Legislatura XXXVII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19391010 - Número de Diario 9

(L37A3P1oN009F19391010.xml)Núm. Diario:9

ENCABEZADO

MEXICO, D.F. , MARTES 10 DE OCTUBRE DE 1939

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registro como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO III. - PERIODO ORDINARIO XXXVII LEGISLATURA TOMO VI. - NUMERO 9

SESIÓN SOLEMNE CELEBRADA POR EL XXXVII CONGRESO DE LA UNIÓN

El día 10 de octubre de 1939, para rememorar la disolución de las Cámaras Federales por el usurpador Victoriano Huerta, el 10 de octubre de 1913.

SUMARIO

1. - Se abre la sesión de Congreso General.

2. - La Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución envía sus felicitaciones a los supervivientes de la XXVI Legislatura y solicita se modifique el Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio del Estado. Trámite: Recibo, y a la Comisión de Trabajo en turno.

3. - Se concede la palabra al ciudadano Miguel Angel Menéndez, quien hace el elogio de la actuación de la XXVI Legislatura. Se concede la palabra al ciudadano José María de la Garza, Presidente que fue de la Cámara de Diputados de la XXVI Legislatura en la fecha de su disolución.

4. - Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del

C. CESAR MARTINO

(Asistencia de 89 ciudadanos diputados y 39 ciudadanos senadores.)

El C. Presidente (a las 19.30): Se abre la sesión de Congreso General, que a invitación de la Cámara de Senadores se celebra para rememorar la disolución de las Cámaras Federales por el usurpador Victoriano Huerta, en 1913.

- El C. Secretario Velarde Adán (leyendo):

"Consejo Directivo de la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución

"CC. Secretarios de las HH. Cámaras de Diputados y Senadores del Congreso de la Unión. - Presentes.

"Este Consejo Directivo de la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución, en sesión celebrada el día de ayer, acordó por sí y a nombre de sus HH. Dependencias en la República, dirigirse a esa H. Representación Nacional integrada por genuinos revolucionarios, para rogarles que por su digno conducto llegue nuestra más calurosa felicitación a los supervivientes y HH. Diputados de la XXVI Legislatura, a esos próceres que nos legaron digno ejemplo de civismo y lealtad a los principios básicos de la Revolución que encabezara el Apóstol de la Democracia, señor Francisco I. Madero, al negarse en esta fecha de aniversario, y con toda virilidad, a estampar su firma que debería sancionar el cuartelazo dado por el dipsómano Victoriano Huerta.

"Este sector revolucionario de genuinos Veteranos de la Revolución que integran la Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución, estima en todo lo que vale la noble y patriótica actividad de aquellos paladines de las libertades ciudadanas representadas ejemplarmente por los diputados XXVI Legislatura, y aplaude, sin reservas, por ser de justicia, el homenaje que rinde ese H. Congreso de la Unión a los preclaros ciudadanos a que nos hemos referido, y esta propia Confederación Nacional aprovecha la oportunidad para recordar a esa H. Representación los puntos de vista enviados para su estudio por la misma, en relación con el Estatuto Jurídico de los empleados federales a fin de que dentro de ese cuerpo de leyes se estatuya la forma práctica de aprovechar los servicios de todos aquellos elementos que contribuyeron a la consolidación de los principios revolucionarios hasta el 5 de febrero de 1917, plasmados en nuestra Carta Magna vigente; pues consideramos que hasta esa fecha terminaron las jornadas revolucionarias que culminaron con las orientaciones precisas en materia social y política de terminadas en nuestro Código Fundamental.

"Asimismo en esta solemne ocasión hacemos presente a esa H. Representación Nacional, que insistimos en que sean cesados de los puestos que inmerecidamente ocupan en la actualidad, elementos huertistas, así como claudicantes de la Revolución, para que en su lugar tengan entrada los genuinos revolucionarios que bien lo merecen por los sacrificios y por su juventud que ofrendaron en aras de un ideal de reivindicaciones populares, y muchos de los cuales se encuentran en el más completo abandono y en la miseria más deplorable.

"Protestamos, con motivo de la honrosa

conmemoración de este día, nuestra sincera admiración a los integrantes de las HH. Cámaras de Diputados y Senadores al Congreso de la Unión.

"Unidos en la Paz como en la Guerra"

"México, D. F., a 10 de octubre de 1939. - El Presidente del H. Consejo Directivo, ex Coronel Alvaro Hernández García. - El Secretario, Profesor Rafael Correa". - Recibo, y a la Comisión de Trabajo en turno.

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. Menéndez Reyes Miguel Angel.

El C. Menéndez Reyes Miguel Angel: Señores senadores y diputados de la XXXVII Legislatura del Congreso de la Unión: Por mandato de ambas Cámaras acudo a esta tribuna con objeto de expresar oficialmente el sentir de ambos Cuerpos Colegiados en ocasión del aniversario de la disolución de la XXVI Legislatura, consumada el año de 1913 por el usurpador Victoriano Huerta.

