Legislatura XXXVIII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19420929 - Número de Diario 8

(L38A3P1oN008F19420929.xml)Núm. Diario:8

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F. MARTES 29 DE SEPTIEMBRE DE 1942

DIARIO DE LOS DEBATES DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO III. - PERÍODO ORDINARIO XXXVIII LEGISLATURA TOMO I. - NUMERO 8

SESIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 29 DE SEPTIEMBRE DE 1942

SUMARIO

1. - Se abre la sesión. Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior.

2. - Cartera.

3. - se aprueba un dictamen de la 1a. Comisión Ejidal consultando un acuerdo económico referente a la queja que presentaron varios campesinos de Lagunillas y Buena Vista, Estado de Querétaro.

4. - Se nombra una comisión para que investigue los hechos que se denuncian por conducto del C. diputado Marcos Sánchez, consistentes en atropellos en contra del C. Crispín B. Ocampo.

5. - El C. diputado Leobardo Reynoso rectifica las apreciaciones de algunos órganos periodísticos de esta capital y glosa los conceptos contenidos en los recientes discursos del C. Presidente de la República. Sobre este asunto hacen uso de la palabra los CC. diputados Antonio Betancourt Pérez, Luis Márquez Ricaño, José Gómez Esparza, Emilio Gutiérrez Roldán, Carlos Zapata Vela, Fernando López Arias y Alejandro Carrillo, quien propone se haga una gran edición de un ideario que contenga los conceptos del jefe de la Nación. Se aprueba la proposición.

6. - El C. José Torres rinde la protesta de ley como diputado suplente por el 5o. Distrito Electoral del Estado de Michoacán.

7. - Elección de presidente y vicepresidente de esta Asamblea para el próximo mes de octubre Escrutinio. Declaratoria.

8. - Se nombra una comisión para que asista, en representación de esta Asamblea, el acto en que el C. Gobernador del estado de Chihuahua rendirá su informe. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del C. MANUEL GUDIÑO

(Asistencia de 96 ciudadanos diputados).

- El C. Presidente (a las 12.45):Se abre la sesión.

- El C. secretario Salazar Florencio (leyendo):

"Acta de la sesión celebrada por la H. Cámara de diputados XXXVIII Congreso de la Unión, el día veinticinco de septiembre de mil novecientos cuarenta y dos.

"Presidencia del C. Manuel Gudiño.

"En la ciudad de México, a las doce horas y cincuenta minutos del viernes veinticinco de septiembre de mil novecientos cuarenta y dos se abre la sesión con asistencia de ochenta y ocho ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó el C. secretario Emilio Gutiérrez Roldán.

"Se aprueba, en votación económica y sin discusión, el acta de la sesión anterior que se celebró el día veintidós del mes en curso.

"La secretaria da cuenta a la Asamblea con los siguientes documentos en cartera:

"Cablegrama en que la Cámara de Diputados de la Nación argentina expresa a esta Asamblea su solidaridad con motivo del aniversario de nuestra Independencia Nacional. - De enterado con agradecimiento.

"Cablegrama en que la cámara de Diputados de la República de Chile envía un saludo a esta Asamblea, con motivo del aniversario de nuestra Independencia, y hace votos por la unión continental y por la felicidad de los pueblos americanos. - De enterado con agradecimiento.

"La Secretaría de Relaciones Exteriores transcribe un cablegrama en que la Cámara de Diputados de la República de Perú expresa su solidaridad y simpatía con nuestro país, que tan valerosamente defiende los ideales democráticos de América. - De enterado con agradecimiento.

"La Secretaría de Relaciones Exteriores solicita se conceda al C. doctor y general Francisco Castillo Nájera el permiso constitucional necesario para que acepte y use la condecoración militar "Estrella de Abdón Calderón", de primera clase, que le ha concedido el Gobierno de la República del Ecuador. - Recibo, y a la Comisión de Puntos Constitucionales en turno.

"La Legislatura del Estado de Morelos participa que abrió y clausuró con fecha 15 del actual, un período extraordinario de sesiones a que fue convocada por su Diputación Permanente. - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Nuevo León informa que abrió el primer período de sesiones ordinarias de su último año de ejercicio, con fecha 16 del mes en curso. - De enterado.

"La legislatura del estado de Oaxaca comunica que inauguró, con fecha 16 de los corrientes, el primer período ordinario de sesiones que corresponde el tercer año de su ejercicio legal. - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Tabasco participa que abrió el primer período ordinario de sesiones de su segundo año de funcionamiento, con fecha 16 del actual. - De enterado.

"La legislatura del Estado de Tamaulipas avisa que el día 1o. del actual abrió el segundo período ordinario de sesiones correspondientes al segundo y último año de su ejercicio legal. - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Zacatecas comunica que, con fecha 16 del actual, abrió el primer período ordinario de sesiones correspondiente al segundo año de su ejercicio legal. - De enterado.

"El C. doctor Rafael Pascacio Gamboa participa que, con fecha 16 de los corrientes, volvió a asumir el Gobierno del Estado de Chiapas, dando por terminada la licencia de que disfrutaba. - De enterado.

"El Ayuntamiento de Ecatepec Morelos, Estado de México, invita a esta Asamblea a las ceremonias que se efectuarán en ese lugar con motivo del aniversario del natalicio del gran Morelos, y a que designe un orador que haga uso de la palabra en esa ocasión. - Se designa en comisión a los CC. diputados Rafael Cárdenas R., Tomás Pérez R. y Porfirio Ramírez, fungiendo como orador el C. Cárdenas R.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales que termina con un acuerdo económico por el que se manifiesta al C. Luis G. Moreno Irazábal que no procede la concesión del permiso que solicita, para tomar parte en algún hecho de armas durante su viaje a la Gran Bretaña. - Aprobado sin discusión.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales por lo que se dice al C. Domingo Pérez Alonso que, encontrándose México en estado de guerra, no es posible concederle el permiso que solicita para ingresar en los cuerpos aéreos norteamericanos. - Aprobado.

"Dictamen de la 1a. primera Comisión de Gobernación por el que se manifiesta a la Unión de Precursores y Veteranos de la Revolución de Puebla, como resultado de su escrito, que no es de la competencia de esta Cámara la aprobación o desaprobación de los actos con que honró a los precursores de nuestros movimientos sociales. - Aprobado sin discusión.

"Dictamen de la 1a. comisión de Gobernación por el que se sugiere al H. Congreso Nacional del Perú modifique la iniciativa que envió a esta Cámara, en el sentido de que sea el 15 de enero de cada año el "Día de la Solidaridad Americana", en conmemoración de la fecha de iniciación de la Conferencia de Cancilleres de Río de Janeiro. - Sin discusión se aprueba.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Gobernación sobre el relativo proyecto del C. Presidente de la República, y que termina con un proyecto de decreto por el que se declara el 23 de octubre de cada año Día Nacional de la Aviación.

"Con dispensa de trámites se pone a discusión y sin que la motive, en lo general, ni en lo particular, es aprobado por unanimidad de ochenta y ocho votos. Pasa al senado para sus efectos constitucionales.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales que somete a la consideración de la Asamblea el proyecto de declaratoria de reforma al segundo párrafo del artículo 5o. constitucional, hecha, previa aprobación de la mayoría de las legislaturas de los Estados, en el sentido de que los servicios profesionales de índole social serán obligatorios y retribuidos en los términos de la ley y con las excepciones que ésta señale.

"Se pone a discusión el proyecto anterior, y sin que la motive, se reserva para su votación nominal.

"Dictamen de la 1a. Comisión de Puntos Constitucionales que termina con el proyecto de declaratoria de reforma a los artículos 73 en sus fracciones IX, X, XXIX y XXX, y 117 en sus fracciones VIII y IX de la Constitución Política de la República, hechas previa la aprobación de la mayoría de las legislaturas de los Estados. (Facultad privativa de la Federación para legislar sobre la industria tabaquera).

"Sin discusión se reserva para su votación nominal.

"Dictamen de la 2a. Comisión de Puntos Constitucionales que finaliza con el proyecto de declaratoria de reforma al artículo 52 constitucional, hecha previa la aprobación de la mayoría de las legislaturas de los Estados, en el sentido de que se elegirá un diputado propietario por cada ciento cincuenta mil habitantes, o por una fracción que pase de setenta y cinco mil.

"Se pone a debate, y sin que lo origine, se reserva para votarla nominalmente.

"En seguida la Secretaría procede a recoger la votación nominal de las tres declaratorias anteriores, las que son aprobadas por unanimidad de noventa votos. - Pasan al Ejecutivo para sus efectos constitucionales.

"A petición del C. diputado J. Jesús Muñoz Vergara, la Secretaría da lectura a un telegrama en el que el C. Gobernador del Estado de Guerrero invita a esta Asamblea al acto de inauguración del monumento a la bandera nacional en la ciudad de Iguala, y la misma Secretaría hace la aclaración de que ya con anterioridad se nombró una comisión para el efecto.

"A continuación el C. diputado Carlos Zapata Vela manifiesta que, con motivo del aniversario de la Independencia de México, se recibieron numerosos mensajes de felicitación para nuestro país procedentes de la Unión Soviética, y da lectura a los términos en que fueron contestados esos mensajes por el C. Presidente de la República. Propone el orador que esta Cámara de Diputados se solidarice con el texto de esas respuestas, y que, después de hacer tal manifestación, se designe una comisión que lo exprese al C. Primer Magistrado.

"Sin debate se aprueba la anterior proposición. Para integrar la comisión relativa se designa al los CC. Carlos Zapata Vela, Luis Quintero Gutiérrez,

Carlos R. Balleza jr., Fernando López Arias, Narciso Medina Estrada y Carlos Samaniego G., y el C. Presidente de esta Asamblea hace la manifestación de solidaridad propuesta por el C. Zapata Vela.

"Acto continuo, usa de la palabra el C. diputado Alfredo Córdoba Lara y propone se nombre una comisión que entreviste al C. Secretario de la Defensa Nacional para pedirle ordene a la zona militar con residencia en Acapulco, Guerrero, que proceda al desarme de algunos grupos armados que hostilizan a los trabajadores, y se evite la repetición de atropellos contra los mismos trabajadores.

"Después de que esta proposición es aprobada, se designa la comisión del caso integrada por los CC. diputados Alfredo Córdoba Lara, Antonio Portas y Eduardo S. Arellano.

"En seguida el C. diputado César Garizurieta propone que esta Cámara de Diputados celebre una sesión solemne el próximo 12 de octubre, con motivo del Día de la Raza y para reafirmar la posición antifascista de esta Asamblea.

"Es aprobada esta proposición y se designan oradores, para la sesión de que se trata, a los CC. diputados César Garizurieta, Carlos Zapata Vela y Alfonso Corona del Rosal.

"A las trece horas y cincuenta minutos se levanta la sesión".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

- El C. secretario Samayoa Mariano (Leyendo):

"La Legislatura del Estado de Chihuahua da a conocer el texto del decreto que expidio con fecha 17 del actual, declarando quiénes son diputados a la misma en el bienio de 1942 a 1944". - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Chihuahua comunica que el día 16 del mes en curso quedó debidamente instalada, inagurando el primer período ordinario de sesiones correspondiente al primer año de su funcionamiento". - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Sinaloa comunica que el 15 del mes en curso, abrió el primer período ordinario de sesiones correspondiente al tercer año de su ejercicio". - De enterado.

"La Legislatura del Estado de Sinaloa participa que con fecha 23 de los corrientes, eligió a los magistrados que integrarán el Supremo Tribunal de Justicia de esa Entidad". - De enterado.

"El C. general Anselmo Macías Valenzuela participa que con fecha 19 del actual, asumió nuevamente el despacho del Poder Ejecutivo del Estado de Sonora, dando por terminada la licencia de que disfrutaba". - De enterado.

- El mismo C. secretario (leyendo):

"1a. Comisión Ejidal.

"Honorable Asamblea:

"Por acuerdo de Vuestra Soberanía se turnó a la 1a. Comisión Ejidal que suscribe, para su estudio y dictamen, el expediente que contiene la queja de varios campesinos agraristas de los Poblados de Lagunillas y Buena Vista del Municipio del Centro, del Estado de Querétaro, por los atropellos de que se les hace víctimas y piden justicia.

"Esta comisión considera extemporánea la queja de referencia, por lo que se permite proponer a la consideración de la Asamblea el siguiente acuerdo económico:

"Unico. Por considerarse extemporánea la queja de varios vecinos agraristas de los poblados de Lagunillas y Buena Vista del Municipio del Centro, del Estado de Querétaro, se archiva el expediente que devolvió en el mes de julio de 1940, el C. Mario E. Balboa R., diputado que fue a la XXXVI Legislatura del Congreso de la Unión".

"Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. - México, D. F., a 22 de septiembre de 1942. - Carlos R. Balleza jr. - Antonio Ramírez. - Marcos Sánchez".

Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa se servirán indicarlo. Aprobado.

- El mismo C. Secretario: El ciudadano diputado Marcos Sánchez ha recibido varios telegramas procedentes de Tecpan, Guerrero, en que se le pide intervenga para que cesen los atropellos que se vienen cometiendo en contra del diputado local Crispín B. Ocampo.

La Presidencia ha designado en comisión, para que hagan una investigación sobre el particular, a los ciudadanos diputados Hugo Pedro González, Ignacio Ramírez Palacios y Pascual Abarca Pérez.

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Leobardo Reynoso.

El C. Reynoso Leobardo: Señores diputados: La prensa de los diversos países del Hemisferio ha contribuido grandemente al desarrollo de la cultura de los pueblos americanos; como vehículo de información ha llevado hasta los rincones más apartados el adelanto de la ciencia y del arte, y muchas veces a contribuido para formar a hombres de carácter que han regido los destinos del Continente haciendo que figuraran como grandes hombres en la historia de la humanidad.

En México hemos tenido que experimentar también esa satisfacción: la prensa ha contribuido poderosamente para el desarrollo de la vida institucional de nuestro país. Y en este momento que vivimos, álgido para la humanidad, a prestado igualmente su gran cooperación. Pero los Diputados y los Senadores hemos tenido el sentimiento de que la prensa capitalista haya arremetido duramente y, en mi humilde concepto, en forma injustificada, contra los componentes del Parlamento de México. Por eso, cuando el actual Presidente del Congreso, licenciado Gudiño, hizo una alusión a esos ataques de la prensa para los representantes del pueblo, nosotros le aplaudimos porque creíamos que era oportuno.

