Legislatura XL - Año III - Período Ordinario - Fecha 19481119 - Número de Diario 22

(L40A3P1oN022F19481119.xml)Núm. Diario:22

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., VIERNES 19 DE NOVIEMBRE DE 1948

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.

Director de la Imprenta, Lic. Román Tena. Director del Diario de los Debates, José F. Castro

AÑO III.- PERIODO ORDINARIO XL LEGISLATURA TOMO I.- NUMERO 22

SESIÓN SOLEMNE DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 19 DE NOVIEMBRE DE 1948

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Lectura de la Orden del Día.

2.- Los CC. senador Edmundo Gámez Orozco y diputado Francisco Mora Plancarte, el primero a nombre del H. Senado y el segundo en representación de esta Cámara de Diputados, pronuncian discursos con motivo del aniversario de la iniciación de la Revolución Mexicana.

3.- Se da lectura al acta de la presente sesión, siendo aprobada. Se levanta la sesión.

DEBATE

Presidencia del

C. FERNANDO AMILPA RIVERA

(Asistencia de 80 ciudadanos diputados).

El C. Presidente (a las 12.40): Se abre la sesión.

- El C. secretario Magro Soto Fernando (leyendo):

"Orden del Día.

"Noviembre 19 de 1948.

"Discurso que el C. Edmundo Gámez Orozco, a nombre del H. Senado de la República, pronuncia en conmemoración del aniversario de la Revolución.

"Discurso que con el mismo motivo, y en representación de esta H. Cámara, pronuncia el C. diputado Francisco Mora Plancarte.

"Acta de esta sesión".

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor senador Edmundo Gámez Orozco.

El C. Gámez Orozco Edmundo: Señor Presidente de la H. Cámara de Diputados. Señores miembros del H. Congreso de la Unión. Señores representantes:

"Revivir, año por año, el momento en que las fuerzas de nuestro pueblo, sujetas y oprimidas, desbordaron su desesperación sobre el marco de la Historia, en un torrente de violencia y de justicia, no es, simplemente, releer una página muerta que consigna hechos gloriosos y pretéritos; no es tan sólo iluminar con la luz devota del recuerdo, el perfil vigoroso de los hombres que ayer echaron en el destino el peso de su esfuerzo y la entrega de sus vidas, y enderezaron la de la patria hacia caminos de libertad y democracia; revivir aquel momento es algo más que dar forma y color a la epopeya de la Revolución Mexicana; es, debe ser también, examen de la realidad en que nos movemos, confrontación de los valores doctrinarios y sociales de la Revolución de ayer con los postulados que hoy orientan la vida del país; visión que nos rinda en balance de hechos y de ideas la cifra viva de lo que en bien de México ha hecho nuestra Revolución; una visión que nos dé, en estas borrascosas horas que azotan a la Humanidad, confianza en nuestro destino, firmeza en nuestra acción, unidad en nuestros propósitos y responsabilidad en nuestras determinaciones.

"Esencia de las batallas sangrientas que México ha venido sosteniendo con propios y extraños desde principios del siglo XIX, es la libertad; esencia de las luchas incruentas que los hombres progresistas de nuestro pueblo han sostenido para plasmar en normas jurídicas su anhelo, es la libertad. Un continuo romper de cadenas, un constante abatir de murallas fijan la marcha ascendente de México hacia la libertad y hacia el progreso.

"Batallas por la independencia política, por la libertad de conciencia, por la defensa del territorio, por la constitución de mandatos que dieran a la vida nacional cauces más humanos y más dignos, son las que dan al México del siglo pasado su fisonomía de inquietud, de inestabilidad y de lucha abierta. Y en la primera mitad de este siglo, México batalla contra el poder porfirista que traiciona los ideales de Reforma, batalla en los campos contra el latifundismo y por la conquista de la tierra, de su tierra; batalla en el ámbito de las leyes por la independencia económica de la patria, y rescata, para sus hijos, sus recursos naturales; batalla a fondo contra la ignorancia, la insalubridad y la miseria.

"Tienen juego y vida, dentro de la Revolución de 1910, los mismo elementos encontrados que chocaron en 1810, en 1833, en 1859 y en 1867.