Puesto que muchos de ustedes embrazaron oportunamente el rifle para combatir a la oprobiosa tiranía y vivieron los acontecimientos de aquella época heroica, puede parecer de más que en esta ocasión refiera yo el movimiento maderista desde su génesis. Pero no ha de parecer los mismo a los compañeros de Cámara que eran niños cuando estalló el brote revolucionario de 1910. Es para éstos que recordaré, siquiera a grandes rasgos, aquella tragedia consagrada como la más nefanda, inútil y terrible de todos los tiempos del país.... (Aplausos.) Nefanda y terrible porque sus actores activos, Huerta, Blanquet y socios, apañaron sus siniestras intenciones con la apariencia de la amistad hacia Madero y le hicieron víctima después; inútil porque el pueblo encontró luego el camino de la verdad, y castigo severamente.

El 23 de enero de 1913, el Bloque Liberal Renovador de la XXVI Legislatura, que agrupaba a la mayoría cameral afecta al señor Presidente Madero, consideró indispensable llamar la atención del jefe del régimen acerca de la multitud de circunstancias adversas que afloraban en el panorama nacional. En sesión secreta había adoptado el acuerdo de redactar un documento en que se consignaran esas observaciones para leerlo al señor Madero, sin afán crítica política, sino en disimulo de amistad, con el fin leal de enderezar los procedimientos revolucionarios para dar estabilidad al régimen. Con emoción he leído los conceptos de que se informa ese documento histórico y no he podido menos que arribar al convencimiento de la profunda lealtad demostrada al señor Madero por la mayoría de la XXVI Legislatura. Ese magnífico documento, muy principalmente debido a la pluma del ex diputado yucateco don José I. Novelo (Aplausos.), maestro de civismo, fue leído al señor Madero en el Castillo de Chapultepec, el 23 de enero de 1913; en él se hizo notar al jefe del régimen en qué consistía la innoble labor de zapa que realizaban los enemigos de la Revolución disfrazados de colaboradores del gobierno maderista, los componentes de clase conservadora que obtuvieron sitios de responsabilidad en la política para intentar luego el retorno de los irritantes privilegios que amenazaba la Revolución.

Y todo cuanto la XXVI Legislatura estableció en ese memorial comenzó a ser realizado por los traidores a partir de febrero nueve, que estalló lo que conocemos con el nombre de "Decena Trágica". Es muy importante poner todo interés en la consideración de lo anterior, para dejar concluyentemente afirmado en la Historia, que la mayoría de la XXVI Legislatura fue leal al régimen de la Revolución. Si los diputados de entonces, quince días antes de que estallaran los hechos que nunca alcanzaremos a maldecir bastante, pidieron al señor Madero que los evitara o precaviera, y éste ofreció hacerlo, ¿no es patente la lealtad de esa mayoría cameral?.... A mi juicio, sí. (Aplausos.)

Decía que el nueve de febrero estalló la Decena Trágica. Con vertiginosa rapidez los traidores realizan su plan; consuman los asesinatos del Diputado Gustavo Madero y del Intendente del Palacio, señor Adolfo Bassó. Simultáneamente, la prisión de los más altos magistrados de la República, señores Madero y Pino Suárez. No creo, digo, en este punto que precise descender a la minucia para relatar los incidentes que engañándose forman el capítulo, la más triste jornada de la historia contemporánea.

No. Gran parte de nosotros los presenciamos. Baste recordar que los acontecimientos eran regidos por el monstruoso contubernio establecido entre los traidores y aquel por mil títulos nefasto embajador Henry Lane Wilson, cuyo nombre execrable provoca justa indignación, que tan deslealmente representó en México al Gobierno Norteamericano.

De ninguna manera - y hago el distingo porque hacerlo es de estricta justicia histórica - , pretendo arrojar culpa de la nefanda labor de ese desleal representante sobre el pueblo ni sobre el Gobierno de Norteamérica. Ni gobierno ni pueblo estado unidos tuvieron asomo de culpa de la actuación villana, irresponsable, por muchos conceptos maldita, de Henry Lane Wilson. No. De ningún modo. Pero a la sombra de él se fraguaron los hechos que ahora conmemoramos en son de anatema.

El 22 de febrero, aniversario del natalicio de Washington, en la Embajada Norteamericana deslealmente convertida en guarida de bandidos, Wilson, Huerta, Blanquet, Mondragón, y demás complicados en la trama horrible, bebieron champagne en la memoria del gran libertador. Entre frases galantes y cumplidos protocolarios, el diplomático indigno dio el consejo, quizá la consigna final. Y horas más tarde caían asesinados Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. ¡Que dije caían: se levantaban para siempre como apóstoles y mártires de la democracia! (Aplausos.)

¿Y después? Una apariencia de gobierno, sostenida por el terror de la represión sangrienta; un hálito de indignación recorriendo todos los corazones de la República; un sordo rumor de masa que se mueve lentamente, cautamente; un grito de protesta, el Carranza, secundado por gritos fuertes en todo el país. La XXVI Legislatura agredida de continuo; su minoría, compuesta por desleales, aceptaron complicidad con el usurpador; de los leales cayeron asesinados el representante yucateco don

Serapio Rendón y el oaxaqueño don Adolfo C. Gurrión. Se asesina canallescamente al Senador chiapaneco don Belisario Domínguez, y entonces la Cámara de Diputados, la mayoría de la XXVI Legislatura, sacude su estupor y se alza por los fueron de la ley. Con más elocuencia que yo, hablará el Acta de la sesión celebrada el 10 de octubre de 1913 en este recinto.