Estos ataques, que no han dejado de contrariarnos, no son de hoy ni de ayer; yo tengo entendido que se viene censurando al Poder Legislativo desde hace mucho tiempo. Por ello, naturalmente los hombres que se han responsabilizado con los destinos de México en las diversas etapas de la historia y, principalmente, durante los regímenes revolucionarios, han puesto en juego todos los medios que su inteligencia les aconsejaba para complacer a la prensa; es decir, han procurado que el nivel moral de los representantes del pueblo subiera con la mira de que algún día se lograra para ellos el aplauso de la misma prensa.

El general Calles proyectó y logró una reforma constitucional para que en las cámaras de la Unión no hubiera reelección. Es que la prensa, cuya opinión es muy respetable para todo buen mexicano y, principalmente, para los representantes del pueblo y para los funcionarios en general, hizo entender seguramente al general Calles y a alguno de sus colaboradores la necesidad de tomar alguna medida para acallar los ataques de los periódicos, y la medida fue la no reelección. Sin embargo, esa medida no complació a los editorialistas, pues los ataques vinieron acentuándose más.

El general Cárdenas, hombre recto y uno de los jefes de Estado que más se han distinguido, también puso atención en la forma de opinar de los periódicos. El general Cárdenas, con la autoridad moral que tuvo en el tiempo en que le tocó actuar, recomendaba y opinaba, y sus opiniones fueron aceptadas, que vinieran a las cámaras no tan sólo genuinos representantes del proletariado, sino de extracción inmediata del mismo, es decir, del surco al Parlamento, del taller a la Cámara, de la peluquería a la Representación Nacional; pero la prensa tampoco quedó complacida con esto.

Algunos señores diputados, por no decir que la mayoría, han estado cambiando impresiones en los corrillos de la Cámara, como es costumbre en la vida parlamentaria, sobre los interesantes mensajes que ha dirigido durante el mes de septiembre, desde el primero hasta la fecha, el general Manuel Avila Camacho Presidente de la República; no obstante, algunos de los representantes decían: "Vamos a glosar estos mensajes, pero seguramente nos vamos a encontrar al día siguiente, con grandes caracteres periodísticos, que los diputados y senadores sólo servimos para dar votos de respaldo". Y yo, sinceramente, compañeros, creo que es injusta esta apreciación que la prensa ha hecho ya repetidas veces.

Yo estimo que la calidad intelectual y moral de los diputados y senadores ha venido mejorando grandemente; en todas las épocas ha habido representantes distinguidos, como los hay ahora; tanto en el Senado de la República, como en la Cámara de Diputados, hay hombres muy respetables, muy amigos de los periodistas, muy respetuosos del periodismo, muy respetuosos de la sociedad. Considero que en estos momentos nada se pierde con que se siga una actitud sistemática de ataques a los representantes del pueblo; pero seguramente que quienes la prohijan y mantienen serán los únicos responsables de ella.

En algunos sectores de opinión se cree que cualquiera puede ser diputado, ya que los diputados y senadores, según el juicio de los periódicos, son la escoria de la sociedad. Nada más erróneo, y lo he comprobado al contemplar un espectáculo, y lo he tenido que contemplar precisamente por el cargo que esta Honorable Cámara me confiriera, con gran honor para mí, nombrándoseme Presidente de la Comisión Instaladora: ¿que hay candidatos a diputados? Incontables; todo mundo quiere ser diputado.

Ahora bien, los últimos discursos del Jefe de la Nación han sido comentados con justicia por la prensa, publicándose editoriales que reconocen en el señor Presidente de la República un noble empeño de aprovechar toda oportunidad para elevar el espíritu de su pueblo, hondadamente compenetrado de la hora difícil que vivimos. Cuando se elogia así al hombre que parece escogido por el destino para regir los destinos de México en época tan aciaga, nosotros, ¿qué podemos decir de la prensa por su actitud? Que la felicitamos y que su respaldo al Primer Magistrado del país merece nuestro aplauso más caluroso.

Efectivamente, yo estimo que sólo el Jefe de la Nación, íntimamente persuadido de cuales son las tendencias que persigue la Revolución Mexicana, pudo haber operado este fenómeno. Sin que esas tendencias que buscan el mejoramiento de las clases desvalidas se apartaran de su meta, el Primer Magistrado de la República ha logrado la unificación de los trabajadores; igualmente ha logrado que las clases patronales se sientan satisfechas con un Presidente de la calidad moral de Manuel Avila Camacho.

Ayer visitábamos a caballo las campiñas cercanas al Distrito Federal nuestro buen amigo el doctor Gómez Esparza y yo. Después de haber comenzado la Ley del Indio, que tanto le preocupa; después de haber comentado lo difícil que fue para él sacar esta tribuna "un veliz de una pistola", le decía yo que el hombre que más sangre ha constado a la nación es Manuel Avila Camacho. Todavía no salía de su asombro nuestro amigo, cuando le hice esta explicación que me voy a permitir hacer a ustedes:

Ciento treinta años de lucha tuvimos en México, de luchas que ensagrentarón al país por todos los rumbos. ¿Para qué? Para que tuviéramos, entre otras, la gran fortuna de encontrar al hombre

que reclama nuestra sufrida patria: a Manuel Avila Camacho, el ciudadano recto, el ciudadano honesto, el ciudadano digno de ocupar la Primera Magistratura del País. (Aplausos). De este varón, que se ha dado cuenta de lo que significa ocupar el solio más alto de la representación nacional, yo copié una frase que pinta su nivel moral. No voy a analizar los siete discursos y unas declaraciones que también son importantísimas, que vieron la luz pública durante el mes de septiembre, porque esa tarea quiero dejarla a mis compañeros que van a sucederme en el uso de la palabra; pero sí quiero hacer alusión a un pensamiento cortísimo que está incluido en el mensaje que dirigió al Ejército. Dice el señor Presidente Avila Camacho:

"En este sitio no desearía hablar como Presidente, que es condición pasajera de un ciudadano, sino como compañero de armas y obligaciones". Lo que quiere decir que para el Jefe del Estado una de las cosas que la Revolución Mexicana persigue es que estén los hombres después de las tendencias y las tendencias antes que los hombres. Y él ha entendido muy bien el hondo sentido de la Revolución, ha comprendido muy bien la aspiración de su pueblo. Por esta circunstancia sentimos también la satisfacción de que su actitud y su palabra no tan sólo levantan la moral del pueblo mexicano, sino también la de los pueblos demócratas. Si no, que lo digan los bellos comentarios que se hicieron en Washington después de su último discurso; lo mismo que los comentarios suscitados en Londres por el informe que rindio a las cámaras el primero de septiembre. He aquí una frase de la información cablegráfica de Washington:

"Se mira en el mismo (alude al comentarista al discurso que pronunció el Presidente Avila Camacho al constituirse el Consejo Supremo de la Defensa Nacional) una saludable lección de democracia para los espíritus débiles que tanto en América como en Europa creyeron, sobre todo después del colapso de Francia, que la democracia era un sistema liquidado por las fuerzas históricas".

Para concluir, compañeros, sólo quiero decir que todos nosotros esperamos que el pueblo de México en la próxima renovación de la Cámara de Diputados, haga de sus representantes una mejor selección que la que hizo al elegirnos. Para nosotros será una gran satisfacción que, cuando pasemos a la categoría de simples ciudadanos, la prensa de México, haga cálidos elogios de los futuros representantes del pueblo. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Antonio Betancourt Pérez.

El C. Betancourt Pérez Antonio: Señores diputados: "Defensa Nacional. Defensa de la Nación. Defensa de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que anhelamos ser". Estas palabras pronunciadas por el señor Presidente de la República, la noche del 24 de los corrientes, en ocasión de instalarse el Consejo Supremo de la Defensa Nacional, pueden condensar, perfectamente bien, el pensamiento y la voluntad de acción que anima a nuestro gran Presidente, en estos momentos de prueba y angustia para la Patria Mexicana.

El propósito de defender lo que fuimos, lo que somos y lo que anhelamos ser, es lo que inspira, en estos momentos, podemos afirmar, toda la política nacional e internacional de México.

Defender lo que fuimos, defender lo que somos, defender lo que anhelamos ser, es defender la memoria de nuestro héroes y los frutos de su sacrificio; es defender nuestra tradición de amor a la libertad, a la justicia y al derecho; es defender la integridad de nuestro suelo y a nuestro pueblo; es defender nuestra Revolución y sus conquistas; es defender nuestro anhelo al progreso interior y a la vida, en el concierto internacional, como un país dueño de sus destinos, respetuoso y respetado por todas las naciones; ese defender el deseo, como lo ha dicho el señor Presidente de la República de "Todos los pueblos que como el nuestro ansían un orden mejor y una democracia mejor en un mundo mejor".

En este mes destinado a rendir culto a la Patria, la palabra autorizada, serena y eminentemente patriota del señor Presidente de la República, ha señalado al través de sus discursos, la ruta precisa a seguir; atento a todos los problemas actuales y a los que pueden derivarse de la guerra, atento a todos los sectores sociales del país, atento a todas las opiniones ha trazado el programa unificador, dentro del cual cabemos todos los mexicanos, con tal de que sepamos ser buenos mexicanos.

Los industriales y los obreros, los ricos y los pobres, los católicos y los protestantes, los ateos y los creyentes, los liberales y los comunistas, los moderados y los de la extrema izquierda, tenemos todos, en estos momentos, un programa único: El programa trazado por el señor general Manuel Avila Camacho.

Pero las palabras pronunciadas por el señor Presidente de la República en sus importantes discursos de este mes son algo más que un simple programa para el país y para los mexicanos: constituyen un ejemplo vigoroso, una lección de democracia para aquellos sectores o individuos de los diversos países del mundo que se han atrevido a pensar que la democracia está liquidada; para aquellos sectores o individuos que dentro de los países que luchan contra el Eje, piensan que la lucha contra el nazifascismo en el exterior bien puede servir de pretexto para derrotar, dentro de sus propios países, los ideales que animan las masas populares. A este respecto, y por lo que toca a México, ya desde junio del presente año el señor presidente afirmaba que: "En constancia con la capacidad de organización nacional que ha demostrado tener el movimiento social de México, el Gobierno está decidido a que la presente emergencia no sea un pretexto para interrumpir la acción redentora de la Revolución".

Y confirmando esta tesis que responde íntegramente al sentir de todo el pueblo mexicano en su discurso del día 24 de los corrientes, asienta: "Amamos sinceramente la paz y de ningún modo admitiremos que, con pretexto de fortificar la resistencia bélica del país, nos introdujéramos en una vía que nos llevase a una centralización arbitraria capaz de traer con el tiempo una modificación de nuestro régimen cívico".

Y más adelante: "Hemos entrado en la contienda con la intención de colaborar para el triunfo de la justicia y sabemos sobradamente, que semejante triunfo no se logrará si la voluntad de ganar la guerra nos constriñese a emitir servilmente a los adversarios y a nazificar la democracia para vencer".

Las palabras pronunciadas por el señor Presidente en sus últimos discursos, además de un programa y de una lección de democracia, son a mi juicio, un mentís rotundo y enérgico para los que dentro o fuera de México pudieran creer que ha llegado el momento de hechar lodo sobre nuestra historia y sobre nuestros héroes; para los que pretenden desorientar al pueblo diciendo que el movimiento revolucionario iniciado en 1910 concluyó en 1940; para los débiles, los derrotistas y los equivocados, para todos ellos, el señor general Manuel Avila Camacho tiene conceptos que yo interpreto, como llamadas al camino justo, como llamadas al deber.

Si dentro de México o fuera de él, se ha atrevido alguien a afirmar que los ciento treinta años transcurridos a partir de la iniciación de nuestra Independencia han sido ciento treinta años perdidos; si se ha atrevido alguien a censurar la enseñanza, en nuestras escuelas, del culto a los héroes de nuestras luchas emancipadoras; si ha habido alguien que califique nuestras luchas, censurándolas, como movimientos disidentes, de odio y de rencor; si todavía queda en México alguna persona, que en estos momentos de unidad democrática continental y mundial, quiera seguir levantando la bandera nazi de un hispanismo alemán para enfrentarla a los ideales panamericanistas que nos animan; si todavía alguna persona pretende entorpecer la estrecha colaboración de los pueblos y de los gobiernos de México y Estados Unidos, tratando de revivir resentimientos liquidados definitivamente, que lea los recursos pronunciados por el señor Presidente de la República y en ellos encontrará la respuesta justa a todas sus dudas y a todos sus errores.

"Hemos sido rebeldes porque no queríamos ser esclavos", dice el señor Presidente a los que se conduelen de nuestras luchas libertarias y se lamentan de la sangre vertida para que nuestro pueblo pudiera conquistar la libertad de que hoy goza.

"Hemos vivido -nos dice - en la sangre y en el dolor pero no porque amásemos la crueldad, sino por que el dolor y la sangre eran necesarios para cimentar la estructura del progreso social y de la justicia".

Y a los que hablan de los ciento treinta años perdidos de nuestra historia, muy bien podemos replicarles nosotros, con las siguientes palabras dichas por el señor Presidente de la República en ocasión a la octava magna Asamblea de acercamiento nacional: "Han transcurrido 132 años desde aquel en que nuestro pueblo rodeó, en Dolores, al hombre de iluminada visión que tan merecidamente llamamos el Padre Hidalgo. En el curso de esos 132 años, México ha atravesado experiencias difíciles, guerras crueles y movimientos internos muy numerosos, nacidos a la existencia política en un momento de crisis semejante a la actual hubimos de defender nuestras libertades contra todas las amenazas"

"Entre los ataques del exterior y las acomodaciones violentas del interior, nuestra vida fue construyéndose, día a día, hasta llegar a esa noble etapa de reivindicaciones humanas que inició la Revolución de 1910".

En el último discurso pronunciado por el señor Presidente de la República, hay importantísimos conceptos en materia de educación pública que no puedo dejar de glosar, aun cuando sea brevemente.

Como persona que ejerce el Magisterio como profesión y como responsable en esta Honorable Cámara, de la Comisión de Educación Pública, he estado atento, en todo momento al pensamiento que en materia educativa sustentan el señor Presidente de la República.

En los informes rendidos, de su gestión administrativa ante el Congreso de la Unión; en el importante discurso que pronunciara en la ciudad de Puebla el 17 de febrero del presente año, en ocasión de inaugurar sus labores el Congreso Interamericano de Astrofísica; en el mensaje dirigido al Magisterio del país el día último de febrero del año pasado, con motivo de la entrega de títulos a los maestros graduados en 1940 en la Escuela Nacional de Maestros y en otras muchas ocasiones, el señor Presidente de la República ha expuesto su pensamiento respecto a temas que atañen a la cultura de nuestro país. "Las probabilidades de perduración de un país están en razón directa de su unidad, y, para afianzar su unidad el problema fundamental es la educación". Ha dicho.

