Legislatura XL - Año II - Período Comisión Permanente - Fecha 19480424 - Número de Diario 60

(L40A2PcpN060F19480424.xml)Núm. Diario:60

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., SÁBADO 24 DE ABRIL DE 1948

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

Director de la Imprenta, Lic. Román Tena. Director del Diario de los Debates, J. Flores Castro.

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO

XL LEGISLATURA

TOMO I.- NÚMERO 60

SESIÓN

DE LA

COMISIÓN PERMANENTE

EFECTUADA EL DIA 24 DE ABRIL DE 1948,

EN HONOR DE LOS REPRESENTANTES

DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Pronuncian discursos los ciudadanos diputado Armando Arteaga y Santoyo, senador José Gómez Esparza, y los señores representantes: senador Ernesto Bavio, diputado Joaquín Díaz de Vivar y senador Alejandro Matthus Hoyo, en último término hace uso de la palabra el ciudadano senador Roberto Guzmán Araujo.

2.- Se lee y aprueba el acta de esta sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. EUGENIO PRADO

(Asistencia de 21 ciudadanos representantes).

El C. Presidente (a las 13.10 horas): Se abre esta sesión que tiene lugar en honor de los señores senadores Ernesto Bavio, Alejandro Matthus Hoyo y diputado Joaquín Díaz de Vivar, de la República hermana de Argentina. Tiene la palabra el diputado Arteaga y Santoyo.

El C. Arteaga y Santoyo Armando: Señores senadores y diputados argentinos: El señor Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos me ha discernido el excepcional privilegio de ofrecer a ustedes, y a través de ustedes al pueblo argentino, el saludo más cordial, más sincero y más afectuoso de los senadores y diputados mexicanos, y del pueblo mexicano al que representamos, con la seguridad de que sabréis ser portadores de este mensaje cuando regreséis a vuestro país.

No me alarma, señores, la pobreza ni la sequedad de mi palabra; antes ellas me salvan, pues entre hermanos no debe haber sino llaneza y sencillez, y con llaneza y sencillez os digo: esta es la casa del pueblo mexicano, y pues sois senadores y diputados, y pues sois, encima de todo, argentinos, estáis en vuestra propia casa y entre hermanos vuestros.

Coincide vuestra visita con un momento en que la Revolución Mexicana alcanza tal madurez ideológica y tal plenitud constructitva, que podemos afirmar categóricamente que su programa tiene plena vigencia en la conciencia popular, pues aun los hombres y los grupos que la combatieron en sus orígenes han reconocido finalmente la bondad de sus principios; de la misma manera con que el movimiento que elevó a la primera Magistratura al General Juan Domingo Perón, concita ahora la voluntad unánime de todos los argentinos.

El hombre que hoy tiene en sus manos los destinos del país, el señor licenciado Miguel Alemán, fue elegido en un momento estelar y venturoso de la democracia mexicana. El pueblo advierte ahora con júbilo, con qué certera visión le dio su apoyo el 7 de julio de 1946, pues empieza ya a disfrutar las realizaciones de un programa estricta y sólidamente apoyado en nuestras posibilidades económicas políticas y sociales, y cuya última esencia puede expresarse así: trabajo, justicia, paz y concordia para todos los mexicanos. Esto constituye otro punto de identidad con la actual situación de la República Argentina, de cuyos progresos bajo la mano firme y vigorosa de Juan Domingo Perón estamos perfectamente enterados, y los cuales celebramos junto con ustedes.

En la espantosa hoguera cuyos rescoldos persisten poderosamente todavía. México puso todo su esfuerzo y toda su fe en el triunfo de la democracia, no sólo porque reconoce su validez universal, sino también porque cree posible realizar en América el ideal de íntegra reciprocidad y cooperación humana que fracasó en la Europa desgarrada de los últimos años.

Pero estamos convencidos también de que este ideal de cooperación y reciprocidad exige imperiosamente la desaparición del irritante contraste entre países supercapitalistas y superindustrializados que todo lo pueden y todo lo producen, y países cuyo atraso y cuya pobreza los convierten en pasivos proveedores de materias primas. La realización de este ideal es una consigna fundamental en el programa del gobierno del licenciado Alemán que México está cumpliendo con afán gallardo y

sostenido, y que nosotros estamos ansiosos de que ustedes perciban. Señores senadores y diputados argentinos: enviamos este mensaje de esfuerzo y de esperanza a nuestros hermanos argentinos: y estamos ansiosos de oír de vuestros labios un mensaje semejante.

