Legislatura XLV - Año II - Período Comisión Permanente - Fecha 19630521 - Número de Diario 60

(L45A2PcpN060F19630521.xml)Núm. Diario:60

ENCABEZADO

MÉXICO, D. F., MARTES 21 DE MAYO DE 1963

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO II. PERIODO ORDINARIO XLV LEGISLATURA TOMO I. - NÚMERO 60

SESIÓN SOLEMNE

DE LA

H. COMISIÓN PERMANENTE

EFECTUADA EL DÍA 21

DE MAYO DE 1963

SUMARIO

1.- Se abre la sesión. Se designa comisión por recibir la urna que contiene el corazón de don Venustiano Carranza. Receso.

2.- Se reanuda la sesión. Hacen uso de la palabra los CC. diputado Carlos Sansores Pérez y senador Antonio Mena Brito, refiriéndose al acto que se celebra y a la fecha conmemorativa de la muerte del señor Carranza.

3.- Se hacen guardias de honor ante la urna, y la misma comisión que la recibió acompaña los restos cuando éstos son llevados fuera del recinto.

4.- Se lee y aprueba el acta de la presente sesión, levantándose ésta.

DEBATE

Presidencia del

C. MANUEL MORENO SÁNCHEZ

(Asistencia de 20 ciudadanos representantes.)

- El C. Presidente (a las 9.05 horas) Se abre la sesión solemne.

Se designa una comisión para recibir a las puertas de este recinto la urna que contiene el corazón de don Venustiano Carranza, integrada por los CC. diputado Jesús Reyes Heroles, diputado Alfredo Ruiseco Avellaneda, senador Carlos Román Celis, senador Antonio Salazar Salazar, diputado Enrique Rangel Meléndez y Secretario, diputado Carlos Sansores Pérez. Entretanto la columna militar que acompaña el corazón de don Venustiano Carranza llega a este recinto y la comisión puede cumplir con su cometido, se declara un receso.

(Receso. Las 9.35 horas.)

El C. Presidente: Se reanuda la sesión. Se suplica a los presentes ponerse de pie. (Pasa al Salón de Sesiones la comisión.)

Tiene la palabra el señor diputado Carlos Sansores Pérez.

El C. Sansores Pérez, Carlos: "Señor Presidente Señores senadores. Señores diputados, señoras y señores: Para hablar de Carranza, el gran patriota que dejó de actuar físicamente hace ya 43 años, es preciso revivir el ambiente histórico en que se realizaron sus hazañas y seguir después el trazo luminoso de su obra y de su ejemplo más allá de los estrechos límites de su vida y de su tiempo. Sólo así podremos darnos cuenta del tamaño de su esfuerzo que, más que sus triunfos personales, nos dará la verdadera dimensión del héroe. Sólo así podremos saber si el impulso generoso de su gran corazón no se perdió en el espacio y sigue moviendo a los mexicanos hacia mejores horizontes.

El Gobierno de Madero, producto de una limpia y democrática elección, había caído después de una decena trágica. Los antiguos militares porfiristas Félix Díaz y Bernardo Reyes habían abierto el camino para la traición de Victoriano Huerta, y la sed de venganza del ejército de la dictadura no quedaría saciada ni con la sangre de quien, creyéndolo un iluso, los había derrotado fácilmente.

Los que gozaron de privilegios durante los treinta años de la dictadura se llenaron de júbilo por la felonía de Victoriano Huerta y posteriormente por el asesinato del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez. Los enemigos del progreso de México sabían que tarde o temprano Madero, caudillo de la insurrección contra los males que simbolizaba la tiranía y fiel mandatario de su pueblo, daría al país las reformas sociales que el propio pueblo necesitaba y anhelaba. Para ellos, que eran los principales puntales del porfirismo, Madero era un enemigo potencial de sus cuantiosos intereses y su muerte significaba la vuelta al antiguo orden de cosas. Cegados por el egoísmo cayeron en la ignominia de considerar al traidor y asesino como un instrumento de los más altos fines.

El cuartelazo se había puesto el disfraz de la legalidad y Victoriano Huerta ocupaba la Presidencia de la República para vergüenza de todos los mexicanos de ayer y de hoy. La Suprema Corte y el Senado habían reconocido al usurpador y lo mismo habían hecho la casi totalidad de los gobiernos de los Estados y los gobiernos extranjeros. No había en toda la República otro ejército que pudiera oponerse al Ejército federal, que en virtud del Tratado de

Ciudad Juárez era la única fuerza armada con que contaba el régimen de Madero, cuyos integrantes, salvo contadas y honrosas excepciones, habían manchado su honor de soldados traicionando al legítimo Presidente de México. Todo parecía perdido para la causa de la Revolución iniciada en 1910.

El 18 de febrero de 1913 recibe don Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila la circular telegráfica dirigida por Victoriano Huerta a los Gobernadores de los Estados comunicándoles que "autorizado por el Senado ha asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete" y sin pérdida de tiempo y sin vacilaciones pide al H. Congreso local que "de acuerdo con los principios legales y con los intereses de la patria resuelva sobre la actitud que deba asumir de Gobierno del Estado... con respecto al General que por error o deslealtad pretende usurpar la Primera Magistratura de la República".

