Legislatura XLVII - Año II - Período Comisión Permanente - Fecha 19690321 - Número de Diario 12
(L47A2PcpN012F19690321.xml)Núm. Diario:12ENCABEZADO
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA COMISIÓN PERMANENTE
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
XLVII LEGISLATURA
Registrado como Artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921.
AÑO II MÉXICO, D. F., VIERNES 21 DE MARZO DE 1969 TOMO II.- NÚMERO 12
SESIÓN SOLEMNE
SUMARIO
Lista de asistencia (a las 13:00 horas): Se abre la sesión solemne, en pág. cumplimiento de los dos puntos de Acuerdo contenidos en la proposición presentada por la Mesa Directiva de la Comisión Permanente, aprobados en la sesión del día 20 de los corrientes
Comisión de cortesía
Una Comisión designada al respecto, introduce al Salón de Sesiones al C. licenciado Alfonso Guzmán Neyra, Presidente de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación
Discurso
Pronunciado por el C. senador Andrés Serra Rojas, en homenaje al Patricio Benito Juárez.
Declaratoria
El C. Presidente de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión, senador Manuel Bernardo Aguirre, hace la siguiente declaratoria: "Hoy, 21 de marzo de 1969, se declara cumplido el Decreto de 24 de diciembre de 1968, que ordena la inscripción del Apotegma de Benito Juárez en lugar destacado de este Recinto"
Traslado a la H. Cámara de Senadores
A continuación la Secretaría, por instrucciones de la Presidencia, invita a todos los presentes a trasladarse al H. Senado de la República donde continuará la sesión solemne Discurso
A las 13:55 horas se reanuda la sesión y hace uso de la palabra el C. diputado José del Valle de la Cajiga, quien expresa la importancia del Apotegma del Benemérito
Develación
A invitación del Presidente de la Comisión Permanente, el C. licenciado Alfonso Guzmán Neyra devela la inscripción del Apotegma Juarista, en la Sala de Pasos Perdidos, anexa al Salón de Sesiones de la Cámara de Senadores
Acta
Lectura del acta de la presente sesión. Se levanta la sesión
DEBATE
PRESIDENCIA DEL C. SENADOR MANUEL BERNARDO AGUIRRE
(Asistencia de 23 ciudadanos legisladores)
- El C. presidente (a las 13:00 horas): Se habré la sesión.
- La C. secretaria Lavalle Urbina, María: (A las 13:00 horas): Señor presidente: Hay 23 legisladores, hay quórum.
El C. presidente: Se abre la sesión.
COMISIÓN DE CORTESÍA
- La misma C. Secretaria: Por disposición de la presidencia se designa una comisión integrada por los ciudadanos senadores, Raúl Bolaños Cacho y el diputado Arturo Flores Mercado, para introducir a este salón al señor licenciado Alfonso Guzmán Neyra, presidente de la honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien nos hará el honor de acompañarnos en esta sesión solemne.
(La comisión cumple su cometido.) (Aplausos.)
El C. presidente: Tiene la palabra el señor senador y licenciado Serra Rojas.
DISCURSO
El C. Serra Rojas, Andrés: Señor Presidente; señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; compañeros senadores y diputados; distinguidos invitados; señor licenciado Farías, presidente de la Gran Comisión de la honorable Cámara de Diputados; distinguidos invitados; señoras y señores:
"El Honorable Congreso de la Unión, en las sesiones respectivas de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores resolvió inscribir con letras de oro en lugar destacado de los recintos de dichas Cámaras, el apotegma del Benemérito, Licenciado Don Benito Juárez, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos que al restaurarse la República en 1867, dijo: 'Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la Paz.'
El Decreto antes aludido fue publicado en el Diario Oficial de la Federación con fecha 24 de diciembre del año próximo pasado. En justo merecimiento, debemos agregar que el proyecto de Decreto correspondiente a una iniciativa presentada por la Diputación Oaxaqueña a la XLVII Legislatura del Congreso de la Unión y coincide con otras similares que un grupo de senadores y diputados presentó a la Comisión Permanente el 20 de julio de 1967 y con las numerosas solicitudes, con la misma finalidad, de diversas legislaturas de los Estados y de particulares.
