tono y en un ambiente tan amigable. Desgraciadamente no fue este el tono en que empezaron la lucha los valenzuelistas; desgraciadamente la labor de los compañeros valenzuelistas al principio de sus actividades políticas se basaban en odio y en rencor, así como en deseos de venganza. Los discursos de su jefe, los discursos de Valenzuela en Hermosillo, no fueron otra cosa que torrentes de odio, que torrentes de rencor contra el jefe nato de la Revolución, contra el general Calles; pero de todas maneras hay que celebrar esto. Y ahora que les toca ser juzgados a los compañeros que no empuñaron el rifle, pero que en su mayoría sí azuzaron - no todos, pero sí en su enorme mayoría - , a los militares, debo decir que sí tenían componendas con ellos. Nos consta a todos nosotros, porque somos testigos, que en un centro social de la capital, en un hotel de los más conocidos, se conspiraba públicamente y era constataste el entrar y salir para acordar con los militares rebeldes, de algunos compañeros diputados.
Ahora que el compañero León García vino a decir que pedía que el carnicero de hoy no fuese la res de mañana, me voy a permitir leer un párrafo del discurso de mi estimado compañero Sotelo, cuando desaforamos a los antirreleccionistas. Sotelo, que ahora es, según el compañero García, res, y ayer fue carnicero, junto con nosotros. (Risas).
Su discurso dice - aquí está:
"- El C. Sotelo: Pido la palabra, Señores diputados:
Yo nunca seré defensor de aquellos individuos descarriados que figuran ahora tomando parte en la asonada militar; les reproché los ataques que lanzaban en sus libelos contra nuestro presidente Topete y nuestro candidato, general Obregón; pero últimamente no hallo cómo calificar su deslealtad y falta de hombría al quedarse en la capital y no haberse ido a correr la misma suerte que sus jefes. Por eso desde ayer dije que me extrañaba que solamente diez individuos figuraran en la lista de traidores antirreleccionistas y que no estuvieran incluído Fabila, a quien no nombro diputado porque me sonrojaría. Por tanto, yo pido que a todos los hagamos correr la misma suerte, y más a los que se quedaron en la ciudad, porque éstos son cobardes y traidores".
El C. Gonzalo N. Santos: Es cuando Gómez y Serrano; cuando ustedes votaron con nosotros el desafuero de ellos. (Voces: ¡No todos!).
Algunos no, otros sí.
"Siempre les reproché los ataques que lanzaban en sus libelos contra nuestra presidente Topete y nuestro candidato, general Alvaro Obregón; pero últimamente no hallo cómo calificar su deslealtad y falta de hombría al quedarse en la capital y no haberse ido a correr la misma suerte que sus jefes".
El C. Gonzalo N. Santos: Yo no quiero ser tan cruel... yo creo que se quedaron por precauciones.
(Risas).
Solidarícense con Sotelo caído; no le echen la culpa a él nada más, como se hubiera solidarizado
con Sotelo gobernador de Morelos si ustedes hubieran triunfado.
Nosotros estamos serenos y están serenos los que perdieron y si están serenos los que están siendo juzgados, con mucha mayor razón deberemos estarlo nosotros y yo no me sonrojo en llamar diputados a los señores diputados que todavía lo son.
El C. León García: Compañero Santos: Usted, señor Santos, que me conoce porque es mi paisano, ¿quiere usted decirme que si yo hubiera tenido el compromiso de ir al campo de la lucha armada, me cree tan poco hombre para no haber ido allá?
El C. Santos Gonzalo N.: Compañero: En la nota taquigráfica de su discurso figura algo que se le salió a usted: "no fui porque no me invitaron". Mire, compañero, de esto no nos venga a contar. Como Aguirre precipitó los acontecimientos, se quedaron muchos; había varios diputados que sí se iban a ir y seguramente hubieran empuñado el rifle y otros tal vez se habrían quedado. Los que se quedaron dijeron: vamos a ver a qué pinta. Eso es humano, eso es natural. Por otra parte, no sé o no conozco las condiciones especiales por las que usted haya atravesado; lo que sí sé es que usted vino aquí encabezando, dirigiendo el grupo valenzuelista. Usted recuerda lo ocurrido cuando lo expulsamos del Bolque; entonces se presentaba la cuestión en esta forma: Valenzuela contra Calles, por la razón o por la fuerza. Además, no está bien que ustedes hablen de libertad, no está bien que ustedes hablen de la ley, no está bien que ustedes hablen de democracia. Yo creo que si se reconcentran un poco ustedes, señores diputados, que van a dejar de serlo, y se pone la mano en el corazón y cierran los ojos un momento, inmediatamente recordarán que en más de una ocasión han violado la ley, han atentado contra la democracia y han conspirado contra la Revolución, contra la Revolución, sí, señores, y se los voy a demostrar. Tengo gran cantidad de documentos que recogí en el Estado de Guanajuato a los rebeldes, donde se ve que comunicaban Escobar, Ceraveo, los líderes de ustedes, ya en la lucha armada, con Enrique Goroztieta, que no es revolucionario y que se nombraba el general en jefe del cuerpo de ejército del centro. No estuvieron ustedes con la Revolución en este caso, por que el valenzuelismo vino desde un principio aliándose con los conservadores. Ustedes escogieron a un anodino, a un hombre de paja, ustedes son conscientes, Soto y Gama es bastante inteligente para comprender, para saber que Valenzuela iba a ser un hombre de paja de Escobar; ustedes también lo saben. Todo el mundo sabe que Gilberto Valenzuela, si por una desgracia de la Revolución hubiese llegado a triunfar el movimiento armado que acaba de pasar, hubiese mandado Marcelo Caraveo, hubiese mandado José Gonzalo Escobar, hubiese mandado Fausto Topete y hubiese mandado el inútil viejo cobarde Francisco Manzo; hubiese mandado Jesús Aguirre, que estaba nombrado presidente provisional para el caso de triunfar.