"El resultado fue el memorable decreto número 1421 del H. Congreso de Coahuila de Zaragoza de fecha 19 del mismo mes y año, por el cual se desconocía al general Victoriano Huerta como Jefe del Poder Ejecutivo, así como todos sus actos y las disposiciones que dictara con ese carácter. Se concedían facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado para que procediera a armar fuerzas que coadyuvaran al sostenimiento del orden constitucional en la República y ordenaba se excitase a los Gobiernos de los demás Estados y a los Jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación para que secundasen la actitud del Gobernador del Estado de Coahuila.

Ese fue el punto de partida del titánico esfuerzo de un hombre que con más de medio siglo a cuestas se lanza a caballo, en jornadas agotadoras por los desolados desiertos, por los duros caminos de la Patria ensangrentada, para ir al rescate del decoro nacional de la revolución traicionada.

Esa fue la inmediata respuesta de un puñado de hombres que prácticamente sin recursos materiales, se enfrentaban resueltamente a un gobierno militar surgido del cuartelazo, poderoso en armas y en dinero, que jefaturado por un hombre sin escrúpulos sembraba el terror por todas partes; la respuesta de un grupo de dignos mexicanos iluminados por la firmeza, la honradez y la fe inquebrantables del recio Varón de cuatro Ciénegas.

En la lucha desigual y aniquilante se bate el núcleo legalista de Carranza en distintos sitios y después del ataque a Saltillo donde se peleó en las calles de la ciudad y del combate en la Cuesta del Cabrito, ya en plena retirada de su base de aprovisionamiento llegan a una hacienda que es oasis en el fatigoso recorrido por las llanuras desérticas, que es descanso y alimento para hombres y las bestias, y que será a partir del día siguiente, 26 de marzo, un santuario nacional con la firma del Plan de Guadalupe.

A solas con su secretario particular el capitán Alfredo Breceda, don Venustiano Carranza redacta un plan que llevaría el nombre de la hacienda donde se encontraban. Después de exponer las razones por las que se consideraba ilegítimo al gobierno surgido del cuartelazo y la traición, se desconocía al general Victoriano huerta como Presidente de la República, así como también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación y a los Gobiernos de los Estados que treinta días después de la publicación del Plan todavía reconocieran a los Poderes federales. Para la organización del ejército que se denominaría Constitucionalista, encargado de hacer cumplir los propósitos del Plan, se nombraba como Primer Jefe al ciudadano Venustiano Carranza. Se disponía que al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México, se encargaría interinamente del Poder Ejecutivo el Primer Jefe o quien lo hubiere substituido en el mando, quien convocaría a elecciones generales tan luego como se hubiera consolidado la paz. entregando el poder al ciudadano que hubiere sido electo. El mismo procedimiento se seguiría en los Estados para restaurar el orden constitucional.

En su brevedad sólo abarcaba la idea legalista y esto motivó que los jóvenes revolucionarios que rodeaban a Carranza quisieran agregar al proyecto todos sus anhelos de justicia social y que no eran otros que los del pueblo de México. Después de escuchar los argumentos de sus impacientes amigos, Carranza los convenció que su proyecto tenía la ventaja de ser inobjetable y constituir un denominador común para todos los revolucionarios. Se trataba de encontrar en el camino la menor resistencia posible y acortar en varios años la sangrienta guerra. "Con la promesa de formular el programa social al triunfo de la lucha se suscribió el documento histórico."

El Plan de Guadalupe, dice el ilustre mexicano don Isidro Fabela, no fue ni era necesario que fuese, un manifiesto programático revolucionario; fue nada más y nada menos que el código de honor de la República.

Seis meses después, en el Salón de Cabildos del Ayuntamiento de Hermosillo, "la Meca del Constitucionalismo", Carranza pronuncia un discurso en el que expone sus ideas políticas y sociales para el mejoramiento y desarrollo del país. Sus palabras anuncian al pueblo que al término de la lucha armada tendrá que principiar la lucha social para removerlo todo y "crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas nada ni nadie puede evitar".

Plantea la reforma bancaria y declara que el derecho de emitir papel moneda debe ser privilegio exclusivo de la Nación. Esta necesidad de terminar con el sistema de pluralidad de bancos de emisión que hacían circular en México más de veinte clases de billetes, con distintos valores para billetes de una misma denominación, la tomaría en cuenta más tarde de la Constitución de 17 en sus artículos 28 y 73.

Reclama el respeto de los pueblos poderosos para los débiles y la desaparición de los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de la pequeñas. Las naciones grandes, dice Carranza, "deben aprender que un ciudadano de cualquier nacionalidad que radica en una nación extraña, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por la razón de la fuerza y del poderío le otorgue su nación de origen... No más bayonetas, no más cañones ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otro país, creyendo que en él debe de tener más garantías que cualesquiera

de los ciudadanos que en su propio país trabajan honradamente."

Hubiéramos querido seguir paso a paso las huellas luminosas que don Venustiano Carranza dejó en su recio andar por los caminos de la historia patria, porque no tiene sentido hablar de la muerte de un gran patriota sin recoger con paciencia y amor las enseñanzas de su vida, para crear con ellas una fuente de inspiración eterna; pero el programa de este día nos impuso, creo que para bien del amable auditorio, la obligación de eliminar varias cuartillas.

Por esa razón nos limitaremos a mencionar ligeramente las adiciones al Plan de Guadalupe decretadas en Veracruz por don Venustiano Carranza, el 12 de diciembre de 1914.

