Legislatura XLV - Año I - Período Ordinario - Fecha 19611116 - Número de Diario 31
(L45A1P1oN031F19611116.xml)Núm. Diario:31ENCABEZADO
MÉXICO, D. F., JUEVES 16 DE NOVIEMBRE DE 1961
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO 1. - PERIODO ORDINARIO XLV LEGISLATURA TOMO 1. - NUMERO 31
SESIÓN SOLEMNE
DE LA
H. CÁMARA DE DIPUTADOS
EFECTUADA EL DÍA 16
DE NOVIEMBRE DE 1961
SUMARIO
1.- Se abre la sesión solemne, en la que será recibido el excelentísimo Primer Ministro de la India Pandit Jawaharlal Nehru.
2.- Pronuncian discursos alusivos a la India y México, el C. diputado José López Bermúdez; el excelentísimo señor Pandit Jawaharlal Nehru, quien se expresa en inglés y, posteriormente, se hace la traducción al español, y el C. senador Maximiliano Ruiz Castañeda, en representación del Senado de la República.
3.- El excelentísimo señor Pandit Jawaharlal Nehru abandona el recinto, acompañado de la comisión designada para el caso. Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.
DEBATE
Presidencia del
C. MANUEL BERNARDO AGUIRRE SAMANIEGO
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(Asistencia de 126 ciudadanos diputados.)
El C. Presidente (a las 11.20 horas): Se abre la sesión solemne de la Cámara de Diputados, en la cual será recibido el excelentísimo señor Primer Ministro de la India Pandit Jawaharlal Nehru.
La Asamblea queda en espera de su llegada.
El C. Secretario Suárez Molina, José Luis: La Presidencia, por conducto de esta Secretaría, recuerda a las comisiones designadas para atender el desempeño de su cometido que, a continuación, se indica:
Comisión, que lo recibirá en el pórtico de la Cámara de Diputados y conducirá hasta su lugar en la mesa Directiva y, al terminar la sesión, acompañará hasta el pórtico del recinto Parlamentario, integrada por los ciudadanos diputados: licenciado Alfredo Ruiseco Avellaneda, Virginia Soto Rodríguez, doctor Amadeo Narcia Ruiz, Manuel Stephens García, doctor Juan Pérez Vela y secretario licenciado José Luis Suárez Molina.
Comisión, que lo acompañará, del pórtico de la Cámara de Diputados a la entrada de la Cámara de Senadores, integrada por los ciudadanos diputados: licenciado Rómulo Sánchez Mireles, doctora Alicia Arellano Tapia, doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, licenciado Salvador Corona Bandín, Javier Blanco Sánchez y secretario profesor Oscar Ramírez Mijares.
Se suplica a la primera de las comisiones nombradas se sirva pasar al pórtico de este recinto a cumplir con su cometido. (La Comisión cumple su cometido.)
El C. Presidente: Tiene la palabra el señor diputado José López Bermúdez. (Aplausos.)
El C. López Bermúdez, José: "Excelentísimo señor Primer Ministro de la India, excelentísimo señores, señoras y señores.
Un día, señor Nehru, al discutir, frente a su pueblo, el destino de la India, habló usted, sabiamente, de la peligrosidad, la veleidad y la grandeza de las palabras. Tal vez, pensando en las armas de la guerra fría que hoy envuelve al mundo, señalaba usted la existencia de esas peligrosas palabras que a diario se arrojan al corazón del hombre de nuestro tiempo, como si a su paso se arrojase una bomba. La palabra engañosa la significaba usted como toda aquella que está vacía de razón o substancia. Y reservaba la jerarquía de la más alta grandeza humana a la palabra que es fruto de la verdad.
Seguro estoy, señor ministro Nehru, de que, desde las primeras palabras de bienvenida pronunciada a su llegada por el guía de nuestra nación; y, después, a través del diálogo que han entablado como hombres de Estado, ajenos a toda palabra peligrosa o portadora de engaños, serena y cordialmente se han confiado ustedes como dos amigos y, en palabras sencillas, la verdad de nuestros pueblos.
Por ello, al honrar con su presencia este acto solemne, ha sentido usted, señor ministro Nehru, que, antes de dirigir su mensaje al pueblo de México, nuestra Cámara lo ha acogido con el mismo respeto y la entrañable y devota atención con que es recibido en la histórica sala de la Lok Sabha, la Cámara del pueblo de la India. Porque todos sabemos que su alma y su palabra han sido forjadas por el pensamiento del libro sagrado de su pueblo, inscrito bajo el triple león de Sarnath, que encarna el emblema nacional de la India: "Satymeva Jayate" "Sólo la verdad triunfa".
El encuentro de dos pueblos. - Si cada uno de nosotros, si cada mexicano, señor Nehru, hubiese
podido asistir a las pláticas trascendentales de usted y el señor presidente López Mateos, tenemos la convicción, - ya que los verdaderos guías nacionales no guardan secretos sobre los objetivos y las metas de su patria - , que al confrontar problemas comunes, al medir comunes peligros, al analizar trabajos y programas, los dos llegaron a una primera y feliz certidumbre: solamente los pueblos, que viven en paz consigo mismos; solamente los pueblos, que han labrado los instrumentos de su propia justicia, pueden hablar, sin temores ni sospechas, de paz y de justicia con los demás pueblos del mundo.
Estamos convencidos, asimismo, de que, en las palabras del guía de los mexicanos, pudo usted comprobar su patriótica impaciencia por resolver los graves problemas que aún padecemos.
Acaso, interrogado por usted sobre ellos, él contestó en forma semejante a la suya cuando respondió en la histórica ocasión, a esa misma pregunta: no tengo un problema, tengo muchos problemas, tengo ahora treinta y cinco millones de problemas. Ya que, como nuevo guía de una revolución democrática, debo responder a la esperanza y al destino de cada uno de los mexicanos. Y ésta, a semejanza de la inmensa y pacífica revolución de la India, como usted, señor Nehru, la entiende, la vive y la defiende, es una bandera de redención para todos sus hijos.
La Revolución en nuestros días.- Nuestra revolución tiene prisa por fijar, en cada mexicano, la línea genética de un ciudadano integral. Porque nuestra población crece a un ritmo que ha alcanzado uno de los más altos porcentajes de natalidad en el mundo. Y crece, no para conquistar a nadie. Crece, para su propia seguridad y grandeza. Y sólo desea merecer el respeto ajeno, en la misma medida en que sabe ofrendar el respeto suyo. Habla un idioma universal con fuerte acento provinciano. Su suelo y su espíritu son como un doloroso y heroico resumen del drama americano. Indios y montañas, selvas y desiertos, hombres y mujeres, jóvenes y niños, viven abrazados a una bandera y unidos a una obra que habrá de gastar el esfuerzo de generaciones enteras, en el afán de llenar sus propias satisfacciones y en el ideal de satisfacer sus propias justicias.