"Sesión del día 10 de octubre.

"A las cuatro de la tarde del día 10 de octubre de 1913, la multitud se aglomeraba en las graderías que dan entrada a la Cámara de Diputados, y varios gendarmes le impedían el paso, pues sólo era permitido para los diputados.

"Las galerías del Salón de Sesiones estaban materialmente cubiertas por agentes de la policía reservada, y en los sótanos y azoteas del edificio se hallaba igualmente fuerza armada, todos al mando de Alberto Quiroz.

"El entonces Ministro de Gobernación, Manuel Garza Aldape, se presentó en la Cámara de Diputados y en seguida se abrió la sesión; Quiroz había ordenado a los agentes de la reservada que hicieran fuego sobre los representantes del pueblo, tan pronto como él se los indicara. Se esperaba, que se abriese la discusión para comenzar los asesinatos.

"Al mismo tiempo, fuerzas del 29 Batallón rodearon el edificio de la Cámara de Diputados y el General Blanquet se encontraba al frente de las tropas, listas para atacar al pueblo a la menor demostración de protesta.

"Con asistencia del número suficiente de ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó la Secretaría, se abrió la sesión.

"El ciudadano Secretario Palavicini dio lectura al acta de la sesión anterior, que, puesta a discusión, sin debate fue aprobada en votación económica.

"El ciudadano Presidente: Tiene la palabra el ciudadano Secretario de Gobernación.

"El ciudadano Secretario de Gobernación: Plenamente autorizado por el señor Presidente de la República, vengo a dar cumplida respuesta a los acuerdos que esta Asamblea se sirvió tomar en su sesión de ayer.

"Debo manifestar que la actitud asumida por la Cámara en esta ocasión ha causado profunda extrañeza al Ejecutivo, porque no puede menos de considerarla sino como una agresión injustificada y como una transgresión de la esfera de las prerrogativas y derechos de los otros dos Poderes. Pretende esta Asamblea verificar investigaciones que son del resorte exclusivo del Poder Judicial;

(Se refería a la muerte del Senador Belisario Domínguez, para no mencionar la del Diputado yucateco Serapio Rendón y la del Diputado por el Istmo, Gurrión pide al Ejecutivo que ponga a su disposición, para el ejercicio de esas funciones, los elementos que la ley ha concedido a aquél para fines bien diversos, y no conforme la Cámara con este desbordamiento de poder, formula la apenas creíble amenaza de constituirse en otro lugar, que supongo eligirá en los campamentos revolucionarios (rumores), para considerarse garantizada y segura.

"El Ejecutivo protesta enérgicamente contra los cargos que entrañan las proposiciones aprobadas por esta Asamblea ayer; no admite la invasión que se pretende hacer de sus facultades y derechos, y pide a la Cámara que se sirva reconsiderar y revocar su acuerdo, que no está fundado ni en la razón ni en la ley.

"Me permito llamar la atención de los ciudadanos diputados sobre las graves responsabilidades que la situación del país impone a todos los que ejercen el Poder Público en cualquiera de sus diversas manifestaciones; me permito hacerles observar que el Ejecutivo ha procurado con ahínco guardar la más perfecta armonía con el Legislativo y vengo a declarar franca y solemnemente que si esta Asamblea cediendo a estímulos de patriotismo y de justicia, no reconsidera y revoca su acuerdo, suya será la responsabilidad de los acontecimientos a que su actitud pueda dar lugar (Siseos.)

"Termino, señores diputados, manifestando que tengo instrucciones del señor Presidente de la República, de esperar en este recinto la resolución que la Cámara tenga a bien dar sobre este grave y delicadísimo asunto.

"El ciudadano Malo Juvera: Pido la palabra.

"El ciudadano Presidente: Todo lo manifestado por el ciudadano Secretario de Gobernación, que han tomado los taquígrafos, se turna a las tres comisiones unidas de Gobernación.

"Se levantó la sesión.

"En seguida fueron aprehendidos ochenta y tres diputados y entre dobles filas de infantería y caballería, se les condujo a la Penitenciaría, donde fueron internados en las celdas siguientes:

(Quiere decir, compañeros, que para nosotros esta es una lista de honor.)

