Legislatura XLVIII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19721201 - Número de Diario 27
(L48A3P1oN027F19721201.xml)Núm. Diario:27ENCABEZADO
DIARIO DE LOS DEBATES
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
XLVIII LEGISLATURA
Registrada como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921
AÑO III México, D. F., Viernes 1o de Diciembre de 1972 TOMO III - NÚM. 27
"AÑO DE JUÁREZ"
SESIÓN SOLEMNE DE CONGRESO GENERAL
SUMARIO
Apertura
Se abre la sesión solemne de Congreso General para recibir al señor doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile, quien se encuentra en nuestro país en una visita de Estado. La Presidencia designa una comisión para que lo reciba a las puertas de este recinto y lo introduzca al salón.
El C. Presidente del Congreso agradece al Mandatario visitante haber aceptado asistir a la sesión en que además se cumple el primer centenario de este edificio como recinto oficial del Congreso
Discursos
El C. diputado Luis H. Ducoing y el C. senador profesor Enrique Olivares Santana, Presidentes, respectivamente, de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados y de la de Senadores, hacen uso de la palabra
Mensaje
Del señor doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile
Despedida
El C. Presidente del Congreso pide al Primer Magistrado chileno ser el conducto para expresar al pueblo de ese país la solidaridad latinoamericana que hay entre México y Chile y agradece el mensaje que ha entregado. La comisión designada lo acompaña al abandonar el salón
Acta
Lectura y aprobación del Acta de la presente sesión. Se levanta la sesión
DEBATE
PRESIDENCIA DEL C. RAFAEL RODRÍGUEZ BARRERA
(Asistencia de 198 ciudadanos diputados y 52 ciudadanos senadores.)
APERTURA
- El C. Presidente (a las 11:00 horas): Se abre la Sesión Solemne del Congreso General para recibir al doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile, quien se encuentra en México en visita de Estado.
Se designan en comisión para introducirlo en su oportunidad a este recinto, a los ciudadanos: diputado Luis Humberto Ducoing, senador Enrique Olivares Santana, diputado Juan Landerreche Obregón, senador Enrique González Pedrero, diputado Jorge Cruisckshank García, senador Oscar Flores Tapia, diputado Juan Barragán Rodríguez y senador Gabriel Leyva Velázquez.
Se declara un receso para esperar la llegada del doctor Salvador Allende.
(Receso.)
- El C. Presidente (a las 12:00 horas): Se reanuda la sesión. Se encuentra a las puertas de este recinto el doctor Salvador Allende, en consecuencia, se ruega a la comisión nombrada cumpla con su cometido.
(La comisión designada introduce al Recinto Legislativo al señor doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile. (Aplausos.)
BIENVENIDA
- El C. Presidente: Señor doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile: A nombre del Congreso de la Unión me permito expresar a usted nuestra más alta satisfacción por haber aceptado asistir a esta sesión, durante la visita de usted a nuestro país. Todos los integrantes de esta Legislatura le damos a usted la más cordial bienvenida. Esta sesión se inicia con las palabras del ciudadano diputado Luis Humberto Ducoing, Presidente de la Gran Comisión de la H. Cámara de Diputados. Se le ruega pase a la tribuna.
PALABRAS DEL C. PRESIDENTE
DE LA GRAN COMISIÓN DE LA
CÁMARA DE DIPUTADOS
"El C. diputado Ducoing, Luis H.:
Ciudadano Presidente del Congreso de la Unión,
Ciudadano Salvador Allende, Presidente de la República de Chile,
Ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia,
Distinguidos invitados,
Honorable Asamblea:
En el marco de un año dedicado a evocar al Benemérito de las Américas; celebramos este solemne encuentro en virtud de un compromiso histórico.
Lo recibimos a usted en el lugar en que se han gestado las estructuras legales que han contribuido a la transformación política, económica y social de nuestro país.
Este recinto, cumple en esta fecha el primer centenario como escenario de la dialéctica parlamentaria mexicana.
El 22 de agosto de 1872, un incendio destruye el local de la Cámara de Diputados, ubicado en Palacio Nacional; fue como si tras la desaparición física del Presidente Juárez, la cuna que observó la creación de la Constitución del 57, tesoro, escudo y arma del patricio, en singular paralelismo y correspondencia también desaparecía. Después, a tres meses del siniestro, este recinto fue señalado como sede oficial de la Cámara de Diputados y posteriormente, luego de haberse restaurado el Senado de la República, también del Congreso de la Unión.
En la conmemoración del fallecimiento del licenciado Benito Juárez, el Gobierno de la República reconstruyó la casa de los legisladores liberales, y ahora este lugar cumple cien años de ser el taller de trabajo de quienes, voz de fuerza social, escriben a través de la ley, la biografía del pueblo.
Aquí los nombres de nuestros héroes conjugan y sintetizan las diversas etapas de nuestro proceso histórico. Aquí están, no sólo las palabras, las denuncias, protestas, proclamas y tesis de los mexicanos. Aquí se forjan los instrumentos que la Nación Mexicana se ha dado para transformarse cotidianamente y construir una joven y sana democracia.
Se cumple este aniversario cuando el pueblo de México vigorosamente inicia el tercer año de la Administración Echeverría. Para los miembros de la Cámara de Diputados es muy grato recibir, aquí, donde a través de la ley se renueva la tarea democrática, a quien representando los intereses generales de su país, Presidente de la legalidad, está transformando su propia sociedad.
Ha arribado señor Presidente Allende a un país, que no le es ajeno, cuyas instituciones, formas, sistemas y tradiciones, usted conoce; cuya historia el pueblo de México ha escrito a través del camino de la Revolución. Está usted en la tierra que los mexicanos hemos cultivado con decoro, con decisión, con ánimo de transformación y sobre todo con ansias de libertad. Todos los días los mexicanos libramos una nueva lucha. A la generación que da a usted la bienvenida, corresponde protagonizar la Revolución de 1972. Comprometidos en perfeccionar nuestra sociedad hemos modificado la ley por el camino de la ley; nos hemos armado del instrumental legislativo urgente y básico para remodelar nuestro México, para, vigorizando la Revolución, apuntalar su rumbo y llevar al pueblo a más conquistas revolucionarias.
Estamos, Presidente Allende, en una nueva etapa revolucionaria; reiterando el camino pacífico y las armas de la ley y la razón, estamos comprometidos en acelerar el proceso de la Revolución Mexicana, en la paz, en la independencia nacional y en la justicia para todos los mexicanos. (Aplausos.)
Constituimos una nación libre y soberana, resuelta a convivir en un régimen de derecho, representativo, democrático y popular.
Entendemos la democracia no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
Hace siglo y medio consumamos nuestra independencia política después de once años de lucha contra el coloniaje. Posteriormente, entramos en un período de guerra civil y resistimos durante casi todo el siglo XIX, cinco guerras con el extranjero, dos de las cuales redujeron la extensión de nuestro territorio. De ahí surge la raíz de nuestro enérgico nacionalismo.
Cada nación tiene sus propias peculiaridades. Está en la esencia del derecho de cada pueblo, asumir el dominio de sus recursos naturales y darse la forma de gobierno que más convenga a su desarrollo histórico, a su forma de ser y a su idiosincrasia. Hay, sin embargo, mucho en común en el proceso de liberación de los pueblos de América Latina.
La doctrina internacional que sostiene y practica México, surge como resultado de un largo proceso histórico que se inicia en Miguel Hidalgo, en el pueblo de Dolores, al proclamar la Independencia de la Nación y se afirma con Benito Juárez con el triunfo de la República, al fijar en el crisol de una sentencia, el principio de la soberanía: "Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz."