México vive renovando a diario sus metas de progreso, dando cumplimiento a sus programas de construcción de escuelas, presas caminos, viviendas y hospitales. Nacionalizando la industria eléctrica, nuestro actual gobierno ha dado un nuevo y decisivo paso para alcanzar la verdadera liberación económica de México. Ha comenzado a repartir, con las tierras colonizables, ganado, recursos e implementos para aprovechar racionalmente pastos y montes que están en posesión de las comunidades rurales. Ha instituido la creación de ejidos ganaderos y ejidos forestales. Ha emprendido una incipiente industrialización de todos los recursos ejidales. Y está empeñado el gobierno en trazar nuevos lineamientos al Código Agrario para que dicho ordenamiento permita, con mayor eficacia, seguir dotando de ejidos, respetando auténticas pequeñas propiedades y salvando, mediante una nueva organización económica, el destino de la tierra y el agua entregadas. A través del nuevo sentido de la Reforma Agraria vamos hacia una revolución agrícola y una democratización de la técnica y la cultura, en favor de nuestras grandes masas campesinas. Estas medidas de protección, que nuestro gobierno está implantando para elevar el nivel económico del sector más numeroso y humilde del pueblo, se observan, sin olvido de los derechos de la masa trabajadora, beneficiada directamente, las importantes y numerosas realizaciones del Seguro Social, y, sin desatender planes y obras que llevan mayor progreso y decoro a nuestras ciudades, creciente expansión a nuestra vida industrial y esplendor a las letras, las artes y las ciencias.
Vigilando el avance de los nuevos programas, el presidente López Mateos cruza, continuamente, nuestro territorio, consultando, a la vez, las necesidades de las ciudades más cercanas y de los pueblos más remotos. Ahora mismo prepara una jira de trabajo para inaugurar, en la sierra de Chihuahua, el tramo del ferrocarril que va de Chihuahua al Pacífico , culminando, así, una obra que es orgullo de la ingeniería mexicana, cuya riqueza escénica permitirá al viajero bajar, en el término de un día, el paisaje oloroso a pinos de la alta sierra Tarahumara hasta las aguas quietas del Océano Pacífico en el puerto de Topolobampo. Unido este ferrocarril a los viejos tramos en operación que se extienden desde la frontera con Estados Unidos hasta el punto de enlace con la nueva vía, podrá generar también un importante desarrollo económico en escala regional y ser nueva fuente de divisas ya que su trazo permitirá ahorrar quinientas millas al tráfico de carga del sur y medio oeste de los Estados Unidos, que ahora se realiza a través del puerto de San Francisco hacia el Oriente y la América del Sur.
Señor ministro Nehru: en este mes celebramos los mexicanos los cincuenta y un años de la Revolución. Nuestro movimiento social cobró aliento y vigor en Chihuahua. Y es, con la terminación de ese ferrocarril, trazado y construido por técnicos y obreros mexicanos, cómo responde la revolución al sacrificio y a la sangre de los pueblos que le dieron vida. Tal obra, como tantas otras obras gigantescas que se han ejecutado en esta etapa de la patria nueva, es ya expresión de su gran fuerza civilizadora.
Nuestra revolución ha dejado atrás los años de desencadenada violencia. Atrás han quedado los cruentos días de la lucha de fracciones. Vivos están, ahora, los ejemplos de sus apóstoles y los principios de sus héroes sociales. Altas y firmes, las instituciones que México ha creado.
Por eso, al recordar los incontables sacrificios realizados por nuestro pueblo para alcanzar las alturas del derecho y para andar por los anchos caminos de la paz, nos llena de admiración la gran revolución pacífica de la India, que, después de miles de años de sucesivas dominaciones, para romper la opresión de los últimos ciento cincuenta años de coloniaje, sólo necesitó usar, para el logro de una victoria insólita en la historia de la humanidad, de una movilización ordenada por las fuerzas del espíritu y de una silenciosa batalla de todas las conciencias
La técnica pacifista de Gandhi. - ¿Cómo pudo - se ha preguntado el mundo - lograr su independencia la India como fruto supremo de la paz?
La India, antes de la libertad, era un pueblo sin esperanza y sin destino. Durante ciento cincuenta años el imperio había cavado, con su fuerza y su inteligencia, lo más profundo de sus cimientos y penetrando en la savia milenaria y vital de sus hondas
raíces. ¿Cómo era posible organizar la fuerza y la inteligencia de la India en un movimiento capaz de hacer cambiar y desalojar los poderes del Imperio?
¿Cómo organizar el viejo sueño de libertad de la India, si todo intento de violencia o terrorismo aconsejado por los líderes de la vida pública de otras épocas había fracasado rotundamente?
En esos instantes de duda, de sombra y frustración, apareció en la Historia uno de los más grandes espíritus de la India: Mahatma Ghandi. (Aplausos.) Ghandi, que fue no sólo un apóstol y un predicador, sino el maestro de una nueva acción política. Su técnica, lejos de aconsejar el uso de la fuerza de las armas, proclamó el uso de la fuerza de las almas.
Como usted lo ha recordado, reiteradamente, en sus discursos, señor ministro Nehru, Gandhi, entonces, dijo a su pueblo: "Antes que nada, sacudió vuestro temor. No tengáis miedo. Y en seguida, actuad en forma unida, pero siempre pacífica. No abriguéis ningún mal sentimiento en vuestros corazones en contra de vuestro oponente. Ustedes están luchando contra un sistema, no contra un individuo ni contra una raza. Ustedes están luchando contra el sistema imperialista del coloniaje".
Así empezó lo que usted ha llamado la era de Gandhi en la India. Su mensaje, pronto cubrió la inmensa extensión de la tierra hindú, llevado por miles y miles de sus ardientes discípulos. Y, en el espíritu de cada mujer, de cada hombre, de cada niño, empezó a trabajar la libertad. ¡Sí! Antes de ser proclamada al independencia, la libertad comenzó a caminar en cada ser hindú. Y, cuando millones y millones de hindúes quedaron unidos, la patria estaba hecha. Cada voluntad había levantado un muro. Y cada conciencia había defendido un cielo. Cuando muros y cielos se cerraron, la India era una patria nueva, era una sola conciencia y una sola voluntad.
Después, vino, ante el asombro del mundo, el acuerdo pacífico de su independencia. Acuerdo, señor Nehru, que usted ha considerado un honor para la India y para Inglaterra.
¿Pero, estaba preparada la India para manejar su independencia, así como había estado madura para alcanzar su libertad?
Usted, señor ministro Nehru, ha recordado, con pena y con valor, la grave crisis que sucedió a la hora del alumbramiento de la independencia. Lo que no había acontecido en las horas más desesperadas del conflicto, vino en el alba de la paz. Y el cuerpo vivo de la India se partió en dos. Hubo masacres terribles y grandes movimientos de emigración. Seis millones de personas fueron desplazadas y el gobierno naciente tuvo el grave problema de volverlas a integrar en el seno de su pueblo y darles amparo, comida y techo.
La libertad desencadenó también los apetitos y las fuerzas domésticas del poder. Todos los problemas que estaban ocultos bajo los cimientos del imperio, salieron a la luz pública al levantarse las nuevas estructuras de la libertad. Seiscientos príncipes reclamaron sus falsos derechos y la voluntad democrática de la India derribó, pacíficamente, seiscientos principados que demandaban erigirse en seiscientas islas de despotismo y de poder.
Los grandes señores feudales de la tierra hindú exigían el mantenimiento de sus privilegios y el gobierno también se enfrentó, pacíficamente, a ellos, expropiando sus vastas heredades y organizando un nuevo régimen de tenencia de la tierra.