"453, Aquiles Elorduy. 455, Emilio López. 457, Pedro Galicia Rodríguez. 459, Rodolfo Reyes. 461, Abraham Castellanos. 463, Enrique Bordes Mangel. 465, Moisés García. 469, Alfonso G. Alarcón. 471, Jorge Vera Estañol. 473, Manuel Carvajal. 475, Alonso Aznar. 477, Pedro Zavala. 479, Yuis G. Guzmán. 481, Rafael Curiel. 483, Francisco Aries. 485, José I. Novelo. 487, Pedro B. Alvárez. 489, Alejandro M. Ugarte. 491, Antonio Aguilar, 357, Antonio Ancona. 359, Isaac Barrera. 361, Miguel Alardín. 363, José María de la Garza. 365, Silvestre Anaya. 367, Román Morales, 369, Gerónimo López de Llergo. 371, Alfonso Cravioto. 373, Hilario Carrillo. 375, Adalberto Ríos. 377, Guillermo Meixueiro. 379, Pablo Salinas y Delgado. 381, José María Lezama. 383, Patricio Leyva. 385, Jesús Martínez Rojas. 387, Benjamín Balderas Márquez. 389, Flavio González. 391, Marcelino Dávalos. 393, José Reynoso. 395, Manuel J. Méndez. 451, José Ortiz. 449, Manuel Malo. 447, Rómulo de la Torre 445, Rafael Castillo Calderón. 443, Francisco Verdugo Fálquez. 441, Faustino Estrada. 449, Ignacio Peláez. 437, Jesús Munguía Santoyo. 435, Tranquilino Navarro. 433, Miguel Hernández Jáuregui. 431, Pascual Ortiz Rubio. 429, José Pontón. 427, José N. Macías. 425, José Manuel Puig. 423, Ignacio Noris. 421, Emilio Ibáñez. 419, Ismael Palomino. 420, Luis Manuel Rojas. 415, Gerzaín Ugarte. 413, Francisco de la Peña. 411, Enrique Rodiles Maniau. 409, Vicente Pérez. 407, Guillermo Ordorica. 405, Enrique Ibáñez. 403, Valentín del Llano. 401, Joaquín Ramos Roa. 399, Eduardo Neri. 397, Marcos López Jiménez. 398, Félix F. Palavicini. 400, Luis Zubiría y Campa. 402, Gonzalo del Castillo Negrete. 404,

Enrique O'Fárril. 406, Alfonso Cabrera. 408, Mariano Vicencio. 410, Emilio Cárdenas. 412, Gonzalo Herrera. 414, Manuel García González. 416, Alfredo Vergara. 418, Trinidad Huerta. 420, Juan N. Frías. 422, Julián Ramírez Martínez. 424, Juan Sarabia. 426, Ignacio Borrego. 428, Armando Ostos."

Perdonad este extensa lectura. No he querido ahorrar un solo nombre, un solo número carcelario, porque para la XXXVII Legislatura del Congreso de la Unión de cada una de esas celdas brotó el fermento y surgió la chispa que habrían de engrosar el incendio purificador de la Revolución Constitucionalista..... (Aplausos.)

Esa es la historia, muda, fría, de una traición cuartelera y de la disolución de la XXVI Legislatura ordenada por el dipsómano usurpador. Ese es el relato a grandes rasgos de una serie de hechos infames, borrones en la historia de la Revolución, de la Patria; hechos enraizados en la dolorosa realidad mexicana, que quisiéramos extirpar de la dolida carne de la historia.

Cayó el usurpador al empuje del pueblo armado que jefaturó el señor Carranza, pero se diría que él dejó dispersas en el ambiente nacional las semillas de traición que quieren florecer todavía sus ramazones envenenadas y amenazar con ellas a la Revolución. Semillas venenosas como ésta, que un día entregó estos frutos de sinceridad:

"La Sumisión de los Jefes rebeldes guerrerenses al déspota y asesino Huerta.

"Guerrerenses:

"Nosotros que ostentamos como timbres de gloria los laureles conquistados por Galeana, el brazo derecho del Gran Morelos, Guerrero, Bravo y Alvárez, debemos hoy, para corresponder al prestigio de nuestro Estado en materia de hazañas heroicas, empuñar la bandera del patriotismo y lanzarnos a la lucha contra el bandidaje.

"El núcleo zapatista arraigado en Morelos se cree invencible. Nuestras armas han salido victoriosas en ocasiones más difíciles. ¿Os acordáis del Veladero, de Cuautla y de Querétaro? ¿No vaciléis. El zapatismo es la bandera de los bandidos, la bandera de los que matan, de los que roban, de los que saquean. Es la bandera negra que necesita exterminio completo y que no debe flamear ya en ninguna parte, porque es una vergüenza y una amenaza para nuestra patria.

"El levantamiento zapatista no persigue ideales: lo han probado todos sus repugnantes hechos, todas sus indignas acciones.

"La sumisión de los jefes rebeldes guerrerenses es una muestra palmaria de que no teníamos ligas con los bandidos; de que nuestro fin único era el derrocamiento del señor Madero; y ahora nos toca probar que las armas guerrerenses están al lado de la patria; que brillan aún en todo su esplendor, como en nuestras viejas épocas de gloria.

"Os invitamos, surianos, a formar un cuerpo de voluntarios para combatir el zapatismo; podéis desde luego inscribir vuestros nombres en el Hotel San Carlos, cuarto número 50.

"Guerrerenses:

¿Corresponderéis a vuestro prestigio de valientes?

"México, 31 de marzo de 1913.

"Juan Andrew Almazán. - Jacobo Arootian. - Daniel Reguera. - Pantaleón Añorve. - Encarnación Díaz. - Venancio Figueroa. - Celso Villa."

He ahí la semilla maldita del árbol de la traición, que intenta retoñar sobre el panorama nacional. Permitidme recordar en este punto que en nuestros bosques hay un árbol del cual nunca pende un nido ni brota un canto; en su vuelo, los pájaros sesgan el rumbo para evitar tocar su fronda; a su sombra no crece a la más raquítica yerba; si algún viandante transido de cansancio, ahogado por el sol canicular, cae en el engaño de su sombra y en ella distiende su cuerpo, morirá envenenado; el veneno del árbol pasará a su cuerpo, que reventará en llagas purulentas.....

