Legislatura XXXVII - Año I - Período Ordinario - Fecha 19371120 - Número de Diario 28

(L37A1P1oN028F19371120.xml)Núm. Diario:28

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., SÁBADO 20 DE NOVIEMBRE DE 1937

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO I.- PERÍODO ORDINARIO XXXVII LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 28

SESIÓN

DE LA

CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 20

DE NOVIEMBRE DE 1937

SUMARIO

1.- Se abre la sesión de Congreso General.

2.- Es introducido al salón de sesiones por una comisión nombrada al efecto, el C. Secretario del Despacho de Gobernación, Licenciado Silvestre Guerrero, quien trae la representación del C. Presidente de la República.

3.- Se da cuenta con un oficio del Consejo Directivo de la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución, en el que felicita al Congreso con motivo del XXVII aniversario de la Revolución. Trámite: De enterado con satisfacción.

4.- La Secretaría da lectura a un cable en el que las Cortes Españolas felicitan al pueblo mexicano en el XXVII aniversario de la Revolución Mexicana. De enterado con agradecimiento.

5.- Se concede la palabra al C. Diputado José Muñoz Cota, quien pronuncia un discurso en el que exalta a los hombres que iniciaron el movimiento revolucionario de 1910, y alude a las distintas fases que ha seguido en su trayectoria este movimiento. Se concede la palabra al C. Senador Julián Garza Tijerina, quien hace una apología de la Revolución Mexicana exaltando la memoria de los iniciadores de ésta.

Se lee la presente acta y sin discusión se aprueba, levantándose la sesión. Se retira del Salón el ciudadano Licenciado Silvestre Guerrero, acompañado de la Comisión que lo introdujo.

DEBATE

Presidencia del

C. ALFONSO FRANCISCO RAMÍREZ

(Asistencia de 87 ciudadanos diputados y 39 ciudadanos senadores).

El C. Presidente (a las 10.50): Se abre la sesión de Congreso General.

(Es introducido al Salón de Sesiones el C. Licenciado Silvestre Guerrero, quien trae la representación del C. Presidente de la República).

- El C. Secretario Amilpa (leyendo):

"Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución.

"Ciudadano Presidente del H. Congreso de la Unión - Cámara de Diputados.- Ciudad.

"El H. Consejo Directivo de la Confederación Nacional de Veteranos, que me honro en presidir, por sí y en representación de todas sus HH. Dependencias de la República, ha tenido a bien acordar se dirija a esa H. Representación Nacional sus más sinceras felicitaciones con motivo del XXVII Aniversario de la Revolución Mexicana, iniciada por su Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero.

"Aprovechamos tan bella oportunidad para manifestar a ese H. Congreso General, que agradecemos de una manera muy sincera el justo homenaje con que hacen honor a los Veteranos de la Revolución, acto que significa que esa H. Representación Nacional está constituida por genuinos revolucionarios en quienes se refleja íntegra la obra eminentemente revolucionaria que viene realizando con tan patriótico entusiasmo el C. General de División Lázaro Cárdenas, Presidente Constitucional de la República.

"En esa virtud nosotros, los veteranos de la Revolución, esperamos fundadamente que la labor de ese H. Congreso convertirá en realidad los postulados de la Revolución en bien del proletariado nacional.

"Reiterámosle nuestro fraternal compañerismo.

"Unidos en la Paz y en la Guerra.

"México, D. F., a 20 de noviembre de 1937. - El Presidente del H. Consejo Directivo, Alvaro Hernández García. - El Secretario Rafael Correa, Oficial Mayor de la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución, General Daniel Sánchez". - De enterado con agradecimiento.

- El mismo C. Secretario (leyendo):

Cable procedente de: "Barcelona, España.

"Urgente.- Presidente de las Cortes.- A su Excelencia, Presidente Cámara Diputados. - México.

"Nombre Cortes Españolas y mío propio, tengo honor y satisfacción felicitar en V. E. a ese gran pueblo con motivo aniversario gloriosa Revolución. Democrática España que tantas pruebas fraternales ha recibido de México en sus amargas horas, complácese testimoniarle gratitud y solidaridad para Revolución común tarea por libertad y justicia.

"Salúdolo. - Diego Martínez Barrio, Presidente Cortes". - De enterado con agradecimiento.

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano Diputado Muñoz Cota.