"Desde el Bravo hasta El Plata -dijo José Martí, el santo de América- no hay más que un sólo pueblo". Y si en la hora inicial de la libertad americana, los caudillos que la realizaron consultaban entre sí nuestro destino, en la hora actual, afortunadamente están en los extremos confines de ese vasto y poderoso pueblo dos caudillos firmes y seguros, dos guías iluminados: Miguel Alemán y Juan Domingo Perón.

Si los americanos de esta hora sabemos tener la conducta, el sentido y la dimensión continentales que nos impone no sólo nuestro pasado, sino sobre todo, nuestro futuro común, estoy seguro de que podremos preguntar confiadamente a los eternos centinelas de América: ¿Qué veis en la noche? porque ellos nos responderán: "El rescate de todos nuestros sacrificios por la realización de todos nuestros sueños". (Aplausos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano senador Gómez Esparza.

El C. Gómez Esparza José: Dignísimos representantes de la nación Argentina:

Uno de los honores más preciados que he recibido del Presidente de la Cámara de Senadores de mi país, del señor senador y coronel don Carlos I. Serrano, es sin lugar a dudas el meritísimo encargo de saludar hoy en vuestras personas, al grande y noble pueblo argentino.

Desde esta tribuna que significa el eco más alto de la Representación Nacional; desde esta tribuna que tanto han enaltecido con la prestancia de su pensamiento y con la floración de su verbo magnífico, las voces más autorizadas de este país, recibid, dignísimos representantes de la Argentina, la más cordial bienvenida que os envía el Senado de la República Mexicana y el pueblo entero de México. Aceptadla como el homenaje augusto que os tributa una nación que ha recorrido, un largo y cruento camino en busca de su libertad.

Ojalá que vuestra permanencia en este suelo, sirva para adquirir aunque sea noción somera, de la enorme transformación que está sufriendo un pueblo, cuyos aborígenes vivieron largos siglos como siervos durante la dominación colonial; no conocieron su liberación sino después de la Independencia; siguieron atados a la esclavitud durante treinta años de dictadura y sólo comenzaron a vislumbrar el horizonte de su libertad en el amanecer glorioso del año de 1910.

Al iniciarse allí el movimiento vindicativo mexicano, la revolución tuvo, en múltiples de sus fases, tragedias sólo comparables a la fantasía titánica de Esquilo y dramas tan sólo concebidos por el genio divinamente fatídico del Dante; pero dramas y tragedias que encerraban en el fondo de su pavura, el anhelo infinito de un pueblo, al pretender arrancar de las manos de un dictador sus derechos y sus principios por mucho tiempo conculcados.

Esta es, dignísimos representantes de la República Argentina, en breves palabras, la justicia que desde sus comienzos asistió a la Revolución de México, hoy convertida en gobierno de la nación.

Dentro de breves horas el suelo mexicano va a verse honrado con vuestra presencia, recorriendo diversos lugares de la nación. En ese recorrido encontraréis, en el orden material, los esfuerzos de los mexicanos para trabajar y para producir, y, en el orden moral, podréis observar la libertad para creer, la libertad para pensar, la libertad para hablar y la libertad para escribir.

Las puertas de ese maravilloso palacio de las libertades, las ha abierto con mano vigorosa un insigne ciudadano mexicano; el actual Presidente de la República, el señor licenciado Miguel Alemán, pensando sin lugar a dudas que una planta de invernadero solícitamente atendida por hábiles horticultores, jamás llega a la frondosidad ni a la hermosura de esos árboles la naturaleza misma, que nunca necesitaron del castigo encantado de la poda ni la salpicadura de la regadera, para incrustar su ramaje exhuberante en el esplendor magnífico del cielo.

Al recorrido de nuestros campos y de nuestras ciudades tendréis seguramente oportunidad de hablar con nuestro pueblo, y entonces veréis o escucharéis, que esté no tiene más principios que seguir que los escritos con la sangre de sus héroes y los consignados en el temario de la Constitución General de la República: observaréis que los mexicanos no sentimos con nosotros ningún pensamiento exótico en relación con banderas ajenas a nuestra nacionalidad; veréis que México y el Gobierno de México, sólo desean enarbolar en las cumbres enhiestas de sus montañas y en la claridad maravillosa de sus valles, la única bandera que podemos enarbolar, que está por encima de la ciencia y del arte, de la filosofía del pensamiento: la bandera santa de la Patria Mexicana.

