Legislatura XL - Año I - Período Ordinario - Fecha 19461012 - Número de Diario 20

(L40A1P1oN020F19461012.xml)Núm. Diario:20

ENCABEZADO

MÉXICO, D.F., SÁBADO 12 DE OCTUBRE DE 1946

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

AÑO I. - PERIODO ORDINARIO XL LEGISLATURA TOMO I. - NUMERO 20

SESIÓN SOLEMNE DE LA CAMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 12 DE OCTUBRE DE 1946

SUMARIO

1.- Se abre la sesión para solemnizar el "Día de la Raza". Pronuncian discursos alusivos al acto el Excelentísimo señor Carlos Jinesta Muñoz, Embajador de la República de Costa Rica; el ciudadano senador Roberto Guzmán Araujo, en representación del Senado de la República; y el ciudadano diputado José López Bermúdez, en representación de la Cámara de Diputados. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del

C. RAMÓN CASTELLANOS CAMACHO

(Asistencia de 101 ciudadanos diputados).

- El C. Presidente (a las 12:20): Se abre la sesión solemne. Tiene la palabra el Excelentísimo señor Carlos Jinesta Muñoz, Embajador de la República de Costa Rica.

- El Exmo. señor Carlos Jinesta Muñoz Embajador de la República de Costa Rica: Señor Presidente de la Cámara de Diputados, señores diputados, señores senadores, excelentísimos jefes de misión, señores:

En el Aniversario del Descubrimiento de América, en nombre de mis colegas me es sobremanera honroso saludar a los distinguidos miembros del Honorable Congreso de la Unión en el seno de este cuerpo en donde se ha escuchado el acento de una ideología vigorosamente sana, capaz de imprimir a la Patria rutas de ventura y en donde se han promulgado disposiciones promisorias, no sólo en resguardo de esta tierra de beneméritos de la democracia y de la libertad, sino para fortaleza, seguridad y engrandecimiento de los pueblos todos de la extensión continental. El Congreso de la Unión rinde cálido homenaje en honor de la Raza, y nuestro Hemisferio con ocasión de tan augusta fecha, se viste de sol y de honra. En el fondo es un fervor de fraternidad mexicana que envía a los núcleos humanos de América su mensaje de amistad con voces de roca y de raíz, de solidez y de hondura, para conmemorar la hidalguía de sus hombres, los lauros de su historia y los bríos de la raza. Y entiendo por nuestra raza lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos con los nuevos aportes biológicos de la Humanidad. Y esta festividad de los representantivos del pronunciamiento nacional mexicano, es alentadora por la hermosura del impulso que la anima y la nobleza del ideal que la alienta. Si bien se mira es otra cosa que la entusiástica expresión del reconocimiento que estampa claridad en la conciencia de América. Promesa de afirmar las conquistas alcanzadas en empujes democráticos y en lides de la libertad, y esperanza de vigorizar los señoríos de la justicia.

La cultura y no la civilización, nos conducirá al adelanto cabal, a la superioridad fecunda; por que la civilización está vinculada preferentemente a propósitos materialistas y por ende volanderos; y al contrario la cultura es incoercible levadura que alimenta las irradiaciones espirituales. Espíritu ha menester América, ha menester el mundo, hacia las orientaciones pudorosas de la vida. Donde hay espíritu está la palabra iluminada, está la idea que acrisola, el sentimiento que construye, el principio que acendra todo credo social y toda doctrina patriótica. América es hoy el Continente del deber. Como el viajero de la leyenda lleva en sus brazos, apretado contra su pecho, en medio de aguas tumultuosas, al niño de una limpia pasión. Ayer se apresto a la batalla y mandó a legiones de sus bravos, arma al brazo, para castigar la barbarie totalitaria en la astillada Europa; ahora, brillante de victoria y de gloria, en los deliquios de la paz se consagra al trabajo y llena de urgencias el taller y se abre en regazos fecundos. Del Continente surgirá el hombre nuevo capaz de colmar las aspiraciones humanas. Ciudadanos de juicio recto requiere el planeta, que nutridos de fe siembren probidad, carácter y pulcritud a lo largo de su existencia. Que el pan cotidiano esté al alcance de todos, que las fábricas se muevan en consorcio con la entereza del brazo que las