En ellas planteaba la necesidad de dar satisfacción por todos los medios legales posibles a las necesidades económicas, sociales y políticas del país y efectuar las reformas indispensables para establecer un régimen que garantizara la igualdad de los mexicanos ante la ley y el pleno goce de sus derechos. De expedir leyes agrarias que disolvieran los latifundios, restituyeran a los pueblos las tierras de que habían sido despojados y favorecieran a la pequeña propiedad; y leyes fiscales que establecieran un sistema equitativo de impuestos a la propiedad raíz. De legislar para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero, y, en general, de las clases proletarias. De garantizar el estricto cumplimiento de las leyes de Reforma. De revisar los códigos Penal, Civil y de Comercio y reformar el procedimiento judicial para hacer expedita y efectiva la administración de justicia; así como también las leyes relativas a la explotación de minas, bosques y demás recursos naturales del país, para destruir los monopolios creados por el antiguo régimen y evitar que se formasen otros en lo futuro.

Menos de un mes después don Venustiano Carranza da un paso trascendental hacia la resolución del problema agrario de nuestro país con su Ley de 6 de enero de 1915 que posteriormente el Constituyente de Querétaro elevaría a precepto constitucional.

Por ser muy conocida esta ley agraria de Carranza nos limitaremos a decir que en su articulado se declaraban nulos todos los despojos de tierras que con diversos pretextos y por distintos medios se hicieron a los pueblos, muchas veces con la complicidad de los jefes políticos y gobernadores, despojos que, para decirlo con las propias palabras del legislador, no habían dejado a la gran masa de la población de los campos otro recurso para proporcionarse lo necesario a su vida, que alquilar a vil precio su trabajo a los poderosos terratenientes, trayendo esto como resultado inevitable, el estado de miseria, abyección y esclavitud de hecho, en que esa enorme cantidad de trabajadores vivía.

Se establecía en el artículo 3o el derecho de los pueblos a tener tierras para la satisfacción de sus necesidades aunque no hubieran tenido anteriormente ejidos, creándose así una de las más importantes garantías sociales encaminada a proporcionar medios de subsistencia a miles de familias desheredadas y a elevar su nivel de vida.

Y se creaban organismos agrarios con funciones específicas y se establecían los procedimientos para la restitución de tierras y dotaciones de ejidos a los pueblos.

Así llegamos a la Constitución de 17 que es el prodigioso fruto de la Revolución Constitucionalista. Con la Constitución de 57, las Leyes de Reforma y el triunfo de la República sobre el Imperio y la Intervención extranjera, terminaba la vieja querella entre conservadores y liberales a favor de éstos, pero con los albores del siglo XX empezaron a aflorar con fuerza incontenible las primeras inquietudes de justicia social que no podían quedar satisfechas con una Constitución liberal e individualista.

Por ello la Revolución Constitucionalista que se inició para derrocar al usurpador Victoriano Huerta, llevando como bandera la Constitución de 57, tenía que culminar con nueva Carta Magna que plasmara los ideales recogidos del pueblo en plena lucha y esa fue la Constitución que ilumina actualmente el camino de México y de todos los mexicanos.

En la Constitución vigente, heredera de la anterior porque recoge y perfecciona sus postulados liberales, encontramos reformas sociales de las que destacan las realizadas en materia obrera y agraria.

Los Constituyentes de Querétaro, provenientes de todas partes de la República y de todos los sectores sociales, decidieron, al calor del libre debate del proyecto de Constitución presentado por Carranza, dedicar un capítulo especial a la materia laboral y así nació el Título Sexto de nuestra Constitución, del Trabajo y la Previsión Social, con su luminoso artículo 123.

En la sesión del 28 de diciembre de 1916 pronuncia el constituyente Alfonso Cravioto las siguientes palabras que merecen ser recordadas: "Así como Francia después de su Revolución, ha tenido el alto honor de consagrar en la primera de sus cartas magnas los inmortales derechos del hombre, así la Revolución Mexicana tendrá el orgullo legítimo de mostrar al mundo que es la primera en consignar en una Constitución los sagrados derechos de los obreros."

Varios lustros después un Presidente de México, el más completo de los últimos años, hace, con sus reformas en materia laboral y con sus actos de gobierno, que tenga cabal vigencia el artículo 123 constitucional y pone en marcha su disposición más revolucionaria que es la que ordena el reparto de utilidades a los trabajadores por las empresas.

Es precisamente la continuidad en la obra redentora del pueblo lo que identifica a los regímenes emanados de la Revolución, de la misma manera como se identifican por el destino común las tres revoluciones mexicanas; la de Independencia, la de Reforma y la Social de 1910.

El Presidente López Mateos ha sabido recoger el pensamiento de Carranza y de los extraordinarios Constituyentes de Querétaro y se preocupa por establecer un justo equilibrio entre la producción, los predios y los salarios. Perfeccionar los procedimientos en materia laboral y consolidar las conquistas de la clase obrera. Multiplicar las fuentes de trabajo, preparar técnicamente al asalariado y en, fin, elevar por todos los medios posibles y en todos los órdenes y el nivel de vida de la familia obrera.

Nos llevaría mucho tiempo hablar del artículo 27 constitucional de tanta trascendencia en la vida nacional, pero no queremos dejar de mencionar algunos de sus principios esenciales.

Después de asentar que la propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del Territorio Nacional corresponde originariamente a la nación, el citado artículo establece un nuevo concepto de la propiedad privada dándole a ésta una función social en beneficio del interés público.