Muy dignos representantes de la Argentina: aquí en México, nosotros creemos en Bernardino Rivadeneyra, en Belgrado y en Sarmiento, así como vosotros en Charcas y en Buenos Aires, creéis también en Hidalgo, en Juárez y en el invicto Morelos; y así como en el año de 1821 llegó la luminosa figura de don José de San Martín a las tierras de los incas, diciendo: "He venido al Perú desde las riberas del Plata, no a derramar la sangre de hermanos sino a hablar de libertad", así también en estos solemnes instantes para la Humanidad, el Presidente de México levanta su voz para hablar de la hermandad americana y de la confraternidad mundial, en igual forma que el ilustre Presidente de vuestro país, señor coronel don Domingo Perón, se expresa también con igual altura de pensamiento, hablando en favor de la paz universal, recordando seguramente ambos ilustres estadistas, las tragedias de las guerras pasadas, y haciendo memoria, seguramente, también, de aquellos paladines de la democracia del mundo, que enarbolando el estandarte de la libertad entre el fragor del combate, cayeron arrogantes y soberbios, con el cuerpo acribillado por las balas y el espíritu alucinado por la victoria, teniendo el aire del desierto como único aliento de su

vida, y la soledad impenetrable y muda como único testigo de su muerte.

México y la Argentina les han tributado en todo tiempo a esos mártires insignes, la pleitesía más ferviente de su admiración y de su respeto. Y ahora que es considerado, para honor nuestro, a la Argentina y a México como los paladines, como los guías, como los guiones de la unidad continental de la América Latina, sirvan estos instantes llenos de emoción, para que por vuestro digno conducto le digáis a ese gran estadista y digno Presidente de vuestro país, que conduce con tanto acierto los destinos de su pueblo, que el Parlamento de México lo admira, lo saluda y lo estima en todo su alto valer, deseándole para el futuro el mejor éxito en su Gobierno floreciente y esplendoroso.

Decid también, os ruego, a vuestro pueblo, que la nación mexicana estima en todo su valer ideológico, político y moral, el movimiento libertario que forjó la Revolución argentina, por tener muchos puntos de similitud con la Revolución mexicana, puesto que aquélla coincide en sus principios fundamentales con los cánones de está vida y que el fondo, consisten en forjar un vivir mejor para las clases laborantes y campesinas de ambas naciones, con el fin de robustecer moral y materialmente el alma y la existencia del pueblo argentino y el pueblo mexicano.

Señores senadores y señor diputado de la República del Plata: para terminar, cumplidamente, os ruego, sed los portadores vivientes del más alto y más sincero mensaje de cariño y de fraternidad para la hermana República Argentina, diciéndole que junto al corazón de esa vuestra gran nación, estará siempre latiendo el corazón de este pueblo mexicano que tanto os quiere y tanto os admira. (Aplausos prolongados).

- El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano senador argentino Ernesto F. Bavio.

El C. Bavio F. Ernesto: Señor Presidente, señores senadores y diputados de México: Podréis sospechar que una profunda emoción embarga nuestros espíritus, al ser recibidos en este recinto histórico, donde voces ilustres de mexicanos dirigieron los destinos de esta gran nación y guiaron sus destinos en momentos difíciles, por los que han pasado todos los países de América.

La emoción que embarga nuestro espíritu en este momento, excusará ante vosotros la dificultad de expresaros con claridad y brevemente nuestro sentir en esta hora; pero podremos decir a vosotros que hemos llegado a México en embajada oficiosa, para estrechar las manos de los trabajadores mexicanos, para conocer de cerca vuestras inquietudes del presente que tanto coinciden con las inquietudes de la Argentina.