La reforma educativa iniciada en el año de 1934, lo hemos afirmado en repetidas ocasiones, fue justa y necesaria; respondio a urgencias planteadas tanto en el orden técnico de nuestra escuela como en el político de nuestra Revolución; la realización práctica de la reforma dio margen a algunas falsas interpretaciones, a imperfecciones naturales en todo movimiento renovador y sobre todo a ataques violentos basados en argumentos falsos.

La discusión en torno de la reforma educativa llegó a agudizarse de tal modo, que se planteó la necesidad de encontrar una fórmula justa que, sin hacer retroceder la escuela, fuera capaz de unificar en torno de ella a todo el pueblo Mexicano. Tal fue el propósito que inspiró al señor Presidente de la República al enviar a las Cámaras legislativas el proyecto de ley reglamentaria del Artículo 3o. constitucional.

Para corregir errores, esclarecer dudas, precisar conceptos, no podía significar nunca, como lo han pretendido algunos, hacer retroceder la educación a lo que fue antes de 1934 y mucho menos a lo que fue antes de 1857.

Jamás el pensamiento del señor Presidente ha sido el de hacer retroceder la educación a épocas pretéritas: "Educar ha de ser libertar". "Una educación que no ahonda el sentido social del pueblo, una educación que no manumite y que no redima, no merece el nombre de educación". Tales son las palabras del señor Presidente.

Nuestra educación, en tal concepto, debe, pues, ahondar el sentido social del pueblo, debe libertar,

debe redimir; si no lo hace, como lo ha dicho el señor Presidente, no merece el nombre de educación.

"El error del antiguo liberalismo estribó en creer que la igualdad legal radicaba en tratar igualmente a los desiguales. Una tesis más generosa ha de prevalecer en nuestra enseñanza". Ha dicho el señor Presidente, preconizando métodos y procedimientos diferenciados para educar a los sectores diversos de la población del país, que no son iguales. No puede educarse con los mismos procedimientos y métodos al indio que al mestizo, al rico que al pobre, al niño de la ciudad que al niño del campo: su alimentación, sus posibilidades económicas, el medio que lo circunda, su psicología, son distintos. Lo dicho por el señor Presidente de la República echa por tierra esas curiosas teorías educativas que, con el pretexto de preconizar la unidad de todo el pueblo mexicano y como un medio para ello, pretenden suprimir toda educación especial dirigida a un determinado sector de la población mexicana.

Una de las calumnias inventadas en contra de la reforma educativa, fue la de que la escuela tendería con sus enseñanzas a desvincular al educando de sus tradiciones, de su familia y de su amor a la patria. Por eso el Señor Presidente, con una gran visión, ha dicho que: "Una instrucción que desvincula al educando de sus tradiciones, de su familia y de su amor a la patria y al continente, es un germen de disolución más que una esperanza de fortaleza".

El señor Presidente de la República sabe que la fortaleza del país depende, en mucho, del grado de amor que sus hijos tengan a sus familias, a su terruño, a sus tradiciones, en una palabra, a la patria. Solamente ese amor puede conducir a los hombres al heroísmo. Solamente los pueblos educados en ese gran amor son invencibles.

En estos momentos de tragedia universal, cuando los hogares son hollados, cuando las familias son ultrajadas, cuando las patrias son invadidas, cuando las tradiciones son destruídas, tenemos un gran ejemplo de lo que puede el amor a la familia y a la patria: tenemos el ejemplo del glorioso pueblo soviético. Hombres que en la Unión Soviética defienden del invasor sus hogares, centímetro por centímetro; hombres que defienden del invasor el honor de sus familias; hombres que defienden sus fábricas y sus campos; hombres que defienden a su patria; hombres que defienden a la humanidad. Stalingrado es en estos momentos, en el orden internacional, el símbolo de las virtudes de amor a la familia, a las tradiciones y a la patria que el señor general Manuel Avila Camacho preconiza para la escuela mexicana.

El señor Presidente ha llamado a su pueblo a la unidad; y basta decirlo con sus propias palabras: "Los campesinos están unidos. Las organizaciones obreras han establecido una liquidación de sus diferencias y, con motivo de la celebración del primero de mayo, sus representantes se tendieron las manos en un acto de entendimiento que suscita confianza y aprobación. Los industriales comprenden hoy, más que nunca, que no hay provecho individual razonable fuera del que se logra dentro de la estructura legal que el país se ha dado y que por eso mismo redunda, no sólo en el mejoramiento de una clase, sino en el bienestar colectivo de la República. El capital y el trabajador; el talento y la competencia técnica están esforzándose por que México viva. En tal virtud, deben ser mencionados en este recinto como se cita en el campo de batalla a los soldados que han merecido el honor de la patria".

Yo quiero pedir hoy, desde esta tribuna, a mis compañeros los maestros de toda la República, que unan sus esfuerzos para que muy pronto el señor Presidente de la República pueda citar también al Magisterio nacional como se cita en el campo de batalla a los soldados que han merecido el honor de la patria.

Yo los exhorto a que no sean, en estos momentos, la única excepción en la unidad nacional; es necesario que, por encima de todas sus diferencias y superado todos los obstáculos, de la naturaleza que éstos sean, se unifiquen para poder decir con el señor Presidente de la República, que: "bajo una sola bandera - la de la patria - la familia mexicana se ha congregado para afrontar en común la tormenta que la circunda, y para salir de ella más vigorosa, más segura de su grandeza y más digna y consciente de su destino". (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Márquez Ricaño.

El C. Márquez Ricaño Luis: Señores diputados: Ha sido interesante dedicar está sesión, casi de manera exclusiva, a glosar la doctrina ávilacamachista contenida en los discursos que nuestro Presidente ha pronunciado y en los que encontramos, desde el primero hasta el último, que son coherentes, que los anima el mismo pensamiento y que en ningún momento se apartan de la ruta que ofreció seguir desde que era candidato. Para él, bastaría que recordáramos allá el año de treinta y nueve, cuando surgió ante la opinión pública la candidatura del general Avila Camacho, porque ya entonces encontramos con que la nación se sorprende con la pureza moral de sus concepciones sociales. Tenemos desde entonces la impresión de que un credo nuevo, complementario de las ideas revolucionarias, confirió a éstas en todos sus cursos una calidad suprema que ha agradado plenamente a todos los sectores progresistas del país; y esa personalidad y esa doctrina la condensa él mismo en la promesa increíble y magnífica de gobernar para todos.

Gobernar para todos, en el lenguaje del hoy Presidente, significaba armonizar los intereses todos sin excepción; limar todas las asperezas y conjugar todas las fuerzas y todas las voluntades para que la nación pudiera caminar hacia la obtención de un fin preciso que también señaló: la grandeza y la prosperidad de México medíante la colaboración del país unido con las demás naciones demócratas de la tierra. Creía y cree que en ningún país puede vivir en paz mientras haya otros que padecen la miseria, el hambre y la injusticia social. Para resolver nuestros problemas consideró que era necesario trabajar, reanudar el ritmo creador de la nación,

sustentándolo en una convicción sensata de fraternidad y tolerancia de las que él mismo hizo un ejemplo.

Así pues, él empleó, ya siendo Jefe gobernante, el convencimiento y los métodos menos violentos que fue posible encontrar; el trabajo, el desinterés y la austeridad fueron la norma de su divisa, y con ella fue venciendo todos los obstáculos que encontró en su camino, y afirmó, una vez más, que su propósito era cuidar de todos los mexicanos bajo el amparo de la ley; pero al mismo tiempo sumó sus esfuerzos para que no hubiera energías dispersas, ni vedas necesarias en el futuro incierto de la patria. A medida que el tiempo transcurría, las medidas que adoptó, aparentemente dispersas y faltas de coherencia, le dieron, sin embrago, la sensación de que el país estaba con él y de que respaldaba absolutamente la política de su gobierno. Tal parece que lo único que se podía reprochar era la lentitud en la acción. Pero tal vez no estábamos preparados para entender que la obra fraccionada había sido llevada, realizada con la limitación que un mundo en llamas nos imponía; y sólo los indiferentes y para los que no seguían, paso a paso, el ritmo del Gobierno y de su obra, podía parecer lento, cuando que en realidad mientras algunos mexicanos dudaban, el mundo ya se maravillaba de su obra y América entera proclamaba su abierta admiración por él.

La agresión totalitaria sirvió para que el país pudiera, bajo la sabia dirección de su jefe, apresurar la marcha de la producción y del desarrollo material del país. Los submarinos del Eje, al hundir nuestros barcos, sembraron la desconfianza, el temor, el derrotismo y la desesperanza, y se vio, pues, ya claro, que teníamos un jefe, el jefe necesario y que estábamos en la ruta precisa para lograr la realización de nuestras mejores aspiraciones.

En estas condiciones, señores, llegamos al primero de septiembre actual; y ese día, en este mismo recinto y en la tribuna del pueblo, el presidente Avila Camacho leyó el más sensacional de los mensajes que se hayan escuchado en los últimos tiempos. Expuso con claridad, con franqueza, con patriotismo, las realidades del país, la situación creada por el estado de guerra en que nos encontramos. También habló de las múltiples actividades que la Administración, en sus diferentes ramos, había podido realizar el bien del pueblo. Al final de ese importante documento histórico, el presidente Avila Camacho planteó con ardientes palabras la necesidad más fundamental e inaplazable de México: levantar al pueblo, movilizarlo en todos sus sectores hasta lograr la posibilidad de ser el mejor de los aliados y el auténtico paladín de la democracia en América Latina. Y todavía, yo que en esa fecha me encontraba en este mismo lugar y que observé los semblantes de todos ustedes, todavía tengo grabada la emoción, el silencio y la aprobación con que ustedes escucharon al Presidente de México, cuando habló de que la pobreza de nuestras masas nos afecta y nos duele profundamente; cuando dijo que apreciamos y respetamos a los pueblos fuertes y prósperos que luchan por su libertad, pero nos llena de admiración - dijo también - ver al nuestro, en muchas regiones del país, mal vestido y peor alimentado, levantar la cabeza dispuesto siempre al sacrificio de sus vidas; y, agregó: el Gobierno no puede olvidar a esos núcleos de desheredados que pelearán junto con nosotros por una civilización de la que, hasta hoy, no ha recibido más que los despojos. Y después de todo - afirmaba el presidente -, la guerra en que nos hallamos es en el fondo su propia guerra.

Y en su propia guerra, decimos nosotros, porque el triunfo de las democracias, el triunfo de las naciones unidas les garantiza su condición de hombres libres y les consolida sus conquistas avanzadas y les asegura un mundo mejor con una justicia mejor para todos.

Unos días más tarde, el 11 de septiembre, aprovechó la ocasión de hablar al ejército para señalar a la nación la síntesis de sus deberes, la urgencia de acatar con honor y decisión los mandatos del deber superior de salvar a la República. Esto se logrará - dijo entonces - aplicándose cada hombre, como cada soldado, a la satisfacción de sus obligaciones morales y materiales para con la patria. Ese discurso a los soldados, los aprovechó el Presidente Avila Camacho para infundir el preciso concepto de la milicia moral en todos los ciudadanos de México y decir: Las dictaduras obligan a cada hombre a convertirse en un autómata servil y ciego; las democracias pueden superarlas y deben de mostrar que son mejores si cada uno de sus ciudadanos asumen la actitud de convertirse, de una manera consciente, en un soldado resuelto a defender por medio de esa aceptación moral, el sagrado bien de la libertad, en cuyo nombre puede elegir el soldado cuando el peligro esté cerca y en dejar de serlo para volver al libre goce de sus derechos ciudadanos al reconquistar la paz, perdida por ahora.

Días más tarde volvió a hablar el Presidente ante el pueblo en la ceremonia del acercamiento nacional y entonces señaló la enorme tarea que el destino nos ha deparado y que, dada su magnitud, sólo medíante la cooperación de todos podría ser satisfecha; y esa cooperación de todos, que se antoja como una réplica a la doctrina que ofreció de gobernar para todos, no era otra cosa que la postergación de las individualidades para poder presentar en el peligro un frente compacto, fuerte e indestructible con todos los mexicanos.

Esa misma semana, el viernes dieciocho, el Presidente Avila Camacho se dirige a la nación en un mensaje que pronuncia en la comida que le ofreció el Consejo Obrero Nacional. En esa ocasión el Presidente advirtió a los trabajadores la profunda identificación de los ideales por que se peleaba contra la opresión de aquéllos que habían movido a las clases trabajadoras durante sus luchas de conquistas de los derechos sociales, que la democracia, que hoy defendemos, también reconoce y afirma y garantiza con su propia vida.

Al siguiente día, el Presidente en el banquete en que las Cámaras de Comercio celebraban su aniversario y el que asistió como invitado de honor, dijo interesantes frases que aquí deberán repetirse y meditarse: en esa ocasión, también

volvio a resplandecer la vigorosa moral social del credo presidencial: si se está planeando en esta guerra para mantener la libertad y los derechos del hombre en una vida justa y equitativa -dijo- sería criminal aprovechar sus anormales circunstancias para el enriquecimiento indebido por medio de una política inmoral emboscada, de acaparamiento y de carestía.

Ese banquete en el que se pronunciaron esas frases deben recordarlos siempre todos los componentes del sector patronal de México, todos los comerciantes de México; porque también les dijo en la misma ocasión que en la post guerra de 14 a 18 se vio surgir en un gran número de países una legión de ricos improvisados que habían amasado su fortuna con el dolor de los desvalidos y con la sangre de su pueblo y con la tragedia de sus patrias. Pero México -les advirtió- no consentirá que aquella cosa suceda en nuestro medio. Y ustedes, les dijo a los miembros de las Cámaras de Comercio, tengo la certidumbre que serán los que ayuden al Gobierno a prevenir el lucro indebido y a castigar a quien intente aumentar su riqueza con la miseria y con la necesidad de los demás.

Si en esos términos delineaba con robusta fe el deber de cada sector de la producción, fue evidente la intensa moral con que señalaba a cada bando con precisión su deber, su interdependencia y su recíproca obligación de respetarse su respectivos derechos. No eran ya bandos opuestos y antagónicos sino partes armoniosas y alícuotas de la misma deuda hacia la patria comprometida.

Esperamos todos los mexicanos que sentimos el honor de serlo, que tanto los obreros como los patrones hayan recogido las palabras del Presidente y sinceramente las practiquen en el cumplimiento de sus subsecuentes obligaciones.

Si en el discurso del día primero, el general Avila Camacho había planteado íntegramente el problema mexicano, en su alocución a los soldados había establecido el concepto general del deber, al hablar a los trabajadores y a los patrones concretó aun más los lineamientos generales de la acción que amparaba el nuevo credo de la unidad, de la unidad como un deber para la salvación común, para la salvación de la patria y para el decoro de la patria.