No es el acto material de colocar en este recinto una frase imperecedera lo que da singular significación a esta ceremonia. Debemos destacar otras cuestiones que sirvan de guía a los propósitos del Congreso de la Unión, que brevemente se pueden resumir en las siguientes: ¿Cuándo surgió esta memorable apotegma? ¿Cuál es la significación histórica de esta frase, que como otras del mismo mensaje, contienen tan indiscutibles recomendaciones políticas?
Es necesario enfatizar que muchas ideas perduran aunque sus creadores desaparezcan, porque ellas están apoyadas en la tradición nacional, en el valor del pensamiento y en la misma responsabilidad y veneración por los hombres ilustres que ofrendaron sus vidas o aportaron sus mejores ideales, para llegar a la realización de un orden superior de convivencia, que implique el mantenimiento de las libertades fundamentales del hombre. El camino de la Libertad siempre debe comenzar con el respeto a las Leyes, porque son la suprema garantía del orden social, tanto para regular la vida de los individuos, como para las naciones que integran la comunidad Internacional. Juárez supo asegurar al pueblo mexicano un régimen de democracia y libertad, porque siempre estuvo dispuesto a ofrendarse por ellas. Es todo ello, lo que hace sobrevivir una idea, un sistema político, una institución o un apotegma. Y es la misma acción social la que destruye lo negativo, lo que no debe perdurar, lo que la experiencia ha hecho a un lado por intranscendente o perjudicial.
Desde 1824 constituimos un Estado al abandonar el régimen colonial y adoptar los principios constitucionales de un derecho más adelantado; era necesario que la generación de la Reforma diera los primeros pasos para convertirnos en una Nación.
La revolución liberal destruyó los viejos mitos políticos del pasado y estructuró las bases de una economía directamente relacionada con nuestros problemas, que sin duda abre las puertas del México de la Revolución.
Juárez, Arriaga, Prieto, Zarco y otros manejaron los nuevos conceptos, dándoles un sentido realista, dominados por un profundo amor a México y una entrañable fe en nuestro destino histórico.
Se ha tratado de hacer un paralelo entre la revolución juarista y la revolución de 1910. El programa de esta última fue superior, pero el cuadro histórico que las animó fue diferente en circunstancia y posibilidades. No debemos olvidar que, aunque unidos por el territorio la historia y el tiempo, fueron dos épocas diferentes.
El México que recibió Juárez en enero de 1858 era un país destrozado y atormentado por los problemas internos y externos. En lo interno el grupo conservador, sin ninguna fe en nuestras posibilidades, pretendía encontrar la felicidad nacional en gobiernos extranjeros; la lucha fratricida fue implacable y desoladora, llama la atención cómo en medio de tantos desatinos pudo esta nación sobrevivir.
En lo externo las grandes potencias, a manera de buitres implacables, querían adueñarse y sojuzgar estos territorios que creían que era la tierra de nadie. Aventureros de todas las lenguas y de todas las razas se creían los privilegiados para construir monarquías y dictaduras.
Juárez logró despertar la conciencia universal para que se dieran cuenta de que ésta no era tierra disponible para ocupar y dominar, sino un país libre y soberano, con un claro derecho para autogobernarse y autodeterminarse. El patricio expresó que las naciones, en particular las invasoras, estaban obligadas a respetar el derecho ajeno, en este caso el indiscutible derecho de México y que ese era el único camino para una convivencia pacífica. La respuesta no solo de Juárez, sino la confirmada por el pueblo de México, se hizo sentir en Puebla con el triunfo de las armas nacionales en contra del ejército invasor, y su epílogo fue en Querétaro en el cerro de Las Campanas.
Respecto de la significación del apotegma juarista decimos: el 11 de enero de 1858, el Presidente Ignacio Comonfort, antes de dimitir, pone en libertad al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, alto y responsable encargo de 'Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos', puesto que desempeño hasta el 18 de julio de 1872, en que muere en esta ciudad Capital.
Juárez, estrechamente vinculado al pueblo mexicano y al Partido Liberal, libran una batalla que duró más de quince años, en contra de ejércitos extranjeros y del grupo conservador mexicano, independientemente de los problemas internos de su propio régimen. 'Un ejército de hombres libres, valerosos y vencedores, no puede encontrar resistencia', dijo en alguna ocasión Simón Bolívar.
