Legislatura XLV - Año II - Período Comisión Permanente - Fecha 19630225 - Número de Diario 50

(L45A2PcpN050F19630225.xml)Núm. Diario:50

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., LUNES 25 DE FEBRERO DE 1963

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO II.- PERIODO ORDINARIO XLV LEGISLATURA TOMO I.- NÚMERO 50

SESIÓN SOLEMNE

DE LA

H. CÁMARA DE DIPUTADOS

EFECTUADA EL DÍA 25

DE FEBRERO DE 1963

SUMARIO

1.- Se Abre la sesión solemne que tiene por objeto recibir la visita del excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela, doctor Rómulo Betancourt.

2.- El C. Presidente de la Comisión Permanente da un saludo de bienvenida al distinguido visitante.

3.- Pronuncian discursos, alusivos al acto, el C. diputado Alfredo Ruiseco Avellaneda y el excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela, doctor Rómulo Betancourt.

4.- Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del

C. ELISEO ARAGÓN REBOLLEDO

(Asistencia de 25 ciudadanos representantes.)

El C. Presidente (a las 12.55 horas): Se abre la sesión solemne, que tiene por objeto recibir al excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela, doctor don Rómulo Betancourt.

Se designa en comisión, para recibir en el pórtico de este recinto al ilustre visitante, al C. senador Antonio Mena Brito, miembro de la Comisión de Relaciones; al C. diputado licenciado Rodolfo Echeverría Alvarez y al C. senador, doctor Emilio Martínez Manautou. Se ruega a los comisionados atender esta designación.

(Los comisionados cumplen su cometido y pasa al Salón de Sesiones el Presidente de la República de Venezuela, señor Rómulo Betancourt, entre los aplausos de los asistentes.)

- El mismo C. Presidente: Excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela don Rómulo Betancourt: la Comisión Permanente del honorable Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, que es el organismo representante del Poder Legislativo de México en el receso de las Cámaras de Diputados y Senadores, tiene el honor de dar a usted la más cordial bienvenida y de hacerle patente nuestro saludo afectuoso al pueblo de la República hermana de Venezuela que usted representa.

El C. Presidente: Tiene la palabra, para dirigir un mensaje de salutación, el señor diputado Alfredo Ruiseco Avellaneda.

El C. Ruiseco Avellaneda, Alfredo: "Excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela. Honorable comitiva e invitados. Ciudadanos diputados y senadores: Hace 180 años nació, en vuestra Caracas, el hombre a quien, al cumplirse los 30 años de su edad, habría de otorgar su Municipalidad nativa el título de Libertador.

"Todavía nuestra patria, como los demás pueblos hermanos, refrenda la validez de ese nombramiento y mantiene, dentro de su espíritu, con fervor siempre renovado, la figura actual y llena de vida de Simón Bolívar, al lado de las de Miguel Hidalgo, José Ma. Morelos y Pavón y Benito Juárez, que aún imparten a los mexicanos su inolvidable lección de patriotismo.

"Sean, pues, guías tutelares de esta sesión solemne del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, las altísimas virtudes de Bolívar e inspire su gran ideal de unidad de las patrias iberoamericanas el saludo entrañable y fraterno con que los representantes del pueblo de México reciben la distinción invaluable de vuestra presencia.

"Es nuestro deber señalar, ante la nación, las calidades superiores de vuestro historial ciudadano. Estimamos, como un honor, reconocer en vuestra excelencia al vigoroso luchador revolucionario que, frente a las férreas represiones de la dictadura ominosa de Juan Vicente Gómez, templó la mocedad para entregarla, primero, a la Agrupación Revolucionaria de Izquierda y, después, al Partido de Acción Democrática en el que, madurado ya el carácter, conjugó pensamiento y acción con los de los más limpios y generosos representativos de la civilidad venezolana.