El C. Muñoz Cota José: Ciudadano Secretario de Gobernación, representante del señor Presidente de la República; ciudadano Presidente del Congreso; Honorable Cuerpo Diplomático; ciudadanos diputados y ciudadanos senadores.

"Por fuerza viene a mi imaginación y a mi recuerdo el espectáculo grandioso que hace justamente hoy un año presenciaba en la región lagunera: en esta fecha se inauguraba en el Estado de Durango, en la parte que corresponde a la zona de La Laguna, un estadio hecho con el esfuerzo de los agraristas, y bajo la presidencia del líder de los trabajadores, del hombre fuerte, del hombre honesto, del hombre íntegro, desfilaban en un conjunto abigarrado jóvenes, mujeres, campesinos, soldados viejos de la Revolución, agraristas y técnicos del Departamento Agrario. Este cuadro, este desfile puede considerarse - y así se pensó entonces - como un magnífico símbolo del México nuevo. Todas las fuerzas sociales están coincidiendo en un afán de edificación: la edificación económica de un México revolucionario. La Revolución, que ha tenido en sus páginas los más sublimes momentos de gloria y los más trágicos instantes de convulsión, podía ya ver en ese desfile, en el culto al trabajo, en el culto al esfuerzo, en el culto al entusiasmo, su más alta culminación sociológica.

Las revoluciones - ¿quién no lo sabe? - se engendran por el mecanismo natural de la historia en la lucha de los que no tienen nada contra los que lo tienen todo. La dinámica propia de la Revolución se condensa en la lucha de clases; pero la Revolución, que es un momento de videncia, el momento en que los hombres abandonan el campo y abandonan el taller para improvisarse soldados, no puede detenerse en el instante en que ya se ha hecho gobierno. Por el contrario, entonces es precisamente cuando alcanza su mayor responsabilidad, la responsabilidad que ha contraído en los campos de batalla. Quiere decir esto que toda revolución, para justificarse plenamente, debe ir creando una economía de mayor amplitud justiciera que lleve el bienestar hasta el último rincón del país, que se haga sentir hasta en la última célula de nuestra nación. Si esta cualidad de bienestar no la resuelve la Revolución, la Revolución entonces no ha terminado todavía su tarea.

Por eso nosotros pensamos que la Revolución Mexicana es un proceso de lucha permanente en beneficio de las clases trabajadoras del país, y que en tanto que estas clases trabajadoras del campo y del taller no hayan logrado su reivindicación económica integral, su reivindicación cultural integral, su reivindicación moral integral, la Revolución debe seguir, como hasta ahora, en pie y en marcha, conquistando cada día mayores triunfos. (Aplausos.)

La gesta milagrosa de nuestra Revolución todavía está esperando al poeta y al artista que la canten. La Revolución nuestra, a diferencia de algunos otros procesos históricos, se hizo sin una preparación doctrinaria previa. Si la Revolución Francesa tenía ya el antecedente de la Enciclopedia, si los franceses habían ya preparado el camino doctrinal de la Revolución, si la Revolución Rusa tenía por su parte, también, un antecedente teórico y racional perfectamente definido, la Revolución Mexicana se hizo, por desgracia o por fortuna, a espaldas de los intelectuales.

Los intelectuales de México no supieron entender cuál era el proceso social y económico de nuestro país; los intelectuales de México estaban ciegos al malestar del país, y precisamente en los días en que estaba ya por culminar la reacción violenta, los intelectuales pensaban que nuestra nación era un ejemplo de paz, de orden y de método, sin darse cuenta de que esta simple visión de escaparate estaba ocultando una enorme inquietud. Apenas si voces aisladas, que no dejaron nunca salir a plena luz, vinieron apuntalando el malestar social; apenas si los precursores gloriosos de nuestra Revolución, con un ímpetu desordenado, con una preparación anarco - sindical, dejaban ir cayendo en las manos ávidas del pueblo los ejemplares de sus primeros periódicos y de sus primeros manifiestos; apenas si las voces de Flores Magón, la voz Profética de Praxedis Guerrero, la voz de Sarabia, la voz de todos estos hombres que autodidácticamente en la propia lucha iban sembrando de inquietud nuestro país; apenas si esas voces pudieron anunciar la tormenta. Pero la circulación de esos periódicos, la circulación de los primeros libros, como el libro de Molina Enríquez sobre los problemas nacionales, era constantemente detenida, de tal manera que puede afirmarse en verdad que la Revolución Mexicana se hizo sin antecedentes teóricos; se hizo simplemente como la reacción natural de un pueblo sojuzgado; se hizo como el movimiento natural y espontáneo de las masas campesinas y obreras; y por eso mismo, cualquier error que haya tenido nuestra Revolución; cualquier apreciación de zigzag en el proceso mismo de ella, está plenamente disculpado, y la crítica de nuestra Revolución debe hacerse desde el plano santificado del dolor del pueblo mismo que la llevó a cabo; en el ensueño, en la acción, en el sacrificio y en el triunfo, fue el pueblo, no los intelectuales, no los teóricos, quienes hicieron posible nuestra Revolución. (Aplausos.)