Con el Presidente Juárez, México sentó las bases de una política internacional caracterizada por una intransigente defensa de nuestra independencia y un firme respeto al derecho de autodeterminación que a cada Estado asiste. El Patricio de la Reforma actuó como abanderado del derecho y nos legó el invariable apego a la ley que preside nuestras relaciones internas y nuestra voluntad soberana y a nuestra realidad histórica, asimismo nunca nos hemos permitido ni nos permitiremos, interferir en la selección que cada pueblo haga del camino que
juzgue pertinente para su desarrollo. (Aplausos.)
Es antigua la hermandad chilena mexicana, nos viene de la sangre y de la conciencia histórica misma, que en momentos aciagos ha sabido traducirse en activa solidaridad, y en otros felices en afecto fraterno. En Chile nunca se ha olvidado a México; en México, Presidente Allende, Chile está presente. (Aplausos.)
Nuestro país, que a lo largo de su vida ha tenido que resistir invasiones armadas y provocaciones, abiertas o veladas de grandes potencias, ha seguido con fraternal preocupación la lucha que en el pueblo chileno está librando en este momento crucial de su historia.
Las agresiones sufridas por la economía chilena de parte de grandes consorcios internacionales, incapaces de entender la transformación que requiere la hora actual de la humanidad, son hechos que nos afectan a todos, son actos que ven con preocupación los pueblos débiles de América y del mundo.
El 11 de octubre del presente año dimos cuenta en Sesión de Cámara de Diputados de una comunicación suscrita por diputados chilenos, en la que al ejercicio de la soberanía y la independencia de su país infligía una compañía transnacional. La Asamblea Legislativa como un solo hombre y por encima de las diferencias partidarias se elevó en una firme actitud de apoyo y confianza a los intereses del pueblo chileno y acordó entregar a través de la Cámara de representantes su más amplia y decidida solidaridad al hermano y revolucionario pueblo de Chile. (Aplausos, de pie.)
Su presencia con nosotros, Presidente Allende, nos da oportunidad de refrendar a usted, legítimo representante del revolucionario pueblo chileno, el reconocimiento y el testimonio de nuestra simpatía y vigorosa adhesión a los propósitos reivindicatorios de su gobierno. (Aplausos.)
A la luz de una realidad histórica con perfiles diferentes, pero inmersos en la problemática común a todo el Tercer Mundo, nuestros dos países impulsan un vasto esfuerzo por abolir los vestigios del coloniaje y por afirmar la soberanía de su voluntad frente al exterior. Con métodos pacíficos y dentro de la vida institucional, México y Chile renuevan y modifican aceleradamente el perfil de su vida colectiva. Para los mexicanos, en la hora actual de nuestro esfuerzo liberador, cumplir con la Constitución es acatar el mandato revolucionario de nuestro pueblo. Es la fuerza de la ley, nuestro instrumento más vigoroso para el cambio social.
Nuestros países están demostrando la posibilidad de un camino democrático, para arribar con rapidez a sus propósitos superiores de progreso. Ni mexicanos , ni chilenos, aceptamos como únicas alternativas para América Latina, las que constriñen su futuro a la dictadura o a la violencia. La lección esclarecedora de nuestra historia, nos dota de la capacidad y la energía necesaria para edificar, con respeto a la libre manifestación del pensamiento y a las libertades esenciales del individuo, una sociedad efectivamente democrática, sustentada en la equidad colectiva y en la distribución justa de las oportunidades de progreso para todos.
La complejidad de los problemas internacionales impone a los países en desarrollo nuevas y crecientes responsabilidades, en momentos que las relaciones tradicionales de poder se modifican rápidamente y en que nuevas y más sutiles formas de dominación intentan por doquier sujetar nuestra voluntad.
El mismo régimen democrático que postulamos para el orden interno ha de extenderse a las relaciones entre los Estados. Si en el ámbito de validez de nuestros respectivos órdenes jurídicos, impulsamos un esfuerzo sistemático por suprimir diferencias, nada justifica que entre Estados soberanos prevalezca un régimen de desigualdades perturbadoras al extremo de una armónica convivencia entre los pueblos. (Aplausos.)
Atentan contra el derecho de los Estados, particularmente el de los países que como los nuestros se esfuerzan por erradicar los fantasmas de la postergación y la ignorancia, los múltiples variantes de un penetrante neocolonialismo, tan lesivo para nuestra independencia como las abiertas agresiones de otras épocas . Hemos debido afinar nuestra perspicacia para adquirir cabal conciencia de esta dominación encubierta. Las formas actuales de predominio económico frustran el esfuerzo de nuestros pueblos por alcanzar su pronta y plena redención; conducen, por demás, a soslayantes intervenciones políticas que afrentan nuestra identidad soberana.
Esta es la hora del nacionalismo latinoamericano. Así como los hombres individualmente considerados forman su conciencia según la realidad social en que se desenvuelven, así las naciones ven determinada su conciencia histórica en concordancia con sus propias realidades materiales y con el contexto internacional en que les ha tocado desenvolverse.
Nuestro nacionalismo, como el latinoamericano, es una vocación, es un querer ser, es un impulso que en México ha realizado ya importantes avances.
No excluye la realidad de que en nuestra época ninguna nación, por grande que ésta sea, pueda ser autosuficiente. Reconoce la necesaria interdependencia económica y política que se impone a nivel internacional.
De ahí arranca la concepción que tenemos los mexicanos de la soberanía nacional. Supremacía del Estado Mexicano frente a cualquier otro poder, es decir, subordinación de cualquier potestad económica, política o social, a los poderes del Estado y supeditación de los fines y de las funciones de cualquier entidad individual o colectiva a los fines y leyes del Estado mexicano. (Aplausos.)
En el exterior, independencia e igualdad frente a cualquiera otra entidad estatal. Amplia convivencia de nuestro país con todos los pueblos de la tierra y simultáneamente rotunda negación a la pretensión de cualquier país a construir zonas de influencia o centros hegemónicos en otras latitudes (Aplausos.)
El ciudadano Presidente Echeverría, congruente con la política de desarrollo en la independencia y la libertad que México preconiza y consciente de la solución ingente de los cruciales problemas del Tercer Mundo, en el ambiente propicio de libre expresión de ideas del foro chileno, planteó en términos justos y realistas lo que deberá llegar a ser la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados, complementaria de la Declaración Universal de Los Derechos del Hombre.
En un mundo de continuo amenazado por la inquietud social, la crisis y la guerra, el Presidente Echeverría nos hace presente que es responsabilidad de todos, fuertes y débiles, grandes y pequeños, preservar el cumplimiento de acuerdos cuyo objetivo, en última instancia, pretenden liquidar las diferencias por ahora cada vez más marcadas entre los países ricos y los pobres y llevar la justicia social y económica a toda la humanidad. (Aplausos.)
Al afirmar categóricamente que el principio de solidaridad conjunta no ha sido respetado, el Presidente Echeverría señala, asimismo, la gran responsabilidad histórica que asumen los países dentro de la economía mundial por ser ellos los que con su gran poder político y económico han estado y están en aptitud de influir en la capacidad de acción de los países menos desarrollados oponiéndose, como él mismo dice, "a indispensables transformaciones de estructura o interviniendo en los procesos políticos."
Los países en vías de desarrollo requieren cambios revolucionarios en todos los estratos de su organización política, económica y social. Viejas deformaciones estructurales producto de un pasado colonial los encadenan al círculo vicioso del atraso. En este siglo, que la historia recordará como el de la liberación mundial, los mejores hombres de esos países luchan denodadamente por romper esas cadenas y sacar a sus pueblos de la pobreza, la incultura y la ignorancia. Los líderes del Tercer Mundo se esfuerzan por crear los requisitos de la democracia y la libertad. Pero sus intentos se verán frustrados si fuerzas externas se les oponen animadas por el egoísmo y la incomprensión.