"Política en su principio, nuestra Revolución puso al desnudo las injusticias sociales que padecían las grandes masas del país, y trató de removerlas llevando a nuestras leyes las reivindicaciones más humanas, los postulados más equitativos, las garantías más justas para el que forja y es, al mismo tiempo, la verdadera riqueza de la patria: el trabajador del campo y del taller.

"Basta para explicar y justificar a nuestra Revolución su anhelo - intachable en esencia - de buscar para todos los mexicanos una vida mejor. Como a ello se oponía el terrateniente, creó el agrarismo. El clero maniataba los espíritus, y creó labor anticlerical. La ignorancia, y muy particularmente la dificultad de que las clases humildes se educaran, le hizo crear escuelas rurales y una vigorosa obra educativa. Los extranjeros vivían como el país conquistado económica y culturalmente, y hubo de ser nacionalista. Los recursos naturales estaban en manos de quienes sólo los acaparaban o los explotaban, olvidando el interés nacional, y entonces reivindicó la propiedad de la nación. Atenta a las corrientes universales legisló, protegiendo al trabajador. Convencida de que el mestizaje etnológico y cultural es su destino, se preocupó de las razas indígenas, olvidadas y explotadas. Como desorientada, la nación mexicana quería vivir falsamente, imitando modelos extranjeros: se descubrió a sí misma y ha creado vigorosamente en el orden espiritual, destacándose en sus manifestaciones artísticas.

Y en su curso lógico, en su crecimiento natural y biológico, la Revolución ha venido atravesando las etapas consecuentes a toda sacudida que arranca de cuajo los cimientos y el poder de una clase y de un gobierno. Ayer, la fase militar, violenta y roja, hundiendo en sangre y fuego las formas y los hombres de la dictadura. Después, la fase política, creando los instrumentos de un nuevo orden, los órganos del partido triunfante: otro ejército, otro Estado, nuevas leyes, nuevas escuelas; etapa política en la que adquieren forma las tendencias por un lado liberales, y por otro socializantes, que animaban a los grupos rebeldes. Hoy, bajo los últimos regímenes, entre la Revolución en su fase económica, plena de responsabilidades graves y transcendencias insospechadas; hoy la Revolución tiene que justificarse ante sí misma y ante la Historia. Destruyendo primero; creando más tarde un orden jurídico en consonancia con las tendencias que hicieron posible este movimiento social, pesa hoy sobre la Revolución y sobre sus hombres un tremendo imperativo: demostrar que podemos hacer un México mejor al amparo de los principios de nuestro movimiento social.

Y no resulta engañosa confianza la afirmación de que durante los últimos gobiernos revolucionarios es cuando se vienen fincando las bases económicas y culturales sobre las que se desplazarán nuestra fuerza moral y nuestro progreso material.

"Circunstancias enemigas, arduas e inevitables, peligrosas y profundas por su carácter mundial, han entorpecido, hasta la angustia, la tarea de construir esta patria nueva. La última guerra, si casi liquidada en su etapa sangrienta, nos sacude todavía por la fiereza con que las naciones luchan, o por el reparto del botín, o por no dejarse absorber por las más fuertes. Lucha política, lucha racial, lucha de tarifas, lucha de fronteras, lucha de ideologías, lucha por los armamentos, lucha contra el hambre...

"Es alentador ver cómo en medio de estas corrientes cargadas de inquietud, de zozobra y de pasión, México tiene la fuerza y la ambición vital necesarias para enfrentarse a sus propios problemas y manejar sus recursos en un plan de grande previsión y técnica amplitud y para levantarse de la etapa semicolonial en que aún se encuentra, hasta alcanzar una mayor estabilidad económica y un paulatino y firme mejoramiento en el nivel de vida de sus gentes; y lograr así una autonomía razonable que lo llegue a poner a salvo, hasta donde sea posible, de las contingencias a que nos orillen los imprevisibles cambios de la política exterior de los demás pueblos. Por encima del propósito generoso, pero lleno de vaguedades e imprecisiones, de distribuir equitativamente la riqueza, ha tenido que imponerse el convencimiento de que lo primero es producir más. Ningún patrón de justicia podrá ser capaz de hacer que los mexicanos vivan mejor si antes no se vence la pobreza colectiva.