El 15 de julio de 1867 el señor Juárez entró triunfalmente, por segunda ocasión y después de cuatro años de lucha, a la ciudad de México por la fuente de Belén y luego por el Paseo de Bucareli.
Uno de los documentos de más extraordinario relieve es el manifestó que Juárez dirige a la nación, fechado el día de su entrada a la Capital, que se dio a conocer al día siguiente.
Este documento, notable por muchos conceptos, llaman al pueblo a cobijarse en la protección de las leyes como fórmula para consolidar los beneficios del país. Además contiene un programa político, que ha servido para inspirar nuestras mejores tradiciones y ha dado paso a la creación de toda una política social de trascendencia indiscutible.
Entre muchos conceptos de este singular documento, quiero destacar los conceptos básicos de nuestro sistema político: El primero, el anhelo del pueblo mexicano para 'Consolidar los beneficios de la paz, manteniendo de la legalidad y el reconocimiento de que nuestras instituciones y en la realidad de la política nacional, el pueblo mexicano es el árbitro de su suerte.'
En segundo lugar, este principio de Derecho Interno y de Derecho Internacional: 'Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos como entre las naciones, el Respeto al Derecho Ajeno es la Paz'.
Solo don José María de Zamacona, que ya militaba en la oposición, se manifestó en contra de los ideales de tan excepcional documento.
Desde luego, este apotegma, que es un dicho breve, sentencioso y feliz, tiene un sentido profundamente liberal. El mismo que contiene el artículo 1o. de la Constitución de 1857: 'El pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En consecuencia, declara que todas las leyes y todas las autoridades del país deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente Constitución.' En cuanto al Derecho de las naciones, el apotegma trascendía el principio del artículo 126 de la Constitución de 1857.
El liberalismo juarista, es justo reconocerlo, no fue el liberalismo vacilante limitado de la primera mitad del siglo XIX, que en otras latitudes había servido para construir el sistema capitalista y su más fiel guardián, el Estado gendarme; pero que en México no tenía ninguna aplicación por la miseria de nuestra economía. El capitalismo mexicano del siglo pasado apenas si era un residuo de un capitalismo colonial y feudal.
El sistema juarista, vale decir, el sistema del liberalismo radical o puro, era un sistema basado en el pensamiento político del patricio; en las ideas económicas y agrarias de Ponciano Arriaga; en el regimiento financiero de Sebastián Lerdo de Tejada y de Guillermo Prieto; en el Estado de Derecho de Otero y de Vallarta; en la transformación del sistema educativo de Martínez Castro y de Gabino Barreda, y más tarde de Justo Sierra; en las ideas sociales de Melchor Ocampo y del notable periodista don Francisco Zarco.
Todo ello se apoyaba en la fe inquebrantable del ilustre oaxaqueño 'de llevar a buen puerto la Reforma y la Constitución', pero sobre todo por lograr 'las conquistas sociales y humanistas', que ya preludian, sin ninguna duda, los planes de justicia social de los gobiernos revolucionarios.
Quienes han leído la magnífica obra: 'Benito Juárez Documentos, discursos y correspondencia' (selección y notas del señor ingeniero Jorge L. Tamayo, editada por la Secretaría del Patrimonio Nacional), podrán fácilmente comprobar que uno de los grandes anhelos y recomendaciones de toda la vida del patricio, fue la de 'obtener y consolidad los beneficios de la paz'.
Lo hizo en las circunstancias más graves, cuando la adversidad se abatía sobre México; también lo repito en los gloriosos momentos del triunfo, cuando la República fue restaurada, principalmente cuando por segunda vez, en 1867, regresó a la Capital, para consolidar para siempre el triunfo de las instituciones democráticas mexicanas. Si tenemos una patria libre, es porque Juárez y el pueblo mexicano se unieron para la defensa de nuestra nacionalidad, por eso hemos repetido con insistencia: El establecimiento de la República y la restauración de la misma, no fueron la obra de un solo hombre, sino de todo un pueblo, un pueblo que formó un noble ejército y construyó sus propias instituciones, sin copiar ninguna institución política de otras naciones.