gobierna y que en la tierra se muestren los frutos con avideces de miel para recompensar al labriego que regó la simiente con tremores de plegaria. En América, en las impaciencias de la hora, cuajan los jugos del futuro. Y será aleccionadora la jornada, por la enseñanza que comparta para los conglomerados, humanos. Viven sólo los pueblos que tienen ansiedades altruistas: los que vigilan a diario por la firmeza de las prácticas republicanas; los que luchan con persistencia heroica por la militancia de sus afanes libres. Sólo en el clima vivificante de la libertad pueden desenvolverse y afianzarse los pueblos, sólo alcanzan estatura eminente los pueblos que tienen un relevante sentido de la responsabilidad y el decoro. El panamericanismo ideado por el Libertador alcanza proyecciones substancialmente salvadoras. La unidad inmaculada de América conduce hacia la unidad democrática de los países que abominan de los regímenes proditorios que son ludibrio de la especie humana. Las convenciones que al presente reorganizan el mundo garantizan el porvenir de las naciones unidas, las auna en finalidades de concordia, en vínculos de armonía, de respeto inmanente, de comunidad de destinos, bajo el imperativo de un clamor libertario. Una gran voluntad de extracción americana se levanta como llama en bien del Continente y en bien de las democracias.

"Las repúblicas del Continente encienden el alabastro de su lámpara votiva, que es fe, que es patriotismo, que es juramento. Y allí está México, excelso de historia, presidido por su eximio Mandatario, avizor y abnegado; y a su vera montan guardia países hermanos de un mismo origen que se derraman en cordialidad y compresión. Y las banderas de las naciones americanas, de hoy más, flamearán con vientos de triunfo, no soló en los picachos bravíos peinados por los huracanes, sino en las cumbres del corazón en donde la Patria es altar de luz inmortal.

Como un tributo al Genio que nos dio tierras anchas de exuberante naturaleza todavía envueltas en el temblor de la palabra que las creó, hay que velar por las virtudes de la raza, porque su sangre mantenga el fuego nutriz de sus ímpetus y altiveces, porque no se desfibre su tradición, porque no se desmigaje su personalidad robusta de convicciones; y porque su respeto por los derechos humanos, su culto por la soberanía y autodeterminación de los pueblos, y su devoción por la libertad, continúen en marcha ofreciendo primores de su esfuerzo y los milagros de su amor. Y no lo olvidemos, para realce de nuestro destino, que al salir de España, el Almirante había recibido de una Reina - Isabel de Castilla joyas y estímulo, símbolos visibles de desinterés y nobleza de la Madre Patria; y que al llegar a América treinta y dos días después, el Genovés nos dejó por siempre a don Quijote, que es valor que canta y ensueño que redimo.

Que los pueblos americanos reciban el saludo cordial que en este 12 de octubre le manda el Congreso de la Unión, de inquietudes edificantes: salutación hecha propósito de fraternidad, hecha anhelo de servicio, hecha empeño y desasosiego de lucha por los ideales reformadores. Unidad económica, unidad jurídica, unidad continental en el progreso, en la alteza de las innovaciones públicas, en la santidad de sus cívicas incitaciones. Que de las universidades y bibliotecas, de la prensa, de los laboratorios, de los talleres, en suma, aprisionadores de sabiduría, ardor y pujanza, surja la lumbre de la cultura, del trabajo y la libertad, que a manera de aurora ponga cinceladas de cielo en todas las mentes y en todas las almas. (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano Senador Roberto Guzmán Araujo, por la Cámara de Senadores.

El C. senador Roberto Guzmán Araujo: Señor Presidente de la Cámara de Diputados; Excelentísimos miembros del Cuerpo Diplomático; señores diputados, señores senadores:

Tres siluetas navieras cruzan todavía simbólicamente no las efímeras olas atlánticas, sino las inmutables de la historia: tres carabelas y una esperanza; cien ojos abiertos, peregrinos de amor y unos ojos cerrados, los de un almirante que sueña en un mundo nuevo. El sueño se realiza en una mañana de octubre del siglo XV; de este costado del Atlántico surgió el mundo nuevo para dar la razón al insigne alucinado.

El descubrimiento de América es un bello motivo para meditar, sobre todos los latinoamericanos, en la necesidad de constituirnos nosotros mismos en nuestros propios colonos, en los nuevos descubridores de este Continente de la Esperanza, donde hay ya una serie de pueblos hermanos que son la mejor realización del sueño del gran navegante.

Debemos meditar sobre las perspectivas, las vastas perspectivas de nuestras jóvenes naciones que ya en la actualidad pesan mucho en los destinos del mundo, porque han alcanzado histórica madurez.

Me atrevería a decir que América es la síntesis dialéctica en la biografía de los continentes. Si Asia representa el concepto contemplativo, en el cual el hombre es un espectador ante el escenario, de la vida, y Europa es la antítesis del Asia, el movimiento, el hombre actuante, este Continente que Colón descubriera es la síntesis deslumbrante del movimiento y la contemplación del movimiento y la poesía y de allí que en la última contienda bélica, las dos Américas, la sajona y la latina, hayan dado sus propios campeones de la libertad, de perfiles propios: Franklin D. Roosevelt y Manuel Avila Camacho (Aplausos).