"Y así, rodeando por una parte al trabajador de los cuidados que le conserven vigor físico y salud mental; y le vayan haciendo conquistar niveles de vida más humanos y satisfactorios; y creando y robusteciendo por otra parte la economía nacional con el aumento y la diversificación de la producción y de la industria, va la Revolución hecha gobierno encauzando la vida íntegra de México, dentro de una corriente democrático progresista, misma que en su filosofía y en su aplicación conviene mejor a la idiosincrasia de nuestro pueblo.

"Y por ello sentimos como si se hincharan los pulmones de la República, saturados de fe y de esperanza, cuando vemos crecer y tejerse sobre el cuerpo de la patria la red de nuestras carreteras y de nuestros ferrocarriles; cuando asistimos a la instalación de nuevas y cada vez más potentes plantas generadoras de energía eléctrica; cuando se cortan los ríos y se horadan las entrañas de la tierra para fertilizar, con el agua presa en grandes y pequeñas obras, nuestros campos, sedientos por siglos; cuando se transforma nuestro grano de maíz, pan de millones de bocas, en un cereal de insospechado valor nutricio; cuando se siguen sembrando a todo lo largo y a todo lo ancho de la República, semillas cargadas de porvenir, escuelas primarias, escuelas secundarías, escuelas técnicas, escuelas agrícolas, escuelas normales; cuando el Seguro Social y la Asistencia Pública luchan contra la pobreza y la ignorancia para salvar la mejor fuerza de México que es la salud de sus hijos; y aun más: mientras México cura sus grandes heridas sociales, en tanto que restaña la sangre y el tiempo gastados en ajustar nuestra vida interna, al par que recoge y ordena sus fuerzas para luchar contra el porvenir, todavía puede llevar, claro y en alto, fuerte y respetable, su credo de paz ante los tribunales donde las naciones dirimen sus interminables desavenencias; y puede poner su contribución, valiosa e intachable, en manos de la

UNESCO, para buscar por los caminos de la ciencia y de la cultura, el progreso y la armonía de los pueblos.

"Vamos hacia el destino. Vamos hacia la conquista de una nacionalidad fuerte y homogénea. Llevamos para tal empresa, a más de las virtudes cívicas de nuestra raza, a más de la fiereza azteca e indomable de Cuauhtémoc, a más de la sed de justicia de Morelos, a más de la grandeza de alma de Benito Juárez, llevamos el culto a la libertad, el amor a lo nuestro, la fe en el espíritu de la raza, la inconformidad contra las tiranías, el anhelo de justicia social, y el espíritu democrático y progresista que animó a Madero, a Pino Suárez, a Aquiles Serdán y a todos los hombres que encendieron con sus vidas la antorcha viva de la Revolución. De esta revolución que si en 1910 parecía excesiva, dura y tremenda, hoy, cubierto su forzoso itinerario, alienta vigorosa y grave, y va formando en México, como dijera Alemán ante el Congreso de los EE. UU. de América: "Ese tipo de hombre digno de exigir el respeto de sus derechos por el respeto que tenga para los derechos de los demás; es decir, el hombre que sepa ser fiel a sí mismo en el culto de su nación y fiel a su nación en la solidaridad internacional". (Aplausos).

El C. Presidente: Tienen la palabra el señor diputado Francisco Mora Plancarte.

El C. Mora Plancarte Francisco: Señor Presidente. Honorable invitados de honor a esta ceremonia. Señores senadores. Señores diputados:

"Celebramos hoy el trigesimoctavo aniversario de la Revolución mexicana, no como celebraríamos sus efemérides, sino como honramos una obra viva, actuante en madurez plena, cuyos mejores frutos están aún por venir. Nos encontramos ante un hecho mucho humano viviente, de perspectivas todavía dilatadas, y si volvemos la mirada al pasado para rendir el homenaje de nuestra gratitud a sus iniciadores, es porque en ellos alentó el germen íntegro y palpitante de las realizaciones que son ya carne y sangre de nuestra vida pública y que seguirán siendo sustancia prima de que se nutren los frutos que aún están por brotar.

"Ante quienes fecundaron ese germen con su sangre, con la ofrenda de sus mejores años en la lucha, los hombres de hoy nos inclinamos, al reconocer grande su obra, precisamente porque ella no se detiene y limita, sino se desenvuelve como segura promesa hacia las generaciones que vendrán.