Las palabras de Juárez no han desaparecido, es un mensaje que adquiere inusitada actualidad, lleno de pasión y supremo patriotismo que nos recomienda luchar por la paz, para que a su sombra se perfeccionen las instituciones, y el pueblo pueda alcanzar, en rápida proyección, la satisfacción de lo que forman sus más apremiantes carencias.
En un mundo frenético, que vive bajo el temor y la angustia de una contienda universal, cuando la seguridad de las naciones no encuentren apoyo en la comunidad internacional, las palabras de Juárez suenan a manera de un Evangelio eterno: 'La paz es el camino para labrar la prosperidad de los pueblos.' Después de una transformación violenta, los grandes estadistas, en la serena tranquilidad de la paz, hacen surgir las nuevas instituciones. Juárez fue ese coloso constructor de nuestra nacionalidad.
Desde los primeros vestigios en que se produce la inquietud de los hombres, para inconformarse con el medio social y político, dos hechos se manifiestan: el primero, el poder del pensamiento; el segundo, su aplicación para rebelarse en contra de todas las imperfecciones y destinos que acompañan siempre la lucha del hombre por su libertad.
Una paradoja acosa la evolución social: por una parte la perfección del mundo de la naturaleza, con el complejo de las leyes que forman una estructura indestructible inviolable; por la otra, el mundo de la sociedad, o mundo de la cultura, que es el orden que el hombre va forjando todos los días, en una lucha tenaz, incansable, para eliminar todos los errores que el egoísmo, el instinto, la pasión, la vanidad y la ambición crean negativamente, sembrando angustia y dolor.
Desventuradamente, el mayor enemigo del hombre ha sido el hombre mismo, pensando que un ser puede enseñorearse sobre los demás, como en las tiranías y dictaduras; o forjando grupos de clases privilegiadas como en las oligarquías o predominio de determinada clase social. Sólo cuando el hombre se limita, respetando el derecho de los demás, se puede ofrecer una convivencia pacífica. La fórmula juarista se remonta a los orígenes mismos de la vida del hombre en sociedad.
Así se manifiesta en el orden social la significación de la moral, la creación del orden jurídico y el mantenimiento del orden político.
El hombre creó el Derecho para hacer posible la vida social, también creó el orden político. Ambos órdenes nacieron imperfectos, inseguros y muchas veces intranscendentes.
Ha sido una lucha de siglos que aún continúa y continuará a través de todas las épocas, para llegar a encontrar los necesarios valores que gobiernen a la sociedad humana.
Para un país que como México, había sufrido tantos abusos de determinadas potencias extranjeras, nuestro único refugio tenía que ser el respeto al derecho, el mantenimiento del orden jurídico nacional e internacional. Los países débiles no pueden encontrar otra protección que el reconocimiento de sus derechos a través de la comunidad internacional. Si en la actualidad ese orden continúa siendo inestable, ¡qué podremos decir de ese absurdo Siglo XIX, en que las potencias colonizadoras consideraban que ningún límite se ofrecía a su acción abusiva!
Juárez como juarista, como hombre del derecho y, sobre todo, como insigne gobernante, sabía que la defensa de México estaba en el derecho, como un
camino que estableciera limitaciones a la implacable obra destructora de aquellos países que no respetaron el derecho de los pueblos indefensos.
Era necesario comenzar por delimitar el significado de un derecho que comenzara por el respeto mutuo: la norma juarista es impecable, 'El Respeto al Derecho Ajeno es la Paz'.
México había adquirido, en medio de miles de sufrimientos, su independencia y su soberanía. Nuestro derecho de autodeterminación era legítimo y no podía ser empañado ni destruido, bajo ningún pretexto, por ningún país.
La fórmula juarista, en su primer aspecto, es síntesis de esa evolución y de esa lucha, refiriéndola tanto a los individuos como a los Estados. En su primera consideración se refiere al Derecho Interno, es decir, al orden jurídico nacional o conjunto de reglas impuestas por coacción exterior que rige las relaciones de los hombres que viven en nuestra sociedad. En su segundo aspecto, al derecho de gentes, o derecho internacional que forma un conjunto de reglas consuetudinarias o contractuales, que rigen a la sociedad internacional o sociedad de Estados. Es con este contenido, en donde debemos encontrar el alto valor del apotegma del señor Juárez.