Y al instalar el Consejo Supremo de la Defensa proporcionó a la Nación, y con ella a todas las democracias, la forma, el modo y el instrumento para su acción, facilitándoles el medio de sobrevivir sin adulterarse, sin correr el riesgo de nazificarse, como lo asentó en su discurso ante el Consejo Supremo.

Esta es, pues, en mi concepto, señores diputados, la importancia internacional de la doctrina avilacamachista. Al ofrecer al país el instrumento de la unidad que había venido preconizando desde que se presentó como candidato y a través del breve espacio de tiempo que lleva de gobernar, ya prende el fruto de sus meditaciones, de su magnífica experiencia para beneficio de todos los que están comprometidos en una lucha como la nuestra con los mismos peligros y en defensa de los mismos ideales. Al salvar de la nazificación a México ofreció a las demás democracias del mundo una enseñanza y un estímulo lleno de inspiración y de fe.

He aquí, pues, como en seis discursos, México, por boca de su gran jefe, ha encontrado la forma de conferirle eficacia técnica al sistema democrático; eficacia que al garantizar su situación y con ella la perduración de su naturaleza jurídica y social, le permite defenderse de aquellos sistemas cuya única atracción era precisamente la eficacia que en un sistema sólo resulta secundaria y complementaria gracias al fondo moral y humano que defiende la justicia. De esta manera, el Presidente Avila Camacho creó el instrumento de la centralización del poder sin destruir su esencial naturaleza de delegación voluntaria del pueblo y ofrece al mundo desorientado de nuestro tiempo una solución del problema de las relaciones entre la nación y el Estado que, fijando justamente el papel de éste, podría satisfacer inclusive a los mismos países que ahora padecen la dictadura, como única concesión de convivencia jurídica y desarrollo nacional.

Y así, señores diputados, nosotros recogemos la impresión de que todos los sectores de la vida del país, aun aquellos que hasta hace poco fueron enemigos sistemáticos de los regímenes revolucionarios, tendrán que reconocer que la Revolución y los hombres de ella cumplen con honor su calidad de ciudadanos de México, porque aplazan sus luchas y lo entregan todo a la salvación de la patria, a la dignidad de la patria y a la perspectiva magnifica, anhelada por todos, de un México mejor para todos también. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Gómez Esparza.

El C. Gómez Esparza José: Señores representantes: Ciento treinta años de sangre ha costado a la nación el señor general don Manuel Avila Camacho. Esta paradójica frase producida y explicada desde esta tribuna por mi amigo el señor diputado Reynoso, encierra una atinada expresión que contiene una verdad de grande y profundo significado.

En efecto, en la historia del país, desde las remotas épocas de Guadalupe Victoria y Valentin Gómez Farías, pasando por los tiempos aciagos de Bustamante, Comonfort y don Benito Juárez y llegando hasta el presente con los presidentes que ha producido la Revolución, nos demuestra de manera firme y palpable que, a partir de la proclamación de la Independencia en el pueblo de Dolores, la desunión ha sido una de las características vitales de nuestros hombres, llegando, en ocasiones, a tales circunstancias de provocar, en el año sesenta y dos, el entronizamiento de un príncipe extranjero traído del Castillo de Miramar para que, como ignominia a la nación, se coronara como emperador de los mexicanos.

Como fruto nefasto de esa propia desunión, citaré las cáusticas expresiones de aquel polemista Francisco Bulnes, quien decía que en el decurso de un año, o de un siglo de independencia mexicana habíance verificado en el país doscientos noventa y tres cuartelazos, doscientas noventa y tres asonadas cuyo origen fundamental estaba en la desunión manifiesta de la gran familia mexicana.

Un distinguido editorialista metropolitano escribía en las semanas que pasaron diciendo que, fuera del liberal y del conservador, habían existido solamente en México dos connotados partidos: el partido de los héroes y el partido de los traidores. El partido de los héroes era el de los vencedores y el partido de los traidores el partido de los vencidos. Para los héroes era el poder la fuente inagotable de riquezas, de oro y de placer, y para los vencidos el aniquilamiento de sus funciones políticas personales, la "yugulación" de sus intereses y, en muchas ocasiones hasta la pérdida de su vida misma.

Pues bien, en este extraordinario país en que un derrotado tenía que sufrir su total aniquilamiento, o cubrirse con el frío sudario de la muerte, o vivir oprobiosamente en las tierras extranjeras, el Presidente Avila Camacho ha desterrado por completo esta clase de procedimientos, estableciendo en su lugar y en uno de los sitios más distinguidos del programa de su Gobierno la proclamación de la unidad de todos los mexicanos, el imperio augusto de la ley y la formación de un reinado de conciencias, de un reino de trabajo, de abnegación y de sacrificio, sembrando la tranquilidad de los pensamientos de todos los ciudadanos de la nación.

Esta obra portentosa de este gran conductor de pueblos; esta obra portentosa de este gran estadista mexicano que ha sabido, como ninguno, transformar estas situaciones tan singulares, es una obra, señores diputados, que honra a la Revolución, que dignifica grandemente a la República y que formará seguramente en el futuro una de las constelaciones más luminosas en la historia turbulenta de este país.

Ocho son los discursos pronunciados por el señor Presidente en septiembre pasado. La glosa de estos discursos ha estado a cargo y estará encomendada a distintos compañeros míos, que seguramente la harán en forma brillante. Yo sólo me permitiría hacer una pequeña apología del noveno discurso del señor Presidente, del discurso que no pronunció, del discurso sin palabras, que significó el espectáculo magnífico que presenciara el pueblo de México el día de la ceremonia del Acercamiento Nacional en la Plaza de la Constitución, cuando el Primer Magistrado de la Nación se vio rodeado de los seis ex presidentes de la República.

Si tan sólo esta circunstancia hubiese tenido en las ceremonias del mes de septiembre, bastaría tan sólo para coronarlo como jefe y gran significador de la unidad nacional.

Seis ex presidentes, fruto de la Revolución de México; seis hombres que ocuparon la Primera Magistratura del País, pero seis personas de pensamientos e ideologías diferentes y de ejecuciones completamente distintas.

Pues bien, en este extraordinario acontecimiento lo vemos rodeado, para admiración de su pueblo y cariño de sus conciudadanos, al lado de estos hombres que de pie, austeramente, solemnemente, aprobaban de una manera tácita con su presencia los actos del Gobierno nacional que preside el presidente Manuel Avila Camacho; y también en ese mismo instante lo consagraron para siempre como un símbolo de unión, de majestad y de respeto nacional.

En estos instantes en que el espíritu bélico del mal nos ha llevado al campo de la guerra, México tiene un Gobierno coherente y fuerte; todos están con él. Como una revelación digna de tomarse en absoluta consideración, podemos admirar la figura simbólica y representativa del general Cárdenas, quien, obedeciendo órdenes del primer Magistrado de la Nación, comandó ayer en las costas del Pacífico y hoy dirige los destinos de la Defensa Nacional y mañana, si es preciso, se pondrá al frente de un regimiento de Caballería conduciendo a sus dragones a la victoria, o a la muerte, en defensa del territorio nacional.

Señores diputados: Hoy más que nunca, tengamos fe en los destinos de la nación; pensemos que como Jefe de Gobierno tenemos a un hombre que ha captado todos los sentimientos de la nación; que como Jefe de Gobierno tenemos a un ciudadano que ha sabido aquilatar todo el patriotismo de todos los hombres de México y digamos por último, que cuando diariamente se escuchan las notas de la marcha de honor, cuando Manuel Avila Camacho va llegando al viejo palacio de los virreyes, es porque va entrando al Palacio Nacional un soldado de limpia ejecutoria, un preclaro estadista y un auténtico hombre de la Revolución Méxicana. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Gutiérrez Roldán.

El C. Gutiérrez Roldán Emilio: Señores diputados: El Sector Campesino de la Cámara de Diputados me ha hecho el honor de comisionarme para expresar su sentir en relación con los conceptos contenidos en cada uno de los mensajes que el Primer Magistrado ha dirigido a la nación durante este mes de septiembre.

Vengo, pues, a hablar en nombre de la representación más íntimamente unida a los campesinos de México y quiero, de inmediato, manifestar que el Sector Campesino de la Cámara de Diputados se siente tranquilo y confiado, con los destinos del país en manos del señor Presidente Manuel Avila Camacho.

Brillante manera ha tenido el Señor Presidente de la República de rendir homenaje a la patria en este mes de celebración de nuestra Independencia, ya que, como es de todos conocido, el señor Presidente ha ofrendado a la patria su trabajo, intenso su amor ilimitado y su ejemplo digno, con tendencias siempre encaminadas a confirmar y a asegurar, para la vida futura del país, la libertad política y económica que tanto anhelan los mexicanos.

Nosotros tuvimos la oportunidad de escuchar en este mismo recinto uno de los informes rendidos por el Presidente de la República ante la nación, en cumplimiento de un mandato constitucional, y en el que encontramos un sin fin de detalles demostradores todos de una superación efectiva en la marcha de la administración pública.

Resulta, pues, interesante hacer resaltar que cuando México vive horas de angustia y a la Administración Pública se presentan innumerables

obstáculos de orden externo, la atinada administración del Presidente Avila Camacho ha podido exhibir, al informar a la nación de los trabajos realizados, una superación clara y definida en cada uno de los ramos de su administración.

No debe pasarse por alto también que en el informe rendido por el señor Presidente a la nación el primero de septiembre, se encuentran conceptos de humanidad que lo hacen merecedor del título de uno de los mejores Presidentes de México. Quiero al respecto recordar en esta tribuna los conceptos vertidos por el Presidente al expresar su profundo respeto a la determinación de pueblos fuertes en los que la civilización ha dado a sus habitantes las mejores condiciones de vida y que en un momento dado se levantan airados en defensa de sus libertades; y asimismo, la profunda admiración que al Presidente de México producen los esfuerzos de un pueblo como el nuestro, al que en muchas ocasiones no ha sido posible que lleguen sino los despojos de la civilización y que, sin embargo, por defender su libertad está dispuesto a sucumbir antes que llegar a la esclavitud.

El señor Presidente de la República se ha dirigido a diversas ocasiones a distintos organismos que representan, indiscutiblemente, las fuerzas económicas y sociales de la integridad mexicana. Nos dio oportunidad, primero, con motivo de la conviavilidad que tuviera con los ejecutivos locales, para observar la absoluta armonía existente entre los poderes federales y locales; después cuando habló a elementos del Ejército Nacional, expresó la confianza que la nación siente en el organismo armado y la seguridad que se tiene de que en él se encarnan las mayores seguridades para el bienestar de la patria.

Hecho digno de citarse en esta tribuna es el esfuerzo realizado por el Primer Magistrado de la Nación al exhibir la unidad nacional reuniendo a los hombres, que en diversas ocasiones han regido los destinos de la patria y que junto con ellos, simbólicamente, estuvieron también presentes todos los ilustres patricios de nuestra independencia y de los movimientos de la Reforma. Quiero, por tanto, con el compañero diputado José Gómez Esparza, asegurar que por esa acción, el señor Presidente Avila Camacho se hace merecedor a ocupar el sitio de honor entre los defensores de nuestra patria, ya que al reunir a todos los dirigentes del pueblo mexicano ha liquidado errores y ha aprovechado para la patria los aciertos de cada uno de ellos. Pero no solamente el señor Presidente se dirige a los elementos que de una o de otra manera están conectados con la administración pública: les habla también a los representativos de la fuerza económica por conducto de la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio e Industria, planteándoles las condiciones de cooperación de ese importante sector para la defensa de la patria, advirtiéndoles además que no son oportunidades éstas de aprovechar ciertos elementos para obtener utilidades ilícitas que vengan a traducirse en extorsión para el pueblo. De igual manera, habla a los trabajadores para señalarles las obligaciones de cooperar con el gobierno y con el capital bien intencionado, eliminando todos los motivos que pudieran trastornar el proceso de la producción en contra de los intereses nacionales. Le sirve también al Presidente como oportunidad para decir a los trabajadores de la confianza que tiene en ellos y en los campesinos, para lograr la consolidación de la economía nacional y hacer que México salve la crisis que le imponen los trastornos internacionales en la mejor forma posible. También, y en diversas ocasiones, el señor Presidente se ha dirigido a los campesinos, recordándoles la obligación que tienen de hacer fructificar la tierra que la Revolución les ha entregado, recordándoles asimismo, que el papel primordial de ellos es el de laborar en pro de la defensa al aumentar la producción. Los batallones de campesinos deberán de liberar, por tanto, la batalla para defender a la patria inicialmente en el surco y a este sector del pueblo de México no solamente le habla y le dirije mensajes en determinadas condiciones, sino que ha llegado a visitarnos en su propia casa, hablándoles personalmente y alentándolos en los esfuerzos que ellos deberán desarrollar para beneficio de la nación. (Aplausos.).

Quiero recordar en esta tribuna que el Señor Presidente, al pedir a cada uno de los sectores del pueblo de México desarrollar el máximo de esfuerzo para mejorar la economía de la patria, no lo ha hecho solamente en peticiones sencillas, sino que, en cada caso, ha ido otorgando los elementos necesarios para que la realización de todas las tendencias sea efectiva. De esa manera podemos recordar que inicia la modificación a las leyes más importantes de nuestra legislación bancaria, favoreciendo la creación de instituciones de crédito más fácilmente adaptadas a la creación de nuevas empresas y al fortalecimiento de las existentes; dio a la iniciativa privada ingerencia en la regulación de las subsistencias al otorgar participación a dicho sector en la administración de la Nacional Reguladora y Distribuidora de las existencias fortaleció las condiciones de los campesinos y ejidatarios al decretar la posibilidad de ampliación de la parcela y unidad en la dotación; a asegurado a los obreros el cumplimiento, en todos los casos, de la Ley del Trabajo, para evitar la explotación de los propios trabajadores, en beneficio de los capitalistas; ha asegurado al mismo tiempo, al sector de pequeños agricultores, la intocabilidad de la pequeña propiedad, haciendo efectiva la defensa que constitucionalmente tiene.

Por todo lo anterior, debe considerarse que el señor Presidente de la República no se ha limitado a pedir cooperación, sino que ha dado los medios de que esa cooperación sea real y benéfica para los mismos sectores que la proporcionan. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Zapata Vela.

El C. Zapata Vela Carlos: Ciudadanos diputados: Sobre el importante y trascendental tema que hoy aborda la Cámara de Diputados, esto es, el estudio, el análisis y el examen de la política de Gobierno que se sintetiza en la personalidad del señor general de división Manuel Avila Camacho, Presidente de la República, pueden afirmarse muchas

cosas de verdadera significación en la historia de México y de una levantada importancia en estos graves instantes de la historia del país; por que sin duda que, cada uno de los actos, cada uno de los pensamientos, cada una de las actitudes que hoy nosotros adoptemos como hombres públicos, como militantes de la vida política del país, están cargados de trascendencia, grávidos de consecuencias para el futuro.