El C. Mariano Alvárez Jr.: ¿Me permite usted una aclaración?
El C. Santos: Todas las que usted guste.
El C. Alvarez: ¿Qué, aquí nos van a juzgar a nosotros por falta de inteligencia de lo que a usted ha dicho, o porque tenemos algún delito punible ante la ley? ¿Se nos va a juzgar porque no comprendimos esto que usted comprendió o por alguna falta que hayamos cometido? - el C. Santos: Si no comprendieron ustedes, también deben ser juzgados; entonces, con mayor razón.
El C Alvarez: Nosotros no estamos en condiciones de saber lo que usted sabe.
Es la primera vez que he oído de esas comunicaciones que usted nos indica y la nación no lo sabía.
El C. Santos: La nación entera lo sabía. Me permite usted dialogar, señor presidente, contra el reglamento para que no se diga que no les permitió hablar. Cuando la mayor parte de esos compañeros nos ayudaron a desaforar a los serranistas y a los gomistas, dijeron que no se les permitiera hablar. Entonces tenía la responsabilidad de este asunto Topete; hoy la tiene este grupo y este grupo quiere obrar de otra manera. En febrero, ante la Nación entera, desde esta tribuna, discutiendo con el senador Caloca, dije, denuncié ante la faz de la Nación a Gilberto Valenzuela, a "Gilberto del Señor" como Miramón fue Miramón del Señor, Gilberto, el capitán de los cristeros; fue una cosa que causó escándalo; todo el mundo lo supo. Me preguntaron qué jefes militares estaban complicados; yo no sé si me lo preguntaron ingenuamente; pero yo les contesté que no era delator. Yo sí lo sabía; pero cómo me iba a constituir, pero cómo me iba a constituír en el responsable del levantamiento de Gonzalo Escobar que dijera: Yo me sublevé porque en la Cámara se está insultando al Ejército? No, compañeros, hay que saber perder.
El C. Alvarez: Ya perdimos.
El C. Santos: Este albur ya lo perdieron y deben ustedes saber que esta mayoría ha sido benevolente; esta mayoría los ha tratado caballerosamente. Ni siquiera trajimos las porras, compañero Soto y Gama, que trajimos al desaforar a los gomistas - serranistas; ni siquiera vinieron las porras que traía Topete aquí y que hicieron gran presión sobre aquel grupo de veintiocho anti - recepcionistas que desaforamos aquí, no por ser tales, sino por las actividades rebeldes en que estaban complicados. No concibo que un señor diputado venga a decir: "yo no sabía eso; no sabía a dónde iba eso a parar". Señor, nuestra obligación, sobre todo la de los agitadores, es saber a dónde van a parar las cosas.
El C. León García: Con permiso de la Presidencia quiero hacer una pregunta. Quiero preguntar a su Señoría sencillamente de qué se nos acusa a los valenzuelistas: ¿de cómplices en el movimiento armado? También quiero saber de qué se acusa a varios compañeros a quienes se les suprimieron las dietas desde hace tiempo. ¿De qué se acusa a Morales y a Ferreira? (Voces: ¡Huy! ¡Huy!). Se les acusa de haber sido amigos de jefes militares de los que usted, señor diputado Santos, era también amigo hace algunos meses. (Voces: ¡Huy! ¡Huy!).
El C. Santos: La Asamblea le está contestando a usted, compañero.
El C. Palazuelos: ¡Una interpretación!
El C. Santos: Déjenmelo solo.
El C. Palazuelos: Me causa vergüenza.
El C. presidente: No tiene usted la palabra, le suplico que sea correcto.
El C. León García: La pregunta es esta: Si el hecho de ser partidario de un candidato es un delito; quiero que se me diga, si el ser amigo de un militar es o no un delito. Usted, señor diputado Santos, tenía amistad con un jefe militar y quiero referirme precisamente al caso del diputado Morales.
El C. Santos: yo nunca me enorgullecí de llamar amigo al general Aguirre. Fui amigo alguna vez del general Aguirre, pero dejé de ser su amigo, convirtiéndose él en mi enemigo por dos cosas: porque no permití que entrara por la gatera, por la puerta falsa, Roberto Morales, que presente está, por la influencia de Aguirre. Roberto Morales me decía: "Pues si no entro aquí, entonces Aguirre no vale nada". Y yo le contesté: "El sí vale, pero tú no". Roberto Morales era adorado por Jesús Aguirre, y Roberto Morales debería estar enterrado con Aguirre, que debería haber tenido el orgullo de morir con Aguirre. (Voces: ¡Sí!). Pero, en fin, esa es cosa de Morales y no mía. Nunca tuve ese orgullo; fuimos amigos, sí, señor, fuimos compañeros, dejamos de serlo y volvimos a ser amigos. Cuando yo salí a la Convención de Querétaro me encontré al general Jesús Aguirre en un centro político de los nuestros y me dijo: "Ve a darles duro, que allá los respaldamos". Y se sonrió como diciendo: "Ya verán". (Risas).