Al conmemorar el día de la raza, no podemos olvidar que a los vínculos de la sangre que unen a nuestros pueblos hispanoamericanos, hay otros de rango superior que los vinculan más fuertemente para la consumación de su común destino.

Si una misma sonora lengua nos vincula, si una misma moral nos identifica, si son similares nuestros problemas nacionales, si tenemos el mismo destino, si pisamos la misma tierra y estamos haciendo la misma historia, esto quiere decir que llamamos unidad moral, nuestra racial, nuestra raza común, a una

similitud en la cultura que es un concepto alto del sentido de raza, que es mucho muy lejano de aquel que para tragedia del mundo creyeron los nazis que se basaba en la supremacía de la sangre y que todavía, por desgracia, en plena América, en Texas, algunos ilusos creen en la superioridad de razas, discriminando a mexicanos por tener el color tostado porque han visto mucho el sol (Aplausos).

Y vivimos aquí en América como en casa recién edificada; somos los más jóvenes inquilinos del mundo; formamos, como decía el señor Embajador de Costa Rica, un nuevo tipo humano de hombres; somos una Humanidad nueva, tal vez no más felices que otras humanidades trágicas y sangrantes, pero sí con mayor capacidad para la felicidad; somos al mismo tiempo el porvenir del orbe; esto ya se está sintiendo de tiempo atrás y fue categórico en la última guerra, en la cual, América fue fue el arsenal y la alacena de las democracias, y algo más caro todavía: el vivero de los soldados de la libertad. Y es que América es la tierra por antonomasia de la libertad; vivimos por la libertad y morimos por la libertad.

De allí que los pueblos jóvenes de Hispanoamérica tengan en el futuro un gran progreso, a seguir, no solamente en lo físico y en lo material, sino, sobre todo, en lo moral, pues nosotros, con este sentido superior - digo superior por encima de las bajezas humanas que tenemos de raza distinta, repito, al nazi - creemos que nuestros valores morales son los pivotes fundamentales y luminosos que forman nuestro sentido y concepto racial; de allí que no solamente tengamos como timbre de orgullo a nuestros artistas y a nuestros sabios, sino, sobre todo que tengamos como timbre de orgullo a nuestros héroes, a aquellos que hallaron la muerte para dar vida a nuestras nacionalidades.

Por eso, en este Día de la Raza, a nombre de la libertad que nos ilumina, a nombre de la lengua que nos vincula, a nombre de la sangre que nos hermana, tenemos que pensar en la fuente espiritual de todos nuestros pueblos hispanoamericanos; en la Madre común, en la España inmortal; pero en la auténtica España, en la España de Lope y Unamuno, en la España del heroísmo y de la República que, por desgracia y para baldón de la historia, todavía está secuestrada por la espada de un fatídico soldado de fortuna. (Aplausos).

"Los pueblos, como los hombres, pagan el precio de sus libertades públicas al contado a plazos y este no es el caso de España; España pagó por adelantado el más alto de los precios: con la sangre y el dolor de sus hijos.

De allí la grandeza de Avila Camacho que ha abierto las puertas de México no solamente a los refugiados republicanos, sino algo más: ha abierto el remanso de esta antigua tierra de Anáhuac para que sea sede de la auténtica República Española, que, aunque en el exilio, es la auténtica; no es la falsa que está en manos de Francisco Franco. (Aplausos). Y de allí también el sentido revolucionario y la visión de ese joven capitán que pronto tomará las riendas de los destinos nacionales, al declarar categóricamente que no tendrá relaciones diplomáticas con el Gobierno espurio de Francisco Franco: me refiero a Miguel Alemán (Aplausos).

Tres carabelas y una esperanza. La esperanza sigue latente en todos los pueblos de Hispanoamérica, la esperanza en una paz justa. Todavía están humeantes las hogueras bélicas; la paz todavía no es paz; es una convalecencia que los pueblos sufren y que los pueblos quieren pasar como se pasa de un eclipse.

Decía el señor presidente Avila Camacho, en su último y brillante informe leído ante las Cámaras, que soñábamos un sistema donde los fuertes no estuviesen separados, como tradicionalmente había sido, de los débiles; pero vivimos una edad en que los fuertes se sienten y se consideran más vigorosos y lo débiles se consideran y se sienten más desvalidos que nunca.