Usted ha calificado, señor ministro Nehru, al problema agrario, como el más importante del Asia; y ha declarado, públicamente, que la estabilidad del gobierno indio, se basa, esencialmente, en el hecho de que se ha resuelto satisfactoriamente para el campesino de la India, el problema agrario de su patria. (Aplausos.)
Sin embargo, cabe recordar que, en medio de tantos problemas que la India ha afrontado para vencer todos aquellos obstáculos y vicisitudes, que trae consigo el lento y doloroso ascenso hacia la libertad, sacudió al espíritu de la nación un suceso que parecía iba a detener la vida y la marcha de su patria: el asesinato de Gandhi, su primer constructor.
Pero Jawaharlal Nehru. su discípulo y su compañero, estaba ahí. El se conmovió, amargamente, ante su cadáver; pero, dos días después, dijo con palabra emocionada a la Asamblea Constituyente: "Ninguna lágrima asomó a los ojos de Gandhi cuando sus seres más amados y cercanos perecieron, pues sólo estaba firme en él la resolución de perseverar en el servicio de la gran causa que había abrazado. De manera que él nos reprimiría si solamente guardáramos luto. De manera que tenemos que trabajar. Tenemos que ocupar nuestro sitio de sacrificio".
Desde ese momento, Gandhi y su pueblo han puesto, en las manos limpias y leales de Nehru, la continuidad de una responsabilidad gloriosa.
El nuevo conductor de la india. - Compañeros diputados: Saludemos, en el hombre que hoy está entre nosotros, al espíritu de su patria y a la gran revolución de la India. Saludemos, en él, al espíritu de sus grandes maestro: Gandhi y Tagore: a Gandhi, el apóstol y mártir del estoicismo, y a Tagore, el héroe y jardinero de la belleza, Saludemos, en Nehru, al dulce y austero Motilal, su padre ejemplar, quien convertido a su causa, entregó su palacio al pueblo; y, unido a él, conoció la luz de sus esperanzas y la sombra de sus prisiones. Saludemos, en Nehru, al espíritu delicado y prodigioso de Indira, su hija, que, en las horas de sacrificio y de lucha, supo unir a los niños y a las mujeres de su pueblo al himno, aún sin notas, de su Patria Y, con ellas, tejió el lienzo de sus blancos estandartes de paz, con el hilo irrompible de su heroica ternura.
Saludemos y escuchemos a Nehru, porque su voz encarna la nueva voz de su pueblo, a quien él ha llevado de los oasis de la contemplación a los ímpetus de la acción salvadora. Porque, en una nación de cerca de cuatrocientos millones de habitantes, él está luchando por alcanzar, en el campo, una relación más justa y un campesino eficiente. Porque él está luchando, en las ciudades, por un estándar de precios justos y justos salarios. Porque, en el breve plazo de once años de independencia, él ha llevado a la India a ocupar el séptimo u octavo lugar entre las naciones industriales del mundo. Porque Nehru, a base de una creciente producción y de campañas sanitarias y educacionales de carácter masivo, ignorancia y enfermedades, está luchando por suprimir las grandes áreas de pobreza, que aún
ocupan el suelo de su Patria. Porque Nehru, como primer ministro de la India y como responsable de los asuntos extranjeros y de Departamento de Energía atómica de su país, en misión, en misión de paz por todos los rumbos de la tierra, como hijo y guía de un pueblo independiente, sin compromisos bélicos con nadie, puede ofrecer el ejemplo de su Patria como una lección, que la historia ha dictado a la humanidad, de cómo una nación habitada por la segunda población más grande del mundo, ha podido ganar libertad, prosperidad y justicia, a través del sólo mandato de la paz. Saludemos y escuchemos a Nehru, quien proclama que le hombre de esta Era, que tiene ya, merced a la fuerza acumulada mediante la desintegración del átomo, la posibilidad terrible de las armas nucleares, lejos de usar esa fuerza en experimentos de inaudita crueldad y en crueles impulsos de inhumana conquista, la consagre a unir al mundo dividido de hoy, en las tareas encaminadas a cambiar el mapa agrícola del mundo, donde aún padece hambre la mitad de la humanidad; a emprender una vigorosa y nueva revolución industrial y a lograr nuevas victorias en el campo de la salud humana, alejando, así, de todos los pueblos, los infinitos peligros de una nueva guerra, como único medio para implantar, entre los hombres y entre las naciones, los principios de una justicia orgánica, estable y universal". (Aplausos nutridos.)
- El excelentísimo señor Pandit Jawahalal Nehru, Primer ministro de la India. (Pronuncia su discurso en inglés.)
(Traducción del inglés.) Señor Presidente, honorables miembros representantes del Congreso de la República: Me siento sumamente honrado por la invitación de esta ilustre Asamblea y profundamente conmovido por las cordiales palabras de bienvenida que acaban de ustedes de oír, ya que revelan, además, un cabal conocimiento de lo que ha ocurrido en la India durante los últimos 30 ó 40 años. La India es un país que ha luchado por la libertad. Quizás algunos piensen que esa lucha ha sido obra de la última generación; pero conviene recordar que dio comienzo casi a raíz de la ocupación británica. Durante los pasados 150 ó 200 años hubo sus altas y sus bajas, hubo grandes sublevaciones; pero lo cierto es que se ha prestado más atención a lo que ha sucedido en el transcurso de los últimos 40 años o más, bajo la dirección de nuestro gran Guía Mahatma Gandhi, y cuya importancia no estriba sólo en la libertad lograda, sino, más todavía, en el nuevo camino que nuestro paladín supo mostrarnos, aplicando lo que ya otros grandes hombres habían dicho sobre la acción de las masas en el terreno de la política y preparando a cientos de millones de indios para que participasen en esa acción conjunta. He aquí la gran hazaña. Y si ese período de la historia de la India es excepcional para nosotros, que fuimos humildes actores del drama, también lo ha de ser, pienso yo, por sus características universales, para otros pueblos.