En la obra del ilustre senador por el Estado de Zacatecas don Manuel Tello, que se denomina: 'Voces favorables a México en el Cuerpo Legislativo de Francia', podemos comprobar cómo el pensamiento juarista, para el mantenimiento del Derecho, encontró eco en los distinguidos legisladores franceses y fue favorable a México, dice él: 'y lo fueron, en primer término, porque contribuyeron poderosamente a crear, en la opinión pública de Francia, un sentimiento adverso a la intervención francesa. Lo fueron también, porque sembraron en la conciencia altergada de muchos legisladores franceses, la injusticia que el gobierno de Napoleón III cometía en contra de México, violando -son ellos mismos los que usan la expresión- las normas más elementales del Derecho de Gentes.'
Señores legisladores, señoras y señores:
La figura de Juárez se agiganta cada vez más, a pesar de sus opositores implacables, que son eternos enemigos del progreso. Su imagen se mantiene inmaculada y resplandeciente. Repito la expresión de Emilio Ollivier en su obra: 'La Expedición de México'. 'Benito Juárez estaba a la altura del difícil papel que los acontecimientos le ofrecían desempeñar. Era un hombre de Plutarco de quien cualquiera nación podía enorgullecerse.'
En la correspondencia de Juárez podemos leer una sencilla carta de un amigo oaxaqueño del patricio, que en forma sincera y patriótica le dice: 'Tu gloria y la de México se han identificado.' Señores legisladores, no se puede decir más en tan pocas palabras.
Sereno, impasible, tenaz e inconfundible, Juárez se situó frente a la historia del mundo contemporáneo, para liberar la batalla de su patria y triunfó para felicidad de sus amigos y de sus enemigos.
Destruyó tantos intereses indebidamente creados a costa de su pueblo, que las pasiones aún no desaparecen; el encono de los rencores ciega el pensamiento de sus detractores para reconocer sus altas virtudes, su maravillosa y alentador patriotismo, que debe ser ejemplo de dignidad ciudadana principalmente para toda la juventud. Juárez sigue de pie con indomable austeridad y tenacidad, para decirnos cuál es el camino que debemos seguir. Su voz alienta nuestro futuro y sigue recomendándonos: ningún sacrificio es bastante cuando se trata de salvar a la República, lo repito, y con esto concluyo mis palabras. Juárez dijo: 'Ningún sacrificio es bastante cuando se trata de salvar a la República.' " (Aplausos.)
- La C. secretaria Aguirre Soria, María Guadalupe:
Por disposición presidencial, se ruega a todos los presentes ponerse de pie.
(Los presentes se ponen de pie.)
DECLARATORIA
El C. presidente: "Hoy, veintiuno de marzo de mil novecientos sesenta y nueve, se declara cumplido del Decreto de veinticuatro de diciembre de mil novecientos sesenta y ocho, que ordena la inscripción del apotegma de don Benito Juárez en el lugar destacado de este recinto." (Aplausos.)
TRASLADO AL SENADO DE LA REPÚBLICA
- La C. secretaria Aguirre Soria, María Guadalupe: Se invita a todos los presentes a trasladarse a la Cámara de Senadores para continuar ahí la sesión.
(En el salón de sesiones de la Cámara de Senadores.)
- El C. presidente (a las 13:55 horas): Se reanuda la sesión. Tiene la palabra el ciudadano diputado José del Valle de la Cajiga.
DISCURSO
-El C. diputado del Valle de la Cajiga, José. Señor presidente; señor presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; señores senadores; señores diputados; distinguidos invitados; señoras y señores:
"Dos iniciativas, originadas respectivamente en la Cámara de Senadores y en la de Diputados, convergieron a una cita de justicia histórica para decretar la inscripción solemne en ambos recintos, del apotegma cuyo contenido visionario le ha otorgado relieve de clásico.
La inscripción a estas fechas del luminoso pensamiento no es un juicio tardío ni reconocimiento demorado a la obra de la Reforma que connota acentuadas a Juárez. A la distancia, la dinámica de la historia, que con el pensamiento de Carlyle, brinda enseñanzas concluyentes superó las crisis ocasionales y sin arrebatar la pasión de la obra, ha mostrado un hombre, Juárez, cuyas emociones se matizaron suaves en la ternura de un esposo y un padre, angustiosas en los momentos de peligro para la Patria, inflexibles ante el deber de mantener el decoro y la dignidad del país, pero serena siempre, con la serenidad del visionario que confía en sí y en el destino de su causa; en suma, la historia que supera la descripción y hace filosofía de las corrientes humanas, ha descubierto en Juárez la figura de un hombre, de un hombre excepcional.