De estas profundas y sabias palabras presidenciales sacamos fuerza para pensar que queremos tener fe en que una nueva democracia internacional sea la que presida la paz; que la paz esté normada por los mismos principios democráticos por que se peleó en la guerra; que los pueblos, por encima de su poderío económico o militar, sean considerados como iguales.

De otra suerte, de lo contrario, la sangre derramada en los combates, en la pasada guerra, sería estéril y la libertad quedaría encadenada a nombre de la misma libertad.

¡Tres carabelas y una esperanza! Decía Castelar, en el siglo diecinueve, que Asia era la tierra del pasado; Europa la del presente, y América la del porvenir. Pues bien, casi un siglo ha pasado desde que el insigne tribuno español dijera esta profética frase: ya ha sonado la hora del porvenir, la hora de América. Por eso nos parecera ver tres siluetas navieras cruzando todavía las resonantes olas atlánticas.

¡Tres sombras y una esperanza, las carabelas, con la diferencia que ya no vienen, sino van! (Aplausos).

- El C. Presidente Tiene la palabra el ciudadano diputado José López Bermúdez.

El C. López Bermúdez José: Honorables miembros del Cuerpo Diplomático, señores senadores, compañeros diputados: No como expresión de simple reconocimiento oficial, sino en obediencia de un sentido deber fraterno, en nombre del Congreso Mexicano agradezco el fervoroso discurso del señor licenciado Roberto Guzmán Araujo, quien ha traído a esta tribuna la representación y las luces del Senado, y la palabra ilustre del Excelentísimo señor don Carlos Jinesta Muñoz, quien ha expresado el sentimiento de Costa Rica -pequeño país de grandes ejemplos- y el de las representaciones diplomáticas de las naciones que celebran la gloria de esta fecha.

Compañeros diputados: Un temblor cordial nos invade en este día, en esta solemnidad llamada De la Raza, en que la sangre golpea y sueña en nuestras venas sus claros orígenes. Y, en ese bajar y subir de su corriente humana, queda el corazón soñando en medio de la canción de dos historias: la atormentada y, victoriosa historia de América.

Al recordar su violenta y ardiente fusión, nos sale al encuentro este primer hecho histórico: en la fecha del descubrimiento, nuestro ser geográfico terminaba donde empezaba el mar. No eran los nuestros, pueblos navegantes. Nuestra civilización cumplía su alto destino terrestre. Y no podía darse el caso de que fuésemos nosotros los descubridores del Viejo Mundo..

Una segunda reflexión nos asalta: El Descubrimiento de América lo retardó, y a la vez, lo alimentó el mercado negro de la leyenda. Desde Séneca, que en la antigüedad clásica anunciaba, en sus versículos sonoros, la existencia de una tierra más allá de las olas, hasta Marco Polo, que relató con fantasía desorbitada sus viajes al Oriente, habían dado a los pueblos de la Edad Media - atados más a la niebla encantada del sueño que a la luz segura del conocimiento - un afán novedoso que no detenía su ilusión ante el fraude, ya que la imaginación medioeval concedía veracidad a falsos viajes que terminaban siempre en países donde estaba el umbral del paraíso , o conducían a sillas de oro y de gigantes.

Los mismos elementos que hicieron la gloria del descubridor, que ante los ojos de los reyes católicos se confesaba "no docto en letras, lego marinero y hombre mundanal", no fueron hijos de la ciencia, sino de la fantasía de aquel poeta de los caminantes, joven pastor del agua y jinete de la tempestad.

Así fue como Cristóbal Colón, al realizar su aventura creadora de la hazaña náutica más bella de la Humanidad, al tocar la orilla ardiente de las tierras de América, creyendo que pisaba la fabulosa orilla de Riente, celebró, a ciegas, sus bodas con la historia.

¿Que encontró España en América después del azoro del descubrimiento?

Una realidad geográfica que, en virtud de su aislamiento, ofrecía plantas, desconocidas en otros continentes, tan valiosas como el maíz, la patata, la quina, el algodonero y el cacao, o variedades vegetales, específicamente americanas, cuyo estudio provocó un renacimiento de la botánica. Correlativamente a la contribución de un nuevo mundo vegetal, América reveló especies de una fauna bella y ligera, representada por los búfalos de las praderas nórdicas, por las llamas y alpacas del Perú, por las aves de presa o lo guanacos de Sudamérica. Y en el plano del hombre, una civilización y una cultura en proceso ascendente, que balbucían o brillaban en el arte, en la agricultura en las matemáticas, en la escritura, en la organización bélica y en las construcciones. Sin embargo, inmovilizadas o destruídas, esa civilización y esa cultura por el choque de la civilización y la cultura europeas, los pueblos americanos saltaron, merced a la Conquista, de una economía selvática o tribal, al vasallaje de la Colonia.