Bien han dicho el señor diputado Arteaga y Santoyo y el señor senador Gómez Esparza, que nos han precedido en el uso de la palabra, que pareciera que hay una similitud entre la revolución nacional mexicana y la revolución nacional argentina que en estos momentos dirigen los destinos de nuestras patrias. ¿Y cómo no podría haber similitud? Si ambas quieren el resurgimiento de la clase trabajadora, de la gente que sufre; si ambas quieren humanizar el capital, y si ambas revoluciones quieren conseguir ya en esta hora de nuestra edad americana, la independencia económica, condición sine que non del progreso de los pueblos, después de obtenida la independencia política por el esfuerzo y la heroicidad de nuestros antepasados. Esta independencia económica que propugna México, conducida singularmente por un estadista que hemos podido apreciar de cerca, el señor licenciado Miguel Alemán, que con singular acierto está dirigiendo los destinos de esta patria vuestra y ayudado por esta falange de legisladores y de hombres de gobierno de generaciones nuevas, hermanado con las anteriores, seguramente que habrá de realizarse en México cual la obra que se está realizando en la Argentina. Pero nosotros queremos traeros un punto de vista especial: Argentina con nuestro Presidente Juan Domingo Perón, conductor de las multitudes argentinas, creador de su doctrina y quien constantemente está apoyado por su pueblo, quiere decir a vosotros más o menos por interposición del Parlamento de la gran nación mexicana, que queremos la solidaridad americana; que deseamos juntar nuestros esfuerzos; que deseamos completarnos; que no queremos llevar capitales a los pueblos americanos para usufructuar o para obtener grandes ganancias, sino que deseamos formar sociedades y cooperar con los pueblos de América; queremos que vosotros llevéis a nuestras playas vuestros productos, y que nosotros traigamos a las vuestras los nuestros, para que de ese conocimiento recíproco, de ese intercambio de economías, surja el verdadero panamericanismo de América. El entendimiento de los pueblos en esta hora de América es fundamental. Se ha dicho con verdad que esta es la hora de América, pero tenemos que luchar para estar a la altura de ese gran destino que nos señala en este momento la historia del mundo.

Señores parlamentarios: Hemos de llevar al Parlamento de nuestra patria, yo en lo particular al Senado de la República, con mi camarada, el señor senador Hoyo, y el señor Vicepresidente de la Cámara de Diputados de la Nación y Presidente de la Comisión de Negocios Extranjeros, diputado Díaz de Vivar, hemos de llevar -repito-, al Parlamento argentino, esta profunda emoción que estamos recogiendo, y hemos de llevar también noticias directas del fenómeno de pujanza que estamos presenciando en el pueblo mexicano.

Ya en pocas horas hemos tenido la suerte, por la gentileza de amigos mexicanos, de visitar algunas de vuestras oficinas, algunas de vuestras fábricas, algunos de vuestros institutos, y hemos comprobado que palpita el mismo sentimiento de superación que palpita en nuestra patria. México y Argentina se están preparando para obtener la definitiva independencia económica de ambas naciones y para cumplir con los destinos que la Historia tiene señalado a nuestros pueblos. (Aplausos prolongados).

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor diputado argentino Joaquín Díaz de Vivar.

El C. Díaz de Vivar Joaquín: Excelentísimo señor Presidente de la Comisión Permanente del Parlamento mexicano; señores senadores; señores diputados:

Ciertamente, si uno se dejara guiar por frívolos escrúpulos de vanidad personal, acaso el diputado argentino que habla hubiera ideado algún modo de excusar su palabra en esta solemne asamblea por ser tan grande y tan auténtico el temor reverencial que sentimos los hombres de la Argentina por el linaje espiritual, por el estilo intelectual de esta gran nación hermana.

Sinceramente hablando, es imponente para mí, improvisar dos palabras ante todos vosotros, pero recojo un imperativo que lo estimo inexcusable, y digo que para responder a tan noble hospitalidad y tan gentiles anfitriones, he de decir mi palabra, que no tiene otro sentido que el de traer ante esta honorable asamblea, una pura, límpida y genuina emoción argentina.

Hace un año, o dos, quizás- y esta reflexión me suscita el fenómeno magnífico y esplendoroso del nuevo México-, leí una crónica de la gran República hermana de los Estados Unidos. Se trataba de un banquete ofrecido en honor del Embajador inglés Lord Halifax. Dijo el plenipotenciario a manera de síntesis, que a pesar de que estaba de moda hablar del imperialismo inglés expresándose mal del mismo y acoger con juicio desdeñoso la historia de lo que era el pueblo inglés, se sentía profundamente orgulloso de la historia de su patria y de todo lo que hizo en la historia de Occidente el pueblo de Inglaterra.

Parafraseando las palabras del noble señor, yo digo que me siento profundamente orgulloso de la parábola que es capaz de describir este magnífico ejemplar humano: el hombre de hispanoamérica; hombre de hispanoamérica en el cual se hallan en curso como dos ejemplares rectores, el hombre de México y el hombre de la Argentina.