Yo no sé si sabrá de esto Moralitos; pero la cuestión, compañero García, no es ésa. Yo no fui amigo, por ejemplo, del general Escobar, jamás; lo fui del general Caravero. ¿Y qué tiene eso de particular? Tampoco están siendo juzgados ustedes por valenzuelistas.
Yo celebro que esto no se debata en un ambiente de oratoria de plazuela en que quien grita más y quien dice más, gana, sino que se trate con calma y que pierda caballerosamente. (Una voz: ¡Así lo hemos hecho nosotros!) Voy a demostrar, como ya lo hizo el compañero Cerisola, que no están siendo juzgados por valenzuelistas. Carreto Francisco S., Cruz Alfredo, Castilleja José, Espinosa Enrique, García Infante Roberto, Hernández Pino José del C. Ponce de León Guillermo, Rodríguez Antioco, Vargas Nemesio, Vázquez Melo Maurilio, Balderas Manuel, Elizalde Juan Ramón... Bueno, aquí está un compañero equivocado que comprobó que no era valenzuelista; por eso no lo leo. Estos compañeros todos eran valenzuelistas, del bloque valenzuelista, juntos con ustedes; pero han comprobado que cuando estalló la rebelión se presentaron al jefe militar más cercano y protestaron su adhesión al Gobierno y condenaron la rebelión. Hubo compañero que después de la controversia de Caloca conmigo en esta tribuna, - me refiero a un compañero de Campeche: del Pino - escribió una carta al señor Presidente de la República y le dijo: "Por lo que acaba de pasar en la Cámara de Diputados me he enterado de que se prepara una rebelión. Desde este momento protesto contra ella, me separo del valenzuelismo porque me he dado cuenta de que es la verdad lo que se ha denunciado allí estoy a las órdenes del Gobierno constituído". Por eso están siendo juzgados ustedes, porque ustedes contribuyeron directa o indirectamente; su nombre figura, en una parte de Marcelo Caraveo, su nombre y el de otro compañero de Zacatecas: Enciso; uno de ellos ocupaba hasta una cartera en el Gabinete, ¿no es verdad? Así pues, compañero, usted sabe muy bien que no es por valenzuelistas; esos valenzuelistas van a quedar aquí, naturalmente fuera de nuestro Bloque, naturalmente en minoría. Y pueden hacer oposición, unirse con Vasconcelos si lo desean, y serán respetados aquí como vasconcelistas. (Risas y murmullos).
El C. García León: ¡Para una interpretación!
El C. Santos: A usted ya no le permito interpretaciones, compañero, porque no concreta. Así pues, compañeros...
El C. Palazuelos: ¡Pido la palabra! El compañero León García preguntaba con marcada insistencia por qué al señor Roberto Morales se le había privado de las dietas. Creo que el señor León García habla en este caso de buena fe; pero, si no lo sabe, debe saberlo, y aquí apelo a testigos "fehacientes", aquí están en la Cámara, y les consta que al pie del sepulcro el general Jesús M. Aguirre, y como bien decía el compañero Santos, el ciudadano Morales debía estar enterrado junto a Aguirre; en los momentos de llegar al patíbulo, decía: "¡Mi ocotito ha sido Roberto Morales!" Testigos, el compañero Cerisola, el general Modesto Solís. ¿Quiere usted todavía mayores pruebas, compañero? No quiero seguir hablando de este asunto para no manchar la memoria de ese hombre que bastante la manchó. Ese individuo debió haber muerto con él.
El C. Santos: No quiero cansar a la Secretaría ni a la Asamblea. No son los diputados los que están juzgando a ustedes; si ustedes quieren, podemos leer una enorme cantidad de mensajes de los sindicatos, de los comités agrarios convertidos hoy en soldados en la División del Centro, sus paisanos, compañero García y compañeros Soto y Gama, convertidos en soldados en el Bajío, combatiendo contra los que ya son muy amigos de ustedes, los de Cristo Rey. Pero, compañeros, hay un mensaje de Sonora, hay mensajes de Guanajuato, de Jalisco, de San Luis Potosí, de Puebla, de todas partes en que piden su desafuero, los declaran culpables más que a los otros. Es el pueblo el que los declara culpables, no son nada más los diputados.
Para terminar quiero protestar, primero, por lo poco noble y cobarde de alguien que me mandó un recado telefónico falso diciendo que había sucedido una desgracia de familia en mi casa. Yo estuve hablando, en la inteligencia de que algo grave había pasado en mi casa. Afortunadamente esto fue falso y el que cometió esta cobardía que cargue con ella en su conciencia. No son esas las armas de los hombres.