A veces se sugiere que esos países pobres no merecen ni pueden obtener más de lo poco que poseen por su falta de aptitud para la democracia. Y hoy los pueblos que, en la paz y en la libertad y por los medios constitucionales, están construyéndose un futuro mejor, tienen el legítimo derecho a exigir un orden mundial más justo, una verdadera democracia internacional, en las órdenes político y económico, para que sin intromisiones, atendiendo a su pasado histórico y a su idiosincrasia puedan establecer su escala de prioridades internas que les permitan construir una nueva sociedad. (Aplausos.)
Deseamos cambiar formas de convivencia interna que nos permitan actitudes individuales y sociales que nos identifiquen más con nosotros mismos; vamos al rescate y fortalecimiento de las mejores esencias del ser nacional para vigorizar la moral revolucionaria y hacer de cada compatriota un auténtico promotor de la transformación deseada.
Ningún crecimiento puede ser perdurable si en él no participan democráticamente todos los sectores sociales de México. Sería apariencia de desarrollo si el avance en materia económica sólo produjera un mayor desequilibrio entre los sectores que concurren en la producción. Aunado a ello debe establecerse el despertar político de las masas. Luis Echeverría con certera visión ha propiciado a través de iniciativas de ley la reforma a las estructuras electorales para que los grupos minoritarios que representen determinada corriente de opinión se manifiesten. Para que los jóvenes participen en la responsabilidad histórica de conducir este país. Para que los partidos políticos se fortalezcan y se amplíe así la base de sustentación del poder público.
Hoy se cumplen dos años de fecunda actividad del actual gobierno. Podemos afirmar que han sido de los años más ricos en la actitud renovadora de nuestro pueblo. El deseo de cambio de nuestro país ha abarcado a todas las esferas de la nación mexicana. Hemos discutido en la actual Legislatura que lo recibe a usted durante cinco períodos de sesiones, decenas de leyes reformadoras para mejorar nuestras instituciones, para corregir nuestras fallas y para crear nuevos caminos legales que no permitan transitar más ágilmente hacia el progreso de los mexicanos. Somos una Cámara pluripartidista que delibera con absoluta libertad democrática y que también en su seno mejora constantemente sus procedimientos.
Hemos realizado en este período tan breve numerosas reformas a la Constitución General de la República con la intención de que lo único permanente en México tratándose de instituciones políticas sea la decisión de cambiar todo lo que beneficie nuestra vida económica, social y política.
El Presidente de México ha convocado a la unidad de los mexicanos para defender nuestra soberanía y elevar nuestra vida económica y democrática. Alrededor de este llamado se han fortalecido los partidarios del progreso y están unificando su acción.
El crecimiento generó en México, como en casi todos los países, profundas desigualdades que estamos empeñados en combatir. Queremos construir una sociedad más justa que lleve a todos los nacionales los satisfactores necesarios para vivir con dignidad y decoro. Hemos sentado las bases de una nueva estrategia de lucha. De una estrategia revolucionaria que habrá de permitirnos la construcción de estructuras que nos alejan del subdesarrollo.
Dentro de la ley y del Derecho podremos resolver nuestros problemas específicos y los que son comunes. La violencia auspiciaría el enfrentamiento de la democracia y la involución social. El orden jurídico es tan dinámico que se transforma a sí mismo en su permanente relación dialéctica. Quienes tenemos el honor de ser legisladores somos corresponsables de la transformación pacífica de la sociedad actual.
El pasado mes de abril tuvimos el honor de acompañar al señor Presidente Echeverría en su visita a la República de Chile, sentimos el afecto que los chilenos tienen a nuestro país; convivimos con un pueblo amante de la paz y deseoso, como el nuestro, de construir un destino mejor para las generaciones del futuro.
México al igual que Chile, posee una vieja vocación republicana y democrática. Nuestro camino histórico ha sido una lucha ininterrumpida por la redención social. EL afecto que el pueblo mexicano le ha entregado, es nuestra palpable de cariño que sentimos por el hermano pueblo chileno. (Aplausos.)
Señor Presidente Allende:
Reciba usted el saludo de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión y la solidaridad de este cuerpo colegiado en la defensa de la soberanía de Chile y de su derecho a la autodeterminación. Lleve usted a nuestros hermanos del sur del Continente el profundo respeto de los Diputados mexicanos y el anhelo entusiasta de que cada día nuestros esfuerzos se conjuguen mejor para tornar en realidad las aspiraciones que nos son comunes, ya que mientras los latinoamericanos permanezcamos aislados, más débil será nuestra defensa , más difícil será nuestro camino, más complejo será nuestro progreso.
No pretendemos discutir, ni discutiremos nunca, el camino que un pueblo quiera seguir para construir su destino. Nos basta que el pueblo lo haya escogido, para que hoy y mañana merezca nuestro respeto.
Su visita señor Presidente, complace mucho al Congreso Mexicano y aprovechamos la ocasión para expresarle nuestro afecto y nuestra solidaridad, nuestra convicción de que el pueblo chileno y el pueblo mexicano seguirán hermanados por su historia, por su presente y por los objetivos de su porvenir. (Aplausos.)
- El C. Presidente: Escucharemos las palabras del ciudadano profesor Enrique Olivares Santana, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores. Se le ruega pase a la tribuna.
PALABRAS DEL C. PRESIDENTE DE LA
GRAN COMISIÓN DE LA H.
CÁMARA DE SENADORES
- El C. Senador Olivares Santana, Enrique: "Señor Presidente del Congreso de la Unión, señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, excelentísimo señor doctor Salvador Allende, Presidente de la hermana República de Chile, distinguidos acompañantes, honorable Asamblea:
Los legisladores mexicanos saludamos en usted, señor presidente Allende, al pueblo y al gobierno chilenos que con tanto decoro y esfuerzo se empeñan en acelerar el progreso y el bienestar, siguiendo una senda de independencia, autodeterminación y solidaridad internacional.
El noble y admirado pueblo chileno, ha sido desde el pasado esforzado pionero de las instituciones democráticas y firme paradigma de la dignidad nacional.
México es un país independiente, pacifista y militante en la causa de la fraternidad internacional, basada en el derecho y la razón. Sostenemos una política internacional humanista y por ello nos empeñamos en lograr la amistad y el respeto de todas la naciones, cualesquiera que sean las formas de su organización económica, política y social.
Creemos en el destino superior de toda la humanidad, convencidos de que es indivisible y de que todos los hombre, por encima de diferencias geográficas, raciales o políticas buscan la paz, la concordia y el bienestar.
Partiendo de todo ello no podemos desconocer sin embargo, que nuestra conducta y nuestros esfuerzos, siguiendo ese alto y superior fin, tienen que apoyarse en la unidad, en la comprensión y el esfuerzo conjunto de todos aquellos pueblos que luchan contra el subdesarrollo, la pobreza, el hambre y la explotación. Alcanzar nuestros ideales humanistas sólo será posible si los pueblos débiles de la tierra unimos nuestras voces y acciones para destruir la desigualdad y acelerar el desarrollo general al amparo de la justicia y del bienestar compartido. Creer en el mejor destino de la humanidad nos obliga a combatir creyendo en la fuerza moral de todos los pueblos, para oponerla a la fuerza de las armas o de la explotación.
Sabemos que el Tercer Mundo no es una ficción política o una abstracción sociológica, sino realidad lacerante e insoslayable, que al mismo tiempo reúne una enorme potencia de transformación. La coincidencia de todos los países situados en este Tercer Mundo es factor indispensable para avanzar más, más pronto y con mayor justicia. La supervivencia y la elevación general de la humanidad dependen esencialmente de que todos nuestros pueblos tengan acceso a los bienes de la civilización y del desarrollo económico. Este es quizá el reto fundamental de nuestro tiempo. Superar este reto no será obra de la simple buena voluntad de quienes ocupan puestos de avanzada en la carrera de bienestar, sino fundamentalmente obra de nuestra propia unidad y de la acción decidida y justiciera de los pueblos que no comparten ese bienestar.