Así es la sombra del huertismo sobre el panorama actual de México. Si permitimos que cubra nuestro cielo, todo será envenenado por ella.

Y ahora que el azar del discurso me llevó a rozar acontecimientos actuales, permitidme hacer una breve comparación: Huerta disolvió a las Cámaras porque en ellas se atrevieron los representantes del pueblo a criticar sus procedimientos. El chacal no respetó siquiera sea la Representación ni la vida de los funcionarios; muy menos la vida de los que no eran representantes, sino simples ciudadanos que muy justamente criticaban su deslealtad. Las víctimas del huertismo pueden contarse por millares. Y mitad en este momento lo que ocurre: el mitin almazanista celebrado en días pasados en el teatro Arbeu de esta ciudad, oradores que no tienen idea de lo que hablan, o que saben muy bien lo que pretenden, se expresaron así: "Iremos a buscar la libertad de México a través de las miras de los fusiles." "Cueste lo que cueste", iremos a la montaña, iremos a la sierra, pero llevaremos a Almazán a la Primera Magistratura del País."

Si viviéramos la época de infamias del huertismo, esos oradores ya no estarían vivos. El Gobierno del General Cárdenas, régimen revolucionario por excelencia, no es capaz de atacar la libertad de expresión y se manifiesta sereno, firme en su fortaleza. Está seguro de que el pueblo no permitirá nunca que el huertismo florezca de nuevo sobre el panorama nacional.

Volviendo al propósito central de esta ceremonia, condenar la disolución de la Cámara de Diputados decretada por el usurpador, advierto que al hacerlo, surgen por sí solos, envueltos en sus propios heroismos, los representantes populares que supieron cumplir con su deber. Y se diría que hace falta establecer de modo permanente, en el calendario de los recuerdos oficiales, una fecha en la cual se celebre el día del Parlamentarismo, fecha en la que se exalten las virtudes de los representantes populares que ameriten con sus hechos tal exaltación, y que fundamentalmente sirva para recordar que por encima de todos los poderes de la Nación, se alzan las asambleas legislativas, que representan al pueblo.

Me permito presentar desde ahora la iniciativa, a reserva de hacerlo por escrito para que sufra los trámites consiguientes. El parlamentarismo, en México, necesita cultivarse; requiere cultores que a toda costa se disciplinen en la idea de ser útiles a la colectividad. El parlamentarismo en México necesita ser una función de la más alta naturaleza, propia del más arraigado espíritu revolucionario y

guiada por el propósito certero de convertir en leyes los afanes populares. Fundaré la iniciativa en su oportunidad.

Quiero recordarles ahora, porque parece propicia la ocasión, que en los sótanos de este edificio, el de la Cámara, existe una piedra gigante que la XXVI Legislatura quiso utilizar para recordar de manera eterna a la primera Asamblea Legislativa del país, que nos entregó política: el Supremo Congreso Nacional de América, reunido en Chilpancingo, el 13 de septiembre de 1813. Esa piedra gigante, soterrada en los sótanos de este edificio, debe ser exhumada y puesta en sitio adecuado para marcar fechas como ésta, para ser base de un monumento que diga a todas las edades del poder y de la lealtad de las asambleas legislativas, que representan directamente al pueblo. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. José María de la Garza.

El C. Licenciado José María de la Garza: (Aplausos nutridos al subir a la tribuna).

Respetable señor Presidente; muy estimados diputados y senadores de la XXXVII Legislatura Federal:

Me siento en este momento sumamente honrado y complacido de que un Congreso tan respetable como éste me haya concedido la palabra, cuando soy en la actualidad un simple ciudadano. En épocas anteriores el pueblo me confirió la representación de uno de los Distritos de Nuevo León, mi querido Estado natal; ese Distrito tiene por cabecera a Linares. Representando a ese Estado, ingresé modesta y humildemente a esta respetable Cámara, y vine a ser uno de los componentes de la XXVI Legislatura Federal, a la que ahora este Congreso, con tanto cariño, con tanto afecto y con tanto patriotismo ha venido a honrar en este acto y en esta tribuna por uno de sus más esclarecidos y dignos representantes, quien me acaba de preceder en el uso de la palabra.

Varias veces en esa patriótica XXVI Legislatura me tocó ocupar este lugar, y después, en el memorable mes de octubre de 1913, esta Representación me honró con la Presidencia de la misma. Bien, señores, en una de las memorables sesiones de esta Cámara, el día nueve de octubre, estaba en ese honroso sitial, cuando los representantes todos, muy genuinos, del Estado de Chiapas, juntamente con el Licenciado Coss, se acercaron a mí y me dijeron ese día nueve de octubre: "El día siete han aprehendido al Senador Belisario Domínguez; lo han separado de su hijo. Se dicen muchísimas cosas importantes, sumamente graves sobre la desaparición del Senador Domínguez, de quien se nos manifiesta que ha sido inmolado cobarde y canallescamente. Nosotros queremos, con todo patriotismo, con todo denuedo y con toda energía hacer esta representación ante la Cámara; nos sentimos en este momento verdaderamente héroes, nos sentimos en este momento sin miedo y sin debilidades de ninguna clase. ¿Usted estaría con nosotros? Y entonces yo les dije a los de esa simpática representación que estaba en absoluto con ellos. (Aplausos nutridos). Y esos señores eran de los más modestos en la XXVI Legislatura, porque lo más representativos, a los que se llamaba el Partido Católico, ustedes los pudieron ver después como unos héroes denodados y sin miedo, y ellos formularon la proposición, proposición que fue aceptada por la Cámara para que se tramitarán, y esa proposición se tramitó aquí hasta que dio resultado y ese resultado, como lo acaba de decir el que me procedió en el uso de la palabra, consistió en nombrar una Comisión de diputados de la XXVI Legislatura para que con amplias facultades en los ramos de Gobernación, Hacienda, Justicia y demás fueran a investigar la desaparición del Senador Domínguez.