"Treinta años fueron necesarios para limpiar la patria hermana del caudillismo feudalista y, durante ellos, se acrecientan, en exilio y prisiones, el coraje y el patriotismo de vuestro Partido, para hacer posible la victoria de la democracia y de la libertad política. En ese triunfo intachable funda el Congreso de México el respeto y la justa estimación que hoy patentiza, sin reservas, a su ilustre huésped, el Presidente Constitucional de la República de Venezuela, electo libremente por su pueblo.

"Nuestra nación cree, firmemente, en la estricta validez de vuestros títulos, porque ella cumple ya más de siglo y medio de luchar denodadamente por su concepto de la Democracia, por su completa libertad económica, por su absoluta independencia política interna y externa, y por su ideal dinámico y constructivo de la paz.

"Los tres grandes capítulos de nuestra historia revolucionaria: la Independencia, la Reforma y la Revolución Social, sólo son versiones temporales de una tenaz y sangrienta búsqueda de la unidad y la homogeneidad necesarias para integrar una verdadera nacionalidad.

"La proeza mexicana ha consistido, nada más, pero nada menos, que en reducir a una norma constitucional, rectora real y efectiva de la vida de la nación, los anhelos de libertad, de justicia social y de respeto a la dignidad de la persona, vigentes en cada uno de sus grandes estratos humanos, fuertemente diferenciados entre sí y, a veces, implicando contradicciones aparentemente irreductibles en nuestra historia política; ella siempre dejará ver el análisis honrado del estudioso, el cauce definido de las tres corrientes que modelan a nuestro pueblo: la prehispánica, la criolla hoy residual y extraña, y la mestiza, que tiene ya los rasgos permanentes de nuestra fisonomía popular y es gestora de nuestro espíritu revolucionario contemporáneo.

"Es, a partir de la fecunda etapa mexicana iniciada en 1910, cuando nuestro país logra un balance puntual de su pasado y, desde él, traza su rumbo definitivo hacia el progreso.

"La Independencia, que erradicó el poder político europeo, se hizo con la sangre y el esfuerzo de las grandes masas del pueblo explotado; pero la idea abstracta de libertad, que en buena parte fue su contenido teórico, nada cambió para ellas. Al transferirse el poder, de las manos europeas a las clases criollas, los sistemas de opresión permanecieron iguales. Quedó, como inolvidable, además, el propósito reivindicador de la tierra y, sobre todo, con grandeza insuperable, el sacrificio de los héroes y el desinterés, sin paralelo, de los caudillos, maestros de civilismo. En el pueblo hambriento la liberación se convirtió en un impreciso ideal, más alejado mientras más fervorosamente perseguido.

"Los extraordinarios constructores de la Reforma advirtieron, con genial penetración, que no puede sentirse libre un pueblo que lleva a rastras un pasado vivo de servidumbre; superarlo y convertirlo en historia, que es lo definitivamente pretérito, lo irrepetible en el tiempo, por eso se constituyó la meta primordial de la Reforma. Por ello fueron sus armas específicas la Escuela Laica y la Ley Igualitaria.

"Tal vez llevaron al extremismo dogmático su antihispanismo y, en un desesperado impulso redenter, pretendieron cercenar de golpe lo español y apelaron al mundo prehispánico, buscando la norma ordenadora de la nación.

"Ciertamente, aquella egregia generación sobreestimó la eficacia transformadora de la norma jurídica dentro de una realidad social. Era, ciertamente, el primer producto político de nuestro romanticismo tardío. Pero acertó para siempre introducir la más absoluta libertad de conciencia en el sistema educativo nacional.

Abrieron , con ello, la tierra propicia para el cultivo de las libertades ciudadanas. Para la sensibilidad reformista, la costra densa del coloniaje se sustentaba sobre el sometimiento a influencias tradicionales, que llevaban al hombre a la resignación conformista; rescatar de ellas la conciencia del pueblo y de volverla al mundo indígena original, para empezar a construir la patria justa desde su condición anterior a la Conquista, fue un programa ilusorio; más, de su seno surgió, con auténtica grandeza, el otro confín histórico, sobreviviendo dentro de un estrato humano resistente y heroico, cargado de rebeldía instintiva, al que la explotación colonialista, racista y despótica sólo envileció y degradó hasta el humbral de la zoología.