"Conforme el tiempo transcurre, la obra de los iniciadores se agranda y se depura, limpiándose de las imperfecciones que todo lo humano tiene por inevitable lastre.

"El respeto a los próceres de nuestra lucha - la más grande lucha mexicana desde la Reforma - se acendra de modo natural en el espíritu de los hombres, al ir descubriendo las potencialidades de la obra revolucionaria, como levadura que da volumen y forma a un modo más justo y racional de convivencia, en un país durante un siglo frenado en su natural desarrollo por los partidos que históricamente se han opuesto a que el pueblo intervenga en la determinación de su propio destino.

"Los detractores de la Revolución han dicho que ésta no tuvo programa previo, que fue una conmoción instintiva, impulso destructor, originado en el cansancio del pueblo por una prolongada dictadura. Una dictadura, habría que añadir, que confundía la prosperidad del país con la prosperidad de un grupo de familias privilegiadas; una oligarquía formada por gobernantes envejecidos en el mando, apoyada en las fuerzas espirituales y materiales que han significado, desde siempre, en México, el retorno a un pasado colonial.

"Basta detenernos un momento en las líneas de los planes revolucionarios, desde los que fueron concebidos por los precursores, hasta los que dieron bandera a aislados aspectos de la lucha social, para entender que no tiene razón quienes proclaman a la Revolución Mexicana como movimiento negativo, desatado a la aventura para labrar su propio camino al reclamo de circunstancias cambiantes y de métodos improvisados. Allí, en el texto de los planes, se descubre en germen todo cuanto después ha sido estampado las leyes, todo cuanto a su tiempo se realiza como desarrollo lógico, como corolario y consecuencia, no como inesperada improvisación, ni oportunista aprovechamiento de lo circunstancial.

"Triunfante el movimiento revolucionario de su última crisis externa, la que provocó con su infamia Victoriano Huerta, hubo de elevar el ideario de los programas al rango de ley suprema, dándole cabal desarrollo y amplitud. Con la ley de 6 de enero de 1915, incorporada a la Constitución dos años más tarde, comienza a plasmar la Revolución en nuevas instituciones de derecho. Y no podría haber sido de otro modo en un país donde el setenta por ciento de la población activa se sustenta del campo.

"Con la Constitución misma, se salva lo que de válido y duradero tienen la carta liberal del año 57, y ese núcleo tradicional se enriquece con preceptos que garantizan derechos sociales. No hubo necesidad de recurrir a ideas gestadas en otros países, en condiciones que nos son ajenas para darle tónica social a los preceptos avanzados de la carta de Querétaro: fuentes ideológicas mexicanas, frente a necesidades peculiares de nuestro pueblo, plantearon ante un mundo en trance de guerra, resoluciones nuestras, originales, en un documento que en el tiempo se adelanta a la legislación soviética misma, sin tener de ella ni reflejo ni influencia, sin tomar de ella ni antecedente ni inspiración; producto del genio del país confrontado a sus necesidades más ingentes.

"Ser revolucionario, por tanto, comparta ser mexicano dentro del más limpio concepto de la mexicanidad, exenta de conceptos estrechos y agresivos; quienes niegan a México son los que, desde una u otra barricada, motejan a la Revolución y se duelen de su obra. Pues quienes, desean desvirtuarla o desviarla, a la izquierda o a la derecha, pierden esa línea justa de mexicanidad que, históricamente, parte de Hidalgo y Morelos y pasa por Guerrero y el doctor Mora, Juárez y Ocampo, para desembocar en la constelación patricia de 1910 y en el cuadro de los continuadores que todavía hoy luchan, ya desde el Poder y con la ley por

guía, por dar todo su alcance y su significado a los propósitos revolucionarios.