Compañeros, para terminar quiero decirles esto: si desgraciadamente otra vez volviese a suceder, que yo creo que la nación entera lo repudia, pero si desgraciadamente la reacción de aquí de México, de la ciudad de México, la que alborota a Jalisco y Guanajuato, la que aquí viví, vuelve a convencer a algún militar, ustedes, que no necesitan consejos, no busquen un hombre de paja para cubrir su civilísmo, para cubrir su revolucionarismo, para cubrir su sinceridad democrática, no busquen
un hombre de paja que será instrumento de militares; preferible es que se vayan al lado de un militar, preferible es que se vayan junto a un militar, como nosotros fuímos en otro tiempo a las candidaturas de Obregón y de Calles, con hombres de fibra, de corazón, como nosotros vamos ahora con la candidatura de Pascual Ortiz Rubio a triunfar. (Aplausos). ¿Qué importa que sean militares, si todos los militares aquí somos improvisados? ¿Qué tiene de particular que ostenten un grado más o menos alto, si son hijos de la Revolución, si son de origen popular, si son soldados de las filas de los campesinos, de los obreros, pocos, pero también de los obreros hay uno que otro, si son de las clases bajas, si son de la clase media? ¿Por qué esa falsedad, por qué esa hipocresía de "no vamos con ese porque es militar"? ¿Van a ir con Vasconcelos, compañeros? (Voces: No, no!) Pues así iban con Valenzuela. Siquiera Vasconcelos, si llegara a triunfar por una de esas casualidades, por eso dice Zatarey; siquiera si triunfara Vasconcelos, seguramente que Vasconcelos mandaría; yo creo sí; yo creo que si Vasconcelos triunfara mandaría él, gobernaría él; Valenzuela no habría hecho eso; ¡Valenzuela todos saben que hubiera sido instrumento hasta de un teniente que hubiera llegado allí! ¡No, señor Valenzuela! ¡el embute! De la voracidad de los de Sonora, de la voracidad de los Topete, de los Manzo, de los Aguirre y los Escobar, todos saben que es cierto. Así pues, compañeros, yo declaro ante la nación nuevamente, en estos momentos, que no porque estemos en un ambiente de tranquilidad y de serenidad dejan de ser solemnes y serios; que en este momento histórico en que quizá sea la última vez que se dé este espectáculo ante la nación, creo firmemente que los compañeros que fueron a inflar a un Gilberto Valenzuela, que venía con la humilde pretensión, porque nos consta, de ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia, y le gritaron veinte mil veces "¡Tú serás rey!", y lo rodearon de militares, de nuevos ricos, de latifundistas de La Laguna y ganaderos de Sonora, yo creo que son insinceros y culpables, no sólo la rebelión, sino también por no ser francos y leales con ellos mismos.
Compañeros: yo creo que con sinceridad y con energía debemos afrontar nuevamente la responsabilidad de nuestros actos; desaforar a estos compañeros y dejarles la calle, dejarles el pueblo, el mítin, a ver si les vuelven a hacer caso, a ver si les vuelven a oír, a ver si son los mismos tiempos en que ustedes predicaban el agrarismo; a ver si los oyen los comités agrarios.
El C. León García: ¡Son hacendados!
El C. Santos: Los que no comprenden, los que se están haciendo tontos y dicen no entender en qué ni a dónde van a parar las cosas, menos van a tener capacidad para llegar a ser hacendados, compañeros.
Así pues, compañeros, yo creo que en un acto de justicia deberemos decirles a estos compañeros:
¡Váyanse al mítin, a ver si les vuelven a abrir la puerta! ¡Váyanse, como iba Manrique, al que no insulto ni ataco porque está ausente, vencido; como iba Manrique, predicando odio, rencor, mentira, mentira por todas partes, a ver si les vuelven a hacer caso o les pegan en el rostro con las puertas del comité agrario, o los arrojaran del sindicato o no les vuelven a permitir vivir, no las autoridades, no los gobiernos, sino sus propias conterráneos, porque los han visto como farsantes y criminales ensangrentar al país en la más injusta de las rebeliones, en la más inicua de las mascaradas que se hayan registrado en este país. Compañeros: sin rencor, sin odio, votemos este dictamen, con la conciencia de que van a salir de aquí elementos que no deberemos llamar compañeros como revolucionarios, porque le llamaron "general" a Enrique Goroztieta; porque le llamaron "División del Ejército del Centro" a los "cristeros" de Guanajuato y Jalisco, y a esos sí, sin sonrojarme, no los llamo compañeros dentro de la Revolución. La Revolución no se disgrega: se van unos y vienen otros; hay nuevos, hay jóvenes que vienen a engrosar las filas santas y benditas de la Revolución! (Aplausos ruidosos).
El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciudadano diputado Luis Méndez.
El C. Méndez: Voy a ser breve, muy breve...
(Voces: ¡Tribuna!) ¡Tribuna! Voy a ser breve...
(Voces: ¡Tribuna!)
El C. presidente: Señor diputado Méndez. La tribuna está a su disposición.
El C. Méndez: (En la tribuna) No quería, señores, ocupar la tribuna, porque he de ser muy breve.