Ordena que se dicten las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desarrollo de la pequeña propiedad; para la creación de nuevos centros de población agrícola con las tierras y aguas que les sean indispensables; para el fomento de la agricultura y para evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad.

Recoge la parte substancial de la Ley Agraria de Carranza afirmando categóricamente el derecho de los pueblos que carezcan de tierras y aguas, o no las tengan en cantidad suficiente para las necesidades de su población, a que se les dote de ellas tomándolas de las propiedades inmediatas, respetando siempre la pequeña propiedad.

El principio nacionalista de nuestra revolución queda de relieve en este artículo 27 cuando establece que el Estado podrá conceder a los extranjeros el mismo derecho que los mexicanos tenemos para adquirir el dominio de tierras y aguas, o para obtener concesiones siempre que convengan en considerarse como nacionales respecto de dichos bienes y en no invocar la protección de sus gobiernos, bajo la pena de perderlos en beneficio de la nación.

Esta tendencia nacionalista fue expuesta claramente por Carranza en Hermosillo y en su discurso ante los Constituyentes de Querétaro y le han dado mayor sentido positivo dos Presidentes: Lázaro Cárdenas y López Mateos. El primero. con la expropiación de la compañías extranjeras, no del petróleo que nunca ha dejado de ser propiedad de la nación, cuyo dominio es inalienable o imprescriptible por mandato constitucional. El segundo, con la nacionalización de la industria eléctrica y el fomento de la formidable industria petroquímica.

Al derecho de la Nación para imponer modalidades a la propiedad privada y de regular el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, le señala la Constitución de 17 un noble fin que en mi modesta opinión es el eje mismo de nuestra justicia social; el de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública y cuidar de su conservación.

Es con este objeto que el Régimen del Presidente López Mateos lucha incansablemente para destruir los latifundios en cualquiera de sus formas y dotar de tierras y aguas a los núcleos de población necesitados de ellas; construye carreteras, caminos vecinales y grandes y pequeñas obras de riego ataca el problema de la vivienda en la ciudad y en el campo: lleva la luz y energía eléctrica a los más oscuros rincones de la Patria; perfecciona y ensancha la seguridad social; proporciona agua potable a los poblados; construye centros médicos y hospitales regionales; crea centros urbanos y rurales de capacitación para el trabajo industrial y agrícola; eleva como nunca la dignidad de los maestros; proporciona a la niñez libros gratuitos de texto y crea una escuela cada dos horas.

Inspirado en la Constitución López Mateos lucha por elevar los niveles de vida de su pueblo y aumentar el poder adquisitivo de la gran masa campesina y obrera, sin lo cual no es posible la industrialización completa del país. Es incansable como el recio Varón de Cuatro Ciénegas y como él recorre el país ya no convocando a los mexicanos a la guerra contra la usurpación y la tiranía, sino enarbolando la bandera de la paz activa, de una paz que sólo es posible por lo mucho que hicieron por la Patria Hidalgo, Morelos, Madero, Carranza y todos los soldados de nuestras tres revoluciones. Una paz fincada en la libertad y en la justicia social netamente mexicana, que no quiere la explotación del hombre por el hombre ni la explotación del hombre por el Estado.

A quienes critican la Reforma Agraria porque no se han alcanzado todas sus metas, no porque los gobiernos revolucionarios no hayan querido sino por otras causas que sería largo enumerar y entre las que destaca nuestro asombro crecimiento demográfico, queremos decirles que la reforma social en el campo no puede medirse únicamente en cifras pues el ejido es también un instrumento de libertad y la libertad no tiene precio. Nosotros creemos con López Mateos que la Reforma Agraria no sólo es base en el progreso de México, sino que ha elevado la dignidad popular. Nadie puede negar que la Reforma Agraria ha hecho crecer al campesino mexicano interiormente, espiritualmente, y que ya no se siente esclavo de nada ni de nadie.

Hace apenas unos cuantos días se escuchó en este mismo recinto la voz de un hombre venido del África, la potente y segura voz del señor Alhaji Yacubo Tali, Vicepresidente del Parlamento de Ghana, elogiando la Reforma Agraria mexicana.

"Su país. - nos dijo - habiendo luchado por su liberación, está en mejor posición respecto de otros, de entender y apreciar nuestra propia lucha... la libertad no solamente se conquista sino que hay que luchar por mantenerla y consolidarla... Nuestro país está uniéndose en todos sus frentes para asegurar que la independencia que ganamos con sangre, pesares y lágrimas no se ha disipado, sino que se ha cristalizado para la felicidad de nuestro pueblo. ¿De qué podría servir a un país haber obtenido su independencia hoy y venderse mañana en una esclavitud económica?" Más adelante, cuando nos hablaba de que la paz es indispensable para poder aprovechar los frutos del progreso, nos dijo también: "Sé muy bien que cuando menciono la palabra paz toco las fibras más hondas del corazón de los mexicanos."

Y en verdad que ese valioso hombre del llamado Continente Negro, que recibió en México muestras de simpatía, comprensión y solidaridad humana, tocó no sólo las fibras sino las históricas raíces de un pueblo amante de la paz y respetuoso del derecho ajeno.