Una añeja y fecunda tradición de amistad respetuosa y solidaria, une a los pueblos de Chile y México. A lo largo de nuestro proceso históricos hay múltiples episodios que así lo testimonian y este año de 1972 ha sido propicio para que los mexicanos recordemos con gratitud que Juárez recibió del pueblo y del gobierno de Chile, sinceras muestras de simpatía y de firme apoyo en la lucha que él encabezó para defender a su Patria y con ello contribuyó a la causa de la independencia y de la dignidad de los pueblos que han luchado y luchan contra la intervención y el coloniaje, contra la interferencia y extraña y la explotación.
Los mexicanos hemos discrepado entre nosotros mismos en distintos momentos de nuestra historia respecto a diversos aspectos de la problemática nacional, desde la forma de gobierno
que nos hemos querido dar hasta la forma de distribuir la riqueza que con el sudor de todos, todos producimos. Así hemos conformado nuestra nacionalidad.
Los mexicanos venimos, como usted expresó hace algunos meses, durante la visita a su país, del Presidente Echeverría, "de la más grande revolución latinoamericana de la primera mitad del siglo XX" y luchamos hoy - en el umbral del siglo XXI -, por consolidar y enriquecer sus logros mediante el derecho, las instituciones republicanas, la superación democrática y la cooperación internacional basada en la justicia y en el respeto. El México de hoy, el México que usted visita, marcha con renovada confianza y con creadora inconformidad hacia estadios superiores de vida y de convivencia; pero ni ayer ni hoy su marcha ha sido o es plácida, rectilínea o exenta de escollos y amenazas. Lo mismo en la lucha violenta que en la pacífica hemos sabido escoger nuestro camino propio, y nuestras fórmulas para avanzar y para estructurar la sociedad que ambicionamos. La historia nos ha enseñado, en episodios de lucha y sacrificio, a practicar un nacionalismo democrático y revolucionario; por ello, siendo celosos de nuestra autodeterminación y respetuosos del principio de no intervención, practicamos una política de solidaridad internacional militante para unir esfuerzos en la búsqueda de la paz y de todos aquellos mecanismos que nos permitan arribar, no solos, sino con nuestros pueblos hermanos del Tercer Mundo, a niveles de mayor justicia, decoro y bienestar.
Nuestra Revolución tuvo que soportar diatribas, ataques, infundios y también el aislamiento egoísta de gran parte del mundo dominado por los imperialismos en los albores de este siglo. Saben nuestros dirigentes y el pueblo mismo lo difícil que ha sido avanzar en el cumplimiento de sus postulados y en la consecución de sus anhelos y objetivos. Por ello el nuestro es un pueblo que siente marcada simpatía por las luchas progresistas que otras comunidades nacionales libran en su afán de conquistar o consolidar las bases de su desarrollo independiente y de la justicia social, bajo la dirección del régimen económico y político que mejor se ajuste a sus intereses y a sus condiciones históricas. En este limpio afán solidario, México ofrece a sus hermanos de Latinoamérica, lo que más estima, el don preciado de la experiencia de su pueblo, adquirido en sus largas luchas por la conformación de su nacionalidad, apreciarlo o rehusarlo es uso legítimo de su facultad.
Nuestro pueblo está empeñado en considerar a la revolución mexicana como un proceso vivo, dinámico e inconcluso, contra quienes quisieran convertirla en un simple hecho histórico cancelado. Los mexicanos no estamos ante la expectativa de una revolución, sino dentro de la revolución con el compromiso de hacer vivir y fecundar largamente esa profunda convulsión que iniciada por Madero, Carranza, Zapata y Villa, robustecida después por Lázaro Cárdenas, se prolonga hasta nuestros días porque hay muchas batallas todavía que es necesario librar para que el pueblo sea más dueño de su destino, para que viva mejor y para que nuestra patria consolide su libertad, su soberanía jurídica y política y su plena independencia económica. En este empeño, el abanderado de la causa del pueblo es el mismo jefe del Estado Mexicano, el señor Presidente Echeverría. Se lucha en nuestra hora sin el uso de las armas, sólo se pone en juego el talento para convertir en realidad muchas de las legítimas e impostergables aspiraciones de los mexicanos.
El modelo mexicano de desarrollo en nuestro tiempo es de revolución pacífica, en permanente movilidad, ajustada a un proceso político social y económico que sintetiza nuestras esencias históricas, en el marco de un derecho surgido de la lucha del pueblo, derecho que tiene por objeto garantizar el cambio y la transformación. Creemos en la ley como medio para el avance y no como fin en sí misma. Para nosotros la estabilidad social y política es antónimo de inmovilidad, de quietud, de conformismo. Estamos empeñados en preservarla, porque la entendemos como el clima indispensable para que la revolución siga adelante con su programa de transformación justiciera, con la unidad de las fuerzas fundamentales de la nación y con la independencia del exterior. Cualquiera que sea el camino para lograr estos objetivos, Chile y México se encuentran empeñados en acelerar un proceso deliberado de cambio y, lo que es más importante, comparten también la convicción de que es factible realizar dicha tarea dentro de un orden democrático.
El Presidente de México ha dicho que "la herencia de prolongadas relaciones de coloniaje debe combatirse, simultáneamente, en la vida de relación internacional, y en ámbito propio de nuestros países". Por ello queremos una economía que no esté simplemente al servicio de los bienes materiales sino al servicio del hombre. Queremos que se reconozca dentro del sistema que deseamos crear, que la producción debe estar al servicio de valores morales, culturales y espirituales. Mexicanos en la raíz y decisión profunda de nuestra existencia, somos hispanoamericanos en la amplia visión, en el justo deseo, en la convicción profunda de que en la integración y en la unidad, encontrará este continente la voz con qué ser respetado y oído.
Lo que une, no requiere guía; lo que distingue, reclama comprensión. Por ello , México considera que así se sirve mejor la amistad entre los pueblos.
De allí, que en pie de igualdad, quiera unir la voz y aun su acción, a las de otros pueblos débiles: México siempre ha creído que ningún país puede prosperar si no por el esfuerzo de sus propios hijos, aunque, también, que no es posible que ningún país viva mucha tiempo solo, y menor en la opulencia, en medio de la injusticia y de la coerción de la libertad. (Aplausos.)
Nuestra libertad e independencia son los valores más preciados a que podemos aspirar como naciones y, por ello, por nuestros propios caminos, estamos tratando de alcanzar nuestras
metas con espíritu de colaboración con los que, como nosotros, son débiles.
El desarrollo insuficiente y la miseria de muchas naciones no es folklore y encierra un drama humano de incalculables consecuencias; significa, además, un peligro cierto y enorme para la paz mundial. Ningún equilibrio duradero puede estar basado sobre la insatisfacción de la mayor parte de los seres que habitan nuestro mundo. En nuestra hora no hay tarea más apasionante, ni deber mas profundo para la comunidad de naciones que edificar una Economía para la paz.
Las naciones con mayor desarrollo y bienestar deber decidir qué es más equitativo y conveniente: vivir en la riqueza y en abundancia rodeados de pobres, o vivir en medio de naciones prósperas y dignas, aunque no se alcance la opulencia. (Aplausos.)
Señor Presidente Allende:
Los miembros del Congreso Mexicano no concebimos la visita de usted como un simple acto de cortesía, sino como la expresión solidaria del Jefe de Estado de un pueblo que comparte con el nuestro, importantes ideales y objetivos. Para nosotros, la política internacional no es maniobra para la distracción o solo torneo de amabilidades; la concebimos como tarea de la mas extraordinaria importancia para buscar a toda costa que impere el derecho en la comunidad internacional, para unir esfuerzos entre los débiles, para lograr la cooperación respetuosa de los fuertes que tengan conciencia del destino común e irreversible de la humanidad entera, para ganar la comprensión y el respeto a las formas de vida de cada colectividad nacional. para resolver cualquier conflicto por medio de la negociación y el derecho, para afianzar la paz y desterrar la guerra, para combatir a los más significados enemigos de la humanidad: la enfermedad, el hambre, la explotación, el desamparo y la justicia.