Es consecuente así que cuando se puso a la consideración de los señores diputados el histórico documento que propuso la inscripción con letras de oro, en lugar destacado de los recintos de las Cámara de Diputados y de Senadores del H. Congreso de la Unión, del apotegma de don Benito Juárez, se votara por unanimidad la dispensa del trámite y en análogas condiciones, por verificación
onomástica que no deja lugar a duda alguna, se resolviera en favor del proyecto. La expresión concreta de unidad de todos los partidos políticos concurrentes, manifestada con claridad meridiana en forma unánime el 17 de diciembre de 1968, para reconocer la grandeza del pensamiento juarista, es página de gloria que revela la madurez de un juicio histórico que el pensamiento progresista de México había sostenido desde tiempo atrás, porque como lo afirmara Díaz Ordaz, México y Juárez están profundamente unidos. El apotegma merece examinarse con detenimiento, porque ocurre con frecuencia que lo objetivo inadvierte el espíritu que caracteriza el relieve. La idea rectora del apotegma es el respeto que debe privar en lo singular y en lo colectivo. Individuos y pueblos, se ha dicho, tiene el derecho inalienable a determinar su conducta por sí mismo, sin que los demás puedan interferir en sus decisiones. Esta descripción, irreprochable desde el punto de vista jurídico, debe sin embargo trascender el ámbito del derecho para encontrar una valoración más arraigada. El respeto mutuo como actitud de conducta remite necesariamente al concepto de la persona y concluye indispensable en el reconocimiento a la dignidad humana.
Asombra lo anterior, como en otros aspectos, el espíritu visionario de Juárez que trascendió las limitaciones ideológicas de su época y otorgó a su pensamiento plenitud de vigencia para todo momento histórico, incluso para aquellos en que la barbarie y la brutalidad lesionan, sea en lo individual o en los pueblos, ya que entonces, como lo reconocen los derechos del hombre, se convierte el apotegma en cartilla de reclamación a cualquier forma de opresión humana.
El respeto al derecho ajeno se inspira en el derecho propio que deviene simplemente de ser hombre, considerado como unidad, como clase que concurre al concierto social, como asociado a una corriente del pensamiento o como integrante de una comunidad legítima.
Es la exigencia del reconocimiento a la propia dignidad humana cuya jerarquía se sustancia esencialmente en el individuo. No es, como falsamente puede interpretarse, la exaltación egoísta de un individualismo ortodoxo, sino la manifestación de la presencia del hombre frente a sus semejantes. Por ello, el apotegma remite al derecho ajeno, del otro ser con el que se convive en la casa, en la calle, en la patria y en el mundo, como sujeto individual o como pluralidad legítimamente asociada.
El correlativo al derecho es el deber, cuya significación ha de entenderse como la obligación de actuar o abstenerse frente a determinadas circunstancias que, de la otra parte, exigen también una conducta análoga para presupuestos semejantes. Cuando el respetuoso cumple con su deber pero se lo incumplen a él, se impone la majestad de la autoridad, como ocurrió con Juárez, cuyo valor sereno e inflexible energía libró a la Patria de sus agresores. No es de extrañar que Juárez pensara y actuara como se ha descrito, porque en su obra el estudioso advierte al sistemático, al técnico, al sociólogo que hace política de alto nivel y piensa, claro está en la Patria y su futuro, pero también, visionario al fin, advierte las señales de las agresiones que se gestan en grupos y pueblos económicamente fuertes. Por eso, como antes se dijo, la obra de Juárez es la de un hombre con imperfecciones, sin duda alguna, pero cuya naturaleza excepcional lo llevó a aciertos que soportan, sin incurrir en hipérbole, los calificativos extraordinarios, en situaciones que configuraron la arquitectura de nuestra Patria e inspiraron la evolución de las corrientes sociales como el cambio natural al cause de nuestra sociedad.