"Sobre este redescubrimiento de la realidad indoamericana, Juárez y sus hombres se ostentan como una generación solitaria, advenida desde un futuro demasiado luminoso para su época.

"Ellos enriquecieron, con su experiencia, el ámbito de las ciencias sociales y fincaron, sobre su profunda intuición del hombre, la pluralidad substancial de las estructuras políticas y la diversificación social de los pueblos mestizos, bases inconmovibles de las democracias de habla hispana. Hoy sabemos que el pensamiento de los reformadores trasciende su objetivo político y se convierte en un movimiento cultural, al que México le es deudor de su estilo y su personalidad, en la Ciencia, en el Arte, en el Derecho, en su concepto de la Economía y del Estado. Es la primera revelación de la esencia humanística del movimiento libertario nacional.

"La inquebrantable decisión de ser libre, del ciudadano mexicano, aunada a su inmemorial interdependencia orgánica con la tierra, inspiran la dureza de Juárez ante las agresiones del exterior y su inflexible actitud respecto de los "bienes de manos muertas" y de la secularización de todo patrimonio inmobiliario. Cuando él habla de Derecho se advierte, tras su austeridad de jurista, la fiera pasión de su pueblo por la libertad, que, desde él, es para América la condición irrevocable de la paz.

"Así estaba ya modelado el tipo humano que habría de movilizar, en 1910, toda su historia, todos sus ideales fallidos, toda su miseria, para reabrir los cauces de su destino, inútilmente ocultados por un grosero concepto del orden durante más de seis lustros de dictadura. El le da su contenido humanístico a la Revolución Social y Económica y, desde él, se despliega una gama de reivindicaciones y conquistas hacia una justicia social de mayorías, que, necesariamente, coincidirá con otras de su siglo en muchos de sus resultados, pero de las que difiere radicalmente por su origen. No es la consecuencia de una filosofía social, sino de una estructura antropológica, que se sustenta, más que sobre una idea, sobre una sensibilidad para la Tierra y la Libertad.

"Si la tierra hubiese tenido, para la masa empobrecida del campo, el carácter de un factor más, entre los que conforman el capital en la producción agrícola, los problemas de la Revolución Agraria habrían sido semejantes a los que plantean las organizaciones de resistencia al capital industrial, y la tasa del desarrollo económico en el campo hubiera sido más acelerada. Pero nuestro país ha tenido que resolverle sus carencias a un tipo de campesino, que por razones históricas se siente parte de la tierra, que jamás será riqueza por sí misma, pero cuyas demandas quedan justificadas por cuatro siglos de explotaciones y despojos.

"La Revolución no abatirá sus banderas agrarias, y porque sabe cuánto valen la unidad y la paz interiores hará que se cumplan integralmente, dentro de la Ley Constitucional, los programas de liberación en favor de las mayorías nacionales de campesinos, de obreros y de miembros de la clase media, que hacen posible la supervivencia y el perfeccionamiento de nuestro estilo democrático.

"Para México no serían posibles las libertades esenciales de una vida ciudadana digna sin la Democracia, que es la vía normal de su ejercicio. En esto estriba el rigor con que sostiene sus doctrinas de autodeterminación y de no intervención, proyección de su equilibrio político interno hacia la convivencia pacífica exterior.

"Frente a las sombrías divergencias del mundo contemporáneo, nuestra patria demanda la paz como condición necesaria para la solución de los problemas humanos. No podrán existir más ni la Democracia, ni la Libertad, ni la Civilización misma, dentro de una atmósfera en la que, en nombre de una técnica totalmente deshumanizada, se pretende mutilar la conciencia del individuo, hasta reducir su realidad concreta a una dimensión abstracta, a una constante subhumana cuantificable como cuota de rendimiento para la producción de armas nucleares. El hombre aplicado a una industrialización para la muerte parece ser la meta suprema de la polémica mundial de nuestra época.

