Legislatura XLIV - Año III - Período Ordinario - Fecha 19601120 - Número de Diario 23
(L44A3P1oN023F19601120.xml)Núm. Diario:23ENCABEZADO
MÉXICO, D.F., DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE DE 1960
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921
AÑO III.- PERÍODO ORDINARIO
XLIV LEGISLATURA
TOMO I.- NÚMERO 23
SESIÓN SOLEMNE DE LA
H. CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 20 DE NOVIEMBRE DE 1960
SUMARIO
1. - Se abre la sesión Solemne en homenaje a don Francisco I. Madero ante la presencia de sus restos y a los próceres del movimiento de 1910.
2. - Pronuncia discurso alusivo el C. diputado Juan Sabines Gutiérrez.
3. - Se lee y aprueba el acta de la presente sesión levantándose ésta.
DEBATE
Presidencia del
C. JOSÉ ORTÍZ AVILA
(Asistencia de representantes de ambas Cámaras).
El C. Presidente (alas 9.12 horas): Se abre la sesión solemne que tiene por objeto rendir homenaje a don Francisco I. Madero ante la presencia de sus restos y a los próceres del movimiento de 1910.
El C. Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Sabines Gutiérrez.
- El C. Sabines Gutiérrez Juan (leyendo):
A los 50 años de iniciada la Revolución Mexicana el Gobierno de la República ha dispuesto conmemorar tal aniversario con diferentes actos encaminados a explicarla y a afirmarla en el ánimo de propios y extraños. Uno de dichos actos cívicos es el presente, en que se exhuman los restos de don Francisco I. Madero para ser depositados en el Monumento a la Revolución, donde deben de estar, no sin antes recibir el homenaje de los hombres de México en el recinto de esta H. Cámara de Diputados.
Como ustedes ven esta ceremonia es por un lado, luctuosa, pues que estamos frente a los restos del iniciador de la Revolución, y es, por otro lado y al mismo tiempo, una ceremonia de comunión y exaltación, no festejo de los valores humanos que han hecho posible la nación actual y que permanecen exigiendo el México de mañana.
Con este espíritu crítico y apasionado, venimos a conmemorar nuestra Revolución. No creemos que esté terminada ni que sea perfecta. Pero sabemos que es la mejor emoción, el pensamiento más alto, que ha estremecido el alma de México.
No son nuestros estados de ánimo los que van a dictar un juicio definitivo y concluyente. No es tampoco nuestra posición en un partido político ni nuestros intereses económicos y sociales.
Creer en la Revolución es un acto de fe en la capacidad del mexicano para hacerse mejor, es un acto de fe en el mejoramiento de nuestra sociedad humana.
¿Que cosa es, en último análisis, en esta Revolución Mexicana que hoy conmemoramos lo esencial, lo característico, lo importante? No es otra cosa que el afán de libertad y la exigencia de justicia.
Que nos tome de la mano don Francisco I. Madero para ver sus principios. Que nos guíen por el camino en llamas don Venustiano Carranza, Emiliano Zapata, Villa, Obregón y Calles y que a su lado oigamos también las voces de Pascual Orozco de Lucio Blanco, de Eulalio Gutiérrez y de tantos y tantos generales del pueblo que aprendieron que la muerte valía menos que la justicia.
En esta serie de imagines que pone ante nuestros ojos la Revolución, imágenes sangrientas y dolorosas, contradictorias, opuestas, sin aparente sentido. ¿Qué hay de unidad, de persistencia, de lucha, si no el amor a la libertad y la dedicación a la justicia?
Veamos cómo nuestra Revolución se va haciendo a través de estos cincuenta años, primero, la exigencia política de Madero de la No Reelección; luego el sentido social de Zapata y de Montaño, afirmando el derecho a la tierra de quien la trabaja; más tarde la visión histórica de don Venustiano, procurando la Ley y la Constitución de la República; posteriormente, Obregón y Calles, poniendo las bases para el desarrollo del México actual; y en 1938, Cárdenas, acendrando el sentido de lo nacional y proyectándolo internacionalmente.
En una lucha interna y las traiciones, pero en una lucha en que también hay episodios incontables de heroísmo, gestos de verdadera grandeza humana, el hombre de hoy no puede ver otra cosa que la decisión del pueblo de decirle la verdad a la Historia.