Después de lo que dijo el compañero Soto y Gamma sería inútil, completamente inútil, argumentar sobre la no responsabilidad de los "valenzuelistas". Alguno de mis amigos me preguntó el domingo si me había acercado ya a la comisión que el Bloque nombró para hacer, para recibir los descargos de los acusados. Yo le contesté que no había ido y que tampoco iría, por una razón muy sencilla: Yo no tenía documentación que presentar. Yo suponía que el que acusa, que los que acusan, son los que deben aducir las pruebas; no los acusados. Si yo no me sentía, si no me siento responsable de ningún delito de sedición, de rebelión ni de cosa por el estilo, ¿qué documentación iba a presentar? ¿Cómo iba a atestiguar yo que no era culpable de aquellos delitos? Debían, pues, ser los acusados quienes presentaran las pruebas.
Decía el compañero Soto y Gamma, y decía muy bien, que no es la serenidad la que priva aquí; todavía la pasión es la que manda en esta Asamblea y es por la pasión por lo que nos desaforan. No hay la serenidad necesaria y se ha invocado un precedente que desgraciadamente es malo que se repita en esta ocasión, y yo deseo muy sinceramente que no vuelva a presentarse en una tercera ocasión. Se ha dicho aquí que se nos desafora como se desaforó a los antirreleccionistas cuando el levantamiento de Gómez y Serrano. En esa ocasión el precedente que debieron haber sentado era el que se sentó cuando el levantamiento de De la Huerta. Entonces los delahuertistas que fueron al campo rebelde fueron ejecutados o desaforados o castigados, pero los que no tomaron participación directa fueron respetados en su fuero. Yo creo que entonces imperaba el espíritu del general Obregón, bastante más sereno que el que hoy impera.
Decía el compañero Gonzalo Santos, para terminar, que tal vez no iríamos al mítin. Yo sí, compañero
Santos, me siento con el mismo derecho dejando de ser diputado, que siéndolo, para volver a los campesinos de todas partes. No sé si a él conste, pero hay muchos a quienes les consta que yo atacaba al mormonismo en todos los terrenos, cuando era poderoso. El compañero Abarca Pérez, de Michoacán, que me está mirando, sabe que los laboristas no medraron allí porque yo me opuse. Dijo también otra cosa el compañero Santos: que el licenciado Valenzuela se rodeó de malos militares y de nuevos ricos. Yo desearía que los que rodean al señor Ortiz Rubio, al hacer el balance de sus cuentas, sean como Soto y Gamma y Manrique, que pueden demostrar que son tan pobres como antes de ser diputados. De esos quisiera yo que se rodeara el señor Ortiz Rubio para que hubiera un gobierno más moral y honrado que los que va habiendo; un gobierno más revolucionario para beneficio de la Revolución.
No quiero, pues, distraer la atención de ustedes, y sólo les digo que me siento más revolucionario que antes de ser diputado y que iré al mítin de los campesinos porque me sigo creyendo con el mismo derecho; y si algún honor he tenido como revolucionario, creo que lo he perdido por haber opinado que Valenzuela habría sido un mejor presidente. Yo no tengo los antecedentes que el señor Santos tiene respecto de la debilidad de carácter del señor Valenzuela; pero sí creo sinceramente que habría sido un mejor presidente, de entre los que estaban en puerta.
Para terminar, digo que no hemos cometido ningún delito; y si lo hubiéramos cometido, francamente creo que la magnanimidad de ustedes sería enorme, muy grande al no consignarnos. Yo iría con muy buena voluntad, es decir, sin ningún disgusto, de aquí a la Penitenciaría para ver qué delito había cometido. Yo si creía que nos iban a consignar ante alguna autoridad ante la cual podríamos descargarnos; ¿pero aquí ante quién nos descargamos? ¿Ante quién? Ante nadie...
El C. Santos, interrumpiendo: Ante los votantes. (Una voz: ¡No tuvo!)
El C. Méndez: A pesar de lo que usted dice, tuve; no sé cuantos, pocos, como ustedes dicen, pero tuve. Figúrese: no tuve contrincantes. Bueno. Yo sí habría ido con mucho gusto ante la autoridad judicial para responder del supuesto delito que se me atribuye. Creo, sencillamente, que aquí se nos desafora porque ustedes son doscientos y nosotros cuarenta. (Risas). Esa es la ley del más fuerte y con eso basta. Por esa razón no fui a descargarme, porque me podía haber pasado lo que les pasó, por ejemplo, a Rodolfo Ramírez y a Ernesto Aceves, que fueron a presentarse ante el señor general Cárdenas en Irapuato, el día cuatro o cinco... ¿Qué decía, compañero Ramírez?
El C. Ramírez: El día cinco de marzo.
El C. Méndez, continuando: .. el día cinco de marzo, es decir, muy caliente la rebelión. Rodolfo Ramírez y Ernesto Aceves le dijeron a Cárdenas que estaban a sus órdenes; él les dijo que se fueran a organizar fuerzas. Ellos estuvieron dispuestos a combatir. Yo no quise hacer ese papelito, de ir ante la Comisión, porque si a ellos con toda documentación los desaforan, ¿yo qué podía esperar?