"La Revolución Mexicana rechaza esta perspectiva siniestra. Invoca el derecho elemental de los pueblos a consumar, libremente, la trayectoria ideal de sus destinos. Por ser revolución de hombre, no de ideologías, entiende la historia como un denodado preguntar del ser humano por el sentido de su propia existencia, y si de los contrastados niveles en que obtiene su respuesta infiere que, a pesar de sus caídas, su empresa, como especie biológica, es un perpetuo ascender a la dignificación de la conciencia universal, dentro de la Libertad, la Justicia Social y la Paz, reclama la posibilidad de su permanencia en el tiempo, con la intransigencia que merece el valor fundamental de la vida.

Excelentísimo señor Presidente: Nos hemos permitido, como un homenaje, el intento que de antemano sabíamos frustráneo, de bosquejar, con respetuosa sinceridad, cómo es el pueblo a quien honráis y que espera vuestra palabra, tal si fuese la presencia real y el espíritu de la nación venezolana los que participaran en estos diálogos, que inició para siempre, con nuestra patria, el empeño continental del Libertador.

Por ello es que, envueltas en el aire fino de nuestro altiplano, guardamos las voces hermanas que aprietan la solidaridad, más que los vínculos de la sangre. Con nitidez, que nada enturbia, percibimos todavía, los mexicanos, la palabra y el ademán dignísimos de aquel viajero -él no podía ser nunca un exiliado- que dio acento lírico al dolor de los pueblos envilecidos por la codicia y la barbarie: Rómulo Gallegos, ciudadano de América, pudo constatar cuán hondo fluyen los "canos" del Apure, bajo la terca sequedad de su México.

Apenas ayer, el dilecto Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos hizo resonar, ante vuestro honorable Congreso, el eco, modulado en lenguaje contemporáneo, del inmortal discurso de Bolívar, dicho ante el Congreso de Angostura en 1819. Dijo el Libertador: "Unido el pueblo Americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni salud". Expresó el Presidente Mexicano 141 años después: "... La existencia de esta América latina liberada de la pobreza, la insalubridad y la ignorancia, se ha convertido en una necesidad cuya satisfacción reclama el Continente entero."

El Co ngreso del pueblo mexicano, cumpliendo con humildad, que respeta la proporción, su pequeña parte en el ritual bolivariano, os ruega hoy recoger estas palabras que, como una medalla del más puro oro del espíritu, dejó sobre el corazón de la patria el pensamiento estremecido del venezolano Andrés Eloy Blanco, al inaugurar la estatua de nuestro Bolívar: "¡Pueblo de México: Refugio de la Democracia perseguida; pueblo de la trinchera contra las usurpaciones domésticas y las codicias internacionales, aquí te dejamos tu Bolívar de bronce..., y con tu Hidalgo, tu Morelos, tu Juárez, tu Madero, tu Obregón, con tus héroes y con tus apóstoles, dale oficio de trabajador a cada estatua. Mil estatuas que tengas, mil bronces que poseas..., de bronce a bronce, sacude tus efigies... y, cada vez que se reclame una convocatoria del espíritu americano..., repique el corazón de las estatuas... y hagan su oficio para las patrias que queremos... como las quieren, santo México, los llaneros de mil llanos y los rancheros de tus ranchos, con los arribas de gloria y los abajos de justicia." Y al devolverlas vivas y limpias a la noble tierra que las inspiró, expresadle, excelentísimo señor Presidente, que México desea, fervientemente y para siempre, que así sea."

(Aplausos nutridos y prolongados.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el señor Presidente de la República de Venezuela. (Aplausos nutridos.)