La Revolución Mexicana ha sido consecuente con el pensamiento juarista al consignar en el instituto constitucional principios sociales que autentifican el valor del hombre y equilibran al económicamente débil para dar eficacia a la obra de Juárez, cuyo apotegma, que hoy honrosamente develamos, ubica al Patricio, con el Pensamiento del Víctor Hugo, como ciudadano del mundo.
Juárez en voz de México y luminosa expresión de América que rige para valores clásicos. Nunca como hoy, puede y debe sonar con más solemnidad el apotegma 'Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz'."
(Aplausos.)
- La misma C. secretaria:
Por disposición de la Presidencia se invita al señor licenciado Alfonso Guzmán Neyra, al ciudadano diputado Luis M. Farías, Presidente de la Gran Comisión de la Honorable Cámara de Diputados, y demás asistentes, a pasar, en unión de los miembros de la Mesa Directiva, a la sala anexa De los Pasos Perdidos para proceder a la develación de la inscripción del apotegma juarista.
DEVELACIÓN
El C. Lic. Alfonso Guzmán Neyra, presidente de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, a invitación del C. presidente de la Comisión Permanente, devela el apotegma del Benemérito de las Américas. (Aplausos.)
(En el salón de Sesiones del Senado.)
- La C. secretaria Aguirre Soria, María Guadalupe:
Se va a dar cuenta con el acta de esta sesión solemne.
ACTA
"Acta de la sesión solemne celebrada por la honorable Comisión Permanente del Congreso de la Unión, el viernes veintiuno de marzo de mil novecientos sesenta y nueve.
Presidencia del C. senador Manuel Bernardo Aguirre.
Siendo las trece horas, la C. secretaria María Lavalle Urbina pasa lista de asistencia, y encontrándose presentes veintitrés ciudadanos representantes, declaró haber quórum.
La secretaría, por disposición de la presidencia, designa a los ciudadanos senador Raúl Bolaños Cacho y al diputado Arturo Flores Mercado, para acompañar al señor licenciado Alfonso Guzmán Neyra, presidente de la honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, al entrar al salón de sesiones.
El C. presidente abre la sesión y concede el uso de la palabra al C. senador Andrés Serra Rojas, quien se refiere al origen y significado del apotegma de Benito Juárez.
En segunda, el propio presidente, puestos todos los asistentes de pie, hace la siguiente declaratoria:
'Hoy, veintiuno de marzo de mil novecientos sesenta y nueve, se declara cumplido Decreto de
veinticuatro de diciembre de mil novecientos sesenta y ocho, que ordena la inscripción del apotegma de Benito Juárez, en lugar destacado de este recinto.
La secretaría, por instrucciones de la Presidencia, suspende la sesión e invita a todos los presentes para trasladarse a la H. Cámara de Senadores, para continuarla en su recinto.
A las tres horas y cincuenta y cinco minutos continúa la sesión en el Salón del Senado de la República, en cuya tribuna hace uso de la palabra el C. diputado José del Valle de la Cajiga, quien expresa el motivo de esta ceremonia, se refiere a la exaltación del Benemérito Benito Juárez y al origen de las iniciativas y Decreto sobre la inscripción de su apotegma en el recinto de ambas Cámaras.
A continuación, la Presidencia invita al licenciado Alfonso Guzmán Neyra y al diputado Luis M. Farías, así como a todos los presentes, a pasar a la Sala de Pasos Perdidos, anexa al Salón de Sesiones de la Cámara de Senadores, para proceder a la develación de la inscripción del apotegma juarista, lo que efectúa el C. Presidente de la H. Suprema Corte a invitación del C. senador Bernardo Aguirre, declarando en ese momento, cumplido el Decreto respectivo.
Acto continuo, todos los asistentes regresan al Salón de Sesiones del Senado de la República, para la lectura de la presente acta que, sin discusión, fue aprobada en votación económica.
A las catorce horas y quince minutos se levanta la sesión solemne y se cita para la ordinaria que habrá de celebrarse el próximo día veintisiete, en el recinto de la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados, a las once horas."
Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.
- El C. presidente (a las 14:15 horas): Se levanta la sesión y se cita para la ordinaria que habrá de celebrarse el próximo día 27 en la Cámara de Diputados, recinto de la Comisión Permanente, a las 11:00 horas.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y
"DIARIO DE LOS DEBATES"