Y es esa estirpe ideológica, son los hombres de esa línea política, los que han construido la patria mexicana; no los otros, no los que han provocado invasiones extranjeras, ni los que han fraguado cuarteladas, ni los que han armado manos asesinas, ni los que hoy se esconden y amparan en las mismas libertades que sus contrataciones han conquistado para todos, y calumniado desde allí a la Revolución, ya que no pueden vulnerarla. Son voces de ese lado las que claman, a veces abiertamente, casi siempre de modo indirecto y solapado, que la Revolución ha sido incapaz de justificarse por su obra y que habrá que dar oportunidad a sus detractores para que demuestren que pueden organizar el país con justicia, libertad y bienestar. Nada más ajeno a la verdad que ese osado aserto: la Revolución se ha justificado plenamente; su obra es fecunda y duradera; las grandes mayorías ciudadanas sienten con sinceridad indudable que sus anhelos fueron fielmente recogidos y saben que para darles vigencia se han empleado los métodos mejores, dentro de la máxima medida de lo posible.

Quienes ingenuamente creen que la historia puede retroceder, suponen que la Revolución está constituida principalmente por sus hombres guía, y que sobornándolos o eliminándolos, la Revolución habrá quedado decapitada. Nada más iluso. La Revolución no está ya como estuvo hace treinta y ocho años, en las mentes de unos cuantos patriotas de temple heroico; vive hoy en las instituciones que no pueden cambiar, porque han creado en el país modos de convivencia que son ya parte de la vida diaria del pueblo. La Revolución es el ejido, es la jornada máxima de trabajo, es el contrato ley es la protección constitucional a la huelga lícita, es la garantía al trabajo que crea y al capital que promueve el adelanto del país, es la libertad de expresión y de creencia, es la escuela gratuita y difundida por esfuerzo conjunto de la iniciativa ciudadana y del Estado es la nacionalización del subsuelo. Es ahí donde la Revolución radica, y esas conquistas, por igual estampadas en la ley que en las conciencias, sólo podrían destruirse por la violencia. Violencia que ya no puede ser temible, ni en remota posibilidad, en un pueblo que no prestaría su brazo - como no presta su voto - a quienes tratan de arrebatarle lo que para sí ha construido en cerca de ocho lustros de esfuerzo y sacrificio.

Hay quienes argumenten contra la Revolución, señalando el hecho innegable de que ha ocasionado perturbaciones en el orden de la producción económica, que se resiente por el cambio introducido con violencia en su régimen. ¡Como si los yerros de cuatro siglos pudieran enmendarse en unos años! Es evidente que no puede esperarse un nuevo orden perfecto en aquellas materias que estuvieron sometidas a opresiones deformantes durante centurias, sino cuando el decurso del tiempo, el afinamiento de los métodos y la acumulación de nuevas experiencias engendren cabal normalidad. Y que esto está consiguiéndose a grandes pasos, lo demuestran los hechos: México va en camino de bastarse a sí mismo como productor agrícola, en cuanto es fundamental para la subsistencia, cosa que jamás ocurrió antes de la Revolución. Las importaciones disminuyen y se inicia la exportación de excedentes. Hemos presenciado el vigoroso sufrir de regiones que se vieron hondamente perturbadas por el reparto ejidal y que en muy pocos años son ya prósperas; una vigorosa economía de tipo nuevo ha llegado a consolidarse en La Laguna, mientras los augurios contrarrevolucionarios precedían completa ruina a esa región que es el ejemplo más adelantado de agricultura moderna en el país; vemos perfilarse con vigor el Valle Bajo del Río Bravo, como rival del emporio lagunero; asistimos al acelerado engrandecimiento del Norte de la Baja California y del Valle del Yanqui; hemos visto cómo Lombardía y Nueva Italia, en Michoacán, no se hundieron en el caos y la miseria, como lo pronosticaron los sapientes consejeros del esclavismo arrocero, ya por siempre liquidado.

"Y en torno de cada sistema de riego vemos congregarse a trabajadores esforzados y ambiciosos, sin amo que los explote para labrar el bienestar común.

"Y para esto no ha sido necesario ni destruir el ejido, ni revivir el latifundio, ni entregar a manos usureras las obras que ayudan a fecundar la tierra. Esa gradual prosperidad, de la que apenas vemos el principio, es obra de la Revolución y de sus hombres, de sus Instituciones y de sus leyes.