Yo vengo, señor Presidente, a esta asamblea y a este país, portador de saludos y buenos deseos de nuestro pueblo y de nuestro parlamento, para expresarles nuestra satisfacción y contento, por el hecho de que nuestros dos países se hayan ido acercando progresivamente. Tenemos muchos lazos que nos unen, a pesar de que la distancia nos separa. Estamos lejos, geográficamente; pero, espiritualmente, nos hemos acercado. Incluso, en días ya lejanos, cuando nos encontrábamos empeñados en nuestra lucha, muchos de nosotros tratábamos de aprender en el ejemplo de otros países que habían combatido por su libertad. Y, entre los países en que pensábamos y que más atraían nuestra atención, figuraba México. En aquellos días hacía ya mucho que México había conquistado su independencia, pero estaba comprometido en otra lucha, si así puedo llamarla, para extender esa independencia política al campo económico y el social. Y nos sentíamos atraídos porque, si bien teníamos en mucho la independencia política de la India y considerábamos esencial para cualquier pueblo del mundo el ser independiente políticamente y no estar gobernado por autoridades extranjeras, nuestra idea de la independencia no era únicamente política, sino que iba unida al mejoramiento social y al progreso económico de nuestro pueblo. Mi jefe, Mahatma Gandhi, siempre nos habló en la función de las masas de la India, y siempre actuó con la idea de dichas masas en la mente. Ustedes saben que las masas de la India fueron y han sido muy pobres; que carecen, incluso, de lo más necesario para la vida -por no hablar de otras cosas - . Nos enseño a calcular cada paso, pensando en el efecto que tendría entre las clases más pobres del país. Si el efecto era bueno, también lo era el paso; si no tenía ningún efecto, carecía de importancia. Así que nos preocupaba tanto el aspecto económico y social de una sociedad libre como la libertad política, y nuestro movimiento fue condicionado por esa circunstancia. La mayoría del pueblo de la India dependía, y sigue dependiendo, de la agricultura, y los campesinos constituyen la base de nuestro país, a pesar de que la industria haya crecido, esté creciendo y continúe desarrollándose en el futuro. Por lo tanto, nuestro gran movimiento se hizo en nombre de esa clase campesina, a la que dio fuerza y vigor; y fue extraordinario, y casi increíble, ver la transformación de esos campesinos, tan pobres, tan humillados, exprimidos por el régimen de propiedad de la tierra que existía en la India y que eran tratados a bofetadas y a puntapiés por todos los que tenían alguna relación con ellos, ya fueran los terratenientes o sus administradores, los funcionarios del Gobierno, los prestamistas o los abogados - todos estaban en su contra - y por eso habían perdido la esperanza y llevaban una vida mísera, temerosos de cualquier que se les acercase. Tal era la situación en que se encontraba nuestro país.
Algunos jóvenes, juzgándola intolerable, como en realidad lo era, optaron por la violencia - no por la violencia de grupo en gran escala, sino por la violencia individual - , arrojando bombas y matando funcionarios y otras personas. Era sólo una demostración de su cólera por el estado de cosas que reinaba, no era método eficaz para liberar a la India. Y, entonces, sugirió Gandhi, con su palabra serena - rara vez alzó la voz más de los debido - , pero que tenía algo, algo como acero y muy suave a la vez, que se deslizaba dentro de los corazones de quienes las oían, y les hablo en la forma que ha dicho el honorable orador que me ha precedido; les dijo que lo primero que había que hacer era no tener miedo El temor era un mal compañero en
aquellos momentos, y todavía lo sigue siendo hoy, no sólo para los individuos, también para las grandes naciones que, a despecho de su poder, siguen temerosas del poder de otras. Dijo a los campesinos de la India: "No tengáis miedo, nada os puede suceder peor de lo que ya os ha sucedido". Y la magia de su voz producía efecto en millones de personas que desechaban el miedo, se erguían y aprendían a llevar alta la cabeza. Fue algo tan grandioso que no puede describirse, pero los que tuvimos el privilegio de verlo, y no sólo de verlo sino de participar en esa transformación, no podremos nunca olvidarlo. Y así, poco a poco, fue Gandhi enseñando a nuestras gentes. El fin que perseguía era el prepararlas, el de unirlas. El objeto inmediato no era el de arrojar a los ingleses de la India; eso, naturalmente, habría de venir, pero sólo una India unida y fuerte podría lograrlo. Si, por acaso, la independencia llagaba a la causa de la debilidad de los ingleses, no sería una verdadera independencia. Siendo nosotros débiles, la perderíamos en cuanto viniera otro más fuerte, pero si nos uníamos y nos fortalecíamos nos liberaríamos automáticamente del dominio británico y estaríamos en posibilidad de hacer frente a cualquier otro peligro que nos amenazase. Por lo tanto, todos sus pensamientos, todas sus actividades, estaban encaminadas a preparar y a fortalecer al pueblo, insistiendo, además, en los métodos de la no violencia. Era una lección difícil de aprender que, a menudo, olvidaban las gentes. Pero, siempre que la olvidaban, allí estaba él para hacerlas entrar en razón, llegando, incluso, a detener el movimiento, y decía: "No, no estáis aún preparados, deteneos". Eran golpes muy fuertes para nosotros esos cambios repentinos, porque, cuando alguien se descarriaba en algún lugar de la India, nuestro guía nos ordenaba suspender las actividades. Nosotros no podíamos comprenderlo porque, ¿Cómo íbamos a responder de la conducta de todos? Pero él lo hacía con el objeto de preparar al pueblo, no a unos pocos, a cientos de millones de personas; y la lección fue aprendiéndose lentamente. No quiero decir, con esto, que el pueblo de la India se hiciera mucho mejor ni mucho más virtuoso de lo que antes era; pero, ciertamente, algo se produjo en nuestros hombres, que les hizo comportarse más sabiamente y quizás, hasta cierto punto, mejoraron un poco. Y de este método, paso a paso, llegamos al fin a obtener la independencia, y, casi en el momento mismo de obtenerla sobrevino la gran tragedia, que fue para nosotros la partición del país, a la que accedimos, sobre todo, por lo que siguió después justamente, en aquellos momentos, nuestro gran guía el apóstol de la paz y de la no violencia, fue asesinado por un joven compatriota. La tragedia nos anonadó, y, sin embargo, cuanto más pesamos en ella más nos convencemos de que la forma de morir más cuadrada a nuestro jefe: la de ofrecer su vida como sacrificio final en aras de los principios que había sostenido, convirtiéndose, así, en un monumento eterno al pueblo indio. Algo - una brizna de las lecciones que nos dio, un ápice del valor que infundiera en nuestros corazones - nos quedó para afrontar las consecuencias, e hicimos frente a ellas, y, pensando en él, pudimos vencer aquellas dificultades. Pero, claro está, que los verdaderos problemas que entraña el construir una nación, como muy bien saben ustedes, honorables miembros del Congreso, no son los momentos dramáticos, sino los que se presentan, continuamente, en el trabajo lento y diario de la construcción misma; y la India, que tiene muchas cualidades, tiene también muchos defectos.
Un país cuya historia se remonta a 5,000 ó 6,000 años de existencia más o menos continua, rota, claro está, por los acontecimientos políticos; pero en que se ha mantenido siempre una cierta unidad de tradición tiene sus ventajas. Pero, ustedes saben muy bien, que una vieja historia y una tradición que tiene miles de años resulta una carga pesada de la que es muy difícil desprenderse, una carga que nos ata de pies y manos. Y el problema mayor que hemos tenido en la India ha sido el de abandonar los senderos de la vieja tradición, las antiguas costumbres y los viejos procedimientos de hacer las cosas. El campesino trabaja la tierra como sus antepasados la trabajaban hace mil o dos mil años, con los mismos arados, con los mismos sistemas. Y los métodos no eran malos, eran, simplemente, anticuados, y para nosotros resultaba esencial no sólo cambiar esos métodos, sino, en cierta medida, cambiar también la mentalidad, hacerla más receptiva a los adelantos de la ciencia y la tecnología. No era tarea fácil, pero la emprendimos y estamos tratando de llevarla a cabo no sin éxito, creo yo.