Vivimos sin duda, los instantes más transcendentales de nuestra historia y es preciso que hoy lo reconozcamos plenamente. Si reconocemos la trascendencia y el sentido profundo que tiene para el porvenir todos nuestros actos, todos nuestros pensamientos en estos instantes, reconozcamos también que así, a través de todos los períodos álgidos de la historia de México, es como se ha venido integrando paulatinamente, lentamente, dolorosamente, con sangre, con dolor y con lágrimas y con sufrimientos, esta gran nacionalidad mexicana.

La historia de la Nación Mexicana no es más que ella misma. La propia nacionalidad, la patria, no es más que la serie de acontecimientos, la serie de hechos que la determinaron y las consecuencias que esos hechos tuvieron, a través de los cuales, desde la Independencia hasta nuestros días, se ha venido integrando la patria, poco a poco, convulsionante, con sangre y con dolor, con vida y con muerte; pero también con actos heroicos y positivas afirmaciones y actitudes levantadas, que elocuentemente denuncian la inquebrantable voluntad de un pueblo para existir, para ser y proyectarse en el porvenir; hechos heroicos que denuncian, repito, la voluntad vigorosa de un pueblo para afirmarse como nación y como Estado libre entre todas las naciones y pueblos del mundo; y no es posible, sin incurrir en traición a la patria, negar los dolorosos acontecimientos y las incontrastables fuerzas que a través de ciento treinta años han logrado integrar esta plausible realidad heroica, amada y querida, que rige todos nuestros actos y norma todos nuestros pensamientos y cuyo bienestar y grandeza son el alto signo bajo el cual se desarrollan todas nuestras actividades.

Este es el pueblo de México, la patria mexicana, la patria a que nos debemos íntegramente, en acción y pensamiento; la patria a la que pertenecemos totalmente con nuestra sangre, con nuestro brazo, con nuestro cerebro, a la que ofrendamos nuestra conducta íntegra sin temor de llegar al sacrificio para engrandecerla; y para defenderla habremos de entregar con orgullo nuestra vida si es necesario; y para hacerla gloriosa y libre habremos de entregar a la historia todos y cada uno de nuestros esfuerzos, todos y cada uno de nuestros pensamientos, idea y acción en un solo impulso constructivo y progresista.

Eso es la patria mexicana: su propia historia; estos ciento treinta años tan inquietos por la acción convulsiva y generatriz; estos ciento treinta años tan dolorosos y tan sangrantes, tan llenos de heroísmo, de sangre y sacrificio. Es verdad, así es la patria mexicana, así la queremos y así la habremos de hacer grande. Sobre la tragedia dolorosa de estos años de la historia del país habremos de levantar la futura construcción, el edificio magnífico de una nacionalidad indeclinablemente dirigida hacia el porvenir, hacia la conquista de todas las finalidades, de todos los objetivos inmediatos y lejanos de la historia de México, que son también los objetivos lejanos e inmediatos del pueblo mismo de México y de cada uno de todos los mexicanos, que estamos dispuestos a conquistar el porvenir y hacer de la patria mexicana el amplio medio de vida de generaciones futuras organizadas en la justicia social y en la paz constructiva.

No podemos negar la historia de nuestra patria porque eso sería negar la misma, y quienes así lo hacen, sin temer, sin sentido de responsabilidad y sin consideración de la historia, son traidores a la patria, simple y llanamente.

Cuando se trata de glosar el pensamiento político que se sintetiza y encarna en la personalidad del señor presidente de la República, Manuel Avila Camacho, no es posible tampoco descontar la historia de México. Precisamente para poder abordar este tema trascendental es preciso tomar muy en consideración cuál ha sido la historia del país, todas las tragedias a través de las cuales se ha estructurado la nacionalidad, y todos aquellos actos de los cuales nosotros habremos de obtener, no un motivo de condenación para el pueblo, sino una enseñanza un ejemplo, una vigorosa experiencia desde la cual podamos normar nuestra conducta, dirigir nuestros pasos y hacer que nuestros actos se encaminen directamente hacia la conquista de los objetivos de la nacionalidad mexicana.

Es preciso tomar en consideración, muy en consideración, la historia de México para poder entender, afirmar, esclarecer el pensamiento político del Jefe de la Nación; y es indispensable esto, porque de ninguna manera puede entenderse desconectada esta realidad política del país de todo el pasado, de toda la historia de la patria.

La organización actual, el pensamiento político que hoy rige las actividades políticas del país, es la consecuencia natural y lógica de todo el proceso histórico de la nación. No es posible desconocerlo. No es posible negar esto, porque de otro modo desconectaríamos, desintegraríamos y haríamos incongruente la realidad política que hoy vivimos, con el pasado de la patria, y por esta misma razón la haríamos también desconectada e incongruente con todo el porvenir.

La hora actual de México es una hora íntimamente conectada con el pasado, íntimamente conectada con el futuro; y esta es la circunstancia que da la mayor validez, la mayor importancia a la gestión, a la acción y al pensamiento político del Presidente de la República.

Después de todos los graves acontecimientos que crearon para la nación mexicana una situación internacional que no era posible eludir; después de que el mundo se dividió en dos grandes campos; después que todos los pueblos de la tierra sufrieron la división profunda que significa la presencia del nazifascismo y la lucha tenaz inquebrantable, a muerte, contra esa tendencia regresiva, negativa de todos los principios más valiosos de la

Humanidad; después de que esto hubo sucedido en México, también presenciamos fenómenos políticos de singular trascendencia: un sentido y un significado directamente conectado con esta situación internacional presidió todos los actos políticos del país. Incluso el pueblo mismo, con una maravillosa intuición, con esa intuición que hace constructivos todos sus movimientos, hizo determinante de esta situación internacional y de la definición política que la misma significa, la propia elección presidencial que dio como resultado, que el general Manuel Ávila Camacho fuera Titular del Poder Ejecutivo. Y, precisamente, porque el pueblo entiende que él y que solamente él podía representar y encarnar el pensamiento antinazifacista del pueblo mexicano, es el General Manuel Ávila Camacho quien ocupa ese alto y respetable sitial; es por eso que el pueblo mexicano lo señaló como el más indicado para organizar la actitud de México, la posición del pueblo en estos trascendentales instantes del mundo.

Cuando la dignidad del país, cuando la dignidad de la nación, cuando la soberanía del Estado mexicano, cuando todas estas cuestiones fundamentales impostergables, cuando todos estos principios fundamentales impostergables, cuando todos estos principios que no podrán ser olvidados, ni puestos al margen de la situación se encontraba en peligro, el señor Presidente de la República supo hacer honor a la misión que le fue conferida y vino aquí y nos dijo: "Vengo a cumplir el más alto deber que compete a un Jefe de Estado: el de decidir la guerra", y planteó la cuestión de guerra con toda valentía, con toda decisión y decoro en esa frase que llena de orgullo a todo el pueblo mexicano; que lo llena de orgullo, porque se siente satisfecho de tener un Presidente de la República que piensa y actúa con honor, pues con honor y dignidad declaró al pueblo Mexicano, que a la nación no le quedaba más solución decorosa que la guerra, y lo dijo con esta frase patricia: "Todo menos la aceptación pasiva del deshonor".

Otra cosa hubiese significado el deshonor para la nación, y el señor Presidente de la República, celoso guardián y vigilante cuidadoso de la soberanía y honor nacionales, llegó a esa radical medida, a esa extrema solución para una situación que no podía ser soportada y que no podía ser diferida por más tiempo. A partir de ese instante, el señor Presidente de la República ha venido confirmando, en cada uno de sus actos, en cada uno de sus discursos y en cada una de sus actuaciones, como titular del Poder Ejecutivo, su franca, definitiva y clara profesión de fe antinazifacista: se confirmó así en todos sus discursos especialmente en los últimos pronunciados después del primero de septiembre, como en ningunos otros, más clara y evidente y visible la posición antinazifascista del señor Presidente de la República y su conexión directa con el sentimiento de la nación, y su congruencia inmediata con la realidad política nacional e internacional y su identificación plena y absoluta con los objetivos de México en esta lucha mundial en la que se está persiguiendo, de parte de las democracias, la defensa de los destinos del hombre y la salvación de la causa misma de la Humanidad libre sobre la tierra.

Pero no solamente han sido sus discursos; toda su obra ha sido caracterizada por la preocupación de dar constantemente, siempre y de modo incesante, una supremacía indiscutible a los valores y a las categorías del espíritu. No es posible hacer hoy una glosa de toda actuación, pero baste nada más como índice para señalar cuál ha sido el denominador común de toda su actuación y de toda su obra, la labor que desarrolla en pro de las bellas artes, la labor que desarrolla en pro de los auténticos valores de la cultura, la tarea que desarrolla para llevar a través de la dirección de educación extra escolar y estética todas las mejores formas culturales que significan elevación espiritual, calidad espiritual del pueblo, levantamiento de los valores del espíritu, para entender cual ha sido fundamentalmente su preocupación.

Por encima de otra preocupación ha sido esa: la de dar al pueblo valores espirituales y calidades morales, la que ha orientado su gestión sin descuidar en ningún instante la definición política que corresponde al pueblo trabajador de México en los beneficios materiales a que tiene derecho por una determinación ineludible de la historia.

No obstante, tiene múltiples contradictores el señor Presidente de la República y hay dentro del país muchas gentes, muchos factores que se empeñan en contradecirle y negarlo. ¿A que se debe esto? No cabe duda que México tiene enemigos no sólo fuera de sus fronteras; que los enemigos a los cuales México ha declarado la guerra no sólo existen y actúan fuera del país; dentro de las fronteras mismas de la patria luchan y medran los enemigos del pueblo mexicano. Ellos son los que, dentro del país, se empeñan en negar la obra del señor Presidente, que es la obra de la Revolución; la obra del señor Presidente, que es la mejor síntesis de la historia de México y la mejor justificación de los ciento treinta años de la historia del país, se empeñan en negarla sin sentido de responsabilidad ante la historia, sin conciencia siquiera elemental de la gravedad del instante internacional que vivimos, sin responsabilidad de la jornada político nacional que estamos viviendo. Estos contradictores de la obra del señor Presidente de la República, enemigos de la patria, a los que es un deber señalar: el sinarquismo, Acción Nacional, los períodos de derecha, todas las fuerzas obscuras y regresivas aliadas del nazifascismo, aliadas declaradas o vergonzantes, se empeñan en negar la obra del Presidente de la República para desvirtuar la militancia internacional del País y hacer inalcanzables los objetivos de México en esta lucha.

Y bien, señores diputados, la mejor manera de solidarizarnos con el señor Presidente de la República, la mejor manera de demostrar que nuestra actuación está vigorosamente vinculada con el titular del Poder Ejecutivo, que nuestro pensamiento político está plena e indiscutiblemente identificado con el pensamiento que norma la acción del ejecutivo, es abrir una guerra a muerte incesante, inquebrantable, con constante y renovada decisión de lucha y de combate, contra los contradictores del

Presidente de la República, que son los enemigos de la patria: el sinarquismo, Acción Nacional, la falange española y todas las fuerzas que se empeñan en negarle a la Nación Mexicana la justificación de sus destinos históricos, la justificación de los objetivos que persigue en esta lucha, la justificación de la lucha y la actuación que libra y desarrolla en estos graves instantes nacionales e internacionales.

Así habremos demostrado al Señor Presidente nuestra solidaridad, desarmando a sus enemigos, que son los enemigos de la patria, liquidando al sinarquismo y a todas las fuerzas regresivas y reaccionarias, a todos los elementos aliados del nazifascismo que traicionan a la patria, a todos los políticos de derecha, ya estén en oposición, o dentro del régimen, que se empeñan en desvirtuar la trayectoria histórica de México. Y si son ellos enemigos de la patria, liquidarlos es un deber patriótico.

Pues, señores diputados, definámosla con claridad, con recios, vigorosos caracteres: nuestra solidaridad hacia el señor Presidente de la República es una solidaridad plena, decidida, categóricamente antinazifascista. (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado López Arias.

El C. López Arias Fernando: Señores diputados: Voy a ocupar un poco de tiempo de ustedes para tratar de hacer la glosa de los discursos que el señor Presidente de la República ha pronunciado en este histórico mes de septiembre.

Creo que no es sólo importante para nosotros hacer esta glosa y entender sus discursos, sino que cumple a nuestro deber explicar al pueblo de México en qué forma piensan sus representantes. Pero para esto es necesario volver a leer las palabras que el señor de la República nos expresara en la memorable sesión del primero de septiembre de este año, y es necesario, para compenetrarnos del justo sentido de responsabilidad, la comprensión profundamente arraigada en él del problema que el pueblo de México vive.

Por ello, quiero comenzar con aquéllas palabras que pusieron en su rostro una honda emoción sinceramente sentida.

Decía el señor Presidente de la República al pueblo de México: Por desgracia sabemos que el presente estado de la civilización, la guerra no desconoce ya diferencias entre civiles y militares. Para ganarla, el país entero está obligado a contribuir ahora con su trabajo, su saber y su inteligencia; mañana a caso con su sangre y con su valor. Y después manifestó: Sin los ideales que sustentamos, la paz futura crecería de dignidad; pero la paz que buscamos no logrará mantenerse sin una modificación general de los métodos de trabajo, sin una humanización de los sistemas de comercio y sin un reconocimiento eficaz de los derechos que tiene cada nación, no sólo a que su soberanía sea respetada, sino que esos legítimos intereses sean tomados en cuenta, dentro de un programa, primero continental y después mundial, que aleje toda sospecha de imperialismo y que dé a todos los países iguales posibilidades de acceso a las materias primas, así como elementos indispensables para esa industrialización racional que requiere la industria contemporánea".

El señor Presidente de la República está precisando la postura ideológica que México ha sostenido: el respeto que todos los pueblos de la Humanidad se merecen entre sí, el respeto que en la convivencia del mundo deben tenerse los pueblos para que estos busquen dentro de su destino, la mejoría de su progreso y de su civilización.

Pero lo que más profundamente - Cuando menos a mí - nos conmoviera, fue esta parte de su discurso, que dice:

"La pobreza de nuestras masas nos afecta y nos duele profundamente. Cuando vemos a pueblos prósperos y felices luchar por su libertad, apreciamos su decisión y la respetamos. Pero cuando vemos al nuestro, todavía en muchas regiones, insuficientemente vestido y alimentado, levantar la cabeza ante la amenaza y declararse dispuesto a los sacrificios, nos llena de admiración". (Aplausos nutridos y prolongados).