- El C. Presidente de la República de Venezuela, Rómulo Betancourt:

Señor Presidente y honorables miembros de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión: momento de especial significación para mí, durante esta visita oficial que realizo a la República de México, es el de ser recibido por la honorable Comisión Permanente del Congreso de la Unión; significativo, porque están aquí los directos representantes del pueblo, escogidos en comicios por sufragio universal directo y secreto, y significativo, además, porque si algún empeño he tenido, como Jefe de Estado en Venezuela, es el de contribuir a que adquiera el soberano Congreso su rango y jerarquía de poder de Estado. A través de toda nuestra Historia, signada en muchas de sus etapas por el Gobierno unipersonal y arbitrario de los autócratas autoelegidos, el Congreso fue, simplemente, un apéndice dócil y un poder ejecutivo imperioso y con característica totalitaria.

Hoy, en Venezuela, y durante los cuatro años de ejercicio que llevo en mi mandato constitucional, el Congreso es soberano, es libre, es autónomo, y, en más de una oportunidad, ha desechado o modificado proyectos de leyes presentados por el Poder Ejecutivo en ejercicio de las facultades que le asigna la Constitución.

En su hermoso discurso, el diputado Alfredo Ruiseco Avellaneda ha recordado cómo son de hondos, de profundos, los vínculos entre vuestro México y mi Venezuela. Comenzaron cuando aquel Bolívar adolescente a que se refiriera, en su meduloso discurso de

hace apenas dos días, el licenciado López Mateos, arribó a Veracruz, visitó el altiplano y escribió la primera de las cartas que constituyen su caudaloso epistolario. Con muchas faltas de ortografía habló de la impresión que le produjo México, tal vez en contraste con la que traía de Venezuela.

México había sido uno de los más poderosos y opulentos virreinatos en los días de la Colonia. Venezuela fue una tierra pobre en riquezas minerales, y, por eso, no se centró en ella el interés de la codiciosa Colonia española.

Encontró, en México también, los sedimentos vivos de una cultura indígena de razas aborígenes que habían llegado a un alto estado de civilización. Y de esa conjugación de elementos se forjó, en los días de la Colonia, una sociedad con perfiles más diferenciados que propios, que el de las otras sociedades de América Latina.

Este recuerdo, que se llevó Bolívar del México que visitó en las postrimerías del siglo XVIII, siguió constante en su memoria. Y vuelve a hablar de México en su carta de Jamaica; y vuelve a interesarse y a preocuparse por México, cuando aquí se trasladan los restos náufragos del Congreso de Panamá, en 1826, en cuyo Congreso y con el cual Bolívar, con una certera y visionaria antevisión, previó la Confederación de los pueblos latinos de América.

En esa época no aparecía, para los más, en el Continente, riesgo alguno para las patrias recién nacidas; desmantelada estaba la Santa Alianza y derrotados los ejércitos españoles en todo el Continente.

Pero Bolívar, con antevisión, previó el riesgo de que las patrias liberadas de la coyunda con los de antiEspaña, ricas en riquezas minerales, iban a ser víctima de la codicia internacional y que sólo unidas, coordinadas y confederadas podrían enfrentarse al nuevo peligro.

El Libertador coincidió, en esa posición, con los otros hombres estelares de la generación ilustre de 1810. No concebían patrias santonales; por eso, el pensamiento de Bolívar, coincide con Hidalgo cuando grita: "VIVA LA AMÉRICA, MUERA EL MAL GOBIERNO."

Hay cierto paralelismo evidente entre las historias de México y Venezuela. No tuvimos un gobierno de Emperador, que aquí fue transitorio, porque Bolívar dijo: "no quiero ser un Napoleón y menos un Iturbide".

No tuvimos a un Maximiliano impuesto por los afrancesados, pero sí constantes agresiones de potencias coaligadas europeas que incursionaron sobre nuestras costas, y un proceso muy similar en México, y en Venezuela, en el sentido de que una vez conquistada la Independencia política continuaron las exacciones populares, viviendo dentro de un régimen jerarquizado, en que los pocos dueños de propiedad de la tierra y de la riqueza ejercieron lo que llamó alguna vez el Libertador "la tiranía doméstica".