Pero es inútil que les quite su tiempo hablándoles de los grandes problemas de la India, de cómo los estamos resolviendo, de cómo nos hemos planteado la idea de la libertad y la igualdad políticas, junto con la igualdad social. Todos estos principios figuran en nuestra Constitución, una Constitución de tipo democrático, basada, sobre todo, en la del Reino Unido y, en parte también, en la de los Estados Unidos de América, porque somos un Estado federal. Un país, tan grande como el nuestro, tenía que ser una federación y, por eso, nuestra Constitución tiene características federales; pero, esencialmente, se basa en el sistema parlamentario británico, y hasta ahora ha funcionado bien. Ha habido momentos borrascosos que hemos salvado. Se han realizado varias elecciones generales, en escala mucho mayor que la de cualquier otro país del mundo. Dentro de tres meses volveremos a tener elecciones y en nuestras listas figuran más de 200 millones de electores, hombres y mujeres. Prácticamente, todas aquellas personas que han cumplido los 21 años. Así, pues, se darán ustedes cuenta de las proporciones de este proceso democrático que, a pesar de ello, se desarrolla perfectamente. Es reconfortante ver en el mundo países como el de ustedes que se gobiernan democráticamente, igual que nosotros; pero resulta desalentador el constatar que hay otros muchos que no lo hacen así. En el mundo de hoy existen toda clase de divisiones. Hay bloques militares, hay un mundo comunista, hay un mundo no comunista, un mundo que se titula libre y otro sin libertad; pero la realidad es que el llamado mundo libre contiene muchos países donde no hay trazas de libertad. Esta palabra se ha convertido en sinónimo de alguna otra cosa; se sigue llamando libertad a lo que no es democrático; y es triste ver la falta de libertad, de la libertad política, de la libertad social y de otras libertades que hay en muchos países, cualquiera sea el grupo a que pertenezcan. Pero no corresponde a mí criticarlos. Todo lo más
que puedo decir es que nosotros creemos firmemente en la estructura del gobierno que hemos establecido, una estructura democrática; pero creemos, con igual firmeza - y a ello aspiramos - en la igualdad social y económica. Hemos dicho que pretendemos organizar una sociedad de estructura socialista. No nos adherimos a ningún dogma, ni definición dogmática, pero, hablando en términos generales, creemos que hay que dar las mismas oportunidades a todos los individuos. Será una tarea larga y complicada, porque, en el pasado, no hubo en nuestro país igualdad política ni social, y si por lo que se refiere al aspecto político las dificultades no han sido muy grandes, el caso ha sido diferente en lo que respecta al social.
Económicamente ha resultado también difícil por el esfuerzo que supone limpiar de las viejas ideas las mentes de tantos seres humanos; todavía estamos trabajando en ello y creo que con éxito aunque, naturalmente, tardaremos aún. Pero, tras esto -me refiero a la igualdad política y social -, hay otra cosa, algo diferente que nosotros estimamos en mucho. Hemos tenido en el pasado ciertas ideas filosóficas, unos principios de ética. Puede que no hayamos vivido de acuerdo con ellos, pero la base filosófica existía y era para nosotros una herencia preciosa que debíamos nutrir y fomentar. Si no hemos dado mayor importancia a las cosas buenas de la vida, sobre todo cuando la mayor parte de nuestro pueblo carecía de los elementos indispensables para satisfacer sus necesidades, ha sido porque, primero, había que proporcionarle esos elementos. ¿Para qué hablar de filosofía ni de cosas del espíritu a hombres que no tenían qué comer? Hubiera sido absurdo. Mi obligación era darles alimentos, vestidos y las demás cosas necesarias para vivir, antes de hablarles de los valores espirituales o artísticos. Pero no quiero decir, con esto, que dichos valores carezcan de sentido; al contrario, lo tienen, y muy importante, para la vida humana. A veces, en el mundo moderno, con todas sus conquistas científicas y tecnológicas, se ignora este otro aspecto, más profundo, de la vida del hombre, y no creo yo que, deliberadamente, sino por la fuerza de los acontecimientos. Por eso, mientras tratamos de convertir nuestra India en una nueva India moderna, en donde la ciencia y la tecnología sean la fuerza motriz, queremos conservar, al mismo tiempo, su concepto filosófico liberal sobre la vida y sus problemas. Sin la ciencia moderna, los valores espirituales y filosóficos no bastan para resolver los problemas del mundo. Sin los dones espirituales de la vida, la ciencia moderna nos ofrece muchas ventajas materiales, pero crea también terribles problemas. Así sucede hoy, a pesar de los increíbles adelantos de la ciencia. Se ha descubierto la energía atómica, la bomba atómica, la bomba de hidrógeno, armas que nos amenazan con el exterminio, a menos que podamos detenerlas a tiempo con la ayuda de esos valores morales o espirituales. Y hoy, como todos ustedes saben, estamos pasando por la crisis más grave que haya pasado nunca la humanidad; crisis, que es el resultado del progreso de la ciencia y la tecnología, de la energía atómica y de otros descubrimientos similares. Y el que haya producido esta crisis el desarrollo que la civilización, quizá se deba a que no hemos puesto suficiente atención a los aspectos más profundos de la vida humana, que dan cierta estabilidad espiritual a la naturaleza del hombre. De cualquier modo, el problema existe.
Vengo aquí, a México, por primera vez, y algunos me preguntaban por qué he venido. En primer lugar, he venido por la gentil invitación de vuestro Presidente y de vuestro Gobierno: he venido, además, porque me fascinaba México, aunque sea un país tan distante del mío. Porque pienso que la América Latina tiene y tendrá un papel cada vez más importante en el mundo. Y, aparte de eso, me atraían estos países. Es difícil para mí explicarlo, pero sentía cierto parentesco espiritual. Somos diferentes. No estoy tratando de subestimar las diferencias que existen entre la India y México u otros países de América Latina; sin embargo, sentía esa especie de parentesco espiritual que he mencionado. Yo no lo sé, y quizás no existan pruebas irrefutables de ello, pero algunos de vuestros historiadores han hablado de antiguos contactos entre México y, quizás, la India, mucho antes de que Colón descubriera las Américas. Si es verdad o no, yo lo ignoro, pero lo cierto es que aún hoy encuentro una serie de cosas que me recuerdan a la India y que, por lo tanto, reafirman ese sentimiento de parentesco espiritual. Además, en nuestra actitud ante los problemas mundiales hemos coincidido muchas veces. Nos hemos mantenido, más o menos, fuera de los bloques militares.
Las gentes suelen utilizar, con frecuencia, la palabra "Neutral", palabra que se presta a equívocos y confusiones.