Hablándoles muy en serio, digo que sí deseo que aquí se corrija el presidente; que se tenga de veras respeto, porque de otro modo nos vamos alejando del camino de las instituciones. Qué poco nos acercamos al ideal del señor general Calles, él desearía ver aquí hasta a los "mochos" y que se les respetarán sus opiniones. Y si apenas hay cuatro o cinco diputados que disienten y se les hecha a la calle, ¿qué va a suceder? (Risas). Que mañana se pueda pensar de la libertad aunque sea en contra del gobierno, que se pueda pensar en libertad aunque sea en contra del gobierno y que se tengan garantías. Que el diputado pueda pensar, pueda argumentar en contra de la mayoría si así lo quiere; pero si a las primeras de cambio lo van a echar a la calle, lo van a arrojar de aquí, ¿cuándo entramos a la vida de las instituciones? Termino diciendo que me siento con las mismas ideas de revolucionario y con el mismo derecho al precio, no de ustedes, porque no me conocen, pero sí los campesinos que me conocen suficientemente, lo mismo en México que en Michoacán, a pesar de que yo no voy a tener fuero desde mañana. (Murmullos).
El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadano Ramón V. Santoyo, en pro.
El C. Santoyo: Ciudadanos diputados: En mi época de versero ingenuo, no lejana todavía, dí con un libro del último poeta bohemio, Emilio Carrere, que se llama "La Canción de las Horas". Nos dice en ese libro de la hora del dolor, de la hora de la tragedia, de la hora del amor, de la hora de la lujuria. A mí me place escoger esta clasificación y creo, señores, que vivimos la hora de las consecuencias. Tras de la hora trágica, tras de la hora cárdena de la tragedia, vivimos, insisto, la hora de las consecuencias.
Han acallado los clarines sus notas guerreras, los huesos de los muertos los calcina el sol en las llanuras del norte; cuando mil hombres desaparecidos no podrán volver a sus hogares, donde los lloran las madres, las viudas, los huérfanos. ¡Vivimos la hora de las consecuencias! Cien millones de pesos se gastaron inútilmente en pólvora y balas. Vivimos, señores, insisto, la hora de las consecuencias. Seiscientos kilómetros de vía férrea están siendo reparados activamente por grandes cuadrillas de trabajadores, y las consecuencias tenían que venir, señores, también, a la Cámara de Diputados. Era preciso que en esta Representación Nacional se hicieran amputaciones sumamente dolorosas, pero al fin y al cabo saludables.
Hay una argumentación toral - se dice - a propósito del desafuero de los compañeros diputados. Se ha dicho que ellos no lo sabían.
Sí, señores, sí lo sabían. Todo el mundo sabía que iba a ver un levantamiento, y aquí, en esta Cámara, se gritaba desde esas curules que se aceptaba la responsabilidad. Y desde entonces comentábamos: Y que acepten la responsabilidad de una tragedia nacional unos cuantos, ¿qué significa para resarcir a la patria de las pérdidas que consecuentemente tienen que venir? Y así sucedió.
No es éste el grito "Vae victis", de que se habla. "Vae victis" se hubiera lanzado en forma estentórea y terrible si nosotros hubiéramos perdido
en la última asonada iniciada el tres de marzo. Entonces sí sería cuando no hubiera existido la benignidad de ahora; entonces, probablemente, nuestras vidas se habrían extinguido, o el destierro nos estuviera esperando. Hoy no. Los ciudadanos que salen de esta Cámara habiéndoseles quitado el carácter de diputados, vuelven al seno de la sociedad, están en el seno de ella, allí viven, vuelven a su familia con tranquilidad y dedicarán sus actividades a lo que ellos gusten. Para nosotros no hubiera sido ése el procedimiento; a nosotros nos hubiera esperado o la tumba o el destierro.
Voy a leer un telegrama de Hermosillo suscrito por el señor gobernador de esa Entidad, señor F. S. Elías.
Telegrama procedente de: "Hermosillo, Son., 27 mayo de 1929.
"H. Cámara de Diputados.- Urgente.- México, D. F."
Ha llegado conocimiento este gobierno mi cargo que actual diputación este Estado hace gestiones ante esa H. Cámara tratando sincerarse de responsabilidades, correspóndele al participar activamente con fracaso cuartelazo marzo último, así como trabajos han estado desarrollando con grupos políticos esta Entidad, en sentido tratar estos hacer aparecer mencionada diputación como ajena acontecimientos refiérome. Como medida informativa objeto no vaya sorprendernos criterio esa H. Asamblea al discutirse desafuero diputados rebeldes, permítome poner su conocimiento que citada Representación sonorense protestó adhesión y figuró prominentemente favor rebelión referencia.- Atte. gobernador provisional del Estado.- F. S. Elías".
Hay que examinar la situación del diputado. ¿Qué es el diputado? Y encontramos que es una entidad en quien el pueblo ha delegado sus derechos; un individuo que está llamado a legislar y que vive en la política. No cumple este hombre; son incompatibles sus actividades con la condición de diputado cuando se dedica a la propaganda rebelde, y la propaganda rebelde en las ciudades es todavía peor que las batallas en los campos. Sin la primera no existirían las segundas. Sobre este asunto es fácil equiparar la propaganda con la actividad que se desarrolla, la organización que se establece en las ciudades a propósito de los "cristeros", sin la cual no existirían las partidas que asuelan las diversas entidades del país. (Murmullos). Está perfectamente definido el propósito de la Asamblea; ha llegado a su íntima convicción la necesidad de establecer este desafuero. Que no se quejen los desaforados de que se trata de un grito de venganza; que no se quejen de nosotros; es una consecuencia que sacan de su propia actividad; es la vida nacional la que no está de acuerdo con ellos, porque ellos emprendieron el camino de la rebelión. Entretanto no suenen los balazos, no se comete un acto como éste. El individuo consagrado por el voto popular y que se encuentre en este recinto, puede libremente exponer sus opiniones, aquí y en todas partes, y éstas son inviolables; pero cuando se establece un estado caótico, un estado de tragedia, un estado de guerra como el que establecieron ellos, es entonces cuando existe la necesidad de hacer estas amputaciones. (Voces: ¡A votar ¡A votar!)