Cuando después de la catástrofe de la segunda guerra internacional, no quedaban en el escenario universal sino los dos más vigorosos contendientes: la Unión de las Repúblicas Soviéticas y los Estados Unidos de Norteamérica, se reclamo por parte del Mariscal Smuts, un lugar en el escenario universal para el Imperio inglés.

Poco tiempo después el señor Churchill dijo, haciendo una síntesis, que había lugar para un pueblo protagonista: los Estados Unidos de Europa. Esta concepción un tanto parcial, categóricamente unilateral del proceso político universal, nos resulta profundamente inaceptable y la recusamos de manera categórica, en nombre del destino que debe cumplir ese magnífico ejemplar humano al que hice referencia y al que yo llamo "hombre de hispanoamérica".

Remedaba esta síntesis política aquella concepción de Hegel, filósofo reciamente teutón, que en su filosofía de la Historia había resuelto eliminar a todo el mundo hispanoamericano, porque no se conciliaba con el proceso dialéctico que trataba de construir.

Yo tengo fe, señor Presidente, en el destino de América Latina. Lo mismo digo América o Hispanoamérica, que no es cuestión de hacer pleito por la forma en que hemos de apellidar a los pueblos de la comunidad nuestra; y tengo fe, porque nosotros estamos creando un nuevo tipo de vivencia que trata de superar esta cosa dramática y que es lo nuevo a lo viejo, pero en todo caso con plena vigencia todavía de lo que puede llamarse la libertad Holding. Nosotros aspiramos a una concepción nueva; amamos al hombre por encima de todas las cosas porque creemos que el hombre es una finalidad: recusamos la concepción totalitaria de la vida, porque el Estado no puede ser fin, sino instrumento para servir a los destinos del hombre. Hemos aprendido a amar al hombre por encima de todas las cosas, por la sola circunstancia de ser una criatura digna de Dios. Esa posición irrenunciable del hombre de hispanoamérica frente a los complejos problemas de la convivencia, es lo que a mi juicio le asegura un destino feliz; y recojo complacido las aseveraciones del señor diputado que decía que no era posible repartir el mundo entre naciones productoras de materias crudas, y naciones productoras de materias industrializadas, porque yo estimo que ello equivale casi tanto como a distribuir la comunidad de los pueblos que debe ser fraternal y estar henchida de sentido humano en un papel divisor inaceptable entre pueblos que no se resignan a ser meros escenarios del acontecimiento universal, y otros pueblos que porque la concepción o sus posibilidades políticas les han procurado el advenimiento y el control de las materias de producción mundial, aspiran presumiblemente, en el esquema que impugnamos, a ser los únicos protagonistas de la historia universal.

Yo reclamo, señor Presidente, en nombre de la concepción política que ha creado sin ninguna jactancia orgullosa, pero que ha creado con firmeza y con energía nacional la Revolución de nuestro Presidente Perón; yo reclamo, en nombre de esa concepción, y reclamo asimismo, en nombre del espectáculo edificante que nos ha procurado la energía nacional de México a través de todas sus expresiones colectivas, yo reclamo, señor Presidente, yo reclamo, legisladores de México, un papel de primera magnitud, un papel substantivo en la historia de Occidente para todas las comunidades de los pueblos hispánicos de América. (Aplausos).

Es necesario aceptar con beneficio de inventario, la nueva concepción política que trata de realizar el dominio que las materias productoras en una minoría que puede llamarse egregia; es necesario asociar el esfuerzo de los directores y de los conductores a esa masa suficiente que forma la carne y el nervio de toda comunidad nacional; es necesario elevar el nivel de vida del pueblo, porque mientras el pueblo no se sienta asociado a los destinos colectivos, mientras el pueblo que sufre sienta la organización estatal como una ley sólo para el poderoso, una comunidad nacional no puede tener saneado su ambiente político, porque nada es más peligroso que lo que Schelling, uno de los espíritus más sagaces de la filosofía alemana, estudió en un pequeño gran libro llamado "Resentimientos de la Moral".

Cuidemos, señores legisladores, de resentir la moral de nuestros pueblos, porque con una colectividad resentida ningún pueblo ni ningún conductor han de crear nada perdurable.