Lleve usted, señor Presidente, al digno pueblo que gobierna, el saludo fraternal del pueblo al que nos honramos en representar y dígale que allá como aquí, hay hombres y mujeres empeñados en llevar adelante un proceso de cambio, empeñados en combatir la desigualdad económica y la existencia de privilegios y que, allá como aquí, deseamos cambiar, deseamos avanzar, deseamos progresar en un clima de paz y de concordia, al amparo del derecho y de la voluntad mayoritaria.
Lo que ayer dijera en el Popol Vuh, nuestra raza aborigen - exponente de nuestro más remoto pasado - en favor del hombre, hoy lo anhelamos para el hombre y las naciones de nuestros días:
"Que no caigan en la bajada ni en la subida del camino, que no encuentren obstáculos ni detrás ni delante de ellos. ni cosas que los golpeen. concédeles buenos caminos. hermosos caminos planos".
- El C. Presidente: El señor Presidente de la República de Chile ha manifestado su deseo de enviar un mensaje a esta Representación Nacional.
MENSAJE DEL SEÑOR PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA DE CHILE
- El señor Presidente Salvador Allende: Licenciado señor Rafael Rodríguez Barrera, Presidente del Congreso; señor Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, licenciado Luis Ducoing, señor Presidente de la Gran Comisión del Senado de la República, profesor Enrique Olivares Santana; señores congresales, señoras y señores:
Deseo primeramente saludar y declarar que es un honor par mí el que hayan sido invitados y estén presentes hombres que intervinieron en el proceso constitucional de 1916 y 1917. (Aplausos.) Su presencia, decía tiene relevante significación.
Pido excusas por no haber traído un discurso escrito, sobre todo después de haber oído, las intervenciones del profesor Enrique Olivares y el licenciado Luis Ducoing. La forma y el fondo, el contenido que ellos dieron a sus palabras, me obligaba a haber meditado en la responsabilidad que significa el que yo use la tribuna del pueblo de México.
Valga la excusa al afirmar que hablo como chileno y como latinoamericano, y por lo tanto hablo como mexicano. (Aplausos.)
En la mañana de hoy he cumplido en nombre de mi patria con el honroso deber de depositar una ofrenda floral en la Columna de la Independencia, en el Hemiciclo a Juárez, y en el Monumento a la Revolución, donde reposan Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. Los pueblos sin memoria nada significan y nada valen. Hay que honrar a aquellos que dieron su vida y su existencia por dar contenido forma y perfil a nuestras nacionalidades. Llevé el homenaje de Chile a los mexicanos ilustres a quienes ustedes honran y han honrado siempre. Quiero destacar con qué emoción ayer recibí el saludo más que cordial y afectuoso del pueblo mexicano. Esta es la ocasión, en la tribuna del pueblo, para decir simplemente gracias; y lo hago en nombre de Chile, de su pueblo, fundamentalmente, de sus trabajadores.
Sé que vuestra generosa acogida me impone un grado mayor de responsabilidad, ustedes han depositado, al recibirnos ayer en la forma que lo hicieron, confianza en la lucha en que estamos empeñados y ello fortalece nuestra decisión.
Además, en ese gesto de extraordinaria satisfacción, no sólo por la presencia multitudinaria, de miles y miles de jóvenes, mujeres, hombres y ancianos mexicanos; había un contenido, estaba presente un pensamiento nacido de la raíz de nuestra historia, la vocación de ser todos libres y apretar nuestros lazos solidarios. Es decir, nos identificamos con un pasado histórico, coincidente. Se reafirmó ayer nuestra amistad tradicional, se hizo presente la generosa solidaridad con mi patria en las horas duras de la agresión, y se reafirmo la esperanza de que tendremos éxito y venceremos las dificultades que se levantan para impedir que Chile, por su propio esfuerzo y con sus propias manos, construya el nuevo destino que le
permita decir en la historia escrita por la inmensa mayoría de nuestros compatriotas y las masas populares que seremos un pueblo independiente en lo económico y soberano en lo político. (Aplausos.)
Distanciados geográficamente, a cientos y miles de kilómetros, la historia, la realidad de los hechos, la fecunda y dolorosa generosidad de nuestros pueblos, han trazado un paralelo que yo quisiera evocar brevemente. Desde la Conquista, allá y aquí, aquí y allá, el azteca Cuauhtémoc, con sobriedad y orgullo de indio en el silencio, responde a la tortura y sólo expresa que no está en un lecho de rosas.
En la zona austral otro indio, de la raza araucana, Lautaro, con el mismo silencio marca la dignidad del aborigen y levantando los muñones de sus brazos, al ser éstos cortados, indica que no podía rendirse ni podía su raza olvidar o sentir y dejar de anhelar la epopeya que estaba escribiendo.
Por eso esta mañana, cuando iba a uno de los monumentos, me impresionó extraordinariamente el que un trabajador que estaba ahí me dijera: "Usted viene, compañero, como cóndor de los Andes". Tomé esa frase para decir que el águila caída y el cóndor de los Andes, el azteca y el araucano, siguen con su vuelo inmortal señalando lo fecundo de su raza. (Aplausos.)
Efectivamente, con el pasado hemos coincidido y fue así en la hora primera de la independencia. El enfrentamiento contra la agresión externa y el imperialismo, en la lucha por la justicia social. Aquí, el 16 de septiembre de 1810 lanza el grito de Dolores don Miguel Hidalgo; en Chile el 18 de septiembre de 1803 nace la Primera Junta de Gobierno. Allá y aquí miles de hombres y algunas mujeres empiezan a sembrar en la esperanzada ruta de la lucha social lo que llegaría a ser nuestra independencia. Y es por eso que es para mi extraordinariamente significativo el poder hablar en el Congreso de México y en este año, el Año de Juárez, porque Juárez significa para ustedes y también para los hombres de Latinoamérica la figura símbolo de un indio, que como simple ovejero o Presidente de la República, como luchador con las armas o con la ley, siempre tuvo el orgullo de ser indio zapoteca y nunca dejó de hacer presente su condición de tal y por eso también señalamos cómo su figura traspasa las fronteras materiales. Y si pertenece esencialmente a México, le pertenece también a la conciencia y al corazón agradecido de este continente. (Aplausos.) Supo del exilio, la cárcel, la derrota y la victoria, pero supo también liberar a su pueblo de la invasión extranjera y lucho contra la forma larvada del imperialismo. En el siglo pasado, en mi patria, también emerge una figura proyectada hacia el futuro de nuestra. historia. Es el Presidente. José Manuel Balmaceda el que quiso recuperar para Chile sus riquezas esenciales, especialmente el salitre. Combatido desde fuera y desde dentro, puso fin a su vida, pero dejó una herencia al pueblo de Chile que nosotros estamos cumpliendo, y el Gobierno, que presido, ha recuperado para Chile y su pueblo, las riquezas básicas que estaban en manos del capital foráneo. (Aplausos.)
Quiero señalar que Juárez escribió - y ello esta vinculado al recuerdo que he traído del Presidente. Mártir de mi tierra -: El gobernante no es el hombre que goza y se prepara a un porvenir de dicha y ventura; es, sí, el primero en el sufrimiento y en el trabajo y "la primera víctima de los opresores del pueblo tienen señalada para el sacrificio"; gran lección de conciencia política revolucionaría y de ética moral. Palabras perpetuadas por su vida y su ejemplo.