Y así como tuvieron ustedes una revolución de Reformas, en épocas más o menos constantes, tuvimos nosotros un gran sacudimiento de masas: el de la guerra federal, guerra larga que duró de 59 al 63. Los gritos de las multitudes populares de Venezuela tienen cierto paralelismo con el de los hombres de Emiliano Zapata. Gritaban: "queremos tierra para los negros y para los indios". Se había cumplido, entre otros, lo que se establece en los códigos del Texto Político del Libertador, aquel que señalaba la necesidad de fraccionar los latifundios y entregarle tierra suya a los soldados, oficiales y suboficiales de la Guerra de Independencia.

Bolívar fue constante en esta idea y, por eso, lo consideramos en mi país como el precursor de la Reforma Agraria. Quería que se hiciera reparto, y cito, textualmente, palabras suyas: "en las tierras mismas". En vez de ello, se emitió un Código Agrario y fueron acaparadas por una burguesía comercial formada en la retaguardia de los ejércitos libertadores y por algunos compañeros de armas del Libertador, que, en los días de la primera República, fueron inferiores a las esclarecidas glorias que habían conquistado en los campos de batalla, y los soldados de la Independencia recibieron apenas los partes en que se clarificaban sus acciones y algunas medallas de plata dudosa. Nuestra República no pudo estabilizarse. La clase conservadora, que gobernaba, tenía cierto sentido de honestidad administrativa y cierto empeño de hacer avanzar al país, pero era insensible socialmente, y entonces se produjo el gran movimiento de nuestra guerra federal, que tiene rasgos de similitud impresionantes con la Revolución de la Reforma, con la diferencia de que este movimiento popular, que le costara a Venezuela la pérdida de innumerables millares de personas, fue traicionado, y surgieron una serie de autocracias sin ningún sentido y sin ninguna preocupación por lo social.

Luego vino el petróleo. Fue entregado en condiciones de increíble irresponsabilidad a los grandes "trusts" internacionales durante el despotismo de Juan Vicente Gómez. El petróleo vino a empobrecer más a los venezolanos y a enriquecer a la pequeña minoría que constituía la camarilla del dictador.

Fue, en esa época, cuando surgió a la lucha política la generación de la cual formo parte, la generación del 28. Esa generación contribuyó a despertar el espíritu público, y no fue difícil, porque si México ha tenido un Porfirio Díaz, Venezuela tuvo un Juan Vicente Gómez, que, durante tres décadas, gobernaron autocráticamente una constante histórica de nuestros pueblos, en los que siempre ha sido insobornable y firme en ella la pasión de libertad.

Cuando veía hoy, en el Museo Histórico de México, la reproducción de las cárceles y de los presos políticos en el porfirismo, recordaba las escenas que viví a los 20 años, con dos pares de grillos, compartiendo celdas con centenares, con millares de venezolanos.

Hay cierta concepción, determinada por la ignorancia de nuestros procesos históricos, tanto en los Estados Unidos como en Europa, concepción que define a estos pueblos como ineptos para vivir con libertad, porque a través del siglo XIX y parte del siglo XX, muchos han sufrido despotismo; pero olvidan que, durante ese despotismo, ha habido constantes levantamientos armados, con aspiraciones y acciones clandestinas contra ese despotismo.

Luego advino, en mi país, a la muerte de Juan Vicente Gómez, una etapa nueva. Hubo gobiernos que mantuvieron sus libertades públicas con eclipses de ellas, no respetando la libre organización de los partidos políticos y de los sindicatos de trabajadores y no empeñándose en un cambio de las estructuras económicas y sociales del país.