No se puede ser natural. Cuando me preguntan cómo se puede ser neutral entre lo bueno y lo malo, mi contestación es que nadie puede ni debe ser neutral entre esos dos extremos. pero, ¿qué es lo bueno y qué es lo malo? No resulta tan sencillo decidir estas cuestiones y, menos aún, qué es lo que queremos. El reaccionar, simplemente, ante algo que sucede, sin pensar en ello, no nos da, necesariamente, una idea exacta de lo que es bueno y malo ni de los que se pretende. Ha habido en el mundo revoluciones políticas y las seguirá habiendo todavía. Sin bien es cierto que muchos de los países gobernados como colonias son hoy libres, parte del mundo colonial sigue careciendo de libertad. Pero el verdadero problema actual, aparte de terminar con la dominación colonial, es el problema social y económico que plantea el desarrollo de nuestros pueblos, el de eliminar, hasta donde sea posible, la desigualdad. Ese es el gran problema mundial, el que ha dado origen a teorías sociales y de otro tipo
Mas no quiero ni puedo analizarlo. Creo que cada país debe resolver sus problemas de acuerdo con su propia experiencia y que no es acertado imponer a ninguno la experiencia de otro, por buena que ésta sea. Los países deben desarrollarse de acuerdo con sus ideas. Toda imposición es mala. Incluso las buenas, son nocivas. Tal es mi modo de pensar. Y así como creo que la libertad - la libertad política - es buena cosa, también lo es un gobierno justo. Pero un gobierno justo impuesto por otro no es bueno, porque se trata de una imposición y las imposiciones son nefastas. Quizás resulte conveniente, durante un corto período, pero nunca debe considerarse como un objetivo ideal. Los países tienen que crecer en su experiencia y no en lo que
hayan podido aprender de la experiencia e historia de los otros. Si no lo hacen así, es como si sacarán las raíces de su propio suelo; se marchitan y se convierten en copias pálidas e inútiles de algún otro país. No debemos, pues, imponer nuestras ideas a los otros, sino hacerlas ver al mundo para que piensen y elijan.
Los conflictos de hoy se reducen, en última instancia, al viejo conflicto de siempre: al de las naciones que luchan por el poder, la gloria y la riqueza. Aunque no se llamen así, son conflictos nacionales y es un error imaginar que se basan siempre en razones ideológicas. Pero, aparte de eso, tenemos que tratar con los países que poseen una ideología y que pueden llegar a provocar una guerra. Ahora bien, las ideologías representan distintas formas de pensamientos y, como ya he dicho antes, hasta la imposición de los buenos pensamientos es mala. Deben nacer de modo natural. En el momento en que se imponen por la fuerza ya no sirven. Y, en el mundo de hoy, existe una tendencia marcadísima a imponer las ideas de uno a los demás. Yo, toda mi vida, me resisto a cualquier tipo de imposición. Puedo aceptar las cosas si estoy de acuerdo con ellas, pero si me las quieren imponer reacciono en contra. Si no existiera ese afán de imposición y pudiéramos escoger lo que más nos gustara, el mundo sería mucho más agradable. pero nos quieren imponer las ideologías, y nos quieren imponer la oposición a esas ideologías, de modo que nos vemos obligados a vivir en un extraño mundo, donde podríamos tener todas las cosas buenas que nos han dado la ciencia y la tecnología para acabar con la pobreza, y, vivimos al borde del desastre, de la guerra, que será el resultado del pensamiento del hombre actual. Porque, a pesar de los adelantos tecnológicos y del progreso científico, el hombre sigue con su forma rutinaria de pensar y no se da cuenta de lo que puede suceder. Y hasta que no se la dé no desaparecerá el peligro de la catástrofe. Hoy, el problema inmediato -lo mismo para ustedes, en México, que para nosotros, en la India - es el de elevar el nivel de vida de nuestros pueblos, mediante la industria, el mejoramiento de la agricultura, de la educación, de los servicios de salubridad, etc.
Son problemas comunes a nuestros dos países y los hemos ido abordando poco a poco y con éxito. Estoy seguro de que los resolveremos. Pero, tras todo esto, se levanta el espectro de la guerra, y, tras ese espectro, algo peor aún: el odio, el terror y la guerra fría, que es el resultado de ese temor y ese odio Pienso que temor y odio son, quizás, los compañeros más peligrosos que puede tener una persona, un grupo o un país. La atmósfera de la guerra fría es una atmósfera incivilizada que, necesariamente, conduce a la cosa menos civilizada de todas, que es la guerra. Y aún hay más: la guerra, era mala, era terrible, pero limitaba a zonas reducidas. Hoy, se extenderá, probablemente, por el mundo entero; será absolutamente destructiva y hasta parece que la supervivencia del hombre está amenazada. Pero, a pesar de esto, pensamos en la guerra, nos preparamos para la guerra y llenamos el aire con conversaciones de guerra, predisponiéndonos así nosotros mismos para ella. Me parece a mí que este sistema de la guerra es lo más deplorable. Entiendo muy bien que los países se protegen contra posibles peligros. Todos cuentan con medios para su protección. yo no puedo, como persona responsable de la administración de un país, hacer que la India prescinda de sus fuerzas de defensa, no. Tengo un ejército, una fuerza aérea y una armada, no muy grande, pero muy eficaz. Y los tengo, aunque no me gusta la guerra, porque las circunstancias me obligan a ello, y los mismo hacen los demás países. Pero una cosa es tenerlos y trabajar por su eliminación progresiva mediante el desarme, y otra cosa muy distinta es el resolver todos los problemas con métodos militares.
Ha pasado ya el tiempo de solucionar los conflictos con las armas. Quizá se resolvieran así antes, pero aún entonces -recuerden ustedes las dos últimas guerras mundiales -, el acto de resolver un problema provocaba media docena de problemas más arduos y, por lo tanto, las cosas no mejoraban después mucho. Y hoy resulta muy difícil imponerse por la fuerza aun a los países más pequeños. Existen ojos vigilantes, ya se llaman Naciones Unidas u opinión pública mundial, y no es fácil suprimir un pequeño país. mucho más sería suprimir un país grande y orgulloso, y el sólo intento provocaría, seguramente, una destrucción total. No puede haber hoy victoria en una guerra, y si no puede haberla todo intento de suprimir al atacado daría también, finalmente, como resultado, la supresión del agresor. La guerra es, en la actualidad, un anacronismo. Está anticuada. No resuelve ningún problema. La guerra fría, como he dicho, y lo he dicho con gran respeto, es algo muy incivilizado para gentes civilizadas. Quiero, ahora añadir, con cierta humildad, que no soy yo nadie para decir a los demás cómo deben pensar y cómo deben actuar; pero sería desleal, de mi parte, el venir aquí para no decirles, franca y libremente, lo que pienso. No trato de insinuar que mi pueblo sea un pueblo perfecto, son muchas las cosas que tiene que aprender de otros países; pero sí creo que alguno de los principios que ha sostenido mi país en el pasado, le servirían hoy al mundo. Mahatma Gandhi habló de esto con frecuencia. Una vez le preguntaron qué era lo que pretendía en la vida. ¡Gran pregunta! la contestación fue, típicamente, suya: Enjugar las lágrimas de todos los ojos, acabar con el dolor en este mundo". Todavía no ha logrado nadie hacerlo, pero el intento, la actitud mental, que ese intento supone, son señales indudables de civilización y ennoblecen a quienes lo hacen. El Buda dijo una vez: "Más lágrimas ha vertido en este mundo, el dolor, que aguas contienen los siete océanos". No es fácil acabar con estos problemas, pero hay algunos otros, Físicos, que sí pueden abordarse y resolverse, y nuestra actitud será, continuamente, la reducir al mínimo las dificultades, el gran principio que sostuvo Mahatma Gandhi. siempre fue contrario a las guerras; pero, para conseguir cualquier objetivo, los medios tienen que ser buenos. Fines y medios han de ser parejos.