De esta manera se explican suficientemente los titubeos y la necesidad que la misma Revolución ha tenido a veces de corregir sus destinos. No era posible que siguiera una línea recta la Revolución. Si esto, ya dentro de la sociología pura, es una actitud utópica, una tesis utópica, pensar que una revolución puede seguir una línea recta, en México tiene todavía una explicación más sólida. Las

rectificaciones o los titubeos que ha tenido que sufrir el proceso revolucionario, se explican así suficientemente.

Y bien, veintisiete años no son de otro modo bastantes para borrar toda la inquietud producida por el reparto injusto de la riqueza, del bienestar y de la cultura. Los males de nuestro país principian desde el momento de la Conquista; los males de nuestro país principian desde el momento en que el español, usando de la razón de la fuerza, que nunca es razón, divide ya a nuestra pobre nación en una calidad de explotados y de explotadores. Los males se van agudizando a medida que se desenvuelve nuestra historia, y ni siquiera el gesto magnífico de la Reforma es suficiente para resolver la contradicción económica; con todo y la buena voluntad de aquellos hombres montañas que vinieron a señalar la reforma, no se corrigió el mal y la tierra siguió siendo acaparada por unos cuantos privilegiados y la enorme multitud de campesinos continuó en la miseria. Entonces la Revolución Mexicana de 1910 no es un proceso aislado; no es un tiempo que aparece como brote único en nuestra historia; es el tercer tiempo de nuestra historia unido a los demás: la lucha de clases se inicia en el movimiento de Independencia, pasa por la Reforma y culmina en 1910. Nuestra historia tiene unidad, la unidad que le da el malestar del pueblo en su afán por liberarse. Nuestra historia tiene justificación plena, porque se desenvuelve unitariamente desde la Independencia hasta nuestros días. Por fortuna para nosotros, desde el momento en que toma el Gobierno el señor Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas, la Revolución da un paso ya en firme; piensa que ha llegado el momento de razonar su vida. Ya no es simplemente el impulso romántico; ya no es simplemente la actitud juvenil, plena de fuerza; ya es la actitud serena del que vuelve la cara atrás para ver lo que ha caminado y mira hacia adelante con austeridad para ver cuáles caminos debe seguir.

De esta manera, y por primera vez en la historia de México, se piensa en un plan que coordine las energías y que coordine los esfuerzos; un plan que metodice lo mismo la vida económica, que la vida cultural; un plan que, en fin, venga a corregir la actitud psicológica de los mexicanos, que son fáciles al entusiasmo, pero difíciles a la disciplina, y venga a traer normas correctas de cooperación social. Y esta existencia de un plan ya le da a México una fisonomía propia.

Naturalmente que el hecho de que todavía en México subsista la propiedad privada, hace para el Gobierno la tarea difícil. Un plan de coordinación económica no puede verificarse plenamente, en tanto exista la iniciativa privada; pero de todas maneras el Plan Sexenal ya va a corregir dos defectos fundamentales: primero, vamos ya hacia una economía racional y, segundo, vamos a defender las reservas económicas del país; y resolviendo estos dos problemas fundamentales, el Plan Sexenal se corona con un sistema educacional que le permita asegurar su vida en el futuro, dando a los niños y a los jóvenes una conciencia plena del momento histórico que vivimos, y asegurando así la existencia en el mañana.

Los tres aspectos coronan el plan; los tres aspectos le dan a nuestra Revolución un sentido de madurez, de reciedumbre, de solidez en el paso. No ha perdido de vista el ideal, no ha perdido de vista el ensueño, no ha perdido de vista lo que desea ser; pero está tomando en cuenta lo que es, lo que puede ser; para seguir firme.

