Legislatura XXXVI - Año I - Período Ordinario - Fecha 19341006 - Número de Diario 16
(L36A1P1oN016F19341006.xml)Núm. Diario:16ENCABEZADO
MÉXICO, D. F., SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 1934
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO I. - PERÍODO ORDINARIO XXXVI LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 16
SESIÓN SOLEMNE DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 6 DE OCTUBRE DE 1934
SUMARIO
1. - Se abre la sesión. La Presidencia nombra una comisión para que introduzca al salón de sesiones la urna con los restos del Ilustre Nigromante, Don Ignacio Ramírez, y haga guardia ante ella durante la sesión solemne. Son introducidos al salón los restos y depositados al pie de la tribuna parlamentaria. Se concede la palabra al C. Diputado Rodríguez Luis I., quien hace el panegírico del Prócer de la Reforma. La Presidencia nombra una comisión para que acompañe hasta las puertas del salón a los restos del mencionado Patricio. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.
DEBATE
Presidencia del C. CARLOS REAL
(Asistencia de 118 ciudadanos diputados.)
El C. Presidente (a las 11.45): Se abre la sesión.)
El C. Secretario Gómez Esparza: Por acuerdo de la Presidencia se designa a los ciudadanos Diputados Alfredo Vasconcelos, Alberto F. Berber, Constantino Chapital y Enrique Romero Courtade, para que introduzcan la urna con los restos del Prócer de la Reforma, Licenciado Ignacio Ramírez, hasta el salón de sesiones y hagan guardia antes los restos durante esta sesión solemne.
Se suplica atentamente a los ciudadanos diputados, al Honorable Cuerpo Diplomático y a los asistentes a las galerías, se sirvan ponerse de pie.
(La comisión nombrada introduce la urna con los restos del Licenciado Ignacio Ramírez.)
El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano Diputado Luis I. Rodríguez.
El C. Rodríguez Luis I.: Pido a la elegía su más patético y solemne tono; a la epopeya, su voz de bronce ornada de imágenes; pido al armonioso concierto de las Piérides un soplo para acercarme con cabal reverencia a la gigante figura de don Ignacio Ramírez, que con sus brazos de Nigromante, dejó huérfanos de divinidades los altares de la reacción. El lo reunió todo en un acuerdo perfecto. Por eso el mejor homenaje a su memoria, al mismo tiempo que la más digna recordación de su obra, fuera uno de sus discursos magníficos, espejo de su ciencia y sabiduría.
No obstante, en la imposibilidad de mostrar, aunque sea someramente los brillantes cuanto variados perfiles de este prohombre de la Reforma, me referiré sólo al político, ya que en este aspecto convergieron Ciencia, Arte y Filosofía, sólo medios en él para el fin supremo de salvar al indio, al pobre indio aherrojado y hundido en miseria y en fanatismo.
El Nigromante se baño con los dos talones metidos en la Estigia del anticlericalismo y salió de ahí a combatir esa hidra cuyas cabezas, siempre renacientes, todavía sueñan erguirse en nuestros días, a pesar del látigo implacable del General Plutarco Elías Calles. (Aplausos.)
El Doctor Mora, Gómez Farías y don Ignacio Ramírez. He aquí tres oráculos de la libertad, precursores y realizadores de la Reforma. De todos, al "Nigromante" tocó la mayor responsabilidad y de él provenían, como de una fuente surgida del enciclopedismo, como un río en cuyo extremo estaban los dioses términos de Rousseau y Voltaire, las ideas más radicales sobre la libertad humana; sobre la separación entre la Iglesia y el Estado; sobre la desamortización de los bienes del clero, sobre la modificación de la enseñanza. Mientras los precursores vieron su tarea maltrecha, ya por su lejanía en el tiempo, ya por las sucesivas traiciones de tantos intereses creados, terriblemente sacudidos, Ramírez pudo ver, en cambio, al fin de su vida y después de ser salvada de mil azares, a la Reforma triunfante, como el depósito de las garantías del hombre, el cambio total de todos los órdenes, social, educativo, científico, artístico y religioso. Principalmente social y religioso.