"Ocupado en la integración de nuestro frente exterior de economía y de política, el gobierno no puede olvidar esos núcleos, desheredados de la fortuna que pelearan, junto con nosotros, por una civilización por la que no han recibido sino los despojos. (Aplausos nutridos). Ellos están presentes en nuestro espíritu, y, para su mejoramiento, no omitiremos ningún esfuerzo, ni ahora, ni en el momento en que la paz nos permita organizar sobre nuevas bases nuestra capacidad homogénea de creación. Después de todo, la guerra en que nos hallamos es, en el fondo, su propia guerra". (Aplausos).

Tal parece que el señor Presidente de la República en este párrafo de su discurso, recoge las palabras de Martí, pronunciadas en 1889 en la ciudad de Nueva York. En su discurso, Martí decía:

"Pero por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz esta América en la que nació Juárez".

Y esto es verdad. Las palabras del señor Presidente, profundamente sentidas, hondamente conmovedoras, están diciéndonos cual es el problema de México, cual es el problema de los campesinos que están trabajando en el surco y que, cuando oyen el llamado de la patria, se aprestan, a pesar de su doloroso camino a través de nuestra historia, a volver a dar su sangre, a volver a pensar que esta patria es la suya y a defenderla con toda su vida y con toda su energía, no obstante su honda tragedia.

Esta es la conquista efectiva que apetecemos, no la anexión de algún suelo extraño, sino la posibilidad de redimirnos por el trabajo, en un concierto internacional que no imponga salarios de hambre, beneficiando así a un coloniaje indirecto, tan injusto y dramático como el otro.

¡Profunda idea, honda concepción de la tragedia en que vive el mundo¡

El Presidente de la República, en su histórico

mensaje, puso ante nosotros esa tragedia. El siente profundamente el dolor de México; él está haciendo sentir en cada palabra suya cuál es el verdadero problema que aflige a nuestro pueblo; él no puede aceptar en ninguna forma que podamos seguir sometidos, mediante salarios de hambre, a una oprobiosa colonización, que es peor que cualquier otro imperialismo.

"La lucha que aflige al mundo resultaría doblemente estéril, si las democracias en el instante del triunfo se contentaran con restablecer los procedimientos que utilizaron las dictaduras como pretexto para desencadenar la contienda que hoy padecemos.

Sería inútil, en verdad sería inútil, que se derramara la sangre de pueblos libres en defensa de su libertad; sería inútil que se derramara la sangre de los pueblos sometidos hoy al bárbaro nazi fascismo, si la paz no trajera el consuelo de un nuevo ideal a esta Humanidad sufrida. En verdad, el señor Presidente está esbozando tesis de paz; está viendo con ojos muy abiertos el problema que se presentará al mundo, a la Humanidad, tan pronto como la paz sea un hecho.

Es necesario que nosotros pensemos en lo que el señor Presidente de la República certeramente afirma, que después de la paz tendremos que cambiar las rutas del pasado; tendremos que consolidar definitivamente los principios en que descansa la libertad de la Humanidad, y tendremos que hacer valederos e imperiosos los principios del respeto a los derechos de todo el mundo.

Yo creo que los discursos del señor Presidente de la República son, sobre todas las cosas, una oración a la patria. Cuando él va a todas las fuerzas vivas que la constituyen; cuando él habla al Instituto Armado de la patria; cuando él se acerca a los hombres que tienen los intereses económicos en sus manos; cuando él habla a los trabajadores de nuestro país; cuando él se dirige a los hombres de campo, está dirigiendo una oración de acercamiento en aras de la patria - así lo creo yo - ; está pidiendo a los fuertes y a los débiles, a los ricos y a los pobres, a los inteligentes y a los cultos, y a los ignorantes también, que se agrupen en torno de él para hacer que la patria recoja de esta cruenta lucha beneficios que sean importantes para mejorar nuestra vida institucional.

Cuando el Presidente de la República se dirige a nosotros en esta forma, yo creo, con Roman Roland, que nosotros no conocemos pueblos; conocemos al pueblo único, universal, el pueblo que lucha, que sufra, que crea, que cae y se levanta siempre, y que siempre avanza sobre el rudo camino empapado en su sangre.

Ese es el pueblo que nosotros conocemos, el pueblo de México que es nuestra propia sangre y que da a todos los hombres que convivimos en él lo mejor que puede tener.

Señores: cuando Guillermo Prieto llegó ante el cadáver de Benito Juárez, Presidente de la República, con honda emoción le dijo:"¡ De pie, señor, de pie!" Y Juárez se levantó y sigue viviendo de pie en la conciencia nacional.

El señor Presidente de la República representa para nosotros la conciencia nacional del pueblo mexicano. ¡Que Juárez, de pie, ilumine sus actos, porque él escribió la página más gloriosa de México! Como dijo Urueta, la idea en actividad atraviesa la historia en una serie de encarnaciones diversas: Hidalgo, con el tiempo, se llamaría Juárez; el Pensador Mexicano, aparecería un día en la Academia de Letras con las fracciones cobrizas del Nigromante, y la mirada de lumbre de Morelos fulguraría de nuevo en los anteojos del general Zaragoza. ¡Que esta idea sea para el señor Presidente de la República la vitalización de sus actividades y de su actitud para con la patria!

Nosotros sólo tenemos que decir: el señor Presidente de la República refleja los más hondos pensamientos, los más puros sentimientos de nuestra nacionalidad y tras él, hecho conciencia, está el pueblo de México. (Aplausos).

El C. Carrillo Alejandro: Pido la palabra.

El C. Presidente: Tiene usted la palabra.

El C. Carrillo Alejandro: En los momentos supremos de un pueblo, cuando lo que es, lo que ha sido y lo que anhela ser ese pueblo, se ve gravemente amenazado, es oportuno recogerse en la meditación y volver los ojos al pasado, para sacar de las páginas luminosas de la historia los ejemplos de los hombres guías, los ejemplos de los hombres que nos han dado la patria que hoy gozamos. Por ello, hoy que México - junto con otros pueblos que no quieren conocer la indignidad - se yergue con el fin de reclamar respeto a su soberanía, consideramos prudente repasar las mejores páginas de nuestra historia, con el fin de encontrar en ellas la ruta, el rumbo, los ejemplos que hemos de seguir dignamente, si dignamente hemos de continuar usufructuando el nombre de mexicanos patriotas.

Señores diputados, pueblo de México que escuchas a través del radio: no es hoy, en mil novecientos cuarenta y dos, la vez primera que la Nación Mexicana se ha empeñado en un alto, en un generoso, en un legítimo intento de unidad nacional.

Ya hubo otro momento culminante, cumbre de nuestra historia, en que todas las rencillas, en que todas las ambiciones bastardas, en que todos los propósitos personalistas hubieron de ceder ante el empeño generoso, noble y limpio que congregara a todo el pueblo de México para conseguir la independencia: ricos y pobres, mestizos y criollos, indígenas y negros, todos los que habitaban el territorio de la patria se unieron.

¡Hemos tenido un ejemplo, pues, pueblo de México, hemos tenido una lección de lo que significa y de lo que vale la unidad nacional!

Fue en Guerrero, en ese Estado maravilloso, cuna de la consumación de la Independencia de México, en donde se gestara, en donde se diera remate a ese edificio magnífico de la unidad nacional, primera en nuestra historia; fue allá, en las montañas abruptas del Sur, en donde los insurgentes, capitaneados por el gran Vicente Guerrero, junto con Pedro Ascensio y toda la pléyade de héroes que le seguían, recogieron el ofrecimiento de hombres que momentos antes los habían combatido con las armas en la mano, de hombres que los habían

befado, de hombres que los habían injuriado. Guerrero, Pedro Ascensio y todos los que con ellos lucharon en las serranías surianas, aceptaron limpiamente la invitación de sus adversarios de la víspera, olvidaron los agravios pasados, hicieron a un lado sus rencores, y con el empeño de lograr la Independencia de México, hicieron posible el plan de Iguala para hacer de México una nación libre.

Este primer ejemplo de desinterés, de generosidad, lo recoge la patria mexicana emocionada, como que gracias a él puede México hoy ostentarse en el concierto de las naciones del mundo como un pueblo libre, como un Estado soberano. Ese ejemplo no debemos olvidarlo hoy: primer caso de unidad nacional en que los insurgentes, los que se levantaron para conmover al país con su ideal, con su palabra y con su fusil, superaron su grandeza subordinándolo todo el empeño de hacer de México una patria libre; no debemos olvidarlo hoy porque ese primer empeño de unidad nacional fracasó, fracasó dolorosamente. Y fracasó, señores diputados y pueblo de México, como lo saben todos los que conocen la historia de nuestra patria, porque a la unidad nacional que se plasmó en Iguala no se le dio un programa del pueblo; porque la Revolución Mexicana que en mil ochocientos diez encabezó y dirigió Hidalgo; la Revolución Mexicana, plasmada en normas jurídicas en Apatzingán por el genial Morelos en mil ochocientos catorce fue olvidada y quiso dársele a la unidad nacional un programa distinto, un programa ajeno a los anhelos más hondos, a los propósitos más queridos del pueblo de México.

Por eso tanta convulsión, por eso tanta pelea, por eso tanta lucha fratricida, después del triunfo del Ejército Trigarante: porque el pueblo de México, que los insurgentes representaban, se vio defraudado en sus ideales, se consideró defraudado en sus aspiraciones.

Primera unidad nacional en México fracasada por falta de un programa enclavado en las entrañas del pueblo, de un programa surgido de la raíz de la Nación Mexicana.

Hoy, hoy que queremos lograr, una vez más, la unidad nacional, los patriotas mexicanos debemos volver los ojos al pasado y recoger esta dolorosa experiencia, esta amarga lección. Es por ello que hoy debemos empeñarnos en realizar una unidad nacional militante, patriótica, al servicio del pueblo, no al servicio de los enemigos del pueblo. (Aplausos).

Por eso es importante entender en estos momentos lo que los patricios de México no estaban en posibilidad de comprender en su hora; por eso es indispensable recoger el ejemplo que nos legaron; por eso es de vital importancia no olvidar su fracaso, como tampoco hemos olvidado sus triunfos.

Se hizo la unidad nacional por vez primera en México para conseguir la Independencia. Hoy los mexicanos patriotas, no importa cuáles sean nuestras creencias, no importa la filiación ideológica, no importa la condición social, debemos hacer la unidad, no para conseguir la Independencia, que ya la tenemos, sino para salvar la Independencia que hoy está amenazada. (Aplausos).

La unidad nacional es el recurso indispensable, es el medio único, el instrumento único también, que habrá de hacer posible este propósito, que ningún buen mexicano puede tener lejos de su corazón en estos momentos de angustia que conmueven a la patria y al mundo entero.

Yo quiero decir que si el fracaso de aquella unidad fue un fracaso doloroso, no se perdió del todo porque nos ha dejado un lección y un ejemplo que habrá de sernos profundamente útil en estos momentos de consolidación patria. Yo digo que hoy necesitamos una unidad nacional con un programa, con una bandera, con una meta, con un objetivo que sea claro como la luz del día; que sea diáfano y transparente, para que todos los mexicanos, sin excepción, sepan qué camino, qué rumbo, qué ruta es la que ha de seguirse si hemos de lograr este objetivo patriótico de la unidad nacional. ¿Y cuál es ese programa? ¿Cuál la bandera? ¿Cuál la meta? ¿Cuál el objetivo de la unidad nacional?

Señores diputados y pueblo de México: El mes de septiembre ha querido el destino que sea un mes excepcional en cuanto al número de fastos de la historia patria que en él han acontecido. Fue en aquel glorioso amanecer del dieciséis de septiembre de 1810, cuando el Padre Hidalgo convocara a sus feligreses para lanzarse a la lucha por la independencia. Fue el 27 de septiembre - once años más tarde - fue el 27 de septiembre de 1821, cuando ante las puertas de esta gran capital azteca se presentaron los egregios ejércitos trigarantes que habían consumado la independencia de México; y hoy - y no es éste un vano halago, un elogio superficial, pues ya el pueblo de México sabe que nosotros acostumbramos decir lo que pensamos, independientemente de las consecuencias de nuestra actitud - habremos de decir que la historia patria debe recoger todo el mes de septiembre de 1942 como un fasto de la historia mexicana, porque en él se nos ha dado lo que el pueblo mexicano más necesita en estos momentos. Más que cosas de carácter material para uso inmediato, más que un programa de reivindicaciones urgentes realizables a corto plazo, más que ofertas concretas para cumplirse mañana o pasado, el pueblo de México para poner todo su fervor en esta cruzada en defensa de la vida de la patria, necesitaba un programa para llevar a feliz término la unidad nacional. Por ventura, septiembre de mil novecientos cuarenta y dos ha entregado al pueblo de México el programa de la unidad nacional. Manuel Ávila Camacho, abanderado de la Revolución y Jefe del Estado, ha tenido el singular acierto de entregar a su pueblo este programa.

¿Por qué este juicio? ¿Por qué esta afirmación tan categórica? No es vano empeño de elogiar al hombre que ocupa la Primera Magistratura en el país - no acostumbramos el elogio como sistema, esperamos no acostumbrarnos a él jamás -; pero a fuer de sinceros, a fuer de mexicanos, a fuer de patriotas auténticos, no podemos menos que llegar a esta conclusión, conclusión que estamos seguros que el pueblo de México que escucha por la radio y los señores diputados que aquí se encuentran reunidos habrán de hacer suya, una vez hecho el análisis cuidadoso de las razones que nos llevan a tal deducción.

La primera de ellas es que Ávila Camacho en su Informe al Congreso, del primero de septiembre, en sus discursos del once de septiembre, del quince del diecisiete, del dieciocho; del diecinueve y del veinticuatro del mismo mes, ha trazado la ruta que los mexicanos todos, independientemente de su pensamiento político, independientemente de su posición económica y social, habrán de seguir, si queremos que México se salve en esta hora de prueba.

Por eso llamamos a su pensamiento expuesto en estos mensajes, el ideario de México, el ideario de la patria mexicana, el programa de la unidad nacional.

No sería prudente, señores diputados, por lo avanzado de la hora, y, además, porque no es el mejor sistema, tratar de presentar ante ustedes, debidamente clasificados, cada uno de los pensamientos en relación con cada uno de los temas que abarca este magnífico arsenal programático que el señor Presidente ofrece a la nación. No encasillaré sus expresiones, porque cuando los conceptos se encasillan y se desvinculan del resto del discurso, ocurre que se les quita sentido; se desvitalizan, pierden su relación con pensamientos que les anticipan y explican, por estar estrechamente ligados los unos a los otros.