Podría decirse que la Revolución Mexicana, después del Plan Sexenal, encajaba perfectamente ya en el símbolo de Eugenio D'Ors, en el molino de viento. El molino de viento - dice Eugenio D'Ors - agita sus aspas como enseña del ideal, pero asentado en la tierra firmemente, hace pan para dar de comer a los hambrientos. (Aplausos.)

El desarrollo del Plan Sexenal ha permitido entonces a la Revolución Mexicana pasar de la etapa de lo que podemos llamar las escaramuzas y los combates parciales, para asaltar los baluartes del enemigo, para asaltar los baluartes del capitalismo, para asaltar los baluartes de la reacción, y de esta manera es como la Revolución llega hasta la Laguna y pone el algodón en manos de los campesinos; llega hasta Yucatán y marcha ahora hasta Sonora, después de haber unido la Baja California económicamente al resto del país. Ha llegado entonces ya la Revolución a dar las batallas formales, y asegura así los fundamentos de una economía propia. Dentro de la tesis más estrictamente revolucionaria para México, la tarea es robustecer su nacionalidad. El defecto capital ante el examen de nuestra historia, estriba en eso: en que no hemos tenido propiamente una nacionalidad. Los viejos sociólogos pensaban que la nacionalidad se fincaba en la raza, en el lenguaje, en la identidad del lenguaje, en la identidad de costumbres; ellos decían de educación y hasta de fórmulas religiosas. Nosotros sabemos ahora que no son fórmulas sociales ni las fórmulas políticas la entraña misma de la nación, sino que son las fórmulas económicas las que pueden permitir estructurarse; de esta manera y en tanto que México no se haya liberado de una economía semicolonial y semifeudal; en tanto no vaya rescatando sus propias fuentes de riqueza para ponerlas en manos de los trabajadores, la nacionalidad mexicana tendrá que ir sufriendo los titubeos de ser, de querer ser y de debatirse dentro de esta ansia y dentro de este anhelo.

El Plan Sexenal está poniendo la economía al servicio de México, y ésta es una actitud estrictamente revolucionaria. Por otro lado, el asalto de estos grandes baluartes se está coronando con la preocupación de educar a las masas, por elevar su capacidad técnica; y la educación misma ha sufrido una transformación radical, una transformación completa; no es una educación enciclopédica, libresca y verbalista, sino es una educación que tiene como principal preocupación preparar técnicamente a los mexicanos para poder desenvolver su propia riqueza. Es así como vemos al México de hoy: resueltos sus dos problemas fundamentales, su problema interno sostenido por los obreros, por los campesinos, por los soldados, por los jóvenes y por las mujeres, y su problema internacional, ya que México ha podido vanagloriarse, según el decir de propios y de extraños, de estar apegado a

una norma de equidad, de justicia y de respeto al derecho de gentes. (Aplausos)

¿Han terminado los objetivos de la Revolución? ¿Ha terminado su misión? ¿Pueden sentirse los revolucionarios mexicanos plenamente satisfechos? Ya decíamos al principio que la Revolución mexicana debe entenderse como un tiempo en la lucha de clases internacional, como un aspecto, como un jalón en el problema que es universal, en la lucha de los explotados contra los explotadores y como un proceso de lucha permanente en la resolución de sus propios problemas. Y en tanto que se piense que la Revolución es esto, nadie puede juzgarse satisfecho, nadie puede abandonar sus armas, nadie puede dormir tranquilo; porque los viejos enemigos de ayer, los viejos enemigos de hoy, los viejos enemigos de mañana, aquellos que por la naturaleza histórica tendrán que defender los intereses creados, estarán siempre buscando la oportunidad para atacar a la Revolución.

No es una actitud demagógica, como piensan los críticos de la reacción, lo que hace que los mexicanos estén constantemente lanzando su alerta a las filas de los trabajadores; no es una actitud demagógica, porque sería negar la historia y sería negar el proceso dialéctico, si nosotros pensáramos que los afectados en sus bienes, en su vida y en sus privilegios, están ya complacidos de la obra de la Revolución; si nosotros creyéramos que los directamente afectados por el proceso revolucionario, han dejado todo intento de lucha y están aplaudiendo la obra nuestra. ¡No! Ellos están también en pie de lucha; emboscados, pero en pie de lucha; ocultos, pero en pie de lucha; hipócritamente, pero en pie de lucha; y entonces los revolucionarios, los viejos revolucionarios, los revolucionarios de hoy y los revolucionarios de mañana deben estar siempre listos para defender lo que la Revolución ha conquistado y para seguir dando siempre un paso más adelante.