El Presidente López Mateos ha recogido esas aspiraciones populares de paz y las mejores tradiciones de nuestra Independencia, nuestra Reforma y nuestra Revolución de 1910, para hacer llegar la autorizada y limpia voz de México a todos los países invitándolos por igual a buscar en la paz y en la

concordia el progreso y la dignidad del género humano. La declaración conjunta de México y los países hermanos de Chile, Bolivia, Ecuador y Brasil sobre la desnuclearización de la América Latina es un gran paso para salvar a millones de hombres del peligro de una guerra nuclear. Ojalá que ningún pueblo de la Tierra tenga que seguir viviendo bajo la amenaza de una destrucción total.

Para terminar diremos que no resta ningún mérito al patricio de Cuatro Ciénegas el hecho de que muchas ideas de justicia social ya estuvieran vibrando en el ambiente revolucionario y de que los Constituyentes de Querétaro mejoraran en algunos aspectos su proyecto de Constitución. Si pusiéramos de tiempo suficiente mencionaríamos aquí al mayor número posible de los hombres que contribuyeron con su pensamiento, con su acción y con su sangre al triunfo de la Revolución, porque el engrandecimiento de la Patria no ha sido ni será nunca tarea de un sólo hombre. Carranza fue el iniciador de la lucha contra el usurpador, el creador del Ejército Constitucionalista y el principal artífice de la Constitución. Junto a él y en el mismo sitio de honor están los soldados de la Revolución y los Constituyentes de Querétaro.

Dentro de unos momentos la urna que guarda el Corazón de don Venustiano Carranza será trasladada hasta el sitio en que se levanta la estatua que lo evoca para ser recibida por el señor Presidente de la República. Creo sinceramente que por la entrega apasionada de su vida al servicio de México, nadie mejor que el señor licenciado López Mateos para tomar en sus manos el corazón del patricio. Como Juárez y como Carranza, López Mateos ha sido inflexible en el principio de que nada debe hacerse o permitirse al margen o en contra de la Constitución.

De Carranza podríamos decir que nació en el mes de febrero de 1913, año de la Decena Trágica, y que sigue viviendo en el corazón de todos los mexicanos." (Aplausos nutridos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. senador Antonio Mena Brito.

El C. senador Mena Brito, Antonio: "Señor Presidente. Señores legisladores: Carranza fue el revolucionario mexicano por excelencia, fue un revolucionario nato.

Desde el 18 de febrero de 1913 en que decidió combatir el Gobierno espurio, todos sus pasos demostraron su mentalidad reformadora, su obstinado empeño en el triunfo y su fortaleza de carácter.

Intuitivo, captó el fin de un ciclo histórico de México y recogió la necesidad de derrumbar una estructura política absoluta e ineficaz, de destruir a un régimen económico injusto y una organización social y cultural falsa y mediocre.

Sensible, se plegó a los cambios radicales requeridos por el pueblo.

Práctico, se percató de que para el logro de estos fines, era urgente la organización de un contingente armado a fin de obligar al usurpador a abandonar el poder, pues entendió que un pequeño grupo de valientes ciudadanos que únicamente contaban con la seguridad que dan las convicciones, no era suficiente y decretó la fundación del Ejército Constitucionalista; así, con un encuadramiento debido, pudo enfrentarse a un ejército profesional y numeroso.

Los triunfos obtenidos le dieron la razón. En verdad, sin esta organización militar, los buenos éxitos de la Revolución hubieran sido imposibles.

Carranza no tuvo como meta exclusiva dar al traste con el magro legalismo de Huerta y, desde el inicio de la Revolución esbozó a través de sus discursos declaraciones y decretos, el interés que siempre conservó por resolver los problemas fundamentales que sacudían a la nación.

Si bien es cierto que el Plan de Guadalupe no implicaba el propósito de realizar las reformas sociales y económicas que en aquellos días reclamaban las masas populares y algunos ilustres letrados, ello se debía a que, como escribiera Mújica, "era conveniente una prudente dilatoria que hiciera cristalizar antes que todo en la conciencia del país y en el juicio del exterior el fundamento legal de la lucha. Carranza pensaba con la entereza de hombre cuerdo, que la ley ultrajada era el argumento menos discutible para justificar la lucha sangrienta iniciada por él e iba, así emplazando nuestra fogosidad y nuestra impaciencia sin negarnos la razón en la amplitud de nuestro ideal. En esta constante pugna ideológica del sostenedor de la ley y de las aspiraciones juveniles que no eran otra cosa que las necesidades del pueblo, la lucha continuaba siempre adversa y cada día más difícil". Como se ve, lo aconsejable en esa hora era allegarse el mayor número de prosélitos para hacer menos ardua, prolongada y sangrienta la lid que comenzaba.

No obstante, el propio Mújica reconoce que "el Plan de Guadalupe fue la bandera de una lucha trascendental para nuestro progreso; trascendental para las relaciones internacionales; trascendental para nuestra educación científica; trascendental para nuestro ejército; trascendentalísima para nuestros obreros y campesinos que han alcanzado, al fin, tener una personalidad vigorosa y un bienestar económico que tenían derecho a esperar desde que hicieron la Revolución de Independencia y departieron en las luchas de Reforma y del Segundo Imperio".

Así, pues, Carranza tomó de la ley la base jurídica para combatir a Huerta y fundar el ejército revolucionario y al mismo tiempo el fundamento que le sirvió para objetivar en forma escalonada las reformas que a la postre darían origen a una sociedad con formas nuevas, ritmos nuevos y organizaciones y estructuras, antes insospechadas.