Hemos de interrogarnos en este día, ¿fueron la Conquista y la colonización de América simples hazañas devastadoras, o grandes tareas históricas, y civilizadoras?

Por testimonios innumerables, sabemos que no solamente el apetito de botín y depredación presidieron los actos de la máquina conquistadora. Hubo, compañero inseparable de los hechos de crueldad, el móvil noble de poblar, de dar una mayor expansión humana no sólo a la geografía imperial de España, sino al alma del pueblo español. No fue únicamente una hazaña de la codicia, sino de la mayor hazaña de la inteligencia , de la voluntad y del genio español.

En su etapa inicial, la Conquista, no faltó el fracaso ni la fácil entrega. El Conquistador supo del beso de doña Marina y supo también del llanto de la Noche Triste. Y en el choque de los gladiadores, frente a la dimensión egregia de Cortés, de Pizarro, de Almagro o Pedro de Valdivia, ha de medirse la estatura heroica de Atahualpa, de Caupolicán, de Lautaro y de Cuauhtémoc, el joven Rey martirizado que nos dejara, desde el fuego del tormento, la herencia de saber cantar en el propio sufrimiento.(Aplausos).

Es indudable que desde los primeros días de la Colonia, hicieron su aparición en América esas dos Españas irreconciliables: la España esclavista y mercenaria de la encomienda y el repartimiento de indios, y la España heroica y civilizadora del Padre Las Casas, que hizo de su vida un Evangelio militante, que provocó reformas administrativas y judiciales, plenas de justicia y quien, en su labor alucinada, llegó a proponer la creación de una República de Indias, bajo la tutela de los dominicos.

Ha de iniciarse entonces una de las más angustiosas historias del trabajo humano. La población indígena se convirtió en abastecedora de mano de obra a través de la encomienda y de la mita minera. Desaparecido el sistema de repartimiento de indios como trofeo de conquista, más tarde, por Real Cédula del 12 de julio de 1720, han de abolirse también las encomiendas. Frente a tales medidas, prosperó el tráfico negrero de África y de Asia. De ahí ha de nacer la acusación de ligeros e interesados cronistas de la historia, al señalar al Padre Las Casas como libertador de los indios, pero esclavizador de los negros. Todavía suena en nuestro corazón la condenación de esa época, que en los labios gloriosos del apóstol Martí, había de exclamar en días más recientes: "De cantos tenía sus caminos el indio libre, y, después del español, no habría más caminos que el que habría la vaca husmeando el pasto o el indio que iba llorando en su lamento la angustia de que se hubieran vuelto hombres los lobos. Lo que come el encomendero, el indio lo trabaja; como flores que se quedan sin aroma, caen muertos los indios; con los indios que se mueren, se ciegan las minas..."

La historia del régimen del trabajo humano involucra, a su vez, la historia de las instituciones políticas: Rey , Consejo de Indias, Virrey y Audiencia, son jerarquías del Imperio Español, del cual el indio sólo conocía la presencia del Corregidor, en el que convergían facultades ejecutivas, legislativas y judiciales. Y contra quien había de estallar la primera rebelión de los indios, capitaneados en el Perú, el año de 1780, por Túpac Amaru, que al vengar los agravios de su raza, pretendió hacerlo en nombre del Rey de España, afirmando: "Tengo orden superior de extinguir corregidores."

Después ha de señalarse la obra lenta y pacífica del mestizaje y el "blanquiamiento" de la población. Y a través de él, el nacimiento del hombre americano. Con él, también, el alba de su primera revolución.

Es importante consignar que si el descubrimiento de América nació de la leyenda, las luchas de sus independencias son hijas de la cultura. La imprenta es el arma de los precursores. Y las "Gacetas" y los "Mercurios" de América, han de traer, a través de un periodismo incipiente, exaltado y patriótico, las ideas de Voltaire, de Juan Jacobo Rousseau y de Montesquieu. Y un día, de la imprenta de Nariño, en Bogotá, han de salir para Popayán, Cartagena, Quito y Caracas, las primeras letras de la Revolución Francesa: los 17 artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre. Nariño irá a la cárcel, pero el fuego de aquél documento ha de incendiar la mente y la sangre de los libertadores. Con sus letras, arderá el misal de Hidalgo, arderán las venas de Bolívar, de Sucre, de O'Higgins y San Martín, de quien bellamente se dijera: "Más hermosa que su hazaña es su conciencia: su espada de santo refleja, al desnudarse, la luz de la justicia."