Y en este concepto es grato pensar que la .... XXXVII Legislatura tiene un sentido pleno de su responsabilidad; es grato pensar que todos y cada uno de los componentes de nuestro Congreso, tienen conciencia del momento histórico que vivimos, y que muy más allá de las pequeñas diferencias que puedan surgir en el proceso mismo de la lucha, las masas de México, los trabajadores, los campesinos, los soldados, las mujeres, los jóvenes, los nuevos intelectuales, tienen sólo una ambición y tienen sólo una fe: la ambición de hacer a México más grande, y la fe revolucionaria en la justicia social. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Senador Garza Tijerina.

El C. Garza Tijerina Julián: Honorable Asamblea: Con la honrosa distinción de mis compañeros de Cámara, traigo ante ustedes mi modesta contribución para glorificar el veintisiete aniversario de la Revolución Mexicana, que en mil novecientos diez acaudillara el Apóstol Francisco I. Madero y que diera al traste con el carcomido régimen del caudillo tuxtepecano. He dicho que celebramos en este día el aniversario de la Revolución Mexicana de mil novecientos diez, sin caer en el error de creer que una fecha precisa marca la iniciación de nuestra Revolución, pues como proceso esencialmente originado por causas económicas, su gestación arranca de época más lejana, quizá desde la época misma de la conquista.

He calificado, compañeros, de gloriosa la Revolución Mexicana, porque nos basta un momento de meditación, nos basta recordar y comparar la situación de hoy con la que antes prevalecía, para que surjan espontáneamente todas las bondades de las conquistas realizadas por nuestra Revolución. Si recordamos aquellas masas castradas en su voluntad, con la injusticia de todos los días; si recordamos a aquel pueblo de México de entonces, subyugado por la miseria, con míseros jornales, con deudas que se transmitían de padres a hijos, sin escuelas, en la ignorancia más crasa, y para hacer más patente y más vergonzosa la situación, el esplendor oropelesco de las grandes urbes, junto a la miseria mayor de la aldea y del campo; junto a todo esto, compañeros, que hacía de nuestro México un país de ignorantes y un país de esclavos; si comparamos aquéllo, repito, con los obreros y campesinos de nuestros días, tiene que surgir inmediatamente cálido, emocionado, el grito que el pueblo, día a día, en los campos de batalla, en los vivacs del campamento, cuando se jugaba la existencia, el grito, digo, que el pueblo, en son de reto, en defensa de sus ideales, lanzaba, el grito de ¡¡Viva la Revolución!!

Es cierto, compañeros, que hay mucho por hacer; que aún tenemos en provincia, desgraciadamente, espectáculos tristes, cacicazgos y feudos que aún no desaparecen, pero que en manera alguna desdicen de la obra realizada, porque no tienen más que la misma representación de aquellos lunares improductivos que observamos en los eriales mejor labrados y que justifican lo que era y lo que puede ser la tierra y que dan una fe palpable y evidente de la obra de la inteligente mano que la ha preparado.

Por esta razón, compañeros, yo justifico a los que critican, justifico a todos los inconformes del ideal, justifico aun a aquellos que niegan que la Revolución no se ha hecho aún; porque precisamente estas inconformidades constituyen la Revolución misma, porque la Revolución no es más que el ansia del pueblo por darse una vida mejor. Y estas inconformidades son nuestro mejor acicate para seguir bregando incansablemente en la lucha; porque mentira que la Revolución pueda haber terminado; porque mentira que la Revolución termine mientras no se hayan realizado plenamente todas las justas aspiraciones sociales a que el pueblo tiene derecho. Mucho se ha hecho, por incomprensión unas veces, por dolo y mala fe las más, por restar méritos a la obra del Apóstol Madero: se le ha tildado de ignorante, de iluso, de mixtificador. Con toda nuestra buena fe, con toda sinceridad declaramos dolosas e injustas estas apreciaciones, porque se necesitaba de la fe de un iluminado, se necesita del ideal de un visionario y se necesita de toda la probidad de un apóstol para haber derribado un régimen de treinta años, para haber excitado a una nación sumisa y esclavizada a seguir en pos de un ideal, y después de una cruenta lucha, obtener el triunfo y el reconocimiento perpetuo de los suyos; reconocimiento evidenciado si consideramos cómo

toda la nación, cuando el pretorianismo de aquella época inmolara al caudillo, se fue a los montes en un noble afán de venganza y de justicia.