Se había dado otro espíritu a la organización de la sociedad y el clero, envenenado en sí mismo de traición y maniobras jesuíticas, era desterrado en lo posible de las conciencias que deformaba y pervertía.
Era don Ignacio Ramírez, según Altamirano, un mestizo. Un mestizo en el que predominaba la
esencia indígena. El mismo conflicto resuelto en su sangre fue el patrón de su vida, la señal y el signo que siguió en el curso de su trayecto revolucionario y superior. Par conquistar esa latitud de su espíritu, el Nigromante estuvo encerrado ocho años, con Temis vigilante sobre su cabeza, entre libros y teorías, espigando en el materialismo y especulando en las apagadas fuentes de la cultura europea, en las páginas de contrabando y en las ideas demoledoras que esgrimían los enciclopedistas. Su ateísmo escandaloso, en aquella sociedad convencional petrificada e hipócrita, le valió la excomunión y el destierro de los círculos que se decían intelectuales. Inquietaba profundamente a las almas pecatas aquella sonrisa de Ramírez, apenas iniciada entre los labios plegados como oculta con el bigote en su figura espigada y fina, como quintaesencia del cuerpo, como final esquema de la carne. Inquietaba y demolía las bases de una organización social, vieja y servil, desde su cátedra, desde las tribunas, desde los periódicos, y las conversaciones privadas. Vivía en continua efervescencia y aunque se niega toda esperanza, esperaba con profunda fe la salvación del indio. El "Don Simplicio" primera publicación panfletaria, donde se reveló Aristófanes y Rousseau, fue el signo zodiacal que alumbró su posterior conducta. Supo reunir piqueta y construcción, negación y poder creador, como el doble fluído que lo constituía.
Por eso fue señalado con excomunión y anatema, por clericales y conservadores, por capitalista y todos aquellos que formaban la clase dominadora, "viciada y audaz hasta la insolencia." Se le consideraba, dice uno de sus biógrafos, salido del Infierno, como a Dante y toda la ira clerical y confesional se volcaba sobre él, intentando llenarlo de cieno. El mismo clero que combatió a Hidalgo, que deformó las ideas independientes poniendo comparsas al histrión de Iturbide, que se negó a defender el Territorio Nacional cuando la invasión norteamericana, iba ahora contra Ramírez, lo trataba de hundir con maniobras subterráneas, quería callar esa voz que descorría el velo del fanatismo y apagar la tea que incendiaba las rojas casuchas de los obispos teñidas con la sangre del pueblo.
Todos los caminos eran buenos para estorbar esa inteligencia destructora de ídolos, incontrastable e iconoclasta que daba al traste con intereses de tres siglos, con feudos y prebendas, con la vida epicúrea de una clase parasitaria, vividora y funesta, que no tenía empacho en proveer a Santa Ana de una interminable cuerda floja para sus inmorales acrobacias políticas. (Aplausos.)
Así las instituciones consideradas inmutables y eternas fueron cayendo ante su palabra. El credo religioso, con su eternidad e inviolabilidad al uso de los funcionarios de la Iglesia, fue deshaciéndose en sus artículos. Los sistemas de la filosofía que parecían autorizar el régimen conservador, también quedaron hechos polvos con sus doctrinas.
Decía Ramírez, como un moderno revolucionario, esta frase que es la síntesis de su teoría: "Si la civilización nos traicionara, no vacilaríamos en sacrificarla," y aparentemente la sacrificó. En realidad, lo único que hizo fue desterrar esa forma con que se manifestaba en México, terminar con la esclavitud y la servidumbre y libertar al hombre de una ortodoxia que era su ruina. Convirtió templos en observatorios y escuelas, expulsando al clero corrompido y señalando un nuevo camino para la redención del mayor contingente humano de nuestra República: el Indio.
Pasó como una luz, violento, nuevo y creador de imprevistos paisajes. Sus sucesivas estancias en puestos del Gobierno, no fueron sino mejoras e innovaciones, orientaciones en todos sentidos. Pedagogía y Ministerios de Justicia, leyes de cultos, facilidades a la población indígena para que saliera de la infinita noche de su ignorancia. De su pluma brotó un torrente incesante, una legislación mosaico, que daba a su pueblo arrodillado.