En la tribuna de la Cámara no se dijo lo que había pasado con ese magnífico patriota; pero sí aquí en las curules y a mí en lo privado se me dijo que habían sido verdaderos chacales, verdaderas fieras los que se habían enfrentado con el magnífico ciudadano Belisario Domínguez, y esto porque el discurso o los discursos que había pronunciado Belisario Domínguez no los pudieron refutar y eso ardió gravemente no sólo en el ánimo de Victoriano Huerta, ese chacal indigno, sino también en todos sus corifeos, en todos sus Secretarios de Estado. Se decía aquí que a este señor, después de quitarlo de los brazos de su pequeño hijo, a quien había dejado llorando en el Hotel Iturbide, se lo habían llevado; lo amarraron en la plancha de un médico y ese médico le cercenó toda la lengua, y después de que le había cercenado toda la lengua, cuando lo tenían perfectamente amarrado, le daba cachetadas y le decía las palabras más soeces y más indignas, diciéndole que por qué no volvía a decir las frases que había dicho contra Victoriano Huerta.

Ustedes comprenderán el estado de ánimo en que nos pusieron a todos nosotros. Tan luego como se acabó la sesión, inmediatamente, con un propio, mandé el oficio correlativo, y la orden que le di al enviado fue que lo llevara directamente al Palacio Nacional y que si no encontraba a Victoriano Huerta, pasara a buscarlo al lugar donde estuviese para hacerle entrega de ese memorial. Se le entregó el oficio a Huerta, y según supimos después en la Penitenciaría, convocó inmediatamente a todos sus ministros para tratar sobre este caso. Ya desde allí se decretó el exterminio de todos nosotros.

Pero hay asuntos, como dicen los religiosos, que son providenciales. En la época de Madero habíamos tratado aquí varios asuntos y cuando algunos tenían cierta gravedad, se había acordado que repartiéramos boletos; esos boletos se imprimieron y se repartían con alguna frecuencia entre los diputados para que ellos, a su vez los distribuyeran entre sus amigos. Pero por motivo de una orden superior, se acordó por la inmensa mayoría de la Cámara que ya no volviera a hacerse uso de esos boletos. Creo que yo di mi voto con la mayoría. Pero después de este acontecimiento y temiendo algo grave y anormal, porque yo mandé con ese propio el oficio relativo, con toda mi firma, vine el día diez en la mañana como a las once y me encontré con tres diputados en la Oficialía Mayor. Le manifesté al señor Oficial Mayor, con que quien hablé, que si tenía boletos de los que se habían usado antes. Me dijo que sí. Yo le dije entonces que me hiciera el favor de traerlos, y él con mucho respeto me dijo:

"Señor Presidente, tal vez usted no asistió a la sesión en que por mayoría de votos, casi por unanimidad, se acordó que no se volviera a hacer uso de esos boletos." De manera que esto traía casi una prohibición. Pero yo, delante de los diputados, le dije: "Esas prohibiciones, son para épocas tranquilas, para épocas de paz; en días anormales, como en los que estamos ahorita, yo paso sobre esa resolución de la Soberana Cámara, con la cual creo yo haber votado por la mayoría, y me hizo este favor.

"Le agradezco mucho esta indicación que me hace, pero pase usted y traiga los boletos." Trajo los boletos; me dio a mí tres de tribuna, tres de galería, y se le ordenó que siguiera repartiendo esos boletos. Los boletos se repartieron entre los diputados.

Salí yo, me fui para mi casa; pero di antes la orden concomitante de que se pusieran en todas las escaleras y todas las puertas de acceso al edificio, a los mozos que correspondiera para que recabaran los boletos de rigor. Y eso fue lo que nos dio la clave del enigma de las tropelías de Victoriano Huerta. Pasé a mi casa; estaba comiendo con mi familia cuando vino una de las sirvientas y me habló manifestándome que el Oficial Mayor estaba alarmadísimo y que deseaba hablar conmigo, que estaba sumamente acobardado, que me acercara al aparato; me acerco al aparato y oigo en verdad la voz de un hombre de lo más asustado posible; pero tenía razón: se trataba del chacal Victoriano Huerta y sus secuaces, que estaban por el estilo de Victoriano Huerta. Llegué al aparato y pregunté: ¿Quién habla? - "Habla el Oficial Mayor de la Cámara, señor Presidente". Parece que estoy oyendo en este momento las palabras de él: "Habla el Oficial Mayor de la Cámara para comunicarle a usted que acabo de llegar al edificio y me encuentro con esta novedad: que seiscientos u ochocientos hombres, militares disfrazados de paisanos, por medio de la violencia y arrollando a los mozos que usted ordenó se colocaran en las puertas y escaleras que dan acceso al edificio, han penetrado a la Cámara y ocupan totalmente las tribunas y las galerías. Estos hombres traen una o dos pistolas y más de cuarenta o sesenta cartuchos cada uno, y me dicen que esas pistolas y esos cartuchos los quieren para los diputados y para los senadores que vengan aquí si son tan hombres. Yo tengo más de dieciséis años de estar prestando servicios en esta Cámara - porque él era de la época porfiriana - tengo más de dieciséis años de prestar servicios en esta Cámara y nunca he presenciado un acontecimiento de esta naturaleza. La verdad es, señor Presidente, que me siento maniatado; no sé qué hacer. ¿Qué hago? Además, debo agregarle que me acabo de acercar a Chávez, el Inspector de Policía, el achichincle de Huerta, y este señor me ha amartillado la pistola y por poco me mata. ¡No sé qué hacer¡"