En el paralelo entre Chile y México debemos reconocer que México se anticipó mucho más que otros pueblos, y por cierto que el nuestro, en el proceso de la lucha social; y es por ello que debemos destacar que aquí nace efectivamente la primera revolución agraria mundial; aquí emergen figuras como Madero, Zapata, Villa, Obregón, Calles y Carranza. Emiliano Zapata va más lejos y plantea interrogantes para el destino de la clase trabajadora; denuncia el capitalismo naciente y define las condiciones de la vida de los pobres; lo hace de esta manera: "todo se hacía a costa del sacrificio de un pueblo esclavo y analfabeto, sin patrimonio y sin porvenir; estaba condenado a trabajar sin descanso, y a morirse de hambre y agotamiento, puesto que gastando todas sus energías en producir tesoros incalculables, no le era dado contar ni con lo indispensable siquiera para satisfacer sus necesidades más perentorias".
Palabras que marcan la realidad de miles y miles de hombres en el mundo, y fundamentalmente en nuestro continente. Con variedad escasa de años, en Chile surge una figura, en la pampa salitrera, en el norte árido, en el jardín mineral de mi patria, la de un obrero, tipógrafo, Luis Emilio Recabarren, que habla, escribe, recorre los pueblos, golpea la conciencia de los trabajadores, eleva su nivel político y señala las lacras del régimen y el sistema capitalista.
En Chile y en México, en México y en Chile, va tomando forma y contenido la lucha social y el enfrentamiento de clases. Pasan los años, la historia escribe el avance lento de nuestros países por alcanzar condiciones mejores de vida y existencia. Pero ellos están marcados por ser países en vías de desarrollo - o sumergidos, como se llamaba en esa época a los países productores de materias primas e importadores de artículos manufacturados -; países mendicantes para recibir créditos y exportadores de capital. Países donde las grandes masas estaban al margen de la cultura, de la educación, del trabajo, de la vivienda, de la salud, de la recreación y del descanso.
Pero en México, en la década del 30, el proceso político va adquiriendo un contenido diferente y profundiza en la realidad de esta tierra fecunda el imperativo de una lucha proyectada a ser posible que México fuera dueño de su riqueza fundamental. Y Lázaro Cárdenas (aplausos) recoge las banderas alzadas por los
luchadores de la independencia, fundamentalmente por Benito Juárez, y en 1938 nacionaliza el petróleo.
Para mí nombrar a Lázaro Cárdenas, citar sus palabras, tiene un significado muy especial. Puedo decir que me honró con su amistad, que entablamos diálogo en Cuba por primera vez. Continuamos conversando aquí en México. En una de las batallas que diera por mandato de mi pueblo, recibí como estímulo dos cartas de Lázaro Cárdenas con un pensamiento latinoamericano que señalaba la gran proyección de su misión histórica. Por eso rindo homenaje a su recuerdo en nombre de los trabajadores chilenos, al que abriera el camino de la segunda independencia latinoamericana. (Aplausos.)
En su discurso pronunciado al ser proclamado candidato, diseño su acción y su labor; fomentar la educación, organizar al pueblo, hacer la reforma agraria, impulsar y defender la dignidad nacional.
Muchas veces a los trabajadores chilenos les leímos sus palabras, que yo quiero esta tarde traer en relación con el petróleo y su nacionalización. Decía así el General Cárdenas: ". . . Mas para que la marcha de la Revolución continúe, sin que se detenga la ejecución de las obras inherentes a su acción eminentemente constructiva, es necesario que en todo momento estemos preparados para resistir, aun a costa de serios sacrificios económicos , los ataques de los que no han comprendido la justicia de la causa de México, y que se empeñan en hacerla fracasar creando situaciones de incertidumbre y de alarma. Tal parece el caso de las empresas petroleras en su reciente actitud frente al conflicto con sus trabajadores, al hacer el retiro violento de sus depósitos y efectuar intencionada campaña de publicidad para inquietar a los hombres de empresa y restringir o negar el crédito a las industrias, como si se pretendiera usar la coacción legítima para forzar el sentido de la resolución definitiva en beneficio de los intereses comerciales, e impedir el normal y recto desarrollo del proceso ante los tribunales correspondientes. A este respecto creo oportuno declarar que consecuente el Ejecutivo con el respeto a las leyes de independencia de los poderes, que ha normado su actuación, en este caso como en todos, su conducta será la de prestar apoyo al fallo final que se pronuncie, cualquiera que sea el sentido de su determinación."
Cuando los tribunales de México dieron razón a los trabajadores, las empresas foráneas del petróleo recurrieron a todos los recursos ilícitos para impedir que se cumpliera ese fallo y después para obstaculizar la nacionalización. ¡Cómo no recordar estas palabras que vienen a marcar a fuego la realidad que vive en mi patria, cuando hace unas pocas horas una empresa transnacional, la I. T. T., estuvo a punto de arrastrarnos a una guerra civil para impedir que el Gobierno alcanzara el poder! ¡Cómo no recordar estas palabras - que son una lección -, para demostrar también que en mi tierra la Kennecott ha pretendido, después de un fallo que le fuera adverso de los tribunales de chile, recurrir a los tribunales de otros países para defender sus privilegios! Ayer en México y hoy en Chile, los intereses bastardos de los capitales imperialistas han querido aplacar el derecho legítimo a ser nosotros los dueños de nuestro propio destino. (Aplausos.)
Mientras gobernaba Lázaro Cárdenas en México, en Chile había un gobierno popular: el Gobierno del Frente Popular, presidio por el recordado maestro y estadista, nacido en un pueblo agrícola, en la provincia de Aconcagua y un chileno auténtico en su físico y su sentido patriótico: Pedro Aguirre Cerca. Por eso es que no fue extraño que cuando el 25 de octubre de 1938, el Gobierno de Frente Popular, empezara a caminar para dar techo, pan y abrigo, a las masas preferidas de mi país, México envió, por petición expresa del General Cárdenas, una misión de cultura; se aproximó a nosotros, nos entregó su fraternal apoyo y en el "Durango" llegaron los cantantes, los artistas, los campesinos mexicanos, para fundirse con los trabajadores chilenos.
Acá un gobierno popular que iniciaba una etapa histórica, que tendrá que continuarse. Allá se sembraba la presencia de los trabajadores en la central única de la clase media en el ejercicio del poder. Se levantaba el acero, el petróleo y la electricidad, como bases fundamentales del desarrollo industrial de nuestro país.
Distancia en el contenido, porque Cárdenas avanzó más, pero al mismo tiempo avance en un continente que parecía dormido frente a los requerimientos indispensables de las grandes mayorías nacionales. Por eso, a lo largo de la historia, como un hilo subterráneo evidente, va marcándose el proceso que, a pesar de la distancia, señala que nuestros pueblos tienen similares inquietudes y que gobernantes de ustedes mexicanos y nosotros los chilenos interpretamos esas ansias y esas inquietudes y plasmamos venciendo dificultades en realidades conflictivas, para darle un perfil más definido a nuestras nacionalidades.
Y así llegamos a la época actual, México y Chile se reencuentran una vez más, hablan un lenguaje común. Es un lenguaje de pueblo a pueblo. Comprenden más claramente la necesidad de luchar unidos y que no bastan las coincidencias , es necesario amalgamar más y más nuestro empeño para hacer de América Latina un continente - pueblo. Por ello, habiendo dejado largos años de ser presidente, otra vez nos encontramos con el pensamiento señero de Lázaro Cárdenas, cuando dice: "ya es necesaria la conjugación del creciente esfuerzo de los pueblos latinoamericanos para dejar sentadas las bases orgánicas continentales para la acción común y permanente en favor de nuestra cabal independencia y a la vez para hacer más efectiva nuestra presencia en el mundo con una fuerza solidaria de todos los pueblos que luchen en distintas formas y en diferentes latitudes por su progreso, su amistosa convivencia y por el mantenimiento de la paz mundial". Estas palabras adquieren relieve y resonancia especiales
sobre todo después de ver la actitud del Presidente Echeverría en mi patria y aquí, y después de haber recibido de parte del pueblo mexicano la reafirmación de ella en su presencia combatiente en las calles de la ciudad, ayer. (Aplausos.)