Creo que será, en efecto, la última vez que la patria tenga que ver estos casos. Serán saludables; así lo deseo. Y que más tarde, ya que ahora vivimos la hora de las consecuencias, esta Patria Mexicana viva la hora de la felicidad. (Aplausos).
El C. Sotelo: Pido la palabra. (Voces: ¡A votar! ¡A votar!) Conforme al artículo 101 del Reglamento, la Cámara... (Voces: ¡A votar! ¡A votar! Siseos). Pido la palabra para contestar alusiones personales que me hizo el señor diputado Santos.
El C. secretario Medrano: Habiendo hablado tres oradores en pro y tres en contra, de acuerdo con el Reglamento y por disposición de la Presidencia, se consulta a la Asamblea si está suficientemente discutido el asunto. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobado.
El C. Laborde: ¡Una moción de orden!
El C. presidente: No hay desorden.
El C. Sotelo: Pido la palabra. Conforme al artículo 101, suplico a la Presidencia se me conceda la palabra para contestar alusiones personales. (Murmullos).
El C. secretario Medrano: En consecuencia, se declara aprobado el siguiente punto resolutivo:
"Único. Pierden su carácter de representantes, los ciudadanos Abitia Librado, Aceves Ernesto, Aceves Alberto, Aguilar Juan Zenón, Aguilar Guillermo C., Almada Felizardo, Alvárez jr. Mariano, Alvárez Pedro, Cruz Rafael, Díaz de León Enrique, Díaz Julio, Díaz Soto y Gama Antonio, Encinas Adalberto, Enciso Enrique, Ferrreira Francisco J., García León, García Ursulo A., González Alberto, González Gonzalo, González Madrid Fernando, Gutiérrez Daniel R., Hernández Melitón A., Iruretagoyena Alfredo, Luna E. J. Jesús, Laborde Hernán, Manrique jr. Arelio, Méndez Alberto, Méndez Luis, Morales Roberto A., Nava Alfonso L., Palencia Benigno, Ramírez Rodolfo, Rivera Francisco A., Rochín Conrado C., Romero José H., Romo Alfredo, Rivas Mariano, Pérez Francisco, Sáinz Alberto, Salas Barranza Jesús, Sariol Juan B., Sotelo Silvano, Solórzano José Luis, Terrazas Enrique, Topete Ricardo, Torres Manuel P., Torres Pedro Uruchurtu Gustavo A., Verdugo Ernesto y Zincúnegui Tercero Leopoldo.
El C. Laborde: Compañeros, suplico que me escuchen. (Voces: ¡No, no! ¡Ya no es diputado!) Les suplico me escuchen; he pedido la palabra para moción de orden. (Voces: ¡Ya no es diputado!)
El C. presidente: Señor Hernán Laborde: No se le ha concedido la palabra... (Desorden).
El C. Laborde: Es una cobardía imperdonable. Debe concedérsele la palabra un momento. (Voces: ¡No! ¡No! Continúa el desorden. Campanilla).
El C. presidente: Señor Hernán Laborde, ya no es usted diputado. (Campanilla) Que tenga la bondad de abandonar el salón el señor Hernán Laborde. (El C. Laborde desciende de la tribuna).
El C. secretario Moctezuma: Por acuerdo de la Presidencia quedan designadas las mismas comisiones que participaran al ciudadano presidente de la República y la Suprema Corte de Justicia de la Nación la instalación de la Cámara, para comunicarles la clausura del período extraordinario. Se invita a los ciudadanos diputados a ponerse de pie.
El C. Presidente: "La H. Cámara de Diputados del XXXIII Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, cierra hoy, veintisiete de mayo de mil novecientos veintinueve, el período extraordinario a que fue convocado por la H. Comisión Permanente".
- El C. secretario Moctezuma, leyendo:
"Acta de la sesión celebrada por la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el día veintitrés de mayo de mil novecientos veintinueve.
"Presidencia del C. Manuel Riva Palacio.
"En la ciudad de México, a las diez y ocho horas y cincuenta minutos del lunes veintisiete de mayo de mil novecientos veintinueve, se abrió la sesión con asistencia de ciento ochenta y cinco ciudadanos representantes.
"Puestos en pie los miembros de la Asamblea y los concurrentes a la sesión, el ciudadano presidente hizo la siguiente declaratoria:
"La H. Cámara de Diputados del XXXIII Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, abre hoy, veintisiete de mayo de mil novecientos veintinueve, el período extraordinario a que fue convocada por la H. Comisión Permanente".
"Se aprobó al acta de la Junta Preparatoria celebrada el día veintidós de los corrientes.