No basta con que el fin que se persiga sea bueno, si no son buenos los medios que se emplean para conseguirlo. El camino que conduce a la meta debe ser también bueno. Creo que si se tuviera en cuenta esto, sería mucho más fácil resolver los problemas del mundo. Actualmente, el problema más urgente es el de evitar la guerra y afirmar la paz. Creo que los pueblos de
todos los países desean evitar la guerra. Creo también que los Gobiernos de todos los países quieren evitar la guerra. ningún hombre responsable puede desearla. Y, sin embargo, por alguna razón, como en las tragedias griegas, vamos, inevitablemente, hacia ella. Y, pienso yo que podría evitarse porque todos saben, perfectamente, las consecuencias que tendría. Y pienso que debe evitarse, si no por un convenio - que no sería malo - en virtud del desarme, de un desarme verdadero y total, que todos hemos de aceptar felices, Los más importantes jefes de las grandes fuerzas armadas del mundo, se han declarado en favor del desarme. El Presidente Kennedy, en su reciente mensaje a las Naciones Unidas, se mostró partidario del desarme total. Khruschev, el jefe de la otra nación más poderosa del mundo, ha hablado repetidas veces en parecidos términos. Así lo han hecho también otros países. Todos están de acuerdo, pero el temor y la aprensión han impedido que se ponga en práctica tan bello proyecto. Creo yo que todos los demás países, a los que no agobia la pesada carga de esos grandes armamentos ni, quizás, de esos grandes temores, podrían contribuir a que se adoptara la decisión más acertada. Estoy seguro de que el gobierno de México pondría en juego su influencia para conseguirlo. Por lo que a la India se refiere, haríamos, con mucho gusto, cuanto pudiéramos y, a pensar en todo lo que podríamos hacer, quisiera decirles que si pretendemos ser amigos suyos no convienen a mi boca las palabras de censura que les haría reaccionar contra mí como yo reaccionaría contra ustedes si censurasen a la India, a mi pueblo o a mí. No quiero que tal cosa suceda.
Lo que resulta verdaderamente extraño es que se habla mucho de paz, pero todos adoptan métodos guerreros, agresivos, belicosos. Las reacciones son también de tipo bélico, todos lo que abogan por la paz emplean un leguaje de guerra que me sorprende. nosotros tratamos de evitar esto. Tenemos nuestras opiniones sobre muchas cosas, a veces las externamos, pero procurando siempre no condenar a ningún país; no porque no lo merezca, sino porque, al culparlo, lo natural es que reaccione en contra nuestra y sea entonces más difícil convencerlo. Se condena demasiado en le mundo, a veces culpamos a los otros de cosas que hemos hecho nosotros mismos. Condenemos, si, cuando sea necesario, pero acerquémonos también a los otros en forma amistosa, sin irritarlos. No es bueno para la paz. Nosotros procuramos adoptar esta actitud y muchas veces se nos condena so pretexto de que tenemos esto o aquello. Honestamente, puedo decirles: que no tenemos a ningún país. Sólo tenemos una cosa; nuestra propia debilidad, nuestros propios defectos, que tratamos de quitarnos. No tenemos la fuerza de cualquier otro país, por grande que éste sea. Es una lección que aprendimos de Mahatma Gandhi y que también conocen ustedes. Su país, señor Presidente, ha hecho considerables progresos, según he podido observar, en el campo económico y social. También nosotros estamos trabajando en esos campos y creo que hemos progresado. Mucho es lo que podemos aprender de lo que aquí se ha hecho y nos proponemos aprenderlo. Espero que, en el futuro, aumente, progresivamente, la cooperación entre nuestros países y la cordialidad de nuestras relaciones. Le agradezco, infinitamente a usted, señor Presidente, y a este cuerpo representativo del pueblo de México, su bondad, su generosidad, sus buenos deseos y el conocimiento que tienen de nuestro pueblo, así como el recibimiento que tan generosamente nos han brindado. Muchas gracias. (Aplausos nutridos y prolongados.)
El C. Presidente: Tiene la palabra el señor senador Maximiliano Ruiz Castañeda.
El C. Ruiz Castañeda, Maximiliano: "No debe extrañar a su Excelencia el entusiasmo que ha despertado la visita con que se ha servido honrarnos: la fina sensibilidad de nuestro pueblo le permite discernir, con seguro tino, lo que es valor real en la compleja personalidad de un estadista, sin que la mera cortesía y la hospitalidad - que le son características - deforme su primer encuentro con un personaje como vuestra Excelencia, que también conocen todas las naciones.
Tenemos más de un motivo para sentirnos halagados con su presencia en este recinto, donde está representado el pueblo mexicano. vemos en usted al jefe espiritual de una nación con la que nos han ligado múltiples lazos en toda suerte.
Su presencia, entre nosotros, constituye el más importante acercamiento que haya ocurrido para afianzar los lazos de amistad entre nuestras naciones, a la vez que nos permite ratificar nuestra admiración por su país, del que, si bien nos separa la distancia, los ideales comunes nos hacen sentirlo cerca, luchando, codo con codo, para hacer valederos los derechos humanos.
A los mexicanos, la India se nos ofrece envuelta en un misterio que pocos tienen oportunidad de descubrir; pero para quienes hemos tenido el privilegio de visitarla, la confirmación objetiva supera todo lo imaginado a través de la leyenda. Es un país que el destino favoreció otorgándole riqueza, poder y belleza; pero ha servido de ámbito adecuado para que el espíritu humano haya alcanzado la madurez requerida para juzgar, con serenidad, los más importantes problemas de la vida. Visitando la India, comprendemos las prédicas de sus filósofos interpretamos mejor la belleza de su poesía, nos sentimos más unidos, espiritualmente, con sus científicos y sus artistas y, finalmente, entendemos por qué, con tales representativos, es posible elaborar y valorar los más elevados frutos del espíritu.
Séame permitido aprovechar esta oportunidad para hacer mención de por qué los mexicanos tenemos tanto en común con los habitantes de la India, a pesar de que han sido distintos los caminos que, unos y otros, hemos seguido en busca de nuestro propio destino.
México es un país relativamente joven, si se le compara en longevidad con la gran nación asiática. Somos producto de la fusión de dos razas esforzadas; la evolución de nuestra patria se ha realizado con grandes sacrificios para eliminar abusos, injusticias y opresiones, hasta formar una nación independiente y libre. México formuló la Constitución que nos rige, que es realista y a la vez humana. debido a ella, nuestro país marcha por los senderos estables; goza del respeto de las demás naciones porque, en sus tratos internacionales, campea su doctrina basada en la lealtad; no pretende nada que no le corresponda en
justicia; en sus actos no afloran resentimientos ni envidias y tienen abiertas sus puertas a todo intercambio constructivo con los demás pueblos de la Tierra.
La India se ha caracterizado por su aversión a procedimientos violentos. Por milenios, más que en la búsqueda de los bienes terrenales, se ha dedicado a cultivar las más altas virtudes del espíritu. A la invasión, al abuso y la explotación, opuso la paciencia y el dominio del espíritu sobre la fuerza. Ha demostrado que la evolución y la conquista de sus derechos se consigue también sin violencia, puesto que su doctrina es, esencialmente opuesta a la ofensa sobre toda forma viviente.
Es extraordinario el hecho de que la India, con su extensión territorial, de proporciones continentales, haya mantenido incólumne su hegemonía, sus tradiciones y su cultura a través de las innumerables vicisitudes de su larga historia.