Por eso es que nosotros, hoy, muy rápidamente, muy esquemáticamente, habremos de ocuparnos de hacer una glosa, en el sentido más amplio del término, de los mensajes de septiembre de Ávila Camacho, que ya no son más de Ávila Camacho, pues constituyen, como ya de ha dicho, el ideario de la patria mexicana que Ávila Camacho ha entregado a nuestra nación.

Ante todo, es conveniente hacer hincapié en la significación excepcional que un Jefe de Estado da a sus palabras en el momento en que el país se encuentra en guerra, en los instantes mismos en que todo lo que se hace y todo lo que se dice por una autoridad tan responsable, tiene profundas repercusiones en la vida de México.

Estamos en guerra. Luchamos por conquistar el triunfo. ¿Y qué debe significar la victoria en esta guerra que nosotros hemos aceptado, impuesta por la adversidad, impuesta por la conducta agresiva e ilegal de las dictaduras? Vamos a la guerra, ¿para qué? ¿Vamos a ella para obtener un triunfo militar y para acrecentar el territorio de México? ¿Vamos a ella con el objeto de que la bandera de México pueda ondear en territorios allende las fronteras de México? ¿Vamos a la guerra para alardear de nuestra capacidad combativa, de nuestras virtudes bélicas comprobadas con tantos años de dolor? Ávila Camacho responde a esta pregunta, contesta a esta interrogación, para que el pueblo de México conozca el camino que ha de seguir en torno a esta inquietante interrogación. "Nuestro esencial deber - dice el Presidente en su discurso del primero de septiembre - es cooperar con las democracias para apresurar el término de la guerra... "Por desgracia sabemos que en el presente estado de la civilización, la guerra no reconoce la diferencia entre civiles y militares. El país entero está obligado a contribuir ahora con su trabajo, con su corazón y con su inteligencia; mañana a caso, con su sangre y con su valor".

Ávila Camacho ha dicho que si estamos en guerra es porque las circunstancias nos han impuesto esta tremenda pelea que no queríamos, que procuramos esquivar, que no deseábamos aceptar. Sin embargo, una vez que el destino de México, libre y digno, nos ha marcado el camino, una vez que la soberanía de México nos ha abierto sólo una puerta, que es la del honor, por ella ha de ir México entero, marchando en caravana interminable, con el objeto de que los pueblos todos del mundo sepan que si mucho hemos perdido, que si territorio nos han quitado, que si millares de vidas nos han segado injustamente, ejércitos invasores en otros tiempos, lo que no han podido arrancar de México, lo que no han podido arrancar de su corazón, lo que ni ellos ni nadie han podido arrancar de su sentimiento, es el honor que define y caracteriza al pueblo mexicano. (Aplausos nutridos).

Pero para ir a la guerra y tener en ella buen éxito, necesitamos ser fuertes; necesitamos oponer a la fiereza y a la fuerza enorme del adversario la fuerza toda de la patria, indivisible, única. ¿Cómo un país sangrado por las peleas internas, cómo un pueblo convulsionado por tantos años de lucha, va a ofrecer en estos momentos un valladar a los empeños ambiciosos de extranjeros imperialistas? ¿Cómo ha de lograrlo México? ¿En dónde hemos de radicar nuestra fuerza? ¿Cómo hacer saber, con hechos, al mundo entero que México no está dispuesto de dejarse arrebatar su soberanía? Ávila Camacho que es un eco de la voz de Hidalgo, que es como un eco lejano en el tiempo de la voz de Morelos, de las palabras encendidas de Guerrero, y de las palabras resueltas de Benito Juárez; él que representa a todos ellos porque representa a la patria misma en estos momentos, responde al pueblo de México y ofrece la pauta que lo ha de llevar al camino de su salvación. "Sin los ideales que sustentamos" - dice en su mensaje del primero de septiembre Ávila Camacho, pensando ya en el resultado de nuestro esfuerzo, avizorando las consecuencias de nuestra participación en la contienda - "La paz futura carecería de dignidad. Pero la paz que buscamos no logrará mantenerse sin una modificación general de los métodos del trabajo, sin una humanización de los sistemas de comercio y sin un reconocimiento eficaz de los derechos que tiene cada nación, no sólo a que su soberanía sea respetada, sino a que sus legítimos intereses sean tomados en cuenta dentro de un programa, primero continental y, después mundial que desaloje toda sospecha de imperialismo y que dé a todos los países, iguales posibilidades de acceso a las materias primas, así como los elementos indispensables para esa mecanización racional que requiere la industria contemporánea".

Ávila Camacho piensa, pues, en lo que habrá de ser el mundo al terminar la guerra, al obtener la victoria, y desde hoy se apresura a decir, en nombre de México, los móviles generosos que nos mueven en esta empresa y afirma que nuestro país tiene en esta cruzada un alto empeño, muy superior al de obtener conquistas materiales, y por ello

mezquinas, como fruto de la victoria militar. No augura México el empleo de la fuerza de la violencia en contra de los vecinos, en contra de los derrotados; Ávila Camacho, con voz limpia que surge del manantial más puro de la tradición patria, afirma que al terminar la guerra los mexicanos queremos justicia para todos los pueblos; que no queremos un mundo en el que sobre vivan las agresiones, que no queremos injusticias, no importa de donde provengan; que no deseamos que los sistemas de comercio son estructuras que hagan descansar todo el peso de su carga sobre las grandes masas desheredadas.

Ávila Camacho nos ofrece un pensamiento que es necesario recoger en esta representación Nacional, por la excepcional significación humana que él encierra:

"La pobreza de nuestras masas nos afecta y nos duele profundamente. Cuando vemos a pueblos prósperos y felices luchar por su libertad, apreciamos su decisión y la respetamos. Pero cuando vemos al nuestro, todavía, en muchas regiones insuficientemente vestido y alimentado, levantar la cabeza ante la amenaza y declararse dispuesto a los sacrificios, nos llena de admiración... El Gobierno no puede olvidar a esos núcleos desheredados de la fortuna que pelearan junto con nosotros, por una civilización de la que no han recibido sino los despojos. Ellos están presentes en nuestro espíritu, y para su mejoramiento no omitiremos ningún esfuerzo, ni ahora, ni en el momento en que la paz nos permita organizar - sobre nuevas bases - nuestra capacidad homogénea de creación".

Al hacer este justísima apología de nuestro pueblo, desheredado y magnífico, Ávila Camacho debió haber tenido en su mente y en su corazón, las chusmas maravillosas del Cura Hidalgo, a las magníficas huestes de Morelos, a los tremendamente combativos grupos de Chicanos de Juárez y también, ¡cómo no! a las masas de la Revolución Mexicana de novecientos diez, porque la tragedia de la miseria de nuestro pueblo no es nueva ni ha desaparecido todavía; arranca de muchos siglos atrás y sobrevive en nuestro propio tiempo. Ávila Camacho ha descorrido el telón de la dolorosa realidad nacional; ha quitado la venda de los ojos a aquellos que no quieren ver y ha dicho, lo que es verdad, que en nuestro pueblo hay aún mucha hambre, que todavía hay muchos hombres que no pueden vestir ni comer bien, y muchos hombres, y muchos centenares de miles de hombres, mujeres y niños que no pueden gozar plenamente de la vida. El ha afirmado que no los olvida. ¿Cómo ha de olvidar a Ávila Camacho a esos mexicanos cuando Ávila Camacho es hoy el representativo por excelencia de la patria y la patria está integrada en su mayor parte por esos seres miserables, para quienes la vida es casi un azote y no un gusto el disfrutarla? (Aplausos). Esos Mexicanos pobre y magníficos que Ávila Camacho recuerda, esos hombres a quiénes Ávila Camacho ofrece no olvidar, son los hombres que han hecho la patria mexicana desde Hidalgo hasta hoy.

Desde el 15 de septiembre de 1810 en Dolores, hasta el 15 de septiembre de 1942 en nuestro Zócalo. Toda esta larga y fecunda historia que se compendia entre estas dos fechas está ahí en ese pensamiento de Ávila Camacho.

Y ante el soldado del pueblo, producto de su pueblo, no podía menos, en estos momentos en que tantas palabras altisonantes se dicen, en que tantos empeños sospechosos se profieren, no podía menos, que con la serenidad augusta que le da su calidad de jefe del Estado mexicano, recordar esta actitud generosa y espléndida de nuestro pueblo triste, pobre y grande. Pueblo al que, como lo dice el presidente, la civilización apenas le ha dado sus despojos; pueblo que ha sido y es carne de tragedia, de miseria, pero que tiene un gran corazón, independientemente de que su cuerpo se cubra apenas con escasos ropajes. No importa que el indígena mexicano lleve huaraches, no importa que lleve, cual banderas anunciadoras de su pobreza, girones de ropa sobre sus flácidas carnes; no importa que el indígena mexicano tenga una dieta cuyo costo es inferior al de la de cualquier caballo de no importa cual millonario mexicano; nada de esto importa, por que lo que tienen los indios mexicanos, lo que tienen los campesinos de mi patria, lo que tiene los artesanos, los obreros, los trabajadores todos de mi México, es la resolución de hacer que esta situación cambie para que algún día México se integre como un país de hombres prósperos, de hombres libres y felices, resueltos ha defender lo que ellos han creado con sus manos, con su cerebro y con su corazón. (Aplausos).

Nuestro Ejército Nacional, creación del pueblo, surgido del pueblo, es una institución que hoy forma la primera línea de defensa de la soberanía de México; lo sabemos todos. En caso de una agregación, en caso de invasión - ya hoy no tan hipotética como hace algunos meses - , el Ejército Nacional, espina dorsal de la defensa de las instituciones de México, tenía necesariamente que recoger del Presidente Ávila Camacho, en esta hora decisiva para nuestros destinos, su orientación.

Si es el Ejército, en estos momentos convulsos, de la guerra, nuestro primer bastión de la defensa nacional; si es a él al que corresponderá recibir el primer choque violento de las fuerzas que vienen de fuera - si es que llegan - tenía necesariamente la institución armada que saber cuál es el camino que marca la patria, no el camino del deber militarista simplemente, no el código del cuartel, no lo que indispensablemente señala la Ordenanza, sino algo superior: la ruta y el rumbo que fija la patria, que en estos momentos exige su valiosísima cooperación. Y allí fue Ávila Camacho.

El once de septiembre se presentó ante esa institución gloriosa de México para decirle su pensamiento.

Y aquellos que creen halagar a nuestro Ejército, diciéndole que nada tiene el Ejército Nacional que ver con las luchas del pueblo; aquellos que dicen que el Ejército ha dejado de formar parte de la Revolución para hacerse sólo el brazo armado y ciego del Estado; aquéllos que creen que con cantos de sirena han de halagar los oídos de nuestros militares revolucionarios, tratando de apartarlos de su deber primario, recogieron de labios del presidente

Ávila Camacho, abanderado de México y de la Revolución, estas palabras que el pueblo todo de mi país debe recoger, que el pueblo todo de mi patria no debe olvidar, porque, como dijo Manuel Ávila Camacho, en esa memorable ocasión, "la confianza del pueblo obliga"; y cuando el pueblo a puesto su confianza en un Ejército que es producto de la masa popular, el Ejército tiene la obligación de servir lealmente a ese pueblo, del cual ha surgido a través de su historia. Dijo Ávila Camacho :

"Formado en las luchas de esa emancipación generosa que cien años después de la iniciación de la independencia política del país, fue, en realidad, la prosecución de la obra libertadora llevada a cabo por los insurgentes, el Ejército Mexicano es a la vez autor y producto de la Revolución, pues su primera enseñanza no se efectuó en el ambiente austero de las academias y de las aulas, sino en la escuela palpitante y dramática de la vida".

Ciudadanos armados fuimos, habría de insistir el presidente Ávila Camacho en su discurso ante el Consejo de la Defensa Nacional , no hombres que creen en el militarismo sistemático; hombres de México que cogieron el fusil con el objeto de darnos libertad, hombres que primero llevaban el corazón encendido por ansias de justicia social y después aprendieron las normas de la organización militar. Ellos aprendieron estas fórmulas frías y mecánicas de la técnica del Ejército, después de haberse imbuido de la fórmula superior de salvar la libertad de México.

Afirmo entonces el Jefe de la nación:

"Ciudadanos armados fuimos durante el combate que demandó la conquista de nuestras reivindicaciones sociales. Y en esta lucha seremos hombres disciplinados; no autómatas obedientes al capricho de un dictador".

Por esa causa nuestro Ejército, como dijo Ávila Camacho, en estos momento tiene no sólo la obligación de ponerse en las primeras trincheras para rechazar con sus pechos la posible embestida de ejércitos extraños, sino que tiene también la misión de seguir iluminando, de seguir abriendo el camino, de seguir forjando brechas para que por ahí pasen los hombres que quieren hacer de nuestra patria una patria mejor, una patria más libre y una patria más digna. Por eso nosotros sabemos que, al unirse el Ejército mexicano al Ejército de las Naciones Unidas, no solamente hemos contribuido a la causa de la democracia con un contingente de varios miles de soldados, sino con un conjunto valioso de hombres vinculados a los anhelos del pueblo. Y cuando se dice esto, cuando esto se afirma, se debe entender que cooperamos con hombres vinculados al suelo, al suelo del Hombre - con hache mayúscula - , independientemente del lugar en que haya nacido, independientemente del color de su tez, independientemente de la forma de su cabello, porque todos los hombres y todos los pueblos son uno solo si tiene el mismo propósito de justicia y hablan el mismo lenguaje de libertad y de dignidad. Por eso tiene la significación excepcional la presencia de nuestro Ejército en el conjunto de las Naciones Unidas. Por eso nosotros saludamos este gran discurso, esta pauta magnífica del presidente Ávila Camacho al Ejército Nacional.

Nosotros sabemos bien que la única forma de aplastar al fascismo, la única forma de acabar con las dictaduras totalitarias, es tener fe plena en la libertad, es ser enemigo abierto y acérrimo, implacable, no oportunista, ni hipotético, no falso sino auténtico, firme y decidido del fascismo y de todo lo que este régimen nefasto representa. Y como sabemos bien que el Ejército mexicano se engendró - el que nació en mil novecientos diez y mil novecientos catorce - para luchar contra la dictadura, sabemos bien que pocos, muy pocos ejércitos estarán en la altura moral del nuestro al luchar contra la barbarie fascista.

Lo hemos visto, lo han visto ustedes, señores diputados, lo sabe el pueblo de México, lo saben los pueblos del mundo. No bastan cañones, no bastan tanques, no bastan aviones para detener la máquina bélica de Hitler; hace falta decisión para acabar con el fascismo. Stalingrado no se defiende sólo con tanques, máquinas de guerra, sino con el corazón de los soldados rojos que prefieren morir a entregar su ciudad querida, su patria libre a su implacable y odioso invasor. (Aplausos).