¿Que frutos sociales dio el triunfo azaroso de las insurgencias en favor de la liberación del hombre americano? El Padre Hidalgo, desde su cuartel de Guadalajara, declara el 29 de noviembre de 1810, abolida la esclavitud; dispone que las castas de la antigua legislación, no paguen tributos. Y ordena a los jueces que las tierras de las comunidades sean para goce y disfrute exclusivo de los naturales.

Morelos, en 1813, dicta disposiciones que van más lejos: él quiere borrar la distinción de castas. Y, por bando, proclama abolida la "hermosísima jerigonza de calidades, indio, mulato, mestizo, tente en el aire, etc., y que sólo se distinga la regional, nombrándose todos generalmente americanos."

El general San Martín decreta, en agosto de 1821, en el Perú: "En adelante, no se denominará a los aborígenes "indios" o naturales; ellos son hijos y ciudadanos de Perú, y como el nombre de peruanos deben ser conocidos." En ese mismo año declara abolido el servicio personal de los indios.

Simón Bolívar, en abril de 1824, dispone la venta de las tierras del Esrado, excluyendo, las que estaban en manos de los indios, a quienes declara propietarios de ellas, con derecho a venderlas o enajenarlas. Un decreto suyo, de fecha 4 de julio de 1825, establece que las tierras comunales se repartan entre los indios, entregando una superficie mayor a los casados y que ningún indio quede sin poseer una parcela de tierra propia.

La realidad americana del siglo XIX, nos revela, sin embargo, una traición profunda a esas proclamas. El tributo abolido por Hidalgo en 1810, se pagaba todavía en Chiapas, en 1824, en moneda o en especies. Los decretos de San Martín y Bolívar, son burlados por una contribución especial que pagaba el indio. La esclavitud cambia solamente de instrumento: primero el hombre; después, la mina y el hombre; más tarde, el hombre, la mina y la tierra.

El siglo XIX ha de gastarse en esfuerzos heroicos, porque la realidad americana se ajuste a sus ideales y a sus leyes. A pesar de ello, ese siglo se señala por la estructuración y constitución del latifundio y la consecuente absorción de la riqueza territorial. Y aparece una nueva casta: los grandes terratenientes, usufructuarios de la Independencia.

Los nuevos pensadores nos lleva a esta visión esquemática de América: El XVI, fue el siglo de los conquistadores, en que entró el pueblo de España, con sus capitanes, a cubrir con una sola bandera un continente de esperanzas; el XVII, fue el siglo de los progenitores, en que se formó un pueblo nuevo para gozar de la tierra: el XVIII fue el siglo de los precursores, enunciadores de la libertad: el XIX, el siglo de los caudillos, que desprendieron de España al mundo americano y enseñarón el poder de la muchedumbre puesto bajo sus banderas". Detrás de esta visión, los pensadores y los hombres concluyen con esta pregunta esperanzada: ¿Será- por fin - el siglo XX, el siglo del pueblo? (Aplausos).

Si analizamos las grandes tareas sociales de cada uno de nuestros países, podremos rendir cuentas desiguales, pero todos estamos sumados a un ideal común: destruir las viejas dictaduras de América y lograr la independencia de nuestras economías nacionales.

Ha caído ya la mayor parte de los dictadores, que impusieron sus decisiones de gobierno, a espaldas del pueblo.

La Revolución nuestra, que tuvo sus antecedentes históricos en las guerras de Independencia y de Reforma, jornadas que dieron a los mexicanos la libertad política y el triunfo de sus derechos individuales, nació de un cuadro de miseria económica en que el poder acumulaba, en manos de unos cuantos la posesión de los bienes comunes. Nació de un escenario social en que lucía el estruendo marcial de las tropas militantes, frente al silencio de un pueblo humillado.

La Revolución Mexicana triunfo impulsada más por el aliento redentor del pueblo que por la fuerza de sus armas. Para realizar sus metas, ha hecho de las libertades y de los derechos del hombre, instrumentos de justicia y de bondad social. Entregó la tierra, para entregar la Patria al pueblo. Emprendió la tarea de sus obras de riego, para dar humedad a la tierra sedienta. Creó una avanzada legislación obrera, para hacer más humana la jornada de trabajo y sus relaciones entre el capital y el trabajo. Emprendió una gigantesca obra de caminos, para vencer la inmensidad y la incomunicación de nuestro país. Frente a la miseria de la población humilde, olvidada y analfabeta, creó la escuela rural, y en, nuestros días, moviliza al país entero en una campaña generosa en que el alfabeto ha convertido a la Patria en una inmensa escuela. Se ha enfrentado a una civilización agrícola, atada aún al arado egipcio, ambiciosa de alcanzar una agricultura técnica, basada en la seguridad de las tierras de riego, del cultivo adecuado, de la máquina ennoblecedora del trabajo, del crédito eficiente y oportuno y del precio rural justo en los mercados.