Ya lo afirmamos, Carranza fue un revolucionario nato. Su serenidad, su equilibrio, su pasión por la legalidad que orientaba siempre su política hacia la organización de un Gobierno civil en donde quiera que él iba, nunca abatieron su impulso innovador.

La declaración de Hermosillo, fue el anuncio de estos cambios: "Ya es tiempo de no hacer falsas promesas al pueblo y de que haya en la Historia un hombre que no engañe y que no ofrezca maravillas, haciéndole la doble ofensa al pueblo mexicano de juzgar que necesita promesas halagüeñas para aprestarse a la lucha armada en defensa de sus derechos. Por esto, señores, el Plan de Guadalupe no encierra ninguna utopía, ninguna cosa irrealizable ni promesas bastardas hechas con la intención de no cumplirlas. El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todos los mexicanos, sin ofertas y sin

demandas al mejor postor. Pero sepa el pueblo de México que terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas, y no es sólo repartir las tierras y las riquezas naturales, no es el sufragio efectivo, no es abrir más escuelas, no es igual a repartir las riquezas nacionales; es algo más grande y más sagrado: es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio de la economía nacional."

"El pueblo ha vivido ficticiamente, famélico y desgraciado, con un puñado de leyes que en nada le favorecen. Tendremos que removerlo todo. Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas nada ni nadie pueda evitar.

"Nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero; pero éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán lo que triunfen en esta lucha reivindicadora y social." Carranza supo ajustar sus palabras a la realidad, su habilidad política con su sinceridad y con sus cualidades de hombre virtuoso, de hombre viril.

No debemos admitir, por tanto, el injusto cargo que se le hace de que carecía de ideas reformistas tendientes a modificar la organización económica, política y social de la nación.

El rescate y la protección de los recursos naturales del país contra el dominio extranjero, los de la superficie y los del subsuelo plasmaron uno de los postulados básicos del movimiento Revolucionario Carrancista. Este nacionalismo económico, justificado y oportuno, formó el cimiento del desarrollo de México.

El decreto sobre el petróleo, expedido por él, que prohibía nuevas perforaciones, o la construcción de pozos petroleros, bajo pena de confiscación, dio pie a las enconadas disputas petroleras de los años siguientes, pues Carranza estaba seguro de que las compañías petroleras en manos extranjeras no beneficiaban en modo alguno al país y que su principal deber, como Jefe de la Revolución, era proteger a México y sus recursos naturales, contra esta hegemonía extraña y generalmente contraria a nuestros intereses.

En efecto, una pequeña colectividad como la nuestra, tributaria de grandes capitales foráneos, sólo podía defender su economía incipiente mediante normas de intervención estatal, para resguardar a nuestra sociedad contra el coloniaje económico, contra el subdesarrollo, contra la desventajosa situación en que nos encontrábamos entonces, frente a colectividades económicas mejor integradas.

En otra forma, la libertad económica, hubiera devorado a sus propios hijos y por defender a los menos se hubiera sacrificado el interés de los más. Por ello se proclamó como esencial la intervención del Estado para lograr una expansión del bienestar de todos.

Así comenzó el movimiento de nacionalización de las industrias vitales del país, y fue Carranza el que dio los primeros pasos para que el Estado mexicano dejara de ser un cuerpo meramente político de la sociedad, para transformarse en su instrumento económico.

Al recuperar la tierra de una cuantas manos, anulando los títulos de propiedad sobre las mismas que se habían extendido con violación de la primera de las Leyes de Reforma de 1856, la del 26 de junio así como la anulación de los títulos suscritos después del 1o. de diciembre de 1876 que afectaron las tierras comunales, Carranza puso al país en el camino del progreso rural.

La Reforma Agraria en México descansa sobre todo en dos ordenamientos legales, la Ley del 6 de enero de 1915 y el artículo 27 de la Constitución Política de 1917. Desde ese momento lo que parecía una empresa temeraria e insensata, fue revelándose como tarea concreta, delineada y con rumbo fijo.

Coetáneamente a estas ideas Carranza introdujo modificaciones en la ordenación política del país que respondieron a las vastas y complejas funciones nacidas por obra de esta conmoción económica. El continente era ya inadecuado para el contenido y la estructura tenía que romperse y transformarse.

En manos de Carranza hizo crisis el Estado individualista, estallando con él su régimen presidencial.

Y así instauró un Poder Ejecutivo fuerte y organizado y otorgó a los municipios, facultades autónomas para liberarlos del yugo de las jefaturas políticas, decretando que "los Estados tendrían como base de su división territorial y de su organización política el municipio libre, administrado por Ayuntamientos de elección popular directa y sin que hubiera autoridades intermedias entre éstos y el gobierno del Estado".

Hasta ese momento los municipios no tenían funciones definidas, pues la administración pública se concentraba en torno al Poder Ejecutivo.

Al establecer el municipio libre, Carranza dio la base de la libertad política y propició el progreso material del país. En efecto, al producirse la transformación del Estado como un ente moderno productor e industrial, se operó también el crecimiento de los municipios, ya que éstos se habían venido transformando en vastas redes de servicios públicos de carácter vecinal, encaminados a satisfacer incuestionables necesidades de la vida local.

Al ensanche de los servicios nacionales se agregó así el de los municipales y se cortó de tajo la conspiración que existía contra la eficiencia del municipio y el estancamiento de la vida vecinal y de sus servicios propios que eran cada día más intensos.

La idea del Ejecutivo fuerte no derivó ciertamente de una subestimación del Parlamento ni de una pretendida supremacía que condujera a la dictadura.