Y el pueblo, fue el pueblo, fueron los campesinos, los humildes campesinos de cuerpos tostados por el sol, quienes, rifle en mano, se fueron a los montes en defensa de sus ideales; y fueron los obreros también, los obreros de humildes overoles y de enorme corazón, quienes cruzaron las estepas mexicanas en lucha cruenta, palmo a palmo, disputando su situación a los privilegiados de aquella época, que habían hecho de México un feudo, un feudo para solaz y beneficio de unos cuantos, el lugar de constituir lo que nosotros deseamos que sea: el hogar amoroso y tibio que acoja a todos por igual.

Y entonces, este pueblo de obreros y campesinos que hicieron esta Revolución, ya no hicieron la revolución romántica de Madero, sino que a su triunfo plasmaron todos sus anhelos, todos sus ideales, todos sus deseos de justicia, en la magnífica Constitución de diecisiete que finiquitó brillantemente las cruentas jornadas de los campos de batalla. Desde entonces, compañeros, el sentido social de la Revolución Mexicana se ha ido afirmando cada vez más, y actualmente tenemos logradas conquistas que nos enorgullecen y que ya nadie discute: la tierra para el que la trabaja, el derecho de huelga para el obrero, la intervención del Estado en la economía y el revolucionario y justiciero proyecto de ustedes, del cooperativismo sin finalidades de lucro, la participación justa del trabajador en las utilidades del patrón, etcétera. Y palpita ya en el ambiente nacional y sentimos todos ya el deseo de unificación, el deseo de la unión de todos los explotados frente a los explotadores, la lucha del socialismo contra el fascismo, la necesidad de formar el Frente Popular Mexicano, Frente Popular que tiene simpatías en todas partes, en todos los rincones, allí, en cada lugar en donde palpita un corazón de proletario; Frente Popular que tiene simpatías y partidarios en ambas Cámaras y que harán de él una realidad, una hermosa realidad el día de mañana. Y este Frente Popular, junto al señor Presidente de la República, que hallé, en el Palacio Nacional, enarbola, impoluta, la bandera, la antorcha de las reivindicaciones sociales, será el más fuerte baluarte que defienda las conquistas que nos ha legado la Revolución Mexicana. (Aplausos).

- El C. Secretario Amilpa (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por el XXXVII Congreso de la Unión, el día veinte de noviembre de mil novecientos renta y siete.

"Presidencia del C. Alfonso Francisco Ramírez.

"En la ciudad de México, a las diez horas y cincuenta minutos del sábado veinte de noviembre de mil novecientos treinta y siete, con asistencia de ochenta y siete ciudadanos diputados y treinta y nueve ciudadanos senadores, se abre esta sesión solemne que se efectúa en homenaje a los precursores de la Revolución y a los revolucionarios de 1910 y 1913, y en ocasión del aniversario de la iniciación del Magno Movimiento Social Mexicano.

"Asisten a esta sesión, atendiendo la invitación que al afecto se les hizo, Secretarios de Estado, Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país y miembros del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario.

"El C. Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación, Licenciado Silvestre Guerrero, quien trae la representación del C. Primer Magistrado de la Nación, toma asiento a la izquierda del C. Presidente del Congreso.

"Se da cuenta con un oficio en el que el Consejo Directivo de la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución, felicita al Congreso con motivo del aniversario que se celebra y agradece el homenaje que se rinde a los iniciadores de la Revolución.- De enterado con agradecimiento.

"También se lee un cablegrama procedente de Barcelona, España, en el que las Cortes Españolas felicitan al pueblo mexicano en esta fecha.- De enterado con agradecimiento.

"En seguida el C. Diputado José Muñoz Cota, pronunciado un discurso en el que relata la trayectoria que han seguido los movimientos sociales del pueblo mexicano, hasta culminar en el que actualmente se está operando como una completa realización de las aspiraciones de las mayorías.

"El C. Senador Julián Garza Tijerina hace la apología de la Revolución Mexicana y exalta la memoria de sus iniciadores.

"Se lee la presente acta".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente (a las 11.30): Se levanta la sesión de Congreso General y se cita a sesión de Cámara para el próximo martes a las diecisiete horas.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

"DIARIO DE LOS DEBATES"

El Director, Jefe de la Oficina,

JOAQUÍN Z. VALADEZ