Otros revolucionarios lo han afirmado, y nosotros hemos de repetirlo: la Revolución vive hoy su más alto sol y su más dura prueba. Vive y lucha contra enemigos que la atacan en forma diaria e implacable, exigiéndola, en 35 años, una obra que no hizo la Colonia en 300 años de dominio, ni fue capaz de hacer en 100 años de vida el México independiente. La Revolución Mexicana, orgullo de América, a pesar de sus caídas y los errores de sus hombres, vencerá. Vencerá, porque es la batalla de un pueblo decidido a romper las desigualdades y la injusticia social de 4 siglos de historia. (Aplausos).

Por eso hoy, Día de la Raza, nuestro deber de americanos nos impulsa a preguntarnos: ¿Qué ha sido del indio? ¿Qué ha sido de España? Después de 450 años de desintegración y absorción de la cultura, de la historia y de la lengua de nuestros padres indios, el indio no ha muerto. En 1492, a la llegada de Colón, América tenía una población de 13 millones de indios. En 1825, después de las luchas de Independencia, había 8 millones de indígenas y la población total de América alcanzaba la cifra de 34 millones. En estos días, hay en América 16 millones de indígenas y la población total es de 275 millones.

Es debido indicar que de esos 275 millones de la población total, más de 130 millones corresponden a los Estados Unidos de Norteamérica que, aunque es otro su tronco familiar, otra la razón y naturaleza de su historia, de su lengua, de la colosal hazaña de su colonización y del resultado gigantesco de su desarrollo político y económico, viven el mismo destino geográfico y, a partir de la última guerra, el mismo destino histórico.

Los 16 millones de indígenas de América, representan el 5.91% de la inmensa población del Continente. Pero la gravedad del problema reside en que el 81% de la población indígena está concentrada en 5 países americanos: México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia.

Nosotros no podemos celebrar la fiesta del Día de la Raza, en el Congreso Mexicano, con la ilusión cívica con que los niños de las escuelas públicas celebran el Día del Árbol, plantando pinos, sin saber que en las tierras de su patria los explotadores de lo fácil son capaces de derribar un bosque para convertirlo en leña..

¿Hemos de escudarnos en esa sentencia negra que reza que "el mejor indio es el indio muerto"? ¿O hemos de refugiarnos en esa otra política de dejar al indio como indio"? México tiene un Departamento de Asuntos Indígenas. Ha fundado institutos indígenas, en colaboración con los Estados Unidos, para estudiar, proteger y educar al indio. Los gobiernos de Costa Rica, Cuba, Panamá, Paraguay y Perú con la ratificación de México, El Salvador, Ecuador, los Estados Unidos, Honduras y Nicaragua, han constituído un Instituto Indigenista Americano. México ha elaborado una nueva política indianista. Dado lo precario de los recursos económicos invertidos en una empresa de tal magnitud, es hasta hoy, un plan generoso más que un programa nacional en marcha. Recojamos los frutos de las investigaciones y de las primeras experiencias. No equivoquemos el camino; no soñemos en un renacimiento de las civilizaciones indias; no pensemos en un proceso de indianización progresiva de América; no dejemos al "indio como indio" eso puede ser sueño de arqueólogos o ideal de pintores turistas; no excluyamos a la juventud indígena de los deberes de la conscripción militar; y si la población humana es la primer riqueza de una nación, no renunciemos a nuestra enorme población indígena, como fuente de mayor riqueza. (Aplausos).

Al recordar y señalar nuestra deuda nacional con el indio, también debemos recordar y señalar nuestra deuda con España. No olvidéis, americanos, que en el país que el pan y el vino a nuestros padres trajo; no olvidéis que en el país a quien bastará un sueño, una locura y 3 navíos para fundar un matrimonio de árboles y razas, se vio crecer el primer árbol de llanto, junto al laurel de luz de sus guerreros. España fue el camino que abrió el hacha de las destrucciones.

El pueblo español repitió, en la guerra moderna, aquella nunca soñada, aventura de los molinos de viento. España repitió en su carne, las batallas del Quijote. Las armas del pueblo no pudieron con las máquinas guerreras de las fuerzas ciegas del mundo, como no pudo la lanza generosa del manchego contra las aspas gigantescas del molino de viento, la máquina más grande del mundo cervantino.

España cayó dividida. Otra vez dividida en las dos Españas de siempre: la España de las cadenas de las servidumbres -hoy sostenedora del verdugo temporal de su pueblo - y la España heroica y sojuzgada a que vio huir de sus campos a sus mejores hombres.