En el acto le contesté: "Espéreme usted allí, que ya voy a dictar con energía las órdenes que correspondan", y dejé llorando a mi señora. Quise traerme la pistola que tenía en el buró de mi casa, pero comprendí que una pistola ante ochocientos o mil hombres que estaban armados aquí hasta los dientes, era inútil, no tenía caso, y que era preferible toda la indignación de un hombre que nunca le ha tenido miedo a nada ni a nadie. Me vine aquí, como quien va al paredón y al sacrificio, porqué, repito, nunca le he tenido miedo a nada ni a nadie, y vine como los hombres a morir aquí patrióticamente. (Aplausos.)

En el camino me encontré a unos paisanos a quienes les comuniqué todo esto. Trataron con muchas galanterías de disuadirme, pero les dije que había dejado a mi señora llorando, a un ser tan querido como ella, y que por tanto no iba a consentir en aceptar consejos de ellos. Me acompañaron hasta la escalinata y allí encontré a un sinnúmero de policías que estaban haciendo guardia. Trataron de estorbarme el paso y entonces les dije que yo era el Presidente de la Cámara. Se abrieron inmediatamente y llegué a la puerta viendo al Oficial Mayor completamente anonadado, completamente caído. Con él estaban muchos de los mozos que habían tratado de estorbar el paso a los militares disfrazados de paisanos y a los de la reservada; muchos de ellos estaban sangrando de la cara, de los brazos, de las piernas, porque los habían pisoteado, pues los esbirros habían pasado como una horda de bárbaros, como si fueran cabras, como borregos habían pasado sobre esos mozos.

Yo entonces le dije que quería venir a ver cómo estaban las tribunas y las galerías. Entré por esa puerta a dar a la de aquí, para entrar por ese pasillo, por donde ahora me he movilizado; venían casi todos ellos detrás de mí; yo creí que iban a entrar conmigo. Di cuatro o seis pasos y ya no entraron, se quedaron allá. Entonces usábamos jacquet, usábamos sombreros de bola todavía, y sin quitarme el sombrero y con ímpetu me puse a ver para las tribunas y las galerías para ver en qué estado se encontraba el ambiente. Yo creí que ante ese desafío me iban a decir algún improperio, algún rumor o algo. Pues no, señor, casi puedo asegurar, poniéndome la mano en el corazón, que era del público más correcto, más sensato y más caballeroso de la capital de la República; casi creí en ese momento que no eran tales militares disfrazados de paisano ni policía reservada, y me devolví con el propósito de amonestar seriamente al Oficial Mayor que me había engañado; pero después ya no pudo haber engaño tanto, porque estos señores no habrían podido enseñarme sangre y la raspaduras de su cuerpo. Entonces acepté ya eso como hecho consumado. Se vinieron los acontecimientos consiguientes y se abrió la sesión.

Como ustedes habrán oído, Garza Aldape venía ampliamente facultado por el dictador Victoriano Huerta para quedarse en este recinto de la Representación Nacional hasta que se hubieran revocado los acuerdos del día nueve. Yo entonces me pregunté: "Si has venido sabiendo que te van a asesinar aquí, tú pudiste haber ido a una legación o haberte quedado en tu casa, como se habrían quedado muchos Presidentes de Congreso en casos semejantes; tú has venido aquí y vas a votar hasta el último. ¿En qué sentido vas a votar? ¿Por la negativa, como votarán tus compañeros, con esa presión armada tan brutal y tan fuerte? No lo sé. Pero si vas a votar por la negativa ¿por qué de una vez no adoptas una resolución? ¿Por qué no te enfrentas tú directamente contra ese chacal Victoriano Huerta?" Eso me decía mi ánimo y así procedí, y a cuantos diputados me venían a preguntar aquí que qué

iba a hacer, yo les decía: No lo sé todavía; esperen ustedes los acontecimientos.

Cuando terminó de hablar Garza Aldape, entonces levanté la sesión en la forma en que acaba de quedar consignado, y eso significaba el decir, al turnar el asunto a las comisiones, dentro de quince días nos veremos; y el que había dicho que tenía instrucciones terminantes y precisas del Presidente de la República de permanecer en el seno de esta representación hasta que fuesen revocados los delicados y graves asuntos, recibió esta contestación: ¡Hasta dentro de quince días nos veremos! (Aplausos.)