Esa es un poco el ansia que conmueve a la revolución nacional peronista. Y como yo, además de

creer en la masa, además de creer en la sinergia colectiva que produce la emoción de esa masa, creo, como decía yo ayer a un ilustrado diputado mexicano aquí presente, que también creía en la concepción cardeliana, un poco superada quizás por el héroe, pero del héroe que es tal mientras se sienta expresión de su pueblo y que sólo puede ser tal mientras sepa que no es otra cosa que la expresión viva del sentir colectivo. Así es nuestro señor general Perón y así también el ilustre Presidente Alemán. Yo concluyo estas palabras formulando un voto ferviente por que los pueblos de México y Argentina sepan comprender que por encima de la materia de los acontecimientos, de la física del proceso histórico, hay una metafísica que nos vincula profundamente en el pasado, en el presente y en el futuro, porque presta plena atención a aquella concepción que define a la patria por sobre todas las cosas, como una unidad de espíritu. Y si es que la patria ha de ser una unidad del destino, alguna vez podremos reclamar en una perspectiva un poco lejana pero llena de promesas, una patria común para nuestras dos comunidades nacionales: el pueblo de México y la República de Argentina. (Aplausos nutridos).

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor senador argentino Alejandro Matthus Hoyo.

El C. Matthus Hoyo Alejandro: Señor Presidente, honorables senadores y diputados de México: Deseo tener el hondo encanto de exteriorizar mi gratitud por la señalada distinción que hemos recibido de los señores legisladores de México. Pero mi deber también impone que diga en este instante, que aquella afirmación escéptica, en que hablando de la diplomacia romántica y decadente de saraos, de fiestas y de viajes, circunscrita a las expresiones urbanas de este siglo en relación a la actual metropolitana de las grandes ciudades, hoy encuentra en Argentina, por la decisión del movimiento revolucionario peronista, un nuevo enfoque. Estamos satisfechos de la tarea de nuestros diplomáticos, pero los legisladores, de acuerdo con el Jefe de Poder Ejecutivo y con nuestro Canciller, viajamos por América para conocer pueblos hermanos, para conocer a los legisladores y, en este caso concreto, a los de México y para que ustedes, honorables señores senadores y diputados, conozcan qué pensamos los legisladores argentinos.

Somos una expresión concreta de esta nueva democracia del sur, que quiere con el sentido diplomático, llegar directamente a la tierra y a los hombres que trabajan. Presido la Comisión de Agricultura del honorable Senado argentino, y hemos venido a México porque somos representantes de un pueblo de agricultores y de ganaderos que aspiramos a superarnos en la industrialización de esas materias primas. Situaciones comunes nos unen.

De allí por qué en este panorama integrante de las extraordinarias civilizaciones aztecas, mayas e incas, hombres del norte y del oeste de la República, sentimos este orgullo profundo de llevar una gota de sangre india en nuestras venas, y que nos permite hoy hablar, de nuevo, en 1948, de la civilización del maíz; considerar la genética del maíz desde Estados Unidos a la Argentina, es superar el subconsumo alimenticio de nuestros pueblos y es llegar también con un mensaje de amor y de paz, a una Europa desangrada y hambrienta.

Ese sentimiento concreto tiene nuestro viaje. En las universidades argentinas, con la nueva concepción del Presidente Perón, la investigación científica de nuestra agricultura es una realidad. Antes de que llegase al Gobierno de la República, no destinábamos sino pocos centavos a la investigación científica agropecuaria. Hoy el Presidente plantea la organización agropecuaria del Centro de Organizaciones Agropecuarias, con una inversión mínima de ciento diez millones de pesos.

Queremos estar a tono con la concepción de los Estados Unidos. Deseábamos recibir el mensaje de Wallace, y conocemos la preocupación del señor Presidente de la República de México, en torno del Instituto de Maíz de Morelos. No desconocemos las inquietudes despertadas en el Presidente de Guatemala; tampoco desconocemos lo que se había hecho en Cajicá, Colombia, ni el esfuerzo ecuatoriano del Pichilingüe, ni la tarea llevada a cabo en Molina, en el Perú; sabemos de acuerdo con la nueva orientación de Venezuela, lo que se está haciendo allá; queremos armonizar y fraternizar con la concepción de la fazenda de Santa Cruz, del Brasil, y con el maravilloso esfuerzo que realizan los chilenos en materia de lucha biológica, en el Instituto de Quillota, en La Cruz.