En aquellos días los Presidentes tenían que enfrentarse a una mayoría hostil en el Congreso, que los obligaba a sobornar a sus miembros, causando en esta forma, la creación de un cuerpo de autómatas en lugar de legisladores responsables. Así, pues, con la eliminación de la elección indirecta, Carranza no solamente vigorizó al Poder Ejecutivo, sino que restituyó el prestigio del Poder Legislativo.

Según sus propias palabras "era imprudente lanzarse a la experiencia de un gobierno débil, cuando tan fácil resultaba robustecer y consolidar el sistema de presidente personal, que habían dejado los Constituyentes de 1857".

La elección directa, significó una evolución importante, pues al otorgar al Ejecutivo predominio político, mas no constitucional, sentó las bases para

consolidar la institución de la Presidencia de la República. Carranza fue, pues, el guía de un conglomerado homogéneo, el cual simpatizó con su actitud y sus ideales. La Revolución armada obedeció así, a un incentivo ideológico común. Fue un movimiento solidario que luchó contra quienes no comulgaron con los sentimientos y los principios de los que se enrolaron en ella.

En esta operación colectiva la masa ejerció una presión sobre sí misma e hizo surgir de su propia entraña a sus mejores intérpretes, a sus agentes más autorizados. Sus directores fueron los que mejor se acoplaron a sus aspiraciones.

La Revolución fue una revolución agraria principalmente, sus huestes procedían del campo, muchos de sus jefes eran en su mayoría pequeños agricultores, sus intelectuales se inclinaron hacia los problemas campesinos y su planteamiento total fue la cuestión agraria.

Si bien es cierto que el crecimiento industrial del país creó modernas especializaciones y fenómenos de agrupamiento en las ciudades, que configuraron sectores sociales caracterizados, también es indudable que estas masas de obreros, empleados, técnicos y profesionistas, quedaron comprendidos dentro de la clase económica que hizo la Revolución, pues en esta comunidad encontraron un estímulo para desarrollarse, es decir descubrieron circunstancias más suyas que les permitieron dar satisfacción a lo que deseaban y esperaban.

Este conjunto de individuos, al colocarse a un mismo nivel dentro de una situación tendiente a la uniformidad, formaron el partido de la clase revolucionaria de México, el Partido de la Revolución Mexicana, y Carranza fue en rigor, su creador.

La Revolución Mexicana delineó de esta manera, con mayor precisión, a los grupos nacionales que han constituido durante largo tiempo, el marco en el cual se ha ejercido la actividad social de la nación.

La Revolución Mexicana fue una revolución verdadera, pues no se circunscribió a cambiar las formas políticas y el personal gobernante, sino que transformó las instituciones y desplazó la propiedad, y ello se debió a que tuvo una larga y oculta gestación antes de surgir a plena luz, al conjuro de cualesquiera circunstancias fortuitas.

La Revolución Mexicana que asombró por su irresistible instantáneidad, tanto a los que fueron sus autores y beneficiarios como a los que resultaron sus víctimas, se estuvo preparando por mucho tiempo y surgió del divorcio cada día más profundo, como explicaba el propio Carranza, entre la realidad y las leyes, entre las instituciones y las costumbres, entre la letra y el espíritu.

Antes de la Revolución, los productores sobre los que reposaba la vida de la sociedad, acrecentaban su poder, pero el trabajo continuaba siendo una tarea de vileza.

El concepto de justicia era estrictamente legal y su fase comunitaria se limitaba a la eliminación de la desigualdad social y de la miseria en cada caso particular que se nos presentara.

La Revolución Mexicana amplió la noción de justicia, dándole significación colectiva.

El advenimiento de la justicia social nos impuso la tarea de concretarla, mediante la aplicación de mecanismos jurídicos, económicos y técnicos adecuados. Este afán nos orilla a no permanecer inmóviles en nuestra ideología inicial.

El proceso económico se ha encauzado, ante todo, hacia un incremento sin límites de la producción. Se produce no para consumir, sino para producir, y se espera que los consumidores aseguren las salidas de esa producción a los precios que ésta exige. Si bien esto es útil para el adelanto económico, tal proceder entraña un resultado paradójico, pues habiendo abundancia creciente de productos, grupos enteros de la producción carecen de los bienes que la técnica moderna debería asegurarles y a veces les falta hasta lo necesario.

En consecuencia, la preocupación del Gobierno actual es conciliar el progreso económico con una mejor repartición de las acrecidas riquezas, para elevar el nivel de vida del mayor número.

El régimen presente para lograr esta imparcial distribución del bienestar postula una reforma agraria integral, a fin de que el campesino comparta las ganancias de las industrias agrícolas; una justa participación de los obreros en las utilidades de las empresas; un sistema fiscal equitativo y, sobre todo, una política social de respeto a la dignidad humana, mediante la educación y la seguridad social.

La nueva fase de dominio industrial del Estado que ha creado su congestionamiento, le ha obligado a su propia socialización, desplazando las facultades administrativas específicas del Ejecutivo hacia órganos autónomos dotados de propia personalidad sustantiva. Acordes con esta eventualidad, los gobiernos revolucionarios han instituido las grandes empresas públicas industriales, las grandes instituciones descentralizadas de servicio social, culturales y municipales con dirección especializada y bajo el control de organismos plurales y deliberantes.