Ahora la Revolución continúa la obra del Gran Reformador; sigue el surco que aquel trazó con su profunda pisada política. Trastorna igualmente a los conservadores y quiere que el fanatismo sea sólo un pasado sin retorno a nuestra historia. Quiere liberar al pueblo de la carga fanática que dobla sus espadas. Sacarlo de ese abismo, de esa tiniebla provisional en que lo tiene el clero en vida para explotarlo. También sigue la Revolución su paso en lo que se refiere a la enseñanza; en lo que se refiere al ostracismo de las fariseos, y le interesan asimismo la niñez y el indio, fuerzas esenciales y primeras, las fuerzas originarias que construyen sin saberlo el México del futuro. Y justamente porque lo construyen sin saberlo, oscuramente, herederas de una conciencia encadenada, ya que sólo su instinto las lleva a la meta final que es su reivindicación, cumple al Gobierno hacer dentro de ellas la luz, darles conciencia y sacarles de ese depósito donde las relegara siempre el clero, los conservadores y las tradicionales clases privilegiadas.
A rasgos sintéticos, he trazado una silueta mínima del enorme Ramírez, venerable precursor y ejecutor de la Reforma. A pinceladas ligeras y apremiantes he pretendido esbozar el torso de este Prometeo, a quien no pudieron devorar los buitres de la reacción y que se reveló contra la divinidad oficial que comerciaba con el cielo. La patria siempre se sentirá emocionada con la obra de este superior espíritu de la Reforma; obra que aquilatada y adecuada a nuestra hora universal, continuará la Revolución.
Por eso, ahora que la Representación Nacional lleva esos huesos ilustres sobre sus hombros a depositarlos en el Panteón de la Historia, los despide con las palabras de oro que el Maestro Altamirano acuño en sus funerales: "La vida de Ignacio Ramírez se parece a nuestros volcanes; hunde su base en los abismos de la humillación popular y alza su cumbre hasta las alturas luminosas del triunfo". (Estallan los aplausos por tanto tiempo contenidos.)
El C. Secretario Gómez Esparza: La Presidencia designa en comisión a los ciudadanos Diputados José Martínez Vértiz, Guillermo T. Padilla, Francisco Luis Castillo, Enrique González Flores y Secretario Mayés Navarro, para que acompañen hasta el vestíbulo de esta Cámara a la urna con los restos del C. Licenciado Ignacio Ramírez.
(La Comisión nombrada acompaña la urna con
los restos del Licenciado Ignacio Ramírez, hasta el vestíbulo de la Cámara.)
- El C. Secretario Mayés Navarro (leyendo):
"Acta de la sesión solemne celebrada por la Cámara de Diputados del XXXVI Congreso de la Unión, el día seis de octubre de mil novecientos treinta y cuatro.
"Presidencia del C. Carlos Real.
"En la ciudad de México, a las once horas y cincuenta minutos del sábado seis de octubre de mil novecientos treinta y cuatro, con una asistencia de ciento diez y ocho ciudadanos diputados, se abre esta sesión solemne que se celebra para honrar la memoria del prócer de la Reforma, Licenciado Ignacio Ramírez.
"La Presidencia designa a los CC. Alfredo Vasconcelos, Alberto F. Berber, Constantino Chapital y Enrique Romero Courtade, para que introduzcan al salón la urna con los restos del patricio, y hagan guardia ante ella durante la sesión.
"Son introducidos al salón los restos de "El Nigromante" y depositados al pie de la tribuna parlamentaria.
"El C. Diputado Luis I. Rodríguez, a nombre de esta H. Cámara de Diputados pronuncia un discurso en el que hace la apología del ilustre desaparecido.
"Una comisión integrada por los Diputados Martínez Vértiz, Padilla, Castillo, Gonzalo Flores y Secretario Mayés Navarro, es designada por la Presidencia para acompañar los restos de don Ignacio Ramírez hasta el vestíbulo de esta Cámara.
"Se lee la presente acta.
El C. Secretario Mayés Navarro: Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.
El C. Presidente (a las 12.35): Se levanta la sesión y se cita para el martes próximo a las 16 horas.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"
El Director, Jefe de la Oficina.
JOAQUÍN Z. VALADEZ.