Es el panorama, señores legisladores, de la coordinación en funciones de la actividad científica agropecuaria; es una contrabandera.

Hemos escuchado, vuestro mensaje, y hoy vamos a deciros que más allá de los tratados de comercio, tenemos la urgencia de ponernos de acuerdo en superar estas investigaciones científicas que nos darán a todos los hermanos un arma para lograr la exportación en breve término.

Hay algo más en todo este enfoque: no podemos continuar -pensamos los argentinos- sin que nuestras embajadas tengamos asesores agrónomos, asesores veterinarios, paralelamente a la tarea que cumplen los agregados diplomáticos y es imprescindible ponerlo cuanto antes en marcha. No hay nada que más se parezca a la sabiduría, pues decía Columena que la agricultura es un problema común.

En la Argentina tenemos para la defensa de las zonas esteparias y de los pueblos hermanos desnutridos, una solución concreta: la ganadería caprina. Está, principalmente, donde se acentúa el problema de la brucelosis y de la fiebre de malta.

Una gran concepción gubernativa puso en México en marcha la conferencia continental de la brucelosis. El Presidente Perón dio orientación para que la Secretaría de Salud Pública y las Facultades de Veterinaria y de Medicina, actualizaran este problema. Esta coordinación de estudios de hombres de ciencia de México y Argentina, en torno a este problema concreto, obliga nuestra preocupación y exige la inmediata concertación de este tratado de bases eminentemente culturales y científicas.

Soy senador por la provincia de Mendoza, por eso admiro la jerarquía de vuestra actividad

hidráulica. El hombre de México hizo florecer su tierra, el hombre que, al decir de Avellaneda, hizo florecer su tierra con la doble conjunción de su santo sudor y de esa superación técnica hidráulica mexicana.

En mi patria el sistema de diques Hambursen, existe en la provincia de San Luis. Hemos podido entonces valorizar todo el esfuerzo del Gobierno y de los técnicos de México. Coordinar las zonas hidráulicas y aumentar la superficie de tierras irrigadas artificialmente, es otro planteo concreto que también nos exige una acuciosa meditación.

Señores, no es oportuna la enunciación de otra serie de problemas. Dos serían suficientes para terminar este planteo concreto. Puebla tiene una gran jerarquía en el mundo de la actividad agrícola; los alfalfares de Puebla son los de mayor resistencia conocida. En Estados Unidos ha querido aumentarse el área de producción.

Grandes hombres de ciencia de mi país, como Masó, como Talleyrand, como Tomé, como nuestro Máximo Matthus, también quieren resolver los problemas de la alfalfa. La fusión de las semillas de México y la Argentina, determinarán mayor área de cultivos y alfalfares, para la consolidación de una ganadería magnífica en México y en mi patria. Fundamentalmente, eso significa más leche para los niños avitaminosos o desnutridos, tuberculosos de América.

Con gran dolor he enunciado estos planteos, estos problemas, pero es urgente que hablemos en este tono con los legisladores de esta maravillosa América. Por eso también, al escuchar las palabras de los señores senador Gómez Esparza y diputado Arteaga y Santoyo, debo citar también a Martí, que en un momento doloroso, dijo: "Todo el que lleva luz se queda solo".

Yo creo que hoy los hombres de esta extraordinaria República de México y de mi Argentina distante y amada, podemos decir: con grandes presidentes como el de México y Argentina, ellos que tienen luz, no se quedarán jamás solos porque están defendiendo los derechos del pueblo para arraigarse definitivamente en la tierra y hacerla florecer de nuevo con aquella jerarquía extraordinaria de los aztecas, de los mayas y de los incas.

Este es el camino y este es el mensaje de América, que un hombre del Sur se atreve respetuosamente a exponer ante los legisladores de la patria de Hidalgo, para decir, por último: hoy tenemos la verdad porque marchamos al lado de los pueblos, para lograr un mínimum de felicidad sobre la tierra de América. (Aplausos prolongados).

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano senador Guzmán Araujo.

- EL C. Guzmán Araujo Roberto: Señores senadores y diputados argentinos: Por un inmerecido honor de mis compañeros de la Cámara de Senadores, vengo a adherir a las palabras ya dichas por los representantes de la honorable Comisión Permanente del Congreso de la Unión de México, otras palabras más, que quieren ser a manera de glosa de los dos sentimientos tanto argentino como mexicano que en este momento están convergiendo como una bandera de esperanza para América.