Muchos de ellos han venido a nosotros. El doctor Marañon ha escrito recientemente esta sincera confesión española: "A América se va, casi siempre , por uno de estos dos motivos trascendentes: para vivir mejor, cuando en el solar patrio no es fácil lograrlo, o porque es la tierra más afín a la nuestra, cuando en España, en Europa, no nos dejan vivir".

América y, particularmente México, ha sido la casa de la españolidad errante. Don Diego Martínez Barrio, Presidente de las Cortes Españolas, recordó conmovido hace 3 años, en esta misma Tribuna, las palabras que el señor Presidente Avila Camacho dijo a los españoles exiliados: "Hago votos por el término de la conflagración que aflige al mundo, devuelvan a vuestro destino la continuidad de esa España eterna por la que luchasteis sin desfallecimientos". Ellos han compartido, en el destierro, nuestro pan, nuestro vino y nuestro cielo. Un día, que nosotros deseamos ya próximo, volverán a derribar a sus tiranos y podrá otra vez el pueblo español amasar el pan diario de la libertad con el llanto y el trigo de España.

Compañeros diputados: Un periodista mexicano que asistió a la Conferencia que diera vida, en San Francisco, a la Carta Mundial de las Naciones Unidas, después de comentar el espíritu y el cuerpo de su letra, termina su relato con el recuerdo de este trivial suceso: un padre, dedicado al cariño de sus lecturas, era interrumpido por los gritos

jubilosos del hijo. Quiso el padre silenciar a la criatura y, rompiendo una hoja de revista que leía, en donde, a todo color, aparecía un gran mapamundi, dio los pedazos de papel al chiquillo, y le dijo: Componlo; aquí está dibujado un mundo." Entregado otra vez el padre a la lectura, había ganado una hora de silencio, cuando el hijo irrumpió en un nuevo grito: ¡Ya esta ! ¡Padre: ya arreglé al mundo! Sorprendido el padre, le interrogó para saber de que medios se había valido. Y vio que detrás del mundo, había pintado un hombre, había reconstruido al mundo.

Americanos: Ayudemos a reconstruir el mundo, hoy en pedazos, reconstruyendo al hombre nuevo. Unamos a todos los países de América, uniendo a todos los hombres del Continente. Al hacerlo, al unir a todas las patrias a América, no escuchemos a quienes han traicionado el linaje histórico de nuestras razas; no escuchemos el mandato ni el clarín siniestro de Francisco Franco.

Americanos: ¡ Construyamos un nuevo mundo defendido y guiado por la bondad redentora de Vasco de Quiroga; por el sueño inmortal de Bolívar; por la espada luminosa de Morelos, por la fe democrática de Lincoln; por el verbo iluminado de Martí; por la sonrisa limpia y vengadora de Roosevelt! (Aplausos nutridos y prolongados).

- El C. secretario Guerrero Esquivel Fernando Se va a proceder a dar lectura al acta de la sesión solemne.

"Acta de la Sesión Solemne celebrada por la Cámara de Diputados del XL Congreso de la Unión, el día doce de octubre de mil novecientos cuarenta y seis, con motivo del Día de la Raza.

"Presidencia del C. Ramón Castellanos Camacho.

"En la ciudad de México, a las doce horas y diez minutos del sábado doce de octubre de mil novecientos cuarenta y seis, se abre la sesión con la asistencia de ciento un ciudadanos diputados, según comprueba previamente la Secretaría en la lista que pasó.

"Concurren a esta Sesión Solemne, que se lleva a cabo con motivo del Día de la Raza, los CC. senadores, representantes de los CC. Presidente de la República y Presidente Electo, miembros del Gabinete Presidencial y representantes del Cuerpo Diplomático.

"La Presidencia concede el uso de la palabra al Excelentísimo señor Carlos Jinesta, embajador, de Costa Rica.

"El S. senador licenciado Roberto Guzmán Araujo habla en representación del Senado.

"El C. diputado José López Bermúdez, a nombre de esta Cámara de Diputados, hace uso de la palabra.

"Los tres oradores se refieren, en sus discursos, a la conmemoración que se celebra.

Se lee la presente acta".

Está a discusión el acta. Los ciudadanos que estén por que se apruebe, se servirán levantar la mano. Aprobada.. - El C. Presidente (a las 13: 20 hs.): Se da por terminada la sesión y se cita a los ciudadanos diputados para el próximo martes, a las doce horas, rogándoles su puntual asistencia.

DIRECCIÓN DE TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y "DIARIO DE LOS DEBATES"