Una breve etapa y un interludio de gobierno, con moderno sentido de administración y con preocupación centrada en la gente venezolana, la hubo de 1945 a 1948, en que yo presidí un gobierno de facto transitorio, y luego fue electo Presidente de los venezolanos ese ilustre hombre de América, entrañablemente consubstanciado con México, que le dio asilo y amistad.

Estoy hablando de don Rómulo Gallegos. (Aplausos.)

Derrocado por un golpe fraguado por el Estado Mayor y no por las fuerzas armadas de Venezuela en su conjunto, derrocado Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948 se inició una de las etapas más avergonzadoras de nuestra historia republicana. Superó en sus métodos de tortura y de terror y de asesinato a sus propios opositores políticos ese régimen de 10 años, el régimen de Juan Vicente Gómez, y el enriquecimiento ilícito de esos gobernantes y su complacencia con el capital foráneo asumieron proporciones indescriptibles. Pero el 23 de enero de 1958, pueblo y fuerzas armadas unidas derrocaron a ese despotismo. Se realizaron elecciones, en las cuales el pueblo de Venezuela demostró, una vez más, su aptitud para el ejercicio cabal y pacífico del sistema democrático. Concurrimos tres candidatos a esas elecciones y fui electo Presidente de la República el 7 de diciembre de 1958.

Un vuelco fundamental se ha realizado en la historia de mi país en estos años, y puedo hablar aquí de esa transformación profunda que se ha operado porque no la conceptúo como el resultado de una capacidad conductora específica mía, sino del trabajo en equipo que he realizado con hombres de mi Partido Acción Democrática, del Partido Social Cristiano, de elementos políticamente independientes y, sobre todo, porque el gran héroe de esta jornada, como el gran héroe de todas la otras jornadas de nuestra Historia, ha sido el pueblo de Venezuela. (Aplausos.)

En cuatro años hemos repartido dos millones de hectáreas entre casi sesenta mil familias campesinas. (Aplausos.)

Y, antes de terminar mi mandato, en marzo de 1964, tendrán tierra suya ciento cincuenta mil familias campesinas, lo cual significa que quedará un déficit de otras tantas ciento cincuenta mil familias campesinas para ser dotadas de tierra. Aprovechando experiencias, especialmente las de la Revolución Agraria Mexicana, en Venezuela nuestro proceso de reforma lo hemos tratado de coordinar en forma tal que no se dote solamente al campesino de tierra, sino también de créditos oportunos, de vías de comunicación, de escuelas, de servicios y agua, así como de servicios de electricidad.

En cuatro años se ha duplicado el número de alumnos que asisten a la escuela primaria. Antes, dentro de una propaganda desorbitada, la gente de la dictadura proclamaba que Venezuela era el pequeño país multimillonario de las Américas, porque tenemos muchas reservas de petróleo y de hierro; pero nos sentimos orgullosos al decir que somos millonarios en niños asistiendo a las escuelas de nuestro país. (Aplausos.)

No está planteada en Venezuela la nacionalización de la industria del petróleo, pero hemos logrado y obtenido, mediante sistemas impositivos, que de cada dólar- petróleo que se produce en Venezuela, le corresponda al Estado y a la Nación setenta centavos, y sólo treinta centavos a las Compañías inversionistas. (Aplausos.)

Y los trabajadores nuestros del petróleo obtienen salarios y prestaciones sociales iguales a las que obtienen en Estados Unidos de Norteamérica.

Pertenece al Estado y pertenecerá siempre al Estado, la empresa siderúrgica, en la cual estamos procesando el hierro venezolano y transformándolo en acero para el consumo doméstico y para la exportación. Hemos invertido 1,500 millones de bolívares en esa empresa, con recursos propios. Hubiera sido más fácil invertir ese dinero en una política social demagógica, tipo justicialista, repartiendo dinero entre las mujeres que no tienen máquinas de coser, construyendo albergues infantiles. Nosotros hemos hecho eso; pero al mismo tiempo, hemos creado una industria pesada y una producción hidroeléctrica, porque estamos empeñados en liberar a nuestro país de esa situación peligrosa, de que tengamos, como único producto fundamental de exportación, el petróleo, producto no renovable, producto que se acaba y que está hoy en su mayor parte controlado por el capital extranjero.