No quedo allí el asunto. Díaz Mirón, que había sido un servil, un incondicional, el más inmundo y el más indigno de los incondicionales de Gustavo Madero - y Gustavo Madero estaba casado con una prima hermana mía - ya se veía en esos días como un huertista de los más consumados. Era el director de un periódico que me parece se llamaba "El Imparcial". Cuando bajó Garza Aldape, porque desde aquí pronunció su arenga, cuando bajó por esta escalinata, casi corrió Díaz Mirón para juntarse con él. Subió para allá; pero como yo ya había levantado la sesión, estaba dispuesto a bajarme de la plataforma que hay aquí; pero tropecé con Garza Aldape. Venía muy pálido y detrás de él Díaz Mirón. Había tenido un conflicto conmigo y sabía que conmigo no jugaba, lo sabía perfectamente bien. Entonces Díaz Mirón, que en otras circunstancias hubiera sacado la pistola - como lo había hecho en veces anteriores, - para darme un balazo, o me hubiera dicho: "Señor Licenciado de la Garza: aquí va usted a hacer esto y lo otro", sabiendo que no me podía ordenar en esta forma, creyó conveniente azuzar al Ministro Garza Aldape, pensando que éste me acobardaría. Entonces Garza Aldape, en un tono menos que medio me dijo: "Oye Chema - era su expresión - oye Chema, no tratemos de hacernos guajes; si las Comisiones no dictaminan dentro de quince minutos, disuelvo el Congreso."

Yo, como buen carrancista, como unido a don Venustiano por conducto de Eliseo Arredondo, sentí un gran vuelco en el corazón y le dije: "Yo no abro sesión hoy; ya levanté la sesión. Ya ves que nunca vuelvo sobre mis pasos; y ahora, hasta mañana. Si quieren esperar aquí, mañana tendrán la resolución; pero las comisiones tienen quince días para resolver."

Entonces vino un secretario para decirme que el Presidente de la Cámara de Senadores querían hacerme una felicitación muy amplia. Fui a recibir la felicitación del Presidente del Senado y ya después bajaron los mílites, pasaron lista y nos fueron llevando a la Penitenciaría.

Saben ustedes todo lo demás que pasó; pero sí debo decirles esto: Todos los componentes aquí a quienes yo les mandé decir que si me apoyaban en las resoluciones que yo tomara, todos me contestaron que estaban de acuerdo conmigo y que me apoyaban incondicionalmente en todo lo que hiciera; porque les mandé decir que tanto José María de la Garza como el Presidente del Congreso de la Unión en su respectivo carácter, les suplicaban y pedían que me apoyaran en todo lo que yo hiciera. Y todos me contestaron que estarían conmigo. De manera que toda la XXVI Legislatura se puede decir que estuvo conmigo y nos enfrentamos directamente con Victoriano Huerta, sabiendo quién era Victoriano Huerta, que es uno de los Ejecutivos que han gobernado en el mundo, que ha sido de los más chacales, más dipsómano y más carnicero que nadie. (Aplausos nutridos.)

- El C. Secretario Velarde Adán (leyendo):

"Acta de la sesión celebrada por el XXXVII Congreso de la Unión, el día diez de octubre de mil novecientos treinta y nueve, para rememorar la disolución de las Cámaras Federales por el usurpador Victoriano Huerta el 10 de octubre de 1913.

"Presidencia del C. César Martino.

"En la ciudad de México, a las diez y ocho horas y treinta minutos del martes diez de octubre de mil novecientos treinta y nueve, con asistencia de ochenta y nueve ciudadanos diputados y treinta y nueve ciudadanos senadores, se abre esta sesión de Congreso General que se celebra para rememorar el Golpe de Estado que dio el usurpador Victoriano Huerta, disolviendo a las Cámaras Federales el 10 de octubre de 1913.

"La Confederación Nacional de Veteranos de la Revolución envía su felicitación a los supervivientes de la XXVI Legislatura, y pide se modifique el Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio del Estado a fin de que se establezca la forma práctica de aprovechar los servicios de los revolucionarios y que sean cesados los elementos que prestaron sus servicios al régimen de Huerta. - Recibo, y a la Comisión de Trabajo en turno.

"El C. Diputado Miguel Angel Menéndez, a nombre del Congreso de la Unión, pronuncia un discurso en el que hace el elogio de la actuación de la XXVI Legislatura y relata las circunstancias en que se consumó el atropello contra las Cámaras de la Unión; se refiere a la labor que en la actual política nacional desarrollan elementos que sirvieron a la usurpación, y sugiere la creación del Día del Parlamentarismo Mexicano.

"En seguida se concede la palabra al C. José María de la Garza, Presidente que fue de la Cámara de Diputados de la XXVI Legislatura en la fecha de su disolución, el que rememora la viril actitud de la Cámara de que formó parte ante los crímenes de Victoriano Huerta.

"Se lee la presente acta."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se consulta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada el acta.

El C. Presidente (a las 19.35): Se levanta la sesión de Congreso General y se cita para el próximo viernes a las 17 horas.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"

El Director, Jefe de la Oficina, JOAQUIN Z. VALADEZ.