El robustecimiento del Poder Ejecutivo le ha dotado, por otro lado, de un poder de autoridad incontrastable y de una avasállente influencia, de ahí que para no poner en jaque la libertad individual y la propia organización democrática se ha fortalecido nuevamente el Poder Legislativo, garantizando la presencia de las minorías en el Congreso, mediante la representación proporcional y la constitucionalización de los partidos políticos.

Las relaciones internacionales han adquirido una coordinación y una actividad que no tuvieron anteriormente. Ya no bastan los contactos diplomáticos normales y ha sido necesario crear otros instrumentos de relación.

Por motivos económicos o militares, se ha producido una interdependencia entre los países o agrupamientos en bloques y en algunos casos en organizaciones supranacionales.

Esta coyuntura ha obligado a nuestro país a superar el concepto puramente bilateral de las relaciones internacionales. La política exterior de México, al presente, ya no se concibe como una barrera, como una defensa para proteger el desarrollo interno del país contra ciertos factores externos, su delicado manejo ha dejado de ser una tarea empírica y circunstancial.

Carranza hizo la Revolución Social, pero su mente visionaria accedió a dejar abiertos los caminos hacia la superación de las metas de la Revolución, el perfeccionamiento de las instituciones de la Revolución, y el enriquecimiento del acervo ideológico de la Revolución.

Los regímenes gubernamentales, cada uno dentro de las particularidades de su momento, han recogido esta herencia revolucionaria, la ajustarse siempre a las exigencias populares con la misma sensibilidad, con la misma intuición y con el mismo espíritu innovador de Carranza.

Nadie se atreverá a usurpar el poder ni a reclamarlo por la fuerza, en la medida en que nuestros futuros gobernantes continúen la evolución social iniciada por Carranza.

El país se enfrenta a un nuevo ciclo histórico en el cual se debatirán complejos problemas internos y externos.

El crecimiento mismo del Estado que exige cada vez más el auxilio de la técnica para la solución de las difíciles cuestiones en que se ve implicado, requiere gobernantes preparados, pero también con una profunda emoción revolucionaria y con una debida formación política.

Carranza constituye hoy un ejemplo vigente que debe iluminar nuestras decisiones. Fue un político hábil, pero también un hombre de Estado; fue un reformador incansable, pero asimismo un hombre equilibrado y sensato; fue un hombre firme, pero a la vez humano; fue un hombre sensible, abierto a las corrientes del pensamiento universal, pero además un patriota.

Consciente de la magnitud de lo que había acontecido y de lo que vendría después, Carranza vislumbró la encrucijada incierta y peligrosa en que, a la sazón, México se encontraba. La encaró con valor, con austeridad, con serenidad, con firmeza, con inteligencia y con honestidad.

Su trágica y sombría muerte no es pues una coincidencia, ya que selló con su sacrificio lo que anheló, lo que pensó y lo que realizó.

Hoy recogemos su corazón para depositarlo en el altar cívico de la Revolución, con la esperanza de que desde allí transmita a las nuevas generaciones, las trascendentes esencias de su espíritu" (Aplausos.)

El C. Presidente: Terminadas las intervenciones del señor diputado y el señor senador que han hecho uso de la palabra, continúa la sesión para el efecto de que los miembros del Congreso de la Unión sigan haciendo guardias ante los restos del señor Carranza, entretanto llega la hora de que deban salir para el sitio donde los espera el C. Presidente de la República y los deposite en el sitio que ha sido decidido.

(Los CC. diputados y senadores en ejercicio, así como los Constituyentes, hacen guardia ante los restos del ex Presidente Venustiano Carranza.)

La misma comisión que acompaño los restos del señor Carranza para introducirlos en este Salón, deberá acompañarlos hasta la salida del mismo, al sitio en que son esperados por el C. Presidente de la República. (La Comisión cumple su cometido.)

- El C. Secretario Alanís Ramírez, Abdón (leyendo):

"Acta de la sesión solemne celebrada por la H. Comisión Permanente del XLV Congreso de la Unión, el día veintiuno de mayo de mil novecientos sesenta y tres.

"Presidencia del C. senador Manuel Moreno Sánchez.

"En la ciudad de México, a las nueve horas y quince minutos del martes veintiuno de mayo de mil novecientos sesenta y tres, se abre la sesión con asistencia de veinte ciudadanos representantes, según declaró la Secretaría después de haber pasado lista, en el Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados.

"Se designa comisión para recibir a las puertas de este recinto la urna que contiene el corazón de don Venustiano Carranza, a los ciudadanos: diputado Jesús Reyes Heroles, senador Carlos Román Celis, diputado Alfredo Ruiseco Avellaneda, senador Antonio Salazar Salazar, diputado Enrique Rangel Meléndez y diputado Carlos Sansores Pérez, Secretario.

"Después de un receso que declara la Presidencia, se rinde homenaje ante la urna que contiene el corazón de don Venustiano Carranza en ocasión al XLIII aniversario de su muerte, pronunciando discursos alusivos los CC. diputados Carlos Sansores Pérez y senador Antonio Mena Brito.

"Durante el homenaje, los miembros del Congreso de la Unión hicieron guardias de honor.

"La misma comisión que introdujo la urna al Salón de Sesiones, la acompaño a su salida."

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.

El C. Presidente (a las 11.20 horas): Se levanta la sesión solemne y se cita a sesión ordinaria el próximo jueves 23 a las 11 horas.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

"DIARIO DE LOS DEBATES"