"¿No tiene, acaso, significado de hecho definitivo en un pueblo, la Revolución que ha dado gobiernos capaces de afrontar tareas de la magnitud y trascendencia económica tan grandes como las obras de Papaloapan, el sistema yaquimayo, El Palmito y Tepalcatepec, para citar sólo algunos ejemplos? El gobierno que riega y electrifica, que ensancha la red carretera y afronta la rehabilitación de un sistema ferrocarrilero, herencia de la dictadura, sistema mal proyectado y nacido para quebrar, no ha necesitado salirse de los cauces ideológicos de la Revolución para atacar así problemas que estorban de raíz el desarrollo material de la patria.

"En el incremento industrial tenemos otra prueba evidente de lo que ha podido hacer el pueblo de México, sin renegar de las afirmaciones revolucionarias. A pesar de nuestra desfavorable situación internacional para llegar a ser país de industria pujante, el progreso fabril es poderoso. No es el Distrito Federal y su área adyacente el único territorio donde las industrias se han multiplicado portentosamente en los últimos años: Guadalajara y Puebla, Tampico y Torreón. Nueva Rosita y El Bajío van acrecentando su potencia fabril, conforme el suministro de energía lo va permitiendo. Y ya a Monterrey le sigue muy de cerca la zona fabril de Tlalnepantla.

"Las comunicaciones terrestres y aéreas, ampliadas con rapidez y recto sentido práctico, coadyuvan a la articulación económica del territorio. Y las industrias básicas - El petróleo, la generación de energía eléctrica, la siderurgia y los transportes ferrocarrileros - reciben de la Administración el máximo impulso para ayudar a vencer las trabas

interiores y las externas que han disminuido la celeridad de su desarrollo.

"Y para alcanzar las realizaciones que todos conocemos en este campo, no ha sido necesario ni disolver los sindicatos, ni coartar el derecho de huelga, ni sacrificar de modo alguno al menor de las conquistas revolucionarias. Todo se ha lobrado bajo el régimen de contrato colectivo de trabajo, de seguro social implantado en importantes ramas de la producción dentro de una espontánea colaboración entre las clases que no implica sumisión de ninguna de ellas a la otra, sino mera coincidencia en un empeño común: hacer de México el gran país que entrevieron los precursores cuya memoria aquí reverenciamos hoy.

"No ha sido necesario, e importa insistir en ello, que se retroceda un solo paso en el camino de las conquistas obreras para dar cuerpo a la naciente prosperidad industrial de México. El trabajo organizado tiene franca la vía de la ley para reclamar sus derechos, y los tribunales obreros se comportan a la altura de su deber. Las agitaciones de los últimos tiempos en el campo sindicalista han tenido por causa, casi siempre, la acción de líderes que han desviado el camino, movidos por apetitos personales, o por propósitos ajenos a los intereses patrios y que pretenden descuajar sindicatos de sus centrales, para formar nuevos y artificiales acomodamientos que presten base a aparatos políticos prefabricados, de híbrida composición y de ningún arraigo. Y en esa negativa labor, no se han detenido en solapar la corrupción, ni en aprovecharla para alcanzar sus torcidos propósitos. Pero ha bastado acrear los planos subterráneos, en que esas maquinaciones se desenvuelvan y que la luz caiga sobre la oscuridad de las contabilidades, para que tales desviaciones entren en camino de corrección. Se trata de incidentales claudicaciones - y no por incidentales menos condenables - que sólo manchan a quienes claudicaron, mas no a la causa socialista de México, que es fase importante de la Revolución.

"En pleno vigor las leyes del Trabajo; comprendido el Estatuto Jurídico de los servidores públicos; con los servicios del Seguro Social en desarrollo y perfeccionamiento, palpables hasta para sus más acerbos críticos de los primeros años; en trance de depuración interior, por espontáneo movimiento, las organizaciones obreras que lo han menester, no puede decirse que México haya tenido que rectificar la doctrina revolucionaria para procurar su prosperidad material, ni que la clase trabajadora se haya visto obligada a renunciar a ninguna de sus conquistas.