Por eso nosotros sabemos que la entrada del Ejército mexicano al organismo militar de las naciones unidas, no solamente aumenta, como lo suponen los matemáticos de gabinete, los ciegos de entendimiento, los miopes de espíritu, no solamente aumenta para la causa de la democracia el número de hombres con instrucción militar, pues no podemos, ni debemos olvidar que el Ejército de México sabe esas actitudes ejemplares: El Ejército de hoy heredado directo del Ejército insurgente, supo tener su sitio de Cuautla tan legendario y magnífico como el que más; el Ejército nuestro supo tener su cinco de mayo de mil ochocientos sesenta y dos. Por ello es que afirmamos que el Ejército de México no se mide sólo por el número de sus hombres, no se mide por el número de regimientos solamente, sino por el fervor que los soldados mexicanos ponen para defender las causas nobles y dignas. (Aplausos).

El señor Presidente de México rinde cálido homenaje al dolor de nuestro pueblo cuando el quince de septiembre dice:

"Cuántos dolores parecía augurarnos el nombre mismo de la ciudad en que sonó por primera vez la campana inmortal de la independencia, nuestras masas los han sufrido sin una queja, con ese heroísmo que hizo de bronce la intrepidez de Cuauhtémoc, la resolución de Morelos y la tenacidad ejemplar de Benito Juárez".

Tal parece en verdad que se adivinaba cuántos sufrimientos, cuántos dolores iba a costarnos esta lucha nuestra. Ha sido permanente, ha sido una caminata sin cesar la del dolor del pueblo mexicano; este dolor permanente de México, que los que tenemos sensibilidad verdadera lo llevamos encajado en el corazón, porque sabemos que todavía vive hoy en el sufrimiento una gran parte del pueblo de México que no ha podido sentarse al banquete de la civilización. Nosotros sabemos que ese dolor es el que ha engendrado el patriotismo puro,

quintaesenciado de los hombres que no han de dejarse arrebatar un pedazo de tierra mexicana sin que antes pase por encima de ellos el invasor.

Por ello es que pensamos que quienes añoran la conquista, quiénes lamentan que los métodos de Hernán Cortés no sigan empleándose en México, quienes piensan que la libertad y la independencia de México son un error; quienes, inexplicables quietistas nos dicen que tenemos ciento treinta y dos años perdidos, que todo en México desde 1810 ha sido decadencia, que nada grande y nada generoso ha producido el México independiente; quienes producen esas voces que si son oriundas de México, mucho nos hacen pensar en su profunda equivocación, pero que si son repetición de consignas extrañas y extranjeras, mucho habremos de despreciar, deben meditar en la vigorosa y patriótica respuesta que el Presidente Ávila Camacho les da cuando afirma que no hemos perdido los ciento treinta y dos años de lucha; que si hemos forjado y estructurado nuestra nacionalidad en este lapso entre la sangre y el dolor, es porque hemos preferido ser rebeldes a ser esclavos; (aplausos) porque México, independientemente de la sangre que vierte, independientemente del dolor que le causa la lucha, jamás habrá de perder el camino de la libertad y de la dignidad patrias.

Por esa causa, es importante que éstos que nos dicen que hay que volver al orden cristiano de la Colonia; que hay que hacer que México sea grande otra vez, como lo fue cuando era Colonia - no lo dicen así, por supuesto - , ellos afirman: hay que volver a hacer a México grande como cuando era Nueva España, (y olvidan añadir que entonces México era una Colonia y no un país libre) a estas voces que no surgen de lo hondo de la patria, que traicionan a nuestros Insurgentes, que traicionan a nuestros héroes todos, el Presidente les da una lección magnífica y les dice que aprendan a ser patriotas, les dicen que aprendan a tener respeto para la sangre y el dolor que los mexicanos que vinieron antes que nosotros han derramado en pro de la patria. (Aplausos nutridos).

A ellos, a los equivocados o a los perversos que niegan la autenticidad de nuestras luchas libertarias, el Presidente de la República les recordó el 15 de septiembre:

"Han transcurrido 132 años desde aquel en que nuestro pueblo rodeó, en Dolores, al hombre de iluminada visión que merecidamente llamamos el Padre Hidalgo. En el curso de estos 132 años, México ha atravesado experiencias difíciles, guerras crueles y movimientos internos muy numerosos. Nacidos a la existencia política en un momento de crisis, semejante a la actual, hubimos de defender nuestras libertades de todas las amenazas: contra las amenazas de fuera, que nos impusieron conflictos capaces de reducir nuestro territorio, pero de no amenguar nuestra dignidad, y contra las otras, las amenazas de adentro, que en vano procuraron desviar el caudal de nuestras justas aspiraciones y que fueron siempre vencidas por la marcha ascendente del pueblo hacia el bien y la redención".

Y en réplica vigorosa a quienes presentan la vida independiente de México como una etapa estéril de violencia y desorden, el Presidente pronunció las siguientes palabras enaltecedoras:

"Hemos vivido en la sangre y en el dolor, pero no porque amásemos la crueldad, sino porque el dolor y la sangre eran necesarios para cimentar la estructura del progreso social y de la justicia. Hemos sufrido con estoicismo todas las torturas, pero no por pasividad, sino por firmeza; pues sabemos perfectamente que las grandes conquistas de la civilización solamente perduran cuando se afianzan en carne propia y cuando son el producto de una constante batalla contra las fuerzas del mal y de las tinieblas. Hemos sido rebeldes, porque no queríamos ser esclavos. Y ahora que la ola de fuego del imperialismo más arbitrario trata de reducir a cenizas nuestra existencia, aquí estamos todos los de hoy y los de ayer, los ausentes y los presentes, los que viven y los que fueron, constituyendo una unión sagrada que ningún ataque enemigo dividirá".

A los timoratos, a los que tan sospechosamente insistían en establecer profundas diferencias entre "Estado de Guerra" y "Guerra", el Presidente les reitera una vez más que estamos en la guerra y que esta guerra será una guerra total; una guerra inmisericorde, una guerra definitiva; por eso nos aconseja la defensa total; a ella nos llama, y nos pide que nos agrupemos a ella.

Es necesario defender la patria - dice Ávila Camacho - porque ella está amenazada. Y entonces va a todas partes este hombre símbolo de México, del México libre, del México independiente. Llega a los trabajadores y allí está su discurso para decirles:

"En una hora de trascendencia tan absoluta, los derechos de clase tienen una responsabilidad: la que señala la obligación de atender a la salvación de la patria que está en peligro. En el caso de ustedes, tal obligación es tanto más explicable cuanto que los ideales por los que México pugna en la presente contienda internacional, coinciden con los que ha sustentado invariablemente el movimiento obrero de la República".

Y añade:

"Estamos en guerra para consolidarla justicia social que hemos alcanzado y no seríamos coherentes con las tradiciones que nos inspira si, en nombre de esa justicia, intentáramos destruirlas y tratáramos de inmovilizar nuestra evolución".

Y Ávila Camacho va después a los comerciantes y a los hombres de negocios, y a ellos también les dice su palabra limpia y cristalina; llega a ellos y les pide su cooperación.

En su discurso del 19 de septiembre, les dice:

"Es indispensable que el poder adquisitivo de las grandes masas de nuestro pueblo no se vea disminuido por una alza desproporcionada de los precios..." y añade: "...si, en las épocas de paz, las ganancias de comerciantes han de admitir como límite el que marcan las exigencias de una sana economía y los frenos de la moral pública, en las épocas de emergencia todo provecho inmoderado es, consiente o inconscientemente, un acto falto de patriotismo..." "El final de la guerra de 1914 vio surgir en gran número de países, una

colección de ricos improvisados que habían amasado su fortuna con el dolor de los desvalidos. México no consentirá que igual fenómeno se produzca en nuestro medio y tengo la certidumbre de que ustedes ayudarán al Gobierno a reprimir a quienes intenten aumentar sus riquezas con la miseria de los demás".

A ellos los llama y los señala su tarea con la misma voz patriótica, con la misma voz profundamente interesada en México, totalmente ajena a nuestros mezquinos. El presidente es portador del mensaje de la patria y les advierte a los comerciantes que, de cumplirlo, ellos también contribuirán ¡como no!, poderosamente, a que la patria se salve en estos momentos difíciles.

Y al constituir el Consejo de la Defensa Nacional, el Presidente dice palabras que tienen una enorme significación para la vida futura de México. No queremos un militarismo sistemático, afirma. A aquellos que dicen que México debe aspirar a ser tan fuerte como Alemania y que nos pone al régimen precedido por Hitler como ejemplo para que nos militaricemos e intentemos sojuzgar a pueblos débiles, los mismos que afirman que hemos perdido ciento treinta y dos años, a ellos el Presidente les responde:

"Hemos entrado en la contienda con la intención de colaborar para el triunfo de la justicia y sabemos, sobradamente, que semejante triunfo no se lograría si la voluntad de ganar la guerra nos constriñe a imitar servilmente a los adversarios y a nazificar la democracia para vencer".

Y nos recuerda que la fuerza no radica sólo en plomo de las balsas, ni en el acero de los tanques y de los aviones; que radica en algo más importante, en el pueblo, en los hombres y mujeres que integran la nación. Si un pueblo no es homogéneo, si en un pueblo existe un brevísimo grupo de hombres que todo lo tienen y una capa enorme que nada posee, entonces ese pueblo no puede ser un pueblo fuerte. Por ello tiene razón Ávila Camacho cuando afirma:

"La fuerza de una nación esencialmente descansa, por lo que atañe a lo material, en la salud y la capacidad de sus habitantes, en la distribución equitativa de sus riquezas, en el aprovechamiento inteligente de sus recursos, en la amplitud de su crédito y en la solidez de sus relaciones. En lo moral, esa fuerza emana del grado de homogeneidad de la población, de la unificación, y de la entereza que en ella existen, de sus aptitudes para el trabajo y el fervor de su patriotismo".

Y a la prensa, el Presidente también le señaló su derrotero. "No basta con publicar noticias verídicas", dijo. (Se ha hecho costumbre en nuestro país, como lo saben los señores diputados, engendrar informaciones falsas). Es indispensable que la prensa colabore a "la formación de un criterio ecuánime y nacional". Levantar la vista, fijar los ojos en un objetivo superior, no comerciar, no lucrar en momentos difíciles para México con la palabra impresa; unir, consolidar, vigorizar la unidad de la patria. ¡Que tarea tan magnífica ha señalado el Presidente de México a la prensa de mi patria!

Afirmamos al principiar que la primera intentona de unidad nacional fracasó en México en mil ochocientos veintiuno, porque se eliminó el programa del pueblo que había forjado Hidalgo, Morelos y Guerrero; dijimos también que hoy tenemos, por ventura, un programa de auténtica unidad nacional que nos ha dado Manuel Ávila Camacho. Es indispensable que el pueblo de México lo conozca que no haya mexicano que ignore estos pensamientos fundidos al calor de un patriotismo legítimo. Es la voz de México que hoy brota de los labios de Manuel Ávila Camacho.

Yo quiero pedir, señores diputados, que la Cámara autorice la edición, en cantidad crecida, de esta serie de discursos que hoy glosamos y que hemos calificado de Ideario de México para salvar su Independencia; que la Cámara haga esta edición, que la ofrezca al pueblo, para que todos los mexicanos conozcan el rumbo, el camino, el programa por el cual habrán de ofrendar sus esfuerzos primero, y su vida, después, si fuere necesario.

Con su discurso memorables del mes de septiembre de mil novecientos cuarenta y dos, el general Ávila Camacho nos ha dado un programa esclarecido, el programa justo de la unidad nacional. Sus discursos constituyen el ideario del México actual en guerra contra el nazifascismo; pero son también una visión espléndida de México futuro, el México liberado e independiente. Debemos ser dignos de ese programa. Por esa razón, yo quiero, en esta ocasión solemne, pedir a los señores diputados y a todo el pueblo México que recojamos con fervor el pensamiento de ese hombre ilustre, que recojamos esos conceptos surgidos de la entraña misma de nuestra nacionalidad, que los hagamos nuestros y que los demos a conocer; y que juremos, señores diputados, que juremos por nuestro honor, por el honor de nuestros héroes, por el honor de nuestros próceres de ayer, que habremos de cumplir fielmente, dignamente, con este ideario patriótico expuesto por Manuel Ávila Camacho, para que, en torno al Presidente y enarbolando la bandera nacional, pueda levantarse de un modo entusiasta y firme el pueblo mexicano y dé una nueva demostración de patriotismo y de dignidad a todos los pueblos del mundo, que en estos momentos esperan que las hazañas de México se repitan, para que nuestra patria siga ocupando su tradicional sitio de honor en las luchas por la justicia y la libertad.

¡Viva México! ¡Viva Manuel Ávila Camacho! (Aplausos nutridos y prolongados).

El C. secretario Salazar Florencio: Se pregunta a la Asamblea si se toma en consideración la proposición del ciudadano diputado Alejandro Carrillo. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Sí se toma en consideración. Está a discusión. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente: Encontrándose a las puertas del salón el ciudadano José Torres Estrada,

diputado suplente por el quinto Distrito de Michoacán, se designan en comisión para introducirlo a que rinda la protesta de ley para entrar en funciones de diputado en substitución del propietario, el extinto compañero Ignacio Urbina Mercado, a los ciudadanos diputados Cuauhtémoc Ríos Martínez, Porfirio Ramírez y secretario Florencio Salazar.

El C. secretario Samayoa Mariano: Se suplica los presentes se sirvan ponerse de pie. (Protesta. Aplausos).

El C. secretario Samayoa Mariano: Se va a proceder a la elección de Mesa Directiva para el mes de octubre próximo. Se suplica a los ciudadanos diputados pasen a depositar sus cédulas en orden de lista. (Elección. Escrutinio).

- El mismo C. Secretario: Por unanimidad de noventa y dos votos resultó electa la siguiente planilla para la Mesa Directiva del mes de octubre: Presidente, ciudadano diputado Braulio Meraz Nevárez, vicepresidente, Adolfo Martínez G. y Juan I. Godínez. (Aplausos).

El C. Presidente: En consecuencia, son presidente y vicepresidentes, durante el mes próximo, los compañeros Braulio Meraz Nevárez, Adolfo Martínez G. y Juan I. Godínez, respectivamente. (Aplausos).

Se designa a la Diputación del Estado de Chihuahua y al ciudadano diputado Porfirio Ramírez para que representen a esta Cámara en el acto en que el ciudadano Gobernador Constitucional de aquella entidad rendirá ante la Legislatura local el informe de su gestión administrativa.

- El mismo C. Presidente (a las 15.50 hs.): Se levanta la sesión.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"

El Director, Jefe de la Oficina, JUAN ANTONIO MOLL