"Se dio lectura al informe que rinde el ciudadano presidente de la H. Comisión Permanente del Congreso de la Unión, de conformidad con lo que establece el artículo 69 de la Constitución General de la República.
"Informaron del resultado de su cometido las comisiones encargadas de participar la instalación de esta Cámara para funcionar en este período extraordinario al ciudadano presidente de la República y a la Suprema Corte de Justicia.
"Se dio cuenta con la siguiente proposición, firmada por numerosos representantes:
"Los suscritos, diputados en ejercicio, tomando en consideración la documentación que existe en la Oficialía Mayor de esta H. Cámara de Diputados, en el Bloque Revolucionario Obregonista y la cuidadosa revisión que se hizo de éstas y de los documentos que presentaron varios de los interesados ante la comisión que en el referido Bloque se designó para el caso, estimamos que aquellos ciudadanos diputados en contra de quienes resulta responsabilidad, ya sea por que moralmente o de hecho prestaron ayuda a la última asonada militar, debe perder el carácter de que se hayan investidos, ya que no es moral ni lógico que formen parte de un gobierno al que ellos mismos han combatido.
"Si bien es cierto que los componentes de la Cámara de Diputados deben tener el más amplio criterio para juzgar de los actos de los demás y no presentar obstáculo alguno, para que en el campo de las ideas o luchas democráticas se haga el mejor uso de los derechos de todo ciudadano; también es cierto que no se debe tolerar que, quienes por su investidura gozan de privilegiada situación por el fuero constitucional que las leyes les otorgan, por los elementos de que disponen y por el mayor o menor ascendiente que pueden tener entre los elementos políticos, pretendan validos de estos medios, alterar la vida de las instituciones del país, la tranquilidad y la paz pública y causar graves daños, inútiles derramamientos de sangre y pérdidas materiales incalculables, tales como las que fueron consecuencia inevitable de la más injusta de las asonadas que ha sufrido el país.
"Todas las ideas y todas las tendencias tienen y deben tener cabida en el seno de la Representación Nacional y de ellas, repetimos, sus componentes deberán ser siempre respetuosos; pero, insistimos, la rebeldía injustificada, las pasiones convertidas en fuerzas destructora y la tendencia a la desorganización para el sólo logro de fines personalistas, deben ser reprimidos con la misma energía que en relación corresponde al amplio criterio que se otorga a la discusión, a las doctrinas y a la expresión que de esas se haga.
"En consecuencia, no escapándose a Vuestra Soberanía el funesto resultado de la actitud que asumieron los ciudadanos diputados siguientes, nos permitimos proponer, para su discusión y aprobación, con dispensa de todo trámite, el siguiente punto resolutivo:
"Único. Pierde su carácter de representantes, los CC. Abitia Librado, Aceves Ernesto, Aceves Alberto, Aguilar Juan Zenón, Aguilera Guillermo C., Almada Felizardo, Alvárez jr,. Mariano, Alvárez Pedro, Cruz Rafael, Díaz de León Enrique, Díaz Julio, Díaz Soto y Gama Antonio, Encinas Adalberto, Enciso Enrique, Ferreira Francisco J., García León, García Ursulo A., González Alberto, González Gonzalo, González Madrid Fernando, Gutiérrez Daniel R., Hernández Melitón A., Iruretagoyena Alfredo, Luna E. J. Jesús, Laborde Hernán, Manríque Jr. Aurelio, Méndez Alberto, Méndez Luis, Morales Roberto A., Nava Alfonso L., Palencia Benigno, Ramírez Rodolfo, Rivera Francisco A., Rochín Conrado C. Romero José H., Romo Alfredo, Rivas Mariano, Pérez Francisco, Saínz Alberto, Salas Barraza Jesús, Sariol Juan B., Sotelo Silvano, Solórzano José Luis, Terrazas Enrique, Topete Ricardo, Torres Manuel P., Torres Pedro, Uruchurtu Gustazo A., Verdugo Ernesto y Zincúnegui Tercero Leopoldo".
"Dispensados los trámites a la proposición fue puesta a debate.
"Hablaron en contra los CC. León García, Antonio Díaz Soto y Gama y Luis Méndez y en pro los CC. Alejandro Cerisola, Gonzalo N. Santos y Ramón V. Santoyo.
"El C. Santos, durante su discurso, fue interrumpido por una interpelación del C. León García, que dio lugar a una aclaración del C. Palazuelos.
"Suficientemente discutida, fue aprobada en votación económica.
"Por acuerdo de la Presidencia, quedaron designadas
las mismas comisiones que participaron al ciudadano presidente de la República y a la Suprema Corte de Justicia la instalación de la Cámara, para comunicarles la clausura del período extraordinario.
"El ciudadano presidente hizo la siguiente declaratoria:
"La H. Cámara de Diputados del XXXIII Congreso de los Estados Unidos Mexicanos cierra hoy, veintisiete de mayo de mil novecientos veintinueve, el período extraordinario a que fue convocada por la Honorable Comisión Permanente".
Se leyó la presente acta.
Esta a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada el acta.
El C. Presidente: Se levanta la sesión. (Voces: ¡Viva Calles! ¡Viva Portes Gil! ¡Viva la Revolución!)