Hemos creado, a similitud de la Pemex, nuestra corporación venezolana de petróleo, que está explorando y explotando y que comerciará una parte del petróleo venezolano, porque, después de 30 años de estar establecida la industria en el país, no podríamos permanecer más con los brazos cruzados, sino explotar, con técnicos venezolanos, con capital venezolano y con mano de obra venezolana, una parte de nuestro petróleo.

En política exterior, seguimos una conducta propia y autónoma, sin olvidar, porque no podemos olvidarlo, que constituimos parte de un Continente y que estamos integrados dentro de la Organización de Estados Americanos.

Cuando el gobierno venezolano establece relaciones con otros países o cuando las rompe, las realiza en ejercicio autónomo y cabal de su propia soberanía.

Críticas se han hecho a mi gobierno, dentro del Continente. Debemos admitir que, apremiados y urgidos por la inaplazable labor interna, no hemos prestado la debida atención a este problema de la reformación de los venezolanos, por organizaciones internacionales de seuda izquierda, dóciles a la consigna y a la inspección importadas; pero, lo cierto es que, con orgullo puedo hablar ante ustedes como hablo ante mi pueblo y como hablo ante todos los pueblos americanos, diciendo que el gobierno que presido en mi país es un gobierno de insobornable conducta, de respeto a su propia soberanía; porque esa soberanía no nos llegó por correo, sino que nos costó 500,000 muertos en nuestra guerra de Independencia. (Aplausos.)

Concluyo, señor Presidente y honorables miembros de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, diciéndoles que, tanto yo como la comitiva oficial que me acompaña, nos sentimos profundamente conmovidos por la forma en que nos ha recibido el pueblo de México. Desde su más alto funcionario y estimado y admirado amigo mío, Presidente López Mateos, hasta la gente sencilla que en las calles nos extiende su mano amiga. Muchas gracias, mexicanos, y tengan la seguridad y la convicción de que esta visita ha servido para afirmar nuestros comunes empeños por una

América donde, permanentemente, rijan las normas democráticas de Gobierno, pero también una América que defienda sus riquezas naturales y que realice una justicia social. Muy buenos días. (Aplausos.)

El C. Presidente: Se suplica a la comisión designada que acompañe al señor Presidente de la República de Venezuela al pórtico de este recinto.

(La Comisión cumple su cometido.)

- El C. secretario Sansores Pérez, Carlos (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión el día veinticinco de febrero de mil novecientos sesenta y tres.

"Presidencia del C. Senador Eliseo Aragón Rebolledo.

"En la ciudad de México, a las trece horas del lunes veinticinco de febrero de mil novecientos sesenta y tres, se abre esta sesión solemne para recibir al excelentísimo señor Rómulo Betancourt, Presidente de la República de Venezuela, con una asistencia de veinticinco ciudadanos diputados y senadores. "Una comisión, designada por la Presidencia, introduce al salón al excelentísimo señor Presidente de la República de Venezuela, quien toma asiento a la izquierda del C. Presidente de la Asamblea. Este dirige unas palabras de bienvenida a nuestro ilustre visitante.

"El C. diputado licenciado Alfredo Ruiseco Avellaneda y el C. Presidente de la República de Venezuela, pronuncian discursos alusivos al acto.

"La misma comisión, que introdujo en el salón al excelentísimo señor Betancourt, lo acompaña al retirarse de este recinto.

"Se da lectura a la presente acta."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra en votación económica se pregunta si se aprueba. Aprobada.

(A las 13.56 horas): Se levanta la Sesión Solemne y se cita para la sesión ordinaria el próximo jueves 28, a las doce horas, en el Salón Verde de la Cámara de Diputados.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

"DIARIO DE LOS DEBATES"