Decía el señor orador y senador que acaba de hacer uso de la palabra, que nuestros guías o sean tanto el de Argentina, excelentísimo señor Juan Domingo Perón, como nuestro distinguido y pujante timonel en México, señor licenciado Miguel Alemán, no se pueden quedar solos, porque tienen una luz; y yo quisiera decir, parafraseando esas palabras, que a veces los pueblos de América dan la sensación de estar a oscuras porque tienen mucha luz dentro.

Pero la luz interior está por encima de las luces mecanizadas y eléctricas.

Es el espíritu el que priva; es el espíritu mismo a que hacía referencia el distinguido orador argentino; pero no debe ser el héroe, en el sentido oculto de Carlyle, el que hace florecer al medio, sino el medio el que hace florecer al héroe.

Mientras nuestros pueblos tengan, como en este caso la Argentina y México, hombres eminentes por su ética, por su patriotismo; hombres que no por un azar ni por una coincidencia de la Historia sino por igual comprensión patriótica, como me decía el señor coronel y senador Serrano, amigos personales como es el caso del señor Presidente de la Argentina y el de México; quiere decir que nuestro pueblos, cada uno a su manera y cada uno en su latitud y cada uno en su hora, seguirán luchando por hacer una América nueva, vigorosa, tan fuerte y tan alta, que mañana nuestros hijos vean pequeño lo que nosotros desde abajo vimos grande.

Bien decía el orador que me antecedió en el uso de la palabra, que es necesario dar una alimentación mejor a las clases desheredadas. Pone el caso concreto del maíz. Aquí en México también hay una Comisión del Maíz, como él está perfectamente enterado, que está tratando de dar un nuevo grano híbrido. Esto es, tenemos nosotros una serie de regiones, por ejemplo al norte de mi Estado natal, donde por falta de riego no se tiene el maíz necesario para obtener optimas cosechas; pero ya la Comisión del Maíz está trabajando en ese sentido, dirigida por los técnicos necesarios y apoyada por el Gobierno de México.

Así pues, señores legisladores argentinos, compañeros de Cámara y compañeros de la honorable Comisión Permanente, nos sentimos satisfechos y contentos de oír la voz de Argentina; de la históricamente vieja y siempre joven y progresista pampa argentina, que viene hasta estos solares nuestros, ya no en un sentido de desigualdad racial, en un sentido nazi, a decirnos- como decía también Ortega- que la cultura se mide por la lengua, por que es una síntesis de pensamientos y de destinos colectivos.

De modo que, señores representantes de la Argentina: reciban del pueblo de México, que es al que representamos los legisladores aquí reunidos, un saludo para vuestra grande y noble patria, porque Argentina y México, en síntesis, no son sino como las dos rosas del poema del gran vate mexicano Díaz Mirón: separadas por la geografía, pero unidas por su pureza y por la linfa de cordura, de paz, de fraternidad y de amor panamericanos. (Aplausos).

- El C. secretario Romero Manuel Antonio (leyendo):

"Acta de la sesión celebrada por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión el día 24 de abril de 1948, en honor de los señores senadores Ernesto Bavio y Alejandro Mattus Hoyo, y diputado Joaquín Díaz de Vivar, de la República Argentina.

"Presidencia del C. Eugenio Prado.

"En la Ciudad de México, a las 13.10 hs. del sábado veinticuatro de abril de mil novecientos cuarenta y ocho, se abre la sesión con asistencia de 21 ciudadanos representantes.

"Los señores diputado Armando Arteaga Santoyo, senador José Gómez Esparza, senador argentino Ernesto Bavio, diputado Argentino Joaquín Díaz de Vivar, senador argentino Alejandro Mattus Hoyo y senador Roberto Guzmán Araujo, pronunciaron discursos en que se refirieron a hechos históricos de la Argentina y México, a la similitud de sus problemas, y a la realización de las aspiraciones de estos dos países, bajo sus gobernantes actuales.

El C. Presidente de la H. Comisión Permanente, agradeció a los representantes de la República Argentina, su asistencia a este acto.

"Se leyó la presente acta".

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.

- EL C. Presidente (A las 14.05 horas): Con nuestro agradecimiento muy profundo por la gentileza de los señores senadores y diputado de la República de Argentina al haber asistido a esta sesión de la honorable Comisión Permanente, se levanta la sesión y se cita para el martes próximo a la hora de costumbre.