La rápida evolución, que la condujo a su actual estado, ha sido resultado de larga gestación. El hinduísmo, que es la más significativa afirmación de la ética, evolucionó rápidamente gracias a la influencia de notables paladines entre quienes para nosotros, el más conocido fue Tagore: pensador, poeta, dramaturgo, místico cuya obra le conquistó el premio Nobel de Literatura.
La Historia aceleró su ritmo con el advenimiento del más extraordinario conductor de hombres que haya producido el Siglo XX. el Mahatma Gandhi. Bajo su influencia, la ética indostánica se enfrentó a la realidad, con las consecuencias de la liberación del país. En rápida secuencia surgió el movimiento inaplazable de organizar la India independiente con la reforma agraria, la industrialización, la educación y la lucha contra la insalubridad y la pobreza.
Sucesor de Gandhi, tanto en espíritu como en acción, es nuestro ilustre visitante, cuya semblanza humana y política es de relieves que no hace falta gran esfuerzo para presentarlo y comprenderlo.
El señor Nehru es un intelectual dotado de exquisita sensibilidad, que le hace accesible a todo problema que afecte, no sólo a su patria, sino a la Humanidad entera. Su estructura espiritual tiene raíces hondas en la cultura hindú tanto como en la occidental, pues fue graduado en las más ilustres universidades de Inglaterra. Su advenimiento al Gobierno de la India fue resultado de su gran popularidad - a la par de la que conquistó el Mahatma - y, para quienes han observado su trayectoria política, encarna el pensamiento y el corazón de todo su pueblo.
Su patriotismo ha sido tradicional; desde muy joven reveló su inquietud por el porvenir de su patria, luchó al lado de Gandhi en la Gran Cruzada que culminó en la independencia de la India y, como él también sufrió persecuciones y hasta la pérdida de largos años de libertad personal.
En vida de Gandhi, el señor Nehru alcanzó merecido prestigió; pero su galardón más preciado fue el juicio del Maestro, quien declaró: "Jawaharlal es puro como el cristal. La India está segura en sus manos". Después del Gandhi, el destino de la India se ha mantenido bajo el sabio gobierno de su Primer Ministro.
Excelencia: Estamos seguros de que su encuentro con nuestro Primer Magistrado le habrá confirmado que México marcha al impulso de su ideario que se inspira en los más altos principios de la justicia universal y por qué nuestra historia no se ha manchado con atentados contra los demás pueblos.
Se habrá usted dado cuenta, señor, del asombro con que México, dedicado en cuerpo y alma a la lucha contra la pobreza, la insalubridad y la ignorancia, observa el panorama internacional en el que unos cuantos, poseedores de fuerzas destructivas de magnitud cósmica, exhiben sus pasiones, sin importarles el clamor de los pueblos que están a punto de perder la esperanza de que la razón se imponga y neutralice la desigualdad inadmisible.
La doctrina de México ha sido claramente expuesta en reciente carta firmada por nuestro Primer Magistrado, en la cual se nota la coincidencia con las ideas que vuestra Excelencia ha sustentado en la tribuna internacional, donde aboga por un cuidadoso examen de conciencia universal, pues se ha llegado el extremo de que el genio creador del hombre ha dejado muy atrás la correspondiente evolución de su sentido moral.
Sin embargo, mientras surjan estadistas de gran calidad humana, como es la que en vuestra Excelencia reconocemos; mientras haya naciones como las nuestras, tan estrictamente opuestas al empleo de la fuerza como recurso para dirimir conflictos internacionales, este mundo, que vive en la más inquietante angustia, tendrá el consuelo de ver, aún, luces que le ofrezcan esperanza de volver a una convivencia a base de respeto a los derechos humanos.
Señor Primer Ministro: El congreso de la República desea enfatizarle que nuestro pueblo ve en la personalidad de vuestra Excelencia no sólo al estadista eminente, sino al heraldo de paz y de concordia que tanto necesita este mundo apenas convaleciente de dos cataclismos. En la cruzada del bien y de la paz, México está presente, pues es un pueblo nutrido en las más puras fuentes del honor y la justicia.
¡Que los dioses iluminen vuestros pasos!". (Aplausos.)
El C. Presidente: Se suplica a la comisión que introdujo a este recinto al excelentísimo señor Jawaharlal Nehru, se sirva acompañarlo a su salida. Asimismo, habrán de acompañar a nuestro visitante a su visita al Senado de la República, los señores senadores, Rosendo Topete Ibáñez, Abelardo de la Torre Grajales, Carlos Ramírez Guerrero, Fernando Lanz Duret, Manuel Hinojosa Ortiz y secretario José Castillo Tielemans.
Igualmente, la comisión señalada para tal objeto por esta Cámara, la componen los señores diputados: licenciado Rómulo Sánchez Mireles, doctora Alicia Arellano Tapia, Gonzalo Aguirre Beltrán, licenciado Salvador Corona Bandín, Javier Blanco Sánchez y secretario profesor Oscar Ramírez Mijares.
(Abandona el recinto el excelentísimo señor Pandit Jawaharlal, acompañado de las comisiones designadas, en medio de estruendosa ovación que le prodigan todos los asistentes puestos de pie.)
El C. secretario Suárez Molina, José Luis: La Secretaría procede a dar lectura al acta de esta sesión.
"Acta de la sesión solemne celebrada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión el día dieciséis de noviembre de mil novecientos sesenta y uno.
"Presidencia del C. Manuel Bernardo Aguirre Samaniego.
"En la ciudad de México, a las once horas y veintitrés minutos del día dieciséis de noviembre de mil novecientos sesenta y uno, con asistencia de ciento veintiséis ciudadanos diputados, según declaró la Secretaría, después de haber pasado lista; se abre esta sesión en la que será recibido el excelentísimo señor Pandit Jawaharlal Nehru, Primer Ministro de la India.
"Momentos después se presenta el distinguido visitante acompañado de las Comisiones designadas por esta Cámara para atenderle y tomó asiento a la izquierda del sitial del señor Presidente de la Asamblea.
"El ciudadano diputado José López Bermúdez pronuncia un discurso, dando la bienvenida al ilustre huésped y refiriéndose a la entrevista del excelentísimo señor Nehru y el señor Presidente López Mateos y a los ideales y metas que persiguen la India y nuestro país.
"El excelentísimo señor Nehru usa la palabra, en el idioma inglés, y tradujo al español uno de sus acompañantes.
Agradeció la recepción de que ha sido objeto y aludió a la situación mundial y a la afinidad espiritual de la India y México y a sus problemas comunes.
"Por último, hablo el ciudadano senador Maximiliano Ruiz Castañeda, en términos laudatorios al patriotismo del Primer Ministro de la India y se refirió, también, a su entrevista con el señor Presidente de México.
"El Excelentísimo señor Nehru se retiró, con el ceremonial acostumbrado en estos casos, acompañado de las comisiones nombradas para atenderlo.
"Se leyó la presente acta".
Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa sírvanse manifestarlo. Aprobada.
El C. Presidente: (A las 13.35 horas) se levanta la sesión solemne y se cita a sesión para el próximo martes 21, a las 12.00 horas.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y
"DIARIO DE LOS DEBATES"