Chile y México cada uno de acuerdo con su propia realidad, su historia y sus costumbres. No hay recetas para hacer la revolución; cada país debe adecuar la táctica y la estrategia a su propia realidad; ni ustedes ni nosotros exportamos revolución, ni importamos revolución; aprovechamos la experiencia venga de donde venga y la adecuamos a lo que somos; ayer, hoy y lo que mañana seremos. La revolución en Chile y en México tienen perfiles propios de la característica de pueblo ¡con su propia historia y su propio contenido! (Aplausos.)
Chile y México tienen conciencia cabal de quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos. Necesitan estrecharse más los vínculos con los amigos y con los pueblos amigos de este y otros continentes. Sabemos que estamos dentro de América Latina está inmersa en el Tercer Mundo y por eso son muchos millones de seres humanos de distinto color y raza que viven o nacieron en geografías tan desiguales; los que tienen la misma pasión y el mismo anhelo de hacer de sus pueblos y de sus patrias, pueblos y patrias independientes; por eso es que sabemos nosotros que México y Chile son dos naciones que deben estar y han estado - respetando cada una el modelo de su propia estructura político social - conjugando el mismo lenguaje en los distintos frentes internacionales donde se debaten los problemas del subdesarrollo.
Hemos participado en la redacción del documento de CECLA defendemos el mar económico y tuvimos posiciones coincidentes en la III UNCTAD. Por eso, debo recordar con profunda satisfacción la presencia en Chile, cuando se realizaba esta reunión, la más importante patrocinada por las Naciones Unidas, del Presidente Echeverría, quien se expresara de la siguiente manera: "Nuestros pueblos ven con desencanto cómo se enrarece la atmósfera de los escenarios internacionales con palabras que no van seguidas de decisiones. Es indispensable que esta conferencia - se refería a la UNCTAD III - dé resoluciones que obliguen para todas las partes, que poco vale emplear nuestro tiempo en pedir lo que no se quiere dar; en lograr acuerdos precarios y lamentarse luego porque no se cumplió lo prometido". Y por ello que con esa experiencia entregó, como una tarea que Chile hizo suya y que será consagrada por el empeño de México y de Chile y otros pueblos, la idea de que un día se dicte la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los pueblos del mundo. (Aplausos.)
Chile y México están por la solución pacífica de las diferencias y de las dificultades entre naciones. Están por el diálogo, la coexistencia pacífica y el entendimiento entre gobiernos. Ambos pueblos, fundamentalmente ustedes pero nosotros también recogemos el pensamiento de Juárez: "El respeto al derecho ajeno es la paz".
¡Cómo recordar esas palabras, cuando todavía el mundo siente una realidad que golpea nuestra conciencia y que yo no puedo callar! Y yo sé que al no silenciarlo, seguramente interpreto a millones y millones de latinoamericanos, de chilenos y mexicanos: ¡El respeto del derecho ajeno es la paz! Pero hay pueblos poderosos que no entienden el hondo contenido de esta definición tan humana y tan profunda. Por eso frente a la realidad que golpea todavía el Asia, frente a la lucha en Indochina, frente al drama que se prolonga de Vietnam, desde esta tribuna del pueblo de México, reafirmo la fe en que la Paz de Vietnam hará justicia a un pueblo pequeño como nosotros (aplausos), a a un pueblo pequeño que luchó y lucha por su unificación y por su independencia. Los que han caído y caen en Vietnam, han caído por la lucha emancipadora de todos los pueblos en vías de desarrollo del mundo.
México y Chile piden respeto a las grandes potencias, al mundo industrializado capitalista a fin de que no se apliquen medidas discriminatorias en nuestro comercio, a fin de que no sigamos siendo países que vendemos a precios bajos y compramos a precios altos, que no se restrinja la posibilidad - sobre todo para los productos agropecuarios nuestros -, que ingresen a sus mercados.
México y Chile rechazan todas aquellas presiones que representen un atentado al principio de No Intervención. México, con la doctrina Estrada ha sentado claramente esta realidad que nosotros hacemos nuestra. Chile es también acerado partidario de la No Intervención y del respeto a la Auto - Determinación de los pueblos. A cada pueblo corresponde elegir el camino de su transformación social, cada país tiene el derecho de buscar las formas que más se avengan a su característica propia de pueblo con personalidad, cada pueblo tiene derecho a elegir sus gobernantes respetándose la voluntad de los pueblos. No podemos aceptar que se pretenda, por la presión económica o por la amenaza, poner vallas a la autodeterminación y se pretenda vulnerar la No Intervención.
La doctrina de México es la misma doctrina que Chile esgrime y ha esgrimido en el pensamiento internacional de nuestra colectividad como países. (Aplausos.)
Cuando sostengo lo que estoy diciendo, lo hago porque mi país vive desde septiembre de 1970 un clima artificial creado desde fuera y proyectado desde dentro, para resquebrajar las bases políticas y sociales en que descansa el gobierno de los trabajadores que me honro en presidir. Nunca mi patria vio, como del 4 de septiembre al 3 de noviembre de 1970, lo que es la defensa de los privilegios y los intereses foráneos. Nunca pudimos más claramente percatarnos, lo que representaba la maraña de intereses extranjeros coludidos con grupos oligárquicos feudales.
Llegó la tentativa tenebrosa de evitar que el pueblo fuera gobierno, hasta al asesinato del Comandante en Jefe de nuestro Ejército, General René Schnneider Ch. Pero el pueblo, su organización, su espíritu combativo, la lealtad de las fuerzas de orden, la lealtad de las Fuerzas Armadas a la Constitución y a la Ley, y a la voluntad expresada en las urnas por la mayoría del país, hizo posible que alcanzáramos el 3 de noviembre, el gobierno para caminar, desde allí, a la conquista del poder.
Presidio un conjunto de partidos que tienen un programa, un ideario y una voluntad de realizarlo. Chile hace su revolución, es un proceso revolucionario en marcha, a través del marco de la constitución y de las leyes burguesas.
Presido un gobierno. que no es un gobierno. socialista, pero que abre y abrirá, sin vacilaciones, el camino al socialismo., dentro del pluralismo, la democracia. y la libertad.
Las bases políticas de mi gobierno están afianzadas en la presencia en él, de los partidos que lo integran: de laicos, marxistas y cristianos, que se han comprometido ante la conciencia popular, la historia y su propia conciencia, a hacer posible las grandes transformaciones que permitan estructurar una economía al servicio del hombre y las mayorías nacionales. Para ello hemos tenido que herir intereses poderosos, fundamentalmente los extranjeros y los intereses nacionales de los monopolios del latifundio y de la banca, por eso se nos combate, pero el pueblo sabe perfectamente bien y los trabajadores han comprendido que sólo sobre la base de la organización, la disciplina social, el esfuerzo y el trabajo se podrá afianzar nuestro proceso y dar los pasos para convertirlo en una revolución creadora.
Para nosotros la revolución no es destruir, sino edificar, no es arrasar, sino levantar formas distintas de convivencia.
Para nosotros el proceso revolucionario conlleva la presencia de las mayorías nacionales, en un esfuerzo de tareas que pertenecen a Chile y a su destino.
Por eso hemos podio saludar con alborozo la presencia en esta etapa de nuestra patria de la mujer chilena, que sabe perfectamente bien que no podrá consolidarse la revolución si ella no comparte junto a su compañero, a su padre, a su hijo, o a su esposo, la gran tarea de hacer posible que se abra el paso a una sociedad distinta y diferente.
Tenemos como meta construir el socialismo, pero sabemos que el socialismo no se impone por decreto. Sin premura pero sin claudicaciones, caminamos rompiendo la maraña de los intereses creados, a edificar una auténtica sociedad donde desaparezca la injusticia, la explotación, la miseria moral y fisiológica, donde el hombre del pueblo tenga derecho al trabajo, a la educación, a la cultura, a la salud, al descanso y a la recreación; una nueva sociedad donde fundamentalmente el pueblo organizado sea el gran ejecutor de este proceso. Estamos haciendo nuestra revolución, afianzada en la conciencia revolucionaria de los trabajadores chilenos. (Aplausos.)