No vamos a ponernos a decir que si las cosas no hubieran sido como fueron, hubieran sido mejores. Se nos ha dado una realidad y tenemos datos concretos de nuestro carácter.
La crítica de la Revolución Mexicana debe enfocarse, principalmente, a lo que se ha llamado la
industrialización del país. No es cierto que con sólo la industrialización (y una industrialización tan condicionada como la nuestra con el capital extraño), se logre cabalmente el desarrollo económico de México y mucho menos el cumplimiento de los postulados principales de nuestra Revolución. Por eso el régimen actual ha concentrado su atención en el problema agrario, porque piensa que mientras la reforma agraria no se lleve a sus últimas consecuencias el país no alcanzará su pleno desarrollo ni se hará efectivo lo más señalado de la justicia social.
No hemos venido a hablar de la Revolución Mexicana como de una joya puesta en una vitrina. La Revolución Mexicana es lo que ha alcanzado - escuelas, centros de salud, caminos, seguridad social, petróleo, irrigación, energía eléctrica - y es también lo que está por alcanzar, lo que ha de quitarse de encima, lo que la estorba y niega; y es también su salud, su enorme fuerza permanente, la sangre viva del pueblo.
Ante los restos de don Francisco I. Madero - éstos sí joya de la Revolución Mexicana - tenemos que hablar emocionadamente. Sabemos que su sacrificio no fue estéril, que su limpieza es ejemplar. Nuestro pueblo lo ha llamado Apóstol y Mártir, porque nuestro pueblo sabe distinguir a sus hombres. Su bondad fue superior a la traición. Su vida fue fecunda y plena de sentido. Con él en las manos como una bandera, el pueblo de México se arrojó a la lucha contra la dictadura hasta vencerla y desterrarla para siempre. Tenemos que hablar emocionadamente porque sentimos que aquí están también los restos de más de un millón de mexicanos que entregaron, cada uno a su modo, su corazón abierto y sangrante a la boca sedienta de la libertad. Así tenemos que hablar también verídicamente, sin rodeos, y decir nuestras limitaciones y nuestra confianza. Y repetir que creemos en la Revolución Mexicana porque creemos que el pueblo es en realidad una fuerza constante, un afán que no cesa, un pensamiento que no acaba.
En ella hemos crecido y a ella nos debemos. Es la mejor parte de nosotros, nuestro compromiso y lo que esperamos. Porque la Revolución Mexicana es el México digno que queremos, respetuoso de los demás pero no extraño, amistoso pero no rendido; es el México libre que queremos, libre y justo, en que no se prefiera la libertad a la justicia, ni la justicia a la libertad.
Creemos en la Revolución, a fin de cuentas, porque la Revolución es el orden creador, no la pasividad estéril ni la complacencia inicua. La Revolución es la afirmación del hombre mexicano ante la pregunta del destino. señor Madero:
A los 50 años de tu nombre y casi en las bodas de oro de tu encuentro con la eternidad, el pueblo, el mismo de 1910, el que estuvo contigo para el ideal, el que te soñó promesa y te confirmó bandera, el que recogió tu sangre y te lloró apóstol, el que alumbró tu muerte con la luz de los cañones, y te reclamó con el combate, el que te acompaño desde siempre para la Historia, permanece de pie aquí contigo para la libertad y la justicia".
- El C. secretario Castañeda Zaragoza José R. (leyendo):
"Acta de la Sesión Solemne celebrada por la H. Cámara de Diputados del XLIV Congreso de la Unión, el día veinte de noviembre de mil novecientos sesenta.
"Presidencia del C. José Ortíz Avila.
"En la ciudad de México, a la nueve horas y doce minutos del domingo veinte de noviembre de mil novecientos sesenta, con asistencia de los miembros de ambas Cámaras, se abre esta Sesión Solemne que tiene por objeto rendir homenaje a don Francisco I. Madero ante la presencia de sus restos y a los próceres del movimiento de 1910.
"Pronuncia discurso alusivo el C. diputado Juan Sabines Gutiérrez. Siendo las nueve horas con cuarenta y ocho minutos se levanta la sesión solemne y se cita a sesión ordinaria para el martes próximo a las doce horas.
"Se lee la presente acta".
Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobado.
El C. Presidente ( a las 9.48 horas): Se levanta la sesión solemne y se cita a sesión ordinaria el martes próximo a las doce horas.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y
"DIARIO DE LOS DEBATES"