"Si se vuelve la atención a la escuela, podrá comprobarse a qué punto ha llegado la identificación de la política educativa inspirada en los preceptos revolucionarios, con la voluntad del pueblo mexicano. El empleo de una gran parte del presupuesto en impartir educación, y el afán por aumentar las fuentes educativas, por mejorar la calidad de la enseñanza y por llevarla a las regiones más apartadas, testifican en favor del espíritu civilizador de las administraciones revolucionarias, cuya decisión de difundir la cultura deja muy atrás en amplitud y en intención cuanto en el pasado se intentó. Pero la unánime respuesta del pueblo, al llamado presidencial, para contribuir fuera de los recursos públicos a la erección de edificios escolares, equivale a un amplio referéndum que los gobernados dan a la política educativa del Estado. Sin distinción alguna: sindicatos, gremios patronales, comunidades ejidales, cámaras comerciales y agrícolas, asociaciones de toda índole, se han presentado a reunir fondos para la magna y redentora tarea. ¿No vemos el mejor indicio de que el pueblo aprueba la escuela de la Revolución cuando presenciamos que hace sacrificios espontáneos por darle albergue material?

"Consideremos ahora, por un momento, el plano político. La Revolución mexicana ha sido muy generosa en este aspecto. Si se alzó contra el continuismo y la simulación, contra los conculcadores del voto y las camarillas intolerantes, ha tenido, por imperativo lógico que evitar la reelección, que dar eficacia al sufragio y que restituir el respeto a los derechos de la fracción que cuando era dueña del poder sofocaba en sangre todo intento de oposición o crítica.

"Sólo pueden clamar que hay monopolio político los que sienten que han perdido el que su partido histórico sí, efectivamente, ejerció durante más de una generación, en apoyo de la dictadura. Los descendientes de los hombres que desde las palancas de autoridad, política, económica o espiritual, forzaban la voluntad de los electores para evitar que hubiera discrepancias en las teatrales reelecciones de la época; los descendientes de esos hombres, digo, son los que, al sentir perdida la influencia a que se supusieron herederos, dicen hoy despechados que el partido revolucionario mantiene un monopolio de la política. Es el pueblo, sépanlo bien, quien monopoliza la política; no el partido de la Revolución. Pues si así fuera, ellos jamás habrían llegado, al mismo justo título que nosotros, a cargos de representación popular. Su presencia en las Cámaras es mudo testimonio de la equidad con que la Revolución ha tratado a sus propios detractores.

"Y a este propósito, creo pertinente esclarecer un concepto: la actividad legislativa no ha de confundirse con la legismanía. Nos rige una congruente legislación revolucionaria, el orgánico desarrollo; las mayorías del Congreso están acordes con los cuerpos de leyes vigentes, y sólo atienden a su perfeccionamiento y adaptación a las cambiantes necesidades sociales; no tienen por qué sobreabundar en iniciativas y proyectos. Es la oposición inconforme, la oposición sistemática, la que quisiera modificarlo todo, rehacerlo todo, trastornarlo todo; es ella quien puede padecer legismanía; no las mayorías adictas a un régimen revolucionario que gobierna con lógica continuidad.

"Corre parejas con esa demagogia de la derecha, que nos dispara a cada paso sus iniciativas, la demagogia de la izquierda; ambas por igual espurias si se las considera desde el punto de vista de la Revolución mexicana.

"El sovietismo criollo, el comunismo de tejas abajo, que cree ver muy lejos y se prepara "para

cuando desde fuera se le quiera utilizar", ha dado por emboscarse en programas plagados de vagas generalidades, destinadas a atraer incautos, con el señuelo de la unión entre todos los elementos del pueblo, sin distinción de clases, ni de colores políticos. Esa ingenua trampa a nadie engaña, sino a un puñado le buenas personas que han vivido alejadas de la política y que, por el placer de entrar en ella, no reparan en que están sirviendo de mampuesto a nuestros bolcheviques de guardarropía.

Si no fuera más que eso, no valdría la pena de mencionar el hecho en celebración tan solemne; pero es que para dar vida política y fuerza electoral a " eso", se manipula subterráneamente en las organizaciones de trabajadores; se difunden consignas que pueden culminar en el sabotaje; se conspira contra el orden de la producción, con el especioso pretexto de defender la paz; se inspiran o solapan malversaciones destinadas a cimentar coaliciones pactadas entre malos líderes, sin consultar a las masas, débil aparato creado por los teorizantes de siempre, por los vencedores en el maratón de las contradicciones. Y esto sí debe condenarse, en alta voz, al examinar temas relacionados con nuestro movimiento político.