Por eso, es tarea de todos los hombre que tienen un profundo sentido patriótico y nacional. Quién más que ustedes, representantes del pueblo, comprenden que hay que poner en marcha y acelerar la emancipación definitiva de nuestras patrias. Hay que pensar en lo que significa darle el contenido de nuestra segunda independencia a esta gran batalla por la dignidad latinoamericana.
Sabemos que no es una opinión, es un desafío, es el viento de la historia que viene desde lejos, es el llamado de nuestros próceres, son las razas aborígenes, humilladas pero no vencidas, es el ayer que nos impulsa y nos llama a actuar. Por eso ésta es la etapa en que no caben vacilaciones, ni puede haber dudas, y en Chile el Presidente Luis Echeverría se expresó así ". . . ante los obstáculos debemos actuar con el optimismo propio de naciones jóvenes, ya que el espíritu de derrota sería una forma disfrazada de sumisión; ni mexicanos ni chilenos hemos nacido para estar sumisos frente a la prepotencia imperialista". (Aplausos.)
Quiero destacar que nuestro planteamiento no es una utopía. Hemos visto ya cómo han fracasado iniciativas que no tomaron en cuenta al pueblo; cómo nosotros en América, vimos que la Alianza para el Progreso era tan sólo una gran maniobra política que no alcanzaba la raíz esencial de nuestra realidad y nuestros problemas.
Por eso, de acuerdo con sus posibilidades, cada una de nuestras naciones busca el camino emancipador. Y para conquistarlo plenamente, vamos suprimiendo los obstáculos que se levantaron con intención de impedir el diálogo fraterno de los latinoamericanos. Las barreras ideológicas ya han caído y hay conciencia de que el diálogo puede y debe mantenerse, aunque haya formas distintas de gobiernos en nuestras naciones, respetando los principios que he señalado y que son tan suyos, tan de ustedes mexicanos; de respeto a la autodeterminación y la no intervención.
Pero América va caminando y así la Alianza Latinoamericana para el Comercio es un paso, y lo es más en la etapa de la integración inicial el Pacto Andino que vincula a Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile; más aún, Argentina busca también intensificar sus vínculos comerciales con los países signatarios del Pacto Andino; y México, cuya importancia trascendente en este Continente nadie ignora, extiende una preocupación más acentuada y latinoamericana al resto de sus hermanos que están más allá en el Sur. Vamos entonces entendiendo cuál es la obligación que tenemos y cuál es el mandato histórico que debemos cumplir.
Cuántas veces, en el silencio he meditado: ¿Por qué el hombre de Latinoamérica todavía es extraño, si nace en un país y va a otros países frente a beneficios que pudieran ser comunes? ¿Por qué no existen las escuelas fronterizas que permitan crear una conciencia real de los que fuimos, lo que somos y seremos,
para que maestros de distintos países pero con un mismo origen en la alborada de nuestra independencia, conjuguen un lenguaje latinoamericano? ¿Por qué no crear la posibilidad de que el hombre, desde México a Chile, tenga el derecho de atención médica y por sólo ser mexicano, pueda llegar a un pueblo que es también su patria, porque es un trozo de Latinoamérica y gozar allí de esa atención? ¿Por qué no luchar para que los hombres de nuestros países, cuando frente a dificultades internas a veces están obligados - y con frecuencia sucede - emigran y van a ganarse la vida en otras partes, en donde no tienen salarios suficientes ni gozan de previsión, en vez de volver a su patria como ahora, cansados, ancianos y en la miseria, a un hogar deshecho y quebrados en la moral de su propio sentido nacional, puedan en cambio, recibir salarios justos y previsión, cualquiera que sea el lugar de América donde las demandas de fuerza de trabajo los lleven? Algún día habrá un derecho común para establecer esencialmente para los trabajadores, la nacionalidad continental sin el rechazo por cierto a nuestra propia nacionalidad, derecho que, en una instancia final, deberá otorgarse a todo ciudadano de este continente.
Por eso es que tienen vigencia sabiendo quienes son nuestros enemigos y nuestros amigos, las palabras que anticipó Juárez: "el triunfo de la reacción es moralmente imposible". (Aplausos.)
DESPEDIDA
- El C. Presidente: Señor doctor Salvador Allende: Usted, que nos ha honrado con su presencia y ha escuchado a esta Representación Nacional que es la voz del pueblo, seguramente será el mejor conducto para expresar a la nación chilena todo lo fuerte que es la solidaridad latinoamericana que priva entre los mexicanos y que tratándose de Chile, como aquí se ha dicho, alcanza dimensiones de hermandad. Debemos agradecer el mensaje que ha dirigido usted a México y lo hacemos respetando y estimando sus palabras, que nos hablan de un país en el otro extremo del continente, que lucha por los mismos valores que México ha defendido a lo largo de su historia: libertad, independencia, justicia. Estamos seguros de que ha recogido usted, en el calor de las palabras que aquí se han vertido, así como en el entusiasmo con que todos los mexicanos lo hemos recibido, una grande y perdurable prueba de amistad fraternal. (Aplausos.)
Se suplica a los ciudadanos diputados y senadores comisionados para introducir al Presidente Salvador Allende, lo acompañen cuando él desee abandonar el salón. (Aplausos.)
(La comisión cumple su cometido.) (Aplausos.)
ACTA
- El C. secretario Melgar Aranda, Antonio: Se va a dar lectura del Acta de la presente sesión.
Acta de la sesión solemne de la XLVIII Legislatura del H. Congreso de la Unión celebrada el día primero de diciembre de mil novecientos setenta y dos.
Presidencia del C. Rafael Rodríguez Barrera.
En la ciudad de México, a las once horas del viernes primero de diciembre de mil novecientos setenta y dos, se abre la sesión solemne del Congreso General, para recibir al doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile, quien se encuentra en México en visita de Estado, con asistencia de ciento noventa y ocho ciudadanos diputados y cincuenta y dos ciudadanos senadores, según consta en la lista que previamente pasa la Secretaría.
El C. Presidente designa en Comisión para introducirlo al Salón a los ciudadanos diputado Luis H. Ducoing, senador Enrique Olivares Santana, diputado Juan Landerreche Obregón, senador Enrique González Pedrero, diputado Jorge Cruickshank García, senador Oscar Flores Tapia, diputado Juan Barragán Rodríguez y senador Gabriel Leyva Velázquez.
Después de un breve receso se reanuda la sesión, y encontrándose a las puertas del Recinto el doctor Salvador Allende, la comisión designada introduce al Recinto al distinguido visitante.
El C. Presidente le da la bienvenida a nombre del Congreso de la Unión.
Los ciudadanos diputado Luis H. Ducoing y senador Enrique Olivares Santana, Presidentes de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados y de la de Senadores, hacen uso de la palabra, para saludar a nombre de sus respectivas Cámaras y expresar la solidaridad del Congreso Mexicano al pueblo chileno y a su Presidente.
El señor doctor Salvador Allende, Presidente de la República de Chile, hace uso de la palabra para expresar un mensaje a esta Representación Nacional.
El C. Presidente del Congreso solicita al Primer Magistrado chileno ser el conducto para expresar al pueblo de ese país la solidaridad latinoamericana que hay entre México y Chile, y agradece las palabras que se ha servido entregar en esta sesión.
La misma comisión que lo introdujo se sirve acompañarlo al retirarse del salón.
A las catorce horas se levanta la sesión solemne de Congreso General.
Está a discusión el Acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba, los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada.
- El C. Presidente (a las 14:00 horas): Se levanta la sesión.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y
"DIARIO DE LOS DEBATES"