"La Revolución mexicana no se encuentra ni en un campo ni en el otro. No puede ligarse a las exigencias de los demagogos de la derecha, porque ello importaría tanto como admitir su propio fracaso y la necesidad de rectificaciones; y no hay por qué. No puede seguir a los demagogos de la izquierda, porque sería tanto como abandonar el servicio de los intereses patrios, para doblegarse servilmente ante obscuras consignas internacionales

"Así como la Revolución está representada en lo social por las instituciones que ella creó, así, en lo político está encarnada en el régimen y en su Partido Institucional.

"Centinela encargado de velar por el acervo de realizaciones logradas por la Revolución, no sea menoscabado, nuestro Partido, el Revolucionario Institucional, ha logrado últimamente el aplauso unánime del proletariado de México, al asumir gallardamente la defensa del derecho de huelga, que pretende ser mutilado por un partido antagónico.

"La labor del Gobierno, encomiable como sin duda lo es, representa para el país, la mayor realización de lo revolucionario, dentro de lo posible. El empeño de la administración por rehabilitar la economía, sin mengua de la reforma agraria ni del movimiento sindicalista; su atención a los problemas de gran alcance y a los inmediatos del pueblo, cual se muestra en las medidas para atajar la carestía; la defensa de los intereses del pueblo y de la patria contra privilegios de clase y asechanzas exteriores, son signo de que el Gobierno del Presidente Alemán se mantiene en la línea justa de la Revolución.

"Pero no sólo su labor material, sino también su acción sobre las conciencias, su determinación de hacer imperar la ley encima de todo interés, su celosa guarda de las conquistas revolucionarias inscritas en los Códigos, o ganadas en la lucha social por las organizaciones, son prenda de la fidelidad con que el régimen se apega a la doctrina de los autores del movimiento, cuyo inicio conmemoramos en este día.

"La obra que iniciara Madero está en marcha, y el abanderado que con mano firme timonea a México en esa ruta de su luminoso destino es Miguel Alemán.

"Madero y Pino Suárez, encabezando esa pléyade rutilante de hombres limpios que se dieron por entero a su pueblo, en esta hora solemne de emotiva conmemoración, nos hacen un reclamo. Con el derecho que les dan sus vidas ejemplares, con la fuerza moral que nace de sus virtudes ciudadanas y desde la altura inmarcesible a donde los elevó su sacrificio, nos piden que continuemos su obra, que sepamos conservar y acrecentar el legado de libertades y de prorrogativas cívicas obtenidas por la Revolución.

"Atendamos el llamado de nuestro República, paguemos la deuda que con ella hemos contraído y secundemos fervorosamente, sin intereses bastardos, con tesón y con lealtad y en la medida de nuestras capacidades a ese régimen de Gobierno que encabeza el Presidente Alemán, porque el triunfo de este régimen es el triunfo de nuestro México." (Aplausos).

El C. secretario Márquez Ricaño Luis: (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por la Cámara de Diputados del XL Congreso de la Unión, el día diecinueve de noviembre de mil novecientos cuarenta y ocho, para conmemorar el aniversario de la iniciación de la Revolución Mexicana.

"Presidencia del C. Fernando Amilpa Rivera.

"En la ciudad de México, a las doce horas y cuarenta minutos del viernes diecinueve de noviembre de mil novecientos cuarenta y ocho, con la asistencia de ochenta ciudadanos diputados, según consta en la lista que la Secretaría pasó previamente, se abre la sesión solemne que se celebra para conmemorar el aniversario de la iniciación de la Revolución Mexicana.

"Asisten a esta sesión solemne miembros del Senado de la República, Secretarios de Estado, diputados Constituyentes y representantes de organizaciones obreras, campesinas y burócratas, invitados previamente para esta celebración.

"Se da lectura a la Orden del Día.

"Pronuncian discursos alusivos los CC. Edmundo Gómez Orozco, a nombre de la Cámara de Senadores, y Francisco Mora Plancarte a nombre de la de Diputados.

"Se lee la presente acta".

El C. secretario Márquez Ricaño Luis: Está a discusión el acta. No habiéndola, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente (A las 13.20 horas): Se levanta la sesión y se cita para las once horas del martes próximo a sesión ordinaria.